14. Crítica contemporánea a la forma estado. Entre el poder... Sandro Jiménez - Ocampo

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    Mnica Mancero y Rafael Polo,compiladores

    Ciencia, poltica y poderDebates contemporneos

    desde Ecuador

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    De la presente edicin:

    FLACSO, Sede EcuadorLa Pradera E7-174 y Diego de AlmagroQuito-EcuadorTelf.: (593-2) 323 8888Fax: (593-2) 3237960

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    CONESUPWhimper E7-37 y Alpallana

    Quito-EcuadorTelf.: (593-2) 2505-656Fax: (593-2) 2563-685

    www.conesup.net

    ISBN: 978-9978-67-225-9Cuidado de la edicin: Paulina TorresDiseo de portada e interiores: Antonio MenaImprenta: CrearimagenQuito, Ecuador, 2010

    1. edicin: enero 2010

    Ciencia, poltica y poder. Debates contemporneos desde Ecuador / compilado por Mnica Mancero yRafael Polo .- Quito: FLACSO, Sede Ecuador, 2010. (Cuadernos de Trabajo)413 p.

    ISBN : 978-9978-67-225-9POLTICA; GNERO; MOVIMIENTOS SOCIALES; ESTADO; NACIN; PODER;GOBERNANZA320 - CDD

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    ndice

    Presentacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

    IntroduccinLas paradojas de la actualizacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9Eduardo Kingman Garcs

    DEBATES EPISTEMOLGICOS

    Campo de visibilidad y produccin de narrativas . . . . . . . . . . . . 17Rafael Polo Bonilla

    Ciencias naturales e imperio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47Elisa Sevilla

    Acerca del anlisis del discurso encontextos de antagonismo social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 71Andrs Ortiz

    Origen, desarrollo de los estudios de Ciencia, Tecnologay Sociedad y su perspectiva en Amrica Latina . . . . . . . . . . . . . . 103Javier Jimnez Becerra

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    DEBATES POLTICOS

    Gnero y poltica: el concepto de emancipacin dentro dela teora feminista, sus lmites y sus posibilidades de uso . . . . . . 133Alba Di Filippo

    Las principales teoras sobre los movimientos socialesy su aproximacin al estudio de los movimientosindgenas en Amrica Latina y en el Ecuador . . . . . . . . . . . . . . . 161Luis Alberto Tuaza Castro

    Historia, cultura y poltica:espacios cotidianos y religiosidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 195Mireya Salgado Gmez

    La formacin ciudadana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235Juan Carlos Valarezo

    DEBATES SOBRE EL ESTADO Y LA GLOBALIZACIN

    Estado-Nacin y Regin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261Mnica Mancero Acosta

    Territorio, Estado y Nacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307Ana Sevilla

    La construccin de sustentabilidad ambientalcomo un tema de gobernanza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 335Pal Cisneros

    Crtica contempornea a la forma Estado:entre el poder policial y el dispositivo de guerra . . . . . . . . . . . . . 365Sandro Jimnez-Ocampo

    Sobre las autoras y los autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 411

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    Debates sobre el Estadoy la globalizacin

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    Resumen

    Estado, poder y poltica son conceptos prolficamente desarrollados en lasciencias sociales contemporneas; de all que el solo intento de recorrer laliteratura sobre el tema o los estudios de base emprica atravesados pordichos conceptos, es una tarea que desbordara cualquier intento de lec-tura sistemtica que pueda ser incluida en un texto como el que se pre-

    senta a continuacin. En ese sentido, este documento parte de una nece-saria delimitacin del dominio de discusin bajo tres nfasis fundamen-tales: focalizar el debate desde autores y temas de discusin que se propo-nen una lectura de crtica, no esencialista y plural de dichos conceptos;debatir tales conceptos desde las implicaciones de sus usos y aplicacionesen los contextos de las nuevas guerras1; plantear algunas hiptesis de

    Crtica contempornea a la forma Estado:entre el poder policial y el dispositivo de guerra*

    Sandro Jimnez-Ocampo

    * Una primera versin de este documento fue acompaada por el historiador Mark Thurner(PhD), de la Universidad de la Florida. La versin final es resultado del acompaamiento del

    antroplogo Alejandro Castillejo-Cuellar (PhD), de la Universidad de los Andes y de la lecturacrtica de la sociloga Catherine Walsh (PhD), de la Universidad Andina Simn Bolvar.1 Con esta expresin se intenta (problemticamente) agrupar las confrontaciones armadas asocia-

    das a la guerra fra, los conflictos armados internos del mundo post colonial y post socialista, laviolencia generalizada de matiz tnico; y ms recientemente, las distintas expresiones de la gue-rra global contra el terrorismo. En sntesis, este trmino intenta reconocer que despus del finde la Segunda Guerra Mundial y la creacin del sistema internacional de naciones para el sos-tenimiento de la paz, que hoy conocemos como Naciones Unidas, dos temas en las agendas deseguridad mundial han ocupado la atencin de esta organizacin: la primera fue la contencinde conflictos o la intervencin sobre los mismos durante el perodo de la guerra fra; y en segun-do lugar, las gestiones humanitarias para atender la proliferacin de conflictos armados internos(Mayor discusin en Forsythe, 2000; Balibar, 2006; Fisas, 2004.

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    investigacin sobre el caso colombiano que apunte a develar las manerasen que la institucionalidad estatal ha delimitado un marco para la gestinpoltica de la guerra, al tiempo que en este sentido de estatalidad se entre-cruzan regimenes de poderes locales, dispositivos de legitimacin globalesy un economa del reconocimiento o la invisibilizacin sobre el carcterpoltico de los efectos de la guerra.

    Sobre el acercamiento al material bibliogrfico yla metodologa de anlisis

    El primer aspecto a plantear es el tipo de fuentes bibliogrficas utilizadas.El material seleccionado proviene de dos tipos de formato y dos tipos deorientaciones analticas: las dos fuentes son, por un lado, libros comple-tos o compilaciones de autores de amplio reconocimiento en el debatecontemporneo de las ciencias sociales; aqu se consideraron textos deNegri, Agamben, Foucault, Ferguson, Chatterjee, Mitchell, Gupta, entreotros. La otra fuente son artculos de revistas en ndices internacionales,entre los ms destacados se referenciaron los siguientes: Inter-AsiaCultural Studies, Cultural Studies, Cuaderno Venezolano de Sociologa,International Studies Quarterly, Anual Review of Anthropology,Economy and Society, British Journal of Sociology, y Ratio Juris. Lasorientaciones analticas consideradas, en general, fueron: aquellas dedica-da al debate terico y la crtica conceptual; y aquellas de base emprica yabordaje histrico-etnogrfico.

    La metodologa de anlisis parti de una serie de categoras de agru-pacin de los debates consignados en los textos: un primer paquete decategoras apunt a identificar las discusiones ms importantes sobre losconceptos centrales al examen, a propsito de este anlisis, me refiero aEstado, poder, poltica y guerra. Seguidamente, la lectura oblig agregardos categoras que aparecan como trasversales a muchos de los textos, setrata de los abordajes sobre la gubernamentalidad, no slo en clave fou-caultiana, sino que tambin en desarrollos posteriores; lo que plante lanecesidad de usar otra categora de anlisis sobrepoder gubernamental glo-bal. Pero dado que no slo el debate terico es central a este texto, se plan-

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    tearon dos categoras analticas adicionales que dieran cuenta de lo meto-dolgico y lo emprico, esas fueron: alternativas metodolgicas y aborda-jes histrico-etnogrficos. Finalmente se establecieron tres categoras adi-cionales, stas destinadas a apoyar la construccin de un mapa del campoen cuestin; de all que se plantearon: autores de referencia citados en lostextos, crtica de autores presentadas, y alternativas analticas eviden-ciadas.

    Premisas de partida: claves para una lectura entre fronteras

    Entendiendo que no slo varias disciplinas de las ciencias sociales conver-gen y divergen en estos temas, sino que tambin hay multiplicidad decolectivos acadmicos que han asumido una rica y diversa produccinsobre el encuadre general de este texto considero necesario precisar culesson las diferencias y demarcaciones de esta propuesta.

    En primer lugar es necesario aclarar que al referirme a perspectivas cr-ticas no esencialistas, se evocan varias colectividades de corriente crti-ca (teora crtica, estudios culturales, estudios postcoloniales, estudiossubalternos, estudios decoloniales), que sin negar la importancia decada uno de ellos; este trabajo no se pretende como una genealogaconceptual, una historia de las ideas o una historia intelectual de unoo de alguno de esos colectivos.

    Este texto y las discusiones referenciadas no se asumen como princi-pio de universalidad, sino como expresin de multiplicidad; en dondecada debate es una expresin de singularidad y de contingencia his-trica.

    No se pretenden identificar - prescribir principios de orden, sino dedar cuenta de los lmites conceptuales, de las expresiones liminales dedeterminadas experiencias, y de los pliegues o rupturas que inviten anuevas exploraciones terico-prcticas.

    Se propone cuestionar las condiciones locales de aplicacin de teoriza-ciones que se han constituido en tipos ideales (inclusive en el mismocampo de la crtica).

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    Se busca identificar contradicciones entre campos, conceptos, fronte-ras disciplinares, sin reducir el ejercicio a una mera oposicin demodelos o a una presentacin de confrontaciones epistemolgicas.

    Estructura del texto

    El texto est integrado por tres ejes de discusin crtica. El primero deellos se denomina Trasgresiones contemporneas sobre la nocin deEstado; eje donde se har una revisin de las principales posturas quecuestionan la idea del Estado como tipo ideal, o como condicin que an-tecede o que finaliza todo anlisis sobre lo poltico; en trminos deAgamben, (Agamben, 2000: 112). Este eje explota la relacin poder ypoltica, en donde se dar cuenta de los planteamientos sobre estos tpi-cos en tanto manifestaciones y relaciones que no asumen lo estatal comocontendor nico o exclusivo de las expresiones actuales de aquellas.

    El segundo eje se denomina Guerra en el Estado, devenir y dialcti-ca; bajo esto encuadre se propone recorrer nuevas lecturas de la relacinco-reproductiva entre guerra/paz vs. Estado/violencia, en donde cada pa-reja de categoras no supone la ausencia de la otra; y donde el sujeto de laguerra deja de ser el Estado nacional, para ceder a la presencia de un suje-to oscilante para la guerra (Balibar, 2008). En otros trminos, la pregun-ta es por las formas en que se presenta cmo la guerra deviene Estado y elEstado deviene en guerra. Este eje permite interrogarse por la emergenciade campos de fuerzas en donde se entre cruzan manifestaciones de guber-namentalidad globalizada, frente al poder soberano localizado.

    El ltimo eje se denomina Alternativas, posibles y exploraciones quese propone como una conclusin abierta para discutir dos asuntos: el pri-mero se concentrar en una breve aclaracin del sentido de lo alternativoy del la nocin del post, para luego presentar una sntesis sobre lo queconsidero aparecen como lneas tericas con implicaciones metodolgicaspara una agenda de exploraciones empricas en el estudio de la poltica enun escenario post-estatal.

    Para cerrar el texto, se presenta, a modo de post-escriptum, la maneraen que los debates presentados en los ejes anteriores, ofrecen nuevas posi-

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    bilidades analticas, y en igual sentido metodolgicas, para el escrutiniode un caso histrico de guerra constituyente como lo es el caso colom-biano. Por constituyente me refiero a un escenario donde el Estado co-lombiano ha instituido, institucionalizado, estatalizado y constitucionali-zado el aparato de administracin la guerra a modo de una relacin nor-malizada con el estado de excepcin (Agamben, 1998, 2003 y Jimnez-Ocampo 2008). Y desde all destacar las implicaciones sobre lo poltico ylas expresiones de los poderes en disputa en la sociedad colombiana. Estecierre orientado al anlisis de un caso el del conflicto interno armado enColombia no slo tributa a mi disertacin doctoral, sino que permite es-tablecer un vnculo problematizador de las nociones de paz liberal (Paris,2006; Richmond, 2005, 2007) que suponen que la estatalizacin de lasociedades en y del tercer mundo, devienen paz y no violencia; siendo elcaso colombiano un medio de contraste para muchos otros casos (parti-cularmente los africanos), en donde dicha relacin es contra evidente.

    Trasgresiones contemporneas sobre la nocin de Estado

    Me interrogo con Mitchell (1999: 176), cmo es que a pesar de la crticano podemos dejar de preguntarnos qu mantiene al Estado como entidadvigente; por qu este tipo de aparato soportado en los recursos abstractosde la ley aparece como fundamental en la constitucin de las comunida-des polticas y el origen de los arreglos polticos que distinguen las socie-dades contemporneas; cmo es que se mantiene y expande esa presenciafantasmagrica de la idea del Estado, a pesar de los intentos que en losltimos treinta aos se han desplegado para dejarlo atrs.

    Thomas Blom Hansen y Finn Stepputat (2001) plantean que tal per-sistencia no slo es observable en las discusiones de las ciencias sociales,sino en las apropiaciones desplegadas por los practicantes del desarrollo;entre ellos, instituciones del alcance del Banco Mundial, que ahora pro-mueven ejercicios de buen gobierno, que no es otra cosa que el fortale-cimiento de la idea de estatalidad moderna (en un sentido dominante demodernidad).

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    De esta forma, una primera aproximacin a las preguntas de Mitchellse puede encontrar en la suerte de dimensiones funcionalistas que dotande tal centralidad al Estado. Para Hansen y Stepputat (2001:1) una pri-mera muestra del predominio del carcter funcional del Estado (en rela-cin a la reproduccin del aparato del desarrollo) es que el Estado y susinstituciones se asumen como una especie entidades a-histricas, comoun set de imperativos funcionales de regulacin social. Segn sus plante-amientos, el Estado es con frecuencia asumido como uno y el mismo, entanto funcin universal de gobernanza (la traduccin es ma).

    Esa fuerza funcionalista que atraviesa los anlisis del Estado se ha con-solidado como una influyente tendencia, que Hansen y Stepputat (2001:1) caracterizan con hitos del perodo de influencia de las teoras delEstado capitalista durante los aos 1970, destacadas por el privilegio alas funciones del Estado en pro de la reproduccin del trabajo asalariadoy de las condiciones para la acumulacin del capital; pasando por las dis-cusiones entretenidas por Skocpol (1985) alrededor del brougth the stateback in, retorno del estatus del Estado como actor autnomo, en dondea pesar de su intento problematizador, el Estado sigui girando alrededorde unas funciones centrales y tareas histricas que supuestamente stedebe desempear.

    Un ejemplo concreto de ello es presentado por Victoria Haidar si-guiendo a Mann (1997) en su perspectiva del poder infraestructural endonde segn ella, en este enfoque, el Estado aparece como un conjuntodiferenciado de instituciones y personas que implica una demarcacinterritorial, una centralidad y la capacidad de establecer normas autorita-rias y vinculantes respaldadas por la posibilidad del ejercicio de la coer-cin fsica (Mann, 1997: 85), es decir: tiene una existencia efectiva en latrama social, un carcter institucional esencial que le es propio y especfi-co, que es teorizado a partir de la enumeracin de una serie de condicio-nes de estatalidad (Nettl, 1968) (Haidar, 2005: 7).

    Este tipo de referencias, ha sido caracterstico de una base de conoci-miento muy amplia que no har parte en detalle en el tipo de anlisis pri-vilegiados en este texto. Lo que es importante mencionar es que el carc-ter dominante en el debate, dado no slo por la posicin de los defenso-res de esta perspectiva, sino por el espacio de tiempo cubierto por dicha

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    primaca desde los aos 1970 hasta los aos 1990; Esta hegemona es deuna perspectiva persistentemente funcionalista y de cierto empirismoesencialista. Aqu aparece plenamente vigente la crtica de Abrams (1988)retomada en Sharma y Gupta (2006: 115); segn este autor, las aproxi-maciones funcionalistas para el anlisis del Estado, realmente no lo hanestudiado pues slo se han concentrado en la socializacin poltica, la cul-tura poltica, los grupos de presin, la clase y los partidos, los movimien-tos sociales, las revueltas, la rebelin y las revoluciones. En sntesis, el cen-tro analtico han sido las bases de los procesos polticos, pero no los dis-positivos de poder coordinado en el despliegue de las funciones centralesdel Estado (traduccin libre).

    Para desarrollar un lectura no esencialista del concepto Estado, partode los puntos centrales en debate dentro del conjunto de literatura revi-sada. El primer elemento que se propone cuestionar la literatura crticasobre el Estado es su carcter en tanto tipo ideal, no slo en trminos te-ricos sino histricos. Esta literatura cuestiona la nocin de Estado y lafuerza inercial que despliega, pues de ella se deriva toda una red concep-tual que ha alcanzado ese estatus de tipo ideal histrico-conceptual (comopor ejemplo las nociones de soberana, ciudadana, pueblo, nacin, dere-chos, entre otras) en donde el anlisis del Estado slo aparece como telnde fondo o escenario de la discusin, pero ste en s mismo no es proble-matizado. Otro eje de discusin identificado cuestiona el estatus que se leotorga al mismo, los debates van desde su tangibilidad hasta su intangibi-lidad, su concrecin o su ficcionalidad. Finalmente, se presenta una varie-dad de discusiones que dan cuenta de los lmites explicativos de tal con-cepto, o las restricciones de subsumir todo lo poltico a lo estatal; todopara conectar con alternativas analticas al tipo de problematizaciones quese tratan de encapsular en la idea del Estado como metarrelato constitu-tivo de la modernidad poltica. Veamos el detalle de estas propuestas.

    Uno de los primeros debates de corte crtico frente a la idea de Estado(en Abrams, Agamben, Negri, Gupta y otros) se resume en la expresinpresentada anteriormente desde Agamben, segn la cual el Estado se hapresentado como el constitutivo ltimo de lo real (el arch) que se asumecomo pre-supuesto, pre-condicin; al tiempo que la aspiracin, lo man-datario y lo deseable Y en el entre tanto se teje una densa red de concep-

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    tos, campos y prcticas que pasan de largo las discusiones sobre los moti-vos por qu o los motivos para, de su intangibilidad. Las consecuenciasde las posturas que se posicionan de esta manera se presentan de diversasformas en la literatura cubierta.

    El primer tipo de crtica es aquella que le da un lugar o un campo aldebate del Estado en tanto manifestacin o expresin de un mito y de ungesto ideolgico. En este sentido Abrams (1998 [2006]: 117) consideraque el mito Estado se constituye no slo en tanto recurso que hace con-cretizar lo abstracto, sino tambin como dispositivo que logra que lo noexistente se perciba como que existe. De all que este autor plantee que elEstado no es una cosa y que tampoco existe en tanto tal. En similar sen-tido Negri (2008: 18), considera que las visiones funcionalistas ubican alEstado como una forma de trascendencia inmanente ms all de lo real.

    Pero el sealamiento de dicho carcter mitolgico y trascendente nosugiere incapacidad de influencia sobre las prcticas polticas y las relacio-nes de poder. De all que una de las consecuencias analticas de esta carac-terizacin es el poder rastrear las formas en que se usa la idea Estado parahacerlo aparecer como real, mediante smbolos, textos e iconografa. Es ascomo Hansen y Stepputat (2001: 16) consideran que desde una perspecti-va crtica contempornea quedan pocas dudas de que el Estado se ha cons-tituido a travs de una serie de mitologa de la coherencia, el conocimientoy la racionalidad de que el Estado ideal existe, produce y empodera muchasprcticas que de otras formas seran significativamente discrepantes.

    Lo que el anterior escenario produce es lo que Lewkowicz (2004: 26)seala respecto de las ciencias sociales actuales, en donde se suele llamarficciones a estas grandes entidades discursivas que organizan y dan consis-tencia al lazo social. Para l, el medio en el que trascurre la experiencia esthecho de ficciones. Este autor diferencia los tipos de ficciones, unas lasdenomina verdaderas en situacin, cuando las ficciones son activas; yficticias en situacin a las ficciones agotadas. El nivel de agotamiento dela ficcin Estado es lo que aqu ponemos en cuestin.

    Frente a las consideraciones que parten de la idea del Estado en tantomito, ficcin actuante y tipo ideal, complementan los anlisis crticoscentrados en su materialidad. Mitchell (1999: 170) por ejemplo, pone demanifiesto que el Estado pretende asumirse como objeto que parece exis-

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    tir como una fuerza material al tiempo que como construccin ideolgi-ca. Para este autor, mientras la nocin de materialidad del Estado es difu-sa, la imagen como aparato ideolgico aparece ms coherente.

    Esta expresin de materialidad y concrecin no ha supuesto el supe-rar o interrogar a fondo la idea de Estado, pues en algo se encuentran lasvisiones funcionalistas y las marxistas, y es en el rol central pero poco pro-blematizado del Estado, ya sea como principio constitutivo o comodeterminante resultado. En este sentido Hansen y Stepputat (2001: 3)muestran como para Gramsci (1971) las clases subalternas, por definicinno estn unidas y no lo podrn estar, hasta que ellas se conviertan enEstado (la traduccin es ma). Continan ellos afirmando que esta lneade pensamiento es seguida por otros marxistas y post-marxistas inspiradosen Althusser y Poulantzas, donde el Estado aparece socializado, comoepifenmeno, es decir, como una expresin de las relaciones sociales y lasconfiguraciones ideolgicas, y en tal sentido, menos interesante comofenmeno en s mismo; pero al mismo tiempo, los marxistas han consi-derado el anlisis del Estado slo en tanto y cuanto dispositivo de concen-tracin poltica de las relaciones de clase, y en consecuencia objeto con-creto de la lucha poltica.

    Para terminar este argumento, Hansen y Stepputat aseguran que anen el influyente pensamiento post-estructuralista de Laclau y Mouffe(1985), la cuestin del Estado sigue subsumida en la discusin de la cate-gora ms amplia de lo poltico, aunque liberada ya de la camisa de fuer-za del pensamiento esencialista pero tambin distante de categoras emp-ricas sobre aquel. Hansen y Stepputat (2001: 4, traduccin libre).

    Estos polos de la discusin delimitan un campo en donde se encuen-tran diversos intentos para problematizar la idea del Estado, des-esencia-lizndolo y desmitificndolo, al tiempo que re-incorporndolo al anlisiscrtico sobre el poder y la poltica. Los caminos que exploran esta perspec-tiva asumen entradas con nfasis diferenciados, pero en mi perspectivahay tres que pueden considerar articuladores de gran parte del debate: merefiero a las discusiones sobre la produccin/reproduccin del Estado; elgobierno del Estado; y el poder en el Estado. A continuacin presentarslo algunas de esas entradas analticas, pues una discusin ms detalladasobre poder y gubernamentalidad se abordar ms adelante.

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    Respecto a las discusiones sobre la produccin/reproduccin del Esta-do, una de las entradas es la propuesta por Gupta (1995 [2006]), quienconsidera dos elementos bsicos para debatir el gesto del institucionalis-mo de naturalizar tales construcciones y dotarlas de un carcter no loca-lizable: el primero es el de precisar cmo estas entidades translocalizablesson experimentadas; el segundo, es no usar el Estado como punto de par-tida, sino cuestionar cmo se teje el aparato ideolgico por el cual el Esta-do se presenta y opera como unidad coherente (Sharma y Gupta, 2006:229, la traduccin es ma). En esta misma lnea de discusin, Mitchell(1999 [2006]) considera que lo que se debe analizar es el efecto Estado,no el funcionamiento de la estructura en s, sino el poderoso efecto casimetafsico sobre las prcticas sociales que hace que dicha estructura apa-rezca como realmente existente (Sharma y Gupta, 2006: 180, la traduc-cin es ma).

    El segundo eje de debate sealado, sobre el gobierno del/en el Estado,presenta varias entradas; la primera de ellas es la desarrollada por Gupta(1995) y Ferguson (1994). Su crtica se centra en la idea de anti politicsmachine de Ferguson, que Gupta retoma para discutir cmo las dicoto-mas de la accin poltica contempornea vinculada al Estado interven-cin/activimismo; dentro/fuera; anlisis poltico/lucha de clases; desarro-llo/revolucin se derivan de la distincin inicial entre entitlements(dere-chos) y empoderamiento. De all que la lo?gica del Estado se entiendacomo el despliegue de tcnicas de distribucin de derechos y no de poder(Sharma y Gupta, 2006: 231, la traduccin es ma).

    Uno de los asuntos de inters por el Estado en tanto despliegue detcnicas de gobierno est atado al cuestionamiento de la juridizacin dela poltica; es desde all que Lazzarato (2006) presenta una perspectivade anlisis del Estado donde este aparece como la convergencia o no deuna serie de categoras jurdicas multinivel, que van ms all de la tra-dicin moderna de la relacin soberana y derecho. Aqu lo multinivelse refiere a la multiplicidad de fuentes de derecho y reglamentacionesjurdicas que el Estado como gobierno se propone incorporar; procesoen que la unidad y la coherencia del Estado entra en cuestin. Esto loveremos ms adelante en la revisin de los abordajes sobre los lmites delEstado.

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    El ltimo eje introducido inicialmente sobre el poder en l o delEstado, es abordado con mayor criticidad que los anteriores ejes. Retomoa Abrams (1998) cuando propone que ante la ambigedad en el trata-miento del Estado, es recomendable abandonar las categoras clsicas aso-ciadas a ste, para concentrarse en los dispositivos de organizacin polti-ca de la sujecin y de la subordinacin social (Sharma y Gupta, 2006:114, la traduccin es ma). Por su parte, Barry Smart plantea que si bienel poder no aparece como contenido en la forma Estado, este si ha sidoasumido como la forma poltica que se propone centralizar el poder; peroaclara el autor, siguiendo a Foucault, que si bien la centralizacin delpoder en la idea moderna del Estado puede parecer evidente, en ningncaso esta puede agotar la historia de las relaciones de poder (Smart, 2002:6, la traduccin es libre).

    Para Mitchell (1999) el considerar el poder del Estado en sus aspectosmodernos de reordenamiento del espacio, el tiempo y las experienciaspersonales, implica al mismo tiempo ocuparse de la produccin de nue-vos efectos de abstraccin y de subjetividad (Sharma y Gupta, 2006: 181,la traduccin es ma). Finalmente, Ferguson (1994) pone el acento en larelacin entre poder burocrtico y Estado, en el que si bien el primero ba-sa su capacidad en el aparato estatal, es al mismo tiempo su exceso. Eneste sentido, el autor propone concentrarse en las formas de articulacin,multiplicacin y coordinacin de las relaciones de poder para cuestionarel intento de anudarlas o congelarlas en la mquina anti poltica delEstado como poder gubernamental (Sharma y Gupta, 2006: 282, la tra-duccin es ma).

    Las aproximaciones a estos ejes en sentido crtico intentan poner al Es-tado como centro problemtico, no para regresar a ste en el sentido deSkocpol (1985); sino para descentrarlo, o en trminos de Curtis (1995),taking the state back out. De aqu que el siguiente aspecto en el reco-rrido de la literatura se concentrar en lo lmites de la idea de Estado queinvitan a trasgredirlo, abandonarlo y explorar una poltica post-estatal(Escobar, 2009). El conjunto de debates que se observan en la literaturaa este respecto, apelan a una serie de eventos, prcticas y fenmenos quecada vez escapan con mayor frecuencia a la capacidad de contencin,administracin o regulacin del Estado. Dos preguntas pueden resumir el

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    conjunto de las exploraciones desarrolladas bajo esta cuestin: es el Es-tado el centro de las relaciones de poder? es la poltica una expresin con-finada al aparato estatal?

    La primera discusin sobre el poder gira alrededor de la distincin Es-tado-sociedad en trminos generales, pero de manera ms precisa sobrereferencias concretas que apuntan a la discusin entre poder estatal ypoder extra estatal. El siguiente tipo de discusiones ponen en contraste lacapacidad del Estado de centralizar el poder bajo la idea de un ordennacional y el despliegue del poder soberano, frente al desarrollo cada vezms amplio de poderes globales y del resquebrajamiento de la nocin dela soberana del Estado-nacin. Por ltimo hay una crtica muy precisa ael exceso del poder soberano como poder de uno, frente a la idea de mul-titud.

    La primera posicin que me interesa destacar encuadra la manera enque las relaciones Estado-sociedad se han explorado; esta es la deChatterjee, quien considera que uno de los problemas de la literatura exis-tente confinada mayoritariamente dentro de la narrativa moderna, seaste de estirpe weberiana o marxista, es que los dominios conceptuales delEstado y la sociedad han estado o drsticamente divididos, con el Estadocomo portador central del ejercicio de modernizacin y racionalizacinde las prcticas y las instituciones sociales; o colapsado de manera tal quelas prcticas son completamente moldeadas por las fuerzas prevalentes delas instituciones sociales (Chatterjee, 2004: 2). Esta preocupacin defineun inters por la forma en que se desarrolla el poder de dominacin en elEstado, al tiempo que la resistencia a este me refiero al Estado y al poderde dominacin que puede estar por fuera del primero.

    Una de las aproximaciones a la manera en que se desarrolla el poderde dominacin del Estado es la debatida por Haidar, siguiendo a MichelMann (1997) y Hall e Ikenberry (1993), explicando como su tesis deque la fortaleza de los estados radica en el poder infraestructural (enten-dido como la capacidad del Estado de penetrar el territorio y de estructu-rar las relaciones sociales a travs de decisiones en el plano logstico) y noen el poder desptico (entendido como el poder que ejercen las elites esta-tales en forma distributiva, es decir, desde el centro hacia el territorio),puede ser interpretada como un gesto a favor de una concepcin del po-

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    der poltico absolutamente descentrada del lugar del Estado. Si biendichos autores parten del problema del poder del Estado, la respuesta quebrindan a esta cuestin excede notoriamente los mritos del propio Es-tado, contrariamente, caracterizan el poder poltico (mecnicamenteidentificado con el poder del Estado) como un poder dual, que se asien-ta simultneamente sobre las fuerzas controladas por las elites estatales ylas fuerzas de otros actores extra-estatales capaces de controlar (coloni-zar en trminos foucaultianos) las propias capacidades estatales. Estainterpenetracin de infraestructuras estatales e infraestructuras extra-esta-tales aumenta la produccin de energa social, acrecienta el poder colec-tivo del Estado. En la analtica del poder foucaultiana este aumento delpoder colectivo se entiende como una expansin de los mecanismos glo-bales de dominacin (Haidar, 2005: 19).

    Esta lectura de Haidar supera una de las nociones tradicionales de laseparacin Estado-sociedad, donde la segunda ha sido caracterizada demanera homognea como sociedad civil, que en el caso de dicha autoraaparece como un combinacin de elites estatales y actores extra estatales.Una lectura que diferencia ms claramente esta composicin de la socie-dad civil es la presentada por Chatterjee (2004), cuando habla por unalado de sociedad civil como la elite dominante vinculada al Estado y lasociedad poltica, trmino reservado para las poblaciones que dotadas deun sentido moral de comunidad representan el lmite a la pretensin dedominacin del Estado y de la sociedad civil.

    Chen (2003: 14) tambin presenta cmo el Estado y las elites domi-nantes de la sociedad civil intentan suprimir e incorporar tal estrato demanifestacin de poder poltico por fuera de las instituciones moderni-zantes, asumiendo posturas que descalifican o ilegitiman tales expresio-nes, sin xito, gracias a la densidad histrica y cultural de muchas de ellas.Ferguson (1994) caracteriza esta limitacin afirmando que la relacin delpoder del grupo gobernante y la capacidad del Estado para capturar ysubordinar a los grupos dominables, se ve frustrada no por la incapacidadhegemnica del Estado o del grupo dominante, pero por el crecimientocomo exceso del aparato burocrtico estatal que ocupa ms energa en sureproduccin que en el ejercicio de dominacin (en Sharma y Gupta,2006 citado por Ferguson, 1994: 281, la traduccin es ma). Otra lectu-

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    ra coincidente con el aspecto anterior, es la planteada por Lewkowicz(2004: 23), quien considera que la regla fundamental del Estado es,ahora, su autoreproduccin, su regla obligatoria, su prctica de renova-cin codificada, su puro funcionar.

    Este tipo de discusiones presentan otra de las tensiones ms importan-tes al interior de los estados contemporneos, me refiero a la multiplica-cin de las fuentes de poder y de resistencias, pues como lo planteaFoucault (34, en Smart, 2002) donde hay poder hay resistencia; lo que entrminos de Smart (2006: 130), no es otra cosa que decir que asociado alas redes actuales de las relaciones de poder, se desarrollan paralelamenteuna multiplicidad de formas de resistencia. Esta lectura supone superar laidea del poder del Estado como fetiche2 al igual que remontar el intentopor dar coherencia a una teora de poder como totalidad3, para as poderdar cuenta de los diferentes tipos de racionalidad puesta en juego en losejercicios de despliegue o de resistencia al poder. Que no solamente poderestatal, pero que evidentemente, muchas de las experiencias histricascontemporneas han equiparado dichas resistencia o relaciones al poderdel Estado como aparato de incidencia pblica privilegiado.

    El lmite del escenario previamente referenciado se encuentra cuandotal pluralidad del poder se suma a la multiplicacin de los escenarios depoltica global y de las esferas de autoridad y gobernanza. Lo plural enten-dido de nuevo en el sentido de Foucault, en donde dado el carcter rela-cional del poder, aquello que se puede ejercer desde los lugares mltipleso posicionalidades de poder en el cuerpo social, no puede asumirse comoalgo que se puede adquirir, controlar o distribuir (Smart, 2006: 2, la tra-duccin es ma). Varias consecuencias se presentan en la literatura como

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    2 En el sentido que lo plantea Hansen y Stepputat (2001: 20), siguiendo a Taussig y a Mbembe,segn los cuales el poder del Estado es fetichizado a travs de su performatividad y espectacula-ridad desplegada como autoridad efectiva slo por su capacidad de invasin y apropiacin delas epistemologas cotidianas del poder (la traduccin es ma).

    3 Hansen y Stepputat (2001: 22), aclaran este contraste entre el intento de articular una teoraglobal del poder orientado por la perspectiva de la Escuela de Frankfurt, que se propona comola bsqueda de una forma de racionalidad general sobre las culturas de la modernidad desde unsupuesto de uniformidad; mientras que con Foucault, segn estos autores, no se pretenda arti-cular una teora total, sino slo proveer alternativas para el anlisis de determinados campos quese caracterizaban por formas especficas de las relaciones de poder sobre formas diferenciadas de

    racionalidad (la traduccin es ma).

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    resultado de esta confluencia entre poder de Estado y poderes globales.Sending y Neuman discuten como una variedad de actores no estatalesdesempean un papel mucho ms poderoso que el Estado en el marco dela actual geopoltica global. Continan afirmando que la autoridad pol-tica es progresivamente desvinculada del poder soberano del Estado, enfuncin del fortalecimiento de redes de poder poltico global caracteriza-do por centros o esferas de autoridad distribuida en donde los estadosnacionales mantienen una posicin estratgica pero no dominante(Sending y Neuman, 2006: 1, la traduccin es ma).

    A este respecto surge de nuevo la discusin sobre la sociedad civil glo-bal como una de esas nuevas fuentes de autoridad distribuida, pero estavez es necesario tener en cuenta que el universo de expresiones de la lla-mada sociedad civil global es tambin inmensamente plural, no slo ensu naturaleza, sino en el tipo de relaciones de poder establecida con losestados nacionales y con el sistema internacional de naciones. Al respec-to Sending y Neuman (2006: 4), siguiendo a Risse (2002: 260) afirmanque es absurdo pensar que por ejemplo las ONG internacionales se pue-den asumir simplemente como un especie de sociedad civil en contra delos estados nacionales o del sistema intergubernamental, cuando lamayora de ellas estn ampliamente soportadas por diferentes manifesta-ciones de la estatalidad nacional o intergubernamental (la traduccin esma).

    Un asunto que complementa esta preocupacin de Sending y Neu-man (2006) es el referido a un tipo particular de distribucin de autori-dad en el orden global; me refiero a la concentracin de poder y la insti-tucionalizacin de la autoridad poltica en centros de poder de corte im-perial. Lo que esto implica se presenta en la discusin de Toscano (2007)con Tarde (2003 [1899]: 231) y con Lazzarato (2002: 370); donde el pri-mero llamaba a la necesidad de centralizar el poder del Estado en una uni-dad de estados a modo de un gran Estado o unin internacional (la tra-duccin es ma); a lo que el segundo precisa que esta visin cosmopolita,an proto ultra imperialista descansa en la conviccin de Tarde que elproceso de socializacin basado en la expansin y la intensificacin de lacomunicacin y la cooperacin en y desde la diferencia entre nacioneses tambin un proceso de de-nacionalizacin (la traduccin es ma).

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    Lo que Sending y Neuman (2006: 5) discuten con nfasis es la limi-tacin de vincular la idea de gobierno global slo al asunto de una auto-ridad intergubernamental, pues para ellos lo que inadvertidamente se estperpetuando son los anlisis Estado-cntricos, que supuestamente se pro-ponen trascender. Segn ellos, el foco analtico est negativamente defini-do respecto de la idea de soberana, orientados a presentar cmo es quedeterminadas formas de autoridad y relaciones de poder se han escapadodel Estado (la traduccin es ma) o vuelven a ste redistribuidas por unaautoridad global. Lo que en trminos de Negri (2006: 165-167) no esotra cosa que sostenerse en la idea del desarrollo de una soberana a esca-la global, que para l se reduce al establecimiento de una funcin policialde orden global.

    En sntesis, los estudios de gobernanza global, parten de esta matrizconceptual foucaultina pero destacando que ella parece limitarse a loscontornos interiores de los aparatos institucionales de disciplinamiento yde control, descuidando dimensiones del ordenamiento global, como porejemplo: la referida por Balibar (2008: 19) sobre la trasformacin del rolde las instituciones internacionales cuyo propsito bsico ha sido rees-tructurar la lgica de la ley y gobierno en los estados nacionales; o aque-lla planteada por Negri (2006: 60) cuando afirma que la globalizacin haconducido a la destruccin de los determinantes espaciales del Estado yde la teora moderna. De otra forma Negri (2006: 62) enfatiza que esteproceso puede entenderse como el paso del pensamiento de la sociedadnacional a la sociedad global, y de la racionalidad funcional a la razn bio-poltica y de las normas de los biopoderes.

    Este ltimo escenario se ha constituido como uno de los campos msdensos en la produccin y reproduccin del aparato estatal como legti-mo y necesario. Me refiero a discusiones que asumen la biopoltica comouna especie de dispositivo de clasificacin y no de tensin de los demsconceptos asociados a la modernidad poltica. Por ejemplo, MitchellDean, siguiendo a Robyn Lui-Bright (1997), consideran que hay dos for-mas de biopoltica , una interna y otra externa. La primera trata de laforma social de gobierno preocupada por gobernar la vida y el bienestarde las poblaciones asociadas a ciertos estados; mientras que la biopoliticainternacional es la preocupacin por gobernar los movimientos, las tran-

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    siciones, los asentamientos y la repatriacin de una variedad de poblacio-nes, que incluyen refugiados, inmigrantes legales e ilegales, etc. (Dean,2001: 47, la traduccin es ma).

    Para Negri, lo que realmente se pone en juego es y donde se encuen-tran muchos de los autores contemporneos desde Foucault hastaAgamben, es como el bipoder (es decir la inversin por el poder sobre latotalidad de la vida) y el totalitarismo (la inversin del Estado de la tota-lidad de la vida) actan al menos parcialmente en un terreno comn(Negri, 2006: 21); esto es, el del anclaje biopoltico de la soberana, esdecir el pasaje efectuado por las tcnicas de la soberana del ejercicio delas disciplinas al de control (Negri, 2006: 37).

    En el debate sobre biopoltica el concepto se usa con acepciones y pro-psitos diferentes en cada caso. En lo que resta del texto, ms que un reco-rrido por el concepto en s mismo, se pretende mostrar las implicacionesde su utilizacin en algunos de los debates crticos sobre la teora delEstado contemporneo, particularmente respecto de las discusiones aso-ciadas a dicho dominio pero explotadas en sus lmites explicativos; merefiero a las discusiones sobre la concentracin del poder soberano, la ciu-dadana como administracin de poblaciones, y el poder sobre la vida yla muerte desplegado en la guerra como forma de Estado.

    Guerra-Estado, devenir y dialctica

    Despus de ciento cincuenta aos de teorizacin e investigacin sobre laguerra (Balibar, 2006), este campo de saber pareciera haberse consolida-do como un especie de lugar comn no slo en el mundo de la re-flexin terica, sino en el mbito de la accin poltica. El trmino gue-rra ha sido convencionalmente aplicado a casos donde el sujeto histri-co de la confrontacin estaba claramente definido como un Estado o unana-cin, que segn Balibar (2006), representa el modelo clausewitzianopuro, es el sujeto de la estrategia defensiva que al final se asume victo-rioso. Para Balibar, ese sujeto de la guerra se supona identificado con cier-ta figura tpica de una unidad moderna militar, pueblo o Estado, ya seapreexistente, o construida durante el proceso mismo de la guerra.

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    A pesar de la normalizacin que un horizonte de tiempo tan significa-tivo supone, al lado de la abundante historia de experiencias de guerra,nos encontramos en un momento revelador en trminos de los alcances ylas limitaciones de las redes conceptuales hasta ahora usadas para darcuenta de uno de los fenmenos que mayor atencin acarrea en nuestrahistoria. Despus del fin de la Segunda Guerra Mundial y la creacin delsistema internacional de naciones para el sostenimiento de la paz, que hoyconocemos como Naciones Unidas, dos temas en las agendas de seguri-dad mundial han ocupado la atencin de esta organizacin: la primera fuela contencin de conflictos o la intervencin sobre los mismos durante elperodo de la guerra fra; y en segundo lugar, las gestiones humanitariaspara atender la proliferacin de las nuevas guerras, denominadas tcnica-mente como conflictos armados internos4 CAI, desde finales de losaos ochenta hasta nuestros das (Jimnez, 2008; Fisas, 2004).

    Segn Balibar, la novedad del fenmeno actual, el del perodo msreciente de globalizacin, es que el Estado-nacin (que era el conceptodirectamente asociado a la naturaleza de la guerra en trminos clausewit-zianos) pierde gran autonoma, o al menos en el sentido ms caracteriza-do de la soberana (el de la capacidad de sostener guerras, siendo la gue-rra exterior la ms tpica de ellas) produciendo as, el surgimiento de nue-vos agenciamientos y conflictos en un sentido amplio al nivel supra nacio-nal o de manera ms localizada a nivel infranacional; en cualquier caso,escenarios distintos de la concepcin tradicional de guerra (Balibar, 2008:378, la traduccin es ma). Estas nuevas guerras parecieran diferenciarsede las grandes guerras segn una condicin de escala, o de alcance de laconfrontacin; pero ambas mantienen como caracterstica comn el su-puesto segn el cual la guerra es un estado transitorio (en trminos clau-sewitzianos, la poltica por otros medios) (Jimnez, 2008).

    Lo que Balibar propone como campo para una reflexin post o noclausewitziana de la guerra, asociado al nuevo orden de los conflictos con-

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    4 Los conflictos internos como categora de anlisis son una expresin de posguerra (segunda gue-rra mundial), que en la historia ms reciente son llamadas emergencias complejas. Este tipode manifestaciones, contrario a las aspiraciones de la constitucin de Naciones Unidas, distande favorecer la idea de la consolidacin del proyecto de paz global. De hecho, este tipo de fen-menos ha aumentado de cinco por ao en la dcada de los aos ochenta, a ms de cuarenta en

    la actualidad.

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    temporneos, gira al rededor de las realidades sociolgicas emergentes alponer los conflictos locales en el marco de la economa global, en un esce-nario que l denomina la economa global de guerra donde la violenciaes expansiva y se convierte en la forma normal y regular de apropiacin ycirculacin de riquezas. Para este autor, este punto de partida involucrauna trasformacin de la relacin entre poltica y estado de guerra, polti-ca y violencia. Balibar plantea que estos eventos son nuevos o poseen uncarcter novedoso en un sentido que no es slo algo distintivo sobre nues-tro pasado inmediato, sino novedoso respecto a aquellas rupturas que semantienen provisionalmente escondidas o al menos suspendidas (Balibar,2008: 379, la traduccin es ma).

    Al lado de la evolucin y la mutacin de las formas y el sentido de laguerra, lo que termin por convertirse en la excepcin fue la paz, en loque Bobbio (1982), Alliez y Negri (2003), Scheper-Hughes y Bourgois(2004), Richmond (2006) y Paris (2006), se asume como el continuoguerra-paz-guerra. Achille Mbembe en Necropolitics (2003) y MichelFoucault en Society Must be Defended(2003) realizan advertencias igual-mente significativas sobre la artificialidad de la lnea que separa la guerray la paz (Richards, 2005); que en este texto se propone en otros trminos,como la artificialidad que supone creer que la reproduccin del aparatoestatal est ms del lado de la paz que de la guerra.

    La pregunta que orienta esta segunda gran rea del debate sobre elEstado contemporneo es qu pasa cuando lo transitorio se hace lo esta-blecido, cmo puede leerse el Estado como forma guerra, en donde se ha-cen indiscernibles los lmites entre la violencia poltica (como expresinde la disputa por el monopolio de la fuerza) y la naturalizacin de la con-formacin del sujeto histrico Estado que se legitima haciendo la guerra,ya no contra otro Estado-nacin; pero esta vez frente a su enemigo inter-no, donde quiera se encuentre (para el caso la justificacin de la vulne-rabilidad de la seguridad nacional para iniciar la guerra global contra elterrorismo).

    Adems de la relacin esencializada entre Estado y paz que presentanmuchas lecturas contemporneas desde los conflict studies, lo que se dejade lado es el contenido problemtico y las implicaciones en la trasforma-cin de los ordenamientos sociales y las formas de gobernar y de estatali-

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    zar, derivadas de las oleadas recientes de seguridad global. Lazzaratorecuerda que no slo estamos inmersos en un proceso de cambio de lassociedades disciplinares a sociedades de control (con Deleuze) sino a so-ciedades de la seguridad (con Foucault); pues segn l, en estas ltimas elpoder no acta como en las primeras, sino en la distancia. No se actaslo sobre el individuo o su cuerpo, sino sobre su medio ambiente,siguiendo a Foucault, las tcnicas de seguridad actan sobre las reglas deljuego ms que sobre el juego mismo (Lazzarato, 2006: 11).

    Para condensar este debate que puede dar a una argumentacin quedesborda los propsitos de este documento, se pretende destacar dos seriesde acontecimientos que en mi perspectiva conducen a que el Estado deven-ga guerra. La primera serie es la que se constituye por la reproduccin delpoder soberano como el poder de uno, y desde all como se articula elEstado de excepcin como manifestacin del exceso del poder soberano.La segunda serie es la que se deriva de la ampliacin del poder soberanocomo poder global de un proto uno (imperio) que legitima del estado deguerra y la forma Estado como guerra, pero ya cubierto por el desarrollo deun orden policial global y de la mitosis del sujeto de la guerra.

    Respecto a la primera serie, el poder soberano como poder de uno,Agamben considera que esta relacin est a la base de la constitucin dela idea de soberana. Para este autor, el asunto se remonta al momento enque la vida aparece como preocupacin por la ley y como contraparte delpoder que amenaza a la vida. Pero segn l, lo que es valido para el dere-cho original del pater sobre la vida y la muerte, sigue vigente con mayorfortaleza bajo la idea del poder soberano (imperio), del cual lo primeroconstituye su clula original. Continua Agamben explicando al respecto,que en la fundacin hobbesiana de la soberana, la vida en el estado denaturaleza se supona definida por estar constantemente expuesta a laamenaza de muerte (el derecho sin limite de todos sobre todo), mientrasque la vida poltica la vida que se despliega bajo la proteccin del Levia-tan no es otra cosa que la misma vida siempre expuesta a tal amenaza,pero que ahora reposa de forma exclusiva en las manos del soberano(Agamben, 2000:4, la traduccin es ma).

    En este sentido, Negri plantea que no es casual que la guerra (comodecisin del soberano y desvelamiento de la poltico) revele el funciona-

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    miento ntimo del biopoder y su carcter intempestivo absoluto: quita alos ciudadanos cualquier decisin posible sobre lo poltico, a la vez queafirma su un dominio absoluto sobre tal existencia. Segn este autor, estaevidente evocacin a las propuestas de Clausewitz, no fue retomada slopor los neoconservadores norteamericanos de los aos 1990, sino por losfascistas y los schimittianos de los aos 1930 y siguiendo a Foucault, porlos liberales del siglo XIX (Negri, 2008: 22) adems de los neoliberalesde la guerra global contra el terror de este siglo. De hecho, Balibar refi-rindose a este vnculo schmittiano, da cuenta de ese impoltico concep-to de lo poltico en donde la soberana es identificada con la capacidadde instalar el estado de excepcin en el corazn del Estado, con el pro-psito de reprimir (al enemigo interno) la lucha de clases (leda comoguerra civil de clases) de manera preventiva (Balibar, 2008: 379, la traduc-cin y los parntesis son mos).

    Para Agamben, esta manifestacin de la soberana se constituye comoparadoja, en el sentido en el que el soberano est, al mismo tiempo, fueray dentro del ordenamiento jurdico. Continua Agamben afirmando queesta precisin no es trivial: el soberano, al tener el poder legal de suspen-der la validez de la ley, se sita legalmente fuera de ella; lo que significaque la paradoja de la soberana puede formularse de esta forma: la leyest fuera de s misma, o bien: Yo, el soberano, que estoy fuera de la ley,declaro que no hay un afuera de la ley (Agamben, 2003: 27).

    En el anterior sentido, este tipo de orden jurdico-poltico tiende acrear estructuras de inclusin de aquello que, a la vez, es rechazado haciaafuera. Deleuze ha podido as escribir que la soberana no reina ms quesobre aquello que es capaz de interiorizar (Deleuze; en: Agamben, 2003:31). Aqu aparece lo que para Agamben caracteriza propiamente la excep-cin, lo excluido no queda por ello absolutamente privado de la conexincon la norma; por el contrario, se mantiene en relacin con ella en formade suspensin. La norma se aplica a la excepcin des-aplicndose, retirn-dose de ella (Agamben, 2003: 30). Estos gestos de inclusin-exclusin,son desplegados bajo la forma Estado como poder de uno contra la mul-titud (Negri, 2006); asunto que Negri caracteriza con Schmitt como eldios vivo, que en tanto tal, necesita definir a los excluidos que son pre-cisamente los excluidos de la vida, esos cuya vida no vale nada (vida nuda

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    en Agamben). De esta forma, el Estado se convierte en el gobierno bio-poltico de la sociedad, ambos consecuentemente totalitarios. Aqu la bio-poltica ha llegado a traducirse en formas que rozan la tanatopoltica: labiopoltica y la tanatopoltica tienden a parecerse, puesto que la guerra seconvierte en la esencia de lo poltico, la tanatopoltica se convierte en lamatriz de la biopoltica (Negri, 2001: 27).

    La segunda serie referida previamente aparece con claridad cuando sepiensa este mismo orden de ideas como explosin de la forma Estadocomo poder de uno, en un proto-uno, el Imperio, como nuevo horizonteunitario. Esta es la nueva expresin del poder gubernamental en su apues-ta global, que aparece como dislocacin de la gubernamentalidad en claveEstado-nacin, pues en un contexto neo-imperial, las tecnologas degobierno estn atadas a la red global de instituciones y mecanismos delpoder imperial global; y no en pocas ocasiones, dichas instituciones no sonlos estados del sistema internacional de naciones. Lo que fundamental-mente implica la multiplicacin del gobierno indirecto, o mejor del podergubernamental mediado: ONG, agencias multilaterales, asociaciones oligas de pases, bancos, cortes internacionales; o por otro lado, con Balibar(2008: 371), implica tambin el surgimiento privado o no pblico deagentes no slo con capacidad para ejercer poder sino para hacer guerra.

    Una aclaracin importante es que la caracterizacin del poder de unoglobal o del poder soberano deslocalizado como forma de imperio, no selee en trminos de un sujeto imperial sea este institucin o Estado, sinoque se asume el Imperio, con Negri, como simplemente capitalista: es elorden del capital colectivo, esa fuerza que ha ganado la guerra civil delsiglo XX. Por tanto, luchar contra el Imperio en nombre del Estado-nacin pone de manifiesto una total incomprensin de la realidad delmandato supranacional, de su imagen imperial y de su naturaleza de clase:es una mistificacin (Negri, 2001: 13).

    Este orden global del capital colectivo tampoco supone la desapari-cin de la guerra como forma de estrategia en la constitucin del Imperiocomo biopoder global. De hecho Daniel Egan (2005: 13) recuerda que elmilitarismo siempre ha estado intrnsicamente ligado al capitalismo. Loque aparece ahora es una mutacin de la guerra hacia una especie de pazblica una guerra infinita y una declaracin universal del estado de

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    excepcin (Negri, 2001: 69); expresiones todas articuladas desde un sis-tema interestatal que cede su soberana a lo que Negri denomina comouna fuerza policial a nivel global: las estructuras belicistas de la pocamoderna se trasforman en estructuras de polica central, y los ejrcitos enbandas soldadescas y en tropas mercenarias. Continua Negri afirmandoque ya que el ejercicio de la polica se efecta dentro de un tejido biopo-ltico, esta nueva guerra se trasforma en un guerra ordenadora, una gue-rra que construye naciones, que toma a su servicio ciertas organizacionescaritativas, ciertas ONG, y que se dota de instrumentos de control gene-ralizados en todos sitios donde se revelan fallas en la organizacin social yel desarrollo econmico (Negri, 2001: 70).

    Es en este sentido que Hansen y Stepputat (2005) definen este nuevocampo de preocupacin intelectual como una red global de poder queno tiene un afuera: ahora se ponen en juego las masas de poblaciones quese hacen parte integral del sistema internacional de estados en calidad depoblaciones no ciudadanas (Hansen y Stepputat, 2005) que son admi-nistradas, reprimidas o criminalizadas; me refiero a refugiados, migrantes,trashumantes. Pero el carcter de no ciudadanos no es nuevo, este eratambin caracterstico de las formaciones estado-nacionales modernas. Lonuevo es que antes la no ciudadana era una transicin hacia la ciudada-na, es decir, exista discursivamente una trayectoria idealizada y prefor-mativa del sujeto de administracin al sujeto de derechos; mientrasque ahora las masas poblacionales trashumantes no tiene el horizonte nisimblico ni material de tal ciudadana.

    Pero esta ambigedad sobre una de las nociones fundantes de la teo-ra poltica contempornea sobre el Estado, la ciudadana, no slo en-cuentra su crisis ltima con las masas de excluidos, esta vez de forma defi-nitiva, sino que tambin se observa en un proceso de subalternidad glo-balizada en donde an ciudadanos plenos para los estados-nacionalespierden su capacidad de representar y ser representados en el mbito glo-bal-imperial del capital. Al respecto Hindess plantea que para poder en-tender el carcter de la ciudadana en el mundo contemporneo, es nece-sario ubicarla como parte de un rgimen gubernamental supranacional,conformado por el sistema internacional de estados-nacionales; razn porla cual la soberana se convierte en un artificio al servicio de la adminis-

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    tracin del sistema internacional de naciones, y por lo tanto aparecenlimitaciones estructurales para el ejercicio de los derechos de los sujetos,por mucho que los estados asociados posean un carcter democrtico.Todo ello termina por obligar a considerar giros fundamentales a estruc-turas clsicas como la relacin del gobierno y el gobernado, posicionesque se oscurecen en el escenario planteado (Hindess, 2005 en Hansen yStepputat, 2005).

    Ante esta emergencia de la funcin reguladora de la guerra y la desa-paricin de las medidas y las regulaciones (Negri, 2006: 71); surge unaintensificacin de los procesos de gubernamentalidad global, caracteriza-dos por la disolucin/desaparicin de las fronteras, el agotamiento delderecho internacional (del tipo wesfaliano), y la necesidad de dominarms all del orden estatal nacional (Negri, 2006: 72). Lo que para Negri(2008) conduce al desarrollo del poder soberano a nivel global, en dondeel estado de guerra reemplaza al estado de excepcin; no como muer-te de la vida, sino como la vida de la muerte; secuencia que segn esteautor, caracteriza adecuadamente al proceso de implosin de la soberanaal tratar de imponerse no slo conceptualmente sino en lo real (Negri,2006: 165 a 167). En trminos de Mitchell Dean (2001) esto no es otracosa que el reciente retorno del antiguo derecho a matar (o al dejar moriren el mejor de los casos), en donde el poder est situado y ejercido sobreel nivel de la vida, las especies, la raza, y el fenmeno de mayor escala, laspoblaciones, que siguiendo a Foucault denomina la masacre se hacevital (Dean, 2001: 47, la traduccin y los parntesis son mos).

    As pues, el poder gubernamental global, expresado en esa red de fun-ciones estatales trasnacionalizadas, se inclina cada vez ms a abandonar supreocupacin por hacer vivir para desatar el poder soberano sobre eldejar morir (Foucault, 1976: 177). Pero el proceso de constitucin yregulacin de este sujeto por el biopoder global, no se da en tanto indivi-duo-cuerpo, sino como cuerpo mltiple, es decir, es sujeto en tanto po-blacin. Aqu la nocin de biopoltica permite entender porqu refugia-dos, excluidos y migrantes, aparecen como problema del poder guberna-mental global; este tipo de sujetos cuentan slo en masa (Foucault, 1976).Con Foucault se puede observar que el nuevo gesto de inclusin polticase reduce a reconocer discrecionalmente este sujeto masificado, hecho

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    poblacin, que slo adquiere estatus a travs del conjunto de aparatosespecficos como tecnologas de gobierno y del desarrollo de la serie desaberes administrativos derivados de ellos (Foucault, 1999), lo que permi-ten que los subalternos-globalizados sean incluidos como poblaciones aadministrar.

    Pero si la fuente primigenia de legitimidad del poder gubernamentalfue la figura del Estado-nacin moderno cmo es posible sostener unared global de poder gubernamental ejercido de manera difusa? Es peren-torio problematizar la forma en que se constituye y despliega el podersoberano. En la globalizacin contempornea, la de un Estado mediado yen medio de una gubernametalidad de origen difuso pero con gran poderde masificacin, la soberana se desplaza no slo del aparato estatal, sinode la esfera poltica sobre la cual se haba construido el campo de fuerzasdentro del las sociedades nacionales. Chatterjee plantea que lo anterior sepuede caracterizar como un movimiento de las prcticas polticas de lamediacin Estado-ciudadanos en el marco de una sociedad civil, hacia unaentre agencias gubernamentales (ahora globalizadas) y grupos poblaciona-les (Hansen y Stepputat, 2005: 83, la traduccin y el parntesis son mos).En donde ni los primeros, y menos an los segundos, estn confinados ala caja de hierro del Estado-nacin. En tal sentido se puede afirmar que sibien no podemos hablar de un ruptura definitiva o total entre poder esta-tal, soberana y territorio; al menos si resulta difcil sostenerla como fr-mula explicativa de los nuevos dispositivos de regulacin y guerra globa-les que estn atravesadas por alguna dimensin del poder soberano.

    Para Balibar, esto se presenta como una manifestacin de una nuevaautoridad regulatoria de carcter paradjico; pues esta se puede describircomo la emergencia de un espacio innombrable que no es totalmenteexterior, ni internacional o completamente interior o domstico. Con-tinua Balibar planteando que a pesar de ello, este estado y esta otraforma de estatalizar no se ajusta muy adecuadamente a la idea post kan-tiana de poltica global interior que segn l, Habermas (2001) desarro-ll en sus ensayos sobre la constelacin post nacional y que otros teri-cos (siguiendo a Ferrajoli, 1995) han tratado de implementar al nivelprctico a travs de la insistencia por la creacin de tribunales internacio-nales con reconocimiento global. As, para Balibar, la irona es que el inte-

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    rior de la poltica global no est centrada en el orden legal post nacional,sino en la invencin de un uso revolucionario de la violencia de la sobe-rana que perpeta la primaca del estado de guerra sobre el orden legal,ahora investido en una forma totalmente nueva (Balibar, 2008: 385, latraduccin y los guiones son mos).

    Para terminar este eje de debate, considero importante explicitar, quela lectura presentada hasta el momento, no pretende mostrar este nuevoescenario: el de trasnacionalizacin de las funciones estatales hacia la glo-balizacin imperial del poder soberano y de las tecnologas de gobiernodifuso, como un nuevo poder total y hegemnico; pues de hecho, aque-lla condicin mencionada previamente de un afuera sin un adentro noha logrado sino multiplicar la cantidad de estrategias de torsin, ajuste,adaptacin, pliegue y resistencia frente el aparato de soberana global quenecesita de aquel espacio de excepcin permanente (fuera de la ley y delderecho) para el desarrollo del capital-imperio. En tal sentido, apareceotra poltica, no la imperial, sino la de las redes globales de trashumantes.En otras palabras, no slo se trata de la red global de poder que no tieneun afuera, sino de la red global de trashumantes que no tiene un aden-tro y que disputan espacios emergentes deslocalizados pero no necesaria-mente desarticulados.

    En este sentido, Hansen y Stepputat (2005) proponen la bsqueda orastreo de los ejercicios de poder soberano entre prcticas dispersas y a tra-vs de sociedades diversas. En otras palabras, ante la globalizacin del po-der gubernamental parece necesario tambin rastrear las formas de locali-zacin del poder soberano; particularmente en un contexto donde existenvarias autoridades y poderes que actan en simultaneo; y motivo por lacual Hansen y Stepputat (2005) afirman que nadie alcanza la condicinde maestro de significacin.

    Negri por su parte tambin considera que el despliegue del poder so-berano como biopoltica, puede ser invertido del dominio del zo al po-der del bios. En tal sentido l se aparta de lo que considera un reduccinnaturalista de la nocin de vida. Negri plantea que el gesto de Agamben(refirindose al poder soberano y la vida nuda) es un deslizamiento haciala tanatopoltica que se deriva y est alimentado por la gran ambigedadque se le da a la palabra vida en s misma: a cubierto de una reflexin bio-

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    poltica, resbala una realidad hacia una comprensin biolgica y naturali-zante de la vida que le quita toda potencia poltica (Negri, 2006: 42).

    Para no caer en ello, este autor plantea que:

    la biopoltica no tiene que ser un retorno a los orgenes, una manera devolver a enraizar el pensamiento en la naturaleza; puede ser en cambio elintento de construir pensamiento a partir de los modos de vida y de lapotencia de la subjetivacin. La biopoltica no como un enigma, o unconjunto de relaciones alambicadas de manera tan inextricable en la quela nica posibilidad de salir pareciera ser la inmunizacin de la vida: porel contrario, esta se puede asumir como el terreno reencontrado de todo

    pensamiento poltico, en la medida en que est atravesado por la poten-cia de los procesos de subjetivacin (Negri, 2006: 43).

    Negri tambin se aparta del intento de limitar el anlisis slo a las formapoder, pues segn su visin, este tipo de razonamiento poltico est enrealidad muy estrechamente ligado a una relacin dialctica con el poderexistente y con su definicin soberana. Esta dialctica implica una nicaalternativa posible que l formula de la siguiente manera: o bien se tomael poder y se es como el poder, o bien se reniega totalmente del poder. Loque en su posicin conduce a que el poder se vuelva una realidad a la cualadherir, se trata en consecuencia de algo que se da ms all de la realidad,un sacerdocio o eventualmente un martirio (Negri, 2006: 18). En igualsentido Bruno Bosteels, rechaza la idea la idea emancipatoria de la tomadel poder porque sta no pone en tela de juicio el principio de domina-cin mismo, sino que simplemente pretende intercambiar un poder porotro (Bosteels, 1999: 4).

    Esta crtica de Negri a Agamben y en ciertos sentidos extensible aFoucault tiene una respuesta inicial que sirve al propsito de abrir otrasexploraciones que hacen parte del ltimo eje de discusin en este textorespecto a las alternativas y los nuevos posibles. La primera aclaracin esla respuesta de Foucault a sus crticos sobre la su supuesta visin trascen-dente o totalizante del poder. Barry Smart seala como Foucault docu-ment una serie de formas de resistencia al poder que podran constituir-se como base para estudios posteriores. All el punto de partida analticono fueron las relaciones de poder, sino que el inters se concentr en las

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    formas de resistencia; que mirado de otra forma, era el intento de com-prender las relaciones del poder a travs de las formas de resistencia a ste.En este sentido es que el autor considera que la resistencia surge dondequiera que el poder manifieste su presencia, y de igual manera que existeuna red de relaciones de poder, existe una multiplicidad de las formas deresistencia. Esta idea de resistencia es conceptualizada en expresin delibertad. En otras palabras, el poder slo se ejerce sobre sujetos libres(individual o colectivamente), esto es, sujetos en los que su conducta exis-te dentro del campo de las posibilidades (Smart, 2002: 133-134, la tra-duccin es ma).

    Alternativas posibles y exploraciones

    de un lado estn aquellos que piensan el final de la historiasin el final del Estado; y en el otro lado, aquellos que piensan en

    el final del Estado sin el final de la historiaAgamben (2000: 109).

    Como se haba anunciado en la presentacin de este documento, este lti-mo componente del debate pretende sealar dos aspectos centrales al pro-psito de articular esta disertacin terica al estudio de un caso en parti-cular: el primero es una sntesis de las lneas de discusin que aparecencomo alternativas o posibilidades de anlisis crtico y no esencialista delEstado, pensado como una poltica post estatal. En segundo lugar, la pre-sentacin de la manera en que estas alternativas aportan al anlisis delcaso colombiano. Pero antes de desarrollar estas entradas, es importanteprecisar con ms detalle el sentido de lo alternativo en plural y del post,enunciado inicialmente.

    Lo alternativo es ledo en plural, en sentido de multiplicidad, lo queimplica la decisin tica de reconocer y explorar mundos posibles, consentido crtico y de resistencia a la idea de un solo posible mundo. En tr-minos de Escobar (2009: 3) es el movimiento de una nica modernidadhacia un set plural de modernidades; o al menos ms all de una manifes-tacin dominante de la modernidad (la europea). Tambin es alternativo

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    en la perspectiva de Thurner (2003: 38) expresado como crtica a unosdiscursos asumidos como dados, o implcitos; refiere un ir mas all(going beyond) en donde se reconocen las configuraciones emergentes dela relacin poder-conocimiento de manera que se puedan exponer sus dis-tinciones y efectos especficos. Finalmente adscribo la advertencia de Es-cobar (2009: 4), respecto a que el inters se mueve sobre el escenario demodernizaciones alternativas que no necesariamente sobre alternativasa la modernidad. La preocupacin terica concreta frente al tema endebate es por los posibles y alternativas a la idea del Estado como formacentral o dominante de institucionalizacin de lo social (Escobrar, 2009:10) o de concentracin del poder poltico escenario que abre a las explo-raciones por una polticapostestatal.

    Lo post se plantea de manera especfica respecto a la poltica y elEstado liberal, con Escobar (2009: 10), cuando describe aquel estado decosas caracterizado por prcticas hbridas, liberales o no, que no suponela erradicacin del liberalismo o de la forma Estado, pero s supone undesplazamiento parcial de su centralidad. Aclara Escobar, que en ningncaso ello supone un el sealamiento de un escenario que vendr en elfuturo, ni tampoco algo que ya haya dejado de pasar. De esta manera, elpostno supone que la forma Estado ha dejado de existir, pero s que suapreciacin esencial y centralidad social y discursiva se est desplazando,de manera que el rango de experiencias sociales existentes que son consi-deradas vlidas, crebles o alternativas, se amplan significativamente(Escobar, 2009: 11).

    Pasando a la sntesis de ejes o lneas de exploracin que analticamen-te puede ampliar las posibilidades comprensin e historizacin de la ins-tucionalizacin del poder y la poltica en una perspectiva post-estatal,tenemos que en primer lugar se presentan una serie de perspectivas quemantienen su preocupacin por la forma Estado pero des-esencializando,desagregndolo y buscndole sus lmites en trminos de su capacidad decentralizacin del poder y la poltica; veamos:

    Abrams, propone que para superar la mistificacin construida alrede-dor del concepto de Estado se propone concentrarse en los de poltica ygobierno. Si bien varias de las discusiones presentadas asumen este nfa-sis, es importante anotar que lo poltico y la gubernamentalidad tampo-

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    co pueden darse monoltica, ni esencialmente. Haidar (siguiendo a Dean,1999: 41), puede complementar esta visin de Abrams, en su sugerenciapor rastrear la historicidad de las prcticas sociales aprehendida a travs deuna serie especfica de implicaciones polticas y ticas que estn ancladasen el presente; y con Rose y Miller, el anlisis articulado de las racionali-dades polticas, los programas de gobierno y las tecnologas de gobierno.

    Sending y Neuman, tambin proponen este nfasis especfico en elgobierno, pero estudiado como proceso, no como institucin; esto permi-tira resaltar cambios de los modos de gobierno basados en la idea dejerarquas y la soberana, para pensar en modos de gobierno ms horizon-tales y orientados a las redes, reconociendo as, el poder de actores no esta-tales y la difusin de la autoridad poltica del Estado hacia otros actoresdentro de un encuadre analtico sobre la triada soberana, autoridad ylegitimidad. Frente a esta preocupacin por el juego de poder de nuevosactores, Mitchell Dean, con el concepto de tecnologas de la agencia, con-sidera que se debe analizar el peso de los actores no estatales en el escena-rio de la gubernamentalidad global.

    Gupta conecta en cierto sentido con la preocupacin por el tipo deactores que se disputan el poder con las elites de gobierno, aunque l pro-pone un nfasis especfico que se concentra en el anlisis de las distintasinstancias burocrticas, sin pretender el encuentro de sentido de coheren-cia y unidad entre ellas; y as, establecer las relaciones entre la trans-loca-lidad del Estado y la necesidad de localizar las representaciones de las ins-tituciones y las practicas.

    Las ltimas referencias en esta perspectiva la plantea Chatterjee, cuan-do invita a superar la dicotoma dominada por dos conceptos monolti-cos, Estado y sociedad civil, para abrirlos a los procesos ms amplios ymenos normativos de sociedad poltica. En esa misma lnea, Chen, pro-pone apuntar al reconocimiento de los espacios de autonoma socialcaracterizados por el apoyo popular, transformando la nocin de sociedadcivil de una categora normativa a una analtica que permita entender lasformas de localizacin de las fuerzas sociales.

    El segundo paquete de perspectivas en esta exploracin de posibles an-lisis poltico post estatal, se aleja mucho ms radicalmente de la nocin deEstado, para perseguir visiones de mayor calado tico y poltico.

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    Una de estas primeras aproximaciones terico metodolgicas es la deMitchell, quien propone preguntarse por los dispositivos que sostiene yexpanden la presencia fantasmagrica de la idea del Estado; adems derastrear la produccin de nuevos efectos de abstraccin y subjetividad aso-ciada a ellos. En este mismo sentido Hansen y Stteputat, consideran quees necesario concentrarse en las formas de racionalidad pensable y las for-mas de discurso poltico que hace posible su inteligibilidad. Por su parteEgan puede aportar a la bsqueda de esas formas de discurso con su pro-puesta de dar atencin a las tensiones y la dialctica de la relacin entreconsenso y coercin.

    Lazaratto, por su parte propone superar las categoras de clase, traba-jo, capital, Estado, soberana, derecho, etc., pues tienen sentido slo enrelacin con la totalidad. Se propone contraponer el todo contra la mul-tiplicidad, la universalidad contra la singularidad, la multitud contra latradicin poltica contempornea que es la totalidad. Segn l, para recu-perar la iniciativa poltica slo se puede lograr sobre la base de la multi-plicidad y la singularidad.

    En esta lnea de la multiplicidad, Negri propone seguir la circulacindel poder en el cuerpo social y la variedad de los fenmenos de someti-miento asociados a ello, pero haciendo nfasis en el surgimiento de nue-vos procesos de subjetivacin, resistencia e insubordinacin. Ademsaporta una formula invertida para leer la biopoltica, no como la polticasobre la vida, sino como la poltica del bios, es decir, la biopoltica de laresistencia, de la produccin de subjetividad singular a la vez que multi-tudinaria. Toscano tambin puede articularse a esta ltima reflexin,desde su inquietud por la poltica del acontecimiento, en donde lo que re-salta es el compromiso con la iniciativa individual y lo contingente, desdeuna visin no determinista de la novedad de lo social, destacando la sin-gularidad de determinados actos, sus complejidades y relaciones.

    Esta lgica del acontecimiento y el espacio de la produccin de subjeti-vidad encuentra eco en la diferenciacin de Rancir entre polica-lo insti-tuido, la forma Estado y poltica lo producido lo repartido. Este autorconsidera que la poltica no se puede reducir al ejercicio del poder institui-do, ya repartido. La poltica debe ser definida por s misma como un modode actuar especfico puesto en acto por un sujeto propio que depende de una

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    racionalidad propia. Es la relacin poltica la que permite pensar al sujetopoltico y no lo contrario (Rancir, 2006: 59). En el mismo sentido, lo pol-tico slo surge cuando se rompe con la configuracin de lo sensible dondese definen las partes o aparece una parte que no tiene parte. Esta ruptura semanifiesta por una serie de actos que vuelven a representar el espacio dondese definan las partes y la ausencia de partes. As la accin poltica se enten-der, como la que desplaza al cuerpo del lugar que le estaba asignado o cam-bia el destino de un lugar; hace ver lo que no tena razn de ser visto, haceescuchar un discurso all donde no era escuchable (Rancir, 1996: 45).

    Agamben puede complementar a Rancir y su inters por la consti-tucin de nuevas particiones de lo sensible; pues para Agamben, lo pol-tico se asume como exhibicin de la pura medialidad o hacer los mediostan visibles como los fines. En esta expresin pretende distanciarse de losrecursos conceptuales sobre el poder y la poltica siempre pensados enclave teleolgica o finalista, en donde la forma Estado no slo es ese su-puesto principio ex ante, sino el fin de todo orden social. En tal sentidoaquel nfasis asume que lo poltico y la potencia se expresa en tanto me-dio, mediacin, y no en tanto finalidad.

    De esta manera Agamben aclara en una discusin posterior al HomoSacer que: sus reflexiones en el sentido amplio, no pretenden reducirsea la descripcin del estado de cosas sobre el poder soberano, el estadode excepcin y la vida nuda como finalidades terminales; sino apuntara la experimentacin de una pura medialidad no definida como un esta-do, sino como un evento del lenguaje. Para l, el experimento a desarro-llar es el de subvertir aquella divisin entre medios y fines donde la resis-tencia pareciera aludir a lo primero y el poder a lo segundo pues tal dis-tincin paraliza la tica y la poltica.

    En mi lectura de Agamben, un fin sin medios sean estos la emancipa-cin o control panptico del poder es tan alienante como una mediacinque construye sentido slo respecto de su finalidad. Para Agmaben lo queest en juego en la experiencia poltica contempornea no es un fin supe-rior, sino el estar-en-lenguaje, como pura medialidad, ser-estar como unmedio como condicin irreducible del ser humano. As la poltica es laexposicin de esa pura medialidad. La poltica es hacer esos medios visiblesen tanto tales (Agamben, 2000: 116, la traduccin y los guiones son mos).

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    En conclusin, la idea de una poltica post-estatal, no es slo la nece-sidad de asumir el reto de pensar sin Estado; tambin es la obligacintica de responder al conjunto de nuevos problemas sociales contempor-neos en donde el Estado es superado, desbordado, apropiado y mimetiza-do para desplegar formas de biopoder y de dominacin, al tiempo que re-sistencias, que nunca antes habamos experimentado. Lo post-estatal espues una realidad emprica, no slo una sofisticada elaboracin terica.Esto es claramente observable cuando las luchas por recursos naturales, ladefensa de territorios ancestrales y la afirmacin de proyectos identitariosy trayectorias de vida, ya no enfrentan slo a las estrategias de violenciaselectiva del poder estatal, sino que la resistencia se expresa en contra deentidades trasnacionales, sean estas empresas multinacionales, redes ma-fiosas globales o entidades multilaterales. Lo post-estatal no es slo top-down, como tpicamente se lee la sesin de soberana territorial y polticaante los intereses del capital imperial, tpicamente expresado en las refor-mas neo-liberales; tambin es botton-up, claramente expresado en las redesglobales de movimientos de resistencia, contestacin o de afirmacin delo local, lo particular y lo mltiple, expresado en escenarios globales,estratgicamente post nacionales; lo que resulta representativo de la nuevapoltica de la multitud.

    A continuacin, presento un salto en el texto, para desarrollar una pri-mera exploracin de las implicaciones de varias de las discusiones aquplanteadas, en un escenario particular donde se expresa de manera signi-ficativa esa relacin entre una poltica post-estatal y la consolidacin de laforma Estado como dispositivo de guerra. La lectura que se comparte acontinuacin debe entenderse como un ejercido de encuadre y de contex-tualizacin crtica, que abre un camino a un conjunto de exploracionesinspiradas en estas lecturas no esencialistas de la poltica, el poder y el es-tado contemporneos, aplicadas al caso colombiano, no como expresinmarginal o excepcional, sino como caracterstico y emblemtico de losnuevos ordenamientos sociales que deben llamar toda nuestra atencin ycapacidad de pensamiento crtico.

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    Post scriptum: conflicto en Colombia, de la naturalizacin delestado de excepcin a la forma Estado como aparato de guerra

    A partir de 1980, se produce un giro discursivo y en la retrica de la gue-rra en Colombia, en donde se incorpora la narrativa de la paz como nuevorecurso para la gestin del conflicto; no porque hubiese un compromisomanifiesto y decido por conseguir una paz civil, sino porque el recurso dela victoria militar sala de los clculos posibles para la clase poltica. En talsentido, la aparicin de la retrica de la paz como agenda estratgica paralos gobiernos nacionales, trata de distanciarse de la gestin del conflictobajo la poltica del vencedor, caractersticas del estatuto de seguridad5, pe-ro manteniendo la tendencia, en pleno proceso de consolidacin, del ma-nejo desde mecanismos de excepcin en la administracin del conflicto.As pues, la paz aparece como otro escenario para la explosin de tales me-canismos. El primero de ellos fue la figura de la amnista, que surge comouna primera oferta de paz, pero que se fue consolidando como ardid deguerra (Pecaut, 1988: 349).

    De esta manera, la paz no pasa de una debate de consolidacin de unestado de cosas que no va ms all de la defensa de una idea de orden quesupuestamente se alcanzara slo con la desvinculacin de los productoresdel desorden. Esta primera oferta para una transicin del tipo perdn yolvido, colapsa en el inicio del perodo electoral de 1982. A partir de esemomento, las elecciones entran a ser parte de los campos de excepcinsobre los cuales se construye y desconstruye el discurso de la transicinhacia la paz, tendencia que se consolidar en todas las elecciones presiden-ciales a partir de ese ao, pues ningn presidente ha logrado elegirse sinincorporar alguna versin de apuesta de transicin o de administracindel conflicto. Desde este primer intento de transicin en el inicio de ladcada de los aos de 1980, se abre un camino que ha caracterizado lamanera en que se ha intentado hacer gestin al conflicto y la construccinde la paz en Colombia: lo primero es que la paz se equipara a un meroprocedimiento de excepcin como la amnista. Y lo segundo, que la paz

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    5 Poltica de reduccin de las libertades civiles y polticas como una estrategia de guerra imple-mentado en el perodo presidencial de Julio Cesar Turb