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1 y letrados Entrevista con Malva Flores Colaboraciones de Fabián Cuéllar · Aniela Rodríguez Zapata Rocío Gallardo ·Roberto Bolaños Godoy José Pulido · Ileana Z. Vázquez Romero Raquel Velasco · Mayco Osiris Ruiz J. E. Meneses enero - marzo del 2012 / año 2 núm 1

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Amable, comprometida y estética

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Entrevista conMalva Flores

Colaboraciones deFabián Cuéllar · Aniela Rodríguez Zapata

Rocío Gallardo ·Roberto Bolaños Godoy José Pulido · Ileana Z. Vázquez Romero

Raquel Velasco · Mayco Osiris Ruiz J. E. Meneses

enero - marzo del 2012 / año 2 núm 1

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Directorio

Consejo editorial

Bryan Klett GarcíaMarlén Gutiérrez GarcíaEnrique PadillaYolanda Fernández AburtoMarco Antonio Larios Quirino

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Contacto y correspondencia

Honorio Rodríguez #17, int. 1C.P. 91020, Col. Ferrer GuardiaXalapa, Veracruz, Mé[email protected]/revistayletradosfacebook.com/revistayletrados

(y)letrados es una revista electró-nica creada sin fines de lucro. Pro-hibida su venta, copia, impresión o reproducción total o parcial sin au-torización del editor. Todos los tex-tos y el arte gráfico son propiedad de sus autores y aparecen en (y)le-trados con plena autorización de éstos para su edición, reproduc-ción y divulgación en formato electrónico.

El arte gráfico, incluida la por-tada, pertenece a Fernando Sevi-lla. En orden de aparición, las obras incluidas son: «Redes», «Más-caras post», «Monstruo y caballero», «Viento-energía», «La muerte del dra-gón», «Tiempos», «Vehículo eléctri-co», «Niño robot», «WWW», «S/t», «S/t»,«Tecno-exterminador», "Vérti-go-tiempo", "S/t", "Binarial people" y "Miedo virtual".

Las fotografías de Malva Flo-res, incluyendo la portada de su li-bro Viaje de Vuelta. Estampas de una revistaw (Fondo de Cultura Econó-mica, 2011) fueron proporcionadas por la autora.

Fabián Cuéllar

Aniela Rodríguez Zapata

Rocío Gallardo

(y)letrados

Roberto Bolaños Godoy

José Pulido

Mayco Osiris Ruiz

Malva Flores

Ileana Z. Vázquez Romero

J. E. Meneses

Raquel Velasco

CONTENIDO

Carta Editorial

Buenos modales

Poemas

Entraron por la ventana

Semblanza:Fernando Sevilla

Breve tipología

de las bibliotecas

Poema

Entrevista conMalva Flores

Poemas

Mapa mental

Poemas

Notas sobre un prólogode Rodrigo Fresán

Inventario

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La biología tiene identificadas algunas especies que de cierta forma sirven como «termómetros» de los ecosistemas. Su fragilidad a la humedad, la temperatura, los componentes químicos del ambiente, entre otras cosas, vuelven a insectos, ranas y plantas selectas en la mejor forma para medir los cambios imperceptibles para mira-das desarticuladas por microscopios y telescopios. En mi opinión, las humanidades vienen a ser las ranas de la sociedad y la cultura. Las reformas educativas -pro-ducto del «repentino» fracaso en la formación de individuos capaces en México- se han llevado entre las patas como primera línea a materias relacionadas con esta rama. A saber, los sonados casos de Ética, Lógica, Estética e Introducción a la filo-sofía a principios del año pasado.

Resulta que la mirada positivista y utilitaria que domina la valorización del mundo poco a poco ha desplazado los aportes que pueden traer las humanidades al estu-diante. El problema es muchísimo más complejo, pero es ésta misma crisis de huma-nidad que vuelve trascendente el esfuerzo pormenorizado por crear iniciativas, pro-yectos, eventos, talleres y tantas cosas más en pos de la reafirmación del individuo.

Aquí en la revista (y)letrados hemos cumplido un año de vida y de trasiego, que se dice fácil. Somos el Pípila. Nuestra loza nos protege ahora. Pero más que sen-tirme orgulloso de poder decir que ya dimos la primera vuelta en las quinientas de Daytona, me desborda la alegría de sentir que algo hemos hecho, conseguimos crear un espacio de intercambio, con propuesta y, sobre todo, lleno de cultura. No pretendo convencerte, lector, de que hacer una revista es el acto más noble al que puede acceder un estudiante de literatura, ni que hemos vencido el augurio de una muerte muy pero muy temprana, sino a brindar por el interés, por la curiosidad, la literatura y por la cultura.

Quiero pensar que (y)letrados se está convirtiendo, al menos para sus integran-tes y amigos cercanos, en un esfuerzo de respeto. Por supuesto, sin la asistencia de todos los que hoy la integran, no sería lo que se refleja en sus páginas, reitero, un asidero para la literatura y la cultura, una lluvia esperada cada tres meses para que reverdezca esa pequeña parcela de convicción por las artes y las humanidades den-tro de todo individuo. Ciertamente, como revista universitaria, debemos tener algo de románticos, y creo que esa ha sido la principal razón por la que a pesar de todas las peripecias seguimos juntos y en crecimiento.

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os Había algo en la manera en que Mariana arreglaba la mesa que no me terminaba de gustar. Serían las flores innecesarias a la mitad del todo, la manera en que alineaba las copas de cristal -siempre un meñique de distancia hacia la derecha del tenedor, o este mantel a cuadros, blanco y rojo, que consiguió en el mercado de pulgas. A primera vista todo lucía impeca-ble y, ¿cómo decirlo?, tan fuera de lugar.

Nuestro departamento es pequeño y viejo. Afrancesado de principios del siglo XX para los ingenuos, una caja llena de desperfectos para mi mirada obsesiva. Con un salario de maestro no pagas algo mejor, mucho menos tienes recursos para remodelar. Si finjo ser paciente es por Mariana, cuyos ojos grises se aferraron a la cocinita «tan europea» del que desde entonces llamó «nuestro futuro hogar». Sus padres donaron la pintura para los muros, unos amigos nos consi-guieron unos muebles que lograban el efecto vintage desea-do por los caprichos eurófilos de Mariana; con mi sueldo terminamos de amueblar y, en la medida de lo posible, pres-cindir de la caridad ajena.

Nos sentamos a la mesa los cinco. Por mera fe ciega en Mariana he permitido que subsista esta cena ritual que, pase lo que pase, ha de celebrarse una vez al mes. Llenamos las copas de vino, las alzamos en agradecimiento a las visitas, quienes a su vez brindan por el bien de los anfitriones. Se bebe, se platica y se hace hambre a propósito para, poste-

Buenos modales

FABIÁN CUÉLLAR

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riormente, festejar la entrada triunfal de los alimentos de la mano de la bella Mariana, con su delantal blanco impecable al pecho sobre el vestido marrón que uti-liza cuando es día de cena.

Se me desdibujan los nombres de las visitas: Camile, Josephine, Louis, Gerard, Antoine, Juliette, Christine, Michel, Étienne… En palabras de Mariana, hombres rubios, de narices grandes y complexión delgada y mujeres «autosuficientes» que aún no se deciden entre la bulimia o entrar en carnes, impulsadas por un feminismo mal enten-dido que desaparece a la segunda botella de vino.

Para Mariana esto es tan divertido como jugar a tomar el té. Mis costumbres son otras, tan pueriles quizás, como aquella de

perseguir con el dedo índice a las hormigas que corren por la cornisa de la ventana, o morder los lápices del lado de la goma, cada vez más cerca del metal dorado. Después están las costumbres compartidas, como la de caminar en silencio por la pista de arcilla del parque mientras los corredores matutinos nos rebasan irritados, o esa otra de tener mal sexo acompañados de buena música, sin mediar quejas de ninguna de las partes involucradas. Por supuesto, tam-bién está la cena.

Mariana exige mucho de mí. Me pide que haga comentarios «inteligentes» entre un plato y otro, que halague la vestimenta de alguno de los invitados y, sobre todo, que cuide sobremanera mis modales en la mesa. No ha logrado impedirme que jue-

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gue y haga ruido con los cubiertos, pero ha trabajado en los aspectos más «nega-tivos» que harían de cualquier comensal educado un hervor de incomodidad. A Mariana la quiero y no me canso de ha-cerlo evidente. Pero su realidad ya es otra, cada vez más ajena a mí.

Por el segundo plato todo se torna abu-rrido y tenso. Los diálogos entre Jean-Paul, Simone y Albert no son del agrado de la anfitriona, que los considera apáticos, pre-suntuosos, tan racionales. El silencio de los comensales se muestra evidente, así como la irritación de Mariana al ver que las cosas se salen de control. Ni mis chistes ni mis comentarios inteligentes pueden salvarnos esta vez. No es que sea necesaria mucha imaginación para que una cena como ésta funcione. Lo que sí puede faltar es fe.

A punto del colapso, Mariana es atacada por una migraña que la persigue desde su infancia. Sin ganas de hacer una escena, se levanta de la mesa a prisa y corre hacia nuestra habitación. Me quedo perplejo en la mesa con cinco platos llenos, dos copas semivacías y cuatro sillas ocupadas por el aire. Sin perder la compostura ni los buenos modales, me disculpo con los comensales por el exabrupto de Mariana y los invito a disfrutar, dentro de lo posible, de la cena que tan amablemente nos preparó.

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EL ÁGORA del pueblo vino hasta mi casa a decirme que he muerto por la tardey que debería empezar a empacar si quiero un buen lugar en el entierromi cadáver está siendo arrojado a la fosa común de donde nacen flores para sepultar los restos de olorosos desahuciadosel ágora me ha dicho que en este momento dos mil recién nacidos [emiten su primer gemido al vientouno de ellos podría ser mi rostro uno de ellos podría ser mi padre.

El ágora vocifera que debo quedarme inmóvil mientras me comen las migalasque mis huesos se han amortajado y los resfriados y los insomnios no deberían seguir dejándome espinillasEl ágora ha gritado que los soles a veces estallancuando una granada se clava en el pecho de las niñas escarabajoy los cielos eructan palomitas blancasy el mar revienta sus pústulas contra las rocas más heridasy la tierra se detiene a cantar el Angeluspero me he vuelto una esponjita serenay estrangulo mis ojos mentiritas de alfajor rosadomientras la tierra asfixia a paletadas mi última canción de cuna.

La autoelegía más pretenciosa del mundo o de cómo me enteré del día de mi servicio funerario

POEMAS ANIELA RODRÍGUEZ ZAPATA

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EL SIGNIFICADO REAL de esta frase no es una dedicatoria al dueloo una elegía pegada al fondo de la tostadorapero no quisiera ver las estalactitas que han clavado en tu garganta, abuelalos doctores no conocen de la alquimia, no saben que la frialdad en los huesos es un mantra inexplicable [por donde se escapa la fe del universo has aprendido, abuela, a hacer circulitos de clorazepam entre tus piernas y a contar cada una de tus vidas por si alguna se te sale de las bolsas

el significado de este garabato, abuela, es un gusanito que [me crece en la barriga un tonel de engrudo que me emposta las paredes de la tráquea

afuera hace frío, abuela y he roto el escalón del tiempo por salvarte un poquito la memoriaviajo al cosmos cada día para ver si te encuentro tirada entre [las estrellitas más blancas de los lagosenjuago bien tus manos para que puedas escaparte de las máquinas te han traído chocolates rancios y el botón de un clavel marchito te han esposado a un destino insoportablelas enfermeras lloran me han visto sonreír bajo tus pies heladosno pudimos hacer nada por ella les digo en voz bajitay buscan donde secarse el río que les crece por los ojosYo enciendo en tu boca un cigarrillo y elegimos juntas el nombre de la piedra

DistanasiaIn memoriam Irma Sánchez Montesinos

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ME GUSTA VERTE vestida de meninamientras yo vuelvo convertido en Ícaroy mis manos no son ya las oportunas y cerúleas alasque acariciaban los rizos lúbricos de tu cabeza revolucionariay mis piernas ya no responden al grito de las avesy mi voz ya no ronda en la maraña de tus ojos.Linda menina,el cielo ha convertido mi libertad en miles de libélulas prematurasy ha arrojado a la fosa los muñones de mi llanto¿a dónde irán mis alas cuando el sol haya besado el último hueso de mi vida?

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Lamento de Ícaro 9

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ROCÍO GALLARDO

Entraron por la ventana

Salgo de bañarme y me siento en el sillón. Abro un libro viejo que en-cuentro en algún estante. Enciendo un cigarrillo y antes de concentrarme en el tiempo de las palabras me distraigo viendo el humo espeso que se va hacia el sol como si fuera un huracán entristecido, desarmado y sin fuerzas atravesado por la tarde quieta.

Me seco así sentada y, por la misma ventana por la que el humo se pierde, entran quince, dieciséis, capas que veinte pájaros todos con dis-tintos disfraces carnavalescos que se ubican en toda la habitación como si ya conocieran sus puestos; y después de unos instantes, en los que aprovecho el solcito que les tornasola las alas, cada uno entona su parte de la obra. Silban un concierto de vientos que atrae a los vecinos con zapatos de charol hasta los pies de mi ventana redonda.

¡Ay, esa ventana!Me quedo sonriendo con el cuerpo desnudo por el cual escurren

todavía algunas gotas de ducha que se sueltan tímidas de mi pelo, como atraídas por el show. No puedo reaccionar, no puedo responder con las pestañas al viento que corre infantil por mi cuarto como si éste fuera el prado más entregado del mundo. Los pechos de los pájaros se inflan para dejar salir por los orificios de alguna parte retazos de la melodía total. Erizan sus plumas que se baten un poco entre la brisa sonora de la ha-bitación; mantienen prisionera su mirada para que la perfección de la música no se les escape por los ojos.

Cuando hubo terminado la obra, abrieron sus alas sobre un nuevo silencio latente y cómplice. Y así, de a uno, como habían entrado por la ventana redonda, salieron volando hacia el sol dejando sobre el suelo algunas plumas que se habían desprendido de sus cuerpos calientes.

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SE PERDIÓ la voz de mi padre en el ventisquero frente al maren mitad del polvo junto con mi rostro de 1990agallas, branquias o alas no bastan para sudar la muerte en Cristopegado en la pared, clavado-acaso-a la piel de mi madre cada vez más vieja en su oquedad y herrumbre levantadas por el polvo de muchachas soñolientas

La cruz que esplende en el vacío ha venido a reclamar lo que le pertenece:Mi cuerpo buscando el aleteo fijo.

POEMA JOSÉ PULIDO

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Creo distinguir esencialmente dos tipos de bibliotecas: las propias y las ajenas. Las primeras están siempre incompletas en tanto que su construcción la efectuamos constante y permanentemente, siempre y cuando, vivamos para ello. Se puede decir que están condenadas de antemano a quedar truncas. Condena que no es tampoco un accidente negativo, sino una cualidad inherente. La biblioteca propia es la tentativa de un plan personal de lecturas hechas y pretendidas a corto o largo plazo, un trazado intelectual que expone nuestras inquietudes pasadas, presentes y futuras, así como un plano de nuestra formación, en el que por supuesto habrá muchas omisiones. A la vez que afirma algo con la pre-sencia de ciertos libros, dice mucho también con la ausencia de otros. Nuestra biblioteca expresa gustos, intereses, desavenencias, ignorancias, especializaciones, eluciones, ponderaciones. Todo ello limitado por el inexorable advenimiento de nuestra muerte: cuando esa biblioteca dejará de ser nuestra. Una biblioteca puede ser un plan vasto, pero al final resulta ser finito.

En cambio, sólo las segundas (entiéndase bibliotecas heredadas, de amigos, de profesores, públicas o institucionales), son poten-cialmente infinitas. Lo son porque toda biblioteca ajena puede ser muchas bibliotecas a la vez. Es más, para un solo individuo puede ser una biblioteca diferente cada ocasión que la visite. Y más todavía, no es la misma biblioteca si nos sumergimos en ella durante la juventud que en la madurez.

Breve tipología de las bilbiotecas

Yo afirmo que la biblioteca es interminable.Jorge Luis Borges

ROBERTO BOLAÑOS GODOY

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No hablo de sus reacomodos o amplia-ciones, casi siempre, a capricho del dueño, de quien la administre o en caso de ser pública y ser grande, de sus bibliotecarios; sino de la multiplicidad de posibilidades que ofrece para cada lector. No se trata de que la biblioteca sea espacialmente in-terminable, sino de que virtualmente lo es: su infinitud depende de quien la visite, qué quiere encontrar y qué le interesa leer. Como cada lector es diferente, y como no es igual la visita de un lector aficionado y general, que la de un estudiante de pos-grado en filosofía o en economía, ninguno de ellos encontrará lo mismo, y la biblio-teca no responderá de la misma manera a búsquedas tan dispares. Puede estar muy completa o no, pero parece tener la capaci-dad de renovarse, de llenar sus huecos, de olvidar la existencia de sus propias lagunas y siempre parece mantenerse en estado de constante mutación. Si antes no sabía-mos quiénes eran los existencialistas, sus libros pasaban inadvertidos, hasta que los buscamos y entonces resulta que ahí estu-vieron todo el tiempo: las obras de Sartre y de Camus en esa estantería por la que tantas veces pasamos regresando a releer nuestro tomo favorito (ese con anotacio-nes nuestras) de Las flores del mal. Luego nos encontramos con que muy cerca está Montaigne ansioso por compartirnos la bi-blioteca de su torre, y no tan lejos Proust y

sus tremendos universos interiores. No importa qué tan bien conozcamos

una biblioteca ajena, ese es el detalle: no es nuestra. Y eso parece conferirle una suerte de inteligencia sobrenatural que nos ex-cede. Porque ayer nos interesó la poesía provenzal, hoy la literatura inglesa de la Ilustración, mañana la filosofía patrística y pasado mañana la cábala. Ahora ima-ginemos la misma operación multiplicada por todos los lectores que acuden a ella. Vicisitud nimia: la omnipotente bibliote-ca parece depararle a cada uno sorpresas afortunadas y hallazgos cada vez más inu-sitados. Lo hace tropezarse incluso con autores y títulos que tal vez no le interesen hoy, pero que en el futuro le serán capitales. No sólo la biblioteca entonces es omnis-ciente, también es profética.

Al menos a mí me ha sucedido que cuando voy a una biblioteca ajena de la cual se supone conozco su distribución, sus tesoros y sus carencias; además de ir

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ya con un objetivo determinado: un libro en particular, me ocurren todo tipo de in-terrupciones. Me detengo en los estantes y me distraigo buscando algo impreciso donde no debería, o ya estando cerca de la numeración que busco, los títulos en los lomos parecen volverse anormalmente llamativos; luego sin que me percate ya he encontrado un libro que no buscaba pero que coincide con mis intereses inmediatos o futuros planes de lectura. Un libro que no parecía estar ahí antes, que no había visto sino hasta justo en ese momento, por-que es cuando parece relevante, cuando adquiere sentido. Puede suceder muchas

veces en una sola ocasión y acabo en al-guna de las mesas cercanas detrás de una montaña inexpugnable de volúmenes. A veces he sentido miedo: la idea de que la biblioteca pueda leer mi mente y ponga en mi camino libros insospechados pero milagrosamente pertinentes para mi áni-mo lector, resulta tan perturbadora como fascinante.

Las bibliotecas ajenas no son como la Biblioteca de Babel, son más bien como el Libro de arena borgesiano: son, de he-cho, su versión hiperbólica. Éste no parece infinito y sin embargo lo es; siempre con-tienen más de lo que pareciera. Como por generación espontánea le puede brotar una página imprevista y a la biblioteca ajena, del mismo modo, le surge un volumen hasta el momento insospechado, y si somos des-cuidados o poco afortunados, puede que el hallazgo se nos pierda para siempre.

No es extraño que terminemos perdi-dos en una biblioteca ajena. A la nuestra la conocemos bien, sabemos qué hay y que le falta, sobra decirlo, la hemos erigi-do nosotros, pero las demás siempre son un misterio. Engañosas: parecen dejarse conocer siempre, inmóviles las creemos a merced de nuestro escrutinio. Pero se trata de los más retorcidos laberintos. No es gra-tuito que sean además metalaberintos: cada libro es una laberíntica versión a escala del

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recinto que lo alberga, y en donde también podemos extraviarnos.

Nuestro camino lo conforman nuestras lecturas e intereses. Como toda senda no es absolutamente lineal, hay curvas, depre-siones, divisiones y atajos. Nuestro camino dentro del mapa se puede diversificar, de hecho lo hace, y pese a ello, siempre se amolda a la suprema voluntad de esa aje-na biblioteca en la que somos extranjeros. Dentro de sus dominios estamos indefen-sos. Puede hacer de un solo pasillo un reco-rrido interminable, atiborrándolo de libros de ineludible llamado hacia nosotros, que nos retengan, nos dispersen y nos hagan olvidar la finalidad inicial de la visita.

Dudo mucho que podamos fatigar una biblioteca ajena por completo, aun supo-niendo que nos centráramos en agotar una sola (una de las tantas que cualquier lector avezado frecuenta) no sólo por su inherente naturaleza infinita, sino por el hecho de que, por lo general, son también bibliotecas en construcción. Si pertenecen a alguien o son públicas, entonces su acervo crece cada vez más.

Nuestra propia biblioteca, pensémoslo, es infinita para otros. Aun cuando hayamos de morir y la heredemos, ya no crecerá su acervo, pero será tan inquietante como aquellas en las que nos perdimos alguna vez. Nada quedará de su modestia inicial,

ese es su destino: siendo nuestra la em-pezamos humilde y limitada pero acabará siendo ajena para alguien más. Ajena e infinita para otros. Lo que me lleva a pensar que entonces he estado equivocado. Acaso la taxonomía de las bibliotecas, se reduce a un solo tipo. Porque si no lo es ya, toda biblioteca será infinita.

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FernandoSevillaNace en la Villahermosa en 1987. Debido asu habilidad técnica y perspicacia conceptual,ha logrado ejecutar imágenes de muy buenafactura visual, ritmo constante, trazo profundo y enérgico. Quizá sin proponérselo, es heredero de esta grandiosa tradición xilográfica y lito-gráfica que en México tiene extraordinarios representantes como José Guadalupe Posada, Jean Charlot, Leopoldo Méndez, José Clemente Orozco, Gabriel Fernández Ledezma y Francisco Toledo, entre muchos otros.

En su trabajo la línea constituye una parte fundamental, se aprecia una sensación de inestabilidad pero igual serena afirmación que retiene la detonación del impulso. Mundo vasto de sugestiones, de sentidos: es indispen-sable el manejo sustantivo de las herramientas, de las técnicas del grabado así como también el uso menos formal de los recursos, la aper-tura hacia otras condiciones de aplicabilidad, alternativas, campos de creación. Del diálogo permanente entre los elementos compositivos experimentamos el torrente de una atmósfera vertiginosa.

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Malva Floresentrevista con

Malva Flores (México, D.F., 1961) es poeta y ensayista. Entre sus libros de poemas se encuentran: Luz de la materia (2010), Mudanza del árbol (2006), Malparaíso (2003), Casa Nó-mada (1999), Ladera de las cosas vivas (1997) y Pasión de caza (1993). Ha ob-tenido el Premio Nacional de Ensayo José Revueltas, 2006 (por El ocaso de los poetas intelectuales); el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, 1999 y el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino, 1991. En 2000 ingresó al Sistema Nacional de Crea-dores. Parte de su obra ha sido tra-ducida al inglés, portugués, japonés y holandés.

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◊Hace poco se publicó tu libro sobre Vuelta y en él asistimos a un recorrido por las instancias y vicisitudes que atravesó la revis-ta durante el tiempo que abarcó su existencia. ¿Crees que se ha vuelto a producir, actualmente, un espacio con las características y el impacto cultural que tuvo en su momento la revista de Octavio Paz?¿O más bien crees en la necesidad de recrear un espacio que, como Vuelta, dé cabida al amplio espectro cultural de nuestro siglo?

La respuesta a ambas preguntas está implícita en una sola, triste pero real. No existe un espacio como el que Vuelta creó y no creo posible que vuelva a crearse algo así. Las razones son muchas pero tienen que ver, esencialmente, con el cambio en el papel de los intelectuales en el mundo actual y con el ascenso de los «especia-listas» y «opinadores». Vuelta fue una revista que privilegió la conversación y la discusión, pero hoy esa charla o esa disputa no ocurre ya en las revistas impresas, o su incidencia es menor res-pecto de las otras formas de comunicación alentadas por la web.

Siempre me causa un poco de temor hablarsobre el trabajo de los poetas –de los escritoresen general, es decir, me aterra la posibilidad deser impertinente, de acabar diciendo o preguntandofruslerías. Mucho más si son, como Malva, tancercanos. Así que lo que hice fue algo tramposo:junté en mi cabeza todas esas cosas en las que nuncanos ponemos de acuerdo y formularlas a manerade preguntas. Yo soy fatalista, Malva tiene fe.

MAYCO OSIRIS RUIZ

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◊Es bien sabido que, pese a las acusacio-nes de elitismo, Vuelta impulsó fuerte-mente la difusión de la literatura y el pen-samiento extranjeros. ¿Cómo contribuye este suceso en las aspiraciones de la revis-ta de elevar «el nivel de exigencia literaria del país» y desterrar «el provincialismo sin renunciar a la identidad»?

Hay que entender el contexto altamente polarizado, ideológicamente hablando, en el que se hizo esa acusación a Vuelta, pero antes a Plural, ambas dirigidas por Octavio Paz. Hoy tenemos al alcance de un click una amplísima muestra de la cultura mun-dial; lo mismo sabemos qué se está publi-

cando en Coatepec que en Sidney, pero no siempre fue así y el empeño de ambas revistas por darnos a conocer lo que ocu-rría más allá de nuestra pequeña provincia artística es muy destacable. Tanto en Vuelta como en Plural se publicó obra de los gran-des escritores de su tiempo, pero también conocimos el arte y el pensamiento con-temporáneos pues la gama de sus colabo-radores fue enorme y los textos publicados en Vuelta no se constriñeron a exponer los avatares de nuestra «pequeñez coterránea», como ironizaba Zaid. Fue, eso sí, una revis-ta hispanoamericana, que quiso dar voz a los miembros de la gran patria de la lengua, sin por ello olvidar la esencia de la cultura: la conversación con nosotros mismos y con los representantes de otras lenguas.

◊¿Ha influido de alguna manera en tu labor como poeta, en tu modo de pensar y concebir el poema, todo el trabajo de investigación que has llevado a cabo en torno a Vuelta?

No lo sé. Supongo que después de diez años de leer obsesivamente no sólo la revista sino también a sus críticos, algo habrá quedado allí, pero no sé si eso se refleje en el trabajo poético. Sí, en cambio, en la idea de que los poetas no son, no deben ser, solamente unos señores que hacen versitos y/o los leen.

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◊En más de una ocasión te he oído decir que la poesía «es la síntesis de lo que ama-mos». ¿La escritura del poema, sería, en-tonces, un ejercicio de depuración del lenguaje de todo aquello que lo entorpe-ce? Y si no ¿cómo describirías este proceso?

Alguna vez he dicho que la poesía es una libreta de respuestas íntimas. Uno encuen-tra esas respuestas a la hora de escribir, y si se publican, puedes compartirlas. Para mí la poesía es entonces una explicación, una lectura del mundo, que nace como experiencia de algo invisible: la tensión entre tu necesidad y tu deseo. El poema es la síntesis de esa tensión.

◊¿Qué tanto piensas en tu lector a la hora de escribir un poema? ¿Crees que existe un lector ideal o que el poeta escribe in-distintamente, sin reparar demasiado en estas cuestiones?

Si el poema es el resultado de aquella ten-sión que describía, no puede ser más que una experiencia personal, intransferible como escritura de un malestar o una epi-fanía, no como lectura. Por lo tanto, no pienso nunca en el lector mientras escribo, porque la escritura es una discusión con-tigo mismo. Eso no significa que, una vez concluida (aparentemente) esa discusión

Hoy tenemos al alcance de un click una amplísima muestra de la cultura mundial [pero no siempre fue así...] Tanto en Vuelta como en Plural se publicó obra de los grandes escri-tores de su tiempo, pero también conocimos el arte y el pensamiento contem-poráneos pues la gama de sus colaboradores fue enorme y los textos publi-cados en Vuelta no se constriñeron a exponer los avatares de nuestra«pequeñez coterránea», como ironizaba Zaid.

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interior que se resuelve en palabras, no pueda mostrar su resultado a un «lector». Es decir, alguien a quien puedo confiarle sólo el resultado escrito, no el proceso, la pelea, la discusión conmigo misma, que es el alma del poema. El alma del poema sólo es del poeta, pero yo sí creo que su escri-tura puede no ser la óptima, entonces confío en una o varias lecturas ajenas que me ayuden a que la tensión del lenguaje, expresada en las palabras justas, hagan evidente el alma del poema.

◊Además de la poesía, realizas trabajos de investigación en el Instituto de Investigaciones Lingüístico Literarias de nuestra universidad. En este sentido ¿de qué manera la institución interfiere con tu labor poética o -si es el caso- de qué modo la enriquece?

Como no creo que el poeta es el señor (o la señora) que escribe versitos alejado del mundo, para mí el mundo, su ruido, su plática, su interferencia son necesarios. Más que la labor de investigación, que es otra discusión conmigo misma, de mi tra-bajo en la universidad, yo adoro dar clase. No sé si sea una «buena maestra» en el sentido ortodoxo, pero lo que más respeto y quiero son a mis alumnos, a quienes no

veo como «pupilos» sino como una fuente de muchos conocimientos que me son aje-nos y que a través de ellos, puedo conocer. Con ellos discuto, aprendo. A ellos les muestro mis poemas, recibo sus críticas y me alimento de su curiosidad.

◊Harold Bloom distingue en La angustia de las influencias seis maneras en las que el poeta consigue refrenar el peso de todas aquellas figuras que han sido tutelares en su formación. Dos de ellas -a mi parecer las más interesantes- son las apofrades (entendidas como una evocación o retor-no de los muertos, es decir, de los autores tutelares que «regresan» o se «manifies-tan» con alguna intensidad en la obra del discípulo) y la demonización (en que el poeta sataniza a sus predecesores para rebelarse, de algún modo, contra ellos). En tu caso: ¿qué tan plausibles resultan estas distinciones? ¿Verdaderamente el poeta es capaz de revelarse contra sus maestros o lo que en realidad persiste es una evocación de los mismos en distintos momentos y circunstancias de la obra?

Te respondo con un poema que sólo ejem-plifica que no sé contestarte, pero que sí me angustia:

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No es tarea edificante la carga de los muertos.Allá van en su baúl de huesos contando mil papeles con tufo de ceniza, platicandoentre sí y en tu cabeza escuchas el resoplar cansado de su aliento.

Detrás de tus orejas, colonias murmurantes.Y ya no los distingues. Has olvidado quiéndijo qué ni para cuándo acabará este ocio de avispero.

De pronto, del zumbido germinaalguna frase clara, algún prístino verso.Crees en la musa. Te confundes y escribes. Y otro día cualquier día sin acentoaparecen de nuevoprimero la canción luego las letras de aquel prístino verso dictado por el muerto que en tu cara sonríe.

La poesía es una vuelta a lo esencial. Es distinguir, del tráfago del mundo, el tráfago y el mundo.Discutir lo que somos: para nadie, para nosotros mismos y acaso, con suerte, para otros.

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◊En los últimos años te has interesado también por los cambios suscitados en torno a la figura y labor de los poetas den-tro de lo que podríamos llamar el ámbito político-social. Las respuestas, recogidas con inteligencia en El ocaso de los poetas intelectuales, apuntan a una falta de pre-sencia y discusión por parte de los poetas en los acontecimientos que determinan nuestra vida como país. El poeta, pues, ya no es esa voz «incómoda» que cuestiona su realidad inmediata. Pero yendo más allá, hacia el plano meramente artístico, ¿crees que este mismo letargo pueda explicar también nuestro paulatino tránsito hacia una poesía cada vez más desarticulada, más, digamos, preocupada por generar rupturas pueriles que por tomar una ver-dadera postura no sólo frente a su realidad social sino también frente al momento artístico que le corresponde?

No sabría responderte. El libro que ahora estoy escribiendo se plantea preguntas parecidas, que giran en torno a la situación de la poesía en la actualidad, lo que inclu-ye, también, la distinción entre la poesía y los poetas. Aquí habría que preguntarse, ¿cuál es el momento artístico que le co-rresponde al poeta? Si es el de la repre-sentación, los poetas están haciendo lo que deben. Pero la representación, como mera

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sía no radica en su capacidad de convocato-ria sino en la posibilidad de leer el mundo y desde allí, pensarlo, crear otro y compartirlo». A riesgo de parecer (o ser) una vieja poeta reaccionaria, creo que aún pienso lo mismo.

◊Tu poemario más reciente, Luz de la materia, insiste, entre muchas otras cosas, en la necesidad de reinventar la forma en que nombramos (y ordenamos) el mundo. Táctiles, visuales, las imágenes que lo com-ponen apuestan por un redescubrimiento de todo aquello que hemos ido olvidando. ¿Ello se debe a alguna especie de convicción tuya de que la poesía precisa de una vuel-ta a lo esencial?

La poesía es una vuelta a lo esencial. Es distinguir, del tráfago del mundo, el tráfa-go y el mundo. Discutir lo que somos: para nadie, para nosotros mismos y acaso, con suerte, para otros. Pero nos hemos olvi-dado del mundo, por más que insistimos en que estamos en él, en que debemos rescatarlo. Nosotros no vamos a rescatar al mundo escribiendo un poema. Pero a lo mejor podemos verlo y a partir de ahí re-conocerlo, hacerlo nuestro. A nada más podemos aspirar, pero nada más es sufi-ciente. Cuando vemos al otro, a lo otro y lo reconocemos, también somos. Para mí, de eso se trata.

gratuidad circense, me parece ingenua y triste. Ingenua porque el olvido de la tra-dición nos lleva a repetir experimentos formales que hace mucho tiempo que se han venido haciendo. Eso no significa que olvidemos insistir en ellas, por no de forma acrítica, pensando que estamos descu-briendo el Océano Pacífico porque ahora tenemos a la mano una enorme cantidad de herramientas tecnológicas que antes no teníamos. La publicación de Blanco para formato de iPad es una buena muestra de lo que ahora podemos hacer… pero Paz lo hizo sin esos apoyos, sólo que no supi-mos leerlo en toda su amplitud. Lo triste, puede ser la actitud del poeta. En el libro sobre Vuelta, me atacó de pronto un arranque lírico donde decía que Vuelta había perdido la batalla en contra de la mercantilización de la literatura y que cuando leíamos la «última novela sobre el narco», o «los briosos esfuerzos de la literatura "global", sin problemas, "que vende" y ha sido escrita -como las otras- bajo pedido, sólo podemos lamentarlo. No menos doloroso es contemplar los mustios arrestos de una poesía a la que no le im-porta decir, sino escenificar; regodearse en la banalización que ahora llaman "irreve-rencia", para ver si de ese modo se sube al carro de un espectáculo que nunca la tomó en cuenta porque el poder de la poe-

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◊Uno de los ejes que mueve tu poema «Malparaíso» es precisamente una visión desencantada tanto del mundo como de las utopías que nos generan a veces ciertos poetas. Sin embargo, a la dolorosa verdad de que «Eldorado no existe» se le opone la esperanza de un resurgimiento («Al fin, uno rehace / su lugar»). ¿Crees que en este siglo hecho de incertidumbres todavía es posible pensar la poesía como una po-sibilidad de recomienzo, de reorganización del mundo y de la realidad?

No es función de la poesía reorganizar el mundo, sino reunir sus trozos, tapar los agujeros que como especie hemos venido

haciéndole a su rostro, espiritual y físico, hasta deformarlo. Si escribimos, si leemos cada una de las verdades individuales que la poesía expone (ya no hay una sola Verdad, así, con mayúsculas), quizá podamos cons-truir algún tejido, un puente para salir de la incertidumbre, asidos al brazo de la lengua, que es lo único que en verdad poseemos.

◊Ya en este contexto no puedo evitar ha-certe, para finalizar, esta pregunta: ¿y para qué poetas en tiempos aciagos? Para restaurar.

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osPOEMAS

Sensibles a la luz, seducidos por el esplendor del mundo, los poemas de Malva Flores nos sumergen en un universo he-cho de tensiones y sensaciones. Poeta solar, pero también tocada por el nocturno manto del desasosiego, por esa os-curidad que representa la lucha con el lenguaje, el acto de renombrar un mundo transido por la dispersión, ha sabido construir una poesía que apuesta por el poder de la palabra como el único medio capaz de restaurar el orden de las co-sas. La presente selección de poemas, tomada de su libro más reciente, Luz de la materia, es una muestra tangible, so-nora y visual de esa secreta creencia en un orden superior que recorre casi toda la poesía de Malva y nos recuerda de continuo que lo verdaderamente nuevo es repensarse a uno mismo y a la manera en que la poesía debe hacerle frente al mundo en que se desenvuelve.

MALVA FLORES

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AYER COMPRÉ este árbol enorme, altísimo,escalera de hormigas y de hiedra.Está plantado al fondo de un terreno en declive solo y afablesusurrando palabras en la palma del aire.

Aquí vendrán Valeria y el ave carpinterapara sumar sus voces al murmullo del árbol.Aquí madurará su sangre dilatada en las vastas arterias del verano.

Farallón a la inversa, fosodel cielo, su carne como río platica con la nube y la acicala.

Ayer compré este árbol enorme, altísimo. No sé cómo se llama,desconozco su especie,sus costumbres,pero sé que me mira y sus hojas avisan que al fin me reconozco.

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LA FORMA de la piedra no es yalo que parece. Hiedra.Digamos hiedra y trepará los muros [de la tapia vecina.

Sobrenombrar la piedra no destruyesu esencia: dificulta su ascenso.

Démosle nombre. Y aquel fulgor que restade su médula ígnea alumbrará la risa,y en risa convertida se iráde tumbos, la piedra saltimbanqui,por el despeñadero.

Llamemos corazón a la piedra de río:-lisa, blanca moldeada por el roce-y allí se quedará rumiando el aguaimpasible en su esenciay en ella constreñida.

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Para Milenka

PORQUE NO ALCANZO a ver la luz o el sitiodonde iniciar la estelavolteo nuevamente hacia otras claridadesdifusas, sin embargo, por el rezón del tiempo.

Y en esa complacencia se apilan tantas frutascomo dedos de nieblaentibian todavía las tardes de mi infancia: azulde enormes jacarandas;aquel naranja atajo rodeado de cafetoso el sol mezclando su alimento al terciopeloblanco de los jinicuiles.

Horas que son zureo en el tiempo instantáneodel cerebro se desplazan de una a otrasin que nos demos cuenta: del verano al siguientebronce del sol en lo más alto del día; de la manotomada en su aquiescenciahasta la rozadura mineral del beso.

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....

Niebla, neblina de esas horascuando hoy las convococomo a la oscuridad metálica de algún rito amorosoque tal vez se despeña hasta quién sabe quéabismo sin palabras.

Porque no alcanzo a ver la luz,a reencontrar el sitio, advierto la inminencia de su revelación: no sabemos dóndedejar la huella, cómo ordenar la historia,ni sabemos callara la bestia irascible que se asoma al espejoy que nos llama.

No somos de razónpara atisbar la luz de la materia. Somos de vozy por ello creemos que tan sólo nombrandose da vida a las cosas: el ser que no nació,la rosa que no pudo.

No somos de razón.La niebla es un designio tan alto como Diosque nos miró falibles.lie

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LOS LARGOS PASAJES que el viento prefigura,la distancia tan breve entre el sol y la espuma,la sombra de la flor, el cacto: la materia es visible.

Las manos cobijan al espacioy lo imaginan. Pueden mirar tambiénla historia de las piedras.Alguna vez los ojos tocan al fin el borde de las cosas y siguen su camino con una luz distinta,apenas distinguible.

Sólo si canta es plenitud la boca; si acomoda el sonido para volverlo almohadaes beso.

Un fresno para escuchar la noche.La risa, para saber del agua.

Visible es la materia.

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HE OLVIDADO el nombre de las cosas.En medio de circuitos, balbuciendounas cuantas palabras sin sentido,busco el cajón exacto del cerebrodonde guardé algún día la vozcon que llamaba vino al aguade las uvas, al pan, no lo recuerdo.

Aparece la imagen pero no tiene nombrey todo es ya película silentedonde las cosas han derivado en gestos:-pantomima a color, la cinta de Moebius donde corro.

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EL MUNDO desde el césped adquiere temperatura de galaxia.A ras de pasto sendero y movimiento en clorofila.Las hormigas parduscasvan empujando aún la gota del rocíoy en la esfera tambiénmicroscópicos cuerpos se acomodan al ritmode la gota que ruedaquizá hasta el hormiguero.

De la alfombra esmeralda se levantanhojas en volantina: rugosa nervadura de seis patas camino con meta en el tumulto -cúspide que engaña los sentidos, parapeto o torreón del palacio enterrado.

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Pero no más lo verde y su discurso:¿Cómo se canta? ¿cómo se dice rojo, azulo, acaso, transparente?O la mano que es junco (juncalcuando acaricia, follaje en los abrazos)¿cómo se dice?¿Con qué palabras se renuevan los brotes,se apacigua la ausencia, se vuelve a ver la espiga, esa dorada?

No basta con decir:que todo recomience.

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os Hacía mes y medio que no sabía nada de él, y por primera vez no le inquietaba no tener ni pista sobre su paradero. Cuando lo ex-trañaba, veía por la ventana y la ciudad entera la ayudaba a re-cordar. Al intentar eliminarlo él permanecía como la mancha bo-rrosa de un cristal, dándole un toque de extrañeza a lo demás. Por ello dejó de luchar, pactando con su melancolía a cambio de la posibilidad de aprovechar el tiempo. Desde aquel momento pare-ció demasiado ocupada en prestar atención a lo que hacía: olía las frutas, respiraba tranquilamente, degustaba cualquier pedazo de comida. Eso provocó que la gente le dijera que se veía más bella, más inteligente, más saludable, sin embargo, en variadas ocasiones demostró no tener la misma seguridad.

Una vez me contó que cierta mañana, al intentar escribir un recado, su cerebro no lograba encontrar las palabras adecuadas, ni ser lo suficientemente coherente para terminar una oración. Ella misma señaló que sospechaba de pequeños trastornos, pero nun-ca tan graves como los de ese momento.

Unas semanas después, antes de nuestro acostumbrado paseo a lo largo de la ciudad, la fui a buscar a su casa. Cuando llegué, se encontraba distraída y lejana. Casi desnuda, sobre la cama, cubier-ta por varias prendas de ropa, ella trató de explicarme su situación. Decía no comprender los colores, o más bien no identificar su uso, creía absurdas las posibles mezclas formadas a partir de ellos. Se tuvo que acostumbrar a las combinaciones seguras o supervisadas por alguien más; pronto me volví testigo del decaimiento de sus

Mapa mental

ILEANA Z. VÁZQUEZ ROMERO

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habilidades artísticas. Le llevaba largas ho-ras ocupar una hoja en blanco para gara-batear ojos y rostros, reproducidos uno igual al otro; la fotografía no le era más sencilla: árboles, plantas, flores, personas tomadas desde ángulos extraños, es decir, intentos forzados de sentimentalismo. Esto siguió hasta que, frustrada, vendió sus utensilios de dibujo y fotografía.

En adelante fue perdiendo cada una de sus capacidades: leer, escribir -ésas fueron las primeras, bailar, cocinar, finalmente ha-blar. En nuestras últimas charlas, su con-versación circulaba alrededor del ingenio, la imaginación, toda nuestra vida está re-llena de ellas, la suya, se había hecho pla-na, hueca, o mejor dicho, vacía. Confesaba sentir tristeza, pero ningún contacto la estremecía ni la apasionaba como antes.

Cuando ya no pudo ser parte del mun-do, se encerró en sí misma; le alegraba seguir teniendo imaginación en sus pen-samientos: «soñar ahí, es como vivir», ex-plicaba somnolienta. El mundo de afuera comenzó a volvérsele incomprensible, por eso, se concentró en problemas que sólo le concernían a ella. Durante esa tempo-rada se volvió irritable, lloraba a la menor provocación. Pero fue ese estado de ner-viosismo la que la orilló a reanudar su bús-queda, y por esos días de nuevo lo encontró.

Alguien le avisó que lo habían visto. Sin esperar más tomó sus cosas y salió. Lo ha-lló justo como había imaginado, haciendo lo de siempre y con las mismas personas. Aunque esta vez resultó diferente, por más

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que lo intentó, no pudo reconocer al hom-bre frente de ella; le sucedía como con los colores, creía absurda la combinación de ese rostro.

En la espera de toparse con aquel hom-bre, el cual supuestamente conocía a la perfección, regresó a su hogar a remover cajas. Lo curioso fue que al querer formar la imagen de su rostro, jamás pudo reco-nocerlo. Era como si nunca hubiese pres-tado atención a algo en especial, su rostro se había vuelto un rompecabezas sin sen-tido. Entonces se dio cuenta, él era como alguien que ves por la calle constantemen-te -quizá porque debe recorrer el mismo camino que tú todos los días- pero del que no logras recordar nada. Su presencia siempre estaba cubierta por un reflejo, el reflejo de una idea sobre una mujer inexis-tente, y ahora no podía nombrar una razón real por la que comenzó a perseguirse entre el recuerdo de alguien que finalmen-te no reconocía. Hasta ese día, él era su espejo, un espejo bien asimilado e ilusorio que le permitía ser esa otra persona.

Vivió así por unos años, y logró recupe-rar algunas habilidades, aunque su vida siguió siendo monótona. Jamás se casó, ni tuvo pareja para no asirse a la vieja cos-tumbre de replicarse en alguien más. Algunas veces hizo la prueba de retomar su propia inspiración, pero nunca dejó de reproducir lo único que conocía.

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os

ESTE año la temporada de lluvias comenzó antes de que lo notaras. Las ventanaspermanecen cerradas todo el día y la luz de esta época, a esta hora de la tarde,cambia la visión de las cosas,todo dentro de la casa redefine sus límitesy todo tiende hacia dentro.La mayor parte de tu vidaha pasado en cuartos cerrados.Sales poco de casa,sólo para ver a tu familia y amigos que en realidad son lo mismo,sales para encontrar la seguridadque da un rostro conocido y una voz cálida,sentirte una vez más como en casa,inmerso en la tranquilidad que te dan tus pertenenciasy saber el lugar exacto donde se encuentran.

POEMAS

El recurso de los días

J. E. MENESES

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os III

DECÍAS que no podías imaginartepasar los años teniendo siempre ese diálogo interno, buscando la manera de articular lo que piensas y no puedes decir a los demás.Tienes, lo sé, una fijación con el tiempo, te aterra ser cada vez menos consciente de los días, saber que pasan los años pero no poder sentirlo.Te gusta pensarte como un viejo,un viejo que no añora, que ha aprendidoque lo único constante en la vida es la pérdida.Sabes bien, sin embargo, qué poco practicas la resignación,conoces los conceptos pero no sabes cómo aplicarlos.

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I

NUNCA me he sentido joven,llevo en la cabeza la sensación de tener que hacer algo,la responsabilidad impostergabledel cauce, el tiempo y el desgaste.Tengo la edad suficientepara saber que el tiempo no es infalible,el reloj que mi padre me regalóse va atrasando cada vez más.La vida es corta me repito,la vida es sólo un cúmulo de frases,un listado de cifras y una sensación de mareoque permanece a lo largo del viaje.

A mi edad la vida y el mundono me golpean directamente,sin embargo he tomado una postura,he elegido esta enfermedad de saberme sano,de no poder hacer nada al respectoy que el mundo me duela.

Relación de parentesco

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os

II

TENGO el parentesco de un hombre y una mujer.Un hombre afecto a la destrucción que utilizó las manos para construirpedazos precarios de nuestra casa.Una mujer que decidió criar a sus hijos en el lugar donde su madre nació,en la tierra de la tierra que son.Un hombre que siempre se preocupóde que sus hijos fueran perseguidos por el tiempo,de poner un reloj en sus muñecas para compartir la responsabilidad de cargar el mundo.

Un hombre y una mujer que comenzaron su estirpe e historia, que se enfrentarona la vida cotidiana y a dormir por las nochescon la conciencia intranquila.Tengo el parentesco de un hombre y una mujer sencillos,su vida no es tema de la poesía.

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Hace algunos meses me recomendaron leer El poder de perro de Don Winslow (The Power of de the Dog, Random House Mondadori, 2009). Ciertamente renuente a la novela de setecientas páginas de un autor que no me resultaba familiar, llegué al prólogo «En el volcán» de Rodrigo Fresán. Singular por su manera de confeccionar tramas complejas con un lenguaje que confronta la sintaxis y se vuelve asidero de realidades paralelas en las que parodia historias previas y otras formas de narrar mediante el uso de un humor sór-dido y corrosivo, el autor argentino siempre es garantía.

Con mesurado entusiasmo, en esa introducción, Fresán reco-mienda la novela de Winslow. Miento. En realidad ofrece una serie de argumentos que ponen a El poder del perro como una obra extrema por las características que le atribuye, aunque puede perci-birse en sus palabras alguna reticencia para profundizar en el sentido de las historias que se entrelazan en los distintos espacios narrativos por los que se mueven los personajes de esta monumental obra, tejida con hilo fino pese al perturbador contenido de cada uno de sus episodios.

Por el contrario, en las cuatro partes que constituyen «En el volcán», Fresán se limita a ser correcto en su presentación. En el primer seg-mento, realiza una síntesis -arbitraria como cualquiera- de la enor-me influencia que ha tenido México en la literatura como territo-

Notas sobre un prólogo de Rodrigo Fresán

RAQUEL VELASCO

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rio ficcional. Según él, «las razones para que esto sea sí no son tan obvias como misteriosas: México limita con Estados Unidos y funciona como frontera mágica donde todo cambia en unos pocos metros» (13). Es un país -dice- donde existen las condiciones para que los personajes en-cuentren albergue en el drama, la tragedia y la comedia enloquecida, pues como lí-mite geográfico abre un margen existen-cial y mítico. Por lo menos así sucede en las obras que refiere: La serpiente emplu-mada de D. H. Lawrrence, Serenata de James M. Cain, El poder y la gloria de Graham Greene, Bajo el volcán de Malcom Lowry, Children of Light de Robert Stone, La última oportunidad de Richard Ford, Todos los hermosos caballos de Cormac McCarthy, Atticus de Ron Hansen, Lejos de Veracruz de Enrique Vila-Matas y Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. Quizá deliberadamente Fresán deja fuera a los autores de la generación beat, con la cual sostiene una reconocible deuda narrativa, una generación de escri-tores que en la piel de Jack Kerouac, William Burroughs o Allen Ginsberg, en-contró en México lo mismo que él en Mantra: el lugar idóneo para la ruptura. Pero esto último no es apuntado en el prefacio a El poder del perro, aunque en esta novela lo anterior es medular.

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Es necesario también refutar una impre-cisión de Fresán. En el apartado dos de «En el volcán» señala que la obra de Winslow es la versión narco-mex de El padrino de Mario Puzzo. Para defender esta relación describe las cualidades de la novela italo-americana con más atención de la que lo ocupa, para después aseverar que El poder del perro es la Gran Novela Americana del Narcotráfico (con mayúsculas y todo), pues su autor consigue recrear en ella una «im-pactante y documentadísima enciclopedia del comercio de drogas al sur y al norte del Río Grande» (14). Es cierto y vago su juicio a la vez. En efecto, la novela ficcionaliza el resultado de una cuidadosa investigación documental y -seguramente- testimonial sobre la conformación de los cárteles de la droga en México, los usos y costumbres entre los narcotraficantes, la historia com-partida entre este país y Estados Unidos, el trasiego que puede trazarse desde Colombia hasta la Cocina del Infierno en Nueva York, los vínculos con la Cosa Nostra, así como el establecimiento de peligrosas redes con la mafia oriental, ra-dicada en Hong Kong. Sin embargo, fun-damentalmente, describe la cancerígena enfermedad que asesina a los diferentes poderes que deberían encargarse de com-batir al narcotráfico en cada una de las naciones que participan sin control en este

negocio, las formas de corrupción y la do-ble moral de Estados Unidos en relación con los conflictos internos de los países latinoamericanos, su actitud imperialista y los secretos acuerdos de irrupción armada para combatir con financiamiento criminal a los gobiernos de izquierda que pretenden instalarse más allá de su frontera sur a cam-bio de tolerancia en la introducción de drogas en ese territorio.

Así expresada, la anécdota de la novela resulta trillada por la cantidad de obras que se han escrito con esta temática y no lo es en ningún sentido. El poder del perro ex-hibe con maestría las fibras de las que está hecho el hombre contemporáneo y cómo en el afán de alcanzar sus propósitos pierde cualquier escrúpulo. Policías, detectives, delincuentes ordinarios, criminales de cue-llo blanco, líderes de la mafia, gobernantes y legisladores de distintos países, religiosos, ciudadanos comunes y peculiares, todos en diferente medida, sucumben ante la necesidad de hacer valer su voluntad sin importar el costo. Este trasfondo es el que permite contradecir a Fresán. Los acuerdos al interior de la mafia no responden a la lógica de El Padrino, en esta novela se pri-vilegia el concepto de familia extendida y hay una noción del honor y el respeto que se articula bajo criterios específicos que permiten entender el orden de las cosas al

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interior de la mafia. Sólo el que traiciona muere, sólo el que actúa «en caliente» fracasa. En cambio, la versión narco-mex de la novela -para decirlo en términos de Fresán, pese a no coincidir con su homo-logía- carece de cualquier código de en-tendimiento: estamos frente a la anulación de cualquier regla de juego, no existe nin-guna lealtad, ninguna caución, ningún pacto por preservar. Únicamente hay inte-reses personales y una apología a la traición como modus operandi de los personajes. El poder del perro retrata una estructura en la que sólo es posible ascender median-te la destrucción del otro sin importar el lazo que te una a él, donde el significado de cualquier acción la mayoría de la veces es contrario al expresado y el motor de los protagonistas está en la autocomplacencia que acompaña al dominio absoluto, situa-ción que contrasta con la defensa de algu-nos valores que prevalece El padrino.

La novela de Winslow ofrece un ajuste de cuentas perfecto para el sistema político-judicial que delata, en el que puede evi-denciarse otra divergencia notable con la obra de Puzzo: el predominio actual de las redes delictivas mexicanas por encima de una desdibujada mafia italo-americana que gradualmente va perdiendo fuerza frente a la jugosa e importante posición que ocu-pa México, país que -omite Fresán, a pe-

sar de ser un rasgo fundamental en el tra-yecto de la novela- funciona como agente de cambio y fortalecimiento de las agrupaciones criminales con resonancia internacional. Estos elementos, probable-mente en una primera lectura del escritor argentino, lo llevan a considerar en el seg-mento tres de su prólogo que El poder del perro «no deja de ser un western. O, para ser más puntual y cardinalmente precisos, un southern» (16). Difiero nuevamente. Además de la cercanía de uno de los per-sonajes centrales -el detective Art Keller- con la figura del cowboy, no considero que aparezcan en esta novela los atributos del género ni el asomo siquiera de personajes con cierto aire maniqueo, y Fresán tampo-co profundiza en su analogía como para encontrar las coincidencias suficientes para sostener su juicio.

Los narcotraficantes mexicanos que protagonizan El poder del perro son arries-gados hasta a la médula, aunque no son malvados en sí mismos; la violencia es un recurso para hacer valer la fuerza sobre el otro cuando es necesario obtener informa-ción, marcar un límite en los contratos de-lictivos, concretizar una venganza, no se rige por un patrón predecible ni representa la versión caricaturesca de la perversión o una forma de regodeo sin propósito. La violencia en esta novela, tal vez por el

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endeble estado de derecho que caracteriza a los países del tercer mundo, es un me-canismo de acción social y política que favorece la proliferación de criminales que acceden de la peor manera a un estilo de vida superior al más alto de sus deseos. En cualquier caso más que El padrino valdría recordar el filme Scarface (dirigido por Brian de Palma en 1983), sobre la vida de Tony Montana (Al Pacino): un narcotrafi-cante cubano que sirve de inspiración a Winslow para la escritura de esta novela, relación que no obstante estar documen-tada en la propia novela, por alguna cir-cunstancia olvida Fresán.

Al igual que Scarface, El poder del perro muestra cómo algunos personajes respon-den a una sed de poder superior a cualquier otra aspiración y cómo para adquirirlo pier-den la cautela más precaria al introducirse en un juego a muerte que expone los ros-tros más grotescos de la humanidad y la ausencia de cualquier principio, incluso en organizaciones que presumen tenerlos, como la iglesia católica. Obviamente, lo que Winslow cuenta no es desconocido. Sin embargo, debo coincidir con Fresán, El poder del perro «es otra cosa» (14).

Con la recuperación de algunas líneas provenientes de reseñas previas a la novela y de entrevistas realizadas a Don Winslow, en el apartado tres de «En el volcán» su

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autor agrega que El poder del perro «es algo grande y rabioso» (14); «es un thriller sanguíneo y sanguinario -advertencia: al-gunas escenas de torturas harían palidecer hasta al más curtido Sam Peckinpah- con aceitada mecánica de la tragedia shakes-periana, donde todos aúllan y también usan los dientes, y donde un hombre solo -como aquel perturbado y perturbador príncipe dinamarqués- comprende que hay algo que huele a podrido en México y en sus cercanos y distantes alrededores que, no importa que incluyan hasta el Hong Kong de los traficantes de armas, nunca están lejos» (15). Ser o no ser es el dilema de Hamlet preguntándose sobre la ilegalidad del reino tomado a traición, sobre la legitimidad de la venganza. En El poder del perro cada uno se rige bajo sus propias normas de regulación; nadie respeta ningún derecho, pacto, medida o pauta; cada uno de los personajes va más lejos de lo que se propuso sin confrontar un mayor sentido de justicia que el dado por las razones per-sonales; el príncipe, independientemente de su cuestionamiento interno, ha dejado de considerar la repercusión social. Es en esta subversión donde se originan los ac-tuales puntos trágicos que cobija la novela. Y el prefacio en cuestión olvida precisar dicho cambio de época.

Finalmente, en la última parte de un prólogo que no hace justicia a la novela sobre la que habla ni al talento del escritor que lo firma, Fresán cierra «En el volcán» aludiendo el carácter comercial y efecto mediático que podría alcanzar El poder del perro, obra según sus palabras, digna de convertirse en miniserie de HBO -espero sea halago y no reducción- por su temá-tica sí, pero también por su carácter apo-calíptico.

Un prólogo no debe contar la historia que presenta, tampoco animar excesiva-mente con elogios. Sin embargo, uno es-peraría que proporcione el entusiasmo suficiente para continuar la lectura aunque ésta luego lo traicione. A «En el volcán» le falta la carne que normalmente poseen las palabras de Fresán cuando en El poder del perro ni una línea está de más.

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osRevista cultural emblemática de la Universidad Veracruzana

con más de medio siglo de circulación trimestral.

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Fabián Cuéllar (México, D.F., 1987) estudia en Casa Lamm. Participó en el Curso de Creación Literaria para Jóvenes de la Fundación para las Letras Mexicanas (FLM) en el verano de 2011, Capítulo Monterrey.

Aniela Rodríguez Zapata (Chihuahua, Chih., 1992) es estudiante en la Universidad Autónoma de Chihuahua. Tengo mis manos llenas de fechas, nombres y páginas en blanco. En las reuniones, olvido que soy una estudiante; me gusta decir que tengo veinte años y que mi jaula también se ha vuelto pájaro (no, yo tampoco sé qué haré con el miedo). No confío en los hombres sin olor ni en las manzanas rojas. Siempre quise aprender a trovar pero a falta de pan, terminé cambiando versos por tristezas. A veces soy el esqueleto de un pájaro,un inventario de catástrofes y papelitos viejos.

Rocío Gallardo (México, D.F., 1990) nació en la Ciudad de Méxio una tardenoche de noviembre del año 1990. Apenas cumplió los seis meses de vida, su mamá se la llevó a la melancólica Buenos Aires. Allí, trasladándose en su vieja casa rodante, vivieron juntas en los barrios de Villa Urquiza, Palermo viejo y Saavedra . Rocío hizo muchas amistades, encontró el gusto por la lectura y la escritura, los tambores brasileñosy las empanadas. A los 17 volvió a México acompañando a su mamá en un proyecto que duró dos meses. Se enamoró y decidió volver en un año a vivir a la ciudad que se hunde. Desde el 2009 hasta la actalidad vive en el D.F. y estudia Literatura en la Universidad Autóno-ma de México (UNAM).

Roberto Bolaños Godoy (Aguascalientes, Ags., 1989) es ensayista y crítico lite-rario. Estudió Letras Hispánicas en la Universidad Autónoma de Aguascalientes.Su blog es www.laescribania.wordpress.com

José Pulido (Orizaba, Ver., 1985) estudió Lengua y Literatura Hispánica en la UV. Ha publicado en diversos medios culturales del país. Es Médico forense y api-cultor. En sus ratos libres escribe y dice haber estudiado Lengua y Literatura Hispánicas en algún momento de su vida. Actualmente se dedica a investigar la cura para un extraño virus que asola a la humanidad desde hace ya algunos decenios, sin embargo, dicha bús-queda lo ha llevado por derroteros misteriosos y existe el rumor de que pertenece a las fuerzas especiales de una agencia de investigación secreta que se encuentra al servicio de fuerzas alienígenas.

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Mayco Osiris Ruiz (Xalapa, Ver., 1988) es Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Veracruzana (UV). En julio de 2011 fue selecciona-do, en el rubro de poesía, para participar en el Curso de Creación Literaria para Jóvenes impartido por la FLM en la ciudad de Xalapa. Algunos de sus poemas se han publicado en revistas como Literal: Latin American Voices y Punto de partida. Actualmente estudia la maestría en Literatura Mexicana en esta universidad y prepara una tesis sobre los procesos de metaforización en la poesía de Eduardo Lizalde.

Ileana Z. Vázquez Romero (Álamo, Ver., 1989) está en proceso de titulación de la Licenciatura de Lengua y Literatura Hispánicas de la Facultad de Letras Españolas de la UV. Colaboradora en revistas de diferente corte disciplinario como Sincretismos Sociológicos y Transmigración, correctora de estilo para diferen-tes instituciones gubernamentales, además de interesarse por la enseñanza en algunos talleres para la formación de universitarios, alumnos de secundaria y primaria, uno de ellos llevado a cabo durante el congreso por parte de la Red Nacional de Estudiantes de Sociología realizado en la Universidad Autónoma del Estado de México. Colaboradora en foros de lengua de la Facultad de Letras Españolas.

J. E. Meneses (Xalapa, Ver., 1988) es poeta, estudio letras en la UV. Sus prin-cipales influencias van desde los poetas norteamericanos, griegos, españoles, hasta sus contemporáneos. Uno de sus intereses es la música contemporánea.

Raquel Velasco (Xalapa, Ver., 1974) obtuvo la Maestría en Literatura Mexicana y el Doctorado en Historia por la UV. Es especialista en crónica literaria del siglo XIX y XX y en Literatura Mexicana Contemporánea. El resultado de sus investiga-ciones ha aparecido en diferentes publicaciones colectivas, revistas nacionales e internacionales. Es autora del libro El cauteloso Nervo (2010), escrito durante la estancia posdoctoral que realizó en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM en el 2009, y Las representaciones del esplendor (IVEC, en prensa). Al lado de Norma Angélica Cuevas Velasco, coordinó el volumen colectivo El norte y el sur de México en la diversidad de su literatura (2011). Desde el 2002, se desem-peña como Investigadora de Tiempo Completo del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literarias de la UV y es miembro del Sistema Nacional de Investiga-dores, Nivel I. Recientemente fue nombrada directora de la revista Semiosis.

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os La revista (y)letrados está buscando colaboradores e invitaa las personas interesadas en la creación literaria y las artes visuales a enviar textos o arte gráfico para ser incluidos en sus siguientes números.

LINEAMIENTOS

Para los textos: Poesía, cuento, ensayo o alguna otra forma de expresión

literaria; no

sobrepasar las cinco cuartillas, a doble espacio, en Times New Roman de 12

puntos.

Para el arte gráfico: Cualquier tipo de trabajo (fotografía, pintura, collage,

grabado, entre otros) con resolución mínima de 150 dpi, considerando el for-

mato de la revista (20 × 24 cm).

Todas las colaboraciones deberán incluir una semblanza del colaborador que

incluya por lo menos sus datos generales (año y lugar de nacimiento)

y serán recibidas en la dirección de correo electrónico [email protected]

En caso de mandar más de una colaboración, favor de enviar cada una

en su propio documento incluyendo en el título el nombre o seudónimo

del autor y el nombre de la obra.

MUERTE AL ANONIMATO