Barichara Para todo lo que - nebula.wsimg.com

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Para todo lo que quieres vivir... la respuesta es... Barichara ISBN 978-958-99726-6-3 • DISTRIBUCIÓN GRATUITA Pueblos Patrimonio de Colombia

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"Barichara es de reciente fundación, y debe su origen a un pedazo de piedra y a la superstición de algún labriego. A principios del siglo pasado, fecundo en santos aparecidos, hubo de hallarse alguien por allí una piedra en que sus ojos se empeñaron en ver la imagen de la Virgen, y no sólo se persuadió de que la veía sino que persuadió a otros de lo mismo, en términos que para 1705 se promovieron diligencias sobre el caso, se comprobó el hecho con el testimonio de los interesados, y mandose colocar la piedra por el cura de San Gil en una ermita que, tomando el nombre de la comarca, llamaron de Barichara". Manuel Ancízar en "La peregrinación de Alpha" .

Este pueblo de los ‘patiamarillos’ –como se suele llamar a sus habitantes, ya que en épo-cas pretéritas los nativos, que caminaban descalzos, se manchaban los pies con la tierra amarilla–; del cacique Guanentá, de los talla-

dores de piedra, de saberes y sabores ancestrales, de tranquilas costumbres, de evocadores cuadros y refugio de artistas fue el destino escogido para tomar nuestras vacaciones en este lugar de ensueño, que parece deteni-do en el tiempo, como en un eterno presente.

Por el corazón ‘patiamarillo’Al llegar al parque principal, en forma de damero

–influencia de los sistemas de construcción españoles– se respira cierto aire de sosiego que invita a la contem-plación, la lectura, al silencio, a soñar, a hacer una pausa en el camino, en medio de árboles frondosos coloreados por hojas violetas, del amarillo y ocre de sus caminos empedrados, y de faroles que, luego del ocaso, iluminan

los amplios callejones. Aquí apenas se siente el pasar del tiempo que parece

detenido ante el conjunto de construcciones –de uno y dos niveles que rodean el parque– fabricadas con la antiquísima técnica de tapia pisada, bahareque y tejas de barro, las cómodas banquitas en piedra y en la fuente labrada por expertos talladores. Es el sitio de reunión de lugareños y donde la brisa tibia de la tarde nos acaricia el rostro.

En medio de este quieto atardecer, se sentó a nuestro lado un venerable anciano que nos contó la leyenda de la fundación de Barichara, según la cual, a un humilde campesino, en los inicios del siglo XVIII, se le apareció sobre una roca, en donde ahora es la entrada del pueblo, una virgen alada. El ‘milagro’ rápidamente se difundió entre la población que convirtió el lugar en centro de veneración y romerías constantes. Aunque el arzobispo negó el hecho y lo consideró una blasfemia, la fe de los habitantes fue mayor e hizo que se iniciara la construc-

Lugar de descansoLugar de descanso, que es lo que significa Barichara en dia-lecto guane (la tribu indígena que habitó esta zona), según la tradición oral, es un pueblo patrimonio enclavado en una ondulada meseta, que se levanta como un gran lienzo natural bajo el cielo de azul profundo, en un marco de colores cobri-zos, amarillos, verdes y ocres, producto del color de su tierra, de arreboles efímeros, de impecable trazado, de calles empe-dradas y pulcras, caminos reales y arquitectura vernácula.

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ción de un templo para alojar la imagen bautizada como la Virgen de la Piedra. A su alrededor se construyeron las primeras viviendas, con lo que se dio inicio a la po-blación de la nueva aldea.

Esto nos motivó a dirigirnos al templo de la Inma-culada Concepción y san Lorenzo Mártir –donde se encuentra una pequeña capilla en homenaje a la virgen alada–. Subimos lentamente las amplias escalinatas que nos llevaron al atrio desde el cual observamos el cuidadoso trabajo de las lajas de piedra de sus muros ocre, que dan los tonos característicos a este pueblo. Sobresalen las dos torres y 10 columnas monolíticas (que se dice representan los diez mandamientos), que lo sostienen, en las que está plasmado el arte y la labo-riosidad de los expertos en el trabajo de la piedra. Desde tempranas horas los feligreses atienden el llamado de las campanas para la misa diaria.

A la salida de la iglesia conocimos a Diana, quien sería nuestra guía acompañante en esta maravillosa aventura cultural. Iniciamos el recorrido por las calle-juelas de piedra del ‘pueblito más bonito de Colombia’,

como se suele llamar a este sereno lugar de nuestra geografía. Fuimos a la Casa Municipal, donde funciona la Alcaldía, una construcción de dos pisos, con base en piedra y balcones individuales sobre fachada blanca, aleros altos, patio central amplio, ahora diseñado a ma-nera de ‘jardín zen’ (esos espacios destinados a la me-ditación representados por elementos de la naturaleza y arena). Apreciamos sus amplios balcones corridos y admiramos la permanencia, a lo largo de siglos, de sus techos fabricados en cañabrava y del amplio solar que representa la esencia de este tipo de construcciones. Un vivo ejemplo de la arquitectura propia de Barichara.

De allí, pasamos a la Casa de la cultura “Emilio Pra-dilla González”, que queda contigua, y nos adentramos en una parte de la historia de la ‘Vara florida’, como en un tiempo fue llamado Barichara. Esta casona guarda algunos tesoros del patrimonio material e inmaterial del municipio. Uno de los más representativos es una antigua prensa, de origen alemán, que se utilizó en la elaboración de tabaco, uno de los pilares de la econo-mía local.

Desde sus estancias claroscuras el tiempo parece "reposar" en Barichara.

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Sobresale en esta antigua construcción el patio in-terior en forma cuadrada, totalmente construido en piedra, columnas en madera y techos en teja de barro que custodian, entre otros valores, antiguas piletas que se utilizaban para recoger el agua lluvia, la genealogía de los fundadores del pueblo, fotografías de personajes ilustres como Pedro Serrano, el insigne pintor, Georgi-na Ballesteros, la primera mujer médica en Colombia y Aquileo Parra, único presidente santandereano de Colombia, entre otros.

Recorrimos y disfrutamos palmo a palmo las calles de Barichara, contemplamos y admiramos sus vivien-das, un bello conjunto arquitectónico que seduce por el uso de la piedra en sus cimientos, de tapia pisada y bahareque en su estructura, sus techos uniformes, ventanas asimétricas y el toque mágico de la arcilla. De acuerdo con la guía, las casas de los más adinerados y de mayor valor económico eran aquellas cuyas paredes de tapia eran más gruesas.

Fue fascinante ver cómo en cualquier rincón puede aparecer un grupo de expertos tapieros (hombres que construyen en tierra cobriza los muros de las vivien-das) con sus tapiales (las cajas de madera que sirven de molde), en lo que semeja una danza en la que sus pies se confunden con la tierra húmeda hasta darle la consistencia necesaria al material que formará la pared. Conocimiento ancestral que sigue vivo.

A mediodía, la temperatura subió por lo que busca-mos un refugio que nos calmara el calor y el apetito. En-tramos a un restaurante para probar cabrito, pepitoria, carne oreada y arepas de maíz amarillo –preparadas en antiguos tiestos de barro–, los platos tradicionales de la cocina santandereana.La señora que nos atendió nos explicó pacientemente las características de cada uno. La pepitoria, por ejemplo, es un plato preparado con las vísceras y la sangre de cabro, condimentado con espe-cias y mezclado con ingredientes como queso, arroz y miga de pan. La carne oreada, que fue la elegida por mí, y que al principio me pareció un poco dura, tenía un sa-bor especial, el cual se debía al uso de algunas especias, naranja y cerveza en su preparación.

Con nuevos bríos continuamos el pausado andar por las románticas calles empedradas, adornadas con variedad de flores. Fuimos por la Calle Real hasta la iglesia de Santa Bárbara, construida en el siglo XVIII.

Esta magistral obra nos emocionó por su arqui-tectura románica, la nave central con su artesonado y las columnas con sus bases y capiteles en relieve. Sobre las cinco ventanas laterales se reflejaron los rayos de sol que le dieron un aire aún más solemne.

Nos conmovió el retablo en madera pintado a mano, decorado con hojilla de oro, arabescos y flores inverti-das. La cruz en las afueras del templo, con el Sagrado Corazón tallado en piedra nos inspiró para hacer una composición fotográfica.

Esta iglesia se ha convertido en sitio privilegiado pa-ra la celebración de pomposas bodas y escenario prin-cipal de eventos culturales, como el festival de música y Festiver, el festival de cine verde de Barichara.

Las altivas ceibas del parque contiguo –una de estas la más antigua del pueblo-, el canto de las chicharras, el aleteo del ‘pájaro bobo’- ave insigne del municipio, de cola larga y plumaje en vivos tonos azules y verdes-, y el monumento en piedra de la ‘yunta de bueyes’ fueron los componentes de este cuadro que nos invitó a seguir unos cuantos pasos hasta el Parque de las Artes “Jorge Delgado Sierra”, un espacio al aire libre adornado con verdes jardines, un riachuelo artificial y fuentes de agua en el que sobresalen 22 obras alusivas a la mitología in-

DATOSDE INTERÉS

• Barichara fue fundado el 29 de enero de 1705. • Su centro histórico fue declarado Monumento Nacional en 1975.• El Camino Real Guane - Barichara, construido por Geo von Lengerke, fue declarado Monumento Nacional en 1988.• Se llamó inicialmente “Vara Florida”, luego “Vara echada” y finalmente Barichara. • Aquileo Parra, oriundo de Barichara, ejerció como Presidente de Colombia entre 1876 y 1878.

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dígena y americana, talladas en piedra por un grupo de artistas ganadores del concurso internacional de talla en piedra que se realiza en el pueblo.

Desde el mirador Rafael Ortiz Prada, adyacente al Parque de las Artes, contemplamos el hermoso paisaje de tonos naranja, verde, azul, rosado, rojo y amarillo que cubren el cañón del río Suárez, del cual tendríamos una vista privilegiada. El cielo de Barichara se iluminó con los arreboles que se asomaron en este “lugar de descan-so”. Inspiradoras escenas se dibujaron allí.

La noche, bajo un cielo colmado de estrellas, en el patio del hospedaje, fue propicia para descansar y com-partir con otros viajeros las experiencias del día. Men-cionamos los andenes altos que se encuentran en al-gunas calles, especialmente en las esquinas, los cuales, según contaron los lugareños, fueron hechos con esa altura para que las mujeres, en la época de la Colonia, se apearan más fácilmente de los caballos; recordamos también las protuberancias que sobresalen en las fa-chadas de algunas casas, a las que los baricharas llaman casas barrigonas o torcidas y que hacen parte del estilo arquitectónico del pueblo.

Al otro día, luego de un exquisito desayuno con are-pa santandereana (hecha de maíz ‘pelao’), caldo con huevos, una porción de carne de res asada y chocolate, partimos hacia el cementerio municipal, una galería de arte hecha en piedra donde la sapiencia y el talento de los labradores se pone de manifiesto en impecables obras funerarias, y diseños alegóricos a los gustos de quienes en vida disfrutaron alguna actividad particular.

A la entrada nos recibió una réplica –elaborada por el escultor Arsenio Plata– de ‘La última cena’, de Antonio Gaudí, por supuesto tallada en piedra, en la que resalta el texto: “la vida es corta, pero suficiente para llegar a Dios por el camino del amor”.

En Barichara es costumbre recrear en piedra imá-genes que identifican a los difuntos enterrados allí, ya sea por su oficio, un gusto o una pasión. Por eso, al recorrer el camposanto vimos plasmados los sombreros de los campesinos, la figura del caballo que acompaña la tumba del amante de los equinos, la calculadora y el libro del maestro del colegio, o el fino diseño de las he-rramientas de don Trino, un experto tapiero sobre cuya tumba se encuentran el sombrero, el nivel, el palustre, el metro y un modelo de una pequeña casa. Este campo santo parece un cuento de fantasía labrado en piedra.

De aquí, pasamos a la capilla de Jesús, contigua al cementerio, también hecha en piedra, de estilo románi-co y tonos ocres, con arco de medio punto y espadaña en la parte izquierda con cinco columnas cuadradas

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sobrepuestas. Nos causó admiración el altar con sus finos detalles en madera, de arte quiteño, y las figuras del arcángel san Rafael y Jesús en el calvario, que se tornaron misteriosas ante los rayos de sol que, tímidos, se asomaron por los cinco ventanales laterales que caracterizan a la pequeña iglesia.

La temperatura del mediodía, cercana a los 28 gra-dos, nos invitó a hacer la siesta. Luego de este descanso, seguimos por los caminos del pueblo que vio nacer a José Bonifacio Aquileo Elías Parra Gómez –don Aqui-leo Parra– y para conocer más sobre él, visitamos la casa museo que lleva su nombre.

Nos asomamos a la puerta de la vetusta casa, don-de nos recibió un guía muy bien informado que nos ilustró sobre este personaje de la historia nacional. En módulos de madera, con forma de caja secreta, que se encuentran a la entrada, se cuentan, a través de pregun-tas y respuestas, detalles de la vida de don Aquileo. En una de las pequeñas puertas del módulo leímos: “¿A qué le tenía miedo el niño Aquileo?”, la abrí y apareció un letrero que decía: “A que en la noche las almas de los ahogados del río Suárez salieran a lamentarse cerca de la casa de campo donde él vivía”. Así, de manera entre-tenida, con otros interrogantes, descubrimos aspectos de su vida personal.

La vivienda se conserva tal como la dejó su familia antes de partir hacia Vélez (Santander), cuando el joven Aquileo tenía 17 años. Se destacan el piso de tierra, las gruesas paredes en bahareque, el techo en caña brava y tejas de barro. Aquí se conservan la cama donde nació, en 1825, las puertas sin bisagras, el escritorio del padre de Aquileo, una piedra de moler, un molde para hacer sombreros, ornamentos de cocina y lazos que usaban para amarrar las bestias (como llamaban a los caballos y mulas).

En el recinto estaba Alfonso León Cancino, quien fuera director de la Asociación Aquileo Parra y que, al vernos, continúo con la historia en torno al Presidente: “En la invasión militar al Estado Soberano de Santander resultó apresado en la batalla del Oratorio, en 1860, en la que fueron derrotadas las fuerzas liberales, por lo que fue conducido al Panóptico (hoy Museo Nacional) en Bogotá, donde permaneció hasta mediados de 1861, cuando triunfó la revolución dirigida por Tomás Ci-priano de Mosquera”. Gracias a su documentado relato supimos que don Aquileo fue concejal, presidente de la Asamblea Constituyente Departamental, participó en la Convención de Rionegro de 1863 que reformó la Constitución, fue ministro de Hacienda y finalmente presidente entre 1876 y 1878.

"Utopía. Pero quedaron vivos como arterias, como rayas de la piel del tigre, los caminos que llevaron a él". Pedro Gómez Valderrama en "La otra raya del tigre" en alusión a Geo von Lengerke.

Con un poco más de conocimiento sobre Aquileo Parra y los deseos de escudriñar más en su historia, y la del país, finalizamos otro día, no sin antes visitar el punto de información turística, recientemente entrega-do por el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, donde nos recibió Alexander Jiménez, un joven oriundo de Barichara que se ha dedicado a profundizar en la his-toria de su pueblo y a formarse como guía profesional, quien se comprometió a acompañarnos al día siguiente a hacer la travesía hasta el corregimiento de Guane, por el viejo camino real.

Por los caminos de la historiaEl punto de encuentro, con Alexander y otro grupo

de turistas, fue el monumento al paso del Libertador Simón Bolívar por Barichara, sobre el cual alcanzamos a leer algunas fechas: octubre 9 de 1819, octubre 11 de 1819, febrero 23 de 1820, octubre 29 de 1820 y agosto 31 de 1827.

Caminamos unos pocos pasos y allí, sobre una roca que da apertura al camino, leímos: “Camino Real Bari-chara-Guane: legua y media. Reconstruido por Geo von Lengerke”. Alexander respiró hondo y con emoción empezó su relato: “Este camino hizo parte del Camino Real de centro-oriente y fue, en el siglo XIX, el paso

obligado para el comercio de tejidos, harina, maíz y sal, principalmente, hacia el occidente del país y, como decía la piedra en el punto de partida, fue reconstrui-do sobre el de herradura hecho por los indígenas, por Geo von Lengerke, el alemán que se instaló en tierras santandereanas y construyó una red de caminos con el propósito de facilitar la ruta hacia el río Magdalena”. Supimos que el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo con las autoridades regionales está adelan-tando un proyecto para recuperar estos caminos de gran atractivo cultural y turístico.

Así empezamos nuestro recorrido por los pedrego-sos senderos del camino real. Uno de los acompañantes nos aclaró que el germano llegó a la Nueva Granada, condenado al exilio, luego de dar muerte a un funcio-nario de alto rango, en un duelo por una mujer. Arribó al Estado Soberano de Santander y se dedicó a la explo-tación y exportación de quina y al comercio de bienes traídos especialmente desde Europa. A cambio de la construcción de los caminos se le autorizó a cobrar pea-je sobre la mercancía que pasaba por allí.

Lengerke hizo parte de un contingente de ciudadanos alemanes que emigraron a suelo santandereano y cons-truyeron las bases del comercio, desarrollaron algunas industrias y expandieron los cultivos de tabaco y café.

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En medio del sonido de ‘las guacharacas’ (el ave que predomina por este camino) y ‘el cucarachero’ (una es-pecie endémica que al escuchar el canto de Alexander imitando su sonido, respondió inmediatamente), las cercas hechas de piedra y la gran vegetación, imagina-mos a las tribus indígenas, las recuas de mulas con su lento andar, las valijas, y pisamos con cuidado las lozas de piedra que conforman el ancho sendero. Predomina, la presencia del carate o ‘indio desnudo’, como se llama al árbol que va perdiendo la corteza de su tronco poco a poco hasta quedar completamente ‘pelado’ y blanco. Los fragmentos de sus cascarillas cubrieron una buena parte del camino.

Nos llamaron la atención los portones de golpe de las viviendas que encontramos a lado y lado, fabricados con pedazos de troncos, y las cruces en las entradas; el guía nos decía que es costumbre ubicarlas allí y pintar los bordes de los techos de blanco para protegerse de las brujas… la creencia sigue vigente.

Con paso pausado y el saludo amable de los cam-pesinos que desfilan arreando las reses, fuimos descu-briendo la variedad de piedra con que fue construido (y hace poco restaurado) el camino. Sobre las piedras alcanzamos a ver algunos restos fósiles de una que otra amonita, esos pequeños moluscos que se extinguieron en el periodo Cretácico.

Reviviendo las tradiciones guanesLuego de casi dos horas de recorrido, arribamos al

pequeño poblado de Guane, conformado por el parque principal, caminos empedrados, una austera capilla he-

cha en piedra y viviendas de una sola planta, paredes de bahareque pintadas de blanco y techos en teja de barro.

Sobre las fachadas de las tiendas sobresalían los le-treros de “pruebe sabajón” y “exquisita chicha”. Imposi-ble no ceder ante la tentación. En la tienda de don Pedro probé el primer sorbo de la bebida de maíz fermenta-do. Mientras tanto, el tendero contaba que el principal cultivo de los indígenas guane fue el maíz, sustento de su alimentación diaria, y componente de la chicha (cuyo significado para ellos era “bebida para nuestros varones”), que consumían principalmente en las fiestas hasta producir la embriaguez colectiva de los asistentes y como augurio de buenas cosechas. Yo tomé apenas un vaso, suficiente para calmar la sed.

Entramos al acogedor templo de San Isidro, cons-truido en piedra labrada, que alberga a la venerada ima-gen de Santa Lucía (cuadro que fue traído en el siglo XVIII), a quien los habitantes guanes encomiendan favores, especialmente los relacionados con la salud visual. Aquí también se encuentra una hermosa imagen de la Virgen María niña.

Salimos de la capilla hacia el Museo Paleontológico y Arqueológico “Isaías Ardila Díaz”, que se ubica en el marco del parque –al lado de la bella torre del reloj y la casa cural– en cuya entrada se exhibía un llamativo lienzo alusivo al cacique Guanentá, jefe máximo de la etnia que ocupó una gran extensión de territorio del hoy departamento de Santander.

A través del recorrido por la sala antropológica pudi-mos acercarnos a la historia de la tribu que dio nombre a este corregimiento. Se dice que los guane fueron de raza

"Es Guane un pueblo antiguo de indígenas que el transcurso del tiempo y el haberse avecindado en él algunas familias blancas lo han mejorado mucho. Tiene 1.000 vecinos, buena iglesia y escuela de primeras letras, a la que asisten, a pesar de los padres, 20 niños, y no hay que extrañar esta oposición, pues lo cierto es que

el método de enseñanza observado en las escuelas es tan dispendioso de tiempo, que un muchacho gasta sus mejores años en aprender a gritar, no a leer, y adquiere

algunos vicios adicionales, en lo cual tienen razón de no convenir los padres, particularmente los agricultores, que tanto necesitan del auxilio de sus hijos".

Manuel Ancízar en "La peregrinación de Alpha".

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Un camino mil veces caminado guarda la visión de Geo von Lengerke para conectar

Guane con su pasado y su futuro.

blanca, contextura fuerte y estatura superior a un metro setenta centímetros, algo poco visto en otras familias in-dígenas. Nos sorprendió ver el cuerpo embalsamado de una indígena, en el cual se observaban restos de cabello y piel, así como la columna vertebral. El recinto también guarda réplicas de los atuendos de la tribu que vestía telas de algodón de colores, tejidas en telares; copas zoomorfas y antropomorfas, collares de piedras calizas, narigueras, volantes de uso (para hilar el algodón) y herramientas de trabajo, como agujas y cuchillos de madera y hachas de piedra.

Apreciamos un listado de apellidos de ancestro gua-ne, como Alquechire, Chaco y Gualtero, e imágenes que recrean la práctica de la deformación del cráneo, a través de tablillas y vendas, que realizaban los indígenas como un acto para diferenciar a aquellas personas que ejercían posiciones importantes o pertenecían o un alto linaje dentro de los clanes y, según la tradición, servía, además, para embellecer al nativo.

El aguerrido pueblo guane sucumbió ante el terror en la época de la Conquista. Ahora nos quedan, este re-fugio, el camino real, algunas tradiciones que se conser-van y las réplicas del gran cacique Guanentá –de quien se dice no conocía el miedo y prefirió suicidarse en el río Chicamocha antes de ser apresado por los invasores.

Con estas historias y pensamientos evocadores en nuestra mente nos devolvimos, esta vez en ‘chiva’, a Barichara.

Ecos de una revoluciónEn la noche visitamos el centro cultural Caney Co-

munero, un espacio localizado en el sector ‘patiama-rillo’, donde nos recibió don Pedro Díaz, un profesor jubilado, versado en la historia de la Revolución de los Comuneros, el levantamiento armado sucedido en 1781 en contra del aumento de tributos que imponía la corona española y que tuvo al hoy departamento de Santander y al charaleño José Antonio Galán, como protagonistas.

Don Pedro, con orgullo nos dijo que creó este lugar, según él, único en Santander, con el objetivo de abrir un espacio para la investigación, la conservación de la memoria y la divulgación del legado comunero, en el que Barichara tuvo un papel importante como pueblo precursor, ya que en diciembre de 1780 se produjo aquí un primer motín de protesta.

A la entrada del lugar observamos las esculturas de algunos personajes representativos del movimiento insurgente: Javier Gómez, el joven líder en Barichara y fray Ciriaco de Archila, un monje que vivía en Bogotá

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quien fue prácticamente el inspirador ideológico de la revolución; Lorenzo Alcantuz, el segundo al mando des-pués de José Antonio Galán, y Juan Francisco Berbeo, entre otros.

En el interior vimos un colorido mapa en relieve en el que se detallan los lugares donde se levantaron los rebeldes y, a otro costado, la imagen de Manuela Bel-trán, la valiente mujer que, en marzo de 1781, rompió el edicto en el que establecían los impuestos –acto que era considerado un delito grave y castigado con la pena de muerte–, lo que dio origen a la revuelta comunera.

Mientras tomamos un ‘tinto’, nuestro anfitrión nos relataba las historias en torno al movimiento, como la sucedida el 23 de marzo en San Gil, cuando los ha-bitantes rompieron el edicto, atacaron a los guardas y quemaron bultos de tabaco, negándose a pagar más tri-butos. Don Pedro sacó del centro de documentación el libro José Antonio Galán. Episodios de la guerra de los comuneros, de la escritora Soledad Acosta de Samper, y nos leyó un aparte: “José Antonio Galán, aún con sus vestidos ajados por las campañas y continuos trabajos, tenía un aspecto noble y tan gallardo, que no se extra-ñaba la influencia que ejercía en todos cuantos se le acercaban. Sus centelleantes ojos negros armonizaban con el perfilado bigote y cabello largo y ondeado, de color oscuro…”

La tertulia nos devolvió a las clases de historia y a pensar en capítulos de la vida nacional que han forja-do nuestro presente. Con el recuerdo de la recreación de las costumbres y vestimentas del Santander de la época, de episodios de la causa comunera, las miradas penetrantes de las esculturas de los héroes y los deseos de volver al caney, nos despedimos profundamente agradecidos por contar con esta noble causa que nos permitió sentir en forma vívida los ecos de esta revo-lución precursora de la Independencia de Colombia.

Pueblo inspirador y creativo No hay un lugar en Barichara que no esté relaciona-

do con el trabajo de artistas y artesanos. El pueblo, ade-más de lugar de descanso, es fuente de inspiración crea-dora. Las tallas y esculturas en piedra, las creaciones de alfareros y cesteros, la innovación en el uso del fique y eventos de carácter internacional, ubican a Barichara en lugar privilegiado para las expresiones culturales.

Por eso, decidimos que el día sería una ruta por los caminos empedrados y rústicos del pueblo y sus al-rededores en busca de esos artistas. Nuestra primera estación fue el parque de los artesanos, en el kilómetro 5 de la vía Barichara-San Gil, donde estrechamos la ma-

no de Luis, uno de los fortachones hombres que pulen la piedra y dan forma a estas obras que parecen tomar vida propia. En medio del fuerte viento, el tímido talla-dor de piedra nos contaba que empezó como cantero (oficio que consiste en extraer la piedra de las canteras) y que poco a poco fue aprendiendo el oficio de artesano y ahora tiene su propio taller.

Nos explicó, como un consumado maestro, que las rocas, traídas de la cantera, empiezan a tomar forma una vez el experto realiza un modelado, un diseño inicial, de la pieza a elaborar. Con mortero, porra, cinceles y buzar-das, un lápiz de pala y escuadra, trabaja los bloques de piedra arenisca que pacientemente delinea. El puntero le sirve para la parte externa y los cinceles –de diversos tamaños– dan forma a los detalles. El golpe del cincel sobre la piedra produce un sonido particular. Luego de que ya tiene la forma, entra en acción la pulidora, una aliada que le da el toque final a la pieza.

Las piezas que elaboran pueden ir desde pisapapeles hasta inmensas obras que adornan y dan la identidad a Barichara: fuentes, monumentos, columnas, las lápidas del cementerio, sillas y figuras humanas. Entre las tallas destacadas se encuentra ‘La musa y el Tallador’ que da la bienvenida al parque.

Los talladores de piedra son, sin duda, otro patrimo-nio de la identidad de Barichara.

Del parque de los artesanos fuimos a la casa-taller de Javier Pinto, un artista bumangués que escogió a Bari-chara como el lugar para su creación artística. En medio de un entorno mágico, rodeado de las cobrizas monta-ñas, flores de colores y una pequeña laguna, recorrimos este espacio en el que observamos el fino trabajo de piezas en arcilla, piedra y bronce. Nos estremeció una delicada versión en piedra blanca de la Virgen alada de la piedra (la que dio origen al pueblo).

Pinto, quien se formó en Italia, es autor de la “Alego-ría a la fertilidad”, hecha en mármol rosado de Portugal, obra expuesta en el ayuntamiento de Algadefe de León, España y su creación en mármol de ‘La cabeza de Luna’ fue comprada en Pietrasanta (Italia). Es uno de los artis-tas que más promueve el arte en Barichara.

En nuestro itinerario artesanal llegamos a la vereda de El Regadillo, el lugar de vivienda de Felisa Alquechi-re, una anciana, cuyo oficio de ceramista de barro fue declarado patrimonio cultural vivo, que durante más de 60 años ha elaborado los icónicos tejos de barro (entre otras piezas) que sirven, entre otras cosas, para calentar las arepas santandereanas: a nuestro arribo se encontra-ba secando, al aire libre, una docena de tejos que había elaborado durante el día. Con una sonrisa pícara, y los

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deseos de seguir trabajando se sentó en el suelo y em-pezó a elaborar otra pieza, esta con ayuda nuestra (claro, con sus pacientes indicaciones). Al final, nos mostró los palos de la hoguera que, al día siguiente, se encenderían para dar el “quemado” y color a la pieza de barro.

Luego de nuestra “clase de barro”, nos despedimos, mientras en el viejo radio sonaba de fondo: “campesina santandereana, eres mi flor de romero, por tu amor yo vivo loco, si no me besas me muero…”

Si bien son cada vez menos quienes elaboran las piezas de alfarería, todavía hay quienes se esmeran por transmitir ese conocimiento entre los más jóvenes y los turistas. Es el caso de Ramón Atuesta, un campesino alto, rubio, de ojos claros, quien en la vereda Guayabal –en el kilómetro 8 en la vía Barichara-San Gil– posee un chircal en el que fabrica las tejas de barro que le dan identidad a esta arquitectura cuya base es la tierra, y ofrece hospedaje en la posada turística a quienes estén interesados en aprender los oficios ancestrales, como la fabricación de la teja, la construcción en bahareque y la elaboración de pan artesanal, entre otros.

En una mezcla de técnicas ancestrales y modernas elabora diariamente cerca de 1.000 tejas. Nos contó que en tiempos de sus abuelos, las ‘hormigas culonas’, símbolo de Santander, sirvieron de ‘analistas’ de la tierra, pues eran estas las que extraían, mientras sa-lían a la superficie en época de invierno, la tierra más profunda, lo que les sirvió a los viejos para determi-nar el tipo de arena que requerían, ya fuera arcillosa, gredosa o arenosa. Actualmente, se usa la retroexca-vadora pero las hormigas no abandonan su trabajo de exploración.

Participamos de todo el proceso de la elaboración de la teja de barro, que va desde la obtención de la tierra, la pisada de los bueyes, el moldeado con un palo de made-ra en forma de galápago de madera y el secado. Ramón nos alcanzó una pluma de gallina con la cual pusimos

nuestras firmas sobre la nueva teja que, seguramente, hará parte de una vivienda de Barichara.

Volvimos al parque principal del pueblo, nos refres-camos con un poco de guarapo frío y seguimos hasta el taller de papel de fique de la Fundación San Lorenzo, una organización de artesanas que se ha dedicado a la elaboración de este ecológico material. Doña Serafina Sánchez, una de las artesanas, nos enseñó el proceso para su fabricación.

Pusimos a cocinar en una olla de cobre las fibras delgadas del fique, que se han tratado con anterioridad, al mezclarlas con agua de ceniza (que se saca de la leña que se cocina) y la cal. Posteriormente, limpiamos, co-cinamos y lavamos con abundante agua para sacarles la ceniza y la cal, y quitarles el mal olor.

El material que resultó del paso anterior, lo lavamos y golpeamos con un palo de naranjo, para macerarlo y sacar la fibra que posteriormente colamos. Posterior-mente le dimos color con una preparación hecha ante-riormente. Luego, pasamos la fibra a un tamiz (hecho de madera y pequeñas rejas de cobre) que sirvió de molde para nuestra hoja de papel. Después descarga-mos lo que nos quedaba en una tabla cubierta por te-la de dacrón y cubrimos con otra tela delgada. De ahí pasamos a una prensa (que se utilizó en otros tiempos como prensa de tabaco) para extraerle el agua y dejar secar la fibra al sol.

A continuación, pasamos nuestra materia prima a una prensa metálica, que sirve para dar la textura co-rrugada por un lado y lisa por el otro. Y así quedó lista nuestra hoja de papel de fique.

Salimos orgullosos de saber que aún se mantienen estas tradiciones y que en ello tiene un papel prepon-derante la Escuela taller de Artes y Oficios, que se ha dedicado a promover, divulgar y preservar los saberes ancestrales y las costumbres más arraigadas de los baricharas a través de cursos de cerámica, talla en

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Pueblos Patrimonio de Colombia

piedra, tejidos, bordados y gastronomía ancestral. Sus confortables instalaciones, equipos y herramientas y el concurso de los expertos en cada tema permiten soñar con que el patrimonio, material e inmaterial, se prolongará a través del tiempo.

Nos entregaron, entre otros recuerdos, la programa-ción del festival de cine verde de Barichara, el primero en su género en Colombia, que aprovecha el séptimo arte y los medios audiovisuales para sensibilizar sobre el cuidado del medio ambiente y los recursos natura-les. Durante un par de días, los lugareños, invitados,

nacionales e internacionales, se reúnen para llevar a cabo actividades académicas y lúdicas alrededor de proyecciones con contenidos de temática ambiental. Otra manera de contribuir con el desarrollo del pueblo.

Con el espíritu renovado, el cuerpo relajado, nuevos conocimientos, experiencias únicas vividas, el recuerdo de los colores de su paisaje árido, de los arreboles y el sol colándose por cada rincón, nos despedimos de este cuadro evocador, tranquilo e inspirador que es Bari-chara, un pueblo patrimonio lleno de opciones para el turismo cultural.

La periodista española Toya Viudes, autora del blog de viajes www.colombiadeuna.com, expresó sobre el país: “Yo he ido enamorándome de Colombia cada día más y enamorando también a mi familia. Si mañana me tuviera que ir, que no quiero, partiría con el corazón lleno”.

... En algún rincón de Barichara la piedra recoge la influencia artística de Antoni Gaudí.

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FIESTAS Y OTRAS CELEBRACIONES Enero: Día del patrimonio cultural “patiamarillo”.Febrero 11: Día de la Virgen de la Piedra.Septiembre: Festival de cine verde de Barichara, Festiver. Octubre: Ferias y fiestas de la solidaridad y el retorno. Diciembre: Festival de Música de Barichara.

Barichara

ALTITUD: 1336 msnm.EXTENSIÓN TOTAL: 232 kilómetros cuadrados.UBICACIÓN A: 118 kilómetros de BucaramangaTEMPERATURA PROMEDIO: 23°C.MUNICIPIOS CERCANOS: San Gil, Cabrera, Galán, Zapatoca. INDICATIVO TELEFÓNICO: (57- 7)HOTELES: La oferta se centra en hostales, hoteles boutique y posadas turísticas en la ruta Barichara - Guane.RESTAURANTES: Predominan los establecimientos de comida tradicional santandereana.

Barichara huella “patiamarilla” labrada en la piedra.

Copyright 2014. Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin autorización escrita de su titular.

Barichara

Bogotá

Bucaramanga

Templo de San Isidro

Cementerio

Parque Principal

Iglesia de Santa Bárbara

Museo Paleontológico y Arqueológico “Isaías Ardila Díaz”

Casa Museo Aquileo Parra

Caney Comunero

Iglesia de la Inmaculada Concepción y San Lorenzo Mártir

Parque de las artes "Jorge Delgado Sierra"

Casa Municipal

Casa de la cultura "Emilio Pradilla González"

Mirador "Rafael Ortíz Prada"

Camino Real Guane- Barichara

Corregimiento de Guane

Escuela Taller de artes y oficios