Vladimir, Dylan y un evento contraproducente.

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Vladimir, Dylan y un evento contraproducente. R.O.M Y allí estaba, tirado en una cama, El glorioso señor Vladimir. Tal hombre que vivió más que cualquier persona en ese pequeño pueblo al sur del rincón del mundo. Aquel hombre que sobrevivió a mil tormentas y aquel mismo hombre que todas las mañanas despertaba con la brisa y el sol del ocaso en sus ojos. Aquel hombre que todos en aquel pueblo conocían. Aquel mismo hombre… Hoy, estaba allí, enfermo en una cama de hospital. El aroma en el aire era escaso al aroma que se sentía de él en la vida normal. Había una sensación extraña y un tanto siniestra. Una tranquilidad incomoda que ponía nervioso, esa mañana a todos los animales. Dicen que ellos saben lo que va a ocurrir... Quién sabe. Esa mañana fue distinta de las otras. Pero antes de contarles la historia del señor Vladimir; Voy a contarle la historia de Dylan, un hombre humilde del mismo pueblo. Era una mañana de agosto cuando ese día Dylan se levanto de la cama como hacía varias noches lo hacía; con la nariz en el suelo. Dylan estaba teniendo pesadillas que incomodaban su estilo tan tranquilo de vida. Una persona del pueblo, cualquiera; La vecina Carmody; Él señor Dulls o incluso David…Todos eran vecinos de él, y todos podrían haber jurado que él jamás piso ese pueblo.

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Vladimir, Dylan y un evento contraproducente.

R.O.M

Y allí estaba, tirado en una cama, El glorioso seño r Vladimir. Tal hombre que vivió más que cualquier persona en ese pequeño pueblo al sur del rincón del mundo. Aquel hombre que sobrevivió a mil tormentas y aquel mismo hombre que todas las mañanas despertaba con l a brisa y el sol del ocaso en sus ojos. Aquel hombre que todos en aquel pueblo conocían.

Aquel mismo hombre… Hoy, estaba allí, enfermo en un a cama de hospital. El aroma en el aire era escaso al aroma que se sentía de él en la vida normal. Había una sensación extraña y un tanto sini estra. Una tranquilidad incomoda que ponía nervioso, esa mañana a todos los animales. Dicen que ellos saben lo que va a ocurrir... Quién sabe.

Esa mañana fue distinta de las otras. Pero antes de contarles la historia del señor Vladimir; Voy a contarle la historia de D ylan, un hombre humilde del mismo pueblo.

Era una mañana de agosto cuando ese día Dylan se le vanto de la cama como hacía varias noches lo hacía; con la nariz en el su elo. Dylan estaba teniendo pesadillas que incomodaban su estilo tan t ranquilo de vida. Una persona del pueblo, cualquiera; La vecina Carmody; Él señor Dulls o incluso David…Todos eran vecinos de él, y todos pod rían haber jurado que él jamás piso ese pueblo.

El jamás salía de su casa; Dylan era reservado, muy . Pero esa mañana, todo lo cambio. Y todo comenzó con… Una atada de cordones, si.

Esa mañana estaba tan pero tan cansado que olvido a tarse los cordones del zapato de su su pie izquierdo. Él era muy detallist a en este tipo de cosas. Lo interesante y hasta gracioso es que al in stante en que bajaba los pies de su cama, sus zapatos no estaban en el lugar de siempre, junto a su mesa de luz marrón de maderea de caoba. Sus za patos, estaban en sus pies. Muchos dirán que allí es dónde deben estar.

Pero esa mañana se despertó tan, pero tan desorient ado que si quiera miro el reloj para ir a trabajar.

Dylan se dirigió cuál zombie a una presa segura, ha cía su baño. Tomo su cepillo de dientes y dio, como todas las mañanas de sde hace 16 años; 24 cepilladas arriba y abajo y 24 cepilladas por fuera ; eran un total de 70. Tenía calculado; verán, sus padres eran bancarios y inculcaron en su cabeza, que los números son la base y la punta de l a pirámide social y socioeconómica. De esa forma, desde hace 16 años, y justo en el preciso momento antes de que sus padres murieran en aquel r obo, aprendió que los números, eran la matiz de la vida.

Después de lavarse los dientes y la cara, se dirigi ó a paso torpe hacía la cocina. Puso la pava en la hornalla, pero olvido pr enderla.

Por lo cual, ese Dylan, ¡NO DESAYUNO!

Pero estaba tan pero tan desorientado que poco se d io cuenta de la situación, y que el no comer ese día y atarse mal l os cordones, complicarían de forma desastrosa, su futuro.

Al mirar su reloj de pulsera, y ver que marcaban ca si las 10. Echo a correr sus píes y en tan solo 4 pasos llego a la pu erta. El no presto atención a lo que había hecho, pero cualquier perso na no llega desde la cocina a su puerta de entrada en 4 simples pasos. D yla no disfrutaba de la vida y no diferenciaba una simple acción laboral de una acción tan curiosamente explendida como la que había ejercido hace tan solo 3 segundos. Sin darle la mínima importancia que merec ía, metió la llave en la cerradura, la abrió lentamente y los sentidos em pezaron a agudizar.

En lo profundo del silencio, se podía sentir la sen sación y el sonido que causaba la cerradura al abrirse; él tan solo pensó que, ver las cosas lentas y escucha sonidos que el oído humano no pued en captar, eran tan solo síntomas de una futura jaqueca.

Dejo la puerta con la cerradura a medio abrir y fue a buscar una pequeña aspirina a su habitación.

.-Esta agua está explendida-. Pensó Dylan… Pero lue go de un segundo de pensarlo, regreso a su actividad laboral…

Después de todos, ya marcaban las 10:15 en su reloj , tenia 15 minutos más para llegar a su oficina, que quedaba en la otra pu nta del pueblo y tardaba unos 20 minutos en llegar.

Dylan se dirigió a la puerta y al intentar terminar de abrir la cerradura, la llave cedió después de tantos años de no reempla zarla… y se rompió.

Dylan insulto y insulto y insulto sin cesar.

.- ¡PERO POR QUÉ PASA ESTO! ¡POR QUÉ!...-.

Luego de varios insultos que no corresponde si quie ra escribirlos, abrió la ventana de su baño, trepo sobre el vidette y sal to al exterior.

Al llegar a la acera, se detuvo 2 segundos y medio para corroborar que tenía todo en sus bolsillos…

Como todo estaba en orden, emprendió camino, esprin tando a más no poder hacía su trabajo.

Camino al trabajo.

Corría…corría y corría. Pero corría tan rápido, que todos los vecinos de su barrio no podía verle la cara. Muchos llegaron a pensar que era un ladrón, otros que era un vagabundo demente y otros que estaba herido.

Corría tan rápido que la corbata roja que tenia, se desvanecía en la perspectiva de cualquiera que lo miraba…y llegaba a parecer sangre, sangre espesa.

Luego de haber corrido tanto, se cruza con una esqu ina, el pretendía seguir corriendo y así fue.

Al instante en que piso con su pie izquierdo la ace ra, un coche desde su extremo derecho surgió, mientras que otro de su ext remo izquierdo, a mayor velocidad que el derecho.

Los conductores quedaron tan atónitos, que al insta nte pretendieron frenar. El de la derecha estaba tan nervioso que en lugar de pisar el freno. Piso con ambos pies el acelerador y el condu ctor izquierdo, estaba tan nervioso, de la misma, incluso aún más que el d erecho. Qué piso el freno, pero al mismo instante giro el volante de ta l manera que el coche giro en unos noventa grados.

El coche izquierdo volaba. Las personas a su alrede dor miraban y sus ojos estaban fijos en Dylan que aún seguía corriendo hac ía el otro extremo de la calle.

En ese preciso momento, el auto que volaba calló ju sto encima del derecho…Pero como el conductor del auto azul, derec ho. Estaba tan pero tan nervioso y aún sus pies seguían en el acelerador. T omo tal velocidad, que el auto que impacto desde el aire en su frente, no lo detuvo.

El conductor derecho siguió avanzando. De forma que el auto izquierdo que estaba incrustado en su parte delantera, fue arrast rado con tal fuerza que impacto a Dylan, empujándolo varios metros hacia ad elante. Pero paren, esto no termina aquí.

En esa misma calle…había un pequeño bache. Ustedes dirán, ¿Qué hay con eso?

Pero hay mucho. La semana anterior, un grupo de con structores arreglaba la calle…Pero a punto de terminarla, 2 autos empezaron a tocar bocinas sin cesar. Eran los mismos coches y los mismos conducto res que en este momento tenían el accidente.

Así que… Si una semana atrás, esos hombres tan impa cientes hubiesen empleado un poco de paciencia a lo que el trabajado r estaba haciendo. En este preciso instante, podrían haberse salvado…y a Dylan. Que aún seguía con vida y aún seguía moviéndose por la inercia y e l impacto.

En ese preciso momento, ese bache, todo lo cambio. El auto del conductor derecho que estaba siendo arrastrado, topo con ese tan insignificante y pequeño bache. Ocasionando que una insignificante t ambién caña de pescar en el interior del coche del conductor. Frenara el auto bruscamente,

Era una caña de pescar marca Shimano. Una de las marcas más aclamadas por los pescadores, y sus anuncios al parecer no mentía n.

¡LAS MEJORES CAÑAS DE PESCAR, TAN DURAS COMO EL ROBLE!

La teoría…fue comprobada.

Pues la caña se trabo en ese insignificante bache y freno el auto dado vuelta. El conductor derecho aún seguía avanzando y cuando por fin pudo pisar el freno, fue tal el impacto que, volvemos a la inercia. El auto empezó a elevarse por encima de su parte trasera. V oló de tal forma y casi tan impactante como voló el primer auto, que todos los testigos en esa zona, creyeron estar en un set de película Hollywoo dense. Pero no era así, el auto giro y giro por los aires y su conductor in consciente.

El auto giro. Y en el otro extremo Dylan estaba mal herido.

Con las fuerzas que quedaron en su último suspiro, levanto el brazo en el que tenía el reloj pulsera y miro la hora…

10:20. Se preocupo tanto que movió la cabeza de lad o al lado y justo, metros a su derecha se encontraba el BAR Talimbur. Una pequeña taberna local que tenia puertas de cristal.

La mirada de Dylan se planto en un gran reloj digit al de pared, gigante, incluso más que una cabeza de bebé.

La hora que marcaba ese reloj, eran las 9:30. Dylan se preocupo, pero al no darle importancia volteo la cabeza y miro hacía el cielo y las nubes eran azules.

En ese preciso instante, la vista fue tapada por el coche que se dirigía hacía el.

Lo interesante, curioso, sádico y morbo de esta sit uación. Fue que él no le dio importancia al reloj de pared que marcaban l as 10:30. Pero una mano salió del auto que se dirigía hacía a él desde metr os en el cielo.

Un reloj digital de pulsera negro, marcaban las 10: 30. El siguió sin aceptar el hecho de que se había equivocado. Pero l a radio del conductor aún seguía prendida, una voz de locutor de un progr ama de una estación que él no reconocía; un tanto extraño, ya que pasaba su s horas de descanso escuchando radio; marcó las 10:01 de la mañana.

En ese preciso instante, dio cuenta la cabeza de Dy lan. Que la noche anterior, había marcado su reloj una hora y quince minutos tarde sin querer al acostarse. El jamás se dormía con su relo j, pero la noche anterior llego tan pero tan cansado, que su reloj c ontinuó en su muñeca. Y al apoyarse sobre el display de botones, adelanto l a hora sin querer, y quince minutos más tarde.

Dylan lloro con una sola lagrima y el auto seguía a próximandose hacía a él.

Cerró los ojos lentamente y el final es inevitable.