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23 Udaberria 2014 D espués de tantos años de andadura, es difícil apor- tar elementos novedosos a las páginas de esta revista. Aunque los temas que han ido apareciendo son muy variados, este es un pueblo pequeño y cuesta encontrar personajes vinculados a Deba que no hayan tenido aquí su parte de protagonismo. Por esto mismo, dedicar un trabajo a Pablo Sorozabal no tiene nada de original. Pero, redundando en lo antedicho, en este caso se da una curiosa circunstancia que muestra de forma palmaria mi atrevimiento, y es que ya en el número ante- rior se le dedicó la sección denominada miscelánea, en la que se hacía mención a su vinculación con Deba des- pués de cumplirse el veinticinco aniversario de su falleci- miento. Mi objetivo consiste en poder repetir temas anterior- mente tratados pero con un enfoque distinto. Pongo un ejemplo; mientras tecleo estas líneas me acabo de ente- rar de la muerte del guitarrista Paco de Lucía. Supongo que todos los comentarios que aparezcan en los medios de comunicación en relación al personaje serán enco- miásticos, pero estoy seguro de que cada uno aportará un dato nuevo, una anécdota distinta. O sea, lo que yo pretendo es hablar de lo de siempre pero con una mirada diferente. Hasta ahora en la revista se ha hablado de Sorozabal, pero en esta ocasión va a ser Sorozabal el que hable de Deba. ¿Cómo podemos dar voz a un personaje que lleva tantos años muerto? Pues es fácil, sumergiéndonos en su autobiografía; libro éste que compré hace unos años y que aguardaba en una estantería a que su poseedor le concediera protago- nismo. Antes de entrar en materia llega el momento de las revelaciones: Mi interés por la zarzuela fluctúa entre lo escaso y lo insignificante, pero hace un par de años, cuando supe que en mi ciudad se representaba “La del manojo de rosas” y que su autor era el celebérrimo com- positor Pablo Sorozabal, el mismo que me hace estreme- cer cuando escucho su “Marcha fúnebre”, el que consi- gue que cada uno de los habitantes de este pueblo sien- ta idéntica pulsión sentimental ante “La marcha de Deba”, hizo que la mezclas de curiosidad y simpatía me llevaran a presenciar la representación. Y es que, durante nuestra vida nos encontramos con personajes que sin saber la razón, y sin haberles conoci- do personalmente, ejercen sobre nosotros una especie de magnetismo emocional que nos obliga a considerarlos como si hubieran formado parte de nuestra propia fami- lia. Deba en la autobiografía de Pablo Sorozabal Vicente ARRIZABALAGA LOIZAGA En la autobiografía de Pablo Sorozabal aparecen numerosas refe- rencias a su estancia en Deba.

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Después de tantos años de andadura, es difícil apor-tar elementos novedosos a las páginas de estarevista. Aunque los temas que han ido apareciendo

son muy variados, este es un pueblo pequeño y cuestaencontrar personajes vinculados a Deba que no hayantenido aquí su parte de protagonismo. Por esto mismo,dedicar un trabajo a Pablo Sorozabal no tiene nada deoriginal. Pero, redundando en lo antedicho, en este casose da una curiosa circunstancia que muestra de formapalmaria mi atrevimiento, y es que ya en el número ante-rior se le dedicó la sección denominada miscelánea, enla que se hacía mención a su vinculación con Deba des-pués de cumplirse el veinticinco aniversario de su falleci-miento.

Mi objetivo consiste en poder repetir temas anterior-mente tratados pero con un enfoque distinto. Pongo unejemplo; mientras tecleo estas líneas me acabo de ente-rar de la muerte del guitarrista Paco de Lucía. Supongoque todos los comentarios que aparezcan en los mediosde comunicación en relación al personaje serán enco-miásticos, pero estoy seguro de que cada uno aportaráun dato nuevo, una anécdota distinta.

O sea, lo que yo pretendo es hablar de lo de siemprepero con una mirada diferente. Hasta ahora en la revista

se ha hablado de Sorozabal, pero en esta ocasión va aser Sorozabal el que hable de Deba. ¿Cómo podemosdar voz a un personaje que lleva tantos años muerto?Pues es fácil, sumergiéndonos en su autobiografía; libroéste que compré hace unos años y que aguardaba enuna estantería a que su poseedor le concediera protago-nismo.

Antes de entrar en materia llega el momento de lasrevelaciones: Mi interés por la zarzuela fluctúa entre loescaso y lo insignificante, pero hace un par de años,cuando supe que en mi ciudad se representaba “La delmanojo de rosas” y que su autor era el celebérrimo com-positor Pablo Sorozabal, el mismo que me hace estreme-cer cuando escucho su “Marcha fúnebre”, el que consi-gue que cada uno de los habitantes de este pueblo sien-ta idéntica pulsión sentimental ante “La marcha de Deba”,hizo que la mezclas de curiosidad y simpatía me llevarana presenciar la representación.

Y es que, durante nuestra vida nos encontramos conpersonajes que sin saber la razón, y sin haberles conoci-do personalmente, ejercen sobre nosotros una especiede magnetismo emocional que nos obliga a considerarloscomo si hubieran formado parte de nuestra propia fami-lia.

Deba

en la

autobiografía

de

PabloSorozabalVicente ARRIZABALAGA LOIZAGA En la autobiografía de Pablo Sorozabal aparecen numerosas refe-

rencias a su estancia en Deba.

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¿QuIén fue PABLO SOROZABAL?

La memoria de los pueblos y de las ciudades se com-pone de muchos elementos, pero hay personajes que lahilvanaron. A muchos de ellos paradójicamente, estoslugares los castigaron con desamor. Es descorazonadorcomprobar que en ocasiones, si uno da todo lo que es enpro de su localidad natal o en la que vive, esto mismo ono se advierte por los demás, o se niega. Me gustamucho al respecto una sentencia de Oteiza, otro pro-hombre vinculado a Deba: “Donde puse mi corazón loperdí”. Este es el típico grito de los que padecen angus-tia existencial. Sorozabal fue bastante oteiziano en suconcepción de ver la vida. En esto influyó, yo así lo creo,la temprana muerte de su mujer.

No obstante, la visión de Deba que tuvo el músico fuecontraria a lo que escribió el genial escultor. PorquePablo Sorozabal puso parte de su corazón en estepequeño pueblo de la costa vasca, y este lo acogió deforma perenne mediante su recuerdo escultórico en unode esos lugares emblemáticos que solo se puedenencontrar en las localidades marinas.

Corre la leyenda que dice que Pablo Sorozabal fue unhombre esquinado y de difícil trato. Que era, en fin, unode esos individuos incómodos, una de esas personas quehablan poco pero no pasan nada por alto, y que cuandocomentan algo parece que lo hacen siempre desde la cle-mencia. Esto no se puede captar desde una autobiogra-fía, porque uno escribe su vida desde la autocomplacen-cia. Siempre me ha parecido que habría sido curiosa lavisión que tendrían sobre sí mismos los personajes máscontrovertidos de la historia. Supongo que serían en sumayoría exculpatorios. Para saldar cuentas con ellos yaestán las biografías no autorizadas. Lo que pensamos denosotros mismos tiende con frecuencia a la ausencia deautocrítica. En lo que consideramos como verdades irre-futables y como tales las defendemos, otros ven en noso-tros cazurrería y cerrazón. A nuestro afán por impartir jus-ticia, los semejantes le llaman soberbia y altanería. Engeneral, nos creemos mejores de lo que somos.

Por eso, no observaremos la autobiografía de nuestropersonaje con espíritu crítico. Vamos más bien, a sumer-girnos en este libro sin prejuicios, dejándole hablar.

Pablo Sorozabal, no hace falta que lo leamos, fue ungran músico. “Katiuska”, “La tabernera del puerto” y “Ladel manojo de rosas”, figuran entre las zarzuelas másaplaudidas y recordadas de todos los tiempos. Fueronpopularizadas en los escenarios sobre todo durante laSegunda República. Respecto a estas tres obras,Sorozabal indicó con su sorna habitual, que él vivía comolos chulos, de tres mujeres; de una princesa rusa, de unaflorista castiza y de la enamorada de un marino norteño.En realidad las protagonistas de sus zarzuelas le dieronnotoriedad, pero su obra musical fue tan fuerte y variadaque podría ser recordado también por sus composicionesal margen del teatro lírico.

De la lectura de su biografía deducimos que siemprereivindicó con orgullo su origen proletario. Desde joventuvo que ganarse la vida paseando su violín por cafés,

cines y cabarets de San Sebastián. Consiguió una becapara estudiar en Leipzig y Berlín; allí se impregnó de jazzamericano y de un nuevo teatro musical. Los nuevosaires europeos los introdujo en su música, de tal formaque antes de cumplir la treintena era considerado ennuestra tierra como el sucesor de Usandizaga, tal era lafama que alcanzó con su Sinfonía sobre cantos popula-res vascos.

Alcanzó la cima de su carrera en 1936 al ser nombra-do director de la Banda Municipal y la Orquesta Sinfónicade Madrid. Pero la Guerra, y esto no lo dice solo él, sinoque lo asegura el crítico musical Mario Larena, le arruinófísica y moralmente. Recorrió el Levante republicanorecaudando fondos para la resistencia del pueblo madri-leño, un compromiso que los vencedores de la contienday algunos colegas de profesión no olvidarían.

Tras unos años de censura y ostracismo, Sorozabalaceptó con entusiasmo el puesto de director de laOrquesta Filarmónica de Madrid. Tras sorprender a públi-co y crítica con operetas cosmopolitas como “La isla delas perlas” asimiló la tradición de la zarzuela y delGénero Chico logrando un equilibrio entre populismo, tra-dición y vanguardia. Colaboró con autores literarios deprestigio, como Pío Baroja, con los mejores libretistas dela época y con los divos del canto del momento. Peropara conseguir el éxito tuvo que contar con un cómplicede excepción. Y es que su esposa, Enriqueta Serrano,protagonizó los primeros estrenos del músico antes deabandonar su carrera de actriz y cantante por amor aSorozabal. Nadie interpretaba los papeles cómicos contanta brillantez, por eso tuvo que reaparecer en escenadurante los años cuarenta y su nombre volvería a figurarcomo pieza clave en todas las producciones de su mari-do.

La prematura muerte de la que fue su compañera fueun golpe que le llenó de amargura. Se refugió en su fami-lia y renegó de un mundo que ya no entendía. Durantesus últimos años volvió a sus raíces vascas, su cantatafúnebre “Gernika” la pieza emblemática de su producciónmusical, obra de prodigiosa tristeza y melancolía, la dedi-có a la memoria de su madre. Falleció en Madrid a los 91años. La Marcha de Deba le unió indefectiblemente aeste pueblo. La pieza escultórica de Koldobika Jauregui yel paseo de su nombre así lo atestiguan. Pero… ¿Cómorecuerda el músico al lugar que le cobijó? Veámoslo acontinuación.

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LA AutOBIOGRAfíA de PABLO SOROZABAL

La autobiografía de Pablo Sorozabal fue publicada enMadrid en 1986, poco antes de su muerte. La edición enla que me he basado para la confección del presente tra-bajo la financió el Banco Exterior y formaba parte de unacolección dedicada a los grandes músicos españoles. Elprimer párrafo de este libro está incluido en la placa queacompaña su monumento al borde del mar, con el que seinicia el paseo de su nombre. Dice así:

el 18 de septiembre de 1897, a la hora que sonabael clarín anunciando el comienzo de la sokamuturra-según referencia de mi madre- montando en ese mis-terioso tobogán que nos desliza de la nada a la vida,resbalé de las entrañas maternas para aterrizar eneste valle de injusticias. el contable del destino hu-mano diría sencillamente uno más… y me apuntó enlas altas del libro fatal.

Las primeras palabras que escribe el autor nos dan

muestras de su personalidad. El fatalismo aparece desde

el nacimiento cuando menciona el valle de injusticias, al

decir que los que nacen se preparan para morir; explica

en definitiva la muerte como destino fatal. Unamuniano y

oteiziano, ambos personajes presentan semejanzas con

su personalidad. Es sabido por ya señalado, su pesimis-

mo, agudizado tras la muerte de su esposa, a la que

sobrevivió durante más de treinta años.

La lealtad emocional por el legado musical que nos hadejado debería haber servido de coraza ante los vánda-los que han pintado en la placa que contiene las anterio-res palabras. La sensibilidad del arte que alguien noslega se perpetúa, pero la necesidad de conservar nues-tro patrimonio también, sea en este caso una escultura ocualquier forma artística. El que destruye o deterioraparte de su propio patrimonio está adquiriendo numero-sos boletos para convertirse en un descerebrado.

Leyendo la biografía de nuestro personaje debemospararnos en el momento en el que narra cómo conoció asu mujer, la futura madre de su único hijo y la causante,como veremos a continuación de la compra de su casaen Deba:

Cuando se estrenó la preciosa opereta Katiuskaen Madrid estaba al fondo del escenario un joven muymoreno con cara y tipo de gitano y de torero. Se acer-có pausadamente hacia mí y cuando estuvo enfrente,me dijo “¡faraón!” esto nos hizo tanta gracia quedesde entonces para los músicos enterados de estaanécdota seguí siendo “faraón”. Cuando conocí a laque fue mi mujer, enriqueta Serrano y nació nuestroúnico hijo, le llamaba “faraón”, por lo que entre noso-tros le llamamos así.

Parece ser que aunque Sorozabal vivió casi toda suvida en Madrid, debido quizás a su nacimiento en la BellaEaso, siempre mostró querencia por la cercanía del mar.La pareja llegó a alquilar una casita en Castelldefels, perotuvieron que abandonarla porque aquella playa no esta-ba en condiciones. Sorozabal no era afín al marMediterráneo sino al Cantábrico. Cuando se establecióen Deba creó un vínculo afectivo con nuestro pueblo.

Pero… ¿Cuáles fueron las razones de esta queren-cia? Nos lo explica en su biografía, pero antes nos pone-mos en situación:

A principios de los años cincuenta ya empezaban amanifestarse los síntomas de la enfermedad de EnriquetaSerrano que la llevaron a la muerte. La razón de que seestablecieran en Deba puede parecer pueril, ya que eraporque querían estar cerca del médico que la trataba.

enriqueta, mi mujer, nunca estuvo bien de salud,padecía desde que nació una enfermedad que losmédicos llamaban alérgica y que tengo la impresiónque no sabían lo que era ni tenían medios para com-batirla. desde antes de casarnos, ella, de vez encuando, sufría unos arrechuchos extraños. Algunosalimentos le sentaban peor que un tiro. eran venenopara ella. Yo le invitaba a comer a menudo en restau-rantes, y pude ver cómo una sola fresa, o una almeja,a veces bastaban para que le salieran manchas en lapiel e incluso se le deformasen las facciones.

Además, sufría de una alteración nerviosa tremen-da, en ocasiones una auténtica psicosis. La vieronmuchos médicos, pero nadie le dio algún medica-mento eficaz. el que mejor la trató fue el doctor donemilio López Vidriero, pero estoy convencido de queél, don emilio, era la medicina, no lo que le recetaba.él, con su presencia y con su labia optimista, huma-na y comprensiva, la calmaba. tanto es así que, co-mo don emilio López Vidriero tenía una casita en laplaya de deva, donde pasaba los veranos, yo mecompré otra casita a su lado para que enriqueta pu-diera veranear tranquila.

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La familia Sorozabal Serrano se estableció en De-ba en los años cincuenta. Por aquella época mi madretrabajaba de criada en un chalet que estaba situado enprimera línea de playa. Comenta con asiduidad quemientras realizaba las labores propias de la casa oía ala mujer de Sorozabal ensayando las partituras que sumarido interpretaba al piano. Por lo señalado se dedu-ce que el domicilio del músico estaba también al ladode la playa y que mi progenitora no necesitaba la com-pañía de la radio.

Mi madre se casó y dejó este trabajo en el año1957 y Enriqueta murió al año siguiente, por lo que losúltimos veranos de la cantante los pasó en nuestropueblo.

Tras el fallecimiento de su mujer Pablo Sorozabalcontinuó residiendo en Deba durante grandes tempo-radas. Sus graves problemas en uno de sus ojos noimpidieron que interrumpiera sus vacaciones de 1960.

Cuando se estrenó mi obra “Pan y toros” yo nome encontraba nada bien de salud. tenía una en-fermedad en mi ojo derecho, un herpes corneal, unvirus que me traía a mal traer. Mi hijo ya se habíacasado. el virus ese fue seguramente consecuen-cia de los sufrimientos que padecí tras la muertede mi esposa. no dormía, quedé muy débil y tengola impresión que ese virus que se llamaba herpesZoste, ataca precisamente a los debilitados. A míme estaba tratando un gran oculista. Me dio unasgotas para que me echara en el ojo y me aconsejóque tuviera paciencia. Yo la tuve, pero unas ami-gas que venían a los ensayos de Pan y toros meprepararon una cita con Belén Marañón, catedráti-ca de oftalmología e hija del famosísimo doctorMarañón.

Me vio, me examinó el ojo y se dispuso a hacer-me un raspado de córnea. Pero al hacerlo se le fuela mano, y en lugar de raspar me pegó un tajo en lacórnea. Yo tenía el ojo anestesiado y no sentí do-lor, pero oí el ruido del corte, y sobre todo vi la ca-ra de espanto que puso mi hijo que estaba situadodetrás y vio el raspado. fui unos días después aver al doctor Leoz y le conté lo que había pasado.Me vio el ojo y como tenía que salir para deva, merecomendó que fuese a San Sebastián a ver a untal Munoa. Cuando llegué a San Sebastián el doc-tor Munoa no estaba, alguien me recomendó otrooftalmólogo que decían que era muy bueno, quehabía sido ayudante de Castroviejo en América. Yeste acabó de darme la puntilla. Yo traía entre ma-nos la composición de mi tercera película María,matrícula de Bilbao. todas las semanas iba dos otres veces de deva a San Sebastián a que me vieseel oculista. Me ponían unas inyecciones en el ojoque me hacían polvo. ¡Qué martirio! ¡Qué dolorespasé! Cuando volvíamos de la consulta a deva enel coche que conducía mi hijo, no podía ni estarsentado en el asiento de atrás, me caía resbalandoal suelo. el mes de septiembre tenía que grabar lapartitura para toda la película... y continúa con un

oftalmólogo de Barcelona, el doctor Arruga, con el queterminó con un trasplante de córnea, pero eso ya nonos interesa.

Continúa la amarga historia de sus problemas ocu-lares que ya no le abandonarían. De lo leído sabemosque Sorozabal se quedó sin uno de sus ojos por unaconcatenación de negligencias médicas, pero deduci-mos que anteponía su estancia en Deba durante losveranos a cualquier otro plan vacacional; es probableque muchas de sus ilustres composiciones musicalesfueran imaginadas durante estos períodos.

Es constatable que nunca perdió el cariño hacia supueblo de acogida y hacia sus gentes. Y en este con-texto aparece la Sociedad Ozio Bide, a la que men-ciona en varias ocasiones. La forma de relación conalgunos debarras, con los que mantuvo una entraña-ble amistad fue importante para él, por eso nombra amis buenos amigos urbieta, Lete y Lazcano, a losque hablé del origen de esa composición. Decir Ozio-Bide es hablar de la Marcha de Deba y la composiciónmusical a la que se refiere es la misma que nos acom-paña desde hace décadas cada 14 de agosto, y su ori-gen, aunque ya es sabido, conviene que sea recorda-do por su propio autor.

Sorozabal adquirió una casa en Deba para estar cerca del médicoque atendía a su mujer, Enriqueta Serrano.

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LAS MILICIAS VASCAS Y LA MARChA de deBA

No hay que ir muy lejos para encontrar noticiassobre Pablo Sorozabal y la Sociedad Ozio Bide. En elúltimo número de la revista DEBA se vuelve a decir alrespecto: “Pablo Sorozabal se integró perfectamenteen el pueblo y en el ambiente de la Sociedad OzioBide, de la que fue socio honorífico y donde mantuvogran amistad con algunos de sus miembros, a quienesdedicó dos emblemáticas y populares composicionesmusicales pata la Tamborrada: La marcha de Deba yla Polka de Ozio Bide”

En este artículo se citaba una idea de la que ya sehabía hablado con anterioridad en estas mismas pági-nas, referida a que la primera partitura de “La Marchade Deba” la compuso en 1936 para ser interpretadacon txistu. Fue concebida en honor de las milicias vas-cas que luchaban en Madrid. Luego la pieza fue ins-trumentalizada, pasando a llamarse Euskadi Libre.Esta composición fue interpretada una vez en Valenciaen el año 1937 por la Banda Municipal de Madrid diri-gida por el propio Sorozabal que por aquel entoncesera su director. A esta obra le hizo con posterioridadunas pequeñas variaciones para pasar a ser La Mar-cha de Deba. Irugarren Kalez Kale, siendo estrenadapor la Banda de Música y la Tamborrada el 14 deagosto de 1956 en el quiosco de la alameda.

O sea, que vamos a ser redundantes en lo que yasabemos. La marcha original tuvo que ser guardadaen un cajón por las causas que con algo de perspica-cia podemos comprender. Antes de que el músico noshable de la gestación de esta impactante pieza musi-cal, nos va a situar en lo que fueron las Milicias Vascasy su protagonismo en la Guerra Civil. Se trataba de ungrupo de combatientes vascos que estuvieron defen-diendo Madrid ante los avances del Ejército Nacional.Nos dice Sorozabal al respecto: el bautismo defuego de las Milicias Vascas tuvo lugar en Illescas,enfrentándose a las tropas facciosas que ibanacercándose a Madrid. El barítono Sansi, un amigode Sorozabal le contó a nuestro personaje el tristeresultado de la primera batalla en la que intervinieron:Aparte de que, según me dijo, el que mandaba lacolumna era un oficial de carrera que se pasó alenemigo y los dejó colgados, el desbarajuste fuetremendo. tuvieron que volverse los que pudieronhacerlo, huyendo hasta Madrid. en pleno campo,sin tener dónde esconderse, perseguidos por unastanquetas italianas y ametrallados por cazas, fue-ron diezmados.

Los supervivientes volvieron al hogar Vasco, aleusko etxea, donde se tomaron todas las medidaspara rehacer las Milicias Vascas que más tarde de-fendieron heroicamente todo el frente de la Ciudaduniversitaria, en la Moncloa. Por mediación deSansi conocí a un gran tipo, un tal Lazárraga, com-ponente de estas Milicias que tenía el grado decapitán que creo que se compró unas estrellas pa-

ra ponerlas en la chaqueta. ¡Qué tipo más formida-ble! este navarro, que era periodista deportivo,llegó a ser durante la Guerra coronel de carabine-ros y jugó un gran papel en la toma de teruel yestuvo en todos los fregados.

Cuando llegó el otoño, Madrid se puso serio deverdad…durante unas páginas, Sorozabal rememoralos más que difíciles momentos de los que sufrieron elMadrid sitiado durante la contienda fratricida. En estecapítulo relata unos episodios espeluznantes vividosen primera persona, pero vamos a volver a lo que nosinteresa.

no sé si a petición de Alfonso Peña o por la pro-pia inspiración, escribí una Marcha vasca paratxistus en honor de las Milicias Vascas, que esta-ban defendiendo como leones la Ciudad universi-taria y la Moncloa. La titulé Eusko Indarra (fuerzaVasca). Cuando la instrumenté para la banda, latitulé: Euskadi Libre, y la di a conocer interpretadapor tres flautistas de mi banda el día de noche-buena por la radio. Más tarde, esa marcha la ins-trumenté para la Banda Municipal, y la ensayé enValencia. Cuando llegué a Valencia en 1937, mepresentaron al formidable pintor vasco Aurelio Ar-teta y un día le llevé al local de ensayo y ejecutéesa marcha para que la conociera. Se entusiasmóal oirla y prometió hacerme un dibujo de la portadapara cuando se publicara.

Sorozabal fue siempre un personaje incómodo para la crítica musi-cal madrileña.

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efectivamente, me hizo un dibujo precioso encolores. Representaba un desfile de “gudaris” acuyo frente marchaba una muchacha portando unaikurriña.

no me olvidaré del garbo y la calidad de aquelformidable dibujo y de los maravillosos plieguesque hacía la bandera al caer sobre el hombro iz-quierdo de la muchacha. Arteta, al dibujar, pareceque hacía escultura, más que pintura… Pues bien,ese dibujo lo quemé. Yo estaba convencido de quecuando entrasen los fascistas en Valencia vendrí-an a por mí, pues estaba enterado de la campañaque estaban haciendo contra mí los compositorestorroba y Guerrero en la zona nacional. Por eso lotuve que quemar, por precaución, y sobre todo,porque no quería comprometer al gran Arteta.

No hizo falta tanta preocupación porque de todasformas, este artista vasco tuvo que huir precipitada-mente a Méjico Por cierto, y como curiosidad, añadiréque un año más tarde, el carismático pintor murió enaquel país en el transcurso de un accidente de tranvía;pero sigamos con la narración:

La marcha no llegué a publicarla. La partituraoriginal estaba en el archivo de la banda, y des-pués de la guerra una mano amiga retiró mi parti-tura del archivo con el fin de evitar que algún fran-quista pudiera cogerla para denunciarme, y me laentregó. ¡esa sí que la guardé! ¡Pero qué pena meda lo de la portada de Arteta! Luego, esa marcha,con ligeras variaciones pasó a ser mi “Marcha deDeva” Irugarren Kalez- kale que dediqué a la sim-pática sociedad devarra “Ozio Bide” y se ejecutatodos los años durante las fiestas.

No por sabida deja de interesar la historia. Estaobra es, por tanto, la que escuchamos el primer día denuestras fiestas. Lo que Aurelio Arteta aportó conaquel dibujo, inexorablemente perdido, habría servidopara añadir un tono todavía más épico a una composi-ción que si ha llegado a nuestros oídos se debe a latozudez de un vasco irreductible.

La de Deba no es la única escultura dedicada a Pablo Sorozabal. Escultura dedicada a Pablo Sorozabal en el paseo del mismo nom-bre. Deba..