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ejércit
REVISTA ILUSTRADADE
LAS ARMASY SERVICIOS
NUM. 33
.
OCTUBRE. 1942
SUMARIO
Sobre la cooperación.
Coronel Alamán. —
La forma física.
Capitán Ynglés. —
Las Orde
nanzas.
Capitán López Sánchez. —
Tiró de costa: Corrección del tiro en las baterías de
largo alcance. Teniente Coronel Pérez Sánchez- Osorio. ¿Qué es una dirección de tiro de
costa? Comandante Martínez Lorenzo.
—
El sentido español y militar de Sancho. Reivindi
cación.
Capitán Jurídico García Rodríguez.
Para una psicología del combatiente.
Capitán
Martínez Bande. —
El Arma
Química
y la Táctica.
Teniénte Coronel De Dueñas. —,
El
Grupo de reconocimiento. Capitán Pagés.
—
Cosas de antaño. General Bermúdez de Castro.
Accidentes en las municiones.
Teniente Coronel Manilas. —
Morteros de 81. Ejecución del
tiro.
Teniente Coronel Rodríguez Cano. —
Vacuna y vacunación.
Capitán Piédrola. —
Ser
vicio de escucha radioeléctrico.
Capitán Pardo.
—
Información.
—
Bibliográfica.
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PSe,.
PRECIOS DE ADQUISICION
Paro milirore,.en suscripcióncolectivapor intormedio.del Cucro. 3,00
Poro militare,, en ssscripcióndirecto por trimestre,odelantados. 3.25
Poro ol pCsbhcosrmgeneral (por semestresodelarttodo,14,50
Estronjero6,50
mero suec5,50
TARIFAS DE ANUNCIOS A DISPOSICIO’NDE LOS ANUNCIANTES
Correspondencia sobre colaborociórt:al DIRECTOR
Correspondenciaodministrotiva al Comandantedo Infogteria CAMILOVISEDOALBORS
edoec(ón y Admrnistración, MADRID, Alcalá, 13,
Teléf ano 25254 • Correspondencia.Aportado d* Correos37
‘jeícito
ruth/ui
iIuIruiuIui
III’Iui 111’11141ff/erhifio,.
DI,.ctors ALFONSO FERNÁNDEZ
Ceros.;
doE.Se.
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$OQE LA
E Nla contienda de
1914-1918,
la guerra de pósicio
nes, contraria a las doctrinas que uno y otro bando
sustentaban a sus comienzos, no tardó en adquirir ca
rácter de endémica, fracasando cuantas tentativas se hi
cieron con propósito de volver a la guerra de movimiento,
única capaz de conducir militarmente a resultados decisi
vos. La maniobra resultaba imposible si no iba precedida
de una dura y difícil acción de ruptura frontal, que ñunca
llegó a feliz términó en tierras frañcesas, donde, sin duda,
estaba la solución militar del conflicto. Ninguna acción
ófensiva prosperó allí lo necesario y suficiente para tras
poner el marco táctico; más o menos tarde, el ariete del
ataque terminó humillándose ante la coraza de una de
fensa con clara noción de la profundidad.
No es, pues, de extrañar que fuese aumentando el nÚ
mero de lós que creían la defensiva superior a la ofensiva,
sobre todo cuando entre las fuerzas de los’ dos adversa-
nos (hombres, armas y moral) existe cierto equilibrio.
Secuela natural de dicho concepto fué ‘la marcada ten
dencia, en los primeros tiempos de la postguerra, nó sólo
de aumentar la fabricaciÓn y rendimiento de las armas
de defeisa, sino de construir líneas fortificadas perma
nentes de proporciónes gigantescas, cual la Maginot, que
pregonaban una aspiración de’seguridad basada en la de
fensiva, o de preconizar la ‘guerra’ de bloqueo, que era
tanto como excluir la decisión militar.
Mas no tardó en sobrevenir la controversia y pesar
seriamente en los ánimos la voz y el voto de quienes
creían factible restablecer la guerra de movímiento, des
pojando a la defensivá de su inmerecido, cetro. Este cri
terio trajo consigo el afán de disponer de armas’ y de me
,dios netamente ofensivos, capaces de imponerse a los de
defensa. Como es natural, los ojos,se volvieron entonces
hacia aquellos elementos y métodos nacidos al calor de
la Gran Guerra, que, posibles crisálidas de nuevas for
,mas estratégicas y tácticas, parecían ser indicadores del
buen camino hacia el logro, anhelado de la vuelta a la
libre acción, es decir, a la maniobra de estilo y a las ba
tallas clásicas. En tal sentido, el arma aérea y los carros
de combate tenían rango de primeras figuras; la moto
rización era una valiosa promesa; otros elementos podían
completar el elenco bélico.
Pero, como sucede siempre que lo nuevo alumbra, sur
gieron apreciaciones rabiosamente particularistas: viene
la époáa jalonada por Douhet, que, encerrando su punto
de vista en el marco estricto de las condiciones geomili
tares de, su Italia, ve en la Aeronáutica el arma capaz de
decidir por sí misma; y Fuller pronostica que la estabili
dad sería vencida apocalípticamente por ingentes escua
dras de blindados terrestres. Estas dos’teorías tan dis
pares acabarán uniéndose como consecuencia de tercera
idea en discordia, según la cual un conjunto armónico
de aviones y carros
—
fuerza ofensiva y móvil
—
daría
al traste con la fuerza defensiva y estacionária.
Mas ello no significa cese de la pugna entre las armas
-
‘de ataque y las de defensa, qúe mejoran simultáneamente;
pues ,no sólo se juzga atrevida en demasía la decisión de
renunciar a la guerra de posiciones, sino que se considera
necesario seguir valiéndose de ésta, aunque respondiendo
a un plan preconcebido de economizar unidades y mediospropios, fijar fuerzas’ del enemigo o cerrarle el paso a de-
terminada regiones.
Por otra parte, no puede tampoco asegurarse que el
poder ofensivo de los medios, de combate modernos haya
conseguido un predominio rotundo sobre el de los de de
fensa; los resultados que los alemanes han -conseguido y
consiguen actualmente contra los ataques rusos, son
buena prueba de que la defensiva puede ser todavía muy
fuerte y eficaz.
‘
«Realizando el’ maridaje antedicho, aun ,no se había
llegado a la verdad, de gestación ‘siempre laboriosa, por
que el hombre, en su individualismo vanidoso e intransi
gente, hijo a veces de la sobérbia, se resiste a aceptarla.
Pero una vez más, siguiendo eterna ley, la verdad acabó
imponiéñdose: el arma aérea carece aún de la condición
esencial de permanencia;, carros y aviones pueden des
truir, pero no aniquilar totalmente a un enemigo ven
cido, y menos aún ocupar el terreno. La acción indepen
diente de dichas dos armas, que además habrían de em
plearse sin límites, no da la solución soñada; se hace
evidente que es indispensable la intervención de otros
elementos de lucha: Unidades de Infantería motorizada
o transportada, con ,refuerzo de Artillería y ZapadGres,
orgánicamente unidas o no a los carros de combate, y
contando con la ayuda directa o indirecta de la aeronáu
tica, y en colaboración éstrecha coñ Unidades acorazadas-
especiales, se cónsidera como el complejo capaz, pcir su
armonía, y eficacia, de, poder llevar la lucha a campo
Coronal de IntentarlaALAMAN, del S. de E. M.
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libre. No cabe renunciar a- la Infantería si se quiere triun
far, aprovechar el efecto de las armas, conquistar térreno
y mantenerlo ocupado.
La Infantería afirma y ratifica así sus viejos fueros,
que pareció estar a punto de perder; aunque modificada
su organización, que afecta a su estructura, la batalla
continúa reclamando imperiosamente su presencia en
ella, precedida unas veces de los mastodontes de acero,
comó en Polonia y en la primera fase de la- batallá del
Oeste, desarrollándose otras el ataque en forma inversa
ala anterior, rompiendo las D. 1. la defensa para abrir
paso -a las blindadas, que, persiguiendo entonces sin tre
gua al enemigo, acaban de desarticularlo y, si cábe, des
truirlo, aspiración suprema; así suele suceder ahora en
Rusia, igual que antes había ocurrido en la segunda fase
de la campaña de, Occidente y en el teatro balcánico,
-
donde el terreno condicionó de manera especial el em
pleodel arma blindada, en tiempo, lugar y modo, con
virtiendo- en realidad la advertencia qúe, al iniciarse la
ofensiva contra Yugoeslavia, hiciera un eminente crítico
alemán: “Los medios mecanizados del Reich no habían
-
sjdo creados para planchar sistemas orográficos-”, frase
de la cual los españoles debemos tomarbuénanota.
Elemento preponderante en todas las operaciones ha
sido la Infantería, en su forma clásica-y en su especialidad
alpina: -Divisiones de Infantería normales y de montaña.
fueron, por ejemplo, las que irrumpieron en Yugoslavia,
salvan do su frontera• con Alemania; alpinas, las primeras
que asomaron a los golfos de Salónica y Orfani, y tam
bién las que izaron la banderá de la cruz gamada- en las
cumbres del Olimpo; poco después, la ocupación de las
célebres Termópilas, lograda merced a un esfuerzo extra
ordinario de los cazadores alpinos del Reich, abre el ca-
mino de Atenas a las demás tropas alemanas. Y son mu
chos los nombres del teatro de guerra oriental a los qüe
encontramos asociada en primer término la acción de
grandes Unidades normales, entre las que brilla con luz
. -
propia nuestra División, honra y orgullo de España.
Yla llamada Infantería del aire (lo genérico no pro-
viene precisamente del medio de transporte, sino de la
ulterior acción del transportado), desde el momento en
quearriesgadamente pone pie en el suelo, se convierte de
hecho en Infantería pura, pese al matiz orgánico de aqué
•
lla, que no desvirtúa su coincidencia específica con-la
deabolengo terrestre. La existencia y empleo de esta jo-
vény ya gloriosa Infantería del aire da asimismo idea de
- cooperación
particularizada en edte caso en la Aviación,
-
que, salvando obstáculos naturales y artificiales, tras de
positar o dejar caer a los •infantes en lugar prefijado,
los apoya y protege luego durante el cumplimiento de
-.
sus misiones: formar una cabeza de desembarco sobre
costa enemiga; empleo en el flanco y retaguardia del ad
- -
versario para ocupación de puntos importantes (acción
ofensiva y defensiva a la vez) o cortarle la retirada;.des
trucciónde obras, etc.
-
Ladefensiva presenta análogo complejo de acciones,
oportuna y pondéradamente coordinadas en intensidad,
tiempo y espacio: las Divisiones normales de resistencia,
bien pertrechadas de armás y medios a propósito, aguan-
-
-
tan la embestida enemiga; llegado el momento, s lan
zado al contraataque, cu’o núcleo principal estará a me---
•
nudo constituidO por Unidades blindadas; la Aviación
participa activamente antes, durante y después de la ba
-
talla, observando el campo contrario, cerrando el acceso
-
al cielo propio y atacando objetivos terrestres (tropas,
servicios, comunicaciones, etc.). Buena y reciente prueba
de ello nos la ofrecen las actuales operaciones del nordeste
africano, donde lementos de tierra, mar y aire actúan
conjuntamente en armónica combinación.
Al acabar el conflicto español, una opinión alemana
condensó como sigue la enseñanza de él obtenida: “Exi
tos apreciables
-
püeden siempre alcanzarse si se logra
una cooperación estrecha de todas las armas alrededor
-
de lalnfantería,-hasta lograr con ello el máximo efecto
posible de fuerza. Cumpliendo este requisito- preliminar
el atacante ha podido lograr económicamente resultados
de importancia.”
- -
-“La continuidad del movimiento depende de que se
mantenga la continuidad de la cooperación de las armas
y de que no se interrumpan los servicios.”
“En el futuro, esta regla deberá formar la base de
todas las reflexiones. Sólo podrá existir progreso efectivo
•
cuando una voluntad firme y autorizada sepa suprimir
enérgicamente cualquier empeño de las Armas para pro
ceder con independencia, es decir, si esta voluntad sabe
obligar al arma aérea y a la blindada a encuadrarse en
la mencionada acción de conjunto”
-
- “Si se logra organizar una fuerza aniquiladora y pene
trante,y se consigue a la vez la continuidad y la coopera
ción más amplia y absoluta, la guerra contará con proba
bilidades para encontrar el camino de la libre acción que
lleva a la decisión por la batalla; de lo contrario, se im
pondrá fatalmente la lucha de posiciones fuera del ám
bito castrense; la desmoralización será la que decida.”
La guerra actual da fe de qüe, hasta la.fecha, la actua
ción de los Ejércitos del Eje responde con fidelidad a di
cho criterio.
Reconociendo, sin regateos, a la Aviación su indiscu
tible autonomía para ciertas misiones, como son las de
acción a larga distancia y la lucha por el dominio del
aire, puede asegurarse que, desde el punto de vista téc
nico, es posible prolongar, sin lagunas, el movimiento
ofensivo, merced al adecuado
-
empleo de la motorización
y mecanizació.n estrechamente coordinadas entre sí, y
contando con el apoyo directo del Arma aérea, llamada
con frecuencia a colaborar íntimá y directamente en las
operaciones terrestres, actuando sobre toda la superficie
en la cual combaten los Ejércitos de tierra.
Lo expuesto puede resumirse en una palabra que por
sí sOla tiene el más alto valor de doctrina y de necesidad:
cooperación,
que entraña idea de sincronismo audaz e
inteligente, aunque no de uniformidad,
-
por aquello de
que, al decir de Moltke, en la guerra lo que evolucione
será lo que persista, adaptándose la forma a la circuns
tancia y manteniendo al enemigo en la duda del modo,
y también porque quien aspira a lograr éxitos decisivos,
debe estar capacitado para tomar resoluciones audaces,
sin temor a fracasos parciales.
Cooperación, pues,-sin usura ni particularismo, m4xime
cuando hoy cabe dominar rápidamente considerables ex
tensiones de terreno, al ganar, como no podía sospecharse,
la acción en profundidad y la maniobra en posibilidades.
Día tras día, los partes de la actual guerra europea
constituyen testimonio elocuente de que la cooperación
se realiza en grado superlativo, demostrándose a través
de ellos que, hoy por hoy, si se quiere merecer y conseguir
rápidamente la victoria, es más indispensable que nunca
aunar los esfuerzos en aire, mar y tierra, formando apre
tado haz el espíritu, la inteligencia y la voluntad.
-
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Cierto es que todo el mundo tiene el íntimo convenci
miento de la trascendente necesidad de la cooperación,
sin otra tasa que la natural. Los reglamentos, las órdenes
y las instrucciones la incorporan más o menos explícita
mente a sus textos bajo formas diversas, a fin de coordi
nar todos los esfuerzos con vistas a fines comunes. Pero
el cumplimiento estricto de tales prescripciones no es,
en realidad, más que una parte de la verdadera coopera
ción; el espíritu debe completar la letra, haciendo que,
ya se trate de individualidades, ya de formaciones o de
Armas, se anulen los compartimientos estancos y se ma
nifieste espléndida la generosa y firme voluntad de ayuda
mutua, de acuerdo con las misiones y situaciones del mo
mento; el interés general, único a considerar, así lo exige.
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BIBLIOTECA MILITAR PARA EL OFICFAL
MANDADA PUBLICAR POR O. DE 20 DE NOVIEMBRE DE 1940. D, O. NÚM. 267.)
Ha publ.ic.ad9 en Septiembre
LA .DIVISION. - Empleo táctico.
Coronel Torrente.
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T. Coronel González de Mendoza.
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Escuela de Estadd Mayor, exponen los principios, procedimientos y métodos de acción en el empleo de las dos Grandes
Unidades normales básicas en la constitución de los Ejércitos actuales. La lectura y meditación de estas óbras es indis
pensable para orientarse y comprender bien el confuso panorama del campo de batalla. Escritas con criterio moderno y
bajo la preocupación de las armas áctuales, seducen también al lector por su estilo original, claro y agudo. Son obras que
interesan a’todos los oficiales. No es posible el uso y desarrollo inteligente de la iniciativa sin una clara conciencia del con
junto y de las doctrinas, ideas y principios conque el mando se informa en el reparto de misiones en sus unidades.
PRiMERA SECCION (Tratados extensos de’téc
nica militar):
La División. Empleo’ tdctico.—Coronel de Infan
tería Emilio Torreote Vázqoez, del Servicio de
Estado Mayor. Precio: 7 Ptas.
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zo (D. Vicente). Precio: 8 Ptas.
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te Fuciños. Precio: 6 Ptas
Farmacia. Servicio de Campaña.
—
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-
Peña. Precio: 6 Ptas.
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dante Mateo Marcos. Precio: O Ptas.
6-
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LA
FIfiCA
apitán de Infantería
FEDERICO YNGLES.
de la Escuela de E. F.
NO confundiendo la educación con las llamadas formas
sociales
—
aunque, naturalmente, necesitemos de
éstas en forma perentoria para an dar entre nuestros
semejantes—, sabemos que aquélla es:
Según Denzel: Desenvolvimiento armónico de las facul
tades físicas, interectuales y morales.
Según Platón: Dar al cuerpo y al alma toda la bellera
y perfección de que son susceptibles.
Según Herbart: Afte de edificar, construir y dar las for
mas necesarias.
-
• Según Spencer: Preparación para
vivir
la vida comple
ta. Así expresada, se compone o se divide la educación
en: Educa,ción física, Educación intelectúal y Educación
(ética o de la voluntad; moral, estética o del sentimiento,
y religiosa).
La física se propone tres fins:fisioMgica o de desarrollo;
figiénica’o de previsión de toda perturbación de la salud,
y estética o de belleza.
El fin de la educación intelectual está en conseguir del
educando el mayor desarrollo posible de todas sus facul
tades naturales, intentando
que
el alumno alcance lo que
ordinariamente llamamos cultura; ha de ser, tanto “inten
siva”, que va a desarrollar una determinada capacidad,
cuanto “extensiva”, que da al educando cuantos conoci
mientos son indispensables para su vida.
La formación teórica, exclusivamente verbalista, que
vuelve la espalda a toda experiencia y toda destreza, lejos
de poder ser llamada eduçación intelec
tual, puede considerarse como el peor obs
táculo para la consecución del fin que di-
cha educación se propone.
El fin de la educación ética es el des
arrollo de la voluntad, una voluntadfuerte,
madre de todas las virtudes individuales,
una voluntad buena, que engendra aún
otras virtudes más elevadas, las que tie
nen por fin el bienestar de nuestros seme
jantes. El fin de la educación estética o
de los sentimientos es, según Barth, la.
propia perfección y la felicidad ajena.
Alguien ha dicho qtie los sentimientos go
biernan al mundo; y aun cuando no sea
absolutamente exácto, no se puede negar
que los sentimientos dan nobleza y dig
nidád a la vida, y que las mismas ideas
se elevan y ennoblece,n cuando descan
san sobre sentimientos cul
tivados.
No puede, pues, eviden
temente, existir educación
cuando, falte una de estas
partes del todo. La ley de
c
..
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4,
t
7..
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2)
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7.2’
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-:
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la universalidad puede condensarse así: “La edu
cación debe desenvolver todas las facultades hu
manas”; es decir, ha de atender al desenvolvi
miento de las facultades físicas, las morales, inte
lectuales, estéticas’y religiosas; o, lóque es lo niis
mo, ha de ser ntegr’al.
Tiene su fundamento esta ley, por una parte, en
la unidad del hombre en su triple aspecto: físico,
psíquico, psicofíico; si todo en el hombre es. uno,
y todas sus partes están tán íiitimamente relacio
nadas que jamás llegan a romper esa unidad, la
• -
educación habrá de atender a todas ellas, sin din-
• girse exclusivamente a unas1 con perjuicio evidente
de las otras.
El medio de educación por excelencia es el ejer
cicio; ejercitar al discípulo según los principios del
método es eL camino o medio para realizar el fin.
Sólo mediante el ejercicio conseguiremos el des
envolvimiento de las! potencias del educando.
Según sean éstas, así será aquél; es decir, que el
ejercicio debe proporcionarse a la capacidad del
educando. Si el ejercitio es menor que su capad-
-
dad, no se perfecciónará y será, por tanto, inútil;si es mayor, en cambio, podría sobrevenir el!ago
taniiento. Tiene un límite el ejercicio, y es la fati
ga; debe, pues, llegarse hasta ella, pero sin exce
derse, p9rque se expondría el educador a poner en
grave peligro la salud del edu’cañdo.
Para determinar la cantidad dé ejercicio, se tra
tará d&que éste sea excitante, para lo cual habrá
de tenerse presente que: lo qUeno fatiga, no educa;
-pero llevando sumo cuidado de no rebasar el limite
de la facultad, ya que entoncés sobrevendría el
agotamiento.
-
Hay un errór extendidísimo que supone laedu
cación física ligada
á
las estampas de esos artistas
circenses que nos asustan con sus feas hipertrofias;
- y presuponeñ que para practicar y adquirir la edu
cación física se précisan enormes pesas, grááiles
trapecios, torturantes anillas, absurdas paralelas,
y que algún día nos veremos vestidos con unas feas
-
mailas y llenos de medallas, llegando
a
romper
entre nuéstros dedos deformes perras gordas. La
educación física es algo más, y muchísimo menos
que esto: es algo más bello, es algo más útil que
no nos! va a obligar a hacer títeres, ni muchísimo
menos. , -
Señalo de intento que la educación físicaes algo
más, porque necesitamos, en primer lugar, un
•cuerpo; esto es,un recipiente, en donde ir después
desarróllando el intelecto e inculcando la moral
pura y sana, que es, en fin de cuentag, la gran razón
de existencia y el .mo4o de encaminarnos recta
mente al f in para que fuimos creados.
• Pudiera creerse que se desprende de esto una
preponderancia del cuerpo sobre ‘el- espíritu, que
nos llevaría a una adoración de aquél, a un con
cepto pagano de la vida: nada más lejos de nuestro
ánimo; y corrobora nuestra opinión la de un- célé
bre Cardenal, el Cardenal Cayetano, de no dudosa
buena intención, que decía: “A cuerpos mejores
corresponden evidentemente mejores almas.” Ve
mos, por ello, que esto no nos separa, el crear un
cuerpo sano y lo más perfecto posible, del fin que
perseguimos en la Tierra.
Conocidísimo es el aforismo de que la fun&ón
crea el órgano, y que la función mejora y pdfec
ciona el órgano creado; viendo, por ello, la nece
sidad de una ponderación de todas nuestras fúnciones., para el buen funcionamiento del conjunto.
- El organismo humano está constituído por un
conjunto de’ sistemas en los, que, por una debida
ponderación funcional, llegamos a obtener un con
junto armonioso y perfecto, sin preponderancias
de unos sobre otros que nos hagan olvidar algunos
para dedicar atención preferente a ls otros.
A primera vista parece que la educación física
presupone que debemos dar una preponderancia
al sistema muscular sobre todos los demás, y que
su fin es crear “hermosos” tipos de cargadores de
muelle o buenos mozos de cuerda, que nada tienen
que ver con un individuo educado físicamente;
antes bien, aquéllos son la negación del procedi
miento, ya que la educación física, pretende lograr
el individuo fuerte, que no tiene ninguna relación
con el forzudo. Aquél es el que logra una
perfectaS
armonía funcional que le hace apto para afrontar
las más variadas y duras pruebas de la vida, con
la mayor capacidad de resisténcia y alegría; y ‘ne
cambio, el forzudo puede llegar a levantar un gran
peso muchísimas veces o a empujar y transportar
grandes fardos; pero algunas de sus grandes fun
cionés pueden llegar a ser francamente malas y a
poner en’ serio peligro la integridad de ese muscu
loso conjunto.
El sistema muscular debe, pues, tener una acti
vidad prudente dentro del ‘conjunto del organis
mo, ni tan pequeña que produzca la atrofia, ni tan
grande que lo hipertrofie; debe ser un ponderado
término medio que produzca la -función para la
que fué concebido; per.o eso sí, sin dejarle nunca
en un reposo exagerado que debilite su función,
ni en una actividad tan exagerada que nos lo des
gaste y nos lo arri4ne.
En nuestra profesión, en que es tan indispensa
ble el constante ejemplo en todo; en nuestros res
pectivos empleos debemos -dar una permanente -
prueba dé un dinamismo sin límite; nuestra profe
sión es profesión de campo; campo es actividad
física coústante, es aguantar malos tiempos, es
estar expuesto a viento, nieve, frío y calor; y todo
ello sin merma de nuestra integridad exterior, que
nos permita en cualquier momento y en cualquier
condición ‘el cúmplir con nuestra alta y delicada
misión.
-
Por ello precisamos mantenernos en una for
ma de actividad constante que nos dé dinamis
mo permanente, alegría a nuestros, actos, ejem-
8
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• -U.. • .... -
4
1
1 .
pb para nuestros subordina
dos, que no podrán murmu
rar de fatigas, durezas y pri
vaciones si el que es más las
da cima con facilidad.y ente
reza.
A esta forma física se le da
una importancia grande çn to
das las naciones, hasta el punto
de que en un cierto ejército su
cedió, ya hace muchos años,
que como festejo de inaugura
ción de un curso académico se
incluyó un partido de hockey
entre profesores de los que
constituían la plantilla dci ci-
tado Centro docente, que no
era un especialista-en estas dis
¿iplinas, ni muchísimo menos.
Y es tal la importancia pie
se da al mantenimiento de la
forma física, que sé del caso de
un Çomandante que volvió al
serviéio activo después de mu
cho tiempo de supernumerario
y de vida que no respondía a
las necesidades castrenses, y al
presentarse a su Coronel, éste
le recibió con la siguiente con
sideración: “Me extraña, mi Co
mandante, lo descuidado que
se encuentra; está usted gordo
y ya no parece militar; espero
que pronto tomará el aspecto
que merece el réspeto a nuestra
profesión.”
En mi visita a la Academia
Militar de Kalsberg (Suecia),
que está en las afueras de Es
tocolmo, que es un modelo de
sobriedad, hay un magnífico
gimnasio de grandes proporcio
nes, en el éual la actividad es
constante;- y presenciando yo
una
lección de ejercicios de
aplicación militar, tan magní
ficos y fuertes éran, que yo,
que acababa de recorrer el
país y en el que había pre
senciado cosas que • parecían
increíbles, cosas inesperadas en
límite de posibilidades huma
nas, y que lógicamente no- de
bía asustarme de nada, al ver la dureza de aque
llos ejercicios, que excedían, a mi parecer, de los
límites prudenciales, a pesar de observar la mag
nífica constitución física de aquellos aspirantes a
Oficiales, al hacérselo observar al Coronel Director,
que amablemente dirigía mi visita, me dijo: “Tenga
r
-
-
usted en cuenta que éstos son militares.” Y esto,
en un país que no es militarista, que no hace ape
nas de esto una profesión y en que una gran parte
de aquellos muchachos no sigue la carrera de las
armas, sino que después de ejercerla por algún
tiempo, pasan a la reserva para. no gravar a su
/
9:
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país y que éste .pueda tener-un ejército eficiente
con poca gente en activo. Y todo ello también, y
no es cosa de olvidárlo, en un país en qué la acti
vidad física es mantenida a lo largo de toda la
vida, y llega la necesidad de
tina
prudente activi
dad física a constituir una segunda naturaleza.
Nosotros podremos tolerar al que sea gordo, por
causas que sean ajenas a él mismo, bien por coñs
titución especial congénita o por alguna causa que
• -
se adentre en la Patología; pero de ninguna manera
al que lo sea por falta consciente de actividad físi
•
ca, que le permite soportar en las mejores condicio
nes una buena serie de partidas de chamelo o corre-
lativa en una atmósfera nauseabunda de un mal-
-
oliente café; pero que es incapaz de montar a caba
llo, correr, saltar, nadar, marchar por ‘montaña y
de llegar a ser, sin discusión, el primero de su Uni
dad’en cualquier momento, y su guía y conductor.
Con aire libre, alimentación sana y actividad
prudente, las célebres’ tres aes, se logra’ un mante
nimiento físico suficiente para el cumplimiento de
nuestra ruda, agradable y sagrada misión, yi que
tampoco se vaya a caer en el extremo de creer que
pretendo hacer de cada Oficial un perfecto atleta,
un bruto olímpico de la antigüedad, pues nada más
lejos de nuestra misión que esa aberración que
su
poñdría ‘la preponderancia física sobre las cualida
des intelectuales y morales, que’en nosotros,.a fuer
za de tener’valor, llegan a no tener precio. Sí quiero
presentarlo como un buen y necesario derivativo
fisiológico de las largas horas de
vigilia
sobre los
intrincados problémas que la vida nos va poniendo
en el cumplimiento de la profesión más compleja de
cuantas se conocen, porque requiere más fe, más
capacidad, más preparación constante y más sacri
ficio que ninguna -otra; ya nos-dijo Jesucristo que
-. al que da con gusto la vida por sus hermanos, no
puede pedírsele más.
De’todos es de sobra conocido que en paz y en
guerra rinde más. el que más resiste a la fatiga,
pues si se tiene muy buen deseo y la constitución
física no responde, no es posible humanamente
hacer nada que no- sea descansar y reponerse.
Desgraciadamente, la edad, con el inexorable avan
ce del tiempo, nos ‘impone sevidumbres dolorosas
que acaban con el espíritu mejor templado. Contra
este avance de las
nieves
del tiempó parece que
nada podemos hacer, y nada hay más lejos de la
verdad. Cón un sentido real de lo que significa lii
actividad prudente pueden, evidentemente, retar
darse los síntomas de la vejez que nos impidan
cumplir con nuestros deberes.. Así, pues, hay que
afanarse en retardar en lo posible los’ achaques pro
pios de la edad, y hacer que si éstos pueden apare
cer a los sesenta, no lo hagan a los cincuenta.
Para esto basta una adaptación funcional eficiente’
a lá constitución y a la edad: ni todos necesitamos
lo mismo a la misma edad, ni tampoco a edades
distintas.’ No temamos tampoco el hacer ejercicio,
1.0
sin ser en el que practiquemos un destacado cam
peón. Es defecto corriente en España hacer depor
té para destacar en él, no por el placer que nos
-reporte ni por la necesidad que sintamos del mis
mo., Nada más inadecuado que al compararnos con
las figuras destacadas del deporte que practicamos,
nos sintamos ridículos y nos alejemos de su bene
ficiosa práctica; cada individuo tiene sus posibili
dades y su momento, y si ese pasa, tendremos que
cambiar de deporte; y desde jugar un partido de
rugby, d&polo o hacer un combate de boxeo, hasta
una hora de marcha a velocidad moderada, hay
una gama tan extensa, que todos encontraremos
en este asunto “cuerda con que ahorcarnos”.
-
A los Oficiales, la guerray su preparación nos
impone grandes penalidades y nos exige un tem
pie de espíritu y una forma física nada corriente.
Examinando nuestra actuación en elcombate y’su
preparación, observamos qué no podemos, a pesar
-de la creciente y deseada motorización, prescindir
de nuestra propia capacidad maniobrera; tenemos,
pues,qñe marchar frecuentemente en etapas superiores a lo previsto normalmente, etapas cuya du
ración nos la impondrá una necesidad táctica o es
tratégica que nunca podremos supeditar a una ra
zón de posibilidades fisiológicas, pues en mil oca
siones tendremos que dar, sacando fuerzas de
flaqueza, más de lo que humanamente cabía espe
rar. Ahora bien: el soldado puede, al llegar al vivac
o campamento, pensar en descansar, y así debe
hacerlo en lo que permita el servicio, pues unos
pocos no lo harán que lo hagan los más; pero para
el Oficial deberá aposentar a su tropa, proporcio
narle comida, municionarla, montar los servicios
necesarios, vigilar su perfecta realización; en una
palabra: el Oficial descansará poco, o mucho menos
que el soldado, aparte de la fatiga que implica y
redunda en lo físico, de la constante preocupación
del que ejerce el mando: la responsabilidad pesa
mucho, y a buen seguro que su descanso será menos
‘reparador que el del buen soldadito, sobre el que
no pesa ninguna responsabilidad y además tiene
unós hermosos veinte años. Próximo a la entrada
en éombate, el Oficial no es un inconsciente ejecu
tor: es un fiel intérprete de las decisiones del Man
do, y esto hará que el que primero interrumpa el
descanso sea él; el que impulsará’ su Unidad, él será,
‘y por ello más movilidad y más actividad física
tendrá que desenvolver. Pero en el período de crisis
del combate, ea los últimos trescientos, y ya en los
doscientos, y finalmente en ‘los últimos cien metros,
él tiene que ser el mentor, tiene que ser el director
y conductor de sus soldados’ al asalto, él tiene que
ser el primero, él tiene que llevar a su gente con
la palabra y el gesto, y él precisa por ello que si el
espíritu está pronto, no decaiga la carne; ésta tiene
-
que devolvér entonces todo lo que almacenó en
horas y horas de actividad física prudente, de un
mantenimiento físico eficiente por la práçtiça çous
s
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fa
•:.i
• -
1
tante. y dirigida de ejercicios físicos racionales y
perfectamente adaptados a su edad y constitu
ción; pero ejercicios que hayan mantenido a su
cuerpo en la mejor forma física posible, que hagan
de él el primero de su Unidad y que su imagen
sea vivo ejemplo de una actitud digna de ser
imitada. -
Todo esto no se puede conseguir más que por
medio de la práctica consciente y dirigida de los
deportes, para después devolver todos los valores
físicos, -morales e intelectuales acumulados en su
práctica en el deporte supremo, compendio de
todas las virtudes, que es la guerra.
Por todo lo dicho, quiero hacer un repaso á la
ligera de los deportes que más pu&den contribuir
al mantenimiento de la forma física, tan ardiente
mente deseada. Por su práctica podremos conse
guir algo más: adquirir cualidades morales e inte
lectuales complementarias de la función física y
que se adquieren insensiblemente hasta llegar a
formar parte de nuestro ser físico, tan íntimamente
unidos, que su escisión no la podríamos ni llegar
siquiera a concebir. Haremos, pues, una ligera ex
posición y un ligero análisis de éstas, para que sirva
de guía a todos, y razonaremos la bondad de su
práctica constante y las ventajas de ellas den-
•
vadas.
Los deportes referidos, cuya práctica interesa,
entre otros, pueden ser:
• •
Gimnasia educativa.
Atletismo.
Natación.
Deportes de montaña.—De verano, de in
vierno.
-
Equitación.
•
Esgrima.
- -
Tiro con arma corta y l.rga.
• Deportes de combate (boxeo, jiu-jitsu).
Pelota.
Juegos de equipo.
Penthalon moderno.
En ofro artículo analizaré estos deportes, dando
ligeras normas sobre su práctica, ventajas que re
portan y cualidades que crean y desarrollan, para
el mejor conocimiento de todos y que su práctica
sea lo más beneficiosa posible.
Fotos Valmitjana, de los ejercicios de la E. de E. F
u
Q
•1
e.
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1
1
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OkDfÑANZÁÇ
(OMENTAIOE UNA
TICULO
Capitan de Ingenieros
JOSE LOPEZ SANCHEZ
COMENTAR un articulo de las Orde
nanzas...
El comento supone explicación de una
obra; para que se entienda más fácilmente:
nuestras Or4enanzas militares, atribuidas al
Rey Qarlos III, son consideradas por la crí-
-
tica docta como modelo en su clase, precisa
mente por la correcta expresión de sus pro
fundos conceptos y por lá çlaridad meridiana
de su castizo léxico.
Querer proyectar la luz temblorosa de un
ínfimo gusano sobre la coruscación del sol,
es tanto como abandonar en el desierto una
arena o como verter una gota de agua en el
mar. Al intentar cumplir el propósito habre
mos de pensar despacio en la clase de co
mentario que es factible sobre un puñto tan
concreto —y a la par tan complejo— como
el art. 27 de las Ordenanzas.
El estudio de las Ordenanzas, frondoso en
matices, rico en contenido, implica un cono
cimiento profundo de la filosofía del mando.
Que el comentario sobre las Ordenanzas
constituye empeño insuperable es ya una
verdad proverbial. Suscitense, si ello ofrece duda, las célebres y eter
nas discusiones sobre una de las comas del art. 21 de las Ordenes
generales para Oficiales, sobre la colocación de la que no se atrevieron
reyes, legisladores y literatos.
Las Ordenanzas tienen, como su propio nombre indica, una ínti
ma trabazón entre sus partes y la armonía del conjunto. Cada uno
•
de sus artículos tiene entre sí la relación que un eslabón tiene con
otro eslabón de la misma cadena. ¿Cómo mover uno sólo sin estreme
cer a los demás?
1. — LAS ORDENANZAS
Por su esencia, constituy€n las Ordenanzas un perfecto Tratado
de Etica militar; y, como tal, una ciencia delas costumbres. Su factor
principalísimo es el hecho moral. Su asunto primordial lo constituyen
acciones deliberadas, humanas. Y su aspecto particular considera los
actos según que se ajusten o no a las normas de su rectitud. Ilustran
nuestro entendimiento para darnos a conocer líneas claras de con
ducta, normas para dirigir nuestros actos con acierto hasta en los
detalles más insignificantes de nuestra función. Su importancia es
extraordinaria y tiene una íntima relación con las demás ciencias del
espíritu.
Sus antecedentes.
Hay que buscarlos en el Código de las Siete
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Partidas, considerado siempre
como puro manantial de nuestra
lengua, de nuestrá literatura y
ordenanza militar. La Partida II
es, para el Oficial amante de su
oficio, venero inagotable y riquí
simo. Allí se desfloran, resuelven,
desatan o terminan cuestiones
gravísimas de organización, polí
tica militar, ceremonial, jérar
quía, táctica, estrategia o polier
cética. Y todo ello exiuesto, na
turalmente, con sabrosa frase e
inimitable estilo.
Este Código inmortal, audaz en
su época, es; en principio, la pie
dra angular de nuestras Ordenan
zas. El protoplasma básico de
todo el ulterior esfuerzo codifi
cador.
Redactado en el siglo XII, mu
chas de sus atrevidas innovacio
nes no tuvieron aplicación hasta
muchos años después. La orga
nización militar, la táctica y la ordenañza siguieron igual durante el siglo ‘XV.
Y el primer jalón hacia los ejércitos permanentes en nuestra Patria fué la me
tódica y gloriosa conquista dé Granada, en tiempo de ‘los Reyes Católicos,
que inflamó el espíritu militar. Faltaba, por tanto, hasta entonces, la niateria
prima para el florecimiento de reglamentos técnicos y ordenanzas orgánicas
o penales.
Los Reyes Católicos, el Cardenal Cisneros, Hernán Cortés, Carlos V, Felipe II,
el Duque de Parma, etc., fueron dando, sucesiva y oportunamente, ordenanzas,
bandos, reglas y disposiciones fijando extremos relativos a la disciplina militar,
organización, contabilidad, sueldos y demás asuntos del Ejército.
-
Pero el verdadero puntp de arranque de nuestro Código fundamental militar,
en su sentido más complejo y moderno, hay que buscarlo en una notabilísima
obra del Maestre de Campo don Sancho de Landoño, redactada eñ 1568: “Dis
curso sobre la forma de reducir la disciplina militar a mejor y antiguo estado.”
En el siglo XVII se comienzan a perfilar con más nitidez las Ordenanzas que,
para el buen régimen del ejército, son publicadas en 1603 por Felipe III; en xórx
se publican otras revisando y mejorando las anteriores, hasta que, al fin, Feli
pe IV publicó otras nuevas en ¡632, ampliación notable de las precedentes, que
estuvieron en vigor cerca de un siglo y que, innegablemente, sirvieron de base
a toda la legislación militar posterior.
Casi todas las nuevas promulgaciones de ordenanzas fueron precedidas por
un decaimiento general de la disciplina. Es digno de señalar aquí incidental
mente, para darle adecuado relieve, la prescripción categórica que contienen de
que los soldados no fuesen condenados a penas afrentosas por ningún delito, y
que para poner freno a .la indisciplina, a la revuelta o al motín, no existía el
procedimiento sumarísimo ni la pena capital, reservada exclusivamente para los
desertores frente al enemigo.
La severidad máxima era la expulsión del servicio militar. Y si en rigor era
suficiente para .atajar todos los males, ello constituye un índice del elevado ¿on
cepto del honor de las armas en aquellos tiempos.
Esta Ordenanza siguió en vigor, sin ser modificada, hasta ‘Felipe V, quien,
con las de Flandes, introdujo modas y traducciones de origen galo: de aquí nacie
ron los Consejos de Guerra de Cuerpo para el pronto castigo de los delitos contra
la disciplina. Después, las “Segundas de Flandes”, de ¡702. Más tarde brota un
efluvio torrencial de Ordenanzas de toda índole: ¡704, ‘706, ¡707, 1710,
1711..., hasta que, en 1728, aparece la primera Ordenanza digna de tal nombre
desde las promulgadas por. Felipe IV, en 1632, a que hemos hecho mención con
anterioridad. Redactadas por una Junta, cuyo trabajo fué revisado dos años más
tarde por dos Oficiales generales del Ejército; ordenada su redacción por Luis XIV,
atribúyesele la obra a Puigsegur “embuchado” francés al que sirvió de “tapa
dera” una Junta de españoles.
De 1728 a ¡768, fecha en que aparecieron las que actualmente nos rigen, hay
un rosario de nombres que nos evocan otras tantas aportaciones meritísimas a
esta ingente, labor: Vallecillo, Marqués de Mina, Sebastián de Eslava, Conde de
Aranda, quien presidió otra Junta para una nueva redacción de las que el 22 de
octubre de 1768 aparecieron, y que, pese a su falta de método y lenguaje desigual,
encierran principios que se adelantaron medio siglo a su época y contienen hon
dos matices de belleza moral que son escuela, siempre renovada, de alto estilo y
calidad. No se ¿naltece en ellas la ilustre prosapia de la sangre como en las
de ¡632. El abolengo y los privilegios de las llamadas castas nobles se ve forzado,
‘aceder su paso ,a una nueva aristocracia de tipo más profundo, que echa sus
raíces en la conducta honrada y en el alclarecido proceder. Y por entre las as
perezas irremediables de la profesión no deja de ser un “consuelo” aquel art. x.° de
las Ordenes generales para Oficiales, que entonces permitían “llegar hasta el Rey
conla representación de su agravio”.
¿Por qué la insistente predisposición de atribuir a Carlos III todo el mérito,
valor y patrociñio de nuestras ordenanzas? Su reinado duró desde 1759 hasta
¡788. En él fueron, en efecto, promulgadas; pero eso dista mucho de la vulgar
creencia de suponerle autor material o primordial de tan notable texto, y ni aun
siquiera de la prodigiosa labor recopiladora y codificadora que representa, de la
que no podía ser garantía suficiente ni su bondad natural, ni sus buenas dispo
siciones para el estudio, ni su cultura, bastante extensa, aunque no suficiente
mente profunda para el logro personal de tan insigne empeño.
El tiempo, el desuso y la razón suprema de que el Derecho es siempre más
ágil que la Ley, explica claramente el motivo de estas evoluciones constan-
13
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tes; j8xi i8r5, 1820 1821 ¡822 1834 1835 . 1836
1841...
son otras tantas fechas que nos señalán hitos en
su transformación necesaria hasta llegar a nuestros días,
en que los retoques sufridos no han desfigurado la traza
secular de las Ordenanzas de 1768, aún latentes y vigen
tes, con sus naturales- mutilaciones y rectificaciones.
-
Después de este esfuerzo gigantesco y enial a través
de los siglos, habremos de reconocer, sin meternos en
más profundidades, que cuando abrimos las páginas de
las Ordenanzas no estamos en presencia de un libro vul-’
gar, sino de un verdadero devocionario, que hay que
pronunciar militarménte con unción religiosa y asimilar
con avidez de verdad teológica; bello remanso para la
turbulencia del ánimo en los múltiples momentos de
fatiga y penuria que el oficio nos brinda a cada instante.
Los Cabos.;.
II.
—
COMENTARIODEL ART. 27.
“Los cabos,-en so trato con los soldados, seráo
sostenidos y decentes; darán a lodos el usted, les
llamarán por su propio nombre y nunca se valdrán
de apodos ni permitirán que los soldados entre
si useo de voces ni cbanzae de mala crianza.”
Si anonada la magnitud de las obligaciones deL sol
dado, las del Cabo producen verdadero asombro; pues
nada más pasear la vista por tan exuberante panorama
asalta la conciencia el encendido rubor de pensar si cuan
tos somos Oficiales merecemos el honor insigne de llevar
unos galones,
bien puestos,
de Cabo, en la bocamanga.
-
Al soldado se le exige mucho: vestir con propiedad,
cuidar sus armas, subordinación, marchar con soltura y
aire, hacer fuego con prontitud y orden, valor, obedien
cia pronta y ciega, exactitud en el servicio, respeto, cor
tesía, pulçritud, aseo, instrucción acreditada; resigna
ción, porque se le ‘prohibe manifestar su tibieza o des-
-
agrado en el servicio, ni sentimiento de la fatiga que
exige su obligación, austeridad en el alojamiento que,
tuvieró; intrepidez con el armablanca al enemigo cuando
su Comandante se lo ordene, acudir con prontitud y si
lencio a las armas; resistencia física y cuantas otras pesen
-
sobre su vigilancia, atención, lealtad, patriotismo, inicia
tiva y talento, estando de facción.
-
Pasar inádvertidamente sobre la magnitud de estas
vitales funciones es tanto como cerrar los ojos a la dia
fanidad de los Evangelios.
Pero, además, el soldado, cuando tiene jefes dignos a
su cabeza (tal jefe, tal tropa) es el verdadero artífice del
-
honor y de la gloria nacional: en la hora decisiva aflora
de las entrañas de la Patria para establecer ésa corriente
multisecular de lo heroico, que jamás se extingue y es
apto siempre para enfrentarse con las cosas, de espaldas
á
la frivolidad, bajo la especie de lo eterno.
Y he ahí la integridad de su hombría. Su dignidad
inmaculada es un valor intangible e inagotable. Su alma’
no se siente anquilosada por la rigidez del Código. Es po
sitivamente libre, porque las alas de su espíritu se des
pliégan, sin entorpecimiento, en el infinito ámbito de la
disciplina. Y es tanto más libre, cuanto mejor y más
conscientemente sabe y quiere obedecer.
Del sostenimiento perfeqto ‘y sin estridencias de esa
•
desigualdad natural nace el concepto exaéto de la jrar-,
quía y del mando, y la réalidad evidente de la libertad
de. los hombres capaces de engendrar pueblos fuertes y
unidos.’
Si el Cabo, como obligación primera, ha de ‘saber todas
las del soldado, enseñarlas y hacerlas cumplir, no cabe
duda que, además de poseer las virtudes y cualidades
de su inferior inmediato en grado superlativo y ejemplar,
ha de tener condiciones no triviales de talento, aptitudes
‘didácticas y caráctér; es decir, que es el primer jefe y
maestro del soldado, a quien con la constancia de su
buen ejemplo conduce a la gloria por el camino de la fe.
Se hará querer y respetar, que equivale tanto como
suponerle con generosidad de corazón y rectitud de con
ciencia; no disimulará jamás las faltas de subordinación,
-
que es lo mismo que reconocerle personalidad, facultades
discrecionales de apreciación, sentido ponderable y ener
gía; influirá en los de su Escuadra amor al oficio y muchá
exactitud en el cumplimiento de las obligaciones: para
infundir amor hay que sentirlo profundamente, y el amor
implica sacrificio, renunciación, deSprendimiento y guerra
sin cuartel a la egolatría y a la concupiscencia; y-la exac
titud en el cumplimiento,’ a veces penoso, de la obliga
ción requiere entereza y voluntad; será firme en el mando,
es decir, íntegro, constante, enérgico, y para hacerlo con
acierto necesita tener una clara visión de la relatividad
de sus funciones y de la dignidad de su empleo; graciable,
en lo que pueda; indulgente, sin claudicar de su deber,
sin traicionar ‘su obligación, sin menoscabar el prestigio
de su autoridad; será comedido en palabras, aun cuando
reprenda; es decir, circunspecto, prúdente y jamás ven
gativo; cuidará... revistará.., reconocerá... estará subordi
nado al Sargento... tendrá autoridad para arrestar... mar
chará a la cabeza.., visitará con frecuencia a los enfer
mos... detendrá, designará centinela para las armas...
asegurará que no se equivoque la consigna... prevendrá...
‘cuidará de llevar los centineles. .. a las obligaciones de
aquéllas y órdenes de la plaza añadirá las
suyas propias...
Será, en síntesis, confianza y descanso de sus jefes.’
En resumen: la función, magna en dimensiones y cali
dades, es digna de la etimología-de este nombre:
cabo,
de
caput,
cabeza: caudillo, capitán; jefe.
Antiguamente no se daba este nombre a una catego
ría determinada, sino para indicar la persona investida
de la autoridad suprema-de una tropa.
El empleo de la palabra cabo, que hoy es una abrevia
tura de la locución cabo de Escuadra, aparece al iniciarse
la organización metódica de las milicias, durante, el si
glo XVI; fué entonces escalón intermedio entre el alfé
réz y, el soldado. Felipe V dividió esta función en la de
Cabo y Cabo segundo de Escuadra.
Más, tarde se transformó en Brigadier y Mariscal de
Logis. Reapareció en el siglo XVIII. En 1803 se subdi
bide en Cabo primero y segundo, diferencias que luego
se)orraron para resucitar en España después de’nuestra
Revolución nacional.
Aunque en la actualidad ‘no subsiste el nombre de
segundo cabo, creado en x8oo para sustituir al Capitán
general en aúseúcias, muerte o enfermedades, suele lla
marse ¡sí a los Segundos Jefes de las Regiones militares;
en sutratoconlossoldadoéseránsostenidosy decentes.
La necesidad de esta forma de proceder es hija legí
tima de las cualidades que a él se k exigen para su ascenso
y del ambiente de elevación moral que debe. respirarse
en los cuarteles. Nosotros entendemos, sin que ello supon
ga una censura, que los Cabos han de ser sostenidos y
decentes en su trato con los soldados... y con todo el
14
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mundo: con sus compañeros, con sus superiores, con el
elemento civil y hasta con ellos mismos, por el decoro
de la autoridad que encarnar’ y el mayor realce del uni
forme que visten.
darán a todosel usted...
Por una razóu elemental de cortesía y buena educa
ción. Y porque el
-
trato excesivamente familiar con los
inferiores quebranta los estrechos vínculos de la disci
plina militar, que debe conservarse siempre en el grado
más alto de tensión espiritual.
les llamaránporsupropionombrey nuncasevaldrán
de apodos...
Si a la Bandera se le r inde homenaje y honor por ser
el símbolo de la Patria, al nombre del soldado, por humil
de que fuere, se le deberá la máxima consideración.
El nombre es la más delicada herencia de una estirpe
•
clara y de una conducta recta. Sólo los delincuentes y
gentes de mal vivir lo ocultan bajo un apodo •que, en el
mejor de los casos, es una demostración de chabacano
gusto. Por esto no deben emplearse nunca, ni aun en
broma; porque implica, para la persona que nada tiene
que ocultar, una humillación o una ofensa que puede y
debe evitarse a todo trance.
ni permitiráque lossoldadosusenentresI de voces,
ni chanzasde malacrianza.
Las voces, en la Milicia, son un defecto muy arraigado
en todos los empleos. Se suele confundir el tono impera-
- tivo, la vehemencia o el ardimiento natural que ha de
sentir todo aquel que ejerza un mando de tropas, con la
chillería ruidosa, el tono subido de las palabras y la.ges
ticulación desmedida..
La chanza es siempre molesta y violenta, y por esto
mismo lleva en sí, como el rayo, el germen de disolución,
con sus consecuencias fatales.
La mala crianza es incompatiblé con la educación esme
rada de todo militar y, por consiguiente, intolerable en
todas las jerarquías.
En todo caso, el olvido de los magistrales preceptos de
este artículo constituye una falta de delicadeza imperdo
nable en quien, por la grandeza de su Patria y el honor
de las Armas con que la sirve, está obligado a no producir
con sus extravagancias personales el menor entorpeci
miento a este mecanismo eficaz que se desenvuelve al-
calor de una disciplina férrea.
EPILOGO
El art. 27 u otro cualquiera importante de las Orde
nanzas despertará siempre un sentido profundo del deber
y de la disciplina, con el cortejo inseparable de sus atri
•
butos, abnegación, valor, honor, bravura, amor a la glo
ria, espíritu militar, compañerismo, espíritu de Cuerpo
o Arma, probidad y lealtad
Todo elló hace falta para ser buen Cabo. La exigencia
es máxima.
Si el Cabo es símbolo y encarnación de la jerarquía,
su elección y nombramiento no deben ser nunca para el
Mando preocupación intrascendente, y la Oficialidad
toda jamás debe olvidar aquel precepto’ tan importante
del art.
.2.0
de las Obligáciones del Capitán, que dice lite
ralmente: “Sostendrá las facultades de cada empleo.”
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Corrección del tiro en las Baterías de. lárgo- alcance
Teniente Coronelde Artilleria
ANTONIÓ PEREZ SANCHEZ-OSORIO
de la Escuela de Aplicación
NUESTRO
Reglamento de Costa razona las causas
que motivan la corrección del tiro por el nlmero
de cortos observados, causas que hacen recurrir a este
procedimiento, y por las cuales sedesecha el método fun
dado en la medición de los desvíos, al tener en cuenta
los medios disponibles.
Dado elmáxin’io alcance de los grandes calibres que
artillaban nuestras costas en la época en que se escribió
el Reglamento y su lentitud de fuego, el sistema respon
día perfectamente, obteniéndose el rendimiento apete
cido. La evolución experimentada, én general, por todo
el material de Artillería, ha permitido en el de costa
ángulos de elevación, por lo menós, de 4o°; las ánimas
de los supercalibres han pasadó, desde 35 y 40 calibres
de longitud, a o y
55;
los, proyectiles han mejorado no
tablemente su coeficiente de forma, y todas estas inno
vacones se traducen en grandes alcances, que’ en la ac
tualidad son mayores de 45 kilómetros.Los tiros a largo alcance tienen que basarse en élemen
tos lo más precisos posiblé, tanto de preparación como
de observación.
El tiro de costa es contra blanco móvil, animado de
veloóidades que pueden llegar, en los modernos buqttes
de ‘línea, principales objetivos de lbs grandes calibres,
hasta
30
nudos; aproximadamente,
55
metros pór se
gundo. En el tiro contra blanco fijo siempre se logra
por la observación corregir -la fracción de error sistemá.
tico, que debida a causas imposibles de prever, no admite
corrección a priori; ésta tiene que realizarse durante el
tiro, y su valor viene dado por la separación existente
entre el centro del blanco y el de impactos de la des-
carga. Cuando el blanco es móvil, como la corrección
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por la observación correspondiente a una posición y una
distancia dada del blanco, es aplicada para otra poición
y distancia distintas de la anterior, siempre nos quedará
una fracción del error sistemático por corregir. Así, si a
la distancia
D
elerror es
E
comolo aplicamos para corre
gir la distancia D’ de error E’ siempre nos que4ará la
fracción R
=
E
—
E’ cuya corrección es imposible rea
lizar. La ecuación que debemos resolver en el tiro de
costa es:
X=D±C±E±R.
X
=
distancia exacta al blanco;
D
= distancia telemétrica;
C
=
fracción del error sistemático que se corrige a
priori;
E
=
fracción del error sistemáticó dado por la observa-
ción;
R = fracción del error, que queda por corregir.
Vemos, pues, que cuanto más exactos sean los valores
de
D,’ C
y
E,
menor será el de
R,
y él tiro se centrará más
rápidamente; de aquí el interés en encontrar los valores
correspondientes a estas expresiones éon la mayor preci
Sión posible, utilizando elementos o procedimientos de tal’
naturaleza que hagan mínimos los errores cometidos.
En cuanto al valor de
D
losúnicos aparatos prácticos
conocidos hasta el día para determinar la distancia son’
los telémetros; las medidas vendrán afectadas de los erro
res sistemáticos y accidentales propios del aparato que se
utilice. La fórmula dé precisión de los telémetros
dD
daD2
—
B.A.2o6365
Aplicada a los distintos tipos conocidos: monostáticos,
base vertical, y gran base horizontal, da errores •de tal
magnitud para todos los que no son de gran base hori
zontal, que’ los hace por completo inaceptables. Como, ‘por
otra parte, se puede admitir, aproximadamente, que los
errores crecen en razón directa al cuadrado de la distan
cia, el interés en la elección de la base en esta clase de
telémetros de gran base horizontal ‘hace que no nos limi
temos a la clásica décima parte del alcance máximo.
Hemos podido comprobar que las bases telemétricas: en
el Extranjero para materiales de 45 kilómetros de alcan
ce, llegan hasta valores que sobrepasan en mucho la clá
sica cifra antes citada, llegando hasta 12, y aun más,
kilómetros, lo que supone valores tres o cuatro veces ma
yores a los por nosotros admitidos;
Es, pues, indiscutible la necesidad, para tiros de largo
alcance, ‘de los sistemas telemétricos dgran base hori
zontal, siendo el ideal disponer de estos elementos para
•los supercalibres y materiales intermedios. Como sistema
.
auxiliar es necesario, para casode averías o interrupcio
nes momentáneas de la gran base,. dotar a las baterías
de telémetros monostáticos o de base vertical, si se dis
pone de cotas apropiadas que permitan proporcionar los
datos bien a los aparatos directores de tiro o a las direc
ciones elementales, que siempre se tendrán instaladas
como elementos auxiliares.
Otro de los términos de la ecuación que precisa calcu
larse con gran exactitud es el valor de C, o sea la fracción
del error sistemático que se puede corregir previamente;
necesitamos, por lo tanto, conocer los distintos valores
correspondientes a las correcciones previas. El tener rea
lizado el ajuste de batería es condición indispensable, ya
que ello nos’ proporciona el medio de conócér el error
sistemático debido a losdiversos elementos que intervie
nen en el tiro. Las medidas y fórmulas empleadas para
todas las correcciones antes citadas han de ser las más
exactas, dentro de las posibilidades.
El tercero y último término que interviené en la ya
citada ecuación es el valor de
E;
y como es de más exac
titud y se consigue mayor rapidez córrigiendo el tiro por
la medición de los desvíos observados que siguiendo el
método del número de cortos de la descarga, tenemos
forzosamente que recurrir a esta.med’ición. En el tomo ‘II
del Reglamento, anexo 1 y capítulo 1, al tratar de la
observación del tiro se dictan los preceptos para ésta;
los que, como es natural, se limitan solamente a deter
minar el’signo de los disparos. Se éstablece como con di
ción primordial que la observación del tiro debe hacerse
desde el Puesto de Mando, situado en las proximidades
de la Batería; y aunqüe se dan normas para todas las
demás observaciones, tanto terrestres como aéreas, sólo
se’ citan las primeras a título de información, ya que dice
textualmente: “Pero teniendo en cuenta que la observa
ción lateral ha de exigir, por su gran separaéión de la
Batería, enlaces telefónicos ‘directos con ella, y que por
la fijeza de los observatorios y contar los anteojos con
limbos azimutales, es posible y práctica la organización
de bases de observación para situar las posiciones de
blancos e impactos con mayor exactitud, no es recomen-
dable aumentar la complicación del sistema explicado
con la determinación de alcance, ya que tanto’ ufto como
‘el otro procedimiento de observación bilateral
han de
ser pocas veces empleados en Artillería de costa.”
Cuando se trata de corregir a grandes distancias, no
hay más remedio que recurrir a la observación lateral
para obtener los valores de
E
con la mayor exactitud
posible. Los desvíos se medirán desde el observatorio en
la forma que seguidamente explicaremos; pero antes de
seguir adelante queremos sentar el principio de la sepa
ración de correcciones, para obtener un buen rendimiento
en el tiro; es decir, primero corregiremos hasta centrar
en dirección, y después centraremos en alcance.
La corrección en dirección es más fácil de hacer y
mucho más rápida, ya que siempre es factible “medir el
valor de la componente lateral de la velocidad del blanco”
de forma continua, y, en su çonsecuencia, calcular una
correcta predicción. Los desvíos angulares, fáciles de me
dir desde el Puesto de Mando, situado en las proximi
dades de la Bateríá, permitirán introducir las correccio
nes adecuadas para centrar el tiro.
Partiendo del centrado en dirección, fácilmente llega
remos al centrado en alcance; para ello supongamos
(figura x) situada en
B
la Batería y en
O
el observatorio;
desde éste’ y con gran exactitud se podrá medir, con un
anteojo apropiado, la magnitud angular de los desvíos
correspondientes a ca’da impacto; y encontrada la media,
admitamos que su valor angular es el
MO4,
el que, dado
por teléfono al Jefe de la Batería, será traducido en me
tros por intermedio de una tabla apropiada.
Veamos cómo se construye esta tabla: es indiscutible
que el Capitán conoce en todo momento la posición del’
blánco por sus coordenadas polares; pues bien: para cada
orientación y cada distancia corresponde un valor en
metros del desvío.
En efecto: refiriéndonos a la posiciói 6 del blanco,
Figura 1.
/
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•
observamos que se forman los triángulos
B60
y
M60;
en el primero tenemos conocido
B6,
distancia telemétrica,
que supondremos es de 24 kilómetros;
BO,
base que la
fijamos en 12 kilómetros, y el ángulo
6B0,
que en este
caso es de 30°, ya que para facilitar la direéción BP,
origen de orientaciones, la suponemos confundida con
el norte geográfico; caso de que así no fuera, bastaría
restar del azimut del observatorio el del blanco para obte
ner el valor del ángulo citado. Resuelto el triángulo, nos
da, para valor de 06, el de ¡4.900 metros, y para el án
gulo
B60,
el de 23°50’; en el triángulo
M60
conocemos
el ladó 06, que es de, ¡4.900 metros; el ángulo
M60,
como antes hemos visto, es de 23°50’, y el ángulo
M60,
medido desde
O,
y que supondremos s de 6°3O su reso
lución nos da para M6 el valor de 3.550 metros; es decir,
que cada lo’ medidos, para esta posición del blanco,’supo
nen un desvío de 91 metros, y si el anteojo está graduado
en milésimas, una de ellas representa 30 metros. Supuesto
el mismo desvío para otra posición cualquiera, por ejem
pio, la
1,
y resuelto el triángulo
¡NO,
nos da para valor
del’ ángulo NOx el de 4°2o’; lo que supone para cada
¡o’de medida undesvío de ¡36_metros, y para una milé
sima,
45
metros.
-
Vista la forma de construir la tabla, y como es necesa
rio realizar la medida añgulardeJosdesvíos, uno a uno,
para poder encontrar su valor medio,’y el moderno ma
terial de costa siempre debe utilizar la puntería continua
da, no debe hacerse fuego por descargas de Batería, dis
parando todas las piezas al mismo tiempo, porque al en
contrarse éstas en todo momento ‘listas para el disparo’,
con la sola limitación del tiempo de carga, ya que los
datos de tiro llegan a los receptores de forma continua,
puede seguirse un ritmo éntre disparos de dos o tres se-
•gundos, con objeto que desde el observatorio puedan me
dirse los desvíos angulares correspondientes a los impac
tos, cada uno por separado y distanciados el tiempo indis
pensable para hacer la medición.
Si la Batería tiene un gran sector de tiro, serán sufi
cientes, dos óbservatorios en la fonna que. indican las
figuras 2’y
3,
que constituirá el caso general, ya que el
mayor sector, así como las vistas directas sobre el mar,
son condiciones que deben reunir los asentamientos de
todo el material de costa; normas que siempre hemos
tenido en -cuenta y que hemos podido comprobar en nues
tra reciente visita al Extranjero.Si las Baterías tienen ya montado el sistema telemé
trico de gran base horizontal, sus extremos constituyen
los mejores observatorios. En aquellas Baterías que aun
no tengan establecido el sistema telemétrico antes citado,
se necesita’ instalar los observatorios en la forma, ya des
crita, adaptándolos al terreno, sin temer ni desechar el
‘establecimiento de largas líneas telefónicas, ya que las
buenas comunicaciones son tanto en costa como en cam
paña indispensables para la preparación y corrección
del tiro.-
De todo lo que hemos dicho deducimos que para poder
realizar el ‘tiro a largo alcance se necesita:
I.° Telémetro de gran base horizontal.
2.° Aparatos calculadores de gran exactitud.
30
Observatorios laterales.
En su ejecución se observárán las normas siguientes:
¡a
Se centrará primero en dirección.
2a Se centrará ‘en alcance.
3a Las correcciones seguirán el método basado en
medición de los desvíos angulares.
4a La traducción de desvíos angulares en alcance se
efectuará median te la correspondiente tabla.
El caso que hemos considerado supone que el blanco
es visible; es decir, desde el Puesto de Mando, estaciones
telemétricas y observatorios, se ve el blanco; para ello se
precisa disponer desde estos lugares de un horizonte visi
ble algo mayor que el máximo alcance de las piezas. No
siempre se tendrán cotas apropiadas para ello, y en mu
chas ocasiones, cuando se trate de costas bajas será impo
sible visar un horizonte de tanta amplitud. ¿Han de
prescindir las Baterías del tiro sin visibilidad? Indudable
mente, no; ya que la ocultación por humos es artificio
empleado por todas las Escuadras, y se consigue el tiro
sin visibilidad, bien por aparatos especiales emisores de
ondas dirigidas,, cuyo secreto es celosamente mantenido,
y que al interponerse una pantalla metálica, casco del
buque, refleja estas ondas y permite ,deducir la dirección
y distancia, aplicables para largos alcances, bien por ins
talaciones apropiadas de hidrófonos, situados en la costa
cuando las distancias son ‘menores, o por el auxilio de
aviones, durante el día, ‘que proporcionan los datos y
corrigen el tiro.
En este último caso, si el avión ve la Batería y el blan
co, se necesitan solamente instalaciones radiotelefónicas;
en el caso más frecuente de tener el avión sólo visibilidad
sobre el blanco, se precisan instalaciones radiogoniomé
tricas de onda corta montadas en tierra, que reciben’los
datos emitidos desde el avión por procedimientos bien
sencillos; pero que requieren, como en todo lo concer
niente a la Artillería de costa, personal especializado.
Vemos, pues, cuánto se ha complicado el problema del
tiro: al Puesto de Mando llegan múltiples líneas telefóni
cas y de corriente, para las comtinicaciones y motores de
los receptores; el problema no puede simplificarse, como
se. hacía antiguamente, sino que hay que abarcarlo en
toda su magnitud; las Baterías tienen que prepararse,
mediante instalaciones apropiadas, para poder realizar el
— tiro sin visibilidad, actualmente de’más frecuente aplica
ción que el hasta ahora usual en costa, y que será segu
ramente el solo utilizado por aquellas Baterías destinadas
a la prohibición én determinados puntos del litoral.
Figuro 2.
Figura 3U
18
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Surgen estas líneas con el único deseo de divulgar; no
se escriben para los artilleros, que, familiarizados con las
Baterías de costa, encontrarán simples y elementales las
descripciones que aquí hacemos, procurando en ellas, más
que los detalles de tecnicismo profesional, las generali da-
des que puedan ser comprendidas fácilmente, aun por
aquellos que estén totalmente apartados de esta rama mi
litar. Son principalmente nuestras explicaciones para los
compañeros de otras Armas, que en muchas ocasiones
manifestaron su deseo de conocer —sin detalle, tan sólo
en líneas generales— en qué consiste una dirección de
tiro de costa.
Para que una pieza de costa haga fuego sobre un deter
minado blanco, es necesario, al igual que en tódas las
bocas de fuego, apuntarlá; es decir, darle la dirección
pieza-blanco y la elevación correspondiente a la distan
cia a que se encúentre éste. Pero como los blancos nor
males de las Baterías de costa son blancos de movi
miento, animados de velocidades en algunos casos supe
riores a
30
nudos (millas por hora), la determinación de
la dirección y la distancia al blanco en cualquier instante,
no es suficiente; pues durante el tiempo que se tarda en
dar los datos de puntería a las piezas y que éstas queden
apuntadas, y el que tarda el proyectil en recorrer su tra
yectoria, el blanco se habrá desplazado de la posición que
ocupaba en el instante dicho.
Es, por lo tanto, necesario determinar por sucesivas
observaciones la ruta y la velocidad del blanco, y en
función de estos datos predecir la futura posición que ha
de ocupar y los datos de puntería que hay que dar a las
piezas para que la trayectoria del proyectil disparado con•
estos datos encuentre al blanco en un punto predetermi
minado de su ruta.
Esta concepción tan elemental y simplista requiere en
su realización práctica el empleo de uncierto número de
aparatos calculadores, ligados entre sí por elementos y
medios de transmisión convenientes y apropiados, que,
simplificando la resolución matemática de los problemas
que el tiro contra blancos en movimiento plantea, permi
tán obtener el máximo rendimiento de las costosas Bate
tenas de Artillería de costa, encargadas de la defensa de
los puntos vitales de litoral contra ataques que provengan
de la zona del mar y que dan lugar a los modernos siste
mas de dirección de tiro.
Decimos modernos sistemas de dirección de tiro, por
que el problema del tiró de costa ha surgido desde la pri
mera vez que se entabló el duelo entre el cañón a bordo
y el cañón en la costa; pero así como en sús primeros.
tiempos se recurrió a procedimientos elementales y aun
de circunstancias, por la poca velocidad de los blancos
navales y las condiciones del tiro de los buques de guerra,
hoy día se utilizan sistemas perfeccionados, tan comple
tos y precisos, que, al menos teóricamente, resuelven me
cánica y automáticamente todos los problemas que con
el tiro de costa se relacionan.
Definición.La definición que mejor expresa el verda
dero concepto de un sistema de dirección de tiro es la
que indicó el ilustre Teniente Coronel de Artillería
D. Juan Costilla Arias, que rindió su vida por la Patria,
vilmente asesinado por los rojos en el Taller de Precisión,
donde trabajaba en la construcción de la dirección de tiro
que lleva su nombre, y que, maestro entre maestros en
la especialidad del tiro de costa, dió prestigio y realida
des a esta importante rama artillera. Decía así:
“Un sistema de dirección de tiro es el conjunto de apa
ratos o elementos necesarios a preparar, ejecutar y corre
gir el tiro de una Batería con la mayor precisión posible.”
Si esquematizamos cualquier sistema de dirección de
tiro moderno, podemos referirnos a la figura i. Un puesto
telemétrico T,
halla de modo que podemos admitir con
tinuo, la distancia y dirección (orientación con relación
a la línea referencia, generalmente la norte-sur) del blan
co, lo cual permite, por transmisión de estos datos a la
central
C,
que -en ésta se materialice gráficamente la ruta
del blanco o que se determine la ley de su movimiento
LL1L1
Figura 1.&
descomponiéndole en sus componentes, lateral (direc
ción) y longitudinal (distancia).
-
Conocida esta ley de movimiento, o ley de variación dé
sus componentes, se pueden determinar los datos de pun
tería que corresponden a las piezas por
predicción
al cabo
de cierto tiempo; pero çomo los datos que halla el telé
metro son los que corresponde a su posición topográfica
con relación a las piezas, generalmente separado de ellas,
hay que
reducir
estos datos telemétricos a datos de Bate
ría, y sobre estos últimos
predecir.
Los datos predichos hay que
corregirlos,
es decir, adap
tarlos a las piezas, primeramente por las
correcciones gene
rales,
comunes para todas las de la Batería (temperatura,
viento, etc.), y después- con las
correcciones particulares,
para cada una de ellas (desgaste, cota, etc.).
Estos datos predichos y corregidos son enviados desde
la estación central
C
a las piezas
P,
en donde se ponen
en los
aparatos de puntería
de las mismas, y con ellos se
efectúa la puntería y se hace fuego.
Desde el puesto de
observación O
se observa la descarga
y se deduce la corrección que es necesario introducir en
los datos de puntería, corrección quese
transmite
a
Comandante de Artillería VICENTE MARTINEZ LORENZO
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para tenerla en cuenta en los datos de punteria de las
-
descargas sucesivas.
Como se comprende claramente, el ciclo que acabamos
de indicar requiere unos mecanismos de
transmisión,
‘y
todo elló, juntamente con otros
elementos auxiliares,
cons
tituyen el sistema de dirección de tiro.
Cada uno de ellos lo consideraremos separadamente y
de un modo general, conforme a las normas al principio
establecidas como básicas para este trabajo.
1.0 TeJemetría.
—
Es el elemento primordial y básico
para el servicio en fuego de Jas Baterías de costa, ya que,
aparte otras razones, el monótono pánorama de la su
perficié del mar no proporciona referencias para una
apreciación de ditancias a simple vista.
Los telémetros o sistemas telemétricos que se em
plean son:
—
telémetros de base vertical (como el López-Palomo,
Zaragoza, etc;);
—
telémetros de base horizontal monostáticos (una
solá estación, como los modelos Barr-Stroud, de
hasta nueve metros de base),, que pueden ser de
coincidencia o estereoscópicos;
—
telémetros de gran base horizontal, poliestáticos
(dos o más estaciones, como el sistema Cóstilla o
Braccialini).
No consideramos necesario en estas líneas descender a
detalles, que, por otra parte, se encuentran en los regla
mentos descriptivos, ni aun a, datos de carácter general,.
no útiles al objeto que nos hemos propuesto, y que pue
den hallarse en el tomo
Artillería de Costa,
de las edicio
nes EJERCITO; sólo es conveniente hacer constar aquí
que no existe ninguna razón de orden técnico o científico
que dé prioridad a algunos de los tipos citados sobre cual
quiera de los otros dos. En cuanto a otras razones que
aconsejen determinada preferencia, se podrían deducir
después de que se resuman de modo general las cualida
des y circunstancias que afectan a cada uno de ellos.
Telómetros de base vertical.
—
permiten una determinación fácil y continua dedistancias, con poca fatiga para el operador;
su límite de alcance eficaz es algo menor que el de
las piezas modernas de calibre intermedio o secun
dario;
— su precisión es grande en distancias cortas y xztedias,
cuando están instalados en cotas superiores a los
6o metros;
—
ocupan poco espacio;
—
generalmente están proyectados y construídos para
• cotas determinadas, lo.que no permite su intercam
biabilidad, si bien existen modelQs que se pueden
utilizar en cualquier posición, efectuando un re
glaje conveniente;
—
son muy útiles en cotas apropiadas.
Monostdticos de base horizontal.
—
su limité de alcance eficaz es menór que el de’las
piezas modernas;
puedén utilizarse en cualquier posición;
—
son de fácil y rápido, manejo;
—
no permiten una determinación continua de distan
cias, ya sean de coincidencia o estereoscópicos, por
fatiga visual del operador;
—
a grandes distancias es necesario multiplicar el nú
mero de apáratos
-
De gran base horizontal poliestáticos.
—
de gran precisión a cualquier distancia con base
proporcionada;
—
por requerir varios puestos presenta la dificultad
de la designación de objetivos.
Como resumen de lo anterior se desprende que no
existe ningún sistema que se pueda llamar perfecto; pero
“siendo axiomático en Artillería de costa que una Bate
ría debe iisponer de más de una estación telemétrica
principal”, se deben dotar las Baterías de sistemas tele
métricos, que se complementen, ya que ‘de este modo,
además de tener las distancias con más exactitud por
promediación, se evita el que, en caso de interrupción
(interna o externa), se quede el sistema de dirección de
tiro sin el dato fundamental de-las distancias al blanco,lo cual, en el orçlen táctico, es importantísimo.
Es decir, que cada Batería de costa debe tener, por lo
menos, dos sistemas telemétricos complementarios, y
tratando de concretar posibilidades y necesidades, esti
mamos que las Baterías de calibre secundario deben tener
un telémetro monostático de ‘base horizontal, de alcance
•
eficaz próximo a los 55 kilómetros, y un telémetro de
base vertical, si en las proximidades de la posición exis
ten cotas superiores a los 70 metros. Las Baterías de cali
bre intermedio deben dotarse de dos telémetros monos
táti,cos de base horizontal, con alcance eficaz de unos
20
kilómetros, para promediar distancias, y un telémetro
de base vertical, si en las proximidades de la Batería
existen las cotas antes citadas.
Las Baterías primarias modernas deben ‘poseer el má
ximo de recursos telemétricos, a fin’ de garantizar contracualquier eventualidad la determinación de la distancia;
y
ásí,
estimamos que deben dotarse principalmente de
dos telémetros monostáticos dé base horizontal, de al
cance eficaz próximo a los 25 kilómetros, de un sistema
de gran base horizontal formado por tres puestos telemé
tricos en triángulo y un, telémetro de base vertical, ya
que, sin duda alguna, en la mayoría• de los casos habrá
en las proximidades de la Batería primaria cotas apro
piadas para esta clase de telémetros.
Si los recursos anteriores se consideran a primera vista
excesivos, no hay que olvidar que la distancia al blanco
es el dato fundamental para el tiro de costa, ya que la
dirección puede orillarse, empleando la puntería directa,
que todas las Baterías de cañones de costa deben estar
en condiciones de efectuar, prediciendo esta dirección,
en los aparatos de puntería de las piezas.Será conveniente indicar que los modernos telémetros
de coincidencia de base horizontal van provistos de apa
ratos llamados
igualador de escalas,
los cuales permiten
‘adaptar a ellos transmisores electromecánicos de distan
cias, sin necesidad de que un sirviente auxiliar introduzca
en el transmisor las distancias que a viva voz dé el tele-
metrista, como sucedía en los modelos arftiguos, por no
ser proporcionales los giros del prisma desviador y las
distancias.
Como los telémetros van provistos de graduaciones azi
mutales, orientadas con el cero,-origen en la dirección re
feréncia Norte-Sur, común a todas las Baterías de un
mismo frente marítimo, al mismo tiempo que determinan
la distancia al, blanco hallan la orientación de la, línea de
Partes que comprende.
—
Comoresumen de lo ante
rior, todo sistema de dirección de tiro automática com
prenderá los elementos siguien’tes:
-
Telemetría.
2.° Reducción.
30 Predicción.
4.° Corrección ‘general.
-‘
5.° Corrección particular.
&° Aparatos de puntería.
7.’ Transmisores.
8.0 Observación.
,9•0 Elementos auxiliares.
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situación; es decir, determinan la posición del blanco por
coordenadas polares.
2.° Reducción.
—
Refiriéndonos a la figura 2.&, té
nemos que el telémetro
T,
al visar al blanco
B,
determina
la distancia
D
(telémetro-blanco) y la orientación
O,
con
relación a la línea Norte-Sur; distancia y orientación que
hay que reducir a la distancia
D’
y orientación
O’
del
punto medió de la Batería (centro origen de datos), ya
sea ésta de magistral recta o esté colocada por secciones
o en pozos aislados escaqueadós; esta reducción es nece
saria, por la indispensable separación que ha de existir
entre el telémetro y la Batería, para que el campo visual
del primero no se perjudique por los rebufos, trepidacio
nes, etc., de las piezas y al mismo tiempo no sea batido
ni cegado por los disparos enemigos lanzados contra las
mismas.
•
La reducción indicada sé efectuaba’ antes .por la reso
lución gráfica del triángulo
PTB;
pero hoy en día, o bien
los telémetros llevan reguilas reductoras, o mecánica-’
mente se resuelve trigonométricamente con aparatos
calculadores el citado triángulo, del cual sé conocerán
siempre los lados
PT
y
TB
y el ángulo
PTB,
pudiéndose
hallar
D’ = PB
(distancia verdadera de la Batería al
blanco o distancia reducida); en cuanto a la orientación,
se comprende claramente su obtención, pues en el caso de
la figura, la orientación verdadera o reducida
O’
es la
suma de la telemétrica y el ángulo de paralaje en el blan
co, cuya determinación trigonométrica por medio de su
tangente es aproximadamente la relación de la base
PT
a la distancia
D’.
El plano director de que están dotados todos los pues
tos de mando de Batería, y en el cual están matemática
mente señaladas las posiciones
P
y
T,
y graduados ‘sus
respectivos sectores azimutales, dan por lectura directa
los datos réducidos; efectivamente (fig. 3.a), por los datos
telemétricos se sitia la regla
D
de forma que por coorde
nadas polares fije la posición del blanco, y moviendo la
regla
D’
(perteneciente a la: posición de la Batería) de
forma que pase por el punto fijado, se hallará, por lec
tura en la escala de distancias de la misma regla, la que
corresponde a la distancia verdadera, y por lectura en
el sector graduado correspondiente, la orientación que le
corresponde.
3•0 Predicción.
—
Los datos hallados por el telémetro
y reducidos al centro origen de datos serian suficientes
para hallar los datos iniciales de tiro, si el’ blanco fuese
fijo; pero tratándose de blancos en movimiento y con
forme a lo que al principio se ha indicado, hay que piie
decir la posición que ocupará el blanco en el instante de
caer los proyectiles, para modificar los datos antes cita
dos en la cuantía correspondiente a esta corrección por
‘desplazamiento del blanco o predicción, la cual’ se deter
mina partiendo de la hipótesis de que desde el momento
en que se hace fuego, y mientras el proyectil recorré su
trayectoria, el blanco sigue una ruta rectilínea con velo
cidad constanté, ‘hipótesis admitida como fundamental
en todos los predictores de tiro modernos.
Es, por tanto, básico para la predicción el hallar las
condiciones de movimiento del blanco que se han de ad
mitir constantes; es decir, hallar su rumbo y su velocidad.
Esta determinación puede hacerse: o bien señalando en
un plano(mesas trazadoras) las posiciones del blanco
-
separadas un intervalo de tiempo determinado, y la recta
o vector que una a dos posiciones sucesivas señalará el
espacio recorrido en dicho tiempo, y, por lo tanto, su
velocidad y también su rumbo, o bien se determina la
variación angular de la orientación en un tiempo deter
minado y de la distancia en el mismo tiempo; es decir,
se obtienen las leyes de ariación,de estos datos en fun
ción del movimiento del blanco.
-
Los modernos sistemas de dirección de tiro descompo
nen el vector de movimiento del blanco en la unidad de
tiempo, en sus componentes, lateral (variación en direc
ción) y longitudinal (variación en alcance), cuyos valores
se ‘emplean en los aparatos calculadores.
Determinada la ley de variación de las componentes,
el aparato pre4ictor multiplica su valor por el tiempo
correspondiente a la duración de trayectoria, y estos pro
ductos se suman a los datos predichos antes citados,
obteniendo mecánica y continuamente las orientaciones y
distancias de las diferentes ,posiciones que irá ocupando
el blanco en el momento de caer al mar ‘los proyectiles en
descargas sucesivas; es decir, las distancias y orientacio
nes predichas. Por lo tanto, vemos que los datos hallados
en el telémetro y reducidos al’ centro origen de datos se
incremeñtan en la central de dirección de tiro, en los
valores de la predicción; todo ello mecánicámente, con
aparatos multiplicadores y elementos diferenciales, de los
que existen variados y artificiosos modelos.
Si la determinación de los datos telemétricos fuese con
tinua y la reducción tuviese igual carácter de continuidad,
también se efectuaría ‘la predicción continuamente; pero
como hay intermitencias o sóluciones de contimiidad,
hay que recurrir a un mecanismo que se llama
reloj de
alcances
y
direcciones,
que hace las veces de un telémetro
de marcha automática.
Este aparato está proyectado de forma que, una vez
conocidos los datos y su ley de variación (en sus compo
nentes), haciendo que una aguja del reloj señale en un
cuadrante graduado el dato inicial conveniente (distan
cia u orientación), al ponerse en marcha el reloj, la aguja
seguirá marcando de acuerdo con las posiciones del blan
có (reducidas), mientras éste no varíe su ley de movi
miento, admitida constante, perinitiéndonos ello la obten
ción de datos de mañera continua y de igual modo una
predicción continua, que es lo que da origen a la puntería
continuada.
40 Correccióngeneral.
—
Los datos predichos hay que
módificarlos por las correcciones, que, afectando por igual
a todas las piezas de la Batería, se llaman correcciones
generales. Estas son de dos clases: unas debidas a las con
diciones atmósféricas, que alteran la densidad balística
(presión barométrica, temperatura y estado hidrométrico),
la velocidad y dirección del viento y la temperatura de
la pólvora, y otras producidas por causas desconocidas
Figura 2.
21
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que producen errores sistemáticos longitudinales y late
rales, que hay que determinar por la observación del tiro,
y, en su consecuencia, corregirlo.
Los observatorios meteorológicos de los sectores arti
lleros de costa determinan, en función de la presión ba
rométrica, de la temperatura del ambiente y del estado
higrométrico, el valor de la densidad balística, y como el
incremento positivo o negativo de esta densidad con
relación al valor tomado para la densidad normal produce
una variación en alcance, se deterijiina ésta resolviendo
mecánicamente la fórmula correspondiente y sumando
algebraicamente su resultado a la distancia predicha por
medio de un eslabón diferencial.
El viento balístico lo obtiene en los citados observato
rios el servicio aerológico del sector de costa, determi
nando su valor (intensidad y dirección) en zonas de di
versas alturas, y calculando después en la central de la
dirección de tiro las componentes longitudinal y lateral
del mismo, con relación a la línea de tiro, pues la primera
modifica el alcancé y la segunda la dirección.
Con aparatos multiplicacores. se calcula automática
mente el valor de las correcciones que corresponden al
alcance y a la dirección por razón del viento balístico, y
estos valores se suman algebraicamente a los datos cita
dos por otros eslabones dil’erenciales
La temperatura de la pólvora, si es diferente de la que
se tomó como normal para el calculo de la tabla de tiro
(o, lo que es lo mismo, para el trazado de las levas del
aparato calculador), produce variación en la. velocidad
inicial y, por lo tanto, en el alcance, lo cual se puede de
terminar matemáticamente, o también empleando un
aparato calculador, y después corregir con su valor los
datos predichos; generalmente se traauce la variación en
alcance a variación en el coeficiente balístico y, junta
mente con otras causas modificativas, se introducen por
este solo concepto en los datos predichos.
Los errores que se aprecien por la observación del tiro,
debidos a causas acciaentales no previstas por no coio
cidas, se corrigen en mecanismos apropiados, tanto para
el alcance como para la direccjón, con arreglo a los mé
todos de tiro, cuyo detalle constituye lo que se llama vul
garmente
reglas de tiro,
aunque su propia denóminación
sea
métodos de tiro.
Correccionesparticulares.
— Los datos predichos
modificados por las correcciones de carácter general, con
forme se acaba de indicar, hay que adaptarlos a cada
pieza,. con las modificaciones particulares que correspon
den a cada una de ellas por las causas siguientes: separa
ción de la pieza al centro origen de datos, cota de la pieza
sobre el ‘nivel del mar (o dzterencia de cofa con relación
al ,centrá origen de datos, según la tabla de tiro sea para
cofa cero o para la cofa de dicho punto), desgaste del
rayado, variación del volumen de la recámara, errores
deducidos del ajuste, etc.
En las Baterías primarias modernas, cada pieza tiene
en la central de la dirección de tiro un corrector particu
lar (panel de pieza), de donde salen ya los datos para los
aparatos receptores de cada una de ellas; pero en las de
calibre inferior suele emplearse un corrector para toda la
Batería, aunque sus aparatos receptores de datos de pun
tería, construídos especialmente para la situación topo
gráfica de las piezas, corrige los datos por posición, efec
tuando en ellos la reducción correspondiente, de modo
análogo a la reducción de los datos telemétricos a datos
de centro origen de datos.
6.° Aparatosde puntería.
—
Los datosde tiro resul
tantes después de las fases que acabamos de indicar se
transmiten de modo contiñuo y automático a las piezas,
donde se reciben en unos receptores apropiados, ligados
con los transmisores de la central. Estos receptores son,
-
en líneas generales, una aguja ó índice colocado en un
disco o esfera, graduada conforme al dato que recibe y
colocada cerca del aparato de dar la correspondiente’pun
-
teríaa la pieza (alcance o dirección); al moverse la pieza,
se mueve sobre el mismo disco o esfera’ otra aguja. o
índice concéntrico con el anterior, de forma que la coin
cidencia de los dos índices supone la puntería de la pieza
en dirección o en elevación, según el dato a que corres
ponda el receptor.
‘ -
Los datos que se envían a las piezas varían según se
emplee la puntería directa, en la cual el apuntador de di
rección visa al blanco por su alza óptica, o la punteríá
dirigida, en la cual se pueden cerrar las ventanillas de
puntería, ya que lo mismo la elevación que la dirección
se reciben de la central.
7.° Transmisores.
—
Según acabamos de indicar, los
datos de distancia y dirección, desde que se obtienen en
el telémetro hasta que llegan a los aparatos receptores de
las piezas, siguen un ciclo modificativo (reducción, pre
dicción y corrección) de un módo automático, que re
quiere para su realización el empleo de medios de trans
misión que satisfagán al trinomio
precisiÓn-rapidez-segu
ridad,
y que, ligando entre sí los diversos elementos
calculadores citados, completen el sistema de dirección
de tiro.
Hasta hace no muchos años, el único medio de trans
misión empleado en las Baterías de costa era el teléfono,
y aunque este medio es todavía insustituíble para’ el ejer
cicio del mando en todos sus aspectos, llevando la sensa
ción directa del mismo hasta los más apartados rincones
de la Batería (repuestos, talleres y demás servicios), los
datos en el ciclo citado han de seguir otro cauce por me
dios de transmisión electromecánicos que satisfacen las
condiciones del trinomio expresado en el párrafo anterior.
Existen tres medios de transmisión utilizables: moto
res paso a paso de corriente continua, motores selfsin
cronoé y el sistema basado en el puente de Wheastone;
sin embargo, el empleado por nuestras Baterías de costa
es el de los motores paso a paso, de corriente continua,
que se construyen en los talleres de Experiencias Indus
triales de Aranjuez.
8.° Observación. Se efectúa ésta en las Baterías
de costa desde úno o más puestos de observación, dota
dos de óptica conveniente que permita apreciar los des
víos de los disparos a las distancias normales de combate.
Es conveniente utilizar anteojos ‘estereoscópicos con pla
cas reticulares, que faciliten la determinación de la me
dida de la separación longitudinal y lateral de los impac
tos; la segunda, para la corrección en dirección, y la pri
Figura
50
22
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mera, en el caso general, sólo necesitará conocer el sen
tido del desvío, si se aplica la corrección en alcance por
el número de disparos cortos; en otro caso, se apreciará
su magnitud y signo.
9.° Elementosauxiliares.
-
Para completar un sis
tema de dirección de tiro automático, además de los ele
mentos que ligeramente hemos indicado en los párrafos
anteriores, se utilizan los sigüientes:
Inclinó metro. Aparato que, en función de la distan
cia al buque y de su eslora, determina su rumbo o, mejor
dicho, su inclinación con relación a la línea de situación;
con la suficiente aproximación paraomar
este dato como base inicial en el reloj de
alcances y direcciones.
Mesa -trazadora. —
Plano sobre el cual
se desplaza un brazo o radio giratorio pro
visto de un lápiz y que, accionado mecá
nicamente por los datos del sistema te
lemétrico, señala con intervalos de tiempo
de treinta segundos la posición del blanco,
materializando de este modo su ruta y per
mitiendo comprobar su rumbo y su velo
cidad por lectura directa del espacio reco
rrido en la unidad de tiempo.
Telefonos. —
Antes se empleaban los ti-
-
pos mural; pero hoy día se utilizan con
preferencia los de tipo
peto y cabeza,
de
los que se están dotando a todas las Ba-
-
tenas de costa, con el modelo que cons
•
truye la fábrica F. E. N. Y.-A., de El Fe
rrol del Caudillo.
-
Transmisores de órdenes. —
Estos, apar
te de los teléfonos, se emplean para un
-
número reducido de órdenes de frecuente
empleo en el servicio de las piezas en fue
go, funcionando por motores paso a paso,
-
y
que son de gran utilidad para ligar a las piezas con la
central directora del tiro, evitandó el error del servicio por
fonía, tan importante en los momentos más críticos del
combate
-
Reloj avisador de impactos. -—
Cuyo objeto es evitar que
los operadores de las estaciones o puestos de observación
tengan que estar continuamente visando al blanco, lo que
produciría una gran fatiga
-
visual y el consiguiente error
en la observación; para ello se emplean unos relojes que,
pulsados y puestos en marcha en el momento de produ
cirse el disparo, si previamente se han graduado para la
distancia de tiro, hacen sonar un timbre o un zumbador
cinco segundos antes de la caída del proyectil; es decir,
cinco segundos antes de finalizar el tiempo corres pon-
diente a la duración de la trayectoria -a la distancia de
tiro, advirtiendo al observador del momento en que debe
esmerar o efectuar la observación.
-
Otros elementos.
—
Los Capitanes de Batería de costa,
cualquiera que sea el puesto en que se sitúen para la di
rección del tiro de su Unidad (aunque es aconsejable que
durante el fuego
vean
el blanco que baten y la caída de
sus proyectiles), dispondrán en sus inmediacjones de grá
ficos y tablas de corrección, correctores nomográficos,
etcétera, que consideren precisos para prever el caso. de
que falle el ciclo del sistema de dirección de tiro que em
pleen y tengan que recurrir al método elemental de de
terminar- los datos por plano director, del-cual, sin excusa
alguna, deben estar provistas todas las Baterías de costa
y puestos de mando, con arreglo al modelo reglamentario.
Resumen.
—
Explicado lo anterior, fácil será ya com
prender el funcionamiento del sistema de dirección de
tiro, representado esquemáticamente en la figura 4.5,
siguiendo la norma de las descripciones publicadas por el
mencionado Teniente coronel Costilla.
-
Supongamos que el sistema consta de una estación
-
telemétrica constituída por un telémetro monostático de
base horizontal, con apara-to reductor de distancias y di
recciones.
-
El telémetro transmite a la estación central los datos
•
de distancia y dirección, ya reducidos al centro origen de
-datos de la Batería; las distancias reducidas hacen mo
ver una aguja en la esfera de distancias, y las direcciones
reducidas actúan de igual modo sobre la aguja de la esfera
de direcciones. (Si fuesen dos telémetros, se moverían en
cada esfera dos agujas, una por cada telémetro, exigién
dose en este caso la previa sincronización de ambos telé
metros, llevando las agujas a los extremos de las gradua
ciones. Una tercera aguja, llamada promediadora, por
-
medio de un volante señalaría una graduación en cada
esfera, promedio de la que marcasen las dos agujas; pero
en el caso que nos ocupa, la aguja única de cada esfera
hace el papel de promediadora.)
-
Al moverse las agujas de las esferas citadas, se las hace
seguir por -unos contraíndices, y sus movimientos se
transmiten al calculador de las componentes del blanco,
en el cual, por observaciones sucesivas en intervalos dé
tiempo determinados, se deducen las dos componentes,
longitudinal y lateral de la velocidad del blanco, con re
lación a la línea de tiro, cuyos valores se introducen sepa
radamente en el corrector general, a fin de que la compo
nene longitudinal afecte a la distancia y la componente
-
lateral a la dirección.
Si en. este momento se pone en marcha el reloj, los
contraíndices de las esferas de distancias y direcciones
girarán automáticamente con una velocidad constante,
dependiente de l6s valores introducidos en el corrector
general para las componentes del, blanco, y si las medi
ciones preliminares del telémetro fuesenexáctas, no cabe
duda que estos contraíndices irían constantemente coin
cidiendo con las agujas que señalaban datos reducidos;
pero este efecto no se obtendrá rápidamente, y será ne
cesaria una fase de tanteos hasta conseguir aproximada
mente esta coincidencia. Estos tanteos se hacen variando
en el sentido conveniente los valores de las componentes
introducidas en el corrector.
-
El movimiento de lós contraíndices que marcan dis
tancias y direcciones, combinadocon el de los botones
Mesa ¿cazadoca
Figura 4•a
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que introducen los valores de las componentes, hace ac
tuar a los predictores, obteniéndose los valores de la pre
dicción, que de modo continuo y automático se van
sumando algebraicamente a las distancias y direcciones
reducidas.
Por medio de botones y esferas convenientemente ga
duadas se introducen en el corrector los incrementos de
alcancé y dirección correspondientes a las causas si
guientes:
variación de la densidad balística;
—
corrección por desvío en alcance y dirección;
—
corrección por efecto del viento balístico.
Causas que, juntamente con la prediccióii, constituyen
las correcciones generales comunes para todas las piezas
de la Batería.
Del corrector general, los datos de distancia y direc
ción, reducidos al, centro origen de datos y corregidos
como se acaba de indicar, pasan al panel de cada pieza,
en el cual se modifican a su vez por las correcciones par
ticulares de cada una de ellas, y que en párrafos ante
riores hemos indicado (velocidad inicial, corrección por
-
posición, diferencia de cota, etc.).
Del panel de pieza pasan los datos a los receptores de
puntería de las piezas,. desplazando unas agujas en las
esferas correspondientes; los sirvientes de puntería, accio
nando unos volantes, dan movimiento a la pieza en ele
vación y dirección, el cual se refleja en unos contraíndi
ces de las mismas esferas, y la perfecta coincidencia de
índice y contraíndice en cada una de ellas indicará que
la pieza está apuntada y en condiciones de hacer fuego.
Esta puntería será continua, porque de igual carácter
es el ciclo que acabamos de indicar.
Las correcciones debidas a la observación del tiro -se
-transmiten desde el observatorio o desde el puesto de
mando a la estación central, en donde se introducen en
la cuantía que corresponda, según el método de tiro que
se emplee.
-
Con lo-hasta aquí dicho queda terminado el propósito
que expresamos al comienzo de estas líneas de generali
zar y vulgarizar lo que es un sistema de dirección de tiro
de costa, sirviendo también para aquellos que no tuvie
ron ocasión de familiarizarse con estos modernos apara
tos para el tiro contra blancos en movimiento; con estas
ideas fundamentales tienen una base para un estudio más
profundo, cuando las necesidades del servicio les obliguen
a ello.
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CapItán
JurtdICo
JOSE MARIA
GARCIA
RODRIØUEZ
•
:dcn-...
UN soldado español que había-estado en Italia mucho tiempo, vino a España;
q
wn mísero villorrio que se
llanici La Muela, muy cerca -de Zara gozas de donde-era natural. 4lLí la tierra es en ext’emo arenisca y
estéril; las casas, que no llegarán a -veinte, incómodas y pajizas; los -moradores, tan- pobres, que con ser el más
rico el padre de este soldado, disponía con dificultad de seis reales;. Y sucedió que a sus co.nvfcinos-, cuando
les re/ería las cosas notables de la Italia espai’iola de aquel entonces,. lujo -de edificios, riqueza en -las posadas-,
atavíos en las damas, historias de amor bordadas al ie de Pavía, urbe buena, flor de las ciudades, c1a-ra
- poderosa y pía, cbmo ya en el medievo se le .llamaba; .o en Milán, plaza de armas de nuestros Ejércitos; en lii
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regalada y hermosa Mantua; bajo el claro çielo de Nápoles; junto a las altas montañas de Génova, o en Flo
rencia,
flor de las flores,
uno de los circunstantes, de esos pegados al terruño, que ninguna cosa grande com
prenden, preguntóle la razón de haber dejado tan buena tierra y de haberla cambiado por un tan pobre país...
Y el soldado le tapó la boca diciéndole que había vuelto tan sólo por amor a la Patria, a la misma Patria por
la cual arries gara su vida... Así volvió cierto día, pero manco y descalabrado, el ingenioso hidalgo Miguel
de Cervantes y Saavedra. Traía acopio de ilusiones: ilusión de la tierra e ilusión de la obra inmortal que le
bullía en el cerebro; y de la sal de la vida, apenas el recuerdo de la futilidad de las cosas humanas, que hizo
• gritar al Sabio en el Eclesiástico: Envejece toda carne como el heno, como la hoja que brota en árbol verde...
•
Pero no tuvo fortuna, y no queráis preguntar por menudencias de su vida: que si la hija, que si la virtud, que
si la doncellez... Dejadio en paz. A nadie importan, si no es chismoso, otras historias de amores que las de sus
ro píos amores... Nos importa a todos, en cambio, la vida entera de la Patria; y sólo eso —pese a las desilusio
nes—’llevaba en su corazón cuando viejo tenía puesto el pie en el estribo y sentía a la muerte acongojar su
carne. Bien lo sabéis: la vida de la galera, que Dios se la preste ‘a quien la quiera. No tuvo allí el ingenioso
hidalgo Miguel de Cervantes lucidos días de gloria, bonanzas, hartazgos y buena vida. Sus palabras son que
en aquellas marítimas casas, lo más del tiempo maltratan las chinches, roban los forzados, enfadan los
•
marineros, destruyen los ratones y fatigan las maretas. Y no eran, que digamos, envidiables los panoramas
de la Tierra: mucho servir, mucho madrugar y trasnochar; el arcabuz a cuestas lloviendo, tronando o venteando;
y en la posada, ni luz con que acostarse, lumbre con que enjugarse, an que comer o
VinO
que beber. Arriesgar
la vida muerto de hambre y la conciencia echando mano de lo ajeno bara remediar las propias necesidades...
Eso de andar muy bien vestido de terciopelo carmesí, con los ojos en blanco mirando al cielo, lleno el sombrero
de plumas y de ci’ntillas las ligas, esmaltado, bien en claro, un mote en servicio de una dama, y haciendo
oír a la pálida luz de la Luna flamenca, redonda y amarilla como un doblón, una, allí exótica, cancioncilla
leonesa... Los tales, ni son soldados ni lo han sido nunca —eso, bien lo sabía él, que por toco se queda sn vida
en muchas ocasiones, y en la mejor que vieron los siglos—, a menos que se les tome or aquellos valientes leones
en la paz y cuervos en la guerra, de que habló Tertuliano, que piden la ayuda de San Pies, abogado en las tugas
para alejarse cuanto antes del peligro... La guerra es para hombres muy enterós y qu’ tienen muy puesto en
su sitio el corazón.
Poneos ahora en su caso, si or encima de lacerías y fatigas os sumiesen en una mazmorra negri y llena
de humedad, hambriento y ai5aleado de esbirros. Poneos en su caso, si encima os pudiesen llegar rumores de
que el Rey Don Felipe no anda.tan listo como debiera en rocuraros la libertad, sobre todo cuando la imacien
cía es un acicate que crisa los nervios y rompe la serenidad del más templado, y admiraos de que aquel inge
nioso hidalgo, lejos de anílanarse, en Argel, a punto está de crearles muy serios conflictos a sus guardianes...
Y ahora, dejadme repetir que vuelto a su Patria manco y descalabrado, sin la honra y dinero que pudo tensar
en ganar,’ no hace labor derrotista. Escribe feb,ilmente —él dice aue traduce o que lee— esa Crónica de Cide
Hamete Benengelí, autor arábigo, cifra
y
resumen de nuestra hidalguía
y
heroicidad, que si tiene una rata
de humor que han querido ex’Motar en -ro1,ia defensa los cobardes, tiene una grandeza militar
y
española
eterna, alrededor de’aquel hidalgo de lanza en astillero, adara antigua, roín flaco y galgo corredor, sin
escudero, aunque fuese del tienvf,o de Fernán González.
y
enfermo de vaguidos. Los que con clarividencia le
miraron, viéndole con alegría, le toma,i’onpor modelo de temple humano y gloria patria. El estaba bien tranquilo
en su casa,con su olla un toco más de vaca que de carnero, su saiicón bara las noches, castellanísimas lente
jas los viernes, las manos en la cabeza los sábados y el sabroso yno muy abundante banquete dewe palomino
los domingos. Amén de Tascalzas de velludo 1,ara las fiestas, los cuidados de nn ama que no pasaba de los cua
renta, de los remilgos de una sobrina que frisaba en los veinte y-la uehlerina sociedad de -cura y barbero.
El bueno del hidalgo salió de su hogar calladamente, corno hacen siempre los mozai’betesque buscan, más or
afán de aventuras y gloria que de dinero, el regazo inolvidable, duro, pero caliente, de la Milicia. Y tese a que
no fué muy afortunado en su i5rimera salida, en una venta entre distraídas mozas y un ventero no menos ladrón
que-Caco, ni menos maleante que estudiante o paje,
comiendo truchuelas en vez de lentejas, apedreado de
arrieros
y
aumentando los males de los oprimidos en vez de remediarlos, volvió a salir —Dios se lo-premie—,
en busca de aventuras... Y le menudearon, sin darle lugar a reposo. La de los molinos de viento, la dél vizcaíno,
la de los batanes, la del yelmo de Mambrino; batallas descomunales con unos -pellejos de vino, pendencias con
los cabreros... y or un éxito con los disciplinantes a coSta de su sudor, más cardenales que un saco de golpes...
Y- el discretísimo. señor cura, y el donoso barbero, harto tranquilos en su casa, y por toda tarea arrancar al
- -
hidalgo de’aquellos cami’nos de heroísmo que llamaban locuras... ¿No os suena todo ello a la vida que vivimos,
si süstituímos a los personajes de Cervantes or aquellos otros que dicen Más quiero gallina que águila en mi
26
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casa? Y otra vez tendencias con el ama y con la sobrina, y razónamientos con aquel trástulo de los patios sal
maticenses que se llamó Sansón Carrasco, y otra vez —bendita locura española— el héroe a la aventura inau
dita de la cueva de Montesinos, a la justicia verdadera hecha en el retablo de Maese Pedro, y al adagio latiné
del Primum est navigare, camino de Barcelona... y una novedad que añadir a los palos y moleduras: pellizco
y arañazos... Así la vida, hasta que Dios se lo llevó; que en otro caso, la continuara. Y no cerréis todavÍa con
siete llaves su sepulcro, que volverá a salir cualquier día a continuar sus justicias y aventuras, como a ganar
batallas volvió el Cid después de muerto. Y no sólo el Cid, que España es el país de las grandezas. Tampoco
después dé muerto se le menguó la victoria a D. Juan Alfonso de Alburquerque, ricohómbre de los tiempos anta
ñones del Rey Don Pedro, el único que tuvimos... Pero fijaos bien: cuantos miraron el lado heroico de la aven
tura, cuantos encontraron en Don Quijote la imagen fiel del hidalgo perdido al pie de las dunas flamencas,
en Bomel, en ambas pérdidas de Breda —no en su ganada or Ambrosio Spmnola—, en La Esclusa, con Mateo
Serrano; en Rocroy y, si queréis, delante de Casale Saint-Evasio, y no en Pavía ni en Roma; en la jornada
de Los Gelves, y no con Cisneros en Orán; en Aljubarretacon el Rey Don Juan, y no en Toro con el Rey Fer
nando... se olvidaron con desdén de aquel labrador vecino suyo, hombre de bien (si es que este título se puede
dar al que es pobre), pero de muy poca sal en la mollera, tomándole por un medroso, infeliz costal de refranes
y malicias detrás de su gordura, y no muy garbosa personilla. Sigios y siglos le dejaron en su oprobio, como
si él no fuese también cristiano viejo —nada de marrano, ni de converso, ni de judíó— y español como el que
más. No quieró hablar de quienes partieron, porque sí, en dos campos la inmortal obra cervantina —interre
tación gruesa—, separando idealismo y realismo, y atribuyen y vinculan únicamente lo primero en Don Qui
jote y lo segundo en Sancho. Y aún los malintencionados pretendieron burlar y ridiculizar lo primero, por
mor de aquello dé que es preciso estar en la vida. Pero ninguna de ambas cosas es verdadera: tiene Sancho su
alma en su almario y sobran pinceladas de realidad en los heroísmos de Don Quijote.
Mirad a Sancho. Don Quijote plantó bandera de enganche en su propia casa, corno galán capitán que al
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albor despertaba una villa dormida con el estruendo y ruido de sus.pí/anos’y cajas. 4cudió a la recluta el pobre
villano, no como mozo hecho un señor papagayo que piensa llegar por la fuerza de sus manos y bravura de sus
‘hechos a ganar un puésto en la mesa de un príncipe —ese tal tiene al ingenioso. hidalgo por modelo—, sino
como ganapán caviloso que, harto de las estrecheces de su casa, sale no muy confiado a buscar fortuna. Por de
pronto, no muy seguro en su corazón de que Dios se la dé. Pensando quizá en aquello de que uien no se arriesga
no pasa el mar;. y aun así, a fuerza de ruegos, promesas y persuasiones.;. Afirmo que no muy convencido se
determinó Sancho a servir de escudero a Don Quijotes es a la esperanza de que por stn quítame allá esas pa fas
podría llegar a ser Gobernador de alguna ínsula, por cuanto salió sin despedirse de su mujer y de sus hijos,
que mujeres y heroísmos siempre se avinierón mal; y, al parecer, tanto en guerras como en aventuras se deben
evitar los hombres casados’.
- . . -
Así, pues, acom’odóse Sancho lo mejor que pu4o sobre su asno, llevó sus buenas alforjas por consejo de
Don Quijote, su b.ota, e iba caballero como un patriarcá —acongojado un poco or el recuerdo de la mujer y
de los hijos—, aunque el cronista arábigo no lo cuente, y con no pocas ganas de verse ¿obernador de la rome
lida iniula. Era la -mañana y heríales de soslayo el sol por los campos de Montiel,- veteados por castellanísimo-s
recuerdos de luchas y bastardías. Por donde añoraba correr y salvarse del dogal conque su hermano le estrechaba,
el Rey Don Pedro, que era rubio, buen puntero de, ballesta. Hombre que usaba vivir mucho a su voluntad.
Mostraba ser muy justiciero; mas tanta era la su justicia e fecha de tal manera, que se tornaba en crueldad.
- A cualquier mujer que bien le parecía, no cataba que fuese casada o por casar: todas las quería para sí;
ni curaba cuya fuese. E por muy pequeño yerro daba gran pena; ‘a las veces penaba e mataba a ‘los hom
bres sin porqué, a muy crueles muertes.
0yo
privado un judío que llamaban Samuel Leví,
léese en la
Crónica
de Don Pero Niño, quizá también porque prendido en el embrujo de la judería burgalesa —mujeres hermosísi
mas-son bíblicos nombres— le.dió a beber amores de fuentes malignas... Como veis, palpitaban los recuerdos
españoles al lado de la magra figura del hidalgo y redonda del escudero, que iban —los dos-.-- a sus aventuras...
¡Ay
Y
¿qué sería de aquella Man-Gutiérrez, que no valía dos maravedís para ser Reina y que para Condesa
necesitaba Dios y ayuda?... . - -
—Ericomiéndalo tú a Dios, Sancho—respondió Don Quijote—, que Elle dará lo que más le convenga
pero no apoques tu ánimo tanto, que te venas a contentar con menos que con ser Adelantado...
En el aíre límpido flotó la respuesta de Sanchó. Como un amén detrás ‘de una oración...
Y apareció la primera. Pero, ¿cómo, de ínsulas? ¡Sí, sí Molinos de viento, y gracias, para el escudero;
gigantones, para el hidalgo... ¡ Vamos ‘Aquello fué como para sacar de quicio a todos los que sostienen que es
preciso
estar en la vida.
Desaforados gigantes, decía Don Quijote; y Sancho le remendaba la lección diciéndole
que ni tal rosa: molinos, y con buenas aspas... .A fin de cuentas, correr para remediar males y atender a su
amo molido. La aventura fué para que si Sancho, en realidad, llevase un realista dentro de su corazón, echase
mano del ronzal de su rucio y se lo trajese, pian pianito, para su casa. ro si por codicias de ínsulas y mientras
- lluevan los golpes sobre costillas ajenas, cualquiera puede, con cierta resignación, seguir en achaques de aven
turas, y iino la segunda: dos frailes de San Benito y la señora vizcaína con su criado de la misma’ tierra.
Perdonadle a Don Quijote el caer de lleno dentro del canon Si quis suadente diabolo violentas manus impo
suerit...; porque, si efectivamente arremetió contra uno de ellos con tanta furia y denuedo que si no se tira el
fraile de la mula hubiese quedado malherido o muerto, es la verdad que no lo hizo tentado por el demonio, sino
luchando contra la mala voluntad de encantadores’ enemigos suyos que le escamotearon el cuarto donde tenía
los libros, le habían óonvertido en molinos los gigantes y aun ahora querían deshacerle la mejor de las que se
le presentaran.’.. Sancho, a falta de ínsula que ganar, le comenzó a quitar los hábitos al caído, porque le tocaban
legítimamente como despojos de la batalla que su señor había ganado. Es ley de guerra. Los ‘mozosde los frailes
—que en esto llegaron y que no’ enteñdían de burlas— arremetieron con Sancho; dieron con él en el sueló, y
sin dejarle pelo en las barbás le molieron a coces y le dejaron tundido. En resumen: que esta broma fué ya
para que Sancho dejase las andanzas y volviese a su hogar con su barriga grande, talle corto y zancas largas...
Tanto más que después de la aventura se corría el riesgo de tener que habérselas con un enemigo bastante
más real que vestigios y gigantones: la Santa Hermandad, de la que convenía librarse, aun no teniendo culpa,
pues los santos cuadrilleros —si a Mateo Alemán hemos de creer— eran, por lo general, gente nefanda y desal
mada. Como,. además, se notificaban de unos -a otros y de población en población, pelos y señales del terse
guido, resultaba bastante fácil, por un quítame allá esas pafas, que le diesen ,a cualquiera, cosido a saetazos
el
finis vitae...
Pues pese a todo ello, no retrocedió el buen Sancho. ¿Dónde se ha visto el español de pro que deje
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‘y
Dibujo del Coronel La garde.
la empresa por miedo al peligro? Precaverse puede ser de sabios; pero huir no es de españoles.
Y
‘Sancho, en
vez de re/u giarse en la tranquila hospedería de su hogar, fué con su amo a parar entre los cabreros y a recibir
un meneo de los yangüeses, del que le quedaron al escudero tan impresos los golpes en la memo’ia como en la
espalda. ¿Se curó? Ni por esas. Llevóle su malaventura a que en los enrevesados amóres de Maritornes con
el arriero fuese la moza de partido a dar con su cuerpo contrahecho, sus pelos como crines, su aliento a ‘ensa
lada fiambre y. su fidelidad de cumplir —porque era mujer de bien, ‘según ella— ciertas palcibras, al duro,
estrecho y fementido lecho de don Quijote,
mientras moría y ardía el arriero con la fiebre ‘desus malos deseos.
Don Quijote la toiió por princesa y robó los puños del amador; la moza, que era medrosica —con,la algarabía
de la pendencia—, se re/u gió en la camci de Sancho, que disfrutaba de las delicias de un buen sueño, y que sin-’
tiendo sobre sí aquel ovillo, comenzó a golpearla, y ella a él. Acudió al estruendo un cuadrillero de la Santa Her
mandad Vieja de Toledo, el cual, asiendo su media vara y la caja de lata de sus títulos, entró a oscuras en el
aposento dando voces de
“iTénganse a la Justicia, ténganse a la Santa Hermandad!... Ciérrese la puerta’ de
la venta; miren no se vaya nadie, que han muerto aquí a un hombre... Cuando luego se hizo la luz y vió
al cuadrillero en camisa, con su taño en la cabeza y en la mano un candil, la cara de no muy buenas ul gas
y pocos amigos, Sancho, tocado de la locura de su señor, éxclamó ya:
—Señor, ¿si’será éste, a dicha, el moro encantado que nos vuelve a castigar, si se dejó algo en el tintero?
—No puede ser el moro—respondió Dcn Quijote—, porque los encantados no s’ dejan ver de nadie.
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—Si no se dejan ver, se dejan sentir—dijo Sancho—; si no, díganlo mis espaldas.
No paró aquí la cosa.... y adelante con los infortunios. En aquella venta qupor su mal imaginó ser castillo
Don Quijote, el sandio hostelero —no tan sandio, ‘porquede/endía sus dineros, ganados de peor o mejor modo,
que esto va en el trato— armó nueva gresca, de la qu.esi salió indemne nuestro caballero, no así Sancho Panza,
que cogido por cierta gente alegre, bien ntencionadú, maleante y juguetona, metiéndole en la manta del huésped
dieron en elevarle de cara al cielo, y a recogerle ¿n un regazo que al infeliz manteado se le antojaba abismo.
Mientras, su amo impotente, detrás de las bardas del corral, hacía tán inútiles como barrocos aspavientos.
Quiza de las desventuras que ‘en toda su vida le acaecieron, de ninguna se quejó el su/rido escudero con
-
tanta amargura como de ésta del manteamiento, ni por un tan largo tiempo tuvo el recuerdo mordiéndole los
ímpetus aventuriles, ni tan celosamente clavado en el alma su ultraje. Hay sn esto una faceta de hombría espa
niola que tampoco púede desconocerse. Junto a la fidelidad —virtud militar— por su señor, también un senti
miento de honor vivo, que luce culzndo de la injuria se queja, y cuando recuerda’ su rusticidad, pero tcmbién
su buen entronque de cristiano viejo. Si fuese tan sólo el rústico y el zafio que nos quieren pintar, hubiese tenido
la grolesca y grosera habilidad del murciélago de que habla en su Crónica, con ironía, aquel buen fray Salim
bene de Adam, de la orden de San Francisco: En cierta ocasión tuvieron lucha las aves con los cuadrúpedos,,
y el murciélago, refudiado en su, cuchitril, pensó durante el día qué bando podría tomar. Decidió que ninguno
le convenía tanto como el de los vencedores. Mas a la noche estaba’todavía indecisa la victoria, y él tuvo que salir
a ganarse su cotidiano sustento. Encontró a las aves, que le detuvieron, y él les dijo: “Dejadme pasar. ¿No veis
que tengo alas y que. soy de los vuestros?... Encontró luego a las alimañas y apoyándóse en las membranas
comenzó pesadamente.a moverse, mientras gritaba: ,“No me hagáis daño. ¿No eis que estoy con vosotros?”
Y por indecisa que estuviese la fortuna, él se la tenía tan asegurada como el más linajudo medroso.
Pero Sancho Panza, lejos de hacerlo así, siguió al hidalgo contra viento y marea y contra infortunios.
Quizá, como Cerv’antes en alguna ocasión dijo, le llevó ala guerra la necesidad; pero, una vez en ella, portóse
como el primero. ¿Se portaban así, por ventura, la señora ama y la señora sobrina, el bachiller Sansón Carrasco
y el barbero? EntreS bachiller, barbero, ama y sobrina, ‘y nuestro pobre villano —hombre de bien en cuanto
un pobre puede serlo—, ¿no advertís una clara diferencia de valor moral? ¿No habéis oído decir muchas veces
que por encima del valor innato está ese otro valor de los que cumplen con su deber? Pues Sancho le cumplió
siembre. Tembláronle las carnes, aun con miedo infundado, como en aquella temerosa aventura de los batanes, con
tanto regocijo terminada, pero ¿quién es el que.ignora que la carne es flaca, yque han de apretarse los dientes a?ci
no rendirse al dolor, cuando sobra corazón para morir? Y en adelante, por una felice ocasión como la del cuéro
muerto y el yelmo de Mambrino, el desagradecimiento de aquel Ginesillo de Pasamonte —que Dios confunda—,
descarado.ladrón del rucio, para que a último de cuentas volviesen consus malos disfraces y engañosas palabras
el señor cura y el barbero, y recibiere Don Quijote por pago de todos sus desvelos en des/acer entuertos, vengar
agravios, amparar doncellas y consolar viudas, un mentido eñcantamiento... Para el escudero, ni siquiera ese
pago. ¿No ós resuenan en los oídos las palabras de su mujer, que en cuanto lovió venir alzó la voz, lo primero,
para preguntarle sobré la salud del asno? Y. luego, en lós más dolorosos’momentos, aquellas otras: Pero, con
tadme ahora, amigo, ¿qué bien habéis sacado de ‘vuestras escuderías? ¿Qué saboyana me traéis a mí? ‘iQué
zapaticos a vuestros hijos? Y Sancho respondió que cosas de mayor consideración que esas traía, y en su casa
habÍa de descubrir. Traía la ilusión, el gustoso saber de no haber cosa en el mundo mejor que ser hombr.e hon
- rado, escudero de un’caballero andante, büscad’orde aventuras... ¿Esto es zafismo y vaciedad? ¿Esto es ser codi
cioso. y no tener otras intenciones que el lucro y el amontónar ganancias? ¿No os admira que casi olvidado de
aquellas aventu’as, de alguna de las cuales salió manteado, y de otras molido, le parezca linda cosa esperar
los sucesos, atravesando montes, escudriñando selvas, pisando ‘peñas, visitando castillos, alojando en
ventas con toda discreción sin pagar, ofrecido sea al diablo, el maravedí?
Pero la historia no ha terminado todavía. Cuando pudo el hidalgo ponerse en trance de emprender nueva
marcha en busca de aventuras, no podí,a dejar de citar a su inseparable compañeró en ellas, para emprender-
• las nuevamente junts. Y el escudero —decidido en su corazón a acompañarle— en principio quiso sabe
•‘—cázurrería-— la certeza de sw salario. Cuánto era —poco o mucho— lo que en el negocio podía ganar. Y pue
Don Quijote, metido a discurrir pr sí, recordaba de algún Íiempo en que algún caballero andante hubiese dado
salario conocido a su escudero, y no le encontró, forzado se vió a hacer presenté a Sancho que, aun sintiéndolo,
debería prescindir de sus servicios. Trabajaran todos los escuderos a merced que más vale buena esperanza
que ruin posesión — y buena queja que mala paga. La esceña es de las más finamente conmovedoras- de
Quijote, para quien ,heditadamente la relea, y de las que dan una más desbordante luz sobre el auténtico carác
ter y buen sentir de Sancho Panza. Cervantes dice que cuando oyS la firme resolución de su amo, se le anubló
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el cielo y se le cayeron las alas del corazón, porque tenía creído que su señor no se iría sin él por tódos los
habéres del mundo. Se engañaba, porque frente al deber que le atraía con toda su alma, ya no su familia,
que tiempo antes la había dejado atrás, ni sus amistades, que en realidad muy poco merecen la pena en el aspecto
heroico, pero es que ni tan siquiera su propio camarada podía apartarle... Las hinchadas palabras de Sansón
Carrasco, socarrón famoso, en poco se le dieron; y Sancho, enternecido, llenos de lágrimas los ojos: ‘No se dirá
- por mí, señor mío, el pan comido y la compañía deshecha... Y salid, ya lo creo que salió, una .vez más en
busca de aventuras, detrás del hidalgo, como soldado de su oficial.
A poco que hurgásemos en su corazón; por este mismo argumento dl pan comido y la compañía deshecha,
tropezaríamos —y perdonadme que una vez más no pueda ocultar mi cariño y mi admiración por los tiempos
del Rey Don Pedro y los hombres de su época— con el escudero del ricohombre don Alfonso Ferrández Coronel
¿i
quien, por haber sido fiel su señor y, por consiguiente, traidor al Rey, había hechó Don Pedro cortar las
manos, exhibiéndole sus, muñecas inútiles, y que le pidió entrar en la villa d Aguilar para morir con su eñor,
también en rebeldía por’recelbs muy grandes que tomarade Don Juan Alfonso de Alburquerque... y el Rey
Don Pedro se lo concedió. La Historia calla lo que después jué de aquel hombre fiel... De Sancho, no; de Sancho
sabemos la posterior ventura que le llevó al ansiado gobierno de la ínsula, y del ánimo de poseerla, no por alzarse
a mayores y salir de sus casillas, sino por saber a qué sabe él ser Gobernador.... Conocemos igualmente el des
graciado fin ‘de.su gobierno, las interminables andanzas de la pareja aventurera y, en definitiva, porque como
el Sabio dice en el,Eclesiástico, envejece toda carne como el heno y como la hoja que brota en árbol verde,
la muerte de Don Quijote, mucho menos interesante que cuando estaba loco, pues no hubiese salido del anónimo
ni eternizado nuestra Patria, si se hallase: toda su vida con aquella lucida razón que le entró a la hora de la
-muerte. Es entonces cuando en la ¿lefinitiva escena, lleno Sancho de sentido español, le acon
seja que no se deje morir, que no hay locura parecida a dejar un hombre este mundo comido
por la melancolía; y es Sancho quien le pide que no sea perezoso, que se levante del lecho y
-.
— —
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— ——-- -. - ‘-‘ — : ••— ‘
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• salga de nuevo en busca de aventuras o cuando menQ$a vestirse hábitos de pastores, or si posible fuera lograr
una buena andanza. Y aun le quiere convencer de que, en apiriencia, se.le dé a su muerte un carácter heroico.
Le pesa de verle así morir en un lecho, y ansÍa sacarle a un campo, donde pueda decirse que por habérle malcin
chado al escuálido
Rocinante,,
murió derribado... Y sueña con vencidos de hoy que pueden ser vencedores ma
ñana, como siempre fue’ la Milicia. Desde David, que parecidos conceptos mandó recordar a Joab el día en que.
le anunciaron la murte de Unas Hetheo, hasta el valeroso caído bajo el peso de un no culpable infortunio.
Ya Cervantes, otra cosa no nos dejó de Sancho qie una mundanal alusión a eso de que el heredar algo borra
¿a pena que es natural que el muerto deje... Y ya no hay auténticá historia que más nos pueda añadir ni contar.
Ni decir lo que fué de Sancho hasta su muerte. Pero imposible se nos hace creer que pudiese retornar a la arada,
a la vida de rúsUco pegado al terruño, al trabajo de gleba de arañar un toco de pan... Eran rústicos los conquis
tado*es que fueron a América, y quedaron allá. Fueron por codicias de gobiernós y de ínsulas, como Sancho,
y llegaron a Virreyes y a Maiqueses los hijos naturales, y a leones y adelantados los más míseros desharrapados.
‘Esta es lame jor reivindicación y el mejor elogiode Sancho. Su fidelidad a una obra dura de soldado humilde
qse se ha de ganar con valentía venciendo toda flaqueza. No miréis más allá, no le analicéis en detalles menudos,
no tracéis ni descubráis, rasgo por rasgo, su anatomía, porque corréis el peligro grave de calumnianle, como
calumniaréis al ingenioso hidalgo Miguel de Cervantes y Saavedra, si os ponéis a pensar en ‘su vida, que si•
la hija, que si la. virtud, que si la doncellez... • .
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Capitón de Artillería ,JÓSE MANUEL
del Regimiento n.° 74.
MARTINEZ BANDE,
1. Ocurre que la guerra, para la inmen’sa mayoría de los
combatientes, acaece precisamente en los años críticos en
que el adolescente, que ya no es niño, pero tampoco hombre
maduro, se abre a la vida plena, no de las puras ideas, como
cuando llega al uso de razón, sino de esas ideas influidas
por las pasiones exuberantes de la mayor edad. Hasta en.
tonces el hombre puede llevar una simple vida interior;
puede vivir dentro de sí, sin importarle gran cosa lo que
ocurre en el mundo. Cuando llega ese momento en que se
verifica, podríamos decir, el fenómeno de crecimiento in
tensivo, el hombre se siente primro atraído y luego acaba
volcando su genio, poderoso o débil, en todo ese conglome
rado que es la vida social. Antes puede vivir et sí; ahora
vive, por lo menos, en parte, fuera de sí. En esto está todo
el drama humano: en la lucha entre lo exterior, que trata
de invadirnos, y lo interior, que trata de no dejarse invadir.
“Esta unidad de ¿inamismo dramático entre ambos ele
mentos — yo y el mundo — es la vida.” (Ottega.)
•
•La guerra sueleprecipitar los acontecimientos; la realidad
que se forja ante el combatiente es infinitamente superior
•a la realidad cotidiana. El jovón del campo, el estudiante,
el obrero, se ven un día transportado’s de su vivir elemental
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al escenario gigantesco donde se muere luchando. Frecuen
temente, el guerrero nace
—
Alejandro, Napoleón
—;.
pero
lo ordinario, en el tipo medio de hombre, no es que naica
con alma de combatiente, sino que se encuentra un día com
batiendo, forzado por esa serie de circunstancias que empu
jan a los Estados a la lucha armada. Entonces, aquel mundo
que llevaba en potencia en sus entrañs aparece ante él, y
aparece con todas las prisas y todas las exigencias, precoz-
mente. Esta es una de las rázones por la que el que pasa una
guerra se siehte, tras acabar ésta, como si hubiese vivido
demasiado, como si no fuesen tan sólo tres o veinte lós años
transcurridos, sino muchos más. Es que. e l mundo, qué en
ocasión normal habría ido apareciendo poco a poco, surgió
de repente, reclamando, en un instante, toda atención y
todo esfuerzo.
2.
Pero aun hay que considerar otro factor importantí
simo: el hecho de actuar el combatiente como elemento de
una gran colectividad.
Es ya sabido: s.° que lo que caracteriza al individuo ais
lado es su inteligencia, su capacidad de analizar friamente
los hechos, discerniendo, pesando valores y llevando a la
práctica estas cualidades por medio de su trabajo, intelec
tual o manual; y
2.°
que, en cambio, las multitudes se d is
tinguen por su sensibilidad, que les permite llegar a saber•
de las cosas por medios intuitivos, respondiendo a los estí
mulos exteriores en forma de simpatía u odio. Si decimos
que las minorías son masculinas y las multitudes femeninas,
no expresamos dos términos opuestos, sino dos estados del
ser humano.
Al llegar el soldado al cuartel se integra en una muche
dumbre, y al situirse en el campo de batalla se coloca en
un escenario adecuado para todo movimiento general y
sensitivo, en el que el magnetismo de unos pocos hombres,
poderosos y activos, deciden la suerte común; escenario en
el que se verifica un cambio radical en la persenalidad de
iquel invividuo que siempre vivió para sí.
3. Lo que primero nós presenta ese escenario es una
exaltación de lo extraño a uno mismo. En la vida cotidiana,
el hombre, salvo algún caso,raro y fuera de regla vive para
él — o para sus más próximos semejantes; por ejemplo, la
familia—, en un afán de conservarse y perdurar. En un
ambiénte así, la ley es el triunfo de la pequeña dimensión
de lo egoísta. Pero al ser trasladado ai frente, el hombre se
encuentra con que la única norma allí existente es un some
timieito de ese egoísmo a algo que es contrario a él. Se opera
así un cambio en las dimensiones del alma humana y en l a
unidad de medida de los actos humanos.
Es curioso ver cómo esos cambios suponen una total de
formación de kas r eglas de conducta social. Y no por puro
capricho, sino porque así debe ser. Esto explica el asombro
del no coihbatiente ante muchos actos realizados pot los que
lo son, y que no comprenden a primera vista. El hombre que
no va a la guérra siente una especial incomprensión hacia el
soldado que regresa con unos días de licencia. Lo siente
bronco, rudo, violento; pero le siente, sobre todo, extraño.
Anda distinto y habla otro lenguaje y tiene otras maneras.
No cabe duda que en la krmación de.ese abismo que separa
las dos psicologías han obrado la vida al aire libre, el peligro
y el trabajo; pero, sobre todo, ha obrado el clima moral..
El combatiente no comprende cómo hay seres que viven
para su conservación, cuando él, durante mucho tiempo,
jugó a .no conservarse; el no combatiente, que se preocupa de
vivir, no. s expliça el hecho de existir sin esa preocupación.
Y así nacen virtudes propis de cáda psicología, virtudes
que si no son muchas veces distintas en su fondo, sí lo son
en su tamaño. Delitos, máximos delitos de la vida de paz,
son el robar, el matar. Dehtos, máximos delitos de la gue
rra, son la traición, la cobardía. En un hombre civil, la
traición a un superior puede quedar reducida a una indemni
zación de daños y perjuicios. En un soldado, el robo puede,
en ocasiolTes, verse cotregido en forma que no se vea apar
tado del contacto social. Delitos todos y todos penados, pero
en diferente escala y medida.
¿Es por puro capricho? No; es que en la vida civil el orden
es lo primordial; un orden basado en derecbos y en deberes
del hómbre con el hombre y con la colectividad; un orden
basado en la convivencia pacífica. Y el orden en la guerra
es muy distinto; no porque no reconozca derechos y deberes;
puede decirse que los exalta mucho más, porque los enfoca
bajo un prisma, especial, alumbrado por la idea ábsoluta,
que todo ibsorbe y todo lo arrastra, de la misión que hay
que cumplir. Una idea que, más que idea,. es mezcla de sen
timientos y pasiones, cuyo conjunto forma una unidad bo
rrosa. Cabe decir que una guerra es una pasión extraordina
ria que no ciega las inteligencias directoras, sino que las
empuja, y tras ellas a todos, altos y bajos, hácia un mismo
destino.
4. Las realidades históricas no se ven bien en el instante
de vivirlas. Entonces la misma fuerza del momento es como
una luz que ciega. Quemados en su llama nos movemos, y
la luz hace que todo sea cantidad y medida. Cuando se v ive
así, sólo nos interesa lo absoluto, y por eso queremos medirlo
todo bajo esa dime.nsión sin límite. Esto explica el porqué
de la intransigencia dél combatiente. Quiere que todo sea
infinito, porque ilimitado es el valor del alma humana y de
la vida y la muerte. Cuando todo cesa, cuando llega la paz
y se aleja del frente para sumergirse en la vida de retaguar
dia, se llena de angustia al ver que hay cosas de valor pe;
queño, o de valor grande, pero siempre comensurables.
Este es el punto sensible de las guerras en el plano de lo
humano: el punto en que. acaban o se suspenden. Por eso
el futuro de las naciones que intervienen en una lucha ar
mada reside en la forma en que la masa que hizo aquélla es
conducida, y en la capacidad de esa masa para hacerse cargo
de que una realidad histórica cesó y viene otra en su lugar.
La Historia lo demuestra. Ttas las guerras vienen las revo
luciones, los cambios de estructura en los Estados, los giros
en el destino de los pueblos. Las revolucionas postguerra no
son sino el aprovechamiento de esas desazones de los pue
blos que las sufren. La cuesta abajo de las revoluciones demo
ledoras o la cuesta arriba de las constructivas se apoyan
siempre sobre el malestar de los que fueron soldados y ven
que tias aquella vida a
lo grande
en sacrificios y heroísmos
viene otra, chiquita y municipal. A su vera se mueven quie
nes les halagan sus bajas pasipnes para prometerles el pa
raíso perdido, que quizá entrevió en lIs trincheras, o quie
nes les excitan en aquellas virtudes galvanizadas por el fuego
para que no cesen, para que realicen en la paz la vida sin ta
cha de la guerra.
5. ¿Qué vida es ésa que tanto deslumbra, pese a sus
rigores? ¿Por qué se acuerda el combatiente de aquellos días?
Podemos repetir aquí aquellas palabras de Cervantes que
hablan bien de la cruda realidad de la vida del soldado:
“Es pobre como la misma pobraza, que en el día de la batalla
le pondrán la borla en la cabeza, hecha de hilas, para cu
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o
rarle de algún balazo que le habrá pasado las sienes o le
habrá estropeado de brazo, o pierna.” Y, sin embargo, la
guerra deslumbra, por lo meios a algunos, no ya sólo antes
de ir a ella, que podría significar una. inconsciencia ante lo
que se ignora, y aun en ella; que alguien interpretaría como
la acción excitante de un vino de calidad, sino ‘después,
cuando los hechos quedan fríos, con su verdadero valor.
Gran, ‘cosa que unos la quieran y el resto diga con el viejo
refrán: “Ir a la guerra ni casar no se ha de áconsejar.”
¿Qué vida es ésa? Creo que está aún por hacer el análisis
de la guerra como cl&ma húmano y, consiguientemente, del
guerrero como hombre’. Porq’ue al soldado se le ha querido
ver siempre’— y, en realidad, otra cosa no se podía
—
como
un Individuo más, que en vez de trabajar en una oficina o
en un taller, desarrolla su actividad en el campo de batalla.
En principio es así; pero el campo de batalla no ci un recinto’
urbano cualquiera, y la milicia no es una profesión liberal.
Esa vida de guerra ‘que ahora impreiiona taato al mundo,
considerándola como algo ‘excepcional y pasajero, fué én
otras épocas la vida cotidiana. Es preciso apartar de sí la
idea aparatosa, que es l a primera que captamos en un nofi
ciario de cine, formada por las imágenes de convoyes, de
tanques, de grandes’piezas de artillería, baraúnda de metal
y fuego. porque así como lbs principios de la guerra son eter
nos? eternas son igualente sus leyes morales. El Cid, que
era una época entera, tenía por arma el caballo, y por refu
‘gio, un elemental castillo ioquero. Pero en su alma bullían
las mismas virtudes elemeñtales que en el combatiente de
una Panzerdivisión. - -
La vida actual ha desfigurado tanto la projia vida, que
ha hecho ‘de todo. un puro Iraude. La ciudad moderna se ca
racteriza por la subversión de los valores niorales, y al-supri
mir de golpe la raíz religiosa de nuestra naituraleza, ha suprí
mido igualmente las elenentakí vçrdades. ActiTaaln»nte el
hombre se ve como medida, y con ello 2a achicado su trabajo
y su misión. Bastaría situarle ‘abstractamente en su cultura
e i,r cónstituyendo todo su entramado moral rara volver las
cosas a su cauce.
- -
Por de pronto, no -somos fin de nosotros mismos. Áhqra
bien el hombre moderno, desde el Renacimiento, se ha he
cho objeto de, sus afanes. Esto que parece monstruoso, el
que un ser f inito sea mcta y cámino, ‘lo vemos claramente en
la lucha ciudadana: cada cual piensa en el d ía siguiente, y si
trabaja, ‘es para conseguir una mejoría inniediata.
6.
Pero ese hombre, dislocado, raptado de su propio des
tino, es llevado-a la guefra. Por muy elemental qu sea, com
prende rápidamente que allí hay uba cosa que hacer, que
en ‘su jecución tomarán parte todos y que de la perfección
con que- la obra resulte depende la salvación, no de él sola
mente, ,sino de él y de los demás; y más aún de los que no
estáh allí presentes, entre los que se encuentran sus padres,
su familia, sus vecinos, sus amigos, sus compatriotas. Percibe
que la lucha es de vida o muerte, y que hay que volcar en ella
todo esfuerzo y todo afán. Y como resultado de esas refle
xiones nace esto, sencillamente: la existencia de un destino
común, de ese destiiio común que seguramente ignoró siem
pre. Mas he aquí que el soldado, al mismo ‘tiempo que la sen
sación anterior, siente, otra muy distinta. Es la sensación
de una iniñensidad, en la que se p ierde; inmensidad hecha,
por-una parte, de naturaleza, de cielo y tierra, y por otra,
de algo que es como fuego, como acción, que fluye por do
quier e invade el aire del último’ confín. El hombre dd ciudad,
hecho a abarcar tan sólo la anchura de la calle y la franja de
cielo entre tejados, se encuentra de repente cnn algo que
siempre ignoró: el horizonte. El hombre del campo, que, aun-
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que no sepa su nombre, sabe bien lo que es ese horizonte, se
encuentra con la otra fuerza, eú la que el hombre de ciudad
reparó menoi: con el ardor frenético. Pequeño se ve el sol
dado ante sí. Primeramente se siente minúsculo ante el con
junto; poco a poco se van fijando los contornos de las cojas,
y entonces su reducida dimensión personal se compara con
la extraordinaria dimensión hacia la que nunca su atención
paró. El hombre se ve así frente a sus necesidades elemen2
tales Entre ellas, y en primer lugar, eFhogar, cuyo alcance,
nunca se comprende exactamente hasta que de él se carece:
hogar que no es sólo refugió material, sino proyección funda
mental de nuestra personalidad en el mundo.
De esa ansia de hogar y de aquel conócimiento de la .exis
tencia de un destino común nace un amor de humanidad.
El calor que la camaradería -produce, y que aquel soldado
añora en la iíaz de la retaguardia, produce esa fatiga, ese
ahogo de los que vuelven, de la guerra. Porque además de
esa treménda evolución que. sufré el soldado, hay algo quizá
más decisivo aún: el encuentro con la propia vida, con la
exactitud de -la vida. Ya supone un paso decisiyo el hallar
un destino, no particular de cada uno, sino general, de todos.
Pero al lado de este íntimo encuentro hay otra serie de en
cuentros, con lo que podríamos llamar las cosas del mundo
y de uíao mismo. Digo
cosas
por no penetrar demasiado en
ese vasto entramado que es la esfera de las intimidades de la
conciencia. En esas cosas van: las que satisfacen las necesi
dades primarias: la’comida, el. sueño, el descanso, etc. Cosas
que en la vida ordinaria aparecen desfiguradas. Por ejemplo,
no se come siempre pór puro apetito, sino muchas veces por
-
gusto al deleite. Pero.en la guerra, el comer adquiere siem
-
pre su significado exacto de satisfacçión de una necesidad
i4eludible.
Van también aquí laj cosas de. a conciencia, que apare
cen ante el soldado tangibles, cumo figuras de carne y hueso;
figuras que están “ahí”, ante él, reclamando sus derechos.
Así, el deber, el trabajo, la voluntad de sacrificio; virtudes
que no son propias de la guerra, aunque suenen a veces como
puramente militares. Virtudes que son esenciales de la con
vivencia humana y que, aunque duela el realizarlas, com
pensan sobradamente con sus frutos el dolor de la realiza
ción, .poue a su sombra nace una vida más justa, un aire
más respirable para el pulmón del hombre moral.
Y, en fia,’ i ran iquí igualmente las posas de fuera, las que
nos presenta el universo, la paz de la armonía del cielo y de
li tierra. Pórque entre la “vuelta a la Naturaleza”, de Rous
seau, y la vida de hormiguéro de l as grandes urbes, hay un
-
término medio qué es equilibrio. La ciudad antigua -era otra
cosa: sus calles no nos cerraban y era poco el andar que
-
había que hacer para topar con el confín. En general, se
ha mirado la vida campesina con un criterio de novela cursi
o con una intención de propaganda política. Y sin extender
nos más sobre el tema, podemos, sí, decir que en el hombre
-
hay una necesidad de horizontes, una necesidad que ha crea
do el sábado a medio trabajo y la excursión de fin de semana,
que sólo buscan un antídoto contra el humo de la ciudad,
que intoxica los pulmones y, algo más, el alma.
Y ante todo y sobre todo, está, en la guerra, la devolución
al hombre del sentido de la misma vida, ilue anida precisa
nente en el hecho del posible morir. El afán humano, en
cuanto se perdió a través de los años tormentosos la aspira
ción religiosa, ha sido el huir de la muerte, el no quererse
dar cuenta de que éste es el fin de toda vida. Ingenuo e hipó
crita, el hombre hizo por no enterarse de su destino, divini
zando lo natural, dando geometría, que es perfección, a las
plantas (véase Leonardo)y a lá forma bumana (véase cual-
quier obra del XVI). Pero en duanto se desfigura el propio
destino, se desfigura uno mismo, sin ser por eso otro ser dis
tinto. Esta es la razón de la falsedad absoluta que ha rodeado
la vida contemporánea. Es la ventana que aparece en algu
nos edificios del pasado siglo, pintada sobre la pared, junto
a la ventana verdadera, o el hormigón que imita sillería,
muy actual.
-
7.’ Es tremendo pensar que ha sido a la sombra de la gue
rra donde ha tenido lugar la devolución a la vida de sti sen
tido auténtico, precisamente eñ el lugar en que se negaba
esa vida. Pero este trágico hecho puede aprovecbarse, y así,
las guerras, si inevitables, no serían estériles. La misión de
este siglo es hacer examen de conciencia y recobrar lo per
dido. Si los sufrimientos actuales del mundo son capaces de
hacerlo, no serán vanos.
- La guerra realiza la vida en sus íntimas esencias; pqne al
desnudo la cruda realidad humana y eleva a primer plano
las hiás elementales actividades vitales.
Hay hombres para todo. Hay quieñes toman la vida en
serio y quienes jtiegan con ella. Para los primeros, la paz,
“su paz”, está en que a cada hecho se le reconozca su exacto
valor y sea lo que deba ser y se considere como malo lo que
malo es. Para ellos, sólo en un muúdo así construído es res
pirable el aire y firme él suelo. Ahora:bien: desde que se dejó
de creer y se sustituyó el
se#
por el
conocer
y se hizo crítica y
opinión personal de todo, el mundo quedó escindido en miles
de células, bajo el imperativo de una desconfianza; descon
fianza absolutamente lógica, porque sólo se conf.ía en lo que
se aprecia real y verdadero. Cautela, cuquéría, papeleo, ofi
cinisffio, letra muerta; ésta es la herencia que nos dejó el
tiempo pasado, cuando el hombre de acción, guerrero, afir-
mativo, fué sustituído por el discreto. “Procede con discre
ción o perderás lademanda”, dice uno de los personajes de
Tirso de Molina, con un magnífico espíritu curial. En tiem
pos del Cid no se hubieran pronunciado Sas palabras: la
demanda se hubiera gritado, si era preciso, a oídos del Rey,
y después se hubiera defendido por las armas.-
Los que no piensan así, los no cautos, no comprenden este
mundo de picapteitos y hombres de negocios; en él se s ien
ten cohibidos, cuando no se indignan sin fruto alguno, ru
dos, aldeanos, y una infinita angustia se posa en su corazón.
Aqüella yida de la guerra en que el dolor era dolor y la ale
gría alegría, en que se móría de verdad, y no como en el
teatro; aquella vida, con todas sus fatigas, era su vida.
Y aunque no fuese de ese tipo de soldados a los que la guerra
río pesa, aunque pasasen muchas penalidades; el a lma que
daba a salvo.
8.
En este siglo de lucha, en que andamos todos coii e
agua por el esternón, se piensa, como única solución salva
dora, en una vida de guerra para la vida de paz, ‘o sea un
clima duro para la vida blanda.
- Porque nó se crea que lo que el mundo necesita y anda bus
cando a ciegas es una serie de soluciones políticas de tal o
cual tipo. La solución política sólo salva la piel, el momento,
la crisis del año. La raíz del mal ya fué señalada, y está bien
expresiva en los recuerdos que deja la vida de campaña.
Por eso se invocan lemas elementales de colegio de primeras
letras, que, al fin y al cabo, son los únicos lemas: Dios
Patria, hogar, servicio, hermandad, etc. Lo que cabalmente
seta destruídci a la larga de los años, con la discreta filoSofía
de la opinión personaL Opinión personal o de cada unq para
sí, olvidándose de que el hombre no es para sí, sino para
fuera de sí, parrí lo que fué destinado.
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L-CT
Teniente Coronel de infanterfa DIEGO DE DUEÑAS,
dei Servicio de Defensa Química.
1. — MODIFICACIONES ¡QUE PUDIERA INTRODtJCIR EL
AGRESIVO QUIMICO SOBRE LA TACTICA GENERAL Y
SU VALORACION
Desde el punto de vista de la Táctica, corta es la vida del
Arma Química, pues su empleo queda reducido a la guerra
europea de 1914-1918; y máspuede decirse que, por la mo
dalidad de dicha guerra y por lo variado de su empleo, sólo
ensayos se hicieron de esta nueva Arma que se presentó en el
campo de batalla, tomando pronto carta de naturaleza con per
sonalidad propia; y si bien es verdad que en acciones coloniales
fué también empleada, por sedo en pequeña escala, y dadas las
características del indígena, su armamento y la clase de guerra
irregular no se han sacado consecuencias que puedan tomarse
en consideración.
No obstante estar proscrito su empleo por las poteñcias vence
doras de la citada guerra europea, a cuya proscrición se unieron
todos los demás países, pueda decirse que no ha habido nación
que no se aplióase a la investigación da nuevos agresivos y a
experimentar con los conocidos y aceptados, con gran sorpresa,
por supuesto. Es nuestro país uno de los
-
que menos impor
tancia dió a su estudio; quizá por razones excesivamente caba
llerescas.
-
Pero io, se puede volver la espalda a la realidad; tenemos que
reconocer que en el campo de batalla su aparición fué acogida
or todos los combatientes con la consideración de arma pode
rosa en sus resultados, y sus mayores detractores han sido los
que más se aplicaron a éxpericñentarla en la paz; extremos que
-
no dejan lugar a dudas sobre su posible aceptación; y si bien,
por razones fáciles de comprender, no se hace nunca alusión más
-
que a los medios de protegerse contra ella, és d e suponer que su
empleo no sólo está previsto, sino secretaménte reglamentado,
pues “se reservan la libertad de acción para obrar, caso de que el
adversario los emplee”. No se precisan más comentarios.
Es indudable que el empleo del agresivo químico no ha hecho
variar los principios fundamentales del combate; peró, por su
modu de actuar , manera de comportarse, necesidad de protegerse
contra él y hasta por la fantasía con que se le ha rodeado, los
factores que en él intervienen están grandemente mediatizados;
esto es: el fuego, el movimiento, el aprovechamiento del terreno
y la moral del soldado.
Veamos su influencia sobre cada uno de estos factores.
A. EL FUEGO.
—
El radio de acción del proyectil químico
no está limitado por un cono de dispersión más o menos rcdticido,
como ocurré con los explosivos, sino que el espacio batido llega
hasta donde el agresivo empleado, o sus vapores transportados
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por el viento, tengan suficiente concentración para actuar sobre
el
organismo
humano; o sea que su radio de acción en condiciones
dptimas es muy grande, de varios kilómetros, cuando se trate
de emisiones normales. El combatiente que sufre sns efectos tiene
forzosamente, que hacer nso de loa apáratos de protección, y no
puede obtener de sus armas el rendimiento normai, por las di
ficultades de utilizar los aparatos de puntería. y él cuidado
que hay que tener de evitarse golpes rudos que originen falta de
ajuste, y con el l o la ineficácia de la protección, sin contar con
que el empleo de prodnctos fumígenos, en
-
acciones de cega
miento de armas, y observntorios, disminuye lógicamente la efi
cacia del tiro.
t ÉL MOVIMIENTO.—Ante el empleo del agéesivo químico,
él combatiente tiene forzosamente que hacer uso de los aparatos
de protección, y ya acabamos de decir’ que eso resta ‘capacidad
combativa al soldado; el campo visual es, naturalmente, más res
tring4do’; la función respiratoria se hace cnn bastante dificultad
para tropas que no tengan una instrucción muy perfecta, y con
molestias para las que la tienen; dificultades que se aumentan con
el ejercicio violento a que obliga el desarr,ollo del combate.
Ante el agresivo ‘de infección es necesario efectuar un cuida
doso reconocimieuto del terreno duiante el avance, en evitación
de aumentar el número de bajas, lo que se hace con el consi
guiente perjuicio de la celeridad; y al tropezarse con una zona
infectada de mediana ámplitud, es preciso recurrir a la desim
pregnación de pasifios para el t ránsito de las tropas, lo qué obliga
a detenciones forzotas. Esto es más que suficieute para vér cómo
el movimiento también está mediatizado por el Arma Química.
C. EL APROVECHAMIENTO DEL TERRENO.
—
Para pre
caverse de la acción de los proyectiles explosivos es suficiente la
‘construcción de abrigos o trincheras, c’olocarse en los ángulos
muertos o zouasdesenfiladasque se presentan en el terreno; así
como la utilizacióu de muros o caminos cubiertos, al amparo de
- , .
los c uales pueden las tropas estacionarse, marchat a cubierto,
establecer depósitos circunstanciales de material-y colocar armas
que dif iculten o impidan la acción del enemigo.
Para el úgresivo químico, estos obstáculos no sólo no tienen
ninguna eficacia, sino que, por el contrario, pueden ser los luga
res mál peligrosos por la tendencia de los aeriformes a adumularse
en las partes más bajas del terreno. y causar mayores efectos en
los lugares de escasa ventilación.
,Como los ataques püeden ser de largá duración, se siente la
necesidad ‘de introducir modificaciones en las obras de fortifica
ción para evitár que penetre el agresivo en aquellos lugares donde
ha dé descansar y comer el personal que no sea iudipensable,
así como para el establecimiento de los puestos de curación, en
fermerías, .depósitos de víveées, etc., lo que pone de manifiesto
cómo también el Arma Química interviene en el aprovecbamieuto
del terreno.
D.
LA
MORAL DEL COMBATIENTE.
—
La posibilidad 4e
que el aire que se r espira o el t erreno que se p isa pueda ser peli
groso, crea un estado emotivo euel combatiente que se manifiesta
bajo la forma de merma de capacidad combativa, y solamente
puede contrarrestarse, en parte, por una sólida instrucción y una
gran disciplina de gases.
Contribuye a e sta necesidad el m odo de obrar el agresivo en la
acción extensiva ya citada, pues éste puede ocasionar gran can
tidad de ‘bajas en un reducido espacio, y auuqué el ataque no
sea de mucha amplitud, el combatieñte ‘sir reducirse conéide
rablemente los éfectivos de su Unidad en un corto espacio de’
tiempo..
Unase a esto lo que hemos dicho de la disminución del reudi
mieuto que sacis de su arma y de la ±ayor lentitud de los movi
mientos, y se compteuderá que el f actor moral, que tanta impor
taucia tiene’ cii el combate, está también influenciado por el
Arma Química.
,Se ve, pues, que durante el desarrollo del combate no se puede
por menos de tener muy presente este Arma,’ al igual que ocurre
con las demás, y,por tanto, precisa sea valorada con exactitud,
sin incurrir en excesos despreciativos’ ni exagerados, sino justi
preciándola como jo’ es: un Arma más, un medio más de que dis
pone el Mando para la realización de su plan de operaciones, qu
como todas las ‘demás, coadyuve al.fin común:, la ocupación d
terreno, y, por consiguiente, de una manera especial actúa é
beneficio de la Infaistería, que es ,la encargada de lograrlo, s
qué en ningún caso pueda considerársela por sí sola como. reso
lutiva de la acción; pero colabore con gran eficacia en accione
,ofensivas y defensivas ypuede ofrecer al Mando un medio má
de obtener la’ sorpi-esa táctica y basta la estratégica.
II.
—
LA TÁCTICA DEL ARMA QUIMICA EN EL ATAQU
A.
IMPORTAÑCIATÁCTICA DE LOS GRUPOS DE ACR
SIVOS.
—
La clase de agrésivos a emplear es función de la opera
ción a r ealizar y de la finalidad táctica que se persiga.
En toda acción que lleve consigo la inmediata ocupación d
una zona determinada de terreno no se deben emplear agre
sivos de ipfección, que obligan’ a diáminuir la velocidad en ‘
progresión, pqr tenerse que efectuar el reconócimiento del te
rreno, por el que se realiza el desplazamiento, así como por
necesidad de proceder inmediatamente al saneámiento de l a zon
infectada; esto es, a realizar la desimpregnación total de’
zona ocupada para poder permanecer en ella sin riesgo de con
taminación.
En su consecuencia, en las acciones de carácter ofensivo se in
dica claramenté el empleo de loé agresivos comprendidos en
grupo de los aeriformes; que, por lo general, son fugaces, y al s
desplazados por el viento permiten a las tropas atacantes mar
char detrás de la nube, próximos ‘a ella, pudiendo hacerlo si
necesidad de usar los aparatos de protección, salvo el caso de variar
la dirección del vieñto, conservando, por tanto, íntegra su caia
cidad ‘combativa.
Lo dicho no prejuzga que en el desarrollo’ de una acéión ofen
siva n,o se puedan emplear los agresivos de infección, pues situa
ciones tácticas pueden presentarse que requieran su empleo
ya que para conteñer contraataques del adversario a los flancos
ya para asegurar la maniobra de un ala que, al no poder distraer
un número considerable de fuerzas’ éu la vigilancia del flanco
descubierto, fía al Arma Química el cstablecmiento de una zon
de prohibición, para lo que están indicados los agrelivos d
infección.
-
rara las acciohes de carácter defensivo está, en cambio, per
fectamente definido el uso de estos agresivos de infección, s iempr
que en las direcciones de su empleo no se t enga prevista la ejecu
ción’de, cozitraataques, pudiendo asimismo cmplearse’ todos lo
agresivos aeriformes sin más limitación que la que impone
estado meteárológico, extremo que nunca se debe olvidar
tratar del Arma Química, y cuyá prognosis ‘se nos puede da
coSi ‘bastante seguridad, con cuarenta y ocho horas de ántici
pación.
Para las’áccioncs de desgaste están indicados tanto los aerifor
‘mes como-los de infección, y principalmente los irritantes sem
permanentes, que por su gran actividad permiten con mu
pcqueáas concentraciones obligar al enemigo a tener colocado
continuamente los aparatos de protección, sufriendo las moles
tias que esto lleva consigo y, con ellas, la pérdida de capacidad
combativa.
, ‘ ‘
Se ve, pues, que no se puede determinar con rigidez qué grup
de ágresivos es el que se ha de emplear para las acciones defensivas
u ofensivas, puesto que ambos, son utilizables en cada caso
mandando, como siempre, la situación del, momento, y sólo
perfecto conocimiento de las posibilidades queel Arma Química
puede prestar ha de decidir el empleo del más adecuado.
No obstante, y con éaráctér de gran amplitud, se puede admiti
que los agresivos fugaces aeriformes son los más indicados cuand
se trate de ocupar el’ terreno inmediatamente después de su em
pleo, y los de infección tienen más características defensivas,
debiéndose añadir en este caso, al establecerse zonas de prohibi
ción, el Mando canalizs el ataque del adversario, y por tanto
en cierto modo, es dueño de l a iniciativa, tan importante en tod
acción resolutiva.
También hay que agregar que algunos agresivos sólo precisan
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modificar su manera de comportarse para que tengan aplicación
en casos en que parecían contraindicados, como ocurre con los
•
persistentes y sus vapQres.
B.
EL A RMA QIJIMICA EN LA OFENSIVA.
—
Puede inter
venir de manera muy eficaz en todas las fases del combate, desde
su preparación hasta la persecución, siendo grandes los resultados
-que de ella se pueden esperar, cuando su empleo sea oportuno,
porproporcionar el Mando medios considerables que le permiten
alcanzar los fines que se propone con un menor desgaste de sus
fuerzas. Veamos cómo puede coadyuvar 6on las demás Armas
en las diversas fases del éombate. o
e) En la preparación.
—
El empleo por la aviación de coope
ración de los agresivos del terreno sobre los pecesos y vías de
comunicación en la retaguardia de la zona donde so proyect el
ataque obliga forzosamente a su desimpregnación y, con ello, al
retraso de la llegada de los elementos qué, para contener el ata
que, ha de acumular el contrario, lo que lleva consigo:
—
paralizacioñes sucesivas de los elementos de t ransporte, con
grate perjuicio de la celeridad y de su aprovechamiento, al
efectuar con los mismos medios nuevos transportes;
—
atascamientos en las vías de comunicacióu por las deten
ciones citadas, de gran importancia, sobre todo si los prepa
rativos propios se ban efectuado en secreto y obliga a rea
lizar con precipitación relativa estos desplazamientos;
—
la necesidad de dcsimprcgnar y hasta inutiliúr el material
•
uc baya sido 4lcanzado por el agresivo o sus vapóres;
o
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—
hacer inhabitables puntos importantes que se consideren
apropiádos para la concentración de las reservas del adver
sario, lo que exige una forzosa alteración en el desarrollo
de las órdenes de su Mando;
—
disminuir la moral y capacidad combativa de dichas reser
vas, que, antes de llegar a la zona de acción, sufren las
molestias consiguientes que. lleva consigo la presencia del
agresivo
b) Marcha de aproximación. Es el momento en que, por
las dificultades de crear zónas peligrosas que puedan entorpecer
lamarcha de las tropas, el Arma Química tiene la menor de sus
intervenciones, a seméjanza de lo que ocurra con las demás
Armas. Además, la rapidez con que se suceden las situaciones
dificulta el establecimiento del material específico, por falté de
tiempo.
No obstante lo dicho, su empleo por la aviación de coopéración
-
yartillen a con proyectiles de infección tiene una gran importan-
--cia; pues al batir los emplazamientos de la Artillería contraria,
las incapaciea péra la continuación del fuego, por tener que pro
ceder a su desimpregnaeión.
-
- c)
Toma de contacto y ataque.
—
Desde que se verifica la
toma de contacto hasta la fase final del ataque, el empleo del
-
Arma Química está indjcado, sin más limitaciones que las que
iqipongan las condiciones, meteorológicas que ya hemoa mencio
--
nado,y -sus posibilidadps son muy grande,s.
-
-
Enlas acciones de hostigamiento y desgaste están indicados
desde el momento en que la distancia al enemigo lo permita;to
dos los agreÁivos que no sean de infección son apropiados, espe
cialmente los éofocantes e irritantes, que, ónidos a la acción de
-
loshumos y nieblas, obligan al continuo uso de los aparatos de
protección, con merma de la capacidad combativa y, por ende,
-
de la moral, que tan necesario es c onservar en su más alto grado
en las fases finales del combate.
Un acertado empleo de los medios--fumígenoi, unido a la acción
- -
delos agresivos aer iformes, facilita grandemente el avance, pues
al propio tiempo que por la dificultosa visión de las fuerzas pro
pias, amparadas por la’ocultación, los tiros del adversar io se hacen
másimprecisos; por la acciód del agresivo se obliga a la colocación
-
dela máscara, que tanto resta facultades al combatiente, y dis
-
ñiinuye considerablemente la ya dificultosa precisión de sus fue-
gos,)ermitiendo que la propia progresión sea más rápida y la
- -
moral más elevada ante la mayor facilidad del avance y disminu
cióndel número de bajas, con lo que’ se l ogra qué, al llegar a la
-
última fase del afaque, el asalto, la tropa se encuentre en condi
ciones óptimas ante un enemigo que tiene las suyas bastante que
brantadas, y cuya moral desciende considerablemente ante la
imprecisión
-
de
-
su fuego, la ineficacia de sus esfuerzos y las moles
tias que está sufriendo durante un tiempo en que precisa hallarse
-
físicamente en las mejores condiciones para soportar y resistir el
choque final.
- -
Elempleo de agresivos irritantes, y hasta de lós de infección,
no debe escatimarse en los tiros de contrabatería; su uso sobre los
observatorios es-de graá importancia, por la precisión de que sus
emplazamientos sean abandonados siquiera circunstancialmente,
y al perder el Manilo contrario sus principales órganos de infor
-
mación, se le p riva de su intervención directa en la lucha o se l e
dificulta grandemente.
- -
Aquellas posiciones del adversario y zonas de terreno que no
se considere precisa su inmediata ocupación, pueden hacerse inha
bitablespor medio de los agresivos de infección; tales pueden
ser las situadas a los flancos de la zona de ataque, con lo qué se
reduce el frente propio considerablemente, con beñeficio de la
-
penetración, y al propio , tiPmpo se logra crear zonas de prohibi
ción a los coiitráataqnes que pueda desencadenar el contrario en
dichas direccionés
-
Llegados a la fase final, el asalto, se suspende la acción de los
agresivos para dar lugar a que el v iento baga respirable la - atmós
-
fera, y permita al atacante poder actuar sin necesidad -de utilizar
los medios de protección individual, y -con ello poder disponer de
-
la plenitud de sus facultades para ocupar el terreno y establecer
rápidamente sus- a rmas en los nuevos asentamientos, para actuar
con rapidez ante posibles reacciones del adversar io. Diez- minutos
son suficientes para que,- ‘con viento normal, quede el terreno
libre de agresivos, espacio de tiempo que emplean las fuerzas para
-
reorganizarse y prepararse para el asalto.
‘ -
d)
La persecución.
—
La explotación del éxito es el comple
-
mdnto de la ventaja conseguida, y- por elio no debe cscatimarsc
medio alguno para que aquél sea el mayor posible.
La utilización de los agresivos por la Artillería y- Aviación de
cooperación está perfectamente indicada por el desconcierto que-
produce, sobre todo énte la acción de sorpresa, siendo el Mando,
según sus proyectos, el que ha de designar -cuál es el que más
conviene en ese momento. Los puentes, cruces de caminos y demás
lugares de paso forzoso alejados de la zona de combate, o que no
vayan q ser transitados, deben ser sometidos a s u a cción para difi-
cultar las comúnicaciones.
-
El empleo de los agresivos irritantes obliga al uso de la más
cara, y, con las molestias consiguientes, se
-
logra que la moral
de las fuerzas en retirada, ya un tanto mermadas, descienda
aun más.
- -
Se ve; pües, que casi en todos los momentos del combate ofen-
éivo el empleo del Arma Química tiene una perfecta aplicación,
siendo los resultados que se pueden esperar tanto mayores cuanto
mayor sea el conocimiento que de ella se tenga, por la oportunidad
de su empleo, quedando únicamente por decir qúe “la Infantería
debe estar muy compenetrada con su uso, para avanzar con dcci-
sión pegada a la nube de sus, desplazamientos y l ograr, siempre
que sea posible, las ventajas que proporciona la sorpresa de su
empleo”.
- -
-
III.
—
EL ARMA QUIMICA EN LA DEFENSA
A.
ÉN EL COMBATE DEFENSIVO.
—
Los problemas que
presenta- la utilización del Arma Química son más comple
jos de lo que a primera vista pudiera parecer; pero los resul
tados que de ella se pueden lograr son verdaderamente
-
consi
derables.
-
Su primera intervención la podemos tener en los momentos de’
la ruptura de hostilidades, aplicada a la acción de cobertura.
En los planes de operaciones.proyecta4os por los Altos Estados
Mayores, en previsión de las campañas a realizar, debe figurar
lo que pudiéramos llamar “defensas químicas permanentes” o
barreras químicas. Los puntos de paso obligado del territorio
nacional que estén situados en las posibles -lineas de invasión,
deben ser cuidadosamente estudiados y prep’arad6s para la acción
del agresivo de infección en amplias y sucesivas zonas, en el sen
tido de la penetración, que por procedimientos eléctricos se esta
blecen instantáneamente en el momento preciso y ocasiona un
forzoso retardo en la mateba, por tenerse que proceder a su des-
impregnación; barreras que sucesivamente serán olirnentadas o
sostenidas por la acción de la Aviación, sacándose de estos retra
sos las consecuencias naturales de tiempo y espacio, que pueden
ser de capital interés.
--
Para su empleñ general, lo primero que interesa al Mando,
con el mayor detalle posible, es la manera de comportarse los fe-
-
nómeoos meteorológicos en la zona que ocupa, deducida de los
datoi estadísticos; a f in de, poder hacer el cálculo de las posibili
dades que de su empleo puede hacer.
-
- -
El detallado estudio del terrenó que media entre las posiciones
propias y las del contrario es de capital importancia; pues de él,
del meteorológico, que hemos citado anteriormente, unido al
conocimiento de la manera de actuar de los diversos agresivos,
deduce cuáles son las zonas más apropiadas para la infección y
cuáles son las más propicias para la utilización de los agresivos
aeriformes,, pudiendo de antemano establecer un esquema bas
tante detallado de su utilización y hacerse los trabajoi previos
para la instalación de los medios y artificios apropiados, así como
confeccionar la orden que regule su empléo; y llegado el momento
de utilizar este Arma, sólo precisa comunicar al personal la puesta
en marcha de l a agresión, lo que se hará con ispidez4 por estar a
-
punto todos los elementos precisos. Es decir, que se debe
-
y
-40
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puede tener previsio desde los primeros momentos la utiliza.
ción del Arma Química para el cumplimiento de sus misiones,
que son: -
—
creación de zonas infectada en sentido longitudinal,
-
que
prohiban al contrario su utilizacinu en los ataques que des-
encadene, canalizando así el combate, y
armonizar
su em
pleo con el de las armas, automáticas, aumentando con ello
-
su rendimiento;
-
—
el desencadenamiento de acciones de desgaste, principal
mente cnando la información acuse la coñcentración de ele
mentos por parte del adversario, para detúrollar acciones
ofensivas;
—
tiros de contrabatería con agresivos de infección de gran
eficacia por sus efectos, que obligan a retirar él material o,
al iúe’nos, desmoutarlo, para proceder a su d’esimpregnación
y la del terreno;
—
la acción sobre observatorios, que prive al Mando contrario
de’ tan valiosos elementos;
creación de zonas de ocultación que permitan hacer durante
el
día
traslados de fuerzas y cambios de emplazamiento de
las armas;
— y, finalmente, lograr la acción de sorpresa empleando agre
sivos aeriformes de gran toxicidad, o del grupo de los rompe
máscaras, con lo que se puede causar un grau quebranto,
sobre todo si se escogen los momentos en que, por estar las
tropas entregadas al descanso, tardan más en reaccionar
ante la presencia del peligro que no se espera.
Pero no todo han de ser ventajas las que ofrezca el Arma Quí
mica, pues hay que considerar la contrapartida lógica: su empleo
por el adversario. Ante esa posibilidad, en toda situación de
fensiva precisa tener previsto con toda meticulosidad y máxi
mo detalle el plan de defensa contra la acciód química del ad
versario.
De la misma manera que en toda acción defensiva está pre
visto el plan de fuegos por la Artillería, armas automáticas y
demás elementos cóu que para estas situaeioiies se cuenta, a
fin
de que llegado el momento de su utilización no se precise más que
desarrollar con rapidez el plan previsto, de igual forma tiene que
elaborarse el plan de defensa contra la acción del Arma Química;
plan que ha de comprender a todos los elementos de que se, dis
ponga, por pequeños que éstos sean, no sólo en la línea de van
guardia, sino hasta las reservas y ann más atrás; pues se precisa
prever la acción sobre las comunicaciones, centros de aprovisio
namiento y depósitos de material, ‘contra los agresivos aeriformes,
en toda la extensión que pueda alcanzar la nube en su penetra
ción, que en condiciones óptimas es de bastantes kilómetros, y
además contra los de infección que pueda lanzar la Aviación.
E. EN LA GUERRA DE POSICION. Eñ esta modalidad de
la guerra nació el Arma Química; por, eso su aplicación clásica,
su, empleo en la máxima amplitud, está, indiscutiblemente, en
esta forma de combatir, que, aunque muy atacada por los entu
siastas de la maniobra, sigue mostrándose necesaria, siquiera sea
temporalmente,
y por ello el posible empleo del Arma Química
tiene que ser muy tenido eu consideración para sacar de ella todo
el rendimiento que es capaz de prestar.
En razón de la distancia en que
se encuentran los adversarios,’
todos los medios son apropiados para al uso de l os agresivos quí
micos,
si bien
debe tenerse en cuenta que la mayor concentración,
y por ello el mayor rendimiento, se logra con las emisiones; pues
al emplearse los agresivos aeriformes en proyectiles (cañón,
mortero o proyector), no se logran tan elevados efectos tóxi
cos, porque la nube se eleva al producirse focos térmicos y ex
pansivos.
Por todos los médios posibles se debe tratar de couseguir la
‘acción de sorpresa, forma de alcanzar un rendimiento proporcio
nal a sus posibilidades,’ dado el perfeccionamiento de los medios
de defensa; sorpresa que puede lograrse por la elección, del mo
mento, oportuno (las primeras horas del día), por la ácción simul
tánea sobre el lugar deseado de proyectiles
-o
bombas en concen
tración suficiente para crear rápidamente
una atmósfera de toxi
cidad tal que no dé ligar a utilizar las defensas sin antes sufrir su
efecto, concentración que sobre zonas extensas es casi imposible
de conseguir.
Sn primera aplicación como, elemento bélico fué para próducir
la rotura de un frente, efecto que se logró y en todas’ las acciones
similares 4ue desde su aparición hicieron los dos bandos conten
.dicntes recurrieron. siemjrc al empleo del agresivo aeriforme,’ s in
el cual no se logró el éxito, siquiera fuese éste momentáneo.
En las acciones de desgaste y hostigamiento fueron empleados
por los alemanes, franceses e ingleses con verdadera profusión y
resultados altamente satisfactorios, llegando con intermitencias a
alcanzar una duración de tres días, teniendo la tropa que estar
siempre con las defensas preparadas para su inmediata utilización,
lo que creó un estado de continua zozobra y hasta obligó a u tili
zar la máscara para domir;’el quebranto que con estas acciones
se causa es grande y no precisa ni comentarlo.
La utilización de los agresivos ‘denominados rompemáscaras
suele preceder al de los sofocantes, y se logran positivos resulta
dos con su empleo al lograr que durante un corto período de tiempo
se respire la atmósfera creada; por la imposibilidad del uso de los
aparatos de protección de que disponga el personal, debido a los
grandes trastornos que ocasiona
- -
Su empleo pór la Artillería, intercalado Sn proyectiles explosi
vos ea cantidad suficiente durante sus concentraciones, y una
vez que su empleo no se espera, ha sido la forma más general de
su utilización por los alemanes e ingleses, con buenos resultados,
obligando a todo el personal a utilizar sus defensas, con las mo
lestias consiguientes, tan pronto se iniciaban los bombardeos.
‘El uso de los agresivos de infección adquiere también gran
amplitud. La inutilización de los asentamientos de las Baterías
y armas, así como de los observatorios, se logra fácilmente con
su empleo, por la imposibilidad de que todo el personal disponga
de los medios de protección especial para ellos, que además de ser
muy caros tienen poca duración y entorpecen grandemente los
movimientos; la inbabitabiidad de la zona es fácil de lograr,
si bien sea temporalmente, p,ero la reiteración de la infección logra
el resultado apetecido.,
Para la acción de desgaste también está muy indicado este
grupo de agresivos, contra los que no hay protección fácil, puesto
que la contaminación no precisa que sea directa y en, e l momento
‘de la acción, sido que sobréviene igualmente a largo período.
También están indicados los agresivos de infección al sospe
charse la proximidad de un ataque enemigo, por crear zonas bu-
transitables que pueden incluso obligar a modificarlo o sus
penderlo.
La acción contra las reservas por Aviación y Artillería pesada
es, lo mismo que se ha dicho
gI
tratar de la defensiva, de gran
importancia,
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L,AS
grandes Unidades rápidas, como las ordinarias,
necesitan atender a la exploración y la seguridad; al
mismo tiempo que ellas van adelantando kilómetros, sus
ojos tienen que ser empujados adelante para que vean
por dónde y cómo van, y quién y cómo viene. La expio-
•
ración la realiza, en primer lugar, la Aviacióñ, que se
lanzá sobre el enemigo y fiscaliza sus movimientos; pero
por la intérmitencia de su acción, las pausas que le im
ponen la noche y los agentes atmosféricos dejará de actuar
•
en ciertos momentos, preciosos para un enemigo inteli
gente y capaz de &provecharlos. La División blindada
necesita algo más permanente y ligado a ella, medios
-propios que la pongan a cubierto de las sorpresas, que
establezca los primeros contactos y que ocupe material
mente aquellos puntos necesarios para la acción que debe
llevar a cabo, arrebatándoselos al enemigo. Estudiare
mos primero las características de estos medios, para de
ellas deducir su composición, tratando de’formar un todo
homogéneo que nos pueda satisfacer y, a la vez, llene to
dos los cometidos que en el campo hán de corresponderle.
GENERALIDADES. —Ante todo, riecesitaremos ve
locidad, ya que Primero habremos de despegarnos de una
gran Unidad muy velçz en sus desplazamientos, y des
pués ten dremo& que alcanzarla al terminar el servicio
encomendado; elegir los medios más rápidos será lo me
jor; siempre será tranquilizador disponer de un margen
de unos cuantos kilómetros sobre el grueso, ganando en
‘la carretera el ,tiempo que luego. nos ha de ser imprescin
dible para realizar los servicios con la debida minuciosi
dad. ‘También nos hace falta potencia: el enemigo vende
‘caras sus-noticias, y en todo caso, sieinpreleserámásagra
dable obtenerlas a nuestra costá y en su propió provecho,
que no facilitarlas. Así es’ que necesitaremos arrancárse
laspór la fuerza, y cuando él se lance sobre nosotros para
-
adquirirlas, no permitírselo. Vamos a ver qué armas ne
cesitaremos: ante todo, fusiles ametralladores, que con
poco personal en línea nos proporcionan fuegos potentes;
después -armas anticarro, y por último, armas de acom
pañamiento de tiró rasante y curvo, que nos permitan
arrollar las resistencias enemigas que indudablemente
-
hemos de encontrár; y que serán de categoría parecida a
la nuestra. En las armas de acompañamiento podemos
ceder algo; la acción que hayamos de desarrollar no ha
de ser muy intensa; nosotros no tenemos que empeñarnos
-
en combatir, sino en ver y hacer saber al Mando lo’visto,
por ‘todo lo cual podemos’ cambiar algún cañón y algún
itiortero por -medios de’ transmisión. Examinando cuáles
serán más convenientes, elegimos entre todos la radio,.
-
cerrándo el capítulo de nuestras necesidades especiales
con la demanda de medios para que una cortadura en
un camino, curso de agua nó muy grande, minas, etc., no
lleguen a constituir un obstáculo infranqueable.
MATERIAL. —
La rapidez nos la da el motor de asc
lina, y entre lós vehículos dotados de él, preferimos la
motocicleta con carro lateral, capaz de llevar sobre sí
tres hombres con sus armas y municiones. Vamos a expli
car el porqüé de esta preferencia. Si comparamos la móto
cicleta con el automóvil, por muy ligero que sea éste,
-
siempre aquélla será más barata en su aspecto económico
y más ágil en el táctico; menos vulnerable, más. fácil de
abandonar por el personal y más manejable por los tres
hombres que transporta, los cuales serán siempre capa
ces de hacerla iiasar sobre las dificultades que el terreno
pueda presentar. Sobre la moto sola, tiene la ventaja de
que en el combate es capaz de seguir a los hombres em-
peñados en el fuego,’ ya que el conductor no se ha de se-
-
parar de ella, y aquéllos se ven libres de las preocupacio
nes que el material impone. La flexibilidad, contra la
creencia equivocada tan extendida, es mayor con tres
ruedas en triángulo que no con dos en línea. Y en el as
pecto de economía de fuerzas y medios nos permite po
ner en fuego dos hombres (además del conductor, que
--
GRUPO
2eCc’iiidi;il
j4’
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41d&,14a4a441o&
Capitán de CaDallería ANGEL PAGES
De la Escuela de Aplicáclón.
queda con la máquina), con un motor y tres ruedas, en
tanto que con la moto sola necesitamos dos motores y
cuatro ruédas para obtener el mismo resultado: Así, el
gasto de gasolina se ,reduce a la mitad, lo mismo que el
número de motores, y el de cubiertas, a las tres cuartas
partes, para los mismos efectivos.
‘ -
Técnicamente necesitamos una motocicleta con carro
latera! de un mínimo de 20 caballos, límite que no es exa
gerado, pues todas las marcas algo acreditadas tienen
modelos superiores; como la Scott, de 30 C.. V.; Harley
Davidson modelo U. H., de 38; B. M. W. modelo R. 66,
de 3o;-Triumph
5.i,
de
28,5,
C. V. El modelo elegido ten
drá tres o cuatro marchas adelante y una atrás, además
de un desmultiplicador sobre todas ellas para utilizarlas
en,el campo. La rueda del cárro lateral debe ser motriz
y llevar freno, -haciendo la transmisión por medio de un
eje y un pequeño diferencial, que, unido a una junta uni
versal, nos, respetará el adelanto y caída que debe llevar
la rueda colocada- al costado, necesitando, finalmente,
que ef silencioso sea’ lo más perfecto posible. La moto
sola queda para los enlaces.
Los coches y camiones que son imprescindibles se han
-
de unificar todo lo posible, empleando en aquéllos que
-
lleven
armas
de- acompañamiento a remolque, modelos
que dispongan de doble eje trasero, con el fin de aumen
tar la adherencia y la carga útil, ya que habrán de trans
portar los sirvientes y municiones de las citadas armas
por toda clase de terrenos.
- -
-
ARMAMENTO.
—
El F A. ya lo hemos aceptado como
-
esqueleto del plan de fuegos de esta Unidad, dando aho
ra como-cifra aceptable la de i8 dentro de cada Escua
drón. Además, todo combatiente (excepto los,condücto
res con pistola) llevará su fusil correspondiente, pudiendo
darse a los Jefes de Pelotón y Sección la pistola ametra
lladora. Los F. A. con afustes especiales serán utilizados
en ocasiones como bases de fuego, flanqueos, etc.; tam
bién serán necesarias armas de acompañamiento; necesi
tamos fusiles y cañones antitanque, ametralladoras anti
aéreas de
20
milímetros y cañones de acompañamiento.
De las armas citadas podríamos abandonar las ametra
lladoras antiaéreas, pesadas de transportar, que necesi
tan tiempo para su entrada en acción, cuyo rendimiento
pueden compensar en parte los F. A., utilizados en tiro
‘de
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.
contra aviones; Del empleo de. las ametralladoras de
20 milímetros en tiro contra tierra nada diremos, por la
dificultad de enmascarar su gran altura, inconveniente
no compensado en rendimiento dado el pequeño calibre.
Los fusiles antitanques se deben incluir a razón de uno
por Escuadrón, siempre que el modelo que se adopte sea
superior a los I milímetros de. calibre y de un peso in
ferior a los 20 kilogramos. Como cañones de esta clase
son útiles los de calibre 4,5, y por la necesidad de llevar
los en la extrema vanguardia, ñecesitamos, además de
los ordinarios, los llevados por los A. A. C.
Los A. A. C. no necesitan, por sus misiones, tenér más
blindaje que para resistir el impacto de fusil y la me
tralla de los proyectiles de Artillería, pues no se trata de
un carro de combate
.
que haya de desafiar los antitan
ques enemigos y destruirlos. El carro sabe de antemano
que éxisten sus armas rivales, y va a su encuentro; el
A. A. Ç tiene que descubrirlas y evitarlas. He aquí una
diferencia esencial que nunca debemos olvidar. El A. A. C.
es para ver e informar, y como estas misiones las ha de
desarrollar frente a Unidades parecidas, es natural que.
le demos medioá adecuados para cómbatirlas, medios
necesarios que no se pueden regatear, al mismo tiempo
que no debe concederse nada superfluo. En los fraccio
namientos táctiqos mínimos, al menos uno de los coches
llevará radio; puede parecer un atraso no querer dotar
de este medio de transmisión a todos los A. A. C.; pero
hay que tener en cuenta que el aparato que han de llevar.
tiene que asegurar un alcance de xoo kilómetros en tele
fonía,, y ocupará más espacio que el que llevan los carros
de combate, que con un radio de 5 kilómetros tienen cu
biertas sus necesidades.
Concretando: El A. A. C. debe disponer de un eje de
lantero y dos traseros (las cadenas son más ruidosas, y
con el dispositivo antes citado se logran, suficientes apti
tudes para moverse en el terreno); doble conducción para
poder sustraerse rápidamente a la acción enemiga; ruedas
de esponja; velocidad máxima verdad de 90 kilómetros
por hora; cuatro velocidades delante y dos atrás, con re
ductor todas. Estará armado con cañón de 45 milímetros
y ametralladora o ametralladora y radio; irá provisto de
botes de humo y será conveniente que el armamento se
pueda utilizar en tiro antiaéreo. Tres o cuatro hombres
de tripulación y tonelaje variable, que dependerá del tipo
que, llenando las condiciones indicadás, se adopte. De
intento no hemos dado en ninguno de los vehículos cita
dos el radio de acción; éste será función de las misiones
que les hayamos de asignar,, y se podrá aumentar por
medio de depósitos suplementarios;
200
kilómetros de
autonomía nos bastarán en todo caso.’
Por último, y con respecto al armamento, nos quedan
los morteros y cañones de acompañamiento. De aquéllos
es preferible uno de 8i milímetros, a dos de
50,
y con dos
Secciones de cañones de 75 nos basta para completar la
Unidad. Estos cañones son de menos calibre y más lige
ros que el corriente de campaña; van montados sobre rue
das de goma, como los anticarro.
FRACCIONAMIENTO TACTICO. —
Esta Unidad ha de
ser del tipo clásico, para lo cual, atendiendo en lo posible
a la homogeneidad, la hemos de dividir en Escuadrones
de A. A. C., Escuadrones de motociclistas y Escuadrones
pesados. Desde luego, el nervio de este grupo y ‘su fuerza
i±pulsora residenen los motociclistas, que han de ser la
base del combate, por lo cual los dispondremos en tres
Escuadrones a tres Secciones, y cada Sección dividida en
tres Pelotones de dos’ Escuadras cada uno. Cada Escua
dra la, . constituyen dos motocicletas con carro lateral,
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llevando cada una tres hombres, uno conductor y otros dos
para el servicio del fusil ametrallador de cada Escuadra.
El arma va en la primera moto colocada en el soporte que
la une al carro lateral, llevando en éste municiones ade-.
-
más de las transportadas en la segunda máquina, totali
zando 2.500 disparos por fusil ametrallador. Los dos,
hombres transportados en esta segunda motocicleta serán
los .proveedores de su arma durante el fuego.
•
Además de estas Secciones, se dota a cada Escuadrón
de otra pesada, también de tres Pelotones, los dos pri
meros a dos Escuadras,- llevando cada una un F. A. coñ
afuste especial (arma en una moto, trípode más pesado
y antiaéreo en otra), con, un total de 12.500 disparos por
máquina. La tercera Escuadra llevará nn mortero de
.8z milímetros. Completará el Escuadrón un Pelotón de
mando, que llevará un fusil antitanque.
El’Escuadrón A. A. C. debe tener tres Secciones de dos
Pelotones, y cada Pelotón tres coches; uno, por lo menos,
con radio. El Escuadrón pesado constará de cuatro Sec
ciones: la primera, antitanque, con tres piezas de 4,5 re
molcadas, como se ha indicadó; la segunda y tercera se
rán las de cañones de 7,5, .y la cuarta estará constituida
por Zapadores, con material de puentes hasta 25 metros
•
de longitud, detección de minas y explosivos.
La plantilla del Grupo se completará con la P. M.; una
Sección de Transmisiones, que dispondrá, al menos, de
una estación de T. S. H. pesada, para enlace con la Divi
sión; otras dos medias para enlace con los A. A. C., y cua
tro ligeras sobre motocicletas para asignarlas a los desta
camentoS que se lancen; y algún material telefónico, -que
bastará por ser ‘transportado eñ medios autos todo el
personal y material. También deatro de esta Unidad
deP. M. se incluyen los recambios, herramientas, com
bustible, víveres, y un escalón de municiones para el
Grupo.-
-
PERSONALE:uNsTRuccJoN.—EstasUnidades que
se-lanzan con sus propios medios lejos de los gruesos de
ben estar dotadas de Mandos entre cuyas cualidades pre
domine la iniciativa, ya que se han de encontrar en si
tuaciones en las que la pronta reácción es la clave del
éxito y muchas veces la única salida. No hay que creer
por esto que han de arrostrar mayores peligros, no; no se
trata de condenados a muerte encargados de transmitir
•
por radio el aliento del último que quede vivo. Las esta
dísticas llevadas en los Ejércitos empeñados en la pre
-
sente gtierra acusan que el tanto por ciento de bajas es el
mismo o algo inferior al de las demás Unidades. Esto
‘con personal instruído que conoce su oficio, ya que, de no
•
ser así, no serían -condenados a muerte, pero pueden ser
suicidas. La instrucción inculcará a Mandos y tropas el
-
conocimiento dé su potencia, que, unida a una perfecta
utilización del terreno, les dará la audacia consciente,
característica de estas fuerzas, sin la que no sirven para
nada.
-
Los conductores lo- serán en la acepción exacta de la
palabra, teniendo de mecánicos lo suficiente para no
quedarse en la carretera por una bujía engrasada y para
saber cuándo han de llamar al equipo de reparaciones,sin intentar problemáticos arreglos, que a la larga hacen
la misma labor.que la arena dentro de un cilindro.
Dentro del Grupo motociclista, tienen una importancia
extrema los Suboficiales, a cuyo cargo estarán los mandos
de Pelotón; de coche, en la Unidad A. A. C.; de pieza,
en las armas de acompañamiento; de los equipos T. S. H.
y de los de reparaciones y-aprovisionamiento.
-
Por la sola
enumeración de las responsabilidades que sobre el’ Sub
oficial han de pesar vemos a qué extremo ha de llegar su
instrucción. Forma el cañamazo sobre el que descansa la
-
eficacia de ‘todo el Grupo, y constituyen- a modo de cen
tros nerviosos, cuya utilización aislada no mata, pero
paraliza un brazo o un dedo, que en la lucha en que nos
hemos de empeñar nos será indispensable.
-
EMPLEO TACTICO.
—
Este Grupo és el órgano de
exploración de la División blindada. Además de este en
cuadramiento, tiene también cabida en la exploración de
Cuerpo de- Ejército de composición ordinaria o División
con misión especial, ‘para lo cual estarán organizados in
dependientemente aquellos que hayan de destinarse a
este empleo, afectándolos en el momento preciso.
Vamos a ocuparnos solamente del caso del Grupo pro
pio de la División blinctada. El empleo en los otros-casos
es análogo.
- -
Depende directamente del Jefe de la División, del cual
recibirá las órdenes, informes y datos óomplementarios
sobre el servicio encomendádo. Como consecuencia de
ellos, el Jefe del Grupo distribuirá misiones, fijará la com
posición de los destacamentos que hayan de desempeñar
las, y durante la ejecución cuidará especialmente de im
pulsar extremadamente a sus Unidades, manteniendo a
toda costa el enlace con ellas y con el Jefe de la División,
y apoyando con el grueso a las partidas lanzadas.
Las misiones ‘principales de las’ diferentes Unidades
dentro del Grupo son las siguientes:
-
Escuadrón A. A. C.: su misión fundamental es la explo
ración.
-
Escuadrones motociclistas: son los que con su empleo
y potencia de fuego han de llevar adelante a la’ agrupa
ción. Muy-aptos para la conquista’ de puntos importantes
del terreno, permiten al Grupo forzar la exploración den
tro de líneas enemigas algo organizadas.
El Escuadrón pesado apoya con sus cañones a los moté-
ciclistas, los protege con la Sección anticarro y con la de
Zapadores hace posible el paso de obstáculos.
-
Sección de transmisiones: mantiene la ‘comunicación
con la División, con los destacamentos lanzados y den
tro de los diferente escalones de la columna en marcha.
El Grupo puede extender su acción en un frente de
30 kilómetros, llegando a despegarse de su División
50;
durante el día hace una media de 30 a 40 kilómetros-hora,
y solamente 15 a 20 de noche; su jornada en veinticuatro’
horas será de 250 kilómetros. Por sus aptitudes es capaz
de llenar los cometidos siguientes: exploración, seguridad
del despliegue, destacamento avanzado, flanqueos y per
secución.
EXPLORACION. —
En las grandes Unidades blinda
das, la exploración se hace, en primer lugar, por la Avia
ción en una profundidad de 250 kilómetros ante nuestras
vanguardias, dirigiendo sus vuelos hacia aquellos puntos
más interesantes de las comunicaciones que nos pueda
dar la ‘idea de los -propósitos del enemigo. Las noticias
obtenidas se completan con reconocimientos más minu-
ciosos en una profundidad de 15o kilómetros. Con todas
las noticias adquiridas se dala información a la División
de cuanto le puede interesar. El detalle necesario a esta
Unidad se puede lograr gracias a los dos medios de que
se dispone:
- - -
1.0 Aéreo: bastará -con dos patrullas de tres avioñes.
2.°
Terrestre: con el Grupo de reconocimiento.
La exploración aérea divisionaria trabaja
50
kilómetros
delante de la terrestre y en unión con ella, a través del
Mandó de ‘la División; pudiendo siempre, por medio de
éste, solicitar al Jefe de la exploración en tierra determi
nados informes sobre puntos concretos que le interesen.
La exploración terrestre se efectúa por medio de desta
camentos con misiones independientés, los cuales se des
pliegan como -un abanico 30 kilómetros a vanguardia, o
-
sea a una hora de marcha, que en caso de necesidad puede
reducirse con sólo ‘aumentar ligeramente la velocidad
las ‘Unidades que precedan al grueso de la División. La
formación tipo de los destacamentos exploradores será
de una Sección de motociclistas y un Pelotón A. A. C.,
siendo conveniente sujetarse a esta proporción en caso
de mayores efectivos. El destacamento avanzará por sal-
-‘
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9
1--.
tos con los A. A. C. en cabeza, siendo determinados los
altos por lás curvas del camino, ‘alturas del terreno, etc.
No hay que creer que por tratarse de Unidades motori
zadas los saltos han de ser de mayor longitud; ésta viene
impuesta por el terreno, y el tiempo se gana por la mayor
velocidad en los desplazamientos. Así es que como regla
general, las paradas han de tener la suficiente duración
para reconocer ampliamente, pudiendo incluso salir de
su coche el Jefe para con los prismáticos preparar el mo
vimiento siguiente con todas las garantías necesarias.
En estos destacamentos han de estar todos los hom
bres enterados de la orden récibida; no llevarán sobre sí
documentación alguna, y normalmente’ no recibirán ar
mas de acompañamiento, ni pesadas, que necesitan de un
tiempo para emplazarse que, aunque mínimo, es incom
patible con la rapidez que han de mantener en todo mo
mento estas fuerzas.
Una vez descubierto el enemigo, se procurará evitarlo
y seguir hábilmente la misión, no combatiendo sino en
último, extremo, y cuando haya que recurrir a este medio
para seguir el servicio se llevará a cabo la acción ‘con toda
energía, recayendo en los motociclistas el peso del com
•bate, apoyados por los A. A. C., que cuidarán de intervé
nir desde los flancos, nunca mezclados con los tiradores,
ya que además de que atraen el fuego, hay que insistir en
que el A. A. C. no
es un carro de combate, sino de explo
ración.
Su conducta más ,corriente en estos casos será pro
teger y. facilitar el avance de los tiradores con fuegos de
flanco y, a ser posible, de revés. Terminado el fuego, se
reanudará la marcha, recogiendo las motos a los tiradores,
•
no retrocediendo éstos én busca de ellas y adelantándose
los A. A. C. unos mil metros para proteger a los motoci
distas que se encuentran en su único -momento de debili
dad. Como ya se ha dicho, los A. A. C. marcharán siempre
en cabeza, menos cuando sea seguro el encuentro cori el
enemigo en peblados o terreno cubierto, donde se procu
rará establecer el primer contacto con los tiradores, para
en seguida cóntinuar la acción conjunta.
Alcanzado el objetivo o límite del servicio, se estable
cerá defensivamente el destacamento, combinando los
fuegos de los motociclistas y A. A. C., enmascarando los
emplazaniientos y disponiéndose a résistir hasta la he-
-
gada de las Unidades siguientes, ya que,’dados los medios
que lleva y el enemigo que ha de encontrar, está en con
diciones de mantenerse por sí mismo cierto tiempo hasta
la llegada del refuerzo. Debe buscarse el éxito en que to
dos los recónocimientos alcancen al mismo tiempo la
misma línea, pues el apoyo mutuo se habrá logrado en
el plan preliminar, no dejando intervalos excesivos que
dejen espacios sin intervención de nuestras fuerzas.
En el conjunto del Grupo, las misiones se repartirán
entre los Escuadrones motociclistas, dándole a cada uno
como zona de acción la mitad del total asignado al Grupo.
El Capitán se reservará el resto de sus Secciones no lan
zadas con los destacamentos, así como
las
armas pesa
das; elegirá pira la marcha los caminos más adecuados
para poder acudir rápidamente al punto más peligroso.
Igual procederá el Jefe del Grupo, que conservará el ter
cer Escuadrón motociclista y e! Escuadrón pesado, así
-
como los A. A. C. no asignados a los destacamentos.
También llevará consigo, en los casos en que la reciba, la
artillería asignada como medio suplementario. En caso
de que la reserva esté constituida por dos Escuadrones,
convendrá utilizar un doble eje de marcha.
45
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1
-E
-
General
LUIS BERMUDEZ DE CASTRO
(,Jw
respetuoso,modesto e incógnito investigador me envía
desde el Archivo de Simancas, con oficio de traza mi
litar, el dibujo curiosísimo que acompaña estas líneas; y
copia de la. carta del Rey Felipe IV al Marqués de Aytona,
tanibién aquí transcrita a continuación. Dice así el simpático
Monarca español, cuya imagen nos dejó el maravilloso pm
.., cel de Velázquez:
Archivo General de Simancas. Estado
-
Legajo 2241- Año de 1634.
Copia hecha en Simancas Artilugio para qie los sol-
por el Capitán de Infan- dados pasen los ríos y
tena y escritór don José canales, hecho en Fian-
Ferrer deCouto, 5863. des.
Carta del Rey al Marqués de Aytona, sobre que se cons
truyan ciertos ingenios para pasar el agua:
“En carta de i6 de marzo del año pasado de 1632 es
criví a la
S.a
Infanta mi tía (que-esté en gloria>, que
habiéndose examinado aquí por el Marqués de Leganés,
‘mi Capitán Gral. del Artillería de España, y apra-vado
la proposición hecha por
Miguel Florencio Vilangrev,
de
un instrumento de cuero empegado, conforme al dibujo
incluso, para que la gente de guerra pueda pasar por el
agua, S. A. mandase hacer de dos a tres mil delios en esos
Estados, donde se harán mejor y a menor costa, para
que sirvan acá en las ocasiones a mis armadas, lo mejor
•
y más barato que pudiese, y se imbiasen, en acabándose,
a mis magacenes reales destos reynos, para usar delios
cuando convenga. Asta aora no se ha tenido notiéia de
que esto haya llegado a efeto. Informaros eis del estado
que hubiere, y si se ha dado principio a la fábrica de los
dichos instrumentos, háréis qué se -acabe- y que se cum
pia lo que tocante a ello escriví a mi tía, y si no hubiere
ningún estado, daréis orden que se cumpla y ejecute lo
que tengo mandado, y avisaréisme de lo que se fuere
haciendo y se os ofreciere en ello.
Dé Madrid a
27
de hebrero de 1634.”
Traigo a las columnas de la Revista EJERCITO este
pequeño tema, porque enuno de los magníficos números del
periódico alemán
Signal
hube de leer el admirable artículo
“Paso a la Artillería”, donde, entre noticias interesantísi
mas sobre, la aportación al progreso del Arma de los True-’
nos,
de Alemania e Italia, no se consignaba nada de cuanto
España había contribuído a los adelantos artilleros, que
algo fué, por lo menos en su organización, ya que el cargo
de Capitán General del Artillería fué invención epqñola,
y recayó en el secretario de Fernando el Católico, Ramírez
de Madrid, ejemplo de virtudes y de muerte heroica-en el
campo de batalla.
Yo ignoro si en Alemania, antes de idear las balsas de
goma que usan los aviadores cuando caen al mar, y la estu
penda Infantería al atravesar los ríos a viva fuerza, era co
nocido el artilugio español,precursor, casual o coincidente, de
las balsas germánicas; el caso es que el invento no puede estar,
siendo más útil, y lo fué ciertamente en’Flandes, porque no
de otro modo nuestros Tercios inmortales asaltaban los bar
cos de guerra holandeses, cual sucedió en el sitio de Bonmel.
Claro está que no se puede comparar la eficacia de uno
y otro aparato: el español resulta un embrión, pues deja
dentro del agua la mitad del cuerpo; y bien sinceramente
muestra sus defectos el autor, al dibujar un pie del arcabu
cero sin zapato, lo que demuestra la facilidad de perderlos.
Pero a los soldados españoles, como ahora a los alemanes
y a los de la División Muñoz Grandes, no les preocupa6a ni
entorpecía mojarse, no ya los pies, sino de los pies a la ca
beza, y arribar a’tierra y arrastrarse por ella para avanzar
a cubierto, y lanzarse a la bayoneta, todo con mayores faci
lidades que antes, pues mojada la pólvora, se inutilizaba el
arcabúz; pero siempre quedaba la espada de temple tole-
- dano, y secábase la ropa al calor de la pelea.
De que el inventor era español no cabe dudar, porque el
apellido, habida cuenta de que en aquella época la V se pro
ounciaba cual la U, no puede ser más catalán o valenciano:
Vilangreu, y de que ya entonces se ‘comprendió la eficacia
para la Infantería de dotarla de artefactos propios para
cruzar corrientes de agua tampoco es dudable, porque el
Rey manda que le envíen a sus magacenes reales buen
- golpe de los dichos ingenios de cuero empegado.
La penüria de España se trasluce a través de las reales
renglones: piensa el IV de los Felipes que, construidos en
Flandes, costarán más baratos, pues pudo mandarlos hacer
en Córdoba, donde siempre se trabajó el cuero (desde los
tiempos de los árabes), a la perfección. No es extraño: la
guerra de los Treinta años traía tan revuelto al mundo
como la actual; nuestros galeones de Indias tropezaban con
piratas ingleses, franceses, holandeses y suecos, y raro era
el que se salvaba de caer en manos enemigas; teníamos gue
rra en Italia, en Alemania, con la que estábamos unidos,
y en los Países Bajos; y un adversario tan formidable como
el Cardenal Richelieu, al que algunos historiadores deno
minan el Cisneros francés, sin que se pareciese a nuestro’
46’
-
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Artilugio de cuero
“empegado” idead9
en Flandes en el si
glo XVIII para que
las tropas españolas
pasasen los ríos y ca
nales. (Archivo de Si-
mancas. Estado. Le
gajo 2.241.)
—
Copia
de ambos dibujos he
cha en Simancas por
D. Josd Ferrer Couto,
natural de El Ferrol,
capitán de Infantería,
director de “El Cro
nista”, de New-York,
periódico españolista.
energías inagotable. Di galo sí en aquel.
mismo año, la espléndida victoria de Nord
lin gen, en que españoles, bávaros, húnga
ros y loreneses derrotaron cumplidamente
a los iuecos, que venían alcanzando triunfos
eran los mantenedores de la reforma reli
giosa. ‘Aijuí los españoles mostraron que en
los Tercios perduraba la tradición gloriosa.
Había en medio del campo en que iban a
encontrarse los adversarios una alturita, que -
era la llave del terreno; los suecos quisieron
ocuparla, encontrándola ya establecida y
atrincherándose a la vanguardia española,
merced a un jesuita —el padre Camasa—,
r
r--’
•4
-
-
-‘
i
-t
.4
-,.t
inimitable franciscano más que en lo pólítico, porqae en lo
demás, ni por elforro.
Poca diligencia demostró el Marqués de Aytona en la
construcción de los artefactos; pudo fabricarlos en seguida
del encargo del Rey, pues a la.muerte de la Infanta Gober
nadora quedó él sin muchos qüehaceres, ya que Ambrosio
Spínola, sucesor de la Infanta, habla marchado a Italia,
llevándose tropas, crédito y tradiciones; posiblemente la
- destitución de Aytona y iu relevo por el Marqués de Santa
Cruz (hombre de mar que no se desenvolvía bien en tierra)
debióse al disgusto del Monarca. -
Aytona es una de las figuras representatiias de la época:
embajador en Roma, Virrey z Aragón, señor de Blanes y
Comendador de la Fresneda, sus hechos militares son des
conocidos ; este género de tipos, con sus apatías e indolen
cias, hacían fracasar todo& los buenos propósitos de Fe
lipe IV, digno dç que hubieran servido mejor, pues todavía
conservaba España, y sobre todo el Ejército, un caudal de
47
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&re&tado profesor de Arte Militar en los Estudios de San
Isidro, de Madrid, donde se
leía
“Re Militan” a soldados
áspirantes a oficial y a estudiantes.que pensaban ahorcar
los manteos. Por cierto que, mal hallados los profesores de
disciplinas civiles con los futuros mílites (,ia apuntaba el
antimilitarismo), expulsaron la cátedra, que hubo de refu
giarse en el Real Alcázar.
Pues este padre jesuita, que tenía dentro un magnífico
soldado, acompañaba al Maestre de Campo General, Mar
qués de Leganés, como confesor, amigo, ayudante, Jefe de
Estado Mayór y Comandante principal de Ingenieros; él
dirigió la batalla, y el resultado fué un pri1nv.
Los suecos, acostumbrados a vencer,. no se habían visto
las caras aún con los Terciós españoles, y aquel día — 5 de
septiembre de’1634 — debían de tener gana de pelea, porque
se arrojaron con ciego coraje y casi en masa sobre la flaca
vanguardia atrincherada; el aplomo, la serenidad y. la fir
meza de los Tercios rechazaron por siete veces las furiosas
embestidas, pese á la lluvia de granadas de los 8o cañones
enemigos, sin perder una sola pulgada de terreno. Cuando
el grueso de los dos contendientes’entró en lucha, los suecos
estaban vencidós, y la derrota convirtióse en caza y aniqui
larniento. Innumerables prisioneros, entre los cuales todoi
sus generales, menos uno; 12.000 cadáveres, 300 banderas,
4.000 furgones y las 8o piezaá de: Artillería quedaron en
poder de los españoles, y sus aliados. Los vencedores div idié
ronse en ucinas columnas y
executaron
la victoria de ma
nera que el Ejército sueco, tan potente y orgulloso, dejó de
existir; y casi casi también la causa protestante, porque los
príncipes y las reliquias de las tropas que defendían el pro
testantismo vagaban fugitivos y hambrientos, temerosos de
que les encontiasen los soldados católicos; desaparecieron
pues, de escena; los españoles se encaminaron a las Flan
des, y de los demás, cada mochuelo s fué a su ólivo.
El pánico llegó a Bruselas mucho antes que los españo
les, a quienes se recibió en todas partes con palmas y Te
déum, y los astrosos soldados, descalzos y desnudos, pudie
ron reponerse de una campaña tan dura y tal vez la más
sangrienta de la guerra de los Treinta años.
Traigo a colación este suceso, porque si todos los servido
res de Felipe IV hubiesen poseído la traza moral, intelec
tual y dinámica del padre Camasa, España habría rectifi
cado el rumbo decadente iniciado en elperiodo de Felipe III,
de quien decíasé ea las gradas de San Felipe que había sido,
conjuntamente con el no establecimiento de la Corte de las
Españasen Lisboa, los dos únicos erroresdel gran Felipe II.
Lo que las histórias generales y particulares y las crónicas
y relaciones callan como muertos, es lo que hicieron los es
pañoles y sué amigos con las
15.000
mujeres que acompa
ñaban a los suecos; mujeres propias con su correspondiente
chiquillería, pues el heroico y romántico Gustavo Adolfo,
en holocausto a la.’moral más pura, no sólo permitía, sino
que recomendaba a sus soldadoé (gente honradisima en ver
dad) que llevasen consigo a sus familias, en contraposición
con sus enemigos en religión,’ como los españoles, que ea
vez de ser seguidos por sus esposas, lo eran por barraganas.
Mas como cada país tiene su temperamento, pareciales me
jor a los españoles (y lo era) que sus mujeres se estuvieran
“la patita quebrada y en caia”, para que la moral no se que-
brantase, haciendo de La barraganía una institución reglada
y organizada, que evitaba males y horrores a los pueblos ocu
pados por tropas, de cualquiera nación que fuesen; y buen
ejemplo, o, mejor dicho, ejemplo malo, el de los ingleses,
que no dejaban tras sí otro rastro que espantosas escenas.
Encargá basedel mando y gobierno de la columna femenina
un Capitán de policía: el
Barrachel,
a quien no envidiaban
la suerte sus compañeros, porque no era empresa baladí man
tener la disciplina estre aquellos ejemplares del peor pedazo
de la costilla de Adán. Cóstumbres de antaño, que si se an
tojan hoy un tanto escabrosas, tienen un fondo de moralidad
‘precisamente encaminado a evitar las malas libertades.
Llegar. a Flandes Leganés y salir Aytona, llamado a
Madrid por el Reí’, fué la misma -cosa. ¿Cumplimentó el
vencedor de Nordlin gen la ordena real concerniente a la
construcción de las balsas individuales de cuéro empegado?
Seguramente sí; y aunque ningún cronista, que yo sepa, cite
el artilugio para andar por el agua valiéndose de la misma
paleta-remo que usan los soldados alemanes, es de notar
que las inundaciones no se reproducen. Pudiera ser porque
ellas estropeaban las praderas, dejando los pastos inservi
bles; pastos que constituían la mayor riqueza del país, y los•
holandeses prefirieran el’coscórrón al bollo; mas tampoco
es increíble que. las balsas hiciesen inútiles las inundacio
nes, ya que con ellas no se interrumpían los servicios ni aun
los combates. -
Se sabe indubitablemente que la primera inundación que
sorprendió, como era lógico, a los españoles, les inspiró la
idea de construirse zancos, con los cuales marchaban a la
vigilancia de sus convoyes, ante los asombrados ojos del
enemigo, que vela, sin apenas creerlo, caminar a los solda
dos sobre la superficie de las aéuas al modo milagroso de
Jesús, cuando, nimbado por el halo luminoso de su divini-
-dad, se apareció frente a las barcas pescadoras. De las bal
sas de cuero-no hay noticia concreta; debieron de emplearse
en la defenia de Blonmél, pues los españoles atacaron al
asalto los barcos de guerra de la flota angloholandesa, tomán
dolos, y carecían de embarcaciones. A nado no pudo ser la
hazaña, porque la pólvora mojada inutilizaba el arcabuz,
mientras que en la balsa se podía llevar en alto, y la bando
‘lera con la pólvora y las balas, y la mecha encendida.
- TambiÓn es posible que el artilugio se empleara para la
construcción del puente de Amberes por los carpinteros, que
tenían que estar en el agua trabajando, y los soldados de
protección del trabajo contra los ataques de las lanchas in
cendiarias inglesas; así cómo en el momento del asalto a la
inexpugnab,le plaza- por el célebre puente, guardándolo del
enemigo y colaborando al choque en la brecha desde la orilla
del Escalda.
‘ -
Y es una satisfacción para el español de amor propio, el
que un aparato del que -los intrépidos soldados alemanes
han sacado tanto provecho, sea de origen completamente
hispano; es decir, que nos toca una chispita de gloria en
el éxito de esos botes fluviales y marítimos, para los que no
existe río caudaloso ni mar encrespado; qúe han salvado
miles de vidas de pilotos y han permitido millares de proe
zas premiadas con la envidiable Cruz de Hierro.
- ¡No se dará poca importancia, dindé esté, el alma del ca
talán, valenciano omallorqufn Miguel Florencio Vilangreul
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EL conocimiento de las causas que producen los acci
dentes ¿n las municiones es de gran interés, pues per
mite la adopción de las medidas necesarias para evitar
la repetición de dichos accidentes, así como para establecer
las responsabilidades con miras a la toma de sanciones por
negligencia.
Para que sea verdaderamente eficaz este conocimiento de
causa, debe realizarse de un modo escrupuloso y riguroso,
pues no es fácil muchas veces deciirse por su verdadero
origen, debido a una destrucción total o parcial de la muni
ción provocadora del accidente, así como la desaparición de
testigos presenciales del hecho; y esto puede dar lugar a
escasez de elementos de juicio y a que en muchos casos no
pódamos pasar del terreno de las hipótesis. Nuestro es
fuerzo debe tender a limitar lo más posible las causas pro
bables, con la mayor garantía de acierto al dar nuestro pa
recer.
Se entenderá por accidentes ocurridos en las municiones
todo funcionamiento anormal en. lás mismas, cualquiera
que sea la gravedad de sus consecuencias y las circunstan
cias en las cuales se produce; es decir, que puede pcurrir du
rante el tiro, en un transporte, en una manipulación y aun,
si ocurre en reposo, en un almacén o en un depósito.
Se pueden clasificar los accidentes en las municiones en
• dos categorías:
El accidente aislado, que se produce una vez y no se re-
pite con iguales características y en un intervalo muy largo,
y el accidente en serie, que se repite en espacios de tiempo
• cortós y en una misma especie de municiones. Las causas
del accidente .en serie son mucho más fábiles de localizar
que en el accidente aislado, pues las consecuencias para
una investigación de las causas •y naturaleza del hecho se
forma en un gran número de experiencias y sobre una base
de discusión mayor y más sólida que la que ofrecería uña
LAS
NItJNICION[S
experienciaaisLada.e observa, por ejemplo, la repetición del accidente cuando
e ha hecho modificación bien en la munición en si o bien
en su empleo, y cuando antes de estas modificaciones no
se había registrado la menor anomalía, o también sólo ocu
rre en un lote determinado de munición, mientras que los
lotes restantes se comportan normalmente. Se puede decir
con certidumbre que la serie de accidentes es debida a un de-
• • •
fectocrónico en la elaboíaci5n de la munición nueva, a una
•
modificaciónen municiones ya empleadas anteriormente o
• •
aun defecto generalizado en lote de municiones.
• •
Teniente Coronel do Artillería Será,por lo tanto, relativamente fácil, bienporun exa
FRANCISCO MARIÑAS GALLEGO •men detallado de todas las partes de las municiones defec
49
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NO OBSERVACIONDE LAS PRESCRIPCIONESREGLA
MENTARIAS
Esta, falta de observación de lo establecido en tiempo de
páz sobre la manipulación de las municiones es una causa
bastante frecuente de accidentes; sería muy largo enumerar
todos los casos en que por una ignorancia o negligencia ,del.
•
personal dan lugar a accidentes.
Citemos1 a título de ejemplo, el disparo con un proyectil
sucio de barro o tierra; banda de forzamiento deteriorada;
-
una colocación retrasada del proyectil en la• posición de
carga;-la intrdducción durante largo tiempo de ún proyectil
éxplosivo en un cañón recalentado por un tiro. rápido; el
atornillado incompleto de la espoleta cebo sobre el proyectil;
el empleo de una espoleta mal armada después de haberla
desmontado por curiosidad: la apertura demasiado rápida
del cierre después dé un fallo del disparo; una carga de pro
yección incdmplet por desengarce del proyectil en su trans
porte; el ajrir una caja de pólvora con herramientas de hie
rro, en lugar de ser de bronces el tener trapos grasientos es
pontáneámente inflamables en el interior del depósito; la
descarga de un vehículo dejando caer las municiones o las
cajas de muniéiones; la suciedad de los depósitos; el des
montar
.
por curiosidad artificios que funcionando pueden
provocar el incendio o destrucéión, en masa del depósito;
colocación del cebo en el proyectil mal hecho; la presencia
de bn tapón de tierra o trépo en el cañón de un fusil.
Podemos decir que la mayor parte de estas infracciones en
tas prescripciones reglamentarias son, debidas a un defecto
de instruccióno negligencia delpersonal, y sé puede evitar
perfeccionando al límite dicha instrucción y explicando al
personal la gravedad de las consecuencias que pueden re
sultar por una negligencia.
DEFECTOS EN EL MATERIAL
En las diligencias abiertas para investigar las causas de
accidentes ocurridos en el curso de un tiro se examinará
minuciosamente el arma con la cual ‘se produjo el accidente.
La existencia: de erosiones en el ihteriordel ánima de la pieza,
y aun en ciertos casos en el exterior del tubo basta cuando
tuosás o reproduciend voluntariamente el accidenie, o bien
sea por la combinación de los dos métodos, el t ratar de de
ducir por eliminaciones sucesivas el órgano constitutivó de
la munición que ha sido causa sistemática del acéidente.
Como ejemplo de lo que decimos podemos mencionar lo
subedido en Francia en l a guerra europea en 1916, al poner
en servichi proyectiles de 75 con una carga de fósforo, y que
dió lugar a una serie de aécidentes en explosiones prematu
ras en el ánima de la pieza, comprobándose que era debido
a una fijación defectuosa del cartucho que contenía el
fósforo:
Una serie ‘de accidentes producida en Francia ,tambinen
la primavera de,1917, dando grán número de disparos cortos
en el cañón modelo 1915 Saint-Cbamond, con éarg de
balistita, y que tenía por causa el pavonado de los granos de
balistita antes de su corte.
/
.
En el caso de accidente aislado, lai dificultades se com
prendé que serán muy grandes para sentar un juicio sobre la
causa, debido a la imposibilidad de poder disponer, sea para
un examen detallado, sea para reproducir la experiencia, de
una munición rigurosamente iguaf a la que provocó él acci
dente.
Así es que, en esté caso, como ya dijimos.aiites, se comen- MALA CONSERVAClONDE LAS MUNICIONES
zará por restringir el campo de las hipótesis,, separando las
causas que’ de una manera clara se ve que no han interve
nido en el hecho; pero dna vez efectuada la eliminación, nos
quedan todavia variás hipótesis, y en ambós casos nos será
muy’ difícil el discernir cuál de entre ellas es la indiscqtible.
Con el f in de poner un’ordeú en nuestra inestigaçión, cla
sificaremos las ‘éausas de accidentes en las” municiones en
cinco casos generales:
, .
1.0 Sabotaje o’mala voluntad.
2.° No observación de las prescripciones reglamentarias
-
sobre el empleo o mánipulación de las muñiciones.
3.0
Mala conserváción de las municionñs.
4.0 Defectos en el inaterial.
50
Defectos de fabricación.
Los accidentés que provienen de la mala conservación de
las municiones podrían lógicamente. entrer dentro de la
categoría precedente; pues en lo que respecta a la conserva
ción de las municiones, abstracción hecha de los casos de
fuerza mayor que se presentan en t iempo de guerra, lo cual
obliga en muchos casos a la elección de depósitos ‘en malas
‘condiciones, el papel del personal podemos decir que en este
caso és importantísimo. Una pólvoia en buenas condiciones,
expuesta al sol, podría dar lugar, en el t iro, a presiones anor
males excesivas que pueden llegar a ser peligrosas; cuando
hay mucha humedad o grandes fríos, en algunaS pólvoras
‘como la balistita, pueden producir aumento en la disper
sión, con aumento de disparos cortos.
La alteración espontánea de una munición bien elabo
borada y en buenas condiciones de conservación es un caso
SABOTAJE
‘
muyraro y excepcional. Las visitas periódicas a las cuales
son sometidos en los, pélvorines o depósitos, así como el ré
La presunción de sabotaje es bastante difícil de establé- conocimiento que se efectúa antes de toda entrega a las
cer; en ciertos casos (explosión die un depósito dé municiones
:
‘Unidades, unido a los análisis y pruebas reglamentarias que
en período de luchas éiviles, agitaciones sociales o en tiempo - periódicamente se efectúan en pólvoras-z explosivos, deben
de guerra, sin ‘ intervención directa del enemigo) se puede permitir el no conservar ni entregar, má rñuniciones que
- ‘ ‘considerar esta hipótesis coiho verosímil y ‘aun probable; aquellas que estén en perfecto, estado.
pero en l a mayor parte de l os casos restantes será casi alem- A veces ócurre que una clase de proyectiles están clara
pre imposibleafirmar si s e -trata de un defecto de fabrica- mente deteriorados, mientras que lbs inmediatos permane
ción o de una acción de mala fe cometida véluntariamente. ‘ cen intactos; entonces convendrá, en caso de accidente, exa
minar con todo cuidado lis municiones colocadas en las mis
mas condiciones de conservación, e investigar el lugar y’
origen antiguo o moderno de las municiones dañadaá. Esto
sólo-podrá efectuarse en laboratorios y, talleres disponiendo
de personal técnico ‘y h erramental indispensable para la
ejecución de operaciones minuciosas y delicadas que son
necesarias.
-
50
«5
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tienen cierto grado para provocar un funcionamiento pre
maturo del proyectil.
Entre los deterioros más frecuentes son: desgaste del áni
ma, cobreado, las erosiones, desgaste del cono de unión al
ánima, juego exagerado de muñones, longitud insuficiente
o descentrado del percutor, disminución de elasticidad en el
resorte de percusión etc.
DEFECTOS EN LA FABRICACEON
• DE LAS MUNICIONES
Supongamos, en’ el caso de un accidente aislado, que he
mos ya descartado las hipótesis de sabotaje, negligencia,
mala conservación y defectos del material. La única hipó
tesis que nos queda• por considerar es la referente a un
defecto de la fabricación de la munición.
•
E muy dificil, y a veces imposible, el descubrir las causas
o defectos en la fabricación a que puede ser imputable el acci
dente ocurrido.
• Los defectos -de fabricación pueden ser atribuidos a cau
sas generales y a particulares. Entre las generales se pueden
citar:
-
1.0 Calidad de las prfmeras materias empleadas
para la fabnicación.
2.° Aumento en
la tolerancia de fa
bricación y en las
pruebas de recep
ción.
3.0 Controlinsu
ficiente.
:4,0
Empleo .de
procedimientos de
fabricación que no
han sido sanciona
dos por la expe
riencia.
5.0 Puestaen ser
vicio de municiones
o materiales no su
ficientemente pro
bados.
•
6.6 Trabajos de
fectuosos ‘en la fa
bricación.
Las cinco prime
ras causas no debe
n ser consideradas
n tiempos norma
es, pues serán pro
ias únicamente de
iempo de guerrá.
stos defectos afec
rán generalmente
lotes enteros y
arán lugar a acci
entes en serie, y
cuya causa, como hemos ya mencionado; puede ser fácil
mente localizada.
Sólo, pues, estudiaremos en detalle las causas particulares
relativas a defectos de fabricación propiamente dichos; es
decir, a defectos de falsricacfón premeditados o accidentales;
la determinación de unos u otros es prácticamente imposible
de establecer.
La experiencia muestra que estos errores, si no comple
tamente evitables, no constituyen más que casos excepcio
nales. Las pruebas de recepción de lotes fabricados, no te
niendo lugar más que sobre un núero restringido de mues
tras elegidas de los lotes, no pueden, claro es, suministrar
más que una cierta probabilidad de garantia de buena fa
bricación. Pero no se debe olvidar que en el curso de la fa
bricación todos los elementos constitutivos de la munición
sufren, por parte del fabricante, en los escalones de mecani
zación, montaje y carga un control incesante y excesivamente
riguroso. Es necesario tener en cuenta, además, que, debido
a un defecto de amor propio, muy desarrollado en los obre
ros del ramo, el temor dé una sanción pecuniaria, de un
despido temporal o definitivo, en caso de negligencia com
probada, y de la cual puede ser el obrero identificado fácil
mente por los procedimientos de control empleados en los
“establecimientos’constructores, basta para hacer raras, si no
imposibles, por lo menos en tiempo de paz, las negligencias
- . . voluntariaso acci
dentales’ del obrero..
Pero si los casos son
felizmente excepcio
náles, son, en cam
bio, variados en ex-
-
tremo, por lo• que
-
conviene mencionar
los más corrientes
errores que, se co-
Cargas.
Disposición defec
tuosa de los haces,
que ocasiooa retar
dos de inflamación
o da lugar a varia
ciones de velocidad,
co el pioyeetil, sus
ceptibles de hacer
funcionar la espole
ta, si ésta ha tenido
tiempo de mohtarse.
Carga incompleta:
el proyectil se detie-,
ne o debilita su
marcha en el ánima,
y la espoleta fun
ciona.
Cuerpos extraños
en la pól.vbra, que
quedan en el ánima
y aminoran la velo
cidad del proyectil
en el siguiente dis-’
paro, pudiendo pro
vocar la explosión
prematura.
meten.
“.l”.
44,, 4,..,. p,.,.fl.,d4.,.
‘51
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http://slidepdf.com/reader/full/ret-033-octubre-1942 53/83
Proyectiles.
Falta de solideí en el proyectil, como temple excesivo, ra
jaduras en la banda de forzamiento, que pueden provocai su
ruptura en la presión inicial de partida.
Proyectil deformado con compresión del explosivo; en el
momento de partida del disparo, el proyectil sufre una de
formación elástica, con compresión brusca de la carga ex
plosiva, la cual puede detonar.
Porosidad en el culote o defecto de impermeabilidad del
mismo que hace que los gases inflamados de la carga de pro
yección se infil tren por el culote e inflamen el explosivo.
Engarce defectuoso de la banda de forzamiento, que es
rechazada por los gases .y produce una debilitación en la
marcha del proyectil y posible funcionamiento de la es
poleta.
Centrado defectuoso del proyectil , ocasionandó bandazos
en el ánima, susceptibles de hacer funcionar la espoleta o
desorganizar el explosivo que puede inflamarse por fricción
o comresión.
Carga explosiva.
•
Densidad de cafgainsuficiente para impedir el movimiento
brusco de ella en el momento del disparo.
Existencias de grietas o huecos en el interior de la carga,
la cual, por-frotación, puede inflamarse en el momento de
salida del proyectil.
Presencia de picratos, debido a un barnizado defectuoso
en proyectiles cargados de picrinita.
Adherencia defectuosa del bloque de tril ita en los proyec
tiles con cargas moldeadas, y que puede hacer el papel de
martillo al choque de proyección y, por tanto, inflamarse
Espoletas.
Compresión insuficiente del fulminante, o que, debido a la
compresión del fulminante de los cebos, partículas del mis
mo, pueden extenderse por el mecanismo de la espoleta y
detonar por choque o fricción.
- -
Poca elasticidad del resorte de seguridad, que no opone la
suficiente resistencia al percutor o a su movimiento cuando
la acelaración cambia de sentido.
Montaje defectuoso de los elementos de la espoleta.-
Mala fijación de los cebos, que sufren en el choque inicial
un golpe susceptible de hacerlos .detonar.
Todo esto, someramente expuesto, puede servir de base al
tratar de hacer un informe sobre las causas a que obedeció un
•
accidente ocurtido, localizando a- qué parte del proyectil
puede ser achacado, evitando, como sucede generalmente,
que la culpa se la l leven las espoletas, muchas veces inocen
tes de lo ocurrido.
•
En los accidentes, en- el tiro, de las bocas de fuego, cierto
- detalles pueden suministrar, a falta de otras- pruebas, las cau
sas de los mismos; por ejemplo: la naturaleza de la detona
ción, pues el aspecto del humo producido debe ser mencio
nado, porqué indicará si la dtonación fué completa o in
completa. También debe averiguarse el lugar del ánima
donde se produjo la explosión.
El funcionamiento de la espoleta cebo provoca, en efecto,
siempre la detonación completa del proyectil; claro es que
admitiendo que la carga y multiplicador estén en buen es
tado de conservación. Por otra parte, el mecanismo de las
espoletas de inercia, aun las instantáneas, exige para montar
y funcionar un cierto- tiempo, durante el cual el proyectil
recorre un cierto trayecto en el ánima.
Se puede admitir con garantía de certeza:
1.0 Que una explosión en el ánima de Ja pieza, con deto
nación completa, permite suponer el funcionamiento de la
espoleta.
.° Una eáplosión en la posición de carga o posición pró
xima es debida, probablemente, a causas ajenas a la es
poleta.
3.0
La explosión en el ánima con detonación incompleta
no es, en principio, culpable a la espoleta, cualquiera que sea
el lugar en que se produzca.
Muchas veces, una detonación completa .o funcionamiento
de la espoleta no puede decir que ésta sea defectuosa, pues
ha podido tener lugar la explosión por una debilitación de
la marcha del proyectil , provocada por causas extrañas.
Se tratará siempre de recoger los trozos de la munición y
del tubo, su examen, sobre todo si se t rata de pedazos.bas
tante grandes, sobre los que se pueda observar, sea las de
formaciones características, sea trazos de explosivo no de
tonado, puede suministrar indicaciones sobre la causa ori
ginal del áccidente.
-
En resumen: la investigación de la causa determinante de
un accidente de municiones, sobre todo en caso de accidente
aislado,
presenta numerosas dificultades, y se llega con fre
cuencia a simples hipótesis que dejan pesar la culpabilidad
sobre uno o varios elementos de la munición sospechosa.
Hay un gran interés, sobre todo en tiempo de guerra,
en restringir lo más posible el número de accidentes imputa
bles a una causa extraña a la propia munición. Este resul
tado, que ya de por sí sería un gran adelanto, no podrá ser
obtenido más que por una difusión de los conocimiedtos
fundamentales sobre la constitución y funcionamiento de
las municipues, sus principales propiedades y los motivos
que han hecho dictar las reglas por su empleo, manipulación
y conservación.
, •
3
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IB
eaL4T44€frc7
OBSE1tVACION
Sin una buena observación de tiro, a pesar de la preci
Sión con que hayamos hecho la preparación, corremos el
riesgo de qne nuestro fnego resulte ineficaz. El fin de la
observación es poder, determinar el punto de caída de los
proyectiles con respecto al blanco, para poder hacer lss
córreccioues necesarias . El mismo observatorio que ha ser
vido para la p reparación del tiro se u tiliza también para la
observación y corrección de éste.
La observación se hace con el goniómetro sobre la
plancheta del observatorio, situando en ella los puntos de
explosión y llevando los datos por snperposición, como se
hacía en la preparación del tiro, a la de la pieza.
Si, por excepción, el observatorio está instalado en la
inmediación de los morteros, los desvíos que se aprecien
servirán directamente púa las, piezas.
Si el observatorio está aproximadamente en e l plano de
tiro, la observación es más sencifia, porque el sentido de
los desvíos es el mismo para el observador y piezas. Situadó
el observatorio topográficamente con respecto a las piezas
y blancos, se puede trabajar aquí también con la doble
plancheta en la forma conocida. Caso de no tener plancheta,
los desvíos apreciados ‘desde el observatorio en dirección
se traducen según la relación de las distancias, en la forma
que se d emuestra a continuación. Sea
P
la pieza (fig.’ 27),
O
el observatorio y
B
el blanco;
A
es el impacto: Desde
O
la desviación se aprecia en milésimas, y el problema con
siste en saber la corrección que debe hacerse en la pieza:
BA/OB=m milésimas 5
OBX
tn= PBX n
RA/PB
=
‘n milésimas n
=
re X OB/PB
Lo que nos dice que las milésimas que debe corregir la
-
pieza son las apreciadas desde
O,
multiplicadas por la re
lación de las distancias
OB/PB.
Si, como es f recuente, el observatorio es l ateral, me pa
rece lo más conveniente servirie de la doble plancheta
como procedimiento sistemático. Se ha de apreciar la di
rección de la explosión y la distancia ‘al observatorio
O;
caso de no ser posible, se calculará a ojo la distancia del
punto de explosióii al blanco.
Si se p uede disponer de dos observatorios a un lado y a
otro de la l ínea de tiro, el r esultado es ideal; pero ha de ser
a condición de que la situación topográfica de los dos esté
bien determinada, y también la de la pieza directriz con
respecto a ellos; porque de otra forma no hay posibilidad
de relacionar los datos de un observator io con los del otro.
Estos observatorios han de estar enlazados por teléfono
para que el director del tiro situado en uno de ellos reciba
las observaciones del otro. En este caso se habrán de super
poner las planchetas de los observatorios y la de l a pieza;
con el goniómetro de cada observatorio’ se mide la desvia
cióu de cada impacto con respecto al blanco y se traduce
el resultado automáticamente a la plancheta de pieza. No
creo sean precisas más aelaracionesni ejemplos para com
prender todo esto.
‘ , ,
El observatorio debe construirse con arreglo a las nor
mas generales de enmascaramiento, bien conocidas; pero,
en previsión de que el observatorio sea deseubierto, con
viene tener otro preparado para que la observación no
cese, aunque el primero sea batido.
TABLA DE TIRO
Las tablas de tiro del Reglamento contienen las desvia
ciones probables.
Hemos creído conveniente ampliarlas , y representamos
la Tabla número 1, cuya utilidad se demostrará claraménte
más adelante. Eriestas tablas hemos calculado los’desvíos
totales y, además, la dispersión total longitudinal, el desvío
probable frontal y el desvío total frontal, en milésimas.
TenIente Coronel
de Infanterla
ALBERTO RODRIGUEZ
CANO
53.
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En las tablas se puede observar que, si b ien la dispersióñ crece
en metros con la distancia, la dispersión calculada en milésimas
disminuye, en general, al aumentar la distancia.
que al r ealizar l tiro, el centro de mpactos coincide exactamente
con el Centro del blanco. En esas condiciones, si se hace un dis
paro, como la dispersión longitudinal es de. 110 m., puede dar.
TABLA N.° i.—Ampliación de la tabla del tiro del mortero de 8i
Alcances
.
Cargas
Angulo
.
de
elevación
D. P. L. D: T. L.
D T L
‘.
en mi simas
D. P. F.
D.. P. F.
en
milésimas
D. T. F .
D. T. F.
en
milésimas
300
400
•
500
.
6o
•
700
800
900
2
-
3
- ‘
500.00’
76°-40’
.
73°-00’
68°-40’
64°oo’
58°-,o’
49°-lO’
5,8
,8
6,3
7,1
.9,3
9,9
22,0
46
47
50
59
66
80
96
153 ‘-
227
ioo
g8
-
200
206
i,6
i,6
2,6
i,7
r,7
2,9
2,0
5
3
3
2
2
2
23
23
23
14
24
15
i6
43
32
16
‘25
lii
19
1
600
700
Soo
900
,I000
1100
‘200
1300
1400
.
1500
.i6oo
-
3
2
6
.,
2
.
.
O
78°-30’
-
76°-40’
75°-00’
72°-50’
700.50
68°-lo’
‘ .
66°-oo’
63°-oo’
6o°-oo’
550.50’
500’3o’
9,2
9,9
-
10,7
12,5
‘22,3
23,0
23,8
i,5
25,3
i6,r
17,7
74
-
79
86
92
98
204
110
,r6
III
129
142
223
223
107
102
98
94
92
89
87
86
‘
88
3,4
3,7
3,
4,0
4,2
4,4
4,6
,7
4,9
5,0
,
5,2
‘
6
5
5
4
4
4
4
3
3
3
“
30
32
32
34
35
‘ 37
38
39
40
42
-
46
43
39
35
34
32
30
29
28
27
26
8oo
900
1000
1100
2200
2300
1400
2500
2600
2700
2800
2900
,
2000
2200
‘
1100
‘
ó
2
5
.
.,
2
‘
‘
78°-So’
77°-30’
.
76°-lo’
. 74°-40
73°-lo’
71°-3o
70°-O0’
68°-oo’
66°-xo’
64°-lo’
62°-oo’
590-30’
.
56°-30’
‘
53°-Oo’
48°-lo’
.
10,4
11,2
11,9
21,6
13,3
23,9
14,5
25,2 ,
i,6
‘
i6,i
.
16,5
16,9
27,3
17,6
29,2
,
83
90
95
101
.
io6
III
si6
Izi
125
229
231
236
139’
242
254
104
lOO
95
.
92
88
85
.
‘83
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78
76
73
72
.
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68
70
.
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‘
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.,
5,5
5,5
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‘
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.
So
5,2
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7,5
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7
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5
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4
‘
4
4
4
4
4
4
-
-4
4
44
44
45
45
47
48
50
52
54
57
So
64
67
71
55
4944
40
37
36
-
34
33
32
31
31
32
35
‘
32
33
CORRECCION DEL TIRO
El
objeto de todo el artificio del tiro de esta arma, como el
de todas, es hacer que el centro de impactos coincida con el cen
tro del blanco. A eso van encaminadas todas las operaciones que
hemos descrito hasta ahora; pero por muy bien que se hayan rea
lizado las operaciones preparatorias, seguramente. el fuego no será
desde el primer momento ejecutado de manera ideal; hay datos
que no pueden tenerse en cunta
y- errores inherentes a todas las
Fignra 27.
operaciones que se realicen. En ocasiones, por Ja rapidez con que
se presente el objetivo o por el deseo del Mando de que el fuego
se rompe seguidamente de recibir la orden, no es posible realizar
ninguna operación previa a l a ejecución del tiro, y los datos nece
sarios de distancia y deriva los hemos de conseguir como conse
cuncia de la observación del tiro.
En uno.u otro caso, antes del tiro de eficacia’hay que hacer
el tiro de corrección. Este tiro se lleva a cabo en dos tiempos:
L°, conseguir que el haz de dispersión del mortero, correspondiente
a una distancia y a una deriva, comprenda al blanco (que el b lanco
esté dentro ‘de la zona de dispersión); y 2,°, hacer, dentro de lo
posible, que el centro de impactos coincida con el Centro del blanco.
Antes de seguir adelante debemos f ijar el criter io de lo que debe
entenderse por un ‘disparo corto o largo, dcsviadci a la derecha
o a la izquierda. Para ello supongamos que el tiro está perfecta
mente preparado sobre un objetivo situado a 1.200 m.;
es
decir,
por ejemplo, 40 ni. delante del blanco. Si sólo ‘se t iene en cuenta
el resultado de este disparo, parecerá que el tiro es corto y que se
necesitaría alargarlo; cierto que, a- juzgar por esa observación,
puede ser corto; pero también puede ser perfecto; el que quiera
corregir el tiro sin tener presente la dispersión total del arma, no
acabará nunca. Así, he visto a muchos Oficiales hacer tiro de
mortero y no conseguir hacer una buena ,córrección por no confor-.
--
marse a lo que es el agrupamiento del mortero; en ningún caso
hay que esperar a dar en el blanco para terminar el período de
-corrección. El dar en un punto concreto, aun después de bien corre-
-
gido el t iro, es cuestión de suerte o de un consumo ‘de municiones
que se estudiará más adelante.
Pero es necesario pensar que el mortero no es arma de preci
sión y no se consigue nada con los Constantes y pequeños despla
zamientos de ‘puntería.
Primer período del tiro de corrección. Tiene por objeto hacer
que el objetivo quede dentro de la dispersión del mortero que tira
con una distancia y deriva. La corrección debe hacerse primera-.
mente en dirección y después en alcance; pero si se dispone de
un buen observatorio, se puede hacer la ‘doble corrección simul-
táneamente; el proceder es diferente según se pueda apreciar el
sentido de los desvíos o, además del sentido, la magnitud de éstos.
Caso en que sólo se puede determinar el sentido de los desvíos
Se opera por el procedimiento de la
horquilla. Paia
más- fácil com
prensión, supongamos corregido el
tiro
en dirección, y vamos a
hacer la horquilla en alcance. Se hace un disparo con la distancia
apreciada; si r esulta corto, se alarga el tiro utilizando un nuevo
ángulo de proyección. Los saltos de alza deben ser como mínimo
-
de una dispersión tótal, porque si se hace de menos se superpo
nen en parte las dispersiones y no hay posibilidad de comparar
un disparo con otro.
- -
Si disparamos, p.ej., on 63° y dos suplementos, o sea, a 1 .300 m.,
y resulta corto, y hacemos Otro disparo a 61°, o sea con alcance
54
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de 1.366 m., la dispersión del primero, que es de 116 m., y la. del
segundo, que es de 120 m., estarán en la forma que representa
usos en l a figura 28, a escala ‘ en ella se ve cómo con la
primera puntería se puede dar en A, y con la segunda en B.
En fin: si t iramos con la primera puntería a 1.300 m., la segunda
debe ser como mínimo una dispersión más alejada; o sea, para eí
caso, a 125 m.; es decir, que habrá de tirar-
se a 1.425 m., que corresponden a un ángu
lo de 59°-Sl’. En ese caso, el salto de alza
es de 3°-3’ ,
Con el criterio de que loi agrupamientos
correspóndientes a los diferentes disparos
qúe se hagan en el período de horquilla
sean aproximadamente tangentes, he calcu—
lado aproximadamente los saltos de alza
que habrían de hacerse, suponiendo que
el tiro es progresivo; es decir, que los pri
meros disparos se supone han caído éor tos.
En el cuadro que va a continuación va en
uní columna la distancia y en la siguiente
la disminución del ángulo de tiro,. para
que, como digo,el nuevo disparo corres
pondiese a una dispersión tangente con la
primera. Para explicar cómo he hecho el
cálculo, pongo el siguienté ejemplo: supon
go que tiro a 1.300 m. con dos suplemen
tos; la d ispersión a esa distancia es en lon
gitud de 116 m.;la mitad,58m.Eldisparo
siguiente debe hacerse con el ángulo de tiro
correspoñdiente n un aumento de la dis
tancia que está compuesto de dos sumén
dos: uno, los 58 m. que ya conocemos,
-y el otro debería ser la mitad de la
longitud del agrupamiento que tenga el
mortero a la distancia de tiro en que el
nuevo agrupamiento sea tangente al an
teriqr. A 1.400 m., el agrupamiento es de
122 m. de longitud; así que, aproxima
Figua 28. darnente,la diferencia entre ‘uno y otro
tiro debe ser deS8+61= li9m.El
- .
primerdisparo a 1.300 m, se ha tirado con
63°; el segundo, correspondiente a la distancia 1.420 m., calcu
lando por interpolación, se debe hacer con uii ángulo de 59°-lO;
o sea, que se ha disminuido el ángulo de elevación en 3°-SO’
-
Un suplemento Dos suplementos Tres suplementos
itaca dei uses dci
.
Saltes del
ólca,ons .
ó,gulo de
eleecoló,,.
.
slounceo-
ángulo de
elevación. Alcances.
ángulod,
elevación.
300
400.—.
- .
300
tao
700
Soo
z°40’
-
I°30’
2°50’
2°50’
4°23’
7°o5’
,
too
700
Soo
900
1000
1100
1200
1300
1400
2500
z°55’
I°20’
I°57’
2°
2°30
2°2o’
3n1’
3°50’
5°20’
70
8oo
900
1000
1100
1300
1400
2500
ióoo
1700
itoo
1900
2000:
I’4’
1012’
I°30’
1530’
I°49’
z°42’
2°22’
2°20’
2°42’
2°55’
3°24’
4°24’
5°50’
entonces se tira con el alza intermedia; ésta, probablemente,
será bñena para batir el blanco. En efecto: supongamos que esos
ángulos son los correspondientes a 1.000 y 1.100 m., a cuyas dis
tancias los agrupamientos prácticamente son tangentes; tirando
a 1.050, se ve en la f igura 29 que tenemos muchas probabilidades
de comprender al blanco dentro de la zona de dispersión corres
pondiente; pero si e objetivo es
A
y a 1.000 m., el proyectil da
en 1; y al tirar a 1.100, da en 2, al tirar con la nueva alza hemos
alejado.el tiro del objetivo. Sobre esto volvere-
-
mas en un instante.
Cáso en que se puede determinar la magnitud
y. sentido de los dezvíos.
Entonces haremos de
ana vez los transportes necesarios, siempre ma
yores que las dispersiones; así, p. ej., si hemos
tirado a 1.000 m. y el impacto está a 250 m.
-
más cerca que el blanco, alargaremos el tiro
200 ó .300 in. (la dispersión total longitudinal a
1.000, es de 98 m.); así, y casi de una vez, con-
seguiremos nuestro objeto.
Por uno u otro procedimiento hemos acerca-
-
da loé impactos al blanco. Si uno de e llos dista
de éste aproximadamente la dispersión, se debe 2
corregir en una dispersión. En efecto: sea A el
blanco e
1
él impacto.
.
(Fig. 30.) Sin tener en
cuenta las desviaciozies laterales, las dispersio
nes extremas a que puede pertenecer
1,
son las
dibujSas enla figura 30, cuyos centros son
C y C’. De otra manera dicho: todos los tiros
cuyos centros de impactos estén en la línea CC’,
pueden dar en 1; si tracisportamos el tiro el
-
valor de una dispersión, el centro de impactos
-
pasará de la línea
CC’
a la
CC’,
y el blanco
tal
A
quedará batido con una gran probabilidad.
A -
Si el impacto dista del blanco media dispe
rsión o menos, el blanco puede estar, con res
peeto a los .agrupamientos extremos a que el
impacto pueda pertenecer, en la forma que se
indica enia figura 31. Hay aproximadamente la
zñitad de probabilidades favorables: si
1
corres
ponde a un centro de-impactos que está en la
línea
CI, A
no estará batido; pero si corres-
Figura 29.
ponde a un centro de impactos que está en la
línea CI, A estará batido. Es preciso seguir tiracido; s ilos impac
tos rodean el blanco, estamos en el tiro de eficacia; pero si caen
más lejos del blanco que el p rimitivo impacto, se debe hacer la co
rrección según la desviación que se observe: si ésta es igual o ma
yor que la dispersión, se corrige en una dispersión; pera si la des.
viación no varía mucho de lapriknera, se corregirá sólo con me
dia dispersión.
. -
Tiro dé rectificación. Con la primera parte del tiro de correc
ción se ha conseguido que el blanco quede detitro de la zona de
dispersión. Es ,forzos? entrar en el tira de eficacia, porque no
podemos llegar a más eoñ un número limitado de granadas. En el
tiro de eficacia se débe seguir la observación; y durante él tam
bién se puede perfilar aún más la precisión del tiro; es decir, llevar
el centro de impactos al centro del blanco. Este es el objeto del
tiro de rectificación.
-
Antes de seguir adelante, observemos la figura 32; en ella hemos
representadouna dispersión del mortero (se trata de la dispersión
a 1.200 m.). Si esta dispersión se d ivide en dos partes iguales por
una línea normal a la del tiro, el agrupamiento debe quedar divi
dido en dos par tes iguales; s i cada uná de las dos mitades se divide
en cuatro partes iguales, el agrupamiento queda dividido en las
ocho zonas iguales representadas en la figura, en la que se indica
cómo quédan repartidos los impactos. Observemos ahora la figu
ia 33; si el blanco estuviese en
BB,
por elda 100 disparos debe
rían ser dos cortos y 98 largos; si estuviera en CC, serían nueve
cortos y 91 largos. Recíprocamente, si al t irar con el ángulo corres-U
pondiente a 1.200 una serie de disparos, diese uno más lejos del
blanco y nueve más écrca, éste se encontraría. aproximadamente
en CG; deberíamos alargár el tiro en dos desviaciones probables,
o aproximadamente 25 ap.; o sea, disminuir 45’-
Detodo esto se deduce que la regla de aumentar o disminuir
de 2 e n 2 g rados no puede dar lugar más que a errores.
Para facilitar el cálculo de los ángulos que corresponden.a las
.distancias que resultan de incrementar las dispersiones en la forma
que indicamos, he puesto en la Tabla n.° 2; los ángulos correspon
dientes a t odas las distancias de 20 en 20 m., calculados por inter
polacióu:
. . -
En- fin: alargando o acortando el tiro de la manera dicha, se
llega a eueuadrar el objetivo eptrc un impacto corto
y
otro larp,
55
7/17/2019 RET 033 Octubre 1942
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-
Cuando la observación es perfecia se puede, ya se ha dicho,
hacer la co±rección simultáneamente en alcance y dirección,
valiéndose siempre de la doble plancheta. Pongamos un ejemplo:
—sea la pieza
P
y el objetivo
A.
(Fig. 34.) Tiramos un primer dis
paro a 1.100y da en 1, más de 200 corto y 136 milésimas a la
derecha. Como la dispersión tiene una anchura de 31 milésimas
(verTablas), y en pfofwididad es de 104 m., la corrección será,
de 31
x
4- 124 milésimas, y aumentaremos el alcance en
200 metros y el
tiro
se hará, por tanto, a 1.300 m. Con esos datos
EJECUQON DEL VRO
Probabilidades de dar
tu
un Maneo. Primerasnente estudiate
mos la
probabilidad de
dar en un blanco de una dimensióuMml.
tada y la otra indefinida, p. ej., una trinchera de gran lóngitud
perpendicular a la llaca de tiro. Supongamos el tiro bien corre
gido; es decir, que la trinchera queda en la zona del 50%
del
agrupamiento; la trinchera tiene 2 metris de ‘anchura y el nio
tero está asentado a 1.100 metros. A esta distancia, La aona de
TABLA N.°
2.
hacemos un nne’vo disparo, que puede dar en 2, a 14 milésimas
a. la derccha y 40 m.
A; o
sea, a menos distancia de media dis
persión. Se tira una serie de disparos con los mismos datos y 54
observa que de 10 dan 5 delante y 5 detrás del blanco; 2 han d’ado
a la izquierda y 8 a la derecha. Eu alcance, el tiro está perfecta
mente corregido; en dirección hay que rectificar ‘transportando el
tiro’ una desviación probable a la izquierda’; o sea, 3 milésimas.
La rectificacióñ se debe estar ejecutando constantemente, para
lo cual, siempre que sea posible, se tirará por descargas, por el
orden del núméro de los morteros. ‘La pieza directriz será la que
efectúe el primer, disparo ‘de cada descarga.
La corrección de las otras piezas no es posible llevarla a cabo
con la meticulosidad que con la pieza directriz. Cuando algún
mortero haga un agrupamiento anormalmente ‘distinto del que le
corresponda, se hace con él l a misma corrécción explicada en tér
minos generales; pero antes será conveniente vigilar si está bien
situado en paralelismo en la puntería de vigilancia.
La rectificación debe llcvarie a cabo tirando los morteros a la
velocidad que corresponda, para no perder el efecto de sorpresa
y satisfacer el deseo del Mando, que querrá se t ire pronto y bien.
Se puede hacer la corrección de la Unidad de morteros en bloque,
tirando todos ellos por0descargas y corrigiendo a todos ellos én
bloque, según el resultado. El procedimiento es óostoso y poco
seguro.
Si se dispone de tiempo suficiente, ‘es conveniente hacer la correc
ción sobre un blanco
auxiliar
sin importancia táctica: una casilla, un
árbol ch el centro de la zona a batir; de ahí se pasa a l os objetivos
pór transportes de tiro, para’cutrar desde luego en tiro de eficacia.
e.
56
50 es de 26 metros de a nchura. .Para el cálculo se s upon
que
los proyectiles caen perfectamente distribuidos en esa faja de
‘,26 metros. Cada proyectil que caiga en esa zona tiene la proba
bilidad de 2/26 de cacr’en la trinchera; o sea, un
7,7
. Hemos
cdnsiderado los que caen en la zona del 50 %; o sea que sólo
consideramos la mitad de los proyectiles disparados; si tenemos
en cuenta todos los que se disparen, la probabilidad de cada uno
de caer en l a-trinchera será de l a mitad; o sea, 3,85 . El número
de disparos teóricamente necesarios para dar en la trinchera es
100/3,85 26.
Si la misma trinchera está en la dirección de la línea de
tiro
y a l a misma distancia, y suponemos el tiro igualmente centrado,
las probabilidades de dar en el blanco on mayores. La zona del
50
%
cu este sentido es de 8,9 metros. La probabilidad de dar
es de’ 2 /8,9
=
22,4
.
La cantidad de granadas necesarias para
tener la’ seguridad teórica de dar una en el blanco, es 100/11,2 9.
Esto nos demuestra la superioridad del tiro de enfilada sobre el
frontal.
Para calcular las probabilidades de dar a una casamata de
6 mtros de frente por 4 de f ondo, a la misma distancia, se deter
minan las probabilidades de dar a una faja indefinida de 4 metros
de anchura perpendicular a la línea de tiro, y la de dar a una faja
de 6 metros en la dirección del tiro.
,La probabilidad de dar a una faja de 4 metros es 26 2
°‘
La de dar a la zona de 6 metros es dej----j—
= 34%.
Un suplemento ‘Dos suplementos Tressuplementos
5t,tsncla,
500
-
20.
40.
60..
So
400
20
4°
eo
So
500
20
40.
So..
So
500.
Angolo
So’
79°20’
780401
750
77°20’
76°40’
75’56’
75°12’
74°2S’
730441
73°
72°S’
71°rS’
700241
S9’32”
SS°4o’
SIolanolos 5,5400 5Ato,olos Angula,
620
S7’44’ Soo
, , , .
7S°30’
40 65048? 20
. ,
. .
7S°S’
So
. ‘. , ,
8o
,
55052’
S4°5S’
40
, ,
So
. ,
, .
, .
77’46’’
77°24’
700
.,,,. 540
So
. , . . ‘
77°2’
20
,,,,,
6a°5o’ 700
, , , ,
7S°40’
40
So
610401
So°3o’
20
‘ ,
40
, ,
,
- .
76020?
76°
So 59’2c’
So
. , , .
7540?
800 55020? . So
-
,‘. ‘
75°20’
20 56°24’
-
Soo
- , . .
75°
40
. . ‘ . . .
54°38’ 20
- , . .
74°34’
So 52°32’ 4°
. - . -
74’8’
So 51051 6o
- - . .
73°42’
900 49°20’
-
So
- - , .
900
. . - -
20
- - . -
40
. . . .
So
. - , ,
So
. . , -
¡000
. . . .
20
. . .
.
40
. - . .
So
. , . .
So
¡loo
. - . .
7°i5’
72°50’
72°2S’
72°2’
71035?
71°14’
70°50’
70°20’
Sg°5o’
Sg°ao’
S5°o’
SS°ao’
slolo,olas Angulas sl,lanoias A,galó,
1120.
. - -
57°52’ Søo.
, ,
-
7S050?
40
. , , -
67°24’ 20
, - - - 75034’
So
. , , .
-SS°5S’ 40
. , ,
,
705’
So
. . . . -
55025’ So
. . , . 75°2’
2200
- , . .
SS’ So
. , , -
77°46’
20
. .
40
. ,
. -
. .
65°24’
6°4S’
900
. , ,
20
...,
-
77030’
77014’
So
, . , .
54°12’ 40
,,.,.
76’55’
So
, , , -
S3°36’ So
,,,..
7S°42’
2300
, . . .
63° So
. , , .
7S°2S’
20
. , , - S2°i4’
1000
,‘ , ,
-
76010’
40
, . ,
6o
. . . -
So
. . . .
6104SF
SIoI2’
So°5’
20
. . .
40
. ,, ,
So
. . ,
.
73°52’
.
730341
.
73°3S’
2400
. . . .
10
.,,,‘
40
. . , .
So
. , . .
So
, - - .
50°
59°I0’
58020?
57O3’
35°40’
So
. , , .
74055’
1100
. . , .
74°40’
20
. . , .
74°22’
40
. , . .
7404’
So
. , . -
73°45’
2500
. . , .
55°5o’ So
. . , .
73°25’
20,.
. . -
54°45’ ¡200
. , . -
73°I0’
40
. . . .
53°42’ 20
, , , .
72°50’
So
. .
So
. .
., .
. .
52°30’
51°34’
40
. . - .
72°30’
SO
. . . .
72°50’
zSoo
. , , .
3o°5o’ So .
. . ‘
71°5o’
1300
. . . .
71°30’
20, . . .
71012?
40
. . - .
70°54’
So
. . . .
70°35’
So.
. . . 70°IS’
1400.
. . .
70°
20
. , . .
59°35’
40
. . . .
Sg°12’
So
.‘ . . .
S8°4S’
So
. , . .
1500
- . . .
SS
slsts,4os
2520
4°-
So..
So.
i600.
20,
40,
So,
So,
2700.
20.
40
So,
So,
¡500
30
4°.
So,
So
1900.
20,
4°.
So
So
2000
20
40,
So
5°.
2200
20,
40,
So,
So,
2200
Angulon
67°3S”
67°16’
56054’
65°33’
5S’xo’
55’45’
64°35’
S4°34’
S4°xo’
53’44’
S°xS’
62052’
Si°zS’
Si’
--
SI’
600301
500
59030?
55°54’
S°iS’
37’42’
57°S’
s’sO3en
55°45’
54°24’
- ,
5t°42’
- . 530
- -
324’
- .
51°S’
- ,
50°12’
49°I6’
48030’
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La probabilidad compuesta se establece multiplicando las pro
babilidades simples así: 7,7/100 )< 34/100 261/10.000 2,61%.
Serán precisos para dar teÓricamente uno en el blanco, 100/2,61
—
38 proyectiles.
Consumo de municiones. Si en los ejemplos anteriores supone
mos que se necesita que den en el objetivo cierto número de pro.
yectiles, el consumo se determinará multiplicando el número de
disparos indispensables para obtener un impacto favorable por los
proyectiles necesarios para batir el objetivo. Por ejemplo, si se
consideran necesarias 5 granadas para destruir la casamata, se
babrán de emplear 38
x
5
=
190 proyectiles.
Distancia y efkaeia Para demostrar en un cuadro la influen
cia de la distancia en la eficacia, bemos calculado el número de
proyectiles necesarios para dar seguramente en una trinchera de
6 metros de frente por 2 de ancbura. He aquí el cuadro:
Primera carga Segunda carga Tercera carga
(un suplemento)
(dos suplementos) (tres suplementos)
5I,taiwla,
Prcyeclile
Dbtaaclas Pmyntllea Dlsta,clas PmySllas
5005°
40050
6oo
700
272
IQ6
Soo305
900
333
5005 80 222
2000
545
6oo
66 900 244 2200
. 400
7008
Sooxoc
2000
2200
278
303
1300
435
2400476
900230 2200
345
1500500
‘
2300
2400
2500
370
400
35
xeoo553
270088
2800625
.
z6oo 476 2900666
2000769
2200
833
2200
909
Al observar este cuadro se nota cómo es mucbo más favorable
ara la eficacia del tiro el empleo de cargas de proyección menores
para la misma distancia. Así, por
ejemplo, vemos que a 800 metros
se bate el blanco del ejemplo se
guramente con 100 granadas y un
solo suplemento; con dos suple
mentos son necesarias 222, y con
tres suplementos son necesarias
303. Esto se justifica porque con
mayores cargas el ángulo de pro
yección es mayor. La única ven
taja de las cargas mayores es la
del mayor ángulo de! proyección
que emplean, y que con él pueden
•
salvar mayores obstáculos; pero 1
generalmente aun con los menores
• ángulos se salvan grandes masas -
cubridoras. En todo caso, ya se
sabe que a mayores ángulos de
-
elevación para la misma distan
cia, mayor es el consumo de mu-
A
niciones.
A
Tiro contra tropas. Primera- -
mente deberemos considerar el
radio de acción de una granadac
Es muy cierto que algunos frag
mentos de la granada se proyec-
-
tan al bacer explosión hasta cer
•
cade 100 metros; pero éste no le
Figura
30. podemos considerar como el ra-
Figura
31.
dio de acción; si nos contentáse- -
nos con lanzar granadas espaciadas en 150 metros, el objetivo no
estaría batido. Para realizar un ‘tiro verdaderamente destructor
contra tropas que aprovechen los accidentes del terreno, tenemos
que calcular como radio de acción útil de cada granada no más
de 5 metros. Un círculo de 5 metros de radio tiene un área de
75 metros cuadrados; para batir una hectárea hace falta que cal
gan en eh. 140 granadas. Eso es precisamente lo estipulado para
batir una hectárea con granadas rompedoras del cañón de 75 cm.
El criterio que tengo de batir un frente es hacer que en él y
con una profundidad que será la zona del 50
%
‘de la dispersión
- a cada distancia, sea imposible la permanencia sin sufrir fuerte
mente los efectos del fuego. -El consumo de municiones dependerá,
como es natural, de la distancia; porque como la dispersión crece
con ella, para tener la misma densidad será preciso mayor con
sumo de municiones.
-
Con el criterio expuesto hemos hecho un cuadro que ponemos
a continuación, en el cual van las granadas que se necesitan a cada
distancia para batir un frente de 100 metros. Para - el cálculo
Un suplemento Dos suplementos
Tres suplementos
Disfasia P,oy,,tlI,, 51,taaolas P,oy,ctil,s Di,tmicla, Proyacilla
300
400
500
eoo
700
Soo
32
32
-
34
8
44
52
óoo
700
Soo
900
2000
2200
o
53
57
6’
64
6g
soo
900
2000
2200
2200
2300
55
6o
64
67
72
74
900
-
64
-
2200
2300
2400
2500
xeoo
74-
77
82
86
g
2400
2500
xboo
2700
x8oo
79
8x
83
86
88
-
2900 90
.
2000 92
-
2200 94
2200 202
hemos multiplicado la longitud de la zona del 50
%
en sentido
del alcance por 100, y luego por 2, y el producto lo hemos divi
dido por ‘75.
En este cuadro se ve, al contrario de lo que hemos dicho cuando
se tiataba de un blanco de dimensiones limitadas en las dos direc
ciones, que contra un frente es de mayor utilidad el emplear ángu
los de proyección mayores y cóu mayores cargas. No hay contra
dicción entre uno y otro resultado, ya que para el cálculo de este
último cuadro sólo se ha tenido en cuenta una sola dimensión del
agrupamiento; en esta regla hay, sin embargo, excepciones, como
se puede ver por el examen atento del cuadro.
TIR0:sIN PREPARACION, PREVIA Y SIÑ ESPERA
-
El jefe de la Unidad no ha tenido tiempo de preparar el tiró;
sencillamente, se ha adelantado con el personal del observatorio
y con el teléfono, para comunicar con las piezas. Se supone que
ni- siquiera pned’e precisar la situación de las piezas con respecto
a donde él se establece para realizar la observación.
Se procede de la siguiente forma: Supuestos lós morteros en
paralelismo, se hace una descarga aproximadamente a la distan
cia que se crea que está el blanco, en la siguiente forma: la pri
-
mera pieza, tira, p. ej., a 1.000 rn.; la segunda tira a 100 m. más
y corregida a la deriva a la izquierda como si tirase a L100, en
convergencia; la tercera tira otra dispersión más allá, a 1.200 me
tros, y con la corrección de convergencia como si el tiro fuese
a 1.200; la,euarta tira a 1.310, con el escalonamiento de conver
gencia dicho. Así, la deicarga antera, teóricamente, debe estar
en una línea recta, y nos dará idea exaótamente de la correcciÓn
que sleba hacerse en la deriva. Con nuevas derivas deben hscerse
otras descargas hasta corregir en dirección, y entonces seguirá la
‘corrección en alcance, ya muy facilitada por la observación dé las
descargas efectuadas.
-
OBJETIVOS’ DEL MORTERO -
Dependen de la forma de su trayectoria, de las dimensiones de
su dispersión, de la velocidad de su tiro, de la fuerza viva de su
proyectil, de la potencia de éste, etc
,-- .-
-
57
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Un tiro contra, objetivos pequeños será un error, como ya se
ha demostrado antes, sobre todo cuando se dispone de armas de
acompañamiento de gran precisión. El tiro da enfilada, dada la
forma de la dispersión, será siempre de gran utilidad. Se emplea
eficazmente contra un paso obligado; pará neutralizar o inmovi
lizar un enemigo en un frente relativamente extenso; páa esta
blecer uña bacera da protección; los objetivos más típicos del
mortero son los situados en contrapendientes, más difíciles de
batir por los cañOnes, sobre todo si el ñnuJo de pendiente es
grande.
‘En todo se ha ,de tener en cuenta la mayor o menor dificultad
del municionamiento: si se trata de la defensa de una posición,
las municiones no escasearán;
-
pero avanzando la Unidad con
sus propios elementos no se po
__
drá’poner gran número de gra
7’
‘ 2 nadasa disposición’ de las piezas,
/
yesto será en gran parte lo que
/ -
condicionaráel empleo de la
/
Unidadde Morteros.
/
‘
7
En operaciones ofeniivas, la
¡ ___________
Unidad de Morteros se s ituará en
/ unaposición de espera para que
/
1€ pueda ser utilizada en el mo-
¡
‘
meutopropicio para que actúe
-
.
deforma rápida y brutal con el
máximo de rendimiento. El arte
25
del empleo de estas armás se ad.
_________
1.200.1 quiereen los constantes ejercicios
en el campo; el conocimiento de
su técnica de’ tiro nos dará la
________ ____________
pauta en cada caso.
1 :
CLASESDE TIRO
Por la distribución del tiro en
el frente, puede ser: concentra
,do, en régimen de p aralelismo o
abierto. Por la distribución en
sentido de profundidad, el tiro
puede ser progresivo o regresivo.
‘Tiro concentrado. Consiste en
Figura
32.
dirigirtodos los tiros de los mor:
teros al sitio a que apunta la pie
za directriz. Supongamos los mor-’
teros en paralelismo; se resuelve muy fácilmente: se mide el f rente
formado por las cuatro piezas, se reduce a milésidias de la dis
tancia al objetivo y se divide por tres. Supuesto que. la pieza
directriz es la de la izquierda, la segunda corrige una tercera
parte a la izquierda; la tercera corrige dos terceras partes y la
cuarta el total de milésimas medidas. Supongamos el frente de
los morteros de 30 m. y la distancia al blanco de 1.000 m.; el
frente de los m6rteros es, pues, ‘de 30 milésimas; el segundo de
los morteros corrige 10 milésimas a la izquierda; el tercero, 20,
y el cuarto, 30.
El tiro en paralelismo se ejccuta cuando conviene batir un’
fresite mayor, p. ej., en el caso anterior, en que los morteros ocu
pan un frente de 30 m, si queremos batir un frente de unos 40.
El tiro abierto se ejaenta cuando el frente a batir es franca
mente mayor que el ocupado por los morteros. Supongamos qué
queremos batir un frente de 200 m. ,a nna distancia de 1.000 rn.
Se Ruede resolver el problema de tres maneras:
Primer procedimiento: Llevando al tiro concentrado de todos
os morteros recorriendo simultáneamente todo el frente.
Segundo procedimiento: Dar a cada mortero la cuarta ‘parte
del frente a batir. Se divide, pues, el blanco en cuatro partes
iguales: supuestos los ‘morteros apuntados en paralelismo sobre
el extremo del blanco, p. ej., se corrigen las pnnterias con arreglo
a lo que se podría llamar escalonamiento de divergencia. En el
ejemplo, el mOrtero base, que suponemos el de la izquierda, apun
taría al extremo izquierdo del blanco; el segundo ‘mortero apun
taría aSO milésimas a la derecha; ,el tercero, a 100 milésimas
a la derecha, y el cuarto, a 150. Pero si el egundo ‘mortero
tirase en paralelismo, darla a 10 milésimas a la derecha del
extremo izquierdo; el transpOrte de tiro para’ él debe ser sólo de
50— 10 = 40 milésimas el tercero, 100 —20 = 80, y el cuarto,
150
—
30
=
120. La fórmula para esta divergeicia suponiendo
cuatro morteros es, para el segundo, la tercera par te en milésimas
del frente a batir menos la tercera parte en milésimas del frente
que ocupan ‘los morteros; para el tercer mortero, esa resta mu!.
tiplicada por 2,’ y para el cuarto, la misma multiplicada por 3.
Queda en el e jemplo cada mortero con un frente a batir, de 50 m.
o sea de 50 milésimas’ en el caso. Hace’,cada uno el tiro repar
1JE
A JA
‘Figura 33.
tiendo las granadas en su frente. Si, p. ej., debe tirar 25 granadas,
las reparte de 2 en 2 milésimas.
Tercer procedimiento: Hacer saltos en paralelismo. En el caso
del ejemplo, bate la Sección en paraleissiso los 30 m. del frente,
más 34 m. de la dispersión; considerando solamente 50 m., el
frente puede ser batido en cuatro veces. Para eso empiezan todos
por corregir 10 milésimas a la derecha; después, 50; luego, otras 50
y, por fin, 50.
En el ejemplo se ha exagerado el frente con respecto a lo que
seguramente habría de tener eni a realidad, para facilitar la com
prensión.
Tiro progresivo. Se ejecuta con saltos de alza de media dis
persión, lo mismo que el tiro regresivo.
Clases de tiro en relación con la intensidad del fuego. El tiro
en este aspecto puede ser de destrucción, da sfeutralización, de
barrera, de prohibición y de hostigamiento.
El’tiro de destrucción
puede rcfer irse a la destrucción de obras,
alambradas, etc. El consumo de municiones es enorme; así que
como no se disponga de un número extraordinario de ellas, no
creo nos, debamos hacer ilusiones acerca del resultado que poda
usos conseguir de este tiro.
Si se trata de un tiro de destrucción contra tropas bien estaS
Mecidas en el terreno, el consumo de municiones o, más bien, la
densidad, puede ser aproximadamente-el doble que en el tiro de
neutralización.
1’ 1
100 —0
98 —2
-
G/,/”
91—9
75
—25
Cfl
—50
25 _75
9
—91
9
—96
—100
58
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El
tiro de neutralización
}ttt+4ff4_ jZi)i
será%l más corriente con
tra tropas, estén o no en
obras de fortifzcacion por
;tft prt
-
tIrI
que con la densidad de
140 granadas por hectá
rea, creemos que el ene
Ç
migoquedará neutraliza
do; aunque tuviese pocas
-
L* bajas. Este tiro ha •sido
•realmente estudiado yaal
ablar del tiro contra
tropas.
El
tiro de prÉshilsición
se
realiza sobreun paso obli
gado pbr ráfagas intensas
con intervalos distintos,
con objeto de que sor
prenda.
El tiro de
hostigamiento
tiéne una intensidad pro
porcional al objeto que se
desea conseguir; la irregu
laridad ha de ser la nor
ma en este tiro.
La clase del tiro se t ie
no que poner claramente
en el estado que el Co
mandante de la Unidad
de Morteios debe lleñar
al preparar su tiro: En lo
que se refiere al repartó
del tiro en el frente y uro
furididad (tiro abierto, et
cétera), se hace constar en
la casilla de Observacio
•
nos y en las derivas dife
-
rentes queso deben tomar,
y también en los ángulos
de elevación. En lo que
se refiere a la intensidad
del tiro, se expresará cla
ramente en la casilla co
rrespondiente, si bien las
casillas que se refieren al
consumo de municiones y
al tiempo de tiro nos di
cen las clases de tiro de
—— •-.
que se trgta.
La
velocidad del tiro
es
Figura 34.
asuntode tal importancia,
- -
quesi no se tiene en cuen
-
tano podremos decir qué
clase de tiro se e stá haciendo. Se dice que contra tropas son ne
cesarias 140 granadas por hectárea; pero si este tiro lo ejecutá
semos en una hora, el peligro sería bien pequeño para las tropas
que quisiésemos batir, porque seguramente no citarían allí tanto1
tiempo estacionadas. La característica del tiro debe ser su accióne
brutal e i nesperada; y para ello, naturalmente, el t iempo de eje-a
cución del tiro debe ser muy corto. El tiro ideal contra tropas
será el que se realice en
dos minutos.
Los tiros de probibicióu y
hostigamiento se pueden ejecutar más lentamente.
Suponiendo que el mortero tira con tiro acelerado 5 g ranadas
por minuto, y que este tiro le puede sostener durante dos minu
tos con seguridad, tenemos en principio la norma para determinar
el número de
morteros
necesario
para
ejecutar una
misión.
Ya se
comprende queen este sentido no será posible exigir-a dos mor-
tenis que ejecuten un tiro de neutralización en un freute de 100 in,
a 1.200 de distancia.
-
TIRO DE MASAS
Supongamos que una Compañía de Morteros recibe orden de
batir uno o varios objetivos. El Capitán puedo aaentar las tres
Secciones juntas; pero si no tiene sitio adecuado para s ituar juntas
las tres Secciones, o no conviene colocarlas juntas para que las
Secciones puedan atender mejor a objeti+os particulares, sin per
juicio de concentrar el t iro en un mismo objetivo cuando conven
ga, habrá de buscar asentamientos independientes para cada
Unidad de su Compañía. Cuando se trate de la Compañía reunida,
el problema se resuelve igual que hemos dicho para una Sección:
el observatorio da los datos a la. p ieza directriz y l os morteros se
ponen en paralelisnlo; después se hace el tiro en convergencia,
o como nos convenga.
-
Si las Secciones están separadas, el Capitán instala el observa
torio y hace la preparación del tiro para cada Sección en la forma
que hemos estudiado. En la planchdia del observatorio se sitúan
las piezas directrices de cada Sección, y se bace el canevás del
campo de batalla con los objetivos que le háyan designado o los
que el Capitán crea más adecúados para ser batidos con su Uni
dad. Si no se dispone de excelente telémetro será necesario medir
una base para determinar las distancias a l os objetivos. Para ello
nos serviremos de la plancheta ya conocida y se t rabajará s iempre
gráficamente. La base debe ser bastante grande, con objeto de
que el error en las determinaciones sea más pequeño. Respecto
al empleo de la plañcheta, no creo que sea necesario ampliar más
la descripción después de lo que hemos dicho anteriormente.
-
Señalada la dirección de vigilancia de las piezas directrices,
hay que determinar las derivas de cada pieza directriz y las distan-
-
cias para cada uno de los blancos. Los datos se enviarán a las
Secciones para que los tengan en su poder y los empleen al reci
bir la orden de batir un objetivo.
-
La observación y corrección del tiro se coxnplica; lo mejor es
hacer la corrección independientemente sobre un blanco auxiliar
colocado aproximadamente en la dirección de vigilasicia; y a partir
de ahí, estar en condiciones de entrar en_tiro de eficacia sobre el
objetivo que se presente.
•
Si se dispone de un lnen plano, se sitúan en él e l ohservitorio
y las piezas directrices. Pero como el plano no sea de la escala
1/20.000, no será, excusado realizar toda la preparación por medio
de la plancheta, tal como hemos dicho. El trabajo en ésta será,
de todas maneras, más fácil, porque se p ueden vaciar en ella los
datos utilizables del plano, como las distancias.
- -
Las piezas directrices se apuntarán tomando como blanco anxi
iar el goniómetro del observatorio, en la forma que ya hemos
xplicado. En caso necesario, también se puede utilizar un blanco
uxiliar ola dirección del norte magnético o e l meridiano Lambert.
59
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1—y
LA
vacuna
‘‘
la vacunación antitífica-paratífica
son de gran interés en el medio militar; por
ello consideramos interesante exponer su historia,
su eficacia y la ±édnica que actualmente se sigue
para su fabricación en el Laboratorio Central del
Instituto de Higiene Militar, conforme a los moder
nos estudios e investigaciones.
Dividiremos la exposición en cuatro capítulos,
terminando con algunas consideraciones acerca de
las vacunas asociadas.
HISTORIA ANTIGUA
Tiene sus antecedentes en la observación de quelos enfermos que habían padecido la enfermedad
y habían sobrevivido a ella, no la volvían a pa
decer, y en los principios generales de los descubri
mientos geniales de Jenner para la viruela, y de
Pasteur para el carbunco y otras enfermedades.
Experimentalmente, Fraenckel y Simmonds in
ocularon cultivos virulentos a pequeñas dosis, e igual
mente Chantemesse, que en 1867 intentó la inmu
nización del ratón con bacilo tífico muerto por el
calor. A éstas siguieron las investigaciones de Widal,
Sanarelli y Bruschetini.
Fué nuestro Ferrán el que, en 1887, intentó en
Barcelona, ya en el terreno clínico, la vacunación
del hombre con virus vivo de laboratorio, cuya ate
nuación debía producirse a causa del cultivo extra-
orgánico en el medio artificial.
El méritó de haber propagado y difundido este me
dio de profilaxis corresponde a los Médicos Militares.
Los alemanes Pfeiffer y Kolle, en 1896, practica
ron. inoculaciones de cultivos muertos a dos suje
tos, observando en el suero de su sangre propieda
des bactericidas y aglutinantes; con es-a vacuna se
inmunizó a las tropas que luchaban
en el sur de Africa, en el año
1905,
según describe Schian en “Deutsche
Mi1itr-Zeitschrift”; Kuhn y Muse
hoid fueron los- que iniciaron dicha
campaña.
Pero las aplicaciones a gran esca
la en el hombre se le deben a Wright,
que primeramente lo aplicó en la Ar
mada inglesa, y que después, con
Leishman, en
1900,
y como miem
Los grmenestifico, parattfico A y parati.
fico B, sembrados en estos tubos,perpecúan las
razas y sirven para sembrar tubos con caldo
de cultivo. El caldo en el que han crecido estos
g menes se siembra en frasco de cristal pla
nos o de Roux, que se llevan a la estufa para
que crezcan a las veinticuatro horas:
se
emul
sionan las colonias con líquido de Eyrode, y
la suma de ellas son las Emulsiones Madres.
bros de la Comisión Antipestosa en el Ejército inglés
de las Indias, realizaron
4.000,
pasando de -ioo.ooo
las efectuadas n Egipto, Chipre y Africa del Sur;
entre esas últimas, las de las fuerzas expedicionarias
al Transvaal.
Igualmente, en
1909,
Ruseil vacuna en los Esta
dos Unidos al Ejército- y a la Armada; y en Fran
cia lo hacen Vincent y Çhantemesse con las tropas
de los confines argelinomarroqu! es. Como observara
Vincent que eran frecuentes las infecciones paratí
ficas, ideó en
1910
utilizar una vacuna mixta de
triple efecto, a la que llamó T. A. B., por contener
bacilos tíficos y paratíficos A. y B., tratando con
ello de inmunizar para todas aquellas infecciones;
fué utiliiada, en
1911,
en las tropas de Argel y
Túnez; y posteriormente, basándose en las demos
traciones de Wassermann de que no había propor
cionalidad directa y constante entre el poder tóxico
y el inmunizante, utiliza diez cepas de tífico, cinco
de A. y cinco de B, de muy diferentes regiones de
Francia, Argelia y Marruecos.
Estas campañas de vacunación alcanzaron reso
nancia en el Congreso Internacional de Medicina de
1913,
y por entonces se empieza a practiçar en el
Ejército. español. En dicho año se inició la vacuna
cióncon carácter voluntario en nuestro Ejército de
Marruecos, dándose carácter obligatorio a la misma
en
1915
.pra aquellas localidades en que la fiebre
-
tifoidea era endémica, hasta que en
1920
se declaró
• obligatoria para todo el Ejército.
En el Ejército francés, aunque declarada regla
mentaria desde marzo de
1914,
el número de efecti
vos vacunados al comenzar la campaña era mínimo,
siendo después cu3ndo se hizo en masa, hasta el
punto de que en febrero de
1915
se dió por termi
nada; pero co-mo en la primavera de
1916
se obser
Capitán Médico GONZALO PIEDROLA iL
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vae un nueio aumento de casos por desfallecimient.
de la inmunidad; se practicó la revaçunación anual,
qu ya no se abandonó hasta el fin de las hostilidades.
Las primeras vacunaciones sólo se hicieron con
tífico; pero observándose varios casos de ,fiebre’s
pa.ratíficas (Sacquepé, Burnet, Leboeuf, Bram y
Weissmbech), se apreció la necesidad de vacunar
contra ellas, siendo Widal el que reguló la modali
dad de aplicación. Empezando a utilizarse.esta vacuna mixta en septiembre de
1915,
en octubre ya de
creció la morbilidad.
‘Una historia moderna o de perfeccionamiento -de
la vacuna antitífica nos obligaría a extendernos
mucho. Nos limitarémos, pues, a expresar que por
-las necesidades militares se tendió a limitar el nú
mero de -inyecciones, y de cuatro que eran pasaron
a -tres; luego, a dos.y hasta una, técnica que..hoy no
se admite como buena. Los estudios1e los Servicios
Sanitarios Germánicos, Franceses e Ingleses insis
ten en que para- obtener un. resultado de garantía
de inmunidad son necesarias, al menos, tres inyec
ciones. -- - -
El uso de -una, criticado ya por Ranque y Senez,
ha sido completado por las minuciosas investigacio
nes de Chalier y Le-Dru, encaminadas a comprobar
el valor de la inmunización y la duración de la mis
ma, que le llevan a la conclusión de que con dos
dosis sería aquélla menos sólida y duradera, persis
tiendo algún inyectado como refractario a la vacu
na; lo que no ocurriría con el empleo de las tres
dosis; y las de Lohier y Paraise (“Revista de Inmu
nología”,
1939),
que en el Servicio de Infecçiosos de
Val-de-Grtce observa que los trivacunados con
T. A -B.son mucho menos susceptibles de adquirir la
infección que los que han sido- inyectados dos veces.
¿ES DE EVIDENTES
RESULTADOS LA VACUNA-
-
CLON ANTITIFOPARATLFICÁ?
-.
-Acudiremos en primer lugar a las estadísticas,
para hacer resaltar la morbilidad antes y después
de la puesta en práctica de la vacunación, -y el con
traste de morbilidad y mortalidad en personal vacu
- nado y sin vacunar. -
,Las estadísticas.. de las guerras antiguas daban
cifras muy elevadas; así, por ejemplo, en la franco-
prusiana hubo una morbilidad de 8oo por io.ooo,
y mortalidad de
12%;
y en-la civil americana-enfer
maron- 3.180 por cada io.ooo combatientes, y mu
rieron
25
por cada io enfermos. -
La- primera estadística numerosa de vacunados
fué en las Indiás, donde sevió el contraste de una
morbilidad de 7,29 por i.ooo, y letalidad de.
1,2
%
en los vacúnados, .por una morbilidad de
21,5
por
i.ooo y letalidad .de 4,08 %, en los no-vacunados.
En el Ejército Expedicionario.al Marruecos fran-
-
cés, en
1912,
las cifras de morbilidad fueron de
16,84 pcir io.ooo’ en los no vacunados, y i,8.por
io.ooo en los vacinados.
En el Ejército italiano -que fué a Tripolitania y
Cirenaica en
1912-13,
la morbilidad de los no vacu
-nados era de 353 por io.ooo; mientras que en los
vacunados con vacuna Pfeiffér y Kolle, descendió
a 71- por io.ooo; y los con vacuna Vincent, a 3 or
10.000. - - ,- -
1,
——
-—
‘_ - - —
1,3
1,?
—
1,1
1/o
0,9
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—
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—— —— —— —— -— ——
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iE
-
EJzRcrrOALEMÁN’
DE
CAMPAÑA
BJERCTTOALEMÁNL GUM%NICION
—
F.JERCtTQPRUSTANO,MEDIADECINCOAÑOs
(907/08
a
1911/12)
Gráfico
0
2.
Total de atacados defielire tifoidea en las tropas alemanas en
2914/15;
-
0/enfermos. -
Los resultados de toda la campaña antitífica en
‘el Ejército alemán de 1914-1918, fueron expuestos
por Hunermann y Krehl al Congreso de Varsovia
de 1918.
Exponemos en gráficos dichos resultados, que en
resumen’ son: la disminución de la morbilidad tífica-
total, de un modo lisonjero, en el tercero y cuarto
..año; y el decrecimiento en 1915, cuando la vacuna-.
ción había sido practicada.
Así, se -llegó’ a,que -un. frente de
30
Divisiones
- -Gráfico n.° i.
Casos totales de tifoidea, disenterla, cólera y tifus exantemdtie.
en
°/,,
del numero de individuos. (Ejército alearán de gaarnieitM
- - -
y én campaáa.)
Las cifras inferiores se refieren al Ejército de guarniei4n.
f.1’ -
-
Ql
Ql
Ql 11 -
—
QQ. fr .0 Ql
11Ql -U O 0
------
1.5
61
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estuviese completamente libre de estas infecciones,
lo que hacía decir a Hunermann “Qué ciudad im
portante, con ün contingenfe de
30
Divisiones, puede
envanecerse de verse libre de esta enfermedad?”
2’ —
— —
— - -
rl
i i —,—..—..— .—. — — —
-j
- Este mismo autor calcula la mortalidad en los no
vacunados en g,6 %; después de la primera inyec
ción descendió a 8,7 %; después de la segunda, a
6,6 %; tras la tercera, a 5,3 %, y una vez repetida
la revacunación preventiva, a 2,6 .
Hay que recordar la resistencia inicial a la vacu
nación; pero por la energía de las autoridades sani
Mortalidad tifoidea por 10.000 en. la poblacién total en España.
o,
AÑOS
13 IV 15 16 II 8 192021122324
G:r áfico n.°
4
Mortalidad £ifoidea por 1.000 en el Ejército español.
•
tarias superiores, por el açatamiento de los jefes del
Ejército a las prescripciones facultativas y por el
incremento amenazador del tifus, en el avance ale
mán por el Este, en Polonia, y por el Oeste, en Bél
gica y ‘Francia, se venció la resistencia y se vacunó
• toda la fuerza..
En la guerra de
1914-18,
el Ejército italiano tuvo
un descenso de morbilidad de
179
por io.00o’ en
1915,
a
2
por io.ooo en
1919,
o sea más baja 4ue
en tiempo de paz.
Posteriormente, la morbilidad de los Ejércitos
permaneció a un nivel muy bajo, r aun descendió
pau]atinamente, persistiendo la morbilidad en cifras
del
i
al 3 por io.ooo.
El Ejército español, en los años
1921-1922,
como
consecuencia de la campaña en Marruecos, tuvo
37,7 por io.ooo de morbilidad, cifra que descendió,
en el año
30,
a 3,5 por io.ooo. (Véanse gráficosad
juntos.)
. .
En nuestra Guerra de Liberación hubo, desde el
i8 de julio de
1936
al 30 de abril de
1939, 5.239
casos
de fiebre tifoidea y paratíficas, con 851 fallecimien
tos; indudablemente, cifras erróneas, pues si bien las
muertes se anotaron, hubo muchos casos etiqueta
VVC4VUCO8 V8CUTCOV F09LOV
VOLUNTARIA LOCALIZADA
AÑOS 10 11 12 13 14
15
ib ,7 18 19 20 21 20 23
,
5 26
Gráfico n.° 5.
Descenso de la cifra de mortalidad por 1.000 en el Ejército español,
debido a la vacunacjéro.
dos’ como “infección intestinal” que no se incluye
ron. Resulta así, aparentemente, una morbilidad pe
queña
.
y una mortalidad grande, siendo causas de
error el tipo inicial de movilización, el que las fuer
zas de Milicias no fueron vacunadas al principio y
el trasiego ininterrumpido del campo rojo.
Sin embargo, la vacunación y las revacunaciones
anuales fueron sistemáticas en el Ejército, dando
idea de ello el que se fabricaba en el Laboratorio
del Instituto de Higiene Militar, veinte litros de
vacuna diaria, y que el total de centímetros cúbicos
elaborados fué de
5.451.745.
Por último,, citaremos estadísticas en la poblá
ción civil de Vialatte y Bolpinger, que hace dscen
der la mortalidad, de
1,5
en lós no vacunados,
a 1,8 en los vacunados;y las de Sohier y Paraise
que siguen:
Formas graves
Formas mortales.
lUVIa lU74 1871O_!P_
-,
e .
20
-
Ir
17
15
18
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3,3
3,2
3,1
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2.9
2,8
2,7
2,6
0,3
1,2
1,7
1,8
17
1,8
1,3
1,2
1,1
1,0
0,0.
0.9.
Vacunados
6,25
2,34
No vacunados
22,2
714
62
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En este
matraz
están recogidas las emulsiones de los
diversos frascos de Roux, sembrados con un mismo
germen, firmando la llamada Emulsióiz Madre, y
muertos
por la adición de formol al 2 por 1.000.
Ea cada centímetro cúbico hay 12.000.000.000 de
górmenes, y en el matraz, la astronómica cifra de
10.800.000.000.000 de bacilos. El recuento de ellos
se püede hacer opacirné’tricamente por comparación
con emulsiones ya conocidas y valoradas, o bien por
el procedimiento de diluciones sucesivas seguidas
de recuento microscópico y de multiplicación de la
cifra hallada por las diluciones hechas.
¿Creen todos los sanitarios en su eti
cada? No; e incluso hay quien le niega
todo valor, creyendo más en el perfec
cionamiento de las medidas higiénicas.
A’éstos debemos argüirles:
1.0
Que en
las antiguas campañas militares había
h6spitales enteros dedjcados a tíficos, y cuando se
•
implantó la vacunación (sin gran modificación en
las medidas higiénicas) quedaron reducidos a salas,
primero, y a casos aislados en los departamentos de
irife’cciosos, después. Tal sucedió en nuestra campaña
de Marruecos.
2.°
Que los casos que aparecen en los
cuarteles son précisamente en ordenanzas y destinos,
clases de tropa que suelen rehuir ld. vacunación.
30 Las diferencias de frecuencia de estas afecciones
en uno y otro sexp, poniendo en parangón las esta
dísticas anteriores con las posteriores a la puesta en
prácticá de la vacunación en los ejércitos; así,, en
Francia, de
1911
a
1914,
por cacta roo casos se daban
66 en el sexo masculino y 34 en el femenino; y de
igi8 a
1922,
de cada ioo casos,
25
eran masculinos y
‘75 femeninos, por conservar poder inmunizante los
varones vacunados en el Ejército.
4,0
Se observa en
las poblaciones (sobre todo en aquellas en que, por
no tener aguas potables, el tifus es endémico) que es
más frecuente en las’ mujeres y en los varones de
menos de veinte años; es decir, en los no vacunados,
pues al ingresar en filas se vacunan aquéllos siste
máticamente. 5.°. La observación de que en estas
mismas capitales, los que:llegan nuevos (pues los
naturales se benefician de una inmunización progre
siva por vía entérica) caen enfermos, a menos que
se hallen vacunados anteriormente, como hacen mu
chos de. ellos, por ejemplo, estudiantes, al ir a residir
en aquéllas. 6.° Que los fracasos que de cierto pre
senta esta vacunación, son cada vez más escasos, a
medida que se conocen los nuevos fundamentos que
reseñamos en la “Historia moderna de la vacuna
ción” (elección de colonias, número de dosis, etc.).
Podemos, pues, decir, que se admite generalmente
que la vacunación antiti/o paralítica aumenta consi
derable,nente el estado refractario de’ la colectividad,
disminuyendo el número de casos y su gravedad en
gran porcentaje, debiendo ser completados sus bene
ficiosos efectos con la adopción de las medidas higié
nicás convenientes.
Por último, anotaremos que en la campaña ‘actual
‘en Francia, desde septiembre de
1939
a junio del
40,
sólo ha habido algunos centenares de casos, como
asimismo que han sido escasos los aparecidos en los
campos de concentración; mientras que fueron mu-
cho más numerosos los de disentería, de origen baci
lar y de modo de propagación parecido, pero ‘para
los que no existen métodos de inmunización segu
ros. Por otra parte, según las noticias que nos llegan
en revistas y radios extranjeras, las cifras de mor
bilidad y mortalidad no han tenido aumento, ni en
las fuérzas combatientes, preparadas por, inmuniza
ciones preventivas, ni en las capitales inglesas o ale
manas, .donde los bombardeos, que mezclan aguas
residuales y de bebida, las emigraciones de ciudades
costeras al interiór, movilizaciones generales, aglo
meraciones y vida común en refugios, llegada de tro
pas lejanas, etc., han obligado a la vacunación en
masa de la población civil.
VARIANTES DE VACUNAS
Desde el punto de vista de
vitalidad de los gérme
ijes, existen: 1.0 Vacunas con-gérmenes vivos ate
nuados por el calor a 500, como la de Castellani.
Técnica peligrosa.
2.°
Bácilos -sensibilizados,
.
o sea
puestos en contacto con suero antitífico aglutinante
y esterilizados a
500,
como la dé Besredka. 3.° Con
gérmenes autolizados, como la de Vincent, que a gér
menes cultivados en agar los emulsiona en suero
fisiológico, los tiene dos o cuatro días en la estufa,
centrífuga, y el líquido que sobrenada esterilizado
por el éter es la vacuna; y 4.° Gérmenes muertos.
Dentro de este último grupo separaremos las va-
cunas según su vía de introducción, en: 1.0, Vía intra
venosa (técnica de Friedberger y Morehi). 2.° Vía
rectal
por enema vacunal con láudano (técnica de
Courmon y Ro.chaix). 3.° Vía digestiva, basada en
quela fiebre’ tifoidea no deja en pos de sí tal canti-’
dad de antiduerpos que expliquen suficientemente la
inmunidad, no pudiendo tampoco explicar la fago
citosis las nuevas condiciones de resistencia”de los.
curados. De ahí que Besredka, en su bilivacuna, -
considere por exclusión a los.elementos fijos del teji
do receptivo (mucosa ntestiría1) como sede de la re
sistencia; aun siendo de eficacia ‘poco duradera e
intensa, requiere su téciiica gran cantidad de gérme
nes matados en buenas condiciones antigénicas (pre
sencia de Vi) y adición de bilis, que facilita su absor
ción’. 4.° Vía subcutánea, muy usada, con gérmenes
1
63
-
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muertos por: a) calor,como la ce Wright y Lish- traumatismo, pues sólo se’ usa el’formol al
2
por
man, que añaden posteriormente lisol al 2’,5 %como i.ooo, puesto en contacto con las emulsiones madres
antiséptico para mantenerla estéril; b) anestésicos, durante cuarentá y ocho horás, a 370, (Véase técnica
que pueden ser el cloroformo (Harison), ‘cloruro de reseñada brevemente en las tres adjuntas foto-
etilo (Thiroloix) o por el éter, como la utilizada grafías.)
‘
hasta el a,ño 1936 por el Ejército español, según la La preparación de la ‘vacuna por este procedi
técnica de Vincent. Utiliza el éter al io
%,
que des- miento es fácil, económica,, y la reacción. local y ge
pués lo hace desaparecer por vacío o a ‘la estufa; neral es escasa,
c) por la acción de rayos ultravioleta (Renaud); Detalles adicionales de su preparación son los re
d) por agitación continua a °, como las dePfeiffer petidos controles,’ tanto microscópicos como por
y Kolle y Rusell, que añaden para conservación siembras en caldo comün y en agar Veillon, para
ácido fénico la primera, y tricresol la tercera; e) anti- asegurarse del buen éstado de los gérmenes de la
sépticos, como la de Ranque y Senez, que matan a vacuna y de la ausencia de microbios extraños, sean
los gérmenes con solución yodoyodurada y después aerobios o anaerobios, y el utilizar para la diluéi6n
neutralizan con hiposulfito de sosa; o la que se usa las soluciones 1 ylI del líquido de Tyrode-Trende
actualmente en el Laboratorio Central de’ Análisis, lenburg, cuyo papel tampón es de utilidad.
‘que utiliza formol al
2
por i.00o, con una concentra
ción de i.ooo millones de bacilos de Eberth por’ VACUNAS
ASOCIADAS
centímetro cubico;
500
millones de Para-A y
500
de Para-B. 5•0 Vía intramuscular, usada en la vacu-, De una manera cómodapara el sujeto, producen
na de Le Moigni, Pinoy y Sezary, que hacen una simultánea inmunidad para ‘distintas a’fecciones.
emulsión de cultivos en gelosa y adicionan una pre- Corresponde el mérito de iniciación de estos traba
paración oleosa especial, la esterilizan a 570 durante jos a Vincent (al que tanto debe la vacunación anti
veinticuatro horas y adicionan eugenol como anti- tífica), que en
1892
inyecta a conejos bacilos tíficos
séptico. 6.° La
vía int’racuta’nea,
usada moderna- y estreptococos, y en
1910
propone la mezcla T A. B.
.mente por Grasset y a’doptada en algunos países. Más recientemente, por varios investigadores y
Utiliza una endoanatoxina que prepara tratando por técnicas distintas (Ramon y Zoeller) se ha demos-
el calor a 370 y por el formol a extractos de bacilos trado que la varia concurrencia de antígenos aumen
muertos por el calor. En una estadística muy nume- ta en muchos casos la protección que pueda conferir,
rosa (más de
500.000),
dice que en la práctica no da y con mayor actividad de inmunización que utilizan-
reacción local ni general, con una morbilidad de do aquélla separadamente.
0,2
por r.ooo. ‘Castellani crea su tetravacuna T. A. B. y vibrio
Teniendo en cuenta todo lo dicho hasta ahora, nes coléricos; Hidedtake, Yaoi-Hirosi y Sudzuki, en
la vacuna antiti/o paratífica elaborada en el Labora- trabajos realizados en
1940
en el Instituto de Enfer
tono Central del Instituto de Higiene Militar utiliza medades Infecciosas de Tokio, asocian antivariólica
bacilos tíficos Para-A y B, que al crecer en los medios y T. A. B.
‘ ‘ -
de cultivo lo hacen dando colonias lisas, y que al En el Ejército francés, el Laboratorio Central de
examen microscópico son formas bacilares y flage- Investigaciones asocia la T. A. B. y anatóxinas tetá
ladas; se rechazan las colonias rugosas y los gérme- nica y diftérica, comprobándose por Sacquepé, Pilotnes de formas alargadas ramosas y filamentosas, y Jude quela inmunidad para cada una es más ele-
Estos gérmenes son de varias cepas o razas, tanto vada que usándolas solas; graciasa estos estudios,y
para los tíficos como en los paratíficos, recientemen- a la iniciativa de los Generales Rouvilion y Norvan,
te aislados; y de diversos puntos de origen, se declaró obligatoria, en 1936, para los Ejércitos de
Además, los gérmenes se someten al mínimo de Mar. Aire y Tierra, con la técnica de tres inyeccio
nes de2 c. c.- 3 c. c. -3 c. ,c., con
una revacunación anual de 2 c. c.
El Ejército argehtino utiliza una
vacuna’compuesta de T. A. B., ana
toxinas tetánica y diftérica y neumo
cocos; y el italiano, desde 1938 utiliza
la asociación de T. A. B. y de anato
xina tetánica.
Una vez valoradas las E. M. y comprobada su
esterilidad, se reúnen las cantidades de cada ger
men para que la dilución final sea en cada
centí
metro
cúbico mil millones de tífico, quinientos
millones de paratífico A y quinientos mdlones
de paratíf ico B. Ampollas de 10 c.c. pendientes
del ‘control definitivo, etiquetado. y almacenaje.
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sEIcwEScucHkRÁoIn
Caplt*n de IngenteroePEDRO PARDO RIQUELME
del RaOiml.nte de Transmisfenee del Aire.
C0N el título Servicios de Escucha y Cifra apareció
en esta Revista un artf culo del Teniente Coro
nel Sarmiento, muy interesante y de suma actua-.
lidad. De la escucha en general, entre otras cosas,
dice: “Al generalizarse los medios de transmisión
radiotelegráficos, fuente inagotable de escritos, cuyo
análisis, por los criptólogos, adquiere fecundidad
insospechada por hábil encauzamiento de la escu
cha... Otras modalidades de la escucha: noticias,
boletines de prensa y difusión de propaganda...”
Esto basta, por sí solo, para darse cuenta de la
importancia que actualmente tiene la escucha radio
eléctrica, tanto en paz como en guerrá.
No conozco nada escrito, en concreto, sobre la
organización de un Servicio de esta clase; y sin des
cubrir nada nuevo, tomando datos de varios sitios
y deduciendo consecuencias de ellos, pretendo hacer
ver su gran importancia, y al mismo tiempo dar una
norma para la organización de este Servicio, de ma
nera que pueda sacársele el mayor rendimiento po
sible.
No hace falta decir que en la época actual este
Servicio tiene tanta importancia en paz como en
guerra, tanto por la lucha de propaganda y contra-
propaganda, como porque si los movimientos sos
pechosos de tropas en las fronteras de una nación o
en las de sus colonias han sido registrados a tiem
po, puede evitarse la sorpresa, .que según estamos
viendo, han sufrido alguno países n la guerra ac
tual. -
IDEAS PARA
EL MONTAJE DE. UN SERVICIO
DE ESCUCHA RADIOELECTRICO’
Posibilidad
de
realizarlo y ventajas que proporciona.
De la propiedad de las estaciones radiotelegrá
ficas de irradiar sus ondas en el espacio en todas
direcciones, se deduce la posibilidad de captar los
despachos y señales de una estación por medio de
un receptor .situado dentro del alcance de aquélla.
Una escucha metódica y constante, realizada por
personal especializado y receptores apropiados, es
capaz de poder recoger y reunir despachos captados
a las estaciones que interese, constituyendo ella solá
una fuente magnífica de multitud de informes, algu
nos de los cuales consignamos a continuación:
Proporcióna datos sobre la categoría de la esta
ción y su relación con las demás. Basta para ello
llevar una ficha de cada estación, y a la, vista de
ella ver que la estación con la cual comuniquen más
las otras ha de pertenecer, seguramente, aun Cuar
tel general o cabecera de Unidad importante.
Las estaciones que comuniquen entre sí y no lo
hagan con otro grupo de estaciones, puede deducir e
que pertenecen a agrupación distinta de las otras.
Las estaciones que estén cerca de otras evitarán
emplear. igúales longitudes de onda, para no pertur
barse mutuamente.
Cuanto más próximas estén de nuestras fronteras,
las estaciones trabajarán con menores longitudesde onda.
Las agrupaciones importantes emplearán estacio
nes de mayor potencia que las agrupaciones pe
queñas.
Si durante la marcha del enemigo para establecer
contacto lgramos descubrir y localizar algunas de
sus estaciones, nos podrán dar a conocer su situación,
e incluso su eje de marcha y dirección.
El orden de despliegue dél adversario nos lo daría
la localización y situación en planos radioeléctricos
de sus estaciones, pudiendo presumir los lugares de
mayor ‘densidad de fuerzas.
Caso de una obligada retirada por nuestra parte,
si se han hecho las destrucciones a fondo de nues
tros medios de transmisión el enemigo empleará en
mayor escala la radio, y podremos seguir más fácil
mente sus movimientos y concentraciones.
Análogamente, caso de aprovechamiento del éxito
y persecución, al no.poder construir líneas el enemi
go, por la rapidez de su retirada, sus estaciones de
retaguardia entrarán en funciones con mayor inten
sidad de trabajo y nos servirán para saber dónde
tiene establecidas sus segundas líneas y zonas de
repliegue.
Cuando una agrupación ocupa por. primera vez un
Jugar, su estación comprobará su buen funciona
miento y sus posibilidades de enlace con las otras
del sector, delatándose •y pudiendo verse por el
fichero si nos es desconocida o no.
Un aumento en el servicio, comparado con el que
ordinariamente cursan las estaciones, nos indicará
un casi seguro movimiento de fuerzas, pues ese
auménto del servicio, puede provenir de la transmi
sión de órdenes, pedidos de material o transportes,
estado de fuerzas, etc., en mayor cantidad que en
tiempo dé calma.
Un buen escucha radioeléctrico debe ser capaz dé
conocer, por la transmisión que recibe cotidiana
mente de una misma estación, el estado de ánimo
del que transmite:, si lo hace con nervosismo o pre
cipitación, será signo de que algo importante sabe.
o supone va ‘a ocurrir. ‘ .
65
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•Un silencio anormal en éstaciones de campamen
tos que tuvieran ordinariamente servicio activo,
puede indicar un relevo o que ha sido abandonado
el campamento. -
La desaparición de una red de estaciones, hará
suponer la retirada de las Unidades a las cuales
Modelo núm. r. MODELODE BOLETÍN
ANVERSO
.
(Tamallocúarliiia)
BOLETJN
N.°
RECEPTOR
N.°OPERADOR
ASo Mes
Dio ‘Hora T E X T O
N.°
Calificación -—
INDIcATIvos
de.,.,...,a.
.
INTENSIDAD
VELOCIDAD
-
•ONGITUD
DE
ONDA
--
DATOSDELRECEI’TOR
Tono: -
Volumen:--
.
.
.
Grados dei Dial:
.
.
OBSERVACIONES
.
.
ARCHIVADORN.-
REVERSO
pertenecía; y si se localiza esa .red en otro punto,
podren’ios saber dónde fueron trasladadas esas Uni
dades.
La densidad de las re’des puede ser un indicio de
la,densidad de fúerzas.
Las estaciones y puestos de mando van siempre
cerca las unas de los otros. Por lo tanto, los despla
zamientos de esas estaciones pueden denotar los des
plazamientos de los puestos de mando.
La escucha de estaciones de campos de aviación
enemigos nos puede indicar, egún su servicio, la
importancia del campo en cada momento, ypuede
llegar a proporcionar en ciertos momentos buenos
informes a la cazá propia, a la artillería antiaérea
e incluso a la defensa ‘pasiva.
Muchas más ventajas’ puede proporcinar una es
cucha radioeléctrica perfectamente organizada y do
tada d medios; pero lo apuntado anteriormente
creo es suficiente
para que pueda verse su grán
importancia.
Las estaciones dedicadas únicamente al Servicio
de escucha lograrán mejorar su rendimiento adop
tando antenas especiales en cada caso. Pueden em
plear antenas directivas, si se desea escuchar en una
dirección determinada, o antenas no directivas si
se desea escuchar en todas direcciones.
La escucha radioeléctrica nos proporciona el medio
de oír lo transmitido; pero si la unimos la radiogo
niometría, podremos entonces fijar en un plano la
situación del punto emisor; y efectuando esa opera
ción
con diversas estaciones captadas podríamos
formar un “plano radiotelegráfico”
de
esas esta
ciones.
Muchas son las.ventajas que éstos nos pueden
próporcionar.
Un cambio de emplazamiento de una
estación, como’
ha de
ir unido a cierto espacio
de
tiempo, grande o pequeño,
de silencio, puede ser
conocido por nosotros si al volver a funcionar la
estación la fijamos otra vez en el plano.
MONTAJ’E
DE UN SERVICIO DE ESCUCHA.
RADIOELECTRICO. De lo dicho anteriormente’
puede deducirse cómo ha de montarse este impor
tante Servicio.
Se necesitará un personal especializado en recep
ción radiotelegráfica, con práctica suficiente parapoder distinguir las estaciones unas de otras, por su
.potencia, su tono,
su.manera particular de transmi
tir y mil detalles que sólo la práctica constante y
una gran paciencia son capaces de proporcionar.
Este personal tendrá a mano unos boletines en
los que anotará sus observaciones, con un encasillado
indicando fecha, hora, longitud de onda, intensidad
de recepción, velocidad, texto, indicativos y obser
vaciones particulares de la escucha.
Estos boletines se reunirán en una Oficina
cen
tral, la que, a la vista de ellos, formará su fichero y
anotará diariamente las novedades; pudiendo, a
fuerza de cuidado y tiempo, llegar a poder clasificar
las fichas por agrupaciones, teniendo presente cuáles
estaciones son las que más enlazan entre sí.
Irán anotados en esa ficha, junto con los datos
del boletín, todos los indicativos que vaya usando.
la
estación y
fechadel cambo de ‘indicativo (pues
puedé servir de base para saber cada. cuánto tiempo
se verifica ese cambio y facilitar el conocimiento del
nuevo indicativo), longitudes
de
onda que emplea
según la hora del día. y estación del año, aparato
o aparatos receptores que han captado esa estación,
e incluso qué personal servía el aparato, indicando
graduación de todos los controles de dichos apara
tos, tono, volumen y grados del dial.
Se necesitarán aparatos receptores en número pro-
66
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porcional a la importancia que quiera darse al ser
vicio.
Estos aparatos estarán divididos para dos clases
de misiones. Uno, para la escucha de estaciones co
nocidas y localizadas; otros, para la busca de nuevas
estaciones y de las conocidas que lleven tiempo en
silencio.
Son importantísimos cuantos datos puedan obte
nerse también por otros medios, sobre indicativos y
longitudes de onda corrientemente empleadas según
tipo de estación y potencia de las mismas.
El servicio puede ser permanente o no, según la
importancia del momento o los medios con que se
cuente.
Si se quieren tener planos radiotelegráfios, será
impiescindible el empleo del radiogoniómetro para
Modelo núm. 2. MODELO DE FICHA DE ESTACIÓN
ANVERSO (Tamaúocuartilla)
1
-
ones-eonSaL..... — ._.
Longitud de onda_
Velocidad-—
— - — -
—— .__-_-.——
—
Doletlnn.°
—
Archivo—
Calificación —
Núm
e naocatsvo
Día..
hO,,
Receptor ss.0 .
Operador
To.,,
Vojumen
A ntenS,aaco.
REVERSO
:.II
OBSERVACIONES,DEDUcCIONESYRESUMEN
LI
Localización,cambiosdeemplazamiento,épocasdesile,icio,unionesbilate
rolesconotrasredesoagrupaciones,horasfijasocorrientesdetransmisión,
poder fijar en un plano los puntos de emisión. Para
fijar ideas, vamos a indicar esquemáticamente de
qué debe constar el servicio completo:
i.° Una Oficina de centralización de despachos
y explotación de informes, instalada en las inmedia
ciones del director del servicio, o enlazada con él
de una manera secreta y rápida. No debe emplearse
la radio, ni aun con cifrados, para este enlace.
A esta oficina deberán remitirse todos los despa
chos y boletines recogidos por todos los servicios de
escucha.
Se sacará copia de. los despachos, remitiendo una
Modelo núm. 3. MODELO DE FICHA DE AGRUPA
CIÓN O RED
ANVERSO
(TamaOfolio)
Unidad aque pertenece la agrupaciin oredSector de emplazamiento .
REVERSO
oBsERvACIONES
GNERALES
al director del Servicio o al Centro que éste órdene.
Con la otra copia se formará un archivo clasifica
do por estaciones y numerado.
A la vista de los boletines (Modelo n.°
i)
y datos
recibidos, se formará un fichero, anotando en la
ficha (Modelo n.° z) de cada estación todos los datos
enumerados; y al respáldo, el número de clasifica
ción del archivo, en donde podamos encontrar datos
más explícitos en caso necesario.
Se tendrá otro fichero con fichas (Modelo n.° 3)
que indiquen redes completas, o estaciones que ten
gan una gran relación entre ellas, con los datos pre
cisos y el número de la ficha de cada estación que
forme parte de la red o agrupación.
Todo esto se llevará lo más al día posible, y es
mejor pecar por más que por menos en lo que se
refiere a datos anotados.
Quincenalmente, o cuando ordene la Superiori
dad, formulará un boletín con el resumen de la
—
labor realizada durante ese tiempo, haciendo cons
tar en él todas las estaciones que están bajo el con
trol del Servicio, e indicando las nuevas controladas
y las desaparecidas.
Se llevará un libro índice con hojas para los recep
tores, que se denominarán por números; otras hojás
con las letras o signos convencionales para denomi
nar a cada operador y, finalmente, otras de doble
A7 F
7A 6
lUnidad aquel cambios de
pertevece emplazamiento otras redes
A Indica nombre del sector zona del terreno o Ejército (Tierra, Mar, Aire)
en que
esté enclavada la red.
7 Ihdica nomlte de cada redo agrupación dependiente de un mismo A.
F Indica número de orden correspondiente a cada ficha de unesmisma agru
pación o red.
7 indica número correspondiente a cada red o agrupación.
A Indica nombre de cada essaciin correspondiente a una misona red o.agru
paciin.
Indica número de orden correspondiente
a
cada ficho de una misma esta
ción.
Unidad a ene 1,ertenece,etc., etc.
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énrada desfinadas a estac.ones y redes. (Mode
lo n° 4.)
2.° Varios Centros de goniometría y escucha,
compuesto cada uno de:
Cn goniómetro para hacer medidas.
Varios receptores para recoger despachos; descu
brir nuevas estaciones y orientar la labor del gonió
metro, ya que la única misión de éste debe ser medir
y no escuchar.
30
Un enlace seguro, secreto y rápido entre los
ciones pertnaí’ientes y de campós de aviación.
El receptor o receptores dedicados a la escucha
comenzarán su trabajo por ondas medias, y en días
sucesivos irán pasando a las intermedias y cortas;
pero siempPe procurando encontrar, una vez loca
lizada una estación, la corresponsal de la misma,
caso de lograr su indicativo.
Todas estas normas podrán variarse según las cir
cunstancias, y será la práctica del servicio la que las
precisará al cabo de algún tiempo.
Modelo núm. 4
MODELO DE HOJAS DEL LIBRO. INDICE Tamaño folio
¼.,araaLerlsLleas
.,._.,.._,.._-
1
(
Características._
-
—
Antena empleada, características
MarcaModelo.
-
Caracteristicas._,_.....
.......
Antena empleada, características
(3.a)
INDICE DE ESTACIONES INDICE DE REDES O AGRJJPACIONES
Centros y la Oficina de centralización. El servicio
será permanente, a ser posible. -
A los operadores se les darán boletines como los
ya indicados, que rellenarán con la mayor escrupu
losidad, poniendo sumo interés y teniendo muy pre
sente todo lo indicado que pueda servirles para facilitar su labor, sin olvidar que es un servicio en el
cual la paciencia y constancia es la base principal
para alcanzar el éxito.
Cada receptor se dedicará, a ser posible, a longi
tudes de onda distintas, principalmente medias
(de
200
a 3.ocio metros), intermedias (de 50 a
200)
y cortas (de io a
50
metrOs), que serán seguramente
las empleadas únicamente.
Otros receptores pueden dedicarse a las esta-
A los datos suministrados por estos medios pueden
sumarse los conseguidos en otras dependencias o
centros que puedan ayudar a esta labor de escucha,
a los que se les entregará boletines para que los re
llenen, recogiéndoseles cada cierto número de días,
siempre que el empleo, de este medio de ,ayuda
tenga las garantías suficientes de discreción y se
guridad.
Toda estación de radio afecta a cualquier servi
cio debe escuchar en sus tiempos de reposo, y enviar
cuantos datos pueda obtener al Servicio de Infor
mación.
Este Servicio de escucha no hay que decir que se
complementa en sumo grado con los informes pro
cedentes del Servicio de Espionaje.
/
INDICE DE RECEPTORES
Marca....._
...
Modelo
..
Antena empleada,características-—
(ln)
REcEPTOR N.° 1
RECEPTOR N.° 2
RECEPTOR N.° 3•
INDICE DE OPERADORES
2.5)
OPERADOR
OPERADOR
OPERADOR
-
Clasificadas por indicativos
Clasificadas por fichas
Indicativos Fichas Fichas Indicativos
(4.
Clasificadas por agrupaciones
Clasificadas por Fichas
Agrupación o Unidad Fichas Fichas Agrupación o Unidad
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A NUESTRA COLÁBOIACION
Las páginas de EJERCITO están abiertas a la coláboración de todós los Oficiales, sea cua1quira
su categoría, escala y situación.
Remuneramos invariablemente los trabajos que se publiquen con una cantidad no menor de
trescientas pesetas, que puede elevarse hasta setecientas cincuenta cuando el mérito lo justifique.
El tipo de artículo de Revista no debe exceder de 25 a 30
cuartillas de
i renglones. Correspon
dencia para colaboración, al Director de EJERCITO.
UN CONCURSO MUY INTERESANTE
Deseamos recibir de
nuestr colaboración trabajos ‘que desarrollen temas sobre Educación Moral.
Estos trabajos están dirigidos a lograr dos fines: actuar en el perfeccionamiento moral del Oficial y propor
cionarle ideas que le. auxilien en su obligada tarea de educador y creador de la moral militar del soldado.
A continuación indicamos un conjunto de conceptos que no’ están ordenados ni ligados por un riguroso
método de Psicología o de Etica, y que se exponen únicamente como sugerencia de temas para los trabajos.
Cada autor puede desarrollar uno de éstos o varios, a voluntad, y adoptar los que se indicán u otros expre
sados y agrupados de distinto modo, siempre que se encaminen al fin que se persigue.
Los trabajos deben tener de 15
a
20 cuartillas de 15 renglones. Los que sean admitidos quedarán de pro
piedad absoluta de la Revista EJERCITO, y adquirida definitivamente aquélla mediante el pago de
setecientas
cincuenta pesetas por cada articulo admitido; es decir, que si varios de los admitidos son de un mismo autor,
se atribuirá la cantidad expresada a
cada artículo. La Revista podrá insertarlos en cualquiera de sus publica
ciones, incluso la Editorial, si conviniera, como resultado
del concurso,
editar
uno o varios libros con ellos.
Los trabajos que aspiren a tomar parte en este concurso deberán ser enviados al Director de EJERCITO
antes del 35 de diciembre del corriente año.
Las verdades eternas.—La aspiración natural hacia la
Divinidad.—Fundamentos del espíritu militar en los
sentimientos religiosos.
Hablad al soldado.—.Eficacia de la palabra.—La conver
sación.—Las lecciones de la instrucción teórica—La
conferencia.—Sencfllez, amenidad, agudeza.
Conceptos fundamentales; la Bandera como símbolo; el
Caudillo, la Jura de la Bandera.
El espíritu militar.—Valor, obediencia y disciplina—El
orgullo de la profesión y del Cuerpo.—La relación afec
tiva mutua entre superiores ‘e inferiores.—Camaraderia
y humanitarismo.—El saludo, la cortesía—La, veraci
dad y el trabajo.—El comportamiento en la vida social.
El cnartel,—La vida en común y su efecto sobre el sol
dado.
La Instrucción.—Ojeada sobre los servicios de campaña.
La destreza, la responsabilidad, la iniciativa en el com
bate. La moral por la instrucción.
Ojeada sobre los servicios de guarnición.
El uso del mate
rial y del ganado.—Lo que cuesta, cómo se malgasta,
cómo se cuida y se aplica útilmente.
Higiene anímica y corporal.—Alegrfa y confianza—El
continente digno y el buen humor.—La cólera y los
modales descompuestos—Las enfermedades, el con
tagio, el alcohol, el juego, las malas costumbres.—La
mala compañía.
El libro.—El saber, la aplicación.—La lectura y la escri
tura.—Las buenas lecturas.—La mala palabra.
El licenciamiento.—Ojeada sobre la éstancia en el cuar
tel.—Resultadós obtenidos y utilidad del sacrificio
réalizado.—Consejos de iudadanía.—Consejos para la
movilización,
11
Invitamos a toda la Oficialidad a la colaboración
en Guión, revista ilustrada de los Mandos subalternos del.
Ejército, editada por la Revista EJERCITO, y que ha empezado a publicarse
en
junio último.
Los autores que nos envíen sus trabajos pueden obtener una satisfacción inapreciable utilizando las páginas
de
Guión,
cuya resonancia se deriva de su gran tirada, para hablar a nuestras laboriosas Clases de Tropa e influir
provechosamente sobre su moral y cultura.
Los trabajos publicados en
Guión
serán remunerados con una cantidad que variará de
ciento cincuenta a qui
nientas pesetas, según su importancia.
Correspondencia, al Director de
Guión.
ji
1:
u
u
El hombre.—Su misión y destino.—Sociabilidad.—De
beres esenciales, de la ciudadanfa
La Patria.—Cómo nace, se engrandece y decae la Nación.
El Estado y su construcción jerárquica.
España y los espafloles.—Ventajas y desventajas geográ
ficas del solar nacional—Sus riquezas y sus defectos
materiales—Influencias del amb4ente geográfico sobre
el español; virtudes y defectos—El ideal hispano, sus
defensores y enemigos.
La guerra.—Sus origenes y’ causas.—Sus caracteres esen
ciales, su finalidad y factores.—El Eército.—La Na.
ción en armas.—Deberes del ciudadano para la defensa
nacional.
El mando militar—La jerarquía y el ascendiente.—La
responsabilidad, la iniciativa.—La disciplina activa y
pasiva—El entusiasmo, el sacrificio, ambición, amor
a la gloria.
El soldado español.—Sus características naturales.—Pre
paración, educación e instrucción premilitares.
La Historia—La Raza—Los períodos de grandeza.—
Los descubrimientos y las conquistas—El decairnien
to.—La leyenda negra.
El Levantamiento Nacional de 1936.—Su origen y resul
,tados.—El espíritu nuevo.
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Están constituídas las “tropas rápidas” por todos aque
llos equipos combatientes, que para su locomoción utili
zan algún medio o vehículo auxiliar, tal como los de mo
tor (autos y motocicletas), bicicleta o caballo, los cuales
les permiten una más fácil progresión por toda clase de
terrenos, así como la mejor utilización, por sorpresa, de
su potencia de choque y fuego en los lugares decisivos del
campo de batalla; se clasifican con este nombre genéricoS
las siguientes Unidades:
Regimientos acorazados.
Agrupaciones cazatanques de las Divisiones acorazadas.
Regimientos de Infantería motorizados.
Batallones motociclistas.
Agrupaciones de exploración acorazadas.
Agrupaciones de exploración parcialmente motorizadas.
Regimientos de Caballería.Agrupaciones ciclistas.
Evidentemente que todas estas Unidades vienen a cons
tituir una magnífica descendencia de la Caballería, y,
como ella, han de estar imbuídas del espíritu jinete, que
constituirá su esencia y especial modo de actuar. Ahora
bien: entre ellas hay que distinguir aquellas en que el
vehículo que las transporta constituye, por sus especiales
características de armamento y blindaje, el verdadero
medio de lucha de que disponen; tales son las tropas aco
razadas propiamente dichas, que constituyen una espe
cie de cuerpo especial que conjuga armoniosamente sus
características de blindaje, armamento y rapidez de mo
vimientos mientras en las restantes tropas mencionadas,
el vehículo mecánico o hipomóvil constituye únicamente
Infantería motorizada
y
Batallonesmotociclistas.—
Estas tropas, que constituyen, respectivamente, la In
fantería propiamente dicha y el arma móvil de las Divi
siones acorazadas, tienen la misión de aniquilar la úl
tima resistencia del enemigo, una vez que éste haya sido
abatido por la acción de ruptura de los carros de com
bate, ocupar el terreno conquistado por éstos y mante
nerle contra los intentos adversarios de reconquistarlo,
asegurando también los flancos de los mencionados ca
rros de combate durante las etapas y vivaques. Por otra
parte, y en aquellos casos en que la División acorazada
marche a través de una zona de terreno en que los carros
de combate tengan dificultades para sus cómodos movi
mientos, entonces todo el peso de la lucha recaerá sobre
las Unidades de que se trata.
Para los Mandos superiores constituyen estas Unida
des una preciosa ayuda, sobre todo cuando se trata de
desarrollar empresas de gran profundidad en el interior
del dispositivo enemigo, o de resolver las apremiantes
crisis que requieren una rápida intervención. Encuadra
das en las agrupaciones de vanguardia, se acomodan de
una manera excelente en las operaciones de ocupación de
ciertos sectores de terreno que pueden ser de importan
cia para el posterior desarrollo del combate, o bien, como
han tenido ocasión de demostrarlo reiteradamente en las
recientes campañas, puedeçi envolver al enemigo introdu
ciéndose por las brechas abiertas por los carros, cayendo
de improviso sobre sus reservas y columnas de aprovisio
namiento, dislocando y encerrando en sus cinturones de
fuego a las tropas del adversario.
En la defensa actúan como reserva a disposición del
Mando, que acudirá con ellas a los lugares más amenaza
dos, encauzando o deteniendo los desbordamientos pro
ducidos por un ataque contrario. En la persecución hos
tigan y desbordan la retirada enemiga. Finalmente, en la
retirada detienen al contrario hasta agotar su propia ca
paçidad de resistencia, consumiendo los últimos disparos
y escapando después a toda marcha, burlando así su per
secución inmediata.
Constitución
y
arte de combatir de la Infantería moto
rizado. —
Esta Infantería se encuentra organizada en
Brigadas. Cada Brigada se compone, por lo general, de
dos Regimientos, y cada uno de éstos, de varios Batallo
nes. El Batallón está dividido en Compañías ligeras de a
tres Secciones y una Compañía pesada.
El armamento de la Compañía de tiradores está cons
Tropas rápidas
No hace falta esforzarse mucho para adivinar lo que un valioso medioauxiliar de transporte, que les coloca
se entiende por “tropas rápidas”, pues bien se deja ver •en condicion’es ventajosas de poder utilizar el armamento
que siempre han existido en el Ejército tropas que, por del infante o j inete, teniendo éste que abandonarle en el
su mayor movilidad, han de merecer la denominación momento de la lucha que él por sí mismo ha de decidir.
de rápidas. Sin embargo, en los Ejércitos modemos, por A estas cuatro clases de tropas (Infantería mótorizada,
la mayor abundancia de los medios automecánicos y la Batallones motociclistas, jinetes y ciclistas) son a las que
íntegra supervivencia de los hipomóviles, estas tropas nos vamos a referir, por ser en puridad las específica-
han aumentado en número y complejidad de composi- mente rápidas; y si bien todas, las cuatro, se r igen en su
ción y cometidos, por lo que ahora es cuando adquiere empleo por análogos prkncipios estratégicos y tácticos,
carta de naturaleza en la terminología militar reglamen- su diferencia esencial consiste en el grado de movilidad
tana de aquellos países de más avanzada y completa téc- mayor o menor con que actúan.
nica militar, así como de mayor potencial bélico, tal como
Alemania, que es, al parecer, la que poseç la supremacía
en cuanto a los conceptos teóricos y realizaciones prác
ticas del empleo de las mismas.
Según estas consideraciones, nada ha de ser más útil
para la mejor comprensión de la manera especial de ser
de estas tropas, queel exponer, bien sea a grandes rasgos,
las características de su composición y empleo en el pais
anteriormente mencionado; bieñ entendido que en la
exposición que sigue hemos de valernos de datos fide
dignos provinentes de las publicaciones oficiales editadas
por el Alto Mando del Ejército alemán, haciendo omisión
expresa de nuestra opinión personal, con objeto de evitar
todo motivo de mixtificación.
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tituf do por un gran número de ametralladoras ligeras, al
gunas ametralladoras pesadas y morteros de trinchera,
con lo cual se encuentra capacitada para llevar a cabo
pequeñas ‘acciones combativas de una manera indepen
diente. La Compañía pesada, por el contrario, pone a
disposición del Batallón elementos más potentes de lu
cha, tales como cañones contra carros, cañones ligeros de
Infantería y Zapadores de combate. Todas estas armas se
emplean en aquellos lugares donde la lucha presenta ca
racteres más decisivos, o donde más provecho se puede
obtener de su manera peculiar de actuar.Cada Pelotón de tiradores dispone de un camión blm-.
dado para su transporte. Dicho camión, cuyo tren de ro
daje está constituído por ruedas delanteras y puente pos
tenor de cadena (oruga), que le permite marchar sin in
convenientes por toda clase de terrenos; lleva sus table
ros laterales blindados, protegiendo de esta manera a ‘la
tripulación del fuego de fusil y cascos de metralla.
La Plana Mayor del Batallón cuenta con un Ayudante
y un Oficial auxiliar, así como enlaces motoristas, tele
fonistas y rádiotelegrafistas necesarios para establecer las
comunicaciones con sus distintas Unidades.
El Regimiento dispone, además de los Batallones, de
una Compañía pesada de cañones de Infantería, utili
zando sus potentes efectos en destruir los nidos de resis
tencia del enemigo o en aquellos lugares donde su acción
sea decisiva. Por lo demás, la Plana Mayor del mismo
cuenta con una Sección de enlaces motoristas, otra Sec
ción de transmisiones y una Sección de cañones contra
carros. Finalmente, estos Regimientos estarán completa
dos con los trenes de víveres, municionés, impedimenta
y carburantes.
Según lo expuesto, vemos que el punto fuerte de los
Regimientos de Infantería motorizada reside en su rapi
dez y capacidad de marcha por toda clase de terrenos, lo
que, unido a su potente armamento y conveniente blin
daje, les permite operar en estrecha colaboración con las
Agrupaciones de carros de combate, aportando su gran
potencia combativa y permitiendo explotar el éxito de
las mismas, siempre que maichen en su proximidad in
mediata.
Respecto a su manera especial de combatir, imaginémo
nos la siguiente estampa:
El Regimiento de carros de combate avanza resuelto
en acción ofensiva. Aun no se distingue al enemigo; de
trás de los carros marcha la Infantería motorizada trans
portada en sus vehículos. Resuenan las primeras descar
gas contra los “tanques”
i).
Estos arrollan las posiciones
enemigas, e inmediatamente detrás, con sus ametralla
doras montadas en la parte delantera de los camiones,
somete con sus fuegos aquellos nidos de resistencia que,
debido a su perfecto enmascaramiento, hayan pasado
inadvertidos a la acción destructora de los carros.
Súbitamente aumenta la resistencia. El fuego de las
armas pesadas enemigas se opone a la marcha de la In
fantería. A una señal, los tiradores saltan de sus vehícu
los, marchando éstos automáticamente a cubrirse en la-
retaguardia. Los Pelotones de tiradores abren el fuego
con sus ametralladoras ligeras. Las ametralladoras pesa
das y los morteros de trinchera entran en posición, lan
zando inmediatamente sobre los contrarios una granizada
de granadas y proyectiles.
Las Compañías de tiradorespelean duramente contra
la tenaz resistencia enemiga. El Jefe del Batallón hace
entonces uso de sus cañones ligeros de Infantería, ani
quilando con sus fuegos los últimos puntos”deapoyo de
éste.
Los cañones contra carros aseguran los flancos del dis
i) Denominación cón que también se conoce a los carros
de combate, y que proviene de un ‘artificio de enmascara
miento que emplearon los ingleses en la anterior guerra
mundial, haciéndolos pasar por tanques de agua.
positivo contra los posibles ataques de los carros enemi
gos, o bien apoyan con su fuego de rompedoras los ata
ques de la Infantería. La Sección de Zapadores despeja
los barreamientos de toda índole (alambradas, minas, et
cétera) con que el contrario intenta detener la progresión
del ataque. Por fin se consigue vencer la última resisten
cia del enemigo y la Infantería conquista sus obje
tivos.
Días después, el curso de un río obstruye la marcha de
la División acorazada. Los puentes existentes sobre el
mismo han sido volados. Las patrullas de la retaguardia
enemiga se eñcuentran prestas a la defensa en la orilla
contraria. Nuestra Infantería se esfuerza entonces por
crear uña cabeza de puente, como condición previa para
posibilitar la prosecución del ataque de los carros. Bajo
la protección de sus armas pesadas y en colaboración con
los zapadores de asalto, que los cubren de posibles contra
ataques enemigos, consiguen asegurar el paso los infan
tes, y pocas horas más tarde pasan los carros sobre im
provisados puentes, continuando, seguidos otra vez de
cerca por la Infantería, acomodada en sus camiones, Ja
persecución del enemigo.
Consjitución
y
arte de combatir de los Batallones moto
ciclistas. —
Los Batallones motociclistas tienen una cons
titución, armamentos y equipos análogos a los de los ti
radores motorizados. Son las tropas más rápidas del
Ejército de tierra, conjugándose en los mismos, una gran
velocidad en carretera con unagran maniobrabiliddd en
el campo de batalla. Sus potentes motocicletas les- per
miten transportarse fácilmente tanto por las carreteras,
caminos y sendas, como a través del campo, en su apro
ximación al objetivo. La rapidez con que pueden pasar
de la posición de marcha a la de combate, unido a la
gran potencia de sus fuegos, les hace aptos para la sor
presa y eficaz empleo en aquellos lugares del campo de
batalla en que su presencia puede ser decisiva. Su acción
se caracteriza por la facilidad con que aparecen y se es
fuman en los lugares más insospechados para el enemigo,
haciéndole sentir el efecto de sus armas ofensivas. Una
de las misiones para la cual se revela como insustituíble,
es en la de exploración, con sus servicios anexos de reco
nocimiento .y enlace, en aquellas operaciones de protec
ción, seguridad y ocultamiento. En una palabra: que
puede. denominárseles con propiedad “húsares mo
dernos”.
-
Un ejemplo vivo de su modo de actuar nos lo representa
el siguiente relato de una de las escaramuzas llevadas a
cabo en la pasada campaña del Oeste por una de tales
Unidades.
Desde el amanecer avanza ya la agrupación de explo
ración, protegiendo los flancos de la División. Mientras
lo?’tanques de reconocimiento marchan distantes algu
nos kilómetros a vanguardia, ávidos de captar los más
leves indicios del enemigo, sigue tras ellos, distribuída
en Pelotones de marcha, el grueso de la columna. A la
derecha, sobre la carretera principal, progresan los carros
de combáte; el flanco izquierdo permanece al descu
bierto.
Auxerre, nuestro objetivo de la jornada, queda a nues
tra espalda y a la izquierda-al caer de la tarde, esperando
entonces, mientras los impacientes cañones contra carros
entran en acción,- que los Pelotones de la derecha alcan
zan nuestra altura después de haber vencido algunas re
sistencias. En todo apenas ha transcurrido una hora es
casa, y cuando llega la oscuridad, Auxerre pasa a nues
tro poder. Ha llegado la hora de descansar para seguir la
progresión a la mañana siguiente. Sin embargo, esto no
es así, pues en vez de la orden de descanso, llega la si
guiente: “Pelotón de reconocimiento X de la x, Com
pañía, reforzado por una Sección de motoristas, marchará
en misión de descubierta por la carretera principal unos
6o kilómetros adelante hasta Avallon. Informará si Aya-
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llon se encuentra libre de enemigos. La Agrupación le se
guirá a una distancia de X kilómetros. ¡Cumplimiento
inmediato!”
¡Todavía 6o kilómetros! Bajo la influencia de esta idea
debemos sacudirnos hasta los últimos residuos de fatiga.
En resumen: ¡una jornada de ioo kilómetros de marcha!
El Pelotón de reconocimiento se pone en marcha. Pri
mero, dos vehículos de reconocimiento; después, la Sec
ción de tiradores motoristas, y como guardando la reta
guardia, un tercer carro de combate. Con los nervios en
tensión, el Jefe del Pelotón de exploración, que marcha
en el carro de punta, inquiere con la vista en la oscuri
dad. Su tensión interna, así como su concentración ex
terior, se transmite de carro en carro, de máquina en
máquina, hasta el último vehículo que dirige sus armas
hacia la retaguardia. Unos cincuenta rostros, con los
ojos doloridos por la persistencia del polvo de la. jor
nada, exploran atentos al través de la noche, ¿Cuánto
tiempo transcurrirá hasta que demos de nuevo con el
enemigo?
La carretera es magnífica,, llana y ancha. Unicamente
el alquitrán, reblandecido por el sol del día, se adhiere a
las cubiertas, lo que, unido a los chinarros que saltan,
organizan un monótono concierto bajo las aletas o salva-
barros. Como obedeciendo a una orden suprema, se rasga
el velo de las nubes y aparece radiante. la luna, que con
u pálida luz nos permitirá ampliar nuestro campo visual
hasta el punto de podernos evitar la desagradable, sor
presa de los barreamientos. La carretera permanece libre:
únicamente las acostumbradas columnas de fugitivos de
la población civil yacen, descansando, en los bordes de
las carre.teras. Los caballos estáñ desenganchados y los
hombres duermen diseminados por las cunetas. El campo
goza de una pacífica tranquilidad, sin huellas de lucha
ni indicios de destrozos en sus caminos.
Allá lejos, en el horizonte, surge un destello rojo que
se eleva hacia el cielo.
Una mirada al cuentakilómetros: todavía 30 kilómetros
hasta Avallon. Atravesamos rápidamente varias locali
dades sumidas en sueño. Si sus habitantes supieran...
De pronto surgen ante nosotros dos luces brillantes: se
trata de la entrada de un túnel al través del cual pasa la
carretera por debajo’ de un monte. Tampoco existen ba
rreras en este lugar. Un’tractor francés nos impide mar
char más de prisa; hacia la mitad del túnel y algo más
allá encontramos la primer güardia enemiga con el fusil
suspendido; una pequeña parada y la desarmamos, lle
vándola con nosotros. Esta pausa nos distancia del trac
tor, que inmediatamente volvemos a alcanzar a la salida
del túnel, haciéndonos también cargo de su tripulación,
‘así como del resto de la guardia del túnel, que se encuen
tra alojada en una casa próxima. Nuestros tanques y
ametralladoras se encuentran vigilantes sobre el paisaje
circundante. El Jefe del Pelotón’ de exploración se de
cide por esperar en este lugar a ue se incorpore el resto
de la columna para poder continuar.
Pegmientos de CabalIera.
—
Estos Regimientos están
constituidos por varias Agrupaciones de Escuadrones de
jinetes, de. ametralladoras y pesados. El armámento de
los jinetes es análogo al de los infantes. A la espalda lle
van la carabina; las ametralladoras las llevan sobre bas
tes especiales, en los caballos; y las armas pesadas, tales
como ametralladoras pesadas, morteros de trinchera y
cañones anticarro y de Infantería, las transportan sobre
vehículos con tracción hipomóvil o automóvil, así como
también, en ciertos casos, remolcados por tractores de
todo terreno. Los Jefes de los Regimientos tienen a su
disposición Secciones de Zapadores y Transmisiones.
Estos Regimientos van encuadrados en las Divisiones
de Caballería, .constituyendo la Caballería de Ejército.
Sus cualidades de velocidad, maniobrabilidad y potencia
de fuego les hacen aptos para una multiplicidad de mi
siones, y con’ una diestra dirección pueden aventajar a
un enemigo que, aunque superior en número, sea más
lento en sus movimientos. La gran ventaja de los Regi
mientos de Caballería es su gran capacidad de efectuar
rápidamente los despliegues, lo que aumenta considera
blemente las posibilidades de sorpresa. Por su maniobra
bilidad se encuentra en mejores condiciones que la In
fantería para envolver los flancos y retaguardia del con
trario. Finalmente, por su misma movilidad son los más
adecuados, para ser empleados tanto en la persecución
como en la protección de las retiradas.
Su agilidad’ les permite atravesar fácilmente toda clase
de bosques, dispersándose en parejas y aun en jinetes
aislados, aventajando en su marcha a las demás tropas;
en la travesía de los cursos de agua, sumergidos hasta las
cinchas o nadando, vencen toda clase de obstáculos.
En el combate, si el enemigo ofrece una resistencia tenaz,
saltan de sus caballos y expulsan al enemigo de sus po
siciones casi sin lucha, únicamente bajo, el torbellino de
fuego de sus máquinas automáticas. Después, el resto de
los Escuadrones se lanza en una persecución endiablada
sobre los fugitivos. Si éstos, en un respiro, hacen inten
ción de detenerlos, entonces se apean de sus caballos con
la rapidez del relámpago y hacen cantar de nuevo a sus
máquinas. De esta manera, alternando el hostigamiento
a caballo con el combate a pie, presionan constantemente
al adversario, destrozándole la moral y aniquilándole de
finitivamente.
Sus marchas son de 6o, 70 y hasta roo kilómetros dia
riós; esto a pleno sol o entre nubes de polvo, lluvia to
rrencial y caminos enfangados, prolongándose a veces es-
tas jornadas durante semanas enteras. Es una competi
ción de resistencia entre el jinete y el noble animal.
Batallones ciclistas.
—
Las tropas ciclistas llevan’ con
sigo o sobre sus máquinas sus armas ligeras (carabinas,
pistolas, subfusiles y ametralladoras ligeras), mientras
sus armas pesadas (ametralladoras pesadas, cañones de
Infantería, morteros de trinchera y cañones anticarro) son
transportados o arrastrados por vehículos automóviles de
todo terreno. Su constitución está inspirada en servir
como Infantería de apoyo a la Caballería de Ejército.
Por lo demás, forman una tropa de gran movilidad, que,
tanto en su puesta a punto como en su entretenimiento, no
requiere grandes dispendios,. Silenciosas y ágiles mar
chan las bicicletas en columna sencilla o doble por las
márgenes de las carreteras y caminos, y aun por las vere
das o campo traviesa. No se intimidan fácilmente por los
malos caminos, barreamientos, inclemencias del tiempo,
nieblas, u oscuridades, y en algunas ocasiones sobrepasan
en su marcha 20 kilómetros hora) a la Caballería y aun
a los vehículos automóviles de sus camaradas de tropas
rápidas. Su potro de acero, ciertamente que no posee la
potencia ni la velocidad de’ los automóviles; tampoco po
see la maniobrabilidad del caballo, pero tampoco se deja
traicionar por los relinchos, runruneo y claqueteo de los,otros medios de marcha. No necesita cuidados de sumi
nistros en carburantes,, aceites y forrajes su ocultación y
enmascaramiento es p’iucho más sencilla en el campo de
batalla, y si se trata de encontrarles alojamiento, es ope
‘ración fácil y requiere menos vigilancia y espacio que
para los autos y caballos. Su recomposición es menos
difícil y costosa.
Por todo ello, las bicicletas constituyen un equipo de
combate apto para colaborar con éxito en todas aquellas
misiones en que se pretenda el efecto de sorpresa y subsi
guiente quebrantamiento de la moral del adversario.
(be varias Revistas.
—
Traducción y ordenamiento:
Comandante de Artillería Pedro Salvador Elizondo.)
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“Por la Editorial VDI, de la Unión de Ingenieros Ale
manes, y en colaboración con los más renombrados espe
cialistas de la técnica industrial militar, se han editado
en los últimos años una serie de folletos o manuales que
tratan de una manera sencilla y amena los problemas
más atrayentes de esta parte de las ciencias militares.
Por creerlo de interés vamos a transcribir a continuación
una parte de la magnífica exposición que hacen sus auto
res, Cranz y Eberhard, en el libro titulado
Die nuezeit
liche entuicke1ung der Schusswaffen
(La evolución moder
na de las armas de fuego), al tratar el terna que encabeza
estas líneas.”
La mayoría de los Ejércitos de la segunda mitad del
siglo XVIII estaban armados con arcabuces y mosquetes
de ánima lisa y sistema de avancarga, con el clásico en
cendido de la carga de pólvora por medi de eslabón y
pedernal; es decir, saltando una chispa, y de ahí el nom
bre con que también se les conoce de antiguas armas de
chispa. Su principal inconveniente era la dificultad de
poder tirar con el tiempo lluvioso. Su escasa precisión no
trascendía tanto en aquellos tiempos en que la lucha se
llevaba a cabo a escasas distancias’ y, en su mayor parte,
en orden de formación de línea de a tres, de los cuales
el primer individuo permanecía rodilla en tierra la ma
yoría de las veces, y los otros dos, de pie, bastando en
tonces, por lo general, mantener el arma de fuego hori
zontal para batir la múralla. humana situada enfrente. La
lucha iniciada con el fuego de masas, que solamente permi
tía, en los famosos Ejércitos de Federico el, Grande, una
velocidad de fuego de dos disparos por minuto, se decidía,
en definitiva, por el asalto a la bayoneta o arma blanca.
Con la Revolución Francesa se originó un cambio fun
damental en la táctica del combate en orden cerrado,
pues las indisciplinadas masas francesas no se avenían
bien a esta forma de lucha, esparciéndose en grupos de
tiradores diseminados por el campo de batalla. La idea
de la masa de fuegos conseguida hasta entonces por medio
de la Infantería hubo que obtenerla a base de la Arti
llería, modalidad que si bien ya había iniciado Federico
el Grande, no fué implantada de una manera sistemática
hasta que lo hizo Napoleón 1, que con ello fué realmente
el verdadero creador de la Artillería de campaña.
Cambiada, como decimos, la táctica de la lucha entre
la Infantería, se hacía patente la necesidad de disponer
de un arma de mayor precisión y mayor comódidad en
su manejo, no solamente en posición de a pie, sino en la
posición de tumbado, con la que buscaba el cobijo en los
accidentes del terreno. Esta circunstancia exigía el em
pleo de la retrocarga, y si bien esta clase de fusiles era ya
conocida en el siglo XV, Napoleón 1, que se dió cuenta de
lo esencial de tal cualidad, estableció valiosos premios para
el que lograra la construcción de ün fusil práctico con carga
posterior. Sin embargo, todavía transcurrieron algunos
decenios hasta verse lograda prácticamente esa solución.Durante los comienzos del siglo XIX, los esfuerzos de
los investigadores se dirigieron principalmente a conse
guir un tipo de fusil militar más perfeccionado, con el
cual se consiguiera uná mayor precisión, más alcance,
una trayectoria más definida y, sobre todo, procurar la
independencia de las condiciones atmosféricas para el
tiro. Esta independencia que acabamos de mencionar
llegó a conseguirse con el empleo del fulminato de mer
curio, que, introducido en pequeñas cápsulas denomina
das fulminantes, permitían el encendido de la carga de
proyección por medio del procedimiento denominado de
percusión. (Los primeros ensayos fueron efectuados por
Forsith en Escocia, 1807, siendo perfeccionados por Egg,
en Alemania, el año de 1818.) El aumento de la precisión,
alcance y rasancia de la trayectoria se consiguió con la
sustitución de las ánimas lisas por las rayadas, aunque al
principio de utilizar éstas la carga se hacía todavía por
la boca dé las mismas. Dicha transformación no llegó a
conseguirse en la mayoría de las naciones (excepto Pru
sia, como veremos más adelante), sino tras un gran es
fuerzo para vencer muchas dificultades y aun incornpren
siones (entre los años 1830-1860), siendo curioso de notar
que en el año 1850, un alto general dejara escrito en su.
testamento que sobre su tumba no se hicieran las salvas
con fusiles de ánima rayada.
La utilidad del rayado del ánima en forma de espiral
parece ser que no fué muy bien conocida en aquellos
tiempos. Mientras unos creían que el movimiento rotato
rio que adquiría el proyectil facilitaba su penetración y
conducción en el aire, otros suponían que su principal
efecto era conseguir un hermetismo o ajuste más per
fecto del proyectil en el ánima, aprovechando mejor la
energía impulsora de los gases de la pólvora.
Ahora bien: en los fusiles de avancarga en los cuales
había necesidad de introducir el proyectil por la boca,
empujándolo después cuidadosamente por medio de la
baqueta, si la carga era fácil, tenía que ser a expensas del
juego necesario y coñsiguiente inconveniente al disparar
el proyectil. Para evitar esto, Minie, en 1829, empleó el
sistema conocido con el nombre de “Principio de expan
sión del proyectil”, el cual consistía en el empleo de un
proyectil alargado con cabeza puntiaguda y
.
que lleva
practicado un orificio cónico en el culote, donde se intro
ducen los gases de impulsión, dilatándole y efectuando
un ajuste perfecto sobre las paredes del ánima. Claro está
que este sistema no es peculiar del rayado en espiral,
pues podrá emplearse con el mismo éxito en los rayados
paralelos al eje y aun en las ánimas lisas.
La peculiaridad más esencial del rayado en espiral
consiste en la posibilidad de una mejor utilización de los
proyectiles puntiagudos en lugar de los clásicos esféricos,
con la consiguiente ventaja de poder emplear proyectiles
de mayor peso, o en el caso de igual peso de proyectil, un
fusil de menor calibre. Estas dos circunstancias influyen,
indudablemente, de una manera favorable en vencer la
resistencia del aire, siempre que el eje longitudinal del
proyectil permanezca lo más próximo posible a la tangente
en los distintos puntos de la trayectoria descrita por el
centro de gravedad del mismo, durante su recorrido.
Ocurre, sin embargo, que en esta dirección la posición
del proyectil no es la más estable (lábil), siéndolo, en cam
bio, cuando el mencionado eje está situado en dirección
transversal a dicha tangente (posición estable). En la
práctica existen dos medios de conseguir la mencionada
posición de tangencia.
El primer medio consiste en acondicionar el culote del
proyectil de manera que actúe de forma análoga a la de
una flecha. Esta disposición logrará mantener constante
mente dicha tangencia, aun en el caso de que por circuns
tancias especiales llegue a desviarse en pequeños ángulos;
esto es debido a la acción de la resultante de la resistencia
del aire que actuando obre la parte posterior del proyectil
(detrás de su centro de gravedad) origina un par de rota
ción que obliga al proyectil a adquirir su posición primitiva
tangente a la trayectoria. Según esto, en un proyectil que
esté conformado de manera de flecha, la posición de tan
gencia a la trayectoria no será la lábil, sino la estable.
Esta solución de dotar al proyectil de aletas en su
parte posterior, dándole una forma análoga a la de una
flecha, ha sido muy empleada en las bocas de fuego de
ánima lisa, tales como las escopetas de caza (proyectil
Witzleben), . y aun en la Guerra Mundial, en los lanza-
minas y morteros de trinchera de ánima lisa. No obstante,
existen ciertas circunstancias que impiden un uso dema
siado extendido de esta clase de proyectiles, pues, a más
de la considerable longitud que es necesario dar al pro
yectil, existe el peligro de que si las aletas no están per
Laevoluciónyprogresodelasarmasportátiles.
7,3
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fectamente dirigidas al centro de gravedad del proyectil,
se origine un efecto de viraje análogo al que se produce
al remar o al que se origina en un barco cuando se le obli
ga a virar en un amplio círculo.
El segundo medio para conseguir la estabilidad del
proyectil en el aire consiste en dotarle de un movimiento
de rotación análogo al de un trompo o peonza (girosco
pio), y el cual fué ya persentido y utilizado en la antigüe
dad de una manera práctica. En el Ejército romano, al
lanzar las jabalinas, se procuraba dotarlas de un movi
miento de rotación, al impulsarlas, con objeto de conse
guir esa estabilidad durante su movimiento; para lograr
esto se utilizaba una correa sujeta por uno de sus extre
mos a la mano del lanzador, y que, después de estar
enrollada en la lanza o jabalina, se ajustaba en la parte
posterior de la misma por medio de un anillo que llevaba
en su otro extrerño, de manera que al lanzarla, la hacía-
adquirir un movimiento de rotación alrededor de su eje
longitudinal durante todo su recorrido. En la Edad Me
dia también se conocieron los dardos con correas arrolla
das a lo largo, y que por efecto del aire hacían girar a los
mismos durante su movimiento. Ya en los tiempos en
que se utilizaban las bocas de fuego con ánima lisa se in
tentó el empleo de proyectiles dotados de orificios o ca
nales periféricos, así como nervios exteriores, todos ellos
en forma de espiral, con objeto de conseguir su rotación
en la atmósfera (Hale, Bessemer, Mackencie, Hartmann),
por efecto del aire que pasa a su través. En los proyectiles
de artillería, a causa de su gran masa inerte, este efecto
de rotación producido por la resistencia del aire es más
pequeño, siendo bastante más favorable en los proyecti
les, o balas de fusil. (Entre otros, se encuentran los proyec
tiles o balas de caza sistema Stebdebach y Brennecke.)
La solución definitiva se consiguió, sin embargo, con
la adopción de las ánimas rayadas, que forzaban al pro
yectil, impulsado por los gases de la pólvora que actúan
sobre su culote, a adquirir una rotación alrededor de su
eje longitudinal. Estos fusiles de ánima rayada fueron
empleados ya, aunque en casos aislados, en el año
1500,
obteniéndose buenos resultados. En el año 1631, el conde
Guillermo de Hesse, y en el año 1641, el príncipe Max de
Baviera, armaron ya algunas Compañías de sus Ejércitos
con carabinas de ánima rayada. En tiempos de Federicoel Grande también había algunas Unidades de cazadores
equipados con armas de ánima rayada. Sin embargo, como
ya hemos dicho, el empleo sistemático de los mismos sola
mente tuvo lugar después del año ¡830. manteniéndose
los calibres existentes para las armas de ánima lisa (17,5
a i8, milímetros). Unicamente los Estados del sur de
Alemania y en Austria (fusil Lorenz), se empleó el calibre
de
13,9
milímetros. Suiza fué la que disminuyó más el
calibre, cuando en 1844 adoptó el de ¡0,5 milímetros.
Prusia fué la que primero se decidió a adoptar el fusil
rayado con sistema de retrocarga (1841). Su inventor, el
alemán Dreyse, fué uno de los que, estando trabajando
en una fábrica de fusiles de París, en el año ¡807, se pre
ocupó de la propuesta o concurso organizado por Napo
león 1 con este objeto. Sus ensayo no empezaron a tener
éxito hasta el año ¡836, en que fué presentado al Ejército
prusiano, que a su vez no lo adoptó definitivamente hasta
el año 1841. El fusil adoptado por Dreyse, conocido con
el nombre de fusil de percutor, tuvo que habérselas con
las dificultades inherentes a la manera de conseguir un
cierre perfecto de la parte posterior del ánima, con ob
jeto de evitar los posibles peligros originados por un au
mento de presión imprevista en la recámara, a causa de
cualquier obstáculo que pudiera presentarse en el ánima
y que detuviese al proyectil durante su movimiento.
El fusil Dreyse, de cerrojo o percutor, utilizaba un sis
tema, de cierre análogo a los cerrojos actuales, en los cua
les,!al actuar sobre el gatillo, se dispara el percutor, gol
peandosobrela7cápsula fulminante o cebo de la carga
de proyección. El proyectil utilizado por dicho fusil cons
tituía una sola pieza con la carga de proyección, ence
rrada en un cartucho de cartón, y con su correspondiente
cebo o fulminante. Este sistema facilitaba grandemente
la carga del proyectil, aumentando la velocidad de fuego,
que venía a ser cuádruple qúe la del fusil Lorenz con sis
tema de avancarga. El calibre del fusil era de 15,43, mien
tras el del proyectil era solamente de 13,6 milímetros;
el ajuste o conducción del proyectil al través del ánima
se conseguía por medio de una especie de cucurucho de
cartón adaptado en el culote del proyectil, y que por
efecto de la presión de los gases de la pólvora se ensan
chaba, ajustándose sobre -las rayas del ánima. La cáp
sula fulminante, o cebo, no iba colocada como en la ac-
tualidad, en la parte posterior de la carga de proyección,
sino que iba colocada entre esta carga y la bala, teniendo
necesidad de atravesar toda la pólvora de la carga de pro
yección la aguja percutor, antes de efectuar la percusión
sobre la misma. La causa de adoptar esta disposición se
debía a la creencia extendida por aquel entonces, de que
el fuego del cebo solamente se transmitía de delante ha
cia atrás cuando se quería conseguir un encendido co
rrecto de la misma.
La necesidad de efectuar varias operaciones para efec
tuar la carga del fusil Dreyse, así como la notable inferio
ridad en que se encontraba con respecto al fusil rayado
de sistema de avancarga Lorenz (menor alcance, preci
sión, rasancia y otras condiciones balísticas) hicieron que
fuera únicamente Prusia la que aceptó este modelo, du
rante los años de ¡84, al i866, y esto a pesar de los repro
ches de toda índole que se dirigían a la Administración
prusiana aun por’ su mismo Príncipe Regente Guillermo,
más tarde Emperador Guillermo. Sobre todo, a finales
de ¡859 y principios del 186o, la unanimidad era absoluta
en suprimir el uso de tal fusil. Muy otra fué la opinión al
final de la victoriosa campaña del ¡866, en que todos los
Estados se apresuraron a adquirir e implantar el sistema
de retrocarga, Surgió entonces una verdadera epidemia
de sistemas de retrocarga: cierres cilíndricos o de cerrojo,
cierres de charnela o de lengüeta, cierre de martinete,
cierre de torno- o molinete. Inglaterra, se decidió por el
cierre de charnela ‘o lengüeta, adoptado por su nuevo sis
tema de fusil. Sneyder, una variación del fusil Enfield;
Rusia adoptó el fusil Krnka; Suiza, el fusil sistema Mil
bank-Amsler; Bélgica, el fusil Albini-Brandlin, y España,
el sistema Berdan; todos ellos con el mismo sistema ‘de
cierre de. charnela, El sistema de cierre de martinete fué
adoptado, entr otros países, por los Estados Unidos y
por Baviera, con su fusil de u milímetros sistema Wer
der; aun en la actualidad existen algunos fusiles que han
adoptado dicho sistema, tales como el fusil Remington,
de uso civil. El sistema de cierre de molinete fué em
pleado -por Austria en su fusil Werndl M/67. Francia in
trodujo en el año 1867 el uso del fusil Chassepot, de
¡1
mi
límetros de calibre, una bala de 24,8 gramos de peso y
una carga de proyección de 4,9 gramos. El cierre -de este
fusil era el mismo que el Dreyse. En Alemania se empren
dieron investigaciones para sustituir el antiguo Dreyse
‘de ¡5,43 milímetros de calibre, por uno de xi milímetrós
que dispusiera a su vez, de un cierre cilíndrico menos com
plicado; en este estado se encontraba cuando comenzó
la guerra de 1870-71. En esta campaña se pusieron frente
a frente, por primera vez, fusiles de retrocarga con ánima
rayada; ambos disponían del mismo cierre, aunque el
francés era de calibre más pequeño u milímetros). En
vista de la superioridad incontrastable del fusil Chas
sepot, los alemanes se vieron obligados a cambiar la tác
tica de su Infantería, cambiando al mismo tiempo su fu
sil por el bávaro de ti milímetros Werder, que, por lo
menos, igualaba las cualidades balísticas del francés.
Después de la mencionada guerra, Alemania empezó
a’utilizar su magnífico fusil Mauser de u milímetros,
M/71; Rusia lo hizo con su fusil Berdan M/72;-Inglaterra,
el Henri Martini, de 11,43 milímetros, el mismo que con-.
74
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siguió tan resonantes triunfos en la campaña de Turquía,
en Plewna 1877); Holanda, con el Beaumont, de xi milí
metros; Italia, con el Vetterli, M/71, de 10,4 milímetros.
El fusil Mauser alemán (P. Mauser, en Oberndorf, Würt
temberg) tenía un peso de la bala de
25
gramos, una
carga de proyección de 5 gramos y una velocidad inicial
de 430 metros por segundo; la posición del alza correspon
diente a su mayor alcance, era de i.6oo metros; su cierre,
análogo al Dreyse, aunque mucho más sencillo. También
poseía otras propiedades más ventajosas que el anterior;
entre otras, que no disponía del suplemento de cartón
para obtener el ajuste entre el proyectil y el ánima, ven
ficándose éste por medio del fonikdo de la bala; es decir,
que ésta poseía un calibre algo más elevado que el exis
tente entre los campos de las rayas, viéndose obligado a
ajustarse fuertemente a las rayas bajo el impulso de los
gases de la carga de proyección. También desapareció la
aguja percutora del cierre, quedando reducida a la forma
actual de percutor, que percutía sobre la cápsula fulmi
najite colada en el culote del cartucho. Los movimientos
necesarios para efectuar el cierre del cerrojo quedaron
notablemente reducidos, pus solamente se hacían nece
sarios tres. También disponía el cerrojo de un pestillo o
seguro que impedía el disparo del mismo cuando estaba
echado, aun cuando se actuase sobre el gatillo.
Las ventajas de una mayor velocidad de fuego se pusie
ron claramente de manifiesto durante las campañas de
1864, i866,
1870-71
y 1877-78. En Suiza se intentó,
en 1869, aumentar aún más esta velocidad, introduciendo
el modelo Vetterli, con depósito de cartuchos; en éste se
conseguía introducir uno detrás de otro en la recámara,
los distintos cartuchos contenidos en el mencionado de
pósito; todo ello con un simple abrir y cerrar el cerrojo
al principio se pusieron muchos prejuicios al empleo del
citado depósito, pues se temía que hicieran explosión los
cartuchos antes de ser introducidos en la recámara y ce
rrar el cerrojo, y que faltasen las municiones en el mo
mento que fuesen más necesarias. La controversia enta
blada sobre las ventajas e inconvenientes del depósito
de cartuchos fué decidida en 1884 por Alemania, que
adaptó sobre la parte anterior de la caña de su fusil un
depósito tubular capaz de contener ocho cartuchos.
Francia respondió a esta innovación del fusil denomi
nado M/71/84 con la adopción en i886 de su fusil Lebel,
de 8 milímetros; este fusil disponía al principio de un al
macén tubular, que fué sustituído después por uno en
forma,de caja. Otras naciones respondieron con la cons-.
trucción de fusiles con depósito de cartuchos de distin
tas clases: unos adoptaban depósitos tubulares; otros, de
tambor, y otros, de forma de caja. El sistema de depósito
tubular en el cual los cartuchos iban colocados en forma
longitudinal a lo largo del fusil, tenía el inconveniente de
que, al disminuir su número (por efecto de los disparos),
variaba la situación de su centro de gravedad, lo que
perjudicaba la puntería de un disparo al otro. Tampoco
se ofrecía bastante cómodo el empleo del depósito de tam
bor. Por esta causa, la mayoría de las naciones adoptaron
el depósito en forma de caja, situado en la parte media
de la cajadel fusil, y conteniendo una cantidad variable
de artuchos que oscila entre 5 y
lo.
Con la adopción del fusil Lebel de 8 milímetros, Fran
cia se coloca de .nuevo delante de Alemania (i888). Tam
bién fué puesta de manifiesto por los suizos, Comandante
Rubin y Profesor Hebler, en Zurich, la mayor ventaja del
empleo de calibres inferiores a u milímetros. Ellos seña
laron, por medio de investigaciones y del cálculo, que a
disminuir el calibre del proyectil por debajo de II milí
metros y al aumentar al mismo tiempo la velocidad ini
cial del mismo, se conseguía para análogas condiciones de
puntería o ángulo de elevación, un alcance más elevado
y una mayor rasancia de la trayectoria, y, por consi
guiente, de mayor precisión y eficacia, por tener una
mayor cantidad de espacio vertical batidoidurante la
rama descendente de la misma. Por otra parte, con el
invento de las pólvoras sin humo, a base de la nitrocelu
losa, que producen mayor cantidad de gases de combus
tión para la unidad de peso así como una mayor tempe
ratura o dilatación de los mismos, Alemania se decidió
por el empleo del calibre de 8 milímetros (más exacta
mente, de 7,9 milímetros) en el año 1888. Al nuevo fusil
se le dió el nombre de M/88, y tenía una bala de 14,7 gra
mos, mientras el M/71 la tenía de
25
gramos; su velocidad
inicial era de 640 metros por segundo, contra 430 el M/71;
la carga de proyección era de 2,63 gramos de pólvora de
laminillas, en comparación con 5 gramos de pólvora ne
gra del M)7i; el número de cartuchos que podía transpor
tar un soldado era de uo contra 8o. En el año 1898
se obtuvo aún una disminución en la carga de proyección,
que de 14,7 gramos vino a pesar io gramos, que empleaba
una pólvora de menos humo y llegaba a producir veloci
dades iniciales del orden de los 895 metros por segundo.
Al mismo tiempo también se modificó ligeramente el ce
rrojo del fusil, llegando al modelo que se conoce con el
distintivo de M/98. Conjuntamente con el proyectil nor
mal “S” (Spitz), puntiagudo, de io gramos de peso, se
introdujeron otros dos algo más pesados: el “SmK”
(Spitzgeschesz mit Kern aus Stahl)
,
bala puntiaguda con
núcleo de acero para el tiro de perforación, y el “sS”
(schweres spitzgeschosz) o proyectil puntiagudo pesado,
con objeto de aumentar el espacio vertical batido en los
grandes alcances, como los conseguidos con la ametra
lladora. Estos dos últimos proyectiles tienen la forma oji
val no solamente en su punta, sino también (aunque
menos pronunciada) en su culote. Una forma parecida
tiene el. proyectil francés conocido con el nombre de
bala “D” de Infantería. Su diámetro mayor es de 8,2 mi
límetros; en la parte posterior este diámetro es de 7,4 mi
límetros; su longitud es de 4,9 calibres, en lugar de 3,54
calibres que posee el proyectil o bala, “S”; su peso es de
12,8 gramos.
Si volvemos la vista a la evolución de las armas de re
petición no automáticas, vemos que se observa una dis
minución creciente del calibre y peso del proyectil, al
mismo tiempo que se aumenta la velocidad inicial.
Esta disminución progresiva del calibre y peso de la
bala, así como el aumento progresivo de la velocidad ini
cial y la rasancia de la trayectoria, son debidos, induda
blemente, a profundas y meditadas consideraciones:
1a El peso tótal del arma debe ser siempre lo más
pequeño posible, puesto que ha de ser transportada por
el soldado durante largos espacios, además de que ha de
permitir una fácil y cómoda puntería. Los límites adop
tados son, generalmente, entre 4 y 4,7 kilogramos. Ya
desde tiempos de Federico el Grande se había previsto
esta coyuntura. El fusil de chispa del tiempo de la guerra
de los Siete Años pesaba 4,75 kilogramos. Por otra parte,.
el efecto del retroceso del arma no debía ser demasiado
fuerte, con objeto de ser fácilmente soportada, la reacción
producida sobre el hombro del tirador. Obtendremos una
aproximación considerando que el movimiento máximo
del fusil hacia atrás ha de igualar al máximo del proyectil
hacia adelante, y como consecuencia la energía máxima
del retroceso ha de igualar a la energía que posee. el pro
yectil al abandonar la boca de fuego, en la proporción de
la masa de la bala a la masa del fusil. Dentro de esta con
sideración, deberá siempre tenerse en cuenta, para los
limites de peso del arma, con objeto de su cómodo trans
porte y fácil puntería, el que acabamos de mencionar,
de 4,7 kilogramos; ‘y para la reacción de retroceso más
tolerable, con un límite de
2
kilográmetros.A causa de esto,
el limite fijado para el producto de la masa del proyectil
(compuesto exactamente por el peso del mismo, más 1,7
del peso de la carga de proyección) por la velocidad inicial,
no deberá exceder fundamentalmente de u5 kgm./s.
Teniendo en cuenta todas, estas consideraciones, y si
nos referimos especialmente a los efectos del retroceso y
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las nolestias producidas por el mismo al soldado, se po
drá enunciar la siguiente regla: Si queremos man teríer el
retroceso dentro de los límites de tolerancia, aumentando
al mismo tiempo la velocidad inicial con objeto exclusivo
de obtener un mayor alcance, deberemos. disminuir pro
porcionalmente el peso de la bala; si por el contrario, y
en las misrtias circunstancias anteriores de retroceso, que
remos aumentar el peso del proyectil, con objeto de ob
tener una mayor energía de caída del mismo, deberemos
al mismo tiempo disminuir proporcionalmente la veloci
dad inicial del mismo. Un ejemplo claro de lo que acaba
mos de manifestar lo presenta el fusil M/98 con sus pro
yectiles “S” y “sS”, empleados ambos para distancias de
2.000 metros: el peso del primero, para conseguir más al
cance, es de io gramos; su velocidad inicial, de 895 metros
por segundo, y la energía de choque, solamente
12
kilo
grámetros; mientras el segundo proyectil, empleado para
mayor efecto sobre el blanco, posee un peso de 12,85 gra
mos, una velocidad inicial de 785 metros por segundo y
una energía de choque de 40 kilográmetros.
2a Además de las condiciones o exigencias a que
debe satisfacer un fusil referentes al retroceso, deberá
cumplir otras muchas referentes al calibre, longitud, for
ma y material de que está constituído el. proyectil, así
como la manera de desarrollarse el proceso de combustión
de la carga de proyección, la magnitud y la marcha de la
presión de los gases de la pólvora. También se tendrá en
cuenta la resistencia del cañón, cerrojo y proyectil; la es
tabilidad longitudinal del mismo durante el recorrido de
su trayectoria;la dispersión; el número de cartuchos con
tenidos en el depósito; la forma de la trayectoria bajo el
influjo de la resistencia del aire, etc.
Respecto a este último punto, deberá procurarse que
la forma de la trayectoria sea lo más favorable posible;
es decir, que la resistencia del aire no influya desfavora
blemente sobre la mism,a, haciéndpla diferir lo menos
posible de la correspondiente a la teórica del vacío. Un
ejemplo puede aclarar la decisiva influencia que ejerce
la resistencia del aire cuando el peso del proyectil es rela
tivamente pequeño. Si se considera la trayectoria en el
vacío del proyectil “S”, con su velocidad inicial de
895 mIs. y un ángulo de elevación de 4° 30’ (que corres
ponde a una posición del alza para los
2.000
metros),
se obtendrá un alcance, medido sobre la horizontal de
la boca del arma, de 12700 metros, poseyendo el pro
yectil una velocidad remanente igual a la de salida
(895 m./s.), y el ángulo de caída sería igual alde par
tida (° 30’); por el contrario, en la atmósfera corriente
el alcance será de 2.000 metros solamente (16 por ioo
del correspondiente al vacío); la velocidad remanente será
de 153 m./s. (17 por ‘00 de la inicial 895 m./s.); la ener
gía remanente, 12 kgm. (en lugar de 408 kgm. que co
rresponde al vacío), y, por último, un ángulo de caída
de
13°
2’ (en lugar de 4° 30’) Vemos, pues, que la tra
yectoria real incidirá en el terreno con una inclinación
mucho mayor, lo que lleva consigo, que la zona vertical
batida en el blanco sea mucho menor que la que corres
ponde en el vacío.
La influencia de, la resistencia del aire sobre la trayectoriá del proyectI viene determinada por el coeficiente
balístico (para una determinada velocidad inicial e igual
ángulo de proyección), y cuanto menor sea éste, tanto
más se aproximará la trayectoria real a la teórica calcu
lada para el vacío. Este coeficiente balístico es inversa
mente proporcional al peso por unidad de sección del
proyectil y directamente proporcional al coeficiente de
forma. Vemos, pues, que entra en juego un nuevo coefi
ciente, de forma que, a su vez, ha de ser más favorable,
o sea más pequeño, cuanto más afilada sea la cabeza del
proyectil (siempre que la velocidad con que tenga que ir
animado el proyectil sea mayor que la del sonido:
333 m.Js.); támbién parece que favorece a este coeficiente
la forma ligeramente ojivada del culote de la bala, pare-
ciendo, por el contrario, perjudicial para la estabilidad
del mismo en su recorrido la forma de torpedo de la bala
Por tódo lo expuesto se ve que la limitación del retro
ceso del armá exige que el producto de la masa del pro
yectil por la velocidad inicial esté comprendido dentro d
ciertos límites; que en igualdad de las restantes caracte
rísticas, el aumento de alcance exige un aumento de l
velocidad inicial; y que, finalmente, se obtendrá un valo
mínimo para el coeficiente balístico y, con ello, una mayor
aproximación a las condiciones teóricas de la trayectoria
en el vacío, bien aumentando la masa del proyectil para
el mismo calibre, bien disminuyendo el calibre para l
misma masa del proyectil, o bien, finalmente, afilando l
punta del proyectil cuando el peso y el calibre perma
nezcan invariables.
a La velocidad inicial no puede aumentarse excesi
vamente por impedírselo una serie de circunstancias ínti
mamente ligadas unas con otras y que señalamos a con
tinuación. Para conseguir una elevada velocidad inicial
se hace necesario aumentar considerablemente la carga
de proyección, lo que a su vez lleva consigo el aumento
de la longitud del cañón para que la combustión tenga
lugar completamente en el interior del ánima, dado que
no puede aumentarse excesivamente la vivacidad de la
pólvora, debido a las considerables presiones que podrían
originarse. Por otra parte, el aumento de longitud de
cfión viene limitado por consideraciones de peso y dmanejabilidad, por cuya causa no hay, más remedio qu
emplear pólvoras de cierta vii.racidad, con el subsecuente
aumento de presión de los gases y la necesidad de aumen
tar el espesor de las paredes del tubo y resistencia de
cierre o cerrojo; es decir, que volvemos a lo mismo: a
aumento de peso del arma y los inconvenientes del can
sancio durante las grandes marchas a pie y dificultades
de puntería. Aui cuándo se hiciera caso omiso de est
último inconveniente, todavía habría que tener en con
sideración el retroceso considerable al mantener el mismo
el peso del proyectil, por lo cual habrá que disminuir ést
en la misma proporción que aumente la velocidad inicial
Esto tampoco es una solución, pues, a pesar de la gran
velocidad inicial, el pequeño peso influirá desfavorable
mente sobre la trayectoria del proyectil; es decir, que
para el mismo ángulo de proyección, el alcance será menor, así como la energía remanente y el espacio batido
vertical. Para formarnos una idea clara de lo que acaba
mos de exponer, imaginém000s que se efectúa un tiro co
un proyectil de aluminio con la misma forma que el “S
y con una velocidad inicial de 2.000 m./s., utilizando e
fusil M/98 y con un ángulo le proyección de 32° (es decir
el ángulo que corresponde al alcance máximo,
3.400
me
tros, con la bala “S”) la rama ascendente de la trayec
toria empezará siendo extraordinariamente rasante, pue
a los 174 metros de la boca, la tangente a la misma for
mará con la horizontal un ángulo de 31° pero a la
misma distancia la velocidad habrá caído a 780 m./s
En el vértice, la velocidad será ya solamente de 65 m./s.,
y, por consiguiente, la rama descendente de la trayecto
ria será extraordinariamente curvá, el ángulo de caída
será de
770
(en lugar de
32°
en el vacío). La velocidadremanente en el punto de caída será de
72
m./S. (en lu
gar de 2.000 m./s. en el vacío), y el alcance será de 1.60
metros, o, lo que es lo mismo, el
0,44
por 100 del alcan
ce que corresponde al vacío, que es de
410.000
metros.
También puede verse de una manera clara todo lo que
acabamos de decir, si examinamos las cifras de la tabla
que damos a continuación, correspondientes a los tre
modelos de proyectiles empleados en el fusil alemán
M/98, referidas a un alcance de 2.000 metros:
T. Ve. Ta Ta
seg. mfs. Kgm.
.
Clase de proyectil.
Proyectil “sS’
Proyectil “smK”
Proyectil “S”.
yo. P.
mis. gr.
785 12,85
8i
JI,55
895 lO
5,3
251 40 0,0515 0,1056
5,9 201 24 0,0611 0,1389
6,8 153 Í2 0,0788 0,2316
76
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En este cuadro, y0 representa la velocidad inicial;
P, el peso del proyectil en gramos; T, la duración de la
trayectoria; Ve, la velocidad remanente en el punto de
caída (en m./s.); E, la energía remanente en kilográme
tros; tang, la tangente del angulo de proyección, y tang,
la tangente del ángulo de caída.
a El problema de la disminución del calibre no deja
de ofrecer inconvenientes, sobre todo cuando esta dismi
nución es considerable (por debajo de
5
milímetros, por
ejemplo) y se intenta disparar un proyectil de determinado peso a una distancia y con una rasancia también
determinada. En efecto: para distribuir la masa del pro
yectil en la pequeña sección del mismo, babrá que au
mentar desconsideradamente la longitud del mismo; pero
cuando la longitud excede de
5,5
calibres, será muy difí
cii mantener la estabilidad del mismo durante la primera
parte de la trayectoria, a causa de la granresisténciá que
ofrece el aire, lo cual puede evitarse aumentando la mcli-’
nación del rayado, siempre que no se sobrepase de ciertos
límites que pudieran impedir el que el proyectil no to
mara las rayas. Además, aunque se consiguiera estabili
zar el proyectil en la primera y más pendiente parte de
la trayectoria, al llegar a las proximidades del vértice
(cuando se tira a grandes distancias), es decir, en las pro
ximidades del punto de mayor curvatura de la misma, se
obtendrá una superestabilidad que hará adquirir al pro
yectil una posición transversal a la misma. Por otra parte,.
con una disminución excesiva del calibre se llegaría a ob
tener tan pobres efectos sobre los combatientes, que el
arma dejaría de cumplir la misión para la que fué creáda.
Si llegamos a apurar el calibre hasta el l ímite, es decir,
que éste tuviera la forma de una aguja, entonces obten
dríamos la conocida conclusión del experimento del fa
quir. En definitiva, esta disminución del calibre para un
determinado peso del proyectil, y si rio queremos aumen
tar considerablemente la longitud del mismo, nos con
duce a la elección de materiales, para su construcción, de
un peso específicó más elevado que ‘elque corresponde al
plomo y al acero.
Las consideraciones técnicas que acabamos de hacer,
referentes al aumento de la velocidad inicial y disminu
ción. del calibre y peso del proyectil, pueden represen
tarse cuantitativamente por medio de fórmulas mate
máticas; sin embargo, nos vamos a limitar a resumir sus
resultados cualitativos en las siguientes ‘líneas:
1.0
La velocidad inicial deberá elegirse lo más elevada
posible, siempre que se intente obtener un mayor alcance,
una mayor rasancia de la trayectoria, una mayor zona
batida y una mayor energía en sus efectos.
2.° Esta velocidad inicial no podrá elevarse, sin em
bargo, más allá de ciertos límites, fijados por la energía
de retroceso, la longitud del ánima, la presión de gases
admisible y la resistencia y peso del arma.
3.° También viene limitada la disminución del cali
bre (para una misma clase de material con que está hecho
el proyectil) por la longitud total del mismo, que a su vez
está ligada con la estabilidad a lo largo de la trayectoria;
por lo demás, el peso del proyectil deberá ser lo más pe
queño posible, si se tiene en cuenta que hay que vencer
la resistencia del aire, la energía del retroceso, el peso del
fusil y el número de cartuchos que hay que transportar
según las dotaciones.
4.° Sin embargo, el calibre y el peso del proyectil no
pueden disminuir más allá de ciertos límites, por impe
dirselo, entre otros factores, el alcance, la.rasancia de la
trayectoria, la magnitud del espacio batido, la energía de
penetración en el blanco y la capacidad de herir a loscombatientes.
Partiendo de esta premisas y después de haber efec
tuado numerosas experiencias, la mayoría de los Etados
han concluido por aceptar un fusil que reúne análogas
características. Durante la guerra de 1914-18, no se ob
servó una gran superioridad de unos fusiles sobre otros,
como ocurrió en la guerra de 1870-71. Casi sin excepción
se eligió un calibre aproximado a los 8 milímetros. Uni
camente Italia adoptó el calibre de 6, milímetros (fusil
M/91); ‘sin embargo, la ordenada máxima del mismo,
para un alcance de 2.000 metrós, era de 72,3 metros;
es decir, casi igual a la del fusil alemán con proyectil “S”,
que tiene una ordenada máximade 74,4 metros para el,
mismo alcance. Para un alcance de
400
metros, la orde
nada máxima del fusil alemán es algo más pequeña que
la del italiano, por lo cual la rasancia de éste será mayor
para los grandes alcances, y la de aquél, para los peque
ños. Lo mismo puede decirse de la bala “S” alemana, con
respecto a la bala “D” francesa. Para alcances de 400 me
tros,, la ordenada máxima del “S” es de 0,39 metros, y
la del “D”, 0,52 metros; la velocidad residual del primero
es 586 m./s., y la del segundo,
532
m./s.; por el contrario,
para alcances de 2,000 metros, la ordenada máxima del
“S” es 74,4 metros, y la del “D”, 41,5 metros; mientras la
velocidad remanente del primero es 153 m./s., y la del
segundo, 242 mis. Es decir, que á distarcias cortas, la
rasancia del-fusil alemán es mayor que la del ‘francés,
mientras a grandes distancias sucede lo contrario.
Por otra parte, si consideramos que el peso de muni
ciones que transporta un infante es de 3 kilogramos,
vemos que el soldado alemán solamente puede llevar con
sigo 526 cartuchos, y’ el francés, io8. Y si en vez de la
bala “S” tomamos en consideración la bala “sS”, enton
ces los dosfusiles puede considerarse que son casi iguales.
Respecto a la construcción de los fusiles, en todos los
países se ha adoptado el cierre cilíndrico rotatorio o ce
rrojo clásico con dos o tres tetones, y depósito de cartu
chos en la caja, con capacidad para ó hasta io cartu
chos. Todos los fusiles tienen 4 rayas de inclinación cons
tante y hacia la derecha (solamente Inglaterra tiene, en
su fusil Lee, 7 rayas hacia la izquierda; Francia también
tiene rayado hacia la izquierda). Casi todas las cargas de
proyección empleadas son de nitrocelulosa; únicamente
Inglaterra e Italia emplean ésta mezclada con pequeñas
cantidades de nitroglicerina. El resto de las pequeñas di
ferencias existentes entre unos y otros modelos pueden
apreciarse en el cuadro que sigue (según Zimmerle):
CARA CTERISTICA S
Fusil
Austriaco
M/95
Fusil
Francés
M /o6Ji5
Fusil
Alemán
“5,,.
Fusil
Inglés
51/03
Calibre en milímetros
Alza máxima en milímetros
Alza mínima en milímetros
.
Longitud del rayado en calibres.’
Peso del proyectil en gramos
Carga de proyección en gramos
Número de cartuchos que pueden transportar.
Peso del fusil en kilogramos;
Velocidad inicial m./s.
Caiga en la sección del proyectil, gr/cm.2
Fusil
Ruso
MJos
Fusil
Suizo
M/o 9
Fusil
Italiano
8
1.950
375
25
15,8
2,75
100’
3,6
620
31
5
2.400
400
24
jz,8
2,90
SS
4,2
71o
25,5
7,9
2.000
400
24
10,05
3,05
150
4,’
St35
20,4
7,7
2.350
182
24
¡3,86
2,01
,100
3,8
•
6to
3°
7,
.920
285
9,6
3,25
550
4,05
SS
25
7,5
2.000
300
27
11,3
3,20
150
4,5
825
25,6
6,
2.000
45°
52,20
10,5
2,25
162
3,8
710
32,7
.7,
7/17/2019 RET 033 Octubre 1942
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!n cuanto al futuro desarrollo de las armas de fuego
portátiles, vamos a limitarnos a mencionar algunas hipó
tesis que han aparecido en las obras modernas; en primer
término, es uña opinión cada vez más extendida en los
medios técnicos que el arma del futuro para la Infantería
ha de ser la ametralladora, y cuanto mayor sea la distan
cia a que se mantenga la lucha, tanto más ha de quedar
relegado el empleo del fusil’ no automático, que vendrá a
ser el arma especial del tirador individual, apta única-
mente para las pequeñas distancias. En el caso de que
esto sea una realidad, el fusil alemán, con su proyectil “S”
de gran rasancia, tendrá indiscutibles ventajas, que di
fícilmente han de ser sobrepasadas por otra arma, a dis
Carros de combate ingleses.
tancias pequeñas. En segundo término, parece admitirs
que la longitud actual del cañón del fusil es excesiv
En tercer término, también parece acentuarse la idea
rebajar el diámetro del proyectil, siempre que para n
disminuir desfavorablemente sus cualidades balísticas,
emplee para el núcleo de la bala un metal más pesad
que el plomo, tal como el wolframio o tungsteno. Por ú
timo, también hay quien mantiene la creencia de que
tiempo no muy lejano se llegue a utilizar cierta clase
vainas que se quemen con la carga de proyección, tran
formándose completamente en gases, ahorrándose en es
caso los inconvenientes del almacenaje y utilización post
rior de las vainas, cuando no el dilapidado de las misma
(Carro de combate de Infantería—28 toneladas—”Mark II” (“Waltzing Matilda.”)
Tomado de un folleto editado por el Ministerio de Pro
paganda británico, la revista alemana
Motor Schau
pu
blica, en su número del mes de agosto del corriente año,
una seri’e de datos y esquemas referentes a este carro de
combate de carácter ofensivo, y cuya misión principal
es combatir las fortificaciones de campaña. A continua
ción publicamos una reseña del mismo, tomada de la
mencionada revista.
Caracgerísticas. —
El chasis, que posee io cangrejos,
está impulsado por un motor de 200 HP; la transmisión
está situada en la parte posterior; está armado con un
cañón de 40 milímetros, una ametralladora de 7,7 muí
T?Y
e
itt
metros y dos pistolas de nieblas; la tripulación es
4 hombres; peso, 28 toneladas métricas; velocidad, 26 k
lómetros-hora; longitud, 6 metros; anchura, 2,55 metros
y altura,
2,50
metros; autonomía,
70
kilómetros.
Figura
•
a
—
Sección longitudinal del “Waltzing Ma
tilda”. — i.
Salpicadero o tablero de instrumentos.—
2. Périscopio. —3. Palanca para la tapa de la mirilla.—
4. Entrada para el conductor.
—
5. Palanca para la pue
ta de entrada del conductor.
—
6. Palanca de manipu
lación de la torreta giratoria.
—
7. Aparato de punterí
del cañón.
—-
8. Cañón de -40 milímetros.
—
9. Lámpar
de señales.
—
xo. Cúpula del puesto de mando.
—
ix
¿ ¿M&&
Figura
1a
78
7/17/2019 RET 033 Octubre 1942
http://slidepdf.com/reader/full/ret-033-octubre-1942 80/83
ntena. —
¡2.
Aparato de radio. —
13.
Altavoz. — ¡4.
royectiles del cañón.
—
¡5. Compresor.
—
¡6. Control
el aceite.
—
¡7. Filtro de gasolina.
—
¡8. Bomba de ga
olina.
—
19. Dínamo.
—
20. Bomba de aguá.
—
21. Fil
ro del aceite de engrase. 22. Ventilador. 23. Radia
or.
—
24. Caja de la transmisión.
—
25. Tubería de re
orno de la bomba de aceite, — 26. Tubería de salida de
bomba de aceite.
—
27. Eje de trans1Tisión.
—
28.-
mba de aceite para el mecanismo de la torretagirato
ia.
—
29. Asiento para el cargador.
—
30. Basa de la to
reta giratoria.
—31.
Palanca de manipulación de la to
reta giratoria. —32. Asiento para el apuntador. —33.
Hombrera o culatmn para la puntería del cañón.
—
34. Pa
lanca disparadora del cañón y ametralladora.
—
35. De
pósito para los cartuchos vacíos. —36. Recipiente de
aire. —37. Asiento para el conductor. —38. Colector.—
39. Palanca de dirección—
40.
Cambio.
—
41.
Varilla
de embrague.
—
42. AceIrador.
—
43. Pedal de em
brague.
-
Figura 2a
Vista de la cabina de conducción del
“Waltzing Matilda”. —
i. Lámpara de penumbra.
—
2.
Reloj.
—
3. Periscopio.
—
4. Puesta en marcha.
—
5. Am
perímetro.
—
6. Contacto.
—
7. Conmutador.
—
8. Conmutador de luces laterales y posterior.
—
9. Palanca para
Figura
22
Figura 3.
Figura 4. Figura
5.4
79
7/17/2019 RET 033 Octubre 1942
http://slidepdf.com/reader/full/ret-033-octubre-1942 81/83
COrtar ia puertá de entrada del conductor.
—
ro. ‘Pedal
de embrague. — u. Palanca de dirección; —
12.
Colector.
13. Cambio.
—
14. Varilla de embrague.
— i5.
Puerta de
entrada del conductor.
—
i6. Almohadilla frontal.
—
Mirilla con cristal de seguridad.
—
18. Conmutador.—
19. Palanca para la tapa de la mirilla.
—
20. Termómetro
para el agua de refrigeración.
—
21.
Manómetro para el
aceite.
—
22.
Manómetro para el aire.
—
23.
Acelerador.
24. Asiento reglable para el conductor.
—
25. Velocíme
tro.
—
26. Botón de la bocina.
Figura 3.
a_Vista del alojamiento del motor del “Waltzing
Matilda”.
—
i.
Blindaje del radiador.
—2.
Cable de ace
ro para el remolque. —3. Tubo de escape.
—
4. Mangue
ta del radiador.
— .
Bomba de gasolina.
—
6. Asidero
para fijar el radiador.
—
7. Ventilador.
—
8. Volante del
motor. — 9. Depósito de aceite de reserva. — ¡o. Cerrojo
para fijación del blindaje protector.
—
u. Dínamo.—
12. Radiador rebatible.
—
13. Escape de vapor.
—‘
¡4.
Radiador rebatido.
—
15. Mangueta del radiador.
Figura
4.a_Vista de la cabina del’tirador del “Waltzing
Matilda”.
—x. Ventilador.
—
2.
Almohadilla frontal.—
3. Periscopio.
—
4. Cañón de
40
milímetros.
— .
Ántáoj
de puntería. — 6. Manivela de manipulación de la torre
giratoria. 7. Palanca para la manipulación, por med
de aceite, de la torreta giratoria.
—
8. Hombrera o cul
tín.
—
9. Palanca disparadora del cañón y ametralladora
ro. Lámpara de señales.
—
u. Ametralladora Besa.—
12.
Depósito para los cartuchos vacíos.
Figura
5. a_Vista posterior de la cabina del tirador d
“Waltzing Matilda”. —
u. Cúpula del puesto de mando
2. Lámpara de penumbra.
—
3. Periscopio.
—
4. Protec
tor de cabeza.
—
5. Protector de cabeza para el cargado
6. Cañón de 40 milímetros.’—7. Hombrera o culatín.-—
8. Munición de la ametralladora.
—
9. Depósito para lo
cartuchos vacíos.
—
io. Almohadilla frontal, de goma.—
u.
Mirilla con cristal antibala.
—
¡2.
Cristales de reserva
13.
Prismas de reserva para el periscopio. —j4. Micr
fono.
—
15. Batería para la radio. u6. Aparato de ra
dio.
—
17. Altavoz.
—
i8. Asiento del comandante.—19.
Prismas de reserva para el periscopio.
—
20. Depósito d
municiones de niebla. —21. Depósito para el aparato d
señales y sus municiones. Proyectiles de
40
milímetros
MisioñesdelaCaballeríaenlaguerramoderna.
¿Tiene alguna misión la Caballería en la guerra mo
derna? La Caballería actual, poderosamente armada, sin
perder su extraordinaria capacidad para moverse a tra
vés de toda clase de terrenos, puede ser empleada en to
das las ocasiones de la guerra, siempre que se trate de ex
plotar su.cualidad primordial: “la movilidad”, y más es
pecialmente en aquellas regiones mal dotadas de carre
teras.
Y puede ser empleadas porque una División de Caba
llería que se mueve en el campo puede desplegar y adop
tar formaciones dispersas en tres o cuatro segundos, en
las que, si ha montado un adecuado servicio de seguridad,
puede hacer frente a ios ataques de la Aviación y los ca
rros sin temor a experimentar grandes pérdidas.
Si las Unidades del arma están bien instruídas y se da
a sus Jefes, hasta el del Escuadrón, la iniciativa necesaria,
puede moverse con gran rapidez en cualquier terreno y es
apta para hacer frente por sus medios a muy difíciles si
tuaciones. Estas grandes Unidades de Caballería pueden
ser sumamente útiles.
Se han difundido extraordinariamente las acciones de
las Divisiones acorazadas alemanas, que, irrumpiendo a
través de una brecha y rebatiéndose sobre los flancos de
ella, han creado el desorden y hecho cundir el desaliento
en el enemigo.
Cortando comunicaciones; sorprendiendo Cuarteles ge
nerales y reservas; destruyendo depósitos de aprovisiona
miento; aterrorizando a los habitantes, han producido la
desmoralización, que impidió a los Ejércitos adversarios
oponer firme resistencia a las Divisiones alemanas de. In
fantería que les seguían. No instruídos para atender a
tales situaciones tácticas, gracias a la iniciativa y recur
sos de los Jefes de Batallón, los Mandos superiores y
Estados Mayores se encontraron impotentes. Por su
puesto, sabemos que los Ejércitos aliados no poseían las
armas para. resolver tales situaciones. Los franceses no
poseían una arma aérea capaz de neutralizar en lo más
mínimo la alemana. La Aviación inglesa, aunque en mu
cho mayor número, hubiera podido prestar una gran
ayuda, de haber sido puesta a las órdenes del Jefe del
Ejército, en vez de ser una fuerza independiente sin coope
rar con los Ejércitos. De hecho no se puede contar con la
cooperación, si la Aviación no está sujeta a las órdenes
del Jefe de Ejército como parte componente de él. Quizá
tuvo más importancia que los Ejércitos aliados no tenían
cañones antitanques apropiados y en número suficiente
y organización adecuada; tenían solamente un número
inadecuado de tropas mecanizadas que no supieron em
plear; en conclusión, no tenían Caballería moderna.
En estas condiciones, no puede extrañar que los ale
manes lograran éxitos decisivos. Pero, para el porvenir
no cabe disculpa en. un Ejército que no esté preparado
moralmente para hacer frente a estas situaciones, ni qu
no esté dotado de las armas apropiádas para hacer frent
a estas formaciones.
Ahora lo que debemos preguntarnos es la manera d
usar de nuestra moderna Caballería en tales situaciones
En primer lugar, debemos tener Caballería en número su
ficiente. Un puñado de Caballería, como hasta ahora ha
bíamos concebido, no puede alcanzar resultados impor
tantes. En una situación en que nuestro propio Ejército
está siendo atacado y en el que las Divisiones enemiga
motorizadas esperan hacer lo que hicieron las Divisione
acorazadas en Francia, una fuerza adecuada de Caballerí
moderna puede desempeñar un importante papel.
Recordando la facilidad con que la Caballería es capa
de maniobrar a campo traviesa y su potente armamento,
se daría, en una situación tal, a las fuerzas necesarias d
Caballería la misión de contener y atacar la columna d
tropas mecanizadas enemigas que han irrumpido a trav4
de nuestras líneas o se mueven en rededor de nuestros flan
cos. Usando líneas interiores, nuestra Caballería acortaría
las distancias y encontraría al enemigo en un determinado
punto por el cual le es forzoso pasar. Así, guardando la
fuerzas de Caballería en la retaguardia de nuestras línea
de combate en el espacio entre carreteras, se está en con
diciones de atacar de flanco a cualquier columna motori
zada enemiga que avance por una cualquiera de las ca
rreteras. Desde luego, las. tropas mecanizadas podrían
usarse para este cometido, si las carreteras son de tip
conveniente y tienen la dirección adecuada; en- el cas
contrario, si el terreno en cuestión presenta dificultades
para ser atravesado por las máquinas, la Caballería es l
única arma que, posee la movilidad requerida y que tien
la flexibilidad suficiente para salir del apuro en caso d
“dar en hueso”. Los Batallones móviles de antitanques,
que marchan por la carretera para hacer frente al ataqu
enemigo, deben ser destacados por la reserva general id
dichas tropas; pero la Caballería tiende a atacar de flan
co, por sorpresa, a ser posible, y sobre todo, a las tropa
motorizadas que actúan en colaboración con los tanques
Las tropas mecanizadas propias pueden emplearse e
80
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tácar las principales fuerzas enemigas en una defensa
ctiva apropiada o estar ya ocupadas en otra misión, o
ambién, faltas de fuerza, evitar el combate contra fuer
as superiores del enemigo, excepto en caso de contra-
aque. Pueden ser empleadas como refuerzo de la Caba
lería. Todo aquello de que disponemos debe ser usado.
Si esta fuerza de Caballería, sin el apoyo de tanques,
aca el flanco enemigo y algunos de los tanques de éste
e vuelven contra ella, disponemos de los cañones anti
anques. Si éstos son insuficientes, po4emos retirarnos
in muchos daños, gracias a lo abierto de huestra formaión y la velocidad de marcha a campo traviesa. En la
etirada podríamos movernos en una dirección que resul
ara molesta para los tanques enemigos. Por ejemplo: si
columna mecanizada enemiga marcha hacia el sur y
estra Caballería la ataca por el fiando oriental, caso de
ue algunos tanques salgan de la columna para atacar
os, y nos viéramos en la imposibilidad d rechazarlos
ediante los cañones antitanques, podríamos retirarnos
dirección nordeste. Los tanques enemigos, que llevan
a misión específica hacia el sur, seguramente no segui
ían a la Caballería, que podría entónces revolverse
acia el oeste, para atacar de nuevo a la columna, al
anzando, probablemente, a las tropas de Infantería mo
He aquí magníficas oportunidades para ejercer las do
es de mando y el espíritu de iniciativa.
Si la Caballería logra atacar el flanco de una columna
otorizada, debe poner primeramente todas sus ame-.
ralladoras en acción y luego a sus tiradores. Tal vez si
Infantería motorizada es sorprendida, algunos Escua
rones pueden atacar montados.
Una Caballería numerosa podría causar molestias en
s campamentos de tropas mecanizadas durante la no
e. Esta sería una oportunidad para la Artillería divisio
ria, así como para los cañones antitanques.
Todo ello podría constituir una especie de guerra de
errillas contra las trcipas mecanizadas enemigas que se
ubieran alejado demasiado de las Divisiones de apoyo
e Infantería del ejército principal. La Caballería, en la
uerra moderna, debe aprender más y más a operar de
cuerdo con la iniciativa de los ‘Jefes de Escuadrón.
unca se insistirá demasiado sobre este punto.
Es un
oncepto totalmente distinto del que presidía a la anti
ua organización, basada en mucha interdependencia y
Mando extremadamente centralizado.
Otra misión de nuestra Caballería sería la de guardar
s flancos de nuestras Divisiones de Infantería. A pesar
las opiniones de algunos de nuestros escritores civiles
oradores, la fuerza principal de un Ejército consiste en
visiones de Infantería, como se pone de manifiesto en
l gran número de Divisiones de Infantería que se hallán
presencia en todos los Ejércitos que luchan en Europa,
sia y Africa hoy.
Otra misión consiste en actuar como fuerza de cober
ra para el Ejército a4ueavanza en ofensiva. Si nuestras
visiones mecanizadas están efectuando un amplio mo
miento envolvente y se hallan lejos del resto del Ejér
to, los Ejércitos necesitan Caballería en su vanguardia.
puede exigirse esto solámente de la Infantería moto
izada. Es demasiado vulnerable para ser sorprendida.
a Infantería motorizada debe ser cubierta por tropas
otorizadas o por Caballería. Si el terreno es de tal na
raleza que los tanques ligeros y los carros armados no
ueden desplegar, debe usarse la Caballería para que el
umplimiento de la misión pueda efectuarse con la de
da seguridad. Desde luego, cuando el enemigo no tiene
aballería, no existe tanto peligro de que las tropas mo
rizadas sean sorprendidas por un ataque de flanco.
eben contar con carros exploradores y carros que se
ueven en vanguardia o en las carreteras próximas.
n embargo, un enemigo enérgico y con recursos puede,
cluso sin caballería, inducir a una columna motorizada
a que caiga en una trampa de tropas escondidas a la dere
cha y a la izquierda de la carretera.
En la defensa de líneas .fluviales, el papel de la Caba
llería se convierte en esencial. En los espacios entre ca
rreteras, la Caballería puede situarse donde los vehículos
se mueven con dificultad. La Infantería motorizada es
extremadamente valiosa en tales situaciones; pero la
Caballería es también esencial no tan sóló para patrullar
en las amplias extensiones situadas entre las carreteras,
sino también para resistir a una columna enemiga que
ha forzado un vado y penetrado en sectores en que los
motores no pueden llevar tropas. La combinación de tro
pas motorizadas y Caballería es ideal para coiistituir las
reservas de un Ejército que mantiene una línea fluvial.
Si nuestro Ejército está efectuando una retirada orga
nizada, tal como parece intentan hacer los- rusos, una
amplia fuerza de Caballería en cada Ejército es de inesti
mable valor. No tan sólo puede moverse en las zonas de
retaguardia, como hemos descrito, sino sorprender y ata
car de flanco a las formaciones y divisiones mecanizadas
y motorizadas del enemigo que hayan logrado irrumpir
a través de las fuerzas propias principales; pero también
efectuar acciones contra las Divisiones de Infantería ene
miga.
Hemos tratado hasta ahora solamente de situaciones
defensivas. Consideremos ahora situaciones en las cuales
nüestro Ejército ha adquirido la iniciativa y avanza.
Consideremos primero las fuerzas aéreas: no cabe duda
de-que alguna fracción de ellas debe quedar permanente
mente asignada a cada uno de nuestros Ejércitos de tie
rra. El Gran Cuartel General del Aire atenderá a las mi
siones que asigne el General Jefe de los Ejércitos; pero
deben reservarse también algunas fuerzas aéreas para los
Cuerpos y Divisiones de Caballería, que cuenten con avio
nes de observación y bombarderos ligeros.
Nuestras Divisiones mecanizadas necesitarán de la ín
tima cooperación de las fuerzas aéreas del Ejército. El
éxito de las Divisiones acorazadas alemanas en Francia
y otros teatros de la guerra se debió, y esto en parte no
pequeña, a la cooperación de la Aviación alemana, que
trabajó libre de la oposición de las fuerzas aéreas aliadas,
mandadas independientemente. Con este apoyo es pro
bable que en el futuro alcance proporciones extraordina
rias el uso de fuerzas acorazadas. No obstante, y a pesar
de lo brillante que pueda ser el futuro para fuerzas aco
razadas como arma del Ejército, es probable que cual
quier enemigo contra el cual tengan que luchar nuestros
Ejércitos, estará más preparado para enfrentarse con
nuestras fuerzas mecanizadas que lo estuvieron los Ejér
citos aliados para oponerse hasta ahora a las Divisiones
acorazadas alemanas. Las Aviaciones enemigasse opon
drán a nuestras fuerzas acorazadas o neutralizarán la
Aviación de apoyo. Al mejorarse la calidad de los caño
nes antitanques y la organización de las tropas antitan
ques, las tropas acorazadas tenderán a ser menos audaces
y a separarse menos de la fuerza principal del Ejército.
Por lo menos deberá existir un vínculo entre el Cuerpo
principal de un Ejército y las Divisiones acorazadas lan
zadas muy adelante. La Caballería, en gran número, po
dría ser este vínculo.
-
Por lo tanto, por lo que se refiere a operaciones ofen
sivas, tenemos una misión para la Caballería moderna.
Como enlace entre la Infantería, que se mueve lenta
rpente, y las fuerzas acorazadas rápidas, la Caballería
puede jugar el doble papel de protección para nuestros
principales Cuerpos y de apoyo para las vanguardias
avanzadas. Naturalmente, hay que reconocer que estas
tropas acorazadas avanzadas fían en su propio sostén, en
forma de Infantería motorizada transportada en camio
nes o carros de cadena. Al mismo tiempo debe recono
cerse que la Infantería motorizada, incluso en carros de
transportes acorazados, es muy vulnerable al ataque aé
reo o de flanco por tropas que pueden marchar a campo
81
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traviesa, tales cono la Caballería. Carros de transporte
acorazados pueden ser deshechos por los antitanques y la
artillería de la Caballería.
Como antiguamente, una de las misiones de nuestra
Caballería será el atacar el flanco del enemigo que se re
tire ante nuestras fuerzas principales. Amenazado de
frente por las Divisiones de Infantería; amenazado y des
moralizado por las fuerzas acorazadas, que convergirán
contra los flancos de retaguardia, las fuerzas enemigas
en retirada caerán en el desorden y huída gracias a los
ataques de flanco, entre las Divisiones acorazadas avan
zadas y la Infantería en marcha hacia adelante. La capa
cidad de la Caballería de marchar a campo traviesa tiene
gran importancia en esta misión.
Otra vieja misión tiene más importancia aún, Acciones
retardatrices contra las reservas enemigas, ya sea sola o
en cooperación con las fuerzas acorazadas. Si el uso de
tropas paracaidistas toma mayor importancia, la res
puesta la dará la Caballería.
Por lo tanto, la Caballería conserva la mayor parte de
sus antiguas misiones, y las que han sido asimiladas por
las fuerzas aéreas y acorazadas tan sólo han sido ligera
mente modificadas. Los cambios, en cuanto a las misio
nes de la Caballería y los procedimientos tácticos de rea
lizarlas, son debidos a las consideraciones siguientes:
La Caballería posee mucha más densidad de fuego que
antes con sus cañones antitanques y ametralladoras.
La Caballería ya no puede cargar en formación cerrada.
De hecho esto quedó descartado hace más de medio si
glo, salvo en el caso •de encueptros súbitos de pequeñas
Unidades. En el caso de grandes Unidades, la combina
ción de la acción montada con la de los jinetes a pie debe
ser más frecuente en un ataque que’la de una operación
puramente con elementos montados. La acción a pie, es
pecialmente defensiva, será la más corriente.
La Caha
llena debe marchar fuera de las carreteras. Su movilidad
a campo traviesa le permite hacerlo mucho mejor que otras
armas. Debe aprender a moverse en orden disperso. La
Caballería debe poder llevar consigo municiones y provi
siones para una semana. La Caballería no puede operar en
países
faltos de agua por más de dos o tres días.
Debe concederse más iniciativa y libertad de acción
que anteriormente a los Jefes de Escuadrón.
Podemos sistematizar las misiones de la Caballería en
una lista, si recordamos que no puede haber reglas para
su empleo, salvo una, y es que debe ser empleada según
sus poderes y limitaciones y sus características: facultad
de operar a campo traviesa. Puede cooperar fácilmente
con otras armas; pero una Unidad de Caballería tan am
plia, de la envergadura de una División, debería tener
su aviación propia.
Reseniende las misiones de la Caballería.
50 Reconocimiento y protección en beneficio de otras
tropas.
2.° Acción defensiva contra tropas enemigas acora
en el cual las fuerzas acorazadas envuelven y atacan
flanco o la retaguardia, nuestra Caballería puede coop
rar atacando los flancos enemigos entre las fuerzas aco
razadas y el núcleo principal de Infantería.
7.0 Operaciones a campo traviesa contra tropas para
caidistas.
8.° Cualquier misión importante que pueda la Caba
llería realizar mejor que otras tropas.
Por lo tanto, la Caballería no ha sido sustituída,
puede serlo, por fuerzas acorazadas o aéreas. Cualquier
que sea la importancia que tengan las fuerzas armadas
aéreas en el pensamiento de los soldados profesionales
de los civiles, y por brillante que sea el futuro de ésta, n
sustituye a la Caballería. Lo necesitamos todo.
En vista del gran éxito de las Divisiones acorazadas
germanas en la guerra y la aureola de que se las ha do
tado, es comprensible que el profano quiera descartar l
Caballería, de la cual conoce muy poco. Es menos com
prensible el porqué quiere suprimir a la Infantería tam
bién, puesto que en todos los periódicos puede leer
gran número de Divisiones de Infantería que se han em
pleado y están siendo usadas. Es realmente extraordina
rio que cualquier soldado profesional se contentara co
poco o-ninguna caballería cuando las posibilidades d
nuestra Caballería moderna son tan grandes.
Por lo meno
un Cuerpo de Caballería debería formar parte de cad
Ejército.
La guerra moderna es una mesa revuelta. Çada hombr
es un guerrero hábil en el uso de sus armas, tratando
ser más listo y mejor luchador que su enemigo, fiero
agresivo tanto en la defensiva como en la ofensiva, e
durecido por las prácticas de marcha. Capaz de resistir
fatiga y de pasarse sin comida o agua durante largos p
ríodos, indiferente a bombas y proyectiles, animado p
el deseo de chocar con el enemigo, alegre en las dificulta
des y capaz de guardar su propia salud y su fuerza co
el único fin de derrotar al enemigo.
Es un barullo de locura entre pequeñas Unidades; cad
Jefe de una Unidad, desde la Escuadra para arriba, deb
ser capaz de luchar su propia batalla, cooperando
mismo tiempo con otras Unidades.
Estas cualidadés son necesarias en todas las Arma
pero aun- más en la Caballería. Un Cuerpo de Caballer
en un Ejército daría al General Jefe que supiera usarl
una sensación de seguridad, de fuerza y de completa pr
paración para cualquier eventualidad. Cuando la inici
tiva de los Jefes de Escuadrón esté muy desarrollada,
Caballería puede hacer frente a cualquier cosa. Tanto at
cando y derrotando a un enemigo, o aguijoneándole
retirándose ante fuerzas superiores sin perder contact
y sin dejar de proteger a un Ejército contra la sorpres
o contra el libre avance de la Infantería, carros o fuerz
combinadas del enemigo.
Una vez más, muchas personas comparan el mov
miento de la Caballería a cinco o seis millas por hora, c
la velocidad de tropas mecanizadas o motorizadas, en u
movimiento estratégico; pero la Caballería, como la I
fantería .o la Artillería, puede moverse por ferrocarril
camiones hasta el lugar de empleo en el mismo tiempo