170 Horas Con Los Extraterrestres - Vitko Novi

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    Dedicatoria:

    A Vctor Arls Baffa, excelente hombre y amigo.

    Vitko Novi.

    A veces acontecen realidades mucho ms difciles de admitir que cualquier fantasa.

    Vtko Novi.

    La amistad es lo ms bello de la vida humana,

    PRACTIQUEMOSLA!

    Vitko Novi

    Donde no se practican la solidaridad, el estudio y el trabajo colectivo, la miseria es el maestroy el dinero la autoridad.

    Vitko Novi.

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    PROLOGO

    "170 Horas con Extraterrestres" es un libro singular, su autor VitkoNovi, un escritor serio, que relata sus experiencias vividas en LosAndes peruanos, exactamente en la Central Hidroelctrica deHuallanca, a orillas del ro Santa, en el bello Callejn de Huaylas.Vitko Novi expone en esta obra, con detalles, sus sorprendentesencuentros y entrevistas con los nativos del Planeta Apu:apunianos". Consigna sus dilogos y expone las ideas que seconstituyen en significativo mensaje para la humanidad.

    Expone el autor con valenta su testimonio, dejando al lector la plena libertad de creer o no en

    sus relatos. El mismo dice que "sus revelaciones sorprendern" como antes sorprendieron losanuncios de los grandes inventos y progresos cientficos. Pues a principios de nuestro Siglo,se crea un sueo imposible el viaje a la Luna, el trasplante del corazn o el nio incubado enprobeta. Hoy es una realidad.

    De igual manera, lo que Novi consigna en su libro hoy, maana ser palpable realidad, porqueel hombre avanza a pasos agigantados hacia la perfeccin. Lo que nos atrasa son eldesorden, el ocio y el dinero que prcticamente son los que provocan guerras y tragedias.

    Vitko Novi habla del minius" elemento del tomo al que el hombre no ha llegado todava en sudescubrimiento cientfico porque es millones de veces ms pequeo que el elemento Protn.Este minius" dice, es el origen de la vida, el elemento que existe entre la nada y la materia.

    Revela sobre las mquinas voladoras de los "apunianos" que alcanzan velocidades sobre los"cientos millones de kilmetros por segundo" y que estn equipadas con un aparato en proaque desintegra y otro en popa que integra a todos los cuerpos que haya en su trayectoria derecorrido. Estas mquinas dominan la desgravitacin y no dejan huellas donde se posan,adems tienen pantallas del tiempo, iluminacin positiva y otros complementos indispensablespara viajes intergalcticos perfectos.

    Vitko Novi habla de la pantalla del tiempo donde se puede ver el pasado, el presente y elfuturo. En esa pantalla afirma haber visto la tragedia del Callejn de Huaylas en el ao 1960,mucho antes que suceda en la realidad. Entonces lo creyeron enfermo mental. Afirma sobre elpeligro latente que hoy existe all y explica la forma de prevenirlo. Convendra tomar en cuentala sugerencia de Novi.

    Tambin, en la misma forma, hace la sensacional revelacin de que actualmente en nuestroplaneta Tierra - entre bosques y praderas" existe gigantesco arsenal en donde estnfabricando "platillos voladores" que son muy inferiores a los 'apunianos" pero que estn encamino de ser perfeccionados gracias al avance cientfico de nuestra poca.Con el tiempo el hombre podr vivir indefinidamente. Lun un personaje descrito en este librodice tener novecientos ochenta y cinco aos y Zay, un milln trece mil doce aos. Todas estasmaravillas significan singular aliento para la humanidad, una esperanza que puedematerializarse si el hombre decide practicar la paz y la unin fraternal, para dedicarse por

    completo al estudio y al trabajo.

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    Me parece sinceramente que este libro es maravilloso. Que todos debemos leerlo con sumocuidado y especial detenimiento, extraer de su contenido inspiracin que nos lleve por elcamino del bien, la verdad, la justicia, hacia la paz y la fraternidad, eliminando para siempre denuestras mentes y conciencias el egosmo, el odio, la envidia, la traicin y la deslealtad queson en suma, la causa fatal de nuestra mortalidad y tragedia de nuestros males y sufrimientos.Vitko Novi, con esta obra, se convierte en nueva figura del panorama mundial de la literaturacontempornea. Fidedignamente con valenta y sin egosmo nos relata sus experiencias paraque de ellas saquemos inspiracin que nos motive la bsqueda de la perfeccin hacia unavida mejor.

    Miguel Castillo Durand

    ACLARACION

    El autor de este libro Vitko Novi, ha publicado tres en los aos 1975-1976 en los que nos relatasus experiencias con los Extraterrestres, estos libros son:

    "APU UN MUNDO SIN DINERO" Y "MISERIA DEL DINERO" (Tomos 1 Y 2).En ellos el autor detalla los adelantos Apunianos, la vida de estos en Apu y en la tierra, suorganizacin, trabajo, formacin de las Galaxias, poblacin de la tierra y otros sucesosespaciales, que no se han repetido a detallar en este libro.

    Los Editores.

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    INTRODUCCION

    Amigo lector:

    Anticipadamente s, de sobra, que el contenido de este libro tesorprender. Tal vez, de manera semejante, se habran sorprendidolos Siete Sabios de Grecia si hubiramos intentado explicarles laexistencia de la corriente elctrica y sus mltiples aplicaciones; eldescenso del hombre en la superficie de la Luna o si se les hubiesepresentado un hombre que est viviendo con un corazn ajeno, unnio incubado en probeta, u otro de tantos adelantos reales hoy,pero que habran sido considerados utpicos e inslitos dos mil aos atrs.

    Me agradara, amigo lector, si pudieras comprender, tan slo por un instante, qu incmodo se

    siente uno escribiendo libros sobre experiencias extraas, desacostumbradas y asombrosas,sabiendo que cada palabra te originar descontento, dudas, mofas, o simplemente una sonrisadesdeosa, de burla.

    No es mi intencin convencerte que a mis relatos, difciles de creer en nuestra poca, losconsideres verosmiles, porque con eso subestimara la labor de la infatigable inteligenciahumana, nuestro criterio, nuestras costumbres y nuestro derecho de ser como somos.

    Por esta razn escrib anteriormente el libro "Apu, un Mundo sin Dinero", en el cual detallparte de las "170 Horas con los Extraterrestres" en forma novelada y en tercera persona, apesar que yo haba conversado sobre todo este contenido con Zay e Ivanka, personajes deambos libros; lo hice as por dos motivos: el primero, para que el lector opinara y determinara

    el carcter del libro, segn su razonamiento lgico, sin ninguna clase de persuasin; y elsegundo, porque en el planeta Apu, no existe el egosmo ni sus derivados, ni tampoco existengiros ni trminos idiomticos para expresarlos.

    No es, pues, mi propsito convertirme en predicador, ni buscar fieles para preparar labienvenida a unos nuevos "dioses" que descendern del espacio trayendo paquetes deregalos para los terrcolas, cartas credenciales o propuestas para formar una alianza poltica,porque los problemas de la vida terrestre slo incumbe resolverlos a nosotros los habitantesde la Tierra, con nuestra inteligencia, nuestro estudio y trabajo, formando una sociedadaltruista. Tampoco pretendo postular a premios u otro tipo de reconocimientos por relatar misencuentros casuales con los "extraos". El azar puede determinar que cualquier habitanteterrestre, al encontrarse con ellos, asuma una actitud seria, para as aportar datos mucho ms

    importantes que los que traje yo, y que explicaran los misterios que nos rodean.

    Sea cual fuera tu opinin acerca de este libro, ser digna de aprecio porque es el producto detu pensamiento, de tu ser, lo cual acredita tu sagrado derecho a existir, pensar, decidir ymanifestar; esto no hace dao a nadie. Mientras existan tomos y movimiento, el universoseguir siendo una vastedad infinita que crea y transforma y sus habitantes seguirn viajandopor el espacio, penetrando en sus interminables y misteriosas entraas.

    Lo nico que me preocupa es la pronta solidaridad de los hombres, porque la vida de lahumanidad est asentada sobre un volcn de guerra que amenaza su destruccin. Lasfbricas de armamento siguen consumiendo la mayor parte del trabajo humano; los arsenalesestn llenndose de instrumentos blicos; los caones no cesan de destrozar los cuerpos delprjimo; las bombas atmicas, de hidrgeno y neutrnicas, prenden sobre nuestras cabezasamenazando la existencia de la vida terrestre, y, mientras tanto, las enfermedades

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    "invencibles" y las otras an desconocidas, asociadas con el hambre y la miseria, continanmatando incontrolablemente a los humanos.

    Urge, pues, sin demora, el sincero entendimiento entre los hombres para que se unan en eltrabajo y en el estudio, que son los nicos factores capaces de garantizar que la humanidadsiga existiendo.

    Esta es la causa por la cual estoy relatando, en parte, los desarrollos cientficos y tecnolgicosde la sociedad apuniana, y tambin el ayer, hoy y maana de la vida terrestre, que vi por laspantallas del tiempo en sus naves, all en los Andes peruanos. ..

    Invoco a los cientficos, trabajadores, maestros y alumnos, soldados y gobernantes, a loscreyentes y a los ateos, a hombres y mujeres en general, a que embellezcan la historiahumana proscribiendo para siempre, la fabricacin de armas, las agresiones, las guerras, yque contribuyan con sinceridad y buena fe, a la realizacin de una sociedad de amigos en lacual todas las personas sean consideradas iguales y as, unidas, en paz, irradien en eluniverso una enseanza altruista que corrija los fenmenos de la vida terrestre y del espacio.

    Unmonos, pues, para trabajar por la felicidad humana, y cambiemos las hazaas de la guerrapor el herosmo de la paz.

    Hombre: El egosmo esta convirtiendo los inventos de tu poderosa mente, en arma paradestruir la vida terrestre, SALVEMOSLA!

    Todo por los dems.

    Vitko Novi

    Estas figuras talladas en oro, se encuentran en el Museo del Oro, del Banco de la Repblicade Colombia en Santaf de Bogot. Los nmeros 1, 2 y 3 son idnticos en formas a las navesextraterrestres que Vitko Novi ha visto durante los encuentros detallados en este libro.

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    JUEVES 10 DE MARZO DE 1960

    Terminaba el da jueves diez de marzo de mil novecientos sesenta.En la Central Hidroelctrica de Huallanca que se encuentra en eltnel hecho por los maestros de la ingeniera moderna, en lasescarpadas rocas de los Andes Peruanos, a la orilla derecha del roSanta, Callejn de Huaylas, todas las mquinas funcionabanarmoniosamente. Pens que mi turno de trabajo de esa noche, comojefe de Operaciones Mecnicas, lo pasara sin problemas niapagones, los que de vez en cuando ocurran a causa de las lluvias y los fuertes vientos queazotan los altos picos de la Cordillera Negra por donde atraviesa la lnea de alta tensin quetransporta la energa elctrica desde Huallanca hasta la planta siderrgica de la ciudad deChimbote, distante cientos de kilmetros.

    De pronto, un gaviln vol por encima de los generadores y fue a posarse sobre un fierrosobresaliente en la parte alta de la pared. Volteaba su cabeza agitadamente, de un lado a otro.Me sorprend por la actitud del ave, pues a pesar que el interior de los tneles y la Casa deFuerza estaban bien iluminados, debi haber venido zigzagueando entre los alambres, tubos yotras instalaciones, a lo largo del tnel de entrada que empieza en el puente del ro Santa yconduce hasta la sala de mquinas: una distancia de ciento catorce metros roca adentro. Losmurcilagos, golondrinas y otras aves pequeas, nos visitaban frecuentemente por el tnelsecundario por donde pasan los cables de energa hasta los bancos de transformadores, y porel cual solamente pasaban los tcnicos, una vez cada dos das, cuando revisaban elfuncionamiento de las instalaciones elctricas.

    Observando al gaviln, por su intranquilidad deduje que aquella era su primera visita a la Sala

    de Mquinas y que por eso no se acostumbraba al ruido que producan los generadores.Mientras me acercaba al telfono de servicio interno para dar noticia al operador del tablero decontrol, sobre el visitante inesperado, la corriente se interrumpi y la Casa de Fuerza qued aoscuras. Comprend que una sobrecarga extraa haba originado la disyuncin en el patio dellaves. Me apresur para asegurar la refrigeracin de los transformadores de alta tensin,conectando la corriente de la planta auxiliar que en casos de emergencia alimentaba elalumbrado interno y el motor de la bomba de agua destinada al enfriamiento de esasmquinas. Tom la linterna de mano que utilizbamos cuando ocurran apagones, y corrhacia el patio de transformadores ubicado a la entrada, para confirmar que las mquinasreciban la refrigeracin adecuada. Cuando sal del tnel me encontr con una sorpresa. Apesar que la corriente estaba interrumpida por lo que esperaba encontrarme con la oscuridadnocturna de un cielo nubloso, vi que los alrededores, en un crculo de quinientos metros de

    dimetro, estaban iluminados como si fuera de da.

    Como el sitio de entrada a la Central est casi encerrado por rocosos y elevados cerros, nopude descubrir, en un primer instante, de donde provena aquella luz tan extraa. Avancentonces hacia la mitad del puente desde donde poda observar el paraje, ro abajo, msabierto por la separacin de los cerros. Mientras caminaba mir involuntariamente hacia elhorizonte. All, en la lejana, una estrella fugaz atraves la pequea parte de cielo despejadoque acababa de aclararse y en mi mente surgi la idea de que aquel resplandorincomprensible podra provenir de un meteorito cado por casualidad en el lugar, ocasionandoas la disyuncin de la Central. Cuando llegu ms o menos al centro del puente, me di cuentaque la luz provena de un objeto ovalado, parecido a una gigantesca lenteja, posado en unapequea planicie ubicada entre la unin del ro Ktaraqsa con el Santa.

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    Aquella planicie moldeada por los cauces de los dos ros durante siglos, tena la forma de untringulo de lados desiguales. Era parte de una llanura que al iniciarse las obras deconstruccin de la Central, los tneles, la Casa de Fuerza y el patio de transformadores, habaservido de campamento y almacn de materiales, hasta que casi todo eso fue arrastrado porun aluvin, en la dcada del cincuenta.

    El aparato luminoso no me caus demasiada sorpresa, puesto que la ciencia del hombre estavanzando aceleradamente y mquinas nuevas de formas diferentes, estn apareciendo cadada. Mas el color y la intensidad de la luz que desprenda eran sorprendentes.

    A pesar de mirar fijamente aquel luminoso objeto, mis retinas no sufrieron ninguna molestia;por el contrario, experiment una sensacin agradable y el deseo de seguir observndolo. Porun instante, mi mente se confundi. Quin, cundo y para qu haba trado esa mquina tanrara para instalar en un lugar a mi parecer insignificante? Me imagin que el ejrcito, con finesde investigacin cientfica, haba encerrado en alguna esfera de vidrio de color, un reflector depotencia extraordinaria. Apagu mi linterna (lo que haba olvidado hacer por la sorpresa) y medirig hacia el luminoso objeto. En el trayecto revis la bomba de refrigeracin de los

    transformadores, me asegur de su correcto funcionamiento y luego prosegu. . .Al final del patio me encontr con el guardin de turno, apellidado Quiroz, que vigilaba laMaestranza. Le vi tan tranquilo como si a nuestro alrededor no sucediese nada anormal. Por latranquilidad del guardin dud de mi estado psquico. Pens que mi mente sufra algndesequilibrio y que por eso vea cosas irreales. Eso me asust.

    -Hola, Quiroz!, yo crea que estabas en la oscuridad- le dije con tono suave para que no sediera cuenta de mi alteracin.

    -Ah, seor, ya ve usted, estoy ms alumbrado que si estuviera en la plaza San Martn de Lima-respondi l, sonriente.

    -Sabes t qu est sucediendo ac?- le interrogu de nuevo dando algunos pasos hacia elobjeto luminoso. Quiroz agarr mi brazo izquierdo y nerviosamente me dijo:-Seor, si siente temor, no vaya all; otra vez acaban de bajar sos con su platillo volador; sonseres buenos, no hacen dao a nadie. Usted no se imagina cmo son de bondadosos, peropor favor, djelos tranquilos, posiblemente se irn pronto-.

    Por la informacin de Quiroz hice dos deducciones muy importantes para m. La primera, quel tambin vea lo que yo imaginaba estar viendo; y la segunda, que la presencia de aquelaparato inexplicable y raro, le era lo suficientemente familiar, pues slo as poda asegurarmeque sus tripulantes no hacan dao a nadie.

    -Oiga usted, Quiroz, por favor, explquese mejor. Quines han bajado y de dnde?, qubuscan aqu?- le dije ya molesto.

    -No grite, seor, hable en voz baja, no se moleste conmigo. Ellos dicen que son habitantes deotro mundo muy lejano. Arriba, por las alturas, donde hay pastores, estn apareciendofrecuentemente-.

    Las explicaciones de Quiroz me hicieron creer que l y yo estbamos sufriendo unmomentneo desequilibrio mental, producto quin sabe de qu, pero lo bastante fuerte comopara ver platillos voladores. Me alarm, mas a pesar de todo, segu adelante.

    Los horrores, torturas, espantos y destrucciones de la Segunda Guerra Mundial -en la cualparticip desde el comienzo hasta el fin-, haban corrodo tanto mi opinin sobre el altruismohumano, que no poda creer en la existencia de ningn otro ser ms astuto que el hombre

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    para agredir. Como yo haba aprendido "el ataque y defensa", me encamin sin miedo hacia lagigantesca y luminosa lenteja. Quiroz se qued parado, suplicndome a toda voz que no meacercara a la extraa mquina. Unos cien metros ms all del patio de los transformadores, ytal vez a doscientos del objeto, me encontr con dos hombres. Eran altos, de cuerposproporcionados y hombros cados. Vestan traje de malla finsima, muy pegado al cuerpo y deun color raro, que a primera vista pareca la lustrosa piel de una foca. El que se encontraba ami lado izquierdo me salud en mi dialecto natal. Por no darle importancia le contest enespaol y enseguida le pregunt:

    -Quines son ustedes y qu estn haciendo aqu?

    -No te alarmes, amigo, por favor -prosigui en mi idioma-. Somos extraterrestres, del planetaApu, viajamos por el espacio y cuando pasamos por esta galaxia, visitamos la Tierra,fraternalmente. Te rogamos que nos disculpes, pues nos vamos enseguida.

    -Vyanse al diablo y cuenten eso de los "extraterrestres" a sus abuelas, y traten que ellas lescrean que ustedes las van a volver quinceaeras, pero jams regresen porque con su

    mquina de brujos han provocado el disyunte y han hecho un fuerte dao a la Siderrgica deChimbote al interrumpir la corriente elctrica-.

    Les habl as porque con decirme que no eran terrestres y que venan de otros mundos avisitar un lugar tan apartado como es Huallanca, no di crdito a ninguna de sus palabras. Creque eran espas de alguna nacin tecnificada y que se burlaban de m, hacindose pasar porextraterrestres.

    -Dinos todo lo que quieras, pero la interrupcin de la corriente no la hemos originado nosotros;tu Central ya tiene Luz. Amigo, te rogamos que no nos juzgues mal, perdnanos, nosotros nolo olvidaremos. Todo por los dems- dijeron casi en conjunto y regresaron a la nave.

    Observ la mquina y vi que estaba posada sobre tres gigantescos resortes de haces de luz.Cada uno de ellos terminaba en grandes cojines circulares, de la misma luminosidad. Unaescalera que tena terminales iguales a los resortes, una el centro de la parte inferior de lamquina con la superficie. Los desconocidos subieron por la escalera, y sta, retrayndose losllev al interior. Enseguida, los haces de luz que soportaban la mquina, tambin se retrajeron.Se escuch un soplo apenas perceptible, parecido al viento, v el aparato se elevverticalmente primero y luego zigzague y se perdi entre las nubes.

    -De qu nacionalidad crees que son esos hombres?- pregunt a Quiroz mientrasregresbamos al patio de los transformadores.

    -Esos hombres no son de ningn pas, seor, son extraterrestres tal como se lo han dicho.

    Arriba, por los lugares de Champara y Milwakocha, los pastores y aldea nos los estn viendosiempre. Eso no es truco ni novedad, seor- me contest enfticamente.

    -Qu te pasa, Quiroz? Acaso de verdad puedes creer que esos son extraterrestres? Tedas cuenta de lo que ests diciendo?- le interrogu con tono fuerte.

    -Perdone, seor, no dir nada ms, pero por favor no hable a nadie de ellos. Son buenos.Delatados sera un pecado- respondi mostrndose ofendido por - mi comportamiento.

    La forma en que replic Quiroz me dio a entender que se empeaba en ocultar la presencia delos extraos; esto me dio risa, mas no le dije nada. Al despedirme de l me acord de la frase"Todo por los dems" que pronunciaron los desconocidos cuando se fueron, me parecigraciosa y solt una carcajada a toda voz. Medit sobre aquel inesperado encuentro y meconvenc que los desconocidos espiaban algn asunto a favor de una poderosa organizacin

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    que posea en secreto las mquinas voladoras, construidas en forma de platos, y que habanconvertido a Quiroz en su cmplice; por eso intentaba hacerlos pasar por extraterrestres paradesviar mis sospechas.

    Fuesen terrestres o extraterrestres, su presencia era inexplicable. "Contarlo sera caer en elridculo", me dije, y decid no hablar del asunto con nadie. Al entrar en la Casa de Fuerza, eltcnico de maniobras elctricas me comunic que la disyuncin la haba ocasionado un buitre,al hacer corto circuito cuando intentaba posarse sobre un poste que soportaba cables de altatensin, cerca de la Siderrgica de Chimbote. ..

    MARTES 12 DE ABRIL DE 1960

    Aquel da amaneci con cielo despejado, de un color azul

    singular. Los altos picos de las montaas ancashinas, la mayoraan no exploradas por el hombre, se imponan majestuosamentemostrando sus escarpadas faldas. Era una maana esplndidaque anunciaba un da apropiado para efectuar mis excursionesacostumbradas, por las alturas y alrededores. Me comuniqu conun joven llamado Adrin Prez, aficionado a la caza, queperteneca al grupo de los trabajadores de mantenimiento y queconoca todos los caminos de las montaas. Nos reunimos en su casa y acordamos explorarla quebrada de Los Cedros, ubicada a la salida del Can del Pato, yendo de Huallanca haciaCaraz, porque -contaban los pastores- en esa zona haban visto osos y guanacos, animalessilvestres que rara vez se vean en la regin del Callejn de Huaylas. Nos alistamos. .. ypartimos.

    Tomamos la ruta por la orilla izquierda del riachuelo que lleva el nombre de la quebrada.Habamos caminado casi desde el amanecer, subiendo hacia la cumbre de la montaa quepareca tocar el cielo. Al medioda nos encontrbamos al inicio de una planicie, a cuatro milmetros sobre el nivel del mar, y decidirnos descansar unos minutos para tomar algn alimento.Durante esa pausa nos pusimos de acuerdo para avanzar hasta el fin de la planicie y luegoregresar al campamento. Despus de recuperar las fuerzas proseguimos caminando. Lasrocas y peascos abundaban por el lugar, de tal manera que estbamos obligados a dejarseales por donde pasbamos, para poder regresar por el mismo camino y no perdernos.

    De pronto, Adrin se detuvo sorprendido, se qued unos instantes inmvil y luego me hizo unaseal con la mano para que me acercara. Avanc algunos pasos y cuando llegu a su lado,

    mir hacia donde l sealaba y descubr que al centro de una pequea pampa sin rocas,estaba la misma mquina de forma de plato, que haba visto un mes antes frente a la CentralHidroelctrica de Huallanca. Haban pasado ya varias semanas desde aquella noche y comocrea firmemente que los desconocidos eran espas, ese suceso ya no me vena a la mente,pero cuando vi el platillo, lo record y tuve la reiterada certeza que los extraos se dedicabanal espionaje o a algn otro trabajo ilegal. Alrededor del platillo haba un rebao de cabras yalgunas ovejas. A un costado de la pampita se vean varias personas, hombres, mujeres ynios, haciendo una fogata.

    Descubr que eran pastores con sus familias y decid acercarme a ellos para conocer algo desus costumbres y enterarme cmo vivan en un lugar tan apartado, a una altura de cuatro milmetros, cerca de los picos cubiertos por la nieve perpetua. Comuniqu mi proyecto a Prez, llo acept y partimos. En el camino, Prez empez a contarme que por esa zonaacostumbraban descender del espacio unos platillos voladores piloteados por extraterrestres,

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    gente buena que ayudaba en muchas formas a los pastores. Compar las explicaciones dePrez con las de Quiroz, y pens que los dos, de algn modo, eran cmplices de losdesconocidos. No le dije nada de lo que pensaba; tampoco prest atencin a lo que me decay prosegu caminando sin hablar, Unos minutos despus llegamos al lugar. Alrededor de unapequea hoguera se encontraban sentados cuatro hombres, tres mujeres, cuatro nios y losdos desconocidos que yo ya haba visto aquella noche en Huallanca, cuando se origin ladisyuncin, un mes antes. Los extraos sonrieron al verme, pero los lugareos se mostraronmolestos por nuestra presencia. Un hombre de bigotes se par y mirndome agresivamente,me dijo:

    -Qu buscas por ac?!

    -Nada, amigo. Somos cazadores de pumas y pasamos por este lugar casualmente, eso estodo- le respond.

    Uno de los extraos me tendi la mano; yo le correspond. Luego hizo igual con Prez y esocalm al campesino que se opona a nuestra visita. Nos sentamos alrededor de la hoguera.

    La protesta del pastor que me haba hecho preguntas, y las agresivas miradas de loscampesinos, confirmaron mis anteriores pensamientos: que toda aquella gente estaba, dealgn modo "comprada" por los extraos y por eso tenan miedo que los descubrisemos.Como era de da y no tena apuro, me puse a observar a los extraos con ms atencin, parapoder descubrir su nacionalidad. Eran altos. Por su estatura no se les poda distinguir de una uotra raza terrestre. Lo nico que resaltaba eran sus hombros cados y su talle bienproporcionado, mas -tratndose de otras caractersticas raciales- se podra asegurar queestaban formados por una mezcla de todos los pueblos de la Tierra. La forma de sus rostrossemejaba la de los rabes; los ojos se parecan a los de la raza monglica; la nariz a los de lanrdica; la barbilla daba la impresin de ser de procedencia hind, y el color de su piel erarosado claro. Despus de observarlos llegu a la conclusin de que el mayor porcentaje de

    sus facciones se parecan a las de la raza monglica.

    Irradiaban una simpata personal, muy agradable y eso me indujo a pensar que sta podra seruna de las razones que atraa a los campesinos. Por unos instantes nadie habl. Un pastor seacerc y en voz baja me dijo algo. No entend nada porque hablaba en su idioma nativo, elquechua. Prez comprenda el idioma y disimulando me dijo:-Dice que debemos irnos ahora, porque no nos quieren ac.

    Pens levantarme para partir, pero uno de los extraos se acerc y se sent a mi ladodicindome:

    -Qudate, amigo; si te gusta conversaremos. Tal vez aclararas algunas de tus dudas respecto

    a nosotros-.

    -Mi nica incgnita relacionada con ustedes es: Por qu estn ac y que es lo quepersiguen? El extrao sonri. Por su sonrisa constat que mi brusco comportamiento no lehaba ocasionado ninguna molestia. Cogi un palito y observndolo dijo:

    -Sabemos que t no creers lo que te vamos a explicar; ese comportamiento hacia nosotroses natural, porque las clulas de tu ser lo estn rechazando. Pero nos agradara que pudierasestar algunos minutos ms con nosotros para conversar. Adems, no debes tener miedo, tests armado, nosotros no. Mientras el extrao hablaba, me di cuenta que su traje era unamalla hecha de un hilo finsimo, parecido al nylon. En la parte de la malla que cubra su pecho,haba quince botones alineados en cinco filas de tres. Alrededor de la cintura, de los tobillos ypuos, haba unas bolsitas sin aberturas, pegadas a la tela como bolsillos, unas al lado deotras, y sus zapatos eran simplemente el terminal de una malla. Tenan la cabeza cubierta con

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    una capucha bien ajustada que era parte de la malla, dejando libre el rostro desde la frentehasta el cuello.

    -Veo que a sus amigos no les agrada mi presencia respond, refirindome a los pastores queme miraban con odio.

    -No te preocupes por ellos, no te harn dao, son egostas, o como ustedes dicen, "celosos",pero no agresivos-.

    -Nosotros!, y ustedes cmo lo dicen?- pregunt burlndome.

    -En nuestro idioma no hay palabra que exprese el egosmo ni sus derivados; por ejemplo, "yo","mo", "para m.

    -Ya lo s, va usted a decirme que vienen de otros mundos donde no hay el yo prepotente, el''mo", el "tuyo", el "para m"; que all la gente "vuela'', las mujeres "no paren", las plantas"hablan" y tantas cosas cosas de brujos- respond con impaciencia.

    -Puedo pedirte un favor?- me dijo el extrao respetuosamente.

    -De que se trata?

    -En mis tiempos libres acostumbro practicar ciertos ejercicios gimnsticos; los que me hanvisto hacerlo dicen que les ha gustado. Quisiera saber tu opinin-.

    -Esta bien, pero no demore mucho; estoy cansado y tengo que regresar. Adems, puedellover-.

    -No lo olvidar- respondi el extrao y aadi mirndome: Tratndose del "yo", en el idioma de

    nuestro planeta existe esta palabra, pero slo como pronombre y no tiene otro uso que pudieratener un significado egostico. T ests pensando que nosotros somos espas terrestres, noimporta, sigue sosteniendo ese pensamiento hasta que tus clulas comprueben lo contrario,es tu derecho.

    Se puso de pie. Con una capucha de material delgado y transparente, se cubri la cabeza,rostro y cuello. Not que de la parte que cubra las orejas, sobresalan dos pequeas puntasde un material brillante y que no pasaban de dos centmetros de largo. Por primera vez vi quelos extraos cubran su rostro con una malla tan transparente que no alteraba en nada suforma ni color, y eso me sorprendi. El extrao que estaba sentado a mi lado, me mir ysonriendo me dijo:

    -Este aparato y los guantes los utilizamos slo cuando hacemos vuelos individuales, sinmquinas voladoras, para protegernos el rostro y las manos- explic.

    No le contest nada. Tampoco le hice ninguna pregunta. Mir de nuevo al extrao que sepreparaba para volar, y vi que acababa de ponerse unos guantes blancos como la nieve.Enseguida se alej algunos metros y apret uno de los botones de su pechera. De pronto notque los adminculos que tena alrededor de la cintura, de los tobillos y puos, empezaron ainflarse tomando forma de un cono truncado. Se escuch un soplo de viento sumamente leve,y el extrao se elev a gran velocidad, desapareciendo entre las nubes. Pens que paraelevarse tan velozmente, haba utilizado los adminculos que le proporcionaban, en algunaforma, la propulsin necesaria, y que regresara cayendo, valindose de un paracadas, perono sucedi as.

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    Mientras yo esperaba que el extrao volador cayera verticalmente, tal como se elev, Prez,que se encontraba conversando con el otro y con los campesinos, se me acerc yentusiasmado me dijo:

    -Mire hacia all, seor!

    Mir en la direccin que me estaba indicando y vi que el forastero regresaba planeando sobrelos rboles y peascos, volando horizontalmente a una altura de doscientos metros, igual queun ave, Me sorprend por tan extraa demostracin. Nunca haba ledo ni escuchado hastaentonces, que los cientficos hubieran descubierto algn medio para que las personaspudieran volar individualmente como las aves, sin valerse de maquinas. La actuacin delextrao origin en m una gran sorpresa, pero eso no cambi mi opinin sobre la existencia delos extraterrestres, y mucho menos que estuvieran visitando nuestro planeta. El forasterodescendi como un guila, sin hacer ruido, y se pos a mi lado. Me mir, y sonriente me dijo:

    -Dime, amigo, lo que acabas de ver, lo pueden hacer los terrestres?

    -Cmo lo hiciste?- pregunt.-Estos aparatos que tengo alrededor de mi cintura, tobillos y muecas, se llenan de ionespositivos y cuando empiezan a funcionar nos desgravitamos. Eso nos permite obtener lavelocidad deseada y la posibilidad de realizar vuelos verticales, horizontales, zigzaguear,elevarnos y descender. En Apu todos hacemos vuelos individuales. Este es uno de losprocedimientos que empleamos para movilizarnos en el planeta, desde hace billones de aos-.

    -No conozco qu es un ion. Tampoco s hasta dnde ha llegado el conocimiento cientfico delhombre en este sentido; pero lo que me mostraste no es suficiente para que yo cambie miopinin de que ustedes estn utilizando inventos secretos para con esto sorprender a todoslos que les vieren y as lograr sus fines-.

    El extrao call por un instante, luego sonri y me dijo:

    -Venimos del planeta llamado Apu, ubicado fuera de la galaxia Lctea. Somos protectores dela clula y la vida, por eso estamos viajando por el espacio para ayudar de modos diferentes alos dems seres, pero no para presionar con el fin de que crean en nuestra existencia y"poderes extraordinarios". Continuando con su narracin, me cont acerca de la explosin deApu, de la formacin de las galaxias, del poblamiento de la Tierra y de otros planetas, ascomo muchas otras cosas desconocidas e imposibles de creer racionalmente. Los relatos delextrao originaron en m, sentimientos de burla y simpata a la vez-.

    Era ya de tarde. Haba pasado varas horas escuchando explicaciones inconcebibles, de modo

    que me par, llam a Prez y dije adis a los campesinos. Cuando me desped del extraoque se encontraba a mi lado, ste me mir fijamente a los ojos, apret mi mano con emocin ydijo "Todo por los dems"; luego se acerc el otro e hizo lo mismo con igual entusiasmo. De lamisma manera se despidieron de Prez y partimos de regreso.

    En el camino me puse a pensar sobre lo que habamos experimentado ese da. Lademostracin que hizo el forastero, volando horizontalmente, me haba impresionado, mas notanto que me convenciere que hubiera seres humanos en algn otro lugar del espacio, y quealgunos de ellos hubieran venido para positivar a los pastores de los Andes peruanos. Pensde nuevo que el hombre ya haba inventado aparatos para volar individualmente y stos losutilizaban los extraos para impresionar. Por un momento me imagin que haban utilizado elhipnotismo para hacerme ver cosas irrealizables, y con el fin de examinar la situacin, decidconversar con Prez sobre el asunto.

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    -Amigo Prez -le dije detenindome-, cuntame todo lo que has visto mientras estuvimos conlos extraos, puede ser que yo no me haya dado cuenta de los detalles. .

    -Seor, cmo puede ser eso de no darse cuenta de cosas tan bonitas? Ac no es raro ver alos que vienen de otros mundos. Desde hace algunos aos estn viniendo casi seguido.Primero llegaban esas mquinas redondas como las que hemos visto ahora, luego empezarona venir las otras parecidas a los aviones-.

    -Entonces, tambin los extraos vienen en otros tipos de mquinas?- preguntinterrumpindole.

    -Si, seor, y esas otras mquinas son mucho ms veloces. A los platillos, cuando se elevan,se les puede ver por algunos instantes, hasta que se alejan; pero esas que se parecen a losaviones desaparecen en un instante sin que uno se de cuenta cmo. Ellos los llaman "viento"y tienen razn, porque desaparecen corno el viento; a veces, cuando aterrizan, se les puedever, pero en la mayora de los casos lo hacen imperceptiblemente. En el momento menospensado, all est el avioncito, como si hubiera brotado del suelo-.

    -Quieres decir que esas otras mquinas no son tan grandes como los platillos?-.

    -As es, seor. Efectivamente, son pequeas. Son ms chicas que esos aviones quetransportan pasajeros. Unas tienen alas muy raras, las estiran y las encogen cuando quieren,como las aves; otras son como las mariposas y algunas parecen cigarros. Tambin las haysemejantes a la hoja del trbol, pero todas, cuando se elevan, pliegan sus alas al cuerpo. Sonrpidas, eso s; desaparecen sin que se les vea cundo ni cmo. En un principio la gente quelas vea pensaba que eran mquinas de un ejrcito terrestre, porque se parecen mucho a lasavionetas, pero cuando nos dimos cuenta que eran de alas plegables y los visitantesempezaron a volar como las aves, curar a los enfermos de una manera muy rara, hacer quelloviera con cielo sin nubes y otros "milagros", cremos que eran ngeles del cielo.

    Ellos dicen que estn viniendo de un planeta lejano, Apu; quin sabe, a lo mejor son losmismos ngeles. Lo nico que le puedo asegurar es que son gente buena, prestan ayuda atodos y no hacen dao a nadie, pero quines son y qu hacen ac, no lo s con certeza-.

    -T tambin, Prez, Los has visto antes?- pregunt sorprendido.

    -S, seor. El ao pasado fui donde un familiar que vive por el ro Kitaraqsa y l me llev a veruno de esos avioncitos que estaba all de paso. Pero la gente no habla de ellos a nadie. Lamayora de los lugareos dice que esa gente viene del cielo; temen que si las autoridades sedan cuenta de su presencia, el ejrcito podra venir para detenerlos; los campesinos noquieren que eso ocurra termin enfticamente-.

    La conversacin con Prez me confirm una vez ms, que los pastores tienen creenciasmitolgicas y sostienen que los platillos voladores provienen del cielo y que por eso sustripulantes son bondadosos, les prestan ayuda y tienen poderes sobrehumanos. Regres a lacasa antes del anochecer. No le cont a mi esposa nada de lo sucedido para no originarle elpresentimiento de que yo estaba sufriendo algn desequilibrio mental. Para no intranquilizar mivida familiar, decid no hablar con nadie del asunto.

    Unos das despus, Prez me trajo recortes de diarios de aos pasados, en los cuales lasgrandes potencias se atribuan indirectamente la paternidad de los platillos voladores. Eso ylos relatos de Prez sobre los avioncitos, confirmaron an ms mi opinin de que losforasteros eran espas de alguna nacin terrestre, y para evitar ser considerado cmplice deun posible delito, decid interrumpir por unas semanas mi aficin de explorar cerros. Mas,segn pasaba el tiempo, cada maana me venan ganas de practicar mi deporte preferido;

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    entonces decid recorrer los cerros por la orilla derecha del ro Kitaraqsa, lugares muy alejadosde aquellos donde me haba encontrado con los extraos en ocasiones anteriores. En aquellosdas, Prez se encontraba de viaje y no pude contar con su compaa; eso me preocupaba.Un da antes, en el trabajo, un joven apellidado Quispe me cont que l conoca los caminosde la regin que yo haba elegido para mis prximas exploraciones, y me pidi le permitieraacompaarme. Acept su oferta y acordamos efectuar el paseo el prximo domingo.

    DOMINGO 15 DE MAYO DE 1960

    Aquella maana amaneci con el cielo nublado, despus de algunos dasde Sol radiante. Pens que si llova, sera difcil caminar por los cerros yante esa posible inconveniencia, estuve a punto de postergar la caminatade aquel da. Mientras yo me lamentaba por el desfavorable estado

    climtico, Quispe toc a mi puerta. Le abr. Al verlo tan entusiasmado porel pasen, cambi de opinin; en pocos minutos me alist y partimos.

    Cruzamos el ro Kitaraqsa y empezamos a subir los altos cerros que seoriginan desde su orilla derecha. Durante el camino recordaba escenasde los encuentros que haba tenido con los extraos en das anteriores. Por ratos acuda a mimente el pensamiento de que ellos se, empeaban en involucrarme en sus "fines"; esoturbaba mi tranquilidad y por eso me alegraba de haber cambiado de zona para mis paseos deese da, y as evitar un nuevo encuentro.

    Pero lo que ms me inquietaba era saber quines eran aquellos hombres y qu estabanbuscando en las abruptas y despobladas faldas de los Andes peruanos, en la regin de

    Ancash. Mientras trataba de encontrar la explicacin a esa incomprensible incgnita, not quemi acompaante caminaba sobre las piedras con destreza y rapidez. Pens que con lrecorrera en un da, muchos ms cerros de los que anteriormente haba recorrido con Prez yeso me alegr. Me di cuenta que Quispe posea prctica y agilidad para trepar cerros, por locual decid conversar con l de sus experiencias. Como habamos caminado ya varias horas,le propuse un pequeo descanso con la intencin de hablarle con tranquilidad.

    -Descansaremos unos minutos, qu te parece?- le pregunt mientras haca un esfuerzo paravencer la fatiga

    -Pienso que es muy temprano, recin hemos empezado a subir, pero si usted quiere paramosun rato respondi Quispe, mostrndose sorprendido por mi sugerencia.

    -Avanzaremos hasta esa piedra grande, all arriba, creo que es un lugar dominante paraobservar los alrededores, qu opinas?-.

    -Est bien, seor, vamos- respondi l, emparejando su paso con el mo.

    Cuando llegamos junto a la piedra, l subi primero y se qued de pie observando a sualrededor con mucha atencin, como si buscase algo perdido entre los peascos; yo subtambin y me sent,

    -Qu ests observando con tanto empeo? Acaso tratas de descubrir algo?- le dije conexpresin de burla. Quispe sonri y call por unos instantes. Pareca que estaba tomandonimo para confirmar algo muy importante y luego me habl:

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    -La verdad es, seor, que me da miedo y vergenza decir lo que estoy buscando, En estasregiones a veces suceden cosas raras y cuando uno las cuenta, le dicen que est loco, que loha soado al quedarse dormido por el cansancio, o que se est convirtiendo en brujo-.

    -De qu estas hablando, Quispe?- pregunt y luego, para darle confianza, agregu: dmelode una vez. Ten la seguridad de que no te considerar loco. Si no confiara en ti, no aceptaraque me acompaaras en este paseo- le dije persuasivamente.

    -Verdad que no se burlar de m si le cuento un secreto?

    -Oh no, amigo mo, yo jams me burlo de nadie. En mi concepto, todas las personas tienenderecho a pensar, opinar, preguntar y sugerir acerca de cualquier cosa que compone la vidaque nos rodea, y de la cual nosotros tambin somos una partcula-.

    -Habla Ud. en serio, seor?

    -As es, amigo; para m, las opiniones, sucesos y problemas relacionados con la vida, son

    motivo de respeto y no de burla-.-Gracias; seor- respondi con un tono de voz que expresaba alivio; se sent a mi lado ymirndome dijo: Por estos lugares estn viviendo constantemente, unas personas raras yextraas que dicen venir de un mundo lejano-.

    -Ya lo s, Quispe, dicen que son habitantes de un planeta llamado Apu; viajan por el espacioen unas naves que tienen forma de platillos, aviones, troncos, peras, cigarros y otros modelosdiferentes-.

    -Seor, cmo sabe, Ud. todo eso? Quin se lo ha contado?

    -Nadie me lo ha contado, Quispe, yo los he visto-.

    -Verdad, seor!?- exclam l ponindose de pie y sonriendo de alegra.

    -As es, amigo. Si quieres ser sincero conmigo, sintate y cuntame todo lo que sabes sobreesos visitantes- le dije mientras en mi mente surga otra confirmacin ms de que losforasteros utilizaban argucias, hacindose pasar por extraterrestres para engaar a loscampesinos, aprovechar su ignorancia y utilizarlos para sus fines.

    -Gracias, seor, muchas gracias, y sepa que le contar la pura verdad- subray y empez areferir caso por caso sus encuentros, tratando de no omitir ni el ms mnimo detalle.

    Mientras Quispe narraba sus experiencias, mir hacia los picos de la Cordillera Blanca, queeslabonados unos tras otros, forman un majestuoso collar blanco que la naturaleza cre paraadornar el Continente Americano.

    De pronto vi que un cndor cruzaba el espacio acosado por un cerncalo, dirigindose velozhacia las escarpadas montaas de la orilla izquierda del ro Kitaraqsa. Por primera vez en mivida observaba que una gigantesca ave, cuya envergadura sobrepasaba los dos metros, huadespavorida de un pajarillo del tamao de una paloma. "Un gigante huyendo de una avecillapens. Me pareci ridculo y solt una fuerte carcajada.

    -Se est burlando de m, seor? - me dijo Quispe sorprendido, interrumpiendo su narracin.

    -No, amigo, por favor, no me estoy burlando, vi al cndor huyendo de un cerncalo y mepareci ridculo, por eso me re-.

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    -Tiene Ud. razn, seor, el cerncalo es muy pequeo y por eso el cndor no lo puede atrapar.A veces los grandes" se crean problemas por abusar demasiado de "los pequeos". Perocuando stos se rebelan, aqullos se alteran y hasta cometen errores graves- recalcsonriente mi compaero. Comprend la expresin de Quispe, que a pesar de su ingenuidadacababa de tocar el problema ms negativo de la sociedad humana; "Vendr el da en quelos hombres reemplacen la palabra 'discriminacin' por la de 'fraternidad'?, pens, y confiadoen la pronta realizacin de ese anhelo de la humanidad, me puse de pie.

    -A caminar, amigo! - dije a Quispe.

    -As se habla, seor!, nos falta todava mucho. .. Qu hora marca su reloj?

    -Son las diez y cinco minutos- respond.

    -A las doce estaremos en la cima, si caminamos parejo, pero si nos ponemos a descansarcada doscientos metros, no llegaremos a la cumbre ni en todo el da- afirm Quispe

    refirindose al tiempo que habamos perdido en descansar.-Me portar bien desde ahora, y no descansaremos hasta que t lo ordenes, te nombro jefe dela expedicin le dije.

    El sonri y aceler el paso. Habamos subido a la cumbre de un escarpado cerro ubicadofrente al nevado de Champara. Nos encontrbamos, pues, a ms de cuatro mil metros dealtura sobre el nivel del mar, y el viento fro nos agotaba. Nos detuvimos unos instantes pararecoger el rumbo a tomar y acordamos avanzar hasta la pequea loma ubicada frente anosotros, y all encender una fogata para calentarnos las manos. Casi al llegar a ese lugar nosencontramos con un par de cabras.

    -Se han separado de su rebao- me dijo Quispe mientras observaba a una de ellas que tenaun solo cacho y cojeaba de una pata delantera.

    -As lo creo; ojala que encontremos al dueo para que nos recomiende algn lugar interesanteque podamos visitar-.

    -Seguro lo encontraremos, seor, por ac viven bastantes pastores. -Desde aquella lomaprincipia una Ilanura extensa y pedregosa, pero con abundante pasto para los animales.Cuando estemos arriba lo va a comprobar- asegur Quispe.

    Avanzamos animosamente. Minutos despus nos encontrbamos ya en la cumbre de la loma.Frente a nosotros apareci, efectivamente, una llanura parcialmente atravesada por profundas

    zanjas formadas por algn remoto huayco, lo que contrastaba con los bosques y arbustos quecrecan en algunas reas. Nos apuramos en subir sobre un peasco elevado para darnoscuenta de los pormenores del lugar. De pronto, a poca distancia de nosotros vimos un claro deregular extensin donde pastaban vacas, ovejas, cabras y algunos caballos, que casi cubranel rea total. Al final de la planicie destacaba una cabaa construida con palos sin labrar. Porsu techo de paja a dos aguas, sala un humo blanco que se esparca por el espacio empujadopor el viento. Frente a la choza arda una fogata. Alrededor se vean varias personas sentadasen el suelo.

    -Dijiste la verdad, Quispe, all estn los pastores esperando para invitarnos al desayuno- dijebromeando.

    -Siempre los hay por ac, les avisaremos de sus cabras perdidas- sugiri.

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    -No se molestarn por nuestra visita?

    -No creo, algunos de los que viven all arriba se molestan cuando un forastero se acerca asus cabaas, pero stos son buena gente, no se amargarn, estoy seguro de ello-.

    -Entonces, vamos donde ellos- le dije, y partimos. Al poco rato llegamos a la cabaa. Dosperros salieron a nuestro encuentro. Uno de los pastores se levant, calm a los perros y seaproxim a nosotros. Le salud; l me extendi la mano sin hablar.

    -Este no entiende castellano, habla quechua no ms- me comunic Quispe apuradamente.

    -Dile que estamos buscando pumas y que por eso hemos venido a preguntar para que nosoriente; he odo decir que por esta regin estn matando al ganado-.

    El campesino comprendi algunas de mis palabras y se puso alegre. Habl con Quispe, enquechua, y estrech m mano con entusiasmo. El sbito cambio de nimo del campesino mehizo comprender que los pumas le causaban daos y que nuestro propsito le agradaba. Esa

    fue una manera muy positiva de lograr la comunicacin. El campesino nos hizo acercar a lafogata y nos invit a que nos sentramos con ellos. Haba tres mujeres, varios hombres y dosnios que se escondan tras sus madres, pues tenan miedo de nosotros. Eso me incomod ypens cmo encontrar la solucin a este inconveniente. Me acord que tena caramelos en elbolsillo, de modo que sequ dos e invit a los pequeos.

    El hombre que nos recibi hablo a los nios pero ellos no le hicieron caso. Una de las mujerestom los caramelos se los entreg a los chiquillos. Me agradeci. Enseguida arrug la frente,se puso triste y una lgrima rod sobre su rostro curtido por el fro de los Andes. Eso mepreocup y supliqu a Quispe que le preguntara cul era el motivo de su desasosiego. Uno delos hombres comprendi mi preocupacin, se acerc a mi lado y en voz baja me dijo:

    -Seor, gracias por la pena que siente; ella est llorando porque tiene un hijo enfermo. Haceya nueve das el nio fue a ese cerro, subi sobre una piedra, resbal y al caer se quebr elbrazo derecho y varias costillas-.

    El hombre hablaba un espaol mal pronunciado, pero yo le entend y le ped que me llevaradonde el pequeo para verlo. El acept y sin hablar con la mujer, me invito a pasar a lacabaa. Entramos el campesino, Quispe y yo. La escena, desagradable, me horroriz. En elsuelo, sobre un colchn de heno, cubierto con una frazada de lana tejida a mano, yaca elnio. Tendra, tal vez, diez aos de edad. Su rostro, hinchado, haba adquirido un colorazulado Por la infeccin: sus ojos cerrados a medias: la boca entreabierta, con la lengua y loslabios tumefactos, mostraba una apariencia horrible. Me arrodill a su lado y toqu la parte desu mueca que sirve para examinar el pulso. Me alarm an ms. No s si fue por mi

    desesperacin, poca experiencia o algn otro fenmeno para m desconocido, pero yo nosent el latido intermitente de las arterias. Deduje por esto que el pequeo se encontraba enestado agnico.

    A pesar que el hospital de Huallanca se encontraba a varios kilmetros del lugar, decid hacerel intento de trasladar al nio lo ms pronto posible, para que los mdicos lo auxiliaran.Comuniqu a Quispe mi decisin y le ped que explicara a la madre del nio nuestro propsito.Mientras planeaba cmo lograr el traslado del enfermo hasta el hospital, el campesino yahaba avisado a la madre del pequeo acerca de mi determinacin. Esta se enfureci, entr enla cabaa desesperadamente y grit a Quispe amenazndole con los puos; a m me agarrdel brazo y me ech afuera con una fuerza inexplicable. Ca al suelo. Me par de sbito ypens que con mi intento haba ofendido alguna costumbre de aquella gente.

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    Sent miedo. "Tal vez me atacarn", recapacit, y llam a Quispe para que nos furamos dellugar. En eso, la madre del nio sali de la cabaa. Lleg a mi lado y empez a gritar y agesticular, poniendo sus manos en mi cara. Las nicas palabras que pude retener sin saber susignificado, fueron- ",manan, taita! . . imanan! . . . taita Dios. . !

    Quispe se acerc y me dijo:

    -No tema, seor, la madre del nio dice que los dioses del cielo vendrn para curar a su hijo yque no lo toque ms-.

    Eso calm un poco mis nervios y cre que se trataba de algn brujo que vendra a curar alpequeo, utilizando rituales con fuego, humo y otros objetos. ..

    -Nos quedaremos para conocer a los dioses?- pregunt a Quispe que estaba esperando midecisin.

    -Si, seor, por favor, qudese, va usted a ver algo muy interesante, le aseguro que le va

    gustar- sugiri con entusiasmo.-Est bien, Quispe, nos quedaremos para presenciar la llegada de esos "dioses" - dije conexpresin de burla.

    Un perro se me acerc con las orejas cadas, moviendo la cola en seal de amistad. Loacarici; el lami mi mano. Nos hicimos amigos. Siguiendo al perro, un nio lleg y se sent ami lado. Me hablaba con emocin, en quechua; yo no le entenda, pero me pareca que meexplicaba algo sobre su perro. Me interesaba iniciar conversacin con el pequeo. A pesar queno nos conocamos, la pureza de la niez le originaba un sincero deseo de amistad. "Es lanica poca de la vida de los humanos en que actuamos con nuestros sentimientosincorruptos", pens en aquel instante. Acarici al nio y al perro y llam a Quispe para que me

    ayudara como intrprete.

    Al poco rato se nos acerc el otro nio y nos pusimos a conversar sobre la lluvia, el viento, losbosques, el cielo y la Luna. Mientras tanto, haban transcurrido decenas de minutos sin quenos diramos cuenta. El cielo despej un poco y los negros nubarrones se convirtieron ennubes aborregadas. No obstante que yo no comprenda el idioma de los pequeos ni ellos elmo, la conversacin se desarrollaba en la ms perfecta armona. Ellos me hablaban decampos, aves, animales y flores, y yo les explicaba para que sirve la carabina, cmo semaneja y de qu est construida. Uno de ellos me mir seriamente y dijo:

    -Amigo, por qu hay que matar a los animales?, es la orden del patrn?

    Mientras me concentraba para hallar la respuesta adecuada que pudiera explicar al nio larazn de quitar la vida a un ser para comer su carne, los perros ladraron y corrieron hacia elextremo de la pampilla por donde pastaba el ganado.

    Quispe me agarr del hombro bruscamente.

    -Mire para all, seor!- grit con desesperacin. Volte la cabeza hacia la direccin sealaday vi que un aparato parecido a una avioneta descenda verticalmente desde las nubes. Sepos entre las cabras y ovejas sin hacer ningn ruido. Era de color diferente al de los platillosque haba visto anteriormente. Pens que se trataba de alguna maniobra militar y esperabaque desembarcaran los soldados para conversar con ellos.

    Al poco rato, del interior de la nave sali uno de los extraos. Vesta la malla, para m yafamiliar, pero su talla difera de los que haba visto antes. Este tena hombros como los

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    nuestros, cadera pronunciada y era de menor estatura. Se dirigi hacia nosotros sin pisar lahierba, desplazndose en el aire a unos centmetros del suelo.

    -Por qu anda de esa manera?- pregunt a Quispe, confundido.

    -Dicen que para no torturar a las clulas del csped, pisndolas- respondi ste con tonoserio. Yo sonre.

    Los perros corrieron hacia el extrao; l los acarici. Los canes se pusieron contentos, parecaque estaban familiarizados con l.

    Mientras el extrao se acercaba hacia nosotros, me di cuenta que Quispe y todos loscampesinos estaban arrodillados con las palmas juntas frente a la cara e inclinados hasta elsuelo. Parecan estar en una ceremonia religiosa. Eso me sorprendi, pero tambin aclar laincgnita sobre la llegada de los "dioses" que la madre del nio me haba anunciado una horaantes. Mientras tanto, el extrao ya estaba entre nosotros. Enseguida not que era de razablanca y esto confirm mis sospechas de que eran espas. Al observar con atencin, me di

    cuenta que el visitante era mujer porque sus senos as la identificaban. Ella hizo una seal alos campesinos para que se levantaran, y stos obedecieron sin demora. La visitante se dirigihacia la cabaa sin hablar con nadie, entr y luego sali cargando al nio en brazos; lo llev ala nave sin demora.

    Todos los presentes permanecamos en silencio, pero en los rostros de los pastores se notabauna expresin alegre.

    -Qu es lo que est pasando?- pregunt a Quispe en voz baja, interrumpiendo el silencio. Nome contest. Eso aument an ms mi intranquilidad y pens que mi acompaante se unira alos campesinos para hacerme algn dao. Disimuladamente cargu mi carabina, puse elseguro y permanec alerta. Los minutos transcurran y el silencio dominaba el lugar. Slo los

    perros se movan a m alrededor y una oveja bal de repente; esas fueron todas lasmanifestaciones que quebraron la tensin. Por un instante pens que los extraos tenan ensus naves, salas de ciruga y otros recursos necesarios para auxiliar a los enfermos yaccidentados, y que aprovechaban eso para atraer a los inocentes campesinos,presentndoseles como dioses. Mientras yo esperaba que la desconocida devolviera al niovendado e inconsciente, frente a mis ojos apareci una escena inconcebible, ilgica e inslita.De pronto vi que el nio bajaba solo por la escalerita de la nave y al llegar al suelo corri hacianosotros, agachndose de vez en cuando para coger las piedras, mostrando as su perfectoestado de salud. Por haberlo visto cuando estaba hinchado, no lo reconoca y pens que steera otro nio, miembro de la tripulacin. Entonces esper la reaccin de la madre del pequeo.An el chiquito no haba recorrido la mitad de la distancia entre la nave y nosotros, cuando lamadre corri hacia l gritando de emocin. Los presentes abrazaban y daban gritos de alegra.

    Quispe, con los perros, tambin corri hacia la madre y el hijo, dando saltos de alegra.Cuando todo estuvo calmado, supliqu a la madre del nio que me permitiera examinarlo.Quispe actu como intrprete y la mujer acept. Me acerqu al pequeo, ahora con el rostrosonriente y de color natural, deshinchado, y empec a revisarle costilla por costilla. A pesarque estos casos inslitos alteraban mi paciencia, procur conservar la serenidad lo msposible, para tener seguridad de lo que estaba examinando. Quin sabe cmo hicieron esacuracin, mas yo no pude descubrir en su brazo vendas ni cicatrices. El nio no mostrabaninguna anormalidad en su organismo y eso lo demostraba con su sonrisa, su agilidad y laexigencia a su madre para que le d de comer.

    Mientras yo estaba examinando al "paciente resucitado" y me asombraba de lo que acababade suceder, la extraa mdica, con un compaero suyo, ya estaba entre nosotros. Sonrientesy con miradas que expresaban respeto y amabilidad, trataban de explicar a los campesinos

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    que los buenos hechos deben ser memorizados para imitarlos. .. y por eso no precisaban deagradecimientos, pagos, elogios ni zalameras. Hablaban, a mi parecer, en idioma quechua,porque, de vez en cuando, hacan rer a los campesinos hasta hacerlos lagrimear, pero a lavez, yo tambin escuchaba la conversacin mas en mi idioma materno, como si una mquinatradujera las palabras, en un mismo momento, a varios idiomas. Quise asegurarme de eso yhabl a Quispe.

    -S, comprendo claramente- respondi.

    -En qu idioma estn hablando? No les oigo bien interrogu a Quispe de nuevo, paraasegurarme de que estaban hablando lo que verdaderamente yo perciba.

    -Ellos hablan, en su propio idioma y tambin en todos al mismo tiempo- respondi l con gestode afirmacin.

    -Cmo es eso, Quispe?-, explcamelo. Tienen alguna mquina que traducesimultneamente su idioma a otros?

    -No conozco eso, seor, slo s que una vez nos contaron que unos iones positivos hacenque todos los seres vivientes que traten con ellos, entiendan sus palabras simultneamente.

    En eso, la extraa "mdica" se me acerc.

    -Mi nombre es Ivanka, amigo. Cul es el tuyo? habl en voz suave y en mi dialecto. Le dijemi nombre descortsmente. Ella sonri: El nombre de la extraa trajo a mi mente la idea queella era ciudadana de algn pas europeo a cuyo servicio estaba, y empec a tomar interspara descubrir su origen.

    -Su nombre parece ser de origen eslavo, suena bonito. ..De qu pas es usted?- le pregunt

    en tono corts.

    -No pertenezco a ningn pas. Mi patria es el universo, soy ciudadana de todos los pases yhermana de todos los seres que en l existen-.

    -Me gustara lo que est diciendo, no s si ciertamente piensa as, pero por los menos suspalabras encierran en s sabidura. Tampoco comprendo qu es lo que pretenden, mas lo queacaban de hacer con el nio es una obra compasiva que merece agradecimiento-.

    -Amigo, te pido por favor que me trates de t, puedes? me pidi la extraa sbitamente-.

    -Por qu?

    -Nosotros acostumbramos tratarnos de esa manera; si no te es posible hacerlo, prosiguesegn te agrade-.

    -De acuerdo- respond afirmativamente, y luego continu- Dime, lvanka, cmo han curado alnio con tanta perfeccin y en tan poco tiempo, o tal vez lo hipnotizaron a l y a todosnosotros?

    -Amigo, an no he respondido a tus dudas sobre mi identificacin; lo har ahora. Te dije quesoy ciudadana de todos los pases del universo y hermana de todos los seres que en lexisten. Soy ciudadana de Apu. El deber innato de todo apuniano es proteger la vida celular yayudar a los seres en cualquier lugar donde nos encontrarnos. Nosotros no conocemospreferencias, privilegios, cobros, favoritismos ni el ventajismo. Nuestro cario, amor y

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    sabidura, son para todos los seres por igual, por que somos parte de todo lo existente en eluniverso-.

    Me sent atolondrado por tanta filosofa que la extraa acababa de verter sobre m en pocosmomentos. Call algunos instantes y al reaccionar le dije:

    -Pero an no me respondiste cmo han curado al nio -.

    -Perdname- contest lvanka. Nosotros tenemos varias formas de curar; una de las mspositivas es la desintegracin e integracin.

    -La desintegracin e integracin!?- Qu forma de curar es esa?

    -Desintegramos las clulas del cuerpo del paciente hasta sus ms pequeas partculas, yluego integramos un cuerpo perfectamente sano, con clulas nuevas- me respondi.

    -O sea que tambin pueden crear clulas?

    -S, amigo. Hace billones de aos, desde que los apunianos descompusieron el tomo a sumnima partcula. Con ese trabajo obtuvieron los ms altos poderes, tales como lainmortalidad, el dominio sobre los iones positivos y muchos otros ms-.

    -Cmo se llama esa partcula mnima del tomo? Pregunt en tono jocoso.

    -Se llama Minius (*), segn la traduccin del idioma apuniano- respondi Ivankaenfticamente.

    Escuchar una explicacin tan inslita en aquel entonces, alterara la serenidad de cualquiera.Pero como yo ya conoca las cantaletas de los extraterrestres, slo pens que estaban

    intentando convencerme, valindose del hipnotismo, para que creyera en sus "superpoderesde otro mundo".

    -Escucha, Ivanka- le dije, podras hacer una demostracin que me permita captar, al instante,qu es la desintegracin e integracin?

    -S, amigo, lo har con mucho agrado. Mira aquellas ovejas y cabras que estn pastando allen la pampa-.

    -Espera un momento- le suger, pues mi intencin era llamar a Quispe para que presenciara elespectculo y ver si a los dos nos hipnotizaba con la misma fuerza. En eso Quispe lleg dondenosotros sin que yo lo llamara. Le expliqu de lo que se trataba. El sonri y al darse cuenta de

    mi duda sugiri:

    -Tranquilcese, seor, y preste, por favor, un poco de seria atencin; ellos pueden hacermuchas cosas para nosotros increbles; se va a sorprender- me asegur. ..

    Un perro ladr persiguiendo a los cucules que junto con las gallinas rebuscaban comida en unbasural. Las aves volaron al ras del suelo hacia el rebao, y todos miramos al inquieto perroque intentaba alcanzarlas en pleno vuelo. De pronto las ovejas y cabras desaparecieron y ensu lugar aparecieron arbustos con flores diversas: all estaba toda la variedad que existe ennuestro planeta. La mayor parte era desconocida para nosotros. Los campesinos searrodillaron y se inclinaron como si estuvieran en misa. Quispe se acerc a m, me code y envoz baja sugiri.

    -Arrodllese, seor, no se quede parado- No le hice caso. El se arrodill.

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    En la pampa, en aquel instante, el perro era el nico animal pedestre que se mova porquepersegua a las cucules. Un ttrico silencio dominaba el lugar y mientras tanto, yo intentabadescubrir el cmo y el por qu de aquel inslito suceso.

    -Qu es lo que ests viendo en la pampa, amigo? me pregunt Ivanka con tono amable.

    -Veo lo que t quieres que vea: un perro persiguiendo a varias aves y cantidades de flores quet acabas de "sembrar" para nosotros, hipnotizndonos. Quispe levant la cabeza y me mirde soslayo, con enojo. En ese instante vi al compaero de Ivanka, ahora jugando con el perroque haba dejado de perseguir a las cucules. El extrao se mostraba indiferente a las escenasque estaban sucediendo en el campo, como si aquellas flores hubieran sido sembradasmuchos aos antes-.

    -Quieres que volvamos a convertir las flores en cabras y ovejas?- me pregunt Ivanka, estavez con ms naturalidad.

    -Convirtelas en palomas- respond burlonamente como para desquitarme de sus, para m,fechoras hipnotizantes a las que nos sometan.

    Ella se puso de pie, me mir y sonri con amabilidad. Extendi sus manos horizontalmente,con los dedos hacia las flores, y de pronto la pampa se llen de palomas grandes y pequeas.Los perros ladraron y corrieron tras de ellas persiguindolas. Estas volaban a unos metros delsuelo, se alejaban y se posaban otra vez, picoteando la yerba. Me sorprend. Pens que losextraos podran hipnotizar y sugestionar a las personas para que vieran con diferentesapariencias a las cosas y a los seres, sin que stos cambiaran sus formas verdaderas; perohipnotizar y sugestionar a los perros para que ellos vean, en lugar de ovejas, palomas, y quelas correteen por el campo, me asombr. Sent miedo. Ivanka comprendi mi alteracin,extendi sus manos de nuevo y las cabras y ovejas aparecieron pastando como unos minutos

    antes. Los perros regresaron. Quispe se persign, se levant, vino a mi lado y en voz baja medijo:

    -Se ha asustado usted, seor?

    -Aqu no hubo nada que me asustara- le respond, tratando de recuperar la serenidad.

    Los campesinos se levantaban persignndose y empezaban a comentar el acontecimiento.Mientras yo estaba recuperando la tranquilidad, un nio me habl algo en quechua. No lecomprend.

    -Quiere que vuelvan las palomas otra vez- me tradujo Quispe. Sonre. Eso alivi en algo mi

    nerviosismo. Al pequeo le haba impresionado la enorme bandada y segua pidiendo queregresaran.

    -Diga al nio que pida eso a la seorita Ivanka, ella es la nica que puede hacer que vuelvanlas palomas- suger a Quispe. En eso, una cucul vol desde el bosque; no s si por orden dela mdica o casualmente, lleg hasta nosotros y se pos sobre el hombro izquierdo delpequeo. Este la acarici y grit lleno de alegra, llamando a su mam para mostrarle el avecariosa que permaneca sobre su hombro.

    Ivanka se acerc a Quispe, le tom del brazo y sonriente le dijo:

    -Amigo, puedes explicarnos por qu te arrodillaste?

    -S, seorita, acaba usted de hacer un milagro- respondi l respetuosamente.

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    -Ests equivocado, amigo, lo que acabo de hacer fue un trabajo que cualquiera de ustedes lopodra haber hecho, si se hubiera preparado para eso. Por favor, amigo, explica a los demsque nosotros nunca hacemos milagros. Todo lo conseguimos por nuestro trabajo, utilizando eltomo y sus componentes-.

    Quispe inclin la cabeza y fue a hablar con los campesinos; mientras tanto, el compaero deIvanka se nos acerc.

    -Este es mi compaero de viaje, su nombre es Pedro. Desde hace muchos aos viajamosjuntos por el espacio- dijo Ivanka.

    Le extend la mano; l hizo lo mismo pronunciando las palabras "no lo olvidar". No comprendel significado de las palabras y pens que no haba escuchado bien su pronunciacin.

    -Significa agradecimiento en el habla apuniana- me explic Ivanka comprendiendo miconfusin. El extrao sonri. En mi mente se sum una incgnita ms. Permanec en silencio.

    Ivanka, Pedro, ovejas y cabras convertidas en flores, stas convertidas en palomas y stas enovejas y cabras; apunianos, platillos voladores, avioncitos y tantas otras manifestacionesinslitas y extravagantes, recargaban mi mente de tanta confusin que no saba si mejor serahuir para no soportar aquella impresin, o permanecer esperando el final del espectculo.

    -Si deseas, vamos a la nave, vers ms cosas desconocidas, o tienes miedo?- me dijoIvanka sonriente.

    -No tengo miedo- respond despus de haber concentrado todo mi coraje para decirlo. Mir aQuispe y l aprob con un movimiento de cabeza. Su actitud atenu mi alteracin y acept lainvitacin de Ivanka.

    -Vamos- dije a Ivanka y partimos-.

    Aquella vez no se elevaban sobre el pasto, caminaban como nosotros y eso me llam laatencin; observ con cuidado y me di cuenta que los extraos daban pasos, igual que Quispey yo, pero las yerbas no se doblaban bajo sus pies.

    Cuando llegamos a la nave, vi que esta se mantena en el aire, a unos sesenta centmetros dealtura sobre la superficie. Comprend que aquella extraa forma de posarla se haca con elpropsito de no daar las clulas del pasto y no hice preguntas. Tambin descubr que aquelaparato, por la forma de sus alas, era una avioneta aunque de modelo raro, pues su cuerpoera corto pero grueso, como de un avin de pasajeros.

    -Es de alas plegables y supera la velocidad de millones de kilmetros por minutos- me dijoIvanka refirindose a fa nave.

    No senta ganas para la conversacin y me hice el que no comprenda de qu me hablaba.

    Las puertas, que estaban ubicadas entre las alas y la cola, se abrieron retrayndose en lasparedes cuando nos hallbamos a un metro de distancia. Desde adentro asom un forasterosemejante a los que ya conoca, pero a ste no lo haba visto antes, pens que la nave setambaleara por nuestro peso al subir y me puse a observar lo que ocurra cuando subaPedro. El pis la nica escalinata que sali del interior al abrirse la puerta, y su pisada noprovoc el menor movimiento en la "avioneta". Subimos Quispe, Ivanka con un perro y yo.Adentro, una habitacin ovalada, sin ngulos rectos, bastante extensa y amoblada con variossillones. En las paredes se vean varias pantallas empotradas, semejantes a las de lostelevisores, pero de un color agradable.

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    -Este es nuestro amigo Alif- me dijo Ivanka presentndome al forastero que encontramos en lanave. Le extend la mano y le dije mi nombre. El me invit a sentarme sealndome uno de lossillones ms cercanos. En aquel instante sent una agradable e inexplicable sensacin. Measust; Alif me mir.

    -Estas desgravitado, amigo, tu peso ahora es de ochenta gramos- me dijo sonriente.

    Mir a Quispe por curiosidad, pero l pareca sentirse tan normal como si se encontrarasentado en una taberna. Me di cuenta que l haba subido a esas naves anteriormente y queya se haba acostumbrado al estado de ingravidez. Ivanka sonri y se sent en un silln, a milado.

    -Todo esto te parece muy extrao, verdad?- me pregunt de repente.

    -Sinceramente, s- contest.

    -Es lgico. No es de esperar otra cosa. Yo tambin me sent muy extraa cuando sub porprimera vez a una nave apuniana.

    -Cmo es eso, Ivanka? Acaso t no eres de ese planeta, Apu?- pregunt con inquietudpensando que aquellos forasteros se haban propuesto divertirse conmigo, burlndose de miignorancia.

    -Hermano mo, clmate por favor. Tienes derecho a opinar sobre nosotros segn la inspiracincelular de tu mente. Pero te aseguro que no hacemos dao a ningn ser- me dijo Ivankasuplicante, Decid, entonces, hacer un esfuerzo para soportar hasta lo mximo.

    -Hace cuarenta y siete aos que soy ciudadana de Apu. All la gente es positiva, no existe

    dao, egosmo, ambiciones ni odios, creme, y si tomas las cosas con calma, t solo teconvencers que es as-.

    -O sea. ..T no has nacido en Apu?- pregunt rindome descortsmente al pensar que laextraa intentaba dominarme con engaos y que posiblemente, hasta pretendera hacermecreer que era mi paisana.

    -No, amigo, soy terrcola- contest con finura. -Dnde has nacido, entonces?

    -En la ciudad de Dubrovnik, en la orilla yugoslava del Mar Adritico- respondi ella mirndomesonriente (*). Me d cuenta de que haba adivinado el propsito de la extraa y solt unacarcajada. Ella sonri tambin. De pronto empec a sentir alivio, no s si fue por la mirada

    femenina o por alguna otra razn desconocida.

    -Eso significa que somos paisanos-, no es as?

    -Efectivamente, es cierto. Pas mi infausta niez a orillas del Adritico- respondi mientrasobservaba a Pedro y Alif que estaban examinando en la pantalla los nevados de Champarapor donde pretendan volar individualmente durante los prximos minutos.

    -Dijiste que has pasado una niez difcil-. Por qu?

    Ella acarici al perro que se encontraba sentado a su lado. En la pantalla vimos una brizmapresionada por una piedrita. Ivanka la desintegr y la yerba se enderez. Luego me dirigi unamirada como para observar mi opinin sobre su trabajo, y dijo:

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    -Qu alegre se siente uno cuando hace el bien a los dems y les alivia su sufrimiento!

    -Es generoso prestar ayuda a los que la necesitan respond. Ivanka call por un momento:luego habl:

    -Durante mi infancia soport todas las miserias que el egosmo y el dinero originan, y queestn manchando y torturando la vida en la tierra. Por eso s de sobra lo suprema que es lalabor en favor de los dems, eso lo aprend en Apu y aqu en la Tierra lo sufr personalmente.He dedicado bastante tiempo para determinar cuales son los fenmenos que hacen tandesagradable y difcil la vida terrestre. Descubr que los hay de dos tipos: unos creados por elhorrible y otros por la naturaleza; pero el ms negativo de todos es el dinero, porque casisiempre es el origen del sufrimiento. Es el creador de la guerra, del egosmo y de laexplotacin! Esto retarda todos los adelantos, descubrimientos e investigaciones que elhombre pudiera desarrollar para corregir los fenmenos naturales que son sumamentedainos para la vida celular.

    El hombre tambin conoce los daos que origina el dinero, pero est dominado por el egosmo

    y se niega a hacer un sincero intento de extirpar o simplificar el sistema monetario de la vidaterrestre. Al contrario, pretende justificar los sacrificios, los sufrimientos, las destrucciones ytodo lo negativo que origina el dinero, atribuyndolas al destino, a la mala suerte o al castigoprescrito por la omnipotencia, por un hecho cometido quin sabe por quin durante laformacin del mundo. La vida terrestre pudiera ser tan bella como la de Apu o cualquier otragalaxia del universo, si los terrcolas se organizaran de manera positiva, fraternal, sin dinero,guerras ni explotacin, formando una sola familia: la terrestre. Los habitantes de la Tierrasufrirn sacrificios, miserias y torturas por causa de fenmenos naturales, hasta que eliminensus creaciones negativas y se den cuenta, por completo, que el destino de la humanidad lotiene en sus manos el hombre mismo, y que slo l debe y puede solucionar sus propiosproblemas, a base de la unin, la paz, el estudio, el trabajo colectivo y una firme confianza ens mismo y en su esfuerzo. Slo entonces tendr tiempo y fuerza para corregir los fenmenos

    creados por la naturaleza, tales como las enfermedades, la muerte, la negatividad del Sol yotros. Hasta ahora conozco un milln diecinueve mil catorce civilizaciones en el universo, masno he visto ninguna que haya podido subsistir sin su propio esfuerzo planeado positivamente.

    La evolucin y adelantos de cada una de ellas, es exactamente proporcional a la unin, eltrabajo y el estudio que practican.

    -Y qu te parecen los adelantos terrestres, logrados hasta ahora?- pregunt irnicamente.

    -Con el principio de este siglo ha empezado un desarrollo considerable de la vida terrestre,

    pero no se lograr por completo hasta que no se unan fraternalmente, lo que les permitirorganizar su trabajo, su estudio y un modo de vida sin discriminacin. Mientras los terrestressigan interrumpiendo las labores durante las dos terceras partes de cada da, encontrndosesin ocupacin casi la mitad de las personas aptas para trabajar y la mayor parte de lotrabajado lo estn asignando para la guerra, la sociedad humana organizar en la miseria-afirm Ivanka mostrando en su rostro la preocupacin. Luego prosigui y narr episodios desu lucha para sobrevivir en la Tierra, desde que fue abandonada por sus padres antes decumplir diez aos de vida.

    Quispe hizo un movimiento con su mano derecha sobre el silln. En la pared de enfrentefuncion una pantalla y en ella empezaron a desfilar todas las escenas segn las contabaIvanka. Pens otra vez en hipnotismo o alguna otra forma de sugestionar a las personas paraque vieran en la pantalla lo que pensaban.

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    Pedro se acerc y me dijo sonriente:

    -Amigo, no es lo que ests pensando. Estas pantallas funcionan por orden del pensamiento,es cierto, pero las escenas son reales, tal como sucedieron. Los iones positivos no mienten.Una vez que la pantalla ha recibido la orden de mostrar un tema cualquiera, trabajaindependientemente de todo pensamiento. Tu sorpresa y alteracin son manifestaciones detus clulas an no positivadas. Para que se familiaricen se necesita algn tiempo-.

    -Sabes?- me dijo Ivanka-, ordena a la pantalla que reproduzca tu vida, vers si hay algo decierto en eso-.

    Obedeca la extraa y pens en mi nacimiento. Las escenas empezaron a desfilar, pero enuna dimensin extraa, como si el campo, las personas, los bosques y los animales, sehubieran reducido de tamao conservando su forma y mostrando las acciones y temas hastaen el ms mnimo detalle. Me pareca que poda tocar todo lo que vea. Vi mi nacimiento, miniez y luego mi juventud, en detalle y con escenas ntimas que nadie hubiera podido filmarpara mostrrmelas. Tambin desentra muchas incgnitas y por qu sobre lo que haba

    sucedido durante la Segunda Guerra Mundial y lo que yo ignoraba. Vi los destinos de misamigos desaparecidos, los lugares y las escenas de cmo murieron mis compaeros, muertesdetalladas de los soldados y tantos otros sucesos que antes desconoca cmo pudieron haberocurrido. Empec a meditar sobre lo que vea y por razonamiento lgico de los casos, llegu ala conclusin de que cada uno pudiera haber sucedido segn lo vea en la pantalla.

    La solucin econmica y del desarrollo de la sociedad humana organizando el trabajoininterrumpido, por turnos, y que Ivanka acaba de explicarme, aseguraba -a mi modo depensar- la solucin, en gran parte, de los problemas actuales de nuestra sociedad, tales comola desocupacin, la escasez de lo necesario y la carencia de tiempo para el estudio. No sabade dnde provenan las ideas de la forastera, sospechaba de su origen y de sus intenciones,mas sus conceptos de cmo acelerar el desarrollo de la sociedad y combatir sus problemas

    principales, me parecieron tan sencillos, tiles y fciles de realizar, que me sorprendieron. Lasconsider adaptables a la sociedad actual. Pens que se requeran pocos estudios para surealizacin.

    Pedro y Alif salieron de la nave. Ivanka hizo funcionar una pantalla ms cercana a nosotros.En ella aparecieron los dos, parados a poca distancia de la puerta. De pronto se elevaroncomo lo hizo el apuniano cuando me mostr sus adelantos para volar individualmente, duranteel encuentro anterior. Volaban a la velocidad normal de una avioneta, y a unos cien metros dela superficie, zigzagueando entre los peascos, la nieve amontonada, subiendo y bajandocomo las aves. Pero lo que ms impresionaba era la forma, la claridad o la dimensin en lacual se perciban sus vuelos. Por donde pasaban, todo se vea como si uno estuviera all,presente entre las cosas para tocarlas a cada una. La claridad de los colores asombraba.

    Daba la impresin de que todas las cosas y lugares haban sido retocados con un esmalte queagradaba y que los estbamos observando por medio de algn aparato ptico sumamentepoderoso.

    -Este aparato grada los colores segn el agrado de las clulas que componen el rganoptico del observador -me dijo Ivanka interrumpiendo la observacin en la pantalla, de lossitios por donde pasaban volando sus compaeros.

    En eso mir hacia Quispe y vi que estaba viendo en una de las pantallas, a Elena de Troyacon toda su comitiva con tranquilidad tan profunda como si estuviera mirando un programa detelevisin en su propia casa. Me sorprendi la personalidad de la princesa griega que con subelleza haba provocado una guerra sangrienta entre troyanos y griegos, haca miles de aos.Vi, pues, la gente de aquellas pocas de las cuales la historia slo hace una mencin oscura,alejada de la realidad. Su fsico, su vestidura, su trato, su forma de vivir y su cultura, fueron

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    olvidados. Nadie se ocup de ellos en aquellas pocas, para dejar constancia real de cmoeran. Me enter en aquel momento, que el hombre actual desconoca por completo losdetalles y la verdad de aquella civilizacin, eso me origin curiosidad para seguir observando.

    A pesar que no estaba seguro de si lo que vea era una sugestin hipntica, un sueoprovocado artificialmente, una pelcula o una realidad, aquella extraa dimensin queutilizaban me agrad. Las cosas, animales y personas que estaba mirando en la pantalla sevean tan explcitas y tan agradablemente como si me encontrara entre ellos. Cualesquiera delas cosas que perciban mis ojos: los campos, personas o animales, si no me eran conocidosen detalle, tras su figura vena una minuciosa explicacin de sus orgenes, usos, duracin yaspectos positivos o negativos. Acept, pues, seguir viendo aquellos reyes y prncipes de loscuales tanto haba escuchado durante mi infancia.

    -El hombre ignora muchas cosas todava- interrumpi Ivanka. Pero l no tiene la culpa detodo. Hubo tantas destrucciones y guerras, que se ha borrado hasta la ltima huella demuchos hechos, de tal manera que ignoramos incluso nuestro origen. Mira en esta pantalla,me dijo sealndome una que funcionaba a su lado derecho. Volte la cabeza y vi a Pedro y

    Alif en una quebrada de los nevados de Champara, posados sobre una pared hecha debloques gigantescos de piedras de ms de diez metros de alto y de un ancho similar cada uno.Montaas de hielo se levantaban sobre ellos, como si se hubieran propuesto ocultar parasiempre aquella obra de los primeros trabajadores que la Tierra tuvo en su superficie.

    -Qu es eso?- pregunt sorprendido a Ivanka.

    -Estos son restos de una ciudad apuniana, construida antes que Apu explosionara, hacebillones de aos-.

    -De qu explosin me hablas?- pregunt confundido por no comprender de qu se trataba.

    -Me refer a la explosin de Apu, cuando nacieron el Sol y muchas galaxias- me dijo yprosigui explicndome sobre lo ocurrido.

    -Son grandes esas ruinas?- pregunt por curiosidad.

    -S, son restos de una ciudad que fue la ms grande de Apu en esa poca, pero la explosin ladestruy y su mayor parte se dispers por el espacio; el resto fue sepultado. Lo nico quequed de ella en la superficie, es aquella pared que vimos en la pantalla. Mira all. Obsrvalacmo era cuando viva gente en ella.

    Mir en la pantalla y vi una ciudad de calles anchas, casas no mas altas de dos picos,construidas con bloques de piedras tan gigantescos, que en muchos casos uno solo compona

    la pared ntegra de la casa.

    -Cual era el nombre de la ciudad?- pregunt a Ivanka.

    -Simi, en apuniano- respondi ella con un acento raro.

    -Cmo han podido cargar tan enormes piedras? Tuvieron mquinas especiales para esetrabajo?- pregunt asombrado.

    -No, amigo. Los apunianos han desarrollado sus facultades al mximo; uno de los resultadoses el dominio de la desgravitacin. A esas piedras les quitaban su peso especfico y luego lastrasladaban sin dificultad a los lugares deseados. Tambin se pueden transportar por mediode la desintegracin e integracin, mas ese sistema se usa slo en casos especiales. Eldesgravitar es ms conveniente. Observa- sugiri. Y mientras yo estaba viendo en la pantalla

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    cmo montaas de piedra desgravitadas volaban por el aire de un lugar a otro comoempujadas por el viento, mi compaero Quispe me inform que el fin de aquel da, 10 de julio,se estaba acercando. Mir mi reloj y vi que eran las dieciocho horas con catorce minutos. Meacord que mi casa distaba ms de diez kilmetros y para caminarlos, en la oscuridad de unanoche con cielo nublado, tendra que enfrentarme a muchas dificultades.

    Decid entonces observar la pantalla hasta ver la historia completa de aquella ciudad apunianay luego partir de regreso. Al final llam a Quispe para avisarle la hora, y vi que ste habapuesto toda su atencin en la pantalla, mirando, esta vez, la conquista de Egipto por AlejandroMagno. Sent pena de interrumpirle la ocasin de poder ver famosos episodios de la historiadel hombre, ya que tal vez nunca ms tendra esa oportunidad. Decid esperar algunosminutos y prosegu conversando con Ivanka. En eso, Pedro y Alif entraron en la habitacin, senos acercaron y dijeron "Todo por los dems". No escuch bien lo que decan y pens que setrataba de algunas palabras claves acordadas entre ellos e Ivanka; no hice preguntas.

    -Es nuestro saludo, que ya conoces- me dijo Pedro con tono suave; se sent en un sillncercano y empez a conversar con Ivanka sobre las ruinas de la ciudad de Simi y el viaje que

    haban realizado por los nevados de Champara. Mientras tanto, afuera oscureca.-Vmonos!- dije a Quispe en voz baja.

    -Esperemos unos minutos ms, por favor, quisiera ver cmo termin la existencia de AlejandroMagno; acept. En eso empez a llover. Con la lluvia, nuestro regreso se complicabamuchsimo. Yo tena que empezar mi turno de trabajo en las primeras horas de la madrugaday tema no llegar a tiempo.

    El interior de la nave qued alumbrado por una luz diurna y uno no poda darse cuenta si seencontraba en el campo en un da de Sol, bajo la sombra de un rbol, bajo una carpa en laplaya, o en la nave de los extraos. Cuando Quispe termin de ver el final de la vida de

    Alejandro Magno, se puso de pie para salir; yo lo segu. Afuera llova a cntaros. Era muydifcil caminar en la oscuridad, bajo la lluvia, por las abruptas faldas de los cerros deChampara, no teniendo ms camino que un sendero hecho por las pisadas de cabras yovejas. Quispe se desesper y empez a sugerirme que nos quedramos en la nave de losforasteros hasta el da siguiente. No pude aceptar aquella sugerencia porque mi trabajo eracomplicado y adems no tenamos hombres en reserva. Cuando salimos de la nave, Pedro seme acerc.

    -Si t aceptas, te ofrezco mi ayuda para acompaarlos hasta Huallanca-.

    Eso me sorprendi. Pens que los extraos estaban intentando divertirse con nosotros. Unoscampesinos se encontraban cerca de la nave gozando de la misteriosa luz que irradiaba. No

    poda arriesgar en nada mi responsabilidad del trabajo y acept la proposicin de Pedro. Esteapret uno de los botones de su chaleco. Inmediatamente a un metro de sus lados y de sucabeza- se form un arco en forma de herradura, que alumbraba decenas de metros con luzdiurna. Nos despedimos de Alif e Ivanka y... partimos.

    El aguacero prosegua con toda fuerza, pero sobre ninguno de nosotros caan las gotas delluvia. Eso me asombr sobremanera. Pregunt a Quispe si las gotas estaban cayendo sobrel, para asegurarme del misterio.

    -No, seor, a mi la lluvia me est respetando- respondi irnicamente.

    -Clmate, amigo- sugiri Pedro que caminaba entre Quispe y yo para alumbrar el camino conperfeccin-. Nosotros estamos protegidos por una capa de iones positivos; por favor, intentacalmar tus clulas- insinu. Obedec y proseguimos.

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    Durante el camino no habl con ninguno de mis acompaantes. Las rarezas que estabaexperimentando producan en mi mente una sensacin inexplicable que no saba cmocalmar. Era imposible para m, convencerme que los habitantes de otros mundos -si loshubiera- viniesen a visitar la Tierra para alojarse en las desoladas montaas de los Andesperuanos, como si ese lugar fuese un centro desde donde se observara el universo. Entoncesme preguntaba qu nacin de la Tierra haba desarrollado sus adelantos tcnicos de talmanera que las personas pudieran volar individualmente, tener conocimientos tan maravillososcomo el uso de la mnima partcula existente, desintegrar e integrar la materia, quitar ydevolver el peso especfico y la atraccin a las cosas, andar bajo la lluvia sin mojarse, generarun halo de luz diurna alrededor de su cuerpo, tener pantallas d