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VIDA Y OBRA DE SAN JUAN BOSCO: UN ACERCAMIENTO DESDE LA PARAPSICOLOGIA José MaríaFeola* Introducción La primera vez que oí hablar de San Juan Bosco, más conocido como Don Bosco, fue de los labios de Antonio Ciurlanti, Director de la Escuela Bernardino Rivadavia en la Ciudad de La Plata. En 1947, después de obtener mi título en la Escuela de Enseñanza Media en ciencias físico- matemáticas, me nombraron secretario de la Escuela. Ciurlanti era un devoto católico que había estudiado con los salesianos, nombre que había sido propuesto por Don Bosco para sus hijos espirituales en 1854. El había dicho en 1841, “la caridad y dulzura de San Francisco de Sales se reflejaran en todas mis empresas y acciones.” Los salesianos llegaron a la Argentina en 1875, y comenzando con la conversión y educacion de niños aborígenes en la Patagonia, fundaron numerosas escuelas en varias provincias y extendieron su influencia religiosa y educativa más allá de lo que Don Bosco había soñado (Zarba D’Assoro, 1938). Siguiendo el ejemplo de Don Bosco en Turín, Italia, todos los niños que deseaban estudiar en una escuela salesiana eran aceptados, sin interesar la situación económica de sus familias. Los niños de los ricos pagaban por aquellos que no tenían dinero. Ciurlanti había sido educado en una de las escuelas ubicadas en el campo, donde, a los rigores del currículum académico, se agregaba el entrenamiento en tareas de agricultura y ganadería. Las escuelas ubicadas en las ciudades ofrecían, aparte de las materias exigidas por el estado, entrenamiento en oficios con el potencial de producir suficiente dinero como para mantener esposa e hijos. En la época en que las conocí, la carpintería era favorita, pero también había entrenamiento en albañileria, plomería, mecánica y también en imprenta y sastrería. Estas escuelas eran solo para niños; las niñas asistían a otras escuelas católicas para mujeres solamente. Estas escuelas funcionan bajo el nombre de Hijas de María Auxiliadora. Este nombre fue dado por Don Bosco a María Mazzarellio, quien empezó con el primer grupo de muchachas en 1872. (Zarba D’Assoro, 1938, pp.224-226). Nuestra escuela albergaba unos cuarenta muchachos, entre quince y dieciocho años de edad, quienes completaban su educación primaria y aprendían varios instrumentos de banda, hasta que estaban preparados para ingresar a las fuerzas armadas, o para trabajar como empleados en la administración o en el comercio local. La escuela era parte del Ministerio de Salúd Pública de la Provincia de Buenos Aires, y los muchachos eran huérfanos o habían sido abandonados por sus padres. Don Antonio, como yo llamaba al señor Ciurlanti, estaba totalmente dedicado a sus muchachos. Solía decir: “Este es la manera como Don Bosco lo haría,” y procedía a distribuir camisas, pantalones, medias, zapatillas y chocolates personalmente. Por supuesto, él me relató numerosas anécdotas sobre Don Bosco, pero las había más o menos olvidado cuando, 16 años después, en 1963 fui invitado a participar en la primera sesión de verano que se ofrecería en la Universidad de la Patagonia, en Comodoro Rivadavia. Entonces el corazón de la producción petrolera argentina. La Universidad de Patagonia no tenía edificio propio y funcionaba en el magnífico edificio de la escuela salesiana gracias a la generosidad de su Padre Director. Haciéndome cargo de que seguramente tendría interacciones con los Padres Salesianos decidí que era tiempo de ponerme al día con la vida de Don Bosco. Entre los años 1947 y 1963, había tenido frenéticas actividades de toda clase. Haba terminado estudios de física y agrimensura en La Plata, los cuales había pagado tocando el violín en varias orquestas típicas. Había fundado un grupo de estudios psíquicos, concentrado en psicocinesis y levitación de mesas, en el cual obtuvimos fenómenos consistentes y reproducibles a voluntad, los cuales demostramos a varios científicos y parasicólogos, entre ellos, los doctores Orlando Canavesio y J.Ricardo Musso. 1

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VIDA Y OBRA DE SAN JUAN BOSCO: UN ACERCAMIENTO DESDE LA PARAPSICOLOGIA

José MaríaFeola*

Introducción La primera vez que oí hablar de San Juan Bosco, más conocido como Don Bosco, fue de los labios de Antonio Ciurlanti, Director de la Escuela Bernardino Rivadavia en la Ciudad de La Plata. En 1947, después de obtener mi título en la Escuela de Enseñanza Media en ciencias físico-matemáticas, me nombraron secretario de la Escuela. Ciurlanti era un devoto católico que había estudiado con los salesianos, nombre que había sido propuesto por Don Bosco para sus hijos espirituales en 1854. El había dicho en 1841, “la caridad y dulzura de San Francisco de Sales se reflejaran en todas mis empresas y acciones.” Los salesianos llegaron a la Argentina en 1875, y comenzando con la conversión y educacion de niños aborígenes en la Patagonia, fundaron numerosas escuelas en varias provincias y extendieron su influencia religiosa y educativa más allá de lo que Don Bosco había soñado (Zarba D’Assoro, 1938). Siguiendo el ejemplo de Don Bosco en Turín, Italia, todos los niños que deseaban estudiar en una escuela salesiana eran aceptados, sin interesar la situación económica de sus familias. Los niños de los ricos pagaban por aquellos que no tenían dinero. Ciurlanti había sido educado en una de las escuelas ubicadas en el campo, donde, a los rigores del currículum académico, se agregaba el entrenamiento en tareas de agricultura y ganadería. Las escuelas ubicadas en las ciudades ofrecían, aparte de las materias exigidas por el estado, entrenamiento en oficios con el potencial de producir suficiente dinero como para mantener esposa e hijos. En la época en que las conocí, la carpintería era favorita, pero también había entrenamiento en albañileria, plomería, mecánica y también en imprenta y sastrería. Estas escuelas eran solo para niños; las niñas asistían a otras escuelas católicas para mujeres solamente. Estas escuelas funcionan bajo el nombre de Hijas de María Auxiliadora. Este nombre fue dado por Don Bosco a María Mazzarellio, quien empezó con el primer grupo de muchachas en 1872. (Zarba D’Assoro, 1938, pp.224-226). Nuestra escuela albergaba unos cuarenta muchachos, entre quince y dieciocho años de edad, quienes completaban su educación primaria y aprendían varios instrumentos de banda, hasta que estaban preparados para ingresar a las fuerzas armadas, o para trabajar como empleados en la administración o en el comercio local. La escuela era parte del Ministerio de Salúd Pública de la Provincia de Buenos Aires, y los muchachos eran huérfanos o habían sido abandonados por sus padres. Don Antonio, como yo llamaba al señor Ciurlanti, estaba totalmente dedicado a sus muchachos. Solía decir: “Este es la manera como Don Bosco lo haría,” y procedía a distribuir camisas, pantalones, medias, zapatillas y chocolates personalmente. Por supuesto, él me relató numerosas anécdotas sobre Don Bosco, pero las había más o menos olvidado cuando, 16 años después, en 1963 fui invitado a participar en la primera sesión de verano que se ofrecería en la Universidad de la Patagonia, en Comodoro Rivadavia. Entonces el corazón de la producción petrolera argentina. La Universidad de Patagonia no tenía edificio propio y funcionaba en el magnífico edificio de la escuela salesiana gracias a la generosidad de su Padre Director. Haciéndome cargo de que seguramente tendría interacciones con los Padres Salesianos decidí que era tiempo de ponerme al día con la vida de Don Bosco. Entre los años 1947 y 1963, había tenido frenéticas actividades de toda clase. Haba terminado estudios de física y agrimensura en La Plata, los cuales había pagado tocando el violín en varias orquestas típicas. Había fundado un grupo de estudios psíquicos, concentrado en psicocinesis y levitación de mesas, en el cual obtuvimos fenómenos consistentes y reproducibles a voluntad, los cuales demostramos a varios científicos y parasicólogos, entre ellos, los doctores Orlando Canavesio y J.Ricardo Musso.

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Habíamos visto fenómenos extraordinarios, los cuales informé por carta primero, y personalmente después, en 1959, cuando fui a los Estados Unidos con una beca de la Academia de Ciencias de ese país, y la Agencia Internacional de Energía Atómica. Mi primera visita al Laboratorio de Parapsicología en la Universidad de Duke, tuvo lugar el viernes 4 de septiembre de 1959. Allí conocí a J.B.Rhine y su esposa Louisa, al Doctor J.G.Pratt, a W.G.Roll y a otros miembros del grupo, y también al investigador británico, doctor Robert Thouless. Durante dos horas describí, en mi entonces incipiente inglés, nuestras experiencias de La Plata. Como consecuencias de mis conversaciones con Thouless, realicé experimentos de telepatía a larga distancia, y obtuve respuestas complejas de parte de sujetos que no sabían absolutamente nada de que estaban siendo objeto de ordenes telepáticas, las cuales siguieron en todo detalle. Estos experimentos cuyas posibles consecuencias siempre me pusieron nervioso, fueron debidamente informados al Doctor Rhine y su grupo, como así también a los entonces jovenes parapsicólogos Charles Honorton y Robert L.Morris. Regresé a la Argentina en 1961, con una maestría (MS) de la Universidad de Rochester, New York, en 1963 obtuve mi licenciatura en física en la Universidad de La Plata. Todo este resúmen, para mostrar que para cuando mi amigo el Doctor Alfredo Casey, abogado, hombre de letras, y extraordinario psíquico me invitó a participar en la escuela de verano de la Patagonia, estaba bien preparado científicamente y tenía vasta experiencia en parapsicología como experimentador y también como productor de fenómenos. Cuando recibí la invitación, trabajaba en la Comisión Nacional de Energía Atómica y enseñaba física en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Una tarde de febrero de 1963, caminé por la Avenida de Mayo para mirar las libreras de viejo si conseguía un libro sobre Don Bosco. Asi que revisaba los estantes de una de las más grandes, encontré tres libros científicos, y estaba listo para pagar, frustrado por no haber encontrado nada sobre la vida del santo. Mientras esperaba enfrente a una mesa llena de libros, de pronto ví una copia del libro de San Juan Bosco, el cual tomé inmediatamente y me dispuse a pagar con una sonrisa. El cajero sumó el costo de mis libros científicos, y cuando llegó al libro de Don Bosco, me dijo: “Oh, este es gratis.” Así empezó mi nueva relación con Don Bosco. Prácticamente devoré el libro y quedé asombrado de la latitud de las experiencias y habilidades psíquicas de Don Bosco. Este asombro me dura hasta hoy, y espero justificarlo con los ejemplos que relataré a continuación. Juan Melchor Bosco nació el 16 de agosto de 1815 en Becchi, un caserío en el municipio de Murialdo, no muy lejos de la gran aldea de Castelnuovo, más allá de la cual se encuentra la Ciudad de Chieri, y finalmente Turín (von Matt & Bosco, 1965, p.2). El Padre de Juan fue Francisco Luis Bosco, un grajero pobre; y su madre fue Margarita Occhiena, una mujer devota y de los más altos valores morales. Juan tenía dos hermanos mayores, Antonio, de la primera esposa de Francisco, y José. Antonio le hacía pasar malos ratos a Juan; José, en cambio, lo trataba con gran cariño. Cuando Juan tenía dos años, su papá murió. Margarita, quien entonces tenía veintinueve años, tuvo que hacerse cargo de la niña. Pasaron tiempos duros y difíciles. Juan comenzó a ayudar en las tareas de la chacra a los cuatro años. Su inclinación en convertirse en sacerdote se manifestó temprano en su vida, pero la necesidad de ayudar a su madre, y la pobreza en que vivían parecían ser dificultades imposibles para que Juan siguiera su vocación. Fue entonces, a la edad de nueve años, que Juan tuvo su primer sueño extraordinario, en el cual se le prometió la guía divina. L.von Matt y Henri Bosco (1965) piensan que estos sueños, que guiaron a Don Bosco toda su vida (más de cien han llegado a nosotros) eran realmente “visiones sobrenaturales maravillosas,” y que la primera fue decisivamente profética. Esta es su narración: "Un hombre se le apareció a Juan. Era el Señor, pero Juan no lo reconoció. En en sueño, Juan estaba peleando con varios jóvenes bribones. Nuestro Señor le dijo: Para de pelear. Tú debes ganarlos con amor. Juan se sorprendió y contestó tímidamente: Lo que usted me dice es imposible. ¿Quién me va a enseñar ese amor? Nuestro Señor le contestó: Mi madre será tu maestra. Nuestra Señora apareció entonces y le dijo: Tú no lo sabías, pero estabas peleando contra lobos. Camina entre

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ellos con coraje y se transformarán en corderos. Esta será tu vocación más adelante." (Auffray, 1930, p.47). Juan relató a su familia. Cada uno expresó su propia interpretación. El hermano mayor, Antonio, dijo: “Oh, tu vas a ser líder de un grupo de bandoleros.” José no estuvo de acuerdo, “No -dijo- tu vas a ser un pastor, cuidaras ovejas.” Pero Margarita, con su más grande intuición materna, dijo: “Tal vez este sueño nos dice que serás un sacerdote.” Y un sacerdote resultó, después de muchos años de lucha y la generosa ayuda de muchos amigos, el 6 de junio de 1841. En uno de sus sueños, la Madre de Dios se le apareció, rodeada de un gran rebaño. “Te los confío a ti -le dijo- tienes que alimentarlos y hacerlos crecer, ¿quieres saber cómo? No tengas miedo. Yo lo vigilaré y te ayudaré.” (von Matt & Bosco, 1965, p.57). Desde ese momento y hasta su muerte el 31 de enero de 1888, Don Bosco cumplió su misión de alimentar, vestir, educar y hacer buenos cristianos de los niños pobres de Turín, y de Italia, Europa y del mundo. Empezó pobre y terminó pobre, pero en su camino edificó dormitorios, escuelas, iglesias, basílicas y aconsejó a príncipes y reyes, y ayudo a varios Papas cada vez que ellos necesitaron su ayuda. ¿Cómo pudo Don Bosco llevar a cabo tantas obras y como usó sus poderes psíquicos? ¿qué podemos aprender estudiando las circunstancias bajo las cuales tuvieron lugar los fenómenos paranormales? De acuerdo con Don Lemoyne, quizás el mas completo de los biográfos de Don Bosco, las tres virtudes que San Juan Bosco poseyó en el más alto grado eran: fe, caridad, y una confianza sin límites en Dios. Sabemmos que en parapsicología una actitud positiva brinda mejores resultados que una actitud negativa. Sabemos que la fe en nuestras propias habilidades o poderes conduce a alcanzar nuestros objetivos, sean ellos parte de nuestra vida diaria o de un experimento parapsicológico. Sin embargo, en Don Bosco su fe era una convicción profunda y absoluta de que Dios y Santa María estaban con él, y lo ayudarían a cumplir su misión. En cuanto a su caridad, pareciera que actuaba como estímulo poderoso de profunda energía emocional y psíquica. En mi experiencia he encontrado que un profundo envolvimiento emocional es como el motor que impulsa los fenómenos psíquicos. Cuando necesitaba dinero, Don Bosco siempre confío en la ayuda de la Divina Providencia, y siempre sus necesidades eran satisfechas de manera misteriosa. Ejemplo: el 20 de enero de 1858, Don Bosco tenía que pagar una deuda considerable y no tenía un centavo para hacerlo. Era ya el 12 y el acreedor, quien había esperado ya un largo tiempo requería que se le pagase sin falta. Don Bosco se dirigió a unos pocos de sus alumnos: “Hoy necesito una gracia particular. Voy a ir a la ciudad y mientras tanto quiero que ustedes vayan a la Iglesia a rezar.” Así lo hicieron. Mientras Don Bosco caminaba por la calles de Turín, un hombre desconocido lo saluda y le dice: “Don Bosco, ¿es cierto que usted necesita dinero?” Don Bosco le responde: “Y urgentemente.” “Si ese es el caso, aquí tiene, tome esto.” Y le entregó un sobre con varios billetes de mil liras. Don Bosco titubeó en aceptarlos, sin saber si el extraño era serio. “¿Pero porque me da usted este dinero?” “Tómelo y no haga preguntas.” Y el extraño se alejó sin darle el nombre del donante, y sin querer aceptar un recibo (Zarba D’Assorio, 1938). En 1859, se presentó una situación similar. Don Bosco dejó a sus muchachos rezando y se fue a caminar por las calles. Los jóvenes rezaron varias horas, hasta las tres de la tarde. Al caer la noche llegó Don Bosco con el dinero. Sin muchos deseos de hacerlo, les relató lo que había pasado: “Caminé buscando ayuda, sin saber a donde ir. Cuando llegué a la Consolata, entre y le rezé a la mas bendita Virgen que me ayudara y no me abandonara en esta situación. Salí y caminé de calle a calle, desde mediodía hasta las dos, cuando en una callejuela cerca de la Iglesia de Santo Tomás, un hombre bien vestido se acerco y me dijo: “Oh, si no me equivoco usted es Don Bosco.”

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“Para servirlo” -le contesté. “Pues mire, he tratado de verlo, y si no lo hubiera encontrado aquí tendrá que haber caminado hasta el Oratorio. De modo que usted me esta ahorrando en viaje, porque mi empleador quiere que le entregue este paquete.” “¿Qué es?” “No lo sé.” Don Bosco abrío el paquete. Eran bonos de una deuda pública. “Y de donde proceden estos bonos? “No puedo decírselo. Mi misión esta cumplida. Tenga usted un buen día.” Y se marchó. “Tenía suficiente para pagar todos los gastos que debemos. Oh, mis queridos muchachos, cuán grande es la Divina Providencia. Un último ejemplo. En agosto de 1884, Don Bosco era el huésped, con el sacerdote Viglietti, del Obispo de Pinerolo. Estaban sentados en el patio trasero, cuando un ayudante vino con dos cartas para Don Bosco. Este las leyó y lágrimas empezaron a caer por sus mejillas. Viglietti, asustado, preguntó que pasaba: “La Virgen -dijo el Santo. “Nos ama mucho, y le dió a Viglietti los papeles. En una carta, le pedían a Don Bosco que pagara treinta mil liras que debía. ¿Adonde iba a encontrar semejante suma? En la segunda carta, una mujer de la nobleza de Bélgica le preguntaba a Don Bosco como podía usar, por la gloria de Dios, treinta mil liras (Zarba D’Assorio, 1938, p.256). Estos actos de intervención providencial podrían multiplicarse en muchas páginas. Don Bosco solía decir: “Estas cosas pasan a cada momento. Sin embargo, la posteridad no querrá caer; se lo tomarán como fábulas.” (Zarba D’Assorio, 1938, p.256). Un caso extraordinario de interacción de fe con gran energía emocional-psíquica con la Virgen María ocurrió el 14 de agosto de 1886. El Padre Durando fue al estudio de Don Bosco y, debido a urgentes necesidades, se llevó todo el dinero que habían recibido esa semana. Tan pronto como el Padre Durando salió, entró un visitante que había estado esperando en la antecámara. “Lamento haberlo tenido esperando. El Prefecto de la Congregación acaba de irse con todo el dinero que tenía. Ahora estoy pobre y sin un centavo.” “Pero, Don Bosco, si usted necesitara dinero en ese momento, ¿que haría?” “Oh, Providencia, Providencia! -dijo Don Bosco, y sus ojos se llenaron de lágrimas!” “Sí... Providencia... Providencia... Eso es muy lindo, pero si usted no tiene dinero, y su usted necesita dinero ahora mismo, en este preciso momento?” “En ese caso -prosiguió Don Bosco con una misteriosa mirada- yo le diría, mi querido amigo, vaya a la antecámara, y allí encontrará una persona que brinda una oferta a Don Bosco.” “¿Que dice? ¿En serio? Nadie había en la antecámara... ¿Quién le dijo semejante cosa?” “Nadie, pero yo lo sé y Santa María lo sabe. Vaya, vaya y vea usted mismo.” El visitante va a la antecámara, y viendo allí un hombre, le pregunta: “¿Viene usted a ver a Don Bosco?” “Sí, vengo a traerle una donación.” Apariciones Dos años antes de ordenarse, Don Bosco sufrió una penosa experiencia que lo dejó en un estado de postración que le llevó varios años sobreponerse. En 1839, su más íntimo amigo, Luis Comollo, falleció poco después de una corta enfermedad. Como Don Bosco mismo ha resaltado, él y Luis habían hablado muchas veces sobre la posibilidad de morir. Se habían prometido que, si uno de ellos fuera a dejar esta vida antes que el otro, entonces volvería con la noticia de su salvación. Varios compañeros estudiantes saban del pacto y esperaban que se verificara:

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"Yo era el más ansioso de todos, porque esperaba que me sirviera de consuelo. Era la noche del 3 al 4 de abril, la noche siguiente del funeral, y yo descansaba en el dormitorio con otros veinte estudiantes de teología. Estaba en la cama, pero no durmiendo, y pensando en nuestro pacto. Cuando el reloj dió las doce de la medianoche, y escuché el rumor al final del corredor, un rumor que se hizo más fuerte a medida que se acercaba. Soñaba como un carruaje tirado por muchos caballos, o un tren que se aproxima... Las paredes, el cielorraso, el piso vibraban como si estuvieran hechas de hierro y golpeadas por un brazo poderoso... Los seminaristas despertaron, pero nadie habló. Yo estaba petrificado de miedo. El ruido se acerca y es horrendo. La puerta se abre violentamente, la conmoción continúa pero no vemos nada, excepto una luz débil que cambia de color, como regulando el sonido. De pronto, silencio total, la luz se hace más intensa, y entonces, la voz de Comollo se escucha claramente. Tres veces repite: Bosco, Bosco, estoy salvado! En ese momento, el dormitorio estaba iluminado y el sonido, que habían escuchado el ruido. Se preguntaban unos a otros que había dicho la voz, mientras yo les repetía que había entendido perfectamente las palabras: "Estoy salvado". La madre de Don Bosco, Margarita, lo ayudó toda su vida, hasta el final. Siempre habían estado muy cerca uno del otro. En noviembre de 1856, Margarita contrajo neumonía. Cuando sintió que se moría, le dió a Juan sus últimos consejos y le pidió que fuera a rezar por ella. Don Bosco se fue a su cuarto. Extrañamente, prendió la luz tres veces, y las tres veces la luz se apagó. Cuando finalmente la luz se quedó prendida, vió que el retrato de Margarita se había caído contra la pared. A las tres en punto del 25 de noviembre, escuchó los pasos de su hermano José: Margarita había dejado este mundo. En 1860, mientras Don Bosco caminaba cerca de la Iglesia de la Consolata, vio a su madre: ¿Que?, usted aquí. ¿Pero usted murió? Sí, he muerto -respondió Margarita- pero estoy viva. ¿Eres felíz? Sí, muy feliz. Ella le dijo que había pasado a través de las llamas del Purgatorio antes de entrar en el cielo, y que había visto a varios jóvenes, cuyos nombres le dió. Cuando Don Bosco le preguntó si estaba gozando allí, Margarita le contestó que quería saber demasiado. Mientras hablaban, Margarita fue rodeada por una luz de inexplicable belleza. Ella cantó, y otras veces se le unieron, dejando a Juan lleno de admiración. Cuando el canto concluyó, Margarita dijo: “Esperaré por ti para que estemos juntos para siempre.” Entonces la visión concluyó (Zarba D’Assorio, 1938, p.179). Por esta descripción, pareciera que la realidad objetiva de esta visión fue distinta que la aparición de Comollo, la cual fue observada por varios testigos. Como dice Don Lemoyne: “Don Bosco y la palabra sueño son equivalentes.” Curaciones El siguiente episodio es el típico método de curación de Don Bosco. Cuando Don Bosco llega a Roma en 1869, el carruaje del Cardenal Berardi lo estaba esperando. El Cardenal le imploró que fuera a ver a su sobrino, un niño de once años, el único hijo de una familia noble y rica, que estaba enfermo. El niño tenía fiebre tifoidea, maligna y resistente, que parecía llevarse el chico a la tumba. “Don Bosco, cúrelo, cúrelo,” imploraba la familia. Mientras Don Bosco se aproximaba al lecho del niño enfermo, repetía a la familia: “Tengan fe. Rezen a Santa María, y usted, Cardenal, ayude a la Sociedad Salesiana.” Entonces, como hablando consigo mismo, dijo: “Dejemos que la Virgen comience.” Despues de orar, bendijo al niño, y éste se sintió mejor inmediatamente. Unos días después, el niño gozaba de perfecta salud.

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Don Bosco había ido a Roma para obtener la aprobación de la Santa Sede para la Sociedad Salesiana. Existía una fuerte oposición, de manera que Don Bosco tuvo que hacer campaña visitando a los prelados más influyentes de la Sagrada Congregación. Uno de los miembros más poderosos era el Secretario de Estado de la Santa Sede, el Cardenal Antonelli. Cuando Don Bosco fue a verlo, el Cardenal estaba inmóvil en un sofá. “Entre, mi muy estimado Don Bosco, entre!” -dijo el Cardenal “Eminencia, ¿como esta de salud?” “Mire en que estado me encuentro! Estoy clavado así por varios días. Mi gota ha vuelto. ¿Qué es lo que usted quiere de mi?” “He venido a pedirle que usted ayude a la Sociedad Salesiana.” “Pienso que es difícil. Sin embargo, le prometo que la recomendaré al Santo Padre, no bien pueda ir a verlo.” “Necesito que vaya pronto,” -replicó Don Bosco. “Pero usted ve como estoy. No me puedo mover. El Papa habitualmente viene a verme aquí cuando no puedo ir a su cuarto. Tan pronto como venga, le hablaré en su favor.” “Tenga fe en Santa María y vaya pronto.” “¿Y cuándo? -exclama el Cardenal Antonelli, mirando a Don Bosco. “Manana!” “¿Usted quiere decir que seré capaz de ir?” “Tenga fe en la Virgen, porque de lo contrario nada podemos hacer.” “Muy bien iré manana... ¿Pero si algo peor sucede me sucede?” “Yo soy el responsable; mañana se sentirá mejor. Deje todo a la Virgen. Ella sabrá como hacerlo.” “Iré mañana, y si lo que usted dice realmente sucede, haré todo lo que este en mi poder por su Sociedad.” A la mañana todo el dolor había cesado. El Cardenal fue a la audiencia del Papa y le relató el diálogo con Don Bosco y como había sido curado. Lo mismo sucedió con un fuerte oponente de la Sociedad, el poderoso secretario de la Sagrada Congregación, Monsenor Sbegliati. Cuando Don Bosco le expresó sus deseos, Sbegliati le dijo: “Su pedido es serio y difícil. Además, no sé cuando podré ir, enfermo como estoy. Sin embargo, necesito que usted vaya a ver al Santo Padre.” “¿Cómo cree usted que puedo hacerlo con esta violenta y persistente tos?” “Tenga confianza en la Virgen Santa, ofrézcale que usted se interesará en la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, y yo le prometo que usted se curará.” “Si usted me asegura, iré.” “¿Y cuando?” “En tres días.” “No, mañana.” “Ah, Don Bosco, si pudiera ir a ver al Papa mañana, le puedo asegurar que le hablare de tal manera que todo saldrá perfectamente... “ Y el Monseñor cumplió su palabra, puesto que su tos había desaparecido al día siguiente. Unos días después, el 1ro. de marzo de 1869, la Pía Sociedad Salesiana era aprobada definitivamente por la Santa Sede (Zarba D’Assorio, 1938, p.148). Resurrección Uno de los más grandes milagros producidos por Jesús, fue la resurrección de Lázaro. Don Bosco produjo el mismo milagro en presencia de varios testigos. En 1849, un jóven de 15 años, estudiante diurno del Oratorio, encontrándose asimismo cercano a la muerte pidió que viniera Don Bosco a escuchar su confesión. Don Bosco no estaba en Turín en ese momento.

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Un día y medio más tarde, el joven murió, todavía insistiendo que quería hablar con Don Bosco. Cuando éste regresó y escuchó el caso, fue inmediatamente a ver al muchacho. El padre era el dueño del hotel. Cuando Don Bosco llegó, uno de los mozos le dijo: “Es demasiado tarde, Carlos falleció hace más de doce horas.” “Tonteras -dijo Don bosco- él esta durmiendo y ustedes creen que esta muerto.” Así que miembros de la familia llegaban, confirmaban lagrimeando la pérdida del querido muchacho y llevaron a Don Bosco al cuarto donde el cuerpo del jóven descansaba. El cadáver había sido preparado para la tumba, amortajado en una sábana cosida ajustadamente, como era entonces la costumbre. La cara estaba cubierta con un velo. La madre y una tía lloraban calladamente. Viendo esto, Don Bosco fue agitado por una emoción sobrehumana, rezó y bendijo al muchacho, y entonces con una voz imperiosa lo llamó: “Carlos, Carlos.” Esta voz poderosa, como el “Lázare, veni foras” de Jesús renovó el prodigio: la muerte retornó su presa. Don Bosco quita el velo y rasga la sábana. Todo el mundo observa el rostro líbido, la boca entreabierta, los ojos vidriosos que parecen contemplar un horrible misterio. Ahora el muchacho abre los ojos y sonríe, pero la sonrisa se disuelve cuando parece recordar un sueño terrible: “Oh, Don Bosco si usted supiera... La última vez que confesé no me atreví a contar un pecado que había cometido unas semanas antes... Tuve un sueño que me ha aterrorizado. Estaba al borde de un fuego inmenso y estaba tratando de escapar de una multitud de demonios, que trataban de tomarme y de ponerme preso. En el momento en que iban a arrojarme al fuego, una Dama se interpuso y dijo: “Esperen, él no ha sido juzgado todavia!” Después de esta ansiedad, escuché su voz llamándome, y ahora deseo confesar.” Cuando la familia regresó después de la confesión, el chico les dijo: “Y Don Bosco me ha salvado del Infierno!” Por casi dos horas, Carlos continuó conciente, pero durante este tiempo, aún cuando se movía, miraba alrededor y hablaba, su cuerpo permaneció frío como antes de volver a la vida. Don Bosco le preguntó: “Ahora que estas en la Gracia de Dios, el cielo esta abierto para ti. ¿Quieres ir allí, o quieres permanecer entre nosotros?” Carlos replicó: “Quiero irme al cielo.” Entonces, dijo San Juan Bosco: “Hasta que nos encontremos nuevamente en el Paraíso.” Carlos abandonó su cabeza entre las almohadas, cerró sus ojos, y abandonó este plano. Precognición Don Bosco podía leer el futuro como un libro abierto. En agosto de 1854, fue llamado urgentemente para preparar a un muchacho de 16 años cuya muerte era inminente. El muchacho era un estudiante del oratorio, al cual los eminentes doctores Calvagno y Bellingeri, le habían dado unas pocas horas de vida. Don Bosco quería a ese muchacho entrañablemente, y entró al cuarto para prepararlo a morir con gran congoja. Pero al aproximarse a la cama, una misteriosa visión lo detuvo. El santo vió una paloma puramente blanca volando alrededor del lecho con una rama de olivo en el pico. Lentamente la paloma desciende sobre el muchacho y deja caer la rama de olivo sobre su frente. Alrededor de la cama, también ve extrañas figuras. ¿Hombres o Fantasmas? Ve dos hombres que se distinguen de entre los otros: Uno tímido, con la piel bronceada; el otro, alto con aire de guerrero, pero con una dulce actitud. En ese preciso momento, una luz sobrenatural ilumina la mente de Don Bosco; con lágrimas en los ojos se inclina sobre el jóven y el pregunta: “Dime, ¿quieres ir al Paraíso? Si Don Bosco lo aprueba, iremos al Paraíso inmediatamente.” Pero Don Bosco no aprobaba la partida de su querido muchacho al Paraíso, y mirándolo con gran ternura le dice: “No, mi querido hijo, no es tiempo todavía! No morirás. Te curarás, serás sacerdote y misionero, y con un breviario en la mano irás alrededor del mundo en busca de almas que salvar y bautizar. Y entonces...” Don Bosco hizo silencio y no quizo hablar una palabra más. El enfermo recuperó su salud. Unos meses después, Don Bosco agregó que llegaría a Obispo. Ese muchacho era Juan Cagliero, el

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futuro apóstol de los indios de la Patagonia, el primer salesiano obispo y cardenal de la Iglesia Católica. Don Bosco predijo muchos sucesos públicos, a muchos enfermos graves les predijo que se curarían y anunció la muerte inminente de varias figuras públicas. Por muchos años, ninguno de los estudiantes del oratorio escapó a sus predicciones de muerte varios meses de que efectivamente sucedieran. Ejemplos: En 1864, Don Bosco predijo la muerte de dos estudiantes y les dió los nombres al enfermero Mancardi. Este, para verificar la profesía, escribió el siguiente memorándum: “Oratorio de San Francisco de Sales

Enero 30, 1864. Don Bosco me dijo en la tarde del 29 de enero: Estimado Mancardi; Dos de los artesanos que deberan partir antes de la próxima cuaresma e ir al Paraíso, son Tardini y Palo. Recuérdelo. Ignacio Mancardi. Enfermero.” Esta nota fue sellada y entregada al prefecto Padre Alzonatti, quien escribió: Predicciones de Don Bosco para abrirse después de Pascua de 1864... “ Pascua ese año, cayó el 27 de marzo. El 25 de febrero el jóven Palo murió, y el 12 de marzo falleció Tardini (Auffray, 1930, pp.185-186). Hay muchos otros casos bien certificados como estos dos. Notables entre ellas fueron las predicciones que Don Bosco hizo en 1854, acerca de tres muertes en la familia real. Estas fueron enviadas por escrito al Rey Víctor Manuel, quien sintió la consiguiente desazón. El 12 de enero de 1855, la Reina Madre María Teresa falleció imprevistamente a la edad de 54 años. El 20 de enero, la Reina María Adelaida murió a los 33 años. Y mientras se cuerpo estaba todavía caliente, esa misma tarde los últimos sacramentos eran administrados al duque de Génova, Fernando de Saboya, que murió al día siguiente, también de 33 años de edad, dejando a su joven esposa y a una niña, Margarita, futura reina de Italia. Muchas veces, después de estos tristes acontecimientos el Rey Víctor Manuel II, solía ir al Oratorio a hablar con Don Bosco. Más de una vez el Rey dijo: “Don Bosco es un santo.” Acción a Distancia A veces, y especialemente para prevenir acciones ofensivas hacia Dios, y no teniendo a ninguno de sus salesianos a mano para intervenir, Don Bosco actuaba el mismo... a distancia. Un domingo, mientras Don Bosco asistía a los ejercicios espirituales en Lanzo, dos jóvenes del oratorio se escaparon a nadar en el río Dora. Después de un rato, se recostaron a la orilla y empezaron a tener “conversaciones inconvenientes.” De pronto, se pusieron de pie de un salto, al tiempo que recibían misteriosas y fuertes palmadas por todo el cuerpo. sorprendidos, enseguida comprendieron.”Es Don Bosco!” Ellos sabían que algo parecido les había pasado a otros dos compañeros: Costa y Barretta, sin demora, se vistieron y regresaron al oratorio, pero su sorpresa aumentó cuando al día siguiente el prefecto, Padre Alzonatti, les leyó una comunicación de Don Bosco: “He visto a los jóvenes Bastia y Vezzetti dejar el oratorio para bañarse en el Dora; he escuchado sus conversaciones y les he dado una lección que recordaran por un largo tiempo. Usted, señor Prefecto, los llamará y les preguntará si no experimentaron y recibieron algo cuando estaban tirados a la orilla del río.” (Zarba D’Assoro, 1938, p.305).

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Poder sobre los Elementos En 1864, Don Bosco, con los Padres Rua y Cagliero, habían ido a la fiesta de la Asunción de la Virgen María al cielo. Existía gran consternación entre la gente de Montemagno porque no habían tenido lluvia por tres meses y las cosechas estaban a punto de perderse. Habían orado pública y privadamente, pero sin resultado. En su primer sermón, Don Bosco se dirigió al pueblo, y dijo: “Si ustedes vienen al sermón, estos tres días y se reconcilian con Dios, haciendo una buena confesión, les prometo en el nombre de la bendita Virgen María, que va a caer una abundante lluvia para refrescar vuestros campos.” Cuando fue a la Sacristía, el cura párroco, Padre Clivio, le dijo: “Bien, bravo, muy bien: Necesitaba coraje.” “¿Qué coraje?” “El coraje de anunciar en público que va a llover el día de la fiesta.” “Pero, ¿dije yo eso?” “Sí, usted lo dijo.” “No, usted debe haber entendido mal.” Esos tres días hizo calor y no se veía una nube en el cielo, Don Bosco continuó con sus sermones y a aquellos que le preguntaban: “¿Y las lluvias?” Les contestaba: “Sáquense de encima los pecados.” La mañana de la fiesta se efectuó una comunión general con tanta gente que no se había visto tal en un largo tiempo, sin embargo, el tiempo era el mismo. Ni señas de lluvia. El Marqués de Fasati: “Esta vez, señor Don Bosco, usted ha fallado. Usted prometió lluvia, pero estamos lejos de tal cosa. Don Bosco llamó al sacristán: “Juan, vaya detrás del castillo del Barón Garofoli, y mire como cambia el tiempo, y si hay indicaciones de lluvia.” El sacristán va, viene de vuelta y dice: “Esta claro como un espejo, hay sola una pequeña nube del tamaño de un pié hacia el lado de Biella.” “Muy bien -responde Don Bosco- déme la estola.” La Iglesia esta llená, todos los ojos en Don Bosco. Después del Avemaría parece que la luz del sol se atenúa, el exordio comienza, se oye entonces un prolongado rumor de trueno. Don Bosco para y una lluvia torrencial empieza a azotar las ventanas de la Iglesia. La lluvia continúa mientras Don Bosco dá gracias a la Virgen y elogia a los fieles, ellos reconocen el milagro, porque en la cercana ciudad de Grana, en la cual habían organizado un baile público por el fracaso de Don Bosco, cayó una terrible cantidad de granizo que arruinó su cosecha, y porque más allá del Distrito de Montamagno, no cayó una sola gota de lluvia (Zarba D’Assoro, 1938, pp.313-315). Multiplicación de los Panes Lo que hace más interesante en el estudio de los poderes de Don Bosco, es la presencia de numerosos testigos quienes describieron los mismos fenómenos y sin ninguna duda. A continuación citamos tres episodios de multiplicación de avellanas, hostias, y panes. El 13 de diciembre de 1885, Don Bosco tuvo una conferencia con los estudiantes de cuarto y quinto año en la cual les habló brevemente acerca de la elección de su futura situación social. Al final, les dió a cada uno un puñado de avellanas. Tres semanas después, al terminar la conferencia, Don Bosco pidió que le trajeran el pequeño bolso con avellanas. El Padre Festa así lo hizo, y le dijo: “Tenga cuidado, no dé muchas, porque no habrá suficiente para todos.” “Déjelo por mi cuenta!” -respondió Don Bosco. Había 64 estudiantes presentes. Al principio les dió un puñado a cada uno. Los estudiantes miraban con gran sorpresa que el nivel de las avellanas permanecía igual, sin interesar cuantas daba

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cada vez. Cuando el reparto terminó, todos vieron que el saco tenía la misma cantidad que cuando había empezado. Los alumnos preguntaron a Don Bosco que como lo había hecho, “Oh, yo no sé -replicó sonriendo- No lo sé. Pero porque ustedes son mis amigos, les voy a contar lo que me pasó hace ya varios años.” En la ocasión de una solemne celebración en el Oratorio, Don Bosco tenía que distribuir la Comunión a 650 niños. Comenzó la misa creyendo que habían suficientes hostias consagradas en la gran copa que estaba en el santuario. Pero había muy pocas, y el Padre Buzzetti, que estaba a cargo de las hostias, se había olvidado de traer más y ahora estaba ayudando con la misa. Don Bosco se dió cuenta cuando tomó la copa. Ambos estaban confundidos, porque solo podíian dar la comunión a unos pocos. Don Bosco levantó sus ojos al cielo y empezó a dar la comunión. Y todos los niños la recibieron, hubo hostias para cada uno. La noticia de este milagro cundió rápidamente, y fue confirmada por Don Bosco posteriormente. Uno de los mejores relatos sobre la multiplicación de panes fue escrito por el Padre Dalmazzo. Un día en 1860, el Oratorio estaba corto de pan. El individuo a cargo fue a ver a Don Bosco para pedirle que diera la orden. Don Bosco atendía las confesiones, pero finalmente le dijo que no se preocupara. “Vaya y ponga en un canasto lo que tenemos. Yo iré y lo distribuiré personalmente.” Cuando terminó con el niño que estaba arrodillado a su lado, fue a la puerta adonde los panes iban a ser distribuídos. El Padre Dalmazzo escribe: “Yo entonces, trayendo a la memoria los hechos oídos sobre Don Bosco y vencido por la curiosidad, me adelanté a él para poder observar mejor. Al salir, encontré a mi madre que habiéndola llamado por carta para que viniese prontamente a Turín, había venido para llevarme a casa.” “Ven, Francisco,” me dijo. Yo le hice señal que aguardase un momento y añadí: “Mamá, primero quiero ver una cosa y después voy enseguida.” Y mi madre se retiró hacia los pórticos. Yo recibí un pan y fuí el primero, mientras tanto miraba el canasto, y ví que contenía unos 15 o 20 panes a lo más. Luego me retiré sin ser visto a un lugar elevado, precisamente detrás de Don Bosco, sobre una grada, con tamaños ojos. Don Bosco, entretanto, se había puesto a distribuir el pan. Los jóvenes fueron pasando uno a uno, contentos de recibir el pan de él mismo, besándole la mano, mientras que a cada cual decía una palabra y sonreía. “Todos los alumnos, cerca de cuatrocientos, recibieron su pan. Acabada esta distribución, yo quise nuevamente examinar el cesto de pan y con grande admiración constate que había quedado la misma cantidad que antes, sin que hubiesen traído el pan ni cambiado el cesto. Yo me quedé aturdido y corrí derecho a donde estaba mi madre, que me decía: “Ven!” Y yo le repuse: “No, no quiero irme, no me voy; me quedo aquí. Perdóname de haberte ocasionado esta molestia haciendo que vinieses a Turín.” Y le conté aquello que había visto con mis propios ojos diciéndole: “No, no es posible que yo abandone una casa tan bendita por el Señor y un Santo como es Don Bosco. Y esta fue la única razón que me indujo a permanecer en el Oratorio y enseguida a agregarme entre sus hijos.” (Zarba D’Assoro, 1938, pp.318-319). Patagonia La primera sesión de verano de la Universidad de Patagonia fue un gran éxito. La gente tenía tantos deseos de venir y aprender algo nuevo, que muchos de ellos viajaban grandes distancias, tres o cuatro horas de auto, iban de vuelta a la noche, y regresaban a la mañana siguiente. Los profesores teníamos nuestras comidas en el gran comedor de los salesianos, donde conversábamos con los sacerdotes frecuentemente. Todos eran muy amables y amistosos, en la tradición de Don Bosco. La Patagonia esta constantemente bajo la acción de los vientos. Después de dos o tres días, el viento pasa a formar parte de nuestra cabeza. Uno puede escapar solamente estando dentro, en uno de los grandes salones de la escuela, o practicando ejercicios mentales o meditación para

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olvidarse del viento. Un viernes, a la noche, hubo un viento particularmente fuerte y persistente. El sábado por la mañana, nos invitaron a visitar un picadero indio. “Es un buen lugar para encontrar artefactos -nos dijo el Padre Dalmacio (no su nombre real)- El viento por lo general descubre cosas hermosas.” Varios de nosotros fuimos. Le dije: “Don Bosco me va a ayudar a encontrar muchos.” Y así fue, resulté el ganador, con 13 objetos, puntas de flecha, raspadores, cuchillos, todos hechos de piedras semi-preciosas. Los Hacedores de Lluvia En la Patagonia no llueve, por eso es semi-desértica. Cuando llueve, toda clase de plantas y flores surgen como de la nada. Una noche, Alfredo y yo estábamos invitados a un programa de radio que se transmitia a toda la región. Cuando nos aproximabamos a la iglesia, dos de los padres estaban parados afuera. El cielo estaba cubierto de nubes oscuras, cargadas de lluvia. Le dije a los padres: “Bueno, parece que vamos a tener lluvia esta noche!” “No se preocupe -contestó uno de ellos- aquí no llueve nunca. El viento se va a llevar esas nubes sobre el Atlántico, y allí va a llover para los peces!” Le contesté: “Padre, creo que con una pequena oración sería suficiente para que llueva aquí. Usted se acuerda cuando Don Bosco...” Me miraron sin decir nada. Continué: “Miren, mi amigo y yo les pediremos a Don Bosco mientras vamos a la estación de radio.” Y así lo hicimos, en silencio. Cuando estábamos en el medio del programa, escuchamos truenos afuera. Al salir, estaba lloviendo. Para la hora de cenar, seguía lloviendo. Les sonreí a los dos sacerdotes, pero no dijeron nada. Para cuando nos acostamos, llovía. Y llovió toda la noche. Ni un comentario de parte de los padres. Pero no pude dejar de bromearlos: “Don Bosco escucha! Bueno, al menos eso es lo que parece.” Comentarios La Percepción Extrasensorial (ESP) o la producción de fenómenos físicos no son exclusivos de los santos. Han habido médiums famosos que podían levitar (D.D.Home), producir levitaciones de objetos (Home, Eusapia Palladino), aportes (Fidanza), fuerte absorción de luz infrarroja con manipulación de objetos (Rudi Schneider), etc. ¿Cuál es el factor común entre esos psíquicos, santos o no? El factor común que más llama la atención es que todos dicen que ellos no lo hacen, que tienen ayuda de entidades que pertenecen a otra dimensión. El médium Fidanza, por ejemplo, produjo numerosos aportes pero durante un corto período de tiempo solamente. A Fidanza lo estudiaron diecisiete profesores de la Universidad de La Plata, quienes produjeron un informe en forma de libro. Todas las precauciones imaginables se tomaron para evitar la posibilidad de fraude. Varios doctores lo examinaron desnudo, y le dieron ropas especiales antes de encerrarlo en una jaula. Aún así, en su última seanse (él había dicho que esto era lo que se mandaba a hacer), pétalos de rosa frescos cayeron a través del cielorraso y llenaron el piso hasta la altura de 30 cm. (!). Otro factor común es el estado de conciencia en que se encontraban al producir los fenómenos, fuese éxtasis (Santa Teresa de Avila), trance (Palladino, Schneider, Home, Fidanza), o estados similares. Los que me ha sido dado a observar, como Fernando en nuestro grupo de La Plata, aunque no estaba en trance, describía que perdía el control de sus brazos, y los que lo rodeábamos podíamos sentir la tensión muscular y un temblor en sus antebrazos mientras la mesa levitaba a mas de 20 cm. por debajo de sus manos, sin ningún contacto y con plenas luces.

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La tendencia entre los parapsicólogos es tratar de reducir estos fenómenos a modelos que pensamos podemos entender, por ejemplo la idea de un campo psi. Pero, ¿qué es un campo psi? Evidentemente, un campo psi es creado por una o mas personas, quien o quienes pueden producir fenómenos psíquicos de varias clases. En el caso de Don Bosco, su “campo” era su interacción con la Virgen María, en la mayoría de los ejemplos que he citado. Pero, si el campo psi es omnipresente, entonces un psíquico es capaz de usar esta fuente de energía para producir cualquier clase de fenómenos que su intencionalidad desee. Ejemplo: En presencia de un extraordinaria joven psíquica de La Plata, y más de veinte personas reunidas en su casa para celebrar su cumpleaños, mi amigo Octavio y yo pusimos nuestros índices sobre una pequeña mesa, la cual literalmente “caminó” sobre dos patas varios metros! Si hay un campo psi fuerte, concluímos, la intencionalidad manifestada por nosotros al poner lo dedos sobre la mesa parecía suficiente para producir los fenómenos. Esta era una de las hipótesis favoritas de J.Ricardo Musso, nuestro gran parapsicólogo desaparecido. Y agregaba que una vez que la intencionalidad era evidente, había que relajarse y no estar en tensión, esperando ansiosamente. Para esto, Ricardo nos incitaba a cantar, o a hablar de cualquier otra cosa cuando nos veía tensos... Y la mesa levitaba! Los ingredientes para la producción de fenómenos psi son: (a) Alguien (una o mas personas) que producen el campo, o facilitan la energía; (b) fe, o confianza de que algo va a suceder, y (c) un tercer factor (?), ayuda exterior (?), interacción con campos de vació (?), estados especiales de conciencia (?). En general, (a) y (b) son más o menos aceptados, pero (c) es por lo general negado. Y sin embargo, en el caso de Don Bosco como también en otros, una intervencién externa parecía sin duda manifiesta. No he escrito acerca de varias circunstancias de peligro para Don Bosco en las cuales fue salvado por un perro de gran tamaño, misterioso, que aparecía cuando Don Bosco lo necesitaba. Despues del último ataque al santo, Gris simplemente se alejó y nunca más apareció. Esta impredictibilidad de fenómenos extraordinarios fue observada varias veces por nuestro grupo de La Plata (1950-1956). En una ocasión, mientras estábamos tratando de obtener levitaciones, una luz verde de extraordinario brillo, en forma de cono, apareció encima de otro mueble en la habitación. En otra sesión, fue un brillante cilindro. Todos describimos estos “objetos” de la misma manera, tamaño, forma brillantes y ubicación. Un tercer ejemplo. Mientras conversábamos afuera de la casa, en un descanso, todos escuchamos tres golpes formidables sobre el techo, como un gigante golpeando con un inmenso martillo. No pudimos ver a nadie ni nada, a pesar de que examinamos rápidamente alrededor de la casa y los terrenos vecinos. Lo más extraordinario en Don Bosco era su fe de que, cuando lo necesitaba, los panes y las avellanas se multiplicarían, el dinero para pagar las deudas aparecía, y nunca falló la ayuda. Esto era fe en ayuda y provisión desde afuera. ¿Era un estado de tensión entre ser y no-ser? ¿Entre materia y vacío? ¿O fue una coincidencia, después de todo? D.D.Home, Rudy Schneider, Eusapia Palladino, prácticamente todos los médiums, incluyendo al gran Fidanza, Arigó, y aún Uri Geller, y nuestro Fernando, todos dijeron lo mismo: “Yo no lo hago. Alguien lo hace por mí.” ¿Quién es ese “alguien”? Espíritus, ángeles, fuerzas, manos invisibles (San Anselmo), un fuego por debajo (Santa Teresa de Avila), o un guía, un aliado de un hechicero (Don Juan). Nadie sabe. Pero la “fuerza” existe. Es problema nuestro, por lo menos de algunos de nosotros, aprender como usarla, como obtener su ayuda. Dejemos que el lector experimente... Y que “la fuerza sea con usted.” Referencias Auffray, A.S.D.B. (1930). Saint John Bosco. Grosvenor Press: England.

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Von Matt, L. & Bosco, H. (1965). Don Bosco. New York: University Books. Zarba D’Assoro, B. (1938). San Juan Bosco. Santiago: s/Ed.

Jose María Feola 3082 Montavesta Road,

Lexington, KY 40502 USA

(1) Artículo original remitido por el autor a la Revista Argentina de Psicología Paranormal. * Radiobiologo y físico especializado en parapsicología. Profesor de parapsicología en la Universidad de Minnessota.

VIDA Y OBRA DE SAN JUAN BOSCO: UN ACERCAMIENTO DESDE LA PARAPSICOLOGIA (1)

José MaríaFeola*

Introducción La primera vez que oí hablar de San Juan Bosco, más conocido como Don Bosco, fue de los labios de Antonio Ciurlanti, Director de la Escuela Bernardino Rivadavia en la Ciudad de La Plata. En 1947, después de obtener mi título en la Escuela de Enseñanza Media en ciencias físico-matemáticas, me nombraron secretario de la Escuela. Ciurlanti era un devoto católico que había estudiado con los salesianos, nombre que había sido propuesto por Don Bosco para sus hijos espirituales en 1854. El había dicho en 1841, “la caridad y dulzura de San Francisco de Sales se reflejaran en todas mis empresas y acciones.” Los salesianos llegaron a la Argentina en 1875, y comenzando con la conversión y educacion de niños aborígenes en la Patagonia, fundaron numerosas escuelas en varias provincias y extendieron su influencia religiosa y educativa más allá de lo que Don Bosco había soñado (Zarba D’Assoro, 1938). Siguiendo el ejemplo de Don Bosco en Turín, Italia, todos los niños que deseaban estudiar en una escuela salesiana eran aceptados, sin interesar la situación económica de sus familias. Los niños de los ricos pagaban por aquellos que no tenían dinero. Ciurlanti había sido educado en una de las escuelas ubicadas en el campo, donde, a los rigores del currículum académico, se agregaba el entrenamiento en tareas de agricultura y ganadería. Las escuelas ubicadas en las ciudades ofrecían, aparte de las materias exigidas por el estado, entrenamiento en oficios con el potencial de producir suficiente dinero como para mantener esposa e hijos. En la época en que las conocí, la carpintería era favorita, pero también había entrenamiento en albañileria, plomería, mecánica y también en imprenta y sastrería. Estas escuelas eran solo para niños; las niñas asistían a otras escuelas católicas para mujeres solamente. Estas escuelas funcionan bajo el nombre de Hijas de María Auxiliadora. Este nombre fue dado por Don Bosco a María Mazzarellio, quien empezó con el primer grupo de muchachas en 1872. (Zarba D’Assoro, 1938, pp.224-226).

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Nuestra escuela albergaba unos cuarenta muchachos, entre quince y dieciocho años de edad, quienes completaban su educación primaria y aprendían varios instrumentos de banda, hasta que estaban preparados para ingresar a las fuerzas armadas, o para trabajar como empleados en la administración o en el comercio local. La escuela era parte del Ministerio de Salúd Pública de la Provincia de Buenos Aires, y los muchachos eran huérfanos o habían sido abandonados por sus padres. Don Antonio, como yo llamaba al señor Ciurlanti, estaba totalmente dedicado a sus muchachos. Solía decir: “Este es la manera como Don Bosco lo haría,” y procedía a distribuir camisas, pantalones, medias, zapatillas y chocolates personalmente. Por supuesto, él me relató numerosas anécdotas sobre Don Bosco, pero las había más o menos olvidado cuando, 16 años después, en 1963 fui invitado a participar en la primera sesión de verano que se ofrecería en la Universidad de la Patagonia, en Comodoro Rivadavia. Entonces el corazón de la producción petrolera argentina. La Universidad de Patagonia no tenía edificio propio y funcionaba en el magnífico edificio de la escuela salesiana gracias a la generosidad de su Padre Director. Haciéndome cargo de que seguramente tendría interacciones con los Padres Salesianos decidí que era tiempo de ponerme al día con la vida de Don Bosco. Entre los años 1947 y 1963, había tenido frenéticas actividades de toda clase. Haba terminado estudios de física y agrimensura en La Plata, los cuales había pagado tocando el violín en varias orquestas típicas. Había fundado un grupo de estudios psíquicos, concentrado en psicocinesis y levitación de mesas, en el cual obtuvimos fenómenos consistentes y reproducibles a voluntad, los cuales demostramos a varios científicos y parasicólogos, entre ellos, los doctores Orlando Canavesio y J.Ricardo Musso. Habíamos visto fenómenos extraordinarios, los cuales informé por carta primero, y personalmente después, en 1959, cuando fui a los Estados Unidos con una beca de la Academia de Ciencias de ese país, y la Agencia Internacional de Energía Atómica. Mi primera visita al Laboratorio de Parapsicología en la Universidad de Duke, tuvo lugar el viernes 4 de septiembre de 1959. Allí conocí a J.B.Rhine y su esposa Louisa, al Doctor J.G.Pratt, a W.G.Roll y a otros miembros del grupo, y también al investigador británico, doctor Robert Thouless. Durante dos horas describí, en mi entonces incipiente inglés, nuestras experiencias de La Plata. Como consecuencias de mis conversaciones con Thouless, realicé experimentos de telepatía a larga distancia, y obtuve respuestas complejas de parte de sujetos que no sabían absolutamente nada de que estaban siendo objeto de ordenes telepáticas, las cuales siguieron en todo detalle. Estos experimentos cuyas posibles consecuencias siempre me pusieron nervioso, fueron debidamente informados al Doctor Rhine y su grupo, como así también a los entonces jovenes parapsicólogos Charles Honorton y Robert L.Morris. Regresé a la Argentina en 1961, con una maestría (MS) de la Universidad de Rochester, New York, en 1963 obtuve mi licenciatura en física en la Universidad de La Plata. Todo este resúmen, para mostrar que para cuando mi amigo el Doctor Alfredo Casey, abogado, hombre de letras, y extraordinario psíquico me invitó a participar en la escuela de verano de la Patagonia, estaba bien preparado científicamente y tenía vasta experiencia en parapsicología como experimentador y también como productor de fenómenos. Cuando recibí la invitación, trabajaba en la Comisión Nacional de Energía Atómica y enseñaba física en la Universidad Nacional de Buenos Aires. Una tarde de febrero de 1963, caminé por la Avenida de Mayo para mirar las libreras de viejo si conseguía un libro sobre Don Bosco. Asi que revisaba los estantes de una de las más grandes, encontré tres libros científicos, y estaba listo para pagar, frustrado por no haber encontrado nada sobre la vida del santo. Mientras esperaba enfrente a una mesa llena de libros, de pronto ví una copia del libro de San Juan Bosco, el cual tomé inmediatamente y me dispuse a pagar con una sonrisa. El cajero sumó el costo de mis libros científicos, y cuando llegó al libro de Don Bosco, me dijo: “Oh, este es gratis.” Así empezó mi nueva relación con Don Bosco. Prácticamente devoré el libro y quedé asombrado de la latitud de las experiencias y habilidades psíquicas de Don Bosco. Este asombro me dura hasta hoy, y espero justificarlo con los ejemplos que relataré a continuación. Juan Melchor Bosco nació el 16 de agosto de 1815 en Becchi,

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un caserío en el municipio de Murialdo, no muy lejos de la gran aldea de Castelnuovo, más allá de la cual se encuentra la Ciudad de Chieri, y finalmente Turín (von Matt & Bosco, 1965, p.2). El Padre de Juan fue Francisco Luis Bosco, un grajero pobre; y su madre fue Margarita Occhiena, una mujer devota y de los más altos valores morales. Juan tenía dos hermanos mayores, Antonio, de la primera esposa de Francisco, y José. Antonio le hacía pasar malos ratos a Juan; José, en cambio, lo trataba con gran cariño. Cuando Juan tenía dos años, su papá murió. Margarita, quien entonces tenía veintinueve años, tuvo que hacerse cargo de la niña. Pasaron tiempos duros y difíciles. Juan comenzó a ayudar en las tareas de la chacra a los cuatro años. Su inclinación en convertirse en sacerdote se manifestó temprano en su vida, pero la necesidad de ayudar a su madre, y la pobreza en que vivían parecían ser dificultades imposibles para que Juan siguiera su vocación. Fue entonces, a la edad de nueve años, que Juan tuvo su primer sueño extraordinario, en el cual se le prometió la guía divina. L.von Matt y Henri Bosco (1965) piensan que estos sueños, que guiaron a Don Bosco toda su vida (más de cien han llegado a nosotros) eran realmente “visiones sobrenaturales maravillosas,” y que la primera fue decisivamente profética. Esta es su narración: "Un hombre se le apareció a Juan. Era el Señor, pero Juan no lo reconoció. En en sueño, Juan estaba peleando con varios jóvenes bribones. Nuestro Señor le dijo: Para de pelear. Tú debes ganarlos con amor. Juan se sorprendió y contestó tímidamente: Lo que usted me dice es imposible. ¿Quién me va a enseñar ese amor? Nuestro Señor le contestó: Mi madre será tu maestra. Nuestra Señora apareció entonces y le dijo: Tú no lo sabías, pero estabas peleando contra lobos. Camina entre ellos con coraje y se transformarán en corderos. Esta será tu vocación más adelante." (Auffray, 1930, p.47). Juan relató a su familia. Cada uno expresó su propia interpretación. El hermano mayor, Antonio, dijo: “Oh, tu vas a ser líder de un grupo de bandoleros.” José no estuvo de acuerdo, “No -dijo- tu vas a ser un pastor, cuidaras ovejas.” Pero Margarita, con su más grande intuición materna, dijo: “Tal vez este sueño nos dice que serás un sacerdote.” Y un sacerdote resultó, después de muchos años de lucha y la generosa ayuda de muchos amigos, el 6 de junio de 1841. En uno de sus sueños, la Madre de Dios se le apareció, rodeada de un gran rebaño. “Te los confío a ti -le dijo- tienes que alimentarlos y hacerlos crecer, ¿quieres saber cómo? No tengas miedo. Yo lo vigilaré y te ayudaré.” (von Matt & Bosco, 1965, p.57). Desde ese momento y hasta su muerte el 31 de enero de 1888, Don Bosco cumplió su misión de alimentar, vestir, educar y hacer buenos cristianos de los niños pobres de Turín, y de Italia, Europa y del mundo. Empezó pobre y terminó pobre, pero en su camino edificó dormitorios, escuelas, iglesias, basílicas y aconsejó a príncipes y reyes, y ayudo a varios Papas cada vez que ellos necesitaron su ayuda. ¿Cómo pudo Don Bosco llevar a cabo tantas obras y como usó sus poderes psíquicos? ¿qué podemos aprender estudiando las circunstancias bajo las cuales tuvieron lugar los fenómenos paranormales? De acuerdo con Don Lemoyne, quizás el mas completo de los biográfos de Don Bosco, las tres virtudes que San Juan Bosco poseyó en el más alto grado eran: fe, caridad, y una confianza sin límites en Dios. Sabemmos que en parapsicología una actitud positiva brinda mejores resultados que una actitud negativa. Sabemos que la fe en nuestras propias habilidades o poderes conduce a alcanzar nuestros objetivos, sean ellos parte de nuestra vida diaria o de un experimento parapsicológico. Sin embargo, en Don Bosco su fe era una convicción profunda y absoluta de que Dios y Santa María estaban con él, y lo ayudarían a cumplir su misión. En cuanto a su caridad, pareciera que actuaba como estímulo poderoso de profunda energía emocional y psíquica. En mi experiencia he encontrado que un profundo envolvimiento emocional es como el motor que impulsa los fenómenos psíquicos. Cuando necesitaba dinero, Don Bosco siempre confío en la ayuda de la Divina Providencia, y siempre sus necesidades eran satisfechas de manera misteriosa. Ejemplo: el 20 de enero de 1858, Don Bosco tenía que pagar una deuda considerable y no tenía un centavo para hacerlo. Era ya el 12

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y el acreedor, quien había esperado ya un largo tiempo requería que se le pagase sin falta. Don Bosco se dirigió a unos pocos de sus alumnos: “Hoy necesito una gracia particular. Voy a ir a la ciudad y mientras tanto quiero que ustedes vayan a la Iglesia a rezar.” Así lo hicieron. Mientras Don Bosco caminaba por la calles de Turín, un hombre desconocido lo saluda y le dice: “Don Bosco, ¿es cierto que usted necesita dinero?” Don Bosco le responde: “Y urgentemente.” “Si ese es el caso, aquí tiene, tome esto.” Y le entregó un sobre con varios billetes de mil liras. Don Bosco titubeó en aceptarlos, sin saber si el extraño era serio. “¿Pero porque me da usted este dinero?” “Tómelo y no haga preguntas.” Y el extraño se alejó sin darle el nombre del donante, y sin querer aceptar un recibo (Zarba D’Assorio, 1938). En 1859, se presentó una situación similar. Don Bosco dejó a sus muchachos rezando y se fue a caminar por las calles. Los jóvenes rezaron varias horas, hasta las tres de la tarde. Al caer la noche llegó Don Bosco con el dinero. Sin muchos deseos de hacerlo, les relató lo que había pasado: “Caminé buscando ayuda, sin saber a donde ir. Cuando llegué a la Consolata, entre y le rezé a la mas bendita Virgen que me ayudara y no me abandonara en esta situación. Salí y caminé de calle a calle, desde mediodía hasta las dos, cuando en una callejuela cerca de la Iglesia de Santo Tomás, un hombre bien vestido se acerco y me dijo: “Oh, si no me equivoco usted es Don Bosco.” “Para servirlo” -le contesté. “Pues mire, he tratado de verlo, y si no lo hubiera encontrado aquí tendrá que haber caminado hasta el Oratorio. De modo que usted me esta ahorrando en viaje, porque mi empleador quiere que le entregue este paquete.” “¿Qué es?” “No lo sé.” Don Bosco abrío el paquete. Eran bonos de una deuda pública. “Y de donde proceden estos bonos? “No puedo decírselo. Mi misión esta cumplida. Tenga usted un buen día.” Y se marchó. “Tenía suficiente para pagar todos los gastos que debemos. Oh, mis queridos muchachos, cuán grande es la Divina Providencia. Un último ejemplo. En agosto de 1884, Don Bosco era el huésped, con el sacerdote Viglietti, del Obispo de Pinerolo. Estaban sentados en el patio trasero, cuando un ayudante vino con dos cartas para Don Bosco. Este las leyó y lágrimas empezaron a caer por sus mejillas. Viglietti, asustado, preguntó que pasaba: “La Virgen -dijo el Santo. “Nos ama mucho, y le dió a Viglietti los papeles. En una carta, le pedían a Don Bosco que pagara treinta mil liras que debía. ¿Adonde iba a encontrar semejante suma? En la segunda carta, una mujer de la nobleza de Bélgica le preguntaba a Don Bosco como podía usar, por la gloria de Dios, treinta mil liras (Zarba D’Assorio, 1938, p.256). Estos actos de intervención providencial podrían multiplicarse en muchas páginas. Don Bosco solía decir: “Estas cosas pasan a cada momento. Sin embargo, la posteridad no querrá caer; se lo tomarán como fábulas.” (Zarba D’Assorio, 1938, p.256). Un caso extraordinario de interacción de fe con gran energía emocional-psíquica con la Virgen María ocurrió el 14 de agosto de 1886. El Padre Durando fue al estudio de Don Bosco y, debido a urgentes necesidades, se llevó todo el dinero que habían recibido esa semana. Tan pronto como el Padre Durando salió, entró un visitante que había estado esperando en la antecámara. “Lamento haberlo tenido esperando. El Prefecto de la Congregación acaba de irse con todo el dinero que tenía. Ahora estoy pobre y sin un centavo.” “Pero, Don Bosco, si usted necesitara dinero en ese momento, ¿que haría?” “Oh, Providencia, Providencia! -dijo Don Bosco, y sus ojos se llenaron de lágrimas!”

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“Sí... Providencia... Providencia... Eso es muy lindo, pero si usted no tiene dinero, y su usted necesita dinero ahora mismo, en este preciso momento?” “En ese caso -prosiguió Don Bosco con una misteriosa mirada- yo le diría, mi querido amigo, vaya a la antecámara, y allí encontrará una persona que brinda una oferta a Don Bosco.” “¿Que dice? ¿En serio? Nadie había en la antecámara... ¿Quién le dijo semejante cosa?” “Nadie, pero yo lo sé y Santa María lo sabe. Vaya, vaya y vea usted mismo.” El visitante va a la antecámara, y viendo allí un hombre, le pregunta: “¿Viene usted a ver a Don Bosco?” “Sí, vengo a traerle una donación.” Apariciones Dos años antes de ordenarse, Don Bosco sufrió una penosa experiencia que lo dejó en un estado de postración que le llevó varios años sobreponerse. En 1839, su más íntimo amigo, Luis Comollo, falleció poco después de una corta enfermedad. Como Don Bosco mismo ha resaltado, él y Luis habían hablado muchas veces sobre la posibilidad de morir. Se habían prometido que, si uno de ellos fuera a dejar esta vida antes que el otro, entonces volvería con la noticia de su salvación. Varios compañeros estudiantes saban del pacto y esperaban que se verificara: "Yo era el más ansioso de todos, porque esperaba que me sirviera de consuelo. Era la noche del 3 al 4 de abril, la noche siguiente del funeral, y yo descansaba en el dormitorio con otros veinte estudiantes de teología. Estaba en la cama, pero no durmiendo, y pensando en nuestro pacto. Cuando el reloj dió las doce de la medianoche, y escuché el rumor al final del corredor, un rumor que se hizo más fuerte a medida que se acercaba. Soñaba como un carruaje tirado por muchos caballos, o un tren que se aproxima... Las paredes, el cielorraso, el piso vibraban como si estuvieran hechas de hierro y golpeadas por un brazo poderoso... Los seminaristas despertaron, pero nadie habló. Yo estaba petrificado de miedo. El ruido se acerca y es horrendo. La puerta se abre violentamente, la conmoción continúa pero no vemos nada, excepto una luz débil que cambia de color, como regulando el sonido. De pronto, silencio total, la luz se hace más intensa, y entonces, la voz de Comollo se escucha claramente. Tres veces repite: Bosco, Bosco, estoy salvado! En ese momento, el dormitorio estaba iluminado y el sonido, que habían escuchado el ruido. Se preguntaban unos a otros que había dicho la voz, mientras yo les repetía que había entendido perfectamente las palabras: "Estoy salvado". La madre de Don Bosco, Margarita, lo ayudó toda su vida, hasta el final. Siempre habían estado muy cerca uno del otro. En noviembre de 1856, Margarita contrajo neumonía. Cuando sintió que se moría, le dió a Juan sus últimos consejos y le pidió que fuera a rezar por ella. Don Bosco se fue a su cuarto. Extrañamente, prendió la luz tres veces, y las tres veces la luz se apagó. Cuando finalmente la luz se quedó prendida, vió que el retrato de Margarita se había caído contra la pared. A las tres en punto del 25 de noviembre, escuchó los pasos de su hermano José: Margarita había dejado este mundo. En 1860, mientras Don Bosco caminaba cerca de la Iglesia de la Consolata, vio a su madre: ¿Que?, usted aquí. ¿Pero usted murió? Sí, he muerto -respondió Margarita- pero estoy viva. ¿Eres felíz? Sí, muy feliz. Ella le dijo que había pasado a través de las llamas del Purgatorio antes de entrar en el cielo, y que había visto a varios jóvenes, cuyos nombres le dió. Cuando Don Bosco le preguntó si estaba gozando allí, Margarita le contestó que quería saber demasiado. Mientras

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hablaban, Margarita fue rodeada por una luz de inexplicable belleza. Ella cantó, y otras veces se le unieron, dejando a Juan lleno de admiración. Cuando el canto concluyó, Margarita dijo: “Esperaré por ti para que estemos juntos para siempre.” Entonces la visión concluyó (Zarba D’Assorio, 1938, p.179). Por esta descripción, pareciera que la realidad objetiva de esta visión fue distinta que la aparición de Comollo, la cual fue observada por varios testigos. Como dice Don Lemoyne: “Don Bosco y la palabra sueño son equivalentes.” Curaciones El siguiente episodio es el típico método de curación de Don Bosco. Cuando Don Bosco llega a Roma en 1869, el carruaje del Cardenal Berardi lo estaba esperando. El Cardenal le imploró que fuera a ver a su sobrino, un niño de once años, el único hijo de una familia noble y rica, que estaba enfermo. El niño tenía fiebre tifoidea, maligna y resistente, que parecía llevarse el chico a la tumba. “Don Bosco, cúrelo, cúrelo,” imploraba la familia. Mientras Don Bosco se aproximaba al lecho del niño enfermo, repetía a la familia: “Tengan fe. Rezen a Santa María, y usted, Cardenal, ayude a la Sociedad Salesiana.” Entonces, como hablando consigo mismo, dijo: “Dejemos que la Virgen comience.” Despues de orar, bendijo al niño, y éste se sintió mejor inmediatamente. Unos días después, el niño gozaba de perfecta salud. Don Bosco había ido a Roma para obtener la aprobación de la Santa Sede para la Sociedad Salesiana. Existía una fuerte oposición, de manera que Don Bosco tuvo que hacer campaña visitando a los prelados más influyentes de la Sagrada Congregación. Uno de los miembros más poderosos era el Secretario de Estado de la Santa Sede, el Cardenal Antonelli. Cuando Don Bosco fue a verlo, el Cardenal estaba inmóvil en un sofá. “Entre, mi muy estimado Don Bosco, entre!” -dijo el Cardenal “Eminencia, ¿como esta de salud?” “Mire en que estado me encuentro! Estoy clavado así por varios días. Mi gota ha vuelto. ¿Qué es lo que usted quiere de mi?” “He venido a pedirle que usted ayude a la Sociedad Salesiana.” “Pienso que es difícil. Sin embargo, le prometo que la recomendaré al Santo Padre, no bien pueda ir a verlo.” “Necesito que vaya pronto,” -replicó Don Bosco. “Pero usted ve como estoy. No me puedo mover. El Papa habitualmente viene a verme aquí cuando no puedo ir a su cuarto. Tan pronto como venga, le hablaré en su favor.” “Tenga fe en Santa María y vaya pronto.” “¿Y cuándo? -exclama el Cardenal Antonelli, mirando a Don Bosco. “Manana!” “¿Usted quiere decir que seré capaz de ir?” “Tenga fe en la Virgen, porque de lo contrario nada podemos hacer.” “Muy bien iré manana... ¿Pero si algo peor sucede me sucede?” “Yo soy el responsable; mañana se sentirá mejor. Deje todo a la Virgen. Ella sabrá como hacerlo.” “Iré mañana, y si lo que usted dice realmente sucede, haré todo lo que este en mi poder por su Sociedad.” A la mañana todo el dolor había cesado. El Cardenal fue a la audiencia del Papa y le relató el diálogo con Don Bosco y como había sido curado. Lo mismo sucedió con un fuerte oponente de la Sociedad, el poderoso secretario de la Sagrada Congregación, Monsenor Sbegliati. Cuando Don Bosco le expresó sus deseos, Sbegliati le dijo: “Su pedido es serio y difícil. Además, no sé cuando podré ir, enfermo como estoy. Sin embargo, necesito que usted vaya a ver al Santo Padre.”

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“¿Cómo cree usted que puedo hacerlo con esta violenta y persistente tos?” “Tenga confianza en la Virgen Santa, ofrézcale que usted se interesará en la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, y yo le prometo que usted se curará.” “Si usted me asegura, iré.” “¿Y cuando?” “En tres días.” “No, mañana.” “Ah, Don Bosco, si pudiera ir a ver al Papa mañana, le puedo asegurar que le hablare de tal manera que todo saldrá perfectamente... “ Y el Monseñor cumplió su palabra, puesto que su tos había desaparecido al día siguiente. Unos días después, el 1ro. de marzo de 1869, la Pía Sociedad Salesiana era aprobada definitivamente por la Santa Sede (Zarba D’Assorio, 1938, p.148). Resurrección Uno de los más grandes milagros producidos por Jesús, fue la resurrección de Lázaro. Don Bosco produjo el mismo milagro en presencia de varios testigos. En 1849, un jóven de 15 años, estudiante diurno del Oratorio, encontrándose asimismo cercano a la muerte pidió que viniera Don Bosco a escuchar su confesión. Don Bosco no estaba en Turín en ese momento. Un día y medio más tarde, el joven murió, todavía insistiendo que quería hablar con Don Bosco. Cuando éste regresó y escuchó el caso, fue inmediatamente a ver al muchacho. El padre era el dueño del hotel. Cuando Don Bosco llegó, uno de los mozos le dijo: “Es demasiado tarde, Carlos falleció hace más de doce horas.” “Tonteras -dijo Don bosco- él esta durmiendo y ustedes creen que esta muerto.” Así que miembros de la familia llegaban, confirmaban lagrimeando la pérdida del querido muchacho y llevaron a Don Bosco al cuarto donde el cuerpo del jóven descansaba. El cadáver había sido preparado para la tumba, amortajado en una sábana cosida ajustadamente, como era entonces la costumbre. La cara estaba cubierta con un velo. La madre y una tía lloraban calladamente. Viendo esto, Don Bosco fue agitado por una emoción sobrehumana, rezó y bendijo al muchacho, y entonces con una voz imperiosa lo llamó: “Carlos, Carlos.” Esta voz poderosa, como el “Lázare, veni foras” de Jesús renovó el prodigio: la muerte retornó su presa. Don Bosco quita el velo y rasga la sábana. Todo el mundo observa el rostro líbido, la boca entreabierta, los ojos vidriosos que parecen contemplar un horrible misterio. Ahora el muchacho abre los ojos y sonríe, pero la sonrisa se disuelve cuando parece recordar un sueño terrible: “Oh, Don Bosco si usted supiera... La última vez que confesé no me atreví a contar un pecado que había cometido unas semanas antes... Tuve un sueño que me ha aterrorizado. Estaba al borde de un fuego inmenso y estaba tratando de escapar de una multitud de demonios, que trataban de tomarme y de ponerme preso. En el momento en que iban a arrojarme al fuego, una Dama se interpuso y dijo: “Esperen, él no ha sido juzgado todavia!” Después de esta ansiedad, escuché su voz llamándome, y ahora deseo confesar.” Cuando la familia regresó después de la confesión, el chico les dijo: “Y Don Bosco me ha salvado del Infierno!” Por casi dos horas, Carlos continuó conciente, pero durante este tiempo, aún cuando se movía, miraba alrededor y hablaba, su cuerpo permaneció frío como antes de volver a la vida. Don Bosco le preguntó: “Ahora que estas en la Gracia de Dios, el cielo esta abierto para ti. ¿Quieres ir allí, o quieres permanecer entre nosotros?” Carlos replicó: “Quiero irme al cielo.” Entonces, dijo San Juan Bosco: “Hasta que nos encontremos nuevamente en el Paraíso.” Carlos abandonó su cabeza entre las almohadas, cerró sus ojos, y abandonó este plano.

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Precognición Don Bosco podía leer el futuro como un libro abierto. En agosto de 1854, fue llamado urgentemente para preparar a un muchacho de 16 años cuya muerte era inminente. El muchacho era un estudiante del oratorio, al cual los eminentes doctores Calvagno y Bellingeri, le habían dado unas pocas horas de vida. Don Bosco quería a ese muchacho entrañablemente, y entró al cuarto para prepararlo a morir con gran congoja. Pero al aproximarse a la cama, una misteriosa visión lo detuvo. El santo vió una paloma puramente blanca volando alrededor del lecho con una rama de olivo en el pico. Lentamente la paloma desciende sobre el muchacho y deja caer la rama de olivo sobre su frente. Alrededor de la cama, también ve extrañas figuras. ¿Hombres o Fantasmas? Ve dos hombres que se distinguen de entre los otros: Uno tímido, con la piel bronceada; el otro, alto con aire de guerrero, pero con una dulce actitud. En ese preciso momento, una luz sobrenatural ilumina la mente de Don Bosco; con lágrimas en los ojos se inclina sobre el jóven y el pregunta: “Dime, ¿quieres ir al Paraíso? Si Don Bosco lo aprueba, iremos al Paraíso inmediatamente.” Pero Don Bosco no aprobaba la partida de su querido muchacho al Paraíso, y mirándolo con gran ternura le dice: “No, mi querido hijo, no es tiempo todavía! No morirás. Te curarás, serás sacerdote y misionero, y con un breviario en la mano irás alrededor del mundo en busca de almas que salvar y bautizar. Y entonces...” Don Bosco hizo silencio y no quizo hablar una palabra más. El enfermo recuperó su salud. Unos meses después, Don Bosco agregó que llegaría a Obispo. Ese muchacho era Juan Cagliero, el futuro apóstol de los indios de la Patagonia, el primer salesiano obispo y cardenal de la Iglesia Católica. Don Bosco predijo muchos sucesos públicos, a muchos enfermos graves les predijo que se curarían y anunció la muerte inminente de varias figuras públicas. Por muchos años, ninguno de los estudiantes del oratorio escapó a sus predicciones de muerte varios meses de que efectivamente sucedieran. Ejemplos: En 1864, Don Bosco predijo la muerte de dos estudiantes y les dió los nombres al enfermero Mancardi. Este, para verificar la profesía, escribió el siguiente memorándum: “Oratorio de San Francisco de Sales

Enero 30, 1864. Don Bosco me dijo en la tarde del 29 de enero: Estimado Mancardi; Dos de los artesanos que deberan partir antes de la próxima cuaresma e ir al Paraíso, son Tardini y Palo. Recuérdelo. Ignacio Mancardi. Enfermero.” Esta nota fue sellada y entregada al prefecto Padre Alzonatti, quien escribió: Predicciones de Don Bosco para abrirse después de Pascua de 1864... “ Pascua ese año, cayó el 27 de marzo. El 25 de febrero el jóven Palo murió, y el 12 de marzo falleció Tardini (Auffray, 1930, pp.185-186). Hay muchos otros casos bien certificados como estos dos. Notables entre ellas fueron las predicciones que Don Bosco hizo en 1854, acerca de tres muertes en la familia real. Estas fueron enviadas por escrito al Rey Víctor Manuel, quien sintió la consiguiente desazón. El 12 de enero de 1855, la Reina Madre María Teresa falleció imprevistamente a la edad de 54 años. El 20 de enero, la Reina María Adelaida murió a los 33 años. Y mientras se cuerpo estaba todavía caliente, esa misma tarde los últimos sacramentos eran administrados al duque de Génova, Fernando de Saboya, que murió al día siguiente, también de 33 años de edad, dejando a su joven esposa y a una niña, Margarita, futura reina de Italia.

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Muchas veces, después de estos tristes acontecimientos el Rey Víctor Manuel II, solía ir al Oratorio a hablar con Don Bosco. Más de una vez el Rey dijo: “Don Bosco es un santo.” Acción a Distancia A veces, y especialemente para prevenir acciones ofensivas hacia Dios, y no teniendo a ninguno de sus salesianos a mano para intervenir, Don Bosco actuaba el mismo... a distancia. Un domingo, mientras Don Bosco asistía a los ejercicios espirituales en Lanzo, dos jóvenes del oratorio se escaparon a nadar en el río Dora. Después de un rato, se recostaron a la orilla y empezaron a tener “conversaciones inconvenientes.” De pronto, se pusieron de pie de un salto, al tiempo que recibían misteriosas y fuertes palmadas por todo el cuerpo. sorprendidos, enseguida comprendieron.”Es Don Bosco!” Ellos sabían que algo parecido les había pasado a otros dos compañeros: Costa y Barretta, sin demora, se vistieron y regresaron al oratorio, pero su sorpresa aumentó cuando al día siguiente el prefecto, Padre Alzonatti, les leyó una comunicación de Don Bosco: “He visto a los jóvenes Bastia y Vezzetti dejar el oratorio para bañarse en el Dora; he escuchado sus conversaciones y les he dado una lección que recordaran por un largo tiempo. Usted, señor Prefecto, los llamará y les preguntará si no experimentaron y recibieron algo cuando estaban tirados a la orilla del río.” (Zarba D’Assoro, 1938, p.305). Poder sobre los Elementos En 1864, Don Bosco, con los Padres Rua y Cagliero, habían ido a la fiesta de la Asunción de la Virgen María al cielo. Existía gran consternación entre la gente de Montemagno porque no habían tenido lluvia por tres meses y las cosechas estaban a punto de perderse. Habían orado pública y privadamente, pero sin resultado. En su primer sermón, Don Bosco se dirigió al pueblo, y dijo: “Si ustedes vienen al sermón, estos tres días y se reconcilian con Dios, haciendo una buena confesión, les prometo en el nombre de la bendita Virgen María, que va a caer una abundante lluvia para refrescar vuestros campos.” Cuando fue a la Sacristía, el cura párroco, Padre Clivio, le dijo: “Bien, bravo, muy bien: Necesitaba coraje.” “¿Qué coraje?” “El coraje de anunciar en público que va a llover el día de la fiesta.” “Pero, ¿dije yo eso?” “Sí, usted lo dijo.” “No, usted debe haber entendido mal.” Esos tres días hizo calor y no se veía una nube en el cielo, Don Bosco continuó con sus sermones y a aquellos que le preguntaban: “¿Y las lluvias?” Les contestaba: “Sáquense de encima los pecados.” La mañana de la fiesta se efectuó una comunión general con tanta gente que no se había visto tal en un largo tiempo, sin embargo, el tiempo era el mismo. Ni señas de lluvia. El Marqués de Fasati: “Esta vez, señor Don Bosco, usted ha fallado. Usted prometió lluvia, pero estamos lejos de tal cosa. Don Bosco llamó al sacristán: “Juan, vaya detrás del castillo del Barón Garofoli, y mire como cambia el tiempo, y si hay indicaciones de lluvia.” El sacristán va, viene de vuelta y dice: “Esta claro como un espejo, hay sola una pequeña nube del tamaño de un pié hacia el lado de Biella.” “Muy bien -responde Don Bosco- déme la estola.” La Iglesia esta llená, todos los ojos en Don Bosco. Después del Avemaría parece que la luz del sol se atenúa, el exordio comienza, se oye entonces un prolongado rumor de trueno. Don Bosco

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para y una lluvia torrencial empieza a azotar las ventanas de la Iglesia. La lluvia continúa mientras Don Bosco dá gracias a la Virgen y elogia a los fieles, ellos reconocen el milagro, porque en la cercana ciudad de Grana, en la cual habían organizado un baile público por el fracaso de Don Bosco, cayó una terrible cantidad de granizo que arruinó su cosecha, y porque más allá del Distrito de Montamagno, no cayó una sola gota de lluvia (Zarba D’Assoro, 1938, pp.313-315). Multiplicación de los Panes Lo que hace más interesante en el estudio de los poderes de Don Bosco, es la presencia de numerosos testigos quienes describieron los mismos fenómenos y sin ninguna duda. A continuación citamos tres episodios de multiplicación de avellanas, hostias, y panes. El 13 de diciembre de 1885, Don Bosco tuvo una conferencia con los estudiantes de cuarto y quinto año en la cual les habló brevemente acerca de la elección de su futura situación social. Al final, les dió a cada uno un puñado de avellanas. Tres semanas después, al terminar la conferencia, Don Bosco pidió que le trajeran el pequeño bolso con avellanas. El Padre Festa así lo hizo, y le dijo: “Tenga cuidado, no dé muchas, porque no habrá suficiente para todos.” “Déjelo por mi cuenta!” -respondió Don Bosco. Había 64 estudiantes presentes. Al principio les dió un puñado a cada uno. Los estudiantes miraban con gran sorpresa que el nivel de las avellanas permanecía igual, sin interesar cuantas daba cada vez. Cuando el reparto terminó, todos vieron que el saco tenía la misma cantidad que cuando había empezado. Los alumnos preguntaron a Don Bosco que como lo había hecho, “Oh, yo no sé -replicó sonriendo- No lo sé. Pero porque ustedes son mis amigos, les voy a contar lo que me pasó hace ya varios años.” En la ocasión de una solemne celebración en el Oratorio, Don Bosco tenía que distribuir la Comunión a 650 niños. Comenzó la misa creyendo que habían suficientes hostias consagradas en la gran copa que estaba en el santuario. Pero había muy pocas, y el Padre Buzzetti, que estaba a cargo de las hostias, se había olvidado de traer más y ahora estaba ayudando con la misa. Don Bosco se dió cuenta cuando tomó la copa. Ambos estaban confundidos, porque solo podíian dar la comunión a unos pocos. Don Bosco levantó sus ojos al cielo y empezó a dar la comunión. Y todos los niños la recibieron, hubo hostias para cada uno. La noticia de este milagro cundió rápidamente, y fue confirmada por Don Bosco posteriormente. Uno de los mejores relatos sobre la multiplicación de panes fue escrito por el Padre Dalmazzo. Un día en 1860, el Oratorio estaba corto de pan. El individuo a cargo fue a ver a Don Bosco para pedirle que diera la orden. Don Bosco atendía las confesiones, pero finalmente le dijo que no se preocupara. “Vaya y ponga en un canasto lo que tenemos. Yo iré y lo distribuiré personalmente.” Cuando terminó con el niño que estaba arrodillado a su lado, fue a la puerta adonde los panes iban a ser distribuídos. El Padre Dalmazzo escribe: “Yo entonces, trayendo a la memoria los hechos oídos sobre Don Bosco y vencido por la curiosidad, me adelanté a él para poder observar mejor. Al salir, encontré a mi madre que habiéndola llamado por carta para que viniese prontamente a Turín, había venido para llevarme a casa.” “Ven, Francisco,” me dijo. Yo le hice señal que aguardase un momento y añadí: “Mamá, primero quiero ver una cosa y después voy enseguida.” Y mi madre se retiró hacia los pórticos. Yo recibí un pan y fuí el primero, mientras tanto miraba el canasto, y ví que contenía unos 15 o 20 panes a lo más. Luego me retiré sin ser visto a un lugar elevado, precisamente detrás de Don Bosco, sobre una grada, con tamaños ojos. Don Bosco, entretanto, se había puesto a distribuir el pan. Los jóvenes fueron pasando uno a uno, contentos de recibir el pan de él mismo, besándole la mano, mientras que a cada cual decía una palabra y sonreía. “Todos los alumnos, cerca de cuatrocientos, recibieron su pan. Acabada esta distribución, yo quise nuevamente examinar el cesto de pan y con grande admiración constate que había quedado

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la misma cantidad que antes, sin que hubiesen traído el pan ni cambiado el cesto. Yo me quedé aturdido y corrí derecho a donde estaba mi madre, que me decía: “Ven!” Y yo le repuse: “No, no quiero irme, no me voy; me quedo aquí. Perdóname de haberte ocasionado esta molestia haciendo que vinieses a Turín.” Y le conté aquello que había visto con mis propios ojos diciéndole: “No, no es posible que yo abandone una casa tan bendita por el Señor y un Santo como es Don Bosco. Y esta fue la única razón que me indujo a permanecer en el Oratorio y enseguida a agregarme entre sus hijos.” (Zarba D’Assoro, 1938, pp.318-319). Patagonia La primera sesión de verano de la Universidad de Patagonia fue un gran éxito. La gente tenía tantos deseos de venir y aprender algo nuevo, que muchos de ellos viajaban grandes distancias, tres o cuatro horas de auto, iban de vuelta a la noche, y regresaban a la mañana siguiente. Los profesores teníamos nuestras comidas en el gran comedor de los salesianos, donde conversábamos con los sacerdotes frecuentemente. Todos eran muy amables y amistosos, en la tradición de Don Bosco. La Patagonia esta constantemente bajo la acción de los vientos. Después de dos o tres días, el viento pasa a formar parte de nuestra cabeza. Uno puede escapar solamente estando dentro, en uno de los grandes salones de la escuela, o practicando ejercicios mentales o meditación para olvidarse del viento. Un viernes, a la noche, hubo un viento particularmente fuerte y persistente. El sábado por la mañana, nos invitaron a visitar un picadero indio. “Es un buen lugar para encontrar artefactos -nos dijo el Padre Dalmacio (no su nombre real)- El viento por lo general descubre cosas hermosas.” Varios de nosotros fuimos. Le dije: “Don Bosco me va a ayudar a encontrar muchos.” Y así fue, resulté el ganador, con 13 objetos, puntas de flecha, raspadores, cuchillos, todos hechos de piedras semi-preciosas. Los Hacedores de Lluvia En la Patagonia no llueve, por eso es semi-desértica. Cuando llueve, toda clase de plantas y flores surgen como de la nada. Una noche, Alfredo y yo estábamos invitados a un programa de radio que se transmitia a toda la región. Cuando nos aproximabamos a la iglesia, dos de los padres estaban parados afuera. El cielo estaba cubierto de nubes oscuras, cargadas de lluvia. Le dije a los padres: “Bueno, parece que vamos a tener lluvia esta noche!” “No se preocupe -contestó uno de ellos- aquí no llueve nunca. El viento se va a llevar esas nubes sobre el Atlántico, y allí va a llover para los peces!” Le contesté: “Padre, creo que con una pequena oración sería suficiente para que llueva aquí. Usted se acuerda cuando Don Bosco...” Me miraron sin decir nada. Continué: “Miren, mi amigo y yo les pediremos a Don Bosco mientras vamos a la estación de radio.” Y así lo hicimos, en silencio. Cuando estábamos en el medio del programa, escuchamos truenos afuera. Al salir, estaba lloviendo. Para la hora de cenar, seguía lloviendo. Les sonreí a los dos sacerdotes, pero no dijeron nada. Para cuando nos acostamos, llovía. Y llovió toda la noche. Ni un comentario de parte de los padres. Pero no pude dejar de bromearlos: “Don Bosco escucha! Bueno, al menos eso es lo que parece.” Comentarios

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La Percepción Extrasensorial (ESP) o la producción de fenómenos físicos no son exclusivos de los santos. Han habido médiums famosos que podían levitar (D.D.Home), producir levitaciones de objetos (Home, Eusapia Palladino), aportes (Fidanza), fuerte absorción de luz infrarroja con manipulación de objetos (Rudi Schneider), etc. ¿Cuál es el factor común entre esos psíquicos, santos o no? El factor común que más llama la atención es que todos dicen que ellos no lo hacen, que tienen ayuda de entidades que pertenecen a otra dimensión. El médium Fidanza, por ejemplo, produjo numerosos aportes pero durante un corto período de tiempo solamente. A Fidanza lo estudiaron diecisiete profesores de la Universidad de La Plata, quienes produjeron un informe en forma de libro. Todas las precauciones imaginables se tomaron para evitar la posibilidad de fraude. Varios doctores lo examinaron desnudo, y le dieron ropas especiales antes de encerrarlo en una jaula. Aún así, en su última seanse (él había dicho que esto era lo que se mandaba a hacer), pétalos de rosa frescos cayeron a través del cielorraso y llenaron el piso hasta la altura de 30 cm. (!). Otro factor común es el estado de conciencia en que se encontraban al producir los fenómenos, fuese éxtasis (Santa Teresa de Avila), trance (Palladino, Schneider, Home, Fidanza), o estados similares. Los que me ha sido dado a observar, como Fernando en nuestro grupo de La Plata, aunque no estaba en trance, describía que perdía el control de sus brazos, y los que lo rodeábamos podíamos sentir la tensión muscular y un temblor en sus antebrazos mientras la mesa levitaba a mas de 20 cm. por debajo de sus manos, sin ningún contacto y con plenas luces. La tendencia entre los parapsicólogos es tratar de reducir estos fenómenos a modelos que pensamos podemos entender, por ejemplo la idea de un campo psi. Pero, ¿qué es un campo psi? Evidentemente, un campo psi es creado por una o mas personas, quien o quienes pueden producir fenómenos psíquicos de varias clases. En el caso de Don Bosco, su “campo” era su interacción con la Virgen María, en la mayoría de los ejemplos que he citado. Pero, si el campo psi es omnipresente, entonces un psíquico es capaz de usar esta fuente de energía para producir cualquier clase de fenómenos que su intencionalidad desee. Ejemplo: En presencia de un extraordinaria joven psíquica de La Plata, y más de veinte personas reunidas en su casa para celebrar su cumpleaños, mi amigo Octavio y yo pusimos nuestros índices sobre una pequeña mesa, la cual literalmente “caminó” sobre dos patas varios metros! Si hay un campo psi fuerte, concluímos, la intencionalidad manifestada por nosotros al poner lo dedos sobre la mesa parecía suficiente para producir los fenómenos. Esta era una de las hipótesis favoritas de J.Ricardo Musso, nuestro gran parapsicólogo desaparecido. Y agregaba que una vez que la intencionalidad era evidente, había que relajarse y no estar en tensión, esperando ansiosamente. Para esto, Ricardo nos incitaba a cantar, o a hablar de cualquier otra cosa cuando nos veía tensos... Y la mesa levitaba! Los ingredientes para la producción de fenómenos psi son: (a) Alguien (una o mas personas) que producen el campo, o facilitan la energía; (b) fe, o confianza de que algo va a suceder, y (c) un tercer factor (?), ayuda exterior (?), interacción con campos de vació (?), estados especiales de conciencia (?). En general, (a) y (b) son más o menos aceptados, pero (c) es por lo general negado. Y sin embargo, en el caso de Don Bosco como también en otros, una intervencién externa parecía sin duda manifiesta. No he escrito acerca de varias circunstancias de peligro para Don Bosco en las cuales fue salvado por un perro de gran tamaño, misterioso, que aparecía cuando Don Bosco lo necesitaba. Despues del último ataque al santo, Gris simplemente se alejó y nunca más apareció. Esta impredictibilidad de fenómenos extraordinarios fue observada varias veces por nuestro grupo de La Plata (1950-1956). En una ocasión, mientras estábamos tratando de obtener levitaciones, una luz verde de extraordinario brillo, en forma de cono, apareció encima de otro mueble en la habitación. En otra sesión, fue un brillante cilindro. Todos describimos estos “objetos” de la misma manera, tamaño, forma brillantes y ubicación. Un tercer ejemplo. Mientras conversábamos afuera de la casa, en un descanso, todos escuchamos tres golpes formidables sobre

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el techo, como un gigante golpeando con un inmenso martillo. No pudimos ver a nadie ni nada, a pesar de que examinamos rápidamente alrededor de la casa y los terrenos vecinos. Lo más extraordinario en Don Bosco era su fe de que, cuando lo necesitaba, los panes y las avellanas se multiplicarían, el dinero para pagar las deudas aparecía, y nunca falló la ayuda. Esto era fe en ayuda y provisión desde afuera. ¿Era un estado de tensión entre ser y no-ser? ¿Entre materia y vacío? ¿O fue una coincidencia, después de todo? D.D.Home, Rudy Schneider, Eusapia Palladino, prácticamente todos los médiums, incluyendo al gran Fidanza, Arigó, y aún Uri Geller, y nuestro Fernando, todos dijeron lo mismo: “Yo no lo hago. Alguien lo hace por mí.” ¿Quién es ese “alguien”? Espíritus, ángeles, fuerzas, manos invisibles (San Anselmo), un fuego por debajo (Santa Teresa de Avila), o un guía, un aliado de un hechicero (Don Juan). Nadie sabe. Pero la “fuerza” existe. Es problema nuestro, por lo menos de algunos de nosotros, aprender como usarla, como obtener su ayuda. Dejemos que el lector experimente... Y que “la fuerza sea con usted.” Referencias Auffray, A.S.D.B. (1930). Saint John Bosco. Grosvenor Press: England. Von Matt, L. & Bosco, H. (1965). Don Bosco. New York: University Books. Zarba D’Assoro, B. (1938). San Juan Bosco. Santiago: s/Ed. (1) Artículo original remitido por el autor a la Revista Argentina de Psicología Paranormal. * Radiobiologo y físico especializado en parapsicología. Profesor de parapsicología en la Universidad de Minnessota.

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