02 la mejor leccion aprendida

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El Heraldo Hispano 15 de Octubre de 2014 Página 7 LA MEJOR LECCION APRENDIDA Imparto clases de administración los días sábados. Esta experiencia, me ha resultado muy gratificante, porque las satisfacciones superan enormemente a las decepciones. En un intento desesperado por rescatar valores como la responsabilidad, la identidad, la familia y la espiritualidad, que se han ido perdiendo en nuestra sociedad, la Universidad ha emprendido un programa de concientización dirigida a los alumnos, para recalcar la importancia de estas virtudes con el fin de que logren integrarlas a su conducta. Además se les hace énfasis en que deben respetar y honrar a las personas de la tercera edad, ya que si Dios lo permite, algún día estaremos ocupando su lugar; nuestra tarea, como maestros, es recordarles que lo que hoy sembremos, eso inevitablemente cosecharemos mañana. En mis años como profesor he conocido cientos de jóvenes: algunos muy aplicados, otros que se esfuerzan mucho y sin embargo no obtienen los resultados anhelados; y también, hay aquellos que quieren pasarse de listos, con sus ocurrencias de todo tipo. Pero, la historia que les voy a contar hoy, no trata de alumnos que se hayan destacado por su alto rendimiento académico, sino más bien de uno que se distinguió por una actitud poco común: Jahiro Caxaj es un alumno promedio. Al inicio del primer semestre de este año, se integró a un grupo de trabajo, con algunos de sus amigos con quienes ya ha compartido varios años de estudio. Aparte de las investigaciones relacionadas con la asignatura, le asigno a cada grupo la tarea de que determinado sábado pasen al frente a platicarnos durante diez minutos sobre algún valor ético y lo relacionen creativamente con la importancia de dar al anciano el lugar que se merece en nuestra sociedad. Algunos narran experiencias del diario vivir con sus abuelitos, muestran algún video interesante, nos cuentan anécdotas alegres, tristes y hasta graciosas que les ha tocado vivir. Otros, se limitan a explicarnos aspectos relacionados con el cuidado de nuestros mayores y hasta ha habido quienes nos han dado lecciones de cómo las leyes de nuestro país garantizan la protección y el cuidado de nuestros viejitos. Aquel sábado, cuando fue el turno de Jahiro para exponernos sobre la familia y la importancia del adulto mayor. Sus compañeros y yo le prestábamos la atención que normalmente se le presta al tema, pero poco a poco su narrativa nos fue envolviendo en un extraño sentimiento de tristeza y compasión. “Decidí hacer algo diferente para ganarme los puntos que se otorgan por esta presentación, así que, después de pensar por varios días qué podía ser eso realmente diferente, llegué a la conclusión de que lo mejor era compartir un día con un anciano que yo conociera; que se notara que vivía en completa soledad y que todo lo que quisiera era ser escuchado por alguien”, nos contó el joven. Mi alumno encontró en doña Telma, una mujer viuda de sesenta y un años de edad, la persona ideal para compartir una fecha muy especial: el día de las madres. Aunque doña Telma ha trabajado duro para dar educación a sus tres hijos, desde que su esposo falleció hace treinta y seis años, se queja que éstos no le dedican tiempo, ni le prestan la atención que ella quisiera. Aun así es feliz de ver a sus hijos convertidos en hombres responsables que se preocupan de atender sus necesidades económicas. Aquel diez de mayo, fecha en que se celebra a las madrecitas en Guatemala, el joven fue temprano al supermercado en busca de algunos abarrotes. También pasó al mercado de su colonia a conseguir verduras para preparar y compartir con doña Telma un delicioso almuerzo, acompañado de una sana ensalada. Cuenta nuestro amigo que el ver la expresión de alegría en el rostro de aquella humilde mujer, después de escucharla y atenderla, es algo que nunca se imaginó. Confiesa Jahiro que “es un proyecto que en realidad no lo quería realizar, pero decidió hacerlo por la calificación. Después de hacerlo, sinceramente ya no me importaron los puntos, porque disfrute ir al mercado y cocinar la comida favorita para esta persona tan especial, doña Telma”. Aquel sábado aprendimos la mejor lección que un administrador debe saber. Pregonamos que el recurso más valioso en este mundo es el tiempo y que debemos aprovecharlo al máximo, con lo cual estoy totalmente de acuerdo; pero lo que solo se aprende en la universidad de la vida es que invertir unas horas con las personas que nos necesitan es la inversión más rentable que podemos hacer, porque recibimos a cambio satisfacción y felicidad. "Mi alumno encontró en doña Telma, una mujer viuda de sesenta y un años de edad, la persona ideal para compartir una fecha muy especial: el día de las madres. Aunque doña Telma ha trabajado duro para dar educación a sus tres hijos, desde que su esposo falleció hace treinta y seis años, se queja que éstos no le dedican tiempo, ni le prestan la atención que ella quisiera..."

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El Heraldo Hispano 15 de Octubre de 2014 Página 7

LA MEJORLECCION APRENDIDA

Imparto clases de administración los días sábados. Esta experiencia, me ha resultado muy gratificante, porque las satisfacciones superan enormemente a las decepciones. En un intento desesperado por rescatar valores como la responsabilidad, la identidad, la familia y la espiritualidad, que se han ido perdiendo en nuestra sociedad, la Universidad ha emprendido un programa de concientización dirigida a los alumnos, para recalcar la importancia de estas virtudes con el fin de que logren integrarlas a su conducta. Además se les hace énfasis en que deben respetar y honrar a las personas de la tercera edad, ya que si Dios lo permite, algún día estaremos ocupando su lugar; nuestra tarea, como maestros, es recordarles que lo que hoy sembremos, eso inevitablemente cosecharemos mañana. En mis años como profesor he conocido cientos de jóvenes: algunos muy aplicados, otros que se esfuerzan mucho y sin embargo no obtienen los resultados anhelados; y también, hay aquellos que quieren pasarse de listos, con sus ocurrencias de todo tipo. Pero, la historia que les voy a contar hoy, no trata de alumnos que se hayan destacado por su alto rendimiento académico, sino más bien de uno que se distinguió por una actitud poco común: Jahiro Caxaj es un alumno promedio. Al inicio del primer semestre de este año, se integró a un grupo de trabajo, con algunos de sus amigos con quienes ya ha compartido varios años de estudio. Aparte de las investigaciones relacionadas con la asignatura, le asigno a cada grupo la tarea de que determinado sábado pasen al frente a platicarnos durante diez minutos sobre algún valor ético y lo relacionen creativamente

con la importancia de dar al anciano el lugar que se merece en nuestra sociedad. Algunos narran experiencias del diario vivir con sus abuelitos, muestran algún video interesante, nos cuentan anécdotas alegres, tristes y hasta graciosas que les ha tocado vivir. Otros, se limitan a explicarnos aspectos relacionados con el cuidado de nuestros mayores y hasta ha habido quienes nos han dado lecciones de cómo las leyes de nuestro país garantizan la

protección y el cuidado de nuestros viejitos. Aquel sábado, cuando fue el turno de Jahiro para exponernos sobre la familia y la importancia del adulto mayor. Sus compañeros y yo le prestábamos la atención que normalmente se le presta al tema, pero poco a poco su narrativa nos fue envolviendo en un extraño sentimiento de tristeza y compasión. “Decidí hacer algo diferente para ganarme los puntos que se otorgan por esta presentación, así que, después de pensar por varios días qué podía ser eso realmente diferente, llegué a la conclusión de que lo mejor era compartir un día con un anciano que yo conociera; que se notara que vivía en completa soledad y que todo lo que quisiera era ser escuchado por alguien”, nos

contó el joven. Mi alumno encontró en doña Telma, una mujer viuda de sesenta y un años de edad, la persona ideal para compartir una fecha muy especial: el día de las madres. Aunque doña Telma ha trabajado duro para dar educación a sus tres hijos, desde que su esposo falleció hace treinta y seis años, se queja que éstos no le dedican tiempo, ni le prestan la atención que ella quisiera. Aun así es feliz de ver a sus hijos convertidos

en hombres responsables que se preocupan de atender sus necesidades económicas. Aquel diez de mayo, fecha en que se celebra a las madrecitas en Guatemala, el joven fue temprano al supermercado en busca de algunos abarrotes. También pasó al mercado de su colonia a conseguir verduras para preparar y compartir con doña Telma un delicioso almuerzo, acompañado de una sana ensalada. Cuenta nuestro amigo que el ver la expresión de alegría en el rostro de aquella humilde mujer, después de escucharla y atenderla, es algo que nunca se imaginó. Confiesa Jahiro que “es un proyecto que en realidad no lo quería realizar, pero decidió hacerlo por la calificación. Después de hacerlo, sinceramente ya no me importaron los puntos, porque disfrute ir al mercado y cocinar la comida favorita para esta persona tan especial, doña Telma”. Aquel sábado aprendimos la mejor lección que un administrador debe saber. Pregonamos que el recurso más valioso en este mundo es el tiempo y que debemos aprovecharlo al máximo, con lo cual estoy totalmente de acuerdo; pero lo que solo se aprende en la universidad de la vida es que invertir unas horas con las personas que nos necesitan es la inversión más rentable que podemos hacer, porque recibimos a cambio satisfacción y felicidad.

"Mi alumno encontró en doña Telma, una mujer viuda de sesenta y un años de

edad, la persona ideal para compartir una fecha muy especial: el día de las madres.

Aunque doña Telma ha trabajado duro para dar educación a sus tres hijos, desde que su esposo falleció hace treinta y seis años, se queja que éstos no le dedican tiempo, ni le prestan la atención que ella

quisiera..."