Zen en el arte de aprender dialogando - María Laura Engelbrecht.pdf
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ZZeenn eenn eell aarrttee ddee aapprreennddeerr ddiiaallooggaannddoo
Aquí la letra en estado bruto hace jugar
de otro modo los procesos del aprendizaje,
la lectoescritura y la transmisión por la mirada.
Héctor Libertella
La escena que analizaré en esta entrada fue extraída de la observación de un Taller de
escritura creativa que se lleva a cabo en la casa de su coordinador en una localidad del
sur de Gran Buenos Aires. El taller consta de tres niveles y cada uno de ellos tiene un
año de duración. Las reuniones del taller son llevadas a cabo en el living de la casa,
donde cada uno tiene lugar entre sillones, pufs y se comparte un mate. Los talleristas
son tres varones y una mujer, todos más o menos de la misma edad, jóvenes adultos (el
coordinador también pertenece a esta franja etaria). Paso a mostrarles la escena sobre la
cual trabajaré:
“Marina estuvo un rato callada, ahora habla nuevamente, comenta que está leyendo Zen en el arte de escribir de Ray
Bradbury y que se dio cuenta de que a veces ella escribe mucho “para el lector” en lugar de escribir más lo que siente y
que tiene miedo de terminar siendo “comercial o algo así” y que lo que sintió cuando leía el libro de Bradbury era que estaba escribiendo “a medias” porque escribía sin garra, sin entusiasmo, sin sentimientos. Román le dice que tiene razón Bradbury porque “para reescribir hay tiempo”, que a veces está bueno el estallido y esa primera versión tiene cosas “especiales”. Emiliano dice que también leyó el libro, y que lo que estaba bueno era lo de buscar las palabras que son como “detonantes de la escritura”, que ese era el modus operandi de Bradbury. Marcos dice riéndose “¡Eso es lo que puso en el libro! No, está buena la idea de que uno puede tener una vida sin tomar antidepresivos aún siendo escritor” (…) Román dice que siempre la idea es desacralizar un poco el oficio de
escritor y la idea anacrónica de éste.”
禪 Para saber más acerca del libro pueden seguir el link de la imagen para leer la reseña de Rafael Marín (crítico de
cine, comics y literatura de ciencia ficción)
Resulta interesante ver en esta escena la manera en que se manifiesta el concepto de
saberes sujeto (Foucault, 1996) de los participantes y la manera en que a partir de eso se
descalifican saberes acerca de la literatura y el ser escritor.
En la postura de Marina, vemos que se descalifica a los escritores que escriben
pensando en un determinado tipo de lector en lugar de escribir lo que sienten. Marina
afirma “tener miedo” de estar escribiendo literatura “comercial o algo así”, por lo que
observamos que en sus representaciones acerca de la literatura quedan totalmente
descalificados los best sellers y así también los lectores que consumen los libros que así
son etiquetados. Román responderá a su preocupación, diciéndole que no hay problema
2:
con la escritura emocionada y sentimental, porque las “primeras versiones” son
interesantes. Esta respuesta resulta enriquecedora para nuestro análisis, puesto que al
hablar de una “reescritura” necesaria, Román descalifica las primeras versiones de un
texto y la escritura como don natural, la idea del genio creador, que como aclarará
posteriormente es “anacrónica”: para él ser escritor es un oficio. Como respuesta a
esto deducimos que en sus representaciones acerca de la literatura, queda fuera la
escritura como un rapto de inspiración que puede ser publicado tal y como fue escrito
por primera vez. Pero, pensemos por ejemplo en la literatura surrealista: ¿queda
totalmente descalificada en las representaciones acerca de la literatura de Román? o
bien, ¿es considerada una “idea anacrónica” de lo que es escribir y ser escritor?
Por otro lado, más asociado a las ideas de Román, Emiliano aporta una lectura diferente
de Zen… a partir del recorte que hace a la hora de expresar su experiencia de lectura. Él
habla de un “modus operandi” y esto se condice con la idea del ser escritor como
oficio, la escritura es vista como una actividad con ciertos métodos y con un
conjunto de técnicas a disposición del escritor. Vemos descalificada la escritura como
catarsis, y así también, la escritura con garra, entusiasmo y sentimientos que quería
alcanzar Marina.
El anterior análisis de los comentarios, nos permite ver la manera en que los
participantes del taller se apropian del libro de Ray Bradbury y ponen sobre la mesa sus
lecturas heterogéneas, encontrándole cada uno un sentido que le interesa
particularmente (Reimondo, 2003). No sabemos si es casual que lo hayan leído,
probablemente su lectura haya sido recomendada, pero no obligatoria (un participante
del taller no hace comentarios acerca del libro y otro hace un comentario que no está
directamente relacionado con la lectura del mismo).
Marcos expondrá otra idea acerca del “ser escritor”. Su deducción muestra que sus
representaciones están centradas probablemente en la idea del escritor romántico y de
los poetas malditos, cuyas historias de vida (hartamente conocidas) fueron trágicas y
estuvieron plagadas de hechos poco felices como suicidios y adicciones. Su
representación acerca de la literatura entra en conflicto con su idea del ser escritor,
puesto que aunque no esté de acuerdo con las vidas trágicas (no es necesario “tomar
antidepresivos”), este comentario revela que las producciones de estos escritores son las
que mejor ilustran su idea de literatura y probablemente que los lectores para los que
escribe son quienes la consumen.
El comentario de Marcos al que he aludido nos hace pensar que el concepto
de aprendizaje dialógico tiene papel protagónico en esta escena. Como dije
anteriormente, no está directamente relacionado con la lectura de Zen… sino que es
construido a partir de los diferentes aportes y argumentos de los otros participantes.
¿Por qué retomo el concepto? Porque se puede observar claramente que en el taller se
da el aprendizaje a partir del diálogo igualitario (Flecha, 1997) entre los talleristas y
esto gracias a la horizontalidad, que proporciona la situación ideal para la acción
comunicativa. Los talleristas no trabajan con una interpretación única del sentido del
texto y tampoco son juzgados los aportes en función de la posición de poder de los
integrantes (el comentario de Román no es mejor estimado por ser el coordinador).
A la vista de estos análisis los talleristas, en ese vínculo dialéctico que se da en las
prácticas de lectura, modifican el texto mismo al intentar encontrarle diferentes sentidos
e interpretaciones, "desplazando el sentido del texto y recurriendo a su experiencia
concreta y personal"(Reimondo, 2003) como podemos ver claramente en el comentario
final de Marcos.
En esta escena queda demostrado (una vez más, lo cual me parece relevante) que es
posible que se lleve a cabo el aprendizaje a partir del diálogo igualitario y asimismo,
3:
que pueden coexistir de manera armónica las diferentes lecturas de los participantes, sin
imponerse ninguna y a la vez sin llegar a una única conclusión que homogeneice el
pensamiento de los integrantes del taller.
Reflexionando acerca de las
representaciones de escritura y
literatura a las que se dio lugar en la escena y las que se han
descalificado, notamos que en
esta escena el “detonante” de la charla fue la representación
del lector para el que se
escribe. Con esto queda sembrada la piedra de la
discordia: ¿qué tipo de lector
creen ustedes que buscan los talleristas?
María Laura Engelbrecht
Bibliografía
Flecha, R. (1997)Compartiendo palabras, Barcelona, Paidós.
Foucault, M. (1996) "Genealogía 1- Erudición y saberes sujeto" enGenealogía del racismo, Bs. As,
Altamira.
Reimondo, G. (2003) "Una experiencia de lectura con adultos mayores en contextos no formales"
en Lulú Coquette Revista de Didáctica de la Lengua y la Literatura, Año 1 Nº2, Barcelona, Octaedro.