La formacion sacerdotal

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La Formación Sacerdotal III Encuentro

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La Formación SacerdotalIII Encuentro

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En Pastores Dabo Vobis, el Santo Padre ha subrayado que, aunque las circunstancias concretas de las vocaciones y la formación sacerdotal hayan cambiado en el mundo contemporáneo, la misión de la Iglesia sigue siendo la misma y "el espíritu que debe inspirarla y sostenerla sigue siendo el mismo: el de conducir al sacerdocio sólo a quienes han sido llamados y formarlos adecuadamente" (PDV n° 42). El Santo Padre, reconociendo los rasgos de "la sociedad y la Iglesia actuales" (PDV n° 5), desarrolla cuatro aspectos importantes para la formación sacerdotal.

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La formación humana es un elemento clave en el desarrollo de un pastor maduro y competente cuya vida transcurra "en la viña" del pueblo. Es el fundamento de la formación espiritual, pastoral e intelectual, porque el sacerdote es ante todo un ser humano y sigue siendo un ser humano, aunque transformado por la gracia del Señor. Como Pablo decía de sí mismo: "Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Ga 2,20). El Santo Padre expone dos motivos para insistir en la formación humana (PDV n° 43). El sacerdote es una "imagen viva" de Jesús y, por ello, "la perfección humana que resplandece en el Hijo de Dios encarnado" debe ser evidente también en el sacerdote. En segundo lugar, el ministerio sacerdotal se dirige a seres humanos como él y será eficaz sólo en la medida en que su misma humanidad sea un puente entre Dios y los seres humanos. El sacerdote deber ser "hasta donde pueda creíble y aceptable en lo humano". El Santo Padre observa que "todo el trabajo para la formación sacerdotal prescindiría de su fundamento indispensable si faltara una formación humana adecuada" (PDV n° 43) en la madurez personal del candidato y, entre otros aspectos, su compromiso con el carisma del celibato.

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La formación espiritual es esencial, como observa el Santo Padre, para que el futuro sacerdote sea un sacerdote y no obre meramente como un sacerdote. La alimentación de la vida espiritual es prioritaria en la globalidad del proceso formativo del seminarista. Su finalidad es el crecimiento continuo del seminarista en su relación espiritual con Cristo y en su compromiso con la Iglesia y su misma vocación. La formación espiritual es el cimiento de las actitudes, las costumbres y las prácticas de la vida espiritual para toda la vida del ministerio sacerdotal. Sin una vida espiritual sólida, fundada en la tradición perenne de la Iglesia, "la formación pastoral carecería de cimientos" (PDV n° 45).

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La formación intelectual se funda, según el Santo Padre, en la filosofía. La filosofía coloca los cimientos de la formación intelectual del futuro sacerdote al inculcarle una "veneración afectuosa a la verdad" (cfr. Ps 26,7; 41,2). Sobre este fundamento, "complejo y exigente" (PDV n° 54), la educación tendría que conducir al candidato al sacerdocio a "una visión completa y unificada de las verdades que Dios ha revelado en Jesucristo" y confiado a la Iglesia.

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La formación pastoral pone a prueba, de manera concreta, el compromiso del seminarista. Gracias a la instrucción en el campo y la experiencia, el seminarista comprende mejor el apostolado y se prepara a un compromiso más maduro y concreto para con el sacerdocio de Cristo. Este aspecto de la formación desarrolla la sensibilidad para comprender las necesidades y las aspiraciones de la gente y pone al seminarista en contacto con distintas maneras de vida, sus circunstancias y problemas peculiares. Además, experimenta así el trabajo en la estructura de la Iglesia, en la que existe una jerarquía de misión y autoridad.

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El Santo Padre ha observado que "Dios ha prometido a la Iglesia no toda suerte de pastores, sino "pastores según su corazón". Y el "corazón" de Dios nos ha sido revelado plenamente en el corazón de Cristo el buen pastor" (PDV n° 82). Ésta es nuestra misión en el nuevo milenio. El seminario existe para formar hombres que sean sacerdotes. En el contexto actual, la cuestión de la identidad sacerdotal es una cuestión de suma importancia. Los sacerdotes que tengan una identidad clara y fuerte, especialmente si son capaces de vincular su ministerio con Cristo en la comunión con la Iglesia, podrán ser pastores "según mi corazón" (Jer 3,15).

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