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PODEMOS: POLITIZAR LA ECONOMIA. Manfred Nolte Dos son, al menos, las contribuciones indiscutibles a la cohesión de la sociedad española por parte de los fundadores del partido político Podemos. La primera, el empoderamiento de los movimientos populares del 15-M, integrando en la esfera democrática a los ‘indignados’, en pie de igualdad con el resto de formaciones políticas. La segunda, y más significativa, se deriva del bombardeo mediático aplicado al ‘establishment’, al denunciar sin titubeos el cáncer de la corrupción y el escándalo de múltiples privilegios escandalosos e injustificables. Esta feroz crítica transversal ha convulsionado al resto de las formaciones políticas obligándolas a adoptar nuevos códigos de conducta conducentes a la regeneración de la convivencia política en nuestro país. A partir de ahí, Podemos juega en una misma liga con los demás contrincantes y está sujeto a iguales reglas de evaluación y escrutinio. Analicemos alguna de sus características. La ubicación ideológica de la formación morada no admite duda: la izquierda radical, anti-sistema, anti(alter)-

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PODEMOS: POLITIZAR LA ECONOMIA.

Manfred Nolte

Dos son, al menos, las contribuciones indiscutibles a la cohesión de la sociedad española por parte de los fundadores del partido político Podemos. La primera, el empoderamiento de los movimientos populares del 15-M, integrando en la esfera democrática a los ‘indignados’, en pie de igualdad con el resto de formaciones políticas.

La segunda, y más significativa, se deriva del bombardeo mediático aplicado al ‘establishment’, al denunciar sin titubeos el cáncer de la corrupción y el escándalo de múltiples privilegios escandalosos e injustificables. Esta feroz crítica transversal ha convulsionado al resto de las formaciones políticas obligándolas a adoptar nuevos códigos de conducta conducentes a la regeneración de la convivencia política en nuestro país.

A partir de ahí, Podemos juega en una misma liga con los demás contrincantes y está sujeto a iguales reglas de evaluación y escrutinio. Analicemos alguna de sus características.

La ubicación ideológica de la formación morada no admite duda: la izquierda radical, anti-sistema, anti(alter)-globalización y neo-marxista cuyo objetivo primario consiste en la eliminación y superación del capitalismo. En España, Podemos ofrece “una oportunidad única de romper de raíz con las miserias heredadas de la dictadura y de cuarenta años de ofensiva capitalista neoliberal y oligárquica”. En Europa, sus eurodiputados militan en el Grupo ‘Izquierda Unida europea’ junto a formaciones de signo radical-

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comunista a cuyas propuestas prestan un alto grado de fidelidad.

Resulta curioso que, a pesar de lo anterior, cuando le preguntan por su filiación política, Pablo Iglesias detesta reconocerse como de izquierdas, o marxista o comunista. Es un espacio que no solo no le interesa sino que rehúye de el con determinación, porque su ambición real es la centralidad. “Los extremismos son posiciones puras, pero carecen de poder para retar y cuestionar el statu-quo”. “El eje tradicional izquierda-derecha es un eje perdedor”. Para el líder madrileño, lo relevante no es ser o no de izquierdas, sino ser o no demócrata. En este sentido PP y PSOE son la misma cosa porque han confiscado con los privilegios de su oligarquía la democracia real de los muchos. “La ironía es que el PSOE ha creado las condiciones materiales para un modelo económico de gobernanza que permite la hegemonía del PP”. Como no hay sitio para los extremismos hay que conquistar el espacio central por elevación. Iglesias confiesa que “sin la maquinaria del poder institucional carece de sentido centrarse en zonas que pudieran alienarnos de la mayoría que no está en la izquierda. Y sin alcanzar la mayoría no podríamos librar las batallas discursivas, interviniendo en las políticas públicas”. Hay –según Iglesias- dos momentos: el momento estratégico hasta alcanzar el control de las Instituciones “y luego el momento del Estado”. En la centralidad, una vez alcanzada, desarrollará el líder de Podemos todo su arsenal intelectual de acreditado politólogo.

¿Qué tipo de arsenal? La respuesta es: un arsenal político. Pablo Iglesias es un animal político en estado puro al que no le interesa –o le interesa menos- la economía. Se somete a “la suprema autonomía de la política”. A diferencia de la totalidad de gobiernos occidentales que han convertido la opción económica (la recuperación de la crisis) en su principal objetivo político el líder de la formación lila invierte los términos. Iglesias ha politizado la crisis y ha descrito un enemigo genérico que no se sabe a ciencia cierta quien es. “Solo unas pocas personas con un alto nivel de imaginación política y teórica serían capaces de reconocer que el problema es el capitalismo”. Aun no se conoce un programa económico, nítido y cuantificado, de Podemos. Defiende, eso sí, la anti-austeridad, doctrina que una vez despiezada constituye uno de los sofismas más frágiles de la oposición económica en boga, sea o no radical.

Podemos avanza en términos de normalidad o de normalización, orientando su discurso alejado de los extremos políticos, siempre al rescate del concepto democrático. “La estrategia que hemos seguido consiste en articular un discurso de la recuperación de la soberanía, de los derechos sociales, incluso de los derechos humanos, en un contexto europeo”, pero en abstracto, con sus inmensas ambigüedades y contradicciones, cuyo objetivo final es “desbancar el régimen dominante y la superestructura financiera del ideario neoliberal absolutamente dominante”. Podemos se ha colocado

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entretanto la etiqueta de ‘neo-Keynesiano’ pero tengo para mi que no sabe a ciencia cierta cuales son sus contenidos y sus límites y –si me apuran- ni tan siquiera le preocupan en exceso. Mientras tanto reclama “mayores inversiones, derechos sociales y redistribución” de la riqueza.

No sabemos que hará Pablo Iglesias si algún día consigue “asaltar el cielo” del poder mayoritario. Tenemos, eso si, la experiencia de los últimos cien años y hasta nuestros días, de aquellos países sometidos a una economía de plan central y a la propiedad pública de los medios de producción, o sea, de implantación marxista. Y conocemos su deplorable inventario en términos de libertades, de democracia y de bienestar para sus ciudadanos. Recordarlo puede etiquetarse como una apelación al miedo, pero es también un mero ejercicio de realismo y sentido común.