1960 Miller, Walter M - Cantico a San Leibowitz (Novela)

download 1960 Miller, Walter M - Cantico a San Leibowitz (Novela)

of 158

Transcript of 1960 Miller, Walter M - Cantico a San Leibowitz (Novela)

CNTICO A SAN LEIBOWITZ Walter M. Miller Jr.

Ttulo original: A Canticle For Leibowitz Traduccin: I. Peypoch 1959 Walter M. Miller Jr. 1972 Editorial Bruguera S.A. Av. infanta carlota, 129 Barcelona. ISBN 84-02-00670-1 Edicin electrnica: Biblioteca de Bizien R6 04/02 Primera Parte 1 El hermano Francis Gerard, de Utah, tal vez no hubiera descubierto los sagrado s documentos de no haber sido por el peregrino de los lomos ceidos que apareci dur ante el ayuno cuaresmal del joven novicio en el desierto. El hermano Francis nunca antes haba visto a un peregrino con los lomos ceidos, p ero se convenci de que se trataba de un ser real tan pronto como se hubo recobrad o del escalofro que recorri su cuerpo ante la aparicin del peregrino en el lejano h orizonte; parecido a una iota serpenteante y negra en la trmula neblina del calor . Sin piernas, pero sosteniendo una cabeza pequea, la iota se materializ a travs de l espejo de la neblina en la maltratada carretera; pareci deslizarse, ms que camin ar, hasta llegar a distinguirse, y oblig a que el hermano Francis se aferrase al crucifijo de su rosario y murmurase un par de avemaras. La iota semejaba una dimi nuta aparicin engendrada por los demonios del calor que torturaban la tierra al m edioda, cuando toda criatura capaz de moverse en el desierto (a excepcin de los bu itres y algunos monjes eremitas como Francis) se quedaba quieta en su madriguera o detrs de una roca, protegindose de la ferocidad del sol. Slo algo monstruoso, pr eternatural o con el ingenio atrofiado caminara voluntariamente por la carretera al medioda. El hermano Francis aadi una apresurada plegaria a san Ral el Ciclpeo, patrono de l os deformes, para protegerse de sus infelices protegidos. (Quin no saba que en aque llos das haba monstruos en la tierra? Que lo que naca vivo, por la ley de la Iglesia y de la naturaleza, estaba condenado a vivir y que, de ser posible, quienes lo haban engendrado tenan que ayudarlo a desarrollarse? La ley, aunque no siempre obe decida, lo era con la suficiente frecuencia como para mantener una extendida mul titud de monstruos adultos, los cuales escogan a menudo las ms remotas de las tier ras desiertas para sus vagabundeos y rondas nocturnas cerca de los viajeros de l a pradera.) Pero finalmente la iota emergi al aire claro retorcindose entre nubes de vapor y all se revel como un lejano peregrino. El hermano Francis solt el crucif ijo con un tenue amn. El peregrino era un viejo zanquilargo que se apoyaba en un bculo; llevaba un so Fiat Homo

mbrero de paja, una barba hirsuta y un odre que se balanceaba colgado del hombro . Masticaba y escupa con demasiado placer para ser un espectro y aparentaba ser m uy frgil y estar derrengado para poder practicar con xito el ogrismo o el bandoler ismo. A pesar de todo, Francis se apart silenciosamente del campo de visin del per egrino y se acurruc detrs de un montn de piedras sin labrar, desde donde poda mirar sin ser visto. En el desierto, los encuentros con extraos, aunque raros, eran oca sin de mutua sospecha y se subrayaban con preparaciones iniciales por ambas parte s por si se daba el caso de un incidente, que tanto podra resultar cordial como bl ico. En muy pocas ocasiones, no ms de dos o tres veces al ao, algn seglar o extrao reco rra el viejo camino que pasaba ante la abada, a pesar de que el oasis que permita l a existencia de sta habra hecho del monasterio una posada natural para los caminan tes; pero se daba la circunstancia de que, dadas las costumbres de la poca para v iajar, aquella carretera no vena de ninguna parte y no conduca a ningn sitio. Tal v ez en pocas pretritas haba formado parte de la ruta ms corta entre el lago Great Sal t y el viejo El Paso; al sur de la abada cruzaba otra cinta similar de piedra fra gmentada, que se extenda de este a oeste. El cruce estaba erosionado por el tiemp o; el hombre no haba tenido ltimamente nada que ver con ello. El peregrino estaba ya al alcance de la voz, pero el novicio permaneci oculto d etrs del montn de piedras. El hombre llevaba los lomos verdaderamente ceidos por un pedazo de sucia arpillera; su nica vestimenta, adems del sombrero y las sandalias . Avanzaba obstinada y penosamente con una cojera mecnica ayudando su pierna tull ida con el bculo. Sus pasos rtmicos eran los del hombre que ha hecho un largo reco rrido y tiene un largo camino que cubrir. Pero al penetrar en la zona de las vie jas ruinas, interrumpi su marcha y se detuvo para orientarse. Francis se encogi an ms. No habla ninguna sombra entre el racimo de montculos donde antiguamente se asen t un grupo de edificios; sin embargo, algunas de las piedras ms grandes podan propo rcionar sensaciones refrescantes a partes selectas de la anatoma de los viajeros acostumbrados a vivir en el desierto, entre los que el peregrino pronto demostr q ue se contaba. Busc brevemente una roca del tamao deseado. Aprobadoramente, el her mano Francis vio que no se aferraba a la piedra y la arrancaba de modo imprudent e, sino que, al contrario, se quedaba a cierta distancia de la misma y, con el bc ulo como palanca y una pequea piedra como puntal, la levant hasta que la inevitabl e criatura reptante sali embistiendo de frente. Framente, el viajero mat con su bcul o a la serpiente y de un golpe apart el cuerpo todava palpitante. Despus de haber d espachado a la ocupante del agradable hueco de debajo de la piedra, el peregrino se posesion del refrescante techo del hueco por el mtodo usual de dar vuelta a la piedra. Hecho esto, levant la parte de atrs de su taparrabo y apoy su marchito tra sero contra la relativamente fresca parte interior de la piedra; se quit las sand alias con un solo movimiento y presion las plantas de sus pies contra lo que haba sido el suelo arenoso del hueco refrigerante. As acomodado, movi los dedos de los pies, sonri haciendo evidente que careca de dientes y empez a canturrear una tonada . Pronto estuvo cantando, con verdadero sentimiento, un curioso canto en una len gua desconocida para el novicio. Cansado de su posicin, el hermano Francis se rem ovi inquieto. El peregrino, mientras cantaba, sac un panecillo y un trozo de queso; interrump i su canto y se levant para murmurar suavemente en la lengua de la regin, con una e specie de deje nasal: Bendito seas, Adoni Elohim, Rey de Todos, que hiciste que el sustento saliese de la tierra. Terminada la oracin, se sent de nuevo y empez a comer. Realmente el caminante vena de lejos, pens el hermano Francis, el cual no saba de ningn reino vecino gobernado por un monarca con un nombre tan poco familiar y co n tales extraas pretensiones. Aventur que el viejo haca una peregrinacin de penitenc ia quizs a la capilla de la abada, aunque no fuese de modo oficial una capilla ni el santo fuese an oficialmente un santo . Al novicio no se le ocurra otra explicacin de la presencia de un viejo caminante en este camino que no iba a ningn sitio. El peregrino se tomaba su tiempo en comer el pan y el queso; y a medida que la ansiedad del novicio se desvaneca, su incomodidad aumentaba. La regla del silenc

io para los das de la vigilia de cuaresma no le permita conversar voluntariamente con el viejo; pero debido a que se le haba prohibido abandonar los alrededores de la ermita antes del final de la cuaresma, estaba seguro de que si sala de su esc ondite antes de que el hombre se marchase ste lo vera u oira. Aunque ligeramente vacilante, el hermano Francis se aclar ruidosamente la garga nta y se levant. El pan y el queso del peregrino volaron por el aire. El viejo agarr su bculo y s e levant de un salto. Trata de acercarte y vers! Agit amenazadoramente su bculo hacia la figura encapuchada que se haba alzado det rs del montn de piedras. El hermano Francis observ que el grueso final del bastn est aba armado con una punta de hierro. El novicio se inclin cortsmente tres veces, pe ro el peregrino ignor aquella cortesa. Qudate donde ests! chill . No te acerques, mutante. No tengo nada de lo que busca . a menos que sea el queso, y ste puedes quedrtelo. Si lo que quieres es carne, so y slo cartlagos, pero luchar para conservarlos. Atrs! Atrs! Espera... El novicio hizo una pausa. Cuando las circunstancias exigan la palabra , la caridad y hasta la natural cortesa, podan tener prioridad sobre la regla cuar esmal del silencio; pero hacerlo por su propio impulso lo pona siempre ligerament e nervioso . No soy ningn mutante, buen hombre prosigui con trminos educados. Ech ha ia atrs la capucha para mostrar su corte de pelo monstico y le ense las cuentas de s u rosario . Comprende su significado? Durante unos segundos el viejo permaneci al acecho, en actitud beligerante, mie ntras estudiaba la adolescente cara del novicio cubierta de granos. Su error haba sido natural. Las criaturas monstruosas que merodeaban por los lmites del desier to llevaban a menudo capuchas, mscaras o hbitos holgados para ocultar sus deformid ades. Haba algunos cuyas imperfecciones no se limitaban a las del cuerpo, y eran quienes a veces buscaban en los viajeros una fuente segura de carne de venado. Despus de su breve escrutinio, el peregrino se enderez. Ah... uno de ellos. Se apoy en su bculo y lo mir ceudo . Es la abada de Leibowi ue se ve all? pregunt sealando en direccin al sur, hacia el distante grupo de edific ios. El hermano Francis se inclin educadamente hacia el suelo y asinti. Qu haces aqu en las ruinas? El novicio cogi un pedazo de piedra caliza. Que el viajero supiese leer era est adsticamente improbable, pero decidi probar suerte. Ya que los dialectos vulgares empleados por el populacho no tenan ni alfabeto ni ortografa, escribi en latn: Penite ncia, Soledad y Silencio sobre una gran piedra plana y las repiti debajo en ingls a ntiguo. Esperaba, a pesar de su no declarado deseo de tener alguien con quien ha blar, que el viejo comprendera y le dejara en su solitaria vigilia de cuaresma. El peregrino sonri burlonamente ante la inscripcin. Su risa pareci una mueca fata lista ms que otra cosa. Vaya, escribiendo an cosas periclitadas! dijo, aunque sin condescender a admitir que haba comprendido la inscripcin. Dej su bculo a un lado, se sent de nuevo en la roca, recogi su pan y su queso de l a arena y empez a limpiarlos. Francis se humedeci los labios ansiosamente, pero apart la mirada. Desde el Mirco les de Ceniza slo haba comido frutos de cactos y un puado de maz tostado. Las reglas del ayuno y la abstinencia eran muy rgidas en las vigilias vocacionales. Viendo su turbacin, el peregrino parti en dos su pan y su queso y le ofreci una p arte al hermano Francis. A pesar de la deshidratacin producida por el insuficiente abastecimiento de agu a, la boca del novicio se llen de saliva. Sus ojos se negaron a apartarse de la m ano que le tenda la comida. El universo se contrajo y en su exacto centro geomtric o flot el arenoso bocado de pan oscuro y queso claro. Un demonio dirigi los msculos de su pierna izquierda, los cuales hicieron que su pie avanzase. Despus, el demo nio se posesion de su pierna derecha para que colocase el otro pie ms adelante que el izquierdo, arreglndoselas, adems, para que sus pectorales derechos y bceps bala nceasen su brazo hasta que su mano toc la mano del peregrino. Sus dedos sintieron la comida y hasta parecieron saborearla. Un estremecimiento involuntario recorr

i su cuerpo medio muerto de hambre. Cerr los ojos y vio al padre abad mirndole y bl andiendo un ltigo. Cada vez que el novicio trataba de imaginar la santsima Trinida d, el rostro de Dios Padre se confunda con la cara del abad, cuyo estado normal, le pareca a Francis, era el del enojo. Detrs del abad arda furiosamente una fogata, y en medio de las llamas, los ojos del bendito mrtir Leibowitz miraban, en la ag ona de la muerte, cmo su ayunante protegido era descubierto en el acto de aceptar queso. El novicio se estremeci de nuevo. Apage Satanas! susurr, echndose hacia atrs y dejando caer la comida. Sin previo av so, roci al viejo con agua bendita de un pequeo frasco que sac de su escondite en l a manga. Por un momento, el peregrino se haba confundido con el demonio, en la me nte ligeramente afiebrada del novicio. El ataque por sorpresa a las Fuerzas de la Oscuridad y la Tentacin no produjo r esultados sobrenaturales inmediatos; pero el resultado natural pareci surgir ex o pere operato. El peregrino Belceb no desapareci en una explosin de humo sulfuroso, pero emiti sonidos gorgoteantes, se volvi de un color rojo subido y se abalanz haci a Francis con un grito aterrador. El novicio se alej velozmente enredndose con su hbito mientras trataba de escapar de los golpes del bculo con punta de hierro que blanda el peregrino, y si logr escaparse fue porque el viejo haba olvidado sus sand alias. La carga renqueante del anciano se convirti en una serie de piruetas. De p ronto sinti las piedras abrasadoras bajo sus plantas desnudas. Se detuvo preocupa do. Cuando el hermano Francis mir por encima de su hombro, obtuvo la clara impres in de que la retirada del peregrino a su refugio de frescor iba acompaada de la pr oeza de avanzar saltando sobre la punta de un gran dedo gordo. Avergonzado del olor a queso que impregnaba sus dedos y arrepintindose de su ex orcismo irracional, el novicio se retir cabizbajo para seguir con sus autoimpuest as ocupaciones entre las viejas ruinas, mientras el peregrino se refrescaba los pies y satisfaca su clera lanzando alguna piedra ocasional contra el joven cada ve z que ste apareca a su vista, entre los montones de pedruscos. Cuando su brazo se hubo cansado, lanz ms amenazas que piedras, y tan pronto Francis dej de escabullirs e, se limit a gruir sobre su pan y queso. El novicio iba de un lado para el otro por entre las ruinas, tambalendose ocasi onalmente hacia algn punto focal de su trabajo, con una piedra del tamao de su pro pio pecho cerrada en un penoso abrazo. El peregrino le observaba seleccionar una piedra, estimar sus dimensiones en palmos, rechazarla y seleccionar cuidadosame nte otra, liberarla con dificultad de entre el montn de rocas; levantarla y llevrs ela a trompicones. Despus de unos pasos, Francis dej caer la piedra y, sentndose de pronto, apoy la c abeza sobre las rodillas en un aparente esfuerzo para evitar desmayarse. Respir p rofundamente durante un rato y se levant de nuevo dispuesto a llevarse la piedra hacindola rodar, lado sobre lado, hacia su destino. Continu con esta actividad mie ntras el peregrino, ya sin el aspecto feroz, empezaba a bostezar. El sol lanz sus llameantes maldiciones del medioda sobre la tierra calcinada, so ltando su anatema contra todas las cosas hmedas. A pesar del calor, Francis sigui trabajando. Cuando el viajero hubo terminado con su arenoso pan y queso rocindolos con algu nos sorbos de su odre, se calz las sandalias, se levant con un gruido y avanz cojean do entre las ruinas hacia donde trabajaba el novicio. Al ver acercarse al viejo, el hermano Francis ech a correr hasta alejarse a una distancia prudencial. Burlo namente, el peregrino agit, en su direccin, su garrote con punta de hierro; pero a l parecer estaba ms interesado en la obra de albailera del muchacho que ansioso de venganza. Se detuvo para examinar la madriguera del novicio. All, cerca del borde este de las ruinas, el hermano Francis haba cavado una trin chera poco profunda, empleando un bastn como azadn y las manos como pala. El prime r da de cuaresma la haba cubierto con abrojos y la ocupaba durante la noche como r efugio contra los lobos del desierto. Pero a medida que los das de su ayuno aumen taban en nmero, su presencia acrecentaba su rastro en la vecindad, de tal modo qu e los lobunos merodeadores nocturnos parecan sentirse excesivamente atrados por el rea de las ruinas e incluso se acercaban a su techo de abrojos cuando el fuego s e haba consumido.

Francis, al principio, trat de desanimar sus husmeos nocturnos aumentando el gr osor de la capa de abrojos y rodeando su trinchera de un anillo de piedras apret adamente colocadas en un surco. Pero la noche anterior, algo, aullando, haba salt ado sobre su montn de abrojos mientras l temblaba debajo. Debido a ello, determin f ortificar la madriguera, y, con el primer anillo de piedras como base, haba empez ado a inclinarse una pared. Al crecer, el muro empez a inclinarse hacia el interi or, pero ya que el cerco formaba casi un valo, las piedras de cada nueva capa que daban presionadas por sus vecinas, que evitaban as su cada. El hermano Francis esp eraba ahora que, con una cierta habilidad y una seleccin cuidadosa de piedras fal cadas y apisonadas con barro, sera capaz de construir una cpula. Y un simple arco de abrojos, que en cierto modo desafiaba la gravedad, se sostena sobre la madrigu era como un distintivo de su ambicin. El hermano Francis se revolvi como un cachor ro cuando el peregrino golpe, con curiosidad, aquel arco con su bculo. Preocupado por su morada, el novicio se acerc durante la inspeccin del peregrino . El hombre contest a sus quejidos con un molinete de su garrote y un grito horri pilante. El hermano Francis se enred con el borde de su hbito y se sent. El viejo s e ech a rer socarronamente. Vas a necesitar una piedra de extraa forma para que se adapte a este agujero dij o, y golpe con su bculo los lados del espacio vaco en la capa ms alta de piedras. El muchacho asinti y apart la mirada. Continuaba sentado en la arena, y, por med io del silencio y la mirada baja, esperaba hacerle comprender al viejo que no er a libre de conversar ni aceptar voluntariamente una presencia ajena en su lugar solitario de cuaresma. Empez a escribir en la arena con un palo: Et ne nos induca s in... An no me he ofrecido para cambiar estas piedras en panes, verdad? dijo con enojo el viejo peregrino. El hermano Francis levant vivamente la mirada. As que el viejo saba leer y conoca, adems, las Escrituras! Y an ms; su observacin implicaba que comprenda tanto el empleo impulsivo del agua bendita por parte del novicio, como la razn de su presencia e n el lugar. Convencido ahora de que el peregrino lo enredaba, baj de nuevo la mir ada y esper. Conque hay que dejarte solo? Bien, entonces ser mejor que siga mi camino. Dime, de jarn tus hermanos en la abada que un viejo repose un poco a su amparo? El hermano Francis asinti. Tambin le darn comida y agua aadi suavemente en seal de caridad. El peregrino esboz una sonrisa. Por lo que acabas de decir, antes de irme te buscar una piedra que se adapte a e ste agujero. Queda con Dios. Pero no tiene..., la protesta muri antes de ser pronunciada. El hermano Francis m ir cmo se alejaba lentamente renqueando. El peregrino deambul de un lado para otro entre los tmulos de piedra. Se detena de vez en cuando para inspeccionar una roca o para remover otra con su bculo. El novicio se dijo que con seguridad su bsqueda no dara frutos, pues la suya era la repeticin de una bsqueda que l mismo haba estado haciendo desde media maana. Haba decidido por fin que sera ms fcil quitar y volver a construir una parte de la hilera ms alta, que encontrar una piedra angular que se pareciese a la forma de reloj de arena del agujero. Seguramente, al peregrino s e le acabara pronto la paciencia y seguira su camino. Mientras tanto, el hermano Francis descans y rez por recobrar aquel aislamiento interior que el propsito de su vigilia le exiga buscar: su espritu, como un limpio pergamino, en el que las palabras de una llamada pudiesen ser escritas en su sol edad... si aquella otra inconmensurable soledad que era Dios tenda su mano para t ocar su propia y deleznable soledad humana y sealar all su vocacin. El libro de ora ciones que el prior Cheroki le haba prestado el domingo anterior le serva de gua en sus meditaciones. Tena varios siglos de antigedad y se llamaba Libellus Leibowitz , aunque slo una incierta tradicin atribua su paternidad al propio beato. Parum equidem te diligebam, Domine, juventute mea; quare doleo nimis... Muy poc o, Seor, te am en mi juventud; por eso me aflijo excesivamente en mi vejez. En van o me alej de Ti en aquellos das... Eh! Aqu! le lleg un grito desde detrs de los montones de ruina. El hermano Francis levant brevemente la mirada, pero no distingui al peregrino.

Su atencin volvi a centrarse en la pgina. Repugnans tibi, ausus sum quarere quidquid doctius mihi fide, certius spe, aut dulcius caritate visum esset. Quis itaque stultior me... Eh! Muchacho! le lleg de nuevo el grito . Te he encontrado una piedra, una que pro ablemente encajar. Esta vez, cuando el hermano Francis levant la mirada, pudo ver el bculo del pere grino agitndose desde detrs de la cima de un montn de piedras. Suspirando volvi a su lectura. O inscrutabilis Scrutator animarum, cui patet omne cor, si me vocaveras, olim a tefugeram. Si autem nunc velis vocare me indignum... E, irritadamente, desde detrs del cmulo de piedras, dijo el peregrino: Est bien, haz lo que te parezca. Marcar la roca y clavar un palo a su lado. Puedes usarla o no, como prefieras. Gracias musit el novicio, pero dud que el viejo peregrino le hubiese odo. Sigui af nndose con el texto: Libera me, ab vitiis meis, ut solius tuae voluntatis mihi capidus sim, et vocat ionis... Ya est! grit el peregrino . Marcada y sealada. Y que encuentres pronto la voz, mu cho... Olla allay! Tan pronto como el ltimo grito se desvaneci y muri, el hermano Francis pudo ver a l peregrino enfilar trabajosamente la senda que conduca a la abada. Susurr una rpida bendicin en su beneficio y una oracin por la seguridad del caminante. Recobrado su aislamiento, el hermano Francis llev el libro a la madriguera y re emprendi su azarosa obra de piedra sin tan siquiera tomarse el trabajo de investi gar el descubrimiento del peregrino. Mientras su cuerpo hambriento forcejeaba y se tambaleaba bajo el peso de las rocas, su mente repeta automticamente la oracin p ara la certidumbre de su vocacin: Libera me, Domine, ab vitiis meis... Librame, Seor, de mis vicios, para que en mi corazn slo tenga cabida tu voluntad y tenga conciencia de tu llamada si sta llega. .. ut solius tuae voluntatis mihi cupidus sim, et vocationis tuae conscius si di gneris me vocare. Amen. Librame, Seor, de mis vicios, para que en mi corazn... Un rebao celeste de cmulos, en su camino para conceder hmedas bendiciones sobre l as montaas, despus de haber decepcionado cruelmente al requemado desierto, empez a ocultar el sol y a arrastrar oscuras manchas sombras a travs de la tierra ardiente , ofreciendo intermitentes aunque agradables refugios contra la cruel luz del so l. Cuando una sombra veloz se deslizaba sobre las ruinas, el novicio trabajaba rp idamente hasta que la sombra desapareca; entonces descansaba hasta que la siguien te bola de lana ocultaba de nuevo el sol. Fue accidentalmente como el hermano Francis descubri, por fin, la piedra del pe regrino. Al vagar de un lado para otro, tropez con el palo que el viejo haba clava do en el suelo como seal, y se encontr de manos y rodillas en tierra, observando u nos signos escritos haca poco sobre una antigua piedra: Haban sido tan cuidadosamente dibujados, que el hermano Francis supuso de inmed iato que se trataba de smbolos, pero despus de varios minutos de meditacin sobre el los, se levant todava aturdido. Marcas de brujera, tal vez? Pero no; el viejo haba di cho Queda con Dios, y un brujo no dira tal cosa. El novicio liber la piedra del montn de ruinas y la hizo rodar. Al hacerlo, el tmulo retumb ligeramente en su interior y una pequea piedra rebot pendiente abajo. Francis esquiv de un salto un posible a lud, pero la perturbacin haba sido momentnea. Sin embargo, en el lugar donde la pie dra del peregrino haba estado clavada apareca ahora un pequeo agujero negro. Los agujeros, por lo general, estaban habitados. Pero aqul pareca haber estado tan apretadamente sellado por la piedra del peregr ino, que ni tan siquiera una mosca poda haber penetrado en l antes de que Francis la retirase. De todas maneras, busc un palo y lo agit cautelosamente en el agujero sin encontrar resistencia. Cuando lo solt, el palo resbal por la abertura y desap areci como engullido por una cavidad subterrnea mayor. Esper nervioso, pero nada sa li. De nuevo se arrodill y olisque con precaucin el agujero. Al no descubrir ningn olo

r animal ni un asomo de azufre, dej caer un pedazo de grava en su interior y se i nclin a escuchan La grava rebot, primero, a unos centmetros de la abertura y despus sigui hacindolo hacia abajo golpeando algo metlico al pasar, para detenerse finalme nte a bastante profundidad. El eco le sugiri una cavidad subterrnea del tamao de un a habitacin. El hermano Francis se levant vacilante y mir a su alrededor. No haba nadie, como de costumbre, fuera de su compaero, el buitre, el cual, mecindose en lo alto, lo o bservaba con tal inters que otros buitres haban abandonado de momento sus territor ios, cerca de la lnea del horizonte, para acercarse a investigar. El novicio dio una vuelta alrededor del montn de piedras, pero no encontr seales de un segundo agujero. Trep a un tmulo vecino y estudi el camino. El peregrino haba desaparecido haca rato. Nada se mova por la antigua carretera; pero a poco ms de un kilmetro hacia el este, tuvo la fugaz visin del hermano Alfred cruzando por una l oma baja en busca de lea, cerca de su propia ermita cuaresmal. El hermano Alfred era sordo como una tapia. No haba nadie ms a la vista. A Francis no se le ocurri ni nguna razn para gritar en busca de ayuda, pero estimar por adelantado el resultad o probable del grito, si se presentaba tal eventualidad, le pareca un acto de pru dencia. Despus de un cuidadoso escrutinio del terreno, baj del tmulo. El aliento ne cesario para gritar sera mejor emplearlo en correr. Pens en volver a colocar la piedra del peregrino para tapar el agujero, pero la s rocas vecinas se haban movido ligeramente y aqulla ya no se adaptaba a su lugar de origen en el rompecabezas. Adems, el hueco en la hilera ms alta de su pared pro tectora permaneca sin llenar y el peregrino tena razn; la forma y el tamao de la pie dra sugeran una probable adaptacin. Despus de slo breves recelos, la levant y, tambal endose, march a su madriguera. La piedra se desliz perfectamente en su lugar. Prob la nueva falca con un golpe y la hilera se sostuvo, aunque la sacudida produjo un resquebrajamiento menor un poco ms lejos. Los signos del peregrino, aunque medio borrados por el manoseo de la piedra, estaban an lo suficientemente claros para ser copiados. El hermano Fr ancis los reprodujo cuidadosamente en otra piedra empleando un palo quemado como lpiz. Cuando el prior Cheroki efectuase su recorrido sabatino por las ermitas, t al vez podra decirle si los signos tenan algn significado, fuese de gracia o de mal dicin. Temer a las cbalas paganas estaba prohibido, pero el novicio senta curiosida d por saber cuando menos qu signo colgara sobre su rstico dormitorio, en vista del peso de la obra de albailera en la que ste estaba escrito. Sus labores continuaron durante el calor de la tarde, pero no pudo dejar de pe nsar en el agujero... el interesante y a la vez temible agujero, y el modo en qu e la pequea piedra haba resonado causando dbiles ecos en algn punto bajo tierra. Saba que las ruinas que lo rodeaban eran muy antiguas y tambin saba, por la tradicin, q ue haban sido gradualmente erosionadas hasta formar aquellos anmalos montones de p iedra, por generaciones de monjes y ocasionales extraos; hombres que buscaban una carga de piedra o pedazos oxidados de hierro, que se encontraban rompiendo los grandes pedazos de columnas y losas para extraer las antiguas tiras de aquel met al misteriosamente plantado en las rocas por hombres de una poca casi olvidada po r el mundo. Esta erosin humana haba poco menos que destruido el parecido a edifici os que la tradicin otorgaba a las ruinas en un perodo anterior, si bien el actual constructor de obras de la abada se enorgulleca de su habilidad en presentir y seal ar los restos de un plano de pavimento aqu y all. Y haba todava metal escondido, que alguien encontrara si se entretena en romper la piedra lo suficiente como para ha llarlo. La propia abada haba sido construida con ese material. Que varios siglos de trabajadores de la piedra hubiesen dejado an algo de inters por descubrir en las ruinas era considerado por Francis como una fantasa poco pr obable. Y lo que era ms importante: nunca haba odo que nadie mencionase edificios c on basamento o stanos. El maestro de obras, record finalmente, haba sido bastante c ontundente al decir que las edificaciones de aquel lugar haban tenido el aspecto de construcciones apresuradas, carecan de cimientos profundos y reposaban sobre l osas de superficie plana. Con su refugio casi terminado, el hermano Francis se aventur a volver al agujer o y se qued mirndolo incapaz de sustraerse a la conviccin del morador del desierto, que si hay un lugar donde ocultarse del sol, algo se oculta ya en l. Aunque el a

gujero estuviese ahora deshabitado, algo se deslizara en l antes del amanecer del da siguiente. Por otra parte, si algo ya viva en el hoyo, Francis consider ms seguro conocerlo durante el da que de noche. Por los alrededores no pareca haber ms huell as que las suyas, las del peregrino y las de los lobos. Decidindose rpidamente, empez a limpiar de piedras y arena el agujero. Pasada med ia hora, ste no era mayor, pero su conviccin de que daba a una cavidad subterrnea s e haba convertido en certidumbre. Dos pequeos guijarros, medio enterrados y pegado s a la abertura, estaban evidentemente unidos por la fuerza de un exceso de masa agolpndose en la boca de un pozo; parecan estar atascados en un cuello de botella . Cuando movi uno de ellos hacia la derecha, su vecino rod hacia la izquierda hast a que ya no fue posible el movimiento. El efecto inverso se produjo cuando lo ar rastr en direccin opuesta; sin embargo, sigui removiendo el amasijo de piedras. De pronto, su palanca se le escap de las manos y le dio un golpe de refiln a un lado de la cabeza para desaparecer en un sbito hundimiento. El golpe seco le hizo tambalear. Una piedra sali disparada del desprendimiento, le acert en la mitad de la espalda y le hizo caer sin aliento, resbal sin saber si se deslizaba en el ag ujero hasta el instante en que su estmago dio contra el suelo y lo acarici. El rui do del alud fue ensordecedor, pero breve. Cegado por el polvo, Francis se qued tendido jadeando en busca de aire y pregun tndose si se atrevera a moverse, de tan agudo que era el dolor en su espalda. Habi endo recobrado ligeramente el aliento, se las ingeni para meter una mano dentro d e su hbito y tantear el lugar entre sus hombros, donde presuma tener algunos hueso s rotos. El lugar pareca spero y le escoca. Sac sus dedos hmedos y rojos. Se movi, pe o gru y de nuevo se qued quieto. Se produjo un suave aleteo. El hermano Francis levant la cabeza a tiempo para v er al buitre preparndose para posarse sobre un montn de piedras a unos metros de d istancia. De inmediato, el pjaro, volando, se alej de nuevo, pero Francis tuvo la sensacin de que lo haba mirado con una especie de inters maternal, como una gallina preocupada. Gir rpidamente sobre s mismo. Una negra hueste voltil de ellos se haba r eunido y volaba en crculos a una altura desacostumbrada, baja, apenas evitando lo s tmulos. Cuando l se movi se alejaron hacia lo alto. Ignorando de pronto la posibi lidad de vrtebras astilladas o de una costilla rota, el novicio se levant tembloro so. Desengaada, la horda negra tom de nuevo altura en sus invisibles ascensores de aire caliente y se dispers hacia sus remotas vigilancias areas. Oscuras alternati vas para el Parclito, cuya Regada esperaba, los pjaros parecan a veces ansiosos por descender en lugar del Espritu Santo; su momentneo inters le haba hecho perder la c alma, y rpidamente, despus de algunos gestos de prueba, comprob que la piedra slo le haba producido magulladuras y rasguos. La columna de polvo que se haba levantado en el lugar del hundimiento se desliz aba llevada por la brisa. Supuso que alguien le vera desde las atalayas de la aba da y vendra a investigar. A sus pies, una abertura cuadrada bostezaba en la tierra : un lado del tmulo haba cado en el hueco. Un tramo de escalera bajaba, pero slo los escalones superiores permanecan al descubierto, despus del alud que se haba deteni do durante seis siglos a medio caer, esperando la presencia del hermano Francis para completar su rugiente descenso. En una pared de la escalera, aunque medio enterrado, apareca un letrero legible . Tratando de recordar su modesto dominio del ingls prediluviano, deletre defectuo samente las palabras: REFUGIO SUPERVIVENCIA FALLOUT. Mximo Ocupantes: 15 Limitacin de provisiones para un solo ocupante: 180 das. Dividir por el nmero act ual de ocupantes. Inmediatamente despus de entrar en el refugio comprobar que la primera compuerta quede perfectamente cerrada y sellada, y que las defensas cont ra intrusos estn electrificadas para repeler la posible entrada de personas conta minadas. Las luces exteriores de aviso deben quedar encendidas... El resto quedaba oculto, pero una palabra fue suficiente para Francis. Jams haba visto un Fallout, y esperaba no llegar a verlo nunca. No haba perdurado ninguna descripcin consistente del monstruo, pero Francis conoca la leyenda. Hizo la seal d

e la cruz y se alej del agujero. Contaba la tradicin que el propio beato Leibowitz haba encontrado un Fallout, que se haba posesionado de l durante meses antes de qu e el exorcismo que acompa a su bautismo expulsase al demonio. El hermano Francis se imaginaba al Fallout como mitad salamandra, dado que, se gn la historia, haba nacido en el Diluvio de Fuego, y mitad ncubo, que desfloraba vr genes mientras dorman. No haba monstruos en el mundo llamados todava hijos del Fallou t? Que el demonio era capaz de infligir todos los infortunios que descendieron so bre Job era un hecho seguro, si no un artculo de fe. El novicio estudi con angustia aquel signo. Su significado era lo suficientemen te claro. Haba, inconscientemente, penetrado en la morada (rog por que estuviese de socupada) de no slo uno, sino quince de los terribles seres! Rebusc su frasco de a gua bendita. 2 A spiritu fornicationis, Domine, libera nos. De los rayos y la tempestad, lbranos, Seor. Del azote del terremoto, lbranos, Seor. De la peste, el hambre y la guerra, lbranos, Seor. De la tierra asolada, lbranos, Seor. De la lluvia de cobalto, lbranos, Seor. De la lluvia de estroncio, lbranos, Seor. De la cada del cesio, lbranos, Seor. De la maldicin del Fallout, lbranos, Seor. De procrear monstruos, lbranos, Seor De la maldicin de los deformes, lbranos, Seor. A morte perpetua, Domine, libera nos. Peccatores, te rogamus, audi nos. Que nos otorgues tu clemencia, te imploramos, escchanos, Que nos perdones, te imploramos, escchanos. Que no impongas la penitencia, te rogamus, audi nos. Fragmentos de tales versculos de la letana de los santos susurraba el hermano Fr ancis en cada jadeo, mientras se inclinaba precavidamente sobre el pozo de la es calera del antiguo Refugio Fallout, armado como estaba slo con agua bendita y una antorcha improvisada encendida con las ascuas cubiertas del fuego de la noche a nterior. Haba esperado ms de una hora por si alguien de la abada acuda a investigar el penacho de polvo. Nadie lo haba hecho. Abandonar su vigilia vocacional, aunque fuese brevemente, a menos que se trata se de seria enfermedad o se le ordenase regresar a la abada, se considerara como u na renuncia ipso facto a su aceptacin de una verdadera vocacin por la vida de monj e, segn la Orden Albertiana de Leibowitz. El hermano Francis habra preferido la mu erte. Se enfrentaba, por lo tanto, a la alternativa de investigar el temible agu jero antes de la puesta del sol o pasar la noche en su madriguera sin saber qu po da ocultarse en el refugio y si poda despertar de nuevo para arrastrarse por la os curidad. Como riesgo nocturno, los lobos hacan ya suficiente ruido, y ellos eran simples criaturas de carne y hueso. A las de sustancia menos slida, prefera encont rarlas a la luz del da. Sin embargo, para su completa tranquilidad, caa poca luz e n la cavidad a sus pies, pues el sol se estaba poniendo en el oeste. Los escombros cados en el refugio formaban un montculo, cuya cima alcanzaba casi el principio de la escalera, quedando slo un estrecho paso entre las piedras y e l techo. Entr con los pies por delante y se vio forzado a continuar as debido a la inclinacin del declive. As, enfrentndose a lo desconocido, de espaldas, buscaba a tientas dnde poner los pies entre las piedras sueltas, y poco a poco empez a desce nder. De vez en cuando, al perder intensidad su antorcha, se detena e inclinaba l a llama para que el fuego prendiese ms en la madera. Durante aquellas pausas, tra taba de apreciar el peligro que le acechaba y permaneca a sus pies. Haba poco que ver. Estaba en una habitacin subterrnea de la que por lo menos un tercio de un vol umen estaba lleno con los escombros que haban cado por el hueco de la escalera. La

cascada de piedras haba cubierto el suelo, destrozando varios muebles que haban q uedado a la vista y quizs enterrando otros. Vio armarios metlicos, aplastados por las rocas que se asomaban entre las ruinas. En el rincn ms alejado de la habitacin haba una puerta metlica, que se abra hacia fuera y haba quedado obstruida por el alu d. En la puerta, y todava descifrables, a pesar de la pintura desconchada, estaba n inscritas las palabras: COMPUERTA INTERIOR CERCO SELLADO

Era evidente que la habitacin a la cual descenda era slo una antecmara. Pero hubie se lo que hubiera detrs de aquella compuerta interior, estaba sellado con varias to neladas de piedra contra la puerta. Su cerco estaba ciertamente sellado, a menos q ue tuviese otra salida. Al llegar al pie del declive y despus de asegurarse de que la antecmara no conte na ninguna amenaza evidente, el novicio fue cautelosamente a investigar de ms cerc a, y con su antorcha, la puerta metlica. Impreso bajo las palabras de compuerta in terior, haba un pequeo letrero mohoso: AVISO: Esta compuerta no debe ser sellada antes de que todo el personal haya s ido admitido o antes de que todos los pasos para los procedimientos de seguridad prescritos por el Manual Tcnico CDBu 83 A hayan sido cumplidos. Cuando la compuert a est sellada, el aire en el interior del refugio ser acondicionado a 2.0 p.s.i. s obre el nivel baromtrico ambiental para minimizar la difusin interior. Una vez sel lada, la compuerta se abrir automticamente por el sistema servomonitor cuando, per o no antes, prevalezca cualquiera de las condiciones siguientes: i) cuando las r adiaciones exteriores bajen a menor nivel del de peligro; 2) cuando falle el sis tema de depuracin del aire o del agua; 3) cuando se termine la provisin de comida; 4) cuando falle la fuente interna de energa. Para posteriores instrucciones, vase el CD Bu 83A. El hermano Francis se sinti ligeramente confuso ante el aviso pero intent estudi arlo sin tocar la puerta. Los milagrosos artefactos de los antiguos no deban de s er manejados con descuido, como lo atestiguaba el ltimo suspiro de muchos de los husmeadores del pasado. El hermano Francis comprob que los escombros que permanecieron en la antecmara d urante siglos eran ms speros y oscuros que los que haban estado expuestos al sol de l desierto y al viento arenoso antes del hundimiento que acababa de ocurrir. Con una simple mirada a las piedras, poda decirse que la compuerta interior estaba b loqueada no por el actual deslizamiento, sino por otro ms antiguo que la propia a bada. Si el cerco sellado del Refugio Fallout contena un Fallout, el demonio no ha ba abierto la compuerta interior desde los tiempos del Diluvio de Fuego, antes de la Simplificacin. Y si permaneca sellado detrs de la puerta de hierro durante tant os siglos, exista poco fundamento, se dijo Francis, para temer que se lanzase vio lentamente a travs de la compuerta antes del sbado santo. La luz de su antorcha era tenue. Encontr una pata de silla astillada, la encend i con la llama que se desvaneca y despus empez a reunir pedazos de muebles destrozad os para encender un buen fuego. Mientras lo haca, reflexionaba sobre el significa do de aquel signo antiguo. Refugio Supervivencia Fallout. Como el mismo hermano Francis admita de entrada, sus conocimientos del ingls pre diluviano distaban de ser completos. El modo que tenan los nombres de modificar a veces otros nombres en aquella lengua haba sido siempre uno de sus puntos dbiles. En latn, como en la mayora de los dialectos sencillos de la regin, una construccin como servus puer quera decir ms o menos lo mismo que puer servus y hasta en ingls j oven esclavo quera decir esclavo joven, pero aqu terminaba la similitud. Por fin haba aprendido que gato de casa no era lo mismo que casa de gato, y que el dativo de propsito o de posesin, como el mihi amicus, estaba en cierto modo expresado por co mida perruna o cal. a musical hasta sin declinacin. Pero qu ocurra con una triple ap osicin como Refugio Supervivencia Fallout? El hermano Francis mene la cabeza. El avi so sobre la puerta mencionaba comida, agua y aire, y, sin embargo, no podan ser n ecesidades para los demonios del infierno. A veces el novicio encontraba el pred iluvio todava ms sorprendente que la Angeologa Intermedia o el Clculo Teolgico de san

Leslie. Encendi la fogata cerca del montn de escombros, desde donde poda iluminar, inclus o, los rincones ms oscuros de la antecmara. Entonces intent explorar lo que quedaba al descubierto. Las ruinas, a ras de tierra, haban sido reducidas a una confusin arqueolgica por generaciones de rapiadores, pero la nica mano que se haba posado sob re aquellos restos subterrneos era la del desastre impersonal. El lugar pareca hab itado por presencias de otra era. Un crneo que descansaba entre las rocas conserv aba todava un diente de oro en su mueca, como clara prueba de que el refugio nunc a haba recibido la visita de los vagabundos. Cuando la llama bailaba alta, el inc isivo relumbraba. Ms de una vez el hermano Francis haba encontrado en el desierto, cerca de algn ar royo reseco, un pequeo montn de huesos humanos, rodos y calcinndose al sol. No era e specialmente melindroso y no se sorprenda de tales cosas. Debido a ello no se inm ut cuando descubri el crneo en el rincn de la antecmara, aunque el brillo del oro en su mueca atraa su mirada mientras estudiaba las puertas, cerradas o atascadas, de los enmohecidos armarios y tiraba de los cajones, tambin atascados, de un destro zado escritorio metlico. El escritorio poda resultar un descubrimiento inapreciabl e si contena documentos o algn pequeo libro que hubiese sobrevivido a las furiosas fogatas de la Era de la Simplificacin. Mientras intentaba abrir los cajones, el f uego disminuy en intensidad y le pareci que el crneo empezaba a relucir por s mismo. Tal fenmeno no le era desconocido, pero en la tenebrosa cripta, el hermano Franc is lo consider realmente sobrecogedor. Reuni ms madera para el fuego, volvi a remove r y tirar de los cajones del escritorio y trat de ignorar la parpadeante mueca de la calavera. Aunque todava un poco circunspecto en cuanto a los ocultos Fallouts , Francis se haba recobrado lo suficiente de su miedo inicial para darse cuenta d e que el refugio, sobre todo el escritorio y los armarios, podan muy bien estar r ebosantes de ricas reliquias de una poca que el mundo, en su mayor parte, deliber adamente haba decidido olvidar. La providencia haba otorgado sus bendiciones al lugar. Encontrar un rastro del pasado, liberado tanto de las fogatas como de los saqueadores, era en estos das u n golpe de buena suerte. De todas maneras, siempre implicaba un riesgo. Se saba q ue excavadores monsticos, interesados en los tesoros antiguos, salieron de un agu mientra jero de la tierra llevando triunfantes un extrao artefacto cilndrico y que s lo limpiaban o trataban de establecer su utilidad tocaron un botn por otro o di eron vuelta errneamente a un tornillo ponindole con ello fin al problema, sin ningn beneficio para el clero. Tan slo ochenta aos atrs, el venerable Boedellus haba escrito, con evidente deleit e, a su padre abad que la pequea expedicin que diriga haba descubierto los restos de , segn sus palabras, el lugar de una pista de lanzamiento intercontinental, comple tada con varios fascinantes tanques subterrneos de almacenamiento. Nadie en la aba da supo nunca lo que el venerable Boedellus quiso decir con pista de lanzamiento i ntercontinental; pero el padre abad que en aquella poca gobernaba decret severament e que los anticuarios monsticos deban, a partir de aquel momento y bajo pena de ex comunin, evitar tales pistas. La carta del abad fue lo ltimo que se supo del venerab le Boedellus, de su grupo, su pista de lanzamiento y del pequeo pueblo que haba crec ido sobre esa pista. Gracias a algunos pastores que variaron el curso de un riac huelo dirigindolo hacia el crter para almacenar agua para sus rebaos en tiempos de sequa, un interesante lago adornaba ahora el paisaje donde el pueblo estuvo en ot ro tiempo. Un viajero procedente de esa direccin, haca unos diez aos, inform que en el lago haba excelente pesca, pero que los pastores de los alrededores miraban a los peces como las almas de los pueblerinos y arquelogos difuntos y se negaban a pescar all debido a Bodollos, el barbo gigante que se ocultaba en las profundidad es. ...Ni deber iniciarse ninguna otra excavacin que no tenga como motivo principal e l aumento de la Memorabilia, haba aadido el decreto del padre abad, lo cual quera de cir que el hermano Francis deba limitar el registro del refugio a la bsqueda de li bros y papeles, sin meterse con artefactos interesantes. Mientras el hermano Francis intentaba, con afn, abrir los cajones del escritori o, el diente cubierto de oro no dejaba de centellear y relucir en su rincn. Los c ajones se negaron a moverse. Le dio al escritorio un golpe final y se volvi impac

iente hacia el crneo. No podras sonrer hacia otro lado? La mueca permaneci inmutable. El despojo con diente de oro reposaba con la cabe za apoyada entre una roca y una mohosa caja metlica. Abandonando el escritorio, e l novicio se abri paso entre los escombros para inspeccionar desde ms cerca los re stos mortales. Era obvio que la persona haba muerto en ese mismo lugar, abatida p or torrentes de piedras, y medio enterrada por los escombros. Slo el crneo y los h uesos de una pierna quedaron al descubierto. El fmur estaba roto, la nuca destroz ada. El hermano Francis musit una oracin por el difunto. Despus, muy suavemente, levan t el crneo de su lugar de reposo y le dio vuelta de modo que mirase a la pared. Fu e entonces cuando descubri la caja oxidada. Tena la forma de un maletn y estaba evidentemente dedicada a transportar alguna cosa. Poda haber servido para gran nmero de menesteres, pero haba quedado muy maltr echa por las piedras arrojadas. Con sumo cuidado la separ de los escombros y la a cerc al fuego. La cerradura pareca estar rota, pero la tapa se haba atascado con la herrumbre. Al agitarla, la caja reson. No era el lugar idneo para buscar papeles o libros, pero tambin era evidente estaba destinada a ser abierta y cerrada y poda contener algn papel interesante para la Memorabilia. De todas maneras, recordand o el destino del hermano Boedellus y otros, la roci con agua bendita antes de int entar abrirla y manej la antigua reliquia tan reverentemente como le fue posible, mientras golpeaba sus oxidados goznes con una piedra. Por fin los goznes cedieron y la tapa cay. Pequeas piezas metlicas saltaron de la s cubetas y se desperdigaron entre las piedras, algunas de ellas perdindose de mo do irreparable entre las hendiduras. Pero en el fondo de la caja, en el espacio debajo de las cubetas, pudo ver... papeles! Despus de una rpida oracin de gracias, r euni tantas piezas metlicas como le fue posible y, tras colocar la tapa, empez a tr epar por el montn de escombros hacia la escalera y el pequeo pozo de cielo, con la caja fuertemente apretada bajo un brazo. Al salir de la oscuridad del refugio, el sol le deslumbr; pero no prest atencin a l hecho de que se hunda peligrosamente por el oeste, sino que enseguida empez a bu scar una piedra plana en la que poder extender el contenido de la caja y examina rlo sin peligro de perder algo en la arena. Minutos ms tarde, sentado sobre una losa rota, empez a sacar los artilugios de m etal y vidrio que llenaban las cubetas. La mayora eran pequeas cosas tubulares con un bigote de alambre en cada extremo del tubo. Ya las conoca. El diminuto museo de la abada contena algunas de diversas formas, tamaos y colores. Una vez haba visto a un hechicero de los paganos de la colina usarlas como collar de ceremonia. La g ente de la colina las consideraba como parte del cuerpo del dios de la legendaria Machina Analytica, aclamada como el ms sabio de sus dioses . Decan que tragndose una de ellas, un hechicero poda adquirir la infalibilidad. De aquel modo, lo que ciert amente adquiran era autoridad ante su propia gente, a no ser que tragasen una de la especie venenosa. Los artefactos similares que tenan en el museo tambin estaban conectados entre s, no en forma de collar, sino como un complejo y muy desordena do amasijo, en el fondo de una pequea caja metlica, expuesta con el ttulo: Chasis de radio: Uso incierto. En su cara interna, la tapa de la caja tena pegada una nota; la cola se haba sec ado; la tinta, desvanecido, y el papel estaba tan oscurecido por las manchas de herrumbre, que aunque la caligrafa hubiese sido buena, resultaba difcil de leer; p ero aquello estaba apresuradamente garrapateado. Lo estudi, con muchas interrupci ones, mientras vaciaba las cubetas. Pareca ser ingls de alguna especie, pero pas ms de media hora antes de poder descifrar la mayor parte del mensaje: CARL: Dentro de veinte minutos debo abordar el avin para [indescifrable]. Por el amor de Dios, haz que Em se quede ah hasta saber si estamos en guerra. Por favor, trat a de meterla en la lista de suplentes para el refugio! No puedo conseguirle asie nto en el avin. No le digas por qu la envo con esta caja de herramientas; pero trat a de que se quede ah hasta que sepamos [indescifrable] lo peor, uno de los de la lista no se presenta.

P. D. He sellado la cerradura y he puesto ALTO SECRETO en la tapa para evitar que Em la abra. Es la primera caja de herramientas que he encontrado. Gurdala en mi armario o donde quieras. L. E. L.

De momento, la nota le pareci incoherente, pues estaba demasiado excitado para concentrarse en un punto ms que en otro. Despus de esbozar una sonrisa despreciati va por los garabatos, empez la tarea de quitar las cubetas para estudiar los pape les que haba en el fondo de la caja. Estaba montada sobre un sistema articulado o scilatorio, evidentemente diseado para que las cubetas se deslizasen en forma esc alonada, pero los pernos se haban oxidado y Francis tuvo que arrancarlos con una pequea herramienta de acero encontrada en uno de los compartimientos. Cuando el h ermano Francis sac la ltima cubeta, toc los documentos con reverencia. Slo haba un pu do de papeles y, sin embargo, se trataba de un tesoro, por haber escapado a las llamas furiosas de la Simplificacin, en las que hasta las escrituras sagradas se haban retorcido, ennegrecido y convertido en humo, mientras turbas ignorantes aul laban y vitoreaban ebrias de triunfo. Manipulaba los papeles tal como debe hacer se con las cosas sagradas; los defenda del viento con su hbito, pues todos estaban quebradizos y resecos por el tiempo. Haba una hoja de bocetos mal acabados y dia gramas, algunas notas escritas a mano, dos enormes papeles doblados y un pequeo l ibro titulado Memo. Primero examin las notas apresuradamente escritas. Estaban garrapateadas por la misma mano que haba escrito la nota pegada a la tapa y la letra no era menos abo minable. Libra de pastrami. Lata de kraut, traer a casa para Emma, deca una de las notas. Otra recordaba: No olvidar recoger formulario 1040, Impuesto To Sam. Una ter cera era slo una columna de nmeros con un total subrayado del que una segunda cant idad era restada y, finalmente, sacado un porcentaje, seguido de la palabra maldic in!. El hermano Francis comprob las cantidades, y si bien no encontr ningn error en l a aritmtica del torpe calgrafo, no supo deducir lo que las cantidades significaban . Tom el Memo con especial reverencia, pues su ttulo le sugera la Memorabilia. Ante s de abrirlo se persign y musit la bendicin de los textos. Pero el librito lo desil usion. Esperaba hallar algn tema impreso, pero slo encontr una lista de nombres, esc rita a mano, sitios, nmeros y fechas. Estas ltimas fluctuaban entre el final de la quinta dcada y el principio de la sexta del siglo xx. De nuevo quedaba confirmado ! El contenido del refugio proceda del crepsculo de la Edad del Esclarecimiento. U n descubrimiento realmente importante. De los grandes papeles doblados, uno estaba enrollado apretadamente y empez a p artirse cuando trat de extenderlo; pudo sacar en claro las palabras Formulario de circuito, pero nada ms. Lo guard de nuevo en la caja para un posterior trabajo de r estauracin y se dedic al segundo documento doblado: sus dobleces estaban tan quebr adizos, que nicamente se atrevi a inspeccionar una pequea parte del mismo, separand o ligeramente los pliegues y mirando entre ellos. Pareca ser un diagrama, pero... era de lneas blancas en papel oscuro! Sinti de nuevo estremecerse ante el descubrimiento. Era, sin lugar a dudas, una heliografa! Y en la abada no quedaba ni una sola de ellas, sino nicamente algunas c opias hechas a tinta de algunos originales que, con el tiempo, se haban desteido a l verse expuestos a la luz. Era la primera vez que Francs vea un original, pero ha ba visto las suficientes reproducciones hechas a mano para reconocer que se trata ba de una heliografa. Y sta, aunque manchada y descolorida, poda leerse todava despus de varios siglos, debido a la total oscuridad y poca humedad del refugio. Al ob servar la otra cara del documento, sinti un breve arranque de furia. Qu idiota haba profanado aquel documento inestimable? Alguien haba dibujado de modo inconsciente , figuras geomtricas y mscaras infantiles por todo el dorso. Qu vndalo sin seso! Despus de un momento de reflexin, la furia desapareci. En el momento de los hecho s, aquellas copias eran, probablemente, tan comunes como la hierba, y el propiet ario de la caja posiblemente fuera el culpable. La ocult del sol con su propia so mbra mientras trataba de desdoblarla un poco ms. En el extremo superior de la der echa haba un rectngulo impreso con varios ttulos en simples maysculas, de fechas, nme os de patente, nmeros de referencia y nombres. Sus ojos siguieron la lista hasta d

ar con Diseo del circuito: Leibowitz, I. E.. Cerr con fuerza los ojos y mene la cabeza hasta que le pareci que resonaba. Despus mir de nuevo. All estaba claramente: DISEO DEL CIRCUITO: Leibowitz, I. E. Dobl de nuevo el papel. Entre los dibujos infantiles y las figuras geomtricas, c laramente marcada con tinta roja, estaba la forma: El nombre estaba escrito con clara letra femenina, no en el apresurado garrapa teo de las dems notas. Mir de nuevo las iniciales del escrito pegado en la caja: I . E. L., y de nuevo diseo del circuito.... Las mismas siglas aparecan en todos los p apeles. Se haba discutido, aunque en el terreno de las conjeturas, si al beatificado fu ndador de la Orden, de ser por fin canonizado, se le honrara como san Isaac o san Eduardo. Algunos se inclinaban por san Leibowitz como el modo correcto, puesto que el beato, hasta el presente, haba sido mencionado por su apellido. Beate Leibowitz, ora pro me! musit el hermano Francis. Sus manos temblaban con tal violencia, que amenazaban con destruir los frgiles documentos. Haba descubierto reliquias del santo. Claro que Nueva Roma todava no haba proclamado la santidad de Leibowitz, pero el hermano Francis estaba tan convencido de ello, que se atrevi a aadir: Sancte Leibowitz, ora pro me! El hermano Francis no perdi el tiempo en intiles disquisiciones lgicas para salta r a su inmediata conclusin: el propio cielo acababa de otorgarle la prueba de su vocacin. Desde su punto de vista haba encontrado lo que buscaba en el desierto. Es taba llamado a profesar como monje de la orden. Olvidando el severo aviso de su abad en contra de esperar que una vocacin llega se de cualquier forma milagrosa o espectacular, el novicio se arrodill en la aren a para dar las gracias y ofrecer varias decenas de rosarios a la intencin del vie jo peregrino que le haba indicado la roca que conduca al refugio. Que encuentres pr onto la voz, muchacho, le haba dicho el caminante. No fue sino hasta aquel momento que al novicio se le ocurri pensar que quiz quiso decir Voz con mayscula. Ut solius tuae voluntatis mihi cupidus, et vocationis, tuae conscius, si digner is me vocare... El abad estara en su derecho si pensaba que la voz hablaba la lengua de las circu nstancias y no la de la causa y efecto, y lo mismo ocurra con el Promotor Fidei s i pensaba que Leibowitz era quizs un nombre comn y corriente antes del Diluvio de Fu ego, y que I. E. poda tanto significar Ichabod Ebenezer como Isaac Edward. Para Franc is slo exista uno. Tres campanadas de la abada distante resonaron a travs del desierto, una pausa y despus las tres notas fueron seguidas de otras nueve. Angelus Domini nuntiavit Mariae respondi el novicio respetuosamente, levantando la cabeza sorprendido al ver que el sol se haba convertido en una gorda elipse es carlata, que ya tocaba el horizonte occidental. La barrera de roca alrededor de su cubil no estaba terminada. En cuanto termin el ngelus, guard apresuradamente los papeles en la vieja caja ox idada. Una llamada del cielo no comportaba necesariamente el carisma de sojuzgar a las bestias salvajes ni de ser amistoso con los lobos hambrientos. Cuando el ocaso se hubo desvanecido y aparecieron las estrellas, su refugio te mporal qued lo ms fortificado posible, aunque faltaba saber si era a prueba de lob os. Pronto lo averiguara, pues haba ya odo algunos aullidos hacia el oeste. Aviv de nuevo su fogata, pero ms all del crculo iluminado por el fuego no haba luz suficient e para permitir el acopio de su recoleccin diaria de los frutos de cactos prpura, su nica fuente de alimento, menos los domingos, cuando unos puados de maz tostado e ran enviados de la abada despus de que un sacerdote haba hecho sus rondas con el Sa nto Sacramento. La letra de la regla para la vigilia vocacional de cuaresma no e ra tan rgida como su aplicacin prctica. Tal como la aplicaban, la regla se limitaba a simple letra muerta. Aquella noche, sin embargo, la mordedura del hambre era menos penosa para Fran cis que su propia impaciencia ante la necesidad de correr a la abada y anunciar l

a nueva de su descubrimiento. Hacerlo representara renunciar a su vocacin ms pronto de lo que le haba llegado. Tena que permanecer all durante toda la cuaresma: con vocacin o sin ella deba cont inuar su vigilia como si nada extraordinario hubiese ocurrido. Soadoramente, desde cerca de la fogata, mir hacia la oscuridad en direccin al Ref ugio Supervivencia Fallout y trat de imaginarse una alta baslica levantada en aque l punto. La fantasa era agradable, pero era difcil presumir que alguien escogiese aquel remoto espacio del desierto como centro de una futura dicesis. Si la baslica no era posible, entonces una pequea iglesia. La iglesia de San Leibowitz del Des ierto, rodeada de un jardn y un muro, con una capilla del santo atrayendo riadas de peregrinos, ceidos los lomos, procedentes del norte. El padre Francis de Utah co nduciendo a los peregrinos a dar una vuelta por las ruinas, aun a travs de la Com puerta Dos hasta los esplendores del Cerco Sellado, detrs del cual, las catacumbas del Diluvio de Fuego estaban... estaban..., bueno, despus les ofrecera una misa en el altar de piedra, que encerraba la reliquia del santo que daba nombre a la ig lesia... un poco de arpillera?, fibras de la soga del verdugo?, recortes de ua del f ondo de la caja oxidada? Quizs el Formulario del Circuito? Pero la fantasa languideci Las oportunidades para que el hermano Francis se convirtiese en sacerdote eran pocas... ya que al no tratarse de una orden misionera, los hermanos de Leibowitz slo necesitaban unos cuantos sacerdotes para la propia abada y algunas pequeas com unidades de monjes en otras localidades. Adems, el santo era todava oficialmente un beato y no se le santificara a menos que obrase algunos milagros ms importantes y slidos para apoyar su beatificacin, la cual no era una proclamacin infalible, como lo sera la canonizacin, aunque permita a los monjes de la Orden de Leibowitz venera r formalmente a su fundador y patrono fuera de la misa y el oficio. Las proporciones de la fantasmagrica iglesia fueron disminuyendo junto con el t amao de la capilla lateral; la riada de peregrinos se redujo hasta formar un riac huelo. Nueva Roma estaba ocupada en otros asuntos, tales como la peticin para una definicin formal en el asunto de los dones preternaturales de la Santsima Virgen: los dominicos sostenan que la Inmaculada Concepcin implicaba no slo que la gracia moraba en ella, sino tambin que la Bendita Madre haba tenido los poderes preternat urales, que eran los de Eva antes de la cada, y algunos telogos de otras rdenes, in cluso admitiendo que stas eran conjeturas piadosas, negaban que el caso fuese nec esario y aducan que una criatura poda ser originalmente inocente, aunque sin ser dota a de dones preternaturales; los dominicos se inclinaban ante esto, pero afirmaba tal como la asuncin (inmo n que la creencia haba ido siempre implcita en otro dogma rtalidad preternatural) y la preservacin del pecado actual (con implicacin de inte gridad preternatural) y an otros ejemplos . Mientras trataba de zanjar esta disput a, Nueva Roma haba dejado, segn pareca, el caso de la canonizacin de Leibowitz cubrin dose de polvo en un archivo. Contentndose con una pequea capilla en honor del beato y alguna peregrinacin casu al, el novicio se adormeci. Cuando despert, el fuego se haba reducido a brasas relu cientes. Algo pareca estar mal. Estaba solo? Mir parpadeando la oscuridad que lo ro deaba. Desde un poco ms lejos de la cama de ascuas rojizas, el oscuro lobo parpade a su vez. El novicio dio un grito y corri en busca de un refugio. El chillido, se dijo cuando se tendi temblando en su cubil de piedras y abrojos , haba sido slo una ruptura involuntaria de la regla del silencio. Se tendi, aferra do a la caja de metal, rezando para que los das de cuaresma pasasen pronto, mient ras unas patas peludas rastreaban su cercado. 3 Y entonces, padres, casi me apoder del pan y el queso. Pero lo hiciste? No. Entonces no hay pecado de hecho. Pero lo dese tanto, que casi le encontr sabor.

Voluntariamente? Gozaste deliberadamente con tu fantasa? No. Trataste de deshacerte de ella? S. Por lo tanto, tampoco hubo glotonera de pensamiento. Por qu lo confiesas? Porque despus perd la calma y lo roci con agua bendita. Hiciste qu? Por qu? El padre Cheroki, con su estola, mir al penitente que se arrodillaba de perfil ante l, bajo la abrasadora luz del sol en pleno desierto; no dejaba de preguntars e cmo era posible que un joven como aqul no demasiado inteligente por lo que hasta el momento haba podido deducir se las arreglaba para encontrar ocasiones, o casi , de pecado, a pesar de estar completamente aislado en la yerma extensin, lejos d e cualquier distraccin o aparente fuente de tentacin. Los motivos de desasosiego q ue un muchacho poda encontrar en aquel sitio deban ser pocos, armados como iba con slo un rosario, un trozo de pedernal, un cortaplumas y un libro de oraciones. Po r lo menos as le pareca al padre Cheroki. Pero esta confesin le tomaba demasiado ti empo y deseaba que el muchacho terminase con ella. Su artritis le molestaba de n uevo, pero debido a la presencia del Santo Sacramento en el altar porttil que lle vaba consigo en sus rondas, el sacerdote prefera quedarse de pie o arrodillarse j unto al penitente. Haba encendido un cirio ante la pequea urna que contena la eucar ista, pero la llama era invisible a la luz del sol o la brisa la haba apagado. Pero el exorcismo est permitido en estos das sin autorizacin superior. Qu es lo que confiesas? Haberte enfadado? Tambin. Con quin te enfadaste? Con el viejo o contigo mismo por haber aceptado la comida? No... no estoy seguro. Pues decdete se impacient el padre Cheroki . 0 te acusas o no te acusas. Me acuso. De qu? suspir Cheroki. De abusar de un sacramento en un arranque de ira. Abusar? No tenas ningn motivo racional para sospechar de influencia diablica? Tan te enfureciste y le rociaste con ella? Como echndole tinta en los ojos? Captando el sarcasmo del prior, el novicio se removi y dud. La confesin era siemp re difcil para el hermano Francis. Nunca poda encontrar las palabras correctas par a sus malas acciones, y al tratar de recordar sus propios motivos, se confunda si n remedio. Ni el padre le ayudaba al tomar como base el o lo hiciste o no lo h ste, aunque, evidentemente, o bien lo haba hecho o bien no. Creo que por un momento perd los estribos dijo finalmente. Cheroki abri la boca con la evidente intencin de seguir con el tema, pero lo pen s mejor. Ya veo. Qu ms? Pensamientos glotones dijo Francis, despus de un momento. El prior suspir. Cre que ya habamos terminado con ello, o te refieres a otro momento? Ayer. Fue ese lagarto, padre, tena rayas azules y amarillas y unas ancas tan mag nficas, gruesas como el pulgar y regordetas. Me puse a pensar que deban de tener e l mismo sabor que el pollo, bien asadas y crujientes por fuera, y.. Est bien le interrumpi el sacerdote. Slo una sombra de revulsin cruz su vieja car Despus de todo, el muchacho pasaba muchas horas al sol . Te complaciste en esos pen samientos? No trataste de librarte de la tentacin? Francis enrojeci. Trat... de apresarlo, pero se escap. As que no fue slo de pensamiento sino tambin de hecho. Slo esta vez? Pues... s, slo esta vez. Bien, de pensamiento y obra, deseando comer carne durante la vigilia. Por favor , trata de ser lo ms especfico que puedas al respecto. Cre que habas examinado a fon do tu conciencia. Hay ms? Bastante. El prior dio un respingo. Tena an que visitar varias ermitas, sera una cabalgada larga y calurosa y le dolan las rodillas.

Por favor, sigue con ello lo ms aprisa que puedas suspir. Impureza, una vez. Pensamiento, palabra u obra? Pues estaba ese scubo y ella... Scubo? Ah..., nocturno. Dormas? S, pero. Entonces, por qu lo confiesas? Por lo que sucedi despus. Despus de qu? Cuando despertaste? S, segu pensando en ella, volv a imaginar todo, de nuevo. Muy bien, pensamiento concupiscente deliberadamente alimentado. Lo sientes? Bien , qu ms? Aquello era lo usual que oa una vez tras otra, postulante tras postulante, novi cio tras novicio, y le pareca al padre Cheroki que lo menos que el hermano Franci s poda haber hecho era numerar sus acusaciones una, dos, tres, de un modo claro y ordenado, sin todos esos circunloquios y sugerencias, pero al muchacho pareca di ficultrsele todo lo que pensaba decir. El sacerdote esper. Creo que me ha llegado la vocacin, padre, pero... Francis se humedeci los resecos labios y mir un insecto que se haba posado sobre una roca. Lo ha hecho? La voz de Cheroki fue apagada. Me parece que s, pero pequ, padre, si cuando lo encontr consider la letra con despr cio? Cheroki parpade. Letra? Vocacin? De qu se trataba..., estudi unos segundos la expre in seria del novicio y despus frunci el ceo. Habis estado t y el hermano Alfred intercambiando ciertas notas? pregunt, severo. Oh, no, padre! Entonces, de qu letra hablas? De la del bendito Leibowitz. Cheroki se qued pensativo. Haba o no en la abada alguna coleccin de documentos anti guos, algn manuscrito escrito personalmente por el fundador de la orden? Alguna co pia original, quiz? Despus de un momento de reflexin, decidi afirmativamente: quedab an algunos papeles cuidadosamente guardados bajo llave. Te refieres a algo ocurrido en la abada? Antes de venir? No, padre, sucedi ah seal hacia la izquierda . Tres tmulos ms all, cerca del c o. Dices que es algo que tiene que ver con tu vocacin? S, pero... Claro que dijo secamente Cheroki no es posible que intentes decirme que has rec ibido, del bendito Leibowitz, muerto, fjate bien, desde hace por lo menos seiscie ntos aos, una invitacin escrita para que profeses tus solemnes votos y que no te h a gustado su letra. Disclpame, pero sta es la impresin que me has dado. Pero es que se trata de algo as, padre. Cheroki empez a farfullar, y, alarmado, el hermano Francis extrajo un pedazo de papel de la manga y se lo tendi al sacerdote. Estaba reseco por los aos y manchad o. La tinta estaba desvanecida. Una libra de pastrami pronunci el padre Cheroki, pasando velozmente sobre las pal abras poco familiares , una lata de kraut, traer a casa para Emma. Se qued mirando fijamente al hermano Francis durante unos segundos . Quin ha escrito esto? Francis se lo dijo. Cheroki se qued pensativo. No es posible, mientras ests en estas condiciones, que hagas una buena confesin, y no estara bien que yo te absolviese sin que tu mente est centrada. Al ver respin gar a Francis el sacerdote le toc un hombro con un gesto tranquilizador . No te pr eocupes, hijo, hablaremos de ello cuando ests mejor. Entonces escuchar tu confesin. Por el momento... Mir nervioso la urna que contena la eucarista . Quiero que renas us cosas y regreses de inmediato a la abada. Pero, padre, yo... Te lo ordeno dijo apagadamente el sacerdote , vuelve de inmediato a la abada. S... s, padre.

Por ahora no pienso absolverte, pero puedes hacer un buen acto de contricin y of recer dos decenas de tu rosario como penitencia. Quieres mi bendicin? El novicio asinti, intentando reprimir las lgrimas. El sacerdote lo bendijo, hiz o una genuflexin ante el Sacramento y colg de nuevo la vasija de oro en la cadena que penda de su cuello. Despus de guardarse el cirio en un bolsillo, dobl el altar y lo at en su sitio detrs de la silla de montan Le hizo a Francis una seria inclin acin, mont y se alej en su mula para completar la ronda de las ermitas de vigilia. Francis se dej caer sobre la arena caliente y llor. Todo habra sido ms fcil si hubiese podido llevar el sacerdote a la cripta para mo strarle la antigua habitacin, vaciar el contenido de la caja, o si le hubiese mos trado la seal que el peregrino hizo en la piedra; pero el prior llevaba la eucari sta y resultaba imposible inducirlo a bajar a gatas a un stano lleno de escombros o a entretenerse con el contenido de la vieja caja y enzarzarse en disquisicione s arqueolgicas. Saba que no deba pedirlo. La visita de Cheroki era necesariamente s olemne, en tanto la urna que llevaba contuviese aunque fuese una sola hostia. De no ser as y estar vaca, habra sido posible discutirlo. El novicio no poda culpar al padre por haber sacado la conclusin de que haba perdido la cabeza. Estaba en verd ad un poco mareado por el sol y haba balbuceado bastante. Ms de un novicio haba reg resado con el entendimiento huero despus de una vigilia vocacional. Nada poda hacer sino obedecer la orden de regreso. Fue al refugio y lo mir de nuevo para asegurarse de que realmente estaba all. De spus fue a buscar la caja; cuando lo tuvo todo guardado y estaba a punto de march arse, un penacho de polvo apareci en el oeste, anunciando la llegada del proveedo r de abastecimientos con agua y maz de la abada. El hermano Francis decidi esperar su racin de alimento antes de emprender su largo viaje al hogar. Tres borricos y un monje aparecieron encabezando la columna de polvo. El prime r borrico avanzaba penosamente bajo el peso del hermano Fingo. A pesar de su cap ucha, Francis reconoci al ayudante de cocina por sus hombros cargados y por las l argas espinillas peludas que colgaban a cada lado del asno de tal modo que sus s andalias casi tocaban el suelo. Los animales que le seguan iban cargados con pequ eas bolsas de maz y odres de agua. Gorrinos, gorrinos, gorrinos! grit Fingo, haciendo trompa con las manos y lanzand o su llamada a los cerdos, desde las ruinas, como si no hubiese visto a Francis, que le esperaba cerca del sendero . Gorrinos, gorrinos, gorrinos! Ah, aqu ests, Fran cis! Te haba confundido con un montn de huesos. Tendremos que engordarte para los lobos. Aqu est, srvete los desperdicios del domingo. Cmo va el negocio de las ermitas ? Crees que obtendrs algo de ello? Si no te importa, slo un odre y una bolsa de maz. Y cudate de las patas traseras de Malicia, est en celo y se siente algo traviesa. .. ha coceado a Alfred. Crac! En medio de la rtula. Ten cuidado! El hermano Fingo ech hacia atrs su capucha y ri socarronamente, mientras el novic io y Malicia tomaban posiciones. A no dudar, Fingo era el hombre ms feo de la Tie rra, y cuando rea, la enorme distribucin de encas rosadas y grandes dientes de vari ados colores aada muy poco a su encanto. Era un mutante, pero casi no poda considerr sele un monstruo. La suya era una herencia bastante comn en el pas de Minnesota, d el que era oriundo: produca la calva y una distribucin muy desigual de la melanina , por lo que el larguirucho pellejo del monje era una mezcla abigarrada de manch as de hgado de buey y chocolate sobre fondo albino. Sin embargo, su perpetuo buen humor compensaba de tal modo su aspecto que, despus de unos minutos, uno dejaba de notarlo, y despus de un largo contacto, las manchas del hermano Fingo parecan t an normales como las de un pony pintojo. Lo que habra resultado horrible de haber sido l un hombre malhumorado llegaba a ser, al ir acompaado por aquella exuberant e alegra, casi tan decorativo como el maquillaje de un payaso. La asignacin de Fingo en la cocina era de castigo y probablemente temporal. Era tallista de oficio y normalmente trabajaba en el taller de carpintera. Pero un i ncidente de orgullo relacionado con una estatuilla del bendito Leibowitz, que se le haba permitido tallar, promovi que el abad ordenase su transferencia a la coci na hasta que diese alguna seal de mayor humildad. Mientras tanto, la estatua del beato esperaba a medio esculpir en el taller de carpintera. La sonrisa de Fingo empez a desvanecerse cuando not el aspecto de Francis, que d escargaba el grano y el agua de la retozona burra.

Pareces un perro apaleado, muchacho le dijo al penitente . Qu te pasa? Est de nue el padre Cheroki en uno de sus malos momentos? El hermano Francis movi la cabeza. No, que yo sepa. Entonces qu te pasa, ests enfermo? Me ha ordenado que regrese a la abada. Qu...? Fingo hizo pasar una peluda extremidad por encima de su montura y se dej caer u nos centmetros hasta el suelo. Se inclin sobre el hermano Francis, le puso una car nosa mano sobre el hombro y le observ la cara. De qu se trata? Ictericia? No. Cree que estoy. Francis se toc una sien y se encogi de hombros. Fingo se ech a rer Bueno, eso es verdad, pero todos lo sabemos. Por qu te enva de regreso? Francis mir la caja que tena a sus pies. Encontr algunas cosas que pertenecieron al bendito Leibowitz. Empec a decrselo, pe ro no me crey, no me dej que se lo explicase, l... Encontraste qu? Fingo sonri incrdulo y, despus de dejarse caer de rodillas, abri la caja, mientras el novicio le observaba nervioso. El monje agit los cilindros bigotudos con un d edo y silb suavemente. Son encantamientos de los paganos de la colina, verdad? Esto es antiguo, Francis , verdaderamente antiguo. Mir la nota de la tapa . Qu son esos garabatos? pregunt soslayo al infeliz novicio. Ingls prediluviano. Nunca lo he estudiado, slo s lo que cantamos en el coro. Lo escribi el propio beato. Esto? Los ojos de Fingo fueron del hermano Francis a la nota. Mene sbitamente la c abeza, coloc la tapa en su lugar y se levant. Su sonrisa era ahora forzada . Quizs e l padre tiene razn, ser mejor que regreses y el hermano farmacutico te haga algn pre parado de hongos. Debes de tener fiebre, hermano. Francis se encogi de hombros. Quiz. Dnde encontraste esto? El novicio se lo indic. Unos tmulos ms all. Quit unas piedras, encontr un hueco y despus un stano. Puede comprobarlo. Fingo agit la cabeza. Tengo un largo camino por delante. Francis asi la caja y emprendi la marcha hacia la abada mientras Fingo volva a su asno. Despus de unos pasos, el novicio se detuvo y grit: Hermano Pecas puede otorgarme unos minutos? Quiz contest Fingo , para qu? Vaya all y mire por el agujero. Por qu? Para que pueda decir al padre Cheroki que est realmente all. Fingo se detuvo con una pierna a medio cruzar sobre el asno. Ya dijo desmontando , de acuerdo. Si no est all, te lo dir a ti. Francis esper un momento mientras el desgarbado Fingo se perda de vista entre lo s tmulos; despus dio la vuelta para seguir penosamente la larga senda polvorienta que conduca a la abada, masticando maz y bebiendo algunos sorbos del odre. De vez e n cuando miraba hacia atrs. Fingo permaneci oculto mucho ms de dos minutos. El herm ano Francis haba dejado de mirar a su espalda cuando oy un distante bramido proced ente de las ruinas que haba dejado atrs. Se volvi y pudo ver la lejana figura del t allista de pie en la cima de uno de los tmulos. Agitaba los brazos y asenta vigoro samente. Francis le hizo, a su vez, una sea y sigui cansadamente su camino. Dos semanas de casi inanicin haban cobrado su tributo, y despus de cuatro o cinco kilmetros empez a tambalearse. Cuando estaba a slo un par de la abada, se desmay jun to a la cuneta. Avanzada la tarde, Cheroki, de vuelta de sus rondas, lo encontr a

ll tendido. Desmont rpidamente y humedeci la cara del joven hasta que gradualmente r ecuper el sentido. El sacerdote haba dado con los mulos de abastecimiento en su ca mino de vuelta y escuchado el relato de Fingo confirmando el hallazgo de Francis . Aunque no estaba dispuesto a aceptar que el novicio hubiese encontrado algo de importancia real, el sacerdote lament su anterior impaciencia con el muchacho. V io la caja, cuyo contenido estaba desperdigado a su alrededor, y le dio una brev e ojeada a la nota pegada a la tapa. Francis se sent mareado y confuso al borde d e la carretera, y Cheroki decidi considerar los anteriores balbuceos del novicio como resultado de una imaginacin romntica ms que como locura o delirio. No haba visi tado la cripta ni examinado de cerca el contenido de la caja; pero era evidente, por lo menos, que el muchacho haba malinterpretado sucesos reales ms que confesad o alucinaciones. Tan pronto volvamos, podrs terminar tu confesin... le dijo suavemente al novicio, ayudndolo a subir detrs de la silla de la mula . Creo que si no insistes en mensaj es personales de los santos, podr absolverte, verdad? El hermano Francis estaba, de momento, demasiado dbil para poder insistir en na da. 4

Hizo lo correcto gru finalmente el abad. El padre Cheroki se haba sentado nervioso en el borde de la silla mientras el a bad se paseaba lentamente por su estudio durante por lo menos cinco minutos, con su amplia cara campesina que denotaba honda preocupacin. Ninguno de los dos haba pronunciado ni una sola palabra desde que Cheroki entrase en la habitacin en resp uesta a la llamada de su superior, y el primero salt ligeramente cuando el abad A rkos gru finalmente aquellas palabras. Hizo lo correcto repiti el abad, detenindose en el centro de la habitacin y mirand o de soslayo a su prior, que por fin empez a relajarse. Era cerca de medianoche y Arkos se preparaba para retirarse y dormir un par de horas antes de la misa de maitines y lades. An mojado y despeinado, despus de una reciente zambullida en la tina del bao, le recordaba a Cheroki un hombre oso, slo a medias convertido en hombre. Llevaba una tnica de piel de coyote y la nica muest ra de su condicin era la cruz pectoral, que, posada sobre la piel negra de su pec ho, brillaba con la luz de las velas cada vez que se volva hacia la mesa. El cabe llo hmedo le colgaba sobre la frente, y, con su corta barba hirsuta y la piel del coyote, en aquel momento no pareca un clrigo sino un caudillo militar rebosante d e un limitado espritu batallador despus de un asalto reciente. El padre Cheroki, p rocedente de la barona de Denver, tenda a reaccionar formalmente ante las capacida des oficiales de los hombres y a hablar cortsmente ante la insignia del poder, au nque sin permitirse ver al hombre que la usaba, siguiendo en esto las costumbres de la corte en todas las pocas. As el padre Cheroki haba mantenido siempre una rel acin formalmente cordial con el anillo y la cruz pectoral y con el poder de su pa dre abad, pero se permita ver lo menos posible a Arkos, el hombre. En las present es circunstancias era difcil, pues el reverendo padre abad acababa de salir del b ao y se paseaba descalzo por su despacho. Segn pareca, acababa de arreglarse un cal lo, se haba hecho un corte demasiado profundo y uno de sus gruesos dedos estaba c ubierto de sangre. Cheroki trat de no mirarlo, pero se sinti muy incmodo. Sabe de qu estoy hablando? gru Arkos, impaciente. Cheroki dud. Le importara, padre abad, ser un poco ms explcito por si se trata de algo de lo que me haya enterado por confesin? Eh? Vaya, no s lo que digo! Olvid que lo supo usted a travs de una confesin. Bien, ga que l se lo diga de nuevo y as podr hablar de ello... supongo. El cielo sabe que en la abada no se habla de otra cosa. No, no vaya ahora, yo hablar de momento y u sted no me contestar nada que forme parte del secreto de confesin. Ha visto todo es to? El abad seal una mesa sobre la que estaba colocado el contenido de la caja del h ermano Francis para ser examinado.

Sabe lo que dice que es? El padre Cheroki mir hacia otro lado como si no hubiese odo la pregunta. Est bien, est bien gru el abad , no se preocupe por lo que l dice que es, y deci que usted piensa que puede ser. Cheroki se inclin sobre el escritorio y estudi cuidadosamente los papeles uno a uno mientras el abad pensaba y aparentemente hablaba con el sacerdote, pero medi o para s: Es imposible! Hizo usted bien envindolo a casa antes de que descubriese algo ms. P ero claro est que esto no es lo peor Lo peor es lo que murmura del viejo. Est toma ndo demasiado empuje. No s de nada que pueda perjudicar ms el caso que una oleada de milagros poco convincentes. Unos cuantos incidentes reales, nada ms! Antes de la canonizacin debe quedar establecido que la intercesin del beato ha dado lugar a lo milagroso, pero esto puede ser demasiado! Mire el caso del beato Chang, beatific ado hace dos siglos, pero nunca canonizado. Y todo porque su orden se mostr demas iado ansiosa, justamente por eso. Cada vez que alguien paseaba un resfriado, el beato produca una cura milagrosa. Apariciones en los stanos, evocaciones en el cam panario, pareca ms una coleccin de cuentos de fantasmas que actos milagrosos. Quizs un par de incidentes fueron realmente vlidos, pero cuando hay hojarasca, qu ocurre? El padre Cheroki levant la mirada. Sus nudillos haban palidecido en el borde del escritorio y su cara estaba tensa. Pareca no haber escuchado. Deca usted, padre abad? Pues que aqu puede ocurrir lo mismo, esto es lo que digo contest el abad, empezan do de nuevo su paseo de un lado para otro . El ao pasado fue el hermano Noyon y su milagrosa soga del verdugo; el ao anterior, al hermano Smirnov se le cur milagros amente la gota... Cmo? Pues tocando una probable reliquia de nuestro beato Leibowi tz, dicen los jvenes patanes. Y ahora este Francis encuentra un peregrino que usa como kilt la mismsima tnica de arpillera que fue empleada como capucha del bendit o Leibowitz antes de colgarlo. Y qu usa en vez de cinturn? Una soga. Qu soga? Pues la misma... Hizo una pausa y mir a Cheroki . Puedo decir por su mirada sorprendida q ue no saba usted nada de esto. No? Est bien, no lo puede decir. No, no, Francis no lo dijo, todo lo que explic fue que... El abad Arkos trat de darle una tonalidad d e ligero falsete a su voz normalmente profunda . Todo lo que el hermano Francis d ijo fue: Encontr a un viejo y pens que era un peregrino que se diriga a la abada, pue s se era el camino que llevaba. Se vesta con un viejo saco de arpillera atado a la cintura con un pedazo de soga. Hizo una seal en la piedra y la seal era as. Arkos se sac un pedazo de pergamino de un bolsillo de su tnica y lo despleg frent e a la cara de Cheroki a la luz de una vela. Aun tratando con poco xito de imitar la voz de Francis, aadi: Y no supe lo que quera decir, lo sabe usted? Cheroki mir los smbolos y deneg con un gesto. No se lo pregunto gru Arkos, con su voz normal . Esto fue lo que dijo Francis. Yo tampoco lo supe. Lo sabe ahora? Lo s, alguien ms lo estudi. sta es la lamedh y sta es la sadhe, son letras hebreas. Sadhe, lamedh? No, de derecha a izquierda, lamedh, sadhe. Una ele y un sonido ts. Si tuviese v ocales, podra ser luts, lots, lets, lats, lits o algo parecido. Si tuviese alguna consonante entre estas dos, podra ser algo parecido a Llll... adivine quin. Leibo... Oh, no! Oh, s! Al hermano Francis no se le ocurri; lo pens alguien ms. Al hermano Francis n se le ocurri tampoco lo de la capucha de arpillera y la soga del verdugo, uno de sus camaradas lo hizo. As que, qu ocurre ahora? Esta noche todo el noviciado zumba con la pequea y dulce historia de que Francis se encontr en el desierto con el pr opio beato, quien condujo a nuestro muchacho al sitio donde estaba todo esto y l e dijo que haba encontrado su vocacin. Una mueca perpleja cruz la cara de Cheroki. El hermano Francis ha dicho eso?

.

Cheroki asinti lentamente. Cuando se desmay la dej caer al suelo. Yo la recog, pero no lo examin detenidamente

Nooo! rugio Arkos . No me ha escuchado? Francis no ha dicho nada de esto. Ojal lo biese hecho, entonces tendra al bribn! Pero lo cuenta de un modo simple y hasta es tpido, dira yo, y deja que los dems saquen sus conclusiones. Todava no he hablado co n l. He enviado al director de la Memorabilia a escuchar su historia. Ser mejor que hable con Francis murmur Cheroki. Hgalo! Cuando entr, todava dudaba si deba asarlo vivo o no. Por haberlo hecho volve , quiero decir. Si lo hubiese dejado en el desierto no tendramos esa fantstica his toria corriendo por aqu. Pero por otra parte, de haberse quedado all, vaya a saber lo que habra podido sacar del stano. Creo que al hacerlo regresar hizo lo correct o. Cheroki, que no haba tomado esa decisin por tal razn, decidi que el silencio era l a poltica ms apropiada. Vaya a verle gru el abad , y despus envemelo.

Eran casi las nueve de la maana de un luminoso lunes cuando el hermano Francis llam tmidamente al despacho del abad. Una provechosa noche de descanso en el duro jergn de paja de su vieja celda familiar y un poco de desayuno no tan familiar no haban, quizs, hecho maravillas en el estmago hambriento ni aclarado totalmente la niebla que el sol haba metido en su cerebro; pero aquellos lujos relativos le haba n dado, por lo menos, la suficiente claridad de criterio para saber que tena moti vos para estar asustado. De hecho, estaba aterrorizado, y su primer golpe a la p uerta del abad pas desapercibido. Ni siquiera l pudo orlo. Despus de varios minutos reuni la valenta suficiente para llamar de nuevo. Benedicamus Domino. Deo gratias? pregunt Francis. Entra, muchacho, entra! exclam una voz afable que, despus de unos segundos de duda , reconoci con extraeza como la de su soberano abad . Dale la vuelta al pestillo, h ijo dijo la misma voz amistosa, despus de que Francis se hubo quedado paralizado durante unos segundos con los nudillos todava en posicin de llamada. S... Francis casi no toc el pestillo, pero la condenada puerta se abri, a pesar de ha ber esperado que estuviese pesadamente cerrada. El padre abad me ha mandado llamar? musit el novicio. El abad Arkos se humedeci los labios y asinti lentamente. S, el padre abad te ha mandado llamar. Entra y cierra la puerta. El hermano Francis obedeci y permaneci tembloroso en el centro de la habitacin. E l abad jugueteaba con algunas de las cosas con bigote de alambre que haba en la v ieja caja de herramientas. Aunque tal vez sera mejor decir prosigui el abad Arkos que quiz sea el reverendo adre abad quien ha sido llamado por ti. Ahora que te has visto de tal modo favor ecido por la Providencia y eres tan famoso, no te parece? sonri con dulzura. Je, je? El hermano Francis ri inquisitivamente . Oh, no, reverendo padre. No niegas que has ganado fama en una noche? Que la Providencia te ha elegido para descubrir esto? Seal con un amplio gesto las reliquias que haba sobre la mesa . Est caja de basuras como la llam acertadamente su antiguo propietario? El novicio balbuce desamparadamente y se esforz en formar una sonrisa. Tienes diecisiete aos y eres claramente idiota, verdad? No hay duda de ello, reverendo padre. Qu excusas propones por creerte llamado a la religin? Ninguna, magister meus. Ah? Es as? Entonces, piensas que no tienes vocacin para pertenecer a la orden? La tengo! exclam el novicio. Pero no encuentras motivo? Ninguno. Pequeo cretino, te pido una razn. Ya que no das ninguna, supongo que ests preparad o para negar que el otro da encontraste a alguien en el desierto; tropezaste con esto, con esta caja de basuras sin ayuda de nadie y que lo que he odo comentar a los dems es nicamente un delirio producido por la fiebre. Oh, no, dom Arkos! No, qu?

No puedo negar lo que vi con mis propios ojos, reverendo padre. As que encontraste un ngel... o fue un santo? l te mostr dnde tenas que mirar? Nunca he dicho que fuese... Y sta es tu excusa para creer que tu vocacin es verdadera, no es as? Que aquella... aquella llammosla criatura te habl de encontrar una voz y marc una roca con sus in iciales y te dijo que era lo que buscabas, y cuando miraste debajo... all estaba esto, verdad? S, dom Arkos. Qu opinas de tu propia execrable vanidad? Mi execrable vanidad es imperdonable, reverendo maestro. El creerte lo suficientemente importante para ser imperdonable es una vanidad t