Acercamiento a la mujer latinoamericana

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Acercamiento a la mujer latinoamericana AUGUSTO GUERRA Santo Domingo (República Dominicana) INTRODUCCIÓN Las páginas que siguen intentan reflejar la vida cristiana -pro- blemática, vivencia, reflexión- en seriedad y profundidad de buena parte del conjunto femenino latinoamericano de nuestros días. Se podría haber elegido hablar de una mujer latinoamericana y ésta ya difunta, es decir, presente en la historia, en una historia que hubie- ra verificado la hondura o superficialidad, la claridad o ambigüe- dad de lo que muchas veces no se percibe en la inmediatez. Esa metodología habría sido correcta. No obstante, quizá hubiera peca- do de subjetivismo en la elección, de injusticia en la representati- vi dad y de olvido del tiempo a manos de la historia. Me ha pare- cido que una mirada de conjunto al presente es preferible y menos injusta. Debe tenerse en cuenta que me referiré a la mujer latinoameri- cana, no a cualquier mujer que viva en América Latina. La mujer «importada» e «implantada», queda al margen de nuestra atención. La autoestima autóctona es un referente en alza 1 y deseo respetarlo aquí. Nos referimos, pues, a las mujeres latinoamericanas. 1 Entre los «logros» de la sociedad latinoamericana ya Puebla enumeraba éste: «hay un creciente interés por los valores autóctonos» (n. 19). Era la expresión comunitaria de un sentimiento continental que empezó a abrirse con el poli centrismo posconciliar y que aumenta rápidamente. REVISTA DE ESPIRITUALIDAD (60) (2001), 629-653

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Acercamiento a la mujer latinoamericana

AUGUSTO GUERRA

Santo Domingo (República Dominicana)

INTRODUCCIÓN

Las páginas que siguen intentan reflejar la vida cristiana -pro­blemática, vivencia, reflexión- en seriedad y profundidad de buena parte del conjunto femenino latinoamericano de nuestros días. Se podría haber elegido hablar de una mujer latinoamericana y ésta ya difunta, es decir, presente en la historia, en una historia que hubie­ra verificado la hondura o superficialidad, la claridad o ambigüe­dad de lo que muchas veces no se percibe en la inmediatez. Esa metodología habría sido correcta. No obstante, quizá hubiera peca­do de subjetivismo en la elección, de injusticia en la representati­vi dad y de olvido del tiempo a manos de la historia. Me ha pare­cido que una mirada de conjunto al presente es preferible y menos injusta.

Debe tenerse en cuenta que me referiré a la mujer latinoameri­cana, no a cualquier mujer que viva en América Latina. La mujer «importada» e «implantada», queda al margen de nuestra atención. La autoestima autóctona es un referente en alza 1 y deseo respetarlo aquí. Nos referimos, pues, a las mujeres latinoamericanas.

1 Entre los «logros» de la sociedad latinoamericana ya Puebla enumeraba éste: «hay un creciente interés por los valores autóctonos» (n. 19). Era la expresión comunitaria de un sentimiento continental que empezó a abrirse con el poli centrismo posconciliar y que aumenta rápidamente.

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1. CRECIENTE PRESENCIA FEMENINA LATINOAMERICANA

En la vivencia, reflexión y transmisión de la vida cristiana en y de América Latina la mujer ha tenido a lo largo de la historia una presencia generosa, aunque oscura y poco reconocida. Sin que valga aquí un a priori, tampoco puede extrañar el que se afirme, ya a priori, que sin la presencia de la mujer no es comprensible la historia latinoamericana. Y menos aún la dimensión religiosa de la historia de un pueblo que, como el latinoamericano, «chonea religión por todas partes» 2.

La historia recuerda el nombre de algunas mujeres, pero es un recuerdo minoritario. Una vez más, el patriarcalismo, encarnado aquí en historiadores masculinos, ha cegado la memoria de tantas muje­res. La memoria histórica de la mujer en AL, tarea emprendida no hace mucho, pondrá de manifiesto una presencia mucho más amplia, distinta y significativa.

Por otra parte, tanto la Iglesia en general como los focos más dinámicos y locales de la sociedad religiosa han carecido también de una sensibilidad femenina adecuada. El machismo latino, sea o no típico, no ha estado ausente ni de la vida cotidiana, ni de las estruc­turas eclesial es, ni de la teología. Concretamente las Asambleas del CELAM tardaron en reconocer que la mujer debe contar entre los más pobres entre los pobres. Entre los famosos 8 rostros que recuer­da y describe Puebla (nn. 32-39) no encontramos los rostros de mujeres. En cuanto a la Teología de la liberación, las quejas acerca de su olvido inicial de la mujer han sido frecuentes (y aceptadas por la misma TdL) y son muchas las mujeres, liberadas y liberacionistas, que, agradecidas a lo que la TL ha supuesto para ellas, no se encuen­tran a gusto ahí y han emprendido nuevas rutas, concretamente la feminista y la ecológica, en las que se sienten más espontáneamente cómodas y, así lo creen, haciendo un camino de justicia. Ha sido la cultura, y más en concreto la cultura feminista, la que ha sacado a flote, teórica y prácticamente, en el ámbito de la igualdad de dere­chos, una progresiva presencia activa de la mujer en todos los cam-

2 P. CASALDÁLIGA-J. M. VIGlL, Espiritualidad de la liberación, Ediciones MSC, Santo Domingo 1993, p. 93.

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pos, y ha tocado a las teólogas, en un ejercicio feliz o menos feliz, leer en clave feminina la opción por los pobres, derivándolo a la opción por la mujer pobre 3.

La mujer latinoamericana, no obstante estas dificultades y bane­ras de diverso tipo, se ha abielio un camino respetable y es abundosa y progresiva -con rapidez- su presencia actual en la sociedad y en la Iglesia, en sus vivencias personales y comunitarias, en su participa­ción activa en los diversos movimientos y en la reflexión religiosa (digamos teológica). Que haya un 25% de mujeres en la historia panorámica actual de la Teología latinoamericana, aunque parezca poco -y ciertamente el desequilibrio exista con relación a los va­rones- es un dato hasta hace poco impensable 4. La presencia en publicaciones periódicas, congresos, universidades, etc. es una pre­sencia encomiable. Es innecesario llamar la atención sobre la impor­tancia que esta presencia tiene en la vivencia personal y comunitaria y en el compromiso público de la fe cristiana en la actualidad. Moldes nuevos manifiestan raíces nuevas y expresan ramas propias.

n. FEMENINO PLURAL

Robo este título a quien lo inventó, porque suena bien y parece significativo. Para nosotros significa tanto como pluralismo femeni­no. Es un error, demasiado grave y extendido, unifOlmar a la mujer latinoamericana, también desde el punto de vista cristiano. Y es un enor aún mayor encamar el mundo femenino en un grupo de per­sonas, como puedan ser las teólogas, que, con toda la importancia que tengan y la influencia que ejerzan, no deja de ser un colectivo muy minoritario. El elitismo, buscado, aceptado o impuesto, no es

3 Cf. y. GEBARA, La opción por el pobre como opción por la mujer pobre, en Concilium, n. 214 (1987) 463-472.

4 Puede verse J.-J. TAMAYO ACOSTA/J. BOSCH (eds), Panorama de la teología latinoamericana, EVD, Estella 2001. Hay que agradecer esta publicación, a pesar de que, como es normal, ni sean todos los que están ni estén todos los que son. Una justeza absoluta sería imposible y hay que comprender preferen­cias, y hasta dependencias, de los editores. Cuando citemos esta obra, cosa que haremos con frecuencia, lo haremos con la palabra Panorama ... , seguida de la página correspondiente.

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conecto. En este caso, lo popular continuaría siendo lo que con tanta frecuencia ha sido: un cero a la izquierda. Cambiaría sólo la persona que robase ese cero para colocarlo a la propia derecha. No. Eso no es conecto. Ni es aceptable. Hay categorías diversas y diversidades en una misma categoría. Es necesario tenerlo en cuenta para no uniformar lo que es plural. Las diferencias de categorías femeninas son importantes y perceptibles.

Dentro de este femenino plural, he querido recoger aquí tres categorías de mujeres latinoamericanas desde el punto de vista reli­gioso: Mujeres alejadas; mujeres cercanas; mujeres teólogas 5. Las dos primeras categorías forman parte de lo que podemos llamar mujer del pueblo, entendido lo popular como carente de poder po­lítico, social, económico, cultural, religioso. Las teólogas, son las mujeres que han hecho de la teología su campo de atención, re­flexión, magisterio y comunicador. Existen otras categorías. Tam­bién la mujer, y la mujer cristiana en concreto, ha entrado en las estructuras del poder político, social, cultural, etc. El acceso a la educación, y más en concreto a la universidad, es ya masivo y ello dimensiona profundamente también la vida cristiana. No reflejar su vida, es una laguna importante, que reconocemos. No obstante, dada la limitación de espacio, en modo alguno quería prescindir de la mujer del pueblo (una categoría que continúa siendo muy alta a pesar de los cambios culturales), tan atrozmente olvidada y manipu­lada por todos.

Las dos primeras categorías forman parte de las trabajadoras domésticas (lavadora-planchadora, cocinera), colectivo importante 6

no excluyente de otros frentes 7, y representan un alto porcentaje de

5 Hay más categorías femeninas, pero no sé bien dónde y cómo ubicarlas desde el punto de vista de la sociología religiosa. La mujer urbana de clase media y la presencia de la mujer en grupos religiosos de muy distinto signo, no son fáciles de ubicar.

6 Cf. M. SARDÓN-FILIPPINI, Situación de las empleadas domésticas en Amé­rica Latina, en Concilium n. 214 (noviembre 1987) 397-401.

7 Es oportuno recordar esto: la trabajadora doméstica no se limita al trabajo en casa ajena, sino que, al mismo tiempo, puede particippar, y de hecho mu­chas de ellas participan, en las reivindicaciones de todo tipo que estime opor­tuno: precios, discrminaciones raciales, sexuales, sociales, etc. (cf 1. GEBERA,

La opción por el pobre como opción por la mujer pobre, en Concilium, n. 214 (noviembre 1987) 468-469.

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las mujeres latinoamericanas, tanto de las residen en la misma AL como de las que emigran fuera de su tierra. Quizá no se pueda precisar más. Escuchar su voz, mejor aún que reflexionar sobre ellas, es importante y difícil. Todos le pedimos al pueblo que hable (<<ha­bla, pueblo, habla»), pero se hace difícil encontrar cauces adecuados para hablar esa palabra, acogerla y escucharla. Los demás, supone­mos que ellas sienten, piensan, hablan y actúan como nosotros/as, desde fuera, decimos. Pero no son altas las garantías de objetividad. Confieso que después de varios intentos de acercar mi palabra a esas dos categorías, me he sentido incapaz de hacerlo con un mínimo de «vergüenza torera» 8.

Por ello, ofrezco el testimonio de dos mujeres Dominicanas, pertenecientes -según mi criterio- a cada una de las dos catego­rías indicadas. Son testimonios verídicos, confesiones espontáneas y llanas. Yo mismo podría añadir en nota muchos testimonios que corroborasen diversos puntos de dichas confesiones. Creo que estas dos mujeres, Luisa y Mariposa, representan grandes sectores de la mujer latinoamericana y caribeña. Sobre las teólogas, seré yo mismo quien trence una visión.

Una descripción general

Antes de pasar a cada una de categorías antes indicadas, me ha parecido oportuno recordar unas palabras de P. Casaldáliga-J. M. Vigil, con las que estos autores intentan reflejar la presencia y sen­tido de la mujer en AL. Escriben los autores: «lo femenino marca no sólo la vida familiar germinal, diríamos, sino toda la vida de las

8 Siento la necesidad de decir una palabra sobre mí mismo en relación con estas páginas. Soy sacerdote Carmelita Descalzo, llevo ocho (8) largos años en República Dominicana. Dedico cinco días de la semana a dar clase en un Instituto universitario de espiritualidad, donde la gran mayoría son mujeres. El fin de semana lo paso en dos lugares populares (uno no llega a ser pueblo) muy pobres en todos los aspectos. En estos lugares, los núcleos con los que me relaciono son casi únicamente femeninos. Comprendo que mi condición de varón, eclesiástico y español no son buenas credenciales para comprender a la mujer latinoamericana y para hablar sobre ella. Pero eso es lo que hay y no quería ocultarlo.

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familias, aun disgregadas y ya con los miembros adultos. La madre, en América Latina, es la jefa espiritual, cordial, confidencial de la casa. El proverbial machismo latinoamericano, que no es ni más ni menos que el que hay en otras partes del mundo, no ha podido ofuscar esa presencia bienhechora, enternecedora, de la madre» 9.

No es cuestión de hacer comentario alguno. Citar estas palabras no significa ni aprobación ni reprobación. Es la opinión de unos autores concretos, que han escrito sobre espiritualidad de la liberación. Así ven ellos el puesto de la mujer.

n.l La mujer alejada

No me gusta la expresión. Parece negativa y condenatoria. Si alguien percibe este aspecto, bórrelo. La expresión quiere ser única­mente descriptiva. En este título he querido encerrar a ese magno colectivo cristiano femenino, que apenas tiene que ver con la «es­tructura» cristiana (por decirlo de alguna manera). Bautizadas, esca­padas «por la ventana», con trasiego matrimonial y familiar, con el trabajo diario, cuando hay trabajo, con Dios a flor de acontecimien­tos, con el llanto y la risa por montera y ... adelante.

Es una vida cristiana que podríamos llamar «de espacio abierto», es decir, no dependiente de la Palabra, del Sacramento y del Magis­terio, sino ... de «otra cosa distinta». Quizá haya quien piense que ... entonces no son cristianas. Yo no les quitaré algo que ellas confie­san con orgullo, ser cristianas. No basta con que las llamemos cris­tianas anónimas, una expresión que ha caído muy pronto de su euforia inicial. Las llamamos, sencillamente, alejadas, alejadas de las mediaciones ordinarias y «norn1ales» de la vida cristiana.

1. La llamaremos Luisa. Es lo único que le vamos a cambiar, el nombre, junto con mínimos toques redaccionales. Lo demás ha salido de los labios de Luisa. Ella misma se presenta: «tengo 46 años, soy trabajadora doméstica. Soy de un campito muy abandona-

9 Espiritualidad de la liberación, Ediciones MSC, Santo Domingo 1993, p. 81. No entro ni salgo en la justeza o no de esta apreciación. Quede ahí como testimonio de unos conocidos conocedores, desde fuera y desde dentro, de la mujer latinoamericana.

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do y pobre del Sur de República Dominicana. Desde temprana edad he tenido que trabajar duro para ganarme la vida. He cursado hasta tercer grado de primaria. Soy madre de seis hijos. De mi primer marido tengo una hija; cuatro los procreé del segundo marido. El sexto es fruto de una relación extramatrimonial de mi marido».

Este extravío de su marido es lo primero en que quiere detenerse Luisa. Tiene prisa por echarlo fuera. Le parece que si no lo dice, lo demás pierde credibilidad en algo en lo que ella quiere ser sincera, en contar su vida. Así que lo lanza rápida: «mire, doña, a mí sí que me sorprendió esa cosa. Mi marido siempre ha sido trabajador, de eso no me puedo quejar y ha cumplido en la casa ... Nunca salía de noche y en la cama también me cumplía siempre. Yo comencé a notarlo raro, triste; comenzó a beber y así duró como seis meses. Yo no aguantaba verlo así y le pregunté si le pasaba algo, que me 10 contara. El lloraba y me decía que había hecho algo muy malo. Se me ocurrió preguntarle que si había matado a alguien para estar así y entonces es que me lo contó todo».

«Mi reacción fue: 'pues coge todas tus pertenencias, eso sólo, porque en mi casa me quedo yo, con lo poco que tenemos y con mis hijos'. Que se fuera con su mujer y su futuro hijo. La cuestión es que nunca se fue y me dijo que así como él había soportado a la hija mía, de mi primer marido, yo tenía que aguantarle a él su hijo. Así es que me trajo al niño, cuando apenas tenía 2 meses ... Su mamá se lo entregó muy fácil, no se resistió. El niño sabe quién fue que lo parió; Pero su madre, ésa soy yo. No hay quien le diga algo de mÍ. Me adora y yo lo quiero igual que a todos los otros míos. Y después que yo recibí el niño en la casa, las cosas cambiaron».

2. Volviendo a los comienzos. Luisa tenía que echar fuera lo que había sido una etapa dura -un año, algo menos- de su vida, o al menos un pesadilla. Sentimientos y contrastes femeninos se cruzan en este extravío tan común en AL. Pero hay que seguir; o mejor, hay que retroceder en la vida de Luisa:

«Quien primero me habló de Dios a mí fue mi mamá. Ella nos enseñó, a mis seis hermanos y a mí, el Padre Nuestro y el Ave María; y rezaba con nosotros al acostarnos. Mi papá, no. Él, igual que mi marido, era duro para ir a la Iglesia. Mi papá no va a la Iglesia, pero yo siempre le oido decir: 'Dios esto»; «Dios lo otro»:

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«si no fuera por Dios ... ». Mi mamá también crió un hijo de mi papá; él lo tuvo por ahí, fuera, y ella lo recogió».

3. Al margen del sistema. «No he hecho la primera comunión, ni la confirmación. Una vez se comenzó a organizar un grupo, allá en la ciudad, para recibirla, pero no se llegó a hacer. Voy a misa cuando puedo, los domingos. Mis hijos sí van a la Iglesia; más que yo. Todos están en la escuela, también».

4. El Dios de Luisa. «Mi acercamiento consciente a Dios co­menzó cuando salí encinta de la primera niña. Yo tenía 22 años y sentía mucho miedo. Una no sabe si los hombres van a ayudar a una. y es así que le rezo a Dios y empiezo a hablar con él».

«Yo me paso la vida pensando en Dios. Al levantarme hablo con él; al acostarme, también. Si estoy haciendo el planchado, sólo estoy hablando con él. Lo que más le pido es por mis hijos, que me los cuide, que los proteja de tanto mal que hay en los barrios. Que sean buenos y obedientes. ¡Ay, Dios mío!, que a mis hijas no las vayan a abusar. Siempre oigo de niñas que alguien de su familia las daña, o un vecino. Imagínese, su papá y yo pasamos el día trabajando; la más grande es que hace algo de comida. Me preocupa mucho la cuestión del dinero. Estos tiempos están difíciles. Pues de eso hablo con Dios».

5. Experiencia de Dios. La experiencia se expresa a su modo. A todos/as les resulta dificil hablar de la propia experiencia de Dios. Luisa lo expresa a su modo: «cuando hablo con Dios siento, siento su presencia. Es más, lo siento tanto que me da miedo. Tengo miedo de cerrar los ojos, porque creo que lo vaya ver. Dios me demuestra su preocupación por mí. Si necesito dinero o algo, o tengo algún problema, se lo digo en oración y sin saber yo cómo, ahí aparece una solución por algún lado. Cuando me he visto necesitada, Él siempre responde. Le pido mucho a Dios por la mañana que guíe mis pasos».

«Dios me demuestra su amor siempre. Aunque a veces uno pide y Dios no responde. Sí, porque lo que yo más quería era tener mi familia siempre y aunque yo pido siempre por mis hijos, perdí uno de ellos ... De eso hace seis meses y todavía yo no me recupero. Yo lo recuerdo vivo, en mi casa ... Era muy bueno mi hijo. Yo sigo sufriendo. Peleé con Dios por quitarme a mi hijo, pero luego le pedí

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perdón. Hubo momentos en que pensé que Dios era malo e injusto. Me arrepentí de decirle eso. Las cosas pasan cuando tienen que pasar».

6. La ausencia del hijo y el sentido de la vida. Luisa tiene pa­sión por su familia. Las alegrías que le da su familia son grandes. El dolor que le proporciona, no es menor. La muerte de su hijo, adoles­cente, fue un golpe del que aún no se ha repuesto. Fue y es algo que apaga un poco su vida y que remueve en ella sentimientos, que ma­nifiestan las referencias que tiene a flor de piel. «Después que murió mi hijo, yo he aprendido que la vida no es nada, que todo se va en un momento, que nada íÍene importancia. Por eso ahora yo soy menos agresiva, más tranquila. He adquirido paciencia. He aprendido que uno tiene que vivir más cerca del vecino, del amigo, mantener la paz en la familia, etc. Antes yo trabajaba todos los días, hasta los domin­gos, para que a los muchachos no les fuera a faltar nada. Ahora no tengo fuerzas. Sólo tengo dos lavados y un planchado».

«Las cosas más nunca serán igual. Mi hijo me hace falta. Yo no me siento feliz. Lo que estoy es resignada. Creo que más nunca podré ser feliz. Me conforta el amor de mi marido y de mis otros hijos. Pero me sigo sintiendo mal. Los niños se recuperan más fácil de esas cosas ... Sufro mucho. Hay personas que me dicen que deje de sufrir, que Dios me va a castigar por eso. Sí, eso lo vengo oyendo desde pequeña. Mi madre me decía: no hagas eso o aquello, porque Dios te va a castigar ... Tengo que seguir la lucha. Tengo otros hijos que ayudar y encaminar. Cuando sean adultos, ya yo habré termina­do. Quiero que mis hijos aprendan de su papá y de mí el ganarse la vida a base de trabajo homado. Espero que Dios proteja siempre a mis hijos y que me los ayude a ser hombres y mujeres de bien».

7. Compaiieros de viaje. «Mucha gente me ha dado apoyo. Mi familia principalmente. Mis padres y mis hermanos. También mi marido y yo hemos sufrido juntos. Lo que me mantenía en pie, firme, era el Espíritu de Dios. Él era y es quien me sostiene. Tam­bién un sacerdote del barrio me ha hablado y alentadQ»10.

10 Aunque no deseo citar otras vidas concretas en apoyo del testimonio representativo de Luisa, me parece que puede ser interesante lo que sigue, que refleja una de las situaciones más llamativas en las que la mujer latinoameri­cana está involucrada: las situaciones maritales-familiares. En el 2001 se hacía

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n.2. La mujer cercana

Tampoco aquí la expresión mujer cercana es quizá adecuada. No trata de ser una expresión valorativamente comparativa en relación con la anterior. Menos aún intenta cualificar una vida, diciendo: ésta es mejor o es peor. Sí intenta reflejar la vida de otro colectivo femenino, que se mueve con parámetros explícitos un poco distin­tos, aunque coincidan en muchos. Este tipo de mujer es más cerca­no, en su materialidad, a las estructuras cristianas.

1. La llamaremos Mariposa. También aquí es Mariposa quien habla. Se garantiza el anonimato y se garantiza la veracidad del relato, con los breves comentarios o introducciones, claramente des­tacables por no ir entrecomillados.

2. Familia y origen de la fe. «Mi fecha de nacimiento fue el día primero del mes 7 de 1952. Nací en un campito. Mi mamá y mi papá, demasiado creyentes, y yo, según mi crianza que ellos me dieron, así mismo, yo también, yo creo mucho en Dios».

El campito de Mariposa es un campito muy pequeño y pobre, a unos 40 kilómetros de Santo Domingo, capital de La República Dominicana, por caminos intransitables. Lleva quince años trabajan­do como cocinera en un centro religioso-cultural. Comenzó su traba­jo como aportación a la educación que allí recibían sus hijos. Cuando ellos telminaron la fOlmación, la institución la contrató con remune­ración. A esta Institución hace referencia algunas veces Mariposa.

en República Dominicana este recuerdo-consideración bajo el título significa­tivo: Casados o amancebados: no es lo mismo, pero es igual: «en el país había en 1996, según el censo de población, un 36.4% de mujeres unidas en relacio­nes consensuales, mientras el número de casadas era de 22.8%». La autora comenzaba su reportaje con este caso, uno entre mil: «Clara y Porfirio convi­ven hace 43 años. Han levantado a una familia de ocho hijos y tres hijas, todos profesionales, gente de bien, y son el ejemplo para los demás miembros de la comunidad donde viven. I Nadie sabe que ellos no se han casado nunca. Que cuando ella contaba 15 años y el 22, decidieron 'fugarse' debido a la negativa de los padres de ella a aceptar al Romeo que intentaba seducir a la más pequeña de sus hijas» (S. V ALDEZ, Casados o amancebados: 110 es lo mismo, pero es igual, en Listín diario. El Domingo (4 noviembre 2001) p. 5. El infor­me estaba originado en una Sentencia de la Suprema Corte de Justicia Domi­nicana, de 17 de octubre de dicho año, según la cual la concubina tiene derecho a heredar del hombre con quien compartió la vida, sin estar casada).

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«Mi infancia no fue muy buena, que digamos. Ya sabe que en los tiempos atrás uno pasaba demasiado ... Yo era la número cuatro, éramos trece y somos doce ahora. Me crié en un ambiente de ocho casas y ocho hermanos. Era todo en familia, y mi familia es bien, una familia humilde, una familia creyente-creyente, y así me fueron educando, me bautizaron, hice mi confirmación y todo. Todos los domingos, mi abuela me llevaba a la Iglesia. Y así hasta ahora. Ese ambiente fue un alimento para mi vida».

«Los momentos más impOliantes de mi vida ... ¡mis papás son los más importantes!. Después de ahí, mis hijos. Y cuando comenzamos aquí en N. He tenido una experiencia bien grande de aquí, el trabajo de aquí me ha desarrollado. Ya usted sabe que venimos de muy abajo, y gracias al Señor estamos bien avanzados».

3. Lugares y modos de experiencia de Dios. Mariposa ha ido alimentando su fe desde el sufrimiento y desde experiencias estela­res. La oración y la enfermedad, la enfermedad y la oración parecen ser dos lugares privilegiados para la experiencia de Dios en la vida de Mariposa.

«Mi forma de fe ... ¡Yo siempre he mantenido mi fe! Y siempre le pido al Señor que me mantenga mi fe, y a toda hora y en todo momento le pido al Señor que en eso esté ahí, para que no me deje caer. El que tiene a dios, lo tiene todo».

4. Etapas en la vida de fe. «Hay veces que como que usted siente el Espíritu. Pienso yo que será el Espíritu de Dios. A veces nos reunimos en comunidad y se hacen unas oraciones tan profun­das, que usted ve que es el Señor que uno siente. A veces se me salen las lágrimas, me da ese frío así... Yo digo que será el Espíritu de Dios que se manifiesta. ¡Tiene que ser! Y cuando usted hace una cosa buena, así, como que siente que fue Dios que puso a una para que hiciera eso. He hecho cosas que he sentido que es el Espíritu que me ha movido. Me siento bien con mi vida de fe, estoy parti­cipando los viernes en grupOS».

5. ¿ Crisis? Mariposa confiesa que la vida de fe tiene sus mo­mentos difíciles. Más aún, hay como una tonalidad permanente de dificultad: «siempre hay una cosa que está queriendo entremeterse y una siempre como que titubea. Pero con la fe, una vuelve y se levanta».

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A veces las dificultades tienen mayor entidad y se encarna en realidades muy concretas de la vida real: «el momento más fuerte que yo he tenido es cuando se me murió la compañera de la mella 11.

Ahí yo me resigné, pero entonces se me enfermó la mella y creía que el mundo se me iba a derrumbar encima. Pero ... , nada. Me levanté y le pedí al Señor. Ella ya había virado los ojos; yo grité: 'Dios mío, en tus manos está mi hija, si Tú me la diste y Tú me la vas a quitar, yo la pongo en tus manos, Tú eres el que sabes, que se haga tu voluntad' ... Y gracias al Señor, mi hija tuvo una mejoría tan grande ¡ en ese mismo instante! ... La pequeña se durmió y de ahí salió jugando. Yo estaba solita, me vi apretada ... Pero no estaba sola, estaba con el Señor. ¡Ahí estaba Dios presente!».

6. Importancia de la fe. «La fe mueve montañas. Y como yo tengo una fe viva, el mismo Dios me dio esa fuerza y valentía para aclamarlo a Él. La fe en Dios es lo más importante de la vida. Usted sin fe no va para ningún lado ... En los momentos difíciles se siente más esa fe viva. La fe tiene demasiada importancia. Sin fe no hay nada. Usted puede pedirle al Señor, pero si usted no tiene fe ... Si usted tiene fe y usted necesita algo, le pide al Señor con fe. Como cuando mi hijo se enfermó y le tenían que hacer cirugía yo le puse en manos del Señor. Y el médico salió diciendo: 'Doña, su hijo está bien, no hay que hacerle cirugía'. ¡Eso fue una obra del Señor!».

7. Jesús es compaíiía y amparo. «Yo siempre hago mis oracio­nes al acostarme, al levantarme, donde quiera y yo le pido al Señor. Uno tiene un momento más apretado y aclama más al Señor ... Creo que Dios está presente siempre. En los hogares siempre tenemos inconvenientes y siempre los muchachos le salen fuertes a uno. Tuve una lucha fuerte con el grande, pero gracias a Dios mi muchacho es un hombre. ¡Y el hombre! 12. Ya usted sabe que los hombres son medio 'epelético'; sí él está con sus cosas, yo le dejo».

8. Conversión. Las sectas evangélicas llaman a tiempo y a des­tiempo a la conversión. La palabra se ha gravado en esta gente sencilla. En personas que frecuentan las estructuras religiosas, esto hay que tenerlo en cuenta.

11 Es decir, de la melliza. 12 Se refiere al esposo.

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«Hay gentes que me han dicho: ¡Ella es evangélica!'; otros me preguntan: '¿Usted es cristiana?'. Yo les digo: 'Sí, yo soy cristiana'. '¿Usted es convertida?'. Yo les digo: 'Sí, yo soy convertida'. '¿Qué iglesia visita?'. 'Yo visito la Iglesia católica'. '¡Ah! Pero, mire, el Señor puede hacer grandes cosas con usted'. Les digo: '¡Dios está haciendo!'. Son evangélicos y quieren que uno abandone su religión para seguirlos a ellos. Cambiarse de religión no es cambiarse de la Iglesia, cambiar es cambiar usted de corazón. El Señor quiere el corazón limpio (aunque le faltamos a veces). Yo me defiendo en contestarle a ellos, sÍ. No me he sentido nunca tentada a abandonar mi religión. Una hermana mía es adventista y los sábados me visi­taba a la hora de la misa. Yo lo comprendí y les decía: '¡ustedes están en su casa!'. y me iba. Les decía: '¡no pierdan el tiempo!'. Yo no les impido que vayan a decirme la Palabra, que ellos dicen que para que yo aprenda la Biblia ... Pero sacmme de mi Iglesia para meterme en otra, no lo van a conseguir. Para buscar al Señor no hay que cambiarse de Iglesia. Si ahí está el Dios que me enseñaron, si yo subía en esta Iglesia, ¡no tengo que cambiarla por otra! Ellos dicen que los católicos bailan y que beben tragos. Yo les digo que Dios no le impide a nadie que baile o tomarse un vaso de cerveza, que Dios impide la embriaguez. Eso usted puede llevarlo dentro de su religión, usted puede dejar los malos vicios yendo a la Iglesia Católica, porque eso no está en la Iglesia, eso está en usted y usted es el que tiene que cambiar».

9. Importancia de los grupos. Sociológicamente hay que afir­mar la existencia abundosa de grupos. No entramos en un análisis de presencia, de consistencia, de mentalidades, de crisis, etc. Mariposa es una de las personas que participa en grupos y le sale espontáneo: «me siento bien cuando estoy en la iglesia y en mis reuniones, porque allá somos pocas, pero se dan buenas. El grupito que parti­cipamos tenemos un poquito de conocimiento de la Biblia, se hace la Palabra, sacamos el resumen, se explica bien. Una se siente bien ... ¡tan bien!. En veces una en la casa está así ... Y una va a esas reuniones y una sale tan bien, con el cuerpo más libre ... ».

10. Ser espirituales. Quisimos saber qué entendía Mariposa con la palabra espiritualidad (en cualquiera de sus formas verbales). Ya sabemos que la palabra espiritualidad es muy ambigua. Y no pode-

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mos pedir una precisióon milimetrada a la gente sencilla, Puede ser, no obstante, que ellos mismos intuyan, mejor que otros colectivos, por dónde deben ir las cosas de la espiritualidad, La pregunta formu­lada a Mariposa: ¿qué es una persona espiritual?, la pilló un poco de sorpresa, como desubicada; pero respondió,

«No sé, .. ¿que se le ponen unos espíritus, una cosa?,,», Re­flexiona y continúa: «una persona espiritual, yo me imagino que será del Espíritu de Dios, es una persona que tiene el Espíritu de Dios vivo en su corazón. Será una persona que se entregó entera al Señor. Espiritual es que vive en el Señor»,

NB, Estas vidas 110 SOI1 abstractas, son vidas de carne y hueso, No entran en esquemas previos; a veces ni siquiera en otro tipo de esquemas, Inicialmente pueden parecer «inocentes», No obstante, quizá planteen más problemas de los que aparecen a primera vista, Tienen muchos de valor, ambigüedad, limitación y misterio, Aquí sí que hay un «espacio abierto» en el que la movida es intrigante,

n,3. La mujer teóloga

Es la tercera categoría femenina que hemos querido traer a estas páginas, Podríamos haber traído aquí el testimonio de una de las teólogas latinoamericanas, para que nos diese una visión de su vida, En parte esta tarea está hecha y ampliada 13, Por ello, he preferido recoger algunos datos sobre las teólogas latinoamericanas, ordenar­los, acercarme a algunos datos externos, hacer un bosquejo de espi­ritualidad femenina latinoamericana y dejar para otro momento de­sarrollar ese bosquejo, tarea para la que ya existe suficiente y complejo material.

1, Concepto. Es cierto que se puede hacer teología de diversas maneras 14, Yen ese sentido, la palabra «teóloga» puede tener diver-

13 Es lo que han hecho II TAMAYO-J, BOSCH en el libro: Panorama", al pedir que un buen número de teólogos/as describan su propio itinerario teoló­gico, que en parte es el itinerario de su vida cristiana, Ocho mujeres, de 34 teólogos/as, respondieron a los autores,

14 1. GEBARA ha distinguido entre las mujeres al menos cuatro formas de hacer teología, que corresponde a otros tantos colectivos (La mujer hace teo-

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sos sentidos. Aquí le damos el sentido descriptivo de colectivo de mujeres que dedican su vida, o una parte importante de ella, a la reflexión, comunicación -académica y literaria- y pastoral teoló­gica. No tiene ninguna otra connotación. Sí me parece de interés decir que desde ese momento en que entran en el gremio de la profesionalidad teológica, escapan en buena medida a la marginali­dad y del todo a la condición popular, tal como queda acuñado el concepto de lo popular. A esas mujeres, aunque sean mujeres y la mujer globalmente sufra de marginalidad, e incluso aunque algunas de ellas vivan con mayor o menor continuidad entre mujeres margi­nadas, no las considero ni marginales ni populares.

2. Importancia. El valor de su voz está ligado al conocimiento que ellas tienen de un mundo, el femenino, que desconocen los varones y con ello se libera también el mundo mismo de los varo­nes. También ellas conocen mejor lo que es la marginalidad. El mundo teológico no margina menos que el mundo social. La teóloga ha experimentado, en propia carne, lo que es la marginalidad en algo que le resulta querido: la teología. Agar tenía que ser resucitada por las mujeres 15.

No obstante, hay que tener también en cuenta que la teóloga ha superado buena parte de la marginalidad. Disfruta del saber. Y con ello, en muchas ocasiones, disfruta también de poder, aunque sea en lucha (quizá sólo lucha quien tiene poder). Para bien o para mal, sociológica y culturalmente, las teólogas dejan de pertenecer al pueblo. Son otra cosa dentro del pueblo. Son teólogas.

3. Presencia progresiva. La presencia y relevancia de la mu­jer teóloga en la cultura teológica latinoamericana es reciente (unos treinta años), pero es ya significativa. Su producción litera­ria, su presencia en la Dirección y Consejos de dirección de impor­tantes publicaciones periódicas, así lo acreditan. Esto lo sabe la

logía. Un ensayo para la reflexión, en Panorama de la teología latinoamerica­na, VIII. La mujer, Sígueme, Salamanca 1990, pp. 274-278).

15 E. TAMEZ, La mujer que complicó la historia de la salvación. Génesis 16 y 21 a propósito de Aga/~ la esclava, en Panorama de la teología latinoame­ricana. La mujer, Sígueme, Salamanca 1990, pp. 189-206 (inicialmente publi­cado, en 1984, en Solidaridad); M. BRANCHER, De los ojos de Agar a los ojos de Dios. Gén 16,1-16, en Ribla, n. 25 (1997) 11-27.

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mujer 16. No deja de sorprender el escaso conocimiento que se tiene en ciertos círculos, europeos por ejemplo, de la teología feminista latinoamericana 17. Casi no se sabe cómo surgió la mujer teóloga. La descripción de sus propios itinerarios teológicos, trazados por las mismas mujeres teólogas, llevan a la conclusión de que todo fue debido a inquietudes personales en contacto con la realidad personal y social, que tuvieron la suerte de encontrarse alguna persona par­ticular -generalmente teólogos, varones; no instituciones- que intuyeron el problema de la mujer culta y preocupada o que supieron dar apoyo y consejo inicial a la búsqueda que las primeras teólogas emprendían un poco a tientas 18. Junto a las instituciones, claramente acusadas de negligencia en esta promoción incluso actualmente 19,

las teólogas, aun reconociendo la importancia de la Teología de la liberación y considerándose agradecidas a ella, no creen que dicha teología les haya apoyado suficientemente. Por no dividir fuerzas y emprender una guena de sexos -dejadas otras razones-, las me­jores teólogas callaron en un principio su ausencia y las ausencias

16 Las siguientes palabras de Carmiña Navia Velasco expresan la concien­cia de las teólogas: «en el momento de hacer un cierto balance y mirar hacia el futuro tenemos que reconocer que los cambios que ha realizado la mujer respecto a su papel en la teología y en la Iglesia han sido definitivos ... y que igualmente los cambios que la mujer ha introducido en el conjunto de la praxis eclesial, han sido, son y serán fundamentales. Por otro lado hay que tomar conciencia de que éste es un camino definitivo que ya no tiene reversa» (Teo­logía desde la mujer, un paradigma fértil, en Alternativas, nn. 16/17 (2000) 125).

17 La importante obra de R. GIBELLINI, La teología del siglo XX, Sal Terrae, Santander 1998, no cita ni un sólo nombre de mujer latinoamericana (de varón sólo a L. Boff) a la hora de exponer la Teología feminista (pp. 445-476). La segunda edición italiana de la obra de R. Gibellini, sobre la que está hecha esta traducción, es de 1993. Lo mismo puede decirse de la pequeña síntesis sobre feminismo que presenta J. SUDBRACK, La nueva religiosidad. Un desafío para los cristianos, Ediciones Paulinas, Madrid 1990, pp. ll6-120 (aquí las mujeres citadas son europeas o norteamericanas). Concilium ha corregido ese monopo­lio y, al menos a partir de 1997, cuenta entre sus Directores/Consejeros con Eisa Tamez y muy poco después (1998/1999) con la presencia relevante de María Pilar Aquino Vargas.

18 Esta es, al menos, la impresión que yo he sacado de seguir despaciada­mente la lectura de los interesantes itinerarios teológicos de las mujeres que aparecen en J.-J. Tamayo-J. Bosch, Panorama ...

19 Especialmente agresiva se muestra en esta denuncia María Pilar Aquino Vargas, lb., p. 102.

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femeninas en dicha teología 20. Llegó un momento en que tuvieron conciencia de que ellas mismas estaban haciendo era «teología femi­nista patriarcal» 21 y decidieron denunciar claramente las «lagunas patriarcales-sexistas de la teología latinoamericana de la libera­ciÓll» 22. Y desde luego la espiritualidad de la liberación, tampoco ha sido generosa con ellas. Nombres tan sonados como P. Casaldáliga­J. M. Vigil resultan en esto casi escandalosamente pobres y decep­cionantes 23.

4. Itinerario teológico feminista. Son ya frecuentes las descrip­ciones del camino teológico en y desde la perspectiva de la mujer latinoamericana. Han tenido que trazarlo ellas. Los teólogos e histo­riadores no fueron en esto ni intuitivos ni justos 24. No es un itine­rario uniforme. Cada teóloga ha seguido un camino diverso, se ve atraída por temas particulares y no siempre mantiene idéntica meto­dología ni llega a los mismos resultados25

• No hay entre ellas un

20 E. TAMEZ, Descubriendo rostros distintos de Dios, en Panorama ... , p. 653. 21 E. TAMEZ, en Panorama ... , p. 655. Eisa Tamez atribuye este juicio, que

ella aprueba, a Ivone Gebara (lb.). 22 M. P. AQUINO VARGAS, La teología feminista: horizontes de esperanza, en

Panorama ... , p. 102. 23 La lectura de su libro Espiritualidad de la liberación, Ediciones MSC,

Santo Domingo 1993, es, en este sentido, decepcionante. Cinco o seis nombres de mujeres (2 veces santa Teresa y 2 veces Eisa Tamez), en contextos in'ele­vantes (a veces dentro de un comité de revista), es toda su presencia.

24 La teóloga latinoamericana tiene que sentirse mal ante las escasas y parciales historias de teología latinoamericana. En ellas no hay mujeres, ni en singular ni en plural. Enrique Dussel, citando la Historia de la teología cató­lica, de M. Grabmann, escribe: «como es la costumbre, a la que los latinoame­ricanos estamos ya habituados, nos deja ji/era de la historia» (Hipótesis para una historia de la teología en América Latina (1492-1980), en P. RICHARD (ed.), Materiales para una historia de la teología en América Latina, DEI, San José 1981, pp. 402-403. ¡Van a tener que decir lo mismo las mujeres acerca de esta historia! Sólo al final, pp. 433-434 dedica siete líneas a la teología de la mujer). Véase también P. RICHARD (ed.), Raíces de la teología latinoameri­cana, DEI, San José 1987, 2 ed.).

25 Escribe Ma• Pilar Aquino Vargas: «no todas las teólogas realizamos nues­

tra actividad teológica con los marcos analíticos feministas, ni todas incorpo­ramos las teorías criticas feministas, ni todas construimos un lenguaje teológi­co en conversación con la larga tradición del movimiento feminista en las Américas, ni arribamos a una comprensión común respecto de las tareas prio­ritarias de nuestra actividad teológica» (La teología feminista: horizontes de esperanza, en Panorama ... , pp. 99-100).

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«seminario» donde gmpos compactos siguen un curso con idénticos profesores y el mismo pensum. Casi cada una, hasta el momento, ha tenido que buscarse la teología un poco por libre. Hay, no obstante, varios puntos comunes en estos itinerarios. Son los puntos más generales, ciertamente. Algunos de ellos pueden ser:

4.1. Partir de la realidad. Se parte de la realidad, sobre todo de la realidad femenina. Esta realidad es la vida 26, una realidad y una vida observadas en derredor con ojos de mujer, unos ojos que captan sobre todo la marginación femenina.

4.2. Desde la Palabra. Una fuente referencial de primer orden en las mujeres teólogas latinoamericanas es la Sagrada Escritura 27.

Sin despreciar la cultura actual, no parece que haya duda sobre este dato radical: la Escritura es la fuente del reflexionar teológico feme­nino latinoamericano, tanto en las teólogas católicas como en las teólogas protestantes 28. La masiva presencia de la Escritura en América Latina, promovida unas veces por el estudio y otras por una lectura popular, hace que también las teólogas, sea por estracción,

26 C. Navia Velasco ha titulado su propio itinerario así: Teología desde la vida, en Panorama ... , p. 389. Escribe Eisa Tamez, reflejando su itinerario entre los años 70-80: «yo todo lo llevaba a la teología: los pobres, los ricos, la lucha, la sangre, el amor, la solidaridad, la violencia, en fin, la vida, la mujer» (Des­cubriendo rostros distintos de Dios, en Panorama ... , p. 651).

27 Me permito sólo esta referencia estructural. I. Gebara, en su libro: Teo­logía a ritmo de mujer (Dabar, México, D.F., 1995), una vez escrito lo que podríamos llamar capítulo ambiental, titula el siguiente con estas palabras: La Biblia y la mujer (pp. 31-43). Los restantes capítulos serán iluminados por la Palabra.

La producción bíblica de las teólogas latinoamericanas puede seguirse esen­cialmente a través de la publicación, dirigida por MILTON SCHWANTES, Biblio­grafía bíblica latino-americana, cuyo primer volumen recoge la bibliografía de 1988. Desde el primer momento teólogas intervinieron en esta publicación y ahí se recoge una amplia biblografia bíblica latino-americana. Otra prueba fehaciente de la presencia bíblica femenina, bastante sustanciosa, es la revista RIBLA (Revista de interpretación bíblica latinoamericana), revista bastante regionalizada, pero cuya referencia esencial está en el DEI de Costa Rica.

28 El ecumenismo latinoamericano es significativamente reducido: es ecu­menismo en el sentido más restringido de la palabra, afectando a las diversas confesiones cristianas. Incluso cuando se afirma como punto común la «opre­sión», también ésta queda iluminada para todos desde la escritura. Es signifi­cativo, en este sentido, el párrafo dedicado al ecumenismo (<<nos integramos a la caminata ecuménica») en la presentación de la revistas RIBLA (n. 1, 1988, p. 6).

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sea por ambientación, sea por misión, etc. tengan en la Biblia una referencia muy preferencial. Incluso habría que estudiar detenida­mente cuándo se parte de la realidad para ser iluminada por la lec­tura bíblica en cualquiera de sus diversas hermenéuticas y hasta qué punto es la misma palabra la que recrea la realidad de la que se dice partir. La relación dialéctica entre realidad y Palabra es un hecho incontestable, aunque no parece estar suficientemente clarificado el tipo de relación exacta entre ambas 29.

Esta referencia bíblica asume la perspectiva de una hermenéutica feminista 30, el campo más original, novedoso, liberador y conflicti­vo 31. Esta hermenéutica feminista no es unívoca, como puede supo­nerse 32. Pero forma toda ella una familia bastante bien avenida. Las teólogas tratan de «reconstlUin>, a base de la Biblia el verdadero papel de las mujeres y su verdadera significación. Para ello nada mejor que leer los mensajes subyacentes en los textos sagrados. Esto ha sido y sigue siendo para ellas «un maravilloso 'ejercicio espiri­tual'» 33. Es, por otra parte, algo que a los varones no se les ocurre. Ellos han entrado en el texto bíblico a través de todas las corrientes: histórica, cultural, literaria, socio económica. Pero el patriarcalismo daba por sentado acríticamente la estlUctura patriarcal y no se cues­tionaba ~probablemente no podía psicológicamente hacer1o~ una lectura feminista 34.

Ciertas tendencias feministas (las que militan en el «espacio abierto, post-cristiano») no parece que tengan especial presencia en las teólogas de AL. Ni siquiera en quienes, dando un paso más,

29 También en las teólogas son frecuentes las palabras de C. Mesters: nues­tro presente entra y funciona «como filtro, criterio y luz en la búsqueda de sentido de los textos bíblicos» (C. MEsters, Por trás das palavras, l, Petrópolis 1975, p. 131).

30 A partir de 1993 -recogiendo la bibliografía de 1992- la citada Bibliogra­fía bíblica latino-americana dedica una parte a destacar los diferentes enfoques del año respectivo. Entre estos enfoques se encuentra la hermenéuticafeminis­tao

31 P. RICHARD, Editorial al n. 1 de RIBLA (1988) 7. 32 «La lectura feminista no es única ni unívoca ... porque entonces, ¡ya no

sería feminista! (NANCY CARDOSO PEREIRA, Lectura feminista, en Bibliografía bíblica latino-americana, 5 (1992) 53.

33 O. ORTEGA, Encuentros y visiones, en Panorama ... , p. 423. 34 lb., pp. 422-423.

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están haciendo del ecofeminismo el polo privilegiado de sus re­flexiones. El suyo es, ante todo, un eco feminismo bíblico.

4.3. «La teología se vive». «Para mí la teología no era ni es debatir ideas interesantes, independientemente de la realidad. Es expresar experiencias de vida en situaciones particulares que reflejan ausencia o presencia de Dios. La teología se vive» 35.

4.4. Itinerarios progresivos. Es constatable que las teólogas latinoamericanas no se han quedado ancladas en su primer paso. Su movilidad es a gran ritmo. Teología a ritmo de mujer sabemos lo que significa. Podríamos añadirle un sentido nuevo: a ritmo de cam­bio permanente. La mujer es más cambiante que el varón. No falta·· rán, incluso, quienes la califiquen de versátil.

Visto desde el exterior, parece bastante claro que las más desta­cadas teólogas han seguido tres etapas, que no se van abandonando una a otra, sino que se van entrelazando en una interrelación nueva o novedosa. Esas etapas son: liberación 36, feminismo y ecología 37.

Han sido unas etapas quizá excesivamente breves, con agrietamien­tos y heridas no bien cerradas, con tiempos de seca y de aguaceros en los movimientos que sostenían y expresaban en parte esta teolo-

35 E. TAMEZ, Descubriendo rostros distintos de Dios, en Panorama ... , p. 652. 36 En 1988 escribía María Pilar Aquino Vargas: «en el campo de la re­

flexión teológica, es la Teología de la Liberación, en tanto que acompaña el camino de los pobres y oprimidos hacia su liberación, la que se ha constituido en el cauce mejor para articular la inteligencia de la fe a partir de las preocu­paciones, esperanzas y luchas de la mujer» (Aportes para una teología desde la mujer, Editorial «Biblia y Fe», Madrid 1988, p. 5). En el año 2000, E. Tamez confesaba deber a la teología de la liberación el descubrimiento del rostro del Dios de los pobres (fundamental en ella) (cf Descubriendo los ros­tros de Dios, en Panorama ... , p. 650). Por su parte, C. Navia Velasco cree «imprescindible reconocer la deuda de estos caminos con la TL» (Teología desde la mujer, en Panorama ... , p. 129).

37 Se ve con bastante claridad en el itinerario teológico, que de sí misma ha escrito Ivone Gebara, Itinerario teológico, en Panorama ... , pp. 229-239. En otros varios itinerarios se intuyen también estos pasos. Sobre eco feminismo, de literatura ya abundante, es hoy referente el libro de I. GEBARA, Intuiciones feministas. Ensayo para repensar el conocimiento y la religión, Trotta, Madrid 2000 (algunas páginas de este libro están apareciendo en diversas publicacio­nes latinoamericanas). Da la impresión de que las teologías indígena y afro­americana, al menos como teologías específicas, han llamado la atención bas­tante menos. La muy diversa entidad indígena y afro americana de los distintos latinoamericanos influye sin duda en su mayor o menor conciencia.

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gía. Los últimos cuarenta años en AL han sido muy rápidos, crea­tivos y convulsos, para andarlos a paso ligero. Los himnos y las elegías se han seguido con despiadada crueldad. Ello puede haber amontonado novedades, sin suficiente afianzamiento. Probablemen­te les apremiaba la necesidad de ponerse al día e incluso abrir cami­nos viniendo de más lejos que los varones y con fardos más pesados, los fardos del desprecio. En cualquier caso, no es fácil negar la evolución y etapas que apuntamos, como hecho sociológico a tener en cuenta.

5. «Un camino espiritual distinto y alternativo». Hay ya trata­dos «clásicos» de teología que se han visto afectados por el ojo de la mujer. También la espiritualidad ha visto expresar el deseo de dar vida a una espiritualidad distinta: «se trata de construir desde la vivencia y la vida cotidiana un camino espiritual distinto y alterna­tivo al que ha sido establecido por la normatividad y los cauces patriarcales» 38. «Las espiritualidades emergentes que percibimos en los tres continentes 39 muestran que la experiencia espiritual, enrai­zada en la acción por la justicia, constituye parte integrante de la teología hecha desde la perspectiva de la mujer» 40.

¿Cuáles serían los componentes, los grandes ejes de esta espiri­tualidad distinta y alternativa? ¿Y, sobre todo, cuál es la perspectiva con que los afronta la mujer? También aquí habría que afinar mu­cho. No obstante, se pueden indicar algunos aspectos bastante comu­nes, que no deberían faltar en una espiritualidad feminista latinoa­mencana:

5.1. Reivindicación femenina. Desde la espiritualidad, y por eso lo cito aquí, se ha tejido una amplia pieza reivindicativa. Escribe Adriana Méndez Peñate: «Mi vida espiritual se da dentro de mí, va­rón o mujer; está encarnada y por eso es sexuada. Siempre se ha hablado de la espiritualidad y espiritualidades, pero, allá en las altu-

38 C. NAVIA VELASCO, Teología desde la mujer, en Panorama ... , p. 135. 39 Asia, Africa y América latina. Las palabras que citamos en el texto

forman parte del Documento final de la Conferencia intercontinental de teólo­gas del tercer Mundo (Oaxtepec, México, 1-6 dicembre de 1986.

40 Documento final ... (nota anterior), en Ma. PILAR AQUINO (Ed.), Aportes

para una teología desde la mujer, Editorial «Biblia y Fe», Madrid 1988, p. 147.

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ras, en el mundo de las ideas. Se piensa en el 'modelo varón' como la medida perfecta de todas las cosas y se olvida lo humano femeni­no. Al parecer, y basados quizás en el hecho de que 'en el otro mun­do seremos como los ángeles y no tomaremos esposa o esposo' (Lc 20,34), desde ahora se nos ha encajonado a todas y todos en un único modelo: el masculino. Tenemos 'directores espirituales varo­nes', confesores varones, maestros varones. Son los varones los que aprueban o no, lo que las mujeres creemos, pensamos, decimos, es­cribimos o hacemos. Son ellos, desde el papá hasta el marido, el 'padrecito', o el patrón, los que 'nos dan permiso'. Se nos ha hecho creer incluso que Dios es únicamente Padre y por lo tanto masculino. Quizás por eso la mayoría de las mujeres no sabemos ni quiénes somos, ni lo específico nuestro, ni lo que hay de Dios en nosotros para ofrecerlo a la vida. Quizás esta ignorancia nos ha dificultado desarrollar nuestras potencialidades femeninas que incluyen todas las capacidades y experiencias humanas: físicas, psíquicas, espirituales, morales afectivas, volitivas, artísticas, científicas, creativas, intelec­tuales, sociales, culturales, técnicas, económicas, políticas, religio­sas, familiares, etc., o sea, la totalidad de nuestro ser humano feme­nino en todo 'lo material y espiritual' que poseemos» 41.

5.2. Escuchar al pueblo. La lectura popular de la Biblia ha traído una sensibilidad especial con los valores y miserias del pue­blo. He aquí un capítulo que no podrá ser olvidado. Muchas mujeres se han encamado en el pueblo y aunque tengan que soportar «con mala conciencia» no ser pueblo, tienen mucho que comunicar de lo escuchado al pueblo.

5.3. ¿Dónde están las estrellas? Entre romántica y sombría esta pregunta está en el fondo del ecofeminismo. «¿Y las estrellas? Casi no las conocemos más ... Estamos enfermos, la tierra que pisa­mos y nos alienta está enferma, no obstante no hay tiempo para pensar en eso, ni lo queremos creer. Además, ¡casi no podemos

41 ¿Una espiritualidad para la mujer? en Ribla, n. 13 (1992) 88. La cita es extensa. Creo, sin embargo, que deja una impresión preciso sobre el ampplio campo reivindicativo de la mujer, de la teóloga latinoamericana de nuestros días. Es cierto que el año 1992 fue quizá un año especial -el año del Cente­nario. No obstante, aunque las cosas hayan cambiado, puede decirse que se mantiene el fondo de esta concreta reivindicación.

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hacer nada!» 42. La espiritualidad no puede por más tiempo prescin­dir de una espiritualidad de la tierra 43.

5.4. La mujer pobre. El hecho de que la mujer haya tenido la sagacidad de releer en femenino la opción por los pobres como opción por la mujer pobre, indica ya un elemento importante 44. Tan importante es ésta como aquélla. Y cualquiera que sea la realidad práxica de dicha opción, continúa siendo santo y seña de AL y uno de sus ejes siempre a flor de declaraciones.

5.5. Cuerpo de mujer. Los cuerpos crucificados, los rostros desfigurados tienen en el cuerpo de la mujer una de las crucifixiones más sonadas y desfiguradas, hecho símbolo y realidad de lo que a lo largo de siglos se ha considerado como un pozo de maldad y en que los varones han echado todos sus miedos. Temas tabúes, como el sexo y el placer, están pidiendo liberaciones nada fáciles y nada ingenuas 45.

5.6. El rostro de Dios. Unas veces será el rostro materno, otras veces será el rostro sin más, y otras serán los diversos rostros de Dios. Desde el famoso título: Yo siento a Dios de otra manera, de Consuelo de Prado 46, hasta la confesada vocación de Eisa Tamez con un título tan significativo como Descubriendo rostros distintos de Dios 47. Descubrir el rostro de Dios es lo mejor que puede suceder a la teóloga (y al teólogo). Y el rostro de Dios, que descubre la

421. GEBARA, El gemido de la creación y nuestros gemidos, en Ribla, n. 21 (1996) 36. Publicado también en diversos lugares.

43 Citemos sólo un título de mujer latinoamericana: J. ESQUIVEL VELÁSQUEZ, Espiritualidad de la tierra, en Concilium, n. 261 (octubre 1995) 81-92.

44 1. GEBARA, La opción por el pobre como opción por la mujer pobre, en Concilium, n. 214 (noviembre 1987) 463-472. A mí, personalmente, no me satisface esta «traducción» feminista. Es cierto que «la opción por el pobre no es una afirmación genérica y abstracta, sino histórica y concreta» (p. 463) Y es cierto que la autora tiene claro que «en la opción por el otro, éste adquiere especialmente un rostro colectivo» (p. 467). A pesar de esto, la expresión me parece reduccionista y clasista.

45 Interesante capítulo el titulado Cuerpo de mujer en 1. GEBARA, Teología a ritmo de mujer, Dabar, México, D.F. 1995, pp. 93-113.

46 En Revista Eclesiástica Brasileira, n. 181 (marzo 1986) 15-29. Se reco­gen en este número las ponencias del Congreso de Teólogas tenido en Buenos Aires, 30 octubre-3 noviembre 1985.

47 En Panorama ... , p. 647. Es el título que recoge el itinerario teológico de la teóloga protestante, nacida mexicana.

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teóloga latinoamericana es ante todo el rostro del Dios de los pobres, misericordioso e indignado a la vez, ante tanta injusticia 48.

CONCLUSIÓN

No sé si la mujer latinoamericana anda buscando su propia iden­tidad 49. Ni se tampoco si muchas de las búsquedas terminarán en­contrando lo que buscan. Dicho de una u otra manera sí pa­rece verdad que la mujer latinoamericana busca conocer mejor su sitio en una cultura diversa. Y esto es una tarea positiva. Si siempre hay que buscar, hay que hacerlo sobre todo en momentos especial­mente significativos. Para la mujer latinoamericana los últimos cuarenta años han sido más fecundos que varios siglos hasta ese momento.

Esta búsqueda es común a toda mujer, aunque no todas lo hagan de la misma manera. No todas pueden participar en un Seminario, no todas tienen las mismas oportunidades. Probablemente tampoco tienen las mismas inquietudes ni las miran con un mismo ojo. Pero el ambiente ha ampliado el campo donde se mueve la mujer entre indignada, sorprendida y esperanzada.

La mujer cristiana latinoamericana busca también su ubicación. y lo busca en su condición de sujeto más que de objeto. El femenino plural está afirmando que no todas lo hacen con la misma concien­cia, por los mismos caminos y con la misma esperanza. La mujer alejada no es la mujer cercana, ni ésta y aquélla se identifican con la mujer teóloga, tres categorías cuya vida, inquietudes, ambigüeda­des, deseos ... hemos visto aflorar un poco.

En esta búsqueda, la Palabra de Dios, en hermenéutica feminista, es referencia masiva. No parece que pueda decirse, desde este punto de vista, que las teólogas latinoamericanas se encuentren en ese

48 «Lo mejor que me ha pasado en 'mi vida teológica' es haber descubierto al Dios de los pobres, es decir, el rostro del Dios misericordioso que se indigna frente a la injusticia y opresión y opta por los excluidos de la sociedad» (E. TAMEZ, Descubriendo rostros distintos de Dios, en Panorama ... , p. 650).

49 Cf. CELAM-DELAI, La mujer en América Latina: en búsqueda de su iden­tidad, CELAM, Santafé de Bogotá, Bogotá 1994. El libro es fruto de un Se­minario tenido en Colombia los días 11-14 de abril de 1994.

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«espacio abierto post-cristiano» que de sí ha confesado, y reiterado, alguna teóloga europea.

No puedo ocultar mi temor ante ciertas hermenéuticas bíblicas feministas. La hermenéutica socio-política (¡no con estas palabras!) con que laicos y sacerdotes (todos varones, desde luego) iluminaron pasadas acciones históricas (todas o casi todas muy justas, pero con bases bíblicas deleznables), hace ser precavidos frente a muchas extrapolaciones con amparo de hermenéutica. Se puede tener razón en lo que se dice sin violentar el sentido bíblico de muchas de sus páginas. El biblismo no es bíblico. Y la Biblia no puede ser fuente iluminadora única. Quizá está siendo fuente excesiva y en manos no siempre adecuadas. Temo a la mujer de un sólo libro, aunque ese libro sea la Biblia.