196224971 Virginia Lopez Dominguez Fichte

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  • Nacida en tiempos de revolucin, la filosofa de

    Fichte se presenta como el complemento terico que

    asegura y justifica la fe en la capacidad humana

    para transformar el mundo edificando una sociedad

    ms justa y racional. Su pensamiento constituye

    una autntica mstica de la humanidad, tal y como

    se comprenda en ciertas logias masnicas a las

    cuales l mismo estuvo vinculado. Por eso, Fichte

    intenta explicar la realidad desde el sujeto y su

    actividad creadora, que, siguiendo las huellas de

    Kant, es para l de naturaleza esencialmente moral.

    Ya en su poca, su filosofa fue comprendida de esta

    manera, como pretensin, incluso desmedida, de

    divinizar la subjetividad.

    Semejante divinizacin del Yo responde en Fichte a

    un nico objetivo, defender por encima de todo la

    libertad humana: por encima de regmenes polticos

    que coaccionan al individuo hasta reducirlo a un

    simple animal o a un mero engranaje, por encima de

    concepciones filosficas o religiosas que explican el

    hombre a travs de instancias superiores a las

  • cuales lo someten y, sobre todo, por encima de la

    propia pusilanimidad e indolencia que nos hace

    renunciar a la accin escudndonos en el temor al

    fracaso. Y as, Fichte define su propio pensamiento

    como el primer sistema de la libertad (Texto 30) un

    sistema que ha de procurar la transformacin

    interna del sujeto, una revolucin interior, sin la cual

    todo cambio poltico resulta superficial y, por tanto,

    endeble y susceptible de involucin.

    Para ello, Fichte parte de Kant y de su

    convencimiento, expresado en el Prlogo de la

    Crtica de la razn prctica, de que el concepto de

    libertad constituye la coronacin de todo el edificio

    de un sistema de la razn pura, incluso de la

    especulativa, es decir, Fichte parte de la primaca de

    la razn prctica sobre la terica, idea que llevar

    hasta el extremo construyendo una especie de

    sistema axiomtico al estilo de la tica de Spinoza,

    en el cual todas las instancias de la realidad se

    derivan a partir de un principio absolutamente

    originario: la autoafirmacin del sujeto.

    El primer principio de la filosofa.

  • Al retomar el legado de la filosofa kantiana, Fichte

    procede teniendo en cuenta que la razn especulativa

    es incapaz de encontrar un principio vlido desde el

    cual construir un sistema filosfico, pues sabe que la

    razn terica slo puede desarrollarse sin temor a

    equivocaciones cuando se vincula a la experiencia

    pero que, librada a s misma, o construye un

    discurso vaco de contenido, como en el caso de la

    lgica, o cae en constantes ilusiones. Si siguiese su

    propia dinmica interna, ella se perdera en la

    bsqueda de un fundamento hacia el infinito y

    terminara por no poder explicar nunca la realidad

    (Texto 18). Para realizar esta explicacin es

    necesario, entonces, anclarse en un punto fijo que

    d sentido a talidad de lo real y esto slo puede

    hacerlo la prctica.

    Al igual que cualquier persona en general, el nico

    punto de partida con que cuenta el filsofo es la

    experiencia, peto se trata tan slo de un punto de

    partida que debe abandonar inmediatamente, pues la

    misin de la filosofa consiste en hallar un

    fundamento para la experiencia, y precisamente por

  • ser un fundamento, ste no puede encontrarse en la

    misma esfera que funda, es decir, en la experiencia,

    porque, de lo contrario, se producira un crculo

    vicioso.

    La experiencia como tal es simplemente una relacin,

    una conexin entre sujeto y objeto, de modo que para

    alcanzar un principio explicativo de la misma basta

    con eliminar esa relacin. De esta manera, pues, slo

    existen para Fichte dos posibilidades de

    fundamentacin de la realidad: a partir de la cosa en

    s o a partir del Yo puro, aislado de toda referencia

    emprica. En principio, se podra decir que ambas

    posibilidades son igualmente vlidas desde la

    perspectiva terica, pero lo que es realmente im-

    portante es que generan concepciones del mundo

    antagnicas frente a las cuales no se puede ser

    indiferente desde el punto de vista moral. Toda

    filosofa que tome como principio algo distinto del

    sujeto, llmeselo sustancia, Dios, o como se

    quiera, niega la libertad del hombre, y merece

    calificarse de dogmtica, mientras que toda filo-

    sofa que parta en su explicacin trascendental

  • del Yo afirma la libertad humana y, en

    consecuencia, Fichte la llama idealista ( Textos 1 y

    2).

    El punto de inicio de todo sistema filosfico

    consiste, por tanto, en una opcin prctica a favor

    o en contra de la libertad, en la resolucin de un

    dilema tico.

    Ahora bien, el hecho de que la eleccin del

    primer principio repose sobre una decisin moral,

    no significa que ste pueda plantearse de

    cualquier manera, sin satisfacer los requisitos

    mnimos que la propia razn terica le exigira

    desde el punto de vista formal. Atendiendo a esto

    y siguiendo muy de cerca las preocupaciones de

    postkantianos como Reinhold, Schulze o Jacobi,

    Fichte escribe una serie de obras, que podramos

    considerar como introductorias a su sistema, tales

    como la Resea de Enesidemo o Sobre el

    concepto de la Doctrina de la ciencia, en las cua-

    les establece las caractersticas que debe reunir el

    principio fundamental y la ciencia que a partir de

    l se derive.

  • En primer lugar, semejante principio ha de ser

    completamente originario, ya que, de lo contrario,

    no podra servir como fundamento ltimo de la

    realidad. Esto slo puede ocurrir cuando el

    principio est totalmente fundado en s mismo y

    no exista ninguna instancia externa que le d

    sentido, es decir, cuando sea plenamente

    autodeterminado. Una autodeterminacin tal debe

    concernir tanto al contenido como a la forma y, en

    consecuencia, plantea el problema de delimitacin

    de competencias entre la filosofa y la lgica, que

    pretende ser la ciencia suprema que rige todo

    pensamiento desde el punto de vista formal.

    Fichte resuelve este problema postulando un

    principio en el cual la forma y el contenido se

    determinen mutuamente. As, en la proposicin

    Yo soy yo, el contenido, que es la

    autoidentificacin del sujeto, coincide con la forma

    en que se expresa, que es la identidad. De esta

    manera, Fichte emprende una ataque a la

    lgica, no porque sea un irracionalista, sino

    porque considera que en el hombre existen otras

  • instancias ms bsicas que el pensamiento

    terico. Sin la afirmacin del sujeto que piensa, el

    pensamiento no puede existir, pero adems esta

    afirmacin del sujeto no se da originariamente a

    travs del pensamiento sino en la vida y en la

    accin. Si no se es, no se puede pensar. La lgica,

    pues, tendr que admitir que slo posee un

    carcter derivado, que su validez es puramente

    formal y que slo puede ser aplicada y, an ms,

    slo puede existir, en la medida en que se d otra

    instancia que confiera validez real a todo posible

    contenido del pensar.

    El mismo defecto que caracteriza a la lgica

    cuando se intenta convertirla en ciencia suprema

    es el que impide hacer del Yo trascendental

    kantiano el principio primero de la filosofa. El Ich

    denke no es ms que un Yo lgico, no en vano su

    deduccin constituye el ncleo a partir del cual

    cobra sentido toda la Lgica Trascendental de la

    Crtica de la razn pura. Es un Yo meramente

    terico, es la capacidad humana de sntesis, la

    accin misma de sintetizar, sin la cual no puede

  • existir conocimiento alguno, porque todo

    conocimiento supone dos instancias que se ponen

    en conjuncin: el sujeto y el objeto. Ahora bien, el

    solo hecho de hablar de sntesis nos pone alerta,

    pues resulta evidente que toda sntesis depende

    de la presencia de los elementos a sintetizar, por

    tanto, para que el Yo pueda constituirse como

    pensante tiene que haber un objeto al cual pueda

    dirigir su pensamiento, tiene que haber una cosa en

    s, de la cual en definitiva depende ese Yo terico.

    Como bien observa Fichte ya en la Resea de

    Enesidemo (SW I, p. 7), no puede haber sntesis

    sin tesis, no puede haber una composicin sin la

    posicin, en este caso absoluta, del sujeto que es y

    que, por tanto, no ser un Yo lgico sino un Yo en

    sentido metafsico.

    A diferencia del Yo pienso kantiano, el Yo puro ya

    no depende para su constitucin de la presencia de

    una cosa externa a l, su posicin es absoluta

    porque consiste en una autoafirmacin. Y

    precisamente por eso, porque no es ms que la

    mera posicin de su propio ser, el Yo se presenta en

  • la filosofa fichteana como una actividad que, en su

    pureza originariedad, no deja nada tras de s: no

    procede de un sujeto que pueda fijarse a travs de la

    categora de sustancia, ni realiza productos

    concretos o determinados. Slo se trata de una

    accin en la cual el sujeto, el resultado y la propia

    actividad coinciden plenamente (Texto 5). Esto es lo

    que Fichte llama Thathandlung, creando un

    neologismo verdaderamente difcil de traducir a

    nuestra lengua con exactitud.

    El trmino Thathandlung surge por oposicin a

    la palabra Thatsache (hecho) y a la idea de

    Reinhold de fundamentar la filosofa en un hecho

    de conciencia que por su simplicidad y generalidad

    pudiera servir como inicio para la derivacin. Fichte

    comprende que la sola etimologa de la palabra

    (That = hecho, Sache = cosa), revela el carcter

    condicionado y secundario de cualquier hecho, pues

    en una Thatsache se nos presenta un resultado,

    algo que est cosificado, convertido en objeto y

    limitado por otros hechos. Si se quiere llegar a la raz

    que posibilita todo hecho de conciencia, habr que

  • acceder a la accin (Handlung) que lo gener, no

    entendindola como causa, pues en tal caso se

    tratara de una nueva Thatsache que nos

    conducira a una remisin infinita en la serie causal,

    sino como fundamento de explicacin.

    En cuanto actividad pura, el principio fichteano tiene

    la virtud de englobar todos los aspectos de la vida

    humana, incluido el conocimiento, que no es ms

    que un modo peculiar de la accin. Y as, a diferencia

    del principio de conciencia de Reinhold, que slo

    poda llegar a servir como fundamento de la filosofa

    terica, el Yo absoluto puede erigirse en principio de

    l a filosofa entera, tanto de la terica como de la

    prctica.

    Caractersticas generales del sistema de la

    Doctrina de la ciencia.

    En la ltima parte de la Crtica de la razn pura,

    en concreto, en la Arquitectnica (B 860/A 832),

    Kant sienta las bases para la conversin de la

    filosofa en ciencia. Todo conocimiento cientfico debe

    ser sistemtico, esto es, construir una totalidad en la

  • que cada elemento est perfectamente articulado con

    los dems. Aunque Kant no lo haya advertido

    expresamente, en el caso de la filosofa se da una

    perfecta conformidad entre la ciencia y su objeto. Por

    una parte, exige que la ciencia sea un todo, que, a la

    manera de los organismos, no crezca por

    yuxtaposicin de nuevos conocimientos sino que

    stos vayan surgiendo organizadamente, creando

    relaciones internas con los anteriores. Y por otra, en

    el Prlogo a la Segunda edicin (B XXIII, B XXXVII),

    afirma que la razn es un cuerpo en el que las partes

    estn al servicio del todo y viceversa.

    Siguiendo esta sugerencia y teniendo, a la vez, muy

    en cuenta el modelo sistemtico que proporciona la

    tica de Spinoza y la definicin por causa prxima

    utilizada por los racionalistas, Fichte debe haber

    llegado a la conclusin de que, si se quiere

    fundamentar el saber, es imprescindible

    reconstruirlo desde su raz de un modo similar a

    como los organismos se autoproducen a partir de su

    estado embrionario, es decir, generando todos sus

    rganos desde una clula primigenia. Y de este

  • modo, surgi su propio mtodo, al que l mismo

    denomina gentico.

    Si la razn est estructurada de forma que todos

    sus componentes se encuentran en relacin

    recproca y ninguno de ellos puede ser explicado sin

    recurrir a la totalidad, todo sistema que intente dar

    cuenta de la estructura del saber, al adoptar la

    forma de su objeto, ser un conjunto de

    proposiciones interrelacionadas, en el cual la certeza

    de cada una dependa del lugar que ocupe en

    referencia a las dems y, en definitiva, de su relacin

    con el principio que inicia la serie de proposiciones y

    que es el que, en ltima instancia, otorga certeza

    definitiva a todas (S W I, pp. 40 s.). Semejante

    relacin no puede ser externa, un contenido debe

    surgir realmente del otro, de tal manera que tanto la

    filosofa como su objeto, el saber, aparecen no como

    un producto concluido y muerto sino en acto, como

    algo vivo, que est latiendo y autogenerndose a

    cada momento. La misin del filsofo consiste slo

    en poner ese algo vivo en actividad, contemplarlo y

  • concebirlo como una unidad (SW I, p. 454 y S W 11,

    p. 445).

    Este movimiento que va de una proposicin a la si-

    guiente no es para Fichte un proceso infinito sino

    que, a la manera de un crculo, debe concluir

    anudndose a s mismo en el momento en que el

    principio fundamental vuelva a aparecer, indicando

    con ello que no se puede derivar nada nuevo. Sin

    embargo, como veremos ms adelante, semejante

    reaparicin no se produce al mismo nivel: cuando el

    Yo absoluto resurge en el sistema no lo hace ya co-

    mo fundamento sino como idea, es decir, como

    trmino al que, en ltima instancia, aspira toda

    accin humana.

    A este sistema, Fichte lo llama Wissenschaftslehre

    (Doctrina de la ciencia), tratando de indicar con este

    nombre que se trata de una ciencia trascendental,

    no emprica, que pretende fijar las condiciones de

    posibilidad del conocimiento humano en general.

    Todas las dems ciencias, incluida la lgica, quedan

    justificadas por ella, y no slo desde una perspectiva

  • formal, sino tambin desde el punto de vista del

    contenido, ya que la Doctrina de la ciencia, al nivel

    del primer principio mismo, deduce la categora de

    realidad, y al hacerlo, otorga un criterio que permite

    establecer cundo una cosa es real. Otra vez recurre

    Fichte a la imagen del crculo, ahora, para

    mostrarnos la relacin de dependencia que existe

    entre la filosofa y las dems ciencias: ella fija el

    centro (el Yo absoluto) y los radios (las direcciones

    en las cuales una investigacin es vlida, en la

    medida en que determina los lmites dentro de los

    cuales puede moverse cualquier saber particular),

    los cientficos pueden prolongar esas lneas

    ampliando el crculo hasta el infinito, teniendo liber-

    tad para adjudicarse un campo de investigacin y

    un mtodo de trabajo adecuado a su objeto (SW I, p.

    58 nota).

    No obstante, el nombre de Wissenschaftslehre

    resulta un tanto equvoco. Es cierto que la filosofa

    es un saber del saber, pero en Fichte ella no se

    reduce a un simple discurso epistemolgico. La

    Doctrina de la ciencia funda a las dems disciplinas

  • porque ella misma es una metafsica (incluso en el

    sentido etimolgico del trmino). Construir una

    metafsica fue la intencin originaria de Fichte y, por

    eso, en un comienzo pens bautizar a su sistema

    con el nombre de Doctrina del ser (Wesenlehre)

    (GA II, 3, pp. 22, 91, 100 y 259; Cf. Sch. 397, II, p.

    165), pero su vinculacin a la problemtica

    postkantiana, que por entonces se enfrascaba sobre

    todo en el estudio de la Crtica de la razn pura y el

    miedo de que bajo este trmino pudiera sospecharse

    el renacer de la metafsica dogmtica repudiada por

    Kant, probablemente hicieron que Fichte cambiara

    este nombre por el de Doctrina de la ciencia.

    La formulacin del primer principio en la

    Fundamentacin.

    Reflexin abstractiva e intuicin intelectual.

    En el primer pargrafo de la Fundamentacin de

    toda la Doctrina de la ciencia (Texto 4), Fichte

    establece el principio primero de la filosofa

    partiendo del principio de identidad. No puede

    decirse, sin embargo, que el procedimiento utilizado

  • constituya una deduccin, puesto que un principio

    incondicionado y originario, como es el del Yo

    absoluto, no puede derivarse de nada. Slo se po-

    dra usar el trmino deduccin para referirse a este

    texto, si se lo usase en el sentido que la palabra

    adquiere en Kant, por ejemplo, en la Deduccin

    trascendental de las categoras, es decir, con un

    significado jurdico, como demostracin de un hecho

    o como establecimiento de sus condiciones

    posibilitantes.

    A mi juicio, dos son las razones por las cuales

    Fichte parte del principio de identidad. Por una

    parte, admitir este punto de partida significa

    demostrar definitivamente y con toda claridad que la

    lgica no se sostiene a s misma y que necesita de

    una instancia superior que la fundamente y que, a

    la vez, ample el campo de la racionalidad hacia

    mbitos no exclusivamente tericos. Por otra parte,

    existe tambin una razn de economa de

    pensamiento, pues Fichte considera (igual que

    Leibniz) que toda verdad se reduce en definitiva a

    una identidad y que, por tanto, adoptar otra

  • proposicin cualquiera como comienzo, implicara

    efectuar su reduccin a este principio.

    El mtodo usado para acceder al Yo absoluto en

    este texto es la reflexin abstractiva, un pensar que

    pone entre parntesis no slo toda posible

    determinacin emprica sino toda opinin previa

    acerca del principio que se busca. En gran medida,

    pues, se trata de una reduccin de la actitud natural

    a la manera husserliana.

    No aparece aqu, sin embargo, la intuicin

    intelectual, que se presenta como modo de acceso a

    la subjetividad absoluta en otras obras como, por

    ejemplo, la Resea de Enesidemo (SW I, p. 10) o

    la Segunda Introduccin (Texto 6). A pesar de esto,

    el hecho de que Fichte se refiera en el Prlogo de la

    Fundamentacin (SW I, p. 88) a una facultad de

    libertad de la intuicin interna, sin la cual la Doctrina

    de la ciencia resultara incomprensible, obliga a

    reponer la intuicin all donde falta y a aclarar qu

    relacin pueda tener con la reflexin abstractiva.

    En las lecciones impartidas en 1794 y que llevan

    por ttulo Sobre la diferencia del espritu y la letra

  • en la filosofa (GA II, 3, pp. 329 s.), Fichte se

    detiene expresamente a analizar esta relacin. La

    reflexin abstractiva aparece aqu como un

    instrumento auxiliar, un procedimiento lgico que, al

    ejecutarse de manera aislada, slo es capaz de

    engendrar una filosofa formularia, o lo que es lo

    mismo, una construccin terica que puede ser

    totalmente coherente y, en consecuencia,

    perfectamente entendida y transmitida, pero nunca

    comprendida en profundidad, porque permanece

    vaca de todo contenido, ajena a todo compromiso

    personal, abstracta y sin vida. Para que la filosofa

    cobre seguridad y contenido, es necesario

    complementar la reflexin abstractiva con la in-

    tuicin intelectual y considerar a aqulla como un

    procedimiento previo cuyo nico fin es preparar el

    camino para la realizacin de la ltima.

    Sin embargo, ms sorprendente que el hecho de que

    la intuicin no aparezca aludida de forma explcita en

    la Fundamentacin es el hecho de que un autor

    como Fichte, que se proclama seguidor de Kant,

    rehabilite una nocin semejante, que haba sido

  • claramente proscrita por l en la Esttica

    trascendental Pero la identidad terminolgica no

    debe confundirnos: Fichte no piensa en una

    intuicin del tipo de la utilizada por la filosofa

    dogmtica, dirigida a la captacin de una cosa en s.

    La intuicin fichteana no enfoca un ente sino una

    actividad desprovista de todo sustrato y, por tanto,

    tambin de existencia emprica, va encaminada hacia

    la accin originaria, hacia el meollo mismo del sujeto.

    Bordeando el lmite de lo consciente, la intuicin

    intelectual arroja luz sobre lo que de suyo es

    inconcebible, justamente porque se trata de aquello

    que posibilita toda conciencia (Sch. 246, I, pp. 477 s.).

    Aunque, como ocurre con la intuicin sensible, no

    pueda explicarse con conceptos, Fichte no duda que

    est presente en cada uno de los momentos de

    nuestra vida, a sea disfrazada bajo un vago

    sentimiento de plenitud que sostiene todas nuestras

    acciones, pues la intuicin intelectual no es sino la

    captacin de la energa que alimenta toda la vida

    subjetiva, la actividad pura del Yo creando exigencias

    absolutas de afirmacin como las que se revelan a

  • travs de la conciencia moral y cuya mxima

    expresin es el imperativo categrico.

    Aunque no lo sepamos, la intuicin intelectual est

    actuando siempre en nosotros. En cambio, la

    reflexin abstractiva no, porque ella es slo el recurso

    que tiene el filsofo para hacer la intuicin

    comprensible y, por tanto, expresable. En este

    sentido, es muy esclarecedor dirigir nuestra atencin

    al esfuerzo que hace Fichte en la Fundamentacin

    por reducir la proposicin Yo soy Yo a la proposicin

    Yo soy, primero, y finalmente a la simple expresin

    Yo. Es una forma de indicar la identidad absoluta en-

    tre la accin, el trmino de la misma y su sujeto, pero

    tambin es una forma de sealar que al nivel del

    primer principio nos colocamos por encima de la

    lgica y, por tanto, toda proposicin queda destruida

    en la plena identidad de sujeto y predicado. Las

    reglas lgicas constituyen, por tanto, un simple

    recurso provisional cuya validacin le es conferida

    por la intuicin intelectual. Segn reconoce Fichte, se

    trata de un crculo imposible de evitar, pero no de un

    crculo vicioso.

  • La intuicin intelectual representa el

    reconocimiento de la pura espontaneidad del sujeto,

    de ese ponerse a s mismo sin otro fundamento ms

    que el Yo soy porque soy, representa, pues, el

    reconocimiento de la libertad como ratio essendi de

    los individuos en cuanto seres inteligentes capaces

    de decidir por s mismos, una libertad que jams

    podr ser captada por una inteligencia meramente

    lgica. De esta manera, se asegura la extensin de la

    razn que haba realizado Kant hacia el campo

    prctico, y esta extensin se remata asociando la

    categora de realidad directamente al Yo absoluto,

    por lo que se ampla el campo de lo real a todo

    aquello que pueda aplicarse el principio de

    identidad, o sea, a todo aquello que tenga que ver

    con la actividad de autoafirmacin, a todo aquello

    con lo que se cuenta para poder actuar. Como

    consecuencia de ello, el mundo quedar convertido

    en mbito prctico.

    El No-yo como segundo principio.

    De acuerdo con las reflexiones que Fichte hace en

    Sobre el concepto de la Doctrina de la ciencia, es

  • posible pensar en un segundo principio filosfico que

    est determinado por el contenido del primero, pero

    que sea independiente de l segn la forma (SW I, p.

    50). Los argumentos que utiliza para fundamentar

    semejante posibilidad resultan poco convincentes. Al

    ver el tratamiento que Fichte hace del segundo

    principio en la Fundamentacin (S W I, pp. 106 s.),

    uno parece convencerse de que la razn por la que

    admite un principio con estas caractersticas es la

    existencia de una proposicin que no resulta del todo

    explicable desde el primero. Me refiero naturalmente

    al principio de no contradiccin que le servir a

    Fichte como nuevo punto de partida para formular,

    esta vez, el No-yo absoluto.

    El principio de no contradiccin es independiente

    del Yo absoluto segn la forma, pues en l aparece

    un elemento extrao que no estaba incluido en la

    autoafirmacin pura y que es la negacin. Sin

    embargo, desde el punto de vista del contenido la

    proposicin "no-A no es A" depende totalmente del

    primer principio, porque no-A es todo lo que A no es,

    de manera que para poder poner no-A es necesario

  • previamente afirmar A, y hacerlo adems en una y la

    misma conciencia, con lo cual la autoposicin vuelve

    a presentarse como ltimo fundamento explicativo.

    Ha de ser entonces el mismo Yo el que afirme dentro

    de s una accin de absoluta oposicin as mismo,

    ha de el Yo el que se oponga de una manera

    absoluta un No-yo, lo cual es completamente

    absurdo. Fichte va a admitir que su segundo

    principio encierra una contradiccin insostenible

    pero al mismo tiempo insoslayable. Lo coherente,

    despus de haber alcanzado un principio absoluto

    como es el de la subjetividad, hubiera sido explicar

    todo el mundo a partir de l, pero esto le resulta a

    Fichte inadmisible desde el punto de vista tico.

    Eliminar aquello que no se puede en absoluto

    explicar implica suprimir el mecanismo entero de la

    conciencia y su propio existir, pues la conciencia no

    es sino una constante escisin entre ella y algo que

    se le opone (Texto 7). Reconocer la irreductibilidad

    de eso otro supone admitir que el hombre no puede

    ni debe construir una filosofa desde una posicin

    absoluta, que siempre habr para l algo que no

  • podr comprender del todo y se rebelar a su razn.

    Ser consciente de la presencia de semejante hiato

    irracional en el saber implica humanizar ese saber

    evitando el peligro de caer en el dogmatismo,

    implica, en definitiva, optar por una filosofa de la

    finitud.

    Si ms all del Yo no hubiese nada, su actividad

    consistira en una persistente afirmacin hacia el

    infinito que terminara finalmente por disolverse en

    el vaco. Si la accin del Yo ha de tener realidad, y

    esto lo exige el propio carcter absoluto de la misma,

    tiene que haber un mundo en el cual ejercerla. No

    importa que el fundamento ltimo de ese mundo no

    pueda conocerse, lo nico que nos interesa de l es

    el sentido que tiene para nosotros. El mundo es un

    todo semntico cuya construccin depende

    totalmente del Yo, pero en su existencia l es

    independiente de nosotros (Texto 9). Sabemos que

    existe porque tenemos un contacto inmediato con l

    a travs del sentimiento, porque sentimos su

    presencia a travs de la resistencia que inflige a

    nuestro actuar, pero de l no sabemos nada que

  • nosotros mismos no hayamos creado previamente.

    Ese mundo es total y completamente cultural.

    De esta manera, pues, el segundo principio se

    convierte en un momento provisional dentro del

    sistema, que debe ser superado inmediatamente.

    Pero se trata tambin de un momento inevitable y

    necesario que asegura la independencia de lo finito

    respecto de lo infinito y evita que el Yo fichteano

    quiebre su conexin con el mundo, perdido en la

    realidad fantstica e ilusoria de un idealismo

    puramente subjetivo. La Doctrina de la ciencia es,

    por consiguiente, un realismo-ideal o un idealismo-

    real (Texto 9).

    La admisin del No-yo absoluto constituye tambin

    una opcin prctica, como en el caso del primer

    principio, y precisamente en eso, en su carcter

    prctico se distingue de la casa en s kantiana, ya

    que sta es producto de una facultad terica.

    El tercer principio: la relacin recproca entre Yo

    y No-yo.

    El carcter provisional y absurdo del segundo

  • principio obliga a abandonarlo rpidamente, pero las

    consecuencias de su introduccin en el sistema

    permanecern a lo largo de todo l. Su

    indeducibilidad respecto del primer principio

    revertir tambin sobre el tercero, donde aparece ya

    la conciencia emprica, el sujeto individual, y de esta

    manera, quedar asegurada su libertad: libertad

    respecto del No-yo porque el fundamento de su

    accin es la absoluta espontaneidad del Yo;

    independencia incluso respecto del Yo absoluto

    porque hay en el individuo mi elemento irracional

    que impide su sumisin completa a la totalidad que

    representa el sujeto puro.

    La razn por la cual el segundo principio resultaba

    completamente contradictorio en s mismo es que en

    l tanto el Yo como el No-yo aparecan considerados

    como absolutos. La nica manera de salir de esta

    contradiccin es admitir el carcter limitado de

    ambos. As se llega al tercer principio: Yo opongo en

    el Yo al Yo divisible un No-yo divisible (SW I, pp.

    105 ss.). Con esta sntesis, los dos principios

    anteriores se hacen comprensibles en su relacin de

  • oposicin. Tenemos aqu, pues, el primer ensayo de

    utilizacin de lo que en Hegel ser el mtodo

    dialctico.

    En el tercer principio estn presentes ya todos los

    elementos que permitirn la deduccin completa de

    la realidad. El mundo se presentar, entonces, como

    intercambio constante, como relacin recproca

    entre Yo y No-yo. Cuando en esa relacin el No-yo

    adquiera una preponderancia sobre el Yo y lo

    determine, nos encontraremos en el mbito terico,

    producindose el conocimiento. Cuando el Yo

    consiga superar al No-yo, subjetivarlo, entonces nos

    instalaremos en el mbito de la praxis. Existen, por

    tanto, dos proposiciones incluidas en este principio

    fundamental: El Yo se pone a s mismo como

    limitado por el No-yo (SW I, p. 126) y El Yo pone al

    No-yo como limitado por el Yo (SW I, p. 125),

    proposiciones que fundarn respectivamente la Parte

    Terica y la Parte Prctica de la Doctrina de la

    ciencia.

  • El conocimiento, comps de espera en la lucha

    por la libertad.

    Simplificando un poco la cuestin, se podra decir

    que, bsicamente, la Parte Terica de la Doctrina de

    la ciencia desarrolla, siempre a partir del anlisis de

    la proposicin que la funda, la deduccin de tres

    sntesis: la de causalidad, la de sustancia y la de

    determinabilidad, que le permitirn a Fichte explicar

    la esencia y el origen del conocimiento.

    A travs de la sntesis de causalidad, se nos

    esclarece cul es el sentido y cules son los lmites

    que tiene la determinacin del Yo por el No-yo.

    Semejante determinacin no puede plantearse como

    absoluta, es decir, como una negacin cuantitativa

    de la actividad del Yo, puesto que si as se hiciese, el

    sujeto quedara completamente aniquilado y con l

    desaparecera toda posibilidad de explicacin. El

    padecer que surge en el Yo con motivo de su

    determinacin por el No-yo deber pensarse como

    una quietud relativa, es decir, como un grado menor

    de hacer, al que Fichte denomina afeccin,

    denominacin que no resulta en absoluta arbitraria,

  • pues ste es el mismo trmino que Kant haba

    utilizado en la Esttica Trascendental para

    referirse al origen de la sensacin.

    La afeccin es definida como aquello que no se en-

    cuentra inmediatamente en el Yo y que, por tanto,

    no es resultado directo de la espontaneidad de su

    actuar (SW I, p. 135). Esta falta de relacin directa

    con la accin del sujeto no supone, sin embargo,

    otorgar al No-yo una actividad propia, independiente

    de la subjetividad. Aunque en el conocimiento el Yo

    se presente pasivamente, su padecer es un grado de

    actividad que, en definitiva, procede de l mismo y,

    en consecuencia, la accin del No-yo slo es

    aparente, ya que le ha sido transferida desde el

    sujeto. La actividad del No-yo que ha provocado el

    padecer del Yo no es ms que la energa excedente

    que el sujeto ha sido incapaz de protagonizar o de

    canalizar a travs de s mismo y, gracias al proceso

    de transferencia, ahora le es devuelta como algo

    extrao a l. Por este motivo, la afeccin se produce

    siempre en el punto en que el Yo reconoce un lmite

    para su actividad de autoafirmacin.

  • A travs de la sntesis de la sustancia, la relacin

    entre Yo y No-Yo es analizada cuantitativamente.

    Las actividades, tanto del uno como del otro, son

    presentadas como quanta, es decir, como

    cantidades determinadas, y, a su vez, la actividad

    del Yo puro, en la medida en que es absoluta, es

    definida como quantum de quanta. La subjetividad

    pura aparece ahora como un sustrato omniabarcante

    que contiene dentro de s al Yo y al No-yo finitos

    como meros accidentes. Si pensamos la relacin de

    sustancialidad de forma dinmica, se puede

    observar cmo el Yo absoluto niega una parte de s

    convirtindose en lo opuesto a l. Desde la

    perspectiva de la sustancia, pues, el conocimiento se

    presenta como una alienacin.

    Ahora bien, para poder comprender de manera

    definitiva cualquiera de estas dos sntesis y, por

    tanto, llegar a descubrir la esencia misma del

    conocer, es necesario explicar el proceso

    genticamente. Y para hacerlo, evitando caer en un

    crculo vicioso, es obligatorio ponerse ms all de la

    relacin de reciprocacin entre el Yo y el No-yo y

  • postular una actividad independiente de esa

    reciprocacin, anterior a ella. Slo as se puede

    pensar un padecer en el Yo posible gracias a un

    hacer del Yo, slo as se puede comprender el

    conocimiento desde el Yo mismo sin pensar que su

    ltimo fundamento se encuentra en el No-yo, es

    decir, como una autoalienacin.

    Para completar la explicacin es necesario pensar

    tambin que esa actividad independiente que sale al

    encuentro del objeto, pero que todava no ha topado

    con l, ha de tener en s misma la capacidad de

    determinarse, de contraerse, de limitarse, ya que, si

    as no fuera, por mucho que el No-yo se colocase

    por delante de ella intentando obstaculizarla, nunca

    conseguira hacerlo, pues el No-yo es una pura

    nada, no tiene una actividad, una fuerza o una

    energa propia. Si la actividad independiente no

    fuese por s misma determinable, el Yo pasara de

    largo por encima del No-yo y nunca llegara a tener

    noticia de la existencia de ste.

    Al deducir la sntesis de determinabilidad, el Yo se

    encuentra ya en condiciones de admitir o de captar

  • el No-yo, esto es, de otorgarle realidad. Sin embargo,

    que est en condiciones de admitir el No-yo no

    significa que el sujeto lo haya creado. Lo nico que

    ha hecho el Yo es poner las condiciones para que la

    aparicin, la manifestacin de lo otro, sea posible.

    Puestas estas condiciones, el No-yo se presenta

    efectivamente como un factum, como un hecho que

    carece de ulterior explicacin, lo cual es prueba de la

    finitud del sujeto emprico. De esta manera, bajo un

    nuevo aspecto, resurge nuevamente ese hiato

    irracional que marc la introduccin del No-yo

    absoluto en el sistema y que nos obliga a recordar

    que la Doctrina de la ciencia se sita en una postura

    idealista a la hora de buscar un fundamento del

    mundo, pero cuando se ocupa de su existencia,

    mantiene una posicin realista, perfectamente

    combinable con la primera porque se trata de un

    realismo emprico, no trascendental. En cuanto a su

    existencia, el sujeto mismo depende del No-yo (Texto

    8), pues nadie elige libremente llegar a ella. Pero

    desde el punto de vista ideal, el No-yo depende del

    sujeto en la medida en que l es el nico que

  • puede darle sentido. Claro que para el Yo esta

    dotacin de sentido es mucho ms amplia que la

    que proporciona el conocimiento, por eso, su

    libertad se encontrar en el mbito terico restrin-

    gida. No en vano Fichte nos presenta la actividad

    del Yo en este campo como sometimiento al No-yo,

    como pasividad encubierta, como alienacin o, en

    el mejor de los casos, como transferencia. En este

    sentido, se puede decir que el conocimiento

    aparece aqu como un comps de espera en la

    lucha por afirmar la libertad en el mundo.

    Ahora bien, con la aparicin de este factum se

    corta el hilo de la deduccin. A partir de este

    momento la Doctrina de la ciencia se ver forzada

    a recomponer los materiales de 'vados en torno a

    este hecho irreductible. As surgir lo que Fichte

    llama la historia pragmtica del espritu humano

    (SW I, p. 222), a travs de la cual nos revelar la

    estructura del conocer y del actuar.

    El proceso del conocer.

    De acuerdo con las deducciones precedentes

  • existen dos actividades en el Yo: la relacin

    recproca con el No-yo y una actividad

    independiente de l, que fundamenta la relacin

    recproca, pero que, a la vez, es determinada por

    ella. Se trata ahora de coordinar ambos procesos

    para mostrar que las dos actividades son en

    verdad una y la misma.

    Lo ms originario en el Yo es su autoposicin,

    por tanto hay que colocar el origen del conocer

    precisamente all, en esa expansin del sujeto que

    slo busca afirmarse a s mismo y que no sabe

    todava nada acerca de la existencia de otras cosas

    aparte de l. Precisamente por eso, esta fuerza

    absolutamente espontnea se lanza al infinito,

    pero, de pronto, sobre ella acaece un choque

    (Anstoss) (S W 1, pp. 212, 228, etc.), encuentra

    un obstculo que no ha sido puesto por el Yo y

    que se resiste a su afirmacin. Este obstculo no

    es otra cosa que el No-yo.

    A raz de este choque, la actividad disparada al

    infinito vuelve sobre s misma de manera parecida

    a como la luz es reflejada por un espejo,

  • inicindose as un proceso de contraccin por el

    cual se verifica un padecer que ha sido posible por

    un hacer del Yo y que es el comienzo de la

    reflexin. Ahora bien, el hecho de que este proceso

    haya empezado en el mismo momento en que el Yo

    topa con el No-yo, no permite atribuir al No-yo

    ningn tipo de causalidad sobre el sujeto. La

    limitacin del Yo es en realidad una autolimitacin

    y, por tanto, jams hubiese ocurrido si l no

    tuviese la capacidad de volver sobre s mismo, es

    decir, si no fuese de suyo determinable. El No-yo,

    pues, no acta como causa, slo le sirve al Yo

    como ocasin para ejercer un tipo de actividad

    para la que l estaba originariamente dispuesto.

    Al volver sobre s, el Yo entra en conflicto consigo

    mismo. Por una parte, en cuanto su actividad es

    devuelta hacia el punto de origen, se capta como

    limitado, cosa que no puede consentir, ya que l

    haba lanzado su actividad hacia el infinito. Por

    consiguiente, pretender reponer su accin

    originaria y, al hacerlo, se plantear a s mismo

    como absoluto. El convencimiento de su infinitud

  • le durar slo un segundo, porque nuevamente

    encontrar el mismo obstculo o incluso otro, que

    le harn retornar sobre s. Se inicia entonces un

    estado de oscilacin en el seno mismo del Yo

    provocada por el conflicto entre la exigencia del Yo

    de superar el obstculo y su impotencia para

    hacerlo (S W I, p. 225). A travs de esta oscilacin

    el sujeto ir descubriendo sus limitaciones,

    delineando sus propios contornos y, por tanto,

    dibujando la realidad que lo rodea.

    La facultad que se encarga de ello es para Fichte la

    imaginacin y la direccin de ida y vuelta de la

    actividad corresponde respectivamente a la intuicin

    intelectual y a la intuicin sensible. Ahora se ve

    claramente el importantsimo papel que cumple la

    intuicin intelectual en el proceso de conocimiento:

    sirve de contrapunto necesario para captar lo finito, lo

    material, lo pasivo, lo plural, y no tiene sentido ni

    realidad si no se sintetiza con la intuicin sensible.

    Precisamente sa es la tarea de la imaginacin,

    conciliar lo inconciliable, unir lo infinito con lo finito

    (Texto 9).

  • En el mbito prctico, la imaginacin contina su

    trabajo hacia el infinito buscando sntesis cada vez

    ms abarcadoras pero en el mbito terico, la

    imaginacin no puede continuar mucho tiempo en

    estado oscilante y es fijada por la Razn, la facultad

    absolutamente ponente del Yo. Este producto

    sinttico es acogido por el entendimiento, que, a

    diferencia de Kant, en Fichte tiene una funcin

    totalmente pasiva que se revela en la etimologa del

    trmino alemn Verstand (= lo que est con un

    sentido de permanencia, constancia o fijeza). Slo en

    este momento, a travs de la sntesis entre intuicin y

    concepto, surge para la conciencia algo efectivamente

    real, es decir, un objeto, que queda a disposicin del

    Yo para que l pueda poner en funcionamiento otras

    facultades: la del Juicio, que reflexiona sobre lo

    puesto en el entendimiento abstrayendo de objetos

    determinados, y la Razn pura, que abstrae de todo

    objeto en general segn una determinada regla.

    De esta manera, la imaginacin se convierte en la

    facultad bsica del hombre y en el punto de unin

    entre la teora y la praxis. El papel mediador que

  • Fichte le atribuye procede, otra vez, de la etimologa

    de la palabra alemana, en este caso,

    Einbildungskraft (= fuerza o capacidad de unificar,

    de formar en uno), pero, desde el punto de vista

    terico, ese papel le ha sido sin duda sugerido por

    Kant, quien ya haba pensado la imaginacin como

    facultad intermedia entre el entendimiento y la

    sensibilidad, que, al producir esquemas, sensibiliza

    los conceptos a travs del tiempo. La diferencia con

    Kant es que Fichte amplia el trabajo de la imaginacin

    colocndola como punto de arranque de toda

    actividad humana y, al hacerlo, brinda a los

    romnticos uno de los instrumentos bsicos para

    construir su propia concepcin del mundo. Be mun-

    do, para Fichte, es el resultado de nuestra

    imaginacin, pero no es un producto imaginario, como

    si se tratara de algo ficticio o falso. La imaginacin nos

    da la nica verdad posible, porque no hay ms verdad

    que la del sujeto: del mundo en s mismo no sabemos

    nada, slo que se resiste a nosotros en determinado

    punto de nuestra actividad (SW I, p. 227).

  • Ahora bien, el hecho de que todo lo que sabemos de

    ese mundo proceda en definitiva de la manera en que

    el Yo lo recibe hace pensar que el conocimiento

    humano se reduce a la autoconciencia. Slo hay un

    punto de contacto entre el Yo y el No-yo, que se da en

    el momento en que ambos convergen en el choque,

    pero, como veremos ms adelante, de este punto de

    contacto el Yo tiene noticia a travs del sentimiento de

    su propia frustracin y, por tanto, no se trata ms que

    de un sentimiento de s mismo, de una toma de

    conciencia de las propias limitaciones (Texto 12). Lo

    que ocurre es el que el Yo de la conciencia comn no

    puede ser consciente de que construye el mundo.

    Como no puede actuar y reflexionar simultneamente

    sobre su accin, tan slo es consciente del mundo, no

    de su construccin. Por eso, a la conciencia comn le

    parece que siente verdaderamente la realidad cuando

    lo nico que hace es sentirse a s misma. Por tanto,

    todo lo que sabemos acerca del mundo real se basa

    en una creencia, nuestro conocimiento -nos dice

    Fichte- reposa sobre la fe, sobre la postulacin de

    una realidad externa que slo conocemos por

  • referencia al Yo (Texto 17). Cul es el alcance exacto

    de esta fe es algo que slo podr conocerse a partir

    del estudio de la Parte Prctica de la Doctrina de la

    ciencia.

    La estructura de la praxis.

    El mismo desarrollo que hemos descrito hasta

    ahora volver a ser reformulado para poder explicar

    la gnesis de la praxis, puesto que en realidad se

    trata de un nico proceso que en determinado

    punto asume direcciones diferentes. Para ello lo

    primero que hay que hacer es analizar esa actividad

    absoluta que se ha definido como

    independiente la reciprocacin, porque tal y como

    se ha presentado encierra una contradiccin que es

    necesario despejar. Por una parte, se nos dice que

    se trata de una actividad absoluta, pero, por otra,

    es evidente que no puede tener causacin sobre el

    objeto porque, si as fuera, lo destruira como tal.

    Fichte la interpretar entonces como una tendencia

    (Streben) y en ella encontrar el verdadero punto de

    unin entre el Yo absoluto, el Yo prctico y el Yo

  • inteligente (Texto 11). El ncleo ms ntimo del ser

    humano es esta aspiracin a la infinitud, una

    fuerza que pretende afirmarse sin restriccin

    alguna hasta que encuentra un objeto a

    determinar, el ansia de permanente igualdad

    consigo mismo. En su carcter absoluto se fundan

    las exigencias de la razn prctica y, en concreto, el

    imperativo categrico: obra de tal manera que la

    mxima de tus acciones pueda ser convertida en

    ley constante de tu voluntad, imperativo que Fichte

    explicita en Algunas lecciones sobre el destino del

    sabio (SW VI, p. 297), siguiendo muy de cerca la

    formulacin kantiana del mismo.

    Es esta tendencia la que encuentra un obstculo

    que le impide desarrollarse, obstculo que el Yo

    capta a travs de un sentimiento de limitacin. En

    este mismo instante se sita el inicio de la

    conciencia, caracterizada siempre por la escisin

    interior. Al hacerse consciente la actividad originaria

    sufre una importante transformacin: como ha sido

    determinada, ya no puede aspirar a la infinitud.

    Fichte la llamar, entonces, impulso. En cuanto

  • actividad espontnea pero, al mismo tiempo,

    reflexionada, el impulso se presenta como elemento

    comn tanto de la teora como de la praxis, siendo

    el constitutivo ontolgico del ser finito y el motor que

    genera la energa necesaria para que se produzcan

    el conocimiento y la accin. El hombre, pues, ser

    originariamente impulso, conatus en lenguaje

    spinozista, o simplemente una fuerza determinada

    que pugna por transformar todo lo que se le opone

    subjetivndolo.

    Con el nacimiento de la conciencia se produce en el

    Yo una contradiccin que, como ya hemos visto,

    desencadena de inmediato el movimiento pendular

    propio de la imaginacin. El Yo se siente pleno en la

    medida en que se afirma y se siente frustrado en

    cuanto que su actividad le es devuelta. En esta

    reciprocacin de sentimientos el Yo descubre su

    impotencia, impotencia que se le revela a travs de

    un cierto malestar interior, algo as como la sensa-

    cin de un vaco que exige perentoriamente ser

    llenado, a la que Fichte denomina anhelo. Este

    nuevo sentimiento le revela al Yo su impostergable

  • necesidad interior de modificar el mundo para

    solventar la carencia aparecida en el sujeto. El

    anhelo se transformar as en el vehculo de todas

    las leyes prcticas guiando al impulso hacia la cons-

    truccin de un proyecto de actuacin que esbozar

    gracias a su facultad imaginativa. Este proyecto

    prctico ser para Fichte el ideal, un producto

    absoluto del Yo que en cada momento tiene su

    lmite. El resultado del anhelo ser ahora

    relacionado con el sentimiento que lo provoc y, si el

    Yo observa que consigue llenar el vaco ideal que lo

    lanz a la reciprocacin, se sosegar con un

    sentimiento de complacencia y paz interior, que es

    la satisfaccin (Befriedigung, Friede = paz). A partir

    de ahora el impulso y la accin son lo mismo, nos

    dice Fichte (Texto 15), aunque es evidente que

    todava queda por explicar cmo es posible que esa

    accin se concrete en el mundo material, explicacin

    que no aparece en la Fundamentacin de toda la

    Doctrina de la ciencia, sino en la Fundamentacin del

    derecho natural, donde se deduce el cuerpo hu-

    mano.

  • Pero lo cierto es que a nivel ideal ya estn dados

    todos los elementos necesarios para que la accin se

    realice y, si sta se lleva a cabo, nuevos

    sentimientos aparecern en el sujeto al comparar el

    actuar con su plan previo. Cuando exista

    convergencia entre ambos surgir un sentimiento

    de gozo y plenitud, la aprobacin, pero si no se da

    una coincidencia, al verse escindido interiormente,

    el Yo se dejar ganar por el descontento y terminar

    por desaprobar su accin.

    Tal y como hemos planteado el proceso, se podra

    pensar que sencillamente termina aqu, sin

    embargo, esto no ocurre. El proceso recomienza de

    manera constante sin ni siquiera esperar a que la

    accin sea realizada, porque la tendencia, que es

    absoluta, no se resigna a verse convertida en

    impulso hacia una accin determinada y, por eso,

    cada vez que ella es hecha consciente se lanza ms

    all de toda limitacin, jalonando nuestra vida de

    sucesivas metas cuyo objetivo ltimo es la completa

    subjetivacin del mundo, la total e irrestricta

    afirmacin del Yo, es decir, la autodeterminacin, la

  • libertad ms absoluta, un ideal que permanece

    fuera de la conciencia del hombre comn pero que

    ensancha constantemente sus fronteras. De este

    modo, como fui de todo el proceso vuelve a aparecer

    el Yo absoluto, el crculo se anuda a s mismo y con

    ello la Doctrina de la ciencia queda concluida.

    Pero no nos podemos permitir la simpleza de que

    el sistema llegue a su conclusin, sin aclarar antes

    que lo hace aportando una importantsima novedad

    a la historia del pensamiento. El sentimiento se ha

    convertido aqu en una instancia constitutiva de la

    conciencia, tanto terica como prctica, porque es el

    aspecto ntimo de la accin en general. Como

    consecuencia de ello, el hombre ya no podr

    concebirse como el ejecutor de una razn fra y

    descarnada sino como un ser instalado

    emotivamente en el mundo. Gracias a esta

    integracin del sentimiento a la racionalidad, Fichte

    evita caer en una tica puramente formal y legalista

    como la kantiana. Mediante el anhelo, las

    emociones se incorporan a la decisin moral y se

    conjugan perfectamente con la razn prctica

  • porque dejan de tener relacin exclusiva con lo

    emprico para convertirse en un producto de la

    dinmica de autoafirmacin del Yo, dependen, por

    tanto, de su propia exigencia interna y no siempre

    generan una moral heternoma. Precisamente, el

    sentimiento es lo que da contenido a la tica, es lo

    que hace que el sujeto viva el mandato moral como

    una necesidad consustancial consigo mismo, no

    como un principio ordenador meramente negativo,

    como una ley que no debe desobedecerse sino como

    un mandato que se ansa, se anhela y se ama. De

    esta manera, Fichte consigue llevar unidad a todo el

    ser humano, conciliando su aspecto prctico,

    terico y emotivo, en busca de un ideal de hombre

    total o integrado que, desde una perspectiva

    distinta, retomar Schiller inmediatamente

    despus, en las Cartas sobre la educacin esttica

    del hombre.

    Claro que no siempre se ha considerado este primer

    acercamiento que Fichte realiza al tema del

    sentimiento de la misma forma que lo hemos hecho

    aqu. Hay toda una lnea interpretativa que naci

  • con Eduard von Hartmane, continu con Martial

    Guroult y lleg a tener gran aceptacin en la Italia

    contempornea por sus afinidades con la filosofa de

    Gentile y Calogero, y que cree en la existencia de

    una contradiccin entre la parte terica y la parte

    prctica de la Doctrina de la ciencia, pues en el

    mbito de la teora se da un solipsismo, ya que toda

    la realidad es producida por el Yo a partir de

    sentimientos privados, mientras que en el mbito

    prctico el postulado moral obliga a admitir la

    existencia de los dems como necesaria y termina

    por conducir al sujeto a un altruismo tico. De

    acuerdo con esto, Fichte o habra logrado

    precisamente uno de sus principales objetivos al

    construir su filosofa: superar el abismo ene mundo

    sensible y mundo inteligible, una brecha que,

    aunque no lo diga expresamente, sin duda l

    consideraba mal resuelta por Kant.

    Philonenko (La libert humaine dans la

    philosophie de Fichte, pp. 306 s.) ha invalidado

    esta interpretacin al mostrar que la deduccin de la

    objetividad en la Fundamentacin es a la vez una

  • derivacin de la alteridad, pues el inicio de la

    representacin implica una contratendencia que

    slo puede ser atribuida a otros individuos fuera del

    Yo, dado que el No-yo es en s mismo inerte. Prueba

    de ello es que el principio bsico de la filosofa

    intersubjetiva: No hay Yo sin T, aparece

    formulado ya en esta obra (SW I, p. 189) e incluso

    tambin en obras anteriores, como sucede, p.e., en

    el escrito sobre la Revolucin francesa (SW VI, pp.

    139 ss.).

    Pero no necesitamos ir tan lejos para refutar

    semejante interpretacin. Su principal fallo es haber

    ignorado una tesis fundamental de la filosofa

    fichteana, el primado de la razn prctica sobre la

    terica, primaca que obliga a pensar que las leyes

    tericas se basan en las leyes prcticas y que slo

    existe una actividad bsica en el hombre, la

    tendencia absoluta, que es comn a ambos

    campos. Por tanto, cuando Fichte nos dice que ante

    el mundo sensible slo podemos tener fe, no se est

    refiriendo a una creencia terica, al estilo de la de

    Hume o de la pistis platnica, esto es, a una mera

  • opinin subjetiva, sino que est pensando en una fe

    racional, una fe moral que se origina en la

    necesidad de la razn de determinar su entorno. Es

    cierto que el destinatario inmediato del actuar es el

    mundo suprasensible, los otros seres racionales,

    pero ese mundo no es una realidad metafsica que

    est ms all de lo sensible sino que est

    incardinado en la materia. El Yo, pues, construye el

    mundo inteligible y admite la existencia del mundo

    sensible para que su accin tenga concrecin y

    realidad. De la fe en un mundo inteligible proviene

    la fe en un mundo sensible, que se presenta

    entonces como correlato necesario de la accin y,

    por tanto, como esfera de ejecucin de la moralidad,

    como campo para el ejercicio del deber y la

    realizacin de la libertad (Textos 18 y 19).

    El papel del cuerpo.

    Si bien est claro que a nivel ideal existe una

    relacin de dependencia estrechsima del mundo

    sensible al suprasensible, queda todava por

    mostrar cmo esa conexin se hace efectiva en la

  • realidad. El gozne entre ambos mundos es para

    Fichte el cuerpo humano.

    Dada la capacidad del Yo de ser determinado y refle-

    jar sobre s mismo su actividad, toda accin exige la

    presencia de algo que la obstaculice y, a su vez, le

    permita concrecin y realidad. Este campo

    primigenio de ejercicio de la libertad es el cuerpo,

    pues en l se cumple esa doble condicin. Por una

    parte, el cuerpo se muestra al Yo como algo distinto

    de l e incluso opuesto, en primer lugar porque es

    materia y puede ser captado como objeto, como algo

    en cierto sentido extrao a m (p.e., cuando percibo

    mi mano, de la misma manera que percibo la mano

    de los dems) y, en segundo lugar, porque ms de

    una vez parece como si se rebelara ante los

    designios de nuestra voluntad constituyendo un

    autntico lmite para nuestras acciones (p.e., cuando

    estoy enfermo). Pero, por otra parte, a pesar de su

    oposicin, el cuerpo humano es tambin dcil y

    obedece nuestros mandatos, se deja determinar por

    la razn.

  • Esta docilidad del cuerpo no se limita slo al

    sometimiento ante las decisiones que

    conscientemente tomamos, como, p.e., cuando

    movemos un brazo porque queremos coger un

    objeto. El cuerpo es la expresin ms inmediata lo

    que somos, de nuestra interioridad de sujetos, y su

    ductilidad es para Fichte ms radical y originaria de

    lo que en principio podra pensarse. En cuanto

    asumimos nuestro cuerpo como campo personal e

    intransferible de libertad, ste se pone a nuestra

    disposicin para que lo moldeemos y configuremos,

    aunque sin perder, naturalmente, su condicin de

    obstculo. P.e., si observamos la posicin de

    nuestras extremidades y la comparamos con la de

    las dems especies animales, uno no puede dejar de

    preguntarse por qu el hombre camina erguido y no

    en cuatro patas, ya que da la impresin de que la

    configuracin de su cuerpo lo inclina precisamente a

    ello. La respuesta de Fichte es que esta

    determinacin corporal ha sido elegida libremente

    por la especie humana y con ella se ha despegado de

    la tierra, simblicamente del mundo natural, para

  • ganar dos brazos que le permitan manipular mejor

    los objetos como instrumentos de su actuar y, desde

    esta posicin erguida, mirar en derredor el universo

    para incluso dirigir sus ojos al cielo, como smbolo

    del mundo suprasensible. Y esta determinacin no

    es la nica que la especie ha elegido, se podra

    mencionar otra que tambin Fichte destaca, es la

    utilizacin como medio para comunicarse con otros

    seres racionales de la boca y la faringe, rganos en

    principio destinados para la alimentacin. Pero

    aparte de estas determinaciones que podramos

    denominar especficas, existen tambin otras que

    son libremente elegidas por cada individuo como,

    segn ejemplos del propio Fichte, en el caso de los

    ventrlocuos o de esos hombres que pintan

    magistralmente con la boca o con los pies. El

    cuerpo, pues, es el mbito donde se expresa de

    forma directa lo que cada uno es, por eso, un ca-

    dver se parece poco o nada a la persona viva, es tan

    slo una masa de materia que ha perdido la energa

    interior que lo animaba. Y, como hemos visto, no se

    trata slo de caractersticas del sujeto individual:

  • nuestra especificidad en cuanto seres racionales

    tambin se muestra de manera espontnea en

    nuestro cuerpo, segn Fichte, a travs del rostro, en

    concreto, mediante la boca y los ojos (Textos 20 y

    21).

    El hecho de que el cuerpo sea susceptible de ser

    manejado por la voluntad como un instrumento que

    le sirve para conectarse de forma mediata con el

    reino de la materia a fin de que ella pueda realizar

    sus exigencias, no implica que la relacin entre lo

    sensible y lo suprasensible haya quedado realmente

    explicada. Aunque la subjetividad est englutida en

    el cuerpo, ambos siguen siendo radicalmente

    distintos. Sin la autoconciencia el cuerpo queda

    inanimado, convertido en pura materia y destinado

    irremisiblemente a su disgregacin, ya que es ella

    quien le aporta vida y unidad. Para salvar esta

    distancia entre ambos, Fichte postula la existencia de

    una doble articulacin corporal. En el ser humano

    hay dos sistemas orgnicos, o al decir del propio

    Fichte, dos rganos: superior e inferior, cada uno de

    los cuales se corresponde y se relaciona

  • respectivamente con dos tipos de materias diferen-

    tes: la materia sutil y la materia bruta. El rgano

    superior es eminentemente activo y no deja entrar

    dentro s ninguna determinacin que le sea externa.

    Su funcin parece ser la de materializar la energa

    interior del sujeto y enviar sus rdenes al rgano

    inferior, que acta siempre dejndose determinar,

    una veces por el rgano superior y otras por las

    cosas externas. As, p.e., en el caso de la percepcin,

    el rgano inferior recibe un estmulo, pero su

    reaccin est siempre mediatizada por el rgano

    superior. Es l quien imita activamente la

    determinacin producida bajo la forma de una

    imagen y elabora de modo espontneo una

    respuesta. Por eso, nos dice Fichte (SW III, p. 71),

    las personas que no han alcanzado un grado

    suficiente de cultura necesitan leer en voz alta para

    entender algo o repetir 1o que se les dice. De esta

    manera estn materializando actividades,

    asumindolas como propias, concretando hasta los

    niveles ms bastos, en la materia bruta, lo que no es

  • sino el funcionamiento del rgano superior, sin el

    cual semejantes actitudes careceran de explicacin.

    Dadas sus caractersticas, el rgano superior

    participa tanto del mundo material como del

    espiritual, se encuentra, por as decirlo, en un nivel

    intermedio y por eso cumplir un papel decisivo en

    las relaciones humanas.

    La intersubjetividad como base para el desarrollo

    de la razn.

    De la misma manera que el cuerpo es

    absolutamente necesario para que el sujeto pueda

    concretar sus acciones sobre el mundo y, por tanto,

    es algo consustancial con el Yo finito (el nico que,

    por otra parte, existe segn Fichte), tambin es

    imprescindible para el Yo la relacin con otros

    sujetos, ya que, si careciese de semejante relacin y

    estuviese solo en medio del mundo sensible, la

    razn prctica no podra construir ese mundo

    suprasensible al cual apunta por su misma

    naturaleza. Por consiguiente, podramos decir que,

    debido a una razn de coherencia de pensamiento,

  • Fichte se ve en la obligacin de deducir la alteridad.

    Sin embargo, es evidente que para l no se trata

    nicamente de una cuestin de coherencia en el

    pensar, ya que, p.e., en la Fundamentacin del

    derecho natural mostrar cmo esa relacin es

    absolutamente necesaria de hecho: el hombre no

    puede superar los primeros das de vida si no es

    gracias a la presencia de otro ser racional que se

    haga cargo de l. Precisamente, este texto intenta

    explicar las razones de este hecho as como las ca-

    ractersticas del encuentro originario entre dos seres

    racionales.

    A diferencia de las dems especies animales (Texto

    20), el hombre nace siendo un ser extremadamente

    incompleto: no puede caminar, es incapaz de

    arreglrselas para encontrar su alimento y, sobre

    todo, carece de las armas mnimas (pelo, uas,

    colmillos fuertes, velocidad, mimetismo, etc.) para

    contrarrestar los peligros de la naturaleza o,

    simplemente, las inclemencias del tiempo. Debido al

    estado de completa indefensin y precariedad en

    que el hombre nace, la naturaleza se le presenta

  • como algo hostil contra lo que tiene que luchar

    desde el primer da de su vida incluso hasta el

    mismo momento de su muerte.

    Comparado con el hombre, el animal nace

    prcticamente concluido, slo tiene que

    desarrollarse en la misma direccin en que lo puso

    la naturaleza. Para ello est dotado del instinto que

    con infalible seguridad reitera las conductas en los

    distintos miembros de la especie y, de esta manera,

    resuelve de forma automtica los problemas que se

    le presentan. En el hombre, en cambio, no existe

    nada semejante, nada que desde un principio le

    sirva para guiar sus acciones. Su estado, en el

    momento del nacimiento, es el de la completa

    indeterminacin y, precisamente por eso, tiene la

    libertad de dirigir sus acciones en cualquier sentido

    (cf. Pico Della Mirndola o existencialismo).

    Equipado con todos los elementos necesarios para

    vivir en la naturaleza, el animal es acogido en su

    seno, mientras que el hombre se separa de la

    naturaleza porque es rechazado por ella

    convirtindose irremediablemente en un ser cultural,

  • que se desarrolla apoyndose en el mundo natural

    pero a contrapelo de l.

    Es este mismo estado de desamparo y precariedad

    lo que hace que el individuo se vea obligado a

    recurrir a sus congneres y a ponerse en manos de

    su especie para defenderse de la naturaleza. Como

    ya haba reconocido Kant en sus escritos sobre

    Filosofa de la historia (p.e. en Idea de una historia

    universal desde el punto de vista cosmopolita),

    es la misma naturaleza la que coloca al hombre en

    tal situacin transformando el mantenimiento de la

    especie en un valor supremo. Como consecuencia de

    ello Fichte afirma que el hombre no es un animal,

    dado que, mientras ste se encuentra perfectamente

    terminado y, por tanto, cerrado sobre s mismo,

    pendiente de la satisfaccin de sus necesidades

    particulares, aqul necesita de la cultura y, por

    consiguiente, de los dems para poder satisfacerlas.

    En este sentido, el hombre tiene instinto de planta,

    porque como ella se ve forzado a consagrar su vida a

    un nico objetivo: desarrollarse para arrojar su

    semilla y de esta manera mantener la especie a la

  • que pertenece. As pues, el encuentro con otros seres

    racionales es una necesidad de supervivencia para el

    individuo y, por tanto, no es resultado de un puro

    altruismo sino que est cargado de intereses

    mutuos.

    La cuestin ahora consiste en establecer cmo es

    posible tal encuentro considerando que los otros se

    le aparecen al individuo en medio del No-yo, es

    decir, cmo sabe uno efectivamente que esos seres

    no son simples cosas. En la prctica, la cuestin se

    resuelve instantneamente para cada individuo, el

    problema es explicar las razones del reconocimiento.

    Toda accin humana, hemos dicho, est mediada

    por el cuerpo, caracterizado por una doble

    articulacin. Existen, por tanto, dos modos de

    actuar sobre el mundo: como si se tratara de simple

    materia bruta, a travs del rgano inferior,

    ejerciendo causalidad sobre l, o actuando

    mediante el rgano superior, a travs de la materia

    sutil, y, en consecuencia, sin ejercer causalidad.

    Esta segunda forma es la que define la accin

    recproca de seres racionales. El reconocimiento se

  • efecta, por tanto, tambin a travs de este ltimo

    rgano, mediante la imagen que se tiene del otro

    (SW Hl, pp. 75-77). Ni siquiera se necesita analizar

    detenidamente su comportamiento, basta ver su

    cuerpo, en concreto, su forma de mirar, para tener

    la seguridad de que se est ante un miembro de la

    especie. Si esa mirada es la de un ser que no

    pretende aniquilarnos o manipulamos como si

    furamos simple materia, sino que respeta nuestra

    libertad, entonces se trata de un hombre (Texto 23).

    El reconocimiento, pues, es mutuo, revierte sobre

    cada individuo convirtindose en una relacin

    recproca e interna. Si uno mismo es un ser racional

    tendr que actuar con los dems como si lo fueran y

    slo as podr ser reconocido como tal por los otros.

    Reconocer para que nos reconozcan, reconocer

    como racional incluso a ese nio que acaba de llegar

    al mundo y todava no ha desarrollado su capacidad

    de actuar pensando y decidiendo por s mismo,

    reconocerlo aun cuando se sabe que es un proyecto

    que puede quedar abortado en el camino porque

    sta es la nica manera de abrirle la senda hacia su

  • propia libertad, ste es el crculo al que nos lleva la

    misma dinmica interna de la razn, que en su

    esencia es intersubjetiva.

    El encuentro entre seres racionales no es para Fichte

    agresivo, no se trata de una dialctica de cosificacin,

    de un enfrentamiento entre dos conciencias

    (Bewusstsein), como ms tarde lo fue para Hegel,

    segn se muestra en su dialctica del amo y el

    esclavo, o para Sartre, quien tras analizar las

    relaciones intersubjetivas a la luz de la accin

    objetivadora de la mirada concluye que el infierno

    son los otros. En este caso, se trata del encuentro de

    dos seres a cuya base est la razn prctica, es decir,

    de dos conciencias morales (Gewissen) y, por

    tanto, se trata de un encuentro amoroso, nacido del

    mutuo respeto a la libertad, que fundamenta

    materialmente la posibilidad de la convivencia social

    y obliga a retrotrae, el punto de inicio de la filosofa

    dialgica desde Feuerbach hasta Fichte.

    La construccin del mundo suprasensible a

    travs de la cultura y la misin del sabio.

  • Fichte utiliza la expresin "mundo inteligible" en el

    mismo sentido que Kant otorgaba al reino de los

    fines. El mundo suprasensible es, por tanto, aquel

    que construimos a partir de las relaciones que

    generan los actos morales. En esta construccin los

    individuos explicitan o hacen efectivos sus proyectos

    de actuacin o, dicho de otro modo, se afirman en el

    mundo segn la regla bsica que persigue todo

    actuar racional y que funda el imperativo moral, es

    decir, se afirman buscando su propia unidad (Texto

    24). Pero semejante actuar encuentra

    constantemente obstculos para realizarse, topa con

    algo que se resiste a dejarse englobar en la unidad y

    que escinde al sujeto, esto es, el No-yo, dentro del

    cual podramos situar tambin a las inclinaciones, a

    todos los instintos y pasiones irracionales. El actuar

    humano, pues, puede definirse como un intento de

    transformar lo que rodea al sujeto adaptndolo a sus

    leyes internas de funcionamiento, como un proceso

    de subjetivacin del No-yo, a travs del cual se va

    haciendo paulatinamente ms libre. Todo el actuar

    humano no es otra cosa ms que una permanente

  • lucha por la libertad, una lucha, sin embargo, en la

    que nunca se puede vencer del todo, y que, por

    tanto, se presenta como un camino infinito. Llegar a

    la meta de ese camino supondra alcanzar la

    perfeccin, la libertad absoluta, y ste no es destino

    de hombres sino de dioses. De un modo parecido a

    como lo admitieron en su momento Marsilio Ficino o

    Pico della Mirandola, se podra decir que para Fichte

    el hombre es una especie de deus in terris, una

    especie de Titn, por utilizar la expresin que en la

    poca fue aplicada al propio Fichte (Carta de Hegel a

    Schelling de enero de 1795), que en un esfuerzo

    infinito procura hacer el mundo a su medida, pero

    que nunca puede lograrlo completamente, pues su

    destino es el perfeccionamiento y no la perfeccin

    (Texto 24).

    Para realizar semejante tarea titnica, Fichte

    considera que el individuo cuenta con un

    instrumento, la cultura, a travs del cual consigue

    aunar su esfuerzo con el de otros individuos y as

    hacerlo ms efectivo. Hablar de instrumento, sin

  • embargo, implica reconocer que se trata de algo que

    est fuera del hombre y ste no es el caso. Por eso,

    Fichte prefiere referirse a la cultura como a una des-

    treza, una capacidad connatural al hombre que se

    despierta y se aumenta a travs del ejercicio, de la

    educacin de las propias facultades.

    Ahora bien, considerando que toda accin humana

    es transformacin del No-yo y que la cultura cumple

    un papel mediador e inevitable en ese proceso,

    resulta que el concepto de cultura adquiere un

    alcance mayor que el que habitualmente solemos

    otorgarle. En primer lugar, todo lo que el hombre

    hace es cultura. Por definirlo en este sentido, incluso

    utilizando una expresin que puede parecer

    contradictoria, se podra decir que el hombre es un

    animal cultural. Como consecuencia de ello, la

    cultura ya no puede pensarse como un conjunto de

    conocimientos meramente tericos en cuya

    adquisicin y conservacin juega un papel

    fundamental la memoria y que, por tanto, slo

    cumple una funcin externa, como una especie de

    barniz. Por el contrario, Fichte considera la cultura

  • como algo que implica totalmente al hombre ya que

    su ltima naturaleza es moral. Por eso es que incluso

    se puede hablar de una cultura sensible, una cultura

    que empieza en el mbito del propio cuerpo, del No-

    yo que est en nosotros mismos, y que consiste, no

    en negar la sensibilidad, sino en potenciarla

    refinndola, hasta conseguir elevarla a un nivel

    ptimo para la expresin del espritu (Texto 24).

    Este refinamiento del cuerpo no puede

    considerarse tampoco como un proceso meramente

    individual, la cultura siempre nos pone en contacto

    con los otros evidencindonos que la transformacin

    del No-yo es una tarea colectiva en la cual se

    muestra con gran claridad el carcter intersubjetivo

    de la razn humana. Por esta razn, segn Fichte,

    el hombre culto, el sabio, debe ocupar un lugar muy

    destacado en la sociedad. Es ms, su funcin es

    pura y exclusivamente social (Texto 26) y consiste en

    convertirse en maestro y educador del gnero

    humano (Texto 27), precisamente porque es el

    hombre mejor dotado para ello, el que ha sido capaz

    de alcanzar un nivel de moralidad superior y, por

  • este motivo, es un hombre en grado supremo. De

    una manera que sin duda recuerda mucho a la

    platnica, se hace aqu del sabio el gua de la hu-

    manidad, el que debe establecer en cada momento

    qu grado de progreso moral se ha alcanzado e

    indicar el camino que debe seguirse. Y esto, para

    Fichte, es precisamente la misin propia de la

    poltica. La funcin social del sabio, pues, se

    concretar inevitablemente tambin en el mbito

    poltico y, de esta forma, podr convertirse en

    gobernante o, al menos, en consejero de los

    gobernantes.

    Este acercamiento de la poltica a la moral har

    que el sabio, en cuanto gua que conduce al gnero

    humano hacia la conquista de su libertad y, en

    consecuencia, de su felicidad, tenga que fundar su

    accin en el respeto a los dems, y as Fichte afirma

    que nadie puede hacerse sabio, virtuoso o feliz si no

    es por s mismo, es decir, sin el esfuerzo personal o

    sin el consentimiento y la actividad propios es

    imposible acceder a la cultura o mantenerse en ella

    (Texto 23). Tenemos, pues, una visin ilustrada de la

  • poltica, que persigue la moralizacin del poder en

    una doble corriente que va desde arriba hacia abajo

    y viceversa, y que provocar una serie de

    contradicciones de las que aqu no podemos

    ocuparnos.

    Dios e inmortalidad.

    Fichte manifest un gran inters por los temas de

    Dios y la inmortalidad desde el comienzo mismo de

    su andadura filosfica. No en vano su primera

    vocacin fue la de ser predicador y su primera obra

    publicada, Crtica de toda revelacin, se centr en

    el estudio de la religin desde una perspectiva

    racional, asumiendo hasta tal punto los principios de

    la filosofa kantiana que, debido a que apareci

    annimamente por un error del editor, en un

    principio el pblico crey que se trataba de la

    esperada obra de Kant sobre este tema y que algunos

    aos despus Kant publicara con el ttulo de La

    religin dentro de los lmites de la mera razn.

    Cuando Fichte asume ya una posicin propia y

    ofrece las lneas magistrales de su sistema filosfico,

  • p.e., en la Resea de Enesidemo, deja un espacio

    abierto para estos dos conceptos, que admite

    exactamente en las mismas condiciones que Kant,

    es decir, como postulados de la razn prctica, a los

    cuales se dirige una fe moral. Estas creencias no son

    constitutivas de conocimiento y su validez depende

    de la dinmica interna de la conciencia moral, que

    impone sus exigencias de un modo absoluto: la fe en

    la inmortalidad se basa en el carcter inalcanzable

    del ideal ltimo del Yo, que es determinar

    completamente el mundo mediante su propia

    autodeterminacin, y la fe en Dios surge del

    carcter absoluto de ese mismo ideal (SW I, p. 23).

    Sin embargo, el hecho de que el punto de partida de

    Fichte fuese el pensamiento de Kant, no quita que

    entre ambos existan importantes diferencias, sobre

    todo, porque Fichte es mucho ms radical que Kant

    y profundiza en ambos postulados indicando la

    naturaleza de los mismos y, de esta manera, se

    pone en conflicto abierto con las creencias de la

    iglesia de su momento.

    En Algunas lecciones sobre el destino del

  • sabio (Texto 28), Fichte vuelve a plantear el tema de

    la inmortalidad en la misma lnea en que lo haba

    hecho antes. Como la actividad humana tiende por

    naturaleza a afirmarse de un modo absoluto, el

    hombre no puede plantearse ninguno de los

    momentos de su actuar como si fuera el ltimo sin

    caer en contradiccin con sa, su ms intima

    aspiracin. De ah que la creencia en la

    inmortalidad, no importa si llega a asumirse

    conscientemente o no, sea una necesidad interna

    para todo ser que posea razn prctica. Pero esta

    inmortalidad no se plantea nunca como

    supervivencia del alma individual despus de la

    muerte fsica. Ello supondra aplicar a algo

    suprasensible categoras propias para juzgar lo

    sensible, como la de sustancia, contradiciendo el

    principio fundamental de la Analtica kantiana:

    que las intuiciones son ciegas sin los conceptos, y

    los conceptos son vacos sin ellas. Se trata, pues, de

    una inmortalidad no sustancial ni personal, que se

    aparta voluntariamente del tratamiento que de ella

    hizo la filosofa dogmtica. Atendiendo a la idea de

  • que el ser es accin, ser una inmortalidad de las

    acciones y las relaciones morales que establecemos.

    Dado que la razn humana se desarrolla

    intersubjetivamente, cada accin repercute sobre

    los dems. No importa -afirma Fichte (SW VI, p.

    311)- que para influir sobre otro esa accin tenga

    que atravesar un nmero infinito de miembros, o

    puedan pasar millones o billones de aos. La tarea

    moral queda abierta, porque las obras y los

    proyectos de accin iniciados por un individuo

    pueden ser retomados y continuados por otras

    personas y, de esta manera, siguen activos,

    viviendo a travs de distintos seres, que estarn -

    como dice Fichte- enlazados por el dulce vnculo de

    un amor y de un auxilio mutuo cuyo centro comn

    es la libertad, esto es, constituyendo una

    comunidad que no es otra que el reino de los fines

    del que hablaba Kant.

    Ahora bien, este orden creado por las relaciones

    morales, que son por dinmica interna de carcter

    absoluto, -es lo que Fichte denominar Dios en

    Sobre el fundamento -de nuestra fe en un

  • gobierno divino del mundo (Texto 29), escrito que

    desencaden una acusacin de atesmo, provocando

    una famosa polmica que concluy con la dimisin

    de Fichte como profesor en la Universidad de Jena,

    cerrando de esta forma un ciclo dentro de la vida e

    incluso dentro de la obra de este autor.

    De acuerdo con lo que venimos diciendo, este orden

    no es de carcter emprico, y no slo porque no

    pueda verse o tocarse fsicamente, sino porque, a

    diferencia de cualquier otro orden que pueda darse

    en el mundo sensible (como, p.e., el existente entre

    los muebles de una habitacin), que es producto de

    una ordenacin previa y, por tanto, un resultado fijo,

    anquilosado tras las categoras de la sustancia o

    incluso de la accin recproca, y en el cual las

    relaciones creadas se mantienen en un plano

    externo, el orden divino es activo, est en

    movimiento perpetuo, hacindose y generndose

    constantemente, se trata, segn expresin del propio

    Fichte, de un ordo ordinans y no de un ordo

    ordinatus (SW V, pp. 381 s.). Pero esto no significa

    que coincida propiamente con un orden histrico,

  • imprevisible, cambiante, sometido a los avatares de

    las circunstancias. Sin duda, se da en la historia

    pero tambin la trasciende, porque es un orden

    eterno y absoluto. En l pueden caber siempre

    acciones nuevas pero la naturaleza de estas

    acciones est fijada de antemano para siempre

    por el imperativo moral. No podemos decir

    entonces que el hombre construya da a da a

    Dios, sino que lo acredita a travs de sus actos. A

    su vez, tampoco podemos pensar a Dios como un

    ser personal que de alguna forma era con

    anterioridad al mundo, habr que reconocer que

    Dios no puede darse sin los hombres, de la misma

    manera que no puede darse el Yo puro aislado

    sino que siempre hay que pensarlo en referencia a

    los Yoes empricos (SW VI, p. 294). Lo que

    tenemos aqu, por tanto, es esa mstica de la

    humanidad a la que nos referamos al comienzo

    de la presente obra, o dicho de otro modo, un

    pantesmo de la subjetividad.

    Ahora bien, ante este planteamiento de Dios,

    uno no puede dejar de preguntarse hasta qu

  • punto existe una diferencia clara entre tica y

    religin. Precisamente sta fue una de las

    cuestiones a las que Fichte intent dar respuesta

    en lo que se considera el perodo de Berln.

    La filosofa del ltimo Fichte.

    La polmica del atesmo, iniciada a fines del ao

    1798, marc la vida de Fichte porque, a raz de

    ella y tal vez por su propio empecinamiento, se vio

    obligado a retirarse de la Universidad de Jena.

    Pero esto no slo influy en la vida personal de

    Fichte, que de pronto se encontr sin trabajo, con

    una reputacin dudosa y con la necesidad de

    cambiar su lugar de residencia, sino que fue muy

    importante tambin para su obra. Por lo pronto,

    lo fue respecto a la repercusin y la influencia de

    su pensamiento sobre sus contemporneos,

    porque las obras y los cursos de Jena fueron los

    que lo hicieron realmente famoso en su poca. A

    partir de 1800, Fichte publica cada vez menos,

    convencido de que el discurso oral es ms apto

    para transmitir un pensamiento vivo y dinmico

  • como pretende ser el suyo. Pero, adems, desde

    ese momento, ciertos autores, el primero de los

    cuales fue Schelling, comenzaron a denunciar

    algunos cambios en el contenido de la filosofa de

    Fichte. Es as como se fue cimentando la idea de

    que existen dos perodos en la evolucin de' su

    sistema: la poca de Jena y la de Berln, tomando

    como punto de viraje precisamente el momento de

    la polmica del atesmo. Segn estos autores, a

    partir de entonces los elementos religiosos

    comienzan a tener ms presencia en el

    pensamiento fichteano, o incluso, como dice

    Schelling (Schellings Werke III, p. 600), la

    subjetividad deja de ser el centro y Dios pasa a

    ocupar la funcin fundamentante. Junto con este

    cambio, detectan tambin una variacin en el

    concepto de ser, que en las primeras exposiciones

    era para Fichte equivalente a la cosa en s,

    mientras que en las posteriores es admitido como

    principio ltimo al que remite todo saber.

    Ahora bien, si la tradicin ha sealado con

    insistencia que hay una ruptura dentro del

  • desarrollo del pensamiento fichteano, es evidente

    que no se lo puede explicar como si a partir de

    1799 no hubiese pasado nada. Por lo pronto,

    desde ese momento Fichte comienza a utilizar

    una nueva terminologa, abandonando el

    vocabulario que le era tan caracterstico antes

    (p.e., los trminos Yo y No-yo), formulaciones que,

    no hay que olvidarlo, haban dado por resultado

    una cantidad de equvocos y malinterpretaciones,

    cuyo punto culminante haba sido la querella del

    atesmo. Sin embargo, el carcter polmico de

    estas crticas les resta objetividad y hace pensar

    que la idea de la existencia de dos Fichte es en

    realidad una exageracin

    La verdad es que la filosofa fichteana mantiene

    incluso a partir de esas fechas una unidad. No se

    puede negar que existen inflexiones nuevas, que

    se insiste en aspectos que hasta ahora no haban

    sido suficientemente remarcados, pero en su

    ncleo, en los planteamientos fundamentales, no

    aparecen grandes cambios. Habr que intentar,

  • entonces, buscar una correspondencia entre las

    expresiones de uno y otro perodo.

    Si pensamos, p.e., en el saber absoluto, que en los

    escritos sobre religin, como en la Iniciacin a la

    vida feliz, aparece bajo el nombre de logos, se

    observa que Fichte lo identifica expresamente con el

    Yo puro (SW II, pp. 19 s.). El problema es que ahora,

    como bien observaba Schelling, ese saber no es

    ltimo fundamento porque remite al ser, pero ese ser

    no es presentado nunca como cosa en s sino que

    sigue siendo accin originaria, pleno dinamismo, vida

    infinita, Dios. En verdad, resulta muy difcil

    distinguir estos dos aspectos: ser y saber o Dios y lo-

    gos, porque son dos caras de una y la misma

    realidad. El saber no es sino el ser mismo, lo que

    hace concebible lo que de suyo es inabarcable,

    inagotable e incomprensible. Y esto no significa que

    Fichte admita en este momento el irracionalismo, su

    posicin sigue siendo similar a la de antes. Incluso

    ahora el ser todava es la