ANTECEDENTES Y CONSECUENTES

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LA REFORMA UNIVERSITARIA ANTECEDENTES Y CONSECUENTES

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LA REFORMA UNIVERSITARIAANTECEDENTES Y CONSECUENTES

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Hugo E. Biagini

LA REFORMAUNIVERSITARIA

ANTECEDENTES Y CON-SECUENTES

LEVIATAN

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COLECCIONEL HILO DE ARIADNA

I.S.B.N. 987-514-034-1

LIBRO DE EDICION ARGENTINA- QUEDA HECHO EL DEPOSITOQUE PREVIENE LA LEY 11.723 -

© BY EDITORIAL LEVIATAN -CORDOBA 4773 - BUENOS AIRES -

IMPRESO EN LA ARGENTINA -PRINTED IN ARGENTINA

PRESENTACIÓN

Se examinan diferentes ideales alternativosque ha sustentado el movimiento juvenil ante elorden establecido. El encuadre se detiene en elcaso argentino e iberoamericano sin descuidar elcontexto mundial. Entre los picos de mayor rele-vancia histórica sobresalen la generación de 1918y los nuevos actores que aparecen hacia los añossesenta. Asimismo, se proporciona un balance delas actitudes que pueden observarse actualmenteentre los sectores universitarios.

Habida cuenta de los panoramas abarcativosen torno a nuestras organizaciones estudiantiles,emprenderemos una serie de estudios minuciosossobre temas que ora no han sido percibidos en to-do su alcance ora no han sido indagados con su-ficiente profundidad. A título ilustrativo, se abordauna variedad de congresos estudiantiles que tu-vieron lugar en distintos países del Cono Sur (Uru-guay, Argentina, Perú) y que, por ser anteriores ala Reforma del ‘18 han permanecido al margen delvastísimo corpus relativo a ese proceso continen-tal. Se retoma la tradición reformista para contras-tarla al modelo hoy en boga; especialmente la vi-sión sobre la integración regional que planteó di-cho movimiento frente a la que aparece en los in-tentos oficiales sostenidos por una modernizaciónexcluyente. Por último, se efectúa una valoraciónde la universidad y su presente función desde laóptica reformista, para concluir refutando las apre-ciaciones sobre la caducidad de la Reforma y so-

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bre el hipotético imperativo de reemplazarla porotra basada en un solapado gatopardismo.

Desde el punto de vista metodológico se recu-rrirá, esencialmente, a la exégesis de fuentes pri-marias de muy distinta procedencia y localización,compuestas en gran medida por documentos es-tudiantiles tales como manifiestos, proclamas, ac-tas y otros testimonios que emergen entre los mi-llares de páginas escritas por el pensamiento re-formista en este siglo.

Además de su eventual validez para mejorar laerudición en la materia, la supuesta importancia orepercusión de este trabajo se relaciona con el do-minio pedagógico y la formación ética, en cuantopueda permitir que los adolescentes y los jóvenesse aproximen hacia pautas de comportamiento yperspectivas axiológicas más enriquecedoras delas que se ofrecen desde una aletargante actuali-dad. Por ende, se procura investigar y difundirciertos ciclos paradigmáticos de protagonismo ju-venil; su contribución a una imagen renovadora,solidaria y adogmática de la enseñanza y la vida;su relevancia para el acercamiento democráticode Argentina con Latinoamérica y el mundo.

Junto a la ampliación que podrá experimentarel dominio técnico y cognoscitivo con los puntosencarados, la explicitación de los aspectos dina-mizadores y originales que contiene el legado re-formista también colaboraría módicamente a lasatisfacción de determinadas expectativas socia-les como las que provienen de la crisis de las ideo-logías omnicomprensivas y de cerradas posturastriunfalistas.

En síntesis, la indagación se vincula primor-dialmente con la problemática sobre la juventud,la universidad y la sociedad; cuestión cuya mag-

nitud, lejos de haber sido cubierta, exige otros re-planteos adicionales. La temática principal se co-necta con el desenvolvimiento del movimiento es-tudiantil que surgió a partir de la Reforma Univer-sitaria en Córdoba, sus precedentes, derivacio-nes y paralelismos con otras experiencias que sehan dado dentro o fuera del ámbito argentino. En-tre los objetivos conceptuales específicos se en-cuentra el abordaje de aspectos poco explorados—e incluso insospechados— por la literatura es-pecializada.

Dichos emprendimientos tuvieron ocasión deser controvertidos en diversas reuniones ad hoc:III Congreso Internacional de Filosofía Latinoame-ricana (Heredia, Costa Rica), V Congreso de SO-LAR (San Pablo, Brasil), 49 Congreso Internacio-nal de Americanistas (Pontificia Universidad Cató-lica del Ecuador), Universidad Bolivariana (Chile),I Encuentro del Corredor de las Ideas (Maldonado,Uruguay), XII Congreso Internacional de AHILA(Oporto, Portugal), Seminario sobre Historia a De-bate (Universidad Santiago de Compostela), Ibe-roamerikanska Institutet (Universidad de Gotem-burgo). Los trabajos anexos sobre Arturo Roig yEugenio Pucciarelli corresponden a sendos home-najes que les tributó la Universidad del Comahuey la Academia Nacional de Ciencias (Buenos Ai-res). Por razones editoriales, se ha suprimido elcopioso aparato erudito —notas y repertorio biblio-gráfico— del texto principal.

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FLUJO Y REFLUJODE IDEALES ESTUDIANTILES

Se esboza aquí el papel protagónico que de-sempeñó la juventud universitaria, especialmenteargentina y latinoamericana, en diversos momen-tos culminantes, sin excluir la situación actual nisus perspectivas futuras. En consecuencia, se alu-de al ciclo independentista, a los primeros román-ticos, a la bohemia finisecular, al movimiento orgá-nico del 18, a la generación de la protesta y la re-volución, hasta desembocar en los testimoniosposmodernos; para poder aproximarnos a las dis-tintas variantes del utopismo, expresiones identita-rias y propuestas alternativas que se hallan en jue-go dentro de tales idearios y prácticas sociales. Seencuentran implícitos en el enfoque problemas ta-les como los de la continuidad o discontinuidadhistóricas, la validez última de los agentes o suje-tos colectivos, los vínculos con la estructura eco-nómica o con las variables políticas de rigor.

Gestaciones

Cabe destacar la importancia que, para laemancipación sudamericana, revistió el discurso yla actuación de diversos estudiantes criollos quese formaron en la Universidad de Charcas —fun-dada por los jesuitas con el nombre de San Fran-cisco Xavier en aquella ciudad virreinal de La Pla-ta, luego conocida como la Sucre boliviana. En

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ese instituto educativo se llegó a trasmitir doctri -nas ilustradas de avanzada y de allí provinieronmuchas jóvenes figuras que se integrarían a lagesta en cuestión. Por sus filas pasaron jóvenescomo Manuel José Quiroga, gestor de la revolu-ción de Quito; Mariano Alejo Alvarez, precursor dela independencia en el Perú; o Jaime Zudáñez, re-dactor de constituciones en Chile, Argentina y Uru-guay, país éste donde concluye su carrera presi-diendo la primera Corte Suprema de Justicia.

Una pieza clave que motorizaría las revolucio-nes de Chuquisaca y La Paz (1809), fue escritapor Bernardo de Monteagudo, quien imaginó undiálogo entre Atahualpa, el último Inca y FernandoVII, a la sazón destronado durante la invasión na-poleónica de España. El tema fundamental de esapieza combativa apuntaba a sostener el derecho ala insurrección y a la independencia: si los patrio-tas españoles podían repeler legítimamente la tira-nía implantada por Napoleón, los americanos es-taban también en perfectas condiciones para rom-per con el yugo ibérico, impuesto por la fuerza y laviolencia. Más que en el jus resistendi clásico,Monteagudo se inspiraba en el pensamiento deRousseau, cuando aducía que los españoles ha-bían perdido toda su autoridad en el Nuevo Mun-do al violar flagrantemente la justicia y los dere-chos humanos.

Se ha interpretado que el Contrato Social llegóa representar algo así como el evangelio laico pa-ra los estudiantes más activos de Charcas. Maria-no Moreno, otro egresado de ese mismo centro deenseñanza superior, desde un puesto político cla-ve enaltece e implementa dicha obra de Rous-seau, por su tenacidad en defender la soberaníapopular y en vulnerar el supuesto derecho divinode los reyes. Vencida la juventud jacobina, despla-zado su líder Moreno y frustrado el levantamiento

de sus partidarios, aquél se embarca para Lon-dres, falleciendo en el trayecto. Al despedirse desus amigos, un 24 de enero de 1811, les había ex-presado: "Yo me voy, pero la cola que les dejo esmuy larga".

Más allá de las distintas secuelas en las que ca-be encontrar ulteriormente un temple ruptural y de-mocratizante afín con el espíritu moreniano, pue-den rescatarse apreciaciones como las de Ger-mán Arciniegas, acerca de que la revolución inde-pendentista no constituye un producto del caudilla-je ni una idea emanada de los cuarteles sino eltriunfo de la conciencia estudiantil de vanguardiasuperando el cruce helado de los Andes y otrosobstáculos similares.

Las sociedades patrióticas, literarias y políticasjuveniles cumplieron a su vez una función renova-dora. Entre los nucleamientos de esa índole másostensibles, figura el círculo de la Joven Genera-ción Argentina creado por Echeverría con el fin in-cumplimentado de producir una segunda emanci-pación: la mental y cultural. El rosismo aludió aesa agrupación reivindicativa —paralela a otras or-ganizaciones contemporáneas (la Joven Italia, laJoven Alemania o la agrupación trascendentalistadirigida por Emerson en Boston)— como integradapor "muchachos reformistas y regeneradores", por"estudiantes de Derecho presumidos y holgaza-nes".

El fin de la centuria y los albores del siglo XXtraen aparejados una gran variedad de sintomáti-cas entidades. Se fundan clubes cívicos pilotea-dos por jóvenes estudiantes que tendrán un rolsignificativo tanto en el enfrentamiento con el régi-men corrupto del juarismo y en la Revolución delParque (1890) como en la plasmación de trascen-dentes partidos populares (radicalismo, socialis-mo, democracia progresista).

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Por ese entonces fue acentuándose la creenciaen el sentido afirmativo que, dentro de la evoluciónhistórica, correspondía asignarle al accionar desectores tradicionalmente descalificados: los tra-bajadores, la mujer, el hombre de color. Al mismotiempo, surgía una confianza semejante en las po-tencialidades redentoras de la juventud. Un textodel intelectual anarquista Alberto Ghiraldo nos sir-ve para ilustrar dicha mentalidad, lindante con elllamado juvenilismo, el cual también acompaña di-versas innovaciones estéticas y una actitud querescata la bohemia e impugna el prototipo bur-gués:

existe una clase de proletarios mucho másdigna aún de llamar hacia ella la atenciónque la compuesta por los trabajadores ma-nuales! [...] esa juventud llena de idealesque pocos comprenden, que muchos des-precian y a quien ningún poderoso, ningúngobierno tiende la mano amiga; esa juven-tud pensadora que a pesar de todo va de-jando en el camino de los tiempos su re-guero de luz y preparando en las edadeslas diversas jornadas de las civilizaciones(“Bajo la cruz”)

Durante dicho período finisecular, el modernis-mo exalta la figura del joven en contraposición a lacultura burguesa. La juventud aparece aquí comoagente movilizador por excelencia de las masas.Semejante mística juvenil impregna las primerasgeneraciones reformistas de nuestra América has-ta prolongarse sensiblemente en el tiempo. Simul-táneamente, los estudiantes de Guatemala inau-guran una valerosa tradición de resistencia contralas dictaduras y el imperialismo, mediante la llama-

da huelga de Dolores y su vocero periódico Nonos tientes, cuyas modalidades se han extendidode una manera u otra hasta nuestros propios días.

Más tarde, comienzan a producirse serios con-flictos dentro de la Universidad de Buenos Aires,cuando se inauguran los primeros centros estu-diantiles y la Federación Universitaria de esa ciu-dad (FUBA, 1908), los cuales, pese a perseguirpropósitos puramente gremiales, serían descono-cidos por las autoridades. Asimismo, se inician loscongresos internacionales de estudiantes (Uru-guay, 1908; Argentina y Colombia, 1910; Perú,1912), donde se proclama la rebeldía como princi-pio cósmico omnicomprensivo y se exige un mo-delo universitario con plena injerencia del alumna-do, que habría de confederarse en una liga ameri-cana.

La inadvertida relevancia de esos encuentrosinternacionales puede traducirse en motivos designificativa avanzada, verbigracia: establecer lasinnovaciones primordiales que, a partir de 1918,se ampliarán con el movimiento reformista organi-zado —autonomía, cogobierno y extensión univer-sitarias—; alentar los anhelos de fraternidad conti-nental, anticipando los recientes proyectos oficio-sos de integración regional con propuestas quepermiten un replanteo más a fondo sobre el parti-cular; denunciar la política expansionista de Esta-dos Unidos; adelantarse a las reuniones celebra-das por las universidades de América Latina has-ta su confluencia definitiva en la UDUAL al prome-diar la centuria. Se trata de un vasto repertorioconceptual que, pese a tanta interpretación encon-trada, testimonia la potencialidad reflexiva denuestra juventud universitaria e insinúa respuestasalternativas a los modelos dominantes en el ejerci-cio del poder, lo cual resulta singularmente auspi-

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cioso para una época como la presente, de prima-cías conservadoras y mentados desencantos.

En el evento celebrado en la Argentina, tanto elcivismo como la formación del carácter dieron mu-cho que hablar, estimándose que la ausencia deuna vigorosa conciencia nacional fomentaba la in-diferencia política de los jóvenes. En oposición a lafiebre mercantil y contra el afán de lucro, debía ex-hortarse a los estudiantes para que tomasen parteactiva en las luchas civiles, hasta que el sufragiodejara de ser una mentira convencional en Améri-ca Latina. Allí quedó trazado el sentido general quese le asignaba a los congresos de estudiantesamericanos: “nacieron para llenar una verdaderanecesidad internacional [...] evitar en el futuro la si-tuación de aislamiento en que han vivido duranteun siglo las repúblicas sudamericanas, con incalcu-lable perjuicio para su progreso”.

El grito de Córdoba

Si a todos esos antecedentes inmediatos lesañadimos algunos factores de relevante magnitudinterna y exterior —Revolución Mexicana, I GuerraMundial, Revolución Rusa, nuevo elenco guberna-tivo en la Argentina con el triunfo de la Unión Cívi-ca Radical, corrientes vitalistas e idealistas—, pue-de inferirse que se había generado el clima para elcélebre estallido con el cual irrumpe la ReformaUniversitaria en Córdoba hacia 1918. La proyec-ción continental que alcanzó dicho movimiento es-tudiantil dio lugar a que el mismo fuese visualiza-do, con máximo entusiasmo, como la segundaempresa común de los países latinoamericanos,

tras los cien años de mutua soledad que siguieronal ciclo de su independencia política.

Además de la resonancia americana que pose-yeron esos dos grandes fenómenos históricos —Revolución de Mayo y Reforma Universitaria—, enambos se presenta una línea enunciativa concomi-tante. Si Moreno refutaba el pretendido soporte ce-lestial de la realeza y acudía a la voluntad colecti-va, Deodoro Roca —junto con otros miembros dela Federación cordobesa— denunciaba en el Ma-nifiesto Liminar de la Reforma un régimen acadé-mico anacrónico montado sobre "el derecho divinodel profesorado universitario". Allí se reclamaba elpoder de decisión para los estudiantes, en tantosoberanos primordiales de una universidad demo-crática. Dicho documento no sólo se dirigía profé-ticamente a los hombres libres de nuestro hemis-ferio sino que también anunciaba una inminenciarevolucionaria similar a la de Mayo o a la de losnuevos tiempos insurgentes.

En definitiva, se estaba preconizando la insu-bordinación ante un sistema universitario que po-nía en tela de juicio la propia entraña de la ense-ñanza superior, es decir, la capacidad de los alum-nos para distinguir valores y para elegir a susmaestros. Salvando distancias, no costaría muchoparangonar tales demandas con las objecionesanticolonialistas formuladas en proclamas como laque redactó clandestinamente el joven Monteagu-do contra el yugo español y para los "valerosos ha-bitantes" de La Paz, a quienes exhortaba a esta-blecer un nuevo sistema de gobierno basado enlos intereses nacionales:

Hasta aquí — se lamentaba Monteagudo—hemos tolerado una especie de destierroen el seno mismo de nuestra patria; he-

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mos visto con indiferencia por más de tressiglos inmolada nuestra primitiva libertadal despotismo y tiranía de un usurpador in-justo, que degradándonos de la especiehumana nos ha reputado por salvajes ymirados como a esclavos: hemos guarda-do un silencio bastante análogo a la estu-pidez que se nos atribuye por el inculto es-pañol

En el caso específico de la Argentina, puedeademás admitirse que, más allá de sus avataresulteriores, con la Reforma Universitaria, si no llegóa esbozarse allí un orden nuevo, como aseguróuno de los principales protagonistas y estudiososde ese mismo movimiento, al menos se articulóuna cultura de tipo juvenil que logró adelantarseprecozmente a los casos similares en otras partesdel mundo.

Aunque la causa estudiantil contó con escasoapoyo del claustro docente y fue visualizada porlos sectores conservadores de la Iglesia y del lai-cismo como una revuelta de activistas e inclusocomo un complot delictivo, algunas viejos maes-tros como Alejandro Korn le prestarían su respal-do fáctico y teórico a la vez. Korn señaló la profun-da crisis de actualización por la que atravesaba elámbito universitario todo, descartando con ello lahipótesis de una confabulación siniestra, mientrasrecalcaba la tónica innovadora del movimiento re-formista, al cual le otorga un papel fundamental entanto reflejo de una necesidad histórica dotada deelementos originales y de un decisivo protagonis-mo estudiantil:

La reforma universitaria no es una obra ar-tificial [...] Es la obra colectiva de nuestrajuventud, movida por impulsos tan vehe-mentes y espontáneos como no habían

vuelto a germinar desde los días de la aso-ciación de mayo, cuando el verbo románti-co de Echeverría despertó las concienciasa nuestra vida [...] Larga es la serie deesas creaciones postizas, que, o no arrai-gan en nuestra tierra o experimentan unadegeneración criolla que las convierte encaricatura de sus originales. La juventudargentina —honor a ella— supo hallar lavía propia, la solución argentina y nacio-nal. A no ser por su arrojo, todavía estába-mos deliberando

Así, durante reiteradas oportunidades, "el viejoKorn" —como lo apodaban dilectamente sus másíntimos allegados-— defendió las luchas estudian-tiles y la causa reformista, criticando a las autori-dades universitarias por hallarse inmersas en lapolitiquería criolla. Se entusiasmaba con el proce-so de concientización juvenil y con el poder creati-vo que ello le otorgaba al estudiantado. Concep-tuaba a la Reforma Universitaria como un hechoespontáneo que se remonta a la misma Revolu-ción de Mayo y que traduce la voluntad de las nue-vas generaciones frente a la crisis experimentadadurante la evolución nacional. Se negaba a enla-zar la cultura con las universidades y las acade-mias, al detectar en ellas resabios coloniales quelas cristalizaban en el pasado. Korn aludía al sen-tido general en el que se inscribía dicho movimien-to, como cargado de valores morales y estéticos,con hondas raíces vernáculas y un fuerte anhelode justicia social. Defiende a la Reforma más alláde sus contramarchas y de todo dogmatismo, co-mo una conquista que, aunque definitiva, reciénestaba comenzando a articularse. No se tratabade una mera fórmula sino de un proceso dinámicosegún el cual resulta ineludible la intervención delos estudiantes en el gobierno universitario, pues

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“ellos y solamente ellos representan el ímpetu pro-pulsor, la acción eficiente, capaz de conmover lainercia y evitar el estancamiento”.

Frente a una anticuada generación escéptica yreaccionaria, Héctor Ripa Alberdi, discípulo deKorn, exaltó a su vez la juventud del Novecientoscomo una estrella salvadora en la oscuridad, comouna fuerza histórica distinta —pensante, creativa yrebelde— llamada a renovar las bases fundamen-tales de la cultura. En tiempos de liberación social,las nuevas generaciones además de sobrepasarel realismo ingenuo, interconectan la alta especu-lación con el saber popular y preparan la emanci-pación del brazo y la inteligencia. Esa misma ju-ventud heroica, que cuestionó a sus maestros, da-ría lugar a una nueva existencia dentro del espa-cio incontaminado y la mentalidad virgen de nues-tro continente americano, desprovisto de egoís-mos materiales, donde podría efectivizarse la her-mandad de los trabajadores. A la vieja universi-dad, enclaustrada y profesionalista, Ripa le contra-pone otra de índole socrática, abierta a las palpita-ciones del mundo y a la pureza justiciera de lospueblos. Se trata de impulsar una educación parala vida en libertad que presupone la revisión inte-gral de los métodos didácticos. Con la ReformaUniversitaria, una conquista netamente estudiantil,no sólo cayeron los profesores sin autoridad moralni académica. También se pretendía abandonar lafrivolidad de la enseñanza, la orientación napoleó-nica y utilitaria de las universidades argentinasque convierte a éstas en meros organismos expe-didores de títulos, hasta acentuarse el cultivo delas ciencias puras y la indagación filosófica.

Uno de los principales líderes socialistas denuestra América, Alfredo Palacios, brindaría suamplio reconocimiento al movimiento estudiantil

iniciado en Córdoba y expandido por todo el conti-nente y la península ibérica. Pese a la reacciónevidenciada por los exponentes de la vieja institu-ción, que sólo vieron en aquél fenómeno una anár-quica explosión de pasiones, el reformismo ha tra -suntado un fecundo andar:

La participación de estudiantes y egresa-dos en la designación de autoridades, laasistencia y la docencia libres, etc., hancambiado fundamentalmente la estructurauniversitaria para adaptarla a otras co-rrientes educacionales [...] instrumentosque permitirán desarrollar con amplitud lafunción social de la universidad. No se hade limitar esta a la preparación de simplesprofesionales [...] sino a la tarea de prepa-rar hombres capaces de afrontar los pro-blemas inmediatos de la vida (Carta a lasfacultades sudamericanas, 1922)

Ante la dictadura militar que se establece en laArgentina hacia 1930, no deja Palacios de testi-moniar su confianza en los merecimientos juveni-les: “Creo en la juventud, porque la virtud cardi-nal de su espíritu es la pasión de la justicia, ori-gen auténtico del socialismo que alumbra ya enlas palabras de Jesús. El alma joven repudia laesclavitud, abomina el despojo y la injusticia;ama el esfuerzo y se juega íntegramente por susideales. El día en que en nuestro país predomineel sentimiento juvenil la verdad se impondrá porel estudio, se explotarán las riquezas materialesen beneficio común y la democracia con un ci-miento moral será el impulso dinamizante y dig-nificador que transforme y glorifique la existen-cia.”

Además de la representación estudiantil, el mo-

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vimiento reformista organizado planteó, entreotras instancias académicas, la autonomía univer-sitaria en materia política, docente y administrati-va, así como la calidad y gratuidad de la enseñan-za, la libertad y la periodicidad de la cátedra, laasistencia libre, etc. Por otra parte, propició la ex-tensión universitaria, la sensibilidad social y lamancomunión con la clase obrera, el pacifismo yla lucha antiimperialista, contra la oligarquía y elclericalismo. Sus acercamientos efectivos a la so-lidaridad latinoamericana y a la unificación integralde nuestros pueblos convierten a dicho movimien-to en uno de los más importantes precedentes cul-turales con el que deben contar proyectos regiona-les como los del Mercosur. Uno de los casos ar-gentinos más representativos, por su aproxima-ción al estudiantado de América Latina y su ruptu-ra del clásico aislamiento continental de nuestropaís, estuvo a cargo de la Universidad Nacional deLa Plata; tradición que fue sensiblemente truncadapor la política limitacionista a fines de los sesenta—cuando en las universidades de Europa y Esta-dos Unidos los jóvenes se lanzan a exigir diferen-tes modificaciones académicas que en buena me-dida ya habían sido anticipadas por nuestros refor-mistas del 18. Es que la Reforma Universitaria enLatinoamérica constituye una de los tantas expre-siones que revierten la trillada versión sobre losascendientes hegemónicos desde el norte hacia elsur para entroncarse con otras vertientes innova-doras como el modernismo literario o como la filo-sofía y la pedagogía de la liberación.

¿De la insurgencia a la desmovilización?

Las distintas manifestaciones del conservadu-rismo y del fascismo vernáculos intentaron destruirlas conquistas reformistas, mediante crecientesavances del Estado sobre la autonomía y el cogo-bierno universitario, hasta desembocar en la desa-parición de numerosos militantes estudiantiles.Salvo el corto interregno que va de 1958 a 1966, ala universidad pública argentina no se le permitiófuncionar como una entidad autogestionaria y dealta excelencia académica hasta el período que seinicia en 1983, tras la implantación de un régimenconstitucional sin proscripciones.

En el ínterin se produjeron diversos picos de re -sistencia y rebeldía estudiantil. Por ejemplo, lasostenida oposición del estudiantado en 1945 a laintervención de las universidades por parte del Po-der Ejecutivo o los enfrentamientos con la dictadu-ra de Onganía que condujeron al cordobazo. Estaúltima pueblada se desencadena bajo el espírituinsurgente de los sesenta como motor esencialpara el cambio, con fenómenos tales como la Re-volución Cubana, el mayo francés y la apuesta poruna liberación absoluta: desde el plano social ynacional hasta la vida sexual y la dimensión teoló-gica. Se enfatizaba el compromiso que debía asu-mir la comunidad universitaria. Mientras la juven-tud europea expresaba su hastío por la sociedadopulenta y pugnaba por posicionarse mejor dentrodel aparato universitario, en el Tercer Mundo losjóvenes se batían contra el subdesarrollo y la ex-plotación.

Un episodio al parecer intrascendente encendióla chispa cuya detonación final explotaría con el

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mencionado cordobazo. En la ciudad de Corrien-tes, la privatización del comedor estudiantil perte-neciente a la Universidad del Nordeste elevó losprecios a niveles astronómicos, provocando unasecuela de movilizaciones estudiantiles y obrerasque fueron reprimidas violentamente. Ello ocurriótanto en dicha ciudad al igual que en Rosario, LaPlata y Tucumán, cuyas calles se colmaron de uni-versitarios y civiles en repudio por las víctimas ju-veniles que fueron cayendo bajo la violencia poli-cial. En mayo de 1969 se extiende el conflicto ha-cia Córdoba, donde se condensan los signos deuna protesta generalizada, con levantamientos po-pulares, huelgas y grandes refriegas en las cualesparticipó la central sindical e inclusive estudiantesque concurrían a la Universidad Católica local. Elbarrio de Clínicas, reducto típicamente universita-rio, fue tomado por los estudiantes, quienes apro-vecharon para declararlo territorio libre de América—como habían hecho los universitarios bolivianoscon sus propias casas de estudio poco antes delasesinato del Che.

La juventud en los sesenta llegó a tener una di-mensión cuasi omnímoda, como lo reflejaron tan-tos graffiti de la Sorbona: "Sean realistas exijan loimposible". Hoy parecería en cambio, al menos enlos países septentrionales, como si los jóvenes es-tuvieran sumidos en la retracción y el desentendi-miento, no sólo ante los problemas mundiales o lo-cales sino hacia el propio estudio en particular.Hasta se insinúan perfiles pasatistas y aburgue-santes, tendientes a pensar con el bolsillo en detri -mento del corazón. El clamor de la nueva genera-ción posmoderna apuntaría, por un lado, en estaorientación hedonista: ¡Nada de compromisos, nide arreglar nada, viva el libertinaje! Por otro, se re-frenda una ética gladiatoria de la supervivencia,

como lo grafica una canción de Miguel Bosé:Toda una existencia para verme convertidoen un buen corredor.Toda mi paciencia día a día para hacermecada vez mejor.Ser tercero es perder.Ser segundo no es igualque llegar en primer lugar.Voy a ganar.Voy a ganar.Voy a matarme por llegar [...]Voy a poderlo demostrar.Voy a ganar

Incluso en repertorios tradicionalmente contestata-rios se rechaza la pretensión de apartarse de lomusical en sí mismo y cambiar las cosas, meterseen asuntos peligrosos y recurrir a un pensamientocuestionador.

Al igual que la drogadicción —y aún quizá conmayor eficacia que las dictaduras militares quehan sofocado las luchas estudiantiles-— un orde-namiento competitivo y fragmentario, más atomis-ta que pluralista, más partidario del valelotodo quedel relativismo cultural y político, apunta a desarti-cular los movimientos estudiantiles y despojarlosde sus grandes metas, las cuales resultaron unamoneda corriente durante décadas pasadas a lolargo y ancho del planeta.

Entre las principales explicaciones que se hanensayado acerca de tan llamativo repliegue se en-cuentran las de José Joaquín Brunner y JoséAgustín Silva Michelena, durante un seminarioefectuado en Caracas, hacia 1985, con motivo decelebrarse el Año Internacional de la Juventud.

Para Brunner se hallaría estructuralmente sella-da la suerte del movimiento estudiantil como unbloque homogéneo de poder. Además del desbor-

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dante aumento de la matrícula, que en un lapso deveinte años triplicó la magnitud del estudiantado,se ha producido una multiplicación fabulosa deuniversidades con diferentes orientaciones y op-ciones curriculares. Entre paréntesis, en la Argen-tina, de sólo tres universidades nacionales quefuncionaban reconocidamente en 1918, no esta-rían lejos hoy del centenar las casas de estudioexistentes en el mismo país. Semejante crecimien-to y diversificación, mientras desalienta la vigenciade un único movimiento estudiantil fomenta los in-tereses estrictamente corporativos, gremiales oeconómicos en perjuicio de la brega ética o políti-ca. Además, el readvenimiento de la democraciaposibilita una neta separación entre el ciudadano yla vida partidaria, por un lado, y el universitario conun programa institucional mas acotado, por el otro.En consecuencia, la tradición de los 60 resultaríaincompatible con el nuevo escenario cuyos objeti-vos se restringen sobre todo a actividades intraa-cadémicas.

El enfoque de Silva Michelena concuerda conel diagnóstico señalado, en cuanto a la gravitacióndel exitismo profesionalista y del modelo neolibe-ral. Según él, ha habido un cambio significativo enla composición de la universidad: mientras que enotras épocas los estudiantes se dedicaban con ex-lusividad a la vida universitaria, en la actualidadhan ido disminuyendo apreciablemente los alum-nos de tiempo completo, para dar paso al estu-diante que trabaja y por ello se encuentra menosinvolucrado en las clásicas contiendas. Sin embar-go, Michelena no considera la pasividad estudian-til como algo necesariamente definitivo, pudiendoaguardarse una nueva forma de militancia, enalianza con los sectores populares, ante las políti-cas de ajuste impuestas desde los centros crediti-

cios que generan agudas tensiones sociales y fa-cilitarían la fusión con los trabajadores. Con ello seproducirá un nuevo período de reflujo del activis-mo estudiantil en el cual la juventud universitariarecuperaría su propia identidad histórica.

A la luz de lo que ha ido aconteciendo en los úl-timos tiempos parece más verosímil la posición deMichelena. Por distintas razones, la juventud lati-noamericana ha podido mantener dentro y fuerade las aulas, un grado de problematización y criti-cismo bastante mayor que el de sus congénereseuropeos —confrontar, v.gr., el putsch de los estu-diantes brasileños que incidiría en la caída del pre -sidente Collor de Melo, así como las manifestacio-nes contra Oviedo y Fujimori en Paraguay y Perú.En el caso específico argentino, se observaron in-tensas demostraciones estudiantiles para enfren-tarse a una ley de educación superior con ribeteselitistas e inconstitucionales. Entre esas demostra -ciones se verificaron originales marchas y concen-traciones multitudinarias —de escasos preceden-tes y con el acompañamiento de la dirigencia so-ciopolítica y gremial—, reiteradas tomas de univer-sidades, una campaña en la cual se recolectaron800.000 firmas con propósitos plebiscitarios, etc.Si bien algunas de las consignas coyunturales sevinculaban aquí con la lucha contra el arancela-miento y las restricciones a la autonomía universi-taria, el sentido principal de tales manifestacionescala más hondo: hacia un tipo de universidad que,como la derivada de los primitivos anhelos refor-mistas, sirviese como herramienta de transforma-ción social, al servicio de los sectores más perjudi-cados por el establishment. De allí la insistenciaen la necesidad de preservar un cogobierno fuerteante los designios oficiales de mermar la repre-sentación estudiantil.

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La asfixia presupuestaria, la desolación y el de-terioro que sufren las universidades y la educaciónbásica en un país como la Argentina —que llegó arepresentar una verdadera avanzada en esas ma-terias— se conectan con la política neoconserva-dora de desamparo comunitario y laboral. Así te-nemos en verdad que, para satisfacer demandascomo las estudiantiles —a la postre de las capasprofesionales y técnicas-— debe implementarseun plan de desarrollo mas acorde con las necesi-dades nacionales. Hoy, como antes de 1918, nosenfrentamos con un modelo histórico caduco. Launiversidad tendrá que denunciar las causas denuestro atraso y propugnar otras alternativas via-bles. Ello supone actualizar los emblemas valede-ros de la Reforma Universitaria que apuntaba ha-cia una tipo de democracia no meramente nominaly con una modernización menos empresarial ymás humanista.

Generar, por ejemplo, una matrícula superior ala existente, tal como ocurre al fin de cuentas conlos idealizados países del primer mundo, sería unamanera de consolidar la utopía reformista de unauniversidad bien abierta, donde los estudiantes re-sultan los principales portadores de ese pensa-miento transfigurador. Con ello, no estamos propi-ciando ningún tipo de efebocracia ni una sobreva-loración demagógica de la juventud. No adherimosa los planteos cosméticos de que sólo existen dosclases de personas: las más jóvenes y las menosjóvenes; ni creemos que el joven, por el sólo hechode serlo, resulta un elegido de los dioses. Ante lacrisis profunda de las visiones totalizantes y la au-sencia de paradigmas, reivindicamos movimientosestudiantiles como el de la Reforma Universitariapor su postura adogmática frente a la enseñanza ya la vida —más allá de las desviaciones persona-les que aquélla ha experimentado a lo largo del

tiempo. No interesa si se evoca con mayor o menorbrillo el 15 de junio como el día alusivo de la Refor-ma sino recordar que fue el primer movimiento ju-venil importante en lo que va del siglo; hecho ésteque a veces resulta ignorado hasta por los mismoshistoriadores argentinos.

Como a Violeta Parra, pueden seguir gustandotodavía aquellos estudiantes que marchaban sobrelas ruinas con las banderas en alto. Y también losestudiantes que aún hoy, como poetas del aerosol,dejan sus huellas sarcásticas en los periódicos mu-rales, mediante un lenguaje menos sacrificial quecontempla distintos aspectos de la realidad, desdeel terreno económico al jurídico, político, educativoy religioso:

La explotación es la base de la fortuna.Me las pagarán (FMI).El aumento de la nafta no nos molesta (Los Picapie-

dras).No se puede amasar una fortuna sin hacer harina a los

demás.El dinero no es lo importante también están los che-

ques.Soy un desocupado con varios años de experiencia.En Argentina, 5 de cada 6 personas pasan hambre: yo,

tú, él, nosotros, vosotros. —Sólo “ellos” se salvan.Soy rico, no pago impuestos.La justicia ya falló.Sonríe, la justicia es ciega.Colabore con los políticos, defráudese usted mismo.Vote a Nadie. Nadie cumple (Nadie).El poder no se toma, se escupe.El gobierno ama a los pobres... hay amores que matan.Jesús es el camino, Marx es el atajo.Política: arte de impedir que la gente se meta en lo que

sí le importa.Elimine intermediarios, vote a Clinton, sucursal Argenti-

na.

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Mi slogan es: acabaremos con el hambre y la pobreza:a partir de mañana, comeremos pobres.

Prefiero el gato al perro porque no hay gatos policías.Seré lo que deba ser y sino seré taxista.Por una sociedad sin clases, sí a los paros docentes.La escuela prepara a los niños para el futuro, ¿pero

quién los prepara para el presente?El mundo se está quedando sin genios: Einstein se mu-

rió, Beethoven se quedó sordo y a mí me duele lacabeza.

Dios nunca hizo el amor.Los curas se dan con ácido litúrgico.Dios nos quiere a todos pero ayuda a los ricos.

CRÍTICOS HISTÓRICOSY VIGENCIA ACTUAL

En este capítulo se proponen dos metas princi-pales. Por un lado, una faena que no parece habersido emprendida hasta ahora: sistematizar las in-numerables objeciones que sufrió el movimientode la Reforma desde los sectores más variados.Por otro, ensayar un breve balance sobre la tra -yectoria reformista y sobre su eventual grado deperduración.

I. LOS IMPUGNADORES

El fundamentalismo clerical

Allá por 1917, un vocero de los jesuitas en laArgentina, la revista Estudios, calificaba al estu-diante universitario como apresado por un mate-rialismo fanático y cientificista, fruto del proceso desecularización que arranca en la Revolución Fran-cesa y culmina a fines del siglo XIX. Frente a esetipo humano, se exaltaba otro ejemplar juvenil, elde genuina cepa cristiana, guiado por normativasmorales y preocupaciones metafísicas.

Poco tiempo más tarde, desde sectores afinesse evaluarían las consabidas demandas estudian-tiles en Córdoba como producto de un grupo le-

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vantisco, de una jauría destructiva encabezadapor caudillos plebeyos junto a la masonería, el li-beralismo y el socialismo. Irrumpieron entonceslas ideas ateas y apátridas que, contrarias a losnobles principios profesados por la conciencia re-ligiosa de la mayoría, respaldan el control estatalde la enseñanza, raíz de todos los males.

Pese a atribuírsele tantas filiaciones a la co-rriente reformista, también se le niega un conteni-do ideológico determinado, como si se tratara delmás puro activismo al servicio de meras conquis-tas inmediatas, mientras se denuncia su falta deespíritu afirmativo, su fobia a los sectores conser-vadores, militares y capitalistas. Dicho vacío doc-trinario es imputado al caótico influjo del laicismo yel enciclopedismo en la formación escolar que pro-mueve el abandono del principio de autoridad ypatrocina la libertad de cátedra, con una pernicio-sa multiplicidad de escuelas u orientaciones en elejercicio docente. Se llega incluso a quitarle todarelevancia a la propia dinámica intrauniversitariadel reformismo, dominado por una trasnochadaactitud romántica e irracional, cuyo verdadero ob-jetivo apunta hacia el ámbito callejero, la lucha declases, la revolución social y la toma del poder; ra-zón por lo cual debe ser combatido mediante lasfuerzas policiales.

Contaminada por una veta disolvente y por ladeplorable secuela del sufragio universal, la Refor-ma Universitaria ha introducido el electoralismo yla democracia en un orden incompatible como elde la jerarquía académica. A fin de evitar la politi-zación de la universidad se exige su traspaso a laórbita privada, para que no siguieran egresandomalos profesionales —quienes perdieron su tiem-po en actividades gremiales— y para que los estu-dios pudieran mantener su nivel y los profesoressu poder de decisión. Ello haría declinar la inex-

perta hegemonía juvenil y la universidad cesaríade ser un foco de agitación, violencia y bolchevi-quismo.

Uno de los cuestionamientos principales queaparecen en esta perspectiva se relaciona asimis-mo con un postulado reformista básico: la inter-vención de los alumnos en el gobierno de la uni-versidad —concebida como un santuario para al-macenar el conocimiento fuera del mundanal rui-do. El orden lógico, la naturaleza misma de las co-sas, requiere una estricta división de aguas entrelo permanente y lo transitorio, entre enseñanza yaprendizaje, entre maestro y discípulo, entre capi-tán y marinero. Una postura maléfica que conce-dió el voto al aluvión estudiantil en los consejos di-rectivos, ha desquiciado el sereno recinto del sa-ber y su función puramente teorética, ajena a lasvicisitudes sociales.

Dando por sentada la radical incompetencia eirresponsabilidad de los jóvenes para vérselas conel acontecer político, se enjuicia la conducción es-tudiantil como un disparate contra natura que sub-vierte a la universidad y produce gran parte de suscontratiempos.

La acusación a la Reforma Universitaria y a lasagrupaciones estudiantiles de hallarse poseídaspor designios e inflexiones del comunismo interna-cional, de practicar la concientización marxista-le-ninista, ha sido un permanente leit motiv para elelitismo católico de marras, que ha visto con mu-cho resquemor el crecimiento de la matrícula y delpresupuesto en la universidad pública. También sedesdeña el ingreso irrestricto, el sistema de con-cursos y la extensión universitaria como una formaencubierta de penetración ideológica en la comu-nidad.

Nos hallamos ante un enfoque según el cual lainadmisible democratización de la universidad, la

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equiparación de los talentos, implica una opcióncuyo trasfondo está constituido por la demagogiay el populismo muchachista. En definitiva, la Re-forma llega a percibirse aquí como una concep-ción sin ningún fundamento filosófico y viciada decabo a rabo por la falsedad. Además de resultarun movimiento artificioso, el reformismo ha exhibi-do una severidad hacia sus herejes y disidentesmucho más implacable que la de la misma Inquisi-ción.

La crisis universitaria se encuentra íntimamen-te ligada a la neutralidad religiosa en materia edu-cativa. La esencia de los estudios superiores sólopermanece a buen recaudo con la UniversidadCatólica, en cuyo seno no deben manifestarse opi-niones adversas al dogma. En consonancia conello, el único humanismo auténtico proviene de lacanónica cristiana, una vía excluyente para perfec-cionarse y acceder a la bienaventuranza eterna,por su enfrentamiento con el reino pagano de lamodernidad.

El arco progresista

La Reforma Universitaria ha suscitado, en ma-yor o menor proporción, diversos reparos desdesus propias filas y por parte de aquellos que nopueden ser ubicados, como en el caso anterior,dentro de un espectro ideológico diametralmenteopuesto. Nos topamos así con imputaciones pro-cedentes de las mismas tendencias que el encua-dre reaccionario había señalado como fuentes ins-piradoras primordiales del derrotero reformista: elliberalismo radicalizado, las variantes socialistas,etc. Ya en época temprana, tales señalamientos

han rozado aspectos parciales del ideario en cues-tión e incluso ensayaron un ataque a fondo sobretodo el movimiento en bloque.

Ciertas observaciones se han detenido en lamanera de implementar el gobierno en la ense-ñanza terciaria: si dejando de lado como ilusorio alparaíso soviético y adoptando el criterio que la uni-versidad debe regirse por los más idóneos o si seincorporaba un esquema representativo que intro -dujera el voto secreto en las elecciones internas.Otros considerandos basaron el problema univer-sitario en las limitaciones financieras que impedíanla existencia de catedráticos que no fuesen merosdivulgadores sino que hicieran ciencia en serio. Adicho déficit en la formación real de investigadoresse le adjudicaba una importancia decisiva para eldesarrollo nacional, pues suponía la ausencia deuna dirección intelectual orgánica que, como enotros países, estuviese a cargo de la universidad.

Algunos expositores pretendieron despojar a laReforma de sus inquietudes políticas y constreñir-la a un episodio estrictamente educativo. Porejemplo, durante el emblemático año de 1928, Co-riolano Alberini censuró duramente a quienes que-rían imprimirle rumbos extrauniversitarios, tratán-dolos de “gárrulas vestales”, de hermeneutas yprofesionales de la Reforma que, afectados poruna epilepsia pseudoredentora, se hallaban en-vueltos en tropicalísima nube de peroratas.

Desde otra vereda, se intentó minimizar la im-portancia de la Reforma para reducirla a una sim-ple derivación de la infraestructura económica y dela proletarización experimentada por las capasmedias, de cuyo seno procedía la mayor parte delestudiantado universitario, ingenuamente enfren-tado a los privilegios dentro de la institución. Losreformistas históricos no lograban percibir que, asícomo ciertos partidos afines traducían los intere-

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ses de la burguesía mercantil e industrial, la uni-versidad representaba un baluarte del capitalismo,del imperialismo y los círculos dominantes. Sin elreemplazo del sistema societario, la Reforma sóloconsigue un equilibrio inestable, proclive a la co-rrupción y al oportunismo. La victoria reformista sedará únicamente cuando el estudiante y el profe-sional abandonen la torre de marfil, el misticismojuvenilista, su status de intelectuales burgueses,para identificarse con la condición proletaria.

Así se insiste en objetar el carácter intuitivo eidealista, las fantasías demo-liberales y pequeño-burguesas que adoptó inicialmente la juventud lati-noamericana, para enfatizar el siguiente imperati-vo: que las vanguardias universitarias estrechen fi-las junto al movimiento sindical para combatir elestablishment y dar lugar a una generación efecti-vamente novedosa, imbuida de las ideas másavanzadas. La gesta independentista latinoameri-cana, continuadora de la revolución de 1789 enFrancia, no resultaba un estandarte suficiente parala Reforma. Ésta debía ser subsumida dentro deotro fenómeno histórico, proyección de la Revolu-ción Rusa, que inaugura el ciclo antagónico del co-lectivismo y la democracia obrera. Mientras el pro-ceso reformista había comenzado bajo una facetajurídica y siguió con un cariz eticista, la lucha con-tra la dictadura a partir de 1930 tenía que asumiruna específica dimensión social.

Ante el cercenamiento de los derechos civiles yel auge del fascismo, iba cobrando vigor el frenteexterno y las versiones maximalistas. Pese a lossucesivos recortes a la autonomía académica,perdían su gravitación las posiciones que, decla-rándose neutrales, se centraban en los aspectosestatutarios y tecno-pedagógicos de la Reforma.Hasta sus propios pioneros y fundadores origina-

les llegaron a aducir que había sonado la hora ne-crológica de la Reforma Universitaria, como una tí-pica expresión clasista cuya validez yacía en losarchivos del pasado y cuyo eventual renacimientoquedaba restringido a un único emergente: la so-ciedad socialista. Simultáneamente, no dejaba decondenarse el burocratismo, la fosilización y lasdesviaciones en las que habían caído antiguos mi-litantes reformistas al incorporarse al staff docenteo al convertir la rebeldía juvenil en custodia del sis-tema.

Las propuestas en torno a un emprendimientouniversitario que contribuyese a implementar loscambios estructurales más profundos van a recru-decer a partir del espíritu insurgente de los añossesenta y de una serie de acontecimientos mun-diales sobradamente difundidos. La tradición refor-mista vuelve a caer bajo la picota revolucionaria,tanto desde su operatividad extraacadémica comoen sus ya clásicas reivindicaciones institucionales(asistencia y docencia libres, régimen de concur-sos y de exámenes, autonomía a ultranza).

Es entonces cuando se le achaca al reformismoun sinfín de limitaciones: guiarse por la mera pro-testa y el descontento personales; padecer degrandes contradicciones teóricas en su propiacomposición interior; sustentar un democratismonominal junto a un oportunismo burgués y un in-fantilismo de izquierda; cultivar una imagen pater-nalista de su papel protagónico y reducir la exten-sión universitaria a una actitud asistencialista; obe-decer a un internacionalismo antipopular y proco-lonial; reflejar un gremialismo inocuo y un excesi-vo interés por la conducción académica y el go-bierno tripartito; su visión descontextualizada de launiversidad como una república insular; su hiper-valoración de la ciencia y de la modernización de

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los estudios; su planteamiento utopista de que elpueblo sea educado sin previa liberación social ynacional; su contrasentido político de pensar a launiversidad como agente de transformación histó-rica.

Con el propósito de vincular la universidad conel país real, influyentes autores como Arturo Jau-retche exigieron que la Reforma alcanzara un má-ximo grado de politización, mientras le reclamabana los estudiantes que dejaran de ser un productohíbrido, para lo cual debían abandonar el narcisis-mo libresco y el revolucionarismo abstracto.

En suma, se propaga la tesis sobre la infecun-didad total de la Reforma, por su impotencia paraalterar la honda inclinación profesionalista de launiversidad y por su incapacidad para adecuarsea la evolución de nuestros pueblos. Asimismo, sehace hincapié en el múltiple aislamiento que trajoconsigo el vago discurso reformista: frente al mo-vimiento obrero, a las sectores mayoritarios de laclase media y a los propios intelectuales y nuclea-mientos de izquierda. Por añadidura, se cargan lastintas en cuanto a la carencia de un sólido y cohe-rente proyecto universitario. Desprovista de inter-locutores externos, aquélla termina por perder subase de sustentación en el profesorado y ante lamisma masa estudiantil.

II. REVALORIZACIÓN

Frente a los bandos detractores, no han esca-seado obviamente las exaltaciones en torno al fe-nómeno en cuestión. Así la Reforma producida por

el movimiento estudiantil sería conceptuada comoun hondo tajo que divide a las generaciones, comoel despertar de una trascendental conciencia his-tórica que marcaba el principio de otra civilizaciónfrancamente distinta:

La Reforma separó dos épocas. En ciertomodo, equivale, entre nosotros, a nuestraera de Versalles. Quedaron allá los adora-dores del ayer colonial, los hispanistas defaramalla, los europeizantes enragés, losanti-indigenistas, los estetistas, los tole-rantes teóricos e intolerantes prácticos. Sealinean acá, —tal la raya de la Isla de Ga-llo— los buscadores de una entraña au-téntica, sea indígena, sea colonial, de pre-ferencia criolla; los americanistas de veras[...] Allá la oligarquía, acá la democracia.La Reforma hizo eso. Clarificó posiciones.Definió campos. Volvió a la tierra a la gen-te nuestra. A la tierra y al pueblo. Trató deque el intelectual se hiciera ciudadano(Luis Alberto Sánchez)

Se ha hablado en consecuencia de un giro co-pernicano que llevó a la universidad latinoamerica-na, por un lado, a desplazar el eje pedagógico deldocente y de las asignaturas hacia el propio alum-no; por otro, a redefinirse a sí misma en relacióncon la problemática circundante, más allá de loque venían dictando los patrones importados.

Los aldabonazos reformistas facilitaron la ex-claustración de universidades ajenas al clamor so-cial, tal como las describiera gráficamente MiguelÁngel Asturias: “tortugas, ciegas, sordas, mudas,inmóviles, metidas en sus caparazones, mientrasafuera se cuentan por millones los que no sabenleer, carecen de toda enseñanza elemental, y lo

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más grave, ignoran totalmente sus derechos y de-beres de ciudadanos”.

El programa reformista fue expuesto y sucinta-mente propalado en momentos de esplendor porAlfredo Palacios: renovación educativa, solidaridadcon el alma popular, elaboración de una culturanueva y federación de los pueblos iberoamerica-nos. Programática cuya línea máxima había que-dado sentada en las resoluciones iniciales delCongreso Internacional de Estudiantes que se lle-vó a cabo en México hacia 1921:

La juventud universitaria proclama que lu-chará por el advenimiento de una nuevahumanidad, fundada sobre los principiosmodernos de justicia en el orden econó-mico y político.Para ese objeto luchará:Por la abolición del actual concepto delPoder público, que, suponiendo al Estadouna entidad moral soberana diversa de loshombres que lo constituyen, se traduce enun derecho subjetivo de dominación de losmenos sobre los más. Por destruir la explotación del hombre porel hombre y la organización actual de lapropiedad, evitando que el trabajo humanose considere como una mercancía y esta-bleciendo el equilibrio económico y social.Por cooperar en oposición al principio pa-triótico del nacionalismo, a la integraciónde los pueblos en una comunidad univer-sal.

Entre los aciertos puntuales que trajo la prédicareformista se encuentran sus esfuerzos tendientesa resignificar la idea de cultura para que ésta dejede ser mentada en términos ornamentales o acu-mulativos y pase a visualizarse como la realiza-

ción de determinados valores prioritarios, funda-mentalmente, el intento por afirmar la justicia, elorden y la libertad en un orbe injusto, desordena-do y tiránico. Tales presupuestos cívico-mundanosno suponían desligarse del estudio y la investiga-ción sino, por lo contrario, abogar por modalidadesparticipativas de trabajo académico, acordes conlos tiempos y en pugna con una ciencia esotéricay charlatanesca. De allí el gran acento que se hapuesto desde el comienzo sobre dos alternativasuniversitarias básicas: el laboratorio y el semina-rio.

Junto a la brega por la unidad continental o alempeño para contener los odios raciales y fronte-rizos, las organizaciones reformistas se han abo-cado también a impulsar la integración de las uni-versidades de nuestra América desde diferentesperpectivas. Por una parte, al interior de cada ca-sa autonómica de estudios, mediante la comuni-dad de todos sus miembros, la mayor receptividadpara la incorporación del alumnado y el asesora-miento prestado a los intereses nacionales. Porotra, el aliento concedido a la unión de todas lasuniversidades, como símbolo de la fraternidad lati-noamericana y de los principios consagrados porla juventud reformista.

Cabe mencionar aquí las diversas convergen-cias reivindicativas que a lo largo del siglo se pro -dujeron entre el estudiantado y el movimientoobrero de América Latina; esa serie de emprendi-mientos comunes que, pese a cierto desencuen-tro, perfila un derrotero difícilmente equiparable enotras zonas del planeta. Constituye además un ca-so bastante excepcional el prolongado servicio ho-norífico que han brindado los estudiantes latinoa-mericanos en cuanto a la implementación de cur-sos y diferentes auxilios profesionales para la cla-se trabajadora.

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¿Qué cuadro distintivo podría trazarse de lasluchas estudiantiles y sus prototipos individuales?En cierto modo, el alumno anterior al advenimien-to de la Reforma lucía un precoz porte magistraly ostentaba un superfluo aristocratismo goliar-desco, de cuño arielista y, ocasionalmente, conresabios naturalistas. El nuevo sujeto históricoque iría configurándose a posteriori surge comouna mezcla de iconoclastia e inconformismo,compelido a medirse contra todos los entuertos.De ahí la definición que se fue acuñando de la ve-jez como un signo de parálisis o anestesia ante lainjusticia. De ahí la reacción de los defensoresdel statu quo que inculpaban a los jóvenes deresponder a tendencias disolventes y anárquicas,mientras se desataban campañas moralizadorasy el periodismo incluía los conflictos estudiantiles,junto a los sindicales, dentro de la crónica policial.

Por más que a veces, en etapas de mucha ra-dicalización colectiva, nuestros militantes estu-diantiles hayan trasuntado una conducta estereoti-pada, una visión maniquea, rígida e irrealista, noes menos cierto que pueden en cambio adjudicár-seles otras rasgos netamente positivos que, comoseñaló Carlos Real de Azúa en su libro sobre launiversidad, revisten una gran importancia en so-ciedades que apenas si pueden exhibir cualidadesanálogas en sus sectores restantes:

la generosidad y la compasión humana, lanitidez de las opciones y las decisiones, eldesinterés por las propias ventajas o losposibles logros materiales, la desapren-sión de los riesgos, el despego a una vi-sualización del propio destino en cuanto élse desglose del curso deseado o temidode los acontecimientos colectivos, el dina-mismo activista más esforzado, una fe

muy intensa en los valores, símbolos eideas a las que con pasión adhiere, la ap-titud para la solidaridad efectiva hacia losque junto a él luchan

La interpretación ultraconservadora ha persisti-do en su explicación de la Reforma como un sec-tarismo siniestro y solapado que provoca la altera -ción académica, el atraso científico y la perturba-ción social, sin analizar empero las causas profun-das de tales inconvenientes. El supuesto nuclearparte de la idea de que la sociedad y el mundocontienen un basamento sólido e inmodificable.Desde los bastiones tradicionales, se remarca laexistencia de un sólo camino revelado hacia laVerdad, el Ser Absoluto y la Salvación, de una úni-ca doctrina con corpus valedero conceptual quedescarta toda heterodoxia. Asimismo, subyaceotra noción: la del joven estudiante como un purooído, como seguidor de conspiradores minoritariosde extramuros, solventados para copar las institu-ciones y el gobierno.

Los auspiciadores del socorrido tema del desor-den no se preguntan por la necesidad de extirparexcesos ni trastornos estructurales. Reiteradamen-te, la Reforma aparece como el fruto de una mucha-chada bulliciosa y desligada del devenir cultural y delas convulsiones sociales que se han sucedido ennuestras tierras. Quienes rechazan la injerencia po-lítica en la universidad, a menudo se están oponien-do a la política democrática en aras del autoritaris-mo o el predominio oligárquico. Si la Reforma hubie-ra sido motivada por la algarabía estudiantil, aquéllahabría desaparecido hace largo tiempo atrás, mien-tras que, ochenta años después, con la vuelta al ré-gimen constitucional, la misma parece gozar debastante buena salud.

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En cuanto al tabú de la representación estu-diantil, abundan los ejemplos que desmienten suproclamado facilismo e ineficacia. Horacio Sangui-netti ha ilustrado con estadísticas oficiales de laFacultad de Derecho, el alto presentismo de losdelegados alumnos a las sesiones del Consejo Di-rectivo en esa entidad y la elevadísima ausenciade sus profesores, así como los cuantiosos pro-yectos académicos planteados por los primeros yla irrelevancia de los docentes en tal sentido, pesea hallarse éstos últimos en absoluta mayoría.

Podrá coincidirse o no con las apreciaciones en-comiásticas sobre la Reforma Universitaria, perocabe reconocer que ellas pocas veces fueronenunciadas de un modo apologético sino que hantenido un infrecuente matiz revisionista. En esa im-pronta de abierta autocrítica radica uno de los mé-ritos esenciales de la mejor cosecha reformista. Le-jos de erigirse en un curalotodo, quizá su mayorvirtud resida en su carácter difuso, que, si bien hasido un flanco débil para el ataque enemigo, le per-mitió obtener tanto consenso y vitalidad en los rin-cones más heterogéneos de nuestro continente y,como he procurado demostrar en otros lugares,hasta en la misma España.

Sobresale por ende, hoy como nunca, el espec-tro plural que, en mayor o menor medida, ha im-pregnado al ideario reformista desde su propiaconfiguración. De tal manera, encontramos en élposturas románticas, espiritualistas y esteticistasque han apelado a factores como la sensibilidad,las mentalidades, la cuestión religiosa o el divorciogeneracional, junto a explicaciones que, desde ladialéctica o el positivismo crítico, han privilegiadolas variables materiales, económicas y sociológi-cas. Tenemos además quienes han preferido des-tacar en el credo reformista elementos míticos e

instintivos, con un primado de la acción y la emo-tividad, o aquellos que le asignan una impronta li-gada al racionalismo y al intelectualismo. Ideológi-camente, se descubren tendencias morigeradas odecididamente volcadas hacia la izquierda; inclina-ciones vernaculares, americanistas y universalis-tas; alternancias liberales y socialistas, individua-listas o colectivistas, evolutivas o rupturales. Tantolos posicionamientos más conservadores, comolas actitudes fascistizantes y el pensamiento ultra -montano e integrista no sólo han permanecido ha-bitualmente al margen de la Reforma sino que hansido sus principales adversarios.

Más allá de su vasto espectro filosófico, puedeadmitirse que las fluctuaciones circunstancialesexperimentadas por el movimiento reformista lohayan hecho oscilar entre el academicismo y elpoliticismo. Si bien ello ha producido un cúmulo dedificultades, también le ha permitido, por una par-te, estimular un aggiornamento curricular compa-rativamente insuperado; por otra, hacerse eco dedistintos requerimientos comunitarios ante la ace-falía o la insensibilidad de los poderes públicos.

III. PERMANENCIA

No obstante el tiempo transcurrido, o, mejor,dado la frustrante experiencia recogida durante losúltimos veinte años, hoy costaría mucho refrendarexpresiones tan categóricas como las que vertie-ron autoridades de la talla de Darcy Ribeiro cuan-do llegaron a decretar el envejecimiento y la cadu-

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cidad del movimiento reformista. En mucho menormedida corresponde sostener los ideologismoscuasi delirantes que veían, por ejemplo, al desa-rrollo científico y hasta la misma objetividad entanto mera plataforma partidaria de la pequeñaburguesía profesoral y estudiantil. Si bien la uni-versidad no puede desligarse del ordenamientosocial existente, también es cierto que no siemprecabe establecer una consustanción total entre am-bos dominios y que aquélla está en condiciones dereclamar un espacio propio, relativamente inde-pendiente de creación cultural, que ha albergado ala más crítica intelectualidad.

El legado de la Reforma viene a nutrir hoy unode los pocos ideales de vida más generosos ysustentables, por su aproximación al libre examenjunto a su proclividad para ensamblar las diferen-tes corrientes internas y su asumido reconoci-miento de la alteridad. Al mismo tiempo, su con-cepción de la universidad cabe ser estimada co-mo el aporte más original que ha salido de Améri-ca Latina en ese rubro decisivo.

Conforme a la señalada tónica correctiva implí-cita en el mismo espíritu reformista, muchas desus banderas deben ser reexaminadas para evitarel simplismo y los esquematismos. Uno de susprincipios más entrañables, el de la autonomíauniversitaria, se ha enarbolado para proteger a lacomunidad académica de intromisiones burocráti-cas y de la represión estatal. Pese a la convenien-cia de preservar dicho objetivo en cuanto a un fun-cionamiento democrático, desde la normalizacióninstitucional se ha ido reorientando la marcha uni-versitaria en asuntos tradicionalmente disputados,como el establecimiento de evaluaciones exóge-nas para medir la calidad de la enseñanza, las ren-diciones presupuestarias que aseguren su trans-parencia, o la realización de convenios con empre-

sas locales y extranjeras que sólo suelen benefi-ciar a las universidades privadas.

Por cierto, no debe confundirse autonomía conprescindencia para expedirse sobre los asuntospúblicos y hasta para cuestionar al propio sistemaque se halla constreñido a mantener los centrosde estudios superiores. Dicha confusión ha servi-do para que los grupos más privilegiados hayanadmitido y fomentado los pronunciamientos, pre-siones y embates golpistas, pretendiendo silenciara la universidad y reducirla a tareas bizantinas.Entre tantas infortunadas exhortaciones, comoaquélla de no sacar los pies del plato, se ha alen-tado el inmovilismo obrero, estudiantil o sacerdo-tal, hasta intimidar a quienes han propiciado unmayor talante combativo para ceñirlos en definitivaa sus presuntas faenas exclusivas: trabajar, apren-der y rezar.

Históricamente, la universidad ha cumplido undoble papel. Por un lado, como racionalizadora dela realidad; por otro, tomando distancia y plantean-do instancias alternativas. La tradición reformistase ha inscripto preferentemente en esta última di-rección. Pese a todas sus ambigüedades y distor-sionamientos, se trata de una modalidad que pue-de resumirse como encaminada hacia la compe-tencia técnica y hacia una ética de la solidaridadrenuente a los mecanismos opresivos.

Las proyecciones especulativas y pragmáticasque ha evidenciado el movimiento reformista esca-pan al ámbito puramente académico para darle undefinido alcance cultural y socio-político. Si repa-samos sus planteamientos temporales nos halla-mos, por ejemplo, con postulaciones como la par-ticipación de los asalariados en las utilidades, lacogestión fabril, la adecuación del código civil a losderechos humanos, la redistribución de la riquezay otros propuestas similares que al menos permi-

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tan atenuar las grandes desigualdades sociales.Dos referencias de distintas épocas nos traen a

colación el modelo y el antimodelo propugnadopor las vertientes reformistas:

El intelectual puro es el político cínico, elabogado trapalón, el médico mercantiliza-do, el ingeniero de las medidas falsas, elfarmacéutico curandero y el filósofo adusum Delphini (Alcides Greca)

No queremos una Universidad que acen-túe las diferencias entre una élite intelec-tualizada que sueña con Nueva York o Pa-rís, y una masa desvalida, sin sueños niesperanzas [...] No queremos una univer-sidad que engendre sabios socialmentecastrados, ni tecnólogos asépticos paraquienes el obrero es sólo otra pieza, aun-que menos dúctil y más falible, de su plan-ta industrial (Rolando García)

Otros conceptos de similar tenor pueden detec-tarse en los tantos millares de paginas escritas porel pensamiento reformista en nuestra América ycuya mayor parte han sido plasmadas con estu-diantil ahínco. Un pensamiento soslayado entrenosotros hasta por los expositores de la historia in-telectual que no están enfrentados con dicho idea-rio. Así, por ejemplo, Nicolás Casullo presenta co-mo una absoluta innovación del hemisferio norte larelevancia asignada a las idea de generación y decultura juvenil en los años sesenta, cuando talesideas habían sido enunciadas y articuladas en vís-peras de nuestro movimiento reformista organiza-do ya casi un siglo atrás.

Según se ha sugerido, la Reforma, tal como esapodada de consuno, tiende a proponer grandescambios generales sin recurrir a una metodologíacruenta. En esa interpretación, la mayoría de losegresados de las universidades nacionales asumenla causa reformista y suelen adherir a distintos par-tidos populares sin fuertes componentes reacciona-rios.

¿No podrá asimilarse la riqueza que posee esacomentada herencia reformista en los variados in-tentos de crear frentes multisectoriales para rever-tir la implantación del neoliberalismo, con toda superversa concentración económica y su exclusiónsocial?. ¿No está aquí también en juego el porve-nir de la educación pública y de una universidadque no debe resignarse a jugar como tecnócrataeficiente pero insensible a los despojos y privacio-nes generadas por los efectos perniciosos de laglobalización?

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LA INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA

El sentido básico de la integración

El nuevo fenómeno de la integración regional osubregional en América Latina puede ser concebi-do desde dos ópticas o intereses disímiles.

Un enfoque vigente hace hincapié en el carác-ter hegemónico de la integración, como forma demantener la dominación y aumentar las desigual-dades. Se trata de una modernización conserva-dora que, mientras reproduce pautas diseñadasen países capitalistas centrales, adopta un discur-so redentorista, pseudocientífico, tecnocrático,neoliberal. Allí aparece postulado el inalcanzablemundo feliz, sin grandes privaciones y con tiempolibre para todos aquellos que respondan a la hue-ca consigna de subirse al tren de la civilización, elprogreso y la prosperidad. Un supuesto básicoque impera en estos planteos sostiene la disolu-ción de las identidades nacionales en un mundoglobalizado por el accionar de las grandes corpo-raciones y por los impactos tecnológicos sobre laproducción, que acarrean el crepúsculo fáctico delas ideologías y las utopías, más allá de cualquierintención voluntarista por apartarse del modelo, locual termina por ser calificado como un designioautoritario y desestabilizador. Surge así el realis-mo periférico, la política oficial de las relacionescarnales, con sus estrategias para integrarse alsistema internacional en una forma tan indiscrimi-nada como la que se llega a aplicar con las priva-tizaciones y desregulaciones al interior de cadapaís. En suma, se retoman planteos perversos, los

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del homo homini lupus que, mientras originan unaextraordinaria concentración de riqueza y poderío,por otro, implican un achatamiento integral: en lasaspiraciones nacionales, en la ocupación y los sa-larios, en la educación, la salud, la cultura, la in-dustria y el medio ambiente.

El otro modo de integración, asumiendo un ca-riz multidimensional, se propone contribuir al desa-rrollo social y nacional. Frente a la modernizaciónexcluyente, se insinúa aquí una actitud crítica ydemocrática. No se niega aquí la importancia queposee el fenómeno de la globalización, remontablepor otra parte, según ha evidenciado Aldo Ferrer,a los inicios del capitalismo con la expansión colo-nial europea y la gran transformación que se pro-duce a fines del siglo XIX en el escenario mundialcon la introducción del ferrocarril, las telecomuni-caciones o la navegación a vapor. Sin embargo, seenfatiza en esta perspectiva el hecho de que lospaíses que han podido avanzar en medio de laglobalización son aquellos que se han vinculadocon los demás sin renunciar a su propia identidadcultural, a sus recursos naturales y a su mercadointerior. Si bien tampoco se desconoce la inciden-cia de las corporaciones transnacionales, no sesobreestima el monto de sus inversiones, cuyaproporción resulta muy inferior a la que provienedel mercado interno. A su vez, se desmiente queel mero desarrollo económico implique de por síuna merma en la pobreza y la marginalidad, po-niéndose como ejemplo lo que ocurrió con Brasil yMéxico entre 1945 y 1980, cuyas tasas de creci-miento fueron de las más altas del mundo sin re-ducir por ello dichos problemas comunitarios.

La universidad, como utopía viable, cumple enese último contexto una función orientadora pri -mordial para evitar la dependencia excesiva en el

orden cultural, tecno-científico, etc. Obviamente,no se piensa en esa clase de universidades-ense-ñaderos, verdaderos cementerios de conciencia alservicio de los grupos más privilegiados, del indivi-dualismo y la libre empresa, sino en aquellas ca-sas de estudio no domesticadas que, pese a con-tar en la actualidad con menores recursos, conti-núan siendo los carriles fundamentales en la ge-neración de conocimientos, en la formación deprofesionales y en la consabida extensión comuni-taria.

En síntesis, las políticas auténticas de integra-ción deben suponer no sólo la unificación de losmercados sino también el ensamblaje cultural y so-cio-político, con democracia participativa, derechoshumanos y justicia social. En tal sentido, juegan unpapel decisivo los partidos populares, los pequeñosy medianos productores, las ONGS y los movimien-tos cívicos, con un liderazgo especial a cargo de launiversidad y las agrupaciones estudiantiles, en es-trecha conjunción frente al implante del neoconser-vadorismo.

Precedentes

A diferencia de lo ocurrido con fenómenos co-mo los de la Comunidad Europea o el Nafta, laidea latente de una gran nación americana exhibeuna tradición teórica y activa que, desde los tiem-pos de la Independencia, ha sido sostenida por di-versos expositores y corrientes cuya divulgaciónha dado lugar a un vastísimo corpus literario y po-lítico junto a una exégesis no menos frondosa.

Según traen a colación Roubik y Schmidt, la

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misma gesta emancipadora fue visualizada comoun gran esfuerzo continental, como una revoluciónamericana:

Bastaba haber nacido en América parapoder actuar en cualquier parte del conti-nente como oriundo de Ella. Los ejemplosson innumerables. Hubo oficiales argenti-nos al mando del ejército chileno y cente-nares de voluntarios chilenos [...] pelearonpor la libertad del Plata como la del propiopaís. Parecida solidaridad se manifestóen las luchas que tuvieron como escena-rio la Nueva Granada y Venezuela, alter-nativamente. Luchando por la emancipa-ción del continente se trabajaba por la dela patria pequeña

Pese a las presiones externas y locales que ter-minaron por imponer la división territorial, comien-za a insinuarse por aquella época la idea de unapatria y de una ciudadanía comunes, la concep-ción de América Latina como un mismo país dife-renciado de España, el credo sobre la unión moralde nuestras repúblicas y sobre una Federación deEstados Hispanoamericanos.

Con la generación de 1900, se reanudan losplanteamientos indoamericanistas y se buscanmodelos culturales que surjan del propio mediocircundante, tomándose a la concreto como puntode partida de lo universal. En ese aspecto, si bienhubo casos paradigmáticos como el Ateneo de laJuventud en México, los planteos no sólo exhibie-ron una faceta intelectual sino que también adop-taron ribetes institucionales específicos, por ejem-plo, a través de gestiones presidenciales como lasde Hipólito Yrigoyen, inclinado hacia una políticaexterior de neutralidad y autodeterminación, deconfianza en nuestro común destino latinoameri -

cano. Esa línea de pensamiento será vigorizada por

los reformistas cordobeses de 1918. Deodoro Ro-ca cuestiona los extravíos evidenciados durante laColonia y el siglo XIX —cuando se transitaba porla tierra de América sin vivir en ella—, mientrasdestaca la actitud de las nuevas generacionesque, sin cerrarse a la cultura mundial, se preocu-pan por los propios problemas y sienten como elmayor imperativo la urdimbre del hombre america-no. Aquellos líderes juveniles creyeron que se es-taba asistiendo en América a un ciclo civilizatoriodistinto, de amplia democracia y con un cambio to-tal en los valores humanos. Saúl Taborda y otrosautores aludieron a la decadencia de Europa —su-mida en el exhausto belicismo de los Estados na-cionales— y a la aparición de una nueva estructu-ra, la americana. Se propiciaba el nacionalismocontinental para acabar con un estatuto factoril ypara producir una revolución ecuménica. Con launificación de Indoamérica el imperialismo debíasufrir un fuerte desequilibrio al no tener pueblospara sojuzgar, con lo cual se preparaba el fin delsistema capitalista.

El movimiento estudiantil ha tenido una enormeimportancia en el desarrollo de la conciencia con-tinental y universal, por haberse adelantado fre -cuentemente a las grandes cuestiones que muchomás tarde se debatirán en la misma Organizaciónde las Naciones Unidas.

Un descuidado pero importantísimo anteceden-te para la causa de la unidad y la solidaridad lati-noamericanas lo brindan las reuniones internacio-nales de estudiantes como aquéllas que tuvieronlugar en el hemisferio sur antes de la guerra del ‘14y bajo el empinado credo de la juventud como unfactor determinativo para el cambio histórico. Di-chos eventos refutarían con creces algunas opinio-

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nes formuladas por autoridades en la materia co-mo Gabriel del Mazo sobre que “los estudiantes deAmérica latina no habían realizado ninguna activi-dad coordinada y seria” con antelación a la men-cionada contienda europea.

En el primero de esos encuentros, realizado enMontevideo hacia 1908, se proclamó que habíallegado la hora de la emancipación, del resurgi-miento político y cultural, bajo el ideal común de launión americana. Para lograr esa ansiada finalidadse sostuvo que debía recurrirse a la ciencia univer-sal, pero partiendo de las necesidades de nues-tros pueblos y desconfiando de los sectores con-suetudinarios del poder (estado, iglesia, ejército).

Dos años más tarde, en la ciudad de BuenosAires, se vuelven a dar cita los alumnos de las uni-versidades americanas. Además de los asuntosacadémicos tratados, se denunció allí el mercanti-lismo, se exigió el sufragio universal y se aseveróque la juventud debía provocar una significativareacción moral en el Nuevo Mundo. Asimismo, seexaltó el valor de la ayuda mutua frente al principiode la lucha por la existencia y el triunfo del másfuerte: si el siglo XIX ha simbolizado el siglo de lalibertad, el XX habrá de representar el siglo de laasociación y de la universidad, en definitiva, delpensamiento y la ciencia. Un motivo recurrente fueel de la acción de los estudiantes junto con losobreros y los indígenas.

El último de los congresos internacionales cele-brados en el Cono Sur, anteriores al ciclo iniciadoen Córdoba por la Reforma Universitaria, se llevóa cabo en Lima hacia 1912. Recrudecieron enton-ces las objeciones a los gobiernos latinoamerica-nos, no sólo por descuidar la modernización de laenseñanza y la cultura sino también por su obse-sión en combatir a los oprimidos. De allí que se ha-ya redefinido el concepto de los jóvenes, como los

que protestan contra la injusticia y, más precisa-mente, "los que sufren con el dolor anónimo de to-dos los desgraciados de la tierra". Una improntageneral de los congresos aludidos acentuó el pa-pel de América como la tierra de los grandes sue-ños y heroicidades, como síntesis suprema y uni-versal. Una profesión de americanismo que, en elPerú, se reflejó, v. gr., con las siguientes palabras:

El continente es el vínculo natural: es lasolidaridad humana adaptándose a lasgrandes coordinaciones del planeta. Voso-tros sois mejicanos o brasileros, peruanoso argentinos, por un accidente de la histo-ria; pero sois americanos por la naturale-za. Y esa patria natural es inalterable, selevanta sobre el cielo como las pasiones,no la pueden suprimir ni desmembrar lasmenguadas ambiciones humanas.

En las tres reuniones comentadas prevalecióuna tónica que no establecía mayores demarcacio-nes entre los distintos países y regímenes del con-tinente americano. Un giro muy significativo se ve-rifica en cambio a propósito de otro precoz encuen-tro internacional, de mucho menor difusión: el Con-greso de Estudiantes de la Gran Colombia, cele-brado en Bogotá hacia 1910. Contando con la par-ticipación del alumnado de Ecuador, Venezuela yla nación anfitriona, se emite allí un documento degrueso calibre antiimperialista. Además de afirmar-se que la alianza de esas tres repúblicas se exten-derá a los otros puntos de Sudamérica, se niega laexistencia de una solidaridad indispensable entreamericanos del norte, del centro y del sur. En talsentido, la denuncia principal está dirigida contra elmonroísmo acomodaticio, mientras se opone “lanoble defensa de los cóndores andinos” y la razalatina a la agresión de las águilas septentrionales.

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Semejante fervor llevó a los mismos integrantes dedicho cónclave estudiantil a presentarse como elprimer núcleo de resistencia organizada y cons-ciente frente a la política expansionista.

Cuántas lecciones podemos extraer de estaépica estudiantil que llegaría a uno de sus máxi-mas expresiones cuando, en el México de 1921,con una alta representatividad, la juventud univer-sitaria anuncia que luchará contra el nacionalismoy el militarismo, por una nueva humanidad, porasociaciones federativas regionales y por la inte-gración de los pueblos en una comunidad univer-sal —ideario que procuró plasmarse en una Fede-ración Internacional y extenderse por los EstadosUnidos y varios países europeos. Unos tres añosdespués, Haya de la Torre, al hacerle entrega a losuniversitarios mexicanos la “Bandera de la nuevageneración hispanoamericana”, se sentía en con-diciones de aducir:

El afán de unidad de los pueblos de nues-tra raza fue en Bolívar ensueño precursor,más tarde, tema de discursos diplomáticosy ahora fe, credo, señuelo de nuestra ge-neración. Con orgullo podemos afirmar,que nada ha sido más eficaz al propósitogeneroso de fundir en uno sólo a los vein-tiún pueblos indoamericanos [...] que laobra de las juventudes

Simultáneamente, vendría esa formidable pré-dica levantada por la Unión Latinoamericana queimpulsó José Ingenieros, quien anunciaba que larevolución universitaria —en tanto reorientacióncientífica de los estudios, cogobierno y demandaspopulares— se proyectaba más allá de los “histrio-nes del patriotismo” por toda la América Latina yque la juventud que no se encuadraba con la iz-

quierdas constituía una mera vejez sin canas. Di-cha entidad, avalada por miles de estudiantes, rei-vindica una Reforma Universitaria integral, repudiael panamericanismo y la penetración capitalista,para propiciar una unificación jurídica, política,económica e intelectual que permitiera salvaguar-dar la soberanía y la libertad de nuestro continen-te austral.

Al cumplirse el centenario del congreso boliva-riano, la Federación de Estudiantes de Panamáauspicia un encuentro multinacional que, pese ahaberse impedido su realización, lanza un mani-fiesto con relevantes motivaciones para los jóve-nes de esta “madre América”, en tanto deposita-rios “del anhelo de fraternidad que palpita vital-mente en el pecho de los pueblos indoespañoles”y como los únicos capaces de “darle relieve propioa la ideología de Hispano América, de señalar susaspiraciones lejos del tutelaje mental y espiritualde intereses extraños”. Así se pensó que el even-to podría constituir un avance decidido por “la sen-da que conduce hacia la América una y libérrima,hacia esa América maravillosa que abrazará delRío Grande a Tierra del Fuego”. Además de carac-terizarse al hispanoamericanismo como un idealde justicia comunitario, se trazó el siguiente objeti-vo:

Hay que encaminar nuestros mejores es-fuerzos hacia la construcción de la univer-sidad del porvenir, centro y motor, alfa yomega de todas las actividades sociales,expresión de la ideología que está en ges-tación en el seno de la América Hispánica

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Ya en la década del treinta, tiene lugar en Mon-tevideo, un Congreso Universitario Americano(1931), que constituye el primer encuentro de es-tudiantes con profesores y, entre otros asuntos, serepudian en sus sesiones los gobiernos de fuerzaque comenzaban a pulular en el continente, vio-lando la autonomía académica con el rumor de es-puelas en el aula. En el congreso internacional deCosta Rica (1933), con la renovada presencia dela España republicana, el estudiantado se adelan-ta a propiciar la aspiración, aún incumplimentada,de la ciudadanía iberoamericana —unos 60 añosantes de la creación de la Comunidad Iberoameri -cana de Naciones, cuyos logros reales todavíason objeto de dudosa expectativa. México vuelvea ser sede de grandes asambleas supranaciona-les: el Primer Congreso Iberoamericano de Estu-diantes (1931), donde se promueve la ciudadaníauniversitaria para todos los claustros, un acuerdopara que los alumnos expulsados de su país porrazones políticas pudieran continuar sus estudiosen otras naciones junto a la creación de la Casadel Estudiante Iberoamericano; el Primer Congre-so de Estudiantes Antiimperialistas de la América(1936), que postula la formación de un Frente Po-pular, la Gran Central única de Trabajadores y unaAgencia Interamericana de Información.

Por dos veces consecutivas, en 1937 y en1943, se llevan a cabo en Chile sendos congresosestudiantiles, uno latinoamericano y otro de alcan-ce continental. En el primero de ellos se resuelveconmemorar el 23 de mayo como el día del estu-diante antiimperialista. El Tercer Congreso Lati-noamericano, fomentado por la Federación de losEstudiantes del Perú, no pudo celebrarse —comose había previsto— en la ciudad de Lima para abrilde 1948, por expresa prohibición oficial. En 1952se intentó realizarlo en Río de Janeiro sin ningún

suceso. Tras tantas interrupciones, el mismo seconcretó en Montevideo hacia 1955, siendo susprincipales animadores la Federación Universitariade Uruguay junto con la corporación argentina yparaguaya. Asistieron también delegaciones deBrasil, Bolivia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador,Guatemala, Honduras, Panamá y México. Más alláde pomposas diplomacias, se aseveró que se es-taba atravesando “la gran época de la cooperacióninternacional”, de unión entre los pueblos subde-sarrollados sin excluir a los países asiáticos y afri-canos, con los cuales se proyectó efectuar un con-greso donde participarían sus propias organizacio-nes estudiantiles. Debía también reaccionarsecontra ese palabrerío que habla de América comotierra de promisión mientras se expolia bestial-mente a la gente, censurándose la represión enesas latitudes y la entrega de las riquezas a losconsorcios transnacionales. Severas condenasestuvieron dirigidas a Guatemala, por frenar la Re-forma Agraria y expulsar a la Unión de Universida-des Latinoamericanas que había sido fundada enesa nación centroamericana. Otros gobiernosabiertamente hostiles a la organización estudiantil,como el peronismo y el franquismo, recibieron du-ras impugnaciones. Para esa misma fecha, seaseveraba que el movimiento de la nueva genera-ción por la unidad de América se propagaba portodo el continente.

Los años cincuenta finalizarían con los congre-sos estudiantiles latinoamericanos que se empren-dieron en La Plata (1957) y en Caracas (1959). Eneste último encuentro no dejó de insistirse en lanecesidad de una efectiva integración socio-políti-ca-éconómica de nuestra América —como pasoprevio a lo que debe acontecer con todos los pue-blos del mundo— y recrudecieron las objeciones aEstados Unidos por sostener sistemas militares y

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feudales que resultan verdaderos obstáculos paraviabilizar dicha integración. Hacia 1972, una en-cuesta que se efectuó en la Argentina convalidaríatales admoniciones juveniles, pues, a diferencia delas respuestas favorables hacia la integración lati-noamericana que partieron entonces del estudian-tado y los trabajadores, el sector castrense se ma-nifestó en un 86% en contra de ella, aunque lospartidos políticos apenas si salieron mejor paradospues también se mostraron renuentes en una pro-porción del 66%.

Por otra parte, no cuesta advertir el antagonis-mo y la prolongada incompatibilidad axiológica en-tre el militarismo y el movimiento estudiantil que,desde sus inicios ha desarrollado una fuerte cam-paña contra el espíritu guerrero y chovinista. Lanueva generación reformista se enfrentó aquí contoda una plataforma patriotera a la cual le opuso laconsigna de vivir y no de morir gloriosamente, deevitar el derramamiento de sangre juvenil salvo endefensa de legítimos ideales como el combatir dic-taduras, hasta inclinarse por una alternativa queprefiere un siglo de revolución a cuatro días de ti-ranía. Con esas premisas insurreccionales, podrácomprenderse en buena medida la trágica historiade nuestras naciones, teñida por la persecución, lacárcel, el exilio y el mismo exterminio físico que hasufrido el estudiantado latinoamericano.

Además de la preservación del demos y el au-tonomismo universitarios, esa cruzada juvenil bre-gó por la Segunda Independencia, por la emanci-pación intelectual, social y nacional, responsabili-zando primordialmente al imperialismo y a la cultu-ra utilitaria de Occidente por el atraso de nuestrospueblos. En complicidad con los bárbaros del Nor-te, los sectores gobernantes aparecen en la miracomo sus aliados incondicionales: las oligarquías

criollas, los grandes terratenientes y comerciantes,el clero y las fuerzas armadas, los políticos enga-ñosos que frenan la concientización de las masas.

Como respuesta a la xenofobia y al provincia-nismo se fue articulando una plataforma operati-va cuyas principales banderas implicaron diver-sos elementos aglutinantes a partir del ideal ame-ricanista, con el cual se apuntaba a fusionarnuestros estados en un conglomerado de nacio-nes ante los peligros comunes que amenazabanla integridad territorial. Junto con las diferentesaproximaciones a los índígenas, obreros y cam-pesinos, se estrecharon los contactos con las ju-ventudes del mundo y muy especialmente launión entre el estudiantado latinoamericano, tan-to para favorecer el intercambio académico e in-telectual como para estimular la protección mu-tua. Los espurios conflictos fronterizos entre Ar-gentina, Brasil, Chile, Perú, Bolivia, Paraguay ylos países que conforman otras regiones denuestro continente no impìdieron cultivar esa fra-ternidad; además fueron valientemente repelidosy desenmascarados por los mismos estudiantesen cuestión, quienes no sólo propusieron solucio-nes para sortear dichos enfrentamientos sino quetambién llegaron a establecer toda clase deacuerdos y convenios en favor de dicho afán inte-grador. Frente al separatismo invocado por los in-tereses armamentistas, el alumnado chileno deDerecho sintetizó una posición ilustrativa:

la juventud americana es hija de una solapatria, que se extiende desde Méjico has-ta el cabo de Hornos, y desde el Atlánticohasta el Pacífico [...] es su más vehemen-te anhelo ver abolidas las funestas barre-ras económicas que separan a las distin-

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tas naciones hermanas de la América La-tina con grave perjuicio para el progreso yel bienestar colectivo, y en exclusivo pro-vecho de ‘unos cuantos explotadores’

En medio de esa empresa, el movimiento estu-diantil, reconoció como grandes paladines a Inge-nieros, Vasconcelos, Unamuno, Haya de la Torre,Varona o Palacios, quien, reflejando una convic-ción generalizada, enfatizó que los cimientos parauna confederación iberoamericana debían ser co-locados por la juventud “libre de compromisos conel pasado y de mezquinas rivalidades”. El apristaperuano Antenor Orrego, autor de un libro funda-mental sobre nuestra América como pueblo-conti-nente, refrendaría esas expresiones cuando se-ñalaba que la universidad latinoamericana eraeminentemente una escuela de civilidad y su es-tudiantado poseía una extraordinaria vocación deentrega a las causas humanitarias y colectivasque lo convertían en “forjador y plasmador espiri-tual de su propio maestro”. El propio Palacios ayu-daría a imprimirle un enérgico envión a ese pro -yecto americanista, desde una universidad comola de La Plata, que se erigió en un baluarte refor-mista y en un hogar donde convivieron numero-sas camadas de estudiantes oriundos de los rin-cones más diversos de nuestro continente.

Al fin de cuentas, nos topamos con dos enfo-ques difícilmente conciliables del saber y la univer-sidad. Una visión tradicional subraya el papel deleducador en detrimento del alumno, tal como fueencarnada crudamente por el costarricense LuisBarahona Jiménez: “Pensar es el oficio del profe-sor”, quien constituye el “alma de la universidad”,mientras que los estudiantes van a la universidadpara obtener “un instrumento que les permita me-

jorar su condición económica y social sin que lespreocupen poco ni mucho los fines elevados de lamisma”.

Frente a ello, el abordaje de la Reforma tiendea encuadrar a la universidad como una repúblicade estudiantes, tanto en su sentido más restringi-do, centrando el proceso educativo en el alumno,como en una acepción más amplia que abarca a lacomunidad electiva de maestros y discípulos regi-da por una mayoría efectiva y basada en la índolesoberana de sus claustros. Una universidad que,además de conllevar el doble sello del universalis-mo y la particularidad, del diálogo de las culturas,de la unidad en la diversidad y la diversidad en launidad, contiene un germen solidarista continen-tal. Si la universidad —como la define Florenti-no Sanguinetti— es una casa vacía y si la cienciaequivale a un organismo ciego, se trata de no ins-trumentar el conocimiento para minoritarios peropoderosos intereses, de dejar de creer que las uni-versidades latinoamericanas pueden hacer galade apoliticismo y flotar como islas en un mar de in-justicias.

Si la justa independentista y si el accionar siste-mático del estudiantado cien años después apor-taron intensos vientos a favor de una integraciónequitativa de la sociedad iberoamericana, ¿podrámaterializarse para el bicentenario ese doradosueño continental, en un mundo que, pese a perfi-lar grandes espacios y colectividades supranacio-nales, sostiene a rajatabla las identidades cultura-les? Un criterio menos dubitativo nos llevaría aconcluir que seguirá siendo una ardua tarea histó-rica la plasmación de Amerindia, esto es, de unacomunidad latinoamericana y caribeña en relativopie de igualdad.

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Enfrentando el futuro

Aunque no se trate de un caso de profunda de-clinación, por distintas razones parece hallarsemás acotado el primitivo activismo estudiantil. Si -multáneamente, cabe replantear algunas insigniasreformistas, como la participación de los gradua-dos o la marginación de los no docentes, la rela-ción con el ámbito empresarial, la consigna anti-clerical. Sin embargo no ha disminuido en cambiopara nada la trascendencia de la institución univer-sitaria —tanto en su dinámica interna cuanto ensus vínculos con el medio circundante. Por lo con-trario, aquello que tradicionalmente fue calificadocomo enseñanza superior, el nivel terciario, resul-ta hoy harto insuficiente ante las nuevas exigen-cias académicas y del propio mundo exterior. Ta-les demandas no sólo reclaman los estudios cua-ternarios y la capacitación posdoctoral sino tam-bién, en definitiva, hasta la misma educación per-manente.

Un programa como el de la integración continen-tal, que suscitó tantos desvelos y sacrificios gene-racionales, no puede quedar así meramente libradoal hombre de negocios y a un empresariado esca-samente innovador y competitivo como existe en lamayoría de nuestros países latinoamericanos,. Elllamado Mercosur tendrá que adoptar en definitivaun perfil más humanista y acorde con los avancescientíficos; hacer que se materialice el mentadoMercosur del Conocimiento si, por ejemplo, intere-sa realmente no permanecer excluido del Club dela Globalización.

Una de las tareas esenciales del Mercosur de-be consistir pues en tomar como referente clave ala universidad, más allá del imperativo que exige

reducir el serio déficit que dicha corporación tra -sunta entre nosotros en cuestiones tan determi-nantes como la preparación de técnicos y profe-sionales. Deficiencia que, junto a las restriccionespresupuestarias, cabe ser adjudicada, principal-mente, al desaliento que sufre la evolución cientí-fica y económica endógenas ante las políticas detransnacionalización —hoy encubiertas bajo el eu-femismo de la globalización.

Tampoco cabe subestimar la crisis que tambiénafecta a la universidad, en cuanto a las limitacio-nes para ejercer el primado mundial de la investi-gación, en el destiempo que se establece entre supropia dinámica y los cambios políticos y económi-cos dentro de cada región, o en su capacidad pa-ra atender las demandas sociales que se deposi-tan en ella y la transferencia de sus resultados alsector productivo.

Con todo, la reivindicación de la universidad pú-blica, el fortalecimiento del cogobierno y la gratui-dad de la enseñanza, implican requisitos básicospara aproximarse a uno de los máximos objetivospedagógicos y políticos de la fecunda herencia re-formista: el contenido social, la universidad univer-salizable. De tal manera, se apunta a un tipo de ins-titución que, según apuntara Gregorio Bermann ensu Juventud de América, no pretenda colocarse porencima de la contienda; una concepción que dichomovimiento estudiantil se rehusó a seguir por tratar-se de una “falsa ruta que encubría la fuga, la igno-rancia, ingenuidad y ceguera de los problemas fun-damentales”.

Bajo esa misma orientación la universidademerge como una casa de la esperanza, para so-ciedades débiles como las nuestras, con mayorresponsabilidad que en otros países porque, ade-más de abocarse a la enseñanza y la investiga-ción, debe poseer una dimensión utópica, denun-ciando los desbordes del poder y los ajustes salva-

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jes, fomentando el ideario integracionista pero pa-ra satisfacer a los sectores y las zonas más caren-ciadas. Una universidad que, como se deriva deaquella noble tradición reformista, no sólo sirvapara formar profesionales y expertos sino que seaun auténtico agente democratizador que asuma ladirección ética e intelectual de nuestras naciones.

En consecuencia, cabe formular una propuestaespecífica: que se reconozca como aporte clave yoriundo para un eventual calendario del MercosurCultural el legado de la Reforma Universitaria y quese incorpore oficialmente el día 15 de junio comouna de las fechas más connotadas.

LA UNIVERSIDAD HOY

Se valora el sistema universitario actual en fun-ción de las distintas premisas que ha sustentadonuestra innovadora tradición reformista latinoame-ricana, cuyo incipiente origen puede remontarse alsuelo oriental, durante el Primer Congreso de Es-tudiantes Americanos efectuado en Montevideohacia 1908. Habrá de tomarse en cuenta dos di-recciones fundamentales implícitas en la platafor-ma reformista: una dimensión endógena y otra deextramuros. Finalmente, se formula un balance dela cuestión, donde, frente a los sepultureros de laReforma Universitaria, se sostiene su gravitaciónhistórica, su actualidad y su trascendencia.

Puertas adentro: la faceta institucional

El movimiento reformista ha planteado distintasdemandas en cuanto al perfil que le correspondeasumir a la universidad para insertarse mejor enuna sociedad democrática y cumplir cabalmentecon los propios requisitos de excelencia académi-ca.

En primer término, se destaca la importancia dela autonomía política, docente y administrativa quedeben gozar las casas de estudio en su evolucióninterna. Se enfatiza con ello la libertad para selec-cionar el personal y los alumnos, los temas de in-vestigación, los planes y programas, los criteriospara la graduación, la asignación de fondos y re-cursos, etc. El requisito de autonomía implica

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esencialmente una protección a la comunidad aca-démica frente a las intromisiones del Estado y susorganismos burocráticos o represivos, pero supo-ne asimismo cierto grado de independencia antelas presiones ejercidas por la sociedad civil y losgrupos de poder.

Con todo, dicha autonomía no constituye un va-lor absoluto como a veces se la ha presentado,pues ella adquiere su legitimación mientras la uni-versidad contribuya a promover el conocimiento yse brinde satisfactoriamente a la comunidad. Sibien esa capacidad decisoria debe preservarse ensí misma para garantizar la labor de los claustros—tantas veces vulnerada por sucesivas dictadu-ras—, la universidad no puede erigirse en un feu-do inexpugnable durante etapas de normalizacióninstitucional, donde intervienen otros desafíos queresultaban tradicionalmente prohibitivos: las eva-luaciones y acreditaciones exógenas para optimi-zar la enseñanza, las rendiciones presupuestariasen aras de una mayor transparencia, la adecua-ción de los estudios al desarrollo regional o losacuerdos con el ámbito empresarial. En suma, setrata de dar cuenta de la utilidad pública del siste-ma universitario sin someterse a la lógica del mer-cado, que beneficia a los pudientes en la distribu-ción del conocimiento, rechaza principios clavescomo el de la gratuidad de la enseñanza y tiendea convertir a las universidades en emporios autofi-nanciables —forzados a recabar ingresos de la ini-ciativa privada y someterse a sus dictámenes,hasta vender servicios de poco impacto como losanálisis de orina...

La interacción universidad-sector productivochoca por otra parte con dos equívocos percep-tuales: mientras que para los empresarios el aca-démico vive como ajeno a la realidad, éste sienteel menosprecio de los primeros hacia la actividad

científica, salvo en universidades como las de SanPablo, que ha suscrito convenios ventajosos conun alto número de empresas. Por cierto, se estápensando en un empresariado que, a diferenciade lo que ocurre con frecuencia en América Latina,sea genuinamente competitivo, evite la especula-ción y cumpla con sus obligaciones impositivas. Almismo tiempo, se apunta a una universidad queno se mueva en función del marketing ni acepteespurios condicionamientos por las asesoríasprestadas. Por lo demás, si bien es innegable laimportancia que ha ido cobrando la denominadacultura de la evaluación —institucional y docen-te—, debe alertarse contra la implementación acrí-tica de parámetros tomados de países con otro de-senvolvimiento educativo y con la adopción depautas normativas que no son consensuadas porla comunidad académica.

Otro gran emblema de la reforma universitaria,centrada en el co-gobierno, tiende primordialmentea asegurar la participación activa de los estudiantesen la enseñanza y su específica representación —con voz y voto— en los consejos académicos. Unpostulado que ha sido desconocido durante los pe-ríodos de facto y ha intentado mermarse en nues-tros días bajo el predominio neoliberal, donde el Es-tado se desliga de su responsabilidad de sostenerla educación o lo hace perversamente aumentandola deuda externa, donde el saber científico se su-bordina al pragmatismo extraacadémico, los docen-tes se devanan por asegurarse un trabajo incentiva-do y la universidad carece de respuestas alternati-vas frente a los designios oficiales. Dentro del clá-sico esquema del gobierno tripartito —profesores,alumnos y graduados— ha ido perdiendo terreno,por distintas razones, el peso del egresado y hacrecido en cambio un nucleamiento colectivo quereclama, no siempre con igual fortuna, su incorpo-

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ración al elenco conductor de la universidad: los nodocentes, el plantel administrativo.

La exigencia de desplazar el eje pedagógico delenseñante al educando, que parecía una conquis-ta inapelable, se ha visto afectada tanto por lareimplementación de un discurso elitista —que leimputa por ejemplo a la UNESCO el propiciar ideasculturalmente perniciosas como la de que no exis-ten diferencias sustanciales entre el alumno y eleducador— cuanto por un ordenamiento que plani-fica en función del cuerpo docente y de preocupa-ciones corporativas, sin apuntar a lo que el sujetoque aprende debe saber sino a lo que el profesorsabe o cree saber.

Además, cabe discutir el sentido de la llamadamasificación universitaria, un fenómeno con elcual parece cumplimentarse el viejo anhelo refor-mista del ingreso irrestricto, de universalizar la uni-versidad, de transformar a ésta en una casa sinparedes. Hoy puede reconocerse que no sólo seha multiplicado enormemente la oferta universita-ria sino que existe también por primera vez unamayoría de estudiantes provenientes de familiassin formación superior. No obstante, dicha explo-sión universitaria, lejos de haber disminuido lasdesigualdades, tal como se presumía, ha venidode algún modo a agravarlas, puesto que la verda-dera educación superior ha pasado a ser la de ca-rácter cuaternario e incluso posdoctoral, i. e., paraun núcleo muy reducido. De tal manera, los estu-dios de grado apenas si constituyen un equivalen-te a lo que anteriormente implicaba el ciclo medio.El monto de diplomas acumulados se ha converti-do en un factor socialmente discriminatorio, similara las clases, el género, las etnias o la religión. Esasí como debe replantearse el rol que juega hoyotro de los indeclinables emblemas reformistas: ellibre acceso a todos los niveles de la enseñanza.

Tampoco puede soslayarse la cantidad de di-plomados que trabajan en áreas ajenas a su for-mación ni las altas tasas de desempleo universita-rio que en algunos lugares alcanza al 17% de losegresados. Nos estamos refiriendo a países del exbloque socialista o del Tercer Mundo —como Egip-to, Venezuela y Colombia—, sin excluir tampoco anaciones avanzadas como Italia. Situación que hasido fielmente ilustrada por casos como el de Ma-rruecos, donde se ha creado una Asociación deDiplomados Desocupados compuesta por 120secciones distintas, o mediante una expresiónmás localista como la que se refleja en tantos gra-fitos al uso nostro : “Matate estudiando y serás uncadáver culto”, “La educación es la única empresapredestinada al fracaso”, “Si estudiar da frutos,que estudien los árboles”, o “Qué hay que haceren la Argentina para conseguir un arquitecto, unabogado o un ingeniero: subirse a un taxi o dirigir-se a una verdulería”. Más allá de esas crueles hu-moradas, interesa recordar aquí, ante la grave cri-sis ocupacional, la fuerte carga significativa querepresenta para el joven su inserción sociolaboralcomo raíz de identidad, como dignificación perso-nal y como fuente de reconocimiento público.

A todo ello debe sumársele un cúmulo de con-tradicciones singulares. En un país como la Argen-tina, que llegó a erigirse en vanguardia pedagógi-ca mundial, 64 de cada 100 habitantes entre 25 y34 años no poseen instrucción secundaria comple-ta, mientras que en Canadá, Suecia o Alemania elnúmero de similares carenciados sólo alcanza un15 por ciento. De 1.000.000 de jóvenes entre 18 y19 años que han votado allí por primera vez en laselecciones presidenciales de 1999, 630.000 se en-cuentran literalmente fuera del sistema educativo y2.000.000 de personas, entre 15 y 24 años que sehacinan tras el muro del Gran Buenos Aires, no

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estudian ni trabajan ni son amas de casa.La calidad misma de la enseñanza —tan pues-

ta de relieve por la juventud reformista cuando va-ticinaba a comienzos de nuestra centuria que el si-glo XX sería el siglo del pensamiento, de la cien-cia y de la universidad para acentuar el papel so-bresaliente que ocuparía en esta última el labora-torio y el seminario— ha sufrido un serio deterioroante la poda de los recursos públicos destinadospor alumno a la educación en diversos lugares co-mo Chile y Argentina, donde las dirigencias pare-cen ignorar el papel estratégico que desempeñanlos recursos humanos, la investigación y la educa-ción superior para el avance social, cuando indu-cen al drenaje de cerebros o a lo que la ONU hacalificado como la marcha de los locos. Mientrasregiones golpeadas por la crisis asiática como Ma-lasia siguen perfeccionando en el exterior a unos20.000 graduados, la Argentina sólo envía 200egresados por año para emprender estudios de al-ta jerarquía.

De las largas y cruentas luchas entabladas pornuestros estudiantes organizados en defensa dela universidad pública, prevalecen por consiguien-te algunos símbolos aislados de diversa relevan-cia, como la libre agremiación, el semipresencialis-mo o una relativa renovación curricular, metodoló-gica y profesoral. En menor grado se observa lainstauración de cátedras paralelas y el apoyo a losalumnos de escasos recursos. La libertad de cáte-dra, si bien parece afianzarse en cuanto a la posi-bilidad de abarcar un amplio espectro ideológico,defecciona en su aspecto más fecundo: inculcar elamor a la sabiduría y promover la construcción delo verdadadero.

Trasfondo doctrinario: el extramuro

Una idea subyacente general en la trayectoria re-formista se vincula con el juvenilismo, es decir, conla creencia de que les corresponde a los jóvenesasumirse como avanzada histórica, como redento-res sociales y portadores de utopía, al reunir en sí lamayor dosis de inconformismo, desinterés, creativi-dad y compromiso; lo cual se traduce en un accio-nar renuente a la injusticia e inclinado hacia los des-poseídos.

Dicho ideario se ha configurado paulatinamen-te a lo largo del siglo XIX, en ámbitos como la Uni-versidad de Charcas, con estudiantes criollos pro-cedentes de distintas regiones americanas, con suexaltación del contractualismo rusoniano y el dere -cho a la insurgencia. La franca intervención deesos mismos jóvenes en la gesta emancipadoraindujo a que ella fuese interpretada, más como eltriunfo de la conciencia estudiantil de vanguardiaque como una victoria militar o caudillesca. Luegose asistirá a la prédica de la nueva generación ro-mántica en favor de una segunda emancipación:la mental y cultural. Con la bohemia y el modernis-mo, contrapuestos a la burguesía y al establish-ment, la juventud aparece sacralizada como artífi-ce del hombre nuevo y de una nacionalidad am-pliada. Ya en el evento uruguayo mencionado seproclamó la rebeldía como un principio cósmicoomnipresente. Toda una mística que se renuevacon las primeras camadas reformistas y que en lossesenta adquiere proporciones ciclópeas hasta lle-gar a visualizarse entonces a ese momento, másque como un quiebre o una brecha, como la Revo-lución Generacional en marcha, como auténticaLey Universal.

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Surgen aquí una infinidad de interrogantes.¿Semejante derrotero ha sido interrumpido por laactual generación posmoderna, por los jóvenes ro-tulados como yuppies, X o Y; por el primado de laretracción, el desentendimiento y la ética gladiato-ria de la supervivencia; por los efectos disgregado-res de la represión, las migraciones, el desempleomasivo, la proletarización de las profesiones, lacrisis de la familia y la educación, la drogadepen-dencia, la delincuencia y la prostitución? ¿ Con latriplicación de la matricula y el pulular de universi-dades orientadas hacia los objetivos más hetero-géneos, estarán los movimientos estudiantiles de-sarticulados y despojados de sus grandes metas—una moneda corriente durante décadas pasadasa lo largo y ancho del planeta? ¿Sólo persistiráncuando mucho los intereses gremiales del alumna-do, reducidos a un mero clientelismo con delega-ción de funciones? ¿Se agudizará la estricta sepa-ración entre el ciudadano, como sujeto político, yel universitario, volcado al estudio con mayor omenor dedicación, sin salidas espontaneas, pro-yectos utópicos ni incidencia en las prácticas he-gemónicas?

¿Quedarán también afectadas las restantespropuestas reformistas, como la exclaustración dela universidad, su aproximación a las necesidadesdel medio y su asesoramiento a los intereses na-cionales? ¿Se habrá agotado el margen de sensi-bilidad y solidaridad social de los universitarios yestará ya desmentida su afirmación de que el sigloXX representaría el siglo de la asociación y de launión obrero-indígena-estudiantil? ¿Caerá por elpropio peso del devenir histórico el credo de la fra-ternidad y la integración de nuestros pueblos co-mo salvaguarda frente a las oligarquías, al capita-lismo expansionista y a la explotación bestial delpueblo? ¿Nuestra América nunca más volverá aser planteada como tierra de grandes sueños y he-

roicidades, como síntesis civilizatoria suprema conun destino común y una política exterior de neutra-lidad y autodeterminación? ¿Habrá cesado el ím-petu antiautoritario de nuestra juventud que la lle-vó a combatir el chovinismo, el belicismo y el mili-tarismo; a querer vivir y no morir gloriosamente, aoptar por un siglo de resistencia a cuatro días detiranía?

¿Así como se ha puesto de moda el negar launiversalidad de la razón junto a los sujetos prota-gónicos y al sesgo liberador en la historia, estaríatambién clausurada la universidad como vehículode progreso y emancipación? ¿Con el eclipse dela universidad-mordaza (militarizada), habrá queconformarse con la otra cara de la reproducción yel cementerio de conciencias representada por launiversidad-enseñadero, afín con una moderniza-ción redituable pero excluyente? ¿El paradigmapedagógico idealista, tras el repliegue de la univer-sidad-trinchera, abocada en desfacer los entuertosmundanos, ni siquiera adoptará la forma de unauniversidad-orientadora, que impulse la moderni-zación inclusiva y delegue a los gobiernos y a lapoblación la ímproba tarea de operar como legíti-mos agentes transformadores? ¿La enseñanzasuperior quedará subsumida por la globalizaciónsin cumplir con su excelsa misión de enlazar lasidentidades locales con otras más amplias del en-torno multicultural? Más específicamente, ¿podránrevertirse los mecanismos verticales de decisiónimpuestos por los organismos crediticios, los mi-nisterios o el Mercosur educacional?

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Hacia la efectivización de la Reforma

La Reforma Universitaria fue concebida de va-rias modalidades disímiles: como la segundaaventura conjunta de América latina —tras los cienaños de soledad que siguieron a las guerras inde-pendentistas—, como prolongación de un nuevociclo iniciado por las revoluciones mexicana y so-viética o como un episodio concomitante a la aper-tura democrática de nuestras sociedades. Más alláde las correlaciones epocales que guardan esostrascendentes acontecimientos, el legado refor-mista mantiene una apreciable proyección. Por unlado, por su apuesta al pluralismo, a la autocrítica,al libre examen, a una universidad pública másabierta y mejor dotada. Por otro, por su inclinacióna paliar las enormes diferencias societales me-diante alianzas multisectoriales que hoy, como an-tes de 1918, se enfrentan a un modelo conserva-dor y a una democracia formalista.

El carácter operativo del estudiantado, si biense ha despojado de mesiánicos resabios, tampocoha perdido su vigor primigenio, sobrepasando in-cluso la imagen estática sugerida por Ernesto Sá-bato del joven como un sismógrafo espiritual antela crisis generalizada, pues crecientemente se ob-serva a los universitarios en las primeras filas pa-ra exigir cambios por un mundo más habitable, acontinuar simbolizando una correntada fertilizante;aunque ahora los mismos se hallen doblementeembargados: tanto por la defensa de sus idealescomo por la ausencia de horizonte para los técni-cos y profesionales. Así, ora se los ve pugnandocontra gobiernos corruptos o despóticos y conatosgolpistas —Collor de Melo, Fujimori, Oviedo, la In-donesia de Suharto, el fundamentalismo teocrático

iraní— ora paralizando durante muchos mesesuna megauniversidad como la UNAM ante el brus-co arancelamiento de los estudios o encabezandouna exitosa protesta multitudinaria contra los re -cortes presupuestarios a la educación en la Argen-tina —tras haberse declarado con mucha anticipa-ción el estado de emergencia económico por lasautoridades académicas de ese país. Las drásti-cas políticas de ajuste, con sus agudas tensionescomunitarias, motivan la articulación de frentes po-pulares, donde el movimiento estudiantil se fusio-na con los sectores laboriosos y recupera sus va-liosas aspiraciones para modificar las relacioneshumanas y construir una sociedad de personas. Ypese a que puede registrarse un mayor desapegojuvenil hacia la política partidaria ello no implicaninguna retracción hacia los problemas sociales.

Por último, no puede desconocerse la importan-cia precursora que ha trasuntado el pensamiento yla práctica reformistas en la consolidación del pa-radigma universitario actual, forjado originaria-mente en esa Córdoba donde se logró superartanto el modelo profesionalista napoleónico comoel academicismo alemán.

Mucho antes de los sesenta, ya se había hechocarne la participación oficial de los jóvenes ennuestra educación superior, mientras que en la le-trada Europa recién medio siglo más tarde empie-za a admitirse la consulta institucional a los estu-diantes que, después de la II Guerra Mundial, ve-nían bregando por ello y por otros principios lanza-dos en 1918 —como la búsqueda prioritaria de so-lución para los grandes malestares sociales. To -dos las finalidades básicas que la UNESCO sus-tenta hoy como metas para la universidad fueronadelantadas por el movimiento reformista latinoa-mericano a través de miles de páginas escritas por

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nuestras juventudes idealistas en medio de vigi-lias, persecución, cárcel, exterminio y desaparicio-nes. Estoy haciendo alusión textual a los siguien-tes objetivos institucionales propugnados poraquél máximo organismo rector, tanto para el áreaintrínsecamente académica como para su costadocomunitario:

• elaborar conocimientos nuevos (investigacióncreativa),

• formación de personal altamente calificado (en-señanza y comunicación),

• prestación de servicios a la sociedad (extensióncivil),

• función ética (crítica social).

¿En dónde reside pues el mentado anacronis-mo de la Reforma Universitaria, si sus plantea-mientos cardinales han obtenido tanta validaciónteórica y tanto ascendiente mundial? El clima decontrarreforma que se ha ido generando procedeespecialmente de la impronta neoconservadoraremisa al gasto social, partidaria de la concentra-ción financiera y cognoscitiva, de una universidadrecluida y tecnocrática. Dicha tónica suele revestir-se con ropajes modernizantes que claman por unanueva o segunda reforma universitaria que aban-done el discurso autonómico y la contestación.

Por el contrario, la mayoría de los supuestosreformistas nos salen al cruce como un inapela-ble imperativo categórico. La universidad, por dis-tintos motivos, atraviesa una crisis que ha supe-ditado lo académico a la negociacion por el po-der, donde se improvisan investigadores y nadiepuede hacer verdadera profesión docente, dondese ha establecido un irritativo sistema piramidal.Los mismos dirigentes estudiantiles han puestoen evidencia dicha situación:

Una universidad en la cual conviven elitesprofesorales bien remuneradas, y masasde docentes temporarios, ad honorem, ocon relaciones laborales precarias, equi-valentes a los “contratos basuras del capi-talismo globalizante” [...]La Universidad Mercado está en marchaen la Argentina y en América Latina, y pro-mete arrasar con la dignidad académica ycon las conquistas democráticas de la in-surgencia de 1918 (OCLAE, FUC, FUA:Manifiesto a 80 años de “La Reforma”)

Frente a ese estado de cosas, un presidentede la Federación Universitaria Argentina, PabloJavkin, ha propuesto como misión esencial delclaustro estudiantil: “Defender el ingreso irrestric-to y la gratuidad, no como dogmas impuestos porla historia sino como herramientas fundamentalespara el acceso a la educación superior de todoslos sectores sociales, en un país que cuenta contasas de escolaridad universitaria similares a lospaíses africanos y en el cual hay más analfabetospuros que graduados universitarios.”

Asimismo, en medio de tanto privilegio y margi-nación, subsiste plenamente el otro gran mandatoque el reformismo ha planteado como condiciónsine qua non: la brega por una sociedad más tole-rante, culta, justiciera e igualitaria, donde la educa-ción y la universidad públicas posean un papelmenos lastimero y, desde su posición aventajada,puedan contribuir a resolver o aliviar los proble-mas de la gente y el hábitat.

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ANEJO:CONTRIBUCIONES PERSONALES

Eugenio Puciarelli y la juvenilia platense

Durante las primeras décadas del siglo se res-piraba en la ciudad de La Plata una singular at-mósfera cultural que contenía desde las variadasmanifestaciones de la bohemia intelectual hastalas tenidas formales entre los partidarios del posi-tivismo y quienes desafiaban a este poderoso mo-vimiento doctrinario. En un plano más específico,el propiamente pedagógico, mientras los primerosse inclinaban a exaltar la superioridad académicade Europa y Estados Unidos, el antipositivismo im-plicó un retorno al estudio de las humanidades, lafilosofía y el arte1.

Un motivo que impregnó con mucho ardor elánimo juvenil estuvo centrado en la contienda porla Reforma Universitaria, contra esa imagen jerár-quica que hace del alumnado un conjunto pasivo ysubalterno. En dicha contienda, la dirigencia estu-diantil platense participaría en forma decisiva, porejemplo, en distintos encuentros corporativos quese realizaron dentro y fuera del país. Uno de taleseventos, el Congreso Internacional de Estudiantescelebrado en México hacia 1921, tendió ademásun puente significativo para las futuras relaciones entre la inte-lectualidad progresista latinoamericana.

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1 Cf., AV., Universidad "nueva" y ámbitos culturales platen-ses (La Plata universidad Nacional, 1963); H. E. Biagini(comp.) El movimiento positivista argentino (B. Aires, Ed. deBelgrano, 1985) y "Cultura clásica y antipositivismo", en suHistoria ideológica y poder social (B. Aires, Cedal , 1992),vol. 2.

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Los estudiantes platenses habían jugado unpapel relevante en la huelga que paraliza las acti-vidades universitarias, durante 1919 y 1920, hastaque el movimiento reformista logra obtener el co-gobierno y otras reivindicaciones académicas2. Setrató de una resistencia que contó con avales do-centes como el de Alejandro Korn, quien festejabala reforma universitaria platense como un episodioluminoso3. Entre la infinidad de testimonios que sehan vertido sobre el magisterio de Korn se en-cuentra el que emitío Gabriel del Mazo: "Korn hasido maestro impar en la Universidad argentina.Fue una figura señera; y su nombre, indisoluble-mente ligado a la Reforma, la prestigió en recipro-cidad de influjos [...] Y cuando la Reforma desple-gó continentalmente su bandera total, por la iden-tificación de Saber y Justicia, Korn enseño la filo-sofía de la Libertad por la cual luchábamos"4. Sibien Korn, como otros coterráneos suyos, sobre-pasó los límites aldeanos hasta adquirir dimensio-nes supranacionales, no por ello puede dejar deidentificarse plenamente con La Plata, esa "ciudaden la que cantó Almafuerte, investigó Ameghino ymeditó Korn" —tal como se aseguró durante susepelio5. Será precisamente allí donde éste últimoejercerá su magisterio más personal, según hatestimoniado una hija suya, sin dejar por ello dereferirse a su vasto ascendiente en distintos ámbi-tos universitarios:

Los estudiantes lo exaltaron a la direcciónde la Facultad de Filosofía y Letras deBuenos Aires, en 1918, siendo el primerdecano elegido con la participación de losalumnos. Triunfante el movimiento en LaPlata, su nombre fue levantado para ocu-par la presidencia de la Universidad [...]Años más tarde, en 1929, en un viaje a Tu-cumán, al que lo acompañé, estudiantes yprofesores le ofrecieron el rectorado de laUniversidad, haciéndole objeto de una vi-brante despedida en la estación ferroviaria[...] No lo aceptó; es que estaba muy arrai-gado a La Plata, donde vivía hacía más decuarenta años [...]Gustaba verse rodeado de los jóvenes,sus amigos y condiscípulos, compartiendoora la mesilla de café, en las tardes prima-verales, ora el amplio escritorio de nuestracasa de la calle 60, donde las conversa-ciones sobre temas filosóficos se hacíaninterminables. Allí estaban Enrique Galli,Sánchez Reulet, Orfila Reynal, Juan Ma-nuel Villarreal, Francisco Romero, Luis Az-nar, Malmierca Sánchez, Segundo Tri,Quinteros y otros más cuyos nombresahora se me escapan6.

Entre los principales nombres allí omitidos seencuentra el de Eugenio Pucciarelli, quien gozaríade la amistad del maestro Korn desde 1925. Ade-

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2 H.E. Biagini, "La huelga grande", Todo es Historia (enero1995).

3 La visión de Korn sobre la Reforma Universitaria puedeconsultarse en sus Obras Completas (1949).

4 Gabriel del Mazo, Reforma universitaria y cultura nacional(B. Aires, Raigal, 1955) p. 68

5 Alberto Palcos, Discurso en el sepelio de Korn, Centro deEstudios Filosóficos (Universidad Nacional de La Plata, 1937)p. 11.

6 Inés Korn, Alejandro Korn, mi padre (Universidad Nacionalde Córdoba, 1960) pp. 9 y 8.

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más de los numerosos trabajos sobre Korn escri -tos por Pucciarelli, éste reconocería expresamen-te tal magisterio como un hecho decisivo para supropia formación: "desde muy temprano, hizo sen-tir la inclinación hacia la libertad, no sólo como pro-blema filosófico, sino como exigencia imposterga-ble de la persona entera y como deber de asegu-rar su ejercicio en medio de todos los azares a queestá expuesto. Su insistencia en considerar la his-toria de la filosofía como fuente de informaciónadecuada para superar lagunas y no ceder en latentación de caer en dogmatismos fáciles debidoal carácter unilateral de una posición asumida pre-maturamente y sin suficiente examen crítico"7.

El Colegio Nacional, perteneciente a la univer-sidad platense, cumplió un rol distinguido dentrodel desarrollo cultural de la capital bonaerense.Sus alumnos tomarían partido en los conflictos depoder que se suscitaron dentro de la enseñanzasuperior. Además de la importancia que llegó a te-ner la Asociación de Ex Alumnos, comandada porfiguras sumamente representativas del liderazgoreformista (Orfila Reynal, Ripa Alberdi, Mendióroz,Sommariva, Carlos Heras y otros), cabe cotejar lagran cantidad de colegiales que se solidarizan conel extenso paro decretado por la Federación Estu-diantil de la Universidad de Plata. En una larga nó-mina de adherentes distribuida hacia mayo de

1920, pueden observarse diversos escolares se-cundarios que habrían de sobresalir posteriormen-te: Luis Aznar, Guillermo Korn, José María Lunaz-zi, Antonio Salvadores, Aníbal Sánchez Reulet,Pedro Verde Tello y el mismo Eugenio Pucciarelli,cuando aún no había cumplido sus 13 años deedad8.

Pocos meses más tarde, el reformismo triunfan-te lleva como rector del Colegio Nacional al diri-gente cordobés Saúl Taborda, quien se había reci-bido de abogado en la universidad platense. Ta -borda procura introducir hondas transformacionespedagógicas, tendientes a revalorizar la personali-dad del alumno secundario. Pese a que su expe-riencia fue oficialmente boicoteada, la misma pro -dujo una fuerte conmoción en el estudiantado9.

Más allá de las depuraciones que entonces seemprendieron, hacia 1923 el cuerpo docente delcolegio contó con figuras como las de Rafael Al -berto Arrieta, Narciso Binayán, Arturo Capdevila,Alberto Palcos, Abraham Rossenvasser y CarlosSánchez Viamonte. El año siguiente denota un hi-to trascendental, pues se establece en La Plata laprimera emisora universitaria de Latinoamérica —con una línea especial para el mismo colegio encuestión—, se aprueba una nueva curricula queañade un año más a los estudios, ingresa ErnestoSábato como alumno y se incorporan nuevos pro-

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V De una entrevista a Pucciarelli que, bajo el título "La voca-ción del filósofo", apareció en el suplemento La Opinión Cul-tural, 9 julio 1978, p. II. Un artículo primigenio de Pucciarelli,impreso en Cursos y Conferencias (1936), llevaba un signi-ficativo título: "Alejandro Korn, maestro de saber y de virtud".Mi propio contacto personal con Pucciarelli provino de un ci-clo suyo sobre Korn impartido en 1960 para los Cursos In-ternacionales de Temporada de la UBA. Por entonces(1959), Pucciarelli publica otro trabajo, "La lección de Korn",en la revista de la universidad porteña, que sería sucedidopor otras colaboraciones del mismo autor en torno a Korn ysu pensamiento.

8 Véase la lista de adherentes en G. del Mazo (comp.), LaReforma Universitaria (B. Aires, FUBA, 1927) pp. 214ss.9 Sobre la gestión de Taborda al frente del Colegio Nacional,ver H.E. Biagini (comp.) La Universidad de La Plata y el mo-vimiento estudiantil (Editorial de la UNLP, 1999) pp. 184-193.

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fesores al establecimien-to —Fernando MárquezMiranda, Gabriel del Mazo y dos figuras de enor-me gravitación: Ezequiel Martínez Estrada y PedroHenríquez Ureña.

Martínez Estrada accede a la cátedra de litera-tura universal gracias a las gestiones llevadas acabo por Arrieta. Al poco tiempo, aquél revelaríaexcelentes condiciones para la enseñanza que leocasionaron el afecto y la admiración de sus alum-nos, quienes no resultaban fácilmente complacien-tes. Recordando a los primitivos estudiantes delColegio Nacional, cuando hacia 1956 retoma provi-soriamente la enseñanza tras un período de apa-gón universitario, Martínez Estrada señalaba:"Aquellos (alumnos) eran fogosos, apasionadospor saber, devoraban libros, me asediaban a pre-guntas y competían por dar clases mejor que yo[...] eran soñadores y creían, como yo, en las cosasincreíbles"10. Su accionar en La Plata resultó muyfecundo, colaborando en diversos emprendimien-tos culturales. El propio Pucciarelli, además de alu-dir a las impresiones imborrables que le generóMartínez Estrada durante su adolescencia, trazóminuciosamente una semblanza del escritor ba-hiense durante la clase inaugural que éste impartióhacia abril de 1925: "El nuevo profesor, de rostroanimado por leve sonrisa y ojos inquietos y brillan-tes, cuya mirada abarcaba la clase entera, tomabala palabra en medio de la expectativa de treintaadolescentes. Su vocabulario lucía una riqueza in-sospechada, que los oídos juveniles no estabanacostumbrados a escuchar de labios de otrosmaestros. Su voz fluía sin afectación, apenas rit-mada por un ligero movimiento de las manos, cu-

yas palmas solían abrirse hacia el público, mien-tras el cuerpo erecto se empinaba aun más comohuyendo del suelo. El tema era la épica y el librocuya estructura, contenido e intenciones se expo-nían no era otro que la Ilíada. El recio poema ho-mérico se corporizaba a través de una exposiciónsalpicada de imágenes atrevidas”11

El gran humanista dominicano Pedro Henrí-quez Ureña tuvo penetrante conciencia de la uni-dad esencial que posee nuestro continente. Su in-serción personal en la Argentina arranca de esemencionado congreso estudiantil que tuvo lugaren México, donde comenzaron sus vínculos conlos tres delegados platenses —Ripa Alberdi, OrfilaReynal y Enrique Dreyzing— que culminarían conla radicación de don Pedro en la ciudad de las dia-gonales. Además de sus tareas docentes sistemá-ticas, Henríquez Ureña, como Korn, libraría unmagisterio integral fuera de las aulas. Su hogar fuepunto de reunión y tertulia literaria, como lo preci-saría, entre otros, el mismo Pucciarelli:

Ante un grupo reducido de amigos —Fran-cisco López Merino, Guillermo Korn, JuanManuel Villareal, Aníbal Sánchez Reulet,Enrique Moreno Báez y yo— desarrolló ensu casa de La Plata, en que había reunio-nes todas las semanas, un cursillo de co-mentario de textos filosóficos (v.g., La Risade Bergson y la Estética de Croce)12

despertó en mí el sentido de la responsa-bilidad intelectual, entendida como exigen-cia de método en la investigación, de ac-ceso directo a las fuentes y no a través de

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10 Martínez Estrada, "Consejo a los estudiantes", en la Anto-logía Ezequiel Martínez Estrada (B. Aires, ECA, 1978) p.237.

11 E. Pucciarelli, Ezequiel Martínez Estrada: Poesía, filosofía yrealidad nacional (B. Aires, Academia de Ciencias, 1986) p.29.12 E. Pucciarelli, Pedro Henríquez Ureña, humanista (B. Ai-res, Academia Nac. de Ciencias, 1984).

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expositores que trivializan y deforman; uninterés muy vivo por la cultura de Américahispánica en todos sus planos: preferente-mente literatura y plástica; la necesidad deesforzarse por alcanzar una expresión cla -ra y sobria, sin aderezos retóricos, respe-tuosa de las normas de la lengua castella -na. También la conciencia de estar instala -do en América, un medio permeable a to-das las orientaciones del pensamiento oc-cidental, pero distinto de Europa por supaisaje y su fondo étnico13.

En esa suerte de urbe estudiantil simbolizadapor La Plata puede constatarse la presencia deuna verdadera multitud de hojas juveniles, vocerosde los distintos círculos de alumnos secundarios yterciarios, como fue el caso de Estudiantina, lacual se presentaba a sí misma como "tribuna dejuventud y de idealismo primaveral" que deseaba"despertar el alma de los jóvenes de nuestras ca-sas de estudio y hacerles sentir la inquietud diná-mica de la hora presente, hora de plena revisiónde valores y de renovaciones intensas", propo-niéndose asimismo luchar "por la cultura de lospueblos, el engrandecimiento moral de la juventudy de todos los hombres cualquiera sea su patria oidioma". La publicación también bregaba por la so-lidaridad inter-juvenil para neutralizar los conflictosde América Latina y las posturas chovinistas, mili-taristas y clericales. De allí que uno de los referen-

tes primordiales que aparecen en la revista sea ellíder reformista peruano y fundador del aprismoVíctor Raúl Haya de la Torre, desde su exilio euro-peo. Organizaban también ciclos de conferenciasdedicadas especialmente a los jóvenes alumnos yobreros de La Plata con un énfasis especial en ellatinoamericanismo. Se le brindó mucho espacio auno de los intelectuales que más predicamentohabía alcanzado entre la nueva generación duran-te aquella etapa: el literato suizo Romain Rolland,quien llegó a ser calificado como "el más grandemaestro de las juventudes idealistas" y como elprimer europeo notable que, habiendo roto la indi-ferencia hacia "los clamores lejanos", "ha com-prendido en toda su grandeza el vasto movimien-to de rebeldía y de unión que realizan las juventu-des de la América Latina"14.

Las contribuciones de Pucciarelli a esa lla-mativa publicación se encuentran diseminadas enlas cuatro primeras entregas de Estudiantina. Al-gunas notas poseen un tinte intimista cercano a laprosa poética15. Otras apreciaciones apuntan acuestionar el sistema didáctico y el facilismo de losalumnos1 6, mientras se rescata una figura polémi-ca como la de José Ingenieros, quien había desa-parecido por ese entonces:

La actitud de nuestra juventud estudiantil,a raíz de la muerte de José Ingenieros hasido indigna de ella. Esta juventud bullan-guera, revoltosa, renovadora, ha pagado

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13 En la entrevista citada de La Opinión Cultural, p. II.

14 Cfr., H. E. Biagini, “Romain Rolland entre nosotros”, en cur-so de publicación en esta misma editorial dentro del volumenUtopías juveniles.15 E. Pucciarelli, "La plegaria del ciego", Estudiantina I, 1925,pp. 27-28; "Crepúsculo autumnal", ibid., II, 1925, pp. 91-92;"Anochecer", ibid., IV, 1926, pp. 31-32.

(16) E. Pucciarelli, "Lacayos", "Fósiles", "Orientar, educar,instruir", ibid., pp. 39, 40, 41.

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con su silencio su necedad, cubriéndosede bochorno. Su olvido es imperdonable,pues José Ingenieros era el único hombreque merecía el homenaje de la juventud,tanto por sus brillantes dotes de hombrede ciencia, como por su amor a todo lo queimportara reforma en lo social. Sin embar-go su deceso ha pasado desapercibido enmedio del ambiente solicitado por la politi-quería casi de comité, las rencillas de par-tidos y las desaveniencias de los caudillosdirectores17.

La última colaboración de Pucciarelli que faltamencionar, "Reflexiones sobre la historia del arte",se halla parcialmente inspirada por la Estética deHegel, a la cual aquél se había aproximado en uncurso dictado por Leopoldo Lugones, quien, ha-biéndose rehusado a profesar en la universidadporteña, terminaría por aceptar la invitación deJoaquín V. González para hacerse cargo de la cá-tedra de estética en la casa de estudios platense.El ensayo de Pucciarelli, redactado a la edad de17 años, suponía la existencia de una sostenidalegalidad, tanto para el mundo natural como parael orden humano, mientras que la sensibilidad ar-tística respondía a una característica propia de ca-da época y población. En las conclusiones seplanteaban diversas alternativas: "Podría alegarseque la hora presente, verdadero crepúsculo deídolos, carece de una cultura suficiente-

mente intensa como para crear un arte nuevo [...]¡Quién sabe si en las construcciones de las gran-des ciudades no se bosqueja un arte nuevo!" 18

Pucciarelli, en uno de los últimos reportajes queconcedió, se referiría a las insospechadas deriva-ciones que le trajo ese artículo suyo, que implicabasu primer acercamiento orgánico a la reflexión filo-sófica:

El artículo se publicó y lo leyó Pedro Hen-ríquez Ureña, que en aquella época eraprofesor del Colegio Nacional de La Plata.Preguntó quién había escrito eso, y JuanManuel Villareal, que estaba al pie de laescalera en momentos que terminaban lastareas del colegio y se dispersaban losalumnos, le dijo: "Ese flaco que está ba-jando por la escalera". Entonces, don Pe-dro me llamó y me preguntó si tenía algoque hacer, a lo que le respondí que estabalibre de compromisos, y así comenzamosa caminar. Estuvimos caminando dos ho-ras, desde el Colegio nacional hasta la ca-sa de él, y en el transcurso de la charla mesometió a un interrogatorio sobre el artícu-lo publicado. Hizo una serie de observa-ciones relativas a la discordancia entre laconstrucción especular del pasado de lasartes y la construcción empírica de esemismo pasado. Como la experiencia noratificaba las ideas, un poco atrevidas, deese vuelo especulativo que caracterizabala exposición de Hegel, me dio su posiciónal respecto. Me ofreció libros para profun-dizar el tema, y me dijo que en filosofía nose entra por la puerta de Hegel, que hayque entrar por los presocráticos, por Pla-

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17 E. Pucciarelli, "La juventud estudiantil platense", ibid., pp.39-40. En rigor de verdad, la misma Estudiantina había in-cluido páginas de Ingenieros, considerándolo un intelectualde vanguardia (II, 1925, pp. 101-103) y rindiéndole un senti-do tributo en su fallecimiento: "maestro de juventudes por-que tuvo fe en el porvenir [...] cayó el que llevaba la antor-cha [...] estas lágrimas viriles derramadas por nuestros ojosirán a madurar la simiente del recuerdo íntimo y cordial ha-cia el maestro caído" (III, 1925, p. 5).

18 E. Pucciarelli, "Reflexiones sobre la historia del arte", ibid.,III, 1925, pp. 117-122.

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tón y Aristóteles, y la vez que estuve en lacasa me regaló tres tomos de las obrascompletas de Platón, publicadas en Méxi-co por la Secretaría de Educación que di-rigía José Vasconcelos. En la casa deHenríquez Ureña conocí ese año a Alejan-dro Korn, y dos años después a FranciscoRomero, de manera que yo tenía los pun-tos de referencia más adecuados para sa-ber qué era la filosofía en la Argentina,cuál era su temática, quiénes eran sus re-presentantes principales, y qué era lo másimportante que se había escrito19.

Para 1927, el último año en que Estudiantinaal-canza a ver la luz de la imprenta, Eugenio Puccia-relli será elegido en La Plata como vicepresidentede la Federación Universitaria y también comopresidente del Centro de Estudiantes de Medicina,ocupando la vicepresidencia de esa misma agru-pación un amigo suyo de toda la vida, Oscar Alen-de. Cabe preguntarse, para finalizar, ¿hasta quépunto mantuvo su fidelidad, el primero de los nom-brados, a esas posiciones iniciales? El propio Puc-ciarelli nos esboza una respuesta aclaratoria,cuando, efectuando una evaluación retrospectiva,llegó a declarar: "Eramos ingenuos y hacíamospolítica estudiantil proclamando ciertos ideales ydenunciando cuanta deficiencia veíamos"20.

El pensamiento universitario de Arturo Roig

En otras tribunas y espacios hemos tenido elplacer de referirnos a distintos aspectos de lasiembra intelectual que ha cosechado nuestromaestro y amigo, Arturo Andrés Roig21.

Un tema que, pese a no ser colateral, ha que-dado más desfavorecido dentro de los variadoscomentarios que recibió la obra de Roig ha sido supreocupación por la problemática universitaria;preocupación que él ha compartido de diferentemanera con otros filósofos latinoamericanos y ar-gentinos que han teorizado sobre nuestras casasde estudios superiores o se han involucrado estre -chamente en las interminables contiendas por me-jorar la excelencia académica y hacer partícipe deella a los sectores más postergados de la comuni-dad: desde José Ingenieros, Alejandro Korn, SaúlTaborda, Carlos Cossio, Coriolano Alberini, JoséCarlos Mariátegui, hasta, más recientemente, Ri-sieri Frondizi, Ernesto Mayz Vallenilla, Gustavo Ci-rigliano, Augusto Pérez Lindo y aquellos otros que,desde las ciencias sociales o el mismo saber coti-diano, han apuntalado la causa de la enseñanzapública en sus más altos niveles.

Arturo Roig, desde sus mismos inicios en las li-des intelectuales, hace medio siglo atrás —con un

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19 Del diálogo que mantuvo Pucciarelli con Antonio Castelloen la revista Todo es Historia, diciembre 1992, p. 59.20 Ibid., p. 60.

21 Entre otros lugares, he abordado la obra de Roig en Filo-sofía americana e identidad (B. Aires, Eudeba, 1989) e His-toria ideológica y poder social (B. Aires, Centro Editor de A.Latina, 1992) y en la presentaciones de su obra Rostro y fi-losofía de América Latina (IV Congreso Internacional de SO-LAR, Universidad de Cuyo, 1993) y del libro de Carlos PérezZabala, Arturo A. Roig. La filosofía latinoamericana comocompromiso (Universidad Nacional de Río Cuarto y Edicio-nes del Icala, 1999).

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precoz despertar—, ha venido incursionando porel terreno poco cultivado de la pedagogía universi-taria. En tal sentido, me parece advertir en esas in-dagaciones dos vertientes principales:

—De recuperación crítica de las mejores tradi-ciones en la materia:

a) Como la que plantean las diversas propuestaspara articular una Universidad Latinoamericanistadedicada a analizar nuestras realidades y a gestaruna conciencia cultural propia (v.gr., en autores co-mo Francisco Bilbao, José Martí o Julio Barcos). Deun modo u otro, esos propósitos se hallan inmersosdentro del legado bolivariano de integración conti-nental22.

b) En un plano convergente, tenemos el exa-men y la revalorización efectuada por Roig de laReforma Universitaria, incluso en países menosconocidos como el Ecuador o en los vínculos de lamisma reforma con las innovaciones pedagógicasinsinuadas prematuramente en España a travésde la Institución Libre de Enseñanza. Aquí cabedestacar la hermenéutica que Roig aplica a lacomprensión del juvenilismo ríoplatense junto asus interpretaciones sobre las diversas corrientesinternas que nutrieron al complejo movimiento re-formista entre nosotros. Se distingue su abordajedel célebre manifiesto liminar con el cual dichomovimiento obtuvo en Córdoba —urbi et orbi—su carta de ciudadanía bajo la inspiración personalde Dedodoro Roca23.

c) Entre otras avanzadas pedagógicas más,rescatadas por Roig, figura la génesis que él mis-mo perfila del sistema de seminarios, planteadocomo el corazón de la enseñanza universitaria —al menos para las ciencias del hombre— y con an-tecedentes tales como los de Pedro Scalabrini enla Escuela Normal de Paraná, Adolfo Posada en laUniversidad de La Plata o José Gaos en el Cole-gio de México y en la UNAM2 4.

—Desde las propias aportaciones roiguianas:a) TeóricasSus reparos a la enseñanza magistral y su de-

fensa de la actitud dialógica y problematizadora,de la participación creativa del alumno universita-rio.

Su reflexión sobre las ligazones entre Universi-dad y Región para superar la antinomia entre loca-lismo y universalismo, entre una universidad prag-mático-profesional y una universidad científico-in-vestigativa.

Su rechazo a los universales ideológicos em-pleados por una pedagogía opresora que niega lapersonalidad del educando. Entre esos universa-les —que muchas veces encubren la relación do-minador-dominado y un sistema educativo autori-tario— se pueden encontrar, por ejemplo, nocio-nes como las de libertad, patria, nación, amor,Dios, pueblo, tradición, civilización, etc. Como an-tídoto, en otras épocas más heroicas Roig sugeríalo siguiente:

es necesario el despertar de la sensibili-dad social en los hombres. Es necesarioque la injusticia, el hambre, la enfermedad,

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22 Ver, p.ej., A. A. Roig, "Los ideales bolivarianos y la pro-puesta de una universidad latinoamericana continental", enEstudios Latinoamericanos (UNAM) 9, 1976, pp. 231-245.

23 Cfr., A. A. Roig, "Deodoro Roca y el Manifiesto de la Re-forma de 1918", en Universidades (Revista de la Unión deUniversidades de A. Latina) 79, 1980, pp. 88-115 y "La refor-ma universitaria en los países hispánicos y las ideas peda-

gógicas de Francisco Giner de los Ríos", en Letras Penin-sulares (Michigan State University) 4, 1991, pp. 155-17124 Véase, i.a., "Algunas consideraciones sobre pedagogíauniversitaria", conferencia leída por Roig en la Facultad deFilosofía y Letras, Universidad Nacional de Cuyo (1967).

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el dolor y la explotación existentes seconstituyan, aun cuando ello suene a pa-radoja, en elementos educativos en favorde la constitución de un nuevo estado deconciencia. No se trata de crear concien-cias "caritativas", sino simplemente justi-cieras. Es necesario que los marginadosen todos los órdenes, aquéllos que con supresencia y su fuerza tienen el poder dequebrar los universales ideológicos y deexigir una nueva libertad, un nuevo Dios,una nueva nación, adquieran la capacidadde organizar socialmente su presencia ysu fuerza. El niño, el adolescente, desco-nocidos en las relaciones educativas en sualteridad, integran también el mundo delos marginados. De ahí el sentido profun-do de las rebeliones estudiantiles25.

b) ExperiencialesEn relación con la universidad argentina de

1966 a 1973 nos encontramos con una doble críti-ca formulada por Roig: al plan universitario de lallamada Revolución Argentina —destinado a evitarla masificación y la radicalización estudiantil frenteal establishment, la dependencia y el cientificis-mo— y a una subyacente pedagogía tradicional —basada en la relación verticalista docente-alumno,donde se entroniza al educador en detrimento delvínculo alumno-alumno y docente-docente. Comomisión reconstructiva fundamental, Roig preconi-

zaba que se hiciera carne en los universitarios suprimordial objetivo al servicio de la transformaciónde la sociedad26.

Por otra parte, tenemos también la interven-ción directa del propio Roig en el ensayo de peda-gogía universitaria participativa llevado a cabo enMendoza durante el período que va de 1973 a1974; período que, dentro de la euforia epocal, hasido comparado con el mayo francés del '68. Aquíse destacan los proyectos de nuestro autor home-najeado que se han opuesto a someter la universi-dad a los supuestos desarrollistas y han sostenidoen cambio la importancia de conducir esa entidadbajo los ideales de la liberación. El mismo Roig fuequien se ocupó de elaborar las bases estatutariasdel nuevo modelo académico; un modelo de algu-na manera siempre vigente porque implica pelear,como aduce su enunciador, "contra la alienaciónpor el crecimiento espiritual y material del hom-bre"27.

Finalmente, señalamos la plasmación realiza-da por Roig, junto con otro caracterizado colegadel exilio —como Rodolfo Agoglia—, del plan deestudios implementado para el Departamento deFilosofía en la Facultad de Humanidades de laPontificia Universidad Católica de Quito.

Con todo lo expuesto, ¿no podemos dar crédi-to ahora a una apreciación vertida por Arturo Roigcuando se enorgullecía de incluirse entre los do-centes que consideran que su misión no terminacon el timbre de cada hora de clase, o cuando se

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25 Entre otros trabajos alusivos de Roig, cito aquí: "Las rela-ciones educativas desde el punto de vista de una pedagogíade la liberación" (disertación en el Colegio Nacional Centralde la Universidad de Cuyo, noviembre 1973) y "Algunas pre-guntas a propósito de las relaciones de la UNC con su me-dio", Los Andes (Mendoza, 1969).

26 A. A. Roig, "Un proceso de cambio en la universidad ar-gentina actual (1973-1974)", en Revista de Filosofía Lati-noamericana 1, 1975, pp. 101-124.27 A.A.Roig, "Un experimento de pedagogía universitaria par-ticipativa", en revista Unidos 1, diciembre 1987, pp. 44-70.Los trabajos citados se han recogido posteriormente comoA. A. Roig, La universidad hacia la democracia (Mendoza,Ediunc, 1998)

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sentía más inclinado a presentarse, ni más ni me-nos, como un simple maestro de vida antes que to-do un señor catedrático?

Un aporte sostenido

Complace verificar cómo una causa que enalte-ció a diversas generaciones —la del movimientoestudiantil reformista— ha podido trascender elpuro activismo para dar lugar a un abundante cor-pus documental y a una historiografía no menosapreciable que, sin deponer legítimas pasiones,permiten aproximarnos con mayor discernimientoa esa rica tradición vernácula. Entre tales esfuer-zos heurísticos e interpretativos, cabe destacar latenaz obra de recuperación que, desde hace yahace cuatro décadas, han venido emprendiendodos militantes de la buena memoria: Alberto Ciriay Horacio Sanguinetti, especialmente a través deun libro suyo varias veces reelaborado.

Cuando Ciria y Sanguinetti salen al ruedo en1962 con su Universidad y estudiantes, ya existíanotros materiales e importantes estudios sobre elparticular, por ejemplo, trabajos de largo alientocomo los que plasmaron Julio V. González y Car-los Cossio, para el caso argentino, o Gabriel delMazo y Gregorio Bermann con mayores referen-cias al ámbito latinoamericano e inclusive, en el úl-timo de ellos, abriendo un sugerente panoramasobre el protagonismo juvenil en muy diferentesépocas y situaciones. Con todo, pese a su prolon-gada mocedad, ni Ciria ni Sanguinetti eran sujetosimprovisados en esas mismas lides intelectuales y

contaban con un sólido background para aborda-jes por el estilo28.

El libro en cuestión, publicado por Depalmacuando esta editorial no reproducía textos autorita-rios como hizo a posteriori, se inscribe dentro deuna colección de cultura jurídica y universitaria29.Está dedicado a su vez al Quetzal —ave emble-mática de los indígenas centroamericanos, símbo-lo de la libertad, cuyo nombre fue adoptado por elCentro de Estudiantes de Derecho—, a la mismaagrupación de los autores en dicha facultad (MUR)y a varios patriarcas del reformismo calificados co-mo "héroes dela Argentina no oficial" (Julio V.González, Aníbal Ponce, Deodoro Roca y Saúl Ta -borda). La obra aparece durante un período en elcual se reestablece la autonomía universitaria trasprolongadas persecuciones estudiantiles y exone-raciones docentes.

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28 Además de su previa experiencia como representantes es-tudiantiles, uno y otro ya habían incursionado con escritos ypublicaciones alusivas. Ciria: discurso en el Homenaje a laRevolución de Mayo en su sesquicentenario (Universidad deBuenos Aires, 1960). Sanguinetti: presentación al Facundo deSaúl Taborda (Editorial Perrot y Centro de Derecho y CienciasSociales), sendas notas individuales en Lecciones y Ensayos(nº 10-11 y nº 12, 1959), donde, junto con Ciria y Enrique Ba-cigalupo intentan una evaluación del reformismo (ibid., nº 13,1959). Muy especialmente, una monumental recopilación,lanzada por la FUBA para conmemorar el cuadragésimo ani-versario del grito de Córdoba, que llevan a cabo Ciria y San-guinetti, con la colaboración de Arnoldo Siperman: La Refor-ma Universitaria (1918-1958); recopilación que se cierra condos trabajos: uno, inédito y ad hoc del intelectual cubano JuanMarinello; otro, más abarcativo del propio Ciria: "Los estudian-tes y la política en América Latina".29 La colección estaba dirigida por Enrique Bacigalupo, Alber-to Ciria, Horacio Sanguinetti, Arnoldo Siperman y NorbertoSpolansky.

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Su contenido comprende, fundamentalmente,un esquema sobre la evolución de la Reforma en laArgentina y en los países hispanoamericanos, asicomo las propuestas políticas, sociales y pedagó-gicas planteadas por ese movimiento. Junto a unabibliografía pormenorizada, se puede acceder a losconflictos iniciales generados por la universidadcordobesa —con su anacronismo teocrático— y alos apoyos extra-académicos que tuvo tanto el sec-tor reformista como sus adversarios. También sehallan acotadas las clásicas reivindicaciones queesgrimieron los estudiantes —en ocasiones desdeépicos congresos nacionales o internacionales—,v. gr., solidaridad latinoamericana, unidad con lostrabajadores, oposición al imperialismo y al milita-rismo. En este último aspecto, un leit motiv: lasabrumadoras diferencias entre las partidas univer-sitarias y el presupuesto castrense.

Dentro del plano institucional, Ciria y Sanguinet-ti enuncian su propio parecer sobre el rol del alum-no y del régimen para el profesorado, deteniéndoseen un caso familiar: la Facultad de Derecho porte-ña, a la cual no vacilan en tildar como un ranciobastión reaccionario y oligárquico —de cuyas filasse nutrirían paradójicamente muchos gobiernos in-constitucionales.

Los autores comentados exhiben una evidentesimpatía por el fenómeno analizado, por ejemplo,

cuando defienden a la Reforma Universitaria delas críticas desorbitadas que le efectuaron los na-cionalistas por una supuesta falta de impugnaciónal imperialismo británico o por su apoyo a los alia-dos durante la Segunda Guerra Mundial. Sin em-bargo, su enfoque dista de ser apologético, puesno dejan de reconocer las flaquezas y desviacio-nes, las alianzas contraproducentes, las posturasmesiánicas, que a veces exhibió un conglomeradotan heterogéneo como el del reformismo continen-tal o algunas de sus figuras primordiales.

En definitiva, la misma amplitud de miras queha evidenciado el movimiento reformista ha sidouno de los factores principales por el cual éste fuecombatido por intereses sectarios que lo han lleva-do en nuestras tierras a verse sumido tantas vecesen la desventura y la adversidad, a vivir una suer-te de holocausto, padeciendo clandestinidad, tor-turas, cárcel, deportaciones y hasta el mismo ge-nocidio.

La segunda edición, bajo otro título30, implica nosólo el aggiornamento de rigor sino una verdaderareestructuración. Si bien se sacrifica el panorama la-tinoamericanista y se abandona la perspectiva pro-blemática, para centrarse únicamente en el ámbitoargentino y en el desenvolvimiento cronológico, seincorporan anexos con fuentes primarias y una sec-ción de es-tudios sobre los creadores del pensa-

30 Los reformistas (Jorge Alvarez, 1968).31 Mientras Sanguinetti se ocupa de Roca y Taborda, Ciriahace otro tanto con Ponce y Julio González. En el transcur-so de la primera a la nueva edición de la obra conjunta, elprimero de todos, seguiría abriendo surcos temáticos: Brevehistoria del Colegio Nacional de Buenos Aires (AsociacionCooperadora Amadeo Jacques, 1963), "Notas para una cró-nica del movimiento universitario de 1918 en Córdoba", Re-vista Jurídica de Buenos Aires 3, 1965; numerosas colabo-raciones para el periódico Propósitos durante 1964 y 1965,en su mayor parte consagradas al reformismo y la Facultad

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miento reformista31, formulándose mayores precisio-nes ideológicas dentro del espectro doctrinario en símismo. Entre las piezas seleccionadas —folletería,artículos, proclamas, manifiestos, ilustraciones grá-ficas—, se incluyen expresiones inhallables o es-casamente conocidas y otras de más divulgación.Entre estas últimas se encuentra un discurso deAníbal Ponce donde, haciendo metafórica alusióna "nuestro buen Juan Cristóbal" que se había lan-zado en el dieciocho a conquistar "la Universidadseñorial", apuntaba indirectamente a señalar laacendrada influencia de Romain Rolland entre losjóvenes pioneros del reformismo3 2.

Una cita oportuna sintetiza en buena medidalas creencias, fervores y expectativas de toda unaépoca. Se trata de los conceptos pronunciados, enun mitin multitudinario celebrado en Córdoba du-rante la rebelión estudiantil, por ese gran impulsorde la Reforma Universitaria que fue don AlfredoPalacios: "el nuevo ciclo de civilización que se ini-cia, cuya sede radicará en América porque así lodeterminan factores históricos innegables, exigeun cambio total de los valores humanos y una dis-tinta orientación de las fuerzas espirituales, enconcordancia con una amplia democracia sin dog-

mas ni prejuicios"33.Mucho menos edificantes para el ideario reformistaresultan las consideraciones sobre la política del pe-ronismo en el dominio universitario. Sin caer en ac-titudes fóbicas, no deja de puntualizarse el clima re-gresivo anterior a esa etapa y cómo ello incidió du-rante el gobierno de Perón, al punto de poder infe-rirse que entonces se produjo una especie de res-tauración de diversas pautas dominantes hasta el18 e, incluso, la introducción de ciertos valores queraramente habían mostrado una fuerza hegemóni-ca. La intervención policial en las universidades, laexpulsión masiva de catedráticos, la apelación alprincipio de autoridad y a la comunidad férreamenteorganizada, la obligatoriedad de la enseñanza reli-giosa y del adoctrinamiento peronista, los privilegioseclesiásticos, traducían una intolerancia manifiesta,como lo refleja el lema "haga patria, mate un estu-diante"34. Dentro del anecdotario deplorable: el otor-gamiento al Gral. Perón del doctorado honoris cau-sa en la Universidad de Córdoba por su contribucióna las artes marciales; las presiones de GuillermoPatricio Kelly y Antonio Cafiero ante Eva Perón, re-cipiendaria de otro honoris causa, para que se acen-túe la eliminación de los profesores disidentes. Ello

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de Derecho; "La Reforma Universitaria", Enciclopedia Jurí-dica Omeba (B. Aires, Bibliográfica Omeba, 1967) tomo 24."El estudiante, objeto de estudio", Mundo Nuevo (París) 34,1969.

32 Pág. 353. Sobre la presencia de Romain Rolland, ver nota14, ut supra.33 Pág. 32. Si bien se adolece de un examen acabado sobrelas ideas de Palacios en torno a la universidad —y su corres-pondiente actuación en ella—, cabe recurrir a sus libros per-tinentes y a algunos trabajos que contienen apreciacionesincidentales: Antonio Herrero, Alfredo L. Palacios (M. Glei-zer, 1925); Víctor García Costa, Alfredo L. Palacios (Cedal,1986); Raúl Larra, Palacios, el último mosquetero (Leviatán,1988).

34 ¿Remedo del “Haga patria, mate un judío” o de la expre-sión usada por el Club de Madres en sus campañas sanita-rias: "Haga patria, mate una mosca"?

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daría como resultante el siguiente balance:

La política que siguió Perón en materiauniversitaria puede así manifestarse: 1º)eliminar a los docentes opositores, sin fi-jarse en su mérito científico, y reemplazar-los por elementos adictos, sin contemplartampoco méritos de otro orden; 2º) dictaruna nueva ley que, anulando la autono-mía, le permitiera contro-lar a las autoridades de la universidad;predicar, por algún tiempo, el apoliticismo;3º) iniciar la difusión de su doctrina, y coparel mo-vimiento estudiantil creando entida-des que gozarían de apoyo oficial; 4º) fraca-sado ese objetivo, reprimir a los alumnosopositores con la violencia que resultase ne-cesario (pp. 123-124).

Se rescatan nombres de dirigentes estudianti-les que, desde las sombras, luchaban para preser-var a la Federación Universitaria Argentina de suabsoluta proscripción; nombres como los deAmanda Toubes, Jorge Graciarena, Carlos Cani-trot, Gerardo Andújar, Miguel Murmis, quienes lue-go alcanzarían diversa notoriedad en el cultivo y elfomento de las ciencias sociales en nuestro país.

Resta aclarar que la nueva edición se da a co-nocer en una atmósfera bastante similar a la de laprimera generación reformista, por la confianzaque preponderaba en ella de las propuestas liber-tarias, lo cual despertaría de rebote el interés delhemisferio norte por conocer los procesos estu-diantiles en otras latitudes. Sus autores no pare-cen sustraerse a esa misma impronta, cuando, alevaluar el espíritu de los sesenta —en especial elacercamiento entre cristianos y marxistas—, termi-nan por aseverar que el meridiano en el cual se

hallaban inmersos "no pasa ya por el dilema libre-laica, sino por la auténtica liberación nacional, ta-rea que en última instancia sólo será posible fuerade la universidad" (p. 150).

Veinte años después, durante el proceso detransición democrática y reinstalada nuevamentela independencia académica, Ciria y Sanguinettideciden dar a luz otra versión más de su volumino-sa obra35, a la cual, en un exceso de modestia, ca-lifican como una simple antología. Aunque mantie-nen la arquitectura básica, el libro será ahora con-siderable-mente engrosado. De tal manera, redactan una in-troducción que plantea la génesis de la universi-dad americana en tanto modalidad que, aun des-de un lejano pasado, permite captar los gérmenesde autonomía y participación estudiantil. Comple-tan su periodización con los lapsos subsiguientes,retocan etapas precedentes y añaden el pensa-miento de Carlos Sánchez Viamonte al capítulosobre los fundadores del reformismo (esto último acargo de Horacio Sanguinetti).

En cuanto a las principales secuencias en jue-go, si en la entrega anterior se subrayaban algunosavances en las demandas estudiantiles sobre la di-námica universitaria y sobre diversos problemas in-ternacionales36 —durante el interregno de 1955 a1966—, ahora se enfatiza preferentemente la laborde las propias autoridades universitarias, para esemismo período. Medidas como la supresión del cer-tificado de buena conducta para ingresar a la uni-versidad, la creación de una portentosa empresaeditora (Eudeba) y de los departamentos de Exten-sión Universitaria y de Orientación Vocacional, uotras alternativas de avanzada. Todo ello desenca-dena una campaña macarthista que, tras el golpede 1966, termina por derrocar a la conducción re-

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35 A. Ciria y H. Sanguinetti, La Reforma Universitaria (CentroEditor de A. Latina, 1987)

36 Los reformistas (edic.citada), pp 140, 146-7.

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formista en la triste noche de los bastones largos.Si bien los autores cuestionan aisladas exclusionesde distinguidos profesores izquierdistas, omitenpronunciarse sobre numerosos docentes que fue-ron discriminados después de 1955 por desempe-ñarse durante el ciclo peronista.

Otra objeción, acaso más valedera, se vinculacon la excesiva amplitud temporal con que se tipi-fica el último período tratado (1966-1983) y, simul-táneamente, la extrema parvedad con la cual se loencara; período que contiene desde instantes don-de la universidad se convirtió en una trinchera pa-ra la acción política directa hasta otros momentosen la cual funcionó como mero cementerio de con-ciencias. A título quizá compensatorio, se ofrecentres ensayos sustanciosos que llegaron a publicar-se durante el extenso lapso mencionado37.

Alberto Ciria y Horacio Sanguinetti, pese a exal-tar la genuina validez que ha sustentado la Refor-ma Universitaria en su trayecto histórico, no leasignan un carácter inmutable a todas sus postu-laciones primitivas. Si bien dichas requisitoriaspermanecen en mas de un sentido incumplimenta-das, se advierten otras manifestaciones que hanido perdiendo una vigencia significativa a esta al-tura de los tiempos. Tales son los casos del reden-torismo estudiantil, la brecha generacional, la pe-riodicidad de la cátedra o la incidencia de los gra-duados. No obstante sus limitaciones parciales, elideario reformista, por presuponer una cosmovi-sión abierta y multifacética, parece asimismo co-brar una actualidad inusitada ante la crisis de lasconcepciones totalizantes.

INDICE

Presentación ............................................................ 7

Flujo y reflujo de ideales estudiantiles ............... 11Gestaciones ................................................. 11El grito de Córdoba ..................................... 16¿De la insurgencia a la desmovilización? ... 23

Críticos históricos y vigencia actual ................... 31Los impugnadores ....................................... 31

El fundamentalismo clerical .................... 31El arco progresista .................................. 34

Revaloración ................................................ 38Permanencia ................................................ 45

La integración latinoamericana ............................ 51El sentido básico de la integración .............. 51Precedentes ................................................. 53Enfrentando al futuro .................................... 66

La universidad hoy ................................................. 69Puertas adentro: la faceta institucional ......... 69Trasfondo doctrinario: el extramuro ............. 75Hacia la efectivización de la Reforma ........... 78

Anejo: Contribuciones personales ....................... 83Eugenio Pucciarelli y la juvenilia platense .... 83El pensamiento universitario

de Arturo Roig ................................... 95Un aporte sostenido ................................... 100

108

37 Jorge Vanossi, "A la búsqueda del tiempo perdido" (1970);José Luis Romero, "Para recuperar la universidad" (1976);H. Sanguinetti, "Pensamiento y acción de la Reforma"

Page 55: ANTECEDENTES Y CONSECUENTES

Este libro se terminó de imprimiren CYAN S.R.L. Potosí 4471,Cap. Fed,. Tel.: 4982-4426, en

el mes de abril 2000.