Post on 18-Jan-2020
Graciela Bayo Ruiz
David Díaz Soto
Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales
Grado en Trabajo Social
2014-2015
Título
Director/es
Facultad
Titulación
Departamento
TRABAJO FIN DE GRADO
Curso Académico
La dimensión ética y política de la acción social humana
Autor/es
© El autor© Universidad de La Rioja, Servicio de Publicaciones, 2015
publicaciones.unirioja.esE-mail: publicaciones@unirioja.es
La dimensión ética y política de la acción social humana, trabajo fin de gradode Graciela Bayo Ruiz, dirigido por David Díaz Soto (publicado por la Universidad de La
Rioja), se difunde bajo una LicenciaCreative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.
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Trabajo fin de grado
La dimensión ética y
política de la acción social
humana
Nombre: Graciela Bayo Ruiz
Curso: 4º Trabajo social
Tutor: David Díaz Soto
DNI: 16630335-R
Curso académico: 2014/2015
Resumen Este trabajo trata sobre la influencia que tiene tanto la ética como la política en la acción
social que lleva a cabo el trabajador social en su práctica diaria. Primeramente, comenzamos
con una introducción, en la cual ofrecemos una justificación de la relevancia del tema del
presente trabajo, seguida de una aclaración preliminar sobre nuestro enfoque a la hora de
abordar los tres conceptos fundamentales de nuestro estudio: “ética”, “política” y “acción”, y
los referentes teóricos que nos guían para abordarlos. Seguidamente, damos paso al
desarrollo del trabajo propiamente dicho. Iniciamos éste explicando con mayor profundidad
nuestros tres conceptos fundamentales, empezando por las diversas concepciones de la ética
y tipos que existen de la misma. A continuación, especificamos a qué nos referimos con el
concepto de “política” cuando hablamos de política como profesión y cuando hablamos, en
cambio, de política como actividad, en un sentido más amplio. Seguidamente, explicamos
qué es la “acción” y más concretamente, la “acción social”. Después de esto, analizamos una
serie de cuestiones relativas al vínculo entre los tres conceptos previamente analizados y el
trabajo social. La primera de ellas es el papel de la política social y la acción social dentro
del ámbito del Trabajo Social. La segunda es la repercusión que tienen las distintas actitudes
éticas en la relación con el usuario del Trabajo Social. Y la tercera son los dilemas y
conflictos éticos, tocantes a la relación con el usuario, que se pueden plantear en la práctica
de esta profesión. Finalmente se exponen las conclusiones del trabajo, que confirman nuestra
hipótesis inicial sobre la relevancia de la dimensión ético-política en la acción social llevada
a cabo por los profesionales del trabajo social.
Abstract
This document deals with the influence of both ethics and politics in social action carried
out by the social worker in their daily practice. First, we begin with a justification of this
work and clarification of these three basic concepts of our study mentioned above. Next,
we step to the development of job explaining itself, deeper, different approaches about
what is ethical and its types of it, what we mean when we talk about politics as a
profession and when we talk about politics as an activity and finally explain what "action"
and more specifically "social action". After this, we analyze the social policy and social
action within the field of social work, the impact they have different ethical skills in
relation to the user of social work and ethical dilemmas and conflicts that may arise in the
practice of this profession. Finally the findings of work in general are exposed.
ÍNDICE
1. Introducción
a) Justificación del presente trabajo
b) Aclaración preliminar de los conceptos fundamentales de
nuestro estudio
2. La dimensión ética y política de la acción social humana
en el Trabajo social
a) “Ética”, “política” y “acción”: tres conceptos cruciales para
el Trabajo social
i. La ética y la pluralidad de enfoques y tipos de ética
ii. “Política” como profesión y como actividad
iii. “Acción” y “acción social”
b) Política social y acción social en la profesión del Trabajo
social
c) Repercusión de los tipos de actitudes éticas en la relación
con el usuario en el Trabajo Social
d) Dilemas y conflictos éticos en la práctica del trabajador
social
3. Conclusiones
4. Bibliografía
5. Anexo
La dimensión ética y política de la acción social humana
1
1. INTRODUCCIÓN
a) Justificación del presente trabajo
Nos proponemos abordar, en este Trabajo de Fin de Grado, el tema de la dimensión
ética y política de la acción social humana, tema que se encuadra en el área de la Ética y
Filosofía Moral. Más concretamente, abordamos esta temática desde la perspectiva de
su relación e implicaciones para la disciplina y práctica profesional del Trabajo Social,
con la cual se encuentra estrechamente relacionada. El carácter profundo de dicha
relación se nos puso de manifiesto en el transcurso de nuestro periplo formativo en los
estudios del Grado en Trabajo Social, tanto en las clases teóricas de las diversas
materias cursadas como en las prácticas de intervención; en unas y otras, tuvimos
repetida ocasión de adquirir experiencias y conocimientos relativos a la dimensión
ético-política de la acción social, de la cual se hace partícipe el trabajador social en el
ejercicio de su profesión. De esas experiencias y conocimientos adquiridos intentamos
en buena parte dar cuenta mediante en este trabajo.
Teniendo en cuenta las exigencias de la temática que abordamos, hemos decidido
adoptar un enfoque que parte del análisis conceptual (planteamiento que cuenta con una
larga y avalada tradición en el campo de los estudios sobre filosofía, y en particular
sobre Ética) para, en una etapa posterior, trascender ese enfoque analítico e intentar
establecer su conexión con la experiencia de la práctica del Trabajo Social, en la línea
propia del enfoque de las llamadas “éticas aplicadas”. Por lo que hace al nivel analítico,
nos orientaremos, principalmente, por tres autores clásicos, como son Adela Cortina,
Max Weber y Hannah Arendt, para intentar perfilar conceptualmente las nociones
relativas a la dimensión ético-política de la acción. Pero mantendremos siempre la
referencia al Trabajo Social, para lo cual tendremos también en cuenta las aportaciones
de autores como Aguayo, Bermejo o Banks (por mencionar sólo algunos), que proceden
de la práctica del Trabajo Social y sistematizan resultados de experiencias en la misma,
o bien han propuesto reflexiones teóricas directamente referidas y centradas en ella.
La dimensión ética y política de la acción social humana
2
Así pues, para abordar nuestra tarea, y con la guía de estos tres autores, comenzaremos
en la presente “Introducción” por justificar en líneas generales el tratamiento que
daremos a las nociones de “ética”, “política” y “acción social”, y las razones por las
cuales hemos decidido en cada caso acogernos a una determinada orientación sobre
cada una de estas nociones, de entre las muchas que existen y que cabría adoptar. Hecha
esa aclaración preliminar, podremos pasar ya a abordar el desarrollo de nuestro trabajo.
Éste lo realizamos en cuatro secciones. En la primera, abordaremos, ya en detalle, las
tres nociones fundamentales de nuestro estudio. Comenzaremos por asentar una noción
operativa de “ética”, para considerar a partir de ella la diversidad de tipos y
planteamientos en ética, recogiendo algunas distinciones básicas entre los mismos, a
modo de clasificación. A continuación, nos centraremos en la noción de “política” y las
derivaciones que tiene la política como actividad, la cual puede constituir el centro de
una profesión específica, o bien ser realizada desde y con ocasión del ejercicio de otras
profesiones que no son la del político; ello nos llevará a dejar planteada la cuestión de
en qué medida sucede también así en la profesión del trabajador social. Finalizaremos
este apartado examinando cómo la noción genérica de “acción” adquiere concreción en
la forma específica de la “acción social”. Partiendo de esta base, las tres siguientes
secciones abordan cuestiones ya más directamente relacionadas con el Trabajo Social.
En la segunda sección examina el vínculo entre política social y acción social. En la
tercera, se traen a consideración las implicaciones que tiene la pluralidad de
planteamientos éticos para la práctica del trabajo social, y cómo el trabajador social ha
de encararlas. Y en la cuarta, conceptualizaremos y pasaremos revista a una serie de
dilemas y conflictos éticos que pueden surgir en este contexto, y que deben ser resueltos
de modo adecuado para poder actuar en función del interés del usuario, y no del propio
trabajador social. Constataremos asimismo cómo se trata, frecuentemente, de conflictos
que implican una dimensión política. Para terminar, haremos un recuento de las
conclusiones pertinentes a extraer en el correspondiente apartado final de
“Conclusiones”. Adjuntamos a nuestra bibliografía, en un “Anexo”, el Código
Deontológico del Trabajo Social, del Consejo General del Trabajo Social, documento
indispensable para nuestro tema de estudio.
La dimensión ética y política de la acción social humana
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b) Aclaración preliminar sobre los conceptos fundamentales de nuestro estudio
¿Qué es exactamente la ética? ¿Qué significa que un Estado o una institución llevan a
cabo buenas políticas sociales? ¿A qué nos referimos con el concepto de acción social?
Consideramos necesario partir de la constatación de la importancia que tienen estos tres
términos en la profesión del Trabajo Social, ya que se ponen de manifiesto diariamente
en la práctica profesional de la misma. Pero esto nos plantea el problema de cómo
enfocar el tratamiento de unas nociones de alcance tan amplio, en un marco con las
limitaciones del presente trabajo. A continuación vamos a intentar ofrecer una
aclaración preliminar sobre el tratamiento que daremos a estos tres conceptos clave en
nuestro trabajo. No se trata ahora de desarrollar, uno por uno, los tres conceptos (tarea
de la cual nos ocuparemos más adelante), sino de dar cuenta del sentido y de los límites
dentro de los cuales los vamos a abordar en el marco concreto de esta investigación.
Para empezar, la noción de “ética” no sólo es central para todo un campo de la Filosofía,
sino que da nombre a la propia disciplina filosófica que lo investiga (disciplina que
cuenta con una larga tradición histórica, y con una pluralidad de escuelas y enfoques
muy diversos). Por ello, son muchos los autores que han intentado proponer una
definición lo más completa y universal posible para aportar más claridad sobre este
concepto. Debido a esta pluralidad de planteamientos, en este trabajo se ha elegido la
propuesta de Adela Cortina1, como punto de partida a partir del cual se desarrollará el
mismo. La implicación personal de Cortina en las éticas aplicadas y en las éticas de las
profesiones (conceptos que se explicarán más adelante, siempre haciendo referencia al
campo del Trabajo Social) hace de ella un referente idóneo para orientar nuestra
investigación en lo relativo a las nociones éticas. Para esta autora, la ética tiene que
tener carácter universal y debe ser capaz de ofrecer criterios que permitan distinguir
entre lo bueno y lo malo a partir de unas normas universales de corrección, que tienen
que ser aceptadas por todos los individuos. Sobre estas premisas, Cortina ha sugerido
las implicaciones consiguientes para una práctica de las profesiones éticamente fundada;
de este modo, la propuesta de Cortina puede ayudarnos a comprender mejor porqué
existen intervenciones adecuadas a un usuario concreto y otras que son un completo
1Cortina, A. y Martínez, E. (2001). Ética. Ed. Akal. Tres Cantos, Madrid.
La dimensión ética y política de la acción social humana
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fracaso. Aquí es donde entrarán en juego los valores del trabajador social, su ideología
política y los posibles dilemas a los que pueden enfrentarse, entre otras cuestiones.
En lo que se refiere a los derechos humanos, tema con el que un trabajador social se
encuentra día a día en su profesión, Adela Cortina sostiene que para la fundamentación
de los mismos es necesario llevar a cabo la defensa de una concepción que atienda tanto
al ámbito ético de estos derechos, como a su promulgación en la normativa vigente. Se
ha de buscar una base ética de carácter procedimental; esto es, un criterio válido para
promulgar estas normas, pero que sea al mismo tiempo compatible con la múltiple
variedad de creencias que encontramos en las distintas culturas a las que los hombres
pertenecen. Cortina entiende por “derechos humanos” aquellos que se le atribuyen a
toda persona por el hecho de serlo; y por “personas”, entiende a todos aquellos
individuos que poseen o podrían poseer competencia comunicativa. Este planteamiento
tiene la ventaja de posibilitar una fundamentación normativa de los derechos humanos
mediante el principio de la ética discursiva, ya que pone en el centro de la ética los
procedimientos de discusión y legitimación que hacen posible llegar a consensos sobre
las normas que se han de promulgar como “válidas”, y hace de la capacidad
comunicativa el rasgo constitutivo de los sujetos de derecho. Así, los derechos humanos
son un tipo de exigencias cuya satisfacción debe ser obligada legalmente y por tanto
protegida por los organismos correspondientes, y el respeto hacia estos derechos es la
condición de posibilidad para poder hablar con sentido de hombres y mujeres como
sujetos de derecho, es decir, como personas.
La ética está vinculada a la política; por esta razón, pasamos a continuación a explicar
este segundo concepto. Para ello, se toma como referencia a Max Weber, considerado
como el padre fundador de la sociología moderna junto con Auguste Comte
(habitualmente considerado fundador de la disciplina de la sociología), y Emile
Durkheim, por sus estudios sobre la administración pública y la política (principalmente
de Alemania). Para Weber, la política es la dirección o la influencia que tiene el Estado
sobre los individuos que viven en la sociedad en la que el Estado ejerce su poder como
entidad política; por lo tanto, según este autor, la política está directamente relacionada
con el ejercicio exclusivo, o al menos la posibilidad de éste, de la violencia considerada
legítima que ejerce el Estado sobre las personas. Pero, cuando hablamos de “política”,
no sólo nos referimos a esto, sino que también se pueden entender por tal varias cosas:
la política de un padre hacia su familia y sus hijos; la política de una organización social
La dimensión ética y política de la acción social humana
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que decide proyectarse hacia su medio; etc. De ésta última es de la que más se hablará
en este trabajo.
Pero, ¿qué sería de una ética política si no se produce una acción social? Por ello,
abordaremos en este trabajo la noción de “acción social” tomando como eje central el
pensamiento de Hannah Arendt a través de su obra “La condición humana”. Primero
consideraremos sucintamente su propuesta sobre la noción de “acción”, y luego su
reflexión sobre la “acción social”. Arendt reflexiona sobre el concepto de “acción”
buscando comprender y explicar la vida del hombre desde la búsqueda del sentido, la
idea de igualdad y distinción entre cada ser humano, desde la que surge la pluralidad, la
cual será la condición primordial para que se dé la acción. El concepto de acción
permite entender el hecho de que cada hombre no es la repetición del otro. Cada quien
es único, pero al mismo tiempo igual al otro con el cual se comparte la acción y el
discurso, que es lo propio de cada individuo, y que tiene que ver con un nuevo
comienzo dado siempre en la relación con los otros, nunca aisladamente. Pues es sólo
en contacto con los otros, en el “entre-nos”, como se va a lograr el reconocimiento y la
representatividad. La acción, por lo tanto, es entendida como la condición humana de
recrear la propia vida de cada individuo dentro de la pluralidad, de empezar de nuevo,
de reinventar la propia vida desde un nuevo comienzo, un nuevo nacimiento en la esfera
social. A través de la acción social, el individuo se va insertando en este mundo plural
para hacerse presente y formar parte de la comunidad humana, para demostrar quién es
y, de este modo, ser un agente social que aparece ante el mundo, y no un mero objeto al
que se puede tratar como venga en gana, ni un animal de cual se puede disponer en todo
momento. A través de la acción, por tanto, la persona afirma su existencia en el mundo
y le da sentido al mismo.
Para Arendt, la acción social es la forma que tiene el individuo de darse a conocer al
mundo desde su propia identidad; en razón de ello, el individuo necesita obligadamente
estar inserto entre una pluralidad de personas para poder intercambiar pareceres y
puntos de vista a partir de las relaciones humanas. Lo interesante de todo ello, y de la
acción como rasgo característico de la vida humana, es que ésta no es algo terminado,
sino que es todo un proceso constante en el ser humano, que nunca se agota, sino que
prosigue a lo largo de toda la vida; pues toda la vida es acción para el hombre.
La dimensión ética y política de la acción social humana
6
2. LA DIMENSIÓN ÉTICA Y POLÍTICA DE LA ACCIÓN
SOCIAL HUMANA
a) “Ética”, “política” y “acción”: tres conceptos cruciales para el Trabajo social
i. La ética y la pluralidad de enfoques y tipos de ética:
Siguiendo a Adela Cortina y Emilio Martínez2, la ética es, como disciplina de la
Filosofía, un tipo de saber que intenta construirse racionalmente, utilizando el rigor
conceptual y los métodos de análisis y explicación propios de la Filosofía. Como
reflexión sobre las cuestiones morales, la ética pretende desplegar los conceptos y
argumentos que permitan comprender la dimensión moral de la persona humana en su
dimensión originaria y constitutiva, es decir, sin reducirla a sus componentes
psicológicos, sociológicos, económicos o de cualquier otro tipo. La ética, o filosofía
moral, pretende dar cuenta racionalmente a la dimensión moral de la persona,
haciéndole alcanzar un mayor grado de libertad. Filosofamos para encontrar sentido a lo
que somos y hacemos, y buscamos sentido para colmar nuestras ansias de libertad, ya
que la falta de sentido hace experimentar cierto tipo de esclavitud.
La ética es un saber o disciplina de carácter normativo; es decir: un saber que pretende
orientar las acciones de todos los seres humanos. Esta disciplina, entendida como
“filosofía moral”, reflexiona sobre las distintas morales y sobre los distintos modos de
justificar racionalmente la vida moral. Su modo de orientar la acción es indirecto: no
suministra normas de acción concretas, sino que más bien ofrece unas pautas que
permitan a las personas se sirven de ella para orientar racionalmente sus decisiones con
respecto a las normas de acción a seguir, y de este modo, puedan obrar racionalmente a
lo largo de su vida. Esta caracterización de la ética como filosofía moral hace que no
podamos identificarla con ningún código moral concreto; pero ello tampoco significa
que permanezca neutral entre ellos. Algunos métodos y objetivos de la ética la
comprometen con determinados valores razonables, recomendables o incluso
excelentes, y la obligan a dejar de lado otros por ser incorrectos o inhumanos.
2Cortina, A. y Martínez, M. (2001). Ética. Ed. Akal. Tres Cantos, Madrid, passim.
La dimensión ética y política de la acción social humana
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En cuanto a sus funciones, y siempre siguiendo a Cortina, la ética cumple una triple
función: aclarar qué es lo moral, cuáles son sus rasgos específicos; fundamentar la
moralidad, es decir, tratar de averiguar cuáles son las razones por las que tiene sentido
que las personas se esfuercen en vivir moralmente; aplicar a los distintos ámbitos de la
vida social los resultados obtenidos en las dos primeras funciones, de manera que se
adopte en estos ámbitos sociales una moral crítica en lugar de un código moral
dogmáticamente impuesto debido a la ausencia de referentes morales.
En relación con estas tres funciones nos encontramos con diferentes tipos y
planteamientos en ética, en consideración de las cuales se hace posible entender las
complejidades y las razones de ciertas intervenciones con los usuarios, de las que se
hablará más adelante. Para sistematizar estas diferencias de enfoque y tipo, conviene
disponer de una clasificación elemental, al objeto de la cual nos hemos orientado, una
vez más, por Cortina y Navarro, con algunas modificaciones que indicaremos
oportunamente:
Las éticas naturalistas reducen lo moral a lo placentero, a los deseos naturales de las
personas, a lo que les proporciona la felicidad; se entiende por natural las inclinaciones
del ser humano en tanto que son rasgos condicionalmente naturales, es decir, los
individuos están dotados de ellos por naturaleza. En cuanto a las éticas no-naturalistas
consideran lo moral como un ámbito autónomo y, por tanto, irreductible a otros
fenómenos, por lo que lo moral no puede ser identificado con ninguno de los fenómenos
naturales que afectan a la vida humana.
Las éticas cognitivistas conciben el ámbito moral como un ámbito más del
conocimiento humano, cuyos enunciados pueden ser verdaderos o falsos; y las éticas
no-cognitivistas niegan que se pueda hablar de verdad o falsedad en este terreno y, en
consecuencia, conciben la moral como algo ajeno al conocimiento. Por ello, la
distinción entre ambas éticas radica en la posibilidad de considerar los enunciados
morales como susceptibles de verdad o falsedad.
Las éticas de móviles realizan una investigación empírica de las causas de las acciones.
Pretenden descubrir cuáles son los móviles que determinan tácticamente la conducta
humana. El bien o fin moral consistirá en satisfacer estas aspiraciones fácticas, que una
investigación psicológica puede descubrir. La pauta de la conducta es la naturaleza
humana, pero entendiendo por "naturaleza humana" el comportamiento humano
La dimensión ética y política de la acción social humana
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empíricamente accesible. Las éticas de fines tratan de investigar en qué consisten el
perfeccionamiento y la plenitud humanos, los cuales constituirán la finalidad de toda
acción humana, porque en ello radica el bien de todo hombre. A partir de lo que el
hombre es verdaderamente podemos extraer lo que debe ser: cuál es el fin de su
naturaleza metafísicamente considerada. El acceso a la naturaleza humana no es, pues,
empírico, sino que se trata de llegar a la esencia del hombre, y esa esencia de presenta
como algo pendiente de realizar, es decir, como algo del orden ideal. El fin o bien
propuesto por este tipo de éticas será un fin objetivo, independiente del deseo fáctico de
cada sujeto, porque la ética no se basa aquí en la psicología, sino en la naturaleza
humana, considerada metafísicamente. Ambas coinciden en considerar la naturaleza
humana como pauta de la conducta, pero acceden a tal naturaleza desde diferentes
métodos y la entienden, por tanto, de modo diverso.
En cuanto a la siguiente distinción, Cortina y Navarro advierten que resulta casi
coincidente con la anterior: las éticas de bienes consideran que el bien moral consiste en
la realización de un fin subjetivo, es decir, en la obtención de un bien deseado. Algunas
de ellas otorgan prioridad a los bienes sensibles en su conjunto, mientras que otras
valoran sólo algunos de ellos, como resultado de la selección practicada desde algún
criterio. Para las éticas de fines, el bien moral reside en el cumplimiento de un objetivo
independiente del deseo del sujeto. Tal objetivo puede consistir en la perfección de
individuo o la perfección progresiva de la edad.
La distinción entre éticas materiales y éticas formales procede en gran mayoría de Kant.
Las éticas materiales afirmarían que el criterio de moralidad para enjuiciar cuando nos
hallamos ante acciones o normas morales puede explicarse mediante enunciados con
contenido, puesto que estas éticas suponen que hay un bien (un fin, un valor) supremo
determinado a la base de la moral. Dichos bienes, fines, valores, serían la materia de la
que versa la moral, la cual tendría, por tanto, un fundamento material.
Las éticas formales no dependen del bien moral de un contenido sino de la forma de
los mandatos, que deben ser universales e incondicionales. Aquellas normas que
revistan una determinada forma son las que deben ser realizadas porque tienen la forma
de la razón, la cual aspira a lo universal e incondicionalmente válido.
Las éticas procedimentales, entre las que se encuentra el planteamiento de Adela
Cortina, se consideran, en líneas generales, como herederas del formalismo kantiano,
La dimensión ética y política de la acción social humana
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aunque sustituyen algunas de las piezas más vulnerables de éste como la insistencia en
la conciencia individual, por nuevos elementos teóricos. Entre los autores
representativos se encuentran K.O. Apel y J. Habermas, quienes insisten en que la ética
no tiene como tarea la recomendación de contenidos morales concretos, sino más bien el
descubrimiento de los procedimientos que permitan legitimar normas procedentes de la
vida cotidiana. Las éticas sustancialistas afirman que es imposible hablar de la
corrección de las normas si no es sobre el trasfondo de alguna concepción compartida
de la vida buena. Frente a los prodecimentalistas, los éticos sustancialistas coinciden en
concebir la moral como un ámbito en el que lo principal no es el discurso sobre las
normas justas, sino el de los fines, los bienes y las virtudes comunitariamente vividos en
un contento vital concreto.
Las éticas teleológicas se ocupan en discernir qué es el bien moral antes de determinar
el deber, y consideran como moralmente buena la maximización del bien no moral,
mientras que las éticas deontológicas marcan el ámbito del deber antes de ocuparse del
bien, y sólo consideran bien lo adecuado al deber. Las primeras permiten un
enraizamiento de la acción moral en la naturaleza del hombre, dándole un sentido desde
ella; las segundas salvan la contradicción de propuestas individuales de bien, pero
desligan lo moral del concepto de vida buena, sea individual o política.
Una última distinción que tendremos en cuenta, no viene recogida por Cortina y
Navarro en su clasificación. Se trata de la contraposición entre éticas de convicciones y
éticas de la responsabilidad, que tiene su origen en Max Weber (1967). Según este
autor, cualquier persona que pueda ejercer poder sobre los demás tiene que tener tres
cualidades3: pasión, responsabilidad y mesura. Precisamente por ello, a la hora de elegir
una actitud moral, tiene que tener en cuenta su obligación de responsabilidad. Las éticas
de la responsabilidad atienden a los efectos de las acciones; de modo que un individuo
que obra siguiendo un planteamiento de este tipo asumirá lo que Weber denomina su
“obligación de responsabilidad”, y a la hora de decidir cómo ha de obrar, se atendrá a
las consecuencias que tendrán sus acciones. Ha de tenerse en cuenta que tal
responsabilidad se extiende hasta incluir las consecuencias no previsibles de la acción:
aquellas que el agente en principio, no podía saber, en el momento de tomar su decisión,
3Weber, M. (1967). Política como vocación. p.153, Alianza, Madrid
La dimensión ética y política de la acción social humana
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que su acción podría tener como resultado. Una ética de la responsabilidad se apoya en
la justificación de los medios para el fin: la acción tiene como propósito realizar una
finalidad, y se juzga buena aquella acción cuyo resultado es el fin pretendido, o que
tiene como consecuencia un resultado que pueda considerarse beneficioso, con
independencia de las razones o motivos por los que la acción se realizó. Las éticas de
convicciones4, en cambio, basan la acción en las convicciones del agente, entendiendo
por “convicciones” aquellas creencias e ideas sobre lo que es bueno, justo, debido o
indebido a las que el agente, en su conciencia, otorga credibilidad, respeto o
asentimiento. El principal defecto de la ética de la intención es el mal no querido como
consecuencia de una acción bienintencionada (es decir, de una acción en la cual el
agente se atiene a sus propias convicciones sobre lo que es bueno, correcto, debido, por
encima de cualquier consideración sobre conveniencias o intereses, sean personales o
colectivos). Por el contrario, que el principal defecto de la ética de la responsabilidad es
aceptar el mal (obrar en contra de las convicciones sobre aquello que es bueno, debido,
correcto…) como medio para realizar un fin beneficioso.
Una última distinción entre tipos de ética la encontramos en Rawls: “mínimos de
justicia y máximos de felicidad” 5
. Las éticas de justicia o éticas de mínimos se ocupan
únicamente de la dimensión universalizable del fenómeno moral, es decir, de aquellos
deberes de justicia que son exigibles a cualquier ser racional y que, en definitiva, sólo
componen unas exigencias mínimas. Las éticas de la felicidad o éticas de máximos
intentan ofrecer ideales de vida buena, en los que el conjunto de bienes de los que los
hombres pueden gozar se presentan de manera jerarquizada para proporcionar la mayor
felicidad posible. Estas éticas nos invitan a tomar su modelo como una orientación de la
conducta, pero no pueden obligar a que se siga, ya que la felicidad es cosa de consejo e
invitación, no de exigencia.
4En el ámbito hispanohablante, es frecuente emplear la expresión “éticas de la intención” para traducir
esta noción de Weber. Pero esto es inexacto: la expresión alemana usada por Weber es Gesinnungsethik,
un término derivado del sustantivo Gesinnung, que en alemán significa normalmente “convicciones,
ideas, modo de pensar”, o incluso, el credo religioso o las opiniones politicas sostenidas por un individuo.
Emplear la expresión “ética de intenciones” introduce, pues, un serio riesgo de equívoco.
5Rawls, J. (1979). Teoría de la justicia. Fondo de Cultura Económica, Madrid
La dimensión ética y política de la acción social humana
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ii. “Política” como profesión y como actividad:
“Quien hace política aspira al poder; al poder como medio para la consecución de otros fines
(idealistas o egoístas) o al poder por el poder, para gozar del sentimiento de prestigio que él
confiere”6
Para Weber (1959), la política es un concepto que abarca cualquier género de actividad
directiva autónoma. La entendemos como la influencia sobre la dirección de una
asociación política, de un Estado, el cual puede ser definible por poseer un medio
específico: la violencia física, aunque no sea el medio normal ni el único. Actualmente,
el Estado sería aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio,
reclama para sí el monopolio de la violencia física legítima; sería, pues, la única fuente
del derecho a la violencia, por lo que la política significará la aspiración de los
ciudadanos a participar en el poder o a influir en la distribución del poder entre los
distintos Estados o, dentro de un mismo Estado, entre los distintos grupos de personas
que lo componen.
En la mayoría de los casos, se piensa que el político lo es por vocación, alguien que ha
sido llamado internamente a ser líder de los ciudadanos, los cuales no le prestan
obediencia porque lo mande la costumbre o una norma legal, sino porque creen en él.
Aunque está claro que estos “políticos por vocación” no son los únicos miembros
determinantes en la empresa política de luchar por el poder; lo decisivo son los medios
de los que se sirven para llevar a cabo esta dominación política: por un lado, necesitan
la orientación de la actividad humana hacia la obediencia a aquellos señores que se
pretenden portadores del poder legítimo y, de otro, el poder de disposición sobre
aquellos bienes que sean necesarios para el empleo del poder físico (equipo de personal
administrativo y medios materiales de la administración).
Para el mantenimiento de la dominación explicada anteriormente, los Estados son
clasificados en dos grandes categorías según el principio al que obedezcan. En unas, los
funcionarios poseen en propiedad los medios de administración (dinero, edificios), y en
las otras, el equipo administrativo se encuentra separado de los medios de
administración de manera que son meros artífices para el titular del poder, quien lo
6Weber, M. (1959). El político y el científico. p.3. Ed. Alianza, Madrid
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gestiona como si fuera su propia empresa. Podemos observar como en el Estado
moderno se realiza al máximo la separación entre los funcionarios y los medios
materiales de la administración. En definitiva, el Estado actual es una asociación de
dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de monopolizar dentro
de un territorio la violencia física legítima como medio de dominación, para lo que ha
reunido todos los medios materiales en manos de su dirigente y ha expropiado a todos
los funcionarios que antes disponían de ellos por derecho propio, sustituyéndolos por
sus propias jerarquías supremas.
Este proceso político de expropiación ha llevado a la aparición de “políticos
profesionales”, que no gobiernan por sí mismos, sino que actúan al servicio de alguien.
Se puede hacer política también como político ocasional, como profesión secundaria o
como profesión principal. Los políticos ocasionales los somos todos nosotros cuando
votamos, aplaudimos o protestamos en una reunión política, hacemos un discurso
político o realizamos cualquier otra manifestación (cabe destacar que para muchas
personas la relación política se reduce a esto). Los políticos semiprofesionales serían
hoy todos esos delegados y directivos de asociaciones políticas que, por lo general, sólo
desempeñan estas actividades en caso de necesidad, sin vivir principalmente de ellas y
para ellas, ni en lo material ni en lo espiritual. En la misma situación se encuentran
también los miembros de los Consejos de Estado y otros cuerpos consultivos que sólo
funcionan cuando son requeridos para ello. Pero no sólo éstos, también son
semiprofesionales ciertos grupos que sólo hacen política mientras está reunido el
Parlamento. La mayoría de estas personas aprovechan su poder para percibir rentas o
beneficios.
Siempre siguiendo a Weber (1959), no es difícil definir en qué consiste, al menos
teóricamente, la profesión como forma especial de desempeñar una ocupación política.
Sin embargo, debido a la versatilidad de las profesiones, el ritmo acelerado de la vida
profesional y la profesionalización creciente, como ambición y tendencia de muchos
oficios, la conceptualización de la profesión no es tan fácil como parecía en un
principio. En palabras de Fernández Hortal: “Un profesional puede definirse como la
persona que posee un amplio conocimiento teórico aplicable a la solución de
problemas vitales, recurrentes pero no estandarizables y que se siente en la obligación
de realizar su trabajo al máximo de sus competencias, al mismo tiempo que se siente
identificado con los demás profesionales del ramo”. (Fernández, Hortal; 1994:21,25).
La dimensión ética y política de la acción social humana
13
Para Weber (1959) existen dos formas de hacer de la política una profesión: o se vive
para la política o se vive de la política. Quien vive de la política hace de ello su vida en
un sentido íntimo, o goza simplemente con el ejercicio del poder que posee, o alimenta
su equilibrio y su tranquilidad con la conciencia de haberle dado un sentido a su vida,
poniéndola al servicio de alguien o algo. La diferencia entre vivir para algo y vivir de
algo se sitúa en el nivel económico. Quien vive de la política como profesión intenta
hacer de ella una fuente duradera de ingresos; quien vive para la política es
económicamente libre e independiente de ella, tiene un patrimonio o una situación
privada que le proporciona ingresos suficientes. Los políticos profesionales de esta clase
no están obligados a buscar una remuneración por sus trabajos políticos, cosa que, en
cambio, deben hacer quienes carecen de medios. El político profesional que vive de la
política puede ser un simple funcionario a sueldo: o recibe ingresos provenientes de
tasas y derechos por servicios determinados (propinas y cohechos) o percibe un salario
fijo, o ambas a la vez. A los funcionarios políticos cabe identificarlos exteriormente por
el hecho de que pueden ser trasladados o destituidos a placer, o colocados en situación
de disponibilidad. Si es fiel a su verdadera vocación, el auténtico funcionario no debe
hacer política sino limitarse a administrar. La cuestión que a continuación se plantea, y
es en qué medida esto se aplica al Trabajo Social; es decir, en qué sentido y de qué
modo el trabajador social, en el ejercicio de su profesión (que, ciertamente, no es la
profesión específica del político), está ejercitando una actividad con una dimensión
“política”. Esta cuestión, que debemos aquí dejar planteada, la intentaremos abordar
más adelante.
iii. “Acción” y “acción social”:
“Actuar, en un sentido muy general, significa tomar una iniciativa, comenzar, poner algo en
movimiento”.7
Siguiendo a Hannah Arendt (1998), la condición básica de toda acción es la pluralidad
humana, ya que ésta no podría entenderse si todos los seres humanos fueran iguales, ya
que tanto la acción, como la comunicación, se basarían en meros signos y sonidos para
satisfacer unas necesidades inmediatas e idénticas. Por tanto, para que exista ética y
7Arendt, H. (1998). La condición humana. p 307. Ed. Paidós
La dimensión ética y política de la acción social humana
14
política de la acción social humana, es necesario que existan opiniones distintas y
confrontaciones a la hora de actuar frente a una determinada problemática social.
“Una vida sin acción (…) está literalmente muerta para el mundo; ha dejado de ser una vida
humana porque ya no la viven los hombres”.8
Con cada palabra y con cada acto ponemos de manifiesto nuestra presencia en el mundo
humano, lo cual no es generado ni por la necesidad, como sería en el caso de la labor, ni
por la utilidad, como sería en el caso del trabajo. La persona se ve obligada a actuar o no
actuar impulsada por la presencia de otros cuya compañía desea, pero nunca se ve
condicionada por ellos; es decir, la persona siempre actúa por iniciativa propia, ya sea
para ayudarse a sí misma o a los demás.9 Actuar, prestarse a la acción, comenzar, es
condición humana de las personas, desde que nacen hasta que mueren. Este hecho
significa que los hombres son capaces de realizar lo inesperado, lo improbable, ya que
cada persona es única y piensa de manera diferente en relación a la acción social. Las
personas muestran quiénes son a través de la acción, y el discurso, ya que revelan su
identidad única y personal.
El problema de la acción social es importante en la discusión contemporánea de las
ciencias sociales y, por tanto, de la acción profesional. Para Weber (1944:5), por acción
debe entenderse la conducta humana siempre que el sujeto o sujetos de la acción se
encuentre inmersos en ella en un sentido subjetivo. Por tanto, la acción social es una
acción que se basa en la acción del otro, orientándose por ésta en su desarrollo, es decir,
en función de cómo actúe el prójimo actuará el propio individuo.
La acción humana está inserta en un debate epistemológico y ético: toda comprensión y
transformación de los problemas sociales obedece a ciertos paradigmas; la ética los
valores, la capacidad de discernimiento moral, corresponde a un continuo en la
profesión del trabajador social.
En este debate epistemológico, este autor señala que la acción humana es comprendida,
explicada e interpretada sólo en virtud del significado subjetivo que le atribuye el
8Arendt, H. (1998). La condición humana. p 306. Ed. Paidós. Arendt precisa la noción de acción
cuidadosamente, distinguiéndola a las de “labor” y “trabajo”.
9Aguayo, C. (2007). Las profesiones modernas: dilemas de conocimiento y del poder. Un análisis para y
desde el Trabajo Social. Ed. Espacio
La dimensión ética y política de la acción social humana
15
individuo. La acción social humana sólo puede ser comprendida a través de un modo
inductivo, por cuenta ella es histórica, singular, significativa y subjetiva. El trabajo
social, en tanto acción social, deberá avanzar hacia un enfoque más fenomenológico y
hermenéutico. La acción profesional se caracteriza por su pertenencia a grupos
económicos y poseer cierto status en la sociedad. Las profesiones, en general, son
representantes del conocimiento y del poder en la regulación del comportamiento
humano. Sus funciones requieren a la capacidad que ellas desempeñan en los procesos
de institucionalización y normalización de las relaciones sociales. Por ello, todo tipo de
“regulación” que lleve a cabo el Trabajo Social, será interpelada por su carácter ético-
político.
El hombre de acción es el que, en una coyuntura singular y única, elige en función de
sus valores e introduce en la red del determinismo un nuevo hecho, cuyas consecuencias
no pueden ser rigurosamente previsibles. Obrar razonablemente es adoptar, después de
haberlo meditado, la decisión que ofrezca más probabilidades de conseguir el fin que se
pretende conseguir.
Para saber quién es o ha sido alguien es necesario conocer su historia, su biografía, para
saber cómo actuar en tanto en cuanto se produzcan distintas situaciones problema con
las que se deberá lidiar para conseguir que esta persona vuelva a insertarse en la
sociedad. A colación de esto, es necesario decir que la acción social nunca es posible en
aislamiento, es obligada la presencia de otros para poder actuar.
A todo ello le siguen tres problemas (Arendt, 1998:241): impredecibilidad del resultado
de la acción, irrevocabilidad del proceso y carácter anónimo de sus autores. Basémonos
en el ejemplo de una intervención que se lleve a cabo en los Servicios Sociales del
Ayuntamiento de Logroño con una familia en la que el padre se encuentra en el paro, la
madre no tiene estudios y los hijos no suelen acudir a clase. Desde un principio es
imposible saber si el plan de intervención propuesto va dar resultados positivos, por lo
que puede, en el peor de los casos, que ni el padre ni la madre encuentren trabajo y los
hijos acaben por abandonar el colegio; si esto se produce es muy complicado volver al
inicio por lo que la intervención puede que se alargue mucho en el tiempo o
directamente se dé por finalizada; y sobre todo en servicios sociales municipales, la
responsabilidad no es tanto del trabajador social concreto sino de la administración en
sí, por lo que no existe nadie concreto a quien pedirle cuentas.
La dimensión ética y política de la acción social humana
16
b) Política social y acción social en la profesión del Trabajo social
Decir que actualmente no existe coherencia entre política y acción social no es nada
nuevo. En la mayoría de los casos, no se actúa en función de lo que se predica, por lo
que nos encontramos con personas que defienden políticas sociales que nada tienen que
ver con sus estilos de vida; además, son políticas que no llegan a toda la población de
manera que no resuelven los problemas sino que únicamente los apartan. Tomando, por
ejemplo, el caso de ACCIONA10, esta empresa considera que para poder evaluar de
manera positiva cualquier acción social, ésta debe aportar respuestas efectivas, dentro
de las capacidades que le son propias, a los retos de las comunidades donde opera. Para
conseguir este objetivo, esta empresa busca alinear la colaboración social y su actividad
de negocio, reforzando la confianza entre la empresa y las sociedades donde opera e
incrementando sus aportaciones positivas de acuerdo a las Directrices para Empresas
Multinacionales de la OCDE. Aunque todo esto parece muy bienintencionado, estas
políticas parecen sólo surtir efectos en el papel ya que cuando se ven los resultados en la
práctica, éstos no son tan positivos como se hacían entrever en un principio y distan
mucho de lo que en un principio se quiere conseguir.
Centrándonos en el concepto de política social, lo definiremos como el conjunto de
intervenciones que se desarrollan en el campo de lo social (aunque éstas sean poco
satisfactorias). En este sentido, tanto la abstención como la improvisación o la acción
constituyen verdaderas políticas sociales. Los actores de la política social pueden ser
privados, públicos o semi-públicos. Los actores privados se manifiestan generalmente
mediante organizaciones que agrupan una fracción más o menos importante de personas
en una sociedad: sindicatos asalariados o patronales, organizaciones familiares,
instituciones de consumidores, asociaciones de diversos tipos de ayuda social, etc.
Vinculados a estos actores privados nos encontramos con los actores públicos,
(organismos del Estado, administración pública, ayuntamientos, ministerios) en diversos
niveles y entidades supranacionales (Unión Europea y sus distintas instituciones) y los
semi-públicos, actores mixtos dependientes del Estado pero que disponen de la
suficiente autonomía para poder tomar ciertas decisiones, organismos tales como
correos. Por lo tanto, lo que se puede afirmar día a día es que tanto los actores privados
10 http://www.acciona.es/legacymedia/1091363/politicaaccionsocial.pdf
La dimensión ética y política de la acción social humana
17
como los públicos y semi-públicos viven en una constante tensión. De esta compleja
situación se entiende que la política social sea el resultado de este conjunto de tensiones
y conflictos entre los grupos sociales (López, 2005-2006: p. 153).
A partir de aquí, podemos considerar la acción social como un elemento revelador de
los procesos de construcción/destrucción/reconstrucción del campo social. Además, este
concepto se aplica a menudo a un sector social determinado, sometido a un dictamen
pericial objeto de la intervención pública. En un sentido normativo, la noción de acción
social hace también referencia a aquellas actividades que concurren a la organización y
a la coordinación social mediante la reciprocidad entre las clases sociales y entre los
grupos que componen una colectividad determinada, incluso si tal reciprocidad produce
efectos asimétricos según la posición social de los individuos que formen parte de la
misma.
Tras considerar todas estas nociones que puede tomar la acción, Weber identifica tres
formas de acción social, como modelos ideales:
a) Tradicional
Son acciones conducidas por principios, normas, etc. en las cuales el
componente racional es prácticamente insignificante. La rutina colectiva es el
punto de partida originario en que puede surgir la acción social como tal, en
cuanto acción tradicional; aquí la racionalidad subjetiva parece disuelta en el
automatismo mecánico de la costumbre popular.
b) Afectiva
De carácter principalmente irracional guiada por emociones como el amor, odio,
etc. La acción afectiva constituye un momento posterior en el proceso de
racionalización, y su contenido es la pasión individual. En su propia descarga
afectiva, la conciencia subjetiva rompe con la rutina tradicional y, afirmándose
como subjetividad, se pone en camino de la auto-conciencia racional.
c) Racional con arreglo a valores
Se trata de aquellas acciones que, además de perseguir un fin racional, están
guiadas por principios o normas morales. La racionalidad con arreglo a valores
sigue implicando el momento de la colectividad y se corresponde con
La dimensión ética y política de la acción social humana
18
formaciones intelectuales tales como la religión, la ideología o la ética
(determinada por la creencia en el valor religioso, ético o de cualquier otro y
determinada conducta, sin relación alguna con el resultado).
d) Racional con arreglo a fines
Se trata de la acción con mayor grado de racionalidad. En ella hay determinados
medios racionales que pueden servir para vencer los obstáculos y obtener un
determinado fin. Existe una selección y elección de medio a fin, de modo que el
resultado obtenido coincida con el fin buscado.
Esos cuatro tipos de acción afectan, obviamente, a todas las profesiones de la acción
social, de manera que se conseguirán unos logros u otros dependiendo de los objetivos
buscados y de la forma de llegar hasta ellos. Los profesionales de la acción social
(trabajadores sociales, psicólogos, educadores sociales) se encuentran con una sociedad
con altas tasas de desempleo, población muy vulnerable en riesgo de exclusión y
jóvenes que tienen que irse fuera del país para poder encontrar un futuro laboral. Es aquí
donde la las políticas sociales deberían de dar lo mejor de sí para paliar estas
situaciones. El problema radica en un conflicto de intereses: lo que ciertos actores,
públicos o privados, desean, los otros lo rechazan. Algunos de ellos se proponen influir
ante todo sobre ciertos sectores determinados como el urbanismo, el entorno, la cultura,
el empleo, la salud; por lo que desarrollan intervenciones particulares en estos ámbitos.
Otros ambicionan influir sobre varios sectores; otros abogan por intervenciones
solidarias y militan por ella. Como ciertos proyectos pueden excluir a otros es necesario
negociar y arbitrar; es el conjunto de estas resoluciones lo que da lugar a la política
social y la dinamiza.
Por ello, dichos profesionales deben disponer de una formación diferenciada, de alto
nivel de excelencia, tanto en términos de saber hacer como en términos de saber ser;
para poder mediar entre los intereses de estos actores de manera que se lleven a cabo
políticas sociales que lleguen a toda la población, en especial a la más vulnerable. Es
necesario apostar por políticas sociales efectivas diseñadas y llevadas a cabo por
personas competentes en el campo de la intervención social y conocedores del ámbito
en el que se ha de intervenir, y no por meros artífices que operen en función del partido
que se encuentre en el poder. Es necesario crear políticas sociales neutras que satisfagan
las necesidades y las demandas de la sociedad en la que se van a llevar a cabo.
La dimensión ética y política de la acción social humana
19
c) Repercusión de los tipos de actitudes éticas en la relación con el usuario en el
Trabajo social
Según el Consejo General del Trabajo Social, esta disciplina es “una profesión basada
en la práctica y una disciplina académica que promueve el cambio y el desarrollo
social, la cohesión social, y el fortalecimiento y la liberación de las personas. Los
principios de la justicia social, los derechos humanos, la responsabilidad colectiva y el
respeto a la diversidad son fundamentales para el trabajo social. Respaldada por las
teorías del trabajo social, las ciencias sociales, las humanidades y los conocimientos
indígenas, el trabajo social involucra a las personas y las estructuras para hacer frente
a desafíos de la vida y aumentar el bienestar”.11
El usuario, también llamado cliente, es
el individuo, grupo o comunidad sobre quien actúa el Trabajo Social.
La profesión de Trabajo Social promueve el cambio social, la resolución de problemas
en las relaciones humanas y el fortalecimiento y la liberación del pueblo para
incrementar el bienestar. Mediante la utilización de teorías sobre comportamiento
humano y los sistemas sociales, el trabajo social interviene en los puntos en los que las
personas interactúan con su entorno; los principios de los Derechos Humanos y la
justicia social son fundamentales para esta disciplina.12
Su misión es la de facilitar que
todas las personas desarrollen plenamente sus potencialidades, que enriquezcan sus
vidas y la prevención de las disfunciones. Además, el Trabajo Social es un sistema de
valores, teoría y práctica interrelacionados entre sí.
Haremos a continuación una breve explicación sobre estas tres nociones:
a. Valores
El trabajo social ha crecido con ideales humanitarios y democráticos, y sus
valores se basan en el respeto a la igualdad, el valor y la dignidad de todas
personas. Los valores del trabajo social están expresados en los códigos de ética
profesional nacionales e internacional.
11 http://www.cgtrabajosocial.es/DefinicionTrabajoSocial.2015
12Federación Internacional de Trabajadores Sociales (2000)
La dimensión ética y política de la acción social humana
20
b. Teoría
El trabajo social basa su metodología en un cuerpo sistemático de conocimientos
sustentados en la experiencia y derivados de la investigación y evaluación de la
práctica. La profesión de trabajo social recurre a teorías acerca del desarrollo y
comportamientos humanos así de los sistemas sociales, para analizar las
situaciones complejas y facilitar los cambios personales, organizativos, sociales
y culturales.
c. Práctica
El trabajo social se enfrenta a las fronteras, desigualdades e injusticias que
existen en la sociedad. Responde a las crisis y emergencias así como a los
problemas personales y sociales del día a día. Utiliza distintos conocimientos,
técnicas y actividades consecuentes con su centro de atención holístico en las
personas, por un lado y en sus entornos por otro. Las intervenciones de trabajo
social abarcan desde los procesos psicosociales focalizados a nivel individual,
hasta el compromiso con la política, la planificación y el desarrollo social.
En relación a la ética, el objetivo fundamental en el ámbito del trabajo social es advertir
al profesional sobre la obligación que tiene de asumir responsabilidades dentro de su
propia práctica, lo que le exige tomar conciencia de las implicaciones morales de su
profesión y reflexionar detenidamente sobre ellas, en relación siempre con el usuario.
Siguiendo a Bermejo (2002:11-22), el trabajador social individual es quien ha de asumir
su responsabilidad profesional respecto al trabajo que realiza, ha de dar cuenta de sí
mismo desde un punto de vista ético: debe ir construyendo su propia moral sobre la cual
actuará en un futuro. El desarrollo de los planteamientos de su ética profesional ha de
entenderse siempre en una continua relación y comunicación bidireccional con la
sociedad a la que pertenece, de manera que las dos vayan evolucionando al mismo
tiempo. Nos encontramos con muchos tipos de sociedades, los cuales condicionan en
gran medida el modo de relación profesional que se establece dentro de ellas. A su vez,
las necesidades, los recursos, las oportunidades, las personas, etc. serán en cada caso
distintas, por lo que el modo de trabajar también deberá ser distinto. Un aspecto muy
importante que se debe tener en cuenta es la cultura, ya que, dependiendo de ella, el
trabajador social tendrá unos valores u otros de distinta índole. Esto supone ser
La dimensión ética y política de la acción social humana
21
consciente de los elementos positivos que existen en las diversas culturas y valorar
críticamente aquellos aspectos que supongan una desconsideración del respeto a la
dignidad humana de los seres humanos.
Una vez explicado qué es el Trabajo Social y qué importancia tiene la ética en esta
disciplina, es necesario abordar la influencia que tiene sobre la intervención con el
usuario la ética del profesional que la esté llevando a cabo.
Recordaremos, primero, algunos tipos de ética explicados anteriormente: éticas de
móviles y éticas de fines; éticas de bienes y éticas de fines; éticas procedimentales y
éticas sustancialistas; éticas teleológicas y éticas deontológicas; éticas de la
responsabilidad y éticas de intenciones; éticas de justicia y éticas de la felicidad.
Procederemos, así, a explicar por qué la moral del profesional influye en la
intervención; aunque ningún profesional es neutro en la práctica, ya que probablemente
dependiendo de la situación se actuará de una manera o de otra, por lo que se intentará
ser lo más general posible.
El trabajador social que se identifique con éticas de móviles, buscará siempre los
motivos que han llevado al usuario a encontrarse en la situación actual, por lo que le
será más fácil realizar un buen estudio y diagnóstico de la situación problema y el
posterior plan de intervención estará orientado hacia los principales focos deteriorados o
minados. De esta manera, se intentará que el usuario no vuelva a repetir esas conductas
inadaptadas que le han llevado a encontrarse en esa situación problema. En cambio, el
profesional que aplique una ética de fines, no se centrará tanto en los motivos que han
llevado al usuario a encontrarse en dicha situación sino en la situación en sí, es decir, no
quiere conocer su pasado ni las causas que le han llevado a encontrarse en dicha
situación, sólo quiere cambiar ésta última sin importar el porqué de la misma. De esta
manera, al no conocer las causas del problema tan en profundidad, será más difícil
realizar un plan de intervención acorde con sus necesidades individuales. Así, lo más
probable es que el usuario recaiga constantemente o, en el peor de los casos, llegue a la
exclusión social total.
Para un trabajador social que se identifique con las éticas de bienes, lo importante no
será tanto que se consigan todos los objetivos planteados en el plan de intervención
correspondiente, sino que el usuario aprenda ciertas competencias, capacidades o
valores que antes no tenía. Aunque no se consiga todo lo previsto, el usuario queda
La dimensión ética y política de la acción social humana
22
dotado de herramientas necesarias para una vida en sociedad. Por otro lado, el
profesional que se identifique con éticas de fines, buscará a toda costa que el plan de
intervención propuesto se cumpla por parte de su usuario, de manera que se consiga una
evaluación de la implementación muy positiva ya que todos los objetivos han sido
cumplidos.
El trabajador social que se identifique con éticas procedimentales, no dará la solución al
usuario, sino que le ayudará a dotarse de las suficientes herramientas para que sea éste
mismo quien las descubra por su propio pie a partir de su autorrealización. De esta
manera, el usuario ira paliando poco a poco sus propias necesidades en función de lo
que consensuadamente se haya marcado como áreas prioritarias de intervención. En
cambio, el profesional que se encuentre a favor de éticas sustancialistas, entenderá que
siempre hay una carencia o situación problema que prevalecerá sobre las demás, por
consiguiente, se le dará más importancia y se marcará como área prioritaria de
intervención.
El trabajador social que se identifique con éticas teleológicas, intentará que el usuario
consiga el ideal de vida buena a partir de un plan de intervención orientado a las tareas,
de manera que puede que éste no entienda bien el porqué de dicho plan ya que
podríamos decir que se basa en una economía de fichas: si acudes al tutor de empleo dos
veces al mes, te solicitamos el IMI (Ingreso Mínimo de Inserción). El profesional a
favor de éticas deontológicas, explicará siempre a su usuario lo que se debe hacer en
cada situación, a partir de la explicación y comprensión de unos valores morales férreos
y serios adaptados a la situación y a los tiempos. De esta manera, ayudará al usuario a
comprender su día a día y las situaciones que le pueden ocurrir en él.
El trabajador social que actúe en función de una ética de la responsabilidad, hará
también co-responsable a su usuario de sus actuaciones de forma que le hará entender
que todo acto (social) que realice tendrá consecuencias, ya sean malas o buenas. Por
otro lado, el profesional que se identifique con una ética de convicciones, entenderá que
lo importante no es cumplir los objetivos planteados sino la convicción de la persona de
querer cumplirlos. Podría decirse que lo importante no es tanto conseguir la meta sino
los pasos que se den durante el camino. El problema que esto puede ocasionar es que,
aunque un usuario tenga en principio buenas intenciones y ocasione daños a un tercero,
La dimensión ética y política de la acción social humana
23
él no se verá a sí mismo como responsable directo, ya que sus intenciones en un
principio eran buenas.
En relación a las éticas de justicia o éticas de mínimos, el trabajador social exigirá a su
usuario unos requisitos mínimos en materia de normas básicas de convivencia, base
imprescindible si éste quiere volver a insertarse en la sociedad; normas básicas pueden
ser, por ejemplo, el respeto y la educación hacia y con los demás. De esta forma el
usuario tendrá ya el punto de partida para empezar a cambiar su propia actitud y su
situación. En relación a las éticas de felicidad o éticas de máximos, el trabajador social
reflejará en su plan de intervención que el usuario debe marcarse un modelo de vida
buena, una meta a conseguir, de forma que sea la matriz a partir de la cual deberán ir
mejorando las otras situaciones problema.
En definitiva, para que no se produzcan estas situaciones existen los códigos
deontológicos, que se ocupan de los aspectos éticos y son los mecanismos de
autorregulación más conocidos que se pueden poner en marcha en el ámbito de la
comunicación social, la psicología, la medicina, entre otras profesiones, aunque no son
el único instrumento. En este caso, el código deontológico del Trabajo Social es un
documento que recoge un conjunto más o menos amplio de criterios, normas y valores
que formulan y asumen quienes llevan a cabo correctamente una actividad profesional.
Para esta profesión es necesario establecer un marco de regulación de principios éticos y
criterios profesionales por los que se deberá regir la profesión, a la luz de los principios
generales de la ética del Trabajo Social. Tal como los formula la Federación
Internacional del Trabajo Social en su declaración de Adelaida de 2004, se aseguran una
serie de principios y líneas de actuación, otorgando a los profesionales del Trabajo
Social un marco normativo que favorezca su independencia, credibilidad, honestidad e
intervención respetuosa, correcta y adecuada a las características y necesidades de los
usuarios, que les permita utilizar los servicios con las debidas garantías. Estas garantías
son igualmente fundamentales para los propios profesionales, ya que es imprescindible
que cuenten con un marco legal perfectamente delimitado en el que apoyar su actuación
profesional, frente a posibles injerencias o alteraciones en su labor13
.
13 http://www.trabajosocialburgos.org/codigodeontologico.php
La dimensión ética y política de la acción social humana
24
d) Dilemas y conflictos éticos en la práctica del trabajador social
Siguiendo a Cecilia Aguayo (2007), el Trabajo Social sólo se ha centrado en intervenir
funcional y técnicamente en los ámbitos socio-económico y político. La acción social de
estos profesionales se ha realizado teniendo en cuenta modelos teóricos racionales, pero
no reconociendo el aspecto ético-político de sus intervenciones, el cual ha quedado
claro que existe en el apartado anterior.
El trabajador social, en su tarea por aumentar el bienestar de los individuos y las
oportunidades vitales, luchar por la justicia y enfrentarse a todo tipo de
discriminaciones, desarrolla una labor que repercute en todo el conjunto social, no sólo
desde el punto de vista de la concienciación individual, sino con la mirada puesta en la
transformación de toda la sociedad para que las relaciones entre sus miembros sean cada
vez más justas. (Bermejo, 2002:172), por ello es necesario que los trabajadores sociales
elaboren una decisión meditada a la hora de actuar de una manera o de otra.
Sarah Banks (1997:26), por ejemplo, matiza que las cuestiones éticas más frecuentes
son las relativas a los derechos individuales de los usuarios y a su bienestar, las
cuestiones sobre el bienestar público y las cuestiones sobre las desigualdades y las
opresiones estructurales. Así, los problemas éticos surgen cuando el trabajador social ha
de tomar una decisión moral difícil, por ejemplo rechazar una solicitud de una persona
necesitada porque no cumple todos los requisitos para acceder a un programa
determinado. Los dilemas éticos implican un conflicto entre principios morales, por lo
que es aún más difícil decidir qué acción es la más acertada.
Siguiendo a Reamer (1990)14
, los principales dilemas éticos a los que se enfrentan los
profesionales en su práctica diaria se agrupan en torno a tres grandes categorías que
explicaremos seguidamente. Esta clasificación ha sido corroborada gracias a entrevistas
realizadas a trabajadores sociales procedentes de instituciones de diversa índole.
14Ballestero Izquierdo, A. et al. (2012). Dilemas éticos de las trabajadoras y los trabajadores sociales en
España. Papers 2012 97/4, p. 894. Universidad Pública de Navarra. Navarra
La dimensión ética y política de la acción social humana
25
1. Dilemas éticos en el servicio de individuos, grupos y familias
Se trata de los dilemas éticos relacionados con la intervención con individuos, grupos y
familias, donde las principales problemáticas éticas de dificultad son las referidas a la
confidencialidad, la información, la autodeterminación del usuario, el paternalismo y el
consentimiento informado.
Decir la verdad, no toda la verdad o mentir
Pongamos el ejemplo de un usuario que miente sobre algunos datos para conseguir una
prestación determinada. En estos casos, el profesional se debate entre su obligación de
comunicar este tipo de situación fraudulenta o, por el contrario, ocultar la información
para que el usuario pueda adquirir dicha prestación. En la mayoría de estas situaciones,
los profesionales consideraban que los usuarios necesitaban de verdad esa prestación
para poder cubrir las necesidades básicas, aunque no cumplieran los requisitos
establecidos.
El deber de informar a terceras personas
En este dilema quedan comprometidos varios aspectos relevantes para la intervención
profesional: el principio de confidencialidad, el principio de beneficencia y el tipo de
relación que se establece entre el usuario y el trabajador social. La titularidad de la
información pertenece siempre al usuario, pero existen circunstancias especiales en las
que se justifica la ruptura de dicha confidencialidad, como en casos en los que la
información confidencial pueda ser peligrosa para el usuario o para terceras personas.
En algunas ocasiones, personas que no están trabajando directamente en la intervención
solicitan algún tipo de información relativa a los usuarios. A veces, esta petición está
justificada, pero en otros casos se trata de una supuesta posición de poder o superioridad
de quien demanda la información y hace que los profesionales de la institución se
sientan en la obligación de proporcionársela. Así, los dilemas surgen cuando el
trabajador social opine que revelar esos datos pueda suponer algún tipo de daño para el
usuario.
Paternalismo/autonomía del usuario
¿Hasta qué punto puede decidir el trabajador social sobre la vida de su usuario? Se
supone que el respeto a la autonomía del usuario también implica respetar que éste
La dimensión ética y política de la acción social humana
26
pueda seguir realizando actividades que puedan ser perjudiciales para él. Así, se dan
situaciones en las que esta autonomía entra en conflicto con otros principios, como el de
bienestar por ejemplo, y ello plantea un dilema ético. En todo caso, el respeto a la
libertad y a las decisiones del usuario es un aspecto fundamental para esta práctica
profesional.
Conflicto entre lealtades profesionales
En ocasiones, el trabajador social se debate entre cumplir con las normas y regulaciones
de la institución en la que trabaja y atender a usuarios que, aunque técnicamente no
reúnan los requisitos para acceder a un determinado programa, realmente lo necesitan.
En estos casos se trata de un conflicto entre el deber de cumplir con determinadas
normas de la institución y la búsqueda del bienestar de los usuarios.
Conflictos entre leyes, políticas y metas de los tratamientos
Tomemos el ejemplo en el que el trabajador social cree que se encuentra ante el caso de
un menor desatendido y duda si comunicarlo al Servicio de Protección de Menores. En
este caso, si el profesional da a conocer esta situación puede que ponga en riesgo el
tratamiento en el que se encuentra el padre del menor a través del cual está intentando
solucionar sus problemas de pareja. En todo caso, se debe valorar la situación para
conocer el grado de riesgo o de vulnerabilidad de la misma.
Consentimiento informado
Una de las obligaciones de los trabajadores sociales es obtener el consentimiento del
usuario para muchos aspectos de la intervención: iniciar un tratamiento, utilizar
información sobre su persona, etc. Este consentimiento ha de ser real, efectivo e
informado. Esto significa que se debe explicar realmente a los usuarios los distintos
programas, las ventajas y desventajas de los mismos, asegurándose de que realmente
han comprendido esta información.
Duración de la intervención
¿Cuándo puede darse por finalizada una intervención? ¿Cómo se sabe cuál es el
momento concreto en el que el usuario está preparado para continuar con su vida sin
ayuda profesional? ¿Depende la duración de las intervenciones del número de casos que
se tengan en la intervención? Existen situaciones en las se han tenido que cerrar
La dimensión ética y política de la acción social humana
27
expedientes sin finalizar la intervención debido a la carga de casos de la institución o al
poco volumen de trabajadores sociales, entre otros.
2. Dilemas éticos en políticas y en planificación social
Los dilemas derivados del diseño y la administración de programas y políticas de
bienestar, donde los principales dilemas éticos son los relativos a la distribución de
recursos limitados, el derecho de los individuos al bienestar y la cobertura de personas
en situación de extrema necesidad.
Distribución de recursos limitados
Cuanto más escasos son los recursos disponibles, más difícil es repartirlos entre los
usuarios a los que se atiende, más aún cuando el volumen de casos es mucho mayor que
el volumen de recursos disponibles.
Conflicto de intereses
Existen casos en los que aparecen conflictos de intereses entre las distintas instituciones.
A veces puede oírse: “¿de quién es este usuario?, ¿es mío o tuyo?” Puede que
dependiendo de la situación, a una entidad “le interese” más tener un perfil de usuarios
u otro, el cual puede ir variando a medida que pasa el tiempo. Ahora bien, es necesario
tener presente que los usuarios no son marionetas a los que se les pueda manejar a su
antojo, son personas que necesitan ayuda.
Diseño de programas
En la mayoría de los casos, los programas de intervención realizados se llevan a cabo
sin tener en cuenta la opinión de los futuros usuarios, por lo que es difícil que satisfagan
las demandas de dicha población.
3. Dilemas éticos en las relaciones entre profesionales
Nos referimos a los dilemas éticos derivados de las relaciones con los demás
profesionales y cuyas fuentes principales de problemas son relativas a la incompetencia
profesional, el uso de la información relativa a los usuarios o los conflictos con las
normativas de cada institución.
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Confidencialidad
Los trabajadores sociales deben mantener la confidencialidad sobre la información
relativa al usuario obtenida en el trascurso de la relación profesional. Las dudas pueden
aparecer cuando la confidencialidad se concreta en situaciones muy complejas, como el
tipo de datos que se puede dar o no, las problemáticas en las que hay menores
implicados, las situaciones en las que se teme perder la relación de confianza con los
usuarios si se revela algún dato que ellos no han pedido que fuera revelado.
Competencia profesional
Si un compañero tiene una conducta poco profesional, ¿habría que comunicarlo? ¿es el
trabajador social responsable de las conductas de los demás profesionales?
Política de la institución
En algunos casos, los ideales políticos y valores de la institución no son los mismos que
la del trabajador social, por lo que será más complicado que las intervenciones del
profesional con los usuarios vayan encaminadas en la misma línea que las de la
institución en general.
Comunicación privilegiada
El origen de este derecho consiste en no declarar en contra de un usuario. Entonces,
¿qué ocurre cuando el trabajador social es requerido por otro profesional para compartir
determinada información?
De lo explicado anteriormente se pueden extraer 15 áreas de riesgo que pueden
ocasionar dilemas éticos dentro de la práctica profesional:
1. Derechos de los usuarios
Derecho a su autonomía y a su libertad para tomar sus propias decisiones. El trabajador
social debe guiar y servir de apoyo al usuario, no obligarle a realizar determinadas
acciones. Es necesario que sea él mismo quien se encuentre convencido de querer
cambiar su situación desde dentro.
La dimensión ética y política de la acción social humana
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2. Confidencialidad y privacidad
Ambas dos son algo básico, los usuarios acuden a Servicios Sociales con problemáticas
muy dispares y buscando respuestas y ayuda para su situación, lo último que necesitan
es que estos problemas se aireen entre su entorno más cercano o entre los compañeros
de profesión de su trabajador social.
3. Consentimiento informado
Esta área de riesgo es muy importante ya que el usuario debe saber en todo momento las
múltiples consecuencias de sus actuaciones, ya sean buenas o malas.
4. Oferta de servicios
En una intervención hay que darlo todo, por lo que se ofrecerá al usuario todas las
alternativas y soluciones posibles que se encuentren en nuestras manos para ayudarle.
De esta manera, si la institución en la que se encuentra no puede cubrir todas las
necesidades del usuario, el trabajador social tiene la obligación de informarle sobre
otras alternativas y derivarle a otro servicio.
5. Conflictos de intereses
Suele darse entre distintas organizaciones que buscan más o menos cumplir los mismos
objetivos; se pone de manifiesta el dilema de qué es más importante, el nº de casos
atendidos o la evaluación de las intervenciones, por ejemplo.
7. Tiempo de mantenimiento de los informes sobre los usuarios
Cuando un usuario pasa por un determinado servicio sus datos se registran en una
plataforma para que queden mejor organizados y estructurados de manera que se acceda
a ellos de manera más rápida. ¿Quién decide cuánto tiempo tienen que tenerse esa
información? Si el usuario vuelve ¿hay que volver a realizar un nuevo historial?
8. Supervisión de las intervenciones
La supervisión de las intervenciones es muy necesaria para poder averiguar si los planes
propuestos surten efectos verdaderos a largo plazo. Si sucede lo contrario, se pondría de
manifiesto que lo único que está haciendo el usuario es perder el tiempo ya que sus
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problemas no se ven resueltos; en este caso, lo mejor es detener la intervención y
derivarle a otro programa antes de que las consecuencias sean mayores.
9. Lenguaje utilizado en las sesiones
¿Hasta qué punto es agresivo el lenguaje utilizado en las sesiones? ¿Es cierto que a
veces el trabajador social emplea palabras que dañan la integridad de su usuario?
10. Desarrollo y formación de los profesionales
La sociedad y las personas se encuentran en continuo cambio, y con ellas sus problemas
¿Es necesario que los trabajadores sociales estén en continuo aprendizaje? ¿Es necesaria
la retroalimentación?
11. Consultas de los trabajadores sociales entre compañeros
En esta área hay que tener cuidado de no revelar cierta información que quizás el
usuario no quiere que revelemos. En caso de hacerse, es necesario recordar que nunca se
debe decir el nombre, el lugar donde vive o donde trabaja.
12. Remisión de los usuarios a otros servicios
En este caso entra el juego la política de la institución, si está más orientada al resultado
de las intervenciones o al número de ellas. De esta manera, lo más normal sería que si el
profesional se da cuenta de que en su institución no se está resolviendo de manera
satisfactoria los problemas del usuario, le derive a otra en la cual le atenderán de forma
más adecuada a su demanda.
13. Fraude
Con fraude se refiere más concretamente a fraudes fiscales, esto nada tiene que ver con
los usuarios sino con las instituciones a las que acuden. De manera que, ¿qué ejemplo
dan estas entidades si no son honestas en otros ámbitos de actuación?
14. Finalización de la intervención, duración de la misma o abandono del usuario
¿Por qué se dan casos en los que el usuario abandona la intervención? ¿A quién hay que
pedir responsabilidades, al profesional o al cliente? ¿Cuándo se puede confirmar que
una intervención ha llegado a su fin?
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15. Situaciones en las se produce algún perjuicio para el usuario
Este área es muy importante y a la vez muy compleja, ya que puede ocurrir que algo que
para el trabajador social sea algo positivo, al usuario le produzca sensación de malestar
y no quiera continuar con el programa. ¿Es posible conocer a ciencia cierta los
resultados? Como se ha explicado al principio, no; recordemos, a este respecto, que
Arendt destaca esta impredictibilidad como un rasgo consustancial de la acción humana.
16. Evaluación de los planes de intervención
Realizar evaluaciones de las intervenciones es algo muy importante ya que nos ayuda a
conocer sus resultados y si deben seguir realizándose o no. Pero, ¿quién debe llevar a
cabo estas evaluaciones? ¿El usuario? ¿Otro profesional? ¿Ambos?
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3. CONCLUSIONES
Antes de todo, es necesario decir que el trabajador social es un profesional de la acción
social que se ocupa de fomentar el bienestar del ser humano y la prevención y atención
de dificultades y carencias sociales de las personas, grupos o comunidades del medio
social en el que vive, a partir de la gestión de los recursos sociales pertinentes para
superar estas situaciones de crisis individual, grupal o familiar. Es la persona encargada
de dar información, orientación y ayuda psicosocial a personas y grupos familiares en
situación de crisis, violencia, desorganización, pérdidas familiares, laborales, de
vivienda, etc. Recoge las demandas de estas personas, hace un estudio de la situación y
establece un plan de intervención para mejorar la situación de los usuarios.
Continuamente está expuesto a una fuerte carga emocional y moral tanto propia como
de las personas a las que atiende.
Por lo tanto, tras esta breve indicación, y teniendo en cuenta todo lo que hemos venido
argumentando en este trabajo, se puede afirmar que la ética y la política juegan un papel
muy importante en la acción social de los profesionales del Trabajo social. Una
disciplina como esta necesita una firme base ética y una política fundamentada
principalmente en la acción social, de manera que todas las acciones e intervenciones se
orienten por un código ético y por políticas que defiendan los derechos humanos y la
dignidad de las personas. El trabajador social necesita tener unos valores firmes y
propios y las políticas sociales del momento deben responder a ellos. Estas políticas
deben convertirse en estrategias, que más allá de sus objetivos económicos y políticos,
tengan un alcance humano, integrando las necesidades sociales y promoviendo
el desarrollo social, fomentando el uso funcional de los recursos y medios estatales en
las alternativas de solución a las contradicciones sociales, valoradas en la participación
desde los diferentes agentes y el sujeto social.
Pero esto no es algo fácil de poner en práctica en la acción social cotidiana de un
trabajador social, éste se encuentra con ciertos dilemas que es imprescindible encarar y
resolver en términos éticos y políticos satisfactorios: 1) la coexistencia de dos posturas
(analítico-crítica y funcional-pragmática) frente al rol del Estado, 2) la disyuntiva del
compromiso político versus el apoliticismo, 3) la opción entre propiciar la apertura del
Estado y su repliegue en manos de entidades privadas, 4) el rol de formuladores frente
al rol de meros implementadores de la política social, 5) delegar la formulación teórica a
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otras disciplinas producto de la práctica invasiva, frente a una actitud sistematizadora y
propositiva de pensamiento teórico.
Por otro lado, el número de personas que se encuentran “abonadas” a una misma
entidad durante años y años es cada vez más elevado; parece que las organizaciones
sociales no buscan tanto la mejora de la calidad de vida del usuario como, más bien,
poder exhibir recuentos del número de personas a las que atienden cada año. La mayoría
de ellas pone más énfasis en el número de intervenciones que en la calidad de las
mismas. Es necesario crear vínculos verdaderos entre el individuo y el Estado; es
necesario que los individuos participen en las decisiones por las que se van a ver
afectados. Las intervenciones serían mucho más adecuadas si los usuarios podrían tener
más iniciativa para poder decidir qué es lo que realmente quieren hacer de sus vidas y lo
que realmente quieren cambiar. Es importante saber cómo se sienten, qué sentimientos
les suscita la situación en la que se encuentran y porqué creen que se sienten así. El
trabajador social tiene que ser capaz de realizar todo lo anterior pero sin dejar que ello
afecte a su propia esfera emocional individual y la sature; ya que, si esto ocurriera, le
sería imposible continuar con el ejercicio de su profesión. Ética, política y acción social
deben ir siempre de la mano y el trabajador social ser el mediador entre ellas para que el
camino sea más fácil.
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