Agresividad y Violencia en las escuelas

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Agresividad y violencia. Agosto 2015 Estas líneas son provisorias. Apenas una forma necesaria, aunque insuficiente, de acompañar a los adultos. En muchas ocasiones necesitamos hacer algo entre nosotros para luego hacer lo mejor con nuestros alumnos Tenemos que comprender que cuando se dilata algo que necesita pensarse, cuando se evita hablar de lo que se tiene que decir, suele suceder que aquello acontezca, de algún modo sin previo aviso. Que irrumpa de manera inevitable. Con todo, debemos atender a los modos de contener a los adolescentes, a la impotencia de ellos, la de sus familias y la de nosotros mismos cuando la convivencia se degrada. Considerar las preguntas sin respuestas, las respuestas que no alcanzan y las que no satisfacen o no existen. Una opción es generar condiciones institucionales promotoras de salud. Que los docentes y las escuelas estén mejor preparados y cuidados para afrontar situaciones de diversa gravedad e impacto en la vida de la comunidad y proseguir, con la gradualidad necesaria según el caso, la tarea y la vida cotidiana. Creemos que es posible mejorar los criterios y pautas de acción que nos cuiden para poder cuidar mejor. En este sentido, debemos compartir una experiencia de trabajo escolar en la que se implica la dimensión curricular y diferentes roles, como tutores, profesores, directivos y padres, construyendo sentidos en torno a la propuesta formativa a partir de un eje transversal: el cuidado y la aceptación propia y la del otro junto al respeto a las diferencias . Lejos de ser modélicos, estos son intentos de prácticas situadas que repiensan la acción educativa e intentan el abordaje de cuestiones relevantes desde lo escolar. Es esencial repensar la formación de los agentes educativos en estos temas y cuáles son los procesos de desarrollo profesional para los distintos actores de la comunidad. La escuela debe ser capaz de trabajar en red, al tiempo que debe poder admitir la intermitencia de la participación de sus integrantes y

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Agresividad y violencia. Agosto 2015

Estas líneas son provisorias. Apenas una forma necesaria, aunque insuficiente, de acompañar a los adultos. En muchas ocasiones necesitamos hacer algo entre nosotros para luego hacer lo mejor con nuestros alumnos

Tenemos que comprender que cuando se dilata algo que necesita pensarse, cuando se evita hablar de lo que se tiene que decir, suele suceder que aquello acontezca, de algún modo sin previo aviso. Que irrumpa de manera inevitable.

Con todo, debemos atender a los modos de contener a los adolescentes, a la impotencia de ellos, la de sus familias y la de nosotros mismos cuando la convivencia se degrada. Considerar las preguntas sin respuestas, las respuestas que no alcanzan y las que no satisfacen o no existen.

Una opción es generar condiciones institucionales promotoras de salud. Que los docentes y las escuelas estén mejor preparados y cuidados para afrontar situaciones de diversa gravedad e impacto en la vida de la comunidad y proseguir, con la gradualidad necesaria según el caso, la tarea y la vida cotidiana. Creemos que es posible mejorar los criterios y pautas de acción que nos cuiden para poder cuidar mejor.

En este sentido, debemos compartir una experiencia de trabajo escolar en la que se implica la dimensión curricular y diferentes roles, como tutores, profesores, directivos y padres, construyendo sentidos en torno a la propuesta formativa a partir de un eje transversal: el cuidado y la aceptación propia y la del otro junto al respeto a las diferencias . Lejos de ser modélicos, estos son intentos de prácticas situadas que repiensan la acción educativa e intentan el abordaje de cuestiones relevantes desde lo escolar.

Es esencial repensar la formación de los agentes educativos en estos temas y cuáles son los procesos de desarrollo profesional para los distintos actores de la comunidad. La escuela debe ser capaz de trabajar en red, al tiempo que debe poder admitir la intermitencia de la participación de sus integrantes y colaboradores, soportando como parte de la experiencia la impaciencia que toda construcción colectiva nos puede producir. La comprensible impaciencia es posible superarla con la contención y los aportes que pueda brindar la red, que nos nutre de ideas, reflexiones, acciones y proyectos. Evitar la sucesión de interlocutores con intervenciones que no están articuladas conceptual y operativamente se propone evitar multiplicar la confusión y que se produzca rechazo ante la oferta de acompañamiento. Por eso es importante generar las condiciones para racionalizar las intervenciones a través de una concepción unificada.

En la actualidad existen niveles de inclusión de violencia transmitida paranoidemente, en una sociedad en donde está totalmente desarticulada la LEY INTERIOR.

Como docentes debemos comprender también que al optimismo depositado en los efectos que producen los estímulos conscientes como productores y promotores de cambios favorables en los menores hay que agregar la carga de la influencia parental que conforma el reservorio

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inconsciente de todo ser humano y al que es muy complejo acceder desde la voluntad y que muchas veces desbarata el “tu puedes” y la creación de cualquier estrategia.

Hay muchos modos de violencia. Hoy estamos frente a síntomas graves que dan cuenta de nuevos tipos. La violencia intersubjetiva, desde el punto de vista del enfrentamiento narcisístico, se caracteriza por la aparición de una forma de pasaje de la agresividad a la agresión cuando el otro es obstáculo para mi deseo o para mi acción. Bajo una forma desimbolizada, el otro es el semejante en el peor sentido, el rival sobre el cual se tiene que ejercer una fuerza para que no se oponga a mi deseo. No obstante, aquí el enfrentamiento todavía es entre dos. Es peor aún cuando la agresión se ejerce contra un grupo indeterminado de personas o la violencia genera una masacre.

Las subjetividades en riesgo son las que no pueden con el hecho de tener que crecer en una sociedad que funciona en gran medida bajo modelos de aislamiento y soledad, en la que el o los otros se transforman en enemigos, en la que cada uno tiene que leer la letra chica para que el otro no lo estafe. A todos se nos han caído los sistemas de referencia y de transferencia –a los médicos, a los maestros, a los jueces, a los abogados, etc.- entonces no hay represión externa que pueda resolver el problema del contrato interhumano. Si la ley no es interior, no existe la menor posibilidad de controlar a los seres humanos. La falta de instalación de la ley interior no puede ser suplida con medidas represivas, al contario. De manera que el problema serio es el de si se puede romper la ley kantiana. Según ella, cada uno de nosotros debe actuar de modo tal que su conducta pueda ser tomada como norma universal.

Desatender la agresión y la violencia es permitir la generalización de un elemento disruptivo respecto de los ideales de la transmisión de la cultura que sostiene el discurso pedagógico y el mismo funcionamiento institucional. Crecimiento, desarrollo, mejoría, futuro, gradualidad, madurez; forman parte de este discurso que sostiene una apuesta a la racionalidad, al conocimiento y al saber ligado a la voluntad. Todo ello hace extremadamente difícil aprehender una conducta fuera de la norma, guiada por una lógica subjetiva. Conmueve los pilares sobre los que descansa la institución educativa: la transparencia final de los asuntos humanos que nos permitiría con cierta perseverancia y voluntad aprehender y comprender todo aquello que desafía nuestro entendimiento.

En nuestra sociedad hay procesos de desmantelamiento que cabalgan sobre la idea y la necesidad de la salvación individual, relacionados con los aspectos más egoístas, narcisistas y desubjetivados de la relación con el otro. Por lo tanto, dan curso a los modos más violentos y más homicidas de nuestra sociedad. El otro “es” sobre las consecuencias en la subjetividad de estos procesos de desmantelamiento, en los cuales los niños son educados con la idea de que el otro es un competidor, un adversario o un posible socio, y nunca un otro con el cual tengo que establecer relaciones de reciprocidad. Otro tema es qué tipo de posibilidades da la sociedad para la resolución de estas tensiones.

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La ruptura de códigos produce terror. El terror es el modo mismo de la paranoia. ¿Qué es lo que caracteriza a la paranoia? La caracteriza el hecho de que en la medida en que no están claras las legalidades que pautan los códigos, todo se transforma en posible amenaza. No se parte de la idea de que para el otro algo no es imposible, sino todo lo contrario. El otro es una amenaza. Precisamente la falta de legalidad se caracteriza por la inexistencia de porqué. Toda legalidad que paute permite que el sujeto sepa a qué atenerse respecto de las legalidades en las que se incluye y que organice defensas.

Es fundamental y prioritario no hacer cuestiones fetiches de los casos de violencia para luego polemizar. Hay que poner las cosas en relación. Los debates no deben totalizar ni colar los temas

Cuando la agresividad es del orden de la tensión narcisista, el sujeto se ve enfrentado al otro. El otro aparece en la dialéctica del amo y del esclavo. En términos más amplios, es aquel que aparece como una valla al deseo o a la conducta. Vale decir que el sujeto tiene deseos de derribar el obstáculo que le imposibilita la acción, y se manifiesta bajo las formas de la agresividad. La agresividad es siempre tensión simbólica. La agresión es la caída de toda simbolización y el pasaje a la acción. Por eso es determinante incentivar y propiciar por todos los medios a nuestro alcance la constitución de mentalidades con capacidades metafóricas. Para evitar caer tan fácilmente en este pasaje de la agresividad a la agresión.

Con todo, como docentes adultos con menores a cargo, es primordial que también aceptemos la necesidad de evitar cualquier tipo de vulneración a la integridad psícofísica de los menores, contribuyendo a la constitución de subjetividades social e individualmente sanas.

Se impone hacernos algunas preguntas:

¿En qué consiste nuestra tarea hoy?

Consiste, en primer lugar, en AYUDAR A LA RECOMPOSICIÓN DEFENSIVA DE LA VÍCTIMA DE LA AGRESIÓN O LA VIOLENCIA. Se inicia invitando al diálogo cotidiana y rutinariamente e indagando en las razones del silencio o de la falta de reacción en el caso de la víctima o por la condición de agresor en el caso del violento.

En segundo lugar, en GENERAR CONDICIONES para lograr QUE PROFESIONALES ESPECIALIZADOS puedan instrumentar diagnósticos más acertados a partir de nuestros aportes, pues cuanto más se sabe, más defensa se tiene y menos posibilidad hay de caer en situaciones de pánico y/o daños a terceros o autoinfligidos. Se sugiere registrar indicadores de riesgo como el silencio, el ensimismamiento, la tristeza, la apatía, la indiferencia, la agresividad, el oposicionismo o el negacionismo, y la violencia, obviamente.

No obstante, una cosa es que en una escuela se ayude a detectar las patologías severas y se tengan en cuenta ciertas potencialidades, y otra es que el colegio se convierta en un panóptico donde los chicos estén siendo constantemente observados y vigilados.

¿Cómo intervenir?

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En función de lo recién expresado, sigue evaluar los resultados de estas intervenciones procurando:

1-Fortalecer la convivencia.

2-Conocer las causas de las estigmatizaciones, del hostigamiento, de la acción de los agresivos y/o agresores y de la falta de reacción de las víctimas.

Una opción a tener en cuenta es hacer una observación global de los menores, mirar sus interacciones y después extraer en grupo aquello que parezca más problemático, con el diagnóstico más fino. LA OBSERVACIÓN DEBE HACERSE VARIOS DÍAS, REGISTRARSE Y CONTAR CON LA PARTICPACIÓN DE TODOS LOS ACTORES DE LA VIDA ESCOLAR.

Luego de esto, se hace indispensable contar con la participación de aquellos organismos oficiales que deben intervenir junto con los responsables parentales y/o adultos, para acordar la mejor estrategia a seguir con los profesionales que surjan como los más indicados según corresponda.

La idea es generar las condiciones para que sin gabinete y sin E.O.E, se pueda llegar a las intervenciones más certeras y menos frívolas. Lamentablemente, muchas asociaciones y organismos especializados denuncian la habitualidad de estas intervenciones que sólo encubren situaciones que detonan de modo grave.

Es fundamental señalar que no entendemos lo interdisciplinario como una mera sumatoria de saberes sino como la posibilidad de que, en una práctica sostenida en el tiempo las distintas disciplinas puedan coincidir en la formulación de las mismas preguntas así como construir objetos de análisis e intervención en común. Por otro lado, no concebimos las comunidades como estructuras rígidas y cerradas, sino como espacios que desde su misma existencia deben ser creados y recreados. Dicho de otra manera, tanto lo interdisciplinar como la comunidad se construyen en una práctica colectiva.

Por esto, es importante resolver el primer problema, que a nuestro entender es abrir una discusión profunda sobre la función de una mirada estructural.

El segundo problema es rever la función de la escuela como lugar de despliegue de habilidades y de impartición de información, Y NO DE FORMACIÓN DE SUBJETIVIDADES. Este es uno de los problemas centrales. Si los LUGARES DE TRABAJO Y DE ESTUDIO no se convierten en espacios de resubjetivación, no le podemos atribuir a la familia solamente la posibilidad de ejercerlo, porque las Familias están tan desmanteladas como cada uno de los sujetos que se encuentran en riesgo y que están insertos en estos espacios. Todo lo que implique formaciones comunitarias es tan subjetivante como lo que implique nexos de solidaridad y de trabajo compartido.

La sensación de vacío frente a la injusticia y la inequidad, la exclusión del sistema productivo, vivir de subsidios, la falta de percepción de un futuro más o menos previsible, etc. hacen a la imposibilidad de vislumbrar una forma de representación y a la dependencia de otro. Esto nos deja indefensos. A los adolescentes sobre todo los daña la falta de metas a futuro.

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Resumiendo. Hasta aquí tomamos tres vertientes fundamentalmente:

1. La primera cuestión es hacer una relación entre lo singular, lo histórico y la social cuando nos disponemos a intervenir en una situación.

2. La segunda cuestión hace al afinamiento de la comprensión. Hay que preocuparse por el equilibrio entre la dilución de lo singular en lo colectivo, manteniendo la tensión entre ambos elementos y asumiendo la responsabilidad que a nosotros nos compete, y no a la culpabilidad colectiva. Lo que nos importa hoy es la responsabilidad con la que tenemos que asumir tanto individualmente como por sectores nuestro aporte a este proceso de acompañamiento educativo y de redireccionamiento de la conducta.

3. En tercer lugar debemos decir con responsabilidad. Este es también un gran aporte a los procesos de simbolización que debemos fomentar y que están faltando.

Otra cuestión a atender es el tema de la responsabilidad del agresor o del violento.

¿Cómo pensar la responsabilidad si socialmente se debate la noción de autor cuando se establece la figura de la inimputabilidad frente a delitos graves?

Frente a alumnos y en la escuela, cuando se atienden cuestiones vinculadas con la agresividad y/o la violencia, los adultos debemos considerar la subyacencia de sentidos, opiniones y supuestos que socialmente oscilan entre el reproche y la justificación de ese tipo de conductas. Pensar y argumentar sabiendo que se desdibuja la noción de autor en nombre de la inimputabilidad u otra causal, legítima preguntarse cómo se mide la responsabilidad en relación al acto sin contar con un autor culpable y merecedor de una sanción.

Esta pregunta es tan procedente como la que indaga respecto de cómo se define (no la peligrosidad o la criminalidad, -que es otro problema-) una intervención efectiva sin tener en cuenta al autor. En el sujeto debe haber algún tipo de reconocimiento respecto a las consecuencias de su acción. Por su propia vida y por la de los terceros, debe haber un reconocimiento del semejante y del daño que se le ha causado. Si esto no sucede, no hay reorientación efectiva de la conducta que se desea corregir.

El sujeto agresivo debe entrar en conflicto con su conducta para cuestionarla y transformar sus emociones. Sin asumir responsabilidad no pude haber culpa. De todos modos, el tema no es la culpa, sino el amor. Quien no puede amar a nadie, no puede sentir culpa ante nada. Tampoco goza de amor propio saludable.

Socialmente, los crímenes impunes inevitablemente son considerados como crímenes que sólo podrían poner en suspenso la violencia. Solo pueden ponerla en suspenso, nunca la resuelven, porque no dan tranquilidad de espíritu a las víctimas y dejan absorta a la sociedad.

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Podríamos problematizar aún más la cuestión y preguntarnos:

¿Qué podemos hacer nosotros en la escuela para desafiliar la agresividad de la ley moral que la nutre y de una cultura que tolera procederes cuasi mafiosos?

¿Seremos capaces de reprochar las conductas referidas en el marco de otra ley moral, rescatando la cultura del apego y la responsabilidad?

Nuestra sociedad es tolerante o favorece formas de desubjetivación en que el sujeto se incluye por su desempeño, su perfomance, y no por su capacidad de enlace con los demás. Por eso es tan importante el problema de la desubjetivación y tan valioso el aporte que podemos hacer desde la escuela. Esta ha sido tradicionalmente un ámbito abierto al mérito y al reconocimiento a partir del rendimiento académico. Hoy no podemos desoír que ya no lo es.

La transformación de la noción de futuro y de progreso, la obligada revalorización del presente y la “tarea subjetiva-colectiva” por construir sentidos que configuren un itinerario individual y relancen la vida social y sus lazos, está íntimamente ligada al lugar que la violencia ocupa en la vida social y en particular de los adolescentes y jóvenes.

También debemos mencionar las violencias simbólicas que se ejercen desde distintas instituciones y en ocasiones la escuela, cuando lleva adelante prácticas de discriminación y segregación. Por eso en estos tiempos no se puede aceptar que sea el azar el que resuelva situaciones que prometen daños y ponen en juego la autoconservación dentro de ella. El azar se tolera cuando están en juego aspectos secundarios.

Nosotros debemos apostar a la comunicación y a la recomposición intersubjetiva de los vínculos en todos los ámbitos. Los adultos también estamos inmersos en procesos de desubjetivación. Cuando se han perdido las condiciones de intersubjetividad, el otro es un enemigo potencial. Es entonces cuando, indiscriminadamente, quien debería ser el prójimo pasa a ser incluso alguien plausible de ser aniquilado llegado el caso. Por eso más arriba decíamos que fallan los enlaces amorosos.

Debemos fortalecer la atención, en pos de una reacción precoz y precisa llegado el caso. Cuando un sujeto agresivo no se siente escuchado experimenta más odio, pues se siente nuevamente desconocido. Entonces agrede. La prevención pasa centralmente por estos aspectos.

El espacio escolar puede pensarse como una intersección entre lo singular y lo socio comunitario; en este sentido es un espacio de enormes potencias para –simultáneamente- facilitar la elaboración individual y promover la respuesta colectiva frente a situaciones tanto disruptivas como conmocionanates. El mero hecho de tener que tramitar la separación de las figuras significativas que constituyeron subjetivamente a los alumnos lo es.

Las maniobras y discursos de los adultos por evitar la agresión y la violencia entre los adolescentes son tan resistidos como las acciones para protegerlos del peligro y de conductas temerarias, que son comportamientos persistentes y frecuentes entre ellos. La sensación de extrañeza, la

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desconfianza por la que atraviesan (la pérdida de las certidumbres infantiles) puede llevarlos a poner en juego su integridad psicofísica para saber si la vida vale o no la pena ser vivida.

Pero así como pueden maltratarse y/o maltratar –incluso al cuerpo- dependiendo de sus historias personales y de la capacidad de sus entornos de ofrecerles los límites necesarios para sostenerlos, pueden amarse y amar, cuidándose y cuidando

Cuando la angustia se hace presente, sólo puede ser transitada si hay alguien que puede escuchar y acompañar. Hay más luz cuando alguien habla.

La vida premia poco lo bueno que hacemos, pero cobra carísimo la estupidez. Cada error cometido paga mil veces lo que no fuimos capaces de hacer preventivamente.

O nos predisponemos a pensar quiénes somos y adónde vamos, o estamos en riesgo de incremento de la violencia y la desintegración.

Los niños y adolescentes deben volver a ser mirados por los adultos para ser salvados de la indefensión. No puede haber resignación ante la agresión y la violencia. La resignación es igual a estar ausente, a desconocernos.

Este es un brevísimo documento que intenta establecer una plataforma discursiva común para pensar argumentos y estrategias didácticas para trabajar todos juntos en el marco del plan institucional de talleres para atender a la agresividad y la violencia.

Gracias por la predisposición a lograrlo.

Equipo directivo E.S Instituto Norte. Agosto 2015.