Alberto Aziz Nassif-El Paréntesis de La Navidad

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Alberto Aziz Nassif El paréntesis de la Navidad Cada Navidad tiene un acento particular, sobre todo porque abre un paréntesis en la vida cotidiana. Se suspenden las actividades, entramos en periodo vacacional, se apagan los reflectores y se interrumpe la política, una parte de la actividad económica se detiene y las relaciones sociales se concentran en la vida familiar. La Navidad ha mudado su perfil; poco a poco la mercadotecnia y la lógica del consumo se han apropiado de esta fecha. Los motivos religiosos de la Navidad han perdido centralidad. Pero, con todo y lo que se ha perdido por el brutal incremento comercial, algo queda de la Navidad como una fecha de buenos deseos. La Navidad se ha convertido en una fecha eminentemente familiar. En una encuesta reciente Consulta Mitofsky encontró que la mayoría en México celebra la Navidad como un festejo familiar (81%); sólo una minoría declaró que no festeja (6.6%), y sólo 1% la ve como una fecha religiosa, como recibir al “niño Dios”. La otra parte del paquete navideño son los regalos. Los datos de la encuesta establecen que sólo la mitad de la población acostumbra dar regalos en esta fecha. A medida que disminuye el nivel económico, también baja el consumo; en el medio rural se consume un poco menos de la mitad del medio urbano; en las regiones también hay una diferencia entre el norte y el sureste: mientras que en el primero la respuesta positiva a los regalos es de 69.1%, en el segundo sólo llega a 32.7%. Un país de muchos contrastes también en la celebración de la Navidad: diversos tipos de estructura familiar y contrastantes perfiles de consumo entre lo urbano y lo rural marcan diferencias importantes en la forma de concebir, celebrar y consumir en esta fecha.

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Articulo de opinión

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Alberto Aziz Nassif

El paréntesis de la Navidad

Cada Navidad tiene un acento particular, sobre todo porque abre un paréntesis en la vida cotidiana. Se suspenden las actividades, entramos en periodo vacacional, se apagan los reflectores y se interrumpe la política, una parte de la actividad económica se detiene y las relaciones sociales se concentran en la vida familiar.

La Navidad ha mudado su perfil; poco a poco la mercadotecnia y la lógica del consumo se han apropiado de esta fecha. Los motivos religiosos de la Navidad han perdido centralidad. Pero, con todo y lo que se ha perdido por el brutal incremento comercial, algo queda de la Navidad como una fecha de buenos deseos.

La Navidad se ha convertido en una fecha eminentemente familiar. En una encuesta reciente Consulta Mitofsky encontró que la mayoría en México celebra la Navidad como un festejo familiar (81%); sólo una minoría declaró que no festeja (6.6%), y sólo 1% la ve como una fecha religiosa, como recibir al “niño Dios”.

La otra parte del paquete navideño son los regalos. Los datos de la encuesta establecen que sólo la mitad de la población acostumbra dar regalos en esta fecha. A medida que disminuye el nivel económico, también baja el consumo; en el medio rural se consume un poco menos de la mitad del medio urbano; en las regiones también hay una diferencia entre el norte y el sureste: mientras que en el primero la respuesta positiva a los regalos es de 69.1%, en el segundo sólo llega a 32.7%. Un país de muchos contrastes también en la celebración de la Navidad: diversos tipos de estructura familiar y contrastantes perfiles de consumo entre lo urbano y lo rural marcan diferencias importantes en la forma de concebir, celebrar y consumir en esta fecha.

La Navidad y el fin de año marcan el principal corte temporal con el que se administran varias de las actividades centrales del país. Los cálculos del crecimiento económico, los incrementos salariales, los presupuestos gubernamentales, los proyectos de todo tipo de actividad.

El fin de año deja los saldos de lo que sucedió a lo largo de 2007. Sin duda, los contrastes han marcado estos meses; los claroscuros y las zonas de incertidumbre forman el puente a través del cual llegaremos al próximo año. Una buena parte de las claves que marcaron la vida política en este año tiene que ver con la crisis de la sucesión presidencial de 2006. La polarización política ha bajado de nivel, la crispación social se ha atenuado, pero la memoria de la herencia electoral resuena todavía.

Las relaciones entre poderes han encontrado mecanismos de consenso, pero a la menor provocación surgen de nuevo las miserias de nuestro sistema político: las complicidades y la impunidad contaminan a todo el sistema político. Se ha roto la parálisis legislativa y el Congreso de la Unión maneja una complicada agenda de reformas legislativas, como un dato importante de 2007. Lo que en el sexenio pasado estuvo prácticamente detenido por

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una mezcla negativa de cálculos de poder y de relaciones de enfrentamiento entre poderes ahora se ha quitado el tapón y las reformas fluyen: la reforma fiscal, al ISSSTE y la electoral se han concretado y muy pronto habrá una reforma al sistema de justicia.

Sin embargo, las élites políticas no terminan de darle la vuelta a la página. Detrás de los consensos de estas reformas persisten pesadas herencias de desconfianza. La alianza entre PAN y PRI ha sustituido la vieja gobernabilidad del partido de Estado. Se trata de un arreglo más frágil que garantiza una coalición de gobierno de derecha. Frente a ella está una coalición de izquierda que desde que perdió la elección de 2006 ha bajado en fuerza, convocatoria y votos para presentar alternativas frente al bloque gobernante. En la izquierda se ha ido ahondando una división entre dos sectores (moderados y radicales) que cada día tienen posiciones más distantes sobre el papel que deben asumir frente al gobierno panista.

Así, mientras los primeros meses del próximo año serán un escenario para definir cuál grupo se queda con la dirección del PRD, la coalición gobernante podrá continuar con su agenda legislativa. La ventana de oportunidad de la alianza PAN-PRI se interrumpirá con las elecciones intermedias de 2009, que empezarán a prepararse con más un año de anticipación.

La reforma electoral, que ha mantenido la atención de la opinión pública de los últimos meses, necesita llegar a su conclusión para iniciar los cambios institucionales. Pero la puerta de entrada a este proceso pasa por el nombramiento de los nuevos consejeros del IFE. Sin embargo, la postergación que se hizo fue una pésima señal de los partidos políticos. El aplazamiento hasta febrero, fecha que se puede mover a conveniencia de los partidos, volvió a despertar las críticas que se habían hecho de la reforma electoral: los partidos quieren debilitar al organismo electoral y ejercer control sobre sus decisiones. Los partidos no se pusieron de acuerdo porque quieren a una persona de su entera confianza al frente del IFE; no importa que sea independiente y haga valer la autonomía de la institución, sino que les dé confianza.

La reforma al sistema de justicia empezó la ruta de aprobación en el Congreso de la Unión al mismo tiempo en que la justicia sufría uno de sus episodios más oprobiosos y denigrantes, cuando seis ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación abdicaron de su función de impartir justicia e impusieron un manto de impunidad sobre el caso de Lydia Cacho.

Esta Navidad transcurre como un paréntesis en un país lleno de claroscuros. A pesar de los resultados legislativos, el déficit de credibilidad institucional se mantiene; a pesar de que el gobierno de Felipe Calderón ha logrado cierta estabilidad, la vía de solución a problemas graves como la pobreza, desigualdad, inseguridad, pésimo sistema educativo, no está cercana, y quizá ni siquiera estemos en la ruta correcta.

Este es el clima particular que se respira en estos tiempos, en los que el consumo ha socavado a la Navidad para volverla el principal motivo de mercadotecnia del año. En contra de ese mercadeo y, a pesar de todo, hay que mantener los buenos deseos para la

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celebración de estas fiestas y tener una mínima confianza de que el próximo año pueda ser un poco mejor. ¿Será?