Unificación de Alemania

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Unificación de Alemania 1.1. Los primeros intentos Durante la época del apogeo imperial napoleónico se producirán una serie de acontecimientos en el ámbito germánico que a la larga llevarían a la constitución de un Estado alemán unitario. En 1805, a iniciativa de Napoleón, se realiza la sustitución del antiguo Sacro Imperio Germánico por una Confederación del Rin, cuyos príncipes, vinculados a la dinastía napoleónica, pretendían una modernización de sus Estados siguiendo el modelo francés. Sin embargo, las pretensiones napoleónicas no prosperaron y provocaron una intensa reacción patriótica y nacionalista apoyada teóricamente por pensadores como Herder. Entre 1812 y 1814, en el declinar de las ambiciones napoleónicas, se producen las llamadas guerras de liberación contra los franceses, en las que los ejércitos alemanes se verán acompañados por el apoyo de un vivo movimiento nacionalista y liberal, que despertará la inquietud entre los partidarios de Antiguo Régimen, sobre todo cuando a la caída de Napoleón se acometen importantes reformas liberales en Prusia. El canciller austríaco Metternich, preocupado ante todo de restablecer entre los Estados alemanes el dominio de Austria, y evitar la hegemonía de Prusia, el otro gran Estado alemán, propondrá en 1815 durante las sesiones del Congreso de Viena la reorganización de los Estados alemanes bajo la forma de una Confederación de 39 Estados con una sola institución común, la Dieta, integrada por los representantes de los respectivos Estados y presidida por Austria. Aunque en la práctica resultaría inoperante la Dieta, pues era necesaria la unanimidad para cualquier decisión importante, el objetivo de Metternich era neutralizar en los territorios alemanes cualquier desarrollo nacionalista o liberal que propugnase la construcción de un Estado unitario. Por eso influirá en Prusia para anular las reformas liberales llevadas a cabo. Sin embargo la semilla de la idea nacional y liberal había quedado esparcida y pese a la oposición de los gobernantes aflorará en forma de constituciones, aunque de duración efímera, en las oleadas revolucionarias europeas de 1820 y 1830. 1.2. La unidad económica: el Zollverein Aunque el nacionalismo romántico alemán no llegó a cuajar en ninguna realización política duradera, las circunstancias

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Unificación de Alemania1.1. Los primeros intentos Durante la época del apogeo imperial napoleónico se producirán una serie de acontecimientos en el ámbito germánico que a la larga llevarían a la constitución de un Estado alemán unitario. En 1805, a iniciativa de Napoleón, se realiza la sustitución del antiguo Sacro Imperio Germánico por una Confederación del Rin, cuyos príncipes, vinculados a la dinastía napoleónica, pretendían una modernización de sus Estados siguiendo el modelo francés. Sin embargo, las pretensiones napoleónicas no prosperaron y provocaron una intensa reacción patriótica y nacionalista apoyada teóricamente por pensadores como Herder. Entre 1812 y 1814, en el declinar de las ambiciones napoleónicas, se producen las llamadas guerras de liberación contra los franceses, en las que los ejércitos alemanes se verán acompañados por el apoyo de un vivo movimiento nacionalista y liberal, que despertará la inquietud entre los partidarios de Antiguo Régimen, sobre todo cuando a la caída de Napoleón se acometen importantes reformas liberales en Prusia. El canciller austríaco Metternich, preocupado ante todo de restablecer entre los Estados alemanes el dominio de Austria, y evitar la hegemonía de Prusia, el otro gran Estado alemán, propondrá en 1815 durante las sesiones del Congreso de Viena la reorganización de los Estados alemanes bajo la forma de una Confederación de 39 Estados con una sola institución común, la Dieta, integrada por los representantes de los respectivos Estados y presidida por Austria. Aunque en la práctica resultaría inoperante la Dieta, pues era necesaria la unanimidad para cualquier decisión importante, el objetivo de Metternich era neutralizar en los territorios alemanes cualquier desarrollo nacionalista o liberal que propugnase la construcción de un Estado unitario. Por eso influirá en Prusia para anular las reformas liberales llevadas a cabo. Sin embargo la semilla de la idea nacional y liberal había quedado esparcida y pese a la oposición de los gobernantes aflorará en forma de constituciones, aunque de duración efímera, en las oleadas revolucionarias europeas de 1820 y 1830. 1.2. La unidad económica: el Zollverein Aunque el nacionalismo romántico alemán no llegó a cuajar en ninguna realización política duradera, las circunstancias económicas permitirán el desarrollo de una serie de procesos que finalmente posibilitarán la unificación. El principal impulso procedió de la política económica de Prusia, que quiere hacer frente a la afluencia masiva de productos ingleses y evitar así el estancamiento económico prusiano que además se veía aumentado por la cantidad de aduanas interiores entre los Estados de la Confederación que frenaban todo desarrollo comercial. En 1834 se constituye con el patrocinio de Prusia una unión aduanera -Zolverein- entre la mayoría de los Estados alemanes, de la que queda excluida Austria. Paralelamente se produce un importante desarrollo industrial que hace surgir, por una parte, una creciente burguesía de negocios, que soporta cada vez peor el control burocrático del sistema, y promueve una evolución política hacia formas más liberales, y por otra, el nacimiento de una clase obrera en las grandes ciudades, que pronto planteará reivindicaciones de todo tipo, alentados por teóricos del socialismo revolucionario. La crisis económica de 1846-1847 acentuará el radicalismo de los planteamientos políticos y sociales de unos y otros, que se manifestarán, con finalidades bien distintas, en el estallido revolucionario de 1848. Los obreros, exigiendo el fin de los privilegios y las desigualdades sociales, la burguesía reclamando regímenes liberales y constitucionales, y la aparición en algunos

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Estados de un importante sentimiento nacionalista, cristalizará en la creación del Parlamento de Francfort. Sin embargo la inmediata reacción de los gobiernos de Austria y Prusia llevarán al fracaso todos los intentos revolucionarios, que en buena parte se explican por el miedo de la burguesía ante el radicalismo de obreros y demócratas en sus reivindicaciones sociales, laborales y políticas. Esta burguesía prefirió un compromiso con las antiguas clases dirigentes, renunciando al poder político a cambio de la seguridad de sus intereses económicos. En cuanto al intento unificador del Parlamento de Francfort, las diferencias entre los partidarios de la Pequeña Alemania, que suponía la exclusión de Austria, encabezados por Prusia, y los partidarios de la Gran Alemania bajo el patrocinio de Austria, bloquearon cualquier otra iniciativa del Parlamento. Finalmente el rechazo de Federico Guillermo IV, rey de Prusia, al trono imperial con carácter hereditario, que le ofreció el Parlamento supuso su inmediata disolución. En 1850 se reanudará el camino de la unidad por la vía económica impulsada y planificada desde arriba. Prusia aprovechó el fracaso revolucionario para imponer su política económica continuando y ampliando el Zollverein. 1.3. Los planteamientos unificadores de Bismarck Otto von Bismarck (1815-1898), canciller de Prusia desde 1862, será el artífice que finalmente logre la unificación de Alemania. Éste se había dado cuenta que era inevitable el conflicto entre Prusia y Austria, y abordará el proceso unificador desarrollando una política realista, inaccesible a la pasión nacionalista y bajo el único criterio de la razón de Estado. Solo una derrota militar de Austria permitiría a Prusia llevar a cabo la unificación de Alemania. Sus ideas políticas sobre el problema alemán, opuestas a las de Metternich, giran en torno a tres principios: unitario, liberal y nacional. Unitario, porque piensa que la multiplicidad de Estados favorece la hegemonía de Austria. Liberal, no tanto porque sea un ferviente partidario del liberalismo, sino porque con un gran sentido práctico, cree que es mejor el sistema constitucional para garantizar la estabilidad política y el apoyo de los sectores sociales frente a las formas absolutistas de Austria. Nacional, porque se opone a las concepciones supranacionales e imperiales de Austria. Para llevar a cabo sus planes, Bismarck tenía que conseguir dos objetivos. El primero era aislar a Austria diplomáticamente; para esto, busca el apoyo de Francia, y consigue distanciar a Rusia de los austríacos. El segundo era la reorganización del ejército prusinao, que le permitiera disponer de la suficiente superioridad militar en el inevitable enfrentamiento con Austria; para esto se apoyará en dos excelentes generales prusianos: Von Roon y Von Moltke. Ahora ya sólo faltaba buscar la ocasión para proceder a la unificación, aunque para ello tuviera que provocar militarmente a Austria. La ocasión se presentó con motivo de la llamada guerra de los Ducados, que iniciaría las llamadas guerras de unificación. 1.4. Las guerras unificadorasLa Guerra de los Ducados Los Ducados del sur de Dinamarca, Schleswig, Holstein y Lauemburgo, de población alemana, habían quedado desde 1815 bajo el dominio de la corona danesa, sin formar parte de Dinamarca, e incorporados a la Confederación Germánica. Los intentos de anexión por parte del rey danés, en 1863, provocarán la reacción militar de Prusia y Austria contra Dinamarca. En 1864 ambas potencias derrotan sin dificultad a los daneses, que por la Paz de Viena les ceden los tres Ducados. Pero en la Convención de Gastein, en 1865, por la

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que Austria y Prusia negocian el reparto de los Ducados, encontrará Bismarck la ocasión que buscaba para provocar que Austria declare la guerra a Prusia en 1866. La Guerra Austro-Prusiana Declarada la guerra, los ejércitos prusianos invaden los Estados alemanes de Hannover, Hesse y Sajonia, aliados de Austria, y derrotan al ejército austríaco en Sadowa. La guerra había durado siete semanas. Por la paz de Praga, Prusia se incorpora Hannover, Hesse, Schleswig y Holstein y obliga a Austria a ceder el Véneto al recién nacido reino de Italia, aliado de Prusia. La derrota de Austria suponía su total marginación en el proceso de la unidad alemana, tal como lo había previsto Bismarck, quien inicia la reorganización de los Estados alemanes, suprimiendo la Confederación Germánica y creando una Confederación del Norte de Alemania, que agrupaba 21 Estados. Su Presidente será el rey de Prusia y Bismarck su canciller. La Constitución federal de 1867 establecíaque la nueva Confederación se regiría por dos organismos: el Bundesrat o Consejo Federal y el Reichstag, parlamento elegido por sufragio universal. En realidad no se trataba de un régimen parlamentario, pues las decisiones del Parlamento quedaban sometidas al veto del Consejo Federal. Aún quedaban algunos problemas por resolver de cara a la unificación alemana. Por un lado la oposición de los Estados del Sur de Alemania, especialmente Baviera y Wurttemberg, reacios a aceptar la prusificación de Alemania, y por otro las reticencias de Francia y de Napoleón III, por la configuración de la nueva Alemania como una gran potencia europea, y por el incumplimiento de Bismarck a Napoleón III sobre las compensaciones territoriales. La Guerra Franco-Prusiana Bismarck, que sabía que el enfrentamiento con Francia era inevitable, no quiso que Austria quedara excesivamente perjudicada tras la paz de Praga, pensando en una futura alianza austroprusiana. Como había hecho antes con Austria, Bismarck preparó el aislamiento diplomático de Francia. Buscó la neutralidad de Rusia. Italia, molesta con Francia por la presencia en Roma de un ejército francés, que impedía la anexión de la urbe, se mantendría al margen del conflicto. Inglaterra, seguía manteniendo su política de no intervenir en los asuntos continentales, sin percatarse que la nueva Alemania rompía el equilibrio continental. Contaba con la neutralidad de Austria por temor a una intervención de Rusia en los territorios balcánicos de su Imperio. Por último, Bismarck, apoyándose en el sentimiento antifrancés de los Estados alemanes del sur, consiguió unirlos a su causa. La batalla diplomática había sido ganada, ahora se trataba de buscar un motivo para declarar la guerra a Francia. El pretexto fue el problema sucesorio y dinástico que se había planteado en España tras el derrocamiento de Isabel II y el fracaso de la I República. Francia se opuso a que un príncipe prusiano fuera el candidato a rey de España. Guillermo I, rey de Prusia, rechazó el ofrecimiento español, pero la exigencia de Francia de que el rey de Prusia garantizase por escrito que no aceptaría, fue utilizado por Bismarck, exagerando las tintas, como un insulto a los prusianos y motivo suficiente para declarar la guerra a Francia. De nuevo, la poderosa maquinaria de guerra prusiana no encontró obstáculo en el ejército francés, que fue derrotado en Sedan (1870) y el mismo Napoleón III fue hecho prisionero. En enero de 1871 las tropas alemanas ocupaban París. Francia perdió Alsacia y Lorena y tuvo que pagar una elevada indemnización de guerra a los alemanes. Aprovechando el éxito militar contra Francia, Bismarck consiguió con habilidad que los Estados alemanes del sur se incorporaran al recién creado Imperio alemán. De este modo el proceso de unificación diseñado por Bismarck quedaba

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concluido, constituyéndose el nuevo Estado alemán como la primera potencia continental europea. 2. La unidad italiana 2.1 El desarrollo de la conciencia nacional El movimiento nacionalista y liberal italiano, como en tantos otros sitios, arranca de la época napoleónica, sobre todo por el rechazo que provocaba la presencia en Italia de los ejércitos franceses. Esta primera toma de conciencia de la identidad nacional, intentará traducirse en una realidad estatal. Tras el Congreso de Viena (1815), Italia quedó dividida en siete Estados independientes: En el Norte peninsular, el reino de Piamonte bajo la casa de Saboya, y el reino Lombardo-Véneto bajo el dominio directo de Austria; en el Centro, los Ducados de Parma, Módena y Toscana, regidos por príncipes austríacos, y los Estados Pontificios con las Marcas bajo la soberanía del Papa; en el Sur, el reino de las Dos Sicilias en donde se habían repuesto en el trono a los Borbones. Esto suponía una dificultad mayor para los patriotas italianos, que deseaban que Italia dejara de ser una simple expresión geográfica, para formar un Estado nacional. Ya hemos visto como, al hilo de los estallidos revolucionarios de la primera mitad del s.XIX, surgen intentos, fracasados, de constituirse en un Estado nacional y liberal. En todos ellos desempeñaran un importante papel los intelectuales y las sociedades secretas. Historiadores, literatos y músicos, popularizan y difunden la riqueza cultural y las pasadas grandezas de Italia desde la antigüedad clásica, como algo propio y común, fomentando el sentimiento nacionalista, que irá conformando la conciencia colectiva. Por otra parte, los liberales, empujados por la represión absolutista de los reinos italianos, se agruparán en sociedades secretas, desde donde, con una intención conspiradora y de exaltación romántica, participarán en todos los levantamientos. De todas ellas tendrá especial importancia la sociedad de los Carbonarios que acogerá en su seno a miembros de la pequeña burguesía y del ejército de toda Italia. El fracaso de los intentos revolucionarios de 1820 y 1830, puso de manifiesto la ineficacia del movimiento carbonario en la consecución de los objetivos liberales y nacionalistas, y la necesidad de buscar nuevas fórmulas, que no se apoyasen en conspiraciones aisladas, sino en la adhesión general de todos los estamentos sociales a un proyecto común. 2.2. Los proyectos unificadores Tres soluciones se consideraron y discutieron para llevar a cabo el proceso unificador. Todas coincidían en la necesidad de acabar con el dominio austríaco, como paso previo al proceso de unificación. Pero esto no sería posible sin la colaboración de alguna de las potencias europeas. Las diferencias surgían, en la forma de llevar a cabo el proceso, y en el resultado final del nuevo Estado italiano. Por una parte, el proyecto defendido por el antiguo carbonario Mazzini, en el que se mezclan las ideas nacionalistas, con las utopías revolucionarias, en un ejemplo típico de la irracionalidad romántica y la consideración del pueblo como una fuerza natural irresistible, propugnando una República unitaria, instaurada por la insurrección de las masas. Los sectores liberales y nacionalistas mas moderados, se apartaron de la táctica insurreccional de Mazzini y buscaron una solución política a la cuestión italiana. Desde esta perspectiva, el abate Gioberti propondrá una Confederación presidida por el Papa, al considerar que el prestigio y la autoridad moral del papado, aglutinaría a todos los italianos frente a la dominación extranjera. Este proyecto alcanzó un enorme éxito, que se vio aumentado, cuando fue elegido Papa, en 1846, Pío IX, a quien se consideraba

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favorable al Risorgimento de Italia. Sin embargo, los acontecimientos revolucionarios del ciclo de 1848, que afectan también a los Estados Pontificios, hacen que Pío IX renuncie a cualquier papel político en el proceso unificador. Los piamonteses Cesare Balbo y Massimo d'Azeglio, proponen una tercera alternativa, que sea la casa de Saboya, a partir del reino de Piamonte, quien dirija el proceso de unificación nacional. Tras los fracasos, en Italia, de la oleada revolucionaria de 1848, sólo quedaba la posibilidad propuesta por Balbo y d'Azeglio, mucho mas pragmática y menos utópica, y que será a la postre la que triunfe. 2.3. El proceso de unificación La Preparación: 1849-1859 Tras el aplastamiento austríaco, de la insurrección italiana de 1848, el pequeño reino del Piamonte restaura sus fuerzas, antes de reanudar la lucha por la independencia nacional. Primero d'Azeglio y después Cavour al frente del Gobierno, inician una política de consolidación interior. Camilo Benso, Conde de Cavour, combinará la diplomacia y la propaganda para preparar el proceso unificador, con el apoyo del rey Víctor Manuel II. Cavour, de origen aristocrático y militar, y con una sólida formación económica y política, ejerció un poderoso influjo sobre el país. Logró una mayoría de gobierno, en 1853, gracias a la alianza parlamentaria entre el centro-derecha y el centro-izquierda, que permitió consolidar un moderado régimen constitucional en el Piamonte. Llevó a cabo una política de reformas interiores, fomentó el librecambismo e introdujo el ferrocarril, además, aplicó una política de acogida para todos aquellos patriotas, que corrían peligro por sus ideas en los demás Estados italianos. Todo esto despertó, por toda Italia, una corriente de simpatía hacia la casa de Saboya, que Cavour supo aprovechar para sus planes unificadores. Cavour había comprendido que no podía intentarse la aventura nacionalista, y expulsar a los austríacos, sólo con algaradas revolucionarias y populares, era preciso contar con la ayuda de una gran potencia. Por este motivo desplegara su actividad diplomática buscando la amistad con Francia. El 21 de Julio de 1858, Napoleón III y Cavour, se reunirán secretamente en Plombières, estableciendo un plan de intervención en Italia. Francia aportaría una importante cantidad de dinero, y un ejército de doscientos mil hombres contra Austria. Napoleón III pretendía además que, una vez liberada de Austria, Italia se estructurara como una federación de tres Estados bajo la influencia de Francia. El norte de Italia quedaría bajo la casa de Saboya. Los Estados Pontificios quedarían reducidos a Roma y sus alrededores; el resto de los territorios pontificios, junto a los Ducados de Toscana, Módena y Parma, constituirían el reino de Italia Central, al frente del cual estaría su primo Jerónimo Napoleón. El reino de las Dos Sicilias quedaría en manos de los Borbones. Pío IX seria el presidente honorario de la Confederación italiana. Por último, Francia recibiría, como compensación, Saboya y Niza. Cavour acepta, pues era el único modo de contar con la ayuda de Francia para expulsar a los austríacos de Lombardía y el Véneto. Las guerras de anexión: 1859-1871 El 25 de abril de 1859, estalla la guerra y el ejército franco-piamontés, en poco tiempo, vence a los austríacos en Magenta y Solferino, provocando la retirada austríaca de Lombardía. En los primeros días de Julio, Napoleón III, ante la perplejidad general, firma la paz con Austria. Al parecer, temía que los prusianos atacaran Francia y, sobre todo, se asustó

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por la extensión del sentimiento nacionalista unitario, que recorría toda Italia pidiendo la anexión al Piamonte, y chocando con su proyecto de confederación. Ante la retirada francesa, Cavour dimitió, momento que aprovechó Garibaldi, antiguo carbonario y prototipo de revolucionario romántico, para extender insurrecciones por toda Italia, llegando incluso a ocupar el reino de las Dos Sicilias, al frente de un cuerpo de voluntarios. A los pocos meses volvió Cavour al gobierno, redoblando sus gestiones diplomáticas al mismo tiempo que aprovechaba el sentimiento de frustración antifrancés de los italianos. Incitó a que por medio de plebiscitos los ducados de Parma Módena y Toscana pidieran su incorporación al Piamonte, y tras negociar con Garibaldi, también Sicilia y Nápoles piden su anexión al reino piamontés. El 14 de marzo de 1861 el Parlamento italiano proclamó en Turín rey de Italia a Víctor Manuel II. Cavour moriría repentinamente unos meses después. Quedaba aún sin resolver la incorporación del Véneto, que seguía en manos austríacas, y el espinoso problema de los Estados Pontificios. Las dos cuestiones se resolverían a remolque del proceso de unificación alemana. La primera cuestión se resolvió en 1866 por la paz de Viena. Italia que había apoyado a Prusia en la guerra contra Austria, recuperó el Véneto tras la derrota de ésta en Sadowa. El problema de los Estados Pontificios, la llamada cuestión romana, fue más complicado. Francia no estaba dispuesta a consentir que los Estados Pontificios fueran incorporados al recién creado reino de Italia, y habían establecido una importante guarnición en Roma para proteger al Papa. Sin embargo, cuando estalla la guerra franco-prusiana en 1870 y se produce la derrota francesa en Sedán, los italianos ocupan Roma. En 1871 Víctor Manuel II entra en Roma como rey de Italia, pasando ésta a ser oficialmente la capital del nuevo reino. El proceso de unificación de Italia había concluido.