La burra de BalaamLa burra de Balaam

Dios sacó al pueblo de Israel de Egipto de la mano de Moisés, tras enviar las plagas. Los israelitas cruzaron el Mar Rojo, atravesaron el desierto, donde recibieron los mandamientos y la ley y se dispusieron a entrar en la Tierra Prometida.

Uno de los primeros pueblos a los que se enfrentó fue Moab. El rey de este pueblo, Balaq, envió a llamar a un profeta que habitaba en su reino, Balaam, para que maldijera a los israelitas.

El rey decía: si Balaam les maldice, seguro que les derrotaré en la batalla. Pero Dios le dijo al profeta Balaam que no hiciera caso. Pero tanto se lo pidieron que ensilló su burra, se subió a ella y se dirigió a maldecir a los israelitas.

Dios envió a su ángel con una espada para parar a Balaam. Él no veía al ángel, pero la burra sí. El ángel se plantó en el camino. La burra salió del camino y, dando un rodeo campo a través, lo evitó. Balaam le pegó a la burra.

El ángel cambió de sitio y se puso en un sendero entre viñas, con una pared a un lado y otra a otro. La burra, al ver el ángel, se arrimó a la pared y le raspó el pie a Balaam, que, enfadado, volvió a pegarle.

Volvió a cambiar de lugar el ángel y se puso en un paso estrecho, donde no había espacio ni a un lado ni a otro. La burra se tiró al suelo y Balaam se enfureció y le pegó a la burra con un palo.

Entonces Dios hizo que la burra hablase a Balaam: ¿Qué te he hecho yo para que me pegues? Dios le abrió los ojos a Balaam y vio al ángel en medio del camino que le dijo que la burra le había salvado la vida.

El ángel le permitió seguir su camino pero cuando estaba frente a los israelitas, Balaam, en vez de maldecirlos, los bendijo, porque, como le explicó al rey de Moab, lo que Dios considera bueno, ningún hombre puede volverlo malo.

Texto e imágenes

Revista Gesto, Nº 150

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