Circular madre Yvonne Reungoat 964 - español

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GRUPO JUVENIL ARENAM

En la mente y el corazón de nuestros Fundadores, el Instituto nació como “Una Familia” con fuertes dimensiones misioneras. Esto hace parte de su identidad.

Las primeras Comunidades de las FMA se sentían Comunidades misioneras, deseosas de llevar el anuncio: “Dios es un Padre misericordioso y en su Hijo encarnado nos manifiesta su verdadero Rostro”. Jesús nos llama también hoy a ser como Él “Misioneras de Misericordia”.

El 14 de noviembre del 2017 se cumplirán 140 años de la expedición Salesiana en la que participaron por primera vez las FMA guiadas por Sor Ángela Vallese.

Pero… ¿a cuáles fronteras somos enviadas hoy? ¿Cuáles son los confines para atravesar? Los horizontes no son insuperables: que las culturas y las religiones puedan encontrarse y dialogar, que la paz es urgente y posible, que el Dios que todos honramos es un Dios de Paz, de Amor y de Misericordia.

La imagen de un Dios Solidario y Misericordioso está presente en todas las catequesis del Papa Francisco; Dios Misericordioso es el nombre a través del cual Él nos revela “su rostro y su corazón”.

En el encuentro con Moisés se presenta como “Dios misericordioso, lento a la ira y rico en Amor y Fidelidad”

Él no se cansa jamás de perdonar. El Amor del Padre es visceral, hecho de “ternura”. Dios se conmueve y se entristece por nosotros como una madre cuando toma en sus brazos al niño, deseosa solo de amarlo, protegerlo. ayudarlo, pronta a darle todo, hasta darse a sí misma .

Dios tiene compasión y en su grandeza se inclina sobre el débil y pobre, siempre dispuesto a acoger, comprender, perdonar. En “La Parábola del Hijo Pródigo” se revela como un padre que no se encierra en el resentimiento por el abandono de su hijo menor; al contrario, continúa esperándolo y cuando lo ve venir corre a su encuentro y lo abraza.

El padre de la parábola ni siquiera dejar terminar la confesión de su hijo, va a llamar a su hijo mayor que, indignado, no quiere hacer fiesta, es el hijo que siempre ha estado en casa pero viviendo más como siervo que como hijo. Sin embargo el padre se llega hasta él y lo invita a entrar y a abrir el corazón al Amor para que ninguno esté excluído de la fiesta de la misericordia.

La Misericordia no depende de los méritos humanos sino de la gratuidad divina. Dios tiene un corazón magnánimo, va más allá de nuestras impaciencias y como sabio agricultor deja tiempo para que la semilla buena crezca a pesar de la cizaña.

Dios no solo es Misericordioso sino que es fiel, grande en el Amor y la Fidelidad. Él nos ama así como somos: pequeños e incapaces. Él es fiel aunque nosotros no lo seamos. El Papa nos recuerda que la Fidelidad de Dios no tiene límites y nunca se acabará porque el Señor es “El Protector de toda la Humanidad”.

Jesús nos ha hecho visible el Rostro del Padre, su Ternura y Compasión. Él cambia la lógica humana: una lógica de privilegios que descarta a quien no tiene los criterios establecidos o que vive en la periferia de la vida.

Toda creatura humana es “periferia” porque es necesitada de la Misericordia de Dios. El Papa Francisco nos invita a mirar las misiones como una gran Obra de Misericordia sea espiritual o material.

Nos invita a “ir” como discípulos misioneros poniendo al servicio los talentos, la creatividad, la sabiduría y la experiencia para llevar el mensaje de la Ternura y Compasión que tiene Dios por la familia humana.

Son muchas “las periferias” que hoy nos llaman a la acción profética y a las cuales debemos responder para vivir en el Espíritu del “Da mihi animas cetera tolle”, el servicio materno de la Misericordia. Son evidentes los signos de deshumanización en muchas partes del mundo en los cuales los ricos son siempre más ricos y los pobres siempre más pobres.

Nos duele profundamente el acabar con la creación, la destrucción de la “casa común” por intereses individualistas.

Otro signo de crisis es el conflicto. Podemos decir que vivimos en un mundo de conflictos. El Papa dice repetidamente que estamos en una “tercera guerra mundial por partes”. Con todos: “los pobres, los niños, los jóvenes, las mujeres y tantos hermanos y hermanas que sufren la guerra, decimos: “¡No a la guerra!”.

El Papa Francisco en un twit escribía; “El tráfico de seres humanos , de órganos, el trabajo forzado y la prostitución son esclavitudes modernas y crímenes contra la humanidad”. ¿Cómo nos dejamos cuestionar por estas realidades?. ¿Nos mueven a expresar gestos de solidaridad en red con Instituciones públicas y eclesiales?

Una de las periferias que esperan Misericordia de nosotras como Consagradas Salesianas y por lo tanto como educadoras es la pobreza educativa y relacional. Muy a menudo escuchamos tantos niños, jóvenes y padres de familia que claman por una educación a la paz como esperanza de futuro. Escuchemos este grito “con corazón misericordioso” y con gestos de verdadera solidaridad.

“A nosotras nos toca despertar el mundo a la urgencia de una educación evangelizadora, colaborar en la construcción de una sociedad más justa, donde los olvidados, los pobres y los más vulnerables puedan encontrar un puesto digno de los Hijos de Dios y dar su aporte”. (Cfr. Actas C.G.XXIII, n. 67)

Si llegamos a ayudar a una sola persona para que viva mejor , ésto ya es suficiente para justificar el don de nuestra vida. Cuántas periferias serían transformadas en islas de esperanza, de justicia, de solidaridad.

Entre las dimensiones educativas subrayo la urgencia de la educación para la paz. Seguramente es una Obra de Misericordia prioritaria en este momento histórico para ponerlo en acto sin ceder a la perplejidad o a los miedos. Favorecer “Una Cultura de la Paz” implica unirnos a otras personas e Instituciones para denunciar estructuras de injusticia, y formar las nuevas generaciones a la legalidad, a la no violencia, al respeto por toda persona.

“Educar a la Paz” es educar a las relaciones, a la acogida recíproca, a la reconciliación. La educación en este sentido es una palestra privilegiada al ejercicio de la Misericordia. Es necesario prevenir, acompañar, cuidar, expresar cercanía en los varios ámbitos de la fragilidad humana empezando por los últimos.

La acción educativa se nutre de reciprocidad y en este sentido los más pobres pueden ser nuestros “educadores” en el arte del diálogo y de la solidaridad para crear “una Cultura de Paz” libre de prejuicios y de cerrazones.

Las personas que trabajan por la Paz son más que las que siembran división, discordia, muerte. Hay tantos empeñados en construir la Paz donde otros tienen intención de destruirla

Os agradezco por las búsquedas que estáis haciendo para encontrar, como Comunidad Educativa, la audacia, el valor, la fuerza para ir contra corriente e inventar caminos adecuados para potenciar “la Cultura de la Paz” en el cotidiano.

La humanidad del futuro es intercultural. Vivimos a nivel mundial la interdependencia multiétnica y multirreligiosa que nos compromete a conocer y valorar las diversas culturas, para formar al respeto del otro como un misterio para descubrir.

La apertura intercultural requiere el diálogo como canal privilegiado. “Es una condición indispensable para la Paz… es una escuela de humanidad, constructora de unidad que nos ayuda a desarrollar la sociedad” (Papa Francisco en Sarajevo)

Para educar en un contexto de Misericordia es indispensable que nosotras seamos personal y comunitariamente testimonios de Misericordia, de Reconciliación y de Paz.

Tengo una gran esperanza en vuestro compromiso para ser Comunidades atentas a acoger las “periferias” cercanas que nos tocan, hasta el punto de crear en nosotras una sana inquietud de Amor y creatividad misionera.

Me impresiona profundamente en las Hnas. ancianas y enfermas que son auténticas misioneras no sin sufrimientos y sacrificios. Las invito a continuar siendo nuestro sostén, nuestro “Faro de Luz”, para que juntas podamos hacer resplandecer la Misericordia del Padre a través de gestos de Paz y Solidaridad.

Salir para realizar con Jesús la misión que el Padre nos confía no es necesariamente ir a otras tierras o atravesar los océanos sino saber superar las preocupaciones particulares, salir de las propias comodidades, alargar el corazón hasta encontrar los horizontes de la humanidad, de la cual todo hombre y toda mujer son parte viva.

El Papa nos ha presentado figuras espléndidas de mujeres y hombres que son ejemplos de Misericordia sin ir a otras tierras. Podemos también contemplar la vida de tantas FMA que conocemos o hemos oído hablar, animadas de un gran fuego interior y que encarnan el valor misionero en el quehacer de cada día.

Todas estamos llamadas a ser Misioneras de Misericordia y por lo tanto Misioneras de humanidad.

Somos Misioneras de la Misericordia cuando brilla la Luz Evangélica de Comunión, cuando sabemos escucharnos y bendecir con corazón sincero, cuando nuestra primera preocupación no es que somos pocas o que nos faltan fuerzas para sostener las Obras sino cuando estamos abiertas a la contemplación que nos permite entrar en “el hoy de Dios”. A menudo hemos identificado la misión con las Obras

En un mundo en el que todos hablan y pocos escuchan, una Obra significativa de Misericordia es escuchar y escucharnos; atender a las personas sin miedo a “perder el tiempo”, estar disponibles para “permanecer con los jóvenes” dejando que ellos sean “nuestros maestros”.

El cambio de mentalidad es condición para que nuestras realidades tengan el Rostro de la Misericordia y la conversión pastoral misionera y para relanzar la esperanza, el respeto a la persona y la consecución de la Paz.

Estamos llamadas a ser Comunidades en un continuo dinamismo de conversión, prontas a dejarnos “acompañar” por los jóvenes con humildad y convicción, así como sucedía en Valdocco y Mornés.

Como D. Bosco, M. Mazzarello primera misionera en el deseo y en la vida mira el mapamundi para familiarizarse con las futuras destinaciones misioneras. Os invito a ser Comunidades que brillen con el Amor Misericordioso del Padre para reconocer la sed de Dios en los jóvenes y en las personas que nos encontramos.

Nos estamos preparando para celebra 140 años de la primera expedición misionera de las FMA el 14 de noviembre del 2017, alabando a Dios por el bien sembrado por muchas Hermanas en todo el mundo.

Renovar el ardor misionero nos pone en sintonía con el C.G.XXIII y con las opciones de la Iglesia que es por naturaleza misionera. Estoy convencida que reavivando “un fuerte impulso misionero” habrá un nuevo despertar de vocaciones para la Iglesia, para nuestro Instituto, para la Familia Salesiana.

Este “Año de la Misericordia” está llegando a su fin pero sigue sin límites de tiempo a través de nuestro compromiso de salir, de abrazar con alegría nuevos horizontes. Para algunas los confines lejanos y para otras los de la propia Comunidad. En los dos casos hay “periferias” que nos esperan.

El Espíritu Santo y María Auxiliadora velan sobre nuestro Instituto y mantienen vivo el ardor misionero de los orígenes. Agradezco a las Inspectoras con sus Comunidades Inspectoriales por el don de las vocaciones misioneras.

Os auguro un fecundo mes mariano y misionero. Con María podemos surcar aguas borrascosas sin temor: “Ella es nuestra Guía y la Brújula segura”.