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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX 1. PRENSA, MODERNIDAD Y TRANSICIÓN Julio E. Moyano. 40

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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

1. PRENSA, MODERNIDAD Y TRANSICIÓN

Julio E. Moyano. 40

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

1.1. Una carta destructiva

El paso fundante de la historiografía de nuestro periodismo fue dado por Antonio Zinny1,

cuyos precursores y eruditos trabajos son insoslayables en cualquier indagación histórica del

primer medio siglo de vida independiente argentina2. Explícitamente pensados como catálogos

para uso de historiadores, sus trabajos sobre prensa periódica abarcan una amplia gama de

asuntos, entre los que destacan índices de contenidos y catálogos generales de prensa argentina

y uruguaya hasta 1852. El primero de la serie fue el de prensa de Buenos Aires, titulado

“Efemeridografía Argirometropolitana hasta la caída del gobierno de Rosas” (Imprenta del

Plata, 1869)3. Con él disponían los historiadores –por primera vez- de un catálogo de estado de

la cuestión actualizado, con información acerca de "... título, fecha de aparición, y cesación,

formato, imprenta, número de que se compone cada colección, nombre de los redactores que se

conocen, observaciones y noticias biográficas sobre cada uno de ellos y la biblioteca pública o

particular donde se encuentra el periódico"4.

El trabajo pionero de Zinny fue realizado con no pocas dificultades, pues el grueso de las

colecciones se hallaba aún en manos particulares. Cuatro “personas competentes (...) eruditos

coleccionistas” (Andrés Lamas, Juan María Gutiérrez, Vicente G. Quesada y Ángel J.

Carranza, cfr. Op. Cit. p.p. vi) a quienes Zinny agradecía especialmente su colaboración fueron

consultados acerca de la obra, y las cuatro cartas de respuesta fueron transcriptas en la

introducción del libro. Todas son elogiosas de su calidad. Tres de ellas centraron sus

comentarios en el enorme aporte que significaba el catálogo para la historiografía y el

resguardo y coleccionismo (Lamas, Gutiérrez y Carranza); la cuarta, de Quesada, fue más

larga y profundizó en cuestiones de historia del periodismo como disciplina histórica en

1 Hombre de prensa, documentalista e historiógrafo de origen italiano, Antonio Zinny nació sin embargo en Gibraltar, en 1812, llegando a nuestro país en 1842. Entre sus principales obras podemos encontrar: “Historia de los Gobernadores de las Provincias Argentinas”, “Historia de los gobernantes del Paraguay”, “Catálogo razonado de la Biblioteca de La Plata”, “Historia de la Prensa Periódica de la República Oriental”, “Efemeridografía Argireparquiótica”, “femeridografía Argiremetropolitana”, “La Gaceta Mercantil de 1823 a 1852”, “Bibliografía de las Provincias del Río de la Plata”, “Biografía de Sarmiento”, “Biografía de Pueyrredón”, “La Gaceta de Buenos Aires”, entre otras. Zinny muere en Buenos Aires en el año 1890 a la edad de 68 años. 2 "Las primeras revisiones más o menos sistemáticas de la prensa periódica resultaron del esfuerzo por ampliar las fuentes historiográficas. Precursor en tal sentido fue el examen de la prensa porteña entre 1801 y 1852, trabajo que el italiano Antonio Zinny publicara originariamente en "La Revista de Buenos Aires" y que luego recogiera en el volumen Efemeridografía Argirometropolitana hasta la caída de Rosas (Imprenta del Plata, 1869)." (Rivera, Jorge y Romano, Eduardo: trabajo citado, p. 13).3 Libro realizado sobre la base de artículos publicados anteriormente en “La Revista de Buenos Aires”.4 Ese fue, exactamente, el subtítulo de ese libro.

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formación5. La influencia de esa carta en posteriores trabajos de historia del periodismo

argentino ha sido tan grande, que merece citarse aquí al menos en parte:“La simple estadística cronológica que vd. ha formado de todos los periódicos, muestra como en

relieve el estado del país. Antes de 1801 completa mudez; ni un solo periódico en el vastísimo territorio del Virreynato de

Buenos Aires. La metrópoli no permitía la existencia de esos archivos cotidianos que hoy formarían el proceso de su mal gobierno; medrosa, como todo lo que manda con injusticia, la prensa periódica la aterraba, por que indudablemente sería precursora de la emancipación. Apenas permitía la impresión de libros místicos, como se revela por el trabajo del doctor Gutiérrez. (...)

En 1815 los espíritus empiezan a ajitarse, en aquel año se publican siete periódicos. Ese movimiento crece o decrece en los años sucesivos, y se sienten las agitaciones de las masas en los periódicos de 1820 y 1821 en estos años se publican diez y siete periódicos en aquel y diez y ocho en este.

El año 1822 revela un movimiento intelectual inusitado, la lucha de las ideas toma calor y los espíritus necesitan del debate de la prensa diaria; veinte y tres periódicos aparecen en aquel año. ¿ No es cierto que la simple estadística va indicando el movimiento progresivo del país? ¡ Y esto se demuestra por la sola lectura de los números!

Si examinásemos ahora las materias de que se ocuparon los periódicos, ¡ qué claros se verían los hechos! Sobre todo surjiría la verdad histórica, envuelta hasta hoy frecuentemente en la bruma de las pasiones de bandería.

El año 1825 solo se publican trece periódicos, la lucha parecía en calma. Viene el año de 1827 y nueva actividad; 22 diarios se publican.

En 1831, llegaron al número de 31 periódicos.La prensa periódica aumenta siempre que hay ajitaciones; porque entonces los partidos

necesitan de ese elemento poderoso que es el proselitismo. Cada partido, cada fracción, establece un órgano de sus ideas para influir en la opinión pública. En 1833 se publican 43 periódicos; es el año de mayor movimiento periodístico desde 1801 hasta 1852.

Durante el largo gobierno de Rosas ¡ qué decadencia en la prensa! ¡ Qué mudez! ¡ La libertad había huido, y la prensa periódica no vive sino de libertad! (...)”6.

Las afirmaciones de este escrito son sencillas, elegantes, y por ello tentadoras. Coinciden

además con la mirada histórica predominante en su época. En los años subsiguientes, y a

todo lo largo del siglo XX han sido repetidas y reafirmadas hasta el hartazgo7, posiblemente

mucho más allá de la intención de Quesada al redactarla como un elemental disparador de

intereses. Con ella inauguró un mito y respaldó otros en boga, transformando a su vez a

Zinny en protagonista de un involuntario aporte a la ideologización del análisis.

Obsérvese las afirmaciones que el autor de la misiva asegura basar exclusivamente en las

cifras a la vista:

a) Presunción de oscurantismo represivo como política virreinal de prensa, que

habría frenado una práctica posible en el Río de la Plata colonial.

5 Cita Quesada la Histoire des Journaux et des Journalistes de la revolution francaise (1789-1795) de Mr. Gallois como demostración del nacimiento disciplinar de una historia de los periódicos, expresando además su expectativa por el nacimiento de la misma en Argentina (Cfr. P. xvi).6 Carta incluida por A.Zinny en la Introducción de “Eferidografía Argiometropolitana...”(Bs As, 1869).7 Aparecen –tomadas con valor de verdad- en la casi totalidad de los ensayos e historias sobre periodismo argentino conocidas hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XX, incluidos los famosos trabajos de Fernández, Galván Moreno y Beltrán editados en la década de 1940 al calor del concurso convocado por la Sociedad de la Prensa.

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b) Relación directa entre cantidad de títulos y movimiento periodístico, este último

especialmente alto en 1815, 1820, 21 y 22, 27, 31 y 33.

c) Decadencia en la prensa durante el gobierno de Rosas. Lo que significa: caída

respecto de un estadio de desarrollo anterior más elevado.

Resulta curioso notar que de una lectura suficientemente atenta de ese mismo trabajo de

Zinny, las conclusiones no tienen por qué ser esas. Y mucho menos aún si tomamos en

consideración otros aportes e investigaciones. Las tres afirmaciones, sin embargo, se

difunden a lo largo de un siglo de historiografía, y se avalan e ilustran con cantidades de

títulos tomados de las obras de Zinny8, y de la vista de los principales catálogos

disponibles: de la Universidad de la Plata, la Biblioteca Nacional, el museo Mitre y la

colección Peña. Son, por ejemplo, los casos de Galván Moreno, Beltrán, Vázquez, entre

otros. Algunos historiadores como Guillermo Furlong intentan salir de la satanización del

rosismo, pero víctimas del mismo modelo teórico se ven obligados a aceptar la misma

“evidencia” que los anteriores, limitándose a corregir el juicio moral sobre la misma:“Con el segundo gobierno de Rosas (1835-1852) el número de publicaciones periódicas

decayó sensiblemente, y las existentes, en esos lustros, se mostraron sumisas a la férrea autoridad gubernativa. Sufrió detrimento la llamada libertad de prensa, pero esa merma fue compensada con la desaparición del libertinaje de prensa, que habría llegado a hacer ostensibles y trascendentales estragos desde 1820, y aún desde 1817”9.

Con ello queda completo un universo de afirmaciones ideológicas a priori sobre prensa: la

casi totalidad de autores de historias del periodismo argentino, consideraría los periódicos de

las diversas épocas como si se tratase de un emprendimiento esencial y universalmente

individual, independiente y sostenido en la voluntad o cualidades individuales; con mejor o

peor pluma, más o menos dinero, máquinas antiguas o más modernas, más o menos

8 En los trabajos de Zinny, de hecho, queda muy disponible la posibilidad de la lectura ideológica realizada por Quesada: Sus listas de periódicos por año siguen a rajatablas el criterio de “título” como indicativo de cada unidad. Y se mantiene de principio a fin una una mirada "esencialista" del periodismo: Si bien puede inducirse del propio catálogo la simplificación conceptual de la abundancia de títulos, Zinny no sólo no lo hace sino que por el contrario, al acusar recibo de la carta de Vicente Quesada acepta sin dudar dicha concepción. Cuando inducimos tal simplificación, por ejemplo, los "118 periódicos" que Zinny reconoce en el interior se transforman -como máximo- en 80, en tanto las experiencias periodísticas (distintos periódicos bajo una misma conducción e imprenta) en menos de 40, de los cuales apenas 16 tuvieron una duración mayor a un año. En el Litoral, los 37 títulos se transforman en 19 periódicos, y esto agregando algunos títulos que Zinny no menciona; las experiencias son apenas 11 y los periódicos de más de un año se reducen a 8. 9 Cfr. Furlong, Guillermo, S.J. : “El periodismo entre los años 1860 t 1930”. En: Historia de la Nación Argentina. El autor intenta matizar la contundencia de las cifras tomando como parámetro la totalidad del país, pero el criterio elegido produce la misma trampa interpretativa que si trabajase con capital y provincias por separado. Además, lamentablemente, los datos sobre los que trabaja son incompletos, y en algunos casos, erróneos, erróneos debido a las fuentes que utiliza. En cuanto a cantidades de títulos, da las siguientes cifras de publicación de nuevos periódicos: 19 en 1829, 23 en 1830, 26 en 1831, 6 en 1832, 23 en 1833, 13 en 1834, 7 en 1835, 8 en 1836, 2 en 1837, 3 en 1838, 3 en 1839, 7 en 1840, 14 en 1841, 6 en 1842, 2 en 1843, 1 en 1844, 4 en 1845, 2 en 1846, 6 en 1847, 3 en 1848, 6 en 1849, 4 en 1850, 6 en 1851. El autor es ambiguo respecto al criterio de conteo, pues al considerar comparativamente los periódicos de Buenos Aires y el interior, las sumas no coinciden con la lista antedicha, ni tampoco con la suma de periódicos publicados y nuevos. Las cifras comparativas son: cuatro en provincias y cuatro en capital para 1835, dos y siete respectivamente para 1836, siete y dos para 1840, todos en provincias para 1841, cinco y uno para 1842, 2 en provincias para 1843, uno en capital para 1844, cinco y uno para 1845, uno y dos para 1848, seis y uno para 1849, tres y uno para 1850 y tres y tres para 1851.

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dificultades y presiones del poder, mejor o peor suerte. Una suerte de continuum de progreso

matiza la sucesión de nombres desde el fin del oscurantismo colonial, excepto durante el

gobierno de Rosas. Particularmente sobre este último asunto, si en historia política, económica

o social la neurótica imposibilidad de estudiar con un mínimo de objetividad el interregno

rosista sufrida durante décadas pudo enmendarse con trabajos de contrapeso, algunos

brillantes, otros simétricamente maniqueos, en historia del periodismo esa época constituye

una suerte de agujero negro empírico y teórico, y el resultado es especialmente lamentable

por cuanto construye una génesis imaginaria en la que una supuesta época dorada del

periodismo, surgida de la naturaleza misma del liberalismo, es destruida por un tirano

cavernícola, para recuperarse luego de la acción reparadora.

Será este supuesto el que primero someteremos a interrogación crítica, pues su respuesta

abre caminos contrapuestos: La respuesta ideológica habla de un ciclo: Arcadia-pérdida-

regeneración, que comenzaría con los pro-hombres de mayo, y moriría con las facultades

extraordinarias. El momento de la regeneración llegaría de la mano de Urquiza, con la

elegancia de un periódico llamado precisamente “La Regeneración”, para continuar

aparentemente en Buenos Aires en forma exclusiva, pues lo que sucede en el interior

pareciera ser una versión pobre de la capital, sobre la cual no cabe hacer demasiadas

preguntas.

La respuesta que se propone aquí intenta, por el contrario, explicar el proceso de prensa

previo a 1875 como un largo período transicional en el cual el período rosista puede ser

explicado con algún nivel de coherencia y contrastabilidad.

Pero antes de entrar en nuestro asunto, revisemos brevemente los tópicos instaurados

voluntaria o involuntariamente por Quesada y Zinny hace un siglo y medio atrás:

a) Oscurantismo virreinal.

Cuando se produjo la conquista de América, la prensa periódica no existía aún en Europa.

Su génesis, como veremos más adelante, fue gobernada por los requerimientos del primer

Estado moderno de occidente, el Estado absolutista, y por la actividad de una burguesía y un

artesanado urbano en proceso de reformulación, de transformación de sus relaciones y

actividades en dirección hacia el capitalismo.

La prensa moderna, en su sentido de actividad social crítica estable, independiente, con roles

comerciales, de publicidad política, de adquisición literaria, etc., es una novedad surgida en

Inglaterra a finales del siglo XVII y desarrollada con no poca dificultad a todo lo largo del

siglo XVIII, como una gran novedad de alcance mundial. Antes de ello, el primer impulsor

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de periódicos urbanos estables fue el Estado absolutista, con la creación sistemática de

gacetas de Estado a lo largo del siglo XVII en las capitales europeo-occidentales. Se trata de

una forma de prensa periódica de naturaleza, objeto y rol diferentes de la prensa moderna. Si

consideramos el espacio colonial español, no hallaremos grandes anomalías en la instalación

de imprentas desde el siglo XVI en territorio americano por el Estado y sus concesiones

exclusivas respecto de la estrategia de Estado absolutista en otras regiones, incluidas las

metrópolis. La ausencia de imprentas en el actual territorio argentino hasta las postrimerías

de la colonia parece deberse más a su situación marginal en la producción y en las vías de

comunicación respecto de los puntos más dinámicos del imperio colonial español (Perú,

México), que a al freno autoritario de una práctica social ya madura.

El desarrollo del periodismo en América del Norte fue algo más veloz, debido a su

desarrollo en la metrópoli inglesa en proceso de parlamentarización del Estado, pero aún así,

nuevamente, podemos hallar signos de una rápida adopción de nuevas prácticas, apenas se

produce su necesidad. Por ejemplo, la activación mercantil de puertos coloniales, y el primer

periódico en México a partir de 1722, fecha relativamente acorde con su desarrollo en la

metrópoli española, donde los borbones se hallaban intentando una modernización

administrativa.

En el Río de la Plata no hubo necesidad de periódicos dado el carácter marginal del territorio

tanto en su valor económico (desde el punto de vista de la etapa metalista de la conquista y

colonización) como militar (hasta el avance portugués en el siglo XVIII) en relación con las

potencias modernas que utilizaban prensa periódica. De hecho, los primeros que se han

registrado son transcripciones manuscritas de noticias de gacetas españolas u otras

autorizadas (francesas generalmente) –que llegan a través de “del Janeyro”- en 1759 y

1764. Estos pequeños papeles, típicos de la circulación comercial europea desde el siglo

XVI, no parecen tener gran mercado en la aún pequeña Buenos Aires.

La llegada al trono español del Rey Carlos III en 1759 acelera la posibilidad de disposición

de imprentas a través de numerosas medidas de fomento que abarcaron todos los aspectos de

la actividad: desde la rebaja del precio oficial del plomo hasta el proteccionismo de las

imprentas españolas respecto de las extranjeras.

En el Río de la Plata los jesuitas habían dispuesto la hoy famosa imprenta de las misiones

durante casi siete décadas del siglo XVIII hasta su expulsión. Otra imprenta llega hacia 1765

a Córdoba, pero su uso es abortado por la expulsión. Desde entonces, sólo pasan 15 años

para que nos encontremos con un Buenos Aires capital de virreinato, la ampliación del

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comercio atlántico legal o ilegal, la profusión de pequeños papeles informativos, y el

traslado de la imprenta de Córdoba a Buenos Aires para su puesta en funcionamiento. No

hay evidencias de grandes “prohibiciones” –como sí las hubo de ingreso de libros

inquisitorialmente clasificados- que trabasen un impulso de los particulares a la publicación

de periódicos, tal como insinúa Quesada. Más bien parecen sumarse los cambios de virrey,

los problemas del sistema de concesión, con sus correspondientes presiones, la falta de

mercado, y muy especialmente, la total ausencia de personas capacitadas para el sostén de

una publicación regular. Una autorización denegada al francés Liniers (hermano de

Santiago) más bien parece ligada al temor de la nacionalidad del peticionante.

El texto de Quesada insinúa más: de algún modo, el periodismo nacido con el siglo XIX es

la oposición al régimen, su destrucción por dentro, el cumplimiento local del trabajo de

hormiga de la prensa burguesa inglesa desde el siglo XVIII, buscando abrir definitivamente

el cauce democrático. Sin embargo, el Estado amparó la formación sólida de hombres

criollos como Belgrano ya desde la década 1790, ubicándolo en un sitio expectante de la

gestión gubernativa. Belgrano es el primer periodista local, con sus envíos al Correo

Mercantil de España y sus Indias, según lo documentó José M. Mariluz Urquijo (1978). Esta

actividad de Belgrano no fue ocasional, se desarrolló en un período de tiempo prolongado

(entre 1793 y por lo menos 1800) y contenía ya aspectos del impulso a la agricultura, la

industria y el comercio locales que se notan en sus publicaciones de 1810.

Español fue el primer redactor por cuya iniciativa se editó el Telégrafo Mercantil, con plena

autorización e impulso del Virrey. Criollo fue el primer grupo local que logró estabilizar por

varios años una publicación (el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio), con pleno

respaldo del Virrey, quien retiró el apoyo al redactor del Telégrafo.

No aparece signo alguno de incoherencia entre este modo de publicación y otros observados

en esta etapa del Estado absolutista. Tampoco aparece signo alguno de revolución. Antes

bien, se nota el efecto del cambio de lugar estratégico de Buenos Aires en el imperio

español, su crecimiento, y la expansión de la imprenta y de las publicaciones regulares

orientadas al progresismo de la ilustración, y la dificultosa expansión de las “sociedades

patrióticas” en las ciudades tanto metropolitanas como coloniales. Sí es posible observar, a

lo largo del siglo XVIII, las dificultades que tiene el Estado español para regular y aceptar la

circulación de numerosas gacetas, algunas de temas generales, otras especializadas en

música, literatura u otros tópicos de apropiación cultural, en épocas de inestabilidad. El

ejemplo más típico de este fenómeno fue el cierre de todas las gacetas en 1792, en medio del

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temor por los acontecimientos en Francia. Pero no existían aún periódicos en Buenos Aires,

por lo que estas medidas no afectaron nuestro territorio.

El Semanario de Agricultura, Industria y Comercio existió entre 1802 y 1807. Se detuvo en

los días de la segunda invasión inglesa y no volvió a publicarse, pues los acontecimientos de

1808 produjeron una fuerte conmoción en las actividades del funcionariado porteño. Sólo

tras la llegada del nuevo virrey Cisneros a mediados de 1809 se reactivaría la

administración, y con ello la necesidad de imprimir información al público. Así, Cisneros

hizo publicar una Gaceta del Gobierno de Buenos Aires con salida bisemanal, y pidió

reiteradas veces a Belgrano que volviera al periodismo para reactivar el Semanario.

Belgrano cumplió con El Correo de Comercio, desde marzo de 1810. De él dice Oscar

Beltrán (1942):

“Belgrano sabía muy bien lo que se había propuesto, al fundar su periódico: apreciaba todo el valor de la prensa como arma eficacísima frente al poderío que los criollos iban a derrocar en breve plazo. Es cierto que si alguien se propusiera conocer lo que ocurrió en Buenos Aires durante el tiempo en que aparecía el Correo de Comercio teniendo como única fuente de información las hojas de este periódico, no podría enterarse de que, precisamente en ese tiempo, se había producido el magno acontecimiento de nuestra emancipación. Sin embargo, allí, en esas hojas, aparentemente desconectadas de la corriente de opinión literaria, latía ya, fecundo, infalible, el germen de los ideales de la generación del año ’10. Es decir que, sin necesidad de publicar panfletos incendiarios –en el caso de que le hubiera sido posible- Belgrano fue un magnífico chispero desde las páginas de su Correo. (...) Belgrano supo cumplir sus propósitos en forma tan hábil que no solamente consiguió burlar la vigilancia de los censores para “abrirles los ojos a sus paisanos”, sino que hasta se dio, más de una vez, el caso en que el Virrey (...aquel “sordo” Cisneros) le celebrara precisamente los escritos más peligrosos para los intereses políticos de España”10.

Este párrafo nos muestra la persistencia de la lectura ideologizada, en la que el analista se las

ve en figurillas para conciliar la interpretación con los hechos. Se supone que Belgrano es un

“chispero”, un conspirador político que desde sus páginas ejerce la oposición, burlando la

censura de un Estado autoritario. Sin embargo, el Semanario sale a la luz a pocas semanas

del 25 de mayo, no contiene un solo comentario sobre los eventos de esos meses, y se

concentra en la publicación de ensayos en línea muy similar a los semanarios que le

precedieron, y aún más, algunos artículos suyos publicados allí fueron reproducidos de otros

aparecidos en El Correo Mercantil de España y sus Indias... diez años antes.

Belgrano recuerda en sus memorias:“Al concluir mi carrera por los años de 1793, las ideas de economía política cundían en España con furor, y creo que a esto debí que me colocaran el la Secretaría del Consulado de Buenos Aires ()...) Cuan do supe que tales cuerpos en sus juntas, no tenían otro objeto que suplir a las sociedades económicas, tratando de agricultura, industria y comercio, se abrió un vasto campo a mi imaginación...” (Belgrano, M., Memorias, p. 23).

10 Beltrán, Oscar R.: Historia del periodismo argentino. Pág.34

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Es un tanto arriesgado aventurarse a hallar influencia directa de la Revolución Francesa –

como lo ha hecho algún autor- sobre las ideas aquí repasadas por Belgrano. “Tanto me

aluciné –agrega- y me llené de visiones favorables a la América, cuando fui encargado por

la Secretaría, de que en mis memorias describiese las Provincias, a fin de que sabiendo su

estado, pudiesen tomar providencias acertadas para su felicidad...” (Ídem, pág. 25)11. Y más

aún lo es imaginarlo a cargo de un periódico de partido propio del debate político

parlamentario y de partidos. Belgrano publicó allí “papeles”, literalmente, sus papeles:

escritos realizados sin pensarlos directamente para la publicación periodística tal como lo

entendemos hoy, sino para la función específica de este tipo de semanario: una suerte de

edición en fascículos para encuadernar tomo por tomo, a fin de guardarse en la biblioteca

como valiosísimo material de lectura y referencia, ante la escasez de libros. Pero además, y

fundamentalmente, un plan de publicación con suscripción específica por doce meses, en

aquella época y con aquel tipo de material, no podía sino estar pre-elaborada en gran parte.

Y por ello algunos historiadores de la prensa se ven obligados a hacer malabares para

explicar el silencio del “chispero” ante los hechos revolucionarios que se desencadenaban.

Si se trataba, como dice Beltrán, de hablar “entre líneas”, cuesta mucho imaginar por qué no

soltó algunas líneas después de la revolución de mayo, si nueve de los doce meses que duró

el periódico transcurrieron después del 25 de mayo, abarcando las tres cuartas partes de los

52 números de la colección. Y sobre todo, ¿cómo hizo Belgrano para mantenerse al día

como periodista en sentido moderno (la nota escrita en la semana, etc.), cuando entre junio

de 1810 y febrero de 1811 en que cesó la publicación estuvo bastante ocupado viajando al

Paraguay y arriesgando allí su vida en combate contra el gobernador Velasco?

Más bien parece una situación en que la práctica periodística de un período se encuentra

frente a la transformación radical del mundo de su tiempo. Así lo dice Belgrano en su

autobiografía cuando recuerda, en el momento más álgido de descomposición del imperio

español, a comienzos de 1810, la insistencia de Cisneros en fundar un periódico local.

Retrospectivamente recuerda que sus papeles “no eran otra cosa que una acusación contra el

11 La Academia Nacional de la Historia editó una selección de artículos de Belgrano y otros delegados del Consulado en el interior, con intereses puestos en historia económica pero que también arrojan –por primera vez- luz en cuanto al aspecto periodístico de la publicación: “En 1792 [Eugenio Laruga logra] que el Ministro de Hacienda, Diego Cardoqui, apoye doblemente la publicación de un periódico titulado Correo Mercantil de España y sus Indias; a través de la suscripción de ejemplares y mediante una circular dirigida a los consulados del Reino en el que se les ordenaba remitir a los editores las noticias de interés” (Mariluz Urquijo, J., 1978, pág. 12). Este periódico llegó cuanto menos a 1802. En una época (cuatro años) fue directamente redactado por la “Secretaría de la Balanza”, una de las oficinas de la Real Hacienda. A Buenos Aires llegaba una veintena de ejemplares y era leído y citado, según lo demuestra el autor del estudio preliminar. Agrega que “Belgrano utiliza El Correo de Comercio para reproducir páginas incluidas anteriormente en el Correo Mercantil, como puede comprobarse cotejando la Descripción de los productos y comercio de la Villa de Oruro, publicada en el periódico porteño el 19 de mayo de 1810, con la Noticia sobre esta plaza aparecida diez años antes en el periódico madrileño” (ídem, pág. 22).

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imperio español”, pero en un texto sumamente ambiguo más bien parece relativizar el poder

político del periódico: “pero todo pasaba, y así creíamos ir abriendo los ojos a nuestros

paisanos: tanto fue que salió uno de mis papeles titulado: “Origen de la grandeza y

decadencia de los Imperios”, en las vísperas de nuestra revolución, que así contentó a los de

nuestro partido como a Cisneros, y cada uno aplicaba el ascua a su sardina, pues todo se

atribuía a la unión y desunión de los pueblos” (Ídem, p. 60)

Una segunda línea de periódicos, también de Estado, nace en 1809, también por iniciativa

del virrey, la ya mencionada Gaceta. La dificultad en hallar continuidades entre la Gaceta

del Gobierno de Buenos Aires y la Gaceta de Buenos Aires editada por la Junta de mayo y

redactada por Moreno, radica en la situación del Estado, y no en la situación de la prensa. El

Virrey Cisneros hizo editar la Gaceta prácticamente al llegar a Buenos Aires, y debió

hacerla cesar cuando se hizo imposible continuar por razones de Estado a comienzos de

1810: la cadena de mando imprescindible para la realización de la función del periódico bajo

el Estado absolutista estaba cortada, según informaba un barco con las malas noticias de

España, intentando de inmediato generar un periódico con redacción local que le continuase,

bajo su mando. No habría tiempo, pues El Correo no llegaría a cumplir tal función. La

Revolución de Mayo intenta tomar la conducción del virreinato, y la función de un periódico

en esta situación se restaura. Más aún, la fractura de la autoridad virreinal entre Buenos

Aires y Montevideo, se expresa simétricamente en dos gacetas.

En la época del absolutismo, se editaba una Gaceta oficial en el centro neurálgico del poder

y en puntos críticos en que hacía falta afianzar la seguridad en la fuerza de la autoridad

durante épocas de Guerra. Estas gacetas solían llamarse precisamente (“Gaceta de ....”). Así

sucedió ante la muy complicada situación de 1809 por Cisneros, y más aún ante la ruptura

de la cadena de autoridad de 1810. El gobierno de Buenos Aires requirió una gaceta, el de

Montevideo otra, el de Lima otra, etc. etc. Esta gaceta se parecía mucho más al formato de

las viejas del absolutismo que a la Estrella del Sud que los ingleses impusieron durante su

breve estadía en Montevideo durante la invasión de 1807. Esta diferencia se notaba hasta en

el formato libro de las primeras, y el moderno formato columna de la Estrella, formato que

los lectores de Buenos Aires deberán aguardar mucho tiempo para verlo impreso en su

ciudad.

Si bien es posible hallar signos de una disposición de cambio sustancial en la Gaceta en su

primer año, signos que preanuncian los cambios revolucionarios imprescindibles para la

supervivencia de la región, algunas cuestiones permanecen como antes. Así, por ejemplo, el

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paradigma de la prensa moderna es la independencia crítica de los redactores, el libre acceso

a la expresión de las ideas y la libre circulación de las mismas. Durante el siglo XVIII el

régimen absolutista había abierto espacios acotados pero novedosos de expresión de ideas y

necesidades progresistas de la ilustración: “las virtudes, las artes y las ciencias” serán objeto

de culto por los hombres del siglo.

Cuando Mariano Moreno se hace cargo de la Gaceta, glosa Beltrán:“... si todos iban a ser llamados para que decidieran de la suerte común, nadie debía ignorar los principios políticos que habrían de reglar su resolución. Había que sacudir los espíritus para librarlos de las salpicaduras de envejecidas opiniones, y, sobre todo, no debía reprimirse “la inocente libertad de pensar en asuntos de interés universal (...) porque si se oponen restricciones al discurso, vegetará el espíritu como la materia, y el error, la mentira, la preocupación, el fanatismo y el embrutecimiento harán la divisa de los pueblos y causarán para siempre su abatimiento, su ruina y su miseria” (Gaceta de Buenos Aires, 21 de junio de 1810). (...) Cree que para la propia felicidad del pueblo es conveniente imponer dos limitaciones: 1°) Que no se rocen "las verdades santas de nuestra religión”; 2°) Que no se discutan las resoluciones del Gobierno” (Beltrán, 1943: 46).

A pesar del esfuerzo de Beltrán por colocar a Moreno dentro de los adalides de la libertad de

prensa desde el punto de vista liberal, es evidente que la militarización, la indiferenciación y

la permanencia del mecanismo discursivo básico de la prensa de Estado imperan en su texto.

Serán los sucesivos acontecimientos de la revolución y la guerra de independencia los que

llevarán a una transformación acorde de la función de la prensa periódica.

b). Que la densidad de actividad periodística de una época se puede medir en

función de la cantidad de títulos editados.

Esto es falso por varios motivos. En primer lugar, porque hasta la consolidación de empresas

periodísticas modernas, cosa que sucede en Inglaterra a fines del siglo XVIII, pero en el

resto de Europa y Estados Unidos recién a mediados del siglo XIX, los periódicos no eran

conocidos como iniciativas privadas institucionalizadas en el largo plazo.

Primero fueron instrumentos de Estado (durante todo el Estado absolutista). Con las

revoluciones burguesas surgidas al amparo de la revolución francesa, se transformaron en

iniciativas de particulares o de facciones y partidos. Pero en este momento, los periódicos

eran reconocidos por el nombre de su editor y redactor, fuese persona o partido, y no tanto

por el título. Más aún, muchas veces el título cambiaba como parte de la expresividad de su

autor, cada muy pocos números, y dentro del mismo plan de suscripción, de modo que es

imposible pensar que el cambio de nombre modificaba su identidad: el cambio era parte del

mensaje. Entonces sucedía que el periódico de un periodista conocido cambiase de nombre

numerosas veces en meses o aún semanas12.

12 Cfr. Habermas, J.: La Esfera de lo Público, 1963.

Julio E. Moyano. 50

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

En nuestro país, esto se vive en forma homóloga: existe una etapa estatal, y luego (pero en

nuestro caso superpuesta) una de títulos efímeros de un mismo periódico (los casos de

Castañeda y Pérez pueden ser suficientemente ilustrativos, pero no los únicos). Recordar por

separado cada uno de estos títulos puede ser un muy adecuado criterio de catalogación

(siempre que no se pierda de vista la matriz), pero puede ser un criterio catastrófico de

análisis si se confunde título con periódico.

En segundo lugar, el criterio es falso por cuanto otra diferencia central está dada por el peso

de cada elemento que compone el periódico. En el periódico moderno, factores como la

identidad y continuidad, los discursos integradores, la permanente posibilidad de recambio

de recursos humanos, etc. son el eje central del periódico, lo mismo que los grandes bloques

de amortización de tecnología.

En la etapa anterior, en cambio, el eje de un periódico era su redactor. Y este era a su vez

miembro o bien “escriba”13 de una fracción del poder en pugna. La consecuencia es obvia:

supongamos que el redactor “A” debe abandonar precipitadamente la ciudad porque su

facción o fracción14 ha sido depuesta. La recupera unos meses más tarde y lanza entonces su

periódico con otro nombre acorde a la situación nueva (por ejemplo: “La Paz” y “La

Victoria”). Imaginemos un escenario alternativo: durante todo ese año, el periódico pudo

editarse sin inconveniente alguno. Desde el criterio que criticamos, afirmaríamos que el

primer caso muestra más riqueza (dos periódicos). Nosotros afirmaríamos que en el segundo

caso la prensa se encuentra más consolidada, tiró más cantidad de números y en forma más

continua, etc. Otra variante de esta misma situación se daría en el proceso de constitución de

periódicos generales “político, comercial, literario”, como solían decir los encabezados bajo

el título a mediados de siglo. Poco antes, surgieron algunos periódicos exclusivamente

“políticos” y otros “mercantiles”, los primeros intentaban sobrevivir con apoyo faccional, y

los segundos con suscripciones. Durante esta época, se produciría también la ilusión de

mayor pluralidad por cantidad de títulos a la vista, pero en realidad tal afirmación contradice

el efectivo proceso de integración de secciones al modelo genérico de prensa moderna.

Esta lista podría continuar hasta el infinito: cuatro intentos fallidos de instalación de un

periódicos a financiarse por suscripción y un pequeño subsidio faccional, y los cuatro

13 En el capítulo 4 de este trabajo propongo la categoría “escriba” como un tipo específico de periodista propio de formaciones pre-modernas en transición.14 Uso el término facción en el mismo sentido usual de grupos de pertenencia con máxima cohesión interna en lucha por fracciones de excedente realizables por control del Estado o por acción militar dentro de un mismo sistema. Fracción, en cambio, remite a momentos en que la unidad del Estado pre-moderno se rompe, produciendo una ilusión de luchas de facciones.

Julio E. Moyano. 51

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

fallidos por inanición, provocarían la ilusión de pluralidad respecto de otro período en que

un solo periódico importante ocupa en forma estable todo el espacio.

Veamos muy brevemente las afirmaciones empíricas realizadas por Quesada respecto de

algunos años críticos:

1815: En este año encontramos los siguientes periódicos: El Redactor de la Asamblea, que

se inició el 27 de febrero de 1813 y concluyó el 30 de enero de 1815 con el número 24, era

de salida mensual. La Gaceta de Buenos Aires (que durante la gestión Alvear salió como

Gaceta de Gobierno), tiró este año 43 números, un promedio casi semanal. El Independiente

era semanal y tiró durante su existencia 13 números (comenzó el 10 de enero y concluyó el

11 de abril el tiempo de Alvear en el gobierno). Los amigos de la Patria y de la Juventud

publica 6 números y 2 especiales desde el 18 de noviembre de 1815 y mayo de 1816

(mensual).Observaciones acerca de algunos asuntos útiles (mensual) alcanza los 4 números

entre mayo y agosto, asignado al mismo redactor de la Gaceta. En septiembre comienzan

dos periódicos de cantidad importante de números: La prensa Argentina y El Censor. La

primera se inicia el 5 de ese mes y cesa el 12 de noviembre del año siguiente, tirando en

total 61 números (semanal). El segundo se inicia el 1° de septiembre del 15 y cesó en junio

del 19 (177 números en total con una periodicidad quincenal). En síntesis, estamos hablando

que en este año de siete títulos15, el lector tenía disponibles por semana dos ejemplares, tres a

partir de septiembre. En 1812, con solo cuatro títulos se alcanzó la misma cantidad de

ejemplares en la semana (dos o tres).Y en 1816 con diez títulos (apenas tres más que en

1815) en algunos meses del año hay disponibles hasta 5 periódicos en la semana. En 1817,

con siete títulos, la disponibilidad de periódicos en una semana era (en la mayoría de los

meses del este año) de uno o dos.

La relatividad de las percepciones de Quesada es mayor cuando nos referimos a 1820 y

1821: De los 17 títulos mencionados para 1820 el único que dura todo el año es La Gaceta

de Buenos Aires con una periodicidad semanal regular. Siete corresponden al padre

Castañeda, y tomándolos como una serie16 alcanzan una periodicidad promedio de dos por

semana. El resto de los títulos no supera los dos meses, siendo semanales, quincenales o

mensuales según el caso. Pero tampoco aquí puede hablarse, siquiera, de “intentos efímeros

independientes”, sino de sucesiones de intentos, lo cual achica las cantidades, de prospectos

de periódicos que no salieron, de sueltos, y fundamentalmente, de movimientos al interior

15 Veremos la relación entre ellos en el capítulo 3.16 El caso del Padre Castañeda será tratado con detalle en el capítulo tres.

Julio E. Moyano. 52

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

del Estado. La mayor disponibilidad de números en una semana que se alcanza es de cuatro

y sólo en el mes de diciembre, cantidad menor a la alcanzada en 1816 con sólo nueve títulos.

En 1821 este año tenemos un panorama similar al año anterior en cuanto a cantidad de

ejemplares disponibles en una semana. Es posible encontrar (cada uno de distinto periódico

pues son semanarios) y en septiembre y octubre hasta cinco. Pero sólo La Gaceta tiene

salida regular y perdura todo el año.

¿Fue 1822 es un gran año periodísticamente hablando en relación con otros cercanos?

Veamos el siguiente cuadro, en el que marcamos los títulos, ciudad en que se editaron, la

cantidad de números que llegaron a tirar, la periodicidad, y la intensidad (hacia el rojo,

mayor intensidad, hacia el verde y el azul, menor intensidad). Así, el Argos, bisemanal, se

marca en naranja fuerte, más claro los semanarios, en amarillo los censuarios y en celeste y

verde los que sólo pudieron tirar unos pocos números. Esta aparición es presentada de

acuerdo con los doce meses del calendario.

1822 - Títulos Ciudad N°S Periodicidad S/F E F M A M J J A S O N D

El Argós de Bs.As. Bs.As 99 (1822) Bisemanal

(promedio)Periódicos del Padre

Castañeda

Bs.As 1 o 2 por semana

(promedio)?

Registro Estadístico Bs.As 15 Trimestral ?

El Espíritu de Buenos Aires Bs.As 28 Semanal (promedio)El Centinela Bs.As 72 Semanal

(promedio)La Abeja Argentina Bs.As 15 Mensual

El Oficial del Día Bs.As 11 y prospecto.

Semanal El Ambigú de Buenos Aires Bs.As 3 Mensual

El Correo de las Provincias Bs.As 17 Quincenal

El Lobera del Año Veinte Bs.As 3 ¿?

L’Occident Bs.As 2 ¿? ?

El Furor de las Pasiones Bs.As 2 ¿?

La Revolución Ligera de Bs

As

Bs.As 1 Único

El Precio Corriente Bs.As Poc

os

Mensual

El Hombre Libre Bs.As ¿? ¿?

Distintos títulos sueltos. Bs.As 4 -

De ningún modo es grande la diferencia respecto al año anterior: El 11 de enero reaparece el

Argos, ahora bisemanal, y dura todo el año. Castañeda dura hasta octubre-noviembre con

periodicidad similar. El tercer elemento es El Espíritu de Buenos Aires, que empezó el 26 de

enero y cesó el 4 de julio. El 28 de julio aparece El Centinela.

Julio E. Moyano. 53

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

Agreguemos desde mediados de abril la Abeja Argentina (mensual), desde agosto el Oficial

de Día, que cesa el 7 de noviembre, y el 19 de ese mes empieza en forma quincenal el

Correo de las Provincias y completan el panorama tres números del mensuario El Ambigú,

entre julio y setiembre.

Repasemos: dos periódicos bisemanales y uno semanal a lo largo de todo el año más otro

semanario de agosto a noviembre; un mensuario desde abril; un registro estadístico

trimestral; tres números mensuales más del Ambigú. Y no más de veinte (15 á 20) números

en total de todo el resto, incluyendo una hoja mercantil (El Precio Corriente) de la misma

editora del Argos, un título ministerial, sueltos de noticias extranjeras y sueltos de guerra

(números únicos). Observemos esta distribución en un cuadro de apariciones mes a mes,

constando también la cantidad de números y su periodicidad. Algunos, lamentablemente,

aparecen sin fecha por falta de información, pero entendemos que no afectan el cuadro de

conjunto, pues probablemente tiendan a ser experiencias tenues.

Vemos pues, en el cuadro, que no hay motivo alguno para fundamentar un comentario de

aumento de algún tipo en la actividad periodística entre 1820-21 y 1822, salvo una línea

muy tenue de ampliación cuya intensidad es muy similar a lo largo del siglo tomando como

conjunto los países del cono sur.

En 1823, en cambio, podría notarse que aparece el primer diario, llamado primero El Diario

de Buenos Aires y de inmediato La Gaceta Mercantil. Pero es un solo título para Quesada. Y

por cierto que algo es algo, pues este periódico, que atravesó inmune todo el período rosista,

que posee records como el ingreso de la primera imprenta movida a vapor (en 1839), y cuya

colección completa (8473 números) es más del doble mayor, por ejemplo, que la totalidad

de números de periódicos tirados en todo el interior desde su aparición en 1818 hasta 1852,

este testigo de época trabajado sistemáticamente por Zinny en forma separada, fue lisa y

llanamente omitido de la Historia del Periodismo Argentino de O. Beltrán.

Comparemos el cuadro de 1822 con el del año siguiente. Nótese que ahora aparece en rojo la

fila correspondiente a la Gaceta Mercantil, por se de circulación diaria:

Julio E. Moyano. 54

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

1823 Títulos de Buenos Aires N° Periodicidad S/F E F M A M J J A S O N D

El Argós de Bs.As. 105 este año. Bisemanal (prom.)

Registro Estadístico 15 Trimestral

El Centinela 72 Semanal (prom.)

La Abeja Argentina 15 Mensual ?

El Correo de las Provincias 17 Quincenal

Diario de Bs As / La Gaceta

Mercantil

Se continúan. La Gaceta tiró

8473 números (total)

Teatro de la Opinión 65 Bisemanal

El Republicano 26 Quincenal

Diario del Ejército. 2 cuadernos de 24 y 51 pág.Salida irregular

Boletín del Ejército 7 Semanal (prom.)

El Pueblo 1

Los locos son los mejores... 1

El Ciudadano Imparcial 1

Anales de la academia de medicina. 1 número de 199 pág.

Dime con quien andas 1 ?

En el año 1825 dice Quesada: “se publican sólo 13 periódicos, la lucha parecía en calma”

Pero estos 13 títulos (correspondientes a la ciudad de Buenos Aires) alcanzan, según nuestro

punto de vista un grado de consolidación e intensidad mucho mayor que, por ejemplo,

1821.Hay tres periódicos que perduran durante todo el año (y también un cuarto, pero que

sufre una interrupción durante tres meses). Uno de ellos, La Gaceta Mercantil tiene una

periodicidad diaria; los otros semanal. Podemos encontrar así hasta trece ejemplares (de

distintos periódicos) en una semana. La prensa ha alcanzado cierta calma, pero no

relacionada con la inactividad, sino con la consolidación creciente. Hacia 1827 se podía

contar en una semana -durante la mayoría de los meses del año-. con por lo menos dos

diarios, dos o tres tri-semanarios y dos o tres semanarios, lo que ponía a disposición una

importante cantidad de ejemplares en una semana. Aunque no todos los periódicos se

mantuvieron constantes durante todo el año. Sólo lo logran La Gaceta Mercantil y The

British Packet.17

17 Esto es en Buenos Aires. En Córdoba el semanario La Verdad sin Rodeos también continuará todo el año.

Julio E. Moyano. 55

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

En 1831 nos encontramos, según Quesada con 31 periódicos. De estos, podemos encontrar,

en los meses más numerosos hasta diez simultáneos, no más, nivel ya alcanzado en 1827. Lo

importante es que seis de ellos perduran todo el año y continúan en el 1832.

1833 - Títulos Prov. N° Periodicidad S/F E F M A M J J A S O N DLa Gaceta Mercantil Bs.As 8473 DiarioEl Precio Corriente Sem. Bs.As 170 Semanal

El Diario de la Tarde Bs.As Diario

El Lucero Bs.As Diario

El Iris Bs.As 111 Diario

El Defensor de los derechos del Hombre 94 Diario

El restaurador de las Leyes Bs.As Diario

El Amigo del País Bs.As Diario

El Constitucional Bs As Diario

Registro Prov. Del Gobierno de Bs.As 18 Diario

El Monitor Bs.As 246 Diario

El Patriota Bonaerense Bs.As 13 Trisemanal

El Gaucho/La Gaucha Bs.As 6 o´7 Semanal ¿?The Cosmopolitan Bs As Semanal

Cacique Chañil Bs.As 26

El Diario de Comercio de la mañana 9 Diario

Julio E. Moyano. 56

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

El Negrito/La Negrita Bs.As 6 y 2 númerosEl Látigo republicano Bs.As 5 Semanal (promedio)El Águila Federal Bs.As 4 SemanalEl Independiente Bs As 1 ÚnicoMiscelaneas de Damas Bs.As 1 ÜnicoEl Rayo Bs As 2El Escarmiento Unitario Bs.As 2El Relámpago Bs.As 2 El Rompecabezas Bs.As 2El Avisador Bs As 2 DiarioEl Loco Machucabatatas Bs.As ¿?Los Muchachos Bs.As 1 ÚnicoGuía de la Ciudad y Almanaque 1 ÚnicoEl Carancho Bs As 1 ÚnicoConfesión de un Cismático Bs.As 1 SueltaEl Fígaro Bs.As 1 ÚnicoLa Opinión Pública Bs.As 1 El Federal Sumiso a las Leyes BA 1 ÚnicoDime con quien andas Bs As ¿? Cesó el 2/10El Conciliador Bs.As ProspectoEl Copiador Bs.As ¿

?

North Star Bs.As ProspectoTelón corrido Bs As No se publicóLa Ticucha/Don Cunino Creemos que son seudónimos de El negrito/La Negrita. No se han tenido a la vista.

Crítica de unos tenderitos Bs.As 1

?Los Cueritos al Sol Bs.As No se publicóLas memorias secretas del Sr. Monteagudo

El año 1833, que es el más activo según Quesada, cuenta con sólo tres periódicos que se

mantienen todo el año (de los cuales dos son diarios y uno semanario). Pero de los cuarenta

y tres títulos mencionados, dos no se publicaron, tres son de publicación dudosa, dos sólo

publicaron el prospecto, 10 publicaron sólo un número y cinco publicaron dos números. Es

decir que de los 43, 22 no pasan de los dos números. Y salvo que se mida la actividad

periodística por la cantidad de intentos, este año no tiene por qué ser considerado más activo

que 1827, 1832 o que 1835. En este último año, por ejemplo, contamos con tres periódicos

constantes a lo largo de todo el año de los cuales dos son diarios y uno semanario; un diario

que dura hasta fines de septiembre, un semanario que dura hasta fines de agosto y en abril se

inicia un semanario que continuaría hasta 1836. También hay un cuarto diario que dura de

febrero a mayo.

Julio E. Moyano. 57

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

Una adecuada sistematización que respete los lazos de continuidad entre títulos, las

relaciones de magnitud entre periódicos que se intentan estabilizar y fallan, y aquellos

impresos con exclusivo fin de ser únicos (los sueltos, una forma periodística que en el siglo

XX no se registra bajo la categoría de periódico). También el tipo de periódico de que se

trata, la cantidad de superficie papel ocupada, su duración, la cantidad final de números, sus

contenidos, brindaría un mapa valiosísimo no sólo para la comprensión de la historia de los

periódicos, sino como herramienta para historia política y para el uso del texto periodístico

como fuente. La tarea debería, reconociendo el carácter fundante de las tres obras

catalográficas hasta 1852 de Zinny, concluir con esta suerte de confusión óptica.

c) Que el período rosista constituye un “agujero negro” de decaimiento entre

una suerte de arcadia liberal y su regeneración.

No puede negarse las condiciones de dificultad que generó el rosismo a expresiones de

prensa opositoras o potencialmente desestabilizantes de su particular sistema de cohesión.

Sin embargo debe recordarse que antes de Rosas no existió una forma de prensa moderna

que éste pudiese anular, sino que ésta se encontraba en pleno proceso de constitución, con

periodismo de Estado y hojas mercantiles en etapa de surgimiento, importante cantidad de

sueltos de formato y contenidos premoderno (faccional o noticias transcriptas de periódicos

extranjeros, con un solo tema por suelto). Durante el rosismo, más allá de las dificultades de

supervivencia de las hojas mercantiles a causa del bloqueo, el periodismo representado por

diarios de interés general (documentos oficiales, editoriales doctrinarios, literatura,

información mercantil, material de interés cultural, educativo y científico y avisos) se

consolidó, circulando dos diarios y uno a tres semanarios de interés general en forma

permanente aún en sus años más duros. Con la represión de la acción faccional disminuyó la

cantidad de periódicos de combate existentes en los meses de indefinición en la lucha por el

poder (típicamente, períodos de existencia de tres a cuatro meses), sus mandantes pasaron a

Montevideo y sus periódicos los acompañaron en sus combates. Resulta interesante notar

que en Montevideo, en los años ’40, se produce una “disminución de títulos” por causa

similar a pesar del bloqueo: estabilización de buenos diarios de interés general, más allá de

su posición militante respecto de las cuestiones del Estado nacional.

El rosismo sí impidió o mejor dicho demoró la aparición de un modo de prensa de capa

dirigente caracterizada por su funcionamiento parlamentario, requiriendo para sí, por el

contrario, una forma en que su voz como autoridad superior del Estado estuviese expresada

por la voz del periodismo como parte de la acción de Estado. Esto excluye la forma

Julio E. Moyano. 58

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

parlamentaria moderna. Sin embargo, a diferencia de algunos puntos de provincias en que el

desarrollo mercantil capitalista era mucho menos avanzado (la prensa como operación

político-militar de Estado funcionaba exactamente como tal). En Buenos Aires la

prohibición del libre juego parlamentario de la prensa dejaba protegido el proceso de

crecimiento de la actividad mercantil de los periódicos, de la información comercial, de los

hábitos de lectura de la información extranjera, de la trascripción de libros y piezas

literarias, y de todo el conjunto genéricos de producción doctrinaria y de sentido “educativo

adisoniano” propios de toda esa tradición. Forma curiosa, correlativa al particular modo de

“demorar” la parlamentarización de otras instituciones sociales a cambio de la estabilización

de funciones cuya maduración, paradójicamente, daría lugar a una nueva etapa con la salida

de Rosas de la escena política nacional. Esto puede demostrarse tanto por el “antes” como

por el “después”, esto es, qué le precedió y cómo continúa posteriormente la transición.

Un programa de trabajo para conocer la magnitud de la diferencia generada por Rosas

debería incluir todas estas cuestiones, y lograr un conocimiento cabal comparativo de

cantidades de números, cantidad de extranjeros con experiencia en tipografía y redacción

que ingresan y permanecen, traspaso de personal capacitado hacia el interior, correlación de

desarrollos acelerados de prensa tanto en Buenos Aires como en Montevideo, Santiago de

Chile, Valparaíso y localidades del interior argentino, sobre todo en el Litoral sur. También

el rol del bloqueo en la contracción comercial y de los papeles mercantiles, de la formación

de un público lector, las temáticas, las competencias.

d) Que la actividad periodística en los distintos períodos anteriores, durante y

posteriores a la organización nacional es esencialmente la misma, y puede evaluarse

con criterio idéntico, y que las diferencias se limitan al proceso de tecnificación paulatino,

el proceso de aumento de tamaño en relación probable con el aumento de la publicidad y de

la población lectora, y en el “agujero negro” que habría provocado la dictadura de Rosas,

entre un florecimiento previo y un renacimiento posterior. Esta afirmación es lisa y

llanamente catastrófica. Comenzaremos con un ejemplo relativamente claro. Nótese en el

cuadro siguiente, la aparición de periódicos en el interior del país. En amarillo, los años en

que circuló al menos un periódico. En violeta, cuando no circuló ninguno. En otros colores

se menciona –según el caso- presencias muy mínimas de periódicos, o su paso efímero con

un ejército.

Julio E. Moyano. 59

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

Bs.

As

Ros

ario

La R

ioja

Cat

amar

c

San

Lui

s

San

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Juju

y

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Tucu

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San

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Gua

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chú

Par

aná

1817/19182018211822182318241825182618271828182918301831183218331834183518361837183818391840184118421843184418451846184718481849185018511852

Existencia de prensa Prensa tenue Prensa muy tenue No existe prensa periódica

Sin datos Prensa militar exógena Prensa estatal militar tenue Prensa militar tenue

Este cuadro se parece a un “negativo fotográfico” de las afirmaciones ideológicas sobre

desarrollo histórico de la prensa. Como puede observarse, marca por lugar y por año la

existencia de prensa periódica en la Argentina, entre 1820 y 1852. Nótese que algunos de los

puntos de existencia son tremendamente tenues: brevísimos pasos de ejércitos con imprentas

ambulantes de combate, experiencias inferiores a diez números en el año, etc. Tomando en

Julio E. Moyano. 60

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

consideración todos los puntos de existencia, la lectura es la siguiente: si la versión “clásica”

nos cuenta que la prensa es en su historia un continuum de cuidado y expansión de la

opinión pública independiente, entonces resulta lógico esperar su expansión en períodos de

paz y apertura, en contraposición con su contracción en períodos de guerra civil, represión y

fuerte autoritarismo.

El cuadro que se propone aquí, en cambio, muestra un mapa de existencia de prensa en el

interior milimétricamente idéntico al de picos de máxima tensión y operaciones de combate

de la guerra civil argentina, en tanto hace coincidir su inexistencia con numerosos momentos

de estabilización y pacificación. De más está decir que esta identidad de prensa periódica y

operaciones político-militares de Estado desaparecerá con la organización nacional. En los

capítulos siguientes trataremos de demostrar esta cuestión y analizar en sus recorridos un

reconocible proceso de transición que muestra las vicisitudes de la prensa periódica en co-

relación con los modos específicos de construcción de un Estado moderno en la Argentina,

su incorporación al mercado mundial capitalista, y el nacimiento de una sociedad civil con

reglas de juego de hegemonía y disenso. Tal demostración facilitará, en tanto produce una

propuesta metodológica de tratamiento específico, herramientas de búsqueda documental

consecuentes, de análisis del texto de prensa en su especificidad histórica, de

reconsideración tipológica.

En cuanto a lo primero, veremos que es muy útil en términos prácticos la reorientación de la

búsqueda documental hacia las operaciones militares y las político-militares de Estado, para

hallar datos sólidos en relación con puntos oscuros de nuestra historia; en cuanto a lo

segundo, veremos que es posible una reconstrucción semiótica del texto de prensa pre-

moderno en el que dado el rol diferente del periódico y del periodista en él, hallemos

conclusiones más sólidas, coherentes y contrastables en relación con una lectura más

tradicional; en cuanto a lo tercero, podremos repensar lo que se entiende por periódico en

cada época, hallando, por ejemplo modos de identificaciones tipológicas más claras, como

los primeros periódicos de la región, tan cercanos a lo que hoy entendemos por una

publicación unitaria por entregas, divisible en tomos para su encuadernación y guardado en

bibliotecas, o los extraños modos de persistencia del órgano del Estado cuando aún no hay

prensa independiente pero el Estado se encuentra fraccionado por las luchas, o los

periódicos únicamente mercantiles, esto es, con información de precios, entradas y salidas

de barcos y mercancías, de aparición bastante común antes de la estabilización de periódicos

de interés general que absorbiesen esa función, los que fueron publicaciones de material a

Julio E. Moyano. 61

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

término con temas de medicina, para guardar, los sueltos de información internacional, los

sueltos que en realidad no son periódicos precisamente porque son sueltos, y cuyo único

hilo de unión es que algunos impresores daban a imprenta sueltos de diversos orígenes

algunas veces en un año.

Aclarar estas categorías permitirá a su vez analizar con mayor seguridad las

transformaciones de formas por las que estas pasaron. Así, por ejemplo, la aparición de

hojas mercantiles a fines de la década de 1820 fue un “avance” en el sentido de mostrar las

posibilidades nuevas del mercado local, y a su vez un indicador de la debilidad del mismo,

que aún no lograba sostener económicamente periódicos de interés general que contuvieran

los datos mercantiles como sección completa. Cosa que sí se lograría por completo en la

década siguiente.

Del mismo modo, es posible considerar las enormes diferencias de rol del periódico y el

periodista, las que –desde nuestro punto de vista, son notablemente diferenciables entre

Buenos Aires y el interior, por un lado, y en ambas regiones a lo largo de toda la transición,

por el otro. Insistiremos repetidamente en esta cuestión en los ensayos subsiguientes, pues

entendemos que estas diferencias afectan la naturaleza misma de la actividad, hasta el punto

de requerirse definiciones diferentes de la actividad y del rol para cada región y época, al

menos hasta bien iniciado el proceso de transformación económica y estatal de la década de

1850.

Desde este nuestro de vista, se hace imprescindible reconocer fuertes soluciones de continuidad

a cuyos lados se encuentran no niveles distintos de desarrollo de una prensa periódica, sino

objetos culturales distintos, tipos de prensa que no pueden compararse, son inconmensurables si

se pretende observarlos como participando de la misma categoría. Caso contrario, se cae en un

efecto ideológico adicional: tratar al periodismo del interior del país como a una versión

pequeña, “fronteriza” del periodismo de la ciudad puerto, versión que merece un capítulo “al

final” de la investigación global, relatando un nacimiento idéntico pero más atrasado en tiempo

y técnica, en cantidad de periodistas, en niveles de libertad de prensa durante el rosismo

(versiones contradictorias al respecto), y en parte menor en cantidades (único dato certero).

Nosotros diremos que son objetos distintos, y que esta distinción explica el grueso de la

diferencia de magnitudes. Pero como objetos distintos y en relación con su rol, ambos son parte

del mismo cuerpo de cualquier historia que se intente de la prensa y de sus usos. Más aún, se

afectan mutuamente en el tipo de arranque militar en el interior, que pertenece al mismo

“sistema” de relaciones que genera las primeras imprentas (las condiciones de la guerra civil y

Julio E. Moyano. 62

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

del gobierno nacional producen la totalidad de las imprentas y periódicos del interior anteriores

a 1852). Algunos problemas complementarios de esta diferencia podrían resolverse en la

misma dirección. Así, por ejemplo, los niveles de libertad de prensa en uno y otro punto

durante el rosismo: ¿Es efectivamente mayor la posibilidad expresiva en el interior, como lo

dicen o insinúan algunos historiadores? ¿ O como consecuencia de una pertenencia más militar

de la prensa del interior esta es inferior, a diferencia de Buenos Aires donde sobreviven los

gérmenes de formas más modernas y neutrales? ¿O son similares dentro de sus

particularidades, como lo dice por ejemplo Vázquez? Nosotros pensamos que no es mayor la

posibilidad del interior, ni tampoco inferior ni similares dentro de sus particularidades, sino

distintas en su identidad, esto es: inconmensurables en sus respectivos roles, pero a su vez

identificables en relación con la dinámica de los movimientos militares y de consolidación

estatal.

Trataremos de desarrollar esta cuestión en detalle en los ensayos subsiguientes, donde

intentaremos demostrar, además, que la evolución de la primer prensa argentina es coherente

pero no idéntica, incluso en sus especificidades, con el desarrollo de conjunto de la prensa

europea-mundial. En sus características, sus roles, sus momentos, sus tipologías, etc.

Trataremos de aportar, finalmente, una visión general de lo que entendemos es un camino

hacia la modernidad cuya discontinuidad se tamiza por una dirección clara y por el

desarrollo diferenciado entre Buenos Aires y el interior, así como algunas líneas de

aplicación práctica de este modelo explicativo, tanto en el aspecto empírico de la

historiografía como en el semiótico y de uso historiográfico del texto de prensa.

Al concluir este breve recorrido volvemos nuestra mirada al comienzo: una obra fundante y

fundamental como la de Zinny fue a su vez vehículo de ideologización del análisis. Si algunas

afirmaciones (oscurantismo previo, cantidades de título por año y nueva oscuridad rosista)

pertenecen a la carta de Quesada, no puede decirse lo mismo de la mirada esencialista de la

actividad periodística sumada a la confusión de título con periódico, que sí aparece muy

claramente en Zinny. Una revisión crítica se torna aquí imprescindible para la historia de la

prensa periódica, lo cual no desmerece un milímetro la enormidad de su aporte, ni mucho

menos de su cualidad ética, pues el ítalo-argentino realiza numerosos comentarios atravesados

por el sentido común de la capa política e intelectual de su tiempo, que en su inmensa

mayoría combatió la dictadura de Rosas (o bien aceptó más tarde satanizarla), sentido que

delimita lo “políticamente correcto” en sus análisis, pero este atravesamiento no afectó

Julio E. Moyano. 63

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

jamás la calidad de su registro, pues la honestidad intelectual del autor impidió el menor

falseamiento de información y brindó todo el material empírico a su alcance.

Que su obra continúe siendo aún hoy referencia obligada, habla de la gran calidad de su

labor, pero también -a ciento treinta años de la primer publicación de sus estudios- de una

barrera infranqueable de dificultades empíricas y callejones sin salida teóricos para obtener

una visión de conjunto sólida y operativa. Así, todavía en 1987, dos brillantes investigadores

de nuestra cultura como Jorge B. Rivera y Eduardo Romano, en “Sobre maneras de leer y de

pensar la prensa periódica” debían arrancar su reseña con una caracterización amarga: "De

manera indudablemente paradojal, un periodismo que se inicia a comienzos del Siglo XIX, y

que en determinado momento contó entre sus títulos a algunos de los diarios más importantes

del mundo -desde el punto de vista de su circulación y calidad intrínseca-, no cuenta con obras

historiográficas globales de real significación. Podemos mencionar como excepciones, sin

embargo, a tres libros aparecidos a comienzos de la década de 1940, con dos salvedades obvias

e indispensables: se trata de libros (...) desactualizados (...) inscriptos en la vieja línea

"catalográfica" de la más rancia historiografía argentina, atenta a la acumulación de nombres,

títulos y fechas (no siempre confiables) y no al tipo de análisis que podría interesar desde una

perspectiva científica y cultural más moderna". (Rivera-Romano, 1987: 16.).

En los últimos años, afortunadamente, ha aparecido un cúmulo de trabajos que, si bien no

abordan una visión de conjunto de la prensa argentina, sí modifican en profundidad nuestra

visión de la historia social y política, particularmente en cuanto a articulaciones entre Estado y

nuevas formas de representación y legitimación en que la organización política en partidos y

otras formas de socialidad formales y no formales ocupan cada vez más espacio a costa de

lógicas de combate y pertenencia propias de la etapa anterior.

Dice, refiriéndose a este cambio, la historiadora argentina Hilda Sábato:“En los últimos quince años tuvo lugar una renovación profunda en los análisis y las interpretaciones del pasado político argentino. En sintonía con el florecimiento que experimentó la historia política en otras latitudes, contamos hoy con un conjunto significativo de trabajos que se refieren al clásico problema de la construcción del poder desde nuevas perspectivas y con interrogantes también nuevos. Han quedado atrás las visiones que entendían al siglo XIX casi exclusivamente en términos de la transición progresiva de la sociedad colonial al Estado moderno, y que se interrogaban sobre todo por los avances realizados a lo largo de esa senda y por los obstáculos que habrían bloqueado el camino hacia un destino nacional, que se consideraba ya inscripto en los orígenes revolucionarios. En cambio, se pone el énfasis en la diversidad de procesos que se desarrollaron a lo largo del siglo, procesos sociales complejos y nada lineales, cuyos resultados no estaban prefigurados de antemano. De esta manera, períodos que antes se consideraban sólo como meras etapas en el camino hacia el progreso, ahora se estudian por derecho propio, regiones marginales de los núcleos centrales de modernización ganan visibilidad, y cuestiones que aparecían subordinadas al argumento principal del relato adquieren relevancia. Al mismo tiempo, el pasado de la Argentina se integra en el marco de la historia iberoamericana de la cual forma parte. Este estallido temático reconoce, sin embargo, un horizonte común –el de las interpretaciones de Tulio Halperin Donghi, Natalio Botana y José Luis Romero- y algunos focos privilegiados” (Sábato y Lettieri, 2003: 10).

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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

Contamos, por lo tanto, con un estado de la cuestión específico (prensa argentina de mediados

del siglo XIX) muy disperso y atravesado ideológicamente, pero jalonado de brillantes trabajos

de recopilación documental (desde Zinny hasta Auza), al que en las últimas dos décadas se han

sumado desarrollos en dimensiones clave del objeto, abriendo así puertas fundamentales para

renovar su estudio. Así, como adelanté en el marco teórico, existen trabajos recientes que

barren el campo de las articulaciones entre Estado, vida política, socialidad y opinión en la

Argentina del siglo XIX, como las producciones colectivas encabezadas por Sábato y Lettieri

(2003) “La vida política en la Argentina del siglo XIX. Armas, votos y voces”, Bonaudo (1999)

“Liberalismo, Estado y orden burgués (1852-1880)” y Goldman (1998) “Revolución,

República, Confederación (1806-1852)”, así como el estudio de Alberto Lettieri (1998) “La

República de la Opinión. Política y Opinión Pública en Buenos Aires entre 1852 y 1862”, en el

que el autor caracteriza las relaciones entre política y formación de la opinión pública en

Buenos Aires en el período recortado, relaciones que necesariamente se entrelazan con el

universo de los periódicos porteños, o, a la inversa, trabajos que realizan un recorte espacio

temporal mucho más amplio pero sobre un objeto mucho más específico en cuanto al interés de

esta tesis, como por ejemplo el volumen colectivo dirigido por Paula Alonso (2003),

“construcciones impresas. Panfletos, diarios y revistas en la formación de los estados

nacionales en América Latina, 1820-1920”. Respecto de este objeto, en forma complementaria

a la caracterización de H. Sábato sobre historia política y social argentina que he citado más

arriba, dice Alonso: “Desde hace ya algunos años, sin embargo, el tema de la prensa ha alcanzado una singular centralidad en la historiografía. Este renovado interés, llamado ‘la nueva historia de la prensa’ se debe a una multiplicidad de causas. Además de la popularidad de textos como el de Jurgen Haberlas y Benedict Anderson que han revitalizado el tema, el renovado interés es principalmente resultado del abandono de las interpretaciones extremas señaladas y de los logrados intentos por encontrar el significado de estos escritos en su entorno, no como antecedentes de algo que luego será muy distinto, sino como componentes clave de una situación dada. Este renovado interés también se ha registrado en diversos países de América Latina y ha dado lugar a importantes contribuciones individuales y a esfuerzos colectivos” (Alonso, 2003: 9).

En tal brecha trata de inscribirse, en la medida de sus posibilidades, este trabajo.

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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

1.2. Prensa y Modernidad: Problemas de Investigación Histórica

El rol del Estado en el proceso histórico de constitución de la prensa periódica como práctica

social no debería subestimare. Esto, sin embargo, ha sucedido abundantemente,

particularmente en aquella bibliografía cuyos autores provienen del ámbito ideológico

liberal, no tanto por propios errores como por hacer propios los mitos de origen que la

prensa contemporánea ha construido sobre sí misma. Porque la prensa moderna se auto-

asigna desde su aparición histórica en los siglos XVIII y XIX, el rol de contralor del poder

institucional, en constante tensión con las funciones de gobierno y Estado. Las luchas por la

libertad del discurso y circulación de la prensa respecto del poder durante las revoluciones

burguesas, la institucionalización social del libre examen, etc. reforzaron esta idea. La

genealogía burguesa de las imprentas y los periódicos en la casi totalidad de su historia

hacen el resto: destaca en su relato –con bastante razón por cierto- el periodismo como

práctica burguesa y liberal por excelencia. Es tentador, entonces, organizar su historia como

una línea de desarrollo de libertades y servicios de empresa privada en una sociedad

crecientemente democrática, y donde los altibajos de la prensa son los altibajos de las

libertades públicas.

En gran medida esta percepción anticipa una idea correcta de la cuestión. Pero este lugar de

“contralor del poder” desdibuja el otro flanco histórico de su existencia: su lugar actual es

precisamente institucionalizado, con poder propio, desde la sociedad civil, dentro de los

Estados parlamentarios modernos. Este punto histórico de llegada al lugar institucionalizado

no está en discusión. El camino histórico recorrido sí debería revisarse.

1.2.1. Una práctica social de intercambio constante

La condición de existencia de la prensa periódica es la circulación en gran escala y no

personal de mercancías y noticias. Tal modo de circulación constituye tanto su forma de

existir (mercancía-noticia en circulación) como su contenido (la circulación de mercancías y

noticias como su objeto). Tales condiciones -pero aún no la prensa periódica- pueden

hallarse por primera vez a fines de la edad media, tal como lo repasa Habermas en uno de

sus párrafos más conocidos:

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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

"Con el temprano capitalismo financiero y comercial, irradiado a partir del siglo XIII desde las ciudades norteitalianas hacia la Europa Occidental y nórdica, surgen primero los emporios de los Países Bajos (...) y aparecen luego las grandes ferias en las encrucijadas de las rutas comerciales largas; con él se dan los elementos para la formación de un nuevo orden social. Al comienzo son integrados sin muchas complicaciones por el viejo sistema de dominación. (...) este capitalismo estabiliza, por un lado, las relaciones estamentales de dominio; y pone, por otro lado, los elementos en los que aquellas habrán de disolverse. Nos referimos a los elementos del nuevo marco de relaciones: el tráfico de mercancías y noticias creado por el comercio a larga distancia del capitalismo temprano" (Habermas, Historia y Crítica de la Opinión Pública, p. 53).

Los más remotos antecedentes de la prensa periódica también pueden hallarse en las

postrimerías de la Edad Media18, a fines del siglo XIV y comienzos del XV, en las

principales ciudades de Occidente, de mercantilización más temprana: en Holanda,

Alemania, el norte italiano y Cataluña.

Allí, prensa y periodismo nacieron –ambos entre los núcleos burgueses urbanos- por separado.

Su fusión para lograr un desarrollo más y más acelerado –fulminante a partir de los siglos

XVIII y XIX- demoraría aún dos siglos. Y el elemento unificador de ambas actividades fue, en

primer lugar, el Estado absolutista.

Porque si bien desde su nacimiento, en su desarrollo y expansión por el mundo, la prensa

periódica llevó la impronta de su linaje burgués, el nuevo modo de relación social que ésta

vehiculiza es también y antes aún la condición de existencia de esta nueva forma de Estado,

la primera moderna: un Estado que deja atrás las relaciones estamentarias, personales y de

coerción y servicio directos propios del Estado feudal, e intenta organizar un aparato de

dominio estable, permanente y centralizado sobre el conjunto territorial de una nación o al

menos de un espacio abarcativo de una enorme cantidad de territorio feudal.

Primero artesano, después capitalista, su linaje burgués recorrió todo tipo de variantes, pero

posee algunos elementos comunes a todos lo tiempos y lugares en que se desarrolló hasta

ahora: actividad específicamente urbana y propia de formaciones sociales donde esa vida

urbana posee un alto grado de autonomía, e incluso de superioridad económica y política,

respecto de la vida rural; sus sujetos productores son urbanos, vinculados al artesanado gremial

primero, a la acción del Estado luego, y a la empresa productiva capitalista después. Pero sin

excepción hasta ahora, el paso a la empresa productiva capitalista nunca se dio desde la nada o

desde el artesanado, sino a través de la presencia del Estado que la estabilizó como práctica

económica y social, organizó sus agendas temáticas y originó géneros, instauró la regularidad y

18 Las actas diurnas romanas no fueron periodismo: Existe analogía en tanto que una formación estatal compleja organiza modos de circulación estables de información, pero las actas diurnas eran informes personalizados, puntuales, requeridos por un mandante superior, y no un ejercicio habitual de búsqueda y difusión de información. Mucho menos de “libre examen” y crítica. Lo más parecido a un antecedente antiguo del periodismo moderno, debe rastrearse en la historia de China (Cfr. Lin Yu Tang, 1947).

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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

le dio uso sistemático como instrumento de afirmación de autoridad ante el “público”, como

instrumento de combate y como instrumento de interacción social durante procesos de

constitución brusca de poblaciones de grandes ciudades (como París, por ejemplo). Es pues,

tanto un instrumento necesario para la existencia del Estado moderno, un instrumento para uso

del Estado, y un instrumento que requiere ser ampliamente controlado por el Estado. Esta

tensión fue vivida desde el primer Estado absolutista, pasando por la época de las Revoluciones

burguesas, el Estado parlamentario clásico e incluso el Estado de bienestar, el cual estableció

toda una nueva doctrina de interacción con la prensa periódica.

1.2.2. Orígenes

En lo que hace al arte de imprimir mecánicamente (prensa), se recuerda especialmente el gran

salto logrado en Maguncia (Alemania) a mediados del siglo XV, cuando Juan Gutenberg logró

tipos móviles19 y una prensa de calidad viables, y comenzó a imprimir con ellos. Antes que

Gutenberg, otros artesanos europeos habían experimentado buscando el avance en los modos

de imprimir. Entre 1415 y 1468 hubo no menos de quince intentos de mejorar la capacidad

impresora, en casi todas las ciudades con desarrollo mercantil de Europa Occidental. Muy

especialmente las vinculadas a la cuenca del Rhin: Holanda y el norte alemán.

Fue Gutenberg el más avanzado de los desarrolladores de la imprenta plana de tipos móviles

resistentes. Sobre el valor histórico de su aporte se ha discutido mucho, pues diversos

historiadores asignan “la invención de la imprenta” a otros personajes, generalmente de la

misma nacionalidad del historiador. Así, por ejemplo, se habla de su invención en Holanda,

en otros puntos de Alemania, y hasta en España. Es un debate ocioso, ya que es sabido que se

trató de un proceso prolongado en el cual hubo numerosos aportes, al ritmo típico de la época

de los agrupamientos gremiales del medioevo: el artesano holandés Laureen Janzoom Coster,

de Harlem, ya experimentaba con tipos móviles en 1430; Gutenberg ya trabajaba con tipos

móviles hacia 1440 en Estrasburgo, editando los primeros impresos de él conocidos en 1456

en Maguncia. Pero el aporte fundamental realizado por la Compañía Gutemberg-Fust fue el

reemplazo de la madera (que se rompía con facilidad) por una aleación metálica de plomo-

antimonio-estaño que garantizó la resistencia de los tipos y en consecuencia un número

mucho mayor de copias.

19 Recordemos que el arte de imprimir papel con planchas de madera tallada (aún no se trabajaba con tipos móviles) llamado xilografía, provenía de China y Japón y ya era practicado en el siglo VIII. Las planchas también podían ser de arcilla, piedra o cobre y estampados sobre tela o papel.

Julio E. Moyano. 68

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

Más allá de los grandes conflictos laborales que aportó la invención (pues establecía graves

diferencias con otros artesanos del sector, como los amanuenses, etc.), hasta aquí estamos

hablando del artesanado gremial urbano. Parte de esta experiencia del artesanado alcanzó a

vivirse en la América hispana cuando el Estado absolutista español transplantase instituciones a

América, como veremos a continuación.

De momento, el cambio era forzado por la terrible “crisis larga” de fines de la edad media,

crisis que “puso de manifiesto las dificultades y los límites del modo de producción feudal en el

postrer período medieval" (Anderson, 1987), y que había causado tanta calamidad y hambruna.

Ello sumado a la lenta transformación de las condiciones de la guerra a partir de las cruzadas,

así como la búsqueda de conquista en las fronteras, y de comercio.

Todo esto llevó a la incorporación de adelantos urbanos. Por primera vez en la historia una

revolución técnica se basaba exclusivamente en la ciudad. La pólvora permitió dar un enorme

salto en la tecnología de guerra. Instrumentos de guía y navegación permitieron expandir la

conquista y el comercio a niveles nunca vistos. Nuevas técnicas mineras permitieron reactivar

minas y monetizar, pero fue la conmutación de las cargas feudales, al permitir el pago de la

tributación en metálico y no necesariamente en servicio personal directo, la que provocó el

sacudimiento general de los mecanismos de traslado e intercambio en Europa occidental. A

diferencia de Oriente, la conmutación de cargas, las libertades urbanas y la burguesía, sumaron

el factor que"impidió que la nobleza occidental ajustara cuentas con el campesinado al modo oriental, esto es, aniquilando su resistencia y encadenándolo a su señorío. (...) "Durante la depresión feudal se desarrollaron importantes industrias urbanas, tales como el hierro, el papel y los textiles. Considerada a distancia, esta vitalidad económica y social actuó como una interferencia objetiva y constante en la lucha por la tierra, y bloqueó cualquier solución regresiva que pudieran darle los nobles. Es significativo, en efecto, que los años transcurridos entre 1450 y 1500, que presenciaron los primeros pasos de las monarquías absolutas unificadas de occidente, fueran también los años en que se superó la crisis larga de la economía feudal gracias a una nueva combinación de los factores de producción, entre los que, por vez primera, jugaron un papel principal los avances tecnológicos específicamente urbanos (...) El descubrimiento del proceso seiger para separar la plata del mineral de cobre reabrió las minas de Europa central y provocó un nuevo flujo de metales en la economía internacional; la producción monetaria de Europa central se quintuplicó entre 1460 y 1530. El desarrollo de los cañones de bronce convirtió a la pólvora, por vez primera, en el arma de guerra decisiva , y redujo a puro anacronismo las defensas de los castillos señoriales. El invento de los tipos móviles produjo la llegada de la imprenta. La construcción de galeones de tres mástiles y con timón a popa hizo los océanos navegables para las conquistas ultramarinas. Todos estos inventos técnicos decisivos, que echaron los fundamentos del Renacimiento europeo, se concentraron en la segunda mitad del siglo XV, y fue entonces, hacia 1470, cuando al fin cedió en Francia e Inglaterra la secular depresión agrícola".

La revolución de los tipos móviles resistentes lograda por Gutenberg muestra inmediatamente

el momento de transformación social que se está viviendo, pues el inventor, endeudado con un

financista debido precisamente a sus investigaciones, terminó perdiendo el taller a manos del

Julio E. Moyano. 69

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

mismo. Por ello la expansión normal, la expansión por medio del mecanismo gremial

(ascensos en las jerarquías hasta el momento de recibir autorización para instalar un taller

propio en otra parte, o heredar el mismo) se ve afectada, y por si esto fuese poco, la

desesperación económica en una época en que aún no se ha salido de la crisis lo lleva a

chocar rápidamente con otros gremios: Brajnovic destaca "...su tenacidad para vencer muchos

obstáculos que dificultaban la introducción de un arte nuevo que iba a acabar con los

calígrafos y amanuenses (que copiaban los libros a mano) y con los crisógrafos (que

dibujaban las iniciales y los adornos de las ediciones manuscritas" (Brajnovic, 1979, p.57).

Perdida la imprenta a manos del prestamista Johann Fust y de Schöffer -el otro socio de la

sociedad- Gutenberg demoró otros dos años en lograr otra imprenta. pero el asalto e incendio

parcial de Maguncia en 1462 y prohibición de las imprentas en esa por el vencedor Adolfo de

Nassau, esparció a los artesanos de su taller por toda Europa occidental. En ese peregrinar, la

mayor parte encontró rápida protección del Estado, cuando los nobles veían la inmediata

utilidad estatal del aparato, y otros, de burgueses, que encontraron en el invento lo mismo que

había visto en él Fust: potencia lucrativa. El propósito, en resumen, de los primeros artesanos

de la imprenta era supervivencia en la crisis; el objetivo del invento: satisfacer una demanda

existente aumentando la velocidad de producción y abaratando los costos. Pero muy pocas

décadas más tarde no sólo se había producido un gran éxito en tal objetivo, sino que

comenzaba la imprenta a utilizarse con otros enteramente nuevos. Agregado esto a la

desaparición paulatina del artesanado gremial, la imprenta cambiaría pronto de significado.

1.2.3. El proto-periodismo

El proto-periodismo, en cambio, sí nació para satisfacer nuevas necesidades. Se inició en etapa

manuscrita, de modo paralelo al desarrollo del intercambio mercantil, en forma de "cartas

periódicas", que eran efectivamente informes privados periódicamente enviados por

corresponsales desde puntos clave a comerciantes, con información acerca de mercancías,

precios, situación de los caminos y de las ciudades a visitar y, muy novedosamente, de la

"honorabilidad" de los potenciales pagadores con "papeles-valor". Esto sucede muy

tempranamente, pudiendo hallarse ya en el siglo XIII en Cataluña20, norte italiano y Alemania.

De esta actividad deriva otra, efectivamente proto-periodística, cuando el escribiente al

servicio del mercader se hace también él mercader de sus escritos, y se semi-independiza,

vendiendo en los puertos de mayor movimiento información mercantil a varios compradores.

20 La temprana guerra civil catalana provocó un fuerte atraso de la región en este aspecto, y por mucho tiempo. Cfr. Anderson, P., 1987.

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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

Estos "varios" comenzaron siendo concretos, pero con el avance del proceso de monetización

resultante de la conmutación de cargas y la entrada de metálico, se transformaron en "cualquier

comprador". Esta nueva actividad, vista por primera vez en las pujantes ciudades del norte

italiano en la primer mitad del siglo XV, implica un paso clave, al despersonalizar los

destinatarios de la información, por medio de una relación estrictamente monetaria.

Un segundo elemento se desarrolla en las plazas y caminos por medio del mercader de noticias

no comerciales, sino de “sucesos”. Su vendedor originalmente recita y canta las novedades,

cuenta con histrionismo hechos reales o imaginarios, cómicos, morbosos, terribles o insólitos,

con dramatización teatral. El paso adelante será dado por la escritura del hecho y su venta por

escrito. Nace así una de las materias primas centrales de lo que se llamará, mucho después,

“literatura de cordel”. Algunos ejemplares de estos papeles aparecen ya en Cataluña en el siglo

XI. Con el nacimiento de la imprenta, la posibilidad de multiplicar estos relatos por millares

abre un negocio atractivo y favorece la “explosión” de escritos en las ferias visto en la segunda

mitad del siglo XV en toda Europa occidental.

1.2.4. El Estado absolutista inventa la prensa periódica

La superación de esta crisis y la posterior dirección de todo el proceso histórico en Europa

Occidental estuvo directamente relacionada con la situación y desarrollo de las ciudades, y con

la presencia y desarrollo en ella de una creciente burguesía mercantil. A caballo de ambos,

ciudad y burguesía, se desarrollan la prensa y las cartas periódicas.

Hasta que el Estado comenzó a ocuparse, lo más parecido a alguna periodicidad de la

información era dado por la continuidad de la clientela comercial, y esto significaba: repetición

de ferias (semestrales) y llegada y partida de barcos regulares (cosa no tan abundante en aquella

época). El proceso de gigantesca centralización del Estado, la búsqueda de normas comunes de

paso (pesas y medidas, moneda, control, policía) entre feudos, la necesidad de establecer

acciones simultáneas de presencia y gobierno en territorios antes impensables por su extensión

(toda una nación), tales como ejército permanente y suficiente para asegurar control efectivo,

sistema fiscal permanente, burocracia administrativa, diplomacia que controle la relación con

los demás Estados cristianos de Europa, todo esto exige novedades en el campo de la imprenta

y la información:

a) Control: El Estado necesita evitar que “cualquier discurso” circule, más aún cuando

el sistema de legitimación de época es el de autoridad y comunidad. Prohíbe, regula, y también

estimula el primer sistema regular de tráfico a través de correos oficiales, únicos autorizados.

Julio E. Moyano. 71

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

b) Periodicidad: El Estado necesita, para optimizar este control, que la información

circule en “paquetes” cada cierta cantidad de tiempo (típicamente quincenal), lo que lleva a la

primer forma de periodicidad regular conocida.

c) Público interlocutor. El Estado absolutista rompe la antigua forma estamental

personal de dominio. Separa la propiedad privada de la tierra respecto de la potestad y

responsabilidad pública del Estado (es sabido que esto ocasionó terribles tragedias en el

campesinado). Exige el pago de impuestos. En todos los casos, se dirige “a todos” y “en todo

momento”. Esta primer despersonalización de la comunicación de Estado da nacimiento a la

noción de “público”. El Público es el destinatario del discurso del poder público. La imprenta

se transforma así en herramienta fundamental de homogeneización, es absolutamente funcional

a esta necesidad, y poco después lo sería la prensa periódica.

d) El arte de la guerra, forma más típica de acelerar la obtención de excedente durante

el feudalismo, expande enormemente sus posibilidades durante la centralización absolutista. La

lucha de legitimación, deslegitimación, auto-afirmación y motivación, ridiculización del

adversario, aterrorizamiento y desmoralización, etc., son terrenos propicios para la acción de la

imprenta, que por siglos será parte integrante de todos los ejércitos. La función guerrera de la

prensa periódica fue anterior a su función de circulación de opinión pública.

El factor “control” fue más necesario que nunca al desatarse las guerras de religión a

comienzos del siglo XVI. Fue “...estructural, mediante el concesionismo aplicado al

establecimiento de imprentas, y político-jurídico mediante la represión directa y brutal de los

propagadores de noticias consideradas falsas o inoportunas (...) Gregorio XIII ordena

condenar a galeras a los "menanti" (noticieros) que recojan, redacten o difundan noticias

falsas o verdaderas, sobre su país o sobre los otros, que no pasen por la censura previa. Sixto

V se mostró implacable contra los pestiferi uomini. En 1587 mandó cortar la mano del

menanti Annibale Capello, después ordenó que le cortaran la lengua y le ahorcó, con un

letrero en el que constaba que le estaba bien empleado por falsario y calumniador" (Vázquez

Montalbán, op. cit. p.66). Son famosas las leyes de Felipe II "el prudente" estableciendo la

pena de muerte más pérdida de bienes para quienes ingresen en Castilla libros de romance

impresos fuera de este reino (1558) y visitas domiciliarias de control y quema de libros

(1588) (puede encontrarse este y otros ejemplos en. ídem, p. 61 a 66).

Pero la nobleza, al tiempo que reprimía toda disidencia, estabilizaba el uso de la imprenta.

Hacia mediados del siglo XVI todas las capitales de Europa occidental poseían imprentas, así

como otras ciudades importantes. El sistema de concesiones sería siglos más tarde retardatario,

Julio E. Moyano. 72

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

pero ahora resultaba funcional para la formación definitiva del nuevo oficio reemplazante de

varios artesanados medievales, y para una lenta y progresiva acumulación de capital por

muchos imprenteros. Al mismo tiempo, este sistema aseguró el más absoluto control de los

contenidos salidos de las prensas. Control casi siempre preventivo, y en algunos casos,

represivo. Siguiendo a Vázquez Montalbán:"En cuanto apareció la imprenta, los príncipes y reyes renacentistas invocaron el derecho de

"privilegio real" y sólo autorizaron la puesta en marcha de imprentas controladas (...) Ya en 1486 Berchtold, arzobispo de Maguncia, teoriza sobre la censura: "...en interés de la imprenta, para protegerla de sus propios abusos, que todo escrito aparezca revestido con la autorización de la Universidad antes de ser impreso" (...) Este control se acentuó en el siglo XVI cuando estallaron las guerras de religión derivadas de la Reforma Protestante".

Los escritores de noticias se esparcieron en toda dirección por similar causa, desde los

principales focos de irradiación. Los nobles, en este último caso, tuvieron bastante más

aversión que interés. Protección y represión contra escritores fueron actividades paralelas y

simultáneas. Estos, igual que los tipógrafos, políticamente conservadores como el resto de la

burguesía de su época, buscaron el amparo de los nobles y de los grandes burgueses, para,

evitando los temas conflictivos, realizar actividades que los enriquecieran sin entrar en colisión

con el poder político. Sólo cuando esta operación dejó de ser posible, se produciría el

enfrentamiento.

A comienzos del siglo XVI la mayor parte de las grandes ciudades de occidente cuenta con

imprentas, bajo licencia real y/o eclesiástica. En la segunda mitad de ese siglo aparecen, por

primera vez, Gazettas, Mercurios, Relaciones y "periódicos escritos"21, impresos en talleres

tipográficos. Es la primera fusión entre las dos actividades, y la partida de nacimiento de una

proto-prensa periódica. Obviamente que de este modo se busca aumentar la cantidad y

velocidad de producción de ejemplares informativos. Pero aún así, su circulación es todavía

restringida. La redacción manuscrita continuaría coexistiendo con la impresa, en lento retroceso

durante siglos22.

21 Los nombres "Aviso", "Relación", "Nueva Relación", "carta", "carta de...", "carta a...", "nueva carta..." son los más antiguos, que expresan envíos no necesariamente periódicos, generalmente monotemáticos, con información. Cuando se hicieron periódicos, por supuesto, se llamaron "periódicos escritos". El nombre "Mercurio" proviene del carácter comercial de su contenido y lectores; provenía de las ferias alemanas; el de "News" de los periódicos ingleses de noticias extranjeras; el de "Courant" o "Coranto", originario de Italia, no hemos podido hallar su significado, pero sabemos que contenía información estrictamente comercial. El nombre gazetta proviene del precio muy barato que costaba el ejemplar en los puertos y centros comerciales italianos. De allí el nombre de gazettanti aplicado a sus redactores, que igual que los "menanti" perdían regularmente manos, lenguas, respiración y bienes, según el grado de enojo de la autoridad de turno. No puede negarse tampoco que en el afán de vender noticias de mayor interés estos personajes habrán inventado más de una vez crímenes escandalosos, rumores de conspiraciones y guerras en otros países, acordes con el interesante mercado de escándalo que solía encontrarse antes entre los contadores de historias en las plazas. Pero seguramente los enojos mayores no aparecían en estos casos, sino precisamente cuando daban en la tecla. 22 Los redactores de gazzettas, corantos, mercurios, relaciones, etc. no sólo sufrieron las consecuencias de escribir aquello que ni siquiera se debía pensar. Ya desde esta época fueron también destinatarios de un profundo desprecio por parte de todas las capas cultas que consideraban su trabajo no solamente como plebeyo sino también pasajero, sin valor estético, y

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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

El Estado, además de su actividad de control, obtuvo una herramienta vital para la gigantesca

cantidad de material burocrático que comenzó a manejarse. Pero el pase de la imprenta y de las

redacciones regulares a primer plano de la acción estatal, se produjo hacia 1630, cuando las

condiciones de guerra y de cambiantes mapas de alianza causados por agrupamientos y luchas

entre noblezas ligadas de distintos puntos de Europa mostraron el enorme potencial militar de

la prensa periódica.

Desde las de la Reforma en adelante, incluyendo como caso típico la represión de la Fronda en

Francia23, se fue utilizando más y más la prensa como instrumento de guerra orientado a

fortalecer la moral y enardecer a los seguidores, captar o neutralizar a los indecisos y

atemorizar, desinformar y ridiculizar a los enemigos. En tal sentido, la prensa se desarrolló

sobredeterminada por su constante uso militar, y su discurso se encuentra atravesado por esto

(lenguaje de enfrentamiento, sátiras, apologías)24 durante un larguísimo período.

1.2.5. Apogeo del absolutismo y nacimiento de la prensa periódica regular

A caballo del control estatal y de la paulatina expansión del mercado, entre el último lustro del

siglo XVI y la primera década del XVII nace la prensa periódica propiamente dicha. Vázquez

Montalbán menciona publicaciones periódicas semanales en Estrasburgo y Ausburgo,

agregando: "Lo cierto es que a fines del siglo XVI en las principales capitales europeas donde

había prosperado la artesanía de la imprenta y donde coincidían encrucijadas postales,

aparecieron intentos de publicaciones periódicas informativas, sin otra concepción que el ser

mercancías producidas y vendidas por el impresor." También menciona Vázquez un ejemplo

que muestra ya la relativa estabilidad de las publicaciones: "En l876 en la Universidad de

cargado de mentiras y exageraciones. Existen numerosas representaciones teatrales a lo largo de la edad moderna, en que se satiriza a estos "vendedores de noticias", "fabricantes de embustes", estereotipados como seres desesperados por llamar la atención con sus escritos y venderlos. Esto cambiará sustantivamente con la proletarización del periodista desde la década de 1830 y especialmente desde la segunda mitad del siglo XIX: a partir de entonces las obras referirán a la destrucción de los sueños del joven que quería ser escritor y los burgueses obligan a agotarse en la pluma cotidiana y descartable del periódico. Son ejemplo de esto Dumas y Balzac en Europa, y Payró en Argentina.23 "Entre 1649 y 1652 se calcula que aparecieron hasta cuatro mil hojas volantes distintas en contra de Mazarino, la mayor parte redactadas en versos informativos y sarcásticos, y bautizadas con el nombre de mazarinadas" (Vazquez Montalbán, p. 102). Un párrafo antes el mismo autor informa: "Cuando estalla la guerra de la Fronda, Renaudot (el redactor de la famosa Gazette de France acompaña a la Corte a su refugio preventivo de Saint Germain, en Laye, y Mazarino añade a sus responsabilidades la dirección de una imprenta que va a emplear en la lucha ideológica contra los frondistas". La utilización militar de la imprenta llegará a su cumbre con Napoleón, quien llevó imprentas y editó pasquines, periódicos, volantes, etc. en todas sus campañas. Más de una vez debió amonestar a quienes estaban a cargo de la administración en París por difundir noticias contradictorias con las que generaba él en el frente con fines de manipulación militar de la información.24 Originado en la más temprana edad moderna, este repertorio de lenguajes toma forma con las guerras religiosas del siglo XVI. Es evidente que si el lenguaje de enfrentamiento y su contracara, la apología, son universales y se sostienen en el hecho de que la guerra era "posiblemente, el modo más racional y más rápido de que disponía cualquier clase dominante en el feudalismo para expandir la extracción de excedente" (Anderson, El Estado Absolutista, p. 26), la sátira abreva no solamente en su eficacia para destruir la solemne totalidad que requiere la legitimidad del poder, sino fundamentalmente en los modos de comprensión y comunicación de la cultura popular, a la cual apunta este tipo de materiales.

Julio E. Moyano. 74

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

Heidelberg, se descubrieron 52 ejemplares [números] de una gaceta estrasburguesa editada en

1609 por Johan Carolus"p89.

Pero el proceso completo de nacimiento de la prensa de Estado se observa por primera vez en

Francia con la experiencia de la Gacette de France impulsada por el Cardenal Richelieu, quien

innovó en varios aspectos, porque intentó estabilizar un mecanismo multifuncional: disponible

para los aprestos militares y para la guerra misma, también servía para unificar discursos

sociales en torno de la monarquía, en medio de las heterogéneas ciudades capitales, así como

para intercambiar información de corte, en una extensión de la actividad diplomática25. En un

plazo de apenas 30 años (1630-1660), todas las capitales de Europa Occidental poseían su

periódico de Estado, casi todas con el nombre de “Gaceta de…” seguido del nombre del país o

de la capital correspondiente.

Este modelo de prensa fue el único posible en Inglaterra hasta 1688; en Francia hasta la

Revolución, esto es, hasta 1789; sobreviviendo en el escenario europeo hasta bien entrado el

siglo XIX, tras las revoluciones burguesas de 1830 y 1848.

Hasta entonces, pudo notarse muy lenta pero continuadamente, la correlación cada vez mayor

entre los desplazamientos geográficos de los principales hitos de la prensa periódica,

cuantitativos (tiradas, cantidad de periódicos y de imprentas), cualitativos (variedad de

contenidos, precios, decaimiento y mucho más adelante abolición de la censura) y tecnológicos,

25 Renaudot era médico del Rey y director del Monte de Piedad, entre otros cargos. Su posición le permitió articular diferentes funciones de la distribución de noticias en un solo periódico: Por un lado, Renaudot recibía muy rica información proveniente de los corresponsales que su amigo Hozier (importante generalogista de su tiempo) poseía tanto en Francia como en el extranjero. Por otro lado, la creciente urbanización de París, receptora de población que migraba desde áreas rurales o poblados más pequeños, había dado lugar a nuevos problemas y conflictos que Renaudot conocía por su labor en el Monte de Piedad: pérdida de vínculos comunitarios y familiares, búsqueda de recursos de vivienda y trabajo en un universo de creciente mercantilización. Complementariamente, la función de los avisos y noticias era cada vez más importante, tanto por la necesidad de información económica por parte de los burgueses, como por el uso estatal de la información favorable. Existía, finalmente, un espacio de relatos de entretenimientos, aún en gran medida de circulación oral pero en transición, que incluía toda clase de acontecimientos extraordinarios, relatos morbosos y frivolidades cortesanas. El acierto de Renaudot fue percibir la posibilidad de unir todos estos elementos en una única publicación regular avalada por el sello del Estado: información cortesana favorable al Estado, material de entretenimiento, material de “interacción social” (avisos de alquiler de habitaciones, ofertas de servicios laborales), datos económicos con impronta mercantilista… Renaudot, estimulado por el buen efecto de la lectura de las cartas entre sus pacientes, realizó la propuesta al Cardenal Richelieu, de convertirlas en base de la publicación. Éste accedió de inmediato, comprendiendo el valor estratégico del paso a dar. Él mismo redactaba los artículos más decisivos para la acción estatal: registro de tratados, victorias militares, éxitos en el enriquecimiento del reino, etc. La Gaceta tuvo una periodicidad semanal, lo cual era de por sí un adelanto para su tiempo. Los pliegos eran en cuarto (el formato de un libro), de 8 a 12 páginas por número. Aún se notaba en la publicación algunas características transicionales: Tendía a estabilizar el reconocimiento de continuidad del nombre que la encabezaba (a diferencia de los avisos y relaciones que carecían de nombre más allá del genérico “Aviso de…”. Tenía, sin embargo, dos nombres: Uno de Gaceta, y otro de Noticias ordinarias de varios sitios. Con el tiempo, el segundo nombre pasó a ser título de una suerte de sección interna. Cuando Mazarino sucedió a Richelieu, Renaudot continuó a cargo de su tarea. Mazarino llevó la función del periódico a su máxima expresión, al extremo de evacuar la imprenta cuando fue necesario, durante la Fronda, dejar París, a fin de continuar la edición de la Gaceta. En forma acorde con las reglas de su tiempo, la dirección de la Gaceta pasó de Renaudot a su hijo, siendo este último (Isaac de Renaudot) médico del Delfín. Con la reforma borbónica, la Gaceta fue instituida como órgano oficial del Estado (desde 1762, cuando pasó a llamarse Gaceta de Francia en forma definitiva). Volvería a darse en arriendo con derecho por el Estado a designar los redactores, pero tras la revolución, cambiaría su función y su rol, según veremos más adelante.

Julio E. Moyano. 75

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

los cuales van siguiendo milimétricamente los puntos de mayor o más dinámico desarrollo de

la burguesía26.

El período de cuarenta años que va de l631 a l671 es fundamental en la estabilización de la

existencia de periódicos regulares permanentes y en la consolidación de temáticas típicas, como

la información extranjera (censurada) y los "sucesos sociales" de la realeza. Los dos países en

que esto sucede con mayor claridad son Francia e Inglaterra27. En ambos casos, el formato

característico (periodicidad, ordenamiento de los textos, temas) impregnó las publicaciones

burguesas (debiendo aclararse también que los propios periódicos oficiales eran impresos y

redactados por elementos provenientes de la burguesía o del artesanado aburguesado, bajo el

sistema de concesión).

1.2.6. Revoluciones burguesas y transformación del rol de la prensa periódica

La sistemática persecución del disenso y el estricto control del poder político sobre la prensa

comienzan un franco proceso de deterioro a partir del gigantesco crecimiento del poder

económico y político de la burguesía inglesa, desde fines del siglo XVII y durante el siglo

XVIII. Así como la del continente, especialmente la de Francia que controla ampliamente la

economía gala y se hace del poder político hacia fines de este último siglo. En Gran Bretaña la

revolución industrial permitirá pronto alcanzar mayores y mucho más rápidas tiradas y la

ampliación general del mercado-. Más adelante en Francia, donde debido a las características

específicas del absolutismo francés en el Siglo XVIII (Cfr. Anderson, Perry, op. cit., pág. 107

in fine), la burguesía se encuentra libre de acumular capital por su cuenta, fuera del ámbito del

Estado, y por ello en el momento decisivo de la Revolución controla toda la imprenta, dando

nacimiento a la famosa avalancha de prensa doctrinaria de la revolución28. La estabilización de

una oposición parlamentaria en la Inglaterra burguesa nacida con la revolución de 1688 da

26 Primero se desarrolla en las ciudades citadas en la página uno de este capítulo (Holanda, Alemania, norte italiano, París); más adelante (S. XVII) su desarrollo en Holanda saca enormes ventajas al resto, en tanto decae el norte italiano; hacia fines de este siglo comienza el auge de la prensa en Inglaterra, sitio en que se producen los pocos adelantos técnicos no holandeses después de 1600; Durante el siglo XVII son Inglaterra y Francia los países con mayor desarrollo, incluso en el aspecto industrial; A comienzos del siglo XIX Inglaterra tiene un desarrollo mucho mayor que el resto del mundo, incluyendo simultaneidad de diarios, producción en serie con máquina de vapor (The Times, 1814), producción y exportación de imprentas, pero debe comenzar a competir en su liderazgo no sólo con Francia sino también con Estados Unidos, donde la imprenta "Filadelfia" comienza a exportarse con éxito desde 1810.27 Son los casos de La Gazette de France (Gaceta de Francia) de 1631, ya comentada, de los Diurnalls ingleses, que apoyando la lucha del parlamento contra el rey lograron mayor legitimidad y posibilidad de expresión, si bien el parlamento reguló la libertad de inmediato y estableció la censura previa (1642 y 1643 respectivamente).28 Entre 1789 y 1792 aparecieron mil cien publicaciones periódicas. La tradición periodística francesa alcanzó cumbres tales que aún después de la concentración de capitales lograda por la desaparición forzada de la mayor parte de los periódicos a partir de Napoleón y hasta 1848, en ese último año, entre febrero y mayo, aparecieron sólo en París doscientos periódicos (Cfr. Habermas, "La Esfera de lo Público", p. 9).

Julio E. Moyano. 76

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

lugar a la legitimación de la existencia de una prensa opositora que toma para sí el deber de

"dar a publicidad" los actos del poder y criticarlos en nombre de la "opinión pública"29. En

Francia este proceso es más dificultoso, pues la primer prensa post-absolutista es la prensa de

clubes y partidos, tremendamente fragmentada30. Pero luego del período napoleónico y la

resistencia solapada a la restauración, su rol institucional parlamentario quedará asegurado.

Recién entonces, en el segundo cuarto del siglo XIX comenzamos a aproximarnos a una

situación de nacimiento del espacio de la prensa moderna, y encontrar, luego de una serie de

sucesivas transformaciones y de generación de condiciones de existencia, una génesis cuya

direccionalidad sólo puede establecerse ex post facto. Sólo después de un recorrido de casi

cuatrocientos años, podrá modificarse –y sólo en parte, debido a la transformación funcional

del Estado mismo- la percepción de esta génesis, e invertir la importancia de sus elementos, sin

perder de vista la abismal diferencia de fechas:

"La historia de la tecnología moderna -dice Patricia Terrero- y del desarrollo de la tecnología de la comunicación y la información, que no es otra cosa que la historia de la constitución del modo capitalista de comunicación, se inicia con el surgimiento de la revolución industrial en Inglaterra en el período que va aproximadamente de 1760 a 1840. Este período de cambio ... en realidad se venía incubando en las postrimerías de la época feudal por la acumulación del capital mercantil (...) El desarrollo tecnológico del transporte y el que posibilita la constitución de la prensa, la publicidad y también el diseño moderno, es funcional al crecimiento de la producción, oferta y circulación de mercancías y a la acelerada expansión del mercado mundial."(Terrero, Patricia, "Modernidad y Comunicación Masiva", p. 2). Mimeo, Universidad de Buenos Aires, 1987).

De hecho, en la Francia de 1780 –fecha en que, por ejemplo, arranca la imprenta a Buenos

Aires- aún no ha estallado el proceso acumulado en todo el siglo XVIII: la nobleza no se

interesa por la producción y la burguesía no accede al Estado. La burguesía controla todas las

imprentas, ampliamente prósperas al compás del siglo de las luces, y el Estado controla los

pocos periódicos que existen, cuya función es la misma que en 1630, con un mayor énfasis en

el estímulo de “la agricultura, la industria y el comercio”. Cuando el Estado estalla hecho

añicos, la prensa del absolutismo muere al instante. La burguesía, dueña absoluta del campo,

hace nacer 1100 periódicos sólo en París. Sin embargo, esta explosión no expresa el cauce

29 El Daily Courant, primer "diario" inglés, nace en 1702; Daniel De Foe, Addison y Steele son los nombres más conocidos del periodismo de la primer década del siglo XVIII, que se transformará en paradigma del periodismo burgués de allí en más. De Foe editó The Weekly Review; Steele The Tatler; entre 1709 y 1711; Steele y Addison juntos el famoso The Spectator en 1711-1712. "...prensa didáctica, adoctrinadora, consagrada a lo que hoy llamamos la civilización de un país: los hombres, las costumbres, las profesiones, las artes y las letras, el hábitat, etc. (...) Tanto De Foe como Swift o Addison utilizaron el periodismo para educar a la burguesía de su tiempo en las reglas derivadas del ordenamiento de la Revolución. La tolerancia y la curiosidad son la base de la posición moral de unos intelectuales que a pesar de seguir dependiendo de las idas y venidas de conservadores y liberales..." (Vázquez Montalbán, op. cit., p. 130). Los periódicos de los primeros años de la Revolución de Mayo, a un siglo de la experiencia de Addison, solían remitirse a él como modelo ideal en sus presentaciones. Tal el grado de mito que generó la prensa de estos años, a pesar de la corta duración de cada experiencia.30 Cfr. Habermas, op. cit., p. 94 y s.s.

Julio E. Moyano. 77

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

natural de la prensa bajo el liberalismo, sino la fragmentación del poder del momento. Para que

la prensa “independiente” (en el sentido de empresaria y no estatal) pueda expandirse, se

necesita mucho más que leyes liberales. Hace falta en primer lugar que ciertos espacios

pertenecientes definitivamente al poder (monopolio legítimo de la fuerza, reemplazo de

directivas totalizantes por la protección de marcos de hegemonía y disenso, delimitación de

espacios privados a salvo de su acción) no sean cuestionados por la prensa. O dicho de otro

modo, los límites impuestos por el nuevo Estado son otros, pero son tan límites como los

anteriores. En segundo lugar, hace falta, ahora sí, un amplio mercado lector y comprador. Esa

ya es otra historia. Entre tanto, el París de 1790 es en términos del paradigma periodístico

liberal de la empresa independiente, ilusorio. Recién hacia 1811, momento de apogeo de

Napoleón, se están gestando, de manera burguesa pero no muy “liberal”, las condiciones de la

prensa moderna: estabilidad de la circulación, agenda temática restringida y con un “paraguas”

protector que define cuáles son temas de “libre circulación” y cuáles son aún asunto de Estado,

público lector, gran tirada para cada uno de los diarios (para lo cual se necesita que sean pocos).

Y un signo obvio de esto, es que en la capital del nuevo mundo inaugurado por Napoleón, sólo

quedan cuatro diarios, todos sometidos a fuerte censura.

De modo en cierta forma homólogo al que se dio en Inglaterra en la época de las revoluciones,

el discurso estabilizado que maneja cuidadosamente el reborde de los límites permitidos, se

define en tiempos en que la gran burguesía hace oposición en el gobierno parlamentario. En el

caso inglés, inmediatamente después de la Gloriosa Revolución de 1688;

en el continente, durante la restauración y las décadas entre las revoluciones burguesas. Su

mecanismo construye discursos en crítica y aceptación de las condiciones de “entre líneas” a

las que se les obliga. Es, en España, el tiempo de oro de Mariano Larra.

Recién en el período “fuerte” de las revoluciones burguesas en el continente, esto es, a partir de

1830 y fundamentalmente después de concluida la revolución de 1848, podemos hablar del

nacimiento de un ciclo de prensa moderna, prensa que busca simultáneamente ser parte del rol

mediador de “medio” de comunicación, contralor como garantía de funcionamiento del Estado

burgués, y próspera empresa.

1.2.7. Prensa moderna

En la década de 1830 la prensa periódica inicia su más importante revolución desde Addison,

quizás incluso desde su aparición: se inicia el nuevo mecanismo de financiamiento: lograr que

los anunciantes de mercancías paguen los periódicos, de modo tal que estos bajen de precio, lo

Julio E. Moyano. 78

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

cual permite acrecentar el público lector, cuyo conjunto es considerado masa de potenciales

compradores que el periódico "vende" al anunciante como compensación por sostener el

periódico31. Emile de Girardín ingresa el nuevo paradigma publicitario en París en 1836.

Pronto sería imitado, y la conjunción de parlamentarización del Estado (1848) y expansión

económica (1850-73) dio lugar a una verdadera época de oro; muchos de los grandes diarios

que alcanzarían el siglo XX nacen en Europa y EEUU poco después de 1850. La revolución

industrial aumenta la productividad cuantitativa (cantidad de mercancías de un mismo tipo) y

cualitativa (variedad de mercancías que pueden crearse e incorporarse rápidamente al

mercado); el surgimiento de los Estados parlamentarios burgueses asegura que el capital

penetre en todos los resquicios de la economía y requiera la constante expansión de los

mercados. La prensa, en su doble carácter de órgano ideológico de la burguesía y de empresa

burguesa, cumple su rol en la formación de la opinión pública. Pronto los aspectos más

importantes del contenido doctrinario de la prensa burguesa se convierten en valores comunes a

todos los periódicos importantes, en tanto se busca optimizar su capacidad de acumular capital,

ampliando el público lector, encontrando nuevos contenidos a ofrecer, etc.32 Pocos años más

tarde la prensa periódica participa con derecho propio en la aparición de los primeros grandes

monopolios capitalistas y el fenómeno de los imperialismos33.

Nos encontramos, en síntesis, cuando el período de prensa argentina que nos interesa se

encuentra en su punto medio, con una prensa periódica constituida en componente económico,

político y cultural fundamental de las formaciones sociales capitalistas de Europa Occidental y

Estados Unidos, luego de un proceso de cuatrocientos años de evolución. Una prensa 31 El ejemplo paradigmático es el de La Presse, Emile de Girardin, en el París de 1836: fundó el diario el 1° de julio de ese año; en las mismas páginas de su diario escribió: "El producto de los anuncios está en razón del número de compradores del periódico; es preciso reducir el precio de venta lo más que se pueda para potenciar al máximo la cifra de compradores. Corresponde a los anunciantes pagar el periódico". Había fundado La Presse con un capital de 800.000 francos, suscrito por el público gracias a su inteligente campaña publicitaria; según indica Terrou, seis meses después de haber salido a la calle el primer número (a 40 francos, mitad de precio de cualquier diario de la época) ya contaba con diez mil abonados, y en 1848 contaba con 63 mil; en ese mismo año vendía 70 mil ejemplares, y al cabo de 17 años había obtenido un beneficio neto de tres millones de francos. Girardin tuvo además el ingenio necesario para idear un sistema de anuncios publicitarios que rompía con el esquema tradicional: la información cortés y con promesa de calidad buen trato reemplazada por mensajes ingeniosos, de clara intención persuasiva, cortos y más visibles (Cita no textual tomada de Conesa Sánchez: La Libertad de la Empresa Periodística, cap. 1).32 La revolución de las comunicaciones en este período incluye aspectos políticos, tecnológicos e ideológicos, además por supuesto de los económicos. Entre los políticos destacan la elevación de la "opinión pública" a principio organizador del consenso que sostiene al gobierno, eliminación de la censura y fundamentalmente de los impuestos que gravaban la prensa, alfabetización acelerada de las masas; en lo tecnológico, la mejora en los transportes, la incorporación masiva de la máquina a la producción, luego el invento del telégrafo, la prensa a cilindro, las plegadoras automáticas de papel, etc. En lo ideológico la preponderancia de la palabra escrita en la construcción del consenso y el poder obliga a todo actor político a dominar las reglas de su producción, lo cual refuerza el mecanismo. Se realizan búsquedas temáticas acordes a la necesidad de supervivencia del escritor, de consumo del público, etc. dando lugar al artículo de folletín, a las series continuadas, al género policial, etc.33 Cosa que también sucede en la prensa periódica, sólo que su expansión internacional demora hasta el siglo XX, produciéndose en gran escala por medio de la expansión de las agencias de publicidad y agencias de noticias. En los mercados nacionales se constituyen grandes imperios, a partir de los cuales apellidos como Pulitzer y Hearst, entre otros, se convierten en mitológicos.

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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

constituida ya por un grupo de empresas muy grandes y por lo tanto poderosas en cuanto a su

poder de decisión como componente de la clase dominante o a punto de serlo, según el país.

Una prensa en pleno proceso de producción industrial, que ha incorporado la máquina de

vapor, novedosas técnicas mecánicas, papel a mucho menor costo34, nuevos mecanismos de

distribución y venta. Una prensa que comienza a apostar a ser mediadora en la relación entre

vendedores y consumidores de mercancías, pero con intereses y una dependencia cada vez

mayor con respecto a los vendedores, en tanto que la dependencia de los consumidores

(públicos) es cada vez más una dependencia abstracta de su número antes que de sus demandas.

Una prensa que continúa cumpliendo un rol clave en la economía capitalista, al proveer de

información actualizada acerca de los mercados, y que dada la importancia de tal función

financia investigaciones y experimentos de comunicación ultraveloz35. Una prensa que es un

componente fundamental de la política burguesa y de la constitución de una esfera pública de

debate político y cultural36.

Una prensa que –sobredeterminada en sus orígenes por el nacimiento del Estado absolutista-

tomó de los requerimientos de éste la necesidad de "comunicar" individuos aislados en las

ciudades, y el "pautado" de periodicidades, temas y estilos: incorpora estas características como

inmanentes a la prensa, del mismo modo que algunas características básicas del Estado

absolutista (Ejército permanente, burocracia, sistema de impuestos nacional, diplomacia

regular, economía nacional como tarea política de Estado comunicaciones integrando la nación,

monopolio de la fuerza por el Estado) fueron mantenidas e incorporadas como inmanentes por

el moderno Estado parlamentario burgués. Una prensa, que constituye ya un campo un campo

autónomo (y se aplaude a sí misma justamente por ello)37. Una prensa, finalmente, que 34 Cfr. Gouldner, Alvin: La Dialéctica de la Ideología y la Tecnología, cap. 4, p. 125 y s.s.).35 En los años '40 y tempranos años '50 se hicieron gran cantidad de experimentos y mecanismos regulares de comunicación veloz: sistemas telegráficos ópticos, correos de postas muy veloces que combinaban caballo, ferrocarril y lancha para llevar las últimas noticias a destino, etc. Un ejemplo muy conocido y citado es el del envío de información acerca de la Bolsa de Berlín a París y Londres combinando al menos dos ferrocarriles expresos y una posta con palomas mensajeras.36 Edmundo Burke afirmó en un debate parlamentario: "Ustedes son el cuarto poder", frase que se universalizó de inmediato. Sin embargo, la consolidación del Estado burgués re-atraviesa esta esfera, que pasa de una afirmación constante de la lucha por el espacio de libertad de opinión pública, a una institución estable que en última instancia defiende siempre los principios constitutivos del Estado burgués, pero fundamentalmente se organiza como interés privado: "... se despoja a la prensa de debate de sus credos. Desde entonces desembaraza de sus posiciones polémicas y atiende a oportunidades de lucro que resultan de una empresa comercial (...) se abrió el camino (...) de una prensa doctrinaria a una de negocios, durante los años 30 del siglo XIX (...) se transforma la esfera de lo público mediante la afluencia de intereses privados que en ella son privilegiados" (Habermas, "La Esfera de lo Público", p. 9). 37 Usamos el término en el sentido que le da Bourdieu en "Campo intelectual y proyecto creador" (trabajo editado en: Problemas del Estructuralismo, 1969, ver bibliografía). Según Bourdieu este concepto es utilizable en tanto el objeto al cual se aplique esté dotado de "autonomía relativa", y en el caso del campo intelectual, "podemos ver de qué manera (...) se ha integrado en un tipo particular de sociedades históricas: a medida que los campos de la actividad humana se diferenciaban, un orden propiamente intelectual, dominado por un tipo particular de legitimidad, se definía por oposición al poder económico, al poder político y al poder religioso, es decir, a todas las instancias que podían pretender legislar en materia de cultura en nombre del poder o de una autoridad que no fuera propiamente intelectual" (op. cit., p. 136). Desde tal punto de partida podemos decir que existe campo intelectual cuando los sujetos vinculados a la práctica intelectual (en este caso el

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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

constituye un reaseguro más del poder burgués por su propia naturaleza, por cuanto la prensa se

sostiene sobre dos ámbitos interdependientes pero separados en sus mecanismos de

legitimación: Por un lado, las decisiones sobre su funcionamiento y contenidos están bajo el

dominio del propietario, sólo limitado por las condiciones de convivencia social que impone el

Estado burgués38. Por el otro, las relaciones entre prensa, noticia y público lector aparecen

reguladas como absolutamente impersonales ("cualquier noticia, para cualquier lector") lo

mismo que la actitud ante los hechos (por ejemplo: "cualquier fuerza política se verá reflejada

en nuestras páginas si exceptuamos la editorial").

Es notable entonces, la superposición de este momento de transformación muy reciente con las

décadas de construcción del Estado nacional argentino. Si consideramos que el fenómeno de la

prensa inglesa se encuentra vedado en el continente europeo hasta el siglo XIX y

particularmente hasta después de 1830, si notamos el proceso constitutivo del periódico en

España acelerado en la segunda mitad del siglo XVIII pero adoptando formas modernas luego

de los ciclos revolucionarios de 1808, 1820 y la transición abierta en 1833, si tomamos en

consideración el carácter marginal de la ligazón del Río de la Plata con el mercado mundial

hasta la década de 1820, con la consiguiente baja densidad de población, tenue mercado de

intercambio y si comparamos el proceso de acelerada formación estatal para con el mercado

mundial en apenas 75 años, corresponde una mirada de revisión de asunto.

A lo largo de todo un período histórico el Estado absolutista fue el que abrió -por necesidad- la

brecha de la práctica burguesa que en el largo plazo le aniquilaría: la imprenta como práctica

burguesa, el periódico como objeto de concesión a controlar, más aún la práctica de la lectura

del texto de prensa como práctica política por excelencia, la delimitación de sectores de interés

en el mismo periódico, etc. Este rol no alcanzó a producirse en el Río de la Plata debido a que

en el momento en que la región comienza a tener significación propia en el sistema

internacional de Estados el imperio español está a pocos años de ser borrado del mapa por las

guerras napoleónicas. Y ese rol estatal de estabilización habría de ser cumplido por formas de

estado muy particulares y transicionales entre 1815 y 1875.

periodismo) comienzan a recibir el influjo determinante de la estructura que han creado por existir como fuerzas en relación, en forma disgregada, como campos de legitimidad relacionados y dependientes entre sí pero de legitimación separada (excepto en las crisis de hegemonía) lo cual confiere mayor autonomía a la estructura específica, y por lo tanto mayor influencia inmediata. En este ejemplo (periodismo): lugares de formación y grupos de pensamiento, escuelas, etc.; lenguajes, estilo y reglas de género; logros anteriores que se imitan o critican; temáticas prioritarias, extensión de los materiales, peso del enfoque de la mayoría de los periódicos sobre un tema, etc.La prensa de la Confederación recibe el influjo directo de la europea articulada como campo intelectual en lo que hace a la forma, esto es, a agenda y tratamiento de algunos temas, al lenguaje y estilo de ilustración y romanticismo que impregna esos materiales, etc. Pero de ningún modo forma "campo intelectual" pues no existe autonomía de este sector, que forma una unidad con la economía, la política y la fuerza militar. 38 Por ejemplo: no podría intentar explicitar el mecanismo de dominación de clase como válido, cosa que sí era lícito y plausible hacer en la época aristocrática, como puede demostrarlo cualquier decreto represivo de aquellos tiempos.

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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

Sólo cuando el Estado vive su transformación burguesa, y no antes, el periódico se acopla a la

práctica burguesa y asume esa transición y sus funciones: establecer los marcos de hegemonía

y disenso, esfera pública autónoma, publicidad política y literaria, educación, información

burguesa, etc. y centraliza definitivamente su producción como producción capitalista libre. Lo

hace en Inglaterra después de las revoluciones de 1648 y 1688, y muy especialmente hacia

1710 cuando una generación completa de escritores abre un proceso que aún así sólo alcanza

libertad plena y nivel industrial en el siglo siguiente. El caso paradigmático de prensa del

capitalismo muestra guarismos estremecedores. Mientras en el resto del mundo el periodismo

es operación estatal político-militar complementada con información mercantil, y relato de

“sucesos, en Inglaterra se fundan los nuevos géneros y “misiones” del periodismo: el relato

humorístico, la crítica, la divulgación literaria, la misión educativa del periódico, la publicidad

como tarea y derecho de la sociedad civil, etc. Mientras en Europa continental un periódico

semanal era signo de gran progreso, y la imprenta no mostraba variación técnica en siglos, en

Inglaterra las cifras de circulación eran increíbles: en la primer mitad del SXVIII, por dar sólo

un ejemplo, la circulación de periódicos ingleses casi se triplicó, pasando de dos millones

doscientos cincuenta mil ejemplares en 1711 a siete millones en 1753, y nueve millones en

1760; para 1814 la edición del Times, de Londres, se realiza con una imprenta movida a vapor.

El Estado independiente argentino se encuentra ante tal situación en una situación de máxima

tensión: mientras el periodismo Europa se encuentra en su momento de máximo desarrollo y

expansión, y obliga a los Estados periféricos que buscan sobrevivir a adquirir a velocidad

forzada instituciones típicamente “modernas” (ejército nacional, parlamento, diplomacia,

administración legal, periódicos), los plazos de desarrollo de largo tiempo vividos en Europa

están anulados. Y en lugar de ser un despliegue exclusivamente interno, deben realizarse en

primer lugar, como respuesta a la presión externa, si lo que se busca es la supervivencia.

Girardin ingresa el nuevo paradigma publicitario en 1836; muchos de los grandes diarios que

alcanzarían el siglo XX nacen en Europa y EEUU poco después de 1850. La revolución

industrial aumenta la productividad cuantitativa (cantidad de mercancías de un mismo tipo) y

cualitativa (variedad de mercancías que pueden crearse e incorporarse rápidamente al

mercado); el surgimiento de los Estados parlamentarios burgueses asegura que el capital

penetre en todos los resquicios de la economía y requiera la constante expansión de los

mercados. La prensa, en su doble carácter de órgano ideológico de la burguesía y de empresa

burguesa, cumple su rol en la formación de la opinión pública. Pronto los aspectos más

importantes del contenido doctrinario de la prensa burguesa se convierten en valores comunes a

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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

todos los periódicos importantes, en tanto se busca optimizar su capacidad de acumular capital,

ampliando el público lector, encontrando nuevos contenidos a ofrecer, etc.39

1.2.8. Expansiones de la prensa desde Europa

La burguesía constituye necesariamente parte (externa) del Estado absolutista (Anderson:

1987). El otro Estado moderno es –hasta el cierre del período que nos interesa- el

parlamentario capitalista. La prensa periódica, es pues, como pocos objetos, una práctica que

pertenece inseparablemente a ambas entidades sociales (burguesía y Estado moderno).

Esta constatación facilita la búsqueda empírica de información histórica al respecto y se

refuerza con su resultado: Si analizamos en un período histórico indistintamente la existencia

de burguesía o de prensa, encontraremos siempre la siguiente situación: Donde hay burguesía

hay prensa, viceversa; y donde no hay burguesía no hay prensa, y viceversa; donde la

presencia de la burguesía se encuentra distorsionada por una vicisitud histórica particular, la

prensa aparece y se desarrolla con el mismo nivel de distorsión, y viceversa. Esta distorsión,

dada la definición precedente, no puede ser otra que la magnificación de las funciones estatales

sin el contrapeso de la práctica burguesa. Por lo tanto, probablemente: uso institucional

administrativo y uso de guerra como centrales. El cuadro de identificación de prácticas

periodísticas en el interior argentino es al respecto elocuente.

Las afirmaciones precedentes son empíricamente constatables: no encontraremos hasta

mediados del siglo pasado desarrollo de prensa alguno en África, Asia ni Oceanía excepto

casos muy excepcionales vinculados estrictamente al consumo de europeos instalados en

factorías costeras40. Desde entonces, la aparición de periódicos guarda relación con el grado de

expansión y presión europea sobre los territorios: Hacia 1850 existían periódicos en Australia;

en 1864 se edita el primer periódico japonés, y después de 1870 aparecen en China, Egipto, la

India y otros puntos de mayor presencia europea.

39 La revolución de las comunicaciones en este período incluye aspectos políticos, tecnológicos e ideológicos, además por supuesto de los económicos. Entre los políticos destacan la elevación de la "opinión pública" a principio organizador del consenso que sostiene al gobierno, eliminación de la censura y fundamentalmente de los impuestos que gravaban la prensa, alfabetización acelerada de las masas; en lo tecnológico, la mejora en los transportes, la incorporación masiva de la máquina a la producción, luego el invento del telégrafo, la prensa a cilindro, las plegadoras automáticas de papel, etc. En lo ideológico la preponderancia de la palabra escrita en la construcción del consenso y el poder obliga a todo actor político a dominar las reglas de su producción, lo cual refuerza el mecanismo. Se realizan búsquedas temáticas acordes a la necesidad de supervivencia del escritor, de consumo del público, etc. dando lugar al artículo de folletín, a las series continuadas, al género policial, etc.40 Hemos dejado la afirmación por prudencia, pero nuestra búsqueda de "casos excepcionales" ha sido infructuosa. Es posible que no haya habido ninguno. Es preciso aclarar, sin embargo, que nos referimos a la noción actual de prensa periódica, y no a toda forma de registro escrito de información para su circulación, cuyo comienzo corresponde, sin dudas, a la civilización china, según lo han documentados numerosos investigadores (Cfr.: Lin Yu Tang, China, Historia de las Ideas y del Periodismo. Iberoamericana, Bs.As., 1947) )

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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

1.2.8.1. El caso estadounidense

En el actual EEUU la imprenta no ingresó sino hasta el año 1639, un siglo después de su

aparición en México, lo cual muestra el rol marginal de ese territorio para los europeos. Pero a

partir de las revoluciones inglesas en ese siglo el desarrollo se acelera y aparece el primer

periódico ya en 1704, décadas antes de su surgimiento en América española41. Con la

independencia y el desarrollo capitalista la presencia de la prensa se hace en Estados Unidos

cada vez mayor, llegando al punto tal que a principios del siglo XIX la imprenta de hierro

"Filadelfia" compite con éxito en el mercado mundial42 como producto americano de

exportación, y desde mediados del mismo siglo es Estados Unidos el país de origen de muchas

innovaciones tecnológicas, de comercialización y de género en la prensa.

1.2.8.2. Europa Oriental.

En Europa Oriental la imprenta primero, la actividad periodística mucho después, aparecen

sumamente distorsionadas en su función: al comienzo constituyen una actividad

excluyentemente estatal, que mira con ojo militar a sus similares occidentales, del mismo modo

que todo el Estado absolutista de oriente nace determinado por "las condiciones impuestas por

el sistema político internacional en cuyo seno estaban integradas objetivamente las noblezas de

toda la región"43 ( Cfr. Perry Anderson, El Estado Absolutista. Pág. 202). La imprenta ingresó

en Rusia, por ejemplo, varias décadas después que en Occidente, en 1533, pero casi al mismo

tiempo que en las formaciones periféricas más estratégicas, como México. El primer

periódico estable sería lanzado recién durante la modernización de Pedro El Grande (quien

comenzó su reinado en 1701) en 1703. Es decir: la prensa registra en Europa Oriental el

mismo nivel de distorsión que el conjunto de la maquinaria estatal absolutista, que a diferencia

de Occidente, no posee como contrapeso externo las garantías de libertad en ciudades de

importante desarrollo, ni importante actividad burguesa, y se desarrolló en gran medida bajo

presión externa que obligaba constantemente, por mandato de supervivencia, a la incorporación

de nuevas herramientas de Estado.

41 The Boston Newsletter es el nombre del primer periódico editado en las colonias norteamericanas, apenas 16 años después de la revolución inglesa, simultáneamente al gran auge de la primera década del siglo en la metrópoli.42 Varias imprentas del período de la independencia fueron "Filadelfia". Entre ellas, la primera que ingresó a Entre Ríos. No tuvimos tiempo de investigar el caso canadiense, pero la implicancia contrastadora sería que con el primer desarrollo burgués (en términos urbanos y de clase) importante debe haber aparecido la prensa. Si esta demoró fue por retraso de tal proceso.43 Perry Anderson, El Estado Absolutista. Pág. 202. La imprenta ingresó en Rusia, por ejemplo, recién en 1533, casi al mismo tiempo que en México. Pero el primer periódico estable sería lanzado durante la modernización de Pedro El Grande -quien comenzó su reinado en 1701- en 1703.

Julio E. Moyano. 84

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

1.2.8.3. España

España incorpora la imprenta en forma casi inmediata a su invención, siendo uno de los

primeros Estados absolutistas que la estimula como actividad estrictamente oficial y

licenciataria. En 1474 existía una en Valencia; en 1475 en Zaragoza y Barcelona. La riqueza

española atraía a los mejores artesanos de los nudos comerciales de Europa: Mateo Flandro,

Flamenco; Pablo Hurus y Juan Gherline, alemanes; Spindeler, alemán; Brun, genovés. A fines

del siglo XV había en España 31 talleres de imprenta. Juan Rosembach, impulsor de la

tipografía española, editó en 1497 la célebre “Gramática” de Nebrija, en 1510 el primer libro

de música, y muchas otras obras con excelentes grabados. Durante el siglo de oro español el

arte impresor tuvo gran adelanto, con excelentes niveles tipográficos, de papeles y de tintas. En

1507 el veneciano Jorge Coci imprimió La Celestina, etc.

No sucedió lo mismo con la prensa periódica, por cuanto precisamente el enorme éxito del

absolutismo español aplastó tempranamente las posibilidades de desarrollo mercantil en

Cataluña, conservó fueros feudales en muchas regiones e impidió la circulación de impresos

informativos. Cataluña pasó a ser región de temprano desarrollo de “periódicos escritos” a

región estrictamente controlada y en silencio. Ya hemos visto las medidas represivas de Carlos

I y Felipe II y Felipe IV, quien renovó las trabas a la circulación de impresos y atacó

frontalmente el arte mismo de imprimir al exigir que todo libro debía tener aprobación oficial,

además de trabas de circulación, impuestos, etc. En la primer mitad del siglo XVII, mientras

Holanda comenzaba a construir un polo de impresión de gran dinámica, en el imperio español

comenzaba un largo ciclo de decadencia del arte gráfico.

La reforma borbónica facilitó sólo en parte la recuperación, y recién bajo Carlos III, cuyo

reinado comienza en 1759, la situación se revierte tenuemente. La práctica habitual de imprimir

en el extranjero fue combatida con la prohibición de importar libros en castellano impresos

fuera, y se impulsó la impresión con varias medidas de fomento, entre ellas la rebaja oficial del

precio del plomo. Inmediatamente surgió una veintena de tipos de imprenta nuevos, así como

adelantos significativos como el satinado del papel, desarrollo del Zaragozano Joaquín Ibarra.

Es muy probable que en tal momento se relajasen también los controles a la circulación de

avisos y relaciones manuscritos, lo cual, junto a la expansión de la actividad comercial en los

principales puertos americanos, permitió la difusión de este tipo de práctica. En el caso de

Buenos Aires, se han documentado algunos de estos manuscritos en 1759 para un aviso

individual, y 1764 para una secuencia completa.

Julio E. Moyano. 85

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

Los periódicos en sentido moderno, sin embargo, deberían aguardar, pues recién en esta época

comenzó a estabilizarse publicaciones de baja regularidad, amparadas por el Estado, dedicadas

al impulso de la educación, las artes y las ciencias, así como el comercio, la agricultura y la

industria, ideas en boga de la época.

Uno de los mitos del liberalismo abstracto es que sin periodismo no hay cultura, y España

recibió siempre, al respecto, una exagerada descripción como centro de oscurantismo. Sin

embargo, la imprenta orientada a la producción de libros acompañó el esplendor del siglo de

oro español y el período final del imperio a fines del siglo XVIII. Gran cantidad de buenas

obras impresas de aquella época se conservan aún, incluyendo una excelente edición del

Quijote por la Real Academia Española en 1780, en que Ibarra inauguró el uso del satinado

para los grabados, usó papel de hilo catalán para el texto y una calidad de tinta, ilustración e

impresión admirables.

1.2.8.4. América Latina

En América Latina, este desarrollo fue acorde con la construcción de formas sociales y

estatales específicas y muy recientes. El absolutismo español expandió la imprenta por América

a la misma velocidad que en la Metrópoli, y con el mismo uso. Fue como en España la Iglesia

la encargada de lo más importante de la acción estatal, más aún a partir de la Reforma.

Obviamente, no podemos hablar de formas burguesas, pues la colonización hispana no guarda

relación con -por ejemplo- la de Estados Unidos44. Por ello el desarrollo de la imprenta recorre

los centros urbanos estratégicos, ligados en los primeros siglos a la minería45, ciudades que

contienen los centros de poder económico, político y militar, en manos de la Iglesia y de los

virreyes, más adelante de los virreyes exclusivamente, y que a medida que estos centros se

consolidan o desplazan, o vemos nacer otros, las imprentas se consolidan desplazan o vemos

nacer otras46.

44 Por ejemplo, el fracaso de la colonización de Venezuela por contrato entre Carlos I y la casa Welser (Banqueros alemanes que financiaban al Emperador, y el fracaso de la colonización holandesa en el Brasil.45 Si bien cabe en las generales de este estudio, no nos ocupamos aquí de Brasil, ni de las colonias francesas, inglesas u holandesas de las Guayanas y el Caribe. El primer periódico en Brasil surgió en 1808, debido al traslado preventivo de las cortes, ante la ocupación napoleónica de noviembre de 1807. 46 Cfr. Furlong, Guillermo: El Origen del Arte de Imprimir en América. También Canter, Juan: "La Imprenta" (En HNA). El primero nos muestra el predominio absoluto de la iglesia católica en los primeros siglos, y la mayor importancia -en lo que hace a fundaciones de nuevas imprentas- del Estado virreynal en la segunda mitad del Siglo XVIII, así como el recorrido de las fundaciones: en la primera etapa los sitios son aquellos estratégicos en la extracción y envío de metales: México, Perú, Panamá. En el siglo XVIII son los de auge comercial e importancia militar: surgen imprentas en Cuba, Buenos Aires, la costa del pacífico sur y otros puntos otrora marginales, continuando a su vez la instalación en otras ciudades de México.

Julio E. Moyano. 86

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

La Iglesia fue su principal introductora y portadora47, y particularmente los jesuitas48. La Iglesia

fue de hecho la encargada de instalar universidades (más de treinta durante la colonia) y demás

centros educativos, lo cual la ligó a casi toda la producción cultural hasta la independencia.

Apenas quince años después de concluida la conquista de México, esto es, en 1537, ingresa a

su capital la primer imprenta, dirigida por Juan Pablo, de origen italiano venido a nombre de un

impresor de Sevilla49. De su taller saldría años más tarde otro impresor que inauguró la

imprenta en Perú. En 1548 edita el primer libro peruano en tres idiomas: Quichua, Aymará y

Español. En 1600 había imprenta en Santo Domingo; En 1607 en Cuba; en 1610 en el Alto

Perú (hoy Bolivia). Con el comienzo de la etapa regalista y mercantilista incorporada por los

Borbones en el Siglo XVIII surgieron más licencias para imprentas estatales en América, y se

retiraron o negaron otras de la Iglesia50. Los jesuitas, sin embargo, continuaron colocando

imprentas hasta muy poco antes de su expulsión, imprentas que en casi todos los casos fueron

las primeras de su región: Misiones del Río de la Plata en 1700, Bogotá en 1736, Río de Janeiro

en 1747, Santiago de Chile en 1748, Ecuador hacia 1754, etc.

Durante el siglo de oro español la prensa periódica no constituyó una práctica considerada

como tarea necesaria por el Imperio en la región americana. Sí lo fue -y mucho- como vimos, la

imprenta. El primer periodismo es un fenómeno que arranca en el siglo XVIII en los centros

neurálgicos de las colonias: México en 1722 (Gaceta de México y Noticias de Nueva España),

continuando con regularidad de 1728 a 1742 como Gaceta de México. Un diario Literario de

México en 1768, un Mercurio Volante en 1772 y 1773, y nuevamente la Gaceta de México

desde 1784, continuando hasta la revolución de 1810. La gaceta de Guatemala aparece entre

1729 y 1731: La de Lima, entre 1743 y 1767. En la década de 1790, además de los que aún

existen, aparecen un periódico literario en México (1788-94: Gaceta de Literatura), en

Guatemala nuevamente (Desde 1794 en adelante, con continuidad también hasta la revolución);

en Quito (1792: Primicias de la Cultura de Quito), Lima (1790-93: Diario de Lima; 1791-93:

Mercurio Peruano), en Bogotá (1791: Papel Periódico de Santa Fe de Bogotá); en La Habana 47 Cfr. op. cit. La iglesia es la única introductora. Sólo en el siglo XVIII (y con licencia cuidadosamente aguardada) el Estado las instala.48 Los jesuitas construyeron la primera imprenta en el actual territorio de nuestro país (1700) en función de su proyecto teocrático-evangelizador, y trajeron la segunda (1764) a Córdoba. Dice Canter: "Ello no constituye una excepción en la historia de la Compañía (...) Así Roma, Messina, Palermo, Viena y otras ciudades de Austria, Hungría, Alemania, Polonia, Rusia, Francia, Portugal, España, México, Colombia, Ecuador, Perú, Filipinas, etc. recibieron por dicha orden el precioso invento de Gutemberg. Algunas en forma prístina, otras secundariamente como un agregado a las que trabajaban ya, siempre con una finalidad didáctica y de persecución de la fe, sobre todo en países donde se divulgaban los libros heterodoxos y que los Loyola debían refutar" (op.cit., p. 18). 49 Más allá de que tal diferencia es evidente, puede hallarse abundante información sobre la situación de los tipógrafos (aunque los trabajos no se refieren específicamente a ellos) en los libros y publicaciones de José Toribio Medina y de José Torre Revello (Ver bibliografía).50 En el caso del Río de la Plata la expulsión de los jesuitas anuló los dos centros tipográficos del país. El virrey, años más tarde, se apropia no sólo de la imprenta sino del monopolio de impresiones, aún a costa de la Iglesia.

Julio E. Moyano. 87

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

(1790, con continuidad hasta 1804: Papel Periódico). En el Río de la Plata comienzan a

aparecer gacetas manuscritas de poca tirada y duración, ya en la década de 1760. Desde 1780,

cuando el Virrey recupera la vieja imprenta jesuítica de Córdoba, comienzan a aparecer,

sueltos, algunos impresos con noticias llegadas con los barcos. En 1801 aparece el Telégrafo

Mercantil, bajo redacción del coronel Cabello, quien poseía experiencia periodística obtenida

en Lima. Los periódicos porteños del postrer período colonial serán estudiados más adelante.

En 1805 se produce una última andanada de periódicos: En La Habana (Aviso, 1805-1810), en

México (Diario de México, 1805-17).

No es difícil hallar regularidades en este proceso de lugares y fechas: Los centros urbanos

estratégicos de la colonia, la expansión mercantil de fines del siglo XVIII, y fundamentalmente

los períodos de tensión de guerra organizan con suma claridad nuestro mapa. Y un corrimiento

en los últimos años hacia la costa atlántica, tanto del dinamismo mercantil, como de los

requerimientos bélicos. Con la invasión napoleónica a la península ibérica, tenemos incluso

más experiencias atlánticas: un periódico llega a Montevideo con la invasión inglesa; otro a

Brasil, con el exilio de la familia real.

Bastan sólo algunos de los hitos de prensa hasta aquí repasados para notar lo cercano que

resulta el período pre-moderno de prensa en Europa, y el absurdo de imaginar “pérdidas” en un

momento de constitución de los primeros esbozos de prensa periódica. En todo caso, resulta

interesante la enorme velocidad de transformación de una región que no poseía producción

propia colocable en el mercado mundial a comienzos del siglo XIX, y la posibilidad de esbozo

de periódicos modernos ya a fines de la década de 1850.

1.2.9. Prensa e ideología: problemas de integración

Cuando las jóvenes naciones independientes americanas comenzaron a buscar formas

organizativas acordes a la nueva situación tropezaron con gigantescas dificultades. Las

esperanzas de reconstrucción del imperio español, o aún de su reformulación, quedaron

liquidadas definitivamente entre 1820 (revolución española) y 1824 (batalla de Ayacucho).

Pero en forma simultánea, murió toda expectativa de herencia directa del aparato estatal

virreinal: el intento de algunas capas dirigentes criollas beneficiarias económicas del aparato

de Estado y del comercio restringido por organizar estructuras centralizadas que

reemplazasen la mediación virreinato-corona por una organización soberana local, sin

mayores cambios estructurales, fue derrotada por el alzamiento de los mismos pueblos y la

fragmentación de los grupos de poder. Sucedió en México con el paréntesis imperial

Julio E. Moyano. 88

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

independiente, en Perú luego de la liberación sanmartiniana, en Buenos Aires con la

reacción federal de 1819-20, etc.

Antes de estos sucesos, hubo en Buenos Aires interesantes debates sobre la forma de Estado

y gobierno, sobre lo que hoy llamaríamos organización de la sociedad civil, las libertades de

comercio, pensamiento, culto, expresión, prensa, etc. En prensa se esbozan algunos

elementos ya en 1812. Más claramente en los meses posteriores a la independencia. Con

más continuidad luego de 1820.

Para los protagonistas de Mayo, muchos logros constituyeron una novedad absoluta, como

lo estaban viviendo también los españoles -a pesar del duro interregno de la restauración- en

aspectos fundamentales referidos a libertad de conciencia, humanización del sistema judicial

y policial, acceso a literatura antes prohibida, etc., logros que –aún con una proporción

reducida de beneficiarios- abrían cauce a una sociedad más dinámica con vistas a las

condiciones de modernización que impondrían el capitalismo y su revolución industrial a

nivel mundial. Algunos logros mayores no sólo se disfrutaron de inmediato sino que

transformaron el conjunto de la Nación: apropiación criolla del control del Estado, comercio

libre, posibilidad de colocación de productos en el mercado mundial. También significó

transformación radical el conjunto de dislocaciones de las formas de funcionamiento

anterior que no podría contabilizarse como logros: destrucción de la economía subsidiaria

del Alto Perú, agotamiento económico y social causado por la guerra de la independencia,

desmantelamiento de modos de pertenencia y funcionamiento de las relaciones sociales que

encarnaban el Estado virreinal y sobre todo la Iglesia católica, cuya función y relación con el

Estado entraría en cuestión desde la década de 1820.

Una evidente realidad comenzó a cernirse sobre todo combate interno, y sobre todo debate:

Recordemos del capítulo anterior, hasta qué punto la organización del aparato de Estado

absolutista en los países de Europa oriental estuvo determinada no tanto por las condiciones

que llevaron a su construcción en Europa occidental (pues los elementos comunes en oriente

aparecían sólo en parte, dando lugar a un proceso mucho más lento en caso de producirse)

sino precisamente por su desarrollo en occidente, que desequilibraba la balanza de poderío y

disminuía las posibilidades de supervivencia de todo Estado perteneciente a ese sistema

internacional de legitimidades, y obligaba a los orientales a construirse defensivamente en

esa dirección: había que armar grandes ejércitos, y para ello se requería un sistema fiscal y

administrativo centralizado, el monopolio de la fuerza en el Estado, etc.

Julio E. Moyano. 89

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

La situación de los países americanos era homóloga. Los tiempos no eran sólo internos, sino

que estaban dados por la creciente presión de un sistema de Estados capitalistas en

expansión: era imprescindible un sistema legal internacionalmente reconocido, una

diplomacia activa, capacidad de comerciar eficaz y “legítimamente” con el exterior,

garantizar la propiedad y la vida a los europeos, así como la posibilidad de ingresar e

invertir; era preciso un ejército y flota propios, un sistema de ingresos estable para el Estado,

y en su momento, una prensa periódica que expresase el nivel de representación del Estado

sobre la sociedad. No realizar estas tareas podía significar, en breve plazo, la invasión y la

conquista.

Algunas de estas tareas dependen de la evolución de sus posibilidades productivas. En el

caso argentino, la pérdida del lugar del puerto como sitio estratégico respecto del Alto Perú

y otras regiones, fue reemplazada por las condiciones de puerto exportador de la producción

ligada al ganado: cuero, sebo, hueso, tasajo, y a la salida de algunos productos adicionales a

través de los ríos interiores. Esta producción exportadora abrió un cauce de renta

fundamental a la provincia de Buenos Aires, y generó un nuevo eje de conflicto con las

provincias interiores respecto de los derechos sobre esas rentas.

Pero otras instituciones, como el parlamento y la prensa periódica, producen otro tipo de

conflicto por su misma existencia. Un conflicto que veremos producirse con creces en toda

la transición hacia la Organización Nacional.

1.2.10. Modernidad y legalidad

La transición europea del feudalismo al capitalismo fue el escenario del surgimiento de

ámbitos de construcción y de legitimación de los discursos y de poderes diferenciados, es

decir, del paso de bloques indiferenciados de aspectos de una relación de dominación a la

posibilidad de articular en un solo sistema de relaciones ámbitos diversos en cuanto al poder

material y a los discursos.

Se desprendieron paulatinamente así del discurso teológico las disciplinas científicas, y el

poder estatal y su orden discursivo, esferas distintas para sus diversos o nuevos

componentes. Se vivió entonces el paso del poder del Estado como cristalización concreta

de la fuerza como remisión a la legitimidad religiosa, a otro en que ese poder sobre el que

reposa, separando espacios y estableciendo no sólo reglas diferentes para cada uno de ellos,

sino también la legalidad de articulaciones propias de la modernidad, entre las esferas

estatal, pública y privada, entre los órganos ejecutivo, legislativo y judicial, entre los

Julio E. Moyano. 90

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

ámbitos religioso, político, económico y militar, etc. Del mismo modo, también entre el

discurso religioso y el científico, entre las disciplinas y campos (Cfr. Bourdieu,

P.,1969,1988) de legitimidad artística, cultural, intelectual o de la prensa periódica.

Es observable, en esta transición, el paso de formas de representación indiciales a otras que

requieren operaciones de abstracción bastante más complejas para ser comprendidas. De la

representación como situación material “existente”, en que el noble y sus estamentos son el

Estado, a la representación como simbolización de relaciones entre conceptos abstractos

(ciudadano, persona, etc.). Habermas muestra cómo el cambio de las relaciones entre Estado

y comunidad alcanza en su profundidad no sólo la forma sino el concepto mismo de la

representación, que pasa en la transición del Estado feudal al parlamentario, de anclar en el

termino “räpresentieren”, cuyo significado remite a ideas que implican relación directa y

natural entre elementos, como “intermediario”, “figura”, “emisario”, a hacerlo en la palabra

“vertretung” que remite a “sustitución”, “reemplazo”, “en lugar de”. En los Estados

premodernos el jefe es el poder, o bien un fragmento, o un índice de un poder mayor encima

de él, y por lo tanto oculto en su mayor parte a los gobernados. En el Estado parlamentario

moderno, un gobernante es un componente concreto – y por lo tanto no permanente- de un

conjunto de instituciones estables que constituyen el significante (fundamento del

representamen) simbólico de la soberanía popular (objeto) para la sociedad que es su

interpretante. Sociedad que también es un signo simbólico, y por lo tanto escenario de

luchas discursivas, pues en tanto lo abstracto permite poner de manifiesto lo igual en las

relaciones, también permite el ocultamiento de lo diferente –en tanto no se recupere lo

concreto por medio de la multideterminación-, abriendo así camino a la ideología.

Estas diferencias impactan gravemente sobre las características del texto. En primer lugar,

las gramáticas de cada sistema discursivo dejan de hallarse indiferenciadas y pasan a

remitirse a su propia y autónoma metodología para legitimarse51. En segundo lugar, los

objetos que estos discursos nombran y las unidades mínimas de discurso con que se los

nombran se modifican profundamente. En tercer lugar, el uso, las situaciones, en síntesis, el

aspecto pragmático de los discursos, cambia en gran escala al ritmo del conjunto de las

transformaciones de las relaciones sociales.

51 La indiferenciación de ámbitos es fácilmente observable, por oposición, en la antigüedad clásica, en la mezcla entre mito, religión, arte y filosofía, en la indiferenciación Estado-comunidad. Es en tal espacio-tiempo histórico que puede observarse los primeros elementos transicionales de lo que en politología se denomina “la invención de la política” (Cfr. Finley, 1990; Benjamin, 1987; Horowicz, 1995).

Julio E. Moyano. 91

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

Cuando los países hispanoamericanos se han independizado, nos encontramos ya con una

prensa periódica a la cual la restauración no puede hacer retroceder a su función anterior. Y

a partir de del período 1830-50, una prensa definitivamente institucionalizada como acción

pública burguesa, acorde exactamente con sus mecanismos diferenciados de legitimación.

Estos países, a su vez, no han vivido esta experiencia fragmentada, sino precisamente la

forma europea anterior, aún indiferenciada. Es obvio entonces que la incorporación será

conflictiva.

En el caso argentino, la prensa periódica muestra con claridad este proceso de conflicto:

incorporación acelerada de formas tecnológicas y representativas ya desarrolladas en Europa

luego de siglos de despliegue, a una experiencia de transformación enteramente distinta. Así,

en tanto se toma como modelo a imitar el de la prensa europea de su tiempo, esto sólo

sucede en cuanto a sus aspectos formales, en tanto que su rol, la organización de sus

contenidos, la tarea del periodista y la presencia de la crítica son enteramente distintos, en

todo el país hasta el gobierno de rosas, y en el interior hasta después de la batalla de Pavón

(1861), con situaciones transicionales que llegan hasta 1875 en ambos casos. Lo primero que

observamos investigando los contenidos de la prensa del interior del país en el período

mencionado, es su inexistencia como campo, superpuesta a un gran esfuerzo formal por

presentar en el discurso a este campo como realmente existente. En el trabajo de Halperin

Donghi sobre José Hernández (1985) puede notarse con claridad la persistencia en la prensa

que él llama “faccional”, de mecanismos discursivos donde predomina la combinación de

unidades formularias sin otro referente que aquel que el propio interpretante requiera para

dar valor de verdad/legalidad a su toma de posición en el conflicto entre poderes.

Reversibles e intercambiables, al servicio del más maniqueo enfrentamiento del bien contra

el mal, dejan con ello débil o ausente el discurso crítico en que el individuo-periodista actúa

en forma independiente. No se trata de conceptos abstractos aplicables convencionalmente a

objetos con los cuales se pueda operar teóricamente sobre la realidad concreta. No se

construye abstracciones para operar con ellas. No se va más profundamente al objeto: se

aleja de él tanto como se pueda para reafirmar la soberanía y la legalidad del enunciador

tanto sobre los hechos como sus posibles interpretaciones, en una situación comunicacional

en que el enunciador es la subsunción por el poder del redactor a su servicio.

La prensa del interior del país muestra esta característica llevada a niveles extremos, ya no

como herramienta del enfrentamiento de facciones, sino como elemento constitutivo de la

prensa en cuanto tal. Si se piensa que en un país europeo relativamente atrasado como

Julio E. Moyano. 92

Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

España, ya en la década de 1830 existían producciones netamente modernas como las de

Mariano José de Larra, se nota aún más la importancia de esta diferencia. La prensa de la

Confederación (el Estado argentino durante la secesión de Buenos Aires -1852-1861-), por

ejemplo, recibió el influjo directo de la europea ya articulada como campo intelectual solo

en lo que hace a la forma, esto es, agenda y tratamiento de algunos temas, uso de términos y

estilo de ilustración y romanticismo que impregna esos materiales, etc. Pero de ningún modo

formó “campo intelectual” pues no existía aún autonomía de este sector, que formaba una

unidad con la economía, la política y la fuerza militar. Esto es así porque el esfuerzo de

ingreso en el mercado mundial que realizó el Estado (o el proto-Estado argentino luego de la

disolución del imperio español) no fue producto del desarrollo en su interior de una clase

burguesa (como fue el caso-modelo europeo occidental), sino de un esfuerzo estatal-militar

por constituir una economía y una identidad nacional desde las cuales definir y lograr el

acceso buscado (y donde la proto-burguesía triunfara ampliamente, constituyendo junto con

el Estado moderno, el espacio de hegemonía de una clase terrateniente nacional).

La enorme presencia del Estado como único factor aglutinante no era producto de su propio

desarrollo o complejidad, sino por el contrario, recortaba la inexistencia o extrema debilidad

de la sociedad civil. El Estado “lo era todo” porque los ámbitos diferenciados que

constituyen la red de la sociedad civil mediando entre aquel y la economía, no existen sino

como parte de su unidad concreta: la jefatura del caudillo. Su cuerpo y fórmulas de

presencia representaban el poder en sentido premoderno, como mediación y cara visible de

algo superior (Dios, la Salvación, la Regeneración) y cristalización de s propia fuerza, y no

en el sentido moderno que corresponde al Estado parlamentario, en que representación es

significación, “estar en lugar de...”, reemplazo, reflejo institucional de las propias relaciones.

Y en esta comunidad de discursos indiferenciados la literatura y el arte en tanto discursos

críticos estaban aún ausente. Y también el discurso autónomo de prensa, ya no sólo su

libertad.

El desarrollo desigual de la clase terrateniente entre Buenos Aires y el interior fue

correlativo a su vinculación con el mercado mundial, y esta del desarrollo de la sociedad

civil. Por eso la prensa como campo autónomo y su discurso como discurso crítico pudieron

aparecer en Buenos Aires, en forma clara inmediatamente después de la caída de Rosas –

paradójicamente gracias al gobierno de Rosas que asentó las bases de este desarrollo, en

tanto demora en el interior hasta más allá de la batalla de Pavón. La medida cuantitativa de

esta diferencia es contundente: la suma total de números de periódicos impresos en todo el

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Prensa, modernidad y transición. La prensa argentina en el siglo XIX

interior argentino hasta 1852 (abarcando un período de treinta y cinco años) es menor que la

colección de uno solo de los diarios porteños de más tirada en el mismo período.

La expansión del mercado mundial al entrar en choque con formaciones sociales

precapitalistas, pone a estas en la necesidad de apropiarse de tecnologías que le permitan

resistir su disolución con mayor eficacia. En el caso de la prensa, la única vía posible de

incorporación, tal como sucedió en la Europa del absolutismo, fue su utilización como arma

de guerra. En el caso de la Argentina en transición (1806-1880), la incorporación de la

prensa incluyó la tensión entre su naturaleza burguesa, su uso como instrumento de guerra y

su necesidad como parte de la construcción del Estado moderno a imagen y semejanza de

los europeos. Por la debilidad de su desarrollo, la primer característica se subordinó en este

caso a las otras dos. No es difícil realizar un seguimiento del segundo aspecto,

correlacionando presencia de la prensa y guerra: los puntos de aparición de la prensa

periódica en el interior del país entre 1820 y 1852 siguen milimétricamente los de mayor

virulencia de la guerra civil.

El sistema de los caudillos del interior articuló una difícil convivencia entre las relaciones

personalizadas y piramidales, por un lado, y las instituciones propias del Estado moderno

que aparecía como horizonte. Por eso se desarrollaron ámbitos legislativos, constituciones,

gabinetes y elecciones periódicas en tanto forma, pero éstas se subordinaban al sistema

piramidal e indiferenciado de jefaturas político-económico-militares. Algo similar sucedió

con la prensa. El periódico yuxtaponía las formas del discurso de la prensa moderna en

cuanto a su misión y prácticas cotidianas, con su articulación en un sistema de poder

precapitalista. Así la prensa no era un emprendimiento autónomo en una sociedad civil en

desarrollo, sino por el contrario, una operación político-militar de Estado. No establecía

mediación de la sociedad consigo misma, como un lenguaje que abstrae uno de sus aspectos

para fijar determinaciones y operar con ellas, sino una representación premoderna del poder

ante el pueblo. Por eso en esta etapa no existieron periodistas, sino escribas de tiempo

completo al servicio del poder, dentro de cuyas tareas la prensa era sólo una, junto a otras

que expresan tanto de debilidad de la sociedad civil cuanto la indiferenciación: un solo

escriba podía, por orden del caudillo, ser “periodista”, legislador, ministro, secretario,

administrativo, creador de versos, redactor de discursos, convencional constituyente o

delegado. Este modo de existencia habría de disolverse con la constitución de la

modernidad, para reaparecer subordinado a un sistema de relaciones más complejo, como la

subsunción del trabajo discursivo por el capital.

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