10-Mimnermo y Solón

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MIMNERMO Y SOLÓN

ISBN - 84-9822-351-2

RAFAEL J. GALLÉ CEJUDO [email protected]

Thesaurus: Mimnermo, Solón, elegía, dístico elegíaco, poesía yámbica, Nano,

Esmirneida, Elegía a las Musas, Salamina, Eunomía. Sisactía.

Artículos relacionados en Liceus: La poesía lírica, yámbica y elegíaca (5), La

lírica popular (6) , Arquíloco (7), Calino y Tirteo (11), Teognis y el corpus

Theognideum (13), Lírica elegíaca en época helenística (48).

1. MIMNERMO*. 1.1. Datos biográficos y contexto histórico. 1.2. Problemas de identificación del corpus poético de Mimnermo. 1.3. Breve estudio de algunos fragmentos conservados. 1.4. Lengua y estilo.

2. SOLÓN*. 2.1. Vida y reformas socio-políticas: la sisactía. 2.2. Los poemas de Solón. 2.3. Lengua y valoración poética.

3. SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA. (*Salvo indicación expresa los fragmentos de ambos autores se citarán siempre por la edición de Gentili-Prato)

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1. MIMNERMO.

1.1. Datos biográficos y contexto histórico.

Los datos con que contamos para determinar la fecha de la madurez literaria

de Mimnermo permiten oscilar entre lo que se ha dado en llamar una datación “alta”

(ca. 650 a.C.) y otra “baja” (ca. 600 a.C.). Ya la noticia del Suda es ambigua en este

sentido, pues sitúa a Mimnermo en la 37ª Olimpiada (632-629 a.C.), dato que podría

corresponder, bien al nacimiento del poeta, bien a su acmé literaria. A favor de la

datación baja puede argumentarse la referencia que al fr. 11 parece estar contenida en

el fr. 26) de Solón, según noticia transmitida por Diógenes Laercio (1.60), en lo que ya

ha sido definido como “el primer testimonio explícito de la moderna intertextualidad”.

En este fragmento el ateniense pide a Mimnermo que cambie el deseo expresado en

sus versos (Mimn. Fr. 11 «Ojalá que sin enfermedades ni dolorosas preocupaciones a

los sesenta años me espere la Parca de mi muerte»), y que en vez de los sesenta

sean los ochenta la edad de encuentro con la Moira. Sabido es que Solón ocupó el

cargo de arconte en el 594-593 a.C. y que fue hombre activo en la primera mitad del s.

VI. No tendría, pues, mucho sentido la invitación a “cambiar” (metapoíeson) si se

estuviera refiriendo a un poeta del siglo anterior. Así pues, si se admite cierta

contemporaneidad con Solón, la mención del eclipse contenida en la obra de

Mimnermo (fr. 20) de la que da noticia Plutarco (Fac. Lun. 19 = Mor. 931E) haría

referencia al fenómeno astronómico producido en el 585 a.C. y no al del 648 a.C.

como apuntan los defensores de la cronología alta. Por otra parte, también de utilidad

en este apartado es la noticia transmitida por Pausanias (9.29.4), según la cual

Mimnermo habría compuesto una elegía referente a la guerra que los esmirneos

sostuvieron contra el rey de Lidia Giges (fr. 22), evento que tuvo lugar en torno al 660

a.C. con resultado de victoria para los de Esmirna. El fr. 23, transmitido por Estobeo

(3.7.11 Perì andreías), que probablemente pertenece a la Esmirneida, corresponde a

un encomio al valeroso comportamiento de un guerrero en la batalla, según ha sabido

el poeta por “sus mayores”. Si a esto se suma que la muerte de Giges tuvo lugar sobre

el 652 a.C., Mimnermo estaría cantando la gesta de la generación precedente. Ahora

bien, si, contrariamente, se admite la lectura hós min de Meineke al v. 2 de ese mismo

fragmento, Mimnermo habría sido testigo presencial de ese acontecimiento, por lo que

habría que situar su nacimiento en la primera mitad del s. VII y la referencia al eclipse

sería, por tanto, al del producido en el 648 a.C., aunque, insistimos, esta segunda

hipótesis interpretativa depende de una alteración del texto transmitido por Estobeo,

pero cuenta, a su vez, con el indiscutible apoyo del texto de Pausanias. Habría que

añadir además en apoyo de esta hipótesis el hecho de que no se mencione en

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ninguno de los fragmentos conservados de Mimnermo la toma de Esmirna por Aliates

ocurrida en el 600 a.C., lo que podría inducir a pensar que el poeta habría nacido

antes de lo que transmite el Suda y que el eclipse al que hace referencia sea, como en

el caso de Arquíloco, el del 648 a.C. Sin embargo, no se puede descartar que el

limitado número de fragmentos conservados nos haya privado de alguna referencia al

citado hecho histórico o incluso que el poeta escribiera después del evento sin hacer

mención alguna del mismo. Es más, cada vez cobra más fuerza la hipótesis de que la

Esmirneida, si bien hace referencia a hechos del pasado, ese pasado no sería

realmente tan remoto, por lo que podría entenderse cierto elemento exhortativo o

parenético encubierto (o quizás expreso en las partes perdidas del poema) induciendo

a la rebelión o a la defensa de la ciudad contra las tropas invasoras de Aliates.

Tampoco hay unanimidad en la crítica con respecto a la patria del poeta,

vacilación debida, quizás, a las dudas que ya el redactor del Suda mostró en este

sentido, no sabiendo si hacer a nuestro poeta colofonio, esmirneo o, un difícilmente

identificable, astipaleo. Sin embargo, las otras fuentes antiguas en las que se cita la

patria del poeta sí se muestran más unánimes en su identificación como colofonio (cfr.

Str. 14.1.28; Schol. Flor. ad Call. fr. 1; Herodian. = test. 6 G.-P.; Arist. fr. 676 Rose;

etc.). Ahora bien, una parte de la crítica ha señalado, no sin cierta razón, que el

contenido de algunos fragmentos de Mimnermo parece corresponder más bien a la

obra de un poeta esmirneo (cfr. esp. frs. 3, 21 y 23). Si se admite esta hipótesis, la

confusión habría partido del hecho de que Esmirna es colonia de Colofón (y ésta a su

vez de Pilos) y se habría identificado como patria de Mimnermo no su ciudad natal,

sino la metrópoli. Pero, no se puede dejar de insistir en que esta hipótesis se

contradice con la mayor parte de los testimonios antiguos que transmiten la patria del

poeta. Como solución de compromiso se ha señalado la posibilidad de que el poeta

naciera en Colofón y de allí se trasladara a Esmirna donde ejercería su actividad

poética. En cualquier caso, Mimnermo encarna lo que se ha dado en llamar el

ambiente de decadencia y mestizaje asiático que caracteriza a los poetas jonios de la

época. Son éstos poetas que ejercen en un ambiente de paz servil que o bien

desemboca en un espíritu independentista o bien en el hastío y aspiración al placer.

Sostiene Fränkel, en esta misma línea, que Mimnermo es el representante más claro

de la transición a la actitud burguesa jonia. Sin embargo, esa imagen de poeta jonio

sensual, hedonista y decadente podría quedar en entredicho a la luz de nuevas

interpretaciones de determinados fragmentos que parecen contradecir esa opinión y

que no hacen sino poner de manifiesto los problemas que existen para identificar

exactamente el corpus poético de Mimnermo y, sobre todo, ubicar en su exacto

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contexto partes del contenido que nos han llegado y de las que supone un verdadero

reto desentrañar su significado y función.

1.2. Problemas de identificación del corpus poético de Mimnermo.

La obra conservada de Mimnermo es ciertamente exigua, ya que comprende

no más de media docena de fragmentos de más de dos versos, otros tantos de uno o

dos versos y algunas referencias indirectas hasta completar -en las ediciones más

generosas como, por ejemplo, la de Gentili-Prato- un total de 26 fragmentos. Además,

a estas limitaciones cuantitativas hay que añadir las noticias confusas que la tradición

ha transmitido no sólo con respecto al volumen de la producción poética de Mimnermo,

sino también en relación con los títulos y contenido de esa producción.

Con respecto al número de obras, frente a la optimista afirmación del léxico

Suda que asegura que el poeta escribió “muchos libros” (égrapse biblía pollá), otros

testimonios antiguos podrían apuntar a que Mimnermo escribiera quizás sólo dos

obras (cfr. Porphyr. ad Hor. epist. 2.2.101 [399 Holder] = test. 9 G.-P.: Mimnermus

duos libros †luculentibus† scripsit; o bien Call. fr. 1.9 ss.). Pero, en cuanto a los títulos

de éstas, los problemas no son menores. Según se deduce de los escolios florentino y

londinense al fragmento 1 de Calímaco, en el celebérrimo “prólogo contra los

Telquines” (Call. fr. 1.9) el cireneo hace primar los poemas de factura sutil y sencilla

(katà leptón) de nuestro poeta frente a la obra de mayor envergadura, a la que se

refiere con un críptico La gran mujer. Pero el único título expreso que la tradición ha

transmitido es el de Nanno, obra que habría recibido su título del hipocorístico de la

amada del poeta y de cuyo contenido realmente poco sabemos. Por otra parte, a partir

de la noticia transmitida por Pausanias (9.29.4) es posible deducir que Mimnermo

compusiera un poema elegíaco independiente referente a las luchas de los esmirneos

contra Giges y los lidios, en definitiva, una Esmirneida, título que parece estar recogido

en el papiro milanés que transmite el fr. 21 del poeta. Pues bien, aunque nada más

lejos que alcanzarse un consenso en este sentido, la mayor parte de la crítica parece

admitir que La gran mujer a la que hacía referencia Calímaco sería esta Esmirneida,

obra de mayor extensión y con un proemio a las Musas, como asegura Pausanias (la

“gran mujer” podría hacer referencia a la amazona epónima fundadora de la ciudad de

Esmirna), mientras que la Nanno (“muñequita”) correspondería a esa poesía de menor

extensión y temática menos belicosa.

En cuanto a los contenidos de la obra de Mimnermo, no sólo hay importantes

diferencias de tipo interno entre los fragmentos conservados, sino que lo conservado

no parece confirmar aquellos contenidos que la transmisión indirecta y las noticias

antiguas tratan de adjudicar al poeta. En efecto, los fragmentos conservados

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presentan fundamentalmente temáticas referentes a la calamidad de la vejez en

oposición a la maravillosa juventud y el carpe diem (frs. 1, 7, 8, 9, 11), a la

colonización de Esmirna y a otros contenidos de tipo bélico (frs. 3, 15, 21, 23, ¡el

primero adscrito a la Nanno!) además de episodios y escenas mitológicas como el

viaje nocturno del Sol (fr. 5) y la expedición de los argonautas (fr. 10). Sin embargo,

Mimnermo figura desde la Antigüedad en la historia de la literatura como el lírico

arcaico erótico por excelencia, como recuerda Posidipo en la Antología Palatina

(12.168: philerástou Mimnérmou) o Propercio en un conocido verso: plus in amore

valet Mimnermi versus Homero (1.9.11), no descartándose, siquiera, las inclinaciones

homoeróticas, según se ha querido deducir de dos pasajes de los elegíacos

helenísticos (cfr. Alex Aet. 5.1 ss. y Hemersian. 7.37). Pero de toda esta producción

poética de contenido erótico no se ha conservado nada. Por otra parte, las noticias

legadas por tradición indirecta muestran una clara predilección del poeta por los

contenidos míticos, transmitiéndose incluso algún hápax mitológico o episodios míticos

muy poco frecuentados por mitógrafos y literatos como, por ejemplo, el de la muerte

de Ismena a manos de Tideo durante el asalto a Tebas (fr. 19).

Pues bien, esta variedad temática que parece deducirse de la obra conservada

y de las noticias referidas por fuentes antiguas lleva a la formulación de dos cuestiones

importantes para las que no hay fácil respuesta: de una parte, a cuál sería la forma de

la poesía de Mimnermo; y, de otra, a cómo se conjugan en esa obra determinados

contenidos. En cuanto a la forma, se ha de concluir (así al menos en Calímaco) que en

Mimnermo se daban, de una parte, una poesía narrativa de tema fundamentalmente

erótico, pero también mítico paradigmático, gnómico e incluso legendario, aunque “a

pequeña escala” (katà leptón); y, frente a ésa, otra poesía de extensión considerable y

de tono y contenido más solemne. Ahora bien, esto obliga a plantearse, como con

acierto hace Alsina, cómo se explica que el prototipo de la hedonês bíos, el poeta del

canto erótico, del placer de la juventud e incluso del comos yámbico (cfr. Hermesian.

7.37 o Plu. Mus. 8 [Mor. 1134A]), más cercano a Semónides e Hiponacte y, en

definitiva, al ámbito privado, haya evolucionado hasta esos contenidos de carácter

épico o guerrero más cercanos a lo político de Calino y Tirteo. ¿Se trataría de una

evolución “desde la orientación guerrera a un tono amoroso en el que canta la

fugacidad de la vida y, para ello, entregarse al carpe diem como cree Jacoby?” O ¿son

los contenidos bélicos elementos poéticos aducidos exclusivamente para ser

sometidos a rechazo? O ¿acaso era el elemento bélico el contrapunto de la función

exhortativa, parenética e incluso defensiva y catártica de determinada poesía de

naturaleza yámbica? La conclusión que, en definitva, se puede extraer es que la obra

de Mimnermo debía de ser muy rica en formas y contenidos, percepción que quizás

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haya podido quedar enmascarada al lector moderno por el hecho de que los

fragmentos más significativos hayan sido transmitidos en la obra de antólogos y, por lo

tanto, descontextualizados y negándonle a la posteridad las claves que descifren su

hilazón en la obra del poeta.

1.3. Breve estudio de algunos fragmentos conservados.

Los frs. 1, 7-9 y 11 corresponden al grupo de los llamados fragmentos “sobre la

vejez”. Prácticamente todos proceden de la antología de Estobeo, repartidos en

distintos capítulos dedicados al vituperio de la vejez (psógos géros; Stob. 4.50) y de la

brevedad de la vida (Stob. 4.34). En general, en todos ellos se opone el horror de la

senectud, simbolizado en las desgracias que, a juicio del poeta, ésta conlleva

(decrepitud física, falta de deseo sexual, pérdida de estima entre hombres y mujeres y

entre jovencitos, etc.) frente a la juventud como sinónimo de cuanto hay de hermoso y

vital.

Ahora bien, lo exiguo de algunos fragmentos y la falta de contexto de todos ha

llevado a gran parte de la crítica a plantearse una serie de cuestiones, cuya respuesta

podría ayudar a valorar la verdadera dimensión de la obra de Mimnermo, pero que, por

el momento, no se revela como un objetivo fácil de lograr. Así, por ejemplo, se ha

planteado la posibilidad de que este tipo de fragmento pudiera entroncar con el

fenómeno de la expresión poética del choque generacional, cuyo origen a buen seguro

estaba en la lírica popular y que tan hermosos ejemplos nos ha dejado en la poesía

literaria griega. Cabría preguntarse, por otra parte, si en alguno de estos fragmentos

habría algún tipo de elemento parenético o de incitación al placer (como en el fr. 12),

de los que nos haya privado la labor de los antólogos; o, por ejemplo, ¿en qué medida

se integraba el elemento erótico, y especialmente el erótico-subjetivo, o el mítico en

una obra en la que de todos estos aspectos quedan referencias tan limitadas y

descontextualizadas?

El elemento erótico y, sobre todo, el sexual están presentes en el siguiente

fragmento (no en vano figura en la selección de Estobeo en el capítulo dedicado a

Afrodita Pandemo y los placeres corporales; cfr. Stob. 4.20):

Mimn. fr. 7 «¿Qué vida, qué placer me queda privado de la dorada Afrodita?

Que me muera cuando ya no me importen experiencias como

los amores furtivos o los melifluos dones del lecho,

que son las flores de juventud más anheladas

para hombres y mujeres; pues cuando llega la dolorosa

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vejez, que igual de deforme deja incluso al hombre hermoso,

las desgraciadas inquietudes que de continuo rondan su cabeza lo socavan

y ya no se regocija contemplando los rayos del sol,

sino que se hace odioso para los jovencitos y vil para las mujeres:

así de dolorosa hizo la divinidad la vejez.»

El texto tiene una clara estructura bimembre, en la que ambas partes,

equilibradas en dos secciones de 5 versos, se definen por oposición. En el primer

miembro se vincula la vida y el placer al disfrute sexual y éste, a su vez, a la juventud.

En el segundo, en cambio, se vincula a la vejez el deterioro físico, el desequilibrio

mental, la depresión, la repulsa entre los jovencitos y el descrédito entre las mujeres,

dolorosas trabas, en definitiva, impuestas por la divinidad que impiden alcanzar el

disfrute sexual. La conclusión es inmediata si, retrocediendo en la estructura de marco,

se confronta el cierre con el primer verso: si la senilidad no permite disfrutar del sexo,

¿qué sentido tiene la vida a esta edad, si sólo Afrodita da sentido a la vida? Así se

recoge en el siguiente fragmento, sin duda uno de los más célebres del autor, donde

además está presente la idea de la fugacidad de la juventud (oligochrónion fr. 1.3),

idea que probablemente debió de ser una constante en su obra:

Mimn. fr. 8

«Nosotros, como hojas que hace brotar la florida estación

de la primavera nada más que el sol las ha hecho crecer con sus rayos,

como ésas, por muy poco tiempo con las flores de la juventud

nos regocijamos, sin que los dioses nos dejen conocer el mal

o el bien. Pero a nuestro lado están ya las negras Parcas,

una con el hilo de la dolorosa vejez,

otra con el de la muerte. Poco dura de la juventud

el fruto, lo que el sol en extenderse sobre la tierra.

Y, una vez rebasado el límite de la estación,

preferible es ya morir a la vida.

Pues desgracias sin número crecen en el corazón. Unas veces la casa

se arruina por la dolorosa carga de la pobreza;

otro, a su vez, necesitado de hijos, por encima de todo

deseándolos, se marcha al Hades subterráneo;

de otro se apodera una enfermedad que consume su ánimo; pues no existe

hombre al que Zeus no le otorgue innumerables desgracias».

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Es, sin duda, éste un texto bastante más elaborado que el anterior, en el que

los analistas han querido insistir especialmente en la herencia homérica, lo cual no ha

de sorprender, en términos generales, en la obra de Mimnermo. Pero a lo que, en

verdad, no ha podido sustraerse el fragmento es a la comparación con el fr. 2 (Adr.) de

Semónides y, sobre todo, con el fr. 8 (West = Semon. 1 Adr.) de Simónides, los tres,

recuérdese, transmitidos en el mismo capítulo de la antología de Estobeo dedicado a

la futilidad de la vida humana y sus pesadumbres (Stob. 4.34). Pues bien, si es cierto

que se pueden hallar semejanzas concretas entre los tres, las diferencias, no obstante,

son bastante más significativas. No encontramos en Mimnermo el tono fatídico y

yámbico de Semónides, concretado en la estupidez de un hombre que vive al día

como el ganado y no es consciente de la fragilidad de su existencia. Por otra parte,

está más perfilada en Mimnermo la idea de la fugacidad de la juventud, pero también

de la vida, presente en el fragmento de Simónides, así como la ingenuidad del ser

humano. Mimnerno, aunque destaca por encima de todo su carácter efímero, no deja

de ponderar con insistencia los bienes de la juventud. Esa felicidad hace que el

hombre pierda la conciencia del mal, pero también del bien, por lo que la importancia

reside en el momento, no en la duración de ese estado; en los valores como el amor o

el deseo, y no en lo que de ellos se deriva.

Pronto, e ineludiblemente, llega la vejez que acarrea todo tipo de desgracia, por

ello es preferible la muerte. Mimnermo se refugia así en una juventud idealizada,

perseverando en el axioma que hace irreconciliable cualquier tipo o grado de felicidad

con la vejez y, por oposición, de desgracia con la juventud. Este empecinamiento en la

postura ilógica, como sostiene Cantarella, de rehusar la ayuda de la razón frente a lo

senil, porque ciertamente aquélla muestra que no todo es bueno en la juventud y malo

en la vejez, se verá superado ya por Solón, que descubrirá los valores de ésta,

haciéndola compatible con el amor y la vida aristocrática, en un reflejo, como también

ha sido puesto de relieve, del cambio de mentalidad de la sociedad jonia en

decadencia a la nueva generación emergente representada por el ateniense.

Mención especial merece, sin duda, el lugar del mito en la obra de Mimnermo.

En los fragmentos conservados hay sitio para las figuras de Jasón, Titono o el Sol y en

las referencias indirectas se citan poemas dedicados a la aciaga muerte de los hijos de

Níobe (fr. 18), al hápax mitológico de la muerte de Ismena a manos de Tideo a las

puertas de la Tebas sitiada (fr. 19) o a la venganza que Afrodita, herida en la guerra de

Troya por Diomedes, se toma sobre Egialea, mujer de aquél, haciéndola incurrir en

innumerables e incontrolables adulterios (fr. 17). Todo parece apuntar a que el mito

constituía el punto de partida del elemento narrativo conforme a la tradición homérica,

y que muy probablemente estuviera utilizado en función paradigmática. Así, por

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ejemplo, en el fr. 10 la relación erótica entre Medea y Jasón constituiría el exemplum

del poder de Eros. La novedad, sostiene Gentili, es que por primera vez la leyenda

mítica se articula en torno al amor; el hecho mítico se humaniza a través del amor:

Mimn. fr. 10

«Nunca el gran vellocino habría podido traer el propio Jasón

de Ea, tras recorrer el doloroso camino

para llevar a cabo la difícil prueba para el soberbio Pelias;

y nunca habría llegado hasta la hermosa corriente del Océano

[…]

a la ciudad de Eetes, donde del veloz Sol

los rayos yacen en áureo tálamo,

junto a las orillas del Océano, donde llegó el divino Jasón.»

Pero uno de los fragmentos más estudiado, y quizás el más célebre de nuestro

poeta, es el que relata el viaje que el Sol hace durante la noche desde allí donde se

pone, en las Hespérides, hasta llegar donde le espera el carro, entre los etíopes, para

hacer su diario recorrido diurno:

Mimn. fr. 5

«Al sol le tocó en suerte una pesada carga cotidiana

de la que no hay descanso alguno

ni para sus caballos ni para él, después que la Aurora de rosados dedos

deja a Océano y sube al cielo;

pues a aquél, por el mar, lo transporta un amable lecho

cóncavo, por las manos de Hefesto labrado

en costoso oro, provisto de alas, sobre la superficie de las aguas

plácidamente dormido desde la región de las Hespérides

hasta la tierra de los etíopes, donde ya su carro veloz y sus caballos

están, hasta que llega la Aurora, hija de la mañana.

Allí monta en su carro el hijo de Hiperión.»

Innumerables y variadas han sido las interpretaciones que se han hecho de

este episodio mítico. Así, por ejemplo, los analistas han querido ver en el inaplazable

trabajo cotidiano del Sol la simpatía poética con la naturaleza o la visión humanizada

del hecho natural extrapolable a la vida humana, la identificación de lo efímero de la

juventud con el ineluctable paso de los días, la constatación de que incluso la divinidad

está sometida a la fatiga, etc. El texto ha sido objeto de un agudo estudio por parte del

profesor Suárez de la Torre a cuyas esclarecedoras páginas remitimos para los

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detalles. En este trabajo se analizan factores fundamentales para la comprensión

global del texto como la elección del tema, su posible articulación en un contexto más

amplio y el por qué de la forma, integrándolos en las coordenadas de tradición,

contexto social y técnica compositiva poética, y haciendo un especial esfuerzo por

determinar la “epicidad” del poema a nivel cuantitativo, pero, sobre todo, cualitativo,

esto es, el estudio pormenorizado de la readaptación del material y la herencia

homérica. Por otra parte, Suárez de la Torre llega a interesantes conclusiones que

apuntan a que los binomios amor-muerte y felicidad-fatalidad que presiden el mito son

los que de alguna forma también imperan en los fragmentos sobre la vejez, así como a

otras que apuntan a la interrelación de la figura mítica de Helios con las de Jasón y

Medea del fragmento antes citado y de la Aurora con la de Titono:

Mimn. fr. 1.1-2

«A Titono le otorgó Zeus sufrir la desgracia eterna

de la vejez, que es más fría incluso que la dolorosa muerte.»

1.4. Lengua y estilo.

Tradicionalmente se ha interpretado en lo referente al estilo de Mimnermo una

oscilación que iba desde el más privado, “de interés puramente individualista”, de los

fragmentos sobre la vejez, los mitológicos o los gnómicos, hasta otro más épico, más

homerizante y comprometido de los fragmentos sobre la fundación de Esmirna (fr. 3) o

sobre las luchas de los esmirneos contra las tropas invasoras de Giges (frs. 21 y 23).

Sin embargo, quizás se ha confundido la simple oscilación temática con la estilística.

La lengua y estilo de Mimnermo son homerizantes, en mayor grado incluso, como

señala Cantarella, que los del belicoso Tirteo. Además, llama también la atención la

sorprendente seriedad con la que aborda algunos planteamientos morales, como, por

ejemplo, en el fr. 2 en el que se proclama la sinceridad como el más justo de los

bienes (recuérdese en este mismo sentido cómo en el fr. 3 [12A Adr.] denuncia la

agresión no provocada y el acto de violencia que su pueblo ejerció sobre Colofón y

Esmirna durante el episodio de la colonización). Sin embargo, pese a que la poesía de

Mimnermo esté moldeada sobre el modelo homérico, el proceso de creación poética

va más allá hasta convertirse en una poesía brillante, elegante y con cierto toque de

sofisticación. Por otra parte, como han puesto de relieve numerosos trabajos (cfr. los

estudios de E. Suárez o A. Esteban citados en bibliografía), pese a esa inmediatez

vigorosa y atractiva, la poesía de Mimnermo no carece de artificio retórico ni

estructural. En definitiva, y pese al escasísimo material que la tradición nos ha legado,

podemos constatar esa morbidez y sutileza (leptotes) que Calímaco asociaba a ciertos

modos de hacer del dulce (glykýs) Mimnermo.

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2. SOLÓN.

2.1. Vida y reformas socio-políticas: la sisactía.

Para establecer una relación de los datos biográficos y poéticos de Solón

contamos con abundante bibliografía, ya que desde la Antigüedad su labor como

estadista fue objeto de sumo interés para los biógrafos y, por fortuna, la tradición ha

conservado un número considerable de fuentes. Sirvan de referencia las más de

treinta páginas que Gentili-Prato dedican a los testimonia sobre la vida y obra del

poeta. Sin embargo, más allá de lo que el propio autor escribe sobre sí mismo y sobre

su actividad política, prácticamente no se cuenta con fuentes directas de la época. Es

más, Solón, quizás por su participación directa y más o menos decisiva en el curso de

la historia de la Atenas arcaica, ha sufrido, como pocos autores antiguos, la

manipulación de su vida y obra a lo largo de la historia de la literatura en función de

intereses extraliterarios de uno u otro sesgo.

Solón accede al arcontado en el año 594/3, esto es, en el tercer año de la 47ª

Olimpiada, en el momento de su madurez plena, como transmite Diógenes Laercio

(1.62), según noticia de Sosícrates. Se le supone, por lo tanto, contemporáneo de

Mimnermo (si se admite la datación “baja” para éste; cfr. supra). Solón pertenecía a la

familia de los Medóntidas, es decir, descendientes del legendario rey de Atenas Codro,

por lo que hay que suponerle un origen aristocrático, hipótesis que se confirma según

se desarrolla su vida y por ciertos pasajes de su obra. En el fr. 17 se recoge parte de

ese ideario aristocrático:

«Feliz el que posee hijos queridos, solípedos caballos, perros cazadores y huésped extranjero.»

Hombre mesurado, polifacético y amante de su patria, ostenta el honor de ser

la primera voz poética del Ática, anteponiéndose así a figuras legendarias de las que

sólo nos queda el nombre. Sin embargo, la poesía de Solón va a estar especialmente

influenciada por las circunstancias históricas y políticas en las que se vio inmerso. Hay

que tener presente que en esta época se está produciendo la consolidación territorial

del Ática y la primera expansión comercial a gran escala. De esta época son los

conflictos con los mitilenios por Sigeo (cuyo dominio suponía el control de la boca de

los Dárdanelos y el comercio con el Mar Negro) o con los megarenses por Salamina,

en el Golfo Sarónico, taponando la entrada al Pireo. Cuenta la leyenda transmitida por

varios autores (Plutarco, Diógenes Laercio, Pausanias...) y aceptada como veraz por

Demóstenes (19.252 y 255), entre otros, que en su elección como arconte tuvo

bastante que ver una anécdota protagonizada por el poeta a propósito de Salamina

(test. 35-53 G.-P.): habiéndose prohibido bajo pena de muerte volver a proponer en

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Asamblea la reconquista de la isla, Solón se atrevió a hacerlo, no en forma de discurso,

sino en verso y fingiéndose loco. A esa elegía corresponderían los siguientes versos:

Sol. fr. 2

«Yo mismo he venido en calidad de heraldo de la amable Salamina

poniendo en una canción, y no en un discurso, la hermosura de los versos

[...]

¡Ojalá hubiera cambiado de patria y fuera entonces yo

folegandrio o sicineta en lugar de ateniense!

Pues entre los hombres rápidamente correría este dicho:

“Ese de ahí es un ateniense, uno de los abandonasalamina”

[...]

¡Vayamos a Salamina a luchar por esa amable

isla y a liberarnos de una insoportable vergüenza!»

Pues bien, ya fuera por su campaña política a favor de la reconquista de

Salamina, ya por su capacidad efectiva de exhortación, ya por su entusiasmo agitador

capaz de convencer con vivacidad y raciocinio, ya por su noble origen o la experiencia

política adquirida en sus viajes (Solón se dedicó al comercio exterior antes y después

de su participación en política), ya por una afortunada confluencia de éstos y otros

factores, el caso es que fue designado en el 594/3 como diallaktés o “mediador” con

potestad para cambiar las leyes. No hay que olvidar que las graves diferencias

sociales, que ya se apuntaban en la obra de Hesíodo, alcanzan en esta segunda mitad

del s. VII niveles realmente insostenibles para las clases menos afortunadas. La

aristocracia acumulaba cada vez mayor riqueza y el pequeño propietario no podía

hacer frente a la competencia de las grandes fortunas. Se producen así

endeudamientos que podían acabar con las tierras hipotecadas e incluso con la

esclavitud y deportación del campesino, un malestar social, en definitiva, que en otros

lugares de Grecia terminó en baños de sangre. La solución del conflicto tuvo en las

distintas regiones de Grecia una doble vertiente: el encumbramiento de un líder de

masas (týrannos), dispuesto a recortar los poderes de la aristocracia y asumir el

gobierno absoluto y el control de la situación a cualquier precio, o bien el

nombramiento de un “mediador”, creado a semejanza de la figura que ya ejercía en

determinadas cuestiones judiciales, para arbitrar entre las facciones en disputa. A

nadie escapa que las medidas políticas y sociales de Solón no terminaron de contentar

a ninguna de las dos facciones y que, finalmente, no pudo evitar el advenimiento de la

tiranía pisistrátida en el Ática; sin embargo, no es menos cierto que sus reformas

sociales y políticas consiguieron relajar ese ambiente hostil en la medida precisa para

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evitar una guerra civil. La tradición literaria ha querido mostrar que hasta el propio

Pisístrato, consciente de la orientación “democratizadora” de la política social

soloniana y en la línea más populista de su gestión, asumió gran parte de las medidas

de áquel. Como bien señala Lesky, los movimientos revolucionarios de la Antigüedad

aspiraban a un “socialismo de distribución”, y las dos exigencias que se repetían

sistemáticamente eran la cancelación de deudas y la redistribución de tierras. Pues

bien, de estas dos Solón sólo cumplió parcialmente la primera, la descarga de deudas

o sisactía (seisáchtheia) y, aunque no quiso (o no pudo) forzar a la nobleza con la

medida revolucionaria de un nuevo reparto de tierras, sí llevó a cabo, en cambio, otras

importantes actuaciones en favor del pueblo.

Ahora bien, la consideración que se pueda hacer de las innovaciones

legislativas de Solón está seriamente determinada por el tipo de fuente en que

aquéllas han sido transmitidas. De éstas, cuatro son las que, de alguna manera,

ofrecen información fundamental en este sentido: la Constitución de los atenienses de

Aristóteles (caps. 5-12), la Vida de Solón de Plutarco y la Vida de Solón de Diógenes

Laercio, además de los fragmentos del propio Solón que nos han sido legados en la

antología de Estobeo, principalmente el conocido fr. 1, también llamado “Elegía a las

Musas”. De las cuatro, las dos últimas están fundadas sobre la imagen del Solón sabio;

Diógenes Laercio lo hace protagonista en su obra sobre los siete sabios, mientras que

los fragmentos de Estobeo suponen una serie de sentencias sapienciales e

intemporales en este mismo sentido (frs. 18 y 19). Las noticias de Plutarco y

Aristóteles, en cambio, estarían fundamentadas en una tradición de carácter tardío, ya

que, como bien señala L. Canfora, Heródoto no menciona al poeta como el refundador

del ordenamiento político ateniense y menos aún como el creador de la democracia,

papel que el historiador atribuye a Clístenes. La oratoria del s. IV, no obstante,

invocará el nombre de Solón como paradigma de legalidad tradicional.

En efecto, Solón instauró un código de leyes que había de sustituir al severo

código punitivo de Dracón y en el que la primera y más importante medida fue la

“derogación de la premisa jurídica de la esclavitud por deudas”. Estas nuevas leyes se

caracterizan por permitir el acceso y su utilización directa por parte del demos, de

manera que su papel en la propia politeia se hacía así más activo, y, al mismo tiempo,

se establecían ciertas limitaciones en los excesos de la aristocracia, sin que, en modo

alguno, quedaran igualadas sus prerrogativas a las de los individuos no agathoi. Entre

las medidas más importantes figuran la abolición de deudas y anulación de hipotecas;

la liberación de esclavos endeudados (haciendo comprar incluso, a cargo del tesoro

público, a ciudadanos vendidos fuera del Ática) y, en particular, de los geomoroi; la

prohibición de establecer la libertad del individuo como aval de un préstamo; la

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obligación por parte de las clases elevadas de admitir al pueblo en determinados

cultos exclusivos; la prohibición del excesivo boato en los funerales; o bien, algunas

reformas políticas, cuyos términos exactos no nos son bien conocidos, pero que irían

encaminadas a recortar los poderes de las instituciones tradicionalmente en manos de

la aristocracia, o al menos a equilibrarlos con los de otros órganos de gobierno en los

que el pueblo tenía mayor participación. Sin duda, en esta misma línea, una de las

reformas más significativas a nivel social, pero con profundas repercusiones a nivel

político y militar, fue la conversión a un nuevo sistema de clases de carácter

plutocrático (y censatario), en el que por primera vez la población quedaba dividida en

cuatro clases sociales en función de su renta, estableciendo así un instrumento de

política fiscal que estaría vigente durante siglos.

Pues bien, Solón dispuso todo de forma que estas medidas estuvieran en vigor

durante un período de diez años sin ser modificadas y realizó además una serie de

viajes para sustraerse a las presiones de los atenienses. Sin embargo, como ya se ha

indicado, ambas facciones quedaron descontentas, hasta el punto de que no pudo

evitarse el advenimiento de la tiranía pocos años después.

2.2. Los poemas de Solón.

A la hora de abordar el análisis del contenido de la poesía soloniana, los

fragmentos conservados permitirían hacer una primera distinción entre los de metro

elegíaco y los de metro yámbico o trocaico, habiéndose considerado tradicionalmente

los primeros más sobrios y dados a la reflexión y la parénesis, mientras que los

segundos, posteriores todos al arcontado, serían más críticos e incisivos. Sin embargo,

no todos los especialistas coinciden con esta valoración. Así, por ejemplo, Lesky,

aunque establece cierta distinción entre los elegíacos, por ser de tono más general, y

los yámbicos por ser más particulares o propios, no termina de admitir una diferencia

clara en lo que se refiere a los contenidos. Hay que tener presente, a juzgar al menos

por los fragmentos conservados, que Solón usa su poesía como arma de difusión

política, pero, sobre todo, como instrumento de reivindicación social, de agitación

política (a este respecto ya hemos destacado la leyenda que envuelve a su Salamina),

advertencia o censura, y que para ello el poeta se sirve indistintamente de uno u otro

metro. En este sentido, la crítica, menospreciando quizás la utilidad social y catártica,

de otros autores yámbicos, ha tenido la percepción de que Solón habría sido el

primero en elevar la dignidad poética del yambo, haciéndolo más severo. De esta

forma se habría producido la “indistinción poética” sobre la que algunos críticos se han

pronunciado con respecto a los metros elegíacos y yámbicos de Solón. Pero, si bien

es cierto que en cuanto a los contenidos no parece haber grandes diferencias, en el

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nivel de la expresión la situación es bien distinta, ya que, como ha puesto de relieve

recientemente Suárez de la Torre, el yambo y el tetrámetro trocaico cuentan con una

mayor presencia de elementos áticos, un mayor número de rasgos populares,

innovaciones léxicas y variedades de registro con respecto a la elegía.

En las siguientes líneas, se distinguirá entre aquellos poemas de contenido

reivindicativo político o social, diferenciando entre los considerados tradicionalmente

anteriores al arcontado y los posteriores, y aquellos fragmentos en los que se abordan

otros temas líricos aparentemente menos comprometidos.

Entre los fragmentos de tema político o social anteriores al arcontado, el fr. 1,

conocido como la Elegía a las Musas, supone una breve síntesis de la ética de la

Atenas arcaica. Mientras que para algunos críticos es el típico poema “ternario con

centro dividido en dos unidades yuxtapuestas por elementos de enlace”, para otros el

poema tiene una estructura relajada y caprichosa en la que se van sucediendo las

ideas. En apoyo de esta segunda teoría estaría, por ejemplo, el símil de la tormenta de

primavera (vv. 17-24) para ejemplificar lo inmediato y fulminante del castigo divino, que

interrumpe el elemento comparado forzando el anacoluto y donde, además, el vehículo

de la comparación no sólo no se corresponde con el elemento comparado, sino que

habría servido más bien para ejemplificar todo lo contrario. En efecto, en este

fragmento, para justificar la existencia y efectividad de una justicia divina (que en otras

épocas y culturas se materializará en el castigo tras la muerte del individuo), se recoge

la variante arcaica del castigo de Zeus demorado incluso sobre los descendientes del

sujeto infractor. Por otra parte, la esperaza fútil del género humano y la inestabilidad

(la Labilität de Fränkel), de tan honda tradición jonia, no impiden el afán de riqueza y el

hartazgo del individuo («¿Quién podría hartarlos a todos?» se lamenta el poeta en el v.

73), estableciéndose la relación que vincula el hartazgo con esa desmesura que hace

perder al hombre la consciencia de los límites de su condición humana, esto es, la

hýbris (8.3 tíktei gàr kóros hýbrin); y ésta, a su vez, vinculada a la ate o “perdición”.

El fr. 3, conocido también como la Eunomía, supone la aplicación a la

comunidad de los mismos principios éticos que se recogían en el fr. 1 antes citado. En

un tono aleccionador, explícitamente didáctico (v. 30 «Mi corazón me pide que imparta

estas enseñanzas a los atenienses»), el poeta describe los males que acarrea a la

ciudad la disnomía, el mal gobierno representado en unos mandatarios ávidos de

riqueza y presos igualmente de una codicia que conduce a la ate; ufanos del más

absoluto desprecio por la Justicia, sin saber que el castigo con el tiempo siempre llega;

conspiradores en heterías que no dudan en llevar a la ciudad a la guerra civil y a sus

jóvenes a la muerte, a la ruina o la esclavitud en tierra extraña. Frente a aquélla, la

Eunomía, el buen gobierno que

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Sol. fr. 3.32-39

«lo deja todo en orden y concierto;

que a menudo pone grilletes a los injustos;

que lima asperezas, detiene el hartazgo, acaba con el abuso

y amustia los florecientes brotes de la perdición;

endereza las sentencias torcidas, las acciones soberbias

amansa y detiene las acciones de la sedición;

detiene también la cólera de la dolorosa discordia y, gracias a ella,

todo lo que concierne a los hombres es recto y prudente.»

En cuanto a los fragmentos de tema político y social considerados posteriores

al arcontado, el poeta se esfuerza por defender en ellos su postura política imparcial y

por desgranar la relación de medidas sociales llevadas a cabo en favor del pueblo.

Igualmente critica a aquellos que sólo se acercan a la política con el afán de rapiñar y

aprovecha también para defenderse contra los que lo censuran por no haber atado en

corto («por no haber cerrado la red» fr. 29a.3-4) la fortuna que la divinidad le envió en

sus días de gobernante. Condena también en estos fragmentos Solón la pasividad de

los atenienses o, mejor dicho, su falta de previsión o la imprudencia de encumbrar en

demasía a un líder, sin ser conscientes de que cuanto más poder se le da a un

gobernante, más difícilmente se le puede contener en el futuro.

Uno de los fragmentos más conocidos de esta etapa y más representativos de

lo que aquí tratamos de ilustrar es el fr. 30 (36 W.). Se trata de un fragmento yámbico

transmitido íntegramente en la Constitución de los atenienses de Aristóteles y

parcialmente por Elio Aristides y Plutarco. El texto, cuyo peculiar contenido lo ha

convertido en uno de los más estudiados de Solón, ha sido objeto de un análisis

poético riguroso a cargo del profesor Fernández Delgado en un reciente trabajo que se

recoge en la selección bibliógrafica final:

Sol. fr. 30

«Y yo, de aquello por lo que reuní

al pueblo, ¿qué he dejado sin hacer antes de lograrlo?

Podría ser el mejor testigo de eso ante el tribunal del tiempo

la gran madre de los dioses Olímpicos,

la negra Tierra, de la que yo en su día

arranqué los mojones que tenía clavados por doquier;

antes esclava, ahora libre.

A muchos a Atenas, a nuestra patria fundada por los dioses,

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devolví, que ya habían sido vendidos, ilegal o

legalmente; y a otros que por la apremiante

necesidad habían huido y ya la lengua ática

no hablaban de haber errado por doquier;

y a otros, que aquí mismo sufrían vergonzosa esclavitud

y ante el talante de sus amos temblaban,

los hice libres. Esto fue lo que con mi poder,

ajustando fuerza y justicia,

llevé a cabo y lo cumplí como prometí.

Y leyes por igual para el villano y el noble,

aplicando una recta justicia a cada uno,

redacté. Pero si otro como yo hubiese cogido la pica,

un hombre insensato y codicioso,

no hubiera podido contener al pueblo. Pues si yo hubiese querido

lo que en su día agradaba a los adversarios

o lo que, a su vez, contra éstos los otros tramaban,

de muchos varones esta ciudad habría enviudado.

Por ello, mostrándome fuerte en todos los flancos,

entre muchos perros me revolví como un lobo.»

Se pueden distinguir en el fragmento dos partes claramente diferenciadas y

bien equilibradas. Ahora bien, como bien señala Fernández Delgado, ni siquiera el

equilibrio numérico parece ser fruto del azar, sino “el resultado de un cálculo

inconsciente pero practicado hasta en los menores detalles de la composición con el

fin de transmitir la idea de imparcialidad y justicia que el texto proclama”. Los vv. 1-15

comprenden la relación de algunas de las medidas que configuran la sisactía

soloniana (liberación de tierras, retirada de los mojones indicativos de hipotecas,

liberación de esclavos y repatriación de los vendidos en el extranjero), mientras que

los vv. 15-27 explicarían los criterios sobre los que se llevaron a cabo esas medidas:

posicionamiento en un límite intermedio entre las dos facciones y en las prebendas a

cada una de ellas; ni cadenas ni excesiva libertad para el pueblo; aplicación de una

recta justicia legislando para el noble y el villano; evitar el castigo en una u otra facción,

mostrándose firme ante ambas; y no dejarse llevar por el mal consejo o la ganancia

que sólo conduce a la perdición y a la guerra civil. De esta manera, “a las virtudes

esperables de un gobernante, autoridad, justicia y lealtad de palabra (v. 17), que han

sido expresamente indicadas en un primer momento, agrega ahora, sólo que de

manera mucho más indirecta, otras que sin ser menos características son más

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adecuadas a la particular coyuntura política, las de buen criterio, incorruptibilidad,

pacifismo, neutralidad y firmeza”.

En cuanto a los fragmentos en los que reconoce el fracaso de su política (fr. 9

«en asuntos capitales difícil es complacer a todos») y acusa a los atenienses por

haber permitido el advenimiento del régimen tiránico, es quizás el fr. 15 uno de los que

mejor ilustra la idea. Póngase especial atención sobre el reproche a los atenienses por

no haber visto en la petición de una guardia personal de Pisístrato “la clásica maniobra

del aspirante a tirano”:

Sol. fr. 15

«Si por vuestra villanía habéis sufrido penalidades,

no reprochéis a los dioses esa fatalidad.

Pues vosotros mismos los aupasteis al darle una escolta

y por eso sufristeis la villana esclavitud.

[…]

Miráis la lengua y las palabras de un embaucador,

y no veis nada de lo que sucede.»

Se conservan también algunos fragmentos de Solón menos vinculados desde

el punto de vista temático con su actividad como hombre público. En ellos se muestra

un espíritu aristocrático (cfr. el citado fr. 17), entregado al contexto simposiaco en el

que, a buen seguro, se desarrolló el grueso de su actividad poética y, como señala

Fränkel, convertido ya en claro exponente del optimismo propio de la cultura ática

emergente frente al espíritu cansado y decadente de los poetas de la Jonia asiática.

Con respecto a este último detalle, podría servir de ejemplo el fr. 26, ya mencionado,

en el que el poeta pide a Mimnermo que corrija sus versos y alargue la edad ideal de

la muerte hasta los ochenta años en lugar de los sesenta. El poeta insiste en la

supremacía intelectual de la vejez también en el fr. 28 («envejezco no dejando de

aprender muchas cosas») y en el fr. 23, donde reconoce que incluso en la novena

heptada de la vida (a los 63 años) todavía el hombre tiene fuerza espiritual. Vinculados

también al contexto y espíritu del banquete se conservan algunos fragmentos de lo

que se ha dado en llamar poesía “gastronómica” (frs. 32-34) y otros de tema erótico:

anima el poeta a disfrutar del amor de un jovencito o una mujer cuando llegue la edad

(fr. 18); muestra su inclinación por los muslos y la dulce boca de los jovencitos (fr. 16);

o cumple con el topos obligado de reunir en indisoluble conjunción las «gratas obras

de Afrodita, Dioniso y las Musas».

Por último, Solón no puede sustraerse a la tan arraigada tradición elegíaca y

yámbica jonia y, por ello, no faltarán en su obra fragmentos, algunos muy breves (frs.

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18-23, 35), de tono más pesimista o excéptico, sentencioso, gnomológico o sapiencial

que ayudaron a apuntalar la leyenda de hombre sabio de la que desde la Antigüedad

se hizo acreedor el poeta:

Sol. fr. 21 «Completamente velado para los hombres es el pensamiento de los inmortales.». Sol. fr. 22 «Decid al rubio Critias que preste atención a su padre; pues no obedecerá a un guía equivocado». Sol. fr. 19 «No hay mortal que sea feliz, sino que desdichados son todos cuantos el sol contempla».

2.3. Lengua y valoración poética.

Hay dos factores que han influido significativamente en la valoración literaria de

la poesía de Solón. El primero es compartido por el resto de los poetas líricos de

época arcaica y se trata de lo exiguo de la obra conservada (no en vano se admite que

la lírica arcaica es la gran perjudicada de la transmisión literaria griega). En efecto,

según transmite Diógenes Laercio, Solón escribió más de cinco mil versos, de los que

nos han llegado algo más de doscientos. Así pues, el crítico de la obra soloniana tiene

que estar dispuesto a asumir que ha de juzgar y sacar conclusiones sobre la pericia

poética del autor a partir del 4% de lo que presumiblemente compuso y, además, que

no sólo se enfrenta a un problema de cantidad, sino también de selección y

epitomización por parte de antólogos claramente interesados en facetas literarias muy

concretas del poeta. El segundo factor que ha entorpecido una valoración poética

neutra de la obra de Solón es que, debido a su particular contenido, ésta ha sido

objeto de estudio no sólo para filólogos, sino también para historiadores, filósofos,

analistas políticos, etc. Este interés atávico por cuestiones extraliterarias ha eclipsado

sin duda alguna el verdadero análisis poético, pero sobre todo ha legado a través de la

bibliografía al uso la sensación, muy bien expresada por Suárez de la Torre, de que

son composiciones “carentes de fuerza, en las que se acumula una sabiduría

convencional, más o menos común a otros textos contemporáneos, expresada de

forma monótona, y con una reiterada insistencia en la justificación de su actuación

política”. Nada más lejos de la realidad a poco que se profundice en los artificios

poéticos, estilísticos y hasta retóricos que colman la poesía de Solón.

En cuanto a la lengua, tradicionalmente se ha reconocido, no sin razón, que,

aunque se muestra menos apegado a la dicción homérica que alguno de sus

predecesores, Sólón se amolda a los cánones impuestos por la tradición elegíaca y

yambógrafa, siendo la lengua de sus poemas el jonio aderezado con algunos

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aticismos léxicos de nuevo cuño que finalmente habrían sido adoptados de forma

común por este dialecto. Sin embargo, Suárez de la Torre ha dejado demostrado que

los fragmentos conservados en papiro muestran una serie de rasgos fonéticos y

morfológicos aticistas que bien podrían denunciar una regularización de carácter

jonicista con el fin de adaptar la lengua a la tradición jonia predominante. Por otra

parte, pone de manifiesto también este especialista en lírica arcaica que Solón tiene

plena consciencia del poder de seducción de la palabra y por ello trata de imprimir en

la lengua de sus poemas la misma naturaleza armónica que a su teoría y práctica

política, logrando en ella un perfecto equilibrio entre lo común y lo individual y entre lo

panhelénico (en especial lo jonio) y lo específicamente ático. El poeta es, pues,

consciente del poder político de su ático materno y ello se refleja igualmente en la

innovación que supone la ponderación del elemento vernáculo frente al épico o jonio

literario.

Otra de las novedades de la poesía soloniana fue puesta de relieve ya por

Fränkel a propósito del fr. 30. Notaba el estudioso que el fluir de los versos discurría

como un gran parlamento de la tragedia clásica. Se trata, en efecto, de frases largas

que presentan un tema tras otro perfectamente ordenados, donde no hay formas

cíclicas, ni Ringkomposition, ni ninguna de las formas recurrentes propias de la

composición arcaica, sino una estructura progresiva. Sería, ciertamente, un fenómeno

novedoso en la literatura arcaica que anuncia lo que será el gran discurso de la

tragedia. En este mismo sentido, Suárez de la Torre ha llamado la atención sobre la

novedad que supone también la introducción de otros elementos dramáticos como, por

ejemplo, en el fr. 29 la presencia de una hipotética persona loquens, que en los versos

1-7 recogería las voces críticas con la gestión política de Solón. El estudioso conjetura

agudamente sobre la dramatización que, en el marco recitativo del simposio, habría

acompañado, a buen seguro, la ejecución de la pieza y las interesantes perspectivas

que esta hipótesis abre en la relación de esta modalidad poética con las grandes

piezas dramáticas del s. V.

Por último, y a raíz de esta última reflexión, no podemos dejar de hacer

mención de las circunstancias de ejecución de la poesía soloniana. Éstas han sido

certeramente resumidas y sistematizadas por Fernández Delgado en las páginas

finales de su estudio sobre el fr. 30 (36 W.), pero sus conclusiones son perfectamente

extrapolables al resto de la producción poética de Solón. Los poemas de Solón están

dirigidos a una audiencia ante la cual el dirigente pudiera justificar su gestión política,

sin renunciar a su condición de noble, por lo que difícilmente podría ser ante el pueblo

mismo. Así pues, es de suponer que el poeta presentara su trabajo ante un público de

su misma condición social y, sobre todo, de una posición política afín a la suya, es

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decir, partidarios de mediar entre el pueblo y la nobleza sin conceder excesivas

prebendas a aquél. Es bastante probable, por otra parte, que el marco de ejecución

fuera el simposio, el más importante órgano de difusión de la poesía arcaica elegíaca y,

como se ha postulado en los últimos años, probablemente también de la yámbica.

Corrobora esta hipótesis el hecho de que sólo un público formado y conocedor de algo

más que los rudimentos poéticos estaría capacitado para captar los artificios poéticos,

estilísticos y retóricos de los que se sirve el poeta-dirigente para convencer al auditorio

de la necesidad de las reformas políticas y sociales que pretende llevar a cabo o ha

ejecutado ya.

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3. SELECCIÓN BIBLIOGRÁFICA. EDICIONES Y TRADUCCIONES.

Las ediciones más modernas y cualificadas de los elegíacos siguen siendo la de B.

Gentili – C. Prato, Poetae elegiaci. Testimonia et Fragmenta (Leipzig 1988), por la que

citamos en este trabajo, y la de M. L. West, Delectus ex Iambis et Elegis Graecis

(Oxford 19892). Todos los fragmentos (no noticias indirectas ni testimonia) pueden

consultarse también en la edición Fr. Rodríguez Adrados, Líricos griegos. Elegíacos y

yambógrafos I (Madrid 19903), con la ventaja añadida de contar con la traducción.

ESTUDIOS.

MIMNERMO.

Barron, J.P. - Easterling, P.E., “Elegía griega temprana: Calino, Tirteo y Mimnermo” en

P.E. Easterling-B.M.W. Knox (eds.), Historia de la literatura clásica I. Literatura

griega (Madrid 1990 [Cambridge 1985]), pp. 152-155.

Esteban Santos, A., “Estructura y estilo en los fragmentos de Mimnermo sobre la

vejez”, EClás 89 (1985) 21-31.

--“”--, “El dos, el tres y el círculo, la forma y el contenido, la obra y la naturaleza”,

CFC(G) 6 (1996) 37-75.

Fränkel, H., “La burguesía jonia” en Poesía y filosofía en la Grecia antigua (Madrid

1993 [Múnich 1962]), pp. 202-207.

Garzya, A., “Ancora sulla ������������ di Mimnermo”, EM 21 (1953) 113-115.

Miralles Sola, C., “La poesia di Mimnermo”, Lexis (1988) 35-52.

Sanz Morales, M., “La cronología de Mimnermo”, Eikasmos 11 (2000) 29-52.

Suárez de la Torre, E., “El viaje nocturno del Sol y la Nanno de Mimnermo”, EClás 89

(1985) 21-31.

SOLÓN.

Aguilar, R. Mª, “Aristóteles, Ath. resp. 11-12, 1-2, Solón, Fr. 5 D.” en J. A. López Férez

(ed.), Desde los poemas homéricos hasta el s. IV d.C. (Madrid 1999), pp. 261-74.

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Domínguez Monedero, A. J., Solón de Atenas (Barcelona 2001) [reseñado en Tempus

31, 2002, 115 ss.].

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Fernández Delgado, J. A., “El yambo 36 W. de Solón” en J. A. López Férez (ed.), Op.

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