7 Días - Episodio III: Esperanzas de papel.

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Aníbal González 7D — EP3 7 DÍAS — Episodio III: Esperanzas de papel. Reíllo era una aldea bastante pequeña. Estaba en la ladera de una colina. Todo a su alrededor eran campos de cultivo y llanuras, como toda Castilla la Mancha. Cualquiera hubiera dicho que no era más que un pueblo de paletos y cabras, sin nada que ofrecer, pero en aquella situación, no le faltaba mucho para ganarse el título de paraíso. Era fácil de defender, y los campos aledaños proporcionaban comida suficiente siempre que fueran trabajados con regularidad. Allí se refugiaban más de sesenta personas, y el grupo de Dani fue recibido con los brazos abiertos gracias a las insistencias de Áxel. Uno de los dos doctores de Reíllo atendió a Dana con urgencia y la trasladó a la casa que usaban como hospital. Dani quiso acompañarla, pero no le dejaron al principio. En su lugar conocieron a varios adultos del pueblo y Áxel les tranquilizó mientras les enseñaba sus nuevos hogares y les explicaba cosas del lugar. Sorní aprovechó la primera oportunidad que tuvo para unirse al grupo de voluntarios que salía a buscar supervivientes y suministros, con la esperanza de encontrar a Ana. David le acompañaba en la mayoría de los viajes, que realizaban cada tres días, mientras Cashel prefería conocer más a fondo la gente de Reíllo. Dani, por su parte, se refugiaba en su habitación y prácticamente no hablaba. En muchas comidas se iba antes de terminar y dejaba a David, Sorní y Cashel a solas. Cuando podía visitaba a Dana, que permanecía en la cama con una buena parte de la cabeza vendada y un gotero. El doctor insistía en que no estaba seguro de que fuera a sobrevivir y que lo único que podían hacer era esperar. Dieciocho días después de su llegada, Dani se encontraba de nuevo en la ventana de su habitación. Su pelo ya era tan rubio como siempre, a pesar de que todavía no llevaba tantos lavados como indicaba la caja del tinte. La barba le había crecido más que nunca, más de lo que él creía que podía crecer, y no encontraba las ganas ni el tiempo necesario para afeitarse. Compartía una casa con los otros tres, que con suerte contaban con habitaciones individuales propias. Enero trajo de vuelta el frío de noviembre, y pronto nevó otra vez. La nieve no cubrió tanto como en diciembre, pero igualmente el pueblo se había convertido en una fría y blanca alfombra. Eran las tres de la tarde y tenían que vestir chaquetones, dos pares de guantes y pantalones bien gruesos para no helarse. El chico mantenía la mirada hacia el horizonte. Los edificios no eran demasiado altos, y podían verse las llanuras que rodeaban la aldea, en aquel momento todas blancas. El cielo estaba cubierto de nubes igual de claras y por ningún lado asomaba un solo rayo de sol. Apoyado en el alféizar de la ventana, demasiado ocupado en pensar como para darse cuenta del viento que castigaba sus mejillas, ya enrojecidas por el frío. Pensaba en Dana. Pensaba en cómo había cambiado su opinión sobre ella desde que la conoció. Al principio, era otra chica cualquiera. Pero cuando estalló aquello, demostró tener valía. A pesar de estar tan asustada como el resto, se había mantenido firme y no había dudado en hacer lo que fuera necesario para sobrevivir. Se esforzó en aprender a usar las armas y se convirtió en una de las personas con las que contar para combatir a los muertos. La gente pensaba que llevaban algún lío amoroso entre ellos, y eso Dani lo sabía. Sin embargo, nunca había hablado del tema aunque estuvieran equivocados. Realmente nunca había pensado en ello, y prefería seguir sin hacerlo. Lo único que ocurría era que no quería perder a una aliada tan valiosa. Al igual que con Alicia. Dani frunció el ceño al recordarla y apretó la mandíbula. No pasaba más de una semana sin que pasara por su cabeza. Era sin duda la chica más prometedora que tenía el grupo al principio. No subestimaba al resto, pero ella fue la primera en coger un arma y abrirse camino entre las desgracias para intentar vivir. Pero la suerte le fue esquiva y la muerte le alcanzó. A veces pensaba que si siguiera viva podría contar con más apoyo, y el grupo podría mejorar en algún aspecto. Recordó el día que salieron de Utiel, cuando le ayudaba a caminar. —Tienes que ayudarles. —musitó, con una voz tan débil que Dani no estuvo seguro de haber escuchado correctamente. —¿A qué te refieres? —Tienes que ayudarles —repitió Alicia, alzando todo lo que podía la voz—. Son fuertes, sobrevivirán a esto —intentó explicarse, entre toses—, pero sólo si les ayudas. No sé por qué, 1

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Aníbal González 7D — EP3

7 DÍAS — Episodio III: Esperanzas de papel. !Reíllo era una aldea bastante pequeña. Estaba en la ladera de una colina. Todo a su alrededor

eran campos de cultivo y llanuras, como toda Castilla la Mancha. Cualquiera hubiera dicho que no era más que un pueblo de paletos y cabras, sin nada que ofrecer, pero en aquella situación, no le faltaba mucho para ganarse el título de paraíso. Era fácil de defender, y los campos aledaños proporcionaban comida suficiente siempre que fueran trabajados con regularidad. Allí se refugiaban más de sesenta personas, y el grupo de Dani fue recibido con los brazos abiertos gracias a las insistencias de Áxel. Uno de los dos doctores de Reíllo atendió a Dana con urgencia y la trasladó a la casa que usaban como hospital. Dani quiso acompañarla, pero no le dejaron al principio. En su lugar conocieron a varios adultos del pueblo y Áxel les tranquilizó mientras les enseñaba sus nuevos hogares y les explicaba cosas del lugar. Sorní aprovechó la primera oportunidad que tuvo para unirse al grupo de voluntarios que salía a buscar supervivientes y suministros, con la esperanza de encontrar a Ana. David le acompañaba en la mayoría de los viajes, que realizaban cada tres días, mientras Cashel prefería conocer más a fondo la gente de Reíllo. Dani, por su parte, se refugiaba en su habitación y prácticamente no hablaba. En muchas comidas se iba antes de terminar y dejaba a David, Sorní y Cashel a solas. Cuando podía visitaba a Dana, que permanecía en la cama con una buena parte de la cabeza vendada y un gotero. El doctor insistía en que no estaba seguro de que fuera a sobrevivir y que lo único que podían hacer era esperar.

Dieciocho días después de su llegada, Dani se encontraba de nuevo en la ventana de su habitación. Su pelo ya era tan rubio como siempre, a pesar de que todavía no llevaba tantos lavados como indicaba la caja del tinte. La barba le había crecido más que nunca, más de lo que él creía que podía crecer, y no encontraba las ganas ni el tiempo necesario para afeitarse. Compartía una casa con los otros tres, que con suerte contaban con habitaciones individuales propias. Enero trajo de vuelta el frío de noviembre, y pronto nevó otra vez. La nieve no cubrió tanto como en diciembre, pero igualmente el pueblo se había convertido en una fría y blanca alfombra. Eran las tres de la tarde y tenían que vestir chaquetones, dos pares de guantes y pantalones bien gruesos para no helarse. El chico mantenía la mirada hacia el horizonte. Los edificios no eran demasiado altos, y podían verse las llanuras que rodeaban la aldea, en aquel momento todas blancas. El cielo estaba cubierto de nubes igual de claras y por ningún lado asomaba un solo rayo de sol. Apoyado en el alféizar de la ventana, demasiado ocupado en pensar como para darse cuenta del viento que castigaba sus mejillas, ya enrojecidas por el frío. Pensaba en Dana.

Pensaba en cómo había cambiado su opinión sobre ella desde que la conoció. Al principio, era otra chica cualquiera. Pero cuando estalló aquello, demostró tener valía. A pesar de estar tan asustada como el resto, se había mantenido firme y no había dudado en hacer lo que fuera necesario para sobrevivir. Se esforzó en aprender a usar las armas y se convirtió en una de las personas con las que contar para combatir a los muertos. La gente pensaba que llevaban algún lío amoroso entre ellos, y eso Dani lo sabía. Sin embargo, nunca había hablado del tema aunque estuvieran equivocados. Realmente nunca había pensado en ello, y prefería seguir sin hacerlo. Lo único que ocurría era que no quería perder a una aliada tan valiosa. Al igual que con Alicia. Dani frunció el ceño al recordarla y apretó la mandíbula. No pasaba más de una semana sin que pasara por su cabeza. Era sin duda la chica más prometedora que tenía el grupo al principio. No subestimaba al resto, pero ella fue la primera en coger un arma y abrirse camino entre las desgracias para intentar vivir. Pero la suerte le fue esquiva y la muerte le alcanzó. A veces pensaba que si siguiera viva podría contar con más apoyo, y el grupo podría mejorar en algún aspecto.

Recordó el día que salieron de Utiel, cuando le ayudaba a caminar. —Tienes que ayudarles. —musitó, con una voz tan débil que Dani no estuvo seguro de haber

escuchado correctamente.—¿A qué te refieres?—Tienes que ayudarles —repitió Alicia, alzando todo lo que podía la voz—. Son fuertes,

sobrevivirán a esto —intentó explicarse, entre toses—, pero sólo si les ayudas. No sé por qué, �1

Aníbal González 7D — EP3pero se te ve natural en todo esto. Es como si te hubieras preparado para ello antes de que ocurriera…

—No intentes decir que me gusta estar rodeado de muertos. O que estoy cómodo.—No lo hago. Simplemente sé que no has perdido la cabeza, y eso es importante a partir de

ahora.—Ellos tampoco la han perdido.—Sabes a lo que me refiero. Date un poco de valor a ti mismo y deja de hacerte el débil de

una vez. —reprochó ella, con cara de enfado. Dani apartó la mirada y siguió caminando sin decir nada. No pensaba ver su típica expresión de enfado tras ser condenada a muerte, pero la vio. Y eso fue una de las pequeñas cosas que le convenció aún más de luchar por su vida y la de los suyos.!

A la intemperie, sin el resguardo de cuatro paredes y un techo, las noches frías como aquella eran peores que vivir diez años sin comer. Daba la una de la madrugada y Miguel volvía a hacer el primer turno de guardia. Mientras tanto, Ana mantenía la mirada fija en los resquicios de la hoguera. Estaba cubierta hasta los ojos por la misma manta que usaba para dormir, y no pensaba en nada. El resto dormía en sus tiendas. Habían pasado aquellas dos semanas y media avanzando poco a poco hacia Cuenca, deteniéndose en cualquier lugar que consideraran un posible refugio de Sorní y los demás. Ana, al igual que su novio, no se rendía y exigía buscarle cada día. La cuarta vez que pararon para registrar una caseta que había cerca de la carretera, Miguel insistió en que desistieran y ella dio un ultimátum. Dijo que ellos podían hacer lo que quisieran, pero que ella buscaría a Sorní con o sin ayuda. Y ahora se encontraban de nuevo en medio de la nada, helados de frío y con las esperanzas mermadas. Miguel admiraba cómo la chica se mantenía serena a pesar de haber pasado tanto tiempo desde la separación. La miraba pensar cada noche, durante mucho rato después de cenar. Prácticamente hacía con él el primer turno. Suspiró, miró al frente y pensó en la posibilidad de volver a encontrarse con Dani y el resto. No tenía claro que fuera algo absolutamente bueno, dado que Paula odiaba al susodicho porque consideraba su culpa la muerte de Luis, y sabía que muchos otros también le culparían por haberse separado. Además, a veces Miguel pensaba que Dani ya no era el mismo. Había cambiado desde lo de Utiel. Al principio era también un chico asustado que sólo quería ayudar, pero poco después de huir del pueblo se hizo bastante más duro. A pesar de seguir siendo cuatro líderes, era él quien imponía sus decisiones y hacía lo posible por convencer a los otros tres de que era lo mejor. Y si no se hacía lo que él quería, se ponía tan serio que no volvía a sonreír hasta el día siguiente. Hacía buenas decisiones, pero empezaba a ser demasiado autoritario. Daba órdenes, gritaba a quien le ponía demasiadas pegas, e incluso en una ocasión amenazó con marcharse del grupo. En cosas así, la gente suele decir que sólo son cambios superficiales y que en realidad la persona seguía siendo la misma, pero Miguel no estaba tan seguro respecto a Dani. Sabía que su cambio era justificado, pero empezaba a pensar que no era nada positivo. Y, aparte de todo esto, ellos se las habían arreglado desde que le dejó al mando. No habían tenido problemas con los infectados y conseguía que todos se compenetraran entre ellos. Él era el líder de esa parte del grupo, y era un buen líder. Escuchaba a los demás y tenía muy en cuenta sus opiniones. Por ahora no había decidido nada a disgusto de alguno de ellos, y Dani no podía decir lo mismo. No quiso pensar en qué pasaría cuando saliera el tema del liderazgo una vez se reunieran.!

El grupo de voluntarios de Reíllo era siempre recibido por los cuatro guardias que vigilaban la parte este del pueblo. Abrían las vallas con rapidez antes de que los muertos se acercaran demasiado y las cerraban en cuanto el todoterreno verde entraba en zona segura. El vehículo paró y se abrieron sus puertas. La gente preguntó con pocas palabras y volvió a sus quehaceres ante la negativa del conductor. Sorní y David también iban en el coche, pero nadie les habló. Seguían siendo los nuevos en aquel lugar. También en ellos se notaba el paso del tiempo. A pesar de que Sorní trataba de cortarse el pelo cuando tenía oportunidad, lo llevaba ya tan largo que no podía hacerse una cresta por mucho que lo intentara. David, por otra parte, llevaba el cabello igual de corto que antes -pues él no se esmeraba tanto en peinarse y no se preocupaba por cortar más o menos pelo-, pero se había dejado crecer la barba. No era como la de Dani; la suya

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Aníbal González 7D — EP3era bien cerrada y bien frondosa, tanto que le hacía parecer un hombre y no un joven de diecisiete años.

Justo cuando el primero iba a farfullar algo, les alcanzó Samuel Nava. Era un chico de casi treinta años, con el pelo algo largo, rubio y rizado. Era parte de los voluntarios, y uno de los más activos del pueblo. Ayudaba en todo lo que podía y era amable con los recién llegados. En cuanto lo conocieron, le vieron un cierto parecido con Dani en cuanto a aspecto físico, con unos años de más. Le llamaban Sam.

—¿Estáis bien? —preguntó.—Sí, tranquilo. —contestó Sorní.—De acuerdo. Tú no desistas, seguiremos buscando —le dio una palmada en el hombro antes

de acelerar el paso a la par que seguía hablando—. Y tú, David, ven a verme mañana, Elena tiene una sorpresa para tu… —se señaló el ojo izquierdo con una sonrisa. David soltó una risa seca y asintió con la cabeza.

Dicho esto, Sam se dio la vuelta y desapareció por una de las calles.—¿Seguro que estás bien? —le preguntó David a su amigo una vez solos.—No te preocupes, de verdad. Estoy un poco agotado, eso es todo. En cuanto descanse

estaré como nuevo. —contestó él.—Vale. Voy a hablar con Cashel, te veo luego. —zanjó el tuerto, alejándose también de él.Sorní, por su parte, volvió cabizbajo a la casa. Lo primero que hizo al entrar fue mirar al piso

de arriba, a la puerta de la habitación de Dani. Como era de esperar, seguía cerrada, y él estaría dentro. Resopló y entró en su cuarto para tumbarse un rato en la cama. Lo cierto es que había mentido a Nava y David. No estaba bien. Cada vez que volvían de la redada sin encontrar a Ana, una parte de él se desprendía. Quería confiar, y mantenía sus esperanzas, pero era inevitable pensar en la otra posibilidad. En la posibilidad de no volver a verla. Y era una posibilidad que no soportaba. Estaba convencido de que, si por alguna razón se enterara de que ella había muerto, no podría seguir luchando. Nunca había sentido algo así por una chica. Empezó siendo una novia como cualquier otra, pero poco a poco se convirtió en alguien tan especial para él que había comprobado el horror que le suponía estar sin ella. Sólo quería recuperarla, y a partir de ahí improvisarían. Le daba igual lo que viniera con tal de afrontarlo juntos. Y cada vez que pensaba en ello, tenía que odiar a Dani. Odiarle por convencerle de acompañarles a Minglanilla. Si se hubiera mantenido inflexible, ahora mismo estaría con su chica. Pero, cómo no, Dani siempre tenía que llevar la razón. Sus opciones eran siempre las mejores, y si surgía otro camino, se ocupaba de hacerlo parecer peligroso. Dio un puñetazo a la pared de la rabia que le daba ver en qué se había convertido su amigo.!

—No ha habido suerte. —dijo David. Estaba con Cashel, a mediodía, en la plaza del ayuntamiento. Él seguía imberbe pero empezaba a dejarse el pelo largo.

—Qué putada. No quiero sonar pesimista, pero, ¿crees que realmente los encontraréis?—Si te soy sincero, no lo creo. Es decir, ¿cuántas posibilidades hay? Puede que sigan vivos,

puede que no. puede que sigan por la zona, o puede que dieran media vuelta hacia Valencia. Pero en cualquier caso, Cashel, no lo voy a dejar pasar. No sólo por Sorní; no tengo otra cosa que hacer, y quiero ayudar. Habrá que seguir esforzándose y ver en qué termina todo esto.

—Tienes toda la razón. Es sólo que a veces pienso… tenemos refugio, comida y compañía, pero no podemos disfrutar nada de ello. Ha sido la primera nochevieja que no he celebrado en toda mi vida, y no me quiero imaginar cómo fue para Sorní. No sé si los encontraréis, pero al menos espero que sigan vivos.

—Migue es buen líder. Incluso Dani lo sabía, por eso le dejó al mando. Puede que consiguiera mantenerlos con vida…

—Esperemos que así sea, David. Además, no podemos hacer como que todo serían risas y sonrisas si nos reuniéramos.

David quedó mirando al frente, pensativo, y supo a qué se refería. A todo lo que tendrían que enfrentarse si se diera el caso.!

—¿Seguimos la carretera? —preguntó Tomás. No se acostumbraban a verle con bigote y perilla, pero él no parecía preocuparse por su aspecto.

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Aníbal González 7D — EP3Eran las nueve y media de la mañana, y se encontraban cerca del asfalto.—Ya lo sabes, Tom. Seguimos la carretera hasta encontrar algo que pueda servir como

refugio. —contestó Miguel, terminando de ajustarse la mochila. —Luego le decíais a Dani. —resopló el otro, poniéndose la gorra. —A Dani no se le había perdido nada fuera de la carretera —contestó Ana al instante, al llegar

junto a ellos. Les costaba creer que ella también hablara en contra de Dani—. Yo he perdido a mi novio. No creo que sea necesario repetírtelo cada puto día. —le lanzó una mirada de saco antes de seguir caminando, y comprendieron que era porque estaba histérica desde que perdió a Sorní. No sólo hablaba contra Dani, sino también contra Tomás, contra Cashel, hasta contra ella misma.

—Y nosotros hemos perdido a nuestros amigos —añadió Miguel, para apoyarla, antes de que Tomás volviera a quejarse.

Dicho esto, el moreno resopló y siguió les siguió. Nico, Lucía, Inés, Paula y Ana estaban ya caminando por la carretera, el primero con un mapa en la mano.

—¿A cuánto estamos? —le preguntó Miguel desde atrás.—Todavía demasiado lejos. —suspiró el chico, doblando el mapa y guardándolo de nuevo en

la chaqueta. —No hay prisa. Tenemos todo el tiempo del mundo. —farfulló Ana, al frente de todos, sin

siquiera mirarles.—Ana, estamos haciendo todo lo que podemos. Cálmate. —intentó Miguel, pero sólo recibió

un bufido como respuesta. Siguieron caminando a paso lento, escudriñando su alrededor con la mirada. No se

encontraban con muchos huecos, y se habían dado cuenta de que el invierno les helaba y eran tan lentos como tortugas. No ignoraban el peligro que todavía suponían, pero se habían permitido el lujo de relajarse un poco. A pesar de haber pasado tantos días de lo ocurrido en Minglanilla, no habían avanzado demasiado por la cantidad de casetas que había en Castilla. Cada tres horas, a lo sumo, encontraban una nave industrial, una cabaña o una granja. Y paraban en todas ellas. Así que Miguel no se sorprendió cuando, dadas las doce del mediodía, vieron en la lejanía una de esas casetas. Como siempre, Ana empuñó la barra de metal que usaba como arma y aligeró el paso hacia ella sin decir nada al grupo. Miguel le dio un toque a Tomás, susurró algo a Inés antes de darle un beso en la frente y pidió a Nico que le siguiera con un gesto. Alcanzaron a Ana antes de que se acercara demasiado y le adelantaron. Habían discutido muchas veces sobre el procedimiento que debían seguir, pero Ana hacía caso omiso siempre que podía. Miguel se acercó a la puerta de la caseta mientras Nico apuntaba hacia ella con el rifle. La abrió lentamente con el puño americano alzado, pero nada saltó sobre él. Al ver que no había peligro, Ana corrió al interior y Nicolás dio la señal de que era seguro al resto del grupo. Miguel la dejó entrar antes de hacerlo él mismo. Por enésima vez, la chica tuvo que apretar los puños para reprimir la rabia de no encontrar a Sorní. Nico intentó consolar a su cuñada, pero justo cuando le iba a abrazar se abrió la puerta del armario que había cerca de ellos. Dos muertos se tiraron sobre ellos, les separaron y Ana perdió el equilibrio. Nico gritó y se deshizo del que intentaba morderle. Migue, que estaba cerca, los miró contrariado y corrió a coger un bate de béisbol que había en dicho armario. Mientras la chica, en el suelo, seguía forcejeando para que la mandíbula del infectado no le alcanzara, se acercó a ellos y alzó el bate para después arremeter contra el bicho con todas sus fuerzas, haciéndole rodar por el suelo hasta ser empotrado en la pared. Miguel le remató al mismo tiempo que Nico clavaba su cuchillo en la frente del otro muerto.

—¡Joder! —gritó Ana, llena de rabia y frustración, a la par que daba un golpe al suelo. El resto observó con preocupación cómo se levantaba y salía de la caseta sin decir nada más.

Tras unos segundos de silencio, Lucía se atrevió a tomar la palabra.—¿Puedo comer algo? —Miguel le miró con el ceño fruncido— Es que no he desayunado

nada.—¿Qué? ¿Por qué?—No tenía hambre.El chico soltó una risa irónica y le tendió su mochila.—Coge un paquete de galletas y cómete medio. La otra mitad es de Inés —ella sonrió, se lo

agradeció y sacó la comida para empezar a comer—. Podéis descansar —le dijo a los otros—, estaremos aquí un rato hasta que se calme.

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Aníbal González 7D — EP3!Cashel ayudaba a transportar cajas con comida de un camión recién llegado al ayuntamiento

de Reíllo cuando vio a David salir de la casa. Se despegó del resto de gente y fue con él.—¿Siguen dentro ellos dos? —le preguntó.—Sorní está durmiendo todavía, dice que no irá con los voluntarios hasta dentro de cinco días.

Y Dani no está.—Habrá ido a ver a Dana.—¿Se sabe algo de ella?—Está viva, pero creo que solo ha despertado un par de veces, y sin decir nada siquiera. No

hablo casi con Dani.—Ninguno lo hacemos… está aún más raro que antes.—Dani siempre ha sido raro. Por suerte ahora nos han dado un respiro y no tenemos que

preocuparnos por el tema del liderazgo.—¿Y si volvemos a encontrarnos con Migue y los demás?Cashel inspiró hondo, pensando una respuesta.—Si eso ocurriera, tendríamos que hablar de ello con él. Y de lo de Gabri.—Cuando llegamos aquí pensé que encontraríamos al resto en un par de días y todo volvería a

ser como antes, pero parece ser que nunca va a pasar tal cosa.—Me temo que no. Terminada la conversación, se despidieron con un gesto y cada uno continuó con su camino.

David se ajustó el pañuelo de la cabeza y y fue a casa de Sam Nava. Él y su novia, Elena Salas, compartían el edificio con dos mellizos. Cuando llamó, abrió la chica. No era muy alta y tenía el pelo rubio, estaba siempre sonriente.

—¡David! Sam me dijo que vendrías. Pasa, quiero enseñarte algo.—Sí, me dijo que teníais algo para… ya sabes. —murmuró David, señalándose el pañuelo.—Créeme, te va a gustar. —sonrió Sam, desde la escalera, al verlos pasar. Elena le llevó hasta el salón de la casa y se puso a rebuscar en un viejo baúl. Segundos

después, sacó un parche negro y se lo mostró a David. El chico no pudo evitar reírse de la emoción. Odiaba aquel pañuelo, pues se le hacía incómodo tener que ajustarlo cada poco tiempo, y todos los días tenía que ponerse debajo una pequeña venda para que no rozara. Ahora, con aquello, todo sería mucho mejor. Lo cogió y lo miró atentamente. Era de cuero, pero se ajustaría perfectamente y no tocaría la herida. Todavía con una sonrisa, dio las gracias.

—Venga, pruébatelo. —propuso Elena.El chico accedió y deshizo el aparatoso nudo del pañuelo. Después hizo ademán de quitar el

esparadrapo, pero se detuvo.—No creo que queráis verlo. —dijo.—He visto cosas peores —contestó Sam—. No te cortes, en serio.David suspiró y tiró de la tela. La herida quedó al descubierto, y Elena tuvo que esforzarse por

no mostrar su asombro. Donde debía haber un ojo, sólo había una masa indefinida de carne enrojecida. Los párpados seguían ahí, y una cicatriz vertical los recorría desde la ceja hasta la parte inferior del ojo.

—¿Da mucho asco? —preguntó irónicamente David, ya sin sonrisa. Ni Sam ni Elena contestaron. Tampoco era una respuesta lo que buscaba el tuerto.

Con otro suspiro, estiró del parche y se lo puso. Tras ajustarlo y palparlo varias veces para comprobar que todo iba bien, recuperó la alegría. Sam se dio cuenta, y también sonrió.

—Te falta el loro. —rió, dándole una palmada en el hombro. —¿Lo tomo como un cumplido?—Te queda genial, David. Y creo que te irá mucho mejor así. —Gracias, chicos. De verdad.!Cashel puso cara de asombro al verle llegar a la plaza del ayuntamiento con el parche.

Contento, le preguntó por ello y David se lo contó. —¿Habéis terminado? —preguntó después, mirando hacia el interior del edificio.—Sí, han tenido suerte con ese centro comercial. Hay comida de sobra para meses. Vincent

dice que podemos relajarnos hasta que llegue la primavera. �5

Aníbal González 7D — EP3—Todavía estamos a principios de enero. Olvídate del buen tiempo. Además, conoces a Sorní.

Si los voluntarios no le llevan, irá él a buscar a Ana.—Lo sé, y tranquilo. Seguimos con él, no dejaremos que vaya solo.!—Daniel, te dije que vinieras a verla como mucho una vez a la semana. —el doctor Laboy era

bastante estirado y recto, siempre vestido con la bata de médico o, en su defecto, un polo gris. —¿Alguna mejoría? —preguntó el chico, ignorándole. Estaban frente a la cortina que cubría la

camilla de Dana. Laboy puso cara de enfado.—Viniste a verla hace tres días. Necesitamos espacio con los pacientes.—¿Me quieres contestar a la pregunta?—Vete. Sólo los familiares pueden hacer visitas diarias.—¿Familiares? ¿Te crees que a esa chica le quedan familiares?—Daniel, son las normas de Vincent. Si el dice no, yo digo no.Dani iba a replicar de nuevo, pero entonces llegó el doctor Jaramillo a la sala.—¿Qué ocurre? —preguntó al oír la discusión. Era todo lo contrario que Laboy; amable,

condescendiente y flexible.—Laboy me quiere echar porque ya vine hace tres días. —¿Y eso?—Conoces las reglas, Andrés. —¿Pero estabas haciendo algo? —inquirió Jaramillo, de manera inocente.—No.—¿Entonces? ¿Qué problema hay si no interrumpe nada?—No empieces otra vez. Sabes perfectamente que…—¿Hace falta que discutamos aquí? Ambos callaron y Dani enarcó una ceja. Después, el doctor Jaramillo le indicó con un gesto

que podía pasar a la par que tiraba de Laboy para llevárselo a otra habitación para seguir hablando. Dani se lo agradeció con un gesto y apartó la cortina cuando se hubieron marchado. Dana seguía dormida, con media cabeza vendada y ya sin gotero. Había despertado dos veces en aquellas dos semanas y media, pero Dani nunca llegó a tiempo. Dejó su abrigo blanco en la silla que había al lado de la cama y se apoyó en la mesita de noche. Cada vez que miraba el vendaje se sentía incómodo, imaginando la herida que había debajo. Sólo había hablado tres veces de ella con Sorní, Cashel y David, y las tres veces habían acabado casi discutiendo. Ellos seguían resentidos por la decisión de Dani de dejar a Gabriel en Minglanilla. Y a decir verdad, ni siquiera él se sentía orgulloso de ello. Pero fue algo que pasó en el momento, guiado por la rabia de ver el intento de homicidio. Entonces no soportó la idea de que Gabriel no pagara de alguna forma. Ahora se preguntaba si el chico seguía vivo o había muerto en aquella casa. Oyó algo y volvió a la realidad. Le había parecido un gruñido, y miró a Dana, pero no se movía. Sin embargo, no apartó la mirada. Segundos después, volvió a escuchar el mismo sonido y comprobó que provenía de ella. No supo qué hacer, pero antes de que reaccionara la chica empezó a abrir los ojos. Primero lentamente, luego de un plumazo. Al ver a Dani frente a ella, los abrió aún más de la sorpresa.

—Dani…—Hola. —sonrió él, alejándose para dejarle espacio. Dana hizo un esfuerzo para incorporarse

en la cama.—¿Qué…? Dios, mi cabeza.—¿Estás bien? —¿A ti qué te parece? —Dani no dijo nada al ver la dura expresión de la chica, que se palpaba

el vendaje cuidadosamente— ¿Cuánto llevo en cama? —Veinte días, contando hoy. —¿Qué? ¿Pero seguimos en Minglanilla? ¿Qué ha pasado?Dani abrió los ojos como platos ante la pregunta. Buscaba una respuesta que darle, pero

Jaramillo apareció segundos después.—He oído que hablabais —dijo al entrar— Has despertado, ¿cómo te encuentras?—Mal. ¿Quién…?

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Aníbal González 7D — EP3—Las otras veces no era consciente de nada. Despertaba durante unos minutos y volvía a

dormirse —le dijo el doctor a Dani, ante su mirada de desconcierto. Dana enarcó una ceja—. Tomaos unos minutos, luego vendré a hacer unas pruebas. —añadió, antes de salir de la gran sala. Dana iba a preguntar algo, pero Dani le habló antes.

—¿No te acuerdas de nada?—¿De qué me tendría que acordar? No entiendo nada.—De lo que… te pasó. ¿Qué es lo último que recuerdas?—Pues estábamos en Minglanilla —comenzó ella, haciendo un visible esfuerzo por recordar—,

en esa casa tan grande. Los muertos entraron, Gabri y yo bajamos a por las mochilas… La cerradura cedió antes de que pudiera asegurarla y subimos corriendo arriba, con vosotros. Conseguisteis abrirnos camino y subimos al ático. Entramos y… y… —puso cara de asombro al no conseguir recordar nada más. Dani tampoco borró su expresión— ¿Qué…? ¿Qué pasó entonces?

—Dana, Gabri te… —empezó Dani, pero Laboy entró justo entonces.—¡Bueno! —espetó, para interrumpir a propósito— Ahora sí será mejor que te marches,

Daniel. Necesitamos trabajar.Dani le miró todavía desconcertado.—Dani, espera. —le llamó Dana, pero el doctor se interpuso entre ellos para llamar su

atención.—Muy bien, Dana. Necesito que contestes a unas preguntas.Jaramillo esperaba a Dani en la puerta, con los brazos cruzados.—¿Cómo ha ido? —le preguntó en voz baja.—No recuerda nada. Y no sé, se me ha hecho raro hablar con ella. No parece alterada ni

preocupada.—¿Le has contado lo que pasó?—No.—Entonces es normal que no esté muy alterada. Pensará que se desmayó o que tuvo una

pesadilla. Le haremos unas cuantas pruebas para asegurarnos de que no ha sufrido daños más graves en zonas delicadas y para comprobar que todo va bien, pero respecto a contárselo… creo que sería mejor si se lo contaras tú, o algún amigo.

—Vale, vale. Yo se lo contaré. —Sería de gran ayuda. Ven mañana a ver cómo va, si quieres. Pero te aviso ya de que

seguramente tenga que pasar más tiempo en cama, aunque todo vaya correctamente. La herida está casi curada, pero el reposo siempre es necesario tras un shock de tal calibre.

—De acuerdo. Gracias, doc. —A mandar. —se despidió con la mano e inspiró hondo antes de ir a atender a Dana. !Cashel, David y Sorní estaban merendando un bizcocho que había hecho la vecina cuando

Dani regresó. Oyeron el portazo, y cuando entró al salón le saludaron. Él hizo ademán de devolver el saludo, pero no dijo nada. En su lugar, quedó pensativo mirando la chimenea. Justo cuando los otros iban a resoplar y darse por vencidos, abrió la boca.

—Dana ha despertado.!—Ya van veintiún días. —farfullaba Tomás. Iba con Lucía, en la retaguardia del grupo. —Ana lleva la cuenta. Han pasado noventa y siete días desde lo de Utiel. —murmuró ella.

Tomás puso cara de ofendido al ver que le ignoraba.—Quiero decir veintiún días buscando a Sorní y los demás. —¿Qué pretendes decir? —le lanzó una mirad asesina con la pregunta, pero él no se achantó. —Que ya estoy cansado. ¿No podemos ir directamente a Cuenca?—Es normal que no le entiendas, no tienes novia. —masculló Lucía, casi riéndose. Tomás se

sorprendió al encontrarse pensando en Dana.—Tú tampoco tienes novio. —replicó. —Tomás, te da lo mismo estar aquí que estar en Cuenca. No tienes que hacer esfuerzo

alguno.—¡Y tú tampoco! ¡Lo hacen todo Migue, Ana y Nico! —casi gritó él.

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Aníbal González 7D — EP3—Y si encima lo dices tan contento, es normal que tengamos ganas de usarte como cebo

para los muertos. —escupió este último, que le escuchó al ir delante de ellos.—¿Ya estás otra vez? —inquirió Miguel, al frente de todos, al ver el revuelo.—Pues hombre, ya no siento ni los dedos de los pies y… —comenzó el moreno, pero Ana

caminó hacia él hasta casi darse de bruces.—Me tienes harta, ¿me oyes? —alzó la voz— Llevamos tres semanas caminando, y cada

maldito día te oigo decir que estas cansado de buscar. ¿Que tú estás cansado? ¿Qué coño haces para cansarte? Si lo único que haces es seguirnos como un puto perro, y ni siquiera sabes coger una pistola.

—Eh, relájate. —alzó la voz Tomás, entre burlón y cabreado.—¡Sorní está por ahí! ¡Nuestros amigos están por ahí! ¡¿Es que eso no te hace sentir nada?!

¡¿Eres de hielo, o algo?!—No, lo único que pasa es que no preocupo por mariconadas sentimentales.Ana se armó de rabia y valor en el momento escuchó esas palabras y le propinó una bofetada

que lanzó sus gafas por los aires.—¡Me importa una mierda que tengas frío! ¡Me importa una mierda que estés cansado, tú me

importas una mierda, y si fuera por mí no estarías con nosotros! ¿No te gusta lo que hacemos? ¡Pues coge tu puta gorrita, da media vuelta y no vuelvas a dirigirnos la mirada! Nadie te obliga a quedarte para quejarte de algo que tú no has de soportar.

Tampoco le dio la satisfacción de dar media vuelta, sino que le aguantó la mirada. Tomás no respondió a la bofetada, en primer lugar porque era una chica y en segundo porque estaba demasiado sorprendido. Los demás también quedaron asombrados ante la actitud de Ana, pero no dijeron ni hicieron nada. Aguantaron el incómodo silencio hasta que Miguel carraspeó.

—Sigamos. Hoy tampoco nieva, con suerte en un par de días se deshará la nieve y nos será más fácil ir campo a través. Continuemos, y a mediodía nos tomamos un descanso.

Dicho esto, Ana volvió a colgarse la mochila al hombro, sin dejar de mirar a Tomás, y retomó la marcha. El chico se frotó la mejilla izquierda, ahora roja como un tomate, y fue a recoger sus gafas. Cuando lo hizo y se las puso, se detuvo para escuchar atentamente el ruido de un vehículo. Se giró y comprobó que el resto también lo oía. Poco después observaron, todos al mismo tiempo, que por la carretera se les acercaba un todoterreno verde.!

Sorní, Cashel y David se tomaron la noticia mejor de lo que Dani esperaba. Preguntaron por Dana, si estaba bien y si podría salir de la cama dentro de poco. A todo contestó que no estaba seguro, pero siempre con más alegría y amabilidad que en los días pasados. Pasaron la mañana hablando con los vecinos y arreglando la casa, y por la tarde Dani decidió que iría a visitarla. Los otros tres fueron a ayudar en las vallas que cercaban el pueblo, para deshacerse de los muertos que se acercaban demasiado, que por suerte no eran muchos. De camino a la casa que usaban de hospital, se encontró con Teresa, la madre de Áxel. Le saludó sonriente.

—¿Vas a visitar a esa chica? —inquirió después.—Sí, despertó ayer. A ver cómo va. ¿Y Áxel?—Salió ayer con los voluntarios.—Oh. No te preocupes, seguro que está bien. —la mujer rió un poco al escuchar aquello.—Tranquilo, no estoy preocupada. Áxel sabe defenderse, y va con Sam Nava. Colaboran bien

esos dos. —Me alegro. Terminada la conversación, se despidieron y Dani entró en el edificio. No vio a ninguno de los

doctores en el recibidor, así que pasó directamente a la gran sala y fue a la camilla de Dana. Retiró la cortina y la vio incorporada, tomando un vaso de leche. Al verlo le saludó levemente con la cabeza. Dani respondió al saludo y se sentó en la silla de al lado.

—¿Vas mejor? —preguntó. La chica terminó de beber y carraspeó antes de hablar.—Todavía me siento mareada y débil, pero bueno. Sigo sin saber por qué estoy aquí, ni por

qué tengo media cabeza vendada. Dani no supo qué contestar. No esperaba que fuera tan directa.—¿Los doctores no…?

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Aníbal González 7D — EP3—Jaramillo me ha dicho que me lo dirías tú. —dejó el vaso en la mesilla y le miró con una ceja

enarcada. Dani suspiró y se frotó los ojos. —A ver. ¿Recuerdas que subimos todos al ático de aquella casa? ¿Y que conseguimos

encerrarnos antes de que entraran? —inspiró hondo antes de contestar, y decidió no andarse con rodeos— Gabri te disparó en la cabeza justo cuando bloqueamos la puerta.

Dana abrió los ojos como platos, presa del agobio. !Sorní, Cashel y David habían acudido a la entrada del pueblo, pues en poco tiempo

regresarían los voluntarios. —No pierdas la esperanza. —le dijo el tuerto al moreno.—Con ellos nunca la he tenido. Siempre van hacia adelante, nunca hacia atrás. Así es

imposible que la encuentren. —Tú tranquilo. Cuando salgas tú volveréis hacia atrás.—Ya lo creo que lo haremos. Miraron expectantes cómo se acercaba por la carretera un coche deportivo de color rojo.

Llevaba cuatro pasajeros, entre ellos Áxel. Al ver que el todoterreno no aparecía, Sorní descruzó los brazos y dio media vuelta con un resoplido. Antes de que pudieran detenerle, los voluntarios entraron al pueblo y se formó un gran revuelo. David y Cashel suspiraron y fueron también a recibirles. Saludaron en primer lugar a Áxel, mientras la gente hablaba con los demás.

—¿Cómo ha ido? —preguntó Cashel.—Bien, bien —contestó el chico, con una sonrisa—. Bastante mejor de lo esperado.—¿Y eso? ¿Habéis encontrado suministros? —Mejor que eso. Veréis, ayer hablé con Sam y Alonso. Hemos decidido tomar el camino hacia

Minglanilla… —hizo una pausa al oír que por la carretera se acercaba ahora el todoterreno verde— y nos hemos llevado una grata sorpresa.

—Déjate de misterios —rió David, aunque se imaginaba lo que quería decir, sólo que no quería hacerse ilusiones—. ¿Qué ha pasado?

—Nos hemos encontrado a varios supervivientes —respondió Áxel, acentuando su sonrisa—. Creo que os caerán bien. —añadió.

Cashel y David se miraron sin entender nada, y Áxel les indicó con un gesto que se acercaran al todoterreno. Y conforme apartaban a los curiosos de su camino, pudieron ver con claridad cómo de él bajaba Miguel, seguido del resto del grupo. Sonrieron de la emoción antes de correr a reencontrarse con ellos. !

Dani todavía no había vuelto de la casa hospital cuando Sorní entró en la casa. No supo hasta qué punto le sentaba bien que perdiera el tiempo con Dana, pues todavía estaba resentido por lo que pasó con Gabriel. Ni siquiera sabía qué pensar de Dani desde entonces. Dejó su abrigo en una de las sillas del salón y se sentó frente a la televisión que tenían de adorno. Le parecía extraño que, tal como estaba el mundo en ese momento, su mayor problema no fueran los muertos, sino la soledad. Tenía a sus mejores amigos, pero no suplían ni de lejos la falta de Ana. Vivía por y para encontrarla desde que llegaron a Reíllo, y sólo plantearse la idea de no volver a verla…

—¡¿Toni?! —oyó a sus espaldas. Era una voz femenina que conocía perfectamente, la voz que había oído varias veces en sueños.

Se levantó con brusquedad, y el corazón le dio un vuelco al ver a Ana, medio despeinada y con los ojos cansados y llorosos a partes iguales, en la puerta de la casa. Tras ella estaban también Cashel, Miguel y todos los demás, incluido Áxel, pero ni siquiera los vio. En aquel momento sólo veía a Ana. Todavía sin dar crédito, ambos corrieron a abrazarse y Ana se dejó caer en cuanto estuvo en sus brazos para romper a llorar de la emoción. Sorní notó que se le humedecían los ojos, pero él no lloró. Simplemente la abrazó con todas sus fuerzas, y sin decir nada sonrió como un niño. El resto esperó en silencio durante escasos minutos, hasta que al fin se separaron con un largo beso. Todavía sin dejar de abrazarse, se incorporaron y Sorní miró a Miguel.

—Me alegro de que estéis bien. —murmuró, con la voz temblorosa. —Lo mismo decimos nosotros. —sonrió el otro.

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Aníbal González 7D — EP3—Sabía que os encontraríamos —Ana todavía estaba llorando, y la sonrisa le temblaba en la

boca—. ¿Habéis estado bien?—Bastante bien. Salvo aquí el amigo —bromeó Cashel, señalando con la cabeza a Sorní—,

que no paraba de pensar en ti. Ana soltó una risilla y se secó las lágrimas antes de volver a hablar, mirándoles. —¿No iba Dani con vosotros? ¿Y Dana, y Gabri? ¿Dónde… dónde están? Cashel se quedó de piedra ante la pregunta y miró a David. —Oh, habrán ido a dar una vuelta. No te preocupes por ellos —mintió el tuerto, con una falsa

sonrisa. Sorní puso expresión de alivio al oírle. Sabía que Ana se preocuparía más de la cuenta si escuchara lo que le había pasado a Dana—. Vosotros subid al cuarto de Sorní, tendréis mucho de que hablar.

—Sí, claro. —accedió Ana, abrazando más fuerte a su novio. Este le susurró algo y ambos subieron por las escaleras, saludando él primero con un abrazo y pocas palabras a Nico.

Una vez oyeron la puerta cerrarse, David dejó escapar un suspiro y borró la alegría de su cara. Miguel lo notó, y puso cara de desconcierto.

—¿Qué? —preguntó. David se apoyó en el respaldo del sofá, junto a Cashel, y le pidió con la mirada que contestara él.

—Hay… —inspiró hondo— algo que tenemos que contaros. Sobre Dana… y Gabri.—¿Están enfermos? —preguntó Lucía.—¿Se han liado? —inquirió Tomás, que recibió un codazo de Nico al instante.—Contadnos. —pidió este. —Sentaos, y ante todo dejadnos hablar. No es ninguna tontería. —ofreció David. —¿Queréis que me quede o avise a Dani, o…? —preguntó Áxel. Cashel pensó la respuesta.—Nos vendría bien que te aseguraras de que se queda un rato en el hospital.—Eso está hecho. Tomaos vuestro tiempo.—Gracias, Áxel.Dicho esto, el chico asintió con la cabeza y salió de la casa para buscar a Dani. Cashel

carraspeó varias veces y se puso frente al resto del grupo, dispuesto a contarlo todo y afrontar las reacciones.!

Tal como Áxel imaginaba, Dani estaba en el hospital, con Dana. La chica estaba pálida y con los ojos todavía muy abiertos, por lo que supuso que ya le había contado lo que le pasó. Le llamó desde el marco de la puerta y Dani se sobresaltó, pero después le hizo un gesto indicando que se acercara. Una vez a su lado, Áxel no supo bien qué decir.

—¿Cómo estáis? —no sabía bien si debía dirigirse a la chica o a su amigo, que le miraba con la misma incertidumbre que él.

—Estamos bien. —pero la voz de Dana sonó decidida. Impasible y sin emoción, aunque decidida, para hacerles saber que seguía allí, a su lado, y la noticia no le había matado.

—Escucha, comprendo que ahora estés un poco… —Dani puso la lengua en la punta de los dientes, buscando la palabra adecuada— desorientada. Descansa todo lo que necesites y tómatelo con calma. No hay prisa alguna para nada.

—Llevo tres semanas en cama y al despertarme me dices que entré en coma por un disparo. Claro que estoy desorientada, Dani. Ahora mismo no sé ni qué pensar.

Volvió a hacerse el silencio, y Áxel tomó la palabra al recordar para qué había ido.—Dani… —con la mirada le decía a gritos que quizá no era buena idea decirlo delante de la

chica, pero él no se inmutó, por lo que continuó— Vuestros amigos han vuelto.Dani frunció el ceño e hizo como que no entendía, porque no podía o no quería creer lo que se

imaginaba.—¿Cashel y David? ¿Habían salido?—No, joder —Áxel chasqueó la lengua—. La otra parte de vuestro grupo. Miguel y los demás.

Incluida Ana.Entonces, tanto Dani como Dana abrieron los ojos como platos. La primera en reaccionar fue

ella.—¿Dónde están? ¿Han ido a la casa? —se incorporó en la cama, pero Dani le puso una mano

en el hombro, negando con la cabeza.�10

Aníbal González 7D — EP3—Tú quédate aquí. Necesitas reposar —y se dirigió a Áxel, tras levantarse de la silla—. ¿Están

allí? ¿Han hablado con Cashel?—Sí, están con él y David. Me han pedido que te retenga aquí algo más de tiempo, pero he

pensado que quizá sea mejor para todos vosotros que vayas antes de que la líen. —explicó el castaño, siguiendo a Dani mientras caminaba para salir de la sala.

Antes de que pudiera responder, escucharon un golpe tras ellos. Era Dana, que se había levantado de la cama e intentaba seguirles, pero le fallaron las piernas y cayó contra la mesita de noche.

—¡Dana!—No, yo me encargo —le detuvo Áxel antes de que diera media vuelta, empujándole de nuevo

hacia la salida—. Corre, antes de que ya no puedas hacer nada.Dani le dio las gracias en un susurro, pidió disculpas a Dana y se apresuró a salir a la calle.

Una vez fuera, con los ojos entornados por el sol, empezó a correr hacia la casa. No había mucha gente por ahí, pero todas las personas con que se cruzaba le miraban con cara de locos. Obviamente, ellas no sabían lo que estaba en juego. !

Llegó jadeando a la puerta, sacó las llaves a toda prisa y abrió torpemente la cerradura. Todavía no había llamado a Cashel con un grito cuando Miguel le dio un puñetazo que le empotró contra la pared de la entrada.

—¡¿Qué coño haces?! Miguel le embistió y le cogió por la chaqueta para zarandearle.—¡Mataste a Gabri! —estalló, y lo lanzó contra la escalera.Dani se recuperó de la caída y se alejó de él, totalmente desconcertado. Algunos pedían a

Miguel que se calmara y a él que se alejara, pero no escuchaba. Sólo pensaba en cómo iba a arreglar todo aquello.

—¡Deja que me explique! —gritó, justo antes de que su amigo se zafara de los brazos de David y le diera otro empujón que le hizo chocar contra el marco de la puerta del salón. Acto seguido intentó propinarle otro puñetazo, pero Dani se echó a un lado justo a tiempo y sus nudillos se clavaron en la madera, haciéndole aullar de dolor. El rubio no desaprovechó la oportunidad y le dio un golpe en el cuello con la mano abierta, ganando unos metros de distancia— ¡¡Deja que me explique, joder!! —repitió.

—¡Mataste a Gabri! ¡¿Qué coño hay que explicar?!—¡¿Teníais que contarlo sin mí?! —le gritó luego a Cashel, que les miraba con los brazos

cruzados. Dani comprendió que aquello no era lo que pretendía al contar lo sucedido sin su presencia, pero lo hizo igualmente porque todavía estaba resentido con lo que pasó en Minglanilla.

—Dani, por tu culpa Gabri está muerto. —intervino Tomás.—No, escuchadme —intentó el rubio, antes de que Miguel volviera a gritarle, pero no consintió

que le ahogara la voz otra vez—. ¡¡Escuchadme de una vez y cerrad la puta boca!! —callaron, pero supo que no les había infundido miedo alguno. Al menos no a todos— ¿Os han contado lo que pasó de verdad? ¿Os han contado que Gabri disparó a Dana en la cabeza?

—Sí, pero eso no te da derecho a tirarle por unas escaleras llenas de muertos. —reprochó Tomás.

—Lo sé. ¿Pero qué queríais que hiciera? ¿Qué coño habríais hecho vosotros? ¿Decirle que no pasa nada y que lo entendéis?

—¡Saldríamos de ahí y lo hablaríamos con más calma! —volvió a espetar Miguel.—¡¿Pero qué coño quieres hablar con alguien así?! ¡¿Qué coño hay que hablar con alguien que

está dispuesto a matar a otro sólo por una absurda sospecha?!—¿Sospecha? Le conocías tanto como nosotros —irrumpió Nico—, ¡sus razones tendría!

Nadie sabe lo que pasó en ese sótano, por lo que nos ha contado Cashel.—Eso es cierto —añadió este, descruzando los brazos—. Subieron, aquello se llenó de

muertos y Gabri apretó el gatillo. Es todo lo que sabemos, puede que allí abajo Dana hubiera intentado…

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Aníbal González 7D — EP3—No es todo lo que sabemos —Dani le interrumpió antes de que terminara—. Gabri, cuando

llegaron hasta nosotros, decía que lo había hecho a propósito, que ella lo había provocado todo o algo así.

—Eso nos da la razón todavía más. —Y esto os la quita: Dana despertó ayer, y cuando le pregunté me dijo que no recordaba qué

le pasó para entrar en coma. Pero sí recordaba lo que pasó antes. Me dijo que estaban en el sótano y la cerradura de la puerta cedió justo cuando iba a intentar bloquearla con algo —los que estaban impacientes por volver a recriminarle algo parecieron perder las ganas, pues comprendieron lo que Dani quería decir. Este, aún así, lo explicó con sus palabras—. Gabri lo vio, vio la puerta abrirse con ella delante, y creyó que ella la había abierto a propósito, para que los muertos entraran y así no tener escapatoria. Por eso se puso tan nervioso que le disparó en la cabeza.

El silencio reinó el salón y Dani respiró aliviado al creer que había conseguido algo. Hasta que Miguel volvió a hablar.

—Y como venganza le mataste tú a él. —había bajado el volumen de la voz, pero seguía impregnada de la misma rabia, o más, que antes, cuando gritaba a los cuatro vientos.

—Lo primero es que no fue sólo por venganza. Sí, vale, por venganza también, pero no sólo eso. ¿Qué queréis que os diga? ¿Sabéis qué fue lo primero que pensé? Que me cagaba en todos sus muertos por matar a Dana —se sinceró con tanta crudeza que esta vez sí se sorprendieron, más que cuando les había ordenado callar—. Que ojalá nunca hubiera nacido, y ojalá no hubiera estado allí para apretar ese jodido gatillo. Sí, le odié muchísimo en aquel momento, y de ahí el querer vengarme. Ahora bien, ¿sabéis qué me vino a la cabeza mientras caminaba hacia él? Preguntas. “¿Y si se ha vuelto loco y es capaz de matarnos mientras dormimos?”, “¿Y si está dispuesto a acabar con nosotros, sus amigos, sólo por asegurar su supervivencia?”, “¿Y si esto? ¿Y si lo otro?”. No me llaméis exagerado, porque sabéis que ahora ya no hay exageraciones que valgan.

Volvió a hacerse el silencio entre el grupo. Cashel había vuelto a cruzar los brazos y miraba a Dani con el ceño fruncido. David hacía rato que había apartado la mirada de él, y Dani supo que a ambos les había convencido con aquellas palabras. Pero al resto no.

—¿Y quién te crees para decidir si alguien vive o muere? —volvió a recriminar Tomás. Dani, que en aquél momento preferiría que Miguel volviera a golpearle a tener que oír a ese inútil, tuvo que hacer un esfuerzo para no ir a por él.

—¿Quién coño te crees que se ha preocupado por tu seguridad estos tres meses? —masculló entre dientes. Esperó unos segundos antes de seguir hablando— Puede que esto os haga sentir mejor: todavía tenía la pistola cuando le empujé. Y lo tiré escaleras abajo. En su mochila llevaba comida para al menos un día, y en el segundo piso ya no había muertos; estaban todos agolpados en la escalera. Si rodó todos los escalones y fue lo suficientemente rápido, es muy probable que consiguiera huir de la casa con vida.

Una vez más reinó el silencio. Todos apartaron poco a poco la mirada de Dani y pasaron a reflexionar sobre todo aquello. Algunos todavía no se habían calmado, ni mucho menos, pero sentían que no tenían más fuerzas para discutir. Cashel se adelantó a todos y habló con Dani, bastante más relajado que antes y sin ese tono de odio que ya había desaparecido por completo, para ser sustituido por algo de comprensión por su amigo. O más que comprensión, respeto.

—Luis y Alba han muerto.Dani le miró incrédulo, sin palabras.—Nos quedamos encerrados en una caseta —empezó a explicar Paula, todavía cabizbaja—, a

Alba le habían mordido. Los muertos empezaron a rodearnos y Luis consiguió salvarme antes de que no hubiera salida. Pero él no salió nunca de allí. Quizá si hubiera tenido las dos manos… —añadió, ahora mirando al rubio con desprecio. Dani frunció el ceño y empezó a pensar en algo que decirle, pero entonces se dio cuenta de que Áxel llevaba un rato en la puerta de entrada, que no la habían cerrado. Cashel también se había dado cuenta, y le preguntó con un gesto.

—Aquí no cabréis todos —dijo el otro—. Venid conmigo, hay otra casa libre. Cabréis unos seis, si no me equivoco.

Dani le miró, Áxel comprendió, e hizo un gesto con la mano que Dani interpretó como que no se debía preocupar por Dana. Miguel miró a Cashel. Eran doce contando a la herida.

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Aníbal González 7D — EP3—Yo no quiero dormir aquí. Inés viene conmigo.—Yo tampoco dormiré aquí. —añadió Paula, seguida por Lucía.—Yo iré con Paula, ya puestos.—Ya que hemos llegado hasta aquí juntos… —farfulló Tomás, cogiendo su mochila y dando a

entender que iría con ellos también. Nico resopló mirando al piso de arriba.—Mi hermano ya tendrá bastante con ella en esta casa. Decidle que estoy con estos. —dirigió

una mirada extraña a Cashel. Este se imaginó que quizá también lo hacía por Dana, porque si él se quedaba en esa casa, la chica tendría que ir con los demás a la otra, y no sería conveniente para ninguno. Asintió con la cabeza y guardó silencio hasta que todos habían recogido su equipaje y Áxel ya les esperaba en la calle.

—Esperad —se detuvieron y le miraron todos, incluidos David y Dani—. Sé que todo esto ha pasado muy rápido y que las cosas están algo tensas. Hay mucho de lo que hablar —miró a Miguel para darle la razón respecto a que el tema de Gabri no se había zanjado todavía—, pero todos estamos cansados y llevamos mucho tiempo separados. Tras todo lo que ha pasado, hablar de todo ello sólo nos separaría aún más, y eso es lo último que queremos. Creo que lo mejor es esperar a que se enfríen las cosas. Esperar hasta que nos calmemos, y después debatirlo todo como personas adultas, y sin cometer estupideces. —lanzó otra mirada a Dani.

—¿Eso propones? ¿Que hagamos como si nada hasta que ya no nos dé rabia pensar en ello? —pero Miguel todavía no parecía conforme.

—Es difícil, pero eso es lo que propongo. Esperemos una semana, dos quizá, y después hablaremos de todo.

—No hace falta que dejemos de hablarnos ni nada por el estilo —intervino David, con un tono entre la broma incómoda y la preocupación—. En el pueblo hace falta ayuda de todo tipo. Centrémonos en ello hasta que recuperemos… la confianza. —dijo la última palabra casi al azar, sin saber bien si eso empeoraría o mejoraría su intervención, pero había dado en el clavo. Confianza es lo que habían perdido los unos en los otros, en el momento justo que Cashel había dado la noticia de que Dani había expulsado del grupo a un amigo y ellos no habían hecho nada contra él. Eso Cashel lo sabía, y sabía que no iban a ser fáciles esas dos semanas que había propuesto de reposo, porque cuando se vieran no sabrían pensar en otra cosa que no fuera todo aquello. Pero si algo tenía claro, es que, ahora que Dani no estaba en su mejor momento como líder y Sorní sólo tendría ojos para Ana, no iba a permitir que el grupo terminara de romperse, y haría lo que fuese necesario para volver a juntar las dos mitades con más fuerza que antes de separarse en Minglanilla. Cerró la puerta en cuanto abandonaron la casa, se despidió de Miguel con un gesto por la ventana y volvió con Dani.

—Que sepas que estoy contigo. Pero recuerda lo que decía de ti cuando llegamos a Reíllo, tras lo de Gabri. Ellos acaban de enterarse, es normal que estén así.

—Lo sé. —dijo el otro simplemente.—Dales tiempo. Pero no des por sentado que volverán a mirarte como antes, porque no lo

harán a menos que pongas esfuerzo por tu parte. —sentenció, poniéndole una mano en el hombro pero frunciendo el ceño. Dani no respondió, aunque supo que lo había comprendido, y confiaba en que no sería el único que trataría de volver a unir al grupo.!

Durante casi una semana se adaptaron Miguel y los recién llegados a la vida en Reíllo. Conocieron a Vincent Gris, que se encargaba de supervisar todo en el pueblo; Cashel y David les presentaron a Sam Nava, y poco a poco conocieron a la mayoría de personas que vivían allí. Comprobaron que el pueblo era fácil de defender, porque pocos muertos se acercaban hasta él y, como era pequeño, podían vigilar el perímetro sin complicaciones. Nico se apuntó a los voluntarios con su hermano y David; Miguel decidió ayudar en todo lo referente a los suministros y almacenamiento, al igual que Tomás; las chicas ayudaban en todo lo que podían, tanto a sus amigos como al resto de personas; Ana y Dani se ocupaban de visitar a Dana y ayudarle a recuperarse. Conforme los días pasaban, la chica parecía recobrar el color y la alegría. La compañía de Ana le había ayudado sobremanera, pues le apoyó más incluso que Dani las primeras semanas. Le tranquilizó en lo referente al tema de Gabri, y pronto habían dejado ese asunto de lado, hasta que hubiera que volver a tratarlo. Pasaron diez días desde la llegada de Ana y compañía hasta que el doctor Jaramillo habló con ella y Dani respecto a Dana.

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Aníbal González 7D — EP3—Puede salir del hospital, pero continuará con la venda, y durante catorce días deberá

reposar todo lo posible. Que permanezca en cama y no haga esfuerzos físicos, pero que salga a tomar el aire. Le vendrá bien.

—Gracias, doctor. Era por la mañana, así que le dio el alta en ese mismo momento y ambos ayudaron a la chica a

levantarse. En cuanto puso los pies en la tierra tuvo que apoyarse en Ana para no caerse, pero pronto se despejó y recuperó el equilibrio. Dani se adelantó y abrió la puerta del hospital. Las chicas salieron después, abrazadas, y Dana tuvo que cubrirse los ojos del sol. En la sala de las camillas había suficiente iluminación, pero el sol siempre le daba de espaldas y no había tenido que mirarlo directamente.

—¿Vamos a la casa que me dijiste? —le preguntó a Dani, que también le ayudó a caminar. —Sí. Te quedarás allí, con nosotros.—¿Qué pasa con Miguel y el resto?—No te preocupes por ellos —contestó Ana, antes de que Dani pudiera hacerlo—. No hay

ningún problema.—¿Y lo de Gabri? ¿Es que lo han olvidado? —Dana parecía no querer relajarse.—Eso lo hablaremos cuando… —empezó Dani, pero la otra chica le fulminó con la mirada y le

interrumpió.—He dicho que no te preocupes por ellos.La llevaron a la casa y, para sorpresa de los tres, Cashel, David y Sorní se alegraron de verla. O

eso parecía, pues despejaron el sofá más grande del salón y le indicaron que se sentara tras recibirla con amabilidad. Después le llevaron un vaso de agua y la dejaron a solas con Ana. Los cuatro chicos cerraron la puerta y fueron al recibidor.

—¿Creéis que es buena idea que la vean? —inquirió Sorní.—Migue está bastante relajado. Y el resto también. —Cashel cruzó otra vez los brazos y se

apoyó en la pared, como hacía siempre que debatían algo. —Precisamente por eso lo digo. Ahora está relajado, pero en cuanto vea… o vean a Dana,

todo volverá a estar como hace una semana.—¿Y qué hacemos? —intervino Dani— ¿Tener ya la conversación esa?—No —refutó Cashel al instante—. Todavía no. Hay que esperar más tiempo. —¿Cuánto?—Que estén relajados no quiere decir que todavía no te quieran dar una paliza. —evadió la

pregunta, pero a Dani no le hizo falta más. Pareció molestarle aquello.—Si me van a dar una paliza igualmente cuando hablemos de ello, mejor que me la den ya. —

y subió a su cuarto, con tranquilidad, pero taciturno. —Puede que sí sea mejor esperar. —musitó David. !Pasaban los días y enero llegaba a su fin. Había pasado un mes desde que Áxel llevó a Dani y

sus amigos a Reíllo, y todo parecía muy distinto desde entonces para los recién llegados. Entonces, a cinco noches de terminar el primer mes del año, tras ciento diez días según la cuenta de Ana, sintieron algo parecido a lo que era vivir sin el mundo infestado de muertos. Apenas los veían, y en el pueblo tenían tres comidas al día, como antes, y podían dormir sin un ojo abierto, como antes. La tensión entre las dos mitades del grupo se redujo, a pesar de sus reacciones al ver a Dana, un día después de que a esta le dieran el alta. Miguel, que era considerado inconscientemente como “el otro líder”, había hablado en nombre de Tomás, Nico, Paula, Lucía e Inés. “¿Está bien?” le preguntó a Cashel. “Espero que lo siga estando cuando hablemos de todo”, sentenció cuando le dijo que sí, y se marchó. Todos volvían a ser amigos, pero algunos todavía odiaban a Dani por lo que hizo y reprochaban a Cashel el no detenerle. Pero el día a día les obligó a juntarse. Una mañana, Dani decidió ir con los voluntarios en lugar de Cashel, y Miguel también quiso salir para cambiar de aires. Así que coincidieron sin saberlo en el todoterreno, y tuvieron que saludarse aunque fuera por cortesía. Se hicieron varias preguntas banales y comentaron un par de anécdotas, pero siempre con una tensión palpable y ninguna risa. Aquel día eran cinco voluntarios, incluyéndolos a ambos, e iban a un pequeño pueblo que había no muy lejos de allí, Pajarón. Ni siquiera les habían explicado a ellos dos por qué iban allí, pero tampoco les importaba. Sólo querían descansar un poco del pueblo.

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Aníbal González 7D — EP3!Cashel y David, por otra parte, aprovecharon para ayudar a reorganizar todos los suministros

comunes en la sala del ayuntamiento que usaban como almacén. Llegaron a la plaza junto a Tomás, Nico y Lucía cuando la gente ya había empezado. Vincent, que mediría poco más del metro setenta y cinco, era un hombre de treinta y pocos años, de pelo castaño y corto, bastante delgado y con un porte elegante.

—Buenos días. —saludó a Cashel y David.—Hemos venido a ayudar. —contestó el primero tras devolverle el saludo.—Pues ya sabéis. Todas esas cajas —señaló un buen montón que había a su derecha— son

aperitivos, comida seca y tal. Ponedlos en la parte izquierda del almacén, de abajo a arriba.—Muy bien. —accedió Cashel, se despidieron de Vincent, y fueron hacia las cajas. Sólo habían dos chicas ocupándose del mismo bloque, así que lo tendrían prácticamente todo

para ellos. Empezaron a transportarlas poco a poco al almacén, haciendo alguna broma, preguntando qué tal la noche, y tratando de deshacerse de esa tensión que mataba la alegría. Pasaron toda la mañana así, hasta que Cashel suspiró a mediodía del cansancio. Salió del almacén a la par que Tomás, y ambos se sentaron en un banco de piedra de la plaza mientras los otros tres terminaban de dejar lo que llevaban en manos. Esperó unos segundos antes de hablar.

—¿Va todo bien? —Tomás le miró sin entender bien— En vuestra casa, quiero decir. ¿Lo lleváis bien, el vivir aquí?

—Ah. Sí. Bueno, no es que sea una fiesta, pero en fin, es un hogar. Tenemos cama y tranquilidad, no sé. No puedo quejarme.

—¿Es todo tan tenso como aquí fuera, con nosotros?Tomás apartó la mirada e inspiró hondo, como si no quisiera contestar.—No. Pasamos tres semanas solos por ahí. Y la verdad es que Migue lo llevó bien. Y Ana

también, en realidad. Nico, Lucía, Paula, Inés y yo simplemente les seguíamos, porque confiábamos en ellos. Aunque ella estaba empeñada en encontrar a Sorní.

Cashel frunció el ceño como si acabara de descubrir algo.—Y gracias a eso nos habéis encontrado.—¿Eh? —se había distraído tanto en sus pensamientos que se sobresaltó— Sí, bueno. Puede

que os hubiéramos encontrado igual.Entonces llegaron los otros tres, también cansados.—¿Ya no quedan cajas? —preguntó Cashel a Nico. El chico negó con la cabeza y volvió a

hacerse el silencio— Te has puesto fuerte, ¿eh? —bromeó después, dándole un golpe en el brazo descubierto por la camiseta remangada.

—Yo creo que hasta Dani se está poniendo fuerte de tanto que pasamos. —y por primera vez desde que se reunieron, rieron al unísono. Tomás añadió un par de bromas y después quedaron callados en silencio. Cashel se levantó con fuerzas renovadas y le tendió la mano a Nico.

—No sé qué coño ha pasado estas dos semanas y pico, pero no sabéis cuánto me alegra teneros de vuelta. —sonrió.

Nico también esbozó una sonrisa, le estrechó la mano y le dio un toque en el brazo. Después se chocaron las manos unos entre otros como si fuera entonces cuando se veían tras mucho tiempo, y no hacía diecisiete días.

—Vamos a nuestra casa. Creo que tenemos bebida de sobra. —propuso David.—Estará mi hermano con Ana.—Que se jodan —rió Tomás— y se busquen un picadero mejor.Los demás también rieron y pusieron rumbo a la reconciliación total.!Pajarón estaba tan desolado como cualquier otro pueblo. El todoterreno frenó y llegaron a pie.

Hacía tanto frío que las botas y los dos pares de guantes no bastaban para que los dedos dejaran de doler. Dani llevaba el gorro que se ponía cada día desde que empezó el invierno, y Miguel tenía el abrigo abrochado hasta la barbilla. Tras hablar entre ellos, los voluntarios decidieron separarse en grupos de dos -salvo uno, que quedó solo- para adentrarse en el pueblo, pues no parecía peligroso. Ellos dos fueron juntos por la izquierda. Al rato, Dani intentó romper el hielo.

—¿Tuvisteis problemas después de lo de Minglanilla?Miguel le contestó sin mirarle.

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Aníbal González 7D — EP3—Sólo uno. Ana estaba obsesionada con encontrar a Sorní y a Tomás le parecía una idea

estúpida. No podía dejar tirado a ninguno de los dos.—Bueno, conseguisteis encontrarnos.Un suspiro fue lo único que obtuvo por respuesta inmediata. Luego volvió a hablar Miguel.—Inés está muy apagada últimamente. Apenas tiene hambre, casi no habla… —Todos lo estamos pasando fatal, Migue. Verás como a partir de ahora…—Tomás no sabe callarse. No para de hacer bromas, no ha parado desde que empezó todo

esto, y todavía cree que es gracioso. Está metiendo mierda constantemente y ni siquiera sabe lo que dice —Dani no dijo nada porque estaba seguro de que volvería a interrumpirle—. Paula te odia. Dice que la muerte de Luis fue culpa tuya. Dice que fue todo por los dedos rotos o no se qué mierda… Los únicos que no me decepcionaron fueron Nico, Ana y Lucía.

Dani no sabía qué estaba intentando decirle, pero de alguna manera se estaba sincerando con él.

—Ahora estamos juntos. Tranquilo. —fue lo único que supo decir, pero Miguel no se dejó ablandar.

—Dime una cosa —ahora sí le miró a los ojos—. ¿Habrías hecho lo mismo de haber sido al revés? —Dani enarcó una ceja— ¿Habrías echado a Dana si hubiera sido ella la que disparó a Gabri? —y el rubio no pudo sino quedarse de piedra al encontrarse sin respuesta.

Justo entonces oyeron el grito de uno de los voluntarios. Sin perder un segundo, corrieron por las calles para llegar hasta él. Cuando le vieron, los muertos ya le rodeaban. Habían salido de un garaje, y no eran más que media docena, pero le habían pillado de improvisto y serían demasiado para él. Miguel empuñó su bate y corrió hacia ellos. Dani apretó los labios, sacó el atizador que aún conservaba, y le siguió.

Miguel embistió hecho una furia a los primeros dos muertos que se interpusieron en su camino. Dani aprovechó el boquete y también entró en el círculo de huecos. Ni siquiera le dio tiempo a sorprenderse al ver que el otro voluntario ya había recibido varios mordiscos, porque pronto se echaron sobre él. Consiguió tirar al suelo a uno de los muertos, pero el otro seguía agarrado a su abrigo. Miguel le miró de reojo, pero tuvo que ocuparse con el bate de uno que se le acercaba antes de patear al que atacaba a Dani. Este rodó en cuanto estuvo libre, se irguió, remató al que había tirado primero y pegó su espalda a la de Miguel. Eran más muertos de los que contaron en un principio; habían matado a dos, y todavía quedaban siete.

Sin necesidad de mediar palabra, ambos mantuvieron la compostura y alzaron sus armas. Conforme se acercaban a ellos, se separaban el uno del otro para ocuparse de alguno antes de volver a juntarse. Mantuvieron la formación más de un minuto que pareció durar un suspiro, pero un muerto que atacó de imprevisto les obligó a distanciarse, pues fue a caer justo en medio de ambos. Se dieron la vuelta para mirarle y Miguel aplastó la cabeza del hueco con el bate, justo cuando otro de los muertos le alcanzaba por detrás. Dani lo vio, saltó al que tenía a sus pies y le golpeó con el atizador. Aún le sorprendía cuando acababa con un muerto al primer golpe, pero no se permitió alegrarse. Miguel, todavía agachado, aprovechó la posición del bate para levantarlo con todas sus fuerzas y tumbar a otro infectado delante de él. Dani acabó con otro, y sonrió al ver que sólo quedaban dos. Casi al unísono, él dio un corte transversal hacia delante y Miguel dio una última patada al que le estaba atacando.

Se tomaron unos instantes para recobrar el aliento, y luego se miraron. Dani se apartó la sangre del rostro, y luego le tendió el puño. Antes siempre se saludaban así, y ambos lo entendieron como una firma por la paz. Chocaron los puños y justo después aparecieron los dos voluntarios restantes, gritando y preguntando qué coño había pasado, por qué no habían pedido ayuda, y qué cojones hacía Federico con un mordisco en el cuello y un brazo sin carne. Antes de que pudieran responder, ya habían ordenado la retirada y dado media vuelta para volver al todoterreno a toda prisa. Miguel y Dani volvieron a cruzar las miradas, y no pudieron evitar soltar una risa seca. Miguel recogió su bate, le dio una palmada en el hombro y empezó a caminar.!

Aquella tarde Dani explicó lo ocurrido en Pajarón a Cashel, David, Sorní, Dana y Ana. Les dijo que habían tenido un altercado y uno de los voluntarios había caído, pero que él y Miguel habían hecho las paces. En la otra casa ocurrió lo mismo; Miguel lo explicó todo y dijo que ya no tenía

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Aníbal González 7D — EP3problemas con Dani. Los demás también contaron lo que habían hecho por la mañana, y Cashel decidió que sería al día siguiente cuando por fin hablaran de todo aquello.

Fue a las diez de la noche cuando se reunieron todos en el salón de la casa de Dani y compañía. La chimenea encendida, las ventanas y las persianas cerradas, con un plato pequeño relleno con frutos secos en la mesa. La habían preparado con todas las sillas disponibles alrededor, pero aún así Cashel y Sorní tuvieron que permanecer de pie. Puesto que él había tenido la idea, Cashel presidía la mesa desde uno de los extremos. Todos estaban hablando y riendo, y el chico sintió miedo de destrozarlo todo sacando el debate a la luz. Y sin embargo, les mandó callar para hablar.

—Todos estamos al tanto de lo que ha pasado, en una y otra mitad del grupo, desde lo de Minglanilla. Gabri disparó en la cabeza a Dana, y estuvo a punto de matarla —la chica se estremeció al oírlo—. Ante eso, Dani decidió que lo mejor era deshacerse de él porque era un peligro para el grupo —miró al mencionado, al igual que todos los demás, y el chico inspiró hondo sin cambiar el semblante—. No sabemos si Gabri está vivo, pero es poco probable —hizo una pausa—. Por otra parte, Alba resultó estar mordida. Se lo contó a Luis y a Paula —ahora todos le miraban a ella—, y decidieron marcharse porque estaban resentidos con Dani y algunos del grupo. Mientras huían, se encontraron con una horda de muertos y tuvieron que refugiarse en una caseta. Les rodearon, pero Luis consiguió que Paula saliera con vida. Y allí quedaron él y Alba —mantuvo la mirada en los ojos de Paula, como preguntando. Ella negó con la cabeza—. No hay manera de que sobrevivieran —volvió a hacerse el silencio durante unos segundos—. Antes de plantear un par de cosas, ¿alguien tiene algo que decir?

La pregunta era tan absurda que Dani supo que iba dirigida a él.—Yo sí —se levantó de la silla y todos volvieron a mirarle—. Sé que todos me tenéis cierta

tirria en estos momentos… desde hace ya tiempo. Y lo entiendo. Cuando tengo culpa de algo, soy consciente de ello y no me cuesta admitirlo. Sí, tiré a Gabri contra una marea de muertos, y no debería haberlo hecho. Pido perdón por ello y reconozco que me equivoqué. Pero no me culpéis de algo que yo no he hecho, porque eso sí que no lo consiento —y miró a Paula, que aún le miraba a él con enfado—. Las muertes de Luis y Alba no tuvieron nada que ver conmigo. Yo no tengo la culpa de ello, y no os atreváis a decir que si no fuera por mí seguirían vivos —calló un momento para tragar saliva—. Dicho esto. Sé que todos queríais a Gabri. Y yo también, joder. También era mi amigo. Cashel tiene razón, no sabemos si está vivo o muerto. Es poco probable que sobreviviera, pero sigue habiendo posibilidades. Si estáis dispuestos a volver a Minglanilla para buscarle, me comprometo a ser el primero que suba en un coche para ir a buscarle.

Aquella fue la primera sorpresa de la noche. Algunos ya habían pensado en la posibilidad de ir a buscar a Gabri, pero nunca habrían imaginado que Dani fuera el que lo propusiera, incluyéndose a él en el plan. Cashel le miró y asintió. Dani le agradeció sin palabras la oportunidad de explicarse y se sentó.

—¿Alguien más? —pasaron los segundos y nadie contestó— Vale, hay unas cosas que queríamos deciros. Lo primero, Sorní, David, Dani y yo queríamos saber si estáis conformes con esto. Con el pueblo —aclaró, al ver las caras de incertidumbre—. ¿Os parece un buen lugar para vivir?

—Es lo mejor que hemos tenido en meses con diferencia.—Ana tiene razón —afirmó Lucía—. Ya ni me acordaba de cómo era dormir en una buena

cama. —Yo estoy conforme. —asintió Miguel, y luego Tomás, Nico, Sorní, Inés, e incluso Paula

coincidió.—Son buena gente —añadió David—. Creo que podemos fiarnos de ellos. Además, nos

vendrá bien un descanso a todos. Quiero decir, aquí hay adultos, no tenemos que hacerlo todo nosotros solos.

—Eso es cierto —irrumpió Lucía, antes de que Cashel dijera nada—. ¿Os habéis dado cuenta? ¿Cuántos adolescentes o jóvenes que vayan solos hemos visto desde octubre? —nadie contestó— Todos van con sus padres o hermanos mayores.

—No seremos el único grupo de jóvenes que haya sobrevivido tanto tiempo. —murmuró Nico.

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Aníbal González 7D — EP3—No lo somos —intervino Dani—. ¿Recordáis a Áxel? Es amigo mío de la infancia. Ellos

estaban juntos cuando empezó toda esta mierda, y seguían juntos cuando salieron de Utiel. Ellos también lo han conseguido.

—Yo sólo he visto a Áxel, de ese grupo. —apuntó Sorní, apoyándose en la mesa.—Los demás están en Cuenca. Hablé de esto con él. Me dijo que Reíllo era una especie de

avanzada de Cuenca. Quiero decir, que están conectados, ambos campamentos. En Cuenca hay gente, y los de Reíllo estaban allí antes de venirse aquí.

Muchos cruzaron las miradas con un destello de esperanza.—¿Hay gente en Cuenca? —preguntó Lucía, emocionada.—Eso se supone —contestó Cashel, tomando la palabra de Dani—. Por eso os preguntaba lo

de si estáis a gusto en Reíllo.—Lo estamos —Miguel habló antes de que nadie lo hiciera—. Es sólo que reconforta saber

que no somos los únicos. Que hay más gente.Cashel sonrió, y como nadie quiso añadir nada, continuó: —Muy bien. Hay otra cosa de la que quería hablar. Quiero decir, que queríamos todos. O más

que hablar de ello, decirlo, o… —se dio cuenta de que no sabía cómo explicarse y sólo estaba liando más la madeja, así que fue claro y sin tapujos— Dani —el chico le miró con el ceño fruncido—. Hemos estado hablando de ti. Creo que puedo decírtelo así de claro —Dani asintió—. Verás… nos han pasado muchísimas cosas desde lo de Utiel. Tú tomaste el liderazgo entonces y lo llevaste bien, pero… —Dani apretó los labios al deducir a dónde quería ir a parar— Pensamos que se te está yendo de las manos. Pensamos que te está agotando ser el líder.

—Pensáis que estoy loco y ya no soy un buen líder. —corrigió Dani, pero Cashel no dejó que se airara.

—Pensamos que necesitas un descanso. Creemos que es mejor que le dejes todo ese rollo a otro —por alguna razón, Dani no se esperaba aquello, a pesar de todas sus sospechas—. Olvidarte del liderazgo. Eso es todo.

—Me tinto el pelo de rojo —insistió el otro—, me aseguro de que tomamos las mejores decisiones, le parto los dedos a un tío que me habría matado a puñetazos si hubiera podido, soy el único en reaccionar contra alguien que dispara a la cabeza a una amiga por una absurda sospecha… y olvidáis todo lo demás.

Cashel ignoró sus palabras para no iniciar otra discusión sobre eso.—Es lo mejor para todos, Dani. —No me estoy oponiendo —dijo él, sin embargo—. Estoy conforme. No quiero seguir siendo

el líder. Que lo sea otro, y que lo haga mejor que yo. —parecía una burla, incluso una amenaza, pero todos le conocían bien y sabían que estaba siendo sincero, que había comprendido que tenían razón. Cashel decidió que era mejor dejar de hablar de él para que se calmase y dejaran de revivir sus errores.

—Sorní y yo hemos pensado en hacer una votación —anunció, sacando de debajo de la mesa una cajetilla llena de doce trozos de papel y cinco bolígrafos—. Como en el instituto, cuando había que elegir al delegado de la clase. Escribid un nombre y haremos el recuento.

Empezó a separar los papelillos, pero Dani volvió a interrumpirle.—Voto por Cashel. Le miraron atónitos, sobre todo el mencionado. Cualquiera habría dicho que era un fútil intento

de venganza por parte de un niño en medio de un berrinche, pero Cashel comprendía que no era así. En realidad, lo que Dani pretendía votándole a él era asegurar que el grupo tuviera un buen líder. Todavía pensaba en ello cuando se dio cuenta de que ahora le miraban a él.

—Creo que no hace falta votar. —dijo Sorní, con una sonrisa.Cashel sintió emoción al principio, al ver que once personas, que ahora eran su familia,

confiaban en él. En otro tiempo habría aceptado ser su líder.—No —refutó, volviendo a separar los papeles. Sorní abrió la boca para replicar, pero él no le

dejó—. Acabamos de hablar de esto.—Todos estamos conformes con que tú seas el líder. —insistió Sorní.—¡El jefe de la manada! —bromeó Tomás, pero Cashel gritó antes de que nadie riera.—¡Está bien! ¿Queréis que sea yo el líder? Pues esto es lo primero que decido: no va a haber

un sólo líder. Habremos varios.�18

Aníbal González 7D — EP3—Eso ya lo hicimos en Utiel. Y acabo habiendo sólo uno. —recordó Paula. —No —volvió a negar él, con los puños en la mesa—. Dani nos nombró para que le

ayudáramos, no para que lideráramos con él. Porque él sabía de qué iba esto y nosotros no teníamos ni puta idea. Dentro de poco habrán pasado cuatro meses desde aquello, y creo que la mayoría podría hacer de líder perfectamente. No quiero que ninguno se arriesgue a acabar como Dani —este, por su parte, no supo si tomarse eso a bien o a mal. Cashel repartió los papeles y pasó los bolígrafos—. Escribid un nombre. Los más votados serán los líderes. Por igual. Como un consejo. Decidirán en conjunto, por unanimidad, y debatirán todos y cada uno de los asuntos que conciernan al grupo —la gente se preguntó desde cuándo Cashel hablaba tan bien—. ¿Es que con eso no estáis conformes?

Miguel fue el primero en empezar a escribir, y todos le siguieron, incluidos Dani y el propio Cashel. Mucho tiempo después sería cuando apreciarían el valor de su primera, única y última decisión como líder del grupo. Fueron dejando los votos en el centro y Cashel los recogió para empezar a hacer el recuento.

—Cashel —murmuró, entre dientes, leyendo el primero de ellos. Le dio la vuelta al papel y se lo dio a Nico, que tenía un bolígrafo a mano—. Apunta cuántos votos lleva cada uno.

Empezó a leer los nombres, sin saber qué pensar cada vez que leía su nombre. Cashel, Cashel, Sorní, Cashel, Miguel… él terminó siendo el más votado, con seis menciones. Le siguió Miguel, con cuatro, y por último Sorní, con dos. A todos les sorprendió que no hubiera más variedad de votos. Cashel suspiró mientras volvía a meter los papelitos en la caja para después tirarlos a la basura.

—En fin. Vosotros habéis votado. Sorní, Migue y yo tomaremos en conjunto las decisiones y consideraciones, por unanimidad y no por mayoría. No tomaremos uno u otro camino sin estar los tres en absoluto acuerdo, y…

—Espera —interrumpió Sorní—. Yo ya he estado en esa posición estos tres meses y pico. No quiero ser del consejo.

—Te han votado.—Y yo dejo en mi lugar a Ana. Nadie dijo nada, porque no sabían que decir.—Yo estoy dispuesta. —apoyó la chica.—Tened en cuenta que son novios y han movido a todo el grupo, más de una vez, para estar

juntos. Lo que Ana decida, lo apoyará también Sorní. —intervino Dani. La pareja le miró para agradecérselo.

—Si nadie tiene nada que decir… —murmuró Cashel. Y nadie objetó nada. Disfrutó unos segundos de la tranquilidad antes de terminar la reunión—. Me ha encantado poder hablar con todos vosotros de nuevo. No sabéis cuánto me alegra que volvamos a estar unidos. Mañana debatiremos el tema de Gabri —y de repente pareció recuperar la alegría—. ¡Y a sonreír, qué coño, que como esto siga así el finde que viene nos pegamos una fiesta por la noche!

Le hicieron caso. Rieron, estuvieron casi media hora charlando y después Miguel y compañía se fueron a su casa. David fue al baño, Ana y Sorní volvieron a su habitación, y Cashel aprovechó para hablar con Dani.

—Aprovecha para recuperarte. Puede que tú no lo sientas así, pero nosotros te hemos visto cambiar. Sigues siendo el mismo, pero la situación empezaba a poder contigo. Con esto nos hacemos un favor a nosotros y a ti. A todos —escuchó sonar la cisterna y avanzó un par de pasos hacia el sofá, porque aquella noche también se quedaría un rato bebiendo con David, pero antes le puso una mano en la espalda—. Tómate tu tiempo, volveremos a necesitarte.

Dicho esto, David salió del baño, se despidió de Dani con una risa y fue al sofá con Cashel. El rubio no pudo evitar reírse al verles abrir la botella de Beefeater, como las noches de fiesta del verano anterior.

—Buenas noches, tíos.Se despidieron con un gesto y Dani fue a su habitación, pero antes echó un vistazo al interior

de la sala que tenía al lado. Era un estudio, con estanterías y armarios, y tenía un sofá cama en el que dormía Dana. Todavía con la cabeza vendada, leía un libro. Notó su presencia y le devolvió la mirada.

—¿Estás bien? —preguntó él.�19

Aníbal González 7D — EP3—Bastante, la verdad. Pensaba que se me iban a comer viva. —rió ella. Él también soltó una

risa.—Buenas noches. —Hasta mañana, Dani.!Aquella noche, por fin durmieron todos verdaderamente a gusto. Porque habían dejado las

cosas claras, y porque volvían a ser un grupo. Y ahora estaban más seguros que nunca de que eran una familia, y no se separarían a menos que alguien les apartara a los unos de los otros.!

El día amaneció soleado y Cashel encontró a Ana y Sorní abrazados en el balcón de la casa. Salió y se apoyó a la barandilla, a su lado. Los pájaros cantaban y el sol empezaba a verse en el horizonte. Él nunca había apreciado la belleza de un paisaje como aquel, pero ahora agradecía poder disfrutar de ello, de la tranquilidad que le aportaba.

—Buenos días. —murmuró.—Hola. —saludó Ana con una sonrisa.—Llevamos diez minutos despiertos y ya parece que todo vaya mejor. —añadió Sorní. Cashel

también sonrió.—Es que todo va mejor. La cosa sigue delicada en cuanto a Dani, en verdad, pero ya está todo

aclarado y no habrá más problemas. —Dejar que la herida cicatrice, eso es todo. —asintió Ana. Su novio le dio un beso en la nuca. —Me alegro de que pudiéramos hablar con sinceridad.—Todos nos alegramos.!Daban las doce del mediodía cuando el recién creado consejo se reunía por primera vez en el

salón de la casa de Cashel y Ana. Estaban sentados en uno de los extremos de la mesa y debatían el tema de Gabri.

—Entonces, ¿es buena idea? —preguntaba Cashel.—Yo creo que sí, siempre que tomemos las precauciones necesarias. —afirmó Ana.—Hay que hacerlo —insistió Miguel—. Ya no tengo nada en contra de Dani. No voy a olvidarlo,

pero puedo perdonárselo. Pero a pesar de todo, es lo mínimo que podemos hacer por Gabri. Intentar recuperarle.

—De acuerdo. Lo haremos. ¿Quiénes deberían ir?—Sorní y yo no volveremos a separarnos. O vamos los dos o no vamos ninguno.—No, no hace falta que vayáis vosotros. Ya os habéis preocupado bastante el uno por el otro

este mes, y a Dana le vendrá bien tenerte a ti cerca. Por ahora, Dani y Migue seguro que van. Después…

—¿Nico? —Miguel miró a Ana al preguntar, como si ella pudiera darle la respuesta.—Depende. También ha estado separado de su hermano, no querrán volver a estarlo así como

así. Pero quizá, si a Nico le parece bien, pueda convencer a Toni de que no hay problema.—Hablaré con Nico, a ver. —Vale, ¿quién más?—¿Qué tal Tom? —inquirió Cashel. Tanto Miguel como Ana le lanzaron una mirada asesina.—No pienso llevarlo a un viaje así. —contestó el primero. Cashel miró a la chica, para que

confirmara la opinión.—Si se lo llevan, que sea para dejarlo allí —pero volvió a hablar antes de que el chico dijera

nada—. Es un estorbo en el combate, en las situaciones arriesgadas. Que no vaya.Cashel inspiró hondo y asintió con la cabeza. Siguieron debatiendo, y al final decidieron que

irían Miguel, Dani, David, Lucía y, si él quería, Nico. En caso de que este no quisiera, o su hermano se opusiera, Cashel iría en su lugar. Aquella misma tarde se lo dijeron a los demás, y pronto Migue habló con Nico.

—Por mí vale. Deja que hable con Toni y se lo explique. —accedió, y Migue dejó que hablara con su hermano.

Al principio, Sorní se opuso totalmente.—No voy a dejar que vayas a una misión suicida así como así. Acabamos de reunirnos tras

casi un mes.�20

Aníbal González 7D — EP3—Te estoy diciendo que no hay problema, Toni. En serio, no…—Tú no pasaste por Minglanilla. Sólo Dani y David, de los que van a ir, lo hicieron. Y tanto

ellos como yo te diremos que es muy peligroso. Se las van a ver putas.—He hablado de eso con Migue, y él también sabe que es peligroso. Inés tampoco quiere que

vaya, pero le ha dejado con una condición: hacerlo rápido. Ir, buscar la casa, entrar, llamar a Gabri y, si no hay nadie, volver cagando hostias.

Sorní se le quedo mirando como si ahora fuera su padre, y no su hermano. —La cuestión es si podréis…—No puedes obligarme a nada.—Si no quiero que vayas, no irás. No te creas que eres el único que ha hablado de ello con

Migue y Cashel —Nico frunció el ceño, dispuesto a replicar de nuevo—. Pero si tú quieres, adelante. Eso sí, con la misma condición de Migue. No os arriesguéis.

Su hermano casi sonrió. —Tranquilo. —dijo simplemente, antes de despedirse de Ana con la cabeza y salir de la

habitación. Sorní cerró la puerta y se sentó en la cama.La chica estaba tras él, con unas tijeras en la mano, porque había decidido cortarle el pelo a su

novio.—Estarán bien. Migue está bastante tranquilo, la verdad. Ha demostrado más madurez de lo

que pensaba —le hizo mantener la cabeza quieta y continuó cortando—. Sólo quiere estar seguro de que Gabri no está vivo en aquella casa, muriéndose de hambre.

—Aún así… ¿cuándo irán?—Todavía no lo hemos decidido. Hablaremos mañana sobre eso, pero supongo que será

pasado mañana.—Hablaré con Migue y Dani de ello.Ana tardó un par de minutos en terminar de recortarle el pelo, hasta que con las manos

comprobó que podría volver a peinarse con su típica cresta. Dejó las tijeras en el cajón de la mesilla que había al lado de la cama, y se puso frente a él. Seguía con el ceño fruncido, y al verlo no pudo evitar una sonrisa

—Está todo controlado. Tú relájate. —le besó, se echó sobre él y cayeron sobre la cama.!A la mañana siguiente, Sorní hizo como dijo y habló con Miguel y Dani sobre su opinión del

viaje y de que su hermano fuera con ellos. Llegaron a la conclusión de que sería tal como dijo Nico: rápido y sin riesgos. También él se dio cuenta de que Miguel, a pesar de estar todavía inquieto respecto al tema de Gabriel, ya no le guardaba rencor a Dani y se había tranquilizado considerablemente.

Después se reunió el consejo una segunda vez para concretar cuándo marcharían a Minglanilla, y Ana estaba en lo cierto. Decidieron que irían al día siguiente, por la mañana, a las once. Así tendrían luz y tiempo de sobra para hacerlo todo. Cashel y Ana fueron a hablar con Vincent Gris para pedir un coche, pero su hermano, Fabián, les dijo que para esas cosas tenían que ir a hablar con él expresamente los participantes en el viaje.

Así que volvieron al barrio y después de comer hablaron con el resto del grupo para explicárselo. Pretendían posponer el viaje un día más, pero Nico dijo de hablar con Vincent esa misma tarde, y nadie se opuso, por lo que a las cinco, cuando faltaba poco para que empezara a anochecer, se prepararon para ir al ayuntamiento. Al principio iban a ir sólo los participantes, como había sugerido Fabián, pero poco a poco quisieron acompañarles todos. Dana fue la última en unirse, y no le resultó fácil convencer a Ana.

—Te he dicho que estoy bien, que quiero tomar el aire. —Dana, que tienes que descansar. Todavía te quedan cuatro días de vendaje, cuanto más

reposes mejor.—También dijeron que tenía que salir de aquí de vez en cuando. —Ana le empujaba hacia

abajo cada vez que ella intentaba incorporarse en la cama para levantarse, formando una situación francamente cómica para Dani y Sorní, que les miraban desde el marco de la puerta.

—Ya has salido esta mañana.—¡Sí, durante cinco minutos! ¡Pero que no voy en silla de ruedas!—Aún así, ya saldrás mañana.

�21

Aníbal González 7D — EP3—Vamos, mujer —rió Sorní—. Deja que salga a dar un paseo. Ana apretó los labios y frunció el ceño. Finalmente accedió, pero aún así ayudó a Dana en

todo momento como si fuera una anciana. Poco después estaban de camino al ayuntamiento, los doce juntos. Migue y Cashel iban al

frente, seguidos por el resto, y Ana, Dana y Dani al fondo. Pensaban que sería fácil convencer a Vincent, pero su negativa les sorprendió tanto que se quedaron en blanco.

—El otro día ya murió uno de los voluntarios. No voy a dejar que unos críos hagan estas excursiones.

—¿Insinúas que aquello fue culpa nuestra? —inquirió Miguel. Estaban en la plaza, frente a la entrada del ayuntamiento, y poco a poco se quedaba más gente a escuchar.

—Sois críos —repitió Gris—. Culpa vuestra o no, para una vez que os dejo ir con ellos muere uno de mis hombres.

—Yo también soy un crío entonces —intervino Sorní, cogido por Ana del brazo—. Y durante casi tres semanas he ido con los voluntarios. Nunca ha pasado nada.

—Pero ahora ha pasado —Cashel dijo algo, pero el otro no le dejó terminar—. No vais a coger un coche para ir a Minglanilla. No hay más que discutir.

Los chicos callaron un momento, pero después Miguel volvió a hablar. Mientras replicaba e intentaba convencer a Vincent, Áxel llegó hasta Dani desde la muchedumbre.

—¿Qué pasa? —susurró.—¿Te acuerdas de Gabri? El chico al que… dejé en Minglanilla aquel día —Áxel asintió—.

Queremos volver para comprobar si está vivo. Ida y vuelta, simplemente para estar seguros. Pero Vincent no nos deja por lo que pasó el otro día. Dice que somos unos críos y…

—Yo tengo la misma edad que vosotros, y soy uno de los mejores voluntarios. He salvado el culo a más de uno —pareció enfadarle la decisión de Vincent—. Al final va a ser verdad que es gay y se tiraba al Cedillo.

—¿Cedillo?—León Cedillo, el tío que murió el otro día. No tengo ni idea, pero no me parece bien lo que

está diciendo.Antes de que Dani pudiera añadir nada, Áxel se abrió camino por el grupo hasta estar frente a

Vincent, al lado de Miguel. Gris volvía a gritar contra él, despotricando como un monarca enojado.

—Vincent. —le llamó, haciendo que callara.—¿Qué quieres tú ahora?—Deja que vayan.—He dicho que no.—Y yo digo que sí. Sabes que soy uno de tus mejores hombres. Si quieres voy con ellos. —Tú también eres un crío. —Áxel tensó todo su ser al oírlo. Primero porque no soportaba que

le llamaran crío, y segundo porque Vincent nunca le había hablado así.—Si no fuera por mí, mas de uno estaría muerto. —escuchó que su madre le llamaba desde la

multitud, pidiendo que callara, pero no le hizo caso.—Te equivocas. —Sabes que no. Sabes que tengo razón. ¿Por qué no puedes aceptar que los “críos” también

podemos ser útiles? —y ahora se dirigió al resto, no sólo a Vincent— ¿Tanto os cuesta asimilar que los adolescentes podemos ser como vosotros? ¿Es tan difícil para vosotros daros cuenta de que somos igual de fuertes que vosotros?

—Áxel, déjalo ya. He dicho que no irán, y no irán. —¿Por qué? ¿Porque tu león murió el otro día y ellos no pudieron evitarlo?Vincent se giró y le miró con enfado antes de hablar de nuevo.—Porque me he dado cuenta de que los críos como vosotros ni siquiera deberían seguir vivos

en este mundo.Dio media vuelta y empezó a caminar al ayuntamiento, pero Áxel no lo permitió. No quería

permitirlo tras aquellas palabras, no tras oír la palabra “críos” pronunciada con tanto desprecio. Con los dientes apretados, empuñó su piolet para correr hacia Vincent. Antes de que este pudiera reaccionar, le pasó uno de los extremos por el hombro derecho y tiró de él con tanta fuerza que le

�22

Aníbal González 7D — EP3hizo tambalearse. La ropa se desgarró por la punta de metal de la herramienta. Después la cogió con ambas manos y miró fijamente a Vincent, en posición de combate.

Gris se tocó el hombro para comprobar que no le había hecho una herida y después le devolvió la mirada a Áxel, a la par que cogía la barra de metal que llevaba enganchada al cinturón.

—No quiero hacerte daño. —le dijo, e hizo una señal a su hermano para que no interviniera. Áxel no contestó.

En su lugar hizo un amago de ataque hacia la izquierda, a lo que Vincent respondió con un barrido. En cuanto Áxel retiró el piolet, Gris aprovechó la inercia para ondear la barra hacia el otro lado e intentar golpearle. El joven dio un paso hacia atrás en el último momento, y cuando el metal ya estaba alejado de su vientre, lo enganchó con uno de los extremos del pico. Vincent intentó desasirse de ello, pero Áxel hizo fuerza para mantenerlo. Cuando ambos hubieron levantado sus armas, comprobó que no podría hacerle soltar la barra de ese modo, y bajó el piolet con todas sus fuerzas hasta que chocaron con el suelo. Después pisó el extremo de la vara, echó hacia atrás su arma e intentó golpear a su rival en el pecho con la parte central. No pretendía matarlo, pero podría hacerlo si quisiera.

Acertó, y Vincent se echó hacia atrás con expresión de dolor. Sin perder un segundo, apartó la mano de su pecho y lanzó un ataque lleno de ira directo a la cabeza de Áxel. Este reaccionó en el último momento y se agachó justo antes de que le golpeara. Dani y los demás empezaban a preocuparse, pero sabían que si intervenían les detendrían antes de que pudieran hacer nada.

Áxel se echó hacia atrás para ganar algo de tiempo, pero después se abalanzó sobre Vincent sin decir una palabra, al contrario que el susodicho, que gritó de ira al cargar. Intentó darle un golpe de arriba abajo con la barra, pero Áxel interpuso el piolet y volvió a enganchar el arma. La echó hacia un lado y le propinó un puñetazo en la barbilla a Vincent. Esta vez no le dio tregua, y aprovechó su desconcierto para zarandear la barra hasta que vio cómo al otro le costaba sostenerla, y entonces le dio un rodillazo en la muñeca. Sabía que con el piolet le mataría si le golpeaba con un extremo, y aquello no le convenía. Pero algo tenía que hacer.

Así que cogió con la otra mano la barra de metal y tiró de ella a la par que le daba una patada en el vientre a Vincent. Después, con ambas armas en las manos, dejó caer el piolet. No tenía claro lo que iba a hacer, pero entonces vio que Vincent todavía quería combatir, pues se había puesto en pie y se preparaba para volver a la carga. Áxel se concentró de nuevo, porque sabía de lo que Gris era capaz con los puños. Dejó que atacara él primero una vez más, pero esta vez no pudo esquivar su ataque. Encajó un puñetazo en la barbilla y otro en la mejilla, y justo cuando Vincent se le había echado encima subió la barra con toda su ira. Le dio con la punta en un lado de la cara, y le desgarró la piel hasta la ceja, haciendo que se echara hacia atrás. Después, notando la sangre en su boca a causa del segundo puñetazo, frunció el ceño y ondeó la barra para golpearle en el pecho, haciendo que cayera al suelo.

Antes de que volviera a levantarse, cuando estaba todavía de rodillas, Áxel zarandeó otra vez la barra y le golpeó tan fuerte en la cara que lo tiró al suelo. Vincent todavía se movía, pero estaba tan mareado que no pretendía levantarse para seguir luchando, así que Áxel se echó hacia atrás y tiró la vara al suelo para recoger su piolet y engancharlo de nuevo al arnés de su espalda. Escupió sangre y no se movió. Su madre fue a abrazarle y preguntarle si estaba bien, y a todo respondió que sí sin apartar la mirada de Gris. Este se había levantado con ayuda de dos hombres y su hermano, y ahora le devolvía la mirada. Tenía una gran herida horizontal en la parte derecha de la cara, y otra vertical en la parte izquierda.

—Te debo una disculpa. —balbució. Áxel no cambió su expresión de enfado, y tampoco lo hicieron Miguel y compañía.

—No somos unos críos. —murmuró, simplemente.—Por eso te debo una disculpa. Me he equivocado, y tú has respondido bien. No debería

haber dicho esas cosas.Áxel indicó con un gesto a su madre que todo iba bien, y que podían retirarse. Justo cuando

caminaban hacia atrás, al dar media vuelta, Vincent volvió a hablar.—Pero no voy a alterar mi decisión. No iréis a Minglanilla.Áxel ni siquiera le miró. En su lugar, dirigió la mirada a Dani y sus amigos. Cashel frunció el

ceño, pero Áxel negó levemente con la cabeza, y entendió que no había nada que hacer.�23

Aníbal González 7D — EP3—Pronto volveremos a Cuenca. Preparadlo todo. —añadió Vincent, antes de entrar en el

ayuntamiento. Dani buscó a Áxel con la mirada otra vez para preguntarle, pero ya había desaparecido entre la muchedumbre. Después se acercó a Miguel y Cashel.

—¿Volver a Cuenca? —inquirió.—Nosotros no —contestó Miguel—. Nosotros volvemos a Minglanilla.Ana acudió a la conversación al ver que debatían algo.—No van a dejarnos salir. —murmuró Cashel.—Acaba de decir que se vuelven a Cuenca, ¿no? Pues en cuanto se larguen, volvemos a

Minglanilla. —insistió el otro.—Sé que es lo que más deseas ahora—intervino Dani. Miguel tuvo que esforzarse por no

mandarle callar en ese mismo instante—, pero acuérdate de algo. Nosotros íbamos a Cuenca, y aquí tenemos un billete de ida. Si podemos tener escolta y transporte, no deberíamos…

—Cállate. Tú no decides eso. Ya no tienes nada que decir. —le calló por fin Miguel.—Deberíamos hablarlo en una casa, no aquí. —propuso Ana, viendo cómo algunos curiosos

empezaban a poner la oreja.Cashel también lo vio, y dio un toque a Miguel.—Tiene razón. Mantengamos la calma. Ahora lo hablaremos.!Aquella misma noche volvieron a reunirse los del consejo. Miguel insistía en que había que ir a

Minglanilla en cuanto tuvieran la oportunidad, pero Cashel empezaba a considerar la opción de Dani como válida. Ana procuraba mantenerse imparcial. Cuando la conversación subía de tono, alguien llamó a la puerta. Hicieron un inciso, y Cashel se sorprendió al ver que eran Sam Nava, su novia y Áxel.

—¿Podemos hablar con vosotros? —preguntó el primero. Cashel miró a Ana y Miguel, y ambos asintieron.

Minutos más tarde estaban los seis sentados en la mesa, esperando a que Sam hablara.—Bueno —suspiró—. Supongo que habréis escuchado a Vincent esta tarde. Lo de volver a

Cuenca. —Sí, lo hemos oído. —Vosotros queríais ir a Cuenca. —recordó Áxel. Cashel miró a Miguel.—Eso queríamos.—No podéis venir con nosotros —sentenció Sam—. En primer lugar porque Vincent no está

muy contento con vosotros…—¿Pero qué hemos hecho para que nos tenga tanta tirria? —inquirió Ana.—No le gusta la gente que le iguala en fuerza y autosuficiencia. —contestó Elena.—Y en segundo lugar… —continuó Sam tras unos segundos— porque no hay espacio

suficiente en los vehículos. Tenemos un camión y bastantes coches, pero los tenemos justos para nosotros.

—Podríais venir cinco, a lo sumo. —completó Áxel.Cashel aguardó unos momentos antes de hablar.—No nos separaremos otra vez. —contestó.—Yo tampoco querría que volvierais a separaros.—Por eso hemos venido. Para deciros que no vengáis con nosotros. Tomad vuestro tiempo,

venid a Cuenca, pero hacedlo por vuestra cuenta. Áxel nos ha contado algo de vosotros, y no queremos que vuelva a pasaros nada parecido. —explicó Sam. Cashel no supo qué decir.

—Gracias. —Miguel lo hizo por él.—Sí, gracias —añadió Ana—. Agradecemos que os preocupéis por nosotros. ¿Cuándo

marcharéis?—En cinco días. —respondió Áxel. Dicho esto, dieron por finalizada la conversación, y tras las despedidas, este último le dijo algo

a Cashel antes de irse.—Dile a Dani que quiero hablar con él.—Lo haré, te buscará cuando pueda. —accedió él, y le estrechó la mano.!

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Aníbal González 7D — EP3—Entonces, ¿qué haremos? —preguntaba Dana al día siguiente, mientras desayunaba con

Ana, Dani y David en la cocina.—Cuando ellos se marchen, nos quedaremos aquí un tiempo, en Reíllo —empezó Ana—.

Podemos refugiarnos todos en el ayuntamiento, y nos será fácil defenderlo. Ni siquiera nos haría falta preocuparnos por nada, si no hacemos ruido. Lo de Minglanilla sigue en pie. Iréis a Minglanilla —ahora se dirigía a David y Dani—, y al volver haremos las maletas para ir a Cuenca.

—¿Cuánto tiempo pasará entre una cosa y otra? —inquirió David.—No lo sé, eso no lo hemos hablado. Pero Cashel me ha dicho antes que seguramente

esperemos una semana hasta lo de Minglanilla, y después otra semana hasta ir a Cuenca.Nadie contestó, y se centraron en terminar de desayunar. Pero Dana volvió a quejarse pasado

un rato.—¿No me puedo quitar ya esta cosa? —se estiró de la venda que todavía llevaba en la

cabeza. Dani rió, y la chica le dio un golpe de broma.—No. Te quedan cinco días. —rió Ana también. Dana resopló y terminó con su vaso de leche.—Por cierto, Ana —le llamó David—, sólo por curiosidad. ¿Tú llevas la cuenta de días desde…

lo de Utiel, no? —Sí —no pareció bajarle el ánimo aquel tema—. Desde que aparecieron los muertos.—¿Y cuántos…?—Hoy es el día número ciento dieciocho. —Harán cuatro meses dentro de poco. —calculó Dani, con la mirada perdida. Ana llevaba su

pequeño diario enganchado al cinturón, pues no pesaba prácticamente y podía llevarlo siempre consigo. Se limpió las manos en el pantalón vaquero, lo abrió y buscó la última página escrita.

—Hoy estamos a treinta y uno de enero. ¿Sabéis qué día era aquella tarde?—Era septiembre. —dijo Dana.—No —sonrió su amiga, pasando páginas hasta encontrar la primera—. Dos de octubre. —

leyó. Dani no pudo evitar esbozar también una sonrisa algo irónica.—A punto de cumplir cuatro meses. —No todos seguimos vivos. —murmuró Dana.—Pero la mayoría sí —David no quiso que perdieran la alegría al ver todo lo que habían

sobrevivido—. Alegrémonos por ello y vivamos todo lo que nuestros amigos no pudieron. !—… y luego iremos a Cuenca. —Cashel terminaba de contarle el plan a Sorní justo cuando el

todoterreno de los voluntarios arrancaba. —Todavía no me convence lo de Minglanilla.—Es lo mínimo que podemos hacer por Gabri.—Sí, eso es verdad, pero…—No te preocupes, Toni —le calmó su hermano, que también iba con ellos—. Todo irá bien.—Eso espero. !Los cuatro días restantes pasaron rápido. Refugiados en la rutina, lo único que esperaban era

que los de Reíllo se fueran de allí y les dejaran a sus anchas, para volver a ser lo que eran. A Cashel incluso le sorprendió que acabara por cansarles el tener a alguien que cuidara de ellos. Pero así era. Sólo Tomás aclanzaba la mayoría de edad, y aún así habían durado cuatro meses. Unos adolescentes habían durado más que mucha gente, y nunca estuvo tan orgulloso de su grupo como en aquel momento, aquella mañana, cuando todos sus amigos desayunaban con alegría en el salón de su casa. Por un momento pensó que estaban en abril del año anterior, cuando fueron de acampada todos juntos y el todo parecía haberse detenido a su alrededor. El mundo parecía suyo en aquellos días.

Dani esperó hasta aquel día para hablar con Áxel. Fue de los primeros en terminar de desayunar. Se levantó, llevó su vaso al fregadero de la cocina y se despidió del resto. Cuando iba a salir, Cashel le detuvo.

—¿Vas a hablar con Áxel?—Sí, ¿por?—Por saberlo. Es un buen tío, nos ha ayudado mucho. Dale las gracias de mi parte.

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Aníbal González 7D — EP3Dani asintió con la cabeza y salió de la casa para ir a casa de Sam Nava, donde estarían él, su

novia y Áxel. Justo cuando llegaba, vio salir a Teresa.—¿Está Áxel dentro? —le preguntó tras saludarla.—Sí, quiere hablar contigo. Me ha dicho que no vendréis con nosotros.—Me temo que no. Pero iremos a Cuenca tarde o temprano.—Me alegro —sonrió ella—. Mucha suerte.Sam abrió la puerta en cuanto Dani dio tres toques. —¡Dani!—Hola, Sam. Venía a…—Tranquilo, es sólo un momento. Además, tampoco tengo mucho tiempo. —interrumpió Áxel,

acercándose a él y apoyándose en el marco de la puerta.—¿Cuándo os vais? —Esta tarde, a las cinco. —Es decir, dentro de nada. —completó Elena, que justo sacaba el equipaje de ella y su novio.—Quería pedirte que vinieras. —le dijo Áxel a Dani. —¿Qué? No puedo hacer eso, no voy a separarme de ellos.—Ya, ya lo sé, me refiero a que vengas más tarde, cuando puedas. —Lo hemos hablado, e iremos a Cuenca en cuanto se resuelva lo de Gabri.—Aún así, quiero insistir. No quiero que cambiéis de opinión, y quiero que les convenzas

aunque ya no seas su líder en caso de que empiecen a dudar. Aquello no es como esto. Esto no es nada en comparación. Allí somos más de doscientas personas, Dani. Y Álvaro no es como Vincent, él no dice esas tonterías, ni toma decisiones. Se hacen por votación, y todo funciona bien, bien de verdad. Tenéis que venir.

Dani sonrió.—Lo haremos, Ax. —Me alegro. Jorge y los demás se alegrarán de verte. !Llegaron las cinco de la tarde y todo el pueblo se reunía en la carretera, subiéndose en los

vehículos y metiendo el equipaje en los maleteros. El grupo de Cashel observaba desde cerca, pero nadie les hacía caso. Tan sólo Áxel, cuando ya estaba todo listo y sólo faltaba que Vincent diera la señal de salida, se acercó a Dani.

—Os estaremos esperando —se estrecharon la mano y luego se dieron un abrazo. Conforme se alejaba, se despidió con la mano del resto del grupo—. ¡Cuidaos, gente! ¡Volveremos a vernos!

Le devolvieron la despedida y el chico se alejó hasta meterse en el coche donde iban su madre, Sam Nava, Elena y él. Fueron los únicos que hicieron sonar el pito cuando arrancaron para despedirse definitivamente.

Y así, los doce quedaron a solas en Reíllo, sin poder creérselo. —Bueno, pues solos otra vez. —resopló Tomás, sentándose en un tocón de madera que había

en la entrada al pueblo. —Sí. Escuchad, Migue, Ana y yo habíamos pensado trasladarnos todos al ayuntamiento. Para

estar juntos y así preocuparnos sólo de una zona. —anunció Cashel.—¿Cuándo iremos a Minglanilla? —inquirió Nico.—En cuanto lo tengamos todo preparado y nos acostumbremos a vivir solos aquí. Una

semana. —Muy bien. —terminó el chico, y varios se adentraron con él en Reíllo.—¿Y está ya decidido? —preguntó Inés, antes de que Cashel también lo hiciera.—Sí —Miguel respondió por él—. No te preocupes más por ello, cielo.!El tiempo pasó más rápido de lo que habían pensado. Más incluso que cuando había gente en

Reíllo. Recogieron todas sus pertenencias, las de ambas casas, y las llevaron al ayuntamiento. Después se repartieron por todas sus salas y fortificaron las posibles entradas. Comprobaron que la terraza del edificio era la más alta del pueblo, y desde allí se podría ver toda la carretera, por lo que decidieron que Nico se encargaría de la vigilancia en lo alto, y él mismo designaría a sus relevos. Dejaron de preocuparse en gran medida por las vallas exteriores, pues soportarían un número moderado de muertos antes de ceder, y era muy poco probable que se agolparan varios.

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Aníbal González 7D — EP3Hacía semanas que no combatían con un hueco, porque ninguno se acercaba hasta allí, y ahora que hacían mucho menos ruido apostarían a que podían pasar meses sin ver muertos. Tomaron los dos primeros días para planear bien el viaje a Minglanilla, para organizar todas sus provisiones, pero el tercer día pasó algo con lo que no contaban. Algo que desbarató todos sus planes. !

Parecía una mañana como cualquier otra. Mientras la mayoría todavía se desperezaba y terminaba de desayunar, Nico y Dana permanecían en la terraza del ayuntamiento. La chica ya no llevaba el vendaje, pero la herida había dejado una cicatriz en la parte izquierda de su frente. Intentaba taparla con el pelo, pero todos sabían que la tenía. En cualquier caso, desde que se quitó la venda pidió volver a usar armas de fuego para no perder práctica, y Ana dio el visto bueno. Así que, para que cogiera práctica, Nico decidió que fuera uno de su relevos, y le dio permiso para disparar a algunos huecos aunque no fueran una amenaza, pues el ruido no sería problema y le serviría para practicar. Se encontró con Dani al bajar para tomarse un descanso. Él iba a la plaza para hablar con Sorní.

—Te lo dije. —murmuró el chico tras saludarse.—¿El qué? —Dana enarcó una ceja.—Que tú no ibas a morir. —tenía razón, se lo dijo en Minglanilla, y ella se acordaba. —Tú tampoco has muerto. —pero ella tampoco mentía.Dani sonrió y ambos salieron a la calle. Vieron a Sorní y Ana abrazados en uno de los bancos

de piedra.!Desde la terraza se veía todos los alrededores de Reíllo. Era una suerte que el pueblo estuviera

en pendiente; Nico no tenía problema alguno para apuntar con el rifle y vigilar. Todavía observaba un zombi por la mirilla del arma cuando vio algo moverse rápidamente por el rabillo del ojo. Se apartó de la mirilla y entornó los ojos por el sol. Tras unos segundos intentando ver con claridad, confirmo que por la carretera se acercaban cuatro coches. Pero no reconocía ninguno.

—¡Eh! —llamó a los demás, que estaban debajo de él, en la plaza— ¡Viene gente!—¿Que qué? —inquirió su hermano, sin entenderle. Nico se arrimó a la barandilla.—¡Que vienen varios coches! ¡No sé de qué…!Antes de que terminara la frase, una bala le atravesó el hombro derecho y cayó. Sorní gritó su

nombre, se apartó de Ana sin decir nada más y corrió al ayuntamiento para socorrer a su hermano. Justo cuando entraba salía Cashel, pero no le hizo caso.

—¡¿Qué coño ha sido eso?! —espetó este.—Alguien ha disparado a Nico. —le respondió Dani, que iba a subir con Sorní.Cashel no supo qué responder, y también entró en el edificio de nuevo para ir a por su pistola.

Dana, que llevaba el rifle en la mano, se quedó con Ana. Esta insistía en que fueran también, pero justo entonces llegaron corriendo Miguel, Tomás y Lucía de coger leña. El primero tiró los troncos al suelo en cuanto Inés salió a abrazarle.

—¿Qué ocurre? Hemos oído un disparo. —le dijo a Ana.—Han disparado a Nico.—¿Qué? ¿Quién?—No lo sabemos —contestó ahora Dana—, ha dicho que venían unos coches, creo.Miguel abrió los ojos como platos y miró la calle que llevaba hacia la entrada del pueblo.

Maldijo por lo bajo, le dio un beso a Inés y se separó de ella.—Si le han atacado desde la carretera y vienen en coches, no puede significar nada bueno.

Ana, dile a Cashel y Sorní que les necesito aquí abajo, y que traigan mi bate. Dana, Lucía, vosotras también. Ya os manejáis bien con las armas. —sin dar opción a protestas, empuñó una pistola y empezó a caminar.

—¡Pero me manejo contra muertos, no contra humanos! —rechistó Lucía, pero Ana le dio un toque en el hombro y siguió a Miguel a toda prisa. !

Nico se había recostado contra la barandilla de la terraza y se había quitado la ropa de arriba para observar la herida. Sorní y Dani llegaron hasta a él. Su hermano se agachó a su lado y Dani cogió el rifle para apuntar desde la cobertura de la barandilla.

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Aníbal González 7D — EP3—¿Es grave? —preguntó el herido, al ver que su hermano examinaba su hombro.—Creo que no, la bala ha salido por el otro lado. Se curará solo, pero tiene que verte Ana.—Están viniendo hacia aquí. —informó Dani, siguiendo a los coches con el rifle.

Efectivamente, se acercaban a la entrada del pueblo a una velocidad vertiginosa. —¿Cuántos son? —preguntó Sorní, mientras ayudaba a su hermano a levantarse.—Cuatro coches llenos por completo.—¡Toni! —llamó Ana, que justo había llegado a la terraza— Dice Migue que os necesita a ti y a

Cashel, a él ya le he avisado. Sorní asintió con la cabeza y le cedió a su hermano.—¿Dónde está Migue? —Ha ido con Dana y Lucía a la carretera —le detuvo antes de que bajara por las escaleras—

Ten cuidado.Sorní le dio un beso en los labios y le contestó mientras bajaba a toda prisa.—¡Cuida de Nico! ¡Dani! ¡Tenedlo todo preparado para cuando volvamos!El rubio miró a la chica como preguntando, y esta asintió.—Cashel ha dicho lo mismo. Que preparemos el equipaje, por si tenemos que irnos. —Pues no hay tiempo que perder. Vamos. —jadeó Nico.—Tú no —le paró Dani—. Ana, véndale la herida. Tomás, yo y el resto lo preparamos todo.!Sorní y Cashel llegaron corriendo a la entrada del pueblo. Dana estaba en la esquina de la

primera casa, Lucía un poco más adelante, y Miguel al frente. Cashel le dio su bate en cuanto le alcanzó, y antes de que pudieran decir nada se dieron de bruces contra los coches. Habían frenado unos metros más allá, pero nadie había salido. Miguel frunció el ceño, empuñó el bate y dio un paso, pero justo entonces se abrió una puerta del primer coche. Por ella salió un hombre alto y joven, con el pelo moreno y revuelto. En la mano llevaba un rifle de asalto.

—Dejadnos entrar. —dijo en voz alta, sin más preámbulos.—¿A qué venís? —inquirió Miguel, pero Sorní no tenía tanta paciencia.—¡Habéis disparado a mi hermano, desgraciados! El hombre se rió.—Soy Valentín Trejo. Mis amigos me llaman Val.—Que a qué coño venís. —repitió Miguel, quitando el seguro de su pistola. Trejo se dio cuenta

de ello, porque volvió a reírse. —Dejadnos entrar al maldito pueblo, y luego veremos si podemos hablar con vosotros. ¿Por

qué no sale vuestro Vincent querido?Miguel miró a Cashel con incertidumbre.!Dani, David, Tomás e Inés habían terminado de poner todas las bolsas y mochilas apostadas a

la entrada del ayuntamiento. Paula se había negado a colaborar y Ana y Nico continuaban arriba. Bajaron a los diez minutos, y encontraron a Dani y David asomados a la esquina del ayuntamiento. Ana iba a preguntar algo, pero entonces escucharon varios disparos y se les crisparon todos los pelos. Nadie movió un dedo hasta que vieron a Cashel corriendo hacia ellos.

—¡Adentro!Los demás no supieron por qué, pero le hicieron caso. Excepto Ana.—¡¿Qué ha pasado?! ¡¿Dónde está Sorní?! —No está muerto. —contestó el oro simplemente, mientras bloqueaba la puerta con ayuda de

David y Dani.—¡¡Que dónde está Sorní!! —Ana le zarandeó de tal manera que tuvo que apartarse

bruscamente para que no acabara tirándole al suelo. —¡Le han cogido! —espetó, ajustándose la camiseta— Les han cogido a él, a Migue, a Dana y

Lucía. Querían entrar al pueblo, han preguntado por Vincent Gris, y no les hemos dejado. Y entonces…

Val Trejo no le dejó terminar. —¡¡Salid ahora y nadie morirá!!—¿Quién coño es ese gilipollas? —maldijo Tomás.

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Aníbal González 7D — EP3—¡¡Sé que no queréis que estos cuatro mueran!! ¡¡Y nosotros no tenemos tiempo para dar

explicaciones ni andarnos con juegos!! ¡¡Salid con las manos en alto y hablad con nosotros!!Cashel miró a Dani, como preguntando, pero el chico no dijo nada. En primer lugar porque no

sabía qué proponer, y en segundo porque no quería proponer nada. Cashel apretó los labios y volvió a pegarse a la puerta.

—¡¡No abráis fuego!! ¡Vamos a salir!—¡¿Qué?! —espetó Tomás— ¡¿Vamos a entregarnos?!—Esos de ahí fuera tienen a nuestros amigos de rehenes, y si no fuera por un golpe de suerte

yo también estaría con una pistola en la cabeza. ¿Es que me dejarías tirado? —le hizo un favor a Ana, porque la chica miraba con tanto odio a Tomás que no se le ocurría más respuesta que un manotazo.

—Si eso me librara de morir yo también, sí, lo haría. —respondió el moreno. Cashel frunció el ceño y desbloqueó la puerta.

—¡¡Ya salimos!! —gritó, sin apartarle la mirada, antes de abrirla. Al salir comprobaron lo que se temían. Sorní, Miguel, Lucía y Dana estaban arrodillados frente

a ellos, en la plaza, con un hombre detrás de cada uno y una pistola pegada a la nuca. Val Trejo estaba en el centro, entre Sorní y Miguel. No llevaba ningún arma en la mano, pero el resto de sus hombres sí. Contándole a él y los cuatro que apuntaban a los jóvenes, habían quince hombres. Dani estaba seguro de que los coches estaban llenos cuando vinieron, así que tenían que haber otros cinco en otra parte. Mientras se adelantaban con las manos en alto, miró a todos lados buscando posibles francotiradores, pero no los encontró.

Siguiendo las indicaciones de Trejo, se fueron arrodillando junto a los otros cuatro, y pronto tenían también el cañón de una pistola pegado a su cabeza. Trejo se adelantó hasta estar frente a ellos y carraspeó, dispuesto a hablar.

—¿Qué queréis de nosotros? —inquirió Lucía. Trejo le lanzó una mirada asesina y se acercó a ella.

—¿No has pensado que quizá querría hablar antes que ninguno de vosotros? —siseó. La chica se estremeció, pero repitió la pregunta.

—¿Pero qué queréis…? —antes de que pudiera terminarla, Trejo le había propinado un revés que la tiró al suelo. Cashel, que estaba a su derecha, se movió para intentar ayudarla de alguna manera, pero el hombre que tenía detrás le hizo presión con la pistola y tuvo que permanecer quieto. El que apuntaba a Lucía la agarró del pelo y volvió a erguirla. La chica cerró los párpados con fuerza para no llorar.

—No lo voy a preguntar muchas veces. ¿Dónde está Vincent Gris? —algunos cruzaron las miradas, pero nadie respondió. Trejo apretó los labios— ¿Qué coño ha hecho para que le defendáis de esa manera?

—No somos de su grupo. —murmuró Cashel entonces, y alzó la mirada. Trejo puso cara de desconcierto, pero Miguel terminó la explicación por su amigo.

—Cuando llegamos, el pueblo estaba vacío.Trejo tardó unos segundos en reírse. Se acercó a él y se agachó tal como lo había hecho antes

con Lucía. —¿A quién cojones te crees que engañas? —habló en voz baja, pero el puñetazo que le dio en

el estómago se escuchó en toda la plaza— Os lo estoy advirtiendo. No juguéis conmigo, porque no soy imbécil. Sé perfectamente lo que ha pasado en este pueblo, y vosotros me vais a decir dónde está Vincent Gris, y después os voy a matar a todos. Pero si os calláis —calló unos segundos— será mucho peor. Hay muchas formas de matar a una persona —nadie dijo nada—. Segunda vez que lo pregunto. ¿Dónde está el puto Vincent Gris?

Esta vez fue Tomás el que habló.—¿Cuántas veces más puedes preguntarlo? Los demás le miraron atónitos, sin poder creer lo que oían. Trejo le miró con el ceño fruncido, y

no fue tan indulgente como con Miguel y Lucía. Fue hacia él a toda prisa, apartó la pistola de su cabeza con un manotazo y lo levantó para arrastrarlo hasta tirarlo frente a todos sus amigos.

—¿Eres el gracioso del grupo? —inquirió, tumbándolo boca abajo y sentándose en su espalda— Todos los grupos tienen un gracioso que saca de quicio a todo el mundo. ¿Sabes lo que hicimos con el nuestro? —le habló a la oreja— Lo desollamos vivo y lo pusimos al sol.

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Aníbal González 7D — EP3Parecía ser solo una amenaza, pero después se levantó, le dio la vuelta a Tomás y le dio varios

puñetazos. El chico intentó defenderse, pero pronto Trejo abrió sus brazos y puso sus rodillas sobre ellos. Después continuó dándole puñetazos. Pronto empezó a sangrar. Cuando ya no tenía fuerzas para hacer nada, volvió a levantarle y le dio golpes por todo el cuerpo. Rodillazos en el vientre, codazos en las costillas, patadas en las espinillas. Continuó hasta que casi no se tenía en pie, y le propinó un último puñetazo que le saltó un diente y le tiró al suelo. Apenas consciente, Tomás aún sintió cómo Trejo volvía a sentarse sobre él y comenzaba a doblarle un brazo. Pudo gritar cuando el hueso crujió, pero estaba tan mareado que pronto cerró los ojos. Trejo se despegó de él y miró al resto, todos aterrorizados.

—¿Veis eso? Pues puede ser mucho peor. ¡¡Mucho peor!! ¡Podría mataros a todos con mis propios puños! ¡¿Vais a hablar ahora?! —Dani miró a Cashel y Sorní, y supo que habían llegado a la misma conclusión. Trejo pretendía matarles de todas maneras, y en Cuenca estaban Áxel, Sam, Elena y todos los demás. El único al que no apreciaban de ellos era Vincent, y ni siquiera deseaban su muerte. La solución no era delatar su posición y hacer caso a Trejo. Tenían que buscar otro camino— Oh. Muy bien. Puede que lo del gracioso os haya dejado pasmados. Tranquilos, si habláis no os mataré así. Sino así. —y antes de que pudieran imaginarse lo que pretendía, desenfundó su propia pistola, quitó el seguro, apuntó a Inés y apretó el gatillo. La chica perdió la vida antes de darse cuenta de que la estaba arriesgando, y Miguel gritó iracundo. Se levantó, pero el hombre de atrás le dio una patada en la rodilla y le obligó a agacharse de nuevo. Como seguía gritando contra Trejo, le dio con la culata del arma en la nuca. No le dejó inconsciente, pero le aturdió tanto que tuvo que callar para intentar recomponerse. Cashel, horrorizado, cedió.

—¡¡Se fueron hace cuatro días!! —gritó. Trejo sonrió.—Eso está mejor. ¿Y hacia dónde fueron?—Se fueron hacia…—Se fueron hacia el norte. No dijeron un lugar exacto. —terminó Dani. —Bien. Muy bien —Trejo asentía con la cabeza a la par que caminaba de un lado a otro,

ignorando por completo a Tomás, que todavía yacía en el suelo—. Pero hay algo que no me cuadra. Primero, ¿por qué no os habéis ido con ellos? Y segundo, y lo más importante, ¿por qué habéis intentado mentirme?

—Queríamos quedarnos aquí. Nos parecía más seguro. —contestó Cashel, sin apartarle la mirada.

—Que sí, que vale. ¿Pero por qué habéis intentado mentirme? —dirigió la pistola hacia él, pero no puso el dedo en el gatillo.

—Vienes sin conocernos —habló Sorní—, disparas a mi hermano —Trejo miró al mencionado, que mantenía la cabeza baja. No llevaba camiseta y el vendaje ensangrentado le cubría todo el hombro—, dices que nos matarás de cualquier forma y disparas a una chica en la cabeza. ¿Qué coño querías que hiciéramos?

Trejo volvió a fruncir el ceño e inspiró hondo para reprimir la rabia.—Entonces es que a lo mejor no os han quedado las cosas claras. —masculló, y esta vez sí

puso el dedo en el gatillo. Con un movimiento más que rápido, quitó el seguro y le apuntó con firmeza a la cabeza.

—¡No! —chilló Ana, que estaba a su lado, y se abalanzó sobre su novio para ponerse delante de él. Habría recibido ella el disparo de no ser por una voz que detuvo a Trejo.

—¡Val! ¡¿Qué coño está pasando?! —Dani alzó la cabeza, y descubrió que todos estaban tan sorprendidos como él. Conocían aquella voz— Te he dicho que nada de disparos, Yago no quiere que… —era Manuel Vasco, y la sorpresa ahogó su frase. Primero por ver que aquellos individuos eran conocidos suyos, muchos de ellos amigos, y después por ver lo que le había hecho a Tomás y a Inés. Miguel también continuaba con la cabeza enterrada entre los brazos, seguramente llorando a oscuras.

—Tú mismo dijiste que teníamos que encontrar a Vincent pasara lo que pasase. —¿Qué coño has hecho…? —inquirió, sin dar crédito a lo que veía. —Si no lo hacía no iban a hablar. —No hacía falta que mataras a nadie, Val. —Eso tú no lo sabes.

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Aníbal González 7D — EP3—Sé que Yago me puso a mí al cargo, y sé que me vas a obedecer si no quieres que te pase

nada malo. Trejo apretó la mandíbula. Vasco se adelantó, dispuesto a liberar a sus amigos, pero el otro le

agarró por el brazo.—Un crío no va a decirme lo que hacer.Vasco se zafó de él de un solo estirón y después le propinó un puñetazo con la otra mano.—¿No recuerdas por qué Yago me eligió a mí?—No quieras un combate cuerpo a cuerpo, chaval. Sabes que te destrozaría.Vasco sabía que tenía razón, y por eso no se arriesgó. Aprovechando el factor sorpresa, le dio

una patada en la entrepierna.—No hace falta combatir. Lleváoslo. Ahora hablaré con vosotros —ordenó al resto de

hombres. Había un par de adolescentes, pero Vasco parecía el más joven—. ¿A qué esperáis? ¡Vamos! Yo hablo con estos. —y sin embargo todos le hicieron caso. Enfundaron sus pistolas, ayudaron a Trejo a caminar y se alejaron de la plaza. En cuanto hubieron desaparecido, Vaso corrió a desatar a Cashel y compañía.

—¿Qué coño haces tú aquí? —preguntó Sorní, abrazado a Ana, quien tenía los ojos llorosos.—No sabéis cuánto lo siento. Es una larga historia, pero no tengo tiempo de contárosla —

terminó de desatar a Dana, que era la última, y se detuvo al ver el cadáver de Inés—. Dios…—Es un monstruo. —musitó Nico, moviendo el hombro para comprobar su estado.—Es un gilipollas —confirmó Vasco, mirando ahora a Tomás, que ya estaba siendo atendido

por Ana—. ¿Cómo está?—Vivo —contestó ella—. Le ha roto la mandíbula y seguramente un par de costillas, pero

todavía respira.—Vais a tener que cargar con él. —Vasco no estaba contento de anunciar aquello.—¿Qué? —inquirió Sorní.—Puedo salvaros esta vez. Pero la única manera de hacerlo es que corráis ya. No puedo

convencerles —añadió al ver la mirada de Dani—, habéis visto que no me tienen mucho aprecio.—Y te tendrán aún menos cuando aparezcas y resulte que nos has dejado escapar. —apuntó

Dana.—Ya me da igual el aprecio que esos cabrones me tengan. Si son así cuando Val está

alrededor, prefiero alejarme de ellos. —ayudó a Ana a levantar a Tomás. —Ven con nosotros. —propuso Sorní.—No. Tengo que ganar algo de tiempo. No van a matarme. Si voy ahora, conseguiré coger un

coche y escapar, y vosotros ya estaréis lejos cuando se den cuenta de que os he salvado. —¿Y dónde coño vamos? —inquirió David, cargando él con Tomás. —Hacia el oeste, hacia el campo. No hay mucho trecho de aquí a donde empieza un bosque.

—la gente miró a Cashel, esperando que él decidiera. Tras pensarlo, asintió. Empezaron a recoger sus mochilas, y él, Sorní y Dani aprovecharon para hablar con Vasco.—¿Cómo has acabado aquí? —preguntó Dani.—¿Y por qué queréis dar con Vincent? —añadió Cashel.—Os lo he dicho, es una larga historia. Respecto a lo de Vincent, para resumiros, os diré que

nos traicionó y nos dejó… un buen recuerdo. Escuchad, ¿vais hacia Cuenca?—Allí es donde han ido Vincent y los demás. —Sorní no dudó en confiar en él.—De acuerdo. Tenéis que decirles que se preparen. Valentín quiere venganza, y Cuenca será

una de sus primeras opciones de destino. No sé cuánto podrían tardar en ir allí.—Pues más nos vale irnos ya. —dijo entonces Miguel. Tenía los ojos rojos de llorar.—¿Estás bien…? —se atrevió a preguntar Cashel.—Vámonos de una puta vez —Miguel escupió y empezó a cargar con todas las bolsas que

podía—. El carrito está en nuestra casa, no podemos llevarlo todo nosotros. Ana iba a proponer algo, pero escucharon los gritos de Val Trejo.—¡¡Vasco!! ¡¡Ven aquí ahora mismo!! ¡¿Qué coño está pasando?!—No hay tiempo —anunció Cashel, dándole un toque en el hombro a Vasco a modo de

despedida y yendo con Miguel y los demás—. Coged todo lo que podáis y vámonos cagando hostias.

Dani también fue con ellos, pero Vasco le cogió del brazo.�31

Aníbal González 7D — EP3—¿Cómo murió? —le preguntó. Al principio Dani no le entendió, pero luego supo que se

refería a Alicia.—Tuvo una buena muerte, estuvo con nosotros hasta el último momento. Yo mismo le disparé

para que no volviera.—Es una pena que muriera.—Tampoco es la única que ha muerto…—Es la única que me apena. Hoy en día la muerte ya no es algo extraordinario.—¡¡Vasco!! ¡¿Dónde coño estás?!—Tenéis que iros. Cuidaos mucho, tío. —se estrecharon la mano y Vasco le dio un pequeño

empujón. Después se despidió de todos con la mano, cuando empezaban a correr por una de las calles, directos a la salida hacia el oeste, siguiendo el mapa de Nico.!

Tal como Vasco había dicho, no tardaron en ver el campo, y un bosquejo no muy lejos de la carretera, sobre una colina. Se detuvieron un instante para mirar hacia atrás, pero Cashel no tardó en ordenar que continuaran. Aligeraron el paso hasta que llegaron a los primeros árboles, y dejaron de correr para empezar a caminar, pero no pararon.

—¿Creéis que estará bien? —preguntó Ana.—No lo sé —contestó Cashel, que llevaba a Tomás con la ayuda de David—, pero nos ha

salvado. Espero que no le pase nada.—Ese Trejo parece bastante ido de la cabeza. —comentó Dani. —¿Parece? —Sorní miró a Miguel tras hacer la pregunta. El chico iba al frente de todos, sin

decir una palabra. —¿Van a perseguirnos? —inquirió Dana, mirando hacia atrás. —No saben que estamos aquí —contestó Nico—, pero nos buscarán. No creo que nos

convenga parar. —Ya son las cinco de la tarde. Pronto anochecerá, y no hemos comido. —musitó la chica.

Lucía intervino antes de que alguien respondiera.—¡Esperad! ¡¿Dónde está Paula?! —todos miraron a su alrededor, pero no la vieron. No estaba

con ellos— ¡Hay que volver a por ella!—Ni de coña. —sentenció Sorní, volviendo a caminar. Miguel también lo hizo, y Nico.—No podemos —intentó consolar Cashel a la chica—. No sabemos si la matarán, pero

sabemos que a nosotros sí lo harán si nos ven. Tenemos que continuar. Volvieron a caminar. Ana reconfortó a Lucía con un pequeño abrazo y después caminó con

ella. Dani estaba mirando hacia Reíllo, que aún se divisaba entre las ramas de los árboles, hasta que Dana le dio un toque en el brazo. Dani inspiró hondo, agradeció por última vez aquel mes que habían pasado con tranquilidad en un pueblo, sin preocuparse por los muertos, y maldijo a Val Trejo por obligarles a despedirse de ello antes de caminar con Dana. !

—No hay ningún problema. —dijo Vasco cuando volvía a la entrada de Reíllo, antes de que le acusaran de algo.

—¿Qué? Espera, ¿y los chavales? —preguntó alguien. Trejo se levantó del banco donde estaba.

—¡¿Qué has hecho con ellos?! ¡¿Te han dicho algo de Vincent?!Vasco empuñó su pistola y la cargó. Sin decir una palabra, disparó una rueda de cada coche,

exceptuando uno, y tras pinchar la tercera, Trejo cogió su rifle.—¡¿Se puede saber qué coño haces?! ¡¿Es que les has dejado vivir?! Vasco miró un instante a dos hombres que estaban en el extremo del grupo. Eran sus hombres

de confianza, y sabía que no les traicionarían. Sin necesidad de decir nada, ambos empuñaron un revólver y fueron con él a la par que recargaba su arma.

—Les he dejado vivir, sí. Trejo quitó el seguro del rifle y le apuntó enseñando los dientes. Tanto Vasco como los otros

dos le apuntaron con sus propias armas. Poco a poco se echó hacia atrás y abrió la puerta del conductor del coche que no había inutilizado. Antes de que entrara, justo al poner un pie dentro, oyó la voz de Paula.

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Aníbal González 7D — EP3—¡Les ha dejado escapar! —todos la miraron. Tenía las manos en alto, y se acercaba a ellos

lentamente. Vasco puso cara de decepción y rabia.—Tú eres una de esos cabrones. —masculló Trejo. Corrió hasta ella y le cogió del cuello.—Han ido al bosque, al bosque que hay hacia el oeste. Él les dio las indicaciones. —jadeó

Paula. Trejo abrió los ojos como platos, pero el otro ya había arrancado el coche. Las balas de su rifle no consiguieron pinchar ninguna de las ruedas, y tuvo que observar con impotencia cómo Manuel Vasco y dos de sus hombres se alejaban por la carretera. Apretó los labios con fuerza, pero trató de controlarse. Soltó a Paula y volvió a mirarle.

—Debería matarte ahora mismo. La chica tragó saliva y bajó los brazos.—No soy como ellos. Ya no quiero estar con ellos —algunos enarcaron una ceja—. Quiero ir

contigo, quiero unirme a vosotros. Trejo se echó hacia atrás y bajó el arma. Miró hacia su izquierda, hacia donde sabía que

estaba el bosque del que Vasco hablaba. Después miró a Paula y posó una mano sobre su cuello. La acercó un poco, dirigió de nuevo la mirada hacia el interior del pueblo. Esbozó una sonrisa tan llena de satisfacción que el resto de hombres se sorprendió.!!!

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