ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

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ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar Horacio Arango Arango., S.J. José Antonio Girón Sierra Rubén Fernández Andrade Beatriz Restrepo Gallego Francisco José de Roux Rengifo, S.J. Javier Giraldo Moreno, S.J. Adolfo Nicolás Pachón S.J.

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ABRIENDO HORIZONTES 6

Colombia, un país que debe perdonar

Horacio Arango Arango., S.J.

José Antonio Girón Sierra

Rubén Fernández Andrade

Beatriz Restrepo Gallego

Francisco José de Roux Rengifo, S.J.

Javier Giraldo Moreno, S.J.

Adolfo Nicolás Pachón S.J.

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ÍNDICE

Presentación

Horacio Arango Arango, S.J.

Diferentes miradas del Proceso de Paz en Colombia

Parte uno

Esta guerra hay que pararla y no de cualquier manera

José Antonio Girón Sierra

Parte dos

Ideas centrales que orientan la actuación del Gobierno Departamental de

Antioquia la más educada frente al proceso de paz

Rubén Fernández Andrade

Sobre los Diálogos de Paz

Beatriz Restrepo Gallego

Reflexiones sobre el perdón, ante el conflicto armado colombiano

Francisco de Roux, S.J.

Al oído de los que dialogan sobre la Paz

Javier Giraldo Moreno, S.J.

Palabras del Superior General de la Compañía de Jesús a los Miembros del

Centro de Fe y Culturas

Adolfo Nicolás, S. J.

Reseña de los autores

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PRESENTACIÓN

Esta encrucijada permanente que nos exige a los colombianos definirnos entre los vientos de guerra y los esfuerzos por la paz ha sido una constante en la historia de Colombia. Guerra y Paz han sido temas recurrentes de grandes titulares de prensa, de investigadores y de publicaciones, pero ha sido sobre todo una enorme pesadilla para muchos y un gran anhelo de todos.

En estas dinámicas en las que se cruzan la inteligencia y la barbarie nuestra sociedad ha vivido tiempos gratos en los que pareciera predominar la sensatez que exige la salida negociada y ha intentando también el triunfo militar como modo de solución de este largo y penoso conflicto armado interno que nos deshonra y nos desangra. Por eso todo paso hacia la paz es importante y debemos apoyarlo y celebrarlo. En Colombia con más de 40 años de conflicto armado, todo lo que signifique aclimatar la solución política negociada y desmontar los aparatos armados al margen de la ley, es un aporte a la paz.

Hoy nos encontramos en un momento denso e importante para el presente pero sobre todo para el futuro de Colombia. El gobierno nacional ha decidido iniciar unos diálogos en una primera etapa “ocultos” con la insurgencia de las FARC y ahora ya hechos públicos en Oslo y en la Habana para poner fin a la guerra interna fratricida.

Este hecho nos parece de suma importancia para el proyecto de sociedad en la que prevalezca el reconocimiento y a su vez el respeto a la igual dignidad de todos, apuesta que creemos que solo podrá hacerse visible por el logro de la paz. Por ello en el Centro de Fe y Culturas apoyamos todos los esfuerzos encaminados a lograr la paz.

Creemos que es conveniente y necesario para toda la sociedad que tanto el fenómeno insurgente como el paramilitarismo hagan parte del pasado. O en otras palabras, que no tengan vigencia y se puedan superar de forma definitiva tanto militar como culturalmente. Es urgente entonces, dar todos los pasos necesarios para cimentar una cultura de paz que se instaure en la interioridad de los ciudadanos y se exprese en el ejercicio de nuevas relaciones entre todos los colombianos. Sabemos que esta tarea no es nada fácil y que se constituye en un desafío de enormes proporciones. Para empezar, debemos afincarnos en el respeto al otro, diferente como condición necesaria para alcanzar la paz que tanto anhelamos. Hoy creemos que no es viable una paz de vencedores y vencidos que siembre el territorio de más dolores y retaliaciones.

Lo conveniente es que tanto el Gobierno como las Farc se llenen de realismo y se concrete una agenda posible que responda y atienda los temas más inmediatos y básicos para el desmonte de estructuras armadas como inicio de esta larga

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caminada. La desmovilización, la reparación a las víctimas, la restitución de tierras y la participación en política de los combatientes, consideramos que representan el punto de partida. El tema del narcotráfico requiere ser abordado con transparencia y sinceridad y además determinar con absoluta claridad sus verdaderos alcances. No pueden quedar como cabos sueltos los vínculos con su producción y exportación. Apoyamos, por tanto, la decisión del Gobierno de no hacer de la mesa una pasarela de “protagonismos” y centrarse con pocos actores en lo fundamental de este primer tiempo, lejos de micrófonos, “luces y sonidos”. Según un comunicado de los máximos jefes de las FARC prometen que entablarán un diálogo de paz con el Gobierno con seriedad, sensatez y pragmatismo. Por eso, cada tema debe tener claros sus términos, sus límites y alcances.

El compromiso de las partes, de no levantarse de la mesa aunque en medio del conflicto se produzcan tempestades y turbulencias, lo consideramos valeroso y definitivo para sembrar este proceso sobre bases sólidas y duraderas. Consideramos urgente en la reflexión que hacemos desde el Centro de Fe y Culturas, ayudar a infiltrar en la mentalidad de los colombianos una nueva mirada frente a los enormes retos que implica en concreto una opción verdadera por la paz. Temas como la equidad, la superación de la pobreza, la justicia, la verdad, la reparación, la reconciliación y el perdón constituyen la agenda ética sustancial de todo este gran propósito que creemos, además, deberán ser abordados por toda la sociedad colombiana en su conjunto.

Por esta razón no queremos dejar pasar de largo estos tiempos críticos y densos en los que se debate la suerte de la sociedad sin decir nuestra palabra y sin presentar nuestra posición. Propugnamos no por una sociedad amorfa y sin conflictos, pero si por una sociedad en la que prime la inteligencia y sepa tramitar sus conflictos por la vía civilizada del dialogo, la negociación y la persuasión y no por la fuerza o la intimidación.

Esta es la razón por la cual en este año 2013 hemos decidido entregarles esta publicación de “ABRIENDO HORIZONTES 6” con la mirada puesta en este nuevo intento, en este nuevo esfuerzo que busca PARAR ESTA GUERRA y crear un nuevo escenario en el que se propicie la consecución de la PAZ.

Creemos que el país debe entrar en consonancia con este proceso y adelantar paralelamente reflexiones y propuestas en torno a salud, educación, infraestructura y empleo. De esta manera, todos nos ponemos en movimiento, convencidos que la paz exige el concurso de todos y que es el rostro auténtico de los Colombianos.

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Agradecemos a los autores de los textos y en especial a la CONGREGACIÓN MARIANA de Medellín por hacer posible esta publicación que hoy está en sus manos y que esperamos le resulte de interés y le ayude a comprender lo que está en juego y la responsabilidad que nos compete como colombianos en la tarea de hacer mejor y más humana la vida de todos.

Padre Horacio Arango A., S.J

Director Centro de Fe y Culturas

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DIFERENTES MIRADAS DEL PROCESO DE PAZ EN COLOMBIA1

Parte uno

Esta guerra hay pararla y no de cualquier manera

José Antonio Girón Sierra

Esta guerra se caracteriza porque nadie cree en

nada de lo que hace o dice el adversario. En

general los colombianos no parecemos capaces

de creer en la verdad del otro, y a veces ni

siquiera en las evidencias de la realidad.

William Ospina

Gracias por la amabilidad de invitarme a escribir en este libro y poder compartir las

ideas que se han venido trabajando desde hace un buen rato con respecto a ese

largo conflicto que vive la sociedad colombiana y que ha dejado en todo su

desenvolvimiento trágico, millones de víctimas.

La coyuntura que vive la sociedad colombiana reviste una importancia capital, de

allí lo decisivo que resultaría la existencia de espacios en los cuales se facilite el

encuentro ciudadano para que sea la palabra, y no las armas, la que domine el

amplio mundo de nuestras relaciones e interacciones. Es indispensable que la

sociedad en toda su pluralidad y diversidad se resista a cualquier pretensión de

homogeneizarla, pues es precisamente en esta diversidad y pluralidad en donde

residen sus mayores oportunidades. Bienvenidos, pues, los esfuerzos

encaminados a que se rompa el silencio impuesto por el miedo que fragmenta y

altera de manera profunda la vida en comunidad y que pongamos en juego

nuestras diferencias en una perspectiva constructiva, que no nos matemos sólo

porque somos diferentes. Este dialogo civilista debe aspirar a una reflexión

profunda sobre lo que ha pasado, no para profundizar y atizar los odios, sino para

que tramitemos las distintas ideas que tenemos sobre la sociedad a la cual

aspiramos.

Me ocuparé de cuatro puntos, espero que les sean claros y motivadores:

1 Este texto corresponde a la adaptación de la transcripción del panel ofrecido por José Antonio Girón Sierra y Rubén Fernández Andrade en el Centro de Fe y Culturas, el 19 de junio de 2013

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En primer lugar, es necesario hacer una precisión: el proceso que se adelanta en

entre el Gobierno Colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de

Colombia (FARC), no es, desafortunadamente, el fin del conflicto en Colombia. Es

una de las tantas negociaciones parciales que ha tenido el país, esto de ninguna

manera quiere restarle importancia al proceso, pues se trata de resolver uno de

los conflictos armados más antiguos del mundo, con una fuerza insurgente

llamada, por algunos, el enemigo histórico del Estado Colombiano.

Lo que quiero poner de presente es que no se debe caer en el equívoco de que

aún bajo la posibilidad de que este proceso resulte exitoso, se ha llegado a la PAZ

en mayúscula, como a veces se habla desde el Gobierno y los medios. En

Colombia el conflicto armado no ha sido el mismo siempre, éste, en razón de su

antigüedad, se ha transformado muy determinado en algunos casos por factores

externos. De la violencia liberal conservadora de la década de los cincuenta,

entramos en los sesenta con la idea de llevar a cabo una revolución que cambiaría

de manera radical las estructuras del Estado y desde mediados de los ochenta,

irrumpe la guerra desatada por el narcotráfico y el paramilitarismo. La irrupción del

narcotráfico en Colombia modifico muchas cosas, entre ellas el conflicto armado.

De esta manera, bien podríamos hablar de que dicho conflicto tiene dos caras: un

conflicto rural atravesado por una aguda disputa por la tierra y una masa

campesina sometida al despojo violento y al desplazamiento; y de otro lado, unas

confrontaciones urbanas que se han desatado en Colombia, particularmente

desde finales de la década de los ochenta, y que aún no hemos logrado

desenredar, las cuales, en la presente coyuntura se han hecho extensivas a las

principales ciudades capitales. Estas conflictividades no están de manera directa

como tema en la agenda de la Habana. En ello radican las limitaciones. Lo cual,

de ninguna manera pretende, como lo hemos indicado, restarle importancia a este

proceso de negociación, pues bien podría ser la posibilidad de que se generen, a

partir de la materialización de los acuerdos, procesos sociales y políticos que

impacten también estas conflictividades urbanas.

Antioquia es una región que arrastra por lo menos con la tercera parte de los

efectos adversos de este conflicto: homicidios, desplazamiento, despojo de tierras

violencia contra la mujer y reclutamiento forzado de niños. La victimización ha sido

inmensa, lo cual debe llenarnos de razones para superar la desesperanza y creer

en un proceso que no es posible imaginar que esté exento de dificultades y sobre

todo de enemigos, pero si todos sumamos sin duda las posibilidades de éxito

serán mayores. Es indispensable tener conciencia de esta realidad, pues mucho

daño han hecho no pocos discursos, que invitan a que sea el odio y la sed de

venganza la alternativa.

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¿Cuáles serían las razones por las cuales este proceso de la Habana debería

renacer la esperanza del fin del conflicto armado, de los efectos de la guerra?

¿Por qué tenemos que creer en ese proceso?

Hace ya un buen tiempo organizaciones como INDEPAZ han venido aplicando

encuestas que miden la percepción que tienen las personas sobre la situación del

conflicto armado en Colombia. Allí, se indagaba sobre cómo el ciudadano del

común veía el conflicto, y qué postura se tenía sobre una posible negociación del

mismo. En sus resultados, muy parecidos a los que se dieron a conocer a finales

del año pasado, después de que conocimos la decisión del Gobierno de negociar

con la guerrilla, se mostraba que había un deseo general que apuntaba a que los

colombianos anhelaban la paz, pero dudaban y desconfiaban de los resultados

que podrían salir de una negociación política.

Esta situación de desconfianza no sólo no ha cambiado, un 70% de los

colombianos no quieren ningún tipo de concesión a la insurgencia. ¿Por qué

razones entonces, tenemos que creer en este proceso?

Porque en primer lugar venimos de un Gobierno que prometió la derrota armada a

la insurgencia y además convenció a la sociedad de que las posibilidades de una

negociación con el terrorismo no eran posibles. Después de ocho años de la

ofensiva militar más profunda que se hubiera desatado en el país, los resultados

no cumplieron lo prometido y se entregó un país con una guerrilla golpeada pero

no diezmada, no obstante dicha negociación dejo muchas dudas, y al país

inundado de paramilitarismo. Es pues el momento, de volver por un camino que

recogiendo los errores del pasado, nos permita parar esta guerra y no de cualquier

manera.

Esto de corregir los errores del pasado tiene una importancia capital. Al respecto,

el Gobierno Nacional en cabeza del presidente Juan Manuel Santos y sus

asesores, debieron realizar un proceso de evaluación rigurosa a lo que han sido

los procesos de negociación con todos sus aciertos y errores. Teníamos la amarga

experiencia del Caguan, obviamente todo el mundo sabía que era irrepetible, y

entonces sobre qué antecedentes Colombia debería cambiar su percepción de

fracaso.

Por espacio de ocho meses el Gobierno mantuvo un proceso de aproximación con

la insurgencia que terminó con un paso inédito en la historia colombiana: acordar

sin que se filtrara, una agenda sobre la cual deberían girar las discusiones y la

construcción de los acuerdos. El problema del Caguan, entre otros, fue que se

empezó primero por identificar esta agenda, lo cual nunca sucedió, pues la

modalidad de negociar en medio del conflicto se convirtió en un escenario que

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impedía las tan indispensables confianzas y le daba argumentos a los enemigos

del proceso para abortarlo, como fue lo que al final ocurrió. Este componente

metodológico es muy importante porque en el Gobierno del presidente Uribe hubo

por lo menos tres intentos de acercamiento a las FARC y todos ellos fracasaron, o

porque bien las FARC salían a publicitar estos primeros intentos de negociación, o

era el Gobierno quien lo hacía.

Debe recordarse al respecto, que hubo un acuerdo promovido por países

garantes, tal vez el último donde estaba Suiza, entre otros, que era despejar un

municipio de Pradera en el Valle del Cauca y generar un territorio de paz, un poco

menos del territorio que se había estipulado en el Caguan. Pero fue el afán de

protagonismo y la falta de la reserva que una situación de estas demanda, lo que

al final condujera al fracaso de este intento.

En consecuencia, el llegar a “Un acuerdo general para la terminación del conflicto”

se convierte en un paso sin duda trascendental que significa ya un compromiso y

explicita una decisión de las partes, le da cierta claridad y transparencia al mismo

proceso de negociación. Esto contrasta con el proceso de Ralito, del cual aún hoy

se ignora qué fue lo que allí se negoció.

En teorías de conflictos siempre se ha dicho que en los enfrentamientos armados

los países siempre terminan en proceso de negociación, pero para llegar a ello,

estos tienen que haber madurado. ¿Qué significa esto? Es que los dos sectores

que estén en confrontación lleguen a la conclusión de no poder derrotar al otro,

esto es, que se ha llegado a una situación de un relativo equilibrio y que por esta

vía no sería posible lograr sus propósitos políticos.

Colombia vivió ocho años en la aplicación de una política de Seguridad

Democrática en donde, como se ha indicado, se llevó a cabo un volcamiento de

recursos que hoy llegan al 6% del PIB. Con un aliado como los EEUU, se dio

comienzo a una guerra que prometía no sólo derrotar al narcotráfico, sino a la

insurgencia. Como se ha indicado antes, ninguna de las dos cosas se lograron. No

se puede ignorar que fue durante estos años de Gobierno en los cuales se

propinaron los mayores golpes militares a la insurgencia y que a raíz de esta

ofensiva, se obligó a las FARC a cambiar de manera total su estrategia de guerra,

pero estos golpes militares y también políticos no fueron suficientes.

En procesos anteriores, guerrilla y Estado se sentaron en la mesa de

negociaciones, no para terminar el conflicto, sino para servirse de ella para sacar

ventajas militares en la confrontación armada. Esto es lo que ha llevado a que se

asegure por investigaciones que en Colombia los procesos de negociación habían

sido utilizados por el Estado y la insurgencia, para crear una especie de cortina de

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humo donde cada parte pudiese ganar terreno de cara al conflicto y no para

plantear estrategias para solucionar el mismo. Dicho de otra manera, el conflicto

no había madurado.

En la actualidad asistimos a una situación nueva, que bien podría llevarnos a

pensar que podríamos estar en una situación distinta, esto es, de maduración del

conflicto, porque hay evidencias que sugieren que efectivamente, tanto el Estado

como la guerrilla de las FARC, habrían llegado a esa conclusión, es decir, que no

se pueden derrotar y que ya es el momento para negociar ese conflicto que se ha

generado entre ellos. La firma de la agenda antes indicada podría ser una

expresión concreta de ello.

Aparte de lo anterior, ya tenemos noticias de un segundo acuerdo, y éste versa

sobre el primer punto de la agenda. Este acuerdo del cual no se conoce mucha

información respecto de sus alcances, reviste mayor importancia pues se trata ni

más ni menos que sobre la tierra y el desarrollo agrario, componente que ha sido

reconocido como el más estructurante en cuanto a las causas del conflicto se

refiere. Algunos consideran que este tema tan importante en la génesis del

conflicto armado colombiano no debió tratarse de primero, pero lo cierto es que se

abordó y se ha llegado a un acuerdo. Considero trascendente que este proceso

esté arrojando acuerdos que permitan crear una especie de mojones que hagan

que el proceso se torne evolutivo y no involutivo. En la medida en que se va

avanzando en unos acuerdos es más difícil que este proceso retroceda.

Para muchos lo que se conoce de este acuerdo es bastante general. Pero debe

ser comprensible que en un ambiente donde los enemigos pululan y ya no son tan

ocultos se deba mantener un grado importante de reserva y lo que se publicite

tenga ese carácter general. Los colombianos podríamos dividirlos en dos

corrientes de opinión bien divergentes: aquellos que piensan que la única solución

es la derrota militar de la insurgencia y que cualquier concesión política y social

que se haga a los actores armados es concesión a organizaciones de carácter

terrorista, dejando de lado las implicaciones de ello, en materia de victimización. Y

por otro lado están aquellos sectores, que en mi opinión están creciendo en la

sociedad colombiana, de voces que dicen que es el momento de apoyar. Cada

vez hay más sectores sociales, económicos y la iglesia que vienen diciendo; ¡sí,

hay que apoyar esto y hay que darle salida al conflicto! Es decir, el tema de la

desconfianza y la incredulidad ha venido siendo superado, situación bastante

positiva pues, si algo necesita esta negociación, es que deje de ser un tema de los

guerreros y sea un tema que incite la deliberación pública, pues es la paz al fin de

cuentas el bien supremo, el bien que no tiene clase social.

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Obviamente hay muchas inquietudes, en días pasados en un dialogo que hubo

directo con la insurgencia en el Consejo Municipal adelantaban algunos datos: uno

de los puntos centrales de este acuerdo agrario es que se creen fondos de tierras

para ser entregados a los campesinos, con el objeto de ampliar la frontera

agrícola. ¿Cuáles son las dudas que surgen al respecto? ¿Cuál es la composición

de ese fondo? Se piensa que ese fondo debe estar compuesto de veinte millones

de hectáreas, de las cuales once millones provienen de baldíos, cuatro millones

provienen de tierras que les van hacer expropiadas a los narcotraficantes y otros

cinco millones de tierras provienen de aquellos que las consiguieron de una

manera fraudulenta. Como el caso de Riopaila y otras que están apareciendo por

ahí.

El otro punto son las zonas de reserva campesina. Las zonas de reserva

campesina, son un formato de propiedad rural propuesto en el Gobierno de

Ernesto Samper Pizano bajo la ley 169; con el objeto de limitar el poder del gran

latifundio. Se creaban las zonas de reserva campesina, tierras que se le

asignaban a los campesinos, muchas de ellas provenientes de terrenos baldíos,

buscando que el estado le diera cierta autonomía a la administración de estos

predios, garantizando asistencia agrícola y brindando seguridad y mercadeo a sus

nuevos propietarios. La verdad es que esa política muy poco avanzó, entre otras

cosas porque muchos de los ministros que llegaron al ministerio de agricultura

frenaron ese proceso, pues era una real amenaza al poder del gran latifundio.

Hoy en Colombia solamente existe el antecedente de cincuenta experiencias de

zonas de reserva campesina. Al respecto, es muy importante señalar que el

movimiento que se está desarrollando en el Catatumbo, entre otras cosas está

pidiendo que buena parte de esos territorios sean convertidos en esas zonas de

reserva. Esa es una de las propuestas que está en ese primer acuerdo entre el

Gobierno Nacional y las FARC. Hay muchas reservas por parte del Estado para

desarrollar esa política, pero es una de las peticiones incorporadas como

propuesta del foro que desarrollaron en ese momento sobre el tema agrario y que

posteriormente fueron incorporadas a los acuerdos iniciales.

Viene finalmente un tema que fue el que se aprobó hace poco: participación en

política. Si el tema de tierras era un tema que tenía inmerso el origen histórico y

estructural del conflicto en Colombia, la participación política es el escenario en el

cual se va a dar o no sostenibilidad a este proceso, es un tema clave en un

escenario de postconflicto.

Colombia, ante la posibilidad de una negociación con la insurgencia e inclusive

con la que vivió con el paramilitarismo, no puede volver a repetir la experiencia de

la Unión Patriótica. Yo quiero hacer un pequeño paréntesis para contarles lo que

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fue la experiencia Irlandesa al respecto, para que vean la diferencia de valoración

entre una sociedad y otra. En Irlanda estaba el IRA pero en el proceso de las

acciones armadas orientadas a reclamar por parte del Gobierno inglés autonomía,

el respeto a las identidades generadas por la religión y la demanda de una patria

unida, se creó una organización política legal el SINN FEIN. La sociedad Irlandesa

nunca vio mal que existiera esta organización que como fuerza legal, apoyara a

una organización armada como el IRA; vieron en ello más bien una gran

oportunidad que tenía la sociedad Irlandesa para contar con un actor con el cual

pudieran dialogar y discutir la situación misma del conflicto y abrir canales para

soluciones ajenas a la guerra.

En Colombia se ha explicitado como crítico, principalmente desde el

establecimiento, que las FARC aplicaran la validez de todas las formas de lucha,

esto es, le jugaran una doble cara al país: hacer la guerra y participar en política y

por ello, justificaran el asesinato de la casi totalidad de sus militantes. La realidad

es que esta estrategia no la inventaron las FARC, fue la elite gobernante desde la

época de Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez, donde comienza una forma

perversa de eliminar al contrario. Pero de fondo, la realidad es que no hay ninguna

justificación para que un partido que actuaba en la legalidad y sin armas fuera

acribillado. Es decir; Colombia no puede volver a repetir ese hecho.

¿Qué es lo que hay detrás de todo esto? Un primer aserto indispensable es

reconocer las profundas falencias de nuestra democracia. Si en un futuro acuerdo

con las FARC no existen las condiciones políticas ni legales e inclusive, no existen

las condiciones en la sociedad para que esta fuerza se convierta en actor político y

no armado, sin el miedo a ser asesinado, quiere decir, que no hay condiciones

para que vivamos en paz, no la merecemos.

Este punto de la participación política es crucial, porque si ocurre y se repite una

situación como la de ese entonces, volveríamos a un nuevo siglo de violencia, es

retroceder a una situación supremamente delicada para el país y además

entraríamos ante la posibilidad de cincuenta años más de guerra.

Hay muchas ideas que se vienen ventilando al respecto de los acuerdos que se

generen de esta mesa de negociación con las FARC. Hay un debate nacional

donde se plantea si Colombia le apuesta en una asamblea constituyente, o a

través de qué mecanismo se haría la refrendación del acuerdo: si es a través de

un referendo, una constituyente, plebiscito o de una consulta popular. La verdad

es que ese es un trabajo de los constitucionalistas y de los abogados, también de

cierta viabilidad práctica, pero es muy probable que Colombia se vea evocada a

una mezcla de esas alternativas.

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Así, la propuesta de elegir por voto popular el Fiscal General de la Nación y el

Procurador requeriría transformaciones a la Constitución Nacional. Esos puntos

pueden ser llevados específicamente a un debate y a una discusión más

democrática, que fueron acordadas y aprobadas como aspectos centrales de cada

uno de los cinco puntos de ese proyecto general. Todo esto podría ser objeto de

un plebiscito o de un referendo.

Lo más importante, independiente de cualquiera de esas alternativas, es que

definitivamente la sociedad colombiana aproveche esta gran oportunidad y sea por

efectos de una negociación que se provoquen los cambios. Vivimos, como lo

señalara la Doctora Beatriz Restrepo en la paradoja de que: “es a través de los

agentes armados en donde se propician cambios en la transformación

democrática de la sociedad, pues desafortunadamente los colombianos no hemos

podido en nuestra misma estructura política, lograr transformaciones que

amplifiquen la democracia, trabajen el tema de los derechos sociales, políticos, los

derechos económicos y culturales y que realmente logren plasmarse en una

sociedad donde El Estado Social de Derecho consagrado a una institución,

realmente haya logrado desarrollos significativos en estos aspectos democráticos”.

Desafortunadamente ese es nuestro devenir democrático en donde las lógicas del

poder responden a un pensamiento que encuentra en la democracia una

amenaza, por ello la restringen, limitan y por momentos la ahogan. Es posible que

asistamos a un momento de quiebre en nuestra historia y estemos aunque con

pasos inseguros, abriendo la trocha que nos permita las transformaciones no sólo

en nuestra estructura política, sino también en nuestras mentes. El hecho de la

reconciliación no aparece por generación espontánea, no está estrictamente en el

campo del voluntarismo, es una construcción compleja, y en algún grado dolorosa,

que exige una mirada crítica sobre lo sucedido y una actitud esperanzada hacia el

futuro. Aquí es donde la palabra actúa como el gran catalizador y el vehículo sobre

el cual transite la defensa de intereses, así sea con la pasión necesaria, las

visiones de sociedad y las aspiraciones personales y colectivas, todo ello,

encaminado a encontrar un lenguaje común sobre lo común. En ello radica al

antídoto contra la guerra y la posibilidad de imaginar juntos las transformaciones

que permitan crear las condiciones para resolver esas otras guerras, esas otras

conflictividades como las que se están dando en el país.

Hoy el tema de los conflictos urbanos que atañen a un problema tan serio como el

narcotráfico, se está extendiendo por las principales ciudades del país y es uno de

los factores que está generando mayores efectos como vulneración de los

derechos humanos de todo orden y una de las mayores expresiones de

inseguridad. Entonces este proceso que está viviendo el país puede ser un gran

paso, una gran oportunidad. No estamos resolviendo la paz del país o como decía

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un compañero, Jorge Giraldo: “¡no estamos para que nos tomen las fotos del

cierre del conflicto y el inicio de la paz!”. Eso probablemente en Colombia no lo

vamos a ver nunca, pero si estamos dando pasos importantes y en eso la

sociedad debe jugar un papel sustancial, porque si no se hacen preguntas sobre lo

que ha pasado, si no se dispone espíritu, alma y voluntad a que un proceso de

estos tiene costos que hay que conceder, que la lógica de la guerra no nos ha

producido nada y que esto tiene que llevar la sociedad a renunciar a unas cosas

para lograr otras, la reconciliación será una real utopía.

El reto está planteado. El balón está en nuestro campo y es a nosotros y a nadie

más a quienes nos corresponde que este proceso con todos sus defectos y

limitaciones en primer lugar sea exitoso y en segundo lugar, que no se haga de

cualquier manera. Tenemos el derecho a que por fin podamos dormir sin miedo.

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DIFERENTES MIRADAS DEL PROCESO DE PAZ EN COLOMBIA2

Parte dos

Ideas centrales que orientan la actuación del Gobierno Departamental de

Antioquia la más educada frente al proceso de paz

Rubén Fernández Andrade

El Gobierno de Antioquia, en cabeza del gobernador Sergio Fajardo, ha expresado

su respaldo decidido al proceso de diálogos de La Habana y ha manifestado la

esperanza de que de allí, resulte para el país, la magnífica noticia del cese de las

hostilidades militares entre la guerrilla de las FARC y la fuerza pública.

Tenemos la convicción de que cada colombiano y colombiana tienen como deber

contribuir, desde su propio lugar, al buen suceso de este esfuerzo. Consistentes

con esta convicción y atendiendo el mandato del Artículo 22 de la Constitución

Política, Antioquia la más educada, viene adelantando el proceso PREPARÉMONOS

PARA LA PAZ, que busca crear escenarios de diálogo social acerca de las fortalezas

y retos que existen en los territorios, sus habitantes, organizaciones e

instituciones, para afrontar los procesos de reinserción y reconciliación y en

general, para la consolidación del cese de la confrontación armada y la

aclimatación de una paz duradera y estable.

A continuación se presenta un conjunto de ideas que orientan la actuación del

Gobierno departamental en este campo.

1. Lo que se negocia en La Habana no es la paz, sino el cese del conflicto

armado con la insurgencia.

Lo más conveniente para la sociedad colombiana es que no se haga ilusiones

infundadas respecto a los diálogos en marcha. Es mejor tener claro que, en la

Habana, no se está propiamente negociando la paz para Colombia y que el éxito

de esas conversaciones no dará como resultado una situación que podamos

llamar la paz en nuestro país; es más, según la experiencia nacional e

internacional, después de suscritos los acuerdos, son esperables períodos de

incremento de la violencia en los territorios que eran antes controlados por la

insurgencia.

2 Este texto corresponde a la adaptación de la transcripción del panel ofrecido por Rubén Fernández Andrade y José Antonio Girón Sierra en el Centro de Fe y Culturas, el 19 de junio de 2013

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En sentido estricto lo que se está negociando no es más, pero tampoco menos,

que el cese de la confrontación armada entre la guerrilla y el Estado. Esto no le

resta importancia al proceso. Lo cierto es que allí está en juego la meta más

urgente e importante que tiene nuestra sociedad en frente. El ambiente de

confrontación militar que vive el país es ya un obstáculo insalvable para un

desarrollo sostenible que garantice la vigencia de los derechos de todas las

personas, y la perpetuación de ese conflicto anacrónico constituye una verdadera

vergüenza nacional. El tipo de confrontación armada que hoy tenemos no sólo

dilapida por miles, la vida de jóvenes en su mayoría de sectores populares, que

son la base de todos los ejércitos, sino que es un tremendo depredador de

nuestros ricos y frágiles ecosistemas, es un reproductor a gran escala de las

inequidades e injusticias existentes en nuestro país y, como si fuera poco,

representa un caldo de cultivo para el fortalecimiento de mafias de distinta

naturaleza que vuelcan luego contra la sociedad su violencia y su afán desmedido

de lucro.

2. La paz se construye en el territorio.

La tesis central del Gobierno de Antioquia la más educada, es que "el cese de la

confrontación armada se firma en la Habana, pero la paz se construye en los

territorios y la fragua la sociedad". Es aquí donde deberán desarrollarse

alternativas como la reconciliación, la reparación y el perdón. Por esta razón

resulta fundamental que esa sociedad discuta a fondo sobre sus condiciones para

afrontar los retos que se vienen, sobre sus miedos, sus rabias, sus frustraciones,

así como sobre sus experiencias positivas en un camino de reconciliación.

Preparémonos para la paz es justamente un escenario con ese propósito.

3. Lo que está en juego.

La negociación consiste en intercambiar el cese de la insurgencia armada por

garantías para la acción política de esa insurgencia. El beneficio para la sociedad,

de resultar exitosa la negociación es muy grande y consiste entre otras cosas en:

a) eliminar un factor de violencia extendido por todo el territorio; b) reducir el

ambiente de ilegalidad generalizada que implica la presencia de la guerrilla como

fuerza hegemónica en vastas zonas del país; c) liberar energías de la sociedad y

el Estado para la atención de otros conflictos y problemas, y d) eliminar la

justificación para la existencia de fuerzas y acciones contra insurgentes de

carácter ilegal.

Page 17: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

Desde el punto de vista de la efectividad y celeridad de la negociación, lo más

conveniente es que en la mesa estén sentados no más que los representantes del

Gobierno Nacional y la comandancia guerrillera. La experiencia indica que la

presencia de otros actores allí, entorpece y retrasa el proceso. Esto no significa

diálogos autistas y no escuchar a la sociedad; hay previstos algunos mecanismos

en marcha que seguramente podrían mejorarse, pero en ningún momento deben

confundirse con la pretensión de erigir a otros actores económicos, sociales o

políticos como sujetos de la negociación.

4. ¿Qué justicia?

Para la sociedad la disyuntiva no es entre impunidad y paz, sino entre qué justicia

es la requerida, para hacer sostenible el cese de la confrontación armada y la

garantía de no repetición. No es cierto que el costo a pagar por una paz negociada

sea la total impunidad de los crímenes cometidos. En muy distintos países y

experiencias ha emergido la llamada “justicia transicional”, que precisamente

entiende que no siempre pueden aplicarse los parámetros de la justicia ordinaria

para juzgar delitos cometidos en el marco de una confrontación armada. Colombia

misma tiene ya una larga experiencia en este tema y no será la primera vez que

se acuerde un marco jurídico especial para tratar a los miembros de ejércitos

irregulares.

A diferencia del pasado, en la actualidad existe un marco jurídico internacional

mucho más exigente, con jurisdicción sobre nuestro territorio, que impide que

sencillamente pasen impunes algunos delitos prescritos en la legislación

internacional. Aunque es un tema muy difícil de asimilar, la sociedad debe

entender que no siempre la cárcel es la pena adecuada; muchas veces temas

como colaboración con la justicia, verdad, reparación a las víctimas, petición

pública de perdón o medidas similares, son tratamientos pertinentes para ciertos

delitos.

Es claro en todo caso, que los delitos de lesa humanidad son imprescriptibles y

requieren y merecen algún tipo de sanción penal ejemplarizante.

5. Una guerrilla sin futuro y un Gobierno sin consenso.

Los actores sentados en esa mesa tienen ambos, severos aprietos: una guerrilla

sin perspectiva estratégica de triunfo y un Gobierno en representación de la

mayoría de la sociedad, que no ha sido capaz de derrotarla militarmente. La

guerrilla, en particular las FARC, están en un punto irreversible de ausencia de

Page 18: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

perspectiva de triunfo, en primer lugar, por razones internas como la degradación

moral de una parte importante de sus tropas, crisis de mandos medios,

rompimiento de lazos orgánicos con la gran mayoría de la sociedad y el hecho de

que son una expresión rural en un mundo abrumadoramente urbano y, en

segundo término, por razones de la dinámica de la confrontación militar, tales

como las tecnologías, los medios de comunicación y movilización, el respaldo

internacional, etc. que le dan toda la ventaja al ejército oficial.

Pero por otro lado está el Gobierno, que representa institucionalmente a un Estado

y a una sociedad dividida y en la que, por primera vez, existe una oposición

abierta, activa y beligerante en contra de cualquier forma distinta de resolución del

conflicto distinta a la militar y opuesta a la más mínima transformación del statu

quo.

Por esto el proceso requiere ser rodeado de apoyo, en especial en los momentos

de su refrendación; no está garantizado en modo alguno que lo acordado cuente

con el consenso mayoritario suficiente en la sociedad; trabajar en esta dirección es

un imperativo del momento.

6. No cargar la agenda.

Es aconsejable no cargar la agenda de La Habana de expectativas. Las reformas

sociales, económicas y políticas deben tener como escenario la política y los

espacios que la Constitución Política tiene contemplados para ello. Las

organizaciones -movimientos sociales y políticos- no pueden, no deben delegar su

agenda en la guerrilla, pues no los representa. Salvo en algunos temas del mundo

rural que resultarán de los acuerdos de La Habana, en la mayoría de los temas lo

adecuado es crear condiciones para que la guerrilla ya desmovilizada y sin armas,

ponga en consideración sus propuestas y gane los apoyos políticos y electorales

suficientes para implementarlas.

Claro está que la sociedad también tendrá que hacer su parte y éste es quizás el

reto central. La masacre de la UP no puede repetirse. A cambio de que la guerrilla

acepte hacer política sin armas, la sociedad deberá crear condiciones para que

puedan existir representando seguramente, y ojalá, una visión distinta a la

mayoritaria en nuestro país.

7. Una sociedad con capacidad para dirimir mejor sus conflictos.

Page 19: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

No es del caso esperar ahora el cese de todos los conflictos. El conflicto es

saludable para la sociedad y no existe sociedad sin conflictos. Lo crítico es la

manera de resolverlos. La sociedad colombiana tiene que aprender a construir y

dirimir mejor sus conflictos y el cese de la confrontación armada es una

oportunidad para ello. Por esto es preferible no hablar de posconflicto: ya será un

tremendo paso histórico, contar con una sociedad sin conflicto armado con los

insurgentes. Por lo demás, para nuestro infortunio, ya están instalados en la

sociedad colombiana la estructura y los actores de nuevos conflictos violentos, esa

criminalidad organizada que es el motor y se alimenta a su vez de nuestras

ilegalidades y que es cada vez más, una expresión local de enormes y poderosas

redes internacionales.

Las ideas aquí expuestas son apenas un borrador de trabajo para las tareas de

acabar la confrontación armada y construir una sociedad en paz, que sigue siendo

el tema pendiente de las generaciones de colombianos y colombianas de hoy.

Sabemos que la construcción de paz necesita paciencia y tomará años; implica la

reconstrucción del tejido social, de la confianza entre las personas y los grupos

sociales, de las economías locales y regionales, hoy destrozadas por la

confrontación, en una sociedad agobiada por la delincuencia que crece al abrigo

de la guerra. Implica, al fin de cuentas, la construcción de una nueva cultura, de

una cultura democrática que sustituya la violencia por la razón y la palabra, la

concertación y la construcción de acuerdos en vez de la imposición violenta en el

manejo de las relaciones entre las personas y las organizaciones sociales.

Esto será sólo un paso, pero un paso imprescindible para afrontar los retos más

interesantes y constructivos de erigir una sociedad con igualdad de oportunidades

para todos y todas en donde las herramientas del conocimiento, la innovación y el

talento de cada quien estén puestos al servicio del bienestar y la felicidad

individual y colectiva. Antioquia la más educada es una apuesta política para

ambos momentos: para el presente, de construcción de un ambiente que haga de

la confrontación armada una cosa del pasado. Pero sobre todo para el futuro, bajo

el convencimiento férreo de que la educación es el cimiento firme de esa nueva

sociedad que anhelamos.

Page 20: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

SOBRE LOS DIÁLOGOS DE PAZ 3

Beatriz Restrepo Gallego

Éste texto trata de presentar algunos elementos para una reflexión en torno al

actual Diálogo de Paz en marcha en La Habana entre el Gobierno y las FARC,

que es, realmente, apenas la puerta de entrada al proceso de paz propiamente

dicho, que será un difícil esfuerzo posterior y de varios años.

Hay dos posiciones claras: quienes están a favor y quienes están en contra de

este proceso; aunque contrarias, ninguna de las dos puede ser despachada por

sus opositores de manera ligera u ofensiva: ameritan ambas atención y reflexión.

A ello se quiere invitar aquí, colocando como punto de partida, los conceptos

justicia y paz. Quienes están en contra del proceso, se basan en el primero: hay

que hacer justicia; los que están a favor, se basan en el segundo: hay que buscar

la paz. O sea que la consigna que durante tanto tiempo ha alimentado

movimientos cristianos, Justicia y Paz (mutuamente dependientes sus dos

términos) se ha visto convertida en una tremenda disyuntiva entre ellos: o justicia

o paz. Como si se tratara o de hacer justicia a cualquier precio o de buscar la paz

a costo de la justicia. Se pasará enseguida en este texto, a mostrar qué entramado

conceptual subyace en cada una de estas dos posiciones, con el fin de lograr una

mejor comprensión de cada una. Para luego invitar a unas reflexiones conclusivas,

derivadas de lo anterior.

Primera posición

Aquí, el concepto clave es el de justicia ligada al derecho, entendida como

resultado de la aplicación de las leyes; éste es el concepto de justicia legal, que es

distinto l de justicia moral, dependiente de la conciencia individual y social. (Ya de

entrada surge el antiguo e importante problema de la relación entre derecho y

moral, entre legalidad y legitimidad, o sea, el de la justicia entre el derecho o la

moral, que no es aquí el centro del interés pero que es relevante para el asunto

que nos ocupa.) La herramienta con la que cuentan las leyes para lograr la

3 A partir de apuntes preparados para un conversatorio organizado por la Corporación REGION (mayo 29, 2013), sobe los

diálogos de La Habana, en el que participé como facilitadora, junto con Antonio Madariaga, se desarrolló el presente texto. Agradezco a sus directivos la invitación.

Page 21: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

justicia, es el castigo, por ello aquí se habla de una justicia fundamentalmente

punitiva. Así se dice que si no hay justicia se está entronizando la impunidad, lo

cual es para quienes se mantienen en esta posición, inadmisible. No puede

desconocerse cierto aire de venganza en esta concepción de la justicia: venganza

objetivada, regulada, razonada y proporcional, pero venganza. Remembranza del

antiguo dictamen: “El que la hace, la paga”. Por ello se ha señalado cómo la

polarización entre las dos posiciones en disputa, es en el fondo confrontación

entre los partidarios de la reconciliación o de la venganza.

Frente a la posición centrada en la justicia legal, se considerarán dos aspectos:

uno teórico, qué encierra esta comprensión de la justicia y otro práctico, cómo

aplicarla, que serán desarrollados a continuación.

1. Comprensión de la justicia legal (aspecto teórico). Como se dijo, aquí se

trata de la justicia ligada al derecho, resultado de la aplicación de las leyes,

que se concreta en la sanción o el castigo. El derecho penal actual ha

reflexionado sobre otras comprensiones de la justicia —más allá de castigar

una ofensa hecha a la sociedad— cuyo objetivo no es solamente punitivo y

que están basadas en una nueva comprensión de la pena y sus funciones.

Como dice la autora española María José Bernuz, en su texto “El Perdón,

reflexiones jurídicas”, que aparece en el libro La justicia entre la moral y el

derecho (Bernuz, 2013:90),la pena sólo se justifica cuando es útil en alguna

medida, ligada a la prevención y a la disuasión. La primera, como función

preventiva, busca evitar la reincidencia: se dirige a quien ha cometido un

delito, apartándolo o aislándolo de la sociedad para protegerla y

promoviendo su reinserción a la sociedad mediante la educación y el

trabajo. La segunda, función disuasora, se dirige a quien no ha cometido

delito, a la sociedad en su conjunto, mostrando a través de la pena o

castigo, que el sistema jurídico es eficiente y creíble, despertando con ello

el respeto a la normatividad y el derecho o la intimidación. Lo anterior

significa que en muchos estados hoy, se ha ido abandonando la

comprensión meramente punitiva o retributiva de la justicia, buscando

mecanismos alternativos a la prisión, por considerar que el castigo per se,

no resulta eficaz a menos que se le acompañe de otras acciones. Entre

nosotros, apenas se vislumbra esta nueva comprensión.

2. Cómo aplicarla (aspectos prácticos). Este aspecto es muy problemático,

surgen aquí dos asuntos: 1. Si se pide aplicación estricta de la justicia legal

punitiva, cómo administrarla y con qué recursos humanos, técnicos y

materiales, cuando es de todos conocida la postración del sistema judicial

en el país (acumulación de procesos, retenidos sin juicio, inequidad en las

sanciones, venalidad en las sentencias, etc.). 2. Si se habla de una forma

Page 22: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

más moderna de justicia, para la resocialización y la prevención, dónde y

con qué recursos se llevaría a cabo, frente al hacinamiento en las cárceles

del país ampliamente conocido y objeto de preocupación, incluso por parte

del Gobierno; a las condiciones inhumanas en que viven los detenidos y su

secuela de una altísima reincidencia entre los que recuperan la libertad

luego de cumplir su pena.

Estos aspectos prácticos no son de poca monta: ¿cómo judicializar y castigar a

decenas, cientos de guerrilleros que abandonen el conflicto? ¿Está el Estado

tomando medidas para dar cuenta en un marco de derechos, de las condiciones

mínimas que aseguren el respeto a los detenidos, a su dignidad? En el contexto

de nuestra realidad, la exigencia de justicia, puede ser legal, pero moralmente es

difícil de mantener que la judicialización y el castigo sean la mejor y única manera

de hacer justicia.

Y ya para cerrar ese corto análisis del concepto de justicia subyacente en quienes

se oponen a un proceso de paz negociado por exigencias de la justicia legal, estos

elementos de reflexión. No es evidente que la pena, resultado de la aplicación de

la justicia legal, consiga algo distinto al mero castigo: ni la protección y

recomposición de la sociedad, ni la reinserción social de los condenados, ni la

obediencia al derecho y su aceptación, como tampoco la no repetición. Por ello en

otras latitudes (y teniendo en cuenta el crecimiento de la población carcelaria en

todo el mundo), el Estado de derecho está dando prioridad a sistemas de sanción

alternativos al penal, que limitan las intervenciones punitivas y hacen énfasis en la

resocialización. Mientras aquí, aun conociendo nuestras falencias y carencias,

estamos absolutizando la justicia legal y pidiendo del Estado leyes e

intervenciones cada vez más radicales.

Esta exigencia de aplicación de la justicia legal, se centra en el perpetrador pero

desconoce las condiciones del entorno y, por tanto, el papel de la sociedad. Es así

como hace recaer la responsabilidad total de esta guerra en los actores

insurgentes armados: ellos son los culpables mientras que nosotros, los

ciudadanos de bien, somos inocentes. No hay lugar aquí para una responsabilidad

plural, también del Estado y de la sociedad, aunque ésta sea en diverso grado y

en distintos aspectos. Mientras no haya una aceptación de corresponsabilidad, el

proceso enfrentará grandes dificultades y será escenario permanente de

polarización y mutua culpabilización.

Por otra parte, hay ausencia de una mirada de futuro que descubra cómo, en las

actuales condiciones, una aplicación exclusiva de la justicia legal, no sólo presenta

dificultades intrínsecas insalvables, sino que como toda intervención basada en el

castigo, estará siempre ligada a la retaliación y al rencor. En esta postura, que

Page 23: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

hace referencia fundamentalmente al derecho y por ende al castigo, la memoria de

la sanción que mantiene vivos los agravios y exacerbados los ánimos, ligada al

pasado, dificulta la proyección a un futuro diferente que abra espacio a la verdad,

al perdón y al arrepentimiento y sus derivados, la reparación y la reconciliación,

que son los verdaderos escenarios para la paz social y política que el país

reclama.

Por último, quienes claman por la aplicación de la justicia, no están, con igual

intensidad y paralelamente, reclamando del Estado intervenciones que generen

credibilidad en el sistema jurídico; pidiendo educación en el respeto a la

normatividad y al Derecho (tarea que ha asumido en buena medida el sector

social); como tampoco exigiendo enfrentar de manera radical las condiciones

sociales que están a la base de este conflicto. Quienes exigen justicia, desestiman

así, la integralidad del proceso, que es más que justicia, tal y como lo han dicho,

no sólo el P. Javier Giraldo S.J., en su texto “Al oído de los que dialogan por la

paz”, 05.19.13) sino también uno de los voceros del Gobierno, Sergio Jaramillo en

reciente conferencia (Universidad Externado, 05.13.13).

Segunda posición

Si bien en esta perspectiva el concepto que prima es el de la paz: terminar con

esta guerra (P. F. de Roux S.J.) como punto de partida, ello no significa que se

abandone el concepto de justicia. Pero ya no se trata de la estricta justicia legal

ligada al derecho, sino de la justicia transicional (Decreto 4800 del 2011) ligada al

contexto y a las situaciones a las que se enfrenta, pero sobretodo, fundamentada

en principios distintos a los de ley (como son la legalidad, el juicio, el castigo) que

la ubican, más bien, en el ámbito de la justicia moral. El concepto anterior de

justicia ligado al castigo pone en el centro del asunto, necesariamente, a los

victimarios; mientras que en esta segunda posición, el centro son las víctimas (en

seguida se verá por qué), largo tiempo desconocidas, invisibilizadas, postergadas.

Y esto bajo varios referentes: dotarlas de identidad (no sólo a los victimarios como

se ha hecho hasta ahora), poner punto final al sufrimiento, reparar el daño hecho,

asumir la solidaridad como expresión de corresponsabilidad y, no menos

importante, generar las condiciones para que estos hechos no se repitan.

También en esta posición, hay dos aspectos importantes por relievar; el uno de

carácter teórico, el concepto de justicia transicional y el otro de carácter ético, los

principios morales que fundamentan esta opción.

1. Ya se dijo que aquí se acoge otro concepto de justicia: la justicia

transicional, que incorpora tres momentos: verdad, reparación y

Page 24: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

compromiso de nunca más y que son las más sentidas demandas por parte

de las víctimas. Vale la pena mencionar que la mayoría de las víctimas no

reclaman justicia legal, es decir, castigo para sus victimarios; son,

precisamente, los que no son víctimas los más radicales e intransigentes en

esta posición. De entrada se señala que el concepto de justicia transicional

tiene un vacío: el arrepentimiento, que puede o no motivar el perdón por

parte de las víctimas o la reparación y/o el compromiso de no repetición por

parte de los victimarios; pero que en todo caso, es absolutamente necesario

para la reconciliación y que no puede ser obligado. Su ausencia obedece a

tres razones: desde la perspectiva judicial, su presencia no es determinante

al momento del fallo y la aplicación de sanción; desde la perspectiva

política, éste no se da cuando los delitos se asumen cometidos como parte

de un compromiso político así sea ilegal; y desde la ética, su presencia no

sólo es el resultado de un acto libre y autónomo, sino que sólo es posible

en conciencias morales formadas en los principios y valores compartidos

por una comunidad.

Tal vez valga la pena recordar —a propósito del arrepentimiento— las condiciones

del sacramento de la confesión, importante contribución de la Iglesia católica,

como única religión que incluye esta práctica, al conocimiento de sí y al orden

social, pero que también ha sido fuente de miedo y culpabilización, de hipocresía y

mala conciencia. Muy en desuso en la práctica hoy, sigue siendo sólido en su

planteamiento. El sacramento de la reconciliación, como también se le llama

ahora, supone: examen de conciencia (autor reflexión), contrición de corazón

(arrepentimiento), confesión de boca (verdad), propósito de enmienda (garantía de

no repetición) y satisfacción de obra (reparación); no se queda por fuera ninguna

de las condiciones para el perdón. Entre nosotros recién empieza, con dificultades,

a ser aplicada la justicia transicional: se ha avanzado con más fuerza en el

momento de la verdad; apenas se inicia con graves problemas, la reparación; pero

aún no se ve ningún avance en el compromiso del nunca más; por el contrario, los

perpetradores parecen contrarios al reconocimiento de su responsabilidad en este

largo conflicto y en casos particulares de violación grave de los derechos

humanos. En todo caso, aunque la justicia transicional no es perfecta, de hecho,

ha rendido mejores frutos en los procesos a escala mundial en los que se ha

recurrido a ella. Por lo demás, ha sido reconocida por el Estado (Decreto 4800 del

2011), por el cual se compromete a propender por generar un espíritu público de

profundización en la democracia en el marco de la justicia transicional.

2. En cuanto a los fundamentos de esta segunda opción, éstos son dos, a mi

modo de ver: los conceptos de igual dignidad humana y de perdón, ambos

de raigambre moral. El punto de partida es el del reconocimiento, respeto y

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valoración de la dignidad igual de todos los seres humanos, cualesquiera

sean sus condiciones particulares, naturales, civiles o sociales. Es decir,

aquí se habla de la dignidad tanto de las víctimas como de los victimarios:

frente a estos últimos surgen las mayores reticencias. La dignidad, como

dice el P. F. de Roux, ni aumenta ni disminuye, puede, eso sí, ser

enaltecida o humillada y ello se debe al trato recíproco que exprese o no el

reconocimiento y respeto por ella o a las condiciones de vida que permitan

o no visibilizar y ejercer esa dignidad. Este concepto de origen cristiano,

estuvo durante mucho tiempo confinado al ámbito religioso. Fue Kant quien

en el s. XVIII lo introdujo en el ámbito de la ética, en su texto

Fundamentación de la metafísica de las costumbres, en la formulación de

su imperativo categórico: actúa de manera que respetes siempre la

dignidad que hay en ti y en los demás y, agrega, el ser humano por su

dignidad tiene valor y no precio y no puede ser tratado como medio, sino

siempre como fin. Más modernamente, el concepto fue introducido y

legitimado por Naciones Unidas al colocarlo como fundante de la

Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948. Es importante

señalar aquí que esta dignidad se reconoce, además, tanto en los vivos

como en los muertos: a éstos, el reconocimiento de su dignidad les confiere

el derecho a una identidad, a la restitución de su buen nombre (en los

falsos positivos), al regreso de sus restos al seno de su familia y comunidad

y a la memoria colectiva. Éste es el importante sentido que tienen todos los

ritos funerarios y de la memoria que hoy se reclaman para las víctimas. En

los arts. 3° y 4° del Decreto nacional 4800 del 2011, se habla en esta

dirección de la reparación simbólica de las victimas mediante la

implementación de mecanismos tendientes a mantener viva su memoria,

entre ellos, la reconstrucción de la memoria colectiva, la recuperación de

sus restos, las celebraciones conmemorativas y la erección de monumentos

públicos.

En cuanto al segundo concepto, perdón, éste marca una distancia importante

frente a la posición anterior: el perdón no acaba de encontrar un lugar dentro del

Derecho (conciliaciones, indultos, amnistías) porque perdón y derecho se han

construido sobre bases muy distintas, morales en el primero, legales en el

segundo. De origen religioso, cristiano, para ser más exactos, el perdón se

mantuvo en ese ámbito durante siglos. Sólo en el siglo XX (y luego de los horrores

del Holocausto judío), fue introducido en la filosofía moral (ética), por autores

como Hannah Arendt, Paul Ricoeur, y Jacques Derrida.

La filósofa alemana, fue la primera en elaborar una sólida reflexión sobre el

concepto, al que llega a partir de una consideración de la temporalidad humana y

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su relación con la libertad en La condición humana (Arendt, 1983: 265-274). El

perdón hace relación al pasado, es la manera como los humanos enfrentamos la

irreversibilidad de lo hecho: cambiamos el pasado cuando ya éste no es fuente de

ira, culpabilidad o dolor ante un mal perpetrado o recibido, gracias al perdón (sea

hacia sí mismo o hacia otro). Así planteado, el perdón es, fundamentalmente, un

acto de sanación y de liberación. Se da libremente, aunque el victimario no haya

pedido perdón, es pues un acto personal de enorme libertad, que puede no

involucrar a nadie más. Consecuencia de la pluralidad humana puesto que se trata

de una relación víctima-victimario, es, en el fondo un acto de profunda soledad,

radicalmente personal que no reclama reciprocidad. Pero es aún, un acto

incompleto, porque no asegura el restablecimiento de una relación, que ya es un

acto eminentemente plural. Para ello se requiere que el perdón sea solicitado

como fruto del arrepentimiento, que se ofrezca reparación y se asegure que no

habrá repetición. Sólo en ese momento es posible la reconciliación. Puede pues

haber perdón sin reconciliación, pero no reconciliación sin perdón previo. Por ello

la paz es el resultado de la reconciliación, no sólo del perdón, porque supone la

capacidad recuperada de interactuar, de perseguir objetivos comunes.

Jacques Derrida en su texto “El perdón”, que aparece en el libro El perdón virtud

política (Derrida, 2008: 122), en sus últimos años, mostró preocupación por el

tema del perdón en entrevistas, artículos y ensayos que le dieron gran celebridad:

suya es la radical afirmación de que sólo se perdona lo imperdonable. Inicialmente

señala la tradición religiosa del perdón, no sólo cristiana, sino de las religiones

abrahámicas (judaísmo, cristianismos e islamismos) que proceden de un tronco

común: en ellas el perdón es una gracia propia de la divinidad monoteísta. Este

concepto, sin embargo, se ha secularizado —a raíz de las grandes tragedias

humanitarias del s. XX—, está en vías de universalización y hoy es tema jurídico,

político, cultural y, por supuesto, moral. Pero en concepto de Derrida, el perdón,

dada la gravedad y magnitud de estos crímenes, rebasa (sin negarlas) todas estas

esferas, para presentarse como algo excepcional y extraordinario, pues mientras

algunos hablan de un perdón limitado o condicionado y de actos imperdonables,

para él, el perdón es, tiene que ser hoy, un acto que perdona lo imperdonable.

Este planteamiento adquiere especial significado en nuestra situación, en la que

se han cometido crímenes atroces, propios de un conflicto tan degradado como

éste. Otra importante idea de este filósofo es la del peligro de banalizar el perdón

a propósito de los cruentos conflictos en curso a escala mundial, fenómeno que él

denomina escenificación: comisiones, informes, actos de rememoración,

conmemoraciones…, que se multiplican y dan cuenta de una urgencia universal

por la memoria, de una necesidad moral en la historia, de un afán por humanizar

lo inhumano.

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Por su parte Paul Ricoeur, en su importante obra: La Historia, la memoria, el olvido

desarrolla en su parte final “Epílogo” (Ricoeur, 2000: 585-646) una detallada teoría

sobre el perdón con el significativo título de El Perdón difícil. También para este

autor, el carácter imperdonable del mal moral tiene que ver con lo jurídico, lo

político y la moralidad social, pero en cuanto tal, pertenece propiamente a lo más

profundo de la mismidad (ipseidad) del ser humano. Desde lo jurídico, está la

tarea de definir la naturaleza de los crímenes y de aquellos que por su gravedad

son imprescriptibles; desde lo político, se trata solamente de definir la

institucionalidad que responde por el castigo; desde la moral social es la

consideración debida a todo hombre, singularmente en este caso al culpable, que

debe estar asegurada. Pero como expresión de la mismidad de quien perdona, el

perdón es incondicional, evade cualquier normalización, no logra ser

institucionalizado y expresa solo la voluntad gratuita de quien pronuncia la palabra

liberadora de perdón.

Son significativos para nuestra reflexión, los siguientes temas. Perdón y falta,

conceptos inseparables que Ricoeur expresa como el abismo entre la profundidad

de la falta y la altura del perdón, desproporción entre el daño infligido y la voluntad

de perdonar; solo puede haber perdón allí donde se puede acusar a alguien,

imputarle una falta, por ello la importancia de los procesos de verdad. Perdón y

castigo, el castigo no recae sobre el crimen sino sobre quien lo perpetró;

igualmente el perdón no recae sobre el crimen que es imperdonable, sino sobre el

agente. Así el poder del perdón permite desligar al agente de su acto, para dar

lugar a su reconocimiento, al de su dignidad: tú eres mejor que tus acciones.

Muestra de confianza en las posibilidades de bondad que subyacen en todo ser

humano. Perdón y don, la gratuidad del perdón lo asimila a la gracia y al don: la

lógica de la equivalencia es la propia de la economía de la justicia, mientras que

aquí reina la lógica de la superabundancia, de la generosidad. Esta orientación

hacia el don y el amor es la que mantiene al perdón alejado de lo jurídico y de lo

político (institucional). Perdón y conciencia colectiva: aunque el perdón es un acto

íntimo de cada persona, sí puede hablarse de un perdón colectivo, resultado de la

convergencia de una voluntad de perdón al interior de una comunidad dada. Otra

cosa son los actos institucionales de perdón o las peticiones de perdón por parte

de gobernantes, cuya validez es solo simbólica.

En fin, quienes en su apuesta por la paz, se apartan de la justicia legal —anclada

en el castigo que mantiene actuante el pasado—, acogen, más bien, la justicia

transicional que incorpora el compromiso con la verdad, la reparación y la no

repetición, como caminos hacia la reconciliación (según Mgr. Nel Beltrán), abierta

al futuro. En un proceso que apunta hacia un futuro de paz, resultan más efectivos

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el perdón y la reconciliación que abren posibilidades de una nueva vida, que el

castigo que retrotrae siempre al delito cometido.

Cuatro ideas finales

Ya para terminar, cuatro ideas que pueden ser motivo de reflexión y aporte a la

toma de una posición frente a las conversaciones de paz que se adelantan en La

Habana.

1. Volviendo a los dos conceptos de justicia que están en juego, puede

decirse que en el primero, la justicia legal se aplica a los victimarios, por

medio del castigo y la prisión. Pero no va más allá de mantener la vigencia

del derecho penal; nada hace en términos de favorecer el arrepentimiento y

la resocialización de los perpetradores, y más bien poco en términos de

aclimatar la reconciliación y asegurar la protección de la sociedad y el

fortalecimiento de la institucionalidad. Mientras que en el segundo, la

justicia transicional hace justicia a las víctimas a las que permite acceder a

la verdad (qué pasó y quién lo hizo), recibir reparación (se les reconoce una

identidad, se les pide perdón y se les concede alguna indemnización) y

asegurarse del nunca más (no repetición de los mismos actos por parte de

los victimarios).

2. Muy importante no olvidar que este tema de los diálogos de la Habana

hacia la construcción de la paz, está estrechamente ligado al de la

reparación de las víctimas: sin aquel, éste no va a cumplirse. La

estremecedora lectura del reciente informe de la Comisión de memoria

histórica, Basta ya, que evidencia en las narrativas de los sobrevivientes el

sufrimiento físico y las humillaciones de las víctimas letales y no letales,

muestra que es éste un asunto de humanidad, que apela, por tanto, a

nuestra conciencia moral. Poner fin al sufrimiento es lo más importante, los

aspectos legales y de política, son subsidiarios como apoyo al logro de lo

que es fundamental: reparación y condiciones de no repetición. Cuando se

tiene de manera directa conocimiento —como sucede ahora— de la

extensión y profundidad del horror de este conflicto, la conciencia moral

conmina a la reparación de ese daño y a la restitución de los bienes y

condiciones que permitan reasumir a las víctimas su vida con dignidad; el

castigo a los victimarios no es la prioridad ni puede obstaculizar lo primero.

3. Un tema que no ha sido planteado con suficiente fuerza y es muy

promisorio en la actual coyuntura que vive el país en torno a los diálogos

entre el Gobierno y las FARC es el papel de la mujer en este proceso (que

no es precisamente reclamar presencia en los diálogos de La Habana),

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papel que puede ser muy importante y profundo, puesto que deriva de un

talante moral proclive a la compasión y a la solidaridad.

Ya se dijo que la primera posición, la opuesta al proceso de paz, se funda

en la absolutización de la legalidad y el derecho, mientras que la segunda, a

favor del perdón-reconciliación, tiene un indudable sello moral. Hoy dentro

del pensamiento feminista, algunas autoras como María José Guerra en su

texto“¿Tiene género la justicia?”, que aparece en el libro La justicia entre la

moral y el derecho (Guerra, 2013: 123-127), califican de androcentrista la

teoría de la conciencia moral en el mundo occidental moderno muy

relacionada con el concepto legal de la justicia y la primacía de normas y

deberes, el énfasis en la autonomía y el autodesarrollo, la individuación y la

libertad, propios de lo masculino. Proponen, en cambio, “tomar en serio la

experiencia moral de las mujeres”, basada en la apertura y vinculación con

los otros, la solicitud y la responsabilidad, la alteridad y la acogida. Rasgos

que determinan reacciones, juicios y comportamientos más afines con lo

que los actuales procesos de paz y reconciliación demandan.

4. Ya para terminar, como cristianos, pareciera que el mensaje evangélico nos

condujera hacia la segunda opción mencionada al inicio, a favor del

proceso de paz, de acuerdo al mensaje de Jesús centrado en la justicia y la

paz, pero una justicia acompañada de misericordia, en el perdón y la

reconciliación, en una vida nueva de fraternidad y solidaridad, que además,

se concreten en comportamientos y acciones que alcancen una

significación política. Porque como dijo el Papa Francisco: “Los cristianos

no podemos lavarnos las manos; debemos meternos en política porque la

política es una de las formas más altas de la caridad, ya que busca el bien

común”. Queda así, para nosotros, marcada la ruta, tanto por el Evangelio

de Jesús como por el magisterio de la Iglesia, en una clara dirección: optar

por la paz, aunque tenga costos y exija renuncias. Vale la pena hacer por

ella los sacrificios personales y sociales que haya que hacer.

Page 30: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

Bibliografia

Arendt, Hannah. Condition de l´homme moderne. Paris: Calmann-Lévy, 1983

Bernuz, María José. “El perdón, reflexiones jurídicas”. En: Blasco, Pedro Luis

(editor). La justicia entre la moral y el derecho. Madrid: Trotta, 2013.

Derrida, Jacques. ”El perdón”. En: E. Madina, et. al. El perdón, virtud política.

Barcelona: Anthropos, 2008.

Guerra, María José. “¿Tiene género la justicia? Notas sobre el androcentrismo

como tácita antropología normativa”. En: Blasco, Pedro Luis (editor). La justicia

entre la moral y el derecho. Madrid: Trotta, 2013.

Ricoeur, Paul. La memoria, la historia, el olvido. Buenos Aires: Fondo de Cultura

económica, 2000.

Page 31: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

Reflexiones sobre el perdón, ante el conflicto armado colombiano

Francisco de Roux

Abstract: el autor caracteriza la crisis de la sociedad colombiana atrapada en el

conflicto armado como una crisis espiritual. Propone cuatro condiciones para

construir la paz. Las tres primeras, exigibles como acuerdos sociales y políticos,

son la detención de la guerra, la reconciliación y los cambios estructurales de la

sociedad. La cuarta condición es el perdón, que en el caso colombiano es

necesaria para que las otras tres sean sostenibles, condición que paradójicamente

no es exigible porque el perdón en una opción personal libre.

Agradezco la invitación de la Decana de Psicología Blanca Patricia Ballesteros de

Valderrama a decir unas palabras sobre el perdón ante la Facultad que se ha

distinguido en los últimos años por comprendernos como sujetos y ciudadanos de

derechos y deberes en nuestra sociedad.

LA CRISIS ESPIRITUAL

Estoy convencido que la crisis colombiana es ante todo una crisis del espíritu. Una

crisis que nos ha vaciado de sentido. Ha vaciado de sentido a la religión, ha

vaciado de sentido a la educación a todos los niveles, incluida por supuesto la

Universidad pública y privada; ha vaciado de sentido la política y la cultura. Esto

permite entender que llevemos ya cincuenta años de una guerra absurda y

bárbara, que vulnera lo más hondo de nosotros mismos, aunque tengamos la

frescura de continuar los negocios y las cátedras, los rituales litúrgicos y la vida

profesional, como si las masacres de Bojayá y Mapiripán, la Chiquita y la Gabarra,

y los 5 millones de desplazados no fueran parte y responsabilidad de todos

nosotros.

Page 32: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

Personalmente me ha hecho sentido entender esta crisis del espíritu como una

crisis de dignidad humana. Crisis del valor de nosotros mismos como seres

humanos en Colombia. Porque al repasar las formas como nosotros explicamos lo

que nos ha pasado en conferencias, seminarios, cursos académicos, discursos,

libros y tesis doctorales, se me han caído todas las explicaciones teológicas y

religiosas, todas las explicaciones políticas, todas las justificaciones ideológicas o

razones científicas. Me quedó solamente la dignidad humana. Nuestra dignidad

vulnerada. La conciencia profunda de que hemos renunciado a nuestra propia

grandeza, perplejos y sometidos ante la barbarie.

Al mismo tiempo, llevo la experiencia de los que no se han dejado vencer. De una

minoría de mujeres y hombres, los más no académicos, ni empresarios, ni

políticos, ni sacerdotes ni ministros religiosos, no interesados en dinero o prestigio;

que a todo riesgo han enfrentado sin más protección que sus propio coraje a los

actores violentos para decir: “No. No nos vamos a ir desplazados, no vamos a

abandonar nuestras tierras, no vamos a quedarnos callados ante el asesinato de

miembros de nuestra comunidad, no vamos a dejar destruir nuestras culturas,

nuestros humedales, nuestros ríos”; y lo han hecho con la convicción profunda que

no tienen alternativa si su vida, y la vida de sus familias y comunidades, vale la

pena como vidas humanas. Ellos han puesto la dignidad de todos nosotros como

una prioridad absoluta para gritar “basta ya”. Muchos de ellos y de ellas están

muertos por esa osadía.

Cuando hablo de crisis del espíritu me refiero a una ruptura en lo más profundo de

cada uno de nosotros como personas y como sociedad, como universidad, como

Iglesia. Me refiero al fondo de nuestra conciencia donde cada uno percibe el “aja”

ante los comportamientos que nos hacen crecer como personas y como sociedad,

y el “ajá” ante lo que nos destruye como seres humanos. Estamos aquí en el

horizonte más íntimo de la psique.

Si los líderes de la psicología y de la espiritualidad de este país quisiéramos

realmente enfrentar esta ruptura en los fundamentos de nosotros mismos como

personas y como pueblo, estaríamos enfrentando cara a cara el problema con

decisión terapéutica y determinación espiritual, y estaríamos buscando a los seres

humanos concretos que metidos en la guerra o actuando en la política y los

medios de comunicación, se encuentran extraviados del sentido de sí mismos,

Page 33: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

cargados de odio y de rechazo del otro, portadores de una patología que

contamina toda la sociedad.

No voy a hablar de la paz anhelada. La paz es un objetivo tras el que nos

ponemos en marcha al parar la confrontación armada. La paz solo comienza

cuando se hacen cambios en la cultura, en la economía, en la política; cambios

que se suelen llamar estructurales y no voy a referirme a ellos. En el proceso entre

el Estado colombiano y las FARC estos cambios se tratarán en la tercera etapa de

las conversaciones de La Habana4.

Tampoco voy a hablar sobre la reconciliación, que entiendo como un acuerdo

entre las partes que han estado en conflicto, para aceptarse como responsables

en la reconstrucción colectiva de un nosotros, que solamente es posible entre

todos. Sé muy bien que la reconciliación como proceso comunitario, regional y

nacional tiene que trabajarse cuidadosamente. Académicos reconocidos por esta

Facultad como Carlos Martín Beristain han hecho aportes muy serios en este

aspecto donde evidencian la importancia de la memoria, de la reparación, de las

formas de justicia transicional. Las reflexiones que voy a hacer sobre el perdón,

lejos de disminuir la importancia de esos elementos los suponen y los requieren si

vamos a avanzar hacia la paz.

Para tranquilidad de quienes conocen de la complejidad de estos procesos, y para

decirlo secuencialmente, aunque estos procesos no son lineales, la paz en el caso

colombiano tiene estos pasos:

El reconocimiento de la irracionalidad de la guerra y la decisión de

pararla.

La reconciliación como acuerdo de construcción colectiva que

exige verdad, memoria, reparación, y justicia transicional.

Los cambios estructurales que se requieren para la paz.

4 /Actualmente, marzo de 2013, se adelanta un diálogo entre el Estado Colombiano y la guerrilla de las Farc con el propósito de dar por terminado el conflicto armado. El diálogo empezó a prepararse a finales del 2010 e inició formalmente el último trimestre de 2012.

Page 34: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

El perdón como decisión personal y libre.

Voy a concentrarme en el perdón sobre esta hipótesis: el perdón es una

condición necesaria para que en Colombia se logre la paz sostenible. Es una

condición necesaria y paradójicamente inexigible porque el perdón es un

acto libre.

El perdón no ha sido necesario para detener todas las guerras de la historia

mundial, pero será necesario en Colombia dadas las características del conflicto.

CARACTERÍSTICAS DE LA GUERRA EN COLOMBIA

La historia del conflicto armado

No tenemos tiempo para profundizar en la historia compleja de la guerra en

nuestro país. Esta historia es necesaria para situarnos en el acumulado de

clamores de venganza por asesinatos impunes, masacres, secuestros, tierra

arrebatada, desplazamientos forzados, desaparecidos. Las instituciones que

llevan las cifras de las víctimas de esta tragedia tienen cerca de 6 millones de

demandas contabilizadas.

La psicología en sus diversas escuelas sabe bien de la importancia de la historia

de las personas, las familias y los grupos sociales para poder entender los

comportamientos enfermos. Y sabe de lo difícil que es hacer emerger la verdad

que permita entender por qué y en qué medida los impactos de hechos objetivos

monstruosos, que espantan al consciente, han hundido a las personas en el terror,

el silencio, la confusión, y la incertidumbre sobre ellos mismos.

Esta historia permite entender las características de nuestro conflicto en las

últimas 7 décadas y pone en evidencia una violencia política brutal que no

Page 35: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

termina, que tiene momentos en que disminuye y vuelve de nuevo a expandirse

con fuerza, dejando claro, en la mirada hacia atrás que aquí no hay sector de la

sociedad que haya quedado por fuera de la guerra.

La Facultad de Psicología de la Universidad Javeriana puede hacer mucho bien,

trabajando esta historia en los bancos de datos existentes; pero sobre todo

llevando la investigación al terreno donde el conflicto sigue matando gente en la

perplejidad y el dolor de las comunidades.5/

Nosotros no podemos detenernos en esta historia amplia y compleja 6/ Baste

llamar la atención sobre su importancia para comprender la manera como la

violencia pública ha penetrado con su pasión, sus odios y sus rupturas a las

instituciones y sobre todo, en mayor o menor grado, a todos los colombianos y

colombianas.

Esta es una guerra injusta.

Es injusta la guerra de las FARC y la guerra del ELN, porque los guerrilleros saben

hoy que a través de ella no pueden conseguir los ideales por los cuales tomaron

las armas y sin embargo continúan en un enfrentamiento que conlleva un

sufrimiento inmenso para el pueblo. Es injusta la guerra paramilitar, ahora

camuflada y dispersa en la llamadas bacrim, pero lista para dispararse de nuevo

como se desató a finales de los años 90. Es injusto que este país durante 20 años

dedique una de las tajadas más grandes de la torta presupuestal a la guerra que

no tiene solución militar, y deje de hacer con ese dinero lo que necesita la

sociedad por mantener hoy cerca de medio millón de hombres en armas y

doscientos o trescientos mil guardias privados.

5 / Un ejemplo significativo ha sido los estudios sobre jóvenes en condiciones de conflicto adelantados en Ciudad Bolívar y en el Magdalena Medio por psicólogas de la Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana 6/ Véanse los estudios dirigidos por Fernán González S.J. en el CINEP, entre 1985 y 2012. El aporte más reciente, altamente significativo es “Aproximación a la violencia política desde la Historia y la Geografía de Colombia. Seminario sobre Nuevas perspectivas sobre la violencia en Colombia, UNIANDES, 28 y 29 de mayo de 2012.

Page 36: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

Esta es una guerra en la que todo vale.

Valen las masacres de pueblos enteros, porque hay que mostrarle al enemigo la

capacidad que se tiene para hacerle daño a él y a sus aliados. Valen las minas

antipersona, para cerrarle el paso al adversario al campo propio. Valen los

secuestros, como botín humano que se cambia por dinero o detenidos. Vale la

coca, porque se necesitan recursos para una confrontación costosa; así como

valen los impuestos de guerra que pagan los empresarios. Valen los falsos

positivos de jóvenes asesinados y presentados como guerrilleros muertos en

combate, porque el ofrecer resultados gana opinión pública y produce

recompensas para la tropa. Valen los testigos falsos, porque hay que sustanciar

las pruebas que llenen las cárceles de enemigos. Valen las desmovilizaciones

falsas, porque hay que mostrarle a la guerrilla que sus hombres están desertando.

Vale el descuartizamiento con motosierra de mujeres líderes populares, porque

hay que crear el terror y el sometimiento.

Esta es una guerra que ha dañado todo lo que toca.

Ha dañado nuestras comunidades campesinas, ha dañado nuestros medios de

comunicación, ha dañado la vida de nuestros pueblos rurales y barrios populares,

ha dañado nuestras instituciones.

De manera particular ha penetrado y dañado la política. La extrema izquierda

practica “la combinación de todas las formas de lucha”, en la que se participa en la

gesta electoral legal mientras se mantiene el apoyo en un grupo armado ilegal que

secuestra y extorsiona. La extrema derecha ha combinado igualmente el

Congreso legal con el paramilitarismo ilegal. La mayoría de los más de 170 mil

crímenes declarados por los paramilitares fueron cometidos en alianzas con

políticos locales que querían limpiar el terreno para sus compañas, por eso cerca

de un centenar de parlamentarios están hoy judicializados. La guerra ha invadido

el leguaje político con los insultos en twitteres y periódicos.

La guerra penetró también la justicia, ha vulnerado su autonomía, la ha limitado,

ha hecho que pierda credibilidad. El país se ha escandalizado de los micrófonos

Page 37: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

puestos en los salones de las altas cortes. ¿Pero acaso esto no es normal si la

guerra, en la que todo vale y todo toca, se metió en la presidencia y en las cortes?

Cuando se constata que las instituciones básicas de la sociedad han quedado

penetradas por los prejuicios y odios, la justicia tiene que partir del presupuesto de

que todos cayeron en la barbarie víctimas del monstruo de la guerra, incluida la

justicia misma, y este presupuesto es la justificación de una justicia transicional

propia, distinta de la de los países donde la guerra no atrapó a todo el mundo.

En este escenario nos aproxima al sentido del perdón que tiene una mirada de

comprensión radical del ser humano. Es la mirada que necesitó Sancho Panza

cuando lo hicieron gobernador de la Insula Barataria. “Se me vino a la memoria un

precepto, entre otros muchos que me dio mi amo don Quijote, la noche antes de

que viniese a ser gobernador desta ínsula, que fue que cuando la justicia

estuviese en duda, me decantase y acogiese a la misericordia”.

No voy a abundar sobre otro aspecto que hoy está en el primer plano: esta es una

guerra costosa; el precio económico del conflicto colombiano es causa de

pobreza, desigualdad, destrucción del medio ambiente y freno al desarrollo

humano de las regiones. Detenernos en el desastre económico del conflicto

pediría horas de análisis.

Hay que parar esta guerra

Hace 18 meses tuvimos en Barrancabermeja la reunión de 20 mil personas de las

regiones de la guerra. El grito de la gente fue directo y unánime: ¡Paren esta

guerra!, ¡párenla de todos los lados! Este es el objetivo ético y político más

importantes del país y lo que se espera de la Habana.

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La violencia en Colombia hoy en día puede compararse a una tormenta que tiene

en el centro la guerra, como ojo del huracán, y que arrastra a un conjunto de

violencias complementarias, que se amplían en círculos concéntricos. Como

ocurre con las grandes tormentas, si se logra desactivar el ojo del huracán se

quiebra sustancialmente la fuerza destructora de todos sus complementos.

Las FARC que están en la Habana no son un grupo de bandidos mafiosos sin

ideología que pelean por sus riquezas. Si fueran así hace rato se habría terminado

el conflicto. Son hombres y mujeres con una moral que nosotros no compartimos,

pero que es una decisión ética. Están convencidos que las instituciones que

hemos hecho y sobre todo los que gobiernan y defienden esas instituciones son

un mal para el pueblo; y están dispuestos a morir con tal de que mueran los que

consideran perversos para el pueblo colombiano.

Mil guerrilleros con esta opción ética, pueden desestabilizar un país. Mucho más si

son todavía 10 mil y si tienen otro tanto que los apoyan como milicias urbanas, y

otros cien mil que los apoyan en la sociedad civil.

Es cierto que las FARC se financian con la coca. Es cierto que la coca ha hecho

mucho daño en sus filas, como ha hecho daño en muchos lugares de la sociedad

colombiana, pero los principios de ética política que conducen a la guerrilla

colombiana está lejos de ser cálculos mafiosos, de lo contrario ellos no estarían

dispuestos a morir por su causa.

Cuba es la oportunidad para que estos colombianos pasen de enemigos a muerte

a opositores políticos. Ahora bien, estos comandantes guerrilleros y sus bases en

la montaña, no van a parar la confrontación, si sus líderes van a pudrirse en la

cárcel, sin poder defender en la democracia las ideas que los llevaron a la guerra;

y así vemos de nuevo la necesidad de que el perdón se abra paso en el camino

hacia la paz en Colombia. Un perdón que no significa impunidad.

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EL PERDÓN

Apoyados en estas premisas entremos más a fondo en el perdón. Empiezo por

compartir un recuerdo. El 12 de octubre de 1992 los pueblos indígenas de

Colombia hicieron una toma de la ciudad de Popayán para afirmar su decisión de

preservar su tierra y su cultura, a pesar de que ese día se cumplían 500 años de

hostilidades contra los aborígenes de América. Tuve la oportunidad de marchar

con ellos, y acompañarlos a entrar en la ciudad. Había miedo en Popayán, y las

Fuerzas Armadas obstaculizaron nuestro avance para disuadir a los indígenas que

llegaran a la capital del Cauca, de manera que el camino estuvo lleno de

episodios de agresión contra los que desfilábamos, y se enardecieron los ánimos

de los participantes en la marcha. No obstante los indígenas llenaron la plaza

central de la ciudad sin hacer daño al comercio ni pintar en las paredes, pues se

había convenido hacer una marcha pacífica. Al llegar, varios de nosotros fuimos

invitados por los concejeros y gobernadores indígenas a una gran tarima de

madera que se había construido mirando a la plaza. Abajo estaba el pueblo de las

distintas comunidades rodeado por los militares; y enfrente de ellos, en el piso de

la plaza, significando que ejercía autoridad, estaba el comandante del Ejército. La

tensión subía cada minuto. Los reclamos contra las arbitrariedades de la tropa se

convirtieron en insultos. Cualquier cosa podía pasar. Y en esa tensión, Chucho

Piñacué, líder indígena, que había aguantado la hostilidad personal todo el

camino, que había sido elegido para el discurso central, caminó hasta el borde de

la tarima que compartía con nosotros, se quedó mirando al comandante del

Ejército que estaba abajo en actitud desafiante y le extendió la mano. Y la tuvo

extendida hasta que el militar subió a la tarima y se dieron un apretón. Ese gesto

personal de perdón, por iniciativa de Chucho Piñacué, desató la comprensión

colectiva, en un ambiente que estaba a punto de explotar en violencia.

Desapareció la tensión que había en toda la plaza, y el resto de la jornada fue

serena y profunda.

Entiendo por perdón una decisión personal de quien ha sido vulnerado, de

renunciar a someter al victimario a actos violentos que le causen un

sufrimiento igual o semejante al que él sometió a la víctima; una decisión

personal de trabajar por transformar los propios sentimientos de odio y de

venganza contra el victimario, por sentimientos de comprensión; una

decisión personal de la víctima, de tomar la iniciativa y el riesgo de abrirse al

victimario para acogerlo con el equipaje de confusión y de peligro que carga;

y una decisión personal de renunciar a promover el rechazo social contra el

Page 40: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

victimario, y disponerse interiormente a acciones afirmativas para que el

victimario sea incluido en la sociedad.

Esta decisión de perdonar, tomada libremente por el sujeto víctima, no significa

darle la razón al agresor, no significa ponerse de parte de los perpetradores de la

violencia, no significa renunciar a los derechos de la persona victimizada y de sus

familias, no significa abandonar la causa ética y política por la que luchan las

víctimas, no significa negar la objetividad del mal hecho por el que ha

extorsionado, robado, secuestrado o matado, no significa optar por la impunidad o

por el olvido. La decisión de perdonar mantiene todas estas cosas y se coloca a

otro nivel, mucho más profundo, mucho más personal, mucho más espiritual y, si

no es inapropiado decirlo, más psíquicamente saludable. Desde ese nivel mucho

más profundo el perdón va a determinar la manera como se traten los derechos y

se haga la justicia transicional.

Las condiciones del Perdón

Definido el perdón, se siguen dos preguntas. La primera es ¿cuáles son las

condiciones que tiene que llenar el agresor para que la víctima le perdone?

La respuesta es simple, es una respuesta desafío, casi un escándalo. El victimario

no tiene que llenar ninguna condición para ser objeto del perdón. El perdón lo da

la víctima si quiere, sin exigir a nada a cambio.

La segunda pregunta es ¿cuáles son las condiciones que tienen que darse en la

víctima para que perdone? La respuesta a esta pregunta es compleja y difícil, y

llama a la terapia espiritual y psicológica.

La experiencia más cercana que me llevó a reflexionar sobre las condiciones para

que se produzca el perdón en nuestra guerra fue en Puerto Berrío, en el

Magdalena Medio Antioqueño, en el 2007. Teníamos un acto para sacar del

silencio la memoria de las víctimas y superar el miedo. Invitamos a las familias a

colocar un ladrillo pintado de blanco con el nombre del familiar asesinado o

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desaparecido, en la explanada de cemento que está en frente de la Iglesia central

del pueblo. Juntamos 434 ladrillos blancos. Estábamos iniciando la ceremonia de

honor a la memoria de las víctimas, cuando un paramilitar del Bloque Central

Bolívar, supuestamente desmovilizado, arrebató el micrófono y delante de todo el

mundo dijo: “Ustedes nos tienen que perdonar porque el gobierno nos ha

perdonado”.. Los paramilitares no piden un favor sino que exigen, intimidan, al

precio de la vida.

Mi primera reacción, y excúsenme que me refiera a mí mismo, fue quitarle el

micrófono al paramilitar y decirle delante de todo el mundo: “no sea sinvergüenza”.

Porque en ese instante comprendí hasta dónde la locura de la guerra en Colombia

desbarató entre nosotros la vergüenza. Este sentimiento visceral, de sentirse uno

mal por haber hecho daño a su grupo, que es conciencia de haber uno

despedazado lo que más se aprecia, por haber violado los códigos de honor de la

propia comunidad para decirlo con el lenguaje de los antropólogos.

Las 434 familias que estaban allí presentes, compartiendo la desaparición de sus

hijos, novios, esposos, mamás, no pedían dinero ni tierras. Pedían verdad y

pedían que parara la barbarie.

Querían que les dijeran por qué habían matado a sus seres queridos. Una

respuesta dolorosísima y necesarísima para las víctimas. Porque ante el asesinato

cruel, la impunidad y el silencio se implanta la duda: “por algo sería que los

mataron…algo malo debieron haber hecho…, quien sabe si las familias están

implicadas”. Por eso la verdad es la primera necesidad de las víctimas.

Querían que les dijeran “¿dónde pusieron los cadáveres?”. Porque la gente

necesita del funeral encontrar sentido en el sinsentido. Querían que les dijeran

¿cómo nos aseguran que estos actos terribles contra nosotros no van a continuar?

Las tres eran preguntas que se hacían las víctimas para poner en marcha un

proceso de reconciliación. La gente buscaba las respuestas de cara a un futuro de

paz desde la memoria de sus seres queridos asesinados. Esas preguntas eran las

condiciones de la reconciliación. El paramilitar se había ido más allá, había pasado

Page 42: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

al perdón y al mismo tiempo había destruido las condiciones de posibilidad del

perdón al exigirlo, cuando el perdón no se le puede exigir a nadie.

La reconciliación es distinta del perdón y es necesaria para la paz. La

reconciliación llena las condiciones prácticas para un acuerdo entre el victimario y

las víctimas. En la reconciliación hay un qui pro quo, un algo por algo. La

reconciliación pide del victimario la verdad y la restitución, y da a cambio la justicia

restaurativa y la reincorporación social del victimario bajo condiciones. La

reconciliación si puede exigirse políticamente y socialmente. Es un conjunto de

actos que pueden darse incluso sin que haya perdón. Aquella noche en la plaza

de Puerto Berrío nos aterrorizó el paramilitar cuando nos intimidó para que

perdonáramos, cuando apenas comenzábamos a acercarnos a comprender la

radicalidad soberana del perdón.

El perdón no tiene qui pro quo. El perdón lo regala la víctima si quiere, y lo da

previamente o en lo profundo de la reconciliación. El perdón no puede exigirse, el

perdón es una decisión tomada por la persona vulnerada desde la profundidad

de la conciencia donde se legitiman las normas y las leyes. Es una decisión

autónoma de liberarse, hasta donde es posible, de las propias emociones,

temores, rabias, tristezas y angustias causadas por la acción violenta del

victimario. Es un acto que no espera retribución alguna en respuesta. Es un don.

Es estrictamente un valor moral. Vale por sí mismo y no por lo que paguen por el

perdón. Vale aunque no paguen nada por él.

Acercarse a las condiciones que se dan al interior de la víctima para que perdone

es entrar a uno de los abismos impredecibles e indecibles de la condición humana

que desafía a la ciencia y evoca a la sabiduría.

Este es uno de los asuntos en que los académicos colombianos podrían dar un

aporte único al avance de la ciencia pues están ante la posibilidad de acceder a

dimensiones de las personas y de la sociedad que pocas veces ocurren en otros

lugares o casi nunca se plantean tan crudamente como en Colombia, y cuya

respuesta puede ser iluminadora en las perplejidades internacionales.

Page 43: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

Si el perdón es un acto libre, que ocurre en la víctima más allá de lo previsible, un

hecho que no puede provocarse directamente, ni puede exigirse, ¿qué ocurre en

el mundo de las víctimas cuando se crean las condiciones que hacen más

probable la ocurrencia del perdón?

Esta pregunta para nosotros es crucial porque la hipótesis central aquí es que el

perdón incondicional, en el caso de la guerra colombiana que ha capturado a la

mayoría de la población, es necesario para terminar la guerra, abrirnos a la

reconciliación y ponernos en el camino de una paz sostenible ¿Qué son por tanto

los coadyuvantes para que acontezca este hecho libre y gratuito?

Porque no estamos hablando de perdonar ofensas menores. Estamos hablando

de perdonar lo imperdonable, desde todos los lados, en el conflicto bárbaro que

penetró toda la sociedad. Perdonar masacres de decenas de campesinos,

secuestros de más de diez años, falsos positivos de muchachos inocentes de los

barrios populares. Perdonar a quienes pusieron explosivos en edificios y minas

antipersonales en el campo, a quienes bombardearon veredas y comunidades.

Perdonar a guerrilleros, paramilitares y soldados.

Guillermo Hoyos, director del departamento de Bioética de esta Universidad, 40

días antes de morir, acoge la propuesta de Jacques Derrida, judío, víctima del

Holocausto, sobre los crímenes imprescriptibles de lesa humanidad, e invita a

perdonar lo imperdonable para barruntar lo divino que sólo un Dios puede hacer y

destiologizar el perdón. Porque tarde o temprano, piensa Hoyos, la cultura del

perdón, que no significa olvido, tendrá que enseñarse como virtud cívica, sin dejar

de ser para muchos solo virtud religiosa, pues sin esta cultura como virtud cívica

se seguirán atizando en el ámbito colombiano y mundial nuevas violencias,

nuevos terrorismos, nueva guerras.7

7 /Entrevista a Guillermo Hoyos, El Tiempo, 22 de octubre del 2012.

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La comprensión de lo humano

Pienso que la condición básica para que la gratuidad del perdón pueda ocurrir se

da en la comprensión profunda de la condición humana.

Lo puedo constatar en la experiencia de personas cruelmente victimizadas que

han perdonado, después de acceder, normalmente con ayuda espiritual o

terapéutica, a lo que significa aceptar, valorar y amar los que somos.

La víctima, precisamente por la profundidad de su victimización, precisamente por

tener en sí misma una experiencia traumática de lo espantoso y abominable a que

puede llegar el ser humano, está en una posición privilegiada para acceder a

honduras jamás imaginadas desde las cuales es posible la comprensión radical de

sí misma y de cualquier otra persona. Obvio que esta misma experiencia no

acogida y elaborada puede llevar y ha llevado en muchos casos a la destrucción

de la persona de la víctima y a la venganza irracional.

El perdón por eso surge de la comprensión racional y de la aceptación emocional

total y sincera, incondicional y serena, de lo que somos como seres humanos

situados, y de lo que somos capaces colocados en circunstancias límites. Porque

tenemos una libertad cierta pero limitada y presionada por circunstancias

históricas.

El perdón emerge allí, levantándose sobre condicionamientos, presiones e

incertidumbres, para poner hechos que demuestran que este mismo ser, capaz de

la barbarie, es también capaz de lo sublime del valor moral que se da sin

condiciones, y que da lugar a acontecimientos, a happenings, como el amor, la

solidaridad radical con las víctimas, la lealtad, la verdad, la entrega de la vida por

la justicia, la compasión y como valor original, para crear la posibilidad de los

demás valores y salirse de la tenaza de la guerra: el perdón.

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El perdón se da en hombres y mujeres que ponen su seguridad en el coraje de

aceptarse simplemente como son y dominan el miedo que nos producimos unos a

otros precisamente porque se acogen y acogen a los demás en la verdad de lo

que somos. Por eso no tienen miedo a nada de lo humano. Hombres y mujeres

apasionados por el ser humano, capaces de captar su grandeza y luchar por esa

grandeza, cuando también tienen la posibilidad de decidir destruirse.

El perdón acrecienta una seguridad invulnerable en los que tienen este coraje,

porque lleva a una comunión radical entre todos y todas. Un acto que se levanta

sobre una base fundamental debajo de la cual no hay nada más soportes ni

cimientos. Un acto que no necesita de apariencias ni ideologías ni tesis

académicas ni dinero ni armas, sino simplemente la osadía de ser lo que somos y

aceptarnos como somos. Un acto fundamental de fe en nosotros y en nosotras.

Por eso el perdón que se da libremente a otros, requiere antes que nada que la

víctima se acepte a sí misma. Tome el riesgo de asumirse como el ser que es, el

riesgo de perdonarse por su propia historia, de perdonarse por ser miembro de su

propia familia, perdonarse por ser miembro del pueblo colombiano de 5 millones

de desplazados, de la sociedad de los secuestros más largos del mundo y del país

de más del mil falsos positivos; perdonarse a uno mismo así para poder aceptar a

los demás en sus logros y sus abismos.

El perdón no solo libera a la víctima del odio, la venganza y las tensiones

destructivas. Cuando la víctima da el perdón en el victimario se producen un

conjunto de efectos emocionales y sociales liberadores. El victimario queda ante la

irracionalidad de su agresión y se siente “desarmado”, queda al borde de

emanciparse de las dinámicas interiores que lo montaron en la barbarie.

Experimenta la seguridad de ser acogido, reconocido como ser humano, de ser

parte en una sociedad.

Por eso es constatable que el perdón llama al perdón cuando se le da entrada en

un grupo humano, porque pone en evidencia su valor, y es más probable que se

dé su ocurrencia liberadora entre más se lo otorguen libremente a las mujeres y

los hombres en una sociedad.

Page 46: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

El desafío pedagógico, terapéutico, espiritual, es que contribuyamos a crear las

condiciones para que se aparezcan y se multipliquen los actos libres del perdón.

Es importante aproximarse y comprender las diversas experiencias de procesos

de reconciliación colectiva, dentro de las que ocurre en ocasiones, como un

acontecimiento cualitativamente gratuito, el perdón entre personas, y la invitación

a un perdón colectivo que se insinúa en momentos de libertad en medio de

memorias dolorosas, de miedos, y de incertidumbres, en la recuperación de la vida

compartida en las comunidades victimizadas. Comunidades que han puesto sus

hijos para todos los lados de la guerra. Esta Facultad conoce de las complejidades

involucradas en los procesos de reconciliación entre las comunidades que animan

las acciones del Comité Cívico del Sur de Bolívar, en el Magdalena Medio:

Monterrey, San Blas, El Paraíso, Santa Lucía y San Joaquín. Experiencia que en

el último año ha sido acompañada por la profesora Angélica María Ocampo8/.

Una palabra sobre el perdón en la tradición Cristiana

No puedo terminar, en esta Universidad que respeta la autonomía de la verdad

científica y se abre al diálogo con la teología, sin hacer una referencia al perdón

como aparece en la revelación cristiana.

Allí se afirma la experiencia del ser humano como pecador, que no tiene nada que

ver con la enfermedad del culpable morboso, que atrapado en su culpa se auto

castiga y castiga a los demás. La conciencia de ser pecador es experiencia de

aceptación en paz de los abismos de contradicción y sin sentido a que puede

llegar quien al mismo tiempo es capaz de la generosidad, la verdad y el amor

hasta el heroísmo.

8/ En el marco de su trabajo investigativo en el Sur de Bolívar entre Julio de 2011 y Julio de 2012, Angelica Maria Ocampo logra resultados significativos a partir del acompañamiento directo a estas comunidades victimizadas que han sido sometidas al terror y al silencio por todos los actores armados. Prepara su Disertación Doctoral en la Haya, Holanda. En el ISS - International Institute of Social Studies of Erasmus University Rotterdam.

Page 47: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

Esta aceptación radical de sí mismo, sin miedo ni mentiras, tiene su fundamento

en encontrar el sentido más profundo en el misterio de amor, que sin poder

entender llamamos Dios. Un misterio que sale a buscar al ser humano atrapado en

sus contradicciones, que lo acoge sin ponerle condiciones, que lo busca sin pedir

arrepentimiento previo, que lo perdona y hace una fiesta por haberlo perdonado.

Un misterio apasionado por la mujer y por el hombre concreto y situado. Un

misterio ante el cual nosotros no nos justificamos por el cumplimiento de leyes o

de normas, sino simplemente porque nos acogemos a la magnanimidad de una

misericordia que nos ama como somos.

Jesús no murió, sino que fue matado por sus verdugos después de torturarlo. Lo

mataron porque luchaba por manifestar este misterio desde la búsqueda de

verdad y de la justicia. Al agonizar, empalado en la cruz, proclama este misterio

orando por sus verdugos: “Dios mío, perdónales porque no saben lo que hacen”.

CONCLUSIÓN

Espero haber hecho comprensible la hipótesis que consideré pertinente proponer

a ustedes como Facultad, en las reflexiones iniciales de un año en que Colombia

va a definir si tiene el coraje de lanzarse a la paz o si se hunde por muchos años

más en la guerra salvaje.

He tratado de decir que la paz necesita primero de la determinación de parar el

conflicto armado por encima de las discusiones políticas, que la paz necesita de la

reconciliación con sus componentes de verdad y memoria, restitución,

restauración; y justicia transicional propia de la guerra que envolvió a todos para

que no haya impunidad; y que una vez parado el conflicto la paz necesita de los

cambios estructurales para consolidarse y hacerse sostenible. Todos estos pasos

son necesarios y exigibles.

Y he añadido que en las condiciones colombianas se requiere además el perdón.

Que es distinto de todos los otros pasos hacia la paz. Que paradójicamente es

necesario aquí, y es no exigible siempre, por tratarse de un acto libre y personal.

Page 48: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

Ustedes, profesionales de la psicología, mujeres y hombres que se ocupan del

espíritu, tienen aquí un desafío inmenso y una responsabilidad ineludible ante la

historia: contribuir a crear las condiciones que hagan posibles la ocurrencia de

actos libres de perdón en la profundidad de personas y comunidades hundidas en

la guerra para que un día podamos vivir en Colombia como seres humanos.

Bibliografía

Gonzalez Fernán, Aproximación a la violencia política desde la Historia y

la Geografía de Colombia. Seminario sobre Nuevas perspectivas sobre

la violencia en Colombia, UNIANDES, 28 y 29 de mayo de 2012.

GONZÁLEZ, Fernán e INGRID Bolívar (2002): “Violencia y construcción

del Estado en Colombia. Aproximación a una lectura geopolítica de la

violencia colombiana” en Procesos regionales de violencia y

configuración del Estado, 1998-2000, Informe final de investigación,

Bogotá, Cinep, 22 de febrero

EL TIEMPO. El perdón es de lo imperdonable: filósofo Guillermo Hoyos.

Bogotá. 22 de Octubre de 2012. Sección Justica.

STEINER, Henry and ALSTON, Philp: “International Human Rights in

Context”. Law, Politics, Morals. Oxford, University Press, 2000.

LONERGAN, Bernard: “Insight”. Collected works edition. Toronto, 1988.

Individual Bias and Group Bias, pp 250 a 263.

REÁTEGUI, Félix, editor: “Justicia Transicional”. PNUD-Brasil. 2012.

Page 49: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

Al oído de los que dialogan sobre la Paz

Javier Giraldo Moreno, S.J.

Uno de los puntos más importantes de la Agenda acordada

entre el Gobierno y las FARC para sus diálogos sobre la Paz

en La Habana, es el problema de la PARTICIPACIÓN. Se está

entendiendo como la apertura de posibilidades para que

algunos ex combatientes se inserten en la manera

tradicional de hacer política en Colombia. Sin embargo, los

mismos sub temas de la Agenda dan pie para entender el

tema de manera mucho más amplia y analizar los

verdaderos obstáculos del pueblo raso de Colombia para

participar libre y conscientemente en decisiones que le

conciernen. Aquí se analizan CUATRO MURALLAS que cierran

las posibilidades de participación y se sugiere a los

dialogantes buscar la manera de derribarlas.

Dr. Humberto de la Calle Lombana

Delegados del Gobierno Nacional a los Diálogos de Paz

Sr. Iván Márquez y delegados de las FARC a los mismos Diálogos

De toda consideración.

Estando cerca el estudio del segundo punto de la agenda para los diálogos que

ustedes adelantan en La Habana, punto referido a la participación política como

tema general y que contempla, como sub-temas:

“Los derechos y garantías para el ejercicio de la oposición

política en general, y en particular para los nuevos movimientos

que surjan luego de la firma del Acuerdo Final. Acceso a

medios de comunicación. Mecanismos democráticos de

participación ciudadana, incluyendo los de participación directa

en los diversos niveles y diversos temas. Medidas efectivas

para promover mayor participación en la política nacional,

regional y local de todos los sectores, incluyendo la población

más vulnerable, en igualdad de condiciones y con garantías de

seguridad”.

Page 50: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

He querido poner a la consideración de ustedes algunos análisis y reflexiones que

desde hace mucho tiempo me inquietan y que tienen que ver justamente con este

aspecto de nuestra problemática nacional.

En primer lugar, quisiera invitarlos a tener una mirada amplia en la misma

comprensión de la Paz. La violencia y el conflicto que afectan a la sociedad

colombiana no se reducen a la lucha armada, aunque ésta sea una expresión, la

más dramática, de ese conflicto. La violencia y el conflicto tienen raíces muy

hondas en Colombia, tanto económicas como políticas, históricas y sociales, y la

paz jamás se lograría sin afectar esas raíces. Por ello, los puntos de la agenda

acordada para estos diálogos, como son los problemas de la tierra, la participación

política, las garantías de derechos, la situación de las víctimas y el problema de la

droga, nos afectan a todos y debiera escucharse y promoverse la participación de

todos los sectores sociales del país en la búsqueda de soluciones.

Más específicamente, en el aspecto de la participación política, los diálogos no

deberían centrarse en encontrar fórmulas para garantizar la inclusión de los

excombatientes o de nuevos grupos o movimientos políticos en los procesos

electorales, con el fin de lubricar nuevamente los mecanismos tradicionales de la

actividad política. Esto sólo podría desembocar, en las actuales circunstancias, o

bien en nuevos genocidios de los movimientos que pretendan convocar a grandes

cambios, o bien en nuevas formas de cooptación y corrupción, mediante la

asimilación de las costumbres políticas por parte de un puñado de nuevos

integrantes del establecimiento político, que por su exigua minoría no tendrán

incidencia alguna.

Antes de pensar y encontrar caminos para que nuevos sectores se integren a las

estructuras llamadas “democráticas”, les suplico que analicen con sinceridad si

esas estructuras vigentes son realmente democráticas.

¿Es realmente democrático el acceso de la población en general a los medios de

información y comunicación? ¿Existe en la realidad un derecho a la información y

a la verdad? ¿De qué tipo de “verdades” se alimenta la inmensa mayoría de la

población colombiana? ¿Qué tipo de elementos de lectura de su propia realidad le

son suministrados al pueblo raso? ¿Puede el pueblo sufriente comunicarse, en

realidad, con el resto de pueblo sufriente?

¿Quién puede, en realidad, participar en unas elecciones en Colombia? ¿Acaso,

quien decide participar en cargos de elección popular, no necesita tener muchos

miles de millones de pesos? ¿Quién suministra ese dinero? ¿Cuál es el papel de

los partidos? ¿No se revela aquí, acaso, un filtro económico ineludible, mediante el

Page 51: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

cual los poderes económicos más concentrados, cooptan, condicionan,

seleccionan y someten a quienes van a ejercer el poder público?

¿Cómo funciona el aparato electoral? ¿No es acaso una verdad sabida y de

público dominio, que este aparato está plenamente controlado por el narcotráfico

fusionado con el paramilitarismo? ¿Acaso la arraigada “parapolítica”, en la medida

en que fue fugazmente escrutada por altas Cortes, no reveló el más

desvergonzado dominio y control del narco-paramilitarismo sobre el aparato

electoral? ¿Acaso los mismos magistrados que incursionaron en esas pocilgas

morales no se sintieron impotentes y temerosos de continuar explorando y se

dieron por vencidos? ¿Acaso el país no recibe frecuentemente noticias que se

filtran, sobre parlamentarios y políticos supuestamente privados de su libertad

pero que mantienen sus poderes electorales intactos a través de renovadas

estructuras? ¿No tiene acaso, el funcionamiento del aparato electoral, todas las

características de una estructura “mafiosa”?

¿No es acaso evidente la persistencia del paramilitarismo a lo largo y ancho del

país? ¿Será posible ocultar por más tiempo el origen y las características del

paramilitarismo, tal como fue diseñado por la misión militar estadounidense en

febrero de 1962, comandada por el General William Pelham Yarborough, con su

carácter de estrategia de Estado para el involucramiento de civiles, como brazos

clandestinos de las fuerzas oficiales, destinados a combatir maneras de pensar no

afectas a la ideología imperial, en un momento en que no existía oposición armada

en Colombia? ¿Será posible ignorar todos los manuales impulsores del

paramilitarismo que han tenido un carácter oficial clandestino durante estas cinco

décadas y las estrategias semi-públicas de promoción del paramilitarismo, como

las “Convivir”, las “Redes de Informantes y Cooperantes” etc.? ¿Será posible

ignorar por más tiempo las numerosas y multifacéticas cooperaciones entre fuerza

pública y estructuras paramilitares, así se llamen estas “Bacrim” o tomen otros

variados nombres? ¿No constituye, acaso, una ignorancia afectada el no percibir

el carácter que tiene el paramilitarismo en sus más variadas versiones, de brazo

aniquilador o desarticulador de la oposición política y de los sectores críticos al

poder dominante?

Todo esto no puede sino converger en una imagen que nos descubre CUATRO

MURALLAS hoy infranqueables, que no sólo bloquean una participación política de

unos ex combatientes, sino que ocluyen efectivamente la participación política

más elemental del conjunto de la población colombiana, exceptuando estrechas

franjas de ciudadanos que usufructúan las estructuras discriminatorias o se las

arreglan para abrirle pequeños boquetes a esas murallas, como el que le abren

algunos usuarios del internet (franja de cierto nivel económico y cultural que habita

sobre todo en las ciudades) o la que le abren movimientos alternativos que

Page 52: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

consiguen con exagerados esfuerzos pequeños recursos económicos para

promocionar un candidato que no tendrá poder alguno de incidencia al enfrentarse

a los océanos de corrupción y clientelismo que todo lo condicionan, dominan y

controlan.

Nada significa, entonces, dialogar sobre condiciones para participar políticamente

en una estructura que no es participativa sino excluyente, discriminatoria,

monopolizada por la corrupción y sumergida en dinámicas tales de cooptación por

el soborno o la amenaza, que no revela rutas posibles o eficaces de corrección.

Por ello propongo que, antes de sumergirse en un diálogo sobre posibilidades de

participación política de ex combatientes, sus delegaciones aborden el problema

de las CUATRO MURALLAS.

¿No constituye, acaso, una ficción imperdonable, ofrecer a quienes han ejercido

una oposición armada al sistema, una participación en un sistema no-participativo,

como salida a su condición de rebeldes? ¿No es acaso el pueblo raso de

Colombia, en su casi totalidad, el que necesita encontrar vías de participación, al

menos abriéndole grandísimos boquetes a las CUATRO MURALLAS?

Pero en mi sentir, las cuatro murallas tienen un orden calculado:

• Primero, la MURALLA CULTURAL-MEDIÁTICA se encarga de acondicionar los niveles

más íntimos de las personas [su conciencia] para convertirlas en usuarios

adaptados y sumisos al sistema político imperante. Dicha muralla proyecta toda su

sombra sobre la conciencia de las gentes y la va modelando, desde niveles

inconscientes, como verdaderos robots, haciendo asimilar los anti-valores, la

lectura sesgada y manipulada de la realidad, las aficiones y modas inducidas, los

odios y fanatismos, las preferencias políticas y hasta las opciones profesionales y

éticas, ajustadas mediante técnicas subliminales a los intereses de élites

dominantes.

• La MURALLA ECONÓMICA es el segundo filtro para bloquear una participación

consciente y libre de esa población ya robotizada. La reverberación mediática ha

acondicionado ya su conciencia para aceptar que todo, en la sociedad, debe ser

susceptible de compra y venta por mandato de la misma naturaleza, y que por lo

que más se desea o se necesita hay que pagar precios más altos. Sobre esa base

del ajuste psíquico mediático a la mercantilización universalizada, se acepta, como

algo natural, competir económicamente por el poder, silenciando en las trastiendas

de lo inconsciente la descomunal desigualdad de los competidores. Así, el dogma

“democrático” de la competencia, lleva a aceptar el veredicto fáctico ineludible de

que los pobres jamás podrán tener poder ni incidencia política, aunque constituyan

la inmensa mayoría de la nación.

Page 53: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

• Pero enseguida la MURALLA POLÍTICA, léase el aparato o maquinaria electoral,

como un tercer filtro, entroniza los poderes mafiosos en el control real del

clientelismo, sirviéndose a su vez del enorme poder encubridor y des-informador

de la Muralla Mediática y del poder intimidante de las armas ligadas al dinero

(narco-paramilitarismo) con capacidad de controlar incluso el anémico y corrupto

aparato de justicia. Aferrados a esta muralla, los partidos llegaron a convertirse en

unidades administrativas para la compra de votos y para pagarlos con puestos,

abandonando toda identidad ideológica.

• Finalmente la MURALLA PARAMILITAR cierra el círculo de oclusión a la participación

política. Si hay grupos que logran traspasar las tres murallas anteriores y

conserven aún impulsos reformadores o de alguna incidencia, como ocurrió en el

caso de la U.P., el imperio del terror, vía genocidio u otras formas de exterminio,

da cuenta rápidamente de su persistencia. La impresentabilidad de esta muralla

ha llevado reiterativamente a disfrazarla y ocultarla tras ropajes andrajosos de

delincuencia común que nunca han podido ocultar su vergüenza deslegitimante

del Estado.

Revertir esta situación no es nada fácil. Me preocupan profundamente las noticias

que llegan en relación con presiones para que la paz se firme rápidamente y se

someta a calendarios que obedecen más bien a la ritualidad rutinaria de

consolidación de prácticas corruptas de participación ficticia, como son los

procesos electorales.

Soy consciente de que una paz auténtica debería contemplar transformaciones

radicales de muchas de nuestras instituciones, ligadas de una u otra forma a la

injusticia estructural y a la generación de múltiples violencias como, por ejemplo:

• Las formas de elección de los congresistas; la carencia de formas de control por

sus electores; los criterios de su remuneración; el papel de los partidos; sus

prácticas corruptas de creación de leyes y reformas constitucionales; las

estructuras arraigadas de clientelismo; su no independencia de otros poderes; sus

prácticas corruptas tan arraigadas y consolidadas que han llevado a porcentajes

tan altos de miembros del Congreso Nacional a prisión.

• La corrupción tan honda del poder judicial; la carencia de mecanismos de control

de calidad de sus fallos; la venalidad de la justicia; su ineficiencia e impunidad

proverbiales; la manipulación sistemática de las normas procesales para absolver

a los culpables y condenar a los inocentes; la consolidación de una justicia del

sólo testimonio a la par con la mercantilización y envilecimiento máximo del

testimonio.

Page 54: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

• La adulteración histórica de la función de la fuerza pública y su conversión en

ideología armada al servicio de intereses elitistas y foráneos; el arraigo en su

tradición de doctrinas antidemocráticas y criminales; la generación en su seno del

paramilitarismo, ejecutor de los crímenes más horrendos y masivos; sus prácticas

genocidas e inhumanas protegidas por fueros antijurídicos.

• El imperio legalizado de la economía de mercado centrada en el lucro

desmesurado, sometiendo a la máxima rentabilidad las necesidades básicas de

los ciudadanos y generando así desigualdades, pobreza y miseria escandalosas,

absolutamente repudiables. El privilegio de que gozan los más grandes capitales

transnacionales, su incontrolada destrucción del medio ambiente y su saqueo

perverso de los recursos naturales no renovables.

Es imposible ciertamente que problemas tan descomunales se analicen y corrijan

en círculos y tiempos tan estrechos, como los actuales diálogos de La Habana,

donde la gran ausente es la nación colombiana en su diversidad de etnias, razas,

credos, ideologías, profesiones y capas económico sociales;, y donde sólo un

exiguo dígito porcentual tiene acceso a informaciones verídicas y a mecanismos

de comunicación no manipulados con sus semejantes.

Las actuales conversaciones de paz tienen ciertamente limitaciones ineludibles

para poder abordar y afectar los factores profundos generadores y constitutivos

del conflicto social-armado que nos afecta.

Sin embargo, estoy convencido de que un proceso como estos al menos puede

ABRIR PUERTAS para una solución a más largo plazo de esos factores. En mi sentir,

los temas de la Agenda acordada tocan puntos neurálgicos, y entre ellos, el

fundamental de la PARTICIPACIÓN. Si se llegara a un acuerdo que le abra boquetes

definitivos a las CUATRO MURALLAS que ocluyen la participación, estos diálogos

contribuirían a poner en marcha un proceso que podría llevar a construir un país

que vaya entrando en una ruta hacia la paz.

Mi propuesta apunta a que se elabore, como prioridad de prioridades, un nuevo

marco legal para la información y la comunicación y que se ponga en ejecución

junto con otras tres medidas claves que afecten las otras tres murallas

obstructoras de la participación, fijando un período básico para que esas bases

democráticas sean evaluadas y se pueda iniciar una segunda etapa de proceso de

paz, esa sí con un margen de participación muy amplio de la nación colombiana.

Derribar la MURALLA CULTURAL-MEDIÁTICA debería constituir la prioridad de

prioridades para abrir caminos a la PARTICIPACIÓN. En efecto, la condición

elemental y básica de toda participación es el acceso a la verdad, a la información

no manipulada, a la comunicación libre y no amordazada.

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Cuando uno examina el actual sistema de “información” masiva que tenemos, hay

que concluir que aquí no existe ni de lejos el derecho a la verdad ni el derecho a la

información; esta no se rige por criterio alguno de servicio público, sino por las

leyes inexorables de las mercancías. Todos los medios masivos de “información”

son propiedad privada de grandes conglomerados económicos, varios de ellos

como capitales y empresas transnacionales. El principio que los rige, a todas

luces, es el principio del lucro y de la máxima rentabilidad. Esto quiere decir que la

“verdad” es una mercancía, lo que introduce la contradicción más radical en su

misma noción. Una “VERDAD-MERCANCÍA” jamás podrá considerarse verdad y sin

embargo esa es la única “verdad” que tenemos de consumo masivo.

En nuestras universidades y facultades de comunicación imperan los criterios del

“mercadeo informativo” o las “técnicas de publicidad”, disciplinas que han

convertido en ciencia refinada el engaño y la mentira, la manipulación de las

conciencias y lo que las más oprobiosas tiranías llamaron “lavado de cerebros”.

Dichas técnicas mercantiles han descubierto mecanismos efectivos y masivos

para neutralizar toda resistencia ética al engaño, al combinarse profundamente

con estudios de psicología, aprovechando de manera perversa todas las

debilidades del psiquismo humano. La imposición mediática de la ideología

competitiva ha encontrado en el fútbol y en otros deportes un canal de

consolidación permanente, lo que explica el altísimo porcentaje de tiempo que

este deporte ocupa en la programación cotidiana de los medios masivos. La

información mediática es selectiva, calculada e interesada, incluyendo entre sus

mecanismos técnicas de ocultamiento de sus intereses, como las encuestas o

programas de opinión, cuya malicia sólo es percibida por pequeñas franjas

poblacionales de conciencia crítica. Dicha ideología mediática estigmatiza y

promociona, la mayoría de las veces mediante mensajes que operan en niveles

inconscientes o con mensajes subliminales, de acuerdo a intereses económicos,

políticos e ideológicos de los poderes que representan, que son sin lugar a dudas

los más poderosos de la nación. Crean “ángeles” y “demonios” a la medida de sus

intereses y a través de sus voceros dicen representar al país entero.

Los medios masivos utilizan abierta u sutilmente la calumnia para neutralizar

posiciones incómodas a los poderes que de facto representan. Han entronizado en

profundidad una ética donde la frontera entre lo bueno y lo malo está definida por

la sumisión o el rechazo a los ejes estructurales del sistema imperante y a sus

figuras representativas. A esta “ética” implícita corresponde el mecanismo de

identificar forzosamente toda opinión crítica o alternativa, sobre todo cuando

intenta expresiones orgánicas, con la oposición armada, echando mano de la

única manera de colocar en los márgenes de lo legal a quienes consideran

obstáculo a sus intereses.

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No puede alegarse que la calumnia es legalmente reprimida; lo es sólo en teoría.

El suscrito arrastra desde hace muchos años la destrucción de su reputación por

medios masivos como El Tiempo, RCN, Caracol, El Siglo, varias cadenas radiales

y otros medios masivos, sin que las acciones de Tutela hayan logrado rectificación

alguna. Al mismo tiempo he visto destruir el buen nombre de todo un pueblo, como

es la Comunidad de Paz de san José de Apartadó, por estrategias mediáticas de

enorme perversidad agenciadas por El Colombiano, El Mundo y varias cadenas

radiales, sin que sus directores aceptaran —y menos corrigieran o rectificaran— la

perversidad de sus ardides, no obstante ponerles de frente las consecuencias

fatales y criminales de los mismos.

Toda esa anti ética se cobija con el principio falsificado de la “libertad de prensa” o

“libertad de expresión”. Pero, ¿puede acaso llamarse libertad de prensa a la

libertad de publicar lo que se quiera —incluyendo mentiras y calumnias de

grandes proporciones, de alcance sistemático y de efectos letales— por parte de

quienes tienen descomunales cantidades de dinero, cuando incluso el que es

calumniado y no tiene dinero necesita empeñar varios salarios de hambre para

que le publiquen una defensa de su opinión? La inconsistencia y el absurdo saltan

a la vista.

Es, pues, necesario y urgente, cambiar el marco legal de la información y la

comunicación. Es necesario comenzar a construir desde mucho más atrás de un

punto cero, el derecho a la verdad y el derecho a la información. En efecto, habrá

que enfrentar las reacciones de poder de quienes han usufructuado casi por siglos

el derecho al engaño, a la mentira, a la manipulación mediática y al lavado de

cerebros.

Un primer elemento de dicho nuevo marco legal es sustraer la información masiva

al control y arbitrio de las empresas mediáticas y sus órganos decisorios. Para

definir el concepto de información masiva sugiero reunir a grupos de expertos que

puedan señalar los niveles de tiraje y de rating, según el caso, que empiezan a

constituir una información masiva. Si bien hay diarios impresos que bordean o

sobrepa san el millón de ejemplares con una distribución nacional, hay otros de

mayor distribución regional que fluctúan entre los cien y doscientos mil pero que

tienen un poderoso influjo regional. En los medios radiales y visuales hay que

atender los horarios y sus ratings de audiencias. Lo clasificado como información

masiva debe dedicar, al menos un 70% de su contenido, a darle expresión a los

sectores sociales del país, mediante mecanismos de elección y control

democráticos permanentes. Un amplio consejo de elección popular debe

garantizar el derecho a la información proveniente de los sectores más

desprotegidos, así como a sus opiniones, y elaborar reglamentos que permitan la

expresión igualitaria de todos los sectores y organizaciones sociales.

Page 57: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

Una transformación legal de esas proporciones no va a garantizar el derecho a la

verdad y a la información de un día para otro, pero dicha transformación va

abriéndole paso progresivamente, y seguramente en medio de numerosos

conflictos de ajuste, a las verdades por siglos amordazadas y reprimidas y,

lentamente, el derecho a la información verídica se irá abriendo paso.

Es necesario aclimatar durante períodos prudenciales, esta base fundamental de

la participación. En efecto, participar en procesos políticos, en medio de océanos

de engaños, de verdades amordazadas y manipuladas, no tiene ningún sentido y

sólo constituye un engaño más.

Para completar las bases de una participación auténtica y no ficticia, es necesario

idear otras medidas urgentes que neutralicen las otras tres murallas:

• Unas elecciones que requieran de enormes cantidades de dinero para participar,

ya por el costo abierto de vallas, cuñas publicitarias y demás técnicas

propagandísticas, ya por la inveterada y masiva compra de votos y de jurados, es

más que evidente que excluyen a los sectores pobres del poder de decisión o

participación, por no hablar de la podredumbre moral de sus mecanismos. Una

drástica ley electoral debe sustraer las elecciones a la exclusiva participación de

quienes tienen mucho dinero y tomar medidas para ilegalizar lo que demande

dinero y consagre desigualdades evidentes en las candidaturas.

• Si bien la medida anterior puede limitar un poco el control mafioso del aparato

electoral, no es suficiente. El narco paramilitarismo ha demostrado enorme

sagacidad y poderío para infiltrar y neutralizar todo los controles que van

apareciendo y en ello han sido de gran ayuda sus redes de relaciones con la

mayoría de las instituciones del Estado. Es necesario recurrir a todos los

mecanismos y técnicas utilizadas en países democráticos, que permitan preservar

el voto de la manipulación y antes hay que depurar a fondo las instituciones que

intervienen en el proceso electoral.

• Respecto al paramilitarismo, última muralla que elimina mediante la barbarie a

los partidos y movimientos que muestran niveles críticos, es evidente que el factor

nuclear de su gran poder es la multifacética colaboración, por acción o por

omisión, que le brinda la fuerza pública. Por ello, está en manos del Presidente de

la República, como Comandante en Jefe de la fuerza pública y garante de los

derechos, con atribuciones constitucionales suficientes para remover a

funcionarios que estorban el cumplimiento de la Constitución, el destituir sin

contemplaciones a los comandantes de unidades en cuyas jurisdicciones operen

estructuras paramilitares. Esa medida reemplazaría la evidente condescendencia

y apoyo del que hasta ahora ha gozado el paramilitarismo y con toda seguridad se

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revertiría. Es de absoluta evidencia que el factor que mantiene vivo y actuante el

paramilitarismo es el apoyo oficial por acción u omisión; quebrado éste,

desaparecerá, y ello gravita sobre la voluntad política del Jefe del Estado.

Al dejar en sus manos estas inquietudes, quiero insistir en que no se pase por alto

la realidad oclusiva de estas CUATRO MURALLAS, no sea que eventuales acuerdos

sobre participación política se conviertan en una ficción más que deje intactas las

estructuras excluyentes que nos han dominado.

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Palabras del Padre Adolfo Nicolás S.J., Superior General de la Compañía de

Jesús a los Miembros del Centro de Fe y Culturas9.

Yo recuerdo que antes de llegar de Japón tuvimos una gran discusión sobre si los

japoneses son religiosos o no. Después de muchas discusiones y mucho estudio,

llegamos a la conclusión de que los japoneses no tienen religión, pero tienen

religiosidad, es decir, tienen un sentido religioso muy profundo, tan profundo que

ciertamente nos avergüenzan a los españoles.

El 31 de diciembre hay un programa muy popular en el que se da una especie de

competición entre hombres y mujeres. Los hombres van de blanco y las mujeres

de rojo, y todos los años hay una competición a ver quién gana. Y me parece que

han ganado más veces las mujeres, ¡no sé por qué será! Y concursan en

modalidades de canción, arte, contar historias y otros. Es una fiesta muy popular,

y todos los años empieza a las nueve y termina exactamente a las doce menos

cuarto y a esa hora, todos los canales de televisión, empiezan a poner imágenes

de templos Budistas y la gente va en masa a pedir para que el próximo año sea un

año de prosperidad y de paz. O sea que todo el pueblo va a los templos y la

procesión a los templos sigue al día siguiente. Hay un templo en Tokio que tiene

una avenida donde caben por lo menos veinticinco personas de fondo, y van

entrando en procesión hasta medio día del primero de enero. Casi doce horas de

gente que quiere ir al templo a pedir que este año sea un año bueno y sobre todo

un año de paz y de tranquilidad, mientras los españoles se están emborrachando

en la puerta del sol. El contraste es feroz. Por eso decir que los japoneses no son

religiosos es chocante y risible, porque llegan estas ocasiones importantes y hay

un sentido de contención, de expresión, de oración que sale del corazón; porque

todos llevan dentro el deseo de paz, sobre todo después de la última guerra que

Japón tuvo que sufrir las bombas atómicas.

Yo creo que la distinción entre fe, religiosidad y religión, es importante. Hoy día, se

ve que en todo el mundo hay una crisis de religión, no de religiosidad ni de

espiritualidad, porque hay una búsqueda cada vez mayor de expresiones de

religiosidad que se ven en los pueblos, incluso el pueblo Japonés que dice no

creer, porque para ellos no hay contenidos mentales que puedan decir: “yo creo

en esto”, pero hay un sentimiento religioso que les lleva a la compasión, y lo

hemos visto todos en el tsunami y en el gran terremoto con la amenaza nuclear

9 Este texto corresponde a la transcripción de las palabras ofrecidas por el Padre Adolfo Nicolás S.J. General de la compañía de Jesús, en un encuentro realizado con los miembros del Centro de Fe y Culturas el día 14 de agosto de 2013.

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que venía después, en los cuales el pueblo Japonés, como pueblo, ha

reaccionado de una manera extraordinaria, como ningún pueblo cristiano lo hace.

En Estados Unidos bastaría el terremoto sin el tsunami para que hubiera saqueos

y la gente aprovechara para robar. Basta una noche sin luz para que pase eso. Y

los italianos no se lo podían creer, diciendo: ¿nosotros seríamos incapaces de

reaccionar así?

La paz, la tranquilidad y la solidaridad que ha despertado el tsunami y todo el

desastre que ha acompañado aquello, realmente nos hace preguntar si nuestra

pastoral, nuestros sistema de educación, nuestra presentación de lo que es un

cristiano, es correcta o no.

Decía una australiana que enseñaba inglés en la zona dañada por el tsunami, que

la experiencia de vivir allí con los japoneses, le había cambiado la vida

completamente, ya que después del terremoto, durante dos semanas, se

encontraba siempre a la puerta de su apartamento comida preparada para ella y

no sabía quien la había preparado. Seguro que era una señora del vecindario que

pensaba: “esta extranjera no tendrá facilidad para encontrar comida” y le

preparaba todos los días su comida y se la ponía a la puerta. Sin identificarse, sin

nada. Y no venía a decirle; ¡lo hago por amor a Cristo, ni por amor a Buda ni a

nadie! Éste es un sentimiento espontáneo que viene de adentro y yo creo que es

real.

El Padre Tony de Mello, el famoso Gurú Indio, decía; yo no quiero que nadie

después de la misa, me venga a la puerta de la iglesia a decirme: “porque soy

cristiano le amo a usted, aunque le tengo razones para odiarle”. Eso no quiero

oírlo. Yo prefiero que antes de la misa oiga: “usted me cae muy bien”. Prefiero eso

que es más espontáneo y es real, y no el que viene con una motivación religiosa y

que la tiene que decir para justificar que me perdona o que me quiere.

Esto me recuerda un libro que ciertamente recomiendo por lo menos el capítulo

primero y el último, porque el libro es bastante voluminoso, de una autora inglesa,

Karen Armstrong y se llama: La gran transformación. Este libro es un estudio del

siglo V al siglo III a.C., donde según la autora, hubo un momento, un fenómeno

religioso y cultural, que supuso un avance en el sentido religioso de la humanidad.

Es tan notable que Karl Jaspers, el filósofo Alemán, lo llamó el tiempo axial, pues

allí sucedió algo muy profundo. Entonces todo el libro es un estudio de que pasó

en las cuatro civilizaciones donde se dio el cambio: China, India, Israel y Grecia. O

sea que cuatro civilizaciones totalmente distintas, en un momento dado descubren

lo mismo.

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¿Qué es lo que descubren? La gran preocupación de los sabios, y sabios aquí no

en sentido moderno sino en sentido tradicional (relacionado con hombres de

pensar profundo, de preocupación por la vida humana, de cómo vivir mejor, como

Confucio), era cómo ayudar a la humanidad, y concretamente, cómo reducir el

sufrimiento humano. Porque se daban cuenta tanto entonces como ahora, que el

gran problema y el gran reto de la humanidad es el sufrimiento.

¿Por qué tanta gente tiene que sufrir inútilmente? Y sufren hambre, pobreza,

violencia, guerra, falta de paz, y digamos también el desempleo, con los

problemas que eso trae: falta de sentido, falta de alegría, falta de esperanza. O

sea, todas esas fuentes de sufrimiento ¿cómo podemos reducirlas? Esa fue la

gran preocupación y yo creo que está a la raíz de todo movimiento religioso

profundo.

Esta es claramente la gran pregunta que tenía Buda en la India, esa es la gran

pregunta que tenían Confucio, Mencio, Lao Tzu en la cultura China, es la gran

preocupación de los profetas del exilio, los segundos profetas, que viven el exilio

como un tiempo de crisis, y allí el pueblo Judío pierde la fe mayoritariamente. Sólo

queda el residuo de Israel, ese pequeño grupo que sigue fiel a su fe. En ese

contexto es donde surgen los últimos profetas de Israel que son los profetas del

exilio: Jeremías, Isaías, Ezequiel, Óseas y Amos.

Desde el siglo X en todas estas culturas buscan métodos para reducir el

sufrimiento humano, buscan todo lo posible, y en ese proceso hay un momento,

un siglo en que todas estas cuatro culturas creen que el rito, lo ritual, puede

ayudar. Y entonces crecen los ritos, empieza una serie de ceremonias y al final

ven que el rito no es la solución.

Entonces el rito se elabora y se desarrolla un poco más, y piensan en el sacrificio,

como un avance porque es mejor matar a un cabrito que matar al vecino. Es un

pequeño avance pero que no quita la violencia porque todavía se mata un cabrito

y no solamente eso, sino que esta violencia se aplica a Dios: es Dios el que tiene

que aplacarse con una violencia que es el sacrificio, y ven que esto no es la

solución. Y siguen buscando y llega al siglo V y parece como que todos a la vez se

dan cuenta de dos cosas:

1. Que el único cambio que puede ayudar a la humanidad es el cambio interior, y

hoy día creo que podemos confirmar esa intuición como sabiduría, porque hemos

visto el comunismo y el capitalismo, hemos vistos nuevos sistemas, pero hemos

visto que si no cambian las personas, los sistemas no sirven para nada. El

comunismo es inhumano y el capitalismo es inhumano. O sea, si no hay un

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cambio interior, los cambios exteriores no sirven para nada, y han probado todo

porque son cuatrocientos años de probar cosas y ver que no resultan.

2. Descubren que ser religioso es ser compasivo, vivir religiosamente es vivir en

compasión. Eso es un descubrimiento del siglo V a III en China, es un

descubrimiento en la India, es un descubrimiento en Israel. Y nosotros conocemos

el mensaje de los profetas como Jeremías, Isaías, Ezequiel quienes hablan de la

ley interior, dicen que la nueva alianza es interior y por eso Dios nos va a quitar el

corazón de piedra para darnos un corazón de carne, compasivo. “No me gustan

vuestras peregrinaciones, ni vuestros ritos, ni vuestros sacrificios. Al contrario me

repelen, porque lo que yo quiero es justicia para el pobre, etc.”. En Israel está

clarísimo y lo mismo pasa en la India con Buda, los místicos de Upanishads, y lo

mismo pasa en el Taoísmo.

Tao significa camino, es un proceso de búsqueda, y en ese proceso descubren

que hay que conocerse a sí mismo. En el Quijote, la segunda recomendación es:

“conócete a ti mismo tal como eres”, eso es cien por ciento Budista.

Una de las meditaciones se llaman Koan, que son esas frases que no son lógicas

pero que te ponen en una tesitura de meditación para poder descubrir lo meta-

lógico, lo que va más allá, es descubrir que cara tenías antes de nacer, es decir,

¿Quién eres tú realmente? Ver tu cara antes de nacer. Eso no tiene lógica pero te

pone en una tesitura de superar todas las imágenes, de superar todas las cosas

segundarias, todo, incluso la lógica y descubrir, tu verdadera esencia. Y la

compasión Budista está fundamentada en el descubrimiento de que en el fondo

todos nosotros somos nada. Somos vacíos, no tenemos apoyo, creemos que

estamos en apoyo pero basta un terremoto para que perdamos el pie de apoyo.

¿Por qué muchos tienen miedo a volar? Porque es como un terremoto, o sea no

hay base, y el avión empieza a sacudirse y nos empieza a entrar el miedo de ver

que va a pasar. ¿Por qué? Porque no hay base, eso pasa con el terremoto, pero

frente a lo que yo creía que era mi base, no es mi base. Y si han visto en YouTube

creo que hay un film poniendo juntos una serie de imágenes en el momento del

terremoto y es realmente impresionante. La sacudida tan violenta del tipo de

terremoto que sufrieron es que no hay base. Entonces un empleado que tienen ahí

también cámaras tomando todo el terremoto, tiene que estar apoyando un estante

para que no se le caiga encima porque se está moviendo todo. ¡Es una cosa

terrible!

Bueno, la intuición Budista es: todos en el fondo encontramos dentro de nosotros

un vacío tremendo, total, no tenemos paz, somos muy limitados, no tenemos una

base en nosotros mismos, y como eso lo tiene toda la humanidad, eso es la fuente

Page 63: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

de la compasión. O sea, yo siento por el otro porque se lo que tiene el otro, pues

tiene lo mismo que yo: un vacío, por tanto todos participamos de la misma

limitación, todos participamos del mismo sufrimiento, y por lo tanto la compasión

es natural, es la virtud número uno del Budista, es la virtud número uno del Hindú,

es la virtud número uno del cristiano.

Hay una confluencia en la experiencia religiosa que apunta hacia la compasión.

Por eso el individuo que no tiene compasión, nosotros decimos que tiene un

corazón de piedra, es un hombre frio, es un hombre del que no te puedes fiar,

porque hay algo en la compasión que nos llega a todos. En Israel está claro, en

China está claro, en la India también con los místicos y con Buda, porque Buda es

el que descubre que el fondo no tiene nada.

Dicen que los budistas son ateos, incluso en Roma me han preguntado: usted que

ha estado en Asia, ¿cree usted que el Budismo es una religión? O sea, todavía

dudan. ¿Por qué creen que son ateos? Porque no hablan nunca de Dios, pero no

hablan de Dios porque para ellos Dios es el misterio de los misterios. Es tan

misterio que no se puede ni pronunciar, y después de decir eso se quedan

callados.

Los cristianos también dicen: Dios el misterio de los misterios, pero después de

decir eso; escriben cantidad de libros sobre Dios. Esa es la diferencia, pero los

dos decimos que Dios es un misterio, y es el misterio que no podemos abarcar.

Dios es siempre más grande, san Agustín dice; si lo entiendes, eso que entiendes

eso no es Dios. ¡Más claro no puede ser, está clarísimo! Y sin embargo seguimos

escribiendo libros sobre Dios como si supiéramos por deducción lógica, y eso el

Budismo lo niega, por eso yo creo y lo he dicho varias veces, con sorpresa de

algunos, que el gran reto para el cristianismo no es el Islam, porque el Islam en el

fondo es monoteísta y participa mucho del modo de pensar y el modo de vivir de

los cristianos, el gran reto del cristianismo vendrá del Budismo y vendrá a su

tiempo, todavía no es tiempo, no hay que anticipar, pero vendrá.

Yo lo ha visto de cerca y la capacidad del Budismo de producir alta calidad de

personas como hemos visto en el tiempo del tsunami, y al mismo tiempo una

honestidad total en la reflexión teológica y en la reflexión religiosa de lo que es la

vida. Eso me parece que va a tener una fuerza enorme para al menos retar, o

desafiar muchas de las cosas que nosotros decimos, y las decimos felizmente.

¿Por qué en países como España, Italia, Colombia, etc. hay esta separación entre

una persona de fe y la realidad de la injusticia, inequidad y falta de compasión?

muchas veces se ven personas que van a misa todos los días, y sin embargo

odian tiernamente a su vecino. Aquí hay algo extraño y es porque quizás hemos

Page 64: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

formulado demasiado las cosas en términos religiosos. Porque el lenguaje

religioso nos sirve para sentirnos cerca de Dios, o de la trascendencia, o del

misterio y lo usamos continuamente, pero eso yo creo que debilita la ciudadanía,

los debilita, porque en el momento que hay una crisis de fe se termina todo lo

ético, y se termina toda obligación, se termina toda responsabilidad.

Sin embargo yo creo que tendríamos que tener un lenguaje de sabiduría, un

lenguaje más profundo. Nosotros vivimos así porque estamos convencidos de que

así es como se vive bien. Lo que decía Platón: el objetivo de la filosofía es el buen

vivir. El vivir humanamente como persona cabal. Eso es el objetivo de la filosofía.

No el elucubrar sobre cómo son los demás.

Yo creo que aquí hay un problema muy profundo de visión religiosa. La Cultura

Griega se posesionó de Europa pero en una línea muy cerebral, muy intelectual si

se quiere, y ha seguido hasta el presente. En Asia hay más una reflexión

Sapiencial. Yo he creído siempre que Asia quería sabiduría y Europa quería

verdad, y casi como contrapuestas. Hoy día ya en muchas reuniones por ejemplo

de educación, se pide que haya mucha más sabiduría en la educación. O sea, que

ahora el Occidente está pidiendo sabiduría, yo creo que eso es un momento

importante para aceptar por lo menos la búsqueda de la sabiduría como parte de

nuestra fe religiosa.

El papa Benedicto dijo en un momento antes del Sínodo, algo que es muy fuerte

para que un papa lo diga: “es mejor un agnóstico que busca, que un cristiano que

ya no busca más porque se cree que tiene todas las respuestas”. Y a los pocos

días el Cardenal Ravasi que es un hombre de gran cultura y de gran conocimiento

dijo que la búsqueda en sí mismo es ya parte de la llegada, o sea la búsqueda ya

tiene un valor religioso.

Y lo que vemos en el tiempo axial, lo que decíamos antes, es generaciones de

sabios que están buscando y probándolo todo. Ritual, sacrificio; etc. ¿Qué queda?

La transformación interior, y una de las preguntas es: ¿Qué elementos son

fundamentales para considerar una obra ignaciana? Yo diría que es esta

búsqueda y este proceso de transformación interior, porque san Ignacio, que no

había pensado nunca en colegios, aceptó tan pronto colegios en la compañía,

porque el padre Laines, quien fue el segundo General de la Compañía, convenció

a san Ignacio que los colegios eran muy buenos, no solamente apostólicamente

sino para ayudar a la humanidad a crecer, y san Ignacio vio que si toda la

espiritualidad ignaciana es crecimiento y transformación, en ese proceso de irnos

haciendo personas e irnos transformando, el colegio es el sitio ideal para que se

dé esa transformación. Y lo aceptó enseguida y abrieron un colegio en Mesina, en

Sicilia. San Ignacio vio en seguida que la educación es un sitio muy bueno para

Page 65: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

crecer, y eso es lo que le importaba a él, que la gente tuviera la posibilidad de

crecer.

Tenemos casi toda una humanidad en búsqueda y que descubre en un momento

dado dos relaciones; la relación de la compasión y del camino interior, y esos son

los elementos del cristianismo. Y la autora dice; esto se perdió porque la religión

se alió pronto con la política, y cada vez que la religión y la política se alían, los

dos se hacen peores, es decir que el matrimonio entre religión y política, es un

matrimonio que termina en divorcio o termina en una serie de infidelidades. No es

una buena unión. Y porque la religión y la política se aliaron demasiado; se perdió

esta visión. Y aparece de nuevo en Jesús y en san Pablo y desaparece otra vez. Y

aparece un poco en Mohamed y desaparece otra vez, y yo creo aunque el libro no

llega hasta esa edad aparece otra vez en los místicos del Renacimiento, tanto

alemanes como españoles, en los místicos aparece esta visión, y en san Ignacio

ciertamente es la visión del camino interior y el corazón renovado. Entonces el

corazón es un corazón compasivo y san Juan de la Cruz, santa teresa de Ávila

son buenos ejemplares de esta visión hecha otra vez realidad dentro del

cristianismo.

Creo que esto podría ayudar, y yo ciertamente he visto que la religión no va

necesariamente con la fe. Y a la crisis moderna es crisis de religión, no crisis de

religiosidad, no crisis de espiritualidad. Cada vez hay más gente que busca

espiritualidad, hay más gente que quiere aprender a orar.

Me pidieron tener un cursillo sobre la oración, sobre cómo orar hoy en el siglo XX,

y se llenó de japoneses cristianos y no cristianos que querían saber qué es eso de

la oración. La crisis es la religión establecida, la vemos en Europa y en

Latinoamérica, la vemos en Japón con el Budismo, al Budismo le está pasando

exactamente lo mismo. O sea, las sectas Budistas más tradicionales, más

institucionalizadas están en crisis, y está bajando el número de personas mientras

crecen sectas, movimientos. Porque la gente está buscando otra cosa. Y la

religión institucional al hacerse institucional quiere absorberlo todo, hasta el

lenguaje. Entonces todo se habla en términos de un lenguaje que ya no convence

pero que quiere ser exclusivo. Y cuando ese lenguaje se empieza a hacer

problemático se pierde todo, se pierde el horizonte, se pierde el lenguaje, se

pierde la motivación y entonces perdemos la sabiduría y perdemos la capacidad

humana para responder a los retos antiguos o nuevos. Esto sería mi primera

aproximación al tema de fe y culturas, y sobre lo que está pasando en el mundo

moderno.

Yo he estado bastante preocupado con el lenguaje de la iglesia, pues creo que en

el lenguaje perdemos a muchísima gente, porque usamos un lenguaje que no

Page 66: ABRIENDO HORIZONTES 6 Colombia, un país que debe perdonar

llega, no entra adentro. Y eso me llevó a reflexionar dos o tres años sobre el

lenguaje de la Biblia. ¿Qué pasara en la Biblia con el lenguaje? Entonces me

pareció descubrir una cosa que saben todos los biblistas: que hay tres lenguajes

en la Biblia, totalmente distintos y los tres aparecen respondiendo a necesidades

distintas al pueblo de Israel.

Primero cuando salen de Egipto se encuentran que no hay ni pueblo, ni identidad

ni nada. La palabra hebreo viene de guiburin, que es una mezcla de todo. Hay

delincuentes, hay esclavos, hay gente de distintas tribus que no saben qué hacer

pero no hay identidad, y entonces toda la primera parte de la Biblia desarrolla un

lenguaje histórico: las grandes gestas de Dios por el pueblo. Y entonces a través

de este lenguaje histórico, de gestas, le da al pueblo una identidad, y el pueblo

empieza a sentir que es ese pueblo escogido por Dios, con una alianza especial

que Dios ha liberado de Egipto y se crean muchas historias. Algunas simplemente

historias, otras un poco mitologizadas, se trata de la identidad del pueblo y por lo

tanto hay un factor de color que se ha añadido.

Una vez que el pueblo tiene una identidad, y es una identidad basada en su fe, en

Yahvé, en el Dios que nos protege, entonces lo que hace falta es purificar esa fe,

porque es una fe que es manipuladora, manipula la fe por razones políticas para

imponerse en Canaán, a los jebucitas, a los amoralitas para justificar guerras,

entonces vienen los profetas, y la función de los profetas es purificar la fe de

Israel. Entonces son los profetas los que dicen; “a Dios no le gusta esto, ni esto, ni

esto, porque Dios quiere la vida de la gente, Dios quiere que los pobres tengan

esperanza, que haya alegría, que participen de los bienes de la tierra, que haya

justicia”.

La fe y los temas de justicia y de armonía van profundamente ligados, porque son

parte de lo que Dios quiere, no lo que nosotros inventamos, y entonces viene todo

el lenguaje profético que consiste en descubrir lo que está oculto, porque los reyes

quieren ocultarlo, los reyes y los gobiernos y eso sigue pasando, entonces lo que

los reyes quieren ocultar, los profetas lo airean pero siempre dando una

alternativa. El profeta tiene una función también creadora y ofrece una alternativa

que es el nuevo Jerusalén, o la paz con los animales, el niño que juega con la

pantera o con la serpiente o sea se idealiza un poco la utopía, pero están

hablando de una alternativa; es posible vivir de otra manera. Y la tercera función

del profeta es dar esperanza y dar energía para poder luchar por esa nueva

posibilidad.

Y eso viene en el lenguaje que es un lenguaje a veces de memorias y hablan de la

nueva Jerusalén, la nueva creación. Ponen nueva porque no saben cómo va ser,

pero saben que va a pasar otra vez lo que Dios ya ha hecho en el pasado. Por eso

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la nueva Jerusalén, el nuevo Éxodo, la nueva creación es simplemente un

lenguaje para dar esperanza al pueblo. Que Dios está con nosotros por lo tanto, lo

que ha hecho en el pasado, lo puede hacer en el futuro. Pero viene el exilio y con

el exilio viene la gran crisis de fe, y la mayoría de Israel pierde la fe. Los que

conservan la fe, que son muy pocos, conforman un grupo que son pobres, gente

sencilla, pero que conservan su fe en Dios.

Y entonces ya no hay más profetas, se acabaron los profetas. ¿Pero qué

empieza? Empieza el lenguaje de la sabiduría, el libro de la sabiduría, los

Proverbios y otros libros. Job está hablando de sabiduría, de encontrar a Dios en

las cosas sencillas de cada día, en las familias, en la viña y el vino que se produce

en la viña, en la prosperidad de cada día, en un pueblo agrícola.

Yo creo que en este momento necesitamos los tres lenguajes, para nuevos

cristianos: un nuevo lenguaje histórico les viene bien para que tomen la identidad

cristiana con toda la literatura que viene de la Biblia del Antiguo y del Nuevo

testamento; con gente que se creen que tienen fe necesitan el lenguaje profético,

dentro de la iglesia el lenguaje profético sigue teniendo sentido, pero fuera no y

para hablar en la frontera, donde estamos todos nosotros, en la frontera de la

profundidad, en la frontera de los no creyentes, necesitamos un nuevo lenguaje de

sabiduría.

Y ahora todas las culturas se han hecho multiculturales, todos los países. Japón

ha vivido muchos años en la ficción de ser monocultural, pero eso no se lo creían

los japoneses. Los políticos lo decían pero nadie se lo creía porque estaban los

Ainu en el norte Que son una tribu especial distinta del pueblo Japonés y Okinawa

en el sur, Ryukyu que también son de una tradición distinta. Pero el Gobierno por

razones distintas hablaba como si todos fueran iguales; monocultural. Ahora se

dan cuenta que esa ficción ya no sirve. Japón es pluricultural con toda la

emigración y todos los países del mundo son multiculturales; y entonces

necesitamos superar lo que sea cultural para ver la humanidad como tal, y poder

ver a un africano, no como un africano, sino como una persona y tratarlo como tal.

Y eso se aplica a todos los países. Eso es un tarea muy grande que imagino que

será la tarea que venga si el proceso de paz llega a concluirse, entonces hay que

edificar toda una vida social y una vida nueva en un país que ha cambiado durante

estos cuarenta o cincuenta años porque nos hemos hecho todos pluriculturales.

Dentro de Colombia ya hay una pluriculturalidad y parte de la regionalización es

aceptar la realidad cultural y por lo tanto es parte de un proceso necesario, porque

si no aceptamos la realidad tal cual es, no vamos a ninguna parte.

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Lo religioso no es solamente lo que se hace en la sacristía y en la iglesia; lo

religioso es lo que pasa con la humanidad, y el vivir compasivos, porque esta

humanidad es una humanidad herida, es una humanidad imperfecta. ¡Eso es lo

religioso! Es la comunión con un Dios que está preocupado por la totalidad.

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Reseña de los autores

Francisco José de Roux Rengifo, S.J

Sacerdote jesuita, que tiene el título de Filosofía y Letras (1966) y Magister en

Filosofía (1968) de la Pontificia Universidad Javeriana. Licenciado en Teología de

la Universidad Javeriana. Es MA en Economía de la Universidad de los Andes

(1972), RFS en Economía de London School of Economics, Londres (1980).

Doctor en Economía de la Universidad de la Sorbona, París (1981). Se ha

desempeñado como Director del Programa por la Paz de la Compañía de Jesús

(1986-1987), del Centro de Investigación y Educación Popular Cinep (1987-1994)

del Consorcio Desarrollo y Paz del Magdalena Medio (1995-2001) y de la

Corporación Desarrollo y Paz del Magdalena Medio (2001-2008), Es el Vice Gran

Canciller de la Pontificia Universidad Javeriana y Presidente del Consejo de

Regentes. Desde el 30 de septiembre de 2008 es el Superior Mayor de la

Compañía de Jesús en Colombia.

Doctora Beatriz Restrepo

Estudios de filosofía en Manhattanville College, Nueva York, EUA, Facultad de

Filosofía y Letras, Universidad Complutense, Madrid, España; Instituto Superior de

Filosofía, Universidad Católica de Lovaina, Louvain la Neuve, Bélgica. Docente de

Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UPB, Medellín y en el Instituto

de Filosofía de la U de A, Medellín. Exsecretaria de Educación de Antioquia. Ha

sido miembro de los Consejos de Proantioquia, Universidad Minuto de Dios,

CINDE y EAFIT. Exdirectora del Plan Estratégico de Antioquia, PLANEA. Miembro

de la Junta de EPM. Miembro fundador del Centro de Fe y Culturas.

Horacio Arango Arango S.J.

Sacerdote jesuita, ordenado en 1976, estudió Filosofía y Letras en la Pontificia

Universidad Javeriana Bogotá, 1969-1971, Teología en la Pontificia Universidad

Javeriana Bogotá 1974 – 1977, Ciencias Políticas en la Pontificia Universidad

Javeriana Bogotá 1977 – 1979, Sociología Política en la La Sorbona, Paris IV

Escuela de Altos Estudios Sociales, París Francia 1979-1984.

Trabajó en Investigación CINEP 1985-1987, Coordinador de Cursos y Seminarios

de la Confederación de Religiosos de América Latina CLAR 1984-1989, miembro

del Equipo de Dirección del Programa por la Paz de la Compañía de Jesús 1985 –

1987-1989, Secretario Ejecutivo del Programa por la Paz 1989, Superior de la

formación de los estudiantes Jesuitas en la etapa de la Teología. 1987-1992,

Secretario Ejecutivo del Programa por la Paz de la Compañía de Jesús. 1989 -

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1997, Director General Programa por la Paz 1987-2003, Asistente del P. Provincial

para el trabajo social y Pastoral 1992 – 1997, Provincial de la Compañía de Jesús

desde el 31 de Julio de 1997-Noviembre 2003, Director General Programa por la

Paz desde el 16 de Julio 2004-Octubre de 2005, Director del Centro de Fe y

Culturas Medellín desde Junio de 2004, Rector Colegio san Ignacio a partir de julio

de 2009.

Padre Adolfo Nicolás, S.J.

Sacerdote jesuita elegido para el cargo de Prepósito General el 19 de enero de

2008 y dirige la Compañía de Jesús según las Constituciones y normas que la

orientan.

De nacionalidad española, ingresó en 1953 al noviciado de la Compañía de Jesús

en Aranjuez- España y en 1960, luego de finalizar sus estudios de filosofía en

Alcalá de Henares, obtuvo el grado en licenciatura en filosofía.

Luego viajó a Japón para estudiar lenguas y estudió teología en Tokio, donde se

ordenó como sacerdote el 17 de marzo de 1967. Realizó su doctorado en la

Pontificia Universidad Gregoriana, en Roma y escribió su tesis doctoral: Teología

del Progreso. Al finalizar fue profesor de Teología Sistemática de la Universidad

Sofía de Tokio. Ocho años después, se desempeñó como director del Instituto

Pastoral de Manila en Filipinas; e iniciando los años noventa fue Rector del

Escolasticado de Tokio.

En 1993 fue Superior Provincial de Japón durante seis años. Después trabajó en

una parroquia de inmigrantes en Tokio. Desde 2004 y hasta su elección como

Prepósito General ejerció el cargo de Presidente de la Conferencia de Provinciales

de Asia Oriental y Oceanía.

Rubén Hernando Fernández Andrade

Magister en Educación y Desarrollo Humano (Cinde – Universidad de Manizales,

2003), Licenciado en Educación (Universidad de Antioquia, 2006) y Tecnólogo en

Instrumentación Industrial (Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid, 1984).

Director del Programa “Antioquia Legal” de la Gobernación de Antioquia y líder de

la línea 1 del Plan de Desarrollo Departamental. Durante el año 2013, fue

coordinador de la celebración de los 200 años de la independencia de Antioquia.

Es miembro de las Juntas Directivas de Empresas Públicas de Medellín y de

Benedan.

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Se ha desempeñado en los últimos años como líder del sector social

latinoamericano haciendo parte del Consejo Directivo de la Asociación

Latinoamericana de Organizaciones de Promoción al Desarrollo, Alop y

coordinador para América Latina de las consultas sobre Efectividad de las

organizaciones de la sociedad civil y de la Cooperación Internacional en 15 países

de la región.

Como miembro del grupo de coordinación de la Iniciativa Regional Rendir Cuentas

y del Consejo Directivo de la Confederación Colombiana de ONG, fue promotor de

políticas de transparencia y de experiencias individuales y colectivas de rendición

pública de cuentas de organizaciones del sector social.

En Medellín, desde su lugar en la sociedad civil como Director General y luego

Presidente de la Corporación Región, y recientemente en el Centro de Fe y

Culturas, ha participado en los principales escenarios de construcción de futuro de

ciudad desde los Seminarios Alternativas de Futuro (1994-1996), el Plan

Estratégico de Medellín y su Área Metropolitana y los Congresos de Ciudad (1995-

1997) y la Veeduría Ciudadana al Plan de Desarrollo.

Javier Giraldo Moreno, S.J.

Nacido el 19 de julio de 1944 en Carolina del Príncipe, Antioquia. Ordenado sacerdote jesuita en noviembre 28 de 1975. Estudió Licenciatura en Filosofía, Universidad Javeriana, Bogotá, 1969; Licenciatura en Teología, Universidad Javeriana, Bogotá, 1975; Magíster en Teología, Universidad Javeriana, Bogotá, 1978; Diploma de Tercer Ciclo en Análisis Regional y Equipamiento del Espacio, Universidad de París I –Panthéon/Sorbonne, Francia, 1982. Se ha desempeñado en: Dirección de la Oficina de Derechos Humanos del

CINEP, Bogotá, 1982-83 y 1986-87; Dirección del Departamento Urbano del

CINEP, 1984-86, Presidente de Sección Colombia de la Liga Internacional por los

Derechos y la Liberación de los Pueblos, 1983-1991; Secretario Adjunto para

América Latina del Tribunal Permanente de los Pueblos, para la sesión sobre

Impunidad de Crímenes de Lesa Humanidad en América Latina, 1988-1991;

Secretario Ejecutivo y Representante Legal de la Comisión Intercongregacional de

Justicia y Paz, de la Conferencia de Religiosos de Colombia, 1988-1998;

Vicepresidente de la Liga Internacional por los Derechos y la Liberación de los

Pueblos, 1999-2006, Coordinador del Banco de Datos de Derechos Humanos y

Violencia Política de CINEP: 2001-2013; Tercera Vicepresidencia del Tribunal

Permanente de los Pueblos: 2009; Acompañante de la Comunidad de Paz de san

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José de Apartadó y Representante de la misma ante organismos internacionales,

1997-2013.

José Antonio Girón Sierra

Estudió en la Universidad de Antioquia, Facultad de Medicina, Médico y Cirujano,

1972, Facultad Nacional de Salud Pública, Administración de atención Médica y

hospitalaria 1976, Capacitación en Victimología en Curso dictado por Asociación

Mundial de Victimología. 2005.

Participó en el Primer congreso de alta gerencia en salud, Universidad EAFIT, 14

de noviembre de 1995, Segundo Seminario Internacional Evaluación y mejora de

la calidad de los servicios de salud. Abril de 1998. Promoción y prevención con

énfasis en salud familiar. Abril de 1996. Curso Gerencia en atención primaria en

salud. Mayo de 1996. Taller latinoamericano de medicina social, Julio de 1987. Ha

tenido participación en el movimiento social político como Miembro del Comité

operativo de Plataforma de Derechos Humanos: Coordinación Colombia –Europa-

USA. En representación del Nodo Antioquia. 2004-2006. Participación en la

asamblea y otros eventos de la Oficina de Derechos Humanos- Acción Colombia

OIDHACO Bruselas 2004-2005. Capacitación en resolución de conflictos y

reconciliación. Centros Glencree y Corremyla Irlanda.2005. Ponente en la IVº

Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales organizada por

CLACSO en el tema: Crisis del neoliberalismo.2006. Constituyente de la Asamblea

Constituyente de Antioquia. Presentación de tres ponencias en los siguientes

temas: Salud, Presupuesto participativo y Acuerdos humanitarios. Participación en

tres talleres sobre mediación y dialogo político llevado a cobo por el profesor

Geoffrey Corry del Centro GLENCREE de Irlanda entre el 2003 y el 2007.

Participación como ponente en la Segunda Conferencia Internacional sobre

Derechos Humanos en Colombia Organizado por la Oficina Internacional sobre

DDHH –Acción Colombia OIDHACO y la Plataforma de DDHH Coordinación

Colombia Europa Estados Unidos, la cual se llevó a cabo en el mes de Abril de

2007