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6. La pequeña propiedad campesina en la actualidad Resulta prácticamente imposible proceder al estudio evo- lutivo de la pequeña propiedad regional con un método simi- lar al empleado para las grandes propiedades; por una pazte porque la movilidad de este tipo de patrimonios suele ser ma- yor que la de los latifundios, como ha puesto ya de manifiesto el análisis de la dinámica reciente del minifunido derivado del desmoronamiento de la propiedad ducal de Medinaceli en Mon- tilla; por otro lado porque con frecuenciá la inscripción regis- tral de estas fincas se ha retrasado ostensiblemente, dándose casos numerosos aún de tierras no inscritas; en último extre- mo porque, como se comprenderá fácilmente, la rentabilidad del trabajo de investigación registral centrado en un reducido grupo de minifundios no puede compazarse, ni por asomo, a la derivada de un colectivo de igual número de grandes fincas, tanto en los casos en que éstas se han mantenido indemnes hasta la fecha (situación, por ejemplo, de los 35 cortijos cordobeses y algunos donádíos marcheneros analizados), como en los de procesos de parcelación generalizados (fincas de Montilla y de Marchena). Dado, pues, que el «método registral» supera en este caso las posibilidades de nuestra investigación y puesto que en epí- grafes anteriores de este capítulo ya se contemplaron diversos procesos de divisiones y segregaciones por herencias y com- praventas de un nutrido grupo de grandes fincas, así como la evolución últerior hasta hoy del minifundio nacido de alguno de estos procesos, el objetivo de este postrero estudio de la pe- queña propiedad regional quiere sólo dejar constancia de su existencia, de su reforzamiento incluso con respecto a etapas anteriores -contraviniendo nuevamente, como algunos aspec- tos ya comentados sobre la gran propiedad, el «modelo orto- doxo» sobre evolución de la agricultura en los países capitalis- tas dominados por el latifundio-, de su organización espacial y orientación productiva así como de algunos aspectos del fun- 308

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6. La pequeña propiedad campesina en laactualidad

Resulta prácticamente imposible proceder al estudio evo-lutivo de la pequeña propiedad regional con un método simi-lar al empleado para las grandes propiedades; por una pazteporque la movilidad de este tipo de patrimonios suele ser ma-yor que la de los latifundios, como ha puesto ya de manifiestoel análisis de la dinámica reciente del minifunido derivado deldesmoronamiento de la propiedad ducal de Medinaceli en Mon-tilla; por otro lado porque con frecuenciá la inscripción regis-tral de estas fincas se ha retrasado ostensiblemente, dándosecasos numerosos aún de tierras no inscritas; en último extre-mo porque, como se comprenderá fácilmente, la rentabilidaddel trabajo de investigación registral centrado en un reducidogrupo de minifundios no puede compazarse, ni por asomo, ala derivada de un colectivo de igual número de grandes fincas,tanto en los casos en que éstas se han mantenido indemnes hastala fecha (situación, por ejemplo, de los 35 cortijos cordobesesy algunos donádíos marcheneros analizados), como en los deprocesos de parcelación generalizados (fincas de Montilla y deMarchena).

Dado, pues, que el «método registral» supera en este casolas posibilidades de nuestra investigación y puesto que en epí-grafes anteriores de este capítulo ya se contemplaron diversosprocesos de divisiones y segregaciones por herencias y com-praventas de un nutrido grupo de grandes fincas, así como laevolución últerior hasta hoy del minifundio nacido de algunode estos procesos, el objetivo de este postrero estudio de la pe-queña propiedad regional quiere sólo dejar constancia de suexistencia, de su reforzamiento incluso con respecto a etapasanteriores -contraviniendo nuevamente, como algunos aspec-tos ya comentados sobre la gran propiedad, el «modelo orto-doxo» sobre evolución de la agricultura en los países capitalis-tas dominados por el latifundio-, de su organización espacialy orientación productiva así como de algunos aspectos del fun-

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cionamiento de la explotación dentro de estas propiedades; to-do ello encaminado, como en capítulos anteriores, a compren-der y explicar el sostenimiento, y hasta la expansión de estetipo de modestas unidades de producción como complementodependiente de las grandes explotaciones dominantes, en el mar-co de un nuevo tipo de relaciones definido por el descenso drás-tico del empleo en las actividades agrarias y la aceleración deléxodo rural.

6.1. El minifundio altocampiñés

A) Reforzamiento de la pequeña propiedad

En el marco regional que nos ocupa, buena parte de los

municipios altocampiñeses presentan rasgos de relativo mini-

fundismo, como ya señalara en el capítulo segundo, tanto si

se toma en consideración la información catastral referente á

propiedades, como la censal sobre explotaciones. Se trata aqtií

de cuantificar y analizar con más detalle determinados aspec-

tos territoriales y productivos de ese nutrido grupo de modes-

tos propietarios en algunos términos seleccionados, y, en la me-

dida de lo posible, reflexionar sobre su evolución numérica y

superficial como consecuencia de las transformaciones de pro-

piedad operadas durante los últimos 100 años, ésto último re-

ferido obviamente a aquellos casos para los que se dispone de

información sistemática de mediados del siglo XIX o, mejor

aún, como ^en el caso de Arjonilla, desde mediados del si-glo XVIII. ,

Sin negar, desde luego, la desigualitaria distribución de lapropiedad de la tierra que define la estructura agraria de los

pueblos altocampiñeses considerados (véanse graficos referidos

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a Arjonilla, Montilla y Torre del Campo), podrá estarse de

acuerdo, sin embargo, que los niveles de concentración que

presentan se alejan sensiblemente de los de algunos grandes

municipios del centro y de la baja Campi`na estudiados; los ín-

dices de Gini arrojan para los pueblos señalados, valores com-

prendidos entre 0,7 de Arjonilla y 0,65 de Torre de Campo,

cifras muy distantes por supuesto de una situación de equili-

brio, pero sustancialmente distintas de la de municipios como

Córdoba (I.G. = 0,84) o Carmona (0,80); y no se olvide que

en comunidades agrarias desigualitarias como las que integran

de forma general, no sólo ya la región bética, sino el conjunto

de la agricultura nacional, diferencias en el índice de Gini de

una décima o más .resultan significativas.

Pero más allá de la constatación del importante peso rela-

tivo de la pequeña propiedad en la comarca y, consecuente-mente, de los más bajos índices de concentración, el tema cla-

ve, desde nuestro punto de vista, es la evolución seguida por

el minifundio desde mediados del siglo XIX hasta hoy. La com-

paración de los Amillaramientos de 1860-63 con la documen-

tación catastral actual, con todas las limitaciones que quieran

señalarse, no dejan lugar a dudas sobre la estabilidad y, más

aún, sobre el reforzamiento de los intervalos de propiedades

más modestas; el grupo de aquéllas con menos de 25 fanegas

(alrededor de 15 hectáreas) en Arjonilla y Montilla no sólo ha

incrementado su participación relativá en el conjunto de la masa

municipal de propietarios, sino que ha crecido además y sobre

todo en la superficie detentada: el proceso habido en los últi-

mos 100 años ha consistido, pues, en el aumento del colectivo

de modestos propietarios y en el reforzamiento paralelo de su

implantación territorial; aunque, ciertamente, en términos ab-

solutos el incrento de propietarios ha sido superior al de la su-

perficie ocupada y, consiguientemente, los minifundistas se han

hecho «más minifundistas», no puede afirmarse, por el con-

trario, que la pequeña propiedad haya crecido sólo sobre las

tierras que el grupo venía detentando desde antaño, sino que

dicho proceso se ha visto acompañado y compensado en algu-

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na medida por el trasvase de tierras habido de otros colectivos

de propietarios.

Lo interesante sería, desde luego, poder cuantificar y da-

tar esos procesos de trasvase, que se nos antojan generaliza-

bles a buena parte de los municipios de la Alta Campiña. Los

ejemplos con los que contamos, aunque referidos a sólo dos

de ellos, tienen el valor de recoger fenómenos de parcelación

distintos, en buena medida derivados del carácter realengo y

señorial de cada uno de los términos; ambos condujeron, co-

mo vamos a comentar a continuación, a una meta similar, aun-

que distante en el tiempo. Vayamos a la explicación. Comprué-

bese como Arjonilla, concejo «realengo» a nuestros efectos du-

rante la Edad Moderna, con moderada implantación,nobilia-

ria como vimos y peso considerable de bienes de propios y del

clero, asiste a un notable reforzamiento de la pequeña propie-

dad en el siglo que media.entre 1752 y 1860, lapso, preci ŝa-

mente, en que además de la desvinculación de la propiedad

laica tiene efecto el grueso de la desamortización eclesiástica

-con los rasgos de parcelación ya comentados- y, más des-

tacable aún, la enajenación de sus tierras concejiles por la vía

de censos reservativos, que permitió el acceso a la tierra de un

amplio grupo de vecinos. En los últimos 118 años la participa-

ción de la pequeña propiedad se ha movido en sentido alcista,

si bien es cierto que en números absolutos el colectivo de mo-

destos patrimonios ha crecido con más rapidez; quiere ello de-

cir que se han producido necesariamente procesos de parcela-

ción y división dentro del propio colectivo, junto con la incor-

poración de tierras de los grupos de medianos y grandes pro-

pietarios, sin que en el estado actual de nuestra investigación

pueda precisarse con más detalle la procedencia exacta de las

mismas; cabe plantear, como hipótesis al menos, fundada en

el conocimiento de los mecanismos concretos que^ actúan en

la evolución de la estructura de la propiedad de la tierra en

la Campiña de Jaén, que es preferentemente el grupo de pro-

piedades medias el que se ve sometido con más frecuencia a

procesos de segregaciones y divisiones, sin que ello suponga

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negar iniciativas contrarias que han llevado a la constituciónde grandes patrimonios a partir de una propiedad pequeña omediana (53).

Eñ Montilla, por su parte, el salto hacia el reforzamientode la pequeña propiedad parece tener efecto a lo largo de losúltimos cien años, aunque, ciertamente, sin conocer datos glo-bales de la situación a mediados del siglo XVIII poco puede afir-marse de la trayectoria seguida en la centuria anterior. Es evi-dente, sin embargo, que en torno a 1860, cuando Arjonilla pre-sentaba ya más del 30 por 100 de la S.A.U. en manos de pro-pietarios de menos de 15 hectáreas, Montilla apenas alcanzael 20 por 100; para ese momento habían tenido ya efecto enel municipio cordobés gran número de ventas de tierras ecle-siásticas y, probablemente; la enajenación de parte del patri-monio concejil (54).

Ahora bien, sin ocultar la trascendencia que ambos proce-sos desamortizadores pudieron desempeñar en el reforzamíentodel minifundio municipal, existía todavía indemne en 1860 unagran propiedad de tan considerables dimensiones como la dela Casa de Medinaceli, que por fuerza desequilibraba la es-tructura distributiva de la tierra e impedía que los intervalos«menos favorecidos» alcanzasen mayores niveles de participa-ción en la S.A.U. Frente a la situación de Arjonilla, carenteen absoluto de una propiedad nobiliaria equiparable en térmi-nos relativos a lo que suponía la de los Fernández de Córdobaen Montilla, y tan profundamente afectada en su estructura

(53) En ese sentido es paradigmático el trabajo de Agustín y AntonioLópez Ontiveros, «De una pequeña propiedad a un latifundio disperso: elproceso de acumulación (1940-1979)», Agricultu^ay Sociedad, 17, 1980, págs.

133-180.(54) Téngase en cuenta lo dicho al respecto en el capítulo anterior; de

interés también el trabajo de Carmen Naranjo Espejo «El proceso de com-praventa de tierras en Montilla durante el periodo 1750-1850», Andalucía Mo-

derna (Siglo xvlll), tomo II, Attas del P^imes Congruo de H. ° de Andalucía, Pu-

blicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1978, págs.

51-62.

0

315

C UADRO 96

EVOLUCION DE LAS EXPLOTACIONES AGRARIASDE MENOS DE 20 HAS. EN EL PERIODO ^

INTERCENSAL 1962-1972 (%)

% Ex lotacion^s % S A. U.

1962 1972 1962 1972

Montilla .................... 92,8 94,4 42,2 47,4

Arjonilla .................... 91,9 91,3 44,6 44

La Carlota .................. 92,7 92,6 49,8 53,9

Torre del Campo ............ 91,8 94,6 48,1 49,6

Furn1e: Censos Agrarios de 1962 y 1972. Los datos superficiales del Censo de 1972,como se sabe no editados por el I.N.E. en los cuadernillos Serie-A, Primeros re-sultados (en contra de lo ocurrido con el Censo de 1962), proceden de un progra-ma especial adquirido personalmente del mencionado Instituto. Son de lamentarlas diferencias de información editada entre un censo y otro, especialmente en loque respecta a una de tanto interés como la aquí utilizada.

de propiedad por las desamortizaciones eclesiástica y civil, Mon-tilla es buen ejemplo de ese grupo numeroso de municipios dela Alta Campiña de Córdoba, de notable y añeja propiedadnobiliaria de origen señorial que, precisamente por ello, ve-rán reforzada la participación de los modestos propietarios cuan-do esa gran propiedad aristocrática sea desmantelada y eneja-nada en pequeños lotes, reproduciendo en alguna medida elminifundio dominante en la explotación; tal fenómeno, clave,desde luego, para comprender y explicar la distribución del sueloen la comarca mencionada, no tendrá lugar, como ya dijimos,hasta después de la Guerra Civil, y es por ello por lo que elsalto hacia adelante del minifundio se produce en la centuriaconsiderada; las divisiones y segregaciones habidas con poste-rioridad a la primera etapa de ventas (recuérdese lo visto enel epígrafe 3) han terminado por reforzar numérica y superfi-cialmente el peso de la pequeña propiedad comarcal.

0316

Los datos censales, referidos como se sabe a explotacionesy no a propiedades, arrojan valores relativos muy similares alos catastrales, con lo que refuerzan a nivel de unidades de pro-ducción la tesis de expansión del minifundio, y permiten ade-más constatar que en periodo tan significativo como el dece-nio 1962-72 las pequeñas explotaciones campiñesas han man-tenido su participación en la superficie censal o, incluso, la hanmejorado ligeramente.

CUADRO 97

DISTRIBUCION DE LA PROPIEDAD Y DE LOSAPROVECHAMIENTOS EN ARJONILLA

1. Dt:ttribtuión d^ la propiedad

Ho,s. Props. % Sup. has. %

1 .......................... 427 41,5 148,3 4,3

1-4,9 ....................... 441 42,8 769,5 19,2

5-9,9 ....................... 68 6,6 420 . 10,5

10-24,9 ..................... 50 4,9 709,4 17,7

25-49,9 ..................... 27 2,6 853,7 21,2

50-99,9 ..................... 13 1,3 789,6 19,7

Más 100 .................... 2 0,2 291,1 7,3

Total ................... 1.028 - 3.981,6 -

2. Distribución de !os apmutchamitntos (%)

Olioar s^c. Labor sec. R^gadío Ohos

83 15,9 1,1 -

70 28, 7 1 0, 3

82,4 17,6 - -77,1 22,9 - -72,8 27,2 - -65,5 34,7 - -64,5 35,5 - -

Frunee: Libro de Cédulas de Propiedad del Catastro de Rústica del municipio de Arjo-

nilla (1978).

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CUADRO 98

DISTRIBUCION DE LA PROPIEDAD Y DE LOSAPROVECHAMIENTOS EN EL MUNICIPIO

DE TORRE DEL CAMPO (1978)

1. Distribución de la propiedad (1)

Hos. Props. % Sup. has. %

1 .......................... 1.402 45 921,8 5,6

1-4,9 ............ ........... 1.162 37,3 3.448,8 21,75-9,9 . ...................... 280 9 1.969 12,4

10-24,9 ...... ............... 171 5,5 3.194,5 20,1

25-49,9 .................... . 59 1,9 1.995 12,650-99,9 ..... ................ 31 1 2.161,4 13,6M ás 100 .................... 9 0,3 2.232 14

Total ... ................ 3.114 - 15.893 -

2. Distribueión de los aprovechamitntos (%)

Olivar sec. Labor sec. Erial-pastos

70,9 29,1 -60,8 38,5 0,777,1 21,9 171,4 28,6 -67,9 25,3 6,871 25 4,162,7 27,7 9,6

Fuenk: Libro de Cédulas de Propiedad del Catastro de Rústica del municipio de To-rre del Campo (1978).

(1) La superficie computada afecta a algo más del 90 por 100 de la superfcie del

término. Se ha prescindido de aquella ubicada en el sector serrano del municipio.

318

CUADRO 99

DISTRIBUCION DE LA PROPIEDAD Y DE LOSAPROVECHAMIENTOS EN EL MUNICIPIO

DE MONTILLPŝ (1978)

1. Distribución d^ la prop•dad

Xas. Props. % Sup. has. ^ %

1 .......................... 1.168 35,4 586 3,7

1-4,9 ....................... 1.566 47,5 3.219 20,2

5-9,9 ....................... 284 8,6 1.997 12,5

10-24,9 ..................... 125 3,8 1.848 11,625-49,9 ..................... 92 2,8 2.857 1850-99,9 ..................... 51 1,5 3.116 19,6

M ás 100' ................:.. 13 0,4 2.284 14,3

Total ................... 3.298 - 15.907 -

2. Distribución dt !os apmatchamitntos (%)

Olioar sa. Labor stc. Rtgadío Otros

18,3 63,9 17,8 -

32,2 48 19,8 -26,4 50,5 23,1 -43,6 38,3 18,1 -

31,9 34,4 30,8 2,9

31 29,5 34,7 4,8

2 3,5 23,1 51,4 2

Fnenk: Libro de Cédulas de Propiedad del Catastro de Rústica de Montilla ( 1978).

(') En eate intervalo se incluye a nombre del I.N.C.-IRYDA parte de la propie-

dad que adquiriera en 1943 de la Casa de Medinaceli y que hasta el momento, y apesar de estar ya escriturada a nombre de los nuevos titulares, no ha sido «alterada.en el Catastro. Cuando ello ocurra, el Indice de concentracibn descenderá obviamen-te.

319

B) Organización parcelaria y opciones productiaas

V isto hasta aquí el significado actual de la pequeña pro-piedad en algunas comunidades rurales altocampiñesas comodesarrollo de lo planteado a nivel regional en el capítulo II,y el afianzamiento contemporáneo de la misma, correspondeahora abordar el estudio de algunos aspectos directamente im-plicadós en la explotación minifundista, cuales son la organi-zación parcelaria y la orientación productiva de estos patrimo-nios. Para el estudio parcelario prescindimos parcialmente dela información de la ŝédulas de propiedad por cuanto infla ina-decuadamente el número «real» de parcelas integrantes de lapropiedad, y trabajamos con la información censal proceden-te de los cuestionarios originales del Censo Agrario de 1972, quese refieren a fincas o parcelas censales, es decir, a piezas detierra no colindantes e integrantés de una misma únidad deexplotación. La documentación catastral, sin embargo, ha si-do utilizada para cartografíar y localizar el parcelario «real»de un grupo de propiedades escogidas al azar por municipios(véanse figuras 60, 61 y 62).

La combinación de la documentación censal y de la carto-grafía catastral permite concluir dos extremos que inciden enla peculiridad del minifundio campiñés y en las «ventajas» quedesde el punto de vista parcelario presentan estas explotaciones.

El número real de fincas que por término medio integranestas modestas unidades de producción es reducido en térmi-nos absolutos, y mucho más si se relativiza la realidad regio-nal con la el minifundio de tierras castellanas o manchegas.Lo más frecuente es que tanto propiedades como explotacio-nes por debajo de las 20-30 hectáreas estén constituidas porun número de fincas raramente superior a cinco, abundandomucho en los intervalos superficiales inferiores las formadaspor una sola parcela.

Por otrá parte, además, aquellas explotaciones y propie-dades que presentan mayor número de parcelas no suelen po-seerlas en puntos extremos del municipio en cuestión, sino, con

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P.M.A. B.1. 335.595 ptaa.

Figura 61

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Parcelario .rcd. de In pequeiu pcopicdad de La Carlou

Figura 62

323

C UADRO 100

CEDULAS DE PROPIEDAD DE LOS PROPIETARIOSCARTOGRAFICOS EN LOS MAPAS DE ARJONILLA,

TORRE DEL CAMPO Y LA CARLOTA

A^jonilla (sólo pequeños propietarios)

C. G. Carmona González, T. Parcelas catastrales 6Parcelas reales 4Sup. catastral 8,0832 has.

B. C. Bernal Cortina, C. .... Parcelas catastrales 4Pazcelas reales 3Sup. catastral 8,3992 has.

D. D. Delgado Dfaz, J. ..... Parcelas catastrales 7Parcelas reales 3

Sup. catastral 5,8431 has.

G. H. Garcta Hernández, M. Parcelas catastrales 8Pazcelas reales 3Sup. catastral 5,9713 has.

Tone del Campo (sblo pequeños propietarios)

A. M. Armenteros Melgar, B. Parcelas catastrales 7Pazcelas realea 6Sup. catastral 12,9182

B. M. Blanca Méndez, J. A. . Pazcelas catastrales 8Pazcelas reales 5Sup. catastral 6,3273 has.

C. J. Colmenero Jiménez, P. Parcelas catastrales 7Pazcelas reales 7Sup. catastral 22,7844 has.

Q. F. Quesada Fernández, M. Parcelas catastrales 11Parcelaŝ reales 8Sup. catastral 14,4681 has.

324

CUADRO 100 (Continuación)

C EDULAS DE PROPIEDAD DE LOS PROPIETARIOSCARTOGRAFICOS EN LOS MAPAS DE ARJONILLA,

TORRE DEL CAMPO Y LA CARLOTA

La Carlota

B. R. Baena Rodrlguez, A. .. Pazcelas catastrales 5Pazcelas reales 4Sup. catastral 9,0357 has.

E. O. Echevazría Ots, F. .... Pazcelas catastrales 6Pazcelas reales 3Sup. catastral 9,1671 has.

J. R. Jiménez Rovi, A. .... . Parcelas catastrales 14Pazcelas reales 6

Sup. catastral 22,8712 has.

bastante frecuencia, en un mismo polígono catastral o paraje,de forma que aunque realmente no existe contigúidad de lin-des, la proximidad actúa positivamente a la hora de conside-rar la gerencia de la explotación. Los ejemplos que aparecencartografiados en los mapas de Arjonilla, Torre del Campo yMontilla, incluso constituyendo casos de acentuada parcela-ción catastral y«real», evidencian no sólo ya que el númerode parcelas catastrales es sustancialmente inferior al de fincas,sino que éstas se localizan en áreas próximas o casi contiguas.

Entrando en áspectos de la organización productiva, sobrela que la ordenación parcelaria no actúa negativamente en ex-ceso, las pequeñas explotaciones altocampiñesas tienden a afir-marse en una serie de rasgos que ya las caracterizaban en eta-pas anteriores, lo que demuestra una vez más la «pretérita mo-dernidad» de estas unidades de produccióri y la falta consiguien-te de una ruptura nítida entre lo que pudiera denominarse mi-nifundio tradicional y moderno.

325

Por lo que a aprovechamientos respecta, el afianzamientodefinitivo y casi absoluto de cultivos mercantiles no cerealistas(olivar y viñedo) es un hecho consumado a comienzos de ladécada de los seterifa; y en este sentido vale la pena tratar se-paradamente la dinámica de las tierras jiennenses y cordobe-sas, aunque los móviles y resultados del proceso son semejantes.

Para la Campiña de Jaén ya se ofrecieron datos globales enun trabajo anterior (55). Corresponde aquí establecer las ne-cesarias relaciones entre el tamaño de propiedades y explota-ciones con la opción productiva, haciendo especial hincapié enlas de menor extensión. Nuevamente las diferencias entre ladocumentación catastral, censal y de las Hojas de Cultivos sepone de manifiesto, no estando de más algunos comentariosal respecto: las cédulas de propiedad de Torre del Campo yArjonilla -municipios sobre los que versan ahora nuestroscomentarios- arrojan los más bajos niveles relativos de ocu-pación olivarera, tanto municipales como los referidos a pro-piedades de menos de 25 hectáreas, comparados con los ex-traídos de los cuestionarios originales del Censo Agrario de 1972para explotaciones de menos de 25 hectáreas, y con los datosglobales de las hojas de cultivo.

Ofrecen más garantía los datos censales y los de las hojasde las Cámaras Locales, tal y como se deriva del exhaustivotrabajo que para los municipios indicados se ha realizado conla fotografía catastral de la Delegación de Hacienda de Jaény un vuelo reciente de 1978 (56). Son muy numerosas las fin-cas y parcelas puestas de olivar en las décadas de los sesentay setenta, algunas ya en plena producción o próximas a alcan-zarla, que en el Catastro aparecen aún calificadas de labor o

(55) R. Mata Olmo, «Propiedad agraria y evolución de cultivos en laCampiña de Jaén», en Daenasio de la Unioersidad Autónoma de Madrid, 1983,págs. 203-227.

(56) Vuelo reciente del Ministerio de Hacienda (1978) a escala aproxi-mada 1/5.000. El welo utilizado por la Sec. del Catastro de Rústica de Jaéncomo soporte del parcelario catastral a escala aprox. 1/2.000 data de media-dos de la década de los sesenta.

326

de otros usos; el argumento fiscal de que el cambio de clasifi-cación no tiene efecto hasta pasados varios lustros de realizadala plantación es aceptable, si bien, no puede negarse que exis-ten olivares que han superado este umbral cronológico sin pro-ducirse el cambio, y que, en todo caso y a nuestros efectos,interesa conocer toda la superficie olivarera independientementede su edad, estado vegetativo y productivo.

Las limitaciones catastrales, sin embargo, junto con la in-formación procedente del vuelo de 1978 nos ha hecho posibleaproximarnos espacialmente a la dinámica reciente del olivary a constatar, sin lugar posible a dudas, que la expansión de losaños sesenta y setenta se ha dirigido en dos direcciones -cortijosde Campiña y fincas de ruedo- de distinta repercusión en loespacial, pero muy reveladoras de las estrategias recientes degrandes y pequeñas explotaciones.

La documentación de cultivos de las cédulas de propiedadmuestra cómo los patrimonios de menos de 25 hectáreas, tan-to en Arjonilla como en Torre del Campo, tienen un alto gra-do de especialización olivarera, con más del 75 por 100 de laS.A.U., ocupada por ese cultivo y, consiguientemente, algopor encima de las medias municipales. La situáción real, sinembargo, va más allá de los datos catastrales y se aproximamucho a la que recogen los cuestionarios originales del CensoAgrario de 1972: según éstos, la ocupación olivarera -próximaa190 por 100 de la superficie censal- alcanza valores de autén-tico monocultivo.

El desfase entre los datos catastrales, por una parte, y los

censales y de las Hojas de Cultivo de las Cámaras Agrarias

por otra, obedece a la muy reciente difusión del olivar en aque-

llos espacios minifundistas tradicionalmente de labor y aún no

«conservados» por el Catastro: los ruedos y algunos vallejos in-

tracampiñeses de gran pesadez edá^ca y menos favorables pa-

ra plantaciones.Los planos parcelarios de algunos polígonos de ruedos in-

mediatos a Arjonilla y Torre del Campo recogen cumplidamen-te como desde mediados de la década de los sesenta hasta 1978

327

DISTRIBUGION DE GULTIVOS SEGUN TAMANOS DE PROPIEDAD EN LA

ALTA GAMPIÑA ( CEDUlAS PROPIEDAD. C.RUSTICA)

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Figura 63

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328

(57) las aureolas minifundistas y cerealistas inmediatas a lospueblos han perdido su tradicional orientación productiva, tantopor la práctica desaparición del ganado de labor y por la plenaintegración en el mercado de estas economías agrarias, comopor la difusión de técnicas de defensa contra el ataque de la«palomilla», que afectaba a los olivares próximos a los núcleosde población.

En el municipio de Torre del Campo el crecimiento recientede la superficie olivarera ha sido también auspiciado por`^la par-celación y venta, a antiguos colonos; de la finca cerealista deTorre Olvidá (58) a cargo del I.N.C.; poco después de que lainiciativa parceladora se consumase, la mayor parte de los nue-vos y modestos propietarios procedió a plantar de olivos los lo-tes recibidos.

De este modo el quasi-monocultivo olivarero actual del mi-nifundio jiennense -del que sólo cabe exceptuar algunos pa-gos de ruedo y limitados parajes no favorables edáficamente-no hace más que culminar un largo proceso de camino haciala especialización iniciado ya, cuando menos, a mediados delsiglo XVIII, proceso paralelo y directamente conectado con latradicional proletarización de un numeroso grupo de minifun-diŝtas, más preocupados por la obtención de productos brutoselevados, que de reproducir autárquicamente la fuerza de tra-bajo familiar.

En amplios sectores de la Alta Campiña cordobesa, y en concre-to en el término de la Montilla, la pequeña própiedad ha avan-zado también en los últimos decenios por el camino de la espe-cialización. Las peculiaridades edáficas de algunos sectores, es-pecialmente favorables para viñedo de calidad -alberos so-bre margoareniscas calcáreas del Andaluciense-, impulsaronya en el pasado una cierta duálidad en la opción productivadel minifundio, compartido por el viñedo y el olivar, aunque

(57) La expansibn olivarera en los ruedos ha sido detectada mediantela comparacibn de los dos vuelos señalados en la nota anterior.

(58) «Proyecto de Parcelación de la finca Torre Olvidá o Cortijo Nue-vop, Archivo de la Delegación Provincial del I.R.Y.D.A., de Jaén, 1967.

329

ocupado este último, al menos durante el último tercio del si-glo XIX, lugar preferente (59).

En la actualidad el subsector vitícola tiende a ganar prota-gonismo en la comarca, y en un municipio como Montilla, congran difusión de alberos y suelos rojos con niveles calcáreos,el resultado es hoy que el viñedo constituye cultivo dominantesobre la S.A.U., aunque con desigual implantación según eltamaño de las explotaciones (véanse figuara 63 y cuadro 99).

Y nuévamente en este punto las coincidencias de compor-

tamiento con el minifundio jiennense resultan palpables: son

los intervalos superficiales inferiores los que arrojan mayor pre-

sencia de binomio olivar-viñedo, cultivos de más elevadas exi-

gencias relativas de trabajo que la tierra de labor, que signifi-

cativamente sigue ocupando el primer puesto entre los apro-

vechamientos de las propiedades de más de 100 hectáreas. Pe-

ro en el caso de Montilla la presencia de viñedo y olivar per-

mite matizar más aún el comportamiento productivo de las pe-

queñas propiedades-explotaciones comarcales.

El viñedo, mayor consumidor de trabajo humano y exigenteincluso de labores mecanizadas más minuciosas que el olivary la tierra calma, tiende casi a convertirse en monocultivo enlas propiedades de menos de 5 hectáreas, perdiendo paulati-namente implantación en los intervalos superiores, hasta lle-gar a ser el cultivo menos difundido en las propiedades de 100hectáreas. EI olivar, en beneficio del viñedo, ha perdido ex-tensión considerable en los patrimonios más modestos, alcan-zando máxima,difusión en las propiedades de 5 a 25 hectáreas.

De cualquier manera, el paisaje cultural montillano no pue-

de ni debe considerarse totalmente estabilizado. La tierra de

labor, ciertamente, aparece acantonada, por lo general, en

aquellos enclaves edáficos donde la pesadez y frialdad de los

suelos hace imposible la implantación de viñedos y olivares;

y como tantas veces en la Alta Campiña, estos parajes sueleri

(59) A. López Ontiveros, «Evolución de los cultivos en la Campiña deCórdoba del siglo xIIi al xIx», Papeles delDepa^tamento de Geografía, 2,1970,Págs. 9-77.

330

ser los inmediatos a arroyos y ríos relativamente alejados de

Montilla y tradicionalmente acáparados por la gran propiedad

(arroyos de la Zarza, Salado de Valdelasheras, del Tinte, Al-

perchín, etc.); no cabe, pues, explicar la orientación cerealistade las grandes fincas sólo con «argumentos extensivistas», sino

atendiendo también a la variable edáf'ica; prueba de ello es que

en aquellos pagos favorables al viñedo de calidad (Riofrío, Be-

navente, Buenavista, etc.) la gran propiedad existenté (Flores

de Quiñones, Alvear, Pérez Barquero, Ortiz, etc.) optaron hace

decenios -en ocasiones hace más de un siglo- por el cultivo

vitícola, aprovechando el mercado tradicional cordobés -hoy

abierto a ótras zonas del país y tímidamente al de Europa

Occidental- y sobre todo, la abundante y barata mano de obra

comarcal y serrana.

El otro enclave tradicionalmente cerealista de Montilla, co-

mo de tantos pueblos altocampiñeses -el primero y segundo

ruedos-, ha sido objeto, también, de reciente «colonización»

vitícola, por motivos similares a los indicados para los munici-

pios olivareros de la Campiña de Jaén.Cabe pensar, pues, que no se producirá una reducción sig-

nificativa de la superficie cerealista, dado que tanto el olivarcomo el viñedo han alcanzado la máxima difusión posible te-niendo presentes las limitaciones edáficas y considerando, in-cluso, que existen ya plantaciones ubicadas en parajes poco fa-vorables.

Las tierras de viñedo y olivar, a pesar del volumen de ca-pital que llevan acumulado durante decenios en cada pie y ca-da viña, parecen responder a la trayectoria del mercado; losbuenos años de fines de la década de los sesenta y comienzosde los setenta, que impulsaron la difusión del viñedo en el mi-nifundio montillano a costa, en muchos casos, del olivar, handado paso er, la actualidad a una coyuntura considerada porlos pequeños propietarios como más favorables para el olivoque para la vid: aquél, sobre un medio físico idóneo y aunquecon rendimientos medios inferiores a los del viñedo, cuenta enlos últimos años con precios en moderado incremento y mer-

331

cado seguro; menos exigente, por otra parte, en trabajo, per-mite la asalarización del agricultor en otras explotaciones du-rante^parte del año; el viñedo, sometido a la irregularidad delas cosechas y sobre todo de los precios, está cediendo su pues-to al olivar e incluso a la tierra de labor en aquellos parajesde bujeos, donde llegaron las vides sin tener que haberlo he-cho nunca. No queremos decir con ésto que viñas y olivaresminifundistas estén sometidos a un continuo proceso de alter-nancias coyunturales como los cultivos de la tierra calma -esobvio que no-, pero sí que ante la reciente situación de losmercados aceitero y vinícola se detecta una tendencia a la re-cuperación del olivar y el cereal en detrimento del viñedo, es-pecialmente cuando se plantea la reposición de las cepas viejas.

C) Otros aspectos de la explotación agraria en el marco de la^iequeña propiedad altocampiñesa

El reforzamiento numérico y superficial de la pequeña pro-piedad altocampiñesa, así como la generalizada tendencia a laespecialización olivarero-vitícóla -rasgos básicos en su evo-lución contemporánea-, se ven enmarcados y en cierto modoapoyados por una serie de aspectos de la explotación sobre losque dan cuenta los cuestionarios originales del Censo Agrariode 1972 y la información oral y directa obtenida en los muni-cipios de Arjonilla y Montilla. Conviene destacar en este sen-tido la similitud de comportamientos de las comunidades se-leccionadas -lo que desde nuestro punto de vista constituyeuna forma de validación de la información censal utilizada-,y del paralelismo, también, de la encuesta oral con los cuestio-narios censales (véanse figuras 64 y 65 al final de este epígrafe).

Por lo que a regímenes de tenencia respecta, las explota-ciones de menos de 25 hectáreas presentan un predominio aplas-tante de la tenencia directa, con valores próximos al 90 por100 de la S.A.U., llegándose al 95 por 100 en el caso de Mon-tilla, cota que probablemente haya que relacionarla con la ele-vada difusión del viñedo en las propiedades de menor tamaño.

332

Sin negar, desde luego, tal situación, que por otra parteconstituye una constante en el funcionamiento de estas modestasunidades de producción, hay que señalar que los valores rea-les de arrendamiento-aparcería son algo más elevados de lo quemuestran los cuestionarios, al menos es lo que se deprende denuestras pesquisas en el municipio olivarero de Arjonilla: jun-to a propiedades de emigrados, labradas a jornal y, consiguien-temete, bajo la tenencia directa de sus propietarios, las hay tam-bién cuyos márgenes anuales se distribuyen a partes entre pro-pietarios y labradores, en muchos casos amigos o parientes delemigrante, que raras veces percibe su condición de arrendata-rio o aparcero. Aún prescindiendo de estas formas reales detenencia indirecta, difícilmente medibles por otra parte, los va-lores de la superficie arrendada de las pequeñas explotaciones,algo superiores a los medios municipales, habría que ponerlosen relación con la incidencia que el fenómeno migratorio haejercido sobre los más modestos propietarios.

Donde muy probablemente se refleja el influjo de la emi-gración es en las respuestas que merece el epígrafe del cuestio-nario sobre la residencia del «empresario», información no re-cogida en ninguna de las publicaciones censales de I.N.E. Nosparece significativo que en torno al 20 por 100 de la superficiecensal esté en manos de modestos cultivadores residentes fue-ra de la comarca, en lugares como Madrid, Barcelona, Mála-ga, etc., a los que no cabe calificar de «absentistas» en el senti-do tradicional, sino de emigrantes en la mayor parte de los ca-sos o de agricultores a tiempo parcial para los residente ŝ enCórdoba.

Resulta muy ilustrativa, también, la información censal so-bre la dedicación del empresario como vía de aproximación si-quiera al conocimiento de la condición sociolaboral de este cam-pesinado minifundista: tanto en Torre del Campo como en Ar-jonilla más del 60 por 100 de la S.A.U., de las explotacionesde menos de 25 hectáreas son gerenciadas por campesinos quedeclaran que su dedicación a la explotación no es la principal,entendiéndose como tal, según el Censo Agrario, aquélla que

333

supone más del 50 por 100 del trabajo desarrollado por el in-dividuo.

Prescindiendo de los empresarios emigrados, no cabe du-da de que muchas unidades de producción no logran siquieraempleaz el 50 por 100 de la fuerza de trabajo disponible delagricultor titular; aunque no puede concluirse mecánicamen-te que todo el trabajo excedente pase a ofertarse en el mercadolaboral agrario, tampoco es descaminado afirmar que una parteimportante del mismo, junto con el de otros miembros de lafamilia campesina, encuentra oferta en determinadas etapasdel años agrícola. La calificación de minifundistas jornalerospara muchos de estos «empresazios», especialmente paza los queocupan los intervalos superficiales inferiores no resulta desati-nada.

En Montilla la situación, aunque similar, resulta algo másequilibrada entre las tierras labradas por campesinos de «de-dicación principal» (41 por 100) y por aquéllos de «dedicaciónsecundaria» (59 por 100). La importancia del viñedo, más exi-gente en trabajo, es, nuevamente, un factor a tener en cuentaen la explicación de tal situación; pero ni siquiera la notableimplantación de la vid, especialmente en las más modestas ex-plotaciones, logra remediar el excedente de trabajo real quedurante buena parte del año agrícola pesa sobre las mismas.

Tiene, por último, interés y un nivel aceptable de fiabili-dad la información censal sobre la tracción empleada por laspequeñas explotaciones, situación que desde 1972 hasta comien-zos de la década de los 80 no se ha modificado sustancialmen-te, al menos en áreas olivareras de la Campiña de Jaén, parala que contamos con información oral reciente (Arjonilla). Dosrasgos merecen especial atención como fieles indicadores delfuncionamiento y del nivel de capitalización de estas modestasexplotaciones: el predominante empleo de tracción mecá.nicaen las tierras olivareras de Jaén, y, en menor medida, en lacomarca de Montilla y, paradógicamente, la escasa difusiónde maquinazia (tractores, sobre todo) en propiedad.

334

El uso de tracción mecánica de elevada o mediana poten-cia para las labores de alza y bina en el olivar es afrontada porlos pequeños propietarios mediante el alquiler de tractores, pro-piedad de un grupo de modestos y medianos agricultores queconsiguen con esta actividad la mayor parte de sus ingresos.Con alguna frecuencia estas labores mecanizadas resultan com-pletadas con «pases» de tracción animal -mulos casi siempre-propiedad de los mismos labradores; de ahí que en el parcocapital de explotación de numerosos minifundios el ganado delabor continúe siendo partida importante cuando no la únicacomputeble.

A pesar del predominante empleo de tracción mecánica al-quilada o en propiedad, las pequeñas explotaciones siguen pre-sentando, por lo general, nivele ŝ de intensidad de trabajo os-tensiblemente superiores al de las grandes fincas, siempre quesus tenedores residan en la comarca y no se trate de emigran-tes que labran sus fincas a través de amigos o familiares. Yesta mayor intensidad, que a todas luces no parece redundaren igual proporción en el incremento de los rendimientos, obe-dece al mantenimiento de una serie de labores tradicionales nomecanizadas, altas consumidoras de trabajo, cuales son la ca-va de pies, así como diversos pases de verano que los modes-tos olivareros dan a veces con tracción animal propia; es sobretodo la cava manual, casi olvidada ya en las grandes fincas,la que incorpora en estas explotaciones en torno a 40 jornalespor hectárea, casi la mitad de los empleados por término me-dio en aquellas empresas que la siguen practicando.

Además, como ya señalamos en un trabajo anterior (60),recientes estudios realizados en el marco de la F.A.O., ponende relieve los modestos beneficios que las cavas pueden apor-tar en la lucha por el incremento de los rendimientos. Anteesta situación y el notable incremento de los salarios, los me-

^ dianos y grandes propietarios han prescindido de esta labor;

(60) R. Mata Olmo, La gran psopiedad en los Llanos dc Ankquna, Madrid,

Inst. Elcano-C.S.I.C., 1979, pág, 81, J. Martínez Alier, op, cit., págs.

228-230.

335

los pequeños, por el contrario, buscando la maximización derendimientos y el empleo de la fuerza de trabajo disponible man-tienen la cava manual, sin tomar, desde luego, eñ considera-ción que la productividad marginal del trabajo incorporada co-rre muy por debajo del incremento derivado en los rendimientosde aceituna.

Puede decirse, pues, que en lo que a capitalización y orga-nización del trabajo respecta, el minifundio olivarero jiennen-se presenta rasgos evidentes de racionalidad capitalista por unaparte, y de «ortodoxia campesina» por otra. Las labores tien-den a realizarse con tracción mecánica, logrando con ello cali-dad y rapidez, así como, por paradógico que pueda parecer,disponibilidad laboral por parte del empresario ante la posibledemanda de trabajo que puediera surgir dentro o fuera del sec-tor agrario; pero ese predominio de las operaciones mecaniza-das no implica, como en otras regiones españolas, propiedadde tracción, no sólo ya entre aquellas explotaciones más exi-guas, sino incluso entre las de superficie superior a 10 hectá-reas: el comportamiento es en este sentido de una racionali-dad incuestionable de la que se deriva la práctica inexistenciade subempleo de tracción mecánica que identifica con tantaagudeza a otras áreas campesinas españolas (61).

En contrapartida, es frecuente aún el mantenimiento de la-bores no mecanizadas como la cava, de dudosa justificacióneconómico-agronómica, pero que encaja claramente en com-portamientos campesinos movidos por la lógica de la maximi-zación de los rendimientos y del empleo, por encima de los be-neficios y de la productividad del trabajo. ,

En tierras olivarero-vitícolas de Montilla, estudiadas conmenor detalle ciertamente, la información censal sobre trac-ción empleada y capitalización de las pequeñas explotacionessigue insistiendo en los aspectos ya comentados para la comarcajiennense, aunque con ciertas peculiaridades, derivadas en nues-tra opinión de la notable difusión del viñedo en los intervalos

(61) A. Camilleri, La explotación agraria familias. Madrid, M.° de Agri-cultura; 1977.

336

superficiales inferiores. Efectivamente, por ejemplo, la tierra

objeto de labores totalmente mecanizadas alcanzaba en 1972

un monto ostensiblemente inferior a los de Arjonilla o Torre

del Campo, en beneficio de las tierras en que se combinaban

operaciones con tracción mixta -animal y mecánica-, pro-

pias de un cultivo como el viñedo.Por las noticias orales de que disponemos, y a través de las

estimaciones del parque de maquinaria agrícola de la Cámara

Agraria de Montilla, cabe afirmar que la situación ha evolu-

cionado en este sentido y durante los últimos años con mayor

dinamismo que en la Campiña de Jaén: las bueriás campañas

vitícolas de comienzos de la década de los 70, y los deseos de

mejora de labores de suelo, así como la expansión de la super-

ficie de viñedo hasta la mitad del decenio han impulsado el cre-

cimiento del parque de maquinaria, especialrriente de moto-

cultores -las «mulas mecánicas» del lugar-, y de pequeños

tractores de viña: la consecuencia inmediata ha debido ser la

reducción, hasta la práctica desaparición, de la tierra labrada

sólo con tracción animal, manteniéndose, sin embargo, una

extensión considerable afectada por labores mixtas, con frecuen-

te empleo aún del mulo para pases de fines de primavera y ve-

rano.La aparente contradicción existente en los datos censales

entre la tracción empleada y su propiedad -menor difusión

relativa de la mecánica y mayor peso de los empresarios pro-

pietarios de dicha tracción que en tierras de Jaén- tiene fácil

explicación si se piensa que buen número de dichos propieta-

rios y de las tierras afectadas lo son de motocultore ŝ , mucho

más asequibles y de más «racional» empleo en el minifundio

vitícola, que los tractores de mediana o elevada potencia en

las tierras de olivar.Puede concluirse, pues, que en términos relativos las pe-

queñas explotaciones vitícolas montillanas presentan niveles de

capitalización algo superiores que las olivareras, así como ni-

veles de intensidad de empleo por hectárea también mayores,

derivados del propio próceso productivo del viñedo y de sus

337

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339

exigencias de trabajo. No cabe duda tampoco de que, comoresultado de lo dicho y teniendo presente tantos beneficios ne-tos como rendimientos brutos, el umbral del minifundio mon-tillano, y del vitícola en general, debe reducirse en compara-ción con el de otras áreas de secano olivareras o cerealistas.

6.2. Algunas notas sobre la distribución de la propiedad en

áreas de colonización carolina: La Carlota, 1979

No cabe duda de que la evolución de la propiedad de la

tierra en las zonas colonizadas en la segunda mitad del si-

glo XVIII constituye un punto de referencia de gran interés pa-

ra contribuir a explicar la dinámica contemporánea y las es-

trategias inmobiliarias de los propietarios campiñeses.Partíamos, no se olvide, de una sociedad agraria casi igua-

litaria en lo que a propiedad de la tierra respecta. A mediados

del siglo XIX la situación en La Carlota seguía presentando ras-

gos sensiblemente distintos en su estructura fundiaria, no sólo

frente a los grandes municipios latifundistas de la Baja Cam-

piña, sino incluso frente a los ejemplos altocampiñeses o ribe-

reños analizados para esa etapa (Montilla, Arjonilla o Toci-

na): la importancia del proceso colonizador estaba presente,

por más que el índice de concentración de Gini situado en 0,58

evidenciase ya la tendencia, generalizable, por otra parte, a

todas las colectividades agrarias españolas, al reforzamiento nu-

mérico y superficial -éste último más moderado- de los pe-

queños propietarios, así como a un modesto encumbramiento

de la gran propiedad.La pregunta de obligado planteamiento ahora es si en los

cien años transcurridos desde el último corte estructural (1863)

se ha mantenido y reforzado esa tendencia hacia la oposición

dual entre pequeños y grandes propietarios, y si dicho proceso

ha concluido, siguiendo la vía ortodoxa de la economía políti-

ca decimonónica, en la drástica reducción de la pequeña pro-

piedad, tanto en términos numéricos como superficiales, y en

el definitivo y paralelo encumbramiento de la gran propiedad.

340

Antes de pasar a comentar la xespuesta a la cuestión plan-

tead, parece oportuno detenerse brevemente en lós problemas

derivados de la fuente empleada, y en las referencias que so-

bre este mismo tema se han vertido ya en trabajos de reciente

publicación.Por lo que a fuentes respecta, señalar sólo dos extremos:

por una parte, la prudencia con la que hay que proceder en

las comparaciones de una fuente decimonónica como el Ami-

llaramiento de 1863 y el Catastro actual (puesto al día con apén-

dices de 1979); de sobra son conocidos los distintos métodos

de confección y los problemas de fiabilidad de los que cada uno

adolece. Ello no impide, en nuestra opinión, que Amillaramien-

to y Catastro ofrezcan una estimación aproximada de la dis-

tribución real de la tierra en las etapas consultadas y que la

comparación -sin entrar desde luego en demasiadas

matizaciones- permita concluir los rasgos básicos de las trans-

formaciones o la estabilidad, en su caso, de la estructura de

la propiedad carloteña en el último siglo.Por otra parte, lamentar las limitaciones que presenta en

concreto la documentación censal de este municipio, en el que

por motivos que desconocemos un buen número de cuestiona-

rios fueron rellenados por la Comisión Municipal y no a tra-

vés de la información directa de los empresarios o de repre-

sentantes adecuados. Se ha prescindido en este caso del análi-

sis de los cuestionarios originales del Censo de 1972, si bien

los cuadernos de tabulación manual ponen de manifiesto có-

mo la distribución de la tierra por intervalos de superficie arroja

resultados relativos muy similares a los procedentes de las cé-

dulas de propiedad del Catastro, con las que se ha trabajado.

En otro orden de cosas, el interesante y sugestivo análisis

planteado recientemente por M. Drain para el vecino munici-

pio de La Luisiana -de idéntico origen que La Carlota-, y

en concreto para las tierras de su pedanía El Campillo, deben

ser ponderados en nuestra opinión con los resultados que se

derivan del estudio del municipio carloteño, tanto en lo tocan-

te a la estructura de propiedad general existente dos siglos des-

341

pués de la colonización, como en lo referente a la pretendidaremodelacióñ del espacio operada en ese mismo periodo, co-mo consecuencia del proceso de concentración de propiedadocurrido.

C iertamente La Luisiana -junto con La Carlota, los dos

términos de mayor extensión derivados de la actividad coloni-

zadora carolina- ha experimentado en las últimas centurias

una dinámica de polarización social más ostensible que La Car-

lota; según los datos del Censo Agrario de 1972, mientras que

en el término cordobés las explotaciones de más de 100 hectá-

reas controlan sólo el 10,5 por 100 de la superficie censal -uno

de los porcentajes más bajos de todos los municipios campiñe-

ses y ribereños estudiados-, con un 65,06 por 100 en manos

de los empresarios de menos de 30 hectáreas, en La Luisianaaquéllos ocupan el 25,65, valor que, aunque muy superior al

de La Carlota, puede considerarse bajo en el marco de las tie-

rras sevillanas, sólo por encima del de Viso del Alcor.

Lo que en cualquier caso parece evidente a la vista de lasituación actual de la distribución de la tierra en el municipiocordobés, es que la estructura social y de propiedad difiere demunicipios vecinos. Un índice de concentración de 0,61, aun-que, obviamente, no es reflejo de una sociedad igualitaria, si-gue estando muy por debajo de los que son frecuentes en lastierras de la media y baja Campiña, e incluso, en otros muni-cipios menos latifundistas (véase figura 58).

En el caso de La Carlota está claro, además, que el proce-so que ha llevado al desequilibrio distributivo ha estado im-pulsado más por continuos troceamientos y divisiones de losoriginales lotes de tipo medio, es decir, por el reforzamientodel minifundio en el marco de la propiedad campesina, quepor iniciativas acumuladoras fuertes y numerosasa; comprué-bese en el gráfico 59 como de 1870 a 1979 el municipio cordo-.bés es el. que ha experimentado un crecimiento más acentua-do, tanto en el significado numérico relativo como en el super-ficial, de los propietarios de menos de 15 hectáreas (aproxima-damente 25 fanegas). En contrapartida la implantación de los

342

propietarios de más de 100 hectáreas apenas si se ha alterado,y tanto la estadística censal mencionada como la catastral arro-jan superficies controladas por aquellas propiedades y empre-sas de en torno al 10 por 100 municipal.

Es de destacar, además, porque constituye un nuevo ejemplode la tesis defendida en el tercer capítulo, que las modestas ini-ciativas acumuladoras han tendido a polarizarse en tierras demejor calidad relativa, en un medio de bajo potencial general.Una de estas áreas aparece recogida en el polígono catastral17 (véase figura 66), inmediato a la villa carolina: al elevadogrado de parcelación catastral de los pagos «Suerte de los Ari-za» -interesante topónimo que muy probablemente hace alu-sión a las primitivas suertes de la colonizacion-, y parte de«Monte del Orgullo» y de «Cuco» se oponen las grandes par-celas del tercio norte del polígono, entre el camino de La Car-lota a Fuencubierta y la carretera de Posadas; estas últimas par-celas, significativamente, están ubicadas sobre suelos vérticosprofundos y arcillosos, desarrollados en las inmediaciones delarroyo Guadalnazán sobre cuaternario aluvial y margas azu-les neógenas, que quedan al descubierto una vez exhumadapor el arroyo la cobertera de canturral pliocuaternario sobrela que se localiza el resto del parcelario minifundista.

Y como el proceso aumulador no se ha producido, al me-nós hasta la fecha, ni con la intensidad, ni con la rapidez quelos planteamientos más ortodoxos podrían haber profetizado,tampoco ha tenido efecto con suficiente claridad la paralela re-modelación del espacio, tendente a la configuración del mode-lo aureolar propio de tantos municipios campiñeses, y carac-terizado por alta parcelación y minifundio de propiedad y/oexplotación en las inmediaciones de villas y lugares, y latifun-dio en las áreas más alejadas. El detallado estudio llevado acabo sobre el parcelario carolino con propiedades de distintostamaños ha puesto de manifiesto, en correspondencia con to-do lo visto hasta aquí, que las pequeñas propiedades y parce-las aparecen por doquier a lo largo y ancho del término, sin ^que el factor distancia al núcleo pueda considerarse relevante;

343

344

ello es lógica consecuencia de que.las divisiones y segregacio-nes de lotes de tipo medio se han producido de forma generalen todos los confines del municipio.

Como ya se indicó para mŝnicipios antes estudiados, la in-

formación catastral acerca de la organización parcelaria real de las

propiedades tiene escaso interés por cuanto exagera el núme-

ro de fincas integrante de aquéllas. Aún contando con esa li-

mitación y teniendo presente también el extraordinario pesode la pequeña propiedad en el municipio, los datos catastralesponen de relieve el no muy acentuado nivel de dispersión par-celaria que domina los patrimonios rústicos carolinos, especial-mente los de menor extensión. Son frecuentes, entre los queno superan las 10 hectáreas, aquéllos constituidos por una so-la parcela catastral o por varias contiguas, como lo demues-tran sus números correlativos dentro de un mismo polígono;no faltan, desde luego, algunos pocos favorecidos desde este

punto de vista, siendo con frecuencia los de mayor tamaño los

que presentan también más alto grado de dispersión, aunquesiempre dentro de un mismo paraje o en varios aledaños. Losejemplos que sinópticamente se cartografían en la figura 62,están seleccionados a conciencia, prescindiendo de ese gran nú-mero de propiedades formadas por una sola parcela: el patri-

monio de A. Jiménez Rovi, de 22,8712 hectáreas, integrado

según su cédula catastral por 14 parcelas en los polígonos 4,

7, ^11 y 13, está constituido en la práctica por 7 fincas, todas

ellas próximas y bien comunicadas por la profusa y geométri-

ca red de «calles» heredadas del proceso colonizador.

Finalmente, por lo que respecta a distribución de cultivossegún intervalos de superficie, La Carlota sigue presentando

en la actualidad un panorama similar al de la segunda mitaddel siglo XIX; el olivar, como cultivo más productivo del seca-no, apenas si se ha expandido sustancialmente en los últimostiempos dadas las limitaciones edáficas que presentan las tie-rras que no fueron colonizadas ya en la segunda mitad del si-glo pasado: gran pesadez en las inmediaciones de los arroyos

345

y problemas de pseudogleyzación en amplios sectores de la co-bertera pliocuaternaria.

El conjunto de las propiedades y cada uno de los gruposen particular mantiene un cuadro mixto de aprovechamientosen el que se combinan la labor y el olivar, y del que no estáexenta, como en el pasado, la tierra inculta en aquellos secto-res de más problemática labranza. Nos parece, sin embargo,que la documentación catastral minusvalora el siŝnificado realde la superficie regada, que ha posibilitado en los últimos añosla intensificación de determinadas explotaciones mediante laorientación forrajera en el uso del suelo, como soporte de mo-destas cabañas vacunas de producción lechera.

En resumen, pues, la situación actual de este enclave colo-

nizado de La Carlota sigue manteniendo, como a mediados

del siglo XIX, rasgos peculiares en su estructura de propiedad

y en su paisaje, rasgos que van más allá de una atípica morfo-

logía parcelaria o distribución del hábitat, y que radican esen-

cialmente en el peso destacable del minifundio y en una mo-

desta presencia del latifundio. La liquidación o profunda re-

ducción de la pequeña propiedad local a.lo largo de más de

siglo y medio, que hubiera sido lo predecible en el marco de

un espacio esencialmente latifundista, no sólo no se ha produ-

cido, sino que aquélla se ha reforzado numérica y superficial-

mente a lo largo de esta prolongada etapa, como consecuencia

de su fraccionamiento y de su mantenimiento en manos de mo-

destos campesinos, que con menos facilidad de lo que tópica-

mente suele pensarse, se desprenden de sus modestos patrimo-nios.

El ejemplo de La Carlota, en alguna medida opuesto al de-venir del vecino municipio de La Luisiana, constituye cuandomenos una llamada de atención frente a^lanteamientos sim-plistas y mecanicistas en exceso, que quieren ver en la Campi-ña y Ribera andaluzas un espacio en continuo proceso de acu-mulación y reforzamiento latifundista.

Probablemente a la «evolución sorprendente» de La Car-lota hayan contribuído dos elementos de gran interés geográ-

346

fico -el elevado grado de parcelación del terrazgo y la bajacalidad del medio-, que han podido disuadir potenciales ini-ciativas acumuladoras; pero sin negar, desde luego, esta posi-bilidad, la trayectoria general de éste como de otros munici-pios «relativamente minifundistas» nos sitúan más en la vía dela estabilidad y/o reforzamiento de la pequeña propiedad, queen la de su liquidación en beneficio de.los intereses acumula-dores de la gran propiedad.

6.3. Dos iniciatiaas de concentración parcelaria en elmin^ndio campiñés: Mengíbar y Tocina

Sobre el municipio ribereño de Tocina en la provincia deSevilla ya nos ocupamos en el anterior capítulo como ejemplode enclave «relativamente minifundista» en tierras sevillanas.Volvemos ahora sobre esta comunidad rural para conocer suactual estructura y evaluar su trayectoria en los últimos dece-nios; se incorpora, sin embargo, en este epígrafe junto a Toci-na un municipio de la Campiña y Ribera jiennense, Mengí-bar, similar en bastantes aspectos al sevillano: modesta exten-sión, carácter igualmente ribereño en un amplio sector de sutérmino -aunque con un área campiñesa tambiénimportante-, y predominio de la tierra de labor sobre el olivar.

Pero por encima de estas similitudes hay un factor que mue-ve al estudio conjunto de ambos municipios: el hecho de cons-tituir hasta la fecha los dos únicos exponentes, junto con LosPalacios, de procesos de concentración parcelaria en tierras dela Campiña y Ribera béticas. Tanto la excepcionalidad de es-ta situación, como los resultados obtenidos por la concentra-ción, menos espectaculares como se verá que en otras regionesespañolas, son buenos indicadores de la especificidad parcela-ria del que venimos denominando minifundio campiñés, den-tro de un espacio básicamente dominado por la gran propiedad.

Antes de entrar en el comentario de la situación parcelariade partida y de los resultados de la concentración vale la pena

347

destacar algunos aspectos del funŝionamiento de las pequeñasexplotaciones, en la misma línea que para comunidades antesestudiadas, pero haciendo especial hincapié en determinadosrasgos peculiares derivados de las especificidades culturales deambos municipios y, concretamente, de la importante difusiondel regadío, que en Tocina afecta casi al conjunto de la S.A.U.

A) La distribución actual de la propiedad y su dinámicacontemporánea

Ambos términos siguen presentando de entrada una estruc-

tura de propiedad englobable en el grupo de las calificadas co-

mo minifundistas, con un índice de concentración de 0,66 en

Mengíbar y de 0,57 en Tocina, este último uno de los más ba-

jos del área que nos ocupa. La génesis de los respectivos pro-

cesos de troceamiento se nos escapa por el momento; para To-

cina ya se señaló la posibilidad de un primigenio proceso de

parcelación a cargo de la Orden de San Juan, tenedora del se-

ñorío del lugar desde la baja Edad Media. Mengíbar, por su

parte, lugar del extenso término de Jaén hasta que adquiera

de la Corona su propia jurisdicción en el siglo XVI (62) y se

escindiera del gran concejo jiennense, presenta aún hoy una

organización parcelaria, de la que nos ocuparemos con más

detalle posteriormente, que a falta de documentación sobre la

génesis de su estructura de propiedad permite plantear algu-nas hipótesis sobre la misma.

Efectivamente, dentro de los límites de su corto término,

Mengíbar presenta una amplia aureola muy parcelada que re-

basaba los límites estrictos del ruedo, localizada sobre las tie-rras más sueltas, ya sobre el mioceno margoarenoso o sobre

los niveles de media y alta terraza del Guadalquivir al noroes-

te del pueblo; hacia el sur, en dirección a Jaén y, como casi

siempre, en las tierras aluviales del Guadalbullón y del Gua-

(62) Archivo General de Simancas, Mercedes y Privilegios, leg.° 305.

348

dalquivir, las pequeñas parcelas ceden su puesto a las grandesfincas, de entre las que destacan los córtijos Matacas, AtalayaAlta y Baja, La Canaria, Grañón y las espléndidas explotacio-nes de Máquiz y Carcheña, antaño encomienda de la Ordende Santiago, desamortizadas en el siglo XIX (63) y hoy pro-piedad de la familia Chica Casinello.

El esquema aproximadamente aureolar, aunque muy su-jeto, también, a los cambios de potencial del medio físico, connotable peso de la pequeña propiedad, debe arrancar del mis-mo momento de la escisión del concejo de Jaén; el deslinde deltérmino englobó en un espacio de algo más de 6.000 hectáreasel sector más parcelado y minifundista «controlado» por luga-reños de la nueva villa, así como una pequeña porción del sec-tor latifundista de la Campiña de Jaén en un radio aproxima-do de cuatro kilómetros; la encomienda santiagueña de Má-quiz quedaba incluida en el nuevo término.

Los rasgos básicos de la organización territorial se han man-

tenido hasta la fecha, con el reforzamiento interno del mini-

fundio por divisiones sucesorias y por la parcelación de los pa-

rajes situados al noroeste de Mengíbar, antaño tierras de pro-

pios (64). El latifundio campiñés y ribereño, aunque parcial-

mente troceado, se mantiene en los mismos sectores y en simi-

lares propociones que antaño.

Por lo que respecta a la trayectoria contemporánea de la

pequeña propiedad, y refiriéndonos sólo a Tocina, sobre la que

cabe comparación con el siglo XIX, la situación es semejante

a la descrita para otros municipios de la A1ta.Campiña o para

La Carlota: el reforzamiento superficial desde el último tercio

del siglo XIX hasta aquí del grupo de propiedades de menos

de 25 fanegas; manteniéndose el significado relativo de ese co-

lectivo de propietarios (en torno al 85 por 100 del total), su

implantación territorial se ha fortalecido, pasando de contro-

(63) Anuncio de subasta de la Dehesa de Máquiz, dividida en suertes,para el día 22 de marzo de 1841. B.O.V.B.N., n.° 907.

(64) Información oral obtenida en el mismo pueblo, pero hasta ahorano documentada.

349

lar el 30 por 100 de la S.A.U. a más del 40 por 100. Las con-clusiones que de esta situación pueden extraerse son similaresa las ya comentadas para casos anteriores, por lo que no valela pena insistir en el tema; destacar sólo que un área de carac-terísticas físicas y culturales diferentes a las de la Alta Campi-ña el fenómeno se reproduce en la misma línea y con similarintensidad.

CUADRO 101

DISTRIBUCION DE LA PROPIEDAD Y DE LOSAPROVECHAMIENTOS EN EL MUNICIPIO

DE MENGIBAR (1976)

1. Dŝtribruión de la propiedad

Has. Props. % Sup. has. %

1 .......................... 373 32,9 164,5 2,81-4,9 ....................... 520 45,8 1.081 18,45-9,9 ....................... 130 11,5 799 13,610-24,9 ..................... 57 5,1 849,3 14,425-49,9 ..................... 31 2,7 1.094,3 18,650-99,9 ..................... 15 1,4 955,2 16,4M ás 100 .................... 6 0,6 931,7 15,8

Total ................... 1.134 - 5.875 -

2. Dŝtribución de los aproaechamientos (%)

Labor su. Labor reg. Olioar sec. Olioar r^g. Huerta Otros

41,7 9,7 42,3 6,3 - -49,8 9,3 17,1 17,1 4,7 271,5 20,7 3,4 - - 5,448,8 23,2 21,3 2,2 - 4,488,6 - 11,4 - - -79,7 - 12,1 1 0,5 6,760 38,5 - - - 1,5

Fuenk: Libro de Cédulas de Propiedad del Catastro de Rústica de Mengfbar ( 1976).

350

C UADRO 102

DISTRIBUCION DE LA PROPIEDAD Y DE LOSAPROVECHAMIENTOS EN EL MUNICIPIO

DE TOCINA (1979)

1. Dŝtsibución dc la propicdad

fías. Props. % Sup. has. %

1 .......................... 38 19,9 24,1 2,2

1-4,9 ....................... 105 55 258,2 23,2

5-9,9 ....................... 8 4,2 89,4 8

10-24,9 ..................... 19 9,9 291,5 26,2

25-49,9 ..................... 19 9,9 312,6 28,1

M ás de 50 .................. 2 1,1 134,9 12,1

Total ^ 191 - 1.110,7 -

2. Dŝtribución de los aproouhamientos (%)

Labor sec. Labor reg. Oliaar sec. Naranjal Otros

12,4 62,2 9,1 2,5 13,7

16,6 66,4 2,7 11,9 2,4

14 58,2 1,7 19,9 6,2

2 5,6 53,4 5,3 12,8 2,9

8,5 73,2 4,6 11,1 2,62 4,7 57,5 7,3 10,4 0,1

Frunte: Libro de Cédulas de Propiedad del Catastro de Rústica de Tocina (1979).

351

DISTRIBUCION DE LA PROPIEDAD SEGUN LAS

CEDULAS DEL CATASTRO DE RUSTICA. o^

MENGI BAR (1976)

^

I.G. n 0,65

10 20 30 40 50 60 70 80 90 100Propietarios

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B) Los cultiaos y la or^anización de la explotación

Aunque los datos catastráles sobre cultivos carecen de ladesagregación y actualización adecuadas, y los obtenidos delos cuestionarios originales del Censo Agrario cuenta ya condiez años de antigiiedad, resultan suficientes para esclareceralgunas correlaciones entre estrategias productivas y organi-zación de las explotaciones, así como para ponerlos en cone-xión coñ trabajos exhaustivos recientemente realizados y conla información directamente obtenida por mí mismo en las zo-nas regables Baja de Vega y del Canal del Rumblar en Jaén.

Y en este sentido conviene tratar por separado los munici-

pios de Mengíbar y Tocina, pues el significado del regadío és

distinto en cada uno de ellos. En Mengíbar, donde buena par-

te de la superficie regada queda en manos de la gran propie-

dad, casi el 75 por 100 de la superficie cultivada de las peque-

ñas propiedades y explotaciones es de secano; y contravinien-

do lo que es norma en muchos municipios jiennenses, la tierra

de labor constituye el aprovechamiento dominante, ocupando

las 3/4 partes del terrazgo no regado, frente al olivar que abarca

la cuarta parte restante; la especificidad .de los suelos mengi-

bareños, sobre margas arcillosas explican tal fenómeno que no

ha impedido, sin embargo, la alta parcelación de un amplio

sector del municipio.En el algo más del 20 por 100 restante de superficie rega-

da, los aprovechamientos se diversifican, combinándose lasplantas forrajeras, el algodón, los cereales y algo de huerta. Noinsistimos, sin embargo, en las estrategias productivas de lastierras regadas y en su valoración, aspectos que serán aborda-dos en el comentario de los datos de Tocina. La gran impor-tancia de las tierras de labor de seŝano, con sistema de año yvez, y el modesto lugar del olivar son factores que redundanen el funcionamiento y organización de las explotaciones. De-jando al margen el predominio absoluto de la tenencia directa-desmedida según la información censal-, no cabe duda deque las explotaciones de Mengíbar se diferencian relativamente

354

de las otras áreas minifundistas por unos niveles de dedicaciónempresarial más bajos de los que son normales, y por la difu-sión general de la tracción mecánica en todo tipo de labores.

El cultivo triguero, tanto en secano como en regadío total-mente mecanizado, demanda muy corta dedicación, de formaque muchos «empresarios»,' incluso entre los integrantes del in-tervalo 10-25 hectáreas, no dedican a su explotación ni siquie-ra la mitad de su trabajo anual; la disponibilidad de los mo-destos propietarios residentes es, pues, considerable, lo que que-da reflejado, tal y como tendremos ocasión de ver, en su es-tructura sociolaboral: Mengíbar, como tantos otros núcleos,es villa de propietarios-jornaleros, si bien la reciente localiza-ción en el términó de algunas industrias ha dirigido al sectorparte de la fuerza de trabajo que se proletarizaba en las gran-des fincas de Jaén o de la vega del Guadalquivir.

La superficie cerealista ha impulsado también al abando-no casi general de la tracción animal, que sólo se mantiene enlas explotaciones de regadío para determinadas labores en tie-rras huertanas y de algodón. Ello no ha supuesto la compradel tractór, sino, fundamentalmente, el alquiler del mismo paralas operaciones necesarias.

Las pequeñas explotaciones de Tocina presentan rasgos pe-culiares derivados de la importancia del regadío, que contri-buyen a configurar un colectivo de modestos propietarios cam-pesinos en el sentido más ortodoxo del calificativo, si bien conalgunas connotaciones que los separan parcialmente del arque-tipo de campesinado europeo occidental o de otras regiones es-pañolas minifundistas.

Los datos catastrales no coinciden con los censales de la Hoja

de Cultivos de Lora del Río en lo que a la evaluación de la

superficie regada respecta. Son, sin duda, más fiables los se-

gundos, que consideran regada práticamente toda la extensión

inunicipal. Se trata, además, de un regadío relativamente an-

tiguo, que arranca de fines de la década de los años 20 a partir

de los caudales suministrados por el Canal del Valle Inferior

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del Guadalquivir. Pero centremos nuestra atención, como hastaahora, en las explotaciones de menos de 25 hectáreas.

La distribución de cultivos que proporcionan los cuestio-narios originales del Censo Agrario de 1972 se aproximan bas-tante a los de la Hoja de Aprovechamientos y Cultivos de Lo-ra del Río y a los obtenidos en el verano de 1980 en la cámaralocal de la villa: en torno a un 55-60 por 100 de algodón, 20por 100 de cítricos, 18 por 100 de cereales (maíz, sorgo y tri-go) y el resto de aprovechamientos variados (otros frutales, fo-rrajeras y algo de huerta).

La presencia del regadío y en concreto de la gama de culti-vos señalada, algo más exigente en trabajo que los descritospara el secano minifundista -aunque sin alcanzar, desde lue-go, las más elevadas cotas posibles de empleo y de productobruto- redundan en algunos de los aspectos de las explota-ciones hasta aquí analizados: con un predominio casi absolutode la tenencia directa, lo más importante es constantar comouna parte mayoritaria de la tierra afecta a este colectivo de ex-plotaciones logra la «dedicación principal» de sus cultivadores,sin despreciar desde luego que más de135 por 100 de la super-ficie y más de160 por 10 de las «empresas» dependen de labra-dores que manifiestan no dedicar ni la mitad de su tiempo alcultivo de su explotación, y sin olvidar, por otra parte, que la«dedicación principal» según el Censo Agrario implica sólo másde la mitad de la disponibilidad laboral del empresario.

Seria erróneo no reconocer que en colectividades como és-ta, beneficiada por el regadío y por una relativa intensifica-ción productiva, el nivel de proletarización del cultivador des-ciende y que se refuerzan los elementos básicos definidores delcampesinado en su acepción más ortodoxa. Pero también esfalsear la realidad incluir mecánicamente a estos modestos la-bradores del regadío bético, sobre todo a los de regadíos nue-vos, en el colectivo campesino de otras regiones españolas ode los países occidentales desarrollados: ni las alternativas deempleo que ofrece el mercado de trabajo regional, ni la estruc-tura de propiedad dominante que circunda a estas comunida-

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des son equiparables, con frecuencia, a las de otros espaciosrurales europeos.

La propia opción productiva que carazteriza a muchas ex-plotaciones, en áreas de libre iniciativa y de colonización, esmás reveladora, como tendremos ocasión de comentar al refe-rirnos a los resultados del proceso colonizador de la Vega deJaén, de un cierto compromiso de la explotación y la proleta-rización fuera de ella.

En todo caso, la intensificación relativa derivada del rega-

dío explica también la mayoritaria residencia de estos labra-

dores en el propio pueblo o en la comarca, y la menor inciden-

cia de los emigrantes; el regadío, igualmente, y la presencia

de cultivos como los cítricos, el algodón, otros frutales y algo

de huerta explican el mantenimiento de un grupo no despre-

ciable de explotaciones -casi siempre las más reducidas- con

tracción animal, que se compatibiliza con la mecánica, la más

extendida ya en 1972 y, sin duda, más aún en la actualidad;

no existe contradicción alguna entre la pervivencia relativa del

ganado de labor y el peso destacable de las «empresas» que po-

seen en propiedad la tracción mecánica que utilizan, en cuantía

superior como puede comprobarse a la señalada para otras co-

munidades minifundistas andaluzas. Una producción bruta y

unos márgenes empresariales más elevados a causa del riego

han favorecido la mecanización reciente de numerosas explo-

taciones, especialmente de aquéllas con más de 10 hectáreas,

de manera que según los datos de los cuestionarios de 1972 pue-

de estimarse una relación de un tractor por cada 20 hectáreas,

y una potencia de en torno a 250 CV por cada 100 hectáreas;

estos valores, próximos a los estimados por encuesta para di-

versas zonas regables del Valle Medio y Bajo del Guadalqui-

vir por Zoido y Romero (65) han debido incrementarse en los

últimos años tal y como se desprende de la información sobre

el censo de maquinaria facilitada por la Cámara Local de To-

(65) J. J. Romero y F. Zoido Naranjo, Colonización ag^aria en Andalucía.Sevilla, Servicio de ediciones del Instituto de Desarrollo regional, 1977.

359

cina. Aún sin computar el aumento habido después de 1972 ,el nivel de mecanización puede considerarse elevado para lafecha, superior con creces al de la provincia de Sevilla (en tor-no a 105/100 ha. para 1973) y revelador ya de un cierto nivelde subempleo en relación con las necesidades reales de las ex-plotaciones.

C) Antecedentes y sesultados de la concentración parcelaria enMengíbar y Tocina

Como decíamos antes, uno de los factores que aconsejan

el estudio paralelo de Mengíbar y Tocina es el hecho de que

ambos constituyen los únicos exponentes de concentración par-

celaria concluidos hasta la fecha en el ámbito que nos ocupa.

Y no es, desde luego, el capricho por lo anecdótico lo que nos

mueve a prestar atención a actuaciones que, repetimos, son

excepcionales hasta el momento, sino precisamente la reflexión

y las consideraciones que pueden derivarse de esa misma ex-

cepcionalidad y de los modestos resultados derivados de am-

bos procesos concetradores en comparación con otras provin-

cias españolas.La pequeña propiedad altocampiñesa y ribereña ha pre-

sentado históricamente y mantiene en la actualidad unos ni-veles de dispersión parcelaria ostensiblemente inferiores a losde otras áreas peninsulares. Ello puede obedecer en parte a quelos modestos patrimonios campiñeses son más reducidos, val-ga la redundancia, que los dominantes en otras regiones; estahipótesis, en todo caso, es fácilmente rebatible con los datosde estructura de propiedad de amplios sectores de la EspañaAtlántica e incluso de la Vieja Castilla y León.

Sin negar la validez relativa de la afirmación anterior, pa-rece más aceptable la tesis de que ese menor grado de disper-sión relativa obedece al hecho de que en comarcas dominadastradicionalmente por la gran propiedad -incluso las que hoyconsideramos como «relativamente minifundistas»- las prác-

360

ticas colectivas de división en hojas de las tierras de labor yla consiguiente ubicación en cada una de ellas de parcéla o par-celas integrantes de una explotacion tuvieron nulo o escaso de-sarrollo. Los parajes minifundistas aparecían y aparecen, pues,acantonados en determinados enclaves de cada municipio, ca-si siempre bajo los límites agobiantes de las grandes fincas.

Pero a ello se une, además, el hecho de que con frecuenciay desde bastante tiempo atrás, un destacable sector del mini-fundio campiñés se orientó hacia cultivos mercantiles como elolivar o el viñedo, rompiendo con el aprovechamiento cerea-lista tradicional y con la posible funcionalidad de una organi-zación del terrazgo en hojas.

Sean cuales sean los factores confluyentes en el bajo nivelde dispersión de la pequeña propiedad campiñesa, lo cierto esque cuando en muchas regiones españolas se pone en marchael proceso de concentración parcelaria, nuestro espacio presentauna serie de rasgos poco favorables para su generalizada difu-sión:

Por una parte la existencia en los más extensos munici-

pios de un latifundismo absoluto, que acantona mate-

rialmente al minifundio en pagos concretos, con explo-

taciones constituidas en ocasiones por una sola parce-

las o por varias próximas.

Por otra, el predominio en los sectores más parcelados

de la campiña de cultivos arbustivos y arborescentes-viñedo y olivar- que implica no sólo ya los proble-

mas de diferentes calidades de tierras propios de toda

iniciativa concentradora, sino suplementariamente di-

ferencias de edad de las plantaciones, de las técnicas de

poda y, en definitiva, del capital aplicado a la tierra du-

rante decenios, factores que terminan por impedir cual-

quier intento de concentración. No es anecdótico, por

ello, el que las dos actuaciones de concentración hayan

afectado a municipios predominantemente cerealistas

y que, en Mengíbar, haya quedado excluido el sector

olivarero minifundista situado al noroeste del pueblo.

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Pues bien, ni siquiera el par de municipios concentrados

(en su totalidad el de Tocina, con pequeños sectores vecinos

de Villanueva del Río y de Cantillana, y parcialmente el de

Mengíbar) presentaban antes de iniciarse la actuación una or-

ganización similar a la de otras regiones españolas, ni tampo-

co los resultados pueden considerarse tan brillantes como en

aquéllas, en parte a causa de la situación de partida. El cua-

dro 103 recoge los datos de los municipios campiñeses y de dis-

tintas provincias (66) para valorarlos convenientemente en tér-

minos relativos.

4,5 y 3,3 parcelas por propiedad en Tocina y Mengíbar son

cifras ostensiblemente distanciadas de los niveles medios en las

provincias seleccionadas, en obvia correspondencia con super-

ficies medias por parcela asimismo más elevadas. Incluso el ma-

yor nivel de dispersión de las propiedades de más de 25 hectá-

reas en los municipios andaluces se sitúa por debajo de los «stan-

dars» medios en dichas provincias. Debe quedar claro, además,

que la dispersión de las medianas y grandes propiedades en

estos términos muy parcelados no reviste la gravedad que pre-

senta en municipios castellanos o aragoneses, por ejemplo, enla medida en que las parcelas, aunque no contiguas, están fre-

cuentemente muy próximas y en torno a una de gran tamaño.

No cabe duda de que con una situación de partida como

ésta los resultados obtenidos son obligadamente más modestos

que en Burgos o Guadalajara, por ejemplo, provincias en las

que se ha alcanzado un número de parcelas por propiedad si-milar al de Tocina o Mengíbar; parece evidente que entre 1,5

y 2 fincas por propiedad está el techo máximo de reducción

alcanzable por los procesos de concentración, y a él se ha Ile-

gado en las dos actuaciones andaluzas.

En cualquier caso, parece necesario concluir que, aún sinser de extrema gravedad la estructura parcelaria de los muni-

(66) Los datos medios globales de las provincias incluidas en el cuadroproceden del Ruum^n dc la situación de los tsabajos de concentración en las dŝtintaszonas conespondientes al 31 de diciembre de 1977. Madrid, M.° Agricultura-I.R.Y.D.A., 1978.

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364

cipios relativamente minifundistas de la Campiña y Ribera bé-ticas, sería interesante el apoyo y difusión de estas actuacio-nes, especialmente en las zonas regadas o potencialmente re-gables, donde la optimización del empleo de la infraestructuray recursos hídricos quedaría así garantizada. No en balde laconcentración de Mengíbar ha venido apoyada, básicamente,en el ambicioso proyecto de puesta en riego de un amplio sec-tor de su término, en avanzado estado ya de realización.

No hay que silenciar, desde luego, que iniciativas de con-

centración parcelaria y ordenación rural planteadas globalmente

para un espacio determinado terminan beneficiando compa-

rativamente más a los grandes que a los modestos propieta-

rios, sobre todo en comunidades polarizadas como lo son in-

cluso éstas que nos ocupan. Los grandes ven aglutinados sus

patrimonios, si no lo estaban ya, y ostensiblemente mejoradas

las vías de acceso, con frecuencia en mal estado por la pesadez

de los suelos y la lejanía de las grandes fincas de los núcleos

de población. No en vano han sido acomodados labradores,

más conscientes por lo general de las ventajas generales y par-

ticulares de la concentración, los que han apoyado e impulsa-

do los proyéctos. ,

6.4. Las ^ieculiaridades de la pequeña propiedad de losAlcores: parcelación, intensificación agrícola y cambiosde uso

En el desarrollo del segundo capítulo se incluyó entre lasáreas relativamente parceladas y con peso dominante de la pe-queña propiedad la franja del Alcor, que naciente en las in-mediaciones de Carmona bordea su vega en dirección N. E. -S.W., elevándose varias decenas de metros sobre su fondo. Yase indicó igualmente en ese mismo capítulo y en el posterior,cómo ese islote no latifundista, perfectamente delimitado enal fotografía aérea y en la cartografía catastral, coincidía conforinaciones superficiales calcoareníticas o areniscosas y sue-

365

los rojos con costra caliza, de bajo potencial y muy distintosa los dominantes vertisoles de la vega camornense inmediata.

No ha sido posible hasta el presente capítulo hacer referencia

más detallada a la estructura agraria de la comarca, ya que

el municipio seleccionado en principio como representativo del

sector por su extensión y ubicación parcial sobre el altozano

-el Viso del Alcor-, no cuenta que sepamos en los fondos

de su Archivo Municipal (67) con estadísticas sistemáticas de

propiedad del siglo XIX, y menos aún con documentación del

Catastro de Ensenada. A pesar de esta importante limitación,

la documentación aportada por Bernal sobre este municipio

acerca de arrendamientos de tierra de la Casa de Alcalá a me-

diados del siglo XIX (68), así como otra información aportada

por Drain (69), unidas ambas a la documentación catastral ac-

tual y a los datos del Banco de Labradores de 1866 permiten

pergeñar un modesto bosquejo de la situación actual y de la

génesis reciente de parte de la pequeña propiedad del municipio.

Ante todo, como ya quedó claro en el segundo capítulo,

el Alcor y en concreto,el municipio del Viso, situado en casi

un 50 por 100 sobre el promontorio, presenta hoy una estruc-

tura de la propiedad y de las explotaciones de corte moderada-

mente minifundista. Las propiedades de menos de 25 hectá-

reas totalizan el 73,6 por 100 de la superiicie catastral, y las

explotaciones de menos de 30 hectáreas casi el 60 por 100 de

(67) En nuestra detenida visita durante los veranos de 1980 y 1981 alarchivo municipal, no catalogado y en lamentable estado por las obras queentonŝes se realizaban, no pudimos dar ni con amillaramientos ni con fuen-te fiscal anterior. Sólo una relación bastante completa de Libros del Pósitolocal permitió para algún año de mediados del siglo x^x conocer ciertos ex-tremos sobre los modestos labradores, que posteriormente se han podido re-lacionar con aportaciones de otros autores. Por más que el Libro de 1866computa a casi 200 labradores, en su mayor parte muy modestos, solicitan-tes de créditos, no se ha considerado oportuno plantear sobre esa base laestructura de la propiedad y de las explotaciones, por cuanto la muestra po-día estar parcialmente sesgada.

(68) A. M. Bernal, op. cit., págs. 282-290.(69) M. Drain, op. cit., págs. 472-473.

366

la superficie censal (sólo el 5 por 100 las de más de 100 hectá-reas, lo que supone un índice de concentración de Gini a par-tir de las cédulas de propiedad de 0,55, el más bajo de los esti-mados para los municipios «relativamente minifundistas» es-tudiados (véase figura 68).

C UADRO 105

DISTRIBUCION DE LA PROPIEDAD Y DE LOSAPROVECHAMIENTOS EN EL VISO

DEL ALCOR (1978)

1. Dŝtribución dc la propiedad

Has. Props. % Sup. has. ^%

1 .......................... 52 13,8 32,4 1,5

1-4,9 ....................... 200 53,2 444 21

5-9,9 ................:...... 60 15,9 414 19,5

10-24,9 ...................... 48 12,8 671,2 31,6

25 y más ................... 16 4,2 562 26,4

Total ................... 376 2.123,6

2. Dŝtnibución dt los apmuahamientos (%)

Labor sec. O/iaar sa. Rcgadío Frut. -Naranjal Otros Impsod.

48,2 16 2,5 2,5 - 30,8

74,9 10,6 5,5 5,5 - 3,6

64,4 9,4 8,3 17,1 0,4 0,4

64,7 6,4 5 19,9 - 4

39,2 9,2 21,3 18,9 10,4 1

Fuenk: Libro de Cédulas de Propiedad del Catastro de Rústica de El Viso del Alcor

(1978).

367

En el marco, pues, de un predominio numérico y superfi-

cial de la pequeñas y medianas propiedades, es preciso hacer

ciertas matizaciones derivadas del carácter mixto de las tierras

del municipio, unas sobre el Alcor propiamente dicho, y otrassobre la vega margoarcillosa de Carmona.

El parcelario del polígono 1, sobre las areniscas alcoreñas,

dominado por las fincas pequeñas, aunque sin faltar las de ta-

maño medio y, excepcionalmente, grande, presenta contornos

irregulares, amplia difusión de norias y estanques, e incluso

un tipo de parcelas minúsculas y muy regulares que tienen fá-

cil explicación. Este es el soporte de la pequeña y mediana pro-

piedad tradicional del Alcor, al menos en términos superficia-

les: los aprovechamientos tradicionales, sobre suelos de bajo

potencial, han sido el olivar, un cereal de modestos rendimien-

tos, algo de viñedo, naranjos amargos y las huertas, especial-

mente en las proximidades del casco, abastecidas por aguas del

freático de Carmona, que en buena parte del municipio se si-

túa a menos de 15 metros de profundidad (70).

Las transformaciones de que ha sido y está siendo objeto

en los últimos lustros esta área pueden considerarse profun-

das, tanto por lo que respecta a cambios en la titularidad co-

mo en los usos del suelo; como una primera aproximación, que

precisa desde luego de contrastación más detallada, cabe ha-

blar de dos fenómenos. Por una parte de una intensificación

productiva notable basada en la expansión del naranjal, ex-

clusivamente de variedades de mesa como la Navel, en los mo-

mentos de euforia de fines de la década de los cincuenta y de

los sesenta (71), y de la Navel-late, más tardía y de comercia-

lización menos problemática, en los últimos años; la capitali-

zación de estas nuevas plantaciones, que poco tienen que ver

en sus variedades y organización productiva con las tradicio-

nales de la comarca, ha sido cuantiosa y acrecentada en oca-

siones, como ha señalado Drain para la provincia de Sevilla

(70) Mapa Geológico de España 1:50.000, hoja 985, 2.a ed. Madrid,Instituto Geológico y Minero, 1969.

(71) M. Drain, op. cit., págs. 210-213.

368

y es fácilmente perceptible en tierras del Alcor, con inversio-nes casi suntuarias o cuando menos innecesarias en viviendas,muros y cercados, que demuestran la presencia de capitales ur-banos en ocasiones ajenos a la actividad agraria, que vieronen las plantacioens además de un negocio seguro en los añosde favorable coyuntura, un signo de prestigio social y la pose-sión de vivienda de segunda residencia en una zona ligeramentemenos calurosa que la llanura sevillana, con agua abundanteprocedente ahora de perforaciones más profundas, todo elloenmarcado en la frescura del vergel naranjero.

Sin negar, por supuesto, la difusión del naranjal y de otros

frutales que se producen sobre pequeñas y medianas hacien-

das de lugareños, la presencia de capitales urbanos es también

evidente, siendo, precisamente, este flujo de inversiones hacia

la zona el que provoca cambios frecuentes de titularidad por

compraventa, coincidiendo con una etapa de galopante éxodorural.

Frente a estas iniciativas de intensificación, y en aparente

paradoja, una superficie no desdeñable del sector alcoreño del

Viso, como ocurre también en Mairena, está asistiendo más

recientemente al abandono de los usos agrícolas o, en el mejor

de los casos, a su mantenimiento con una finalidad distinta,

todo ello en el marco de parcelaciones para viviendas de se-

gunda residencia, en ocasiones ilegales y que en todo caso es-

tán produciendo una profunda alteración en el paisaje agrario

tradicional y naranjero más reciente. En estas circunstancias,

los cambios de titularidad se superponen siempre a los cam-

bios de uso, y las estrategias inmobiliarias res^ltan variadas:

unas veces son propietarios lugareños los que proceden direc-

tamente a la segregación o a la parcelación total de sus fincas

para el uso residencial.

El Plan Parcial de Ordenación de la Finca Vista Verde del

Alcor, inmediata a la carretera del Viso a Carmona y asoma-

da a la Vega, con algo más de 11 hectáreas de superficie, y

propiedad de la sevillana Rosa María Calvo Elipe constituye

un buen ejemplo al respecto. El plan, presentado en 1973, pre-

369

veía, y así se ha hecho, la constitución de 82 parcelas dé su-perficies comprendidas entre 700 y 1.990 metros cuadrados,estimándose el beneficio de la operación en torno a un 36 por100 del valor de la tierra en ese momento (1.680.000 pesetas,a razón de 150.000 pesetas/hectárea) y del importe de urbani-zación estimado en 2.846.700 pesetas (72).

Pero junto a actuaciones como la descrita, reiteradas en lasinmediaciones del término del Viso en las urbanizaciones deLa Cierva o Comunidad de San Bernardo, son casi más fre-cuentes parcelaciones y segregaciones, administrativamente con-sideradas todavía como rústicas a pesar de que en ocasionesno alcanzan siquiera la extensión de las unidades mínimas decultivo, pero que en la práctica responden a un uso de segun-da residencia. El no muy elevado nivel de ingresos que carac-teriza a buen número de los nuevos tenedores y la precariedadde medios para hacer frente a la construcción de la viviendauna vez adquirida la parcela, está desembocando no sólo yaen una mutación profunda del espacio agrícola tradicional, si-no además, en el deterioro paisajístico complementario deri-vado de los bajos niveles estéticos y de calidad de esta nuevaforma de «hábitat rural».

Puede concluirse, pues, que en este sector alcoreño, la cri-sis reciente del sector naranjero, los problemas de escasez deagua derivados de la difusión generalizada de las plantaciones,y, sobre todo, las posibilidades especulativas derivadas de lafuerte presión de la demanda de tierras por parte de sevillanospara segunda residencia están en vías de acabar con la explo-tación directamente agrícola y de sustituir, consiguientemen-te, a los pequeños y medianos propietarios tradicionales de lazona por nuevos minifuntistas «urbanos».

A1 paisaje del Alcor y. a sus mutaciones actuales se contra-pone el sector del municipio alargado sobre la Yega de Carmona; for-maciones superficiales y suelos son los propios de las grandes

(72) Mcmoria d^l Plan Parcial de la finca ..Vista Vade dcl Alcon^. IngeniemJ. Rodriguez Román, Sevilla, 1973. Copia en el Ayuntamiento de El Visodel Alcor.

370

«vegas interiores» andaluzas, y tanto Viso del Alcor, como par-cialmente también su vecina Mairena, ofrece la peculiaridad-casi la excepcionalidad- de un terrazgo altamente parcela-do, que choca poderosamente con el latifundio dominante enlas inmediatas tierras de Carmona (véase el fotograma 4), yen general, de todos los grandes municipios de la comarca.

La notable y regular parcelación, excepcional en estas áreasde vega, lo es en la actualidad de propiedad y de explotación,de forma que lo más frecúente es que muchos propietarios notengan más que una sola parcela de entre una y cuatro hectá-reas, fenómeno que contribuye a reforzar el predominio de lapequeña propiedad en el conjunto del municipio.

Este absoluto predominio de minifundio en un sector quepor sus características edáficas y topográficas debiera ser so-porte de la gran propiedad -según lo visto en los capítulos IIy III-, entra aparentemente en contradicción con lo dicho hastaaquí; un estudio más detallado de la situación destierra, sinembargo, cualquier posibilidad de contradicción.

Efectivamente, ese parcelario regular y antitético con el de

las tierras circundantes, nos hizo pensar desde.un principio que

muy probablemente no estábamos ante un espacio minifun-

dista tradicional, sino más bien frente a una actuación parce-

ladora relativamente reciente. Aunque en esta ocasión no se

ha podido contar aún con la documentación registral argiiída

anteriormente para tierras de Montilla o Marchena, dispone-

mos de suficiente información como para validar aquella con-

j etura.Como ha estudiado Bernal, la Casa de Alcalá, integrada

desde 1625 en los estados de Medinaceli, contaba en el térmi-

no del Viso del Alcor, no integrante de su señorío, con nadamenos que 1.700 fanegas, prácticamente toda la superficie de

«vega» del municipio, organizada en torno a una decena de

cortijos que en forma de grandes longeros se extendían desde

el escarpe alcoreño hasta los confines del término de Carmona

(73). M. Drain, interesado también por esta peculiar parcela-

(73) A. M. Bemal, op. cit., págs. 60-62 y 285-287.

371

ción, ha planteado la hipótesis de que estos grandes longerosacortijados debieron ser cedidos tradicionalmente en forma degrandes arrendamientos a corto plazo, como era norma en lastierras latifundistas de la campiña (74).

Lo cierto es que a mediados del siglo XIX, tanto la infor-mación aportada por Bernal de los fondos del Archivo de Me-dinaceli como la que yo he obtenido del libro de Pósitos de 1866(75) muestran cómo estos cortijos estaban altamente parcela-dos para su cesión en pequeños lotes°de aproximadamente cua-tro fanegas. La fuerte expansión demográfca del momento yla proximidad de pueblos tan crecidos en vecinos como el Visoo Mairena, constreñidos en cortos términos, pudieron movera la administración ducal a un cambio en la estrategia arren-dataria. Lo interesante a nuestros efectos es que ese minifun-dio de explotación, que se gesta cuando menos a la mediacióndel siglo XIX, se perpetúa en el tiempo y llega a consolidarseen minifundio de propiedad por venta de la Casa Ducal, pro-bablemente a los propios cultivadores. Estamos, sin duda, an-te un proceso similar al descrito para tierras de Montilla, aun-que cronológicamente anterior. Para 1933 la Casa de Medi-naceli no cuenta ya con tierra alguna en el Viso según el R.P.E.A1 margen del momento concreto en que las ventas tuvieranefecto, lo importante en nuestra línea de argumentación, rea-firmando y reforzando teis planteadas anteriormente, es quea lo largo de un periodo prolongado -no inferior a cincuentaaños ni superior a cien- la pequeña propiedad nacida «ex no-vo» se mantiene y hasta se fortalece por sucesivas divisiones.

El modesto cultivador jornalero, una vez que adquiere latierra no cede su propiedad ni con la rapidez ni con la genera-lidad defendida por planteamientos acumuladores demasiadosimplistas. No vamos a negar, desde luego, que en momentosde agobio económico, de abandono del lugar por emigración,o de arreglos de herencias, las compraventas tengan efecto; tam-

(74) M. Drain, op. cit., vol. II, pág. 473.(75) Libro de Pósitos. Banco de Labradores. 1866. Archivo Municipal

de EI Viso del Alcor, sin catalogar.

372

poco va a ocultarse a nadie que en esas circunstancias algunoslaboradores relativamente más acomodados han aprovechadola coyuntura incrementando sus patrimonios. Lo cierto, sin em-bargo, es que fueren cuales fueren las vías y modalidades detransmisión de propiedad, los enclaves minifundistas mantie-nen su vigencia y raramente llegan a desaparecer o a reducir-se sustancialmente a expensas de iniciativas concentradoras.El cuadro 106 referido a una muestra de propietarios del polí-gono 7 de Viso del Alcor, base de las parcelaciones de varioscortijos de Alcalá-Medinaceli, habla por sí solo.

C UADRO 106

PROPIETARIOS CARTOGRAFICOS EN EL POLIGONO 7 DE ELVISO DEL ALCOR

N. ° propietario Sup. total psop. Polígono

1. S. López Morillo . .. . . . . .. . . . . . 6,9587 has. Todo en el 72. J. A. García Vallejo . . . . .. . . . . . 3,7875 " 4 y 73. A. Jiménez Jiménez .. ........ . 1,5813 " Todo en el 74. J. Huerta Burgos . . . . . . . . . . .. . 1,2500 " Todo en el 75. S. León Pineda ............... 2,1000 " 7 y 66. A. Fdez. Bonilla . . . . . . . . . . . . . . 1,3416 " Todo en el 77. A.Jiménez Roldán ............ 2,1250 " 1 y 78. M. Morales Benítez . . . . . . . . .. . 8,0401 " 5 y 79. A. Moreno Muñoz ............ 26,2350 " 1, 4, 6, 7

10. J. Morillo Jiménez hnos. ....... 1,6750 " Todo en el 711. J. Roldán Roldán .. ... .. .. ... . 11,2100 " 5 y 712. J. Vargas Jiménez . . . . . . . . . .. . 2,4950 " Todo en el 7

Fumk: «Libro de Cédulas de Propiedad» de El Viso del Alcor (1978).

373

Ivlinifundio de propiedad en el polígono 7 de El Viso del Alcor (Sevi-Ila). Parcelaciones en los cortijos de la Casa de Alcalá.

Figura 71

374