Arfuch Identidades Sujetos y Subjetividades Res

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Compiladora Leonor Arfuch Identidades, sujetos y subj etividades Autores Leonor Arfuch Gisela Catanzaro PaoIa Di Corí Mario Pecheny Regme Robin Leticia Sabsay Graciela Silvestri

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La cuestión de las identidades, tan presentes en la actualidad, es abordada en este libro a partir de un original replanteo teórico que enfatiza su cualidad simbólica, relacional e intersubjetiva, y de penetrantes análisis de sus prácticas -experiencias colectivas de la memoria, desafíos de la diferencia sexual- que muestran, en su particularidad, que la identidad es algo dado que se "tiene" o se "pierde" sino una arena móvil de permanente confrontación y pugna hegemónica, teórica, cultural, ética y política..

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  • Compiladora

    Leonor Arfuch

    Identidades, sujetos ysubjetividades

    AutoresLeonor Arfuch

    Gisela CatanzaroPaoIa Di Cor

    Mario PechenyRegme RobinLeticia Sabsay

    Graciela Silvestri

  • Identidades. sujetos y subjetividades / Leonor Arfuch.. [ct.al.]. ,compilado por Leonor Arfuch - 2a ed - Buenos Aires: PromctcoLibros, 2005.

    ndice

    198p.,21x15cm.

    ISBN987-574-053-5

    Noticia sobre los autores

    Introduccin.II13

    Laautoficcn. El sujeto siempre en falta. _ 45Materia e identidad: el objeto perdido 59

    l. Sociologa de la Cultura. 2 Identidades.3. Subjetividad. 1. Arfuch, Leonor, comp.

    CDD 306

    PARTE I. TEORAsLeonor ArfuchRegine RobinGise!a Catanzaro

    Problemticas de la identidad ___ 21

    PARTE III. NARRATIVAS DE LA DIFERENCIA

    PARTE 11. ESPACIO URBANO, MEMORIA, IDENTIDADLamemoria pblica del terrorismo de estado.Parques, museos y monumentos en Buenos Aires 91Memoria y rnonumento. El arte en los lmitesde la representacin __ 113

    Representaciones culturales de la diferencia sexual:figuraciones contemporneas __ _ 155

    La representacin meditica de la identidad travestde la identidad en el contexto de la Ciudad Autnomade Buenos Aires. . 171

    Bibliografa general. . 193

    ____ 131Identidades discretas .

    Paola Di Con

    Mario PechenyLe/ieia Sabsay

    Graciela Silvestn

    ISBN: 987-574-053-5Hecho el depsito que marca la ley 11.723Prohibida su reproduccin total o parcialDerechos reservados

    Diseno y diagramacin: CaRol-Go S.A.Diseo de tapa: R&S

    Arfuch, Caranzaro, Di Con, Pecheny Robin, Sabsay, Silvestri, 2002 De esta edicin, Prometeo Libros, 2005Av. Corrientes 1916 (CI045AAO), Ciudad de Buenos AiresTel.. (54 11) 4952-4486/f:;q23 - Fax: (54 11) 4953-1165e-mail: [email protected]

    cultura LibreSegunda Edicin

    Impreso por Cakol-Co 5A en octubre de 2005Maip 47411 0 B 1(CI006ACD) 1Buenos Aires 1ArgentinaTel. (54-11) 5031-1947carolgo'cerolgo.com.ar

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    Problemticas de la identidadLeonor Arfuch

    En la ltima dcada. la problemtica de la identidad y su despliegueplural, las identidades, se tom recurrente en diversos dominios acad-micos -de la antropologa a la teora poltica o los estudios culturales-,convocando taruo a la indagacin terica como al anlisis de casos parti-culares. Confluan en este renovado inters, por un lado, los cambiosocurridos en el mapa mundial (la disolucin de los bloques antagnicoseste/oeste, la intensificacin de los trnsitos migratorios, el debilitamien-to de las ideas de nacin y ciudadana, la fragmentacin identitaria ycultural que apareca, ya tempranamente, como contracara de la global-zacin), por el otro, la crisis de ciertas concepciones universalistas y susconsecuentes replanteos deconsrrucrvos.

    En cuanto al horizonte de los acontecimientos, el afloramiento deidentificaciones tnicas, regionales, lngnrsrcas. religiosas, a veces eri re-torno a anclajes ancestrales, a formas previas a la delimitacin modernade los estados-nacin, amenazadas de cristalizacin fundamentalista o~.en busca de una mayor autonoma, se articulaba a otro relato multi>lica- Idar en el sitio paradigmtico de las grandes ciudades: el de las mtnorjgs. /grupalidades y diferencias, cuyo rasgo distintivo era la creciente capac- ..i-dad de eleccin, su afirmacin constitutiva en tanto diferencias. Identi-dades polticas no tradicionales, nuevas formas de ciudadana, dem-~_:iones etarias, culturales, sexuales, de genero, emergan con s~'sde-J 2mandas en el espacio urbano y meditico, en pugna por derechos y reco-nocimientos. lgicas de la diferencia cuya. prcljferacin puede consde-_r~r~.r~sitiva e-nterminos de una ampliacin cualitativa de la democre- Co/el

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    A su vez, el campo intelectual y acadmico daba cuenta, muy sensi-blemente, de este panorama. El debate modemdad/posmodemdad ini-ciado en los 'SO en torno del "fracaso" de los ideales de la ilustracin,haba abierto camino a un potente replanteo terico de los fundamentosdel universalismo que no solamente comprenda a la poltica, a Jos gran-des sujetos colectivos cuya muerte se anunciaba (el pueblo, la clase, elpartido, la revolucin ...) sino tambin a los "grandes relatos" legitiman-

    : tes de la ciencia, el arte, la filosofa. La prdida de certezas, la difumina-cin de verdades y valores unvocos, la percepcin ntida de un decisivodescentramemo del sujeto, de la diversidad de Jos mundos de vida, lasidentidades y subjetividades, aport a una revalorizacin de los "peque-os relatos", a un desplazamiento del punto de mira omnisciente y orde-nador en beneficio de la pluralidad de voces. Este giro epistmico, em-parentado con lo que dio en llamarse "el giro lngsnco,'? se puso demanifiesto en diferentes campos del saber. Apareca as ponderado unrenovado espacio significante, el de la narrativa, en Una doble valencia:por un lado, corno reflexin sobre la dinmica misma de produccin delrelato (1a puesta en discurso de acontecimientos, experiencias, memo-rias, "datos", interpretaciones), por el otro, como operacin cognoscitivae interpretativa sobre formas especficas de su manifestacin, Adquirande este modo singular despliegue la microhistoria, la historia oral, lahistoria de las mujeres, el recurso a los relatos de vida y los testimonios,los registros etnogrficos, los estudios migratorios, gneros literarios ymedlticos.

    'El "giro linglslico", que remite a la atencin autorreflexiva sobre el lenguaje, el discursoy la narracin, alimentado por vertientes estructuralistas y "post", desarrollos de la filosoltacontinental y anglosajona, traz un espacio donde confluyen -sin confundirse-e, entreotros, el enfoque pragmauco/nananvo de R. Rorry (119891 1991), la reconceplualizacinde H, White (1973, 11987] 1992) sobre la narrativa histrica en cuanto a sus procedmen-t05, a la luz de los estudios literarios y lingsticos, la indagacin, en diverso grado decons-tructve, sobre la voz y la figura de s y del otro en la propia escritura del etngrafo o e!antroplogo de e Ceeru, [1987J 1989;J, Clifford (1988) y G. Marcus, 1986, F' Rabinow([19861 1998), Yotros. (Para un estudio critico de! "giro lingstico", ver E. Palti. 1998). Encuanto al dominio de los estudios culturales, configurado desde su origen en In legendariaEscuela de Birmingham en torno de la autorreflexin sobre e! lenguaje y la sigrucacin. elrescate de voces, narrativas y culturas subalternas, tuvo asimismo un singular despliegue enlos ultimes anos y una localizacin en la cuestin idcntitana (S Hall 1985 1990 19921992b, 1996; P Gilroy, 1996), tendencia que se articula a la reflexin sobre le~guas;culturas "migrantes" en el trabajo de la corriente postcolonial (H. Bhabha (ed) 1990, 1994,1996, E, Said.197Bayb, 1986),

    En tanto privilegiaba la voz de los sujetos en su pluralidad, los tonosdivergentes, las subalternidades, la "otredad" -planteandose as comocritica al etnocenrrsmo-, la apuesta terica por las narrativas podta servista como una democratizacin de los saberes, como una nueva Jerar-qua otorgada al mbito de la subjetividad. De hecho, estos podran serdos argumentos concluyentes en su defensa. Pero tambin, para algunos,esta perspectiva -muchas veces despectivamente subsumida bajo el rtu-lo de "posmodemav, entraaba el riesgo de una atomizacin de lo social,de la prdida de una idea de comunidad, de la disolucin de identida-des y valores colectivos en la mirlada narcssttca de lo individual.

    Ms all de la validez relativa de ambas posiciones -que slo a modode ejemplo presentamos en cierto "binarismo't-, el hecho es que la tema-tizacin en torno de la identidad/las identidades asumi prontamente eneste contexto un carcter prioritario. Coloquios Internacionales, smpo-sos, seminarios, compilaciones, dossiers en revistas especializadas, l-neas de investigacin, daban cuenta de la felicidad y la dispersin deesos significantes, capaces de captar una atencin pormenorizada en losms dismiles mbitos de reflexin. As, bajo este ttulo se cobij tantouna indagacin cercana a la teora polttca (identidades post-nacionales,nuevas fronteras, fundamentalsmos. cutdadantas multculturales, mi-norias, nuevos derechos, replanteos de la democracia, etc.) como la msreciente de los estudios de la diferencia (crtica feminista, estudios degnero, estudios gay y lesbianas, etc.), diversas corrientes de la sociolo-ga, la antropologa cultural y la etnologa, enfoques cannicos y tambinnnnovadores de la historia, la critica literaria y los estudios culturales.Un arco .mulrfacenco, de afortunadas confluencias disciplinarias, queampli enormemente el campo nocional y de aplicacin de un concepto-el de tdentdad.. que atraviesa, por otra parte, toda la historia de lafilosofa.

    En efecto, el aire de los tiempos trajo aparejada la necesidad de rede-finicin, al punto que es ya casi imposible, en el lxico acadmico, utili-zar la vieja palabra sin aligerarla de su carga originaria -lo esencial, loinnato, lo idntico a si mismo, lo que determina, lo que permanece, etc.-y sin un replanteo en torno de su articulacin al plano de la subjetividadcontempornea.

    A propsito de este replanteo y en un artculo por dems sugerente-'Who needs dentuyj'' ("Quin necesita denudadvj-, Stuart Hall (1996)postulaba la pertinencia de un debate a fondo sobre la cuestin, en unadoble dimensin, terica y poltica. Desde su perspectiva deconsrrucnvade los estudios culturales, se tratarla en principio de destotaltzar. de

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    poner "bajo borradura" el carcter positivo del concepto, asumiendo quela lnea que cancela su significacin originaria es la que permite a su vezla relectura desde otro paradigma. Evocando el pensamiento derrideanosobre el limite, el intervalo, la doble escritura, propona una utilizacindel trmino, a falta de otro ms apropiado- que acente justamente sucontracara, la diferencia, el proces,) ms que la configuracin, supuesta-mente "natural" o "{undante". La c entdad sera entonces no un conjun-to de cualidades predeterminadas -raza, color, sexo, clase, cultura, na-cionalidad, etc.-. sino una construccin nunca acabada, abierta a la tem-poralidad, la contingencia, una postconaldad relacional slo tempera-ramente fijada en el juego de las d ferencas.

    Pero qu significa esta temporar a fijacin? El concepto psicoanalti-co de identificacin, retomado, aun de modo orientativo, en su matrizfreudiana (tla ms temprana exprest 'm de un lazo emocional con otrapersona', lazo de amor/odio, segn el modelo edtpico}, apunta a darcuenta de esa relacin de desajuste, r ecesaramente ambivalente, dondelas partes no se subsumen una en otra. "La identificacin, afirma Hall(op.cit.tJ), es un proceso de articula.tin. de sutura (. .) Hay siempre"demasiado" o "demasiado poco" -un. sobredetermtnacon o una falta,pero nunca una adecuacin perfecta, una totalidad", Esta imposibilidadde adecuacin, ese desliz del sujeto en exceso o defecto -dicho de otromodo, su rrepresentabtltdad en una posicin- permite desplegar unaconcepcin no esenciaJista de la identidad, que enfatiza la incompletud.el macabamento, y por lo tanto, es mas apta para dar cuenta de la cre-ciente fragmentacin contempornea, La dimensin poltica de la cues-tin, que el autor considera como tndsocable, remitir entonces a larearticulacin de la relacin entre sujeto y prcticas discursivas, a unacapacidad de agencamento que no suponga necesariamente el retornoa la nocin transparente de un sujeto/autor centrado de las prcticassociales.

    La pregunta sobre cmo somos o de dnde venimos (sorprendente-mente actual en el horizonte poltico/mediatice) se sustituye, en esta pers-pectiva, por el cmo usamos Tos recursos del lenguaje, la historia y lacultura en el proceso de devenir ms que de ser, cmo nos representa-mos, somos representados o podramos representarnos, No hay entoncesidentidad por fuera de la representacin, es decir, de la narrativizacin -necesariamente ftcctonat., del si mismo, individual o colectivo. En estepunto la cuestin reencuentra el concepto de Hobsbawm de "invencinde la tradicin" ms que la "tradicin" en trminos propios, con la tm-

    ponanca que esto tiene para pensar ese famoso "retorno a las races" queresuena aun con carga positiva entre los estereotipos del discurso social

    Esa dimensin narrativa, simblica, de la identidad, el hecho de questa se construya en el discurso y no por fuera de l, en algn uruverso depropiedades ya dadas, coloca la cuestin de la mterdtscursvdad social,de las prcticas y estrategias enunciativas, en un primer plano. En esadireccin se orienta precisamente nuestro trabajo, que propondr unaarticulacin entre paradigmas, si bien compatibles, no siempre puestosen sintona: del lado de! discurso, la analttca de la temporalidad y lanarrativa de Paul Ricoeur y el dialogismo de Mljal Bajnn. de! lado de la(teora) poltica, la reflexin en lomo de la diferencia que comparten enbuena medida Ernesto Laclau y Judith Butler, situndose ambos tambin"del lado del discurso". Articulacin terica que apunta, ms all de smisma, a la construccin de un marco de referencia que permita refor-mular, en nuestro propio contexto de globaltzacon perifrica, en unescenario paradjico de modernizacin, hipercomunicacin y exclusin,la nquetante prf'gunta de Stuart Hall Quin necesita identidad>, enfa-tizando su potencial deconsrructvo. crtico y poltico.

    1. La apuesta tica de la (identidad) narrativaEl auge contemporneo de la/s narrativa/s, en la acepcin terico!

    poltica que hemos sealado, no es sino un retorno -dferencal, revalo-rtzente- a un tema clsico de la crtica literaria cuyo anclaje mtico fuesin duda el nmero sobre Anlisis estructural del relato que Roland Bar-thes organizara a mediados de los aos '60 para la revista Communicatio-ns. Ms all de la propuesta del clebre modelo estructural que harafuror entre crticos y estudiantes de Letras, habla en el artculo de sufirma una percepcin ntida de la cualidad universal y configurativa dela narracin, casi como instituyente de lo "humano": "...no hay ni hahabido jams en parte alguna un pueblo sin relatos -afirmaba Barthes([19661 1970:9)- (...) el relato se burla de la buena y la mala literatura:internacional, transhistrico, transcultural, el relato est all, como lavida ...". Pero esta cercana de la comparacin no nevaba sin embargo a laconfusin entre vida y relato: se interpona all la divergencia de la tem-poralidad, la "ilusin cronolgica" de un tiempo narrativo, difuminadoen marcas reconocibles y especficas, "Hay detrs del tiempo del relatouna lgica intemporal?" se preguntaba Barthes. para responder ensegut-da con una afirmacin perturbadora: " ..la temporalidad no es sino unaclase estructural del relato (del discurso)", (op.cit.rz-l).

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    Es sobre estas huellas, sobre esta doble intuicin barthestana -----el rela-to como configurativo de la experiencia humana y de la temporalidad-que Paul Ricoeur desplegar, dos dcadas ms tarde, su propia concep-cin, retomando en el camino aportes de otros campos: "La temporali-dad -errna- no se deja decir en e! discurso directo de una fenomenolo-ga sino que requiere la mediacin del discurso indirecto de la narra-cin" (Ricoeur, 1985:435).3 Si la temporalidad slo puede configurarseen e! relato, as como la propia experiencia (es vlida aqu la relacinentre "modelos del relato", formas consagradas de la narracin, y "mode-los de vida"), la importancia de la narrativa en el campo de las cienciassociales aparece con toda nitidez: ella podr dar cuenta ajustadamentede los procesos de aurocreacon. de las tramas de sociabilidad, de laexperiencia histrica, situada, de los sujetos, en definitiva, de la consti-tucin de identidades, individuales y colectivas.

    La reflexin en torno de la identidad es precisamente el otro granaspecto privilegiado en la obra de Ricoeur (1985, 1991). Su indagacinconcierne en principio a aquello que aparece como un singular: el pro-ceso de individualizacin, la identidad personal, aquel lugar en e! quenos reconocemos como "el mismo/la misma" Pero cmo reconocerse enun "si mismo" cuando se est atravesado por la otredad. que es tambindecir, la temporalidad? i..cu1 es en definitiva, el anclaje posible de unaidentidad? Identidad tiene para Rtcoeur el sentido de una categora de laprctica, supone la respuesta a la pregunta quin ha hecho tal accin,quin fue el autor? Respuesta que no puede ser sino narrativa, en elsentido fuerte que le otorgara Hannah Arendt: responder quin supone"contar la historia de una vda"."

    El autor aborda desde distintos ngulos esta problemtica, para llegara su definicin de identidad narrativa, asignable tanto a un individuocomo a una comunidad, Ricoeur se propone asi deslndarse de la "ilu-sin susrancahsta'' de un sujeto "idntico a si mismo", pero sin desaten-der sin embargo el principio esencial de! autorreconocimiento: "El dile-ma desaparece -afrma- si, a la identidad entendida en el sentido de un

    'En efecto, "el tiempo" slo puede aludirse en singular, es el acto de la enunciacin el queva a instituir el "ahora", el presente como "fuente del tiempo", al decir de Benventsre([1974J 1977), a partir del cual habr un "ayer" y un "maana" Y es precisamente lanarracin la que va a permitir el despliegue de los distintos tiempos en una correlacin desentido segn la trama. Paul Ricoeur, 1985, Vol Jll, pag 442. El autor remne a Harmah Arendt en un pasaje de Lacondicin hUmana. (j974).

    mismo (dem), se sustituye la identidad entendida en el sentido de un smismo pse): la diferencia entre dem e ipse no es sino la diferenciaentre una denudad sustancial o formal y la identidad narrativa".

    La "psedad'' logra escapar entonces al dilema de lo Mismo y lo Otro,en la medida en que se apoya en una estructura temporal conforme almodelo de identidad dinmica que caracteriza a la composicin potica,la trama de un texto narrativo. El s mismo aparecer as reconfiguradopor el juego reflexivo de la narrativa, y podr incluir la mutabilidad. laperipecia, el devenir otro/a, sin perder de Vista sin embargo la cohesinde una vida. La identidad narrativa se despliega de esta manera comouna oscilacin, un intervalo entre el idem y el pse, sin fijarse definitiva-mente en uno u otro polo. La figura del intervalo -que reaparece aqu,mostrando su actualidad terica- es apta para caracterizar igualmente latendencia al cambio y a la interaccin entre las identidades colectivas.

    La temporalidad mediada pOl; la trama se constituye as tanto en con-dicin de posibilidad del relato como en eje modelizador de la experien-cia. La nocin de identidad narrativa avanza todava un paso ms, entanto permite analizar ajustadamente ese vaivn incesante entre el tiem-po de la narracin y el tiempo de la vida, pensar la compatibilidad deuna lgica de las acciones con el trazado de un espacio moral. 5 El contaruna (la propia) historia no ser entonces simplemente un intento deatrapar la referencialidad de algo "sucedido", acunado como huella en lamemoria, sino que es constitutivo de la dinmica misma de la identidad:es siempre a partir de un "ahora" que cobra sentido un pasado, correla-cin siempre diferente -y diferida- sujeta a los avatares de la enuncia-cin. Historia que no es sino la reconfiguracin constante de historias,divergentes, superpuestas, de las cuales ninguna puede aspirar a la ma-yor "representatvdad".

    Esta dimensin narrativa, que traza el arco de la temporalidad (pos-tula un origen, un devenir, figuras protagcrucas. transformaciones, prue-bas cualtcantes, sentidos, valoraciones) es especialmente apta -como elmodelo cannico de la novela- pata agudizar la percepcin de los pe-queos detalles, las tramas marginales, las voces secundarias, aquello que,en lo particular, trae el aliento de las grandes corrientes de la historia. Espor eso que ha dado lugar a interesantes replanteos de la Historia, con

    'Un anlisis pormenorizado de estas relactones. apuntando a una revisin terica sobre ellema de la identidad,}' un despliegue de la orientacin tica de la narrativa, fue abordadopor Ricoeur en Se merne corrunc un nutre (199 l ).

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    mayscula, y de otras disciplinas afines. Pero una escucha atenta de esasvoces requiere el resguardo de una posicin de no ingenuidad respectodel lenguaje, la enunciacin, el uso de los gneros discursivos, sus ret-ricas, sus efectos de verosimilitud. Lejos de toda idea de transparencia,de una hipottica inmediatez del yo, de una espontaneidad de la palabradicha, de una 'verdad" de la vida preexistente y anterior a la narracin,el qu y el quin de la apuesta identitaria se delinea justamente en laforma del discurso (considerado ste en sentido amplio, como toda prc-tica significante), no solamente en aquellos relatos centrados en la (pro-pia) subjetividad sino tambin en los marcados incluso con e! "efecto dereal" mas cannico de la historia o la antropologta."

    De qu manera la forma del discurso, esa puesta en sentido de lanarracin apela en cuanto a la dimensin tica, a esquemas comparti-dos de valoracin? En la perspectiva de Rcoeur, es la mirada hermenu-tica la que permite articular a travs de los registros de la temporalidad yde la identidad narrativa, el mundo del texto y e! mundo del lector (conuna mayor tensin hacia e! mundo que hacia e! texto). la modelizacinque opera entonces e! relato slo cobrara forma en el acto de la lectura (oapropiacin), como conjuncin posible de ambos "mundos'", pero lotrasciende, hacia otros contextos, entre ellos, el horizonte de la "accinefectiva". Es que la lectura conlleva un momento de envio, en el cualdeviene "una provocacin a ser y actuar de otra manera" Por consiguien-te, la prctica del relato no solamente har vivir ante nosotros las trans-formaciones de sus personajes, sino que movilizar "una experiencia de!pensamiento por la cual nos ejercitamos en habitar mundos extranjeros anosotros"."

    6 Esta problemtica fue abordada en particular respecto de la historia por Hayden White enEi contenido de la forma, (1992_ El autor retoma all, para analizarlo dentro de su campode inters, el "efecto de real", que Roland Banhes definiera como una estrategia narrativadel realismo de "hacer verosrmtl". una astucia del detalle no necesario para la trama perocuya funcin es justamente la de marcar, poner en evidencia, una conexin directa, inme-diata, con la "realidad", que autcntihcarta el relato. (Cf Roland Barthes:E:J efecto de real"en El susurro del lenguaje, 1987).7 Rcoeur alude, en esta posible confluencia del "mundo del texto" y el "mundo dellector"

    _al---COri-cepio de Gadamer de fustn de horizontes, donde hay una presuposicin ontol~gicade la referencia, como un otro del lenguaje, acentuando su car:(ter dialgico: "toda rele-renca es correfercncia". el. 0E_siL I-'.'!&., 147." Paul ktcocur, op. cu Vol III roe. 447,

    Para Richard Rorty; quien, desde otra ptica filosfica tambin tomael partido de la narrativa, esta experiencia de habitar otros mundos esindisociable de la posibilidad de un progreso moral, en tanto la amplia-cin de! conocimiento.de los otros -y por ende, del s mismo- se tradu-cira en la extensin de nuestra comprensin de los seres humanos comoincluidos en un nosotros: "Este proceso de llegar a concebir a los demas

    , seres humanos como 'uno de nosotros' y no como 'ellos' -afrma- depen-de de una descripcin detallada de cmo son las personas que descono-cemos y de una redescnpcon de cmo somos nosotros. Ello no es tareade una teora, sino de gneros tales como la etnografa, e! informe perio-dstico, los libros de historietas, el drama documental y, especialmente,la novela"."

    El reconocimiento de este rol, que supondra para e! autor "un giroen contra de la teora y hacia la narrativa", se sustenta, sobre todo, en elvalor otorgado al descentramenro de la voz enunciativa con pretensinde unicidad (terica, filosfica) en beneficio de una pluralidad de pun-tos de vista, en "la renuncia al intento de reunir todos los aspectos denuestra vida en una visin nica, de redescribirlos mediante un nicolxico". El privilegio otorgado a estas narrativas mltiples -que tomaranel relevo del unversalsmo-. como accesos ms verdaderos al sufrimientode quienes tambin son "nosotros" y como resguardos contra la (propia)crueldad, esa posibilidad de coexistencia democrtica de diversos "jue-gos de lenguaje", tomando la expresin de Wittgenstein, sera una de lascondiciones necesarias, segn Rorty, para una nueva comunidad domo-crtco-lberal. Si bien esta utopa apunta a la redeflnicin de los valorescomunitarios, sobre lodo e! de la solidaridad, su apuesta principal sejuega en el espacio de lo privado -que para Rony se rige por sus propiosvalores, aun contrapuestos-, como potencialidad de autocreacon imagi-nativa y crtica, a partir del conocimiento mayor de la vida de los otros.

    2. La pluralidad de los puntos de vista: dialogismo einterdiscursividad

    Una de las concepciones ms lcidas en cuanto al despliegue de lasvoces en e! plano de la nrerdscursvdad -plano por naturaleza social-, es sin duda la de Mjal Bajttn. quien ha desarrollado asimismo unaexhaustiva analitica de los gneros discursivos. En su perpecva. defin-

    o Richard Rorty, 1991, peg. 18.

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    da por sus seguidores como dialogismo, el lenguaje es esencialmenteajeno, su densidad significante est hecha de siglos de historia y tradi-cin, en definitiva, de otras voces que casi han dicho todo antes quetenga Jugar la "propia" enunciacin. No habr entonces, al producirseun enunciado, ningn Adn bblico "dueo" de su palabra, sino msbien una pluralidad de voces ajenas -polifona- que habitan la "propia"voz, as como el fluir mismo de la comunicacin en una lengua verncu-la supone en verdad una pluralidad de lenguas -heteroglosa- que remi-te a diferentes registros, jergas, niveles, marcas culturales e denutartas.Esta doble pluralidad de la voz -en el doble sentido del trmino- queintroduce la otredad en el corazn mismo del lenguaje, estar ya presen-te entonces en el momento de producir un enunciado --que por defini-cin, sera siempre destinado, es decir, configurado por y para un otro-,con lo cual, toda interaccin dialgica, toda interlocucin, no importa e!carcter que sta asuma (real/imaginaria, en ausencia! en presencia, etc.)se desplegar en una refraccin significante muy lejos de la lgica del"uno ms uno". El dialogismo, como presencia protagnica del otro enmi enunciado an antes que ste sea formulado -un otro prospecrvo,conocido o hipottico, cuya expectativa, cuya reaccin de respuesta ima-gino para adelantarme a l- invierte as los trminos de toda concepcinunidireccional, univoca, instrumental, de la comunicacin -la famosametfora del transpone, del envo- y cancela asimismo la vieja distincinantinmica entre sujeto y objeto, que marca, alternativamente segn e!enfoque, la primaca de uno u otro en tanto puntos de mira: aqu setratar siempre de un vaivn dialgico, un protagonismo conjunto, unasimultaneidad en el encuentro de ambas miradas, pero cada una situada,respecto de la otra, en un punto diferencial e irreductible. En el limite,una razn dialgica como modo de relacionamiento con el mundo.

    As, no es difcil entender, en el marco de las problemticas que veni-mos abordando, la notable productividad de la teora bajtntana en elpensamiento y la prctica de las disciplinas contemporneas, que excedeen mucho las influencias, tambin notables, que tuvo a lo largo de sutrayecto vital 0895-1975) y su inmediata posteridad. Crucial para todopensamiento de la diferencia, de la otredad, 10 es en particular para ladeconstruccin del punto de mira onmscente, para la posicin "autori-tativa" -que puede devenir sin pena autoritaria- de! lugar del saber/de!investigador. No es casual entonces que uno de los dominios ms concer-nidos sea precisamente el del trabajo de campo, en su bsqueda de vo-ces, testigos, protagonistas, y en sus mltiples variantes (antropologa,etnografla, etnologa, sociologa, socio/etnollingstica, historia oral, etc.).

    Si bien Bajun no se ocup en particular de las "identidades", talcomo habitan hoy nuestros lxicos acadmicos, podemos pensarlas sindificultad desde las orillas del dialogismo: puntos de mira (diferencias)que se nrersectan simultneamente en situaciones de comunicacin va-riables, contingentes, nunca "jugadas" de antemano. Porque toda identi-dad -o denncacon-, en tanto relacional, supone un otro que no es "lomismo" y a partir del cual puede afirmar su diferencia, Ninguna estarentonces determinada en s misma, en una clausura desde la cual seenfrentar a otras. El vaivn, el intervalo, la oscilacin, la hibridacin,esa constitutiva pluralidad de cada posicin de enunciacin que seal-ramos ms arriba, vuelven a aparecer aqu como los significantes msapropiados. Pero trmbin hay un lmite en la teora bajniana, que algu-nos de sus buenos lectores han sealado, lO en el sentido de un escasodesarrollo de la ca -rtlcrvdad dialgica, si pudiera decirse. En efecto,sin equiparar "dak gtsmo" o "polifona" con un simple democratismo,con una especie de derecho universal a participar de modo igualitario enel ruedo de las voce- -esa sera una 'lectura no slo empobrecedora sinodistorsiva- es verdad que el autor dej apenas esbozada -quiza por supropia condicin, por su escritura de "perseguido", como la definieraPaul veyne- la cuestin del poder, la pugna, aquello que, ms cerca denosotros, podemos definir hoy corno.la hegemona, En este umbral, y entorno de este concepto, de notable productividad y dispersin en la esce-na contempornea", se despliega justamente la reflexin sobre la dife-rencia desde la teora poltica que es e! tercer eslabn en nuestra articu-lacin.

    3. Lgicas y politfcas de la diferencia

    Si la redencon actual de las identidades en trminos no esencalts-ras lleva a considerarlas no como una sumatoria de atributos diferencia-les y permanentes, sino como una posctonaldad relacional, confluenciade discursos donde se actualizan diversas posiciones de sujeto no sus-ceptibles de ser fijadas ms que temporaramente ni reductibles a unospocos significantes "claves", esa fluidez tdenutara se transforma de in-

    1" Mate Angenot (1989)," Nos referimos a la tcorla de la hegcrnonu que formularan Ernesto Laclau y ChanmlMouffe, sobre las huellas del concepto grcmscano. en Hegemona y cstretcge socialista(1988).

  • 32 Identidades, sujetos y 5ubjetividadf15 33

    mediato en un objeto polmico. sobre todo en la esfera de la accin:cmo articular lo que permanece y lo que cambia, cmo formular, entales condiciones, un proyecto poltico, cmo afirmar la consistencia deun "yo" o un "nosotros"?

    En la perspectiva de Ernesto Laclau. quien ha reflexionado extensa-mente sobre el terna, esta cuestin se inscribe en un debate mayor, el defa tensin entre universalismo/particularismo, que se expresa en el juegode las diferencias. Para el autor, es quiz la crisis de los valores universa-les, identificados con el ideal iluminista, la "muerte" de un Sujeto conmayscula, actor, garante o fundamento trascendental capaz de encarnarla voluntad colectiva, lo que caracteriza el pensamiento contemporneode la diversidad, como apertura al reconocimiento de una pluralidad desujetos y subjetividades. Pero ese "multculturalsmo" no logra evadir unadisyuncin problemtica: si, por un lado, la prdida del fundamento(identificado con el etnocenusmo) otorga una mayor autonoma, unmargen ms amplio al despliegue de lo particular, 10 particular nuncaconsigue enunciarse como pura diferencia sino que est en una relacinconstitutiva con un otro, relacin que por lo tanto debe ser regulada pornormas que los trascienden. En tanto la demanda de un grupo encuentrasiempre un punto de articulacin con otras, ese principio articuladorslo puede justificarse sobre bases, aun en cierto grado, universales, Deeste modo, toda diferencia se halla "interrumpida", en algn momento,por una cadena de equivalencias y de igualdad.

    Esta lgica, bien reconocible en el escenario de la lucha poltica, haceque el intento de afirmacin de una identidad est confrontado, segnLaclau. a una doble disyuntiva: o bien el grupo persiste en su individua-lidad, con el peligro de folklorizacin o de devenir en ghetto, o bienarriesga su diferencia en la articulacin con otras fuerzas enpugna. Disyun-cin que slo parece resolverse en "intentos precarios y contingentes demediacin", y que trae aparejada la cuestin de la hegemonia: en tanto lapugna entre identidades diferenciales es una lucha hegemnica, todasellas se ven transformadas en esa lucha, lo cual supone un proceso inevi-table de htbndtzacon."

    Si la prdida de fundamento conlleva una idea de la identidad "d-bil", que la hace ms vulnerable -cuando no inoperante- para la luchapoltuca. esta cuestin se torn decisiva en el debate del feminismo posl-esrructuralsta. En efecto, la deconstruccin del ncleo fundente de la

    "Ernesto Laclau, 1996.

    oposicin hombre/mujer. con sus atributos asociados, lleva a un deseen-tramiento de la identidad "femenina" concebida ya no como "lo que es"sino como lo que no es, negatividad ldffrencelv en cierto modo insos-tenible como pura diferencia en una demanda reivindicatoria. Ante estedilema, se plante la alternativa de -ma frmula no del todo satisfactoriapero con cierto valor heurstico: la de.' "esencialismo estratgico" (GayatriSpvak) -retomada tambin por Laclai.-, que remite, por un lado, a unapoltica de identidad fuerte, apta para el clculo y la accin, pero almismo tiempo, en tanto su definicin es' -stratgca", no constituye un apriori sino que se articula segn ciertos lm tes y en funcin de su propiacontingencia.

    De estas lneas de argumentacin se derv,' la necesidad de redefini-cin de los trminos involucrados (universalismo/particularismo), queaparecen con una modulacin diferente de la consagrada por la moder-nidad: no ya como valores absolutos sino contextuales, segn el postula-do derrideano (no hay verda.I, valor y hasta significado fuera de un con-texto, pero a la vez, no hay ccntextcs "saturables'L'vDesde esta aplica, la"universalidad" alcanzada en un momento dado no deriva de una esen-cia ni es tampoco una idea reguladora que, aunque utpica, conllevauna orientacin teleolgca inequvoca, sino una articulacin moment-nea de las diferencias en lomo de "algo idntico" que slo puede ser unlugar vaco, la "pura, abstracta, ausente plenitud de la comunidad, quecarece e..) de toda forma directa de representacon y se expresa a smisma a travs de la equivalencia de los trminos diferenciales" l'

    Si la funcin de lo universal es aqui la de introducir cadenas deequivalencia en lo que de otro modo sera puramente diferencial, sulugar, aunque "vaco", es "nerradcable". Lanica "solucin" de esta apora(la no aceptacin de contenidos a priori universales y tampoco el juegolibre de los particularismos) es entonces, segn el autor, mantener ladimensin de universalidad pero articulndola de un modo distinto a loparticular, no como un a priori sino como un resultado de las cadenascontingentes de equivalencias.

    Jl El concepto de diffrancc introduce, a travs de una alteracin de la escritura (sobre laforma del francs diffrence), una nueva significacin, que combina espaciamiento y tem-porizacin, lo diferente y a su vez diferido, un deslizamiento que mantiene siempre abiertala posibilidad de nuevas significaciones y contextos -y por lo tanto, de diferendos- hacien-do imposible la clausura dclsenndo. Dernda ]. "La diffrance", 1971 pags.49-81"Jacques Derrida. "Firma, acontecimiento, contexto" en Mrgenes de la filosofa, 1989."Ernesto Laclau, op. en pag, 104,

  • 34 UONOR ARFU(H Identidades, sujetas y subjetividades 35

    La propuesta de laclau aparece as como un resguardo terico anteesa doble evanescencia de los valores universales como fundamento y dela identidad como una positividad esencial, que constituye el troncocomn de la crtica contempornea al fundaconalsmo. Frente a posi-ciones que defienden la plena contingencia, como la de Rorty (contin-gencia del yo, del lenguaje y de la "comunidad liberal"), Laclau postulauna especie de intervalo (y aqu vuelve a reaparecer nuestra ya conocidafigura), un umbral de ndecdbtldad entre los dos trminos en juego:en tanto lo particular slo puede realizarse plenamente si se redefine enconstante apertura hacia lo universal, una relativa universalizacin delos valores, no como determinacin previa pero s como producto con-tingente, es necesaria como base de una posible hegemona popular. Porotra parte, la concepcin de lo particular como producto de una inelu-dible htbrtdzacon no supone obligadamente una "prdida" de identi-dad sino quiz una apertura a nuevas posibilidades.

    Esta concepcon dinmica de las identidades, como reartculaconesconstantes en un campo de fuerzas donde algn particular pugna portnvesurse, aun precariamente, del valor de lo universal -una de las defi-niciones posibles de la hegemonta-, no solamente concierne al resulta-do, siempre impredecible, de esa confrontacin, sino incluso al juegomismo en el cual necesariamente se transforman. Lejos de configuracio-nes estticas o totalizadoras, lo que se pone de manifiesto es la dimensinconflictiva de toda identidad -conflcuvdad dialgica, podramos decir,volviendo a Bejun-. su carcter no dado ni gratuito en el sentido de unamera coexistencia con otras: una identidad que pretendiera continuar talcomo es, mantenerse sin cambios, correra el riesgo de marginalizacin ode cristalizacin. El componente de la temporalidad aparece asl doble-mente jerarquizado: como apertura constante a nuevas articulaciones, enesa terabhdad que es constitutiva del signo (su condicin de ser reitera-ble en otros contextos)" y como remisin a una historicidad. En estesentido, lo universal, en el ideal iluminista, ser visto justamente comouno de los juegos de lenguaje (un particular), construido por actoressociales, que en un momento histrico pasa a ser hegemnico. Pero, en lamedida en que este hecho contingente se ha incorporado de tal manera a

    16 jacques Derrida, op. cit., l.a terabthdad remite tanto a la posibilidad de ocurrenciamltiple del signo en su realizacin efectiva en un contexto (ocurrencia diferencial quePeirce denominara token, respecto del "modelo" abstracto del signo [typel), como a suderiva fuera de un hipottico contexto "original" y por ende, a su transformacin. virtual-mente ilimitada, en otros contextos.

    nuestro sistema de valores que ha adquirido un predominio "natural", suabandono liso y llano socava, para Laclau, los fundamentos de una socte,dad democrtica. La alternativa entonces es, nuevamente, el recurso aalgn tipo de universalismo (por ejemplo, el de los derechos humanos),sin perjuicio del reconocimiento de su carcter histrico y contingente.

    Esta ltima cuestin, que aparece en su ensayo crtico sobre la "utopaLiberal" de Richard Rorty, podra ser pensada incluso en sintona con elconocido principio de la arbitrariedad del signo que formulara Saussure.El signo es arbitrario en tanto inmotivado, por cuanto ningn lazo "natu-ral" une a un significante con su significado, pero una vez establecida,esa relacin es necesaria, justamente porque supone el reconocimiento,sin el cual se subvertira el orden del sistema. Sin embargo, es en losusos, en la trama incesante y siempre abierta de la interdiscursividadsocial, donde esta relacin puede ser transformada, dar lugar a desplaza-mientos y dislocaciones, en definitiva, a nuevos significados.

    En el mismo ensayo, Laclau somete a crtica la concepcin de Ronysobre la independencia de los espacios pblico y privado a la que aludi-mos ms arriba, All se pregunta: "Es realmente el reino de la autorrea-lizacin personal un reino privado? Lo sera si esta autorreahzacin tu-viera lugar en un medio neutral en el que los individuos pudieran pro-seguir sin impedimentos la realizacin de sus propios objetivos. Pero estemedio es, desde luego, un mito."!" En tanto sometida a reglas, obstculosy fuerzas que son de! orden de lo social, no hay lucha, o, para decirlo entrminos de la narrativa, no hay peripecia, por ms "personal" que sepresente (y el autor recuerda aqu el clebre adagio feminista, "lo perso-nal es polttco'') que no involucre, aun de modo "radicalmente disconti-nuo C-..) y slo a travs de articulaciones contingentes"!", e! espacio de lopblico. Esta afirmacin, que retoma en cierto modo la idea bajtinianade una interaccin dialgica entre individuo y sociedad y da por sentadala interdependencia ineludible entre ambos espacios, avanza todava unpaso ms, hacia el concepto de un "republicanismo Cvico mltiple": elreconocimiento de la existencia de varios espacios pblicos.'?

    17 Ernesto Leclau, "La comunidad y sus paradojas: la 'utopta liberal' de Richard Rorty" enop. en. (1996) pag_ 20S.'" Ernesto Laclau, op, cit, pag 20810 La idea de espacios pblicos plurales tambin fue enunciada por Habermas, en suprlogo de 1990 a la edicin en ingls de su clsico Historia y crtica de la opinin pblica,{Barcelona, Gustavo GiliJ, como una reelaboracin de su propio concepto a partir de lalectura de la influyente obra de Mijatl Bajun. La cultura popular en la Edad Media y elRenacimiento, que aportaba una perspectiva polifnica a la consideracin del tema.

  • 36 LEONOR ARfUCH Identidode5, sujetas y subjetividades 37

    Reaparece aqu la nocin de campo de fuerzas, donde el ejerciciomismo de la persuasin (como modalidad deseable en la "utopa" demo-cratco-Iberal de Rorty) tambin supone, para Laclau, el conflicto y has-ta una cierta violencia. Posicin compatible con la idea de una performa-vidad del lenguaje como registro esencial de la accin humana (esafuerza i1ocucionaria, para evocar el clebre concepto de Austin, que hacedel "decir" de toda enunciacin un "hacer")."

    La misma tensin entre lo que aparece naturalizado como una identi-dad esencial y su construccin performativa atraviesa, para judtb Butler,desde su perspectiva feminista post-estructuralsta. la cuestin del gne-ro. En un reciente intercambio terico con Laclau", la autora puntuali-zaba dos aspectos de la concordancia entre ambas reflexiones: por unaparte, en tanto el gnero no es una esencia esttica ni una "profundidad"sino una reiterada sancin de normas, el trmino que reclama para s larepresentacin de una realidad previa produce rerroacttvamente esa prio-ridad como un efecto; por la otra, cada estructura determinada alcanzasu determinacin por repeticin (tterabldad) y, por ende, est sometidaa diversas contingencias que ponen en riesgo el carcter determinado deesa estructura. En otros trminos, para el feminismo "el gnero no repre-senta una profundidad interior sino que produce esa interioridad y pro-fundidad performatvamente. como un efecto de su propia operatoria"(nuestro subrayado). As, la sociedad patriarcal o los diversos mecanis-mos de dominacin masculina pueden ser vistos no ya como "totalidadessistmicas" sino como "formas hegemnicas de poder que exponen supropia fragilidad en la operacin misma de su nerabldad''." la tareaestratgica para el feminismo, en esta perspectiva, ser entonces la deexplorar (y aprovechar) la emergencia de esas ocasiones de fragilidad.

    Pensar la dimensin conflictiva de las identidades en su diferenciatrae, como contrafigura casi obligada, la cuestin de la igualdad: podrapostularse una igualdad de las diferencias o habra algunas inaceptableso "no pertinentes"? y, en este ltimo caso, cules seran los criterios deexclusin? el dilogo Ladau-Butler, convocado principalmente en tornode estos interrogantes, aporta algunas ideas al respecto. Para la terica

    '" Remitimos, efectivamente, a john Austin y su Cmo hacer cosas con palabras."Judith Butler, Ernesto Laclau, Reinaldo Laddaga, 'The uses of Equality" en tacntcs Vol27:1,1997, Pags 3 a 12.llJudith Butler, "Further reflecuons on conversanons of our time", en Diacritics Vol 27:1,1997, pago H.

    feminista, hay una distincin necesaria entre "nclustvtdad" e "igualdad",la primera opera como un ideal irrealizable pero que gobierna todo pro-yecto de "democracia radcal'?' (no es posible, a riesgo de psicosis, nin-guna conformacin social, cultural o poltica sin algn tipo de exclusin"constitutiva"), la segunda, en tanto redescnpcion del concepto clsico,no supone una simple "equalzacion" de diferencias dadas sino un juegosiempre abierto, donde algunas exclusiones son inevitables.

    Para Lacleu, que coincide en cierto modo con esta posicin, no sola-mente ambos trminos (igualdad y diferencia) no se oponen sino que laampliacin del campo del segundo es una precondicin de la expansindel primero. Por ejemplo, el reconocimiento de los derechos de todas lasminoras nacionales es un modo de afirmacin de una igualdad entreellas que supera el puro particularismo. Sin embargo, la necesidad deexclusin est inscripta en la estructura misma del acto de decidir. Entanto es imposible saldar la cuestin con una lista de las "clases de dife-rencias" que seran inadmisibles, el criterio al respecto no estara dado deantemano, como respuesta descontextualzada. sino en relacin allocusde una multiplicidad de luchas sociales. Visto desde esta ptica, el libe-ralismo es, a la inversa, "un intento de fijar el significado de la igualdadentre parmetros definidos (el individualismo, la distincin rgida entrepblico y privado, etc.)" , los cuales, en realidad, estn limitados histri-camente y en muchos aspectos, pertmdos."

    4. Recapitulaciones

    Recapitulando nuestro itinerario, esta puesta en sintona de vocestericas diversas -que podra definirse como articulacin, en tanto surelacin no es necesaria ni remite a una evidente contigidad del cam-po-, nos permite ahora efectuar algunos sealamientos.

    En primer lugar, reafirmar la pertinencia de abordar la problemticadenutara, tanto a nivel reflexivo/analtico como en el trabajo de campo,desde la perspectiva mltiple que ofrece la conceptualizacin contempo-rnea en torno de la narrativa, fundamentalmente por cuanto tiende asubrayar la apuesta tica inherente a su funcionamiento -desde el prin-cipio de los tempos-. su carcter modelzador respecto de conductas,

    "Buller remite aqui al concepto delineado por E. Laclau y Chantal Mouffe, sobre todo enHegemony and Socialist Strategy: Towards a Radical Democratic Poltncs. ([98S)."E Laclau, en Buuer. Laclau, Laddaga. op. cit. pago 8.

  • 38 lE(JIlO~ ARflJ{H Identidades, sujetos y subjetividades 39

    sentidos de la "vida buena" al uso, dimensiones de la experiencia, endefinitiva, de todo aquello que aporta a la reproduccin del orden so-cial. Proponiendo diversos tipos de relacin entre lo pblico y lo priva-do, lo individual y lo colectivo -dos registros de ninguna manera antin-mcos-. dicha perspectiva est lejos de suponer en si misma una desagre-gacin "posmodema" en el sentido sesgado de prdida de valores comu-nitarios o mera proliferacin de subjetividades -eunque el espacio p-bltco/medatco/polrtco ofrezca hoy al respecto un panorama poco alen-tador. Por el contrario, en cuanto a saber, escuchar, aprender del otro, supapel -donde la novela no deja de conservar su primado-, en la doblevalencia que hemos sealado, es casi irreemplazable. as

    En segundo lugar, y asumiendo la dimensin narrativo/discursiva comoconflguratva de la identidad, enfatizar la cuestin del lenguaje como unregistro activo de la investigacin. Dicho de otro modo, problematizar su"transparencia", la tendencia a la naturalizacin, el asumirlo como unobjeto dado, mero soporte de la argumentacin. Por el contrario, y enparticular en relacin a nuestra temtica, adquieren una gran densidadsignificante los lxicos, las inflexiones, los registros, las jergas, las tonali-dades, as como el plano enunciativo, que marca en el discurso unaposicin de sujeto (individual o colectivo), un lugar en la red de lanterdscurstvded socal. La dimensin performava del lenguaje, ascomo la operacin misma de la narracin como puesta en sentido (espa-cio/temporizacin, puntos de vista, despliegue de la trama) son asimis-mo decisivas en toda afirmacin identitaria y por ende, en todo intentoanaltico de interpretacin.

    La concepcin bajtiniana tiene, por su parte, la propiedad de integrarestos aspectos, que remiten en algunos casos a saberes bastante tcnicos,en un horizonte mayor de inteleccin, que podra definirse, sintetizandosus mltiples vertientes eruditas, como filosfico/cultural. Su sorpren-dente actualidad, manifiesta en innmeras refracciones -para usar unapalabra cara a su lxico- en todos los campos disciplinares afines y msaun en los muludsctpltnares. es tanto terica como poltica: una pers-pectiva que permite pensar, a partir de la peripecia literaria o de la dtna-

    "En esa doble valencia de la narrativa (como autorreflexin sobre los propios mecanismosde investigacin y de escritura y como anlisis de diversos casos/corpus narrativos), loscampos ms permeables parecen ser el de la antropologa cultural, el de la historia en susmltiples variantes, el de los estudios culturales en la ltnea de sus diversas vertientesanglosajonas, as! como el de la critica post-colonial, Iemtntsta. de gnero y el de losestudios de la dilcrencla sexual.

    mica interna del discurso, las relaciones ntersubjenvas, la discursividadsocial, el trabajo de la ideologa, la pluralidad de los puntos de vista y sutnstrrnseca conflictividad. En efecto, el "dialogismo", que ha dejado unamarca indeleble en la reflexin poltica actual, lejos est de poder serinterpretado como una propensin a la armnica confluencia de posi-ciones, al acuerdo, aun como figura utpica. Lo que enfatiza ms bien esla otredad, la diferencia como constitutiva de toda posicin, (que podraponerse en sintona con el "exterior constitutivo" Derrda/Laclau) en de-finitiva, el valor de esa diferencia. El paradigma bajtiniano est as muycerca, como vimos, de las concepciones no esenctaltstas de la identidad,y tambin, en la misma lgica, de la idea de democracia como conflictoms que como consenso, una de las encrucijadas filosfico-polticas deestos tiempos.

    En efecto, y yendo a nuestro tercer sealamiento, la discusin entomo de las identidades, los particularismos, la rnulrculruraldad, esedespliegue creciente de las diferencias, involucra directamente un re-planteo de la democracia. Pueden mantenerse las viejas concepciones,apenas "aggiornadas" a los acontecimientos? Es vlida su definicin cl-sica en tiempos de globalizacin? Qu alternativas se plantean para elreconocimiento de las minoras, los nuevos derechos, los clvajes no tra-dicionales de las sociedades contemporneas? Si bien hay posiciones di-versas ante la cuestin, stas pareceran polarzarse entre la adhesin a laidea consensual, ligada a un cierto ejercicio dialgico calificado, comoen el caso de Habermas, y la aceptacin del conflicto como regla consti-tutiva del rgimen democrtico.

    Tales cuestiones se dirimen hoy en un escenario donde, segn jac-ques Rancere. la filosofa parece intentar colmar el silencio de la poln-ca, su retiro de los lugares cannicos de deliberacin, en tanto hay pocopara deliberar ya que las decisiones se imponen por si mismas en estrictaobediencia a las exigencias del mercado mundial y en pragmtica evalua-cin de costos y beneficios. "La restauracin de la filosofa poltica sedeclara as -arma el autor-, al mismo tiempo que el abandono de lapoltica por sus representantes autorizados"." Pensando desde la lgicadiferencial del conflicto, Rancere postula la figura del desacuerdo -ndesconocimiento ni malentendido, sino una especie de intervalo entreentender y no entender lo mismo aunque se hable el "mismo" lenguaje-como una de las formas de caracterizar la incoincidenca entre los gran-

    2.; Jacques R.andere, 1996, pag 6.

  • 40 UONOR ARfl)(H Identidades, sujetos y subjetividades 41

    des temas de la teorizacin contempornea -los nuevos derechos cvicos,la tolerancia, la virtud, la igualdad, la emancipacin- y el horizonte de lo"real" que insiste con toda su crudeza: la acentuacin de la pobreza "in-terna" en los paises, la configuracin globalizada de la exclusin -con sus"nuevas" definiciones identitarias (el "ocupante", el "ilegal", el "clandes-tnorj-, las tragedias migratorias, el rebrote de viejas y nuevas xenofobias.

    Esta contracara paradjica de la globalizacin --cuyo "modelo" parecehaber tomado el relevo del universalismo- se complementa, segn lamirada tambin critica de Slavoj Zizek ([19971 1998), con la figura del"multtculturalsmo" como la ficcin poltica necesaria a la expansin sinlrmnes del capitalismo: un concepto diettico, que apunta a reafirmar la"buena conciencia" etnocntnca (o eurocntrca) legislando -slo en laletra- sobre el respeto por el otro y el reconocimiento de la diversidad.

    La problemtica Idenutana se despliega as en un arco dilatado que vadel horizonte de los acontecimientos a la reflexin fllosoco-poltrca. delo personal a lo colectivo y aun, a ese lmite de lo "colectivo" que sugierenlas des/identificaciones aludidas por Ranctere. Sin ser equiparables -nose debe confundir la fluidez identitaria inherente a cada posicin desujeto con el efecto multiplicador que se ha producido en el escenario.polttico mundal v-ambos aspectos pueden ser analizados no obstante apartir de! mismo marco conceptual.

    Es sobre todo en e! espacio meditico -y su expansin sin lmites enlas redes de la htpercomuncacton- que la afirmacin (y la pugna) de lasdiferencias convoca obhgadamente a la articulacin entre pblico y pri-vado, entre los mecanismos narrativos de la identidad personal y su in-dudable valencia colectiva, aspecto que tambin nos interesa destacar.Sin pretensin de enumeracin exhaustiva, podra decirse hoy que e!rasgo dominante de este espacio es justamente la "escalada" de la subjeti-vidad, la primaca de lo ntimo/privado como tpico vehiculizado a tra-vs de los ms diversos gneros discursivos, de los ms cannicos a losnuevos hbridos que involucran a la polnca-espectaculo. a la exacerba-cin casi obscena de lo auto/biogrfico. al primado de la "pequea histo-ria" aun en el horizonte informativo, a la peripecia personal e ntimacomo fagocitacin pblica, del talk-show a la "vida en directo"

    " Rgme Robin (1996) advena justamente sobre el deslizamiento terico que suponehablar de la "fluidez" identitaria en trminos de Ricoeur y en los trminos en que aparecedesignada, en el horizonte de la actualidad, la reconfiguracin de las identidades (tnicas,religiosas, culturales, etc) en el marco de la globahzacion.

    Cmo leer entonces esta tonalidad de la subjetividad contempera,nea, sin caer en la tentacin de! juicio a priori, de la famosa "lista" de lasdiferencias (de las narrativas) "buenas" o "malas">. Porque el panoramaactual se dibuja, aun anacrnicamente, sobre el trasfondo de ese des-afuero de 10 social que ya hace ms de veinte aos se anunciaba, en tonoapocalptico, como el "declive" del espacio pblico/poltico de la moder-nidad ante un tenaz individualismo narcisista de lo privado (Senneu). ocomo la perdida del raciocinio crtico de la opinin pblica por el deve-nir publcsuco y personaltsta de la poltica (Habermas). Dilemas de lavieja antinomia entre pblico y privado -desvalortzanre de su segundotrmtno-, que la configuracin globalizada coloca definitivamente encuestin: ya no es posible mantener ese umbral topolgico, esa especiede divisoria de aguas que prescribira lo aceptable en uno y otro registro,como lo estableciera, ya bajo la figura de la paradoja, la constitucinmisma del orden burgus." La, visibilidad a ultranza, la propia pnvact-dad bajo caucin de redes intangibles de todo tipo -nformancas, satel-tales, de vigilancia, de cruce de dats-, como la hipntica atraccin delas pantallas en tanto registro inequvoco de la "realidad" anclado en elcorazn de lo domstico, hacen en verdad ndiscembles unos y otroslmites. -

    Esta mdecidbildad de amhas espacios, que nos trae nuevamente lafigura del lmite en su ambigedad, as como la del intervalo y su oscila-cin, que sin fijarse en uno u otro punto los involucra constantemente,permite considerar a estas narrativas -sn perjuicio de evaluaciones crti-cas puntuales, tan significantes -y podramos agregar, tan sintomtica-mente significantes como otras, quiz ms jerarquizadas (literarias, testi-moniales, artsticas, sociolgicas), para dar cuenta del proceso actual dereconfiguracin denttana, cuyos registros se entremezclan en el devenirsin pausa de la discursividad social (y "global"). Proceso que quiz nodeba interpretarse como una prdida de los espacios "clsicos", sino msbien como una delimitacin cambiante, como una nueva escena de plu-ralismo (varios espacios pblicos y tambin privados), como una atesta-cin de autonoma que no necesariamente contradice una Idea de cornu-

    lB Hannah Arendt analizaba esa conformacin paradjica a partir del concepto de visibili-dad "Comparadas con la realidad de lo visto y oido, las mayores fuerzas de la vida ntima(..J llevan una incierta y OScura existenCia hasta que se transforman, desmdvdualizadas,como si dijramos, en una forma adecuada para la exhibicin pblica, La ms corriente deesas transformaciones sucede en la narracin de historias " (el subrayado es mio) ([1958]1974:74),

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    nidad. Y es probablemente en esa pluralidad de narrativas, de voces, desujetos, en esa dimensin polifnica compatible con [a concepcin bejrt-niana, donde pueda aprehenderse con mayor nitidez la lgica "abierta"de la diferencia en su conflictividad constitutiva.

    Podemos retomar ahora la pregunta de Stuart Hall, no tanto para aven-turar posibles respuestas tranquilizadoras sino por el contrario, para queasuma aqu, en nuestro propio contexto, su cualidad performativa deinterrogacin junto al matiz irnico de su potencial crtico. Quin nece-sita identidad>, seguramente, todos nosotros, en tanto debate an pen-diente en el campo intelectual, acadmico y poluico, en tomo de nuestraidea contempornea de nacin, de las narrativas que pueden hoy repre-sentamos, no ya en el viejo sentido esencalsta de "quines o cmo so-mos (los argentinos)" sino en lo que vamos llegando a ser, en los innme-ros desplazamientos e identificaciones, en la dislocacin radical que losltimos acontecimientos han producido, poniendo al descubierto tantoel rostro dramtico de un nuevo pas como la inmensa dificultad de sudefinicin.

    En este sentido, si en los ltimos anos ha sido perceptible la emergen-cia cada vez mayor de diferencias afirmadas onrologtcamente como tales(tnicas, culturales, etarias, religiosas, sexuales; de gnero) que se expre-san "positivamente" a travs de luchas retvndtcattvas por el reconoci-miento, tambin ha ido saliendo dolorosamente a la luz un paisaje extre-mo de diferencias marcadas por la desigualdad y la exclusin, que poneen cuestin los fundamentos mismos de la democracia. Pero an esasidentidades, que la categorizacin sociolgica y estadstica trata de apre-hender a travs de ndices escalofriantes de pobreza, indigencia, marg-nalidad, no alcanzan a ser capturadas en una esencialidad de la "exclu-sin", ms bien se afirman retricamente -como en el tan elocuente oxt-moran de "Trabajadores desocupados't- como fuerzas en pugna por elsentido de la nominacin, como antagonistas en un campo de fuerzas yno como meros "resultados" de las polticas aplicadas a ultranza bajo elmodelo "universal" de la globalzacton. De este modo, la afirmacin con-trasrva de la diferencia, an cuando sta sea "negativa", en tanto inde-seada e indeseable en una sociedad que sostenga una concepcin ticade la justicia, exhibe con nitidez en el espacio pblico y a travs demltiples escenarios (la protesta callejera, el corte de ruta, la concentra-cin, la manifestacin, la pantalla televisiva) el carcter eminentementepoltico que conlleva toda identificacin, su potencial simblico, trans-formador y contrahegemontco.

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