Un Milagro Tras Otro- La Historia de Pavel Goia

8/19/2019 Un Milagro Tras Otro- La Historia de Pavel Goia

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IiA HISTORIA DE PAVEL ÖOIA



M H

1A HISTORIA DE PAVEL GOIA



Un milagro tras otroLa historia de Pavel GoiaGreg G. Budd

Título del original: One mímele afíer another. The Pavel Gola Story, Review and Herald Publ. Assn., Hagerstown, MD, E.U.A., 2009.

Dirección: Martha Bibiana Claverie

Traducción: Ooris SamojlukDiseflo: Nelson Espinosa

ilustraciones: Nelson Espinosa, Propiedad de Shutterstock

Libro de edición argentina

IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina

Primera ediciónPrimera reimpresión

MMXIV-3M

Es propiedad. Copyright de la edición original en inglés © 2009 Review and Herald Publ. Assn. Todos los derechos reservados.

© 2014 Asociación Casa Editora Sudamericana. La edición en castellano se publica con

permiso de los dueños del Copyright.

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.

ISBN 978-987-701-196-8

Budd, Greg

Un milagro tras otro: La historia de Pavel Goia / Greg Budd / Dirigido por

Martha Bibiana Claverie. -1* ed. 1* reimp. - Florida: Asociación Casa Editora

Sudamericana, 2014.

208 p .; 21 x 14 cm.

Traducido por: Doris Samojluk

ISBN 978-987-701-196-8 r

1. Testimonio de Fe. i. Claverie, Martha Bibiana, dir. II. Samojluk, Doris, trad.

NI. Titulo

CDD 248.5

Se terminó de imprimir el 08 de septiembre de 2014 en talleres propios (Av. San Martin

4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).

Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación (texto, imágenes y diseño), sumanipulación informática y transmisión ya sea electrónica, mecánica, por fotocopia u otrosmedios, sin permiso previo de! editor.

-107987-



DEDICATORIA

Dedico este libro a quienes, con coraje, se mantienen firmes

en su fe, a pesar de la oposición encarnizada de sistemas políticos corruptos y religiosos.Alrededor del mundo, muchos están soportando persecución,

encarcelamiento, hambre y muerte por su fe, en este mismomomento. Es mi deseo que recuerdes orar por ellos, mientrasleas las páginas que siguen. En el futuro próximo, muchos más

sufrirán persecución por estas mismas fuerzas corruptas, pues la batalla espiritual está llegando a un clímax en el planeta Tierra.Si eres llamado a mantenerte firme por tu fe, oro para que lashistorias que figuran en este libro puedan servir como recorda-torios poderosos de la fidelidad de Dios.



ACERCA DEL LIBRO

Este libro, excitante y bien escrito, aumentará tu fe y teanimará a confiar y a conocer a Dios más íntimamente. La fede Pavel en un gran Dios nos inspira a creer, a confiar, a orar,a esperar y a recibir.

R u th ie J a c o b se n , Ministerios de Oración de la División Norteamericana.

Las experiencias de Pavel Goia como cristiano adventista enla Rumania comunista, son realmente impresionantes. Este libromuestra que Dios está presente para ayudar a su pueblo cuando

este se pone a su disposición. En el oeste, estamos acostumbradosa la libertad y a practicar nuestra fe sin conflictos. Necesitamosleer historias como esta para ayudarnos a prepararnos paratiempos más demandantes, que la profecía advierte que nosesperan. Recomiendo este libro a todos aquellos que desean unaexperiencia de fe más dinámica con Dios.

D o n a ld S . C o rk u m , presidente de la Asociación de Wisconsin de la Iglesia

Adventista del Séptimo Día.

Este libro está lleno de historias maravillosas acerca de cómoDios llegó a la vida de un joven que crecía en tiempos difícilesy peligrosos en la Rumania comunista, y cómo Dios habló es-

pecífica y personalmente con Pavel, a lo largo del camino. Esverdaderamente inspirador desde el comienzo hasta el final. R a lp h H e d e rsh o t.



ACERCA DEL LIBRO

Como mi alumno, no me tomó mucho tiempo el darme cuen-ta de que Pavel Goia era un hombre guiado por Dios. Este libroes impresionante, al abordar vivencias sobre cómo Dios guía ycontesta oraciones.

JackJ. Blanco, profesor emérito en la Universidad Adventista del Sur [Southern

Adventist University],

Al leer el manuscrito de Pavel Goia, fui conmovido hasta laslágrimas, ante las increíbles historias de las intervenciones de

Dios en respuesta a las oraciones de Pavel. También, fui profun-damente impresionado a re dedicar mi propia vida en fidelidada Dios y a tener la disposición de confiar en él sin importar loque suceda, como lo hizo Pavel. Mientras escribo estas líneas,estoy enseñando en el Seminario Adventista de Rumania, asolo pocos kilómetros de donde tuvieron lugar muchas de las

historias de este libro. ¡Conocer sobre los milagros tan poderososque Dios obró en Rumania durante los días de la persecucióny las pruebas del comunismo, ha hecho que cuando viajo poreste país sienta que estoy pisando tierra santa! Recomiendo estelibro a todos aquellos que deseen robustecer su fe en el Dios quecontesta oraciones; y que todavía obra milagros poderosos comoen los tiempos bíblicos. Richard Davidson, decano del departamento de Antiguo Testamento, Seminaria

Teológico de la Universidadde Andrems.

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UN MILAGRO T R A S O TRO

Las maravillosas experiencias del pastor Goia son del mismotipo que las que leemos en el libro bíblico de los Hechos: milagros,

fidelidad, intercesiones maravillosas del Dios del cielo. Todoesto fue posible porque un hombre eligió pertenecer a Dios, ysolo a Dios, todos los días. Nada es imposible para Dios; y esose extiende a quienes lo sirven completamente. Este libro haráque quieras caer sobre tus rodillas y entregarte completamentea un Señor que anhela realizar obras maravillosas en medio de

su pueblo. Ron Clouzet, director del Instituto de Evangelismo de la División Norteamericana.

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CONTENIDODedicatoria............................................................................... 5

Acerca del libro......................................................................... 6

Capítulo 1: No digas: soy un muchacho............................ 13C ap ítulo 2: Yo cuidaré de ti...............................................28

C apítulo 3: Problemas con vidrios..................................... .39

C apítulo 4: ¿Dónde están tus libros?................................. .49

C apítulo 5: Tú no existes.................................................... .56

C apítulo 6: ¡Ya no eres libre!.............................................. .71

C apítulo 7: Todo lo que esté en tu mano hacer ............... .81

C apítulo 8: ¿Conoces al General?......................................99

C apítulo 9: Daré naciones a cambio de tu vida.............. 113

Capítulo 10: En la prosperidad o en la adversidad........135

Capítulo 11: El sobrino del Primer Ministro...................147

Capítulo 12: Mene Mene..................................................165

Capítulo 13: Un día a la vez..............................................175

C onclu sión......................................................................... 191

A pelación de P avel..........................................................200



n o d i g a s :

SOY UN

MUCHACHO

I

STo creo que exista Dios balbuceó Pavel Goia en j medio de la oscuridad. Estoy cansado de esa idea

tonta. ¡Siento que voy a volverme loco! ¿Cómo

permití que me embaucaran? Creer en un Ser que ni siquiesi existe se ha robado toda la diversión de mi vida. Mis amhan salido y la están pasando en grande, mientras yo estoy acá,acostado, sintiéndome perdido y condenado. ¿Cuántas nochesmás tengo que dar vueltas y vueltas, sin poder dormir? Detestoescuchar cómo los segundos pasan interminablemente. Estaraquí, acostado, teniendo pensamientos de culpa que hacen ecoen mi mente, es una verdadera pesadilla. Daría cualquier cosacon tal de silenciar esa voz que me persigue: “Pavel, si mueresesta noche, ¡estarás perdido para siempre!”

Un pensamiento tras otro bombardeaba al joven angustiado,que trataba de escapar de la tortura de su alma. El pobre Pavel notenía lugar adonde ir, ni dónde esconderse. Pero, había decidido

terminar con su miseria.Tengo que dejar atrás estas ideas descabelladas sobre Dios

y, simplemente, disfrutar de la vida como lo hacen mis amigos



UN MILAGRO TRAS OTRO

se dijo Pavel, medio en voz alta, mientras se destapaba Estádecidido: me voy al pueblo, a divertirme un poco. De todos mo-dos, no puedo dormir murmuró por lo bajo, mientras Tecorría el cuarto con la vista, en busca de sus pantalones.

No era una tarea fácil tratar de encontrar su ropa en la os-curidad de una habitación, pero con un poco de persistencia lologró. Calculando su escape con cuidado, caminó de puntillasde una habitación a la otra, para no despertar a sus padres. Pero,

cuando llegó a la sala se detuvo. La luz de la luna que entraba por la ventana mostraba la silueta de su padre, arrodillado enoración. Pavel se había encontrado anteriormente con su padreorando, pero ¿por qué esa noche? Ver a su padre orando era loúltimo que deseaba su mente turbulenta, mientras escapaba desu casa y del Dios de sus padres.

Apresuró sus pasos, al salir a la oscuridad. Miró las sombrasque proyectaban los objetos a la débil luz de los faroles que alum- braban las calles. La imagen de su padre orando lo perseguía,como un fantasma, de sombra en sombra, mientras se apresurabaa llegar a la ciudad para encontrarse con sus amigos.

¡Hola, Pavel! ¡Me alegra que hayas podido venir! lo saludóuno de sus amigos, arrastrando un poco las palabras, al aproxi-marse al lugar en que usualmente pasaban el rato.

Uno de los parques centrales de la ciudad, conocido como elPequeño Mercado, se había convertido en el lugar en que él y susamigos pasaban las noches tomando y fumando; también, eraun sitio ideal para mirar a las muchachas que pasaban. Muchosoperarios de fábricas tenían que pasar por ese extraño lugar en

su camino del trabajo a sus hogares, al finalizar el segundo tumolaboral. Cuando los muchachos tenían la suerte de que uno deesos trabajadores fuera una señorita, inmediatamente esta seconvertía en el centro de su atención. A medida que pasaba frentea ellos, era saludada por una orquesta de silbidos penetrantes,seguida de una sarta de invitaciones sugestivas. Cada vez, la ru-

tina era prácticamente la misma. Los parranderos continuabancon entusiasmo su pequeña charada, hasta que quedaba en claroque la muchacha en cuestión no había sido convenientemente

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NO DIGAS SOY UN MUCHACHO

impresionada por sus payasadas.

Nos hemos estado divirtiendo mucho agregó uno de ellos.Su declaración fue inmediatamente confirmada por un con-cierto de risas fuertes, y que denotaban ebriedad. A pesar dela escasa luz, Pavel podía apreciar la evidencia en todos lados.Obviamente, la “pandilla del mercado” había llegado muchoantes que él. Viendo numerosas colillas de cigarrillos despa-rramadas descuidadamente y botellas casi vacías en las manos,

no era difícil darse cuenta de que se estaba llevando a cabo unvaliente intento de “divertirse”.

Pavel, ¿qué tal alguno de tus chistes? ¿Tienes alguno paranosotros esta noche? dijo una voz familiar.

En pocos momentos, Pavel era el centro de la atención, alcontar chistes subidos de tono, de su repertorio. Estaba en su

elemento. Ninguno le ofreció algo de tomar o fumar, pues nunca había

querido unírseles en sus vicios. Pero, con seguridad sabía cómohacerlos reír. Pavel conocía más chistes sucios que todos los de-más. Sin embargo, no se sentía realmente a gusto con este grupoalborotador, aun cuando había estado pasando mucho tiempo con

ellos. Muchos de ellos habían demostrado poco interés en estudiar,y casi todos provenían de hogares que no tenían apoyo moral.En contraste, Pavel pertenecía a una familia que era la tercera

generación de cristianos, y tenía muy buenas calificaciones entodas sus materias. A menudo, se sentía desubicado en este grupode jóvenes a la deriva y sin un sentido. Vivían de una “diversión”a otra. A ninguno parecía importarle que Pavel fuera un pocodiferente. Su rápida agudeza los hacía reír durante horas, nochetras noche.

Una vez más, tenía a su audiencia sonriendo y riendo con suentretenimiento nocturno.

—¡Eh! Miren allá, a esa nena que viene hacia aquí in terrum- pió alguien del intoxicado auditorio de Pavel.

El inesperado acercamiento de una muchacha en direccióna ellos creó una distracción instantánea. Ahora, ella tenía laatención absoluta de su audiencia. A medida que la joven se

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NO d i g a s : s o y u n m u c h a c h o

El intento de Pavel de huir de su conciencia culpable reu-niéndose con sus amigos en el pueblo no había aquietado sus

pensamientos, ni le había dado la paz que estaba buscando tandesesperadamente. El camino a su casa fue más miserable delo que había sido su escape. El resto de la noche fue cualquiercosa, menos tranquilo. Una vez en la cama, siguió dando vueltasy vueltas. A los remordimientos de su propia conciencia se lesumaron las imágenes frescas de los ojos horrorizados y la voz

sollozante de la joven, que rogaba que la dejaran ir.Comenzó el día siguiente torturado por emociones turbulentas.Las escenas de la noche anterior se negaban a desaparecer, y ahorase sentía peor que nunca. Pronto, las escenas que lo atormentabanse convirtieron en el disgusto profundo de todo el vecindario.

¿Has escuchado sobre los muchachos que anoche, en el

pueblo, abusaron violentamente de una de nuestras muchachasinocentes? La policía los tiene a todos en custodia. ¡Espero queninguno de ellos vuelva a ver la luz del día otra vez! Si los en-cierran y tiran la llave, aun sería demasiado bueno para esosvagos inútiles.

Pavel se horrorizó cuando supo la suerte de la muchacha. Vol-vió a sentir la sensación nauseabunda que había experimentadola noche anterior. Sin duda, aquellos que había pensado que eransus amigos pasarían muchos y largos años en prisión. Pero, él sehabía salvado. En realidad, sabía que fácilmente podría haberestado en ese mismo momento en prisión, esperando un juicio,si no se hubiera retirado cuando lo hizo.

Comenzó a sentirse sumamente agradecido por el recha-

zo que había recibido de parte de la “pandilla del mercado”.Imaginar a la muchacha aterrorizada pidiendo ser liberada, borró cualquier simpatía que pudiera haber experimentado porquienes pensaba que eran sus amigos. La imagen de su padreque oraba volvió a él, mientras contemplaba su escape de unaextensa sentencia en prisión.

Como el sueño le rehuía otra vez, yacía mirando las mismassombras en el cielorraso que había contemplado la noche ante-rior. Sin embargo, esta noche era muy diferente de las anteriores,

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UN MILAGRO T R A S OTRO

cargadas de pensamientos ansiosos y culpabilidad. Esta noche,no la pasaría escapando de Dios, sino yendo hacia él. En la quie-

tud de la noche, la mente de Pavel comenzó a recorrer los añosanteriores de su vida.

No había sido fácil crecer en una familia cristiana en la Ru-mania comunista. El cristianismo era visto como una “muleta”que necesitaban los débiles y simples. El asistir a la iglesia eraabiertamente ridiculizado; y las Biblias estaban prohibidas. Para

quienes insistían en abrazar la fe, la limitación en las oportu-nidades laborales era solamente una de las consecuencias que

podían esperar. Muchas veces, su familia había atravesado porlas difíciles consecuencias resultantes de su fidelidad a Dios.

A medida que Pavel revivió los numerosos desafíos que sufamilia había enfrentado, no pudo evitar sentirse agradecido

por la fuerte herencia cristiana que su abuelo había transmitido.Sentimientos de agradecimiento desplazaron a los sentimientosde resentimiento y amargura de la noche anterior. Qué perspec-tiva diferente había producido una sola noche.

Ahora entendió que las oraciones de su padre, arrodilladonoche tras noche, eran la única diferencia entre él y sus compa-ñeros encerrados en celdas de concreto. Sin duda, ellos también

pasarían algunas noches de insomnio.Pavel no pudo evitar sonreír, mientras acudían a su mente

recuerdos de su infancia temprana. Crecer en Turnu Severin,en la zona sudoeste de Rumania, junto al Río Danubio, le había

provisto de un vasto campo para explorar. El río tenía muchoslugares hermosos, en los cuales él y sus hermanas fueron a nadar

durante los calurosos meses del verano. Otro sitio favorito paraexplorar eran las antiguas ruinas romanas, que no estaban lejosde su hogar. Solo la imaginación de un niño podía traer a lavida toda la historia que había estado descansando en silenciodurante muchos siglos.

Continuando su noche insomne, vinieron a su mente recuerdos

de su iglesia, y del amor que le habían demostrado los miembros.Siendo un niño pequeño, había sido agraciado con una memoriaexcepcional. Cada semana, esperaba con ansias para recitar de

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NO d i g a s : s o y u n m u c h a c h o

memoria pasajes de las Escrituras a los miembros de la iglesia. Los

miembros más antiguos esperaban especialmente sus recitados.Había llegado a amar las alabanzas y la atención que seguían acada una de sus actuaciones, y en poco tiempo recitaba capítulosenteros de la Biblia, para gran deleite de la congregación. Al dis-frutar de la atención especial de sus admiradores, había añadido,a su repertorio eclesiástico, el canto de música especial.

El canto había sido parte de la experiencia de los cultos de sufamilia desde que él tenía memoria. Con una voz privilegiada yuna memoria excelente, fue fácil para él aprender canciones parainterpretar en la iglesia. Muchos miembros de iglesia habían sidomuy pródigos en alabanzas, elogios y regidos, y muy tempranoen su vida había llegado a considerarse como un cristiano “es-

piritualmente superior”.

El peinado de los muchachos comenzó a cambiar, pero no elde Pavel. Para acentuar su imagen de “niño bueno de iglesia”,iba fielmente a la peluquería cada dos semanas. Mientras revivíalos recuerdos de su infancia, tuvo que admitir que podría habersido fácilmente uno de los fariseos más jóvenes: era un “niño

bueno”, y lo sabía.

El viaje por su vida continuaba, mientras permanecía acos-tado en la oscuridad. Uno de sus momentos más memorablesocurrió cuando tenía solamente cinco años de edad. Un pastorvisitante había llegado como predicador invitado, para un cultoespecial en la iglesia. Muchas veces había recordado partes de esesermón. Mirando a la congregación de frente, el pastor visitante

había comenzado su mensaje:E l versículo para esta noche se encuentra enJeremías 29:11.Tomando su Biblia, los invitó a leer el versículo en voz alta:

“Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes afirm ael Señor, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darlesun futuro y una esperanza” (NVI).

Pavel había escuchado con atención, mientras el pastor ex-

plicaba con cuidado el versículo:N o importa cuán joven o anciano eres, o cuáles puedan ser

tus circunstancias actuales, Dios tiene un plan para ti.

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U N MILAGRO T R A S OTRO

Mientras el mensaje continuaba, el pequeño Pavel había tra-

tado de comprender cómo esto podía incluir a un niño de cincoaños. No era difícil creer que Dios había tenido un plan para suabuelo, pues lo había seguido fielmente toda su vida. Mirando asu padre y a su madre, podía entender que Dios tuviera un plan

para sus vidas también. Pero ¿un niño de su edad? Parecía queel versículo no se aplicaba a él.

Guando el mensaje concluyó, era claro que la congregaciónhabía sido bendecida e inspirada con una imagen maravillosay fresca de un Dios personal. Uno por uno, los miembros salu-daron al pastor mientras salían, agradeciéndole por su mensaje.Finalmente, era la oportunidad de dirigirse al orador. Parándosefrente al pastor, levantó su vista mirándolo a los ojos, y preguntócon toda la sinceridad que poseía:

¿Tiene Dios un plan para mí, o soy muy pequeño?Con una amplia sonrisa, se le aseguró que los planes de Dios

incluían hasta a un niño de cinco años.¿Alguna vez has orado, y le has preguntado a Dios si tenía

un plan para ti? le preguntó el pastor.No; supongo que no había respondido pensativamente,

mientras se dirigía hacia la puerta.Meditando profundamente en el desafío del pastor, salió y sedirigió al enorme manzano que había en el patio de la iglesia.Había jugado muchas veces bajo ese árbol, pero ese día eradiferente. Había ido para hacerle a Dios una pregunta muyimportante.

Cerrando sus ojos, comenzó a derramar su corazón ante Dios:Querido Dios, soy un niño de solo cinco años de edad.¿Realmente tienes un plan para mí, también?

Durante varios minutos, siguió derramando su corazón en ora-ción. Si Dios tenía un plan para su vida, quería saber al respecto.

Cuando sintió que había presentado su caso adecuadamente,esperó ansiosamente una voz del cielo que le hiciera saber el plan.¿Qué le diría Dios? Esperó en silencio, para escuchar una vozdesde arriba; pero, el único sonido que quebraba el silencio erad de las hojas movidas por el viento.

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NO d ig a s : s o y u n m u c h a c h o

Desilusionado, aunque no desanimado, ideó otra forma de abordar el asunto. Viendo a su padre con la Biblia, de pie,

conversando con otro miembro de iglesia, enfrente de la iglesia, se encaminó rápidamente a su lado. Y levantando su vista, comentó:

Recién oré, y le pregunté a Dios si tenía un plan para mLPero, no me dijo nada.

Una amplia sonrisa iluminó las caras de ambos hombres, al

escuchar la situación de Pavel.Sin esperar a que alguno de ellos hablara, tomó la Biblia demanos de su padre. Sosteniendo el Libro sagrado, se preguntócómo podría descubrir el plan de Dios para su vida en los ver-sículos que contenía. Abrió la Biblia al azar, y puso un dedo enun versículo. Seguramente, Dios le mostraría su plan para su

vida en su Palabra. Mirando nuevamente a su padre, le pidió:¿Podrías, por favor, leer este versículo?Lentamente, su padre comenzó a leer para sí mismoJeremías

1:5. Su amplia sonrisa se esfumó rápidamente, al darse cuentadel significado del pasaje que su hijo había señalado con el dedo.Con voz muy seria, comenzó a leer:

“Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes quenacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones. Y yo dije:‘¡Ah! ¡ah!, ¡Señor Jehová! He aquí, no sé Hablar, porque soyniño’. Y me dijo Jehová: ‘No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande”’ (vers. 57).

Al revivir ese momento durante su desvelo, una sonrisa sedibujó en su rostro. Sintió la emoción nuevamente.

Durante los siguientes minutos había saltado de alegría, con-tándoles a todos que iba a hablar de parte de Dios. Lo informósin reparos a los miembros de iglesia que estaban converandoentre ellos.

Seré un pastor o un misionero.Iba a hablar de parte de Dios. Dios lo había dejado rl—» r—

las palabras: “No digas: ‘Soy un muchacho’”;n o am . á a ñ d o pequeño para que él tuviese un plan para su vida. Ifah ía adoelegido para ser el vocero especial de Dios.

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En ese momento, aceptó su comisión como mensajero deDios. A partir de ese instante, evaluaba diligentemente a cada

persona, para determinar su condición espiritual y, en conse-cuencia, sus necesidades. A quienes estuvieran a la altura requeri-da (en su opinión, como pastor evangelista), los aconsejaría. Cada

persona que él considerara que necesitaba de arrepentimientorecibiría una admonición de corazón. Advertiría al mundo desu destino sin Dios.

Al poco tiempo de comenzar el primer grado de la escuela,Pavel cambió su objetivo de evangelización a sus compañeros declase. No le llevó mucho tiempo completar su evaluación de lasnecesidades de cada uno. En su opinión de “evangelista”, toda laclase estaba en falta... Con excepción de él mismo, por supuesto.¡Qué oportunidad para su gran campaña de evangelización!

Dirigiéndose al frente de la clase y en un enérgico estilo de predicador, comenzó su discurso a los 45 alumnos: —¡Todos ustedes tienen que comenzar a asistir a la iglesia, o

con seguridad se quemarán en el infierno!Su presentación había sido breve, pero estuvo bien enfocada

hasta el finaL Estaba convencido de haber provisto de inspiraciónespiritual a sus compañeros; quienes, seguramente, la habíanestado deseando.

¿Qué podía haba1fallado?, se hahía preguntado Pavel mien-tras miraba hacia afuera, por la ventana. Era hora de salir parala iglesia, y ninguno de sus compañeros de clase estaba espe-rando afuera de su casa. La larga fila de compañeros que habíaimaginado, no se materializó. No había aparecido ni siquiera

un converso, como resultado de su primer sermón.Desilusionado, pero sin desviarse de su plan de acción, Pavel

comenzó a idear su estrategia para su próxima presentación.Quizás, el castigo que los aguardaba no había sido debidamenteenfatizado. La próxima vez, se aseguraría de no restar impor-tancia al castigo.

A los pocos días, sintió que había llegado el momento de re- petir su sermón. Al terminar su segunda presentación, se sintióseguro de que su mensaje no podía haberse malentendido, ni

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haber sido tomado livianamente. Para su sorpresa, los sentimien-tos de sus compañeros no cambiaron. Varias veces se dirigió al frente de la clase, para recordar a sus compañeros que pronto sufrirían el castigo eterno, si no seguían su ejemplo. Luego de varios de estos sermones, Pavel decidió cambiar su estrategia. Si el miedo no lograba persuadirlos, quizás una táctica basada en las recompensas podría lograr el objetivo.

Parándose frente a sus compañeros una vez más, Pavel co-

menzó su apelación final:M e gustaría compartir con ustedes el secreto de mi populari-

dad sin competencia. La razón por la que soy el más fantástico dela escuela es porque yo voy a la iglesia. Si quieren ser realmentefantásticos, como yo, tienen que ir a la iglesia, también.

La siguiente semana, para el asombro de la congregación,

Pavel guió por el pasillo hasta el frente de la iglesia a toda suclase, en busca de la recompensa prometida. Sin embargo, cadauno de ellos volvió a su oasa sin haber logrado ser más fantás-tico que antes del culto. En consecuencia, la asistencia de susinvitados terminó abruptamente, luego de su primera visita...,a pesar del esclarecimiento que les había brindado. Evidente-

mente, no habían captado que eran necesarias múltiples visitasa fin de producir aquello que admiraban en él. ¿Qué problemastenían?, se preguntaba Pavel. Sin duda que no lograban verquiénes eran realmente. Si no estaban listos para ser fantásticostodavía, quizás él debía comenzar a ayudarlos en la construcciónde sus caracteres. Todo se estaba aclarando ahora: ¡el problemade ellos era la humildad!

Pavel no pudo evitar sonreír mientras pensaba en su antiguocelo como pastor evangelista. Había puesto todo su corazón ensu llamado, solo para descubrir que era más difícil de lo que había pensado.

En solitario, en medio de la oscuridad, meditó en los cambios que había atravesado de a poco en su vida. Gradualmente,

la orientación de su invitación personal, de parte de Dios, se había desvanecido. Durante los últimos años, había aáa iA) a la iglesia solamente para darle el gusto a su padre. Caria n

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más había buscado la aprobación de sus amigos antes que lade Dios. Ciertamente, el estar con sus amigos hasta las dos o

tres de la madrugada había contribuido al deterioro de su fe.Muchas veces había escuchado la voz de Dios, recordándole suoración especial debajo del manzano y la respuesta que habíallegado desde la Biblia de su padre. Pero, ignoró repetidamentela vocecita tranquila, que lo invitaba a volver a una vida de

paz y de felicidad.

Ahora lo envolvían sentimientos de tristeza y de pesar, mien-tras pensaba en las elecciones que había tomado en los últimosaños. Apartando las cobijas, se arrodilló junto a su cama.

Señor, si no estás demasiado enojado conmigo y si todavíame quieres, deseo volver a ti. Si eras tú el que me hablaba afuerade la iglesia cuando tenía cinco años, quiero aceptar tu invita-ción. No sé cómo podrías perdonar a alguien como yo. ¿Acaso

podrás aceptarme, después de todas las veces que te negué?¿Existe todavía una manera de hacerlo?

Postrado junto a su cama, continuó derramando su corazón aDios hora tras hora. A las 5 de la mañana, una paz y un sentidode aceptación maravillosos llenaron su ser entero.

Abriendo su Biblia, oró:

—Señor, por favor, habíame una vez más a través de tu Pa-labra.

Abrió la Biblia al azar, en Isaías 54:8 al 10:“Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento;

pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo Jeho-vá tu Redentor. Porque esto me será como en los días de Noé,

cuando juré que nunca más las aguas de Noé pasarían sobre latierra; así he jurado que no me enojaré contradi, ni te reñiré.Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, perono se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz sequebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia dé ti”.

Lágrimas de alegría llenaron sus ojos, al calar profundamenteen su corazón la Palabra viva. Con la seguridad de su aceptacióny libre del peso de su pecado, agradeció a Dios, y solemnementehizo un pacto con él:

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Nunca dejaré mi lugar de oración y adoración por la ma-ñana, por ninguna razón, hasta que sepa con seguridad que tú estás conmigo.

El corazón de Pavel desbordaba, al caminar hacia el dormito-rio para despertar a sus padres, a fin de que pudieran compartirel gozo de su renovado compromiso con Dios. Una vez más, en-contró a su padre de rodillas. Mientras su padre se incorporaba

para saludarlo, le rogó con sinceridad:

P or favor, continúa orando por mí. He estado luchando pormucho tiempo, pero esta noche entregué mi corazón a Dios.

Mirándolo a los ojos su padre le informó:C ada vez que me has visto orar, era por ti. Sé lo que se siente

al luchar. Yo también luché cuando era joven pero, en mediode mi lucha, Dios me dio un versículo de las Escrituras que me

pareció que era todo para mí. Escucha las palabras que Dios medirigió cuando era joven: “El volverá a tener misericordia denosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundodel mar todos nuestros pecados” (Miq. 7:19).

Con una sonrisa, su padre le dijo:Quizás, algún día Dios te dé un versículo.

Ya lo ha hecho aseguró Pavel, con una amplia sonrisa.La almohada con la que había compartido muchas nochesinsomnes lo invitaba a volver a la cama. Descansando en la

primera paz verdadera que había experimentado en años, cerrósus ojos y durmió. ¡Qué dulce fue!

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Izquierda; Pavd. de b c años de edad (19671

Derecha: ¡Esos bolsillaiestán repletos de golosi-nas! (1968).

Pavel, en tercer grado, tocando elviolín en una sala de conciertos,

en Turnu Severin (1973).

Alumnos de la escuela primaria a la que asistíaPavel cuando estaba en segundo grado. Llevó a suscompañeros a la iglesia un sábado. (Pavel aparece en

primera fila, primero a la izquierda).



CUIDARE

DE TI

A

ntes de que los primeros rayos del amanecer penetra-ran por la ventana de su dormitorio, Pavel se deslizó dedebajo de sus cobijas y se arrodilló al lado de su cama.Estaba determinado a cumplir la promesa que había hecho

noche anterior. ¿Estará Dios esperando? ¿Me hablará hoy otra vez?, preguntó, mientras inclinaba su cabeza.

Padre, soy yo, Pavel. Aquí estoy, como lo prometí. Por favor,ayúdame a ser un amigo verdadero para ti. Estoy tan agradecido

porque tú todavía me quieres. Por favor, cambia mi corazón.Hazme de nuevo, de la manera en que has estado esperando

hacerme oró suavemente.Comenzó a sentir la presencia de Dios a su alrededor tal ycomo lo había experimentado la noche anterior. Cuán agrade-cido estaba porque Dios no lo había abandonado en su rebelión.Con una sonrisa, tomó su Biblia. ¡Cómo esperaba que las pa-labras cobraran vida una vez más! Maravillado, sintió como si

cada palabra hubiera sido escrita específicamente para él.A medida que nuevas percepciones iluminaban su mente,leía y oraba:



YO CUIDARÉ DE TI

Padre, eres tan maravilloso. Estás fuera de toda comprensión. Nunca había soñado que el Creador del vasto universo habla-

ría, personalmente, a alguien tan indigno como él. Su corazónrebosaba de una atmósfera de gracia. Tuvo la seguridad de queDios lo acompañaría durante todo el día, así como la había te-nido la noche anterior. Al terminar su cita matutina con Dios,Pavel pudo sentir que una amplia sonrisa iluminaba su rostro.

¡Qué hermosa manera de comenzar el día!, pensó, comparando esa

mañana con tantas otras de los últimos años. Su nueva amistadcon Dios lo había bendecido de manera que nunca podría haberimaginado.

Mientras Pavel se gozaba en las bendiciones de su momentocon Dios, venían a su mente recuerdos del caos que había resul-tado de sus intentos adolescentes de ser libre. Vio, en su mente,escena tras escena. La televisión y las películas habían ocupadola mayor parte de su tiempo libre, como así también el tiempo delas responsabilidades. Miraba una película tras otra hasta altashoras de la noche. Esta actividad había llegado a ser su rutina,en lugar de una diversión esporádica.

Las mañanas siguientes a sus maratones de películas, se arras-traba, exhausto y somnoliento, fuera de la cama a las 7:45. Las

clases comenzaban a las 8:00 y debía enfrentar el problema desiempre: caminar hasta la escuela le llevaba veinte minutos. Cadamañana, en un loco frenesí, buscaba alguna ropa que ponerse.Era una carrera contra reloj, y su dormitorio era la pista de ca-rreras. Su cabello no estaba, precisamente, peinado cuando salía

por la puerta del frente de su casa, tratando de correr y atarse

los zapatos al mismo tiempo.Más o menos a la misma hora cada mañana, Pavel hacía su

entrada triunfal en el aula: siempre entre diez y quince minutostarde, cuando el profesor ya había comenzado a dictar clase.Una mañana se le había ocurrido una excusa ingeniosa e infa-lible para su tardanza, y estaba seguro de que ni el profesor más

inteligente podría sospechar de ella.Entrando en el aula cuando la clase ya había comenzado,comenzó su discurso:

29




—Esta mañana, temprano, salí para la escuela para ser uno

de los primeros en llegar. Cómo calculé algunos minutos extrapor el tráfico intenso, estaba seguro de que llegaría temprano.Todo iba bien, hasta que llegué al Boulevard Central. No teníaformade saber que, en el mismo momento que necesitaba cruzar,iba a pasar una procesión fúnebre. La procesión debía ser paraalgún dignatario del Gobierno o alguien así, porque la fila deautos era larguísima. Esperé y esperé a que pasaran. La proce-

sión iba realmente despacio, se movía a la mitad de la velocidadque los funerales normales. Parecía que nunca terminarían de

pasar. Luego de unos quince o veinte minutos, me di cuenta deque probablemente llegaría tarde, porque recién había pasado lamitad de los autos de la procesión. Hubiera cruzado corriendo,

pero por respeto .esperé pacientemente. Ni bien pasó el último

auto, vine para acá, lo más rápido que pude.Terminando su dramática presentación, fue a ocupar su

asiento en el fondo del aula. Estaba seguro de haber sido losuficientemente convincente, y de que había persuadido hastaal más intuitivo con su elocuencia.

A la mañana siguiente, razonó que ya que todo había sali-

do tan bien, ¿por qué no usar la misma excusa otra vez? Unanueva “procesión fúnebre” pasaba por el Bulevar Central cadamañana, exactamente a la hora en que él estaba por cruzarlo.Luego de numerosas oratorias dramáticas, al profesor se le ocu-rrió una alternativa, para ahorrarle tiempo en su presentación.Cuando Pavel se acercaba a la puerta, simplemente preguntaba,sin siquiera mirarlo:

G oia, ¿otro funeral?Pavel solo tenía que asentir y encaminarse a su asiento. ¡Su

plan había resultado más ingenioso de lo que había imaginado!Ahora, solo debía decir sí o asentir con la cabeza, para enga-ñar a toda su clase. Sin embargo, posiblemente Pavel no habíaconsiderado un hecho: ¡había sido responsable por enterrar más

dignatarios de gobierno que los que había en todo el país! ¿Dedónde venían todas esas personas importantes? ¡Y qué desafor-tunado que todos murieran uno detrás del otro!

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YO CUIDARÉ D E TI

Mientras su pasado reciente revivía en su mente, sintió una

nueva sensación de gratitud. ¡Su pasado no había sido menos quecaótico! La sorpresa más grande de todas se prodigo el primerdíaen que realmente llegó temprano a clases. Toda la dase lo miró,sin poder creerlo. Qué agradecido debía de estar d “funebrero”,

por haber tenido un pequeño descanso.Cada día que pasaba, la relación de amw de Patvd can Dios

se profundizaba. Las promesas de la Biblia quehahíaaprendido cuando era niño ñuían nuevamente a su mente. Ahora no eran simplemente lindas palabras: podía asegurar que eran promesas

para él. Abrir su corazón a Dios en oración hahfa llrgaHna ser como hablar con su mejor Amigo. Cada «ñafiara^ abría sus ojos con una sensación de expectativa y de aidic^ndón sobre lo que el día podía depararle. La Biblia se convirtió en un lin t) vivo y

con poder. Una y otra vez, experimentó cómo la lectura matutina de las Escrituras le proporcionaba la fuerza qne necesitaba parael día. Al encontrar las palabras de Jeremías en Lamentaciones 3:22 y 23, solo pudo m irar hada y d délo y decir:

Señor, tu Palabra es verdad. Esto es lo que hace por mícada día.

“El amor del Señorno tiene fin, ni se han potado sus bondades. Cada mañana se renuevan; ¡qué grande es su fidelidad!” (DHH).A menudo, mientras Dios le hablaba personalmente, las lá-

grimas asomaban a sus ojos. Señor ; ¿cómo pude perderme todo esto amtes?susurraba.Una cosa era leer las palabras de Isaías 50, y otra cosa era

experimentarlas:“[...] despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios” (veis. 4).

—Gracias, Señor, porque nonecesité mi reloj despertador para desper-

tarme esta mañana. Tú eres fiel, así armo lo Ace tu Palabra. Tus palabras son las primeras que me saludan por la mañana. Esemocionante escucharte llamarme por mi nombrey susurrarme: “He estadoesperándote”. Tu amo-

rosa compasión verdaderamenteestá más allá de todacomprensión orabaPavel, reflexionando sobre la emodón que experimentaba en sunueva amistad con Dios.

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UN MILAGRO TR A S O TRO

Sabía que sin la ayuda de Dios su deseo de ser fantástico vol-vería a tomar el control de su vida. Buscar la aceptación de sus

amigos lo había llevado lejos de Dios una vez, y había decididoque por su gracia no dejaría que el orgullo tomara el control de suvida nuevamente. Cada día, en oración, confesaba abiertamentesu debilidad antes de salir de su casa. Oraba para que Dios loayudara a que le importara más lo que Dios pensaba de él quelo que pensaran los demás.

Comenzó a producirse una transformación notoria. Pensaren el Señor santo y hablar con él cada mañana comenzaron ahacerlo cada vez más parecido a su Amigo. Las cosas que le ha-

bían demandado una lucha ser resistidas, comenzaron a perdersu atractivo. El deseo, sencillamente, se había ido. Dios lo estabacambiando, taj y como había prometido.

La imagen de su padre arrodillado en oración siempre lo

había dejado perplejo mientras crecía, hasta unos días atrás.Antes, para Pavel significaba un misterio total el por qué una

persona pasaría tanto tiempo hablando con un Dios al que no podía ver o escuchar. Pero, ahora lo entendía perfectamente.

El ejemplo de Jesús en el evangelio de Marcos se convirtióen su modelo para cada nuevo día:

“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salióy se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Mar. 1:35).

Resolvió hacer suyo el lugar secreto de oración de Jesús, quedaba poder a su vida. ¡Qué experiencia! La vida ahora tenía unnuevo y completo significado. Podía decir, con el salmista:

“En ti están todas mis fuentes de gozo” (Salmo 87:7, Biblia

de las Américas).Unas semanas luego de prometer a Dios qúe nunca se iría desu casa sin tener la seguridad de que él estaba con él, se presentóuna prueba de fidelidad. Luego de invitar a Dios para que lodespertara a fin de pasar tiempo juntos, se despertó entre las 4y las 5 de la mañana, pero por alguna razón se volvió a quedardormido. Cuando volvió a mirar el reloj despertador, gruñó:¡eran las 7:30!

¿Cómo pudo haber pasado esto?, se preguntó Pavel. Ahora, ¿qué

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YO CUIDARÉ DE TI

debía hacer? Debía decidir entre mantener su cita con Dios o

emprender una loca carrera hacia la escuela. Comenzó unaverdadera lucha. Su horario de clases había cambiado; en lu-gar del profesor que estaba familiarizado con los “funerales”,ahora tenía al profesor más comunista de la escuela. Todos letemían. Se había asegurado de dejar en claro que no sería muysabio contrariarlo. Aún peor: abiertamente se burló de la ideade Dios. Llegar tarde a una de sus clases no sería olvidado asínomás. Comenzaron a perseguirlo imágenes de qué ocurriría, decontrariarlo. Una voz comenzó a instarlo a olvidar su promesasolo por esa vez. Después de todo, Dios seguramente quería quefuera un buen alumno.

¿Qué debía hacer?Otra voz comenzó a hablar tranquilamente con él:

¿Vas a confiar en mí, y pasar el tiempo necesario para saber que estoy contigo? Me he adelantado a ti solucionando problemas y allanando difi-

cultades. ¿Confiarás en mí también frente a este problema?

Sabía que había una sola opción que podía elegir para ser fiela su promesa. En silencio, comenzó su tiempo con Dios.

Por momentos, acudían a su mente imágenes de un profesor

furioso, y cada vez que eso sucedía las entregaba a Dios. Unasdos horas más tarde, sintió la paz y la seguridad que necesitaba.

Pavel oró durante todo el camino el más largo que hubieserecorrido para llegar a la escuela. ¿Qué ocurriría? ¿Sería ex-

pulsado de su primer período de clases? Sabía que era una claseobligatoria para poder graduarse. Cada vez que un pensamiento

amenazaba quebrar su paz, decía simplemente:Dios, te lo entrego a ti.Eran casi las 10 de la mañana cuando entró en el aula. Había

faltado a todo el primer período, y ahora estaba por comenzarel segundo.

Al tomar asiento, miró a un amigo en la siguiente fila Su mirada fue respondida con una expresión de sorpresa. Indinán-dose un poco, su amigo susurró:

¿Cómo supiste que el profesor del primer pcrinrin f i f i « i ■fermo hoy? Es impresionante, ¡llegaste ji 11I4J ¥ U W W r tr ih tfr




algún motivo, el profesor se olvidó de tomar asistencia. ¿Puedescreerio? ¡Esto nunca pasó antes! Goia, ¡debes de ser el muchacho

más afortunado del mundo!Pavel suspiró, aliviado, al darse cuenta de que Dios lo había bendecido por permanecer fiel a él. Una y otra vez, vio cómo pequeños detalles se resolvían de formas que él nunca habríalogrado solucionar por su cuenta.

Las bendiciones de Dios lo siguieron no solamente en las

clases, sino también en el trabajo. Desde que había entregado suvida a Dios, sentía un deseo creciente de ser un artesano sobresa-liente. La excelente reputación de su padre como contratista deobras hacía que las personas estuvieran dispuestas a esperar, afin de poder contar con su experiencia y habilidad para sus pro-yectos. Luego de clases, el negocio familiar proporcionó a Pavella oportunidad de aprender varios aspectos de la construcción,así como también ganar algo de dinero para sus gastos.

De todas las habilidades que aprendió, una de sus favoritasera cortar vidrio. Dios pronto lo bendijo con una exactitud ydestreza que pocos artesanos logran alguna vez. Varios proyectoscomerciales requerían vidrio armado de primera calidad, paraser utilizado en lugares específicos. Muy pocos artesanos tenían

la experiencia para cortar este vidrio especial. Con su padrecomo tutor, aprendió los secretos de esta habilidad especial.

Poco después de que Pavel cumpliera 16 años, tuvo la opor-tunidad de probar que era realmente un artesano competente,y no un simple adolescente punk en una obra. El encargado deconstrucciones del condado acudía al padre de Pavel, a fin de

que lo ayudara cuando estaba atrasado en sus proyectos. Amenudo, se presentaban problemas inesperados, que causabandilaciones costosas. Desesperado, el encargado contactaba alSr. Goia para que lo ayudara a cumplir con los tiempos del pro-yecto. Una y otra vez Dios lo había bendecido, permitiéndolelograr mucho más de lo que nadie había pensado que fuera

posible. Pero, era un momento difícil cuando llegaba el fin desemana y el Sr. Goia anunciaba que no iría a trabajar al díasiguiente, pues era su día de adoración. Repetidamente se le

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YO CUIDARÉ DE TI

rogaba que acudiera a trabajar, pero siempre permaneció fiel

a sus convicciones.Una vez más, el encargado de construcciones del condadoestaba en apuros. Estaba en construcción uno de los centros dereparación de automóviles más grandes del país. Iba a ser unedificio con la más moderna tecnología, y con playas de esta-cionamiento en varios niveles a un costado. Se proyectaba ter-minarlo para fines de octubre, y estaba bastante atrasado. Paraempeorar las cosas, el presidente del país tenía previsto visitarla ciudad en esa fecha, y estaba en su agenda visitar esta obrade arte de la arquitectura.

Una de las áreas en las que estaba críticamente atrasado el proyecto era en el corte de vidrio armado. Varias otras áreasnecesitaban de este vidrio especial, para poder ser finalizadas.

Había buscado por todas partes, pero pocas personas tenían lahabilidad necesaria para cortar este tipo de vidrio; el Sr. Goiaera uno de esos pocos que lo podían ayudar. Desesperadamentesolicitó que el Sr. Goia acudiera en su rescate una vez más.

Lamento no poder ayudarlo. Tengo compromisos propiosimpostergables hasta enero respondió el Sr. Goia, disculpán-

dose. Pero conozco a alguien que podría hacerlo. Mi hijo hallegado a ser muy diestro en el corte de vidrio armado. Puedecortarlo tan bien como yo. Estoy seguro de que con gusto loayudará—ofreció.

Al encargado no le entusiasmaba mucho el contratar a unmuchacho de 16 años para una tarea tan difícil pero, al tener queterminar el trabajo de dos meses en sedo uno, ¿qué opción tenía?

Pavel estaba entusiasmado por poder probar que era un buenartesano. ¡Cuán agradecido estaba por la seguridad que le habíadado su nueva vida! Cuando salió de clases, fue directamen-te al lugar de la construcción. Ubicó al ingeniero en jefe, y se

presentó como el cortador de vidrio que había sido contratado por el encargado de construcciones. El altanero ingeniero no

estaba complacido, y su rostro se ensombreció con una muecade disgusto. Murmuró que le habían mandado “un niño”, enlugar de un hombre. El necesitaba un especialista, no un ado-

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lescente todavía “verde”. Tenía ya suficientes problemas como para, además, estar haciendo de niñera.

A pesar de este supervisor quejoso, Pavel fue alegremente atrabajar. Cada vez que usaba su herramienta de corte de diaman-te, lograba un corte perfecto. Todo anduvo sin problemas. No

pudo recordar un momento en el cual se hubiera desempeñadocon tanta destreza. Con su espátula en una mano y una cuentade cristal en la otra, formaba vidriados perfectamente simétri-

cos, alrededor de los bordes del vidrio. Se maravillaba cuandocada abertura se completaba a la perfección y en tiempo récord.Trabajaba hasta tarde en la noche, con el propósito de cumpliren el tiempo límite.

Cuando llegó el primer fin de semana, Pavel anunció queno iría a trabajar al día siguiente, pues era cristiano y era sudía de adoración. Un acceso de maldiciones como nunca habíaescuchado antes comenzó a salir de la boca del ingeniero. Elsupervisor, enojado, le dejó bien en claro que odiaba tenerloen el proyecto. Había estado seguro de que el joven no podríarealizar el trabajo, y cuando este probó que podía hacerlo

perfectamente y en tiempo récord, el supervisor lo odió aúnmás. No había forma de agradar a ese hombre. A pesar de

todas las amenazas y los insultos, Pavel estuvo en la iglesia aldía siguiente.

Cuando Pavel volvió a la obra, fue insultado de todas lasformas posibles. Era evidente que su supervisor estaba decididoa hacerle la vida tan imposible como pudiera. No quería a unniño en su trabajo, y el hecho de que Pavel fuera cristiano em-

peoraba aún más las cosas. Pavel no podía ni siquiera ir de unlugar al otro de la obra, sin tener que soportar insultos profanosy gestos obscenos. Pacientemente realizó su tarea, soportandoel diario ataque abusivo.

Finalmente, el proyecto fue completado. Pavel estaba exhaus-to, pero orgulloso tanto de la calidad de su trabajo, como del

tiempo récord en que lo había realizado.Cada tipo de trabajo se pagaba de diferente manera. Algunastareas se pagaban por horas. A otros trabajadores, se les pagaba

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YO CUIDARÉ DE TI

un cierto monto de dinero por cada ítem completado. El trabajo

de corte de vidrio se pagaba por metro cuadrado de vidrio ins-talado. Mientras completaba cada abertura, Pavel llevaba unregistro de sus metros cuadrados. Estaba ganando mucho másque los hombres que lo rodeaban. Los artesanos ganaban entre1.600 y 1.800 lei \Nota\ el leu es la moneda oficial de Rumania, ylei es su plural] por mes trabajando por horas. El supervisor del

proyecto, que lo despreciaba, ganaba 2.400 lei por mes. En lastres semanas que trabajó cortando vidrio armado, que se pagaba por metro cuadrado, había ganado 5.500 lei.

Se habían calculado dos hombres y dos meses para realizaresa parte del proyecto. Con Dios como su socio, el muchachocompletó la tarea en solo tres semanas. Había una canción en

su corazón, cuando se fue de la obra por última vez.Pero, la canción pronto se desvaneció cuando fue a cobrar.El rostro del supervisor se contorsionó en un acceso de ira, conmás maldiciones, mientras gritaba:

—¡Ni yo gano tanto dinero y soy el ingeniero en jefe! No voya pagarle a un muchacho punk el doble de lo que gano. ¡Te voya pagar 1.200 lei y nada más!

Pavel protestó, mostrando la escala de pagos que estaba ex-hibida en la obra, pero sin éxito.

Se marchó a su casa triste. ¿Era esta la forma en que seríarecompensado por las largas horas que había trabajado? Noera justo, y no iba a conformarse sin protestar. El encargado deconstrucciones del condado había sido quien lo había contratado

y, por lo tanto, apelaría ante el encargado de construcciones delcondado. Al entrar en el edificio de administración del conda-do, se sintió algo intimidado. ¿Quién escucharía a un joven que

protestaba en contra de un ingeniero de proyecto?La secretaria del departamento Construcciones del condado

escuchó su pedido de justicia.

Vuelve a las 8 de la mañana en punto, y te daré los primeroscinco minutos del horario prometió.Con una sonrisa, Pavel le agradeció, dándose cuenta de que

su Socio invisible ya estaba obrando en su favor.

n




Con un estremecimiento, se sentó en la cama. Eran las 7:45.O h , no, me dormí otra vez se quejó.Debía estar en el edificio de Administración del condado

en solo quince minutos. Tomando su ropa, se dirigió hacia la puerta. Con su mano en el picaporte, escuchó una voz que decía:

Pavel, ¿oraste? ¿Vas a salir de casa sin mí hoy?

Pero, tengo una cita con el encargado. ¿Quépensará de mí, si ni siquiera me presento?, razonó Pavel.

¿Vas a confiar en mí esta vez, o vas a andar por tu cuenta hoy?, res-

pondió la pequeña voz.Eligiendo confiar en Dios sin importar lo que pasara, decidió

no salir hasta que supiera que Dios estaba con él. Eran las 10horas cuando la paz que conocía volvió a su corazón. Mirandoel reloj, pensó en cancelar el viaje al pueblo. Pero, luego de unosminutos se preguntó:

¿Qué tengo que perder? Podría ir de todos modos, y ver qué pasa.La misma sonrisa amable lo saludó al acercarse al escritorio

de la secretaria, para disculparse por su tardanza. Ella le aseguróque no debía preocuparse, pues el primer ministro había llegado,y habían estado en reuniones toda la mañana con todos los jefesde departamentos.

Vuelve mañana, y veré qué puedo hacer aseguró.Aliviado, Pavel se dio vuelta para irse. Justo cuando iba lle-gando a la puerta, al secretaria lo llamó:

Espera.En ese preciso instante, el encargado de construcciones abrió la

puerta de la sala de conferencias y salió, para dirigirse al sanitario.Se acercó al escritorio de la secretaria, para ver de qué se tratabael asunto. Luego de escuchar por un momento, le indicó a su se-cretaria que comprobara la historia de Pavel con la informaciónde la obra, y que le preparara un informe para que él lo revisara.

Al día siguiente, Pavel recibió un llamado telefónico de lasecretaria.

Puedes venir a buscar tu cheque.

Con un cheque equivalente a tres meses de sueldo, Pavelcaminó hacia su casa, casi a los saltos.

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PROBLEMAS CON

VIDRIOS

C reo que puedo trabajar por mi cuenta, pensó Pavel, mientrasregresaba a su casa desde la oficina del encargado de cons-trucciones. Puedo ganar muy buen dinero si sigo trabajando con vidrio. El dinero que acababa de ganar en el proyecto de con

trucción comercial era justo la inspiración que necesitaba paratratar de iniciar un negocio propio. Un simple cálculo le prometiómás dinero que el que la mayoría de los artesanos ganaba paramantener a sus familias.

Sabía que el Gobierno controlaba todos los emprendimientos. Solamente podían trabajar por su cuenta quienes se re-gistraban en la categoría de trabajadores por cuenta propia.Regularmente se realizaban inspecciones, con el objetivo de

asegurarse que los cuentapropistas estuvieran en regla. El sis-tema era muy simple: el dueño del negocio podía quedarse conel 35 por ciento de la ganancia, mientras que el 65 por ciento



UN MILAGRO TR A S OTRO

restante iba directamente al Gobierno. Nadie lo discutía; simplemente, así eran las cosas.

Luego de obtener su permiso, alquiló un local vecino a otronegocio. La ubicación era ideal. El frente de su negocio daba ala calle principal, cerca de la zona céntrica. Compró algunasherramientas, y estaba listo para comenzar su negocio.

La gran cooperativa gubernamental, ubicada en el centrode cada ciudad o pueblo, regulaba la venta de todos los mate-

riales de construcción. La cooperativa estaba compuesta porun complejo de grandes depósitos. Un edificio separado alojabalos materiales para cada actividad. Pavel ubicó la división devidrios de la cooperativa local, y completó los formularios ne-cesarios para comprar vidrio en consignación, permitiéndole

pagar solo por los materiales que usara. El enorme depósitoestaba equipado con cajones de madera llenos de vidrios dediferentes tamaños y espesores. En un área, se exhibían vidriosdecorativos especiales, tales como vidrios esmerilados, vidrios

biselados y vidrios armados.Pavel eligió dos cajones de vidrios del tamaño más común,

para tener en su nuevo negocio. Los cajones contenían 22 hojasde vidrio de 1,83 por 2,13 metros. Combinando el cajón y los

vidrios, el peso de esos cajones podía exceder los 1.800 kilos. Uncamión especialmente equipado con una grúa transportó el vidriodesde el depósito hasta el negocio. Ahora que tenía el vidrio, Pavelestaba listo para comenzar su negocio.

Al poco tiempo, estaba ocupado cortando vidrio para casasnuevas y proyectos de remodelación decorativa. Su sonrisa fácil

y su personalidad amistosa rápidamente ganaron la confianzade sus clientes. Muchos proyectos de sus clientes le representabandesafíos que no había encontrado antes pero, con la bendiciónde Dios, cada cliente salía de su negocio satisfecho. Muchos deellos promovían el trabajo del vidriero más joven del país. Su

pericia y su atención a los detalles hicieron que se corriera la

voz de que el nuevo muchacho del pueblo era “bueno”. Al pocotiempo, su negocio era uno de los más exitosos del pueblo, conmás clientes de los que podía atender. Luego de establecerse, y

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PROBL EM AS CON VIDRIOS

mientras también estudiaba, ganaba más del doble del salario

que la mayoría de los hombres obtenían trabajando todos losdías de semana y los fines de semana.Cada viernes de tarde cerraba temprano su negocio, hasta el

siguiente lunes. La promesa de ganar más dinero no lo tentabaen lo más mínimo a mantener el negocio abierto durante losfines de semana.

Pavel era considerado uno de los líderes de su iglesia. Su prin-cipal responsabilidad era con la juventud. Una vez al mes losorganizaba como un equipo, que se hacía cargo de todo el ser-vicio religioso. También disfrutaba de su cargo de director delcoro. Unirse a los demás en adoración era su parte favorita de lasemana. No podría perdérselo por nada.

Cierto día, el presidente de la cooperativa, un hombre grandee imponente, entró en el negocio para felicitarlo por el éxito desu nuevo negocio. Con una sonrisa, dijo:

Pavel, nos estás haciendo ganar mucho dinero. No podemoscreer que te vaya tan bien trabajando a tiempo parcial. Si nofuera por el estudio, seguramente podrías duplicar tus ingresos.Queremos que dejes el colegio y te dediques a tu negocio tiempo

completo. —No, no puedo hacer eso —replicó Pavel, sacudiendo su cabeza. —¿Por qué no? Tienes un excelente negocio, con un buen sa-

lario, ¿qué más podrías desear?Mientras se encaminaba hacia la puerta, dijo por sobre su

hombro:

Si piensas al respecto, estoy seguro de que cambiarás de idea.Un par de semanas más tarde, el presidente de la cooperativavolvió, con la esperanza de que su joven emprendedor, de 17 años,hubiera considerado la sabiduría de su sugerencia. Para su desma-yo, se enteró de que Pavel no había pensado en su propuesta nisiquiera por un momento. La disposición amistosa del presidente

se esfumó. En tono de obvia frustración, dijo:N o trabajas durante las mañanas porque vas al colegio. Notrabajas el sábado porque vas a la iglesia. No trabajas el domingo

porque es tu tiempo libre. ¡Simplemente, tienes que comenzar




a trabajar los fines de semana! Ese es el momento en el cual lamayoría de las personas hace arreglos en sus casas.

Ya estoy ganando buen dinero. No necesito trabajar los finesde semana.

Seguramente no entendiste lo que quiero decirte. No te estoysugiriendo trabajar los fines de semana, como una opción: te estoyDICIENDO que es obligatorio.

Bueno, lo siento. Pero, sencillamente, no puedo trabajar los

fines de semana contestó Pavel sin alterarse. Nuevamente, el presidente salió del negocio; esta vez, a todasluces disgustado.

Una semana más tarde regresó, decidido a terminar con eltema del trabajo en el fin de semana.

Tengo una directiva firmada por mis superiores, en la cualse insiste en que comiences a trabajar los fines de semana. Co-menzando inmediatamente.

Comenzaré a trabajar los domingos, para satisfacer al Go- bierno. Pero, no trabajaré los sábados para nadie expresó Pavelcon firmeza.

Al domingo siguiente, comenzó el nuevo horario de trabajo.Luego de un par de semanas, los ingresos probaron que la teoría

del presidente era cierta. Ahora estaba ganando aún más dinero.El negocio florecía.

El presidente de la cooperativa volvió una vez más. Su pre-sencia en la puerta de entrada estaba comenzando a volverse unacostumbre. Sin perder tiempo en preámbulos, declaró:

C re í que había sido claro sobre que trabajaras los sábados.

Me estoy cansando de que ignores mis instrucciones. Ahora espero estar siendo claro: trabajarás los sábados, como así tambiénlos domingos. No tienes alternativa.

N o puedo.¡Nadie me dice que no! ¡Lo que yo digo se hace! ¡Negarte a

hacer lo que te digo no es una opción!

Con calma, Pavel miró la cara del oficial, que se enojaba cadavez más a medida que pasaban los minutos.¡Escúchame! O trabajas los sábados o te quedas sin trabajo.

42



PRO BLEM AS CON VIDRIOS

Eso depende de usted, supongo. Ya le dije que no trabajaré, por lo que parece que me está obligando a dejar el negocio.

Más enojado que nunca, el presidente salió intempestivamentedel negocio. Ya no había nada más que discutir. No pensó quePavel estuviera dispuesto a abandonar su negocio tan lucrativo:le había salido el tiro por la culata.

Por algunas semanas, Pavel disfrutó del tiempo libre que sig-nificaba haber cerrado su negocio. Sin embargo, luego de un mes,

el presidente lo visitó nuevamente. Esta vez, llegó con la noticiade que el nombre de su cooperativa se estaba opacando porquelos negocios se estaban deteriorando. No solamente la divisiónde vidrios estaba trabajando por debajo de los estándares, sinotambién cada una de las áreas estaba en decadencia. El ingresofallante del negocio de Pavel hacía la situación aún más penosa.

En vez de ser una de las mejores cooperativas, ahora estabancerca del límite inferior. Pavel debía volver y reabrir su negocio.Estuvo de acuerdo en abrir su negocio una vez más.

Luego de algunas semanas el presidente retornó, oscureciendola puerta con su enorme cuerpo una vez más. Enseguida demostróque estaba más determinado que nunca. ¡El negocio debía estarabierto los sábados!

Si no decides voluntariamente trabajar los sábados, he deci-dido obligarte dijo con voz firme.

Su discurso estaba comenzando a sonar como un disco rayado.N o puedo declaró Pavel.N o te pongas terco y caprichoso conmigo, porque perderás.Escuche, esto no se trata de ser terco. NO PUEDO trabajar

los sábados.Sí, puedes,N o, es imposible.¡Sí, puedes, y LO HARAS! retrucó el presidente. ¡Nunca

nadie me trató así! ¡Te enseñaré una lección que nunca olvidarás!¡Te prometo que cuando termine contigo, respetarás mi autoridad

y mis órdenes! gritó, mientras abandonaba el lugar.Un par de semanas más tarde, Pavel se dio cuenta de quesu provisión de vidrios estaba casi agotada. Era el final de la

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semana, y necesitaría vidrios para continuar con su negocio lasemana siguiente. Llamó al depósito, y solicitó su compra usual

de dos cajones de vidrio.Cuando regresó el domingo, dos objetos familiares estabanfrente a la puerta de entrada. Nunca hubiera soñado que veríaenfrente de su negocio los dos cajones maltrechos que habíanestado fuera del depósito de vidrios hacía dos años. Cuando loshombres entraban y salían del depósito con sus pedidos de vidrio,habían visto los cajones de madera deteriorándose mes tras mes.Al pasar los meses, los cajones se habían convertido en un chiste,

porque se estaban pudriendo a la intemperie. Ahora estaban allí, bloqueando su entrada.

Una simple lluvia podría arruinar un cajón lleno de vidrio. Latemperatura cambiante de la humedad entre las láminas podíacrear un vacío tan poderoso que podrían quedar, virtualmente,

soldadas entre sí. Estas láminas de vidrio no habían soportadouna lluvia, sino cientos de lluvias en los últimos dos años. Cómoalguien pudo sostener juntas las maderas que se deshacían altransportarlas, era ciertamente un misterio.

Ahora tenía dos bloques sólidos de vidrio, que pesaban unos1.800 kilos cada uno, frente a la puerta de su negocio, en cajo-

nes de madera demasiado podrida como para poder moverlos.Cumpliendo con su palabra, el presidente de la cooperativa habíahecho los arreglos para que recibiera esa carga “especial”. Pla-neaba enseñarle a Pavel una lección que nunca olvidaría.

Parado cerca de los cajones de vidrio, saludó a Pavel con unasonrisa siniestra.

H ice traer estos cajones aquí ayer. Cuando los trajimos aquíestaban nuevos, pero mira lo que pasó porque no viniste a trabajarel sábado. La responsabilidad es tuya, porque no estabas trabajan-do, como se te ordenó. En nuestro país, se espera que las personastrabajen los sábados dijo, con una sonrisa de satisfacción. Mejorserá que arregles este vidrio o tendrás que pagar por él. De aquíiré al tribunal, a entablar una demanda contra ti. Te daré diezdías para arreglar el vidrio o pagar por todo el cargamento. Sino lo haces, irás a prisión sentenció con una mueca burlona.

44



PROBL EM AS CON VIDRIOS

Pavel sabía que el valor del vidrio era el equivalente a tres

meses de salario, mucho más que cualquier juicio del gobiernocontra él. Sin embargo, la perspectiva de ir a prisión no era unaamenaza incumplible: la gente había ido a prisión por desapari-ción de dinero, aunque ellos no lo hubieran tomado.

Si tan solo hubiera ahorrado algo del dinero que había ga-nado. Había sido dinero que se había ido tan fácilmente comohabía llegado. En vez de ahorrar, lo había gastado en viajes, yhabía comprado frívolamente motocicletas, equipo de camping o cualquier cosa que deseaba en el momento. ¡Ahora estaba enuna situación difícil! Si tan solo tuviera algo del dinero que habíagastado tan libremente, no estaría en esa situación.

Fue repetidamente a la oficina del presidente, tratando derazonar con él. El presidente se enojó cada vez más y se puso más

firme en su posición. Pavel tenía que reparar el vidrio o pagarlo.Si no lo hacía, lo esperaba la prisión. Y si Pavel volvía a visitarlo,la policía lo iría a buscar.

Luego de unos días, Pavel decidió arriesgarse a hacer unaúltima visita a la oficina del presidente. Guando entró, comenzósu apelación:

Puede enviarme a la cárcel, pero ¿en qué beneficiará estoa la cooperativa? Usted cree que puede hacerme trabajar lossábados, y que de esa manera sus ganancias se duplicarán. Peroaunque pierda mi libertad, no voy a trabajar los sábados. Por lotanto, usted puede: o retirar su demanda o arruinar mi vida. Sinembargo, usted sabe que su negocio no ganará nada teniéndome

en prisión. Su margen de ganancias se verá aun peor delantedel Comité de Auditoría del condado. ¿Qué ganará con seguiradelante con su plan? Lo importante es que no voy a trabajar lossábados. Entonces, ¿por qué no me permite incrementar la can-tidad de horas que trabajo los domingos? Y sus números tambiéncrecerán. Si esto es lo que quiere, también puedo aumentar lashoras que trabajo durante la semana pidió.

D e acuerdo. Si devuelves los dos cajones de vidrios sin dañosy en buena condición, dejaré que continúes tu negocio. Por otrolado, si el vidrio se dañara al manipularlo, tendrás que pagarlo

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por completo. Voy a castigarte y enseñarte una lección que creoque cambiará tu mente. Así que, adelante, trata de devolver el

vidrio accedió, con una sonrisa hosca.Dado que la condición de los cajones de vidrio hacía imposible

moverlos, su oferta no era otra cosa que una trampa para tontos.Durante días, Pavel había estado orando. Pero, ahora sintió

como si su mundo fuera a colapsar con total seguridad. Viendosu cara larga, su padre le preguntó qué lo preocupaba. Luego

de explicarle la situación, escuchó con atención lo que su padrecompartió sobre su propia experiencia con Dios.N o tienes que rogar a Dios. Ya le contaste tu necesidad, ¿no

piensas que ya te escuchó? dijo. No tienes que seguir pidién-dole la misma cosa una y otra vez, sino que debes entregarle el

problema a él.

N o sé cómo hacer eso reconoció Pavel débilmente.Si ya oraste una vez, no tienes que seguir pidiéndole la mis-ma cosa una y otra vez. Dijiste a Dios que le dabas permiso paraobrar; ¿por qué no le permites obrar en la forma que él consideremejor?

Pero, nada está sucediendo...Bueno, Dios no siempre contesta en los tiempos que nosotros

consideramos como mejores. Tienes que ser paciente, mientrasesperas en Dios. No querrás ser como el rey Saúl. Esperó sietedías el regreso del profeta Samuel para ofrecer sacrificios a Dios;se cansó de esperar al profeta, y decidió ofrecer él mismo el sacri-ficio. Conoces la historia: si solo hubiera esperado un poco más.Cuando oras, debes confiar en Dios y no ser impaciente. El te

contestará a su tiempo y a su manera.Una última vez Pavel fue a la oficina del presidente, para

informarle su decisión final de no trabajar los sábados.Pasará lo que deba pasar. Mañana haré llevar los cajones a

su depósito.Esa tarde contrató un camión de fletes con grúa, para que

fuera a su negocio. No queriendo perderse el desastre que estabaseguro que ocurriría, el presidente de la cooperativa, con algunosde sus subalternos, fueron a presenciar el evento. Se les unieron,

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PROB LEM AS CON VIDRIOS

como espectadores, algunos clientes que esperaban. Viendo quese reunía una muchedumbre, varias personas que pasaban porla calle decidieron detenerse y mirar, también.

Cuando el chofer del camión de fletes llegó e inspeccionó loscajones, no quiso saber nada con moverlos.

Estos cajones pesan unos 1.800 kilos, y como están podridosse desarmarán declaró sacudiendo su cabeza.

Tomo toda la responsabilidad le aseguró Pavel.

No tocaré esos cajones, a menos que firmes que te hacesresponsable.

Una vez firmado el documento, el receloso chofer movió lagrúa en posición, bajando los cables hasta los cajones. Engan-chándolos a los aparejos montados en el primer cajón, comenzóa elevar la grúa. Sin aliento, Pavel observó mientras el cajón de

madera podrida se elevó meciéndose suavemente, mientras dejabade tocar la tierra. Con firmeza, el chofer alzó el cajón hasta queestuvo a unos dos metros y medio en el aire.

Justo cuando estaba preparándose para colocar el cajón en elcamión, se escuchó un sonido estridente de algo que se quebra-

ba. La base del cajón se había desprendido. Los muchos meses

de estar en el agua y el barro se habían cobrado su tributo. Noteniendo nada que los detuviera, el cubo de planchas de vidriosoldadas comenzó a descender en caída libre. Pero, para sorpresade todos, se detuvo misteriosamente, en su descenso, justo debajodel cajón. ¡El cajón, sin fondo, se meció de un lado al otro sobreel cubo de vidrio de 1.800 kilos suspendido en el aire!

Al unísono, la multitud de espectadores contuvo el aliento.Por un par de largos minutos, nadie se atrevió a respirar. Todala gente quedó congelada en sus lugares. El tiempo se detuvo.

Pavel sintió que sus rodillas comenzaban a chocarse entresí. El chofer, todavía con sus manos en los controles de la grúa,también estaba aturdido. En tonos apenas más audibles que unsuspiro, preguntó:

¿Qué hago?N o lo sé fue todo lo que Pavel pudo responder.De pronto, una idea vino a su mente como un relámpago.

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Baja el cajón otra vez sobre el vidrio instruyó al chofer.Lentamente, el chofer bajó el cajón otra vez sobre el cubo

suspendido en el aire. Cuando el cajón cubrió por completo alvidrio, ambos descendieron, al unísono, otra vez al suelo.

Los espectadores se mantuvieron en silencio mientras el ca-mión se alejaba. No estaban seguros de si habían estado soñandoo si una masa gigantesca de vidrio había estado suspendida en elaire sin apoyo alguno.

El presidente de la cooperativa se acercó a Pavel, más tarta-mudeando que hablando. Pálido y conmocionado, intentó formarlas palabras. Como pudo, susurró:

Solo lleva el vidrio de vuelta al depósito. No debes preocupar-te por el informe a la policía. Yo me ocuparé de todo. Unicamentedeja tu negocio y no vuelvas más. Y por favor, no me maldigas

a mí o a mi familia.Dando la vuelta, se alejó convencido de que si el Dios quePavel servía podía suspender 1.800 kilos de vidrio en el aire, conseguridad podía ser muy rudo con él y con su familia, si Pavelasí lo disponía.

A partir de ese milagroso día, Pavel experimentó cómo Dios

iba delante de él, quitando obstáculos y solucionando problemas, pues él lo ponía en primer lugar. Nunca olvidó la hermosa pro-mesa de Dios: “Si me pones en primer lugar, yo cuidaré de ti”.

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¿DONDE ESTÁN TUS

LIBROS?

ing... ring... ring...¿Quién podía estar llamando a las dos de la mañana?

Se preguntó el Sr. Goia, mientras daba un vistazo al

reloj despertador al lado de su cama. Manoteando el teléfonoen la oscuridad, con voz medio dormida, se las arregló paracontestar:

Hola. Familia Goia.¡No puede perder tiempo! ¡Saque los libros de su casa! dijo

intempestivamente 1a voz del otro lado de la línea.

¿Quién habla? preguntó el Sr. Goia, ahora completamentedespierto.N o puedo decirle. Lo que le digo es que ¡no tiene tiempo para

hablar! ¡Es urgente:, saque sus libros ahoral

El zumbido del tono del teléfono le indicó que la llamada habíafinalizado.

¡Arriba todo el mundo! ¡Apúrense! ¡No hay tiempo que per-der! apremió en alta voz el Sr. Goia a su familia dormida ¡Elservicio secreto de la policía está viniendo a registrar nuestra casa,

buscando libros religiosos!



DÓNDE ESTÁN TU S LIBRO S?

El Sr. Goia miró, más allá del oficial, hacia el grupo que es-

peraba. Por la expresión de sus rostros, se veía claramente que lacosa era seria.Tenemos información que nos lleva a creer que ustedes

tienen una cantidad considerable de libros religiosos ilegalesagregó el oficial, entrando en la casa mientras empujaba alSr. Goia a un costado.

En un instante, el pequeño ejército de oficiales con ropas decivil y guantes negros, invadió la casa. Comenzaron a correr muebles, cuadros y alfombras. Con diligencia, examinaron cada lugarque pudiera escondo: libros.

Luego de unos minutos de búsqueda infructuosa, el Sr. Goiacomenzó a desafiados como Elias había hecho con los profetas deBaal a i el Monte Carmelo:

Seguramente, ustedes están entrenados para hacer su trabajo.Si vinieron por libros, ¿por qué no los están encontrando?

¡Ya encontraremos sus libros! Salga de nuestro camino re- plicó el frustrado oficial.

Intensificaron la búsqueda. Para consternación del jefe, elSr. Goia continuó cuestionando su competencia, mientras des-

mantelaban la casa. Luego de ponerla de cabeza, los frustradosoficiales seguían con las manos vacías. Cuando finalmente eloficial a cargo ordenó terminar la búsqueda, parecían agra-decidos de marcharse, pues sería el final de la humillación deque eran objeto por parte del Sr. Goia. La crítica a su eficienciahabía sido cualquier cosa menos agradable; aunque el Sr. Goia

parecía disfrutarlo.Cuando las luces de los autos policiales desaparecieron, la fami-lia Goia volvió a arrodillarse, en agradecimiento a la providenciade Dios en su favor. Esta vez, se durmieron enseguida. Al díasiguiente, debían limpiar un desorden increíble, pero estaba bien:los libros de Dios estaban seguros.

Aunque Pavel todavía estaba en la escuela secundaria, yahabía pasado más pruebas de fe que las que otros tienen en todasu vida. La resistencia del Gobierno no tenía descanso, y poníaobstáculo tras obstáculo a su familia. Pero, junto con los demás

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creyentes, la familia Gola había hecho el pacto de permanecerfiel en su adoración y en compartir su fe.

Las Biblias eran casi imposibles de obtener. Algunos de loscreyentes más nuevos nunca habían sostenido una Biblia en susmanos. Reuniéndose en oración, los dirigentes se decidieron poruna solución sumamente peligrosa.

Se realizó un contacto fuera del país, como fuente de Biblias.Cuando se obtuvieron las visas, se programó un “viaje de nego-cios”. Cuando volvieron a la iglesia, los paneles de las puertas delautomóvil fueron quitados, y se reveló el tesoro escondido.

La siguiente semana, en la iglesia, nadie dijo algo sobre Bibliasnuevas. Muchos adoradores, sorprendidos, encontraron una espe-rándolos en el banco en el que se sentaban regularmente. Variosemprendimientos exitosos los animaron a avanzar con un planmás arriesgado.

Uno de los miembros de la iglesia tenía una ocupación querequería que realizara viajes de negocios frecuentes, con sucamioneta, fuera de la frontera. Era una oportunidad perfecta

para expandir su operación encubierta de contrabando. Du-rante varias noches, cobijados por la oscuridad, su camionetafue transformada en un transporte de contrabando de Biblias.

Un soldador profesional creó en la camioneta un piso falso,que era parecido al piso original. Ahora tenían la capacidadde transportar Biblias, no una docena por vez, sino una grancantidad.

La operación de contrabando de Biblias estaba en proceso,cuando Pavel recibió un llamado del servicio de policía secreta

local. Como un pequeño negocio que le proporcionara entradasadicionales, Pavel había comenzado a afinar pianos. Su fino oídomusical y su amor pea la música lo habían convertido en uno delos mejores afinadores de pianos de la zona.

Para cuando el piano estuvo afinado, entre él y el oficial habíasurgido un pequeño lazo de amistad.

Me caes bien, Pavel. Eres un buen muchacho comentóel oficial con una sonrisa— ¿Hay algo que pueda hacer por ti?

Habiendo crecido dentro de un sistema de gobierno plagado de

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DÓNDE ESTÁN T U S LIBROS?

corrupción, cohechos y “favores”, Pavel entendió perfectamentelo que implicaba su pregunta.

No, no necesito nada.Bien; permíteme, de todas maneras, brindarte un poco de

información interna. Tu congregación tiene 27 informantes quetrabajan para nosotros. Pensé que esa información podría resul-tarte útil le dijo a Pavel, mientras este se alistaba para irse.

Gracias por darme trabzgo, y por la información interna

correspondió Pavel, mientras salía por la puerta.La información interna de que disponía Pavel recordó a los

dirigentes de la iglesia que su operación de contrabando de Bibliassería descubierta, si los miembros equivocados escuchaban algo.Con extrema precaución planificaron el primer “viaje de nego-cios”, usando la camioneta recientemente adaptada.

El pequeño grupo de hombres que esperaba en la oscuridaddetrás de la iglesia se preguntaba: “¿Habrá podido lograrlo?” Concuidado, estudiaron las luces del vehículo que se aproximaba.Viendo que las luces se apagaban y que la camioneta continuabahacia la parte trasera de la iglesia, pudieron respirar aliviados.

Sacaron caja tras caja del compartimento secreto. Ninguno de

ellos había visto tantas Biblias juntas en su vida. Estaban suma-mente contentos al descargar la última caja, al pensar en cuántasfamilias serían bendecidas con la primera Biblia de su propiedad.

La siguiente pregunta era dónde esconderlas. Las iglesias eranrequisadas con frecuencia; por lo tanto, el escondite debía ser bue-no. Algunos de los lugares que habían usado anteriormente con elfin de esconder Biblias no eran posibles, por la gran cantidad que

tenían ahora. No podían pensar en un lugar lo suficientementegrande como para esconder un cargamento de esa magnitud.

¿Qué tal en el capitel? sugirió uno de ellos.Luego de pensarlo, decidieron que probablemente el capitel

sería uno de los primeros lugares de la iglesia en ser revisados.¿Qué tal el depósito de leña? sugirió otro.

Fueron a ver el depósito de leña, que estaba lleno hasta la mi-tad con pilas de madera, y estuvieron de acuerdo en que era sumejor opción. Sacaron rápidamente las pilas de leña y apilaron

»




las cajas de Biblias en su lugar. Luego, volvieron a acomodar laleña encima de las cajas. Volvieron a sus hogares, y pidieron enoración la protección especial de Dios sobre el tesoro escondido.

El siguiente fin de semana, los jóvenes tuvieron un picnic deiglesia. Jugaron juegos y disfrutaron de una comida agradable almediodía. Como algo especial, cortaron y sirvieron unas cuantassandías. Los jóvenes comieron las sandías mientras corrían de unlado a otro de la iglesia, con sus caras y manos mojadas con el

jugo. Realmente disfrutaron de ese postre.

Cuando la actividad terminó y los jóvenes se marcharon a sushogares, los dirigentes se quedaron, para terminar de limpiar.Pavel se estremeció al mirar, por la puerta entreabierta, dentrodel depósito de leña. Abriendo la puerta para inspeccionar descu-

brió, para su consternación, que varios jóvenes habían elegido eldepósito de leña para dejar las cáscaras de las sandías.

¡Qué lío! exclamó, calculando el tiempo que llevaría limpiarlo.Como líderes de jóvenes, tendrían que volver en otro momento para terminar de limpiar. Era tarde, y todos estaban listos parairse a sus casas.

Unos días más tarde, un mensaje inquietante circuló rápida-mente entre los dirigentes de la iglesia: ¡La pedida está en la iglesia!

¡ Alguien les ha contado que hay un cargamento grande de Bibliasescondido en la iglesia!Los hombres oraron, mientras se apresuraban a ver lo que

pasaría con su tesoro. Observando desde una distancia segura,oraron con fervor para que Dios protegiera su Palabra escrita.

Cuán agradecidos estaban de no haber elegido el capitel comoescondite. Podían ver a los oficiales de pedida dando vueltas todo,en su búsqueda. La búsqueda continuó durante un tiempo. Luegode sentirse seguros de que no había nada escondido dentro de laiglesia, los oficiales comenzaron a buscar cualquiercosa sospechosaen el patio.

Los espectadores, escondidos, observaron sinaliento cómo unode los oficiales se dirigía hacia el depósito de leña. Abriendo la

puerta, saltó hacia atrás. Un enjambre de abejas amarillas zumbóalrededor de su cabeza, no muy complacidas de que su banquete

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DÓNDE ESTÁN TUS LIBROS?

de sandías hubiera sido interrumpido. Al parecer, las sobras de

las sandías habían invitado a todas las abejas amarillas desdeocho kilómetros a la redonda. Por este motivo, la leñera se habíaconvertido más en un enjambre que en un edificio que contuvieramadera para calentar a los miembros de iglesia durante los fríosmeses de invierno.

Allí no hay nada más que un enjambre enorme de abejas

dijo el oficial a los demás, mientras escapaba del enjambre deabejas amarillas que zumbaban a su alrededor.Agachándose y dando manotazos, corrió a reunirse con los

otros oficiales.Sintiéndose derrotados, pero con la seguridad de que no había

Biblias escondidas en la propiedad de la iglesia, los oficiales de policía subieron a sus automóviles y se fueron.

Los dirigentes de la iglesia respiraron con alivio. Su fe se ha- bía robustecido, al darse cuenta de que Dios puede usar hasta eldescuido juvenil para proteger su preciosa Palabra.

En la medida en que surgía la necesidad, se planificaron “viajesde negocios” adicionales. Cada misión era un emprendimientosumamente peligroso, pero este grupo de dirigentes de iglesia,

que oraba, sabía que estaba trabajando para Dios. ¡Y qué recompensa era ver el rostro sonriente en uno de sus hijos aferrando sunuevo tesoro!



TU NO

EXISTES

uévoya hacer con mi vida?, se preguntaba Pavel. He soñado con convertirme en un pastor durante la mayor parte de mi vida. Pero, parece bastante poco realista, porque los seminarios

teológicos han sido eliminados por el comunismo. Además, ¿por qué debería tener una vida miserable, si no lo necesito?, razonó.

Quizá debiera ser un profesor de música... O un ingeniero, pensó,

mientras meditaba en el rumbo que definiría su vida. Evaluócuidadosamente cada opción. Siempre me ha gustado la música. Quizá debería hacer de ella el estudio de mi vida. Por otro lado, si me convierto en ingeniero, no solamente podría tener un buen empleo, sino también diseñar mi propia casa. Como ingeniero, seguramenle será una ventaja haber tra-

bajado por años con nú padre en la construcción. Por varios años luchó

por decidir qué carrera seguiría.A Pavel no lo emocionaba tener otro obstáculo para alcanzarsus sueños, pero pronto terminaría el secundario y era obligatorio

para todo joven de 18 años de edad hacer un viaje al Centro deRegistro y Reclutamiento Militar. Una dura sentencia de cárcelaguardaba a quienes no se tomaban el tiempo de registrarse o

de pensar en cómo ser exceptuados del servicio militar. Antesde continuar su educación, debía servir a su país.El Gobierno tenía dos opciones para el servicio militar. So-

#



TÚ NO EXISTES

lamente eran obligatorios nueve meses de servicio para quienes

pudieran aprobar el examen de ingreso para una de las univer-sidades; lo cual era mucho más atractivo que la segunda opción.Para quienes no asistirían a una universidad, era obligatorioun servicio militar de un año y medio. Debía decidir prontosu carrera. La opción más corta era una primera elección fácil

para todos; pero era, incluso, mucho más que solo una buenaidea para un cristiano.

Los militares no hacían excepciones con quienes deseabanservir a Dios. Pavel había escuchado suficientes historias como

para saber que el permanecer fiel a Dios sería la experiencia másdifícil que alguna vez tendría que enfrentar. A pesar de lo queseguramente lo aguardaba, tendría que hacer un viaje al Centrode Registro y Reclutamiento Militar lo más pronto posible. Sin

una tarjeta de registro, su vida estaría en suspenso. Esta tarjeta sesolicitaba para todo, desde conseguir una licencia para conducirhasta postularse para la universidad. No podía aplazarlo otrodía más: necesitaba su tarjeta.

M e gustaría llenar mi tarjeta de registro de reclutamientodijo Pavel, mientras se acercaba al oficial que atendía en la

mesa de entradas. —Llena este formulario usando tu nombre cpmpleto —le indicóel oficial.

Luego de completar el formulario, lo puso sobre la mesa, paraque fuera procesado.

Pavel Goia —repitió para sí mismo el oficial, mientras se

dirigía a los archivos alineados contra la pared.Luego de varios minutos de buscar en los cajones del archi-vador, alzó la vista, obviamente frustrado.

Esto es imposible dijo, mirando desde el último archivador. Nada parecido ha sucedido desde que yo trabajo aquí. Nuestrosregistros son actualizados e inspeccionados regularmente, perono tenemos un archivo a tu nombre. Simplemente, no existes.Es como si nunca hubieras nacido informó, con incredulidad.

Todo el asunto le pareció un poco gracioso a Pavel. Sonrió, pensando en todo lo que podría disfrutar una persona que nunca

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tuviera que enfrentar consecuencias. Si realmente no existía,¿qué podían hacerle?

Entonces, lo que me dice es que si yo lo golpeo ahora mismo,usted no puede hacerme nada porque yo no estoy acá realmentebromeó Pavel.

—No creo que sería uno de tus mejores momentos. Si lo in-tentaras, descubrirás enseguida que yo sí estoy acá. Tú existes,

por supuesto; es que no puedo encontrarte en nuestro sistema.

Lo lamento. No hay nada que pueda hacer por ti concluyó eloficial, perplejo.

Pavel se quedó allí, de pie, preguntándose qué hacer a conti-nuación. Siempre pensó que existía. Era un concepto totalmentenuevo el descubrir que su existencia había sido solamente unailusión.

Bueno, si no existo, por lo menos no tengo que hacer elservicio militar. Esas son buenas noticias dijo, viendo el mejorlado del asunto.

De pronto recordó su razón para haber ido: necesitaba sutarjeta de registro para poder postularse en la universidad.

—La mala noticia es que no podré asistir a la universidad

declaró con seriedad.E s cierto estuvo de acuerdo el oficial Irás a prisión por nohacer el servicio militar. Debes volver a registrarte por tu cuenta.

¿No está usted confundiéndose sobre quién irá a la cárcel?contestó Pavel—. Yo vine a registrarme pero usted no lo hizo,así que, será usted quien irá a la cárcel. Tiene que encontrarme.

No puedo ir a la universidad sin mi taijeta de registro. No puedoirme sin ella. T IENE que hacer algo ^pidió Pavel.

El oficial desapareció en la oficina contigua por un momen-to, volviendo con el General. Luego de ponerlo al tanto de lasituación brevemente, fue el tumo del General de buscar encada uno de los archivadores. Pero, los documentos no estaban

por ningún lado.

El General fue al escritorio, y buscó papel y lapicera.Voy a hacerte una nota de excepción temporaria, para que

puedas postularte en la universidad. Pero, tienes que prometerme

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TÚ NO EXISTES

que volverás luego de que hayamos tenido tiempo de buscar tus

documentos. No se supone que haga esto, pero voy a confiar enque volverás expresó, con una sonrisa.

Pavel le agradeció y le aseguró que volvería.Armado con unanota que llevaba la firma del General, se retiró, agradeciendoy alabando a Dios.

Con varios años de experiencia en ]a «instrucción, segura-

mente, su mejor opción sería convertirse en un ingeniero en cons-trucciones. Su próximo paso sería postularse en la universidad, para luego conseguir su título de ingeniero. ¡Sería un ingeniero en construcciones!

Sin embargo, en la Rumania comunista esto no sería unatarea fácil. Solamente un puñado de los alumnos más brillantes

sería aceptado para cada carrera que se ofrecía. Estaba muy fa-miliarizado con el sistema. Su hermana había estado estudiandomúsica y practicando durante muchos años, para lograr una delas vacantes que se ofrecían en música. La única posibilidad dellegar al nivel de excelencia que se necesitaba era contratar untutor privado. Cada lección era seguida por sesiones de prác-tica diarias, que duraban ocho horas. Esta había sido la metade ella no por meses, sino durante muchos años. Finalmente,con la bendición de Dios, había logrado su meta. De los 1.200

postulantes que se habían presentado a la audición para lograrla oportunidad de estudiar piano en la universidad, ella habíalogrado una de las cinco vacantes. Pavel estaba orgulloso de los

prestigiosos logros de su hermana. ¿Qué hermano no lo estaría?

Sabía que sería igual de desafiante ser aceptado en una de lasuniversidades que ofrecían el título de Ingeniero. Unicamente se-rían aceptados los primeros diez postulantes. Con esas probabili-dades tan remotas, solamente los estudiantes con notas excelentesse atrevían a inscribirse en el examen de calificación. AunquePavel había estado a la cabeza de su clase desde el comienzo de

la escuela primaria, sabía que esta sería una competencia comonunca había conocido anteriormente. Qué agradecido estaba porsu amistad con el omnisapiente Dios del universo. En fervienteoración, le presentó su plan.




Mientras oraba y estudiaba durante las siguientes mañanas,acudió a su mente, en forma vivida, la historia de Daniel y sustres amigos. Dios los había bendecido con una sabiduría muysuperior a la de cualquier otro estudiante del país, por su fideli-dad. En cada categoría, se descubrió que su sabiduría era diezveces superior que la de los demás jóvenes. Repetidamente, Pavelinvitó a Dios a bendecirlo de la misma manera, si eso traeríahonor y gloria a su nombre.

Con la nota firmada por el General, se dirigió a postularse enla universidad cercana. Luego de escuchar su breve explicación,el secretario se negó a su pedido. No se harían excepciones en suinstitución: o presentaba su tarjeta de registro o no se postulaba.Pavel no pudo evitar sentirse un poco desilusionado. Como habíaotras universidades, simplemente, probaría suerte en otra. Pero,

uno tras otro, los secretarios le dieron una respuesta similar: sinsu tarjeta de registro no podía postularse.Luego de intentar sin éxito postularse en quince universi-

dades, sus perspectivas parecían poco halagüeñas. Solamentequedaba una universidad que ofrecía un título en construcción.

¿Pero para qué intentarlo, siquiera?, pensó sombríamente. El des-

ánimo se acrecentaba con cada cuadra que caminaba. Sus piesse arrastraban por el pavimento. ¿Por qué Dios me ha fallado?, se preguntaba. Había abierto fielmente puerta tras puerta para él,hasta ahora. En oscuridad y penumbra, sintió como si hubierasido olvidado.

Decidiendo que no tenía nada que perder, dirigió sus pasoscansados hacia la última universidad. A última hora de la tarde,se acercó al escritorio de la secretaria.

Vine a postularme para el curso de Ingenieríaen Construc-ciones comenzó.

Sin esperar al rechazo, que estaba seguro que seguiría, proce-dió a contarle a la mujer que seguramente ella tampoco querríaregistrarlo; que podría ahorrarle el trabajo de rechazarlo.

Cuando finalmente concluyó su miserable discurso, la mujerle sonrió amablemente y le dijo:

Te dejaré postular. No es tu culpa que tus papeles se hayan

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TÚ NO EXISTES

perdido.

En su abatimiento, él ni siquiera escuchó las palabras amablesque ella le dirigía. ¿Para qué quedarme a esperar palabras de rechazo?, rezongó, dándose vuelta para dirigirse a la puerta.

¡Espera! lo llamó la secretaria—Dije que permitiré quete postules.

Pavel se detuvo.¿Lo hará? ¿Está segura de que no se meterá en problemas?

tartamudeó.Deja que yo me ocupe de mis asuntos. ¿Quieres postularte

o no? preguntó, con un brillo en sus ojos.En unos pocos momentos Pavel estaba regresando a su hogar.

¡Estaba anotado en la universidad! Cuán agradecido estaba porno haberse desanimado y no haber dejado de intentarlo. Quizá

Dios no lo había olvidado, después de todo.Tenía solamente tres meses para estudiar para el examen

de ingreso. Y por cierto que estudió. Desde la mañana hastala noche, día tras día, estudió intensamente todo material que

pudo encontrar. Al final de los tres meses, había completadoocho libros de Matemáticas y cuatro libros de Física, cada uno

de ellos diseñado como un curso de año completo.Había orado pidiendo sabiduría, y había hecho todo lo queestaba a su alcance para llenar su mente con conocimientos.Ahora, el resto dependía de Dios.

A medida que se acercaba la fecha del examen de Ingeniería,cada postulante recibió información para prepararse para el

examen. El examen sería administrado durante dos días: un día para Matemáticas y otro para Física. El examen de Matemáticasincluiría álgebra, cálculo, trigonometría y geometría. El examende Física comprendería hidráulica, mecánica, electricidad yfísica molecular. Pavel supo que necesitaría de la ayuda de Dios

para convertirse en uno de los primeros diez postulantes.Antes de salir para su primer examen, mantuvo su cita diaria

con Dios. No se iría en solitario de su casa. Con paz y con laseguridad de que Dios estaba con él, entró en el aula.

El examen de Matemáticas fue el primero. Se sorprendió de

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cuán claramente entendía cada problema y su respuesta. Conconfianza, pronto resolvió cada uno de ellos. En solo la mitaddel tiempo establecido, se adelantó con el examen completado.Sabía que Dios había bendecido su mente con la sabiduría queél le había pedido.

Sintiéndose seguro de que también podría completar temprano su segundo examen, compró su boleto de tren de regreso para las 2:40 de la tarde, aun cuando el examen estaba previsto

que terminara a las 4. Sabía que iba a estar un poco corto detiempo, pues el viaje desde la universidad hasta la estación detrenes era de una hora u hora y media, dependiendo del tráfico.Si otra vez terminaba en la mitad del tiempo previsto, lo logra-ría sin problemas. Con un boleto que no podía devolver, debíaasegurarse de terminar temprano.

Al comenzar su examen de Física, descubrió que la facilidadcon la que había dado el examen anterior había desaparecido.Estaba luchando con ese examen. Su mente parecía estar vacía.Ese día, en lugar del entendimiento instantáneo, directamenteno entendía.

¡Esto no puede estar sucediendo!, pensó, en estado de pánico. El

profesor había dado a los estudiantes la opción de hacer el exa-men A o el B. Luego de quince minutos de analizar el examenA con la mente en blanco, pidió cambiarlo por el examen B. El profesor hizo el cambio, pero le advirtió que no podría hacermás cambios.

Con diligencia, escudriñó su nuevo examen. Lentamente,las respuestas comenzaron a surgir en su mente. Finalmente, alas 2:30 de la tarde, terminó su último problema. Ahora estabaen una seria dificultad: su tren debía salir en unos minutos. Notenía tiempo para el viaje en ómnibus hasta la estación de trenes:tendría que tomar un taxi. O ró con ansiedad:

Señor, por favor, permíteme llegar a tiempo a la estación.Desesperado, hizo señas a un taxi. Saltando en su interior

y casi sin aliento, rogó al chofer que fuera lo más rápido que pudiera hasta la Estación de Trenes Norte.

¿Me dijiste que condujera tan rápido como pudiera? ¡No

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TÚ NO EXISTÍS

creo que sepas lo rápido que significa eso!

Una amplia sonrisa adornó el rostro del conductor, mientrasel joven repetía el pedido:L o más rápido que pueda.Verás, hijo. Nunca olvidarás este viaje mientras vivas pro -

metió el conductor del taxi con una mueca.Antes de que Pavel tuviera tiempo de corar la portezuela, los

neumáticos chirriaron en el pavimento. Yendo a toda velocidadhacia el tráfico más adelante, Pavel estaba seguro de que el con-ductor tendría que aminorar la marcha al acercarse a la masa deautos, camiones y autobuses que llenaban la calle. ¿Aminorar lavelocidad? No este conductor. Solamente necesitaba un pedal:¡el acelerador!

Volar por este bulevar congestionado a cuatro veces la ve-

locidad del resto del tráfico era más de lo que Pavel había pe-dido. Había escuchado de autos que iban a una velocidad talen autopistas de cuatro carriles pero, al menos, todos iban a lamisma velocidad. Se sujetó en resguardo de su vida. Con los

puños blancos de apretarlos, se sujetó de lo que podía, tratandodesesperadamente de no golpearse dentro del auto; o, lo que

sería peor, salir disparado por la ventanilla. Iban zigzagueandosalvajemente entre autos y camiones.Seguro que a los costados del taxi hay una franja de pintura de cada

automóvil que pasamos, concluyó Pavel, mientras se sujetaba fuer-temente.

La posibilidad de que su taxi amarillo se transformara en untaxi “arco iris”, no parecía tan remota.

¿T ahora qué?, se preguntó Pavel, mientras miraba a travésdel parabrisas hacia la intersección congestionada que estabaenfrente de ellos.

No tuvo que esperar mucho, pues el conductor, concentradoen su misión, viró bruscamente para no chocar el auto que estabaenfrente, cuyo conductor había llegado de pronto a la conclusión

de que el semáforo en rojo significada que debía detenerse.Con su cabeza agitándose de atrás hacia adelante y de adelan-

te hacia atrás, el conductor buscaba locamente entre qué autobús

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UN m3SaBCBlH*¡S'OTRO

o automóvilse escabulliría, todoel tiempo con su mano en la

boema^Virandorepentinamente con el fiñíde editar los autosqué venían de ambos lados, el conductor continuó su alocadacarrera. Varios conductores respondieroncon susbocinas, porlasadudas que ei taxista no hubiese notadosus expresiones dedisgusto o no haya escuchado si» gritos.■ p Pasandopor intersecciones sinaminorar lavelocidad,e igno-

rando semáforos en rojo, dejó a Pavel horrorizado. Con el restodei tráfico detenido en el semáforo en rojó 'que eltaxista habíainterpretado como “seguir” , la avenida seextencfió, libre, anteeUos.EstopQní&enpe%roala3víctimas más adelante.

una carcajada* repitió:^¿“Lom ásrápidoqüe pueda’ ? .Mirando 'at Pawel preguntó, para aclarar el asunto:^Quieres que vaya más rápido?Débilmente, Pavelsacudió su cabeza de uniado al otro su-

surrando:’•No^or favor, no vaya más rápido» », O tra vez ei conductorrióymien*ras miraba a su paste ro que

ahora separería más á un fantasm aquea unser mortal.Un poco adelante, había un embotellamiento de tráfico. Se

encontraron con uñafila de autosque recorría toda una cuadra.Viendo íaimposibilidad dé pasar entre esa masa de vehículos,el conductor buscó una ruta alternativa. Sin previo aviso, giróbrásoaanentehacáa la derecha, pasando el freno por pfcimera vez

deaáeúque habían comenzado d viaje. Haciendo chirriar losebaitiil^ariHsáticosy salvándose apenas dechocar a los autosqueespettíbaÉft, «tataío se dirigió al eostadcrtMá calle. Cuandoel taxi tomó la curva, el indefenso cuerpo de Pawdvoló hasta elté&tOi yluefoó^xaM vam eiite en d ’SMbmpSm puños no ha

bíán^sido capaces de sahenerio en *uhig*r*iurante lamaniobra.

. Volviendo unavez ifais «cfefew»f,eiéOiiductor repitió:YéndOpor la acera, paáó a. to* vehículos que esperaban, én

viandopeatones yvendedoiiesambulantesentodas direcciones.

6*



TÚ NO EXISTES

Pavel tenía ganas de unirse a ellos, pero no podía hablar, y muchomenos gritar.

Al llegar a la intersección por la acera, se lanzaron una vezmás entre el pesado tráfico de la esquina, con insistentes bocinazos y virando violentamente de un lado al otro, casi quedandoaplastados entre dos vehículos. Del otro lado de la intersección,el taxi, convertido en auto de carreras, volvió a seguir su cursovelozmente por la ciudad. Pavel se preguntaba si viviría para ver

la estación de trenes; ni pensaba ya en el tren a su hogar.Finalmente, la estación estaba a la vista. No hayforma de que ni

siquiera este conductor pueda abrirse paso aquí, pensó con su corazónencogido. Debido a otro embotellamiento masivo, había autos enfila por más o menos un kilómetro y medio. Estavez, parecía queno había ruta de escape. Quizá su viaje desafiando a la muerte

había sido en vano.Pero, una vez más Pavel había subestimado la creatividad deeste conductor. La avenida por la que iban corriendo carrerasestaba dividida, en el centro, por dos pares de vías de tren: una

para los pasajeros que llegaban y otra para los que partían. Eltren que se dirigía al sur estaba por partir en pocos momentos,

pero la vía que iba hacia el norte estaba vacía. Con trenes cons-tantemente yendo y viniendo, hasta las vías vacías no parecíanser una opción.

Pero, poniéndose a la altura de las circunstancias, el conduc-tor del taxi rápidamente se dirigió hacia las vías libres. Ahora,la precisión en el tiempo lo era todo. El ir a toda velocidad porlas vías al costado de los autos que esperaban ya era suficiente peligro; pero, además, los trenes en una y otra dirección pasaríanen cualquier momento. Aun el avanzar a los tumbos por las víasno podía disminuir el pensamiento, o la posibilidad, de que encualquier momento pudieran quedar entre dos trenes, como unemparedado. Con solo una fracción de segundo de ventaja, eltaxi saltó sobre las vías, pasando enfrente de la larga fila de autos

que esperaban para entrar en la estación.En una nube de polvo, el conductor frenó el auto en la misma

fila del tren que estaba esperando, y que era el que Pavel tenía

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que tomar. Para su sorpresa, el tren se había demorado. Mien-tras salía del auto, el tren demorado comenzó a moverse. En un

instante, tomó su equipaje y emprendió una loca carrera portomar el tren, que iba ganando velocidad. Por sobre su hombro,el conductor del taxi le gritó en medio de risas:

¿Eso fue bastante rápido?Guando Pavel alcanzó el tren en movimiento, era el último

segundo en que podía abordarlo. Con un enorme salto, cayó

dentro del tren. Derrumbándose en un asiento vacío, agradecióa su Padre celestial:Querido Dios, gracias por salvar mi vida en ese impre-

sionante viaje en el taxi. Y por demorar el tren justo el tiemponecesario para que pudiera tomarlo.

¡Nunca antes había estado tan agradecido de abordar un

tren! Estaba vivo, y en camino a su casa.Finalmente, llegó la fecha en que se darían a conocer los re-sultados de los exámenes. Con ansiedad, Pavel escudriñó la listaen busca de su nombre. ¿Cómo se había desempeñado frente atremenda competencia? Encontró su nombre en la parte superiorde la lista. Tenía la cuarta calificación más alta de los 87 postu-lantes que habían rendido el examen. El asterisco al lado de sunombre indicaba que había sido aceptado como estudiante deIngeniería en Construcciones. ¡Qué honor!, sonrió para sí mismo.Pavel sabía que era Dios quien lo había bendecido, al igual quelo había hecho con los jóvenes hebreos en los tiempos bíblicos.

Reconociendo a Pavel, la secretaría sonrió cuando él se acercóal escritorio.

Eres un joven con suerte —le dijo.L o sé: ¡aprobé! respondió, con una sonrisa.de oreja a oreja.No, no es eso lo que quiero decir. Los militares están co-

menzando hoy un programa piloto, que incluirá solamente a losestudiantes aceptados en esta universidad. Cada uno de nuestrosestudiantes estará en la escuela especial, que hasta ahora ha sido

exclusivamente para los familiares de los oficiales de alto rango.El ejército es una experiencia muy difícil, por decir lo mínimo; pero los que están en este programa disfrutarán de muchos pri-

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TÚ NO EXISTES

vilegios, que el resto no tendrá. Así que, ves, si los militares nohubieran perdido tu carpeta, hubieras sido aceptado en alguna

de las otras universidades y no hubieras podido formar parte deeste nuevo programa de elite. ¡El momento en que viniste fueabsolutamente perfecto! concluyó, sonriendo con satisfacción.

La posibilidad que le había dado a este joven le había brin-dado la oportunidad de su vida.

Abandonando la oficina de la secretaria, Pavel comenzó a orar:

“Señor, ¿cómo pude haber dudado en algún momento de ti?Cuando todo comenzó a salir mal, pensé que me habías olvi-dado. Por favor, ayúdame a confiar en ti aun en los momentossombríos y solitarios cuando tú estás silencioso. Cuando todova mal, parece imposible que resulte algo de bueno. Quieroagradecerte por mantener tu promesa conmigo. Obraste para

mi bien, cuando yo realmente no lo merecía. Eres un Padre tanmaravilloso. Si la mujer de la universidad te conociera, sabríaque no existe tal cosa como la buena suerte. ¡Tú realmente tienesun plan para mi vida!”

Sonriendo, se dirigió a su hogar. Su Dios había probado unavez más su fidelidad.

El oficial del Centro de Registro Militar sonrió cuando vioa Pavel regresar a la oficina.

Encontramos tu carpeta hace unos días anunció, con un poco de alivio en su voz Justo antes de que vinieras a regis-trarte, comenzamos a pintar nuestra oficina. Tuvimos que movertodos los archivadores, para que el pintor pudiera pintar la pared.Cuando estábamos moviendo uno de ellos, un cajón se salió y las

carpetas se desparramaron por el piso. Creimos que habíamosvuelto a poner todas las carpetas en el cajón correspondiente, pero, obviamente, faltaba la tuya. Hace irnos días terminamosla remodelación. Al mover los archivadores otra vez contra la

pared, vimos una carpeta: era la tuya. Evidentemente, se deslizódebajo de uno de los archivadores cuando se salió el cajón. ¡Aho-

ra existes! Después de todo, parece que sí habías nacido explicóel oficial, guiñándole un ojo.Cuando terminó la explicación del oficial, el General levantó

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la vista de los papeles de su escritorio.Pavel, hiciste una tarea excelente en tu examen. Tuvisl

una muy buena calificación, entre los mejores estudiantes dnuestro país. Sin la nota de excepción, nunca hubieras podid postularte en la universidad. Gomo resultado de tus excelentecalificaciones, solamente tendrás que estar nueve meses en iservicio militar y en nuestras mejores instituciones. ¡Me alegrde haber confiado en ti!

Yo también me alegro estuvo de acuerdo Pavel con unsonrisa, mientras se dirigía hacia la puerta de salida.

Aunque estaba agradecido por el menor tiempo de serviciccontinuaba el hecho de que debía realizar el servicio milita

No pasó mucho tiempo hasta que estuvo a bordo del tren quse dirigía a la base del ejército en Rámnicu Válcea.

Mientras el tren se abría paso lentamente por el sendero em

pinado sobre las montañas Retezat, trató de imaginarse cómsería estar en el servicio militar y, a la vez, mantenerse leal íSupremo Capitán, el Señor de los ejércitos. En silencio, oró í Comandante del universo:

Señor, como Capitán de las huestes celestiales, ayúdameser fiel a ti, como mi oficial superior. Ayúdame a recordar quiéi

está realmente al mando. Quiero ser un soldado fiel en tu ejércitaquí, en la Tierra.

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Arriba: Pavel, segundo de la dere-

cha, toma parte en un programade niños en la Iglesia Adventista delSéptimo Día de Tumu Severin.

Izquierda: La iglesia de TumuSeverin, donde crecieron Pavel y suesposa, Dana.

El pastor Emilian Niculescuofició en el bautismo de Dana enTum u Severin en 1982 (ella es la

tercera desde la izquierda).



¡YA NOERESUBRE!

Cuando Pavel bajó del tren para abordar el transporte mili-tar, que aguardaba, supo que ahora sí estaba en el serviciomilitar.

¿Te dije que te sentaras? ¡PARATE! ordenó el Coroneldel ejército.

Asustado, y no sabiendo qué movimiento hacer a continuación,Pavel se levantó de prisa. Con los ojos bien desmesurados observó,al otro lado del escritorio de madera, la cara de piedra del oficialmilitar de alto rango. Los oficiales de policía del servicio secreto a

cada uno de sus lados creaban una atmósfera intimidatoria. Todala situación era muy desconcertante para un soldado de 18 años.La oficina, austera y gris, con el cartel de “Seguridad” en la

puerta, solo necesitaba de las historias de quienes lo habían pre-cedido para intimidar a cualquiera que fuera lo suficientementedesafortunado como para entrar en ella. Para quienes crecen en

un país comunista, es una experiencia intimidante encontrar a la policía del servicio secreto, por la razón que fuere. S i esta oficina intentaba formar parte de la bienvenida de la orientación m ilitar

con seguridad era un fracaso miserable.




Mirando con firmeza por sobre la mesa a Pavel, el Coronelcontinuó:

—Te conocemos. Sabemos lo que comes. Sabemos lo que dices.Y sabemos cómo te vistes. Sabemos dónde vives, y todo sobretu familia. Si quieres, te podemos decir lo que hablaste ayer porteléfono. Espero que entiendas el mensaje. Sabemos todo acercade ti. Sabemos que eres un adventista. Pero, realmente no impor-ta lo que creas. ¡Ya no eres libre! A partir de ahora, nosotros te

diremos qué hacer y cuándo hacerlo. Estás bajo nuestras órdenes.“Goia, espero haber sido claro. Debes hacer lo que se te dice.Tan pronto como te niegues a trabajar en sábado o comiencesa predicar tus ridiculas creencias a quienes te rodean, ¡irás a

prisión!“Obedecerás cada orden de tu oficial a cargo. Si te niegas,

ten la seguridad de que irás directamente a la cárcel. En nuestras prisiones, sabemos cómo enseñar a obedecer a jóvenes como tú.Serás azotado REPETIDAMENTE, hasta que aprendas quees inútil resistir”.

Una siniestra sonrisa reemplazó la mirada de burla, mientrasllegaba al final de su discurso.

Pavel escuchó sin aliento las perspectivas amenazantes que

enfrentaba cualquiera que se mantuviera fiel a su fe en el ejército. No había dudas, en su mente, de que el oficial decía muy en seriocada una de sus palabras. Vividamente acudieron a su mentelos recuerdos de un amigo cercano de la familia, quien tambiénhabía escuchado el mismo discurso que aún resonaba en susoídos. Permanecer fiel a Dios había costado a muchos la vida.

Goia, simplemente, aquí no hay ningún atajo. No hayforma de escapar a nuestra autoridad. Es mejor que decidasaquí y ahora dejar toda esa tontería sobre Dios. Ahora estásen el ejército. Ya no tienes la libertad de pensar o de elegir porti mismo. Nosotros haremos eso por ti concluyó el oficial, entono sarcástico.

Pavel cerró la puerta, dándose cuenta de que estaba por experimentar una verdadera prueba de su fe. Pensativo, se dirigióa las barracas, cruzando el patio.

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¡YA NO ERES UBRE!

Hasta ese momento, el proceso de iniciación no había sido

lemasiado placentero para él. La siguiente parte no fue muchonejor. Parado desnudo, para que el personal médico hicieraina inspección detallada de su anatomía, se sintió invadido yiumillado. Inspeccionaron su cuerpo con tanto detalle que notabía duda de que sabían más sobre él que él mismo. Ni unatulga ni una marca podrían haber sido escondidas de aquellos

¡jos revisores.Luego, vino el lavado con agua lanzada con fuerza. Lo 11a naban una “ducha”. Seguramente, un automóvil en un lavadero le autos habría perdido parte de su pintura, si hubiera sido ibjeto del fregado que él soportó. Sentía como si su piel fuerai despellejarse. No cabía dudas al respecto: estaba muy limpio.

Pasando la mano por su cabeza, palpó el lugar donde antes :stuvo el cabello. Su cabeza, ahora rapada, era el producto terninado de lo que el peluquero militar había denominado como‘corte de cabello”.

Vestido con traje de fajina color verde oscuro, no pudo eviar sentir como si le hubieran arrancado parte de su identidad,rerminada la iniciación, solo podía preguntarse qué sería lo

»róximo.Acostado en su catre esa noche, Pavel pensó cuánta diferencia

labia hecho ese día en su vida. Estaba a seis horas de su hogar,:n viaje de tren cruzando las montañas; pero, en ese momentoe sentía como si estuviera del otro lado del mundo. ¿Qué esta>a haciendo su familia, mientras él miraba la oscuridad desde

u catre? Muchos recuerdos cálidos del hogar, la familia y losimigos inundaron su mente. Los pensamientos sobre su hogar:ausaron que la soledad golpeara a la puerta de su corazón. Con'alentía lo resistió. Ahora era un soldado.

El aroma de las galletitas caseras en su bolso, debajo de él,olo intensificaron los recuerdos de su amante familia. Cada uno

le ellos, a su propio modo, lo había alentado a permanecer fiel.>onrió, al sentirse seguro de que habían estado orando por él lurante todo el día.

Un sentimiento cálido lo inundó, al darse cuenta de que exala

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hora en «pe su familia estaría reuniéndose para el culto familiar.Cuán bendecido había sido por haberse criado en una familiatan rica en fe y herencia cristiana.

Pero, un recuerdo por sobre todos los demás lo hacía extrañarsu pueblo: Dana. Desde que él tenía seis años de edad, le encanta-

ba el brillo de sus ojos. Le había informado, con toda la dignidadde que era capaz un niño de seis años, que iba a casarse con ella.Inicialmente, ella no había compartido su compromiso. Como

en ese momento la dama solo tenía tres años, necesitaría algunosaños más para madurar. El tendría que esperar. Y esperó.

¡Cuán agradecido estaba de que ahora ella también compartierasu sueño! Repasó, en su mente, cada detalle de su rostro. El pequeño

brillo de sus ojos, a los tres años, se había convertido en algo muchomás cautivante en los años recientes. Como solo un joven enamora-

do puede hacerlo, Pavel trató de imaginar cada uno de los detallesde sus delicadas facciones. Lo más importante era que su amor porDios era profundo y sincero. Al despedirlo, le había prometido quesiempre estaría en sus pensamientos y en sus oraciones.

Sintiendo el amor de su familia y sus amigos, Pavel cerró susojos, para descansar. El poder de sus oraciones lo acompañaba.

Temprano a la mañana siguiente, se despertó para orar, pi-diendo la presencia y la compañía de Dios durante el día. Dadoque el tener material religioso estaba estrictamente prohibido,no tenía consigo su Biblia. Agradecido porque había comenzadodesde muy pequeño a memorizar partes de las Escrituras, unotras otro acudieron a su mente pasajes de la Biblia. Aunque no

podía físicamente sostener su Biblia, en su mente podía ver las páginas marcadas y las partes subrayadas. Mientras Dios hablaba por medio de su Palabra otra vez a Pavel, sintió el corajeque necesitaba para comenzar un nuevo día en su nuevo mundo,lejos del que había dejado atrás.

Luego del desayuno, los nuevos reclutas fueron reunidos para recibir orientación. Se les explicó cada una de las áreas de

entrenamiento que proveía la guarnición. Cada día se les pre-sentaba un panorama de los programas en los que ingresarían.Se daban muchos detalles sobre políticas y procedimientos. El

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hora en que su familia estaría reuniéndose para el culto familiar.Cuán bendecido había sido por haberse criado en una familiatan rica en fe y herencia cristiana.

Pero, un recuerdo por sobre todos los demás lo hacía extrañarsu pueblo: Dana. Desde que él tenía seis años de edad, le encanta-

ba el brillo de sus ojos. Le había informado, con toda la dignidadde que era capaz un niño de seis años, que iba a casarse con ella.Inicialmente, ella no había compartido su compromiso. Como

en ese momento la dama solo tenía tres años, necesitaría algunosaños más para madurar. El tendría que esperar. Y esperó.

¡Cuán agradecido estaba de que ahora ella también compartierasu sueño! Repasó, en su mente, cada detalle de su rostro. El pequeño

brillo de sus ojos, a los tres años, se había convertido en algo muchomás cautivante en los años recientes. Como solo un joven enamora-

do puede hacerlo, Pavel trató de imaginar cada uno de los detallesde sus delicadas facciones. Lo más importante era que su amor porDios era profundo y sincero. Al despedirlo, le había prometido quesiempre estaría en sus pensamientos y en sus oraciones.

Sintiendo el amor de su familia y sus amigos, Pavel cerró susojos, para descansar. El poder de sus oraciones lo acompañaba.

Temprano a la mañana siguiente, se despertó para orar, pi-diendo la presencia y la compañía de Dios durante el día. Dadoque el tener material religioso estaba estrictamente prohibido,no tenía consigo su Biblia. Agradecido porque había comenzadodesde muy pequeño a memorizar partes de las Escrituras, unotras otro acudieron a su mente pasajes de la Biblia. Aunque no

podía físicamente sostener su Biblia, en su mente podía ver las páginas marcadas y las partes subrayadas. Mientras Dios hablaba por medio de su Palabra otra vez a Pavel, sintió el corajeque necesitaba para comenzar un nuevo día en su nuevo mundo,lejos del que había dejado atrás.

Luego del desayuno, los nuevos reclutas fueron reunidos para recibir orientación. Se les explicó cada una de las áreas de

entrenamiento que proveía la guarnición. Cada día se les pre-sentaba un panorama de los programas en los que ingresarían.Se daban muchos detalles sobre políticas y procedimientos. El

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¡YA NO ERES LIBRE!

ejército invertía mucho tiempo en detallar la disciplina, y laspenalidades por su incumplimiento. Había penas severas pordesobedecer una orden en presencia de un oficial superior. Sinembargo, si un soldado desobedecía a un oficial en presenciade uno o más de los otros soldados, la pena se duplicaba. Lassesiones continuaron toda la semana. Al final de la semana, unpunto había sido enfatizado muy claramente: cada soldado debíahacer exactamente lo que se le ordenara.

£1 primer día para comenzar a trabajar luego de la semanade orientación, era el sábado. Luego del desayuno, el ampliopatio se llenó con filas de soldados que miraban a sus oficialescomandantes.

Guando se comenzó a formar la fila de la unidad de Pavel,se ubicó cerca de un amigo que reconoció de la iglesia. Ambos

habían estado temiendo este momento toda la semana. Estabanparados uno al lado del otro, enfrentando a su Teniente. Desdeque habían llegado a la guarnición, se habían preguntado quépasaría cuando este momento finalmente llegara.

Enfrentando a los 51 hombres que tenía enfrente, el Tenienteimpartió las órdenes de trabajo para el día. Era necesario llevar

una gran cantidad de combustible en barriles de más de dos-cientos litros hasta la estación de servicio, y estibarlos en filasordenadas.

Luego de impartir algunas instrucciones menores, el Tenientese encaminó directamente hacia Pavel y su amigo.

Voy a vigilarlos a ambos hoy, y ustedes trabajarán. Tanpronto como se nieguen a cumplir mi orden, veré que vayandirectamente a la cárcel.

Pavel oró fervorosamente:Señor, dime qué debo decir. Necesito de tu ayuda.Asustado por la amenaza de la prisión, el amigo de Pavel

susurró:Trabajemos por un rato, y luego podremos parar.

No; no iré en contra de mi conciencia susurró Pavel, enrespuesta.

En ese momento, su mente recibió una fuerte impresión:

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Ve al baño.

Luego de declarar su necesidad, el Teniente estuvo de acuer-do, con la condición de que volviera inmediatamente. Sin con-testar, Pavel se dirigió hacia su retiro sabático.

Encerrándose en uno de los compartimentos del baño, pusola traba y comenzó a orar. Mientras lo hacía, comenzó a vis-lumbrar en su mente la historia de Daniel 3. La fidelidad deSadrac, Mesac y Abednego al enfrentar la sentencia de muerte,

lo inspiró con nuevo coraje. La respuesta de estos jóvenes anteun rey pagano vino a su mente con toda claridad:

“Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de lazampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréisla estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma

hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo; ¿yqué dios será aquel que os libre de mis manos? Sadrac, Mesac yAbednego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No esnecesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nues-tro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuegoardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh

rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos laestatua que has levantado” (vers. 1518).Esta historia nunca había significado tanto para él como en

ese momento, en que estaba sentado y encerrado en un comparti-mento del baño, para permanecer fiel al día de descanso de Dios.

En realidad, Pavel no necesitaba recordar tiempos bíblicos.Su padre y su abuelo le habían repetido muchas de sus propiasexperiencias. Una historia en particular le dio valor, mientrasoraba. Casi podía escuchar la voz de su abuelo,, mientras revivíaen su mente los detalles de su historia.

No era un secreto que el cristianismo era considerado unenemigo en la Rumania comunista. La enseñanza de que Dioshabía creado y amado a la humanidad minaba directamente la

filosofía y la seguridad del gobierno comunista. Como resultado,se realizaban esfuerzos diligentes por mutilar y extinguir, si fuera

posible, cada organización cristiana.

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¡YA NO ERES LIBRE!

Había quedado solo un puñado de cristianos luego de la perse-

cución en los días del abuelo Goia. Cada vez que se planeaba unareunión, se realizaba en el mayor secreto. Nadie sabía en quiénconfiar. En algunas ciudades, tres de cada diez personas trabaja-ban como informantes de la policía del servicio secreto. El vecinoque pensabas que era de confianza podía estar contando todo loque veía y escuchaba. Una reunión de más de diez personas eraconsiderada sospechosa, aun cuando se realizara en un centrocomercial o en un mercado; y los participantes serían arrestadose interrogados para determinar los temas de la reunión.

Todos vivían en un estado de miedo constante. Se realizabanazotainas despiadadas en público y torturas, como un recorda-torio de los castigos por crímenes en contra del Gobierno, ¡y elcristianismo era uno de los peores! La muerte no era algo fuera

de lo común, para quienes recibían una azotaina por parte dela policía del servicio secreto. Los que sobrevivían, sufrían dediscapacidades por el resto de sus vidas. Estas realidades vivienteseran recordatorios constantes. Compartir el cristianismo era tanpeligroso como ser un espía.

En una localidad vecina, había fallecido recientemente el

único miembro de iglesia que quedaba. El abuelo Goia era con-siderado el dirigente de la iglesia, en ausencia de un pastor. Losmiembros deseaban enormemente un entierro cristiano para suamigo, que descansaba. Pero, todos entendían las consecuenciasde tener una reunión de tal naturaleza. Sin duda, se produciríala muerte por azotes.

Reuniendo a los miembros de iglesia que quedaban, el abueloGoia hizo planes para un funeral, a pesar de la consecuenciainminente. Aseguró a los miembros temerosos que tomaría laresponsabilidad total, sin importar el costo. Conocía demasiado

bien el precio: él mismo había sido interrogado y disciplinado por la policía del servicio secreto, por alentar el cristianismo.

Se corrió la voz por todo el poblado de que al día siguiente

se llevaría a cabo un funeral cristiano, para su vecino y amigoque ya descansaba. A la mañana siguiente, en el jardín del frentede la casa de su querido amigo, el abuelo Goia se paró con su

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Biblia cerca del ataúd. Empezó a llegar gente desde todos lados. No pasó mucho tiempo hasta que todos los habitantes del lugar

estuvieron en el jardín. La mayoría nunca había asistido a unfuneral cristiano. Muchos acudieron por respeto, pero otros lohicieron por simple curiosidad.

Captando que era una oportunidad especial y sintiendo el poder de lo alto, el abuelo Goia comenzó a compartir el plan desalvación y la bendita esperanza que aguarda a quienes aceptan

el regalo ofrecido de vida eterna. Para la mayoría, esta era la pri-mera vez que escuchaban sobre un Dios creador que los amabaa cada uno de ellos, personalmente. Les contó de un amor taninmenso que el Dios del cielo dejó su Trono para venir y moriren una cruz cruel, con el objetivo de pagar la deuda por cadauno de sus pecados. Todos los que aceptaran el regalo de la vida

eterna pronto serían resucitados, para nunca morir otra vez.Con sinceridad, apeló a los lugareños como si fuera su propiacongregación. Si alguno de ellos tenía el deseo de aprender más,

podían sentirse libres de ponerse en contacto con él.Al enterarse de la reunión ilegal, la policía respondió alistan-

do a un grupo de ebrios de la localidad para hacer cumplir laley. Cuando el funeral estaba terminando, llegó la policía, con su“fuerza especial”. Repetidamente trataron de pasar por entre lamultitud para llegar al abuelo Goia y los demás que conducíanel funeral, pero los aldeanos estaban tan juntos y apretados entresí que les era imposible pasar.

Con disgusto, esperaron a que terminara el servicio. Mien-tras lo hacían, blandían sus garrotes enormes y amenazantes.

Caminaban de un lado al otro, mientras esperaban la oportu-nidad de recordar a todos los presentes lo que podía esperarse

por una desobediencia tan flagrante a las políticas del Gobierno. No habría misericordia. Más tarde o más temprano, quienesconducían el servicio tendrían que irse.

Cuando el abuelo Goia terminó su apelación, la multitud

se corrió, formando un largo corredor para que pasaran losque llevaban el féretro. Los oficiales de policía, secundados por su fuerza especial de alcohólicos, se movieron rápidamente

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¡YA NO ERES UBRE!

llenando los lugares vacantes. El pasillo estaba alineado, de

ambos lados, por hombres ansiosos de usar sus garrotes, queya tenían levantados.Los lugareños y los miembros de iglesia, por igual, esperaron

sin aliento la muerte inevitable por golpiza, que aguardaba alos responsables del funeral. Por unos momentos, el tiempo sedetuvo.

Orando en silencio, el abuelo Goia se adelantó valientementey comenzó a caminar por el corredor, con el pelotón de muertea ambos lados. Tal como había prometido, declaró ser el res-ponsable de la reunión. Ojos llenos de odio lo miraron; paso apaso, se movieron hacia las amenazas maldicientes.

Su próximo paso posiblemente fuera el último que algunavez realizara. Siempre en oración silenciosa, se adelantó. Para

su sorpresa, las amenazas con maldiciones cesaron, y los garrotesfueron bajados. Los rostros encolerizados de hacía un momento,en un instante se habían transformado en caras pálidas. Losojos de estos asaltantes orgullosos estaban ahora desorbitados demiedo. Cada uno de los hombres armados retrocedió un paso,al acercarse el abuelo Goia.

El jefe de policía de la aldea esperaba al final de la fila, tam-bién con sus ojos desorbitados, mientras el abuelo Goia pasaba,haciendo señas a quienes llevaban el ataúd para que lo siguieran.Maravillados, los aldeanos observaron mientras los miembrosde iglesia proseguían hasta el cementerio, sin ser interrumpidos.

El jefe de policía esperó a que los lugareños regresaran a sus

hogares, antes de acercarse al abuelo Goia. Cuando el últimoaldeano se hubo retirado, se acercó rápidamente a su lado.¿Quiénes eran los oficiales militares vestidos de gala que lo

rodeaban durante el funeral? preguntó ansiosamente.¿Qué oficiales militares?No estoy de ánimo para jueguitos. ¿Quiénes eran los oficiales

y quién los envió? —demandó el oficial.De pronto, el abuelo Goia se dio cuenta del milagro que Dios

había obrado en su favor. Angeles vestidos como oficiales mili-tares de gala habían sido enviados desde el cielo, para acompa-

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ñarlo con seguridad a través del pelotón de muerte. Una sonris;inundó su rostro, mientras en su mente recordaba promesa tra

promesa acerca de la protección de los ángeles celestiales. Coiuna sonrisa cada vez más ancha, contestó:

—Los envió mi Comandante en jefe. —Bien, quiero que sepa que cuando quiera realizar una reu

nión en mi aldea solo tiene que hablar conmigo, y yo me ocuparde que tenga protección —prometió el oficial, mientras se retiraba

Dios no solamente lo había protegido de una muerte seguresino además había abierto la puerta para compartir su bondacon una aldea en la que sus hijos no lo conocían. Como resultado de ello, varios lugareños fueron bautizados y se inició uncongregación.

Pavel sonrió, al recordar el valor de aquellos que lo había

precedido. Estar sentado en solitario en su compartimento d baño no era lo peor que le podía pasar. El antagonismo de lmilitares por ser cristiano que estaba comenzando a exper:mentar personalmente, era bien entendido por muchos quehabían precedido.

Todo el día recitó las promesas de Dios, y lo alabó por sfidelidad hasta ese momento de su vida. Cada vez que escuche ba que alguien entraba en el baño, se mantenía en completsilencio hasta que estuviese seguro de que la persona se habíido. Nunca se había imaginado que un compartimento de bañ

pudiera ser un lugar de adoración, pero lo había sido ese díícon toda seguridad. Había entrado en el compartimento a k

7:30 de la mañana. Finalmente, a las 3 de la tarde escuchó qu

los soldados llegaban al baño, para limpiarse luego del trabajeEn silencio, se deslizó fuera del compartimento y volvió a k

barracas. Nadie lo notó; y nadie le dijo nada.Su primer sábado había transcurrido en un santuario comple

tamente inusual, pero de todos modos henchido con la presencide Dios.

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TODO LO QUE

ESTÉ EN

TU MANO

HACER

A nsiosamente, los jóvenes soldados se agolparon para tratarde encontrar la lista que contenía su nombre. Pavel erauno de los soldados que buscaba descubrir cuál sería suasignación para el entrenamiento militar. ¿Dónde encontraría

su nombre? No lo vio en la Infantería ni en la Compañía deCazadores de Montaña. No estaba en la división de tanques ocon los tiradores. Siguió escudriñando las largas y numerosas

listas, y llegó a las fuerzas tácticas especiales. Su nombre estaba bajo una fuerza especial conocida como “Genialidad”. La breveexplicación decía: “Esta fuerza especial será entrenada paratrabajar detrás de las líneas enemigas, proveyendo trampas ex-

plosivas, minas terrestres y demoliciones tácticas”.Señor, yo no sé cómo esto se adecúa a tu plan oró Pavel

silenciosamente, mientras se alejaba. Ayúdame a confiar en tuguía un día a la vez.El boletín de noticias de emergencias del Ministerio de Agri-

cultura llegó antes de que pudieran comenzar el entrenamiento.Una de las inundaciones más grandes que se hubiese experimen-tado había dejado muchas de las grandes granjas del Gobierno

bajo el agua. Era otoño, y época de cosecha del maíz. Si losmilitares no podían cosechar el maíz, no habría alimento alaño siguiente. Todo entrenamiento se suspendió de inmediato.Los soldados se organizaron en grupos, con el objetivo de ser




enviados a las diferentes granjas, dispersas por todo el país. Elpelotón de Pavel se enteró de que sería enviado a un campamento

temporario cerca de Bucarest.Guando llegaron al campamento, al lado de la granja, se les

encogió el corazón. Delante de ellos había cientos de hectáreasde maíz semisumergido en el agua, esperando ser cosechado. Lostallos parecían como si crecieran dentro de un lago gigante. Nohabía nada atractivo en la tarea. Estaban claramente abrumados

por la imposible tarea que los esperaba.Los hijos de los oficiales de alto rango, los doctores y los profesores universitarios no estaban acostumbrados a tareasde este tipo. La mayoría de ellos nunca había trabajado un díaentero en toda su vida. A la mañana siguiente, el campamentose oía como un coro gigantesco, particularmente adicto a la

“melodía” de quejas y rezongos. Tan lentamente como podíanarrastrar sus pies por la tierra, se dirigieron hacia el campo demaíz semisumergido en el agua.

Su nuevo oficial a cargo era un Teniente mayor que tomabasu trabajo muy en serio, y no perdía mucho tiempo en que suscosechadores de maíz lo supieran.

Cada soldado estaba ubicado frente a una larga hilera demaíz. Las instrucciones eran simples, pero abrumadoras: me-terse en el agua y tomar tanto maíz como pudieran llevar a lacarretilla, que esperaba al final de la hilera. Cuando aquella sellenaba, debía ser llevada para descargarse en uno de los grandesremolques que estaban ubicados al final del campo. El discursoterminó recordando a los cosechadores, malhumorados, que se

aseguraran de no dejar maíz en los tallos.Era una de las tareas más miserables que Pavel hubiera reali-

zado. El agua estancada había formado un olor desagradable, aldarle el sol de otoño. Al tratar de tomar el maíz, salían insectosy arañas que huían en todas direcciones. Cada tanto, al tratarde tomar una mazorca, una serpiente se escurría por entre sus

manos. No llevó mucho tiempo a los jóvenes soldados darsecuenta de que era más fácil arrojar el maíz a uno de sus amigosque llevarlo todo el trayecto hasta la carretilla. Las primeras 51

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TODO LO QUE ESTÉ EN TU MANO HACER

hileras que debían ser cosechadas ofrecían un espectáculo de-

primente. Flotaba maíz por todos lados, y casi ninguna mazorcallegaba a una carretilla. Solamente una de las hileras había sidocosechada como se había ordenado.

El Teniente estaba furioso, al mirar el desagradable desorden.Con amenazas furiosas, llevó a su equipo de cosecha a nuevashileras. Acercándose a Pavel, le informó que sabía de su ausencia

al trabajo el sábado anterior. Le prometió hacerlo trabajar el próximo sábado, aun cuando tuviera que caminar detrás de élen el maizal todo el día.

Trabajarás como todos los demás declaró.Pavel continuó orando, mientras recogía mazorca tras ma-

zorca. Vino a su mente un versículo de la Biblia, que había

aprendido de niño trabajando con su padre:“Y todo lo que esté en tu mano hacer, hazlo con todo empe-ño” (Ecl. 9:10, DHH).

—Señor, ayúdame a hacer esta tarea con todo empeño, auncuando sea el único que lo haga. Ayúdame a trabajar de una ma-nera que te agrade —oró Pavel, mientras tomaba otra mazorca.

Observar a sus compañeros de tarea no facilitaba que fuerafiel. Algunos de ellos se habían escapado al pueblo y compra-ron grandes cantidades de alcohol. Muchos yacían ebrios. Estossoldados parecían espantapájaros desplomados, que dormían enlos pocos lugares secos del campo. Ni siquiera las amenazas de

pasar un día en la brigada alteraron su “ética laboral” perezosa.Se podía ver maíz desparramado por todas partes, y había más

maíz flotando en el agua que en las carretillas. Pero, cada hileranúmero 51 era cosechada en forma limpia y transportada encarretilla hasta el remolque.

Día tras día, la historia era la misma. Las amenazas intermi-nables no cambiaron en nada la situación.

El jueves, un Teniente, muy asombrado, llegó a interrogar a

Pavel. Simplemente, no entendía por qué Pavel continuaba fiel-mente cada día, mientras el resto de los soldados estaba en unamodalidad “recreativa”. Con una expresión de interrogación,el Teniente le preguntó:

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—¿Pbr qué trabajas con tanto empeño? —¿No se supone que trabaje duro?

—Por supuesto que sí. Pero, he revisado repetidas veces tus hi-leras y no has dejado ni una mazorca. Haces un trabajo perfecto,aunque no te estoy controlando. ¿Por qué lo haces?

No estoy haciendo mi trabajo para usted, señor. Siemprehago mi tarea tan perfecta como me es posible para agradar aDios.

N o puedo creerte respondió el Teniente, trasluciendo igualincredulidad en su rostro.N o importa si usted me cree o no: esa es la razón por la que

trato de hacer una tarea perfecta respondió Pavel, mientras elTeniente se alejaba sacudiendo su cabeza.

Esa noche, sentados cerca de una fogata, el Teniente llamó asus hombres a formarse enfrente de él. Intentar motivar a solda-dos jóvenes y haraganes no era una tarea fácil. ¡Estaba enojado!

Mírenme, y escuchen atentamente gritó. ¡Goia! ¡Dé dos pasos al frente! —ordenó el Teniente.

Pavel se adelantó.¿Ven a este soldado? Aunque no lo controle, hace su tarea

en forma perfecta. Tiene una conciencia. ¡Muchos de ustedes ni

siquiera saben qué es eso! Ustedes, manga de mocosos maleduca-dos, hijos de generales, hijos de la realeza, vástagos de doctores,nunca han trabajado ni un solo día de sus vidas. ¿Saben lo que esla honestidad? ¿Saben lo que es la integridad? Me voy a ocuparde que paguen caro por su excusa para trabajar, inútil y mala.

No podrán recurrir a sus “papis” esta vez. ¡Y ahora váyanse,

antes de que los muela a golpes! gritó el Teniente.El viernes de mañana, el Teniente fue detrás de Pavel, soli-citando sus servicios para una nueva tarea.

Mientras recoges tu hilera hoy, quiero que prestes atencióna quién hace su trabajo y quién no.

No puedo hacer eso. Tendrá que encontrar a otra persona

respondió Pavel con firmeza.¡Cómo te atreves a decirme lo que vas, o no vas, a hacer! Yosoy el que decide eso respondió el Teniente, indignado.

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C reo que si se pusiera en mis zapatos lo entendería. Usted

tiene una familia, así que debe tener un corazón. Usted debesaber en qué posición me coloca. No puedo ser su informante.

Luego de una larga pausa, el Teniente concedió:Lo sé; yo tampoco querría hacerlo. Pero, quiero que sepas

desde ahora que no podrás dejar de trabajar el sábado. Tengola intención de ver que cumplas tu horario como cualquier otro.

Si usted lo desea, recogeré dos hileras a la vez durante elresto de la cosecha. Pero, no me pida que trabaje el sábado.

O dio tu religión pero te admiro por ser tan firme y valiente,al mismo tiempo —dijo, pensativo, el Teniente.

Pavel continuó orando, pidiendo sabiduría y coraje durantetodo el día. Cada vez que veía al Teniente le repetía su pedido,

pero la respuesta siempre era la misma. Estaba decidido.Mientras trabajaba, volvía a recordar las muchas historiassobre la guía milagrosa de Dios en la Biblia. Casi siempre, lashistorias más emocionantes eran sobre situaciones justo comoesa: IMPOSIBLES. Resolvió permanecer fiel, sin importar cuálfuera el costo.

El viernes de tarde, mientras Pavel terminaba su comida, vioal Teniente parándose para irse. Fue hasta donde estaba, y le dijo:

—Tengo que hablar con usted.N o, no voy a escuchar más sobre tu tonta religión respon-

dió, mientras continuaba caminando en la dirección opuesta.Pavel se apresuró y se adelantó, poniéndose en su camino.

—Voy a hablar con usted esta noche. No iré a dormir hasta

que lo haga.D ate la vuelta y vete. ¡Es una orden!

—No me iré. Tendrá que ponerme en la cárcel, y si tengo queir a la cárcel, está bien; pero no me iré hasta que hable con usted.

Joven, estás loco. ¡Tienes que haber perdido la cabeza! No podemos hablar aquí, donde otros pueden escucharnos. Vayamos

afuera dijo, haciendo un ademán para que Pavel se dirigieraa la puerta de salida.Deteniéndose en un lugar apartado, el Teniente preguntó

con impaciencia:




Ahora, ¿qué es lo que quieres? —Veo que no me relevará de mi trabajo por la bondad de su

corazón, así que le diré cómo será. —No vas a decirme cómo será: ¡ese es mi trabajo! Yo soy quien

está al mando aquí, ¡no tú! No voy a comenzar a cumplir órdenesde un chico punk de 18 años. ¿Está eso claro?

Tan decidido como siempre, Pavel continuó con su apelación:Esta vez, yo le diré a usted cómo será. Usted tiene dos op-

ciones: puede dejarme seguir mis convicciones sabiendo que hizoalgo bueno, o puede ordenarme trabajar. Pero, usted sabe queno voy a trabajar; y, como su orden será frente a otros soldados,tendrá que enviarme a la prisión. En consecuencia, arruinarámi vida para siempre. En cualquier caso, no trabajaré declaróPavel con determinación.

¿Te has vuelto loco? En tiempos de guerra te fusilaría en elacto por insubordinación —gritó el oficial.Mire, usted tiene un arma; puede dispararme ahora mismo.

Pero, no trabajaré m añana d ijo Pavel con resolución, mientrasmiraba al oficial a los ojos.

¿Hablas en serio? ¿Morirías por tu fe? preguntó el oficial,

asombrado.S í afirmó Pavel con firmeza.Sin hacer ninguna pausa, prosiguió:Escuche por un par de minutos más. Quiero contarle una

historia.Mudo de asombro, el oficial escuchó a Pavel comenzar su

historia:C uando yo era chico, decidimos construir una iglesia en mi

pueblo natal. Usted sabe que es ilegal construir úna iglesia sinun permiso; también, que nunca se dará permiso para construiruna iglesia, por mucho que se espere. Así que, decidimos seguiradelante sin un permiso, construyendo la iglesia de noche, ensilencio.

Advirtiendo que todavía tenía la atención del Teniente, Pavelcontinuó:

Los miembros se dividieron en grupos de 25, trabajando

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en forma rotativa. En la noche que debíamos trabajar, llegába-

mos un poco antes de las 11, para que nuestros ojos estuvieranacostumbrados a la oscuridad cuando fuera hora de comenzar.Trabajábamos toda la noche hasta las 5 de la mañana siguiente. No usamos herramientas eléctricas, martillos ni cualquier otracosa que causara sospecha. Era lento y tedioso, amarrábamostodo a mano con largos tomillos. Luego de tres meses, la mayoría

de las paredes estaba levantada.El Teniente permaneció quieto, mientras Pavel continuabasu historia:

—Alguien avisó a la policía sobre nuestro proyecto de cons-trucción de la iglesia. A la siguiente noche, llegaron al portóncerrado con llave, demandando entrar; pero no tenían una ordende allanamiento.

“Mientras se fueron para obtener la orden, alentamos a nues-tro pastor a que escapara mientras pudiera. Sabíamos que nolo volveríamos a ver, si se quedaba. Entendiendo que teníamosrazón, se escabulló en la oscuridad.

“En pocos minutos, con la orden de allanamiento en la mano,los oficiales de policía cortaron el candado de nuestro portón e

ingresaron, demandando saber quién estaba a cargo del proyec-to. Mi padre se adelantó, diciendo que él era el encargado. Peroenseguida otro se adelantó, diciendo que él lo era; luego, otro yotro. Para frustración de la policía, los 25 que estaban presentesse declararon como responsables por el proyecto. ¿Cuántos líde-res tienen?’, preguntó el oficial de policía. ‘Somos todos iguales’,

respondieron. ‘¡Están todos locos, manga de tontos!’, gritó eloficial.

“Entonces, mi padre fue llevado al cuartel de la policía. Elmayor, el jefe de la policía, y el jefe de la policía del serviciosecreto lo llevaron a la sala de interrogatorios. Por varias horasgolpearon sus puños en la mesa, gritando que la construcción

debía detenerse inmediatamente. Mi padre se negó repetida-mente. Con sus rostros enrojecidos, amenazaron: ‘Enviaremosmotoniveladoras y demoleremos las paredes’.

“Mi padre les informó que eran 270 miembros de iglesia; la

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mayoría, con familias. Si las motoniveladoras iban, ellos traeríana sus esposas e hijos, y se pararían unidos enfrente del edificio.Si iban a demoler el edificio, tendrían que pasar por encima delos cuerpos de mujeres y niños.

“Cada vez más enojados, gritaron: ‘Entonces los mataremos,uno por uno’. ‘Adelante. Es mejor morir por Dios que vivir sin él.Si comienzan a matarnos, iremos a los mercados y comenzare-mos a predicar. Pronto seremos 2 mil, miembros en vez de 270’.

‘Usted está loco, completamente mal de la cabeza’, gritaron losoficiales en un arranque de ira.

“‘Quizá lo estamos, a su parecer. Pero, la sabiduría de Dioses locura para el hombre; y la sabiduría del hombre es locura

para Dios’, respondió calmadamente mi padre.“La amenaza de golpear y matar a los miembros de iglesia no

hizo cambiar a mi padre en lo más mínimo el rumbo. Les infor-mó que la iglesia es la niña de los ojos de Dios, y que cualquieraque luche en contra de su iglesia está luchando en contra de Dios.

“Exasperado, el mayor hizo su declaración de cierre: ‘¡Notememos al Dios que ustedes inventan! Cuando hayamos ter-minado con ustedes, veremos quién es Dios’, exclamó, mientras

se retiraba intempestivamente de la habitación”.Fijando sus ojos en el Teniente, Pavel terminó su historia:En su regreso a casa desde la estación de policía, el mayor

y otro alto oficial murieron en un accidente automovilístico.Liberaron a mi padre sin hacerle daño, pues temían por sus

propias vidas. Los miembros de iglesia terminaron el templo yconstruyeron una casa para el pastor, sin ninguna interferenciade las autoridades.

“Por lo tanto, como usted ve, si tengo que ir a la cárcel o mo-rir, lo haré con gusto. Existe un Dios. Y si él me permite morir

para su gloria, lo haré. Así que, haga lo que usted elija. Mañanano trabajaré. No estoy tratando deliberadamente de desobedecersus órdenes; yo respeto su autoridad. Estoy dispuesto a morir

por mi país si es necesario, pero no quebrantaré ninguno de losMandamientos de Dios por nadie”.

No sé qué decir respondió el oficial, muy pensativamen-

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te. Si te dejo el día libre para adorar a tu Dios, alguien puede

reportarme, y perderé mi empleo y mi libertad. Lo que pides esimposible, si quiero conservar mi trabajo. Pero, quizá tú puedasno trabajar y yo no necesito enterarme. Déjame pensar al res-

pecto dijo, mientras se retiraba.A la mañana siguiente, Pavel se despertó un poco más tem-

prano de lo acostumbrado. Quería asegurarse de tener la presen-

cia de Dios con él, antes de enfrentar la prueba que seguramentevendría. Oró pidiendo coraje y fortaleza para mantenerse sin serintimidado. Con paz en su corazón, se presentó a la formacióncon los otros soldados.

C ada uno párese enfrente de su hilera de maíz ordenó elTeniente.

Pavel lo miró sin moverse, como recordatorio de la conver-sación de la noche anterior.Mientras los demás caminaban hacia sus hileras, el Teniente

le dijo en voz baja a Pavel que fuera con él por uno o dos mo-mentos. Pavel caminó en silencio hacia su hilera.

Todos comiencen ordenó.Todos comenzaron a trabajar. Pero, Pavel se mantuvo quieto

enfrente de su hilera. Mirando directamente a Pavel, repitió suorden:

Dije: “TODOS”.Pavel supo que estaba siendo probado, para demostrar si real-

mente se mantendría firme en su fe. Todos los ojos se volvieron, para mirar lo que sucedería a continuación. Como si hubiera

recordado de pronto una discusión previa, el oficial preguntó:Ah, Pavel, ¿te acuerdas de lo que te pedí que hicieras? No muy seguro de lo que pasaría a continuación, Pavel res-

pondió:C reo que sí. Pero ¿por qué no me lo recuerda? —Te pedí que no trabajaras con el maíz hoy. Quiero que me

pongas al día mi papeleo, ¿recuerdas?Mientras Pavel se dirigía hacia el casino de oficiales, sonrió. E l Teniente me ordenó no trabajar. Gracias, Padre, por una orden de no trabajar en tu día santo, oró Pavel.




El Teniente llegó a la oficina.No tengo nada de papeleo, así que, ¡fuera de aquí! Si los

demás te ven dando vueltas por ahí, me reportarán. Solo vete.Vete a algún lugar donde no te vean, como el bosque, y haz loque sea que haces con tu Dios.

No puedo creer que haya dicho eso musitó el Teniente,mientras un soldado muy feliz se escabullía hacia los árbolescercanos.

Todo el día Pavel adoró a su Dios. Cantó sus himnos favoritoscon renovado entusiasmo. Había participado de maravillososcultos en la iglesia, pero de alguna manera Dios parecía máscerca que nunca en su santuario del bosque.

Sin duda, algún hijo de un oficial, descontento, hizo una lla-mada telefónica quejándose de la inequidad de un Teniente quehabía permitido a un soldado no trabajar los sábados, mientras el

resto lo hizo. Sin aviso, un nuevo oficial comandante reemplazóal Teniente. Su nombre significaba “zorro”, y resultó interesanteque su nombre y su carácter fueran una coincidencia. Era astuto,y no le llevó mucho tiempo darse cuenta de que le faltaba muchamoral. No le importaba nada ni nadie, incluyendo su país y elejército, sino solamente en la medida en que lo beneficiara. Pavel

pudo entrever que razonar con este “zorro” no sería fácil. Supoque en una semana estaría nuevamente en el mismo lugar quehabía estado un par de viernes de tarde antes.

Tratar de causar buena impresión en este oficial no era unatarea fácil. Decididamente, no estaba interesado en el bienestarde ninguno de sus hombres. Ciertamente, quienquiera que hubie-

ra hecho el llamado al cuartel para pedir el reemplazo debió dehaberse dado cuenta enseguida de que las cosas habrían estadomejor como estaban antes.

¡Pónganse a trabajar, manga de brutos! Ustedes no son sol-dados. Mírense, ¡no son más que un montón de muías de carga!Ustedes no le importan al ejército; de lo contrario, no estaríanaquí, especímenes humanos inútiles gritó el nuevo Teniente.

¡Qué introducción!, pensó Pavel. Y no era el único que lo pen-saba. Cada uno de los demás soldados lo habría cambiado de

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buena gana por el primer oficial comandante. Ya de por sí era

humillante haber escuchado este discurso de iniciación al co-mienzo del día, pero continuó durante todo el día. Cuando con-sideraba que había que hacer un énfasis adicional, añadía unao dos palabrotas. Todo lo que salía de su boca era denigrante.Todo el día soportaron su acoso y maltrato constantes.

Si algunos soldados tenían esperanzas de que las cosas me-

joraran al final del día de trabajo, estaban equivocados. Orde-nándoles que se ubicaran cerca de sus pertenencias, comenzó lasiguiente fase de su campaña.

Muéstrenme quién tiene buen alimento. Lo que ustedestengan me pertenece. Quiero sus galletitas, sus manzanas y na-ranjas, y cualquier otra cosa que me parezca buena.

Revolvió bolso por bolso, tomando cualquier cosa que legustara. Era un grupo muy desanimado de soldados el que fuea dormir esa noche. La vida se había vuelto más miserable delo que se habían imaginado. Ansiaban desesperadamente queel día siguiente trajera alguna mejora.

Al día siguiente, continuó el acoso. Las cosas no habían mejorado para nada. No solamente los maldecía y los llamaba contodo mal nombre imaginable, sino también añadió a su torturaun entretenimiento adicional. Quizás en un mal sueño, el “zorro”había decidido que podía hacerles la vida más miserable si lestiraba cosas mientras trabajaban. Era ya suficientemente malover que otro se comía tu manzana, pero era peor que el centrovolara en tu dirección, después. Para los soldados humillados

que trataban de recoger maíz, esquivar misiles de todo tipo hizoque ese día fuera muy largo.

También era un error pensar que los objetos que volaban ensu dirección dejarían de hacerlo cuando la comida hubiera sidoconsumida. Rodeado de maíz, el oficial ahora tomaba su propiomaíz para arrojarlo al resto de ellos. Ahora tenían que vadear el

agua nauseabunda, con insectos y serpientes deslizándose entremedio de ellos, y además tener como oficial comandante al indi-viduo más odioso que alguna vez hubiesen conocido. Agradarleera, simplemente, imposible.




Toda la semana Pavel oró a Dios para que lo ayudara a saber qué hacer respecto del siguiente sábado. Parecía no haber

esperanzas de encontrar una solución con un individuo tan imposible. El viernes de mañana Pavel se acercó al oficial, con elfin de presentar su pedido de un día de descanso y de adoración.

Señor, he trabajado duro para usted toda la semana. Hetratado de hacer el mejor trabajo que he podido. Mañana es midía para adorar a Dios.

El pedido de Pavel fue truncado por un oficial comandantemuy antipático.N o me importan tus ideas locas y tu día de adoración. ¡Date

la vuelta y vete de aquí! ¡Vuelve a trabajar ahora! ordenó.Pavel se quedó inmóvil durante unos momentos, esperand«)

una oportunidad para explicar su posición.

¿No puedes oír? Dije que te dieras la vuelta y te fueras...¡Ahora! No había ninguna duda de que la conversación había ter-

minado.Todo el día Pavel habló con Dios sobre qué debía hacer. El

viernes de noche, necesitó todo el coraje que pudo reunir paraenfrentar a su nuevo Teniente. Ver a Pavel de pie enfrente a élno le agradó para nada. Apartándose, disgustado, gritó enojado:

—No me hable, soldado. Váyase de aquí.Calmadamente, Pavel respondió:N o voy a trabajar mañana. Si quiere arruinar mi vida, es

libre de hacerlo; pero, no voy a trabajar. Toda mi vida me ha ido bien en los estudios y he trabajado duro en mis empleos. Pero, no

puedo ir en contra de mi conciencia. Con gusto moriría por mi país si fuera necesario, pero quiero que sepa que, sin importarcuánto me cueste, no voy a trabajar en el día que Dios dice quedebo descansar.

S í, lo harás ordenó. ¡Ahora date la vuelta y vete!El tono de su voz indicaba que hablaba muy en serio.

Los primeros pensamientos que pasaron por la mente de Pavela la mañana siguiente fueron:Señor, ayúdame a ser fiel a ti, sin importar lo que suceda.

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Llamando a sus hombres a formación, el Teniente comen-

zó sus tácticas diarias de intimidación. Sin poder evitarlo, unavez más tuvieron que soportar el ser llamados estúpidos, brutosinútiles, como así también algunos otros “nombres selectos”.Guando terminó, gritó:

Ahora, pónganse a trabajar.Pavel se quedó quieto, mientras los demás soldados camina-

ban hacia sus hileras asignadas. Viendo a Pavel parado inmóvil,el resto de los soldados dejó de caminar, mirando primero aPavel y luego al Teniente. El Teniente miró a Pavel con ojos que

parecían echar chispas. Nadie nunca había desobedecido una desus órdenes anteriormente, y no dejaría que eso sucediera ahora.

Mirando directamente a Pavel, dijo:

¿Por qué estás ahí parado? ¡Dije que fueran a trabajar!Todos continuaban paralizados; todos los ojos esperabanver qué ocurriría a continuación. Pavel permaneció de pie, encalma, esperando que el oficial hiciera el próximo movimiento.

Luego de algunos momentos, el aturdido Teniente ordenó:Goia, ven aquí. El resto de ustedes, vaya a trabajar, como

les ordené.Respondiendo a la orden, caminó en silencio esperando ver

qué sucedería. Tan determinado como su joyen soldado insu- bordinado, el Teniente continuó:

\Vas a trabajar, y es una orden!No, no lo haré. Con gusto sufriré por Dios, si tengo que

hacerlo; aunque espero no tener que hacerlo contestó respe-

tuosamente. —Ahora me doy cuenta de que o te has vuelto loco o eres un

completo idiota. ¿Por qué sufrirías por un Dios que ni siquieraexiste? ¿Alguna vez viste a este Dios, del que hablas tan tonta-mente? preguntó el oficial.

N o, pero hablo con él todos los días, y muchas veces he oído

que me habla, también respondió Pavel.Ahora sé que eres estúpido, al decir que oyes hablar a unDios que admites no haber visto nunca dijo el oficial, mirándolocon incredulidad.




Tratando de razonar con el oficial, Pavel argüyó:Pensemos en esto por un minuto. Si realmente no hay un

Dios, usted no tendrá ningún problema al final de su vida. Porotro lado, si hay un Dios y usted ha vivido toda su vida negandosu existencia, usted estará en grandes problemas. Pero, yo notendré problemas de una u otra forma.

Sí, los tendrás. Evidentemente, no has pensado sobre perdertu libertad. Veremos si todavía te sientes como un ganador, luegode pasar algunos años en la cárcel retrucó el oficial.

Señor, creo que también está olvidando algo. Tarde o temprano, todos nosotros moriremos. ¿Cuán libre será usted? res- pondió Pavel.

Sin esperar una respuesta, continuó:Permítame contarle una historia.N o tengo ganas de escuchar una de tus historias. He escu-

chado todo lo que quiero escuchar de ti respondió el Tenientecon impaciencia.

Toléreme por un par de minutos más, y creo que podráentender mejor mi posición.

El Teniente escuchó sin interés, mientras Pavel volvía a na-rrar la historia de la construcción de la iglesia de su pueblo. En

silencio, Pavel oraba a fin de que Dios tocara el duro corazónde su oficial comandante. La historia terminó, una vez más, conel puño cerrado del mayor en el aire, desafiando la existenciade Dios.

El rostro del oficial se estiró levemente, mientras escuchabasobre la suerte del oficial de la ciudad. Tratando de no parecer

conmovido por el aparente acto de juicio en contra del mayor,dijo con fuerza:Si crees que tengo miedo a morir, estás equivocado. No

tengo miedo. Vivo solamente por un placer, que es divertirme delas demás personas; tu pequeña historia no ha cambiado nada.

Bien, puede ser. Pero, espero que entienda que no es pormi ambición personal o mi deseo de resistir sus órdenes queno puedo trabajar en sábado. Simplemente, no puedo, pues miconciencia no me lo permite.

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Eres prácticamente la persona más estúpida que he conocidorespondió el oficial.

Luego de estudiar la sinceridad en d rostro de Pavel duranteunos momentos, añadió:

Pero no te voy a enviar a la cárcel. No me importas tú ni tuDios. Solo me importa de mí mismo.

Enfrente de sus ojos, Pavel observó un corazón duro que

se ablandaba. ¡Qué transformación impresionante! En silencioPavel alabó a Dios, mientras el Teniente continuaba:

Así es como lo voy a hacer. Si alguien me reportara porno hacer trabajar a uno de mis soldados, sería considerado unoficial débil e inferior. Cuando llegue el momento de mi revisiónde desempeño, con seguridad seré degradado. Pero, lo voy a

manejar de esta manera: cuando ordene trabajar, te asignaré latarea de las compras en el pueblo.

Pavel interrumpió:Espero que entienda que tampoco voy a hacer alguna com-

pra. Es el día de Dios.¡Soldado estúpido! Vete de aquí. Vete y haz lo que sea que

tengas que hacer. Pero, no te olvides de volver al final del díadijo el oficial, sacudiendo su cabeza mientras se alejaba.Pavel no pudo evitar cantar de alegría. Cambiar el corazón

de este hombre, indudablemente, había sido una tarea más difícilque mantener abiertas las aguas del Mar Rojo para el pueblo deIsrael. Su adoración comenzó mucho antes de llegar a las puertasde la iglesia. Todo el día sintió la bendición del Cielo rodeándolocon una atmósfera de paz y de felicidad. Acababa de ver a Diosobrar otro milagro poderoso.

Esa noche, cuando regresó al campamento, el oficial continuócon su parte del plan. Cuando estaba seguro de que la mayoríade los soldados estaba mirando, le dijo a Pavel que se acercara:

—¿No compraste nada? ¿Estaban cerrados todos los negocios

hoy? —preguntó en voz alta.Pavel permaneció callado, mientras el oficial hablaba y ha-

blaba, inventando su'historia en el momento. Su invento era unacoartada perfecta, porque los negocios cerrados eran algo muy




común. La mayoría del tiempo no había nada en los estantes para comprar; en consecuencia, los negocios cerraban, hasta

que tuvieran algo en los estantes para ofrecer. Luego de algunosminutos, el oficial terminó su elocuente discurso con:

Q uizá la semana que viene los negocios estén abiertos.El lunes de mañana, el Teniente llamó a Pavel aparte y le

indicó que no volviera a asistir a la iglesia en su uniforme militar.Alguien había informado a los oficiales en el cuartel general

sobre un joven soldado que había asistido a la iglesia, en lugarde reportarse a trabajar. Su pequeño plan sería sin duda descubierto, si alguna vez volvía con su uniforme. Teniendo un interéscompartido en su secreto, Pavel le aseguró que sería cuidadosode no cometer el mismo error otra vez.

Toda la semana Pavel trabajó con un corazón aliviado, sa-

biendo que no tenía que preocuparse en lo más mínimo porel próximo sábado. Según lo que habían escuchado los demássoldados, se le había encargado ir al pueblo. Trabajar en mediodel lodo y el agua sucia, llena de insectos y serpientes, era el doblede malo que había parecido al principio. Pavel sabía que Dioslo estaba bendiciendo, en su deseo de ponerlo en primer lugar.

Al encaminarse al pueblo el siguiente sábado, Pavel supoque sería su última oportunidad de asistir a la iglesia. El mes detrabajo de campo había llegado a su fin. Pensativo, revivió cadauna de las maneras en que Dios lo había bendecido durante lasúltimas cuatro semanas. No solo se lo había exceptuado de tra-

bajar cada sábado, sino también había podido asistir a la iglesia,y adorar junto con otros que amaban y servían a Dios.

Realmente esto no era un milagro menor, mientras se estabaen el ejército comunista de Rumania. Me pregunto con qué me enfren-

taré cuando vuelvaa la guarnición, pensó Pavel, mientras regresabaal campamento.

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rriba: Pavel y Dana (sentados en el medio) están rodeados por familiares y amigos en su

ista de compromiso (el padre de Pavel está en la fila de atrás, cuarto desde la derecha).

:recha: Pavel (fila de:ás, segundo desde lauierda) cantó con el coro

hombres en la iglesia enicarest, mientras estu

aba en la Universidad deinstrucción.

rajo: Miembros delismo coro masculino, enencuentro en conmemoción del 20° aniversarioavel es el cuarto desde la

quierda).



Arriba: Un Dacia

1100, como el pequeñoauto “caja de fósforos”que Pavel chocó mien-tras transportaba un

gran cargamento de Biblias desde Bucarest

hacia los pueblos que rodeaban el distrito. >.

Derecha: El Ford Taunus que los Goia

recibieron como regalo desde Alemania, enreemplazo del Dacia 1100 destruido. ¡



¿CONOCES ALGENERAL?

erminada la cosecha de maíz, el pelotón de Pavel empacó,I para volver a la guarnición. Con seguridad, volver a la

base tenía sus ventajas. Acampar en las montañas duranteun fin de semana con amigos era una cosa, pero un mes entero

en barracas improvisadas, era algo muy diferente. Todos estabancontentos de regresar. A la mañana siguiente, todos los soldadosretomaron el entrenamiento que había sido interrumpido por laemergencia agrícola.

Me pregunto qué tipo de plan tendrá Dios para mí, rodeado de todos estos oficiales militares. En solo unos días, me enfrentaré con la cuestión de la fidelidad al sábado de nuevo, pensó Pavel mientras salía de las

barracas. Sus pensamientos fueron interrumpidos al acercarse asu área de entrenamiento. Al pasar cerca de un grupo de oficialesde alto grado, escuchó que uno decía:

—¿Qué vamos a hacer? Tenemos que reparar esto, y no tene-mos mucho tiempo. El General estará acá en unas pocas semanas.

Otros oficiales enseguida añadieron que habían preguntado

a todos aquellos que se les ocurrió, y nadie conocía quien tuvieradestreza para trabajar la madera.

Dirigiéndose respetuosamente a los oficiales, Pavel preguntó sobre su necesidad de alguien con habilidades para trabajar la madera.




Uno de ellos respondió:E l palacio que ahora usamos como cuartel general es un

edificio histórico, que data del siglo XVI. Pertenecía al rey, en esaépoca. Muchos de los muebles son originales e irremplazables.Esta mañana, el mayor cerró la puerta con demasiada fuerza,y una de las grandes cenefas de arriba de la ventana se cayó al piso y se rompió. Por unos centímetros no le pega en la cabeza; pudo haberlo matado. Lo que empeora las cosas es que la cenefa

tiene que ser reparada, y no reemplazada, porque tiene talladosintrincados todo a lo largo, realizados por un artista famoso.Tenemos que hacer la reparación lo antes posible, debido a lainspección del General en unas semanas. No sería bueno parala guarnición ser evaluada con el palacio en esas condiciones.Ahora, dinos cómo puedes ayudarnos —preguntó.

M i padre es contratista de obra, y tengo muchos años deexperiencia trabajando la madera. Estoy seguro de que puedoayudarlos con las reparaciones que se necesitan comentó Pavel,con una sonrisa.

Enseguida, los oficiales acompañaron a Pavel hasta el pa-lacio, para inspeccionar la gran cenefa de madera que yacía enel piso. Examinando la gran pieza de madera, hermosamentetallada, y la ventana, que estaba bien alta, Pavel explicó con con-fianza las herramientas que necesitaría para reparar la cenefa,como así también los andamios para trabajar, con la finalidadde volver a colocarla con seguridad arriba de la ventana. En elmomento, los oficiales, aliviados, le asignaron el proyecto dereparación. Le aseguraron que le proveerían de todo lo que

necesitara para hacer la reparación.Ser el único con la habilidad de hacer estetrabajo no es tan malo,

decidió rápidamente Pavel. Creo que puedoacostumbrarme a tener altos oficiales queme feliciten por mi trabajo díatras día, pensó. No eradifícil darse cuenta de que se iba ganando un respeto creciente,

por su habilidad y destreza. Luego de completar la reparación

de la cenefa, con cuidado la volvió a colocar sobre la ventana,asegurándose de que no volviera a caerse.Mientras terminaba el proyecto de reparación, notó la exhi

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¿CONOCES AL GENERAL?

bidón de armas históricas. Había cuchillos, espadas y armas de

todo tipo. Muchas de las espadas debían de tener cientos de añosde antigüedad; y algunas de las armas eran de las primeras que sehayan fabricado alguna vez. Estaban organizadas con prolijidad,y exhibidas en tablas cubiertas por hermosos géneros. Esta no es la mejor manera de preservarestas armas valiosas, pensó para sí Pavel.

Llamando al mayor a una de las mesas, Pavel le explicó

el problema que surgiría con la corrosión, como resultado deuna exposición prolongada a la atmósfera con altos niveles dehumedad. Las armas deberían estar en exhibidores de maderacon puerta de vidrio. De esta manera, su belleza se mantendríay, al mismo tiempo, estarían muy visibles.

—Veo que podrías hacer una hermosa tarea con la parte dela madera: Pero ¿dónde conseguiríamos todo el vidrio cortadoa medida? preguntó el mayor.

También trabajé muchas veces con vidrio le aseguróPor alguna extraña razón, hasta tengo conmigo mi diamante

para cortar vidrio, así que, puedo comenzar enseguida, si ustedlo desea añadió Pavel.

M e gusta tu idea. Déjame conversar tu propuesta con los

otros oficiales —dijo el mayor, con una sonrisa.Luego de una breve conferencia, los oficiales estuvieron de

acuerdo en que sería prudente “encerrar” las armas. Tener vi-trinas de roble hechas a medida sería una hermosa mejora parala próxima inspección del General.

Pavel nunca había imaginado que fabricaría vitrinas de

roble a medida para un palacio. Cuán agradecido estaba porquesu padre le había enseñado la importancia de un trabajo bienhecho. Con cuidado lijó, pintó y terminó cada vitrina. Cuandoel último vidrio estuvo en su lugar, los oficiales estaban clara-mente impresionados. Examinando los estantes terminados queexhibían las armas, exclamaron con orgullo:

N o habríamos conseguido mejores vitrinas, si las hubiéra-mos comprado a un fabricante de vitrinas a medida en la ciudad.Mientras los oficiales estaban felicitando a Pavel por su exce-

lente trabajo, otro de ellos recordó otro proyecto que necesitaba

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de atención. Algunas de las piedras que recubrían la entrada principal no estaban en su lugar, y debían ser ubicadas nueva-

mente. Una vez más, Pavel se dispuso a realizar la reparacióntan perfectamente como pudiera. Cuando terminó de colocarlas piedras, era imposible darse cuenta de que se había hechouna reparación. Mientras los oficiales admiraban la entradarecientemente restaurada, comentaron:

Joven, tú enorgulleces a tu país. Tu habilidad y tu ética de

trabajo son impecables.En silencio, Pavel agradeció a Dios por bendecir su trabajode manera de hallar gracia a los ojos de los altos oficiales mili-tares de la guarnición.

Mirando a Pavel y luego a los demás, uno de los oficialescomandantes dijo, con una sonrisa:

Creo que estamos mirando a la solución de otro de nues-tros problemas, caballeros. Ustedes saben bien del problemade hurtos que tenemos en el depósito. No hemos encontradoun hombre honesto que supervise el lugar. Sin lugar a dudas,estamos mirando a un joven que ha probado ser íntegro, y creoque demostrará ser honesto, también.

G oia, quisiéramos que te encargaras de nuestro depósito.

Pavel sonrió, mientras aseguraba a los oficiales que podíanconfiar en él. Sabía que Dios estaba obrando otro milagro en sufavor. El depósito le daría un lugar de privacidad para adorar yorar. En las barracas, la búsqueda constante en las pertenencias

personales de los soldados hacía imposible que alguien le enviasematerial que lo alentara espiritualmente. Con la llave del depó-

sito, sería quien estuviera a cargo. Y tenía su propio pequeñosantuario en el medio de la base.Leal a su cometido, mantuvo perfectamente el inventario

militar. Nunca faltaba cosa alguna. La organización y la pro-lijidad del depósito también causaron una buena impresión.Luego de un par de inspecciones del inventario, los oficiales acargo pudieron darse cuenta de que ya no necesitaban preocu-

parse porque las cosas desaparecieran; estaba claro que habíanencontrado al hombre indicado para la tarea. A partir de ese

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momento, la privacidad de Pavel en el depósito nunca se puso

en tela de juicio. Dana comenzó a incluir promesas bíblicas ycitas inspiradoras en sus cartas, para que él las guardara. Sinuna Biblia ni libros inspiradores, las cartas de Dana eran comouna corriente de agua viva del Cielo para su alma.

Durante unas semanas, todo anduvo tan bien que Pavel casino se sentía como un soldado en el ejército. Debido al respeto

que se había ganado entre los oficiales por su competencia en losdistintos proyectos que había completado, era tratado más comouna celebridad que como el joven recluta que era.

Pero, en un momento, su mundo apacible dio un vuelcocompleto. El Teniente principal de instrucción de su guarnición

planificó para el siguiente sábado un evento de entrenamiento

que debía incluir a cada soldado, sin excepciones por razónalguna. Mientras Pavel leía el comunicado exhibido, supo quesu fe y lealtad a Dios serían seriamente probadas una vez más.Toda la semana oró, pidiendo fortaleza para mantenerse firme de

parte de Dios. Una vez más, pensó en el coraje que necesitaronlos tres hebreos para mantenerse en pie por su fe, delante de unhorno de fuego ardiente.

Señor, dame el coraje para honrarte, como estos jóvenes lo hicieron hace tanto tiempo. Ayúdame a permanecer en pie por ti una vez más, oró Pavel,mientras pensaba en el desafío que lo aguardaba.

Hoy es el día, susurró Pavel para sí mismo, al abrir sus ojosen medio de la penumbra de la madrugada.

Deslizándose de su catre, se dirigió al depósito a través de

la base. Todo estaba en calma. Estaban disfrutando de su últimahora de sueño. Encerrándose en su santuario, pasó tiempo refres-cando su mente con promesas de Dios y en oración. Recordó losmuchos milagros que Dios ya había obrado en su favor durantesus primeras semanas en el servicio militar. Hasta ahora, Dioshabía sido muy bueno con él. Seguramente tenía un plan para

este día, también. Con paz en su corazón y con la presenciaespecial de Dios que lo rodeaba, caminó tranquilo, saliendo deldepósito para enfrentar el día.

Pavel se unió a los demás, mientras iban hacia el lugar de




entrenamiento. Al formarse, los jóvenes soldados se encontra-ron mirando a los ojos de uno de los oficiales comandantes demirada más dura que hubieran encontrado alguna vez. Habíavenido para hacerles saber quién estaba a cargo. Llamando a lossoldados a atención, no perdió tiempo con formalidades o charlaamable. Tenía un solo ítem importante en su agenda: era Pavel.Ubicándose directamente enfrente de él, comenzó a gritar y avociferar con mucho menos dignidad de lo que sugería su rango.

—Lo he corroborado con tus otros tenientes. Cada uno deellos admitió que no has trabajado un solo sábado desde quellegaste a la guarnición. Goia, tendrás que trabajar o ir a lacárcel. Me aseguraré de ello aunque sea lo último que haga.Hacer que trabajes en sábado será el objetivo de mi vida. Voy ahacer de ti un ejemplo que no se olvidará muy rápidamente. Y

mientras te pudras en prisión, yo seré promovido a mayor gritóel Teniente como un loco.La actitud del oficial continuó deteriorándose con cada ame-

naza determinada. Su cuerpo entero comenzó a convulsionar,mientras pateaba el piso. Los jóvenes soldados miraban con losojos abiertos al oficial, mientras continuaba su diatriba.

E n este momento, soy un informante de la policía del ser-vicio secreto. Intento que seas el motivo de mi próximo ascenso.Planeo ingresar en la Seguridad Nacional, y no dejaré que teinterpongas en mi camino. ¡Has hecho un hazmerreír de este

país y del ejército por última vez! ¡Goia! ¡Un paso al frente! gritócon estridencia el oficial, en tonos que lo hacían casi inteligible.

Goia obedeció, dando un paso al frente de sus compañeros.Ahora, cava una trinchera ordenó el Teniente con de-

cisión.Señor, por favor, entienda que mi conciencia no me per-

mitirá trabajar en sábado. Obedecí su orden de venir al lugarde entrenamiento con los otros soldados, pero no participaréhoy. El día de hoy pertenece a Dios, y no lo haré respondió

resueltamente Pavel.¿Dices, en presencia de todos estos soldados como testigos,

que no vas a obedecer mis órdenes? gritó el Teniente con ojos

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desmesurados, que parecía que se saldrían de sus órbitas en

cualquier momento.L o que estoy diciendo es que es sábado, y no voy a cavaruna trinchera. Y que no voy a participar en el entrenamientorespondió Pavel, manteniéndose firme.

Desobedecer mi orden directa en tiempo de paz significaentre siete y catorce años en la cárcel; y en tiempo de guerra es

de catorce años a ejecución en el momento. ¿Todavía te niegasa desobedecerme, delante de todos estos soldados? gritó el Te-niente, preso de una ira inimaginable.

—Señor, usted puede hacer que eso suceda, si eso es lo queelige. Pero es sábado, y mi conciencia no me permite trabajardeclaró Pavel con calma.

El Teniente perdió todo lo que fuera parecido a la cordu-ra. Comenzó a formarse espuma en su boca mientras gritaba,se quejaba, despotricaba y se movía agitadamente. Todos lossoldados permanecieron inmóviles, mientras observaban la de-mostración de ira e insania del oficial.

Dejando solos a los soldados, el Teniente se dirigió intempes-tivamente al cuartel general en el palacio, más como un volcán

en erupción que como un digno oficial. En estado de shock ytemerosos de moverse, los soldados permanecieron inmóvilesdurante un tiempo* sin saber qué se esperaba que hicieran. Lue-go de algunos minutos, rompieron la formación y comenzarona volver a las barracas, para esperar nuevas órdenes. Nadie seatrevía a caminar cerca del objeto de la ira matinal. Pavel se

dirigió al depósito. Encerrándose en el solaz de su santuario oró,mientras los oficiales realizaban una reunión de emergencia, conel fin de decidir sobre su suerte.

El momento de la audiencia de Pavel no pudo haber sido peor, pues el General arribó solo unos momentos antes de quecomenzara la reunión. Se podía observar a los oficiales dejar

sus puestos en diferentes partes de la guarnición, con el fin de participar de la audiencia.La sesión comenzó con una dramática representación, por

parte del Teniente del enfrentamiento matinal, entre él y el jo-

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ven soldado desafiante. Al final de su retrato gráfico, insistió enque se le impusiera la sentencia de encarcelamiento más larga

posible. Estando presente el General, el oficial que presidía laaudiencia le delegó sus funciones. Ahora, uno de los más altosoficiales militares de la Nación estaba a cargo. ¿Qué posibilidadestendría un soldado joven, en esas circunstancias desfavorables?Su ruina parecía inevitable.

Luego de escuchar las acusaciones y una breve discusión, el

General solicitó más detalles sobre el soldado en cuestión.¿Es una persona religiosa? preguntó.S í, es un adventista respondió uno de los oficiales.

—¿Predica o distribuye propaganda religiosa entre los otrossoldados?

No. Pero, su ejemplo tiene el mismo efecto.

¿Bebe y se pelea con los otros hombres?No, no bebe alcohol; y nunca ha tenido problemas conalgún otro soldado.

¿Regresa a tiempo de sus viajes a la ciudad?Siempre regresa a tiempo y, a veces, un poco antes res-

pondió otro oficial.Entonces, ¿qué es lo que hace, que es tan intolerable?

quiso saber el General.S e niega a trabajar los sábados acusó con vehemencia el

Teniente.Todo eso ya lo escuché. Pero ¿qué más ha hecho? Quiero

saber más sobre quién es, antes de decidir sobre su caso —con-tinuó el General.

¿Ve todas las vitrinas en el museo del palacio? El las diseñóy las fabricó. También, reparó la cenefa sobre la ventana queestá encima de usted, cuando se cayó al piso hace unas semanas.El es también quien arregló las piedras del empedrado de laentrada explicó otro oficial.

O tra consideración digna de mención sería sus responsa-

bilidades en el depósito. Desde que está a cargo, no ha faltadoabsolutamente nada añadió.

¿Y ustedes quieren arruinar su vida? preguntó con sor-

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presa e incredulidad el General, mirando a los oficiales. Me

gustaría que todos los soldados fueran como él. Debido a suscontribuciones, obviamente, el ejército es una mejor institución

—añadió el General, con irritación en su voz.Dándose vuelta para enfrentar al Teniente acusador, indicó,

con un poco de indignación:¡Déjelo tranquilo! Si toca a este soldado, estará haciendo

caso omiso de mis órdenes, y le garantizo que perderá su empleo.Si no tienen nada más para tratar, ya he escuchado suficiente.El caso está cerrado.

El General se puso de pie y se retiró de la habitación, echan-do una penetrante mirada final en dirección al ahora completa-mente apagado Teniente.

Pavel, abre la puerta. Soy yo pidió una voz desde afueradel depósito.

Reconociendo la voz de un oficial que lo había tratado amablemente desde el comienzo, Pavel abrió la puerta. Mirando conintensidad a Pavel a la cara, el oficial preguntó:

Sé honesto conmigo. Sabes que se supone que los cristianosno mienten. Puedes contarme, y lo guardaré como un secreto.

¿Tienes amigos en el Gobierno? —No, no conozco a nadie en el Gobierno.¿Eres amigo del General, entonces?No, nunca lo había visto antes Pavel le aseguró.Bueno, entonces realmente hay un Dios, después de todo.

El General acaba de ordenar a todos los oficiales de la guarnición

que te dejen tranquilo. Nunca se ha escuchado algo así en un país comunista dijo, visiblemente conmovido.

Palabra por palabra, contó a Pavel la reunión que habíatenido lugar.

N unca lo habría creído, si no lo hubiera visto con mis propios ojos dijo, mientras se dirigía hacia la puerta.

Otro llamado a la puerta interrumpió las oraciones de agra-decimiento y de alabanza de Pavel. Era un sargento que tambiénhabía sido amigable con él. Comenzó igual que el oficial anterior,

preguntándose si Pavel tenía conexiones en el Gobierno o si tenía

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un conocimiento personal del General. El Sargento también sefue con la misma convicción: ciertamente debía existir un Dios.

Un fuerte golpe en la puerta, seguido de: “¡Goia! ¡Abre la puerta!”, anunció un visitante menos amigable. Pavel reconocióla voz del enfurecido Teniente. Antes de que la puerta estuvieracompletamente abierta, el Teniente gritó una amenaza final:

Aunque sea la última cosa que haga, te voy a atrapar. En-contraré algo en contra de ti antes de que se cumpla tu tiempo

aquí. Puedes contar con eso.Con ojos airados y que echaban chispas, se retiró intempes-tivamente, murmurando para sí mismo.

A partir de ese momento, cada oficial de la base sabía quiénera Pavel. Se esforzaban por asegurarse de que fuera tratado demanera que agradara al General. Quizás, una palabra positivade Pavel les aseguraría una promoción. Con una sonrisa, susoficiales comandantes le informaron que era libre de ir a la ciu-dad todos los sábados; pero, que se asegurara de vestir sus ropasde civil, para evitar cualquier posible controversia. También ledieron un pase de tren de oficial, permitiéndole ir a su casa devisita cualquier fin de semana que quisiera. El pase fue otorgadocon la esperanza de que llamara al General, para hacerle saber

cuán bien habían tratado a su amigo personal.Pavel no pudo evitar sonreír, ante la providencia de Dios.

Los demás soldados recibían solamente tres pases para ir a sushogares durante los nueve meses, y tenían que pagar el boletode tren.

Asimismo, la reputación de Pavel como artesano le valió

muchos otros privilegios. Durante el tiempo restante en el ejér-cito, los oficiales se valieron de sus servicios para reparacionesque se necesitaban en sus casas, fuera de la base. Entraba y salíadel portón con tanta frecuencia que los guardias ni le pedían suidentificación, y simplemente lo saludaban.

El hecho de que Dios fuese el defensor de Pavel era cono-

cido por todos. Este conocimiento general demostró ser muy beneficioso. Todos los soldados en las barracas habían sufridorepetidamente el robo de sus pertenencias y alimentos especiales

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recibidos de sus hogares. Debido al temor a la retribución de par-

te del Dios de Pavel, nunca nadie tocó sus cosas; sencillamente,no valía la pena correr el riesgo: era más seguro robar a aquellosque no tenían Dios.

Verdaderamente, sus nueve meses en el ejército fueron ben-decidos de formas inimaginables. Ganó el favor de casi todos.Hasta el Teniente enloquecido se suavizó, con el tiempo. Paveldisfrutó de libertades y privilegios que no estaban al alcance nisiquiera de algunos oficiales. Dios le proveyó de su propio santua-rio. Para el tiempo en que estaba listo para regresar a su hogar,su biblioteca del depósito contaba con un volumen considerablede materiales espirituales, enviados por Dana.

Faltando solo algunos días para completar el servicio reque-rido, todos estaban contando ansiosamente los días. Viendo la

oportunidad de ir a la ciudad para una última llamada telefónica,tomó el autobús que se dirigía a la ciudad.

Pavel deslizó la mano en su bolsillo, y sintió la moneda quehabía fortalecido su fe repetidas veces. Solo el sostenerla entresus dedos era confortante. Apretando la pequeña moneda, cerrósus ojos y comenzó a orar:

“Padre, quiero agradecerte tanto por ocuparte aun por lascosas pequeñas. Has sido tan bueno conmigo. Me has bende-cido de maneras que nunca hubiera imaginado. Has realizadomilagro tras milagro. Pero en este momento, quiero que sepasque esta pequeña moneda no se siente pequeña para nada. Sesiente como una de tus mayores bendiciones para mí, mientras

he estado en el ejército. Ayúdame a no olvidar jam ás tu amantecuidado. Hace mucho tiempo me prometiste que si te ponía en primer lugar tú me cuidarías. Ahora, quiero agradecerte contodo mi corazón por la forma en que has cumplido tu promesaconmigo”.

Por varios minutos, mientras el autobús avanzaba a lostumbos, Pavel oró en silencio, mientras sostenía la moneda ensu bolsillo. Su tiempo de oración y de acción de gracias llegó asu fin cuando el autobús frenó con un chirrido en el final de surecorrido. Bajándose del autobús, comenzó su caminata ya co-

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nocida hasta el teléfono público, que estaba afuera de la oficinade correos.

Tomando la pequeña moneda de su bolsillo, la miró y son-rió. Parecía que recién ayer había hecho su primer viaje desdela base militar hasta la cabina de teléfonos. Volvió a recordar lossentimientos de soledad abrumadora, y la necesidad de escucharla voz de aliento de alguien que también creyera en Dios. Si tansolo pudiera hablar durante unos breves minutos con alguien queentendiera, sabía que lo ayudaría a ser leal a Dios. Sin duda, sulealtad sería probada.

Recordó su primer día en la cabina telefónica. Había bus-cado en sus bolsillos el dinero que necesitaría para hacer unallamada de larga distancia, y tuvo una triste desilusión. Todolo que tenía era una pequeña moneda. Había visto a personasque hacían llamadas de larga distancia, que ponían puñados y

puñados de monedas en la máquina. Comparando esto con sumoneda solitaria, había llegado a la conclusión que solamente

podría decir unos rápidos “Hola” y “Adiós”, y que eso sería todo.Su sonrisa se ensanchó cuando recordó haber sostenido su

pequeña moneda delante de Dios. Mirando hacia el cielo, habíaorado fervientemente a fin de que Dios hiciera que la monedita

durara lo suficiente como para que esa comunicación lo forta-leciera, al enfrentarse con conflictos por no trabajar en sábado.Al entrar en una de las cabinas telefónicas vacías, se pre-

guntó qué haría Dios. Puso la moneda en la máquina, marcóel número y esperó para ver qué sucedía. Luego de hablar porun par de minutos, supo que Dios estaba obrando otro milagro.

Cuánto más hablaba, más emocionado se sentía. Escuchar palabras de aliento de su hogar era maravilloso, ¡pero experimentarla libertad de hablar sin límite era simplemente extraordinario!Supo que estaba experimentando un milagro increíble.

Luego de treinta o cuarenta minutos, tuvo que decir adiósy regresar a la base. Agradeció a su familia por alentarlo a serleal a Dios sin importar el costo, y colgó el tubo del teléfono.Sin embargo, el sonido familiar de una llamada terminada fueseguido por un sonido inesperado. ¡Su moneda tintineó, al serle

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devuelta! Tomando la moneda, la miró asombrado. Dios no

solamente le había permitido hablar con sus seres queridos du-rante media hora con una sola monedita, ¡también se la habíadevuelto, para suplir su necesidad en el futuro!

Pavel no pudo evitar sonreír, mientras recordaba la formaen que había sostenido la moneda ese día, alabando a su amantePadre celestial todo el viaje de regreso a la base.

Pensó en todas las llamadas que había hecho, y estaba muy agradecido por las que realizó a Dana. Cómo creció su amis-tad desde ese día en que él tenía seis años y había anunciado sus intenciones de casarse con ella. La buena nodcia era que, gradualmente, D ana había llegado a disfrutar de su compañía.Cuando se estaba preparando para ir al ejército, ella le prometióser su apoyo fiel y su compañera de oración. Repetidamente,Dana había compartido su amor y su confianza en Dios duran-te sus conversaciones telefónicas. Su fe robusta había sido unaverdadera bendición y una inspiración. La separación uno delotro había entrelazado sus corazones cada vez más cerca. Elsuave tono de la voz de Dana le había dado la seguridad de queno escaparía de él ahora. Más de una noche se había dormido

soñando con quien había llegado a ser tan cara a su corazón.Ahora, estaba seguro de que podría contestar a la pregunta quehabía hecho Salomón en Proverbios:

“Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?” (Prov. 31:10).En verdad, la moneda de Dios había confirmado su bendi-

ción en su relación.

Ahora estaba allí, en la cabina telefónica, nueve meses des- pués, para hacer su última llamada, antes de regresar a su hogar.Al final de cada conversación, la moneda que había usado lehabía sido devuelta.

Cuando estaba por ponerla en la máquina por última vez,no pudo evitar recordar la forma en que Dios la había usado

para hablar a otros. Luego de unas semanas de usar su moneda,había compartido el milagro de Dios con uno de sus amigosmás cercanos. Convencido de que Pavel había inventado todala historia, lo había desafiado a comprobarla. Siguiéndolo un

m




día a las cabinas telefónicas, su amigo se metió en la cabinacontigua. Luego de ser testigo de una larga conversación, llegóa la conclusión de que, sin duda, Pavel había descubierto unteléfono averiado y que había podido usar la moneda repetidasveces, para su beneficio.

D e acuerdo, cambia de cabina conmigo le había pedidoPavel, devolviendo el desafío.

Luego de intercambiar cabinas telefónicas, y de oír el final

de su propia llamada en menos de un minuto habiendo puestouna moneda del mismo valor, su amigo decidió que debería serentonces la moneda de Pavel.

Intercambia la moneda conmigo desafió Pavel otra vez.Luego de haber intercambiado monedas, con resultados

similares, no había nada que su amigo pudiera decir, salvo:

Realmente hay algo con tu Dios.Con recuerdos que inundaban su mente, Pavel entró en unacabina telefónica vacía, para hacer su última llamada. Sintiófuertes emociones, al depositar la moneda y pensar en todaslas veces que Dios había provisto para sus largas llamadas tele-fónicas. Luego de varios minutos, terminó su llamada a Dana

con un... —Te amo, y te veré en unos días.Al colgar el tubo, escuchó su moneda desaparecer dentro de

la máquina. El lugar para el cambio estaba vacío. Dios sabía queno la necesitaría ya más. Caminando de regreso hacia la estaciónde autobuses, Pavel miró hacia arriba y susurró su plegaria deuna sola palabra:

¡Gradas!

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DARE NACIONES A CAMBIO

DE TU VIDA

E l silbato debe estar sonando justo en este momento, suspiró Pavel,mirando su reloj. El tren que se dirigía al sur partiría sinél. ¡Cómo había soñado con este momento! Su períodoen el ejército finalmente había llegado a su término. En esemento debería estar experimentando verdadera libertad, so

las ruedas del tren en movimiento. Pero, allí estaba: confinadoa las barracas por un día más.

Esperando ansiosamente la finalización de su período enel ejército, los soldados habían estado mirando el calendariodurante los últimos cien días. Al haber tachado noventa días,decidieron que cada uno de los restantes diez días debía ser ce-lebrado. Como gran culminación, los soldados protagonizaronuna larga noche de juerga etílica. Algunos de los festejantes,

ebrios, habían dado una mala imagen del ejército.Como lección final por parte de los militares, el Coroneldecidió castigarlos y confinarlos a sus barracas por un día más.Ahora, aquí estaban; sentados en sus catres mirando el relojavanzar 24 horas más. A ninguno se le permitió ni un solo pri-vilegio, ni siquiera un llamado a sus casas. Sin lugar a dudas,

sus familiares estarían viajando hacia la ciudad, para recibirloscuando descendieran del tren. Pero, ellos no estarían allí; encambio, estaban arrastrando los pies sin rumbo dentro de sus

barracas.




Esto no es justo, pensó Pavel para sí. Yo no participé en su borra-

chera y su comportamiento irresponsable, pero estoy siendo penalizado junto

con los que son culpables. Sabía que Dana estaría esperándolo. Ella había llamado, informándole el número de tren y la hora enque llegaría. ¿Qué pasa si ella piensa que hice otros planes porque ella

ya no me importa? Sus pensamientos atormentadores iban de una posibilidad a la otra, aumentando su miseria. Fue uno de los díasmás largos de su vida.

Temprano al día siguiente, Pavel y los soldados rebeldesfueron cargados en camiones de transporte militar, para serllevados a la estación de trenes. Los oficiales comandantes noquerían correr riesgos de ser avergonzados por otra escena deúltimo momento de los soldados. Los escoltaron personalmentehasta el tren. Al sonar el silbato, todos suspiraron, aliviados. Lasruedas comenzaron a girar debajo de ellos, y ¡al fin eran libres!

Pavel oró, mientras el tren traqueteaba por las vías. ¡No podía esperar para ver a Dana! Ella se estaría preguntando porqué él no había estado en la estación el día anterior. Si tan solo

pudiera hablarle. El tren emprendió la cuesta empinada de lamontaña Retezat, y parecía que iba más lento que nunca. El aireque entraba por las ventanillas hacía poco por enfriarlo, pues era

un caluroso día de verano. ¿Por qué este viaje a su hogar estabademorando el doble que los otros? El quería apurarse, llegar acasa y sacarse el uniforme.

Nunca se había visto tan bien Turnu Severin. Desde suventanilla, podía ver la ciudad rebosante de actividad. Nadahabía cambiado. Mientras las ruedas chirriaban y se detenían,

no demoró ni un segundo más del necesario para tomar su bolsoy saltar del tren. ¡Estaba en camino a casa!¡Ay, hace calor!, se dijo, enjugando el sudor de su rostro.Era difícil tratar de trotar con su bolso bajo el sol de verano

que pegaba sobre el pavimento. Aunque tenía calor y estaba pegajoso, nunca pensó en detenerse para descansar.

Pero ¿qué camino debía tomar dentro de la ciudad? Habíatomado, por lo menos, doce rutas diferentes desde la estaciónde trenes hasta su hogar, en el pasado. Se decidió por una de las

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DARÉ NACIONES A CAMBIO DE TU VIDA

rutas más directas, y se dirigió al centro de la ciudad. Multitud

de personas llenaban las veredas, y parte de las calles. Cada uno de los 250 mil hombres, mujeres y niños de Tumu Severin debieron de haber decidido salir de compras el mismo día, pensó para sí mismo, mientrastrataba de pasar con su bolso por en medio de la muchedumbre.Cuanto más se acercaba al centro de la ciudad, más congestiona-do se ponía. Al llegar al mercado, el avanzar era casi imposible.

El mercado ocupada cuatro manzanas, llenas de negocios y devendedores; todos, tratando de atraer clientes al mismo tiempo.El aroma de las ollas de los vendedores ambulantes se volvía, aveces, asfixiante. Muchos de ellos lograban repelerlo, en lugarde convencerlo de probar una muestra.

Mientras miraba pasar la marea humana en la que se en-contraba inmerso en ese momento, su vista captó una figurafamiliar. Esto es imposible, en medio de estas personas, pensó. Cuandoella bajó a la calle, lo vio. El corazón de Pavel saltó. Caminandodirectamente hacia él, venía Dana. ¿Cuáles son las posibilidades de que esto suceda?, pensó. Solo un minuto o dos antes o después de que hubiera pasado cualquiera de nosotros, y no nos hubiéramos encontrado.

Espontáneamente, saltaron hacia adelante, corriendo hacia

la reunión, tan largamente esperada. Con lágrimas de alegríacorriendo por sus mejillas, se quedaron parados simplemente,mirándose a los ojos. Sonriendo a través de sus lágrimas, Pavelle contó sus incontables sueños. Noche tras noche, mientras yacíaen su catre, había imaginado el rostro de ella. Dana era aún más

bella de lo que él recordaba.

¡Estoy tan feliz de que todavía te importo! Pensé que tehabías ido a tu casa por otro camino, para evitarme dijo Dana,a través de sus lágrimas.

¿Si tú me importéis? ¡No puedo imaginar mi vida sin ti!Dana continuó:Ayer quería sorprenderte con una verdadera bienvenida

al hogar. Fui a esperarte con mi vestido nuevo y tu perfume fa-vorito; y hasta te horneé unas galletitas. Cuando no bajaste deltren, pensé que habías perdido el primer tren, pero que vendríasen el de la tarde. Cuando no bajaste tampoco de ese tren, lloré

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todo el camino a casa. Sentí como si me estuvieras evitando.Oh, Dana, nunca más pienses así susurró él, enjugando

una tibia lágrima de sus mejillas.Caminaron y conversaron por mucho tiempo, sin destino

alguno. Dana sonrió, mientras él contaba nuevamente las formasen que las oraciones y las cartas de ella lo habían fortalecido.Muchas veces, ella le había enviado exactamente el versículode la Biblia o la cita inspirada que él necesitaba para ayudarlocon la difícil situación que estaba atravesando. Dios realmente

la había usado para ayudarlo.Al llegar a su hogar, comenzó otra reunión maravillosa. Los

aromas que provenían de la cocina significaban algo sobre loque había estado soñando: ¡comida casera! Mientras en familiadisfrutaba de una maravillosa comida todos juntos, Pavel com-

partió con ellos las maneras en las que sus oraciones lo habían

fortalecido, mientras estaba en el ejército. Nada menos que unaserie de milagros podría haberle permitido la libertad de ado-rar a Dios semana tras semana, mientras servía en un ejércitocomunista. Juntos, agradecieron a su amante Padre en el cielo

por sus muchos actos de amor a favor de Pavel.Luego de solo seis semanas de descanso del ejército, era

tiempo de comenzar sus clases en la universidad en Bucarest. Lamayoría de los estudiantes se hacinaban en dormitorios. Unos pocos estudiantes de familias de mejores ingresos alquilaban pequeños departamentos, compartiendo el alquiler con otrosestudiantes. Pavel era uno de los pocos que tenía un departa-mento solo para él. Teniendo dinero para el alquiler, la comiday algo más para sus gastos, sabía que su vida sería más fácilque la de la mayoría. Hasta tenía dinero para tomar taxis deida y de vuelta a la universidad. La mayoría de los estudiantesestaban contentos si tenían dinero para pagar el autobús. Sintióque estaba instalado.

Sin embargo, quedaba un gran obstáculo. Sus clases estaban programadas para seis días a la semana. Parecía que volvería a

revivir el desafío del sábado que había enfrentado en el ejército. No había excepciones en la política de asistencia. Un estudiante

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que faltaba 16 períodos recibía una advertencia. Si sucedía que

alguien faltaba 21 períodos, se le hacía una segunda adverten-cia. Luego de 26 ausencias, el estudiante era expulsado por unsemestre. Si seguían más ausencias, el estudiante era expulsadodefinitivamente. Teniendo clases todos los días, no era difícildarse cuenta de que la observancia del sábado sería un verdadero

problema. Luego de solo cuatro semanas, ya tendría 16 ausen-

cias. No parecía haber una manera de completar el semestre sinser expulsado. Pero, Dios había sido fiel hasta ahora. Decidióque debía confiar en él una semana a la vez.

Las clases eran muy demandantes. Todos los profesoresenseñaban como si su materia fuera la única. Había experimen-tado las tareas de la escuela secundaria, pero ciertamente ¡nose comparaban para nada con esto! Cada uno de sus libros detexto parecía más un diccionario exhaustivo que un texto parauna sola materia.

Desde el primer día, se aplicó diligentemente al estudio,teniendo calificaciones casi perfectas en cada materia. Sus com-

pañeros y profesores respetaban su aptitud y su espíritu agradableen clases.

Durante todo el semestre, asistió a la iglesia sin experimentar problema alguno. Cuando volvía a clases luego de su ausenciadel fin de semana, nadie decía una palabra. Aveces, los alumnosle decían que el profesor había olvidado tomar asistencia. Otras,el profesor pasaba asistencia, pero olvidaba entregar la lista. Pa-recía que nadie más se había dado cuenta de que sus variaciones

en la asistencia ocurrían únicamente los sábados. Como era tan buen alumno, se asumía que habría estado enfermo o que ha- bría tenido algún otro motivo válido para faltar a clases. Cadamañana, Pavel agradecía a Dios por su fidelidad. Su providenciaestaba haciendo posible que él permaneciera estudiando.

El mudarse a varias horas de viaje de su iglesia natal sig-

nificaba encontrar otra en Bucarest. Al poco tiempo de unirsea la iglesia a la que asistía su amigo Pitti, Pavel pudo ver que lanecesidad de este grupo era la misma que la de todos los demás:

buscaban desesperadamente material impreso. Solamente unos

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pocos poseían Biblias, y muchos menos tenían lecciones para participar en el estudio de la Biblia en grupos. Alguien debíatratar de hacer copias para los hermanos. Sería una empresaarriesgada; si eran descubiertos, eso significaría una sentenciade cárcel muy prolongada.

El Gobierno tenía un control tan estricto sobre el materialimpreso que era necesario un permiso para poseer una máquinade escribir. Para obtenerlo, ellos debían registrar la máquina.

Los tipos de cada máquina de escribir del Gobierno tenían ca-racterísticas únicas, que posibilitaban rastrear cada documento.Cada máquina tenía sus propias “huellas digitales”, una espe-cie de ADN. Si se descubría material de contrabando, el tipofácilmente identificaba su origen. Con la constante amenaza delos informantes, el imprimir materiales religiosos era extrema-

damente peligroso.Cada tanto, podía comprarse en el mercado negro máquinasde escribir de otros países. Dijeron a Pavel que le darían unamáquina “segura”, si estaba dispuesto a copiar para la iglesia.Orando a Dios a fin de que lo protegiera, estuvo de acuerdo enusar su departamento como imprenta temporaria.

Vació casi por completo su enorme ropero, utilizó almoha-das y frazadas con la intención de convertir la puerta y las pare-des a prueba de ruidos. Ahora, su ropero era el centro neurálgicode su operación ilegal. Era imperativo que no se oyera el sonidode la máquina durante la noche, pues a la policía del serviciosecreto le agradaban los ocupantes que informaban de sonidosque provinieran del departamento de algún vecino.

Con sus horarios completamente ocupados, comenzó a trabajar en su imprenta secreta, transcribiendo a máquina copiasde las lecciones de la Biblia. Hacerlo con ocho o nueve hojasde carbónico era mucho más lento que hacerlo con una hojasimple de papel. Cada impresión de una de las letras requeríaun contacto deliberado, para que la última copia fuera legible.

Era un trabajo tedioso, pero sin ello, la congregación casi notenía nada impreso.

Durante varios meses, todo marchó bien. Sus estudios iban

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bien, y las personas estaban encantadas de tener nuevos mate-

riales para estudiar. Muchos días, Pavel luchaba por mantenersedespierto en clases. Sostener su doble vida le restaba tiempo desueño. Mientras trabajaba durante las largas horas de la noche,agradecía a Dios que pudiera sacrificar su sueño a fin de queotros pudieran conocerlo mejor. Aunque estaba exhausto, ala-

baba a Dios por el privilegio de honrarlo.Una tarde, en su camino de regreso de la universidad, vio

que se le acercaba uno de los dirigentes de la iglesia. Guandolo cruzó en la vereda, el dirigente, furtivamente, colocó en sumano un pequeño trozo de papel. Entendiendo el sistema, Pavelcontinuó hacia su casa como si nada hubiera pasado. Una vezdentro de la privacidad de su departamento, abrió el papel yleyó el mensaje: “Copias carbónicas descubiertas: devuelve la

máquina”.En pocos minutos, la imprenta del ropero fue desmantelada,

y todo fue restaurado a su estado normal. Con discreción, lamáquina fue devuelta a su dueño, para ser escondida. Casi nos descubren, pensó Pavel, regresando a su departamento. Tendremos que encontrar otra forma de copiar materiales. Escribir a máquina será

imposible por mucho tiempo.Mezclándose casualmente con otros estudiantes, preguntó:¿Dónde puedo encontrar una máquina de copiar?Lamentablemente, el Gobierno controla todas le infor-

maron.Ya que el Gobierno controlaba las máquinas copiadoras,

tendría que intentar pensar en otra forma de hacer copias. ¡DE-BÍA haber una manera!Unos días después, su caminata por la ciudad fue interrum-

pida por el esplendor de uno de los edificios más grandes de laciudad. Como estudiante de ingeniería, comenzó a estudiar laarquitectura del enorme edificio.

Me pregunto cuáles serán los factores de estrés en esos puntos de carga, se planteó mientras estudiaba el edificio. ¿Yqué dimensiones tendrán los cimientos bajo esas columnas gigantes?, continuó su mente, mientrasimaginaba un pizarrón cubierto de fórmulas.

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Su autoasignación como ingeniero en jefe de la estructuraque se hallaba frente a él fue interrumpida por una voz musical,que saludaba al guardia de la entrada. Mirando en direccióna la puerta, alcanzó a ver la fuente de la interrupción de sus

pensamientos. Una mujer vestida profesionalmente y con unahermosa sonrisa era admitida al ingreso de la puerta de seguri-dad. Mientras Pavel se volvía para atravesar el portón, sus ojosvisualizaron el cartel con su nombre, que llevaba prendido.

Tienes una disposición agradable, María susurró para símismo, como si le estuviera hablando a ella.

Ella continuó con su espíritu alegre, musitando una melodíamientras continuaba caminando hacia el edificio.

“Edificio del Ministerio de Agricultura”, leyó Pavel sobrela puerta que María estaba por abrir. Mirándola desaparecer

dentro del edificio, Pavel se preguntó:M e pregunto si...Sin terminar su oración, se dirigió rápidamente hacia la

florería cercana.Esta vez, fue el turno de Pavel de saludar al guardia. Presen-

tándose, compuesto y seguro de sí mismo, dijo con una sonrisa:

—Traje esto para María.¿Puedo ver su identificación, por favor? preguntó el guar-dia, desarmado por el momento romántico que contemplaba¿Ella lo está esperando?

Bueno, mire lo que tengo para ella. ¿Usted qué piensa?respondió Pavel, con un brillo en sus ojos.

El guardia observó a Pavel durante un largo momento, yluego preguntó:

¿Sabes cómo llegar hasta su oficina? íPavel movió su cabeza afirmativamente, y el guardia le

permitió entrar sin hacerle más preguntas.Ahora, Pavel caminaba hacia la enorme puerta de entrada.•Señor, sé conmigo, oró, sin tener la menor idea de cómo en-

contrar a María una vez que estuviera dentro del edificio. Me pregunto cuántas otras Marías trabajan en este edificio, pensó, mirandohacia el corredor.

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¿A dónde piensas que vas? le preguntó un guardia, apro-ximándose rápidamente hacia a él por detrás.

Vine a ver a María. —De acuerdo. Aquella es su oficina. Golpea a la puerta y

ella la abrirá.Pavel llamó a la puerta, agradecido de que el guardia hu-

biese continuado por el corredor. La amable mujer que habíavisto hace unos minutos abrió la puerta y lo miró con intriga.

Haciéndolo entrar en su oficina, le preguntó:¿Quién eres tú?M i nombre es Pavel. Soy un estudiante universitario de

Ingeniería. Por favor, escúchame por un minuto solamente. Loque he venido a pedirte es muy peligroso. Puedes arriesgar tuvida por quienes necesitamos de tu ayuda, o puedes llamar a los

guardias y ponerme a mí y a mi familia detrás de las rejas porel resto de nuestras vidas.Totalmente sorprendida, ella preguntó:¿Cómo pudiste ingresar aquí, de todos modos? No pudo evitar sonreír, mientras escuchaba la drástica

maniobra que había inventado el joven a fin de conseguir una

audiencia con ella.Eres un joven muy inteligente r ió Fue muy amable detu parte traerme flores. Esto no ocurre todos los días. Ahora,dime de qué se trata todo esto.

Nuestra iglesia necesita materiales impresos para usar enlas clases bíblicas semanales. Tú tienes una máquina de copiary yo tengo conmigo un original. Esperaba que pudieras hacercopias para nosotros.

Toda expresión abandonó el rostro de ella. En silencio to-tal, permaneció mirando a Pavel, dándose cuenta de lo que leestaba pidiendo. Mientras captaba las consecuencias personalesde dicho pedido, la sangre acudió a su rostro, reemplazando elcolor pálido por el rojo.

Consciente de lo que se había hablado, rápidamente tomóel almohadón de su sillón y envolvió con él el teléfono de suescritorio, mientras susurraba:

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—Espero que nadie nos haya escuchado.En forma tranquila pero seria, ella respondió:

S i yo hiciera lo que me pides, no solo perdería mi empleo:nunca más vería a mi familia. No estoy dispuesta a arriesgarlotodo en mi vida por las copias que necesitas. De todos modos,no tienes que preocuparte: no te pondré en prisión. Simplementevete, y jamás cuentes a nadie que has venido aquí.

Veo que no confías en mí presionó Pavel.

N o confío en nadie en este país. Nunca sabes quién es uninformante y quién no lo es. Se paga bien a los informantes, ytodos necesitan dinero.

Piensa en ello por un minuto. Si arriesgué mi vida viniendohasta aquí, ¿piensas que hablaré cuando me vaya? No solamenteirías tú a la cárcel, sino también yo. Te doy mi palabra delantede Dios que nunca hablaré.

Estoy segura de que eres sincero con lo que dices, perotodos hablan si son torturados lo suficiente. Puedes estar segurode que te golpearán y torturarán hasta la muerte, si necesitanhacerlo. Saben cómo hacer hablar a la gente.

—Preferiría morir que hablar.O h , no sé qué hacer... Déjame pensar al respecto.

Al día siguiente, Pavel volvió a su oficina. Sin esperar surespuesta, le alcanzó el librito devocional E l camino a Cristo.

—También necesitamos copias de este libro —le dijo, como siella ya hubiera aceptado.

Debo estar loca, pero voy a intentarlo. Me diste tu palabradelante de Dios de que nunca dirás una palabra sobre esto a

nadie. No sé por qué, pero voy a confiar en ti.Ella comenzó haciendo pocas copias todos los días, paraevitar usar gran cantidad de papel de una sola vez. Al final desu horario de trabajo, por seguridad, ella llevaba las copias a sucasa. Cuando Pavel se encontró con ella al final del mes, ellatenía un pequeño maletín repleto de lecciones bíblicas y copias

del libro E l camino a Cristo.Ambos sabían que el siguiente paso sería igualmente peli-groso. Cualquier persona que llevara consigo un maletín sería

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sospechosa. Sin duda, un maletín invitaba a una inspección.

Envolvieron las páginas en ropa sucia. Dejando la mejor ropacomo “la frutilla del postre”, cubrieron estratégicamente la ropasucia con pañales sucios. Agradeciendo de todo corazón a María

por ayudar a su congregación, Pavel salió a la calle, orando para poder cruzar la ciudad sin ser descubierto.

A las pocas cuadras, fue visto por la policía.

¿Qué llevas en tu bolsa, joven? —inquirió el oficial de policía.Sonriendo como si el oficial estuviera por llevarse una sorpresa, él ofreció:

—Vea por usted mismo.Su comportamiento casual desarmó al oficial, mientras

abría la bolsa.¡Puaj! ¡Entiendo lo que quieres decir! Ya he visto suficien-

te dijo, cerrando la bolsa y extendiéndosela de nuevo a Pavel.Los miembros de iglesia estaban sumamente contentos,

mientras Pavel distribuía la “ropa sucia” entre ellos. ¡Estudiaríanla Biblia gracias a copias realizadas por máquinas copiadorascomunistas!

El primer semestre llegó a su fin, con Pavel a la cabeza de

su clase y los miembros de iglesia regocijándose en el Señor.Sin embargo, él sabía que se enfrentaría a un nuevo conjuntode desafíos cuando volvieran a comenzar las clases. Cada clasetendría un profesor nuevo. La gracia de que había disfrutadodurante el semestre pasado no podía ser dada por sentada paraeste. Estaba completamente consciente de que cumplir con la

política de asistencia de la universidad sería directamente imposible, si era leal en guardar el sábado.Al regresar para el nuevo semestre descubrió, para su des-

mayo, que se le habían asignado dos profesores que serían extre-madamente exigentes. Una de ellos se había ganado, con justicia,la reputación de ser la profesora más difícil de tratar de toda

la universidad. Como meta personal, su política era enseñar asus alumnos el verdadero significado del respeto. Si alguna vezhubo sonreído, no hubo testigos del hecho. Era dura, y estabaorgullosa de serlo. Sus estudiantes debían acatar las normas o

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abandonar. Eso era todo.El otro profesor tenía una reputación por un motivo com-

pletamente diferente. Le importaba muy poco si sus estudiantesaprendían o no. Había descubierto una manera de “endulzar”significativamente su salario. Todo en su materia giraba en tornoal cohecho, o “regalos”, como él los llamaba. Los estudiantesque entendían el sistema de “regalos” gozaban de privilegiosilimitados. Tenía una personalidad agradable y un buen sentidodel humor, pero los estudiantes sabían que debían mantener elflujo de regalos o estarían perdidos.

Ambos profesores dejaron en claro que tenían una estricta política en relación con la asistencia. Un estudiante que faltabaestaba fuera. Por supuesto, por lo menos con uno de ellos, un“regalo” oportuno podía solucionar una ausencia a alguna desus clases. Con estos nuevos profesores, Pavel podía darse cuenta

de que no sería lo mismo que el semestre anterior. La lista dealumnos presentes sería entregada todos los días.

Toda la semana, Pavel oró pidiendo coraje y sabiduría. Nosabía cómo Dios lo solucionaría esta vez, pero resolvió ser fiel.El sábado se unió gozosamente a los servicios de adoración, enlugar de asistir para agradar a sus profesores.

Al regresar a clases luego del primer fin de semana, fue recibido por la mirada de acero de su dura profesora. Enfrentándolo,ella fue directamente al punto:

Faltaste a mi clase el sábado. Si lo vuelves a hacer, te ex- pulsaré.

Terminado su discurso, se volvió y caminó otra vez al frente

de la clase. El solo hecho de ver su mirada inspiraba a Pavel aorar durante toda la semana.En la siguiente materia, recibió otro saludo especial. La

sonrisa en el rostro del profesor ayudó, pero el discurso que siguióno era del todo animador.

Faltaste a mi clase el último sábado. Creo que fui clarosobre mi política de ausentismo. Sin embargo, todavía tienes laoportunidad de mantenerme “feliz”, si sabes lo que quiero decir.He sido conocido por ser bastante tolerante bajo las circunstan-

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cias apropiadas dijo, con una sonrisa.

Luego de un par de días sin recibir cosa alguna de Pavel, seacercó una segunda vez:Parece que no tomas en cuenta mi sugerencia. Quizá ten-

ga que ser más claro. Es realmente muy simple: o haces lo quese necesita para agradarme o descubrirás un lado mí que tegarantizo que no te gustará. Si piensas que vas a llegar a algoen mi materiá sin mi aprobación, estás equivocado. Déjameexpresártelo así: como profesor, yo tengo el cuchillo y puedocortar el pan de la manera que yo quiera. Te conviene, en elfuturo, decidir mantenerme feliz.

Pavel respondió:Por favor, escúcheme solo por un minuto. Algunos de sus

alumnos vienen a todas sus clases, pero nunca aprenden nada.

Me parece que la razón de estar en la universidad es aprender.¿No es la idea que sepamos el material al final de la clase? Yoaprendo, aunque no vengo los sábados. Si se fija en mi promediode calificaciones, verá que soy un estudiante perfecto. ¿Cuál esel problema tan grande si no vengo a clases los sábados? Si me

pierdo de algo importante, los otros estudiantes con gusto com-

parten sus apuntes conmigo. En este momento no estoy atrasadoen su materia, sino que estoy adelantado.Realmente no escuchas bien. A mí no me importa si apren-

des algo en mis clases o no. Si no vienes con un regalo luego deuna ausencia, estarás en graves problemas. Si faltas otra vez lasemana que viene, es mejor que tengas un regalo súper especial.

¡Espero que ahora me entiendas!Su sonrisa había desaparecido. No había forma de equivo-carse: hablaba en serio.

Con dos profesores encima de él sobre sus ausencias de lossábados, era difícil apartar el tema de su mente. Durante todala semana, sombrías dudas lo acuciaron de a ratos, tratando de.robar su paz. El sabía que al enemigo le encantaría romper suvínculo de confianza en Dios. Negándose a alentar las perspec-tivas del mal, aumentó su tiempo dedicado a repasar promesasde la Palabra de Dios. Por medio de su tiempo de oración, bebió

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frescas dosis de coraje y de poder para continuar confiando en suPadre celestial. Como esta experiencia se había vuelto tan perso-

nal, su vida devocional continuó siendo la parte más importantede su día. Dios no lo había decepcionado hasta ahora, y él estabaseguro de que no había razón para dejar de confiar en él ahora.

Volver a la universidad luego de haber faltado otro sábadono era algo que estaba ansiando hacer, pero luego de perma-necer en oración temprano a la mañana, sintió la conocida paz

de Dios que lo rodeaba. Con la cabeza erguida, se encaminó aclases. Con Dios de su lado, enfrentaría con valor lo que tuvieraque afrontar.

A poco de llegar al predio, se enteró de que sus dos profesoresdifíciles se habían reunido para discutir sus ausencias; antes deque él llegara a clases ya se habían reunido con el rector de launiversidad, para informarle de sus repetidas ausencias. El rectorera conocido por ser aún más severo que los dos profesores. Eraun miembro respetado del Partido Comunista, y tenía mucho

poder e influencia. Su apoyo leal al Gobierno hacía que cual-quiera que tratara con él lo hiciera con el mayor de los respetos.

Al entrar en la oficina del rector, Pavel vio sus registros deausencias, prolijamente ordenados sobre el escritorio.

Sr. Goia, por favor, siéntese invitó el rector, mientrascontinuaba examinando los registros.

—Luego de revisar los registros de su semestre anterior, veoun patrón inusual. Nunca vi tanta incompetencia en llevar losregistros en esta universidad. Pero, de los registros que han sidocompletados, veo que tiene 34 ausencias registradas declaró,

sin demostrar emoción alguna.Levantando la vista de los registros, miró a Pavel a los ojos.Sé que eres un adventista y que no crees en asistir a clases

o trabajar los sábados. Pero, déjame recordarte que en este paísno hay Dios. Asistir a clases los sábados no es una opción: es la

política que tenemos. No hay forma de que continúes tu educa-

ción, si te tomas libre los sábados. Tendrás que elegir entre laeducación y tu religión.Haciendo una pausa por un momento, para que se compren-

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diera el significado de sus palabras, estudió a Pavel.

Estas serán las condiciones para que continúes tu educa-ción, no solamente en esta universidad sino en cualquier uni-versidad del país. El próximo sábado estarás en clases. No meimporta lo que hagas cuando llegues a clases; ese es asunto tuyo. No interesa si tus calificaciones son buenas o malas: ¡solo asistea clases! Si concurres a clases, olvidaremos que esta reunión se

llevó a cabo. Si no vienes, serás expulsado. Considera esta tuadvertencia final —sentenció con énfasis.Asegurándose de que había sido claramente entendido, ter-

minó con una promesa inquietante: —¡Si me haces enojar, no asistirás a un solo día más de clases

en toda tu vida! —Señor, si me escucha solo un momento, creo que entenderá

mejor mi posición —rogó Pavel.Ya date la vuelta y vete de mi oficina. No tengo más tiempo

para ti. Principalmente, este Dios que adoras nunca ha sido visto por nadie: no existe. Segundo, no voy a arriesgar mi empleo porti. Y. por último, creo que es una estupidez creer en Dios. Launiversidad es más importante: es tu futuro. ¡Fin de la discusión!

Se puso en pie y se mantuvo ocupado, examinando un do-cumento. Viendo que no había más posibilidades de seguir laconversación, Pavel se levantó para irse. Salió de la oficina delrector y caminó en silencio. Su destino parecía pender de unhilo. Si se mantenía fiel a Dios, no habría esperanzas de obteneruna educación.

Al día siguiente, Pavel fue a visitar a la secretaria del rec-tor, con la esperanza de tener una oportunidad de explicar su posición.

¿Puedo ayudarte? le preguntó la secretaria.¿Hay alguna forma de que pueda entrar para ver al rector?Tú debes ser Pavel Goia. He escuchado todo sobre ti. En

lo que respecta a entrar a hablar con el rector, estás perdiendotu tiempo. Tu caso es un asunto cerrado en su mente. Escuchacontinuó ella, ¿por qué no vienes a clases este sábado y oras entu pupitre? Tú dices que la Biblia indica que no se debe trabajar

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en sábado. No estarías trabajando: estarías adorando aquí, enlugar de hacerlo en la iglesia.

Simplemente, no podría venir a clases en sábado sin ir encontra de mi conciencia contestó con firmeza Pavel Iré a laiglesia este sábado.

—Bueno... Creo que es tu elección. Pero, es una lástima quealguien con tu talento e intelecto tire todo por la borda, ¿y porqué razón?

Dándose cuenta de que seguir con la petición no tenía sen-tido, Pavel abandonó la oficina. Con cada momento que pasaba, parecía acercarse cada vez más el final de su educación.

Noche y día oró, para permanecer fuerte y valiente.Seguramente, Dios todavía tiene un plan. No me habría bendecido du-

rante todo el servicio militar para olvidarme ahora, se aseguró a sí mismo.Al día siguiente, Pavel volvió a la oficina de la secretaria,

con la esperanza de que le permitiera defender su caso. Parece una mujer agradable. Quizá tenga algo de corazón y me escuche, pensó.

Sin permitirle comenzar la conversación, él empezó a de-fender su caso:

¿Por qué tomaría usted parte en arruinar mi vida? Vinea la universidad con la intención de obtener un buen empleo.

Si tengo buenas calificaciones y aprendo mis lecciones, ¿quéimporta si asisto los sábados o no?

No tiene ningún sentido discutir esto otra vez. Me temoque es demasiado tarde para las palabras. Todo ha sido decidido.Gomo dije antes, la única oportunidad que tienes de tener unaeducación es olvidar tus ideas extremistas. ¿Por qué no admites,

simplemente, que eres un fanático?Abandonando la oficina de Administración, Pavel volvióa la clase del segundo período. Al cruzárselo en la puerta, el

profesor comenzó:Te dije lo que debías hacer para mantenerme feliz, y no lo

hiciste. Ahora vas a sufrir las consecuencias. ¿Quién crees quete salvará del régimen comunista: tu Dios, que no existe? Si hu-

biera un buen Dios, no le importaría que obtuvieras una buenaeducación. Pero, todo es irrelevante, ya que no existe un Dios.

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Con las palabras de los administradores y de los profesoresresonando en sus oídos, le resultó difícil a Pavel concentrarse en

clases. Durante los siguientes dos días, pasó más tiempo orandoque escuchando las clases.

La noche del miércoles, el sueño directamente no llegaba.Comenzó a orar con fervor:

Señor, reconozco que mi motivación para asistir a estauniversidad fue el orgullo. Quería ser alguien importante con

un título; alguien que la gente respetara. Quería el prestigio de poder decir que era un ingeniero. ¿Qué pasará con mis sueñosy con mi futuro?

Una y otra vez, durante toda la noche, rogó a Dios, espe-rando “convencerlo” de que obrara en su favor. Cuanto másoraba, más frustrado se sentía. Sencillamente, no parecía que

Dios estuviera escuchando. Luego de aumentar la fuerza de susruegos y al no experimentar la paz que buscaba, terminó suoración. Sintiéndose desanimado y olvidado, miró la oscuridad

por un largo rato.Buscando algo para leer que trajera alivio a su alma, tomó

un librito devocional y comenzó a leer una porción que habíasubrayado anteriormente. Buscando en la página, sus ojos divi-saron justo la respuesta que había estado buscando. Dos o tres

pensamientos parecieron saltar de la página hacia él.“Cuando oramos, necesitamos confiar los resultados a Dios.

Necesitamos permitirle que obre como mejor le parezca. No de- bemos atrevernos a ponernos en el centro de nuestras peticiones.Siempre debiéramos poner a Dios en primer lugar, y dejar que

él decida lo que es mejor para nosotros”.Como un relámpago, de pronto entendió: había estado tra-

tando de convencer a Dios de responder a sus oraciones a sumodo, en lugar de aceptar la voluntad de Dios para su vida. Aldarse cuenta del egoísmo de sus oraciones pasadas, comenzó aderramar su corazón ante Dios nuevamente.

Señor, estoy dispuesto a renunciar a la universidad, a mifuturo y a mi título. Ya no me importan. Simplemente, obra dela forma en que traerá mayor honor a tu nombre. Estoy eligiendo

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tu honor por encima de mis deseos y necesidades.En el momento en que rindió su voluntad a Dios, volvió la

paz que había estado buscando. Al no sentirse ya ansioso por elresultado de su educación, se quedó dormido.Al día siguiente, cuando llegó a la universidad, fue saludado

por la secretaria.¿Has decidido asistir a clases este sábado? preguntó.No, no estaré aquí respondió Pavel con calma. Pero,

déjeme contarle sobre tres héroes en la Biblia. Se les pidió que

comprometieran su fe. Ellos se negaron a inclinarse ante la es-tatua del rey cuando se les ordenó, aun cuando enfrentaran unamuerte segura por eso. Ellos podrían haberse inclinado con losdemás, haciendo de cuenta que se ataban los zapatos, pero nolo hicieron. Se mantuvieron de pie por Dios. Cuando el rey losconfrontó, ellos le dijeron: “He aquí nuestro Dios a quien servi-

mos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano,oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos atus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado”(ver Dan. 3:17, 18). En un acceso de ira, fueron echados en unhorno ardiente. El rey miró, asombrado, al verlos caminando

por el horno sin daño alguno. Y cuando salieron del fuego, no

tenían ni siquiera un cabello chamuscado.Mirando fijamente a la secretaria a los ojos, Pavel afirmó: —Dios puede salvarme, si lo deseara. Pero aunque él no lo

hiciera, no voy a asistir a clases los sábados. Prefiero perder mieducación y mi futuro, que traicionar a Dios.

Incrédula, ella dijo:Realmente has perdido la cabeza. Admiro tu coraje y de-

terminación, pero no existe Dios. ¿Qué dios puede salvarte deun régimen comunista? Lo lamento, pero no hay nadie que

pueda salvarte ahora.Obviamente, usted no conoce a Dios respondió Pavel

con tristeza.Al darse vuelta ella para alejarse, sus palabras de desafío y

de negación de la existencia de Dios continuaron resonando enlos oídos de Pavel.

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Señor, ella no me desafía a mí ahora: es a ti a quien estádesafiando. Y realmente fui sincero cuando le dije que no impor-ta lo que me suceda; ya no es importante. Pero, Señor, no dejesque tu nombre sea deshonrado. Yo sé que puedes mostrarle quetú eres un Dios poderoso, y que un orgulloso régimen comunistano es nada comparado contigo.

Mientras Pavel se preparaba para acostarse esa noche, sabíaque su destino sería decidido ese sábado. Pero, ya no se sentía

ansioso respecto del futuro. Todavía sentía el regalo de la pazque había experimentado a partir del momento en que habíarendido sus planes a Dios.

Apoyando su cabeza en la almohada, repitió las palabrasde un salmo favorito:

“En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú,

Jehová, me haces vivir confiado” (Sal. 4:8).A la mañana siguiente, Pavel comenzó su caminata haciala universidad sabiendo que podría ser la última. Ahora, estabamás curioso por ver qué haría Dios, que temeroso por la durarealidad de ser expulsado para siempre.

No tuvo que esperar mucho tiempo. Ahora era la secretaria

de la universidad la que caminaba de un lado al otro, nervio-samente. Apenas lo vio llegar, se apresuró a encontrarlo. Pavelnunca la había visto tan abatida. Su rostro cenizo le daba laapariencia de estar más muerta que viva. Definitivamente, algoandaba mal.

Pavel, ¿conoces a alguien en el Gobierno? le espetó.N o. ¿Por qué me lo pregunta?Sin contestar, ella continuó:¿Conoces a alguien en el Comité Central?No.Entonces, conoces a Ceausescu?No, por supuesto que no. ¿Cómo podría conocer al Pre-

sidente?

¿Estás seguro de que estás siendo honesto conmigo? pre-guntó con ansiedad.

Sí, estoy siendo totalmente honesto. ¿Por qué cree que

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podría conocer a alguien en el Gobierno?Sacudiendo su cabeza con incredulidad, ella susurró más

para sí misma que para Pavel:¡Entonces, sí existe Dios! Durante 21 años he trabajado

en esta universidad. ¡Nunca vi al Gobierno tomar una medidacomo esta!

Explicó: —Esta mañana, la universidad recibió una orden del Go-

bierno con la firma del Presidente, que cancelaba las clases en

sábado para todo el país, comenzando hoy. La carta informabaque el Gobierno estaba cancelando las clases en sábado en unintento de ayudar a la debilitada economía, al conservar energía.Si esta ley hubiera llegado el lunes en lugar de hoy, habrías sidoexpulsado de la universidad por el resto de tu vida. Ninguna

persona pudo haberte salvado. Debe haber un Dios, después de

todo declaró, sin aliento.Pavel sintió como si estuviera parado sobre una nube, amedida que comenzaba a caer en la cuenta del milagro que Dioshabía obrado para su beneficio.

Déjeme compartir una de mis promesas favoritas del librode Isaías pidió Pavel, advirtiendo una ventanita de oportuni-

dad. “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por losríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás,ni la llama arderá en ti. Porque yo Jehová, Dios tuyo, el Santode Israel, soy tu Salvador; a Egipto he dado por tu rescate, aEtiopía y a Seba por ti” (Isa. 43:2, 3).

Sonriendo a la secretaria, Pavel dijo:U na y otra vez he experimentado el cumplimiento de esta

promesa de Dios en mi vida. Pero ahora el versículo que está justo debajo de estos tiene un nuevo significado. Escuche y fíjesesi no está de acuerdo:

“Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable,y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida”

(vers. 4).Explotando de emoción, Pavel dijo:

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¿No es maravilloso? ¡Dios ha dado a nuestra nación por mí!La secretaria, visiblemente conmovida, se dio vuelta abrup-

tamente y se alejó. No había más nada que decir.Al regresar a clases el siguiente lunes, Pavel se dio cuenta de

que la nueva ley no había hecho nada para suavizar al profesor,determinado a enseñarle una lección por no seguir sus reglas de“obsequios”. Cuando Pavel entró en su clase, lo encontró másdeterminado que nunca a salirse con la suya.

¡Sin regalos, no hay clase, Goia!Cada día se volvía más y más enojado por la presencia de

Pavel. Su falta de disposición a ceder a sus demandas no seríatolerada. Esta actitud minaba su autoridad.

Parándose enfrente de la clase, le dio a Pavel el ultimátum:S i te encuentras aquí, conmigo, aunque sea un solo sábado,

puedes continuar con la materia; pero si te niegas, no voy a dejarque tomes tus exámenes.

Luego de una visita al rector, el profesor recibió la ordende admitir a Pavel en su clase. Sin embargo, esto no mejoró lasituación. Cada examen volvía a su escritorio con la calificaciónmás baja. Entonces, el profesor anunció su decisión de terminar

con su alumno, que estaba reprobando. No tenía la intención desacar a Pavel de su lista negra. Pronto se desharía de él.Cuando el rector escuchó la situación de Pavel, no pudo

creer que uno de sus profesores pudiera actuar de una maneratan poco profesional.

¡Esto es imposible! exclamó, incrédulo.Luego de reflexionar sobre la situación de Pavel, le informó

que el asunto estaba fuera de sus manos, y que Pavel tendría queelevar una apelación a la Comisión de Educación del condado.

Ser examinado por la Comisión significaba defender unamateria ante un tribunal, con preguntas tanto orales como es-critas. Muy pocos accedían a pasar por dicho proceso. No soloserían examinados en los temas cubiertos en clase, sino también

de cualquier fuente que los examinadores eligieran. Pavel notenía otra opción. Si quería continuar con su educación, tendríaque presentarse ante la Comisión.

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La fecha designada para el examen de Pavel le dejaba unas pocas semanas para prepararse. Fue a la biblioteca, y se llevó

en préstamo todo el material que pudo encontrar. En el términode semanas, terminó libros de texto diseñados para cursos deun semestre. Capítulo tras capítulo, oró a través de cada libro.

Finalmente, llegó el día. De pie frente a un panel de nota- bles, le hicieron preguntas primero desde un punto de vista, yluego desde otro. En cada pregunta, sintió que Dios bendecía

su mente con comprensión y claridad, permitiéndole contestarcon seguridad. Finalmente, terminó el largo y agotador proceso.El panel de profesionales parecía fascinado con el estudiante

que acababan de examinar:H as contestado cada pregunta a la perfección le asegu-

raron Esta comisión nunca se había encontrado con nadie asíantes. Queremos hacerte una pregunta final, no como parte delexamen sino por curiosidad, al observar tu habilidad de reso-lución de problemas. En Bucarest hemos estado estudiando un

problema con el sistema de cloacas.Luego de explicar el problema en detalle, preguntaron a

Pavel cómo lo corregiría. La respuesta vino a su mente igual quelas del examen. Sin vacilar, explicó la solución al problema. Por

unos momentos, ellos solo lo miraron en silencio. Finalmente,uno de los examinadores comentó:

Los dos mejores arquitectos de Bucarest llegaron a la mis-ma conclusión, luego de estudiar el problema durante seis meses.¡Tú diste la respuesta inmediatamente!

El profesor que había rehusado admitir a Pavel en su clase

tuvo que soportar estar presente en el examen. Luego de felicitara Pavel por sus excelentes respuestas, el panel se volvió al profesor

para hacerle algunas preguntas. Definitivamente, estaba en unasituación delicada. Cuando terminaron de vapulearlo, dejaron

poco para que la imaginación descifrara lo que pensaban de élcomo profesor. Dejó el examen en humillación total.

Sorprendentemente, a partir de ese momento Pavel fue ad-mitido a su clase sin siquiera una mención sobre regalos.

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EN

LA PROSPERIDAD

O EN LA

ADVERSIDAD

Cuando Pavel completó sus primeros dos años de estudio,

Dana y él decidieron que era tiempo de terminar con surelación a la distancia. Tendrían que correr para ubicar

su casamiento entre un semestre y otro: pero, a ellos no les importaba: ¡se iban a casar!

Aceptaron el ofrecimiento del tío de Pavel en Turnu Severinde usar su espaciosa casa para la fiesta de bodas, e hicieron los

preparativos. A partir de ese momento, harían juntos los viajesde Turnu Severin a Bucarest.

Finalmente, llegó el día con el cual venían soñando desdehacía un tiempo. Familiares y amigos que venían de cerca y delejos llenaban la iglesia, ansiosos de celebrar con ellos el feliz día.Cuando Dana comenzó a caminar lentamente hacia Pavel y el

pastor por el pasillo, todos los invitados de la atestada iglesia seesfumaron de la visión de Pavel. La belleza de la joven, ataviadacon su vestido de novia y caminando hacia él, capturó su aten-ción por completo. Con cada paso hacia él, el objeto de sus sueñosse acercaba más a transformarse en una realidad. Por años hahía




soñado con este momento, ¡y ahora lo estaba viviendo! Con susojos fijos uno en el otro, ella se acercó a él y se pararon junto con

el pastor en el frente de la iglesia. Extendiendo su mano haciaella, sus labios le enviaron un silencioso “te amo”, mientras susdedos acariciaban su mano.

Finalmente, Dana había dado el sí. Había aceptado casarsecon él. Si solamente ella hubiera visto la sabiduría del plan dePavel desde el principio, le hubiera ahorrado años de ansiedad.

La falta de interés de Dana en ser su novia en primera instan-cia había sido la principal causa de la consternación de Pavel.Durante toda la escuela primaria, ella había ignorado hasta lastretas más impresionantes de él para impresionarla. Era real-mente un misterio cómo ella había resistido su galanteo durantetodos esos años.

Ahora, parados de la mano ante el pastor, Dana y Pavelsabían que estaban destinados el uno para el otro. Fue una her-mosa ceremonia, a la cual asistieron invitados y familiares dellugar, como así también muchos de los amigos que Pavel habíahecho en Bucarest. En muchos sentidos, la lista de invitados se

parecía a un recital coral.El gobierno comunista había relajado un poco su política

de hierro en contra de la religión, y habían surgido iglesias portodos lados. Durante el año anterior, Pavel había ido de iglesiaen iglesia, formando coros. Varios de ellos se habían hecho fa-mosos, ya que cantaban por todo el continente europeo. En suhonor, varios habían llegado a cantarle a él y a su novia. Sinduda, esta boda tuvo más música coral que cualquier familia

real tuvo alguna vez.Finalmente, el día de festejos y de celebraciones en el hogar

del tío de Pavel llegó a su fin, y los invitados les desearon lo mejor, antes de regresar a sus hogares. Los festejos habían sido másmaravillosos de lo que pudieran haber imaginado. Era realmenteun día que recordarían por el resto de sus vidas.

No habría tiempo para una luna de miel, en ese momento.Tendrían que esperar un corte en las clases de Pavel, pues teníaque estar nuevamente en la universidad a la mañana siguiente.

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EN LA PROSPERIDAD O EN LA ADVERSIDAD

Cuán agradecido estaba por el agradable departamento y el es-

tipendio mensual que su padre había provisto para su educación.Por lo menos, tenían un lugar al cual llamar hogar. Muy pocos podían darse el lujo de continuar su educación sin tener que preocuparse por las finanzas. Se sintieron realmente bendecidos.

Durante varios meses, todo anduvo bien. Pavel continuó ala cabeza de su clase, y Dana se abocó a transformar un depar-tamento de soltero en un pequeño hogar, realzado por el toqueespecial de una mujer. Pavel estaba asombrado por la transfor-mación que había ocurrido. Usando unas pocas cosas simples,Dana había cambiado lo apagado y común en algo delicado yencantador. Cada día que pasaba, crecía su amor el uno por elotro, y por Dios.

Sin advertencia previa, recibieron malas noticias. Al padre

de Pavel le habían diagnosticado leucemia, y su enfermedad lehacía imposible continuar con su negocio. Además de la preo-cupación por su salud, estaba el hecho de que sin su asistenciafinanciera tendrían que reacomodar su presupuesto drásticamen-te. Al poco tiempo, los 2.500 lei que habían estado recibiendomensualmente bajaron a 2.000 lei. Al mes siguiente, solo llegaron

1.500 lei. Como los gastos médicos del Sr. Goia aumentaban ylos ahorros familiares disminuían, también disminuía el dineroque podían enviar a Pavel y a Dana. Sería un desafío terminarlos dos últimos años de Pavel en la universidad. Simplemente, nohabía suficiente dinero para pagar el alquiler y comprar comida.

No añadía a su bienestar el saber que pronto serían padres.

El nacimiento de su primer hijo se produciría en cualquier mo-mento. ¿Cómo suplirían las necesidades de su bebé, si no podíancuidar de sí mismos? Tendrían que confiar en Dios, y hacer lomejor que pudieran.

Unas semanas más tarde, nació Gabriel. Estaban encanta-dos con la nueva adición a la familia, pero las cosas se estabanvolviendo desesperadas. Cada mes, los ingresos declinaban, hastaque estaban en 400 lei por mes. Había días en que no teníancomida. Ninguno de los dos había pasado tanta hambre antes.Algunas mañanas yacían en la cama, demasiado débiles para

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levantarse. Juntos, reclamaban las promesas de Dios de cuidarde ellos.

A menudo, les daba fuerzas pensar en los milagros que Dios

había obrado para la generación anterior a ellos. Recordandouna de las experiencias favoritas de su padre, Pavel dijo:

D ana, permíteme contarte una historia.Acostado al lado de su esposa, mirando el cielorraso, co-

menzó:Tú sabes que la generación de nuestros padres vivió tiempos

muy difíciles bajo el comunismo. A muchos de ellos, permanecerleales a Dios les costó todo lo que tenían. Pero no les importaba, porque sus ojos miraban hacia adelante, a otra recompensa: ho-gares que los esperaban en el cielo. Vivían cada día deseando

presentar a otros a quien había muerto para ofrecerles vida eterna.“Cuando yo era pequeño, mi padre trabajaba duro y mucho,

y ahorraba con cuidado su dinero, para poder tomar algunosdías en su negocio de construcción. Con el dinero que habíaahorrado con cuidado, compraba libros cristianos de proveedoresclandestinos, para vender a los que vivían en aldeas cercanas. Túsabes cuán extremadamente peligroso era compartir o venderlibros religiosos. Hablar a la persona equivocada podía significaruna larga estadía en la cárcel, o una muerte ‘accidental’, como

resultado de una golpiza. Pero, las buenas nuevas eran demasiado buenas para guardárselas: tenían que compartirlas.

“Mi padre y su amigo Bennie con frecuencia salían juntoscomo un equipo, en expediciones de venta de libros religiosos.Recorrían rápidamente una aldea antes de que oscureciera, yluego se deslizaban hacia los bosques cercanos para protegerse,

antes de que las autoridades, debidamente alertadas, tuvierantiempo de comprobar si era cierto que estaban vendiendo libroscristianos.

“Con frecuencia, caminaban toda la noche por entre elespeso bosque, a fin de estar listos para entrar en otra aldea a lasiguiente nochecita. Por lo general, se quedaban sin comida y

dinero antes de que estuvieran listos para volver a sus hogares.Cuando estaban exhaustos, dormían en el bosque, lo más có-

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modos que podían. Pasar la noche en el bosque con frío y ropas

húmedas era miserable: pero, ellos perseveraban, con el deseoconstante de que alguna persona más pudiera disfrutar de laeternidad, como resultado de su sacrificio”.

Volviendo su rostro hacia Dana, continuó: —En una de esas misiones para Dios, Bennie y mi padre

habían compartido incansablemente pueblo tras pueblo. Habían pasado varios días desde que se habían ido de sus hogares, y loúltimo que habían comido había sido hacía tres días. También,habían gastado todo el dinero. Se apresuraron, sintiéndose can-sados, hambrientos y gozosos al mismo tiempo. Había valido la

pena el sacrificio, pues se habían abierto varias oportunidadesdelante de ellos para hablar de Jesús, a quien amaban de todocorazón. Sus dos mochilas, al principio repletas de libros, ahora

estaban casi vacías. Muchas personas ahora encontrarían unsentido para sus vidas.

“Mientras caminaban por el bosque a la luz de la luna, re-cordaron las providencias de Dios en su expedición misionera.Para mantenerse orientados, caminaban paralelamente a loscaminos de montaña. Luego de andar cierta distancia, llegaron a

un barranco profundo en la montaña. La única forma de cruzaral otro lado era a través de un puente para peatones, hecho decuerdas y tablas. Era viejo y desvencijado, pero realmente nohabía otra forma de llegar al otro lado, sin tener que tomar unaruta alternativa muy larga y que daba un rodeo.

“Con cuidado, observaron detenidamente el camino en

ambas direcciones, para ver si había otros viajeros que pudierandescubrirlos. Cuando vieron que todo estaba despejado, se apre-suraron a cruzar el puente. Con todo el cuidado que pudieron,caminaron con sus mochilas, tratando de mantener la cadencianecesaria para atravesar el gigantesco puente de cuerdas. Con-tinuaron compartiendo sus experiencias mientras se apurabana llegar al otro lado. Mi padre iba adelante, y Bennie lo seguíade cerca.

“En la mitad de una frase, Bennie gritó :‘¡Detente!’ Mi padrequedó petrificado. Sin animarse a moverse, movió lentamente

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la cabeza hacia Bennie. ¿Qué pasa?’, preguntó ansiosamente.‘Mira hacia abajo’, llegó la débil respuesta. Mi padre miró haciaabajo. Su pie de adelante estaba apoyado en una de las tablas,

pero su pie de atrás estaba apoyado sobre nada: solo el aire.Estaba parado sobre el puente completamente apoyado, comosi todas las tablas estuvieran en su lugar.

A la luz de la luna, pudo ver el fondo del profundo abismode montaña debajo de él. Siendo su pie delantero la única partede su cuerpo apoyada en el puente, su corazón comenzó a latir

alocadamente. Dándose vuelta, miró cuidadosamente el agujerocreado por la tabla fágante. Era más o menos cuatro y medio piesde ancho. En silencio, tanto él como Bennie miraron la brecha enel puente que los separaba. Ahora, Bennie se dio cuenta de queél todavía tenía que encontrar una forma de cruzar la brecha.Sacándose su mochila vacía, se la arrojó a mi padre, quien aho-

ra estaba parado del otro lado de la brecha. Avanzando varios pasos hacia adelante para despejar una zona de ‘aterrizaje’, mi padre esperó, casi sin aliento, a que Bennie saltara la brecha enel puente.

“Con un enorme salto, Bennie voló a través de la brecha,haciendo que, en respuesta, el viejo puente se balanceara violen-tamente. Cuando el puente dejó de sacudirse de arriba abajo yde atrás hacia adelante, con cuidado continuaron hasta el otrolado. Una vez que sus pies estuvieron de nuevo en tierra firme,alabaron a Dios por salvarlos de una muerte segura. Juntos, re-

pitieron las palabras del Salmo 91: ‘Pues a sus ángeles mandaráacerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manoste llevarán para que tu pie no tropiece en piedra’ (vers. 11, 12).

“Ciertamente, Dios había enviado a sus ángeles para po-ner sus manos bajo los pies de sus mensajeros de misericordia.Mi padre me contó que mientras viva, nunca olvidará cómo sesiente estar parado sobre las manos de los ángeles en medio dela noche, suspendido sobre un abismo profundo.

“Luego de una hora de caminar y de hablar sobre el mila-

gro que Dios acababa de obrar en su favor, se inspiraron en las punzadas de hambre provocadas por tres días de ayuno, para

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elevar otra oración: ‘Señor, si puedes sostenemos en las manos delos ángeles, seguramente puedes ayudamos a encontrar algo de

comida. Nos sentimos débiles y cansados. Por favor, ayúdanos aencontrar algo de comida, para que podamos llegar a la próximaaldea’. Aunque no podían ver la respuesta, agradecieron a Dios

por su amor y cuidado al atravesar el bosque.“De repente mi padre sintió que su cabeza golpeaba contra

un objeto grande, que se balanceaba desde una soga atada a un

árbol. Meciéndose en la soga había un pan grande, redondo, deltamaño de un homo. Una vez más, agradecieron a Dios por talabundancia de comida. El pan gigantesco fue más que suficiente

para satisfacer dos estómagos muy vacíos.“Como ves, Dana, a veces hay que esperar. Pero, Dios nunca

nos olvida en nuestra hora de necesidad —aseguró Pavel, termi-

nando la historia”.Juntos, oraron pidiendo fuerza y sabiduría para saber quédebían hacer.

Sin dinero para pagar el alquiler, se vieron obligados a mu-darse a la casa de un pariente. La convivencia con ellos resultóen una situación muy tensa. Luego de algunas semanas, cuandolas cosas se volvieron insoportables, algunos amigos vinieron en

su rescate, ofreciéndoles una parte de su casa como refugio, hastaque pudieran encontrar algo más. Aunque estaban agradecidos,seguían sin tener dinero para comprar comidapara ellos y el

pequeño Gabriel. Cada tanto, Pavel salía a la calle a juntar latas, para poder comprar leche para su bebé. Pero, nunca sobrabadinero para él y para Dana. Estaban desesperados.

Recordó los 40 lei que había separado para el diezmo delos últimos 400 lei que había enviado su familia, y decidió quetenían que tener algún alimento. Tomaría prestados los 40 leide Dios, y los devolvería cuando recibiera los próximos 400 lei

por correo. Estaban desesperados de hambre. Seguramente,Dios entendería.

Las buenas noticias eran que el Sr. Goia parecía estar ha-ciendo verdaderos progresos en su lucha contra la leucemia. Elconteo de sus glóbulos rojos había vuelto casi a la normalidad,

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O H M A S R O TRAS OTRO

hego de diez meses de tratamientos naturales. El médico per-manecía optimista pero cauto, y le aconsejó no retomar ninguna

actividad cansadora hasta que su cuerpo ganara fuerzas.Sin embargo, el Sr. Goia tenía un negocio de miel, que no podía esperar unas semanas más. Si iba a ubicar sus colmenas para esa estación, tenía que hacerlo en ese momento. Cargó 85colmenas en un camión, y viajó varias horas hasta las montañas,donde los abundantes campos de trébol le habían provisto demiel de alta calidad en el pasado. Luego de descargar la últimacolmena se acostó, exhausto, en el césped, para descansar unosminutos. Nueve horas más tarde, se despertó húmedo y frío, ysintiendo que tenía fiebre, regresó a su hogar. En su débil condi-ción había contraído neumonía, por dormir sobre la tierra fría yhúmeda. Su cuerpo tenía pocas fuerzas para luchar, luego de sularga batalla contra la leucemia. En cinco cortos días, su valiente

lucha por la vida concluyó.Su vida había sido vivida como un verdadero campeón.

Había permanecido fiel a Dios enfrentando amarga oposición.Ahora descansaba, en la bendita esperanza del pronto regreso delSalvador. Su nombre sin duda estará entre los fieles que esperanrecibir la corona de vida eterna.

Al regresar del funeral, Pavel y Dana se sintieron tristesy desesperanzados como nunca antes. La mudanza a la casade sus amigos no había resultado mejor que con los familiares.Desesperados, aceptaron vivir en el ático de un miembro deiglesia. Esto hubiera sido malo en cualquier época del año, peroera mitad del verano ¡y hada mucho calor! El aire en el ático era,

simplemente, agobiante, y era casi imposible dormirse con susropas pegadas a sus cuerpos transpirados. Al pequeño Gabrielno le importaba hacerles saber que tampoco estaba complacidocon la vivienda. ¿Qué iban a hacer? ¿Cuánto más tendrían quevivir en estas condiciones imposibles?

Para aumentar la miseria de Pavel, su conciencia no le dejaba olvidar el dinero que había gastado y que pertenecía a Dios.Había planificado devolverlo con el dinero que llegaría al messiguiente. Sin embargo, el dinero no había llegado y no llegaría

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más. Con la muerte de su padre, llegó el final de cualquier es-

peranza de recibir dinero de su casa. Nubes oscuras lo seguían a todos lados. Seguramente Diosestaría castigándolo por usar su dinero. La pequeña familia Goiahabía llegado al final de sus recursos. ¡Los votos que había hechoel día de su boda habían resultado “en la adversidad”, y no “enla prosperidad”! Parecía como si Dios los hubiera olvidado.

En el ático, caliente y pegajoso, Pavel y Dana se arrodillarony pidieron a Dios que los ayudara a saber qué hacer. Le “recor-daron” que él había prometido no abandonarlos ni olvidarsenunca de ellos. Le pidieron el valor para permanecer leales a él,mientras esperaban su respuesta. Cuando terminaron de orar,estuvieron de acuerdo en no contar a nadie sobre su necesidad.¿Por qué lo harían? Ya habían entregado el problema a Dios.

Al entrar en la iglesia, fueron saludados cálidamente porTitus, uno de los ancianos de la iglesia.

Pavel, ¿puedo hablar contigo un minuto?Curiosos, siguieron a Titus hasta una esquina de la iglesia.

Mirándolos detenidamente, el hombre, ya de edad, comenzó:H ace unos días tuve un sueño. En mi sueño, ustedes venían

a mí llorando. Cuando les pregunté por qué estaban llorando,me dijeron que no tenían un lugar donde vivir.

Haciendo una pausa, por un momento, para estudiar losrostros de la joven pareja que tenía adelante, Titus preguntó:

¿Es verdad? ¿Han estado orando por un lugar donde vivir?Sí, es cierto. No tenemos dinero, y hemos estado viviendo

en un ático caluroso durante las últimas semanas.Bien, ahora sé por qué Dios me dio ese sueño. Verán, tengoun lindo departamento en una agradable parte de la ciudad, queestá vacío. Mi esposa y yo vivíamos allí hasta que ella fallecióhace un par de años. Nadie ha vivido allí desde entonces. Estácompletamente amoblado, y queda cerca de uno de los centroscomerciales más grandes de la ciudad. Creo que estarán muycómodos allí, luego de limpiarlo un poco. Si están dispuestosa limpiarlo y a pagar los servicios, pueden vivir allí sin costoalguno, mientras estés en la universidad. ¿Qué les parece?

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Una lágrima de alegría corrió por la mejilla de Dana, encontestación a su pregunta. Juntos, le agradecieron por su ma-

ravillosa oferta en contestación a sus oraciones.Espero que disfruten del culto hoy dijo el anciano con un brillo en sus ojos, mientras se volvía para entrar en el templo.

No hubo necesidad de convencer a Dana para que comen-zara a empacar sus cosas en el ático. Aunque ciertas criaturasse habían mudado al departamento vacío sin invitación alguna,una vez más tenían un verdadero hogar.

Luego de una larga semana de limpiar el departamento,finalmente quedó inmaculado. Era maravilloso tener un lugardonde vivir. Pero, seguían sin tener comida. Seguramente, Diosno había olvidado su otra necesidad. El darse cuenta de que elSeñor había enviado un sueño a un miembro de iglesia para

proveer para ellos un lugar donde vivir, los animó a continuar

confiando.Los días se volvieron semanas con casi ningún alimento, y

experimentaron hambre como nunca habían tenido. Las pocaslatas que Pavel podía vender apenas mantenían a Gabriel sin

pasar hambre, pero no hacían nada para aliviar las punzadas ensus estómagos. Ahora comenzaban a tener mareos, como resulta-

do de estar días sin comer. ¡Se estaban muriendo de hambre! Laúnica manera de conseguir un alivio temporario era acostarse yesperar a que el mareo pasara. ¡Algo tenía que suceder, y pronto!

Pavel comenzó a orar un día, caminando a su casa desdela universidad:

“Por favor, perdóname por usar tu dinero. Te prometo que si

me ayudas a reponer tu dinero, nunca más usaré un solo centavodel dinero del diezmo para mí, aunque me muesra. A partir dehoy, seré fiel”.

Continuó orando mientras caminaba el resto de los docekilómetros que distaba la universidad de su departamento. An-siaba tener paz con Dios tanto como deseaba alimento.

Al llegar a su departamento, encontró una carta de su casa

esperándolo. Adentro había 50 lei. ¡Qué repuesta a su oración:dinero para alimentos! A pesar de su hambre extrema, decidió

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mantener su promesa. Debía 40 leí del dinero que había to-mado prestado previamente, y 5 lei por el diezmo de los 50 lei

que acababa de recibir. Tomando 45 lei del sobre, los envió porcorreo al tesorero de la iglesia, antes de tener tiempo de tentarsea racionalizar y pensar en devolver el dinero más adelante.

Solo le quedaban 5 lei. Dana y él caminaron hasta el al-macén. Compraron algo de pan y algo de yogur, pues eran losalimentos más baratos que pudieron encontrar para mantenerse

con vida. Era una bolsa muy pequeña de comestibles, pero ambosestaban complacidos de haber devuelto el dinero de Dios.Un par de días más tarde, cuando Pavel caminaba hacia

su casa desde la universidad, decidió tomar un pequeño atajo através de uno de los parques de la ciudad. Sin tomar en cuentasu entorno, oró y lloró cada cansado paso de su camino a casa.

Sorprendido al escuchar su nombre, se dio vuelta, y vio a unhombre muy anciano sentado en un banco del parque.

Pavel, ¿cómo estás? preguntó.Estoy bien.N o pareces estar bien: estás llorando. Tú no me conoces,

pero yo sí te conozco. Cada semana te veo cantando en el coro.Soy un abogado jubilado de 92 años, que me siento en la con-

gregación y disfruto de tu canto cada semana. Ahora dime adónde vas.

Cam ino a mi casa, desde la universidad. —¡Es un largo camino para hacerlo caminando todos los

días! No tienes dinero para el autobús, ¿verdad?N o hay problema; no me importa caminar.

N o te ves bien; te ves miserable. Por favor, siéntate por unminuto, que quiero hablar contigo. He estado considerando ayu-dar a alguien con mi dinero, y he estado esperando a que Diosme señale alguien que realmente lo necesite. Creo que acaba dehacerlo. Esto es lo que voy a hacer por ti. Te voy a dar 500 leicada mes, hasta que termines la universidad. También, tengo un

traje y un sobretodo muy caros, que ya no uso, y quiero que lostengas. Quizá no los necesites ahora, pero lo harás el próximoinvierno comentó, con una sonrisa.

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Cuando intentó agradecer a su amable benefactor, aprendióuna última lección de sabiduría. Muy solemnemente, el ancianocaballero mencionó:

Necesitas recordar que cuando tengas algo de dinero,siempre debes compartir con otros que lo necesiten. Verás, eldinero no nos pertenece a nosotros realmente, únicamente loadministramos para Dios.

Pavel sintió como si tuviera aire bajo sus pies durante el restodel camino a su casa. Sabía que su esposa estaría de acuerdo en

que las cosas estaban tomando el rumbo de “en la prosperidad”.

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EL SOBRINO DEL

PRIMER MINISTRO

Era el día de la graduación. Gracias a la bendición de Diosy a diligentes horas de estudio, Pavel pasó a recibir sutítulo como estudiante de honor. Ciertamente, Dios lohabía bendecido en cada paso del camino. Dios no solamenthabía cambiado la ley de clases en sábado para él, sino tambié

le había otorgado la misma agudeza mental en cada una desus materias, tal y como lo había hecho con los fieles hebreosen Babilonia. Pavel tenía las calificaciones más altas de todoslos estudiantes de Ingeniería. El sabía que nunca habría estadoen una posición tan honorable de no ser porque la providenciadivina intervino en su favor.

Sin embargo, sus esperanzas de comenzar una carrera comoingeniero terminaron antes de siquiera tener la oportunidad decomenzar. Aunque se graduó a la cabeza de su clase, el Gobiernoconsideraba su afiliación religiosa como una amenaza para laseguridad, debido a la naturaleza estratégica de los proyectosque empleaban ingenieros.

Desilusionado, pero no derrotado, Pavel decidió intentar la pintura de casas, como ocupación. Pero, antes de que pudieraensuciarse bajo las uñas con la pintura, se dio cuenta de que esono era lo suyo. Necesitaría explorar otras opciones.

Siendo que había trabajado como fotógrafo de tiempo par-




cial durante sus últimos dos años en la universidad, decidió quele gustaría más operar un laboratorio fotográfico. Revelar rollos

a mano era un trabajo lento y tedioso. El proceso requería queel film fuera sumergido a mano en la solución precisa duranteel tiempo exacto, para que el color se viera brillante y claro.Al poco tiempo, se había vuelto muy competitivo en relacióncon otros laboratorios fotográficos. En solo unos meses, estabaganando aproximadamente el triple del salario que ganaban losnegociantes mensualmente.

El dinero era bueno, pero se comenzó a cansar de sacarfotos en casamientos y fiestas. Tratar con clientes ebrios no eradivertido. La noche de la fiesta, los participantes requerían unafoto de todo. Al día siguiente, la sobria realidad los asombraba:las fotos eran costosas. Luego de revelar los negativos de todoun evento nocturno, Pavel podía vender solo unas pocas fotos.

Con frecuencia, se desperdiciaba mucho tiempo y materiales.Trabajar sin cobrar se volvió casi algo rutinario. Tendría quemantener sus ojos abiertos, para entrever otra oportunidad.

Los administradores de la Asociación de la iglesia en Ru-mania comenzaron a apoyarse más y más en sus habilidades deliderazgo, y su largo entrenamiento musical lo convertía en el

hombre del momento para las iglesias que deseaban comenzarcoros. También, su amor por los niños y sus actividades lo con-virtieron en un dirigente juvenil natural. Cuando se organizabaun campamento a las montañas o un viaje al M ar Negro, lo lla-maban para ayudar con la organización. Debido a la respuesta

positiva que la iglesia recibía de parte de la juventud, lo llamabanconstantemente.

Su siguiente pedido de liderazgo musical provino de Caransebe§, una ciudad en el oeste de Rumania. Esta iglesia te-nía mucho talento musical, y solamente necesitaba un poco decoordinación. Durante varias semanas él viajó hacia el oeste losviernes de tarde, para unirse a la iglesia durante el fin de semana.Luego de varias semanas de tratar de estar en dos lugares a la

vez, Pavel y Dana decidieron que sería mejor mudar el negociofotográfico a Caransebes.

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EL SOBRINO DEL PRIMER MINISTRO

El momento de su mudanza no pudo haber sido más perfec-

to. Al poco tiempo de su mudanza, el pastor local fue transferidoa otra iglesia. Pavel añadió, a sus previas responsabilidades comoorganizador del coro, las de pastor laico, responsable de jóvenesy evangelista. Todo marchaba bien. La iglesia estaba en auge, yel negocio de fotografía estaba haciendo una buena ganancia.

Debe de haber una maneta mejor de ganarse la vida, pensó Pavel unamañana, cuando regresó a su hogar luego de estar en una fiestacon un grupo de ebrios bastante difíciles. Invitando a Dana a quese le uniera, Pavel comenzó a orar a fin de que si era su voluntadque iniciara otra línea de trabajo, Dios abriera otra puerta.

Conociendo su frustración, algunos amigos de la iglesia losanimaron a comenzar un negocio de confección de indumenta-ria. Podían ganarse la vida muy bien en su propio hogar, y evitar

la frustración de fotografiar fiestas a altas horas de la noche. APavel le parecía un verdadero progreso.

“Dios, si este es el negocio que quieres que iniciemos, quenos quede claro. Si no podemos ver claramente tu dirección, no

pensaremos más en esto”, oraron.Si habrían de comenzar un negocio de costura, lo primero

que necesitarían sería una gran provisión de materiales. Definiti-vamente, se necesitaría un milagro para poder comprar materialen una de las fábricas de tela de Bucarest. La economía estabaen crisis. Había escasez de todo. Las estanterías en los negociosestaban desnudas. Se podían ver largas filas de personas en lascalles, esperando a que llegara un cargamento. En tiempos des-

esperados como ese, era generalmente imposible que un nuevocliente pudiera comprar materiales al por mayor, directamentede las fábricas.

No era la mejor época del año para caminar de fábrica enfábrica en Bucarest, preguntando por materiales. El inviernoestaba comenzando y, con frecuencia, caía nieve y aguanievedurante semanas enteras. A veces, un poco de nieve se mezcla-

ba con la lluvia, generando nieve semiderretida. Esto causabamayor incomodidad a los peatones, es decir, a casi todos. Sim-

plemente, no había suficiente dinero para comprar un auto o

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para tomar el autobús. Caminar era la única opción, para lamayoría.

Al llegar a Bucarest, Pavel tomó nota de las direcciones delas catorce fábricas textiles. Caminó hasta la más cercana, yentró en la oficina esperando negociar por materiales. Ubicó laoficina del gerente de ventas, y pidió una cita. Cuando el gerentedescubrió la razón de su visita, informó a Pavel que estaba en eldepartamento incorrecto para abrir una cuenta al por mayor;tendría que hacer una cita con el gerente del depósito. Sin em-

bargo, esa persona ya se había retirado por ese día. No habíanada que pudiera hacer, sino esperar hasta el día siguiente.

A la mañana siguiente, Pavel llegó temprano, esperando poder ver directamente al gerente del depósito. Cuando abrió laoficina, la secretaria le informó que el gerente estaría ocupado

por un tiempo. Si quería hablar con él, debía esperar un ratito,

hasta que se desocupara. El “ratito” resultó ser toda la mañanay parte de la tarde.Luego de escuchar el pedido de Pavel durante solo un par de

minutos, el gerente del depósito también le informó que estaba enel lugar incorrecto para abrir una cuenta al por mayor. Tendríaque ver al gerente de operaciones. Pidiendo en oración un espí-

ritu paciente, Pavel ubicó la oficina del gerente de operaciones..., para enterarse de que no estaba trabajando ese día. El gerentetenía una reunión a la mañana siguiente, pero posiblemente

podría verlo a la tarde. Esto era desalentador. No obstante, notenía elección, sino esperar la cita de la tarde.

A la siguiente tarde, Pavel fue guiado hasta la oficina delgerente de operaciones. Luego de escuchar su pedido, le informórespecto del desabastecimiento en todo el país, lo cual hacíaimposible que la fábrica pudiera cumplir con los pedidos queya tenía. Simplemente, no había suficiente material para ello.

L o siento, tendrá que intentar con las otras fábricas. He perdido tres días, para enterarme de que no hay material disponible,

murmuró Pavel para sí mismo, mientras caminaba por la gélida

aguanieve. Bucarest era una ciudad grande y extendida. Se ne-cesitaba mucho espacio para acomodar sus negocios, fábricas,

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y a 2,5 millones de estudiantes. El hecho de que las fábricas

estuvieran en diferentes partes de la ciudad no hacía las cosasmás fáciles.Cansado, mojado y miserable, llegó a la oficina de la siguien-

te fábrica. Todo el proceso comenzó de nuevo. Recorrió oficinatras oficina, a menudo con largas esperas entre medio. Luego dedos días dando vueltas, estaba otra vez en la calle, comenzandouna caminata de más de 3 kilómetros hasta la siguiente fábrica.

Luego de tres largas semanas de caminar las calles de Bucarest bajo la lluvia y el aguanieve, había sido rechazado portrece de las catorce fábricas. Desanimado totalmente, llamóa Dana diciéndole que se volvía. Era inútil perder más tiempocaminando a través de la ciudad hacia una fábrica más, que sinduda lo trataría de la misma manera como en cada una de las

otras. Dana lo alentó a no darse por vencido sin por lo menosintentar la última fábrica. Pavel estuvo de acuerdo; aunque nomuy convencido.

Sus pies casi no se levantaban del pavimento mojado y losarrastraba al avanzar, sintiéndose frustrado porque su plan

para un nuevo negocio había sido meramente un sueño im-

posible. Sin suficientes materiales, un nuevo cliente no teníamucha oportunidad.

Para cuando llegó a la última fábrica, su ánimo reflejaba elclima existente. Se sentía miserable, y no iba a fingir otra cosa.Luego del tiempo de espera, fue a la oficina de la supervisorade la planta. Al entrar en la oficina, comenzó el discurso que

había estado practicando mientras caminaba tres kilómetros bajo la helada lluvia.He venido a comprar materiales para mi nuevo negocio

de confecciones. Pero, estoy seguro de que no me venderá nada.¿Por qué lo haría? ¡Nadie más está dispuesto a venderme! Hecaminado bajo la lluvia helada y la nieve durante las últimas tressemanas, esperando en línea para hablar con distintas personas,algunas de las cuales ni siquiera existen, solo para que se meinformara que no hay material disponible. No estoy de ánimo

para que me paseen por todos los gerentes de su fábrica hoy. Así

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que, no me haga perder tiempo. Sencillamente, dígame ahoraque no me venderá material y me voy a ir por esa puerta de lamisma forma que entré.

La sorprendida supervisora de planta no pudo evitar ver la parte graciosa en el cuadro del joven miserable parado enfrentede ella, con un discurso de ventas igualmente miserable. Paracuando el discurso llegó a su fin, su sonrisa se transformó en risa.

¿Quién eres y de dónde vienes? preguntó, todavía riendo.N o tiene importancia, ¿verdad? Ambos sabemos que no me

dará ningún material, entonces, ¿para qué quiere saberlo? Le dijeantes que quiero comenzar mi propio negocio, pero usted no meestaba escuchando. ¡Nadie nunca escucha! ¿Por qué lo harían? ¡Noles importa de nadie, sino de ellos mismos! Por eso, no me sorpren-dería que usted no haya estado escuchando, ¿por qué lo haría?

Por favor, cálmate por un minuto y respira. Realmente,

tengo curiosidad por saber de dónde vienes dijo ella, todavíasonriendo y haciéndole un ademán para que sentara.Ignorando su invitación, él respondió:Soy del sur.Bien, pero ¿qué parte del sur?Soy de Turnu Severin.

Los ojos de la mujer se abrieron con interés.Allí crecí. Me fui hace 27 años, y nunca más he vuelto.Cuéntame cómo andan las cosas por allá preguntó.

Convencido de que su tiempo estaba siendo desperdiciadouna vez más, Pavel respondió con poco ánimo:

Todo anda bien.Dime tu nombre insistió ella.

—Mi apellido es Goia.¡Oh! Qué bueno encontrarte. ¡Mi apellido también es Goia!

¿Cuál es el nombre de tu padre?Su nombre es igual que el mío: Pavel.¡Q ué interesante! Somos parientes. Tu padre es mi primo.

Ahora, empecemos todo de nuevo. Por qué no te sientas, y me

cuentas qué deseas y cuál es tu problema ^prosiguió ella, conuna sonrisa.

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Sintiendo que finalmente alguien estaba escuchándolo, Pa

vel se relajó en la silla que se le ofrecía.Comenzando con su experiencia en la primera fábrica, ledetalló cada desilusión que había experimentado durante las tresúltimas semanas. Cuando terminó, ella entendió perfectamente

por qué se sentía tan desanimado. —Sr. Goia, este es tu día de suerte. Mi novio es el primer

ministro de Rumania. Quédate sentado por un par de minutos.Creo que podemos solucionar tu problema enseguida —declarócon aire de confianza.

Levantando el teléfono, marcó la línea directa del PrimerMinistro. Luego de intercambiar saludos agradables, el tono desu voz cambió. Como únicamente puede hacerlo una mujer almando de una relación, le planteó un ultimátum contundente:

Te estoy enviando a mi sobrino, para que te vea. Si quieresverme esta noche, es mejor que lo atiendas bien. Si lo atiendes

bien, te haré un hombre feliz. Pero si no lo haces, ¡nunca máste hablaré!

Claramente motivado, el Primer Ministro le dijo que loenviara enseguida al edificio de Gobierno con el chofer de ella,

y que lo estaría esperando. Luego de agradecer a su benefactora,Pavel se fue con el chofer.El Primer Ministro lo invitó a sentarse y a explicarle su

problema. Luego de escuchar el dilema de Pavel, dijo:Creo que podemos solucionar esto sin mayores dificultades.Levantó el teléfono y llamó a las fábricas, una por una,

informándoles que estaba enviando a su sobrino con un camióncon acoplado, para seleccionar materiales de la mejor calidadque tuvieran.

Si quieren mantener su trabajo, le darán lo que desee. Si nolo satisfacen completamente, mañana estarán buscando otro em-

pleo. ¿Estoy siendo claro? sentenció, sin vacilaciones en su voz. Es impresionante lo que puede hacer un llamado telefónico, pen-

só Pavel, tratando de no aparentar estar tan paralizado por lasorpresa. Agradeció al Primer Ministro, y se unió el chofer delGobierno para visitar cada una de las fábricas. Fue sorprendente

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la diferencia en la forma en que lo recibieron esta vez. En cadafábrica, los gerentes lo estaban esperando. Parecían ansiosos demantenerlo sonriente. Fue llevado a lugares especiales en los

depósitos, donde estaban los materiales más finos listos paraser exportados. Pavel estaba en éxtasis mientras elegía entremateriales que la mayoría de los rumanos nunca habían vistosiquiera, y menos comprado. Estos materiales eran muy valiosos,

para mantenerlos dentro de Rumania. Siempre se exportaban,y ahora él estaba cargando un camión con acoplado repleto de

ellos. Por la respuesta que recibió en cada fábrica, Pavel dedujoque los gerentes disfrutaban de su empleo actual. Ciertamente,hicieron todo lo que estaba a su alcance para agradar al “sobri-no” del Primer Ministro.

Luego de hacer su selección final en el último depósito, elenorme camión estaba cargado con más de 52 mil metros de los

mejores materiales disponibles en cualquier lugar. Sintiéndosehumilde ante la providencia de Dios, le agradeció repetidamente,mientras avanzaban con la preciosa carga.

¿Qué pensaría Dana cuando viera un camión con acopla-do del Gobierno detenerse frente a su propio jardín? El PrimerMinistro, incluso, había pagado el flete de 750 kilómetros desdeBucarest a Caransebes. Pavel estaba muy agradecido porqueDana insistió en que no volviera hasta preguntar en la últimafábrica. Estaba complacido porque la fe de Dana había perma-necido fuerte, cuando la suya había sido “empapada” por unacaminata de tres semanas bajo la lluvia.

Los Goia compraron equipamiento usado, y estaban enmarcha otra vez. Desde el comienzo, experimentaron la ben-

dición de Dios. El negocio creció rápidamente, permitiéndolescontratar a miembros de iglesia que habían perdido sus empleos

por guardar el sábado. Pavel ahora tenía dos trabajos de tiempocompleto: estaba administrando un negocio floreciente y traba-

jaba como pastor laico. No tenía que preocuparse por saber quéhacer en su tiempo libre.

Casi de la noche a la mañana, el nuevo negocio de confec-ciones comenzó a prosperar. Las ganancias mensuales estaban

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excediendo ahora los 500.000 lei. Este es buen dinero en la economía

de cualquier país, pensó Pavel para sí mismo, mientras convertíalos lei en dólares. La ganancia del mes pasado Jue de 500 mil lei... Eso es más de 55 mil dólares. Dios los estaba bendiciendo mucho másde lo que pudieran haber imaginado.

Justo cuando pensaban que no les podía ir mejor, recibieronel ofrecimiento más lucrativo de sus vidas. Una gran empresa deAlemania había estado siguiendo el crecimiento de su negocio,como así también la calidad de sus productos. Les ofrecieron 2millones de lei por mes, para hacer una fusión con su empresa.

Los miembros de la familia Goia oraron juntos, para queDios les mostrara su voluntad respecto de esta oportunidad denegocios, que esperaba su aceptación. A la mañana siguiente,Pavel se levantó un poco más temprano de lo normal, con la

intención de buscar la sabiduría y la guía de Dios. Directamente,no podía avanzar con una decisión tan importante sin sentir la

paz de Dios. Luego de orar fervorosamente, decidió esperar hastaque pudiera vislumbrar la dirección de Dios.

La respuesta a sus oraciones llegó de la manera más ines- perada. A la nochecita siguiente, el secretario ministerial de la

Asociación local lo visitó, invitándolo a convertirse en un pastorde tiempo completo. Los administradores de la Asociación sabíanque significaría un sacrificio increíble para Pavel el reducir susingresos mensuales de 500 mil lei a 2.600 lei. No sabían nada dela oferta de 2 millones que esperaba por su aceptación. Sabiendoque sería una decisión difícil, le pidieron que orara al respecto.

Con fervor, Pavel y Dana pusieron su futuro delante delSeñor. Cuando llegó la mañana, ambos sabían que Dios losestaba llamando al ministerio de tiempo completo. Luego deaceptar el cargo de pastor, llamaron a la compañía en Alemaniacon el fin de explicar la razón del rechazo de su generosa oferta.Liquidaron rápidamente su negocio, para dedicar su tiempo ysus talentos al servicio de Dios.

Tenían un obstáculo más que sortear, si iban a ministrareficazmente a los miembros de iglesia sufriendo de opresión ex-trema y pobreza. Sus feligreses nunca se relacionarían con ellos,

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si continuaban viviendo en su hermosa casa repleta de los muebles más finos. También tendrían que vender su automóvil de

lujo y movilizarse en uno de los autos tipo caja de fósforos, quela mayoría de la clase trabajadora estaba sumamente agradecidade tener. Tendrían que vivir como los demás. En pocas semanas,habían renunciado a casi todo lo que poseían. Sin mirar atrás,a lo que el mundo podía ofrecerles, avanzaron hacia adelante,agradecidos por el privilegio de servir.

Al poco tiempo de comenzar sus responsabilidades pastora-les, recibieron un llamado de la Asociación con un pedido espe-cial. No habían podido encontrar a nadie dispuesto a arriesgarsea las consecuencias de transportar un cargamento grande deBiblias desde Bucarest hasta los pueblos que rodeaban el distritode Pavel. Completamente familiarizado con el contrabando deBiblias por sus experiencias anteriores, Pavel aceptó la tarea.

Sería un emprendimiento emocionante, con su pequeñoauto tipo caja de fósforos que tenía agujeros en el piso que de-

jaban pasar el agua del camino. Su familia pronto aprendió alevantar los pies cuando se aproximaban a un charco en el ca-mino. El otro desafío era el espacio. ¿Cuántas Biblias entrabanén su pequeño auto? Con una oración en su corazón se dirigió

a Bucarest.Al llegar al edificio donde estaban almacenadas las Biblias,

rápidamente cargó su pequeño auto. Con cuatrocientas Bibliasenvueltas en frazadas, la suspensión de su auto estaba tocandofondo. Sin detenerse a descansar, inmediatamente partió deregreso. Sería una larga noche sin dormir pero, con la ayuda

de Dios, lo lograría.Cuando el cargamento de Biblias estuvo seguro en su casa,

pudo respirar aliviado, por no haber sido detenido en alguno delos puntos de registro a lo largo de la ruta. Había varios cientosde Biblias en Bucarest que esperaban ser transportadas, volvióal asiento del conductor, para hacer otro viaje. Una vez más, el

pequeño auto fue cargado hasta el doble de su capacidad. Denuevo, con cuidado, envolvió su carga de contrabando con fra-zadas. Si lo detenían, estaría en verdaderos problemas.

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Su viaje de regreso fue más difícil, luego de manejar dos

días y una noche sin detenerse a descansar. Sus ojos, cansados, pedían un par de horas de sueño. Pero, él continuó sabiendo queel manto de la oscuridad era el mgor amigo de su cargamentoilegal. Luego de unas horas de manejar, su agotado cuerpo co-menzó a dejar de funcionar bien, y se quedaba dormido mientrasmanejaba. Trató desesperadamente de mantenerse despierto.

Unos pocos kilómetros más adelante abrió sus ojos, para verel guardabarros de un semirremolque estacionado al costado dela ruta. Se había deslizado hacia el costado de una autopista decuatro carriles a más de 120 kilómetros por hora. En un segundoimpactaría el semirremolque, destruyendo su auto. Rápidamentemaniobró el volante hacia la izquierda, y su auto se encarrillóde nuevo hacia la autopista.

Cuando su auto pasó chirriando la parte trasera del semirre-molque, su guardabarros trasero chocó contra el guardabarrosdel semirremolque, haciendo que su auto girara en círculos por laautopista. Luego de dar una vuelta completa, el auto impactó lavalla central, haciendo que volaran partes del vehículo en todasdirecciones. Chocó repetidas veces con la barrera de concreto,

girando y saltando hasta que finalmente el auto se detuvo. Detrásde él había casi doscientos metros de metal retorcido y partesrotas. Casi no quedaba nada de su auto, para que se pudierareconocer.

Saliendo del terrible desorden, supo que estaba en serios problemas. La policía estaría allí en poco tiempo. Temía mirar

en el asiento trasero. Estaba seguro de que las Biblias no habíansobrevivido a los repetidos impactos contra la pared de concreto.Su preciosa carga, sin duda, estaría desparramada a lo largode la autopista. Pero, para su sorpresa, las frazadas estaban to-davía envolviendo las Biblias, y ninguno de los preciosos librossiquiera había caído al piso. Suspirando aliviado oró, pidiendola protección continua de Dios.

Cuando llegó la policía, pronto captaron la situación, su- poniendo que había sido un accidente fatal para cualquiera quehubiera estado dentro de esa masa de metal retorcido. Sin poder

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creerlo, miraron primero a Pavel, y luego a los restos del auto. Ensu distracción, se olvidaron por completo de hacer la inspecciónde rutina para verificar el contenido del auto, y llamaron a unremolque para llevar los restos del auto de Pavel hasta su casa.Los oficiales asistieron fielmente a los operadores del remolqueal cargar y asegurar el auto, para ser transportado.

Mirando desde la cabina del remolque, Pavel musitó para símismo: Los policías están colaborando para cargar mi auto al remolque, sin

saber que están ayudando a asegurar la entrega de un cargamento de Biblias

sanas y salvas. Otra vez en la autopista dirigiéndose a su casa,suspiró aliviado. Iba hacia su casa, ciertamente no de la maneraen que lo había imaginado, pero de todos modos iba a su casa.

Varias horas más tarde de lo esperado, Pavel entró por la puerta delantera, para encontrarse con su esposa que lo estabaesperando. Sin esperar una explicación, Dana dijo:

Tuviste un accidente, ¿verdad?¿Cómo lo supiste?N o podía dormir. Tuve una impresión muy grande de que

debía orar por ti. Sabía que estabas exhausto; y que de algunamanera estabas involucrado en un accidente.

Pero, Dana, hemos perdido nuestro auto. Es una pérdida

total. ¿Cómo voy a hacer visitaciones y continuar con mi tarea pastoral, sin un auto? —¡Mira lo que quedó del auto! Deberías estar agradecido

de no haber muerto le recordó Dana. ¿Y te olvidaste lo que podría haber sucedido si la policía levantaba las frazadas y veíalas Biblias? Lo importante es que tú y las Biblias están a salvo.

Dana tenía razón. Pavel estaba olvidando el milagro que

Dios había obrado en su favor. Luego de descargar las Biblias,Pavel cayó en la cama, para obtener un muy necesitado sueño.

Durante los días siguientes, mientras Pavel oraba, recordó aDios que había sacrificado su auto en una misión para él. ¿Cómocontinuaría su trabajo sin un auto? Sin recursos para comprarotro, sencillamente, andaría a pie.

Unos días más tarde, recibió una llamada telefónica de unaseñora de Alemania, que le pedía encarecidamente que fuera

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a su casa a hacerle una visita. Luego de escuchar su pedido

inusual, él le aseguró que no habría muchas posibilidades deque pudiera viajar. Como nunca había estado fuera del país, notenía pasaporte ni visa para viajar a Alemania; la mayoría delas veces, era imposible conseguir estos documentos necesarios.El otro problema era sus cuatro iglesias. ¿Cómo podía subirsea un tren e irse de vacaciones a Alemania, cuando sus iglesias

lo necesitaban tan desesperadamente? La mujer entendió losobstáculos que estaban en el camino, pero le pidió que oraraal respecto.

Pavel decidió que si Dios quería que fuera a Alemania, ten-dría que abrir el camino; si no lo deseaba, Pavel no se preocu-

paría al respecto. Presentó su pedido a los administradores dela Asociación, y ellos accedieron a adelantarle el dinero para el

pasaje en tren y dos semanas de vacaciones, con la condición deque regresara a tiempo para la serie de conferencias de evangelización planificadas por su iglesia.

Si Dios iba a abrir el camino para que fuera a Alemania,conseguir un pasaporte sería la mayor dificultad. Los pasaportesse otorgaban en el lugar en que había nacido la persona. Para

solicitarlo, tendría que viajar varios cientos de millas, hasta Turnu Severin.

Cuando Pavel llegó al cuartel de la policía, el oficial se rióa causa de su audaz pedido. Entonces, informó a Pavel que senecesitaban, por lo menos, seis meses solamente para solicitarlo.Pavel entendía el sistema demasiado bien: había escuchado de

personas que habían esperado más de dos años, sin éxito.Estoy al tanto de todo lo que usted dice, pero sigo necesi-tando un pasaporte —dijo Pavel, mirando con determinación aloficial Tengo catorce días de vacaciones que comenzaron ayer,así que, lo necesito ahora; dentro de seis meses no me servirá.Si no me lo otorga ahora, puede olvidarse del asunto. No podréusarlo.

¿Cómo puedo estar seguro de que regresará?N o lo sabe. Lo único que tiene es mi palabra, y acabo de

decir que volveré.

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¿Dónde trabaja usted? preguntó el oficial.Soy pastor.Durante varios minutos, el oficial se mantuvo en su asiento,

observando detenidamente al joven pastor, que no sería disua-dido tan fácilmente. Luego de analizar la situación en silencio

por un rato, el oficial preguntó:Si no le doy un pasaporte, ¿qué hará?Nada. Iré a casa y volveré a trabajar.¿No me dará un lindo regalo, para convencerme de que le

otorgue un pasaporte?No. Si Dios desea que vaya a Alemania, iré; si él no quiere,

no me preocuparé al respecto.Con una sonrisa, el oficial dijo:Usted es un pastor loco.Entonces, ¿me dará un pasaporte o no? O voy a Bucarest

a conseguir una visa o bien me voy a Caransebe§, a pastorearmis iglesias. ¿Cuál de las dos cosas sucederá?La sonrisa abandonó el rostro del oficial, mientras caminaba

hacia la puerta de su oficina para cerrarla. En susurros, hizo un pedido propio:

M i esposa es cristiana. Por muchos años he querido darle

una Biblia. ¿Tiene usted una?Abriendo su portafolio, Pavel sacó su propia Biblia.Puede darle la mía ofreció. —Vaya a sacarse la foto y vuelva en una hora —dijo el oficial,

tomando los formularios correspondientes.Cuarenta minutos más tarde, Pavel volvió y encontró su

pasaporte, listo y esperándolo. ¡Era realmente maravilloso! Enmenos de una hora, Dios había hecho los arreglos para lograrel pasaporte que ahora tenía en sus manos; proceso que nor-malmente llevaba meses y hasta años. Su próxima parada seríaBucarest, para tramitar una visa.

En Bucarest, esperó en otra larga fila en la embajada deAlemania. La mujer que se encargaba de hacer los registros le

informó que tendría que volver en diez días.No tengo diez días. Tengo vacaciones por catorce días y

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comenzaron hace dos, lo que significa que solamente me quedan

doce días. Si no consigo una visa ahora, no podré usarla.L o lamento, pero no hacemos excepciones. Las reglas sonlas mismas para todos. Si quiere registrarse, tendrá que ponersu nombre en la lista y esperar su turno.

No muy convencido, Pavel fue a añadir su nombre a la largalista. Mientras se daba vuelta para irse, escuchó que la mujerlo llamaba:

Espere un minuto. ¿Veo que su apellido es Goia? S í .

Alguien desde Alemania ya lo ha registrado, pagando to-dos sus aranceles y depósitos. Si quiere volver mañana por lamañana, tendré su visa lista.

A la mañana siguiente, Pavel salió de la embajada con una

visa en sus manos. Supo que Dios estaba obrando. Nunca sehabía conocido el caso de obtener un pasaporte y una visa ensolamente dos días. El había accedido a viajar únicamente siDios abría el camino, y ciertamente hasta ahora lo había hecho.

Esperando en una fila para conseguir su visa de tránsitoen Austria, oró:

Señor, no creo que tú quieras que esté endeudado con laAsociación por todos estos gastos de viaje. Por favor, ayúdame aencontrar una manera de llegar a Alemania sin tener que gastartodo este dinero prestado. Has abierto las puertas hasta ahora.Tú puedes encontrar una forma de llegar a Alemania sin pagartodo este dinero en el boleto de tren.

Ni bien hubo terminado su oración, un caballero de edadavanzada anunció a los que estaban esperando en la fila:S i alguien que tenga una licencia de conductor está yendo

a Alemania, le dejaré manejar mi auto y pagaré todos los gastos.Acercándose al caballero, Pavel le ofreció ser su chofer. Una

vez que estuvieron de acuerdo en que sería beneficioso paraambos, el caballero anunció que quería salir bien temprano el

sábado por la mañana.Me temo que eso será un problema. Vea, el sábado es el

día en el cual adoro a Dios, y no quiero pasar el día manejando.

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m .N 3 S .Q 'V R f-S , CTTO.O

Parecía que esto nos beneficiaría a ambos. Lamento que no fun-cionara dijo Pavel con un poco de desilusión en su voz, mientrascaminaba de regreso a su lugar en la fila.

Luego de unos minutos, el mismo caballero se acercó a él.ofreciéndole cambiar el horario.

No confío en ninguna de estas personas. Podrían dejar-me en algún lugar oscuro en el bosque, y llevarse mi auto y midinero. Pero, si tus convicciones son tan fuertes como para n<quebrantar el sábado, estoy seguro de que puedo confiar en ti

Saldremos bien temprano el domingo de mañana.Pavel llevó en auto al caballero hasta Alemania, y lueg<abordó el tren hacia Frankfurt. Cuando bajó del tren, encontna la amable mujer que lo esperaba. Lo llevó a su casa, y lo invitoa ducharse y a descansar un rato. Una vez que hubiese deseansado, dijo que lo llevaría en un recorrido de tres o cuatro día

por Alemania. Cuando hubieran regresado, ella le contaría 1í razón de su invitación.Sin siquiera sentarse, Pavel respondió:Me temo que no tengo tiempo para ningún recorrido

Por favor, cuénteme la razón de mi viaje. Si puedo ayudarkde alguna manera, lo haré con gusto. De otra manera, simplemente, tomaré el tren a Rumania, para preparar una serie d<conferencias de evangelización.

Usted hizo todo este viaje para llegar a Alemania. Yo solamente quería que disfrutara de algunos días sin apresuramiento!dijo ella, sonriendo al comprobar su dedicación al trabajo.

L o lamento; no puedo disponer de ese tiempo ahora res pondió amablemente Pavel.

Bien, entonces, tendré que contarle la razón por la cual kllamé. Dios nos ha bendecido grandemente este año. Mi esposey yo tenemos cada uno un auto. Hace poco tiempo, compré otreauto. Directamente, no los necesitamos a todos. Cuando supe quthabía estrellado su auto trasportando las Biblias que nosotros enviamos a Rumania, decidí que usted era la persona a la cual querú

regalar el auto que nos sobra. Así que, me gustaría reemplazar siauto y que vuelva a su hogar con algunos regalos para su familia

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Lo llevó al registro de propiedad automotor y puso el auto

a su nombre. Luego, contrataron una póliza de seguros que le permitiera viajar de regreso a Rumania. En un par de horas,el papeleo estaba listo. Ahora, Pavel era dueño de un vehícu-lo fabricado en los Estados Unidos, que era lujoso comparadocon aquel pequeño auto tipo caja de fósforos, al que le faltaban

partes del piso. Con menos de 32 mil kilómetros recorridos, suauto “nuevo” estaba tan bueno como recién salido de la fábrica.

Luego de pasar un breve día con sus amables benefactores,Pavel emprendió su largo viaje a casa. Casi en el mismo momen-to en que entró en la autopista, escuchó una voz que lo urgía amanejar más aprisa. La voz le hablaba una y otra vez, hasta quesintió que estaba volando. Nunca había manejado tan aprisa entoda su vida. Estaba agradecido de estar manejando un auto así

a velocidades mayores a 170 kilómetros por hora. Cada vez que bajaba un poco la velocidad, la voz le urgía a que se apurara.Sintió que atravesaba volando los países europeos.

Cuando llegó a la frontera con Rumania, una fila de autos,la más larga que hubiera visto, estaba esperando para ingresaren el país. ¿Por qué hay tantos autos?, se preguntó. Consultó con

otro conductor que esperaba, y se enteró de que Rumania habíaaprobado una ley en la cual se especificaba que los autos de másde ocho años de antigüedad no serían admitidos en el país luegode la medianoche de ese día. Eran las 9 de la noche. En solo treshoras, sería imposible que pudiera ingresar su auto “nuevo” al

país a través de la frontera. Su auto tenía ocho años y tres meses.

La voz que una y otra vez lo había urgido a manejar a mayorvelocidad le habló nuevamente. Esta es la razón por la que necesitabas manejar tan de prisa.

Calculando el tiempo que tomaba a cada auto cruzar lafrontera, se dio cuenta de que había llegado justo a tiempo.Cuando faltaban siete minutos para la medianoche, llegó a lalínea de la frontera. Una vez que completó su papeleo, manejólentamente, mirando a los autos que estaban esperando parahacer sus trámites. Solamente dos autos más pudieron cruzar lafrontera; luego, los oficiales cerraron el portón. Los conductores

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del otro lado rogaron con lágrimas poder cruzar a Rumania. Laley era la ley. Era más oscuro que la medianoche, para cientos

de conductores sollozantes que no pudieron cruzar la frontera.Como ciudadanos rumanos, ahora sus autos eran inútiles.

La urgencia de ir a toda velocidad ya no existía. El resto delcamino, Pavel recordó las maneras en que Dios había obrado

para que volviera en auto a su casa, en vez de tomar el tren. Es- pontáneamente, sus alabanzas se elevaron hacia Dios. “Gracias,

Padre”, susurró una y otra vez.Dios realmente nunca había olvidado su promesa de cuidarde él.

Aunque eran las 4 de la madrugada, Pavel no pudo resistirsea sorprender a Dana. Llamó a la puerta, y le pidió que lo ayudaraa entrar sus cosas. Restregándose los ojos, ella preguntó:

¿Dejaste tus cosas afuera, en la calle?No, están todas en el auto respondió Pavel.Con curiosidad creciente, Dana preguntó:¿Te prestaron un auto?N o, es nuestro. Este auto es un regalo para reemplazar el

que perdimos.Con lágrimas de alegría corriendo por sus mejillas, Dana

exclamó:¡Mira la manera en que Dios recompensó nuestra pérdida!

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MENE MENE

Ala mañana siguiente, Pavel no pudo evitar sonreír mien-tras salía a cargar su auto con materiales para evangelización. El espacioso auto que había recibido como regalo

de parte de la amable mujer de Alemania no podía haber llegadoen mejor momento. Los rayos de sol matutino brillaban portoda la reluciente pintura del auto, y parecían rayos que venían

directamente del cielo.La alegría que había experimentado al ver los rayos de sol pronto se vio eclipsada por una nube oscura que se cernía sobresus iglesias. Un gran obstáculo había estado estorbando el cre-cimiento de la iglesia durante años y, a menos que ocurriera ungran cambio, nunca podrían crecer y avanzar con la bendiciónde Dios. Lo que detenía a sus iglesias era los mismos miembrosde iglesia. Era desafortunado para Pavel, pero sus congregacio-nes estaban compuestas por personas. Aunque algunos de elloshabían sido miembros de iglesia durante años, todavía estabanllenos de orgullo y de celos. El querer tener el cargo más alto enla administración de la iglesia no era un problema exclusivo delos discípulos; sus miembros también hacían todo lo que podían

para obtener el cargo más alto.Cada uno de los ancianos de iglesia estaba seguro de que su

posición ante Dios era superior que la del resto de los ancianos.Por lo tanto, cada anciano se consideraba a sí mismo como la




elección lógica para ser el primer anciano. Cuando uno de ellosera elegido, el resto andaba a sus espaldas, tratando de encontraralgo con el fin de desacreditar su liderazgo. Y así sucedía con

cada uno de los oficiales de iglesia. Lamentablemente, el espírituorgulloso de los dirigentes marcaba la atmósfera para el restode los miembros.

Con frecuencia, los miembros se enardecían en discusioneslarguísimas, al debatir el orden de los servicios. Uno creía queera mejor recoger las ofrendas antes de la oración matutina,

mientras que quien tenía a su cargo la oración consideraba quela oración tenía que estar primero, indignado ante la inmadurezespiritual evidenciada por no considerar que su oración era másimportante. Luego de examinar la espiritualidad de los otrosmiembros, muchos estaban seguros de que únicamente ellos eransantos. Si no hubiera sido por las personas, el trabajo de Pavel

no sería tan difícil, en absoluto.Pavel creyó que Dios nunca traería personas heridas deafuera, para unirse a una congregación que no estaba conver-tida. Dándose cuenta de la magnitud del problema, supo quesería humanamente imposible lograr la unidad y la armonía.Sin embargo, sabía lo que podía lograr el cambio: necesitabanvisitar el “aposento alto”.

Alentados por Pavel, comenzaron a encontrarse en dife-rentes hogares, para orar. Al arrodillarse juntos, comenzarona darse cuenta de la condición de sus corazones. Al abrirse susojos espirituales, vieron únicamente “harapos”, en lugar de susupuesta “justicia”. El cambio de espíritu que experimentaron ensus pequeños grupos los motivó a unirse en oración en la iglesia.

Como cuerpo de creyentes, clamaron por el poder sanador delEspíritu Santo, para que reinara supremo en sus vidas, como

bendición para la iglesia. Con gozo, los miembros experimen-taron el amor y la unidad de encontrarse juntos como iglesia enel “aposento alto”.

Como un cuerpo unificado, se abocaron ahora a compartir

el evangelio. En el transcurso de dos años, la feligresía se habíaduplicado. Realizando esfuerzos conjuntos, añadieron una nueva

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MENE MENE

congregación a su distrito. Energizados por ia experiencia, fue-ron hacia ciudades cercanas, iniciando dos grupos adicionalesde creyentes. Orar juntos realmente los había afectado de forma

positiva.Muchos de los jóvenes y los adultos jóvenes se habían des-

encantado de la religión de sus padres. El tipo de cristianismoque habían observado no les atraía. En lugar de pretender quetodo estuviera bien, meramente, dejaron de asistir a la iglesia.

Pavel puso especial cuidado en buscar a estos jóvenes queya no concurrían, invitándolos a campamentos y otras salidas.Luego de ser invitados personalmente repetidas veces, algu-nos aceptaron... con vacilación. Cuando Pavel compartió susexperiencias personales alrededor de una fogata y comenzó aorganizados en pequeños grupos para orar y debatir, muchos

de ellos experimentaron la presencia de Dios por primera vezen sus vidas. No era extraño que el teléfono sonara constantemente du-

rante un par de días, luego de algún campamento. Los padresdeseaban saber qué les había hecho Pavel a sus adolescentes.

Actúan de manera tan diferente. Ahora están orando y

leyendo la Biblia.Con frecuencia, Pavel les respondía:Yo no hice nada. Pero, Dios sí lo hizo.El sábado siguiente a un campamento, por lo general, lle-

vaba jóvenes adoradores de regreso a la iglesia; ahora, comoentusiastas participantes. Cada vez que un joven que había es-tado faltando por algún tiempo volvía a la iglesia, la ocasión se

convertía en una celebración. Sus energías juveniles daban a laiglesia una calidez que ninguna otra cosa podía lograr. Tanto los

jóvenes como los mayores estaban encantados de cómo estabamarchando la iglesia.

Sin embargo, el Gobierno no había mejorado. Si había ha- bido algún cambio, fue para peor. La economía andaba mal, y

muchos de los miembros de iglesia estaban luchando contra elhambre. Directamente, las cosas no alcanzaban. Cada día erauna nueva prueba de fe y de confianza en Dios.

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UN MJER<3?© TRAS OTRO

La escasez incluía el combustible para sus autos. Las largasfilas en las estaciones de servicio se habían convertido en unaforma de vida. Los que querían andar en auto, tenían que espe-

rar en fila todo el tiempo necesario; no había forma de evitarlo.A veces, significaba dormir en el auto durante uno o dos días,esperando en la fila. Una vez que un auto llegaba a los surtido-res, solamente podía comprar menos de cuarenta litros por esemes. El combustible era tan precioso que los conductores hacíanavanzar sus autos en la fila de espera empujándolos, en lugar de

desperdiciar combustible al encenderlos.Como tenía un compromiso al día siguiente, Pavel supo quetenía que hacer un viaje a la estación de servicio que estaba a lasafueras de Otelu Rosu; solo esperaba que la fila no tomara más deun día. Justo cuando pasó el cartel de inicio de la ciudad, llegó auna larga y creciente fila de autos. Un caballo que arrastraba unacarreta llena de leña avanzaba enlenteciendo todo. La carreterade dos carriles tenía pocos y preciosos espacios para avanzar, yla fila de autos continuaba alargándose detrás del caballo.

Cuando el caballo y el carro tomaron una curva, se abrióun trecho recto de camino, dando a los conductores cansadosuna oportunidad de pasar, largamente esperada. Cuando Pavelllegó a la altura del carro, se corrió hacia el centro del camino,

para tener una visión clara del tráfico en el sentido opuesto. Dosautos y un gran camión cargado con materiales de construcciónse acercaban, pero todavía estaban lo suficientemente lejos y

posibilitaban un paso seguro. Aprovechando la oportunidad, pasó rápidamente al carro, volviendo luego a velocidad normal.Todavía estaba retomando la velocidad normal cuando pasó al

tráfico en dirección opuesta, sin problemas.Sin embargo, cuando el guardabarros trasero del enorme

camión estaba a la misma altura del auto de Pavel, un mucha-cho adolescente, que aparentemente había estado esperando

para cruzar la calle, corrió enfrente de él. Con el pie todavíamoviéndose hacia el pedal de frenos, Pavel vio con horror cómo

el lado izquierdo de su auto chocaba la cadera y la pierna delmuchacho. Miró, incrédulo, a través del parabrisas, mientras el

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MENE MENE

impacto arrojaba al muchacho al aire y caía directamente en

la trayectoria de su auto. Tratando desesperadamente de evitarchocar al muchacho por segunda vez, Pavel clavó los frenos ymaniobró el volante hacia la izquierda. Las ruedas, chirriantes,

patinaron hacia el centro del camino. Cada segundo parecía unaeternidad. El horrible sentimiento en su estómago se intensificó,mientras miraba el cuerpo flácido del muchacho caer frente al

lado del acompañante de su auto. Era imposible esquivarlo. Conun ruido ensordecedor, el lado derecho de su auto impactó lacabeza y el hombro del muchacho, haciendo que volara en elaire por segunda vez. Angustiado, observó cómo su forma inertecaía, golpeando el costado del camino. ¡Qué daría porque fuerauna pesadilla!

Deteniéndose como pudo, Pavel saltó de su auto y corrióhacia el cuerpo inmóvil del muchacho, al costado del camino.Temió lo peor, mientras de arrodillaba junto a la forma des-

plomada, que perdía sangre por sus oídos, nariz, ojos y boca.Era evidente que estaba inconsciente, pero por lo menos estabarespirando. Quizá, solo quizás, habría una posibilidad de quesobreviviera. Pavel se sintió atontado por el impacto, mientras

miraba, desvalido, al muchacho agonizante.El adolescente era conocido como Mene Mene, sobrenombre

que le habían puesto por tener un severo problema de tartamu-dez. Al ser discapacitado, mentalmente retrasado, era conocido

por todos en la zona. Andaba por toda la ciudad cojeando yc am i n an d o de costado a la misma vez. Casi no tenía control de

sus brazos, por lo que le pendían como sin vida. Nunca había podido jugar con otros niños; y ahora, aunque tenía 19 años,era imposible que trabajara. Sin poder hacer nada, andaba portodos lados mendigando, esperando conseguir dinero suficiente

para comprar comida. Esta no era la primera vez que se habíalanzado al tráfico. Había escapado de sus accidentes anteriores

con heridas menores, pero esta vez no le había ido tan bien a sucuerpo traqueteado.Otro conductor, que había observado el accidente, se de-

tuvo para ver si podía ayudar. Un vistazo rápido lo decía todo.

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La única oportunidad de sobrevivir del muchacho era un viajeurgente al hospital. Con la ayuda de otros que se habían dete-nido a ayudar, Mene Mene fue cargado en el asiento traserode un automóvil. Afortunadamente, el hospital de Otelu Rosuestaba cerca, y en pocos minutos el conductor lo llevó a la salade emergencias. Luego de un breve examen, fue transportadoen ambulancia a un hospital más grande en Caransebes, queestaba mejor equipado para pacientes traumatizados.

Al observar su condición, el personal del hospital entró en

rápida acción, administrándole oxígeno y medicamentos por víaintravenosa. Luego, fue rápidamente llevado al departamentode rayos X. Varios médicos y enfermeras se reunieron para ob-servar la placa. Sus heridas eran tan importantes que no habíanada que se pudiera hacer. Su cerebro sangraba profusamente,su columna vertebral estaba fracturada en dos lugares, tenía

fracturas en una cadera, un brazo y una pierna, y uno de sus pulmones estaba muy perforado, lo cual explicaba el borbo-teo que salía de su boca. Sin previo aviso, los sonidos del pulsocardíaco, que era monitoreado, cambiaron a un tono parejo eintimidante. Sin presión sanguínea, su vida había terminado. Nose intentó la resucitación. Fue cubierto por una sábana, antes de

ser transferido a la morgue.Uno a uno, los médicos y las enfermeras dejaron la habita-ción. Habían hecho todo lo posible. Simplemente, no había sidosuficiente. Pavel permaneció en solitario en la habitación, conla figura inmóvil bajo las sábanas. Arrodillándose al lado de lacama, comenzó a orar:

“Señor, ¿qué va a decir la gente de Otelu Rosu cuando sepanque maté a un joven que recién comenzaba su vida? Saben quesoy un pastor. ¿Qué pensarán? Si es necesario, estoy dispuestoa cambiar mi vida por la de él. Sé que puedes volverlo a la vida,si lo deseas. Te lo pido por favor: tráelo de vuelta. ¡Por favor,Dios, por favor!”

Mientras Pavel rogaba a Dios, uno de los médicos regresó

a la habitación. Viendo a Pavel arrodillado al lado de la cama,susurró:

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MENE MENE

Pastor, está muerto. ¿No ve que es demasiado tarde ahora

para orar? Tendría que haber pensado en orar cuando todavíaestaba vivo. Vaya a su casa. Vamos a llevarlo a la morgue. —¿Cree que estoy orando a alguien con limitaciones hu-

manas? Estoy hablando con Dios. El es el Dios de los milagros. Nada es imposible para él. En la Biblia, resucitó a varias personasrecordó Pavel al médico.

Conozco esas historias. Pero, eso fue en esa época. Lostiempos han cambiado. Me temo que tengo malas noticias parausted, pastor. Dado que ninguno de nosotros ha visto últimamen-te por aquí caminar gente que hubiese muerto, le conviene irsea su casa. No fue su culpa, y no había nada que pudiera haberhecho para evitarlo. Solo enfréntelo: todo terminó.

Terminando su consolación, el médico se dio vuelta y salió,

dejando a Pavel arrodillado al lado de la cama. Luego de que elmédico abandonara la habitación, Pavel se levantó y se encaminóhacia la puerta. Orando en silencio, miró por última vez haciala forma del muchacho bajo la sábana.

En su casa, le era imposible dormir. Cada vez que cerrabasus ojos, veía otra vez el accidente. Con los ojos enrojecidos e hin-

chados, él y Dana clamaron a Dios, pidiendo fortaleza. Estabanexhaustos, pero el sueño no venía. Mientras oraban, se dieroncuenta, con gratitud, de que no estaban sufriendo en solitario.Podían sentir la presencia de Dios como su Consolador, mientrassusurraba: “Bástate mi gracia” (2 Cor. 12:9).

Justamente esa mañana habían estado leyendo las palabrasde ese versículo. Con seguridad, necesitaban de su gracia en esemomento. Toda la noche, él y Dana continuaron sus plegariasregadas de lágrimas. Juntos, rogaron:

“Querido Dios, no estamos tratando de decirte lo que debeshacer, pero sabemos que puedes restaurar la vida. Tú eres el quela dio en primera instancia. Y, Señor, si hay alguna forma en laque puedas usar la resurrección de este muchacho para tu gloria

y honor, por favor, hazlo. Si elijes no hacerlo, aprenderemos avivir con ello; aunque no será fácil. Aceptaremos lo que consi-deres qué es mejor”.

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Aunque les resultaba muy difícil, oraron:“Que se haga tu voluntad”.

A la mañana siguiente, Pavel volvió al hospital, con la esperanza de conversar con la familia de Mene Mene. Abrió la puerta de la habitación del joven, y lo encontró... ¡sentado en lacama y comiendo! Mientras la sorpresa de Pavel se convertíaen puro gozo, se dio cuenta de que no era el único que estabasorprendido. Una legión de médicos, enfermeras, especialistas

y administradores del hospital llenaban la habitación de MeneMene, comparando los dos conjuntos de placas de rayos X. Ala izquierda estaban las placas del día anterior y a la derecha,las nuevas.

Parado detrás del personal médico, Pavel escuchó sus des-concertadas observaciones:

L a placa de ayer muestra claramente una hemorragia cere- bral masiva; pero la de hoy no muestra absolutamente nada. Esfácil ver en la primera placa que su columna estaba fracturadaen dos lugares, pero mira esta placa: ¡su columna vertebral estáabsolutamente perfecta!

Y mira los pulmones. Todos lo escuchamos luchando porrespirar, con sus pulmones llenos de sangre. Ahora mírenlos

dijo el médico, señalando la placa. Están normales y saluda- bles. Y miren su hombro y su cadera, aquí. No eran fracturas parciales: los huesos estaban completamente destrozados. Pero,una vez más, están en perfectas condiciones en este nuevo juegode rayos X. Las únicas placas comparables son las de su brazo ysu pierna. Parecen iguales en ambas. Tendremos que enyesarlos,

pero además de esto, parece gozar de buena saludUna y otra vez, observaron los dos juegos de rayos X, sin poder encontrar una explicación razonable. Ninguno de elloshabía visto alguna vez algo parecido. Absolutamente, no podíandar crédito a lo que veían sus ojos. Salvo que su equipo de rayos Xestuviera seriamente averiado, no podían explicar que el paciente

hubiera estado claramente muerto el día anterior y que ahoraestuviera muy vivo ¡y tomando su desayuno, justo al lado deellos, en ese mismo momento! Agotadas todas las explicaciones

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MENE MENE

científicas, la única opción restante era un milagro, motivado porlas oraciones de un pastor. En silencio, el médico que se había

burlado el día anterior meditó en la realidad de que una personamuerta pronto estaría caminando por las calles.

Pavel sonrió, al tratar de imaginar al funebrero llegando atrabajar esa mañana. Probablemente, había abierto la puerta,como hacía todos los días, esperando comenzar la rutina normal.Quizá se pellizcó, para asegurarse de no estar dormido cuando

vio a Mene Mene sentado en la mesa de la morgue. ¡Nunca anteshabía sido saludado por un “cadáver”! Recordaba perfectamentehaberlo dejado en la mesa, cubierto con una sábana. Ahora élestaba allí, ¡pidiendo el desayuno!

Con los ojos a punto de salirse de sus órbitas, el hombrehabía tartamudeado en el teléfono, para que alguien viniera

a la morgue y se llevara a Mene Mene nuevamente arriba. Elmuchacho ya no calificaba como ocupante de una de sus mesasde acero inoxidable: ¡estaba respirando! Muy probablemente,el empleado empezó a considerar un cambio de ocupación enese momento.

Cuando los médicos especialistas dejaron de mirar las pla-

cas de rayos X y comenzaron a examinar al paciente, quedaronconfundidos por otro descubrimiento: ahora, Mene Mene hablaba perfectamente. No podía detectarse ni siquiera un rastrode tartamudeo en su habla. Sin duda alguna, era su caso másmisterioso.

Los médicos enyesaron los dos huesos de Mene Mene y ledieron el alta del hospital. En pocas semanas, estaba listo paraque le quitaran los yesos. Cuando pudo caminar sin muletas, sehizo evidente otro fenómeno inexplicable. Tenía una transfor-mación total de su postura, y tenía un perfecto control de sus

piernas. A partir de ese momento, caminó tan normalmentecomo cualquier otra persona.

Si conocieran a Dios, no estarían sorprendidos, pensó Pavel para

sí mismo. ¿Para qué lo restauraría a la vida con sus limitaciones previas? Su vida sería nuevamente miserable. ¿Ellos pensaban que era más difícil,

para Dios, restaurar sus piernas que traerlo de vuelta a la vida?

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Al poco tiempo del accidente de Mene Mene, Pavel fue alalmacén para comprar una botella de aceite para cocinar. No

se sorprendió realmente cuando vio las estanterías vacías. Ubi-cando a la empleada, le preguntó si sabía cuándo llegaría otrocargamento de aceite comestible. Estudiándolo por un minuto,ella llamó a alguien al fondo del negocio:

—¡Sandy! El pastor adventista está aquí. ¿Tenemos aceiteallá atrás? Si tenemos, será mejor que le des una botella. Nuncasabes: ¡podría orar por tu familia!

Personas que nunca habían pensado en Dios estaban co-menzando a hacerlo.

Las noticias del milagro de Mene Mene se habían divulgado por todo el pequeño pueblo. Guando las reuniones de evangelización comenzaron un par de semanas más tarde, la iglesiaestaba repleta. Muchos de los visitantes se quedaban luego de las

reuniones, pidiendo oraciones. La respuesta de las personas enestas reuniones fue como nunca habían verificado anteriormentelos miembros de iglesia. Cuando las reuniones terminaron, laiglesia duplicó su feligresía por causa de personas que se unierona través del bautismo. Juntos, los miembros de iglesia alabaron aDios por transformar una verdadera tragedia en vidas transfor-

madas. Mene Mene no era el único que había recibido otra opor-tunidad de vivir; aquellos que estaban experimentando nuevasvidas espirituales también se sentían increíblemente bendecidos.

En el Evangelio de Juan, la “Resurrección y la Vida” llamóa Lázaro de su tumba polvorienta con una simple orden, y a par-tir de ese día Lázaro caminó por las calles de Betania como un

testimonio viviente. En forma muy parecida, la vida restauradade Mene Mene declaraba a las personas del pequeño pueblo deOtelu Rosu el poder infinito del Dador de la vida. La elasticidadde su paso y su andar perfecto eran evidencias irrefutables deque el poder divino es el mismo hoy.

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UN DIA A LA VEZ

Pavel estaba sintiéndose frustrado. Había sido pastor durante

varios años ya, sin haber recibido nunca una educaciónteológica. No le gustaba la forma en que se sentía cuandolos miembros le hacían preguntas que no podía responder. N

parecía que estuviese satisfaciendo las necesidades de su feligresío representando a Dios tan bien como debería. Si iba a continuarsiendo pastor, sentía que sería importante tener alguna educación

teológica.Luego de orar al respecto, envió una solicitud a casi cadaseminario de Europa, esperando que alguno de ellos lo ayudaraa terminar su educación. Tendría que esperar, y ver cuáles leresponderían. Al conversar con Dana al respecto, estuvieron deacuerdo en que si llegaba alguna invitación, necesitarían dinero

para los gastos del viaje.

Sin tener más recursos que su auto, decidieron ponerlo a laventa, mediante un aviso en el diario. Luego de esperar por algúntiempo sin recibir respuestas, decidieron ofrecerlo en una subastade automóviles. Solamente una persona respondió.

Mientras se dirigía hacia el auto con el posible comprador,Pavel le comentó lo felices que habían sido con él. Mientras cami-

naba, le habló de las muchas cualidades del auto. Había sido unode los autos con mejor mecánica que habían tenido.

Con una sonrisa, Pavel puso la llave en el arranque. Luego derepetidos intentos de encenderlo, el auto no arrancó; frustrado, se




dio por vencido. Simplemente, el auto no arrancaba. Al hombre legustaba la pintura, pero eso no serviría de mucho, si el motor no

funcionaba. Cuando el posible comprador se fue, ambos estabandisgustados.Unos pocos minutos luego de que el posible comprador

se hubo retirado, Pavel salió para tratar de descubrir qué es loque había fallado en el auto. Esta vez, cuando giró la llave en elarranque, el auto arrancó al primer intento, ronroneando comosi recién hubiera sido puesto a punto. Pavel se sintió tan aliviadocomo enojado, al mismo tiempo. Parecía que Dios no quería quevendieran el auto.

Luego de pasar varios meses sin que ninguna universidadrespondiera a sus cartas, sintió que deseaba darse por vencido,desanimado. Ahora estaba agradecido porque el auto no habíaarrancado: por lo menos, todavía tenían algo en lo cual andar.

Pavel y Dana decidieron que no se iban a preocupar más porla educación seminarista. Si Dios deseaba que Pavel fuera al semi-nario, ahora era su problema, no el de ellos. Desechando la ideade sus cabezas, volvieron a trabajar para Dios de todo corazón.

Luego de otros cuantos meses, Pavel recibió un llamado tele-fónico de su cuñado, que vivía en Alemania. Los animó a vender

su auto. Tenía una fuente excelente de partes al por mayor, y les pasaría los ahorros si compraban un auto hecho en Alemania.Pavel declinó amablemente su sugerencia, ya que habían intentadohacerlo antes. Parecía que intentarlo otra vez sería un desperdiciode tiempo y de dinero. ¿Por qué atravesar de nuevo por todo el

proceso desalentador?

Al día siguiente, Pavel contestó un llamado a la puerta de sucasa. Un desconocido se presentó, y preguntó si podía ver el autoque estaban vendiendo.

Lo lamento, pero ya no está a la venta. De todos modos,¿cómo se enteró? quiso saber Pavel.

El hombre contestó: —El otro día, mi esposa estaba por usar un periódico viejo

para encender el fuego. Antes de hacerlo, vio su anuncio. Era justoel tipo de auto que ella siempre quiso, hasta el color es su favori-

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UN DÍA A LA VEZ

to añadió el hombre, con entusiasmo Vine desde Timisoara

solo para comprarlo. Creo que eso le debe decir cuánto desea elauto mi esposa. Mire, ella me envió con el dinero en efectivo, para asegurarse de que no hubiera ningún problema mencionó,mostrando su mano llena de billetes.

Lo lamento. Realmente no está a la venta. Tendríamos quesalir a conseguir otro auto, si vendiéramos este. H a sido un buenauto, y estamos contentos con él. Lamento que haya venido desdeTimisoara para nada explicó Pavel al hombre desanimado.

Esa noche, Pavel recibió una llamada telefónica totalmenteinesperada.

¡Hola, Pavel! Soy Loren, desde los Estados Unidos. ¿Cómohas estado?

Sorprendido, Pavel respondió:

Creo que no te conozco, ¿o sí?¡Claro que me conoces! Cantábamos juntos en el coro en

Bucarest. Es mejor que te acuerdes de mí, porque ahora somos parientes: me casé con tu prima.

O h, sí, ahora te recuerdo. Pero ¿cómo esperabas que meacordara de ti, luego de no vemos por más de doce años? —respon-

dió Pavel, mientras acudían a su mente muchos cálidos recuerdos.¿Cómo van tus cosas; y cómo está tu familia?Nos ha ido muy bien aquí. Tenemos úna empresa de cons-

trucción que nos mantiene muy ocupados. Pero, déjame contartela razón por la cual te llamo. Mi esposa y yo no podíamos dormirhace unas noches. No podíamos evitar pensar en ti. Dábamos vuel-tas y vueltas, pero no podíamos dormir. Al día siguiente, hicimosalgunas averiguaciones, y nos enteramos de que ahora eres pastor.

Nos sentimos impresionados a invitarte a venir a Tennessee paraestudiar. Estoy ganando buen dinero, y con gusto cubriríamos loscostos de tu educación.

Todo lo que le habían enseñado en la escuela, de parte delgobierno comunista, sobre vivir en los Estados Unidos vino a la

mente de Pavel. Recordaba haber escuchado lo peligroso queera vivir allí. Las personas que iban caminando por la calle, confrecuencia eran apuñaladas o les pegaban un tiro. Las mujeres

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y los niños eran secuestrados con frecuencia. La mayoría de las personas era adicta a las drogas, y reinaba el vicio por doquier.

N o hay posibilidades de que mude a mi familia a un lugartan peligroso contestó Pavel.

Loren le aseguró, riendo, que las cosas no eran para nadacomo la propaganda comunista las pintaba.

Algunas de esas cosas pueden ser ciertas en las ciudadesgrandes, pero nosotros vivimos en el campo. Ni siquiera cerramoslas puertas con llave de noche. En Rumania, tú sabes lo que pa-

saría si dejaras tu bicicleta enfrente de tu casa, aunque sea por unminuto. Acá, mi bicicleta ha estado afuera de mi casa por años, ynadie nunca la ha tocado. Déjame asegurarte que tu familia estarásegura. ¿Por qué no oras al respecto, y ves si Dios te está guiandoa continuar tu educación aquí? —sugirió su amigo.

Luego del llamado telefónico, Pavel y Dana se dieron cuenta

de que debió de haber sido Dios que inspiró el llamado desdeAlemania y envió al hombre a comprar el auto. Si se iban amudar a los Estados Unidos, necesitarían dinero para los gastos.Tendrían que vender su auto, después de todo. Ahora deseabanhaber anotado el nombre y la dirección del hombre que habíavenido a ver el auto el día anterior. Sin siquiera saber su nom-

bre, sería imposible encontrarlo otra vez. Vivía en Timisoara,a unas 75 millas hacia el oeste; pero también vivían allí otras300.000 personas.

Si Dios quería que se mudaran a los Estados Unidos, tendríaque abrir muchas puertas; la primera, la venta del auto. Se arrodi-llaron juntos, pidiendo que Dios revelara sus planes para sus vidas.

“Si quieres que vendamos el auto, por favor, trae nuevamenteal hombre que estaba interesado. Tú sabes que no tenemos formade contactarlo. Dejamos todos nuestros planes en tus manos”,oraron.

Al día siguiente el hombre volvió, con la esperanza de quehubiesen reconsiderado su oferta. Volver a su casa sin el auto conel que soñaba su esposa no había sido una experiencia placente-

ra, y sabía que no tendría un solo momento de paz, a menos quevolviera a su casa con el auto.

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UN DÍA A LA VEZ

—Con gusto estoy dispuesto a pagar más de lo que piden para

que les convenga. Pero, por favor, no me pidan que enfrente a miesposa otra vez sin tener el auto rogó.Sin lugar a dudas, esta vez el viaje de regreso a Timisoara

sería más placentero de lo que había sido el viaje anterior, para elaliviado esposo: iba manejando el auto con el que su esposa soñaba.

Con seguridad, parecía que Dios estaba abriendo el camino para que Pavel fuera al seminario en los Estados Unidos.

La transición no sería fácil, especialmente porque Gabrielestaba en cuarto grado, y la más reciente adición a la familia,Ovidiu, en primer grado. Dana no ansiaba mudarse otra vez, pordecirlo mínimamente. Estaba muy feliz donde estaban.

Poco después del llamado de Loren, recibieron una carta dela Universidad Adventista del Sur [Southern Adventist University],

en Collegedale, Tennessee. La carta decía que Pavel había sidoaceptado como alumno para el próximo semestre, que comen-zaba en agosto. Al final de la carta, figuraba la promesa que seencuentra en Jeremías 29:11.

Si Dios realmente los estaba dirigiendo hacia Tennessee, seríanecesario realizar un viaje a la embajada estadounidense, para

obtener visas. Si llegaban a ser uno de los pocos afortunados deobtenerlas, sabían que no sería nada menos que un milagro. Casitodos aquellos que intentaban obtener una visa, volvían amarga-mente desilusionados.

Teniendo una cita concertada, la familia Goia salió paraBucarest, en un auto que les prestó un buen amigo. Mientras via-

jaban, Dana clarificó mejor su posición. Ella no estaba a favor demudarse a un país en el cual no tenían amigos ni familiares, y delcual no hablaban el idioma. Se aseguró de que Pavel supiera queestaba orando a fin de que su solicitud de visas fuera rechazada.

Al llegar a la embajada a la noche tarde, estacionaron cercay durmieron por algunas horas. A las 3 de la mañana siguiente,Pavel abrió su libro devocional, para pasar algunos momentoscon Dios antes de comenzar su larga espera en fila para solicitarvisas. Al abrir el devocional en la página correspondiente a esedía, descubrió que el texto de las Escrituras estaba en Jeremías

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29:11, el mismo versículo con promesa que figuraba en su cartade aceptación. ¿Era esto una coincidencia, o era Dios que tratabade decirle algo? Pronto lo vería.

Salió del auto, y se unió a otros que estaban esperando enla fila que empezaba a formarse alrededor de la manzana, decuatro en fondo. Aparentemente, quienes estaban primero en lafila habían estado allí toda la noche. Al registrarse después de las 3de la mañana, le tocó el número 956.

Esperando durante horas en la larga fila, observó una y otra

vez cómo las personas salían de la embajada con sus esperanzas ysus sueños rotos. Algunos lloraban amargamente, al serle negadoel privilegio de visitar a algún amigo o familiar en los EstadosUnidos. De los cientos de personas que solicitaban una visa, habíavisto solamente a cuatro o cinco salir con sonrisas en sus rostros.Parecía que no sería tan difícil para Dios contestar la oración de

Dana, y que sus visas fueran denegadas.Era casi el mediodía cuando llegó su turno para hablar conun representante. Se encaminó hacia el cubículo asignado, y se

presentó al oficial que esperaba.¿Por qué quiere ir a los Estados Unidos? comenzó fríamente

el cónsul.

Q uiero ir a la universidad contestó Pavel con calma.Tiene que saber que hay universidades en Rumania. ¿Porqué no va a una de ellas?

Yo sé que hay universidades aquí, pero no están acreditadas.Quiero concurrir a un seminario que me ayude a ser el mejor

pastor que pueda ser le informó Pavel.Tú eres exactamente como todos los demás. Simplemente,

quieres ir y tratar de ganar un montón de dinero retrucó consoma el oficial.

No, eso no es cierto. Renuncié a un montón de dinero paraconvertirme en pastor. El dinero no tiene nada que ver con esto.

¿Puede probar eso? —Seguro, puede verificar fácilmente mi negocio anterior.

S i te diera una visa, ¿cómo sabría que volverías?No lo sabe.

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UN DÍA A LA VEZ

Entonces, no puedo darte una visa.

Por mí está bien dijo Pavel, dándose vuelta para retirarse.¡Espera! Vuelve aquí un minuto —llamó el cónsul. ¿Nolamentas no poder ir a la universidad?

No. Estudiar en el seminario no depende de mí. Como he puesto el asunto en oración a Dios, es decisión de él. No estoyrogando ir; sería mucho más fácil quedarme aquí. Si voy, tendríaque comenzar la vida de nuevo; hasta incluso aprender un idiomanuevo. Por lo tanto, si Dios quiere que vaya, iré; si no, me quedaré.Si él quiere que vaya a una zona remota del Africa, iré. Si quiereque vaya a Yugoslavia, que está destruida por la guerra, iré.

Bien, si te dejo ir a ti solamente, podrás ir a la universidad, yno tendremos que preocupamos por que vuelvas cuando termines.¿Qué te parece? ofreció el oficial, como compromiso.

Señor, ¿usted tiene una familia?Sí, la tengo.¿La dejaría y se iría a otro país por varios años?No; creo que no lo haría admitió el oficial.Bueno, yo tampoco. Si no podemos ir todos nosotros, yo

tampoco voy.

Entonces, me temo que no puedo dejarte ir contestó, frus-trado, el oficial.Como le dije antes, no me interesa si voy o no.

—Entonces, nunca lograrás ver los Estados Unidos.N o me importa. Esa nunca fue mi razón para querer ir, de

todos modos respondió Pavel sin interés.Si diera visas para tu familia, ¿me prometerías que volverás?N o contestó Pavel al sorprendido oficial.Entonces, no puedo darle visas a tu familia.Está bien; no me importa. Verá, si Dios quiere que vuelva,

volveré. Si él quiere que me quede, me quedaré. Pero, hasta quesepa lo que Dios quiere hacer, no puedo prometerle nada explicóPavel.

Eres un pastor loco contestó el oficial, desconcertado.Luego lo miró, en silencio, durante varios minutos, antes

de decir:

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Voy a darles visas a ti y a tu familia.Luego de retirar sus documentos, Pavel dejó la embajada,

siri saber si sentirse feliz o triste. Considerando que era uno de los

pocos de casi mil postulantes que había recibido una visa, sabíaque la mudanza a los Estados Unidos formaba parte del plan deDios. También estaba muy seguro de que había una persona queno estaría contenta. Todas sus súplicas no habían alterado el plande Dios para la familia.

Cuando Pavel mostró a Dana sus visas, una para cada miem-

bro de la familia, ella no podía creerlo; también era testigo de lacantidad de personas que habían sido rechazadas. Las posibilida-des de que Pavel volviera con las visas eran tan pequeñas que noestaba demasiado preocupada, aunque había continuado con sus

plegarias. Cuando Pavel volvió con los documentos en la mano,estaba claro que Dios y ella habían tenido planes diferentes.

Luego de haberse deshecho una vez más de todo lo que po-seían, se dirigieron al aeropuerto. Dana ya estaba extrañando.A pesar de sus sentimientos, ella también quería seguir a Diosdondequiera que él guiara. La pequeña familia abordó el avión.Destino: Tennessee; los Estados Unidos de América.

Loren los ayudó a encontrar un departamento y a anotarseen la universidad, pagando todos sus gastos los primeros dosmeses. Cuando era la fecha de pagar sus cuentas otra vez, Lorenlos llamó, avisándoles que se iría de la ciudad por un par de días.Iba a cobrar un pago final, de un gran proyecto de construcciónque uno de sus equipos había estado haciendo. Cuando regresa-ra, pagaría sus cuentas por el resto del año, como conveniencia

para ambos.

Un día o dos más tarde, Pavel y Dana recibieron un lla-mado informándoles que Loren había tenido un paro cardíacomientras estaba en su viaje de negocios. Luego de evaluar sucondición, los médicos rápidamente determinaron que, comosecuela, estaba sufriendo un caso agudo de amnesia. Loren nosabía quién era su esposa; mucho menos, Pavel y Dana. Sin

seguro médico, Loren había acumulado tantos gastos médicosque no habría importado si los recordaba.

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UN DÍA A LA VEZ

Ahora estaban solos en un país extraño, y sin amigos. Noconocían el idioma, y tenían muy poca comida en su despensa.Para empeorar las cosas, era fecha de pagar el alquiler. Se sintie-ron más desamparados y solos que en ninguna otra ocasión que

pudieran recordar.Llorando, Dana clamó en oración:“Querido Dios, tú sabes que no fuimos nosotros quienes

pedimos venir aquí; y yo hasta oré para que no lo hiciéramos.

Pero, tú obraste milagro tras milagro, con el propósito de traer-nos aquí. ¿Por qué permitirías que esto pasara? Seguramente, noera tu plan traemos aquí para que nos muriéramos de hambre”.

Una vez entregado el problema a Dios, decidieron que no lecontarían a nadie de su desesperante necesidad; Dios la entendíacompletamente. Ciertamente, él tenía una solución para el dilema

que enfrentaban.Al día siguiente, mientras caminaba por el predio, Paveldecidió hablar con Dios sobre su necesidad en un lugar especial,conocido como el Jardín de Oración. Se apoyó en un árbolgrande de arce, y oró hasta que las lágrimas corrieron por susmejillas.

“Señor, yo sé que tú nos trajiste aquí. Por favor, no nos olvidesahora”.Una palmadita en su espalda interrumpió su oración llorosa.

Era el rector del seminario.¿Cuál es el problema, Pavel? Parece que las cosas no andan

muy bien.Con las pocas palabras en inglés que sabía, Pavel le contestó:Estamos enfrentando algunos desafíos, como les pasa a todos

los estudiantes, y le he estado pidiendo ayuda a Dios.Por favor, ven a mi oficina. Quiero escuchar más de tu his-

toria le urgió el rector.Una vez en la oficina, Pavel explicó todas las desafortunadas

circunstancias que habían tenido. No sabían qué hacer.

N o estamos pidiendo nada a nadie. Pero usted preguntó, yahora sabe algo de lo que estamos enfrentando. Simplemente, nosabemos qué hacer.

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Bueno, si Dios los trajo aquí, seguramente él proveerá parasus necesidades. Estoy seguro de que tú sabes esto a esta altura detu vida —le recordó el decano.

El siguiente sábado, el pastor de la universidad predicó susermón basado en Jeremías 29:11:

“Yo sé los planes que tengo para ustedes [...]” (DHH).Las palabras de aliento de este pasaje eran exactamente lo que

Pavel y Dana necesitaban escuchar. Acercándose a ella, él susurró:D ana, está predicando sobre nuestro versículo.

Escucharon con atención, mientras el pastor detallaba losdesafíos que Moisés enfrentó cuando Dios lo llamó para sacar alos israelitas de Egipto. Dios no necesitaba tanto de la habilidadde Moisés, sino de su disponibilidad. Lo decisivo no era lo queMoisés tenía en su mano, sino lo que Dios podía hacer con eso.Continuando con su mensaje, el pastor recordó a la congregación

lo inadecuado que se sintió Moisés cuando el plan de Dios com- prendía ir a un país en el cual ni siquiera sabía hablar el idioma.Mirándose el uno al otro en el banco de la iglesia, Pavel y Danasupieron que Dios les estaba hablando directamente a ellos. Allísentados, con lágrimas corriendo por sus mejillas, pidieron a Diosque los perdonara por dudar de él. Una vez más, resolvieron con-

fiar en él para todas sus necesidades.Al estrechar las manos del pastor a la salida del santuario, leagradecieron por permitir que Dios lo usara para exponer palabrasque eran justo para ellos.

¿Quiénes son ustedes? les preguntó el pastor, sonriente.Somos estudiantes del seminario, de Rumania le dijeron,

mientras le agradecían.Los estantes de la despensa aún estaban vacíos, pero la nube

oscura que los había seguido a la iglesia esa mañana se habíadesvanecido. Ante la presencia de Dios, habían visto los rayos delsol del cielo. Sus circunstancias no habían cambiado, pero eranhijos de Dios y sabían que él los cuidaría.

El siguiente jueves de noche, Pavel respondió a un llamado

a la puerta. Era el pastor. Se preguntaba si podía pasar a hablarcon ellos durante unos minutos. Les informó que el decano había

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UN DÍA A LA VEZ

compartido con él parte de la historia de ellos, y deseaba conocer

el resto de ella.Cuando terminaron de manifestarle su situación, el pastor lescomentó que el rector había ofrecido pagar los estudios de Pavel

para todo el año, pero con una condición: tenía que finalizar sucurso de dos años en uno solo, y aun así mantener un promedio decalificaciones excelente. El pastor, entonces, aseguró que conver-saría con la iglesia para que pagara su alquiler y los seguros. Ellostendrían que pagar por su propia cuenta la comida, los serviciosy los libros de texto de Pavel.

Pronto, Dana encontró tres casas para limpiar, además decuidar a una mujer anciana durante el día y un hombre ancia-no durante la noche. Pavel afinaba algunos pianos, y así podíanmantenerse a duras penas.

Para poder finalizar sus estudios en un año, Pavel tenía quetomar 21 créditos en el primer semestre y 19 en el segundo, seguidosde 17 durante el verano. En su tiempo “libre”, tenía que aprenderinglés y tomar una clase de computación. Se sentía igual de perdidoen ambas clases, pues no sabía ni cómo prender una computadora.

Pasó muchas noches orando junto a su cama, con un dic-

cionario en la mano, mientras trataba de descifrar cómo escribirusando caracteres extranjeros en el teclado. Completar sus tareasgeneralmente le tomaba hasta las 3 de la mañana. Solo podíadormir una hora, pues debía despertarse con tiempo para orar,antes de comenzar un nuevo día. Su horario era increíble, pero locompletaba con la ayuda de Dios. Cuando terminaron las clases,

Pavel se graduó con honores (magna cum laudé).Cuando faltaban unas semanas para la graduación, el rec-tor del seminario se acercó a Pavel con el mismo ofrecimiento

para obtener una maestría en Divinidad. Si lograba completarsu maestría en la Universidad Andrews [Andrews University],en Berrien Springs, Michigan, en la mitad del tiempo, mientrasmantenía el mismo promedio de calificaciones, una vez más él

pagaría el arancel.Solamente faltaban dos semanas para que comenzara el se-

mestre de otoño en la Universidad Andrews. No tenía dinero ni

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cómo mudar a su familia. Y tenía que salir de la vivienda paraestudiantes, que era su residencia. Una vez más, no podían avan-

zar, y tampoco podían quedarse donde estaban.Al enterarse de su situación, el hijo del anciano que Danacuidaba salió en su ayuda. Una y otra vez los había ayudado endiferentes emergencias. Toda la familia Goia estaba sumamenteagradecida a este amable hombre, que había compartido sutiempo y sus recursos en repetidas ocasiones. Los había hechosentir como si fueran miembros de su propia familia. Comomiembros de su familia, los invitó a mudarse a su casa, hastaque decidieran qué iban a hacer.

Aunque no estaban seguros de cómo harían para mudarsea la Universidad Andrews o dónde vivirían una vez que estuvie-ran allí, el rector anotó a Pavel y pagó sus estudios. Pavel llamóal Departamento de Viviendas de la universidad en repetidas

ocasiones, con la esperanza de que algún departamento hubieraquedado disponible, pero todo estaba completo. Faltando dosdías para que comenzaran las clases, parecía que la mudanzasería imposible. Aunque encontraran la forma de llegar hastaallá, no tendrían un lugar donde vivir.

Más tarde, ese mismo día, el conductor de un camión llamó

a la casa donde se hospedaba la familia Goia, para asegurarsede que hubiera alguien. Tenía una mesa que entregar, de partede una tía de Florida. Ella había pedido al conductor que lallevara, ya que no le quedaría tan lejos de su camino. De allí,iría hasta la Universidad Andrews, con una carga de mueblesde unos estudiantes.

Una vez que el conductor descargó la mesa, el amable an-fitrión de Pavel y de Dana le preguntó si había alguna manerade que entraran las cosas de la familia Goia en su camión, puesnecesitaban llevarlas a la universidad.

Es que tengo que cargar, en este camión, los muebles detoda una casa, que pertenece a un estudiante de aquí, Tennessee...

Un par de horas después de que el conductor se fuera, llamócon buenas noticias. El estudiante de Tennessee había decidido

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UN DÍA A LA VEZ

posponer su mudanza hasta el semestre siguiente. Se dirigía

hacia allá, para cargar las posesiones de la familia Goia. Igual-mente de maravilloso era que los gastos del viaje ya habían sido pagados por las dos Asociaciones que estaban cubriendo losgastos de los dos estudiantes. El conductor les estaba ofreciendollevar sus cosas sin costo alguno. Luego de cargar sus pertenen-cias, el conductor quiso saber dónde debía descargarlas, al llegar

allá. Ese era otro problema. Todavía no tenían un departamento, por lo que decidieron que un depósito sería la única opción. Elconductor comenzó su viaje hacia el norte.

No más de una hora después de que el camión hubieradesaparecido de la vista, el teléfono sonó otra vez. Era el De-

partamento de Viviendas de la Universidad Andrews. Había undepartamento disponible. Rápidamente, Pavel llamó al conduc-tor con la nueva dirección. En solo dos horas, habían conseguidouna mudanza, con todos los gastos pagos, y un departamento.Dios había movido montañas de imposibilidades, y estaban encamino al siguiente paso de la educación pastoral de Pavel. Sehabía deleitado en Dios en todos sus caminos, y ahora experi-mentaría los “deseos de su corazón” (Sal. 37:4).

Cuando Pavel comenzó sus estudios en el seminario, sufamilia y él enfrentaban una serie de desafíos. Pero, estabanseguros de que Dios no los había conducido hasta tan lejos paradejarlos desvalidos con sus propios recursos, y confiaban en queDios continuaría saliendo en su favor. Cada vez que la familiaGoia experimentaba que Dios quitaba un obstáculo imposible

de su camino, su fe crecía. Salió en su favor ante cada emergen-cia; aunque, generalmente, en el último minuto. El dinero quese necesitaba llegaba justo en el momento crítico de la crisis;el monto adeudado y el monto recibido, por lo general, eranexactamente iguales.

Confiando completamente en el cuidado de Dios, Pavel y

Dana decidieron no concentrarse más en sus problemas, sinoencontrar y animar a otros que estuvieran experimentando ne-cesidades mayores que las de ellos. Cuando recibían alimentosmilagrosamente, lo compartían con quienes sabían que estaban

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en extrema necesidad. Todas las veces compartían con otros, yDios volvía a reaprovisionarlos. Recordaron repetidamente que

es más emocionante ser un canal de las bendiciones de Dios que,simplemente, ser un receptor agradecido.Luego de verificar cómo Dios fielmente suplía sus necesi-

dades, la familia Goia comenzó a alabarlo antes de vislumbrarevidencia alguna de su respuesta, y sus expresiones de gozo erancontagiosas. Muchos otros estudiantes que luchaban se sintieronanimados a enfrentar sus problemas alabando a Dios, en lugarde rogar por su ayuda. Sin duda que el Cielo sonreía, al recibirla gratitud y la alabanza que fluía de la familia Goia y de quienescompartían su descubrimiento.

Pavel se encontró sonriendo, mientras meditaba en las mu-chas providencias de Dios, para su familia y para él, desde quesalieron de Rumania. Aunque había tomado una licencia en su

ministerio para recibir mayor educación, su ministerio no habíacesado. En su nueva vida como estudiante, Dios lo había utiliza-do con el objetivo de alentar a muchos estudiantes y profesoresen el camino. Ellos eran su nueva “congregación pastoral”.

Al acercarse la graduación del seminario, Pavel comen-zó a preguntarse hacia dónde lo conduciría el plan de Dios a

continuación. Recordó a Dios que había querido decir lo querealmente había dicho al oficial de aduanas en Rumania: iríadondequiera que Dios quisiera que fuera, cuando hubiese com-

pletado su educación. Mientras oraba para conocer la voluntadde Dios, vino a su mente vividamente su oración bajo el árbol demanzanas frente a la iglesia, cuando tenía cinco años de edad.

Los versículos de Jeremías prometían que él hablaría de parte deDios. Al acercarse el final de su educación universitaria, decidióque, sin importar dónde lo llevara el plan de la Providencia,verdaderamente sería un VOCERO DE DIOS.

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CONCLUSION

Conclusión es, quizás, una palabra inadecuada para em-

plear al terminar de relatar la historia de Pavel Goia, puessus experiencias de oración continúan todos los días. Así

como las historias precedentes de los primeros años de Pavelrepresentan solo una pequeña parte de los milagros de partede Dios que él experimentara, también es imposible detallar

aquellos milagros que le siguieron. Su íntima amistad con Diosle permite vivir cada día en una atmósfera de luz y de gracia. Lavida de Pavel continúa ejemplificando la promesa de la Palabrade Dios que se encuentra en Hebreos 11:6:

“Es galardonador de los que le buscan”.Una semana luego de diplomarse en la Universidad Andrews,

Pavel y Dana recibieron un llamado de la Asociación de Wisconsin para servir como pastor. Sintiendo confianza en que Dios loguiaba, Pavel retomó su vida como ministro en Wisconsin. Fuellamado a un distrito con varias iglesias, muy parecido al que




había dejado en Rumania, y con muchos de los mismos desafíos.Con sus enseñanzas y ejemplo, él recuerda a sus feligreses quelos problemas encuentran soluciones por medio de sus oraciones.

Varios han seguido su ejemplo, y han descubierto una vida demilagros propia.

Pavel siente pasión en alentar a otros a que compartan susexperiencias de oración. Ha impartido seminarios en varioscontinentes. Al principio, sus seminarios habían empezado conalgunos cientos, y luego aumentaron a miles de asistentes. Las

grabaciones en DVD de sus presentaciones han circuido el glo- bo, con resultados de cambios de vida para quienes han elegido poner en práctica los principios que él enseña. Se han verificadomilagros en cada lugar en el que el pueblo de Dios ha humilladosu corazón genuinamente en oración. A menudo, los resultadoshan sido reavivamientos individuales y colectivos. Las palabras

de la promesa que Pavel escuchó leer a su padre cuando era un pequeño niño continúan dándole fuerza:“No digas: soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú,

y dirás todo lo que te mande” (Jer. 1:7).Todavía se está cumpliendo la palabra profética de Dios.Como ejemplo de los milagros que la congregación de Pavel

está experimentando en el presente al aprender a caminar porfe, debería incluirse un testimonio más.

Durante años, la congregación que Pavel estaba pastoreandoen Janesville, Wisconsin, había pospuesto la construcción deuna nueva iglesia. Una barrera imposible tras otra les habíaimpedido avanzar. Como resultado de muchas temporadas deoración, los miembros se sintieron impresionados a avanzar, a

pesar de los desafíos que aún enfrentaban. Era una congregación pequeña, con recursos muy limitados, pero procedieron paso a paso, mientras se abría el camino delante de ellos.

Se aproximaba el Día de Acción de Gracias, cuando los ci-mientos y el nivel inferior estaban en su lugar y listos para quese colocaran las vigas de acero, como soportes del piso superior.

Dada la gran amplitud de un lado a otro de los cimientos, senecesitaban vigas muy pesadas para soportar el peso. Por con-

192



CONCLUSIÓN

siguiente, se necesitaría una gran grúa industrial, para colocar

las pesadas vigas.La comisión de construcción se reunió, y decidió solicitar laentrega de las vigas, aunque les faltaban los 4.500 dólares para

pagar la grúa. Frank, un miembro de la comisión de construc-ción que también era soldador, se ofreció para llevar su sopletede corte y cortar las vigas del largo necesario, luego de que

fueran entregadas. Era una gran tarea cortar las vigas. Debidoal espesor del acero, debía aumentarse la presión del oxígeno ylos cilindros de acetileno, para poder hacerlo. Cuando terminóel último corte, el marcador de presión de acetileno marcó cero,

por lo que los hombres estuvieron agradecidos por haber teni-do suficiente gas para terminar el proyecto. Teniendo las vigascortadas a la medida correspondiente, estaban listos para que lagrúa las levantara para ubicarlas en las cavidades de concreto

preparadas para ese fin, a lo largo de la pared del cimiento.Como todos los miembros de la comisión de construcción es-

taban disponibles en el Día de Acción de Gracias, decidieronencontrarse por la mañana en la construcción. Luego de discutir el

problema del arancel de la grúa para colocar las vigas, uno de los

miembros de la comisión decidió llamar al pastor Goia. Luego deescuchar la explicación de su imposible situación, Pavel preguntó:

¿Han orado y han entregado el problema a Dios? —Por supuesto que lo hicimos —le aseguraron.Ustedes dicen que oraron. Pero ¿cómo oraron? Si Elias hu-

biera orado en el Monte Carmelo de la manera en que oramos

hoy, todavía estaría esperando la lluvia. Tenemos que orar confervor, pidiendo el honor y la gloria de Dios. Esta es su iglesia,y él puede solucionar cada problema que enfrentemos. Nos hainvitado a probarlo, para verlo obrar. Derramemos nuestroscorazones delante de Dios ahora mismo, y observemos qué harádesafió Pavel.

Al darse cuenta de que su pastor tenía razón, los hombres for-maron un círculo en el lugar de la construcción. Con corazonesfervientes, comenzaron a exponer su necesidad delante de Dios.Cuando cada uno de ellos hubo orado, no dejaron de rogar, sino

193




que continuaron orando en orden tres o cuatro veces. Cuantomás oraban, más fe y poder rodeaba sus oraciones.

Mientras oraban, Lenny sintió que su teléfono celular estabavibrando. Rápidamente atendió el llamado. La curiosidad delgrupo de hombres que esperaba comenzó a aumentar, mien-tras escuchaban una parte de la conversación y estudiaban laexpresión de gozo que florecía en el rostro de Lenny. Cuandoagradeció al que llamaba y se despidió, todos estaban ansiosos

por conocer los detalles de la conversación que había interrumpido sus oraciones.

Lenny se volvió a los demás, emocionado:E ra al operador de la grúa que contactamos para colocar

las vigas. Dijo que no había manera de reducir su arancel por eltrabajo, pero que le gustaría hacer algo especial para nosotros

hoy. Me recordó el pedido que había hecho cuando estuvo aquíla primavera pasada, para que oráramos por la seguridad de suhijo, que estaba con el ejército en Iraq. Justamente esta semana,su hijo volvió sano y salvo. Así que, está ofreciendo venir hoygratuitamente. Dijo que como es un feriado y de todos modosno trabajaría, no estaría perdiendo dinero. Está viniendo para

acá en este momento explicó, jubiloso, Lenny.Antes de desarmar el círculo de oración, los hombres ofre-cieron su alabanza y agradecimiento a Dios por el milagro queacababa de obrar para ellos. Con corazones agradecidos, loshombres se pusieron en acción, de modo de estar preparados

para la pronta llegada de la grúa.En pocos minutos, la grúa estaba en el lugar y en posición

para colocar las vigas. En menos de una hora desde el momentoen que los hombres habían comenzado a orar, observaron cómose izaba la primera viga desde el suelo y se balanceaba sobre las

primeras cavidades de cemento. Había hombres ubicados a cadalado de los cimientos, que guiaban al operador de la grúa para

bajarlas en el lugar adecuado.

Cuando fue bajada la primera viga, se descubrió que eracinco centímetros más larga que la cavidad. Luego de algunasmediciones, quedó claro que todas las vigas habían sido cortadas

194



CONCLUSIÓN

cinco centímetros más de lo que correspondía. Se dieron cuenta

de que este era algo más que un pequeño retraso, pues Frank lesrecordó que había usado lo último que quedaba de acetileno yque el cilindro de oxígeno estaba prácticamente vacío cuandohabía terminado de hacer el último corte hacía unos pocos días.Como era Día de Acción de Gracias, sería imposible reemplazarlos cilindros vacíos en el negocio de implementos de soldadura.

Frank llamó a todos los que se les ocurrió para pedir prestadocilindros de gas, pero no obtuvo éxito. Por lo tanto, los hombresenfrentaron una realidad muy sombría: si las vigas no se podíancortar del largo correcto, no tendrían otra opción que abandonarel proyecto hasta el otro día. No podían creer que Dios hubiesecontestado sus oraciones de una manera tan maravillosa hacíasolo unos momentos, sin ninguna razón. Seguramente, él nohabría impresionado al operador de la grúa para hacer unadonación tan generosa solo para que volviera a su negocio y lasvigas quedaran esperando ser colocadas. Una vez más, los trabajadores llamaron a Pavel para ponerlo al tanto del problemade los cilindros vacíos.

—Tienen que orar con fervor otra vez. Los cilindros vacíos

no son un problema para Dios. El puede proveer del oxígeno yel acetileno tan fácilmente como les envió la grúa les recordó.

Mientras el operador de la grúa los observaba, los hombresse reunieron para orar una vez más. Luego de que terminaronde orar, uno de los hombres sugirió que trataran de encender elsoplete, aunque las agujas del cilindro seguían marcando cero.

Todos los ojos estaban fijos sobre Frank, mientras abría las vál-vulas del soplete. Buscó su encendedor para prender el soplete,cuando escuchó el ruido familiar del gas que salía por la punta.Con la primera chispa, el soplete se encendió.

Sin saber cuánto tiempo iba a durar la llama, Frank comen-zó a cortar rápidamente la primera viga. Cuando terminó la

primera, siguió con la siguiente. Mirando la larga fila de vigasque había que cortar, los hombres contuvieron el aliento, con laesperanza de que el “gas del milagro” continuara fluyendo losuficiente para terminar el proyecto.

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Finalmente, Frank llegó a la última viga con la antorcha fun-cionando perfectamente. Los hombres, emocionados, miraron la

última pieza de acero que se desprendía de la viga y caía al suelo.Para su sorpresa, la llama se extinguió en el momento exactoen que la pieza de acero fundido se separaba de la viga. ¡Era elmomento de una verdadera celebración de Acción de Gracias!El Creador de los elementos de la naturaleza había creado el gasnecesario para continuar la construcción de su casa de adoración.

Mientras las vigas iban siendo ubicadas, se sintió más comoun servicio de adoración de alabanzas que un lugar de construc-ción. Cada uno de los trabajadores estaba ansioso de compartir lahistoria del cilindro vacío con su familia, que esperaba en casa;y estaba claro que el operador de la grúa contaría la historia ensu casa, también. Aturdido, nunca había visto algo parecido ensu vida. Cada centavo de su donación de 4.500 dólares había

valido la pena, solo por presenciar la contestación de Dios a lasoraciones de un grupo de hombres humildes, que deseaban haceravanzar su causa y honrar su nombre.

El proyecto de construcción de la iglesia continúa avanzando,aunque han aparecido muchos desafíos adicionales. De a poco,los miembros están aprendiendo que orar como lo hizo Elias en

el Monte Carmelo es determinante.Aunque hemos llegado al final de esta narración abreviadade las experiencias de oración de un hombre sincero, posible-mente estés de acuerdo en que no existirá una conclusión paralas oraciones de Pavel y las intervenciones de Dios. Para cadanuevo desafío, Dios continúa teniendo una solución.

Para muchos, esta no será una conclusión, sino un comienzo.Para quienes ya no les satisface la mera lectura de las experien-cias excitantes ocurridas en la vida de otra persona, ¡esta esuna oportunidad para comenzar una nueva y completa vida deoración! ¿Por qué esperar? Dios te está invitando a comenzar tu

propio caminar íntimo con él ahora mismo.Amigo, mientras sostienes este libro en tus manos, puedes

tener la seguridad de que Pavel está orando por ti. Su deseo más profundo no es que sus experiencias con Dios te resulten agra-

196



CONCLUSIÓN

dables y estimulantes, sino que hayas escuchado la voz de Dios

que te invita a entrar en el círculo interior de su luz y gracia, através de la oración. Quienes respondan a esta invitación espe-cial, pueden tener la seguridad de que los espera una intimidadcon Dios plena de gozo, que nunca antes hubieran imaginado.

Un día a la vez, Dios continúa bendiciendo a Pavel y a sufamilia. Siempre ha permanecido fiel a la promesa que hizo a

Dios cuanáo era un jovencito arrodillado al lado de su cama, ycuya respuesta divina fue:“Si me pones en primer lugar, cuidaré de ti”.Si preguntaras a Pavel la razón por la cual Dios pudo obrar

tantos milagros en su favor, él sería el primero en contarte queno es porque Dios lo prefiera por sobre los demás. Quizás, en elregistro del nombre de Pavel en el cielo, diga: “Porque oraste”.

¿Qué sucedería si cada uno de nosotros nos uniéramos a Pavelsobre nuestras rodillas?



Arriba: El día de la diplomatura en el Southern Adventist University, Collegedale,Tennessee, agosto de 1998.

Abajo: Jack Blanco, doctor en Teología, ofrece sus felicitaciones.



Arriba: Unas vacaciones familiares enWashington, DC, Estados Unidos (2002).

Abajo: Dana y Pavel de vacaciones en la

Costa Este (2006).



APELACION

DE PAVEL

♦ A lguna vez te preguntaste qué planes puede tener Dios J ^ i \ para ti? En Jeremías 29:11 Dios dice:

“Yo sé los planes que tengo para ustedes” (DHH).Dios tiene un plan para cada ser humano. Y no solo un

plan en general, sino también planes para cada día. Jesús selevantaba temprano para orar, con el deseo de descubrir los

planes de Dios para el día, y para recibir fortaleza de modo deseguir constantemente esos planes. David dijo, en los salmos,que aun antes de que naciéramos Dios conoce todos nuestrosdías. Con seguridad, conoce nuestras necesidades, nuestrasfortalezas y debilidades, pecados y victorias. Conoce nuestros

problemas aun antes de que los tengamos. Es más: también

tiene una solución ya preparada de antemano.Oramos y decimos: “Que se cumpla tu voluntad”. Pero¿conocemos su voluntad? Con frecuencia oramos y pedimos

perdón; pedimos ayuda en diferentes situaciones y bendiciones:Pero ¿con cuánta frecuencia pedimos su presencia, y sus planes?En Romanos 8:32, Pablo declara que si Dios nos dio a Jesús,

¿cómo no nos dará todas las cosas en Cristo? Es decir, todaslas cosas que necesitamos, en Jesús. Cuando tenemos a Jesús,cuando está presente y es real en nuestras vidas, él tiene el poder,



APELACIÓN DE PAVEL

la sabiduría, el amor y el deseo de brindamos todas las cosas; ytodas las cosas buenas son realmente EN EL.

Pero ¿no deberíamos desearlo a él más que a sus regalos?Dios pidió al Israel antiguo que construyera un santuario, paraque pudiera morar con ellos. Jesús vino al mundo para estarcon nosotros, y fue llamado Emanuel, que significa “Dios connosotros”. Juan afirma que la vida eterna es conocerlo. EnSalmo 63, David expresó que deseaba la presencia de Dios

más que el agua; más que cualquier otra cosa. Cuán diferentes podrían ser nuestras vidas si en lugar de procurar solucionarnuestros problemas con tanto esmero, para satisfacer nuestrasnecesidades, tratásemos de conocer a Dios; de experimentarlodiariamente; de tener su presencia real y constante. Y luegoconfiar nuestras necesidades a él y a su dirección.

Una y otra vez oramos pidiendo su ayuda. Luego, trata-mos de hacer lo que pedimos para nosotros, en vez de esperaren el Señor. Tratamos de encontrar la solución, en lugar dehacer lo que él dice y de seguir su solución. ¿No deberíamosconfiar en que es mejor permitir que él se ocupe de las cosas,en lugar de tratar de cuidar de nosotros mismos? En general,

oramos por nosotros mismos y por nuestras necesidades, locual nos ubica en el centro de nuestras oraciones y de nues-tras vidas, cuando deberíamos colocar al Señor en el centro.Cuando Israel pecó y Moisés oró por ellos, no puso a Israelen el centro, sino el nombre y la gloria de Dios. De hecho,Moisés alegó con Dios:

Sí, ellos han pecado y merecen morir: pero ¿qué diránlas naciones sobre ti? Aunque no lo merecen, por favor, obraen favor de tu nombre y de tu gloria.

El apóstol Pablo reflejó la misma actitud:

201




Lo que me suceda a mí no es importante. No importasi vivo o si muero. Lo que importa es que lo sirvo; que él es el

objetivo y el centro de mi vida. Señor, haz conmigo lo que sea para tu gloria.Cuanto más preocupados estamos por nosotros mismos y

tratamos de solucionar cosas, conseguir cosas y superar cosas,tanto más perdemos. Pero, cuando estamos preocupados porla gloria y los planes del Padre, negándonos a nosotros mismos,entonces su presencia en nuestras vidas trae paz, crecimiento,victoria, y las mejores soluciones para nuestras necesidades co-tidianas. Jesús dice que quien intente salvar su vida la perderá,y que quien pierda su vida por él la salvará. Recuerda: él dicecualquier cosa que pidamos a Dios en su nombre, él lo hará pornosotros. También, asegura que si tenemos fe aunque más nosea del tamaño de una semilla de mostaza, podremos hacer

cualquier cosa, e incluso haremos cosas más grandes que lasque él hizo.

¿Está exagerando Jesús en estas declaraciones, o hay algoque está mal en nuestra forma de orar? ¿Podría ser que nosepamos realmente cómo orar; que no oremos lo suficiente; oque tengamos prioridades equivocadas en nuestras oraciones?

¿Podría ser que hablemos mucho sobre Dios, pero que no loconozcamos realmente y que, por lo tanto, experimentemossu presencia solo esporádicamente en nuestras vidas? ¿Podríaser que necesitemos más de él que de las cosas que le pedimos?

No podemos ni siquiera imaginar cuán grandiosos son los planes de Dios para nosotros. Nuestra imaginación es pobre,

respecto de su poder y su amor. Oramos pidiendo cosas pe-queñas, cosas que generalmente podemos hacer por nosotrosmismos, con frecuencia sin animarnos a orar o a pensar encosas grandiosas, olvidando que él es el Dios de lo imposible.¿Podría ser que limitemos a Dios y a sus planes para nosotros?Dios nunca cambia; su poder es ilimitado y su amor es infinito.Quiere vivir con nosotros, obrar por nosotros, bendecirnos yusarnos para su gloria, con la intención de cumplir los planesque tiene para nosotros.

202



APELACIÓN DE PAVEL

¿Qué pasaría si, antes de comenzar cada día, lo buscára-

mos a él y su presencia, le preguntáramos cuáles son sus planes para el día y luego nos pusiéramos a su disposición? ¿Puedestener una visión de lo que él puede hacer en ti, y a través de tidiariamente? La Biblia declara que si buscamos con todo nues-tro corazón a Dios, lo encontraremos. Y en él encontraremos

poder, paz, salvación, respuestas, victoria y gozo ilimitados.

Y eso puede ser únicamente el principio.

203



GREG BTJDD



•# ih—h LA HISTORIA DE PATEL GOIA



Cuando tenía cinco años, Pavel Goia sabía que Dios lo había

llamado a hablar por él. Sin embargo, cuando llegó a laadolescencia, el divertirse con sus amigos fue mucho má>

importante que la religión de su familia. Y la Rumania comunistano era, precisamente, amigable con los cristianos.

Si b Di b ió h d di h d

Un Milagro Tras Otro- La Historia de Pavel Goia

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