Ansiedad y Cognicion Un Marco Integrador

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R.E.M.E. (Revista Electrónica de Motivación y emoción) VOLUMEN: 3 NÚMERO: 4 ANSIEDAD Y COGNICION: UN MARCO INTEGRADOR Manuel Gutiérrez Calvo y María Dolores García González Universidad de La Laguna (Spain) AGRADECIMIENTOS: La investigación de los autores y colaboradores referida en este artículo ha estado financiada por los proyectos de investigación PS91-0091, PS94-0079 y PB97-1481, del Ministerio de Educación y Ciencia. 1. INTRODUCCION: ANSIEDAD, COGNICION Y SISTEMA DEFENSIVO No sólo es enorme el número de estudios que han examinado los efectos cognitivos de la ansiedad; también lo es la variedad de resultados obtenidos. En tal situación se corre el riesgo de convertir un área de investigación como ésta en parcelas específicas incomunicadas. Aun reconociendo la complejidad del fenómeno de ansiedad, donde no todos sus componentes convergen de modo uniforme (Calvo y Miguel-Tobal, 1998), creemos justificada y fructífera una aproximación integradora de la multiplicidad de hallazgos empíricos. Para hacer esta integración es preciso partir de un criterio conceptual que sirva de guía. En la presente propuesta este criterio lo constituye el siguiente argumento: (a) la ansiedad es una emoción con una función adaptativa, que contribuye a la activación del sistema defensivo ante señales de eventos aversivos, a fin de evitarlos o reducir su impacto sobre el individuo; (b) dicha activación se lleva a cabo a través de la facilitación que la ansiedad ejerce sobre el funcionamiento de los mecanismos de alarma y de movilización de recursos de dicho sistema defensivo; (c) para realizar esa acción facilitadora, a nivel cognitivo, la ansiedad promueve dos tipos de procesos: los de priorización del procesamiento de estímulos indicadores de peligro frente a los neutros, y los de compensación, destinados a contrarrestar los efectos interferidores sobre el procesamiento de la información neutra no priorizada; y (d) la ejecución de tales procesos afectaría, por un lado, a la selección atencional de la información de peligro y la interpretación sesgada de la información ambigua; y, por otro, a la reducción en la capacidad de la memoria operativa y al uso extraordinario de recursos auxiliares. Priorización y Compensación en un Medio Complejo y Hostil Las personas, al igual que el resto de los organismos, vivimos en un mundo con numerosas demandas, que normalmente exceden nuestras capacidades para satisfacerlas, e incluso para procesarlas

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R.E.M.E. (Revista Electrónica de Motivación y emoción)

VOLUMEN: 3 NÚMERO: 4

ANSIEDAD Y COGNICION: UN MARCO INTEGRADOR  

Manuel Gutiérrez Calvo y María Dolores García González Universidad de La Laguna (Spain)

AGRADECIMIENTOS: La investigación de los autores y colaboradores referida en este artículo ha estado financiada por los proyectos de investigación PS91-0091, PS94-0079 y PB97-1481, del Ministerio de Educación y Ciencia.

1. INTRODUCCION: ANSIEDAD, COGNICION Y SISTEMA DEFENSIVO

    No sólo es enorme el número de estudios que han examinado los efectos cognitivos de la ansiedad; también lo es la variedad de resultados obtenidos. En tal situación se corre el riesgo de convertir un área de investigación como ésta en parcelas específicas incomunicadas. Aun reconociendo la complejidad del fenómeno de ansiedad, donde no todos sus componentes convergen de modo uniforme (Calvo y Miguel-Tobal, 1998), creemos justificada y fructífera una aproximación integradora de la multiplicidad de hallazgos empíricos.

    Para hacer esta integración es preciso partir de un criterio conceptual que sirva de guía. En la presente propuesta este criterio lo constituye el siguiente argumento: (a) la ansiedad es una emoción con una función adaptativa, que contribuye a la activación del sistema defensivo ante señales de eventos aversivos, a fin de evitarlos o reducir su impacto sobre el individuo; (b) dicha activación se lleva a cabo a través de la facilitación que la ansiedad ejerce sobre el funcionamiento de los mecanismos de alarma y de movilización de recursos de dicho sistema defensivo; (c) para realizar esa acción facilitadora, a nivel cognitivo, la ansiedad promueve dos tipos de procesos: los de priorización del procesamiento de estímulos indicadores de peligro frente a los neutros, y los de compensación, destinados a contrarrestar los efectos interferidores sobre el procesamiento de la información neutra no priorizada; y (d) la ejecución de tales procesos afectaría, por un lado, a la selección atencional de la información de peligro y la interpretación sesgada de la información ambigua; y, por otro, a la reducción en la capacidad de la memoria operativa y al uso extraordinario de recursos auxiliares.

Priorización y Compensación en un Medio Complejo y Hostil

    Las personas, al igual que el resto de los organismos, vivimos en un mundo con numerosas demandas, que normalmente exceden nuestras capacidades para satisfacerlas, e incluso para procesarlas informacionalmente. Esto convierte al ambiente en complejo. Muchas de tales demandas conllevan peligros directos procedentes del propio medio interno (v.g., hambre, enfermedades, etc.) y externo (v.g., depredadores, condiciones climáticas extremas, exigencias profesionales, etc.), o indirectos (v.g., pérdida de beneficios previamente logrados). Ello hace del entorno un ambiente hostil. La adaptación eficaz en un medio de tales características exige dar preferencia a unas demandas sobre otras. Las que señalan la ocurrencia de daños se convierten en prioritarias, dado que atañen a la propia supervivencia, requisito previo a las finalidades de progreso o desarrollo. Estas propiedades de complejidad y peligrosidad en las demandas condicionan el modo de operar del sistema cognitivo en su función adaptativa.

    Para contribuir a la adaptación en un medio de tales características, el sistema cognitivo ha de ser capaz de dos funciones primordiales: priorización y compensación. En ambas, el sistema cognitivo tiene que ser activo en la búsqueda de información y en la utilización de recursos auxiliares. Por un lado, de entre la multiplicidad de informaciones, se debe priorizar el procesamiento de las más relevantes para la propia adaptación. Esta priorización resulta especialmente importante en el caso de las informaciones indicadoras de peligro. Para llevar a cabo esta función, el sistema cognitivo ha de proceder selectivamente sobre tales informaciones en el uso del mecanismo atencional, constructivamente en el empleo del

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mecanismo de interpretación de los estímulos ambiguos, y acentuando la accesibilidad de las representaciones relevantes en la memoria. En un medio complejo y hostil, además, esta triple función de priorización ha de estar disponible para ejecutarse sin demoras. La eficacia de la respuesta adaptativa ante el peligro exige el desencadenamiento de estos mecanismos con prontitud, para anticiparse al daño potencial antes de que éste llegue a incidir sobre el organismo.

    Por otro lado, para que la multiplicidad de información no sature y produzca un colapso en la limitada memoria activa u operativa del sistema cognitivo, éste tiene que poner en funcionamiento recursos auxiliares. En relación con el procesamiento de información indicadora de peligro, dicha función resulta especialmente importante. La razón es, precisamente, que la priorización en el procesamiento de este tipo de información, dado su alto valor adaptativo, al indicar una situación de emergencia, puede interferir con el procesamiento de información concurrente neutra o no indicadora de peligro (v.g., cuando tratamos de responder a las preguntas de un examen mientras pensamos en las consecuencias aversivas de un posible fracaso en la prueba). Así, a las altas demandas de procesamiento en condiciones normales, en condiciones de amenaza se añade información prioritaria con un alto poder de absorción de recursos, debido al carácter emocional de dicha información. Esto constituye una situación especial de sobrecarga en el sistema cognitivo. Para que el procesamiento de información concurrente no se deteriore, el sistema cognitivo debe utilizar recursos compensatorios propios y, además, movilizar recursos de otros sistemas, como el conductual.

    De este modo, el sistema cognitivo contribuiría activamente a la adaptación a través de dos procesos. Primero, mediante la priorización del procesamiento de información externa y de la recuperación de información almacenada relevante a beneficios y peligros. Esto facilitaría la percepción de las demandas del entorno en relación con las propias necesidades, metas y recursos. Segundo, mediante la movilización de recursos compensatorios cognitivos y conductuales. Esto serviría no sólo para evitar la sobrecarga o interferencia interna en el propio sistema, sino también para dirigir la acción externa en el afrontamiento de las demandas. La propuesta integradora que hacemos en el presente artículo atribuye a la ansiedad una influencia significativa en la ejecución de tales procesos cognitivos, como parte de su función dentro del sistema defensivo.

(...)

Potenciación de los Mecanismos de Alarma y de Movilización de Recursos

    Dentro de su función adaptativa, el estrés y la ansiedad constituirían el centro de un sistema defensivo general de los organismos ante las demandas del entorno que conllevan peligros, sea por agentes que alteran el propio medio interno (v.g., sustancias tóxicas) sea por amenazas externas (v.g., un agresor). Este sistema defensivo consta de un mecanismo de alarma y de un mecanismo de movilización de recursos. El primero permite detectar la urgencia e importancia de las demandas; el segundo, transformar las propias capacidades en acciones para afrontar las demandas. Nuestra hipótesis es que la ansiedad, dentro del proceso de estrés, potencia la acción de dichos mecanismos, mediante los procesos cognitivos de priorización y compensación.

    Más específicamente, primero, la detección de peligros mediante el mecanismo de alarma implica la intervención de varias facultades cognitivas. Algunas, como las perceptivas de atención e interpretación, seleccionan los estímulos relevantes y les asignan significado en relación con los propios intereses, necesidades y metas. Además, se requiere la utilización de representaciones previamente almacenadas en la memoria con las cuales contrastar la nueva estimulación. Pues bien, para facilitar la función del mecanismo de alarma, la ansiedad sesgaría el funcionamiento de cada uno de los procesos cognitivos implicados, a fin de dar preferencia al procesamiento de la información de peligro. De este modo, el rasgo elevado de ansiedad, en presencia de demandas estresantes en el ambiente potenciaría los siguientes sesgos cognitivos: una atención desproporcionada a las señales de peligro en comparación con información neutra; una interpretación distorsionada de la estimulación ambigua como amenazante; y una memoria exagerada de las representaciones aversivas. La ansiedad guiaría los procesos cognitivos para maximizar la eficacia en la detección de peligro; amplificaría la importancia de la valencia aversiva de los estímulos, haciendo que los procesos cognitivos fueran asignados a ellos con prioridad.

    Segundo, el mecanismo de movilización de recursos para afrontar las demandas implica, asimismo, la intervención de procesos cognitivos básicos. La presencia de representaciones de contenido aversivo

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(v.g., preocupación) activadas por los sesgos cognitivos exigiría, dada su priorización, un análisis cognitivo extenso en la memoria operativa. Esto permitiría a la persona, una vez disparada la alarma, determinar la naturaleza aversiva de las demandas (v.g., la probabilidad y curso temporal del peligro potencial). Pero tales representaciones ocuparían parte de los recursos limitados de la memoria operativa, produciendo interferencia en el procesamiento de información no priorizada (v.g., rendimiento en una tarea concurrente). En estas circunstancias el propio sistema cognitivo necesita ayuda, recursos auxiliares que compensen su reducción transitoria de capacidad. El estado de preocupación que, por un lado, ocasionaría interferencia cognitiva a través de las representaciones aversivas, por otro, --a fin de evitar el daño temido--proporcionaría la base motivacional para incrementar los recursos auxiliares. De este modo, la ansiedad conllevaría una reducción en la capacidad central de la memoria operativa, acompañada por un uso extraordinario de recursos destinados a compensar dicha reducción. En consecuencia, únicamente cuando no haya posibilidad de utilizar recursos auxiliares se producirá un deterioro en el rendimiento en tareas que se realicen en condiciones de preocupación.

    El presente marco recoge algunas premisas centrales de la teoría de la eficiencia en el procesamiento, propuesta por Eysenck y Calvo (1992), combinadas con las de otros modelos recientes (Williams, Watts, MacLeod y Mathews, 1997; Mogg y Bradley, 1998; Mathews y Mackintosh, 1998), con todos los cuales está en deuda. Sin embargo, más que desarrollar un nuevo modelo teórico, o analizar las limitaciones de los anteriores, lo que pretendemos en el presente artículo es mostrar las evidencias experimentales relativas al marco general. Dichas evidencias pueden ser agrupadas en dos bloques: el primero hace referencia a la priorización en el procesamiento de información de peligro; el segundo, a los procesos de interferencia y compensación de información neutra. La teoría de la eficiencia en el procesamiento se concentró en estos últimos procesos; los modelos más recientes, en los sesgos cognitivos. Nuestro marco pretende combinar ambas posiciones, revisando los apoyos empíricos favorables a un planteamiento integrado.    

2. PROCESAMIENTO PREFERENCIAL DE LA INFORMACIÓN DE PELIGRO

    A partir del marco introductorio, hemos predicho la ocurrencia de sesgos en la priorización de información indicadora de peligro potencial, en comparación con la información neutra, en función de la ansiedad. Esto puede involucrar a tres funciones del sistema cognitivo: la dirección atencional, la interpretación de estímulos ambiguos, y la recuperación de información de la memoria. Las evidencias empíricas al respecto van a ser consideradas a continuación.    

2.1 ATENCION SELECTIVA

    El fenómeno básico de sesgo atencional consiste en la atención preferente hacia estímulos indicadores de peligro o amenaza potencial, en comparación con estímulos emocionalmente neutros, particularmente cuando unos y otros se presentan de modo concurrente. Para investigar la atención preferente a señales de amenaza se han utilizado principalmente palabras como estímulos. Dichas palabras representan características personales o situacionales aversivas, tales como "inepto", "cáncer","suspenso",etc., frente a palabras no emocionales (v.g., libro, montaña, etc.). Recientemente también se han incluido estímulos pictóricos, tales como diapositivas o fotos.

    Dos tareas experimentales especialmente utilizadas para medir el sesgo atencional con estímulos verbales han sido la emocional de Stroop adaptada (v.g., Williams, Mathews y MacLeod, 1995) y la de dirección atencional (v.g., MacLeod y Mathews, 1988). En la tarea de Stroop se presentan palabras escritas en distintos colores. El sujeto tiene que nombrar el color de la escritura, procurando ignorar el contenido semántico de la palabra. El sesgo atencional se mide por el enlentecimiento en la respuesta cuando la palabra representa estímulos aversivos, en comparación con las palabras neutras. Dicho enlentecimiento sería el indicador del grado en que el contenido de los estímulos emocionales es procesado y causa interferencia sobre el procesamiento del color. En la tarea de dirección atencional se presentan dos palabras (una de amenaza y la otra neutra) simultáneamente en la pantalla de un ordenador, durante períodos breves (v.g., 500 mseg), separadas entre sí por unos centímetros. Inmediatamente después de desaparecer ambas palabras de cada par, se muestra un punto en el lugar en que ocupaba una

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de ellas, aleatoriamente. El sujeto tiene que presionar una tecla en cuanto detecta dicho punto, midiéndose su tiempo de reacción. El sesgo atencional se reflejaría en un tiempo de reacción más rápido cuando el punto sustituye a la palabra amenazante, que cuando el punto aparece en la zona ocupada por la neutra. El menor tiempo de reacción se produciría debido a que el sujeto estaría atendiendo a la palabra sustituida en esa zona.

    A. Condiciones de Estrés, Rasgo y Estado de Ansiedad

    Uno de los objetivos de investigación principales en relación con los efectos de la ansiedad sobre el sesgo atencional reside en determinar la posible interacción entre las condiciones externas de estrés y el rasgo de ansiedad de las personas, así como el papel de estado transitorio de ansiedad. De entre los diversos tipos de manipulaciones del estrés realizadas, la más destacable es el estrés de evaluación, determinado por la proximidad de un examen académico importante o por la provocación de fracaso en pruebas de aptitud. Otras dos modalidades complementarias de estrés utilizadas han sido la presentación de imágenes aversivas sobre peligros (Green, Rogers y Elliman, 1995; Richards, French, Johnson, Napartsek y Williams, 1992), y la presencia de objetos fóbicos (Chen et al., 1996; Mathews y Sebastian, 1993). Los resultados han sido más consistentes con la manipulación del estrés de evaluación.

        Proximidad de Examen: Interacción de Estrés y Rasgo de Ansiedad

    MacLeod y Mathews (1988) manipularon el estrés de evaluación por la proximidad de un examen académico importante. Pidieron a los sujetos que realizaran la tarea de dirección atencional bien 12 semanas antes del examen (condición sin estrés), bien durante la semana previa al examen (condición de estrés). En todos los ensayos de la tarea el par de palabras presentadas simultáneamente se componía de una palabra neutra emocionalmente (v.g., "camino") y de una palabra amenazante (v.g., "suspenso", "herida"). Ambas aparecían en la pantalla de un ordenador a tres centímetros de distancia en posición vertical. Permanecían expuestas durante 1/2 segundo. Al desaparecer las palabras, aparecía un punto en el lugar dejado por una de las dos, ante el cual los sujetos tenían que apretar una tecla. El principal resultado fue una interacción entre rasgo de ansiedad y condición de estrés sobre el tiempo de reacción ante las palabras de amenaza evaluativa. Cuando el examen estaba lejano, no había diferencias en la rapidez de respuesta entre los sujetos con mayor y menor ansiedad. En cambio, con el examen próximo, los sujetos con ansiedad elevada tardaban menos en responder que los sujetos con ansiedad baja si el punto aparecía en el lugar de las palabras de amenaza evaluativa. En contraste, cuando el punto sustituía a las palabras neutras, los sujetos con ansiedad elevada manifestaban una mayor lentitud en la respuesta que los de ansiedad baja.

    Estos datos sugieren que las personas con ansiedad elevada tenían su atención dirigida en mayor medida hacia las palabras de amenaza. Además, los resultados indican que la condición de estrés es un factor necesario para que se produzca el sesgo atencional en las personas con ansiedad elevada. La predisposición emocional, en forma de rasgo de ansiedad, no es suficiente; se necesita el inductor externo, constituido por las condiciones de estrés. Ahora bien, el estrés no produce simplemente un efecto atencional diferente dependiendo del rasgo de ansiedad. Los resultados de MacLeod y Mathews (1988) sugieren que el efecto puede ser opuesto, según cual sea el nivel de ansiedad.

        Provocación de Fracaso: Efecto Principal del Estrés

    Mogg, Mathews, Bird y Macgregor-Morris (1990) utilizaron como condición de estrés la información de fracaso en una prueba previa presentada a los sujetos como medida de aptitud intelectual. En la condición de estrés se pedía a los sujetos que realizasen ejercicios difíciles o irresolubles; en varias ocasiones consecutivas a lo largo del experimento se les informaba que su rendimiento estaba por debajo de lo normal. En la condición sin estrés, los ejercicios eran fácilmente resolubles y a los sujetos se les informaba de que su rendimiento era superior a la media. Inmediatamente después de esta fase se administraba la tarea de medida del sesgo atencional. En un experimento se utilizó la tarea de Stroop y en otro la de dirección atencional. En ambos se produjo un efecto principal del estrés, independientemente del rasgo de ansiedad de los participantes, que no tuvo influencia en ninguno de los experimentos. En la tarea de Stroop, la provocación de fracaso enlenteció el nombrado del color de las palabras de amenaza evaluativa (v.g., "estúpido"), en comparación con la condición sin estrés. En cambio, no hubo diferencias entre ambas condiciones respecto a las palabras neutras o las de amenaza general (v.g., "solo", "mutilado"). Con la tarea de dirección atencional, la provocación de fracaso produjo un

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decremento en los tiempos de reacción cuando el punto coincidía con las palabras de amenaza, tanto evaluativa como general. En consecuencia, las condiciones de estrés indujeron un sesgo atencional hacia las informaciones de amenaza en ambos experimentos.

        Estrés Agudo versus Prolongado

    Los resultados del estudio de MacLeod y Mathews (1988) y los de Mogg et al. (1990) indican que el efecto del rasgo de ansiedad sobre el sesgo atencional varía dependiendo del tipo de manipulación del estrés. Mientras que la proximidad del examen induce dicho sesgo de modo especial en las personas con rasgo elevado de ansiedad, la retroalimentación de fracaso afecta de modo similar a personas con distinto rasgo de ansiedad. Un factor que puede explicar estas discrepancias es el curso temporal, o la duración, de ambas manipulaciones del estrés, según Mogg, Bradley y Hallowell (1994). La manipulación de fracaso es un estrés agudo, que dura menos de una hora, mientras que la proximidad del examen es un estrés que puede prolongarse durante días o semanas, en tanto dura la preocupación de las personas por un posible mal resultado y sus consecuencias. De este modo, el estrés agudo y el prolongado pueden tener efectos diferentes sobre la atención a pensamientos e informaciones de amenaza. Ante un estrés agudo, quizá todas las personas reaccionan incrementando su vigilancia hacia posibles informaciones de peligro. En cambio, ante un estrés prolongado, las personas con rasgo de ansiedad elevado mantienen esa vigilancia de modo relativamente constante o recurrente, mientras que las de rasgo bajo generan estrategias de control sobre su atención para evitar la preocupación permanente.

    Para someter a prueba esta hipótesis, Mogg, Bradley y Hallowell (1994) introdujeron los dos tipos de estrés --provocación de fracaso y proximidad de examen importante--, en un diseño intra-sujeto. De este modo, los mismos sujetos realizaron una prueba de dirección atencional en condiciones sin estrés (varios meses antes del examen), de estrés agudo (provocación de fracaso en una prueba de aptitud en el laboratorio), y de estrés prolongado (una semana antes del examen importante). En comparación con la condición sin estrés, en la de examen próximo las personas con rasgo elevado de ansiedad mostraron especial atención a las palabras de amenaza, en comparación con las neutras; sin embargo, en las de rasgo bajo se observó el efecto contrario. Estos resultados coinciden con los de MacLeod y Mathews (1988), al demostrar una interacción entre condición de estrés y rasgo de ansiedad. En cambio, en la condición de fracaso no se encontraron efectos diferentes del estrés en función del nivel de rasgo de ansiedad, lo cual confirma los resultados de Mogg et al. (1990). Este contraste es consistente con la argumentación previa sobre los efectos del estrés agudo y el prolongado dependiendo del rasgo de ansiedad.

        El Papel del Estado de Ansiedad

    El efecto interactivo de estrés y rasgo de ansiedad detectado en algunos estudios mencionados indica que el estado de ansiedad transitorio generado en condiciones de estrés probablemente no tiene un efecto uniforme en todos los sujetos. Más bien, sugiere que los incrementos en el estado de ansiedad pudieran dar lugar a sesgos opuestos, de acercamiento o de evitación, según que los sujetos tengan rasgo de ansiedad elevado o bajo. Un estudio relevante para examinar esta hipótesis es el de Broadbent y Broadbent (1988), utilizando una tarea de dirección atencional. En un análisis de regresión múltiple, introdujeron como variables predictoras las puntuaciones en rasgo y estado de ansiedad, así como el producto de ambas, para determinar el peso relativo de estas variables. A lo largo de varios estudios, el rasgo de ansiedad se reveló como un factor con mayor poder predictor sobre el sesgo atencional que el estado de ansiedad. Más aun, el estado de ansiedad afectó al sesgo de modo interactivo con el rasgo: los incrementos en el estado de ansiedad conllevaban aumentos en el índice de sesgo en los niveles altos del rasgo, pero no en los bajos. Basándose en estos resultados, los autores concluyen que el sesgo atencional se debe principalmente a características relativamente duraderas de personalidad, en términos de rasgo de ansiedad; que dicho sesgo no es algo que les ocurra a todas las personas cuando se hallan en un estado transitorio de ansiedad. El estado de ansiedad actuaría como un potenciador de los efectos del rasgo en los niveles elevados de éste. Estos resultados coinciden, esencialmente, con los de Richards et al. (1992), si bien Green, Rogers y Hedderley (1996) presentan resultados inconsistentes, que no permiten una consolidación del fenómeno.

    B. Especificidad de la Información de Peligro

 Muchos de los estudios sobre el sesgo atencional hacia informaciones de peligro han incluido variaciones en la valencia emocional de los estímulos presentados. Con ello se pretende determinar si el sesgo ocurre

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ante cualquier tipo de señales de amenaza, o incluso ante cualquier clase de información emocional, aunque ésta tenga una valencia positiva.

(...)         Amenaza versus Contenido Emocional Positivo

    Este enfoque se caracteriza por comparar los efectos de la presentación de palabras de contenido amenazante frente a palabras emocionales positivas (v.g., "optimismo", "amor", "confianza", etc.). Esta aproximación metodológica obedece a un planteamiento teórico importante. Se trata de saber si las condiciones de estrés y el rasgo de ansiedad promueven la atención exclusivamente a informaciones de amenaza y, por tanto, de carácter aversivo; o si este efecto se subsume en uno más general de sesgo atencional ante cualquier información emocional, independientemente de si la valencia afectiva de ésta es negativa o positiva. Ruiz-Caballero y Bermúdez (1997) han revisado los estudios que han incluido estímulos con valencia afectiva positiva, con un total de 23 experimentos realizados (de ellos 10 con sujetos normales con bajo o con elevado rasgo de ansiedad; y 13 con pacientes afectados por diversos tipos de ansiedad clínica). Los resultados son mayoritariamente favorables a la ocurrencia de un sesgo hacia información de peligro, a la vez que muestran generalmente ausencia de un sesgo hacia información emocionalmente positiva (sólo en 7 de los 23 experimentos se produjo un sesgo positivo). Es más, según estos autores, la ocurrencia del sesgo positivo puede haberse debido a que las palabras positivas utilizadas eran antónimos de las negativas. Esto ha podido producir efectos indirectos de sesgo sobre las primeras a través de su asociación con las segundas. El sesgo parece, pues, relacionado con la valencia negativa de los estímulos, más que con su valor emocional genérico. Recientes resultados de MacLeod (1999, p. 454) sirven para conciliar la posibilidad de que puedan producirse sesgos positivos en la ansiedad elevada, aunque el efecto principal sea de sesgo negativo. Según este autor, los incrementos en estado de ansiedad pueden inducir un sesgo positivo tanto a personas con elevado como con bajo rasgo de ansiedad; ahora bien, dichos incrementos dan lugar a un sesgo negativo mayor en las personas con rasgo elevado, mientras que ocasionan un sesgo positivo mayor en las de rasgo bajo.

(...)

    D. Sesgo Atencional con Estímulos Pictóricos

    Toda la investigación referida previamente sobre el sesgo atencional hacia información de amenaza ha utilizado palabras como estímulos. Las palabras transmiten información sobre la realidad de modo indirecto, conceptualmente. En cambio, los estímulos pictóricos representan la realidad de un modo más directo, analógico, al conservar parte de las características concretas de esa realidad, en términos visuales. Recientemente, se ha suscitado un gran interés por investigar si el sesgo atencional se produce también con estímulos pictóricos. Las expresiones faciales de enfado han sido el estímulo de amenaza más utilizado.

        Atención a Expresiones Faciales de Enfado

    Uno de los primeros estudios en este ámbito fue el de Byrne y Eysenck (1995). Estos autores presentaban diapositivas de caras de personas, que podían mostrar expresiones de enfado, de alegría o neutras. Cada diapositiva contenía 12 caras, dispuestas en 4 columnas de 3 caras cada una. Parte de las diapositivas contenían 11 caras neutras y 1 de enfado; otra parte, 11 neutras y 1 alegre; otra, 11 de enfado y 1 alegre; y, finalmente, otro grupo de diapositivas incluía 11 alegres, 1 de enfado. Los sujetos tenían que indicar, presionando una de doce teclas, en qué posición se encontraba la cara con expresión emocional discrepante del conjunto, midiéndose su tiempo de reacción en esta identificación. Los resultados mostraron, primero, que las personas con rasgo elevado de ansiedad tardaron menos tiempo en detectar la cara de enfado entre las neutras que las personas con rasgo bajo, mientras que no hubo diferencias entre ambos grupos de sujetos en el tiempo para identificar la cara alegre entre las neutras. Segundo, los participantes con rasgo elevado de ansiedad tardaron más que los de rasgo bajo en detectar la cara feliz entre las de enfado. Los autores concluyen que, según estos resultados, las personas con elevado rasgo de ansiedad muestran una facilitación en la detección y procesamiento de información de peligro: aumenta el rendimiento cuando el estímulo objeto de atención es amenazante, pero dicho rendimiento resulta interferido cuando los distractores son amenazantes. Este sesgo atencional tendría una obvia utilidad adaptativa, dada la importancia de la expresión emocional de enfado en las caras de otros individuos, como indicadoras de peligro potencial procedente de éstos.

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    Bradley, Mogg y cols. (véase Mogg y Bradley, 1998) han desarrollado un programa sistemático de investigación del sesgo atencional con estímulos pictóricos. Bradley et al. (1997) presentaban pares de caras, utilizando una tarea de dirección atencional. En cada ensayo aparecían una cara neutra y una emocional (de enfado o de alegría), que permanecían expuestas durante 500 mseg en la pantalla de un ordenador. A desaparecer ambas caras, surgía un punto en el lugar de una de ellas, midiéndose el tiempo que los sujetos tardaban en detectarlo. Los resultados combinados de dos experimentos indicaron la existencia de un sesgo atencional de evitación en función del estado de ansiedad de los sujetos. Los participantes con baja ansiedad prestaban menor atención a las caras con expresión amenazante (inferida de los mayores tiempos de reacción ante el punto que las remplazaba) que ante las neutras. En cambio, los participantes con mayor ansiedad no manifestaron diferencias significativas ante ninguno de los dos tipos de caras emocionales respecto a las neutras. No obstante, estos datos no demuestran tanto la existencia de un un sesgo de atención a la información amenazante en las personas con ansiedad elevada, como una ausencia de evitación. El sesgo apareció más claramente en otro estudio (véase Mogg y Bradley, 1998, p. 832) con pacientes de ansiedad generalizada, utilizando medidas de registro de sus movimientos oculares. A lo largo de un período de presentación de las caras, los pacientes mostraron cambios en la mirada de la cara neutra a la amenazante no sólo más probablemente, sino más temprano, comparados con un grupo de personas normales.

        Curso Temporal

    Un aspecto de interés en el sesgo con estímulos pictóricos es su curso temporal. Mogg y Bradley (1998, p. 833) refieren un estudio en el que utilizaron la técnica de enmascaramiento para presentar subliminalmente pares de caras (neutra + amenazante o alegre). Cada par de caras aparecía durante un tiempo insuficiente (14 o 17 mseg.) para que los sujetos pudieran reconocer la expresión de dichas caras. A continuación aparecía la "máscara" (las mismas fotos troceadas aleatoriamente) durante otros 14-17 mseg, y al desaparecer ésta aparecía el punto ante el que el sujeto tenía que responder. En dos estudios, la mayoría de los sujetos atendían preferentemente hacia el lugar en el que habían aparecido las caras de amenaza, más que las alegres. Ahora bien, en uno de los estudios, ese sesgo se manifestó de modo más evidente en los sujetos con elevado rasgo de ansiedad que en los de bajo rasgo. En este sentido, puede afirmarse que el sesgo atencional puede producirse de modo automático también con estímulos pictóricos, de modo similar a como ocurría con los estímulos verbales. A fin de conocer la posible evolución temporal de este sesgo Bradley, Mogg, Falla y Hamilton (1998) presentaron los pares de caras bien con 500 mseg de exposición, bien con 1250 mseg. En ambos casos, los sujetos con rasgo elevado de ansiedad mostraron mayor vigilancia hacia las caras amenazantes que los de rasgo bajo. Por tanto, una vez que se produce el sesgo en las fases iniciales de procesamiento (incluso a nivel pre-atencional), éste persiste. Así, las personas con ansiedad elevada no manifiestan una evitación atencional de la cara amenazante después de un estado de vigilancia inicial, sino que dicho estado permanece.

    Los datos aportados por Bradley, Mogg, Falla y Hamilton (1998) contrastan con los de Hermans, Vansteenwegen y Eelen (1999). Los participantes en este último estudio fueron sujetos con fobia a las arañas, que no diferían en rasgo de ansiedad de los sujetos no fobicos del grupo de control. Estos autores presentaban una foto de flores junto con otra de arañas en cada ensayo, y medían el tiempo relativo de mirada a la araña mediante un registro de los movimientos oculares de los sujetos en tiempo real a lo largo de 3 seg. Los resultados mostraron que los sujetos fóbicos miraron significativamente más a las arañas que a las flores al inicio de la presentación de los estímulos, pero a continuación su mirada se dirigió cada vez más hacia las flores. En cambio, los participantes del grupo de control mostraron un patrón visual más estable, con un mayor tiempo mirando a las arañas que a las flores durante los 3 seg. de exposición. El contraste entre los resultados de estos dos últimos estudios sugiere que en las personas con ansiedad específica, como los fóbicos, después de un sesgo atencional inicial hacia el estímulo amenazante, se produce un sesgo estratégico de evitación atencional. En cambio, en las personas con rasgo elevado genérico de ansiedad el sesgo atencional inicial no es contrarrestado subsiguientemente.     

2.2. PRIORIZACION INTERPRETATIVA

    A menudo los estímulos son ambiguos, con varios significados posibles. Dicha ambigüedad implica a veces que un mismo estímulo (v.g., un ruido por la noche o una mancha en la piel) puede ser interpretado como indicador de peligro (v.g., un intruso, o una señal de cáncer, etc.) o no (v.g., un golpe de viento, o

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un lunar inocuo, etc.). El sesgo interpretativo consiste en procesar los estímulos ambiguos dando preferencia al significado de peligro sobre el neutro. Parte de la investigación al respecto se ha llevado a cabo presentando palabras con doble significado, uno referido a peligros y otro neutro emocionalmente (v.g., "sentencia": de frase célebre; o de condena judicial). Asimismo, se han utilizado frases de las que pueden derivarse tanto consecuencias de peligro como neutras (v.g., "El actor se tiró desde la ventana del cuarto piso";consecuencias: se mató al caer al suelo; o se pudo salvar al caer en una red de seguridad, etc.). El sesgo se determina por la elección de la interpretación de peligro sobre la palabra ambigua, o por la inferencia de consecuencias aversivas a partir de la frase ambigua.

    A. Sesgo de Interpretación con Palabras Ambiguas

    Cuando las palabras ambiguas se presentan individualmente, las dos técnicas más utilizadas son la de homófonos (Eysenck, MacLeod y Mathews, 1987; Halberstadt, Niedenthal y Kushner, 1995; Mogg, Bradley, Miller, Potts, Glenwright y Kentish, 1994; Richards, Reynolds y French, 1993) y la de "priming" léxico con homógrafos (Dalgleish, Cameron, Power y Bond, 1995; Richards y French, 1992). Cuando las palabras ambiguas se insertan en frases, se han empleado tareas de reconocimiento (Eysenck, Mogg, May, Richards y Mathews, 1991) y de tiempo de lectura (MacLeod y Cohen, 1993).

        Procesamiento de Homófonos

    Los homófonos son palabras que suenan igual al ser pronunciadas, pero se escriben de modo diferente y tienen significados distintos. En inglés, que es el idioma en el que se ha utilizado dicha técnica, existen numerosos ejemplos de esta naturaleza (v.g., "die": morir, y "dye": teñir; o "pain": dolor, y "pane": cristal, etc.). Al ser presentadas las palabras auditivamente --y no disponerse de los indicios visuales--, estas palabras pueden ser interpretadas con su significado neutro o con el amenazante con la misma validez. Así, en el primer estudio que utilizó esta técnica, Eysenck et al. (1987) presentaban palabras homófonas a través auriculares. Inmediatamente después de ser presentada cada palabra, en cada ensayo, los sujetos tenían que escribirla (sin haber sido informados de que algunas podían ser homófonas). Varios estudios han encontrado que las personas con elevado rasgo de ansiedad escriben la versión léxica con el significado amenazante en mayor medida que las de bajo rasgo, quienes optan preferentemente por el término con significado neutro (Eysenck et al., 1987; Mogg, Bradley, Miller et al., 1994; Richards et al., 1993). No obstante, es posible que ese resultado no refleje directamente la existencia de un sesgo genuino de interpretación durante el procesamiento inicial de la palabra, sino de elección posterior en la respuesta (véase MacLeod, 1996). Así, es posible que tanto las personas con elevada como con baja ansiedad se hagan conscientes del doble significado de los homófonos al comprenderlos --y, por tanto, no habría diferencias en interpretación--, pero que unas decidan escribir el amenazante y otras lo eviten voluntariamente.

        "Priming" Léxico con Homógrafos

    En la técnica de "priming" aparecen dos palabras consecutivamente, entre las cuales existe una relación semántica (v.g., mesa--silla). El procesamiento (v.g., tiempo de lectura, de nombrado, etc.) de la segunda palabra es más rápido cuando se presenta precedida por la relacionada semánticamente que por otra no relacionada (v.g., masa-silla), o que cuando la segunda se presenta sola (v.g., silla).

    Richards y French (1992) emplearon esta técnica combinada con una tarea de decisión léxica para averiguar el significado que se activaba cuando los sujetos leían una palabra homógrafa. Este tipo de palabras pueden tener varios significados diferentes con una misma escritura. En el caso de Richards y French (1992), algunas palabras homógrafas tenían un significado amenazante y uno neutro emocionalmente (v.g., "sentence": frase o condena; "revolution": giro o guerra; "stole": visón o robar, etc.). En cada ensayo se presentaban dos palabras en la pantalla de un ordenador; o bien una palabra y una pseudopalabra (serie de letras sin significado --v.g., "clogmuv"--). La palabra que aparecía en primer lugar, "prime" o inductora, era un homógrafo con un significado amenazante y otro neutro, o con dos significados neutros. A continuación (con una demora que podía oscilar entre 500 y 1.250 mseg) se mostraba la segunda palabra, la cual podía estar relacionada (o no) con alguno de los dos significados de la homógrafa previa (v.g., para "sentence" podía aparecer "words" --neutra-- "prison" --amenaza--). Al presentarse la segunda palabra en cada ensayo, los sujetos tenían que decir si era o no una palabra (prueba de decisión léxica), apretando una de dos teclas. Se asume que el tiempo empleado para identificar la segunda palabra se ve facilitado por el significado que se ha activado al procesar la primera palabra, o

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inductora. Richards y French (1992) encontraron que los participantes con mayor rasgo de ansiedad tardaban menos tiempo en responder cuando la segunda palabra representaba el significado amenazante que cuando representaba el neutro, en comparación con los de rasgo bajo de ansiedad. Ello permite inferir que las personas con ansiedad elevada hacían en mayor medida la interpretación amenazante de la palabra homógrafa. No obstante, este efecto variaba según el intervalo entre la primera palabra (homógrafa) y la segunda (significado neutro o de amenaza). Esto es relevante para determinar en qué momento se produce el sesgo de interpretación (véase 2.2.C).

        Inserción de Palabras Homógrafas Ambiguas en Frases

    MacLeod y Cohen (1993) presentaban frases cortas en la pantalla de un ordenador. En cada ensayo había dos frases. La primera era ambigua; la segunda, desambiguadora de la anterior. En la frase ambigua había una palabra con un sentido amenazante y uno neutro (v.g., "The strength of the punch took Alan by surprise", --"La fuerza del ‘punch’ cogió a Alan por sorpresa"--, donde ‘punch’ puede significar "puñetazo" o "ponche" (bebida alcohólica). Los sujetos se auto-presentaban estas frases, una a una, presionando una tecla. Al terminar la frase ambigua, aparecía una continuación que desambiguaba a la anterior en un sentido amenazante o neutro (v.g.,"He had not expected the blow {o} alcohol to have such an effect" --El no esperaba que el golpe {o} alcohol tuviera tanto efecto"--). Se registraba el tiempo de lectura que cada sujeto tardaba en leer las frases. MacLeod y Cohen (1993) asumieron que el tiempo de lectura de la frase desambiguadora revelaría la interpretación que los sujetos habían hecho de la frase ambigua previa; más específicamente, que se producirían disminuciones en los tiempos de lectura en aquellas versiones que fueran coincidentes con la interpretación previa realizada por el sujeto (e incrementos en las versiones contrarias). Los resultados indicaron que los participantes con elevado rasgo de ansiedad leyeron más rápidamente las frases desambiguadoras consistentes con la interpretación amenazante que las que eran consistentes con la interpretación neutra. El efecto contrario se observó en las personas participantes con ansiedad baja. Ello sugiere que las personas con mayor nivel de ansiedad habían interpretado las frases ambiguas en su significado de amenaza en mayor medida que las de ansiedad baja. Presumiblemente, eso es lo que les permitía a las primeras comprender en menos tiempo la frase desambiguadora que confirmaba dicha interpretación.

    B. Estimaciones de Riesgo e Inferencias Predictivas

        Estimaciones de Riesgo

    El sesgo de interpretación puede ser investigado en términos de las estimaciones de ocurrencia de eventos aversivos a partir de un estado de incertidumbre (Butler y Mathews, 1987; Chan y Lovibond, 1996; Foa, Franklin, Perry y Herbert, 1996; MacLeod, Williams y Bekerian, 1991; Tomarken, Mineka y Cook, 1989; Trip, Tan y Milne, 1995). Típicamente, los sujetos tienen que hacer juicios subjetivos sobre cuán probable es que ocurran determinados eventos, o su coste en términos de intensidad o impacto aversivo sobre el sujeto.

    Los juicios se hacen sobre situaciones hipotéticas de la vida cotidiana referidas bien a otras personas (v.g., después de leer una frase como "A la Sra. B. le había salido un bulto en el pecho, y el médico, después de examinarlo con rayos X, aconsejó operarlo", se pide al sujeto que indique qué probabilidad hay de que el diagnóstico sea cáncer), bien a uno mismo (v.g., "¿Qué probabilidad hay de que tu salud se deteriore significativamente, o de que sufras un accidente serio, o de que roben en tu casa, etc., en el próximo año?"). Normalmente este tipo de estimaciones van precedidas de manipulaciones experimentales destinadas a cambiar el estado emocional o la accesibilidad de pensamientos favorables o contrarios a la anticipación de peligros. Así, Constans y Mathews (1993) y MacLeod et al. (1991) pedían a los participantes que pensasen y escribiesen las razones por las que el evento aversivo, o el contrario, podrían ocurrir en el futuro. Por su parte, Butler y Mathews (1987) presentaban la tarea de estimación antes de un examen importante. En general, las personas con ansiedad elevada, tienden a sobreestimar la probabilidad de que ocurra alguna consecuencia peligrosa y la severidad del daño, así como a infraestimar los recursos de afrontamiento y las posibilidades de salvación (Tripp et al., 1995).

    Los estudios de estimación de riesgos hipotéticos presentan una limitación, al utilizar medidas subjetivas para determinar la interpretación de los sujetos (véase MacLeod, 1996). Primero, se asume que en estas tareas los sujetos pueden hacer introspección válida y precisa acerca de sus propias interpretaciones. Segundo, es posible que las diferencias observadas entre personas con mayor y menor

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ansiedad no reflejen diferencias genuinas de interpretación, sino de selección posterior de la respuesta. De este modo, pudiera ocurrir que las personas con baja ansiedad hagan estimaciones de riesgo similares a las de ansiedad elevada, pero que las primeras rebajen tales estimaciones en sus respuestas, no deseando admitir que se encuentran temerosas. Más aun, el hecho de que algunas medidas objetivas, como la de conductancia de la piel en el estudio de Chan y Lovibond (1996), no vayan en la misma dirección que las de estimación subjetiva, aumenta las dudas sobre la validez de estas últimas. Por eso, otras investigaciones del sesgo interpretativo, como las de inferencias predictivas, han utilizado medidas objetivas. Se trata, además, de que el sujeto no se dé cuenta que se está midiendo cómo interpreta la información ambigua, a fin de que no pueda inhibirla o reprimir su manifestación.

        Inferencias Predictivas de Eventos Aversivos

    Las inferencias predictivas son representaciones mentales acerca del resultado probable de un evento, a partir de la información implícita en el mensaje. Dado que el mensaje es ambiguo respecto a las consecuencias derivables del evento descrito, la inferencia supone una interpretación de esa ambigüedad.

    En la investigación del sesgo inferencial en función de la ansiedad (Calvo y Castillo, 1997, en imprenta; Calvo, Eysenck y Castillo, 1997; Calvo, Eysenck y Estévez, 1994; Castillo y Calvo, en imprenta; Hirsch y Mathews, 1997) los materiales describen eventos de los cuales se pueden derivar consecuencias peligrosas. Por ejemplo, "Ana estaba afilando el gran cuchillo de cocina cuando se le resbaló y dió directamente contra su mano". Los sujetos leen este tipo de frases en la pantalla de un ordenador, además de otras sobre situaciones neutras que no implican peligro. A continuación de la lectura de cada frase ambigua se presenta una frase resolutoria, en la cual se desvelan las consecuencias derivadas de la anterior situación descrita. Estas consecuencias pueden ser confirmatorias de la amenaza (o no amenaza) implícita (v.g., "Ana se cortó con el instrumento sucio") o desconfirmatorias (v.g., "Ana se manchó con el instrumento sucio"). La inferencia que el sujeto hace para interpretar la frase ambigua se mide cuando el sujeto procesa la frase resolutoria. Así, en general, se asume que la ocurrencia de la interpretación amenazante al leer la frase ambigua facilitará el procesamiento de la información en la frase resolutoria que confirma la amenaza, mientras que dificultará el procesamiento de la que desconfirma dicha amenaza.

    Más específicamente, se han utilizado tres tipos de medidas de procesamiento en la frase resolutoria: tiempo de lectura, decisión léxica y nombrado. Con la primera se registra el tiempo que el sujeto tarda en leer la frase resolutoria, especialmente la palabra crítica ("se cortó" o "se manchó") que confirma o desconfirma la amenaza. En la medida de decisión léxica el sujeto tiene que decidir si la palabra crítica, o una serie de letras sin sentido que aparecen en el lugar de la palabra crítica en parte de los ensayos, son palabras con significado o no. Se registra el tiempo que tarda en tomar dicha decisión. En la medida de nombrado el sujeto ha de pronunciar en voz audible la palabra crítica, registrándose el tiempo de reacción en esta respuesta.

    En general, en estos estudios se ha encontrado que las personas con elevado rasgo de ansiedad tardan menos tiempo en leer la frase confirmatoria de la amenaza (Calvo et al., 1997; Castillo y Calvo, en imprenta), en decidir sobre el significado de la palabra crítica confirmatoria de amenaza (Calvo, Eysenck, y Estévez, 1994) y en nombrarla (Calvo y Castillo, 1997, en imprenta), mientras que tardan más en hacer lo mismo con la frase/palabra desconfirmatoria de la amenaza, en comparación con frases ambiguas neutras, y con las personas con bajo rasgo de ansiedad. Tales efectos de sesgo se producen cuando la incertidumbre sobre las posibles consecuencias sugeridas por la frase ambigua es relativamente elevada; en cambio, cuando la incertidumbre es baja (es decir, cuando las consecuencias son muy predecibles), desaparece dicho sesgo (Calvo y Castillo, en imprenta). En conjunto estos resultados indican que la ansiedad induce una priorización de las inferencias de peligro, lo que es una muestra del sesgo interpretativo. No obstante, primero, Hirsch y Mathews (1997), con una tarea de decisión léxica, obtuvieron un apoyo sólo indirecto a la existencia del sesgo inferencial. En su caso, no es que los sujetos con elevado rasgo de ansiedad hicieran más probablemente las inferencias de peligro que los de bajo rasgo; más bien, los primeros no hicieron inferencias de consecuencias emocionalmente positivas, mientras que sí las hicieron los segundos.

(...)

    D. Estrés, Rasgo de Ansiedad y Especificidad de la Amenaza

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    En la investigación referida previamente se ha demostrado la existencia de un sesgo en la interpretación de información ambigua asociado al rasgo de ansiedad. Ahora cabe plantearse (...) si el sesgo se produce con todo tipo de informaciones relativas a peligros potenciales, o si afecta específicamente a determinado tipo de amenazas.

(...)         Especificidad de la Amenaza y Rasgo de Ansiedad

    Algunos estudios han incluido variaciones en los contenidos indicadores de peligros potenciales, pero no han considerado la comparación entre condiciones de estrés y no estrés. Así, Eysenck et al. (1987) presentaban homófonos que, además de un significado emocionalmente neutro, podían tener otro relativo a peligros físicos (v.g., "die" --morir-- versus "dye" --teñir--) o sociales (v.g., "guilt" --culpable-- versus "gilt" --dorado--). Las personas con rasgo elevado de ansiedad eligieron las interpretaciones amenazantes en mayor medida que las personas con rasgo bajo. Pero esa elección preferencial de los significados de peligro se produjo de modo similar en los homófonos de amenaza física y social. Según ello, el sesgo afectaría de modo global a la percepción de peligros, independientemente de la naturaleza de éstos. Ahora bien, dentro de la categoría de amenaza social, en el estudio de Eysenck et al. se incluían palabras con significados muy variados, que probablemente impidieron diferenciarla claramente respecto a la categoría de amenaza física.

    Calvo, Eysenck y Estévez (1994) investigaron la especificidad del sesgo interpretativo en sujetos con bajo o elevado rasgo de ansiedad de evaluación, distinguiendo entre amenaza física y amenaza evaluativa. Los participantes leían frases ambiguas relativas a situaciones emocionalmente neutras, a peligros físicos, o amenazas evaluativas. A continuación de cada frase, se presentaba una palabra --v.g., "suspenso"-- (o una pseudo-palabra muy similar --v.g., "sospenso"--) que confirmaba o desconfirmaba consecuencias de peligro o neutras. Los sujetos tenían que decidir si era una palabra con significado o no. Con la pseudo-palabra se inducía a la confusión a quienes hubieran podido hacer la inferencia (v.g., "suspenso"). Todos los participantes realizaron la tarea en condiciones de estrés de evaluación. Las personas con elevado rasgo de ansiedad de evaluación tardaron más en decidir correctamente sobre la palabra desconfirmatoria de amenaza evaluativa (v.g., "aprobado"), y sobre la pseudo-palabra parecida a la palabra confirmatoria de amenaza evaluativa (v.g., "sospenso"), que los de ansiedad baja. No hubo efectos de la ansiedad sobre las palabras relativas a amenazas físicas. Estos resultados confirman la especificidad del sesgo interpretativo: la interpretación de peligro se produce en función de la ansiedad de evaluación únicamente ante estímulos ambiguos relativos a amenazas a la autoestima. En cambio, cuando la conceptualización del rasgo de ansiedad es amplia o genérica, como ocurre en el síndrome de ansiedad generalizada, no se ha observado especificidad en el sesgo interpretativo. Así, Eysenck et al. (1991), con pacientes de ansiedad generalizada, comprobaron que el sesgo se producía de modo similar con información sobre amenazas físicas y socio-evaluativas.

(...)

    E. Percepción Exagerada de Peligro en Estímulos Internos

    La investigación previa sobre el sesgo interpretativo ha utilizado estimulación externa. Eysenck (1997) ha extendido la concepción de los sesgos de procesamiento al ámbito de las fuentes internas de información. Así, las personas con elevado rasgo de ansiedad manifestarían una atención preferente a información sobre su propia conducta y reactividad fisiológica indicadoras de peligro potencial, e impondrían a esta información una interpretación amenazante. Existen algunas pruebas indirectas de que el rasgo elevado de ansiedad está asociado a elevaciones significativas en el grado subjetivo de malestar autoinformado en situaciones de estrés, pero a incrementos leves en el ritmo cardíaco y en la conductancia de la piel o en manifestaciones motrices de tensión (v.g., Calvo y Cano, 1997; Steptoe y Vogele, 1992; Walsh, Eysenck, Wilding y Valentine, 1994). Esto sugiere la existencia de un sesgo interpretativo consistente en la magnificación subjetiva del malestar interno experimentado.

    Derakshan y Eysenck (1997), Calvo y Eysenck (1998) y Avero y Calvo (en imprenta) han proporcionado pruebas más directas de dicho sesgo. Derakshan y Eysenck (1997) pedían a los sujetos que dieran un breve discurso delante de una cámara y de varias personas, mientras eran registrados su ritmo cardíaco y diversos indicadores de tensión facial y motriz. A continuación los sujetos eran informados de que su ritmo cardíaco se había incrementado significativamente durante la exposición, pidiéndoles que

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indicaran en qué medida ellos lo habían percibido. Además, a partir de la grabación de video, se les pidió que valorasen su propia actuación e indicasen en qué medida se veían a sí mismos tensos. Otro tanto hicieron varios jueces de modo independiente. Esencialmente, se observaron discrepancias entre la valoración subjetiva y los datos objetivos. Así, a los sujetos con mayor rasgo de ansiedad les pareció que sus propios síntomas de tensión eran mayores que lo que los jueces observaron realmente, y creyeron que su ritmo cardíaco había aumentado más de lo que lo hizo realmente, debido al estrés de la situación. Los sujetos con bajo rasgo de ansiedad mostraron la tendencia contraria.

    Calvo y Eysenck (1998), teniendo en cuenta el rasgo general de ansiedad, y Avero y Calvo (en imprenta), teniendo en consideración el rasgo de ansiedad de evaluación, ampliaron el número de variables subjetivas y objetivas de reactividad emocional. Además, a fin de poder realizar contrastes intrasujeto entre medidas subjetivas y objetivas --y estimar las discrepancias--, las puntuaciones directas de cada sujeto fueron transformadas en puntuaciones tipificadas. De este modo, las distintas variables se hacen directamente comparables, ya que todas se ajustan a una misma escala de medida. Por un lado (Calvo y Eysenck, 1998), se examinaron las discrepancias entre datos subjetivos y objetivos de salud física en condiciones sin estrés. Con medidas de autoinforme, los sujetos indicaban con qué frecuencia habían sufrido en el último mes cada uno de 25 síntomas psicosomáticos (v.g., insomnio, diarrea, etc.). Con medidas objetivas, se registraron tres grupos de indicadores de salud física (rendimiento atlético, capacidad cardio-respiratoria, y parámetros bioquímicos en sangre y orina). En el contraste entre medidas, las personas con rasgo elevado de ansiedad decían tener más problemas de salud que los detectados objetivamente, mientras que ocurría lo contrario en las de bajo rasgo; de modo tal que no existían diferencias reales de salud entre los dos grupos.

    Por otro (Avero y Calvo, en imprenta; Calvo y Eysenck, 1998), se analizaron las discrepancias en medidas de reactividad emocional en condiciones de estrés de evaluación. Ante una cámara de video, los sujetos exponían un breve discurso y realizaban una prueba de estabilidad en el pulso de la mano. Se registraron su tensión subjetiva (v.g., percepción de sudoración en manos), conductual (facial –v.g., morderse los labios--, motriz –v.g., temblores--, verbal –v.g., bloqueos al hablar--, y visual –desvío de la mirada de la cámara--), y fisológica (ritmo cardíaco y resistencia de la piel) a lo largo de una línea base sin estrés (v.g., sin cámara), una fase de anticipación y de realización de las tareas con estrés (durante la preparación de la exposición), y una fase de recuperación post-tareas de nuevo sin estrés. Los participantes con rasgo elevado de ansiedad, tanto general como de evaluación, manifestaron mayor reactividad emocional subjetiva que objetiva, sucediendo a la inversa con los de ansiedad baja; y se produjeron diferencias subjetivas, pero no objetivas, en función del rasgo de ansiedad. Estos resultados confirman que el rasgo elevado de ansiedad está asociado a una interpretación exagerada de las propias reacciones conductuales y fisiológicas como alteraciones emocionales indicadoras de peligro, sin correspondencia con la realidad de su propio comportamiento objetivo.

(...)  

3.3. EFICACIA COMPENSATORIA

    En la sección precedente hemos analizado la ocurrencia de un uso extraordinario de recursos auxiliares en las personas con ansiedad elevada, y de un uso de estrategias destinadas a ahorrar capacidad de procesamiento. Presumiblemente, dicho modo de proceder tiene la función de impedir que el rendimiento en la tarea se deteriore como efecto de la interferencia cognitiva de la preocupación sobre la memoria operativa. Si así fuera, y tales recursos y estrategias tuvieran una función compensatoria efectiva, entonces se espera que el rendimiento de las personas con elevado rasgo de ansiedad no resulte perjudicado cuando tales recursos/estrategias sean utilizables, pero sí cuando se impida o se limite el uso de éstos.

    A. Ansiedad sin Deterioro del Rendimiento

    Una primera aproximación a la hipótesis de la eficacia compensatoria sobre el rendimiento la proporcionan los numerosos estudios en los que la ansiedad no tiene efectos negativos sobre el rendimiento --o incluso puede llevar a mejoras en éste (v.g., Mughal, Walsh y Wilding, 1996)-- cuando los sujetos disponen de recursos auxiliares. Varios de tales estudios muestran incluso cómo la ansiedad incrementa los recursos (principalmente tiempo), pero no reduce el rendimiento.

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        Mayor Preocupación no Conlleva Peor Rendimiento

    En ocasiones, el rendimiento en diversas tareas no ha variado en función del rasgo de ansiedad, ni siquiera en condiciones de elevada dificultad ni de estrés de evaluación (véanse Eysenck, 1982; Seipp, 1991). En un estudio de Calvo (1985) los sujetos con rasgo elevado de ansiedad rindieron de modo equivalente a los de ansiedad baja en la parte difícil de una tarea de razonamiento inductivo no verbal, en condiciones de evaluación y sin recompensa anticipada por su rendimiento; sólo con recompensa anticipada los sujetos con mayor ansiedad tuvieron peor rendimiento que los de menor ansiedad. Covington y Omelich (1987) administraron un examen de reconocimiento, con preguntas de elección múltiple, sobre textos relativos a una asignatura. No hubo diferencias en los ítems considerados difíciles (inferencias, generalizaciones y aplicaciones de la información explícita) en función de la ansiedad, mientras que los estudiantes con superior rasgo de ansiedad incluso aventajaron a los de menor ansiedad en los ítems fáciles (reconocimiento de información literal). Blankstein, Toner y Flett (1989) no encontraron diferencias en una tarea difícil de anagramas ni en una prueba difícil de analogías, en función del rasgo de ansiedad, en condiciones de estrés de evaluación.

    A veces no existe relación entre rasgo de ansiedad y rendimiento aun habiendo relación positiva entre rasgo de ansiedad y preocupación. Así, Calvo y Ramos (1989, Experimento 2) y Calvo, Alamo y Ramos (1990) comprobaron que, si bien los sujetos con rasgo elevado de ansiedad manifestaban mayor preocupación que los de rasgo bajo durante la realización de una tarea de razonamiento espacial, a pesar de ello el rendimiento fue equivalente en los dos grupos de sujetos; esto ocurrió tanto en una versión fácil como en una difícil de la tarea. De modo similar, Blankstein et al. (1989) y Blankstein, Flett, Boase y Toner (1990) no observaron diferencias en rendimiento asociadas a la ansiedad ni siquiera cuando los sujetos con elevado rasgo manifestaron mayor cantidad de pensamientos negativos hacia su propia capacidad que los de bajo rasgo durante las tareas de analogías y anagramas. Más aun, Di Bartolo et al. (1998) comprobaron que un grupo de personas con síndrome ansiedad generalizada mejoraron su rendimiento al aumentar su nivel de preocupación. En condiciones de estrés de evaluación, el rendimiento de los pacientes con ansiedad generalizada se volvió equivalente al de personas con ansiedad normal; en cambio, el rendimiento de éstas había sido superior en condiciones sin estrés que inducían menor preocupación. A juicio de Di Bartolo et al. (1998), parece como si el incremento en la preocupación hubiera incrementado los recursos dedicados a la tarea en las personas con mayor ansiedad.

        Cambiar Tiempo por Errores

    Si bien es cierto que en numerosos estudios no se han observado diferencias entre ansiedad y rendimiento (v.g., respuestas correctas) en ausencia de restricciones en el uso de recursos auxiliares, también es cierto que ésto se produce con frecuencia debido a un incremento en el tiempo de realización de la tarea asociado a la ansiedad elevada (Calvo y Carreiras, 1993; Di Bartolo et al., 1998; Elliman et al., 1997 Hopko et al., 1998; Ikeda et al., 1996; Laguna y Babcock, 1997), o a costa de restarle dedicación a una tarea secundaria y deteriorarse el rendimiento en ésta (véase Eysenck, 1982, p. 111; Hockey, 1997, pp. 84-85). Goolkasian (1982) comprobó que el mantenimiento de un nivel de rendimiento equivalente en sujetos con ansiedad baja y elevada, iba siempre acompañado de un mayor tiempo de realización en los sujetos con mayor ansiedad; y que esto sucedía independientemente de que las instrucciones experimentales enfatizasen más o menos la importancia de la rapidez en las respuestas. Es raro el resultado opuesto, consistente en que las personas con ansiedad elevada cometan más errores, pero dediquen menos tiempo a la tarea (Ashcraft y Faust, 1994). Estos autores interpretan dicho efecto como una reacción de evitación de una tarea difícil, en la que los frecuentes errores (de los cuales los sujetos recibían retroalimentación inmediata) crearían un estado especialmente aversivo en las personas con ansiedad elevada.

    Es posible, precisamente, que el consumo extraordinario del tiempo sea lo que permita compensar posibles interferencias cognitivas de la ansiedad sobre el rendimiento. Estaríamos en este caso ante un efecto compensatorio sobre la eficacia en el rendimiento, a costa de un descenso en la eficiencia para lograr dicho rendimiento. No obstante, una limitación de todos estos estudios reside en que no comparan una condición de disponibilidad de los recursos con otra en la que la tarea haya de realizarse sin la posibilidad de utilizar tales recursos. La hipótesis de la eficacia compensatoria implica que la ansiedad no perjudicaría el rendimiento en el primer caso, pero sí en el segundo.

    B. Rendimiento Académico Dependiente de la Disponibilidad de Recursos Auxiliares

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    Un planteamiento más estricto que el anterior consiste en comparar el rendimiento cuando el contexto educativo permite (y cuando no) la posibilidad de utilizar recursos auxiliares, así como cuando el estudiante dispone internamente de tales recursos en mayor o menor medida. Resultados relevantes a este acercamiento han podido obtenerse en relación con el rendimiento en ámbitos académicos.

    En general, se ha encontrado una relación negativa modesta entre rasgo de ansiedad y calificaciones en los exámenes. Hembree (1988) y Seipp (1991) revisaron 562 y 126 estudios, respectivamente, llevados a cabo sobre ansiedad y rendimiento escolar, y los sometieron a meta-análisis. Ambas revisiones convergen en ofrecer una correlación negativa ponderada de -.21 entre ansiedad y rendimiento académico, estadísticamente significativa en el conjunto de los estudios, a pesar de su reducida magnitud. No obstante, el rango de las correlaciones es muy extenso, variando entre +.37 y -.66. Una aproximación similar es presentada por Helmke (1988) en una investigación realizada sobre 39 aulas de 24 colegios de enseñanza primaria, tomando las calificaciones en matemáticas como medida del rendimiento: las correlaciones oscilaron entre +.36 y -.81, si bien en este caso el promedio fue algo más elevado, -.39. Estos datos son compatibles con la idea de que la ansiedad no tiene por qué conllevar efectos negativos sobre el rendimiento; puede producirlos incluso positivos. Falta por determinar si el hecho de que se observe o no una correlación negativa depende de la disponibilidad de recursos compensatorios.

        Posibilidad Externa de Usar Recursos Auxiliares

    Una forma de someter a prueba esta hipótesis es comparar condiciones externas que permitan o no el uso de tales recursos. Una de estas condiciones afecta a los métodos de enseñanza; otra, al tipo de exámenes. Respecto a la primera, Helmke (1988) comparó el efecto de la ansiedad sobre el rendimiento en matemáticas en dos contextos escolares diferentes. Por un lado, las aulas en las que se hace un uso intensivo del tiempo para estudiar y se deja poco tiempo para presentaciones y resúmenes iniciales, o para revisiones y repasos posteriores estructurados de la materia. Por otro, las aulas con un uso menos intensivo del tiempo, que permite a los estudiantes llevar a cabo actividades de repaso y consolidación. Mientras que en las primeras se observó una clara relación negativa entre ansiedad y rendimiento, en estas segundas no se produjo correlación. Presumiblemente, los procedimientos instruccionales empleados en las segundas permitirían contrarrestar los posibles efectos interferidores que la ansiedad tiene cuando se restringen las actividades auxiliares.

    Una forma alternativa es comparar el rendimiento en distinto tipo de exámenes. Pintrich y de Groot (1990) evaluaron los conocimientos en una asignatura por parte de estudiantes con elevado o con bajo rasgo de ansiedad de evaluación, mediante diferentes pruebas. Por un lado, pruebas de recuerdo y de reconocimiento en las condiciones típicas de examen; es decir, con tiempo limitado y sin posibilidad de que los alumnos buscasen ayuda en sus libros de texto. Por otro, pruebas de ensayo e informes, que los alumnos podían realizar en clase o en casa, y que conllevaban la producción creativa de ideas, teniendo la posibilidad de utilizar para ello material diverso de consulta (texto, enciclopedias, etc.). Los resultados indicaron que el nivel de ansiedad correlacionaba negativamente con el rendimiento en las pruebas típicas de examen, que limitaban el uso de recursos (tiempo y consultas); pero no hubo correlación en las pruebas de ensayo e informes. Este dato apoya la hipótesis de que la disponibilidad de recursos auxiliares externos puede tener una función compensatoria sobre el rendimiento en las personas con ansiedad elevada.

        Disponibilidad Interna de Recursos Auxiliares

    La eficacia compensatoria también puede relacionarse con la disponibilidad de recursos auxiliares por parte de las personas con ansiedad elevada. En lo que concierne al rendimiento académico, los habilidades de estudio constituyen un recurso específico relevante. En este caso, la eficacia compensatoria se puede determinar comparando a personas con ansiedad elevada que usan mejores o peores estrategias de estudio. La mayor disponibilidad de este recurso permitirá a los primeros compensar los efectos interferidores de la ansiedad, y tener mejores rendimientos que los segundos en condiciones de estrés, aun cuando no difieran en condiciones sin estrés. Naveh-Benjamin, McKeachie y Lin (1987) formaron cuatro grupos de sujetos resultantes de la combinación ortogonal de rasgo de ansiedad (baja o elevada) y uso habitual de estrategias adecuadas de estudio (mayor o menor). En condiciones sin estrés de evaluación, los estudiantes con elevada ansiedad y buenas habilidades de estudio tuvieron mejor rendimiento que los que no tenían buenas estrategias de estudio, y un rendimiento equivalente al de los estudiantes con ansiedad baja y buenas estrategias de estudio. No obstante, en una situación de estrés, los estudiantes con

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ansiedad elevada y buenas estrategias de estudio rindieron peor que los de ansiedad baja y buenas estrategias de estudio. Estos resultados son parcialmente favorables a la hipótesis de la eficacia compensatoria. La disponibilidad de estrategias de estudio adecuadas sirve como recurso compensatorio eficaz a las personas con ansiedad elevada, aunque este efecto beneficioso puede ser insuficiente para contrarrestar los efectos interferidores de las situaciones de estrés.

    C. Disponibilidad de Recursos Auxiliares en la Lectura

    Un contexto específico adecuado para someter a prueba la hipóstesis de la eficacia compensatoria es el de la lectura y comprensión de textos. La razón es que, una vez identificados algunos recursos auxiliares relevantes --como los retrocesos, el tiempo de lectura, o el repaso fonológico-articulatorio--, se puede manipular sistemáticamente su disponibilidad o no por parte de los lectores, y examinar sus efectos sobre la comprensión. Si el uso extraordinario de recursos auxiliares en la ansiedad elevada permite contrarrestar los efectos interferidores de los pensamientos de preocupación sobre la comprensión, teniendo, por tanto una función compensatoria, entonces: (a) las personas con ansiedad elevada podrán conseguir niveles de eficacia en la comprensión similares a las de ansiedad baja cuando los recursos auxiliares estén disponibles, si bien a costa de una menor eficiencia en el procesamiento, debido a un mayor gasto de recursos; y (b) sólo cuando se impida el empleo de tales recursos auxiliares se producirá un efecto negativo de la ansiedad sobre la comprensión.

        Mantenimiento de la Comprensión con Recursos Disponibles

    En los estudios de Gutiérrez Calvo y colaboradores revisados anteriormente (Calvo, Eysenck, Ramos y Jiménez, 1994; Calvo y Castillo, 1995; Calvo y Eysenck, 1996; Calvo y Jiménez, 1996; Gutiérrez Calvo et al., 1993; Gutiérrez Calvo y Avero, 1995) la eficacia en la comprensión se determinó mediante pruebas de reconocimiento posteriores a la lectura de los textos. El número de respuestas correctas fue el indicador de eficacia o nivel de comprensión. La eficiencia en el procesamiento se determinó por la proporción de recursos auxiliares utilizados durante la lectura para obtener un determinado nivel de comprensión (v.g., el número de respuestas correctas dividido entre la puntuación en tiempo de lectura, retrocesos o articulación). Cuanto mayor gasto proporcional de recursos auxiliares, menor eficiencia.

    Cuando los textos eran presentados con posibilidad de retrocesos y de tiempo libre de lectura (Gutiérrez Calvo, Eysenck, Ramos y Jiménez, 1994; Gutiérrez Calvo y Avero, 1995; Calvo y Jiménez, 1996), las personas con rasgo elevado de ansiedad alcanzaron tanta comprensión como las de ansiedad baja. No obstante, la eficiencia de las primeras fue menor que la de las segundas, tanto en términos de gasto en retrocesos como de tiempo empleado en la lectura. Cuando se disponía de tiempo libre de lectura, pero no de retrocesos (Gutiérrez Calvo et al., 1993; Gutiérrez Calvo y Avero, 1995; Calvo y Jiménez, 1996), tampoco hubo diferencias en comprensión en función de la ansiedad. No obstante, sí se observó menor eficiencia en los lectores con ansiedad elevada, en términos de gasto tanto de tiempo como de articulación.

    Cuando no se disponía de tiempo libre ni de retrocesos, pero sí de la posibilidad de repaso articulatorio, los resultados fueron más complicados en relación con la eficacia, aunque la eficiencia siguió siendo menor en las personas con ansiedad elevada, en términos del uso de articulación vocal y subvocal. En la mayoría de los estudios (Calvo y Castillo, 1995; Calvo y Eysenck, 1996; Calvo y Jiménez, 1996), la ansiedad no afectó a la eficacia en la comprensión. Sólo en un caso (Gutiérrez Calvo y Avero, 1995) los lectores con mayor ansiedad tuvieron peor comprensión que los de menor ansiedad. Este último resultado no resulta fácilmente explicable, dado que los textos fueron los mismos que en Calvo y Jiménez (1996) y los tiempos prefijados de presentación fueron ligeramente mayores en Gutiérrez Calvo y Avero (1995).

        Deterioro de la Comprensión sin Recursos Auxiliares

    Cuando los lectores no pueden utilizar el mecanismo de repaso fonológico-articulatorio, ni retrocesos, ni tiempo de lectura adicional, no es posible obtener un índice de gasto de procesamiento y, por tanto, de eficiencia. En estas condiciones se ha observado que los efectos sobre la eficacia en la comprensión dependen de la unidad de presentación del texto. Esencialmente, si el texto era presentado frase-a-frase (Calvo y Eysenck, 1996, Experimento 1), entonces la comprensión obtenida era similar en niveles elevados y bajos de ansiedad. Esto sucedía así aun cuando hubiera una tarea concurrente interferidora

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sobre el mecanismo de repaso articulatorio (v.g., repetir una palabra en voz alta de modo continuado durante la lectura). En cambio, cuando el texto era presentado palabra-a-palabra (Calvo y Eysenck, 1996, Experimento 2; Calvo y Castillo, 1995, Experimento 1), la tarea concurrente que impedía el uso del recurso fonológico-articulatorio produjo un deterioro en la comprensión de las personas con ansiedad elevada, pero no en las de ansiedad baja.

    En conclusión, la ansiedad perjudica típicamente a la eficiencia en el procesamiento. Pero sólo afecta negativamente a la eficacia en la comprensión cuando no es posible utilizar  ninguno de los tres recursos auxiliares (tiempo, retrocesos y articulación). De este modo, tales recursos cumplen una función compensatoria. No sólo son utilizados en mayor medida por las personas con ansiedad elevada que por las de ansiedad baja. Además, cuando es posible usar alguno de ellos, no hay diferencias en eficacia en función de la ansiedad.

    D. Reducción Temporal versus Déficit Estructural

    Los estudios revisados en las secciones precedentes demuestran que la ansiedad elevada está asociada a incrementos en el uso de recursos auxiliares de procesamiento y, cuando no es posible utilizarlos, a deterioros en el rendimiento. Una cuestión adicional de interés reside en saber si tales efectos se deben a características inherentes al rasgo elevado de ansiedad, relacionadas con déficits aptitudinales básicos que las personas con ansiedad elevada tratan de compensar; o si son efectos transitorios que ocurren únicamente en condiciones de estrés, debido a los pensamientos de preocupación que tales personas generan debido a la amenaza de evaluación y fracaso. Un método para discernir entre estas dos posibilidades consiste en medir posibles diferencias en aptitudes cognitivas básicas en personas con distinto nivel de rasgo de ansiedad, y si esas diferencias dan cuenta de las diferencias en uso de recursos o en rendimiento. Otro método implica comparar el uso de recursos y el rendimiento de las personas con distinto rasgo de ansiedad en condiciones con estrés y sin estrés.

        Aptitudes y Ansiedad

    Cuando se han utilizado medidas globales de carácter psicométrico para medir la aptitud intelectual, se ha observado que el grado en que se produce una correlación negativa con el rasgo de ansiedad depende del nivel educativo de los sujetos. Según la revisión de Heinrich y Spielberger (1982), en los niveles inferiores de escolarización, con niños, donde se pueden encontrar personas con aptitud intelectual baja en mayor medida que en niveles de educación superiores, se han hallado relaciones negativas moderadas entre rasgo de ansiedad e inteligencia (entre -.25 y -.35). Algo similar ocurre con muestras heterogéneas como las de los soldados en el servicio militar (-.34; Sarason, 1986). En cambio, con estudiantes universitarios, donde las diferencias en aptitud son menores, la mayoría de los estudios muestran ausencia de relación (Heinrich y Spielberger, 1982). Estos datos pueden ser interpretados como indicadores de que la ansiedad perjudica menos a medida que aumenta el nivel intelectual.

    En cualquier caso, dado que la mayoría de las pruebas de aptitud han sido administradas en condiciones de evaluación, es posible que el rendimiento en ellas haya podido verse contaminado por el estrés situacional y, por tanto, no reflejar una medida básica de aptitud. Precisamente, esta posibilidad viene claramente sugerida a partir de la medida de una aptitud cognitiva específica, como es la capacidad de la memoria operativa mediante la prueba de amplitud de lectura. Como ya se indicó anteriormente (3.1.A), las personas con elevado rasgo y las de bajo rasgo de ansiedad han mostrado un rendimiento equivalente en esta prueba en condiciones sin estrés (Calvo et al., 1992). Es únicamente en situaciones explícitas de evaluación donde se ha observado un menor rendimiento en esta prueba en las personas con rasgo elevado rasgo de ansiedad (Calvo et al., 1992; Darke, 1988). Ello demuestra que la capacidad básica de la memoria operativa es similar en personas con distinto nivel de rasgo de ansiedad, y que las deficiencias en personas con mayor ansiedad son transitorias.

    Otro factor aptitudinal especifico son los conocimientos previos. Particularmente, los conocimientos de vocabulario son relevantes para una tarea donde la ansiedad se ha revelado influyente, como es la lectura y comprensión de textos. Se ha encontrado que las personas con elevado rasgo de ansiedad suelen tener menores conocimientos de vocabulario que las de ansiedad baja, si bien las diferencias, aunque significativas estadísticamente, son de poca magnitud (Covington y Omelich, 1987; Gutiérrez Calvo y Jiménez, 1994; Calvo et al., 1992; Gutiérrez Calvo, Eysenck, Ramos y Jiménez, 1994; Everson, Smodlaka y Tobias, 1994). Estas diferencias se mantienen aun cuando los sujetos responden a la prueba

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en condiciones sin estrés objetivo (si bien no es descartable que los sujetos con ansiedad elevada perciban subjetivamente la prueba como una situación evaluativa, aún en condiciones sin estrés objetivo).

(...)

    En general, los resultados indican que los efectos de la ansiedad son transitorios: ocurren preferentemente en las condiciones que, al suscitar preocupación por la amenaza evaluativa, pueden reducir la capacidad de procesamiento. La ausencia de diferencias sin estrés externo implica que el deterioro en el rendimiento y la eficiencia bajo condiciones de estrés no se debe a déficits estables en capacidad asociados a la ansiedad.    

4. CONCLUSION: ANSIEDAD, EFICACIA E (IN)EFICIENCIA

    La investigación expuesta a lo largo de este trabajo se ha centrado en torno a dos tipos de influencia del proceso de estrés/ansiedad sobre el funcionamiento cognitivo: los sesgos de procesamiento y memoria de información indicadora de peligro, por un lado, y los fenómenos de interferencia y compensación en el procesamiento de información concurrente, por otro. En ambos casos están implícitos los conceptos de eficacia en el rendimiento y de eficiencia en el procesamiento. Estos dos conceptos sirven para integrar los fenómenos cognitivos de sesgos e interferencia/compensación en un mecanismo común. La distinción entre eficacia y eficiencia en relación con los efectos de la ansiedad es relevante por cuanto implica la coordinación entre los sistemas cognitivo, motivacional/emocional y conductual con una función adaptativa.

    En general, la eficacia en el rendimiento es el producto de las operaciones cognitivas, y se revela en qué se aprende o cuánto se aprende. La eficiencia en el procesamiento hace referencia al gasto de recursos empleado o requerido para conseguir un determinado nivel de eficacia (Eysenck y Calvo, 1992).

    Eficacia y Eficiencia en la Priorización de la Información de Peligro

    Más específicamente, en los sesgos de procesamiento producidos por la ansiedad, la eficacia consistiría en la probabilidad de detectar estímulos aversivos o peligros, en comparación con estímulos indicadores de eventos positivos o emocionalmente neutros. En cambio, la eficiencia estaría en proporción inversa a las intrusiones y falsas alarmas en el procesamiento de informaciones de peligro; es decir, a la identificación de estímulos neutros como señales de peligro. En este sentido, la ansiedad, a través de los sesgos de procesamiento, facilitaría la detección de señales informativas de eventos aversivos en términos absolutos. Esto constituiría una maximización de la eficacia. Pero tal incremento en la eficacia se produciría a costa de una reducción en la eficiencia: un mayor gasto en hipervigilancia hacia estímulos potencialmente aversivos y un aumento en la cantidad de informaciones que llegan a ser consideradas amenazantes sin serlo realmente. Este incremento en recursos atencionales redirigidos hacia las señales de amenaza potencial, así como la posible identificación equivocada de estímulos neutros como amenazantes, revelarían la ineficiencia inherente a los sesgos cognitivos asociados. El consiguiente aumento de respuestas defensivas, sufrimiento emocional, consumo metabólico y conductual completarían este fenómeno de reducción en la eficiencia.

    Eficacia y Eficiencia en el Procesamiento de Información no Emocional

    En cuanto a los efectos de la ansiedad sobre la interferencia cognitiva y las actividades compensatorias, los conceptos de eficacia y eficiencia son igualmente centrales que en el caso de los sesgos cognitivos. La eficacia sería el rendimiento en la tarea que la persona está realizando mientras se encuentra en el estado de preocupación por anticipación de un peligro. En realidad, el procesamiento de dicha tarea (v.g., tratar de comprender un texto, de recordar determinados datos, de solucionar un problema, etc.) se llevaría a cabo concurrentemente con el procesamiento (generación de, y atención a) de los propios pensamientos de preocupación. De acuerdo con una concepción del funcionamiento cognitivo en términos de eficacia únicamente, el rendimiento en esa tarea tendría que verse deteriorado a causa de la interferencia concurrente de la preocupación. En cambio, en una concepción dinámica del sistema cognitivo, los efectos de la ansiedad sobre la eficacia dependerán del efecto de estos factores sobre el uso de recursos

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auxiliares. De este modo, la interferencia atencional de la preocupación puede ser compensada con un incremento en el uso de recursos auxiliares. Esto implicaría un descenso en la eficiencia en el procesamiento, pero permitiría mantener el nivel de eficacia sin que resultase afectada negativamente.

    Reducción de la Eficiencia para Maximizar la Eficacia

    Por consiguiente, la ansiedad conllevaría descensos en la eficiencia para (a) mejorar la eficacia en el procesamiento de información de peligro, y (b) para impedir que se reduzca la eficacia en el procesamiento de información emocionalmente neutra, concurrente con las representaciones aversivas de preocupación. Así, en realidad, los sesgos de procesamiento y memoria, junto con los fenómenos cognitivos de interferencia y compensación forman parte de un mismo sistema de adaptación con funciones defensivas: facilitar la detección de posibles peligros y movilizar recursos para reducir sus efectos negativos en el propio sistema de procesamiento. Siendo partes de un mismo sistema, no obstante, el componente de los sesgos cognitivos parece previo temporal e, incluso, causalmente, con respecto al de interferencia/compensación. Es la hipervigilancia hacia estímulos potencialmente peligrosos la que sobrecarga la memoria operativa con representaciones aversivas; y, por tanto, es dicha hipervigilancia la que produce interferencia sobre el procesamiento de información concurrente emocionalmente neutra, lo cual obliga a procesos compensatorios.

    Costes Adaptativos

    La utilidad adaptativa del sistema defensivo basado en el proceso de estrés y ansiedad tiene un coste psicológico y fisiológico. El fuerte enraizamiento biológico del sistema, con antecedentes filogenéticos que lo han seleccionado como una característica funcional de máxima responsabilidad en la supervivencia y protección de los organismos, hace que dicho sistema se active automáticamente. Esto garantiza la rapidez de reacción ante un peligro, (a) permitiendo que se ponga en marcha sin necesidad de un procesamiento de información consciente y elaborado, lo cual demoraría la respuesta y podría ser fatal ante una emergencia, y (b) liberando recursos de procesamiento consciente para otras tareas. Ahora bien, su mismo carácter automático y poco susceptible de control cognitivo consciente e intencional puede tener repercusiones negativas en cada uno de los dos mecanismos generales del sistema defensivo, el de alarma y el de movilización de recursos.

    Por un lado, el mecanismo de alarma puede dispararse ante estímulos o en contextos inadecuados, o ante estímulos adecuados pero con bajos umbrales perceptivos, y dar lugar a trastornos patológicos de ansiedad (v.g., trastorno de ansiedad generalizada, de pánico, o fobias; véase Miguel-Tobal, 1995). En todos ellos se produce un temor incontrolado ante estímulos que representan objetivamente un peligro menor --si es que alguno-- que el que la persona percibe. En este sentido, el mecanismo de alarma es disfuncional y tiene un efecto desadaptativo, al provocar sufrimiento emocional innecesario y reacciones de evitación de situaciones en las que se podrían obtener beneficios en caso de permanecer en ellas.

    Por otro lado, el sistema defensivo también puede volverse desadaptativo por disfunciones en el mecanismo de movilización de recursos. Esto sucede cuando la respuesta de ansiedad es demasiado intensa o duradera. Las repercusiones negativas de dicha disfunción suponen una alteración relativamente prolongada o crónica en diversas funciones fisiológicas (v.g., hipertensión arterial esencial, y déficits en el sistema inmunitario; véase Fernández-Abascal, 1997; Martínez-Sánchez y Fernández-Castro, 1994). Según Patterson y Neufeld (1989), el sistema defensivo del proceso de estrés fue construido a partir de la evolución para adaptarse a peligros transitorios (v.g., ataque de un predador). En esas situaciones no sólo resultaba altamente adaptativo el mecanismo de movilización de recursos, sino que sus efectos secundarios eran reducidos. En cambio, en las personas de la sociedad actual, dicho sistema se activa para afrontar amenazas más duraderas (v.g., un proceso de promoción profesional). Esto conlleva no sólo un gasto prolongado de recursos, sino un daño sobre determinados órganos corporales debido a las sustancias químicas (v.g., glucocorticoides) generadas para mantener niveles elevados de tensión.

    Beneficios Frente a Costes

    Es cierto que, para aumentar la eficacia en la detección de peligros y para impedir que se reduzca la eficacia en el procesamiento concurrente, la ansiedad ocasiona un gasto extraordinario de recursos. En este sentido, y en términos de sufrimiento emocional, de conductas innecesarias de evitación, y de

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posibles alteraciones psicosomáticas, este modo de funcionamiento cognitivo podría ser considerado desadaptativo. Sin embargo, garantiza el logro de un objetivo prioritario sobre todos los demás: la detección temprana de peligros y la preparación de recursos para afrontarlos. Se sacrifica la eficiencia y objetivos adaptativos menores por la eficacia en la función prioritaria. Obviamente, si el mecanismo de alarma se dispara ante señales mínimas de peligro, o el de movilización de recursos se mantiene a niveles elevados de modo prolongado, la reducción en eficiencia puede ser tal que los efectos desadaptivos superen con creces a los beneficios adaptativos en eficacia. Es un impuesto que hay que pagar a la evolución filogenética por ahorrarnos mucho tiempo de aprendizaje y experiencias directas de peligro real.

    No obstante, en condiciones normales de la vida cotidiana (sin demandas causadas por experiencias de estrés traumáticos y/o prolongados), y en personas normales (sin trastornos de ansiedad incontrolables), los procesos de priorización-interferencia-compensación que sirven al sistema defensivo son eficaces adaptativamente. Además, los beneficios en eficacia son superiores a los perjuicios en eficiencia. Como indica Öhman (1996), las intrusiones o falsas alarmas, o detecciones (equivocadas) de amenaza ante estímulos neutros, no perjudican a la eficacia en la evitación de peligros reales. En cambio, los fallos en detectar señales de amenaza reales sí pueden causar daños, incluso irreparables, para el individuo. Y, finalmente, dichos mecanismos ajustan su funcionamiento a las demandas ambientales y a los recursos personales percibidos. En condiciones de estrés ambiental, o de vulnerabilidad personal debida a un rasgo elevado de ansiedad, es razonable que este mecanismo de hipervigilancia y movilización maximice su funcionamiento. Es justamente en tales condiciones ambientales y personales cuando los peligros son, de hecho, más probables, y cuando la interferencia concurrente --debida a la priorización de información amenazante-- es también más probable.