BOUYER Eucaristía 11 - LA EDAD MEDIA - DESARROLLO Y DEFORMACION

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CAPITULO XI LA EDAD MEDIA DESARROLLO Y DEFORMACIN La exuberancia d formularios tardos y su adulteracin La nocin de edad media es extremadamente elÆstica. Recubre una sucesin de Øpocas muy variadas. AdemÆs, es tan difcil decir cuÆndo comienza este perodo como precisar la fecha en que termina. Desde el punto de vista que adoptamos aqu, podra decirse que las Iglesias que se volvieron nestorianas o monofisitas en el Oriente sirio, copto o armenio, entraron en la edad media en el momento mismo en que se separaron, tanto espiritual como materialmente, de la rbita bizantina. En la hora presente no se puede todava decir que hayan salido de ella. En Bizancio, por el contrario, si hay realmente una edad media, slo se puede desgajar verdadera mente de la antigüedad patrstica en la Øpoca de la cada de Cons tantinopla..., es decir, en el momento en que propendemos a dar por terminada la edad media en Occidente. En Roma misma se puede fijar el comienzo de la edad media inmediatamente despuØs de san Gregorio. Pero haca ya mucho tiempo que haba entrado en ella gran parte del mundo occidental. Se comprende, pues, que nosotros llamemos aqu edad media a todo lo que trata todava de conservar, sea como sea, la tradicin patrstica, comenzando ya a no comprenderla. Consiguientemente, la tradicin patrstica se prolonga en la edad media por una vege tacin parasitaria de prÆcticas y de frmulas, mÆs bien que por desarrollos coherentes. Y todava hay que afadir que Østos no se 337 Hauver, eucaritfa 22

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CAPITULO XI

LA EDAD MEDIA DESARROLLO Y DEFORMACIÓN

La exuberancia d formularios tardíos y su adulteración

La noción de edad media es extremadamente elÆstica. Recubreuna sucesión de Øpocas muy variadas. AdemÆs, es tan difícil decircuÆndo comienza este período como precisar la fecha en que termina.Desde el punto de vista que adoptamos aquí, podría decirse que lasIglesias que se volvieron nestorianas o monofisitas en el Orientesirio, copto o armenio, entraron en la edad media en el momentomismo en que se separaron, tanto espiritual como materialmente,de la órbita bizantina. En la hora presente no se puede todavíadecir que hayan salido de ella. En Bizancio, por el contrario, sihay realmente una edad media, sólo se puede desgajar verdaderamente de la antigüedad patrística en la Øpoca de la caída de Constantinopla..., es decir, en el momento en que propendemos a darpor terminada la edad media en Occidente. En Roma misma sepuede fijar el comienzo de la edad media inmediatamente despuØsde san Gregorio. Pero hacía ya mucho tiempo que había entradoen ella gran parte del mundo occidental.

Se comprende, pues, que nosotros llamemos aquí edad mediaa todo lo que trata todavía de conservar, sea como sea, la tradiciónpatrística, comenzando ya a no comprenderla. Consiguientemente,la tradición patrística se prolonga en la edad media por una vegetación parasitaria de prÆcticas y de fórmulas, mÆs bien que pordesarrollos coherentes. Y todavía hay que afíadir que Østos no se

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extinguen de un golpe. Y, sobre todo, cuando se piensa en particularen ci Occidente latino, no hay nunca que olvidar que la edad mediano va aquí seguida precisamente de un renacimiento œnico, sinoque mÆs bien estÆ atravesada por renacimientos sucesivos: en elsiglo ix, en los siglos xn-xiii en particular, teniendo ademÆsen cuenta que este œltimo no es menos importante que el que sobrevendrÆ en los siglos xv-xvi y parecerÆ solamente parecerÆ barrerla edad media.

Como aquí sólo estudiamos la oración eucarística, habremos dehablar en primer lugar de los œltimos desarrollos, que son deformaciones mÆs bien que desarrollos, que la eucaristía, en su sentidorestringido, pero primitivo, pudo entonces conocer. Luego pasaremosal problema del silencio del canon, silencio en que de una formamuy significativa cayó la eucaristía casi en todas partes desde elcomienzo del período en cuestión. Finalmente, llegaremos a todasnuestras nuevas creaciones que casi inmediatamente se propusieroncolmar este silencio. Primeramente se referirÆn a los fieles, o a lossimples clØrigos, que siguen la misa del sacerdote en lugar de tomarparte en la misa con Øl. Pero pronto, dado que el sacerdote, porla fuerza de las cosas, comenzó por ser un simple clØrigo, y primero un laico mÆs o menos piadoso, no lograrÆ ya entrar en elsilencio del canon, que se le supone reservado a Øl, sino arrastrandotoda la curiosa impedimenta de una piedad eucarística de reemplazo.En este momento, pese a esfuerzos esporÆdicos de renacimientoo de simple reacción, la oración eucarística no sobrevivirÆ ya sinocomo una momia venerable, respetuosamente embalsamada y conla protección de bandas o cintas. Entonces podrÆn sobrevenir reformadores, aunque sólo un poco mÆs impacientes que sus predecesores. CreerÆn que no hay mÆs que apartar con el pie esa viejareliquia para descubrir la eucaristía original. Pero tras este œltimogolpe no quedarÆ ya nada.

La Iglesia bizantina, como hemos dicho, despuØs de haber adoptado sucesivamente las liturgias de san Basilio y de san JuanCrisóstomo, se atuvo invariablemente a estos dos textos, eliminando poco a poco todos los que les habían hecho competencia.Aunque las generaciones sucesivas desarrollarían considerablementelas partes secundarias de la liturgia eucarística, no modificarían ya la

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Exuberancia de formularios tardíos

oración eucarística sino con variantes de poca importancia’. Laœnica excepción en este punto es particularmente entre *los eslavos,un recargo de la epiclesis que la redobló mediante la introducciónde una oración al Espíritu Santo, trasladada del oficio divino a laeucaristía8

Los armenios fueron casi tan conservadores en materia de oración eucarística, no obstante la riqueza de sus propias composicionesen general y el liberalismo de sus prØstamos tomados de otrastradiciones, desde la antigua tradición bizantina hasta las formasmedievales mÆs evolucionadas de la liturgia romana. DespuØs dehaber utilizado así a Santiago, a san Basilio y a san Juan Crisóstomo, se atuvieron a una sola oración eucarística, que atribuyena san Atanasio de Alejandría, pero que parece ser una refundiciónpropiamente armenia de san Basilio, o de Santiago, difícil defechar. Sin embargo, utilizaron tambiØn en el pasado versiones ensu lengua, de liturgias sirias o egipcias mÆs o menos tardías, comolas llamadas de san Ignacio o de san Gregorio Nacianceno por unaparte, y de san Cirilo por otra, así como una misteriosa liturgiade san Isaac Q se trata del obispo nestoriano Isaac de Nínive?,y otra liturgia mÆs o menos autóctona, atribuida a su gran misionero,Gregorio el iluminador’.

Esta reducci6n progresiva de la variedad de las oraciones eucarísticas a uno o algunos modelos relativamente antiguos no seprodujo en las otras Iglesias separadas de Bizancio, con la œnicaexcepción, en cierta medida, de la Iglesia de los nestorianos. Nosolamente la liturgia muy arcaica de Adday y de Man, que hanconservado en medio de un desarrollo tambiØn muy antiguo, sinotambiØn las otras dos oraciones litœrgicas que utilizan, atribuyØndolas respectivamente a Nestorio y a Teodoro de Mopsuesta, sonincontestablemente de una Øpoca muy antigua aparte algunas interpolaciones ‘.

1. cf. el texto del Codas Barbarini prcentado por BRtORTMAN y el texto modernoque le sigue en su edición. VØase a este propósito P.N, TsEssaEt..t, Las tres Liturgiassegœn los manuscritos atenienses en griego, Atenas 1935.

2. Cf. I.-H. DAUS.us, Les htu,’gias d’Orieut, París 1959, p. 77.3. Cf. 1. H.snsa,s, Institutiones Iiturgicoe, t. iii, parte segunda, p, 584s,. Cf. SAu.

GET, op. ele., p. 44.45.4. Ci. IlANssvss, op. oit., p. 622ss, y SM’,ncT, OIl. "it,, 9. 123121.

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Los jacobitas de Siria, por el contrario, aun conservando laanÆfora de Santiago, le han aæadido numerosas oraciones eucarísticas, gran nœmero de las cuales se han mantenido en uso tambiØnentre los maronitas. Brightman, a fines del siglo pasado, sefialaba 43formularios conocidos, de los cuales sólo 19 se han publicado en eloriginal siríaco, mientras que los otros son accesibles a travØs delas traducciones latinas de Renaudot y de Assemani. Seæalaba tambiØn otras 21 anÆforas conocidas, aunque no editadas. Basta con daruna ojeada a las indicaciones mÆs recientes de Hanssens paracomprobar hasta quØ punto han aumentado estas cifras en mediosiglo, sin que hayan cesado todavia los nuevos descubrimientos .

Algo semejante se puede decir de los coptos de Egipto. Laantigua Iglesia de Egipto utilizaba, fuera de la liturgia de sanMarcos, mÆs o menos influida en sus formas evolucionadas por lasliturgias sirias, una forma arcaica de la liturgia de san Basilio, y

una anÆfora atribuida a san Gregorio Nacianceno, que es en todocaso una anÆfora siria llevada al desierto de Escete por monjesde esta nacionalidad. Los documentos coptos incluyen versiones deestas tres anÆforas atribuyendo generalmente la de san Marcosa san Cirilo, que nos permiten con frecuencia remontarnos a unestado de los textos griegos mÆs antiguo que el que nos es accesibledirectamente. Pero encierran una multitud de otras oraciones eucaristicas posteriores, como, por ejemplo, la serie de anÆforas publicadas recientemente por dom Emmanuel Lanne 6

Los etíopes por su parte, aun tomando su fondo antiguo de loscoptos y algunas otras anÆforas de los sirios y hasta de tos armenios, no descuidaron afiadir composiciones de su propia cosecha.Tales son la anÆfora de nuestro Seæor, o la de nuestra Seæora, asícomo textos atribuidos a los «318 ortodoxos» los padres del Concilio de Nicea, a san Atanasio, a san Epifanio, etc. TambiØn entreellos se halla, con el nombre de anÆfora de los apóstoles, unacombinación de la eucaristía le Hipólito con el marco y elementoscomplementarios tomados de san Marcos-san Cirilo .

5. }iNssaNs. p. 596ss, y SAUGET, p. lilas y IGl.,,.,

6. H,.ssuis, p. 63Sss, y SAUOET, ¡5. 82S.4. cí. EMM,%NUEI. LM1Nr, Le gran! Rucho.oge ¿u ,notrnstve blanc, en PatroLogía oçientaU,, t. 28, fase. 2, 1955.

7. HANISEIS, p. 638ss, y SAUGET, ¡5. G4,.

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La cucari,tía de Yestorin

En Occidvntv, el canon romano, una vex que se impuso en todaspartes, no varió, excepto los prefacios. Istus, muy variados va en laØpoca patrística, enriquecidos todavía con aportaciones galicanaso mozÆrabes, no cesaron de proliferar a travØs de toda la edad media.

No nos es posible examinar aquí en detalle esta enorme literatura,de la cual sólo una parte se ha publicado. Nos contentaremos converificar algunos sondeos. ltstos nos revelarÆn pronto que aquí laoriginalidad no consiste va mÆs que en variaciones mÆs o menosfelices sobre tenias que ya conocemos, cuando tal originalidad no esnegativa. De hecho, lo que domina esta enorme producción es unatendencia general a enterrar bajo vegetaciones parÆsitas, si ya noa desintegrar los temas primitivos y fundamentales de la eucaristía.La tradición que aquí trata de prolongarse reconoce que ya no esduefla de sí misma sino muy imperfectamente. En los casos enque no se petrífica, sólo tiende a disolverse.

La estcaristía de Nestorio

La eucaristía que los nestorianos atribuyen a Nestorio fuealgœn tiempo considerada por Baunistarlc como la antigua liturgiaconstantinopolitana, de la que la de san Juan Crisóstomo no seríasino una forma abreviada. Scherniann se hizo cargo de lo inverosímil de esta hipótesis, y Engherdiiig o demostró tan claramenteque el mismo Baumstark, con tina elegancia poco corriente entrelos críticos, reconoció francamente su error Muy al contrario,el formulario atribuido a san Juan Crisóstomo, o quizÆ su viejoantecedente antioqueno, debió sufrir copiosas inyecciones escriturísticas y teológicas para dar el formulario llamado de Nestorio.y hasta hay que reconocer que entre estas afladiduras hay porlo ¡llenos un fragmento que difícilmente parece poderse atribuira un redactor del siglo y.

Veamos primero toda la parte de la oración que va hasta laspa]abras de la instrucción inclusive:

8. BAu,sTAn, Liti,rpie roi,tjuirØe, p. 60.61.

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Seæor, fuerte, tœ que eres eterno, Dios Padre todopoderoso, que eressiempre lo que eres, es digno, conveniente y justo que te alabemos, quete confesemos, que te adoremos, que te ensalcemos siempre y en todo tiempo. Tœ eres, en efecto, el Dios verdadero, incomprensible, infinito, inexplicable, invisible, simple, no perceptible por los sentidos, inmortal, sublimey por encima del pensamiento y de la inteligencia de todas las criaturas, tœque estÆs en todo lugar y no cabes en ningœn lugar, tœ, y tu Hijo œnico, y tu Espíritu Santo. Tœ mismo, Seæor, danos la palabra para queabramos la boca en tu presencia y te ofrezcamos, con corazón contrito yespíritu humillado, los frutos espirituales de nuestros labios [nuestrolculto racional: tœ eres, en efecto, nuestro Dios y el Padre de nuestroSeæor y salvador Jesucristo, nuestra esperanza, en quien fueron escondidostodos los tesoros de sabiduria y de la ciencia, y por quien nosotros recibimos el conocimiento del Espíritu Santo, el Espíritu de verdad que procedede ti, ¡ oh Padre!, y es de la naturaleza oculta de la divinidad. Por Øl todaslas naturalezas racionales, visibles o invisibles, son fortalecidas, santificadasy perfeccionadas. Y a ti, a tu Hijo œnico, y a tu Espíritu Santo, ofrecencii todo tiempo alabanzas perpetuas, porque todas son obra tuya. Porque tœnos produjiste y ordenaste ‘le la nada a la existencia. Nosotros pecarnosy caímos; mientras nosotros perecíamos en nuestra decadencia tœ nos renovaste, levantaste y rescataste, tœ no cejaste basta visitarnos a todos en tugran solicitud, a fin de hacernos subir al cielo y de darnos por tu misericordía tu reino venidero, Y por todos estos beneficios para con nosotros tedamos gracias en verdad, Dios Padre, así como a tu Hijo œnico y a tuEspíritu vivo y santo, y te adoramos por todos estos frneficios que noshas otorgado, por los que conocemos y por los que ignoramos, por losmanifiestos y por los ocultos. Te damos gracias tambiØn por este ministerio,suplicÆndote lo recibas de nuestras manos: ¿ quiØn, en efecto, bastaría paranarrar los milagros de tu poder y para hacer oir todas tus alabanzas?Aunque todas las criaturas fueran una sola boca y una sola lengua, nobastarían, Seæor, para hablar de tu majestad. Porque delante de tu Trinidad,Seæor, estÆn mil millones y diez mil minadas de Ængeles: todos juntosvolando sin cesar y para siemprc, con voz alta y que no se calla alaban,exultan, gritando uno a otro, diciendo y respondiendo:

Santo, santo, santo, Seæor fuerte, de quien estÆn llenos los cielos y la tierra.Y col’ estas potencias celestiales tambiØn nosotros, Seæor bueno y

Dios misericordioso, gritamos y decimos: tœ eres verdaderamente santo,verdaderamente digno de ser glorificado, exaltado, sublime, tœ que a tusadoradores que estÆn en la tierra los hiciste dignos de ser asimilados alos que te glorifican en los cielos. Santo es tambiØn tu Hijo œnico, nuestroSeæor Jesucristo, con el Espíritu Santo [tu Hijo] que coexiste contigodesde toda la eternidad, como quien participa de la misma naturaleza, yautor de todas las craturas. Bendecimos, Seæor, el Dios Verbo, al Hijooculto, que procede de tu seno, que siendo semejante a ti e imagen de tu

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La e ICiL r istia de Nestorio

sustancia, no tuvo como una presa la igualdad contigo, sino que se anonadó a sí mismo y tomó la semejanza de esclavo, hombre perfecto dealma racional, inteligente e inmortal, y de cuerpo humano mortal, que Unjo

a si mismo y lo asoció en la gloria, poder y honor, siendo como era pasiblepor naturaleza, Øl que fue formado por la virtud del Espíritu Santo parala salvación de todos, hecho de una mujer, sometido a la ley, para rescatara los que estaban bajo la ley y vivificar a todos los que habían muerto enAdÆn; destruyó el pecado en su carne y destruyó la ley de los preceptospor sus preceptos; abrió los ojos de nuestros espíritus cegados y allanópara nosotros el camino de la salvación, y nos ilurninó con la luz del conocimiento divino. A los que le recibieron les dio, en efecto, el poder deser hijos de Dios; nos purificó e hizo la expiación por nosotros por elbautismo de agua santa, y nos santificó por su gracia en el don del Espíritu Santo. A los que fueron sepultados con Øl por el bautismo los resucitó,los levantó y los trasladó al cielo consigo, segœn su promesa. Y habiendoamado a los suyos en este mundo, los amó hasta el fin, y habiØndose ofrecidoen nuestro lugar a la pena debida por el pecado de nuestra raza, por la vidade todos se dio Øl mismo por todos a la muerte que reinaba sobre nosotros y a cuyo poder estÆbamos sujetos habiØudole sido vendidos por nuestros pecados, y por su sangre preciosa nos reseató y salvó, y descendió alos infiernos, y deshizo las ataduras de la muerte que nos devoraba. Perocomo era justo que no fuera retenido en los infiernos por la muerte elpríncipe de nuestra salvación, resucitó de entre los muertos al tercer día

‘ vino a ser las primicias de los que duermen, a fin de ser el primero entodas las cosas; y subió al cielo, y se sentó a la diestra de tu majestad, ohDios! Y nos dejó un memorial de nuestra salvación, este misterio quehunos ofrecido en tu presencia. Porque cuando llegó el tiempo en que erarut regado por la vida del mundo, despuØs de haber cenado, en la pascuade la ley de MoisØs, tomó pan en sus manos santas, inmaculadas y sin mancha, lo bendijo, lo partió, lo comió y dio de Øl a sus discípulos y dijo:Tomad, comed de Øl todos vosotros, esto es mi cuerpo, partido por vosotros para remisión de los petados. Asimismo mnezcló el cÆliz de vino y deagua, bebió de Øl, dio de Øl a sus discípulos y dijo: Bebed de Øl todosvosotros, esto es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada pormuchos para remisión de los pecados, y haced esto en memorial de míloe-la quc yo venga. Porque todas las veces que comiereis de este pan yl,ebiereis de este cÆliz, anunciarØis mi muerte hasta mi parusía. Así aquienquiera que se acerque, con verdadera f e, para participar, sØanle, Se-flor, para remisión de los pecados, para gran esperanza de la resurrecciónle los muertos, y para la vida nueva en el reino de los cielos’.

9. VØase, en la edición anglicana de Ourmia, 1890, Liturgia sanctorum Apostolorum,etcØtera, las pÆginas 4Oss, por lo que hace al texto siríaco. Traducción latina en RasAnonr. m. ti, y. ,27ss. ‘,tese la insistencia en el hecho de cine Jesœs mismo co,nió y hel,i.5de la cena ?. Cf. p. 275 y 341.

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Le edad media: desarrollo y deformación

Esta oración tiene sin duda alguna bellos rasgos, como el decomenzar Ja segunda parte de la acción de gracias glorificando a Diospor el hecho mismo de habernos permitido unirnos a la glorificaciónque le tributan los espíritus celestiales. Sin embargo, podemostambiØn hallar aquí como la raíz primera de los desarrollos subjetivos que habían de conducir a las apologías con las que el sacerdote,antes de desempaar su función proclamando los mirabilia Dei,mezclaría sœplicas y acciones de gracias por el tremendo favor depermitirle acercarse al altar. Pero sobre todo, el conjunto de estetexto, sí bien evoca evidentemente el otro gran ejemplo de anÆforateológica y bíblica debido a san Bisilio y del que tomó diferentesprØstamos, ciertamente no gana nada con la comparación. Podríadecirse de la eucaristía de Nestorio que hace el efecto de una anÆfon basiliana doblemente fallida. Aunque no es menos doctrinal nimenos escriturística, no llega a fundir las reminiscencias bíblicasen un todo orgÆnico ni a hacer que su teología se pliegue a la granlinea continua de la historia de la salvación. Las citas de los librossagrados no son sino un rosario de referencias, como en un mediocretratado escolÆstico. Ni podía menos de ser así, una vez que lamisma teología no era ya el desarrollo de una contemplación dela Palabra divina, sino una simple acumulación de digresionesescólares.

En la anamnesis vamos a descubrir las mismas debilidades,todavía aumentadas, si cabe. La anamnesis, como otras oracionesmÆs o menos tardías con que nos hemos encontrado ya, toma el sesgo de una confesión de fe en regla. Pero ademÆs, no logra todavíaresistir a la tentación, ya de acumular referencias, ya de perderseen digresiones igualmente ociosas, La intercesión que sigue, tambiØnprolija, es de mejor andadura.

TambiØn nosotros, Seæor Dios, Padre fuerte, conineínorainos esta disposición y la salvación que se efectuó para nosotros. Ante todo te creemosy te coníesamos, Dios, el Padre verdadero y el Hijo eterno, œnico dc [tuldivinidad, que procede de ti, unido contigo por su consustancialidad, sueconomia admirable que se hizo mediante nuestra humanidad y que nos fuedispensada para nuestra salvación; la cruz y la pasión, la muerte, la sepultura, la resurrecci,Sn al tercer día, la ascensión al cielo, la sesión a tudiestra y la segunda venida a nosotros en gloria, de nuestro Seæor Jesu

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La eucaristía de Nestorio

critu, en la que ha de juzgar a los vivos y a los muero’;, y dar a cadamio segœn sus obras. Confesamos tambiØn al Espíritu Santo, que es dela sustancia gloriosa de tu divinidad, que contigo y tu [1-lijol œnico seaadorado y glorificado; y te ofrecemos este sacrificio vivo, santo, aceptable,glorioso e incruento, por todas las criaturas; y por la Iglesia santa, apostólica y católica, de una extremidad a otra de la tierra, a fin de que tœla conserves en la tranquilidad y al abrigo de todo escÆndalo, y para queno haya en ella mancha, impureza, arruga ni cosa parecida. Tœ dijiste,en efecto, por tu Hijo œnico, nuestro Seæor Jesucristo, que las puertasdel infierno no prevalecerían jamÆs contra ella. Y por todos los obisposen todo lugar y en toda región, que anuncian la palabra ortodoxa de laverdadera f e. Y por todos los sacerdotes que desempeæan su sacerdocioen tu presencia, en la justicia y en la santidad de la verdad. Y por todos losdiÆconos que conservan el misterio de tu fe en tina conciencia pura. Y portodas las condiciones de tu pueblo piadoso y santo en todo lugar. Y por todos los que a sabiendas o cn la ignorancia pecaron y te ofendieron. Y portu siervo indigno y culpable al que por tu gracia hiciste digno de ofrecerdclante de ti esta oblación. Y por todos los que ilustran la santa Iglesia‘Mi obras de justicia de manera digna de elogio. Y por todos los que derrarna’, sus limosnas sobre los pobres. Y por todos los reyes fieles y porla estabilidad de su reinado. Y por todos los príncipes y poderes de estesiglo; te rogarnos, Seæor, y te suplicamos, conf irinalos en el temor, imprimeen ellos tu verdad y somØteles todas las naciones bÆrbaras. Invocamos,Seæor, tu divinidad, para que repelas las guerras a las extremidades dela tierra y disipes a as naciones que quieren la guerra, a fin de que moremos en la tranquilidad y en la serenidad, en toda templanza y temor de Dios.Y por los frutos de la tierra, la salubridad del aire, a fin de que bendigasla corona del aæo por tu gracia. Y por este lugar y por los que en Ølmoran, para que tengas piedad de ellos, los bendigas, los guardes y lo:;protcas con tu clemencia. Y por todos los que viajan, por mar o por los caion’;. Y por todos los que estan en cadenas, en angustia, en persecuciones,opresiones y turbación por causa de tu nombre. Y por todos los que estÆnel, el destierro, en tribulaciones y en cÆrceles, por los que son enviadosa islas lejana; y a un suplicio sin fin o estÆn sometidos a dura esclavitud.Y por todos nuestros hermanos cautivos; te suplicamos, Seæor, socorrasigualmente a todos los que se ven afligidos por dolores y enfermedadespenosas. Invocamos finalmente tu misericordia, Seæor, por tu gracia, portodos nuestros enemigos y por los que nos odian, y por todos los quepiensan algo malo contra nosotros; no por el juicio ni por la venganza,Seæor, Dios fuerte, sino por las misericordias y la salvación, y por laremisión de los pecados, pues tœ quieres que todos los hombres vivan yse conviertan para reconocer la verdad. Tœ, en efecto, nos prescribistepor tu Hijo muy amado, nuestro Seæor Jesucristo, orar por nuestros enemigo; y por los que nos dominan violenta e injustamente...

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Seæor Dios poderoso, te suplicamos bendiciØndote y adorÆndote en Lii

presencia: convierte a los extraviados, ilumina a los que estÆn en las tinieblas, conÆrma a los dØbiles, levanta a los caídos, sostØn a los que estÆnen pie, y todo lo que puede ser conveniente y œtil, procœralo a todos portus misericordias. Te rogamos y te suplicamos todavía, Seæor, que teacuerdes en esta oblación de los padres, de los patriarcas, de los profetas,de los apóstoles, de los mÆrtires, de los confesores, de los doctores, de los‘htsptis, de los diÆconos y de todos los que tienen participación en nuestroministerio y que han abandonado este siglo, y de todos nuestros hermanos‘ti C roto que partieron de este siglo en la verdadera fe, cuyos nombres teson conocidos; desatando y perdonÆndoles todos sus pecados, y tod aquelloen que te ofendieron, como a hombres expuestos al error y a las pasiones,por la oración y la intercesiØm de los que fueron hallados agradables a ti,Míranos y ten piedad de todos tus siervos y siervas, que se hallan antetu altnr. Haz que todos seamos dignos de tener parte en la herencia delis santos y en la luz, y sanos, en la abundancia de la caridad y en lapureza de los peIlant1entos, vivir delante de ti, en este siglo en que peregrinamos, en la posesión de un conocimiento preciso de la verdadera feen ti, y comulgando en tus misterios temerosos y santos, de modo que noseamos confundidos y condenados citando comparezcamos ante el tronoterrible de tu majestad. Y como en este siglo nos has hecho dignos delministerio de tus tremendos y santos misterios, otórganos en el siglo ve

nidero participar en el rostro descubierto en todos los bienes que no pasan

mii perecen, Cuando consumes lo que alcanaarnos aquí en figuras y enigmas,

poseamos allÆ al descubierto al santo de los santos en el cielo lO*

Omitimos una prolija apología del celebrante, que viene a inte

rrumpir, a lo largo de una pÆgina entera, la oración por la Iglesia.

Parece difícil atribuirla al texto primitivo, pese a su tendencia a las

digresiones. La epikiesis, que viene al final de la oración, segœn

el orden propio de las liturgias sirias orientales, aquí como en la

forma larga de la eucaristía de Adday y de Man, es introducida

por una reanudación del tema de la anamnesis, que, por el contrario,

en la liturgia de Teodoro se halla entera al comienzo de las inter

cesiones.

Nosotros, pues, Seæor, tus siervos inœtiles, dØbiles y flacos, que estÆ

bamos lejos de ti, pero que por la muchedumbre de tus bondades nos hiciste

dignos de comparecer y de desempeæar en tu presencia este ministerio

tremendo, glorioso y excelente, suplicamos a ni divinidad adorable y que

restaura todas las criaturas: ‘ettga, Seæor, la gracia del Espíritu Santo,

lo. RWA000T, op. cit., p. 6$Oss,

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Lii eucaristía de N estos-jo

permanezca y repose sobre esta oblación que heincss rsírceitli en tu presencia, santifíquela, y haga de ella, de este pan y de esta copa, el euerp.;y la sangre de nuestro Seæor Jesucristo, transfornsÆndolos y santificÆndolostœ mismo por la operación del Espíritu Santo, a fin de que la recepciónde estos santos misterios sea para todos los que participen de ellos [fuente de]vida* eterna y de resurrección de los muertos, de expiación de los cuerposy de las almas, de iluminación del conocimiento; de confianza ante ti yde la salvación eterna de la que nos hablaste por Je.ocristis nuestro Seæor, para que todos juntos seamos unidos en la unanimidad, por un mis-¡no vínculo de caridad y de paz, y seamos un solo cuerpo y un solo lIs-píritu, como hunos siclo llamados a una sola esperanza de nuestra vocación. Nadie lo coma ni beba para la condenación de su cuerpo y de sualma, ni redunde para Øl en enfermedad o flaqueza por causa de sus pecados, por haber comido de este pan y bebido de este cÆliz indignamente.Sea mÆs bien fortificado y confirmado para todo lo que te es agradable,de modo que seamos dignos de comulgar con buena conciencia en el cuerpoy sangre de tu Cristo. Cuando comparezcamos delante de ti, es ese tribunal tremendo y glurion , en presencia del trono de tu naj cst atl, obtengamosmisericordia y gracia, gocemos de los bienes futuros que mo pasarÆn nunca,con todos los que durante los siglos te han sido agradables, por la graciay las misericordias de tu Hijo œnico, con quien, Seæor, scan a ti gloria,honor, poder y exaltación, así como a tu Espíritu viviente, santo y santificador, ahora y siempre y por los siglos de los siglos".

Aquí tambiØn, como se ve, algunas ocurrencias felices estÆn desgraciadamente anegadas en disertaciones exhaustivas que cuadranmÆs con la cÆtedra profesional que con el altar. Esto no impidesubrayar en la epiclesis que cierra las intercesiones así como enla incoación de Østas a partir de la anamnesis, la profunda visióndoctrinal que pone a la Iglesia y su consumación, primero en lasantidad, luego en la unidad, al principio y al tØrmino de la sœplicaincluida en la eucaristía.

Hemos querido citar todavía íntegramente este texto, pese a sulongitud difícil de soportar, o mÆs bien a causa de ella. Aquí seve, en efecto, cómo la eucaristía, desde finales del período patrístico, tiende a hincharse en una retórica, que en un principio es meramente pedante, pero que no tardarÆ en degenerar en palabreríadevota.

11. Rnrunor, op. cit., p. 633sm.

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Sin embargo, en medio de esta literatura patrística tardía podemos hallar ejemplos mÆs logrados de una nueva expresión de lostemas de siempre. El mejor es quizÆ el de la eucaristía armenia,bajo la forma que había de prevalecer y que sus libros atribuyensin sombra de verosimilitud a san Atanasio de Alejandría. Yahemos dicho que la liturgia armenia es una de las mÆs eclØcticas ensus fuentes, y, sin embargo, una tambiØn de las mÆs creadoras depiezas o de detalles rituales originales. Pero ademÆs posee el raroprivilegio de sintetizar todo esto en conjuntos orgÆnicos quemantienen en la profusión mÆs oriental una bella fastuosidad,aunque siempre ordenada. La emoción piadosa puede llegar aquía su colmo sin que se vea nunca turbado el sentimiento de losagrado. Bastaría muy poco para que esta liturgia superbizantinacayera en lo teatral y en lo patØtico, pero un sentido estØtico y

religioso, que nunca falta, la preserva siempre de este peligro. Estoscaracteres no son en ninguna parte mÆs evidentes que en la œltimade las antiguas oraciones eucarísticas que citaremos íntegramente.

Generalmente se considera una refundición de la anÆfora basiliana, pero, pese a analogías con este texto, nos parece que siguemÆs bien el desarrollo de Santiago. Las intervenciones, por unaparte, de los fieles ahora reemplazados de hecho por el coro y,por otra, del diÆcono, que invadieron todas las liturgias orientales,no cesan prÆcticamente de interrumpir la oración del celebrante paraparafrasearla. Este comentario viene ya a recubrir su objeto. Pero esinteresante ver en esta liturgia el raro ejemplo de una evoluciónque supo, no obstante, detenerse justamente en el punto en queamenazaba romperse el equilibrio entre la tradición y la novedad

El sacerdote mismo dice:

La gracia, el amor y la virtud divina del Padre, del Hijo y 1c1 ItspírititSanto estØn con vosotros y con todos.

El coro: Y con tu espíritu.

12. 5egujmoa el texto dado en el O,4o divínue Míssae Arnienora,n publicado en

Rama en 1644. Traducciones latina y francesa en P. LF.aprx. en el lomo u de su

E.rpljcetion... des pri?res a cØrØ,nonies de le Messe p. 156ta de la reedici6n de 1843.

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E] diÆcono en lugar del sacerdote interviene inmediatamente:

¡ Las puertas ¡ Las puertas ¡ Con sensatez y atención! Levantad vuestrespíritus en temor de Dios.

El coro: Los tenemos levantados hacia ti, todopoderoso.El diÆcono: Dad gracias al Seæor con todo vuestro corazón.El coro: Es digno, justo y saludable [darle gracias], pues en todo lugar

es sacrificado este Cristo de Dios. l.os serafines se estremecen, los que-robines tiemhlan, y todos los poderes celestiales claman y dicen

Ahora el sacerdote, durante este œltimo responso dice en vozLaja todo e1 comienzo de la eucaristía

Verdaderamente es digno y justo gloriflearte con todo nuestro podertul róndote siempre, Padre todopoderoso, a ti lite rompiste la atadurade la maldición por tu Verbo inefable, creador contigo, que se forinó suIglesia de los pueblos que cree!] en ti, y que tuvo a bien habitar entre nosotros, por la humildad de nuestra naturaleza, segœn la economia que serealizó en la :irgem], y así hizo un cielo de la tierra, con una obra llueva,creación totalmente divina. Él, cuyo esplendor no podían soportar losejØrcitos celestiales, sobrecogidos de temor por la brillante e inaccesible luzde la divinidad, Øl mismo se hizo hombre por nuestra salvación y nospermitió unir nuestras voces a los coros celestiales...

Continœa en voz alta:

y osar unÆnjineininte, con los serafines y los querubines, clamar collsguridad, exclamar y decir : Santo, santo, santo, Seæor Dios de las potestades.

El coro canta entonces:

Santo, santo, santo, Seæor Dios de las potestades. Los cielos y la tierraestÆn llenos It tu gloria: bendición en los altos lugares. Bendito eres

que viniste y que vendrÆs en el nombre del Seæor. Hosanna en losaltos lugares.

Dejemos de lado por el momento este ejemplo típico, e]primero que encontramos, de un desarrollo tardío de los cantosdel coro, que abogan en el silencio un elemento fundamental de laoración eucarística pronunciada por el celebrante. Parece quetoparnos aquí con el primer origen, si ya no el œnico, de ese silen

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cio del Canon, que pronto vendrÆ a ser universal. Volveremos sobreesto. Notemos mÆs bien por ahora la introducción del tema de laIglesia, desde las primeras palabras de la eucaristía sacerdotal,despuØs de la mención de la oración y de la caída. Va a desarrollarsemagníficamente en la idea, presente igualmente en e! texto de Nestono, de la unión de la tierra al culto angØlico. Pero aquí no vemostodavía la menor tendencia a replegar por ello la eucaristía en subjetivismo alguno: se abre, por el contrario, a nosotros la visión mÆsobjetiva del misterio, viniendo a ser la tierra el cielo e integrÆndosela humanidad en los coros celestiales.

Una consecuencia curiosa de esta visión parece reflejarse en lafórmula del sanms. Mientras la antigua qedus’ah judía sólo hablabade la tierra, llena de la gloria de Dios, y los primeros sanctus cristianos por lo demÆs, inspirados, como hemos dicho, en los targumes le afiadían el cielo, en el sanctus armenio sólo queda el cielo.La bendición seguida, pero no precedida, del Hosanna se abre a suvez a la visión apocalíptica de aquel «que vino y que vendrÆ».

El sacerdote continœa en voz baja, mientras el coro canta estesanctus:

Santo, santo, santo, tœ eres verdaderamente santo: ¿quiØn podría pretender expresar con palabras las tiernas efusiones de tu inmensa bondadpara con nosotros?, ¡oh tœ!, que desde el comienzo, levantando de tantasmaneras al hombre caído, lo consolaste por medio de los profetas, con eldon de la ley, con un sacerdocio en el que las víctimas of recidas eran figurativas, pero que, al final de los días, rasgando enteramente la cØdula lenuestras deudas, nos diste a tu Hijo œnico, para que pagara por nosotros,para que fuera nuestro rescate, para que fuera la víctima, el ungido, elcordero, el pan celestial, el sumo sacerdote y el sacrificio qin, aunquedistribuido siempre entre nosotros, no puede consuinirse, porque,dose hecho verdaderamente hombre, y habiendo tornado verdaderamentecarne por una unión sin confusión, de la divina y santa virgen María, pasóen los días de su carne por todas las pasiones de la vida humana sin pecad! y,para salvar al inundo y por nuestra salvación, st entregó voluntariamentea la cruz.

Tomando el pan en sus manos santas, divinas, inmortales, inmaculadasy creadoras, lo bendijo, dio gracias, lo partió y lo dio a sus dirípnlolegidos y santos, mientras estaban a la mesa con Øl, dkiendo:

¡U diÆcono interrumpe: i Bendice, Sefior!

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El sacerdote prosigue en voz alta:

Tomad, comed de Øl todos esto es «ii cuerpo que es distribuido porvosotros para expiación de los pecados.

El diÆcono: AmØn. j Bendice, Seæor!

Hl sacerdote, de nuevo en voz baja:

Asimismo, tomando el cÆliz, lo bendijo, dio gracias, bebió de Øl y lo diia sus discípulos elegidos y santos, mientras estaban a la mesa cori Øl,diciendo lo que sigue, en voz alta: Tomad, bebed de Øl todos, esto es misangre de la nueva alianza, que es derramada por vosotros y por muchospara expiación y remisión de los pecados.

El diÆcono aæade un doble amØn, y el coro canta:

Padre celestial, qtie entregaste por nosotros a la muerte tu Hijo cargadocon nuestras deudas, te suplicamos, por la efusión de su sangre, tengaspiedad de tu grey racional.

Nótese la analogía con la anÆfora de San Basilio en la circunstancia de que una letanía de expresiones bíblicas que definen elpapel redentor de Cristo se halla centrada en un texto paulinocapital pero que aquí es Col 2, como en Santiago, el que evoca lacØdula de nuestros pecados clavada en la cruz. Pero todo ha sidoahora unificado en una visión de la redención específicamente sacerdotal, aunque a las imÆgenes sacrificiales se superpone sin cesarla imagen de la deuda pagada. Al mismo tiempo, toda la oraciónrespira una atmósfera muy particular de ardiente devoción próxima a Santiago, pero tambiØn de penitencia. Es un bello ejemplode lo que la antigua ascesis monÆstica reunía en el tØrmino de compunción a’r%v’tç. Es Øste un rasgo marcado de toda la tradición armenia. La mÆs amplia expresión de esto se halla en el bellolibro de oraciones de Grgorio de Narek, que ha seguido siendohasta nuestros días el manual favorito de la piedad popular entrelos armenios.

Veamos ahora la anamnesis, continuada en voz baja durante elcanto del coro. Sólo aquí se acabarÆ, como en la liturgia de Santiago,la acción de gracias por las altas gestas del Redentor. Como en

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Nestorio, estÆ muy desarrollada, aunque sin perderse jamÆs, comoØsta, en un comentario escolar.

Tu Hijo œnico, nuestro bienhechor nos prescribió que hiciØramos sienpre esto como memorial de ti, y descendiendo a la tierra de los muertossegœn la carne que tomó de nosotros, y rompiendo las puertas del infiernoen su poder, nos dio a conocer que tœ eres el œnico Dios verdadero, etDios de los vivos y de los muertos.

Nosotros, pues, Seæor, segœn esta prescripción, presentando aquí este sacrainento saludable del cuerpo y de la sangre de tu Hijo œnico, hacemos elmemorial de su pasión salvadora por nosotros, de su crucifixión vivi

ficadora, de su sepultura durante tres días, de su bienaventurada resurrección,de su divina ascensión, de su sesión a tu diestra, ¡ oh Padre!; confesamossu segundo advenimiento temible y glorioso.

El diÆcono: ¡ Bendice, Seæor!

El sacerdote continœa en voz alta la rœbrica armenia aæade:«derramando lÆgrimas»:

Te ofrecemos lo que es tuyo de lo que es tuyo, por todo y por todos.

El coro interviene inmediatamente:

Tœ eres bendito en todas las cosas, Sefior: te bendecimos, te alabamos,te damos gracias, te suplicamos, Seæor, Dios nuestro.

Durante este canto inserta el sacerdote una apología sacerdotalanÆloga a la que se halla en Nestorio, pero mÆs breve y quehace cuerpo con el resto de *la oración:

Con razón, Seæor, Seæor Dios nuestro, te alabamos y te tributamo:;continuas acciones de gracias a ti, que sin tener en cuenta nuestra nidignidad, nos estableciste ministros de este tremendo e inefable sacramento, nopor causa de nuestros mØritos, pues somos demasiado pobres y faltos detodo bien, mas recurriendo siempre a tu gran misericordia osamos ejercerel ministerio del cuerpo y de la sangre de nuestro Seæor y salvador Jesucristo, a quien convienen la gloria, el principado, el honor, ahora y siemprey por los siglos de los siglos.

El coro, por su parte:

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Hijo de Dios, que te inmolaste al Padre por nuestra reconciliación, yque eres distribuido entre nosotros como el pan de vida, por la efusión letu sangre te suplicamos, ten piedad de nosotros, de la grey que tœ rescataste.

Entretanto el sacerdote pasa a la epiclesis, siempre en voz baja:

¡ Oh Dios bienhechor!, te adoramos, te suplicamos y te rogamos; envíasobre nosotros y sobre estos dones presentados, tu Espíritu Santo coexistente y coeterno, a fin de hacer por Øl de este pan bendecido el cuerpo denuestro Seæor y Salvador Jesucristo el diÆcono dice: AmØn y de estecÆliz bendecido la sangre de nuestro Seæor y salvador Jesucristo nucoamØn del diÆcono, a fin de que por Øl, de este pan y de este vino bendecidoshagas el verdadero cuerpo en su propia carne, y la sangre realmente denuestro Seæor y salvador Jesucristo, cambiÆndolos por tu Espíritu Santo,a fin de que s1e Jesucristo] sea para todos los que se le acerquen, nopara su condenación, sino para propiciación y remisión de los pecados ifltirnoamØn del didcorn,.

Sigue la intercesión, acompafiada sin cesar de moniciones diaconales y de cantos del coro, que nosotros omitiremos:

Por Øl otórganos la caridad, la constancia y la paz deseable al mundoentero, a la santa Iglesia y a todos los obispos ortodoxos, a los sacerdotes, a los diÆconos, a los reyes del mundo entero, a los príncipes, a lospueblos, a los viajeros, a los navegantes, a los cautivos, a los condenados,a los afligidos y a los que luchan contra los bÆrbaros. Por Øl otorga lasalubridad del aire, los frutos de la tierra, y tina pronta curación a losque sufren de males diversos.

Por Øl da el reposo a todos los que duermen en Cristo, a los santos padres, a los pontífices, a los apóstoles, a los profetas, a los mÆrtires, a losobispos, a los sacerdotes, a los diÆconos, y a todo el clero de su santa Iglesia, así como a todos los laicos, hombres y mujeres, que nos dejaron en la fecontinœa en voz alta, con los cuales te rogamos nos visites, Dios bienhechor.

De la Madre de Dios, la santa Virgen María, de’ Juan Bautista, deEsteban el protomÆrtir y de todos los santos sea hecha memoria en estesacrificio, te suplicamos...

De nuevo en voz baja, continœa:

AcuØrdate, Sefior, en tu piedad de bendecir a tu santa Iglesia católicay apostólica que tœ rescataste por la sangre preciosa de tu Hijo œnico y

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la liberaste por la santa cruz; otórgale una paz bien establecida; acuØrdate,Seæor, en tu piedad de bendecir a todos los obispos ortodoxos que en lasanta doctrina nos distribuyen la palabra de la verdad en voz alta y particularmente a nuestro archiprelado, el venerable patriarca de los armenios N.; consØrvalo largo tiempo en la sana doctrina.

Y continœa en voz baja:

AcuØrdate, Seæor, en tu piedad, de bendecir a este pueblo aquí presente,y a los que ofrecen este sacrificio y concØdelcs lo que les es necesario y œtil.

AcuØrdate, Seæor, y ten piedad de los que te ofrecen votos y llevaníruto en tu santa Iglesia y se acuerdan de los pobres con compasión, y

dales el cØntuplo, segœn la largueza de tu liberalidad, aquí y en el siglovenidero.

AcuØrdate, Seæor, en tu piedad, de ser propicio a las almas de losdifuntos y a aquella por la que te hemos ofrecido este sacrificio... E bIesel descanso, la luz y dales un puesto entre tus santos en tu reino celestial.y hazlos dignos de tu misericordia.

AcuØrdate, Seæor, ten piedad del alma de tu siervo.., segœn tu granmisericordia si estÆ en vida: libra de toda asechanza a su alma y asu cuerpo.

AcuØrdate, Seæor, de todos los que se han encomendado a nuestras oraciones, vivos y muertos; dirige segœn tu saludable beneplÆcito nuestrasoraciones y las suyas y otorga a todos la recompensa, no de bienes pasajeros y perecederos; purifica nuestros pensamientos, haznos templos dignosde recibir el cuerpo y la sangre de nuestro Seæor y Salvador J esucristí

en VOS a/ta, a quien contigo, Padre todopoderoso y con el Espíritu Santovivificante y liberador, conviene la gloria, el principado y el honor, ahoray siempre y por los siglos de los siglos. El coro: AmØn.

Desde el comienzo de la anamnesis se habrÆ observado el enlaceexplícito entre la presel1cia sobre el altar, de Cristo mismo, comoeterna víctima propiciatoria, y las intercesiones.

Esta oración eucarística puede considerarse como œnica por elequilibrio que snpo conservar en el puro diseæo de la eucaristíaantigua, aun introduciendo en ella una devoción a la humanidad delSalvador y una piedad penitencial ya medievales. Estos sentimientos,que serÆn preponderantes en el Occidente latino, no oscurecen todavía en modo alguno en este venerable texto, la visión gloriosade la redención realizada.

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A ndforas sirias tardíos y anÆforas etiópicas

Desde este punto de vista se podría comparar con este texto laeucaristía can a los monjes de Escete, que ellos atribuyen a SanGregorio Nacianceno, si no presentara el carÆcter absolutamenteinsólito de estar toda ella dirigida al Hijo. Baurnstark se inclinaba,sin embargo, a tomar en serio esta atribución, pues esta eucaristíaevoca innegablemente las fórmulas de las oraciones a Cristo, queabundan en los sermones y en los poemas de Gregorio. Nosotros,por nuestra parte, creeríamos que debió ser compuesta por algœn lector de su obra, penetrado de su piedad cristocØntrica y saturado delrecuerdo de sus expresiones.

Pero si pasamos, por ejemplo, a las anÆforas maronitas, auna la mÆs tradicional en su desarrollo, la llamada C/zanir, o anÆforade san Pedro, que utilizó elementos de Adday y de Man, quedamosdesconcertados ante la amplificación exuberante de todas las fórmulas, la sobreabundancia de las apologías que las interrumpen a cadainstante, y todo un tono de adjuración patØtica que nos trasladadecididamente a un mundo distinto del de la eucaristía tradicional ".

¿ QuØ decir de las anÆforas etiópicas, en las que llega a borrarsetoda continuidad del pensamiento en una sucesión de exclamacionesy digresiones casi ilimitada ‘?

La anÆfora de nuestro Seæor, despuØs de algunas palabras dirigidas al Padre, se vuelve al Hijo:

Te damos gracias, dice, Dios santo, fin de nuestras almas, dador denuestra vida, tesoro incorruptible, Padre de tu Hijo œnico nuestro salvador,que nos arsunció tu voluntad. Porque tœ quisiste que fuØramos salvados porti mismo, y nuestro corazón te da gracias con fervor, Seæor. Tœ eres elpoder del Padre, la gracia de las naciones, el conocimiento de la rectitud,la sabiduría de los extraviados, la curación de las almas, la grandeza de loshumildes. Tœ eres nuestro asilo, el escudo de los justos, la esperanza delo desterrados, el puerto tranquilo de los que se ven como agitados por el

13. La liturgia de san Gregorio Nacianceno se hallarÆ en el t. de RsNUDOT,

p. 9955. 5oJ,re la liturgia maronita, vØase MIGan. HAYEK, Litsrgie snaronite, Paría 1964,que da la traducción de numerosos textos CÆstor, p. 2SSss.

14. citaremos la liturgia de uuestro sefior y la de nuestra Seiora segœn las versiones inglesas de f.M. HAROEN, plicadaa en el «Journal of Oriental Seudies., 1917,p. 61,5, y 1919, p. 67ss. La primera se inspira visiblemente en el Testanentum Do,níni.

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mar, la luz de ios perfectos, el Hijo del Dios viviente. Irradia sobre nosotros por tu gracia inmutable el establecimiento y el consuelo de nuestraconfianza, la sabiduria y la eficacia de una fe indeclinable y de una esperanza inquebrantable. Otorga a nuestra humildad la inteligencia del Espíritu,para que te sirvamos siempre en pureza y rectitud, Seæor, y para quetodos los pueblos te alaben...

De aquí se vuelve al Padre hasta las palabras pronunciadas sobreel pan. Luego, bruscamente, vuelve a dirigirse la oración al Hijo,lo que hace que las palabras sobre la copa sólo se mencionen enestilo indirecto. La anamnesis misma sigue interpelando al Hijo,pero la epiclesis invoca al Padre. Luego, como en ciertas oracionessirias orientales, se presenta la oblación a toda la Trinidad antesde que el final de la oración vuelva al Padre. De un extremo a otro,la misma incoherencia que se ha observado desde el comienzo de laoración, es reforzada por estos continuos vaivenes.

Todavía serÆ mÆs extravagante la eucaristía de nuestra Seæora,en la que la mayor parte de la oración va dirigida, no a una personadivina, sino a la Virgen. AdemÆs de esto, el desorden del pensamiento ? es completo, con digresiones tan alejadas del tema, quee1 autor mismo acaba por exclamar con una ingenuidad que noslo hace mÆs simpÆtico que su peregrina composición: «Pero volvamos a lo que estaba diciendo...»

Veamos algunas muestras de esta curiosa pieza, con las queseguramente se contentarÆ el lector:

- LevantØmonos en temor de Dios para glorificar y celebrar a la quees llena de gracia, llena de alabanza, cxprcsando una salutación de gozoa la que es llena de gracia. MÆs grande es la majestad de lu aparienciaque la majestad de los querubines de mœltiples ojos y de lis serafinesde ocho ? alas...

Seguidamente vuelve la oración jl Hijo para declarar inefablesu concepción virginal, y se pasa al sanctus, concebido como alabanza al Hijo encamado.

Luego se vuelve de nuevo a la Virgen:

Oh Virgen!, oh fecunda, cuyo fruto comemos, fuente manante de la quebebemos! Oh pan que viene de ti !... Ob copa que deriva de sil... Y ahoraofreceremos nuestra alabanza a tu Hijo...

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Prefacio, «cornniuiiicaiites» y «hatic igitur»

Se vuelve, pues, al Hijo y luego, finalmente, al Padre, en unaacción de gracias por la encarnación redentora, que desembocarÆen el relato de la institución...

Hay que reconocer que todo esto no tiene pies ni cabeza, ytoda la eucaristía se ha como disuelto en un fÆrrago sentimental,en el que va no sobrenadan sino restos dispersos.

Perderíamos el tiempo acumulando ejemplos de este gØnero. Esevidente que en Oriente, al igual que en el Occidente galicano ymozÆrabe, la improvisación eucarística, sin cesar completamente deconocer Øxitos parciales, se perdió pronto en una exuberancia sinmedida, sumergida en una piadosa verbosidad.

¡‘refacio, «communicantes» y «hanc igitun,a travØs de tos sacramentos

En Occidente, la adopción del canon romano - que viepe a serpoco a poco universal entre los siglos ix y xi, desde *las decisionesde Carlomagno hasta la abolición prÆctica del rito mozÆrabe, al igualque en el Oriente bizantino la de las liturgias de san Basilio y desan Juan Crisóstomo - opondría un dique a esta delicuescenciade la oración eucarística. Pero esto no la protegería tan completamente, ya que el mismo canon romano admitía una cierta persistencia, ya de la improvisación, ya por lo menos de la variabilidad,en su prefacio. y, dado que, como hemos visto, todo el elementofundamental de acción de gracias por la creación y la redención seconcentrØ en fecha temprana en este prefacio, este mismo elementode base fue el que quedó expuesto a los azares de la inspiración.

Se pueden estimar los riesgos inevitables de esta maleabilidadasí preservada como tambiØn su posible fecundidad, desde los mÆsantiguos sacramentarios latinos.

No podemos entrar aquí en todos los problemas históricos queplantean estas compilaciones, por lo cual nos contentaremos conrecordar lo que hoy día parece establecido suficientemente encuanto a su origen y su formación ‘. Lo que se llama el Sacramen

15. Vhw, por ejet,iplo, A.G. Nl ART ¿MOR?, La Iglesia en ,,c,4u, Hercier, Bateelona ‘1967, p, 319ss el capítulo e, de ‘1. 2l AURICE DENIS-BOUI.ET.

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La edad media: desarrollo y deformación

tarjo Leoniano no es ciertamente el sacramentario de san León,como se imaginó durante algœn tiempo una vez que fue descubiertoen el siglo xvi LI en la biblioteca de Verona. Esta compilación mutilada lo que nos queda de ella comienza en el mes de abril pareceser un fragmento de una copia eclØctica de los libelli usados por lospapas a comienzos del siglo vn, hecha pan uso de un obispo desconocido. I3ourque, Capelle y Chavasse han creído poder distinguiren ella la presencia de un fascículo que se remontaría hasta Gelasio i 492-496 y de otro debido a Vigilio fines de la primera mitaddel siglo VI. Sin embargo, un cierto nœmero de piezas pueden, sino ser atribuidas con toda seguridad a san León mismo, por lomenos reflejar una influencia visible de su pensamiento y de suestilo. Esto puede decirse, por lo menos, de un cierto nœmerode misas del fascículo que debió de ser compilado por Gelasio 16

El sacramentario llamado Gelasiano antiguo, que conocemos porun manuscrito del Vaticano, que debió ser compilado en los alrededores de Paris a comienzos del siglo viii, pertenece todavía menosa Gelasio que el Leoniano a León ". Chavasse ha establecido que sufondo principal estÆ constituido por un sacramentario presbiteral,es decir, utilizado, no por el papa, sino por los sacerdotes de lostituli romanos de fines del siglo vii ‘.

Lo que se llama Øl Gelasiano del siglo vni es una síntesis entreeste Gelasiano antiguo, una recensión del Sacramentario Gregoriano, anterior cosa de medio siglo, y fuentes galicanas. Esta compilación debió de ser elaborada en Borgoæa, probablemente en laabadía de Flavigny. Sería la fuente de otros varios sacramentariosrecopilados en país franco hasta el siglo xi".

16. Cod. Rió!. Capit. ‘erres LXXXV [80]. Primera edición por E. BiaNcir INI,

Cedes Sacramcntoru,n vetus Romano. Ecctesioe, Rcana 1735. Otra edición de los bermanos IJALLERINI, venecia 1754, reproducida por TLuns en PL 65, col. 2iss. Edicionesmodernas de C.L. ITELTOE, Sacramentari,,ns Leo,,ia,isrn, Cambridge 1896, y de L.C. Mo,rtsapo, Sacramentarían, Veronense, Roma 1956.

17. Cod. Vas. Regin. 316. Publicado por primera vez por TOMISA5I en sus cadi-ces, eec-, en 1860. Otra edición, de MuR&Tosr, reproducida por MeoNa en PL 74. col.lQSSss. Ediciones modernas de HA. WILS0N, Tire Getasian Sacrameatary, Oxford 1894y de L.C. MoansaRo, Líber Sacra,nentar,,,n Romanee cc/asia., Roma 1960.

18. A. C,eavasse, Le Sacramento ir,, gØlasíen, Tournai 1958.19. ci. E. 13ousu; Stude sur ¡es sacrarnentaires romains, 1. rs: Les Testes re

nmníØs, Le gb/ocien di. VIII sibc!e, Quebec 1952, y A. C1rAvssa, Le Sacra,nentairegØlasien de. VIII. sude, en «Ephemerides Liturgicaes, vol. 73 1959, p. 249ss.

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Prefacio, «communicantes» y «hanc igitur»

El sacramentario llamado Gregoriano parece tener por baseuna colección compuesta por san Gregorio Magno para su uso personal. Pero el mÆs antiguo testigo que de Øl nos queda es el manuscrito conservado en Cambray, llamado el Hadrianum, que pareceser el que fue enviado a Carlomagno a petición suya. Refleja eluso papal contemporÆneo 20

Un manuscrito conservado en Padua, pero que debió ser copiadoen BØlgica en el siglo Ix, representa por su parte una adaptaciónal uso presbiteral romano, de la misma colección bÆsica, adaptación hecha sin duda posteriormente al aæo 65Q’.

No hay que olvidar ademÆs que todos los libros galicanos llegados hasta nosotros, excepto las misas de ilone, incluyen ciertamente buen nœmero de piezas romanas. En todas estas colecciones,que nos han conservado el fondo mÆs antiguo de piezas romanasque nos es accesible, se ve, pues, que estÆn ya mezcladas con piezasposteriores. En la edición que se prepararía para uso de las Galiasfrancas sobre la base del Hadrianuni, se aæadiría un copioso suplemento que contuviera la vigilia pascual, con elementos innegable-mente galicanos, como la bendición del cirio, y propios para losdomingos ordinarios ausentes del sacramentario papal. En estaœltima parte buen nœmero de oraciones fueron recogidas en otrascolecciones de origen romano, del gØnero del Gtiano o del Paduano Este Gregoriano enriquecido constituirÆ la base de lossacramentarios medievales, juntamente con el Gela.siano del siglo VIII,

cuya influencia persistirÆ.Entre las mÆs antiguas de estas compilaciones, el Leoniano

aunque mutilado se distingue por el nœmero de sus prefacios 267.Por lo demÆs, como los libros galicanos, todos estos libros

presentan, mÆs o menos, piezas de recambio, dejando al oficiantegran campo de elección. Así, el Leoniano tiene 8 misas para navidad,28 para san Pedro y san Pablo, etc...

El Geksiano antiguo es ya notablemente menos rico, puesto

20. Editado por II. LTETZMMJN, en Das Sacra,nentarium grcponanu,n, Munster de

Vestfalia 1921 el manuscrito estÆ en Cambray, 159.21. Biblioteca Capitolare, MS. D. 47. Editado por Lc. NiosiLsaso, Di. dlteste

erreichbare Cenete des Liber Sacramentorum. Munster de Westfalia 1927.

22. Este suplemento se atribuye generalmente a Alcuinti. Investigaciones recientes

parecen mostrar que se debe mÆs ien a san Benito de .Aniano.

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La edad media: desarrollo y deformación

que sólo contiene 54 prefacios. Pero las diferentes recensiones delGela4ano reciente elevan este nœmero hasta unos 200. El Hadríanum,en cambio, sólo comprende 14 prefacios. Pero el Paduano, por suparte, tiene 46.

El suplemento aæadido en la Galia franca al Hadrianum introducirÆ en Øl una mezcla de prefacios de origen tanto romano comogalicano,

Hacia fines del siglo x, el canonista Burchard de Wortns intentaría reducir a 9 los prefacios autorizados, alegando una decretalatribuida a Pelagio xi muerto en 590, pero que muy probablementehabía sido totalmente fabricada por Øl. Son los prefacios de navidad,de la epifanía, de cuaresma, de la cruz, de pascua, de la ascensión, de pentecostØs, de la Trinidad y de los apóstoles sin hablardel prefacio comœn, que todavía se hallan en el misal romanode hoy.

Todos provienen del Hadrianum, excepto el de la cruz queno aparece hasta el siglo ix, el de la Trinidad que figura ya enel Gelasiano reciente. El prefacio de la Virgen, tal como loutilizamos todavía, no hace su aparición hasta el siglo ix, peroproviene de la alaboración de una fórniula dei Gela.siano reciente

Sin embargo, la pseudodecretal de Pelagio no tendrÆ prÆcticamente efecto. El sacramentario de Saint-Amand siglo xx contiene 283prefacios; el de Chartres s. x, 220; el de Moissac s. xi, 342.Lo mismo sucede en Italia. El misal de Pío y volvería a los solosprefacios de Burchard, mÆs el de la Virgen. Pero a travØs de lospropios locales, no pocos prefacios mÆs o menos antiguos seabrirían de nuevo camino en la liturgia romana, sin hablar de lascomposiciones modernas suscitadas por el culto de san JosØ, delsagrado Corazón o de Cristo rey. El Misal ambrosiano, por suparte, contiene todavía hoy un prefacio distinto para cada misa ‘.

La reacción de Bvrchard, y mÆs tarde la de los reformadorestridentinos, se explican, sin embargo, muy bien. Hay que reconocerlo. Porque ya muy temprano hallamos en los libros romanos, o

23. Cf. A. JUNOMAUN, El sacrificio de la misa, BAC, i˝odrid ‘1965, p. 770. A. CHA’

vAsSX, ap. oit., p. 257, piensa, sin embargo, que el prefacio de la Trinidad es ciertamente romano.

24. Ibid., p. 2Sss.

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Prefacio, «coniniunicantes» y «hanc igitur»

romanofrancos como tambiØn en los libros galicanos o mozÆrabesde que ya hemos hablado fórmulas que tienen muy poco o nadaque ver con la eucaristía tradicional. Seguramente tiene razón Jung-mano al mostrar en la «confesión» de la sptcta la respuesta alc.ccyyØMov anteriormente proclamado. Podía, por tanto, parecernormal que en cada misa se diera en el prefacio un cierto eco dela nota particular subrayada en el evangelio del día, en el interiorde la gran armonía del misterio cristiano. Pero, aun en muchas de lascomposiciones mÆs logradas a este respecto, notamos una tendenciafatal a no retener mÆs que un aspecto secundario del misterio. Ycon demasiada frecuencia resulta de aquí un rebajaniiento de laeucaristía al nivel de un didacticismo moralizador. ¿ QuØ decir entonces de esos prefacios que, a ojos vistas, fueron compuestosmucho menos para corresponder al evangelio que para reiterar, convistas al Todopoderoso, un tema de la homilía que interesaba a su

autor, pero del que uno se pregunta por quØ inexplicable aberración pudo reducir la materia de su eucaristía? Papas como elasioy Vigilio caían ya en esta incongruencia. De ahí prefacios euca

rísticos que no son ya sino diatribas contra tal o cual adversario .

MÆs tarde no serÆ ya tanto la polØmica, sino mÆs bien unacierta hagiografía, mÆs o menos fantÆstica, la que desnaturalizarÆla eucaristía, O bien, en los prefacios dominicales, la evocación delmisterio serÆ sustituida por un simple moralismo.

Sin embargo, los prefacios de los mÆrtires, particularmente enel viejo fondo del sacramentario leoniano, se prestaron con f recuencia a una satisfactoria evocación del misterio redentor.

Veamos, por ejemplo, este texto:

Por Jesucri1o, nuestro Seæor, que para triuntar mÆs plcnamentedel enemigo del gØnero humano, aparte la gloria singular tque se adquirió 1al conculcarlo de manera inefablemente divina, lo sometió todavía a lossantos mÆrtires, de modo que pasara a los miembros aquella misma victoriaque había sido primero reportada en la Cabeza...

25. Cf. Gznsio 1, L.etfre centre les Lupercales el XVIII rl,, sacra,nc,uaire

lØenen, ed. PoMARks irSources chrØtienness, a.° 65, Paris 1959, y A, CnAvAssE,Messcs da Pispe VigWe dans le Sacramentaire lØonien, en *Epherncridc... Iiturgicaes.,yo!. 64, 1950, p. 161ss.

26. Edición FE1.ToE, p. 18; Moai.nzno, p. 20.

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La edad media: desarrollo y deformación

Lo mismo, y todavía mejor, se hallarÆ mÆs de una vez en losprefacios dominicales del Gelasiano tardío. Así, por ejemplo, en esteprefacio del œltimo domingo de adviento, que dice:

Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias siempre y en todas partes. Seæor, Padre santo, Dios todopoderoso yeterno, santificador y creador del gØnero humano, a ti, que, por tu Hijo,que reina contigo en la luz eterna, al principio animaste al hombre sacadodel barro de la tierra a imagen de ni gloria y, cuando fue engaæado cediendoa la tentación, quisiste restaurarle el auxilio eterno de la gracia del Espíritu enviÆndonos a Jesucristo, nuestro Seæor, por quien, etc...

Pero hay que reconocer que no fue mala la elección de Burchard que los prefacios que conservó, si se comparan unos conotros, dan sin duda la mejor expresión global del misterio eucarístico jamÆs reunida en Occidente. Lo que se puede, en cambio, lamentar es que no se haya hallado nada mejor que el prefaciocomœn para reemplazar los antiguos prefacios dominicales. Esteformulario es ciertamente antiguo, puesto que lo vemos adherido alcanon romano desde los mÆs antiguos testimonios. Pero no es sinoel esquema mÆs comœn de los prefacios antiguos con aplicaciónespecífica, al que simplemente se le ha amputado esta aplicación.De ahí que ni la creación ni la redención se expliciten en Øl comomotivo de la eucaristía, lo cual es una laguna sin duda alguna desastrosa. El prefacio mozÆrabe ? de la Trinidad que lo sustituyó losdomingos verdes presenta la misma deficiencia, imposible de subsanar con una cascada de fórmulas abstractas.

No debemos, sin embargo, olvidar que el prefacio no es el œnicoelemento variable en el canon romano. El conirnunicantes. y el /rancigitwr lo fueron tambiØn largo tiempo, y las variantes del communica.ntcs tuvieron la preciosa ventaja de mantener, por lo menos enlas grandes fiestas, una evocación explícita del misterio redentoren la sucesión del canon. Pero aquí la edad media, lejos de aprovechar las posibilidades que se le dejaban, vio sencillamente disiparsela riqueza de los antiguos sacramentarios. De los seis conununicantes que se hallan en las mÆs antiguas de estas compilaciones, he-

27. En la edición de L.C, MOHLBER,;, Das frünki.schc S,crarne,ilo.riion gc/asian’,nr,Munster de Westfalia ‘I39, n.° 1454.

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El silencio del Canon

mos perdido el de la vigilia de pentecostØs, así como dos fórmulasdiferentes respectivamente para la ascensión y pentecostØs, que sehallaban tambiØn en el Leoniano".

La variedad todavía mayor de los hanc igitur parece habersereducido desde san Gregorio, no sin retornos al fondo tradicionalque atestigua en Roma el ¡-Iadrianum antes del suplemento romano-franco. La edad media conocerÆ, tocante a esta œltima oración, unanueva proliferación de fórmulas que precisarÆn las intencionesparticulares de la of renda. Se puede seguir a travØs de los sacramentarios o de los misales francos, irlandeses o italianos. Peroaquí tambiØn se desemboca mÆs de una vez en una verbosidad hueca, cuando no en consideraciones completamente extraæas al tema".

El silencio del canon

Pero mientras se agota el desarrollo de la oración eucarística,la evolución litœrgica hace aparecer otros factores que tenderÆn asepultar lo mÆs tradicional que podía subsistir todavía en esta eucaristía. El primero de estos factores es el que nosotros llamamos elsilencio del canon o, para usar una fórmula mÆs antigua, «el silenciode los misterios».

Hay que reconocer que esta cuestión es, a su vez, el misterioquizÆ mÆs oscuro de toda la historia, de la liturgia. No se tieneesta impresión cuando se lee la mayor parte de los estudios quedesde el siglo xvii se han ido acumulando sobre esta materia. Seacual sea la posición de los autores, va juzguen primitiva y esencialesta prÆctica, ya la condenen como tardía y desacertada, al leerlosse creería que la cosa es clara y que puede zanjarse sin ambages conalgunos textos irrefragables. Pero cuando uno se refiere a las fuentes sin ideas preconcebidas, resulta difícil compartir este optimismo.No negamos, sin embargo, que con su examen se pueda llegar aciertas conclusiones firmes. Pero, como veremos, ni son tan accesibles ni aptas pan disipar las oscuridades de una historia de lasmÆs complejas.

28. cf. A. JuNohww, El sacrificio de la misa, p, 839.29. Ibid., p. SSOss.

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La edad media: desarrollo y deformación

Un punto de partida parece estar asegurado: las grandes bcrakoth de la liturgia judía eran ciertamente rezadas en voz alta por eloficiante, o mÆs exactamente, cantadas en una cantinela del gØnerode nuestro tonus praefationis °. Es, por tanto, verosímil que hubie¡a la misma prÆctica entre los primeros cristianos. Hay indicios quepermiten pensarlo efectivamente. Si no existiera el vínculo de continuidad que hemos establecido entre las berakotlt judías y la eucaristía cristiana, estos indicios no podrían establecer por sí mismossino una probabilidad limitada.

En efecto, en la Øpoca patrística no tenemos ninguna declaración tajante sobre la cuestión. Los argumentos que se quieren tenerpor probatorios sobre el hecho del rezo de la eucaristía en voz altaen la antigüedad, no son, en general, sino inferencias sacadas dela importancia dada por los padres al amØn final de los fieles ‘. Perode hecho, desde hace por lo menos doce siglos en Occidente, losfieles dieron este «amØn» como respuesta a algunas palabras proferidas en voz alta por el sacerdote como conclusión, y no parecenhaberse preocupado nunca por oir, y ni siquiera por saber exactamente, lo que aquØl había podido decir anteriormente en formacompletamente imperceptible para ellos. La suposición de que antiguamente debían ser mÆs exigentes, necesita la confirmación de lasoraciones judías.

El primer punto asegurado, segœn esto, es que desde el siglo viiien la liturgia romana y desde comienzos del vi en ciertas liturgiasorientales, hay rœbricas expresas o comentarios formales que noscertifican que el sacerdote dice en voz baja la mayor parte del canon o de la anÆfora. En Occidente se aplica esto a todo lo quesigue al sanctus, hasta el per omnia saecuk saeculort4ni con la solaexcepción de las palabras nobis quoque peccatoribus,. En Orientese dice prÆcticamente en voz baja todo lo que corresponde inclusoa nuestro prefacio excepto las œltimas palabras y todo lo que sigueal sanctus, en general con la sola excepción de las palabras deCristo en el relato de la institución y de dos o tres frases de laanamnesis, de la epiclesis y de las intercesiones, con la conclusiónde la doxología final.

30, Wast Entc WZRNER, rae ,Sacred Bridge, p, 182.31. A este propósito se cita siempre la 1.’ Apoogla de san JositNu, 65.

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El silencio del canon

Este estado de cosas venido a ser prÆcticamente universal noparece haber existido mucho antes de que se nos presentara así enlos documentos: de ello tenemos algunos indicios que parecen sólidos. Pero Østos no nos permiten datar exactamente el cambio ymenos todavía esclarecer perfectamente sus razones.

La homilía xvii del nestoriano Narsay, que puede datarse enlos primeros aæos del siglo vi, nos aporta un testimonio inequívocodel hecho de que la prÆctica actual era ya entonces en su IglesiaprÆctica habitual que nadie, a lo que parece, se permitía discutir .En la Iglesia bizantina no la hallamos atestiguada en forma tan concluyente hasta dos siglos mÆs tarde. Pero un documento intermedionos permite quizÆ esclarecer la forma como vino a establecerse.Y todavía hay que reconocer que es delicada su interpretación, prinitro textual y luego histórica.

Se trata de la nove/la n.° 137 de Justiniano. Tenemos su textogriego autØntico, pero carecemos de texto latino correspondiente.Data de 26 de marzo de 565.

Pero de hecho, hasta Øpoca muy reciente no se ha invocado eneste debate sino a travØs de un texto latino posterior, en el que sucontenido se halla amalgamado con el de la novel/a n.° 123, de 1.° demayo de 546. Lo mÆs grave es que generalmente no! se ha hechomÆs que citar algunas líneas. Leídas así, fuera de su contexto original, como las hallamos en el siglo xviii en Lebrun o Robbe, yluego en todos los que se contentaron con citarlas a travØs de Østos,no cabe duda de que dan la sensación de que el emperador quiereestablecer una novedad, pero que esta novedad no es el rezo en vozbaja, sino mÆs bien en voz alta. Parece que el emperador, por razones pedagógicas, apoyadas œnicamente en una cita de san Pablo,quiere introducir una prÆctica en contradicción con la que Øl hallaestablecida.

Bishop fue el primero que mostró que es muy distinta la impresión que se recibe cuando nos tomamos la molestia de leer lanovel/a en cuestión en su texto primitivo y de un extremo a otro.Pero esto no quiere decir que por el hecho mismo queden disipadastodas las obscuridades .

32. The Liturgkat Hmnüies of Narsai, ed. R.H. coNuoLLy, Cambridge 1909, p. 12s,,33. VØase E. BicHo,, 5üent Recital: jis tice hlass of tice Faithfu, apØndice y del

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La edad media: desarrollo y deformación

En efecto, el einperador comienza afirmando que quiere garantizar el respeto de los cÆnones violados por clØrigos, monjes y hasta ciertos obispos, en respuesta a determinadas quejas que se lehan dirigido.

Todo esto, explica, depende de la negligencia que ha hecho que sedejaran de reunir regularmente los sínodos. De ahí una despreocupación que ha inducido a ordenar a personas que no saben siquieralas oraciones de la anÆfora ni del bautismo. No se deberÆ, pues, yaordenar a personas que no hayan puesto previamente por escrito«la profesión que deben decir en voz alta, al igual que la divinaanÆfora en el servicio de la santa comunión, las oraciones en elsanto bautismo y las otras oraciones». DespuØs de lo cual vienendisposiciones detalladas sobre la celebración anual de los sínodos.Finalmente, tenemos la declaración formal: «AdemÆs, ordenamosa todos los obispos y sacerdotes que digan las oraciones utilizadasen la divina anÆfora y en el santo bautismo, no en forma imperceptible, sino con una voz que pueda ser oída por el pueblo fiel, de modoque el espíritu de los que escuchan pueda ser excitado a mayorcompunción...» Siguen las citas paulinas y la conclusión: «Conviene, pues, que *las oraciones hechas al Seæor Jesucristo, nuestroDios, así como al Padre y al Espíritu, en la sagrada anÆfora y enotras partes, sean dichas xrr& poM9ç: los que se nieguen a hacerlodeberÆn responder de ello ante el tribunal de Dios, y cuando encontremos tal caso no lo dejaremos impune.»

El primero de los dos pÆrrafos implica mÆs de una ambigüedad.¿ Quiere decir Justiniano que el candidato a las órdenes debe ponerpor escrito una confesión de fe que habrÆ de recitar en VOZ alta paraser ordenado, así como deberÆ poner por escrito en el mismo examenlas oraciones rituales? ¿ O bien quiere decir que debe poner porescrito su sola confesión de fe para ser ordenado, de la mismamanera que deberÆ en el ejercicio de su ministerio pronunciar enVOZ alta las oraciones rituales? ¿ O, finalmente, quiere que pongasimplemente por escrito el conjunto de esos textos confesión defe y oración que mÆs tarde tendrÆ que decir en voz alta? Gramaticalmente las tres interpretaciones son igualmente posibles. Pero

volumen citado en la nota precedente, p. i2Lss. cf. 1’. TREMaELAS, L’audítson de ¡‘a,..,

flore cucharistique por ¡e peuple, p. 207s en L’Égiise et ¡es Ég/íses, Clievecogne ¡93:.

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El silencio del canon

el paralelismo con el pÆrrafo final induce a pensar que la que seimpone es probablemente la segunda, o quizÆ la tercera.

En efecto, todo este final de la novella no deja la menor dudasobre este punto el emperador quiere ver sencillamente en la prÆctica de la recitación en VOZ baja por los sacerdotes una negligenciaintolerable, que tiene ciertamente intención de extirpar. Pero suinsistencia revela el hecho de que la prÆctica debe ser ya bastantegeneral. Y hasta debe de serlo suficientemente como para que elemperador, como se echa de ver, no invoque una costumbre inmemorial contraria, sino recurra mÆs bien a consideraciones exegØticas imperfectamente convincentes y a motivos pedagógicos respetables, pero que no nos enseæan por sí mismos nada sobre el statuquo ante El œnico indicio firme de que restablece, o quiere restablecer, una tradición que se va perdiendo, y no de crear una nueva,es la referencia a la violación de los cÆnones al comienzo de lanovel/a. Pero si es evidente que la ignorancia de los sacerdotes ordenados con demasiada facilidad cae bajo esta rœbrica, no es tanclaro que en sí mismo el hecho de decir las oraciones en voz bajacaiga directamente bajo la misma. Esto no se puede concluir concerteza si no se tiene ya la seguridad de que la prescripción finalapuntaba a restablecer una tradición anterior... Desgraciadamente,esto es precisamente lo que no se dice con claridad. Nos hallamos,por tanto, como al principio, todo lo que se puede concluir de estetexto es que parece favorable a la antigüedad del rezo en voz alta,mÆs bien que a lo contrario. Pero no podemos afirmar que la pruebe.

Cualquiera que hubiera podido ser su efecto inmediato, que ignoramos, por lo menos desde fines del siglo viii como lo pruebael Codez Barberini de los aæos 800, la mayor parte de la eucaristíabizantina, no obstante las prescripciones y las amenazas imperiales, se decía xurxSç, «secretamente», segœn las rœbricas mismasque se nos presentan entonces .

Sin embargo, si se consideran por un lado las partes en vozalta, y por otra aquellas en que el sacerdote reza una oración envoz baja, resulta difícil sustraerse a la impresión de que esta distinción no se estableció sino poco a poco, y que tiene simplemente

34. Cf. el texto dado por BRIOMTMAN, U. uit., 1,, 32ss,

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La edad media: desarrollo y deformación

su origen en una desidia de los celebrantes. Para hablar con mÆsprecisión: la tesis sostenida ya en el siglo xviii por dom Claude deVert y reasumida en nuestros días por Hanssens, parece la mÆsnatural . Parece que se fue llegando al estado que hoy es casiuniversal, sencillamente porque el desarrollo de los cantos colectivosindujo a los celebrantes a continuar la oración en voz baja cada vezque cantaba el coro y a no volver al rezo en voz alta sino cuandolas palabras habían de provocar una nueva intervención coral. Asípues, una negligencia pura y simple: una impaciencia muy clerical,hay que reconocerlo, de ver termitir antes oficios progresivamenterecargados, sería la que habría originado el «silencio de los misterios».

Para ser absolutamente exactos, hemos de decir que es probableque bastante temprano se iniciara ya un proceso de causalidad recíproca, aunque nos es absolutamente imposible decir exactamenteen quØ fecha. Los cantos corales, al ir desarrollÆndose, dieron elprimer pretexto pan una recitación despachada a media voz porel celebrante. Pero Østa, a su vez, fomentó una ampliación de loscantos del coro, tanto que finalmente no debían quedar ya mÆs quealgunas ekfonesis breves del celebrante que puntuaban una sucesiónde cantos. A lo cual hay que aæadir un desarrollo de las moniciones del diÆcono, que llenaban, si se daba el caso, todos los huecosque podían subsistir entre los cantos del coro y los del sacerdote.

Ciertas observaciones parecen dar una confirmación casi decisivaa esta nuestra explicación. La mÆs interesante concierne al comienzo de la anÆfora. Como hemos dicho, mientras en el rito romano fuesiempre cantado el prefacio o por lo menos rezado en voz alta,en el rito bizantino vino a ser silencioso lo que corresponde a nuestro prefacio. Pero en este rito observamos que la respuesta «esdigno y justo» se desarrolló así: «es digno y justo adorar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, Trinidad consustancial e indivisible». En este caso se comprende que los sacerdotes bizantinos,contrariamente a sus colegas romanos, se vieran inducidos a recitaren voz baja esta misma primera parte de su eucaristía. Es interesante comprobar que Øl manuscrito Barberini, que no lleva todavía

35. 1. H.&NssIxs, ¡nstt,itones iüurgica.c, torno ‘a’, parte segunda, p. 484.

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E] silencio del canon

la afindidura hecha a la respuesta1 no contiene tampoco la rœbricaque se hallarÆ mÆs tarde de recitar uazucç la primera parte dela eucaristía. Sin embargo, que la cosa comenzara a producirseentonces, nos lo prueba la continuación del texto, que, no obstante,introduce la prescripción de decir en voz alta las palabras que preceden inmediatamente al sawtus...

En Occidente estamos todavía menos informados, si cabe, sobrela fecha decisiva de Ja evolución. Algunos autores contemporÆneosafirman, con Jungmann, que se puede situar entre el Ordo romanus i y el Ordo roinanus u. En verdad los textos no son tan tajantes. El Ordo romanus Ii" supone ciertamente un canon en voz bajapor lo menos relativamente. Pero ni el Urdo roinanus i nos permite concluir con certeza que, en todo caso, en su Øpoca el canonromano se decía todavía en voz alta desde el principio hasta el fin,ni los Ordines posteriores nos permiten concluir que el Urdo romanus Ji acabara de golpe con esta prÆctica.

Este œltimo texto es sin duda categórico sobre el silencio quedebe seguir al sanctus: Su.rgit sotus pontifez et tacite intrat in canonem. En otras palabras: mientras todos estÆn inclinados paracantar el sanctus, «el pontífice solo se levanta y entra en silencioen el canon». Que esto deba entenderse de un rezo en voz baja, escosa confirmada mÆs adelante, sin gØnero de duda, por la prescripción segœn la cual debe decir las palabras nobis quoque peccasoribus«aperta clamans voce» para que los subdiÆconos se levanten y comiencen la fracción.

Pero, dado que el Urdo romanus i fue evidentemente escritopor alguien que no podía conocer el Ordo Ii, no hay que concluirprecipitadamente que todo lo que no menciona y que se hallarÆ ensu sucesor, le es necesariamente desconocido. DespuØs del sanctuscantado por todos, dice sencillamente: Quem dum explevetint,surgit pontifex solus [et intrat] in canonem. Asimismo! al nobisquoque se contenta con decir que los subdiÆconos se levantan entonces para la fracción. Con nuestro rezo, que llegó a ser tan silencioso que ni siquiera los ministros próximos al altar oían lo quedecía el sacerdote, podría parecer razonable concluir que el Ordo 1

36. Cf. A. JuNmLAnN, El sacrificio de la misa, p. 759.

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La edad media: desarrollo y deformación

excluye implícitamente el silencio impuesto por el urdo u. Perocuando se sabe, como se verÆ a continuación, que el silencio del Canon en la edad media no significaba precisamente un silencio talque los ministros no oyeran nada, sino un silencio tal que fueranellos los œnicos que pudieran oir, no parece tan demostrativa lacomparación de los dos textos. todo lo que se puede decir es queel redactor del urdo i juzgaba inœtil prescribir un rezo en voz baja.Que. lo ignorara no es a lo sumo ni?is que una inferencia probable.

El urdo iii parece inversamente atestiguamos que el rezo en vozalta pudo subsistir aun despuØs del Ordo u. En efecto, enfocandoel caso de una concelebración, prescriben a los concelebrantes querodean al obispo a derecha e izquierda que «digan el canon al mismo tiempo que Øl... de modo que domine la voz del obispo». Perosi se recuerda el carÆcter relativo del silencio medieval del Canon,del que vamos a volver a tratar, hay que reconocer que este textopuede significar simplemente que deben hablar en voz todavía mÆsalta que la de ellos.

Sin embargo, el urdo xv, llamado de Juan el Archicantor, y quees una refundición franca del siglo viii, del ordo romano, nos permite a la vez ver el silencio del canon establecerse fuera de Romay al mismo tiempo definirse. DespuØs del sanctus prescribe al celebrante: Et incipit canere dissimili voce et melodia, ita u.! a circunistanti bus altari tantum audiatur. Este canto, con tono de voz y melodía diferentes de los del sanctus y hasta de los del prefacio anterior no implica evidentemente sino un silencio mitigado. Que todavía en el siglo xiii se entendien así, nos lo atestigua el canon 36 delsínodo de Sarum de 1217, que prescribe: ut verba canonis itt minoro tunde et distincte dicantur.

Sin embargo, si leemos las E.t-positioncs Missae, como las quecomienzan por Quotiens contra se, Ititroitus inissae quare, la deRemigio de Auxerre y otros, resulta claro que a fines del siglo viii,tanto en país franco como en Roma, a partir del sanctus no podían

los fieles oir nada de lo que decía el sacerdote.Acerca de lo que podía practicarse en el rito galicano o en el

antiguo rito mozÆrabe, no sabemos estrictamente nada. La suposición a veces formulada de que los postmysterium o postsecreta,por razón de sus títulos, se habrían dicho en voz alta, pero desputs

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El silencio del canon

de las palabras de la institución dichas en voz baja, es una rnerainferencia imposible de verificar.

Lo cierto es, por el contrario, que las Expositiones Missae explican que el canon se dice en voz baja por causa del misterio sagrado que en Øl se realiza y de la reverencia que debe inspirarnos.Lo mismo se halla va, aunque menos tajantemente, en Marsas’ enel siglo vi. De aquí se ha querido concluir que el silencio del canon,o el «silencio del misterio» provendría, por tanto, de una intencióndeliberada de sustraer la oración eucarística a las posibles profanaciones y que habría aquí un ejemplo típico de influjo de los misterios paganos de la antigüedad helenística en la liturgia cristiana.Esto es sacar conclusiones demasiado precipitadas y establecer unaserie de relaciones poco justificables.

En primer lugar, los mÆs antiguos autores en quienes hacen suaparición en relación con la eucaristía los temas del temor respetuoso y del misterio tremendo y sagrado, no revelan la menor sospecha de correspondencia alguna entre esta concepción «mistØrica»y el rezo de las oraciones en voz baja. En general, parecen inclusono tener noticia alguna de este uso. Tal es todavía el caso de sanJuan Crisóstomo en sos homilías sobre la inefabilidad divina o ensu tratado Sobre el sacerdocio, o del Pseudo-Dionisio y tambiØn desus comentadores, como san Mœximo, en pleno siglo vii. Por lo de-niíis, no se ve cómo personas que podían todavía conocer algo de losmisterios helenísticos habrían podido establecer tal asociación. Enefecto, si estos misterios eran llamados así, era precisamente, porel contrario, porque los iniciados habían podido ver y oir en elloslo que no debía ser conocido por los no iniciados. Si no hubieranpodido ver y oir sin trabas, habría sido superfluo prescrihirles tanseveramente que no revelaran nada. La explicación del silencio delcanon por argumentos de este gØnero revela, pues, su carÆcter decosa postiza y sobreaæadida. Así se pudo venir tardíamente a justificar un estado de hecho cuyas verdaderas razones se habían olvidado; pero por este camino no se habría podido llegar a crear talestado de hecho.

En Narsay mismo se puede observar que las expresiones detemor respetuoso ante la inefabilidad del misterio envuelven lapronunciación secreta de las palabras y no pretenden explicarla.

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La edad media: desarrollo y deformación

Esta explicación pudo, por tanto, consolidar la evolución, pero nola deterniinó. Por lo demÆs, en Oriente, la atensión de las respuestas corales contradice esta explicación. En efecto, dichas respuestas detallan a su manera el significado de lo que se realiza e"el momento mismo por las palabras del sacerdote. Lo mismo, conmÆs razón, debe decirse de las explicaciones cada vez mÆs prolijasdel diÆcono, que vienen poco a poco particularmente en el ritoarmenio a colmar los raros momentos en que no dejan oir loscantores entre las ekfonesis sacerdotales.

Por consiguiente, a esta extensión progresiva de los elementoscorales o diaconales hay sin duda que remontarse, segœn parece,para llegar a la fuente de nuestro problema. Una vez mÆs: el silencio de la oración sacerdotal extendido progresivamente, halla probablemente aquí su primer origen, como por su parte el silenciomismo favoreció el desarrollo de aquellos elementos. Pero ¿ por quØse introdujeron esos nuevos cantos del coro y esas moniciones deldiÆcono?

En los orígenes no había otras intervenciones corales sino lasrespuestas introductorias, el sanctus y el amØn final. El diÆcono,por su parte, se limitaba a lo sumo a muy breves moniciones, queen un principio se referían mÆs bien a la actitud que había queobservar, sin constituir precisamente explicaciones «Estemos atentos», o en Egipto, al reanudarse la acción de gracias despuØs de lasintercesiones «Hacia el Oriente», etc.

Es evidente que en aquella Øpoca los cantos o respuestas, todavíatan sencillos, eran asunto de toda la asamblea. Pero ya en nuestrosmÆs antiguos manuscritos griegos de la liturgia de Santiago, losdiÆconos, a las primeras palabras del relato de la institución, exclaman: «Para la remisión de los pecados y para la vida eterna.»Los fieles, por su parte, responden «AmØn», no sólo al final de todala eucaristía, sino ya despuØs de las palabras sobre el pan, y luegodespuØs de *las que se dicen sobre el cÆliz. En seguida, despuØs delprimer desarrollo de las palabras: «Haced esto como memorial demí», continœa el pueblo: «Anunciamos tu muerte, Sefior, y confesamos tu resurrección.»

Antes de la epiclesis, cuando dice el sacerdote : «Tu pueblo y tuIglesia te suplican», replica el pueblo: «Ten piedad de nosotros,

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El silencio del canon

Sefior Dios, Padre todopoderoso», e intercala todavía dos de sus«amØn» en la conclusión de la epiciesis. DespuØs de otras intervenciones diaconales que invitan a la oración durante la gran intercesión final, dama e1 pueblo: « de todos y de todas!», y todavíainterrumpirÆ la doxología despuØs de las primeras palabras del sacerdote para decir: «Quita, remite, perdona, ¡ oh Dios!, nuestrasofensas voluntarias e involuntarias. CI lI,cidas e ignoradas.»

La mayoría de estas respuestas deben de ser antiguas, pueshallan tambiØn en los manuscritos siríacos, y las hay incluso quetienen ya su equivalente en Serapión.

Asimismo, la liturgia de san Juan Crisóstomo, ya en la formaque nos revela e1 Codex Barbenni, contiene los cuatro amØn de laspalabras de la institución y de la epiclesis, con la respuesta «te cantamos» despuØs de la ekjonesis con que termina la anamnesis.

Puede pensarse que estas intervenciones de los fieles seríanintroducidas para reanimar ulia atención languidecietfle en el transcurso de una eucaristía prolongada. ¿ No hace ya san Basilio alusiónal hecho de que, incluso entre los monjes, no pocos espíritus divagaban en el transcnrso de la oración eucarística?

Pero el desarrollo y la complicación creciente de estas interveilciones por supuesto, del pueblo hicieron que en fecha tempranase adjudicaran a un coro de cantores. l’ste, que en un principioarrastraha a la muchedumbre, acabó por reemplazarla mÆs o menoscompletamente. Los cantos, cada vez mÆs adornados desde el puntode vista melódico, no fueron pronto posibles sino a especialistas.Al mismo tiempo su extensión redujo las fórmulas del sacerdotepronunciadas en voz alta a algunas e/efonesis, que son todo lo quede ellas queda en Oriente. Las moniciones diaconales, como lo vemos en particular en la liturgia armenia, tendieron por su partea desarrollarse hasta ei punto de llenar todos los intervalos restantes. Se llega a un comentario de la eucaristía que la sigue paso apaso. Pero so pretexto de facilitar su inteligencia por los fieles, lasustituye por un doblaje posterior, de un paralelismo solamenteaproximativo. Es ya el mismo fenómeno que se había reproducidoen nuestra Øpoca con los comentadores, que doblaban en lenguavulgar una antigua oración latina, pero con tendencia a independizarse de Østa.

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En este estadio puede decirse que una oración eucarística venida a ser exclusivamente sacerdotal no mantiene ya sino unasupervivencia de la antigua oración eucarística, privada ya de contacto directo con los fieles. Con ella empalma una liturgia didÆcticapara su uso, pero que de hecho no hace que participen en la acción,puesto que la escuchan pasivamente. Así recubre la verdadera liturgia, en la que ya no tienen participación, con una excrescencia postiza, cuyo espíritu es cada vez mÆs ajeno. Narsay puede todavía decir que el sacerdote es la voz de todos. Es una voz que habla en sunombre, desde luego. Sin embargo, no expresa ya su oración comœn,sino una oración a la que la de ellos tiende a hacerse paralela.

En Occidente serÆ todavía peor. Aquí no se conocen las moni-ciones diaconales. y los cantos del coro se desarrollarÆn sin el menor enlace directo con la oración del sacerdote. En los siglos XL-XIJ,

so pretexto de orar por el sacerdote que ora por nosotros, en muchas igiesias viene el coro a ocupar todo el tiempo del canon con larecitación de salmos y oraciones que no tienen ya la menor relacióncon Øl. La Missa illyrica, por ejemplo, prescribe la recitación de lossalmos 19, 24, 50, 89 y 90, seguidos de versículos y oraciones porel sacerdote y por los fieles n En las órdenes religiosas se enseæarÆa los legos a rezar durante este tiempo una serie de padrenuestros.Puede decirse que el sacerdote se encerró de tal manera en el silenciodel canon, que a los ojos de los fieles parece haberse perdido en Øl.Ellos oran tambiØn por su parte, pero sin cuidarse de la menorconcordancia entre su oración y la de Øl.

Todavía se iría mÆs lejos en el despego tocante a la eucaristíatradicional. El celebrante mismo, que se había habituado tambiØnde esa manera tan extrínseca, acabaría pronto por no creer poderya entregarse devotamente a ella sino arrastrando consigo todasuerte de oraciones personales. Evidentemente, Østas respondíanmucho mejor a su propia devoción que el texto oficial, que se limitaba a ejecutar funcionalmente. Tales oraciones son las «apologías»y otras oraciones afines. DespuØs de haberse multiplicado como preludio de la misa, de la lectura evangØlica, de la misma oración eucarística, acabarÆn por invadir a Østa como una vegetación extraæa.

37. JUNGMANN, Op. ch., p. 792s.

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El silencio del cano,,

No dejarÆn ya intacto nada de la antigua liturgia, a la que no seconsiderarÆ ya sino como soporte de una devoción privada que seinspira en otras fuentes.

El mismo fenómeno aparece ya bastante temprano en Oriente,aunque no lograrÆ nunca tal desarrollo. La liturgia de Teodoro deMopsuesta, en la forma en que ha llegado hasta nosotros, implicava una «apología» de este gØnero, manifiestamente sobreaæadida,entre el sanctus y la oración que debe seguirlo. RemontÆndonostodavía mÆs atræs, podemos percibir la primera raíz de esta prÆctica en los formularios de intercesión de las grandes oraciones eucarísticas sirias, en los que proliferan las invocaciones por los ministros mismos que ofrecen el sacrificio. Se halla ya algo de esto en losmÆs antiguos manuscritos griegos o siríacos de la liturgia de Santiago, y hasta en la forma evolucionada de la liturgia de Adday y deMan. Hemos sei5alado la intrusión de una fórmula de este gØnero,particularmente desarrollada, en la liturgia de Nestonio, entre laanamnesis y las intercesiones. Vale la pena de citarla, tanto por suindividualismo como por su carÆcter penitencial, que anuncian losrasgos mÆs marcados de la devoción medieval, tanto en Orientecorno en Occidente.

Seæor Dios nusericordioso, o nipasivo y clemente, lame que he comenzadoa hablar delante de ti, yn que mo soy sino polvo, pecado, inipolcimie y pobre,culpable delante de ti desde el seno de mi madre, desterrado desde quesali de sus entraæas, transgresor desde entonces. Ten piedad de mí, Seæor,segœn tu misericordia, y arrÆncanie del oceano de mis faltas por tu clemencia;hazme salir del abismo de mis pecados por tu bondad; cura la œlcera demis vicios y las llagas de mis ofensas, oh tœ!, consolador y curador.Dame que abra mi boca en tu presencia y hazine digno de mover mislabios delante de ti. Otórgamne que te haga propicio frente a tuis ofensa.,para obtener la remisión de los pecados, el perdón de las faltas, la aholicinle mis propias impurezas y le los pecados de los que son semejantes a ni’Y mis compaæeros; pídate yo lo lUC conviene a tu divinidad y lo que sete debe pedir; porque tœ eres rico y tu tesoro no se agota jamÆs; en todotiempo se te of recen peticiones diversas, y para responder a ellas es distribuidapor ti mita abundancia de dones sin nœmero. En tu bondad y en tu longanimnidad no te irrites contra mí, pues en tu presencia no tengo tal seguridadde poder decir estas cosas con buena conciencia delante le tu divina majestad sin embargo, acepta le muí esta audacia, pues tu gran nombre hasido invocado sobre mmi. Recibe este sacrificio de mis manos impotentes,

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por tu pueblo y las ovejas le tu pasto, por lo cual doy gracias a tu notohe y ofrezco la aduración a tu majestad, Scflcr de todos 8

Fórmulas de este gØnero llegarÆn a introducirse en todas partesen Occidente. La cØlebre Mi-isa illyrica es de ello el ejemplo mÆsconocido. Pero no es un ejemplo œnico ni mucho menos Recibiósu nombre del reformador Flacius fllvricus, que la puhlicó en 1557.creyendo ver en ella una liturgia del siglo viii, sin la menor menciónde la presencia ni del sacrificio eucarístico. En realidad data delsiglo x ". Es un conjunto de 33 fórmulas devocionales, que se invita a decir al sacerdote durante todos los cantos de la misa y conocasión de todos los ritos que ejecuta, hasta despuØs del sanctusy durante la comunión. De hecho no refleja ya nada del espíritu dela antigua eucaristía, limitÆndose a ser una interpretación del ritualeucarístico popularizada por las Exposíiioncs mi-ssae, sobre todo apartir de Amalario 4°. Los primeros esbozos de estas explicacionesse hallan ya en Teodoro de Mopsuesta y en Narsay. Todos los ritosreciben aquí una interpretación simbólica, dominada por una concepción dramÆtica del ritual, completamente quimØrica, por supuesto. Segœn ella, ritos y formularios no serían sino una imitación teatral de todos los gestos y de todas las palabras de Jesœs durante supasión. Sobre este caæamazo, las nuevas oraciones no expresan yamÆs que un patetismo de indignidad personal, mezclada con un enternecimiento por los sufrimientos del Salvador.

En este estadio, aun cuando la eucaristía tradicional estØ todavíapresente, puede decirse que una espiritualidad y hasta una teologíaeucarísticas sin raíces serias en la tradición la sepultaron y casitotalmente ahogaron debajo de sus excrescencias parasitarias.

38. RXWAUDOT, t. 2, p. 632.39. Cf. JUNOMANM, OP. it., 1. 1, p. 119.40. Cf. JUHGMANN, Op. dt., 1. , p. 129ss.

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