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VI.Regionalismo y centralismo:

Este problema, en cierto modo, viene vertebrando todos los dems. Aunque reconoce que existe, sobre todo en el sur peruano, un sentimiento regionalista, dicho regionalismo no parece ser ms que una expresin vaga de un malestar y un descontento. En realidad, el problema se plantea entre Centralismo y Federalismo. El Centralismo se apoya en el caciquismo y gamonalismo regionales (dispuestos, no obstante, a reclamarse federalistas de acuerdo a las circunstancias), mientras que el Federalismo recluta sus adeptos entre los caciques y gamonales en desgracia ante el poder central. Ciertamente, uno de los vicios de la organizacin poltica del Per es y sigue siendo su centralismo. Pero entiende Maritegui que toda descentralizacin que no se dirija a solucionar el problema agrario y la cuestin indgena, no merece ya ni siquiera ser discutida, porque, advierte, no es este problema meramente poltico, ni desde este solo punto de vista ella alcanzara para solucionar los problemas esenciales. Por otra parte es difcil definir y demarcar en el Per regiones existentes histricamente como tales. No obstante Maritegui estudia las tres regiones fsicas: la Costa, la Sierra y la Montaa (que no significan regiones en cuanto a la realidad social y econmica), afirmndonos que la Montaa carece an de significacin socio-econmica; en cambio, la actual peruanidad se ha sedimentado en tierra baja o Costa, y la Sierra es el refugio del indigenismo.VI Regionalismo y centralismo: Este problema, en cierto modo, viene vertebrando todos los dems. Aunque reconoce que existe, sobre todo en el sur peruano, un sentimiento regionalista, dicho regionalismo no parece ser ms que una expresin vaga de un malestar y un descontento. En realidad, el problema se plantea entre Centralismo y Federalismo. El Centralismo se apoya en el caciquismo y gamonalismo regionales (dispuestos, no obstante, a reclamarse federalistas de acuerdo a las circunstancias), mientras que el Federalismo recluta sus adeptos entre los caciques y gamonales en desgracia ante el poder central. Ciertamente, uno de los vicios de la organizacin poltica del Per es y sigue siendo su centralismo. Pero entiende Maritegui que toda descentralizacin que no se dirija a solucionar el problema agrario y la cuestin indgena, no merece ya ni siquiera ser discutida, porque, advierte, no es este problema meramente poltico, ni desde este solo punto de vista ella alcanzara para solucionar los problemas esenciales. Por otra parte es difcil definir y demarcar en el Per regiones existentes histricamente como tales. No obstante Maritegui estudia las tres regiones fsicas: la Costa, la Sierra y la Montaa (que no significan regiones en cuanto a la realidad social y econmica), afirmndonos que la Montaa carece an de significacin socio-econmica; en cambio, la actual peruanidad se ha sedimentado en tierra baja o Costa, y la Sierra es el refugio del indigenismo. Las formas de descentralizacin ensayadas en la historia de la Repblica, han adolecido del vicio original de representar una concepcin y un diseo absolutamente centralistas, dice Maritegui, y como la descentralizacin a que aspira el regionalismo, no es legislativa sino administrativa, el problema ha permanecido en pie. Qu opina Maritegui sobre la descentralizacin? Primero, clarificar el propio concepto del regionalismo, para evitar el gamonalismo regional. Luego una definitiva opcin entre el gamonal o el indio: no existe un tercer camino. Porque, lo ms cierto es que ninguna reforma que robustezca al gamonal contra el indio, por mucho que aparezca como una satisfaccin del sentimiento regionalista, puede ser estimada como una reforma buena y justa. Tambin estudia el problema de la capital, concerniente a todas las capitales de Amrica, y sostiene que la suerte de Lima est subordinada a los grandes cambios polticos, como ensea la historia de Europa y la propia Amrica.

II. Regionalismo y GamonalismoMaritegui cree que el regionalismo (como se haba planteado en esa poca) no era una solucin al problema indgena, sino era una simple transferencia del poder central a los gamonales. Tambin seala diferencias entre las generaciones pasadas a la suya, y las que estaban surgiendo en ese momento, cree que la ideologa que est surgiendo es ms realista y menos politiquera, una ideologa ms propia del proletariado y que se siente solidaria con la suerte del indio.

egionalismo y centralismo:Cuando el Per naci a la vidaindependiente, eligi como sistema poltico administrativo el Centralismo,rechazando el Federalismo. Sin embargo, muchas ciudades del Per hanvenido desde entonces reclamando la atenuacin del excesivo centralismo proveniente de la capital, Lima. Para Maritegui, este problema, en ciertomodo, viene vertebrando todos los dems. Aunque reconoce que existe,sobre todo en el sur peruano, un sentimiento regionalista, dichoregionalismo no parece ser ms que una expresin vaga de un malestar yun descontento. El problema planteado entre Centralismo y Federalismoes de larga data. El Centralismo se apoya en el caciquismo y gamonalismoregionales (dispuestos, no obstante, a reclamarse federalistas de acuerdo alas circunstancias), mientras que el Federalismo recluta sus adeptos entrelos caciques y gamonales en desgracia ante el poder central. Ciertamente,uno de los vicios de la organizacin poltica del Per es y sigue siendo sucentralismo. Pero entiende Maritegui que toda descentralizacin que no sedirija a solucionar el problema agrario y la cuestin indgena, no mereceya ni siquiera ser discutida, porque, advierte, no es este problemameramente poltico, ni desde este solo punto de vista ella alcanzara parasolucionar los problemas esenciales. Por otra parte es difcil definir ydemarcar en el Per regiones existentes histricamente como tales. Noobstante Maritegui estudia las tres regiones fsicas: la Costa, la Sierra y laMontaa (que no significan regiones en cuanto a la realidad social yeconmica), afirmndonos que la Montaa carece an de significacinsocio-econmica; en cambio, la actual peruanidad se ha sedimentado entierra baja o Costa, y la Sierra es el refugio del indigenismo.Las formas de descentralizacin ensayadas en la historia de laRepblica, han adolecido del vicio original de representar una concepcin yun diseo absolutamente centralistas, dice Maritegui. Formula enseguida sus puntos de vista sobre cmo debe enfocarse la nueva descentralizacinen el Per. Primero, deba quedar esclarecida la solidaridad delgamonalismo regional con el rgimen centralista, a fin de evitar confusiones. Luego deba escogerse entre el gamonal o el indio: no existeun tercer camino. Maritegui, naturalmente, opta por el indio. Porque, loms cierto es que ninguna reforma que robustezca al gamonal contra elindio, por mucho que aparezca como una satisfaccin del sentimientoregionalista, puede ser estimada como una reforma buena y justa. Enconclusin, para los nuevos regionalistas, la regionalizacin debecontemplar simultneamente el problema del indio y de la tierra.Tambin estudia el problema de la capital, concerniente a todas lascapitales de Amrica, y sostiene que la suerte de Lima est subordinada alos grandes cambios polticos, tal como lo ensea la historia-II. REGIONALISMO Y GAMONALISMOA todos los observadores agudos de nuestro proceso histrico, cualquiera que sea su punto de vista particular, tiene que parecerles igualmente evidente el hecho de que las preocupaciones actuales del pensamiento peruano no son exclusivamente polticas -la palabra "poltica" tiene en este caso la acepcin de "vieja poltica" o "poltica burguesa"- sino, sobre todo, sociales y econmicas. El "problema del indio", la "cuestin agraria" interesan mucho ms a los peruanos de nuestro tiempo que el "principio de autoridad", la "soberana popular", el "sufragio universal", la "soberana de la inteligencia" y dems temas del dilogo entre liberales y conservadores. Esto no depende de que la mentalidad poltica de las anteriores generaciones fuese ms abstractista, ms filosfica, msuniversal; y de que diversa u opuestamente, la mentalidad poltica de la generacin contempornea sea -como es- ms realista, msperuana. Depende de que la polmica entre liberales y conservadores se inspiraba, de ambos lados, en los intereses y en las aspiraciones de una sola clase social. La clase proletaria careca de reivindicaciones y de ideologa propias. Liberales y conservadores consideraban al indio desde su plano de clase superior y distinta. Cuando no se esforzaban por eludir o ignorar el problema del indio, se empeaban en reducirlo a un problema filantrpico o humanitario. En esta poca, con la aparicin de una ideologa nueva que traduce los intereses y las aspiraciones de la masa -la cual adquiere gradualmente conciencia y espritu de clase-, surge una corriente o una tendencia nacional que se siente solidaria con la suerte del indio. Para esta corriente, la solucin del problema del indio es la base de un programa de renovacin o reconstruccin peruana. El problema del indio cesa de ser, como en la poca del dilogo de liberales y conservadores, un tema adjetivo o secundario. Pasa a representar el tema capital.He aqu, justamente, uno de los hechos que, contra lo que suponen e insinan superficiales y sedicentes nacionalistas, demuestran que el programa que se elabora en la conciencia de esta generacin es mil veces ms nacional que el que, en el pasado, se aliment nicamente de sentimientos y supersticiones aristocrticas o de conceptos y frmulas jacobinas. Un criterio que sostiene la supremaca del problema del indio, es simultneamente muy humano y muy nacional, muy idealista y muy realista. Y su arraigo en el espritu de nuestro tiempo est demostrado por la coincidencia entre la actitud de sus propugnadores de dentro y el juicio de sus crticos de fuera. Eugenio d'Ors, verbigracia. Este profesor espaol cuyo pensamiento es tan estimado y aun superestimado por quienes en el Per identifican nacionalismo y conservantismo, ha escrito con motivo del centenario de Bolivia: "En ciertos pueblos americanos especialmente, creo ver muy claro cul debe ser, es, la justificacin de la independencia, segn la ley del Buen Servicio; cules son, cules deben ser el trabajo, la tarea, la obra, la misin. Creo, por ejemplo, verlos de este modo en su pas. Bolivia tiene, como tiene el Per, como tiene Mjico, un gran problema local -que significa a la vez, un gran problema universal-. Tiene el problema del indio; el de la situacin del indio ante la cultura. Qu hacer con esta raza? Se sabe que ha habido, tradicionalmente, dos mtodos opuestos. Que el mtodo sajn ha consistido en hacerla retroceder, en diezmarla, en, lentamente, exterminarla. El mtodo espaol, al contrario, intent la aproximacin, la redencin, la mezcla. No quiero decir ahora cul de los dos mtodos debe preferirse. Lo que hay que establecer con franca entereza es la obligacin de trabajar con uno o con el otro de ellos. Es la imposibilidad moral de contentarse con una lnea de conducta que esquive simplemente el problema, y tolere la existencia y pululacin de los indios al lado de la poblacin blanca, sin preocuparse de su situacin, ms que en el sentido de aprovecharla -egosta, avara, cruelmente- para las miserables faenas obscuras de la fatiga y la domesticidad"[2].No me parece esta la ocasin de contradecir el concepto de Eugenio d'Ors sobre la oposicin, respecto del indio, entre el presunto humanitarismo del mtodo espaol y la implacable voluntad de exterminio del mtodo sajn (Probablemente para Eugenio d'Ors el mtodo espaol est representado por el generoso espritu del padre de Las Casas y no por la poltica de la conquista y del virreinato totalmente impregnada de prejuicios adversos no slo al indio sino hasta al mestizo). En la opinin de Eugenio d'Ors no quiero sealar ms que un testimonio reciente de la igualdad con que interpretan el mensaje de la poca los agonistas iluminados y los espectadores inteligentes de nuestro drama histrico.Admitida la prioridad del debate del "problema del indio" y de la "cuestin agraria" sobre cualquier debate relativo al mecanismo del rgimen ms que a la estructura del Estado, resulta absolutamente imposible considerar la cuestin del regionalismo o, ms precisamente, de la descentralizacin administrativa, desde puntos de vista no subordinados a la necesidad de solucionar de manera radical y orgnica los dos primeros problemas. Una descentralizacin, que no se dirija hacia esta meta, no merece ya ser ni siquiera discutida.Y bien, la descentralizacin en s misma, la descentralizacin como reforma simplemente poltica y administrativa, no significara ningn progreso en el camino de la solucin del "problema indio" y del "problema de la tierra", que, en el fondo, se reducen a un nico problema. Por el contrario, la descentralizacin, actuada sin otro propsito que el de otorgar a las regiones o a los departamentos una autonoma ms o menos amplia, aumentara el poder del gamonalismo contra una solucin inspirada en el inters de las masas indgenas. Para adquirir esta conviccin, basta preguntarse qu casta, qu categora, qu clase se opone a la redencin del indio. La respuesta no puede ser sino una y categrica: el gamonalismo, el feudalismo, el caciquismo. Por consiguiente, cmo dudar de que una administracin regional de gamonales y de caciques, cuanto ms autnoma tanto ms saboteara y rechazara toda efectiva reivindicacin indgena?No caben ilusiones. Los grupos, las capas sanas de las ciudades no conseguiran prevalecer jams contra el gamonalismo en la administracin regional. La experiencia de ms de un siglo es suficiente para saber a qu atenerse respecto a la posibilidad de que, en un futuro cercano, llegue a funcionar en el Per un sistema democrtico que asegure, formalmente al menos, la satisfaccin del principio jacobino de la "soberana popular". Las masas rurales, las comunidades indgenas, en todo caso, se mantendran extraas al sufragio y a sus resultados. Y, en consecuencia, aunque no fuera sino porque los ausentes no tienen nunca razn -"les absents ont toujour tort"-, los organismos y los poderes que se crearan "electivamente", pero sin su voto, no podran ni sabran hacerles nunca justicia. Quin tiene la ingenuidad de imaginarse a las regiones -dentro de su realidad econmica y poltica presente- regidas por el "sufragio universal"?Tanto el sistema de "concejos departamentales" del Presidente Manuel Pardo como la repblica federal preconizada en los manifiestos de Augusto Durand y otros asertores de la federacin, no han representado ni podan representar otra cosa que una aspiracin del gamonalismo. Los "concejos departamentales", en la prctica, transferan a los caciques del departamento una suma de funciones que detenta el poder central. La repblica federal, aproximadamente, habra tenido la misma funcin y la misma eficacia.Tienen plena razn las regiones, las provincias, cuando condenan el centralismo, sus mtodos y sus instituciones. Tienen plena razn cuando denuncian una organizacin que concentra en la capital la administracin de la repblica. Pero no tienen razn absolutamente cuando, engaadas por un miraje, creen que la descentralizacin bastara para resolver sus problemas esenciales. El gamonalismo dentro de la repblica central y unitaria, es el aliado y el agente de la capital en las regiones y en las provincias. De todos los defectos, de todos los vicios del rgimen central, el gamonalismo es solidario y responsable. Por ende, si la descentralizacin no sirve sino para colocar, directamente, bajo el dominio de los gamonales, la administracin regional y el rgimen local, la sustitucin de un sistema por otro no aporta ni promete el remedio de ningn mal profundo.Luis E. Valcrcel est en el empeo de demostrar "la supervivencia del Inkario sin el Inka". He ah un estudio ms trascendente que el de los superados temas de la vieja poltica. He ah tambin un tema que confirma la asercin de que las preocupaciones de nuestra poca no son superficial y exclusivamente polticas, sino, principalmente, econmicas y sociales. El empeo de Valcrcel toca en lo vivo de la cuestin del indio y de la tierra. Busca la solucin no en el gamonalismo sino en el "ayllu".