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Teoría Manuel Asensi Chris Dercon “Una ciudad está compuesta por diferentes clases de hombres; personas similares no pueden crear una ciudad”. aristóteles

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Teoría Manuel AsensiChris Dercon

“Una ciudad estácompuesta pordiferentes clases dehombres; personassimilares no puedencrear una ciudad”.aristóteles

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Manuel Asensi TEORIA 9

El curso Condiciones posmodernas tuvolugar en otoño de 2001 en el MACBA,organizado conjuntamente con la ETSABde la UPC y contó con la colaboracióndel ICE de la UB. Su objetivo era haceraportaciones críticas para entender demanera compleja el concepto polémicode posmodernidad y en particular la rup-tura histórica que supone.

De acuerdo con teóricos como DavidHarvey o Fredric Jameson, la década delos sesenta es el momento en que crista-lizan las condiciones históricas de la pos-modernidad o capitalismo tardío: el pasoal capitalismo post-industrial o posfordis-mo, la Guerra Fría y la culminación einmediata crisis del Estado del Bienestar,la aparición del Tercer Mundo como cate-goría política, el momento en que la tele-visión transforma la esfera pública y

hegemoniza los medios de comunicación,y el momento a partir del cual el consu-mo se convierte en una categoría culturalcrucial en el Occidente capitalista. Estambién el momento de la eclosión denuevos discursos críticos en los diversosórdenes sociales, políticos y culturales,cuyo emblema sería el Mayo del 68.

El curso se desarrolló en torno a tresejes: el legado político del 68 y el papelde los nuevos movimientos socialescomo nuevo sujeto político emergenteante la crisis de representación políticaque se abre con la caída del muro y ladesaparición del socialismo real; la rup-tura de la oposición de alta y baja cultu-ra y el surgimiento del paradigma de losEstudios Culturales, que comporta unareinterpretación de la cultura popular ylos procesos de consumo que rompe con

el paradigma moderno de autonomíaestética cuyo emblema es Adorno; y, final-mente, la aparición de un nuevo paradig-ma comunicativo en el arte contemporá-neo y la hibridación de las artes visualesy el cine, en el sentido de un proceso de“audiovisualización” que todavía continúay que va de la mano de las aportacionesde las nuevas tecnologías.

En el curso participaron Josep MariaMontaner, Manuel Asensi, FranciscoFernández Buey, Horacio Fernández,Viviana Narotzky, Antoni Mercader, JorgeLuis Marzo, Maite Ninou, José Luis Brea,Vicenç Navarro, Juan Antonio Suárez, LuisPuig, Narcís Selles, Javier Codesal, JordiBorja, Manuel Castells y Chris Dercon.

Condiciones Posmodernas JORGE RIBALTA

tienda prada, n.y. rem koolhaasfoto zaida muxí, 2004.

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Manuel Asensi TEORIA 11

La deconstrucción es un modo de resis-tencia política ante cualquier forma defascismo, posiblemente una de las estra-tegias políticas más liberadoras desdeque el marxismo y sus variantes demos-traran sus terribles limitaciones. Mi plan-teamiento queda, en este sentido, muylejos del de Paco Vidarte y Cristina dePeretti cuando al afrontar la relaciónentre política y deconstrucción aseguranque “nuestra intención (...) no es ni poli-tizar la deconstrucción ni hacer unadefensa a ultranza de algo así como un‘innegable carácter político’ de la decons-trucción”. Aquí defiendo, precisamente,que la deconstrucción tiene un innegablecarácter político, si bien no se ganamucho articulándola, por ejemplo, con elmarxismo, tal y como deja ver el trabajode Michael Ryan. Pero para llegar a esaconclusión es necesario explicar por quérazón la deconstrucción no es un simplejuego textual basado en la frase de Derri-da, tan mal comprendida, tan bien tergi-

versada, según la que “no hay fuera deltexto”. Es necesario exponer la decons-trucción con un lenguaje diferente al quese ha venido utilizando hasta ahora, re-leerla, re-orientarla, re-inventarla, darleun empujón. El interés explícito por larelación entre deconstrucción y políticano es ninguna novedad en el pensamien-to de Derrida o en el de Paul de Man, ypara ello basta pensar en la entrevistaque Jean-Louis Houdebine y Guy Scarpe-ta le hicieron al filósofo francés en tornoa las relaciones entre la deconstrucción yel materialismo histórico. Ese interés seha visto remarcado con la serie de traba-jos que Derrida publicó a partir de Espec-tros de Marx, Editorial Trotta, Madrid,1995. No obstante, el carácter “político”de la deconstrucción se encuentra pues-to de relieve en textos tan tempranoscomo La voix et le phénomène (1967a), oL’écriture et la différance (1967b). ¿Quéhay que comprender para darse cuentade que, en efecto, la deconstrucción

tiene, ante todo, un carácter político?¿Cómo desprenderse de esa visión pro-pugnada por Richard Rorty para quien ladeconstrucción pertenece a la tradiciónde los ironistas privados que en nadaafecta al ámbito público?

Y vaya por delante que en estas pocaspáginas no se trata de responder a unapregunta acerca de cómo afecta la decons-trucción (que en teoría sería una filosofía,o una crítica literaria o x) a la política, sinode responder a una pregunta acerca delser mismo de la deconstrucción. Los lec-tores de Derrida saben que hablar del“ser” de la deconstrucción es algo pocomenos que herético dado que la estructu-ra predicativa “X es P” es de orden pro-fundamente metafísico. Pero pronto seentenderá que cuando aquí hago la pre-gunta “¿qué es la deconstrucción?”, ese“es” lo empleo de una manera performati-va (ser es igual a actuar) y que con élhabito la metafísica de un modo peculiar.

Manuel Asensi¿QUÉ ES LA DECONSTRUCCIÓN DE JACQUES DERRIDA?

Ilustraciones Boris Hoppek

MANUEL ASENSIEs profesor titular de Teoría de la Literatura en la Facultad de Filología de la Universidad de Valencia y profesor visitante enla Brigham Young University, Utha. Ha sido profesor visitante en las Universidades de Irving, California y Emory University,Atlanta. Además, ha impartido seminarios y conferencias en distintas universidades americanas y españolas.Es director de la colección de Humanidades de la Editorial Tirant lo Blanch y de Prosopopeya -revista de crítica contempo-ránea- que publica el Instituto de Estudios de Retórica y el Departamento de Teoría de los Lenguajes. Ejerce de crítico cul-tural en el suplemento "Culturas" del periódico La Vanguardia y desde hace dos años colabora en las actividades y talleresdel MACBA.Su campo de investigación está constituido básicamente por teoría y crítica literarias, literatura española y el cine. Entre suspublicaciones se cuentan los libros siguientes:Teoría de la lectura (para una crítica paradójica), Madrid, Hiperión, 1986. Teoría literaria y deconstrucción, Madrid, Arco, 1990.La teoría fragmentaria del Círculo de lena: Friedrich Schlegel, Valencia, Amós Belinchón, 1992. Vértigo o Boustrófedon (unalectura de Hitchcock), Valencia, Episteme, 1993. Literatura y filosofía, Madrid, Síntesis, 1995. La maleta de Cervantes o el ol-vido del autor, Valencia, Episteme, 1996. Historia de la teoría de la literatura (desde los orfgenes hasta el siglo XIX), Valencia,Tirant lo Blanch, 1998. J. Hilis Miller or Boustrophedonic Reading, Stanford, University of Standford Press, 1999. Historia dela teoría de la literatura (desde principios de siglo hasta los años setenta), Valencia, Editorial Tirant lo Blanch, 2003.

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Dicho de otra manera: hablar de la rela-ción entre deconstrucción y política esalgo que surge cuando nos planteamosqué es eso de la deconstrucción.

Una buena vía para entenderla es hacer-se y responder las siguientes preguntas:¿Qué hay que deconstruir? ¿Por qué hayque deconstruirlo? ¿Cómo hay quedeconstruirlo? Naturalmente se trata detres preguntas inmensas que nos llevarí-an muy lejos en el tiempo y en el espa-cio. Finjamos, a pesar de ello, que tienenunos límites bien definidos, delimitables,mensurables. Las dos primeras preguntaspueden contestarse conjuntamente: ¿quéhay que deconstruir y por qué hay quedeconstruirlo? El nombre de lo que hayque deconstruir es “metafísica”. Dichoasí, nombrado de esa manera, se tienede inmediato la impresión de hallarseentre las páginas que van desde Platón yAristóteles hasta Heidegger. Y no nosequivocamos, la mejor manera de com-prender la metafísica se encuentra enesas páginas. Pero he aquí que la meta-física, en cuanto sistema de pensamien-to, impregna la conciencia de los indivi-duos y guía sus acciones. Mukarovskydecía que “el contenido de la conscienciaindividual viene dado hasta en sus pro-fundidades por los contenidos que perte-necen a la consciencia colectiva”. Lametafísica organiza la textualidad engeneral y, por ello mismo, impregna laconciencia colectiva y la individual. ¿Quie-re decir todo esto que estamos diciendoalgo así como que metafísica y fascismoson lo mismo? No exactamente, lo que sequiere decir es que pertenece a la estruc-tura misma de la metafísica la posibili-dad, históricamente cumplida, de darlugar al fascismo. En este sentido, nosvale el diagnóstico de Adorno y Horc-kheimer en torno a la dialéctica de lailustración. Los análisis de Deleuze yGuattari en torno a los polos paranoidey esquizoide también podrían ser invo-cados aquí de forma muy productiva.

Estas relaciones son complejas y necesi-tarían una mayor elaboración, pero diga-mos que del mismo modo que según laconocida tesis de Adorno-Horckheimer la

ilustración se resuelve en mito, la meta-física, en una de sus posibilidades, acabahistóricamente en un fascismo colectivoy/o individual. A fin de cuentas, el argu-mento heideggeriano de que la cienciamoderna representa la culminación de lametafísica, tiene una significación pareci-da. Detallemos la cuestión: cuando Hei-degger se plantea la pregunta ¿qué es la

metafísica?, responde: el pensamientodel ser como simple presencia. Podría-mos elegir cualquier otra definición, perono cabe duda de que nos encontramosante una definición muy operativa. Loimportante de ella no es tanto su conte-nido como la matriz que crea, el espaciovacío y formal a que da lugar, de maneraque los contenidos que históricamentevayan apareciendo en ella, dentro de suslímites, están sobredeterminados por esamatriz. ¿En qué consiste esa matriz? Si elser se determina como simple presencia,automáticamente se desarrolla una opo-sición entre la presencia y la ausencia(presencia-ausencia), entre todo aquelloque está presente y todo aquello queestá ausente en lo relativo al ser. No obs-tante, lo importante de ese gesto no estanto la idea de presencia/ausencia comola forma vacía de esa oposición, que no

iguala sino que establece una relaciónjerárquica en la que un elemento, la pre-sencia, se impone y domina al otro,la ausencia.

Es conveniente darse cuenta en este pun-to de que esa matriz jerárquica orientalos términos que figuran o que figuren enella. Da igual que hablemos de presen-cia/ausencia, vida/muerte, cuerpo/alma,inteligible/sensible, contenido/expresión,realidad/ficción, hombre/mujer, ha-bla/escritura, espíritu/materia, éli-te/popular, teoría/práctica etc., lo caracte-rístico es que los términos que aparecenen primer lugar ocupan una posición je-rárquica superior respecto a los términosque aparecen en segundo lugar. ParaHeidegger, la clave metafísica reside en laoposición entre el ser como presencia yel ser como ausencia. Para Derrida, labase metafísica se halla en la oposiciónentre el habla y la escritura. Para el femi-nismo, el problema metafísico se encuen-tra en la oposición entre lo masculino ylo femenino. Para nosotros, el fundamen-to de la metafísica se desprende de labarra misma de la oposición (/), una ba-rra que incomunica los elementos queentablan una relación jerárquica.Obviamente, no hay problema en recono-cer una diferencia, por ejemplo, entre lomasculino y lo femenino, el problema re-side en que esa diferencia crea un efectode jerarquía. Diremos, por tanto, que lopropio de la barra no es establecer unaoposición paritaria (del estilo Zipi yZape), sino el crear un efecto de jerar-quía. Naturalmente, no todas las oposi-ciones son jerárquicas, pero sí las meta-físicas. Abdul Jan Mohamed, empleandouna terminología perteneciente a las dosformas diferentes de cálculo en el siste-ma informático, distingue entre una opo-sición basada en la negación binaria, quees dialéctica, está sujeta a un orden je-rárquico y a la recuperación, y una opo-sición basada en la negación por analo-gía, que considera cada elemento comouna parte de series diferenciales que noentablan una relación jerárquica.

No parece difícil darse cuenta de que silo propio de la metafísica es la barra que

delimita una oposición jerárquica sea deltipo que sea, entonces gran parte de lalucha social y política tiene que ver conesas oposiciones jerárquicas. Se trata deuna correspondencia que fue muy prontodetectada por Jean-Joseph Goux en sustrabajos sobre “numismáticas”. Allí poníade relieve como la represión de la escri-tura dentro del pensamiento occidental(tesis derridiana) corría paralela a lalucha de clases y a la represión del pro-letariado (tesis marxistas) y a la oposi-ción detectada por el psicoanálisis entreel objeto falo y el objeto parcial. CitaGoux a Marx en el momento en el queéste asegura que la oposición entre lamercancía y la moneda es la forma abs-tracta y general de todas las oposicionesque implica el trabajo burgués. Lacorrespondencia fue también vista en elcampo del feminismo por Hélène Cixous,quien en el inicio de su texto “la jovennacida” hace notar que el pensamientosiempre ha funcionado por oposiciones,habla/escritura, alto/bajo, “por oposicio-nes duales, jerarquizadas. supe-rior/inferior. Mitos, leyendas, libros. Siste-mas filosóficos. En todo (donde) intervie-ne una ordenación, una ley organiza lopensable por oposiciones (duales, irre-conciliables; o reconstruibles, dialécti-cas). Y todas las parejas de oposicionesson parejas. ¿Significa eso algo? (...),¿está en relación con ‘la’ pareja, hom-bre/mujer?”.

Cuando quienquiera que sea juzga alextranjero, al diferente, al de distintaraza, al de distinta sexualidad, al de dis-tinta condición física, etc., como inferior,entonces está ya incurriendo en la barrametafísica, está siendo guiado por ella.También cuando alguien se aferra a laoposición jerárquica entre el bien y elmal, lo bello y lo feo, la verdad y la men-tira, está asimismo instalado en el movi-miento propio de la metafísica, estáhaciendo funcionar la barra. No debe sor-prendernos que se haya acabado hablan-do de “falogocentrismo”, porque de esamanera se ha englobado el campo de loideal (el logos) y de lo histórico (el falo).Así, pues, la metafísica no es algo que sehalle única y exclusivamente en los libros

de filosofía, en el intrincado pensamientode Heráclito, Platón, Aristóteles, Descar-tes, Kant, Hegel, etc., sino que guía elcampo de las acciones sociales y políti-cas, tanto personales como colectivas.Uno de los gestos metafísicos por exce-lencia es el llevado a cabo por los nazisen todo lo referido al genocidio del pue-blo judío (sometido a la idea del dominiojerárquico de una raza sobre otra), perotambién son potencialmente metafísicosy fascistas actos y decisiones tomados yrealizados dentro de un contexto demo-crático. En este sentido, una buenarepuesta a la pregunta ¿por qué hay quedeconstruir? es la siguiente: para evitarlos totalitarismos en cualquiera de susformas y manifestaciones. Por supuesto,ello no quiere decir que la metafísica seaalgo compacto, eternamente igual así mismo, simplemente negati-vo y conducente al fascismo.

Sería absurdo mantenerque Aristóteles es fascis-ta, como sería absurdopensar que la metafísicasiempre ha funcionadode la misma manera,igual que si se tratara deun ente fuera de la historia.En realidad, lo que ladeconstrucción vigila no es lametafísica, sino la posibilidadde que la metafísica devenga fas-cista, el riego potencial autoritario,su matriz más básica, la barra. Dehecho, el peligro de ésta no residetanto en crear oposiciones jerárqui-cas como en conferirles un valorontológico.

Porque, ¿cómo se legitima una oposiciónjerárquica? Hay tres cauces habituales: 1)encontrar un centro capaz de explicar y darsentido a una totalidad (lo que Derridallama un “significado trascendental” parareferirse al hecho de que la historia de lametafísica consiste en la sustitución de uncentro significativo por otro), centro sobreel que recae la responsabilidad nada másy nada menos de dar argumentos que jus-tifiquen la prioridad de un elemento de laoposición sobre el otro; 2) situar un origenpuro (una arqueología) del que emana latotalidad y que, al igual que el centro(muchas veces coinciden), sirven paraexplicar y dar coherencia a las oposiciones

“En realidad, loque la decons-trucción vigila noes la metafísica,sino la posibili-dad de que lametafísicadevenga fascista,el riego potencialautoritario, sumatriz másbásica, la barra”.

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“La deconstrucción hay que inventarlasiempre, a cada paso, sin cesar, de ahísu enorme potencialidad creativa”.

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binarias jerárquicas (piénsese en cómo losnacionalismos y los integrismos buscanobsesivamente un origen que les dé lasensación de identidad y justifique sus rei-vindicaciones); 3) postular una finalidad(una teleología) que al igual que lo ante-rior dota de sentido una distribuciónjerárquica de papeles. La filosofía delespíritu de Hegel es una línea maestra enlo que a ello se refiere, de hecho toda lahistoria, toda la jerarquía de los espíritus,toda la jerarquía de las diferentes formasartísticas, se justifica en virtud de esecaminar del Espíritu hacia su triunfo yesplendor finales. La teoría aristotélica delas causas, con todas sus extensiones

que van desde lo metafísico hasta lo polí-tico pasando por lo poiético, es unamaquinaria perfecta al servicio del marcoque recorta un origen puro (en tantocausa primera o causa eficiente), unafinalidad (causa final), y un esencialismo(causa material, formal) sobre el que des-cansan las grandes oposiciones aristoté-licas (materia/forma, potencia/acto, etc.).

¿Cómo se deconstruye? Se trata de otrapregunta inmensa, imposible de delimi-tar. Derrida, como Paul de Man, no se hacansado de repetir que la descontrucciónno es un método, un esquema generalque se pueda aplicar a cualquier objeto,texto o contexto. La deconstrucción hayque inventarla siempre, a cada paso, sincesar, de ahí su enorme potencialidadcreativa. Sus estrategias son contextua-les, locales, y lo que es válido para uncontexto quizá no lo sea para otro. Eldeconstructor puede aprovecharse deuna cierta andadura deconstructiva, deuna trabajo precedente. La deconstruc-ción es siempre una crítica experimental.De ahí que cuando los seguidores deDerrida o de Paul de Man se limitan aimitar los recorridos de éstos el resultadoes, demasiadas veces, lamentable.

El lema sería algo así como: no imites ladeconstrucción, invéntatela. ¿Cómo deli-mitar lo que siempre está por inventar?No obstante, lo que sí que está claro eslo que la deconstrucción busca: ponerpatas arriba el discurso metafísico, logo-céntrico o falogocéntrico allí donde sepresente: en la filosofía, en el arte, en lapolítica, en el derecho, en la sexualidad.Por ello, la deconstrucción no es ni unafilosofía, ni una teoría literaria o artística(por mucho que en estos campos hayamostrado su efectividad, por mucho queautores como Gasché hayan demostradoque el ámbito de discusión más propiode Derrida es el fenomenológico), sino

una política que afecta a la totalidad delos campos del saber, una política quetoca y afecta a la idea de límite, separa-ción, polaridad, frontera, jerarquía, ori-gen, finalidad, etc.

Pero para poner patas arriba el discursometafísico hay que aprender de los erro-res de todos aquellos que han pretendi-do salirse de la metafísica (Kant, Nietzs-che, Heidegger, Derrida, Paul de Man),hay que seguir una cierta lógica de laequivocación. Y el primer error es pensarque podemos salir fuera de la metafísica,del fascismo, simplemente saltando fuerade ella, apartándonos de ella, no que-riendo saber nada de ella. Y ese error sedebe a que pertenece a la estructuraesencial de la metafísica el querer salirsede ella misma. Algo así como si dijéra-mos: el gran error metafísico es la volun-tad de salirse de la metafísica. Pero,claro, tampoco se gana nada permane-ciendo dentro del edificio metafísico,conviviendo con él, dejándose contami-nar por él. Derrida ha visto muy bien elproblema: si una oposición jerárquica ladejamos tal y como la encontramos pormiedo a incurrir en otra metafísica,entonces somos esclavos de esa oposi-ción y del sistema que la sostiene. Pero

si la invertimos, si el término secundario,marginado, lo ponemos en situación dedominio y marginamos ahora el términoque antes era prioritario (hacer tesis delestilo: frente a la oposición Pene/dildo,donde el dildo es visto como un suple-mento del pene, digo ahora Dildo/pene,invirtiendo el esquema de la prioridad yargumentando que el pene es un suple-mento del dildo), entonces reproduci-mos la misma metafísica sólo que conuna cara diferente. La matriz fascistacorre el peligro de potenciarse.

También es Derrida quien ha señaladocuál es la finalidad de la deconstrucción.

Ante una oposición jerárquica se trata deque la barra se vuelva líquida, porque“en el líquido, los opuestos pasan másfácilmente uno dentro de otro. El líquidoes el elemento del fármacon. Y el agua,pureza del líquido, se deja más fácilmen-te, más peligrosamente, penetrar y luegocorromper por el fármacon, con el que semezcla y compone de inmediato” (Derri-da, 1972: 231 de la trad. esp.). Dicho deotra manera: lo que la deconstrucciónpersigue, en una estrategia sin finalidad(para evitar la teleología metafísica), esque la barra que mantiene una oposiciónjerárquica se torne blanda, de maneraque los términos que permanecían sepa-rados rígidamente se interpenetren, setoquen, se contaminen entre sí (¡conta-míname! dice una canción de Ana Belén).Invertirlos es algo que sólo funciona enun primer movimiento deconstructivo,algo que pueda ayudar a volver líquida labarra, pero si todo se limitara a esainversión, la barra, la molaridad, se endu-recería de nuevo. Tras ese posible primermovimiento, la andadura derridiana ponede relieve que es necesario producir untercer término cuya función es sostener laoposición en estado de carencia, en esta-do de negatividad, en una dialéctica nosuperable, demostrar que su uso es

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“El deconstructor puede aprovecharse de una ciertaandadura deconstructiva, de una trabajo precedente.La deconstrucción es siempre una crítica experimental”.

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meramente pragmático, que no estábasada en ningún criterio de verdad. Esun tercer término que escapa a la lógicabinaria, a la conceptualidad, que respon-de a un criterio de contradicción en elque es posible argumentar que “es estoy lo otro” y, al mismo tiempo, que “no esesto ni lo otro”. Es un indecidible, unainfraestructura (en sentido no marxista).Se podría decir que la obra de Derrida haconsistido desde los años sesenta hastala actualidad en una interrumpida pro-ducción de indecidibles (archi-escritura,diseminación, huella, parergon, différan-ce, ruina, ceniza, himen, espectro, suple-mento, fármacon, subyectil, etc.).

Piénsese en las posibilidades que se des-prenden de este planteamiento contami-nante si lo aplicamos a problemas comoel racismo, la discriminación sexual o losnacionalismos. El trabajo de Derrida en elcampo filosófico y/o literario es un posi-ble modelo para una política generaliza-da. En cualquier caso, la deconstrucciónsiempre debe evitar sentirse abrumadapor el contexto en el que opera, poraquello de lo que trata de huir, y abrirsea lo nuevo, a lo experimental, a una sali-da cuyo rasgo es haber sido capaz decrear algo nuevo desde el interior del edi-ficio que se pretendía deconstruir. Y lle-gamos con esto al último punto que aquísólo puedo esbozar. ¿Cómo se vuelveblanda la barra? ¿Cómo se llega a esosindecidibles? ¿Cómo crear lo nuevo sinderruir lo viejo? ¿Cómo arrastrar los valo-res de centro, origen y finalidad? El pro-cedimiento deconstructivo está siemprepor inventar, las recetas previas tienen un

valor limitado y deconstruir a Derrida o aPaul de Man es algo muy aconsejable eneste terreno experimental (hay un dichobudista que dice: “Si encuentras al Buda,mátalo”). Ya lo hemos dicho. Sin embar-go, los trabajos de Derrida y Paul de Manhan trazado unos caminos que es nece-sario tener en cuenta. A riesgo de simpli-ficar mucho, a riesgo de incurrir en lametafísica, y auto-vigilando esta incur-sión, digamos que es necesario distinguirentre textos téticos o molares y textosno-téticos o de fuga (mezclemos Derriday Deleuze, que se contaminen).

Un texto tético o molar proviene habi-tualmente del discurso metafísico, filosó-fico, ético o político, y su característicamás obvia es la de defender una posicióndeterminada. Para ello, recurre al concep-to, a la demostración, a la silogística, alas oposiciones. En estos casos (La voz yel fenómeno es un buen ejemplo de ello,pero también “La farmacia de Platón”), ladeconstrucción halla en el nivel del len-guaje, en alguno de sus planos (fónico,morfológico, sintáctico, semántico o lógi-co), en su etimología, o entre las partesdel texto (título-texto principal, textoprincipal-nota a pie, etc.) una inconse-cuencia, una contradicción, que hacevacilar la posición que se está defendien-do. En varias ocasiones Derrida mencionala necesidad de oponer el autor a símismo. Un texto no-tético o de fuga pro-viene generalmente del campo tradicio-nalmente calificado de “literario” o de“artístico”, y su peculiaridad más eviden-te es la de no mantener una posicióndeterminada, es decir, la de ser irónico.

Explota la ambigüedad, la metáfora, lasanalogías, los anacolutos sintácticos, losjuegos de palabras, las asociaciones fóni-cas, los vínculos cromáticos, formales ode textura. En este caso (“La carta pos-tal”, Glas, “Ulises gramófono”, Alegoríasde la lectura, The Linguistic Moment,etc.), la deconstrucción sigue el caminoque el texto traza con el fin de auto-deconstruirse y, con ello, provocar indeci-dibles textuales (no ya trascendentales,como en el otro modo) que subvierten laconceptualidad metafísica. Este seguir elcamino que el texto traza se puede hacer,asimismo, mediante el uso de técnicasvanguardistas dentro del discurso filosó-fico, crítico-literario, o, por qué no, políti-co. Y, claro está, los procedimientosempleados con textos téticos y con losno téticos muchas veces se intercambian,se cruzan, de nuevo se mezclan. Insisto:la deconstrucción es inventársela.

MANUEL ASENSI PÉREZ

...“Obviamente, no hay problema en reconoceruna diferencia, por ejemplo, entre lo masculinoy lo femenino, el problema reside en que esadiferencia crea un efecto de jerarquía”.