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Directorio Diocesano del Sacramento del Bautismo

PRESENTACIÓN

1. La Iglesia diocesana de Bilbao se encuentra inmersa en un proceso que hemos llamado de remodelación pastoral. La transformación que se está produciendo en el seno de la sociedad vasca de hoy, en el marco de la sociedad europea, está reclamando un esfuerzo de búsqueda y de adaptación a las nuevas circunstancias socio-culturales de todos los efectivos evangelizadores con que el Espíritu del Señor le ha dotado. La remodelación pastoral quiere ser un ejercicio de docilidad al Espíritu con el fin de dejarnos modelar por Él a la medida de las exigencias de la evangelización en el hoy y aquí de nuestro pueblo.

2. Los análisis que hemos venido haciendo desde hace un tiempo nos han llevado a la conclusión de que, en efecto, nuestra Iglesia se encuentra en una situación peculiar de misión, especialmente en lo que se refiere a las generaciones más jóvenes, aquellas en las que está en juego el futuro de la Iglesia. Una mirada a la práctica sacramental nos invita a reconocer que, por más esfuerzos notables y dignos de reconocimiento que se han ido haciendo, no hemos dado con una práctica que se corresponda más directamente con la situación de misión que hemos reconocido como contexto. De ahí que, desde hace unos años, se viene reclamando en distintos foros de la Iglesia diocesana una revisión de la práctica sacramental y, especialmente, del sacramento del bautismo, por su carácter de sacramento fuente de la experiencia cristiana y puerta de incorporación a la Iglesia.

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3. Una mirada a los principios básicos de la teología sacramental nos pone ante la necesidad de velar por su veracidad en los distintos aspectos que hacen de los sacramentos cristianos un medio que favorece el encuentro del ser humano con Dios: partiendo del carácter sacramental de la Iglesia, los sacramentos son a un tiempo signos e instrumentos de salvación, gestos de Cristo, acontecimientos del encuentro libre del ser humano con Dios por la fe y medio de incorporación a la Iglesia. La vida de la Iglesia se sostiene en gran parte por la práctica de los sacramentos. De ahí que, ni una actitud maximalista ni, tampoco, una actitud reduccionista ayudan a situar los sacramentos y, muy especialmente, el bautismo cristiano en la órbita de una acción evangelizadora de talante misionero de la Iglesia.

4. Las presentes orientaciones diocesanas quieren contribuir, en unos casos a consolidar aquellas prácticas que están siendo fruto de no pocos desvelos de bastantes de nuestros agentes de pastoral; en otros casos, pretenden reconducir aquellas prácticas que, por razones de diversa índole, resultan claramente deficientes e inadecuadas al momento pastoral de nuestra Iglesia diocesana. De ahí que las Orientaciones pretenden poner, en relación con el sacramento del Bautismo, las bases de una acción pastoral más acorde, tanto con la situación peculiar de misión como de las exigencias que emanan de la naturaleza del sacramento. El horizonte de todas estas orientaciones está enmarcado en la Iniciación Cristiana, considerada como un proceso integral que, partiendo del anuncio misionero, pasando por la iniciación en los misterios de la fe cristiana, culmina en una incorporación personalizada y viva en la comunidad cristiana.

5. Una afirmación central: la familia está llamada a ser el principal agente de la Iniciación cristiana. Junto a la familia, la figura del Catequista, como aquella persona que, en nombre de la comunidad acompaña en los procesos de iniciación, queda resaltada fuertemente. También reciben su reconocimiento las distintas plataformas educativas.

6. La práctica sacramental del bautismo requiere un ejercicio exquisito de la acogida, entendida como actitud que afecta a toda la comunidad cristiana y que, de manera especial, debe ser cuidada por aquellas personas a las que se encomienda el acompañamiento de quienes se disponen a recibir el bautismo. Queda consolidada la realidad de los equipos de acogida, como instrumentos de acción y, también, como signos de una Iglesia



acogedora. Todo ello debe estar encuadrado en lo que llamamos el diálogo pastoral, como actitud primordial de una pastoral sacramental de talante misionero.

7. Las propuestas que sugieren las Orientaciones tienen como denominador común la afirmación del Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos (RICA), según el cual, el Catecumenado de Adultos es la fuente de inspiración de todos los procesos de Iniciación Cristiana, incluida la iniciación de adolescentes y de niños en edad catequética. Ello explica que las orientaciones comiencen por anunciar que el obispo va a instituir oficialmente el Catecumenado como institución diocesana. La experiencia de otras Iglesias hace pensar que no se trata de una medida fuera de lugar.[1] Junto al Catecumenado, las otras propuestas llevan el sello de la inspiración catecumenal.

8. En relación con el bautismo, llamado de infantes por distinguirlo del bautismo de adolescentes y de niños/as en edad catequética, las Orientaciones contemplan diversas situaciones de los adultos que acompañan al infante y se centran, de modo especial, en aquellas que requieren, por un lado un discernimiento adecuado de su momento de fe y, por otro, un espíritu y un talante muy misionero. En todo el diálogo pastoral debe quedar claro el interés de la comunidad cristiana por proponer la fe y por acompañarles en el itinerario que les permita reconocerse en la fe cristiana del modo más gozoso y completo.

9. El Directorio ofrece unas pautas de discernimiento para actuar ante algunas situaciones especiales, ya sea en relación con la vivencia de la fe, ya sea en relación con la disciplina de la Iglesia. En esto, hemos tenido muy en cuenta lo que dice el Derecho común de la Iglesia Universal.

10. Puesto que se trata de un Directorio, hay un mínimo de Directrices que tienen el carácter de vinculantes para toda la Diócesis. Siempre queda en manos de la autoridad del Obispo la responsabilidad de un último discernimiento para situaciones no contempladas. Y, dado que es un Directorio sólo para el sacramento del Bautismo, las Directrices que en él se ofrecen tienen un valor experimental para un tiempo de cinco años, al cabo de los cuales habrá de hacerse una evaluación en orden a completar el Directorio de la Iniciación Cristiana.


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11. Esperamos que estas Orientaciones y los instrumentos pastorales que les acompañarán, sirvan para que nuestra Iglesia local diocesana cuide esta parcela de la acción pastoral con la delicadeza que requiere una acción de talante misionero y con el esmero que requiere todo gesto sacramental que la Iglesia realiza en el nombre del Señor, en obediencia a su Espíritu.

* * *

ESQUEMA DEL TEXTO

1. Un directorio para el bautismo en tiempos de remodelación pastoral.

2. El contexto de una situación peculiar de misión.

3. A la luz de unos principios básicos de teología sacramental.

4. Unas orientaciones diocesanas que sitúan la práctica bautismal en el marco de la Iniciación Cristiana integral:

a) Los agentes de la Iniciación Cristiana.

b) Los elementos primordiales para la preparación próxima a la celebración del sacramento.

c) El Catecumenado de Adultos como fuente de inspiración de los diferentes procesos que ofrecen en razón de la situación de los destinatarios.

d) El bautismo de infantes, ocasión privilegiada para un encuentro evangelizador con adultos.

e) La atención a situaciones especiales.



5. Unas Directrices Vinculantes para toda la diócesis.

* * *

I PARTE

A) LA RECEPCIÓN DE LOS SACRAMENTOS HOY

1. La Iglesia local diocesana se encuentra en una coyuntura histórica hasta ahora desconocida. La secularización progresiva de la sociedad, el indiferentismo religioso, el descenso claro de algunos indicadores de la vida cristiana y la creciente cultura de la increencia -pese al vago y ambiguo retorno a la religiosidad- configuran este momento y reclaman una nueva respuesta pastoral.

2. Esta situación no se debe solamente al proceso de secularización del mundo moderno, sino también a las secuelas del capitalismo y de la ideología marxista. Esta realidad incide con un efecto deshumanizador en el entramado de la vida social, incluida la dimensión religiosa en sus concreciones institucionalizadas.

3. En los últimos años se asiste a un fenómeno que algunos consideran un retorno a la religiosidad. Los síntomas de su aparición son, entre otros, la búsqueda de lo sagrado sin rostro, la relativización de las instituciones religiosas y un criterio selectivo acrítico respecto de algunas formas externas. Aunque todo ello no permite concluir que se va saliendo de la situación de increencia, constituye un elemento a tener en cuenta, tanto para diagnosticar el momento como para proponer caminos de reiniciación cristiana.

4. Esta situación afecta de manera muy directa a la pastoral sacramental. No pocas celebraciones se realizan al margen de la fe requerida, desvirtuándose así la identidad cristiana de los propios sacramentos y de la comunidad en cuyo seno se celebran. De este modo se está produciendo un vaciamiento de algo tan específicamente cristiano como el carácter de encuentro de los creyentes con Dios a través de la respuesta comunitaria y cultual.



Esto crea un profundo malestar, especialmente, en los agentes de pastoral.

5. El descenso de religiosidad experimentado a lo largo de los últimos veinticinco años no se corresponde con una evolución correlativa en la práctica sacramental. Muchas personas siguen recurriendo más o menos conscientemente a los sacramentos, como marco y como ocasión que solemnice la celebración social de momentos densos de la existencia humana, como los que comportan un paso de etapa (nacimiento, infancia-adolescencia, matrimonio, muerte). El clima puede estar próximo a lo sagrado, pero su contenido cristiano es escaso. Ello se explica en parte porque en la vida social no se han desarrollado ritos civiles que permitan celebrar de manera significativamente satisfactoria esos momentos densos de la existencia.

6. En el caso del bautismo, no hay que olvidar que hasta épocas muy recientes la Iglesia ha propugnado su celebración “cuanto antes”. A esta insistencia acompañaba la convicción de que la criatura que fallecía sin bautizar no podía ir al cielo. Así, unos padres que diferían el bautismo eran considerados como negligentes e irresponsables.

7. Otra dificultad proviene de un lenguaje simbólico sacramental, inspirado en marcos culturales de corte más bien rural y precientífico.

8. Por tanto, una aproximación a las causas de semejante situación conduce a reconocer diversos factores: el contexto de secularización generalizada, la deficiente formación religiosa, la falta de procesos de iniciación cristiana, las dificultades propias del lenguaje simbólico y el rechazo de las exigencias éticas que se derivan de la recepción de los sacramentos.

9. La sociedad de Vizcaya -como otras de su entorno- ha experimentado a lo largo de estos últimos años una transformación tal que la Iglesia se ve urgida a replantear su misión. Sin embargo, se sigue practicando en gran medida una pastoral sacramental propia de una Iglesia en situación de cristiandad.

10. El diálogo pastoral, en toda su amplitud, aparece como el gran reto de una pastoral sacramental en contexto misionero. Se



concreta en la creación de condiciones objetivas para una acogida paciente y respetuosa y un discernimiento de la situación de fe confesada, practicada y celebrada, a la luz de criterios objetivos y reconocibles.

11. Es necesario revisar las actitudes y los criterios teológicos de los agentes de pastoral para poder llevar adelante una pastoral renovada con creatividad, decisión y fidelidad a la misión de la Iglesia.

12. Hay también cristianos que están dispuestos a vivir en coherencia con lo que el sacramento significa y que saben lo que piden cuando lo solicitan. Ello permite constatar una buena formación cristiana. Sin embargo, en las celebraciones más vinculadas con los ritos de paso (bautismo, primera comunión y celebración de la muerte), este grupo es minoritario.

13. En el subsuelo de las expresiones que se utilizan para pedir un sacramento pueden ocultarse, sin duda, motivaciones nobles y dignas de ser tenidas en cuenta. Pero es preciso reconocer que los argumentos en su nivel más explícito resultan a todas luces insuficientes para garantizar las condiciones requeridas para la celebración de un sacramento de la Iglesia. Tales expresiones necesitan ser discutidas, contrastadas y reconstruidas sobre la base de una iniciación cristiana adecuada.

14. Existe un desajuste muy grande entre aquello que la comunidad cristiana ofrece y aquello que se le pide para celebrar.[2] Ello queda reflejado en la sensación de encontrar obstáculos y trabas cuando la persona responsable de la acogida y del primer discernimiento propone diferir la celebración del sacramento para garantizar así la preparación debida.

15. Muchas de las personas que se acercan a pedir un sacramento no admiten la posibilidad de un discernimiento eclesial de acuerdo con criterios objetivos como paso previo a la celebración del mismo. Ello reduce la posibilidad de ofrecer un proceso de iniciación cristiana, o incluso la posibilidad de desaconsejar la celebración ritual del sacramento cuando faltan las condiciones requeridas.

16. Son siempre respetables y dignas de ser tenidas en cuenta la religiosidad y la fe cristiana conservadas en el seno de la tradición


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familiar. A la hora de establecer el diálogo pastoral abierto a la evangelización, este elemento tiene un valor muy importante, aunque a veces no ofrezca la densidad suficiente como para celebrar el sacramento tal como la Iglesia lo entiende y lo quiere.

B) UNA DIÓCESIS EN SITUACIÓN DE MISIÓN

17. La Iglesia local diocesana se encuentra en una peculiar situación de misión. La situación es más netamente misionera en el caso de la mayoría de los jóvenes, sin distinción de sexo, estado social, lugar geográfico o condición laboral. Cuando se debilita lo específicamente cristiano, las motivaciones suelen tener menor densidad antropológica y son fácilmente sustituidas por otras, basadas en una cultura de la apariencia y de la estética ritual.

18. Cuando se pretende abordar directamente esta situación, su magnitud y la impopularidad de las medidas previsibles hacen que la respuesta diocesana se vea paralizada o se demore indefinidamente en el tiempo, con el consiguiente agravamiento de la situación.

19. Lo anterior no impide reconocer que quienes solicitan un sacramento puedan estar, y están de hecho, en búsqueda de Dios. Una adecuada evangelización está exigiendo unos nuevos modos de acción pastoral, que permitan descubrir, discernir y explicitar su auténtica fe cristiana y acompañar a las personas hacia el encuentro con el Dios de Jesucristo.

C) LA RESPUESTA DE NUESTRAS COMUNIDADES Y DE LOS AGENTES DE PASTORAL

20. Junto al malestar que genera esta práctica, se vienen dando intentos meritorios que han inquietado y hecho pensar a algunos agentes de pastoral excesivamente instalados en la rutina. Algunas comunidades cristianas han experimentado la necesidad de cambiar, aunque ello les resulte costoso. Entre los ministros responsables, se han hecho esfuerzos para lograr celebraciones no solamente dignas, sino también propias de un compromiso evangelizador. Con todo, la dimensión participativa y comunitaria de las celebraciones sigue siendo deficiente. Con mucha frecuencia, se llegan a realizar celebraciones más colectivas que comunitarias.



21. Hay presbíteros que, celosos de que la celebración sea correcta, digna y llena de sentido, se muestran muy exigentes. Otro grupo es el de quienes hacen dejación de su responsabilidad de discernimiento, escudándose en el derecho que asiste a toda persona bautizada a celebrar los sacramentos. Un tercer grupo es el de quienes, disconformes con la actual práctica sacramental, se proponen encontrar vías de respuesta en coherencia con su responsabilidad ministerial, ejercitada en comunión eclesial.

22. Los modos de preparar la celebración de un sacramento son muy variados y de posibilidades desiguales en los sectores: desde el simple cumplimiento de unos trámites burocráticos hasta la propuesta e incluso la exigencia de un proceso de preparación de estilo catecumenal. Tal pluralidad es reflejo de enfoques teológicos y de actitudes pastorales sustancialmente diferentes. Esta diversidad (que raya a veces en la anarquía) engendra confusionismo y agravios comparativos que afectan negativamente a la pastoral de conjunto y a la comunión eclesial.

23. Es preciso encontrar cauces adecuados para entender la Iniciación Cristiana como proceso integral, corrigiendo así las carencias que se observan en la mayoría de las comunidades cristianas.

24. Las parroquias que han intentado corregir la actual práctica sacramental se han encontrado preferentemente con estas dificultades: falta de realismo para ver lo que es posible; ausencia de respaldo de la pastoral de conjunto en el seno de la Iglesia local diocesana; inercia propia de una pastoral de cristiandad con una insuficiente e inadecuada iniciación cristiana y sacramental.

25. La posibilidad de diferir y, llegado el caso, de no celebrar el rito sacramental es una hipótesis que de hecho no se suele contemplar, ni por parte de quienes lo solicitan ni por parte de los agentes de pastoral que acogen la solicitud.

26. La incorporación del laicado a la pastoral sacramental, especialmente, del bautismo y del matrimonio, está suponiendo una aportación muy positiva en el orden de la acogida y de la preparación a la celebración. Con ellos se manifiesta un rostro de Iglesia más acorde con su naturaleza de pueblo de Dios dotado de múltiples carismas.



II PARTE

PRINCIPIOS DE TEOLOGÍA SACRAMENTAL

27. El Dios Santo se hace presente como interpelación y como gracia al ser humano en realidades que forman parte de su historia y desembocan en la persona y en la causa de Jesús y prosiguen en la Iglesia y en sus acciones. Movida por la fuerza del Espíritu Santo, la persona que se ha visto interpelada por tal presencia, acepta en la fe y en el amor al Dios que se le acerca y le renueva, y se compromete ante la comunidad a una nueva vida como expresión de su compromiso.

A) EL DIOS SANTO SE HACE PRESENTE EN REALIDADES HISTÓRICAS

28. Dios, misterio de amor, ha hablado “muchas veces y de muchas maneras” (Hb 1,1) en la historia de la humanidad, hasta que se ha comunicado plenamente en la persona de su Hijo Jesucristo, muerto y resucitado por todos (cf 1 Tim 2,3-6; 4,10). El Espíritu de Dios se halla presente en toda criatura e impulsa la historia humana hacia la plenitud (cf GS 26,4). El ser humano puede encontrarse con Dios en la historia, a través de experiencias portadoras de salvación, en las que se manifiesta el amor, el perdón, la compasión y la solidaridad.

29. El ser humano, orientado desde su creación al encuentro con Cristo (cf GS 22; LG 16), tiene en sus manos, sin embargo, la posibilidad de rechazar su vocación primordial. La resistencia de la humanidad al plan salvífico de Dios se manifiesta en la cruz de su Hijo.

30. La Iglesia es el pueblo de Dios, el sacramento primordial, el ámbito humano transformado por el Espíritu del Señor resucitado. Ella ha sido elegida para ser en Cristo sacramento, es decir, signo e instrumento de la unión con Dios y de la unidad de toda la humanidad (cf LG 1), pueblo al servicio de todo el género humano.

31. La constante compañía de Dios se celebra como encuentro



especialmente significativo en los sacramentos de la Iglesia. Cuando éstos se celebran en plenitud, la entrega amorosa, respetuosa y gratuita de Dios recibe de parte de la criatura humana una respuesta análoga. De esta forma, los sacramentos cristianos, como mediación de la gracia de Dios que se abre al ser humano para realizar un encuentro salvador, tienen un valor de necesidad y ocupan un lugar insustituible en el conjunto de la acción evangelizadora de la Iglesia.

B) DIVERSOS ASPECTOS DEL SACRAMENTO

32. Los sacramentos son acciones simbólicas que tienen al propio Cristo resucitado como último sujeto personal, viviente en su comunidad. El sacramento manifiesta y realiza, mediante la acción simbólica eclesial y la palabra que la interpreta, aquello mismo que el Señor Resucitado manifestó y realizó cuando, en medio de la comunidad reunida, comunicó su Espíritu en un encuentro que anticipaba entre los suyos el Reino de Dios. En los sacramentos se ofrece siempre y con toda fidelidad Cristo Jesús, dispuesto a realizar un encuentro personal con quienes los celebran.

33. Siendo Dios mismo quien actúa salvando en los signos sacramentales y por medio de ellos, sin embargo, su credibilidad y transparencia depende de la Iglesia. Ella, con su acción ritual, vela y descubre al mismo tiempo, la presencia de Dios en el rito sagrado.

B.1. El rito en cuanto gesto de Cristo

34. Cristo resucitado es el verdadero autor de los sacramentos porque, desde el momento de la encarnación, es el instrumento que posibilita la aplicación sacramental del orden de la gracia en la Iglesia. De esta manera, Jesucristo actualiza en un presente inmediato, concreto y en una persona, la obra santificadora que ha llevado a cabo desde la misión del Padre en el Espíritu Santo.

35. No hay sacramento sin rito, pero éste no es sino un aspecto de la celebración sacramental. La pastoral sacramental requiere que se trate cada sacramento como una unidad integradora. El momento celebrativo ritual del sacramento es posterior a los otros momentos de la acción evangelizadora: primer anuncio del mensaje, acogida del mensaje, conversión a la persona de Jesucristo, profundización de la experiencia de la fe, incorporación



reconocible a la comunidad eclesial y adaptación al estilo de vida cristiano.

B.2. La mediación eclesial: la Iglesia, Cuerpo de Cristo, sacramento de salvación

36. La Iglesia, como sacramento de Jesucristo, recibe el título de Cuerpo de Cristo y es como la matriz simbólico-real de todo acontecimiento sacramental. Reunida y sostenida por el Espíritu Santo, constituye la manifestación sacramental de la salvación (cf LG 48; AG 1; GS 45).

37. En cada una de las acciones eclesiales se pone en juego el mismo ser de la Iglesia, en su calidad de signo visible de la gracia invisible. Un proyecto de mejora de la práctica sacramental incluye necesariamente promover de la calidad del resto de las acciones eclesiales. Una Iglesia que se mostrara pusilánime en el anuncio explícito del evangelio, remisa en el compromiso con los pobres y apática en su vida comunitaria, resultaría poco significativa en sus expresiones sacramentales y afectaría negativamente a la fe de muchas personas.

38. En el marco de la acción global de la Iglesia, “la liturgia es la cumbre a la cual tiende toda actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza” (SC 10), dando sentido a todas las demás acciones eclesiales. Sin embargo, esta centralidad no puede confundirse con la exclusividad. La práctica sacramental no agota toda la actividad de la Iglesia (cf SC 9-10), sino que lo que le rodea antes y después está también ordenado a la gloria de Dios, a la transformación del mundo y a la edificación de la Iglesia.

39. La vida litúrgica de la Iglesia gravita en torno al sacrificio eucarístico y a los sacramentos (cf SC 6). La participación en la eucaristía dominical es cada vez más claramente un indicativo normal de la pertenencia a la Iglesia de Jesucristo.

40. Quien pide los sacramentos tiene el deber de prepararse y de celebrarlos dignamente (cf c. 840). Así cobra pleno sentido el derecho a los sacramentos. La comunidad cristiana debe velar por una celebración en condiciones dignas.

41. El sujeto celebrante de los sacramentos es también la



comunidad cristiana constituida en pueblo de Dios. Es necesario desarrollar aquellos aspectos que ponen de manifiesto el carácter comunitario de la celebración sacramental.

B.3. La respuesta humana

42. La cooperación positiva de la persona forma parte de la acción sacramental. Ni siquiera Dios mismo puede suplir la falta de disposiciones sustanciales de la persona. Es lo que recoge aquella expresión conocida de San Agustín: “El que te creó sin ti no te puede salvar sin ti”.

43. De manera análoga a como no se entiende la pascua de Jesús aislada del conjunto de su vida, tampoco se entiende la vida de los sacramentos al margen de la vida personal y comunitaria de los cristianos. La celebración ritual de los sacramentos es un signo necesario, pero insuficiente, de la identidad cristiana.

44. La actitud básica de acogida al don de Dios en los sacramentos es exigible a todas las personas que pretendan celebrarlos, incluidas las personas que se acercan de manera ocasional. Tal actitud cristaliza en una confesión explícita de la fe, una participación reconocible en la comunidad y una coherencia de vida en conformidad con el Evangelio.

B.4. La celebración sacramental

45. Los sacramentos constituyen un conjunto de realidades cuyo significado pleno sólo es posible alcanzar en un determinado contexto simbólico, lingüístico y teológico. La participación en ellos sólo es accesible para quienes han sido iniciados en él. Corresponde a la Iglesia acompañar a discernir la llamada personal de Dios que antecede al sacramento o que brota del mismo, y a realizar la iniciación que hace posible la participación plena en la celebración ritual.

46. El sacramento es una experiencia comunitaria que se expresa en un rito. Sin una fe comunitariamente compartida, puede haber acción ritual, pero difícilmente un sacramento celebrado.

B.5. Efectos del sacramento y criterios de discernimiento

47. Los sacramentos tienen la función de integrar o vincular más



estrechamente al individuo con la comunidad eclesial y con sus actos más fundamentales. Los criterios de evaluación de este efecto eclesial son, entre otros: la participación en las celebraciones litúrgicas, la participación corresponsable en la acción misionera y catequética, la comunicación cristiana de bienes, la presencia activa en grupos de referencia para la vida cristiana.

48. El sacramento es un momento privilegiado de encuentro y comunicación con el Señor (cf SC 59). El don por excelencia de la Pascua, el Espíritu Santo, se ofrece y se recibe en la celebración de los sacramentos. La actitud de apertura a Dios, el sentido de lo gratuito, la confesión explícita de la fe, la vida ética conforme a los valores evangélicos, la práctica de la solidaridad con los pobres, el amor a la justicia y a la verdad entendidos como expresión del seguimiento de Jesucristo, son manifestaciones del efecto personal de la gracia de Dios.

49. Al ministerio ordenado le corresponde la administración de los sacramentos (cf c. 843) garantizando la preparación catequética y la iniciación sacramental de los fieles a él confiados (c. 1008), ya que es propio del administrador salvaguardar la autenticidad de la acción sacramental, en comunión diocesana con el obispo. Pero no sólo los pastores, sino todos los bautizados tienen que cuidar de que la celebración de los sacramentos se realice con la máxima reverencia y con el preceptivo cuidado (cf c. 840).

III PARTE

ORIENTACIONES DIOCESANAS

I. INTRODUCCIÓN

50. La Iniciación cristiana es competencia de la Iglesia Diocesana, presidida por el Obispo y su Presbiterio. Los catequistas ejercen en este punto un ministerio de suma importancia. Puesto que la Iniciación cristiana afecta a toda la Iglesia diocesana y ha de ser moderada por el Obispo, algunos de los enunciados siguientes deben considerarse vinculantes. Estos enunciados serán recogidos en la IV parte.



II. AGENTES DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

1. La familia cristiana

51. Por el hecho de haber dado vida a los hijos, los padres tienen el derecho originario, primario e inalienable de educarles. Ellos deben ser reconocidos como primeros y principales educadores de sus hijos, a quienes deben formar en la fe y en la práctica de la vida cristiana, mediante la palabra y el ejemplo.[3]

52. Este derecho y deber, que la Iglesia reconoce a los padres, brota del sacramento del Matrimonio y de la consideración de la familia como “Iglesia doméstica”.

53. A pesar de las dificultades, la familia cristiana sigue siendo una estructura básica en la Iniciación cristiana y no puede renunciar a su misión de educar en la fe a sus miembros y ser lugar insustituible de catequización.

2. La parroquia

54. El cristiano recibe la fe en la Iglesia y por mediación de ella. La parroquia nació para acercar las mediaciones de la Iglesia a todos sus miembros. Constituida de modo estable en la Iglesia particular, es el lugar privilegiado donde se realiza la comunidad cristiana y se lleva a cabo la iniciación (nacimiento y desarrollo de la fe) en todas sus facetas catequéticas y litúrgicas.

55. La comunidad parroquial debe ayudar a los padres en la tarea de la iniciación religiosa de sus hijos para que puedan acompañar su despertar religioso y colaborar en la catequesis.

56. El papel del catequista es básico. Esta persona, llamada por la Iglesia a ejercer el servicio de la catequesis, ha de estar dotada de fe honda, de identidad eclesial clara y de una vida cristiana coherente. Habrá que promover su madurez humana, cristiana y apostólica, así como su formación y capacitación catequética, para que pueda ser guía espiritual de los catequizandos, acompañándoles en el aprendizaje y maduración de la fe.

3. Los centros educativos


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57. La escuela católica es un lugar muy relevante para la formación y puede ser una mediación eclesial dentro del proceso de la Iniciación Cristiana de sus alumnos, colaborando con los planes pastorales diocesanos y con los programas del lugar en el que la escuela esté enclavada.

58. La enseñanza religiosa escolar puede contribuir a los objetivos de la Iniciación Cristiana de los alumnos, al ofrecer algunas dimensiones de carácter ético y moral que nacen de las relaciones entre la fe, la cultura y la vida. Esta enseñanza constituye una inestimable oferta para los niños y los jóvenes acerca del mensaje y del acontecimiento cristiano.

III. ELEMENTOS PARA LA PREPARACIÓN PRÓXIMA

1. Necesidad de la acogida

59. La fe es un don gratuito del Dios de Jesucristo, que merece ser acogido en la libertad del corazón humano. La comunidad cristiana se considera agraciada con este don y se alegra de que haya mujeres y hombres deseosos de conocer y adherirse a la persona y a la causa de Jesús, el Señor.

60. Esto reclama de la Iglesia una actitud de acogida para con todos, especialmente para con las personas que se encuentran alejadas de la fe o que han roto abiertamente sus lazos con ella. Por tanto, a toda petición de Bautismo ha de seguir una acogida personalizada.

2. Equipos de acogida

61. Para la acogida se contará con un equipo de responsables entre los cuales habrá siempre un presbítero. Si una parroquia no puede garantizarlo, ha de buscar la colaboración con otras.

62. Al equipo de acogida corresponde entablar el diálogo pastoral. También es tarea suya tomar contacto con los nuevos matrimonios que vienen a residir en el territorio, así como con las parejas que acaban de tener un hijo. Se pondrán a su disposición para informarles de los servicios de la comunidad cristiana e invitarles a que participen de las celebraciones de la fe.

63. El equipo de acogida, responsable principal de la pastoral



bautismal, debe contar con el necesario respaldo institucional. Antes de iniciar su servicio, el equipo recibirá la formación necesaria, inicial y permanente.

3. Objetivos de la acogida

64. Con la acogida se pretende un acercamiento a la realidad de cada familia como primer paso para el diálogo pastoral. A partir de ahí, se trata de motivar a quien pide el bautismo sobre la necesidad de prepararse convenientemente y de llevar una vida acorde con la fe cristiana.

65. Asimismo hay que informar acerca de lo que supone la celebración del bautismo y de los pasos que la diócesis propone para una buena y digna celebración del sacramento.

66. Además de ayuda a entablar un primer contacto y conocimiento de la realidad comunitaria parroquial, se buscará la participación en la celebración del sacramento, incluida su preparación.

4. Criterios prácticos

67. Dado que el primer contacto con quien pide el sacramento es fundamental, hay que prever los medios siguientes:

68. Un lugar adecuado para los encuentros de acogida.

69. Fechas y horarios que ofrezcan diversas posibilidades para el encuentro.

70. Guiones y materiales que faciliten los primeros momentos de diálogo.

71. Hay que evitar:

72. Una relación puramente burocrática con los padres y padrinos.

73. Una entrevista que se convierta en “examen”.



74. Una acogida basada en la pura ingenuidad pastoral o en la sospecha sistemática.

75. El planteamiento de fechas de la celebración como primer punto del diálogo.

76. La recepción apresurada.

77. La inmediatez entre la solicitud y la celebración.

78. Hay que tener en cuenta que con la pastoral bautismal comienza un tiempo muy apto para la evangelización de los adultos. En el caso del bautismo de infantes, desde el momento del nacimiento del niño hasta que éste se integra en la catequesis parroquial, los padres recibirán distintas ofertas para su maduración y crecimiento en la fe.

IV. DIÁLOGO PASTORAL

79. El punto de partida de una pastoral sacramental en situación de misión es el diálogo pastoral sincero y transparente, al estilo de Jesús con la mujer samaritana. A través del diálogo se intenta descubrir la calidad religiosa, esto es, el nivel de fe y los recorridos de educación y experiencia de fe por medio de unos criterios objetivos suficientes. Así se podrán establecer las ofertas pastorales que se indican más adelante.

80. El diálogo no deberá ser excluyente, sino educativo. Si bien las exigencias de la pastoral sacramental han de quedar claras, más patente aún ha de quedar el espíritu de condescendencia y de amor, características fundamentales de la obra de salvación realizada por Dios a través de Cristo y continuada hoy por su Iglesia.

81. Se ha de respetar la naturaleza del diálogo, es decir, hay que ir a lo sustancial y evitar que se reduzca a una exposición magisterial a modo de un mini-cursillo.

V. EL CATECUMENADO Y LOS PROCESOS DE INSPIRACIÓN CATECUMENAL

A. CATECUMENADO DE ADULTOS Y JÓVENES



1. Necesidad de instituir el Catecumenado

82. La preocupación maternal de la Iglesia por la educación de la fe de los candidatos al Bautismo se manifiesta en el ofrecimiento del catecumenado, que no es una mera exposición de dogmas y preceptos, sino un proceso por el cual se realiza la iniciación cristiana íntegra.

83. El Obispo nombrará un responsable diocesano de esta institución. Esta persona se encargará de orientar y coordinar cuanto se refiera a las peticiones del catecumenado: su realización, el discernimiento de los casos que puedan plantearse, los contenidos y celebraciones que se tengan durante el mismo.

2. Situaciones en que se ha de realizar

84. Adultos y jóvenes que solicitan el bautismo.

3. Objetivo

85. Preparar para la recepción de los sacramentos de la iniciación cristiana.

4. Duración

86. Depende del discernimiento que realicen el responsable diocesano y los responsables directos del acompañamiento del catecúmeno. Generalmente se aplicará la forma simplificada que recoge el Ritual de la Iniciación Cristiana.

B. CATECUMENADO DE ADOLESCENTES Y NIÑOS EN EDAD CATEQUÉTICA

87. El Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos desarrolla un ritual de la iniciación de niños en edad catequética, destinado a quienes no habiendo sido bautizados en la infancia y llegados a la edad de la discreción y de la catequesis, vienen para la iniciación cristiana. Este ritual se usará con libertad y creatividad para responder a cada caso concreto.

1. Diálogo con los padres



88. En el caso de los niños que son presentados por los padres, el primer paso será un proceso de acogida con los mismos en el que se discierna si los motivos por los que piden los sacramentos de la iniciación son verdaderamente religiosos.

2. Funciones y ministerios en este itinerario

89. La iniciación cristiana de adolescentes y niños en edad catequética es una ocasión para recordar la tarea que incumbe al Pueblo de Dios de transmitir y alimentar la fe. Es muy importante que la comunidad acompañe a estos catecúmenos y se haga presente en las principales celebraciones por medio de los padres, padrinos, catequistas, además de los familiares, los otros adolescentes, niños y miembros de la comunidad cristiana.

90. Convendrá que el catequista esté especialmente preparado para su misión, que conozca lo que es propio de la situación del no bautizado y pueda realizar un acompañamiento personalizado. De él dependerá en gran medida también que los adolescentes y niños ya bautizados ayuden a los catecúmenos con su oración, testimonio y caridad.

3. La catequesis en el itinerario catecumenal

91. La catequesis de los adolescentes y niños de este proceso es un verdadero catecumenado orientado a la progresiva comprensión de la palabra de Dios, de la oración eclesial y de la celebración litúrgica, y a un compromiso de fidelidad al Evangelio y de amor al prójimo.

92. Esta catequesis ha de tener un tiempo cronológicamente limitado.

4. La celebración de los sacramentos de la Iniciación

93. Los sacramentos del Bautismo y Eucaristía se recibirán, normalmente, cuando el adolescente o niño tengan la preparación catequética requerida para recibir la primera Eucaristía.

94. La celebración del Bautismo tiene su lugar más propio en la Vigilia Pascual. También puede hacerse en cualquiera de los domingos del Tiempo de Pascua. Sólo por razones de mucho peso se debe celebrar fuera de este tiempo litúrgico para que no se



debilite el sentido pascual de la Iniciación cristiana. Se procurará, en todo caso, que la celebración tenga lugar en domingo.

95. En el caso del adolescente, el Bautismo se celebra dentro de la Misa en la que comulgará por primera vez y estará acompañado por la comunidad cristiana, su padrino, familia y compañeros de catequesis.

96. En el caso de los niños, antes de ser admitidos a la primera Comunión con su grupo, serán bautizados en una celebración comunitaria y con la presencia de sus catequistas y compañeros. Si parece oportuno también puede unirse la celebración de la primera Comunión del grupo de catequesis con la administración del Bautismo.

C. PROCESOS DE INSPIRACIÓN CATECUMENAL

1. Situaciones en que se han de realizar

97. Adultos y jóvenes ya bautizados que se preparan para la Confirmación y la Eucaristía.

98. Personas que han recibido los tres sacramentos de la iniciación cristiana en su infancia y adolescencia, pero que se desvincularon de la Iglesia durante un largo período de tiempo.

99. Adultos y jóvenes bautizados y no catequizados.

100. Padres que han decidido o a los que se ha propuesto diferir la celebración del bautismo de sus hijos.

2. Objetivos

101. Reavivar o suscitar la fe de quienes, estando alejados, se acercan con motivo de la celebración del bautismo de un hijo.

102. Favorecer el crecimiento, el fortalecimiento y la comunicación de la fe de quienes se manifiestan positivamente creyentes.

103. Fomentar e iniciar en la experiencia de oración a partir de la vida, especialmente en forma de oración compartida y de oración



en familia.

104. Ayudar a adquirir el gusto y la necesidad de celebrar comunitariamente la fe.

105. Revisar y dinamizar la vivencia de los valores del evangelio en su vida personal, familiar y social.

106. Iniciar en el lenguaje sacramental e invitar a participar en la Eucaristía del domingo.

3. Duración

107. Depende de los procesos establecidos en la Diócesis y del discernimiento que los organismos competentes realicen para cada caso particular.

4. Etapas y celebraciones

108. En el caso de los ya bautizados, se diseñará un proceso marcado por etapas y por celebraciones, inspiradas en las del catecumenado y adaptadas a la situación, que pueden culminar con la renovación de las promesas bautismales en la Vigilia Pascual.

VI. EL BAUTISMO DE INFANTES

1. Necesidad de la preparación de los padres

109. A la petición del Bautismo por parte de los padres, ha de seguir una acogida personalizada y un proceso de preparación.

110. Salvo en los casos en que haya que diferir la celebración del sacramento y los padres deban realizar un proceso más prolongado, se fijará un número adecuado de encuentros que permitan alcanzar los objetivos mínimos y se dejará abierta la posibilidad a una ampliación cuando la situación así lo requiera. Los servicios diocesanos ofrecerán unos materiales apropiados.

111. Las catequesis incluirán momentos oracionales y celebrativos, tanto en el grupo como con la comunidad cristiana.



112. Un itinerario, a modo de ejemplo, podría ser:

113. Un rato de oración sencilla con los participantes en los encuentros, previo al comienzo de las catequesis y como conclusión de los mismos.

114. Una proclamación de la Palabra en el desarrollo de las catequesis.

115. El domingo anterior a la celebración del sacramento, la celebración de la eucaristía con toda la comunidad. En ella se presenta a los niños que se bautizarán y se hace la petición pública de este sacramento así como su aceptación por parte de la persona responsable.

2. Objetivos de las catequesis

116. Partiendo de la propia experiencia y situación de fe los padres, es preciso considerar la responsabilidad que adquieren para educar a sus hijos en la fe, explicar el sentido del sacramento que solicitan, favorecer una pertenencia a la comunidad parroquial y preparar la celebración, profundizando en su significado.

3. Contenidos de la catequesis

117. El proceso de preparación contendrá elementos de tipo catecumenal (el núcleo del mensaje cristiano sobre Jesucristo, la Iglesia y los sacramentos).

118. Con frecuencia, la situación de fe de los participantes en los encuentros aconsejará incluir catequesis misioneras de primer anuncio antes de las propiamente catecumenales.

119. Los contenidos estarán normalmente coordinados con los que se incluyen en la preparación previa al sacramento del matrimonio.

120. Los organismos diocesanos competentes prepararán unas catequesis cuyos objetivos, contenidos, duración y metodología sirvan de modelo para el trabajo de los equipos de responsables.



4. Responsables de esta preparación

121. El responsable de esta preparación es el párroco o el presbítero responsable principal de la pastoral bautismal de varias parroquias. Corresponsable con él es el equipo de pastoral bautismal que se ocupa de la acogida y de la tarea catequética.

VII. CELEBRACIÓN DEL SACRAMENTO

122. La celebración del sacramento debe estar revestida de un tono de eclesialidad reconocible, dentro de un clima de sobriedad y de fiesta por ser un sacramento que expresa la alegría de la gracia recibida. Ha de evitarse toda acumulación de signos externos que desvíen la atención de lo que verdaderamente se está celebrando. La sobriedad no está reñida con la dignidad, ni la austeridad desvirtúa el carácter festivo de la celebración.

7.1. Lugar

123. Al ser el bautismo el sacramento que incorpora a la Iglesia, su celebración tendrá lugar en el templo parroquial donde se reúne la comunidad cristiana, que representa y forma parte de la Iglesia universal. Por tanto, como norma general, y salvo en caso de necesidad, el adulto debe bautizarse en la iglesia parroquial propia y el niño en la iglesia parroquial de sus padres, es decir, en la que corresponde a su domicilio habitual. También puede admitirse el templo parroquial en el que la familia celebra habitualmente su fe. Esta situación será objeto de comunicación entre los párrocos respectivos.

124. “No se admitirán como lugar de celebración del bautismo capillas de colegios y de comunidades religiosas, ermitas, ni mucho menos capillas privadas, “a no ser que una causa justa aconseje otra cosa” (c. 857).

7.2. Presencia de la comunidad

125. La naturaleza de este sacramento y la misma estructura del rito exigen una celebración comunitaria cuya característica fundamental es la participación activa.

7.3. Tiempo



126. Siendo el domingo el día propio para celebrar el bautismo, ténganse en cuenta que la Vigilia Pascual y los domingos del tiempo de Pascua son los más adecuados para celebrar los sacramentos de iniciación. Por ser la Cuaresma un tiempo de preparación al Bautismo de los catecúmenos y de renovación de la conciencia bautismal de toda la comunidad, parece oportuno que durante la misma no se celebre dicho sacramento.

127. La celebración del Bautismo dentro de la Misa es el modo mejor de significar, en medio de la comunidad reunida, el carácter eclesial del bautismo y su relación con la Eucaristía. Por razones pastorales cabe ofrecer otras alternativas, siempre que favorezcan también la presencia de la comunidad.

128. Se evitará la coincidencia, en una misma celebración, del Bautismo de infantes, de la primera comunión de otros niños y del Matrimonio.

129. Cada Sector o UAP coordinará un calendario celebrativo y lo hará público. Se subrayará así el papel de la comunidad, que programa la celebración y acoge al neófito. Además, permite dar respuesta a situaciones de excepción, previo discernimiento y acuerdo entre los párrocos interesados. Al elaborar el calendario en aquellas parroquias o zonas muy pobladas, ténganse en cuenta que no conviene retrasar excesivamente los bautizos ni acumularlos en una misma celebración.

7.4. Ministro

130. La figura del ministro del sacramento está llamada a simbolizar la presencia actuante de Cristo en él. Habrá de evitarse tanto la difuminación de su figura, como la concentración en su persona de todas las funciones requeridas para la celebración. El sujeto de la celebración es Cristo junto con todo el pueblo de Dios, presidido ministerialmente.

131. Salvo en caso de necesidad, nadie administrará el Bautismo en una parroquia ajena sin la debida licencia del párroco de esa iglesia. En estos casos téngase presente que el presidente de la celebración del Bautismo no actúa sólo como ministro del sacramento, sino también en función o en nombre del presidente de la comunidad a la que se agrega un nuevo miembro.



132. En todo caso, al párroco del lugar le corresponde garantizar que se ha realizado la preparación adecuada de los padres y, en su caso, del bautizando, así como el correcto desarrollo de la celebración.

133. Se le ofrecerá al Obispo el bautismo de quienes hayan cumplido los catorce años, para que lo administre él mismo, si lo considera conveniente (cf c. 863).

134. El párroco del lugar donde se celebre el Bautismo inscribirá el nombre de los bautizados en el libro correspondiente.

7.5. Padres

135. Los padres ejercen un verdadero ministerio propio en la celebración del Bautismo: piden públicamente el bautismo, signan al niño en la frente, hacen la renuncia y profesan la fe, llevan al niño a la pila bautismal, encienden el cirio y reciben la bendición especial destinada a ellos al final de la celebración.

136. Después de conferido el Bautismo, los padres deben conducir al niño al conocimiento de Dios despertando en él los primeros sentimientos religiosos y acompañándole en el proceso que culminará en la Eucaristía y la Confirmación. En esta tarea la comunidad cristiana les prestará ayuda con las personas y medios adecuados.

7.6. Padrinos

137. En la medida de lo posible, a quien va a recibir el Bautismo se le ha de dar un padrino o madrina. Se ha de tener un solo padrino o una sola madrina. En caso de ser dos, serán padrino y madrina. No pueden ejercer tal función el padre y la madre de quien se bautiza.

138. Para que alguien sea admitido como padrino es necesario que, habiendo cumplido dieciséis años, sea católico, esté confirmado, haya recibido la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con su fe y con la misión que va a asumir.

139. El bautizado que pertenece a una comunidad eclesial no católica sólo puede ser admitido junto con un padrino católico, y



exclusivamente en calidad de testigo del Bautismo.

140. En el bautismo de adultos, el padrino, elegido por el catecúmeno, delegado por la comunidad cristiana y aprobado por el responsable del catecumenado, acompaña al candidato, le muestra el uso del Evangelio en la vida, le da testimonio de vida cristiana y le asiste en la celebración de los sacramentos.

141. En el caso del bautismo de los niños, la función de los padrinos consiste en acompañar y, llegado el caso, sustituir a los padres en su tarea educadora de la fe. Juntamente con los padres harán profesión de la fe de la Iglesia en la cual es bautizado el niño.

142. Se ha de encarecer a los padres para que tomen en serio la elección de padrinos, no dejándose guiar sólo por motivos de parentesco, amistad o prestigio social, sino por un deseo sincero de asegurar a sus hijos unas personas que, por su edad, proximidad, formación y vida cristianas, sean capaces de influir eficazmente en su educación cristiana.

143. Es muy conveniente que los padrinos participen, al menos, en la catequesis que prepara inmediatamente a la celebración.

VIII. NECESIDAD DE LA PASTORAL POSTBAUTISMAL

144. En los años posteriores al bautismo, y hasta la celebración de la primera eucaristía de los niños, el equipo pastoral promoverá con los padres diversas acciones para su maduración cristiana. Es recomendable que en este tiempo los padres lleven a sus hijos a la eucaristía del domingo.

145. Tras los procesos preparatorios del sacramento se pueden proponer a los padres servicios programados de cierta amplitud temporal: procesos catequéticos de inspiración catecumenal, procesos de catequesis misionera, o bien compromisos de acción que comporten una formación cristiana cercana a la vivencia religiosa y al trabajo de la justicia en el mundo.

146. También es conveniente ofrecer servicios pastorales como los que se realizan en algunos lugares: Celebración del rito de presentación y de bendición de los niños bautizados el año anterior; carta o folleto conteniendo noticias, oraciones, breves



materiales de formación humana y de la pedagogía religiosa; visita a las familias; felicitación en el aniversario del Bautismo; reuniones sobre pedagogía religiosa familiar; uno o varios encuentros anuales con todos los padres orientados a la revisión de los compromisos asumidos y a la formación personal, combinando el momento oracional-celebrativo con el momento lúdico-festivo.

IX. ALGUNAS SITUACIONES ESPECIALES

147. Cada vez es más frecuente la petición del Bautismo para los hijos de padres que se encuentran en situaciones especiales o irregulares (creyentes con práctica religiosa débil, católicos divorciados y casados civilmente, católicos casados sólo civilmente o unidos sin ningún vínculo institucional, no creyentes). En estos casos es preciso extremar el cuidado de la acogida mediante un diálogo pastoral en el que primen la paciencia y el respeto al ritmo propio de cada persona, de forma que se pueda realizar un proceso de discernimiento pastoral sobre la conveniencia de celebrar el sacramento o de diferir su celebración.

148. Por discernimiento pastoral se entiende la reflexión dialogada sobre la situación religiosa y de eclesialidad de los padres, en orden a distinguir lo más objetivamente posible las actitudes y los motivos -religiosos, familiares, sociales- por los que piden el bautismo para sus hijos. Por tanto, es objeto de discernimiento la calidad religiosa de los padres, es decir, su nivel y sus recorridos de fe. No se pueden ignorar ni despreciar sus motivaciones, pero tampoco rebajar el valor teológico del sacramento que solicitan. Entre estos dos extremos se ejerce el discernimiento, recordando el consejo de San Pablo: “Acoged bien al que es débil en la fe” (Rm 14,1).

149. La acogida y el diálogo pastoral tendrán como objetivo deducir si existe esperanza fundada de que el niño o la niña van a ser educados en la fe o si hay garantías suficientes de que alguien asumirá ese compromiso.

150. En el caso de que no hubiera esperanza fundada, el diálogo se llevará de tal forma que sean los propios padres quienes, descubiertas la grandeza de la fe cristiana y sus consecuencias, así como su propia situación, decidan posponer la celebración del sacramento hasta que se den las condiciones necesarias para



celebrarlo.

151. Si los padres no hicieran esta opción, la decisión de diferir la celebración del sacramento será discernida en el equipo de la pastoral bautismal bajo la presidencia del presbítero y se consultará con el Vicario episcopal territorial. A los padres se les hará comprender que no se trata de una negativa a bautizar a su hijo, sino de una invitación para reflexionar y tomar conciencia de su situación anómala ante la comunidad eclesial.

152. Siempre que se difiera la celebración del Bautismo, se invitará a los padres a un proceso de iniciación cristiana, que podría comenzar con la inscripción del niño con miras a un catecumenado en su edad escolar. Esta inscripción puede realizarse dentro de un marco celebrativo específico, pero quedando claro que no equivale al mismo sacramento y que por ello no incluirá ningún rito ni oración propios del sacramento. Debe quedar claro también que esta inscripción no es una entrada en el catecumenado y que los niños así inscritos no pueden ser considerados como unos catecúmenos con todas las prerrogativas unidas a esta condición. Deberán ser presentados más adelante a un catecumenado adaptado a su edad. Los responsables procurarán mantenerse en contacto con estos padres y acompañarles en el proceso.

1. Situaciones más comunes en el bautismo de niños

1.1. Padres creyentes

153. Se les animará a la preparación específica e inmediata sobre el sacramento del Bautismo. Es conveniente que estos padres renueven y actualicen su experiencia de fe. Su testimonio en el grupo de padres puede ser aprovechado por el equipo responsable de la formación.

1.2. Padres sin práctica religiosa comunitaria

154. Cuando la práctica sacramental queda reducida a celebraciones sacramentales ocasionales con notable acento social (bodas, primeras comuniones, funerales, bautizos) se puede considerar que se está ante una práctica deficiente.

155. Su participación en las catequesis y celebraciones



preparatorias es indispensable. La comunidad cristiana, por medio del equipo responsable, tiene la obligación de proporcionarles los medios que les permitan llegar a despertar y aceptar, libre y responsablemente, la fe bautismal.

1.3. Padres en situación eclesialmente irregular

156. El mero hecho de que una pareja no pueda contraer matrimonio canónico porque al menos uno de ellos está atado por uno anterior no disuelto ni declarado nulo no es razón suficiente para diferir o rechazar el bautismo de sus hijos. Estas situaciones requieren una especial atención pastoral, y el hecho de que la disciplina general de la Iglesia no admita a los sacramentos a estos padres no prejuzga su voluntad de permanecer dentro de la comunidad cristiana ni de educar a sus hijos en la fe católica.

157. Si los padres no tienen, en principio, impedimento canónico alguno para celebrar el sacramento del Matrimonio, se exigirá un discernimiento especial. El equipo de acogida les hará ver la incoherencia entre la petición del Bautismo para sus hijos y su propio estado, que rechaza el amor conyugal de los bautizados. El Bautismo que piden para sus hijos puede ser ocasión para invitarles a una regularización de su situación.

1.4. Padres no creyentes o no católicos

158. Se buscarán mayores garantías para la futura educación cristiana del niño y se asegurará el compromiso del padrino o de algún miembro de la comunidad cristiana.

2. Otras situaciones

2.1. Bautismo en caso de necesidad

159. La única excepción que el Código conoce al deber de observar todas sus disposiciones dadas con carácter general y los ritos litúrgicos para la administración del bautismo es la de necesidad creada por el peligro de muerte[4] (cf cc. 861 §2, 862, 865 §2, 868 §2, 871, etc.). Nadie que no sea el Obispo o sus Vicarios (Ordinarios del lugar) tiene facultad para decidir y autorizar que fuera de este peligro de muerte se administre el bautismo en tiempo y lugar o por ministro que sean distintos de los comúnmente establecidos.


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160. El Ritual del bautismo presenta un rito breve para bautizar a un niño en peligro de muerte cuando no está presente el ministro ordinario o, estando el ministro, la gravedad hace presumir que no habrá tiempo suficiente para realizar el rito completo. Si quien ha sido bautizado así se recuperara, será llevado a la iglesia para completar con la comunidad los ritos omitidos.

2.2. Admisión a la plena comunión con la Iglesia Católica de los ya bautizados válidamente

161. El Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos propone en apéndice el rito con el que los nacidos y bautizados en el seno de una Comunidad eclesial separada son recibidos en la plena comunión de la Iglesia católica.

IV PARTE

DIRECTRICES VINCULANTES PARA TODA LA DIÓCESIS

La Acogida

1. A toda petición de Bautismo ha de seguir una acogida personalizada.

2. En toda la diócesis se irán creando equipos responsables de la acogida, compuestos por presbíteros y personas laicas, debidamente formados y con respaldo institucional. Estos equipos realizarán su misión en sus respectivos territorios y según las necesidades del lugar. En algunos lugares será necesario crear equipos itinerantes que lleguen hasta parroquias que no cuenten con personas laicas debidamente preparadas.

La Preparación

3. Después de la acogida se realizará un proceso de preparación con los padres según las orientaciones diocesanas.

4. Toda preparación estará inspirada en el catecumenado de



adultos como referente para las diversas ofertas pastorales que se puedan hacer según el discernimiento realizado después de la acogida: catecumenado estricto para los no bautizados, procesos prolongados de inspiración catecumenal y encuentros intensivos de catequesis, según lo dicho en el Directorio.

La Celebración

5. La celebración del sacramento estará revestida de sobriedad y dignidad. En circunstancias normales, se buscará la participación activa de la comunidad.

6. El lugar normal para la celebración será la parroquia propia: la del domicilio habitual o la parroquia a la que acuden habitualmente, “a no ser que una causa justa aconseje otra cosa” (c. 857). Cualquier circunstancia extraordinaria por la que se pida bautizar en otra parroquia será comunicada y discernida entre los párrocos respectivos. En algunos casos puede ser necesaria la aprobación del Vicario correspondiente.

7. Las parroquias de un mismo sector, UAP o Vicaría harán público un calendario bautismal coordinado.

NOTA: Las soluciones a las situaciones especiales señaladas en el Directorio, y cualquier posible excepción a estas directrices serán discernidas en el equipo responsable del lugar con el Obispo o con alguno de sus Vicarios.

Bilbao, 4 de abril de 2002

Consejo Episcopal

__________

[1] Conferencia Episcopal Española, “Orientaciones pastorales para el catecumenado”, Madrid 2002.

[2] Ver: “Orientaciones Pastorales Diocesanas para la Primera Penitencia y Primera Eucaristía”. Diócesis de Bilbao, 1990, 49.


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[3] Cf CEE, “La Iniciación Cristiana, reflexiones y orientaciones” (34).

[4] Peligro de muerte no es sólo la situación de enfermedad terminal, sino toda circunstancia en la que las probabilidades razonablemente estimadas de fallecimiento sean al menos tantas como las de supervivencia (operación quirúrgica, pruebas médicas agresivas, accidente...).


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