Post on 22-Jul-2016
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El perdón
En el antes y el después de la propia parábola, Jesúsinsiste sobre la absoluta necesidad del perdón: primerocuantitativamente (“Setenta veces siete ”) y luegocualitativamente (“A partir del corazón ”).
Las dimensiones delperdón quedan diseñadas:es sin límites, recíproco ydesde el corazón.
¡Perdonar setenta veces siete!
� Jesús había hablado de la importancia del perdón ysobre la necesidad de saber acoger a los hermanosy a las hermanas para ayudarlos a reconciliarse conla comunidad.
� Elimina todo y cualquier límite posible para elperdón: "No te digo siete, sino setenta veces siete.”O sea, ¡setenta veces siempre! Pues no hayproporción entre el perdón que recibimos de Dios yel perdón que debemos ofrecer a los hermanos,como nos enseña la parábola del perdón sin límites.
Por eso el Reino de los Cielos es semejante a…
Es importante esta mención del “Reino”:
el concederle el perdón al hermano
es condición para ser admitido en el “Reino de los cielos”, es en este punto que debe verificarse un cambio radical en la vida de
un discípulo.
El rey “ ” y le “perdona” la deuda
completamente. El primer verbo pertenece al vocabulario de la “misericordia” y es literalmente “conmoverse las entrañas” (en
griego: “splanchnizomai”; el mismo verbo que describe la reacción del buen samaritano frente al herido, en Lc 10,33; o
la del papá misericordioso frente al hijo pródigo, en Lc
15,20). El rey hace un acto de “gracia” desde lo más profundo
de su ser.
Enseguida lo trata con agresión y violencia (“lo agarró y
ahogándole…”) para obligarlo a pagar la deuda; es un momento
fuerte de tensión emotiva: el siervo, el primero, a quien se le había
perdonado la deuda, no perdona a su compañero, sino que lo manda a
la cárcel hasta que pague toda la deuda. No se escucha la súplica del
siervo humillado: “ ”. Se hace notar el contraste dramático
entre el perdón generoso por parte del patrón y la despiadada condena
por parte del primer siervo.
Aparece otro verbo del vocabulario de la “misericordia”: “ ”
(griego: “eléomai”), el mismo que se escucha en la quinta
bienaventuranza: “Bienaventurados los misericordiosos…” Si al principio
se ofreció –inmerecidamente- un perdón generoso frente una deuda impagable, después el rey aplica
una dura condena. El rey le retira al primer siervo la concesión. Esta vez la condena es para siempre, ya que
este siervo nunca estará en capacidad de restituir los diez mil
talentos que debe.
La conclusión que Jesús saca de la parábola señala el , frente a él no hay
excepciones ni concesiones. A pesar del tono de aviso amenazante, la intención es positiva: una invitación enérgica
a perdonar a fondo.Vale subrayar la expresión cualitativa del perdón: “de
corazón”, más exactamente “ ”, desde lo hondo, sin guardar resentimientos, con un corazón
puro. Esto quiere decir que no bastan las palabras, el hermano perdonado –aquel que habíamos expulsado de
nuestros mejores sentimientos- debe ser readmitido con todo el ser y en lo más profundo de nosotros mismos.
No hay perdón si no se ejerce la “misericordia”. Tampoco si el corazón no de
aquél que a lo mejor no se lo merece.
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