Un misterio dilucidado: Pasamonte fue Avellaneda

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1 Alfonso Martín Jiménez, El Quijote de Cervantes y El Quijote de Pasamonte. Una imitación recíproca. La Vida de Pasamonte y “Avellaneda.” Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 2001. 450 págs. ISBN: 84–88333–50–1. [Nota ed.: Un artículo de Percas sobre la relación entre Cervantes, Lope y Avellaneda fue aceptado por Cervantes con anterioridad al recibo de este libro para reseña. Dicho artículo, aunque anterior en fecha, se publicará en el número siguiente.] 127 Un misterio dilucidado: Pasamonte fue Avellaneda HELENA PERCAS DE PONSETI Estamos frente a un libro maestro de investigación psiquiátrico- analítico, llevado a cabo con la perspicacia y precisión del detec- tive. 1 Establece convincentemente la identidad entre Alonso Fer- nández de Avellaneda, el autor fingido del Quijote apócrifo, y Jeró- nimo de Pasamonte, el autor oculto tras el seudónimo. Alfonso Martín Jiménez (=AMJ) parte del libro de Martín de Riquer titulado Cervantes, Passamonte y Avellaneda, en el que este crítico formula la hipótesis, desarrollada “precavidamente con an- terioridad,” que tras Avellaneda se oculta Jerónimo de Pasamonte. Fue éste un soldado aragonés con quien coincidió Cervantes en algunas campañas militares, como la batalla de Lepanto, la jornada de Navarino y la conquista de Túnez, por lo que se conocían bien (13). Riquer expone, además, algunas coincidencias que le “pare- cen…sustentar su hipótesis,” entre las cuales destaca el propio

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1 Alfonso Martín Jiménez, El Quijote de Cervantes y El Quijote de Pasamonte.Una imitación recíproca. La Vida de Pasamonte y “Avellaneda.” Alcalá de Henares:Centro de Estudios Cervantinos, 2001. 450 págs. ISBN: 84–88333–50–1. [Nota ed.:Un artículo de Percas sobre la relación entre Cervantes, Lope y Avellaneda fueaceptado por Cervantes con anterioridad al recibo de este libro para reseña. Dichoartículo, aunque anterior en fecha, se publicará en el número siguiente.]

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Un misterio dilucidado:

Pasamonte fue Avellaneda

HELENA PERCAS DE PONSETI

Estamos frente a un libro maestro de investigación psiquiátrico-analítico, llevado a cabo con la perspicacia y precisión del detec-tive.1 Establece convincentemente la identidad entre Alonso Fer-nández de Avellaneda, el autor fingido del Quijote apócrifo, y Jeró-nimo de Pasamonte, el autor oculto tras el seudónimo.

Alfonso Martín Jiménez (=AMJ) parte del libro de Martín deRiquer titulado Cervantes, Passamonte y Avellaneda, en el que estecrítico formula la hipótesis, desarrollada “precavidamente con an-terioridad,” que tras Avellaneda se oculta Jerónimo de Pasamonte.Fue éste un soldado aragonés con quien coincidió Cervantes enalgunas campañas militares, como la batalla de Lepanto, la jornadade Navarino y la conquista de Túnez, por lo que se conocían bien(13). Riquer expone, además, algunas coincidencias que le “pare-cen…sustentar su hipótesis,” entre las cuales destaca el propio

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hecho que Avellaneda se queje de Cervantes en su prólogo porhaberle ofendido mediante “sinónimos voluntarios,” en clara refe-rencia al nombre Ginés de Pasamonte que le adjudica al galeote enel Quijote de 1605 (13–14, 106–07). La mayor reserva de Riquer esque “no hay documento fehaciente” de la época que pruebe queAvellaneda y Pasamonte son la misma persona (14).

No considera AMJ imprescindible encontrar un documentoque establezca tal identidad, porque el cotejo entre las preocupa-ciones, el lenguaje y el estilo de Pasamonte observados en el ma-nuscrito de su Vida se vuelven a encontrar en el Quijote de Avella-neda, confirmando que se trata de una misma persona (14, 112).Además, Jerónimo de Pasamonte alude a sí mismo “sirviéndose deljuego cervantino de los ‘sinónimos voluntarios’” a través de algu-nos de los personajes del Quijote apócrifo (14), como señalará másadelante. Afirma también AMJ que “Cervantes asociará frecuente-mente” en el Quijote de 1615 a Jerónimo de Pasamonte con Lope deVega, a quien también había ofendido Cervantes en el Quijote de1605 y a quien defiende Avellaneda en el prólogo, por lo que elataque cervantino se dirige de manera conjunta a ambos (16). Esta-blece la cronología del porqué hace Cervantes “un retrato despia-dado de Ginés de Pasamonte” (15) en el episodio de los galeotes,por la pretensión de Jerónimo “de hacer suyo el comportamientoheroico de Cervantes” (15), el cómo responde Jerónimo de Pasa-monte en el Quijote de 1614, al que, a su vez, responde Cervantesen el Quijote de 1615.

Defiende la locución “imitación recíproca” de su título aducien-do que en la época no significaba plagio, sino “un intento de mejo-rar o de acercarse en la medida de lo posible a las cualidades de laobra imitada,” y en el caso de Cervantes de “superar en todos losaspectos la obra de su rival” con una “imitación meliorativa, satíricao contestaria” (18–19). Elabora estos conceptos más adelante, recor-dando la práctica de numerosos escritores contemporáneos deCervantes y anteriores a él, como por ejemplo Lope de Vega, Cal-derón, Luis Barahona de Soto, Sannazaro, Montemayor, Gil Polo,Cervantes mismo y otros (93–94). En el presente estudio, su propó-sito básico de establecer la identidad entre Avellaneda y Jerónimolo lleva a cabo con creces. No descarta intervención de un copistapor la mala vista de Jerónimo (43), ni de “cajistas catalanes, los

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cuales dejaron evidentes huellas de sus propios usos lingüísticos”(111).

Concluye que “habría que replantearse la naturaleza de lasegunda parte del Quijote cervantino,” “efectuar una nueva lecturade la misma” y “realizar un cambio radical en la interpretación desu significado” (19). Esta reseñadora reconoce y admira el inmensovalor de los indiscutibles hallazgos y pruebas que Martín aporta.Pero al mismo tiempo, opina que más que, o además de, cambioradical en la interpretación del Quijote cervantino, se validaránmediante su estudio muchos de los aportes de cervantistas anterio-res. Se iluminará todavía mejor el alcance del genio creador deCervantes y la complejidad de su inventiva, capaz de transformaruna confrontación personal en temas universales intemporales quearraigan en el fondo de la experiencia humana, como ha celebradola crítica hasta hoy.

El estudio de AMJ consta de cuatro capítulos con sus subdivi-siones, una “Conclusión” admirable por la claridad de su sucintasíntesis y una bibliografía básica de 119 entradas. No pretendoresumir este magistral estudio—que se lee como una novela deintriga—sino poner de relieve la perspicacia del rastreo efectuadopor su autor para llegar a sus convincentes conclusiones.

I. En el capítulo 1, “Datos biográficos de Jerónimo de Pasamon-te y coincidencias con Miguel de Cervantes,” basándose especial-mente en el libro de Riquer y en el texto de Pasamonte publicadopor Foulché-Delbosc, el autor trata de la personalidad suspicaz yvengativa de Jerónimo (33, 34), víctima de “visiones y persecucio-nes” (38), de “artes infernales” y “hechicerías” (37, 39), amenazadode trasgos y fantasmas, ayudado de amigos y familiares que lefacilitan dinero y albergue (29–31), violento por propia confesión(40) y acosado de enfermedades reales, como la pérdida de la vistadel ojo derecho (39), o imaginarias, de las que se cura “confesandoy comulgando” (25). La imagen que se desprende y nos queda esla de un hombre inseguro, religioso, violento, con humos de escri-tor, que inspira lástima admirativa y sabe hacerse ayudar.

Jerónimo y Miguel se conocían por haber coincidido en elmismo tercio de Miguel de Moncada desde agosto de 1571 hastaabril de 1572 (26). Debieron volver a verse “durante el verano de

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1594 o a comienzos de 1595” cuando, después de 18 años de escla-vitud, regresó Jerónimo a España y llegó a Madrid donde se encon-traba Cervantes a la sazón (36). En esas fechas debió leer Cervantesla primera redacción de la Vida de Pasamonte, que ya corría enmanuscrito. Como en ella “faltaba a la verdad al adjudicarse unaactitud heroica que correspondía al propio Cervantes” (15), laelaborará Cervantes al tratar la “Historia del Cautivo.” El manuscri-to definitivo “fue objeto de acusación y retenido el ejemplar queDomingo Machado había copiado y mandado a encuadernar,”pero no llegó a imprimirse pese a que “el texto se encontraba biencopiado y autorizado” para la impresión en noviembre de 1604,tras la absolución del Santo Oficio. ¿La razón? Que Jerónimo debióoponerse a ello, pues en las dedicatorias a dos de sus protectores,“afirma” que “no tiene ni ha tenido intención de imprimirlo,”contradicción que explica el crítico AMJ debida a que pudo tenernoticia que iba a salir la primera parte del Quijote de Cervantes, enla que aparecía vilipendiado en la semblanza del galeote Ginés dePasamonte, y no querría evidenciarlo (43), como ya dedujo Martínde Riquer (102).

En dos enigmas que corrieron manuscritos en verso, “A SanchoPanza estudiante” y “Al blanco de la ganancia” (que también serefiere a Sancho Panza), se aludía a Sancho entre los malos poetasque participaron en los dos certámenes poéticos de 1613 celebradosen Zaragoza. Tanto Pellicer como Menéndez y Pelayo ven alusio-nes a Avellaneda, el segundo, al capítulo octavo del Quijote apócri-fo (45–46 n. 29), pero para AMJ aluden a Jerónimo de Pasamonte.Lo desentraña del hecho que Cervantes no concurrió a estos certá-menes por estar en Madrid, y el poeta que sí concurrió y apareceen la lista de ambos certámenes se apoda Sancho Panza. Se com-prende que tras el seudónimo de Sancho Panza, “de inventadasquimeras” que “en galeras tome puerto,” se oculta Pasamonte, elverdadero autor del Quijote apócrifo, ya que los versos del segundocertamen aluden a las galeras, por lo que se refieren, no al capítulooctavo, sino a la propia Vida de Pasamonte, en el cual se pinta a símismo como un galeote de los turcos. Por lo tanto, el Fiscal “satiri-zaría a Sancho Panza, y probablemente a Pasamonte, dudando dela veracidad de los acontecimientos descritos en su autobiografía”(49).

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“Si resulta justificada la identificación de Avellaneda con Pasa-monte [éste] debió estar en Zaragoza al menos hasta el 6 de octu-bre de 1614, fecha de la celebración de una mascarada estudiantil”(53) premiada (50), “cuyo título reza La verdadera y segunda parte delingenioso Don Quijote de la Mancha, compuesta por el Licenciado Aques-teles, natural de cómo se dize, béndese en donde y a do, año de 1614, enclara referencia a la reciente publicación del Quijote apócrifo” (51).

II. El capítulo 2 trata de “La Vida de Jerónimo de Pasamonte yla primera parte del Quijote cervantino: Ginés de Pasamonte y lanovela del ‘Capitán cautivo.’” AMJ establece, a base de la cronolo-gía y las posibles fechas de circulación de la primera versión en ma-nuscrito de la Vida de Pasamonte, 1593, y del manuscrito de ladefinitiva de 1603 “que pudo circular en Nápoles a partir del 20 dediciembre” de ese año, que es “poco probable” que Cervantestuviera acceso a la definitiva (59), pero sí debió conocer la primera.Hace referencia a ella en dos pasajes del Quijote de 1605: el de losgaleotes (capítulo 22) y el del “Capitán cautivo” (capítulos 37–42)(58). También hay alusiones a través de la princesa Micomicona alfísico del gigante “Pandafilando de la Fosca Vista” que la persigue,“bizco” como Jerónimo (72), y a la falta de memoria de la princesaquien olvida su nombre fingido—alusión al falseo de la verdad, lamala memoria, en el relato que hace Pasamonte de su actuación enlas milicias (71). Todo esto justo antes de la aparición de “Ginesillo”vestido de “gitano” sobre el rucio de Sancho, y al que Sancho llama“puto” y “ladrón,” sumándose a las diatribas de “desagradecido,”“embustero” y “cobarde” implícitas en el contexto lingüístico mili-tar. Tanto el galeote, descrito como “hombre de muy buen parecer”(60), y el Capitán cautivo, “hombre de robusto y agraciado talle”(75), le recuerdan a AMJ la autodescripción de Pasamonte en suVida: “grandaço de cuerpo,” “hombre de gran cuerpo y trabajado”(61), cuyo aspecto conocía bien Cervantes de primera mano.

En primer lugar, hace notar AMJ que en el Quijote de 1605 Pasa-monte “no es pintado cargado de cadenas como un cristiano cauti-vo de los turcos, sino como un gran delincuente y bellaco” (63). Ya“famoso,” viene cargado del doble sentido de “conocido por susmaldades” y por buscar “la fama” haciendo correr su biografía enmanuscrito. En cuanto al mote de “Ginesillo de Parapilla,” según

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recuerda Augustin Redondo, el apelativo Ginés se aplicaba a losvillanos y el pillar es un italianismo que significa robar (63). (Recor-demos que Pasamonte vivió en Italia.) Estos atributos negativosaluden a lo que de sí mismo dice Jerónimo, que fue falsamente acu-sado de ladrón (63–64). Ginés habla de su “linaje” como tambiénJerónimo en su Vida; el guardián de la sarta de galeotes le tilda de“embustero.” Dice ser cierto que ha escrito su autobiografía por suspropios pulgares, como Jerónimo y, a la pregunta de don Quijotesi está acabada, contesta que no por no estar acabada su vida. Deahí que aluda tácitamente Cervantes al “absurdo que supone eltítulo” de Vida de Ginés de Pasamonte, como Vida de Jerónimo de Pasa-monte, probable título de la primera versión de 1593, la que conoce-ría Cervantes, y no Vida y trabajos de Jerónimo de Pasamonte, títuloque le puso Raymond Foulché-Delbosc al manuscrito de la versióndefinitiva, tomando el término “trabajos” del manuscrito sin títulode Jerónimo (64), que se conserva en la Biblioteca Nacional de Ná-poles (23 n. 3) y que incluye acontecimientos hasta 1605 (32).

La ingratitud de los galeotes incitados por Ginés de aporrear adon Quijote por todo agradecimiento de haberles puesto en liber-tad, es alusión a algún favor que le hizo Cervantes a Jerónimo, “talvez cuidándolo en alguna de sus frecuentes enfermedades, oprestándole dinero” (69) y que éste le devolvió con ingratitud, cosaque ya percibió anteriormente Daniel Eisenberg (138 n. 44). AMJ laasocia a lo que cuenta Jerónimo en su Vida: que trató de dar liber-tad a sus compañeros de cautiverio, y éstos se lo agradecieronvolviéndose contra él (68). Es decir, ambos Cervantes y Pasamonteelaboran sobre la ingratitud, el primero volviendo repetidamentesobre el tema y el segundo parece que mintiendo (71). AtribuyeAMJ los desajustes causados por haberse suprimido del Quijote I elrobo del rucio de Sancho por Ginés de Pasamonte así como suposterior recuperación, tales como aparecen en la segunda ediciónde Cuesta, a la intención de Cervantes de acortar los episodios deSierra Morena, trasladando el de Marcela y Grisóstomo del capítulo25 al 11 y 14, como sugirió Geoffrey Stagg (70 n. 53).

“La crítica es prácticamente unánime en señalar que Ginés dePasamonte parece remedo literario de la figura histórica de Jeróni-mo de Pasamonte” (61). Me limitaré a señalar algunos de los mu-chos convincentes datos que aporta AMJ para concluir que la “His-

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toria del Cautivo” es la historia que Cervantes cree debió escribirPasamonte en su Vida, en vez de falsear los hechos históricos yhablar sólo de sus males y desgracias.

El Cautivo viste “con el hábito que solían llevar los cautivosliberados,” igual que Pasamonte, cuando llegó a Italia con su “habi-to de cautivo” y pasó a Génova donde sufrió mucho frío por andaren su “hábito de esclavo.” El Cautivo, “hombre de robusto y agra-ciado talle, de edad de poco más de cuarenta años,” tiene la edadque tenía Pasamonte al llegar a España en 1593 (73).

Pasamonte describe “en poco más de dos páginas” su actuaciónen Mesina, Lepanto, Navarino, la toma de Túnez y su pérdida,mientras que el Cautivo los describe en detalle, inclusive “la pérdi-da de la Goleta y el fuerte de Túnez” en cuya defensa no participóCervantes (77–78), proyectando así el fondo histórico que no apare-ce en la Vida de Pasamonte. Cervantes “hace del capitán cautivo ungaleote de los turcos, le carga de las mismas prisiones que le pusie-ron a Jerónimo de Pasamonte según cuenta él mismo” (78), acabaen Constantinopla esclavo al servicio del Uchalí, como Pasamonte,y le hace al 22 años fuera de España igual que Pasamonte (81).Cervantes pone en boca del Capitán que hizo “lo que debía” enLepanto y “quedó ‘lleno de heridas,’” precisamente lo que lesucedió a Cervantes y no a Pasamonte, que “salió ‘sin ninguna he-rida’” como admite él mismo en su Vida (79). Y si Pasamonte diceque fue “esclavo en la Goleta con un arcabuzazo por el cuello queme sale a la espalda izquierda, y otras heridas,” Cervantes lo niegaal elogiar por nombre a los valientes soldados de la Goleta, nonombrando a Pasamonte (85, 87).

Muchas más coincidencias de datos de la Vida de Pasamonte seencuentran en la “Historia del Capitán cautivo,” además de haberestado al servicio del Uchalí (87), el haberse encontrado con Zorai-da en el jardín de su padre, reflejo de lo que cuenta Pasamonte,que trabajaba cavando en el jardín de su amo, donde se encontrabacon las turcas de casa (89), el haberle ayudado, lo mismo que alCautivo, el renegado murciano Maltrapillo, quien también ayudóa Cervantes (89), las vicisitudes del viaje de regreso a España delCautivo con Zoraida cuando se cruzan con un bajel de corsariosfranceses, como Pasamonte y sus compañeros con una fragata decorsarios albaneses (91), y mucho más.

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En breve, con la “Historia del Cautivo,” Cervantes rehace lavida de Pasamonte, como debió ser y no fue, por su cobardía.

III. El capítulo 3, “Jerónimo de Pasamonte y el Quijote de Avella-neda,” trata primero “sobre la identidad de Pasamonte y Avellane-da,” repasando de manera inclusiva pero concisa las observacionesy aportaciones de la crítica, comenzando por Marcelino Menéndezy Pelayo, el primero en dar noticia del manuscrito de la Vida deJerónimo, encontrado en un viaje a Nápoles en 1877. Le siguenFoulché-Delbosc con la primera publicación del manuscrito en1922, quien juzga que Pasamonte “escribe igual que habla”; unareimpresión de la Vida por José María de Cossío en 1956, quien lejuzga “pasivo y sin voluntad”; la primera observación de parecidosy coincidencias entre Jerónimo de Pasamonte y Ginés de Pasamon-te, hecha por Olga Kattan en 1970; nuevas observaciones de Ran-dolph Pope en 1974, quien considera que la Vida de Pasamonte fueescrita para obtener “algún beneficio de la Iglesia” en compensa-ción por sus servicios y “desgracias”; y Margarita Levisi en 1984,quien habla de su inclinación religiosa, temor al demonio y predis-posición a enfermedades psicosomáticas agravadas por la falta desus padres y afecto familiar (100–02). No menciona el trabajo deEisenberg, publicado el mismo año. Pero es sobre todo Martín deRiquer, quien “lleva a cabo un extenso examen lingüístico apun-tando numerosos detalles comparativos entre el Quijote de Avella-neda y la Vida de Pasamonte” (111), sobre el que construye AMJ sutesis, encontrando citas bíblicas, actitud contrarreformista, modali-dades, locuciones y lugares geográficos que aparecen en el Apócrifoy en los dos cuentos intercalados, el de “El rico desesperado” y elde “Los felices amantes.” De ahí, sospecha que Jerónimo de Pasa-monte se oculta tras Avellaneda. Se lo confirma también el abusivoprólogo del Apócrifo, cuyo autor declara que Cervantes le habíaofendido a él con “sinónimos voluntarios” al calificar de bellaco,embustero y ladrón al galeote cargado de cadenas del capítulo 22del Quijote de 1605, de nombre Ginés de Pasamonte, como tambiénhabía ofendido al gran Lope de Vega (102–07).

Cuándo y dónde pudieron conocerse Lope de Vega y Jerónimode Pasamonte, si es que se llegaron a conocer, es tema de especu-lación por parte de AMJ. Conjetura que Pasamonte pudiera haber

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conocido personalmente a Lope al regresar a España cuando parti-cipó en los certámenes poéticos celebrados en Zaragoza en 1613. Obien, pudo saber de él por los “escritores del séquito del virrey deNápoles,” algunos de los cuales favorecían a Lope de Vega y criti-caban a Cervantes. Pasamonte era favorecido por los virreyes deNápoles. Fernández de Castro, conde de Lemos, “le dio una plazade residente en Nápoles” que le confirmaron su hijo, y más tarde,el conde de Benavente (107–08). El nuevo conde de Lemos quehabía tenido como secretario a Lope de Vega, llegó a Nápoles en1610, trajo a Gabriel de Barrionuevo, amigo de Lope y autor de unentremés publicado entre las comedias de Lope de Vega en 1617,en el que aparece un Cervantes pintado como lo pintó el Fénix enun insultante soneto de cabo roto y en un lenguaje que reapareceen el prólogo de Avellaneda y en los capítulos 4 y 10 (108–09 y nn.100 y 101). De ello concluye AMJ que Avellaneda es Jerónimo dePasamonte (112). Esta reseñadora llega a análoga conclusión, aun-que algo distinta referente a la autoría del prólogo, así como dealgunos pasajes del Apócrifo, en su artículo sobre Cervantes y Lopede Vega, en prensa en esta revista.

Bajo la corta subdivisión “Ginés de Pasamonte en el Quijote deAvellaneda,” nota Martín que ya desde el primer capítulo del Apó-crifo hay “referencias directas e indirectas” a Ginés de Pasamonte:la primera cuando se le nombra por el diminutivo afectivo de “Gi-nesillo,” y se le califica de “buena boya,” de buen remero, es decirpor su voluntad y no forzado “que purga sus delitos”; con ello seelimina todo rasgo negativo excepto por el robo del rucio (113).Para quedar bien hace que sea Sancho quien huye, abandonandoel asno, y que el soldado Antonio de Bracamonte, en quien serepresenta Pasamonte, siguiendo el juego de los “sinónimos volun-tarios,” le advierta a Sancho que no ha perdido el asno sino queestá allí cerca paciendo. Sancho abraza y habla a su asno con elcariño con que habla el Sancho cervantino al suyo. Para ocultarPasamonte su origen, Bracamonte es castellano y no aragonés(148). Se refuerza la identidad entre Pasamonte y Bracamonte sinvilipendio cuando le dice Sancho al soldado Antonio de Bracamon-te que se ponga una “gruesa cadena de hierro” para parecerse aGinesillo de Pasamonte (114).

Bajo el tercer apartado, “La Vida de Jerónimo de Pasamonte y

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el Quijote de Avellaneda,” encuentra AMJ 56 ejemplos de citas,expresiones y formas lingüísticas análogas en el Apócrifo y en laVida de Pasamonte (116–40), prueba que salen de la misma pluma,algunas de las cuales recojo sin elaborar: lectura de Guía de pecado-res de fray Luis de Granada, el ir a misa “con su rosario en lasmanos,” escuchar sermones “con mucha atención” (116); inicio deexclamaciones con un imperativo plural: “¡Oigan qué necedad!”(en Avellaneda=A), “piensen qué corazón haría,” “Miren cómopudo ser,” “Miren si ay traición,” “Miren qué traidores” (en la Vi-da=V) (116–17); “San Bernardo, cuya vida lee don Quijote” (A),“monasterio de San Bernardo,” “monasterio de bernardos,” “versosde San Bernardo” (V); “mis trabajos,” término utilizado por Pasa-monte y repetido en Avellaneda con el mismo sentido de dificulta-des (129); reniegos, como “¡O!, reniego de la puta que me parió,”“¡O, reniego de ese Bellido o vellaco Olfos!,” “¡O, reniego de quan-tos Cides ay! (A), “reniego del Demonio y de todas sus obras,” “ytorno a dezir que reniego del demonio” (V); buenos y malos espías,“espía doble, diligente…secreta” (A), “una espía doble,” “buenaespía” (V) (118); “llevar a enterrar a Constantinopla,” “hazañasque…realizar en Constantinopla,” “santa Sophía de Constantino-pla” (A), “Pasamonte estuvo varios años en Constantinopla, porcuyas calles…su amo le dejaba caminar solo” (119); “una grandíssi-ma rissada,” 5 veces (A), “dio una gran risada” (V) (119–20); perdero quitar la vida “del cuerpo” y “del alma” (A), “assí espiritual comocorporal,” “la vida del cuerpo y del ánima” (V) (121).

Una de particular interés es la varias veces mencionada “tenta-ción del demonio,” en la que distingue Pasamonte en su Vida entretentación “natural” y “casi forzosa.” Vuelve a aparecer en la histo-ria de “El rico desesperado” bajo la forma de “infernal tentación”(124–25). Salen personajes que tienen el mismo nombre o caracte-rísticas de conocidos de Pasamonte, tales Bárbara, prostituta, brujay hechicera como su suegra, la priora Luisa, protagonista de “Losfelices amantes,” cuyo nombre es el de su mujer, “sacada tambiénde un convento” (127), ambas “haciendo el amor por la ventana”(28); también el ermitaño Fray Esteban cuyo nombre es el delconfesor de Jerónimo, el Padre Esteban (129). Los dos hacen abun-dante uso de superlativos: “sacratíssima,” “piadosíssima,” “precio-síssima,” “puríssima” (A), “Virgen beatísima,” “sacratíssimo nombre

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de Jesús,” “Virgo felicíssima,” “sanctíssima Trinidad” (V) (132). Hay“huellas visibles en los dos cuentos” (133) tanto como en el cuerpodel Apócrifo: “hincar” con el sentido de “desafiar”; terminologíaturquesca en el contexto de convertirse, hacerse moro (137); men-ción de lugares visitados por Jerónimo, como el “Prado de SanHierónymo [recostado] junto al caño Dorado, que llaman” (A), “es-tando en el prado de S. Geronimo…junto a la fuente del cañodorado que llaman” (V); “montes de pez” (A), “negro como un[a]pez” (V) (139). Finalmente cuando llevan a don Quijote al manico-mio, un clérigo loco comenta que no hay más verdad “en esta casa”que en “impresión de Ginebra” donde se imprimían libros conside-rados heréticos por ser luteranos, lo cual “constituye otra muestrade aversión” al luteranismo de Avellaneda/Pasamonte (140).

El cuarto apartado se dedica a “Los ‘sinónimos voluntarios’ enel Quijote de Avellaneda.” Antonio de Bracamonte, como Pasamon-te un soldado de “gran envergadura corporal” (215), característicaspropias que le atribuye Jerónimo y que Cervantes conocía bien(149, 215), “descendiente de familia ilustre” como Jerónimo (145),es amenazado por el Sancho avellanedesco de derribarle de una“pedrada” para que se acuerde de la “grandísima puta que loparió” (142–43), alusión al insulto de “puto” que le dirige el Sanchocervantino a Ginés de Pasamonte al recobrar su asno, repitiendomentalmente las pedradas que el galeote Ginés da a Don Quijotey Sancho en el Quijote de 1605. En esta ocasión, aunque el defensorno sea “pícaro,” el Sancho avellanedesco quiere defenderse sinayuda de nadie para aprender a vencer gigantes, referencia algigante Pandafilando de la Fosca Vista, descrito en 1605 con rasgostambién alusivos al físico de Pasamonte. En cuanto a lo de “pícaro”alude a la autobiografía de Ginés de Pasamonte, quien considerala suya superior a Lazarillo de Tormes, prueba de que Avellaneda“habría entendido la indirecta” (143).

Frente a “las acusaciones de cobardía de Cervantes” se defien-de Pasamonte mediante su “sinónimo voluntario” Bracamontecontando “con mucha gracia, porque la tenía en el hablar, assí latíncomo romance”—de nuevo, autocaracterización de Pasamonte(146)—haber estado en Ostende donde recibió “más de dos balazosque podría mostrar en los muslos” y “en el hombro,” como Jeróni-mo “en un lugar parecido,” pese a que Jerónimo no estuvo en

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Ostende. Avellaneda lo presenta “como soldado valiente” para queel don Quijote apócrifo lo alabe, pidiéndole “que narre un cuento‘digno de su ingenio’” (147).

Uno de los principales “sinónimos voluntarios” de Pasamontees el sabio Alquife, identificado con el autor de la compañía decomediantes. Oculta al verdadero autor Jerónimo de Pasamonte(158). Alquife aparecerá en el capítulo 10, al poner en escena Eltestimonio vengado de Lope de Vega. Está descrito como “hombremoreno y alto de cuerpo,” “un hombre alto y moreno de cara,”“aquel grande,” “como mi morena cara y membrudo talle muestra”(149), “insistiendo varias veces en el gran tamaño del cuerpo y enel color moreno [de su] rostro” (215). Más tarde don Jerónimo, cuyonombre es el suyo propio, será otra autoalusión. Y más adelanteRoque Guinart y Claudia Jerónima. “Avellaneda se cobra, mediantesus ‘sinónimos voluntarios,’ la afrenta que le hizo en 1605 el San-cho cervantino y hace después las paces con su personaje másapreciado, al que convertirá en el auténtico protagonista de laobra” (151).

Bajo el siguiente apartado, “El Quijote de Avellaneda comorespuesta de Pasamonte a Cervantes,” percibe AMJ, como ya antespercibió Martín de Riquer, el complejo de admiración y “de autén-tico odio” que profesa Avellaneda hacia Cervantes en la imitaciónde su Quijote de 1614. Es principalmente mediante el análisis delsentido de las palabras de los prólogos a ambos Quijotes, el de 1614y de 1615, como del prólogo a las Novelas ejemplares, que deduceAMJ que existió una carrera entre ambos antagonistas por publicarprimero su segunda parte del Quijote (160–61). En dicho prólogodeclara Cervantes ser el primero en escribir novelas propias, “noimitadas ni hurtadas” (163), a lo que Avellaneda contesta que nohace sino proseguir la historia de Don Quijote “con la autoridad[que Cervantes] la començó con la copia de fieles relaciones que a sumano llegaron,” referencia al manuscrito de su Vida donde trata de“episodios militares” (163). Es decir, que Cervantes le imitó a él. Sedeshace en elogios de Lope de Vega, quien en esas fechas se habíaordenado de sacerdote y a quien también había insultado Cervan-tes, como sabemos, en el prólogo a Don Quijote I y en la conversa-ción entre el Canónigo de Toledo y el cura (165).

La venganza de Avellaneda, de Jerónimo de Pasamonte, es

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“convertir a su don Quijote en un personaje objeto de escarnio”sobre el cual descarga su reconcentrada furia contra Cervantes(175) sustituyendo a Dulcinea por “Bárbara de Villatobos,” “viejaprostituta y hechicera” (176), cuyo apellido remeda el lugar deDulcinea: Tobos-o (178) y a la que hace compañera de viaje delcaballero, quien la toma por una gran señora (177). En cuanto adon Álvaro Tarfe, quien se burla de don Quijote exponiéndole avergüenza pública, hace que éste le esté agradecido y le obedezca,así como también al autor de la compañía de comediantes que,como se dijo antes, representa a Pasamonte. Igualmente mosenValentín, el “caritativo clérigo” encargado de recuperar las cabalga-duras perdidas de don Quijote y Sancho, recibe el agradecimientode ambos (182–83). Es decir, los personajes cervantinos tienen quequedar agradecidos a los personajes de Avellaneda (181).

Son numerosísimos los pasajes en que Avellaneda parece alu-dir al Quijote de Cervantes y a Cervantes mismo en defensa propia:el baciyelmo, el robo de caballos y prendas (183), la cobardía deSancho en contraposición a la de Ginés (184), ataque a don Quijoteen el manicomio por el clérigo loco que le muerde un dedo, alusióna “estos pulgares” con que escribió Ginés su autobiografía (186).Hay una alusión insultante a Cervantes mismo en el cuento de“Los felices amantes”: Luisa tiene que trabajar para mantener adon Gregorio (188), y hay también una alusión al asunto Ezpeleta(189). Finalmente, concluye con una especie de amenaza a Cervan-tes: ahora que don Quijote ha enloquecido de nuevo, piensa escri-bir la continuación de sus aventuras, por lugares encuadradosentre Madrid y Ávila, Salamanca y Valladolid. AMJ no sabe si Pasa-monte llegó a conocer estos lugares (191), pero noto que quien sílos conoció fue Cervantes, lo que constituiría una nueva incursiónen territorio ajeno.

IV. “La segunda parte del Quijote de Cervantes como réplica alQuijote de Avellaneda: estrategias cervantinas de respuesta a Pasa-monte,” en seis subtítulos con sus subdivisiones, es el capítulo queocupa el mayor espacio del libro (193–421).

A modo de introducción a este cuarto capítulo, AMJ nos recuer-da que Cervantes habría leído el Quijote de Avellaneda antes decomenzar a escribir la segunda parte del suyo, por el hecho que lo

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conocían los participantes de los certámenes poéticos de Zaragozacelebrados en julio de 1614 (195). Esto certificaría que circulaba enmanuscrito. No puede ponérsele objeción alguna a tal deducción.AMJ nos asegura que Cervantes sigue “el mismo orden de compo-sición que su obra presenta en la actualidad,” y deduce que nohubo reajustes ni desplazamientos de capítulos por haber conocidoCervantes la obra de Avellaneda antes de comenzar la propia (199).

Lo que sí puede prestarse a controversia es que Cervantes nocambiara de lugar episodios. AMJ mismo parece admitirlo cuandodeclara que a Cervantes no le importaban los desajustes de fechasobservadas por editores, anotadores y críticos, para quienes yaandaba avanzada su segunda parte cuando conoció Cervantes elQuijote apócrifo. Lo repite en varias ocasiones: “A Cervantes no leimporta contradecirse” (276), “a Cervantes no le importa situar susepisodios en los límites de la verosimilitud si con ellos consigue daruna réplica a Avellaneda” (281); “a Cervantes no le preocupan lasincongruencias temporales ni geológicas” (287), todas ellas necesa-rias para replicar a Avellaneda. Hasta admite que hay “contradic-ción” en “el comportamiento de don Quijote…con respecto alnuevo carácter que el personaje había adquirido en 1615,” precisa-mente en el episodio del barco encantado, que es “posterior” a sucambio de carácter hacia la normalidad. Explica tal confusión dedon Quijote como “obligada,” para que resulte inequívocamenteparalela a la del don Quijote de Avellaneda (308).

Difícil es creer que no le importa a Cervantes fechar el día delCorpus el 6 de octubre en vez de en primavera, cuando se encuen-tran Don Quijote y Sancho con los comediantes que van a repre-sentar el Auto de las cortes de la muerte. Difícilmente se trata tambiénde un error voluntario para poner en evidencia errores de fechasde Lope de Vega o Jerónimo de Pasamonte, cosa que nadie ha des-cubierto, que yo sepa. Que “el análisis de los 15 primeros capítulos”indican que Cervantes “los escribió en el mismo orden en que noshan llegado” (260) no garantiza que Cervantes no los hubiera reor-ganizado a posteriori. Se ha sugerido incluso que los primeros capí-tulos del Quijote de 1605 fueron escritos a posteriori, una vez termi-nado el volumen. ¿No seguiría Cervantes su tendencia de cambiarde lugar episodios o partes de ellos en el Quijote de 1615?

Esta reseñadora considera que los argumentos de AMJ a este

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respecto, no prueban que Cervantes no haya desplazado episodios,aún y cuando haya seguido el orden de acontecimientos del Quijo-te de Avellaneda teniendo en frente su manuscrito, ni tampoco quesu precipitación se debiera a querer terminar y publicar su Quijoteantes que saliera el de su antagonista. De hecho, el mismo AMJexplica que el retraso y rodeos de don Quijote en llegar a las justasde Zaragoza se debe a que esperaba la inminente publicación delApócrifo para cambiar el rumbo de don Quijote y Sancho haciaBarcelona y desmentir a Avellaneda/Pasamonte (387). Esto sí con-vence. Más que no le importen a Cervantes desajustes e incon-gruencias, yo diría que no los pudo evitar. La excepción sería lo delnombre de Mari Gutiérrez, la mujer de Sancho en el Apócrifo, querepetidas veces se llama Teresa Panza en el Quijote de 1615, queridacontradicción puesta con toda malicia para declarar que quienyerra en dato tan importante como un nombre debe errar enmuchos otros. Lo mismo podría decirse del nombre Alonso Quija-no como dice llamarse don Quijote y no Martín Quijada, como lollama Avellaneda y corrige Cervantes (415). Lo que sí queda proba-do sin lugar a dudas es que Cervantes le devuelve la pelota aAvellaneda, rectificando, corrigiendo, parodiando, además de bur-lándose “de algunas escenas de la propia Vida de Pasamonte sinque sea reconocible para el público lector” (200), aprovechando deltemor de su rival de ver revelada su identidad, lo que pondría enevidencia el retrato negativo que hace de él Cervantes en el perso-naje del galeote Ginés de Pasamonte.

También parece convincente el pacto tácito de Cervantes conJerónimo de Pasamonte de no revelar su identidad si desiste deescribir una nueva salida de don Quijote y Sancho, como se sugierehaciendo que un personaje de Avellaneda, don Jerónimo, también“sinónimo voluntario” con que alude a sí mismo Jerónimo de Pasa-monte, reciba al don Quijote cervantino con abrazos, “reconocién-dolo como verdadero” (383, 386). Otro alias de Pasamonte, el autorde la compañía de comediantes, también le abraza. Finalmente,hace Cervantes que don Álvaro Tarfe entre “en escena para certifi-car que los personajes auténticos don Quijote y Sancho son loscervantinos” (409–12), como hemos visto todos. Lo que puntualizaAMJ es que la apropiación cervantina de los personajes avellane-descos es en desquite de la apropiación avellanedesca de los cer-

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vantinos.Todo este cuarto capítulo trata detalladamente en las distintas

subdivisiones, desde el “prólogo al lector” del Quijote II hasta elúltimo capítulo cuando enferma y muere don Quijote, de la imita-ción paródico-meliorativa que hace Cervantes, ya por alusión yadirectamente, al Quijote de Avellaneda, escrito por Jerónimo dePasamonte.

Cervantes tildará a Avellaneda/Pasamonte “de asno, mentecatoy atrevido” (204), cosa que ya hizo en el prólogo de las Novelasejemplares, y volverá a hacer en Persiles y Sigismunda (206), utilizan-do “la figura retórica de la “preterición” (204). Le dice que no sabeescribir, “que bien [sabe] lo que son las tentaciones del demonio, y queuna de las mayores es ponerle a un hombre en el entendimientoque puede componer e imprimir un libro, con que gane tanta famacomo dineros y tantos dineros como fama” (207), utilizando el temaavellanedesco de las varias clases de “tentaciones del demonio”(125, 127).

Mencionaré a continuación algunos de los abundantes datosque aporta AMJ en su extraordinario, minucioso y alumbradortrabajo sobre el cómo y de qué forma alusiva y burlona imita ytransforma Cervantes los elementos del Quijote de Avellaneda,superándolo ingeniosamente.

Por ejemplo, la distinción sobre las dos clases de envidia, laabusiva y la única que dice conocer Cervantes, la “noble y santa,”así como la obsesión con el dinero, arriba mencionada, son dardosdirigidos a Avellaneda/Pasamonte (206) como también a Lope deVega, me permito añadir. Hace una diferenciación entre dos clasesde locura, la idealista y la de alienación, en el primer capítulo,donde se describe al don Quijote cervantino en la cama “con unbonete colorado toledano,” lo que le parece a Martín “alusión albonete negro con que pinta Avellaneda al clérigo loco encerrado enla casa de orates de Toledo” (213), “graduado de cánones,” como elloco del cuento del barbero del prólogo cervantino, que parecíacuerdo y no lo estaba. Hay un ataque directo a Avellaneda en loscuentos de locos del prólogo cervantino, como respuesta de Cer-vantes a su ofensor (214).

Se contraponen ambos Sanchos. El avellanedesco entiende yhabla en latín, lo que Cervantes “debió de considerar ridículo”

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2 Sobre su virtuosismo en el uso de refranes he tratado en “Los consejos.”3 El tema del encumbramiento de Sancho en casa de los duques, según he

dilucidado en “Authorial Strings” 57–59, lo alegoriza Cervantes mediante el aban-dono del rucio. Éste le espera fiel al pie del simbólico árbol de su ambición, delque queda colgado boca abajo por el vestido verde de cazador que le dieron losduques.

(219), mientras que el Sancho cervantino insiste en que no sabeotra lengua que la suya (218), y repite que no entiende el latín(404). Hay una “sarta ridícula” de refranes por parte del Sanchoavellanedesco, en contraposición del cada vez más frecuente usoapropiado de refranes del Sancho cervantino (235).2 Contrapone laindiferencia y deslealtad del Sancho avellanedesco y la solidaridadtras momentos de vacilación del Sancho verdadero (236–37, 269,327); la glotonería y suciedad del avellanedesco a la hora de comery la limpieza del Sancho cervantino (267, 272–73, 323, 325), cuyomayor vicio, más que comer, es hablar (273). Hay alusión a lasnecedades del Sancho avellanedesco al hablar con el Archipámpa-no, recordado cuando el don Quijote cervantino se “pone a tem-blar, ‘creyendo sin duda alguna que [Sancho] había de decir algunanecedad’” (318).

El cuento del Sancho cervantino es una imitación burlona delenrevesado cuento del avellanedesco (319); el comportamientocada vez “más atinado” del Sancho cervantino “le aleja del carácterimpertinente del escudero avellanedesco” (317); la “simplicidadexclusiva” del Sancho avellanedesco frente a la simplicidad “agu-da” del cervantino (325); la infidelidad del primero frente a la fide-lidad del segundo (326–27); el encumbramiento del primero entrelos nobles, frente a la tentación vencida de subir de categoría delSancho cervantino (329).3 Cuando dice Merlín que Sancho ha deazotarse para desencantar a Dulcinea, Sancho se niega con un“¡Abernuncio!” (deformando la fórmula abrenuncio), con que recha-za el Sancho cervantino al demonio, lo que de nuevo es una alu-sión al Sancho de Avellaneda, quien reniega a menudo, sobre tododel demonio (330). El Sancho cervantino no quiere volverse morocomo el avellanedesco (404).

Otra serie de alusiones va dirigida a la personalidad de Avella-neda/Pasamonte y su Quijote: alusión a la persona de Avellanedareferente a la pérdida de la fama granjeada por los escritos, cuando

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se dan “a la estampa” (226); sobre envidia, pronósticos y adivina-ción en conjunción con la astrología, relacionados con el demonio,alusiones tanto a Pasamonte como a Lope de Vega (239–41), sobretodo en el retablo de Maese Pedro, autor “caracterizado con rasgosdiabólicos” (248), que trata más extensamente bajo el subtítulo 2(297–313) del capítulo 4, al que me referiré más adelante en comen-tario. Los odiados diablos juegan a la pelota con el libro espurio,conversión de una visión de diablos vestidos con el hábito de SanFrancisco que tuvo Pasamonte y cuenta en su Vida, en otra “total-mente burlesca” (405).

Acumula AMJ alusiones a Avellaneda de carácter lingüístico,tales: un corazón “no mayor que una avellana,” “hijo seco, avella-nado” (242), más lejos “hombres tamaños como avellanas” (342);lingüístico-insultantes: “Oxte, puto,” exclamación que se encuentraigualmente en Avellaneda (243), “Mas, ¡jo, que te estrego, burra demi suegro!” dice la aldeana cervantina, como el “Xo, que te estrie-go, burra de mi suegra” del Sancho avellanedesco dirigido a sumujer (244). No sigo con las alusiones lingüísticas, que son muchas.

En cuanto a la contraposición de ambos don Quijotes, el cer-vantino se presenta como valeroso “caballero andante cuyo libroha sido impreso” (262), y demuestra su valor confrontándose conel león “con sola una espada, y no de las del perrillo cortadoras,”recogiendo el “cortadoras espadas” del negro de Bramidán del Apó-crifo, así como la buena espada del “perrillo” con la que el extreme-ño mata a su mujer en la Vida de Pasamonte (264). Desnudados porsus escuderos, el don Quijote cervantino queda dignamente “envalonas y en jubón de camuza” mientras que el avellanedescoqueda “en cuerpo y feísimo…consumido y arruinado, de suerteque no parecía sino una muerte hecha de la armazón de huesosque suelen poner en los cimenterios” (266), y por ese camino si-guen las comparaciones.

A continuación comentaré algunos de los episodios del Quijotede 1615, según los entiende AMJ y como los he visto yo en miartículo por salir. El episodio del encuentro de don Quijote ySancho con la carreta de Las cortes de la Muerte, auto sacramental deLope de Vega, que va a representar la compañía de comediantesde Angulo el Malo, “célebre autor cordobés, así llamado paradistinguirlo de otros comediantes con el mismo nombre,” le va a

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4 Percas, Cervantes the Writer 20–23, y en mi artículo “Cervantes y Lope,” enprensa.

5 Percas, Cervantes the Writer (20–35, y particularmente 27); Percas, “Cervantesy Lope.”

servir a Cervantes, sigue AMJ, por el doble sentido de Malo paraaludir también al autor, “sinónimo voluntario” de Pasamonte, aquien maliciosamente disfrazará Cervantes de diablo, “figuraodiada” por él (247). Me permito indicar que el más acerbo ataqueva dirigido a Las cortes de la Muerte de Lope de Vega, objeto de unaaguda crítica irónico-burlesca.4

Este episodio es precisamente de crítica conjunta a Lope y aPasamonte, tesis de Alfonso Martín Jiménez como indicaré breve-mente a continuación. El caballero que viene en la carreta de Lascortes de la Muerte, “armado de punta en blanco” pero que no trae“morrión ni celada,” sino un sombrero lleno de plumas de diversascolores,” es Sansón Carrasco, a medio disfrazar de Caballero de losEspejos. Se acabará de disfrazar calándose la celada, sobre la quevolarán las plumas del sombrero del caballero de la carreta, surrea-lismo que revela que se trata de Sansón.5

AMJ identifica al Caballero de los Espejos con el Sansón Carras-co disfrazado porque “canta con una voz ‘que no era muy mala nimuy buena,’” como la de Pasamonte en su Vida, que “cantaba conmucha gracia” (250). No representa un “claro ‘sinónimo voluntario’de Pasamonte” (258) excepto por su nombre, que sugiere su grantamaño y fortaleza, y por la descripción de su dama, Casildea deVandalia, llamada la “sin par” por “la grandeza de su cuerpo”(253). Cuando es vencido por don Quijote, Sansón reacciona comoPasamonte, vengativo: “pensar que yo he de volver [a mi aldea],hasta haber molido a palos a don Quijote, es pensar en lo escusa-do; y no me llevará ahora a buscarle el deseo de que cobre sujuicio, sino el de la venganza” (259). Y en efecto, volverá a apareceren los capítulos 64 y 65 y vencerá a don Quijote bajo su nuevodisfraz de Caballero de la Blanca Luna.

La confrontación entre los escuderos, el de los Espejos y el dedon Quijote, tiene por objeto mostrar la superioridad del Sanchocervantino, superioridad que se irá reiterando hasta el final delQuijote de 1615. El Caballero del Verde Gabán le parece a AMJ

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6 Véase Cervantes y su concepto 332-82, en particular 357–65; también Cervantesthe Writer 36–53.

inventado sobre el personaje de Bárbara, quien cree el don Quijoteavellanedesco ser la reina Zenobia, a la que imagina “vestida deverde, en un hermoso cavallo rucio rodado,” “con arco y aljava alombro llena de doradas y herboladas flechas.” Y dice AMJ que“Cervantes transforma a la mujer en hombre, al caballo rucio enyegua tordilla y cambia las flechas doradas y verdes de la amazonapor un alfanje morisco, manteniendo los colores verde y doradoque caracterizan el atuendo de ambos personajes.” El “alfanjemorisco pendiente de un ancho tahelí” que hace juego con losborceguíes, lo asocia AMJ al atuendo del Capitán cautivo, quientrae “unos borceguíes datilados y un alfanje morisco, puesto en untahelí” que le atraviesa el pecho (261). Las cualidades con las quese presenta don Diego de Miranda son “precisamente las quePasamonte se arroga para sí” (262): saber latin, oír misa cada día,ser devoto de la Virgen, comulgar, visitar enfermos.

Concluye AMJ que “las características del Caballero del VerdeGabán son claramente paródicas, pero la ironía cervantina nopuede ser percibida si no se relaciona el episodio con Pasamontey el Quijote apócrifo” (263). No necesariamente. Sin relacionar alCaballero del Verde Gabán con Pasamonte ni con el Apócrifo, através de la ironía y el lenguaje metafórico-simbólico que envuelvea este personaje llegué a análoga conclusión con respecto al licen-cioso Lope de Vega.6 Lope comparte con Pasamonte las característi-cas arriba mencionadas: el oír misa cada día, rezar, ser devoto dela Virgen, saber latín o más bien soltar “latinicos y otros tales” comoya dijo Cervantes en el prefacio de 1605. La parodia de Cervantescon relación al latín, el Est deus in nobis de Ovidio que Avellaneda/Pasamonte atribuye a Horacio (263), también es aplicable a Lope deVega, quien adolece de iguales falsas atribuciones, como ya paro-dió Cervantes en el prólogo a su Quijote de 1605 al citar un latín alfinal de una fábula de Esopo atribuida “a Horacio, o quien lo dijo,”seguido de otra cita en latín, esta vez de una oda de Horacio paraque se vea que Cervantes sí sabe a quien atribuir citas. Yo vi la máscertera estocada a Lope, representado por el Caballero del VerdeGabán, en su mismo nombre, Miranda, gerundio latino que signifi-

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7 Percas, Cervantes the Writer 53.

ca causar maravilla, asombro, extrañeza. Cervantes aplica malicio-samente el gerundio en su sentido peyorativo.7

Que Cervantes está confrontando a Avellaneda en un dueloliterario lo dice el episodio de la lucha de espadas entre “el diestrolicenciado” y el fuerte bachiller Corchuelo, “el diestro y experimen-tado” Cervantes y el “moderno y zafio” (auto-descripción de Cor-chuelo) Pasamonte (271). En este caso también, el dardo va dirigidoa Lope. En su comedia La nueva destreza, Lope de Vega declara quetirando “a diestro o a siniestro,” tal cual hace Corchuelo tirando“cuchilladas, estocadas, altibajos, reveses y mandobles,” se derrotaal diestro maestro de esgrima.6

Esta vez parece que Avellaneda ha hecho “una propuesta depaz” a Cervantes porque Corchuelo abraza al licenciado, y quedan“más amigos que de antes” (272). Siguiendo los razonamientos deMartín, podríamos leer en este acontecimiento que se trata de unengaño o traición por parte de Jerónimo, dado que su sentimientoprevalente es el de la venganza, como declara Sansón Carrasco, su“sinónimo voluntario.”

En el personaje del Primo, el licenciado que lleva a don Quijotey Sancho a la cueva de Montesinos, encuentra AMJ otra represen-tación de Pasamonte, aludido, entre otros datos, en la exhortaciónde Sancho, “Dios te guíe y la Peña de Francia, junto con la Trinidadde Gaeta,” monasterio de esa ciudad donde vivió tres años Pasa-monte; en la duda del don Quijote cervantino sobre su identidad,como si le hubieran trocado en el falso; en su encuentro con Mon-tesinos y otros personajes del romancero mencionados en el Apó-crifo, lo cual me parece evocar más a Lope que a Pasamonte. Otrosdetalles relevantes son el desmesurado rosario de Montesinos, quele parece a AMJ “burla de la devoción por el rosario de Pasamonte”(280); la comparación de Dulcinea con Belerma, fea como la Bárba-ra que la sustituye en el Apócrifo y que el don Quijote falso tomapor una hermosa dama (281); el libro de “gran erudición y estudio”que ha escrito el engreído Primo y autoriza “con más de veinte ycinco autores,” alusión burlesca a Lope de Vega de “quien se reíaCervantes en el prólogo de 1605" (277–78); y la historia de Duran-darte y Montesinos, que ha de sacarle el corazón a Durandarte y

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8 “El cautiverio en Argel,” pp. 517–94 de Cervantes y su concepto; “¿Quién eraBelerma?”; “Unas palabras más”; y Cervantes the Writer 58–59.

9 Yo propuse en 1975 (Cervantes y su concepto), y elaboré en 1988 (Cervantes theWriter), la identificación del “sabio Merlín” con Cervantes.

10 Percas, Cervantes the Writer 58–59.

que AMJ asocia con lo que dijo el falso don Quijote: que si le saca-sen el corazón lo hallarían “lleno de vello…señal evidentísima degran virtud y fortaleza.” Dice muy acertadamente AMJ que Cer-vantes pone “el vello sobre la mano y la mano sobre el corazón”(280). Hay más, pero quisiera hacer aquí un breve comentario a lacueva de Montesinos, que he tratado en varias ocasiones desde1968,8 y que viene muy al caso de lo que aporta el crítico AlfonsoMartín Jiménez.

Si la “Historia del Capitán cautivo” es la reconstrucción históri-ca y veraz de la guerra contra los turcos, la actuación en Mesina,Lepanto, Navarino, la toma de Túnez y su pérdida y la pérdida dela Goleta, como la debió escribir Pasamonte y no hizo sino hablarsólo de sí mismo, el episodio de la cueva de Montesinos es el relatoemocionado y veraz de las tribulaciones propias y ajenas sufridasen el cautiverio de Argel, grabadas en un contexto alegórico-meta-fórico conmovedor. Como expuse en varios estudios, el Merlín queencantó a todos los de la cueva es Cervantes mismo, quien sabe“un punto más que el diablo.” Y siguiendo ahora la revelación deAMJ, que Cervantes se refiere a Pasamonte cuando menciona aldiablo, podemos leer que Cervantes sabe un punto más que Pasa-monte. Esta analogía vuelve a surgir en la burla de los duques,cuando el Diablo (Pasamonte) dice que le envía Montesinos, y sele corrige que quien le envía es Merlín (330). Es decir, quien leenvía es Cervantes; que el “Diablo [Pasamonte] es un ‘ignorante ygrandísimo bellaco’…porque Montesinos se está en su cueva…esperando su desencanto” (331), o sea, continúo yo, que lo desen-cante Cervantes, lo cual no hizo ni pensó hacer.9 Sigue en la alego-ría de la por otro nombre Antonomasia, la Poesía. Merlín es quiencompuso el volador Clavileño el Alígero, transposición de la figuradel caballero andante a la del casto artista (Cervantes mismo,naturalmente), quien se remonta por encima del mundo materialpara restaurar a su “prístina forma” a la desfigurada Poesía.10

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La llegada de don Quijote y Sancho a la ermita en ausencia delermitaño-soldado, referencia al abandono de la religión, es temadel cuento de “El rico desesperado.” El encuentro con el manceboque va a la guerra de soldado, la exclamación de don Quijote“Notable espilorchería,” en italiano, lengua que hablaba Pasamon-te, y luego la afirmación que repite Cervantes casi igual en elPrólogo de 1615, que “el soldado más bien parece muerto en labatalla que vivo en la fuga,” así como también que “le está mejor eloler a pólvora que a algalia,” son claras alusiones a Pasamonte y asu cobardía (283).

El insertar la historia de Maese Pedro, identificado como eldisfrazado Ginés de Pasamonte, dentro de la historia del rebuznode los alcaldes en busca del asno perdido tiene por motivo aludiral delicado tema del hurto del rucio de Sancho por Ginés de Pasa-monte y su recuperación. El motivo de hacer rebuznar a los alcal-des “con alguna gracia,” como la “mucha gracia” con que dice ensu Vida Pasamonte que sabe cantar (286), sirve para decirle a Jeró-nimo que es un burro, y además para aludir a su cobardía con lahuida de don Quijote por temor a recibir una “bala por las espaldas[que] le saliese al pecho,” lo cual ve muy convincentemente AMJcomo alusión a la declaración de Pasamonte de haber recibido un“arcabuzazo por el cuello que [le] sale a la espalda izquierda” (289).

Y luego se entra de lleno en la llegada de Maese Pedro, Ginésde Pasamonte, con su retablo y su mono. El retablo de Maese Pe-dro es un episodio central en la segunda parte del Quijote de 1615,como ha venido destacando la crítica desde hace mucho, obser-vando la inesperada reaparición de Ginés, disfrazado de titiriteropara no ser reconocido por la justicia.

Destacaré los principales datos, no todos nuevos, de la inter-pretación de AMJ. El ser titiritero se asociaba a volteadores y presti-digitadores (298). Pasamonte dice en su Vida que en su infanciaquiso ser volteador, y sufrió una “grave caída” imitando “a un niñovolteador” (319). Cervantes claramente alude a Pasamonte. Elmono adivino que trae consigo Maese Pedro va asociado “al dia-blo” y “al universo diabólico,” así considerado por la Iglesia, ya que“si el hombre es imagen de Dios, el mico lo es del diablo” comohace notar Redondo (299). Esta bofetada alusiva a Pasamonte es enretaliación por haber sustituido “a la idílica Dulcinea por Bárbara,

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una mujer de marcado carácter diabólico” (299). Sigue el ataque aPasamonte, presentando a Maese Pedro como estafador y descri-biéndolo con italianismos: “hombre galante, como dicen en Italia,y bon compaño” (299), de nuevo aludiendo a su conocimiento delitaliano, y dirigiéndose a él con un italianismo, “¿qué peje pilla-mo?” Y porque el Sancho avellanedesco “paga con cuartos a lamoza gallega el don Quijote cervantino pagará con cuartos a MaesePedro por los destrozos efectuados en su retablo” (300).

AMJ deduce que Maese Pedro es “la representación literaria dePasamonte,” mientras “se burla de Lope…comparándolo con elmono, aunque al hacer de maese Pedro el dueño del animal invier-ta los papeles de la relación que Lope y Pasamonte mantenían enel vida real, en la que el aragonés era quien defendía y considerabaa Lope un ingenio superior” (304).

Me interesa particularmente esta perspectiva de AMJ porqueen la segunda parte de mi artículo en prensa sobre el duelo litera-rio entre Cervantes y Lope de Vega, trato, precisamente, del “Reta-blo de Maese Pedro.” Para AMJ, “tanto el mono como el criado deltrujamán, representan indirectamente a Lope de Vega al que Cer-vantes presenta, en ambos casos, al servicio de Pasamonte, invir-tiendo así irónicamente la relación que existía entre ambos, con laintención manifiesta de ofender a Lope” (307). Yo percibo unafusión de ambos, Lope de Vega y Pasamonte, con el desplazamien-to de Pasamonte como autor del retablo hacia Lope de Vega, autory empresario, quien presenta su “Entremés de Melisendra” en elque imita al romancero, cosa que detalla Cervantes a través del tru-jamán, su portavoz, mientras Pasamonte queda relegado a símbo-lo, el mono adivino, descrito como se describe Pasamonte a símismo en su Vida.

Si Cervantes los funde y medio invierte sus papeles es porqueambos son imitadores, Pasamonte de Cervantes y de Lope y Lopedel romancero. Lope respalda al asustadizo Pasamonte (el monoque huye) interviniendo en varias partes del Apócrifo, inclusive enel prólogo de Avellaneda, como he deducido. Ahora, tras la lecturadel trabajo de AMJ, pienso que Lope empujó a Pasamonte a publi-car el Quijote de 1614, a pesar de las amenazas de Cervantes derevelar su identidad si lo hacía y proseguía con una nueva salidade don Quijote. Diré más. Es precisamente del episodio del Retablo

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de Maese Pedro que deduje que Jerónimo de Pasamonte y Lope seconocieron, cosa que Martín dice no saber (107–08).

La corte del Quijote de Avellaneda, en la que don Quijote ySancho son víctimas de burla y diversión, le sugiere a Cervantes,sigue AMJ, el desarrollo de los episodios en el palacio de los du-ques, alusivo a los duques de Luna y Villahermosa, como han vistootros. El eclesiástico cervantino se vale de “argumentos muy simila-res a los de mosen Valentín,” quien había recriminado al falso donQuijote por dejar “su hacienda con aquel sobrinito que tiene.” Perola longitud de sus discursos está invertida; mosén Valentín “expo-ne por extenso los argumentos” y Cervantes hace que sea su donQuijote quien replique por extenso al eclesiástico que le alecciona(321). Entre las alusiones a los duques, la más directa es la de San-cho en su vuelo sobre Clavileño, cuando dice que “poner en loscuernos de la luna significa exaltar a alguien y lo que Sancho estáexaltando son precisamente los cuernos de la familia del duque,”para cuya limpieza del linaje de Luna le encargaron dos comediasa Lope de Vega (341), por lo que AMJ, apoyándose en AugustinRedondo, cree que el antagonismo entre Lope y Cervantes pudodar pie a este episodio. También ve comentarios y alusiones críticasnegativas de Cervantes a Avellaneda/Pasamonte hasta la últimapágina de Don Quijote, no inadvertidas por la crítica pero sí máspuntiagudas.

La Trifaldi, mayordomo del duque disfrazado de mujer, es unremedo de don Carlos disfrazado de infanta Burlerina, así como ladueña Rodríguez es un remedo de Bárbara, mientras que las docedoncellas que acompañan a la primera, corresponden a las docedueñas de la segunda (336). En cuanto al gigante Bramidán deTajayunque, va replicado en el gigante Malambruno, tío de Anto-nomasia (336), el cual, por su caracterización (no es “malicioso” ni“traidor,” y aunque “mago” es también “cristiano”), deduje yo serotra representación de Cervantes (Cervantes the Writer 58–59). Estapreciosa historia en la que brillantemente destaca Redondo “lasimbología sexual del pasaje” (336 n. 278), y yo he visto otra alusiónnegativa a Lope de Vega (Cervantes the Writer 54–55), no le merecea AMJ mayor comentario sobre cómo supera Cervantes a su imita-do modelo, pero repitamos que lo que le interesa y lo que repetida-mente proclama es la mutua influencia, que denomina imitación,

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entre Cervantes y Pasamonte en sus vidas y en sus Quijotes.Si desde el principio alude Cervantes a Avellaneda/Pasamonte

y a Lope de Vega de forma encubierta, a partir de la publicacióndel Apócrifo sigue realizando una crítica conjunta contra ambos. Laprimera mención directa del Quijote de Avellaneda y del nombredel autor tiene lugar en el capítulo 59, cuando los don Quijote ySancho cervantinos se encuentran con don Jerónimo, nombre depila de Pasamonte, “sinónimo voluntario” propio (380). Cervantesse refiere a él por “el tal don Jerónimo,” como al Apócrifo compues-to por “un tal vecino de Tordesillas” en el capítulo 62 y más lejosen el 72, como al autor por “un tal de Avellaneda” (381). Cervanteshace que un personaje avellanedesco, don Juan, tache de malo elApócrifo con una alabanza negativa (381), mientras Cervantes de-sarma al autor “moderno,” cuyo doble sentido es “segundo” y“novato,” evidenciando su “falta de destreza…como compositor”(384–85).

Las analogías siguen con Roque Guinart, el conocido bandoleroRocaguinarda, descrito no como en realidad era sino con los rasgosde Jerónimo de Pasamonte. Ambos delincuentes “terminaron enNápoles sirviendo en el ejército real” (390). Otra alusión es la deClaudia Jerónima, de nuevo nombre en femenino de Pasamonte,y que aparece en el capítulo que sigue al de la aparición de don Je-rónimo. La historia de Claudia Jerónima le recuerda a AMJ la temá-tica de los cuentos de “El rico desesperado” y “Los felices amantes”de Avellaneda. En ambos ve la mano de Jerónimo de Pasamonte,en ciertos rasgos lingüísticos e idiosincrásicos. Por ejemplo, ClaudiaJerónima ingresa en un monasterio, igual que doña Luisa en “Losfelices amantes.” Mi análisis del segundo (Cervantes y su concepto368) me dice que Jerónimo de Pasamonte imitó una obra de teatrode Lope de Vega de mismo tema, basada en la conocida leyenda dela Sacristana o Margarita la Tornera sobre el milagro legendario,que Martín ve como influencia directa (391).

La visita de Don Quijote y Sancho a la imprenta de Barcelonade nuevo indica que Cervantes alude a Jerónimo de Pasamonte enla persona del traductor de Le bagatele (más italianismos), descritocomo “hombre de muy buen talle y parecer,” como Ginés “hombrede muy buen parecer,” cuyo mayor interés es la ganancia, “elprovecho,” obsesión de Jerónimo como en el prólogo del Apócrifo

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(395–97); obsesión, añado yo, compartida con Lope de Vega.Desde el momento en que se publica el Apócrifo Cervantes lo

ataca de muchas directas pero sutiles maneras, como ha comenta-do la crítica. Aún aquí, orienta AMJ con nuevo cariz la amenaza deCervantes a Pasamonte de revelar su identidad como autor delApócrifo si no desiste de publicar la continuación: oferta de paz sidesiste de escribir más sobre don Quijote, aludida en la anécdotadel gordo y el flaco y sellada con vino en la taberna (402). Peropersiste Cervantes con continuas amenazas y pactos: diablos quejuegan a la pelota con el libro espurio (405); apropiación de donÁlvaro Tarfe para que diga, abrazándolos, que los verdaderos donQuijote y Sancho son los cervantinos (412); etc.

La advertencia de Cide Hamete que nadie se atreva a escribirde don Quijote, es una última amenaza de Cervantes a Pasamon-te—“pacto” lo llama AJM—de no revelar su identidad si no vuelvea tomar la pluma sobre el tema (420). Frente al hacer sanar al donQuijote avellanedesco para que vuelva a la locura y haga nuevasalida, Cervantes hace sanar y morir a su don Quijote cuerdo paraimpedir que Pasamonte ni nadie le levante nuevos testimonios(415). Finalmente, opone Cervantes el nombre de su don Quijotecuerdo, Alonso Quijano el Bueno, al del autor de la compañía decomediantes, Angulo el Malo, Pasamonte (415).

El lector de esta magnífica reconstrucción del antagonismoentre un escritor aclamado, Cervantes, y un escritor mediocre aun-que de cierto talento, Pasamonte, puede quedar defraudado de verreducido el Quijote de 1615 a una imitación superlativo de Cervan-tes en la confrontación oculta, sembrada de amenazas y pactostácitos, entre ambos escritores. Creo que Cervantes le advierte allector que su confrontación con un antagonista tan inferior, al quese había propuesto silenciar, no excluye que su novela abarque loshorizontes del sentimiento y pensamiento humanos. Al comienzodel capítulo II, 44, al lamentarse de ir atenido “el entendimiento, lamano y la pluma a escribir de un sólo sujeto” (entendamos tema),y “hablar por las bocas de pocas personas,” lo cual es un “trabajoincomportable, cuyo fruto no [redunda] en el de su autor,” advier-te se tenga en cuenta que el autor tiene “habilidad, suficiencia yentendimiento para tratar del universo todo.” Por ello pide encare-

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cidamente “que no se desprecie su trabajo, y se le den alabanzas,no por lo que escribe, sino por lo que ha dejado de escribir,” ese“universo todo” que vamos descubriendo cada vez más con cadaregreso al libro inmortal.

Grinnell College, Emerita110 Oakridge AvenueIowa City, IA [email protected]

OBRAS CITADAS

Eisenberg, Daniel. “Cervantes, Lope y Avellaneda.” Josep MariaSolà-Solé: Homage, Homenaje, Homenatge. Barcelona: Puvill, 1984.II, 171–83. Revisado: Estudios cervantinos. Barcelona: Sirmio,1991. 119–41. 7 junio 2002. http://bigfoot.com/~daniel.eisenberg/cervantes/lope.pdf

Pasamonte, Jerónimo de. Vida y trabajos de Gerónimo de Pasamonte.Ed. Raymond Foulché-Delbosc [quien dio título a la obra].Revue Hispanique 55 (1922): 311–446.

Percas de Ponseti, Helena. “Authorial Strings in Don Quijote.”Cervantes 1 (1981): 51–62.

———. Cervantes the Writer and the Painter of Don Quijote. Colum-bia: U Missouri P, 1988.

———. “Cervantes y Lope de Vega: Postrimerías de un dueloliterario y una hipótesis.” Cervantes 22.2 (2002): en prensa.

———. Cervantes y su concepto del arte: Estudio crítico de algunosaspectos y episodios del Quijote. Madrid: Gredos, 1975.

———. “Los consejos de don Quijote a Sancho.” Cervantes and theRenaissance. Ed. Michael McGaha. Easton, PA: Juan de la Cues-ta, 1980. 194–236.

———. “¿Quién era Belerma?” Revista Hispánica Moderna 49 (1996):375–92.

———. “Unas palabras más sobre Belerma (Quijote II, 23).” Cervan-tes 19.2 (1999): 180–84.

Riquer, Martín de. Cervantes, Passamonte y Avellaneda. Barcelona:Sirmio, 1988.