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    Fecha de recepcin: 2009-08-27 | Fecha de aceptacin: 2010-07-09

    ISSN 01231294 | Educ.Educ. Vol. 13, No. 2| Mayo-agosto de 2010 | pp. 275-291

    Desde las teoras implcitas

    a la docencia como prctica reflexiva

    Brenda Isabel Lpez-Vargas

    Magster en Investigaciny Desarrollo de la Educacin.Profesora, Centro de Estudios en Educacin,Universidad Santo Toms, Bucaramanga,[email protected]

    Sandra Patricia Basto-Torrado

    Magster en Pedagoga.Profesora, Centro de Estudios en Educacin,Universidad Santo Toms, Bucaramanga,[email protected]

    ResumenProblema:El trabajo traza una ruta para comprender la relacin entre las concepcio-

    nes pedaggicas de los profesores y su quehacer en las aulas de clase.

    Estructura de la discusin:Partiendo del enfoque cognitivo, que brinda elementos

    tericos para abordar las creencias, los constructos y las teoras docentes, se llega al

    enfoque alternativo, que se centra en el anlisis de las prcticas para mostrar la im-

    posibilidad de separarlas de las intencionalidades del profesor y del contexto socio-

    cultural en que est inmerso. Luego se delinea un marco de referencia de las prcticas

    pedaggicas actuales, para lograr la comprensin y el mejoramiento permanente de

    los procesos de enseanza y aprendizaje, en el camino hacia la formacin del buen

    profesor que la Sociedad del Conocimiento demanda.

    Conclusin:El buen profesor de este siglo es quien tiene un conocimiento experto yla competencia para establecer vnculos de confianza con sus estudiantes; soporta su

    ejercicio docente en la tica del cuidado.

    Palabras clavePrctica pedaggica, docencia, investigacin pedaggica, reflexin prctica, Socie-

    dad de la Informacin (fuente: Tesauro de la Unesco).

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    Universidad de La Sabana | Facultad de Educacin

    ISSN 01231294 | Educ.Educ. Vol. 13, No. 2| Mayo-agosto de 2010| pp. 275-291

    From Implicit Theories to Teaching as Reflective Practice

    Abstract Problem: A road map to understanding the relationship between the educationalideas of teachers and their work in the classroom is outlined in this study.

    Structure of the discussion: Based on a cognitive perspective, which offers theoreti-

    cal elements to address teaching beliefs, constructs and theories, an alternative ap-

    proach is developed that focuses on an analysis of practices to show the impossibility

    of separating them from the teachers intentions and socio-cultural context. A frame

    of reference for current teaching practices is outlined to aid understanding and to fur-

    ther a constant improvement in teaching and learning processes, so as to train good

    teachers to meet the demands of the todays information society.

    Conclusion:A good teacher in this century is one who has expert knowledge and the

    competence to establish bonds of trust with students, and bases teaching on the ethics

    of care.

    Key wordsTeaching practice, teaching, educational research, reflective practice, information

    society (Source: Unesco Thesaurus).

    Desde as teorias implcitas docencia como prtica reflexiva

    ResumoProblema:O artigo ajuda compreenso da relao entre as idias pedaggicas dos

    professores e seu trabalho na sala de aula.

    Estrutura da discusso:Com base na abordagem cognitiva, que fornece os elementos

    tericos para examinar as crenas, construtos e teorias pedaggicas, chega-se a propor

    a abordagem alternativa, centrada na anlise das prticas para mostrar a impossibi-

    lidade de separ-las das intenes do professor e do contexto sociocultural em que ele

    est imerso.

    Depois se esboa um quadro das actuais prticas pedaggicas, para atingir a compre-

    enso e o melhoramento contnuo dos processos de ensino e aprendizagem. Assim,

    pode formar-se o bom professor que necessita a sociedade do conhecimento.

    Concluso:O bom professor do sculo XXI tem conhecimentos e competncia para

    estabelecer laos de confiana com os alunos, e apia seus ensinamentos sobre a tica

    do cuidado.

    Palavras-chavePrtica pedaggica, ensino, pesquisa educacional, prtica reflexiva, sociedade da in-

    formao (fonte: Tesouro da Unesco).

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    Desde las teoras implcitas a la docencia como prctica reflexiva

    Brenda Isabel Lpez-Vargas | Sandra Patricia Basto-Torrado

    IntroduccinUn buen profesor es el que est dispuesto a

    cambiar en el sentido que le dicta la reflexin

    sobre las evidencias que le muestra la prctica.

    John Dewey

    Los acelerados cambios culturales, polticos, econ-

    micos y cientficos que la Sociedad de la Informacin y el

    Conocimiento ha trado consigo, imponen importantes

    desafos a los distintos sujetos de la educacin, especial-

    mente a profesores y estudiantes.

    El avance tecnolgico y sus implicaciones en la co-

    municacin humana, igual que sucedi en el pasado con

    la introduccin de otras tecnologas, como la televisino la prensa, cuestionan nuevamente al profesorado, que,

    en muchos casos, sigue realizando una enseanza desli-

    gada del ecosistema comunicativo y, por ende, de espaldas

    a las nuevas formas de aprender que exige esta sociedad.

    A pesar de la incorporacin de tecnologas de informa-

    cin y comunicacin (TIC) en todos los niveles del sistema

    educativo, las prcticas pedaggicas siguen ancladas a una

    visin del mundo y a unas concepciones sobre el aprendi-

    zaje y el conocimiento que no corresponden a los avances

    pedaggicos y epistemolgicos alcanzados en el siglo XX y

    profundizados en esta primera dcada del siglo XXI. Estosavances, aunados a la evolucin tecnolgica, supondran

    un replanteamiento de la orientacin y la metodologa en

    la cotidianidad de las instituciones educativas; pero las TIC,

    lejos de ser concebidas como mediaciones pedaggicas, se

    convierten en fines en s mismos.

    Por qu cambian los discursos oficiales y las orienta-

    ciones formales de la educacin sin que cambien tambin

    las prcticas pedaggicas? Por qu en entornos virtuales

    de aprendizaje se siguen presentando, incluso se inten-

    sifican, los viejos problemas metodolgicos y didcticos?

    Por qu sigue siendo acrtico, en buena medida, el que-

    hacer docente? Estas preguntas no son nuevas y se han

    ensayado distintas respuestas, pero la realidad educativa

    muestra que poco se ha avanzado en la superacin de al-

    gunos de los problemas ms importantes de la educacin.

    Muchas investigaciones han abordado, desde di-

    ferentes enfoques, las concepciones, las creencias, los

    constructos, las teoras de los profesores, sealando cmo

    estos subyacen en sus acciones pedaggicas y

    cmo gran parte de los cambios educativos son

    posibles si los agentes que participan en ellos

    estn dispuestos a modificar sus creencias y sus

    prcticas. Autores como Pozo, et al. (2006) afirman

    que cambiar la educacin requiere, entre otras

    muchas cosas, transformar las representaciones

    que profesores y alumnos tienen sobre el apren-

    dizaje y la enseanza, y para lograrlo es preciso

    primero saber qu son, cules son, en qu consis-

    ten, cul es su naturaleza representacional, cul

    es su dinmica y cules son sus relaciones con la

    propia prctica.

    El estudio de esta relacin entre las concep-ciones del profesorado y sus prcticas es condicin

    esencial para comprender el sentido del aprendi-

    zaje y la enseanza en una sociedad global en la

    que el cambio vertiginoso genera incertidumbre

    y donde la ciencia y la tecnologa estn marcan-

    do la pauta para el diseo de nuevos modelos

    pedaggicos no lineales sustentados en la auto-

    rregulacin y el trabajo en redes. Aunque se han

    realizado trabajos importantes en este sentido,

    es necesario seguir profundizando en la reflexin

    sobre lo que haceny lo que piensanlos profesorespara proponer mejores estrategias de formacinde un buen profesor para este siglo, un profesor

    que pueda, por fin, vencer los retos de su tiempo y

    encontrar mejores formas de acelerar la transfor-

    macin pedaggica pendiente.

    En las siguientes pginas haremos una

    aproximacin a la figura del buen profesor de

    hoy, partiendo de una exploracin, desde el enfo-

    que de las teoras implcitas, de las concepciones

    del profesorado para revisar posteriormente,

    desde el enfoque alternativo, algunas propues-

    tas centradas en la prctica, como la del profesor

    reflexivo, el profesor investigador y el profesor

    mediador. Trataremos de establecer la relacin

    entre pensamiento y accin educativa, por un

    lado, y, por otro, de destacar la importancia de la re-

    flexin crtica y la investigacin como las mejores

    vas para la formacin profesional en la Sociedad

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    ISSN 01231294 | Educ.Educ. Vol. 13, No. 2| Mayo-agosto de 2010| pp. 275-291

    de la Informacin y el Conocimiento, a la luz de la literatura

    sobre el tema.

    Sobre la naturaleza de las concepcionesPara Giordan y De Vecchi (1995), las concepciones son

    un proceso personal por el cual un individuo estructura su

    saber a medida que integra los conocimientos. Este saber se

    elabora, en la gran mayora de los casos, durante un pero-

    do bastante amplio de la vida a partir de su arqueologa, es

    decir, de la accin cultural parental, de la prctica social del

    nio en la escuela, de la influencia de los diversos medios

    de comunicacin y ms tarde de la actividad profesional y

    social del adulto (club, familia, asociacin, entre otros).

    Las concepciones tienen races socioculturales y son,a su vez, un factor de socializacin que se encuentra en la

    base de los intercambios psicosociales producidos en el

    campo de la accin (Rodrigo, Rodrguez & Marrero, 1993).

    En este sentido, el profesor tiene una trayectoria cultural

    producto de sus mltiples interacciones, no solo con otros

    seres humanos sino con dispositivos socioculturales me-

    diante los cuales se van construyendo sus percepciones,

    sus visiones de la vida y del mundo, las creencias que se

    van arraigando con el tiempo, constituyendo su identidad

    personal y profesional. Segn Pozo, et al. (2006, p. 34) []

    todos tenemos creencias o teoras profundamente asu-midas y tal vez nunca discutidas, sobre lo que es aprender

    y ensear, que rigen nuestras acciones al punto de cons-

    tituir un verdadero currculo oculto que gua, a veces sin

    nosotros saberlo, nuestra prctica educativa.

    Sin duda, el legado cultural es determinante en el

    tipo de creencias y prcticas del profesorado, pero este

    tan solo es un mbito que construye las creencias y con-

    cepciones humanas; el otro, cuya influencia es decisiva en los

    modos de percibir y representar el mundo, es la herencia na-

    tural o biolgica definida por la estructura cognitiva, esto es:

    un sistema cognitivo, una mente humana, que no

    solo hace posible sino necesario el aprendizaje como

    una actividad social y cultural, y un rasgo bsico de

    este diseo cognitivo es la capacidad de saber lo que

    sabemos y, tambin, por tanto, lo que ignoramos;

    pero tambin imaginar o intuir lo que otros saben

    y, por tanto, tambin lo que ignoran, as como la ca-

    pacidad de compartir e intercambiar con los dems

    nuestras representaciones; en suma, de dis-

    tribuirlas socialmente (p. 35).

    El ser humano tiene una capacidad innata

    que le permite de manera espontnea intuir he-

    chos o acontecimientos que lo llevan de alguna

    manera a presentir y predecir acciones propias y

    ajenas, y en esos sucesos modificar sus apreciacio-

    nes y prcticas. Dentro de esta capacidad se halla

    el sentido comn del profesor, que lo lleva a actuar

    de determinada manera, especialmente en situa-

    ciones espontneas o imprevistas. Por ejemplo,

    cuando se pregunta a un profesor por qu acta

    de determinada manera, frecuentemente res-ponde: porque creo que es as, mi intuicin me

    indic que deba hacerlo as.

    Entonces, las concepciones son producto de

    la herencia cultural y la herencia biolgica, que

    confluyen mutuamente. En el reconocimiento

    y la comprensin de cmo estas funcionan e

    interactan se encuentra un primer paso en la

    posibilidad de transformar las prcticas pedag-

    gicas, al significar una reflexin retrospectiva e

    introspectiva sobre los modos en que el docente

    concibe la enseanza y, por tanto, el aprendizaje.En la literatura sobre las concepciones o

    creencias de los profesores se encuentran dos

    enfoques decisivos para comprender hoy estos

    constructos: el cognitivoy el alternativo. El primeroagrupa los trabajos sobre las operaciones menta-

    les de los profesores en los distintos momentos de

    su accin pedaggica; el segundo plantea que la

    enseanza no puede ser aislada de la intenciona-

    lidad del profesor y en general de la cultura que lo

    constituye (Perafn & Adriz-Bravo, 2002).

    Del conocimiento explcito alconocimiento implcito de los profesores

    Dentro del enfoque cognitivo se han plan-

    teado diversas teoras psicolgicas, a partir de las

    cuales se busca describir y explicar la vida mental

    de los sujetos como condicin para la compren-

    sin de su aprendizaje. De manera particular, la

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    Desde las teoras implcitas a la docencia como prctica reflexiva

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    perspectiva poscognitivaemergida en los aos ochenta re-conoce que los procesos de aprendizaje y los productos de

    conocimiento se construyen en relacin con significados

    socioculturalmente definidos y surgen con frecuencia so-

    bre la base de procedimientos de intercambio, de dilogo y

    negociacin cultural, postura que dio origen al constructi-

    vismo social (Santoianni & Striano, 2006).

    Desde esta ptica, el acto de aprender es un proceso

    que se realiza tanto de forma intraindividual como inte-

    rindividual, sobre la base de cdigos, sistemas simblicos

    y significantes compartidos. Los productos de aprendizaje

    se configuran, por lo tanto, como una construccin comn

    sobre la base de procedimientos cognitivos y de tramas de

    significados compartidos y negociados. Si la realidad esuna construccin social, lo son tambin, con mayor razn,

    el aprendizaje y las estructuras de conocimiento, los cuales

    pueden ser entendidos como formas de prcticas sociales

    funcionales a las necesidades adaptativas de los indivi-

    duos, en el mbito de realidades culturales especficas de

    las cuales extraen instrumentos y recursos cognitivos (San-

    toianni & Striano, 2006).

    Hay, dentro de la perspectiva poscognitiva, dos enfo-

    ques fundamentales para el estudio de las concepciones

    y las prcticas pedaggicas: la metacognicin y las teoras

    implcitas. La metacognicincentra su objeto de estudio enel conocimiento consciente, de naturaleza explcita, y anali-za el desarrollo armnico, constante, selectivo y sistemtico

    de los procesos cognitivos en contextos culturales especfi-

    cos. Este enfoque se centra en las preguntas quensea ycmoensea el profesor. Entretanto, las teoras implcitascentran su estudio en la coherencia y consistencia de las

    distintas concepciones implcitas sobre el aprendizaje y la

    enseanza. En este sentido, indaga el porqude esas creen-cias, constructos o teoras (Pozo, et al., 2006).

    La metacognicin se asemeja a los procesos decontrol que ejercemos sobre nuestra propia actividad

    cognitiva cuando realizamos una tarea: se planifica la

    actividad que se va a llevar a cabo para alcanzar los obje-

    tivos de la tarea, se supervisa la actividad mientras est

    en marcha y se evalan los resultados que se van obte-

    niendo en funcin de los objetivos perseguidos. As, la

    metacognicinconstruye principios de reflexin y accinconscientes, por ende explcitos en el quehacer coti-

    diano del profesor, cumpliendo dos funciones

    simultneamente (planificacin y control) al

    seleccionar, estructurar, organizar, simplificar, ad-

    ministrar, coordinar, aplicar y evaluar, entre otras.

    Para Santoianni y Striano (2006) el traba-

    jo metacognitivo del profesor se configura como

    instrumento para la creacin, la planificacin y la

    construccin de ambientes de aprendizaje que son,

    al mismo tiempo, contextos de orientacin y micro-

    parte activa de un macrodiseo ms general.

    Si bien las investigaciones sobre el pensa-

    miento del profesor se ocupan de los procesos

    cognitivos formales, y por consiguiente de ca-

    rcter explcito que ocurren y que relata elprofesor cuando est planeando y controlando,

    probablemente no se reconozcan los principios

    prcticos y, por tanto, los sentidos implcitos orien-

    tadores de dicha actividad, segn lo sealan

    Perafn & Adriz-Bravo (2002), razn por la cual

    se necesita examinar las teoras implcitas.Este esun enfoque relativamente reciente, centrado en la

    naturaleza y el desarrollo de las representaciones

    y las actividades mentales inconscientes.

    [] las teoras implcitas son un conjunto

    interrelacionado de representaciones acer-ca de los estados, contenidos y procesos

    mentales que las personas experimentan

    privadamente y que estn en la base de su

    conducta e interaccin social. De este modo,

    articula as unas representaciones muy b-

    sicas, de carcter principalmente implcito,

    por lo tanto inconsciente, acerca de cmo

    funcionan las personas: qu las mueve a ac-

    tuar, qu las conmueve, qu creen y piensan

    e, incluso, cmo se originan, entrelazan y cam-

    bian sus intenciones, emociones y creencias

    (Pozo, et al., 2006, p. 64).

    Acerca de esta idea explica Oberg (citado en

    Porln, 1989) que los constructos de los profesores,

    como de cualquier otra persona, no son verbaliza-

    bles ni conscientes; ms bien operan de manera

    implcita y, por tanto, oculta de los procesos de

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    cambio y reflexin personal. Esto nos ayuda a compren-

    der lo que investigaciones recientes, como la de De Vicenzi

    (2009), siguen confirmando: existe un porcentaje impor-

    tante de profesores que no presentan correspondencia

    entre su actuacin y su concepcin pedaggica.

    Por su parte, Gimeno (1991) identifica tambin la exis-

    tencia de las concepciones espontneas,las cuales tendranorigen en la cotidianidad y cuyo propsito es el de explicar

    la realidad y predecir el comportamiento en un contexto

    dado. Buena parte de las representaciones cotidianas, in-

    cluidas las que se refieren al aprendizaje y la enseanza, se

    adquieren de forma implcita, no consciente, intuitiva, las

    cuales se producen por la exposicin repetida a situaciones

    de aprendizaje en las que se reproducen ciertos modelos.Esto es particularmente importante para entender

    por qu las prcticas pedaggicas no se ajustan, en todos

    los casos, a los contextos socioculturales en la Sociedad

    de la Informacin y el Conocimiento. Como indican Pozo,

    et al. (2006), las representaciones implcitas que los pro-

    fesores tienen sobre sus estudiantes no siempre estn en

    correspondencia con el entorno en el que los estudiantes

    aprenden. Deben integrarse o coordinarse ambos sis-

    temas de representacin, el explcito y el implcito, para

    reducir la distancia entre lo que decimos y lo que hacemos,

    entre las polticas educativas, el discurso institucional y elquehacer ulico, teniendo en cuenta que nuestro conoci-

    miento explcito cambia con ms facilidad que nuestras

    representaciones implcitas.

    La prctica desde tres miradas convergentes:el profesor reflexivo, el profesor investigador

    y el profesor mediadorStephen Kemis, en su introduccin al trabajo de Carr

    (1990), seala la imposibilidad de comprender el signifi-

    cado y la importancia de una prctica si no nos referimos

    a las intenciones de quien la realiza, pero tambin indica

    que dicho significado e importancia son una construccin

    social, histrica y poltica. Entonces la prctica pedaggica

    no es solo una accin observable, un hacerverificable nisolo un conjunto de creencias, visiones y percepciones, unpensar y sentirde los profesores no siempre explcito; es,en realidad, la integracin de los sistemas explcito e im-

    plcito de representacin.

    Esto constituye el punto de partida para

    fortalecer la figura de un profesor que ya no sea

    consumidor pasivo de polticas y modelos, sino un

    actor crtico y competente para enfrentar los retos

    pedaggicos y sociales que le presenta la Sociedad

    de la Informacin y el Conocimiento. Si se recono-

    cen las concepciones espontneas, los profesores

    podrn recrear sus acciones a partir de s mismos,

    de sus interlocuciones, sus interlocutores y sus

    contextos, revalorando identidades y estilos par-

    ticulares de percibir, sentir, realizar y proponer la

    realidad, dando surgimiento a una nueva cultura

    profesional que, segn lo concibe Latorre (2003),

    implica una prctica pedaggica reflexiva, investi-gadora y transformadora, en oposicin a la prctica

    guiada por concepciones y creencias producto de

    la tradicin cultural que permanecen implcitas.

    Dentro de esta cultura debe emerger un profesora-

    do autnomo, que piensa la educacin a travs de

    la reflexin sobre lo que hace en las aulas de clase;

    que toma decisiones con base en su interpretacin

    de la realidad y crea situaciones nuevas a partir de

    los problemas de la prctica cotidiana con la finali-

    dad de mejorarla o transformarla.

    Esta visin del profesor proviene de un en-foque alternativo que es tambin de naturaleza

    cognitiva-constructivista, pero que se enriquece

    con perspectivas crtico-sociales, como la Teora del

    Currculo, la Sociologa Crtica y el Interaccionismo

    Simblico, entre otras. Sin duda, estas ofrecen otra

    mirada en la que el profesor reflexivo, sealado porSchn desde principios de la dcada de los ochen-

    ta en el siglo XX en el mbito internacional y por

    Vasco (1990) en el contexto local; el profesor investi-gadorde Carr (1990), Elliot (1993), Stenhouse (1998)y Latorre (2003), y el profesor mediadorde Tbar(2003), Calvo (2004) y Prieto (1995), son referentes

    fundamentales para trazar nuevos caminos hacia

    la formacin de equipos docentes profesionales y

    comprometidos con el cambio educativo.

    El profesor como prctico reflexivo es una

    idea que tiene sus orgenes a principios del si-

    glo XX en las teoras de Dewey (citado en Latorre,

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    Desde las teoras implcitas a la docencia como prctica reflexiva

    Brenda Isabel Lpez-Vargas | Sandra Patricia Basto-Torrado

    2003), quien critic la naturaleza del desarrollo educativo y

    enfatiz en la importancia de que el profesorado reflexio-

    nara sobre su propia prctica e integrara sus observaciones

    en las teoras que emergan de los procesos de enseanza

    y aprendizaje; el profesor debera ser consumidor y gene-

    rador de conocimientos.

    Las propuestas de Dewey son retomadas por Schn

    (1998), quien logra un avance significativo en la compren-

    sin de las relaciones entre la prctica y el conocimiento.

    Schn plantea una epistemologa de la prcticaque surgea raz de la crisis de las profesiones, pues considera que el

    conocimiento producido por la racionalidad tcnica y ad-

    quirido en la educacin formal no permite responder de

    manera rpida a los problemas prcticos que se presen-tan a menudo, como la complejidad, la incertidumbre, la

    inestabilidad y el conflicto de valores. Las mencionadas son

    situaciones divergentes en contextos singulares, que en

    este caso enfrentara el profesor en su prctica cotidiana;

    por lo tanto, el autor sugiere un cambio de estructura en

    el conocimiento del profesor que lo lleve a tomar decisio-

    nes desde o en la accin para, a posteriori, reflexionar sobreellas y alcanzar un conocimiento prctico.

    Segn Schn, cuando emprendemos actuaciones

    espontneas e intuitivas propias de la vida, aparenta-

    mos ser entendidos de un modo especial. A menudo nopodemos decir qu es lo que sabemos, y al describirlo

    no sabemos qu decir, o hacemos descripciones que no son

    las apropiadas (1998, p. 55). A este tipo de conocimiento

    tcito, espontneo e intuitivo, que la gran mayora de

    personas llaman sentido comn, Schn lo ha denomina-

    do el conocimiento en la accin, es decir, un saber que noproviene de una previa operacin intelectual.

    Este tipo de conocimiento en la prctica pedaggica

    significa, desde el anlisis de Pozo, et al. sobre la propuesta

    de Schn, que:

    El docente puede reflexionar en medio de la accin sin

    necesidad de interrumpirla. Una sorpresa en la din-

    mica del aula, una variacin inesperada en la aplica-

    cin de una rutina, suscitara un proceso de reflexindentro de una accin-presente que el autor consideraque resulta en alguna medida consciente, aunque no

    se produzca necesariamente por medio de palabras.

    Tenemos en cuenta el conocimiento inesperado y el

    conocimiento en la accin. Nuestro pensa-

    miento se vuelve, pues, sobre el fenmeno

    y, a la vez, sobre s mismo. Lo que distingue

    la reflexin en la accin de otros tipos de

    reflexin es su inmediata relevancia para la

    accin, tanto para la presente como quizs

    otras que consideremos similares. Un buen

    profesor mostrara una alta capacidad para

    integrar la reflexin en la accin en una tran-

    quila ejecucin de su tarea (2006, p. 84).

    Finalmente, la capacidad de describir lo que

    se hace, reflexionar sobre ello en la misma accin

    para luego reflexionar de nuevo sobre esa des-cripcin realizada, constituye la reflexin sobre lareflexin en la accin, un proceso recurrente queva haciendo a un profesional cada vez ms diestro,

    un profesional reflexivo.

    As, para Schn el conocimiento que surge

    de la reflexin en la accin y posterior a la accin

    es un nuevo conocimiento, un conocimiento prc-

    tico. Este conocimiento es generalmente tcito

    y el profesor debe hacerlo explcito para generar

    transformaciones.

    Dentro de este marco, el profesor Vasco(1990) plante cinco aforismos para comprender

    el origen de la reflexin y la praxis del profesor re-

    flexivo:

    1. En el principio era la accin.

    2. Los sistemas de acciones se van decantando en

    prcticas.

    3. Slo los fracasos de las prcticas llevan a la re-

    flexin sobre ella.

    Nace la praxis.

    4. La praxis empieza a transformarse en virtud de

    esa reflexin.

    5. La reflexin empieza a refinarse y a expresarse en

    forma relativamente autnoma con respecto a la

    praxis.

    Nace la teora.

    En este planteamiento Vasco sugiere que

    la praxis nace con el fracaso de las prcticas, po-

    sibilidad interesante que abre nuevos horizontes

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    Universidad de La Sabana | Facultad de Educacin

    ISSN 01231294 | Educ.Educ. Vol. 13, No. 2| Mayo-agosto de 2010| pp. 275-291

    en el anlisis de las mismas, pues le permite al profesor

    un suceso hasta hoy poco aceptado: pensar en sus pro-

    pios desaciertos y modificarlos. El autor propone que se

    considere la pedagoga no como la prctica pedaggica

    misma, sino como el saber terico-prctico generado por

    el profesorado a travs de la reflexin personal y dialogal

    sobre su propia prctica pedaggica, especficamente en

    el proceso de convertirla en praxis pedaggica, a partir de

    su propia experiencia y de los aportes de las otras prcticas

    y disciplinas que se interceptan con su quehacer. De ah

    que la reflexin sea el primer paso que convertir al profe-

    sor en un pedagogo capaz de reconocer sus desaciertos y

    fracasos y proponer procesos comunicativos y formativos

    contextuales, creativos, crticos y propositivos.En trminos de Elbaz (citado en Perafn & Adriz-

    Bravo, 2002) el conocimiento prctico del profesor es una

    combinacin de la prctica, principios prcticos e imge-

    nes. Estos tres componentes tienen en comn que son

    construidos durante la historia personal, la historia de for-

    macin y la historia profesional del profesor (p. 24).

    Bajo esta misma concepcin, Prez Gmez (citado

    en Imbernn, 1994, p. 94) sostiene que no es posible estu-

    diar la reflexin a partir de esquemas formales sin tener

    en cuenta su contenido, el contexto y las interacciones,

    pues [] la reflexin no es meramente un proceso psico-lgico individual implica la inmersin consciente en el

    mundo de la experiencia, un mundo cargado de connota-

    ciones, valores, intercambios simblicos, correspondencias

    afectivas, intereses sociales y escenarios polticos.

    As, esta epistemologa de la prcticatiene como ele-mento innovador la reflexin que se suscita en medio de

    la prctica por parte del profesor, situacin que pone en

    escena un sujeto con capacidad de improvisacin pero no

    proveniente del azar, sino de su experiencia, de su interac-

    cin con sus interlocutores y de sus estructuras cognitivas,

    epistemolgicas e intuitivas desarrolladas en contextos

    particulares, lo cual demanda una mejor articulacin de

    todas sus potencialidades.

    De igual forma, este planteamiento presenta no solo

    a un profesional reflexivo, sino con capacidad de inspec-

    cionar sus propias acciones al promover la autoevaluacin

    individual y colectiva; proceso nada fcil de llevar a cabo en

    entornos laborales que exigen resultados en tiempo rcord

    y donde el profesorado debe obtener evaluaciones

    por dentro de los promedios establecidos para

    mantener un contrato laboral, situacin que, en

    ocasiones, lo lleva a realizar autoevaluaciones

    poco honestas.

    Este profesor reflexivo, capaz no solo de ana-

    lizar su prctica sino de proponer y teorizar nuevas

    formas de pensar y de realizar los procesos de en-

    seanza y aprendizaje, podra dar el giro que la

    educacin requiere hace tiempo.

    Para Latorre (2003), este aporte de Schn

    debe ser complementado con la perspectiva crti-

    co-social de Lawrence Stenhouse, quien con base

    en su modelo terico sobre el currculo enten-dido como un proyecto que el profesorado debe

    construir teniendo en cuenta los intereses de los

    alumnos antes que los intereses institucionales,

    da origen al profesor investigador, que luego es re-troalimentado con los anlisis de Elliot (1988), Carr

    y Kemis (1988), entre otros.

    Stenhouse sostiene que es condicin ineludi-

    ble para la investigacin y el desarrollo del currculo:

    el compromiso de poner sistemticamente en

    cuestin la enseanza impartida por uno mismo

    el compromiso y la destreza para estudiar el propiomodo de ensear el inters por cuestionar y com-

    probar la teora en la prctica mediante el uso de

    dichas capacidades (1998, p. 197).

    Desde esta misma perspectiva, Carr (1990)

    afirma que la investigacin educativa solo puede

    tener lugar en el contexto mismo de la prctica

    y son los profesores quienes, a partir de la reflexin

    sobre esta, pueden construir una ciencia de la

    educacin sobre la base de la relacin accin-teo-

    ra-accin.

    Habermas (1982) propone que la investigacin

    por parte del profesorado reflexivo debe generar una

    cultura profesional ante ciertas imposiciones insti-

    tucionales; es decir, el profesorado tiene la capacidad

    de generar teoremas crticos con qu identificar,

    comprender, explicar y denunciar las dificultades de

    la prctica. Aqu se advierte el carcter emancipato-

    rio propio de sus planteamientos.

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    Desde las teoras implcitas a la docencia como prctica reflexiva

    Brenda Isabel Lpez-Vargas | Sandra Patricia Basto-Torrado

    La de reflexin sobre la prctica y la adopcin de una

    posicin crtica frente a la misma, son dos formas de avan-

    zar hacia la toma de conciencia de los problemas, pues el

    cambio educativo es posible cuando el profesor cuestiona

    de manera propositiva su prctica pedaggica a travs de

    la investigacin. Al respecto, Latorre (2003) advierte: la

    transformacin acadmica de todo centro educativo pasa

    necesariamente por una docencia renovada y por un do-

    cente innovador, formado en una doble perspectiva: la

    disciplinaria y la pedaggica-didctica (p. 6).

    La investigacin es la herramienta de transforma-

    cin de las prcticas educativas, constituyndose en el

    segundo paso en la conformacin de esta nueva cultura

    profesional. De ah que la enseanza y la investigacindeban constituir una nueva relacin cuyo eje de estudio

    sern las situaciones problemticas del aula, ahora anali-

    zadas y transformadas por el profesor investigador, quien

    se encuentra directamente involucrado en el escenario de

    los conflictos.

    Segn lo concibe Elliot (1993), ms all de ver la

    prctica como espacio de aplicacin de la teora, debe en-

    tenderse que la reflexin sobre la prctica revela la teora

    inherente a la misma y, a la vez, permite teorizar sobre ella.

    Esta idea supone un cambio crucial: el profesorado puede

    investigar sus propuestas educativas y construir valiosasteoras sobre su prctica.

    Todo esto nos remite, inevitablemente, a plantea-

    mientos esenciales de la pedagoga crtica, que tiene su

    fundamento en la pedagoga radical desarrollada en Ingla-

    terra y Estados Unidos en los aos setenta y que toma gran

    fuerza en los ochenta y noventa del siglo XX. Entre esos

    planteamientos est el del profesor como un intelectual

    transformativo que debe conseguir que lo pedaggico

    sea ms poltico y lo poltico ms pedaggico (Giroux,

    1990, p. 177), optando por discursos y acciones pedaggicas

    de naturaleza liberadora y problematizadora en los que se

    reconozca a los estudiantes como sujetos crticos. Este in-

    telectual transformativo, que cuestiona su propia prctica

    y las prcticas dominantes en la dinmica curricular y la

    vida cotidiana de las aulas es, sin lugar a dudas, un profe-

    sor reflexivo que indaga, que construye su conocimiento a

    partir de ello y promueve el anlisis del contexto en el que

    se sita la accin educativa, lo que, guardadas las propor-

    ciones, es asunto medular en las discusiones sobre

    la educacin de hoy desde otras posturas.

    En efecto, el debate educativo no se centra en

    estos das nicamente en los contenidos por trans-

    mitir, en su seleccin y organizacin, sino en la forma

    en que se puede propiciar una enseanza orientada

    a descubrir, innovar y pensar para construir cono-

    cimiento y formar, teniendo en cuenta un nuevo

    componente: los dilemas propios del contexto.

    El profesorado comienza a definir por s

    mismo un lenguaje, una metodologa y

    un estilo de informacin ms manejables

    y pertinentes a su realidad, a travs de los

    cuales puede tener acceso a debates mscomplejos, lo que da paso a la configuracin

    gradual de un profesorado intelectual, crtico,

    capaz de cuestionar, indagar, analizar e inter-

    pretar sus propias prcticas. Esas prcticas

    se consideran, entonces, el punto de partida,

    el eje de formacin, el objeto de reflexin y

    de construccin y, finalmente, el objeto de

    transformacin, la cual se expresa en au-

    todesarrollo profesional, mejores prcticas

    profesionales, mayor calidad en los procesos

    de enseanza y aprendizaje, mejoras en lainstitucin educativa, surgimiento de una

    comunidad cientfica-educativa y mejores

    condiciones sociales y ticas, entre otros ele-

    mentos (Latorre, 2003, p. 19).

    En este sentido, Grisales & Gonzlez (2009)

    sealan la necesaria relacin entre el saber sabio

    y el saber enseado, es decir, entre la produccin

    del conocimiento y su enseanza, que no es otra

    cosa que la reelaboracin del vnculo investiga-

    cin-docencia que debe llevar al profesor a asumir

    ese papel reflexivo e investigador que se ha veni-

    do delineando para desempear un nuevo rol en

    la Sociedad de la Informacin y el Conocimiento,

    el rol de facilitador, de mediador, trascendiendo el

    de simple transmisor de contenidos que hist-

    ricamente ha asumido y que, a pesar de tanto

    debatirse, sigue dominando la escena docente.

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    ISSN 01231294 | Educ.Educ. Vol. 13, No. 2| Mayo-agosto de 2010| pp. 275-291

    Tomando como referente los estudios realizados por

    Reven Feuerstein sobre la mediacin, Lorenzo Tbar (2005)

    define el perfil del profesor mediador. Segn esta perspec-

    tiva, el motor del cambio educativo es el propio educador,

    ahora contemplado como mediador, cuya responsabilidad

    primordial es potenciar el aprendizaje del estudiante.

    La mediacin es un factor humanizador de transmi-

    sin cultural. El hombre tiene como fuente de cambio

    la cultura y los medios de informacin. El mediador

    se interpone entre los estmulos o la informacin ex-

    terior, para interpretarlos y valorarlos. As, el estmulo

    cambia de significado, adquiere un valor concreto,

    creando en el individuo actitudes crticas y flexibles.

    La explicacin del mediador agranda el campo decomprensin de un dato o de una experiencia, crea

    disposiciones nuevas en el organismo; crea una

    constante alimentacin informtica (feedback). Se

    trata de iluminar desde distintos puntos un mismo

    objeto de nuestra mirada (p. 42).

    Mediar significa intervenir entre los seres y la reali-

    dad para facilitar los procesos de aprendizaje; es decir, el

    profesor se convierte en el mediador por excelencia, pues

    no solo va a orientar y a motivar al estudiante a construir

    el conocimiento, sino tambin va a ayudarle a potenciartodas sus capacidades cognitivas, estticas, sociales y

    afectivas.

    El profesor, como sujeto mediador, es hoy un deber

    serde la educacin: no solo debe transformar la informa-

    cin para hacerla ms comprensible y significativa para

    el estudiante, sino que debe lograr afectar su dimensin

    cognitiva, afectiva y motivacional, de tal modo que el suje-

    to mediado, el estudiante, se comprometa en el desarrollo

    de sus potencialidades. Para ello el profesor mediador

    debe intervenir proponiendo criterios que ayuden al

    estudiante a comprender la informacin as como las es-

    trategias para abordarla.

    Tbar propone tres principios bsicos inherentes al

    proceso mediador: intencionalidad y reciprocidad, tras-

    cendencia y significado. La mediacin es una interaccin

    intencionada, por ello supone reciprocidad: ensear y

    aprender son un mismo proceso. Los procesos comunicati-

    vos humanos son la plataforma de este principio, pues aqu

    entra en juego el lenguaje del cuerpo: el gesto, la

    mirada, el tono de voz, la expresividad que van a de-

    notar y connotar la intencionalidad del mediador y

    su capacidad comunicativa y motivacional.

    El profesor mediador trasciende su labor de

    transmisor para relacionar los hechos, las situa-

    ciones, los problemas con el mundo circundante

    del estudiante, es un ir ms all de lo que un cu-

    rrculo dicta para establecer conexiones, suscitar

    dilemas, promover dudas, crear posibilidades,

    generar espacios. Asimismo, presenta las situa-

    ciones de aprendizaje de forma interesante para

    el sujeto que aprende, de manera que este se

    implique activa y emocionalmente en la tarea yperciba que lo que aprende en realidad es signi-

    ficativo para su existencia y quien le ensea es

    alguien en el que puede creer y confiar.

    Dentro de este marco, Carlos Calvo (2004)

    plantea la necesidad de crear ambientes empti-

    cos que hagan posible la mediacin y esto significa

    la disposicin tanto del profesor como del estu-

    diante, lo que l ha llamado propensin a ensear

    y aprender, pues hoy, tanto profesores como estu-

    diantes pretenden cumplir los mnimos requisitos

    en el mnimo tiempo.La mediacin genera una sincronizacin l-

    dica y emptica entre los actores, como si

    provocara un estado alterado de conciencia y

    los actores danzaran rtmicamente mientras

    aprenden y ensean [] Como educadores

    debemos saber que los procesos tienden

    naturalmente a crear patrones sincrnicos

    [] pero la cultura ha intervenido modificn-

    dolos [] entonces el educador termina por

    usar un lenguaje militar y confrontacional

    con expresiones como dominar, contro-

    lar, enfrentar, manejar a los alumnos.

    Lamentablemente, esta forma de ser no es

    natural, sino aprendida y lo nico que con-

    sigue es daar a los actores [] mediar es

    una danza creativa donde se debe permitir

    la naturalidad, la expresin del propio ser, de

    la propia naturaleza (p. 8).

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    Desde las teoras implcitas a la docencia como prctica reflexiva

    Brenda Isabel Lpez-Vargas | Sandra Patricia Basto-Torrado

    Este autor considera que la mediacin solo ser

    posible en la educacin, no en la escolarizacin, [] la edu-

    cacin requiere de la diversidad antes que de la unidad,

    del caos antes que del orden, del aprendizaje antes que de

    la enseanza; mientras que la escolarizacin necesita de la

    unidad y no requiere de la diversidad, del orden y no del

    caos, del deber ser en vez del poder ser, de la enseanza que

    no garantiza el aprendizaje [] (p. 12).

    Calvo sugiere, en primer lugar, que el profesor siste-

    matice las experiencias obtenidas fuera del aula, a fin de

    lograr una posterior trasposicin al saln de clases; en se-

    gundo lugar, propone que la enseanza no debe limitarse

    a aprendizajes superficiales y complicados, sino que debe

    abrirse a aprendizajes simples y complejos; en tercer lu-gar, plantea la necesidad de desescolarizar quitndole a la

    escuela lo que tiene de escolar para devolverle sus cuali-

    dades educacionales. En otras palabras, crear una escuela

    que descanse en la propensin a aprender y ensear pro-

    pia del ser humano.

    Educar es mucho ms que aplicar una teora o metodo-

    loga; educar consiste en deslumbrar como misterios y

    fascinar con asombros. Si aquello se consigue, el resto

    fluye con naturalidad, recuperndose o potenciando

    la propensin a aprender y ensear, tal como lo hace

    el agua al bajar hacia el valle y el mar, con altibajos ydiferentes aceleraciones, en torbellinos y remansos,

    siempre buscando lo ms bajo, lo ms simple, lo ms

    sencillo y sin perder nunca su direccin hacia el mar y

    continuar el proceso sin trmino (p. 15).

    Desde esta misma visin, Prieto (1995) reconoce que

    la mediacin ms importante es el profesor, quien con su

    pasado y su presente est dispuesto a ensear y aprender

    en un proceso dialctico y es capaz de romper con las ma-

    neras tradicionales de transmitir el conocimiento, por tanto

    no debe tener prisa para abrir caminos a la reflexin y al

    compartir, al reconocimiento de sus interlocutores como

    actores partcipes de su formacin. El profesor no debe im-

    poner sino proponer criterios a fin de lograr la comprensin

    y la negociacin de los mismos; entonces, debe ser capaz

    de hacer un alto para explicar y acompaar al otro en sus

    dudas, inquietudes y equivocaciones, siendo flexible ante la

    adversidad pero firme en la pasin por su quehacer.

    No obstante, seala el autor, existen difi-

    cultades para hacer del profesor un mediador

    cuando el mismo sistema educativo no lo reco-

    noce como un sujeto propositivo y transformador,

    ya que la carga laboral, por un lado, y por otro una

    compensacin salarial en retroceso, hacen que el

    profesor tenga una baja motivacin para mediar.

    Otro obstculo para la mediacin es el poco domi-

    nio del rea disciplinar por parte del profesor, ya

    que [] es difcil volver pedaggica una relacin

    basada en la inseguridad en torno a los conoci-

    mientos y las experiencias sobre los cuales gira el

    acto educativo (p. 37).

    Otras mediaciones igualmente importan-tes en la promocin y el acompaamiento del

    estudiante son la institucin, el contexto, el gru-

    po, los medios y los materiales didcticos. El uso

    adecuado e integral de estas mediaciones en el

    desarrollo de las prcticas pedaggicas es funda-

    mental para lograr mejores aprendizajes dentro

    del ecosistema comunicativo que la Sociedad de la

    Informacin y el Conocimiento pone a disposicin

    de la educacin.

    A los educadores nos toca navegar de manera

    constante por el variado ocano de la culturapara rescatar horizontes y arco iris, fuegos y

    abismos, que de estos tambin se aprende

    disponer de todo el universo para mediar el

    aprendizaje de alguien requiere de un cier-

    to grado de osada y de ganas de aventura.

    Cuando me quedo, cuando no pongo nada de

    m, cuando apenas si ofrezco migajas de ese

    universo, cuando slo hablo de lo que otros

    hablaron y no soy capaz de comunicar cultu-

    ra y vidas ajenas, la mediacin se estrecha y

    pierde toda su riqueza [] (p. 44).

    El buen profesor en el nuevo sigloLas miradas del profesor reflexivo, el profe-

    sor investigador y el profesor mediador definen

    prcticas pedaggicas que bien pueden conver-

    ger en un modelo ms amplio que retoma todos

    los elementos de los anteriores: el buen profesor.

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    Universidad de La Sabana | Facultad de Educacin

    ISSN 01231294 | Educ.Educ. Vol. 13, No. 2| Mayo-agosto de 2010| pp. 275-291

    En la sociedad en que vivimos, este buen profesor es aquel

    capaz de hacer ruptura con los modelos de enseanza que

    pretenden homogenizar sus concepciones y prcticas pe-

    daggicas para revalorarse y ser revalorado por su historia

    personal, su trayectoria profesional, su autonoma y su rol

    como ser creador, reflexivo, crtico, investigador y proposi-

    tivo, que se construye y evoluciona en la interaccin con el

    contexto y sus interlocutores.

    Para darle forma al modelo del buen profesor en el

    contexto social de esta primera dcada del siglo XXI, los

    aportes de Pierre Bourdieu siguen siendo de gran impor-

    tancia. Bourdieu estableci el concepto de habitus, un

    sistema de disposiciones duraderas y transferibles, estruc-

    turas estructuradas predispuestas para funcionar comoestructuras estructurantes, es decir, como principios gene-

    radores y organizadores de prcticas y representaciones

    (1991, p. 92). Este concepto es bsico, en tanto principio

    generador y sistema clasificador de las prcticas sociales,

    para comprender la necesidad de abordar las concepcio-

    nes si se quiere transformar las prcticas pedaggicas,

    como bien seala Tllez (2002).

    Ya a principios del siglo XX, John Dewey adverta que

    el hbito, la fuerza coercitiva violenta y la accin dirigida

    por la inteligencia son las fuerzas que controlan la socie-

    dad y que en condiciones de normalidad la primera (elhbito, la costumbre) constituye la fuerza ms poderosa

    porque cosifica las formas de actuacin y de valoracin de

    los actores de la educacin (Ibarra, 1999, p. 37). En este mis-

    mo sentido, Bachelard (1981) sealaba: con el uso, las ideas

    se valorizan indebidamente, a veces una idea dominante

    polariza el espritu en su totalidad; a estas ideas las llam

    costumbres intelectuales.

    Pero habituses un concepto que va ms all de los

    hbitos y las costumbres:

    los habitus constituyen la capacidad generadora,

    creadora, activa e inventiva del agente actuante no

    son otra cosa que la potencialidad individual y social

    de que se dispone para dar respuesta a las exigen-

    cias del campo laboral especfico en que se acta

    [] son las capacidades para crear, para realizar ac-

    ciones prcticas y al mismo tiempo para valorar las

    potencialidades propias y ajenas[] estas acciones a

    su vez estn determinadas tanto por las historias de

    los centros de trabajo donde ejercen sus fun-

    ciones, as como tambin por los habitus de

    los otros maestros, factores que inciden en la

    construccin de los estilos propios de ser y

    hacer (Ibarra, 1999, p. 37-39).

    De este modo, los habitusregeneran los teji-

    dos educativos, juegan con el sentir, el ser, el saber

    y el hacer de los sujetos; son un aqu y un ahora

    que se enriquecen con la mirada de los profesores,

    los estudiantes y todos sus actores en los diversos

    contextos en que estn inmersos, donde la cons-

    tante interaccin comunicativa puede llevarlos

    a proponer y realizar proyectos formativos con elsentido tico y social que se requiere en los tiem-

    pos actuales.

    El buen profesor es una construccin so-

    cial y pedaggica, una representacin que puede

    englobar principios y referentes muy variados,

    dependiendo del significado del que se dote, es

    decir, de las visiones y las concepciones inherentes

    al habitusdel campo institucional en el que ten-

    ga lugar. Investigaciones como la de Ibarra (1999)

    han encontrado que, en la perspectiva de direc-

    tivos, estudiantes y profesores universitarios, elbuen profesor es aquel que: controla a su grupo

    de estudiantes por la va de la atencin, mante-

    niendo un equilibrio entre tolerancia y actitud

    enrgica frente a la posibilidad del desorden, sin

    ser permisivo pero sin ejercer un autoritarismo

    irracional; tiene una trayectoria reconocida a tra-

    vs del tiempo, una historia laboral sin conflictos

    o acciones beligerantes; domina, adems de los

    contenidos temticos de la asignatura que ense-

    a, su rea disciplinar y su ejercicio profesional;

    logra mantener la atencin de sus estudiantes en

    sus clases; tiende puentes entre su asignatura y

    otras, entre teora y prctica, establece nexos en-

    tre un conocimiento y otro; y que es heredero de

    la tradicin pedaggica de la leccin magistral, es

    decir, que mantiene el habitusde dar bien la clase,

    sin ruborizarse por la posibilidad de ser acusado

    de tradicional.

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    Desde las teoras implcitas a la docencia como prctica reflexiva

    Brenda Isabel Lpez-Vargas | Sandra Patricia Basto-Torrado

    Por su parte, Bain (2007), despus de realizar una

    investigacin de varios aos tambin con profesores uni-

    versitarios, concluy que los buenos profesores conocen

    muy bien su materia, estn actualizados, razonan sus asig-

    naturas, se interesan tanto por su disciplina como por otras

    muy diversas; son capaces de ejercer la metacognicin, que,

    como hemos sealado en el apartado anterior, constitu-

    ye un ejercicio de razonamiento, de reflexin, de anlisis

    sobre su quehacer cotidiano para valorar su calidad;

    consideran su docencia como un esfuerzo intelectual for-

    mal y exigente de la misma importancia que otras tareas

    como la investigacin; siempre muestran confianza en

    sus estudiantes y esperan ms de ellos; crean entornos de

    aprendizaje diversos y basados en problemas o tareas de-safiantes; y evalan sistemticamente a sus estudiantes

    sin juzgarlos de manera arbitraria.

    Si analizamos bien las conclusiones de estos dos

    trabajos, encontraremos elementos propios de las pro-

    puestas del profesor reflexivo, del profesor investigador

    y del profesor mediador que se han descrito en prrafos

    atrs, as como de las teoras implcitas y la metacognicin.

    Ambos muestran resultados relacionados con prcticas

    exitosas o consideradas exitosas por diversos actores de

    los procesos pedaggicos, pero hay otros elementos que

    deban considerarse en funcin del tipo de sociedad y eltipo de estudiantes que tenemos hoy en da en las aulas de

    clase?, es necesario dotar de un significado ms amplio el

    concepto del buen profesor?

    Sin duda, la respuesta a todas estas preguntas es

    afirmativa y cada institucin debe efectuar un ejercicio

    de visin de presente y de futuro desde la figura del pro-

    fesor para definir los elementos especficos de un modelo

    docente con pertinencia, situado en cada contexto local

    pero enmarcado en el principio de universalidad y, sobre

    todo, en el principio de la tica del cuidado (Vzquez &

    Escmez, 2010), es decir, del reconocimiento de la inter-

    dependencia y la solidaridad que permiten al profesor

    asumir la responsabilidad de crear relaciones de confianza

    mutua entre y con sus estudiantes para conocerlos e in-

    tervenir educativamente respondiendo a sus necesidades

    e intereses.

    Este modelo implica, necesariamente, una forma-

    cin pedaggica bsica y la actualizacin permanente

    del conocimiento pedaggico y disciplinar. En su

    investigacin sobre jvenes profesores universi-

    tarios, Bozu (2010) encontr entre los factores de

    mayor peso en la explicacin de las dificultades

    en su ejercicio docente, la falta de una formacin

    inicial centrada en aspectos pedaggicos y didc-

    ticos generales que les permitan trascender las

    formas tradicionales de la enseanza centradas en

    el profesor y en el contenido. Esto es fundamental

    si tenemos en cuenta que aun en aquellas reco-

    nocidas como buenas prcticas pedaggicas, los

    buenos profesores que las realizan se ubican den-

    tro de los enfoques pedaggicos ms tradicionales,

    es decir, son menos innovadores (Cid-Sabucedo,Prez-Abells & Zabalza, 2009).

    El buen profesor de hoy requiere, enton-

    ces, una formacin que le permita aplicar en su

    ejercicio docente lo que desde la Sociologa de la

    Educacin se ha llamado pedagogas productivas,

    aquellas que enfatizan en la naturaleza construi-

    da del conocimiento, en las mltiples perspectivas

    sobre la realidad y en una aproximacin construc-

    tivista y colaborativa del aprendizaje, dejando a un

    lado las pedagogas de la indiferencia, que se han

    caracterizado por la falta de integralidad y la au-sencia del reconocimiento de la diferencia (Lingard,

    2010). Algunos trabajos en los que se ha estudia-

    do la percepcin que tienen los estudiantes de los

    buenos profesores, como el de Gargallo, Snchez,

    Ros & Ferreras (2010), muestran claramente que el

    estilo docente que los estudiantes reclaman est

    centrado en el aprendizaje, es constructivista y co-

    laborativo y se basa en la confianza mutua.

    El recorrido realizado desde los enfoques

    cognitivo y alternativo por las creencias y las ac-

    ciones pedaggicas pretende trazar una ruta

    crtica para el necesario trabajo de formacin y de

    evaluacin permanente del profesorado, as como

    para la investigacin.

    Es claro que para aproximarse a esa construc-

    cin social y pedaggica que es el buen profesor del

    C onclusin

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    siglo XXI se requiere comprender, dinamizar, recrear y

    transformar las concepciones y las prcticas pedaggi-

    cas a partir del reconocimiento de las teoras explcitas

    e implcitas del profesor, de su historia personal, su

    experiencia profesional, sus interacciones, sus episte-

    mologas, y de su carcter de sujeto que depende de su

    contexto cultural. El rol docente soportado sobre una

    racionalidad tcnica, cuestionado y rebasado al menos

    en el discurso pedaggico, puede ser superado en la

    prctica si empezamos por saber quin es el profesor,

    qu piensa, qu hace y cmo acta.

    El buen profesor, ese profesor reflexivo, mediador,

    investigador, crtico, es el gran transformador del que se

    viene hablando en la literatura y en los distintos espa-cios de reflexin acadmica desde varias dcadas atrs,

    pero para ejercer su accin transformadora debe revisar

    a fondo sus relaciones con el conocimiento y analizar los

    desaciertos en su prctica docente (Barrn, 2009). Si lo

    hace, puede desarrollar la capacidad para establecer vn-

    culos de confianza con sus estudiantes, lo que aunado

    a la pertinencia de lo que hace en clase, la claridad en lo

    que dicey su conocimiento experto puede generar lo que

    Snchez, Reiko, Rodrguez & De Diego (2009, p. 20) llaman

    el compromiso escolar en el momento. Es decir, puede

    lograr en sus estudiantes un aprendizaje dialgico, quetiene como punto de partida la inteligencia culturalen la

    que se integra lo acadmico, lo prctico y lo comunicativo

    (Prieto & Duque, 2009).

    Este profesor es, por todo lo anterior, capaz de recupe-

    rar la autoridad en el aula de clase, no la impuesta y vertical

    tan debatida en la historia de la pedagoga, sino la autoridad

    que surge en la interaccin socioeducativa cuando los estu-

    diantes reconocen el saber del profesor y cuando este logra

    las condiciones para favorecer la autonoma de aquellos

    (Zamora & Zern, 2009), lo que implica una forma de

    intervencin mediante el saber experto que permita la

    construccin gradual de la autogestin del conocimiento

    en los aprendices. Al respecto, estudios recientes como el

    de Prados, Cubero & De la Mata (2010) han mostrado que

    el logro en el aprendizaje universitario est relacionado

    con una direccin eficaz de las actividades pedaggicas

    por parte del profesor, con su intervencin firme y su pre-

    sencia constante pero siempre favorecedora del dilogo y

    de la construccin colectiva de los saberes. Enton-

    ces el buen profesor es el que puede ejercer una

    buena prctica en la que confluyan las buenas

    intenciones, las buenas razones y, sustantiva-

    mente, el cuidado por atender la epistemologa

    del campo en cuestin (Litwin, 2008, p. 219). Y

    puede hacerlo porque es sensible, flexible, imagi-

    nativo, recursivo y es competente para apartarse

    de las frmulas probadas; en otras palabras, es un

    profesor creativo (Menchn, 2009).

    El esfuerzo de las instituciones educativas

    debe centrarse, entonces, en asegurar un proceso

    permanente de formacin de un pensamiento

    crtico en el profesorado, que le permita crear lascondiciones para su autorregulacin mediante

    el desarrollo de la metacognicin como punto

    de partida. Coincidimos con Hnard (2010) cuan-

    do afirma que sin el compromiso institucional

    para estimular la reflexin sobre el papel de la

    enseanza en el proceso de aprendizaje no ser

    posible dotar de sentido el concepto de calidad

    tan utilizado pero an sin asidero en la cotidia-

    nidad de la vida educativa institucional. Es viable

    hacer de la reflexin crtica un instrumento ins-

    titucional para la formacin permanente de losprofesores, as lo muestran investigaciones como

    la de Pou, Aguirre y Cordero (2009).

    Esta nueva era de la informacin con su So-

    ciedad del Conocimiento nos plantea el reto del

    pleno desarrollo personal y social de los sujetos

    de la educacin, de la creacin y recreacin de

    los procesos de enseanza y aprendizaje, del pen-

    samiento y del trabajo intelectivo. El esfuerzo

    para enfrentar el reto de manera efectiva y rele-

    vante debe ser colectivo y permanente, dentro de

    un proyecto educativo comn que tenga como

    punto de partida el reconocimiento de la rela-

    cin entre la subjetividad y la accin pedaggica,

    esa subjetividad que se repliega y despliega en la

    cotidianidad del acto educativo (Patio y Rojas,

    2009); porque slo en las aulas de clase podr

    iniciarse y mantenerse la verdadera revolucin

    educativa.

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