Vitko Novi - 170 Horas Con Extraterrestres

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    INTRODUCCION

    Amigo lector:

    Anticipadamente s, de sobra, que el contenido de este libro te sorprender. Tal

    vez, de manera semejante, se habran sorprendido los Siete Sabios de Grecia sihubiramos intentado explicarles la existencia de la corriente elctrica y susmltiples aplicaciones; el descenso del hombre en la superficie de la Luna o si seles hubiese presentado un hombre que est viviendo con un corazn ajeno, unnio incubado en probeta, u otro de tantos adelantos reales hoy, pero quehabran sido considerados utpicos e inslitos dos mil aos atrs.

    Me agradara, amigo lector, si pudieras comprender, tan slo por un instante, quincmodo se siente uno escribiendo libros sobre experiencias extraas,desacostumbradas y asombrosas, sabiendo que cada palabra te originardescontento, dudas, mofas, o simplemente una sonrisa desdeosa, de burla.

    No es mi intencin convencerte que a mis relatos, difciles de creer en nuestrapoca, los consideres verosmiles, porque con eso subestimara la labor de lainfatigable inteligencia humana, nuestro criterio, nuestras costumbres y nuestroderecho de ser como somos.

    Por esta razn escrib anteriormente el libro "Apu, un Mundo sin Dinero", en elcual detall parte de las "170 Horas con los Extraterrestres" en forma novelada yen tercera persona, a pesar que yo haba conversado sobre todo este contenidocon Zay e Ivanka, personajes de ambos libros; lo hice as por dos motivos: el

    primero, para que el lector opinara y determinara el carcter del libro, segn su

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    razonamiento lgico, sin ninguna clase de persuasin; y el segundo, porque en elplaneta Apu, no existe el egosmo ni sus derivados, ni tampoco existen giros nitrminos idiomticos para expresarlos.

    No es, pues, mi propsito convertirme en predicador, ni buscar fieles parapreparar la bienvenida a unos nuevos "dioses" que descendern del espacio

    trayendo paquetes de regalos para los terrcolas, cartas credenciales o propuestaspara formar una alianza poltica, porque los problemas de la vida terrestre sloincumbe resolverlos a nosotros los habitantes de la Tierra, con nuestrainteligencia, nuestro estudio y trabajo, formando una sociedad altruista. Tampocopretendo postular a premios u otro tipo de reconocimientos por relatar misencuentros casuales con los "extraos". El azar puede determinar que cualquierhabitante terrestre, al encontrarse con ellos, asuma una actitud seria, para asaportar datos mucho ms importantes que los que traje yo, y que explicaran losmisterios que nos rodean.

    Sea cual fuera tu opinin acerca de este libro, ser digna de aprecio porque es elproducto de tu pensamiento, de tu ser, lo cual acredita tu sagrado derecho aexistir, pensar, decidir y manifestar; esto no hace dao a nadie. Mientras existantomos y movimiento, el universo seguir siendo una vastedad infinita que crea ytransforma y sus habitantes seguirn viajando por el espacio, penetrando en susinterminables y misteriosas entraas.

    Lo nico que me preocupa es la pronta solidaridad de los hombres, porque la vidade la humanidad est asentada sobre un volcn de guerra que amenaza sudestruccin. Las fbricas de armamento siguen consumiendo la mayor parte deltrabajo humano; los arsenales estn llenndose de instrumentos blicos; los

    caones no cesan de destrozar los cuerpos del prjimo; las bombas atmicas, dehidrgeno y neutrnicas, penden sobre nuestras cabezas amenazando laexistencia de la vida terrestre, y, mientras tanto, las enfermedades "invencibles" ylas otras an desconocidas, asociadas con el hambre y la miseria, continanmatando incontrolablemente a los humanos.

    Urge, pues, sin demora, el sincero entendimiento entre los hombres para que seunan en el trabajo y en el estudio, que son los nicos factores capaces degarantizar que la humanidad siga existiendo.

    Esta es la causa por la cual estoy relatando, en parte, los desarrollos cientficos ytecnolgicos de la sociedad apuniana, y tambin el ayer, hoy y maana de la vidaterrestre, que vi por las pantallas del tiempo en sus naves, all en los Andesperuanos.

    Invoco a los cientficos, trabajadores, maestros y alumnos, soldados ygobernantes, a los creyentes y a los ateos, a hombres y mujeres en general, a queembellezcan la historia humana proscribiendo para siempre, la fabricacin dearmas, las agresiones, las guerras, y que contribuyan con sinceridad y buena fe, ala realizacin de una sociedad de amigos en la cual todas las personas seanconsideradas iguales y as, unidas, en paz, irradien en el universo una enseanza

    altruista que corrija los fenmenos de la vida terrestre y del espacio. Unmonos,

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    pues, para trabajar por la felicidad humana, y cambiemos las hazaas de la guerrapor el herosmo de la paz.

    Hombre: El egosmo esta convirtiendo los inventos de tu poderosa mente, enarma para destruir la vida terrestre, SALVEMOSLA!

    Todo por los dems.

    Vitko Novi.

    Estas figuras talladas en oro, se encuentran en el Museo del Oro, del Banco de laRepblica de Colombia en Santaf de Bogot. Los nmeros 1, 2 y 3 son idnticosen formas a las naves extraterrestres que Vitko Novi ha visto durante losencuentros detallados en este libro.

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    JUEVES 10 DE MARZO DE 1960..

    Terminaba el da jueves diez de marzo de mil novecientos sesenta. En la CentralHidroelctrica de Huallanca que se encuentra en el tnel hecho por los maestrosde la ingeniera moderna, en las escarpadas rocas de los Andes Peruanos, a la

    orilla derecha del ro Santa, Callejn de Huaylas, todas las mquinas funcionabanarmoniosamente. Pens que mi turno de trabajo de esa noche, como jefe deOperaciones Mecnicas, lo pasara sin problemas ni apagones, los que de vez encuando ocurran a causa de las lluvias y los fuertes vientos que azotan los altospicos de la Cordillera Negra por donde atraviesa la lnea de alta tensin quetransporta la energa elctrica desde Huallanca hasta la planta siderrgica de laciudad de Chimbote, distante cientos de kilmetros.

    De pronto, un gaviln vol por encima de los generadores y fue a posarse sobreun fierro sobresaliente en la parte alta de la pared. Volteaba su cabezaagitadamente, de un lado a otro. Me sorprend por la actitud del ave, pues a pesarque el interior de los tneles y la Casa de Fuerza estaban bien iluminados, debihaber venido zigzagueando entre los alambres, tubos y otras instalaciones, a lolargo del tnel de entrada que empieza en el puente del ro Santa y conduce hastala sala de mquinas: una distancia de ciento catorce metros roca adentro. Losmurcilagos, golondrinas y otras aves pequeas, nos visitaban frecuentementepor el tnel secundario por donde pasan los cables de energa hasta los bancosde transformadores, y por el cual solamente pasaban los tcnicos, una vez cadados das, cuando revisaban el funcionamiento de las instalaciones elctricas.

    Observando al gaviln, por su intranquilidad deduje que aquella era su primera

    visita a la Sala de Mquinas y que por eso no se acostumbraba al ruido queproducan los generadores. Mientras me acercaba al telfono de servicio internopara dar noticia al operador del tablero de control, sobre el visitante inesperado,la corriente se interrumpi y la Casa de Fuerza qued a oscuras. Comprend queuna sobrecarga extraa haba originado la disyuncin en el patio de llaves. Meapresur para asegurar la refrigeracin de los transformadores de alta tensin,conectando la corriente de la planta auxiliar que en casos de emergenciaalimentaba el alumbrado interno y el motor de la bomba de agua destinada alenfriamiento de esas mquinas. Tom la linterna de mano que utilizbamoscuando ocurran apagones, y corr hacia el patio de transformadores ubicado a laentrada, para confirmar que las mquinas reciban la refrigeracin adecuada.Cuando sal del tnel me encontr con una sorpresa. A pesar que la corrienteestaba interrumpida por lo que esperaba encontrarme con la oscuridad nocturnade un cielo nubloso, vi que los alrededores, en un crculo de quinientos metros dedimetro, estaban iluminados como si fuera de da.

    Como el sitio de entrada a la Central est casi encerrado por rocosos y elevadoscerros, no pude descubrir, en un primer instante, de donde provena aquella luztan extraa. Avanc entonces hacia la mitad del puente desde donde podaobservar el paraje, ro abajo, ms abierto por la separacin de los cerros. Mientrascaminaba mir involuntariamente hacia el horizonte. All, en la lejana, una

    estrella fugaz atraves la pequea parte de cielo despejado que acababa de

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    aclararse y en mi mente surgi la idea de que aquel resplandor incomprensiblepodra provenir de un meteorito cado por casualidad en el lugar, ocasionando asla disyuncin de la Central. Cuando llegu ms o menos al centro del puente, medi cuenta que la luz provena de un objeto ovalado, parecido a una gigantescalenteja, posado en una pequea planicie ubicada entre la unin del ro Ktaraqsacon el Santa.

    Aquella planicie moldeada por los cauces de los dos ros durante siglos, tena laforma de un tringulo de lados desiguales. Era parte de una llanura que aliniciarse las obras de construccin de la Central, los tneles, la Casa de Fuerza yel patio de transformadores, haba servido de campamento y almacn demateriales, hasta que casi todo eso fue arrastrado por un aluvin, en la dcadadel cincuenta.

    El aparato luminoso no me caus demasiada sorpresa, puesto que la ciencia delhombre est avanzando aceleradamente y mquinas nuevas de formas diferentes,estn apareciendo cada da. Mas el color y la intensidad de la luz que desprendaeran sorprendentes.

    A pesar de mirar fijamente aquel luminoso objeto, mis retinas no sufrieronninguna molestia; por el contrario, experiment una sensacin agradable y eldeseo de seguir observndolo. Por un instante, mi mente se confundi. Quin,cundo y para qu haba trado esa mquina tan rara para instalar en un lugar ami parecer insignificante? Me imagin que el ejrcito, con fines de investigacincientfica, haba encerrado en alguna esfera de vidrio de color, un reflector depotencia extraordinaria. Apagu mi linterna (lo que haba olvidado hacer por lasorpresa) y me dirig hacia el luminoso objeto. En el trayecto revis la bomba de

    refrigeracin de los transformadores, me asegur de su correcto funcionamiento yluego prosegu. . .

    Al final del patio me encontr con el guardin de turno, apellidado Quirz, quevigilaba la Maestranza. Le vi tan tranquilo como si a nuestro alrededor nosucediese nada anormal. Por la tranquilidad del guardin dud de mi estadopsquico. Pens que mi mente sufra algn desequilibrio y que por eso vea cosasirreales. Eso me asust.

    -Hola, Quirz!, yo crea que estabas en la oscuridad- le dije con tono suave paraque no se diera cuenta de mi alteracin.

    -Ah, seor, ya ve usted, estoy ms alumbrado que si estuviera en la plaza SanMartn de Lima- respondi l, sonriente.

    -Sabes t qu est sucediendo ac?- le interrogu de nuevo dando algunos pasoshacia el objeto luminoso. Quirz agarr mi brazo izquierdo y nerviosamente medijo:-Seor, si siente temor, no vaya all; otra vez acaban de bajar sos con su platillovolador; son seres buenos, no hacen dao a nadie. Usted no se imagina cmo sonde bondadosos, pero por favor, djelos tranquilos, posiblemente se irn pronto-.

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    Por la informacin de Quirz hice dos deducciones muy importantes para m. Laprimera, que l tambin vea lo que yo imaginaba estar viendo; y la segunda, quela presencia de aquel aparato inexplicable y raro, le era lo suficientementefamiliar, pues slo as poda asegurarme que sus tripulantes no hacan dao anadie.

    -Oiga usted, Quirz, por favor, explquese mejor. Quines han bajado y dednde?, qu buscan aqu?- le dije ya molesto.

    -No grite, seor, hable en voz baja, no se moleste conmigo. Ellos dicen que sonhabitantes de otro mundo muy lejano. Arriba, por las alturas, donde hay pastores,estn apareciendo frecuentemente-.

    Las explicaciones de Quirz me hicieron creer que l y yo estbamos sufriendo unmomentneo desequilibrio mental, producto quin sabe de qu, pero lo bastantefuerte como para ver platillos voladores. Me alarm, mas a pesar de todo, seguadelante.

    Los horrores, torturas, espantos y destrucciones de la Segunda Guerra Mundial-en la cual particip desde el comienzo hasta el fin-, haban corrodo tanto miopinin sobre el altruismo humano, que no poda creer en la existencia de ningnotro ser ms astuto que el hombre para agredir. Como yo haba aprendido "elataque y defensa", me encamin sin miedo hacia la gigantesca y luminosa lenteja.Quirz se qued parado, suplicndome a toda voz que no me acercara a laextraa mquina. Unos cien metros ms all del patio de los transformadores, ytal vez a doscientos del objeto, me encontr con dos hombres. Eran altos, decuerpos proporcionados y hombros cados. Vestan traje de malla finsima, muy

    pegado al cuerpo y de un color raro, que a primera vista pareca la lustrosa piel deuna foca. El que se encontraba a mi lado izquierdo me salud en mi dialecto natal.Por no darle importancia le contest en espaol y enseguida le pregunt:

    -Quines son ustedes y qu estn haciendo aqu?

    -No te alarmes, amigo, por favor -prosigui en mi idioma-. Somos extraterrestres,del planeta Apu, viajamos por el espacio y cuando pasamos por esta galaxia,visitamos la Tierra, fraternalmente. Te rogamos que nos disculpes, pues nosvamos enseguida.

    -Vyanse al diablo y cuenten eso de los "extraterrestres" a sus abuelas, y tratenque ellas les crean que ustedes las van a volver quinceaeras, pero jamsregresen porque con su mquina de brujos han provocado el disyunte y hanhecho un fuerte dao a la Siderrgica de Chimbote al interrumpir la corrienteelctrica-.

    Les habl as porque con decirme que no eran terrestres y que venan de otrosmundos a visitar un lugar tan apartado como es Huallanca, no di crdito aninguna de sus palabras. Cre que eran espas de alguna nacin tecnificada y quese burlaban de m, hacindose pasar por extraterrestres.

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    -Dinos todo lo que quieras, pero la interrupcin de la corriente no la hemosoriginado nosotros; tu Central ya tiene Luz. Amigo, te rogamos que no nos

    juzgues mal, perdnanos, nosotros no lo olvidaremos. Todo por los dems-dijeron casi en conjunto y regresaron a la nave.

    Observ la mquina y vi que estaba posada sobre tres gigantescos resortes de

    haces de luz. Cada uno de ellos terminaba en grandes cojines circulares, de lamisma luminosidad. Una escalera que tena terminales iguales a los resortes, unael centro de la parte inferior de la mquina con la superficie. Los desconocidossubieron por la escalera, y sta, retrayndose los llev al interior. Enseguida, loshaces de luz que soportaban la mquina, tambin se retrajeron. Se escuch unsoplo apenas perceptible, parecido al viento y el aparato se elev verticalmenteprimero y luego zigzague y se perdi entre las nubes.

    -De qu nacionalidad crees que son esos hombres?- pregunt a Quirz mientrasregresbamos al patio de los transformadores.

    -Esos hombres no son de ningn pas, seor, son extraterrestres tal como se lohan dicho. Arriba, por los lugares de Champara y Milwakocha, los pastores y aldeanos los estn viendo siempre. Eso no es truco ni novedad, seor- me contestenfticamente.

    -Qu te pasa, Quirz? Acaso de verdad puedes creer que esos sonextraterrestres? Te das cuenta de lo que ests diciendo?- le interrogu con tonofuerte.

    -Perdone, seor, no dir nada ms, pero por favor no hable a nadie de ellos. Son

    buenos. Delatados sera un pecado- respondi mostrndose ofendido por - micomportamiento.

    La forma en que replic Quirz me dio a entender que se empeaba en ocultar lapresencia de los extraos; esto me dio risa, mas no le dije nada. Al despedirme del me acord de la frase "Todo por los dems" que pronunciaron los desconocidoscuando se fueron, me pareci graciosa y solt una carcajada a toda voz. Meditsobre aquel inesperado encuentro y me convenc que los desconocidos espiabanalgn asunto a favor de una poderosa organizacin que posea en secreto lasmquinas voladoras, construidas en forma de platos, y que haban convertido aQuirz en su cmplice; por eso intentaba hacerlos pasar por extraterrestres paradesviar mis sospechas.

    Fuesen terrestres o extraterrestres, su presencia era inexplicable. "Contarlo seracaer en el ridculo", me dije, y decid no hablar del asunto con nadie. Al entrar enla Casa de Fuerza, el tcnico de maniobras elctricas me comunic que ladisyuncin la haba ocasionado un buitre, al hacer corto circuito cuando intentabaposarse sobre un poste que soportaba cables de alta tensin, cerca de laSiderrgica de Chimbote. ..

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    MARTES 12 DE ABRIL DE 1960.

    Aquel da amaneci con cielo despejado, de un color azul singular. Los altos picosde las montaas ancashinas, la mayora an no exploradas por el hombre, se

    imponan majestuosamente mostrando sus escarpadas faldas. Era una maanaesplndida que anunciaba un da apropiado para efectuar mis excursionesacostumbradas, por las alturas y alrededores. Me comuniqu con un jovenllamado Adrin Prez, aficionado a la caza, que perteneca al grupo de lostrabajadores de mantenimiento y que conoca todos los caminos de las montaas.Nos reunimos en su casa y acordamos explorar la quebrada de Los Cedros,ubicada a la salida del Can del Pato, yendo de Huallanca hacia Caraz, porque-contaban los pastores- en esa zona haban visto osos y guanacos, animalessilvestres que rara vez se vean en la regin del Callejn de Huaylas. Nosalistamos. .. y partimos.

    Tomamos la ruta por la orilla izquierda del riachuelo que lleva el nombre de laquebrada. Habamos caminado casi desde el amanecer, subiendo hacia la cumbrede la montaa que pareca tocar el cielo. Al medioda nos encontrbamos al iniciode una planicie, a cuatro mil metros sobre el nivel del mar, y decidirnos descansarunos minutos para tomar algn alimento. Durante esa pausa nos pusimos deacuerdo para avanzar hasta el fin de la planicie y luego regresar al campamento.Despus de recuperar las fuerzas proseguimos caminando. Las rocas y peascosabundaban por el lugar, de tal manera que estbamos obligados a dejar sealespor donde pasbamos, para poder regresar por el mismo camino y no perdernos.

    De pronto, Adrin se detuvo sorprendido, se qued unos instantes inmvil yluego me hizo una seal con la mano para que me acercara. Avanc algunospasos y cuando llegu a su lado, mir hacia donde l sealaba y descubr que alcentro de una pequea pampa sin rocas, estaba la misma mquina de forma deplato, que haba visto un mes antes frente a la Central Hidroelctrica deHuallanca. Haban pasado ya varias semanas desde aquella noche y como creafirmemente que los desconocidos eran espas, ese suceso ya no me vena a lamente, pero cuando vi el platillo, lo record y tuve la reiterada certeza que losextraos se dedicaban al espionaje o a algn otro trabajo ilegal. Alrededor delplatillo haba un rebao de cabras y algunas ovejas. A un costado de la pampita sevean varias personas, hombres, mujeres y nios, haciendo una fogata.

    Descubr que eran pastores con sus familias y decid acercarme a ellos paraconocer algo de sus costumbres y enterarme cmo vivan en un lugar tanapartado, a una altura de cuatro mil metros, cerca de los picos cubiertos por lanieve perpetua. Comuniqu mi proyecto a Prez, l lo acept y partimos. En elcamino, Prez empez a contarme que por esa zona acostumbraban descenderdel espacio unos platillos voladores piloteados por extraterrestres, gente buenaque ayudaba en muchas formas a los pastores. Compar las explicaciones dePrez con las de Quirz, y pens que los dos, de algn modo, eran cmplices delos desconocidos. No le dije nada de lo que pensaba; tampoco prest atencin a

    lo que me deca y prosegu caminando sin hablar, Unos minutos despus

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    llegamos al lugar. Alrededor de una pequea hoguera se encontraban sentadoscuatro hombres, tres mujeres, cuatro nios y los dos desconocidos que yo yahaba visto aquella noche en Huallanca, cuando se origin la disyuncin, un mesantes. Los extraos sonrieron al verme, pero los lugareos se mostraron molestospor nuestra presencia. Un hombre de bigotes se par y mirndomeagresivamente, me dijo:

    -Qu buscas por ac?!

    -Nada, amigo. Somos cazadores de pumas y pasamos por este lugar casualmente,eso es todo- le respond.

    Uno de los extraos me tendi la mano; yo le correspond. Luego hizo igual conPrez y eso calm al campesino que se opona a nuestra visita. Nos sentamosalrededor de la hoguera.

    La protesta del pastor que me haba hecho preguntas, y las agresivas miradas delos campesinos, confirmaron mis anteriores pensamientos: que toda aquellagente estaba, de algn modo "comprada" por los extraos y por eso tenan miedoque los descubrisemos. Como era de da y no tena apuro, me puse a observar alos extraos con ms atencin, para poder descubrir su nacionalidad. Eran altos.Por su estatura no se les poda distinguir de una u otra raza terrestre. Lo nicoque resaltaba eran sus hombros cados y su talle bien proporcionado, mas-tratndose de otras caractersticas raciales- se podra asegurar que estabanformados por una mezcla de todos los pueblos de la Tierra. La forma de susrostros semejaba la de los rabes; los ojos se parecan a los de la raza monglica;la nariz a los de la nrdica; la barbilla daba la impresin de ser de procedencia

    hind, y el color de su piel era rosado claro. Despus de observarlos llegu a laconclusin de que el mayor porcentaje de sus facciones se parecan a las de laraza monglica.

    Irradiaban una simpata personal, muy agradable y eso me indujo a pensar questa podra ser una de las razones que atraa a los campesinos. Por unos instantesnadie habl. Un pastor se acerc y en voz baja me dijo algo. No entend nadaporque hablaba en su idioma nativo, el quechua. Prez comprenda el idioma ydisimulando me dijo:-Dice que debemos irnos ahora, porque no nos quieren ac.

    Pens levantarme para partir, pero uno de los extraos se acerc y se sent a milado dicindome:

    -Qudate, amigo; si te gusta conversaremos. Tal vez aclararas algunas de tusdudas respecto a nosotros-.

    -Mi nica incgnita relacionada con ustedes es: Por qu estn ac y que es lo quepersiguen? El extrao sonri. Por su sonrisa constat que mi bruscocomportamiento no le haba ocasionado ninguna molestia. Cogi un palito yobservndolo dijo:

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    -Sabemos que t no creers lo que te vamos a explicar; ese comportamiento hacianosotros es natural, porque las clulas de tu ser lo estn rechazando. Pero nosagradara que pudieras estar algunos minutos ms con nosotros para conversar.Adems, no debes tener miedo, t ests armado, nosotros no. Mientras el extraohablaba, me di cuenta que su traje era una malla hecha de un hilo finsimo,parecido al nylon. En la parte de la malla que cubra su pecho, haba quince

    botones alineados en cinco filas de tres. Alrededor de la cintura, de los tobillos ypuos, haba unas bolsitas sin aberturas, pegadas a la tela como bolsillos, unas allado de otras, y sus zapatos eran simplemente el terminal de una malla. Tenan lacabeza cubierta con una capucha bien ajustada que era parte de la malla, dejandolibre el rostro desde la frente hasta el cuello.

    -Veo que a sus amigos no les agrada mi presencia respond, refirindome a lospastores que me miraban con odio.

    -No te preocupes por ellos, no te harn dao, son egostas, o como ustedes dicen,"celosos", pero no agresivos-.

    -Nosotros!, y ustedes cmo lo dicen?- pregunt burlndome.

    -En nuestro idioma no hay palabra que exprese el egosmo ni sus derivados; porejemplo, "yo", "mo", "para m.

    -Ya lo s, va usted a decirme que vienen de otros mundos donde no hay el yoprepotente, el ''mo", el "tuyo", el "para m"; que all la gente "vuela'', las mujeres"no paren", las plantas "hablan" y tantas cosas cosas de brujos- respond conimpaciencia.

    -Puedo pedirte un favor?- me dijo el extrao respetuosamente.

    -De que se trata?

    -En mis tiempos libres acostumbro practicar ciertos ejercicios gimnsticos; losque me han visto hacerlo dicen que les ha gustado. Quisiera saber tu opinin-.

    -Esta bien, pero no demore mucho; estoy cansado y tengo que regresar. Adems,puede llover-.

    -No lo olvidar- respondi el extrao y aadi mirndome: Tratndose del "yo", enel idioma de nuestro planeta existe esta palabra, pero slo como pronombre y notiene otro uso que pudiera tener un significado egostico. T ests pensando quenosotros somos espas terrestres, no importa, sigue sosteniendo ese pensamientohasta que tus clulas comprueben lo contrario, es tu derecho.

    Se puso de pie. Con una capucha de material delgado y transparente, se cubri lacabeza, rostro y cuello. Not que de la parte que cubra las orejas, sobresalan dospequeas puntas de un material brillante y que no pasaban de dos centmetros delargo. Por primera vez vi que los extraos cubran su rostro con una malla tan

    transparente que no alteraba en nada su forma ni color, y eso me sorprendi. El

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    extrao que estaba sentado a mi lado, me mir y sonriendo me dijo:

    -Este aparato y los guantes los utilizamos slo cuando hacemos vuelosindividuales, sin mquinas voladoras, para protegernos el rostro y las manos-explic.

    No le contest nada. Tampoco le hice ninguna pregunta. Mir de nuevo al extraoque se preparaba para volar, y vi que acababa de ponerse unos guantes blancoscomo la nieve. Enseguida se alej algunos metros y apret uno de los botones desu pechera. De pronto not que los adminculos que tena alrededor de la cintura,de los tobillos y puos, empezaron a inflarse tomando forma de un conotruncado. Se escuch un soplo de viento sumamente leve, y el extrao se elev agran velocidad, desapareciendo entre las nubes. Pens que para elevarse tanvelozmente, haba utilizado los adminculos que le proporcionaban, en algunaforma, la propulsin necesaria, y que regresara cayendo, valindose de unparacadas, pero no sucedi as.

    Mientras yo esperaba que el extrao volador cayera verticalmente, tal como seelev, Prez, que se encontraba conversando con el otro y con los campesinos, seme acerc y entusiasmado me dijo:

    -Mire hacia all, seor!

    Mir en la direccin que me estaba indicando y vi que el forastero regresabaplaneando sobre los rboles y peascos, volando horizontalmente a una altura dedoscientos metros, igual que un ave, Me sorprend por tan extraa demostracin.Nunca haba ledo ni escuchado hasta entonces, que los cientficos hubieran

    descubierto algn medio para que las personas pudieran volar individualmentecomo las aves, sin valerse de maquinas. La actuacin del extrao origin en muna gran sorpresa, pero eso no cambi mi opinin sobre la existencia de losextraterrestres, y mucho menos que estuvieran visitando nuestro planeta. Elforastero descendi como un guila, sin hacer ruido, y se pos a mi lado. Memir, y sonriente me dijo:

    -Dime, amigo, lo que acabas de ver, lo pueden hacer los terrestres?

    -Cmo lo hiciste?- pregunt.

    -Estos aparatos que tengo alrededor de mi cintura, tobillos y muecas, se llenande iones positivos y cuando empiezan a funcionar nos desgravitamos. Eso nospermite obtener la velocidad deseada y la posibilidad de realizar vuelos verticales,horizontales, zigzaguear, elevarnos y descender. En Apu todos hacemos vuelosindividuales. Este es uno de los procedimientos que empleamos para movilizarnosen el planeta, desde hace billones de aos-.

    -No conozco qu es un ion. Tampoco s hasta dnde ha llegado el conocimientocientfico del hombre en este sentido; pero lo que me mostraste no es suficientepara que yo cambie mi opinin de que ustedes estn utilizando inventos secretos

    para con esto sorprender a todos los que les vieren y as lograr sus fines-.

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    El extrao call por un instante, luego sonri y me dijo:

    -Venimos del planeta llamado Apu, ubicado fuera de la galaxia Lctea. Somosprotectores de la clula y la vida, por eso estamos viajando por el espacio paraayudar de modos diferentes a los dems seres, pero no para presionar con el fin

    de que crean en nuestra existencia y "poderes extraordinarios". Continuando consu narracin, me cont acerca de la explosin de Apu, de la formacin de lasgalaxias, del poblamiento de la Tierra y de otros planetas, as como muchas otrascosas desconocidas e imposibles de creer racionalmente. Los relatos del extraooriginaron en m, sentimientos de burla y simpata a la vez-.

    Era ya de tarde. Haba pasado varas horas escuchando explicacionesinconcebibles, de modo que me par, llam a Prez y dije adis a los campesinos.Cuando me desped del extrao que se encontraba a mi lado, ste me mirfijamente a los ojos, apret mi mano con emocin y dijo "Todo por los dems";luego se acerc el otro e hizo lo mismo con igual entusiasmo. De la mismamanera se despidieron de Prez y partimos de regreso.

    En el camino me puse a pensar sobre lo que habamos experimentado ese da. Lademostracin que hizo el forastero, volando horizontalmente, me habaimpresionado, mas no tanto que me convenciere que hubiera seres humanos enalgn otro lugar del espacio, y que algunos de ellos hubieran venido parapositivar a los pastores de los Andes peruanos. Pens de nuevo que el hombre yahaba inventado aparatos para volar individualmente y stos los utilizaban losextraos para impresionar. Por un momento me imagin que haban utilizado elhipnotismo para hacerme ver cosas irrealizables, y con el fin de examinar la

    situacin, decid conversar con Prez sobre el asunto.

    -Amigo Prez -le dije detenindome-, cuntame todo lo que has visto mientrasestuvimos con los extraos, puede ser que yo no me haya dado cuenta de losdetalles. .

    -Seor, cmo puede ser eso de no darse cuenta de cosas tan bonitas? Ac no esraro ver a los que vienen de otros mundos. Desde hace algunos aos estnviniendo casi seguido. Primero llegaban esas mquinas redondas como las quehemos visto ahora, luego empezaron a venir las otras parecidas a los aviones-.

    -Entonces, tambin los extraos vienen en otros tipos de mquinas?- preguntinterrumpindole.

    -Si, seor, y esas otras mquinas son mucho ms veloces. A los platillos, cuandose elevan, se les puede ver por algunos instantes, hasta que se alejan; pero esasque se parecen a los aviones desaparecen en un instante sin que uno se de cuentacmo. Ellos los llaman "viento" y tienen razn, porque desaparecen corno elviento; a veces, cuando aterrizan, se les puede ver, pero en la mayora de loscasos lo hacen imperceptiblemente. En el momento menos pensado, all est elavioncito, como si hubiera brotado del suelo-.

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    -Quieres decir que esas otras mquinas no son tan grandes como los platillos?-.

    -As es, seor. Efectivamente, son pequeas. Son ms chicas que esos aviones quetransportan pasajeros. Unas tienen alas muy raras, las estiran y las encogencuando quieren, como las aves; otras son como las mariposas y algunas parecencigarros. Tambin las hay semejantes a la hoja del trbol, pero todas, cuando se

    elevan, pliegan sus alas al cuerpo. Son rpidas, eso s; desaparecen sin que se lesvea cundo ni cmo. En un principio la gente que las vea pensaba que eranmquinas de un ejrcito terrestre, porque se parecen mucho a las avionetas, perocuando nos dimos cuenta que eran de alas plegables y los visitantes empezaron avolar como las aves, curar a los enfermos de una manera muy rara, hacer quelloviera con cielo sin nubes y otros "milagros", cremos que eran ngeles delcielo.

    Ellos dicen que estn viniendo de un planeta lejano, Apu; quin sabe, a lo mejorson los mismos ngeles. Lo nico que le puedo asegurar es que son gente buena,prestan ayuda a todos y no hacen dao a nadie, pero quines son y qu hacenac, no lo s con certeza-.

    -T tambin, Prez, Los has visto antes?- pregunt sorprendido.

    -S, seor. El ao pasado fui donde un familiar que vive por el ro Kitaraqsa y l mellev a ver uno de esos avioncitos que estaba all de paso. Pero la gente no hablade ellos a nadie. La mayora de los lugareos dice que esa gente viene del cielo;temen que si las autoridades se dan cuenta de su presencia, el ejrcito podravenir para detenerlos; los campesinos no quieren que eso ocurra terminenfticamente-.

    La conversacin con Prez me confirm una vez ms, que los pastores tienencreencias mitolgicas y sostienen que los platillos voladores provienen del cielo yque por eso sus tripulantes son bondadosos, les prestan ayuda y tienen poderessobrehumanos. Regres a la casa antes del anochecer. No le cont a mi esposanada de lo sucedido para no originarle el presentimiento de que yo estabasufriendo algn desequilibrio mental. Para no intranquilizar mi vida familiar,decid no hablar con nadie del asunto.

    Unos das despus, Prez me trajo recortes de diarios de aos pasados, en loscuales las grandes potencias se atribuan indirectamente la paternidad de losplatillos voladores. Eso y los relatos de Prez sobre los avioncitos, confirmaronan ms mi opinin de que los forasteros eran espas de alguna nacin terrestre,y para evitar ser considerado cmplice de un posible delito, decid interrumpir porunas semanas mi aficin de explorar cerros. Mas, segn pasaba el tiempo, cadamaana me venan ganas de practicar mi deporte preferido; entonces decidrecorrer los cerros por la orilla derecha del ro Kitaraqsa, lugares muy alejados deaquellos donde me haba encontrado con los extraos en ocasiones anteriores. Enaquellos das, Prez se encontraba de viaje y no pude contar con su compaa;eso me preocupaba. Un da antes, en el trabajo, un joven apellidado Quispe mecont que l conoca los caminos de la regin que yo haba elegido para mis

    prximas exploraciones, y me pidi le permitiera acompaarme. Acept su oferta

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    y acordamos efectuar el paseo el prximo domingo.

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    DOMINGO 15 DE MAYO DE 1960..

    Aquella maana amaneci con el cielo nublado, despus de algunos das de Solradiante. Pens que si llova, sera difcil caminar por los cerros y ante esa posible

    inconveniencia, estuve a punto de postergar la caminata de aquel da. Mientras yome lamentaba por el desfavorable estado climtico, Quispe toc a mi puerta. Leabr. Al verlo tan entusiasmado por el pasen, cambi de opinin; en pocosminutos me alist y partimos.

    Cruzamos el ro Kitaraqsa y empezamos a subir los altos cerros que se originandesde su orilla derecha. Durante el camino recordaba escenas de los encuentrosque haba tenido con los extraos en das anteriores. Por ratos acuda a mi menteel pensamiento de que ellos se, empeaban en involucrarme en sus "fines"; esoturbaba mi tranquilidad y por eso me alegraba de haber cambiado de zona paramis paseos de ese da, y as evitar un nuevo encuentro.

    Pero lo que ms me inquietaba era saber quines eran aquellos hombres y questaban buscando en las abruptas y despobladas faldas de los Andes peruanos,en la regin de Ancash. Mientras trataba de encontrar la explicacin a esaincomprensible incgnita, not que mi acompaante caminaba sobre las piedrascon destreza y rapidez. Pens que con l recorrera en un da, muchos ms cerrosde los que anteriormente haba recorrido con Prez y eso me alegr. Me di cuentaque Quispe posea prctica y agilidad para trepar cerros, por lo cual decidconversar con l de sus experiencias. Como habamos caminado ya varias horas,le propuse un pequeo descanso con la intencin de hablarle con tranquilidad.

    -Descansaremos unos minutos, qu te parece?- le pregunt mientras haca unesfuerzo para vencer la fatiga

    -Pienso que es muy temprano, recin hemos empezado a subir, pero si ustedquiere paramos un rato respondi Quispe, mostrndose sorprendido por misugerencia.

    -Avanzaremos hasta esa piedra grande, all arriba, creo que es un lugardominante para observar los alrededores, qu opinas?-.

    -Est bien, seor, vamos- respondi l, emparejando su paso con el mo.

    Cuando llegamos junto a la piedra, l subi primero y se qued de pie observandoa su alrededor con mucha atencin, como si buscase algo perdido entre lospeascos; yo sub tambin y me sent,

    -Qu ests observando con tanto empeo? Acaso tratas de descubrir algo?- ledije con expresin de burla. Quispe sonri y call por unos instantes. Pareca queestaba tomando nimo para confirmar algo muy importante y luego me habl:

    -La verdad es, seor, que me da miedo y vergenza decir lo que estoy buscando,

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    En estas regiones a veces suceden cosas raras y cuando uno las cuenta, le dicenque est loco, que lo ha soado al quedarse dormido por el cansancio, o que seest convirtiendo en brujo-.

    -De qu estas hablando, Quispe?- pregunt y luego, para darle confianza,agregu: dmelo de una vez. Ten la seguridad de que no te considerar loco. Si no

    confiara en ti, no aceptara que me acompaaras en este paseo- le dijepersuasivamente.

    -Verdad que no se burlar de m si le cuento un secreto?

    -Oh no, amigo mo, yo jams me burlo de nadie. En mi concepto, todas laspersonas tienen derecho a pensar, opinar, preguntar y sugerir acerca de cualquiercosa que compone la vida que nos rodea, y de la cual nosotros tambin somosuna partcula-.

    -Habla Ud. en serio, seor?

    -As es, amigo; para m, las opiniones, sucesos y problemas relacionados con lavida, son motivo de respeto y no de burla-.

    -Gracias; seor- respondi con un tono de voz que expresaba alivio; se sent a milado y mirndome dijo: Por estos lugares estn viviendo constantemente, unaspersonas raras y extraas que dicen venir de un mundo lejano-.

    -Ya lo s, Quispe, dicen que son habitantes de un planeta llamado Apu; viajan porel espacio en unas naves que tienen forma de platillos, aviones, troncos, peras,

    cigarros y otros modelos diferentes-.

    -Seor, cmo sabe, Ud. todo eso? Quin se lo ha contado?

    -Nadie me lo ha contado, Quispe, yo los he visto-.

    -Verdad, seor!?- exclam l ponindose de pie y sonriendo de alegra.

    -As es, amigo. Si quieres ser sincero conmigo, sintate y cuntame todo lo quesabes sobre esos visitantes- le dije mientras en mi mente surga otra confirmacinms de que los forasteros utilizaban argucias, hacindose pasar porextraterrestres para engaar a los campesinos, aprovechar su ignorancia yutilizarlos para sus fines.

    -Gracias, seor, muchas gracias, y sepa que le contar la pura verdad- subray yempez a referir caso por caso sus encuentros, tratando de no omitir ni el msmnimo detalle.

    Mientras Quispe narraba sus experiencias, mir hacia los picos de la CordilleraBlanca, que eslabonados unos tras otros, forman un majestuoso collar blanco quela naturaleza cre para adornar el Continente Americano.

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    De pronto vi que un cndor cruzaba el espacio acosado por un cerncalo,dirigindose veloz hacia las escarpadas montaas de la orilla izquierda del roKitaraqsa. Por primera vez en mi vida observaba que una gigantesca ave, cuyaenvergadura sobrepasaba los dos metros, hua despavorida de un pajarillo deltamao de una paloma. "Un gigante huyendo de una avecilla pens. Me pareciridculo y solt una fuerte carcajada.

    -Se est burlando de m, seor? - me dijo Quispe sorprendido, interrumpiendo sunarracin.

    -No, amigo, por favor, no me estoy burlando, vi al cndor huyendo de uncerncalo y me pareci ridculo, por eso me re-.

    -Tiene Ud. razn, seor, el cerncalo es muy pequeo y por eso el cndor no lopuede atrapar. A veces los grandes" se crean problemas por abusar demasiadode "los pequeos". Pero cuando stos se rebelan, aqullos se alteran y hastacometen errores graves- recalc sonriente mi compaero. Comprend la expresinde Quispe, que a pesar de su ingenuidad acababa de tocar el problema msnegativo de la sociedad humana; "Vendr el da en que los hombres reemplacenla palabra 'discriminacin' por la de 'fraternidad'?, pens, y confiado en la prontarealizacin de ese anhelo de la humanidad, me puse de pie.

    -A caminar, amigo! - dije a Quispe.

    -As se habla, seor!, nos falta todava mucho. .. Qu hora marca su reloj?

    -Son las diez y cinco minutos- respond.

    -A las doce estaremos en la cima, si caminamos parejo, pero si nos ponemos adescansar cada doscientos metros, no llegaremos a la cumbre ni en todo el da-afirm Quispe refirindose al tiempo que habamos perdido en descansar.

    -Me portar bien desde ahora, y no descansaremos hasta que t lo ordenes, tenombro jefe de la expedicin le dije.

    El sonri y aceler el paso. Habamos subido a la cumbre de un escarpado cerroubicado frente al nevado de Champara. Nos encontrbamos, pues, a ms decuatro mil metros de altura sobre el nivel del mar, y el viento fro nos agotaba.Nos detuvimos unos instantes para recoger el rumbo a tomar y acordamosavanzar hasta la pequea loma ubicada frente a nosotros, y all encender unafogata para calentarnos las manos. Casi al llegar a ese lugar nos encontramos conun par de cabras.

    -Se han separado de su rebao- me dijo Quispe mientras observaba a una de ellasque tena un solo cacho y cojeaba de una pata delantera.

    -As lo creo; ojala que encontremos al dueo para que nos recomiende algn lugarinteresante que podamos visitar-.

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    -Seguro lo encontraremos, seor, por ac viven bastantes pastores. -Desde aquellaloma principia una llanura extensa y pedregosa, pero con abundante pasto paralos animales. Cuando estemos arriba lo va a comprobar- asegur Quispe.

    Avanzamos animosamente. Minutos despus nos encontrbamos ya en la cumbrede la loma. Frente a nosotros apareci, efectivamente, una llanura parcialmente

    atravesada por profundas zanjas formadas por algn remoto huayco, lo quecontrastaba con los bosques y arbustos que crecan en algunas reas. Nosapuramos en subir sobre un peasco elevado para darnos cuenta de lospormenores del lugar. De pronto, a poca distancia de nosotros vimos un claro deregular extensin donde pastaban vacas, ovejas, cabras y algunos caballos, quecasi cubran el rea total. Al final de la planicie destacaba una cabaa construidacon palos sin labrar. Por su techo de paja a dos aguas, sala un humo blanco quese esparca por el espacio empujado por el viento. Frente a la choza arda unafogata. Alrededor se vean varias personas sentadas en el suelo.

    -Dijiste la verdad, Quispe, all estn los pastores esperando para invitarnos aldesayuno- dije bromeando.

    -Siempre los hay por ac, les avisaremos de sus cabras perdidas- sugiri.

    -No se molestarn por nuestra visita?

    -No creo, algunos de los que viven all arriba se molestan cuando un forastero seacerca a sus cabaas, pero stos son buena gente, no se amargarn, estoy segurode ello-.

    -Entonces, vamos donde ellos- le dije, y partimos. Al poco rato llegamos a lacabaa. Dos perros salieron a nuestro encuentro. Uno de los pastores se levant,calm a los perros y se aproxim a nosotros. Le salud; l me extendi la manosin hablar.

    -Este no entiende castellano, habla quechua no ms- me comunic Quispeapuradamente.

    -Dile que estamos buscando pumas y que por eso hemos venido a preguntar paraque nos oriente; he odo decir que por esta regin estn matando al ganado-.

    El campesino comprendi algunas de mis palabras y se puso alegre. Habl conQuispe, en quechua, y estrech m mano con entusiasmo. El sbito cambio denimo del campesino me hizo comprender que los pumas le causaban daos yque nuestro propsito le agradaba. Esa fue una manera muy positiva de lograr lacomunicacin. El campesino nos hizo acercar a la fogata y nos invit a que nossentramos con ellos. Haba tres mujeres, varios hombres y dos nios que seescondan tras sus madres, pues tenan miedo de nosotros. Eso me incomod ypens cmo encontrar la solucin a este inconveniente. Me acord que tenacaramelos en el bolsillo, de modo que sequ dos e invit a los pequeos.

    El hombre que nos recibi hablo a los nios pero ellos no le hicieron caso. Una de

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    las mujeres tom los caramelos se los entreg a los chiquillos. Me agradeci.Enseguida arrug la frente, se puso triste y una lgrima rod sobre su rostrocurtido por el fro de los Andes. Eso me preocup y supliqu a Quispe que lepreguntara cul era el motivo de su desasosiego. Uno de los hombres comprendimi preocupacin, se acerc a mi lado y en voz baja me dijo:

    -Seor, gracias por la pena que siente; ella est llorando porque tiene un hijoenfermo. Hace ya nueve das el nio fue a ese cerro, subi sobre una piedra,resbal y al caer se quebr el brazo derecho y varias costillas-.

    El hombre hablaba un espaol mal pronunciado, pero yo le entend y le ped queme llevara donde el pequeo para verlo. El acept y sin hablar con la mujer, meinvito a pasar a la cabaa. Entramos el campesino, Quispe y yo. La escena,desagradable, me horroriz. En el suelo, sobre un colchn de heno, cubierto conuna frazada de lana tejida a mano, yaca el nio. Tendra, tal vez, diez aos deedad. Su rostro, hinchado, haba adquirido un color azulado Por la infeccin: susojos cerrados a medias: la boca entreabierta, con la lengua y los labiostumefactos, mostraba una apariencia horrible. Me arrodill a su lado y toqu laparte de su mueca que sirve para examinar el pulso. Me alarm an ms. No ssi fue por mi desesperacin, poca experiencia o algn otro fenmeno para mdesconocido, pero yo no sent el latido intermitente de las arterias. Deduje poresto que el pequeo se encontraba en estado agnico.

    A pesar que el hospital de Huallanca se encontraba a varios kilmetros del lugar,decid hacer el intento de trasladar al nio lo ms pronto posible, para que losmdicos lo auxiliaran. Comuniqu a Quispe mi decisin y le ped que explicara ala madre del nio nuestro propsito. Mientras planeaba cmo lograr el traslado

    del enfermo hasta el hospital, el campesino ya haba avisado a la madre delpequeo acerca de mi determinacin. Esta se enfureci, entr en la cabaadesesperadamente y grit a Quispe amenazndole con los puos; a m me agarrdel brazo y me ech afuera con una fuerza inexplicable. Ca al suelo. Me par desbito y pens que con mi intento haba ofendido alguna costumbre de aquellagente.

    Sent miedo. "Tal vez me atacarn", recapacit, y llam a Quispe para que nosfuramos del lugar. En eso, la madre del nio sali de la cabaa. Lleg a mi lado yempez a gritar y a gesticular, poniendo sus manos en mi cara. Las nicaspalabras que pude retener sin saber su significado, fueron- ",manan, taita! . .imanan! . . . taita Dios. . !

    Quispe se acerc y me dijo:

    -No tema, seor, la madre del nio dice que los dioses del cielo vendrn paracurar a su hijo y que no lo toque ms-.

    Eso calm un poco mis nervios y cre que se trataba de algn brujo que vendra acurar al pequeo, utilizando rituales con fuego, humo y otros objetos. ..

    -Nos quedaremos para conocer a los dioses?- pregunt a Quispe que estaba

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    esperando mi decisin.

    -Si, seor, por favor, qudese, va usted a ver algo muy interesante, le aseguro quele va gustar- sugiri con entusiasmo.

    -Est bien, Quispe, nos quedaremos para presenciar la llegada de esos "dioses" -

    dije con expresin de burla.

    Un perro se me acerc con las orejas cadas, moviendo la cola en seal deamistad. Lo acarici; el lami mi mano. Nos hicimos amigos. Siguiendo al perro,un nio lleg y se sent a mi lado. Me hablaba con emocin, en quechua; yo no leentenda, pero me pareca que me explicaba algo sobre su perro. Me interesabainiciar conversacin con el pequeo. A pesar que no nos conocamos, la pureza dela niez le originaba un sincero deseo de amistad. "Es la nica poca de la vida delos humanos en que actuamos con nuestros sentimientos incorruptos", pens enaquel instante. Acarici al nio y al perro y llam a Quispe para que me ayudaracomo intrprete.

    Al poco rato se nos acerc el otro nio y nos pusimos a conversar sobre la lluvia,el viento, los bosques, el cielo y la Luna. Mientras tanto, haban transcurridodecenas de minutos sin que nos diramos cuenta. El cielo despej un poco y losnegros nubarrones se convirtieron en nubes aborregadas. No obstante que yo nocomprenda el idioma de los pequeos ni ellos el mo, la conversacin sedesarrollaba en la ms perfecta armona. Ellos me hablaban de campos, aves,animales y flores, y yo les explicaba para que sirve la carabina, cmo se maneja yde qu est construida. Uno de ellos me mir seriamente y dijo:

    -Amigo, por qu hay que matar a los animales?, es la orden del patrn?

    Mientras me concentraba para hallar la respuesta adecuada que pudiera explicaral nio la razn de quitar la vida a un ser para comer su carne, los perros ladrarony corrieron hacia el extremo de la pampilla por donde pastaba el ganado.

    Quispe me agarr del hombro bruscamente.

    -Mire para all, seor!- grit con desesperacin. Volte la cabeza hacia ladireccin sealada y vi que un aparato parecido a una avioneta descendaverticalmente desde las nubes. Se pos entre las cabras y ovejas sin hacer ningnruido. Era de color diferente al de los platillos que haba visto anteriormente.Pens que se trataba de alguna maniobra militar y esperaba que desembarcaranlos soldados para conversar con ellos.

    Al poco rato, del interior de la nave sali uno de los extraos. Vesta la malla, param ya familiar, pero su talla difera de los que haba visto antes. Este tenahombros como los nuestros, cadera pronunciada y era de menor estatura. Sedirigi hacia nosotros sin pisar la hierba, desplazndose en el aire a unoscentmetros del suelo.

    -Por qu anda de esa manera?- pregunt a Quispe, confundido.

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    -Dicen que para no torturar a las clulas del csped, pisndolas- respondi stecon tono serio. Yo sonre.

    Los perros corrieron hacia el extrao; l los acarici. Los canes se pusieroncontentos, pareca que estaban familiarizados con l.

    Mientras el extrao se acercaba hacia nosotros, me di cuenta que Quispe y todoslos campesinos estaban arrodillados con las palmas juntas frente a la cara einclinados hasta el suelo. Parecan estar en una ceremonia religiosa. Eso mesorprendi, pero tambin aclar la incgnita sobre la llegada de los "dioses" quela madre del nio me haba anunciado una hora antes. Mientras tanto, el extraoya estaba entre nosotros. Enseguida not que era de raza blanca y esto confirmmis sospechas de que eran espas. Al observar con atencin, me di cuenta que elvisitante era mujer porque sus senos as la identificaban. Ella hizo una seal a loscampesinos para que se levantaran, y stos obedecieron sin demora. La visitantese dirigi hacia la cabaa sin hablar con nadie, entr y luego sali cargando alnio en brazos; lo llev a la nave sin demora.

    Todos los presentes permanecamos en silencio, pero en los rostros de lospastores se notaba una expresin alegre.

    -Qu es lo que est pasando?- pregunt a Quispe en voz baja, interrumpiendo elsilencio. No me contest. Eso aument an ms mi intranquilidad y pens que miacompaante se unira a los campesinos para hacerme algn dao.Disimuladamente cargu mi carabina, puse el seguro y permanec alerta. Losminutos transcurran y el silencio dominaba el lugar. Slo los perros se movan a

    m alrededor y una oveja bal de repente; esas fueron todas las manifestacionesque quebraron la tensin. Por un instante pens que los extraos tenan en susnaves, salas de ciruga y otros recursos necesarios para auxiliar a los enfermos yaccidentados, y que aprovechaban eso para atraer a los inocentes campesinos,presentndoseles como dioses. Mientras yo esperaba que la desconocidadevolviera al nio vendado e inconsciente, frente a mis ojos apareci una escenainconcebible, ilgica e inslita.De pronto vi que el nio bajaba solo por la escalerita de la nave y al llegar al suelocorri hacia nosotros, agachndose de vez en cuando para coger las piedras,mostrando as su perfecto estado de salud. Por haberlo visto cuando estabahinchado, no lo reconoca y pens que ste era otro nio, miembro de latripulacin. Entonces esper la reaccin de la madre del pequeo. An el chiquitono haba recorrido la mitad de la distancia entre la nave y nosotros, cuando lamadre corri hacia l gritando de emocin. Los presentes abrazaban y dabangritos de alegra.

    Quispe, con los perros, tambin corri hacia la madre y el hijo, dando saltos dealegra. Cuando todo estuvo calmado, supliqu a la madre del nio que mepermitiera examinarlo. Quispe actu como intrprete y la mujer acept. Meacerqu al pequeo, ahora con el rostro sonriente y de color natural,deshinchado, y empec a revisarle costilla por costilla. A pesar que estos casos

    inslitos alteraban mi paciencia, procur conservar la serenidad lo ms posible,

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    para tener seguridad de lo que estaba examinando. Quin sabe cmo hicieron esacuracin, mas yo no pude descubrir en su brazo vendas ni cicatrices. El nio nomostraba ninguna anormalidad en su organismo y eso lo demostraba con susonrisa, su agilidad y la exigencia a su madre para que le d de comer.

    Mientras yo estaba examinando al "paciente resucitado" y me asombraba de lo

    que acababa de suceder, la extraa mdica, con un compaero suyo, ya estabaentre nosotros. Sonrientes y con miradas que expresaban respeto y amabilidad,trataban de explicar a los campesinos que los buenos hechos deben sermemorizados para imitarlos. .. y por eso no precisaban de agradecimientos,pagos, elogios ni zalameras. Hablaban, a mi parecer, en idioma quechua, porque,de vez en cuando, hacan rer a los campesinos hasta hacerlos lagrimear, pero a lavez, yo tambin escuchaba la conversacin mas en mi idioma materno, como siuna mquina tradujera las palabras, en un mismo momento, a varios idiomas.Quise asegurarme de eso y habl a Quispe.

    -S, comprendo claramente- respondi.

    -En qu idioma estn hablando? No les oigo bien interrogu a Quispe de nuevo,para asegurarme de que estaban hablando lo que verdaderamente yo perciba.

    -Ellos hablan, en su propio idioma y tambin en todos al mismo tiempo-respondi l con gesto de afirmacin.

    -Cmo es eso, Quispe?-, explcamelo. Tienen alguna mquina que traducesimultneamente su idioma a otros?

    -No conozco eso, seor, slo s que una vez nos contaron que unos ionespositivos hacen que todos los seres vivientes que traten con ellos, entiendan suspalabras simultneamente.

    En eso, la extraa "mdica" se me acerc.

    -Mi nombre es Ivanka, amigo. Cul es el tuyo? habl en voz suave y en midialecto. Le dije mi nombre descortsmente. Ella sonri: El nombre de la extraatrajo a mi mente la idea que ella era ciudadana de algn pas europeo a cuyoservicio estaba, y empec a tomar inters para descubrir su origen.

    -Su nombre parece ser de origen eslavo, suena bonito. ..De qu pas es usted?- lepregunt en tono corts.

    -No pertenezco a ningn pas. Mi patria es el universo, soy ciudadana de todos lospases y hermana de todos los seres que en l existen-.

    -Me gustara lo que est diciendo, no s si ciertamente piensa as, pero por losmenos sus palabras encierran en s sabidura. Tampoco comprendo qu es lo quepretenden, mas lo que acaban de hacer con el nio es una obra compasiva quemerece agradecimiento-.

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    -Amigo, te pido por favor que me trates de t, puedes? me pidi la extraasbitamente-.

    -Por qu?

    -Nosotros acostumbramos tratarnos de esa manera; si no te es posible hacerlo,

    prosigue segn te agrade-.

    -De acuerdo- respond afirmativamente, y luego continu- Dime, lvanka, cmohan curado al nio con tanta perfeccin y en tan poco tiempo, o tal vez lohipnotizaron a l y a todos nosotros?

    -Amigo, an no he respondido a tus dudas sobre mi identificacin; lo har ahora.Te dije que soy ciudadana de todos los pases del universo y hermana de todoslos seres que en l existen. Soy ciudadana de Apu. El deber innato de todoapuniano es proteger la vida celular y ayudar a los seres en cualquier lugar dondenos encontrarnos. Nosotros no conocemos preferencias, privilegios, cobros,favoritismos ni el ventajismo. Nuestro cario, amor y sabidura, son para todos losseres por igual, por que somos parte de todo lo existente en el universo-.

    Me sent atolondrado por tanta filosofa que la extraa acababa de verter sobre men pocos momentos. Call algunos instantes y al reaccionar le dije:

    -Pero an no me respondiste cmo han curado al nio -.

    -Perdname- contest lvanka. Nosotros tenemos varias formas de curar; una delas ms positivas es la desintegracin e integracin.

    -La desintegracin e integracin!?- Qu forma de curar es esa?

    -Desintegramos las clulas del cuerpo del paciente hasta sus ms pequeaspartculas, y luego integramos un cuerpo perfectamente sano, con clulas nuevas-me respondi.

    -O sea que tambin pueden crear clulas?

    -S, amigo. Hace billones de aos, desde que los apunianos descompusieron eltomo a su mnima partcula. Con ese trabajo obtuvieron los ms altos poderes,tales como la inmortalidad, el dominio sobre los iones positivos y muchos otrosms-.

    -Cmo se llama esa partcula mnima del tomo? Pregunt en tono jocoso.

    -Se llama Minius (*), segn la traduccin del idioma apuniano- respondi Ivankaenfticamente.

    Escuchar una explicacin tan inslita en aquel entonces, alterara la serenidad decualquiera. Pero como yo ya conoca las cantaletas de los extraterrestres, slo

    pens que estaban intentando convencerme, valindose del hipnotismo, para que

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    creyera en sus "superpoderes de otro mundo".

    -Escucha, Ivanka- le dije, podras hacer una demostracin que me permita captar,al instante, qu es la desintegracin e integracin?

    -S, amigo, lo har con mucho agrado. Mira aquellas ovejas y cabras que estn

    pastando all en la pampa-.

    -Espera un momento- le suger, pues mi intencin era llamar a Quispe para quepresenciara el espectculo y ver si a los dos nos hipnotizaba con la misma fuerza.En eso Quispe lleg donde nosotros sin que yo lo llamara. Le expliqu de lo quese trataba. El sonri y al darse cuenta de mi duda sugiri:

    -Tranquilcese, seor, y preste, por favor, un poco de seria atencin; ellos puedenhacer muchas cosas para nosotros increbles; se va a sorprender- me asegur. ..

    Un perro ladr persiguiendo a los cucules que junto con las gallinas rebuscabancomida en un basural. Las aves volaron al ras del suelo hacia el rebao, y todosmiramos al inquieto perro que intentaba alcanzarlas en pleno vuelo. De pronto lasovejas y cabras desaparecieron y en su lugar aparecieron arbustos con floresdiversas: all estaba toda la variedad que existe en nuestro planeta. La mayorparte era desconocida para nosotros. Los campesinos se arrodillaron y seinclinaron como si estuvieran en misa. Quispe se acerc a m, me code y en vozbaja sugiri.

    -Arrodllese, seor, no se quede parado- No le hice caso. El se arrodill.

    En la pampa, en aquel instante, el perro era el nico animal pedestre que se movaporque persegua a las cucules. Un ttrico silencio dominaba el lugar y mientrastanto, yo intentaba descubrir el cmo y el por qu de aquel inslito suceso.

    -Qu es lo que ests viendo en la pampa, amigo? me pregunt Ivanka con tonoamable.

    -Veo lo que t quieres que vea: un perro persiguiendo a varias aves y cantidadesde flores que t acabas de "sembrar" para nosotros, hipnotizndonos. Quispelevant la cabeza y me mir de soslayo, con enojo. En ese instante vi alcompaero de Ivanka, ahora jugando con el perro que haba dejado de perseguira las cucules. El extrao se mostraba indiferente a las escenas que estabansucediendo en el campo, como si aquellas flores hubieran sido sembradasmuchos aos antes-.

    -Quieres que volvamos a convertir las flores en cabras y ovejas?- me preguntIvanka, esta vez con ms naturalidad.

    -Convirtelas en palomas- respond burlonamente como para desquitarme de sus,para m, fechoras hipnotizantes a las que nos sometan.

    Ella se puso de pie, me mir y sonri con amabilidad. Extendi sus manos

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    horizontalmente, con los dedos hacia las flores, y de pronto la pampa se llen depalomas grandes y pequeas. Los perros ladraron y corrieron tras de ellaspersiguindolas. Estas volaban a unos metros del suelo, se alejaban y se posabanotra vez, picoteando la yerba. Me sorprend. Pens que los extraos podranhipnotizar y sugestionar a las personas para que vieran con diferentes aparienciasa las cosas y a los seres, sin que stos cambiaran sus formas verdaderas; pero

    hipnotizar y sugestionar a los perros para que ellos vean, en lugar de ovejas,palomas, y que las correteen por el campo, me asombr. Sent miedo. Ivankacomprendi mi alteracin, extendi sus manos de nuevo y las cabras y ovejasaparecieron pastando como unos minutos antes. Los perros regresaron. Quispe sepersign, se levant, vino a mi lado y en voz baja me dijo:

    -Se ha asustado usted, seor?

    -Aqu no hubo nada que me asustara- le respond, tratando de recuperar laserenidad.

    Los campesinos se levantaban persignndose y empezaban a comentar elacontecimiento. Mientras yo estaba recuperando la tranquilidad, un nio me hablalgo en quechua. No le comprend.

    -Quiere que vuelvan las palomas otra vez- me tradujo Quispe. Sonre. Eso alivi enalgo mi nerviosismo. Al pequeo le haba impresionado la enorme bandada ysegua pidiendo que regresaran.

    -Diga al nio que pida eso a la seorita Ivanka, ella es la nica que puede hacerque vuelvan las palomas- suger a Quispe. En eso, una cucul vol desde el

    bosque; no s si por orden de la mdica o casualmente, lleg hasta nosotros y sepos sobre el hombro izquierdo del pequeo. Este la acarici y grit lleno dealegra, llamando a su mam para mostrarle el ave cariosa que permaneca sobresu hombro.

    Ivanka se acerc a Quispe, le tom del brazo y sonriente le dijo:

    -Amigo, puedes explicarnos por qu te arrodillaste?

    -S, seorita, acaba usted de hacer un milagro- respondi l respetuosamente.

    -Ests equivocado, amigo, lo que acabo de hacer fue un trabajo que cualquiera deustedes lo podra haber hecho, si se hubiera preparado para eso. Por favor,amigo, explica a los dems que nosotros nunca hacemos milagros. Todo loconseguimos por nuestro trabajo, utilizando el tomo y sus componentes-.

    Quispe inclin la cabeza y fue a hablar con los campesinos; mientras tanto, elcompaero de Ivanka se nos acerc.

    -Este es mi compaero de viaje, su nombre es Pedro. Desde hace muchos aosviajamos juntos por el espacio- dijo Ivanka.

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    Le extend la mano; l hizo lo mismo pronunciando las palabras "no lo olvidar".No comprend el significado de las palabras y pens que no haba escuchado biensu pronunciacin.

    -Significa agradecimiento en el habla apuniana- me explic Ivanka comprendiendomi confusin. El extrao sonri. En mi mente se sum una incgnita ms.

    Permanec en silencio. Ivanka, Pedro, ovejas y cabras convertidas en flores, stasconvertidas en palomas y stas en ovejas y cabras; apunianos, platillos voladores,avioncitos y tantas otras manifestaciones inslitas y extravagantes, recargaban mimente de tanta confusin que no saba si mejor sera huir para no soportaraquella impresin, o permanecer esperando el final del espectculo.

    -Si deseas, vamos a la nave, vers ms cosas desconocidas, o tienes miedo?- medijo Ivanka sonriente.

    -No tengo miedo- respond despus de haber concentrado todo mi coraje paradecirlo. Mir a Quispe y l aprob con un movimiento de cabeza. Su actitudatenu mi alteracin y acept la invitacin de Ivanka.

    -Vamos- dije a Ivanka y partimos-.

    Aquella vez no se elevaban sobre el pasto, caminaban como nosotros y eso mellam la atencin; observ con cuidado y me di cuenta que los extraos dabanpasos, igual que Quispe y yo, pero las yerbas no se doblaban bajo sus pies.

    Cuando llegamos a la nave, vi que esta se mantena en el aire, a unos sesentacentmetros de altura sobre la superficie. Comprend que aquella extraa forma

    de posarla se haca con el propsito de no daar las clulas del pasto y no hicepreguntas. Tambin descubr que aquel aparato, por la forma de sus alas, era unaavioneta aunque de modelo raro, pues su cuerpo era corto pero grueso, como deun avin de pasajeros.

    -Es de alas plegables y supera la velocidad de millones de kilmetros por minutos-me dijo Ivanka refirindose a fa nave.

    No senta ganas para la conversacin y me hice el que no comprenda de qu mehablaba.

    Las puertas, que estaban ubicadas entre las alas y la cola, se abrieronretrayndose en las paredes cuando nos hallbamos a un metro de distancia.Desde adentro asom un forastero semejante a los que ya conoca, pero a ste nolo haba visto antes, pens que la nave se tambaleara por nuestro peso al subir yme puse a observar lo que ocurra cuando suba Pedro. El pis la nica escalinataque sali del interior al abrirse la puerta, y su pisada no provoc el menormovimiento en la "avioneta". Subimos Quispe, Ivanka con un perro y yo. Adentro,una habitacin ovalada, sin ngulos rectos, bastante extensa y amoblada convarios sillones. En las paredes se vean varias pantallas empotradas, semejantes alas de los televisores, pero de un color agradable.

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    -Este es nuestro amigo Alif- me dijo Ivanka presentndome al forastero queencontramos en la nave. Le extend la mano y le dije mi nombre. El me invit asentarme sealndome uno de los sillones ms cercanos. En aquel instante sentuna agradable e inexplicable sensacin. Me asust; Alif me mir.

    -Estas desgravitado, amigo, tu peso ahora es de ochenta gramos- me dijo

    sonriente.

    Mir a Quispe por curiosidad, pero l pareca sentirse tan normal como si seencontrara sentado en una taberna. Me di cuenta que l haba subido a esas navesanteriormente y que ya se haba acostumbrado al estado de ingravidez. Ivankasonri y se sent en un silln, a mi lado.

    -Todo esto te parece muy extrao, verdad?- me pregunt de repente.

    -Sinceramente, s- contest.

    -Es lgico. No es de esperar otra cosa. Yo tambin me sent muy extraa cuandosub por primera vez a una nave apuniana.

    -Cmo es eso, Ivanka? Acaso t no eres de ese planeta, Apu?- pregunt coninquietud pensando que aquellos forasteros se haban propuesto divertirseconmigo, burlndose de mi ignorancia.

    -Hermano mo, clmate por favor. Tienes derecho a opinar sobre nosotros segnla inspiracin celular de tu mente. Pero te aseguro que no hacemos dao a ningnser- me dijo Ivanka suplicante, Decid, entonces, hacer un esfuerzo para soportar

    hasta lo mximo.

    -Hace cuarenta y siete aos que soy ciudadana de Apu. All la gente es positiva,no existe dao, egosmo, ambiciones ni odios, creme, y si tomas las cosas concalma, t solo te convencers que es as-.

    -O sea. ..T no has nacido en Apu?- pregunt rindome descortsmente al pensarque la extraa intentaba dominarme con engaos y que posiblemente, hastapretendera hacerme creer que era mi paisana.

    -No, amigo, soy terrcola- contest con finura. -Dnde has nacido, entonces?

    -En la ciudad de Dubrovnik, en la orilla yugoslava del Mar Adritico- respondi ellamirndome sonriente (*). Me d cuenta de que haba adivinado el propsito de laextraa y solt una carcajada. Ella sonri tambin. De pronto empec a sentiralivio, no s si fue por la mirada femenina o por alguna otra razn desconocida.

    -Eso significa que somos paisanos-, no es as?

    -Efectivamente, es cierto. Pas mi infausta niez a orillas del Adritico- respondimientras observaba a Pedro y Alif que estaban examinando en la pantalla los

    nevados de Champara por donde pretendan volar individualmente durante los

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    prximos minutos.

    -Dijiste que has pasado una niez difcil-. Por qu?

    Ella acarici al perro que se encontraba sentado a su lado. En la pantalla vimosuna brizma presionada por una piedrita. Ivanka la desintegr y la yerba se

    enderez. Luego me dirigi una mirada como para observar mi opinin sobre sutrabajo, y dijo:

    -Qu alegre se siente uno cuando hace el bien a los dems y les alivia susufrimiento!

    -Es generoso prestar ayuda a los que la necesitan respond. Ivanka call por unmomento: luego habl:

    -Durante mi infancia soport todas las miserias que el egosmo y el dinerooriginan, y que estn manchando y torturando la vida en la tierra. Por eso s desobra lo suprema que es la labor en favor de los dems, eso lo aprend en Apu yaqu en la Tierra lo sufr personalmente. He dedicado bastante tiempo paradeterminar cuales son los fenmenos que hacen tan desagradable y difcil la vidaterrestre. Descubr que los hay de dos tipos: unos creados por el horrible y otrospor la naturaleza; pero el ms negativo de todos es el dinero, porque casi siemprees el origen del sufrimiento. Es el creador de la guerra, del egosmo y de laexplotacin! Esto retarda todos los adelantos, descubrimientos e investigacionesque el hombre pudiera desarrollar para corregir los fenmenos naturales que sonsumamente dainos para la vida celular.

    El hombre tambin conoce los daos que origina el dinero, pero est dominadopor el egosmo y se niega a hacer un sincero intento de extirpar o simplificar elsistema monetario de la vida terrestre. Al contrario, pretende justificar lossacrificios, los sufrimientos, las destrucciones y todo lo negativo que origina eldinero, atribuyndolas al destino, a la mala suerte o al castigo prescrito por laomnipotencia, por un hecho cometido quin sabe por quin durante la formacindel mundo. La vida terrestre pudiera ser tan bella como la de Apu o cualquier otragalaxia del universo, si los terrcolas se organizaran de manera positiva, fraternal,sin dinero, guerras ni explotacin, formando una sola familia: la terrestre. Loshabitantes de la Tierra sufrirn sacrificios, miserias y torturas por causa defenmenos naturales, hasta que eliminen sus creaciones negativas y se dencuenta, por completo, que el destino de la humanidad lo tiene en sus manos elhombre mismo, y que slo l debe y puede solucionar sus propios problemas, abase de la unin, la paz, el estudio, el trabajo colectivo y una firme confianza ens mismo y en su esfuerzo. Slo entonces tendr tiempo y fuerza para corregir losfenmenos creados por la naturaleza, tales como las enfermedades, la muerte, lanegatividad del Sol y otros. Hasta ahora conozco un milln diecinueve mil catorcecivilizaciones en el universo, mas no he visto ninguna que haya podido subsistirsin su propio esfuerzo planeado positivamente.

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    La evolucin y adelantos de cada una de ellas, es exactamente proporcional a launin, el trabajo y el estudio que practican.

    -Y qu te parecen los adelantos terrestres, logrados hasta ahora?- preguntirnicamente.

    -Con el principio de este siglo ha empezado un desarrollo considerable de la vidaterrestre, pero no se lograr por completo hasta que no se unan fraternalmente,lo que les permitir organizar su trabajo, su estudio y un modo de vida sindiscriminacin. Mientras los terrestres sigan interrumpiendo las labores durantelas dos terceras partes de cada da, encontrndose sin ocupacin casi la mitad delas personas aptas para trabajar y la mayor parte de lo trabajado lo estnasignando para la guerra, la sociedad humana organizar en la miseria- afirmIvanka mostrando en su rostro la preocupacin. Luego prosigui y narr episodiosde su lucha para sobrevivir en la Tierra, desde que fue abandonada por suspadres antes de cumplir diez aos de vida.

    Quispe hizo un movimiento con su mano derecha sobre el silln. En la pared deenfrente funcion una pantalla y en ella empezaron a desfilar todas las escenassegn las contaba Ivanka. Pens otra vez en hipnotismo o alguna otra forma desugestionar a las personas para que vieran en la pantalla lo que pensaban.

    Pedro se acerc y me dijo sonriente:

    -Amigo, no es lo que ests pensando. Estas pantallas funcionan por orden delpensamiento, es cierto, pero las escenas son reales, tal como sucedieron. Losiones positivos no mienten. Una vez que la pantalla ha recibido la orden de

    mostrar un tema cualquiera, trabaja independientemente de todo pensamiento.Tu sorpresa y alteracin son manifestaciones de tus clulas an no positivadas.Para que se familiaricen se necesita algn tiempo-.

    -Sabes?- me dijo Ivanka-, ordena a la pantalla que reproduzca tu vida, vers si hayalgo de cierto en eso-.

    Obedeca la extraa y pens en mi nacimiento. Las escenas empezaron a desfilar,pero en una dimensin extraa, como si el campo, las personas, los bosques y losanimales, se hubieran reducido de tamao conservando su forma y mostrando lasacciones y temas hasta en el ms mnimo detalle. Me pareca que poda tocar todolo que vea. Vi mi nacimiento, mi niez y luego mi juventud, en detalle y conescenas ntimas que nadie hubiera podido filmar para mostrrmelas. Tambindesentra muchas incgnitas y por qu sobre lo que haba sucedido durante laSegunda Guerra Mundial y lo que yo ignoraba. Vi los destinos de mis amigosdesaparecidos, los lugares y las escenas de cmo murieron mis compaeros,muertes detalladas de los soldados y tantos otros sucesos que antes desconocacmo pudieron haber ocurrido. Empec a meditar sobre lo que vea y porrazonamiento lgico de los casos, llegu a la conclusin de que cada uno pudierahaber sucedido segn lo vea en la pantalla.

    La solucin econmica y del desarrollo de la sociedad humana organizando el

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    trabajo ininterrumpido, por turnos, y que Ivanka acaba de explicarme, aseguraba-a mi modo de pensar- la solucin, en gran parte, de los problemas actuales denuestra sociedad, tales como la desocupacin, la escasez de lo necesario y lacarencia de tiempo para el estudio. No saba de dnde provenan las ideas de laforastera, sospechaba de su origen y de sus intenciones, mas sus conceptos decmo acelerar el desarrollo de la sociedad y combatir sus problemas principales,

    me parecieron tan sencillos, tiles y fciles de realizar, que me sorprendieron. Lasconsider adaptables a la sociedad actual. Pens que se requeran pocos estudiospara su realizacin.

    Pedro y Alif salieron de la nave. Ivanka hizo funcionar una pantalla ms cercana anosotros. En ella aparecieron los dos, parados a poca distancia de la puerta. Depronto se elevaron como lo hizo el apuniano cuando me mostr sus adelantospara volar individualmente, durante el encuentro anterior. Volaban a la velocidadnormal de una avioneta, y a unos cien metros de la superficie, zigzagueandoentre los peascos, la nieve amontonada, subiendo y bajando como las aves. Perolo que ms impresionaba era la forma, la claridad o la dimensin en la cual seperciban sus vuelos. Por donde pasaban, todo se vea como si uno estuviera all,presente entre las cosas para tocarlas a cada una. La claridad de los coloresasombraba. Daba la impresin de que todas las cosas y lugares haban sidoretocados con un esmalte que agradaba y que los estbamos observando pormedio de algn aparato ptico sumamente poderoso.

    -Este aparato grada los colores segn el agrado de las clulas que componen elrgano ptico del observador -me dijo Ivanka interrumpiendo la observacin en lapantalla, de los sitios por donde pasaban volando sus compaeros.

    En eso mir hacia Quispe y vi que estaba viendo en una de las pantallas, a Elenade Troya con toda su comitiva con tranquilidad tan profunda como si estuvieramirando un programa de televisin en su propia casa. Me sorprendi lapersonalidad de la princesa griega que con su belleza haba provocado una guerrasangrienta entre troyanos y griegos, haca miles de aos. Vi, pues, la gente deaquellas pocas de las cuales la historia slo hace una mencin oscura, alejada dela realidad. Su fsico, su vestidura, su trato, su forma de vivir y su cultura, fueronolvidados. Nadie se ocup de ellos en aquellas pocas, para dejar constancia realde cmo eran. Me enter en aquel momento, que el hombre actual desconoca porcompleto los detalles y la verdad de aquella civilizacin, eso me origincuriosidad para seguir observando.

    A pesar que no estaba seguro de si lo que vea era una sugestin hipntica, unsueo provocado artificialmente, una pelcula o una realidad, aquella extraadimensin que utilizaban me agrad. Las cosas, animales y personas que estabamirando en la pantalla se vean tan explcitas y tan agradablemente como si meencontrara entre ellos. Cualesquiera de las cosas que perciban mis ojos: loscampos, personas o animales, si no me eran conocidos en detalle, tras su figuravena una minuciosa explicacin de sus orgenes, usos, duracin y aspectospositivos o negativos. Acept, pues, seguir viendo aquellos reyes y prncipes delos cuales tanto haba escuchado durante mi infancia.

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    -El hombre ignora muchas cosas todava- interrumpi Ivanka. Pero l no tiene laculpa de todo. Hubo tantas destrucciones y guerras, que se ha borrado hasta laltima huella de muchos hechos, de tal manera que ignoramos incluso nuestroorigen. Mira en esta pantalla, me dijo sealndome una que funcionaba a su ladoderecho. Volte la cabeza y vi a Pedro y Alif en una quebrada de los nevados deChampara, posados sobre una pared hecha de bloques gigantescos de piedras de

    ms de diez metros de alto y de un ancho similar cada uno. Montaas de hielo selevantaban sobre ellos, como si se hubieran propuesto ocultar para siempreaquella obra de los primeros trabajadores que la Tierra tuvo en su superficie.

    -Qu es eso?- pregunt sorprendido a Ivanka.

    -Estos son restos de una ciudad apuniana, construida antes que Apu explosionara,hace billones de aos-.

    -De qu explosin me hablas?- pregunt confundido por no comprender de quse trataba.

    -Me refer a la explosin de Apu, cuando nacieron el Sol y muchas galaxias- medijo y prosigui explicndome sobre lo ocurrido.

    -Son grandes esas ruinas?- pregunt por curiosidad.

    -S, son restos de una ciudad que fue la ms grande de Apu en esa poca, pero laexplosin la destruy y su mayor parte se dispers por el espacio; el resto fuesepultado. Lo nico que qued de ella en la superficie, es aquella pared que vimosen la pantalla. Mira all. Obsrvala cmo era cuando viva gente en ella.

    Mir en la pantalla y vi una ciudad de calles anchas, casas no mas altas de dospicos, construidas con bloques de piedras tan gigantescos, que en muchos casosuno solo compona la pared ntegra de la casa.

    -Cual era el nombre de la ciudad?- pregunt a Ivanka.

    -Simi, en apuniano- respondi ella con un acento raro.

    -Cmo han podido cargar tan enormes piedras? Tuvieron mquinas especialespara ese trabajo?- pregunt asombrado.

    -No, amigo. Los apunianos han desarrollado sus facultades al mximo; uno de losresultados es el dominio de la desgravitacin. A esas piedras les quitaban su pesoespecfico y luego las trasladaban sin dificultad a los lugares deseados. Tambinse pueden transportar por medio de la desintegracin e integracin, mas esesistema se usa slo en casos especiales. El desgravitar es ms conveniente.Observa- sugiri. Y mientras yo estaba viendo en la pantalla cmo montaas depiedra desgravitadas volaban por el aire de un lugar a otro como empujadas porel viento, mi compaero Quispe me inform que el fin de aquel da, 10 de julio, seestaba acercando. Mir mi reloj y vi que eran las dieciocho horas con catorce

    minutos. Me acord que mi casa distaba ms de diez kilmetros y para

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    caminarlos, en la oscuridad de una noche con cielo nublado, tendra queenfrentarme a muchas dificultades.

    Decid entonces observar la pantalla hasta ver la historia completa de aquellaciudad apuniana y luego partir de regreso. Al final llam a Quispe para avisarle lahora, y vi que ste haba puesto toda su atencin en la pantalla, mirando, esta

    vez, la conquista de Egipto por Alejandro Magno. Sent pena de interrumpirle laocasin de poder ver famosos episodios de la historia del hombre, ya que tal veznunca ms tendra esa oportunidad. Decid esperar algunos minutos y proseguconversando con Ivanka. En eso, Pedro y Alif entraron en la habitacin, se nosacercaron y dijeron "Todo por los dems". No escuch bien lo que decan y pensque se trataba de algunas palabras claves acordadas entre ellos e Ivanka; no hicepreguntas.

    -Es nuestro saludo, que ya conoces- me dijo Pedro con tono suave; se sent en unsilln cercano y empez a conversar con Ivanka sobre las ruinas de la ciudad deSimi y el viaje que haban realizado por los nevados de Champara. Mientras tanto,afuera oscureca.

    -Vmonos!- dije a Quispe en voz baja.

    -Esperemos unos minutos ms, por favor, quisiera ver cmo termin la existenciade Alejandro Magno; acept. En eso empez a llover. Con la lluvia, nuestroregreso se complicaba muchsimo. Yo tena que empezar mi turno de trabajo enlas primeras horas de la madrugada y tema no llegar a tiempo.

    El interior de la nave qued alumbrado por una luz diurna y uno no poda darse

    cuenta si se encontraba en el campo en un da de Sol, bajo la sombra de un rbol,bajo una carpa en la playa, o en la nave de los extraos. Cuando Quispe terminde ver el final de la vida de Alejandro Magno, se puso de pie para salir; yo losegu. Afuera llova a cntaros. Era muy difcil caminar en la oscuridad, bajo lalluvia, por las abruptas faldas de los cerros de Champara, no teniendo mscamino que un sendero hecho por las pisadas de cabras y ovejas. Quispe sedesesper y empez a sugerirme que nos quedramos en la nave de losforasteros hasta el da siguiente. No pude aceptar aquella sugerencia porque mitrabajo era complicado y adems no tenamos hombres en reserva. Cuandosalimos de la nave, Pedro se me acerc.

    -Si t aceptas, te ofrezco mi ayuda para acompaarlos hasta Huallanca-.

    Eso me sorprendi. Pens que los extraos estaban intentando divertirse connosotros. Unos campesinos se encontraban cerca de la nave gozando de lamisteriosa luz que irradiaba. No poda arriesgar en nada mi responsabilidad deltrabajo y acept la proposicin de Pedro. Este apret uno de los botones de suchaleco. Inmediatamente a un metro de sus lados y de su cabeza- se form unarco en forma de herradura, que alumbraba decenas de metros con luz diurna.Nos despedimos de Alif e Ivanka y... partimos.

    El aguacero prosegua con toda fuerza, pero sobre ninguno de nosotros caan las

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    gotas de lluvia. Eso me asombr sobremanera. Pregunt a Quispe si las gotasestaban cayendo sobre l, para asegurarme del misterio.

    -No, seor, a mi la lluvia me est respetando- respondi irnicamente.

    -Clmate, amigo- sugiri Pedro que caminaba entre Quispe y yo para alumbrar el

    camino con perfeccin-. Nosotros estamos protegidos por una capa de ionespositivos; por favor, intenta calmar tus clulas- insinu. Obedec y proseguimos.

    Durante el camino no habl con ninguno de mis acompaantes. Las rarezas queestaba experimentando producan en mi mente una sensacin inexplicable que nosaba cmo calmar. Era imposible para m, convencerme que los habitantes deotros mundos -si los hubiera- viniesen a visitar la Tierra para alojarse en lasdesoladas montaas de los Andes peruanos, como si ese lugar fuese un centrodesde donde se observara el universo. Entonces me preguntaba qu nacin de laTierra haba desarrollado sus adelantos tcnicos de tal manera que las personaspudieran volar individualmente, tener conocimientos tan maravillosos como el usode la mnima partcula existente, desintegrar e integrar la materia, quitar ydevolver el peso especfico y la atraccin a las cosas, andar bajo la lluvia sinmojarse, generar un halo de luz diurna alrededor de su cuerpo, tener pantallas deltiempo por las cuales se puedan ver el pasado, el presente y el futuro. Estas yotras incgnitas bombardeaban mi mente originndome molestias. Por unosinstantes no pensaba en nada. Luego me sugestionaba y reflexionaba en que, apesar de todo, los forasteros eran espas de alguna nacin terrestre. Pero, questaban buscando entre los pastores, en los cerros de Ancash?

    Pedro y Quispe conversaban continuamente. Por su conversacin comprend que

    se haban visto en oportunidades anteriores y que Quispe conoca el porqu y elcmo de varios sucesos que haban acontecido en la sociedad humana durantenuestra poca y tambin algunos de los que sucederan en el futuro. Con laincomprensible luz del halo de Pedro, pudimos caminar tan rpido como si fuerade da. Cuando nos acercbamos a la ciudad de Huallanca, not que Pedro sehaba cambiado de ropa sin detenerse un instante. En lugar de su vestimentacaracterstica, ahora estaba vistiendo prendas de confeccin campesina y calzabaabarcas de jebe, igual que los pastores del lugar.

    -Cmo te cambiaste de vestido sin detenerte?- le pregunt.

    -Desintegr mi malla y la integr en forma de vestido campesino- respondi connaturalidad.

    -Por qu hiciste eso?-

    -Para confundir m presencia con la de los lugareos y no llamar la atencin conmi ropa-.

    -Quin nos va a ver ahora, de noche y con lluvia, cuando todos estn,necesariamente, en sus casas?

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    -Todos, menos aquel que est sentado all- me dijo sealando con su mano. Miry efectivamente era cierto. Un campesino que cargaba varias cosas compradas enla ciudad, estaba descansando a unos cientos de metros de su choza.

    -Yo creo que hubiera sido ms fcil convertir en polvo al campesino y quitarlo denuestro camino, que cambiarte de ropa- opin dirigindome a Pedro. El se

    sorprendi; se detuvo de repente como si algo terrible sucediera.

    -No debes pensar as, amigo; para los apunianos los dems estn siempre enprimer orden; me estoy refiriendo a las personas, plantas y animales. Nuncaintentamos forzar de ningn modo a las clulas ajenas por nuestro propio inters,lo hacemos slo cuando eso es positivo para el prjimo. Lo innato de losapunianos es sacrificarse siempre por los dems- subray.

    Pasarnos el ro Kitaraqsa y cuando llegamos cerca de la maestranza, Pedro sedetuvo.

    -Amigos, "Todo por los dems". Ya estn casi en la ciudad, yo tengo queregresar-. -Me extendi la mano, luego hizo igual con Quispe y desapareci alinstante.

    -Se desintegr- advirti Quispe.

    -No s, sinceramente no comprendo lo que est sucediendo ac. Lo nico que tepuedo asegurar es que no lo vemos, mas no sabemos si est a nuestro lado o enalgn otro lugar del universo- respond y proseguimos.

    Entre las cosas inexplicables que haba experimentado durante ese da, me vino ala mente la vida de Elena de Troya proyectada en la pantalla del tiempo. "Por quQuispe tendra que enfocar aquella historia tan remota?", pens. Me detuve y lehabl:

    -Dime, Quispe, por qu enfocaste la vida de Elena de Troya en la pantalla?, acasono tenas cosas ms importantes que ver?

    -Segu la vida de un apuniano que haba vivido en esa poca en la Tierra, eso fuetodo- respondi tranquilo.

    Cuando pasamos el puente sobre el ro Santa, frente a la entrada del tnel de lacasa de fuerza, Quispe se detuvo y mirndome pregunt con tono de admiracin:

    -Qu le parecieron esas personas?

    -Te voy a decir, Quispe, mi verdadera opinin. Lo que dicen esas personas essumamente bueno, y hasta se puede aplicar una parte de ello a nuestro actualmodo de vivir; pero lo que hacen no s si es realidad o son trucos hipnticos.Ms, despus de todo, una cosa me intranquiliza-.

    -Cul es, seor? -Interrumpi Quispe, excitado por la curiosidad.

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    -Me preocupa saber por qu estn aqu, sean quienes fueren. Cul es suintensin y qu estn buscando ac?

    - Todava no se ha convencido usted que son extraterrestres, verdad?

    -No, sinceramente an no-.-Conoce usted, seor, alguna nacin en la Tierra cuyos habitantes tengan esospoderes para realizar trabajos tan extraordinarios como los que hemospresenciado hoy?

    -No, pero tampoco estoy seguro que no existe. Otra cosa, Cmo sabes t,Quispe, que no fuimos hipnotizados, dormidos o algo semejante, y as vimosalgunos trucos mgicos como en el circo?

    -Dgame, seor