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Cúpula de la Basílica de San Pedro, Ciudad del Vaticano

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Edwin Leonardo Avendaño Guevara, Pbro.1

Como es natural, tengo que agradecer a los distinguidos miembros de esta insigne Academia de Historia, por la generosidad con que actuaron al elegirme como Miembro Correspondiente. Pueden ustedes tener la seguridad de que estimo en su más sublime valor esta distinción tan honrosa, que lucharé por merecer y que me comprometo no sólo por cuanto el título implica en sí mismo, si no porque en esta eminente Corporación han tenido asiento a la par con astral hornada las encumbradas personalidades, de mis coterráneos, doctores Lucio Arturo Pabón Núñez, Miguel Ángel Santiago Reyes, Olger García Velásquez, Rubén Sánchez Navarro, Januario Sarmiento Quintero, Juan Sarmiento Herrera, Ezequiel Quintero Solano, José Cleofe Solano, Luis Noguera Pérez, Wilson Enrique Castro, Sixto Tulio Reyes Peinado y los presbíteros Fernando Sarmiento Martínez y Gabino Antonio Courvel Núñez, todos ellos figuras estelares de la intelectualidad nortesantandereana, ante quienes debemos inclinarnos respetuosamente, para rendirles los lauros de nuestra admiración por el resplandor dado a nuestra tierra, y de la correspondencia por el ejemplo de dedicación y de constancia que continúan legando a quienes hoy se empeñan en perpetuar sus labores académicas.

                                                            1 Discurso de posesión  como Miembro Correspondiente de  la Academia de Historia de Ocaña.  La  sesión solemne se realizó en la Biblioteca Luis Eduardo Páez Courvel el día jueves 23 de abril  de 2009, a las  7:30   p.m. También tomaron posesionaron los distinguidos académicos doctores Guido Antonio Pérez Arévalo y el doctor Gustavo Gómez Ardila, secretario de la Academia de Historia de Norte de Santander.   

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Permítanme ahora, solicitar de ustedes la benevolencia para exponer algunas líneas, no sobre un acontecimiento en particular ni sobre un prohombre o beldad de la historia colombiana sino sobre aquellas iglesias que en la Patria han sido adornadas con el título pontifical de BASÍLICA. Y es, que acercándose el tricentenario de la mariofanía de Nuestra Señora de las Gracias de Torcoroma, se ha suscitado un importante interés en construir un palacio de Emperatriz a la que, en palabras del recordado y nunca tan bien ponderado monseñor José Estanislao Salazar Mora: - es -“Reina de los cielos… Miniatura del bosque soberana... ¡MARÍA! En la sola breve expresión de lo que representa este nombre, está recogido y sellado cuanto de ella se ha dicho en el tiempo y se admirará en la eternidad: las hondas raíces de sus grandezas, el trono de su dignidad majestuosa, la alteza no medida de su gracia, las variedades de sus privilegios, el ramaje nutrido de sus virtudes y las frondas lozanas de la devoción y el culto con que la honra la tierra y la bendicen los cielos”.2 Iniciemos entonces por escudriñar los orígenes del uso del término BASÍLICA. Esta palabra proviene del latín, que a su vez derivó del griego βασιλική que significa regia o real, y viene a ser una elipsis de la expresión completa βασιλική ο�κία (basiliké oikía) que quiere decir «casa real». Una basílica es, pues, un suntuoso edificio público que en la antigua Grecia y en Roma solía destinarse para uso de los tribunales. Luego, tras el Edicto de la Tolerancia Religiosa, los cristianos usaron la forma basilical para utilizarla como templo y en este sentido se estila hoy la denominación, tanto desde el punto de vista arquitectónico, como desde el lenguaje religioso. Pero, la basílica romana tuvo múltiples usos, fue dedicada a mercado, lugar de transacciones financieras, de culto o, más ordinariamente, a la administración de justicia; también se utilizaba como lugar de reunión de los ciudadanos para tratar asuntos comunes. En cuanto a su concepción arquitectónica, se trata de una gran sala rectangular compuesta por una o más naves (siempre en número impar), en este segundo caso, la central era más ancha y alta y estaba soportada por columnas. En uno de los extremos de la nave principal existía una exedra o ábside, donde se instalaba la presidencia, mientras que la entrada se efectuaba por el extremo opuesto a través de un pórtico.

                                                            2 Cf. Homilía pronunciada el 16 de agosto de 1964 en  la catedral de Santa Ana de Ocaña con motivo de  la proclamación  solemne  de Nuestra  Señora  de  las Gracias  de  Torcoroma  como  patrona  de  la Diócesis  de Ocaña. 

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I

LAS BASÍLCAS DEL FORO ROMANO Según lo dicho, en Roma existieron grandiosas edificaciones de estas características. Hoy, sólo son ruinas mudas de un pasado glorioso. Y aunque sus piedras rodaron por el suelo, después de tantos siglos, aún podemos conocer algo sobre ellas. Las basílicas del Foro Romano recibieron los nombres de: 1. Basílica Porcia: fue construida en 184 a. C. por Marco Porcio Catón, «Catón el Viejo». 2. Basílica Emilia: construida por el censor Emilio Lépido en 179 a. C. 3. Basílica Julia: terminada por Augusto. 4. Basílica Opimia: construida por el cónsul Opimio en 169 a. C. 4. Basílica Sempronia: construida por el censor Marco Sempronio Graco en 169 a. C. 5. Basílica de Majencio: una de las más espléndidas e importantes de su tiempo, fue iniciada por el emperador Majencio entre los años 307 y 310 y terminada por Constantino después del 313 post Cristo.

1. Basílica Porcia

2. Basílica Emilia

3. Basílica Julia

4. Basílica Opimia

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4. Basílica Sempronia

5. Basílica de Majencio

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II

LA BASÍLICA CRISTIANA Tras el edicto de Milán, del año 313, promulgado por Constantino el Grande, el Imperio Romano acepta oficialmente la religión cristiana. A partir de este momento los cristianos utilizan la tipología arquitectónica basilical para la construcción de sus nuevos y necesarios templos. Venimos diciendo que, por basílica cristiana propiamente dicha en sentido arquitectónico se entiende toda planta rectangular con uno o más ábsides en el testero y con naves a lo largo determinadas por columnas sobre las cuales se apoyan sus correspondientes arcos o arquitrabes de tipo románico. Las referidas naves (tres por lo común) terminan en el ábside. En el ábside se coloca el altar y en torno a él se disponen los oficiantes. Delante se sitúan los presbíteros que son mayoría y el resto de la jerarquía, mientras que los fieles ocupan el resto de las naves. Aunque inicialmente los templos cristianos seguían las pautas constructivas de las basílicas, pronto dieron paso a otras formas, como la planta de cruz latina o la de cruz griega, que se generalizaron, sin que por ello desapareciera la forma basilical. La decoración interior se logra por las mismas líneas arquitectónicas del edificio con sus clásicas molduras y por diferentes adornos de pinturas y mosaicos, sobre todo, en el muro superior del arco triunfal y en los ábsides siempre magníficamente decorados. Con frecuencia, se disponían orientadas las basílicas según el eje principal de la nave de modo que el ábside cayera hacia Occidente. Pero desde el siglo VI dando ejemplo las iglesias bizantinas, se orientaron en opuesto sentido ya que el sacerdote (que al ofrecer el sacrificio miraba a Oriente) no celebraba de cara al pueblo como antes. Además de las iglesias de tipo basilical, había en esta primera época de la paz constantiniana otras menores de planta simplemente rectangular o cuadrada e incluso redonda, que servían de oratorios o capillas, especialmente sepulcrales de los mártires y no faltaban otras de forma poligonal o circular destinadas a baptisterios. Todas ellas e incluso casi todas las grandes basílicas se construyeron desde sus fundamentos y sólo algunas en escaso número habían sido antes edificios públicos o templos de que se habilitaron para el culto litúrgico. Este género de arquitectura basilical siguió imperando en Roma y sus cercanías con bastante firmeza y exclusivismo hasta la época moderna (salvo raras excepciones), pero en las demás regiones del mundo católico evolucionó mucho después transformándose en diferentes géneros y estilos.

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III

LA BASÍLICA LITÚRGICA

S.S. Benedicto XVI Una iglesia puede titularse “Basílica” por prerrogativa del Romano Pontífice. Así, en sentido litúrgico, son basílicas todas aquellas iglesias que, por su importancia, por sus circunstancias históricas, o por aspectos de cierto relieve, obtengan ese privilegio papal. Se distinguen dos clase, las basílicas mayores y las basílicas menores.

Cuando el Papa eleva una iglesia a la condición de Basílica Menor le otorga el derecho a lucir en el altar mayor dos signos de la dignidad papal y la unión con la Santa Sede: el canópeo3 y el tintinábulo4, que e la Edad Media, tenía la función práctica de anunciar al pueblo de Roma la proximidad del Papa durante las procesiones.

                                                            3 Es una pieza histórica de la indumentaria e insignias papales, usada en principio para proveer de sombra al Romano Pontífice (Galbreath, 27). También es conocido como el pavillón, actualmente es un símbolo de  la autoridad papal. Se puede encontrar en  todas  las  iglesias que ostentan  la dignidad basilical,  colocada de forma visible al lado del altar mayor. Cuando el papa visita la basílica, el canópeo es abierto. 4  Consiste  en  un  estandarte  con  la  imagen  del  santo  titular  y  que  remata  en  la  parte  superior  en  una campanilla.  

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IV

BASÍLICAS MAYORES

En principio se llamaron así a siete de las basílicas con que contaba Roma. Eran éstas: 1. Basílica de San Juan de Letrán: es la catedral del Papa como obispo de Roma. 2. Basílica de San Pedro del Vaticano: asignada antiguamente al Patriarca de Constantinopla, hoy usada por el Papa como cabeza de la Iglesia Romana. 3. Basílica de Santa María la Mayor, asignada antiguamente al Patriarca de Antioquía. 4. Basílica de San Pablo Extramuros, asignada antiguamente al Patriarca de Alejandría. 5. Basílica de San Lorenzo Extramuros, asignada antiguamente al Patriarca de Jerusalén. 6. Basílica de San Sebastián de las Catacumbas o de San Sebastián Extramuros. 7. Y la Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén. Actualmente sólo las cuatro primeras siguen siendo hoy llamadas basílicas mayores. Se caracterizan, entre otras cosas, porque en su altar sólo puede oficiar el papa. Estas cuatro basílicas mayores y la basílica menor de San Lorenzo Extramuros son denominadas en conjunto basílicas patriarcales.

1. Basílica de San Juan de Letrán

2. Basílica de San Pedro del Vaticano

3. Basílica de Santa María la Mayor

Basílica de San Pablo Extramuros

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5. Basílica de San Lorenzo Extramuros,

6. Basílica de San Sebastián de las Catacumbas o de San Sebastián

Extramuros

7. Basílica de la Santa Cruz de Jerusalén