Unidad Sacerdotal

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UNIDAD SACERDOTAL 1- + "Mas para realizar este ideal de mi amado Padre, el que tiene de mis sacerdotes, se necesita como indispensable y poderoso motor para este fin, al Espíritu Santo . Solo Él, únicamente Él puede [363] renovar la faz de la tierra y unir corazones con el Verbo, porque es el inefable lazo de amor entre el Padre y el Hijo; es el que unifica a la Iglesia, porque unifica a la Trinidad en el amor; es el que simplifica, porque es la unidad por esencia , y es unidad porque es amor. El amor es el único que une, que simplifica, que santifica, que reconcilia, que abraza, que estrecha los vínculos y los corazones. Y el Espíritu Santo es Santo porque es amor, y a Él converge la santidad de las tres Personas divinas, precisamente porque es el amor, y por esto mismo de que es el amor, Él forma la eterna dilección entre el Padre y el Hijo, la cual es producida precisamente por el amor. El amor, hija, es la fruición [364] divina que forma las delicias del cielo, haciendo eternamente la felicidad del Padre y del Hijo. Es el eje que mueve el mundo , sólo que el hombre adultera ese amor eterno y lo falsifica. El amor es el motor de la Iglesia y de los sacramentos; es el amor el que engendró en el Padre a los sacerdotes, porque toda la Trinidad es una sola esencia y voluntad sin principio. El amor forma a los sacerdotes, que si fueron engendrados desde la eternidad en el entendimiento del Padre, nacieron a impulsos de los latidos amorosos y dolorosos de mi Corazón en la Cruz, y consumados en su principio y en su fin por el amor. Pues bien. ¿Ves la unidad [365] en una sola esencia en la Trinidad? La Iglesia es su reflejo, es como parte de la Trinidad misma, y toda su economía se sintetiza, en la tierra, en la unidad de un solo rebaño y un solo Pastor . ¡Oh hija! Esa unidad, incomprensible para el ángel y para el hombre, es Dios, y forma las eternas complacencias de la Trinidad en Sí misma; y en Ella, la multiplicidad de todas las cosas creadas, que al reflejarla se simplifican, pasando a esa unidad. Es la unidad lo más bello para Dios ; porque la unidad lo retrata, porque la única unidad es Él ; porque Dios es 1

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Textos inspiradores (tomados del Diario Espiritual de Conchita Cabrera de Armida) para reflexionar sobre la importancia de la unidad entre los presbíteros

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1- + "Mas para realizar este ideal de mi amado Padre, el que tiene de mis sacerdotes, se necesita como indispensable y poderoso motor para este fin, al Espíritu Santo. Solo Él, únicamente Él puede [363] renovar la faz de la tierra y unir corazones con el Verbo, porque es el inefable lazo de amor entre el Padre y el Hijo; es el que unifica a la Iglesia, porque unifica a la Trinidad en el amor; es el que simplifica, porque es la unidad por esencia, y es unidad porque es amor.

El amor es el único que une, que simplifica, que santifica, que reconcilia, que abraza, que estrecha los vínculos y los corazones. Y el Espíritu Santo es Santo porque es amor, y a Él converge la santidad de las tres Personas divinas, precisamente porque es el amor, y por esto mismo de que es el amor, Él forma la eterna dilección entre el Padre y el Hijo, la cual es producida precisamente por el amor.

El amor, hija, es la fruición [364] divina que forma las delicias del cielo, haciendo eternamente la felicidad del Padre y del Hijo. Es el eje que mueve el mundo, sólo que el hombre adultera ese amor eterno y lo falsifica.

El amor es el motor de la Iglesia y de los sacramentos; es el amor el que engendró en el Padre a los sacerdotes, porque toda la Trinidad es una sola esencia y voluntad sin principio. El amor forma a los sacerdotes, que si fueron engendrados desde la eternidad en el entendimiento del Padre, nacieron a impulsos de los latidos amorosos y dolorosos de mi Corazón en la Cruz, y consumados en su principio y en su fin por el amor. Pues bien.

¿Ves la unidad [365] en una sola esencia en la Trinidad? La Iglesia es su reflejo, es como parte de la Trinidad misma, y toda su economía se sintetiza, en la tierra, en la unidad de un solo rebaño y un solo Pastor.

¡Oh hija! Esa unidad, incomprensible para el ángel y para el hombre, es Dios, y forma las eternas complacencias de la Trinidad en Sí misma; y en Ella, la multiplicidad de todas las cosas creadas, que al reflejarla se simplifican, pasando a esa unidad.

Es la unidad lo más bello para Dios; porque la unidad lo retrata, porque la única unidad es Él; porque Dios es simplísimo en su Ser, y su mayor deleite y su mayor felicidad, su única felicidad, consiste en amarse [366] a Sí mismo, en ser tres Personas en una sola substancia y esencia de amor, aunque el Amor se personificó en el Espíritu Santo; en recrearse en un solo punto infinito que lo llena todo, que lo absorbe todo, que lo produce todo; almas, mundos, extensiones infinitas de amor, de amor purísimo, asombrando al cielo y haciendo prorrumpir a los seres creados que lo componen, en aquel Santo, Santo, Santo, extasiándolos en las infinitas perfecciones que asombran, conmueven, deifican y unifican en Dios, todas las cosas.

Y ¿por qué te hablo hoy de esa unidad santísima, altísima, perfectísima, que embelesa al mismo Dios eterno e infinito en sus perfecciones? Porque esa unidad, producida [367] por el amor que mi Iglesia refleja, que debe ser una con la unidad de la Trinidad, no existe en muchos de mis obispos y sacerdotes, y esto quiero mostrarte, esta pena que lastima mi Corazón de Dios hombre, el doloroso cuadro de la desunión en los pareceres de muchos miembros de mi Iglesia. No hablo de desunión en materias de fe precisamente, sino en materias menos altas, de criterios, de modo de ver las cosas, que desunen, lastiman y apartan de la caridad.

¿De qué me sirve que por fuera o exteriormente estén unidos los pareceres por respetos humanos, si interiormente hay desacuerdos, murmuraciones y cosas e intrigas que sólo Yo veo y que a [368] veces, aun dan escándalo? Este punto me lastima; esta falta de unión fraternal, filial y aun paternal, me duele; y por este punto, vienen muchos males que Yo lamento y que se hacen sentir en mi Iglesia, perjudicándola de muchos modos.

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+ Falta unión, hija; y en México tengo que lamentar este punto que ha perjudicado mucho a mi Iglesia. No hay la unión que debiera entre los obispos, y quiero que esto cese. Ha habido mucho de respetos humanos en este punto; de miramientos sociales y naturales, de cortesías mundanas, etc., y tiene que borrarse esto en los míos a quienes tanto amo.

Deben trabajar por la unión, por la unidad en criterios y disposiciones, pero reales, no [369] ficticias o de cumplimientos. Deben imitar a la Trinidad, procurando tener todo el Episcopado un solo corazón y una sola alma, formando una sola familia en Mí por el Espíritu Santo, un solo querer en mi Voluntad no sólo exteriormente, repito, sino uniformando también el interior que Yo veo.

Hay que evitar que haya murmuraciones sobre el particular, al exteriorizarse de algún modo este punto del desacuerdo interior y aun exterior, del que se pueden dar cuenta con cierto escándalo los sacerdotes y los fieles. Esto, los obispos.

Y los sacerdotes también deben uniformar sus pareceres con sus obispos, respetando sus disposiciones, sin disensiones; que ellos más que nadie, [370] deben evitar que haya faltas de caridad en este punto más importante de lo que parece. Muy hondo es el mal que se produce en las escalas eclesiásticas y seculares, en esto que te voy tratando.

No, hija; es preciso que entren todas estas amadas almas en la unidad, haciendo de muchos pareceres y juicios críticos y sentimientos, un solo sentir en Mí, en una simplificación de voluntades en mi Voluntad.

Cierto es que se puede traducir mi Voluntad en formas diferentes en su superficie, pero en su fondo, mi Voluntad siempre se orienta a un fin, aunque las circunstancias sean diversas. Puede haber y las hay, circunstancias de prudencia, pero aun en estos casos [371] se debe discernir a la luz del Espíritu Santo, cuál es la prudencia humana, y cuál la prudencia divina, que en esto hay mucha diferencia y muchos errores, porque se mete el mundo y las conveniencias (personales a veces). Puede haber engaños y con frecuencia los hay. Oración, humildad y rectitud siempre.

Pero insisto para todo esto, (que pido que se remedie, que se prevea y aun para que no exista) que se recurra al Espíritu Santo, conciliador y unificador de entendimientos y voluntades. Él refleja la unidad en las almas, porque forma parte intrínseca de la unidad por esencia. El Espíritu Santo, alma de la Iglesia, es el portaestandarte de la unidad, su principio, su centro y su fin, por [372] ser el Amor.

Que acudan los obispos y los sacerdotes con más y más asiduidad y amor al Espíritu Santo, y Él será su luz, su norte, su guía, para llevarlos a la unidad.

Un solo apostolado quiero en mi Iglesia, una sola fe, una sola Verdad, un solo fin. Un martirio si todos se martirizan, un gozo si todos gozan, un triunfo si todos triunfan, un calvario si todos sufren; es decir, un lazo de caridad que estreche y unifique el mismo lazo que forma la unidad por el amor, el Espíritu Santo. Un Sol, Jesús Dios-hombre, que los caliente, y un fin, mi Padre, yendo a Él por el Espíritu Santo y por María.

Son ellos los conductos para [373] transformarse individualmente en Mí; son ellos los que transformarán el mundo, unificando a los hombres en una sola voluntad, la Mía.

El Espíritu Santo debe ser el centro de todos los corazones de los Míos, de mis sacerdotes principalmente; y en ese Centro divino de caridad se encenderán en el amor, que es, como te dije, el que todo lo unifica. Del amor divino se deriva suavísimamente el amor humano divinizado; y en el Espíritu Santo se estrechan los lazos de caridad que unen los corazones en Dios, haciendo de su Iglesia un regazo en donde todos sus hijos descansen; un solo latido a donde todos afluyan, y un solo amor en donde todos, en ese mismo molde se unan." 49/362 Nov.26-1927

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2- + "Insisto en esa unidad, hija, de quereres y de pareceres en Mí. Cierto que por diversas vías los arroyos van al mar, y que de diversos manantiales toman vida esos arroyos; pero quiero en mi Iglesia que esos arroyos sean uno solo, en unión de caridad; es decir, que mis obispos y sacerdotes formen un solo caudal que desemboque en el mar [375] que soy Yo.

Quiero que mi Iglesia en sus derivaciones, forme una sola derivación en quereres y pareceres. Mira que de aquí han salido las herejías, los cismas y las apostasías, que comienzan con pequeños disturbios en opiniones, y que metiéndose la soberbia echa por tierra a grandes columnas, que arrastran a miles de almas a la perdición eterna.

La unidad, hija, la unidad de juicio, la unidad de voluntades en la Mía, es la que trae la paz a la Iglesia y a los corazones.

Cuántos obispos lamentan esta falta de unidad en su clero, no tan sólo para con ellos sino aun los miembros entre sí, divergiendo en opiniones que acarrean consiguientemente faltas de [376] caridad y murmuraciones de trascendencia, apuñalando mi Corazón, todo obediencia y caridad.

Y mira: si el sacerdote tiene tan alto origen, nada menos que en el seno amoroso de la Trinidad, tiene el deber ineludible de asimilarse a la Trinidad, muy principalmente en su unidad. Y como la Iglesia ha sido creada para él, por la Trinidad, en ella debe aspirar y beber la unidad, simplificándose en mi Voluntad manifestada por los superiores, es decir, por el Papa y los obispos, de quienes el sacerdote depende.

Al Padre, debe el sacerdote imitarlo siendo padre en su purísima fecundidad y caridad con las almas, con todas las cualidades de un padre, y del Padre [377] que está en los cielos en cuyo entendimiento fue engendrado.

Debe imitar al Hijo que soy Yo, el Verbo hecho hombre, transformándose en Mí, que es más que imitarme, siendo otro Yo en la tierra, sólo para glorificar al Padre en cada acto de su vida y darle almas para el cielo.

Y debe imitar al Espíritu Santo, siendo amor, transfundiendo amor, enamorando a las almas del Amor, fundidos en la caridad, endiosados en el amor, esparciendo y dando testimonio del Verbo por el amor, y unificando a todas las almas en la Trinidad, que es amor en todos los visos, en todas sus infinitas consecuencias.

Esa unidad falta en el mundo, y por esto tantos [378] males que asolan la tierra. Se desvían las almas de su centro, y de ahí todas las desgracias que llora la humanidad caída. Éste es el punto central y capital de su ruina, el vivir apartado de la unidad, en doctrinas erróneas, en el orgullo de las opiniones, en la multiplicidad de las sectas, en la bruma y obscuridad de los compuestos. El día que el mundo vuelva a su centro, la unidad en la Trinidad y en su Iglesia, será salvo.

Pero lo más triste y lo que más lastima mi Corazón, es que en los Míos exista esa desigualdad que los aparta de su Centro, de la Trinidad simplísima y luminosa, toda unión santísima y plenísima en las tres Divinas [379] Personas. No hablo ahora de cismas y torcidas diabólicas opiniones que atacan a mi Iglesia y el fundamento divino de su unidad; hablo de las disensiones entre los Míos, divergiendo, criticando y manchándose, lastimando a mi delicadeza y el mismo centro de la Divinidad, que consiste en esa unidad de amor.

Aquí está el punto, el blanco a donde deben dirigirse los corazones de los obispos y de los sacerdotes, a la unidad en la Trinidad; que si la estudian, la meditan y la viven, cesarán muchos males, que unos se ven, y otros sólo Yo los contemplo apenado, y quiero que se quiten."

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- ¿Pero un modo práctico, dime mi Jesús, cómo? [380] + "Unificando todas las voluntades íntima y sinceramente a mi Voluntad,

en donde reside la unidad; porque la Trinidad, siendo tres Personas distintas, no tiene más que una sola Voluntad y Voluntad siempre amorosa de unión o unitiva, siempre de caridad que fluye y refluye de una Persona divina a la otra, enlazando por el amor; porque la Voluntad de la Trinidad en Sí misma, en la Iglesia y en las almas, es toda amor.

Y si mis sacerdotes se impregnan de esta unidad en mi Voluntad, se amoldarán felices y gustosos a la voluntad de mi Iglesia, es decir, a la del Papa y a la de los obispos, viendo sus disposiciones sobrenaturalmente, aceptándolas y cumpliéndolas [381] por Dios, con amor.

Unión, hija, unión; solidaridad en juicios, opiniones y quereres, unificando todo, entendimientos y corazones, en la Trinidad.

Esto pido hoy, hija, por tu conducto, en estas secretas confidencias de mi Corazón al tuyo, para que se remedien.

Quiero abrillantar mi Iglesia con sacerdotes santos, según el ideal de mi Padre, y en el molde santísimo y perfecto de la Trinidad. Quiero, repito, una reacción poderosa en mi Iglesia, para gloria de la Trinidad y salvación de muchas almas que la esperan. Tengo sed de ser imitado y amado así como te vengo explicando, y quiero obsequiar a mi Padre, delicia [382] de mi Corazón, con sacerdotes modelos, con obispos transformados en Mí.

Quiero expiar crímenes ¡tantos! con un contrapeso de corazones según mi Corazón; con sus mismos ideales de pureza, de sacrificio y de amor al Padre. Pero ya te lo digo: toda esta ilusión de un Hombre-Dios, sólo puede hacerse efectiva por el Espíritu Santo, poniendo por intercesora a María, su Esposa amadísima.

Las Obras de la Cruz, Yo te prometo, que en su mayor parte alcanzarán estas gracias de transformación y perfección de mis sacerdotes, puesto que para esto muy principalmente han sido creadas.

Pide, hija, sacrifícate y [383] mira si sé cumplir lo que te he ofrecido; hacerte el eco de mis amores y de mis dolores." 49/374 Nov.28-1927

3- + El mal del mundo y de las almas y de la Iglesia en sus sacerdotes, sólo provienen de la falta de unidad, de que se separan de su centro, de que se lanzan a otras regiones en donde se estrellan y se estrellarán, por alejarse de su base central, de su centro único, de la unidad. 50/389 Feb.15-1928

4- + Sólo mi Espíritu [44] une, y es lo que falta en el mundo: unión, unión de caridad, unión de voluntades, unión en Mí. Pero debe, por razón de estado y de justicia, que comenzar esa unión en la unidad de mis sacerdotes en Mí.

Todo el mal del mundo y el que lamentan los Míos viene de que se apartan de la unidad en más o menos escala, en más o menos intensidad.

Que haya unión íntima, sincera, sólida y completa en los Míos en Mí, y la habrá después en las personas, en las almas, porque lo Mío se esparce, se comunica, se infiltra y produce fruto. 51/43 Feb.28-1928

5- + Todo lo que salga de esta unidad es diabólico; todo lo que no tienda a esa unidad es falso; todo lo que se aparte de esa unidad será nulo para el cielo; todo lo que rechace a esa unidad estará condenado por mi Iglesia. 51/168 Mar.14-1928

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6- + "La caridad, la caridad, la unión, hija, es lo que anhela el Sacerdote de los sacerdotes, el Corazón amante del Dios-Hombre.

El demonio tiende a desunir porque rompe la fuerza y el Espíritu Santo a unir, a estrechar los lazos paternales, filiales, fraternales, de cuyo desmembramiento vienen tantos males en mi Iglesia. Si Yo soy la unidad en la Trinidad ¿por qué mis pastores y sacerdotes entre sí no tienen una sola alma, un solo parecer por mi gloria, un solo corazón en mi Corazón?

Entresacando a mis sacerdotes de entre los demás hombres, rogué muy especialmente por [337] ellos antes de morir y mi impetración al Padre no ha concluido ni concluirá hasta el fin del mundo.

Mira: Yo me ofrecí de Víctima por ellos muy especialmente y sólo les pedí que perseveraran en mi amor y mi amor es unitivo; y si quiero que los hombres se amen unos a los otros ¿cómo no querer ante todo que los sacerdotes se amen entre sí y que, entre ese grupo escogido y de elección, no tenga Yo que lamentar odios, disturbios, apartamientos, lejanías de pareceres y de afectos, todas esas miserias que enfrían, que entibian, que separan los corazones?

Y si éste es un tremendo mal para mi Iglesia que puede llegar hasta el cisma, es para mi Corazón lo más doloroso, lo que más lamento, puesto que se aparta de mi gran mandamiento, [338] de aquel amaos los unos a los otros; porque Yo quería al pronunciar esas palabras, que fueran particularmente para mis sacerdotes, que son humanos y no están exentos de las pasiones humanas.

Y si dije que conocerían que eran Míos si se amaban los unos a los otros, cuando las almas puedan ver esos enfriamientos de afectos, esa falta de calor entre sí, el mundo se escandalizará y no los tendrá por Míos.

Yo insisto e insistiría siempre en esa unidad en la Trinidad; en esa unidad por la caridad que es el amor, que es la estrechez por medio del Espíritu Santo.

Es muy humano el que haya que lamentar Yo, que lamentar la Iglesia esa división entre los suyos que llega a muy grandes, a muy hondos males, que Yo sólo sé medir su extensión.

Esto es descender [339] al mundo, hija, y mis sacerdotes no son del mundo, no deben ser del mundo, no pueden seguir las máximas del mundo, no deben contaminarse con el mundo. Y del mundo son tantas cosas, tanta tierra y pasiones y vicios, de los que mis sacerdotes debieran estar tan alejados.

Yo mismo, ante mi Padre le hago patente, en mi infinito amor a los sacerdotes, que no son del mundo sino Míos; que no los arrastrará el mundo, que ese enemigo del alma, no entrará en los corazones sacerdotales. Y mundo son las divisiones, las desavenencias, los respetos humanos, las envidias, el buscarse a sí mismos y el alejamiento de corazón a corazón.

El Papa, los cardenales, pastores y sacerdotes, toda la jerarquía eclesiástica forma un solo bloque divino, una piedra en Pedro, [340] una roca en donde las olas del mundo y de los enemigos se estrellarán. Pero ese bloque, debe ser uno, no debe desmembrarse, y de ahí su fuerza divina contra todo el infierno. Y es que está resguardada por la unidad de conjunto, por la unidad de la Trinidad.

Pues no quiero que esa masa compacta se desmorone en lo más mínimo; no quiero que esa unión de espíritus y de corazones en un mismo Corazón, en el Mío, tenga sus deficiencias.

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¡Si supieras tú lo que es la unidad, lo que encierra la unidad, lo que puede la unidad en la Trinidad y en mi Iglesia! ¡Amo tanto a la unidad! ¿Y sabes por qué? Porque la unidad es Dios, la unidad es el amor y todo lo que se aparta de la unidad, de la unión, del amor, [341] no es Mío. ¡Y hay tantos engaños que Yo lamento sobre este punto!"

- Pero, Señor, yo pienso que ha de haber distintos criterios y pareceres en los tuyos, que sean rectos todos y que no se unifiquen con los demás. ¿Entonces?

- "Ante todo, en mi Iglesia deben identificarse todos los quereres y pareceres con el del Papa en cuanto que soy Yo en él y a Mí me representa (salvo que fuera algo manifiesto contra la fe y en ese caso habría que ver).

Pero en la Cátedra de San Pedro asiste, infaliblemente para determinar, el Espíritu Santo. Y entre los demás pastores y jerarquías, la mayoría debe triunfar siempre que vaya en convivencia con el Papa.

Entonces los criterios, aunque santos y de buena fe, deben seguir humildemente [342] a los demás, que Dios bendecirá la docilidad y sujeción de sus juicios y premiará con creces sus virtudes.

No es posible, siendo humanos, que todos los criterios sean uno; pero la fe sí es una, la obediencia al Papa sí es una; la doctrina del Evangelio es una; el amor es uno y la Trinidad es una que a todos abraza, que a todos unifica, que a todos enlaza por el Espíritu Santo y que a todos premiará transformados en Mí.

Yo formo el Centro de mi Iglesia y soy uno en el Papa, uno en cada cardenal y obispo, uno en cada sacerdote. Todos en el eterno Sacerdote, con un solo corazón y una sola alma y una única voluntad en mi Padre, una sola cosa en la unidad de la Trinidad. [343]

Y si toco este punto, es porque debo tocarlo. En México ha faltado unión en el episcopado, unión entre los sacerdotes, ha habido desunión de los sacerdotes con sus pastores, si no exterior sí interna, de los pastores con sus sacerdotes.

Pero lo que más me duele es de los pastores entre sí: divergencia de pareceres, respetos humanos, falta de humildad y sobra de suficiencia, es decir soberbia, que no ha dejado en muchas ocasiones dar lugar al acercamiento en la sinceridad de los corazones.

Esto ha perjudicado en muchos casos que Yo veo y que he lamentado con perjuicio de mi Iglesia. Ha habido política, diplomacias, pero ha faltado humildad y amor, ha faltado unidad, unidad, paridad de juicios, de interpretaciones y algunos prejuicios erróneos.

[344] Es necesaria la unión, es indispensable una reacción, no tan sólo exterior sino interior, que es lo que Yo aguardo, lo que Yo espero, lo que Yo ansío: reacción de fondo y no de superficie; propósitos santos, humildes y confiados a mi grande misericordia.

Yo todo lo hago bien y si castigo es para perdonar y si pruebo es para premiar y si martirizo es para coronar.

Quiero una gran promesa de amor en el Amor mismo, en el Espíritu Santo por María. Soy el Amor, soy la Bondad, soy la Misericordia, soy el Salvador que ha dado a su México una lección de amor, para que su Iglesia florezca y reine limpia de polvo y lozana y nueva con sus sacerdotes transformados en Mí.

Unión, unión, esa unidad [345] que es mi esencia, y que Yo persigo en mis obispos y sacerdotes en todo el mundo. 51/336 Abr.22-1928

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7- + Esa imagen de la Trinidad que lleva en sí misma cada alma salida de Dios mismo y con el fin sublime de volver al centro de donde partió: a la unidad, es lo que Yo busqué, lo que mis sacerdotes deben buscar.

Mas para orientar a esas amadas almas a su fin, es necesario el santo ejemplo de mis sacerdotes, la perfección y santidad de mis sacerdotes, la transformación y consumación de los sacerdotes en Mí.

Y sólo entonces podrán hacer que se realice la ilusión del Padre, la petición más ardiente del Hijo por medio del Espíritu Santo y es que vuelvan todas las almas a la unidad, siendo todas una misma cosa en Mí y en mi Padre, consumadas en la Trinidad. 51/329 Abr.21-1928

8- Dios es uno, infinito y eterno, que ni crece ni disminuye, siempre es y ha sido y será igual, sin tamaño, porque Dios no tiene tamaño; sin edad, porque en Dios no hay tiempo, sin principio y sin fin, y su unidad la comunica a cuanto toca y toca [371] a todo lo creado y por crear.

Y por eso la eternidad es una, el castigo uno, el premio uno, su amor uno, su esencia una, su providencia una, su substancia una, su Iglesia una, su rebaño uno y todos los sacerdotes uno en Mí, su Unigénito, su Hijo único.

Y en esa unidad están encerradas las Divinas Personas con la multiplicidad de sus perfecciones en una sola Perfección en el amor; en una sola Santidad en tres Personas distintas y variadas en sus derivaciones, de donde germinan todas las cosas, de donde toman vida todas las vidas y cuya fecundación eterna no cesa ni cesará jamás, produciéndose siempre en Sí mismo, no más Dioses, sino más y más excelsitudes y hermosuras y encantos y atractivos, todo armónico, todo [372] ordenado y santo dentro de la Unidad.

¡Oh hija! No te extrañe que te hable tanto de la unidad porque es mi centro, porque me gozo en ella, porque la unidad es Dios, es Amor.

Todo en las Divinas Personas es esencial: sus atributos, sus infinitas perfecciones que siempre se están engendrando y siendo.

Y mira, como en Dios todo es presente y Él no tiene pasado ni futuro, siempre está engendrando a su Verbo; siempre está, no reproduciendo sino siendo la eterna generación del Hijo por el Padre y, como consecuencia natural en lo sobrenaturalísimo, como te he dicho, el Espíritu Santo; que si bien procedió del Padre y del Hijo, eternamente también era y unió, en el divino lazo resplandeciente y puro y santo de afecto crecidísimo, de cariño inmenso, de amor [373] eterno, incalculable, incomprensible e infinito, al Padre y al Hijo.

Constantemente la Trinidad está gozando en la fruitiva contemplación de la misma Trinidad. No basta, hija, una eternidad para abarcarse una Persona Divina a la otra, para contemplarse y complacerse cada una, abismada en los encantos siempre fecundos y siempre nuevos de las otras Divinas Personas, gozándose entre Sí de su misma visión beatífica, reflejándose una en la otra su infinita Santidad y perfecciones, sin salir jamás de Sí mismas, porque Dios no puede salir de Dios en su inmensidad. Cuanto Él haga o produzca tiene su reflejo y en su reflejo está Dios.

Dios es trino porque se da, se comunica, porque es caridad, porque tiene que esparcirse y es Uno.

Es inmutable, y todo lo hace, y todo lo llena y en todas partes está germinando [374] bellezas y almas y seres que lo alaben con sólo su infinito poder. 51/370 Abr.29-1928

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9- SACERDOTE EN PELIGRO:+ Y si es un deber en el sacerdote preocuparse y tender la mano a cualquiera alma

en peligro, más lo es cuando se trata de un hermano, de otro sacerdote que reclama en la situación peligrosa en que se encuentra su acción salvadora.

Hay también mucho egoísmo en este punto doloroso para la delicadeza de mi Corazón, y es la apatía y poco celo que hay en mis sacerdotes buenos por los que no lo son. Se conforman, a lo más, con avisar a su Obispo, sin ocuparse de lo que libremente pudieran hacer fraternalmente en favor del hermano en peligro o sumido en el pecado.

Hay falta de unión entre esa [102] familia que forman un solo cuerpo del que Yo soy cabeza. Muchos respetos humanos inactivan la caridad que debieran impartirse unos a otros de muchos modos; les falta celo, hija, porque les falta amor.

Debieran verme a Mí en sus hermanos; debieran contemplar esa afinidad santa que los une, apartándolos, como parte escogida, del común de los hombres.

Si se examinaran sin pasión, verían que han sido culpables en este punto unos más que otros, dejando rodar al abismo su misma sangre, diré; a un miembro de su mismo cuerpo sin detenerlo. Muchos se sentirán culpables en la materialidad de no haber obrado exteriormente en favor del hermano caído; y otros de no tender su caridad por medio de la oración y del sacrificio que todo lo alcanza, por su falta de fraternal celo y obligación en bien de esos hermanos [103] que no por degenerados dejan de serlo. [...]

Hay poca energía en este punto, dejadez y egoísmo sobre el particular, repito, y mi pecho se contrista de muchos modos por los pecados de los culpables, y por el poco amor de los que son buenos pero que debieran sufrir por los miembros enfermos y, ¡cuántos al morir!, de su misma sangre.

Esa calma cuando hay que curar, orar, clamar, expiar y sacrificarse, me contrista, me lastima, en lo más íntimo, y vengo hoy a vaciar en tu corazón estas espinas que punzan el Mío: la falta de celo y de caridad en los que son Míos.

Se preocupan más de las almas de fuera que de las almas de su mismo gremio, de su misma familia, de las de dentro que destruyen mi gloria y envenenan a tantos corazones [105] con sus escándalos y mala conducta.

Salvar un alma hermana es para el sacerdote como si salvara muchas, innumerables, tantas cuantas estaban vinculadas por el celo del que debiera ser santo. [...]

Yo, hija mía, veo como hermanos a mis sacerdotes caídos e imperfectos; Soy su cabeza, son mi Cuerpo, mi familia íntima, son Yo mismo y lo deberían ser con todas mis virtudes y perfecciones. Como hermano me duelen sus deslealtades, causándome [108] muy hondos martirios, y quiero que mis sacerdotes vean con ese fraternal amor también a esos miembros dislocados y que los atraigan a su lugar. Pero con el mismo amor que Yo, con la misma caridad, con el mismo celo devorador, abrasador y santo que me caracteriza.

¿Tú crees que si mis sacerdotes estuvieran transformados en Mí, verían con calma rodar por el cieno pedazos de su corazón? ¿Qué falta entonces? Que sean Yo, que participen de la caridad que a mi pecho inflama, que se quemen, que se ardan por la gloria de mi Padre, por la honra de mi Iglesia, por la pureza de este Cuerpo que forman Conmigo, sin que jamás se manche.

Todo el mal está en que ven como secundaria la estructura purísima de mi Iglesia amada, [109] de que no se penetran de su misión excelsa en honrarla y glorificarla. Viven sin pensar, sin ahondar en el santo deber que tienen por su ser de sacerdotes, en vigilar por su causa, en darle brillo con sus virtudes, en cuidar de los elementos que rodean el altar, en arrojarse intrépidos a salvar las almas de los ministros sus hermanos, cicatrizando heridas, y

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cubriendo cuanto pudiera desdorarla.¿Ya ves todo lo que deben y pueden hacer mis sacerdotes buenos, y que muchos no

lo hacen?Pide, hija, pide un nuevo Pentecostés interior, que penetre los corazones

sacerdotales y los empuje y los incendie, abrasándolos en el santo celo que a mi Corazón consume. Éste es, y no otro, el remedio para los males que minan sordamente, ocultamente a mi Iglesia en muchos [110] corazones sacerdotales, el Espíritu Santo, hija.

Pide su reinado y las transformaciones de los sacerdotes en Mí se multiplicarán y su fuego purificará santificando a mis sacerdotes amados." 54/101 Nov.23-1929

10- + Qué indispensable es que todos los sacerdotes tomen en serio su transformación en Mí en esta época del mundo, en la que más que nunca deben parecérseme!

¡Qué necesaria es la unidad en ellos, formando un bloque de corazones [24] puros, de manos cándidas, que me levanten al cielo pidiendo misericordia!

¡Qué feliz sería mi Corazón si México se distinguiera en esta falange de sacerdotes santos, en esta reacción universal que quiero para salvar al mundo que se hunde en el sensualismo! Basta ya de crucificarme doblemente en los altares por corazones no limpios, no fervorosos, no sacrificados, no enamorados de la Trinidad y de la Iglesia de quienes son y a quien pertenecen.

Quiero, hija, almas sacerdotales, que detengan la ira del cielo sobre las naciones. Éste será el único contrapeso a tanta maldad, al odio satánico a mi Iglesia y a mi Corazón de tantas almas.

[25] Un núcleo de sacerdotes santos serán capaces de transformar al mundo con su vida de unión Conmigo y con la pureza de sus corazones.

Consuélame, hija, con sacerdotes santos."- Pero yo ¿qué hago, mi Jesús?[27] + "Pedírmelos y dármelos, sacrificándote para comprarles gracias en unión del

Verbo, gracias y virtudes y dones que, aunque los dones se dan, el terreno se prepara con virtudes, para recibirlos." 50/23 Dic.7-1927

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