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CAPÍTULO DOS. PROPUESTA NACIONALISTA DE LA DANZA: LA ESCUELA DE DANZA I. NUEVO PROYECTO CULTURAL: EL MAXIMATO Álvaro Obregón se había impuesto como gobernante por su prestigio militar y por ser considerado el gran caudillo. En 1924, cuando subió a la Presidencia, el general Plutarco Elías Calles se enfrentó al problema de unificar nuevamente al grupo en el poder y al de la guerra cristera. En 1928 resultó electo de nueva cuenta Obregón para ocupar la Presidencia; al ser asesinado, Emilio Portes Gil la ocupó provisionalmente hasta febrero de 1930. Calles, mientras tanto, se fortaleció como el “jefe máximo de la Revolución” e influyó directamente en el manejo de la situación política. Con el fin de acabar con el caudillismo, promovió la creación del Partido Nacional Revolucionario en 1929, que unificó a la gran familia revolucionaria y estableció las bases para la institucionalización del movimiento armado y sus principios. En 1929, en plena crisis económica mundial, cuando se realizaron las nuevas elecciones para presidente de la República, desde Estados Unidos regresó José Vasconcelos como candidato independiente. Fue vencido por Pascual Ortiz Rubio, quien subió al poder en febrero de 1930, cuando inició un gobierno donde la intervención de Calles fue total y la desestabilización política originó constantes cambios de secretarios de Estado, con lo que el país vivió en permanente crisis política. Esta situación finalmente trajo la renuncia de Ortiz Rubio, y el 3 de septiembre de 1932 subió a la Presidencia el general Abelardo L. Rodríguez, lo que no significó ningún cambio sustancial en la vida política nacional. Estos hechos eran parte del proceso que vivía México hacia la institucionalización para aglutinar fuerzas y llevar a cabo el proyecto nacional que promovía el grupo en el poder. En materia educativa y cultural, el gobierno ya no contaba con el apoyo de Vasconcelos ni de ningún otro gran teórico, pero sí de artistas e intelectuales que continuaban vinculados con el régimen y legitimándolo. 61

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CAPÍTULO DOS. PROPUESTA NACIONALISTA DE LA DANZA: LA ESCUELA

DE DANZA

I. NUEVO PROYECTO CULTURAL: EL MAXIMATO

Álvaro Obregón se había impuesto como gobernante por su prestigio militar y por ser

considerado el gran caudillo. En 1924, cuando subió a la Presidencia, el general Plutarco

Elías Calles se enfrentó al problema de unificar nuevamente al grupo en el poder y al de la

guerra cristera.

En 1928 resultó electo de nueva cuenta Obregón para ocupar la Presidencia; al ser

asesinado, Emilio Portes Gil la ocupó provisionalmente hasta febrero de 1930. Calles,

mientras tanto, se fortaleció como el “jefe máximo de la Revolución” e influyó

directamente en el manejo de la situación política. Con el fin de acabar con el caudillismo,

promovió la creación del Partido Nacional Revolucionario en 1929, que unificó a la gran

familia revolucionaria y estableció las bases para la institucionalización del movimiento

armado y sus principios.

En 1929, en plena crisis económica mundial, cuando se realizaron las nuevas

elecciones para presidente de la República, desde Estados Unidos regresó José Vasconcelos

como candidato independiente. Fue vencido por Pascual Ortiz Rubio, quien subió al poder

en febrero de 1930, cuando inició un gobierno donde la intervención de Calles fue total y la

desestabilización política originó constantes cambios de secretarios de Estado, con lo que el

país vivió en permanente crisis política.

Esta situación finalmente trajo la renuncia de Ortiz Rubio, y el 3 de septiembre de

1932 subió a la Presidencia el general Abelardo L. Rodríguez, lo que no significó ningún

cambio sustancial en la vida política nacional.

Estos hechos eran parte del proceso que vivía México hacia la institucionalización

para aglutinar fuerzas y llevar a cabo el proyecto nacional que promovía el grupo en el

poder.

En materia educativa y cultural, el gobierno ya no contaba con el apoyo de

Vasconcelos ni de ningún otro gran teórico, pero sí de artistas e intelectuales que

continuaban vinculados con el régimen y legitimándolo.

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La inteligencia mexicana estaba representada fundamentalmente por dos grupos: la

Generación del 15 y los Contemporáneos. La primera estaba formada por Vicente

Lombardo Toledano, Manuel Gómez Morín, Alfonso Caso, Teófilo Olea y Leyva, Miguel

Palacios Macedo, Alberto Vázquez del Mercado, Manuel Toussaint, Narciso Bassols,

Antonio Castro Leal y Daniel Cosío Villegas.1 Estos intelectuales, que tuvieron como

maestros a los ateneístas, se presentaban como impugnadores de la dictadura huertista y

tuvieron una participación activa en la política nacional.

La Generación de 1915 estableció para los años venideros las pautas que siguió el

país en varios órdenes de la cultura, la principal, la de “descubrir” México. El forzado

aislamiento que impuso la situación revolucionaria favoreció el desarrollo de un sentido de

autonomía y que los intelectuales volvieran los ojos hacia los problemas mexicanos. Así,

las capacidades, aspiraciones, límites, la vida mexicana misma, se convirtieron en objeto de

estudio, y se creó un nacionalismo caracterizado, a su vez, por varios ismos: indigenismo,

mesticismo, criollismo, hispanismo, pero en suma, mexicanismo.

Por otro lado estaban los Contemporáneos, generación de artistas que empezó a

actuar entre 1925 y 1930, también orientados hacia el “descubrimiento” de México y la

conformación de un nacionalismo propio. En este trabajo generacional se agruparon Carlos

Pellicer, Salvador Novo, Jorge Cuesta, Gilberto Owen, Bernardo Ortiz de Montellano,

Xavier Villaurrutia, Enrique González Rojo, José Gorostiza y Jaime Torres Bodet. Algunos

autores incluyen a Celestino Gorostiza, Elías Nandino, Octavio G. Barreda y Rubén Salazar

Mallén. En otros campos, pero con correspondencias, están Carlos Chávez, Agustín Lazo,

Rufino Tamayo, Julio Castellanos y Manuel Rodríguez Lozano.2

Los Contemporáneos tuvieron su propio estilo de entender y vivir la cultura e

influyeron enormemente en nuestro país por su postura renovadora y polémica. Buscaron

nuevos caminos, experimentaron, combatieron el nacionalismo oficial y renovaron el

periodismo cultural y la crítica artística. Se rebelaron ante la generación anterior y el

romanticismo filosófico de Vasconcelos. Ingresaron de lleno a la vida política y ocuparon

puestos en la burocracia cultural. De esa manera tuvieron gran influencia sobre la danza;

1 Carlos Monsiváis, “Notas sobre la cultura mexicana en el siglo XX”, en Historia general de México, vol. IV,

El Colegio de México, México, 1977, p. 335. 2 Ibid., p. 363.

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algunos de sus representantes fueron los encargados de la dirección del Departamento de

Bellas Artes (DBA).

El primer proyecto cultural posrevolucionario, el vasconcelista, se reelaboró entre

1924 y 1934. La cultura se siguió utilizando para construir el poder, mantener la hegemonía

del grupo gobernante, promover la integración social y diluir los antagonismos. Además del

nacionalismo, el discurso oficial estuvo marcado por un fuerte radicalismo demagógico en

este periodo.

El secretario de Educación Pública en el gobierno callista fue José Manuel Puig

Causaranc, quien seguía las ideas vasconcelistas en su proyecto cultural, que expresó como

una cruzada educativa en beneficio de doce millones de desheredados [...] para vencer las

resistencias activas y las desconsoladoras pasividades estorbosas, a fin de levantar sobre los

huesos calcinados de nuestras viejas razas y de todos los hombres que han caído en nuestras

luchas –procesos de formación de la nacionalidad– los cimientos indestructibles, por reales,

de una Patria nueva, fuerte y feliz y libre, y en pleno goce de paz orgánica, por la formación

de una verdadera “Alma Nacional”, en la que se fundan energías y aspiraciones análogas,

resultado de una civilización media semejante.3

De esta manera se continuó la labor de Vasconcelos en muchos sentidos, en especial el

indigenismo y las Misiones Culturales. En 1925 se estableció la Casa del Estudiante

Indígena y un año después, dentro de la SEP, la Dirección de Misiones Culturales. Ambas

pretendían educar a las comunidades indígenas y campesinas para integrarlas a la vida

nacional y difundir los principios revolucionarios; debían, además, impulsar y orientar las

artes populares de las comunidades. En los programas de las escuelas rurales se incluía a la

danza regional y se le consideraba un importante medio de expresión.

Las Misiones Culturales cobraron importancia para la danza, pues numerosos

maestros misioneros, como Humberto Herrera, Luis Felipe Obregón, Francisco

Domínguez, Amado López, Amézquita Borja, Zacarías Segura, Fernando Gamboa, Ignacio

Acosta y Marcelo Torreblanca, investigaron las danzas y bailes tradicionales y los

difundieron. Entre 1926 y 1938 se distribuyeron materiales de la Dirección de Misiones

3 José Manuel Puig Causaranc, “Mensaje enviado por radio desde la estación de la SEP”, 6 de diciembre de

1924, en Boletín de la SEP, enero de 1925, p. 22, cit. en Francisco Reyes Palma, Un proyecto cultural para la

integración nacional. Periodo de Calles y el Maximato (1924-1934), Historia Social de la Educación Artística

en México (Notas y documentos), núm. 3, Cuadernos del Centro de Investigación para la Educación y

Difusión Artística CIEDA, Subdirección General de Educación e Investigación Artísticas, INBA-SEP, 1984,

p. 78.

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Culturales donde estaban registradas danzas, indumentarias, partituras musicales, dibujos y

descripciones y anotaciones coreográficas. Además, estos misioneros celebraron numerosos

festivales artísticos en todo el país, en los que las propias comunidades presentaban sus

manifestaciones dancísticas.

La labor de los misioneros fue fundamental no sólo para el proyecto nacionalista del

Estado, sino para el conocimiento que se tuvo, en las ciudades, de las danzas y bailes

tradicionales del país, conocimientos que serían utilizados en las escuelas de educación

escolarizada y después, en las de educación dancística profesional, así como en

espectáculos masivos de danza. Las Misiones Culturales fueron “una de las principales

formas mediante las cuales se introdujo la política cultural delineada por el Estado en el

terreno de las expresiones coreográficas tradicionales”;4 como consecuencia, las danzas y

bailes fueron sacados de sus contextos socio-culturales y deformados.

1. Festivales masivos

Siguiendo la línea que había prevalecido desde el inicio de la década y ajustándola a las

nuevas ideas “radicales de izquierda”, en marzo de 1925 se crearon los Festivales de

Primavera de Teotihuacan, una readaptación del Teatro Sintético donde se presentaban

escenas pintorescas basadas en costumbres, creencias y manifestaciones artísticas

indígenas. Sus objetivos eran educativos, y se pretendía que fueran un elemento de

modernización. El jefe del Departamento de Bellas Artes, Rafael Pérez Taylor, inauguró el

Festival de Primavera con un discurso sobre la necesidad de dar arte al indígena y sobre la

función del artista para “enseñarle la buena vida”.

El Festival de Primavera principió con la escenificación de la obra Tlahuicole, con

libreto y música de Rubén M. Campos y dirección artística y vestuario de Carlos González.

Participaron la Dirección de Educación Física y la Escuela Popular de Música.

Posteriormente la obra se presentó en el patio de la SEP en la ciudad de México.

Las críticas no se hicieron esperar. A pesar del apoyo gubernamental, hubo

opiniones contrarias a esas presentaciones masivas en Teotihuacan, que tachaban a estos

espectáculos de

4 Amparo Sevilla, Danza, cultura y clases sociales, Cenidi Danza-INBA, México, 1990, p. 166. En este texto

se trata a profundidad el problema de la deformación y utilización de las danzas y bailes tradicionales en

función de los intereses clasistas del Estado.

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detestables como sistemas de enseñanza histórica objetivada [...] La verdad es que empieza

a aburrir y a dar en cara esa perpetua aspiración a resucitar algo tan bien muerto como lo es

el indianismo. Todo el mundo sabe que los indios entienden sus cosas de manera distinta

que los indianistas chirles, y que sus danzas, mitotes y ceremonias no tienen nada que ver

con la representación gubernamental, académica, erudita y quintaesenciada que está de

moda.5

Los autores y promotores de estos Festivales, por su parte, respondían reivindicando el

pasado indio y la necesidad de expresarlo.6 A Tlahuicole le siguieron muchas obras más:

Ensayo de teatro regional de costumbres del Istmo de Tehuantepec. El laborillo

(1929) de Áurea Porcel y Fernando Ramírez (“Jacobo Dalevuelta”); sones tradicionales con

arreglos de Mario Sánchez, y diseños y dirección artística de Carlos González. Se presentó

en la inauguración del Teatro al Aire Libre del Centro Social y Deportivo de los

Trabajadores “Venustiano Carranza” y participaron mujeres del Reformatorio de Coyoacán,

la Escuela Industrial de la Beneficencia Pública y la Escuela Popular de Música.

Liberación (1929) de Efrén Orozco, presentada en el Teatro Venustiano Carranza.

En 1935 se hizo otra versión dirigida por Amalia Castillo Ledón, música de José F.

Vázquez y escenografía de Carlos González.

Humarandecua (Costumbres de Michoacán) de Ángela Alcaraz y Alberto Vargas;

decorado y vestuario de Carlos González y musicalización de Francisco Domínguez,

presentada en el Teatro Venustiano Carranza.

Quetzalcóatl (1931) de Rubén M. Campos con música de Alberto Flacchebba y

diseños de Carlos González, que se presentó en el Teatro Nacional (así se le llamaba al que

sería el Palacio de Bellas Artes, cuya sala aún no se concluía pero era utilizada).

Tierra y libertad (1933) de Efrén Orozco con música de Agustín Ramírez; dirección

escénica de Amalia Castillo Ledón, decorados de Gonzalo Ramírez y dirección de bailes de

Trinidad Dupeyrón; se presentó en el Teatro Venustiano Carranza con 500 participantes.

La creación del Quinto Sol o Sacrificio gladiatorio (1935) de Carlos González y

Efrén Orozco, con música de Francisco Domínguez; dirección de escena de Amalia Castillo

5 V. Salado Álvarez, “Los nuevos huehuenches. El indianismo”, en Boletín de la SEP, mayo de 1925, pp. 46-

49, cit. en Francisco Reyes Palma, op. cit., p. 87. 6 Rubén M. Campos, “La polvareda indianofoba levantada por Tlahuicole”, en Boletín de la SEP, mayo de

1925, pp. 51-53, cit. en ibid., p. 89.

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Ledón, Julio Jiménez Rueda, Caridad Bravo Adams, Ricardo Mutio, Francisco Díaz y

Altagracia Palacios, y escenografía y vestuario de Carlos González. Se presentó en

Teotihuacan con dos mil participantes de la SEP, la Secretaría de Guerra y Marina, de las

Beneficencias Pública y Privada, la Jefatura de Policía del DF y el Centro Educativo Rafael

Dondé.

Los promotores de estos espectáculos los llamaban “ballet”, como unión de danza,

música y teatro:

Tal es la fuerza del ballet. Es el poema sinfónico mimado, representado, danzado, ritmado y

cantado. Admite todas las formas de expresión musical; es la fusión de todos los ritmos, de

todos los sonidos, de todos los olores y de todos los movimientos, en una fiesta de poesía,

en un embrujamiento de color, en un éxtasis de espiritualidad. Su desbordamiento de vida

viola todos los preceptos establecidos, porque es una manifestación artística revolucionaria,

que reclama para el arte representativo y plástico una amplitud como jamás la ha tenido

ninguna otra.7

2. Departamento de Bellas Artes

El discurso oficial y algunas medidas tomadas tendían hacia la radicalización, pero sólo en

la forma. Portes Gil declaró en su informe del 1 de septiembre de 1929:

He creído necesario acendrar por medio de la escuela la nueva moral proletaria, la ideología

avanzada de la Revolución Mexicana. Para este efecto, además de la acción inmediata de

los maestros ante sus alumnos niños y adultos, se ha devuelto una enérgica actividad para

construir en cada escuela teatros al aire libre, donde las comunidades enteras de la

República puedan oír en forma recreativa por medio de sintéticas obras dramáticas la

expresión de esa nueva ideología.8

A pesar de la importancia que en el discurso se les daba a las instituciones culturales, éstas

se vieron constantemente disminuidas. A inicios del callismo, la Dirección de Cultura

Estética pasó a ser Dirección Técnica de Solfeos y Orfeones, lo que expresaba la crisis

presupuestaria del DBA, y la educación artística profesional se vio minimizada, aunque se

continuó con la organización de espectáculos populares.

7 Rubén M. Campos, “El folklore musical en las ciudades”, México, 1930, p. 202.

8 Emilio Portes Gil, Informe presidencial del 1 de septiembre de 1929, cit. en Francisco Reyes Palma, op. cit.,

p. 70.

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En 1929 el DBA, bajo la dirección del pintor Jorge Enciso, se reestructuró, se

fortaleció y recuperó, después de cinco años de separación (cuando pertenecieron a la

Universidad Nacional) las dependencias del Conservatorio Nacional de Música y la Escuela

de Escultura y Talla Directa; antes había recuperado las Escuelas de Pintura al Aire Libre y

se sumaron las Galerías de Pintura y Escultura de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Las

funciones que cumplió entonces el DBA fueron la enseñanza de música, dibujo y educación

física en primarias, educación artística profesional, organización de festivales y difusión

nacional e internacional con exposiciones y grupos artísticos.

Dentro de la SEP se expresaba la crisis política del gobierno. En 1930 Aarón Sáenz

duró ocho meses en el cargo de secretario; después Carlos Trejo y Lerdo de Tejada dos

meses y, por último, regresó Puig Causaranc desde finales de 1930 hasta 1931. Estos

cambios necesariamente se reflejaban en el DBA, donde no podía darse una continuidad en

el trabajo ni, por tanto, en la política cultural del régimen.

En 1930 el DBA estaba formado por la Dirección de Educación Física, Dirección

Técnica de Solfeo y Trabajos Manuales, Escuelas Libres de Pintura y Teatros de la

Secretaría. Siguió realizándose el mismo trabajo que el año anterior y sólo se dio una

referencia sobre danza. Dentro de las actividades del Conservatorio Nacional de Música

había academias de investigación que incluyeron la recopilación de danzas indígenas y una

conferencia dictada por Carlos Chávez, director del Conservatorio, con el nombre de “El

Ballet Mexicano”, el 1 de diciembre de 1930.

En ese año se definía el trabajo cultural del gobierno como el fortalecimiento de la

tendencia nacionalista para apoyar “la formación de la unidad psíquica del pueblo

mexicano por la unificación de la cultura”.9

El interés por hacer un ballet mexicano se mantenía presente. Trejo y Lerdo de

Tejada hacían intentos para hacer un “espectáculo netamente mexicano y refinadamente

artístico” que expresara lo nacional. “En estos momentos nuestros más notables pintores,

músicos, poetas, arquitectos y literatos, amantes de nuestro folklore, revisan documentos

antiguos; descifran códices indios” para reconstruir las fiestas y danzas indígenas. Se

9 Memoria relativa al estado que guarda el Ramo de Educación Pública, 31 de agosto de 1930. Presentada

por el licenciado Aarón Sáenz, secretario del ramo, para conocimiento del H. Congreso de la Unión, SEP,

Talleres Gráficos de la Nación, México, 1930.

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preparaba la inauguración del Teatro al Aire Libre “Álvaro Obregón” en el patio de la SEP

con la presentación del ballet nacional referido.

En 1931, Narciso Bassols, representante de la izquierda oficial, fue nombrado

secretario de Educación Pública, lo que evidenció el reacomodo de la clase política dentro

del gobierno. Bassols, manteniendo el discurso radical, continuó en ese puesto hasta 1934,

y durante su gestión buscó la consolidación del aparato escolar planificándolo y dándole

recursos; sin embargo, se vio obligado a renunciar antes de terminar su periodo por haber

anunciado su propuesta de educación sexual.

En 1931 se reorganizó de nuevo el DBA; se formaron tres Secciones: Dibujo y

Artes Plásticas, Música y Bailes Nacionales, y Educación Física, que funcionaban con

consejos técnicos consultivos. Se separaron del DBA el Museo Nacional, las Galerías de

Pintura y Escultura, el Museo de Artes Populares y otros, de modo que sus funciones se

redujeron nuevamente a la enseñanza de música, dibujo y educación física en escuelas

primarias como apoyo pedagógico. Sólo las Escuelas de Pintura al Aire Libre y el

Conservatorio Nacional de Música, únicos que se mantuvieron, eran propiamente de

educación artística especializada. El nuevo director del DBA, José Gorostiza, criticó la

organización del Departamento por la falta de maestros, los bajos sueldos, las comisiones a

maestros para formar grupos artísticos y a los del área de educación física para montar

bailes en festivales. Elaboró un diagnóstico donde mostraba los problemas del DBA y su

falta de autonomía respecto de la educación escolarizada.10

En 1932 Narciso Bassols y Gorostiza propusieron la creación del Consejo de Bellas

Artes

Un organismo central con funciones superiores de dirección y vigilancia, integrado por

personas con aptitudes artísticas diversificadas y conocimiento especializado en las diversas

ramas de la actividad de la Secretaría, superando de este modo las necesarias limitaciones

de cualquier Jefe de Departamento y logrando al mismo tiempo someter la vida de las

diversas instituciones y dependencias de la Secretaría, a una orientación definida que

emanará de un solo cuerpo, apto por otra parte para coordinar las tendencias de los diversos

10

“Departamento de Bellas Artes 1931-1932”, jefe: José Gorostiza, en Memoria relativa al estado que

guarda el Ramo de Educación Pública, 31 de agosto de 1932, tomo I, SEP, Talleres Gráficos de la Nación,

México, 1932.

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departamentos de la SEP que dentro de sus enseñanzas especiales proporciona

orientaciones artísticas.11

Uno de los primeros acuerdos de ese Consejo fue la creación de la Escuela de Danza, que

se incluyó en el organigrama del DBA, para sumarse a las Secciones de Música, Dibujo y

Artes Plásticas y de Educación Física, así como a las escuelas, Conservatorio Nacional de

Música, la Escuela Popular Nocturna de Música, la Escuela de Escultura y Talla Directa;

los Teatros de la Secretaría (SEP); la Oficina de Propaganda Cultural y Cinematográfica y

las Agrupaciones Subvencionadas.

Gorostiza planteó como perspectiva del DBA varios cambios, que en general

pretendían dar autonomía al Departamento frente a la SEP, promover la creación artística,

así como fortalecer la educación profesional de las artes. Con esto, impulsaba una visión

más elitista y profesional de la educación artística, por razones de especialización.12

11

“Copia certificada del Decreto de Creación del Consejo de Bellas Artes”, México, 5 de enero de 1932,

Fondo Francisco Díaz de León, cit. en Francisco Reyes Palma, op. cit., pp. 107-108. 12

“Departamento de Bellas Artes, 1931-1932”, op. cit.

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II. CREACIÓN DE LA ESCUELA DE PLÁSTICA DINÁMICA: PROPUESTA DE

AVANZADA

1. Contexto

La danza teatral profesional aún no se incorporaba al gran proyecto nacionalista oficial,

aunque continuaba el trabajo de los maestros en las escuelas y de algunas compañías

dancísticas incipientes. Sin embargo, esta danza académica había seguido su desarrollo y en

ese momento se encontraba con un mayor número de maestros y coreógrafos además de un

público interesado: la propuesta podía llevarse a cabo.

Desde 1924 se habían iniciado los recitales de la escuela de Lettie Carroll13

y tres

años después fundó su compañía, que tomó diferentes nombres, como Ballet Carroll, The

Carroll Girls, Carroll Ballet Clasique y Carroll Society Ballet, el cual actuó en óperas, en

teatros (Iris, Arbeu y otros, además del Palacio de Bellas Artes), cines, cabarets, festivales,

así como en giras por el país.

La primera bailarina era Vicky Ellis, además de Sherwood y Bill Ellis, Richard

Hasse Held y numerosas alumnas mexicanas, entre quienes destacaban las hermanas Nellie

y Gloria Campbell y Rebeca Viamonte. Miss Carroll también promovió otros recitales,

como los de Pedro Rubín, Gertrudis Knowlton y Martha de Negre.

El grupo de Miss Carroll había participado en varias películas del cine nacional,

recibía peticiones de empresarios y otros interesados en funciones y temporadas, por lo que

decidió formar una compañía en 1927. Debutaron como Miss Carroll‟s Review el 3 de

marzo en el Teatro Iris, ante diplomáticos y miembros de la “distinguida sociedad” con el

programa: Cenicienta o El zapatito de cristal, Una fantasía oriental y diez divertissements:

Escenas en un jardín (m. Waldteufel), Bacanal de la ópera Sansón y Dalila (m. Saint-

Saëns), Sobre las olas o Danza de los marineros, ¡Ay, qué inditos!, Danza holandesa o

Escena holandesa (m. Grieg), Jazz, Danza del murciélago, Ballet clásico, Locura, Jota, La

muñeca y el soldado y Colombina y Pierrot.

La crítica consideró que el ballet renacía con ese grupo, que por su profesionalismo

podía compararse con algunas compañías que recientemente habían visitado México; se

volcó en halagos y festejó a todas las bailarinas, “desde el endeble cuerpecillo infantil que

13

Véase Patricia Aulestia, Las “chicas bien” de Miss Carroll. Estudio y Ballet Carroll 1923-1964, INBA,

México, 2003.

70

hace prodigioso esfuerzo por seguir el ritmo musical, hasta la silueta vetusta que se yergue

majestuosa en estatuaria desnudez”.14

La compañía actuó de nuevo en el Iris el 18 de marzo, patrocinada por el presidente

Calles e integrantes del cuerpo diplomático, en beneficio de la Casa de Cuna de la

Beneficencia Pública y el Hospital de Jesús de la Junta de Beneficencia Privada. La crítica

festejó el success del repertorio y habló de las bailarinas:

Las doncellas (Margaret Guiltry, Virginia Cheatham, Alicia Muench, Alice Jennings, Doris

y Winkie Hackenberger, Mercedes y Helen Barranco) ofrecieron un hermosísimo y

policromo conjunto. Sus trajes quedaban bellamente enmarcados en la decoración, obra de

un talentoso artista mexicano. El príncipe feliz (Nellie Campbell) pasó bellamente por la

escena, con su traje plateado de una realización perfecta, con una inmensa cimitarra color

de luna... Y así el ballet fue un verdadero sueño oriental, en que cada quien puso su

temperamento de danzarinas fuertes en técnica y en comprensión.

Los divertissements dieron un bello fin a la fiesta. Cada uno constituyó un éxito

absoluto, desde aquella visión infantil, plena de sabor mexicano, ¡Ah qué inditos!

(Margarita, Amelita y Kenneth Smith) hasta el baile de los marineros (Alicia, Muench,

Winkie, Francis, Doris Hackenberger, Margaret Cuilty, Victoria Ellis, Betty Herman, Nellie

Campbell y Alice Jennings), de un sabor moderno con música sincopada y dinámica.

Quizá merezca los honores máximos en esta bellísima fiesta de arte –en la cual

todas las “artistas” son ya verdaderas danzarinas– Miss Gloria Campbell, una estrella de

catorce años que posee una intuición de gracia y de línea extraordinaria.15

Después de ese éxito, las Carroll‟s Girls, “damitas de la mejor sociedad metropolitana y de

las colonias extranjeras” que hacen “verdadero ballet” y no “retorcimientos absurdos,

empenachados por el deseo”,16

actuaron en varios cines y teatros de la ciudad, además de

festivales de beneficencia. Un cronista que firmó como Ben Alí señaló el esfuerzo de

Carroll y su grupo, pues hasta antes de su presentación, decía, “el ballet no había podido

realizarse en México”; la maestra logró el “milagro de ofrecernos una bella emoción” y una

“verdadera obra de arte”; sin embargo, le parecía que su trabajo artístico era “demasiado

moderno” e “inferior para su técnica”, refiriéndose a la inclusión de coreografías

comerciales y “circenses”. Le recomendó a Carroll hurgar en “nuestras viejas leyendas y,

14

Roberto el Diablo, “El florecimiento del ballet en México”, en Revista de Revistas, México, 12 de marzo de

1927. 15

“Dos cuadros del Ballet Carroll, que fue un verdadero acontecimiento social”, en El Universal, México, 6

de marzo de 1927. 16

“El ballet con un nuevo sentido educacional”, en El Universal Ilustrado, México, 16 de junio de 1927, p.

32.

71

con la cooperación de músicos y escritores mexicanos, forje un ballet nacional. Nadie,

como ella, estará capacitada para dar el primer paso de esta nueva floración artística, puesto

que tiene la técnica suficiente para llevarla al triunfo”.17

El debut oficial del grupo fue el 13 de julio de 1927 en el Teatro Regis, como

Carroll Ballet Clasique, y a pesar del nombre presentó obras más “modernas”, que

retomaban la danza libre al estilo de Isadora Duncan y los principios del trabajo de Rudolf

Laban. Estrenaron Una fantasía bucólica (m. Rossini, diseños Valentín Vidaurreta); Ballet

futurista (m. Rossini, Brahms, Haydn, Mendelssohn, Drigo y Offenbach, diseños

Vidaurreta); Ballet de las joyas (diseños Vidaurreta), y los divertissements Muñecas (m.

Poldini), Fantasía portuguesa o Fado portugués (m. Retana), El trompo (m. Chopin),

Knock-out!!, La revista del jazz (m. Honey-Moon), La carta desilusionadora (m. Ebert),

Baile ruso, Polka clásica y Ay qué normalistas!!!18

Las integrantes eran Alice Jennings,

Nellie y Gloria Campbell, Victoria Ellis, Betty Herman, Doris, Frances y Winkie

Hackenberger, Beatrice May Cody y Margaret Guiltry.

Un cronista escribió emocionado: “Todo el grupo de ballet de Miss Carroll vive la

danza, baila la danza. Dijérase que esas muchachas nacieron para llenar esa función natural

en la mujer que es la danza”.19

Las Carroll‟s Girls alcanzaron gran popularidad e incluso se

consideraron prototipo de la mujer liberada en “la nueva era” de los años veinte. Al poco

tiempo de su debut las fotografías de las misses Campbell, Vicky Ellis y Rebeca Viamonte

aparecieron en El Universal Ilustrado, donde se precisaba que

con la emancipación efectiva de la mujer, han surgido muchos vicios y muchas virtudes, y

hemos de referirnos, por hoy, solamente a las últimas. Entre éstas se destaca,

fundamentalmente, la pasión por el ejercicio físico, el afán de lograr una fuerte belleza

generadora de salud y vigor, en vez del estetismo de antaño, alejado de todo movimiento,

de toda acción que perturbara las suaves labores del gineceo. Y una de las conquistas de esa

nueva juventud femenina que ahora nos infunda de sonrisas y de faldas cortas, es

indudablemente la pasión por el ballet clásico, que se ha adueñado de todas las mujeres del

mundo. Queremos referirnos al dulce, delicado afán de la danza, enmarcado en una técnica

fuerte, fruto de larga experiencia, y que por ello ha sido considerado como arte glorioso e

independiente. El ballet se adueña, lenta pero seguramente, de las mujeres mexicanas,

17

Ben Alí, “Algunas reflexiones acerca del ballet mexicano”, en El Universal Ilustrado, México, 24 de marzo

de 1927. 18

Programa de mano del Carroll Ballet Clasique, Teatro Regis, México, 13 de julio de 1927. 19

F. del Rey, “El ballet que renace”, en El Universal Ilustrado, México, 21 de julio de 1927.

72

incapaces de sustraerse al enorme afán de evolución y de movimiento que acelera, por

ahora, la marcha del mundo.20

El texto reflejaba la opinión generalizada sobre la danza: era una actividad “propia” de la

mujer porque ahí desarrollaba su sensibilidad, mostraba su belleza y cultivaba un cuerpo

sano. En efecto, la danza era un medio que se ofrecía a las mujeres para vivir su cuerpo no

sólo por razones de salud, sino para expresarse y alcanzar independencia.

También la crítica reflejaba el interés en crear una danza nacional. Junto al

señalamiento de que el grupo debía alejarse “definitivamente del estilo empleado en las

fiestas de colegio y en las funciones de caridad”, había un llamado a que se realizara “un

ballet mexicano, con asuntos de aquí, con música seria de maestros conocidos, con

decoraciones brillantes de Montenegro y Carlos González”. Ello, según el cronista, sería un

“aliento, un paréntesis de cultura seria que borrara la decadencia de nuestros espectáculos”;

también apuntó a la “noble” y valiosa intención del espectáculo, pero insistiendo en la

necesidad de volver los ojos a México:

La sombra de Ana Pavlova surge todavía llena de prestigios y de enseñanzas. Queremos,

sobre todo, algo típico aplicado a la danza moderna. ¿No hay acaso en el “Chauve-Souris”

de González, Júbilo y Quintanilla un derrotero digno de estudio? ¿No tenemos en

Michoacán, en el Istmo, en la Península Yucateca, temas y asuntos que podrían explotarse

gallardamente?… ¿No hay pintores que después de su larga estancia en Europa pueden dar

sugerencias y esquemas para danzas clásicas?21

El éxito obtenido, aunado a que el tipo de danza de la compañía de Miss Carroll era

comercial aunque no profesional, condujo a la utilización publicitaria de la imagen de sus

bailarinas, que aparecieron en fotos anunciando desde sistemas de audio-reproducción hasta

flores, pieles y el sofisticado hábito de fumar: ellas eran prototipo de la belleza “moderna”.

De nuevo actuaron el 2 de julio de 1928, con el nombre de Carroll Society Ballet, en

el Teatro Iris, en una función de beneficio y con el apoyo de varias empresas. En esa

temporada los estrenos fueron La mariposa y la abeja (m. Rudolf Friml, Gillet y Schubert);

Ballet de los siete pecados (m. Von C. Binder); Pierrot y Pierrina (m. Chaminade, Delibes,

20

“El ballet como un nuevo sentido educacional”, op. cit., pp. 32-33, artículo acompañado de las fotos de

bailarinas del grupo de Carroll. 21

El Fantasma, “Un ensayo de ballet en México”, en Revista de Revistas, 24 de julio de 1927.

73

Kreisler y Godard); El retorno del conquistador romano (m. Waldteufel, Gabriel Marie,

Thome, Velino M. Preza, Ganne, Beaumont, Saint-Saëns, Grieg y Borodin).

Continuó la compañía desarrollando su intenso trabajo, en numerosas funciones con

un repertorio muy amplio. Sus temas, como en Ballet de la aviación (para celebrar el vuelo

México-Washington), recordaban al teatro de revista, que hacía obras según los

acontecimientos del momento, además de que Miss Carroll tenía un interés especial en que

sus obras “realzaran” la belleza de las bailarinas. Todo ello logró la aceptación de un

público amplio.

En 1929 Carroll tuvo una temporada del 16 al 30 de abril en la sala del Regis, con

Ballet gitano (m. Sarasate, Granados y Horlick); Metrópolis (basado en la película sobre el

tema del maquinismo, m. Gershwin); Escenas sintéticas mexicanas (compuesta por Las

espuelas, Las inditas, Los inditos y La Cucaracha); Escenas faunescas (m. Antonio

Gomezanda); Danza de las horas de la ópera La Gioconda (m. Ponchielli); Bacanal de

Sansón y Dalila; Los siete pecados capitales; los divertimientos Paso de tres (m. Keith),

Danza rusa (m. Rubinstein), Anhelo (m. Gluck), Vals capricho (m. Wieniawski), Pizzicato

(m. Drigo), Fado y El toreador.

Entre los integrantes de la compañía en estas funciones estaba el alemán Richard

Hasse Held, reconocido por su maestría en la danza, actuación y pantomima. Junto a él, las

bailarinas Keith Coppage, Gertrude Knowlton (ambas ex integrantes de la compañía

Pavley-Oukransky), Consuelo Durán, Fernando y Victoria Ellis, Isabel Greensill, Alice

Jennings, Mary Kirby-Smith, Lilly Levy Aguilera, María Luisa Medina, Graciela Muñoz,

Margaret Novoa, Anne María Palais, Anita Pini, Eva Luz Sandoval, Tula Santo Tomás,

Emma Sierra, Fernando Silvis, María Uribe Jasso, Ruby y Alice Williams, y el cantante

Jean Chambonet.22

Luego de ver esas funciones, Carlos González Peña opinó que todas las “chicas”

Carroll habían alcanzado un importante desarrollo como bailarinas:

Y lo asocian con su gracia. Leve en unas, más y más viva en otras, la personalidad apunta.

De dos por lo menos podría afirmarse que son ya –aún en capullo– bailarinas consumadas;

figurarían prestigiosamente en cualquier cuadro de primer orden. Las demás se adueñan día

22

Patricia Aulestia, Las “chicas bien” de Miss Carroll, op. cit., p. 272.

74

a día del secreto de la actitud y del ritmo armonioso, y llegarán al término de perfección

apetecido.

Victoria Ellis tiene el instinto y el dominio de la danza clásica. Hay que ver cómo

baila el Pizzicato de Drigo, pieza de prueba en el género. Desenfado y donaire hay en esta

chiquita rubia que ha encontrado la íntima concordancia entre el movimiento y el gesto.

Keith Coppage y Gertrude Knowlton resaltan en la noble, en la atrayente actitud

escultórica, majestuosa y grácil a la vez. Y una de ellas –Keith– prolonga ese acento de

hieratismo alado, envuelta en el peplo nítido que dignifica la expresión un tanto plebeya del

vals de Fausto.

Mary Kirby Smith, esbelta y ligera, pone en su arte, en el arte en que apenas se

inicia, algo del espíritu y del hechizo románticos. Pequeña, menudita, creeríasela una

figurina arrancada de las estampas de los tiempos de Fanny Elssler o de María Taglione.

Resalta por la delicadeza expresiva; es una melodía chopiniana desenvolviéndose entre

lirios.

En fin, no todas, en el cuadro de Miss Carroll, son extranjeras. Figuran ya, con

relieve, algunas muchachas mexicanas: María Uribe Jasso, quien sobresale en tipos y bailes

nacionales, a los que parece entusiastamente inclinada; Eva Luz Sandoval, que, con Alice

Jennings, se hace aplaudir en un ingenioso baile de inditas donde se utiliza como elemento

pintoresco la jícara michoacana; Consuelo Durán y Tula Santo Tomás, esta última llena de

movilidad y de hechizo en el fado portugués.

Aisladamente y en conjunto, cautivan al concurso las chicas del „ballet‟ que ha

engalanado estos días el escenario del Regis. Consideraríamoslas a todas profesionales, a

juzgar por los más de los números que interpretan. ¿Qué les falta todavía? La maestría

absoluta del oficio; la agilidad total, en grupo, la agilidad del vértigo, que echamos de

menos, por ejemplo, en la Danza de las horas.

Gusta Miss Carroll de las sorpresas, y tal agilidad vertiginosa estamos seguros de

verla con un año más de estudio y ejercicio al gentilísimo cuadro.

En algunas de las obras presentadas en esa ocasión hubo un intento por capturar “lo

mexicano”, lo que fue registrado por González Peña:

Por de pronto, señalemos dos aciertos en el repertorio original que la educadora de

bailarinas está formando para sus discípulas. Uno, la tendencia a la estilización de cuadros,

escenas y bailes nacionales: el intitulado Las espuelas realiza una concordancia sutil de

color, de música y de ritmos dentro del mexicanismo más acabado.

Pero en donde la originalidad y el arte cobran máximo esplendor es, sin duda, en el

propósito de Miss Carroll de asociar su esfuerzo coreográfico con el de estímulo de “ballet”

cultivado por compositores nuestros.

El primer paso, y el primer triunfo, corresponden en este sentido a Antonio

Gómezanda. Sus Escenas faunescas son la revelación de un temperamento, de una

sensibilidad, hechos para aquel género.

Gómezanda apeló al tema que, por habitual, podríamos apellidar clásico, para

aderezar su “ballet”: El fauno y las ninfas. Más, en la exterioridad del asunto, empeñose en

darle cierto colorido mexicano.

75

Una noche en la alameda de México. Bajo la luna, muéstrase el grupo escultórico de

la fuente popularmente llamada de “Las chismosas”. La música, acariciadora y llena de

sugestiones, hácenos sentir el nocturno hechizo de aquel rincón, entre las frondas. Aparece

un vagabundo, pasa una buscona a la que no me resigno a llamar flapper. ¿Se entienden?

¿No se entienden? La música, saltarina, pueril, creeríase que nos asegura que sí. No resulta

de esa suerte, sin embargo. La buscona se va. Queda el vagabundo dormido en una banca:

surge el sereno, hogaño, diurna y nocturnamente llamado „técnico‟, lo sacude y lo

despide…

A este preludio de realidad sucede la fantasía: ¡la fantasía inseparable compañera

del “ballet”! De la floresta sale el Fauno [Richard Hasse Held]: la flauta del fauno anima y

da vida a las estatuas del jardín. Descienden las ninfas de su pedestal. ¡Qué blancas sus

vetes, y que blancura de luna la que imprime la seducción misteriosa a la danza leve y

lenta! El Fauno está al acecho; mira, anhela… Y las ninfas cuyas piernas desnudas tienen

alas, se deslizan, insistente, arrobadoramente, en torno a él. Amanece…

La luz de ahora, que no es de Grecia; la luz del día no es propicia a ninfas ni a

faunos. Aquéllas, tal vez con desencanto y amargura del Fauno, vuelven a su pedestal. Pero

el Fauno permanece allí. Imaginad: ¡un Fauno en pleno despertar de México, en el siglo

XX!

Fácil es presumir las consecuencias. Pasan dos beatas que van corriendo a misa de

seis; luego un trasnochador, después el barrendero, y el lechero, y las criadas, y hasta –no

hay que olvidar que, en cuestiones de “ballet”, se comercia desde temprano–, algunos

vendedores y vendedoras, no sólo de periódicos, sino aun de naranjas y “chichicuilotes”.

Azóranse todos en presencia de aquel absurdo ser mitológico. Suena, nuevamente,

la flauta del Fauno. Prodúcese, a modo de encantamiento, el sueño de los presentes. El

Fauno se evade. Reaparece el “técnico”. Todos lo rodean, lo interrogan.

Hasta aquí el asunto de la pantomima o “ballet”. Una graciosa fruslería. Imaginadla

envuelta en una música toda delicadeza y color; en una música que es ensueño, y fantasía, y

comentario burlesco a un mismo tiempo. Añadid que la interpretación coreográfica está

ideada con ingenio y desarrollada con frescura juvenil, y poned sobre todo esto el primor de

decorado y atavíos hermanado con el caprichoso cuento, y tendréis explicado el porqué del

grato acogimiento que tal espectáculo mereció y obtuvo.

La obra de Miss Lettie Carroll debe desenvolverse valiente y obstinada. No importa

la incuria del medio. El medio se hará, a medida que lo solicite y lo enza el arte. Ya es

mucho en México, haber logrado formar en tres años un cuadro de “ballet”. Ya es más que

el “folklore” nacional, en su doble aspecto rítmico y plástico, lo ilustre. Y mucho más que

los jóvenes compositores mexicanos, a ejemplo de Antonio Gómezanda, hallen en la

flamante empresa artística un campo de acción que parece ser, en verdad, de ilimitadas

perspectivas.23

En 1930, en su temporada en el teatro Arbeu como Carroll Society Vaudeville, la compañía

presentó tap, divertimientos, ballet clásico y varietés; en 1931 actuó en óperas, teatros y

cines de las ciudades de México y Puebla; en 1932 presentó Tres danzas rituales (inspirada

en Mata Hari), A bordo del Yacht, Casamiento de crisis y Una lunada en Xochimilco, entre

23

Carlos González Peña, “Danzarinas”, en El Universal, México, 12 de mayo de 1929.

76

otras. También en ese año fue de gira por el norte del país con nuevo repertorio, y en los

siguientes actuó en cabarets, hoteles, restaurantes y temporadas de ópera, además de que

Carroll promovió la presentación de otros artistas de la danza.

La importancia de Lettie Carroll se refiere a su trabajo como maestra, coreógrafa y

promotora que difundió las enseñanzas de la danza académica, creó un amplio repertorio

que dio a conocer en numerosos teatros y frente a variados públicos, y logró que su escuela

permaneciera hasta la década de los sesenta como una empresa comercial autofinanciable,

lo que le valió críticas porque ello implicaba promover obras “comerciales y frívolas”.

Carroll actuó también como empresaria para las presentaciones de Pedro Rubín en

1931 en el Teatro Regis. El 28 de julio el famoso bailarín y coreógrafo bailó Las

chiapanecas (m. Arozamena), Zambra (arreglos Tovar), La pandereta (m. Cantú), Danza

ritual azteca (m. Justin Elie), El toreador (m. Taban) e Impresiones americanas (m.

popular); además, Impresión argentina y Fantasía mexicana con la bailarina Conchita

Martínez, y con el Ballet Carroll, Fado, El destino, Las inditas y Trepac. Rubín contaba

con “grandes triunfos en el extranjero”24

por haber participado en el Sigfeld Follies, y fue

coreógrafo de varias obras de la compañía de Carroll. Este espectáculo también se presentó

en el Teatro Principal de Puebla. De nuevo, apoyado por Carroll, Rubín actuó en el Teatro

Nacional de la ciudad de México con otros bailarines, incluso la famosa actriz Lupita Tovar

en Impresiones argentinas.

Otra de las integrantes de la compañía de Carroll que fue promovida por la maestra

fue Gertrude Knowlton. Actuó el 13 de enero de 1933 en el Teatro Ideal luego de haber

trabajado en Estados Unidos. En el Ideal presentó Moderna (m. Mana Zucca), Danza

javanesa (m. Haya Maurice), De la corte rusa (m. Pyce Kax), Española (m. Manuel de

Falla), Clásica en puntas (m. Rubinstein), Cómica a lo Chaplin y De salón. En esa ocasión

participó el Ballet Carroll con obras de la directora, con los solistas Vicky Ellis, José

Manero, Mary Aguirre y Gilberto Martínez; la orquesta de Ramón Cervantes y el pianista

Aguirre.25

A Knowlton se le festejó su “agudeza del sentido rítmico” y, sobre todo, que

fuera una bailarina “especializada, por su temperamento, en las danzas cómicas”.26

24

Elizondo, “Notas teatrales. La presentación de Rubín en el Regis”, Excélsior, México, 31 de julio de 1931. 25

Patricia Aulestia, La danza premoderna en México, Centro Venezolano ITI-UNESCO, Caracas, 1995, pp.

200-201. 26

C.L.S.E., “El recital de danza de la señorita Knowlton en el Teatro Ideal”, Two Republics, enero de 1933.

77

Otra ex integrante de Pavley-Oukransky, la bailarina mexicana Martha de Negre, y

su esposo el ruso Joseph von Hahn, del ballet Shura Rulova, fueron presentados por Carroll

en el Teatro Hidalgo el 6 de febrero de 1934. Bailaron Claro de luna (m. Debussy), The

Rosary (m. Nevins), An Escapade (m. Debussy), Modernized Tango (m. Albéniz), Russian

Folk Dance, Two Souls (m. Wilckens), Hechicería (m. Wilckens), Danse Macabre (m.

Sibelius), Le Cigne (m. Saint-Saëns) y Shackles, además de que la escuela Carroll presentó

Poder y triunfo (m. Verdi). La pareja de nuevo actuó en el Teatro Hidalgo el 28 y 29 de

mayo con Romance (m. Patterson), Estados de ánimo (m. Wilckens), Esperpentos (m.

Wilckens), Gavota (m. Czibulka), Vals petit (m. Bloom) y Preludio (m. Rachmaninof), y

las alumnas de Carroll, con Escenas rusas y Danza de las horas.27

Otra de las bailarinas de Carroll a quien ésta apoyó fue Keith Coppage. Al regresar

de Estados Unidos se presentó como solista en 1935 en el Teatro Hidalgo, donde mostró

sus danzas interpretativas Griego arcaico, Pastoral (m. Mozart), Preludios (m. Chopin) y

Perfiles coreográficos (m. Scriabin). Sobre esas funciones la estadounidense Waldeen

escribió que Coppage era “una bailarina de verdadera originalidad y frescura de estilo.

Posee raras cualidades de imaginación, intelecto y gusto exquisito. Sus danzas tienen el

sabor de una exótica simplicidad griega y reflejan, al mismo tiempo, las interesantes

mutaciones del arte moderno”. Para ella, lo más bello en la danza de Coppage era “su

realización de los valores plásticos y de su riqueza coreográfica”; presenciar su danza era

como “contemplar por primera vez una escultura de Gaudier-Brzeska o un cuadro de

Gauguin. Tiene la misma impresionante simplicidad lineal de estos artistas pero

enriquecida con las complejidades de la técnica y la forma que convierte a su danza en el

goce más puro”.28

Carroll además impulsó el surgimiento de figuras centrales de la danza mexicana,

como las hermanas Nellie (1900-1986) y Gloria Campbell (1911-1968) y Rebeca Viamonte

(1904-1992). Las tres tendrían en sus manos el desarrollo de la danza nacional buscada

durante años.

Las Campbell, formadas con las hermanas Costa, Carmen Galé, Stanislava Moll

Potapovich y Eleonor Wallace, además de Carroll, se separaron de ésta en 1929 e iniciaron

27

Patricia Aulestia, Las “chicas bien” de Miss Carroll, op. cit., pp. 163-164. 28

Waldeen, “Keith Coppage, la danzarina de los escultores”, en Jueves de Excélsior, México, 28 de febrero

de 1935.

78

un nuevo tipo de danza, con tintes nacionalistas. Hicieron sus propias recreaciones de

danzas tradicionales y formaron un dueto, donde Nellie tomó el papel del varón. Cambiaron

su apellido a Campobello y sus fotos se reprodujeron en los periódicos, pero ahora

interpretando danzas mexicanas “auténticas”. Lucían una imagen “depurada y seria” con

indumentaria tradicional y peinados y maquillajes sencillos. Esta nueva imagen, que

reflejaba su nuevo concepto de la danza, con hondas raíces nacionales, fue festejada por los

intelectuales y artistas de la época. Además Nellie inició su trabajo como periodista y en

1929 publicó su libro de poemas ¡Yo! Ambas hermanas se relacionaron con intelectuales

como Martín Luis Guzmán, a quien conocían desde 1923.29

Luego de una estancia de trabajo en Cuba, las Campobello regresaron a México

para incorporarse como maestras a la Sección de Música y Bailes Nacionales del DBA de

la SEP. Nellie impartió clases en la Escuela del Estudiante Indígena y Gloria, en la Escuela

Corregidora de Querétaro, y aparecieron en espectáculos escolares y en actos políticos

institucionales. En julio de 1930, a escasos días de haberse incorporado al DBA, iniciaron

sus presentaciones como parte del cuerpo docente de la institución. Mostraron su propio

repertorio basado en danzas mexicanas, como Escena tarahumara y La Sandunga, además

del Jarabe que bailaban con huaraches y La fantasía yucateca, de la que hacían una

estilización bailada con zapatillas de punta. El trabajo coreográfico de las Campobello fue

calificado por el historiador cultural Carlos del Río como “el primer espectáculo de danza

mexicana de alta calidad estética que en México se ha ofrecido”. Sobre su creación del

Jarabe señaló que interpretaron “sin miedo, apasionadamente” el jarabe verdadero, con una

“intención voluptuosa y dionisiaca”. Efectivamente, las Campobello no querían reproducir

el jarabe bailado con puntas en recuerdo a Pavlova, tan popular en los teatros.

Del Río festejó que no necesitaran bailarín para sus duetos, y que Nellie ejecutara

ese papel con su “antecedente de existencia montaraz, su gusto por la aventura”; ella era

todo un hombre en escena porque “persigue, vence a la mujer, la domina en un final de

alegría”. Además, le pareció que la interpretación de Nellie en La Sandunga era perfecta,

por su “ritmo lento, de detenidas actitudes, en el que participan los brazos: baile sin

29

Más datos biográficos en Felipe Segura, Gloria Campobello. La primera ballerina de México, Cenidi

Danza, INBA, México, 1991; y Margarita Tortajada Quiroz, Frutos de mujer, Conaculta, México, 2001.

79

sonrisas escénicas, hierático”. Para Del Río fueron notorios “los arrebatos” de Nellie y “los

silencios” de Gloria, pero ambas eran

muchachas tormentosas, apasionadas. A su contacto todo adquiere altas temperaturas. Bajo

su delgadez –que no es sino aparente–, la mayor oculta una reflexión lenta y eficaz: el grito

sólo sale de su boca después de que ella ha ensayado los detalles de la naturalidad,

inclusive las actitudes de coronela villista que siente no haber sido. Aunque norteña, más

del Norte, la otra tiene las calidades plásticas y la calidez de fruto de los trópicos, hasta ese

satisfecho, rebosante desdén con que se ofrece a la contemplación, al examen del hombre.30

Rebeca Viamonte se convirtió en Yol Itzma, “la danzarina de las leyendas”, y además de

ser maestra, fue una importante solista que hizo estilizaciones de danzas prehispánicas y

cautivó al público y a la crítica. Yol Itzma significa mujer de corazón sensible, nombre que

adoptó por sugerencia del Dr. Átl, pues no podía usar el suyo propio debido a los

problemas familiares que ello le ocasionaría.

Además de Miss Carroll, sus maestros fueron “la Carbonera”, las hermanas Costa,

Armen Ohanian y Lord Kinkai en Nueva York. En 1929 actuó en el espectáculo de temas

mayas Payambé, donde participaron más de cien artistas y Yol Itzma protagonizó a la

serpiente sagrada, Kilix-Can.

Empezó a presentarse como solista por el apoyo de artistas como Diego Rivera y

Carlos Chávez. En 1932 actuó en varias ocasiones en el Teatro Orientación con “antiguas

danzas indígenas” como El sol de Palenque, Tehuana, Coqueta, El sueño de piedra y

Danza azteca; en 1936 y 1937 estrenó en el Palacio de Bellas Artes Danzas mexicanas e

impresiones indígenas. Una más de sus coreografías fue Coatlicue, con diseños de Diego

Rivera.

Otra solista que se distinguió en los años treinta como intérprete de estilizaciones de

danzas orientales, mexicanas y prehispánicas fue Xenia Zarina, al parecer una rusa que se

había formado en el Ballet Imperial de la Rusia zarista y algunos de sus maestros eran

originarios de Asia. Con sus estilizaciones realizó varias giras alrededor del mundo. Visitó

México en 1921 como parte de la compañía Pavley-Oukransky, y diez años después volvió

30

Carlos del Río, “Nellie y Gloria Campobello, creadoras de danzas”, en Revista de Revistas, México, 12 de

octubre de 1930.

80

como solista con su amplio repertorio de danzas orientales y mexicanas, que logró gran

aceptación.

Paralelamente a estas artistas de la danza mexicana, se presentaban compañías

extranjeras. En febrero de 1930 vino a México la Ópera Privé de París para una temporada

en el Teatro Iris con un repertorio de ballet muy novedoso para el público mexicano. Esa

compañía se distinguió por sus brillantes intérpretes de la tradición rusa y por su repertorio,

con obras como El príncipe Igor y El lago de los cisnes. Participaron en ella Marina y

Tessy Marcué, dos bailarinas nacionales (y hermanas de la famosa tiple Celia Montalván).

La compañía se desintegró y se quedaron en nuestro país algunos de sus miembros:

Hipólito Zybin, Nina Shestakova, Grisha (Gregorio) Navibatch y Pedro Saharov.

Hipólito Zybin, ruso blanco con estudios en Francia y Yugoslavia, había sido

integrante del Ballet de la Ópera de Belgrado y en 1926, de la Ópera del Teatro Chatellet de

París.31

Nina Shestakova, rusa de nacimiento, estudió en la Escuela del Ballet Imperial

Ruso, fue bailarina de la compañía de Ballet de Riga y del Ballet del Teatro de los Campos

Elíseos. En México fundó su Escuela de Baile Clásico y en 1934 presentó su Gran Ballet

Concierto con sus alumnos; en 1936 se trasladó a Mérida, donde fundó su escuela y grupo.

Grisha Navibatch, ruso blanco, esposo de Shestakova, abrió en 1933 su Estudio de

Bailes de Salón y formó el Ballet Grisha Navibatch con el que tomó parte en óperas.32

En

31

Hipólito Zybin (1891-1965) salió de su país natal durante la Revolución con rumbo a Yugoslavia, en donde

se integró al cuerpo de baile de la Ópera; ascendió a primer solista y llegó a bailar con Anna Pavlova en una

visita de ella. En 1926 ingresó a la Ópera del Teatro Chatellet de París como solista. En 1930 en gira con la

Ópera Privé de París llegó a México, en donde vivió hasta su muerte. “Zybin es un importante bailarín ruso

que propiamente dicho se formó y desarrolló en París y Belgrado, con los maestros de la escuela presoviética

madame Egorova y Nicolás Legat, maestros de Serge Lifar, Balanchine y la Karsavina. Zybin, además de ser

bailarín y maestro amante del oficio, era abogado. Estudió también la carrera de filosofía y otra militar,

habiendo llegado a ser capitán de la caballería real del zar. Estudió música, canto y ópera como toda la

nobleza rusa. Hablaba seis idiomas”; en Rosa Reyna, “Josefina Luna”, en Una vida dedicada a la danza 1987,

Cuadernos del CID Danza, núm. 16, CID Danza, INBA, México, 1987, p. 14. 32

Datos biográficos de estos artistas en Patricia Aulestia, “Vicky Ellies”, en Una vida dedicada a la danza

1987, op. cit., pp. 3-6; Patricia Aulestia, “Pedro Rubín: bailarín mexicano „hollywoodense‟ que muere en la

miseria”, en Boletín Informativo del CIDD, núm. 3, CID Danza, INBA, México, 1985, p. 21; Patricia

Aulestia, “Lettie Carroll”, en Boletín Informativo del CIDD, núm. 2, CID Danza, INBA, México, 1985, pp. 6-

8; Kena Bastien, “Miss Carroll en la Basílica de Guadalupe”, en Boletín Informativo del CIDD, núm. 3, op.

cit., pp. 22-24: Kena Bastien, “El jarabe tapatío y la china poblana”, en Boletín Informativo del CIDD, núm.

3, op. cit., pp. 19 y 20; Tulio de la Rosa, “Nina Shestakova”, en Una vida dedicada a la danza 1987, op. cit.,

pp. 11-13; Sylvia Ramírez, “Nina Shestakova”, en Boletín Informativo del CIDD, núm. 3, op. cit., pp. 23-24;

y Patricia Aulestia, Las”chicas bien” de Miss Carroll, op. cit.

81

1946 dirigió su Escuela Mexicana de Ballet, y más tarde se marchó a Estados Unidos,

donde dio clases de danza en estudios de cine hasta su muerte en 1971.

Pedro Saharov se dedicaba a confeccionar zapatillas de ballet; también estableció su

propio estudio en la ciudad de México y en Tabasco, y posteriormente fue maestro de la

Escuela de Danza de la SEP, hasta la década de los setenta.

Las enseñanzas del ballet académico continuaron y la influencia de la danza

moderna también estuvo presente en el campo dancístico mexicano, pues algunos bailarines

y coreógrafos habían estudiado con sus creadoras y montaban obras bajo esa inspiración.

Sin embargo, los productos obtenidos aún no podían considerarse como la danza nacional;

el repertorio era de obras cortas con referencias mexicanistas, creadas por coreógrafos y

bailarines profesionales pero que todavía no lograban ese cometido. Para ello, consideraba

Hipólito Zybin, se requería la conformación de una escuela y una compañía que, con apoyo

oficial, les diera esa posibilidad.

2. Una nueva escuela

La Escuela de Plástica Dinámica, que se debió a los planteamientos de Hipólito Zybin,

inició sus trabajos el 29 de abril de 1931 en el salón 54 de la planta alta del edificio de la

SEP. Era la primera escuela oficial especializada en danza y tenía metas muy ambiciosas

para su momento histórico.

Zybin, que había decidido permanecer en nuestro país, tenía como objetivo

desarrollar la danza mexicana, campo fértil e inexplorado. Su primer contacto fue la

petición que hizo al director del Departamento de Cultura Física de la SEP, Franklin O.

Westrup, para estudiar las danzas y bailes mexicanos, pues era su deseo “restaurar el

antiguo baile de los aztecas, su desarrollo coreográfico y su exhibición al público”.33

Como respuesta a su petición se le autorizó dar cursos gratuitos a alumnos de las

escuelas de la SEP, con quienes montó diversas obras; después obtuvo el nombramiento de

maestro en la Dirección de Educación Física. También llevó a cabo el registro y análisis de

danzas mexicanas, con la colaboración de Francisco Domínguez en el aspecto musical.34

33

Carta de Hipólito Zybin a Franklyn O. Westrup, 10 de abril de 1930, en Escuela de Plástica Dinámica,

Cuadernos del CID Danza, núm. 2, CID Danza, INBA, México, 1985, p. 14. 34

Hipólito Zybin, “Informe de la comisión en las fiestas de Chalma”, en Boletín Informativo del CIDD, núm.

4, CID Danza, INBA, México, 1985, pp. 19-21.

82

Con su nombramiento, Zybin pasó a formar parte del equipo de maestros de danza

de la SEP y con ellos presentó obras en varios actos, como en la inauguración del Teatro

Orientación de la SEP el 4 de septiembre de 1930.

Poco después, Zybin insistió en su proyecto, esta vez con el director de Educación

Física: “México necesita la creación de un contingente obligado por la fuerza de un

contrato que formará un grupo de baile de una cultura elevada y del cual será posible exigir

un verdadero trabajo artístico. Este proyecto está dedicado a la creación de un Ballet en

México”.35

Alfonso Pruneda, director del DBA, autorizó la formación de un grupo de maestros

para elaborar los programas de enseñanza dancística en las escuelas de la SEP y para la

creación de obras coreográficas. Se convocó a los maestros, que debieron llenar un

cuestionario para diagnosticar la situación y posibilidades de la creación de la danza

nacional.36

El equipo de maestros de la SEP, teniendo a la cabeza a Zybin y bajo la dirección de

Jesús M. Acuña y Carlos González, quedó formado por Nellie Campobello, Gloria

Campobello, Adela Costa, Linda Costa, Estrella Morales, Eva González, Enrique Vela

Quintero,37

Alberto Muñoz Ledo, Margarita Fernández Garmendia y Guadalupe V. de

35

Carta de Hipólito Zybin al director de Educación Física, 23 de diciembre de 1930, en Escuela de Plástica

Dinámica, op. cit., p. 15. 36

El cuestionario constaba de las siguientes preguntas, en cuya elaboración se ve la mano especializada de

Zybin: “1. ¿Qué orientación debe seguir la enseñanza del baile en México? 2. Como profesor de baile, ¿cuáles

son los métodos que a juicio de usted deben seguirse para la enseñanza de esta materia? 3. ¿Tiene usted algún

sistema personal para la enseñanza de la materia que nos ocupa o sigue métodos ya conocidos? 4. ¿Sabe usted

algo de las danzas indígenas mexicanas? 5. ¿Cree usted que éstas pudieran servir como motivo de inspiración

para una escuela de baile que tuviera características propias? 6. ¿Qué sistema seguiría usted para conseguirlo?

7. ¿Se puede crear una escuela de baile que no tenga como punto de partida las danzas autóctonas mexicanas,

sino que sea alguna imitación de una escuela de baile europeo? 8. ¿Cuáles serían los elementos básicos para la

formación de esta escuela? 9. De todos los intentos por crear una escuela de baile mexicano que se han

efectuado hasta la fecha, ¿cuál es el que usted cree que se ha logrado? Se comprenden en esta pregunta los

números de gimnasia rítmica y baile que se han hecho en los diversos festivales organizados por este

Departamento, así como los resultados por empresas teatrales. 10. A juicio de usted, ¿en la música mexicana

existe alguna cuyos ritmos sean propios para la formación de la escuela de baile mexicano? 11. ¿Piensa usted

que los motivos arqueológicos y decorados de las tribus indígenas que habitaron la República antes de la

Conquista, pueden ser elementos para la formación de la escuela de baile mexicano? 12. Dentro de la labor

personal de usted, ¿ha puesto en alguna ocasión bailes con carácter mexicano? 13. ¿Estaría usted dispuesto a

hacer, con sus compañeros o alumnos una demostración práctica de sus ideas a este respecto?”; “Cuestionario

para los profesores dependientes del Departamento de Bellas Artes”, SEP, enviado por Alfonso Pruneda el 28

de enero de 1931, en expediente de Hipólito Zybin, Cenidi Danza, México. 37

Enrique Vela Quintero o Velezzi (1908-1990). Estudió declamación, danza y actuación en la Escuela

Superior Nocturna de Música, con Amelia Costa, Amalia Lepri y Armen Ohanian. Debutó en 1923 en el

Teatro Olimpia y en 1925, cuando vino la Primera Compañía Americana de Ballet, el Conjunto de Chicago

83

Purchades.38

Fueron enviados a hacer estudios de campo sobre los bailes y danzas

tradicionales, y a estudiar con los misioneros, como Marcelo Torreblanca y Luis Felipe

Obregón.

Pero fundamentalmente la función que les encomendó Pruneda fue formular los

programas de enseñanza dancística de las escuelas de la SEP y organizar un “baile

mexicano que pueda presentarse en los diversos festivales de la Secretaría”.39

El 14 de febrero de 1931 Zybin estrenó su Ballet del árbol con música de Strauss,

con los bailarines Nellie y Gloria Campobello y Enrique Vela Quintero, lo que prueba la

velocidad a la que debían crearse los trabajos,40

supeditados a las necesidades de las

autoridades y a la programación de los actos oficiales.

En lo que respecta a programas de estudio, el equipo de maestros no cumplió con

sus metas debido a la nula infraestructura de las escuelas de la SEP; sólo adecuaron sus

enseñanzas a las condiciones existentes.41

El 25 de febrero de 1931 Zybin propuso un extenso proyecto para la escuela de

danza, que haría posible la creación del ballet mexicano según sus planteamientos: la

Escuela de Plástica Dinámica.42

Civic Opera, audicionó para los directores Andreas Pavley y Serge Oukrainsky, que tenían en repertorio

coreografías griegas y orientales. Ingresó a este grupo, cambiándose su apellido a Velezzi, a la usanza de la

época, y viajó por Estados Unidos hasta 1928. Al regresar a México presentó en el Teatro Esperanza Iris su

cuadro infantil de ballet, introduciendo figuras acrobáticas en siluetas. Fue maestro de ballet, acrobacia y

bailes mexicanos. En 1931 era profesor de danza de las escuelas Ignacio M. Altamirano y Benito Juárez de la

SEP; en Patricia Aulestia, “Enrique Vela Quintero”, en Boletín Informativo del CIDD, núm. 5, CID Danza,

INBA, México, 1985, pp.17-18; Patricia Aulestia, “Enrique Vela Quintero”, en Una vida dedicada a la danza

1985, Cuadernos del CID Danza, núm. 4-7, CID Danza, INBA, México, 1985, pp. 38-41. 38

Oficio de Alfonso Pruneda, jefe del DBA, a Hipólito Zybin, México, 6 de febrero de 1931, expediente de

Hipólito Zybin, Cenidi Danza, México. 39

Ibidem. 40

Según testimonio de Vela Quintero, “Zybin puso el Ballet del árbol, en el cual actuamos como primeros

bailarines las dos Campobello y yo; el doctor Pruneda me envió un oficio para que cooperara con Zybin,

haciendo el papel del Genio del Mal. Zybin me citó a un ensayo y me dijo: „¿Usted saber bailar? ¿Usted ser

bailarín?‟ Le dije: „Pues creo que sí, pero con usted no sé‟. Luego me dijo: „Tú tienes que hacer el papel de un

eliorentz‟. „Sí‟, le dije, „está muy bien, ¿qué tengo que hacer?‟. Me dijo: „Ou, usted pelear con esta gente...

usted caminar aquí... usted saltar para acá... usted ir para allá... usted brincar aquí... usted hacer movimiento...

usted saber lo que hace‟. „Bueno, está bien‟, le dije, „déjeme oír la música que voy a bailar para saber cómo

ubicar mis movimientos‟. Dijo, „tóquenle la música‟ (la pianista era Otilia, la esposa de Carlos Chávez)...

Dije, „está bien, ya no siga adelante‟, pues esa danza ya la había bailado en Estados Unidos. Entonces me

solté bailando. A él le gustó, me abrazó e hizo un alboroto. Me felicitó y me dijo: „Ou, usted sí ser bailarín‟”.

Charlas de Danza con Enrique Vela Quintero, Vicky Ellies y Yol Itzma, conducidas por Felipe Segura, 23 de

octubre de 1984. 41

Enrique Vela Quintero dice: “No había plan de estudios, nos mandaban a dar clases, a iniciar a los niños

dentro de la danza. Uno ponía cosas fáciles que las muchachas pudieran captar; no había salones especiales, ni

barras, ni espejos, daba uno las clases en los patios de las escuelas”; en Patricia Aulestia, “Enrique Vela

Quintero”, en Una vida dedicada a la danza 1985, op. cit., p. 40.

84

El nombre se refería a una “interpretación plástica del movimiento dinámico dentro

de la danza”.43

En el proyecto puntualizaba que el arte era utilizado por los políticos “como

poderoso medio de propaganda de sus ideas sociales, exigiendo para esto las formas de

arte”44

más adecuadas; por supuesto, la danza lo sería, según Zybin, para los políticos en el

poder en ese momento.

Lo que Zybin planteaba era recuperar las dos corrientes dancísticas del siglo XX: el

ballet, específicamente la escuela rusa, y la expresividad y temática de la danza libre

originada en la escuela alemana; el objetivo era crear una danza real y natural, como los

personajes del cine. Definía la plástica dinámica como “el arte hecho para personificar

todas las manifestaciones del mundo vivo y muerto por medio de la máquina humana

expresivamente educada”. Pretendía formar “actores completos”45

con su plan de estudios

integral, que comprendía materias artísticas y académicas, desde el cuarto grado de

primaria. La enseñanza en la Escuela abarcaba:

Primero: técnica y virtuosidad de la escuela clásica rusa como base de toda la enseñanza

física; segundo: estudios prácticos de la historia de la danza; tercero: danzas regionales de

todos los países del mundo; cuarto: estudio de reacciones físicas a los factores físicos

(estudios teórico-prácticos de la psicología objetivo-reflejos); quinto: reconocimiento

práctico de las escuelas libres; sexto: acrobacia, y séptimo: bailes de salón y su historia.

El proyecto proponía la creación de la Escuela de Plástica Dinámica para:

organizar y sistematizar la enseñanza del baile, formando un cuerpo de baile con una

educación científica y una cultura elevada y al cual sea posible exigir un verdadero trabajo

artístico. El estudio folklórico en lo que se refiere a danzas mexicanas está aportando el

material necesario para formar al futuro ballet nacional. [...] Otro de los puntos principales

en el programa de esta Escuela será la enseñanza de baile a dillettantis que tengan la

preparación previa, o que teniendo disposiciones naturales necesiten un encauzamiento. [...]

Para la organización de los festivales que la Secretaría hace periódicamente.

42

Más información en Roxana Ramos Villalobos, “Institucionalización de la formación dancística en México.

Protagonistas, escenarios y procesos (ca. 1919-1945)”, tesis doctoral en Pedagogía, UNAM, México, 2007. 43

Patricia Aulestia, “Enrique Vela Quintero”, en Una vida dedicada a la danza 1985, op. cit., p. 40. 44

Hipólito Zybin, “Proyecto para la formación de la Escuela de Plástica Dinámica”, en Escuela de Plástica

Dinámica, op. cit., p. 7. 45

“Actores son primero: los que meditan las ideas y formas del acto; segundo, los que realizan en creación –

coreógrafos, compositores, escenógrafos, todos pueden juntarse en una persona–, y tercero: los que realizan la

ejecución. La escuela preparará al cuerpo de ejecutantes y de él surgirán las personalidades-guías del futuro”;

Hipólito Zybin, “Proyecto para la formación de la Escuela de Plástica Dinámica”, op. cit.

85

En síntesis, las finalidades de la Escuela eran formar actores cultos en plástica dinámica,

entrenados en técnica de la danza y capaces de expresarse corporalmente; dar preparación

teórica general; dar educación teórica y práctica en danza y teatro; educar en música,

dibujo, pintura y escultura; sistematizar los bailes nacionales; interpretar las danzas del

antiguo México, y promover el arte mundial.

En su proyecto, Zybin planteó el programa de la Escuela con dos ciclos de estudio:

uno de seis años de duración y otro de ocho (con especialización); las clases serían de 27 a

34 horas semanales. Establecía las condiciones de admisión, derechos y obligaciones de los

alumnos, y la organización y recursos que requería la Escuela. Hacía énfasis en el enfoque

teórico-práctico de la danza, y habló de la necesaria colaboración que debía darse entre

artistas de la plástica, la música y la danza.46

46

Los derechos que tendrían los alumnos al terminar su carrera serían, para los del ciclo de seis años, grado

de bailarines con derecho a ser maestros, grado de secundaria, clase de piano en el Conservatorio y en la

Academia de Bellas Artes. Para los del ciclo de ocho años, grado de perito artista, serían admitidos en el

“Cordobalete” nacional, serían parte del profesorado de las escuelas de gobierno, serían admitidos como

artistas en los establecimientos cinematográficos del gobierno y obtendrían el grado de artista escenógrafo.

Las condiciones de admisión: para el primer curso, tener de 9 a 12 años de edad, certificado de tercer grado de

primaria y pasar el examen parcial. La enseñanza podría ser gratuita. Las pruebas que deberían pasar para

ingresar serían dos: una condicional y otra final que se haría después de dos meses para demostrar que los

niños estaban sanos y contaban con capacidades en plástica dinámica y dotes en música. La selección sería de

20 niños y 20 niñas. En el caso de que los alumnos fueran “gratuitos”, los padres se comprometerían a que los

niños no abandonaran la escuela ni se casaran antes de concluir. Los niños deberían participar en las

exhibiciones; después de los ocho años harían servicio social en el “Cordobalete” nacional, y como maestros.

La organización de la escuela sería con un director (también presidente del Consejo de la escuela), un

jefe para las primeras seis clases y un jefe para las dos últimas. Las necesidades que establecía eran: ocho

salones, un cuerpo docente de tres maestros para primaria y cinco, ya existentes, de danza. Los fondos podrían

obtenerse de colectas voluntarias, funciones y apoyo del gobierno. Con la Escuela de Plástica Dinámica se

podría constituir un Cuerpo de Ballet Nacional Juvenil.

El programa de la Escuela de Plástica Dinámica era el siguiente:

Primer grado: Ejercicios clásicos y pasos simples; Bailes mexicanos; Plástica; Gestos de los

movimientos físicos elementales: Piano; Gimnasia para niños; Deportes; Dibujo; Mitología.

Segundo grado: Ejercicios clásicos y pasos; Bailes mexicanos y pasos generales; Plástica y gestos;

Piano; Dibujo; Gimnasia para niños; Deportes.

Tercer grado: Técnica clásica; Bailes mexicanos y característicos generales; Plástica; Expresividad;

Piano; Gimnasia-Deportes; Dibujo; Escultura elemental; Historia del arte de la música y bailes de los pueblos

antiguos; Exhibiciones teatrales.

Cuarto grado: Técnica clásica; Bailes mexicanos, característicos y antiguos; Plástica; Expresividad;

Historia de la cultura de Grecia y Roma; Composición de bailes; Pintura; Escultura; Gimnasia-Deportes;

Exhibiciones teatrales.

Quinto grado: Técnica clásica; Principio de especialización en bailes característicos; Bailes antiguos;

Plástica; Expresividad; Historia de la cultura de la Edad Media y época moderna hasta la Revolución

Francesa; Composición de bailes; Piano; Pintura; Gimnasia-Deportes; Exhibiciones teatrales.

Sexto grado: Técnica clásica; Bailes característicos; Plástica y especialidad; Composición de bailes;

Piano; Teoría de la música; Conocimiento de instrumentos típicos nacionales; Pintura (dibujos del hombre

bailando); Escultura (conocimiento de músculos y leyes de su manejo en los movimientos del baile); Historia

86

Este proyecto fue discutido en el DBA, entre otros, por Carlos Chávez, entonces

director del Conservatorio Nacional de Música.47

Aunque no se le menciona en los

informes del DBA y la SEP, la Escuela de Plástica Dinámica inició sus trabajos bajo la

dirección de Carlos González; dirección técnica de Hipólito Zybin; auxiliares Linda y

Amelia Costa; maestras de bailes mexicanos, Nellie y Gloria Campobello, y de gimnasia

rítmica, el maestro Zapata.

En la práctica no se llevó a cabo el plan de estudios, pues los maestros siguieron

dando sus clases en las primarias y organizando los festivales de la SEP, pero bajo el

nombre de Escuela de Plástica Dinámica participaron en varios actos, como el Aniversario

de la Revolución el 22 de noviembre de 1931 en el Teatro al Aire Libre “Álvaro Obregón”,

donde presentaron bailes folclóricos, el Ballet del árbol y el Ballet simbólico 30-30, este

último con coreografía de Nellie y Gloria Campobello y Ángel Salas, música de Francisco

Domínguez, diseños y dirección artística de Carlos González. Participaron alumnos de las

Escuelas de Plástica Dinámica, de Enseñanza Doméstica, “Gabriela Mistral”, “Ignacio M.

Altamirano”, Industrial de la Beneficencia Pública y Casa del Estudiante Indígena.

En el programa de las funciones del 28 de junio y 12 de julio de 1931 se dice que

“la Escuela de Plástica Dinámica tiene como principal finalidad la creación del ballet

mexicano [...] enseña el baile clásico como preparación para realizar más tarde el ballet

de la cultura de época moderna; Anatomía y fisiología elementales: Masaje; Gimnasia; Deportes; Excursiones

a los museos para estudiar antiguos códices; Exhibiciones teatrales.

Clases especiales: Primer grado: Técnica clásica y característica; Técnica de expresividad y de la

plástica; Tendencias modernas en el ballet prácticamente (duncanismo, dalcronismo, la escuela alemana,

estilo americano, estilo grotesco, el simbolismo); La composición en la plástica dinámica; Piano; Teoría de la

música y su composición; Instrumentos nacionales; Pintura y escultura decorativas; El cinearte; Pedagogía y

prácticas de enseñanza; Idiomas; Propedéutica filosófica; Psicología; Anatomía y fisiología; Literatura

universal moderna; Repertorio de historia de la cultura; Historia del Estado de México en la época

precolombina; Cultura física; Técnica de la escena; El arte de la caracterización y el arte del vestuario;

Exhibiciones teatrales.

Segundo grado: Técnica clásica y característica; Técnica de expresividad; Las tendencias modernas

del ballet práctico y teórico (estudio de obras de los ideólogos de las escuelas modernas); Composición de la

plástica dinámica y coreografía (taquigrafía del baile); Piano; Teoría de la música y su composición; Estudio

de la orquesta e instrumentos; El cinearte; Cultura física; Pedagogía práctica y teórica; Anatomía y fisiología;

Propedéutica filosófica: estética de elementos de filosofía; Idiomas; Literatura universal moderna; Técnica de

la escena; Pintura y escultura decorativas; Excursiones al Museo Nacional; Exhibiciones en el teatro.

En el programa se explican las finalidades de cada una de las materias. Se dice que se busca obtener

el “ideal del creador en el arte”, ya que combina estudios teórico-prácticos en danza, música y plástica, para

que se utilicen en la creación. Para ampliar información consúltese Hipólito Zybin, “Programa de labores”, en

Cristina Mendoza, Escritos de Carlos Mérida sobre el arte: la danza, Cenidiap, INBA, México, 1990, pp.

245-265. 47

Oficio de Carlos González, director artístico del DBA, a Carlos Chávez, director del Conservatorio

Nacional de Música, 9 de marzo de 1931, en Cristina Mendoza, op. cit., p. 245.

87

mexicano. La enseñanza del baile se imparte en el salón de clase especial en el edificio de

la SEP y es gratuito el curso”. Ahí se presentaron Jarana yucateca (c. Alberto Muñoz Ledo,

con alumnas de la Escuela “Gabriela Mistral”); Baile clásico (c. Linda Costa, con alumnos

de la Escuela Nacional de Maestros); Nocturno op. 9 núm. 2 Chopin, bailado en el estilo de

Isadora Duncan (c. Estrella Morales con el Quinteto de la Sección de Música y Bailes

Nacionales); Baile michoacano (c. Enrique Vela Quintero, con alumnos de la Escuela

“Ignacio M. Altamirano”); Ballet del árbol (con alumnos de la Escuela de Plástica

Dinámica); La vendedora de joyas (c. Estrella Morales con el Quinteto de la Sección de

Música y Bailes Nacionales), y Venadito ballet yaqui (c. Nellie y Gloria Campobello, con

alumnos de la Casa del Estudiante Indígena).48

El trabajo de Zybin en la Escuela de Plástica Dinámica, con cerca ya de cien

alumnas, recibía muy buenas críticas en la prensa. El artículo “Magnífico cuerpo de ballet

mexicano” (sin más datos) dice que Zybin “ha traído una completa innovación demostrando

que el baile es un arte dentro del teatro [...] y probando sobre todo, probando con hechos

innegables que es absolutamente factible la formación de un magnífico cuerpo mexicano de

baile, siempre que se trabaje lejos de esas intrigas que se despiertan en quienes no han

querido, o no han podido lograrlo”.

Con este comentario se hacía referencia a los problemas que se suscitaban entre

maestros de la Escuela, especialmente las Campobello, quienes consideraban que Zybin,

por el hecho de ser extranjero, no conocía las reales necesidades de la danza mexicana y no

debía ser el director técnico de la Escuela ni imponer un plan de estudios.

Zybin opinaba que los maestros de baile de las primarias tenían diferentes niveles y

por sus numerosas ocupaciones no le era posible vigilarlos, pues desde el 1º de mayo de

1931, cuando se inauguró la Escuela, tenía dos grupos de principiantes que atendía con la

ayuda de Linda y Adela Costa, un grupo profesional (así les llamaba a los alumnos de

segundo grado) y sus clases en las primarias. Creía que los maestros de danza de las

primarias estaban más capacitados para poner bailes que para la enseñanza.49

Estas

48

Programa de mano de la Escuela de Plástica Dinámica, Teatro al Aire Libre de la SEP, México, 28 de junio

y 12 de julio de 1931. 49

Hipólito Zybin, “Informe de labores del 5 de mayo al 5 de junio de 1931”, dirigido a Carlos González,

expediente de Hipólito Zybin, Cenidi Danza INBA, México.

88

afirmaciones, que restaban mérito al trabajo de los maestros, y las críticas de Zybin,

ahondaban las diferencias.

La participación en actos oficiales continuó; en el Homenaje de la SEP a Álvaro

Obregón en el tercer aniversario de su muerte (17 de junio de 1931) en el Teatro al Aire

Libre que llevaba su nombre, se presentó Marcha fúnebre (c. Zybin, con alumnas de la

Escuela de Plástica Dinámica); Danza húngara núm. 5 (c. e interpretación Estrella

Morales), y Ballet yaqui (c. Nellie y Gloria Campobello, con alumnos de la Casa del

Estudiante Indígena).

Los problemas con los demás maestros continuaron y los padres de familia

apoyaron a Zybin; le enviaron a Pruneda una carta fechada el 10 de septiembre de 1931,

donde dicen estar satisfechos con el trabajo de Zybin y su forma de enseñanza, y que la

finalidad de su escrito es “desvirtuar informaciones falsas que sabemos han llegado ante

usted”.50

Apareció después una carta al secretario de Educación Pública fechada el 4 de

enero de 1932, escrita por las madres de familia de la Escuela de Plástica Dinámica,

pidiendo que Zybin continuara como maestro de ese grupo, por su empeño y dedicación.51

A partir de febrero de 1932 la Escuela de Plástica Dinámica detuvo sus actividades

para reorganizar sus planteamientos. El interés por que Zybin dejara la Escuela fue tan

sonado, que la Secretaría de Gobernación le dio cuatro meses para salir del país. Esta vez,

las madres de familia y los alumnos del maestro ruso enviaron una carta al secretario de

Gobernación, el 4 de abril de 1932, pidiendo que no lo expulsaran. Señalaban que Zybin

había dado seis meses de clases gratis en 1930 en la SEP, que fue nombrado profesor de la

Escuela de Plástica Dinámica a finales de 1930, y durante 1931

desarrolló sus trabajos con éxito indiscutible creando el Cuerpo del Ballet Nacional. Al

mismo tiempo puso bailables interpretando el estilo Azteca, desconocido hasta ahora,

valiéndose para ello de sus estudios de los códices conservados así como de la Historia de

México [...] Actualmente la enseñanza de Plástica Dinámica de la SEP está en suspenso por

razones de economía y en tal virtud Zybin desde el 1 de febrero de 1932 se dedica a

impartir a sus discípulos antiguos la enseñanza del baile cultural, cobrando cuotas reducidas

(gastos para el salón) y gratis a los que carecen de recursos.52

50

Carta de padres de familia a Alfonso Pruneda, director del DBA, 10 de septiembre de 1931, expediente de

Hipólito Zybin, Cenidi Danza. 51

Expediente de Hipólito Zybin, Cenidi Danza. 52

Ibidem.

89

El cierre de la Escuela de Plástica Dinámica se debió no solamente a las diferencias entre

maestros, sino también a que

los criterios y caminos que se pensaba debía seguir la danza eran disímbolos; entre los

integrantes del gremio dancístico mexicano y entre los intelectuales y artistas del momento

prevalecía una disputa en relación con quién debería hacerse cargo de la instancia

educativa; los integrantes del gremio dancístico no se ponían de acuerdo en cuanto a qué

saberes y contenidos eran los idóneos para la formación dancística en México,

principalmente porque no admitían que un extranjero estuviera a la cabeza del proyecto

artístico; además las autoridades del momento prefirieron esperar a que la tensión política

disminuyera, antes de seguir adelante.53

Con su desaparición, se daba por concluido el primer intento serio de un artista de la danza

para formar bailarines y una compañía que cumpliera con los constantes reclamos de la

sociedad de crear un ballet mexicano que recogiera la danza popular y la recreara con el

virtuosismo de la técnica académica. Era también el primer intento de sistematizar la

enseñanza y hacer planteamientos para una formación integral de los y las bailarinas.

53

Roxana Ramos Villalobos, op. cit.

90

III. LA ESCUELA DE DANZA DE LA SEP: EXPRESIÓN DEL NACIONALISMO

OFICIAL

Desde 1931 el DBA se había visto menguado, al ir desapareciendo varias de sus

dependencias; en ese año su labor se reducía a la enseñanza de la música, dibujo y

educación física en escuelas primarias y secundarias; sólo contaba con dos escuelas

artísticas, la Escuela de Pintura al Aire Libre y el Conservatorio Nacional de Música.

Con Narciso Bassols como secretario de Educación Pública, durante el gobierno de

Abelardo L. Rodríguez, el 29 de enero de 1932 se creó el Consejo de Bellas Artes,

constituido por José Gorostiza, jefe del DBA; Salvador Ordóñez, Rufino Tamayo, Manuel

Maples Arce y Xavier Villaurrutia, todos funcionarios del Departamento, además del

director del Conservatorio Nacional de Música, Carlos Chávez. Este Consejo demostró

gran interés en la danza y planteó la creación de la Escuela de Danza.

Para este fin se presentaron dos propuestas: una de Nellie Campobello y otra de

Carlos Chávez, que en realidad no apoyaban la creación de la Escuela. La de Campobello

planteaba que los recursos asignados a la Escuela debían destinarse a formar una compañía

profesional que iniciara la creación de la escuela mexicana de ballet recuperando la danza

popular tradicional. Chávez planteaba que los recursos debían utilizarse para trasladar

indígenas de sus comunidades a la ciudad con el fin de que mostraran sus danzas, pues “no

deben existir actividades docentes en materia de danza mientras no exista la danza

mexicana, creada como una síntesis de las danzas indígenas y mestizas de todo el país”.54

La primera era una propuesta que promovía el propio trabajo de las Campobello como

bailarinas y coreógrafas, y la segunda buscaba fortalecer el nacionalismo artístico pero

descuidando las necesidades propiamente dancísticas.

El Consejo de Bellas Artes analizó ambas propuestas y, aunque ninguna fue

aceptada, retomó elementos de las dos para llegar a la decisión final: el Consejo apoyó la

creación de la Escuela de Danza y estableció que su función sería formar bailarines

profesionales orientados a la creación mexicana, lo que significaba reconstruir las danzas

populares utilizando material de las Misiones Culturales, con la colaboración de pintores,

escenógrafos, músicos y literatos. Los alumnos darían exhibiciones periódicas para mostrar

54

“Documentos del Consejo de Bellas Artes. Proposición Chávez”, en Dictamen del Consejo de Bellas Artes

del 9 de febrero de 1932, en Cristina Mendoza, op. cit., p. 275.

91

sus avances, y el director (propuesta de Chávez) sería un pintor, “porque los bailarines

profesionales no tienen facultades de organización administrativa y técnica, como por el

hecho de que tratarían de imponer sus particulares métodos profesionales”.55

Ya lo habían

demostrado en el enfrentamiento que llevó a la desaparición de la Escuela de Plástica

Dinámica.

De esa manera, la Escuela de Danza significaba la recuperación de las danzas

autóctonas del país a la manera del trabajo realizado por los muralistas y la experiencia de

las Misiones Culturales, que habían probado su capacidad artística, teórica y organizativa.

Además, el apoyo a la Escuela de Danza fortalecía al mismo DBA, pues con su creación

contaba con una dependencia más.

La Escuela de Danza fue el resultado del proyecto cultural nacionalista; su creación

se planteó en los mismos términos en que se habían desarrollado el muralismo y la música

nacionalista, es decir, crear un arte social por definición, sintetizar el arte culto y el popular

en una expresión nueva y original, y a partir de esa originalidad que le daba su carácter

nacional llegar a ser una manifestación artística de alcances universales.

Desde la Escuela de Danza de la SEP se quería promover una danza que cumpliera

con su función social, y no constituir una forma de “adorno y esparcimiento burgués”, esto

es, que tendiera hacia la transformación social del país, que se divulgara y se encauzara

para el beneficio de las mayorías.

Además, debía ser una danza modernista, que usara técnicas innovadoras para crear

un lenguaje dancístico nuevo, pero partiendo de las raíces nacionales. Este lenguaje

moderno y de esencia nacional permitiría darle una perspectiva universal a la danza

mexicana de nueva creación. Estos fueron los principios ideológicos que, acordes con las

necesidades de legitimación del Estado, inspiraron a la Escuela de Danza.

En ésta no se retomaron las propuestas del proyecto de la Escuela de Plástica

Dinámica de Zybin, ni la experiencia de otros artistas de la danza. No se consideró el

desarrollo del campo dancístico; se partió de soluciones y procesos de otras artes que

habían demostrado su eficacia, y por esa razón la burocracia cultural se las imponía a la

danza.

55

Dictamen del Consejo de Bellas Artes del 9 de febrero de 1932, en Cristina Mendoza, op. cit., p. 278.

92

De esta manera, la Escuela de Danza nació por decreto y no por las necesidades de

quienes conformaban el campo dancístico: se impuso la necesidad política sobre

necesidades artísticas propias del desarrollo de la danza. La situación política influía

directamente en el campo cultural imponiéndole contenidos políticos y sociales. Los artistas

politizados participaban en el cambio social por medio de su influencia en el campo de la

burocracia cultural. La tarea que realizaban intelectuales y artistas nacionales parecía ser

“encontrar la manera de inscribir los procesos culturales dentro de los planes de

transformación social; por otro lado, el interés oficial por los aspectos sociales de la cultura

refleja la necesidad de encauzar las distintas acciones civiles como medio de

legitimación”.56

El primer director de la Escuela de Danza fue Carlos Mérida, nombrado por Bassols

al conocer su interés en la materia. Esta designación es muy importante, pues Mérida

definió la línea estética de la Escuela, por lo menos en sus inicios. El pintor guatemalteco,

uno de los iniciadores del movimiento muralista y que después haría propuestas apartadas

de éste, había tenido contactos en la Europa de principios de siglo con el mundo cultural

vanguardista, incluido Diaghilev. Según Raquel Tibol, Mérida era “uno de los primeros

intelectuales preocupados (obsesionados habría que decir) en el medio mexicano por el

desarrollo concreto de una danza para nuestro tiempo”; desde su juventud en París (1910-

1914) “brotó en él una inquietud compartida por sus amigos de entonces: Kees Van Dongen

y Pablo Picasso, y reforzada poco después en Nueva York (1917), tanto por la variedad de

espectáculos que ahí se ofrecían como por la amistad con otro devoto aficionado a los

espectáculos: Juan José Tablada”.57

Mérida también había convivido con el arte popular en su país y en México, y

postulaba que el arte nacionalista debía fundir al autóctono con las necesidades de la época.

Consideraba que la danza era un punto de reunión de todas las bellas artes, y la orientación

que ésta tomara sería el resultado

de los progresos que dentro de la ruta señalada por las necesidades actuales sigan las artes

complementarias de la misma. La música, la escenografía, la pintura, la literatura, la teoría

general del teatro, el concepto nuevo del arte, de la expresión en general y de sus fines, que

56

Cristina Mendoza, op. cit., p. 123. 57

Raquel Tibol, “La danza moderna mexicana. Del verbo nació la danza I”, en suplemento La cultura en

México de Siempre!, núm. 1221, México, 10 de julio de 1985, pp. 52-58.

93

es en el fondo la entraña del problema, decidirán el fundamental problema en el caso de la

danza.58

Para el pintor, debía promoverse una danza nueva, autónoma, humana y expresiva que

colocara al bailarín “en su papel de hombre que danza en lugar de autómata que baila”; sus

argumentos eran:

La danza, síntesis de todas las artes, tiene una virtud manifestativa del carácter espiritual de

cada época: el ballet actual muestra, dentro del espíritu del arte contemporáneo, una

marcada tendencia de retorno hacia lo clásico. Esta reacción contra el tipo de danza que

privó hasta hace poco tiempo no es más que la señal de una necesidad de conversión hacia

aspectos de arte más humano y más naturales, reacción encaminada especialmente contra el

ballet ruso que, a través de modalidades sucesivas, prolongó su reinado por mucho tiempo,

en forma dominante y tiránica.

El ballet ruso, que Bakst llevó a su clímax, fue un espectáculo carente de alma, frío

y artificial, de un carácter fantástico y suntuoso en el cual la danza estuvo siempre

sojuzgada a los conjuntos; nunca fue ésta más que motivo de equivalencia de pasos y de

masas supeditadas a una coordinación previa, a un rigor inteligente ordenador de cuadros

plásticos dinámicos de carácter maravilloso y feérico, para recreo único de los sentidos.

Para Mérida, los ballets rusos estaban en decadencia y la nueva danza debía tener a un

bailarín completo que expresara su realidad contemporánea.59

La Escuela de Danza se formó, además de Carlos Mérida como director, con Nellie

Campobello, su ayudante; Hipólito Zybin, maestro de técnica de baile; Gloria Campobello,

de baile mexicano; Agustín Lazo y Carlos Orozco Romero, de plástica escénica; Francisco

Domínguez, de música; Rafael Díaz, de bailes populares extranjeros, y Evelyn Eastin, de

baile teatral.60

Los propósitos de la Escuela eran impartir una enseñanza profesional, difundir la

danza como medio de expresión y contribuir a la creación del baile mexicano. Para

lograrlos se planteaba la adquisición de una técnica corporal, de varias materias

complementarias y de cursos de especialización. Se buscaba generar la danza mexicana, y

para esto el programa daría los elementos técnicos y conceptuales que requerían los

58

Carlos Mérida, “La danza y el teatro”, 1932, cit. en Cristina Mendoza, op. cit., p. 127. 59

Carlos Mérida, “La danza: su significación y su valor estético actuales”, en Futuro, 1a. época, año I, núm.

4, 15 de enero de 1934, p. 23. 60

“Reglamento, propósitos y programa de la Escuela de Danza de la Secretaría de Educación Pública”, en

Cristina Mendoza, op. cit., p. 49.

94

alumnos para alcanzar el dominio de su cuerpo y experimentar en la creación basándose en

la danza popular tradicional.

Se establecieron el Reglamento de la Escuela y el programa de trabajo. Se exigía un

examen médico y la edad para ingresar era de 9 a 12 años.61

El Consejo de Bellas Artes consideraba que hasta que concluyeran sus estudios los

estudiantes de una generación (tres años) debía considerarse a la escuela “como un

experimento”, y sería “temerario tomar desde el principio por una realización”.62

El plan de estudios de la Escuela de tres años comprendía:

Primer grado: Técnica del baile (ejercicios rítmicos elementales, movimientos

expresivos naturales); Baile mexicano (ritmos elementales y diferenciación por región);

Plástica escénica (enseñanza de dibujo en su relación con la danza, con colaboración de

músicos, pintores y literatos en la creación del ballet mexicano).

Segundo grado: Técnica del baile (ejercicios rítmicos superiores); Baile mexicano

(conjuntos); Especialidad; Plástica escénica.

Tercer grado: Técnica del baile (perfeccionamiento); Baile mexicano (interpretación

y creación); Especialidad; Ballet (mise en scéne de ballets mexicanos, elaborados con la

colaboración de bailarines, músicos, literatos, pintores); Laboratorio.

Las especialidades eran baile griego, bailes populares extranjeros (ruso, español,

portugués, etc.) y baile teatral moderno (tap, acrobático, etc.).

La Escuela de Danza se creó por decreto presidencial el 15 de mayo de 1932 “para

satisfacer una necesidad estética de expresión –el baile– [...] y orientada hacia los trabajos

de creación de la coreografía moderna mexicana”.

Finalmente se presentó el proyecto a la prensa, que recibió muy bien a la Escuela de

Danza e hizo referencia a los intentos anteriores como “esfuerzos insinceros y

desorganizados, de improvisación apresurada”, aunque aclaró que en esta ocasión sí estaba

en formación el ballet mexicano, de la misma manera en que se había dado el proceso de

constitución de los ballets rusos o el de Antonia Mercé “La Argentina”. Se consideró a la

61

Folleto de la Escuela de Danza de la SEP, s/f, expediente Escuela Nacional de Danza, Cenidi Danza. Sin

embargo, en el Informe del DBA a finales de 1932 se dice que los alumnos tienen entre 8 y 21 años, en total

contradicción con lo planteado originalmente en los reglamentos de la Escuela; en “Departamento de Bellas

Artes, 1931-1932”, op. cit. 62

“Escuela de Danza”, en Memoria relativa al estado que guarda el Ramo de Educación Pública, 31 de

agosto de 1932. Presentada por Narciso Bassols, secretario del ramo, para conocimiento del H. Congreso de la

Unión, SEP, Talleres Gráficos de la Nación, México, 1932.

95

Escuela de Danza como el “centro más sugestivo de enseñanza artística”, que trabajaba con

entusiasmo y contaba con 150 alumnos. Pretendía, según Pablo Leredo, “elaborar un baile

de contenido mexicano, pero sin estorbosos regionalismos, es decir, comprensible a todos

los hombres. En otros términos, no creo que se pretenda un baile estrechamente étnico, sino

un ballet universal”.

El cronista también habló de las diferencias entre los maestros, específicamente

entre Yol Itzma y las hermanas Campobello, diferencias que después se expresaron con

mayor fuerza. El proyecto fue elogiado y se decía que la Escuela de Danza sería laboratorio

“de mujeres física y espiritualmente bellas, pero también hogar de artistas, porque las une

con desinterés un esfuerzo inteligente”; de ahí saldrían los “alados genios morenos”,

gracias a la instrucción de las Campobello.

Leredo hizo una distinción tajante entre las bailarinas académicas que tenían

garantizado el prestigio por la técnica y las intenciones artísticas de su trabajo, y las

bailarinas populares que vendían su trabajo y por tal razón no podían gozar del mismo

reconocimiento. Era, asimismo, la distinción tajante entre dos tipos de mujer: una que se

mostraba por motivos artísticos y otra, por comerciales; una que bailaba sin cuerpo y era

inaccesible, y otra que enfatizaba el uso del cuerpo para el deleite de la mirada masculina.63

En torno de las materias que se impartían en la Escuela, en la prensa se puso

atención en aquéllas referidas a

movimientos expresivos naturales [...] para lograr el perfeccionamiento de su único

vehículo de expresión. [...]. El baile mexicano será materia de especialistas de cada uno de

los años de estudio. El último año estará dedicado a crear formas coreográficas mexicanas,

para ello contará la Escuela con un curso de Plástica Escénica que comprenderá la

enseñanza del dibujo en su relación con el arte de la danza, maquillaje, escenificación,

proyectos de decoración y de trajes, etc. [...] y con la colaboración efectiva por parte de

músicos, pintores y literatos interesados en los trabajos de creación del ballet mexicano

moderno.64

La Escuela de Danza se estableció en las oficinas de la SEP, que fueron modificadas para

funcionar como salones “con espejos, barras, etc. Era una escuela elegantísima en la misma

Secretaría. [...] El grupo que ya había tomado clases dos años con Zybin, aunque era nuevo

63

Pablo Leredo, “La Escuela de Danza”, en Revista de Revistas. El Semanario Nacional, año XXII, núm.

1156, México, 1932. 64

“Se ha resuelto crear la primera Escuela de Danza”, en El Universal, México, 29 de abril de 1932.

96

en la Escuela, formaba el segundo grado. Había uno de principiantes, el cual era llamado de

párvulos”.65

Con la creación de la Escuela de Danza se dio la posibilidad de mantener la

tradición dancística de México y de crear otra renovada con una educación sistemática y

moderna. Con esta visión se pretendía apoyar tanto el contenido ideológico como la técnica

dancística, forma y contenido.66

En cuanto al nacionalismo, se rescataron y reconstruyeron las expresiones

nacionales por medio de estudios y del Laboratorio de ritmos plásticos mexicanos, que

recuperaba material de las Misiones Culturales, los bailes y danzas recopilados por los

especialistas, como Fernando Gamboa, Luis Felipe Obregón, Francisco Domínguez y

Marcelo Torreblanca.

En la Escuela se impuso el criterio de la danza popular como fuente legítima de la

danza académica y ésta, como una actividad profesional. La recuperación de la esencia

nacional debía presentarse con una visión y técnica modernas que conformaran un nuevo

lenguaje.

Además, era el centro obligado al que acudían los y las extranjeras; según Nellie

Campobello, cuando en 1932 vino a México, Martha Graham solicitó conocerla para recibir

su asesoría y Mérida las presentó67

(versión confirmada por Armando de Maria y

Campos68

). Además, otras bailarinas extranjeras que visitaron México aprendieron danzas

nacionales con las Campobello, ése fue el caso de la estadounidense Catherine Cane, de la

escuela de Doris Humphrey, quien estudió con ellas en los años treinta.69

1. Primeras presentaciones

El 15 y 16 de noviembre de 1932, la Escuela de Danza presentó en el Teatro Hidalgo su

“Primer Programa de Reconocimiento Trimestral”70

ante el secretario de Educación Pública

y el jefe del DBA. En el texto del programa se dice que la Escuela de Danza completaba el

65

Testimonio de Olga Escalona, en César Delgado, “Olga Escalona”, en Una vida dedicada a la danza 1987,

op. cit., p. 37. 66

Carlos Mérida, “La danza y el teatro (1934)”, en Cristina Mendoza, op. cit., pp. 127-143. 67

Nellie Campobello en Patricia Cardona, “Nellie Campobello: lo que importa son las líneas vivas de la

cultura arcaica”, en La nueva cara del bailarín mexicano, INBA, México, 1990 (orig. de 1978), p. 133. 68

Armando de Maria y Campos, “Crónica del teatro de hoy”, p. 74, cit. en Patricia Aulestia, La danza

premoderna en México, op. cit., p. 186. 69

“Catherine Cane. La juvenil y original danzarina”, en Revista de Revistas, s/f. 70

Alex, “La Escuela de Danza”, en El Ilustrado, año 16, núm. 812, México, 1º de diciembre de 1932.

97

programa de educación del Departamento y que su creación se debía al propósito de “poner

al alcance de nuestra juventud enseñanzas y útiles indispensables para construir, con trabajo

seriamente experimental, al desarrollo de la latente necesidad espiritual de expresión por

medio del baile y a preparar las bases de una coreografía mexicana moderna”. Se recalcaba

la labor en equipo de todos los colaboradores, del laboratorio expresivo y pedagógico que

tendía hacia la “síntesis perfecta”.

Se presentaron trabajos de las materias Técnica del baile, Especialidades y Primeros

ensayos de coreografía mexicana, y se señalaba que el resultado escolar “permitirá observar

sus posibilidades, que hará comprender en la sencillez natural de sus principios su misión

social en un esfuerzo paralelo al de las otras escuelas que cultivan las bellas artes,

contribuirá con igual caudal a todas ellas, a cumplir las necesidades de nuestra cultura y la

expresión del pueblo mexicano”.

En el Reconocimiento del 15 de noviembre presentó las clases de Técnica de baile

cada uno de los maestros que la impartían: Linda Costa, Carol Adamchevsky e Hipólito

Zybin (los extranjeros fueron hasta ese momento los únicos maestros capacitados para

enseñar la técnica del ballet). En el Reconocimiento del día 16 se presentaron las clases de

Especialidad: acrobática y tap de Evelyn Eastin; bailes regionales españoles de Rafael Díaz

y Carmen Delgado; Ritmos mexicanos de Gloria Campobello, y Música de Francisco

Domínguez. También hubo una exhibición de trabajos de plástica escénica, del profesor

Carlos Orozco Romero.71

De 1932 a 1933, el jefe del DBA era Carlos Chávez; en su informe hizo una

propuesta sobre el funcionamiento del Departamento, que contradecía la que Gorostiza

había planteado un año antes. Chávez afirmó que la finalidad del DBA era complementar la

educación, para que fuera integral. Sus acciones debían ser: labor docente (educación

artística para educación en general, educación estética para los trabajadores y educación

artística profesional para especialistas); difusión artística (publicaciones, espectáculos,

exposiciones, decoraciones murales, intervención en las industrias y legislación

proteccionista a las actividades de difusión), y creación e investigación artísticas

(recopilación documental, estimular la producción artística y sólo hablaba de música,

71

Programa de mano del Primer Reconocimiento Trimestral de la Escuela de Danza, Teatro Hidalgo, 15 y 16

de noviembre de 1932.

98

plástica, teatro, fotografía y cine). Estas propuestas son importantes, en la medida en que

formaron parte de un plan estructurado de Chávez, intento de unidad para la política

cultural del DBA, que no se llevó a la práctica por falta de recursos y de continuidad. Sin

embargo, reflejan la perspectiva que Chávez les daba a las instituciones culturales, que en

1946 se impondría en la más importante de ellas en el ámbito oficial.

En el informe de agosto de 1933 sobre las actividades realizadas por el

Departamento hizo referencia a la Escuela de Danza, la cual:

imparte enseñanza de la técnica de bailes extranjeros y acrobáticos. Lleva igualmente a

cabo una labor de investigación y práctica de danzas mexicanas. Poco o casi nada se ha

realizado en la investigación de la plástica dinámica aborigen, mestiza y criolla,

encaminada a preparar y desarrollar las bases de una coreografía mexicana moderna, por

una parte, pero también, y esta es la principal, a descubrir, por medio del estudio

sistemático de nuestras danzas y conjuntos coreográficos, el perfil acusado que exprese

verazmente nuestro espíritu propio. Este trabajo es uno de los más interesantes que ha

realizado la Escuela. Dos puntos de partida, que comprenden tres aspectos cada uno, están

en la base de la investigación que se ha iniciado: 1. Grupo aborigen: actitudes y ritmos

mexicanos, pasos de danza, conjuntos coreográficos; 2. Grupo mestizo o criollo: actitudes y

ritmos mestizos, pasos de baile, bailes de conjunto.72

Chávez informó también sobre las exhibiciones y la catalogación de 68 danzas rituales y 38

bailes regionales. Resultado de este trabajo fue el Reconocimiento de fin de cursos del 23 al

31 de octubre de 1933.

En esa ocasión se presentaron las clases de Técnica de baile de Linda Costa,

Hadwiga Kaminska Mesa y Zybin; la clase de tap y baile acrobático de Evelyn Eastin; la

clase de Ritmos mexicanos y danzas rituales de Gloria Campobello; la clase de Historia del

arte y Bailes regionales mexicanos de Nellie Campobello, y la exposición de trabajos de

plástica escénica de Carlos Orozco Romero.73

El 3 de enero de 1934, Carlos Mérida presentó su Proyecto de Acción para ese año

escolar,74

en tres puntos: Desarrollo integral de su programa docente, Implantación del

72

“Departamento de Bellas Artes 1932-1933”, jefe: Carlos Chávez, en Memoria relativa al estado que

guarda el Ramo de Educación Pública, 31 de agosto de 1933, SEP, Talleres Gráficos de la Nación, México,

1933. 73

Carlos Mérida, “Programa de reconocimiento, 1933”, en Cristina Mendoza, op. cit., pp. 112-121. 74

Carlos Mérida, “Proyecto de acción, 3 de enero de 1934”, en Cristina Mendoza, op. cit., pp. 64-77.

99

sistema rítmico Dalcroze e Iniciación de su plan de investigación coreográfica del país (que

había presentado desde el 6 de julio de 1933).

Como resultado de ese Proyecto de Acción, planteado después de la experiencia de

casi dos años, se modificó el plan de estudios de la Escuela. Ahora Mérida definía

(acercándose a los planteamientos de Zybin) más claramente las necesidades que se

detectaban: impartir la técnica clásica como base, establecer una pedagogía adecuada para

la enseñanza del baile mexicano y consolidar un cuerpo de maestros competente. Para esto

último pidió la contratación de varios profesores, incluso uno diplomado en la Escuela

Dalcroze, para preparar maestros que impartieran clases en las primarias.

El nuevo plan de estudios de la Escuela de Danza consistía en:

Primer grado: Técnica de baile y Ritmos mexicanos.

Segundo grado: Técnica de baile, Ritmos mexicanos, Teoría e historia de la danza,

Plástica escénica, Especialidades y Primer Curso del Método Dalcroze.

Tercer grado: Técnica de baile, Ritmos mexicanos, Teoría e historia de la danza,

Especialidades, Ballet (conjuntos coreográficos mexicanos con la colaboración del Taller

de Plástica), Proyectos completos en el Laboratorio y Segundo curso del Método Dalcroze.

Sobre el Plan de Investigación, Mérida planteó recuperar las danzas más

características del país con el objetivo de formar un archivo de los aspectos coreográficos

para hacer trabajos en las clases de la Escuela. Dividía las danzas en rituales y regionales o

mestizas, y decía que debía hacerse una investigación de campo o trasladar a los danzantes

a la ciudad. Recalcaba la necesidad de unir esfuerzos de especialistas de danza, música,

plástica, etnografía, cine, etc.75

En cuanto a la búsqueda de maestros competentes y a la modificación de la planta

docente, en 1933 se contrató a Xenia Zarina para la especialidad de danzas orientales;76

75

Carlos Mérida, “Proyecto de Plan de Investigación Coreográfica de las más características danzas del país,

puesto a consideración del C. jefe del Departamento de Bellas Artes por la Escuela de Danza, 6 de julio de

1933”, en Cristina Mendoza, op. cit., pp. 53-63. 76

Xenia Zarina había sido recomendada por Carlos González cuando era director de la Escuela de Plástica

Dinámica y nuevamente en julio de 1933, según memorándum del 10 de julio de 1933, al jefe del DBA.

(Todos los documentos aquí referidos se encuentran en el expediente de Xenia Zarina, Cenidi Danza).

También hay un oficio de Francisco Domínguez a Carlos Chávez, siendo jefe del DBA, el 11 de julio de

1933, diciendo que ella había llegado a México en 1931, dio funciones en el Teatro Orientación en septiembre

y en el Teatro Nacional en octubre, presentó danzas primitivas y orientales, y cubriría la plaza que había del

curso especial de Danzas primitivas internacionales. Otro oficio, del 12 de julio de 1933, de Carlos Mérida a

Carlos Chávez, pedía que se contratara a Xenia Zarina por sus “cualidades excepcionales de intérprete y sus

métodos de enseñanza basados en la rítmica de Dalcroze”. Se le contrató por dos meses en la Escuela de

100

Carlos Mérida dio clases de plástica escénica; Vela Quintero renunció por el bajo sueldo

que percibía y fundó su propia escuela (aunque volvió a su plaza en 1938); Hipólito Zybin

no apareció más como maestro de la Escuela, fue despedido “sólo porque no fue a marchar

el 20 de noviembre, día de la Revolución”.77

Como resultado del trabajo de Laboratorio de Ritmos Plásticos, basado en el

proyecto de investigación coreográfica, se presentó el Festival de Danzas Mexicanas en el

Teatro Hidalgo el 10, 11 y 13 de noviembre de 1934.78

El programa de mano de esas funciones, con texto de Mérida, menciona que las

anteriores presentaciones de la Escuela habían tenido un carácter pedagógico, pero en 1934

ya se mostraban los resultados de la clase de Ritmos mexicanos, producto del trabajo

conjunto de bailarines, coreógrafos, pintores escenógrafos y músicos, quienes habían

desarrollado ya algunas posibilidades de la coreografía mexicana.

El programa constó de Cinco pasos de danza, con escenografía y figurines de la

clase de Plástica escénica a cargo de Orozco Romero, arreglo y dirección musical de

Francisco Domínguez, acompañamiento de Rafael Sánchez y sus Concheros, donde

bailaron 25 alumnos; Bailes istmeños, bajo la dirección de Nellie Campobello,

acompañamiento de marimba de los hermanos Marín, bailarines Nellie Campobello,

Margarita Alvarado, Carmen Macías, Susana Montes de Oca, Alicia Mojarás, Josefina

Luna, Lupe Robles, Isabel Gutiérrez, Emma Ruiz, Ana María Zamora, Eva Robledo y

Salvador Rodríguez; La danza de los Malinches, bajo la dirección de Gloria Campobello,

escenografía y figurines de Orozco Romero y su alumno Gabriel Álvarez, de Plástica

escénica, arreglo y dirección musical de Francisco Domínguez, bailarines Catalina Esparza,

Alicia Ríos, Concepción Pichardo, Ana María Zamora, Ana María Vázquez, Concepción

Juárez Ávalos, Tahosser Lara, Augusto Pérez, Eulalio Arroyo, Antonio Aguilar, Antonio

Romero, Manuel Aburto, Gabriel Álvarez y Francisco de León; y por último, La virgen y

Danza para montar danzas orientales y diseñar vestuario, según oficio de Mérida a Chávez del 16 de

septiembre de 1933, y después tuvo nombramiento, según oficio de Chávez a Xenia Zarina del 16 de enero de

1934. Ella viajó a Nueva York en noviembre de 1934, según oficio del 21 de noviembre de 1934. El 12 de

febrero de 1935 fue despedida por abandono de empleo. El 16 de marzo de 1935 la dieron nuevamente de alta

como maestra; luego de más problemas administrativos, salió definitivamente de la Escuela en 1937. Xenia

Zarina es un ejemplo de las irregularidades de los maestros de la Escuela de Danza, principalmente de las

materias de Especialidades. 77

Testimonio de Olga Escalona, en César Delgado, op. cit., p. 39. 78

Programa de mano del Festival de Danzas Mexicanas de la Escuela de Danza, Teatro Hidalgo, 10, 11 y 13

de noviembre de 1934.

101

las fieras, ballet de Francisco Domínguez, dirección coreográfica de Gloria Campobello,

escenografía y figurines de Orozco Romero y Antonio Romero, dirección de la Orquesta

Sinfónica de México de Francisco Domínguez, trajes de Paquita, con los bailarines Gloria y

Nellie Campobello, Salvador Rodríguez y 19 alumnos.

La prensa festejó esta función y el esfuerzo de la Escuela de Danza; Mario Mariscal

destacó que impartía materias universales y de carácter nacionalista: “Afortunadamente

para las nuevas generaciones mexicanas, las supremas autoridades del país comienzan a

dedicar su atención y su apoyo a la cultura estética, de acuerdo con las corrientes modernas

del pensamiento pedagógico”. Además, hizo una mención especial del ballet La virgen y

las fieras.79

Por su parte, Eme Eme alabó el desempeño de Nellie en Bailes istmeños y

sostuvo que La virgen y las fieras “es el primer intento serio de ballet mexicano”.80

Los argumentos de los ballets recuperaban para la danza leyendas populares y

materiales de los maestros misioneros. Según el programa de mano, Bailes istmeños

incorporaba danzas mestizas de la región de Tehuantepec, distinguidas por su expresión

hierática y el ritmo semejante al andar de la mujer istmeña. La obra estaba basada en una

leyenda sobre una joven que sufre de amor y es consolada por sus compañeras. Montada y

bailada por Nellie Campobello, mostraba una de las figuras persistentes de su coreografía,

la sandunga, de la que había captado cadencia y expresión.

Sobre La danza de los Malinches se aclaraba que era un trabajo experimental sobre

temas de una danza ritual de indios huaves de Tehuantepec. Sólo utilizaron seis pasos de la

danza original, que consideraban prehispánica.

La virgen y las fieras era el ballet más complejo. Estaba formado por siete partes

(Preludio, Juego de las doncellas, Danza de la muerte, Danza del Diablo, La tentación,

Danza de las fieras y Danza general); participaban como personajes la Virgen (Gloria

Campobello), la Muerte (Nellie Campobello), el Diablo (Salvador Rodríguez), las

Doncellas (ocho alumnas) y las Fieras (seis alumnas y siete alumnos). Se basaba en el

argumento de la danza ritual recopilada por los maestros misioneros y ejecutada por

indígenas otomíes de la Huasteca de Hidalgo. El argumento, “sugestivo e ingenuo”, era de

procedencia prehispánica: una virgen indígena que se internaba en la selva atraída por su

79

Mario Mariscal, “Los pasos de la danza”, en Revista de Revistas, México, 1934. 80

Eme Eme, “Un paso hacia la creación del ballet mexicano”, en Todo. Semanario enciclopédico, año II,

núm. 69, México, 25 de diciembre de 1934.

102

belleza era atacada por espíritus malos y rescatada por sus amigos, los animales salvajes.

Para la danza se habían respetado figuras y movimientos de sus intérpretes y se había

alcanzado un ritmo escénico riguroso, incorporando en él la coreografía, la escenografía y

la música.81

En estos trabajos las Campobello unían la modernidad de sus ballets de masas y la

tradición que querían mantener a través de sus ballets mexicanos. Con esas obras, como con

otras posteriores, no pretendían hacer reconstrucciones arqueológicas ni sentimentales, pues

no representaban a un indígena “sumiso, inmutable o simplemente exótico, [sino] a un ser

recatado, secreto y digno”.82

Por estas funcione de noviembre de 1934, se podría suponer que la Escuela trabajó

normalmente durante todo el año; sin embargo, Francisco Domínguez afirmó que

precisamente en 1934 pasó a depender del Conservatorio Nacional de Música, sólo se contó

con un salón y dicho año fue prácticamente perdido para los alumnos.83

En la prensa

también se mencionó que la SEP “ha refundido en el Conservatorio” a la Escuela de Danza,

donde debió continuar su trabajo.84

Además de estas presentaciones, los maestros de la escuela tenían otras en ámbitos

sociales, como la de Nellie Campobello en el festival “efectuado en el Rancho del Charro

en honor de los marinos franceses”, donde ella ejecutó el jarabe tapatío con el Marqués de

Guadalupe;85

además, la fiesta ofrecida el 10 de julio en el mismo lugar al presidente electo

de Colombia, Alfonso López, cuando “la notable bailarina y escritora” bailó vestida de

sandunga.86

81

Carlos Mérida, “El ballet Barricada y la técnica teatral”, 1935, cit. en Cristina Mendoza, op. cit., pp. 214-

217. 82

Sophie de la Calle, Nellie Campobello, julio de 1996, inédito, pp. 30-31. 83

Francisco Domínguez, “Notas preliminares”, en Programa de mano del Segundo Reconocimiento

Trimestral de la Escuela de Danza, Teatro Hidalgo, agosto-septiembre de 1936. 84

“Vienen indios para enseñar sus bailes”, en El Universal Gráfico, edición de la mañana, año VIII, núm.

3402, México, 30 de diciembre de 1933, p. 5. 85

Pie de foto, Todo, México, 8 de mayo de 1934, p. 34. 86

Pie de foto, Todo, México, 17 de julio de 1934.

103

IV. LA DANZA INTERNACIONAL EN 1934 Y EL PALACIO DE BELLAS ARTES

Uno de los espectáculos que visitaron la ciudad de México en 1934 fue la compañía del

japonés Michio Ito, que con su influencia de la corriente alemana de la danza moderna y su

amplio repertorio causó fuerte impacto en el público y la crítica mexicanos.

Era un grupo de “danzarines solistas” dirigido por el japonés y que junto a “las

señoritas Waldeen, Bette Jordan y Jocelyn Burke, y el hombre de las mil caras, Josef

[Joseph Broun o José Cordelio Cárdenas, ex alumno de madame Mol Potapovich]”

estrenaron el 2 de junio su temporada en el Teatro de la SEP o Hidalgo. Éste resultó “mal

adecuado para el lucimiento de este espectáculo excepcional”, por lo que se trasladaron al

Teatro Arbeu, con una función el 14 de junio. Estuvo compuesta por Danse L’Antique (m.

Antón Rolland); Preludio núm. 5 (m. Scriabin, con Jordan como bailarina); Danse Caresse

(m. Scriabin, con Ito); Religioso (m. Bach, con Waldeen); Pastorcillo (m. Debussy, con

Burke); Danza de la lanza (m. Tchaikovski, con Ito); Silver Kriss (Puñal malayo de plata)

(m. Josef, con él mismo); Danzarina o Dancing girl (m. Cyril Scout, con Jordan); Lluvia

primaveral (m. Yamada, con Ito); De los muros esculpidos de Angkor (m. Josef, con Josef

y Burke); Tres epigramas españoles (m. Arvey, compuesta por A Don Juan, Vals y Pelea

de gallos, con Waldeen); Danza en un templo de Burma (m. autóctona, con Ito, Burke y

Jordan); Kyo No Shiki (m. Yamada, con Ito); Gitana (m. popular, con Burke,); Ritual de

Annubis (m. Josef, con él mismo); Poemas tonales (m. Yamada, con Ito); Oriental (m.

Ipolitov Ivanov, con Jordan); Danza graciosa (m. Nicolai Medtner, con Waldeen);

Homenaje Agni (m. Josef, con éste y Burke); Golliwog Cakewalk (m. Debussy, con Ito);

Cómica (m. anónima, con Jordan); Paseo (m. Arvey, con Waldeen); Pizzicate (m. Leo

Delibes, con Ito). Pianista, Antonio o Antón Rolland; director de escena y gerente, J.P.

Wright. En el programa se advertía que “las interpretaciones de Waldeen son creaciones

suyas. Las máscaras que usa el danzarían Josef fueron diseñadas y confeccionadas por él

mismo”.87

Al parecer, Josef también era el coreógrafo de las obras en las que él aparecía.88

Luego de esa función, que fue muy exitosa, la compañía, integrada por “personas de

reconocida cultura”, se marchó del Teatro Arbeu por problemas sindicales de los

trabajadores de ese foro. Regresó al Teatro Hidalgo y el 16 de junio dio otra función con

87

“Michio Ito se pasa al Arbeu”, en La Prensa, México, 14 de junio de 1934, p. 13. 88

Josefina Lavalle, En busca de la danza moderna mexicana. Dos ensayos, INBA-Conaculta, México, 2002,

p. 126.

104

“nuevos números”:89

Balada (m. Brahms y Rolland); Preludio núm. 4 (m. Scriabin, con

Burke); Preludio núm. 5 (m. Scriabin, con Ito); Preludio núm. 10 (m. Scriabin, con Jordan);

Preludio núm. 8 (m. Scriabin, con Waldeen); Preludio núm. 6 (m. Scriabin, con Josef);

Impresiones de un actor chino (m. Ravel, con Ito); Ritual siamesa (m. Josef, con él

mismo); Allegro (m. Nicolai Medtner, con Waldeen); Himno al sol (m. Rimski-Korsakoff,

con Ito); Passapied (m. Delibes, con Ito y Waldeen); Java (m. Kelley, con Burke); Nuit

Blanche (m. Rolland, con Jordan); Atardecer estival (en Bretaña) (m. Rhene Baton, con

Waldeen); Alegrías (m. popular, con Burke), además de Dancing girl, Kyo No Shiki, Silver

Kriss, Danza de la lanza, Danza graciosa, Oriental y Pizzicate.90

Estas obras, además de

Abedules (m. Nevin), Canción montañesa (m. Dvorak) y Juba (m. Morris, las tres con

Waldeen), fueron el repertorio que la compañía trajo a México. Sus actuaciones se dieron

gracias al apoyo de la Asociación Musical Camacho-Vega; la música corrió a cargo de la

orquesta Camacho Vega, y se mantuvieron en los dos teatros mencionados hasta agosto.

Según Armando de Maria y Campos, a pesar de ser japonés, Michio Ito tenía

predilección por las danzas occidentales:

Al lado de Par de abanicos y Poemas tonales, de Yamada, nos hace admirar

interpretaciones de Brahms, Chopin y Debussy. En cambio el otro bailarín del cuadro, el

cada noche más admirado y comprendido Josef, sí muestra marcada predilección por las

coreografías orientales y exóticas, malayas, siamesas, egipcias, indochinas, en casi todas

enmascarado. A los éxitos logrados las primeras noches con Danza de Agni, la de las tres

cabezas, y el Ritual de Anubis, hay que agregar Murallas esculpidas de Angkor, Puñales

malayos de plata y Un templo de Burma.91

Por su parte, Tina Vasconcelos de Berges señaló que Michio Ito era un bailarín que

expresaba “profunda y simbólicamente las ideas” a partir de movimiento exclusivamente de

brazos y cabeza, como en Pizzicati, y

está penetrado de la ideología de los músicos modernos como Scriabin; hiende el aire con

los brazos y pone en la mirada una expresión indefinible en los Preludios de éste y con el

mismo acierto presenta el Golliwog Cakewalk del álbum de Debussy, dedicado a su

nietecito, en que la esencia humorística de la obra es admirablemente interpretada por los

89

“Michio Ito y su cuadro de ballet, vuelven al Teatro Hidalgo”, en La Prensa, México, 16 de junio de 1934,

p. 13. 90

“El Ballet de Michio Ito hoy en el Teatro Hidalgo”, en La Prensa, México, 16 de junio de 1934, p. 21. 91

Armando Demaria, “Teatros”, en Todo, México, 19 de junio de 1934, p. 3.

105

movimientos del bailarín. En las obras de su compatriota Yamada pone toda la gracia de

Lluvia primaveral y la melancolía de los Poemas tonales. En la Danza de la lanza… parece

Michio Ito una estatua en magníficas actitudes de lucha; el artista japonés plasma el ritmo

con sus armoniosos movimientos.

De los bailarines que forman el cuadro se destaca Waldeen, bella, inteligente y de

gran personalidad, que justifica lo que se anuncia: “Las interpretaciones de esta bailarina

son creaciones suyas”. En el Preludio y fuga de Bach-Tausig, llamado en los programas

Religioso, Waldeen nos impresiona con la tortura de un monje que se martiriza para

contrarrestar las tentaciones del mundo, se castiga para purificarse y termina arrodillado y

con los brazos en alto implorando a Dios.

Y en el final de los Tres epigramas españoles de Arvey, llamado Pelea de gallos, la

bailarina sentada en el suelo y exclusivamente con movimientos de brazos y mutaciones de

rostro nos hace presenciar, concurrir, a una pelea de gallos en una plaza española.

Delicadamente, sutilmente, con finura exquisita, baila Waldeen en Paseo, también

de Arvey. Inicia el paseo sirviéndose de la sombrilla coquetamente; busca al galán, hace

sentir que él ha llegado, y luego, quizás al pedirle éste un beso, huye grácilmente. Waldeen

es una valiosa colaboradora de Michio Ito.

De los muros esculpidos de Angkor surgen Josef, “el de las máscaras”, y Jocelyn,

para lanzar con fuerte trazo y ritmo oriental uno de los más interesantes bailables de los que

formaron el programa.

Josef es compositor también; casi siempre interpreta sus propias creaciones

musicales y diseña sus trajes y máscaras; todavía no lo hemos visto bailar sin máscara.

Bette Jordan y Jocelyn Burke siguen en sus bailes la ideología y la escuela de su

director, el gran bailarín Michio Ito, que está triunfando plenamente en esta visita a

México.92

En la prensa hubo referencias a los bailarines; se mencionó a Ito como un “tipo de leyenda”

con reconocimiento internacional por su manejo de diversas artes y su fuerza en el foro,93

sus creaciones en la música, plástica y danza, aunque “uno de los aspectos más interesantes

de Michio es el filosófico”;94

se habló sobre Josef y Waldeen como bailarines y

coreógrafos. Sin embargo, de manera especial y enfática, se destacó a Waldeen por su

talento, amplia cultura y belleza cautivadora, lo que le valió que aparecieran fotos de ella y

que ocupara la portada de Revista de Revistas del 29 de julio de 1934.

Un cronista la vio como una artista “inconmensurable” por “sus ricas calidades

emocionales, su gracia exquisita, su belleza y juventud y su notable talento técnico”;95

Amendiola afirmó que cautivaba con “su euritmia, su temperamento, con su fuerza de

92

Tina Vasconcelos de Berges, “Crónica musical”, en Todo, México, 26 de junio de 1934, p. 31. 93

“Por los teatros. Michio Ito”, en El Nacional, México, 2 de junio de 1934. 94

Jorge Piño, “Con Michio Ito el bailarín japonés”, en Jueves de Excélsior, México, 7 de junio de 1934, p. 16. 95

“Por los teatros. Michio Ito”, op. cit.

106

expresión, que baila con todo el cuerpo y con todo el espíritu”.96

Ella bailaba “en forma

irreprochable sus propias creaciones y es una mujer que, por su belleza, resulta en extremo

atractiva”.97

Además de los comentarios de Tina Vasconcelos, Waldeen recibió críticas muy

halagadoras de sus obras, como el caso de Juba, que era “verdaderamente deliciosa en la

frescura agreste de sus ritmos”.98

Religioso fue una obra que en 1961 todavía era recordada

como ejemplo de danza religiosa “bien hecha”, así como por la “flotante cabellera,

semejante a llamarada” de Waldeen, su “impetuosidad apasionada” que “expresaba el

máximo de posibilidades religiosas del cuerpo humano”.99

Waldeen “arrebató” a la crítica mexicana, que señalaba constantemente la juventud

y belleza de la bailarina “flexible, armoniosa siempre, femeninamente elegante, dúctil,

comprensiva y expresiva”, cuyas danzas en todo momento “florecen arte, relampaguean

encanto”.100

Arturo Rigel destacó su “vigorosa y fina personalidad”, “su estilo, su aristocracia, su

potencialidad expresiva en todos y cada uno de sus pasos, actitudes y ademanes [que]

realzaron con perfiles luminosos [su] figura juvenil y esbelta”. Caracterizó su ejecución en

los términos de la danza absoluta, pues “deshumanizándose, la escultura palpitante pierde

sus características sexuales y tentadoras para volverse un elemento más en el conjunto de

sugerencias; sacrifica toda vanidad para integrarse en la música, en el ambiente y plasmar

con sus giros la estampa sonora de los arpegios”. Además Rigel le reconocía su amplia

cultura, pues ella matizaba “sus creaciones con la devoción apasionada que le inspiran sus

favoritos maestros inmortales: Beethoven, Bach, Mozart, César Franck […] y con el

refinamiento de su espíritu de selección, que pone en la danza su exquisita sensibilidad

femenina, su delicado temperamento de poetisa y su sólida cultura de crítica de arte”.101

96

Amendiola, en La Prensa, 4 de junio de 1934, cit. en Gerónimo Baquiero Fóster, “México y la danza

moderna”, en suplemento cultural de El Nacional, México, octubre de 1960, p. 13. 97

“Tercera función de Michio Ito y su Cuerpo de Ballet en el Hidalgo”, en Excélsior, México, 6 de junio de

1934. 98

Roberto Núñez y Domínguez, Cuarenta años del teatro en México, p. 372, cit. en Patricia Aulestia, La

danza premoderna, op. cit., p. 204. 99

Carmen G. de Tapia, “El teatro en acción. El Ballet de Bellas Artes”, en El Universal Gráfico, México, 16

de noviembre de 1961. 100

“Waldeen, armonía y expresión”, 12 de junio de 1934, cit. en Patricia Aulestia, La danza premoderna, op.

cit., p. 207. 101

Arturo Rigel, “Waldeen. Artista creadora”, en Revista de Revistas, México, 22 de julio de 1934, pp. 26-30.

107

La respuesta que Waldeen tuvo del público la llevó a crear, “como lírica dádiva”,

Impresiones mexicanas, constituida por dos obras con temas locales: Romanticismo (m.

Chucho Martínez) y Revolución (m. popular), que lograron, por “su delicado temperamento

de sacerdotisa del ritmo”, reflejar “el tono de suave melancolía y de dramáticos impulsos de

los temas que le sugirió el paisaje de estas latitudes”.102

Según Armando de Maria, “la

exquisita bailarina Waldeen” recorrió “sitios pintorescos de México casi reservados al

turismo artístico”, y creó una danza que “quiso tener, y en parte lo tuvo, el dramático

ambiente de los campamentos revolucionarios”.103

Ambas obras se estrenaron en la

despedida de la compañía de Michio Ito el 29 de julio en el Teatro Hidalgo.104

Cuando la compañía regresó a Estados Unidos, Waldeen y Josef permanecieron en

México. Dos años más tarde, en 1936, Waldeen dijo que trabajar en este país había sido una

experiencia vital porque el arte les era esencial a los mexicanos y no una simple forma de

entretenimiento. El sentimiento religioso de sus obras había sido comprendido y

compartido amorosamente. Para ella, el arte y la vida en México constituían una unidad,

algo que debía aprender la sociedad estadounidense.105

Después de una estancia de seis

meses en México, Waldeen regresó a Estados Unidos.

1934 fue un año importante para las artes mexicanas; fue la fecha de inauguración

del “templo de las musas”, el Palacio de Bellas Artes (PBA), siendo presidente Abelardo L.

Rodríguez, secretario de Educación Pública Eduardo Vasconcelos y jefe del DBA Manuel

Castro Leal. El 30 de septiembre el presidente inauguró el PBA, con capacidad para dos mil

doscientos espectadores, cuya construcción se había iniciado en 1904 y el 11 de abril de

1934 la Secretaría de Hacienda y Crédito Público había entregado por decreto presidencial

al DBA.

“El público deambuló incrédulo por el interior del edificio, como un viaje de

alucinación y de ensueño”,106

y presenció La verdad sospechosa con la Compañía

102

Roberto el Diablo “La semana teatral: Waldeen”, en Revista de Revistas, México, 5 de agosto de 1934, pp.

24-25. 103

Armando de Maria y Campos, “Las danzas modernas de Dora Duby”, en Crónicas de teatro de Hoy, Ed.

Botas, México, 1941. 104

Nota de pie de la portada, Revista de Revistas. El semanario nacional, año XXIV, núm. 1263, México, 29

de julio de 1934. 105

Dorathie Bock Pierre, “A Dancer Emerges”, en The American Dance, Nueva York, noviembre de 1936, p.

9. 106

“El Palacio de Bellas Artes”, en Tiempo de México, 2a. época, núm. 10, SEP, octubre de 1932 a octubre de

1934, p. 4.

108

Dramática del PBA, dirigida por Alfredo Gómez de la Vega, con la actriz María Tereza

Montoya. Según Salvador Novo, “a partir de entonces, ya no podría alegarse que

careciésemos de uno de los mejores teatros del mundo, con telón singular de cristales cuya

iluminación se anuncia como un número especial en ciertos programas. Y ópera, ballet,

solistas y sinfónicas contaron en lo sucesivo con un alojamiento digno de su alcurnia, muy

propia de los grandes espectáculos”.107

La primera función de danza en ese recinto estuvo a cargo del Ballet de Montecarlo

del Coronel Vassili de Basil; las alumnas de la Escuela de Danza le expresaron su

inconformidad al secretario de Educación Pública por medio de una carta, en la que

afirmaban que debía ser la Escuela la que inaugurara el recinto.108

Esto no era posible, era demasiado pronto para llevar la danza mexicana al máximo

foro de la cultura oficial: no había alcanzado el desarrollo que se requería y además la

danza internacional, específicamente la de los ballets rusos, tenía un prestigio y una

aceptación enormes en México y el mundo. A pesar del discurso oficial, que enfatizaba la

importancia de la danza nacional, la compañía rusa se impuso.

El Ballet Ruso de Montecarlo actuó en el PBA en una temporada de once fechas,

que se inició el 2 de octubre; mostró su repertorio más celebrado por su calidad: Las

sílfides, coreografía de Michel Fokine, música de Federico Chopin, escenografía de

Alexandre Benois; Petrouchka, coreografía de Fokine, música de Igor Stravinski, libreto de

Benois y Stravinski, escenografía y vestuario de Benois; El bello Danubio, coreografía de

Leonide Massine, música de Strauss, escenografía de Vladimir Polunin, vestuario del

Conde Etienne de Beaumont; Cuentos rusos, coreografía de Massine, música de Anatole

Liadov, escenografía y vestuario de Mikhail Larionoff; Union Pacific, coreografía de

Massine, música de Nicolai Nabokof, libreto de Archibald Macleish, escenografía de Albert

Johnson, vestuario de Irene Sharaff; Príncipe Igor, coreografía de Fokine, música de

Alexander Borodine, escenografía y vestuario de Nicolás Roerich; Escuela de baile,

coreografía de Massine, música de Luigi Boccherini, escenografía y vestuario de E. de

Beaumont; Presagios, coreografía de Massine, música de Tchaikovski, escenografía y

vestuario de André Masson; El sombrero de tres picos, coreografía de Massine, música de

107

Salvador Novo, Nueva grandeza mexicana, UNAM, México, 1986, pp. 34-35. 108

Carta de las alumnas de la Escuela de Danza al licenciado Eduardo Vasconcelos, secretario de Educación

Pública, expediente de Hipólito Zybin, Cenidi Danza.

109

Manuel de Falla, libreto de Gregorio Martínez Sierra, escenografía y vestuario de Pablo

Picasso; Juguetería fantástica, coreografía de Massine, música de Gioacchino Rossini,

escenografía y vestuario de André Derain, y La playa, coreografía de Massine, música de

Jean Françaix, libreto de R. Kerdyk, escenografía y vestuario de Raoul Dufy.

Los créditos de la compañía eran: propietario, Coronel Vassili de Basil; director

artístico, René Blum; maestro de ballet y colaborador artístico, Leonide Massine; régisseur

general, Serge Grigorieff; artistas del ballet, Irina Baronova, Tatiana Riabouchinska,

Tamara Toumanova, Olga Mosorova, Nathalie Branitska, Vera Zorina, Marian Ladre,

Lubov Rostova, Tatiana Chamie, Tamara Grigorieva, Paul Patroff, Roman Jasinsky,

Leonide Massine, David Lichine, Jean Hoyer, Yurek Shabelevsky, Vania Psota, Serge

Ismailoff, Serge Lipatoff, Sono Osato, Roland Guerard, V. Valentinoff, María Chabelska,

Eugenia Delarova, Nina Stroganova, Nelidova, Obidenna, Leonidoff, Serova, Sidorenko,

Strakhova, Tamara Tchinarova, Volkova, Bousloff, Canonoff, Katcharoff, Lipkovska,

Alexandroff, Razoumova, Matouchevsky, Stepanova, D. Stepanoff, Davidoff e Ivanoff.

Directores de orquesta, Ernest Anserment, Efem Kurts y Antal Dorati.109

El Ballet de Montecarlo recibió todo tipo de elogios y cronistas publicaron

numerosos escritos sobre sus obras e integrantes. Armando de Maria afirmó que los ballets

rusos significaban “la realidad de una renovación triunfante y el prestigio de una estética

propia, inconfundible y magnífica”; la compañía seguía por el camino marcado por

Diaghilev y continuaba de la mano de V. de Basil, director de la Ópera Rusa, en París, y

René Blum, director del Teatro de Montecarlo. Sobre las obras escribió:

Con tres ballets, entre los que median distancias coreográficas, debutó en el Teatro del

PBA. El primero, Sílfides, música de Chopin, coreografía de Fokine y decorado –¡ay, qué

estropeado por el tiempo!– del príncipe Schervachidze; según Cörot, es el que con el

nombre de Chopiniana puso en el Arbeu Anna Pavlova, y fue puente entre el modo

antiguo, la tradición clásica, de evocación indispensable para comprender el valor de

Petrouchka de Igor Stravinski, coreografía de Fokine, cenit de los ballets russes. No fue

presentado en México con el decorado de Alexandre Benois con que se estrenó en

Montecarlo, aunque sí muy bello, sobre todo los dos „interiores‟. Rindió definitivamente al

público el bellamente conmovedor ballet cuyos principales personajes son los clásicos

marionetas de la commedietta italiana, gratos a Voltaire y a Benavente, sólo que ahora

representados por una Bailarina, un Moro y Petrouchka, monigotes que el Viejo Charlatán

cree de trapos y serrín, y que tienen un alma que sufre y ama. El arte genial de Stravinski,

109

50 años de danza en el Palacio de Bellas Artes, vol. 2, INBA-SEP, México, 1986, pp. 299-300.

110

maravillosamente resuelto por la batuta de Auserment, nos relata, para los ojos y los oídos

y el corazón, una feria carnavalesca a orillas del Neva: ruidos, disonancias, temas

populares, el amor de Petrouchka por la Bailarina que lo lleva a la locura; los celos del

Moro, que lo llevan al asesinato; el pavor del Charlatán al comprobar que sus muñecos

tienen vida. ¡Un espectáculo de encanto y maravilla!

Leonide Massine, el heredero de Nijinski, se impuso desde luego como formidable

bailarín y sorprendente mimo. Todo el ballet de Stravinski es él y él es todo el ballet de

Alexandre Benois. Sus mejores momentos, el cuadro segundo –la locura– y las piruetas de

su espectro, al final. Cautivó plenamente Tatiana Riabouchinska –¡dieciséis años floridos!–

gran bailarina ya, maravilla de hechizo juvenil, en la Bailarina, y satisfizo también David

Lichine en el Moro. El movimiento de los conjuntos, numerosísimos, en la Feria, lleno de

vida y color. El público ovacionó largamente al conductor Anserment, a Riabouchiuska,

Massine, Lichine, Ládre, Rostova, Hoyer y Valentinoff.

Música de Strauss. Vals, mazurca, cuadrillas. Un episodio cómico de la placentera

vida romántica de mediados del siglo XIX. Húsares, señoritas, titiriteros, aventura ingenua,

noviazgo fácil. El bello Danubio. Un ballet amable, sobre un fondo pintado por Vladimir

Polunin, según Constantino Guys, con trajes del Conde Etienne de Beaumont. ¿Viena?

¿Berlín? Nada más una fecha: 1860. Se vio y escuchó con agrado, y se aplaudió mucho,

con justicia, una mazurca que bailaron Tatiana Riabouchinska y Massine. También oyeron

el tableteo de las palmas Irina Baronova, Tamara Tchinarova, Yurek Shabelevsky y Jean

Hoyer.

En los tres ballets de presentación, tan diferentes, acaso tan distantes, se explica el

credo de Fokine: „La música no es el simple acompañamiento de un paso rítmico, sino una

de las partes de la misma danza; la calidad de la inspiración coreográfica viene determinada

por la calidad de la música‟.

¡Oh, Stravinski!110

Por su parte, Roberto el Diablo festejó que luego del “largo periodo de penuria de bellos

espectáculos que hemos padecido en los últimos años”, la compañía fuera un “reparador

oasis”:

Nuestros espíritus sitibundos de altas emociones estéticas, han podido al fin mitigar su

contenida sed abrevando en los veneros de auténtico arte que le ofrenda pródigamente la

alada tropa moscovita. Ha vuelto la metrópoli a embriagarse de ritmo y de luces, al

disfrutar de su diversión favorita, con el mismo férvido entusiasmo que hace quince años,

cuando la inmortal Ana le hiciera la dádiva de sus danzas insignes.

De mí sé decir que son estas supremas manifestaciones de la coreografía, lo que más

plenamente me inunda de sutiles deleites. Contemplando cómo el cuerpo humano pugna

por desasirse de la vil materialidad, para tornarse ingrávido en el vuelo del baile, se puebla

sin querer la fantasía de las más ensoñadas visiones. Eso y no otra cosa son las mujeres del

ballet. Como ningunas otras artistas teatrales, las bailarinas se ofrecen a nuestra extática

admiración, arropada la ondulante silueta en una inconsútil túnica ilusoria. Comparad,

110

Armando Demaria, “Teatros. Ballet de Monte-Carlo”, en Todo, México, 9 de octubre de 1934.

111

mentalmente, el recuerdo que os queda de la actriz o de una cantante con el que proyecta el

de una danzarina, y veréis qué enorme diferencia existe entre uno y otro.

De las primeras se conserva el detalle corpóreo: el fulgurar de los ojos, la turgencia

del busto. De las últimas, en cambio, vuestra memoria sólo retiene los vagos contornos de

la linda silueta femenina. Y es que en el vértigo eurítmico del baile se tornan inmateriales y,

por ello, al evocarlas después de haberlas visto cruzar undívagas y etéreas por la escena,

más que sus cuerpos paganamente desnudos, fingimos ver fúlgidas sombras, perfiles

irreales, cual si surgieran en un fantasmagórico desfile.

Por ese ambiente de idealidad que enmarca al Ballet y a sus intérpretes, siempre lo

he disputado como el espectáculo estético por antonomasia y he gozado a su lírico ensalmo

de las más exquisitas complacencias. […]

De ese cuadrilátero artístico que encabeza la disciplinada troupe coreográfica que

nos visita, se destaca el bailarín Leonide Massine, por el dominio que le ha dado su larga

experiencia en los tablados, aunando además una prestancia personal en que la elegancia y

la simpatía se armonizan gratamente. De las primeras bailarinas, Irina Baronova, Tatiana

Riabouchinska y Tamara Toumanova, tal vez sea esta última la que por su elasticidad y

ligereza en sus giros y escorzos se lleve la palma entre sus compañeras.

De los seis ballets que hemos admirado, ni qué decir que ha sido la Petrouchka del

gran Stravinski la que más ha gustado y por ello no querríamos que esta compañía se

marchara sin hacernos la dádiva de la tan famosa Consagración de la primavera. Con

Petrouchka nos asomamos por fin a ese mundo de la ficción coreográfica en que la alegoría

asume sus más altos relieves. La farsa de las marionetas se sublimiza en un tan sutil como

profundo simbolismo, que nuestro sensorio vibra en el más alto diapasón emotivo. Por el

influjo único del arte sentimos como propias las desgarraduras amorosas que en su alma de

cartón sufre el desventurado muñeco.

En otro orden estético, el ballet con música de Strauss logra también saturar con

efluvios de poesía el corazón de los espectadores. El viejo vals vienés no pierde su

romántico encanto y, como los danzarines lo matizan con la debida espiritualidad en los

diversos cuadros de que consta, el éxito más lisonjero corona su labor interpretativa.

Por su intenso colorido folclórico, los bailables de El príncipe Igor agradaron a la

concurrencia, lo mismo que ese poema de infantil candor que es el ballet titulado Cuentos

rusos.111

El interés por los bailarines llevó a varios cronistas a hacer entrevistas con los más

importantes, como la que De Maria tuvo con Massine, en la cual éste se mostró “todo

sencillez y sinceridad”. El bailarín habló de su formación dancística, su trabajo en varias

compañías, sus ideas artísticas e incluso políticas, y sobre su estancia y planes en México.

Mencionó que los “pasos de coreografía mexicana” (“jarabe, sandunga y huapango”) de su

obra Union Pacific los aprendió de “un buen bailarín mexicano residente en Nueva York”;

criticó a los músicos mexicanos, pues dijo que su “cultura musical” era “anticuada. Se

detiene en Debussy”; afirmó que la danza alemana de ese momento (con obras como La

111

Roberto El Diablo, “La semana teatral”, en Revista de Revistas, México, 14 de octubre de 1934.

112

mesa verde de Kurt Jooss y la escuela de Mary Wigman) estaba a la cabeza en el mundo,

pues “todo lo han renovado siguiendo una escuela naturalista. Nada podemos enseñarles los

de fuera. Nuestras „novedades‟ se bailaron en Alemania hace diez años”. Opinó que al

ballet se le abrían “enormes horizontes” por las diversas propuestas que había, como el

“baile acrobático: el bailarín en competencia con la máquina”; se dijo en contra del uso

“educativo” que en Rusia se hacía del ballet, lo que “ayuda al espectáculo, que como

vehículo de propaganda tiene que ser estúpidamente sencillo para que lo comprenda el

pueblo”. Su impresión del público mexicano fue que era poco conocedor:

No dudo que ha tenido oportunidad de aplaudir grandes bailarines, solistas, pues de nuestra

actuación lo que más ha entusiasmado han sido algunas ejecuciones individuales. Todavía

no tiene ojo para los conjuntos. Estoy seguro de que si durante tres años viera ballets, las

cosas serían distintas, pues el mexicano tiene gran intuición artística. Para ver el ballet y

comprenderlo se requiere educación especial. Es fácil gustar de este espectáculo como

pudiera ser fácil gustar de la ejecución de Heifetz aunque no se comprendiera la obra de

Beethoven que interpretara. Sin embargo, el público ha gustado mucho de La escuela de

baile, lo cual es un buen síntoma.

Además, anunció que quizá trabajaría con Silvestre Revueltas, con quien había discutido

“las posibilidades de un gran ballet mexicano. La música, la tradición, los tipos regionales,

todo, en una palabra, facilita la creación de cosas muy hermosas”.112

Una de las integrantes de la compañía que recibió más atención fue Tamara

Toumanova, a quien Jorge Piño Sandoval entrevistó. En su escrito es posible apreciar el

interés que surgió por la compañía, su vida cotidiana y las ballerinas.113

de los últimos programas del Ballet de Monte Carlo, Roberto el Diablo destacó

Escuela de baile, Presagios, La juguetería fantástica y El sombrero de tres picos “por su

eurrítimica plasticidad y su fulgurante colorido”. En cambio,

La playa, único en el que las artistas se despojaron de las clásicas mallas, mostrando la

blanca esbeltez de sus cuerpos desnudos, no logró entusiasmar por la carencia de amables

melodías de la música que lo inspiró.

No olvidaremos la versión coreográfica de la obra de De Falla que nos ofrendaron

estas armoniosas huestes de Montecarlo. Intérpretes, decorados y partitura se adunan en

112

Armando Demaria, “El gran Massine nos habla del ballet y la música”, en Todo, México, 23 de octubre de

1934. 113

Jorge Piño Sandoval, “Las bailarinas del Monte Carlo en la intimidad”, en Todo, México, 16 de octubre de

1934.

113

magnífico triunvirato para hacer de El sombrero de tres picos una visión de indelebles

perfiles. La triple estilización del paisaje, los bailes y los ritmos españoles, está lograda de

mano maestra y basta una sobria decoración de Picasso para darnos la vívida sensación del

ambiente, como los motivos básicos de los bailables, para que la evocación y el sabor del

solar hispano se haga realidad ante nuestros ojos. La farruca bailada por Massine es una

verdadera creación que, naturalmente, fue premiada por la concurrencia con estruendosos

aplausos.

En Presagios, en que el genio musical de Tchaikovski nos estruja con su vibrante

patetismo, triunfaron Irina Baronova y David Lichine, lo mismo que en la deliciosa

Juguetería fantástica Vera Zorina y Tamara Toumanova en la Tarantela y el Can-can,

respectivamente.

Lleven buen viaje estos itinerantes mensajeros de Terpsícore, que tantos y hondos

deleites nos depararon.

Y ojalá que su paso por nuestro medio artístico marque una huella perdurable,

promoviendo la creación de un auténtico Ballet Mexicano, ya que nuestro país tiene, como

pocos, un caudal de danzas autóctonas, que van de la simple pantomima a las hieráticas y

guerreras, siendo tal la riqueza de sus motivos rítmicos que, estilizados de acuerdo con las

sugerencias coreográficas que nos deja la Compañía Rusa, bien puede intentarse algo que

triunfaría en el mundo por su exótico pintoresquismo.114

Al famoso ballet ruso le siguió la danza española y flamenca, de gran arraigo en el público

mexicano en los años treinta. Su primera presentación en el PBA se debió a la figura

preponderante de ese género, Antonia Mercé “La Argentina”, quien actuó los días 3, 4, 6, 8,

10, 11 y 13 de noviembre de 1934 con el pianista Luis Galve. Bailó Danza no. 12 (m.

Enrique Granados); La andaluza sentimental (m. Joaquín Turina); La vida breve (m.

Manuel de Falla); Rondena (m. Isaac Albéniz); Seguidillas; Tango flamenco (m.

Ballesteros-Romero); Lagarterana (m. J. Guerrero); Canción de cuna; Córdoba (m.

Albéniz); Jota aragonesa (m. De Falla); Rapsodia vasca (m. J. M. Usandizaga); Cuba (m.

Albéniz); Danza V (m. Granados); Jota valenciana (m. Granados); La corrida (m. J.

Valverde); Evocación (m. Albéniz); Danza de gitana (m. Rodolfo Halffter); Danza del

terror (m. De Falla); Arrieros por la carretera de Sevilla (m. Manuel Infante); Puerta de

tierra (m. Albéniz); Dolor (m. P. Donostia); Goyescas (m. Granados); Danza ibérica (m.

Joaquín Nin y Castellanos); Navarra (m. Albéniz); La cariñosa; Canción y danza (m. F.

Mompou); Serenata (m. J. Malats); Danza del miedo (m. De Falla); Andaluza (m. De

Falla); Oriental (m. Albéniz); Corpus de Sevilla (m. Albéniz); Canción del pastor joven

114

Roberto El Diablo, “La semana teatral”, en Revista de Revistas, México, 21 de octubre de 1934.

114

(m. Donostia); Danza de los ojos (m. Granados); Malagueña (m. Albéniz), y Danza del

fuego (m. De Falla).

El triunfo de la Argentinita fue festejado en la prensa, entre otros cronistas, por

Roberto el Diablo:

Y nos dejó embrujados los ojos y saudoso el corazón. Otra vez a recordarla y a desearla

como en las dos ocasiones anteriores en que se ausentó de nuestra vera. Feliz, dichosa

artista que por donde pasa deja una amable estela de añoranzas y de esperanzados anhelos

de tornar a contemplarla. Sólo los elegidos de la gloria alcanzan tan singular condición, al

transmutarse por prodigios del arte en vivientes símbolos de belleza.

¡Qué hondo y diáfano a la par deleite estético el que nos produjo esta vez su

quintaesenciada coreografía! Volvimos a embriagarnos, pero más sutilmente, con las

danzas de esta mágica sembradora de ritmos. Y es que ahora vino en la armoniosa plenitud

de su personalidad cimera. Sus bailes tienen, por lo mismo, esa serenidad olímpica que los

torna impecables y que hace que inunden el espíritu del espectador de un goce perfecto.

Sus giros, sus escorzos, sus actitudes, todo en ella tiene ya perfiles definitivos de

estatua que danzara. Siempre tuvo en los ademanes el secreto de una pose escultórica y en

la silueta toda los contornos de los mármoles cincelados, pero nunca sino hasta ahora había

logrado infundir a sus bailes esa palpitante euritmia que los hace tocar la linde de las

emociones inefables.

Maestra en la doble estilización de los arabescos que bordan sus pies y en los

arpegios que riman sus crótalos, ha logrado ya verdaderos alardes de virtuosismo, que le

permiten hasta prescindir del acompañamiento musical para plasmar creaciones como las

Seguidillas, en que el simple taconeo y el melódico repiquetear de las castañuelas bastan

para que el baile adquiera su total encanto rítmico. El isócrono vaivén de los brazos y la

dócil ondulación del talle complementan de modo admirable el cabal hechizo coreográfico.

Con cuánta razón el ilustre crítico francés André Levinson en su libro La danse

d’aujourd-hui, al catalogarla entre las más grandes sacerdotisas contemporáneas del arte de

Terpsícore, le rinde los máximos elogios por las transfiguraciones que ha conseguido,

depurando, a través de su temperamento exquisito, la geografía coreográfica de España. Y

hasta cuando saliéndose del acervo folklórico de la península, incursiona por campos

exóticos, como en la rumba cubana, realiza sublimaciones estupendas. ¡Con qué ponderada

gracia, con cuál delicado abandono, inhibe, apenas surgido, el ondulante sensualismo de la

danza tropical!

Volvieron esta vez a triunfar en el gusto del público, la Danza de Granados y las

Alegrías de Quinito Valverde. Y de las novedades que ofreció en su actual repertorio, se

llevaron la preferencia de los aplausos las dos aportaciones de Falla, con la música de la

ópera La vida breve, y del ballet El amor brujo, y la Lagarterana, de Guerrero, y el Tango

flamenco, de Ballesteros Romero, en el que los faralaes rojiblancos de su bata faraónica

cuelgan en el tablado como garbosos jirones del alma luminosa de Andalucía.115

115

Roberto El Diablo, “La semana teatral”, en Revista de Revistas, México, 18 de noviembre de 1934.

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Al principio de los años treinta se había dado el primer gran paso para la conformación de

la danza académica mexicana. El establecimiento de la Escuela de Danza, el impulso que

recibió de artistas e intelectuales, la orientación que Carlos Mérida le imprimió y el

desarrollo autónomo que iniciaba el campo dancístico de nuestro país dieron frutos en los

años posteriores. Por el momento habría un brusco cambio en la política oficial, que

interrumpiría, como en cada corte de gobierno, el proceso de la Escuela de Danza bajo la

dirección de Mérida.

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