Viajes y Aventuras Royal Enfield · 2019-12-06 · que da vida a las actuales Royal Enfield, en...

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Mompós es un pueblo anclado en el pasado, que parece un

espejismo al contemplarlo desde las aguas del Magdalena, un

destino perfecto para vivir una experiencia muy

cercana a un viaje a través del tiempo.

“Muchachos los felicito, que motos tan hermosas y tan bien cuidadas, cuando yo era niño mi papá tuvo una parecida.” Esa fue la frase que nos dijo uno de tantos admiradores

que se acercaron a nuestras motos con cara de asombro en las incontables paradas que hicimos durante nuestro viaje a Mompós con las Royal Enfield. Y es que casi sin excepción, cuando alguien se acercaba escuchábamos la misma pregunta, ¿de qué año son? Luego se dibujaba en su rostro un gesto de incredulidad al escuchar que eran 2015. Algunas veces, para ver la reacción de la gente, primero les decíamos que eran de 1955 y en todos los casos nos felicitaron por tenerlas tan bien conservadas.

En un mundo obsesionado por la constante necesidad de evolucionar, donde prácticamente todas las marcas viven en una carrera imparable por diseñar la moto más avanzada y con la mayor tecnología, Royal Enfield es como una isla solitaria y olvidada en medio del océano, la excepción a la regla que nunca puede faltar. Y es que a diferencia de lo que se conoce como

motos retro, tan de moda por estos días, las Royal actuales son en esencia motos de los años 50, que han ido incorporando algunas tecnologías

más recientes, con el único objetivo de mantenerse vigentes. De esa fusión entre lo antiguo y lo moderno surgen unas

motos únicas, que tienen la capacidad mágica de transportarnos en el tiempo y regalar-

nos una experiencia muy cercana de cómo se vivía el motociclismo a

Viajando en el tiempo

Royal Enfield

Texto y fotos: JCP

mediados del siglo pasado.Royal Enfield es una marca de vieja data con una historia muy particular,

sus primeras motos vieron la luz en 1901 en el Reino Unido y disfrutaron de una época muy fructífera, llegando a desarrollar motos muy famosas, que incluso sirvieron en la guerra, pero en los años sesenta, como le sucedió a casi todas las marcas europeas, entraron en una crisis que los llevó a cerrar sus puertas definitivamente en 1970. Por suerte esto no significó el fin de la marca ni de sus motos, por el contrario las Royal se mantuvieron vivas en la India, donde a partir de 1949 comenzaron a ensamblarse las monocilíndricas de 350 y 500cc, inicialmente para suplir las necesidades del ejército y más tarde para uso civil, lo que gradualmente derivó en la producción total de las mismas, que durante 30 años se siguieron fabricando igual como se hacían en 1955.

En los noventa llegaron los primeros cambios, al mismo tiempo que las Royal comenzaron a exportarse a Europa y Estados Unidos, pero el verda-dero salto se dio en 2008 cuando presentaron en Alemania el motor EFI, un monocilíndrico con caja de cinco cambios integrada en el mismo bloque y preparado para cumplir las normas europeas de emisiones, ese es el motor que da vida a las actuales Royal Enfield, en cilindradas de 350, 500 y 535cc, el mismo motor que nos llevaría en nuestro viaje.

Seguramente muchos de ustedes recordarán que en 2011 tuvimos la oportunidad de probar una Bullet 500 (Ed. 104), que es prácticamente igual a las dos motos que protagonizan esta historia, solo que estas son del modelo llamado Classic 500. En aquella oportunidad nos quedamos con ganas de

Foto: Iglesia de Santa Barbara, Mompós

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Así fue como nos recibió el Alto de Ventanas, cielo azul que nos

acompañaría en todo el viaje.

Las Royal se mostraron como unas excelentes compañeras para

rodar largas distancias por todo tipo de carreteras.

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rodar un poco más, de hacer un verdadero viaje con muchos kilómetros por delante en todo tipo de carreteras, paisajes y climas. Para nuestra fortuna ese deseo se convirtió en realidad gracias a los nuevos vientos que soplan para esta marca, que cobra fuerzas de la mano del Grupo Corbeta, el mismo que ensambla las motos AKT y TVS, luego de firmar un convenio para ser el representante de Royal en Colombia, acuerdo que se verá cristaliza-do a final de año con la apertura de varias tiendas en las principales ciudades, donde las Royal se podrán adquirir a unos precios muy atractivos, se-gún anunciaron los directivos de ambas compañías hace unos meses al dar la noticia de la alianza.

Tan pronto supimos que tendríamos dos motos a nuestra entera disposición, las ideas comenzaron a dar vueltas en la cabeza, había que pensar en algo especial, preferiblemente algo nuevo, si la idea era escapar de la rutina por varios días, nada mejor que poder descubrir nuevas carreteras y nuevos paisajes, en eso vino

a la mente Mompós, un destino que teníamos en la lista de pendientes desde mucho tiempo atrás y que siempre habíamos aplazado por diversos motivos, pero este era el momento y las Royal serían las compañeras ideales.

Mompós tiene bastante en común con las motos de Royal, por los azares del destino pasó de ser uno de los principales enclaves de la época de la colonia y un bastión de la independencia, para terminar casi en el olvido cuando el rio Magdalena dejó de ser la vía principal de Colombia y todo el desarrollo se volcó hacia la construcción de carre-teras. Pero ese olvido se transformó con los años en un encanto especial, en una magia que nace de su arquitectura colonial muy bien conservada, que encierra una rica historia y que inevitablemente, al igual como sucede con las motos que dan vida a este viaje, tiene esa capacidad de transportarnos a otra época.

Con el lugar de destino definido, el paso a seguir fue tomar un mapa y dibujar la que podría

ser nuestra ruta. Lo más fácil hubiera sido ir y vol-ver por el trayecto más corto, pero si quisiéramos algo fácil nos hubiéramos quedado en la casa, la idea era devorar kilómetros sin compasión, por eso escogimos un circuito que nos llevaría primero desde Medellín hacia la capital de Sucre (Since-lejo), donde tomaríamos rumbo a Magangué, un importante puerto a orillas del Magdalena, en tie-rras del departamento de Bolívar. Muy cerca de allí, en un lugar conocido como Yati, embarcaríamos las motos en un ferry que sale seis veces al día, en un viaje que tarda cerca de una hora, rumbo a un punto llamado La Bodega, donde se retoma la carretera que poco después llega a Mompós. Era un viaje de unos 650km que planeábamos hacer el primer día, siempre que lográramos llegar a tiempo para subirnos al último ferry, que según la información que teníamos, salía entre las 4 y las 5 de la tarde. Luego la ruta se tornaba un poco más incierta, ya que esperábamos salir de Mompós y tomar rumbo al oriente, apuntando nuestras

ruedas hacia el Cesar, para tratar de encontrar la Troncal del Magdalena o “Ruta del Sol” como se le conoce a esta importante arteria que une al centro del país con la Costa Atlántica. El asunto era que el mapa nos mostraba varias opciones para unir Mompós con dicha carretera, unas muy directas y otras bastante largas, pero en todos los casos la información sobre el estado de las distintas rutas era muy vaga, la única certeza que teníamos era que nos esperaban bastantes kilómetros sin as-falto en este tramo, el cual definiríamos estando

en Mompós, basándonos en lo que pudiéramos averiguar con la gente de la zona. Luego, al pisar la Troncal del Magdalena, sería cuestión de enfilar baterías al sur, rumbo a Puerto Berrío, donde cru-zaríamos nuevamente el Magdalena, para cerrar el viaje disfrutando de una vía que, para nuestro gusto, es de las mejores que hay en Antioquia para manejar una moto, nos referimos al tramo Puerto Berrío - Cisneros, cien kilómetros de puro placer en forma de curvas.

Nuestras motos, como ya dijimos, eran dos

unidades del modelo Classic 500, ambas con muy pocos kilómetros en sus sencillos tableros y a una le habían retirado el asiento del pasajero, pieza que se puede quitar fácilmente, dándole a la moto un aspecto clásico que no le permite pasar desapercibida en ningún momento y mucho menos con ese sonido tan característico de un gran monocilíndrico que emana de su enorme escape cromado.

Contrario a lo que puede pensarse, las Royal no son piezas de lujo, son unas motos concebidas

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VApara el uso diario, para soportar un trato fuerte, que no se arrugan ante carreteras en mal estado. Se puede decir incluso que son rústicas, con los acabados que uno espera encontrar en un producto de hace 60 años y eso les da un toque especial, eso las hace tan únicas como su historia. Por eso sobrevivieron en India por tanto tiempo sin mayores cambios, porque eran perfectas para un país donde abundan las carreteras en mal estado y dotadas de una mecánica sencilla y ante todo confiable, que aún con la llegada del nuevo motor y de la gestión electrónica, siguen manteniendo intacta su esencia. Solo es cuestión de mirar sus cifras de potencia y torque (27,2 caballos a 5.250rpm y 41,3 Nm a 4.000rpm) para entender

que se trata de motos “tranquilas”, amigables, ideales para los que quieren pasear sin prisas, disfrutando de la carretera y del paisaje.

A las 5am en punto, mientras la ciudad todavía dormía, nuestros motores rompieron el silencio de la madrugada con su delicioso petar-deo. Con los tanques llenos y el mínimo equipaje posible, comenzamos a devorar kilómetros en busca del primer premio que nos esperaba en la ruta, un desayuno de gran calibre, diseñado especialmente para los profesionales del trans-porte pesado, que sirven en un restaurante muy famoso llamado Mina Vieja, ubicado a 130km de Medellín, poco después de pasar Yarumal. A este lugar llegamos un par de horas después, un

poco congelados pero por fortuna secos todavía.Las motos se venían portando de maravilla,

superando sin dificultad una zona dominada por altas montañas, donde el frio y no la potencia era el factor que determinaba nuestra velocidad, que se mantenía siempre entre 80 y 100km/h, un rango donde las motos se sentían deliciosas y el nivel de vibraciones era mínimo, porque indiscutiblemente las Royal vibran, sus grandes monocilíndricos de la vieja escuela, con cigüeñal de carrera larga, se dejan sentir en todo el cuerpo, por suerte sin llegar a un nivel que se torne molesto o insoportable, más bien se puede decir que tienen una buena “vibra”.

Con una provisión generosa de proteína y grasa, seguimos rumbo al Alto de Ventanas, famo-

so por su densa neblina, pero esta vez la suerte estaba de nuestro lado y encontramos el cielo completamente despejado, con una panorámica impresionante que nos permitía ver el largo des-censo que nos esperaba antes de llegar a Puerto Valdivia, a orillas del Cauca.

A medida que íbamos descolgando y el calor comenzaba a sentirse, nos íbamos animando cada vez más a disfrutar de las incontables curvas, un terreno donde las Royal lo hacen muy bien, acompañadas por el excelente agarre de las llantas Avon Roadrider, que equipan de serie, y por un chasis y unas suspensiones que dejan ver todo el ADN deportivo que se podía disfrutar sesenta años atrás y que aún sigue generando muy buenas

sensaciones, no al nivel de lo que hoy conocemos, pero si suficiente para divertirnos bastante en una intrincada carretera como la que nos ocupaba.

Al llegar a Caucasia decidimos llenar los tanques y nos llevamos una gran sorpresa al comprobar que nuestras motos habían recorrido 300km con poco más de dos galones, 2,3 galones para ser exactos, lo que significaba que habíamos rodado 130km con cada galón de corriente, una cifra extraordinaria para un motor de 500cc y que sería una constante durante todo el viaje.

Una hora después arribamos a Planeta Rica, Córdoba, donde la vía se parte en dos, a la izquier-da Montería, a la derecha Sincelejo. Allí paramos a disfrutar un delicioso jugo de níspero, un fruto

exótico de esta región y mientras nos refrescába-mos a la sombra comenzamos a pensar en lo cerca que estábamos del mar caribe, más exactamente de Coveñas. Sería un pequeño desvío en la ruta que nos implicaría cerca de cien kilómetros adicionales, pero con las motos gastando menos que un scooter de 125cc, valía la pena rodar un poco más para disfrutar de un buen pescado a la orilla del mar y así fue como al final de la tarde estábamos contemplando las bellas aguas del Golfo de Morrosquillo.

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Un pequeño cambio en el plan original nos permitió disfrutar de este hermoso

panorma en el Golfo de Morrosquillo.

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Esa noche, mientras disfrutábamos de una cerveza a la orilla del mar, el tema de conversación se centró en las motos, todavía no creíamos que habíamos rodado más de 500km con menos de ¡4 galones!, pero otro aspecto que también nos había sorprendido era lo relajados que habíamos llegado después de pasar todo el día rodando. Las Royal nos habían tratado demasiado bien y se mostraban como unas excelentes compañeras de ruta.

La ruta de Coveñas a Magangué fue de puro placer, asfalto en muy buenas condiciones, hermo-sos paisajes ganaderos dominados por frondosos árboles y un trazado que por momentos parecía una montaña rusa de asfalto, con deliciosas curvas rápidas que se intercalaban una tras otra mientras subíamos y bajábamos pequeñas colinas tapiza-das con unos pastos tan hermosos que parecían campos de golf, la escena se tornaba casi irreal en algunos momentos, pero allí estaban nuestros monocilíndricos palpitando a bajas revoluciones, con su maravilloso sonido para recordarnos que ahí estábamos nosotros disfrutando de semejante escenario.

En menos de lo pensado llegamos a Ma-gangué, donde nos llevamos tremendo susto

El viaje por el Magdalena fue maravilloso, tras dejar las motos en la cubierta nos sentamos a cuatro pisos de altura sobre el techo del antiguo ferry llamado “Mompox 450 años”, donde disfrutamos de la mejor vista del majestuoso río y de sus verdes riveras. Fueron diez mil pesos lo que pagamos para que nos llevaran con todo y motos, una cifra irrisoria para semejante experiencia.

Todavía hipnotizados por las imágenes del hermoso Magdalena, rodamos los últimos kilómetros antes de llegar a nuestro destino, pero el mejor momento de todo el viaje fue cuando entramos a Mompós, la sensación de llegar hasta allí con las Royal era inigualable. Al recorrer sus antiguas calles, enmarcadas por elegantes casonas blancas de estilo colonial, parecía como si realmente hubié-ramos viajado en el tiempo, era una tarde de domingo y el pueblo descansaba en silencio, siendo nuestros motores el único sonido que retumbaba entre los estrechos callejones.

cuando desprevenidamente adelantamos una fila de camiones que estaban detenidos a la entrada del pueblo y nos topamos de frente con una turba de gente enfurecida porque llevaban varios días sin agua ni luz. Al vernos se nos abalanzaron con palos y piedras como si la culpa fuera nuestra.

Afortunadamente las Royal son bastante ágiles a baja velocidad y en una fracción de segundos dimos media vuelta y nos alejamos a tiempo de semejante hervidero, encontrando una trocha que nos permitió superar el “percance” y salir más adelante para ir en busca de nuestro barco.

En el punto conocido como Yatí, muy cerca de Magangué, tomamos el

ferry que nos llevaría a La Bodega, muy cerca de Mompós.

Entre Corozal y Magangué las curvas y el paisaje

son de primera.

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Mompós nos recibió resplandeciente, apenas tres días atrás, con presidente a bordo, habían inaugurado una completa restauración de sus calles, fachadas, iglesias y parques, que lucían impecables. Sin saberlo habíamos llegado en el mejor momento, además nos quedamos sin sentir el calor infernal del que tanto nos habían hablado, en vez de eso una brisa fresca invitaba a recorrer cada una de sus calles y a sentarse a la orilla del río a disfrutar de una cerveza bien helada, acompañada por los acordes del vallenato.

Hubiéramos deseado quedarnos varios días disfrutando de Mompós, pero debíamos seguir nuestro camino y con una información un tanto imprecisa salimos temprano al día

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siguiente en busca de la que parecía ser la mejor ruta, en lo único en que coincidían todos a quienes preguntamos, era en que el clima jugaba un factor determinante, si había estado lloviendo y la carre-tera se encontraba empantanada perfectamente nos podríamos gastar el día entero para recorrer los 130km que nos separaban de la Ruta del Sol.

El primer tramo fue de unos 85km entre Mompós y El Banco Magdalena, un trayecto delicioso donde más de la mitad transcurrió sobre tierra, con la suerte de que en su mayoría el suelo estaba firme y duro. Se notaba que había caído el agua justa para contener el polvo, y eso nos permitía rodar a muy buen paso, contando con unas suspensiones muy confortables para estos terrenos, que junto con los resortes del

En este viaje usamos dos cascos de la marca francesa Shark. Un integral del modelo S700 Legion y un Jet llamado RAW

Trinity, ambos cascos, fabricados con materiales y procesos de última generación, se mostraron muy confortables para viajar,

siendo bastante liviano y ventilado el RAW, cuyo diseño, que integra unas gafas tipo motocross, es muy interesante.

“Mompox no existe. A veces soñamos con ella, pero no existe.” Éste es un lugar de sueños. Gabriel García Márquez en El general en su laberinto (1989)

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Fich

a Té

cnic

a

Motor

CilindradaRel de compresiónTorque Máx.Potencia Máx.AlimentaciónEncendido TransmisiónSusp. Del.Susp. Tra.

Freno Del. / Tra.Peso Capacidad TanquePrecioPara saber más

Monocilíndrico, OHV, 2 válvulas, doble bujía, refigerado por aire

499 c.c. 8,5 : 1

41,3Nm a 4.000rpm27,2HP a 5.250rpm

Inyección electrónicaEléctrico y patada

5 velocidadesTelescópica, recorrido 130mm Doble amortiguador ajustable

en dureza, recorrido 80mmDisco / Tambor

190kg con tanque lleno3,5 galones (13,5 L)

$11.350.000www.royalenfield.com/co

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Comentarios

- Resulta muy agradable a ritmos que rondan entre 80 y 100km/h, su velocidad máxima es de 140km/h.- Un detalle a mejorar sería dotarla de tensor del clutch en la manigueta.- La caja es muy suave y precisa.- El asiento del pasajero es algo limitado en espacio. - Los frenos son algo justos. Al disco delantero le falta potencia y tacto, siendo necesario presionar decididamente la manigueta para sentir que frena con propiedad. - La iluminación es buena, tanto en lo que respecta al faro como a stop y direccionales.- El tanque da para rodar más de 300km.

Datos de interés

- Mompós cuenta con una amplia oferta hotelera, pero en temporada alta es recomendable reservar, una buena sugerencia para hospedarse es La Casa Amarilla, Tel: (5) 685 6326 - Cel: 310 606 4632.- Si viajan por Magangué, deben llegar hasta Yatí, lugar donde se toma el ferry, que sale aproximada-mente cada dos horas entre las 5:00am y 5:00pm.- Otras vías a Mompós parten desde la Ruta del Sol en los puntos conocidos como El Burro, cerca de Pailitas y más al norte en Cuatro Vientos, ambos en el Cesar.- En Mompós se pueden contratar paseos guiados en lancha que los llevarán a conocer los bellos paisajes y la fauna de la región.

Contrario a lo que parece, las Royal son unas motos guerreras, esto nos quedó muy

claro despues de rodar más de 80km en caminos de tierra y piedra suelta.

asiento lograban tragarse todos los huecos. Lue-go retomamos un tramo de asfalto en perfectas condiciones rumbo a Tamalameque, ya estába-mos rodando en tierras del Cesar y el paisaje de llanura fue cambiando a medida que aparecían en el horizonte las primeras cumbres de la Cordillera Oriental. El último tramo, antes del llegar al punto conocido como El Burro, era el más incierto, del que nadie nos sabía dar razón y efectivamente fue el más malo, con abundancia de huecos y piedras, pero afortunadamente estaba seco y las Royal, que ya nos habían demostrado de sobra

que eran unas motos muy guerreras, no tuvieron ningún problema para cubrir esos kilómetros finales antes de salir a la vía principal, en total nos tardamos cerca de 4 horas incluyendo va-rias paradas para hacer fotos, en una etapa que comenzó con gran incertidumbre y que terminó siendo una de las más divertidos de todo el viaje.

En ese punto nos faltaban casi 800km de camino, incluyendo un desvío no planeado hasta un hermoso pueblo de Norte de Santander llamado La Playa de Belén, donde decidimos pasar la última noche antes de emprender el

regreso. En total fueron casi 1.800km, 450 más de lo planeado inicialmente, cruzando por ocho departamentos del norte de Colombia, en un viaje de esos que difícilmente se borran de la memoria, donde pudimos disfrutar de unas motos confiables, sólidas y demasiado hermosas, que no solo nos transportaron a través del tiempo, sino que además nos permitieron hacer amigos en todo el camino, conocer lugares hermosos y tal vez lo más importante, nos recordaron que el placer de ir en moto se encuentra en lo simple. Ahí está la esencia del motociclismo.

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