Animación sociocultural y desarrollo comunitario

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La cultura son muchas cosas. Está en todas partes, y configura una compleja red de creencias, saberes, símbolos, cos- tumbres, representaciones, hábitos, capa- cidades, valores, prácticas, instituciones, aprendizajes, conductas, lenguajes, obras artísticas, tecnologías… a la que se ha ido acomodando una amplia gama de conno- taciones y usos. Entre ellos están, tal y como nos recuerda Williams (1983), los que han permitido pasar de su sentido metafórico inicial –de acuerdo con el cual la cultura se remitía a una característica definitoria de los seres humanos y de las realidades sociales que se encarnaba en personas, comunidades o países «cultiva- dos»–, a otros que lo han ido dotando de mayor abstracción y que atañen tanto en lo que se refiere a su inserción en proce- sos particulares de desarrollo de los indi- viduos y de los grupos, como a los asun- tos o dinámicas generales que afectan al conjunto de la sociedad. 73 RESUMEN. El artículo presenta la cultura como un medio para analizar el lugar que cada uno ocupa en la sociedad y resalta el sentimiento de pertenencia a una comu- nidad de referencia dentro de un marco democrático y dialogal. Desde la Animación Sociocultural y el Desarrollo comunitario, y en el marco que constituye la Educación Social, se intenta atender a las necesidades de la comunidad para así transformar la realidad. La animación se concibe como un medio de potenciar el desarrollo de las comunidades y apuesta por la democracia cultural. Desde los dife- rentes organismos nacionales e internacionales, se aboga por repensar las políticas culturales. ABSTRACT. This article proposes culture as a way of analysing the place each of us occupies in society, as well as highlighting our sense of belonging to a particular community within a democratic and dialogal framework. From within the frame- work of Social Education, Sociocultural Animation and Community Development attempt to address the needs of the community in order to transform the reality. Animation is understood to be a way of empowering the development of commu- nities and it champions cultural democracy. The rethinking of cultural policies is advocated by various national and international bodies. LA ANIMACIÓN SOCIOCULTURAL Y EL DESARROLLO COMUNITARIO COMO EDUCACIÓN SOCIAL JOSÉ ANTONIO CARIDE GÓMEZ* (*) Universidad de Santiago de Compostela. Revista de Educación, núm. 336 (2005), pp. 73-88. Fecha de entrada: 15-10-2004 Fecha de aceptación: 05-01-2005

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La cultura son muchas cosas. Está entodas partes, y configura una complejared de creencias, saberes, símbolos, cos-tumbres, representaciones, hábitos, capa-cidades, valores, prácticas, instituciones,aprendizajes, conductas, lenguajes, obrasartísticas, tecnologías… a la que se ha idoacomodando una amplia gama de conno-taciones y usos. Entre ellos están, tal ycomo nos recuerda Williams (1983), losque han permitido pasar de su sentidometafórico inicial –de acuerdo con el cual

la cultura se remitía a una característicadefinitoria de los seres humanos y de lasrealidades sociales que se encarnaba enpersonas, comunidades o países «cultiva-dos»–, a otros que lo han ido dotando demayor abstracción y que atañen tanto enlo que se refiere a su inserción en proce-sos particulares de desarrollo de los indi-viduos y de los grupos, como a los asun-tos o dinámicas generales que afectan alconjunto de la sociedad.

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RESUMEN. El artículo presenta la cultura como un medio para analizar el lugar quecada uno ocupa en la sociedad y resalta el sentimiento de pertenencia a una comu-nidad de referencia dentro de un marco democrático y dialogal. Desde laAnimación Sociocultural y el Desarrollo comunitario, y en el marco que constituyela Educación Social, se intenta atender a las necesidades de la comunidad para asítransformar la realidad. La animación se concibe como un medio de potenciar eldesarrollo de las comunidades y apuesta por la democracia cultural. Desde los dife-rentes organismos nacionales e internacionales, se aboga por repensar las políticasculturales.

ABSTRACT. This article proposes culture as a way of analysing the place each of usoccupies in society, as well as highlighting our sense of belonging to a particularcommunity within a democratic and dialogal framework. From within the frame-work of Social Education, Sociocultural Animation and Community Developmentattempt to address the needs of the community in order to transform the reality.Animation is understood to be a way of empowering the development of commu-nities and it champions cultural democracy. The rethinking of cultural policies isadvocated by various national and international bodies.

LA ANIMACIÓN SOCIOCULTURAL Y EL DESARROLLO COMUNITARIOCOMO EDUCACIÓN SOCIAL

JOSÉ ANTONIO CARIDE GÓMEZ*

(*) Universidad de Santiago de Compostela.

Revista de Educación, núm. 336 (2005), pp. 73-88.Fecha de entrada: 15-10-2004 Fecha de aceptación: 05-01-2005

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El hecho mismo de considerar la cul-tura y las culturas como sistemas comple-tos sometidos a intereses estratégicos ypolíticos de distinto signo ha incididosobremanera en este cambio de percep-ción, en el que las clásicas contraposicio-nes entre tradición y modernidad, identi-dad y diversidad, popular y elitista, rural yurbana, local y universal, etc. han dadopaso a otras lecturas acerca de sus come-tidos y finalidades. En líneas generales, seven favorecidas por la consolidación delos derechos culturales como parte inte-grante de los Derechos Humanos, lo quehace imposible desligar la cultura de laspolíticas de desarrollo, ya que ésta es con-siderada el «cuarto pilar» del desarrollo(Hawkes, 2001), y pasa a constituir, juntoal desarrollo social, económica y ambien-tal sostenible, uno más de los objetivosque se pretenden lograr. La recienteConferencia de Aalborg + 10 –celebradadel 9 al 11 de junio de 2004, y que reme-moraba la aprobación de la Carta de lasCiudades Europeas hacia la Sostenibili-dad el 27 de mayo de 1994–, refrendóesta postura, e hizo mención expresa a lanecesidad de comprometerse con unaarticulación transversal e integrada de lacultura en las políticas públicas y en losplanes de acción local.

En esta transición histórica, no puedeobviarse que –tal y como ha subrayadoHall (1997)– la cultura ha ido ganandorelevancia directa en nuestras prácticassociales más cotidianas, y constituye unode los principales medios de creación,producción, divulgación y actuaciónhumana. Sea cual sea el papel que noscorresponda desempeñar, a ellas se aso-cian unos determinados significados eimpactos cuya naturaleza implícita oexplícita es preciso interpretar a la luz delconocimiento y de la experiencia de lossujetos (Geertz, 1996), en estrecha inter-dependencia con la estructura social de la

que formamos parte y que, de un modo uotro, contribuimos a tejer. Al respecto,cabe señalar que la cultura permite a cadaindividuo, grupo o comunidad tomarconciencia de su posición en el escenariosocio-histórico, ya que algunas modalida-des inhiben o activan las desigualdadessociales. En consecuencia, la cultura esapreciada como un importante

Indicador de las diferencias y similitu-des de gusto y estatus dentro de losgrupos sociales (Miller y Yúdice,2004, p. 11).

La discutida analogía entre los proce-sos culturales y los procesos de civiliza-ción, cuyo origen intelectual alentó deci-sivamente la obra del antropólogo evolu-cionista Edward B. Taylor cuando, amediados del siglo XIX, equiparó cultura ycivilización, ilustra hasta qué punto lasculturas no pueden situarse al margen delas realidades sociales en las que se inscri-ben y con las que interactúan en mayor omenor grado, restringiendo o acrecentan-do la proyección espacial y temporal desus registros lingüísticos, axiológicos, éti-cos, estéticos, religiosos, etc.

En este contexto, lo que hoy conoce-mos como «diversidad cultural», se asien-ta en una profunda revisión crítica de losposicionamientos etnocéntricos y «esen-cialistas» de las prácticas culturales, y nosretrotrae a lo que ya Herder, que insistíaen la necesidad de hablar de culturas enplural, cuestionaba de la imagen unilinealy eurocéntrica que comenzó a adoptar lacultura en las últimas décadas del sigloXVIII. Al hacerlo, además de contrarrestarel afán hegemónico y ortodoxo de la civi-lización occidental –muy influenciada porla creciente maquinización e industrializa-ción de los estilos de vida–, pretendíavigorizar la pluralidad cultural inherentea las tradiciones cultivadas por todos lospueblos y naciones del mundo, que se

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ven cada vez más amenazadas en susseñas de identidad. La cultura es, de facto,culturas (Carrithers, 1995), culturas conlas que nos identificamos y desde las quehemos de dialogar con la intención deprocurar un mundo más humano, com-plementario en su variedad.

LAS CULTURASEN LAS COMUNIDADES LOCALES

El reconocimiento y la puesta en valor delpatrimonio cultural existente en cadasociedad y de su carácter internamentediferencial y externamente diferenciador,lejos de constituir un obstáculo para ellogro de una igualdad garante de dere-chos para las personas y los colectivossociales, ha hecho todavía más visible –porurgente e ineludible– la voluntad de cons-truir una convivencia más tolerante, soli-daria y justa. Por consiguiente, es precisoreafirmar la importancia de la educación ylas prácticas socioculturales en la promo-ción de un desarrollo personal y colectivocongruente con los desafíos que dichaconvivencia comporta, e incrementar –enlos términos que se apuntan– el senti-miento de pertenencia a una comunidadpolítica de referencia –inclusiva y no dis-criminatoria–, que mueva a las personas,en un marco democrático y dialogal,

Hacia posiciones participativas, decompromiso y responsabilidad cívica.(Bartolomé y Cabrera, 2003, p. 46).

La Educación Social lleva tiempohaciendo suyas muchas de estas inquietu-des y realizaciones, y vinculando su que-hacer «pedagógico» y «social» a diversasáreas y estrategias metodológicas, entrelas que ocupan un lugar destacado laAnimación Sociocultural y el DesarrolloComunitario, con un propósito principal:transformar las condiciones que impideny/o limitan la vida de las personas en su

medio social, mediante la promoción deuna mejora significativa de su bienestar ycalidad de vida, y la integración de lo edu-cativo en la sociedad y de lo pedagógicoen el trabajo social (Orte y March, 2001).

En sus propuestas e iniciativas, lasprácticas socioeducativas reivindican elprotagonismo de las culturas y de lascomunidades locales como pretexto ycontexto de una educación capaz deafrontar las críticas circunstancias en lasque está inmersa la sociedad contemporá-nea, y atribuyen a la animación y al tra-bajo comunitario un enorme potencialdiscursivo, reflexivo y de praxis, cuyafuerza pedagógica no puede desligarse delas prácticas políticas y las relaciones depoder (Giroux, 2001), ya que es imposi-ble abstraer las esferas sociales e institu-cionales en las que éstas se concretan delos mecanismos que las personas utilizanpara definirse a sí mismas y definir lasrelaciones que establecen con el mundosocial. Al reclamar la primacía de lo políti-co y lo pedagógico en el concepto y lapráctica del trabajo cultural, no podemoseludir por más tiempo la búsqueda denuevos rumbos para extender

Las posibilidades de crear nuevasesferas públicas donde los principiosde igualdad, libertad y justicia se con-viertan en los principios organizado-res primarios para estructurar las rela-ciones entre el yo y los demás(Giroux, 1997, p. 17).

Para esto, en opinión de Giroux,deberemos ser conscientes de la comple-jidad inherente a las prácticas –y, también,a las teorías– educativas, y de la especifici-dad de los problemas, ámbitos y lugaresen los que éstas podrán desplegarse–entre otros, creemos, aquellos quetoman como soporte la AnimaciónSociocultural y el Desarrollo Comuni-tario.

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La primera resalta el peso de la educa-ción en los procesos y las prácticas socio-culturales con estrategias metodológicasque promueven la iniciativa, la auto-orga-nización, la participación y la acción autó-noma de los individuos en los grupos ylas comunidades de las que forman parte,y cuyo fundamento debería situarnos enel logro de una verdadera democracia cul-tural

En la que el contenido, forma y des-arrollo de las acciones vienen deter-minados por el propio grupo y se fun-damentan en el intercambio y la rela-ción, siendo todo ello promovidodesde la misma comunidad o iniciati-va social (Calvo, 2002, p. 17).

El segundo apuesta, en clara conver-gencia con los principios de la animaciónSociocultural, por un desarrollo humanoque habilite los dispositivos endógenosdel territorio y de las comunidades loca-les, valorice de forma integrada y susten-table los recursos existentes, y afirme laimplicación de cada persona como sujetoy agente de sus propios procesos detransformación social en su entornoinmediato, aunque sin dejar de tener encuenta el hecho de que vivimos en unasociedad cada vez más interdependiente yglobalizada.

De todo ello, inferimos que el queha-cer cultural y el desarrollo de las comuni-dades sugieren múltiples oportunidadespara que las personas se sientan partíci-pes de proyectos que no se circunscribentan sólo al presente histórico o a una cultura-comunidad heredada, conforma-da por un territorio y sus habitantes. Másque eso, cabe pensar en las culturas y enlas comunidades como realidades en lasque se forjan vivencias y experiencias quegozan de un importante caudal educativoy social, que las políticas públicas (socia-les, económicas, educativas, ambientales,

culturales, territoriales, etc.) deben apo-yar y promover intensamente. En estadirección, apuntan también los principios,compromisos y recomendaciones aproba-dos en el Foro Universal de las Culturas-Barcelona 2004, y recogidos en la Agenda21 de la Cultura, que –dado su carácter dedocumento orientador de las políticas cul-turales y de lo que ha de ser su contribu-ción al desarrollo humano– invoca la liber-tad y la diversidad cultural de los indivi-duos y de las comunidades como condi-ciones esenciales de la democracia y delbienestar social de los ciudadanos.

Esta pretensión obliga, como nuncaantes en la evolución histórica de lahumanidad, a situarse en una lectura inte-gral e integradora del quehacer cultural,en la que, frente a una perspectiva estáti-ca y fragmentada de culturas que comien-zan y terminan en sí mismas, se impongala idea de un mestizaje en el que conflu-yan culturas que hacen de su heterogenei-dad interna y externa un valor orientadoa la multi-inter-culturalidad, ya que

Las identidades no son rígidas ni,mucho menos, inmutables. Son resul-tados siempre transitorios y fugacesde procesos de identificación. (SousaSantos, 1997, p. 119).

DEMOCRATIZACIÓNVERSUS DEMOCRACIA CULTURAL

Desde hace poco más de cuatro décadas,la Animación Sociocultural viene elabo-rando sus discursos y sus prácticas enrelación con este concepto amplio de cul-tura, que reivindica el pluralismo y la par-ticipación de la gente como un modo decomprometer –personal y colectivamen-te– a la ciudadanía con sus procesos dedesarrollo. De este modo, es factiblepasar de los estrechos márgenes de lademocratización cultural a las fecundas

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posibilidades que ofrece la democraciacultural ante

La necesidad de estimular un com-portamiento cultural productor-acti-vo, en lugar de consumista y pasivo(Depaigne, 1980, p. 83).

La democratización cultural concibe alos ciudadanos como consumidores deuna cultura masificada, mientras que la democracia cultural los considera creadores-productores de una cultura sin-gularizada, e incide más en los procesosque en el producto en sí. La apuesta de laAnimación Sociocultural por la democra-cia cultural –que la vincula desde sus orí-genes a la amplia trayectoria de la educa-ción popular (Besnard, 1988)– subraya sudecidida intención de situar la culturaentre los fenómenos más cotidianos de lavida social, en la confianza de que laemancipación colectiva se alcanzarámediante la restauración del poder de laspersonas y de los grupos sociales(Labourie, 1978).

La polarización que han sufridoambos modelos de acción cultural desdelos años sesenta se ve sometida en laactualidad a nuevas interpretaciones einterpelada por la complejidad de lasituación. Se ha producido una verdaderaeclosión de propuestas culturales renova-doras cuya preocupación por la gestión opor los efectos que tienen en las ciudadesemergentes abre nuevos caminos paraavanzar hacia una ciudadanía cultural. Eneste sentido, es preciso tomar en conside-ración que

El interés renovado por la ampliaciónde los modos de democracia cívicaencuentra también hoy su espacio deafirmación en el co-diseño activo enlas comunidades de sus políticas ylíneas de acción cultural (Bouzada,2004, p. 30).

La Animación Sociocultural funda-menta sus principios y actuaciones enplanteamientos que responden a unainequívoca vocación pedagógica y políti-ca: por un lado, socializa a las personas ya los colectivos sociales en una culturaque se estima valiosa para su desarrollointegral y, por otro, asocia sus estrategiasa la desaparición del «foso cultural» quereproducen, e incluso agrandan, los de-sequilibrios y las desigualdades sociales.En ambos casos, hay que tener muy pre-sente que la Animación Sociocultural esfruto de una reacción colectiva frente

Al carácter inaceptable de una culturaque reserva su producción y transmi-sión a una minoría privilegiada inte-lectualmente y/o económicamente, ya un proyecto tendente a que los ciu-dadanos intervengan directamente enuna cultura que viven cada día, parti-cipen en su creación y la integren ensu desarrollo general (Quintana,1986, p. 27).

Con esta perspectiva, diferentes auto-res han coincidido en valorar laAnimación Sociocultural como una prác-tica sociocultural y educativa relevantepara el desarrollo individual y social, queactúa como mediadora entre la tradicióny el cambio, y a través de la cual deberálograrse que un amplio conjunto de acto-res sociales –movimientos asociativos,instituciones educativas y culturales,administraciones públicas, empresas,organizaciones no gubernamentales, etc.–se sientan corresponsables del quehacercultural más cotidiano, y fomenten actitu-des y comportamientos que incentiven lacomunicación y la participación cívica, lacreatividad y la capacidad expresiva, laautorrealización individual y la transfor-mación social. Por lo tanto, la AnimaciónSociocultural se distingue menos por susactividades específicas que por la manera

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de practicarlas, más por la manera deobrar que por el contenido de la acción:

Cuando los expertos afirman que laanimación sociocultural implica laaceptación de la democracia cultural,advierten de manera absolutamenteclara a los responsables políticos quesus acciones sólo tienen sentido den-tro de la perspectiva de hacer de cadauno no solamente beneficiario de lacultura adquirida, sino, sobre todo,dueño de la definición de esta culturaconsiderada como movimiento (Gros-jean e Ingberg, 1980, p. 81).

La cuestión reside, por tanto, en con-seguir que las personas se impliquen,tomen parte activa en las acciones que sepretenden desarrollar y se conviertan enlos verdaderos y los principales agentesde las mismas (Sarrate, 2002). La demo-cracia cultural es un eje transversal con-sustancial a la praxis sociocultural quepromueve.

Para que esta imagen de la AnimaciónSociocultural pueda proyectarse y con-cretarse plenamente en las realidadessociales más cotidianas –en los pueblos,barrios, movimientos asociativos, institu-ciones socioculturales, etc.– es precisoinsistir en que ha de ser considerada unapráctica socio-cultural y educativa relacio-nal, necesariamente contextualizada enun territorio y en una comunidad local,mediante la cual se promueve el desarro-llo integral de los individuos y los grupossociales. Por eso, su acción-intervenciónsocioeducativa

Se produce en una comunidad delimi-tada territorialmente, que tiene porobjeto convertir a sus miembros, indi-vidual y socialmente considerados, ensujetos activos de su propia transfor-mación y la de su entorno con el fin deconseguir una mejora sustantiva en sucalidad de vida (Úcar, 1995, p. 33).

En este sentido, su identidad y enti-dad como una práctica social transforma-dora, admite, al menos, cinco lecturasprincipales, cuyos argumentos tomancomo referencia:

• Las cuestiones terminológicas yconceptuales que delimitan susespacios de conocimiento y las imá-genes mentales que se asocian aalgunas de sus palabras clave (cul-tura, acción cultural, políticas cul-turales, democracia cultural, parti-cipación social, etc.), otorgándolessignificados que gozan de unamplio recorrido semántico en laAcción Social y Cultural que seviene llevando a cabo en las últimasdécadas en el Trabajo Social, el De-sarrollo Comunitario, la Investi-gación-Acción, la Educación Popu-lar, la Pedagogía Social, la Educa-ción del Ocio, la Educación Perma-nente, etc. En general, coinciden en

Fomentar en los individuos y enla comunidad una actitud abiertay decidida para involucrarse enlas dinámicas y los procesossociales y culturales que les afec-ten, y también para responsabili-zarse en la medida en que lescorresponda (Trilla, 1997, p. 23).

• La reflexión epistemológica y losdiscursos teóricos, con sus corres-pondientes niveles de consenso-disenso paradigmático, en con-fluencia con las preocupacionesque se vienen suscitando al respec-to en las ciencias sociales y huma-nas. Para Besnard (1988), la sis-tematización de estos modelos teóricos puede resumirse en tresco-rrientes fundamentales: la pri-mera pretende conservar la socie-dad tal como es y concibe la anima-ción como un sistema naturalmen-

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te estructurado, jerarquizado yorganizado; la segunda destacasobre todo el papel de las relacio-nes personales y las comunicacio-nes inter-individuales dentro de losgrupos y las instituciones sociales;y la tercera centra su atención en latransformación de las estructuraseconómicas y sociales a través de latoma de conciencia y de la respon-sabilidad colectiva.

• Los temas y los problemas a partirde los cuales se definen contextossociales, colectivos y ámbitos de laacción-intervención sociocultural,fundamentalmente por lo que res-pecta al Desarrollo ComunitarioLocal y las Políticas Culturales. Elprimero presupone colocar lascomunidades locales en el centrode los procesos de desarrollo, alobjeto de valorizar los recursoshumanos y materiales de un terri-torio-comunidad determinado me-diante la implicación efectiva de lapoblación en las decisiones y pro-cesos que puedan incidir en lamejora de su calidad de vida; lassegundas, pese a lo vago y muchasveces confuso de la expresión(Fernández Prado, 1991, p. 18),aluden a un

Conjunto estructurado de inter-venciones conscientes de uno ovarios organismos públicos en lavida cultural, a menudo encarna-das en guías para la acción siste-máticas y regulatorias que adop-tan las instituciones para alcanzarsus metas (Miller y Yúdice, 2004,p. 11).

• En todo caso, son políticas queconstituyen –en opinión de Cae-tano (2003)– una variable decisivadel desarrollo en cualquier socie-dad.

• Los procedimientos y modos deconocer-actuar socialmente, querequieren que el diseño, la imple-mentación y la evaluación de pla-nes, programas o proyectos so-cioculturales participen explícita-mente de los criterios que, en losúltimos años, definen la planifica-ción-acción estratégica. Al contem-plar la cultura como una dimen-sión transversal de la vida cotidianade los ciudadanos, la formulaciónde planes estratégicos tiene un fun-damento múltiple (Zallo, 2003):reforzar y modernizar la cultura deun territorio; estimular y orientarlas energías creativas y productivasdel ámbito cultural; promover y fo-mentar determinados sectores cul-turales con diversas intenciones(producir, distribuir, consumir,etc.); definir y/o concertar las me-tas de un conjunto de institucionesa corto, medio y largo; y establecerpautas de comportamiento para losdistintos agentes sociales, públicosy privados.

• Los componentes éticos e ideológi-cos, ya que la Animación Sociocul-tural es un proceso que empren-den personas y se materializa envalores y prácticas que difícilmentepueden proclamar su neutralidad(Sáez, 2002). Comparten esta apre-ciación numerosos autores, queinsisten en que la animación socio-cultural no sólo no es políticamen-te neutra porque no puede serlo,sino también porque no quiereserlo, ya que

Por definición, en su propia esen-cia… ha de tener un componenteideológico, ético, político, que setraduzca en términos de belige-rancia social (siendo bueno que)persista un nivel de discusión

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ideológica en torno a los fines aconseguir; a los principios éticosy deontológicos a los que no hayque renunciar; etc. (Trilla, 1997,p. 31).

UNA INSTANCIA CRÍTICADEL QUEHACER CULTURAL

La expresión Animación Socioculturaladapta y extiende el alcance de sus raícesetimológicas anima (dar aliento, darvida) y animus (vitalidad, dinamismo) auna serie de procesos en los que se expre-sa una determinada concepción del traba-jo cultural, orientada a promover la inicia-tiva, la organización, la reflexión crítica yla participación autónoma de las personasen el desarrollo cultural y social que lesafecta y en un territorio y una sociedaddeterminados. La Animación Sociocul-tural aspira a lograr la formación integralde las personas y a mejorar su calidad devida, y contrapone el logro de una verda-dera democracia cultural a la simpleextensión o democratización de la cultu-ra, con el fin de promover la emancipa-ción colectiva y el cambio social. Estospropósitos subscriben lo que ya VanEnckevort (1980, pp. 257-258), hace másde dos décadas, consideraba una necesi-dad básica de la Animación Sociocultural:ser entendida como una instancia críticadel quehacer cultural, como una prácticadestinada a resolver problemas y no atransmitir cultura. En este sentido, pode-mos resumir sus principios fundamenta-les en los siguientes enunciados:

• Un conjunto de prácticas sociales yculturales abiertas a la participa-ción de individuos, grupos, comu-nidades, asociaciones, institucio-nes, etc.

• Que convierten al público-especta-dor (objeto de la atención y de laacción cultural) en protagonista-

actor (sujeto de la acción y de lacreación cultural), afianzando sucondición ciudadana.

• A través de una metodología activay que promueve la implicación, ydesde la que se pretende articularprocesos de conocimiento-refle-xión-acción que activen la comuni-cación y el diálogo social.

• A partir del reconocimiento de lasidentidades culturales de cadacomunidad o país, de su diversidady del pluralismo que caracteriza alas personas y a sus respectivosestilos de vida.

• Con una visión pedagógica del pro-ceso que desarrollan, desde lacapacidad de análisis (explicación einterpretación de las realidadessociales en las que se pretende«actuar»), hasta la organización,expresión y valoración de suslogros, en particular en lo quesupone de satisfacción de los dere-chos y de las necesidades sociocul-turales que los motivaron.

• Con diversas funciones en el con-texto de la sociedad actual (Bes-nard, 1988). Entre otras: la integra-ción y adaptación de los individuosy grupos sociales; la aculturación yformación; la recreación y distrac-ción; la regulación y ortopediasocial (terapia social a base de acti-vidades culturales); la comunica-ción entre los individuos y los gru-pos; el desarrollo cultural de gru-pos e individuos; la promoción delas culturas populares, la crítica alimperialismo insolente de la cultu-ra dominante... y, todo eso, con laperspectiva de lograr la transforma-ción social (cambios, mentalidades,actitudes).

En líneas generales, son enunciadosque coinciden en cuestionar la noción

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patrimonial de la cultura, para comple-mentarla o reemplazarla por un conceptoque confía la definición del quehacer cul-tural a la misma población (Grosjean eIngberg, 1980, p. 81), cuya voz deberá serrespetada en las decisiones que afecten asu vida y a la de cada comunidad.

REPENSAR LAS POLÍTICAS CULTURALES

En el debate epistemológico, la Anima-ción Sociocultural acostumbra a presen-tarse como una práctica necesitada deconocimientos y saberes consistentes,construidos desde una apertura científicay metodológica que enfatice la interdisci-plinariedad y complejidad de su discursoreflexivo y de praxis. Y, aunque –comoindica Ucar (1994)– la Animación Socio-cultural no es una ciencia, ni una formade conocer, ni una acción para conocerpor mucho que, al actuar obtengamosconocimiento sobre la propia acción,resulte

Cada vez más visible la necesidad dellevar a cabo un amplio debate sobrelos modelos de racionalidad teóricaque deben orientarla y justificarla,recurriendo para ello a las metáforas,postulados o axiomas que desde haceaños vienen configurando las opcio-nes paradigmáticas más relevantes enlas Ciencias Sociales (Caride, 1997, p.42).

Sólo así podrán atenuarse o resolver-se las contrariedades que surgen en lafácil equiparación de la AnimaciónSociocultural a cualquier tipo de expe-riencia o proceso que así se denomine,sin reparar en las deformaciones a las queel abuso de la expresión «animación» hadado lugar en las últimas décadas. Hayque insistir en que sus propuestas sóloadquirirán pleno sentido si consiguen ins-cribir sus dinámicas en el marco de una

política cultural global, dentro de la cualse expresa articulando

Acciones sistemáticas capaces de pro-mover actividades y la creatividadsocial, la generación de espacios deencuentro y relación, y el desarrollode la comprensión crítica de las dife-rentes formas de dominación cultural(Ander-Egg, 1989, p. 22).

El papel de las políticas culturales,con sus diferentes orientaciones, será clavepara comprender que la Animación Socio-cultural debe concretarse en un marcopolítico que –tal y como hemos venidosubrayando– suscriba con decisión la «de-mocracia cultural». En cualquier caso, paraponer de manifiesto que los términos cul-tura y política se encuentran frecuente-mente asociados, y las actividades de una yde otra se entremezclan

La cultura aparece muchas veces teñi-da con matices políticos y en otroscasos el artista, el intelectual aprove-cha los resortes políticos para dar aconocer y promocionar mejor sulabor cultural. En no pocos casos, lospolíticos favorecen un tipo determi-nado de cultura, en perjuicio deotros, y en muchas ocasiones, la poli-tización del desarrollo cultural es unarealidad (Etxeberría, 1993, p. 237).

Aunque discutidas en sus finalidadesy procedimientos, los objetivos que lapolítica trata de satisfacer en la culturahan incrementado sustantivamente elpapel de las administraciones públicas enla promoción y distribución de los «bien-es culturales» que permiten a cada indivi-duo realizarse como ciudadano. Comodeclarara Ortega y Gasset en 1907, ya nose trata tan sólo de recordar al Estado que«tiene un deber primero: la cultura», sinode comprometerlo y, aún más, afirmarloen la voluntad inequívoca de configurarse

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como un «Estado de Cultura» (Vaquer,1998). Para ello, ha de tener en cuenta lasdiferentes perspectivas y actuaciones queavivan las aspiraciones culturales, las valo-rizan y amplían sus opciones de tal modoque sea posible concretar el derechopúblico en la legislación, la atribución decompetencias, la asignación de recursos einfraestructuras, la habilitación de servi-cios y profesionales, la planificación y ges-tión cultural, la conservación del patrimo-nio natural y arquitectónico, la coopera-ción cultural, etc.

Además, como expresara tiempo atrásel Consejo de Europa (1979), todo estoha de ser observado en el marco de unasociedad que transfiere a los poderespúblicos la iniciativa cultural, ya que estosse encargan, por una parte, de proporcio-nar y formar personal cualificado (educa-dores, animadores, gestores, etc.) y, porotra, de crear equipamientos socio-cultu-rales (espacios libres, terrenos de depor-tes, bibliotecas, teatros, centros culturalesy artísticos, etc.). En este sentido, aunqueel concepto de «Política Cultural» que semaneja pone de manifiesto su caráctervago y ambiguo, ya que no existe un refe-rente único al que pueda remitirse, pode-mos convenir en definirla como

Un conjunto de prácticas socialesconscientes y deliberadas, de inter-venciones que tienen como objetivosatisfacer ciertas necesidades cultura-les mediante el empleo óptimo detodos los recursos materiales y huma-nos de que dispone una sociedad enese momento (Fernández Prado,1991, p. 19).

Por otra parte, si coincidimos en seña-lar que la cultura es una posibilidad pues-ta al alcance de los ciudadanos para de-sarrollar la democracia, y que toda cultu-ra es, por naturaleza, política (SousaSantos, 1997), cabe pensar que las alter-

nativas que se suscriban desde las «políti-cas» que toman a la cultura como su ámbi-to prioritario de actuación –que son, enocasiones, una forma de personalizar sudimensión «sectorial», y otras veces unamanera de explicitar su presencia en laspolíticas integrales– han de asumir comotarea propia tanto el abordar cuestionesque afectan directamente a la socializa-ción cultural y la redistribución del poder,como el fomentar una mayor participa-ción de las personas en la vida social ycultural. Una cuestión que no puedeentenderse al margen del surgimiento de

Una nueva cultura de la relación entrelo público estatal y lo público «noestatal» (el tercer sector). Por un lado,las organizaciones sociales debenreplantearse sus relaciones con lasAdministraciones Públicas haciendovaler su importante significaciónsocial y reivindicando su caráctermediador y su participación en eldiseño, desarrollo y control social delas políticas institucionales, de losproyectos, actividades, equipamien-tos y espacios. Mientras que lasAdministraciones Públicas deben des-arrollar las medidas pertinentes paraque las iniciativas sociales puedanconsolidarse y extenderse (Alguacil,2000, pp. 171-172).

En este sentido, debe recordarse que,hace años, la Comisión Mundial deCultura y Desarrollo (1996), vinculada ala UNESCO, insistía en la necesidad de«repensar las políticas culturales» alobjeto de vincular estrechamente sus pro-puestas a los procesos de desarrollo,mediante la identificación de los factoresde cohesión que mantienen unidas a lassociedades multiétnicas, la promoción dela creatividad en el terreno de la política yen el ejercicio del gobierno, y la diversifi-cación de las opciones del quehacer cul-tural hacia la tecnología, la industria y el

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comercio, la educación, el desarrollocomunitario, el patrimonio cultural, etc.También en esta dirección, la ConferenciaIntergubernamental sobre Políticas Cul-turales para el Desarrollo, reunida enEstocolmo del 30 de marzo al 2 de abrilde 1998, recomendó a los Estados laadopción de una serie de objetivos priori-tarios en materia de política cultural:

• Hacer de esta política un compo-nente central de las políticas dedesarrollo; y promover la creativi-dad y la participación en la vida cul-tural.

• Reestructurar las políticas y lasprácticas a fin de conservar y acen-tuar la importancia del patrimoniotangible e intangible, mueble einmueble, y promover las indus-trias culturales.

• Promover la diversidad cultural ylingüística dentro de y para lasociedad de la información.

• Finalmente, poner más recursoshumanos y financieros a disposi-ción del desarrollo cultural.

A estas propuestas de alcance interna-cional se añadió la puesta en marcha, enla Unión Europea, del Programa Cultura2000 –vigente hasta el 31 de diciembre de2004–, en el que se pone especial énfasisen la importancia de tener en cuenta elpapel que desempeña la cultura comofactor de integración social y de ciudada-nía, al tiempo que se destaca su papel enel desarrollo socioeconómico de los pue-blos.

ANIMACIÓN SOCIOCULTURALY DESARROLLO COMUNITARIO

Las políticas culturales y, más en concre-to, la Animación Sociocultural no puedensituarse al margen de la filosofía y las ini-

ciativas que promueven el desarrollohumano, y, más específicamente, de todasaquellas propuestas que suscriben unaacepción integral y reconceptuada del«desarrollo comunitario y local», que

Emerge en la forma de un compromi-so inteligente susceptible de vertebrara los actores sociales en la resoluciónde la tensión siempre creativa, exis-tente entre tradición y modernización(Bouzada, 1999, p. 18).

En lo que concierne al quehacer cul-tural, se trata de un desarrollo que:

• transfiere la dinámica cultural a lascolectividades locales y a su propiacapacidad de tomar la iniciativa,aunque desde un pensamiento glo-bal y una visión planetaria;

• se inscribe en un territorio al quese observa como tema, objeto ysujeto de la cultura;

• alienta la participación de las per-sonas, de los grupos y de las insti-tuciones en proyectos integradosde innovación y cambio social.

Un desarrollo, por tanto, en el que seobserva el territorio como un espacio desocialización e identificación que trascien-de la geografía o el paisaje, y en el que lascomunidades son un referente cardinal ysustancial para la auto-organización y laparticipación social.

Como se sabe, estos aspectos hansido destacados en la mayoría de las defi-niciones de la Animación Sociocultural ydel Desarrollo Comunitario que se hanformulado. Se insiste en el hecho de queambas prácticas dan idea de iniciativas yprocesos tendentes a ofrecer a cada indi-viduo la posibilidad de convertirse enagente activo de su propio proyecto devida y del desarrollo cualitativo de lacomunidad de la que forma parte. Úcar

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(1992) estima que, en este proyecto com-partido, la Animación Sociocultural enfa-tiza la metodología del proceso, mientrasque el Desarrollo Comunitario concedemayor importancia a la finalidad... siem-pre con la convicción de que la Anima-ción Sociocultural responde a la demandadel público y de que la transformaciónsocial, la participación cultural y las expe-riencias que conlleva su desarrollo seaniniciadas y dinamizadas por los actoreslocales.

En opinión de Escarbajal (1992), elpapel de la Animación Socioculturalcomo instrumento para el desarrollo delas comunidades no debe –al menosdesde una perspectiva de cambio querompa con la pasividad que caracteriza alas consumistas sociedades industriales–ofrecer dudas, es una oportunidad para:recuperar la ilusión por la propia identi-dad cultural (en su sentido más amplio),buscar nuevos elementos culturalescomunitarios, ayudar a la gestión políticadel entorno, despertar la conciencia críti-ca de los individuos, tratar de encontraralternativas estables (y no solucionescoyunturales), emancipar a los colectivos,formar personas autónomas en todos lossentidos... y, en definitiva, fomentar lacomunicación.

La descentralización subraya las iden-tidades y diferencias –y también la «distri-bución del poder»– en la dinámica delterritorio y de las diversas administracio-nes públicas que en él concurren, y seráun elemento clave a la hora de juzgar lacredibilidad y legitimidad socio-políticade estas prácticas comunitarias, singular-mente en una etapa histórica que se deba-te entre la reconquista del estado-nacióny la reivindicación de las comunidades-pueblos. Esta descentralización es unaoperación esencial en cualquier políticade animación sociocultural, en la medidaen que implica un replanteamiento globalde las estructuras y de las instituciones.

El redefinir los procesos culturalescon objetivos y estrategias de amplioalcance, además de ser congruente con lafilosofía de la Animación Sociocultural ylos procesos de Desarrollo Comunitario,exige una reflexión actualizada sobre laplanificación o programación cultural, ysus diversas posibilidades y limitaciones.Esta es una cuestión que, necesariamente,ha relacionarse con la preocupación pordelimitar –total o parcialmente, en los ini-cios o durante el proceso, etc.– desde ins-tancias externas a las comunidades lasfronteras de la decisión y gestión cultural,ya sea con criterio político, administrativoo técnico. En este sentido, aún cuando seatienda fundamentalmente a los supues-tos metodológicos –y se recurra, porejemplo, a una planificación estratégicaasentada en los principios de ciertosmodelos científicos– resultará inevitableque surjan controversias sobre las orien-taciones, los enfoques y las actuacionesque se promuevan, ya que dichas contro-versias serán expresión de la tensión dia-léctica que existe entre ideas y hechosque están en constante interacción.

En un primer momento y debido a suclara vinculación con la política, la plani-ficación se orientó hacia las problemáticaseconómicas del desarrollo cultural, peroesta tendencia se modificó a partir de ladécada de los sesenta. En este sentido,resultaron de especial interés las aporta-ciones ya realizadas por Mannheim(1953) y las que más tarde efectuaronotros autores –entre ellos, Lippit, Watsony Westlely (1979)–, que relacionaronestrechamente la planificación con el des-arrollo y el cambio social, sobre todo enlo que se refiere a personas concretas,pequeños grupos, organizaciones y co-munidades.

Actualmente, se coincide en contem-plar la planificación –descargada ya de susconnotaciones peyorativas– como un ins-trumento ágil y efectivo en la dinámica

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cultural, estimable sobre todo en lo quese refiere a la organización y estructura-ción de los procesos político-culturales, laincorporación del conocimiento y de lainvestigación a las actuaciones políticas ysociales, y la mejora en la toma de decisio-nes. Aún así, también ha de tenerse encuenta que los objetivos del planeamien-to cultural son muy diversos, de modoque aunque metodológicamente puedapresentarse como un proceder «neutro»,sus finalidades podrán ser muy distintasen función de los valores e intereses dequiénes lo practican o recurren a él comojustificación de sus realizaciones.

Por ello, sin pretender obviar la pro-blemática subyacente tras los juicios devalor que insisten en cuestionar la planifi-cación cultural –que, para muchos, impli-ca necesariamente dirigismo, colectivis-mo o tecnocracia y, para otros, constituyeun ejercicio sin interés, una pérdida detiempo, o es, simplemente, algo que nosirve para nada–, estimamos que nopuede prescindirse de sus aportaciones,especialmente cuando se conciben desdeuna perspectiva estratégica, democráticae integradora. Sin duda, la planificacióncultural no puede situarse –cuando formaparte de un proceso más amplio, e inclu-ye el diseño de planes, programas, pro-yectos, actividades… y todo lo que en ellase sugiere de cara a la optimización en lagestión de la iniciativa cultural– al margende las preocupaciones por mejorar cuan-titativa y cualitativamente la acción-inter-vención social que se promueve en estecampo. Para ello, deberán tenerse encuenta los contextos institucionales que

Condicionan la forma de gestión y elposicionamiento estratégico de unproyecto cultural. Cuando hablamosde contextos institucionales, no nosreferimos sólo al marco jurídico con-creto en el que se desarrolla un sectorcultural preciso, sino también a la

estructura de valores, a los condicio-nantes del mercado, y a la tradicióncultural (Bonet, Castañer y Font,2001, p. 12).

En este sentido, la planificación debeafrontar una serie de desafíos políticos ymetodológicos que tomen en considera-ción cuestiones como:

• Adecuar o ubicar convenientemen-te en el contexto las iniciativassocioculturales, de acuerdo con lasnecesidades y demandas de la po-blación.

• Dotar de una cierta racionalidad alas políticas culturales, de formaque exista un fundamento para latoma de decisiones y la asunciónde responsabilidades públicas.

• Optimizar los recursos existentes:equipamientos, presupuestos, per-sonas, tecnologías… en sus dimen-siones materiales y humanas.

• Integrar las contribuciones delconocimiento científico y de lainvestigación social en la formula-ción de las políticas culturales.

• Compensar el poder expansivo dela industria cultural con iniciativascívicas de índole asociativa y comu-nitaria.

Con estas claves, parece razonableque la planificación estratégica fije suatención en cuestiones que sean verdade-ramente significativas para la acción cul-tural, en torno a las que sea posible pen-sar y promover proyectos culturales terri-toriales en los que la responsabilidad delas administraciones públicas y la iniciati-va ciudadana puedan concertar sus res-pectivas contribuciones. En opinión dePuig (1988), esto ha de hacerse en base acinco puntos esenciales: el desarrollo dela creación cultural y el patrimonio cultu-ral; la mejora de las aptitudes de cada per-

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sona para una acción cultural y educativaadecuada y activa; la garantía de quetodos puedan ejercer plenamente y sindiscriminaciones la libertad de pensa-miento y la expresión; la promoción de laparticipación de todos en la formación yla realización de los proyectos para lasociedad; y, por último, el estímulo detodas las fuerzas de la solidaridad.

FINAL

Como hemos apuntando, la EducaciónSocial mantiene de antiguo, en sus diver-sas iniciativas y trayectorias, una estrechavinculación con el quehacer cultural querepresentan la Animación Sociocultural yel Desarrollo Comunitario, a los que reco-noce como ámbitos privilegiados de suspropuestas y prácticas. Además, reivindicauna cultura más congruente con los dere-chos cívicos y con la formación integral delas personas y las comunidades en el senode una sociedad globalizada mucho máscohesionada, integradora y democrática.Al menos, si se pretende que las culturasno se reduzcan a

Conocimientos a divulgar, a transmi-tir o a recrear en los escenarios de lasocialización institucionalizada, pormuy importantes que estos sean parala inserción social (Caride y Meira,2000, p. 32).

Aún cuando también asuman estastareas, las prácticas socioeducativas nopueden renunciar a situar en el centro delquehacer sociocultural a los ciudadanos yciudadanas, y activar su protagonismocívico y social –tanto desde una perspecti-va política, como educativa– en los espa-cios y tiempos que habilita la sociedad delconocimiento y de la información. A dife-rencia de lo que ocurría en el pasado, lapertenencia a una comunidad y a una cul-tura «territorializada» no tiene por qué

contradecirse con las formas emergentesde desarrollarse cultural y comunitaria-mente, justo cuando

La proximidad geográfica ya no es lacondición de la comunidad social,pues las personas con las que nos tra-tamos no se sitúan exclusivamente endicha comunidad local (Bolivar, 2001,p. 268),

y se ha desvanecido buena parte delordenamiento socio-económico, culturaly político que ha venido conformandonuestras sociedades hasta bien entrado elsiglo XX.

Sin renunciar a lo que han sido hastael momento, también la AnimaciónSociocultural y el Desarrollo Comunitarioestán en ello, con el fin de posibilitar que,a través de sus prácticas, la EducaciónSocial siga manteniendo un importantecaudal de opciones que permitan repen-sar el trabajo educativo en la sociedad,para la sociedad y con la sociedad. Puestoque las culturas y las comunidades sonalgunos de sus principales pretextos, cual-quier circunstancia que las redefina en ladialéctica identidad-diversidad, local-glo-bal, comunicación-formación, tradición-innovación, etc. les afecta profundamente.De hecho, así es, y sus desafíos del presen-te tratan de ser cada vez más congruentescon la revisión de los derechos sociales yculturales que salen al encuentro de«otra» globalización, no sólo posible, sinotambién necesaria.

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