VALADÉS, Edmundo - La muerte tiene permiso

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  • 8/4/2019 VALADS, Edmundo - La muerte tiene permiso

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    LA MUERTE TIENE PERMISOEdmundo Valads

    Sobre el estrado, los ingenieros conversan, ren. Se golpean unos a otros conbromas incisivas. Sueltan chistes gruesos cuyo clmax es siempre spero. Poco a poco

    su atencin se concentra en el auditorio. Dejan de recordar la ltima juerga, lasintimidades de la muchacha que debut en la casa de recreo a la que son asiduos. Eltema de su charla son ahora esos hombres, ejidatarios congregados en una asamblea yque estn ah abajo, frente a ellos.

    S, debemos redimirlos. Hay que incorporarlos a nuestra civilizacin,limpindolos por fuera y ensendolos a ser sucios por dentro

    Es usted un escptico, ingeniero. Adems, pone usted en tela de juicio nuestrosesfuerzos, los de la Revolucin.

    Bah! Todo es intil. Estos jijos son irredimibles. Estn podridos en alcohol, enignorancia. De nada ha servido repartirles tierras.

    Usted es un superficial, un derrotista, compaero. Nosotros tenemos la culpa.

    Les hemos dado las tierras, y qu? Estamos ya muy satisfechos. Y el crdito, losabonos, una nueva tcnica agrcola, maquinaria, van a inventar ellos todo eso?

    El presidente, mientras se atusa los enhiestos bigotes, acariciada asta por la queiza sus dedos con fruicin, observa tras sus gafas, inmune al floreteo de los ingenieros.Cuando el olor animal, terrestre, picante, de quienes se acomodan en las bancas,cosquillea su olfato, saca un paliacate y se suena las narices ruidosamente. l tambinfue hombre del campo. Pero hace ya mucho tiempo. Ahora, de aquello, la ciudad y suposicin slo le han dejado el pauelo y la rugosidad de sus manos.

    Los de abajo se sientan con solemnidad, con el recogimiento del hombrecampesino que penetra en un recinto cerrado: la asamblea o el templo. Hablanparcamente y las palabras que cambian dicen de cosechas, de lluvias, de animales, decrditos. Muchos llevan sus itacates al hombro, cartucheras para combatir el hambre.Algunos fuman, sosegadamente, sin prisa, con los cigarrillos como si les hubierancrecido en la propia mano.

    Otros, de pie, recargados en los muros laterales, con los brazos cruzados sobre elpecho, hacen una tranquila guardia.

    El presidente agita la campanilla y su retintn diluye los murmullos. Primeroempiezan los ingenieros. Hablan de los problemas agrarios, de la necesidad deincrementar la produccin, de mejorar los cultivos. Prometen ayuda a los ejidatarios, losestimulan a plantear sus necesidades.

    Queremos ayudarlos, pueden confiar en nosotros.

    Ahora, el turno es para los de abajo. El presidente los invita a exponer susasuntos. Una mano se alza, tmida. Otras la siguen. Van hablando de sus cosas: el agua,el cacique, el crdito, la escuela. Unos son directos, precisos; otros se enredan, no atinana expresarse. Se rascan la cabeza y vuelven el rostro a buscar lo que iban a decir, comosi la idea se les hubiera escondido en algn rincn, en los ojos de un compaero oarriba, donde cuelga un candil.

    All, en un grupo, hay cuchicheos. Son todos del mismo pueblo. Les preocupaalgo grave. Se consultan unos a otros: consideran quin es el que debe tomar la palabra.

    Yo crio que Jilipe: sabe muchoOra, t, Juan, t hablaste aquella vezNo hay unanimidad. Los aludidos esperan ser empujados. Un viejo, quiz el

    patriarca, decide:Pos que le toque a Sacramento...

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    Sacramento espera.ndale, levanta la mano...La mano se alza, pero no la ve el presidente. Otras son ms visibles y ganan el

    turno. Sacramento escudria al viejo. Uno, muy joven, levanta la suya, bien alta. Sobreel bosque de hirsutas cabezas pueden verse los cinco dedos morenos, terrosos. La mano

    es descubierta por el presidente. La palabra est concedida.rale, prate.La mano baja cuando Sacramento se pone en pie. Trata de hallarle sitio al

    sombrero. El sombrero se transforma en un ancho estorbo, crece, no cabe en ningnlado. Sacramento se queda con l en las manos. En la mesa hay seales de impaciencia.La voz del presidente salta, autoritaria, conminativa:

    A ver se que pidi la palabra, lo estamos esperando.Sacramento prende sus ojos en el ingeniero que se halla a un extremo de la

    mesa. Parece que slo va a dirigirse a l; que los dems han desaparecido y han quedadonicamente ellos dos en la sala.

    Quiero hablar por los de San Juan de las Manzanas. Tramos una queja contra

    el Presidente Municipal, que nos hace mucha guerra y ya no lo aguantamos. Primero lesquit sus tierritas a Felipe Prez y a Juan Hernndez, porque colindaban con las suyas.Telegrafiamos a Mxico y ni nos contestaron. Hablamos los de la congregacin ypensamos que era bueno ir al Agrario, pa la restitucin. Pos de nada valieron las vueltasni los papeles, que las tierritas se le quedaron al Presidente Municipal.

    Sacramento habla sin que se alteren sus facciones. Pudiera creerse que reza unavieja oracin, de la que sabe muy bien el principio y el fin.

    Pos nada, que como nos vio con rencor, nos acus quesque por revoltosos. Quepareca que nosotros le habamos quitado sus tierras. Se nos vino entonces con eso delas cuentas; lo de los prstamos, sior, que dizque andbamos atrasados. Y el agente erade su mal parecer, que tenamos que pagar hartos intereses. Crescencio, el que vive porla loma, por ai donde est el aguaje y que le intelige a eso de los nmeros, pos hizo lascuentas y no era verd: nos queran cobrar de ms. Pero el Presidente Municipal trajounos seores de Mxico, que con muchos poderes y que si no pagbamos nos quitabanlas tierras. Pos como quien dice, nos cobr a la fuerza lo que no debamos...

    Sacramento habla sin nfasis, sin pausas premeditadas. Es como si estuvieraarando la tierra. Sus palabras caen como granos, al sembrar.

    Pos luego lo de mijo, sior. Se encorajin el muchacho. Si viera ust que a mme dio mala idea. Yo lo quise detener. Haba tomado y se le enturbi la cabeza. De nadame vali mi respeto. Se fue a buscar al Presidente Municipal, pa reclamarle Lomataron a la mala, que dizque se andaba robando una vaca del Presidente Municipal.

    Me lo devolvieron difunto, con la cara destrozadaLa nuez de la garganta de Sacramento ha temblado. Slo eso. l contina de pie,como un rbol que ha afianzado sus races. Nada ms. Todava clava su mirada en elingeniero, el mismo que se halla al extremo de la mesa.

    Luego, lo del agua. Como hay poca, porque hubo malas lluvias, el PresidenteMunicipal cerr el canal. Y como se iban a secar las milpas y la congregacin iba apasar mal ao, fuimos a buscarlo; que nos diera tantita agua, sior, pa nuestrassiembras. Y nos atendi con malas razones, que por nada se amuina con nosotros. No sebaj de su mula, pa perjudicarnos

    Una mano jala el brazo de Sacramento. Uno de sus compaeros le indica algo.La voz de Sacramento es lo nico que resuena en el recinto.

    Si todo esto fuera poco, que lo del agua, gracias a la Virgencita, hubo mslluvias y medio salvamos las cosechas, est lo del sbado. Sali el Presidente Municipal

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    con los suyos, que son gente mala y nos robaron dos muchachas: a Lupita, la que se ibaa casar con Herminio, y a la hija de Crescencio. Como nos tomaron desprevenidos, queandbamos en la faena, no pudimos evitarlo. Se las llevaron a fuerza al monte y ai lasdejaron tiradas. Cuando regresaron las muchachas, en muy malas condiciones, porquehasta de golpes les dieron, ni siquiera tuvimos que preguntar nada. Y se alborot la

    gente de a deveras, que ya nos cansamos de estar a merced de tan mala autoridad.Por primera vez, la voz de Sacramento vibr. En ella lati una amenaza, un odio,una decisin ominosa.

    Y como nadie nos hace caso, que a todas las autoridades hemos visto y pos nosabemos dnde andar la justicia, queremos tomar aqu providencias. A ustedes -ySacramento recorri ahora a cada ingeniero con la mirada y la detuvo ante quienpresida-, que nos prometen ayudarnos, les pedimos su gracia para castigar al PresidenteMunicipal de San Juan de las Manzanas. Solicitamos su venia para hacernos justicia pornuestra propia mano

    Todos los ojos auscultan a los que estn en el estrado. El presidente y losingenieros, mudos, se miran entre s. Discuten al fin.

    Es absurdo, no podemos sancionar esta inconcebible peticin.No, compaero, no es absurda. Absurdo sera dejar este asunto en manos de

    quienes no han hecho nada, de quienes han desodo esas voces. Sera cobarda esperar aque nuestra justicia hiciera justicia, ellos ya no creern nunca ms en nosotros. Prefierosolidarizarme con estos hombres, con su justicia primitiva, pero justicia al fin; asumircon ellos la responsabilidad que me toque. Por m, no nos queda sino concederles lo quepiden.

    Pero somos civilizados, tenemos instituciones; no podemos hacerlas a un lado.Sera justificar la barbarie, los actos fuera de la ley.Y qu peores actos fuera de la ley que los que ellos denuncian? Si a nosotros

    nos hubieran ofendido como los han ofendido a ellos; si a nosotros nos hubierancausado menos daos que los que les han hecho padecer, ya hubiramos matado, yahubiramos olvidado una justicia que no interviene. Yo exijo que se someta a votacinla propuesta.

    Yo pienso como usted, compaero.Pero estos tipos son muy ladinos, habra que averiguar la verdad. Adems, no

    tenemos autoridad para conceder una peticin como sta.Ahora interviene el presidente. Surge en l el hombre del campo. Su voz es

    inapelable.Ser la asamblea la que decida. Yo asumo la responsabilidad.Se dirige al auditorio. Su voz es una voz campesina, la misma voz que debe

    haber hablado all en el monte, confundida con la tierra, con los suyos.Se pone a votacin la proposicin de los compaeros de San Juan de lasManzanas. Los que estn de acuerdo en que se les d permiso para matar al PresidenteMunicipal, que levanten la mano

    Todos los brazos se tienden a lo alto. Tambin las de los ingenieros. No hay unasola mano que no est arriba, categricamente aprobando. Cada dedo seala la muerteinmediata, directa.

    La asamblea da permiso a los de San Juan de las Manzanas para lo quesolicitan.

    Sacramento, que ha permanecido en pie, con calma, termina de hablar. No hayalegra ni dolor en lo que dice. Su expresin es sencilla, simple.

    Pos muchas gracias por el permiso, porque, como nadie nos haca caso, desdeayer el Presidente Municipal de San Juan de las Manzanas est difunto.