trust in me 1.5

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jennifer L.

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Esta traducción fue hecha sin fines de lucro.

Es una traducción de fans para fans.

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puedes apoyar al autor con una reseña, siguiéndolo en redes sociales y

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¡Disfruta la lectura!

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STAFF Moderadora

Juli

Traductoras

Juli

Blaire2015

Michelle♡

KristewStewpid

Aleja E

Gaz Walker

Katita

CrisCras

BeaG

Sofí Fullbuster

ashmcfly

Jeyly Carstairs

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Juli

Karool

Victoria

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Val

Daenerys

MichiiD

Paltonika

Gabbita

Aiden

Mel M

Melii

Lectura Final Juli

Diseño Sofí Fullbuster

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ÍNDICE

Sinopsis

Capítulo 1

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

Capítulo 26

Capítulo 27

Capítulo 28

Capítulo 29

Adelanto de Be With Me

Be With Me

Sobre la Autora

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SINOPSIS Es Wait For You como nunca lo has visto. Trust in Me te deja conocer

el punto de vista de Cam de la novela número uno del New York Times.

Cameron Hamilton está acostumbrado a conseguir lo que quiere,

sobre todo cuando se trata de mujeres. Pero cuando Avery Morgansten

choca en su vida —literalmente—, finalmente conoce a la única persona

que puede resistirse a sus ojos azules. Pero Cam no está listo para darse por

vencido. No puede sacar de su cabeza a esa chica enérgica y fascinante.

Avery tiene secretos, secretos que le impiden admitir los sentimientos

que Cam sabe que tiene por él. ¿Podrán la persistencia (y unas deliciosas

galletas caseras) ayudarlo a romper sus barreras y ganar su confianza? ¿O

será excluido de la vida de Avery, perdiendo su primera oportunidad real

de la clase de amor que dura para siempre?

Wait for You #1.5

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1

Traducido por Sofí Fullbuster

Corregido por Elle

Jase Winstead era un cruel hijo de puta.

Ir a astronomía1 101 era la última cosa que quería hacer a las nueve

de la mañana, especialmente desde que toda la clase me recordaba la

primera vez que entré a la clase del profesor Drage y el por qué había

hecho una apresurada y no planeada salida de mi primer año. Y

realmente no necesitaba los burlones mensajes de Jase diciéndome por

qué programar clases antes del mediodía era poco saludable.

Considerando que con, oh, no sé, dos horas de sueño, y aún podía

saborear el tequila, y otras cosas en las que realmente no quería pensar,

que habían sucedido anoche, era un ejemplo ambulante sobre cómo no

tener un saludable y feliz primer día de clases.

Observé la puerta de astronomía cerrarse y luego miré de regreso a

mi móvil. El mensaje de Jase de burló de mí.

Sáltatela. Tengo cerveza. X-Box. FIFA 2013.

Bueno, mierda. Esa era una jodidamente buena tentación. Ollie

había destrozado nuestra Xbox el fin de semana pasado, durante un brutal

enfrentamiento de Call of Duty.

Iba unos minutos tarde a clases.

¿Astronomía o fútbol en la Xbox? No era una decisión realmente

difícil.

Decidido, me giré y comencé a responderle a Jase cuando las

puertas dobles se abrieron como si un tornado hubiera entrado a través del

hueco de las escaleras. Alcé la cabeza justo al momento para ver algo

pequeño y rojo dirigirse directamente hacia mí, rápido.

No había nada que pudiera detener la colisión.

1Ass-tronomy. Juego de palabras. En inglés es una combinación de trasero y astronomía.

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Un pequeño cuerpo me golpeó y rebotó, brazos sacudiéndose

como una víctima ahogándose. La mochila, que parecía pesar más que su

dueña, cayó al suelo.

Estirándome por instinto, me disparé hacia delante, dejando caer mi

propia mochila y envolviendo un brazo alrededor de su cintura, pero la

mochila se fue en una dirección y los contenidos por el otro. Aún se

tambaleaba, como uno de esos muñecos inflables a los que golpeas.

Apreté mi agarre, inmovilizándola antes de que se hiciera algún daño

severo. Saltó. Oscuro cabello cobrizo voló hacia delante, golpeándome el

rostro. El olor a bayas y algo almizclado y bueno me llenó.

Mierda, Pastelito de Fresa2 acababa de atropellarme.

Me reí y deslicé el móvil en mi bolsillo, a punto de dejarla ir, entonces

la chica se tensó. Cada músculo pareció ponerse rígido. Tan pequeña

como era, apenas alcanzaba mis hombros, pareció hacerse más pequeña

repentinamente, encorvándose. ¿Estaba herida?

¿Y por error había confundido Shepherd con una secundaria

cercana?

—Guau —dije—. ¿Estás bien, cariño?

No hubo respuesta por casi medio minuto, y comencé a

preocuparme realmente. Luego respiró profundamente, haciendo que su

pecho tocara el mío. Me congelé ante la sensación de sus curvas.

Definitivamente no era una estudiante de secundaria, a menos que

estuvieran desarrollándose de formas en la que no lo habían hecho

cuando estuve allí. Y si era así, estaba jodidamente envidioso de esos

chicos.

Bien, ahora me sentía como si necesitara una ducha, porque incluso

eso me perturbó.

¿Seguía borracho? Iba a optar por un sí.

—Oye —traté de nuevo, suavizando mi voz—. ¿Estás bien? —Cuando

aún no hubo respuesta, presioné dos dedos debajo de su barbilla. Su piel

se sentía suave y demasiado fría. Preguntándome si era posible que una

persona se desmayara y permaneciera de pie, alcé gentilmente su

cabeza, mi boca abriéndose para preguntarle de nuevo, pero las palabras

murieron en algún lugar entre mi cerebro y mi boca.

Parpadeé, porque como un completo idiota, creí que cambiaría lo

que veía. No es que quisiera cambiar lo que veía, pero, maldición…

¿Qué chico no tenía una debilidad por una pelirroja?

2 Personaje de ficción.

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Linda no alcanzaba a describirla. Sus ojos eran grandes y de un

cálido whisky. Las pecas se esparcían por el puente de su pequeña nariz, y

sus mejillas lucían bien definidas. Sus labios eran de un suave color cereza y

amplios para su rostro, llenos y mullidos. El tipo de labios que pertenecía al

tipo de boca que podría y llevaría a un hombre…

—Su. Él. Ta. Me.

La rigidez en su voz, teñida con un apenas controlado pánico, hizo

que dejara caer inmediatamente su brazo y retrocediera un cuidadoso

paso.

Se bamboleó un poco ante la pérdida de soporte, y casi la alcancé

de nuevo, pero valoraba mis pelotas. Algún día me gustaría tener un hijo o

algo así, y tenía el presentimiento de que si la tocaba de nuevo, no

sucedería.

Sacando hilos de grueso cabello de su rostro, se apartó

cautelosamente de su mochila. Gruesas pestañas manchadas de rojo se

alzaron y, por un momento, ninguno de nosotros de movió; luego su mirada

se movió por mi rostro y luego hacia abajo. La chica me evaluaba

descaradamente.

Quizás mis bolas no se encontraban en peligro.

Un bonito rubor se extendió a través de sus mejillas. —Lo siento.

Estaba apurada por llegar a clases. Estoy atrasada y…

Sonreí mientras me arrodillaba, recogiendo los artículos

desparramados. Cómo una chica podía tener tantos malditos bolígrafos

estaba más allá de mí. Azul. Morado. Negro. Rojo. Naranja. ¿Qué mierda?

¿Quién escribía con un bolígrafo naranja?

Se unió a mí, agarrando el resto de sus bolígrafos mientras alzaba la

cabeza de tal forma que una pared de cobrizo cabello protegía su rostro.

—No tienes que ayudarme.

—No es ningún problema. —Cogí un pedazo de papel que resultó ser

su horario. Una rápida mirada a sus clases confirmó que era de primer

año—. ¿Astronomía 101? Me estoy dirigiendo allí, también.

Jase, la cerveza y la FIFA 2013 iban a tener que esperar.

—Estás atrasado. —Seguía escondiéndose detrás de su cabello—.

Realmente lo siento.

Recogiendo su último cuaderno, lo metí dentro de su mochila y me

levanté. Se la tendí, queriendo que mirase hacia arriba. No sé por qué,

llámame niño de mamá, pero me gustaba que mis chicas sonrieran y que

no lucieran como si estuvieran al borde de las lágrimas. —Está bien. Estoy

acostumbrado a que las chicas se lancen sobre mí. —Su barbilla se alzó un

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poco y mi sonrisa se amplió—. Sin embargo, tratar de saltar en mi espalda

es nuevo. Me gustó un poco.

Su cabeza se alzó de golpe y todo su cabello se deslizó hacia atrás.

—No estaba tratando de saltar en tu espalda o lanzarme a ti.

—¿No? —Mi teléfono vibró en mi bolsillo. Lo ignoré—. Bueno, es una

vergüenza. Si es así, este habría sido el mejor primer día de clases de la

historia.

Me estudió mientras apretaba la mochila contra su pecho; miré

hacia el pedazo de papel que sostenía. —¿Avery Morgansten?

—¿Cómo sabes mi nombre? —soltó bruscamente.

Qué cosita sensible. —Está en tu horario.

—Oh. —Lanzó su cabello hacia atrás y un ligero temblor sacudía su

mano cuando tomó el horario.

Cuando era pequeño, mi madre me dijo que tenía debilidad por los

perdedores. Palomas lastimadas. Perros cojos. Cerdos delgados. Mi

hermana era igual. Teníamos un sexto sentido cuando se trataba de

ayudarlos, y podría no saber nada de esta chica, pero obviamente era

nueva en esta universidad, claramente se sentía incómoda, y por supuesto,

tuvo un comienzo de mierda este día, además, me sentía mal por ella.

—Mi nombre es Cameron Hamilton —le dije—. Pero todos me dicen

Cam.

Sus labios se movieron como si estuviera repitiendo mi nombre, y me

gustó cómo lucía eso. —Gracias otra vez, Cam.

Inclinándome, cogí mi mochila y la lancé sobre mi hombro. Sacando

el cabello de mi rostro, sonreí con el tipo de sonrisa con la que conseguía lo

que quería. —Bueno, vamos a hacer nuestra entrada triunfal.

Me acerqué hasta la puerta de astronomía cuando me di cuenta de

que no se había movido. Mirándola sobre mi hombro, fruncí el ceño

mientras ella comenzaba a retroceder. —Vas en la dirección equivocada,

cariño.

—No puedo —graznó.

—¿No puedes qué? —La enfrenté.

Los ojos de Avery encontraron los míos y luego se dio vuelta y corrió.

Con la mochila golpeando su cadera y el cabello volando como una

capa. La chica huyó, realmente huyó. Me quedé boquiabierto.

¿Qué demonios había pasado?

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La puerta se abrió detrás de mí, una profunda y ligeramente

acentuada voz dijo—: Señor Hamilton, ¿se unirá a nosotros hoy?

Mierda. Cerré los ojos.

—¿O planea quedarse de pie el tiempo que queda? —preguntó el

profesor Drage.

Suspirando, me volteé. —Unirme a la clase, evidentemente.

—Evidentemente —repitió el profesor, sujetando un montón de

papeles engrapados—. El programa.

Cogí uno y luego, pensándolo bien, tomé otro. Sólo en caso de que

Avery Morgansten mostrara su rostro de nuevo.

***

Jase se inclinó contra la parte trasera de mi camioneta, una mano

empujando su castaño cabello, quitándoselo de su brillante frente. Algunos

hilos se atascaron entre sus dedos. —Está tan caluroso como las pelotas.

Para ser finales de agosto, estaba sofocante. Ni siquiera la sombra

que producían los grandes robles que rodeaban el aparcamiento trasero

de Whitehall servían. Tenía miedo de entrar a la camioneta convertida en

sauna.

—Esa es la cosa más cierta que alguna vez has dicho. —Ollie le dio

un vistazo a los árboles—. Está tan caluroso que la única cosa que

podemos hacer es desnudarnos.

Lo miré. —Ya estás tan desnudo como necesitas estarlo, amigo.

Ollie se miró y sonrió. Sin camiseta. Los pantalones colgando.

Sandalias. Nada más. —Sabes malditamente bien que podría desnudarme

más.

Desafortunadamente, era verdad. Habíamos compartido un

departamento de tres habitaciones en la Universidad Heights por los

últimos tres años. En apenas una semana de convivencia, Ollie había

perdido toda modestia. Había visto su cosa más veces de las que me

importaba. Iba a graduarse en la primavera, como yo debería haberlo

hecho, e iba a extrañar al idiota.

—Multa. —Jase asintió hacia el parabrisas.

Suspiré, echando un vistazo. Un pedazo de papel color crema había

sido puesto cuidadosamente bajo mi limpiaparabrisas. El aparcamiento

estaba reservado para el personal, pero con la falta de estacionamiento

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en los alrededores, me permití a mí mismo estacionarme en cualquier lugar

que pudiera encontrar. —La añadiré a mi colección.

—Que es inmensa. —Ollie se quitó una liga de la muñeca y se

recogió el rubio cabello hasta el hombro en una coleta de caballo—. Así

que, ¿fiesta en casa esta noche?

Mis cejas se alzaron de golpe. —¿Ah?

Jase sonrió mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.

—Es una fiesta por el regreso a clases. —Ollie se estiró, haciendo

sonar su espalda mientras bostezaba—. Sólo una pequeña reunión.

—Oh, Dios.

La sonrisa de Jase se extendió, y quise golpear su rostro. La última vez

que Ollie había tenido una “pequeña reunión” no había habido ni siquiera

espacio para ponerse de pie. Los policías podrían haber estado

involucrados.

—Ordena algo de pizza. Necesito… —Ollie se detuvo a media frase y

se volvió hacia una voluptuosa morena que pasaba. En un parpadeo nos

descartó, y dejó caer un brazo sobre los hombros de la chica—. Hola,

chica, hola.

La morena se rió, envolviendo un brazo alrededor de la cintura de

Ollie.

Me giré, alzando las manos. —¿Qué?

—Causa perdida. —Jase rodó los ojos—. El idiota tiene ojos en la

parte trasera de su cabeza cuando se trata de chicas.

—Muy cierto.

—Cómo consigue acostarse con ellas regularmente me supera.

—Es el mayor misterio de la vida. —Bordeé la parte delantera de la

camioneta, agarré la multa y luego abrí la puerta del conductor. El calor

me golpeó—. Maldición.

Jase inclinó su cuerpo hacia mí. —¿Qué pasó contigo hoy? No

respondiste mi mensaje. Pensé que la FIFA te había enganchado.

—Ay, ¿me extrañaste? —Me saqué la camiseta, enrollándola y

lanzándola al interior de la camioneta.

—Tal vez lo hice.

Riéndome, agarré mi gorra del asiento y me la puse, protegiéndome

los ojos—. No sabía que estábamos saliendo.

—Me siento herido ahora.

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—Te compraré una cerveza la próxima vez que salgamos.

—Eso funcionará. Soy fácil.

Sonreí. —Como si no lo supiera.

Jase se rió mientras se giraba, poniendo los brazos sobre la base de

la camioneta. Su despreocupada sonrisa decayó mientras se ponía los

lentes de sol. Conocía esa mirada. Nada bueno venía con ella. Muy pocas

personas sabían cuán mierdera podría llegar a ser la vida de Jase. Era fácil

para todos asumir que era diferente, debido a que Jase era el tipo al que

acudían para solucionar la mierda de los demás, incluyendo la mía.

Encendí el aire acondicionado y cerré la puerta, luego me uní a él al

lado de la camioneta. El metal se sentía caliente contra la piel debajo de

mi axila mientras me inclinaba, estirando la piel de mis pantorrillas. —¿Qué

sucede?

Una oscura ceja se alzó por encima de la montura de sus lentes. —

¿Vas al gimnasio o algo?

—Eso es lo que pensaba. —Me crucé de piernas, deshaciéndome

del calambre—. ¿Quieres ir conmigo?

—Nah —dijo—. Me daré una vuelta por la granja.

—¿Cómo está Jack?

Una amplia sonrisa se extendió a lo largo del rostro de Jase,

haciendo que una joven profesora que pasaba junto a la camioneta

tropezara sobre sus tacones. —Está bien —dijo, su tono ligero, como

siempre sonaba cuando hablaba de su hermano—. Ayer me dijo que

cuando creciera, quiere ser Chuck Norris.

Me reí. —No puede fallar.

—Nop. —Me echó una ojeada, mirándome por encima de sus

lentes—. ¿Cómo estás llevándolo tú?

—Bien. —Retrocedí, quitando las manos del pasamano—. ¿Por qué

preguntas?

Jase alzó un hombro. —Sólo estoy comprobando.

Había días en que ese comentario me molestaba. En otros no me

provocaba nada. Afortunadamente para Jase, era uno de esos días

cuando no me importaba. —No voy a terminar en algún rincón susurrando

“para siempre” en algún momento cercano. Todo está bien.

—Es bueno escucharlo. —Jase sonrió mientras retrocedía, su cabeza

girando hacia donde la joven profesora había desaparecido—. Fiesta en

tu casa, ¿cierto?

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—¿Por qué no? —Me dirigí hacia el lado del conductor—. La mitad

del campus estará allí, estoy seguro.

—Cierto. —Jase se giró—. Te veo más tarde.

Entré al frío interior de la camioneta y salí del aparcamiento. Mi

perezoso trasero necesitaba ir al gimnasio del campus oeste, pero también

quería acostarse en un sillón para tomar una siesta.

Girando hacia la izquierda en una señal de pare, pasé más allá de

los dúplex al lado derecho mientras una pelota volaba hacia una de las

puertas, golpeando a uno de los tipos en la parte trasera de la cabeza.

Riéndome, me estiré hacia…

Algo rojo llamó mi atención.

Mis ojos se movieron como misiles, buscando la fuente, y maldije. Mis

ojos se estrecharon. ¿Esa era Pastelito?

Un árbol oscureció mi visión por un segundo y luego ella reapareció,

el sol haciendo que la amplia pulsera alrededor de su muñeca destellara.

Diablos, sí, era ella.

Ni siquiera pensé dos veces lo que hice después. Sonriendo, giré la

visera hacia atrás y maniobré hacia la derecha, bloqueando la carretera.

Avery saltó de regreso al bordillo, sus grandes ojos ampliándose. Mientras

presionaba el botón para bajar la ventanilla del pasajero, su boca se abrió.

Sonreí, feliz de ver que Pastelito había sobrevivido a su primer día de clases.

—Avery Morgansten, nos volvemos a ver.

Miró a su alrededor, como si creyera que podría estar hablándole a

alguien más. —Cameron Hamilton… ¡Hola!

Me incliné hacia delante, poniendo un brazo sobre el volante. Lucía

tan malditamente linda de pie allí, moviendo su pulsera nerviosamente. —

Tenemos que dejar de vernos así.

Mordiéndose su grueso labio inferior, su mirada se movió hacia

abajo, centrándose en mi tatuaje mientras pasaba su peso de un pie a

otro.

Pastelito era lo que definitivamente describiría como rara. Tal vez era

por el hecho de tener una hermana menor, porque la necesidad de

hacerla sentir cómoda me golpeó, duro; era como pelear en una batalla

perdida.

—¿Tú corres hacia mí, yo corro hacia ti? —elaboré—. Es como si

fuéramos una catástrofe a punto de ocurrir.

Silencio.

Traté una vez más. —¿A dónde vas?

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—A mi auto —dijo, probándome que podía hablar—. Voy con el

tiempo justo. —Se removió de nuevo—. Así que…

—Entiendo. Súbete, cariño. Te puedo dar un paseo.

Me miró como si la hubiera invitado a subirse a la parte trasera de mi

furgoneta de secuestrador. —No, estoy bien. Está justo encima de la colina.

No es necesario.

—¡No hay problema! —Nunca había conocido a una mujer tan

malditamente resistente a la cortesía—. Es lo mínimo que puedo hacer

después de hacerte correr.

—Gracias, pero…

—¡Oye! ¡Cam! —Kevin salió de la jodida nada, trotando más allá de

Avery—. ¿Qué haces?

Extrañamente irritado, mantuve la mirada sobre Pastelito,

conteniendo la urgencia de empujar al tipo fuera del camino con mi

camioneta. —Nada, Kevin, trato de tener una conversación.

Avery alzó una mano, moviendo sus dedos, y luego bordeó a Kevin y

mi camioneta. La seguí con la mirada mientras Kevin parloteaba sobre

alguna mierda que no podía importarme menos que un comino.

—Mierda —murmuré, recostándome en el asiento.

Avery huyó de nuevo.

Y yo tenía esta loca necesidad de darle caza.

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2 Traducido por Moni

Corregido por Meliizza

La mierda se hacía real en nuestras fiestas al segundo en que Ollie

sacaba a Raphael fuera de su hábitat. Cada maldito momento. De pie en

medio de la sala de estar, lo vi, negando con la cabeza.

—¿Por qué? —preguntó Jase, inclinando la botella de su cerveza.

Me reí. —¿No crees que si supiera por qué, encontraría la forma de

detenerlo?

—Creo que es lindo —dijo una voz suave y femenina.

Jase y yo nos volvimos hacia el sofá. Nadie se sentaba de la forma

en que Stephanie Keith lo hacía. Una larga y bien formada pierna

bronceada enganchada sobre la rodilla de la otra en la perfecta imagen

de modestia. Pero la maldita falda de mezclilla era tan modesta como

Ollie después de tomar una ducha. Si movía mi cabeza sólo una fracción

de pulgada a la derecha y bajaba mi barbilla, lo cual había hecho hace

unos tres minutos, podría ver la curva de la mejilla de su culo.

Steph era una chica de tangas.

O una chica de no pantaletas dependiendo de su estado de ánimo,

y parecía como que podría estar de buen humor. Steph se inclinó un poco

hacia delante, cruzando los brazos delgados debajo de sus pechos,

dándome a mí y a cualquier otra persona que estuviera viendo —una

rápida comprobación me dijo que Jase también lo veía— una buena vista

de sus pechos. Y se encontraban muy bien. Los había visto de cerca y

personalmente unas cuantas veces. Esos ojos azules suyos prometían un

final feliz y se hallaban fijos en los míos.

Sorprendentemente, no tuve absolutamente ninguna contracción

en mis pantalones cortos de nylon en el área de la entrepierna, lo que era

un maldito desperdicio de tetas y culo.

La mitad de la fraternidad de Jase darían su huevo izquierdo para

estar en el extremo receptor de la atención de Stephanie. Hubo un tiempo

en el que di mi huevo derecho, cuando ni siquiera podía recordar quién

era yo, pero eso se sentía como hace años, cuando la idea de estar con

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una chica me hacía querer arrancarme el brazo de una mordida. ¿Y

ahora?

Bueno, mierda, no sabía lo que quería ahora. No lo he sabido por un

tiempo, lo cual probablemente explica por qué no me hallaba tomando a

Steph, llevándola a mi habitación, y dejando caer mis pantalones.

Steph era una buena chica, pero el tiempo de dar mi huevo

derecho ya había pasado.

Apartando mi mirada hacia donde se encontraba Ollie bailando

frente al televisor, sosteniendo a Raphael retorciéndose en el aire, tomé un

trago de mi cerveza. —Está abusando de mi tortuga.

Se rió mientras se levantaba. —No creo que eso es lo que esté

haciendo. —Un brazo se envolvió alrededor del mío y colocó la barbilla en

mi hombro. Un mechón de cabello negro se deslizó sobre la piel desnuda

de mi pecho—. Pero no me molestaría que abusaran de mí.

Sobre la música, escuché sonar el reloj del horno. Gentilmente

desenredándome a mí mismo, le lancé una mirada a Jase. Una sonrisa

antipática cruzó por su cara. Bastardo. —Ya vuelvo.

Esquivando chicos, troté hacia la cocina antes de que Steph pudiera

responder. La chica no iba a estar tan decepcionada con mi falta de

interés. Apostaría diez dólares a que se habría movido hacia Jase o alguien

más para el momento en que yo regresará.

Coloqué la cerveza en el mostrador y abrí la puerta del horno,

inhalando el aroma de las galletas con chispas de chocolate recién

horneadas. Y no esa basura premezclada. Esta mierda estaba hecha

desde cero.

Y estarían arrasando.

Colocando la bandeja a un lado, apagué el horno y cogí una

galleta. Tan caliente, que la masa se hundía, apretando los pequeños

trozos de chocolate sobre los trozos de nuez. Partí una galleta a la mitad y

la metí en mi boca.

—Mierda —gruñí.

Quemaba como el maldito infierno, pero valía la pena.

Tragándomela con la cerveza, salí de la cocina justo a tiempo para ver a

Ollie dirigiéndose hacia la puerta principal. Con Raphael.

—Oh, vamos. —Bajé mi cerveza.

—Sé libre, amiguito verde —persuadió, besando el caparazón de

Raphael—. Sé libre.

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—¡Trae a Raphael de regreso! —grité, riendo mientras Ollie borracho

pateó la puerta para que se abriera—. ¡Tú, imbécil!

Ollie bajó a Raphael y empujó suavemente su caparazón. —Libre.

Tomando su brazo, le di la vuelta y lo empujé de vuelta al

apartamento. Riendo, Ollie agarró a la amiga de Steph y la levantó sobre

su hombro. Un escándalo de gritos comenzó.

Levanté a la tortuga. —Lo siento Raphael. Mis amigos son unos

completamente jodidos… —Un extraño estremecimiento pasó por mi

cuello. Miré hacia la izquierda y luego a la derecha, viendo a Avery de pie

en una puerta, sus ojos marrones muy abiertos—. Idiotas. ¿Qué…?

No había bebido lo suficiente para estar alucinando, pero no podía

entender el hecho de que Pastelito estuviera de pie en el edificio de mi

apartamento. El apartamento había estado vacío mientras me

encontraba aquí durante el verano, pero alguien, obviamente, podría

haberse mudado allí.

Y basado en la manera en que vestía, era alguien que se hallaba

muy familiarizada. Los pantalones de algodón eran cortos, terminando en

el muslo, y mi mirada quedó colgada de sus piernas. Eran largas, no muy

delgadas y de forma perfecta. ¿Quién habría pensado que Pastelito

tendría un par de piernas como esas? La sangre se disparó directo a mi

entrepierna. La blusa de manga larga que usaba cubría todo, pero era

delgada.

Demonios sí, era delgada.

Sus pechos eran olas suaves bajo esa blusa, más completos de lo

que se habían sentido presionados contra mi pecho temprano, y esas

puntas…

Sus mejillas se sonrojaron de un tono rosa. —Hola…

Parpadeé y cuando ella no desapareció y tampoco mi repentina y

furiosa erección, asumí que era real. —¿Avery Morgansten? Esto se está

volviendo un hábito.

—Síp —dijo—. Así es.

—¿Vives aquí o estás visitando…? —Raphael comenzó a retorcerse.

Se aclaró la garganta, mirando la tortuga. —Yo… vivo aquí.

—¿No bromeas? —Mierda. Caminé alrededor de la barandilla de la

escalera y hacia su puerta. No me perdí el cómo sus ojos fueron hacia mis

abdominales. Me gustó. También a mi pene—. ¿De verdad vives aquí?

—Sí. De verdad vivo aquí.

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—Esto es… ni siquiera lo sé. —Me reí, algo estupefacto—. Realmente

loco.

—¿Por qué? —La confusión marcó su bonita cara, arrugando la piel

entre sus delicadas cejas.

—Vivo aquí.

Su boca se abrió mucho. —Estás bromeando, ¿verdad?

—No. He estado viviendo aquí por un tiempo; como un par de años

con mi compañero. Tú sabes, el imbécil que puso al pobre de Raphael

afuera.

—¡Oye! —gritó Ollie—. Tengo un nombre. ¡Es Sr. Imbécil!

Me reí. —De todas formas, ¿te mudaste el fin de semana?

Asintió.

—Tiene sentido. Yo estaba en casa, visitando a la familia. —Acuné a

Raphael contra mi pecho antes de que se moviera y cayera en un

caparazón roto—. Bueno, diablos…

Avery echó la cabeza hacia atrás para mirarme a los ojos. Por un

momento, sostuvo mi mirada con su propia mirada conmovedora, antes

de volver su atención a Raphael. Sus ojos… me recordaron algo. —Esa…

um, ¿es tu tortuga?

—Sí. —La levanté—. Raphael conoce a Avery.

Se mordió el labio y le dio un saludo con la mano a Raphael, y una

sonrisa dividió mis labios. Pastelito obtuvo puntos por eso. —Esa es una

mascota muy interesante.

—Y esos son unos muy interesantes pantalones cortos. ¿Qué son? —

Le di un vistazo más largo a esas piernas. No podía evitarlo—. ¿Rebanadas

de pizza?

—Son conos de helado.

—Huh. Me gustan. —Levanté la mirada, tomándome mi tiempo—.

Mucho.

Finalmente soltó la puerta y cruzó los brazos sobre su pecho. Sus ojos

se estrecharon cuando sonreí. —Gracias. Eso significa mucho para mí.

—Debería. Tienen mi sello de aprobación. —Vi el rubor teñir sus

mejillas—. Necesito dejar a Raphael de regreso en su pequeño hábitat

antes de que se haga pis en mi mano, lo que está obligado a hacer, y eso

apesta.

Sus labios se torcieron en una pequeña sonrisa. —Puedo imaginarlo.

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¿Pastelito acaba de sonreír? Esa tenía que ser una primera vez. Me

pregunté cómo luciría cuando realmente sonriera. —Así que, deberías

venir. Los chicos están a punto de irse, pero estoy seguro de que estarán

alrededor un poco más. Puedes conocerlos. —Me incliné hacia delante,

bajando la voz—. No hay manera de que sean tan interesantes como yo,

pero no son malos.

La mirada de Avery pasó por encima de mi hombro. La indecisión se

arrastró sobre su cara. Vamos, Pastelito, sal a jugar. Negó con la cabeza. —

Gracias, pero estaba yendo a la cama.

La decepción pinchó mi piel. —¿Tan temprano?

—Tiene que ser pasada la medianoche.

Sonreí. —Eso sigue siendo temprano.

—Tal vez para ti.

—¿Estás segura? —Me encontraba a punto de sacar las armas—.

Tengo galletas.

—¿Galletas? —Dos cejas se levantaron.

—Sí, y yo las hice. Soy muy buen panadero.

—¿Cocinaste las galletas?

La manera en que lo preguntó era como si acabara de admitir

haber horneado una bomba casera en mi cocina. —Cocino un montón de

cosas, y estoy seguro de que estás muriendo por saber todas esas cosas.

Pero esta noche fueron galletas de chocolate y nuez. Son una mierda si me

permites decirlo.

Sus labios se torcieron de nuevo. —Tan genial como suena, voy a

tener que pasar.

—¿Tal vez después entonces?

—Tal vez. —Dio un paso hacia atrás, alcanzando la puerta—. Bien, es

bueno verte de nuevo Cameron.

—Cam —le corregí—. Y oye, ya no chocamos el uno con el otro.

Míranos, cambiando el patrón.

—Eso es algo bueno. —Tomó un respiro profundo—. Deberías volver

antes de que Raphael se orine en tu mano.

—Valdría la pena.

La confusión marcó sus rasgos. —¿Por qué?

Desde luego que no se lo iba a explicar. —Si cambias de parecer,

voy a estar despierto por un rato.

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—No voy a ir. Buenas noches, Cam.

Ouch. Maldición. Pastelito rechazó a mi trasero. Por alguna razón,

eso me hizo sonreír. Tal vez porque no podía recordar la última vez que una

chica me rechazara completamente. Interesante. Aquí yo pensaba que

era increíblemente encantador.

Di un paso hacia atrás mientras Raphael sacó su cabeza del

caparazón. —¿Te veo mañana?

—¿Mañana?

—¿Clase de astronomía? ¿O te la vas a saltar otra vez?

—No —suspiró, sonrojándose, y no pude evitar preguntarme qué tan

lejos ese sonrojo viajaba al sur. La posibilidad de saberlo parecía muy

escasa—. Estaré ahí.

—Genial. —Me forcé a alejarme, porque estaba muy seguro de que

podría quedarme allí por una hora sólo para molestarla—. Buenas noches,

Avery.

Pastelito se escondió detrás de la puerta como si Raphael estuviera a

punto de orinar en su cabeza. Me reí cuando escuché el clic del seguro

cerrarse. No sé cuánto tiempo me quedé ahí mientras las patitas de

Raphael se agitaban, mirando la puerta cerrada.

—¿Qué estás haciendo Cam?

Me volví ante el sonido de la voz de Steph. Se hallaba de pie en la

puerta, la cabeza inclinada contra el marco, sonriendo como la fotografía

de la buena voluntad. No como la chica al otro lado de la puerta frente a

la que me quedé.

—No lo sé —dije, dirigiéndome hacia mi apartamento. Realmente no

tenía ni una maldita idea.

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3 Traducido por Blaire2015

Corregido por *Andreina F*

Nunca había sido una persona mañanera, pero hoy, me levanté con

el alba, habiendo dormido unas pocas horas. Mientras Ollie seguía

inconsciente en el sofá, boca abajo, con un brazo hacia el suelo, herví

cuatro huevos, los comí, y cogí unas galletas para el camino.

Ollie aún no se había movido cuando cerré la puerta detrás de mí.

Llegué al campus, extrañamente temprano por probablemente la

primera vez en mi vida, y me dirigí al edificio Robert Byrd. Una vez dentro

de la clase de astronomía, mi mirada inmediatamente comenzó a

escanear la habitación.

Si yo fuera Pastelito, ¿dónde me sentaría? Probablemente en el

fondo de la clase.

Busqué por una cabeza familiar inclinada. En el salón de clases, su

cabello no era tan rojo como a la luz del sol. Por qué siquiera noté eso,

estaba más allá de mí. Y por qué me dirigí directamente hacia ella,

tampoco podía explicarlo.

En la secundaria, me enamoré de esta chica de mi clase. Se parecía

mucho a Pastelito, pequeña, raramente hablaba, nerviosa como uno de

esos perros pequeños que se sacudían todo el tiempo. Pero cuando

sonreía, el jodido sol parecía crecer. Nunca me dio la hora del día, pero

como un idiota, tenía ganas de verla todos los días. Resultó que en la

secundaria, a ella le gustaban las chicas y no los chicos, lo que

probablemente explicaba por qué no tenía absolutamente ningún interés

en mí. Deslizando mi mano por la correa de mi mochila, fácilmente podría

admitir que sería decepcionante si ese fuera el caso con Pastelito.

Me acerqué a Avery, y ella ni siquiera tenía idea de que me hallaba

ahí. Sus hombros inclinados hacia delante, la mano derecha jugando con

la pulsera en su muñeca izquierda. Miraba fijamente hacia el frente, la

tensa expresión en su rostro me decía que podía estar físicamente

presente, pero no estaba en la habitación.

¿Pastelito nunca se relajaba? No lo parecía.

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Miré hacia el frente de la clase, donde las pocas personas que

conocía, se habían sentado. Ahí es donde debía ir. En cambio, hice mi

camino hacia otra fila de asientos. Pastelito no había registrado que me

hallaba ahí.

—Buenos días, cariño —dije, decidiéndome hacer eso en lugar de

sentarme primero.

Pastelito se estremeció como un gato asustado, retorciéndose en su

asiento. Su boca se abrió mientras sus ojos hicieron contacto conmigo. No

dijo nada más mientras me deslizaba en el asiento junto a ella y me

acomodaba.

—Te ves un poco áspera esta mañana —comenté.

Sus labios se fruncieron. —Gracias.

—De nada. Me alegra ver que has llegado a clase esta vez. —Me

deslicé hacia abajo, poniendo los pies sobre el asiento delante de mí—.

Aunque creo que eché de menos todo lo de chocarnos. Proporcionó

mucha diversión.

—No echo de menos eso. —Comenzó a rebuscar en su bolso,

sacando un cuaderno. No podía recordar la última vez que compré un

cuaderno nuevo para clase. Yo creía en el reciclaje—. Eso fue realmente

embarazoso.

—No debería haberlo sido.

—Es fácil para ti decirlo. Tú fuiste el chocado. Yo fui la chocante.

Mi boca se abrió cuando una risa quedó atrapada en mi garganta,

pero luego mi mente sucia tomó mal la palabra “chocante”, y tuve que

abrir mis piernas un poco para sentirme cómodo. Había tantas cosas que

podría hacer con ese comentario. Todas se apresuraron a la punta de mi

lengua. Algunas podrían quemar las orejas de las strippers, pero un vistazo

a Pastelito me dijo que no le sentaría muy bien.

Su rostro lucía tan rojo como la portada del cuaderno que

actualmente miraba fijamente. El pollito... maldita sea, era tan torpe,

encantadoramente torpe. Me pregunté si fue educada en casa hasta la

secundaria. Mientras su incomodidad era condenadamente linda y

entretenida, busqué por algo para decir. —Raphael está genial, por cierto.

Una pequeña sonrisa apareció en aquellos bonitos labios. —Es bueno

saberlo. ¿Se hizo pis en tu mano?

—No, pero estuvo cerca. Te traje algo.

—¿Pis de tortuga?

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Me eché a reír, divertido por su rapidez mientras sacaba el plan de

estudios, divisando las galletas que había traído conmigo. —Siento

decepcionarte pero no. Es un programa de estudios. Lo sé. Es una

emocionante mierda, pero pensé que ya que no viniste el lunes,

necesitarías uno, así que se lo pedí al profesor.

—Gracias. Eso fue muy atento.

—Bueno, prepárate. Soy todo tipo de atento esta semana. Te he

traído algo más. —Mordió la punta de su bolígrafo mientras sacaba la

servilleta—. Galleta para ti. Galleta para mí.

Lentamente bajó el bolígrafo, y negó con la cabeza. —No tenías que

hacerlo.

No le había traído un anillo de oro. —Es sólo una galleta, cariño.

Negó con la cabeza de nuevo y me miró fijamente.

Se podría pensar que le entregaba su crack o algo así. Suspirando,

envolví una de las galletas con la servilleta y la arrojé a la parte superior de

su cuaderno. —Sé que dicen que no debes aceptar caramelos de

extraños, pero es una galleta no un caramelo y, técnicamente, no soy un

extraño.

Me miró fijamente.

Viéndola debajo de mis pestañas, tomé un bocado de la otra

galleta y cerré mis ojos. Incliné la cabeza hacia atrás mientras las nueces

cubiertas de chocolate danzaban sobre mis papilas gustativas. Gemí,

sabiendo exactamente lo que hacía. Mis galletas estaban malditamente

buenas, por lo que el siguiente sonido que hice no fue una sobre-

exageración.

—¿Realmente está tan buena? —preguntó.

—Oh, sí, está deliciosa. Ya te lo dije anoche. Estaría mejor si tuviera

leche. —Tomé otro bocado—. Mmm, leche.

Siguiendo en silencio, abrí un ojo y luché contra una sonrisa. Me

miraba, con los labios entreabiertos.

—Es la combinación de nueces y chocolate. Los mezclas y es como

una explosión de sexo en tu boca, pero no tan complicado. Lo único mejor

habrían sido esas pequeñas Reese's Cups3. Cuando la masa está caliente,

dejar caerlos en... De todos modos, sólo tienes que probarlos. Toma un

pequeño bocado.

Su mirada cayó sobre la galleta en su regazo y dejó escapar un

suspiro. Cogiendo la galleta, le dio un mordisco.

3 Dulces de crema de cacahuate cubiertos de chocolate.

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No podía parar de mirarla. —¿Buena? ¿Cierto?

Asintió.

—Bueno, tengo una tonelada de ellas en casa. Sólo digo. —Mi

mirada se encontraba fija en ella. ¿Quién sabía que mirar a una chica

comer una galleta podría ser tan interesante? Mientras se limpiaba sus

delgados dedos, me moví sin pensar.

El calor de mi rodilla rozando con la suya viajó por mi pierna mientras

me giraba en el asiento, me acerqué, y tomé la servilleta de ella. —Miga.

—¿Qué?

Con mi mano libre, pasé el pulgar por su labio inferior. Una descarga

de algo zumbó por mi brazo y se fue directamente a mi polla. Ella se quedó

inmóvil, su pecho subía bruscamente y sus ojos muy abiertos. Mi mano se

demoró más tiempo de lo que debería, pero no tanto como yo quería. Su

labio era suave bajo mi dedo, su barbilla delicada contra mi palma. Me

forcé a alejarme. No había una maldita miga en su labio. Era un mentiroso.

Pero quería tocarla.

—Lo tengo. —Sonreí.

Parecía aturdida. No molesta, pero desconcertada. Traté de sentir

cierto grado de culpabilidad por tocarla pero no pude. No estaba seguro

de lo que decía de mí. Pero entonces el profesor Drage finalmente entró

en la parte delantera de la clase. Drage era un tipo raro. El traje de

poliéster era algo básico. Cuando tomé esta clase por primera vez,

mezclaba su vestuario con naranja. Las Vans a cuadros y la pajarita no

habían cambiado en años.

Me moví en el asiento, mirando hacia Pastelito. Su expresión no tenía

precio. Me reí entre dientes. —El profesor Drage es un hombre... muy único.

—Puedo verlo —murmuró.

El profesor Drage dio una conferencia. No estaba seguro de qué

trataba. Honestamente, no le prestaba atención. La mayor parte de estas

cosas ya las sabía y escuchar la mierda otra vez me recordaba mi primer

año, algo en lo que no me gustaba pensar.

Una noche había jodido completamente el camino de mi vida.

Empujando eso de mi cabeza, comencé a dibujar. Antes de darme

cuenta, había dibujado a Pie Grande y la clase llegaba a su fin en la típica

manera de Drage.

Comenzó a repartir mapas estelares. —Sé que hoy es sólo miércoles,

pero aquí está su primera asignación para el fin de semana. Se supone que

el cielo estará claro como el culito de un bebé el sábado.

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—¿Claro como el culito de un bebé? —murmuró Avery.

Me reí entre dientes.

—Quiero que busquen la Corona Borealis en el cielo, el real, honesto,

hasta la bondad, cielo nocturno —explicó el profesor Drage—. No

necesitan un telescopio. Usen sus ojos, gafas, lentillas o lo que sea. Pueden

verla el viernes o el sábado, pero el viernes parece que el tiempo será

inestable, así que elijan sabiamente.

—Espera —dijo alguien de la parte delantera—. ¿Cómo se utiliza este

mapa?

Le entregué a Pastelito un mapa y las hojas cuadriculadas.

El profesor Drage se detuvo y miró al chico con una mirada que

preguntaba si es estúpido. —Mirándolo.

El estudiante resopló. —Entiendo eso, pero ¿lo sostenemos hacia

arriba contra el cielo o algo así?

—Claro. Podrías hacer eso. O podrías mirar a cada una de las

constelaciones, ver cómo se ven y usar tus ojos y cerebro para encontrarla

en el cielo. —Drage hizo una pausa—. O usen Google. Quiero que todos

empiecen a familiarizarse con el estudio de las estrellas... —Me perdí en mis

pensamientos durante la mitad de lo que decía, regresando en el final—.

Así que pónganse por parejas y elijan una hora. Me devolverán la

cuadrícula el lunes. Eso es todo por hoy. Buena suerte y que la fuerza del

universo esté hoy con ustedes.

—¿Pareja? —dijo Avery, mientras miraba frenéticamente toda la

clase—. ¿Cuándo elegimos las parejas?

—El lunes —expliqué, cerrando mi cuaderno y empujándolo en mi

mochila—. No estabas aquí.

Pastelito parecía que estaba a punto de desmayarse mientras se

inclinaba hacia delante en su asiento. —Avery.

Respiró profundamente varias veces, como si estuviera aplazando un

ataque de pánico.

Arqueé una ceja. —Avery.

—¿Qué? —espetó, fulminándome con la mirada.

—Somos pareja.

Un profundo ceño se formó entre sus cejas. —¿Eh?

—Nosotros. Somos. Pareja. —Suspiré—. Al parecer, Drage hizo que la

clase escogiera a sus compañeros justo al principio de la clase del lunes.

Entré después y al final me dijo que me emparejase con alguien que se

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uniera a la clase el miércoles o estaría desemparejado. Y como no me

gusta la idea de no tener compañero, tú y yo somos pareja.

Me miraba fijamente como si hubiera hablado en latín. —¿Tenemos

la opción de hacer esto solos?

—Sí, pero ¿quién quiere salir solo a ver el cielo por la noche? —

Levantándome, me colgué la mochila al hombro y comencé a caminar

por la fila—. De todos modos, conozco un sitio perfecto en el que podemos

hacer la tarea. Tiene que ser el sábado, porque el viernes tengo planes.

—Espera. —Corrió detrás de mí—. Yo sí.

—¿Tienes planes el sábado? —Espera. ¿Qué podría estar haciendo

ella un sábado por la noche? No podía abandonarlos el viernes, pero...—.

Bueno, podría...

—No. No tengo planes el sábado, pero no tenemos que ser

compañeros. Puedo hacerlo sola.

Me detuve frente a las puertas, sin saber si había oído bien. —¿Por

qué quieres hacer todas las tareas, y si te fijas en el esquema de sus clases

hay muchas, sola?

Dio un paso atrás. —Bueno, realmente no quiero hacerlo. Pero no

tienes que ser mi pareja. Quiero decir, no me lo debes ni nada.

—No entiendo lo que estás diciendo. —Honestamente, en serio, al

cien por cien, no entendía lo que decía.

—Lo que estoy diciendo es que... —Se detuvo, sus cejas uniéndose

en una profunda V de nuevo—. ¿Por qué estás siendo tan amable

conmigo?

Mi boca formó las palabras “qué mierda”. —¿Es una pregunta seria?

Pastelito bajó la mirada. —Sí.

La miré fijamente y esperé a que dijera que bromeaba, pero no lo

hizo. Un nudo se formó en mi pecho, viniendo de la nada. De repente era

dolorosamente obvio para mí, quiero decir dolorosamente. Pastelito no

sólo estaba incomoda, era evidente que no tenía muchos amigos, y no sé

por qué eso me afectó. No debería haberlo hecho. Apenas conocía a la

chica y conversar con ella era tan fácil como desarmar una bomba con

los dientes, pero me molestó.

El síndrome del perdedor ataca de nuevo.

Tomé una respiración profunda. —Está bien, supongo que soy un

buen tipo. Y obviamente eres nueva, una estudiante de primer año. El lunes

parecía que estabas un poco desquiciada y luego saliste corriendo, ni

siquiera viniste a clase y yo...

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—No quiero tu compasión —dijo con un sonido chillón.

Fruncí el ceño ante la insinuación. —No tienes mi compasión, Avery.

Sólo digo que parecías estar un poco perdida el lunes y pensé que

deberíamos ser compañeros.

La duda cruzó su rostro.

—Puedo ver que no me crees. ¿Tal vez fue la galleta? Bueno, te

negaste a probar mis galletas anoche y honestamente, iba a comerme la

otra galleta, pero te veías tan cansada y triste ahí sentada, que imaginé

que necesitabas la galleta más que yo.

Lo que podría haber sido una mentira. Había muchas posibilidades

de que hubiera traído dos galletas porque Pastelito podría hacer acto de

presencia. En realidad, puedo estar interpretando mucho de esto.

Me observaba como si fuera un rompecabezas, y honestamente, no

era tan complicado.

—Y eres linda —añadí.

Parpadeó. —¿Qué?

Tratando y fallando de ocultar mi diversión, me di la vuelta y abrí la

puerta, guiándola hacia el pasillo. —No me digas que no sabes que eres

linda. Si es así, estoy a punto de perder la fe en la humanidad. No querrás

ser responsable de eso.

—Sé que soy linda, quiero decir, eso no es lo que quise decir. —Hizo

una pausa, gruñendo—. No creo que sea fea. Es sólo que...

—Bien. Ahora hemos aclarado eso. —Tirando de su bolsa, la conduje

hacia las escaleras—. Cuidado con la puerta. Puede ser complicada.

—¿Qué tiene que ver el comentario de que soy linda con eso?

—Me preguntaste por qué soy amable contigo. Es mutuamente

beneficioso.

Pastelito se detuvo completamente detrás de mí. —¿Eres amable

conmigo porque piensas que soy linda?

—Y porque tienes los ojos marrones. Soy un fanático de los grandes

ojos marrones. —Reí—. Soy un chico superficial. Oye, ayuda que seas linda.

Saca a la luz al chico bueno que hay en mí. Me hace compartir mis

galletas contigo.

—Así que si fuera fea, ¿no serías amable conmigo?

Girándome, la enfrenté. —También sería amable contigo si fueras

fea.

—Está bien.

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Sonreí mientras inclinaba mi barbilla hacia abajo, acercando

nuestras bocas. —Simplemente no te habría ofrecido ninguna galleta.

Se cruzó de brazos. —Estoy empezando a pensar que “galletas” es

una palabra en clave para otra cosa.

—Tal vez lo es. —Tiré de su bolso de nuevo mientras bajaba un

escalón—. Y sólo piensa en ello. Si galleta fuera una palabra en clave, sea

lo que sea que simbolice, ha estado en tu boca, cariño.

Por un momento, me miró fijamente y luego se rió. El sonido era

bisoño y ronco, como si no se riera a menudo, y eso causó que ese extraño

nudo en el pecho palpitara. —Eres realmente...

—¿Increíble? ¿Impresionante? —Quería escuchar su risa de nuevo—.

¿Asombroso?

—Iba a decir extraño.

—Bueno, diablos, si tuviera sentimientos eso realmente me habría

dolido.

Sonrió, y eso significaba que nos acercábamos a una sonrisa de

nuevo. —Entonces supongo que es bueno que no tengas sentimientos,

¿cierto?

—Supongo que sí. —Salté al rellano—. Será mejor que te des prisa o

llegarás tarde a tu próxima clase.

Sus ojos se ampliaron, y me reí, apartándome para que Pastelito no

me atropellara mientras se precipitaba escaleras abajo. —Maldita sea, si te

hubieras movido tan rápido por mis galletas, sería un hombre feliz.

—¡Cállate!

—¡Oye! —Me acerqué a la parte superior del siguiente tramo de

escaleras—. ¿No quieres saber para qué es la palabra clave galletas?

—¡No! ¡Dios Santo, no!

Incliné la cabeza hacia atrás y reí mientras las últimas hebras de

cabello cobrizo desaparecían de la vista. No sabía quién era Avery

Morgansten, pero era mejor que la niña tranquila en la escuela media que

resultó que le gustan las chicas.

Mucho mejor.

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4 Traducido por Katita

Corregido por Pau!!

Había momentos en mi vida en los que no tenía ni idea de cómo

llegaba a ellos. Así como pensar qué había ocurrido para haberme metido

en esos momentos.

Steph, que llevaba otra falda que apenas cubría su culo, deslizó una

mano por mi brazo. Dijo algo, susurró en mi oído, pero realmente no le

prestaba atención.

Mi mirada se desvió de la TV a la goma para el cabello tirado en mi

mesa de café.

Oh, así es como empezó todo esto.

Un texto de Steph alegando que había dejado algo “súper

importante” en mi apartamento en la noche de la fiesta. Su goma. Si

hubiera sabido que era lo que buscaba, hubiera caminado lo que hiciera

falta al Rite Aid y le hubiera comprado un paquete entero de ellas.

—¿Quieres que te traiga una cerveza de la nevera? —preguntó.

Realmente era la mujer perfecta. —No. Estoy bien.

Podía sentir sus ojos en mí, mientras levantaba el vaso de agua y

bebía un trago. Cerveza. Yo. Steph. Nadie más en el apartamento. No era

una muy buena combinación. O tal vez sí, dependiendo de cómo se viera.

Caricias en mi pecho, sus pechos apretados contra mi brazo.

Tenía que ver esto como algo bueno en vez de preguntarme cómo

un sofá en el que me podría estirar, de repente se sentía demasiado

pequeño.

—Entonces, ¿estás pasando a una nueva página o algo? —

preguntó, con la mirada fija en el televisor mientras recorría con las puntas

de sus uñas, hacia arriba y abajo, mi brazo. Yo miraba un combate de

boxeo y dudaba que ella estuviera muy interesada—. ¿Es que ya no

beberás más?

Me reí entre dientes. —Nah. Simplemente no tengo ganas esta

noche.

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—Oh. —La mano de Steph se trasladó desde el antebrazo hasta el

centro de mi pecho—. ¿Y de qué tienes ganas esta noche?

Era una pregunta capciosa, así que no dije nada cuando su mano

acarició mi barbilla. Steph percibió mi silencio como quiso, deslizando la

mano por la piel desnuda de mis abdominales.

La sangre siguió la punta de sus dedos a medida que flotaba por

debajo de mi ombligo, llegando a la banda en mis pantalones cortos.

A mi cuerpo le gustaba lo que iba a suceder, esforzándose para

encontrarse con esos dedos inquietos. Y mi cuerpo conocía bien sus dedos,

recordaba exactamente como de expertos eran. Pero mi cabeza ni

siquiera se aproximaba al mismo sitio que mi polla.

Incliné la cabeza hacia atrás en el sofá y exhalé lentamente. No

había absolutamente nada de malo en lo que sucedía. Sus ágiles dedos

rozaron mi mano inerte, deslizándose por mi cadera. Mis músculos saltaron

en respuesta. Al igual que lo hizo algo más.

Cerré los ojos y respiré profundamente. Mi corazón no latía. Pensaba

en la reunión a la que tendría que asistir el viernes por la noche. Y pensé en

la noche del sábado y las estrellas cuando su mano se cerró alrededor de

mi polla, agarrándome a través de los pantalones cortos de nylon. Un

estremecimiento se disparó hacia arriba por mi columna, mientras ella

subía la mano.

El placer se arremolinaba bajo mi estómago, y sabía que si la dejaba

continuar, disfrutaría de ello. Me sentía malditamente bien. Siempre lo

hacía, pero no devolvería el favor. Semanas atrás, lo habría hecho, sin

dudarlo. Dar. Tomar. Pero ahora no me importaba lo suficiente como para

hacerlo y no estaba bien.

—Oye —dije, con voz ronca mientras tomaba suavemente su brazo,

tirando de su mano.

Sus perfectos labios formaron una O. —¿Qué?

—No tengo ganas. —Me llevé su mano a la boca y la besé en la

palma de la mano antes de colocarla de nuevo en su muslo. Mi pene ya

no estaba erecto—. ¿Está bien?

La sorpresa enmarcó su cara, y una parte de mí se tambaleaba en

estado de shock. ¿Realmente acababa de rechazarla? Sí, lo había hecho.

El rosa cubrió sus mejillas cuando volvió la mirada a la TV, y yo,

bueno, me sentí como un idiota. Mierda. Sentándome hacia delante, dejé

caer las manos en mis rodillas. —¿Quieres algo de comer?

Callada, negó con la cabeza.

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Doble mierda. —Escucha, Steph, no eres tú, y lo digo en serio. Sólo

estoy sintiéndome raro esta noche. ¿De acuerdo?

Steph me miró y asintió lentamente. —Está bien.

Solté el aliento con alivio. Como había dicho antes, Steph era una

buena chica y tuvimos nuestra historia. Las cosas eran diferentes ahora. Se

quedó un rato más y luego se alistó para irse. Me levanté para

acompañarla fuera. En la puerta, se volvió y se puso de puntillas, besando

mi mejilla.

Me eché a reír. —¿Qué fue eso?

Steph se encogió de hombros mientras cerraba la puerta detrás de

nosotros. —¿Vas a la fiesta de la fraternidad? —preguntó.

—Tengo planes —dije.

Hizo un mohín. —¿Puedes saltarte la noche del viernes?

Levantando la mano, tiré de un mechón de su cabello suave y

negro. —Sabes que no puedo, amor. Tal vez la siguiente vez.

—Apestas. —Pero sonrió cuando me golpeó con la cadera.

—Así es.

Nos dirigimos hacia el coche y cuando tropezó en un trozo de grava

suelta, cogí su brazo, sosteniéndola. —¿No has estado bebiendo esta

noche —pregunté, con los ojos entrecerrados—, cierto?

La luz de la luna se deslizó sobre su cara mientras echó la cabeza

hacia atrás y soltó una carcajada ronca. —No. —Golpeó mi pecho—. ¿Y

qué si lo he hecho? ¿Vas a dejarme pasar la noche?

—Pondré tu pequeño culo en mi camión y te llevaré de regreso a tu

residencia.

Puso sus ojos en blanco. —Eso suena muy divertido.

Nos detuvimos detrás de su sedán para un rápido abrazo. —

Mándame un mensaje cuando llegues a tu dormitorio.

Se rió de nuevo, retrocediendo. —¿En serio?

Le lancé una mirada. —Sabes que sí. Es tarde. Hay un montón de

gente jodidamente mala en el mundo, así que mándame un mensaje.

—¿Y si no lo hago?

Mis ojos se estrecharon. —Lo harás.

—Está bien. —Steph rió mientras retrocedía hacia la puerta del

conductor—. Hasta luego, Cam.

Dando un paso atrás, la vi retirarse del lugar de estacionamiento

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antes de darme la vuelta y regresar. A medio camino a través del

estacionamiento, miré hacia el apartamento de Pastelito. No había luces

encendidas, y apostaba a que ya estaba metida en su cama. ¿Usaba

camisas de manga larga para dormir? ¿O dormía desnuda?

Una imagen de ella desnuda, con su cabello cobrizo suelto y a su

alrededor como un halo, invadió mi cabeza.

Mi polla se hinchó a la vida una vez más.

—Maldita sea —murmuré. Iba a ser una noche larga.

***

El jueves era una mañana de IHOP4, o al menos eso era lo que Ollie

había estimado cuando salió de la cama e irrumpió en mi habitación.

Agarrando mi gorra del brazo del sofá, vi la goma de Steph en la mesa de

café y rodé los ojos.

Súper importante.

Ollie ya se encontraba fuera y mientras me acercaba a la puerta,

atrapé el olor de la lluvia en el aire. En cuanto cerré la puerta detrás de mí,

me di cuenta que él no estaba solo.

—Avery —dijo Ollie—. Cam me dijo tu nombre.

Nota mental: Patear las bolas de Ollie después.

Hubo una pausa y luego: —Entonces... um, te diriges a...

—Tú, idiota, ¡dejaste la puerta abierta! —Ajusté mi gorra, rodeando

las escaleras. A continuación, tuve una imagen visual de cómo los

vaqueros de Avery abrazaban su culo. Lindo—. Oye, ¿qué estás haciendo

con mi chica?

Ollie me sonrió, pero mi atención fue atraída hacía Pastelito. La

chica tenía que usar poco o nada de maquillaje, porque su rostro era...

fresco. Natural. Me gustaba mucho. Su mirada se encontró con la mía y

luego la apartó mientras parpadeaba.

—Le estaba explicando cómo me conocen por dos nombres —dijo

Ollie.

—Oh, ¿sí? —Me encontré con ellos, dejando caer mi brazo sobre sus

hombros. Sus pies tropezaron, y apreté mi brazo, jalándola a mi lado. En el

fondo de mi cabeza, pensé que ella encajaba perfectamente—. Guau, 4 International House of Pancakes. Es un restaurante establecido en los Estados Unidos

especializado en desayunos.

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amor, casi te pierdo ahí.

—Mírense —Ollie bajó los escalones a brincos—, hiciste que la chica

se tropezará sobre sus pies.

Me reí, manteniendo un brazo alrededor de ella mientras me

deslizaba hacia atrás la gorra. —No puedo evitarlo. Es mi encanto

magnético.

—O podría ser tu olor —sonrió Ollie—, no estoy seguro de haber

escuchado la ducha esta mañana.

Di un jadeo indignado. —¿Huelo mal, Avery?

—Hueles fantástico —dijo, y luego un color rojo tiñó sus mejillas—.

Quiero decir que no hueles mal.

El instinto me dijo que quiso decir algo completamente diferente. —

¿Te diriges a clases?

Pastelito no dijo nada mientras caminábamos por las escaleras, pero

su rostro estaba contraído como si estuviera en una profunda reflexión

acerca de algo.

—¿Avery?

Se liberó de mi brazo en sus hombros, y mis ojos se estrecharon

cuando salió corriendo. —Sí, me dirijo hacia la clase de arte. ¿Y ustedes,

chicos?

La alcancé en el tercer piso, que me torturen si se iba a escapar de

nuevo tan fácilmente.

—Nosotros vamos a ir a desayunar. Deberías saltarte la clase y unirte

con nosotros.

Apretó su agarre en su bolsa. —Creo que ya me las he saltado lo

suficiente esta semana.

—Yo me la estoy saltando —anunció Ollie—, pero Cam no tiene

clase hasta tarde, ya que es un buen chico.

—¿Y tú eres un chico malo? —preguntó.

Él sonrió a Pastelito, el tipo de sonrisa que le había visto dar a

innumerables chicas. —Oh, soy uno malo, un chico malo.

Mi piel se erizó mientras le disparaba una mirada a Ollie. —Sí, como

que eres malo en ortografía, matemáticas, inglés, limpiándote a ti mismo,

hablando con la gente, y podría continuar.

—Pero soy bueno en cosas que cuentan —respondió Ollie.

—¿Y cuáles son esas cosas? —le pregunté mientras salíamos bajo

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nubes que parecían rellenas de agua.

Iba a ser uno de esos días.

Ollie nos enfrentó, caminando hacia atrás. Un camión rojo comenzó

a retroceder, pero él siguió su camino, obligando a que el camión parara.

Negué con la cabeza. Levantó una mano bronceada y comenzó a

golpetear con sus dedos. —Bebiendo, socializando, esquiando, y fútbol

¿recuerdas ese deporte, Cam? ¿El fútbol?

Me quedé mirándolo. —Sí, lo recuerdo, idiota.

Ollie, probablemente sin tener idea de lo que acababa de hacer, se

dio la vuelta y se dirigió a la camioneta. Un músculo comenzó a marcarse

en mi mandíbula. Metí las manos en mis pantalones mientras miraba hacia

Pastelito. —Nos vemos luego, Avery.

Alejándome de ella, me uní a Ollie por mi camioneta. En lugar de

presionar el botón de desbloquear todas las puertas, sólo presioné la mía y

subí, cerrando la puerta detrás de mí.

—¿Oye? —dijo la voz apagada de Ollie.

Sin hacerle caso, encendí el camión. Una gota de lluvia grande y

gorda golpeó el parabrisas, sonreí, mirando hacia el cielo.

—¡Oye!

Poco a poco, levanté la mano, levantándole el dedo.

Ollie saltó cuando el cielo se abrió en un aguacero torrencial,

aullando como un animal herido. Sólo cuando su cabello estuvo pegado a

su cráneo, abrí la puerta.

Subió, temblando. —¿Qué mierda, hombre?

—Te lo mereces. —Eché marcha atrás, retrocediendo. Una mirada a

la frente arrugada de Ollie me dijo que intentaba pensar en lo que había

hecho. Suspiré—. De verdad, tienes que tirar esas hierbas.

—Si lo he escuchado una vez, lo he escuchado un millón de veces,

pero Mary Jane5 me ama, y ella es la única mujer que amo.

Deslicé la mano por la gorra de béisbol y negué con la cabeza. —

Hippie de mierda.

Ollie sacudió la cabeza como un perro mojado, rociando el interior

con las gotitas de agua fría. Algo debió de haber encendido la lucecita en

su cabeza, porque se dejó caer en el asiento. —Mierda, hombre. No

estaba pensando.

5 Referencia a la marihuana.

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Tosí una carcajada mientras salía del aparcamiento, un coche

detrás de Pastelito. —Eso es una gran sorpresa.

Ollie miró al frente, su sonrisa habitual había desaparecido. —A

veces me olvido, ¿sabes? Parece que fue hace una eternidad.

Mierda, deseaba poder olvidarlo, sobre todo ahora, cuando vi el

coche de Pastelito girar hacia la izquierda, en dirección a la escuela.

Él me miró. —Lo siento, amigo. De verdad. Sé lo mucho que el fútbol

significaba para ti.

Asentí distraídamente cuando giré a la derecha, en dirección a la

carretera secundaria que nos llevaría hacia Charles Town. El fútbol había

sido mi vida desde el momento en que papá me había inscripto en la liga

infantil, y con los años, había perfeccionado mis habilidades como

delantero, la posición de puntuación media.

Fui muy bueno, también, y no era ningún secreto que cuando me

inscribí en Shephard y en su equipo de fútbol hace tres años, no tenía

planes de quedarme ahí. Esperaba mi momento antes de que pudiera

marcar una prueba con el D.C. United. El fútbol me había hecho conocer

a Jase y a Ollie.

El fútbol había sido mi cordura.

Pero lo único que hacía con el fútbol ahora, era entrenar a un

programa de liga juvenil de verano como servicio a la comunidad. No

habría más fútbol. Por lo menos en un futuro previsible, y un acto de ira se

había asegurado de eso.

La mayoría de la gente de mi edad pasaba la noche del viernes

bebiendo y pasando el rato con los amigos. Yo pasaba mi noche de

viernes sentado en un círculo —sí, un maldito círculo— escuchando los

problemas de la gente. Algunos de los chicos del grupo no estaban mal.

Como Henry, quien se emborrachó una noche y se metió en una pelea en

un bar. Él no era un psicópata. Tampoco lo era Aaron, que al parecer tenía

algunos problemas de rabia de carretera. Pero había otros —un par de

chicos, y una chica con el maquillaje blanco pastoso y delineador de ojos

negro pesado— de los que no estaba tan seguro. Daban un poco de

miedo.

Lo jodido es que yo no era la persona más joven aquí. No por el

momento.

Sólo tenía... diez jodidos meses más de esto.

Podría hacerlo. En serio. Podría hacerlo fácilmente.

—¿Cameron? —El Dr. Bale se aclaró la garganta, y me quise golpear

a mí mismo en la garganta—. ¿Hay algo que te gustaría compartir esta

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noche?

Esta era la parte en la que no podía hacerlo. El hablar sobre mi

mierda con todo un grupo de desconocidos que me miraban. Miré hacia

arriba, y una mirada comprensiva cruzó el rostro de Henry al ver mis ojos.

—No —dije—, en realidad no.

La chica gótica —quien al parecer tenía una inclinación por los

cuchillos— se echó hacia atrás en su asiento, cruzando los brazos cubiertos

de tinta negra. —Él nunca comparte nada.

Apreté los labios para evitar ser apuñalado.

—Eso es cierto. —El Dr. Bale se ajustó las gafas de malla de

alambre—. Apenas contribuyes en el grupo, Cameron.

Encogiéndome de hombros, me senté y deslicé la gorra de béisbol

mas abajo. —Apenas estoy acostumbrándome a esto.

Henry saltó, por suerte, desviando la atención, y me mantuve bajo el

radar hasta el final de la sesión, pero cuando me levanté para irme, el Dr.

Bale me llamó.

Genial.

Mientras todo el mundo iba despejando la habitación, me dejé caer

de nuevo en la silla plegable de metal y me incliné hacia delante,

apoyando los codos en las rodillas. —¿Qué pasa?

El Dr. Bale se inclinó, seleccionando una carpeta de la bandeja de

plástico a su lado. —Quería asegurarme de que estás sacando algo de

estas reuniones, Cameron.

Eh. No. No, la es verdad es que no. —Por supuesto.

Me miró mientras subía la pierna derecha sobre su rodilla y se

recostaba en su silla. —Apenas has hablado durante la sesión.

—Realmente no hay nada que decir.

—No, hay mucho que decir. —Sonrió, deteniéndose y la piel

alrededor de sus ojos se arrugó—. Sé que hablar delante de la gente es

difícil al principio, pero tienes cosas en común con ellos.

Me puse rígido. —No estoy seguro de que tenga mucho en común

con ellos.

—¿Estás seguro de eso?

Suspirando, desvié mi mirada a las paredes blancas. A los carteles

alineados. Los que intentaban convencer a la gente de hablar, en vez de

tirar golpes.

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—¿Estás tomándote esto en serio, Cameron?

—Sí. —Me obligué a no buscar con mi mirada el único reloj en la

habitación, detrás de mí.

—Bien. No me gustaría que no tomaras esta maravillosa oportunidad

y la utilizarás para beneficiar tu vida.

Mantuve mi expresión en blanco.

—¿Te das cuenta de lo afortunado que eres, Cameron? —preguntó

el Dr. Bale cuando no dije nada—. Ese chico podría haberte mandado a la

cárcel por un largo tiempo.

—Lo sé —dije, y era cierto. Dios sabe que yo sabía lo afortunado que

era. Y durante mucho tiempo creí que mi culo debería haber estado

pudriéndose en la cárcel. Lo que habría pasado si no hubiera sido por la

presión de mi padre en los tribunales penales y mi registro impecable—. Soy

un tipo muy tranquilo, Dr. Bale. Lo que sucedió…

—La paliza que infligiste a ese chico dice lo contrario. —Su mirada se

desvió hacia mi archivo—. Contusión craneal grave. Fractura de

mandíbula, nariz y un ojo roto, junto con varias costillas rotas —miró hacia

arriba, encontrando mi mirada—, eso no suena como algo que haría un

“tipo tranquilo”, ¿no?

Se me revolvió el estómago, pero no aparté la mirada. —No estoy

orgulloso de lo que hice. Mirando hacia atrás, sé que hay un montón de

otras cosas que podría haber hecho.

—¿Pero?

Pero yo no tenía “ira” o un problema de “rabia”. Y tan jodido como

sonaba, todavía no estaba seguro de que me arrepintiera de lo que había

hecho. El hijo de puta había estado golpeando a mi hermana, y bueno, yo

había perdido mi mierda.

Y a decir verdad, si tuviera que pasar por eso otra vez, no estaba

seguro de si actuaría de manera diferente. Haces daño a mi hermana, y te

estás metiendo conmigo. Era tan simple como eso.

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5 Traducido por Aleja E

Corregido por Cami G.

Cuando se trataba de mi Pastelito, la paciencia valía la pena.

Al principio, el viaje a Antietam National Battlefield para hacer

nuestra tarea de astronomía había empezado tan dolorosamente como

mis clases semanales de control de ira. Se sentó en mi camioneta, como si

la hubiera tentado con una oferta de cachorros gratis, tirando de las

mangas de su suéter y sentada tan derecha como una tabla. Su

nerviosismo aumentó a medida que nos dirigíamos por el Bloody Lane,

seleccionando un lugar que nos daría una visión clara del cielo y…

campos de maíz.

Descubrí que era un poco nerd sobre historia, lo cual era genial,

porque esos ojos castaños se iluminaban cuando empezaba a hablar

sobre el campo de batalla. Y también descubrí que se encontraba en un

infierno de apuro por acabar con esto y darlo por terminado.

Nunca en mi vida dudé de mi capacidad de atraer a una chica

como lo hice con Avery. Actuaba como si pasar tiempo conmigo fuera

equivalente a estar en clase de apreciación musical durante dos semestres

consecutivos. Tan engreído como suena, sabía que podía caminar en el

campus y obtener una cita con la chica disponible más cercana. Incluso

probablemente con una chica no disponible, pero con Avery era como

tratar de anotar con una monja. Y no una monja traviesa.

—¿Cuánto tiempo crees tú que esto va a tomar? —preguntó.

—¿Por qué? —Hice una pausa mientras se me ocurría algo. Tal vez mi

encanto no fallaba. Mierda, ¿cómo no había pensado en esto antes?—.

¿Tienes una cita esta noche?

Se rió secamente. —Uh, no.

Una parte de mí se sintió feliz de escuchar eso. La otra parte estaba

completamente confundida. —Suena como que es una idea loca. Que

nadie saldría en una noche de sábado para una cita.

Encogiéndose de hombros, dejó caer el mechón de cabello con el

que jugaba. —No estoy saliendo con nadie.

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Seguí caminando, golpeando mis manos en mis muslos mientras la

brisa agitaba los tallos de maíz, haciendo que se sacudieran como huesos

secos. —¿Por qué la prisa? —Cuando no hubo respuesta, la miré por

encima de mi hombro, sonriendo—. ¿Te preocupa que te haya traído aquí

para mis planes malévolos?

Pastelito se detuvo, su rostro palideciendo de una manera que hizo

que sus pecas resaltaran. —¿Qué?

Vaya. La miré, sintiendo un nudo en el pecho y algo más. Su

reacción fue demasiado rápida, demasiado real. Un mal sabor llenó mi

boca. —Oye, Avery, sólo estoy bromeando. En serio.

Me miró fijamente, y luego desvió la mirada, con las mejillas

sonrojadas. —Lo sé. Yo sólo…

—¿Asustadiza?

—Sí, eso.

Esperaba —mierda, rezaba— que eso fuera todo. Viéndola juguetear

con la pulsera en su muñeca izquierda, no pude dejar que el hilo de mis

pensamientos fuesen más allá. Ira por la posibilidad de que algo la alterara

de la forma más leve, ya pinchaba en mi piel. Era seguro que exageraba.

—Vamos. Será oscuro pronto.

Empecé a caminar en dirección a la torre, saludando a dos

estudiantes de nuestra clase. Escogiendo un lugar en la colina donde se

podía mirar el camino de tierra, saqué una linterna antes de sentarme. La

hierba estaba seca, y en ese lapso de silencio, el zumbido de los grillos era

casi tan fuerte como el latido de mi corazón. No sabía por qué mi pulso se

aceleró, pero se sentía como si hubiera corrido desde la camioneta hasta

aquí en vez de caminar.

Levantando la vista, encontré a Pastelito rondando a pocos metros

detrás de mí. Di palmadas en el lugar. —Únete a mí. ¿Bonito lugar? Estoy

todo solitario por aquí.

Ella tomó su labio inferior entre sus dientes, y los músculos de mi

estómago se tensaron. Finalmente avanzó hacia adelante y se sentó… a

tres metros de mí. Mis cejas se levantaron, pero luego… luego nuestras

miradas chocaron, y tomé un respiro, pero no llegó muy lejos. ¿Cuántas

pecas tenía en el puente de su nariz? Nueve. No. Nueve y medio. Una de

ellas era descolorida. Tenía los labios entreabiertos, como si estuviera

esperando un beso.

La urgencia de besarla me golpeó fuerte en el intestino. ¿Era la

primera vez? Cuando le limpié la miga de su labio, quise besarla ahí,

probar esos labios de apariencia suave. Con cualquier otra chica hubiera

hecho un movimiento, pero no con Pastelito.

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Y ahí fue cuando la más extraña cosa sucedió.

Quería ir más despacio. Como si pudiera frenar esta relación

inexistente que se encontraba más allá de mí, pero no lo sé. Mi corazón

todavía bombardeaba con fuerza.

Avery bajó la barbilla, estudiando su cuaderno mientras se aclaraba

la garganta.

Dejando escapar un respiro que no me di cuenta que contenía, le

pregunté—: ¿Qué constelación se supone que debemos estar mapeando?

—Um, la Corona Boreal, creo —dijo, rozando las notas mientras yo

sostenía la linterna.

—Ah, la corona del norte.

Sus cejas se levantaron. —¿La parte superior de tu cabeza sabe eso?

Me reí de su expresión dudosa. —Tal vez no tomo notas, pero sí

presto atención.

Arrugó la nariz. —Realmente no entiendo cómo alguien ve formas en

las estrellas.

—¿En serio? —Me acerqué lentamente y observé por sobre su

hombro—. Las formas son bastante obvias.

—No para mí. Quiero decir, son sólo un montón de estrellas en el

cielo. Tú probablemente puedes ver lo que quieras ver.

—Mira a los Borealis. —Señalé el mapa—. Obviamente es una

corona.

Se echó a reír, una risa real, y el nudo se apretó en mi pecho. —No se

ve como una corona. Parece un semicírculo irregular.

Sonriendo, sacudí la cabeza. —Mira. Se puede ver ahora fácilmente.

Eso es una corona. Vamos a ver las siete estrellas.

—Veo las siete estrellas, pero también veo un centenar. —Cogió un

bolígrafo—. También veo el monstruo de las galletas.

Me eché a reír. —Tú eres ridícula.

Mientras la miraba, sus labios se curvaron en una sonrisa mientras

posaba su bolígrafo en el cuaderno. Era evidente que no tenía idea de

con qué línea de latitud empezar, por lo que levantó la vista hacia el

Borealis. Finalmente, conectó dos puntos.

—¿Sabes de dónde viene el nombre? —le pregunté.

Pastelito negó con la cabeza, así que me acerqué y tomé el

bolígrafo de su mano. En el proceso, mis dedos rozaron los suyos. Una

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descarga subió por mi brazo, y se alejó de inmediato. —Representa la

corona dada del dios Dionisos a Ariadna —le dije—. Cuando se casó con

Baco, él puso la corona en el cielo en honor de su matrimonio.

Me miró, frunciendo las cejas. —El profesor Drage no enseñó eso en

la clase.

—Lo sé.

—Entonces, ¿cómo lo sabes?

—¿Por qué no lo sabría?

Echó la cabeza hacia un lado, con los labios fruncidos.

—Está bien. Tal vez la mayoría de la gente no sabe eso en la parte

superior de sus cabezas. —Hice girar su bolígrafo—. De hecho, participé en

esta clase como estudiante de primer año, pero tuve que dejarlo.

La curiosidad llenó sus ojos marrones. —¿En serio?

Asentí.

—¿Tú eres, qué, un junior?

—Sí. —Hice una pausa, inseguro de lo que debería decirle—. Tuve

que tomar un año de descanso, lo que me hizo atrasar.

Guardó silencio por un momento. —¿Por qué volviste a tomar

astronomía? ¿Es una parte de tu especialidad?

—No. Simplemente me gusta la clase y el profesor Drage. —Apagué

la linterna—. Estoy estudiando la recreación y el deporte. Me gustaría

entrar en rehabilitación deportiva.

—Oh. Tú…

Al ver que no terminaba la frase, la miré y seguí su mirada. En el

banco, dos de nuestra clase de astronomía parecía que estaban a punto

de hacer bebés en ese mismo momento.

—Ahora eso es una forma interesante de observar las estrellas —le

dije.

Ella los miró por unos segundos, sus ojos abiertos como si estuviera

tratando de averiguar exactamente lo que hacían. Lo que era evidente.

Había una gran cantidad de lengua involucrada.

Le di un golpecito con mi bolígrafo.

—¿Qué?

—Nada. Es sólo que… —No tenía idea de cómo decir esto—. Estás

mirándolos como si… nunca hubieras visto una pareja hacer eso antes.

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—¿Sí?

Asentí. —Así que a menos que fueras criada en un convento,

imagino que estuviste en un regazo una o dos veces, ¿verdad?

—No. —Se encogió, concentrándose en los tallos de maíz—. Quiero

decir, no he estado en el regazo de un chico.

Una sonrisa burlona surgió de mis labios. —¿Qué acerca del regazo

de una chica?

Su boca se abrió. —¿Qué? ¡No!

Sonreí ampliamente, imaginándola en el regazo de una chica, y no

era una mala imagen. Fue aún mejor cuando la imaginé en mi regazo. —

Estaba bromeando, Avery.

Su barbilla sobresalió obstinadamente. —Lo sé, es sólo que…

—¿Qué? —Le golpeé el brazo con el esfero de nuevo—. ¿Qué?

—Nunca he estado en una relación.

¿Nunca? ¿Nunca, como nunca? No podía ser.

Aferrándose a su cuaderno, me miró. —¿Qué? No es una gran cosa.

Abrí la boca, pero no dije nada. Parpadeé y luego sacudí la cabeza

mientras me inclinaba hacia atrás, mirando el cielo. —¿Nunca has estado

en una relación?

—No.

—¿Nada?

—Exacto.

No tenía ni idea de qué decir. —¿Cuántos años tienes?

Puso los ojos en blanco. —Tengo diecinueve.

—¿Y no has estado ni en una sola relación?

—No. Mis padres… eran estrictos. —Tragó—. Quiero decir, realmente

estrictos.

—Lo puedo creer. —Golpeé el bolígrafo en el cuaderno, un poco

obsesivamente curioso por saber cómo alguien tan bonita como Avery

había llegado hasta aquí sin estar en una relación—. ¿Así que has ido a

una cita o algo?

Un profundo suspiro salió de ella. —¿Pensé que íbamos a estar

mapeando estrellas?

—Así es.

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—No, no lo estamos. Todo lo que tengo es una línea pobre y tú no

tienes nada.

—Esa pobre línea es entre el Delta y Gamma. —Me incliné,

conectando los puntos—. Aquí está la Theta y esta es la más brillante

estrella Alfa. Mira, tenemos medio camino hecho.

Frunció el ceño, moviendo lentamente la cabeza mientras volvía la

mirada al cielo. Mientras estaba distraída, yo, harto de la mierda de

astronomía, me incliné más, mi hombro presionando contra el de ella

mientras terminaba el mapa, completando nuestra tarea.

Giré la cabeza. —Ahora hemos terminado de mapear las estrellas…

—Nuestros rostros se hallaban a centímetros de distancia, y oí la suave

inhalación de aire. No se alejó, y mi sonrisa se elevó—. ¿Ves? Eso no fue tan

difícil.

La mirada de Avery cayó, y sabía que no prestaba la más mínima

atención a lo que salía de mi boca a pesar de que la miraba. No es que

me quejara. Podía mirar mi boca todo lo que quisiera.

Las espesas pestañas subieron y nuestras miradas se encontraron una

vez más. De repente, un tirón palpable se extendió entre nosotros. Ninguno

de los dos se movió, y yo quería hacerlo. Quería tomarla entre mis brazos.

Donde todo lo de ralentizar las cosas fuera a parar a donde no tenía idea.

Ella se movió, visiblemente incómoda, y la buena y decente parte de mí

me dijo que mirara hacia otro lado y haga alguna broma para que se

sintiera mejor, pero no pude resistir la tentación de sus ojos. En la oscuridad,

eran como piscinas negras.

Me obligué a decir algo. —¿Crees que has aprendido algo sobre las

estrellas?

No hubo respuesta, lo que probablemente era una buena cosa,

porque eso fue pobre. Así que fui a lo que realmente quería saber. —

¿Alguna vez has estado en una cita?

Todavía sin respuesta.

Mis labios se curvaron hacia arriba. —¿Me estás escuchando?

Pastelito parpadeó, como si estuviera saliendo de un sueño. —¿Eh?

¡Sí! Sí. Por supuesto.

No había duda que sentía lo que yo sentía. No cuando me miraba

por tanto tiempo. —Sí… entonces. ¿Has estado en una cita?

—¿Qué?

Me reí entre dientes. —Realmente no me has escuchado en

absoluto. Has estado demasiado ocupada mirándome.

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—No lo he estado.

—Sí, sí lo estuviste. —Le di un codazo en el hombro.

La expresión que hizo fue como si estuviera probando algo malo. —

Estás muy por encima del nivel aceptable de arrogancia.

—¿Arrogante? Sólo estoy diciendo la verdad. —Tiré mi cuaderno a

un lado y me recosté hacia atrás en mis brazos, mirándola. No pude

resistirme a burlarme de ella. Fue como encontrar un nuevo pasatiempo—.

No hay nada malo con mirarme fijamente. Me gusta.

Me miró boquiabierta. —Yo no estaba mirándote. No realmente. En

cierto modo me… deslumbré. Eso es porque es emocionante hablar

contigo.

—Todo sobre mí es emocionante.

—Casi tan emocionante como ver a tu tortuga cruzar la carretera.

—Uh-huh. Sigue diciéndote eso, cariño.

—Sigue llamándome cariño y vas a estar cojeando.

Ah, eso me gustó. —Oh, escúchate.

—Lo que sea.

—Tenemos que hacerlo.

Frunció los labios. —¿Hacer qué? ¿Ir a casa? Estoy de acuerdo con

volver a casa, justo ahora.

Sonreí. —Ir a una cita.

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6 Traducido por Apolineah17

Corregido por Pau!!

Pastelito me miró como si hubiera sugerido que nos desnudáramos y

corriéramos a través de los cultivos de maíz. Cerró de golpe su cuaderno y

agarró su bolso. —No estoy segura de estar siguiendo esta conversación.

—Realmente no es tan complicado. —Me reí ante su mirada de

odio—. Deberíamos salir en una cita.

Me miró por un momento y luego empujó su cuaderno dentro de su

bolso con una fuerza letal. —No lo entiendo.

¿Por qué no me sorprendía que no lo entendiera? Recostado, estiré

mis brazos por encima de mi cabeza, sintiendo los huesos estirarse. Observé

su mirada recorriéndome, quedándose fija en la piel expuesta entre la

camisa y el cinturón.

Mi sonrisa se ensanchó. —Normalmente una cita es cuando dos

personas salen de noche o a veces durante el día. Realmente, puede que

a cualquier hora del día o de la noche. Por lo general involucra una cena.

A veces, una película o un paseo por el parque. Aunque, yo no hago

caminatas en el parque. Tal vez en la playa, pero como no las hay…

—Sé lo que es una cita. —Saltó sobre sus pies, con los ojos como

puntos de hielo negro en la oscuridad.

—Dijiste que no entendías. Así que estoy explicando lo que significa

una cita.

Sus labios se torcieron mientras cruzaba los brazos. —Esa no es la

parte que no entiendo y lo sabes.

—Sólo me aseguraba de que estuviéramos en la misma página.

—No lo estamos.

Sonriendo descaradamente, bajé los brazos, pero no tiré hacia abajo

mi camisa. —Entonces ahora que ambos sabemos lo que implica una cita,

hay que salir a una.

—Uh…

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Me reí mientras me sentaba. La confusión en su rostro era tan

adorable de una manera extraña. —Eso no es realmente una respuesta,

Avery.

—Yo… —Sacudiendo la cabeza, dio un paso hacia atrás—. ¿No

tienes novia?

¿De dónde mierda Pastelito sacó esa idea? —¿Una novia? No.

—Entonces, ¿quién era esa morena que se tambaleaba fuera de tu

apartamento la noche del miércoles? —demandó.

Mientras sus palabras se ahogaban, sonreí enormemente de oreja a

oreja. —¿Me has estado espiando, Avery?

—No, ¡no! —Su rostro palideció—. ¿Qué? No te estaba espiando.

Tengo una vida.

Arqueé una ceja. —Entonces, ¿cómo sabes acerca de Stephanie?

Pastelito cambió su peso de pie. —¿Ese es su nombre?

—Bueno, sí, tiene un nombre y no, no es mi novia. Y no se

tambaleaba. Puede que arrastrara los pies.

Rodó los ojos.

—Entonces, ¿cómo sabes sobre ella si no me espiabas? —Crucé mis

tobillos—. Y no me molesta la idea de que me observes. Recuerda, eso me

gusta.

Su pecho subió en una respiración profunda, y me di cuenta de que

su paciencia se agotaba. —No estaba observándote. No podía dormir y

me quedé mirando por la ventana de mi sala de estar. Da la casualidad

de que te vi acompañándola a su coche.

No le creí. Por el infierno que no. ¿Quién simplemente se queda

mirando por la ventana en ese momento de la noche? Por mucho que me

hubiera gustado burlarme, parecía que estaba a punto de golpearme la

cabeza, pero yo era una especie de jugador. —Bueno, eso tiene sentido.

No tanto como tú parada en la ventana con la esperanza de echarme un

vistazo.

Me miró fijamente.

Guiñé un ojo. —Steph no es mi novia de todos modos. Nosotros no

somos así.

Se llevó la mano a la pulsera en su muñeca izquierda. —No soy así.

—¿Así cómo?

Volviendo la mirada hacia las numerosas estrellas, levantó las manos.

—No soy como ella.

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—¿La conoces?

—No me echo un polvo con los chicos sólo por diversión, ¿sí? No veo

nada malo en eso. Totalmente sin juzgar, pero esa no soy yo. No estoy

interesada. Lo siento.

—Espera un segundo. Estoy confundido. ¿No estás juzgándola, pero

has hecho la suposición de que sale con alguien al azar? ¿De qué nos

echamos un polvo? ¿No es eso juzgar basándote en suposiciones?

Su frente se arrugó. —Tienes razón, no sé si eso es de lo que se trata.

Tal vez ustedes son sólo amigos de la infancia o algo así.

—No es así. —Sonreí—. Nos echamos un polvo de vez en cuando.

La mandíbula de Pastelito cayó al suelo. —¡Yo tenía razón!

¿Entonces, por qué me acusas de ser crítica?

—Sólo lo estaba señalando. —No podía dejar de provocarla. La

variedad de emociones que cruzaban por su rostro eran fascinantes para

mí—. Y que conste, no nos acostamos la noche del miércoles. No por falta

de interés por parte de ella, sino porque yo no tenía ganas.

—Lo que sea. Esta es una estúpida conversación.

—Me gusta esta conversación.

Alcanzó su bolso, pero fui más rápido, agarrándolo mientras me

ponía de pie. Irradió un profundo y molesto suspiro. —Dámelo.

Agachando la barbilla, dije—: Estoy tratando de hacerlo. —Puse la

correa sobre su hombro, rozando una parte de su cuello con mis dedos. En

ese momento no fue mi propósito y cuando saltó, también lo hizo mi

corazón. Retrocediendo, cogí la linterna—. ¿Ves? Estaba siendo un

caballero.

—No creo que seas un caballero, pero gracias.

Sus palabras fueron una extraña mezcla de sinceridad y frustración, y

no dijo nada cuando emprendimos el viaje de regreso sólo con la estrecha

franja de luz de la linterna.

—Este lugar es un poco espeluznante por la noche, ¿no te parece?

Asintió mientras miraba la oscuridad y las amenazantes sombras de

los monumentos. —Bueno, supongo, si hubiera algún lugar embrujado en el

mundo, sería un lugar como éste.

—¿Crees en fantasmas?

Pastelito se encogió de hombros. —No lo sé. Nunca he visto uno.

—Yo tampoco.

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Un lado de sus labios se curvó hacia arriba. —Eso es algo bueno,

supongo.

Me detuve en el lado del pasajero de la camioneta. —Mi lady.

—Gracias.

Ya que había un poco menos de frustración en su voz, decidí probar

mi suerte. Me apoyé en la puerta abierta, mirando en el interior como la

suave luz bordeaba su rostro. —Entonces, ¿qué hay sobre eso?

—¿Qué hay sobre qué?

Incliné mi cabeza hacia un lado. —Ir a una cita conmigo.

Se puso rígida. —¿Por qué?

—¿Por qué no?

—Esa no es una respuesta. —Agarró el cinturón de seguridad,

ciñéndolo a su alrededor.

—¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Cómo voy a…? Oye, es sólo un

cinturón de seguridad. No tan fuerte. —Me incliné, tomando el cinturón de

seguridad. Mientras nuestras manos se rozaban, se pegó a sí misma contra

el asiento. Fue una reacción extraña que los pequeños cabellos de la

parte de atrás de mi cuello se erizaran mientras levantaba la mirada—.

¿Por qué no deberíamos salir en una cita?

Sus manos se cerraron en puños sobre su regazo. Quería soltar el

maldito cinturón de seguridad, tomar sus manos entre las mías, y eliminar

esos puños. —Porque… porque no nos conocemos el uno al otro.

Sonreí un poco mientras levantaba mi mirada, centrándola en su

boca. —De eso se tratan las citas. Llegar a conocerse el uno al otro. Sal en

una cita conmigo.

—No hay nada que saber sobre mí —susurró.

—Estoy seguro que hay un montón que saber sobre ti.

—No lo hay.

Me incliné más cerca, inhalando su dulce aroma. —Entonces

podemos pasar el tiempo hablando.

—Eso suena divertido.

—Oh, va a ser más emocionante que ver a Raphael cruzar la

carretera.

—Ja. —La diversión brilló en sus ojos oscuros.

—Pensé que te gustaría.

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Su mirada parpadeó hacia donde su bolso descansaba sobre sus

piernas y luego regresó de vuelta a la mía. —¿Podemos irnos ya?

—¿Podemos ir a una cita?

Soltó un sonido de frustración. —¡Dios mío, no te rindes!

—Nop.

Pastelito río, y no pude detener la sonrisa formándose en mis labios.

Me gustaba el sonido de su risa, cuando en realidad reía. —Estoy segura

de que hay un montón de chicas que quieren ir a una cita contigo.

—Las hay.

—Guau. Modesto, ¿no?

—¿Por qué debería serlo? Y quiero ir a una cita contigo. No con ellas.

Sacudió la cabeza ligeramente. —No entiendo por qué.

Y yo no entendía porque no lo entendía. —Se me ocurren varias

razones. No eres como las otras chicas. —Cierto—. Eso me interesa. —Y

realmente lo hacía—. Eres torpe de una manera realmente… adorable.

Eres inteligente, ¿quieres que te enumere más?

—No. No, en absoluto —respondió—. No quiero ir a una cita contigo.

No lo creía. Llámalo intuición, experiencia, o simplemente vieja

arrogancia, pero no le creía en absoluto. —Supuse que dirías eso.

—Entonces, ¿por qué lo preguntas?

Me incliné hacia atrás, agarrando un lado de la puerta. —Porque

quería.

—Oh. Bueno, bien, me alegro que lo sacaras de tu sistema.

¿Qué creía que era esto? Carajo, ni siquiera yo sabía lo que era esto.

—No lo he sacado de mi sistema.

Sus hombros se hundieron. —¿No lo hiciste?

—Nop. —Sonreí—. Siempre hay un mañana.

—¿Qué hay sobre mañana?

—Te lo preguntaré de nuevo.

Negó con la cabeza. —La respuesta será la misma.

—Quizás sí. Quizás no. —Golpeé la punta de su nariz, sonriendo

mientras entornaba los ojos hacia mí—. Tal vez digas que sí. Soy un tipo

paciente y bueno, como dijiste, no me doy por vencido fácilmente.

—Genial —murmuró, pero había un brillo en sus ojos, el mismo brillo

que había estado allí cuando me estuvo mirando.

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—Sabía que ibas a verlo de esa manera. —Pellizqué la punta de su

nariz, y se alejó de mi mano—. No te preocupes. Sé la verdad.

—¿La verdad sobre qué?

Retrocedí un poco en caso de que me golpeara de nuevo. —

Quieres decir sí, pero no estás lista aún.

Pastelito me miró como si realmente hubiera visto a un fantasma.

—Está bien. Soy mucho para manejar pero te puedo asegurar, que

te divertirás manejándome. —Antes de que pudiera responder, le di un

golpecito en la nariz y después cerré la puerta, sonriendo para mis

adentros mientras caminaba a grandes pasos alrededor de la parte

delantera de la camioneta.

Vi a Avery entrar a su apartamento. Se detuvo a la mitad del

camino, metió las brillosas hebras de cobre detrás de su oreja mientras me

miraba por encima de su hombro.

Una pequeña y tímida sonrisa tiró de sus labios mientras se despedía

y luego se deslizaba dentro, cerrando silenciosamente la puerta.

Parado allí unos momentos más, como una planta trepadora,

finalmente me dirigí hacia mi puerta. Mientras alcanzaba la perilla, la

puerta se abrió.

Jase apareció, bloqueando la puerta. Una mirada curiosa atravesó

su expresión. —¿Qué estás haciendo, parado en el vestíbulo de tu edificio

como un perdedor?

—¿Qué estás haciendo en mi departamento como un bicho raro?

Se encogió de hombros. —Estaba con Ollie, pero el corrió a Sheetz a

conseguir algo de nachos.

—Ah, una noche de nachos. —Lo que significaba que Ollie estaría

despierto toda la noche. Cambié mi peso de pierna—. ¿Vas a dejarme

entrar?

—Bueno, dado que es tu casa. —Inclinó la cabeza hacia un lado,

echando la mitad de su rostro moreno hacia la sombra—. Supongo que sí.

Jase se hizo a un lado, dejando que me apretujara mientras lo

pasaba. Fui directamente a la nevera, cogí una cerveza y luego me dejé

caer en el sofá. —¿No estás en la granja?

Negó con la cabeza mientras se unía a mí, tomando una botella de

la mesa de café. —No. Jack está con sus abuelos.

—Ah… —Eso lo explicaba. Jase usualmente se encontraba en la

finca de su familia los fines de semana.

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Jase me miró. —Así que… ¿saliste con la pelirroja?

—¿Pastelito?

Sus cejas oscuras se deslizaron fuera de la curva de su cabello. —

¿Eh?

—Avery es la pelirroja. Y no. Hacíamos un trabajo de astronomía.

Somos compañeros.

—Oh. —Tomó un trago de su cerveza e hizo una mueca—. Así que…

—dijo de nuevo, y rodé los ojos—, ¿qué mirabas en la puerta de su

apartamento?

—¿Cómo lo sabes?

—Te vi a través de la mirilla.

—Genial. —Me reí, tomando un trago. Un par de minutos pasaron y

luego le dije—: La invité a salir.

Jase no parecía muy interesado. —Bien.

—Me rechazó.

Su cabeza se giró hacia mí, sus ojos gris perla brillaron con interés. —

¿Qué?

—Sip. —Me dejé caer en el sofá, sonriendo—. Me rechazó

completamente.

Apoyado en el brazo del sofá, Jase se rió tan fuerte que creí que le

dolería el estómago. —Me gusta esta chica.

—A mí también —dije, suspirando—. A mí también.

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7 Traducido por Eni & Tsuki

Corregido por Aimetz

El pan fresco de nuez y plátano se enfriaba en el mostrador, llenando

el apartamento con su sabroso aroma.

Eché un vistazo al reloj de la estufa. Cinco minutos para las ocho.

Pasando mis manos a través de mi cabello húmedo, desistí de la

idea de dormir. En la sala, Ollie estaba inconsciente en el piso roncando, y

la última vez que había revisado mi habitación, Jase estaba tumbado

frente a los pies de mi cama. Y no había manera en el infierno que alguna

parte de mi piel o mi ropa tocaran alguna parte de la cama de Ollie.

No era tanto que Jase y Ollie me hayan mantenido despierto. En

cualquier momento durante esta noche interminable, me podría haber

encerrado en mi habitación, pero mi mente no se apagaría. Algo de eso

tenía que ver con la reunión del viernes y como el Dr. Bale había distribuido

todo. No podía dejar de pensar en cómo iba a hacer Jase para que las

cosas funcionaran, porque después de que Ollie se hubiera desmayado y

Jase estuviera más borracho que una fraternidad entera, empezó a hablar,

y bueno, no sabía cómo ayudarlo.

Y no podía dejar de pensar en la chica que se encontraba a unas

cuantas puertas.

Pastelito me había rechazado.

Sonreí, pensando en cómo iba a cambiar ese no en un sí.

Dando vueltas alrededor, llegué a la nevera y me detuve. ¿Era eso?

¿El reto? Desde el momento en que conocí a Avery, ella había estado

huyendo de mí, y las mujeres corren hacia mí.

Pero lo que dije anoche sobre querer ir a una cita era cierto. Avery

me interesaba. No era como las chicas con las que salía, las bien

formadas, con cuerpos voluptuosos, las tímidas y coquetas. No es que

hubiera algo mal con ellas, pero Avery era diferente. Me hacía reír. Tal vez

no a propósito, pero amaba ver como se sonrojaba por las más simples

cosas, ¿y cuando sonreía?

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Pastelito brillaba más que cualquier otra chica que conocía.

Quizás eso era todo, combinado con el reto. Realmente no lo sé, y

en este momento, mientras abría la nevera y agarraba algunos huevos,

realmente no me importaba.

Ella me gustaba.

No iba a conseguir dormir por ahora, por lo que, ¿por qué debería el

objeto de mi actual inquietud estar durmiendo un domingo en la mañana?

En el momento en que la idea surgió de mi mente, no lo pensé dos

veces. Pastelito probablemente no iba a estar de acuerdo con el plan,

pero nadie —ni siquiera ella— se podía resistir a mi pan de nuez y plátano.

Reuniendo mis artículos, di un paseo hasta la puerta. Allí, escuché a

Ollie balbucear—: Sin tomate. Tocino extra.

—¿Qué? —Lo miré sobre mi hombro. Aún estaba sobre su estómago,

su mejilla pegada a un cojín que mi mamá me había dado, muerto para el

mundo—. Rarito —murmuré saliendo del apartamento.

Al llegar a la puerta de Avery, toqué suavemente al principio, no

queriendo despertar a los vecinos, pero cuando pasó un minuto y no había

escuchado pasos, toqué más fuerte y seguí tocando.

Después de lo que pareció una eternidad de estar golpeando la

puerta como un policía y dando vueltas alrededor asegurándome que no

tenía a nadie a segundos de dispararme en el culo, por fin escuché pasos

y entonces la puerta se abrió.

—¿Está todo bien? —preguntó en la que posiblemente era la voz

más sexy que alguna vez había escuchado.

Me volteé hacia la puerta, consiguiendo un vistazo de una

desaliñada Avery.

Su cabello cobrizo colgaba en enredos sueltos, que fluían por sus

hombros y descansaban en la dorada piel de sus brazos. No creo haberla

visto alguna vez con una camiseta con mangas cortas. Mi mirada, por sí

sola, viajó de lado a lado y se detuvo, devorando la manera en que la

delgada camisa que usaba se extendía a través de la curva de sus

pechos. Con una voluntad que no sabía que poseía, obligué a mis ojos a

mirar su cara sonrojada.

De repente sin saber qué diablos hacía, le ofrecí una sonrisa torcida y

me dije al infierno con esto. —No, pero lo estará en unos quince minutos.

—¿Q-q-qué? —Se movió fuera del camino mientras rápidamente

entré en el apartamento. Todos los apartamentos eran iguales, así que

sabía exactamente donde se encontraba la cocina, pero escaneé

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rápidamente la sala. Los muebles parecían nuevos, el sofá y la rinconera

eran oscuros. Una silla negra de luna estaba al lado del televisor. No había

fotos colgadas en las paredes. La silla de luna era posiblemente la cosa

más personal en la sala.

—Cam, ¿qué estás haciendo? Son las ocho de la mañana.

—Gracias por la actualización del tiempo. Es una cosa que nunca he

sido capaz de dominar: la narración de los tiempos.

Ella fue detrás de mí, y podía sentir su mirada fija en mi espalda

como dagas. —¿Por qué estás aquí?

—Haciendo el desayuno.

—¿No puedes hacer eso en tu propia cocina?

—Mi cocina no es tan emocionante como la tuya. —Puse los huevos

y el pan en la mesa y la miré. Se restregaba los ojos, lucía tan

malditamente linda, y deseé estar usando algo más decente que unos

pantalones y una camisa que ni siquiera estaba seguro que estuviera

limpia—. Y Ollie está desmayado en el piso de la sala.

—¿En el piso?

—Sip. Boca abajo, roncando y babeando un poco. No es un

ambiente apetecible.

Sus labios se torcieron en una sonrisa rápida y entonces fugazmente

desapareció. —Bueno, tampoco lo es mi apartamento.

Crucé los brazos y me incliné contra el mostrador. —Oh, no sé nada

de eso… —Dejé que mi mirada vagara por la exquisita longitud de sus

piernas. Sus pezones estaban duros, presionando contra su camiseta,

suplicando por ser tocados, lamidos, y besados y Dios sabe qué otra cosa

haría con ellos. El deseo se estrelló contra mi estómago y casi di un paso

hacia ella.

—Tu cocina, en este instante, es muy apetecible.

Se sonrojó. —No voy a salir contigo, Cam.

—No te lo pedí en este momento, ¿o sí? —Sonreí—. Pero a la larga lo

haré.

—Estás delirando.

—Soy determinado.

—Más bien como molesto —replicó, con sus ojos marrones brillantes.

—La mayoría diría que increíble.

Rodó sus ojos. —Sólo en tu cabeza.

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—En muchas cabezas es lo que quieres decir. —Me volteé hacia la

estufa—. También traje pan de nuez y plátanos horneado en mi propio

horno.

Hubo una pausa. —Soy alérgica a los plátanos.

Me di la vuelta. —¿Me estás jodiendo?

—No, no lo estoy. Soy alérgica a los plátanos.

—Hombre, eso es una lástima. No tienes idea de lo que te estás

perdiendo. Los plátanos hacen del mundo un lugar mejor.

—No te sabría decir.

Bueno, maldita sea. Al parecer se pudo resistir a mi pan de nuez y

plátano. —¿Algo más a lo que seas alérgica?

—¿Además de la penicilina y los chicos que irrumpen en mi

apartamento? No.

—Ja, ja, ja. —Me volteé y me incliné, abriendo los gabinetes

cercanos—. ¿Cuántos chicos débiles e inseguros has asesinado con esa

lengua tuya?

—Al parecer no los suficientes. —Su murmullo fue audible—. Ya

vengo.

No tenía idea de lo que ella estaba haciendo, pero dudaba que

fuera a abandonar el apartamento.

Tarareando en voz baja, encontré una olla para hervir los huevos y la

llené de agua. Dejándola en la estufa, giré la manija para calentarla. La

podía escuchar en su habitación, sus pisadas suaves eran más pesadas de

lo que pensé que serían. Un par de momentos pasaron y me di la vuelta

hacia la puerta. Era bastante posible que se hubiera encerrado en su

habitación

Maldita sea.

—¡Oye! ¿Estás escondiéndote ahí atrás? —grité—. Porque voy a ir allí

atrás y te arrastraré hacia fuera.

—¡No te atrevas a venir aquí! —chilló.

Me reí suavemente. Tan atractivo como era ver de primera mano lo

que hacía, no quería acabar en el hospital por hacerlo. —Entonces date

prisa. Mis huevos no esperan a nadie.

Para cuando regresó, había encontrado queso rallado y decidido

que ella iba a comer sus huevos fritos. No había dicho nada a pesar de

que sabía que ella estaba ahí, mirándome fijamente.

—Cam, ¿por qué estás aquí? —preguntó finalmente.

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—Ya te lo dije. —Acomodé los huevos en un plato y lo acerqué a la

pequeña mesa pegada contra la pared—. ¿Quieres tostadas? Espera.

¿Tienes pan? Si no es así, yo puedo…

—No. No necesito una tostada. —Me observó, con los ojos bien

abiertos—. ¿No tienes a nadie más que molestar?

—Hay un montón de gente de mierda que podría recompensar con

mi presencia, pero te elegí a ti.

Su boca se movió, pero no hubo ningún sonido y después se giró,

saltando en la silla, poniendo sus piernas sobre su pecho mientras tomaba

un tenedor. —Gracias —murmuró.

Levanté mis cejas. —Elijo creer que quieres decir eso.

—¡Sí!

Me giré hacia la estufa. —Lo dudo por alguna razón.

Pasaron varios minutos en silencio y después. —Aprecio los huevos.

Estoy sorprendida de verte aquí… a las ocho de la mañana.

Esperando a que mis huevos terminaran de hervirse, me encontré

mirándola. —Bueno para ser honesto, tenía la intensión de atraerte con mi

pan de nuez y plátano, pero esa mierda no está ocurriendo ahora. Así que

todo lo que me queda son mis deliciosos huevos.

—Es muy bueno, pero no me estás cortejando.

—Oh, estoy cortejando. —Fui a la nevera y encontré jugo de

naranja. Agarrando dos vasos, serví un poco de esa dulzura y me senté en

frente de ella—. Es todo sobre el sigilo. Tú no te das cuenta todavía.

Bajó la mirada hasta su plato. —¿No estás comiendo?

—Lo estoy. Me gustan los huevos cocidos. —Sentándome en frente

de ella, descansando mi barbilla en mi palma. Su cabello cayó hacia

delante, muy cerca de golpear el plato. Siguió ondeando sus hebras de

cabello. Era tan jodidamente hermosa—. Así que, Avery Morgansten, soy

todo tuyo.

Sus pestañas se agitaron. —No te quiero.

—Es una pena. Háblame de ti.

Pastelito presionó sus labios en una delgada línea. —¿Haces esto con

frecuencia? ¿Sólo entras en los apartamentos de las chicas al azar y haces

huevos?

—Bueno, no eres al azar, por lo que técnicamente no. —Me levanté

y revisé los huevos—. Y podría ser conocido por sorprender a mujeres

afortunadas de vez en cuando.

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Lo cual no era exactamente cierto. Quiero decir, si de alguna

manera me encuentro en el apartamento de alguien más y me levanto,

haría el desayuno, ¿pero esto? Esta era una primera vez. Pero ella no

necesitaba saberlo.

—¿En serio? Quiero decir, ¿haces esto normalmente?

La miré por encima de mi hombro. —Con mis amigos, sí, y somos

amigos, ¿cierto, Avery?

Me estudió por unos momentos y luego bajó su tenedor. —Sí, somos

amigos.

—¡Por fin! —grité—. Has admitido finalmente que nos hemos hecho

amigos. Ha tomado sólo una semana.

—Sólo nos hemos conocido durante una semana.

—Aun así tomó una semana.

Cuando comencé a tomar mis huevos, me preguntó sobre el tiempo

que me toma que alguien me declare su amigo. Volví a sentarme en la

mesa, y me encontré con su mirada curiosa. —Por lo general me lleva unos

cinco minutos antes de que nos hayamos movido al status de mejores

amigos.

Una pequeña sonrisa apareció en sus labios. —Entonces creo que

soy la rara.

—Tal vez.

—Supongo que es diferente para ti.

—¿Hmm? —Pelé la última pieza de la cáscara de huevo.

—Apuesto a que hay chicas que cuelgan sobre ti. Decenas

probablemente matarían por estar en mi lugar y aquí estoy yo, alérgica a

tu pan.

Levanté la mirada. —¿Por qué? ¿Debido a mi cercana perfección

divina?

Se echó a reír, y ese maldito nudo estuvo de vuelta en mi pecho. —

Yo no iría tan lejos.

Me encogí de hombros y me reí. —No lo sé. Realmente no pienso en

ello.

—¿No piensas en eso?

—Nop. —Metí el huevo en mi boca y luego me limpié las manos con

una servilleta—. Sólo pienso en ello cuando realmente importa.

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Su mirada se apartó de mí, mientras jugaba con su copa. —¿Así que

eres un mujeriego reformado?

—¿Qué te hace pensar eso?

—Escuché que eras un mujeriego en la secundaria.

—¿En serio? ¿A quién oíste decirlo?

—No es asunto tuyo.

Tomé una respiración profunda. Su lengua era afilada como una

cuchilla. —Con esa boca tuya, no tienes muchos amigos, ¿verdad?

Pastelito se estremeció. —No, no era bastante popular en la

secundaria.

Oh mierda, ahora me sentía como un idiota. Dejé caer mi huevo

sobre el plato. —Mierda. Lo siento. Eso fue una idiotez para decir.

Negó con la cabeza.

La observé mientras cogía un huevo y lo pelaba, incapaz de

comprenderla. —Es difícil de creer que no lo fueras. Puedes ser divertida y

agradable cuando no estás insultándome y eres una chica linda. Eres

realmente ardiente.

—Ah... gracias. —Se removió en su asiento.

—Lo digo en serio. Dijiste que tus padres eran muy estrictos. ¿No te

permitían pasar el rato en la secundaria? —Metí el huevo dentro de mi

boca. Necesitaba mi proteína—. No te puedo imaginar no siendo popular

en el instituto. Tienes el trío rockero: lista, divertida y caliente.

—Yo no lo era. ¿Bien? —Dejó su vaso sobre la mesa y comenzó a tirar

del cordón de sus pantaloncillos—. Era lo opuesto a popular.

No estaba seguro de qué pensar sobre ese comentario, así que

comencé a pelar un tercer huevo. La había visto por el campus con una

chica con la que había ido a la secundaria y Jacob Massey. No era como

si fuese incapaz de hacer amigos. —Lo siento, Avery. Eso... eso es una

mierda. El instituto es un gran problema.

—Sí, lo es. ¿Tenías muchos amigos?

Asentí. Tuve un autobús lleno de amigos.

—¿Todavía les hablas?

—A algunos. Ollie y yo fuimos juntos a la secundaria, pero pasó sus

primeros dos años en WVU y se trasladó aquí, y veo a otros cerca de la

escuela y cuando regreso a casa.

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Se acurrucó sobre sí misma, luciendo increíblemente pequeña. —

¿Tienes hermanos o hermanas?

—Una hermana. —Tomé el último huevo, sonriendo—. Es más joven

que yo. Acaba de cumplir dieciocho años. Se gradúa éste año.

—¿Son cercanos?

—Sí, somos cercanos. —Me gustaba que me estuviese haciendo

preguntas, pero hablar acerca de mi hermana, me hacía pensar en otras

cosas—. Ella significa mucho para mí, ¿y tú? ¿Algún hermano mayor

preocupado por las visitas y pateador de culos por aquí?

Un lado de sus labios, se curvó hacia arriba. —No. Soy hija única.

Tengo un primo más grande que yo, pero dudo que fuera a hacer eso.

—Ah, bueno. —Terminé el último huevo, me incliné hacia atrás y di

unas palmaditas a mi estómago—. ¿De dónde eres? —Cuando no

respondió, decidí que no dejaría pasar esto. Quería conocerla.

Intercambiando información si era necesario—. Está bien. Obviamente

sabes de donde soy, si has oído hablar de mis actividades extracurriculares

en la secundaria, pero voy a confirmarlo. Soy de la zona de Fort Hill. ¿Has

oído de eso? Bueno, la mayoría de la gente nunca ha oído de

Morgantown, ¿por qué no voy a WVU? Todo el mundo quiere saber eso.

Sólo quería escapar, pero estar algo cerca de mi familia. Y sí, estaba... muy

ocupado en la secundaria.

—¿Ya no lo estás?

—Depende sobre quien preguntes. —Me eché a reír—. Sí, no lo sé.

Cuando estaba en primero, los primeros meses, ¿entorno a todas las chicas

mayores? Probablemente ponía más esfuerzo en ellas que en mis clases.

Sonrió. —¿Pero ahora no?

Negué con la cabeza y volví a lo que quería saber. —Así que, ¿de

dónde?

Pastelito suspiró. —Soy de Texas.

—¿Texas? —Me incliné sobre la mesa—. ¿En serio? No tienes acento.

—No nací en Texas, mi familia es de Ohio. Nos mudamos a Texas

cuando tenía once años y nunca se me pegó ningún acento.

—¿De Texas al Virginia Oeste? Ese es un infierno de diferencia.

Sus ojos se encontraron con los míos por una fracción de segundo y

luego se puso de pie, recogiendo su plato y el cuenco. —Bueno, vivía en la

parte infernal del centro de Texas, pero aparte de eso, es un poco de lo

mismo aquí.

—Debería limpiar. —Empecé a ponerme de pie—. Hice el desorden.

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—No. —Me lanzó una mirada seria—. Tú cocinas, yo limpio.

Mirándola encargarse de los platos, no podía dejar de pensar en lo

íntimo que era esto, yo cocinando, ella limpiando. Aunque antes había

cocinado algunos desayunos para otras chicas, nada había sido como

esto.

Y realmente no estaba seguro de como procesarlo.

Regresé la atención al pan, y le quité el papel aluminio. —¿Qué te

hizo elegir éste lugar?

Terminó de lavar el pequeño sartén que había traído, antes de

contestar la pregunta. —Sólo quería alejarme, como tú.

—Sin embargo tiene que ser difícil.

—No. Fue una decisión muy fácil de tomar.

¿Lo fue? No me podía imaginar mudarme tan lejos de mi familia.

Estaba bastante seguro de que mi madre me cazaría si lo hiciese. Rompí el

pan por la mitad. —Eres todo un enigma, Avery Morgansten.

Se apoyó en el mostrador. —En realidad no. No tanto como tú.

—¿Cómo es eso?

Hizo un gesto hacía mí y mi trozo pan a medio comer. —Además de

comerte cuatro huevos duros, estás comiendo la mitad de un pan, y sigues

luciendo como si pertenecieras a un anuncio de Bowflex6.

Mi sonrisa era del tamaño de un cráter provocado por un terremoto.

—Me has estado mirando ¿verdad? ¿Entre tus insultos? Me siento como si

fuera un caramelo sabor hombre.

Se echó a reír, el sonido era suave y dulce. —Cállate.

—Soy un niño en crecimiento.

Sus cejas se levantaron y me reí. En el silencio que siguió, me

encontré contándole más de lo que le había dicho a la mayoría de las

chicas que conocía de años. —Mi padre es abogado, dirige su propia

empresa en casa. Así que probablemente quería que yo fuera a la escuela

de derecho.

Se quedó junto al mostrador. —¿Por qué no lo hiciste?

—La ley no es lo mío. Mamá es una médica —cardióloga— y antes

de que preguntes, la escuela de medicina tampoco era lo mío.

Su mano derecha fue a ese brazalete, un hábito nervioso del que

empezaba a darme cuenta. —¿Y la recreación y el deporte es lo tuyo?

6 Es una marca famosa en EUA, de equipos para ejercitarse.

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—El fútbol es lo mío. Así que si puedo seguir con un equipo,

ayudando a sus jugadores, entonces soy feliz —hice una pausa,

cambiando mi peso—, o me encantaría ser entrenador, tal vez en una

escuela secundaria o lo que sea.

Su mirada se hundió en el suelo, mientras se deslizaba hacia

adelante. Me recordó a un animal asustado que había sido herido antes y

estaba receloso de los que la rodeaban. El nudo se expandió en mi pecho

y la sensación del pinchazo terrible regresó, y me dijo algo que no quería

oír.

—¿Por qué no juegas futbol? —preguntó.

Y ese era un tema que no quería tocar, pero ella hacía preguntas y

no había manera de que pudiera evitarla. —Es una historia… larga y

complicada, pero no es algo que pueda hacer en este momento.

Se encontraba junto a la mesa, merodeando cerca de la silla. —

¿Qué hay después?

—Más tarde… más adelante podría funcionar. —Y eso era cierto. Si

me mantenía en forma, me mantendría al día con el juego, ¿quién sabe?

Simplemente no era algo en lo que me permitía pensar mucho—. Así que,

¿vas a volar a Texas para las vacaciones de otoño o Acción de Gracias?

Resopló. —Probablemente no.

—¿Tienes otros planes?

Avery se encogió de hombros y luego me empezó a preguntar sobre

fútbol. Horas pasaron y yo estaba seguro de que estaba tan bien

informada sobre el fútbol como nunca lo estaría. Era cerca del mediodía

cuando me puse de pie. Realmente no me quería ir, pero ya había

absorbido toda su mañana.

Giré el sartén en una mano y llevando el pan en la otra, me detuve

frente a su puerta. —Así que, Avery...

Se apoyó en el sofá. —Así que, Cam...

—¿Qué estás haciendo el martes por la noche?

—No lo sé. —Frunció el ceño con cautela—. ¿Por qué?

—¿Qué tal si sales conmigo?

—Cam —suspiró.

—¿Eso es un no?

—No.

—Bueno, eso es un no —admití.

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—Sí, lo es. —Se apartó del sofá, para agarrar la puerta—. Gracias por

los huevos.

Me aparté, impertérrito. —¿Qué tal la noche del miércoles?

—Adiós, Cam.

Pastelito cerró la puerta, pero no antes de que viera su sonrisa. Sabía

que no pasaría mucho tiempo más, antes de que dijera que sí.

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8 Traducido por KristewStewpid

Corregido por Itxi

Aparentemente había malentendido cuanto tiempo era “mucho

más”.

Los días se convirtieron en semanas mientras el verano finalmente se

escurría hacia el pasado y las hojas de los robles se volvían doradas y rojas.

El cielo comenzó a oscurecerse cada día un minuto antes, y las nubes que

circulaban por él y el viento proveniente del Potomac avisaban que el

invierno estaba justo a la vuelta de la esquina.

Le pregunté a Avery al menos dos veces a la semana. Cada vez,

decía no y cada vez yo estaba más decidido. En algún punto, en medio

de astronomía, mientras ella tomaba notas apresuradamente y yo

esbozaba el Chevy Impala de los Winchester, me di cuenta que todo el

asunto desafiante de este caso ya no se hallaba en la ecuación.

Mirándola mientras ella veía pasar a Drage de un lado al otro de la

elevada plataforma en sus vaqueros deslavados, una cariñosa sonrisa

dividió mis labios.

Cuanto más tiempo pasaba cerca de Avery, más quería estar junto

a ella, y todo lo que hacíamos era hablar. Salir con una chica,

simplemente relajarse sin ninguna diversión física, era un territorio

inexplorado para mí. Mientras estuviera allí para conseguir más, mucho

más, estaría contento con tan sólo estar con ella. Y eso era algo nuevo

para mí.

Cada domingo, iba a su apartamento con huevos y diferentes tipos

de bollería, aprendiendo muy rápidamente que cualquier cosa con

chocolate era una victoria con ella. La segunda vez que fui lucía tan feliz

de verme como la primera, pero enseguida fingió no estarlo. Y fue un acto,

porque la forma en la que sus ojos marrones se calentaban cuando me

veía, me decían lo que no estaba dispuesta a decir verbalmente.

Siempre parecía en alerta cuando estábamos juntos, pero después

de un rato, comenzaba a relajarse y era cuando la verdadera Avery

asomaba la cabeza.

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El profesor Drage pausó su conferencia y pastelito paró, retorciendo

su muñeca derecha como si intentara deshacer una torcedura.

Dejando caer el bolígrafo en mi regazo, no pensé en lo que hacía.

Cuando se trataba de Pastelito, raramente lo pensaba. Quizás eso era un

problema.

Pastelito jadeó cuando cogí el bolígrafo de entre sus dedos y lo puse

en su cuaderno. Su cabeza se giró bruscamente hacia mí, con las cejas

levantadas. —¿Qué estás haciendo? —preguntó en voz baja.

—Nada —murmuré, acercándome a ella.

El pecho de Avery se levantó como si estuviera curvando mis manos

alrededor de su pecho derecho. —Estás haciendo algo.

—Shh. —Presioné mis pulgares en su mano, pasándolos suavemente

por el costado, por su dedo meñique y por el medio.

Sus ojos se ensancharon mientras miraba desde nuestras manos

hasta mi cara. —¿Qué… qué estás haciendo?

—¿A ti que te parece? —susurré, moviendo mis pulgares por su dedo

anular y luego por el corazón, siguiendo el camino de los delicados

huesos—. Tu mano parecía como si estuviera contraída. He hecho mi

buena acción del día.

—Pero…

—Cállate. —Mi dedo se deslizó entre la parte carnosa entre su dedo

índice y pulgar, y Avery se quedó sin aliento—. Vas a meternos en

problemas.

Una mancha color rosa corrió por sus mejillas. —Eres tú el que me

está tocando.

—Y tú eres la que está haciendo ruido.

Cerró la boca cuando le di la vuelta a su mano, trabajando en su

palma. Respiró hondo y luego se echó hacia atrás en el asiento, con su

brazo y cuerpo no tan rígidos. La miré por debajo de mis pestañas, y

cuando chupó su labio inferior entre sus dientes, la acción envió una

sacudida a través de mí. Mi polla saltó, y de pronto me di cuenta de que lo

que hacía no era una muy buena idea. No hay nada más incómodo que

tener una erección durante la clase.

Excepto por su caliente piel bajo la mía, tersa y suave como la seda;

David Beckham podría patear un balón de fútbol contra mi cabeza y aun

así sería incapaz de parar.

Mis manos vagaron hasta su muñeca, deslizándose bajo la manga

de su suéter ligero. Su piel se sentía incluso más suave allí, la delgada vena

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azul formando una delicada línea que quería trazar con mis labios y con mi

lengua.

Dios, quería saborear su piel. Mis pantalones se sentían como si se

hubieran reducido unas tres tallas en la entrepierna. No había duda de

que me sentía atraído por ella, pero a veces, como ahora, era casi

doloroso. Me preguntaba si podía besarla, ¿alguien se daría cuenta si

llevaba su mano a mis labios? Nos encontrábamos lo suficientemente lejos

en la parte trasera por lo que Drage no tendría ni idea de lo que hacíamos,

incluso si la besara… o deslizara una mano entre esos bonitos muslos.

Pero algo… esa jodida sensación de picazón a lo largo de mi nuca

me retenía. Sin tener ni idea de donde he desarrollado este nivel de auto-

control, me obligué a poner su mano hacia abajo y a inclinarme hacia

atrás antes de que hiciera algo estúpido. Y justo ahora, era capaz de

hacer muchas cosas estúpidas. Pasaron varios segundos mientras me

obligaba a calmar mi respiración antes de poder mirarla.

Pastelito me miraba fijamente, sus ojos repletos de secretos. Nuestras

miradas se encontraron y algo infinito pasó entre nosotros, una chispa que

juro que casi podía ver con mis ojos.

Dios, he sonado como una niña.

—Gracias —dijo, un poco sin aliento mientras cogía su bolígrafo.

Deslizándome en mi asiento, extendí los muslos con la esperanza de

aliviar el dolor, pero supuse que estaría caminando hacia el Butcher Center

con una gran erección. —¿Avery? —susurré.

—¿Cam? —respondió, igualmente bajo.

—Sal conmigo.

Su garganta tragó y sus labios esbozaron una sonrisa. —No.

Inclinando mi cabeza contra el respaldo de la silla, sonreí.

***

El miércoles, se suponía que debía estar en principios de la nutrición

deportiva, con Ollie y Jase, pero no tenía ganas de pasear a mi culo todo

el camino hacia el Butcher Center. Si conducía, perdería mi plaza de

aparcamiento y eso sería una verdadera putada.

Y estaba fuera del Refugio, que casualmente era durante la hora en

la que Avery comía el almuerzo con sus amigos. No es que mi presencia allí

tuviera nada que ver con Pastelito.

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Oh, ¿a quién coño quería engañar? Sabía exactamente porque mi

culo blanco se encontraba parado en frente del Refugio. Empecé a subir

las escaleras cuando las puertas de la tienda de libros se abrieron.

—¡Cam!

Solté un alarido, girándome hacia Susan y Sally. ¿O eran Molly y

Mary? No tenía ni idea. Las dos me parecían idénticas. Una tenía el pelo

rubio platino, la otra marrón claro con mechas platino. Las dos estaban

bronceadas. Tenían un cuerpazo y creo que quizás me enrollé con alguna

de ellas en algún momento.

O con ambas.

—Hola —dije sonriendo—. ¿Que están haciendo?

—Nada —respondió ultra rubia. Saltó por las escaleras, seguida de

cerca por su amiga. Es cuando me di cuando que era Susan, lo que

significaba que la otra debía ser Sally—. No te he visto en una eternidad.

—Como una eter-nidad —reiteró Sally—. No has estado en ninguna

fiesta últimamente.

Eso era muy cierto. Habían pasado semanas, sino meses, desde que

fui a alguna fiesta de fraternidad. Empecé a subir las escaleras. —He

estado ocupado.

Susan frunció los labios mientras sacudía su pelo sobre su hombro. —

Eso no es divertido. Todo el mundo te echa de menos.

Me pregunté quién era todo el mundo mientras cruzaba el balcón y

abría las azuladas y doradas puertas dobles, entrando en el Refugio. —¿Me

he perdido mucha diversión?

—Mucha. —Susan de algún modo había acabado frente a mí, y

estábamos parados frente a los sofás junto al televisor. Movió su mano por

mi pecho mientras mi mirada se movía detrás de ella, vacilante sobre la

hilera de mesas—. Estoy segura de que podríamos ponerte al día, Sally y

yo.

—¿En serio? —La parte superior de una cabeza cobriza apareció a la

vista, y reconocí al chico moreno sentado frente a ella. Las chicas dijeron

algo más, pero no prestaba atención. Dando un paso atrás, sonreí a las

chicas—. Miren, tengo que irme. Las veo luego chicas.

No esperé por una respuesta, me deslicé y esquivé a un grupo de

gente que se dirigían hacia el sol de otoño. Una gran sonrisa se expandió a

través de la cara de Jacob mientras me veía. Dijo algo a Pastelito, y sus

hombros se tensaron. No me sorprendió. Esperaba eso. Cada vez que

estábamos juntos, tenía que empezar de cero. Incluso yo me impresionaba

por mi paciencia cuando se trataba de ella.

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—¡Hola, Cameron! —dijo Jacob, completamente animado—.

¿Cómo te va?

—Hola, Jacob. Brittany —tome el asiento al lado de pastelito y le

codeé el brazo—. Avery.

Ella murmuró hola y luego preguntó—: ¿Qué estás haciendo?

—Oh, ya sabes, travesuras y caos.

—Eso me recuerda a Harry Potter —dijo Brit, suspirando—. Necesito

una re-lectura.

Todos los ojos se giraron hacia ella.

Rojo floreció en sus mejillas mientras pasaba su mano a través de su

pelo. No conocía a Brittany muy bien, pero sabía que había ido a mi

instituto y parecía bastante genial. —¿Qué? —dijo—. No me avergüenza

admitir que cosas al azar me recuerdan a Harry Potter.

—Ese tipo de allí me recuerda a Snape. —Incliné mi barbilla hacia la

mesa detrás de nosotros—. Así que lo entiendo.

Una agradecida sonrisa cruzó la cara de Brittany.

—¿De todos modos, qué están haciendo? —Me moví por lo que mi

pierna presionaba contra la de pastelito—. ¿Jugar con M&M’s y Skittles?

—Sí, y estamos estudiando para nuestro trimestral de historia para la

próxima semana. Tenemos que trazar Europa —explicó Jacob.

—Ouch. —Golpeé mi pierna contra la suya.

Ella me devolvió el gesto.

—Pero Avery, maravillosa Avery… —La sonrisa de Jacob se extendió

mientras la mirada furiosa de Pastelito se incrementó—. Nos ha estado

ayudando a estudiar.

—Sí. —Brittany intercambió una mirada con Jacob, y mi interés

alcanzó su punto máximo.

Jacob se inclinó hacia delante, apoyando la mejilla en su mano. —

Antes de que empezáramos a estudiar, le estaba diciendo a Avery que

debe llevar el color verde más a menudo. La hace lucir sexy con su pelo.

—¿Te gusta el color verde en ella, Cam? —preguntó Brit.

No me había fijado en lo que llevaba, pero me giré hacia ella, mi

mirada deslizándose por su suéter verde. —El color se ve muy bien en ella,

pero se ve hermosa todos los días.

Pastelito se sonrojó mientas exhalaba.

—¿Hermosa? —Brit suspiró.

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—Hermosa —repetí, golpeando su rodilla de nuevo—. ¿Así que

ustedes aprendieron algo del estudio?

Pastelito dijo—: Creo que lo tenemos.

—Gracias a ti. —Jacob compartió otra mirada con Brittany—. Avery

inventó esta canción para ayudarme a recordar donde estaban los países.

—Cántale tu canción. —Brittany la codeó, provocando que se

balanceara hacia mí.

—¿Qué canción? —pregunté.

Ella sacudió la cabeza. —No estoy cantando esa canción otra vez.

Jacob sonrió. —Es la canción de Croacia.

La mirada en la cara de Avery podría matar.

Reí. —¿La canción de Croacia? ¿Qué?

—No —dijo ella—, no estoy cantando de nuevo. Ese no es mi talento.

—¿Qué clase de talentos tienes? —pregunté, y me miró, sus ojos

imposiblemente grandes—. ¿Avery?

—Dile —la persuadió Jacob.

Brit asintió. —Los talentos son divertidos.

—Pueden serlo. —Pensé sobre todos los talentos que tenía y estaba

más que dispuesto a compartirlos con ella mientras inclinaba mi cabeza.

No había más que unos centímetros entre nuestras bocas, y su suave

suspiro vibró a través de mi sangre—. Dime cuáles son tus talentos, cariño.

—Cariño —murmuró Jacob, suspirando.

—Bailar —dijo—. Yo bailaba. Solía bailar.

La curiosidad me llenó. ¿Cuáles eran las posibilidades? —¿Qué clase

de baile?

—No lo sé. —Agarró la bolsa de Skittles, vertiéndolos en su palma—.

Ballet, jazz, tap, contemporáneo, ese tipo de cosas.

—No jodas. —Las cejas de Jacob se alzaron—. Yo hice tap cuando

tenía seis años, durante un mes y luego decidí que quería ser bombero o

algo así. Esa mierda fue difícil.

Brit rió. —Intenté bailar y descubrí que no tenía ninguna gracia más

allá de la coordinación o sacudir el culo. ¿Eras buena en ello?

Pastelito se encogió de hombros, su mirada dirigida rápidamente

hacia los dulces. —Tomé clases durante unos diez años, hice algunos

concursos y un montón de recitales.

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—¡Entonces eras buena! —exclamó Brit—. Apuesto a que hacías

todos esos giros locos y piruetas.

No podía creerlo mientras la miraba. Era una bailarina. Nunca lo

hubiera pensado, porque todas las bailarinas que conozco tenían mucha

confianza, pero eso explicaría la masa muscular que vi en sus piernas, el

tipo de tonificación que en realidad nunca se va.

—Mi hermana bailó desde que tenía alrededor de cinco años. Aún lo

hace. Creo que habría lastimado a alguien si la hacían detenerse.

Ella se terminó sus Skittles, asintiendo. —La danza puede ser adictiva

si te gusta.

—O si eres buena en eso —intervino Brit.

Choqué su hombro con el mío, llamando su atención. Para haber

bailado por tantos años, me sorprendía que estuviera hablando en

pasado. —¿Por qué lo dejaste?

Una mirada lejana apareció en sus ojos, y sabía que, dónde estaba

en ese momento, no era en el presente. Había visto esa escalofriante

mirada en ella muchas veces y siempre me preguntada donde iba en esos

momentos.

Finalmente, se encogió de hombros de nuevo mientras iba a por los

M&M’s. —Supongo que me cansé de ello. ¿Tu hermana ha hecho

competiciones?

No podía creerlo. Ni siquiera un poco. Bailar estaba en la sangre,

pero no iba a presionar. No ahora. —Ha viajado por todos lados y pasó el

verano en la Escuela de Ballet Joffrey por una beca.

—Mierda —su boca cayó—, debe ser muy buena.

Lleno de orgullo, sonreí. —Lo es.

Avery me sonrió, pero mientras pasaban los minutos, esa sonrisa

desapareció mientras miraba el paquete vacío de caramelos. Realmente

no dijo nada después de eso, no importaba lo duro que sus amigos y yo

intentáramos incluirla en la conversación. Algo había pasado con ella y

sabía que tenía que ver con donde iba cuando estaba callada.

Cuando se levantó para irse, dije adiós y la seguí fuera hacia la fría

brisa y el radiante sol. Permanecí callado mientras me dirigía hacia la

colina, inseguro de cómo acercarme a ella. Aunque había mucho que

había descubierto sobre Avery, había mucho más que no sabía. Guardaba

su pasado y sus pensamientos cerrados para ella.

Alguien gritó mi nombre sobre el Centro Byrd y saludé distraídamente

mientras cruzábamos la calle.

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Paramos junto a los vacíos bancos frente a Knutti, y tomé una

respiración profunda. —¿Estás bien?

Inclinando la barbilla, entrecerró los ojos. —Sí, estoy bien, ¿y tú?

No sintiendo la sonrisa en mi cara, sonreí. —¿Todavía seguimos con lo

de mañana por la noche?

—¿Mañana por la noche? ¡Oh! La asignación de astronomía. Sí, está

bien por mí.

—Bien. —Retrocedí, sabiendo que necesitaba llevar mi culo a

clase—. Nos vemos luego.

Pastelito se giró y luego volvió a girarse hacia mí. —¿Cam?

El nudo se apretó en mi pecho. —¿Sí?

Jugueteó con su brazalete mientras su mirada iba lejos, detrás, antes

de volver a mí. —¿Qué hacías en el Refugio? ¿No tienes normalmente

clases, como en este momento?

Sonreí mientras aguantaba su mirada. —Sí. Normalmente tengo

clases en este momento, pero quería verte.

La confusión estalló en su cara, y luego vi la sonrisa encenderse en

sus ojos antes de que golpeara sus labios. Sintiendo el nudo hacer un giro

divertido, me giré antes de cogerla y besarla.

Porque realmente estaba cerca de hacer eso.

Caminé a través de la calle antes de que un bajo silbido llamara mi

atención. Mirando hacia la izquierda, vi a Jase bajo un árbol, con el móvil

en la mano. Maldición. Debe haber salido corriendo del campus.

—¿Saltándote las clases sin mí? —preguntó mientras me acercaba,

sus ojos oscurecidos por los cristales de las gafas de aviador que llevaba.

Muy poca gente podía ponerse esas gafas sin quedar como un cretino. Yo

no era uno de ellos.

Me encogí de hombros mientras mi atención se centraba detrás del

hombro de Jase, a través de la calle, tomando un último vistazo de

Pastelito desapareciendo por las puertas del Knutti Hall.

Jase suspiró. —Estás obsesionado.

—¿Eh?

Asintió hacia Knutti. —Creo que nunca antes te habías saltado una

clase para pasar el rato con una chica.

Fruncí el ceño. —¿Cómo sabes que me salté la clase para pasar el

rato con Avery?

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Sus cejas se elevaron por encima de las gafas. —No soy estúpido.

—Eso está por debatirse.

Jase me sacó el dedo. —Bueno, vamos a ver. La clase acabó

pronto, así que vine aquí, justo a tiempo para verte caminar como un niño

bueno. Te llamé. Me saludaste y seguiste tu camino, o mirándola a ella.

Mis cejas se levantaron mientras me daba la vuelta, dirigiéndome a

las puertas. —¿Eras tú el que me llamaba?

—Exactamente —dijo, suspirando. Me miró, y todo lo que vi fue mi

cara en sus gafas de sol—. ¿Ha accedido ya a salir contigo?

—No.

Jase sacudió su cabeza. —Hombre, estás muy jodido con esta chica.

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9 Traducido por BeaG

Corregido por CrisCras

—Tarta de manzana para ti. —Le entregué el pequeño paquete a

Avery y luego saqué otro de la bolsa de Mc Donald’s—. Y tarta de

manzana para mí.

Pastelito abrió la caja. —¿Crees que usan manzana de verdad?

—Dios, realmente no quiero saberlo. —Mordí la corteza, gimiendo por

la dulzura—. Ah, esto está demasiado bueno.

Los ojos de ella se quedaron fijos en mí. —Lo juro. Cada vez que te

comes algo, suenas como si estuvieras a punto de tener un orgasmo. —Se

ruborizó al decir eso—. O lo que sea.

—Bueno, ahora sabes cómo sueno cuando acabo.

Arrugó la nariz mientras pellizcaba una parte de la corteza. —Eso es

algo que me he estado muriendo por saber.

—Lo sabía.

Pastelito rió y luego metió la corteza en su boca. —Eres terrible.

—Soy perfecto. —Fijé la mirada a través del parabrisas. Nos

encontrábamos sentados en el estacionamiento detrás del edificio de

ciencias. El color azul oscuro del cielo daba paso rápidamente a la noche,

pero las espesas nubes arremolinándose parecían de mal agüero—.

Probablemente deberíamos haber escogido otra noche para hacer esto.

Cogió la bolsa y metió todos los pedazos de manzana en ella,

dejando la corteza de la tartaleta limpia.

—Eso es un desperdicio.

Sus ojos eran cálidos cuando me lanzó una mirada de lado. —

¿Quieres sacarlos de la bolsa y comértelos? Suena como si tuvieras un par

más de buenos gemidos dentro de ti.

—Cariño, no has odio nada… —Hice una pausa, guiñándole un ojo—

. Todavía.

Rodó los ojos. —Más bien como nunca.

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—¿La dama protesta demasiado, creo yo?

—Tonto. —Pastelito rió, y el sonido era ligero—. Es “¿Acaso la dama

protesta demasiado creo yo?7

Estiré la mano, rozando los gruesos mechones de su cabello hacia

atrás de su hombro. No se encogió para alejarse, lo cual era un enorme

progreso. —El hecho de que seas capaz de corregir eso es una prueba.

Otra carcajada brotó de ella mientras se limpiaba los dedos. —Lo

que sea. ¿Estás listo?

—Estaba listo, pero tuviste que parar y conseguir una tarta de

manzana.

—¿Qué? —Se volvió en el asiento hacia mí—. Fue tu idea.

Pestañeé inocentemente. —No es así como recuerdo los últimos

veinte minutos.

Me miró secamente.

—Tú estabas toda “Necesito una tarta de manzana”. ¿Y qué podía

hacer yo? Vivo para servirte.

Arrugando la bolsa, me la lanzó, pero la agarré en el aire. —En

realidad, tú dijiste algo como: “Necesito comida en mi panza”.

Me reí. —Así no es como recuerdo esta pequeña aventura.

Golpeó mi brazo, y cuando retiraba la mano, la tomé. Sus labios se

separaron cuando levanté su mano, presionando un beso cien por ciento

casto en el centro de su palma. —¿Lista?

Con los ojos muy abiertos, retiró la mano hasta su pecho y asintió. A

medida que nos bajábamos de la camioneta y nos dirigíamos al edificio,

seguía ruborizada. El lindo rubor rosado me hizo querer recorrerlo con mis

labios, pero luego ella se puso delante de mí.

No es que me estuviera quejando.

Vi el dulce vaivén del trasero de Avery mientras subía las escaleras

delante de mí, y cuando llegamos a la azotea y estuvimos parados

enfrente del telescopio Phillips, yo palpitaba entre mis piernas.

Esto empezó a ponerse ridículo.

Habían pasado meses desde que me había descargado con

cualquier cosa que no fuera mi mano, y sabía que Jase me diría que fuera

7 Cita de la obra de Shakespeare, Hamlet. Actualmente se usa como una expresión al

estilo “el que se pica es porque ají come”.

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y me follara a alguien, pero no podía siquiera pensar en otra excepto en

Avery.

Jase había tenido razón ayer.

Estaba tan jodido cuando se trataba de ella, y no en la manera en la

que yo quería.

—¿Estás seguro de que sabes cómo usar esta cosa? —preguntó con

la cabeza inclinada hacia un lado.

Me puse delante de ella y le lancé una mirada. —¿Qué? ¿Tú no?

—Nop.

—¿No estabas poniendo atención en clase cuando Drage habló

sobre esto y las cámaras de imagen?

Inclinó la cadera y se cruzó de brazos. —Tú estabas dibujando el

elenco de Duck Dinasty cuando él hablaba sobre eso.

Me reí, complacido porque eso era exactamente lo que había

estado haciendo cuando Drage habló sobre cómo manejar el telescopio.

Lo que significaba que Pastelito me prestaba un infierno de atención.

Ajusté los controles. —Estaba escuchando.

—Uh-huh. —Se acercó más cuando el viento se levantó, haciendo

remolinos en el techo, levantando mechones de su cabello y batiéndolos

contra su cara. Cristo, se veía hermosa parada ahí. Sacudí la cabeza,

enfocándome en el telescopio de nuevo, pero era duro… yo estaba

duro—. En realidad eres un artista muy bueno —dijo.

—Lo sé.

Hizo un sonido que no era exactamente amistoso.

Moví la palanca. —He usado un telescopio una o dos veces en mi

vida.

—Eso es desatinado.

—De acuerdo. Lo usé cuando tuve esa clase previamente. —Le

dediqué una rápida sonrisa, luego comprobé la visión de la mira

telescópica—. Hombre, no sé si seremos capaces de conseguir mucho

antes de que esas nubes se acerquen.

—Bueno, es mejor darnos prisa entonces.

—Mandona.

Pastelito sonrió.

—Ven aquí y te enseñaré como usar esto. —Le di el espacio

necesario para que se acercara. Me mordí la parte interna de mi mejilla

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cuando su cadera rozó la mía, acercándose condenadamente

demasiado a donde, literalmente, me dolía—. ¿Vas a poner atención?

—No realmente. —Aún sonreía.

—Al menos eres honesta. —Me torturaba a mí mismo. Era la única

excusa que tenía para acercarme hacia adelante, enjaulándola entre mis

brazos. Su olor, esa mezcla celestial de bayas y almizcle, hizo que muchas

partes de mi cuerpo temblaran. Vagamente me di cuenta de que ella no

se había tensado. Eso era bueno—. Este es un Philips ToUcam Pro II. —Me

aclaré la garganta—. Se conecta al telescopio. Con estos ajustes deberías

ser capaz de tener una imagen clara de Saturno. Presiona esto y capturará

una imagen.

—De acuerdo. —Metió los mechones de su cabello de los lados

detrás de sus orejas—. No creo que se suponga que debamos conseguir

una imagen de Saturno.

—Huh. —¿Qué demonios era Saturno? Todo en lo que podía pensar

era en lo cerca que nos encontrábamos, en cómo podía sentir la calidez

saliendo de su cuerpo. Ni siquiera sabía por qué estábamos en la azotea—.

Oye.

Echó la cabeza hacia atrás, causando que las raíces de su cabello

se deslizaran sobre mi mejilla. Mi pulso latía fuertemente mientras me

imaginaba ese cabello deslizándose sobre otras partes de mi cuerpo. —

¿Oye qué?

—Sal conmigo.

—Cállate. —Una sonrisa apreció mientras se echaba de nuevo hacia

delante, mirando por el telescopio. Su cuerpo se rozó contra el mío, y me

tragué un gemido—. No veo nada.

Mi risa sonó estrangulada. —Eso es porque no he quitado el protector

del lente.

Me dio un codazo en el estómago, lo que me hizo reír de nuevo. —

Imbécil.

Estaba empujando los límites esta noche. Ni siquiera sabía por qué,

pero no me pude detener mientras alcanzaba el lente, presionándome

contra su espalda. Se tensó entonces, y su suave inhalación traqueteó a

través de mí. Esperé a que se alejara, porque podía hacerlo si quería, pero

no lo hizo.

La miré y vi que sus espesas pestañan estaban contra sus mejillas. —

¿Qué?

—Habría sido más fácil para ti sólo ir al otro lado y hacer eso —dijo, su

voz diferente, más pesada.

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—Cierto. —Me agaché para que mi boca estuviera detrás de su

oreja—. Pero, ¿qué diversión tendría eso?

Avery se estremeció, y todo mi cuerpo se tensó. —Ve a divertirte tú

solo.

Ella no tenía ni idea de cuán a menudo ese era el caso. —Bueno, eso

realmente no es divertido. —Hice una pausa, sin moverme—. Trata de

nuevo.

Dudándolo un momento, se inclinó hacia adelante, presionando su

ojo contra el telescopio. Un par de segundos pasaron. —Guau.

—¿Lo ves?

Se enderezó. —Sí, eso es muy genial. Nunca había visto un planeta

en la vida real. Quiero decir, tomar el tiempo para hacerlo. Es genial.

—Yo también lo creo. —Cogí un mechón de su cabello, evitando

que me pegara en el ojo—. ¿Qué se supone que debemos estar mirando?

—Sagitario y luego la constelación de la Tetera y su humo, lo que

sea… —Una desagradable y fría gota de agua cayó en su frente y ella se

echó hacia atrás contra mi pecho—. Oh mierda.

Pastelito chilló al momento en que otra gota de agua cayó y se giró,

sus ojos encontrándose con los míos. Íbamos a empaparnos hasta los

huesos. Maldiciendo entre dientes, tomé su mano, tirando de ella a través

de la azotea. Casi nos acercábamos a la zona seca cuando el cielo se

abrió y la lluvia helada nos empapó.

—Oh Dios mío —chilló—. ¡Es tan malditamente frío!

Riéndome, me paré y me di la vuelta, arrastrándola contra mi pecho.

Hubo un pequeño instante cuando sus grandes ojos se encontraron con los

míos, mientras la lluvia caía sobre nosotros. Mi sonrisa fue mi única

advertencia.

Puse un brazo alrededor de su delgada cintura, levantándola en vilo

y arrojándola sobre mi hombro. Su chillido de sorpresa me hizo reír, y este

balón lleno de presión —era la única forma de que podía explicarlo— se

expandió en mi pecho y me sentí bien, como si hubiese anotado un gol.

—¡Estabas corriendo muy lento!

Sus dedos se hundieron en la espalda de mi suéter. —Bájame, hijo

de…

—¡Espera! —Apreté el brazo sobre sus caderas y comencé a correr.

Deslizándome sobre los profundos charcos, casi nos comimos el

cemento mientras me movía por la azotea. Las palabras que salían de la

boca de ella, dirigidas a mí, habrían quemado los oídos de los soldados.

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Me detuve en seco y abrí la puerta, inclinándome mientras

escapábamos de la lluvia. Dándome la vuelta de manera que ella no

estuviera encarando la pared, agarré sus caderas y la bajé.

Una aguda necesidad perforó a través de mí cuando su cuerpo se

deslizó contra el mío. Mis manos se apretaron sobre sus caderas y ella

inclinó la cabeza hacia atrás. Sus ojos se oscurecieron hasta ser de un

oscuro marrón chocolate, y mi cerebro se apagó cuando de alguna

manera la acerqué más a mí. Sabía que tenía que sentir mi excitación, y

considerando que ni siquiera nos habíamos besado, algo acerca de eso

parecía erróneo, pero no podía dejarla ir.

Sus manos se presionaron contra mi pecho, y pensé que me

empujaría, y juré a Dios ahí y en ese instante, que no importaba lo difícil

que fuera, la dejaría ir si lo hacía.

Pero no lo hizo.

Las manos de Avery se aplanaron contra mi pecho, sobre mi

palpitante corazón, y tuvo que haberlo sentido.

Mi mano se movió por iniciativa propia, curvándose en su cintura y

luego sobre su brazo, hasta su garganta y luego hasta su mejilla. Se quedó

sin aliento cuando mis dedos rozaron sus mejillas, atrapando el cabello

pegado a sus sienes. Metí los mechones de vuelta detrás de sus orejas, mi

mano demorándose.

—Estás mojada.

—Tú también.

Pasé mi pulgar sobre su mejilla. —Creo que vamos a tener que

intentar esto otra noche.

—Sí —susurró mientras sus ojos se cerraban y se abrían de nuevo

rápidamente.

—Tal vez debimos haber revisado el clima primero. —Cuando sonrió,

moví mis caderas en respuesta. Su cuerpo se estremeció de una manera

alucinante y sus pestañas bajaron. Sus labios se abrieron aún más, y yo no

quería dejarla ir. Se sentía demasiado bien tenerla así de cerca.

Su pecho subía en cortas y profundas respiraciones mientras yo

bajaba la cabeza, queriendo y necesitando besarla. Sólo una vez. Era todo

lo que quería. Mis ojos comenzaron a cerrarse.

Avery se echó hacia atrás de repente, presionando una mano entre

sus pechos. —Creo que… deberíamos terminar por hoy.

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Por un momento no me pude mover, y luego me eché hacia atrás,

recostando la cabeza contra la pared. Me tomó un par de segundos antes

de que pudiera hablar. —Sí, deberíamos.

El viaje al exterior del edificio y de vuelta al apartamento no fue fácil.

Todavía me sentía tan tenso como la cuerda de un arco. Nada parecía

hacer que la excitación desapareciera. Traté de recitar el alfabeto al

revés, traté de pensar acerca de la mujer anciana que vivía en el edificio

cercano, que algunas veces paseaba a su perro en bata. La visión no era

linda, pero aun así no funcionó.

La lluvia seguía cayendo en el momento en que llegamos al

estacionamiento, bajo el toldo. Sacudí la cabeza, salpicando agua por

todas partes. Avery se detuvo al pie de las escaleras que daban a nuestros

apartamentos, y pensé que era por toda la lluvia con la que la acababa

de rociarla. Abrí la boca para disculparme, pero ella miró hacia los lados,

su cara pálida cuando me miró a mí.

Un tipo muy diferente de dolor cortó a través de mi pecho,

provocando un nudo allí, al ver la mirada de confusión y miedo en sus ojos.

Miedo. No lo entendía. ¿Yo le había hecho eso? No. No podía creerlo. No

con la manera en que había reaccionado hacia mí. Lo vi en sus ojos.

Había querido que la besara, pero se había apartado porque…

honestamente, no lo sabía.

Me pasé la mano por mi cabello, apartándolo de mi frente. —Sal

conmigo.

—No —susurró.

Sonreí un poco, y su pecho cayó, sus hombros se relajaron, como si

ella necesitara escuchar esto. —Siempre hay un mañana.

Me siguió por las escaleras. —Mañana no va a cambiar nada.

—Ya veremos.

—No hay nada que ver. Estás perdiendo el tiempo.

—Cuando se trata de ti, nunca es una pérdida de tiempo.

Y esa era la jodida verdad.

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10 Traducido por Snowsmily

Corregido por Cami G.

El miércoles antes de vacaciones de otoño, me salté de nuevo la

clase de nutrición y busqué a Avery, encontrándola donde siempre

pasaba durante esta clase: en el Refugio con Brittany y Jacob. Fue algo

bueno porque descubrí tres cosas importantes.

Pastelito le hablaba de mí a sus amigos, porque ellos sabían que

había estado invitándola a salir. Punto por eso.

Y también me comparó con un asesino en serie.

No es que estuviera ofendido, pero no era todos los días uno se

encontraba a sí mismo mencionado en la misma oración que Ted Bundy8.

Pero sus amigos apoyaban completamente una cita. Me gustaban.

—Como sea —decía Brittany, sus ojos destellando con diversión

mientras observaba a una roja y absolutamente mortificada Avery—, esto

no es sobre mí y mi vasto conocimiento de asesinos en serie. Puedo

sorprenderte después sobre eso. Esto es sobre ti, Avery. Este joven

caballero, que no es un asesino en serie, está invitándote a salir. Estás

soltera. Eres joven. Deberías decir que sí.

—Oh Dios mío —gimió Avey, frotándose las manos por el rostro—.

¿No es hora de que se vayan a casa, todavía?

Reí profundamente. —Sal conmigo, Avery.

Se giró en mi dirección, de algún modo luciendo sorprendida. —No.

—¿Ven? —Me dirigí a Britanny y a Jacob—. Sigue rechazándome.

Jacob parecía perplejo. —Eres una idiota, Avery.

—Lo que sea. —Su puso de pie, tomando su bolso—. Me voy a

clases.

—¡Te amamos! —gritó Jacob.

8 Asesino en serie.

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Ella murmuró—: Uh-huh. —Pero se detuvo para decir adiós. El receso

de otoño llegaría mañana y ellos se irían a casa. Todavía me sorprendía

que Avery fuera dejada atrás. Viajar a Texas era un infierno de viaje por

cuatro días, pero podría haber ido a casa con uno de ellos. Lo cierto es

que no me gustaba la idea de que estuviera sola allí.

Esperé hasta que estuvo lista y luego la seguí por el Refugio. Arqueó

una ceja en mi dirección. —¿Me sigues?

—Como un verdadero asesino en serie —respondí.

—Sabes que no estamos siendo serios, ¿verdad? Y lo siento por

decirles algo a ellos sobre eso. Empezaron a molestarme sobre ti y lo

próximo que supe…

—Está bien. —Dejé caer mi brazo sobre su hombro, llevándola hacia

el grupo de árboles afuera del edificio. Hacía frío y se inclinó,

presionándose más cerca, consciente o inconscientemente—. No me

importa.

—¿No te importa?

Negué con la cabeza. Tal vez debería molestarme que ahora

hubiera una audiencia para mi constante rechazo, pero simplemente no lo

hacía. Bajé la mirada hacia ella y sonreí. Su atención se centró en una de

las camionetas azules que siempre se encontraban en el campus.

—Uh-oh —murmuré.

—¿Qué? —Levantó la mirada hacia mí.

Dejé caer los brazos, atrapando un mechón de cabello que volaba

a través de su rostro, y lo llevé detrás de su oreja. Desde la noche en la

azotea de Byrd, aprovechaba cada maldita oportunidad que tenía para

tocarla, y ella me dejaba. —Estás pensando.

—Lo estoy.

—¿Sobre?

—Nada importante. —Sonrió distraídamente. No era una sonrisa muy

grande, pero sonreía más—. ¿Vas a casa por el fin de semana?

—Sí. —Me moví más cerca, recogiendo su cabello y separándolo en

dos largas secciones. Sonreí, pensando que se veía linda de ese modo—.

Me voy mañana en la mañana, brillante y temprano. No volveré hasta el

sábado en la noche. Así que sin huevos para ti esta semana.

—Boo. —Su rostro decayó un poco.

—No llores mucho sobre eso. —Froté las puntas de su cabello sobre

su mejilla y traté de nuevo que hiciera algo este fin de semana en lugar de

estar sola—. ¿Vas a aceptar la oferta de Brit de ir con ella a casa?

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Negó con la cabeza. —Sólo pasaré el rato aquí y leeré algo.

—Nerd.

—Gilipollas.

Sonreí mientras esparcía su cabello sobre sus hombros. —¿Sabes

qué?

—¿Qué?

Inhalando profundamente, retrocedí y llevé mis manos a los bolsillos

de mis vaqueros. —Deberías salir conmigo esta noche ya que estaré fuera

todo el fin de semana.

Rió. —No saldré contigo.

—Entonces pasa el rato conmigo.

Frunció el ceño. —¿Cómo es eso diferente de salir contigo?

—¿Cómo invitarte a salir esta noche es diferente a pasar el rato

juntos el domingo?

El punto entre sus cejas comenzó a desvanecerse. —¿Qué quieres

hacer?

Me encogí casualmente, pero mi corazón golpeaba como una

batería. —Ordenar algo de comida y ver una película.

Cambió su peso, cautelosa. —Eso suena como una cita.

—Eso no es una cita conmigo, cariño —reí—. Te llevaría fuera, como

en público. Esto son sólo dos amigos pasando el rato, mirando una película

y comiendo juntos.

Sus labios formaron una línea apretada mientras apartaba la mirada.

Varios minutos pasaron, y me preparé para otro rechazo. Por alguna razón,

si decía que no a esto, escocería peor que las otras veces, no sabía por

qué, pero si no podía conseguir que hiciera esto, iba a replantearme en

serio qué demonios hacía.

Pastelito suspiró. —Sí, claro. Ven.

¿Mierda? ¿Dijo que sí? Tuve que forzarme a estar relajado, porque

estaba a punto de batir mis puños al cielo o alguna mierda. —Guau.

Cálmate antes de que te emociones demasiado.

—Estoy emocionada. —Golpeó juguetonamente mi hombro—. ¿A

qué hora vienes?

—¿Qué te parece a las 7?

Sonrió mientras jugaba con su brazalete. —Funciona para mí. Te veo

luego.

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La llevé hasta la acera antes de detenerla. —¿Avery?

—¿Sí? —respondió, girándose.

Sus labios se curvaron mientras un rollo de energía nerviosa corría a

través de mí. —Te veo esta noche.

***

—Estás pasando demasiado tiempo con esta chica.

—¡Guau! —Salí de la ducha, con el culo desnudo, encontrando a

Ollie de pie en la puerta del baño—. ¿Qué demonios, hombre?

—¿Qué? —Se encogió de hombros—. No es como si no hubiera visto

tu porquería antes.

Sacudiendo la cabeza, agarré una toalla y la envolví alrededor de

mis caderas. —¿Sobre qué demonios estás parloteando? ¿Puede esperar?

Como que tengo cosas que hacer. —Específicamente una cena y

películas que conseguir.

Ollie me siguió a la habitación. —Te preguntaba sobre Avery. Has

estado pasando un montón de tiempo con ella.

No respondí mientras me enfundaba en un par de vaqueros,

abotonándolos y luego dejando caer la toalla.

—¿Sin ropa interior esta noche? —Ollie sonrió mientras encajaba sus

manos en el marco superior de la puerta—. ¿Planeando conseguir algo?

Le envié una mirada oscura mientras me giraba y agarraba una

camisa. —¿No tienes nada mejor que hacer?

Se inclinó hacia adelante, extendiendo los brazos. Su cabello cayó al

frente, ocultando la mayor parte de su rostro. —Nop. No en este momento.

—Genial. —Me puse la camisa.

—Steve dará una fiesta esta noche. ¿Vas?

—No.

—Por supuesto que no.

Arqueé una ceja y lo empujé hacia afuera, llevándolo hacia la sala

de estar para encontrar mis zapatillas. —Si no estás sorprendido, ¿por qué

preguntas?

Ollie se encogió. —Solías ir a todas las fiestas.

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Suspirando, me puse mis zapatos y los ajusté. Esa parte era cierta.

También lo era el hecho de que mi rostro había estado alejado de ellos

desde finales de agosto. —Iré a la de Halloween. No me perderé esa.

—Uh-huh. —Ollie se desplomó en el sofá.

Lo miré por un momento, luego sacudí la cabeza y agarré algunas

películas del estante. Algunas veces me preguntaba si Ollie incluso sabía

de lo que hablaba o lo que hacía.

—¿Cam?

—¿Sí?

Ladeó su cabeza y sonrió. —Creo que es genial que pases tiempo

con Avery. Me agrada. Es linda.

—Gracias. —En el momento en que esas palabras salieron de mi

boca, no tenía idea de por qué las dije. Mis mejillas ardieron cuando Ollie

rió—. Jódete.

Las carcajadas de Ollie me siguieron hasta el pasillo y hasta mi

camión. ¿Gracias? Eso ni siquiera tenía sentido. ¿Por qué infiernos le

agradecía? Pero cuando conduje hasta el restaurante chino más cercano

y ordené la comida favorita de Avery —camarones salteados—, me di

cuenta de que me sentía agradecido. La jodida cosa más extraña, porque

todo lo que Pastelito había hecho era decir que sí a pasar el rato, pero

sabía que no le permitía a las personas acercarse demasiado a ella. Esto…

esto era un gran paso que ella tomaba.

Avery era un gran misterio para mí; una paradoja de inocencia y

seducción… un misterio que me determiné a resolver.

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11 Traducido por ashmcfly

Corregido por CarolVanessa

—Vamos a ir con Resident Evil —dijo Avery de pie frente al mostrador,

repartiendo el camarón salteado. El cabello le caía en ondas sueltas hasta

la mitad de su espalda. Iba vestida de forma sencilla, con un pantalón

ajustado de hacer ejercicio y una camiseta holgada que se deslizaba por

uno de sus hombros, revelando una franja de piel suave y dorada; y una

delgada tira de sostén.

La chica no tenía idea de lo bien que se veía de esa manera y tuve

que resistir la tentación de acercarme a ella. Antes, cuando me acerqué

en la cocina, había reaccionado de manera extraña, poniéndose rígida y

pálida.

—Una chica tras mi propio corazón —contesté, escogiendo los dos

DVDs y llevándolos a la sala de estar—. Zombies por la victoria.

Un suave brillo me alertó de su presencia. —¿Qué quieres tomar? —

preguntó.

Miré por encima de mi hombro. —¿Tienes leche?

Arrugó la nariz. —¿Quieres leche con tu comida china?

—Necesito mi calcio.

Hizo una cara y se fue a la cocina, volviendo con un vaso de leche y

una lata de soda. —Eso es un poco asqueroso, ¿sabes? —Se sentó en el

sofá y metió las piernas debajo de ella—. Una extraña combinación.

—¿Alguna vez has probado? —Me senté, mirando el control remoto.

—No.

—Entonces, ¿cómo sabes que es asqueroso?

—Voy a ir con mi suposición de que lo es. —Tomó su plato, dándome

una sonrisa descarada.

—Antes de fin de año, voy a tenerte probando leche y comida

china.

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La expresión en su rostro, dijo que sobre su cadáver, así que sonreí. A

medida que iniciaba la película, atacamos nuestra cena y pasamos la

mayor parte del tiempo hablando de como las mujeres en un apocalipsis

zombie, lograban lucir tan atractivas. Cuando Alice enfrentaba a un

zombie, recogí los platos y los llevé a la cocina. Mientras me encontraba

ahí, tomé otro vaso de leche y otra lata de soda para ella.

—Gracias —dijo sonriendo cuando puse la soda sobre la mesa.

Me senté cerca de ella. —Vivo para el servicio.

Pastelito sonrió y continuamos con la película y su secuela. En un

momento, su teléfono sonó. Mi mirada se desvió a la pantalla del iPhone y

vi aparecer el LLAMADA DESCONOCIDA.

—¿No vas a contestar? —pregunté.

Rápidamente se inclinó hacia delante, cogiendo el teléfono y

desconectando el timbre. Me pareció un poco extraño lo rígida que se

puso cuando lo hizo. —Creo que es de mala educación contestar el

teléfono cuando se tiene compañía.

Todo lo que hacíamos, era ser demasiado críticos sobre las películas.

—No me importa.

Pastelito se recostó, mordisqueando la uña de su pulgar y volviendo

su atención al televisor. Ahora que lo pienso, no podía recordar ni una sola

vez en la que la haya visto usando su teléfono, ni antes de clase o en el

campus. La mayoría de las chicas tienen los teléfonos en sus manos o al

costado de su cara. Había dicho que no era popular en la escuela y era

obvio que no era muy apegada a su familia, pero…

Bueno, algo extraño pasaba, pero no sabía qué.

Los minutos pasaron y seguía mordisqueando su uña, algo que no la

había visto hacer antes. Estiré la mano, envolviendo mis dedos alrededor

de su muñeca.

Levantó su cabeza y su mirada se clavó en mi mano. —¿Qué?

—Has estado mordiéndote la uña los últimos diez minutos. —Bajé su

brazo a la parte superior de su muslo, pero no le solté la mano. Las puntas

de nuestros dedos se tocaban. Así de pequeña era su muñeca—. ¿Qué

está pasando?

—Nada —respiró profundamente—. Estoy viendo la película.

—No creo que realmente estés viendo la película. —Nuestros ojos se

encontraron—. ¿Qué está pasando?

Tiró de su brazo y lo dejé ir. A regañadientes. —No sucede nada. Mira

la película.

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—Uh-huh —Dejé el tema, porque sé que presionar a Pastelito no me

llevaba a ningún lado.

Se quedó en silencio, verifiqué la hora en el aparato que se hallaba

debajo del reproductor de DVD. Ya eran más de las diez, y yo esperaba

que ella sacara mi trasero de aquí en cualquier momento, pero cuando

me moví en el sofá, apoyando el brazo derecho sobre el respaldo, el

costado izquierdo de su cuerpo terminó contra el mío.

Me quedé inmóvil y creo que mi corazón literalmente se detuvo

mientras esperaba que se alejara, manteniendo los dos metros obligatorios

de espacio personal entre nosotros.

Pero no lo hizo.

Mierda, no lo hizo.

Miré la cima de su cabeza, forzando a mi respiración a mantenerse

estable. Durante la siguiente media hora, cada célula de mi cuerpo se hizo

consciente de su peso, su calor e incluso de sus respiraciones profundas.

Mi corazón dio un vuelco cuando su cabeza cayó debajo de mi

hombro. ¿Se durmió? —¿Avery?

Cuando no obtuve respuesta, decidí que, de hecho, se había

quedado dormida sobre mí. Hubo una hinchazón en mi pecho, más

grande y más fuerte que el nudo que solía aparecer cundo estaba cerca

de ella. Y la cosa más malditamente extraña ocurrió cuando la miré.

Algunas partes de mi cuerpo se endurecieron por su cercanía, pero mis

entrañas se suavizaron como mantequilla dejada bajo el sol.

Estás muy jodido con esta chica.

Esas palabras seguían rondando mi cabeza, una y otra vez. Quizás

estaba jodido, pero no cambiaría este momento por nada.

Cuidadosamente, para no despertarla, bajé mi brazo del respaldar y

suavemente guié su cabeza hacia abajo para que descansara sobre mi

muslo.

Y algo, no muy lejos al norte, se agrandó. Tal vez, esa no era la idea

más inteligente porque era demasiado tentador tenerla tan cerca, pero

esto… bueno, se sentía bien de una manera que nunca había sentido con

ninguna otra chica.

Mi pecho dio un vuelco cuando Pastelito se acurrucó, cruzando las

manos juntas bajo su barbilla. La observé por un momento, memorizando

la suave línea de su mandíbula, la curva de su mejilla y esos labios rosados.

Maldita sea, estaba jodido por todas las razones correctas.

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Traté de prestar atención a la película, pero ni siquiera me había

dado cuenta cuando terminó y el canal regular volvió a aparecer. Mis ojos

se dirigieron a Avery una vez más. Ni siquiera estaba seguro de que mi

atención la había dejado en algún momento.

Pensé que hacía frío en la sala, así que agarré la colcha café y verde

que se hallaba en el respaldar del sofá y la puse sobre su cuerpo. La parte

desnuda de su hombro captó mi atención. Su camiseta se había deslizado

por su brazo derecho y no había nada más que la pequeña tira.

El suave brillo de su piel me atrajo y fui totalmente incapaz de

resistirme. Bajando mi mano, mi respiración se detuvo cuando toqué la

elegante curva de su hombro.

Avery murmuró en su sueño y se movió un poco, pero no se despertó.

Probablemente no estaba bien seguir tocándola, pero arrastré mis dedos

por su brazo, disfrutando la sensación de sentirla. Deteniéndome en el

borde de su camiseta, mis dedos rozaron su piel sedosa mientras hacía mi

camino hacia su mejilla.

Me alegré de que estuviera dormida, porque la idea de que supiera

lo mucho que mis manos temblaban, hubiera sido vergonzoso como el

infierno. Hombre, temblaban demasiado, como si nunca antes hubiera

tocado a una chica.

Avery… Maldición, me deshizo completamente.

Inclinando mi cabeza hacia atrás en el sofá, cerré mis ojos y tragué

saliva, mientras descansaba mi mano en el destello de su cadera.

Probablemente podría contar con dos dedos el número de veces que

pasé la noche con una hermosa chica acurrucada y dormida contra mí,

cuando sólo me sentía feliz de estar allí con ella. Una parte de mi cerebro

me decía que había una palabra para esto, tan loca como esa palabra

sonaba y se sentía, así que ignoré esa parte.

—No —murmuró y mis ojos se abrieron. Su frente se arrugó, pero

parecía seguir dormida—. No es por eso que estoy aquí…

Incliné mi cabeza hacia un lado, intentando escuchar lo que dijo,

pero la única cosa que pude entender fue “lo siento” antes de que se

acomodara.

Mi corazón latía con fuerza mientras intentaba descifrar esas

palabras. No tenían sentido y probablemente no significaban nada, pero

un malestar se formó en mis entrañas.

Pasó el tiempo y no pude dormir, en realidad no. Me quedé

estancado en la extraña fase de medio despierto, medio dormido. Pero

supe el momento en que despertó. Su cuerpo se puso rígido y tomó una

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respiración profunda. Pasó un rato y no se movió ni habló. Me habría

cortado el pulgar para saber lo que pensaba.

Pastelito rodó lentamente sobre su espalda, sorprendiéndome y

dejándome sin tiempo para reaccionar. Mi mano se resbaló de su cadera

y se posó en la parte baja de su vientre, mis dedos llegaban a la parte

superior de sus pantalones. Dios sabe que tuve que haber quitado mi

mano, pero no lo hice.

Mi mano tenía mente propia e hizo algo completamente por su

cuenta. Mi pulgar se movió en círculos lentos y perezosos justo debajo de

su ombligo. La observé bajo mis pestañas, casi gimiendo cuando mordió su

labio. Luego, mi mirada se desvió hacia arriba y pude ver sus pezones

endurecidos, presionando a través del delgado material. Yo estaba duro

otra vez. No es ninguna sorpresa.

Volví mi cabeza al lado, las esquinas de mis labios se elevaron

cuando ella respiró profundo. Apreté la mandíbula cuando echó la

cabeza hacia atrás sobre mi muslo, acercándose a mi erección.

—Cam.

Abrí un ojo. —¿Avery?

—No estás dormido —dijo, con la voz ronca e increíblemente sexy.

—Tú lo estabas. —Giré mi cabeza de un lado al otro—. Y sí estaba

dormido. —Totalmente mentira, pero dudaba que ella estuviera tranquila

sabiendo que me senté casi todo el rato observándola.

Se humedeció los labios, y maldita sea si yo no quería lanzarme y

coger la punta de esa lengua. —Lo siento, me dormí encima de ti.

—Yo no.

Sus mejillas se sonrojaron. —¿Qué hora es?

—Pasada medianoche —dije, mirando sus labios húmedos.

—Ni siquiera miraste el reloj.

—Sólo sé de esta clase de cosas.

—¿En serio? —susurró.

—Sí.

—Eso es un talento impresionante. —Su mano se enroscó en un puño

sobre su pierna—. ¿A qué hora vas a irte en la mañana?

—¿Vas a extrañarme?

Hizo una mueca pero sus ojos brillaron hacia mí. —Eso no es lo que

estoy preguntando. Sólo estaba curiosa.

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—Les dije a mis padres que estaría en casa para el almuerzo. —

Usando mi otra mano, aparté unos mechones de su rostro y luego apoyé

mi mano en la cima de su cabeza—. Así que probablemente tendré que

irme entre las ocho y las nueve.

—Eso es temprano.

—Lo es —Cuando sus ojos se cerraron, quería besarla—. Pero el viaje

es fácil.

—¿Y no vas a volver hasta el sábado a la noche?

—Correcto. —Tomé una respiración profunda—. ¿Estás segura que

no vas a extrañarme?

Sonrió con inquietud. —Van a ser como vacaciones para mí.

Reí. —Eso fue completamente cruel.

—¿Lo fue?

—Pero sé que estas mintiendo.

—¿Lo sabes?

—Sip. —Moví mi mano, suavemente rozando su mejilla. Sus ojos se

abrieron y le sonreí—. Vas a extrañarme, pero no vas a admitirlo.

Pastelito guardó silencio mientras yo movía mis dedos de su

mandíbula a su barbilla, acercándome a su labio inferior. —Voy a

extrañarte.

—¿En serio?

—Sí.

Sus ojos se cerraron mientras, una vez más, se relajaba contra mí.

Continué trazando un camino desde su mejilla hasta su labio, atormentado

por lo que había dicho mientras dormía. —Hablas mientras duermes.

Sus ojos se abrieron, y juro que palideció. —¿Lo hago?

Asentí.

—¿Estás bromeando? Porque juro por Dios, si lo estás, voy a

golpearte.

Esa inquietud regresó, y no estaba seguro del por qué. —No estoy

bromeando, cariño.

Se sentó, girando en el sofá para enfrentarme. —¿Qué dije?

—Nada realmente.

—¿En serio? —Su expresión era tan seria que desearía no haber

dicho nada.

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Me incliné hacia adelante, frotando mis manos sobre mi rostro. —

Murmurabas cosas. No pude entender realmente lo que decías. —La

miré—. Era un poco lindo.

Sostuvo mi mirada, parecía aceptar lo que dije y luego miró el reloj.

—Mierda, tu habilidad especial para decir la hora apesta.

Me encogí de hombros. Sabía que eran más de las tres de la

mañana. —Creo que debería ir a casa.

Abrió su boca, la cerró y luego lo intentó de nuevo. —Ten cuidado

cuando manejes.

Poniéndome de pie, estiré mi espalada. —Lo haré. —Y después,

antes de que pudiera enloquecer, me incliné y la besé en la frente—.

Buenas noches, Avery.

Sus ojos estaban cerrados, sus manos apretadas juntas sobre su

pecho. Cuando habló, sonó como si estuviera susurrando una oración. —

Buenas noches, Cam.

Llegué a la puerta antes de que ella brincara, agarrando la parte de

atrás del sofá. —¿Cam?

Mi corazón latía enloquecido cuando me detuve. —¿Sí?

Tomó una respiración profunda y regresó esa expresión sincera. —Me

lo pasé muy bien esta noche.

Sonreí y me quedé sorprendido al ver que sus labios hacían lo mismo.

—Lo sé. —Abrí la puerta, haciendo una parada antes de salir y me volví

hacia ella. Seguía ahí, de rodillas en el sofá, viéndome—. Te veré el lunes.

—Está bien.

No me quería ir. —Muy temprano.

La sonrisa llegó a sus ojos, iluminándolos. —Muy bien.

Y por primera vez en mucho tiempo, no me quería ir a casa. Me

quería quedar aquí. Tuve que forzarme a salir por esa puerta.

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12 Traducido por MaryLuna & Aimetz

Corregido por Daniela Agrafojo

Jase me sorprendió con un texto antes de que me fuera de la

ciudad, preguntando si podía acompañarme. Que fuera a casa conmigo

no era una sorpresa, pero había pensado que con el descanso de cuatro

días, iría a la granja.

Me esperaba en el sitio donde se quedaba cuando no estaba en

casa, una fraternidad no muy lejos del campus. Yo había pasado más de

una noche, no recientemente, desmayado en una de las muchas

habitaciones de esa gran casa de tres pisos.

Subiéndose, Jase juntó sus manos, frotándolas. —Dios, está haciendo

un frío de mierda.

—Cierto. —Metí el embrague para arrancar y di un giro brusco para

doblar en U—. ¿No vas a pasar tiempo...?

Se pasó una mano por el cabello, haciendo un desastre por todo el

lugar.

—¿Tienes un gorro extra?

—Sólo el que está en mi cabeza. ¿Lo quieres?

—No. —Deslizándose en el asiento, suspiró mientras sacudía su pelo—

. Decidieron ir hasta Pennsylvania para ver algunos primos o algo así.

Le eché una mirada mientras me dirigía hacia la ruta principal en

dirección a la autopista interestatal.

—¿Y tú no querías ir?

—No.

Definitivamente había algo más detrás de esto, porque no había

manera de que Jase pasara tanto tiempo con Jack, pero si sabía algo

sobre Jase, era que hablaría sobre su mierda cuando se encontrara

condenadamente bien preparado para hacerlo.

A mitad de camino, Jase se desmayó y sólo despertó cuando giré a

la derecha por la estrecha carretera que conduce a la casa de mis

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padres. La luz solar pasaba a través de los árboles, proyectando manchas

relucientes de luz en la carretera. Cuando éramos niños, mi hermana y yo

jugábamos a oculta-y-busca en estos bosques.

Seguí el camino de entrada alrededor de la casa hasta la parte

trasera, estacioné la camioneta junto al garaje independiente que había

puesto papá con mi ayuda durante mi, uh, estancia prolongada.

La casa estaba cálida y en silencio a medida que entrábamos por el

patio trasero. Había un ligero olor a calabaza en el aire, y sonreí. Mamá

debía haber estado horneando. Todavía era temprano por la tarde, y ni

mis padres ni mi hermana estarían en casa por un rato.

Jase y yo devoramos el pastel de calabaza recién horneado con

una cerveza. Había un aspecto melancólico, pensativo en su rostro y

cuando desapareció escaleras arriba hacia la habitación de invitados

donde normalmente se quedaba, lo dejé ser y me dirigí a mi antigua

habitación.

Mamá la mantenía tal como era cuando vivía aquí, excepto que

más ordenada. La misma cama se hallaba pegada contra la pared, en el

centro de la habitación. Trofeos se alineaban en la pared de estanterías

que papá había construido. La televisión en el armario y el escritorio que

muy poco utilizaba no habían acumulado ni una mota de polvo.

Sonreí mientras me arrastraba hasta la cama, pateando mis zapatos.

Hubo un tiempo, después del incidente con el ex-novio de Teresa, que

había odiado estas cuatro paredes. Odiaba esta casa, esta ciudad, este

estado y a mí mismo.

Llegando a la cama, me tumbé y cerré los ojos. Las cosas eran…

diferentes ahora, mejores. El único problema de volver a casa, era que era

imposible no pensar en lo que pasó hace casi tres años en la mañana de

Acción de Gracias, cuando Teresa finalmente nos dijo la verdad. El tipo de

rabia que había caído sobre mí fue algo que nunca antes había

experimentado, sólo había leído al respecto.

Rabia asesina. Realmente existía y en serio era como saborear

sangre en tu boca. Y esa ira no se había desvanecido en las horas después

de conocer la verdad, ni tampoco se había disipado cuando descubrí

donde vivía ese punk de mierda y le devolví el favor con mis puños. Más

tarde, la ira se había transformado en algo inmanejable y me había

carcomido como un cáncer.

Hasta la fecha, me hubiera gustado haber hecho algo diferente esa

noche, pero todavía no había ni una pizca de arrepentimiento en mis

venas. El juez, los abogados, el servicio comunitario y las reuniones

semanales no habían hecho nada para cambiar eso, pero cuando

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pensaba en Avery, desearía no sentirme de esa manera. Dudaba que ella

quisiera estar cerca de mí si supiera la verdad.

***

Mamá daba los mejores abrazos.

Había un brillo en sus ojos y dio un paso atrás, apretando mis

hombros. Aún vestida con su bata blanca, había llegado directamente a

casa después de la cirugía.

—Veo que has encontrado el pastel que te dejé.

—Tuve ayuda.

Su sonrisa se extendió. —¿Jase está aquí?

Asentí mientras me apoyaba contra el mostrador. —Está arriba,

durmiendo.

Se alisó un mechón de pelo que se había escapado de su moño.

—Bueno, estoy segura de que cierta persona se emocionará al ver

que lo has traído contigo.

Mis cejas se levantaron y luego gemí. —Por favor, dime que no está

todavía encaprichada con Jase.

Mamá se rió suavemente mientras se quitaba su enorme suéter,

dejándolo en la parte posterior de la silla.

—Creo que “encaprichada” sería la palabra equivocada para usar.

Rodando los ojos, gemí. Cuando había estado en arresto

domiciliario, Jase había pasado aquí casi todo su tiempo libre, sacando mi

cabeza de mi culo. Y Teresa había pasado cada segundo libre

espiándonos y acechando a Jase.

Mamá se desvió hacia la cafetera, sacando la olla vacía.

—Jase es un chico muy agradable. Creo…

—Ni siquiera pienses en ir allí —advertí, cruzando los brazos. Jase era

un buen chico, un buen chico con un montón de mierda de equipaje y

una larga lista de corazones rotos, que no llegaría a tres metros de mi

hermanita—. ¿Dónde está papá? —pregunté, cambiando hábilmente el

tema.

—Todavía está en la oficina, pero vendrá a casa dentro de poco. —

Llenó la olla con agua—. Se me ocurrió que todos podríamos ir a cenar a

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Joe’s. Creo que a ti y Jase les gusta ese lugar, y mientras sigan sirviendo

carne roja…

—Papá estará feliz. —Sonreí, alejándome del mostrador—. Eso

funciona para mí.

—¿Quieres una taza?

—Por supuesto. —Llegué hasta ella por detrás y envolví mis brazos

alrededor de sus hombros, apretándola—. ¿Te he dicho últimamente que

eres la mejor mamá del mundo?

Se echó a reír mientras acariciaba mis brazos. —Soy la única mamá

que tienes, muchacho.

—Aún así —contesté—. La mejor mamá.

La dejé ir mientras negaba con la cabeza, y estaba en el proceso de

subir las escaleras para despertar al culo perezoso de Jase, cuando Teresa

entró por la puerta principal.

—¡Cam! —Soltó un agudo chillido cuando me vio en el vestíbulo y

dejó caer su mochila. El diminuto terror dio un paso y se lanzó hacia mí.

Riendo, la atrapé antes de que me derribara. —Bueno, hola a ti.

—¿Cuándo llegaste? —preguntó una vez que me senté con ella.

—Esta mañana.

Golpeó mi brazo. —¡Deberías haberme enviado un mensaje! Me

hubiera saltado mis clases de la tarde y vuelto a casa temprano.

—¡Escuché eso! —gritó mamá desde la cocina.

Teresa rodó los ojos, y me reí. En algún lugar de los últimos dos años

más o menos, había crecido de una niña larguirucha a una joven

impresionante. Y cada vez que la veía, quería tirar una bolsa de papel

sobre su cabeza. Dondequiera que fuera, los chicos la miraban, y

realmente la miraban.

Había heredado el pelo oscuro y los ojos azules de papá, pero tenía

los rasgos delicados de mamá. Su belleza y contextura pequeña eran

realmente engañosas, porque también había desarrollado el ingenio

rápido y ágil de mamá. Cuando ellas dos se ponían en marcha, nadie se

encontraba a salvo.

—Voy a pasar del baile de esta noche —dijo, tirando del lazo de su

pelo. Parecía haber crecido durante la noche, cayendo mucho más allá

de sus hombros.

—No tienes que hacer eso —dije—. Voy a estar aquí todo el fin de

semana.

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—¡Sí, pero nunca te veo! —Puso mala cara, y me dio la mirada que

probablemente le conseguía muchas cosas—. Estás demasiado ocupado

y eres demasiado genial para pasar el rato con tu hermana.

—Exactamente —dije, sonriendo.

Golpeó mi brazo con fuerza. —Idiota.

Frente a las escaleras, vi a Jase descender antes de que Teresa lo

viera. Era tan silencioso como un maldito ninja y se detuvo en la parte

inferior, su pelo húmedo y la ropa sin arrugas. No había hecho ningún ruido,

pero Teresa se puso rígida frente a mí. Sus ojos, tan parecidos a la míos, se

abrieron una fracción de pulgada.

Mi mirada se estrechó en ella.

Teresa se giró con la elegancia de una bailarina, y me encogí

cuando gritó—: ¡Jase!

La mirada pensativa que había en el rostro de Jase desde el

momento que lo recogí, se desvaneció como una mala pesadilla. Bajó al

descansillo un segundo antes de que mi hermana se arrojara al chico,

saludándolo de la misma forma que había hecho conmigo. Sus ojos se

fijaron sólo en ella, y mientras yo confiaba completamente en Jase, sabía

que ni siquiera él era inmune a su encanto.

Tampoco me gustó cuando envolvió sus brazos alrededor de ella,

evitando que ambos cayeran hacia atrás.

—¡Cam no me dijo que estabas aquí! —gritó ella, aferrándose a él

como un pequeño mono—. ¿Te vas a quedar todo el fin de semana,

también?

Jase sonrió sobre la cima de la cabeza de Teresa, la cabeza que

actualmente se hallaba pegada a su pecho.

—Sí, estaré aquí hasta que Cam regrese.

Sabía, en ese preciso momento, que Teresa iba a pasar del baile no

sólo esta noche, sino también el resto del fin de semana. Suspiré.

Teresa dijo algo que sólo Jase pudo oír y su sonrisa se extendió de

una manera que me hizo tomar largas y profundas respiraciones. Luego

alzó la vista, su mirada encontrándose con la mía. Me lanzó una mirada de

impotencia y rodé los ojos, caminando hacia ellos.

—De acuerdo. —Agarré sus brazos, alejándola de Jase—. Creo que

puedes dejarlo ir. Probablemente quiere respirar en algún momento.

Jase se rió mientras Teresa me lanzaba una mirada que prometía

muerte y desmembramiento, y soltaba sus brazos. Di un paso atrás, por si

acaso trataba de golpearme de nuevo. Mi hermana tenía músculos.

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—Creo que mamá quiere verte en la cocina —dije, empujándola en

esa dirección.

Frunció el ceño, tirando las comisuras de los labios hacia abajo.

—¿Para qué?

—Probablemente algo que ver con todas las clases que estás

pensando saltarte —bromeé.

—¿Te estás saltando clases? —preguntó Jase, cruzando los brazos—.

No deberías estar haciendo eso, Tess. Es tu último año de secundaria.

¿Tess? ¿Qué mierda acababa de pasar? ¿Cuando se produjo ese

apodo? Sabía que eran cercanos, pero demonios. ¿Y ese pedazo de

consejo viniendo de Jase de todas las personas?

Un leve rubor tiñó sus mejillas. —No lo hago a menudo.

Mis cejas se alzaron.

Jase me guiñó un ojo.

Finalmente, Teresa nos dejó y llevé a Jase al sótano. Papá había

creado un infierno de un hombre de las cavernas allí. Mesas de billar, un

bar, hockey aéreo y televisión del tamaño de una pared.

Recogiendo un taco de billar, Jase arqueó una ceja. —¿Quién orinó

en tus Cheerios?

—Teresa está enamorada de ti —dije, sabiendo que sonaba como si

hubiera probado algo malo.

Jase se rió entre dientes mientras me miraba. —¿En serio?

Le lancé una mirada mientras tomaba un palo.

—¿Qué? —Se rió de nuevo—. ¿Estás sorprendido? Es por mi

impresionante encanto y buena apariencia. Es difícil de resistir.

—Bueno, más vale que ella resista.

Jase me miró mientras me devanaba los cojones. —Amigo, tan

caliente como es tu hermana… lo siento. —Levantó sus manos cuando me

enderecé—. Tan hermosa como es tu hermana, es tu hermana. Ni siquiera

soñaría con lo que te preocupa.

Sonreí tensamente. —Es bueno escucharlo.

—¿Realmente crees que lo haría? Es una niña.

—Acaba de cumplir dieciocho años, Jase. Ya no es una niña. —

Fruncí el ceño mientras esa cancioncilla se hundía en mí. Mi estómago se

revolvió—. Maldita sea, realmente no es una niña.

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—Todavía es tu hermana —dijo Jase, apuntándome con el palo de

billar—. Y eso nunca va a cambiar.

***

Sal conmigo.

Sonriendo, puse el teléfono sobre la mesa y esperé que Avery

respondiera. Frente a mí, papá estudiaba sus cartas. Tenía más gris

salpicando su cabello, pero su rostro seguía ausente de arrugas.

—En cualquier momento, viejo. —Me recosté de nuevo en la silla—.

No me estoy haciendo más joven.

—¿No es esa la verdad? —Papá levantó la mirada, sus ojos

entrecerrados—. No puedes apurar la perfección.

Jase se rió entre dientes. Junto a él, Teresa cabeceó. No había sido

capaz de salir de la práctica de baile ya que era sábado y había tenido

un evento durante todo el día. Debería estar rendida para este momento,

como mamá, que se había dormido en la sala de estar, pero yo sabía por

qué continuaba despierta.

Miré a Jase, y él arqueó una ceja mientras tomaba un trago de

cerveza.

Mi teléfono vibró. Preguntarme por mensaje no es muy distinto a

preguntarme en persona.

La pequeña sonrisa se convirtió en una sonrisa completa mientras le

respondía. Pensé en intentarlo. ¿Qué estás haciendo? Yo le stoy ganando a

mi papá en un juego d póker.

Mientras papá lanzaba dos cartas, respondió con un: Me preparo

para ir a la cama.

Desearía estar allí. Y luego envié: Espera, ¿estás desnuda?

¡¡¡No!!! Respondió inmediatamente.

Casi podía imaginármela, con su rostro rojo y sus ojos muy abiertos, y

sonreí. Incluso a kilómetros de distancia, no podía resistirme a molestarla.

Demonios, no podía dejar de bromear con ella. Me parecía extraño no

haberla visto el viernes y enfrentar el domingo sin huevos no parecía

correcto. Intercambiamos un par de mensajes más y luego tiré mi teléfono

a un lado antes de que papá lo lanzara por la ventana.

En la siguiente ronda, Jase se rindió y luego Teresa desapareció

rápidamente, el juego de póker se vino abajo después de eso.

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—¿Cómo va la escuela? —pregunto papá una vez que estuvimos

solos.

Bebiendo mi cerveza, me recosté en la silla. —Va muy bien. Tengo un

semestre muy fácil en realidad.

Asintió mientras arrancaba la etiqueta de su botella.

—¿Y las reuniones? ¿Estás yendo?

Bajé mi botella. —Papá, serías el primero en saber si no estoy yendo.

Y hablé con el Dr. Bale sobre este fin de semana. Estaba bien con eso.

—Sólo quiero estar seguro. —Se recostó de nuevo, colocando su

rodilla sobre la otra pierna. Si alguien viera a mi padre ahora en su camisa

de franela y vaqueros rotos, no creerían que fuera un abogado de éxito—.

¿Qué pasa con el fútbol? ¿Tienes alguna idea para el próximo año?

—Papá... no voy a ser capaz de unirme al equipo de Shepherd en mi

último año. —Me pasé la mano por el cabello y luego dejé caer mi brazo—

. Y voy a tener veintidós para entonces.

—¿Y después? —preguntó, no iba a dejarlo ir.

Mi mirada pasó sobre su hombro, aterrizando en la nevera. Fotos

mías anotando goles y de Teresa bailando cubrían casi toda la puerta.

—No lo sé, papá.

—No se puede fallar sino lo intentas —dijo, tomando un profundo

trago.

Fruncí el ceño. —¿No es que no puedes tener éxito si no lo intentas?

—¿Importa? —Mostró una sonrisa—. Cam, eres un jugador

malditamente bueno. El fútbol es, o al menos, era una pasión. Tenemos

videos para enviar a los entrenadores. Y sabes que el entrenador Shepherd

te ayudaría a hacer nuevos.

—Lo sé. —Suspiré, sacudiendo mi cabeza lentamente—. Y sigo mis

entrenamientos y la práctica con los chicos cuando puedo, pero... no sé.

Quizás el próximo año, cuando esté a punto de graduarme...

—Uh-huh. —Su mirada era penetrante—. Cameron... Cameron...

Charlar sobre el fútbol era difícil para mí. No era como si un futuro

jugando estuviera completamente fuera de la cuestión. Por eso seguí el

entrenamiento, pero no había nada que pudiera hacer al respecto justo

ahora.

—¿Hay alguna jovencita en tu vida ahora? —me preguntó.

Tal vez debería haberlo dejado preguntar sobre fútbol. —Papá...

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—¿Qué? —Sonrió otra vez y luego salió a buscar otra cerveza—. Me

gusta tener los cuatro-uno-uno en la vida de mi hijo.

Mi cabeza cayó. —¿Cuatro-uno-uno? ¿Estás borracho?

—Estoy ebrio.

Me reí a carcajadas. —Bien.

—No respondiste mi pregunta.

Alcanzando la botella, miré a mi padre y luego me reí de mí mismo,

porque sabía que las palabras se formaron en mi lengua incluso antes de

que las dijera.

—Hay... hay alguien.

—Empieza a hablar. —El interés brillaba en sus ojos.

Sonreí mientras tomaba el último trago de mi botella. —Somos

amigos.

—Amigos como en...

—Oh, vamos, papá. —Gemí, sacudiendo la cabeza.

—¿Qué? —Inclinó la cabeza hacia un lado—. Como si no supiera lo

que los chicos hacen. Como si no hubiera hecho lo mismo cuando tenía tu

edad.

Iba a vomitar. —Nosotros no somos así. Avery no es así.

—¿Tiene un nombre? ¿Avery?

Mierda. No podía creer que hubiera dicho su nombre. ¿Estaba

ebrio?

—Somos amigos, papá. Y es una... ella es...

Las cejas oscuras de papá se levantaron. —¿Ella es...?

Perfecta. Hermosa. Inteligente. Divertida. Orgullosa. Exasperante. La

lista podría seguir y seguir.

—Le he pedido salir un par de veces. —“Un par de veces” era

literalmente el eufemismo del año—. Me ha rechazado cada vez.

—¿Y sigues pidiéndolo?

Asentí.

—¿Y crees que eventualmente va a decir que sí?

Sonriendo un poco, asentí nuevamente.

Papá se inclinó hacia adelante, cruzando los brazos sobre la mesa

redonda de roble.

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—¿Te he contado cuántas veces me rechazó tu madre antes de

aceptar salir conmigo? ¿No? Un montón de veces.

—¿En serio? —No sabía eso.

Papá asintió. —Era un poco... libertino en la universidad. Tenía una

reputación. —Un lado de su boca se curvó, revelando un hoyuelo en la

mejilla izquierda—. Tu madre no lo hizo fácil.

—Entonces, ¿qué cambió?

Se encogió de hombros. —Ah, ella estaba secretamente enamorada

de mí desde el principio, pero ¿sabes qué? Tuve que perseguirla, y para ser

honesto, si no tienes que perseguir a una mujer, probablemente no vale la

pena el esfuerzo. ¿Entiendes lo que estoy diciendo?

En realidad no. Había una buena posibilidad de que mi papá

estuviera más que simplemente ebrio, pero asentí, y luego dijo algo que

hizo un tipo de clic en mi cabeza.

—Sorpresa —dijo, guiñando un ojo—. Sorprende a la chica. Haz algo

que no esté esperando. Siempre haz algo bueno que no esté esperando.

¿Sorprenderla? Había un montón de cosas que podría hacer que

sorprenderían a Pastelito, pero dudaba que se refiriera a alguna de esas

cosas. Pero mientras le decía buenas noches a mi padre y subía las

escaleras, sabía qué hacer.

Y quería hacerlo.

Sonreí mientras tomaba dos pasos a la vez. Al doblar en el segundo

piso, vi a Teresa deslizándose en su dormitorio. Abrí la boca para llamarla,

pero la puerta se cerró en silencio antes de que pudiera pronunciar una

palabra.

De acuerdo.

Sacudiendo la cabeza, seguí hacia la habitación de invitados en la

que se encontraba Jase, la habitación verde. O al menos así era como la

llamaba mamá, porque las paredes estaban pintadas de verde oliva

oscuro.

La puerta se hallaba entreabierta y la empujé. Jase se encontraba

sentado a los pies de la cama, ligeramente inclinado, con los brazos

apoyados en los muslos y las manos sobre su cara.

—Oye, hombre. —Entré a la habitación, preocupado. ¿Había

pasado algo en su casa?—. ¿Estás bien?

—Sí. Sí —dijo, poniéndose de pie y pasándose ambas manos por el

cabello. Se acercó a donde se encontraba su bolsa de lona y sacó un par

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de pantalones cortos de nylon—. Es sólo que no me estoy sintiendo... bien.

La cerveza no me cayó bien, ¿sabes? ¿Qué pasa?

¿No había bebido como dos cervezas? Lo vi tirar los pantalones

cortos en la cama, con la espalda tensa y rígida.

—Pensaba en un cambio de planes.

—¿Ah, sí? —Se movió hacia la mesita de noche, sacó su celular y lo

dejó allí—. ¿Qué pensaste?

—Pensaba en irme muy temprano en la mañana —le dije—.

Probablemente cerca de las cinco o algo así. ¿Estás bien con eso?

Sus hombros se relajaron. —Sí, hombre, eso funciona perfectamente.

Sólo despiértame.

—Genial. —Retrocedí y me detuve en la puerta—. ¿Seguro que estás

bien?

—Perfecto —respondió, sentándose en la cama otra vez—. Nos

vemos en la mañana.

Cuando cerré la puerta detrás de mí, me di cuenta de que Jase no

me había mirado a la cara en todo el tiempo que estuve allí.

***

Era un poco antes de las nueve de la mañana siguiente, cuando me

detuve en frente del apartamento de Avery y golpeé la puerta. Esperaba

que el consejo de mi padre de “sorprenderla” no equivaliera a “asustarla”.

La duda se elevó con rapidez, como el fuego en una casa de

madera, y me di la vuelta, a punto de correr hacia mi apartamento. Pero

la puerta se abrió como si estuviera tratando de salirse de sus bisagras.

—¿Cam?

Tomando una respiración profunda, la enfrenté y sonreí

torcidamente. Levanté una bolsa de supermercado.

—Entonces, me desperté cerca de las cuatro de la mañana y pensé

que realmente podría comer unos huevos. Y los huevos contigo son mucho

mejores que los huevos con mi hermana o mi papá. Además, mi mamá

hizo pan de calabaza. Sé cómo te gusta el pan de calabaza.

Con los ojos muy abiertos y los labios separados, se hizo a un lado

poco a poco, dejándome entrar. No parecía asustada. Eso era bueno.

Pero tampoco decía nada. Llevé la bolsa a la cocina y la puse sobre el

mostrador. Cerré los ojos y me maldije entre dientes. Tal vez no había sido

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la mejor idea. Ese dolor se hallaba de vuelta en mi pecho, esta vez era una

sensación diferente, penetrante.

Me giré, a punto de disculparme, cuando no había pedido disculpas

por ningún otro momento irrumpido en su apartamento, pero ella se

encontraba en la cocina, casi en el aire. Viniendo hacia mí de la misma

forma en que lo hacía Teresa cuando me saludaba. De la misma manera

que mi hermana se lanzó hacia Jase.

La atrapé, envolviendo mis brazos alrededor de su cintura mientras

me tropezaba hacia atrás, golpeando el mostrador. Un sobresalto irradió a

través de mí, seguido rápidamente por un calor salvaje que encendió mis

venas.

Mis brazos se apretaron a su alrededor mientras presionaba su mejilla

contra mi pecho y me abrazaba tan fuerte como yo la abrazaba a ella.

Dejé caer mi cara en la parte superior de su cabeza, inhalando su aroma y

empapándome en su respuesta, sosteniéndola cerca de mi corazón.

Avery inhaló temblorosamente y dijo—: Te extrañé.

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13 Traducido por Danny_McFly

Corregido por NnancyC

Una ola de frío golpeó nuestra pequeña pizca del mundo justo antes

de Halloween. El aire frío azotaba a través del campus, creando un túnel

de viento enorme y gélido entre los edificios.

Jase miraba a Ollie con una expresión atónita en su rostro. Tan frío

como estaba, Ollie llevaba pantalones cortos y sandalias. Al menos tenía

una sudadera con capucha, aunque dudaba que llevara nada más que

eso. O que sintiera incluso el viento.

Pero Pastelito era una historia diferente.

Los cuatro nos pusimos en medio de Whitehall y Knutti, esperando

que la próxima clase empezara. Se agachó en el jersey que se ajustaba a

su delgada cintura y el destello de sus caderas.

—Lo estoy haciendo —dijo Ollie, sonriendo—. Nadie me puede

detener.

Suspiré.

Pastelito apartó un mechón de pelo que se había soltado del moño

francés en la nuca de su cuello. —Realmente se va a ver raro.

Jase asintió. —Tengo que estar de acuerdo.

—No me importa —anunció Ollie—. Creo que es perfecto.

El viento azotaba su camino a través del claro, golpeando a

Pastelito. Apretó los labios en una línea mientras un escalofrío se abría

camino a través de ella. —No creo que jamás haya visto a alguien ponerle

una correa a una tortuga.

—No significa que no se puede hacer —respondió Ollie,

balanceándose sobre los talones—. Y como que me gusta la idea de ser el

primero.

Jase puso los ojos mientras me movía hacia Pastelito, con la

esperanza de bloquear parte de la ráfaga brutal del viento. —¿Cómo vas

a conseguir siquiera ponerle una correa a Raphael? —preguntó Jase,

sonando genuinamente curioso.

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Otra ráfaga de viento sacudió nuestros huesos, y los labios de

Pastelito comenzaron a temblar. Había tenido suficiente parado aquí.

Detrás de ella, envolví un brazo alrededor de sus hombros y atraje su

espalda contra mi frente. Se puso rígida y su aliento salió en una

exhalación brusca. Jase y Ollie no se dieron cuenta porque seguían

ocupados discutiendo sobre si se consideraba o no maltrato animal atar

una bola de hilo alrededor del caparazón de Raphael.

—No luches contra mí —le dije en voz baja al oído—. Estás muy fría.

Yo también. Si no te gusta, entonces ve adentro.

Tenía la espalda rígida contra mi pecho. —¿Por qué no vas tú

adentro?

—Lo haré si lo haces.

Murmuró algo muy poco favorecedor en voz baja, pero no se

apartó, mi sonrisa se extendió, y cada segundo que pasaba, sus músculos

se relajaban más. —Esta es probablemente la conversación más estúpida

que he escuchado —dijo, mirando a Jase y Ollie.

—Tengo que estar de acuerdo. —Mi cuerpo reaccionó cuando se

apoyó en mí. No había forma de evitar eso—. La cosa es, que apostaría mil

dólares que cuando llegue a casa esta noche, habrá una cuerda

alrededor de Raphael.

Se rió. —Quiero una foto de eso.

—Estoy seguro de que seré capaz de hacer eso por ti. —Cerré los

ojos, sabiendo que si Ollie o Jase por casualidad miraran, nunca lograría

que lo olviden, pero tenerla en mis brazos era algo demasiado bueno

como para no arriesgarse.

—Aunque espero que no le lleve afuera —dijo en voz baja—. Hace

demasiado frío para el pequeño.

Sorprendido, abrí los ojos e incliné la cabeza hacia un lado. —¿Cómo

sabes eso?

Se encogió de hombros y volvió la cabeza hacia mí, poniendo sus

labios a una distancia besable de los míos. —Raphael es una tortuga rusa,

¿cierto? —Cuando asentí, se mordió el labio inferior y casi gemí—. Estaba

aburrida una noche y lo busqué. Tienen que ser mantenidas en un

ambiente cálido, ¿cierto?

—Cierto. —Por alguna extraña razón, me complació hasta el sinfín

saber que ella había visto eso—. No dejaré que Ollie lo lleve afuera.

Pastelito dejó escapar un pequeño suspiro. —Tengo que ir a clase.

—Yo también.

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—No quiero ir.

Sonreí. —Deberíamos faltar.

—Eres una mala influencia.

—Soy la clase de influencia que necesitas. —Cuando se rió de eso,

me sentí más ligero de alguna manera—. ¿Así que realmente vas a ir a la

fiesta de Halloween?

—Entre tú y Brittany, no veo una manera de salir de eso. —Comenzó

a alejarse, pero apreté mi agarre—. Te dije que iba a ir. Lo haré.

No estaba seguro de creerle. Tenía la sensación de que mañana por

la noche, tendría una excusa por lo que no podría hacerlo, así que no

esperaba que suceda. Avery no había ido a ninguna fiesta desde que

comenzó la universidad, a pesar de que yo sabía que Brittany y Jacob sí.

Suspirando, me solté y retrocedí. Mi clase estaba cerca de Byrd. —

¿Estás segura de que no quieres que te dé un aventón mañana por la

noche?

La cabeza de Ollie giró tan rápido que pensarías que dije nachos. —

Sería un paseo que nunca olvidarías, Avery.

Le lancé una mirada oscura. —Eso no es lo que quise decir.

Sus mejillas se sonrojaron, ya sea de lo que Ollie había dicho o del

frío. —Lo sé. Y está bien. No necesito un aventón, pero voy a estar allí.

Realmente no le creía.

***

Había un montón de ángeles y gatas en tacones altos, hasta el

punto de que tenía un infierno de tiempo de no querer separar a las chicas

en dos grupos: las caídas y las maliciosas.

Brittany, la amiga de Avery, se encontraba en el grupo de las caídas,

su vestido blanco absolutamente sin protección contra el frío de la noche.

Ella estaba con Jacob, que se parecía mucho a Bruno Mars, pero no vi a

Avery.

Lo imaginaba.

Había pasado una buena parte de la noche preguntándome si

realmente se mostraría y si lo hacía, lo que iba a usar. ¿Sería un ángel?

¿Una gata? Realmente estúpido, considerando que tenía mejores cosas

de las que encargarme.

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Irritado, deambulaba de una habitación a otra. La casa se hallaba

llena, permaneciendo en la sala únicamente, y la gente invadía el porche

y el jardín. Si la policía no se presentaba en algún punto de esta noche,

poniendo fin a la fiesta, me sorprendería.

Había demasiadas cosas sucediendo dentro de la casa para mí. La

música sonaba a todo volumen, pero no completamente ahogando los

gritos y risas. Las parejas se encontraban en cada rincón, algunos que

parecían haber olvidado quién era su novio/novia. Solía encantarme esta

escena, pero ahora, hacía que mi piel picara.

Me retiré fuera al garaje con Jase, en medio de un juego malo de

cerveza pong.

—Te ves encantado de estar aquí —dijo Jase, entrecerrando un ojo

mientras sostenía la bola blanca, alineándola con los vasos de plástico.

—No me estoy sintiendo bien esta noche.

—Uh-huh. —Jase rebotó la pelota en un vaso en la primera fila. Los

chicos en el otro lado de la mesa se quejaron—. ¿Eso es porque no has

visto a Pastelito por aquí?

Por qué cometí el error de llamarla así frente a Jase estaba más allá

de mí. No respondí mientas la bola desde el otro lado rebotó justo al lado

de la mesa.

Jase se rió entre dientes. —Aficionados. —Se volvió hacia mí—. ¿Pero

sabes que estoy viendo? A Steph. Y te ha estado buscando.

—¿Y?

—Sólo pensé en compartir ese conocimiento contigo. —Me lanzó la

pelota—. Vamos a patear algunos culos.

Sin otra cosa mejor que hacer y queriendo salir de mi propia cabeza,

me uní al juego. Jase había tenido razón. El grupo al otro lado de nosotros

realmente eran aficionados. En el minuto quince, nuestros rivales se

balanceaban como la mala hierba en el viento.

—Esto es realmente vergonzoso —murmuré, echando un vistazo a

uno de ellos, quien agarraba el final de la mesa para mantenerse a sí

mismo de pie, haciendo sonar los vasos.

Jase sonrió maliciosamente. —Deberían haber sido más inteligentes

antes de desafiarme.

Me reí cruzándome de brazos, pasando una mano por encima de

mis bíceps desnudos. Jase recuperó otro tiro perfecto y los otros estallaron

en maldiciones. Enderezándose, Jase alzó las manos hacia los lados y

luego se detuvo, con los ojos muy abiertos.

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8

Me dio un codazo y bajó la voz. —Bueno, mira quien acaba de

pasar por aquí.

Mis cejas se levantaron mientras seguía su mirada, mirando más allá

de un grupo bailando. El aire salió de mis pulmones. No lo podía creer.

Descrucé los brazos y miré fijamente por un segundo, absolutamente

sorprendido.

Avery sí vino.

Parada junto a Brittany y Jacob, se destacaba y no porque no tenía

un disfraz. Su suéter ajustado de cuello alto y negro revelaba una pequeña

sección de su estómago plano. Era la primera vez que había visto su

estómago. Loco... Mi boca se secó.

Una sonrisa grande y boba estalló en mi cara y dejé mi vaso. Ni

siquiera le dije nada a Jase mientras cruzaba el garaje abarrotado. Jacob

le dijo algo que provocó que sus mejillas se ruborizaran y un segundo más

tarde, la tenía en mis brazos.

Levantándola, me di la vuelta mientras ella apretaba mis hombros. —

Mierda, no puedo creer que en verdad estés aquí.

Sus ojos marrones cálidos se encontraron con los míos. —Te dije que

vendría.

La dejé en el suelo, pero la mantuve cerca. Dios, se veía preciosa

con su pelo cobrizo cayendo en ondas sobre sus hombros, enroscándose

en el oleaje de sus pechos. —¿Cuándo llegaste?

—No sé. No hace mucho.

—¿Por qué no viniste a saludar?

—Estabas ocupado y no quería molestarte.

Había estado mirando mis labios, lo que me había distraído

completamente hasta que esas últimas palabras salieron de su boca.

Incliné la cabeza y mis labios rozaron su oreja cuando hablé. No me perdí

la forma en que se estremeció. —Nunca eres una molestia para mí.

Cuando levanté la cabeza, nuestras miradas colisionaron y se

mantuvieron. La tonalidad de sus ojos se profundizó, casi mezclándose con

sus pupilas. Había una conexión entre nosotros. No había duda de la

electricidad brillando en el espacio pequeño entre nuestros labios. Y

cuando sus labios se separaron, bajé la cabeza, totalmente decidido a

besarla.

—¡Oye, Cam! —gritó Jase, enterrando el momento—. Te toca.

Sonreí con fuerza. —No te vayas lejos.

—Está bien —dijo, sus manos deslizándose lejos.

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9

Acechando al volver a la mesa, le lancé a Jase una mirada asesina.

—Justo a tiempo.

—¿Qué? —Me vio recoger la pelota de Ping Pong—. ¿Interrumpí a

Avery rechazándote?

—Gracioso. —Reboté la pelota, fallando mi objetivo. Maldiciendo,

recogí el vaso—. Vete a la mierda.

Jase dejó escapar una fuerte carcajada y dijo algo, pero mi mirada

se encontró reducida a Avery. Casi no podía verla. Sus amigos

flanqueaban ambos lados y un vaso rojo había terminado en sus manos. En

realidad ella no bebía y, por alguna razón, me alegré de ver eso. Su grupo

fue creciendo y cada cierto tiempo, desaparecía de mi vista,

reapareciendo unos minutos más tarde. Una vez que este estúpido juego

terminara, íbamos a ser ella y yo, sin interrupciones. Y, maldita sea, esta

noche me diría que sí cuando la invitara a salir.

—Viniendo —advirtió Jase.

No me di cuenta de lo que hablaba al principio, pero unos brazos

me rodearon por detrás. Supe de inmediato que no era Avery. No podía

tener tanta suerte.

—¿De qué estás vestido? —preguntó Steph.

—Yo mismo —le dije, dándome la vuelta. Vestía como Caperucita

Roja si hubiera estado en un set porno.

Sonrió, girando el borde de una de sus trenzas. —Eso no es un

verdadero disfraz.

—Somos demasiado impresionantes para usar disfraces —dijo Jase,

mirando a la amiga de Steph.

Desenredé con cuidado los brazos de Steph. —Se ven calientes.

—Lo sé. —Steph soltó risitas—. ¿Podemos unirnos? —preguntó,

señalando con la cabeza el juego.

Jase se hizo a un lado, y sabía por la forma en la que él le prestaba

atención a la amiga de Steph, que no iba a pasar la noche solo.

Mi atención inmediatamente buscó a Pastelito. Me sorprendió por

segunda vez en la noche, cuando vi lo que hacía.

Estaba bailando.

No debería ser un gran problema, pero tenía la sospecha de que lo

que sea que provocó que dejara de bailar profesionalmente, le había

impedido hacerlo en absoluto.

Dios, ella era... no había palabras.

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La canción era rápida, con una gran cantidad de ritmos, y sus

caderas acertaban todos. Aferrándose a la mano de Brittany, las dos

bailaron juntas. Una sonrisa tiró de mis labios cuando Jacob se unió a ellas.

Tenía la cabeza echada hacia atrás, los brazos en alto, y ella se reía.

En ese momento, me di cuenta de que veía un lado muy diferente

de Avery. Uno que nunca había visto, cuando era alegre y

despreocupada, y jodidamente perfecta.

—Un día me voy a casar con esa chica —me oí decir.

Jase se atragantó con la cerveza y se agachó, inhalando

respiraciones profundas. —Mierda.

Sonreí.

Pero de inmediato comenzó a desvanecerse cuando un tipo se

acercaba por detrás de ella, poniendo las manos en sus caderas. Avery

saltó un buen medio metro del suelo mientras miraba por encima del

hombro.

Tony. Ese era su nombre. Un estudiante de primer año que se

acababa de iniciar en la fraternidad de Jase. Había sido parte del primer

grupo que habíamos vencido en el cerveza pong; el que casi se había

caído de bruces en la mesa. No lo conocía, pero no me gustaba. Y seguro

como la mierda no me gustaba lo que hacía con sus caderas.

Avery se torció hacia un lado y Tony se unió a ella como un maldito

pulpo. Era evidente que estaba ebrio y también era obvio que Avery no

quería bailar con él. Cada vez que se apartaba, él la volvía a atraer.

La ira estalló en mis entrañas como perdigones. Comencé a avanzar,

ignorando a Jase cuando me gritó. Me encontraba al otro lado del garaje

cuando Tony deslizó la mano por su estómago.

—¡Déjame ir! —gritó ella.

El vello de mi nuca se levantó ante el verdadero miedo en su voz. Me

apresuré —jodidamente me apresuré— y luego me lancé hacia adelante,

abriéndome paso entre aquellos en el camino. Ni siquiera los veía.

La furia sabía a sangre en mi boca mientras tomaba el brazo de

Avery, apartándola. Su jadeo sobresaltado fue como un trueno en mis

oídos mientras yo empujaba a Tony. El hijo de puta se tambaleó dando

marcha atrás, golpeando la pared.

Estuve sobre él en un santiamén.

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14 Traducido por CrisCras

Corregido por Vanessa VR

Iba a romperle la cara a ese gilipollas. Era tan simple como eso. La

estaba tocando, y era obvio para cualquiera con el cerebro del tamaño

de un guisante, que no quería ser tocada.

Empujando la mano contra su pecho, lo volví a estrellar contra la

pared mientras mi otra mano se curvaba en un puño. —¿Qué demonios,

hombre? ¿Tienes un jodido problema de audición?

—Lo siento. —Tony alzó las manos, temblando—. Sólo estábamos

bailando. No pretendía otra mierda además de eso.

—Cam —lloró Avery.

Volví a empujar a Tony cuando empezó a hablar de nuevo, y Jase

estaba de repente a mi espalda, agarrándome. Tiró de mí para apartarme

y Tony se tambaleó contra la pared.

—Necesitas relajarte, mierda —dijo Jase.

Intenté esquivar el agarre de Jase. —Joder, déjame ir, Jase.

—Joder, no. —Estaba en mi cara, las manos en mi pecho—. No

necesitas esto, ¿recuerdas? Meterte en una pelea es lo último que

jodidamente necesitas en este momento. Así que retrocede.

Mi sangre hervía con la necesidad de estrellar mi puño contra la

cara del tipo, pero Jase… maldita sea, Jase tenía razón. No podía

meterme en una pelea. Mi libertad condicional podría ser revocada y no

podía hacer a mi familia pasar por eso, o a Avery.

Avery.

Di la vuelta. Una multitud se había reunido entre nosotros y ella se

encontraba de pie junto a Brittany, su cara pálida y los ojos brillantes por

las lágrimas contenidas. Empecé a ir hacia ella, pero Jase me bloqueó el

camino.

—Necesitas calmarte antes de hacer nada.

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Ollie apareció a mi lado, empujando una cerveza dentro de mi

mano. —Jase tiene razón, hombre. Avery estará bien, pero tú… —Serio por

una vez en su vida, sacudió la cabeza—. Necesitas relajarte un rato.

Dejé que me empujaran hacia la puerta y cuando alcé la vista no

pude encontrar a Avery en la multitud. Se había ido.

***

Sentado en el borde de la cama en la que dormía Jase cuando se

quedaba en esta casa, saqué el teléfono móvil, enviándole a Avery un

rápido mensaje de texto. Jase cerró la puerta de un portazo, pero lo

ignoré, esperando por una respuesta. No debería haber dejado que me

arrastraran hasta aquí. Ahora mismo, Ollie estaba fuera de la puerta,

montando guardia. Yo debería estar con Avery, asegurándome de que

estaba bien.

—¿Qué demonios te pasa, hombre?

Levanté la mirada hacia Jase. —Ella solía bailar.

Sus cejas se alzaron. —¿Qué demonios? —demandó otra vez—.

¿Qué mierda tiene eso que ver con todo esto?

Dejando caer la cabeza entre mis manos, me encogí de hombros.

No tenía ni idea de qué demonios tenía que ver con nada, pero tenía esta

sensación de que para Avery bailar —para ella hacer eso—, era un gran

asunto.

Jase maldijo mientras se daba la vuelta y luego pivotaba a la

derecha, de nuevo hacia mí. —¿Qué está pasando contigo, Cam? No te

enfadas de esta manera. No te pones furioso por…

—No te atrevas a decir nada más. —Mi barbilla se apretó,

entornando los ojos sobre Jase mientras la furia rugía a través de mí como

un tren de mercancías fuera de control. Me puse de pie de golpe—. Él

estaba tocándola, Jase. Estaba agarrándola y… —Me corté a mí mismo

antes de decir las palabras que no quería decir, las que se formaron en mi

lengua.

—¿Y?

—¿Hablas jodidamente en serio? —Me lancé hacia delante, pero

Jase no dio marcha atrás. Se enfrentó cara a cara conmigo—. ¿Y? ¿Estás

bien con un tipo…?

—Mierda, no, no lo estoy, pero por amor de Dios, Cam, era algún

idiota borracho de primer año, y tú y yo hemos visto situaciones mucho

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peores que esa. —Sus ojos brillaron con un plateado intenso, un signo

seguro de que estaba a punto de perder el control. Bueno. Yo también.

Otra vez—. Y antes de que digas que también has intervenido en esas

situaciones, lo sé. Ambos lo hemos hecho, pero nunca has intentado

arrancarle la cabeza a un tipo.

Tenía un punto. A la mierda el nunca. —Esto es diferente.

—¿Por qué es ella?

La forma en que dijo “ella” hizo que quisiera atravesar la pared con

el puño. —Será mejor que tengas cuidado, hermano, cuando digas tus

próximas palabras.

Sus pupilas se dilataron mientras alzaba las manos. —Mira, Avery

parece una chica encantadora. De verdad, pero la última vez que

comprobé, ustedes dos no se estaban viendo el uno al otro.

—¿Y? —Le lancé sus palabras de vuelta.

Jase pareció como si ahora él quisiera atravesarme con su puño. —

Te ha rechazado, ¿cuántas veces? Y estás actuando como un novio

enfadado y posesivo, y la última cosa que necesitas es meterte en una

pelea. ¿O tengo que recordarte que si lo haces, puedes arruinar tu libertad

condicional e ir a la cárcel? No la cárcel, pero…

—No necesito que me lo recuerdes. —Me di la vuelta, enterrando las

manos en mi pelo—. No lo entiendes.

No respondió inmediatamente. —Tienes razón. No entiendo cómo

está chica te está conduciendo por ahí por tu polla. ¿Has considerado

alguna vez que esté jugando contigo, por alguna jodida razón?

Me volví hacia él, mis manos apretándose en puños. Si no hubiera

sido mi amigo más cercano, el que sacó mi cabeza de mi culo cuando me

hallaba en arresto domiciliario, le habría roto la mandíbula. Tomé varias

respiraciones profundas antes de contestar. —Ella no es así, Jase. Sé que es

duro para ti creerlo. Lo entiendo. Has sido jodido de una manera que ni

siquiera puedo empezar a comprender, pero ella no es así.

Sacudiendo la cabeza, Jase se giró y se apoyó contra la puerta

cerrada. —Eso es lo que cada hombre dice antes de ser realmente jodido.

—Avery es diferente —le dije, sacando mi teléfono. Ninguna

respuesta. Una bola de malestar se formó en mi estómago—. Tú no la

conoces como yo. No la conoces en absoluto.

Se me quedó mirando fijamente mientras se pasaba la palma de la

mano por la barbilla. —No te conozco ahora mismo.

No sabía cómo responder a eso.

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—¿Qué pasa con ella? —preguntó, sonando como si

verdaderamente quisiera entender la atracción que yo apenas

comprendía—. No es como ninguna otra de las chicas con las que has

salido. Es jodidamente extraña como el infierno y callada. Es bonita, pero…

—Es jodidamente hermosa —lo interrumpí, desafiándolo a no estar

de acuerdo.

No lo hizo. —¿Vale la pena esto?

—Sí —dije, mirando mi teléfono otra vez. Todavía nada—. Sí, lo vale, y

necesito asegurarme de que está bien.

—Cam…

—Voy a dejar esta habitación en este jodido segundo y no vas a

detenerme. —Cuando Jase no se movió, maldije entre dientes y me

recordé a mí mismo que sólo hacía esto porque era mi amigo—. No voy a

darle una paliza a nadie. Voy a encontrar a Avery. Eso es todo lo que me

importa ahora mismo.

Jase apartó la mirada, un músculo flexionándose en su mandíbula y

luego sacudió la cabeza. —Estoy seguro de que está bien, Cam.

—Tú no… —Hice una pausa, frotándome un punto del pecho

mientras las paredes blancas parecían desdibujarse. Mi pecho se

contrajo—. No lo entiendes, Jase. Creo… creo que algo le sucedió con

anterioridad.

La comprensión se asentó a través de su rostro y luego dio un paso a

un lado. —Oh, mierda.

—Sí —murmuré, sintiendo esa sensación horrible a lo largo de la

nuca—. Mierda.

***

Mi corazón latía con fuerza mientras bajaba la mirada hacia Brittany.

—¿No la has visto?

—No. —Negó con la cabeza, haciendo que sus alas de ángel

rebotaran—. Después de que entraste con Jase y Ollie, dijo que iba a salir

para tomar algo de aire fresco, pero nunca volvió a entrar.

—Mierda. —Bajé la vista al teléfono mientras presionaba su nombre

otra vez. Saliendo hacia el camino de entrada, maldije otra vez cuando no

hubo respuesta. No había visto a Tony dentro ni en ninguna parte, pero

dudaba que hubiera ido detrás de ella. Jase tenía razón. El tipo era sólo un

idiota borracho, pero eso no me decía dónde estaba Avery.

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Y había buscado en todas partes.

Brittany iba detrás de mí. —No ha respondido mis llamadas ni las de

Jacob. Ni siquiera creo que siga aquí. —Hizo una pausa, apartando el pelo

de su cara—. Voy a ir a su…

—No —dije, apretando mi teléfono—. Yo voy.

—Pero…

—Te haré saber si la encuentro. —Ya empecé a caminar, y luego

corrí hasta donde había aparcado mi camioneta cerca de la curva.

Cerrando la puerta de golpe, encendí el motor y aceleré bajando

por la calle residencial. La inquietud formó una bola helada en el fondo de

mi estómago. El miedo en su voz… había estado aterrorizada cuando Tony

la agarró. El mal presentimiento regresó. Tanto como quería negarlo,

sacarlo de mis pensamientos, no podía hacerlo por más tiempo. Algo le

había sucedido. Qué, para ser exacto, no estaba seguro.

Intenté llamarla de camino a casa, pero como era de esperar, no

hubo respuesta. Mis manos apretaron el volante hasta que mis nudillos se

pusieron blancos. Aparqué en el primer lugar que encontré en University

Heights y atravesé el aparcamiento corriendo. No tenía sentido revisar en

busca de su coche. En la oscuridad, sería como buscar una aguja en un

montón de jodidas agujas.

Mi estómago se encontraba lleno de nudos cuando llegué a nuestro

piso y golpeé su puerta con los nudillos. Si no respondía, patearía la puerta

para entrar, y si no la encontraba aquí, recorrería este maldito condado en

su busca.

Luego la puerta se abrió y Avery apareció allí, con los ojos hinchados

y rojos, máscara de pestañas y lágrimas descendiendo por sus mejillas.

Pero estaba bien.

Estaba bien.

Con el corazón alcanzando mi garganta, entré y envolví mis brazos

alrededor de ella, arrastrándola contra mi pecho. Acercándola, la acuné,

dejando caer mi barbilla en la cima de su cabeza agachada.

No confiaba en mí mismo para hablar al principio, y cuando lo hice,

mis dedos se cerraron en torno a los mechones de su cabello. —Jesucristo,

¿por qué no contestaste tu maldito móvil?

No levantó la cabeza cuando habló. —Dejé mi móvil en el coche,

creo.

—Mierda, Avery. —Me aparté, ahuecando sus mejillas—. He estado

reventando tu teléfono; también lo han hecho Jacob y Brittany.

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—Lo siento, no sabía…

—Has estado llorando. —La ira se alzó otra vez—. Has estado

jodidamente llorando.

—No, no lo he hecho.

—¿Te has mirado en el espejo? —Cuando negó con la cabeza, cerré

la puerta detrás de mí y luego tomé su pequeña mano—. Vamos.

Tragó con fuerza, pero me dejó arrastrarla. La llevé al baño y

encendí la luz. Contuvo un jadeo cuando captó una imagen de su reflejo.

—Oh, Dios… —Nuestras miradas se encontraron en el espejo, y luego dejó

caer la cabeza entre sus manos—. Perfecto, simplemente perfecto.

—No está tan mal, cariño. —El nudo en mi pecho dolió mientras

apartaba las manos de su cara con delicadeza—. Siéntate.

Avery se sentó en la taza del váter cerrada y bajo la mirada a sus

dedos. —¿Qué estás haciendo aquí?

Cogiendo una toalla, la metí bajo el grifo y luego me arrodillé frente

a ella. La incredulidad me impidió hablar en primer lugar. —¿Qué estoy

haciendo aquí? ¿Es una pregunta seria?

—Supongo que no. —No había levantado la mirada

—Mírame. Maldición, Avery, mírame.

Su barbilla se alzó de golpe, con los ojos entrecerrados hasta que

sólo mostraron dos finas rendijas de color marrón oscuro. —¿Feliz?

Mis muelas se agrietaron mientras apretaba la mandíbula. —¿Por

qué vendría aquí? Te fuiste de la fiesta sin decirle una palabra a nadie.

—Le dije a…

—Le dijiste a Brittany que ibas a tomar algo de aire fresco. Eso fue

hace tres horas, Avery. Ellos pensaron que estabas conmigo, pero cuando

me vieron más tarde sabían que no. Después de lo que pasó con ese

cabrón, los asustaste.

Su rostro se ensombreció. —No fue mi intención. Sólo dejé mi móvil en

el coche.

En silencio, pasé la toalla por debajo de sus mejillas, borrando el

estropeado maquillaje. —No necesitabas irte.

—Exageré. El tipo… realmente no había hecho nada malo. Sólo me

sorprendió y exageré. Arruiné la fiesta.

—Tú no arruinaste la fiesta. Y ese hijo de puta no debió haber estado

agarrándote. Joder. Te escuché decir “déjame ir” y sé malditamente bien

que él lo hizo también. Tal vez no debí haber reaccionado tan…

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enérgicamente como lo hice, pero joder. Te estaba agarrando y no me

gustó.

Sus hombros cayeron hacia delante. —No necesitabas venir aquí.

Deberías estar en la fiesta divirtiéndote.

Honestamente, no podía creer que pensara que yo debería estar en

la fiesta mientras ella se encontraba aquí llorando. Me miró, sus rasgos

apretados por la confusión. —Somos amigos, ¿no?

—Sí.

—Esto es lo que los amigos hacen. Están pendientes entre ellos.

Brittany y Jacob habrían venido, pero hice que se quedaran.

—Necesito conseguir mi móvil y llamar…

—Yo le enviaré un mensaje a Brittany. Tengo su número. —Me volví a

sentar, observándola—. El hecho de que no esperaras que alguien viniera

a chequearte es… ni siquiera sé lo que es.

Su boca se abrió, luego sacudió la cabeza y empezó a apartar la

mirada. Coloqué la palma en su mejilla, deteniéndola. Usando mi pulgar,

ahuyenté la última de las lágrimas que habían estado allí. Sus húmedas

pestañas se levantaron, y daría cualquier cosa por recuperar cada una de

las lágrimas que cayeron.

—¿Por qué llorabas? —pregunté—. Espera. ¿Ese hijo de puta te

lastimó? Porque yo voy a…

—¡No! En absoluto.

—Entonces, ¿por qué? —Contuve la respiración mientras ella volvía

la mejilla contra mi palma—. Habla conmigo.

—No lo sé. Supongo que sólo estaba siendo una chica.

Mis cejas se alzaron. —¿Estás segura de que eso es todo?

—Sí —susurró.

Había más, tenía que haberlo, pero ¿cómo podía uno hacer una

pregunta cómo esa? No lo sabía. —¿Estás bien?

Pastelito asintió.

Bajé mi mano, acariciando su labio con mi pulgar por accidente,

pero cuando lo hice, inhaló suavemente. Nuestros ojos se encontraron. La

misma sensación que tuve mientras estábamos en la fiesta, me golpeó en

el pecho. Quería besarla. Quería hacerla olvidar a Tony, y la fiesta, y todas

esas lágrimas. Pero la primera vez que la besara, no quería que probara sus

propias lágrimas.

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Cerrando el espacio entre nosotros, presioné mi frente contra la suya

y dejé salir un cansado suspiro. —Me vuelves jodidamente loco a veces.

—¿Lo siento?

Me aparté, buscando su rostro. —No huyas así de nuevo, ¿de

acuerdo? Estaba muy preocupado cuando no te podía encontrar y nadie

sabía dónde estabas.

Pastelito me miró fijamente y luego se deslizó hacia delante,

presionando un beso en mi mejilla, sorprendiéndome completamente. Mis

ojos se abrieron mientras me echaba hacia atrás, incapaz de apartar la

mirada de ella. Empecé a mandar a la mierda la parte de no besarla

ahora mismo, pero me contuve. —¿Avery?

—¿Cam?

Con toda seriedad, sostuve su mirada. —Sal en una cita conmigo.

Hubo un pequeño segundo de duda donde sus labios se separaron y

dos minúsculas manchas rosas florecieron en sus mejillas, pero luego habló

y al principio pensé que no había oído bien, pero lo hice.

—Sí —dijo.

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15 Traducido por Wen & yure8

Corregido por Gaz Walker

Cuando Brittany me acorraló fuera de la dirección de deportes el

miércoles siguiente, realmente no tenía idea de lo que quería.

—¿Podemos hablar? —preguntó, bajando su capucha rosa neón.

Mechones cortos de su cabello rubio enmarcaban su rostro.

—Seguro. —La guié hasta uno de los bancos vacíos—. ¿Avery está

bien?

Sus labios se ladearon hacia arriba mientras se inclinaba hacia

adelante. El tenue olor de humo persistía en su ropa. En su mano sacó un

encendedor. —Está tan bien como siempre.

Giré mi cabeza hacia ella, frunciendo el ceño. —¿Qué significa eso?

Sus ojos encontraron los míos. —Vamos, Cam. Con tanto que sales

con Avery… —Se apagó, sacudiendo la cabeza con los labios fruncidos—.

De todos modos, ¿me dijo que finalmente te había dicho que si? ¿Que

saldría contigo?

Mi ceño se desvaneció, pero realmente no tenía idea de hacia

dónde iba esta conversación. —Sí, lo hizo. Salimos el sábado en la noche.

—O al menos eso creía—. A menos que ella haya cambiado de opinión y

esté planeando librarse de mí.

Brittany sacudió la cabeza —No. No creo que vaya a librarse.

—¿Crees?

Se rió. —Bueno, realmente nunca se sabe con ella.

—Eso es cierto. —Me detuve girándome hacia ella—. Entonces, dudo

que quisieras confirmarme que ella había dicho que sí.

—No. —Tomó una respiración profunda mientras se echaba hacia

atrás, girando el encendedor azul entre sus dedos—. Voy a ser sincera

contigo, ¿de acuerdo?

—Está bien.

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Miró hacia arriba, sus ojos brillantes aterrizaron en los míos, y luché

contra una sonrisa por la seriedad en su expresión. —A Avery realmente le

gustas. Sé que probablemente no lo muestre, pero le gustas.

Me relajé. —Sé que le gusto.

Arqueó una ceja. —¿Pero a ti realmente te gusta ella? —Otra clase

había terminado y una avalancha de gente caminaba afuera,

bloqueando el viento—. Porque recuerdo cuando estuvimos en la

secundaria y seriamente podrías tener a cualquier chica aquí, pero deseas

a la que te rechazó.

—¿Y? —Doblé mis brazos—. ¿Qué tiene que ver eso?

—¿Será porque es un reto para ti? —preguntó, sin dejar de

mirarme—. Porque si vas a salir con ella porque no es fácil, te juro por Dios,

que voy a lastimarte.

Me eché a reír. —¿Lastimarme?

Sus ojos se estrecharon. —No estoy bromeando.

Luchando por detener la risa, asentí y puse una mirada seria en mi

cara. —Te creo.

—Bien —asintió—. Pero no respondiste a mi pregunta.

Mordí el interior de mi mejilla. —Me gusta, Brittany. No tiene nada que

ver con un reto o ninguna mierda como esa. Y obviamente no soy como

era en la escuela. —Tomé una respiración profunda, dejándola salir

lentamente—. Y sé que ella es… diferente.

Brittany asintió de nuevo sin decir nada más. Una parte de mí se

alegraba de que alguien más hubiese recogido un poco del

comportamiento de Avery, o no habría confiado en ella, pero había otra

parte que era incómoda. Le eché un vistazo. —¿Ella te dijo algo?

—¿Sobre ti?

—No. —Me reí—. ¿Te dijo…? —Todavía, no tenía idea de cómo

hacer esa pregunta. Afortunadamente, Brittany captó qué era lo que no

estaba dispuesto a decir.

—Fue por la forma en la que actuó en la fiesta, así que le pregunté el

otro día. —Brittany se levantó, deslizando el encendedor en el bolsillo de

sus vaqueros. Mi estómago se apretó mientras esperaba. Se apoderó de la

correa de su bolso—. Me dijo que no le había pasado nada.

El aire se detuvo en algún lugar de mi garganta. —¿Le creíste?

Dio un paso atrás y avanzó, bajando su voz. —Me miró sinceramente

a los ojos y dijo que no le había pasado nada. No sé qué creer. ¿Tú?

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—No lo sé, pero eres su amiga, ella te habría dicho. —Esperaba que

ese fuera el caso—. ¿Cierto?

—Supongo —respondió, sonriendo un poco—. Me tengo que ir antes

de que llegue tarde para historia. Yupi.

—Oye. —Me levanté.

Britanny se giró. —¿Qué?

—Eres una buena amiga.

Sonrió mientras extraía un cigarrillo de su bolso. —Lo sé.

***

Una cierta inquietud me tenía tenso. Me puse el suéter negro sobre

mi cabeza y luego fui en busca de mis zapatos. No podía recordar la

última vez que estuve nervioso, pero tenía sentido. ¿Cuántas semanas —

infiernos, meses— me tomó para que Pastelito dijera que sí? Tenía una

razón para estar nervioso.

Me deslicé fuera del apartamento antes de que Ollie pudiese hacer

acto de presencia. Mi corazón golpeaba rápidamente y mi cabeza estaba

demasiado llena para lidiar con cualquier comentario idiota que viniera de

él.

Cuando golpeé la puerta de Pastelito, se abrió casi inmediatamente

y los nervios se convirtieron en algo completamente diferente cuando puse

mis ojos en Avery.

La blusa verde oscuro que llevaba se mezclaba con la hermosura de

su cabello y su complexión. Parte de mí no podía creer y me di cuenta de

que iba a comenzar a alabarla con versos poéticos en mi cabeza. La

presencia constante de la pulsera seguía allí, en su lugar. Mi mirada viajó

por el vaquero ceñido a su piel metido en sus botas negras, deteniéndome

donde se enroscaban las suaves y rojas ondas de sus pechos.

Aclaré mi garganta. —Te ves… real, realmente grandiosa.

Bajó la barbilla mientras entraba en su apartamento. —Gracias. Tú

también.

Sonriendo, me recosté contra la parte posterior del sofá. —¿Estás

lista? ¿Tienes tu chaqueta?

Pastelito se giró, prácticamente lanzándose por el pasillo. Regresó

con un abrigo negro y se dirigió hacia la puerta. Recogí su cartera y se la

entregué.

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—Gracias. —Sus mejillas se sonrojaron y luego sin aliento añadió—:

Lista.

—Todavía no —la calmé, peinando mechones de su cabello hacia

sus hombros, y luego me dediqué a abrochar los botones de su

chaqueta—. Hace frío afuera.

Pastelito me miró mientras continuaba con su abrigo, deslizando los

botones en los agujeros. Mis nudillos rozaban donde su abrigo se alzaba

dulcemente y se estremeció en una forma que me hizo querer acercarla

más.

—Perfecto —murmuré, forzándome a bajar mis manos—. Ahora

estamos listos.

Abrí la puerta y al momento en que entramos en la sala, Ollie

irrumpió desde nuestro apartamento, con el móvil en una mano y

meneando a Raphael en la otra.

¡Qué de…!

—¡Sonríe! —Ollie tomó una foto—. Es como si mis dos hijos fueran al

baile de graduación.

Oh mi dios.

—Pondré esto en mi álbum de recuerdos. ¡Diviértanse! —Sonriendo,

Ollie entró de nuevo en el apartamento, cerrando la puerta tras de sí.

Pastelito me miró. —Umm…

Reí en voz alta. —Oh Dios, eso fue extraño.

—¿Suele hacer eso?

—No. —Puse mi mano en su espalda baja—. Vayámonos de aquí

antes de que intente colarse con nosotros.

Sonrió. —¿Con Raphael?

—Raphael sería bienvenido. Ollie, sin embargo, no lo sería. —Sonreí

mientras llegábamos a los escalones—. La última cosa que quiero es que

estés distraída en nuestra cita.

***

—¿Por qué yo? —espetó Avery, y luego cerró los ojos—. Está bien. No

respondas a eso.

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3

La pequeña vela en la mesa brilló en el espacio entre nosotros.

Hicimos nuestros pedidos al camarero, y Avery había rebotado

nerviosamente de un tema al siguiente mientras mordía el pan.

Lo que había provocado esa pregunta fue la verdad. Le había dicho

que no tenía que preocuparse por impresionarme. Y se quedó mirándome

como si fuera un adicto al crack y había hecho esa pregunta.

No podía creer que hubiese preguntado eso. Algunas veces las

mujeres me dejaban mudo.

El camarero llegó con nuestros pedidos, disuadiéndome por dos

minutos. —Voy a responder a esa pregunta.

Se encogió de hombros. —No tienes que hacerlo.

Recogí mi vaso, mirándola por encima del borde. —No, creo que sí.

—Sé que es una pregunta estúpida para hacer, pero eres hermoso,

Cam. Eres bueno y divertido. Eres inteligente. Te he estado rechazando por

dos meses. Podrías salir con cualquiera, pero estás aquí conmigo.

Una sonrisa tiró de mis labios. —Sí, lo estoy.

—Con la chica que nunca ha estado en una cita antes. —Me miró,

encontrando mi mirada—. Sólo, que no parece real.

—Está bien. Estoy aquí contigo porque quiero estarlo, porque me

gustas. Ah, déjame terminar. Ya te lo he dicho. Eres diferente, de una

buena forma, así que saca esa mirada de tu cara.

Estrechó sus ojos hacia mí.

—Y admitiré que algunas de las veces en las que te invité a salir sabía

que no ibas a decir que sí. Y quizás no siempre fui serio cuando lo hacía,

pero siempre fui serio sobre querer salir contigo. ¿Entiendes eso? Y me

gusta salir contigo. —Puse un trozo de filete en mi boca—. Y oye, creo que

soy un partido bastante malditamente bueno para tu primera cita.

—Oh Dios mío. —Se rió arrugando la piel alrededor de sus ojos—. No

puedo creer que acabes de decir que eres un buen partido.

Me encogí de hombros. —Lo soy. Ahora come tu pollo antes de que

me lo coma yo.

Y lo hizo.

Más importante, finalmente se relajó lo suficiente para disfrutar. ¿No

era ese el punto central de la cita? Me gustaba pensar que sí.

—Así que, ¿qué harás en Acción de Gracias? —pregunté—.

¿Volverás a Texas?

Hizo una mueca. —No.

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—¿No volverás a casa?

Pastelito terminó lo último de su pollo. —Me quedaré aquí. ¿Tú irás a

casa?

—Iré a casa, no estoy seguro exactamente cuándo. —No me

gustaba la idea de que se quede sola—. ¿En serio no irás a casa? Es más

de una semana… Nueve días. Tienes tiempo.

—Mis padres… están de viaje, así que me quedo aquí. —Su mirada

se movió lejos—. ¿Tus padres hacen la gran cena de Acción de Gracias?

—Seh —dije distraídamente.

Cuando llegó la cuenta y nos dirigimos al frío aire nocturno, dejé

caer un brazo sobre su hombro, acercándola mientras caminábamos

atravesando el oscuro estacionamiento. No se resistió, en su lugar se

presionó más cerca.

—¿Tuviste una buena cena? —pregunté una vez dentro de la

camioneta, sacudiendo mis manos juntas y frotándolas.

—Sí. Y gracias por la comida. Quiero decir, la cena. Gracias. —Cerró

los ojos y a pesar de que estaba demasiado oscuro para verla, sabía que

se había sonrojado—. Gracias

—De nada. —Sonreí—. Gracias a ti por aceptar finalmente salir

conmigo.

Me envió una tímida sonrisa, y un reconfortante silencio cayó entre

nosotros, lo que fue bueno.

Mis pensamientos regresaron al hecho de que ella no iba a hacer

nada para Acción de Gracias. Parecía mal y solitario y un centenar de

otras cosas sobre pasar las fiestas sola. Una idea se formó en mi cabeza, la

cual dudaba de que Avery fuera a aceptar, pero tenía que tratar.

Cuando regresamos a la Heights University, nos detuvimos frente a su

puerta y el momento más incómodo en cualquier cita acababa de llegar.

Una parte de mí no podía esperar a ver cómo ella manejaría esto.

Pastelito se giró hacia mí, con la mirada fija en mi pecho mientras

jugueteaba con la correa de su cartera.

—Así que... —Prolongué la palabra, rezando silenciosamente para

que no dijera adiós.

—¿Te gustaría entrar? —preguntó, e hice un golpe de puño interno—

. ¿Por algo de beber? Tengo café o chocolate caliente. No tengo cerveza

ni nada más…

—Chocolate caliente está bien. —Agua del grifo sería suficiente—.

Sólo si tiene el tipo con los pequeños malvaviscos.

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La amplia sonrisa de pastelito hizo algo gracioso en mi pecho. —Los

tengo.

—Entonces enséñame el camino, cariño.

Mientras se dirigía a la cocina, fui a la sala de estar. Ella se unió a mí

en el sofá con dos tazas de chocolate caliente. Se había quitado las botas

y metió los pies debajo de ella. Decidí que no había nadie más lindo que

ella. Nunca.

—Gracias. —Tomé una, viendo la nube de vapor de la parte

superior—. Tengo una pregunta para ti.

—Está bien.

Pequeños malvaviscos empujaron mis labios mientras tomaba un

sorbo. —Así que basada en la experiencia de tu primera cita, ¿te gustaría

salir en una segunda?

Sonrió levemente. —¿Como una segunda en general?

—En general.

—Bueno, esta fue una muy buena primera cita. Si las segundas citas

fueran como esta, entonces supongo que sí.

—Hmm. —La miré detenidamente—. ¿Con cualquiera o…?

Bajó sus pestañas. —No con cualquiera.

—Entonces, ¿tendría que ser con alguien en particular? —pregunté.

—Creo que tendría que serlo.

—Interesante. —Cuando levantó la mirada hacia mí, sus ojos eran

suaves e infinitos—. ¿Tendrá este alguien en particular que esperar otros

dos meses si te pide salir?

Su sonrisa se formó alrededor del borde de su taza. —Depende.

—¿De?

—Mi estado de ánimo.

Me reí. —Prepárate.

—Está bien.

—Voy a invitarte a salir de nuevo, no a cenar, me gusta cambiar

cosas. Es al cine.

Dio unos golpecitos con un dedo en la mejilla. —¿Películas?

—Pero sólo si es en un autocinema, es lo último.

—¿Afuera? —La emoción brillaba en sus ojos.

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—Sí. No te preocupes. Te mantendría en calor.

Negó con la cabeza, sonriendo. —Está bien.

—¿Está bien lo del cine?

Mordiendo el labio inferior entre sus dientes, asintió.

Espera. ¿Qué? ¿Sería así de fácil? —En serio, ¿no me va a tomar otros

dos meses?

Negó con la cabeza.

Me reí entre dientes, sabiendo la parte difícil que me esperaba. —

Está bien. ¿Qué tal el miércoles?

—¿El próximo miércoles? —preguntó.

—Nop.

Se acomodó en el sofá. —¿El siguiente miércoles?

—Sí.

Sus ojos marrones se apretaron mientras fruncía el ceño. —Espera.

Ese es el miércoles antes de Acción de Gracias.

—Así es.

—Cam, ¿no vas a ir a casa?

—Sí.

—¿Cuándo? —preguntó—. ¿Después de las películas, en el medio

de la noche o en la mañana de Acción de Gracias?

—Mira, el autocinema está justo a las afueras de mi ciudad natal. A

unos dieciséis kilómetros.

Avery me miró fijamente, con los ojos muy abiertos. —No lo entiendo.

Bebiendo el resto del chocolate caliente, me puse a un lado y luego

me deslicé otra vez hasta que fue muy poco el espacio que nos separaba.

—Si vas a ir a esta cita conmigo, vas a tener que ir a casa conmigo.

—¿Qué? —Rompió mi tímpano mientras se sentaba con la espalda

recta—. ¿Ir a casa contigo?

Para contener la risa apreté mis labios y asentí.

—¿Hablas en serio?

—Serio, como mi tímpano perforado —le dije—. Ven a casa

conmigo. Vamos a tener diversión.

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—¿Ir a casa contigo? ¿A la casa de tus padres? Básicamente, ¿para

Acción de Gracias? —Asentí y me dio una palmadita en el brazo—. No

seas estúpido, Cam.

—No estoy siendo estúpido. Lo digo en serio. A mis padres no les

importará. —Pensé en lo que me había dicho mi padre—. En realidad,

probablemente estarían felices de ver a alguien que no sea yo. Y a mi

mamá le gusta cocinar demasiada comida. Entre más bocas, mejor.

Siguió mirándome, con la boca abierta.

No pintaba bien. —Podemos salir cuando quieras, pero, obviamente,

antes de la tarde del miércoles. ¿Terminaste el resto de tu chocolate

caliente? —Tomé la taza cuando negó con la cabeza—. Y podemos volver

cuando quieras.

Avery me vio terminarlo. —No puedo ir contigo.

—¿Por qué no?

—Debido a cientos de razones obvias, Cam. Tus padres van a

pensar…

—No van a pensar nada. —Eso era probablemente una mentira,

pero ella no necesitaba saber eso. Suspiré—. Está bien. Míralo de esta

manera. Es mejor que si te sientas en casa, sola, toda la semana. ¿Qué vas

a hacer? ¿Sentarte y leer? Y extrañarme, porque vas a extrañarme. Y

entonces voy a tener que pasar casi todo el tiempo enviándote mensajes

de texto y sentirme mal porque te sientas en casa, sola, y ni siquiera puedes

comer en McDonald’s porque están cerrados en Acción de Gracias.

—No quiero que te sientas mal por mí. No es un gran problema. No

tengo ningún problema en quedarme aquí.

—No quiero que te sientes aquí sola y estás haciendo de esto un

gran problema. Soy un amigo que le pide a una amiga que pase el rato

conmigo durante las vacaciones de Acción de Gracias.

—¡Eres un amigo que acaba de pedirle a una amiga una cita! —

protestó.

Dejé la taza junto a la mía. —Ah, ese es un buen punto.

Recogiendo una almohada, se la acercó a su pecho como un

escudo. —No puedo hacer eso. ¿Visitar a familiares durante las fiestas? Eso

es demasiado…

—¿Rápido?

—Sí. —Asintió frenéticamente—. Demasiado rápido.

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—Bueno, entonces supongo que es una buena cosa que no estemos

viéndonos el uno al otro, porque entonces sí, sería demasiado rápido en

ese caso.

Su cabeza se inclinó hacia un lado. —¿Qué, qué?

Saqué la almohada lejos de ella y la arrojé detrás de mí. —Tú y yo

somos dos amigos que salieron en una cita. Tal vez dos si vienes conmigo.

No estamos saliendo. Sólo somos amigos que tuvieron una cita. Así que

vamos y volvemos a mi casa como amigos.

—No tiene sentido.

—Tiene mucho sentido. Ni siquiera nos hemos besado, Avery. Sólo

somos amigos.

Su mandíbula golpeó el sofá.

—Ven conmigo a casa, Avery. Te prometo que no va a ser

incómodo. Mis padres estarían felices de tenerte. Ven a pasar un buen

rato, y será mejor de lo que iba a terminar aquí. Y nada, absolutamente

nada, esperaré de ti. ¿De acuerdo?

La palabra “no” se formaba fácilmente en sus labios, pero desvió la

mirada mientras se volvía, mirando las tazas vacías en la mesa de café.

Pasó un buen rato y luego se giró hacia mí, sus pestañas elevándose.

Tragó saliva. —¿Tus padres realmente estarán de acuerdo con esto?

No me estaba diciendo que no ahora. Eso era bueno. —He traído

amigos a casa antes.

—¿Chicas? —Cuando negué con la cabeza, juntó sus manos—. ¿Y

tus padres realmente van a pensar que sólo somos amigos?

—¿Por qué podría tener una razón para decirles que no somos novios

si lo fuéramos? Si digo que somos amigos, eso es lo que van a pensar. —Me

encontré con su mirada y contuve la respiración.

—Está bien. Voy a ir a casa contigo —dijo rápidamente—. Esta es

una idea loca.

Por un momento no pude procesar nada más allá del hecho de que

había dicho que sí.

—Es una idea perfecta. —Ya que estaba en un estado de ánimo

maravillosamente agradable...—. Vamos a abrazarnos.

Frunció su ceño. —¿Qué?

—Abrazarnos. Una vez que nos abracemos, no puedes volver atrás.

Avery rodó sus ojos. —Oh, Dios mío, ¿hablas en serio?

—Muy serio.

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Gruñó mientras se levantaba sobre sus rodillas y extendía sus brazos.

—Muy bien, vamos a abrazarnos para sellar nuestro acuerdo antes de que

cambie…

Mis brazos rodearon su cintura y la atraje más cerca. Su pierna se

enredó entre las mías mientras la abrazaba. En cuestión de segundos, su

olor me rodeó. —El trato está sellado, cariño. Acción de Gracias es en

Hamilton.

Murmuró algo casi incoherente cuando levantó la cabeza. Nuestras

bocas se alinearon y la comprensión brilló en su rostro. —Tú...

Sonreí, y sus labios se separaron. —Movimiento suave, ¿no? Te hice

venir hasta aquí. Te tomo la palabra.

—Eres tan malo. —Sus ojos brillaban, y la anticipación aumentó en un

apuro.

—Soy malo en todas las maneras correctas. Tengo que admitir algo.

—Bajando mi cabeza, rocé mis labios sobre su suave mejilla, cerrando

brevemente mis ojos en la dulce sensación que irradiaba de mis labios—.

He mentido antes.

—¿Sobre qué?

Con mucho cuidado, para no enviar sus gritos a las montañas, poco

a poco deslicé mis manos a su espalda baja. —¿Cuando dije que te veías

bien? No estaba siendo completamente honesto.

—¿Crees que no me veo bien?

—No. —Arrastré una mano por su espalda, deteniéndome justo

debajo de su pelo mientras presionaba mi sien contra la suya—. Te ves

hermosa esta noche.

Su suave inhalación me calentó. —Gracias.

Besarla era probablemente empujar mi suerte, pero se encontraba

tan cerca, y ella no se alejaba. Había estado esperando una eternidad

para probar sus labios. Mi corazón estalló, la sangre corriendo caliente a

través de mis venas.

Avery se tensó cuando mis labios se deslizaron sobre el hueco de su

mejilla y luego sus manos se posaron en mis bíceps. Al acercarme a sus

labios, casi podía saborear el toque de chocolate que sabía que iba a

permanecer en ellos. —¿Avery?

—¿Qué?

Mi pulso latía con fuerza en varias partes de mi cuerpo. —Nunca has

sido besada antes, ¿verdad?

—No —susurró.

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—Sólo para que quede claro. Esto no es un beso.

Antes de que pudiera hablar, arrastré mis labios sobre los de ella. Era

apenas un beso, más como un breve conocer y saludar, pero el shock que

viajó a través de mi sistema sacó el aire de mis pulmones.

—Me besaste. —Los dedos de Avery apretaron mis brazos.

—Eso no fue un beso. —Se estremeció cuando mis labios rozaron los

suyos—. ¿Recuerdas? Si nos besamos, entonces eso significa que si vas a mi

casa podría significar algo más serio.

—Oh —suspiró—. Está bien.

—Esto tampoco es un beso.

Le di un beso de verdad esta vez, siguiendo el patrón de sus labios,

aprendiendo la sensación de ellos. Eran tan suaves como creía que lo

serían, absolutamente perfectos contra los míos. Cuando se inclinó hacia

mí, haciendo un pequeño sonido entrecortado, la lujuria impulsada por

algo mucho más profundo chocó contra mí.

Este era su primer beso, yo era su primer beso. Nadie podía quitarnos

eso. Y no importaba lo que pasara dentro de una semana o un mes,

siempre tendríamos esto. Un orgullo masculino primitivo me envolvió.

Cerca, la necesitaba cerca, sentir su cuerpo bajo el mío. La deslicé

sobre su espalda, manteniendo sólo mi boca sobre la de ella, y sus labios se

movieron contra los míos. Me regresaba el beso, unos pequeños besos

torpes, y sin embargo totalmente sexy en su ingenuidad.

Un sonido vino desde lo más profundo de mí y mi cuerpo pidió que

me hundiera en ella, pero me mantuve a mí mismo encima, persuadiendo

sus labios a abrirse. Se estremeció debajo de mí, y me sacudió con una

necesidad que nunca había sentido antes. Su boca se abrió y me deslicé

dentro, golpeando mi lengua sobre la suya, profundizando el beso. Su

espalda se arqueó y cuando sus senos rozaron mi pecho tuve que echar el

freno.

Levantar mi cabeza era la cosa más difícil que había hecho. Parecía

ir contra la naturaleza, aún más difícil cuando un gemido se le escapó

mientras mordisqueaba su labio inferior.

Ella respiraba pesadamente, como yo, con los ojos desenfocados. —

¿Todavía no es un beso?

Sentándome de vuelta, tiré de ella hacia arriba. Mi mirada recorrió su

rostro, buscando cualquier señal de que no hubiera disfrutado del beso. Lo

que encontré fue todo lo contrario. Tenía las mejillas encendidas, los ojos

febriles, y su pecho subía y bajaba rápidamente.

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Pasé la mano entre nosotros, pasando mi pulgar sobre su labio

inferior mientras me inclinaba en él. —No, eso no fue un beso. —Rocé mis

labios sobre los suyos, tragando su dulce suspiro—. Eso fue un buenas

noches.

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16 Traducido por Cat

Corregido por Juli

—¿Una chica?

Miré fijamente al techo de mi dormitorio. —Sí, mamá, una chica.

Hubo una pausa en el otro extremo de la línea. —¿Una mujer?

—Sí.

—¿Una mujer viva y real? —preguntó.

—¿Eso sería lo opuesto a una mujer falsa y muerta?

Mamá se calló. —¿De verdad vas a traer una chica a casa?

Fruncí el ceño. —¿Por qué estás tan sorprendida?

—Nunca traes una chica a casa, Cameron. Tú… espera. ¡Cariño! —

Un murmullo la interrumpió y luego—: ¡Cariño, Cameron va a traer a una

muchacha real y viva a casa para Acción de Gracias! ¿Puedes creerlo?

No. No puedo… ¿Qué...?

—Oh mi Dios —gemí, cerrando fuerte los ojos. Tal vez esto no era una

buena idea.

Su voz se escuchó más cerca al micrófono. —¿Tu padre quiere saber

si su nombre es Avery?

Aplasté la mano sobre mis ojos. —Sí, así es, pero sólo es una amiga.

En serio, mamá. Es sólo una amiga, no actúes como un bicho raro cuando

la conozcas ni comiences a planificar nuestra boda.

—Eso es un insulto. —Resopló—. No comenzaría a planificar tu boda

a no ser que la trajeras a casa para Navidad.

Me reí. —Lo mantendré en mente.

Después de una absurda cantidad de tiempo convenciendo a

mamá y luego a papá que Avery de verdad era sólo una amiga y

forzándome a no cometer el parricidio, colgué el teléfono y lo lancé en la

almohada a mi lado.

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3

Una risa lenta comenzó a cruzar mis labios cuando imaginé a

Pastelito en casa con mis padres.

Risitas chillonas irradiaban desde la sala de estar, mezclándose con

la risa áspera y baja de Ollie. Ni siquiera tuve que adivinar lo qué pasaba

ahí.

Gimiendo, di un tirón a la almohada bajo mi cabeza y la aplasté

sobre mi cara, tratando de ahogar el sonido. Ya era bastante malo que

constantemente estuviera duro. No necesitaba una peli porno amateur en

la sala de estar para masturbarme.

Fui su primer beso.

El orgullo incrementó en mi pecho y otras partes de mi cuerpo

tuvieron la misma reacción, lo cual no ayudaba mucho. Después de

nuestra cita, había pasado la mayor parte de la noche con mi mano firme

alrededor de mi polla. Y prácticamente igual cada noche a partir de

entonces. Estar cerca de ella no lo hizo más fácil, pero no podía estar lejos.

No besarla otra vez me volvía loco.

Una vez que el ruido se calmó un poco en la sala de estar, asomé la

cabeza de debajo de la almohada. Realmente esperaba que

independientemente de lo que Ollie estuviera haciendo con quién sea,

no estuvieran sobre el sillón.

Tenía que sentarme sobre aquella cosa.

Rodando sobre mi lado, agarré mi teléfono. Me dije a mí mismo que

no debería hacerlo, porque la vería mañana cuando fuéramos a mi casa,

pero era un perdedor, así que no pude evitarlo y le mandé un mensaje de

texto.

Hola.

La respuesta fue casi inmediata. Hola tú.

Mis labios se curvaron. ¿Qué stas haciendo?

Leyendo tu mensaje. Hubo una pausa y otro texto llegó. También

estoy adelantando en historia.

Me reí. Nerd.

Idiota.

Descansando sobre mi espalda, le envié otro texto. Admítelo.

¿Qué cosa?

Q stas ansiosa x mañana.

Aproximadamente un minuto pasó, y me senté, frunciendo el ceño.

Finalmente una respuesta llegó. Sí, lo estoy.

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4

¿Q te tomó tanto tiempo? Envié. Vergüenza.

LOL. Lo siento. Me imaginé que te haría sudar.

Sacudiendo la cabeza, balanceé mis piernas fuera de la cama y fui

a la puerta de la habitación, echando un vistazo. La sala se hallaba

oscura, pero no vacía. Dos formas estaban enredadas en una improvisada

cama compuesta por almohadas y mantas. Haciendo una mueca, me

deslicé alrededor de ellos.

Le envié otro mensaje. Toc. Toc.

Escalofríos atravesaron mi pecho desnudo cuando me escapé hacia

el vestíbulo. Mi teléfono sonó y miré abajo. Suspiro. ¿Quién está allí?

Sonriendo abiertamente como un idiota, me apresuré hacia su

puerta, golpeando con mis nudillos. Aproximadamente diez segundos más

tarde, la puerta se abrió de golpe. Avery se encontraba de pie, con el

iPhone en su mano derecha. Tenía la boca abierta, entonces la cerró y

frunció los labios.

Me incliné en su entrada, riendo descaradamente cuando su

mirada fija fue a la deriva sobre mis abdominales y luego mi pecho,

deteniéndose en el tatuaje de sol.

—¡Hola, chica, hola...!

Irrumpió en risas y dio un paso atrás. —Eres... oh Dios mío.

—Soy una bestia sexy, lo sé. De todas formas hay algo que quiero

que admitas.

Poniéndose su chaleco, se quedó mirándome presionando los pies

juntos. —¿Tienes frío?

—Estoy demasiado caliente para tener frío.

Puso los ojos en blanco. —¿Qué es lo que quieres que admita?

Le mostré una rápida sonrisa y me acerqué, moviéndome

velozmente. Su pecho subió considerablemente y sus labios se separaron,

como si anticipara un beso. Al acercarme, la vi agitar las pestañas y el

hambre surgió dentro de mí.

Pero no besé sus labios. Demonios, lo quería más que nada en ese

momento, pero sabía que tenía que tomar las cosas con calma con mi

pequeño Pastelito.

Entonces, la besé en la nariz.

Avery se sacudió hacia atrás, sus ojos se abrieron y una amplia

sonrisa atravesó su rostro. Una risa se le escapó y supe que haría una

tonelada de cosas terribles para oír ese sonido de nuevo.

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5

—Admítelo —dije, con mi voz ronca—. Disfrutaste esto.

Con los ojos moviéndose y las mejillas sonrojadas, inclinó la cabeza

hacia un lado. —Sí.

Sólo después de que volví a mi cama, me di cuenta que la pulsera

que siempre lleva alrededor de su muñeca izquierda no estaba.

***

La chica que se reía tontamente anoche, hoy no se encontraba por

ningún lado. En la última hora de nuestro viaje, había estado

mordisqueando su uña por tanto tiempo que me pregunté si iría más lejos.

—¿Estás seguro de que tus padres están bien con esto? —preguntó

por centésima vez, y asentí por centésima vez—. Y los has llamado y

preguntado, ¿no?

La miré de reojo y no pude evitar tomarle el pelo. —No.

—¡Cam! —gritó.

Me reí. —Estoy bromeando. Relájate, Avery. Les dije el día después

que me dijiste que irías. Saben que vienes y están emocionados por

conocerte.

Me miró airadamente y comenzó a mordisquear su uña del pulgar

otra vez. —Eso no fue gracioso.

—Sí, lo fue.

—Idiota —masculló.

—Nerd.

Un lado de sus labios se curvó hacia arriba. —Perra.

—Oh —silbé—, esas son palabras para pelear. Sigue y daré vuelta a

este camión.

—Suena como una buena idea.

—Estarás desolada y en lágrimas. —La alcancé, separándole la

mano de su boca—. Deja de hacer eso.

—Lo siento. Es un mal hábito.

—Lo es.

Entrelacé mis dedos con los suyos y junté nuestras manos en mi

muslo, sosteniéndola allí.

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6

Para distraerla, comencé a hablar del recital que mi hermana tenía

esta noche. Teresa no estaría en casa hasta mañana por la mañana. El

cambio de tema pareció funcionar.

En verdad, cuando pasamos por las calles estrechas de mi ciudad

natal, me puse nervioso.

No había traído una muchacha a casa desde el instituto, y

francamente, aquellas veces realmente no contaban. No de este modo.

Eché un vistazo a Avery cuando paramos en la luz roja. Ella miraba la

bandera de la Universidad de Virginia Occidental que ondeaba en el

viento, su mano todavía muy bien encajada en la mía.

—¿Estás sobreviviendo? —pregunté, apretando su mano.

—Sip —respondió, dando un apretón a mi mano.

Mi garganta estaba seca cuando llegué al camino privado que

conduce hasta la casa. Por la esquina de mis ojos, miré su reacción.

Sus ojos se ensancharon cuando su mano se deslizó y se inclinó

adelante. Mamá ya había puesto algunas decoraciones navideñas.

Coronas grandes verdes colgaban en la puerta del frente y en las

ventanas del segundo y tercer piso.

Estacioné al lado del garaje y enfrenté a Pastelito riendo

ligeramente. —¿Estás lista?

Un breve destello de pánico que travesó su rostro, hizo que temiera

que saliera corriendo hacia los bosques, pero entonces asintió y salió.

Cuando se volvió para agarrar su bolso, lo tomé.

—Yo puedo cargarlo —dijo.

Eché un vistazo abajo, al bolso que había lanzado sobre mi hombro.

—Yo lo llevo. Además creo que el estampado con flores rosas y azules se

ve increíble en mí.

Se rió nerviosamente. —Es muy halagador en ti.

—Me lo imaginaba.

Esperé que Pastelito caminara adelante de mí y entonces la seguí.

Nos dirigimos bajo el patio cubierto, pasando los muebles de mimbre que

papá todavía no había guardado en su sitio. Miré a Avery, y me estremecí.

—Te ves como si estuvieras a punto de tener un ataque al corazón.

—¿Así de mal?

—Cerca. —Me incliné y metí una hebra de su pelo detrás de su oreja

para mirarla fijamente—. No tienes razón para estar nerviosa, ¿está bien?

Lo prometo.

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7

Su mirada fija parpadeó de mis ojos a mi boca. —Está bien.

El impulso de capturar su boca y probar esa dulzura particularmente

suya era difícil de resistir, pero lo hice. Girando, abrí la puerta y fui recibido

por el olor a manzanas. Mi estómago se quejó. Mejor que sea la tarta lo

que estaba oliendo.

Conduje a una Avery con los ojos muy abiertos entre las mesas de

billar y la mesa de hockey, hacia la escalera. Miraba por todas partes, sin

perderse nada. Esperaba que le gustara lo que vio, lo cual era extraño,

porque nada de esto era mío.

—Este es el hombre de las cavernas —dije, dirigiéndola a la

escalera—. Papá pasa mucho tiempo aquí abajo. Ahí está la mesa de

póker donde patea mi trasero.

Una pequeña sonrisa apareció en sus labios. —Me gusta aquí abajo.

—A mí también. —Vacilé al dar un paso—. Mamá y papá están

arriba probablemente…

Asintió, siguiéndome silenciosamente por la escalera y la sala de

estar. Las revistas se hallaban dispersas a través de la mesa de café. Lo que

significaba que Teresa había estado con sus amigos en algún momento.

—Sala de estar —dije, pasando por un arco—. Y esta es la segunda

sala de estar o alguna habitación en la que nadie se sienta. ¿Quizás es una

sala de estar? ¿Quién sabe? Y este es el comedor formal que nunca

usamos pero tenemos…

—¡Sí usamos el comedor! —gritó mamá—. Quizás una o dos veces al

año, cuando tenemos compañía.

—Y sacamos los “buenos platos” —dije, echando un vistazo a Avery.

Se detuvo al final de la mesita de sala, con el rostro pálido. Me di vuelta,

queriendo hacer esto más fácil para ella, pero no estaba seguro de cómo

hacerlo, y luego mamá entró a la habitación alisándose una hebra de su

cabello en su cola de caballo.

Mamá vino directo a mí, abrazándome antes de que pudiera

moverme. —Ni siquiera sé dónde están los “buenos platos”, Cameron.

Me reí. —Donde sea que estén, probablemente se están

escondiendo de los platos de papel. —Mamá se rió y se retiró, sosteniendo

mis hombros—. Es bueno tenerte en casa. Es bueno tenerte en casa. Tu

padre está empezando a ponerme de los nervios con su charla de ir a

cazar. —Su mirada se dirigió a Avery y su sonrisa se ensanchó—. ¿Y esta

debe ser Avery?

—Oh, Dios, no —dije—. Esta es Candy, mamá.

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Un sonrojo se extendió por sus mejillas cuando se distanció, dejando

caer sus brazos. —Uh, yo...

—Soy Avery —dijo Pastelito, disparándome una mirada fulminante

que me hizo querer besarla—. Lo tenías bien.

Mamá giró y me pegó en el brazo. Mi piel picó. —¡Cameron! Oh Dios

mío, pensé… —Me pegó otra vez, y me reí—. Eres terrible. —Sacudiendo la

cabeza, se volvió a Avery—. Debes ser una joven muy paciente para haber

sobrevivido un viaje con este idiota.

Pastelito parpadeó y luego estalló de risa. Desde luego, se rió de

esto. —No fue tan malo.

—Oh —mamá me miró sobre su hombro—, y está bien educada. Está

bien. Sé que mi hijo es un… chico problemático. Por cierto, puedes

llamarme Dani. Todo el mundo lo hace.

Abrazó a Pastelito antes de que la pobre chica pudiera verlo venir, y

no sé por qué, pero verlas juntas le hizo algo extraño a mi pecho. Mi

corazón comenzó a palpitar cuando Avery pareció ponerse rígida,

envolviendo los brazos alrededor de mi mamá.

—Gracias por dejarme venir —dijo Pastelito.

—No hay problema. Amamos tener compañía. Vamos, vayamos a

conocer al hombre que dice ser mi otra mitad. Y querido Dios, te pido

disculpas de antemano si él empieza a hablarte acerca de la cantidad de

ciervos de ocho puntos que planea cazar este fin de semana.

Miré como mamá tomaba las riendas, dirigiendo a Pastelito por la

casa, y mi corazón todavía golpeaba como un martillo a un clavo

obstinado. Pastelito miró por su hombro, su mirada fija se encontró con la

mía, y sonrió cuando nuestros ojos se encontraron. Le guiñé y...

Y su risa se ensanchó.

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17 Traducido por Jeyly Carstair

Corregido por Karool Shaw

Ver a Avery con mi hermana era doloroso al principio. Pastelito era

casi insoportablemente tímida y mi hermana, Dios la ama, tenía que

llevarla a través de casi todas las conversaciones, tirando de ella poco a

poco. Pero con el tiempo se relajó, hablando con Teresa sobre danza, e

incluso se ofreció a ayudar a mi hermana a arreglarlos puestos para la

cena.

En el momento en que mi papá y yo estuvimos solos, se giró hacia mí

en el sillón, sonriendo un poco. —Es una muy buena chica, Cameron.

—Lo sé.

—Quiero decir, realmente es una buena chica.

Lo miré, arqueando las cejas. —Lo sé.

Papa me observó con atención, esa extraña sonrisa seguía jugando

en sus labios. —¿Alguna vez ha ido a una cita contigo?

Mis labios temblaron. —¿Qué piensas tú?

—Creo conocer la respuesta —Papá echó la cabeza hacia atrás—.

¿Están saliendo?

—No. Lo que dije a ti y a mamá es verdad. No es mi novia. —Hice

una pausa, pensando en la conversación que escuché esta mañana entre

mamá y Avery. La traería a casa para navidad y sería mi novia para

entonces—. Todavía.

Papá parecía que se encontraba a punto de reír, pero no lo hizo. Al

abrir los ojos, giró su cabeza y parecía muerto. —¿Le has contado sobre lo

que ocurrió?

Los músculos de mi estómago se apretaron. Sabía sobre lo que

hablaba, pero no respondí.

Papá suspiró. —Muchacho, sabes cómo me siento acerca de lo que

pasó. ¿Era necesariamente lo que había que hacer? No. Pero si no lo

hubieras hecho, yo lo habría hecho. Pero necesitas decirle si vas en serio

con ella. Los secretos son… bueno, a veces son necesarios y en otras

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matan las cosas antes de que tengan la oportunidad de crecer.

¿Comprendes lo que te digo?

Me hallé asintiendo, pero mi mirada se desvió hacia donde Avery y

mi hermana habían desaparecido, sintiendo nudos de malestar girar en mi

estómago. Sabía que no era el único con secretos.

Estaba a diez segundos de arrebatarle el celular a mi hermana y

lanzarlo a través de la habitación durante la cena de Acción de Gracias.

Me deshice de otro montón de patatas en mi plato. —¿A quién estás

escribiendo mensajes?

Teresa sonrió. —Eso no es de tu incumbencia.

Arqueé una ceja. —Soy tu hermano, es asunto mío. —Hice una

pausa, mirando a través de la mesa—. Mama, deberías decirle a tu hija

que es de mala educación escribir mensajes en la mesa.

Mamá me lanzó una mirada seca. —No le hace daño a nadie.

Bien. Eso no era de ayuda. Empujé a Pastelito con mi rodilla, y no por

primera vez. —Está hiriendo mi alma —murmuré a ella.

Avery rodó los ojos mientras golpeaba mi pierna de regreso.

—Eso es triste. —Teresa dejó caer su teléfono en su regazo—. Así que

Avery, ¿cómo acabaste en West Virginia?

Giró la cuchara a través de la masa de patatas. —Quería ir a algún

lugar diferente. Mi familia es originaria de Ohio, así que West Virginia

parecía un buen lugar para ir.

—Tengo que ser honesta, yo habría elegido Nueva York o Florida o

Virginia O Maryland o… —Miró hacia abajo cuando su teléfono sonó y lo

cogió.

Mis ojos se estrecharon mientras golpeaba la rodilla de Avery.

Curioso por quien mi hermana podría estar charlando, actué como si fuera

a coger pavo, pero fui por el teléfono en su lugar.

—¡Oye! —gritó Teresa—. ¡Devuélvemelo!

Evitando sus acaparadoras manos, me incliné hacia Avery mientras

mi mirada se desviaba a la pantalla. ¿Murphy? ¿Qué carajo? —¿Quién es

Murphy?

—¡No es asunto tuyo! Dios —dijo Teresa, intentando agarrar el

teléfono—. Devuélveme mi teléfono.

—Te lo devolveré cuando me digas quien es Murphy. ¿Un novio?

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Las mejillas rojas eran suficiente respuesta. Por supuesto, no esperaba

que mi hermana se quedara sola para siempre, pero no había tenido nada

serio desde ese imbécil.

Ella golpeó su espalda en su asiento, cruzando los brazos. —Mamá.

—Cam, devuélvele su teléfono —ordenó, y cuando no cedí, su

sonrisa se tensó en una forma que era rara en ella—. Hemos conocido a

Murphy. Es un buen chico, de verdad.

Estaba bastante seguro de que era lo que todo el mundo había

dicho sobre el imbécil.

—Es realmente agradable y me gusta —dijo Teresa en voz baja.

Resoplé. —Eso no es una prueba…

—Él no es Jeremy —interrumpió papá—. Devuélvele su teléfono.

Avery había estado mirando a su plato y cuando su mano se posó

en mi muslo, de repente no pensé en Jeremy, el imbécil ni en el teléfono

de Teresa.

Su mano estaba en mi muslo, tan cerca de donde quería que

estuviera, y en ese momento, llámame lo que quieras, no me importaba

una mierda que fuera la cena de Acción de Gracias. Si sólo deslizaba su

mano un…

Avery me arrebató el celular de mis manos.

Hijo de puta. —Oye, eso no ha sido justo.

Me sonrió mientras se estiraba a mí alrededor, entregándole el

teléfono a Teresa. —Lo siento.

—Gracias —dijo, sonriendo a Pastelito como si fuera el mesías de los

teléfonos celulares.

Le lancé una mirada prometedora antes de girarme hacia Teresa. —

Quiero conocer a ese Murphy.

Mi hermana suspiró pero cedió. —Está bien. Dime cuando.

No tenía ni idea de lo que Pastelito pensaba de ello y no fue hasta

después de que retomamos la conversación, que supe que esta situación

tenía que haber sido extraña para ella. Pensé en lo que dijo papá sobre los

secretos y hoy había tenido muchos momentos para tocar el tema, sin

embargo ninguno de ellos había parecido el adecuado.

¿Cómo le explicas a una chica que le tomó meses salir en una cita

que golpeaste a un adolescente hasta dejarlo en coma? Eso no era algo

que se traía en la cena.

Pero papá tenía razón. Tenía que decírselo.

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Debía hacerlo.

***

Cuando salí de mi habitación esa noche para ir a la de Avery, tenía

toda la intención de hablar con ella. Me sentía como lo hacía cuando solía

jugar futbol, justo antes del comienzo de un juego y mi estómago se

encontraba en algún lugar entre mis rodillas y mi culo.

Cerré la puerta de mi habitación detrás de mí tan silenciosamente

como un maldito ratón en el día de Nochebuena, salté un buen metro

cuando oí mi nombre.

—Cam —susurró Teresa, asomando la cabeza por su puerta varios

metros al final del pasillo—, ¿tienes un segundo?

—Seguro. —Eché un vistazo a la puerta de Pastelito y entonces me

obligué a alejarme de ella—. ¿Qué pasa?

—Únicamente quiero decirte que Murphy no es realmente mi novio.

—Teresa cruzó los brazos a lo largo de su estómago—. Sólo es un buen

amigo y hemos salido en algunas citas, pero no de esa manera.

El alivio me inundó. Quería que Teresa esperara hasta que tuviera

treinta y supiera como manejar un arma cargada antes de que empezara

a salir de nuevo. —Me alegro de oír eso.

Asintió, dejando escapar un pequeño suspiro. —Pero si aún quieres

encontrarte con él, puedo ponerlo en marcha.

—Me gustaría eso. —No hay razón para no exponer el temor de Dios

en un “buen amigo”.

Se balanceó sobre sus talones cubiertos con calcetines mientras me

miraba. —Verdaderamente me gusta Avery, por cierto. Es tan dulce y

bonita. E inteligente, lo que me hace dudar de porque está aquí contigo.

—Lanzó una rápida sonrisa—. Me gusta.

El cambio de tema me calentó. —Lo es. Me alegro de que te guste.

—Bueno, tiene mi sello de aprobación. —Teresa volvió a entrar en su

habitación, haciendo una pausa. Parecía como si quisiera decir algo y

luego negó con la cabeza—. Buenas noches.

Aguardé hasta que estuve casi el cien por ciento seguro que mi

hermana no me atraparía colándome en la habitación de Pastelito, antes

de llamar a su puerta tan silenciosamente como pude y luego abrí la

puerta hasta la mitad.

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3

Todos los pensamientos de tener una noche de confesión se fueron

por la ventana.

Descansando en sus codos, Avery Morgansten era un maldito

espectáculo para la vista. El cabello le caía por los hombros y su rostro se

inclinaba hacia un lado. Había una cualidad traviesa en la mirada que me

envió, parte seductora, parte ingenua. Sabía que no tenía idea de lo

malditamente buena que se veía acostada, lo que la hacía mucho más

caliente.

—Oye —dije.

—Hola —su voz era apenas un susurro.

—Quería darte las buenas noches. —Esa no era la verdad, pero no

conseguía recordar la razón de estar buscándola si no fuera que quería

verla.

Apretó el edredón. —Ya me diste las buenas noches.

—Lo hice. —Me metí en la habitación, cerrando la puerta detrás de

mí. Me sentí atraído por ella como un lápiz por el papel—. Pero no lo hice.

No de la forma en que quiero darte las buenas noches.

Su suave inhalación fue mi perdición, pero igual me dirigí a la cama y

me senté a su lado, sabía que siempre estaría deshecho cerca de ella. Y

no tenía ni una maldita pista.

Mi mirada se desplazó hacia arriba de vuelta a su rostro,

empapándome en sus mejillas ligeramente sonrojadas y labios

entreabiertos, a las suaves olas bajo la fina camisa que llevaba. —Me

alegro de que decidieras venir.

Sus ojos estaban increíblemente abiertos cuando se encontraron con

los míos. —Yo también.

—¿De verdad? —Me incliné sobre ella, poniendo mi mano en el otro

lado de su cadera—. ¿Acabas de admitir eso?

Las comisuras de sus labios se inclinaron hacia arriba. —Sí, en cierto

modo lo hice.

Mi cuerpo siguió, apenas sonreía, atrayéndome hasta que mi parte

superior se cernía sobre ella. —Desearía tener mi teléfono para grabar este

momento.

Su pecho se elevó bruscamente mientras arrastraba su mirada a la

mía. —He… he pasado un tiempo maravilloso.

—Yo también. —Tomé una respiración que no requería—. Entonces,

¿qué crees que vas a hacer para las vacaciones de invierno?

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4

Se humedeció el labio inferior y un rayo salvaje de necesidad se

disparó a través de mí. —No lo sé. Pensé en ir a Washington D.C. uno de los

días. Quiero ver el Smithsonian y el National Mall. Nunca he estado ahí.

—Hmm, eso podría ser divertido. —De mi mente surgían muchas

cosas diferentes, que también lograrían ser divertidas—. Podría ser tu guía

turístico.

Esa sonrisa puso las cosas más interesantes. —Eso… eso sería

divertido.

—Lo sería. —Sin saberlo, me acerqué lo suficiente para que mi aliento

se burlara de su mejilla sonrojada—. Elije una fecha.

—¿Ahora?

—Ahora.

—El dos de enero —dijo de inmediato, y por alguna razón, su rubor se

profundizó—. ¿Estarás disponible entonces?

Mis labios se curvaron hacia arriba. —Estaré disponible siempre que

quieras que lo esté. —Mi corazón dio un vuelco en mi pecho cuando su

sonrisa se extendió, convirtiéndose en una deslumbrante. Sabía que no

había venido aquí para esto, pero iba a besarla. No quería detenerme—.

¿Sabes una cosa, Avery?

—¿Qué?

—¿Recuerdas que acabas de decir que te lo estabas pasando bien?

—incliné la cabeza, así que mi boca estaba inclinada sobre la suya—. Está

a punto de mejorar.

—¿Lo está? —susurró.

Mi nariz rozó la suya. —Oh, sí.

—¿No vas a besarme otra vez?

—Eso es exactamente lo que voy a hacer.

Largas pestañas moteadas con rojo se batieron cuando mis labios

rozaron los suyos. Fue un beso tan dulce, pero era como un trueno en mis

venas. Dejando caer mi peso sobre mi otro brazo, extendí los dedos por su

mejilla mientras le daba un beso en la comisura de sus labios y luego en el

otro lado.

Deslicé mi mano a lo largo de su nuca, probando la piel de su

mandíbula, la carne debajo de su oreja. Una profunda risa retumbó a

través de mí cuando se estremeció. Cuando apreté mis labios debajo de

su oído de nuevo, moviendo mi lengua, hizo un sonido que voló los

pensamientos de mi cabeza.

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—Buenas noches, Avery.

La besé, presionando mis labios en los suyos, trabajando en la unión

de su boca hasta que la abrió, permitiéndome entrar. El sabor de su piel

había desatado un fuego dentro de mí, pero la sensación de su cálida

boca encendió un fuego ardiente. No podía conseguir suficiente de sus

labios, de sus besos, o de los sonidos suaves, entrecortados que hacía.

Gemí mientras deslizaba mi mano por debajo de ella, guiándola

hacia su espalda. Su cuerpo inmediatamente se tensó, y sabía que tenía

que bajar el ritmo. Lo último que quería era asustarla.

Dios, eso era lo último.

Ahuecando su mejilla, la besé suavemente hasta que su cuerpo se

relajó bajo el mío y a continuación, sorprendiéndome demasiado, su

pequeña mano terminó debajo de mi camisa, presionando contra la piel

desnuda de mis abdominales.

Era como ser calificado.

El calor rugió a través de mis venas mientras mi cuerpo se sacudía

por reflejo. El aire perforó desde mis pulmones. ¿Pretendía tocarme? Santo

infierno, podía tocarme. Me aparté, agachándome y tirando mi camisa

sobre mi cabeza.

La boca de Avery se separó cuando su mirada se movió sobre mi

pecho, el tatuaje y en seguida hacia abajo. Era como una caricia, pero

mejor. Mi cuerpo ardía por sentir el suyo.

Tiré del edredón y planté mis manos a cada lado de su cabeza,

enredándolas en su cabello. Una parte primaria se hizo cargo cuando sus

manos se aplastaron sobre la parte inferior de mi estómago. Mi cuerpo

entero se tensó.

Dejé caer mi frente contra la suya. —No tienes ni idea de lo que me

haces.

Arrastró una profunda respiración mientras bajaba mi cuerpo sobre

el suyo. La sensación de su suavidad debajo de mí, tenía mi pulso

acelerado como si hubiera corrido una milla en la arena. Apreté la

mandíbula cerrada mientras se movía debajo de mí, extendiendo sus

piernas y permitiendo que nuestros cuerpos se encontraran.

—Joder —gruñí mientras un temblor me sacudía hasta la medula.

Reclamé sus labios en un beso que quemó mi piel, rodando

lentamente mis caderas contra ella. Con la idea de follarla, el placer rodó

por mi columna. Quería hundirme, perderme por completo en ella. Sus

manos agarraron mis costados mientras me mecía contra ella, siguiendo

un camino detrás de su cuello, a la curva de su pecho y bajando con mi

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mano. Enganché su muslo alrededor de mi cadera, instalándome más

profundo en su contra. Nuestros cuerpos se sacudieron y su dulce, suave

gemido hizo eco en mis pensamientos.

—Me gusta ese sonido. —Empujé mis caderas hacia adelante, y

gimió de nuevo—. Corrección. Amo ese maldito sonido.

No sé lo que era en ella, tal vez era todo, pero nunca se había

sentido tan bien antes, tan fuerte e intenso con nadie más. Ni siquiera la

primera vez cuando había sentido como si hubiera saltado un edificio de

cien pisos.

Mis dedos se enredaron con los suyos mientras su lengua golpeaba la

mía, llevándome a un punto casi doloroso en el que pensé que habría una

buena posibilidad de que me avergonzara a mí mismo. Aún sabiendo eso,

no podía parar. Deslicé mi mano en las suyas, bajo la manga, sobra la

delicada piel y…

Mi mano se calmó mientras mis dedos llegaban a un parche de piel

áspera y elevada. La mitad de mi cerebro se hallaba actualmente en nivel

polla, pero la otra parte tomó el control. Seguí el camino de la piel,

tontamente dándome cuenta que formaba una delgada línea recta por

el centro de la muñeca… la muñeca que siempre cubría con una pulsera.

No. De ninguna manera.

Mi corazón literalmente se detuvo cuando levanté la cabeza,

mirando hacia abajo a su mirada desenfocada.

—¿Cam? —dijo en voz baja, moviéndose debajo de mí.

Giré su brazo por encima y miré. No había duda de la profunda

cicatriz que recorría varios centímetros encima de su vena. Mi pulgar siguió

cuando me di cuenta de que este corte… oh Dios, este corte… había

tenido que ser grave.

Un dolor se formó en mi pecho, fluyendo a través de mis venas. Mis

músculos se tensaron y se formaron nudos. Quería borrar la cicatriz, para

borrar lo que fuera que había causado esto, porque sabía que se lo había

hecho a sí misma.

—¿Avery…? —Mi mirada se movió a la suya, comprendiendo.

Apenas conseguía respirar—. Oh, Avery, ¿qué es esto?

Un par de segundos pasaron cuando me miró, la sangre drenándose

de su cara, y luego arrancó su brazo para liberarlo. Salió trepando de

debajo de mí, tirando de la manga hacia abajo con tanta fuerza que

pensé que había rasgado el brazo de su camisa.

—Avery… —Me volví hacia ella, extendiendo la mano.

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—Por favor —susurró, trepando hasta el final de la cama—. Por favor,

vete.

Mi estómago se hundió, aparté mi mano. —Avery, habla conmigo.

Todo su cuerpo temblaba mientras negaba con la cabeza.

—Avery…

—¡Vete! —Saltó de la cama, dando un paso hacia atrás como un

animal herido, enjaulado—. Sólo vete.

Cada instinto exigía que no saliera, pero la salvaje, horrorizada

mirada en sus ojos era más de lo que podía soportar. Fui a la puerta y

luego me detuve, tratando una vez más. —Avery, podemos hablar…

—Vete —su voz se quebró—, por favor.

Los músculos de mi espalda se tensaron al oír el sonido de su voz rota.

Hice lo que me pidió. No porque yo quisiera, sino porque era lo que ella

quería.

Me fui.

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18 Traducido por Val_17 & katyandrea

Corregido por Victoria Ferris

Al momento en que me di cuenta de que Avery no se encontraba

en su clase de astronomía otra vez, literalmente no podía creerlo. Pero

tenía que ser la verdad. Desde el viaje de regreso de la casa de mis padres

el viernes después de Acción de Gracias, no había oído ni un sonido de

ella. No respondió a mis llamadas o mis mensajes. Las veces que llamé a su

puerta, nunca hubo respuesta a pesar de que su auto se encontraba en el

estacionamiento.

Ni siquiera había abierto la puerta por los huevos.

Cuando el fin de semana llegó otra vez y el siguiente lunes por la

mañana pasó sin Avery estando en astronomía, sabía que ella había

tomado un incompleto.

Un maldito incompleto.

Era una locura que fuera tan lejos para evitarme, ¿por qué? ¿Porque

había visto la cicatriz? No lo entendía y no era estúpido. Era evidente que

le avergonzaba y había hecho todo lo posible para ocultar la cicatriz, pero

no había sido reciente. Era algo que había hecho hace años, así que ¿por

qué se esconde de mí ahora?

Hablé con Brittany e incluso con Jacob, ya que Avery no se presentó

en el Refugio para el almuerzo. Ninguno de los dos sabía qué diablos

sucedía con Avery. No había mencionado la cicatriz. Nunca lo haría, pero

tenía la esperanza de que tuvieran una idea. No tenían ninguna.

Me volvía loco, el silencio y la confusión. Y cuanto más tiempo pasó,

más ácido parecía acumularse en la boca de mi estómago, peor que los

nudos y el dolor que recibía en mi pecho.

A falta de acampar frente a su puerta, había poco que podía hacer,

pero me había decidido a hablar con ella. Y sucedió en el último día de las

finales, al inicio de las vacaciones de invierno. Como un total acosador,

miraba por la ventana delantera, esperando que Ollie regresara con la

pizza, cuando la vi cruzar el estacionamiento con las manos llenas de

alimentos.

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Cuando escuché los suaves pasos en el pasillo, abrí la puerta. Avery

se encontraba delante de la puerta, con el pelo recogido en una

desordenada cola de caballo, y el peso de su equipaje arrastrando sus

hombros hacia abajo. No había duda en mi mente de que trataba de

traspasar la puerta antes de que la viera.

Eso dolió.

Y me molestó como el infierno.

—Avery.

Su espalda se tensó como si hubiera recibido un disparo lleno de

acero. No se dio vuelta o se dirigió a mí, y mientras mi mirada se desvió

hacia ella, pude ver las puntas de sus dedos rosados, estrangulados por las

bolsas que llevaba. Parte del vapor salió de mi ira.

Suspiré. —Déjame ayudarte.

—Ya lo tengo.

—No parece que sea así. —Di un paso más cerca—. Tus dedos se

están poniendo púrpura.

—Estoy bien.

Entró en su apartamento y me disparé hacia adelante. Maldito

infierno que no. No iba a huir de mí.

Tomé una bolsa, y ella tiró como si la hubieran sorprendido. Dejó

caer una bolsa. Los productos se derramaron. —Mierda —murmuró,

agachándose.

Me arrodillé, recogiendo objetos que realmente no veía. Tenía su

cabeza inclinada mientras limpió una botella de acondicionador para el

cabello y levantó su barbilla. Nuestras miradas se encontraron. Sombras

oscuras habían florecido bajo sus ojos, manchas que no habían estado allí

antes. ¿Estaba durmiendo? ¿Qué hacía en ese momento? ¿Me extrañaba

tanto como yo a ella?

Avery miró hacia otro lado mientras me arrebató una caja de

tampones. —Si te ríes, te golpearé en el estómago.

—No me atrevería a reírme.

Tampoco había manera en el infierno de que dejaría ir cualquier

cosa porque me hallaba en ese apartamento y ella iba a hablar conmigo.

Pareciendo sentir que no iba a librarse de mí, suspiró pesadamente,

como si todo el mundo estuviera a punto de derrumbarse sobre ella, y se

dirigió a la cocina.

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Puso las bolsas en el mostrador, arrancando los artículos de ellas. —

No tenías que ayudar, pero gracias. Realmente necesito…

—¿De verdad crees que vas a deshacerte de mí tan fácilmente

ahora que estoy aquí?

—Podía sólo esperarlo. —Cerró la puerta de la nevera.

—Ja. Divertido. —Vi su cabeza hacia atrás en el mostrador—.

Tenemos que hablar.

Apiló las comidas congeladas y se dirigió a la nevera antes de

hablar. —No tenemos que hablar.

—Sí, así es.

—No, no tenemos que hacerlo. —Ni una vez me miró—. Y estoy

ocupada. Como puedes ver, tengo alimentos que sacar y…

—De acuerdo, puedo ayudar. —Caminé hacia adelante, en

dirección al mostrador—. Y podemos hablar mientras te ayudo.

—No necesito tú ayuda.

—Sí, creo que la necesitas.

Dejando la puerta del congelador abierta, se giró hacia mí. Sus ojos

se entrecerraron cuando el aire frío se coló hacia fuera. —¿Qué se supone

que significa eso?

¿De dónde demonios salió eso? —No significa lo piensas que es,

Avery. Jesús. Todo lo que quiero hacer es hablar contigo. Eso es todo lo

que he estado tratando de hacer.

—Obviamente no quiero hablar contigo —espetó, recogiendo un

paquete de carne para hamburguesas y arrojándolo al congelador—. Y tú

todavía estás aquí.

Vaya. La ira pinchó sobre mi piel y me esforcé por mantener el

control de mi temperamento. —Mira, sé que no estás feliz conmigo, pero

tienes que explicarme que te hice para que te enojaras tanto como para

que no me hables o ni siquiera…

—¡No hiciste nada, Cam! Simplemente no quiero hablar contigo. —

Se dio la vuelta, acechando a la puerta principal—. ¿Bien?

—No, no está bien. —La seguí hasta la sala de estar—. No es así

como la gente actúa, Avery. No van y simplemente dejan a una persona o

se esconden de ella. Si hay…

—¿Quieres saber cómo no actúa la gente? —Se estremeció, y por un

momento, no habló—. ¡Las personas tampoco llaman constantemente y

acosan a otros que, obviamente, no quieren verlos! ¿Qué te parece eso?

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—¿Acosarte? ¿Es eso lo que he estado haciendo? —Me reí

roncamente, incapaz de comprender a donde había ido esta

conversación—. ¿Estás bromeando? ¿Qué me preocupe por ti es

acosarte?

Dio un paso hacia atrás, con los ojos abiertos. —No debí haber dicho

eso. No estás acosándome. Sólo... —Se detuvo, alisando las manos en la

parte superior de su cabeza—. No lo sé.

Mi ritmo cardíaco pateó mientras la miraba fijamente. —Esto se trata

de lo que vi, ¿no? —Señalé su brazo—. Avery, puedes…

—No. —Su mano derecha inmediatamente rodeó el brazalete, como

si de alguna manera pudiera ocultar lo que yo ya sabía—. No es eso de lo

que se trata. No se trata de nada. Sólo no quiero hacer esto.

Mi paciencia se estrechó. —¿Hacer qué?

—¡Esto! —Cerró los ojos y cuando se reabrieron, había un fino brillo—.

No quiero hacer esto.

El aire salió de mis pulmones como si me hubieran golpeado. —Por

Dios, mujer, ¡todo lo que estoy tratando de hacer es hablar contigo!

Sacudió la cabeza lentamente. —No hay nada de qué hablar, Cam.

—Avery, vamos... —Empecé a dar un paso hacia ella, pero me

detuve cuando se movió de nuevo, lejos de mí. La mirada que me lanzó

era en parte miedo y en parte confusión, pero era el miedo lo que me hizo

detenerme.

No podía creer lo que veía. No había manera de que estuviera

asustada de mí, pero la expresión en su rostro fue como recibir un disparo

en el corazón con una UZI9.

Esa reacción era asesina. ¿La había herido de alguna manera? La

pregunta fue breve mientras pasó por mis pensamientos y sabía la

respuesta. No la había dañado.

Avery bajó su barbilla y miró hacia otro lado.

Mi paciencia se quebró. —Está bien, ¿sabes qué? No voy a

arrastrarme por carbón ardiendo por esto. A la mierda.

En el momento en que esas palabras salieron de mi boca, una parte

de mí quería recuperarlas. La otra parte de mí quería gritarlas de nuevo

desde la cima de mis pulmones. Me dirigí a la puerta y luego me detuve,

maldiciendo en voz baja. Lo que salió de mi boca me hizo preguntarme si

yo era un masoquista.

9 Es un subfusil de origen israelí, diseñado y fabricado inicialmente por Israel Military

Industries.

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—Mira, me voy a casa por las vacaciones de invierno. Estaré yendo y

viniendo, así que si necesitas algo… —Siguió mirándome como si se hubiera

ido, y me reí de nuevo, notando que todo lo que estaba haciendo era un

total y completo idiota de mí mismo—. Sí, no necesitas nada.

Salí al pasillo y luego mi cuerpo parecía exigir que hiciera un idiota

aun más grande de mí. La miré. Avery no se había movido de su lugar.

—Te vas a quedar aquí, todas las vacaciones, ¿no? —pregunté—.

¿Incluso en Navidad?

Cruzó los brazos alrededor de su pecho y no dijo nada.

Apreté mi mandíbula, impidiéndome decir toda la mierda de cosas

que no ayudarían en esta situación. Pero eso fue todo. Entonces me di

cuenta. No había nada que pudiera ayudar en esta situación. Y no era

como si no lo hubiese intentado. Avery se encontraba allí, en mi vida, en

un momento, y luego se fue al siguiente, como si nunca hubiera estado allí.

Y eso fue todo.

Un estallido de dolor pasó por mi pecho y con una claridad

alarmante, se sentía real. Demasiado real. —Lo que sea —dije con mi voz

ronca—. Ten una buena Navidad, Avery.

Nunca en mi vida he querido dejar mi casa y regresar a mi

apartamento tanto como en Navidad. Normalmente me quedaba hasta

el mismo inicio del semestre de primavera, pero no podía hacerlo con

todas las preguntas.

¿Dónde está Avery?

¿Cómo lo está pasando?

¿Fue a su casa?

Una y otra vez salieron, y me pregunté esas mismas preguntas cientos

de veces durante las vacaciones. No tenía respuestas, y cada vez que

cogí mi teléfono para enviarle un mensaje, me detuve. Ella había dejado

tan claro como era humanamente posible que no quería tener nada que

ver conmigo.

Lo que sea que teníamos, por más breve que fuese, había

terminado.

Mi estado de ánimo era un lugar entre mierda y extremadamente

mierda el día después de Año Nuevo. Recogí mis cosas temprano esa

mañana y salía de mi camioneta cuando Teresa me siguió afuera.

Se detuvo al lado de la parte delantera del camión, tiró su pesado

suéter cerca de su cuerpo mientras el viento azotaba entre la casa y el

garaje. El sueño empañando sus ojos azules. ¿Te vas sin decir adiós?

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3

Me encogí de hombros mientras cerraba la puerta del pasajero.

No quería despertarlos.

Retrocedió cuando doblé por el parachoques. Eso no te detuvo

antes.

No dije nada.

¿Qué pasa contigo, Cam? preguntó.

No sé de qué estás hablando. La miré. ¿No deberías estar

usando zapatos? Hace mucho frío aquí afuera.

Las sandalias son zapatos. Cojeó hacia atrás y adelante,

apretando sus brazos pegados al cuerpo. Y no has contestado a mi

pregunta.

Quitando mi gorra, me pasé la mano por el pelo y luego puse la

gorra de vuelta. Abrí mi boca y no tenía idea de lo que iba a decir, pero

resultó ser ninguna palabra. El vacío en el estómago, el vacío, la sensación

de dolor, habían crecido y ahora latía con tal intensidad, que ya no lo

ignoraba.

Mi hermana levantó la mirada, entrecerrando los ojos, hacia el frío

sol. Es Avery, ¿no es así? No has hablado de ella en absoluto. Y mamá

realmente pensaba que iba a venir a casa contigo desde…

No quiero hablar de esto le interrumpí, y sus ojos se abrieron

como platos. La última cosa que quería pensar era en el hecho de que

Avery había pasado la Navidad Navidad por el amor de Dios sola. No

quería sentirme mal por ella. No quería sentir nada. Mira, lo siento. No

quería estallar contigo. Sólo tengo que volver a la escuela.

¿Para qué? preguntó, frunciendo el ceño. Hay días antes de

que comiencen las clases.

Lo sé. Di un paso hacia adelante, abrazando a mi hermana. Por

un momento, no se movió, y entonces me devolvió el abrazo. Di un paso

atrás y abrí la puerta, miré por encima de mi hombro. Dile a mamá y

papá que los llamaré más tarde.

No respondió de inmediato y luego asintió. Vas a estar bien,

¿cierto?

Me subí a la camioneta mientras solté una breve carcajada. Por

supuesto que estaba bien. No era que Avery y yo tuvimos una larga

historia, no era como si tuviera sentimientos tan fuertes. Mi atracción tenía

que haber sido un capricho, porque era algo nuevo. Ella era algo

diferente. Eso era todo.

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Sí dije, sonriendo de una manera que hizo que mis labios se

sintieran extraños. Estoy bien.

Teresa me miró con una mirada que decía que no me creía en

absoluto, ni yo lo creía.

***

Acababa de salir de la ducha y me puse unos pantalones de

chándal, cuando oí un golpe en la puerta principal. Sabiendo que no

podía ser Ollie porque todavía se encontraba en su casa, esperaba ver

Jase u otra persona cuando abrí la puerta.

Brittany estaba allí, con el pelo rubio recogido en una cola de

caballo y las manos entrelazadas bajo la barbilla. Lo tomé como que

interrumpí su oración o algo así.

Hola dije, incapaz de ocultar mi sorpresa. Me pregunté cómo

sabía cuál era mi apartamento y entonces me acordé de que había

estado aquí una vez antes con Ollie, así como la mitad de la población

femenina en la universidad había estado. ¿Qué pasa?

Tomó su labio inferior mientras miraba atrás, hacia el apartamento

de Avery y nudos se torcieron en mi estómago. Sabía que Avery estaba en

casa. Su coche se encontraba afuera y no había sido sacado desde que

regresé.

Odio molestarte y te ves… um, ocupado. Su mirada profunda se

fijó en mi pecho desnudo, y levantó las cejas. Pero necesito tu ayuda.

Bueno, Avery necesita tu ayuda.

Un fuerte hormigueo se extendió a lo largo de la parte posterior de

mi cuello mientras di un paso adelante. ¿Qué quieres decir con que

Avery necesita mi ayuda?

Está muy enferma. Creo que tiene la gripe explicó en un

apuro. No había estado devolviendo mis llamadas, así que me entré y la

encontré desmayada en la cocina y…

¿Qué? Pasé junto a ella, en dirección a la puerta de Avery.

¿Has llamado a una ambulancia?

No dijo Brittany corriendo detrás de mí. Es sólo la gripe y tengo

que conseguir algunos medicamentos, pero no puedo meterla en su

cama. Es demasiado pesada. Así que esperaba que pudieras llevarla a la

cama y tal vez…

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Realmente ya no escuchaba más. Toda mi atención se centró en

Avery cuando entré en su apartamento. El olor de la enfermedad era

fuerte, demasiado fuerte, podía ver sus piernas vestidas en unos

pantalones de mezclilla y los pies descalzos.

Lanzándome a la cocina, me quedé sin aire. Avery se hallaba

acurrucada de lado, en posición fetal, con la mejilla pegada al suelo. Su

oscuro cabello empapado de sudor, se aferró a un lado de su cara. Cada

pocos segundos, su cuerpo se sacudía y un diminuto gemido entrecortado

salía de ella. La preocupación aumentó con rapidez.

Brittany suspiró. La había sentado antes de irme.

¿Estás segura de que no necesitamos una ambulancia? le

pregunté, arrodillándome. Con cuidado, le recogí los mechones de pelo

húmedo de la cara. Sus pestañas temblaron, pero sus ojos no se abrieron.

Llamé a mi mamá, que es una enfermera. Me dijo que Avery

debería estar bien, siempre y cuando la fiebre disminuya e ingiera fluidos,

pero tengo que conseguir algunos medicamentos.

Me quedaré con ella mientras tú vas.

Brttany dijo algo más, pero no la oí. Sólo era vagamente consciente

de Brittany recogiendo el bolso de la parte posterior del sofá mientras

ponía un brazo por debajo de Avery.

No gimió, retorciéndose hacia el suelo débilmente. Fresco… se

siente bien…

Lo sé, pero no puedes dormir en el suelo. La levanté, haciendo

una mueca cuando su mejilla caliente cayó sobre mi pecho. Dios, estaba

ardiendo. Me volví con ella en mis brazos, dándome cuenta de que

Brittany ya se había ido.

Avery murmuró algo y volvió su rostro, pero las palabras eran

demasiado apagadas y demasiado pastosas para entenderle.

Está bien le dije, porque yo realmente no tenía ni idea de qué

decir. Te vas a sentir mejor al poco tiempo.

No respondió mientras la llevaba de vuelta a su cama. Cuando la

acosté, me senté de nuevo y conseguí un buen vistazo a la camisa que

llevaba. Áreas del material húmedo se aferraban a su piel. Había manchas

que eran sospechosas y me hizo pensar en el hedor de la enfermedad.

Mierda dije.

Miré alrededor de la habitación, encontrando un par de pantalones

de pijama y una camisa de dormir doblada en su tocador. Dándole una

mirada, me hice a la idea.

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Muchas veces desde que conocí a Avery, había imaginado

desnudarla. La propia fantasía de hacerlo me había mantenido despierto

muchas noches. Odiaba tener que admitir que todavía lo hacía, a pesar

de que sabía que nunca iba a suceder, al menos no en la forma en que yo

quería.

Quitarla de su ropa arruinada, pasó más rápido que un ataque al

corazón y fue casi igual de divertido. Sobre todo teniendo en cuenta que

estaba en su mayoría inconsciente y no era más que un peso muerto.

No miré. De acuerdo. Pude haber visto asomar el sujetador de

encaje rosa, pero fue un breve y totalmente inocente accidente.

Una vez que la tuve con ropa limpia, le puse las piernas debajo de la

manta. Fue entonces cuando me di cuenta de la pulsera y recordé que se

la sacaba para dormir. Esperando que estuviera cómoda, la deslicé fuera

de su muñeca y la coloqué en la mesa de noche.

Agarré dos paños del baño y los pasé por agua fría. Cuando regresé,

ella no se había movido, pero contuvo el aliento cuando apreté el paño

en su frente.

No sé cuánto tiempo pasó, pero el primer paño se calentó y lo

reemplacé con el segundo. Avery se volvió hacia un lado, envolviendo su

brazo alrededor mío. Era como si me sostuviera allí, pero la niña se

encontraba en un estado febril y deliraba. Ella no sabía lo que hacía.

Varias veces, murmuró cosas que no podía entender. En un momento,

sonrió, y mi pecho se tensó.

Echo de menos eso dije con voz ronca.

Se movió más cerca, y le pasé la toalla mojada por la mejilla. A

medida que la sonrisa se borró de sus labios, los nudos de mi pecho se

aliviaron.

Brittany regresó, y entre nosotros dos, acordamos meterle los

medicamentos contra la gripe y el agua por la garganta. No fue bonito.

Una Avery enferma era muy desagradable.

Voy a abrir las ventanas y el aire sacará el mal olor. Limpiaré la

cocina y esas cosas. Brittany se dirigió a la puerta. No tienes que

quedarte, ya sabes, si no quieres.

No debería quedarme. Ya había hecho mi buena acción del día, y si

se despertaba y me veía aquí, probablemente me acusaría de ser un

pervertido. Me mordí el interior de la mejilla cuando otro suave gemido

llegó a mis oídos y me volví hacia ella. Debajo del paño ya caliente, su

frente se arrugó por el malestar. Su cuerpo todavía se enroscaba al mío y

tenía un brazo envuelto alrededor de mí.

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Ajustando el paño, yo sabía que no iba a ninguna parte. Me

quedaré.

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19 Traducido por Snowsmily & Eni

Corregido por mariaesperanza.nino

Sólo supe que Avery se sentía mejor porque se había pasado por el

apartamento. No estaba seguro de por qué lo había hecho y no estaba

dispuesto a averiguarlo. Le dije a Ollie que le dijera que no me encontraba

ahí. En un instante poco común de seriedad, me preguntó si hablaba en

serio.

Así era.

La tarde que pasé con ella mientras estuvo enferma no había hecho

una jodida cosa bien para mí. Todo lo que hizo fue mezclar toda la mierda

y no quería lidiar con eso.

Una vez que el semestre comenzó, la vi por todo el campus. Quería

hablar con ella, saber cómo estaba, pero no habría tenido sentido. Al

menos ninguno que yo pudiese ver, pero fue un viernes cuando sucedió,

cuando no pude evitarla.

Cruzaba la calle, dirigiéndome hacia Knutti, cuando escuché mí

nombre gritado en una voz ronca apenas reconocible. Esa fue la razón por

la que me detuve y me giré.

Avery se apresuraba por la colina empinada, tosiendo tan fuerte,

con todo su cuerpo temblando por el esfuerzo. Preocupado, metí mis

manos en mi sudadera para evitarme actuar como algún caballero de

brillante armadura y tirarla entre mis brazos.

Sin aliento, se detuvo frente a mí. Su rostro seguía pálido, pero sus

mejillas estaban sonrojadas. La sombra aún estaba debajo de sus ojos y el

suéter que vestía la envolvía.

—Lo siento —su voz sonaba espantosa—. Necesito un segundo.

—Suenas terrible.

—Sí, es la peste negra y nunca se va. —Aclaró su garganta y luego

tragó antes de elevar la barbilla.

Nuestras miradas se encontraron, y pensé… Creí ver algo en sus ojos.

Un reflejo de lo que yo sentía, pero había una buena oportunidad de que

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la caja de cerveza que bebí anoche todavía siguiera persistente en mis

venas.

Alejé la mirada, tensando mi mandíbula. —Tengo que llegar a clases

¿así qué…?

La mirada de huida cruzó su rostro, pero se quedó frente a mí. —Sólo

quería agradecerte por ayudar a Brit cuando estuve enferma.

Trasladando mi mirada desde la cafetería, todo el camino por la

colina hasta llegar a la calle, respiré profundo. —No fue la gran cosa.

—Lo fue para mí. Así que gracias.

Asentí y le dirigí una mirada. Fue un error. El viento había volado un

mecho de brillante cabello sobre su mejilla y era difícil no atraparlo y

colarlo de nuevo detrás de su oído. —De nada.

—Bueno… —Sus cejas se juntaron.

—Me tengo que ir —dije de nuevo, girándome hacia la entrada

lateral—. Te veré por ahí.

—Lo siento.

Lentamente, me volví. Esa palabras fueron como ser pateado en las

bolas, ¿por qué lo sentía exactamente? Negué con la cabeza. —Yo

también.

Probablemente yo lo lamentaba más que ella.

***

—Estoy comenzando a creer que Ollie está afuera en el

estacionamiento bebiéndose nuestra cerveza —dijo Jase, apoyándose

contra el muro.

Además de mí, Steph asintió en acuerdo. —Bueno, sea quien sea

pensó que era una buena idea enviarlo a Sheetz, él tiene la culpa.

Tenía un punto, pero podríamos haberlo preparado mejor para la

noche de lucha. Nuestro lugar estaba abarrotado como siempre pasaba

con estos eventos.

Steph se inclinó hacia mí, presionando sus pechos contra mi brazo, y

sospeché que no usaba un sostén. ¿No se supone que había venido con

Jase? Deslizando mi gorra al revés, me moví hacia adelante y lo miré.

Se encogió de un hombro y luego se giró hacia Henry mientras una

de las peleas preliminares empezaba. La puerta principal se abrió, dejando

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entrar un estallido de aire helado mientras el canadiense en la pantalla

noqueaba a alguien. La habitación era una mezcla de abucheos y

celebraciones.

—¡Miren lo que me he encontrado! —gritó Ollie.

Lo ignoré mientras los dos luchadores se movían por todo el ring,

pero luego Steph susurró—: Tienes una visita.

Distraídamente, miré a la izquierda y casi miré de nuevo. Mis cejas se

alzaron mientras mis ojos se centraban en unos cálidos ojos marrones.

Avery se encontraba de pie junto a Ollie, apretando una botella de

cerveza contra su pecho. Su cabello estaba recogido y era todo mejillas

rosas y ojos abiertos.

Nunca había estado en mi apartamento. Nunca. Y no podía creer

que estuviera aquí ahora y no tenía idea de por qué, pero verla… bueno,

era como ver el sol después de un día de lluvia.

Sonreí ligeramente. —Hola.

—Hola. —La tonalidad de sus mejillas se profundizó.

Por varios minutos no fui capaz de apartar los ojos de ella y no fui el

único. Varios de los otros chicos, incluyendo a Henry, la evaluaban de la

manera en que los chicos lo hacen cuando había carne fresca en el

edificio.

Obligué mi mirada hacia el televisor, pero era consciente de Ollie

guiándola hacia el sillón reclinable vacío. Mis ojos se enfocaron en la

pantalla, pero todo mi cuerpo y mis pensamientos estaban a mi derecha.

Miles de preguntas cruzaron mi cabeza. Verla en mi apartamento era la

última cosa que hubiera esperado. Fui atrapado completamente con la

guardia baja.

—¿Quieres una cerveza, bebé? —preguntó Steph, rodando una

mano en mi antebrazo.

Negué con la cabeza, centrado en Henry. El maldito lentamente

había hecho su camino hacia donde Avery se sentó. No había nada mal

con el tipo. Seguía repitiéndome eso, pero dijo algo sobre sus calcetines,

comencé a imaginármelo como el próximo asesino en serie.

Avery estaba tomando, demasiado para mi sorpresa, quiero decir

realmente tomando. Chupitos de tequila y al menos dos cervezas, para

alguien que no bebía era una manera infernal para llegar a estar ebrio.

Su suave risa me golpeó justo en el pecho. Mis ojos se estrecharon

mientras Henry sonrió y Avery también.

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—Parece que a tu amiga le agrada Henry —comentó Steph

calladamente—. Interesante combinación.

Mi corazón latió contra mis costillas en protesta. ¿Coqueteaba con

él? Mis manos rodearon mis rodillas mientras Avery reía de nuevo. ¿Qué

mierda? Celos, jodidos ardientes celos, golpearon mis venas con la

consistencia de sumergir mi cabeza en un baño ácido.

Miré a la pantalla y luego Jase asintió en mi dirección, su mirada

moviéndose rápidamente hacia Avery. Bajé la cerveza a la mesa de café

mientras Henry decía—: La suficiente para saber mejor.

Demonios, bien él era jodidamente mayor para ni siquiera estar

pensando lo que sabía que tenía que estar pensado.

—Oye, Henry —lo llamé mientras mi piel se tensaba—. Ven aquí un

segundo.

—Jesús —murmuró Steph, cruzando los brazos mientras se recostaba

en el sofá.

Henry se inclinó hacia abajo cuando le indiqué que se acercara. —

¿Qué pasa, hombre?

—Deja en paz a esa chica —le dije, mi voz baja mientras encontraba

y sostenía la mirada del chico mayor—. Lo digo en serio. Ella no es para ti ni

para nadie en esta habitación.

Las cejas de Henry se levantaron y así también lo hicieron las

esquinas de sus labios. —Mensaje recibido, amigo.

Lo observé dirigirse hacia Jase, y me sentí mucho mejor. No mucho,

porque no podía jodidamente creer que después de todo con Avery, ella

se había aparecido en mi apartamento, y había comenzado a beber y

coquetear con Henry, el Perro Cuernudo. Estaba en jodido estado de

shock.

—Eres totalmente un bloqueador de pollas —dijo Steph, poniendo su

mano en mi brazo otra vez.

—¿Qué? —Me giré hacia ella—. ¿Qué quieres decir?

Puso los ojos en blanco. —Ellos se estaban conociendo y tú bloqueas

pollas.

¿Conociéndose? Mierda eso no iba a pasar justo en frente de mí.

—¿Te parece que me importa una mierda que lo haya detenido?

Steph tiró de su mano hacia atrás, pero, honestamente, ella

tampoco me importaba una mierda en este momento. Avery le sonreía a

Henry. Sus sonrisas eran tan jodidamente escasas y le sonreía a él. No podía

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recordar la última vez que había estado celoso, pero reconocí el amargo

sabor en mi boca. Se mezclaba muy bien con la ira.

Avery me miró y su sonrisa comenzó a desaparecer.

—Esto no está pasando —dije.

Steph me causaba problemas, y no tenía ni idea por qué ella estaba

enojada, pero realmente no me importaba. Poniéndome de pie, me dirigí

sigilosamente a donde se encontraba sentada Avery. Una gran sonrisa,

ancha y ligeramente borracha se extendió a través de su cara.

—¿Vienes conmigo un segundo? —dije incluso sorprendido por como

sonaba mi voz.

Avery saltó de la silla como si alguien le hubiera encendido fuego a

su culo. Se tambaleó hacia un lado. —Guau.

La agarré del brazo, manteniéndola estable. No podía creer que

estuviera así de borracha. —¿Estás bien para caminar?

—Sí. Por supuesto. —Se tropezó conmigo, riéndose con nerviosismo—.

Estoy bien.

Preguntándome exactamente cuántos tragos se había tomado, le di

una sonrisa y una mirada de muerte a Ollie mientras la llevaba a la cocina.

—¿Qué estás haciendo, Avery?

Levantó una botella. —Beber. ¿Qué estás haciendo?

—Eso no es a lo que quiero llegar y lo sabes. ¿Qué estás haciendo?

Hizo una mueca que era algo linda y un poco rara antes de suspirar.

—No estoy haciendo nada, Cam.

—¿No lo estás? —Arqueé una ceja—. Estás borracha.

—¡No lo estoy!

—Típicas últimas palabras de un borracho antes de caer de bruces.

—Eso no ha sucedido…aún.

Negué con la cabeza mientras la agarré del brazo. Necesitábamos

hablar y el hecho de que ella estuviera aquí probablemente significaba

que lo quería. O quería conectar al azar con uno de los chicos de aquí. No

sabía qué, porque quién carajo sabe lo que pasaba en la cabeza de esta

chica, pero nada iba a pasar. Ella iba a llevar su pequeño culo borracho

de vuelta a su apartamento. Cualquiera de estos chicos en la sala amarían

encontrarse entre sus muslos y no sabía exactamente cuan los lejos ella

llegaría. No era su niñera. Mierda, no era nada de ella.

—Um… —dijo, frunciendo el ceño cuando la llevé hasta las escaleras

y cerré la puerta detrás de nosotros. Me miró, confundida.

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Señale la puerta. —Necesitas ir a casa, Avery.

Su boca se abrió mientras me miraba. —¿Hablas en serio?

—Sí. Estoy malditamente enserio. Estás borracha y esa mierda no va

delante de mí.

—¿Qué mierda? —Dio un paso atrás—. Lo siento. Ollie me invitó…

—Sí, y yo voy a patearle el culo más tarde. —Quité mi gorra y pasé

mi mano a través de mi cabello—. Sólo tienes que ir a casa, Avery. Voy a

hablar contigo más tarde.

Avery tragó pesadamente. —Estás enojado conmigo…

—No estoy enojado contigo, Avery. —Estaba enojado con el maldito

mundo en este momento.

Me miró y luego rápidamente apartó la mirada, pero no lo

suficientemente rápido. Vi el brillo repentino en sus ojos. Mierda. Mierda.

Mierda.

—No quiero ir a casa. No hay nadie allí, y yo…

Ese lugar en mi pecho palpitaba. —Voy a venir más tarde y

hablaremos, ¿está bien? Pero vuelve a casa. Por favor, sólo ve a casa.

Su boca se abrió y luego se cerró. —Está bien.

El dolor aumentó. —Avery…

—Está totalmente bien. —Sonrió, pero no era una sonrisa real y

estaba llena de dolor, dolor que yo había puesto allí. Se dio la vuelta y se

arrastró hasta la puerta, y con una maldición en voz baja, regresé a mi

apartamento.

—¿Está todo bien? —preguntó Jase mientras me dirigía a la cocina

por otra cerveza. O tres.

—No. —Desenrosqué la tapa y la tiré en la basura.

Sus cejas oscuras se levantaron. —¿No estás bien porque ella estaba

aquí o porque se fue?

—Hice que se fuera.

Jase me miró a la vez que Ollie entraba en la cocina. Le di un vistazo

al marihuanero. —Debería golpearte en las pelotas.

Ollie no se río de eso. Me dio una mirada nivelada. —¿Acabas de

hacer que esa pobre chica se vaya?

—¿Pobre chica? —escupí.

—Sip, ya sabes, ¿la chica con la que has estado obsesionado desde

agosto? Finalmente vino y la hechas a patadas del apartamento.

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Lo miré fijamente mientras me quitaba la gorra, tirándola en el

mostrador. —¿Estás drogado? No tienes idea de lo que ha estado pasando

entre nosotros.

—Ollie —le advirtió Jase.

—Tienes razón. No sé qué está pasando, pero…

—Cállate, Ollie. —Lo rocé al pasar y me dirigí a la sala.

La pelea principal iba a empezar. Me detuve cerca de la puerta,

dándome cuenta que había dejado mi cerveza en la cocina. Empecé a

volver, pero no me moví. Había hablado en serio cuando le dije a Avery

que volvería y hablaría con ella, pero planeé esperar hasta mañana,

cuando estuviera sobrio, por un lado, y no estuviera jodidamente enojado

por todo. Pero cuando estaba allí de pie, todo lo que podía ver eran las

lágrimas formándose en sus ojos. El mañana no se hallaba demasiado lejos,

pero…

—Ve —escuché decir a Jase detrás de mí.

Yo ya estaba en la puerta.

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20 Traducido por aa.tesares

Corregido por niki26

Una parte de mí no se sorprendió cuando abrí la puerta de su

apartamento después de golpear y descubrí que no estaba allí. Esperar

que Avery me escuchara una sola vez, obviamente, sería pedir

demasiado.

Sin tener idea de dónde pudo haber ido, me acerqué a la ventana

de su sala y miré hacia afuera.

—¿Qué carajo?

Había una ligera forma sentada en la acera, encorvada en el frío.

¿Qué demonios hacía Pastelito? Corrí afuera, haciendo una mueca

cuando el viento levantó el cabello de mi frente.

—Avery —grité. Se sobresaltó, dejando caer la botella de cerveza.

Esta rodó debajo de las inmediaciones de un auto mientras ella se

volteaba hacia mí. Su mirada vidriosa, la cuál no podía culpar por

completo a la cerveza, rompió mis entrañas—. ¿Qué carajos estás

haciendo aquí afuera?

Parpadeó y sus húmedas pestañas se alzaron. —Yo... yo estoy

mirando las estrellas.

—¿Qué? —Me arrodillé a su lado—. Avery, está como a cero grados

aquí afuera. Te vas a enfermar otra vez.

Un hombro se levantó mientras miró hacia otro lado. —¿Qué estás

haciendo tú aquí afuera?

—Estaba buscándote, tú pequeña idiota.

Me miró bruscamente. —¿Discúlpame? Tú estás aquí afuera, así que

también eres un idiota, tú idiota.

Luché con una sonrisa. —Te dije que iba a ir a hablar contigo. Revisé

en tu apartamento primero. Llamé y no me respondiste. La puerta estaba

abierta y entré.

—¿Estuviste dentro de mi apartamento? Eso es como rudo.

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—Seh, te vi sentada aquí por tu ventana.

Hubo una pausa y luego preguntó—: ¿Ya terminó la pelea?

Ya que no parecía que se fuera a levantar en el corto plazo, me

senté a su lado. El frío del cemento congeló mi culo en un nanosegundo.

—No. La pelea principal acaba de comenzar.

—Te la estás perdiendo.

Pasando una mano por mi pelo, dejé escapar un largo suspiro. —

Dios, Avery... —Luché con qué decir. La reacción al verla todavía era

demasiado cruda, demasiado confusa—. ¿Verte esta noche? Estaba

jodidamente sorprendido.

—¿Por Steph?

—¿Qué? —La miré—. No. Jase la invitó.

—Parecía que ella estaba allí por ti.

—Tal vez sí, pero me importa un carajo. —Volviéndome hacia ella,

dejé caer mis manos sobre mis rodillas—. Avery, no me he enrollado con

Steph desde que te conocí. No me he enrollado con nadie desde que te

conocí.

Inhaló profundamente. —Está bien.

—¿Está bien? —Casi me eché a reír y luego la mierda solo se

descargó. —¿Ves? No lo entiendes. Tú jodidamente no lo entiendes. Me

has evitado desde vacaciones de Acción de Gracias. Dejaste la maldita

clase y sé que fue por culpa mía, y cada vez trato de hablar contigo, tú

jodidamente corres de mí.

—Tú no querías hablar conmigo el día que te agradecí por

ayudarme.

La miré fijamente. —Oh, ¿no sé por qué? Quizás porque dejaste

terriblemente claro que no tenías nada que hacer conmigo. ¿Simplemente

apareces aquí esta noche? De forma jodidamente inesperada ¿y te

emborrachas? No lo entiendes.

Se humedeció los labios. —Lo siento. Estoy borracha, un poco, y lo

lamento, porque tienes razón y... estoy divagando.

Dejé escapar una risa breve y ronca. ¿En qué pensaba? —Está bien,

obviamente este no es el momento para esta conversación. Mira, no

quería ser todo un cretino allí dentro, haciendo que te fueras, pero…

—Está bien. Estoy acostumbrada a que la gente no me quiera en sus

fiestas. —Se puso en pie, tambaleándose—. No es gran cosa.

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Mi piel pinchaba con reconocimiento mientras me ponía de pie. —

No es que no te quisiera allí, Avery.

—Um... ¿en serio? —Se rió, pero no había humor—. Me pediste que

me fuera.

—Yo…

—Corrección. —Levantó la mano—. Me dijiste que me fuera.

—Lo hice. Actué como un idiota, pero en primer lugar tú estás en mi

casa, llegas, comienzas a beber y entonces... —Tomé una respiración

profunda—. Henry estaba todo encima y tú estabas riendo…

—¡No estoy interesada en él!

—No se veía así, Avery. Estás borracha y no te quería haciendo algo

de lo que te arrepintieras. No sé qué demonios pasa en tu cabeza la mitad

del tiempo y no tenía ni idea de lo que hacías ahí esta noche, pero nunca

te he visto beber y no sabía lo que ibas a hacer. No quería que alguien se

aprovechara de ti.

—He estado allí, hecho eso. —En el momento en que esas palabras

salieron de su boca, ella apretó los labios.

Una expresión de horror cruzó su cara, y todo, oh Dios, todo comenzó

a tener sentido. —¿Qué? —susurré, y empezó a alejarse. La agarré por los

hombros—. Oh, mierda no. ¿Que acabas de decir?

—No sé lo que dije. ¿Está bien? Estoy borracha, Cam. Duh. ¿Quién

demonios sabe lo que está saliendo de mi boca? Yo no. Realmente no sé

siquiera lo que estoy haciendo aquí afuera.

—Mierda. —Avery... Mis dedos se cerraron alrededor de sus

hombros—. ¿Que no me estás diciendo? ¿Que no me has contado?

—¡Nada! Lo juro. Te lo prometo. Solamente estoy dejando correr a mi

boca, ¿de acuerdo? —Parpadeó furiosamente—. Así que deja de mirarme

como si hubiera algo mal conmigo.

—No te estoy mirando de esa manera, cariño. —Busqué en su rostro

la verdad, la gravedad de lo que le pasó, pero lo único que vi en su

expresión era miedo y desesperación. No quería que curioseara más, y lo

entendí. De todas las personas, comprendí la necesidad de mantener

algunas cosas en secreto, pero lo averiguaría eventualmente.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, y pensé que pronunció la palabra

por favor. Había un montón de mierda entre nosotros. Las cosas que

teníamos que aclarar, pero todo eso podía que esperar.

La atraje hacia mí, envolviendo los brazos a su alrededor con fuerza.

Se tensó por un segundo y luego puso las manos en mis costados mientras

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apretaba la cara contra mi pecho. La sensación de ella vino directamente

a mí.

—Te he extrañado —susurró.

En ese momento, lo que pasó entre nosotros después de haber visto

la cicatriz no importaba. Enterré mi mano en su pelo, presionándola más

cerca. —Te he extrañado, cariño. —Me aferré a ella y la levanté en el aire

y luego hacia abajo, encantado de estar sólo sosteniéndola de nuevo.

Ahuequé sus mejillas, riéndome de la sensación de ella—. Te sientes como

un pequeño cubo de hielo.

—Me siento caliente. —Nuestras miradas se encontraron y sonrió—.

Tus ojos son realmente hermosos, ¿lo sabías?

—Creo que son los chupitos de tequila los que hablan. Vamos,

vamos a llevarte adentro antes que te congeles.

Me incliné, enlazando mis dedos con suyos. Lo último que quería era

que se cayera y rompiera su cuello. Una vez dentro de su cálido

apartamento, sus dedos se contrajeron alrededor de los míos.

—Te estás perdiendo la pelea —dijo.

—Así soy yo. —La llevé al sofá y la tiré hacia abajo—. ¿Cómo te

sientes?

—Bien. —Se pasó las manos sobre sus muslos—. Tus amigos

probablemente deben estar preguntándose dónde estás.

Me eché hacia atrás, encontrando una posición cómoda. —No me

importa.

—¿No te importa?

—Nop.

Una breve sonrisa se dibujó en sus labios mientras se inclinó hacia

delante y luego me miró. No pensaba en ir a ninguna parte. La lucha y los

amigos no eran tan importantes como quién está sentada a mi lado.

Además, me preocupaba un poco su ingesta de alcohol, especialmente

cuando se levantó de un salto y casi se comió la mesa de café.

—Tal vez deberías sentarte, Avery.

—Estoy bien. —Tropezó en la mesa de café—. Así que... ¿qué quieres

hacer? Puedo, um, encender el televisor o poner una película, pero no

tengo ninguna película Supongo que puedo pedir una a…

—Avery, simplemente siéntate por un rato.

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Cogió una almohada y la colocó sobre el sofá. ¿Supongo que iba a

empezar a limpiar la casa? Pero luego se fue a la silla de luna. —¿No crees

que hace calor aquí?

—¿Cuánto has bebido?

—Um... —Su cara se arrugó—. No mucho, ¿tal vez, como dos o tres

tragos de tequila yyy dos cervezas? Creo.

—Oh guau. —Sonreí mientras me deslicé hacia adelante—. ¿Cuándo

fue la última vez que realmente bebiste?

—La noche de Halloween.

Incliné la cabeza hacia un lado. —No te vi beber la noche de

Halloween.

—No esta última noche de Halloween. —De vuelta en sus pies,

comenzó a tirar de las mangas de su suéter—. Fue... hace cinco años.

—Guau. Eso es mucho tiempo. —Oh, esto no iba a terminar bien. Me

puse de pie—. ¿Tienes agua embotellada por aquí?

—En la cocina.

Me dirigí a la nevera, cogí una botella y luego regresé. —Deberías

beber esto. —Cuando tomó la botella, me senté en el borde del sofá—. Así

que lo has hecho, ¿qué? ¿A los catorce? ¿Quince?

—Catorce —susurró, agachando la barbilla.

—Eso es muy joven para estar bebiendo.

Asentando la botella, fijó su cola de caballo. —Sí, ¿no bebías

cuando tenías catorce años?

—Me metí una cerveza o dos a los catorce años, pero ¿creí que tus

padres eran más estrictos?

Rió mientras se dejaba caer en la silla de luna. —No quiero hablar de

ellos o de beber o Halloween.

No hacía falta ser un genio para saber que esas tres cosas estaban

conectadas. Y tampoco hacía falta mucha imaginación para imaginar a

un joven Avery estando demasiado borracha en una fiesta y haciendo

algo que lamentaría más tarde. Por lo menos, esperaba que fuera eso. —

Está bien.

Pastelito me miró un segundo y luego se fue a tratar de quitar el

suéter. Una risa subió a garganta, pero se atascó cuando ella dejó caer su

suéter. Llevaba una camiseta debajo, pero el material era delgado y

exponía una gran cantidad de piel enrojecida. Su nerviosismo parecía ser

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más profundo que un zumbido de cerveza o quizás porque yo estaba aquí

después de toda la mierda entre nosotros.

Se puso de pie de nuevo y empezó a caminar. Cuando se detuvo,

entre la cocina y la sala, cerró los dedos bajo el borde de su camiseta.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté.

No respondió mientras su mirada se encontró con la mía un poco

fuera de foco. No tenía ni idea de lo que pensaba. Realmente nunca tenía

idea, pero se chupaba el labio inferior entre los dientes. La cautela se

instaló en mis huesos. Ella era sin duda…

Avery se quitó su camiseta.

Santa. Mierda.

Inhalé bruscamente. —Avery.

Mierda. Mierda. Mierda. Eso es todo lo que podía pensar mientras

miraba su sujetador negro. La había visto cuando estaba enferma, pero no

había mirado realmente. No como ahora. Sus pechos estaban llenos,

luchando contra las copas de encaje mientras tomaba una respiración

profunda trás otra.

Cuando se apoyó contra la pared y dejó caer los brazos a los

costados, sujeté mi mandíbula mientras respiraba profundamente. Mi

mirada cayó de su rostro, a sus pechos y luego por la línea suave de su

estómago. Los vaqueros le colgaban y su vientre cóncavo alrededor de su

ombligo. La dulce curva de su cintura me rogó que la tocara.

Era evidente que estaba borracha y si yo fuera un buen chico, no

estaría mirándola como si quisiera comérmela, pero no podía apartar la

mirada. No me acordaba de haberme parado, pero me encontraba de

pie y de alguna manera me había rodeado el sofá. El calor se construyó

entre mis piernas, grueso y potente.

—¿Cam? —dijo sin aliento.

Mi cuerpo exigía que me fuera con ella y casi lo hice, pero me

detuve, apretando mis manos. —No lo hagas.

—¿Qué no haga qué?

Cerré los ojos, pero la visión de ella quedó marcada en mi mente. —

Esto, no hagas esto, cariño.

—¿No es eso lo que quieres? —preguntó, el timbre de su voz con

incertidumbre.

Mis ojos se abrieron de golpe. ¿Qué? —No espero eso, Avery.

Contuvo el aliento. —Tú no me deseas.

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¿No la deseaba? Apenas podía recordar un momento en que no la

deseara, por el amor de Dios. Mi polla empujaba contra la cremallera de

mis vaqueros, hinchada al punto de casi reventar. Eso es lo mucho que la

quería.

Pero la mirada de auto-desprecio se había deslizado en su bonita

cara.

Me lancé hacia adelante, golpeando las manos en la pared a cada

lado de su cabeza. Me incliné por lo que quedé a la altura de sus ojos. —

Joder, Avery. ¿Crees que no te deseo? No hay una sola parte de ti que no

desee, ¿entiendes? Quiero estar sobre ti y dentro de ti. Te quiero en la

pared, en el sofá, en tu cama, en mi cama, y en cada lugar de mierda

que me sea posible imaginar, y confía en mí, tengo una gran imaginación

cuando se trata de este tipo de cosas. Así que no vuelvas a dudar de que

te desee. No es sobre eso de lo que se trata.

La confusión se vertió en sus ojos grandes.

Apoyé la frente contra la suya. —Pero no así, nunca así. Estás

borracha, Avery, y cuando estemos juntos, porque estaremos juntos, vas a

tener plena conciencia de todo lo voy a hacerte.

Sostuvo mi mirada y luego cerró los ojos, volviendo la cabeza hacia

un lado, haciendo que nuestra piel se rozara. —Eres un buen tipo, Cam.

—No, no lo soy. —Inhalé su aroma, haciendo una promesa silenciosa

que siempre sería lo que ella necesitaba que fuera—. Sólo soy bueno

contigo.

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21 Traducido por Juli

Corregido por Val_17

Fue aproximadamente una hora después de que cubriera a Avery

con una manta que todo lo que bebió, decidió hacer una reaparición.

Arrojando a un lado la colcha en la que la había envuelto como si

estuviera cubierta de serpientes, ella atravesó la sala, yendo directamente

hacia el baño. La seguí rápidamente, esperando esto, teniendo en cuenta

que generalmente no bebe.

Era terrible.

Sin poder hacer nada más que sostenerle el pelo y frotar su espalda

mientras ella le rezaba al dios de la porcelana, nunca me había sentido

tan impotente. Cuando finalmente terminó, la apoyé contra la bañera y

agarré un trapo húmedo. Fue igual que cuando había estado enferma,

pero esta vez, ella estaba muy consciente.

—¿Te sientes mejor? —le pregunté.

—Un poco. —Cerró los ojos—. Oh Dios, esto es tan vergonzoso.

Me reí entre dientes. —No es nada, cariño.

—Es por eso que te quedaste, ¿verdad? —gimió lastimosamente—.

Sabías que iba a estar enferma y allí estaba yo, quitándome la ropa.

—Shh. —Aparté suavemente los mechones de pelo de su rostro—.

Tan encantador como fue verte vomitar hasta las tripas, no es por eso que

me quedé, y lo sabes.

Sus ojos se cerraron de nuevo. —Porque tú me quieres, ¿pero no

cuando estoy borracha y vomitando por todos lados?

Solté una carcajada. La Avery borracha era divertida. —Sí, lo sé, eso

suena bastante bien.

—Sólo me aseguro de que estamos en la misma página.

—No es así.

Abrió un ojo. —Ja.

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—Pensé que te gustaría. —Moví el paño debajo de su barbilla.

Sonrió ligeramente. —Eres muy... bueno en esto.

—Tuve un montón de práctica. —Dejando la toalla a un lado, agarré

una nueva y empecé todo otra vez—. He estado en esto un buen número

de veces. —Llevé la toalla a su cuello y sobre sus brazos, deseando que mi

mirada permaneciera en su cara y no se desviara a las ondas de sus

pechos tan hermosamente expuestos—. ¿Quieres ir a la cama?

Me miró con los ojos repentinamente amplios.

Sonreí.

—Eres una mal pensada.

—Oh —murmuró, mirando disgustada.

—Sí, oh. —Me volví y cogí un cepillo de dientes. Llenándolo de pasta,

la miré—. Pensé que te gustaría sacar el sabor de tu boca.

—Eres maravilloso —dijo, alcanzándolo.

—Lo sé. —Cuando terminó, me arrodillé de nuevo y bajé la

cremallera de mi sudadera. Sacándomela, agarré el dobladillo de mi

camisa para deslizarla por encima de mi cabeza—. He estado tratando de

conseguir que digas que soy maravilloso desde la primera vez que te

estrellaste contra mí. Si hubiera sabido que todo lo que necesitaba era

entregarte un cepillo de dientes, lo habría hecho hace mucho tiempo. Mi

error.

—No. Fue mi... —Se las arregló para sentarse más derecha—… mi

error, ¿qué estás haciendo?

—No sé dónde están tus ropas. —Lo cual era una mentira. Había

encontrado su ropa antes.

—Ajá.

Sonreí cuando vi su mirada moverse sobre mi pecho, fijándose en mi

tatuaje. —Y pensé que te gustaría quitarte tu ropa.

—Sí —murmuró.

—Así que lo más fácil sería dejar que te preste mi camisa.

Respiró profundamente. —Está bien.

—Entonces estarás más cómoda.

Tenía la sospecha de que ella no escuchaba ni una palabra que

salía de mi boca. No cuando sus ojos se dirigían hacia abajo, haciendo

que mi cuerpo reaccionara.

—Claro —murmuró.

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—No has estado escuchando una sola cosa de lo que he dicho.

—Nuh-uh.

Sonreí mientras estrechaba sus caderas, levantándola en el borde de

la bañera.

—No levantes tus brazos todavía, está bien —le dije. Se quedó quieta

mientras le ponía mi camisa—. Mantén tus brazos hacia abajo. —Solté la

camisa y llevé una mano a su espalda, hábilmente desabrochándole el

sujetador.

—¿Qué estás haciendo? —Su voz era aguda.

Me reí mientras le deslizaba los tirantes por los brazos, pero se

desvaneció cuando ella se estremeció. Creo que estaba siendo riguroso

conmigo mismo, porque quería dejar caer su sujetador y estrecharla entre

mis brazos. —Como he dicho antes, eres una mal pensada. Tu virtud está a

salvo conmigo.

—¿Mi virtud?

La miré a través de mis pestañas. —Por ahora.

—¿Por ahora? —susurró.

Asentí. —Pasa tus brazos por acá.

Obedeció, y enrollé las mangas. Sentándose hacia atrás, un

arrebato de posesión casi me derribó. Me gustaba verla con mi ropa. Me

gustaba mucho. Deslizando mi mano por su brazo, me detuve encima de

la pulsera.

—No… —El pánico llenó su voz cuando desabroché los diminutos

ganchos.

Apreté mis manos, negándome a dejar que apartara el brazo. —Ya

lo he visto, Avery.

—Por favor, no lo hagas. —Su mirada bajó—. Es vergonzoso y no

puedo devolver lo que viste. Ojalá pudiera, pero no puedo.

Mis primeras sospechas finalmente fueron confirmadas. Puse las

manos alrededor de la pulsera y su muñeca. —Es debido a esto, ¿no es

así? ¿Por qué estás asustada de mí? ¿No querías hablar conmigo? ¿Por eso

dejaste de asistir a clases?

Cuando no habló, cerré mis ojos brevemente. —Oh, mi amor. Todos

hemos hecho cosas de la que no estamos orgullosos. Si supieras... —Ahora

no era el momento para eso—. El punto es que no sé por qué lo hiciste.

Sólo espero que cualquiera sea la razón, sea algo que has aceptado. No

pienso menos de ti por ello. Nunca lo hice.

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—Pero te veías tan... —No pudo terminar.

Tomé el brazalete con la otra mano y la puse en el lavabo. —Sólo me

sorprendió y me preocupé. No sabía cuando te hiciste esto y no voy a

preguntar. No en este momento, ¿de acuerdo? Sólo sé que no la tienes

que esconder a mí alrededor. ¿De acuerdo?

Asintió, pero la duda y la desconfianza se vertieron en sus ojos

marrones. Queriendo demostrar que lo que dije era cierto, incliné la

cabeza mientras giraba su brazo mirando hacia arriba y presioné mis labios

sobre la cicatriz. Un estremecimiento sacudió a Avery.

—Acababa de cumplir dieciséis años. —Su voz sonaba tranquila y

terriblemente joven—. Ahí fue cuando lo hice. No sé si realmente tuve la

intención de hacerlo o si sólo quería que alguien... —Negó con la

cabeza—. Es algo que lamento todos los días.

—¿Dieciséis?

—Nunca haría algo así de nuevo. Te lo juro. No soy la misma persona

que era entonces.

—Lo sé. —Puse mi brazo en su pierna, queriendo quitar la mirada

distante y dolorosa que oscurecía sus ojos—. Ahora es el momento de

quitar tus pantalones.

Parpadeó y se echó a reír. —Bien.

La ayudé a levantarse. Mi camisa le llegaba a las rodillas y pensé

que se veía mejor en ella que en mí. Cuando mi mano llegó al botón de

sus vaqueros, golpeó mis manos. —Creo que puedo hacer eso —dijo.

—¿Estás segura? —bromeé—. Porque estoy aquí a tu servicio, y quitar

tus jeans es algo que siento que sería excepcionalmente maravilloso de

hacer.

Sus labios se torcieron. —Estoy segura de que así sería. Ponte tu

chaqueta de nuevo.

Me apoyé en el lavabo, estirando la espalda. —Me gusta cuando

miras.

—Lo recuerdo. —Se volvió y movió el trasero de la manera más

atractiva, quitándose los pantalones.

Apartando la mirada, levanté mi sudadera del suelo. —¿Crees que

estarás bien si nos vamos del baño?

—Eso espero.

Una vez que regresamos a la sala de estar, encontré la aspirina y

agarré otra botella de agua. Después de que la tomó, me senté en el sofá

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y tiré suavemente de su brazo. —Siéntate conmigo. —Cuando intentó

saltar por encima de mis piernas, la detuve—. No. Siéntate conmigo.

Confundida, negó con la cabeza. Me eché hacia atrás y la atraje

hacia abajo. Estuvo completamente tiesa durante un segundo y luego su

cuerpo se derrumbó en mi regazo. Agarré la colcha, arrojándola sobre sus

piernas desnudas.

—Deberías tratar de dormir. —Envolví los brazos alrededor de su

cintura mientras la TV echaba sombras parpadeantes a través de la

habitación—. Ayudará por la mañana.

Pastelito dejó escapar un pequeño suspiro mientras se acurrucaba

contra mi pecho. —¿No te irás?

—No.

—¿En absoluto?

Inclinando la barbilla hacia abajo, rocé los labios sobre su frente. —

No voy a ninguna parte. Estaré aquí cuando despiertes, cariño. Te lo

prometo.

Me desperté a la mañana siguiente de la misma manera que había

quedado dormido. Avery seguía acurrucada en mi regazo, pero estaba

despierta y se mantuvo contoneándose. Gemí, apretando los brazos a su

alrededor cuando su cadera se apretó contra mi erección.

—Lo siento —le dije—. Es por la mañana, y estás sentada sobre mí.

Una combinación destinada a derribar a cualquier hombre.

Abrí los ojos a tiempo para ver un leve rubor sobre las mejillas de

Pastelito. Moví una mano hacia su cadera, mirándola con expresión

soñolienta con los ojos pesadamente caídos.

—¿Quieres que me baje de ti? —preguntó.

—Infiernos, no. —Deslicé la otra mano por su espalda, entrelazando

mis dedos por su pelo suave—. Joder, absolutamente no.

Sonrió. —Está bien.

—Por fin, creo que en realidad estamos de acuerdo con algo.

Inclinando la cabeza hacia un lado, me estudió por un largo

momento. —¿Realmente, realmente anoche ocurrió?

Sonreí. —Depende de lo que crees que pasó.

—¿Me quité la camisa para ti?

Ante la mención de eso, mi mirada cayó. Las puntas endurecidas de

sus pechos eran claramente visibles. —Sí. Momento encantador.

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—¿Y me rechazaste?

Mi mano se desvió a un lado de su muslo. —Sólo porque nuestra

primera vez juntos no iba a ser cuando estuvieras borracha.

—¿Nuestra primera vez juntos?

Sonreí perezosamente. —Ajá.

Se volvió de un bonito tono de rosa. —Estás muy confiado acerca de

que va a haber una primera vez entre nosotros.

—Lo estoy. —Me apoyé en el cojín, observándola mientras movía mi

mano arriba y abajo, desde su cadera hasta el muslo.

—Hablamos, ¿no? —Se miró la muñeca desnuda—. ¿Te dije cuando

me hice esto?

—Sí.

Sus pestañas se levantaron. —¿Y no crees que sea una puta

delirante?

—Bueno...

Me inmovilizó con una mirada seria.

Sonreí mientras llevaba mi otra mano hasta su nuca. —¿Quieres

saber lo que pienso?

—Depende.

Dirigí su cabeza hacia abajo para que nuestros labios casi se

tocaran. —Creo que tenemos que hablar.

—Tenemos que hacerlo —susurró.

Pero cuanto más se acercaba en mi regazo, era menos probable

que habláramos. Le agarré las caderas y la levanté, dejándola caer sobre

el sofá a mi lado.

—Creí que teníamos que hablar —dijo mientras me ponía de pie.

—Tenemos. Ya vuelvo.

La confusión se vertió en su expresión.

—Quédate ahí, ¿de acuerdo? —Me moví hacia la puerta—. No te

muevas de ese lugar. No pienses en nada. Sólo siéntate ahí y ya vuelvo.

Apoyó la barbilla en la parte trasera del sofá. —Está bien.

—Lo digo en serio, no pienses en nada. —Abrí la puerta—. No en el

último par de minutos, o anoche. No en el último mes. O lo que viene a

continuación. Sólo siéntate ahí.

—Está bien —susurró—. Te lo prometo.

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Sostuve su mirada por un momento y una vez que estuve seguro de

que no iba a encerrarse en su habitación, me apresuré hasta mi

apartamento. Estaba silencioso, pero había un par de tacones al lado del

sofá. Sonriendo, me lavé los dientes rápidamente y luego tomé los

elementos necesarios de la cocina. Me tomó unos cinco minutos y cuando

regresé a su apartamento, se encontraba donde la dejé.

Su mirada cayó a lo que yo tenía en mis manos y sonrió. —Huevos.

Trajiste huevos.

—Y mi sartén. —Usando la cadera, le di un empujón a la puerta para

cerrarla—. Y me lavé los dientes.

—No te pusiste una camisa.

Le lancé una mirada. —Sabía que rompería tu corazón por no ser

capaz de verme sin camisa.

Cuando puse los huevos en la encimera, escuché un chillido

ahogado y me volví hacia la puerta. —Avery, ¿qué demonios estás

haciendo?

—Nada —fue su respuesta.

Sonreí para mis adentros mientras me volvía hacia la encimera. —

Entonces saca tu culo de ahí. —Cuando oí que sus pies tocaron el suelo,

fruncí el ceño—. Y no te atrevas a cambiarte —hice una pausa—, porque

me gusta mucho verte en mi ropa.

—Bueno, si lo pones así... —Apareció en la puerta.

—¿Qué? —Miré por encima del hombro—. ¿Tanto extrañaste mis

huevos?

Parpadeó lentamente. —No pensé que te tendría en mi cocina

preparando huevos otra vez.

Esas palabras me afectaron más de lo que ella sabía. Ajusté los

controles de la cocina. —¿Me extrañabas tanto?

—Sí.

Me volví hacia ella, pasándome una mano por el pelo. —Te he

echado de menos.

Pastelito inhaló profundamente. —Quiero decir, que lo siento por

cómo me comporté cuando... bueno, cuando viste mi cicatriz. Nunca dejo

que nadie la vea. —Se movió hacia adelante, succionándose el labio

inferior—. Sé que no es una excusa para haber sido una terrible perra,

pero…

—Voy a aceptar tus disculpas con una condición. —Crucé los brazos.

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—Cualquier cosa —dijo apasionadamente.

—Confía en mí.

—Confío en ti, Cam.

—No, no lo haces. —Me acerqué a la mesa y saqué una silla—. Toma

asiento.

Una vez que se sentó y se ajustó la camisa prestada, volví a la cocina

y rompí un huevo. —Si confiaras en mí, no habrías reaccionado de la

manera en que lo hiciste. Y no estoy juzgándote o cualquiera de esa clase

de mierda. Tienes que confiar en que no voy a ser un idiota o alucinar

sobre ese tipo de cosas. Tienes que confiar en que me preocupo bastante

por ti.

Ante el sonido de su suave inhalación, me volví hacia ella. —Hay

muchas cosas que no sé sobre ti y espero que podamos arreglar eso. No te

voy a presionar, pero no puedes dejarme fuera, ¿bien? Tienes que confiar

en mí.

Su mirada se encontró con la mía. —Confío en ti. Voy a confiar en ti.

—Acepto tus disculpas.

Terminé de preparar los huevos y volví a la mesa con jugo de naranja

antes de que abordara el tema en cuestión. —Entonces, ¿a dónde vamos

desde aquí? Dime lo que quieres.

Se detuvo con un tenedor lleno de huevos revueltos. —¿Lo que

quiero?

—De mí. —Llevé un huevo entero a la boca—. ¿Qué quieres de mí?

Pastelito se echó hacia atrás, colocando el tenedor en el plato.

Abrió la boca y luego cuadró los hombros. —A ti.

Mi pecho se contrajo y por un momento no pude hablar. —¿A mí?

—Te quiero a ti —dijo, ruborizándose—. Obviamente, yo nunca he

estado en una relación, y ni siquiera sé si eso es lo que tú quieres. Tal vez no

es…

—Sí, lo es.

—¿En serio? —preguntó.

Me reí entre dientes, sintiéndome más ligero de lo que me he sentido

en semanas mientras recogía otro huevo. —Suenas tan sorprendida, como

si no lo pudieras creer. Es realmente algo adorable. Por favor, continúa.

—¿Por favor, continúa...? —Negó con la cabeza—. Quiero estar

contigo.

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Mordí el huevo lentamente. —Esa es la segunda cosa en la que

estamos de acuerdo esta mañana.

—¿Quieres estar conmigo?

Mis labios se curvaron hacia arriba. —He querido estar contigo desde

la primera vez que me rechazaste. He estado esperando a que entraras en

razón. Así que, si vamos a hacer esto, hay algunas reglas básicas.

—¿Reglas?

Asintiendo, pelé el tercer huevo. —No hay tantas. No me dejes fuera.

Es sólo tú y yo, y nadie más. Y finalmente, que sigas viéndote tan sexy en

mis camisas.

Su risa salió de ella, profunda y real. —Creo que todas son realizables.

—Bien. —Me pregunté si veía que mis manos temblaban mientras

pelaba el último huevo.

—Nunca he hecho nada de esto antes, Cam. Y no soy fácil de tratar

todo el tiempo. Lo sé. No puedo prometer que será fácil para ti.

—Divertido, nada en la vida es fácil. —Una vez que terminé la leche,

había acabado de hablar por ahora. Necesitaba decirle lo que pasó hace

tres años y lo que tenía que hacer todos los viernes por la noche, pero eso

podía esperar. Necesitaba hacer lo que quise hacer desde la noche de

Acción de Gracias.

Me puse de pie y fui a su lado. Tomando sus manos, la puse de pie y

envolví los brazos alrededor de su cintura. Bajé la cabeza, rozando mis

labios en su mejilla. —Lo digo en serio acerca de ti, Avery. Si me quieres de

verdad, me tienes.

Pastelito presionó las manos contra mi pecho. —Te quiero de verdad.

—Es bueno saberlo. —Incliné mis labios sobre los de ella—. Porque si

no, esto sería bastante incómodo.

Se rió, pero el sonido se perdió cuando apreté mi boca en la suya. El

contacto se sintió bien, tan necesario como respirar. El beso fue suave y

lento, pero cuando deslizó las manos en mi pelo, profundicé el beso,

dándole lo que en silencio me pidió. Mis labios se deslizaron sobre los suyos,

una y otra vez, incitando y empujando, y luego persuadiéndolos a abrirse

con mi lengua.

Su gemido prendió fuego mi sangre y ella sabía a jugo y algo mucho

más dulce. Mis manos cayeron a sus caderas y la atraje hacia mí y la

levanté. La sorpresa me invadió cuando envolvió mi cintura con las

piernas. Presioné su espalda contra la pared, encajando nuestros cuerpos.

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Besarla era todo lo que había planeado, pero la sensación de sus

pechos tocando el mío y su centro caliente contra mí, fue mi perdición.

Estaba perdido en ella. Pastelito era tímida e inocente en muchas cosas,

pero también era muy apasionada y su respuesta era natural y muy

seductora.

Gemí cuando inclinó sus caderas, presionándose contra mí en su

forma maravillosamente ingenua. Sus dedos se apretaron en mi pelo

mientras retenía mi boca en la suya. Estaba tan duro que el trozo de ropa

cubriendo entre sus muslos no era una barrera suficiente. No quería nada

más que tomarla allí mismo, contra la pared, y yo dudaba de que ella

hubiera protestado, pero no estaba bien.

Con esfuerzo, levanté mi boca. —Tengo que irme.

Sus manos se deslizaron hacia abajo a mis mejillas. —¿Te vas ahora?

—No soy un santo, cariño. —Mi voz era profunda y áspera por el

deseo—. Así que si no me voy ahora, no me iré por un tiempo.

Se estremeció, y mi cuerpo se tensó. —¿Y si no quiero que te vayas?

—Mierda. —Agarré sus muslos, cerrando brevemente los ojos—. Estás

haciéndome muy difícil ser el buen chico que me dijiste que era anoche.

Sus labios rozaron mi mejilla. —No estoy borracha.

Riendo suavemente, presioné mi frente con la suya. —Sí, puedo ver

eso, y si bien la idea de tomarte ahora mismo, contra la pared, es suficiente

para hacerme perder el control, quiero que sepas que lo digo en serio. No

eres una conquista de una sola noche. No eres una amiga con beneficios.

Eres más que eso para mí.

Sus ojos se cerraron mientras su pecho subía contra el mío. —Bueno,

eso fue... realmente una especie de cosa perfecta.

—Soy realmente una especie de cosa perfecta —bromeé,

desenredando sus piernas y poniéndola de pie—. Todo el mundo lo sabe.

No eres más que un poco lenta para entenderlo.

Se echó a reír, iluminando sus ojos. —¿Qué vas a hacer?

—Tomar una ducha fría.

—¿En serio?

—Sí.

Otra carcajada brotó de ella. —¿Vas a volver?

—Siempre. —La besé tiernamente, vertiendo lo que sentía en ese

rápido y demasiado breve beso.

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—Está bien. —Su sonrisa se extendió en su rostro y fue la cosa más

preciosa que había visto—. Voy a esperar por ti.

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22 Traducido por Tsuki & SofiaG

Corregido por Daenerys ツ

—¿No vienes ésta noche, ¿verdad? —preguntó Jase, su voz era

apenas audible sobre la música descomunal.

Deslicé mis pies en mis zapatos, mientras sostenía mi celular entre la

mejilla y el hombro.

—Nah. Voy a llevar a Avery a cenar. Creo que si regresamos…

—No necesitas explicarte. No te culpo. —Parecía aburrido, no

conmigo, sino con toda la escena. Se produjo una pausa—. Tu chica no

parece ser del tipo de los que están en la escena de la fiesta.

Me colgué en la frase “tu chica” y una punzada de orgullo pasó a

través de mí por algo más que probablemente un segundo.

—Sí, no lo creo.

Jase se rió suavemente. —Te ha convertido en un hombre nuevo,

¿no es así?

Sonreí mientras cogía las llaves. Jase podría estar en lo cierto. Desde

que conocí a Avery en agosto, muchos de mis hábitos cambiaron, más

aún durante las semanas siguientes a la noche de la pelea.

—Algo por el estilo.

—Bueno, diviértanse. No la dejes embarazada.

Una carcajada brotó de mí. —Jase, hombre, vamos…

Se rió de nuevo. —Estoy bromeando.

Rodando los ojos, me despedí de él y me dirigí a lo de Avery.

Tuvimos una cena rápida en Martinsburg y luego nos dirigimos de

nuevo a su apartamento. Hice una parada rápida y cogí a Raphael,

haciéndole dar vueltas por la cocina de Avery por un rato. El pequeño

necesitaba su ejercicio después de todo. Y Pastelito parecía disfrutarlo, lo

levantaba y le daba la vuelta en la otra dirección, por lo que arrastró su

camino de ida y vuelta entre nosotros. Esto no era algo que pensé que

haría algún sábado por la noche, pero no estaba aburrido o deseaba

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estar en otro sitio. A decir verdad, tenía más diversión haciendo esto, que

la que jamás tuve en alguna fiesta de fraternidad.

—Es un terrario —la corregí cuando dijo que su hábitat era un

acuario—. Y tiene una mecedora para terrario. Le conseguí una nueva

para su cumpleaños.

—¿Sabes cuándo es su cumpleaños? —Sonrió.

—Sip. 26 de Julio. —Hablando de eso—: ¿Cuándo es tu cumpleaños?

—Uh, tienes tiempo hasta que tengas que preocuparte por eso. —

Cruzó los tobillos—. ¿Cuándo es el tuyo?

—15 de Junio. —Yo no me daría por vencido—. ¿Cuándo es el tuyo,

Avery?

Suspiró. —Fue el 2 de enero.

—Me perdí tu cumpleaños. —Mis cejas se levantaron cuando me

incliné hacia delante.

—No es un gran problema. —Se encogió de hombros—. Fui a

Smithsonian y luego me enfermé, por lo que es probablemente una buena

cosa que no estabas ahí.

¿Fue a Smithsonian? Lo recordé entonces y me sentí como un

imbécil.

—Aw, hombre, es por eso que dijiste que querías ir allí el segundo del

mes. ¿Estabas sola? Mierda. Lo siento.

—No —dijo, levantando la mano—. No necesitas sentirte terrible. No

hiciste nada malo.

Sabía que no había hecho nada malo. La habría llevado, si me

hubiese dejado, pero aún así no se sentía bien en mi pecho.

—Bueno, siempre hay un próximo año.

Sus labios se separaron en una amplia sonrisa que hizo a mi corazón

tartamudear. Necesitando un momento para mí, antes de que hiciera algo

increíblemente estúpido como ponerme tan emocional como una niña,

recogí a Rafael y lo llevé de vuelta a casa, con la promesa de venir

enseguida. Pensaba hablar con ella, por lo que había hecho, pero cuando

regresé, descubrí a Pastelito de pie en el pasillo que conducía a su

habitación, con una mirada en su cara que la hacía divertida, retorciendo

cosas en mi interior.

La expresión de su rostro era en parte anticipación, en parte

incertidumbre, y la fuerza impulsora detrás era una curiosidad inocente

que, literalmente, voló mis pensamientos fuera de mi cabeza. No tenía ni

idea de porque exactamente era importante hablar sobre mierda seria en

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éstos momentos. Dado que el domingo aclaramos varias cosas, yo había

estado tomando las cosas con calma, tan lento que me pregunté si podría

ir más despacio. Todas las noches terminaba teniendo una asistencia

personaliza conmigo mismo, hasta el punto en que mi mano empezaba a

ponerse insensible mientras tomaba notas en clase.

Sin embargo, valía la pena. La última cosa que quería hacer era

apresurarla, pero en estos momentos…

Avery humedeció su labio inferior mientras me quitaba el suéter,

dejándolo en la parte posterior de su sofá. Su mirada se enfocó en la piel

que quedó al descubierto entre mi camisa y los pantalones vaqueros, y un

rubor cruzó sus mejillas.

Sí, Pastelito parecía querer ir a toda prisa.

Me senté en el sofá mientras ella permanecía en el pasillo, jugando

con el borde de su vestido en el suave resplandor del TV. Cuando se quitó

sus medias, después de regresar de la cena, me pasé una cantidad impía

de tiempo mirando sus piernas desnudas, como un adolescente que

nunca había visto tanta piel.

—¿Vas a venir aquí o mirarme el resto de la noche? —le pregunté,

sonriendo mientras ella tomaba una respiración profunda y se acercaba al

sofá lentamente. Levanté una mano para tirarla a mi lado, pero poco

duró, ya que Pastelito tenía otra cosa planeada.

Mi sonrisa se desvaneció cuando ella colocó sus rodillas a ambos

lados de mis muslos y se sentó en mi regazo. La respuesta de mi cuerpo fue

ridículamente inmediata. Me endurecí en cuanto acurruqué mis dedos

alrededor de sus caderas.

—Hola, cariño.

—Hola —susurró.

—¿Me extrañaste tanto? Sólo me fui unos pocos minutos.

Puso sus manos sobre mis hombros mientras se presionaba hacia

abajo, por lo que nuestros cuerpos quedaron juntos en todos los lugares

correctos.

—Tal vez.

Moví mis manos por sus costados, hasta que ahuequé sus mejillas. Ella

tenía que sentirme entre sus muslos. No podía ocultar eso.

—¿Qué estás haciendo?

Su lengua salió, mojando sus labios, y se tragó un gemido. —¿Qué te

parece?

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—Se me ocurren un par de cosas. —Alisé sus mejillas con mis

pulgares, a la espera de ver lo que hacía. La verdad era que, lo que sea

que estuviera pasando. Estaría dispuesto a sumergir la cabeza—. Todas me

tienen muy interesado.

—¿Interesado? Eso es bueno.

Sus ojos se encontraron con los míos por un breve momento y luego

sus pestañas se deslizaron abajo, protegiéndose los ojos mientras cerraba la

distancia entre nosotros. Rozó sus labios con los míos, haciendo avances

lentos y dulces. Luego aumentó la presión. Dejé que tuviera el control,

tomando sus señales mientras el beso se profundizaba. Mis manos seguían

extendidas sobre sus mejillas y su boca se abrió. Deslicé mi lengua sobre la

de ella y devolvió el gesto vacilante. Algo de eso me volvía loco. Tal vez

era el conocimiento de que aprendía todo esto conmigo.

Arrastré mis manos por su espalda y se arqueó ante la caricia. Apreté

su cintura mientras ella balanceaba sus caderas. Buen Dios, la manera en

la que se movía sobre mi regazo iba a matarme. Me estremecí cuando mi

mano derecha comenzó a subir su vestido, por sus muslos. Tenía que

tocarla.

Deslicé la otra mano hacia el frente, siguiendo el camino de sus

costillas y ahuequé uno de sus pechos con la mano. Aprendiéndome las

curvas de su cuerpo, alisé la mano sobre la punta. Avery rompió el beso,

gimiendo cuando rodé mi pulgar por encima de su pezón.

—¿Te gustó eso?

—Sí —jadeó.

Ah, eso es lo que quería escuchar. La probé trazando pequeños

besos por su cuello, guiando su cabeza hacia atrás. Empujó su pecho en

mi mano mientras sus caderas se movían otra vez. Un placer intenso subió

por mi columna. Haciendo un sonido bajo en la garganta, me aparté,

mirando el rubor de su excitación propagándose sobre ella.

Maldición, era hermosa.

—Dime lo que quieres, cariño. —Mi mano se movió a su otro pecho,

sintiendo el pezón a través de su ropa. No querría dejarlo solo—. Cualquier

cosa. Y lo voy a hacer

Su pecho subió considerablemente. —Tócame.

Mi cuerpo se tensó y luego se estremeció. Cuando hablé, apenas

reconocí mi propia voz—: ¿Puedo?

Deslicé ambas manos bajo el amplio escote de su vestido después

de que asintió, el material bajando por sus hombros, exponiéndola. Tiré

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hacia abajo, liberando sus brazos y dejando el vestido agruparse en su

cintura.

—Hermosa. —Arrastré mis dedos a lo largo del borde del encaje de

su sujetador—. Mira ese sonrojo. Tan jodidamente hermosa.

Bajando mi cabeza, cerré la boca sobre la punta de su pecho,

besándola a través del fino satén. Un grito ahogado se le escapó mientras

me apoderé de sus caderas, aspirando profundamente. Mi corazón latía

contra mis costillas mientras sus dedos se hundían en mi cabello,

sosteniéndome cerca mientras me movía hacia su otro pecho. Pellizqué

suavemente y fui recompensado con otro ruego entrecortado.

Su cuerpo ya temblaba contra el mío, pero yo estaba muy lejos de

terminar con ella. Deslicé mis manos bajo el dobladillo de su falda,

moviendo hacia arriba sus suaves muslos mientras abría un camino de

besos en sus dulcemente hinchados labios.

—Dime algo, cariño. —Hice pequeños círculos en el interior de su

muslo, acercándome a su centro—. ¿Te has venido antes?

Se puso rígida por la vergüenza y cuando no contestó, hice esos

pequeños círculos bajando por su muslo.

—Sí —susurró—. Lo he hecho.

—¿Por ti misma? —Moví mi mano de regreso a su centro.

Se retorció más cerca, presionando mi erección mientras apoyaba

su frente contra la mía.

—Sí.

Me sentí aliviado de escuchar eso, a pesar de que no debería

haberme sorprendido. Rocé un dedo sobre el centro de sus húmedas

bragas. Su cuerpo se sacudió de un modo tentador. Continué moviendo

mi dedo, hacia adelante y atrás suavemente.

Podría tocarla por siempre.

Tal vez lo haría. Podríamos quedarnos aquí, una mano hundida entre

sus muslos y la otra sosteniendo su pecho. Podría lidiar con eso.

Pero entonces Avery se movió.

Deslizó su mano por mi pecho, sobre mi abdomen, deteniéndose

encima de la banda de mis pantalones. Mi polla se hinchó de lo cerca que

estaba. Una parte de mí quería tomar su mano y acabar con ello, pero a la

otra parte le preocupaba de fuera a perder el control en el momento que

me tocara. Ella meció las caderas mientras yo hacía otro paseo entre sus

piernas, rodeando el manojo de nervios.

Estaba totalmente dispuesto a correr el riesgo de perder el control.

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Mordisqueando su labio inferior, me quedé quieto debajo de ella.

—¿Qué es lo que quieres, Avery?

—Quiero... quiero tocarte. —Una mirada de sorpresa cruzó su rostro—

. Pero no sé qué te gusta

Oh Dios. Gemí ante sus palabras y el placer brotó en mi punta. Puse

mi otra mano sobre la de ella.

—Cariño, todo lo que me hagas me va a gustar.

—¿En serio?

—Claro que sí. —Presioné la espalda contra el sofá, creando espacio

entre nosotros—. Cualquier cosa que quieras hacerme, lo voy a amar. No

tienes que preocuparte por eso.

Felicidad y calor se encendieron en su mirada y sus pestañas se

inclinaron abajo cuando tiró el botón de mi pantalón para abrirlo y luego

bajó mi cremallera. Me reí cuando jadeó.

—Fácil acceso. —Me agaché entre nosotros, facilitándome la salida.

Los ojos de Avery se mantuvieron fijos, y no había nada más caliente

que eso. Todo mi cuerpo se sentía tan tenso como la cuerda de un arco.

No pude evitarlo. Moví la mano sobre mi punta y luego de vuelta hacia la

base mientras mi ritmo cardiaco se elevaba.

—He pensado en ti —susurró ella.

Cada músculo de mi cuerpo se congeló. —¿Cómo?

Vaciló. —Cuando... me toco, pienso en ti.

—Mierda —gruñí y mi mandíbula cayó hacia bajo. Casi me vengo en

ese mismo momento. ¿Pensaba en mí cuando se tocaba? Buen Dios

todopoderoso y el demonio debajo de él—. Esa es la cosa más caliente

que jamás he oído.

Sus labios se inclinaron, y la besé, más fuerte y más duro de lo que

probablemente debería, pero no huyó. Guié su mano hacia mí,

envolviendo sus dedos alrededor de mi grosor. Al primer contacto, mi

cuerpo entero se sacudió, entonces movió su mano hacia arriba y hacia

abajo.

Lo que le faltaba en experiencia, seguro como el infierno lo

compensó con su entusiasmo. La inocencia en el modo en que me

acariciaba era casi demasiado.

—Eres perfecta —murmuré contra sus labios mientras deslizaba mi

mano de regreso al centro de sus muslos.

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Nuestras respiraciones se mezclaban, rápidas y fuertes cuando la

acuné a través de sus bragas, presionando mi palma contra su clítoris

mientras presionaba mi dedo en su calor, separados sólo por una barrera

frágil. Mantuve mi boca sobre la suya, tomando su lengua en la mía

mientras ella tomaba mi mano y la metía en ella.

Sentí su cuerpo tensarse y luego gritó en una estridente expulsión.

—¡Cam!

Su cuerpo convulsionó contra mi mano, una oleada tras otra

mientras yo la aliviaba. Temblores sacudieron mi cuerpo cuando la

liberación me arremetió. Me vine más fuerte de lo que nunca lo había

hecho y me asombré por eso. Su cabeza cayó contra mi hombro cuando

envolví un brazo alrededor de su cintura.

Sólo cuando me puse demasiado sensible, gentilmente quité su

mano. Ella estaba débil en mi abrazo cuando la arropé contra mi pecho.

Sabía que tenía que dejarla ir. Había hecho un lío de nosotros, pero

detestaba desprenderme de su cuerpo en este momento.

Alzándome, incliné su cabeza hacia atrás y besé sus párpados y sus

labios entreabiertos. El silencio se extendió entre nosotros, reconfortante

hasta que la sentí tensarse en mis brazos. La preocupación me inundó.

Sabía que no le había hecho daño, pero ¿tal vez fue demasiado?

—Oye —dije, alisando mi pulgar en su mejilla. Una mirada de

preocupación llenó su mirada—. ¿Estás bien? Yo no…

—Fue perfecto. —Besó mi mandíbula, cerrando los ojos—. Esto es

perfecto.

Avery tenía razón. Oh Dios, este fue el momento más perfecto, pero

una bola de malestar se formó en mis entrañas. Un halo de tristeza había

pasado sobre ella. Se había ido, pero estuvo allí y yo no podía evitar temer

que volviera.

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23 Traducido por Val_17 & katyandrea

Corregido por MichiiD

Ollie se quedó al borde de la mesa frente a nosotros, los restos de

comida china de Avery en un cartón. El hecho de que había traído eso al

campus con él era raro. Y esa comida había estado en la nevera por un

par de días.

—Todo lo que estoy diciendo es que el Día del Presidente es más

interesante que el Día de San Valentín —dijo, cavando con sus palillos en

los fideos—. Después de todo, Hallmark10 creó el Día-V. No es un día real.

Sentada al lado de donde él se encontraba, Brittany sacudió la

cabeza.

—El Día del Presidente es aburrido. ¿Qué pasa en él?

Avery se sentó en mi regazo, acurrucada contra mi pecho. Era un

día brutalmente frío en febrero y había desabrochado mi sudadera,

juntando los extremos alrededor de ella.

—¿Esos dos empezaran a salir en algún momento? —me preguntó

en voz baja.

Me reí entre dientes. —Sinceramente no lo sé con seguridad.

—Hay ventas de autos y muebles en el Día del Presidente —dijo Ollie,

sonriendo como si estuviera orgulloso de que se le ocurriera—. Y los bancos

están cerrados.

—Guau. —Brittany intercambió una mirada con Pastelito y luego

volvió la mirada hacia Ollie—. No echas un polvo en el Día del Presidente.

Lo haces en el Día de San Valentín.

Ollie se detuvo, soplando un fideo suavemente en el viento cuando

la miró. —¿Te estás ofreciendo?

—Guau —murmuré—. Sutil.

Pastelito rió.

10 Es una marca de tarjetas de felicitación para diversas ocasiones.

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Lanzando su brazo, Brittany golpeó a Ollie desde el banco. —No. No

me estoy ofreciendo.

Ollie aterrizó ágilmente sobre sus pies. —Es una lástima. —Se inclinó

tan cerca de Brittany que su pelo rubio se enredó con el de ella—.

Cambiaría tu vida, nena.

Incapaz de controlarse, Avery se rió en voz alta, y dejé caer mi

cabeza sobre su hombro, escondiendo mi rostro de la vergüenza ajena

que me invadió.

Brittany no parecía impresionada. —Probablemente tienes razón.

Imagino que después de una noche contigo, estaría pagando una visita a

la clínica de salud por el resto de mi vida.

—Ouch. —Él golpeó su mano libre sobre su pecho—. Me hieres.

Ella se echó a reír. —Lo dudo.

Ollie se desplomó junto a ella y levantó sus palillos. —¿Fideos?

Sonriendo ligeramente, ella sacudió la cabeza. —No. Gracias.

Avery se sentó, y el aire frío se cernió entre nosotros. La alcancé,

arrastrando su espalda contra mi pecho.

—No te vayas —dije, envolviendo los brazos a su alrededor—. Eres

como mi manta caliente.

Se giró hacia mí, presionando un beso en la comisura de mis labios.

—Tengo que ir a clases.

—Sáltatelas —murmuré, buscando sus labios—. Ven conmigo a casa.

—Perseguí su boca, deslizando mi lengua entre sus labios fríos—. Te

calentaré.

Su cuerpo se estremeció, y dudé que tuviera algo que ver con el frío.

—Eso es tan elegante como Ollie cambiando la vida de Brittany.

—¡Oye! —gritó Ollie—. No me lleves a tu nidito de amor.

Las mejillas de Pastelito se sonrojaron, y me pregunté si había

olvidado que teníamos compañía. Ella se contoneó para liberarse, como lo

hizo esa noche en mi habitación, en mi cama, y me tragué un gemido.

Realmente no necesitaba estar pensando en eso ahora mismo.

—¿Nos vemos luego? —le dijo a Brittany, dándole un rápido abrazo.

Brittany asintió. —Así es.

Diciendo adiós, dejé caer mi brazo sobre sus delgados hombros, con

la intención de acompañarla a Whitehall. Me sonrió, entrecerrando sus

ojos. —Se supone que debes estar al otro lado del campus, ¿verdad?

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—Tal vez. —Me quité la gorra y la puse en su cabeza, protegiéndola

del sol—. ¿Qué harán tú y Brittany más tarde?

—Ir al centro comercial. —Empujó el borde de la visera un poco

mientras la hizo a un lado, alcanzándola con la mano—. Tenemos algunas

compras especiales que hacer.

—Hmm. —Enlacé mis dedos con los de ella—. ¿Qué tipo de compras

especiales?

—Es un secreto.

Sonreí y luego inhalé profundamente. Había humedad en el aire. —

¿Tiene algo que ver con un día que no es el Día del Presidente?

Se echó a reír, y mi sonrisa se extendió. Pastelito había estado riendo

mucho últimamente. —No te voy a decir.

—Veo cómo es. —Nos detuvimos cerca de la entrada cubierta del

edificio de ciencias sociales, y la atraje hacia mí. Vino voluntariamente,

estirándose hasta la punta de sus dedos. Deslizando la gorra así la visera

estaba hacia atrás en su cabeza, descansé mi frente contra la suya—.

¿Puedes oler eso?

Rió, mientras colocaba una mano sobre mi pecho. —¿Mi aliento?

Rodando los ojos, pasé un brazo alrededor de su cintura.

—No, pequeña idiota. Hay nieve en el aire.

—Oh. —Se rió.

La besé suavemente. —Bueno, ten cuidado en tu viaje de compras

especial y secreto.

—Lo tendré. —Se acercó, quitándose la gorra y luego ajustándola en

mí—. ¿Vienes esta noche?

—Esa es una pregunta estúpida. —No quería dejarla ir.

Me hizo una mueca. —Pensé que no habían tales cosas como

preguntas estúpidas.

—Es una mentira. —Bajando la cabeza, la besé una vez más y luego

la dejé ir. Cuando se dio la vuelta para irse, golpeé su culo, haciéndola

saltar y dispararme una mirada asesina. Me reí—. Te gustó.

Tenía las mejillas sonrojadas, lo que me dijo que tenía razón.

***

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3

La nieve caía afuera, bajando muy rápido. Estaba contento de

haber podido convencer a Pastelito de saltarse las clases conmigo

mañana. Las clases seguirían ocurriendo, pero el campus sería una trampa

mortal en un pozo de hielo.

La miré y sonreí. Después de comer pizza y pasar el rato con Ollie, se

sentía exhausta. Profundamente dormida, se acurrucó de lado, con la

cabeza apoyada en mi pierna. Saqué un mechón de pelo de su mejilla,

colocándolo detrás de su oreja.

—Es linda, ¿sabes? —Ollie se inclinó, cogió el último trozo de pizza y

se levantó—. Sólo ella podría desmayarse en presencia de nuestra

genialidad.

Me reí en voz baja. —Fue demasiado para ella. Estaba abrumada.

Sonrió mientras caminaba por sobre mis piernas.

—Me voy.

En el silencio que siguió, tracé las elegantes curvas de su rostro con

mi mirada, guardando los pliegues y ángulos en la memoria. En la mañana,

mientras caminaba al campus oeste con Ollie, él había hecho algún tipo

de comentario acerca de que era un dominado. La cosa divertida fue que

no me molestó. Me eché a reír. Tal vez era un poco dominado. Tal vez

estaba un poco obsesionado. Tal vez estaba…

En la mesa de café, el teléfono de Avery sonó y la pantalla se

iluminó, y lo miré antes de darme cuenta de lo que hacía.

Eres una puta mentira. ¿Cómo puedes vivir contigo misma?

Me incliné hacia delante, leyendo el mensaje tres veces antes de

que la luz se desvaneciera de la pantalla y el texto desapareciera.

La conmoción me puso estúpido. Tuve que haber leído mal. ¿Tres

veces? No es probable. Los músculos de mi espalda y cuello se tensaron.

No sé cuánto tiempo me quedé en un aturdido silencio, pero más allá de

la conmoción, la ira hervía en mis venas como un incendio ardiendo

lentamente. ¿Quién mierda le habría enviado eso? ¿Puta mentira? Quería

encontrar a la persona responsable y rasgarle la columna.

Pero ¿por qué alguien le enviaría eso? Si Avery era una puta, o una

monja, pero ¿por qué? Un músculo comenzó a vibrar en mi mandíbula y no

se detuvo cuando Avery se agitó.

Bostezando, se sentó y empujó largos mechones de pelo de su cara.

Una sonrisa somnolienta se formó en sus exuberantes labios.

—Lo siento. No tenía la intención de quedarme dormida en ti.

La miré, sin saber si debía decir algo.

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Se enderezó mientras su mirada parpadeaba sobre mi cara.

—¿Está todo bien?

Mierda. No había manera de que pudiera dejar que esto pasara.

Eché un vistazo a la mesa.

—Te llegó un mensaje mientras dormías.

Su ceño se frunció mientras siguió mi mirada y luego se lanzó hacia

delante, tomando su celular. Inhaló bruscamente cuando dio un golpecito

en la pantalla. Vi la sangre filtrarse fuera de su cara y sentí crecer los nudos

de malestar.

—Destelló en la pantalla cuando llegó.

Lentamente, dejó abajo el teléfono con las manos temblorosas. No

me miró, pero siguió mirando al frente. —¿Miraste el mensaje?

—No es como si lo hubiera hecho a propósito. —Tenso, me incliné

hacia delante—. Estaba allí mismo, en tu pantalla.

—¡Pero no tenías que mirar! —Se puso de pie, sus manos

encrespándose a los costados.

Guau. Espera. —Avery, no fui a escondidas a través de tus cosas. El

maldito texto llegó. Miré antes de que pudiera detenerme. Tal vez fue un

error.

—¡Fue un error!

Tomé una respiración profunda. —Está bien. Fue un error. Lo siento,

pero eso no cambia el hecho de que vi ese mensaje.

Se detuvo en medio de la habitación y no había duda de la mirada

de pánico oscureciendo sus ojos.

—Avery —dije con cuidado. Su mirada se lanzó hacia mí—. ¿Por qué

recibiste un mensaje como ese?

Cruzó los brazos sobre su pecho. —No lo sé.

No le creí.

—No lo sé —dijo de nuevo, y luego se apresuró—. De vez en cuando

me llega un mensaje como ese, pero no sé por qué. Creo que es un

número equivocado o ese tipo de cosas.

Todavía no le creía. —¿No sabes de quién es?

—No. Dice número desconocido. Tú viste eso. —Continuó antes de

que pudiera hablar—: Lo siento por haberme vuelto loca contigo.

Simplemente me sorprendió. Estaba dormida y me desperté y me di

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cuenta de que algo andaba mal. Entonces pensé... No sé lo que pensé,

pero lo siento.

Deja de pedir perdón, Avery. Odiaba cuando hacía eso. No

necesito escuchar que lo sientes. Quiero que seas honesta conmigo,

cariño. Eso es todo lo que quiero. Si estás recibiendo mensajes como ese,

necesito saberlo.

Dio un paso atrás. ¿Por qué?

A veces me preguntaba si hablábamos el mismo idioma. —¡Porque

soy tu novio y me importa si alguien te llama puta!

Avery se estremeció.

Tomé otra respiración profunda y aparté la vista.

—¿Honestamente? Me molesta, incluso si se trata de un mensaje

accidental. Nadie debería estar enviándote toda esa mierda. —Hice una

pausa, encontrando su mirada y manteniéndola—. Sabes que puedes

decirme lo que sea, ¿no? No voy a juzgarte ni a enojarme.

En el momento en que esas palabras salieron de mi boca, me di

cuenta de lo malditamente falso que soy. Aquí estaba, diciéndole a Avery

que podía decirme cualquier cosa, cabreándome porque sabía que no lo

hacía, y yo le guardaba secretos.

Lo sé susurró, y luego más fuerte: Lo sé.

El corazón me dio una patada en el pecho mientras la miraba a los

ojos. —Y confías en mí, ¿verdad?

Sí. Por supuesto que sí.

Mierda gruñí, y mis músculos se tensaron aún más. Una bola de

hielo se formó en mi pecho, diciéndome que era un riesgo. Podía pensar

que yo era una persona violenta y marcharse, pero tenía que ser honesto,

sobre todo si esperaba que ella lo fuera.

Estaba muerto de miedo. Cerré los ojos y le dije: No he sido

completamente honesto contigo.

¿Qué?

Me froté la mano por la mandíbula. Si te van a encarcelar por robar

un penique, arriésgate a robar la libra o alguna mierda así, ¿verdad?

—Te digo que debes confiar en mí y que me puedes decir lo que

sea, pero no estoy haciendo lo mismo. Y eventualmente te vas a enterar.

Avery corrió alrededor de la mesa de café y se sentó en el borde del

sofá. ¿De qué estás hablando, Cam?

Podía perderla, me di cuenta, pero tenía que decirle la verdad.

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—¿Recuerdas cuando te dije que todos tenemos mierda en nuestro

pasado de la que no estamos orgullosos?

Asintió. Sí.

—Puedo decirlo por experiencia propia. Sólo unas pocas personas

saben acerca de esto. Hice una pausa. Y es la última cosa que quisiera

decirte.

Puedes decirme dijo, arrastrándose más cerca. En serio,

puedes hablar conmigo. Por favor.

No sabía por dónde empezar. Tardé un momento. Debería estar

graduándome este año, junto con Ollie, pero no lo estoy.

—Recuerdo que me dijiste que tuviste que tomarte un poco de

tiempo libre.

—Fue en segundo año. No había estado en casa mucho durante el

verano porque ayudaba al entrenador de un campamento de fútbol en

Maryland, pero cada vez que iba a casa, mi hermana... actuaba

diferente. No podía averiguar por qué, pero se veía súper nerviosa y

cuando estaba en casa, pasaba todo su tiempo en su habitación. Y al

parecer estaba poco en casa de acuerdo a mis padres… Mi hermana,

siempre ha tenido este corazón sensible, ya sabes. Recogiendo animales

vagabundos y personas, especialmente los chicos callejeros. Incluso

cuando era una pequeña cosa, siempre se hacía amiga con el chico

menos popular en la clase. Conoció a este chico. Era uno o dos años

mayor que ella y supongo que su relación era seria, tan seria como lo

puede ser cuando tienes dieciséis años. Me encontré con el chico una vez.

No me gustó. Y no tenía nada que ver con el hecho de que trataba de

llegar a mi hermanita. Había algo en él que no me gustaba. Bajé mis

manos a mis rodillas y sentí la familiar furia construirse dentro de mí. Yo

había ido a casa durante las vacaciones de Acción de Gracias y estaba

en la cocina. Teresa estaba allí y nos molestábamos entre sí. Me empujó y

la empujé de regreso, en el brazo. Ni siquiera fuerte y gritó como si la

hubiera lastimado seriamente. Al principio pensé que sólo estaba siendo

tonta, pero había lágrimas en sus ojos. Fingió que no pasó nada y me

olvidé de ello por la noche, pero en la mañana de Acción de Gracias,

mamá entró sorprendiéndola en una toalla y la vio.

Avery inspiró profundamente, y negué con la cabeza.

Mi hermana... estaba cubierta de moretones. Arriba y abajo de los

brazos, en las piernas. Cerré mis manos en indefensos puños. Dijo que

era del baile, pero todos sabíamos que no podías golpearte de ese modo

bailando. Le tomó casi toda la mañana sacarle la verdad.

¿Fue su novio? preguntó en voz baja.

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Tragué saliva. —Ese pequeño jodido la había estado golpeando. Era

inteligente al respecto, haciéndolo en lugares que no eran tan fácilmente

perceptibles. Ella se quedó a su lado. No sabía por qué al principio.

Finalmente descubrí que le tenía mucho miedo para romper. Era

imposible seguir sentado, me paré y caminé hacia la ventana. Quién

sabe cuánto tiempo habría continuado si mamá no hubiera entrado

cuando lo hizo. ¿Teresa finalmente le habría dicho a alguien? ¿O ese

bastardo seguiría golpeándola y una noche la mataría?

Mi cabeza colgaba hacia delante. Todo esto se sentía como si

hubiera sido ayer, la ira y la impotencia. Dios, estaba tan enojado, Avery.

Quería matar al jodido. Estaba golpeando a mi hermana y mi papá quería

llamar a la policía, ¿pero que iban a hacer realmente? Los dos eran

menores de edad. Le darían una reprimenda y que consiguiera

asesoramiento, o lo que sea. Y eso es una mierda. No estaba de acuerdo

con eso. Salí la noche de Acción de Gracias y lo encontré. No tardé

mucho, el maldito pueblo pequeño y todo eso. Llamé a su puerta y salió.

Le dije que ya no podía estar alrededor de mi hermana ¿y sabes lo que

hizo el pequeño vándalo?

¿Qué? susurró.

Me enfrentó, inflando su maldito pecho hacia mí. Me dijo que iba

a hacer lo que sea que quisiera. Me reí pero sin humor. Lo perdí.

Enfadado ni siquiera es la palabra adecuada. Estaba enfurecido. Le

pegué y no me detuve. —Mi pulso se aceleró y me enfrenté a ella. No

dejé de pegarle. Ni cuando sus padres salieron ni cuando su mamá

empezó a gritar. Se necesitaron dos agentes de policía para sacarme de

encima. Avery no dijo nada mientras me miraba. Pasé las palmas de mis

manos por mis mejillas. Terminé en la cárcel y él terminó en coma.

Abrió la boca en estado de shock, y allí estaba. Bajé la barbilla,

desviando la mirada mientras me sentaba en la silla.

Yo había estado en peleas antes, lo normal. Pero nada como eso.

Mis nudillos se rompieron y ni siquiera los sentí. —Negué con la cabeza—. Mi

papá... hizo su magia. Debería haber desaparecido por mucho tiempo por

eso, pero no lo hice. Supongo que ayudó a que el niño se despertó un par

de días más tarde.

»Lo tuve fácil, ni siquiera una noche en la cárcel. —Reí

irónicamente—. Pero no pude salir de casa durante varios meses mientras

se resolvía. Terminé con un año de servicio comunitario en el club de los

muchachos locales y un año de manejo de la ira. Eso es lo que hago todos

los viernes. Mi última sesión es en el otoño. Mi familia tuvo que pagar una

indemnización y no quiero ni saber lo mucho que costó. Tuve que dejar de

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jugar al fútbol debido al servicio a la comunidad, pero... como he dicho, la

saqué barata.

Avery apartó la mirada, las cejas presionando juntas. Su rostro lucía

pálido y cuanto más tiempo se quedaba en silencio, más enfermo me

sentía. Tenía que…

Lo entiendo dijo en voz baja. La miré fijamente, sin estar seguro

de haberla escuchado bien.

¿Qué? le dije con voz ronca.

Entiendo por qué lo hiciste.

¿Oyó todo lo que había hecho? Me puse de pie. Avery…

No sé lo que dice eso sobre mí, pero defendías a tu hermana y

darle una paliza a alguien no es la respuesta, pero es tu hermana y... Se

detuvo y parecía estar buscando las palabras correctas. Hay algunas

personas que se merecen que les pateen el culo. Me quedé mirándola.

Desplegó sus piernas. Y probablemente hay algunas personas que no

merecen ni siquiera respirar. Es algo enfermo y triste decirlo, pero es

verdad. El tipo pudo haber matado a tu hermana. Infiernos, podría haber

golpeado a otra chica hasta la muerte.

Merezco estar en la cárcel, Avery. Casi lo maté.

—Pero no lo hiciste.

Abrí la boca, pero no había palabras. ¿Cómo podía ser tan

comprensiva?

—Déjame hacerte una pregunta. ¿Lo harías de nuevo?

La pregunta del millón de dólares.

Todavía hubiera ido a su casa y lo hubiera golpeado. Tal vez no

tan mal, pero, sinceramente, no creo que hubiera cambiado nada. El hijo

de puta golpeaba a mi hermana.

Inhaló profundamente. No te culpo.

Seguí mirándola, sintiendo como si debiera caer a mis rodillas.

Eres…

¿Retorcida?

No. Sonreí absolutamente estupefacto. Eres increíble

—Yo no iría tan lejos dijo sonriendo levemente.

—En serio —dije, sentándome a su lado en el sofá—. Pensé que

estarías disgustada o enojada si sabías.

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Avery negó con la cabeza, enviando mechones de pelo cobrizo por

todas partes.

Dios mío, ella era… no había palabras. Apoyé mi frente en la suya y

ahuequé sus mejillas. Se sentía como si un gorila se hubiera levantado de

mis hombros.

Se siente bien sacarlo de mi pecho. No quiero que haya secretos

entre nosotros.

Sus labios se curvaron hacia arriba y besé sus esquinas. Abrumado

por el alivio, me senté de nuevo, acunándola en mi pecho. Esta chica

era… era perfecta en todos los sentidos que importaban.

Le besé la cima de la cabeza y su pecho subió bruscamente. El alivio

que sentí fue asombroso. Y, sinceramente, no me había preparado para

que Pastelito lo aceptara. Con un suspiro, cerré los ojos y la acerqué a mí lo

más que pude.

Avery había aceptado mi secreto. Ahora bien, si tan sólo pudiera

hacer que vea que yo haría lo mismo por ella.

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24 Traducido por Julieyrr

Corregido por NnancyC

—¿No crees que son suficientes rosas por hoy? —preguntó Ollie,

señalando el único tallo de la rosa que sostenía en mi mano. Y entonces

miró a la más reciente incorporación en la esquina de la sala de estar—.

¿Además de eso? Estás haciéndonos al resto de los chicos vernos mal.

Jase se rió desde su posición en el sofá, una botella de cerveza en su

mano. —Realmente no creo que pudieras parecer más malo, Ollie.

Resopló mientras levantaba las piernas sobre la mesa de café. —Por

lo menos sé que “más malo” no es una palabra.

Jase sonrió. —Eso es todo lo que sabes.

Rodé el presente de Pastelito hacia el pasillo exterior y luego me volví

hacia ellos, con las cejas levantadas. —¿Estarán aquí toda la noche

emborrachándose?

—Síp —respondieron al unísono.

—Bueno, que se diviertan con eso. —Saludándolos, me deslicé fuera

y coloqué el presente junto a su puerta, en la pared. Llamé, luchando

contra una sonrisa idiota cuando escuché los suaves ruidos sordos

procedentes de su regalo.

Avery abrió la puerta, su mirada cayendo a la rosa. —¿Para mí?

—Por supuesto —le dije, entregándosela mientras entraba—. Lo

siento mucho por no poder salir contigo esta noche, pero…

—Está bien. Sé que tienes esas reuniones. —Llevó la rosa al florero en

la mesa de la cocina, donde se hallaba el resto de las rosas que le había

dado. Mirándome por encima del hombro, ladeó la cabeza—. ¿Qué estás

haciendo?

Sonreí. —Quédate donde estás y cierra los ojos.

—¿Tengo que cerrar los ojos?

—Sip.

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La emoción cruzó su rostro, pero estaba desesperada por parecer

calmada. —¿Así que es una sorpresa?

—Por supuesto lo es. Así que cierra los ojos.

Sus labios se torcieron. —Tus sorpresas dan tanto miedo como tus

ideas.

Me burlé. —Mis ideas y mis sorpresas son brillantes.

—Recuerda cuando pensaste que sería una buena idea que…

—Cierra los ojos, Avery.

Su sonrisa se convirtió en una amplia cuando obedeció. Girando, me

apresuré a salir al pasillo y rodé el regalo dentro. Le di una patada a la

puerta para cerrarla. —No espíes.

Sus cejas se levantaron. —Cam…

—Un par de segundos más. —Envolví la mano alrededor de las de

ella, llevándola desde la cocina a la sala—. Mantén tus ojos cerrados,

¿está bien?

—Están cerrados.

Le apreté la mano y luego la solté. Caminando por detrás de ella,

pasé un brazo alrededor de su cintura y me incliné sobre ella, besando su

sien. Sus dedos se curvaron alrededor de mi brazo mientras suspiraba.

—Puedes abrir tus ojos ahora. —Le besé la mejilla—. O puedes

permanecer allí con tus ojos cerrados. Me gusta eso también.

Se rió, y supe el momento en el que abrió los ojos. —Oh mi Dios,

Cam…

Había engalanado un terrario de cincuenta galones, completo con

arena, rocas y follaje. Espiando fuera de su escondite, se encontraba una

pequeña tortuga, estirando el cuello, revisando su nuevo hogar.

Ella hizo un pequeño ruido, similar a un chirrido.

Me reí entre dientes. —¿Te gusta?

—¿Gustar? —Pastelito se soltó y puso las manos en el cristal—. Yo…

yo lo amo.

—Bien. —Me trasladé a su lado—. Pensé que Raphael podría usar

una cita para jugar.

Se echó a reír mientras apretaba con fuerza los ojos y los volvió a

abrir. —No debiste haber hecho todo esto, Cam. Esto es… demasiado.

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—Eso no es mucho y todo el mundo necesita una tortuga de

mascota. —Me agaché y le besé la mejilla una vez más—. Feliz Día de San

Valentín.

Avery se dio la vuelta y echó los brazos alrededor de mí. Me besó,

robándome el aliento. —Gracias.

Rocé los labios sobre los suyos. —De nada.

Deslizó los brazos alrededor de mi cintura y se inclinó. —¿Es niño o

niña?

—Sabes, en realidad no lo sé. Supuestamente podrías decirlo por la

forma de su caparazón, pero demonios si lo sé.

—Bueno, niño o niña, voy a llamarlo Michelangelo.

Eché mi cabeza hacia atrás y me reí. —Perfecto.

—Sólo necesitamos dos más.

Esta chica era jodidamente perfecta. —Cierto.

Se contoneó liberándose, sonriendo. —Ya regreso.

Antes de que pudiera decir una palabra, se dio la vuelta y salió por

el pasillo. Cuando se fue, empujé el terrario contra la pared y encendí la

lámpara de calor. Al oír que se acercaba, me di la vuelta.

—Feliz Día de San Valentín. No es tan fantástico como tu regalo, pero

espero que te guste.

Una tarjeta fue empujada en mi pecho. Sonriendo, la tomé y la miré.

—Estoy seguro que lo hará. —Con cuidado, abrí la carta. Había un

mensaje escrito en su interior.

Significas todo para mí.

Me quedé mirando el mensaje por lo que probablemente fue mucho

tiempo. Mi corazón latía con fuerza y la calidez inundó mis venas. Sonreí.

Sonreí como si acabaran de entregarme un millón de dólares. Y eso fue

antes de que viera las entradas.

Las sostuve entre mis dedos. —Este es un regalo absolutamente

asombroso, cariño.

—¿De verdad? —Juntó las manos debajo de su pecho—. Esperaba

que te gustara. Quiero decir, sé que no jugar fútbol apesta y esperaba que

esto no te ponga triste, yendo al juego y no tienes que llevarme…

Atrapé el resto de sus palabras con mis labios y mi lengua. Me

gustaron las entradas. El regalo era asombroso, pero nunca le diría que

fueron esas cuatro palabras lo que amé. —Por supuesto que voy a llevarte.

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El regalo es perfecto. —Le mordisqueé el labio inferior y jadeó—. Eres

perfecta.

Esas palabras se reprodujeron una y otra vez en mi mano mientras la

agarraba de las caderas y la atraía hacia mí. Estaba totalmente excitado,

lo que parecía un estado constante al estar cerca de ella.

Mi estómago cayó cuando enrolló los brazos alrededor de mi cuello.

No tenía que decir nada mientras la levantaba. Pastelito envolvió las

piernas alrededor de mi cintura mientras la besaba profundamente,

bebiéndola y negándome a soltarla. Gimió y una dolorosa e intensa lujuria

se estrelló contra mí.

Estaba en piloto automático sin sentido mientras la cargaba de

vuelta a su habitación y mi estómago seguía sumergido mientras la ponía

en su espalda. Me quedé mirándola fijamente durante unos segundos y

luego me eché hacia atrás, tirando de mi suéter y arrojándolo a un lado.

Me incliné plantando las manos a cada lado de su cabeza. Mi pecho

subía y bajaba en respiraciones irregulares. La necesitaba tanto como

necesitaba la fiebre de tomar una pelota por el campo y anotar. Tal vez

incluso más que eso.

Trazó un dedo delicado y delgado sobre las llamas que rodeaban el

sol en mi pecho. —Me encanta este tatuaje. ¿Cuándo te lo hiciste?

—¿De verdad quieres saber?

Sus gruesas pestañas se alzaron. —Sí.

—Es bastante patético.

Continuó siguiendo el diseño, enviando una descarga de

electricidad a través de mi cuerpo. —Yo seré el juez de eso.

—Me lo hice después de la pelea con el ex de Teresa. —Deslicé las

manos debajo de su camisa, sonriendo al sentir su piel suave y cuando se

levantó así podría quitarla—. Estuve un poco en mal estado por un tiempo.

No podía volver a la escuela, estaba atascado en mi casa, y había

terminado conmigo mismo. Me preocupaba que hubiera algo malo

conmigo para perderlo como lo hice.

Bajó las manos a sus costados mientras ponía las mías en su vientre

desnudo, meros centímetros bajo el frágil broche de su sujetador. Mi

cabello caía en mi cara al inclinarme, colocando mi otra mano al lado de

su cabeza. —Estaba deprimido. Estaba enojado conmigo mismo y con el

mundo y toda esa mierda. —Alisé la mano por su vientre, sonriendo

cuando sus caderas se levantaron un poquito—. Creo que bebí cada licor

que mi papá tenía en su bar en el transcurso de un par de semanas. Sabía

que mis padres estaban preocupados, pero…

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El hueco entre sus pechos levantados parecía completamente solo y

me distrajo. Bajando la cabeza, presioné un beso entre ellos y lo hice de

nuevo cuando tomó una suave respiración. —Jase venía a visitarme

seguido. También lo hizo Ollie. Probablemente habría perdido mi mente sin

ellos. —Puse los dedos en el broche, levanté la mirada, mis ojos fijos en los

suyos—. ¿Puedo?

Asintió.

—Gracias. —Bajé la mirada mientras lo desabrochaba, dejando el

resto en su lugar. Nunca antes la había visto desnuda allí. Quería tomarme

mi dulce jodido tiempo—. Fue algo que Jase me había dicho mientras

estaba borracho. No sé por qué, pero se me quedó grabado.

Su pecho subía cuando arrastraba un dedo en el centro de este. —

¿Qué… qué te dijo?

—Dijo algo como que las cosas no pueden ser tan malas si el sol sale

y brilla. Como dije, eso se me quedó grabado. Quizás porque es verdad.

Siempre y cuando el sol esté brillando, la mierda no puede ser tan mala. Así

que ese es el porqué tengo un tatuaje del sol. Una especie de

recordatorio.

—Eso no es patético. —Sonrió.

—Hmm… —Era bastante patético, pero había funcionado.

Enganché el dedo por debajo del borde de su sujetador y lo empujé a un

lado, haciendo lo mismo con la otra copa.

La devoraba con la mirada. Las puntas rosadas oscuras de sus

pechos llenos inmediatamente fruncidos, rogándome. Mirándolos, me sentí

como si nunca antes hubiera visto senos. Quería tocarlos, lamerlos y

chuparlos. Todo a la vez.

—Dios, eres hermosa, Avery.

—Gracias —murmuró.

Pasé suavemente la mano sobre su pecho, maravillado con la

sensación de ellos. Su espalda se arqueó y mi mirada se desvió a su cara.

—Tan perfecto —dije, las palabras un gruñido apresurado y bajo mientras

capturaba un endurecido pezón entre mi pulgar y mi índice.

Quería ver más de ella.

Encontrando su mirada, bajé la mano hasta el botón de sus

pantalones vaqueros. Cuando asintió otra vez, fue como ganar la maldita

Copa del Mundo. Deslicé hacia abajo sus pantalones, deteniéndome en

los calcetines de calaveras y huesos. —Lindos calcetines. Muy siniestros.

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Cuando sus vaqueros y calcetines se habían ido, deslicé el sujetador

por sus brazos. En cuestión de segundos estaba en bragas. Retrocediendo,

admiré mi obra. La longitud de sus piernas y la curva de su cintura sólo se

separaban por un trozo de encaje. Casi me fui a quitarlo, pero el instinto

me dijo que no.

No importaba lo que había sucedido en su pasado. De cualquier

manera, sabía sin lugar a dudas que no tenía experiencia en nada de esto.

Todas estas cosas —los besos, las caricias a través de la ropa, estar

desnuda— todo eso eran primeras veces para ella. Y quería experimentar

todas esas cosas junto con ella.

La besé lentamente mientras rozaba apenas mi mano sobre su

pecho, siguiendo el oleaje con los dedos. Gimió suavemente cuando dejé

sus labios, arrastrando un camino de pequeños besos en su garganta.

Dudé por sólo un segundo y luego cerré la boca sobre la punta de su

pecho.

La lujuria golpeó como la lluvia de una tormenta de verano, su

espalda arqueándose y sus caderas moviéndose. Su sabor fue

directamente a mi polla, haciendo un agujero en mi pecho y dispersó

todos mis pensamientos. Giré la lengua alrededor de la punta apretada

deslizando la mano bajo el encaje que la cubría.

Sus piernas se tensaron a mi lado cuando mi dedo rozó su clítoris, su

cabeza cayó hacia atrás cuando me moví al otro pecho y luego me abrí

camino hasta su estómago. Levanté la cabeza, mi mirada fijándose a la

suya, deslizando lentamente un dedo en su humedad resbaladiza. Dios,

estaba tan apretada, tan húmeda.

—¿Esto está bien? —le pregunté.

Asintió. —Sí.

Una sonrisa se dibujó en mis labios mientras empujaba con mi dedo.

Todo su cuerpo reaccionó, temblando y ruborizándose. Yo temblaba.

Sosteniendo su mirada comencé un ritmo lento, metiendo y sacando mi

dedo.

—Eres tan estrecha —le dije.

Acercando mi boca a la suya, la besé, sus caderas se movían contra

mi mano. Sentir su pecho contra el mío era una sensación que recordaría

siempre. No pasó mucho tiempo cuando gritó en mi boca y sentí su

apretón alrededor de mi dedo. Casi lo perdí en ese mismo instante.

Enterré la cabeza en su garganta mientras se sacudía. —Amo como

dices mi nombre.

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De mala gana, me obligué a sacar el dedo de ella y apartarme,

pero antes de que pudiera llegar muy lejos, me sorprendió. Se incorporó,

colocó las manos en mi pecho, rodándome sobre mi espalda. Un segundo

después, me había montado a horcajadas.

Hooola.

Inhalando una brusca respiración, casi lo perdí justo ahí ante la vista

de ella, casi desnuda mientras se alzaba. Totalmente consciente de cómo

ella parecía hacerlo todo más seductor. La alcancé, pero maldita sea,

Pastelito era rápida cuando quería serlo. Se deslizó hacia abajo, sus dedos

temblorosos, buscando el botón de mis vaqueros. Empecé a ayudarla,

pero entonces consiguió desabrocharlos y deslizarlos por mis piernas.

Apreté el edredón cuando su mano se envolvió a mí alrededor y su

cálido aliento provocó la cabeza de mi polla. Mi corazón dio un vuelco. —

Oh, mierda.

Su sonrisa era de una mujer pura. Luego bajó la cabeza y su cabello

se deslizó hacia adelante. Despegué de la cama, mi espalda doblándose

y mis caderas sacudiéndose cuando su boca cálida y húmeda se cerró

sobre mí. El fuego inundó mi sangre y me hinché mientras ella me agarraba

y pasaba la lengua por la punta sensible.

Cubrí su mano con la mía y envolví la otra en su nuca, manteniendo

su cabello hacia atrás. Pero a medida que me llevó más profundo en su

boca, no podía dejar de empujarla hacia abajo.

Mi gruñido se hizo eco a través de la habitación y fueron meros

minutos antes de que mi liberación estuviera en mí. La aparté antes de

venirme, arrastrándola contra mi pecho y besándola, presionándome

contra su vientre.

Débil y totalmente agotado, colapsé sobre la espalda y Avery hizo lo

mismo. Ambos respirábamos entrecortadamente. —Este fue el mejor puto

día de San Valentín.

Se rió. —Tengo que estar de acuerdo.

Golpeteé entre nosotros hasta que encontré su mano y la apreté.

Pasó un buen rato y mientras me preguntaba qué decir, la cosa más

estúpida salió de mi boca. —¿Tienes hambre?

—No. —Bostezó—. ¿Tú?

Era un idiota. —Aún no.

Otro tramo de silencio cayó entre nosotros y luego preguntó—:

¿Quédate conmigo? ¿Por la noche?

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Rodando a mi costado, deslicé una mano sobre su hombro. —No

tienes que preguntar dos veces.

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25 Traducido por Sofí Fullbuster

Corregido por Paltonika

El invierno no quería aflojar su agarre en West “Por Dios” Virginia. El sol

salió la mayor parte de febrero y marzo, pero los temporales fueron

brutales. Incluso en las vacaciones de primavera. Mientras la mayoría se

dirigió al sur, Avery y yo nos dirigimos hacia el oeste. Pasamos la mayor

parte de las vacaciones en la casa de mis padres. Era innecesario decir

que mamá se encontraba feliz de que hubiese llevado a una auténtica

chica a casa de nuevo.

Cuando el receso de primavera, o como estuviesen llamando a los

cuatro días de fin de semana en abril, llegaron con una dulce, dulce vista,

parecía como si fuese ayer cuando Avery se sentó en el bordillo con una

botella de cerveza y luego entramos. No podía creer cuánto tiempo había

pasado.

No podía creer que Pastelito se hubiese saltado el resto del día

conmigo y me hubiera permitido prepararle algo por su cumpleaños. En la

víspera de nuestro pequeño descanso de la universidad, pasamos el día en

Washington D.C. y regresamos tarde.

—Adivina qué. —Deslizó las manos por sus costados hasta que

descansaron en la caja torácica—. Tengo otra idea.

—¿Tiene que ver con huevos?

Me reí, empujando sus caderas contra las mías. —No tiene que ver

con huevos.

Sus ojos se pusieron vidriosos, desenfocándose de una forma en la

que me familiaricé en los últimos meses. —¿No?

—Pero sí implica algo igual de sabroso. —Presioné la boca en su sien,

trazando su pómulo con mis labios—. Nos incluye a ti, a mí, una cama y

muy poca o ninguna ropa.

—¿En serio?

—Sí. —Deslicé las manos hacia su espalda baja, mis dedos rozando

los bolsillos de sus vaqueros. Besé su frente—. ¿Qué te parece?

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Inclinó la cabeza hacia atrás, invitándome. El beso comenzó suave,

pero luego, como siempre, se convirtió en algo distinto. Algo hambriento.

Algo que siempre quería más.

Mis manos encontraron el camino debajo de su camisa y la alejé lo

suficiente como para sacársela. Nuestras bocas se encontraron

bruscamente, labios, lenguas, dientes. Chocamos contra el sofá y perdí el

balance. Caí hacia atrás, medio dentro del sofá y medio fuera.

La risa de Avery se incrustó profundamente en mi interior y capturé

sus mejillas en mis manos. Mirando al interior de sus danzantes ojos, las

palabras se formaron en mis pensamientos.

La amaba.

El sentimiento permaneció allí por un tiempo, probablemente más

del que me atrevía a admitir. Tal vez comencé a enamorarme de ella

desde incluso la primera vez que me rechazó.

Estaba enamorado de ella.

La realización de esto me sacudió hasta la médula. Miré hacia esos

cálidos ojos de un color whiskey, y quise ver mi futuro allí, nuestro futuro allí.

Nunca en mi vida quise ver eso cuando miraba a los ojos de una chica,

pero con Avery Morgansten no quería nada más.

Mi cerebro se desconectó y todo en lo que podía pensar era en esas

dos palabras. La amaba. Mis manos se sacudieron y me sorprendí por cuán

rápido conseguí sacarle los vaqueros.

Ahuequé sus pechos, frotando los pulgares sobre los pezones. Su

amortiguado gemido reverberó a través de mí. Quería, no, necesitaba

escucharla gritar mi nombre. Maldita sea, necesitaba escucharla decir

esas dos palabras o al menos que las sintiera.

Empujando mi mano bajo sus bragas, la palmeé, frotando el pulgar

por encima del área que siempre la hacía gritar y lo hizo. Desabrochó mis

vaqueros y deslizó su mano dentro, envolviendo sus dedos a mí alrededor.

El deseo era casi demasiado. Me empujé contra su palma. —Avery.

Se apartó ante el sonido de su nombre, lanzando su cabeza hacia

atrás, y era tan malditamente hermosa.

No recuerdo haberme levantado, pero Avery se envolvió a mí

alrededor mientras la llevaba de regreso a la cama. Después de ponerla

en el centro, me observó desnudarme. Sus labios se separaron y gemí.

Gateando por la cama, la sangre retumbó en mis oídos mientras

enganchaba los dedos en sus bragas y esperaba para que me diese la

señal de que se encontraba bien.

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Alzó las caderas.

Alabé a Dios y al niño Jesús.

Finalmente, después de tanto tiempo, no había nada entre nosotros.

No es cierto, susurró una voz en la parte trasera de mi cabeza, pero la

aparté cuando mi mirada se deslizó sobre ella. Le dije que era hermosa un

millón de veces y le diría que era hermosa un millón de veces más. Desde

las oscuras puntas de sus pechos hasta la dulce curva de las caderas y la

oscurecida área entre los muslos, era malditamente hermosa.

Probé su cuerpo dos veces, demasiado ido para realmente probarla.

Me cerní sobre ella, dejándola sentirme entre sus piernas. Avery tembló y

cerré los ojos fuertemente cuando puso las manos contra mi pecho.

Mi cuerpo se esforzaba por estar en su interior. —¿Quieres esto?

—Sí —dijo, y fue como si los ángeles estuvieran cantando en mi

cabeza.

Nuestras miradas se encontraron cuando incliné la cabeza,

besándola mientras bajaba mi cuerpo hacia el suyo. Conseguir un condón

era un pensamiento distante, pero no podía detenerme. La punta de mi

erección se frotó contra su humedad, haciendo que mis músculos se

tensaran. La sensación era arrolladora. El beso se volvió más profundo y

relajé las caderas…

Avery giró la cabeza a un lado. —No. Para. —Empujó mi pecho con

fuerza sorprendente—. Por favor, detente.

Esas palabras se abrieron paso a través de la neblina y me congelé.

—¿Avery? ¿Qué…?

—Bájate. —Su voz se alzó, llena de pánico—. Bájate. Por favor.

Quítate de encima.

No tenía idea de lo que sucedía, pero en un instante me quité de

encima de Avery y ella se comenzó a mover. Gateando a través de la

cama mientras se aferrada a la sábana, sosteniéndola contra el pecho

cuando se levantó. Retrocedió hasta que golpeó la cómoda, haciendo

que las botellas repiquetearan unas contra las otras. La piel alrededor de

sus labios se encontraba pálida y sus ojos permanecieron abiertos de par

en par, oscuros.

—Oh, Dios —susurró con voz ronca.

La preocupación y el horror se enfrentaron en mi interior mientras la

miraba. —¿Te he hecho daño? No lo hice…

—No. ¡No! —Cerró los ojos fuertemente—. No me hiciste daño. No lo

has hecho aún… No lo sé. Lo siento…

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Puse las manos en la cama. —Háblame, Avery. ¿Qué ha pasado?

—Nada —dijo con voz ronca—. No pasó nada. Sólo pensé…

—¿Pensaste qué?

Sacudió la cabeza. —No sé. No es gran cosa…

—¿No es gran cosa? —Mis cejas se dispararon hacia arriba.

¿Hablaba en serio?—. Avery, acabas de asustarme. Comenzaste a entrar

en pánico, como si te estuviera haciendo daño… —Las siguientes palabras

se saborearon como cenizas y vómito mientras las decía—, o te estuviese

obligando a hacer esto.

—No me obligabas, Cam. Me gustaba lo que estabas haciendo.

No entendía lo que sucedió. —Sabes que nunca te haría daño,

¿verdad?

—Sí. —Lágrimas llenaron sus ojos.

—Y nunca te obligaría a hacer algo que no quieres hacer. —Sostuve

su mirada—. Lo entiendes, ¿verdad? Si no estás lista, estoy de acuerdo con

eso, pero tienes que hablar conmigo. Tienes que dejármelo saber antes de

llegar a ese punto.

Asintió, pero no me sentí mucho mejor. Todo lo que podía escuchar

era la horrible nota en su voz cuando me rogó que parara. El aire quedó

atrapado en mis pulmones y lo que sabía sobre Avery destelló en mis

pensamientos, construyéndose alrededor de lo que asumí, lo que rogaba

que no le hubiese sucedido.

—¿Qué no me estás diciendo? —pregunté. Cuando no dijo nada, un

músculo saltó en mi mandíbula—. ¿Qué te ha pasado?

—¡Nada! —gritó—. No hay nada de qué hablar, maldita sea. Sólo

déjalo pasar.

—Estás mintiendo. —Tomé una respiración. Era hora. No más

secretos—. Estás mintiendo. Algo pasó, porque eso… —Hice un gesto hacia

la cama detrás de mí—. Eso no fue por no estar preparada. Eso era otra

cosa, porque tú sabes, sabes… que yo esperaría por ti, Avery. Te lo juro,

pero me tienes que decir lo que está sucediendo en tu cabeza.

Sin embargo, no dijo nada, y mi pecho comenzó a doler mientras un

terrible entendimiento me atravesaba. ¿No confiaba en mí? ¿No se daba

cuenta de cómo me sentía? ¿Importaba si ni siquiera confiaba en mí? La

respuesta fue como un escalofrío recorriendo mi columna vertebral.

—Te lo ruego, Avery. —Me incliné hacia delante, apretando la

sábana—. Tienes que ser sincera y honesta conmigo. Dijiste que confiabas

en mí. Tienes que demostrarlo, porque sé que hay algo más. No soy

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estúpido y no estoy ciego. Recuerdo cómo actuaste cuando nos

conocimos y estoy segurísimo que recuerdo lo que dijiste esa noche que

estabas borracha. ¿Y ese mensaje que tienes? ¿Me estás diciendo que no

tiene nada que ver con esto? Si confías en mí, por fin me dirás qué

demonios está pasando.

—Confío en ti —susurró.

Esperé que dijera algo más, que dijera algo que probara sus

palabras, pero no dijo nada y hubo un horrible chasquido en mi pecho.

Quité las sábanas y me levanté. Agarrando mis vaqueros, me los puse

mientras mi corazón latía de una forma que me hacía sentir enfermo.

Enfrentándola, pasé las manos a través de mi cabello. —No sé qué

más hacer contigo, Avery. Te he contado toda la mierda de la que no

estoy orgulloso. Cosas que casi nadie en este mundo sabe y sin embargo,

ocultas tu mierda de mí. Ocultas todo de mí. No confías en mí.

—No… yo. —Comenzó a avanzar hacia mí, pero se detuvo—. Confío

en ti con mi vida.

La ira viajó a través de mí como una cadena de púas. —¿Pero no

con la verdad? Eso es pura mierda, Avery. —Salí de la habitación—. No

confías en mí.

Me siguió, arrastrando la sábana detrás de ella. —Cam…

—Basta. —Cogí el suéter del suelo y me volví hacia ella—. No sé qué

más hacer y sé que no lo sé todo acerca del mundo, pero sí sé que las

relaciones no funcionan de esta manera.

—¿Qué estás diciendo? —Su voz tembló, pero no me importó.

—¿Qué crees que estoy diciendo, Avery? Hay algunos problemas

obvios contigo y no, no me mires como si acabara de patear a tu puto

cachorro. ¿Crees que rompería contigo por lo que te haya sucedido?

¿Como qué pensaría diferente de ti cuando viera la cicatriz en tu

muñeca? Sé que piensas eso y es mentira. —Inspiré profundamente

mientras el crudo dolor me golpeaba en el pecho. Las siguientes palabras

dolieron—. ¿Cómo puede haber un futuro para nosotros si no puedes ser

honesta conmigo? Si realmente no puedes confiar en que lo que siento por

ti es lo suficientemente fuerte, entonces no tenemos nada. Esta es la

mierda que termina las relaciones. No es el pasado, Avery, sino el presente.

—Cam, por favor…

—No más, Avery. Te lo dije antes. Lo único que te pido es que confíes

en mí y no me dejes fuera. —Me forcé a mí mismo a caminar hacia la

puerta—. Y tú no confías en mí y me dejaste fuera de nuevo.

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Cerré la puerta detrás de mí, ignorando el ardor creciendo en mi

garganta. La única cosa que le pedí a Avery era la única que no podía

darme. Nada, ni siquiera el amor, funcionaría sin la confianza.

Todo terminó.

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26 Traducido por Gaz Walker

Corregido por Gabbita

—Ah, es bueno ver que te has duchado finalmente y, que has

dejado tu habitación.

Me detuve a mitad de camino entre la sala de estar y el baño.

Viendo a Jase en el sofá, ignoré la declaración mientras pasaba una

remera sobre mi cabeza. —¿Conseguí un nuevo compañero de cuarto o

estás con el hábito de simplemente estar en mi casa ahora?

Sus labios se curvaron en una sonrisa. —De hecho, mientras pasabas

dos días revolcándote en tu mierda, Ollie me dejó entrar.

Caí en el otro extremo del sofá, tomé mi gorra y me la puse. —¿Y

dónde está mi estimado compañero de cuarto?

—Está en casa. —Jase apoyó las piernas en la mesa de centro,

cruzando los tobillos—. Hay un juego malo de Call of Duty pasando.

—¿Y por qué no estás ahí?

Me inmovilizó con una mirada tan seca como mi garganta. —¿En

serio? Ollie no te ha visto en dos días. Por fin acabas de salir de tu

habitación. Está preocupado.

Puse los ojos. —Lo dudo.

Jase me miró, y yo conocía esa mirada. Me quejé, y sonrió

descaradamente. —¿Qué diablos está pasando, Cam?

¿Cómo podría responder a esa pregunta? ¿Y por dónde podría

incluso comenzar? Apoyé la cabeza en el respaldo del sillón y suspiré. La

sensación de ardor conocida se construya en mi pecho. Pensar en ella,

saber que se encontraba tan cerca y completamente fuera de mi

alcance, me mataba.

—¿Cam?

Negué con la cabeza, riendo secamente. —Ella no confía en mí.

Se produjo una pausa. —¿Te molestarás en explicarlo más?

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—En realidad no. —Levanté las manos, frotando mis manos por mis

mejillas—. Ella no me está diciendo la verdad sobre... bien, sobre algo que

sé que es realmente importante.

—¿Tiene que ver con lo que pensaste la noche de la fiesta? —me

preguntó.

Asentí sin decir nada.

—Ya veo —suspiró Jase—. Eso tiene que ser una mierda difícil de

hablar, hombre.

—Lo sé. Vete a la mierda. Lo sé, pero no lo entiendo... —Mi voz se

apagó, tragando saliva—. Hay una mierda de la que no voy a hablar,

Jase. No le haría eso.

—Lo entiendo. Entiendo. —Jase dejó sus pies en el suelo y se inclinó

hacia delante. Dejó escapar otro suspiro pesado—. Pero, ¿qué pasó? Estoy

asumiendo que tuvieron una pelea.

—¿Una pelea? —Me volví a reír, pero sonaba tan mal—. La dejé.

—Oh. —Jase frunció los labios—. Mierda.

Levanté las manos sin poder hacer nada. —Le pregunté, le rogué

que me dijera la verdad y no lo hizo.

—¿Y la dejaste?

—Sé cómo suena. —Le lancé una mirada—. Me siento como una

mierda lo suficientemente grande sin que lo pienses.

Sus cejas se levantaron. —No dije nada.

—Lo estás pensando. —Mis ojos se estrecharon—. Pero no lo

entiendes. No hay nada si no confiamos entre nosotros, no hay nada si no

confía en mí.

Jase asintió. —Estoy de acuerdo. Es obvio que realmente te

preocupas por ella...

—Sí, pero...

Pero yo quería lo que mis padres tienen. Quería algo que podría

durar con Avery, y ¿cómo podríamos construir una relación cuando no

confiaba en mí con la verdad de su pasado? ¿Cuándo confié en ella? No

podríamos. Y no podría volver a pasar por lo que pasé la noche del

miércoles. Nunca quise ver ese horror en su rostro. Nunca quise pensar que

había sido la causa de ello. Pensarlo ahora todavía me ponía enfermo. No

por lo que podría haberle ocurrido, sino porque lo que hacía, de una

manera u otra, la aterrorizaba.

Y eso no cambiaría hasta que sea honesta conmigo.

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Jase se marchó poco después, pero no antes de tratar de conseguir

que me fuera con él. No me sentía de humor para estar con otras

personas, especialmente no con un montón de gente borracha. Cuando

llamaron una hora más tarde, me di cuenta de que era él otra vez, pero

cuando abrí la puerta, quedé sorprendido.

Avery se encontraba allí, con los brazos acurrucados alrededor de su

cintura. Tenía los ojos rojos e hinchados. Nuevas lágrimas bajaban por sus

mejillas. Abrí la boca, pero la cerré.

—¿Podemos hablar? —Su voz se quebró de una manera que hizo

que mi pecho doliera—. Por favor, Cam. No va a tomar mucho tiempo. Yo

sólo…

—¿Estás bien, Avery? —La preocupación por ella eclipsaba todo lo

demás.

—Sí. No, no lo sé. —Dio una pequeña sacudida de cabeza—. Sólo

necesito hablar contigo.

Di una respiración profunda y me hice a un lado. —Ollie no está aquí.

Un poco de tensión se liberó de sus hombros. La llevé a la sala y me

senté en el sofá. No tenía ni idea de lo que pasaba, pero dudaba de que

estuviera a punto de descargar una confesión. —¿Qué está pasando,

Avery?

Se sentó en el borde del deshilachado sillón reclinable que había

pertenecido al padre de Ollie. —Todo.

Tensándome, me deslicé hacía adelante, girando la gorra hacia

atrás. —Avery, ¿qué está pasando?

—No he sido honesta contigo y lo siento. —Sus labios comenzaron a

temblar y el impulso de agarrarla entre en mis brazos era difícil de resistir—.

Lo siento mucho, y es probable que no tengas tiempo para…

—Tengo tiempo para ti, Avery. Quieres hablar conmigo, estoy aquí.

Yo he estado aquí. Y estoy escuchando.

Le sostuve la mirada hasta que dejó escapar un profundo suspiro y

luego empezó a hablar, a hablar realmente. —Cuando tenía catorce

años, fui a una fiesta de Halloween. Estaba allí con mis amigas. Estábamos

todas vestidas y había un tipo allí. Era su casa y... y era tres años mayor que

yo y amigo de mi primo.

La mirada de Avery se desvió a sus manos. Las abría y cerraba cada

pocos segundos. —Él era muy popular. Así que también yo lo era. —Se rió

secamente—. Eso puede no parecer importante, pero lo era. Nunca pensé

que alguien como él podía hacer, podría ser como era. Y tal vez eso fue

estúpido de mi parte, como un error fatal o algo así. No lo sé. —Sus

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pestañas subieron y me miró con los ojos llorosos—. Hablaba con él y

bebía, pero no estaba borracha. Te lo juro, no estaba borracha.

—Creo en ti, Avery. —Dios, sabía a dónde se dirigía esto y ya me

sentía herido por ella—. ¿Qué ocurrió?

—Estábamos coqueteando y era divertido. Tú sabes, no le di

importancia. Era un buen chico y era lindo. En algún punto, me tiró a su

regazo y alguien nos tomó una foto. Nos estábamos divirtiendo. —La

segunda risa fue dura—. Cuando se levantó y me llevó a una de las

habitaciones vacías que estaba en la planta baja, tampoco le di

importancia. Nos sentamos en el sofá y hablamos un poco por un rato.

Luego, puso sus brazos a mí alrededor.

Avery se detuvo, frotándose las manos, y me preparé. Realmente lo

intenté. —Al principio no me importó, pero empezó a hacer cosas que no

quería que hiciera. Le dije que se detuviera y se rió. Empecé a llorar y traté

de alejarme de él, pero era más fuerte que yo, y una vez que me tuvo

sobre mi estómago, realmente no podía hacer nada, salvo decirle que se

detuviera.

Dejé de respirar. —¿Se detuvo?

Por favor, dime que paró. Por favor. Por favor. Por favor.

—No —dijo en voz baja—. Nunca se detuvo, no importaba lo que

hiciera.

Fue como recibir un disparo en la columna vertebral. Intenté

levantarme, porque tenía que hacerlo, pero no pude hacer que mis

piernas funcionaran. —¿Te violó?

Cerró los ojos y después... asintió y los volvió a abrir, y yo no quería

nada más que cambiar ese sí en un no. Pero no pude. —Todavía soy

virgen. No me tocó allí. Así no es como él... me violó.

Al principio no lo entendía. Tal vez fue que tenía el cerebro

sobrecargado, porque no podía entender cómo podía haber sido violada

y todavía ser virgen, pero luego me di cuenta. El horror se apoderó de mí.

Él... el hijo de puta enfermo la había sodomizado. Mis manos se cerraron en

forma de puños. —Hijo de puta, ¿tenías catorce años y te hizo eso?

—Sí.

Me llevé las manos al pelo, con ganas de sacarlo. —Mierda, Avery.

Sospechaba algo. Pensé que algo así podría haberte pasado.

—¿Lo hacías?

Asentí. —Era la forma en que actuabas a veces. Cuán saltarina

podrías ser, pero solo esperaba que no fuera tan lejos. Y cuando me dijiste

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que eras virgen todavía, pensé que esa era la razón. Avery, lo siento, lo

siento tanto. Nunca debiste haber pasado por algo como eso,

especialmente a esa edad… —La ira me obstruía la garganta—. Por favor,

dime que ese hijo de puta está en la cárcel por esto.

—Lo está ahora. —Volvió la mirada al televisor—. Es una larga

historia.

—Tengo tiempo. —La miré un momento, porque no quería que se

callara, no después de que llegamos hasta aquí, no cuando quería

cometer un asesinato—. ¿Qué más, Avery? Por favor háblame, porque

estoy a segundos de reservar un vuelo a Texas y matar a ese hijo de puta.

Se echó hacia atrás, metiendo las rodillas contra su pecho. —

Después que se detuvo, realmente creo que no tenía idea que había

hecho algo mal. Me dejó en ese sofá y cuando pude levantarme, yo sabía

que necesitaba decírselo a alguien. Sabía que necesitaba ir a un hospital.

Estaba con tanto... —Dolor. No terminó la frase, pero pude verlo en sus

ojos—. No podía encontrar a mis amigos, pero encontré mi bolso, y terminé

saliendo de la casa y seguí caminando hasta que recordé que tenía mi

teléfono conmigo. Llamé al 911.

Se puso en pie de repente. —Terminé en el hospital y me hicieron un

examen. La policía apareció y les dije lo que pasó y era la verdad.

—Claro que era la verdad. —La vi pasear, con paso rápido y

agitado.

—Para el momento en que la policía abandonó el hospital, la fiesta

había terminado, pero Blaine estaba en su casa —continuó como si no me

hubiera oído—, lo arrestaron y se lo llevaron. Fui a mí casa y estuve fuera de

la escuela por los dos días siguientes, pero todos descubrieron que fue

arrestado por lo que había hecho, y sus padres aparecieron.

—¿A qué te refieres?

—Sus padres y los míos eran, son amigos del club de campo. Mis

padres y los suyos… todo lo que les importaba era su imagen. Mi mamá y

mi papá tenían más dinero del que incluso podrían querer, pero… —Su voz

se volvió ronca y gruesa—. Los Firzgeralds les ofrecieron un trato a mis

padres. Que si retiraba los cargos y guardaba silencio sobre lo que pasó,

me pagarían a mí y a ellos una escandalosa suma de dinero.

La miré boquiabierto. —Y tus padres les dijeron que se jodan, ¿no?

Se echó a reír, pero sonaba rota. —Les mostraron a mis padres la foto

que nos tomaron a Blaine y a mí en la fiesta y ellos dijeron que si iban a la

corte, nadie le creería a la chica con disfraz de zorra sentada en su regazo.

Y mis padres, no querían lidiar con los escándalos. Más bien que todo

desaparezca, por lo que aceptaron.

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—Mierda —susurré con voz ronca.

—Sucedió tan rápido. No podía creer lo que mis padres me decían

que hiciese. No me habían hablado realmente sobre eso antes, pero

ellos… se preocupaban tanto por lo que todos pensaran si todo el asunto

se hacía público, las fotos y el hecho de que yo había bebido. Estaba tan

asustada y tan confundida y ya sabes, no estaba segura de que siquiera

me creyeran. —Empujó su cabello hacía atrás, cerrando sus ojos—. Así que

firmé los papeles.

No sólo quería matar al hijo de puta que hizo esto, quería añadir a

sus padres a la lista.

—Acepté tomar el dinero, el cual la mitad fue a mi cuenta así que

cuando cumplí los dieciocho, tuve acceso a él, y acepté retirar los cargos

y no hablar sobre eso de nuevo. —Bajó las manos mientras me miró—. Eso

me hace una persona terrible, ¿no?

—¿Qué? —Oh no...—. No eres una persona terrible, Avery. Jesucristo,

tenías catorce años y tus padres debieron haberles dicho que se jodan. Si

hay que culpar a alguien, además del hijo de puta que te hizo eso, es a

ellos. Tú no tienes ninguna culpa en esto.

Alivio destelló en sus ojos, pero mientras se dejaba caer en el sillón,

sabía que había más. Joder. Había más. —En cuestión de días, todo el

mundo en la escuela se volvió en mi contra. Aparentemente, no había

nada en el arreglo sobre que Blaine mantenga la boca cerrada. Les dijo a

las personas que yo había mentido. Que había hecho todas esas cosas

con él de buena gana y que luego lo acusé falsamente. Todo el mundo le

creyó. ¿Por qué no lo harían? Retiré los cargos. No hablaría de ello. La

escuela fue… fue terrible después de eso. Perdí a todos mis amigos.

Las cosas empezaron a tener sentido. —¿Esta es la razón de que

dejaste el baile?

—Sí. No podía soportar que la gente me mirara y susurrara sobre lo

que habían escuchado o hablaran abiertamente sobre eso frente a mí. E

hice esto… —Levantó el brazo izquierdo—. Mi mamá se enojó tanto.

No podía creer lo que acababa de decir. —Se enojó porque tú... —

Negué con la cabeza—. No me extraña que no hayas ido a casa.

—Esa es la razón de que escogiera este lugar, sabes. Es

suficientemente lejos como para escapar de todo. Pensé que eso era lo

que necesitaba hacer, distanciarme.

—¿El mensaje que vi? ¿Era alguien que sabía lo que había pasado?

—El que sea que inventó el dicho que no puedes escapar de tu

pasado, realmente sabía de lo que hablaba.

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Podía sentir el músculo en mi mandíbula zumbando como un loco. —

¿Qué más ha estado ocurriendo, Avery ? ¿Dijiste que este Blaine estaba en

la cárcel? Pero, ¿quién enviaba los mensajes?

Se encorvó, presionando la cabeza entre sus manos. Su rostro quedó

protegido con un velo de pelo reluciente. —He estado recibiendo

mensajes desde agosto. Simplemente pensé que era algún idiota y los

ignoré. Y mi primo ha estado tratando de contactarme, pero lo ignoré

también porque… bueno, por razones obvias. Finalmente hablé con mi

primo cerca del receso de invierno, la noche antes de venir a tu

apartamento.

—¿La noche de la pelea?

—Sí... Trataba de ponerse en contacto conmigo para decirme que

Blaine había sido arrestado por hacer la misma cosa a otra chica al inicio

del verano. De hecho, se disculpó. Eso significa mucho para mí, pero… no

sabía que esta chica era la que quería ponerse en contacto conmigo todo

este tiempo. —Respirando hondo, levantó la cabeza—. Blaine lo había

hecho con otra chica. Y al parecer, intentó ponerse en contacto conmigo,

porque no sabía lo del dinero. Contactó a la policía y se mantuvo firme. Lo

puso en la cárcel y yo... Todo lo que pensó cuando no respondí era que

mentía sobre Blaine o lo que sea. Y cuanto más tiempo pasaba sin

responder, más se enfadó. Si no hubiera firmado aquéllos papeles, nunca

habría sido capaz de hacerle daño.

Negué con la cabeza. —Lo que le pasó a ella es terrible y me alegra

que ese bastardo esté en la cárcel. Mejor todavía, él debería ser castrado,

pero lo que le pasó a ella no es culpa tuya, cariño. No lo obligaste a que le

hiciera eso.

Sus ojos se llenaron. —Pero al no decirle a nadie, le permití hacerlo

de nuevo.

—No. —Me puse de pie—. No te digas esa mierda. Nadie sabe lo

que hubiese pasado si no hubieras retirado los cargos. Tenías catorce años,

Avery. Hiciste lo mejor que pudiste en esa situación. Sobreviviste.

—Pero eso es todo, ¿sabes? Todo lo que he estado haciendo es

sobrevivir. No he estado viviendo. Mira lo que nos hice a nosotros. ¡Y sí, hice

esto! Te alejé de nuevo.

—Pero me lo estás diciendo ahora.

—¡He estado dejando que lo que me pasó hace cinco años todavía

me afecte! ¿Cuándo casi tenemos sexo? No estaba asustada de ti o si

habría dolor. No era eso. Estaba asustada de que una vez que

empezáramos, que lo que Blaine había hecho, pudiera arruinármelo o que

lo arruinaría yo misma. Soy una cobarde, era una cobarde. —Se puso de

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pie, con la cara enrojecida por las lágrimas—. Pero es muy tarde, ¿no?

Debí haber sido honesta contigo hace meses, así sabrías en lo que te

estabas metiendo y lamento tanto no haberlo sido.

Me acerqué a ella. —Avery...

—Lo siento mucho, Cam. Sé que el decírtelo ahora no cambia nada,

pero necesitaba explicarte que no habías hecho nada mal. Eres perfecto,

perfecto para mí y te amo. Sé que no puedes mirarme ahora mismo. Lo

entiendo.

¿Qué? Mis brazos cayeron a mis costados mientras la miraba

fijamente. Y entonces me encontraba frente a ella, ahuecando sus mejillas.

—¿Qué dijiste?

—¿Qué no puedes mirarme igual?

—No eso. Antes de eso.

—¿Te amo? —susurró.

—¿Me amas?

—Sí, pero…

—Para —dije—. ¿Piensas que puedo verte de forma diferente? Te

dije que siempre sospeché que algo había pasado…

—¡Pero habías esperado que no fuera eso! —Trató de apartarse,

pero no iba a dejarla huir de nuevo. No más—. Antes me miraste con

esperanza y ahora ya no lo haces.

—¿Es eso lo que en realidad piensas? ¿Ha sido eso lo que te estuvo

deteniendo todo este tiempo de decirme?

Bajó la mirada. —Todos me miran diferente una vez que lo saben.

—¡No soy todos, Avery! No para ti, no contigo. ¿Crees que todavía

no tengo esperanza? ¿Esperanza en que eventualmente superes esto?

¿De que no te persiga por cinco años más?

Avery parecía demasiado asustada para hablar mientras guiaba sus

manos a mi pecho, sobre mi corazón. —Tengo esperanzas. —Sostuve su

mirada—. Tengo esperanzas porque te amo, he estado enamorado de ti,

Avery. Probablemente antes de siquiera darme cuenta que lo estaba.

Sus ojos se abrieron. —¿Me amabas?

Apoyé la frente contra la de ella. —Te amo.

—¿Me amas?

Sonreí levemente. —Sí, cariño.

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Avery me sostuvo la mirada durante unos instantes, y vi el segundo

en que se quebró. Cuando las paredes que había construido alrededor de

ella para pasar cada día, finalmente se derrumbaron. Las lágrimas

comenzaron a derramarse, tantas que honestamente creí que alguien se

ahogaría con ellas. Con todo abierto, se puso al descubierto, por primera

vez en años.

La emoción se arrastró hasta mi garganta cuando la rodeé con mis

brazos con fuerza. Vino de buena gana, agarrando mi camisa. Y siguió

llorando, y sabía que no podía detenerla. Tenía que sacar esto.

La levanté en mis brazos y la llevé a mi habitación. La acosté en la

cama. Me coloqué a su lado, sosteniéndola contra mi pecho, y ella se

aferraba a mí mientras seguía llorando, como si tuviera miedo de que la

dejara.

Y dejarla era algo que no volvería a suceder.

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27 Traducido por Majo_Smile ♥

Corregido por Aiden

Era más de medianoche cuando mi teléfono vibró sobre mi mesita

de noche. Medio dormido, me di la vuelta y tanteé hasta que mi mano

aterrizó sobre mi celular. El suave resplandor blanco iluminó un texto con la

palabra Pastelito.

En camino.

Las cosas eran definitivamente diferentes en las semanas siguientes

al día en que se había abierto para mí.

Sonreí abiertamente mientras quitaba las sábanas y me apresuré

hacia por la sala de estar y abrí la puerta. Avery se quedó allí, descalza y

llevando un par de diminutos pantalones cortos para dormir y una camisa

fina. En la aún noche fresca de principios de mayo, la camiseta dejó muy

poco a la imaginación.

Sonrió mientras tomé su mano y la tiré en el interior, cerrando

silenciosamente la puerta detrás de nosotros.

—¿Qué dem...? —susurró, mirando fijamente al suelo entre la mesa

de centro y el sofá.

Ollie yacía boca abajo, con la mejilla apoyada en la almohada que

había empujado debajo de su cara antes de me hubiera ido a la cama.

Sus suaves ronquidos no tardarían en convertirse en motosierras.

—No preguntes —susurré de vuelta.

Riendo nerviosamente, me apretó la mano. Rápidamente hicimos

nuestro camino de regreso a la habitación y una vez dentro, la hice girar

en mis brazos. —¿Qué estás haciendo? —pregunté—. Tienes un examen a

las 9 de la mañana.

—Lo sé. —Caminó hacia atrás, guiándome a la cama. Cuando se

sentó, permanecí de pie—. Pero es mi último examen y ya he estudiado

tanto que creo que mi cerebro está roto.

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Me eché a reír. Durante la última semana, el tiempo que pasamos

juntos era para estudiar para nuestros exámenes. —¿Pero no deberías estar

durmiendo?

—Me sentía sola. —Sus labios se curvaron mientras tiraba de mis

manos—. Y te extrañé. Y extraño...

No tuvo que terminar la frase. Sabía lo que pensaba, lo que quería.

Saber la verdad sobre lo que había ocurrido era una bendición, pero no

estaba seguro de cómo... bien, cómo iniciar realmente las cosas. Lo último

que quería era presionarla para hacer algo para lo que no estaba

preparada. Así que no la había presionado en absoluto.

—¿Me extrañaste? —Rápidamente cambié de tema—. Lo sé. Estar

incluso unas pocas horas sin mi presencia puede causar palpitaciones del

corazón, sudoración anormal, el ocasional…

—Creo que tu arrogancia es realmente una enfermedad.

Le di una sonrisa arrogante. —Me gusta pensar que es una fortaleza

de carácter.

—Sigue diciéndote eso. —Deslizando sus manos para liberarlas, se

levantó sobre sus rodillas frente a mí. Mi boca se secó mientras miraba

desde abajo hacia su cara—. Realmente, sigue diciéndote eso en voz

baja. En este momento, trata de no hablar.

Mis cejas se alzaron. —Bueno...

Sonrió abiertamente, pero podía ver que el color se hacía más

profundo extendiéndose por sus mejillas mientras se extendía hacia

delante, colocando sus manos sobre mi pecho desnudo, y luego se

extendió hacia arriba, deslizando sus dedos en mis mejillas. Guió mi cabeza

hacia la suya.

—Te he echado de menos, Cam. —La punta de su nariz rozó la mía—

. ¿No me has echado de menos?

Cerré los ojos y envolví los dedos en sus delgadas muñecas. —Sí.

—Bien —murmuró.

Sus labios rozaron los míos una vez y luego me besó suavemente. No

había nada como sus besos, sobre todo cuando nos mecíamos en nuestras

posiciones. Presiono, trabajando en la unión de mis labios hasta que los

abrí. Su sabor nubló mis pensamientos. No me di cuenta que había soltado

mi cara hasta que sentí la punta de sus dedos deslizándose debajo de la

banda de mi camisa de nylon.

Mi agarre se apretó alrededor de sus muñecas cuando levanté la

cabeza. —Avery, tal vez…

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—Tal vez deberías dejarme hacer esto. —Su pecho se elevó

bruscamente cuando su mirada bajó. No podía ocultar que deseaba que

hiciera esto. Las comisuras de sus labios se extendieron en una sonrisa

encantadora—. Creo que realmente quieres que haga esto.

—Lo hago. Dios, sí, pero…

Me hizo callar con un beso, demostrándome que tenía que dejarla

hacer lo que quería hacer. Removiendo mis dedos uno a la vez, dejé caer

mis manos a los lados.

Esto era suyo.

Avery se separó y luego colocó un beso sobre mi pecho, sobre mi

corazón. Me puse tenso mientras tiraba hacia abajo mis pantalones cortos.

Aflojados, los pantalones cortos se agruparon en el suelo en un segundo.

Me puse rígido, deseoso, mientras colocaba sus manos en mis caderas y

besaba un camino por mis abdominales. Cuando los bordes de su pelo me

rozaron, mis manos se cerraron en puños. Y seguía yendo, deslizando una

mano alrededor de mi frente, haciendo que mi cuerpo se sacudiera

mientras envolvía sus dedos a mí alrededor. Vibré, todo mi cuerpo vibró.

Entonces su aliento bailó sobre mi dureza.

Tomé su mejilla, deteniéndola. —Avery, no tienes que hacer esto.

Levantó la cabeza. —Pero quiero hacerlo.

Abrí la boca, pero las palabras —en cualquier maldito lugar en que

se encontraban— murieron en mi lengua cuando me tomó en su boca. La

sensación explotó en varios lugares. Lancé mi cabeza hacia atrás,

gimiendo mientras su mano se movía, constante y fuerte al ritmo de su

boca.

No quería prolongarlo. Mi espalda se inclinó mientras trabaja en mí.

Joder. No podía durar. No había manera. La liberación se impulsaba a

través de mí mientras mis caderas se sacudían. Intenté apartarla, pero se

aferró. No iba a ninguna parte. Me vine, gritando su nombre.

Después de lo que pareció una eternidad, ella se apartó. Mi pecho

subía y bajaba irregularmente cuando dejé un beso malditamente casi sin

aliento en su frente. —Avery...

—¿Te gustó?

Se me escapó una carcajada. —Me encantó.

—Aprendo rápido.

Joder que era así. Colocando mis manos sobre sus hombros, la guié

sobre su espalda. —¿Avery?

Dejó caer las manos al lado de su cabeza. —¿Sí?

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—Prepárate.

Una mirada de asombro cruzó su rostro. —¿Para qué?

Capturé su boca, dejando que mis labios y mi lengua le digan

exactamente para que tenía que prepararse y pasó demasiado tiempo

antes de que usara esas dos cosas para nada más que amarla.

***

—¡Galletas! ¡Tengo galletas!

—¡Oh! ¿De qué tipo? —La voz de Pastelito flotó desde el dormitorio.

Había dejado la puerta abierta para mí, algo de lo que tendría que

hablar con ella más adelante, pero ahora mismo tenía un plato caliente de

entrega especial. Me dirigí de nuevo al dormitorio, encontrándola tendida

en su cama, con las manos cruzadas sobre su estómago.

—Galletas de mantequilla de maní —dije—. Pero especiales.

Sonrió abiertamente mientras estiraba sus pies descalzos. —¿En que

son especiales?

—Bueno, además del hecho de que acabo de hornearlas en honor

a que hayas terminado tu último examen, no son cualquier tipo de galletas

de mantequilla de maní. —Puse el plato en la mesita de noche—. Son

galletas de mantequilla de maní cubiertas de chocolate.

Sus cejas se levantaron. —¿Y eso las hace diferentes?

—Claro que sí. —Salté sobre la cama, sonriendo mientras Pastelito

rebotaba—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Siendo perezosa.

La estudié desde más cerca. —¿Estás bien?

—Sí. —Cuando sonrió y alcanzó sus ojos, me relajé—. ¿Galleta?

—Galleta... —Estiré la mano, mirando el plato en busca de una que

pareciera húmeda. Una vez que me decidí por una, se la entregué.

Sosteniendo una mano debajo de su barbilla, mordió un trocito e

inmediatamente gimió. —Oh Dios mío, estas son... —Tomó otro bocado—.

Malditamente buenas.

—Lo sé, ¿cierto? —Tomé una, metiéndola completa en mi boca.

Pastelito intentó agarrar otra y agarré el plato, manteniéndolo

alejado de ella. Me dio un puñetazo en el estómago. Le di una galleta.

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Después de comer nuestro peso en la rica mantequilla de maní, me

estiré a su lado y recogí un mechón de su cabello, enrollándolo alrededor

de mis dedos. Golpeé los extremos de su nariz mientras sus ojos iban a la

deriva. —Entonces, ¿qué se siente al ser, finalmente, un estudiante de

segundo año en la universidad?

Recuperó su cabello de mí. —No soy oficialmente una estudiante de

segundo año. No hasta que la escuela empiece otra vez en el otoño.

—Te considero un estudiante de segundo año ahora. —Sin

inmutarme, cogí otra hebra y lo arrastré al otro lado de su mejilla—. Lo que

yo digo, se hace.

—Entonces, ¿cómo se siente por fin ser un estudiante de último

curso? Tu próximo año será el último.

—Increíble. —Tracé su labio inferior—. Es una sensación increíble.

Pastelito rodó sobre su costado, envolviendo los dedos alrededor del

cuello de mi camisa. —Se siente malditamente bien ser una estudiante de

segundo año.

—Sería mejor si no te inscribieras en las clases de verano.

—Cierto —concordó.

Pero iba a funcionar. Yo iba a hacer el campamento de fútbol de

verano con los niños, por lo que estaría aquí de todos modos.

Se movió más cerca, apoyando la cabeza en mi hombro mientras

pasó una pierna por encima de mí.

—¿Lo bastante cerca? —pregunté.

—No.

Me reí mientras pasaba mis dedos arriba y abajo de su columna

vertebral en una línea lenta y ociosa mientras giraba mi cabeza,

besándola en la frente. Estos momentos de tranquilidad eran los mejores.

Casi me había quedado dormido cuando rodó súbitamente, sentándose a

horcajadas sobre mis caderas.

—Hola —dijo.

Me gustaba a donde se dirigía esto. Coloqué las manos sobre su

cintura. —Hola por ahí.

—Así que he estado pensando algo.

—Oh Dios.

—Cállate. —Se inclinó, besándome suavemente—. De hecho, he

estado pensando mucho. Hay algo que quiero hacer.

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—¿Qué? —Deslicé mis manos por encima de sus pantalones cortos,

apoyándolas en sus muslos.

Chupó su labio inferior entre los dientes. —Quiero ir a casa.

No esperaba eso y tampoco me gustó. —¿Te refieres a volver a

Texas?

—Sí.

—¿Por cuánto tiempo?

Colocó sus manos en mi estómago y se reclinó, presionándose abajo

sobre mí. Me tensé, mis ojos se estrecharon en ella. Tenía la sensación de

que era totalmente a propósito.

—No te vas a librar de mí tan fácilmente —dijo—. Por tan sólo un día

o dos.

—Maldita sea. Ahí va mi plan maestro de pasar el verano como un

soltero loco por el sexo.

Pastelito rodó sus ojos.

—¿Qué quieres hacer si vuelves allí?

—Quiero ver a mis padres. Tengo que hablar con ellos.

Acaricié sus muslos. —¿Sobre lo que pasó?

—Nunca he hablado con ellos acerca de lo que sucedió, no desde

esa noche. —Imitó mis movimientos con sus dedos por mi pecho—. Tengo

que hablarles. Sé que esto suena como que no será divertido, pero tengo

que decirles que lo que hicieron estuvo mal.

—No suena como una diversión, pero ¿crees que es prudente? —

Puse mis manos sobre las suyas—. Quiero decir, crees que va a ayudarte y

no...

—¿Lastimarme? —Sonrió—. Realmente no hay nada más que mis

padres puedan hacer que me vaya a doler, pero siento que tengo que

hacerles frente. ¿Eso me hace una mala persona?

—No. —No me gusta cómo sonaba esto. Aún podían hacerle daño.

—Tengo que hacer esto. También tengo que hablar con Molly.

Bien. Realmente no me gustaba cómo sonaba esto. —¿Qué?

—Tengo que hablar con ella y tratar de explicarle por qué hice lo

que hice. Sé que es arriesgado, y si regresa y me muerden en el culo con la

cláusula de no divulgación, entonces lo harán, pero si puedo hacerle

entender sólo un poco, entonces tal vez la ayudará y ella va a dejar de

ponerse en contacto conmigo.

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—Yo no sé nada de eso. La chica parece que no es la persona más

estable que hay.

—No está loca —dijo—. Sólo molesta y tiene una razón para estarlo.

—Y tú no eres la razón por la que esto le sucedió. —Llevé sus manos a

mis labios, besando los nudillos—. Sabes eso, ¿verdad? No eres

responsable.

Estuvo callada durante unos momentos. —Tengo que hacer esto por

mí y por Molly. No quiero correr más, Cam. Y sé que en realidad no puedo

dejar esto atrás. Lo que pasó... bueno, siempre será una parte de mí, pero

yo no voy a ser esa. Ya no más.

Esto no era lo que quería que hiciera y no creía que realmente lo

necesitaba. Lo que ella no sabía era que ya había empezado a hacer las

paces con todo, pero no la detendría. —¿Sabes lo que pienso?

—¿Qué soy impresionante? —Su sonrisa fue descarada.

—Además de eso.

—¿Qué?

—Creo que ya has llegado tan lejos, Avery. Que has aceptado que

esto será parte de ti, pero que no eres tú. Simplemente no te has dado

cuenta de eso, pero si quieres hacer esto, entonces vas a hacerlo y voy a

estar allí contigo.

—¿Quieres ir con…?

Chilló cuando me moví, haciéndola rodar sobre su espalda. Me cerní

sobre ella. —No vas a hacer esto sola. Infiernos, no. Me voy contigo. Y no

me dirás que me mantenga fuera. ¿Cuando quieres hacerlo?

Mirándome fijamente por un largo momento, sonrió. —¿Tienes planes

para este fin de semana?

—Jesús.

Pastelito colocó las puntas de sus dedos contra mi mejilla. —Tengo

que hacerlo.

Le di un beso en la punta de la nariz. —No creo que lo necesites,

cariño, pero si crees que tienes que hacerlo, entonces eso es lo que

importa.

—¿De verdad quieres venir conmigo? —susurró.

—Esa es una pregunta estúpida, Avery. Y sí, si hay tal cosa como

preguntas estúpidas. Esa fue una de ellas. Por supuesto que voy a estar allí

contigo.

Sus labios se extendieron en una amplia y hermosa sonrisa. —Te amo.

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—Lo sé.

—Presumido.

—Confiado. —La besé suavemente—. Te amo, cariño.

Empezó a envolver los brazos a mí alrededor, pero me alejé,

subiendo por el lado de la cama. —¡Oye! —Frunció el ceño—. ¡Vuelve

aquí!

—No. Tenemos cosas que hacer. —Tomé sus manos, arrastrándola

fuera de la cama—. Y si empiezas a tocarme, no vamos a hacer nada.

La mirada en su rostro era desconcertada. —¿Qué vamos a hacer?

Me incliné, levantándola por encima de mi hombro, y luego giré

hacia la puerta. —Tenemos algunos boletos que reservar.

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1

28 Traducido por Mitzi.Noh

Corregido por Mel Markham

Texas estaba terriblemente caliente. Algo así como los círculos del

infierno. Incluso en la sombra del interior del coche rentado, con la ráfaga

de aire frío de las rejillas de ventilación, el calor se filtraba de cada

pequeña grieta.

No podía creer que realmente me encontraba en Texas.

Mi mirada se desvió de la fuente de mármol a la monstruosa casa.

Avery no bromeaba cuando dijo que sus padres eran ricos. Eran como el 1

por ciento. Demonios, tal vez incluso la mitad de uno por ciento.

Recostándome en el asiento del conductor, dejé escapar un largo

suspiro. —Mierda.

Pastelito se encontraba dentro de ese lugar, con una madre que

hacía a la madre de Anthony Bates verse estable y amorosa. Y yo me

encontraba aquí, esperando en el coche, medio tentado a zambullirme

en la fuente.

Había estado allí por al menos diez minutos y no quiso que entrara

con ella. Probablemente porque sabía que iba a perder mi mierda con

rapidez. Cuándo se abrió ante mí ese día, realmente no había hablado

mucho sobre sus padres, con la excepción de cómo respondieron a lo que

le pasó, pero en el último par de semanas me había hablado de ellos.

Y lo que sabía, no me gustaba.

En la marca de quince minutos, no podía sentarme por más tiempo.

Salí del coche y entré en el sofocante calor. Deslizando mi gorra, la tiré

hacia abajo para protegerme del sol.

Caminé alrededor del sedán rentado, mirando la entrada de la

casa. Las columnas de mármol eran un toque agradable. Al darme la

vuelta, contemplando el cuidadoso paisaje que iba tan lejos como podía

ver, no había ni una sola persona paseando.

El lugar se encontraba vacío, y a pesar de las temperaturas rompe-

cuerpos, estaba frío. No podía imaginar a Pastelito creciendo en este tipo

de atmósfera o descifrar cómo salió tan cálida y cariñosa.

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2

Mi camisa empezaba a pegarse a mis hombros mientras regresaba a

la fuente. Cerré los ojos, obligué a mis piernas a no dar la vuelta e irrumpir

en esa casa. Sabía que Pastelito tenía que hacer esto por su cuenta, pero

odiaba que estuviera enfrentándolos sin mí a su lado.

Metí mi mano, dejando al chorro de agua caliente esparcirse por mi

mano abierta. ¿Qué pensarían sus padres si tomaba un baño? Me sentía

medio tentado. Estaba a cinco segundos de irrumpir en la casa cuando

escuché una puerta cerrarse detrás de mí. Girándome, vi a Avery bajando

las amplias escaleras de piedra.

Sonreía ampliamente.

No había esperado eso.

La tensión se filtró fuera de mis hombros mientras corría alrededor del

coche, atrapándola en medio de la entrada circular. —¿Cómo te fue?

—Ah… —Se levantó sobre las puntas de sus sandalias, inclinando la

cabeza y besándome—. Todo salió como esperaba.

Me aferré a sus caderas, mis dedos apretando mientras una oleada

de lujuria, amor y otras mil emociones complicadas rugían a través de mí.

—¿Quieres decirme al respecto?

—¿Durante la cena? —Comenzó a alejarse, pero capturé su mano,

sosteniéndola en su lugar—. Voy a llevarte a Chuy's…

—¿Avery?

Acero se derramó por mi espina al sonido de su nombre y apreté mi

agarre en su mano. Se volvió cuando mi mirada se estrechó en el hombre

alto caminando por la escalera principal.

Este era su padre.

Lo supe de inmediato.

Su cabello castaño oscuro se veía gris en las sienes y no aparentaba

más de cincuenta. Iba vestido como si se estuviera dirigiendo al club de

golf, pantalones apretados y playera polo.

—Si dice algo ignorante, no puedo prometer que no lo tiraré al suelo

aquí mismo, ahora mismo —le advertí.

Apretó mi mano. —Esperemos que no se convierta en un problema.

—Sólo digo.

Su padre se detuvo frente a nosotros, sus ojos —idénticos a los de

Pastelito— mirando de su hija a donde nuestras manos estaban unidas. Lo

desafié a decir algo.

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—Este es Cameron Hamilton —dijo ella, aclarándose la garganta—.

Cam, este es mi padre.

Dado que sería grosero darle el dedo de en medio o un puñetazo en

la cara, extendí mi mano libre. —Hola.

Estrechó mi mano. —Encantado de conocerte.

—¿Qué pasa, papá? —preguntó cuándo no regresé el saludo cortés.

El señor Morgansten quitó sus ojos de mí y su mirada se posó en su

hija, por quizá una fracción de segundo antes de parpadear. Pude notar

su edad ahora, en las arrugas alrededor de sus ojos y boca.

Su pecho se elevó con una respiración profunda y luego dijo—:

¿Sabes que es lo que más he extrañado de todo? Extraño verte bailar.

Pastelito manejó todo mejor de lo que pensé que lo haría, lo que

significaba que no le había dado suficiente crédito. La chica era más

fuerte de lo que cualquiera de nosotros se dio cuenta.

Durante la cena me dijo como todo se había ido abajo y me sentí

molesto y decepcionado por ella cuando se trataba de cómo la recibió su

supuesta madre, pero Avery hizo lo que había venido a hacer aquí.

Y parecía que su padre expresó por lo menos cierta cantidad de

remordimiento o angustia. El comentario del baile… entendí lo que quiso

decir. Había tantas cosas que Avery perdió, y sus padres también, debido

a su ignorancia.

Ella aún quería ver a Molly mañana y no importaba que intentara

durante toda la cena la cena cambiar su opinión, estaba decidida e iba a

poyarla lo mejor que pudiera. Pero para ser honesto, quería llevarla de

vuelta a casa y alejarla de todo esto.

Cuando volvimos a la habitación del hotel esa noche, Pastelito de

inmediato desapareció en el baño para tomar una ducha rápida. La

observé irse con una ceja arqueada. Había estado actuando extraña

desde el final de la cena, en una prisa por regresar aquí. No tenía ni idea

de lo que hacía, pero me obligué a acostarme en lugar de unirme a ella

en la ducha, que era algo que quería hacer realmente, realmente con

muchas ganas.

Descubrí el control remoto y aún intentaba averiguar qué canal era,

cuando el vapor salió desde la puerta abierta del baño unos veinte

minutos más tarde. Miré hacia arriba y el aire se detuvo en mis pulmones.

Ella se encontraba de pie en la puerta, su cabello de un rojo oscuro,

aferrándose a sus hombros. Sólo llevaba una toalla blanca.

Mierda.

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Me senté, estupefacto mientras mi mirada se apoderaba de ella,

empezando por las uñas de sus pies pintadas y terminando en sus mejillas

sonrojadas. Mi piel se tensó mientras caminaba hacia donde me

encontraba sentado, sus dedos se cerraron alrededor de la toalla

anudada entre sus pechos.

Cerré mis ojos. —Avery.

Puso una mano en mi hombro y subió, como lo había hecho la tarde

en el sofá, a horcajadas de mí. —¿Cam?

Una pequeña sonrisa dividió mis labios, era todo lo que podía

manejar mientras apretaba sus caderas.

—¿Qué estás haciendo?

—Nada —se pausó—. Todo.

Mi mirada se sumergió en el nudo. —Esas son dos cosas opuestas.

—Lo sé. —Presionó mi erección, enviando una descarga de placer al

rojo vivo a través de mí—. ¿Me besas?

No me dio la oportunidad de responder, lo que me parecía bien. Sus

labios rozaron los míos, un dulce roce de sus labios. Mi agarre sobre sus

caderas se apretó cuando abrió mis labios con su lengua. El beso siguió

hasta que me sentía adolorido por ella.

Demonios, siempre la deseaba.

—¿Me tocas? —susurró—. Por favor.

¿Quién diablos era yo para negárselo? Pasé mis manos bajo el

dobladillo de la toalla, deslizándolas sobre sus muslos, acercándose al

centro de su calor.

—Ahora —exigió.

Me reí de su audaz demanda, pero no estaría apresurado. Pasé la

palma de mi mano sobre su humedad, sonriendo cuando gimió. —¿Qué

quieres?

Hizo un sonido de frustración. —Quiero que me toques.

Llevando mis dedos cerca de donde me quería, me retiré

rápidamente. —Te estoy tocando, cariño.

Sus ojos brillaron. —Sabes lo que quiero decir.

—No lo creo.

—Por favor. —Presionó su frente contra la mía—. Por favor tócame,

Cam.

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Me eché hacia atrás, rozando nuestros labios. —Bueno, cuando lo

dices así, creo que entiendo lo que quieres decir.

—Finalmente —se quejó.

Me reí de nuevo y luego mordisqueé su barbilla. Su cuerpo se

sacudió cuando la ahuequé entre sus muslos. —¿Te gusta?

—Sí.

Mientras besaba el centro de su garganta, deslicé un dedo en su

humedad —¿Y esto? —Mi voz sonaba ronca y pesada.

Su espalda se arqueó. —Uh-huh.

Envolviendo un brazo a su alrededor, así no se caería hacia atrás,

presioné su clítoris. Su cuerpo se tensó de la manera más increíble. —¿Qué

hay de esto?

Sus caderas se inclinaron hacia adelante. —Oh, sí. Definitivamente

eso.

—¿Definitivamente eso? —bombeé mi dedo dentro y fuera de ella

lentamente.

Avery gimió, y podría escuchar un coro de ellos todo el día, pero

luego llegó entre nosotros y deshizo el nudo. La toalla se deslizó fuera de

ella, revoloteando al piso.

Mi mano se calmó.

Mi corazón saltó.

Mi pene se endureció y palpitó.

Rosados pechos se alzaban, con las mejillas sonrojadas y sus piernas

se extendían sobre las mías… Maldita sea, ella era… era impresionante.

Corrí mi otra mano por su pecho, obsesionado cuando la punta se

arrugó. —Joder, Avery…

Puso su mano sobre la mía. —No te detengas.

—No estaba planeándolo.

—No es lo que quise decir. —Llegando con la otra mano, encontró la

cremallera de mis pantalones—. Te quiero a ti, Cam.

—Me tienes. —Me moví a su otro pecho—. Joder, me tienes

totalmente.

Avery sonrió cuando envolvió su mano alrededor de mi muñeca,

tirando de mi mano lejos de su calor. —Tengo muchas ganas de ti —abrió

la cremallera de mis pantalones, sus dedos rozándome y me estremecí—.

¿No me deseas?

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—Más de lo que crees —gemí mientras me palmeaba—. Avery…

Su mano desapareció y no sabía si debía estar agradecido o si debía

empezar a maldecir. Pero entonces tiró de mi camisa por sobre mi cabeza.

—Quiero esto, Cam.

Cuando sus palabras se hundieron a través de la neblina roja

empañando mis pensamientos, inhalé profundamente. —¿Estás segura,

Avery? Porque si no es así, no tenemos…

Me besó, deslizando sus manos por mi pecho. —Estoy segura.

Me congelé, con las manos en sus caderas y luego le di la vuelta

sobre su espalda. Sobre ella, cogí sus labios y la besé con todo lo que tenía

en mí. Tal vez otro hombre se lo habría preguntado de nuevo o hecho algo

más, pero esas dos palabras. Estoy segura. Rompieron el pequeño dominio

que tenía en mi auto-control.

Rompiendo el beso, me levanté y casi arranqué mis pantalones.

Cuando su mirada cayó y sus ojos se ensancharon, no pude evitar sonreír.

Avery parecía casi intocable mientras se encontraba allí, mirándome

con esos hermosos ojos marrones. —Podría mirarte para toda la vida.

Nunca envejecería.

—¿Incluso cuando sea vieja?

—Aun así.

Incapaz de esperar más, llegué a ella. Quería que este momento sea

perfecto para ella. Quería que todo sea hermoso y quería que sintiera lo

mucho que la amaba.

Así que empecé en esos pequeños dedos de los pies, trabajando mi

camino por sus piernas y sobre su suave vientre con besos. Me tomé mi

tiempo, chupando y mordiendo hasta que las puntas de sus pechos

estaban apretadas y ella jadeaba. Cada parte de mí se sentía dura,

pesada e hinchada, pero la quería lista, incluso si el crudo e intenso deseo

me condujera a ir profundamente dentro de ella.

Su cuerpo se arqueó contra el mío cuando llegué a sus labios una

vez más. Cambiando mi peso a un brazo, igualé los empujes de mi lengua

con mi dedo y luego dos, estirándola lentamente.

Apretó mis brazos, mis costados mientras se movía inquieta, y

cuando puse mi boca ahí abajo, se deshizo de una manera que casi me

deshace en ese momento.

Temblaba como una mala hierba en medio de una tormenta

mientras me levantaba, posicionándome entre sus muslos. Envolviendo mi

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mano a mí alrededor, alineé nuestros cuerpos. El primer contacto con su

humedad envió fragmentos de placer a través de mí.

Había un punto en el que no podías parar y yo estaba en esa parte,

mi cuerpo temblaba de necesidad, pero esperé por ella. Le di tiempo.

—Te amo —le dije, apoyando mi mano en su mejilla—. Te amo

mucho.

Sus brazos se envolvieron a mí alrededor, abrazándome fuerte,

instándome hacia adelante. —Te amo.

Dejando caer mi mano a su cadera, profundicé el beso mientras

rodaba mis caderas contra las suyas. Se puso rígida debajo de mí y su

suave jadeo de sorpresa fue directo a mi alma.

Me calmé. —¿Estás bien?

Asintió. —Sí.

No quería hacerle daño y sabía que tenía que doler. Permanecí

quieto, profundo en su interior. Mi corazón martilleaba fuera de control

mientras besaba la comisura de su labio y luego la otra. Su boca se abrió y

me deslicé dentro, lentamente saboreándola, dándole a su cuerpo tiempo

para adaptarse.

Gemí cuando inclinó sus caderas tentativamente, creando

asombrosa fricción entre nosotros —Av…

Lo hizo de nuevo y me mecí. Un grito de placer salió de ella mientras

se apoderaba de mí en su estrechez, envolviendo sus piernas alrededor de

mi cintura. Entre eso y la forma en que movía las caderas, me perdí en ella

de la manera más gloriosa posible.

Dios… nada se sentía como ella y nada comparado con la

sensación de ella, cómo invadió cada célula de mi ser. No había yo. No

había ella. A medida que avanzábamos juntos, nuestras bocas pegadas la

una a la otra, nuestras manos explorando y nuestras caderas juntas, sólo

había nosotros.

Avery se rompió debajo de mí, tirando de su cabeza y gritando mi

nombre cuando deslicé una mano entre nosotros, tocándola mientras

arremetía contra ella. Sentir los espasmos, la forma en que se aferró a mí

era demasiado.

—Avery —gruñí, enterrando mi cabeza en su hombro mientras mi

liberación se fundía a través de mí, sorprendiéndome por su intensidad.

La liberación parecía que seguía llegando en oleadas apretadas.

Descansé sobre ella, mi cuerpo sacudiéndose cada par de momentos.

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Mucho tiempo pasó antes de que confiara en mí para moverme. Un

sonido profundo surgió de mi pecho mientras fácilmente salía de ella.

La besé y joder si no sentí una sensación de ardor en la parte

posterior de mi garganta. Sacudí la cabeza, atónito por la fuerza de lo que

sentía. —Eso fue… no hay palabras. ¿Estás bien?

Puso sus manos en mis mejillas y temblaron ligeramente. En su mirada

firme, vi el reflejo de lo que sentía. —Perfecta. Estuviste perfecto.

La verdad era que si estuve perfecto, era sólo por ella. Sólo lo sería

por ella.

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29 Traducido por Michelle♡

Corregido por Melii

Ahí es donde necesito estar.

Esas fueron las palabras de Avery cuando había hablado con la otra

chica. Yo había luchado por no estar enojado cuando vi la marca roja en

su mejilla. La única cosa que ayudó fue que estaba oyendo esas palabras.

Pastelito finalmente lo consiguió.

La curación que necesitaba la hizo descansar en la verdad, al hablar

con sus padres y hablar con Molly, pero había comenzado a sanar desde

febrero y luego otra vez en abril. Texas era algo que sentía que debía

hacer y lo hizo.

Así que la llevé a su casa y aquí nos encontrábamos de vuelta en el

Estado de algo más fresco de Virginia del Sur, la noche antes que Avery

comenzara sus clases de verano y yo comenzara a trabajar con los niños

durante el campamento.

Pastelito se sentó en el suelo de la cocina frente a mí, con las piernas

desnudas metidas debajo de ella. Llevaba una de mis camisas y eso era

todo. Tuve un momento difícil para pensar en nada más que eso.

Entre nosotros, Michelangelo y Rafael constantemente se movían la

cabeza el uno al otro.

—Es como una versión torturada de smack talk11 —dijo, elevando las

cejas—, no estoy segura que se agraden.

Sonreí mientras me apoyaba contra la nevera, pasando la mano

sobre la piel desnuda de mis abdominales. —Todavía necesitan un poco

de tiempo. Y Micky-Mike es territorial.

—Oh échale la culpa a mi tortuga. —Rodó los ojos—. Tú comenzaste

esa mierda del movimiento de cabeza.

11 Es una forma de jactancia o insulto común escuchada en situaciones competitivas

(tales como eventos deportivos y los videojuegos multi jugador).

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El temporizador sonó y me puse de pie en dirección a la cocina. —

Michelangelo es el que manda. —Pastelito recogió a su pequeñín,

poniéndolo varios metros atrás.

Mirando las galletas de chocolate y encontrándolas hechas,

rápidamente me lavé las manos, luego, recuperé las manoplas que estaba

seguro que Pastelito nunca había utilizado. Todavía tenía la etiqueta.

Sonriendo, la arranqué y luego retiré la bandeja del horno. Las galletas

eran de gran tamaño, doradas y de aspecto tan empalagosas.

—¿Están listas? —Ella levantó la vista con los ojos brillantes.

—Te vas a quemar la lengua. —Tiré del guante a un lado—. Otra vez.

Sonrió. —Pero es que valen la pena.

—Uh uh. —Me acerqué a ella, disfrutando de la forma en que sus

mejillas seguían sonrojadas cuando sus ojos cayeron por debajo de mi

ombligo. Descendiendo, besé sus labios al revés. —Dales… —Mi celular

sonó en la sala de estar—. Ya vuelvo.

Asintió mientras yo evitaba cuidadosamente pisar a una pobre

tortuga y traumatizar a Pastelito y a mí mismo.

Tomé mi celular de la mesita. Un suspiro salió de mi cuando vi que

era de mi hermana.

Fuera de cirugía. Haciéndolo bien. Te llamo luego.

Cerré los ojos y dije una oración. No había sido una cirugía mayor

pero seguía siendo una cirugía y las cosas de mierda que pasan en los

hospitales. Ella se encontraba en casa, eso era bueno pero…

—¿Era Teresa?

Dejando mi celular abajo, me volví. Avery se hallaba en la puerta,

sosteniendo dos tortugas retorciéndose. Eso combinado con la camisa que

decía QUIERO SER TU MANWICH, era un espectáculo muy adorable de ver.

—Sí.

Acercó a las dos tortugas a su hábitat colocándolas suavemente

dentro. Mientras cerraba la tapa, los dos chicos verdes inmediatamente se

miraron desde sus respectivas esquinas. —¿Está bien? ¿Cómo estuvo la

operación?

—Dice que esta bien. Era sólo un texto —hice una pausa—, me dijo

que me llamaría más tarde.

Frente a mí, sus cejas se juntaron con preocupación. Si alguien sabía

lo que Teresa enfrentaba en estos momentos, sería mi Pastelito, con todos

sus años de baile. —¿No dijo nada sobre el baile?

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1

Negué con la cabeza, mientras presionaba mis labios. Teresa se

había desgarrado el ligamento cruzado interior hace una semana durante

un recital. Para los atletas y bailarines, eso podría ser fatal para sus carreras.

Todo lo que mi hermana siempre había querido hacer era convertirse en

una bailarina profesional. Sólo el tiempo diría si eso sería posible en

absoluto.

Pero por lo que mamá había dicho, no se veía bien.

Pastelito desapareció en la cocina, se lavó las manos y regresó.

Viniendo a mí, envolvió los brazos alrededor de mi cintura y apretó su

mejilla contra mi pecho. Su piel se sentía caliente.

—Lo siento —dijo.

—¿Por qué te disculpas? —Crucé los brazos a su alrededor,

abrazándola.

—Porque sé que estás preocupado —dijo, frotándose la mejilla a lo

largo de mi piel—, y sé que esta lesión es grave. Sólo espero que no sea tan

grave como puede ser.

Dejé caer un beso en lo alto de su cabeza, mientras deslizaba mi

mano por su espalda, sosteniendo la parte posterior de su cuello. —Yo

también.

Guardó silencio por unos momentos. —Gracias.

Riendo suavemente, me eché hacia atrás para poder ver su rostro.

—Ahora ¿Qué estás agradeciendo cariño?

—Gracias por ir a Texas conmigo.

Tomé su mejilla con una mano. —Ya me has dado las gracias por

eso.

—Y tú me dijiste que no tenía que darte las gracias. —Puso una mano

sobre la mía—. Pero tengo que darte las gracias una vez más, porque no lo

habría hecho sin ti.

—Sí, lo habrías hecho.

Negó con la cabeza. —Tal vez lo habría hecho, pero no se sabe muy

bien. Te necesitaba ahí y tú estuviste ahí, sin hacer preguntas. No puedo

agradecerte lo suficiente… por todo.

—Oh Pastelito, no tienes que darme las gracias.

—Pero yo… —Se detuvo frunciendo el ceño—. ¿Pastelito?

Abrí la boca y después me di cuenta de mi desliz. Dejando caer mis

manos, di un paso atrás y reí. —¿Dije eso en voz alta?

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—Sí. Algo así. —Tiró del dobladillo de la camisa prestada. La

curiosidad le llenó la cara—. ¿Qué pasa con eso?

Jódeme pero sentí que mis mejillas comenzaban a arder.

Sus ojos se abrieron mientras sonreía. —¡Estás sonrojado! ¡Oh Dios mío!

En realidad estás sonrojado. —Me pellizcó la mejilla—. Necesito saber

ahora porque estás tan sonrojado.

—¿Qué gano si te digo?

Me clavó una mirada maliciosa que decía que no conseguiría si no

le decía. Esa mirada me excitaba. Por otra parte, cuando respiraba, me

ponía caliente.

—Es un poco estúpido. —Tomando su mano, la atraje hacia mí. Una

vez que estuvo lo suficientemente cerca, me incliné y deslicé un brazo bajo

sus piernas.

—¡Oye! —Golpeó mi espalda—. Deja de distraerme —gritó cuando

sus pies dejaron el suelo—. ¡Cam!

Levantándola, la abracé a mi pecho cuando me volví hacia el

pasillo. —No estoy distrayéndote. Te estoy ayudando a volver a la

habitación.

Entrecerró los ojos. —Además del hecho de que no necesito ayuda

para volver a la habitación, ¿por qué me llevas allí?

—No caminas lo suficientemente rápido —le dije mientras la llevaba

a la cama—. Oye.

Esa mirada exasperada creció. —¿Qué?

Le guiñé el ojo un segundo antes de que la dejara en medio de la

cama. Su grito terminó en un gruñido cuando saltó. Su boca se abrió y yo

sabía que estaba a punto de maldecirme en todas la maneras. Estuve

sobre ella antes de que pudiera comenzar todo lo que iba a decir,

deslizando mis manos bajo el dobladillo de su camisa. En un segundo se la

quité, y estaba hermosamente y magníficamente desnuda. Me quité el

pantalón. Su respiración se filtró de ella cuando me subí a la cama,

admirando mi obra.

—Entonces —dijo, con voz suave—, ¿qué pasa con este asunto de

Pastelito?

—Bueno, es un apodo. —Besé el hueco entre sus pechos—. Para ti.

—De eso me di cuenta.

Puse otro beso largo en la parte inferior de un pecho y luego por

debajo de su caja torácica. —Proviene de la primera vez que te vi.

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3

—La primera… ¡Oh! —Se sacudió cuando lamí su ombligo,

apretando las sabanas de la cama. Cuando volvió a hablar su voz era

ronca mientras me movía hacia abajo—. ¿La primera vez que nos vimos?

—Sip. —Besé el interior de su muslo izquierdo y luego el derecho—.

Fue el día que chocaste contra mí fuera de la clase de astronomía. Clase

que necesitas retomar.

Pastelito gimió—: No me lo recuerdes.

Yo no sabía si ella hablaba de la clase de astronomía o de la parte

en que chocó contra mí. —Cuando te vi por primera vez a ti y tu cabello…

—Me detuve, besándola entre sus piernas. Su jadeo suave trajo una sonrisa

a mi cara—. Todo lo que podía pensar era en que ese Pastelito de Fresa…

—Me detuve una vez más, pasando mi lengua por su longitud—. Ese

Pastelito de Fresa se me había escapado.

Se echó a reír cuando levanté la cabeza, retrocediendo, así nuestras

miradas se encontraban al mismo nivel. —Guau, no entiendo cómo

funciona tu cerebro.

—Lo amas.

—Así es. —Deslizó su pie a lo largo de mi pantorrilla—. ¿Así que has

estado llamándome Pastelito en tu cabeza todo este tiempo?

Asentí mientras me acomodaba entre sus piernas. —Puede que lo

haya hecho… un par de veces.

—Y nunca se te escapó hasta ahora. Guau. Eso es increíble. —Sus

ojos bailaban con humor—. Y es lindo.

—Definitivamente es lindo. Es... —Gruñí mientas rodaba sus caderas

hacia arriba, uniéndonos—. Bueno entonces…

Se rió y luego ninguno de los dos reíamos ni hablábamos. Dejé

escapar un gemido irregular en su estrecho. Perdí el sentido de todo,

excepto de su cuerpo y quería estar más profundo, más cerca. Nos

movimos juntos, nuestros cuerpos ruborizados y esforzados. Era ella. Mi

boca se cerró alrededor de su pecho cuando empujé dentro de ella. Ella

igualó mi movimiento hasta que su liberación se estrelló contra mí.

Teniéndola cerca, me senté, manteniéndola en mi regazo.

La nueva posición tuvo la lujuria zumbando a través de mí. No pude

durar. No cuando sus pequeños dientes rasparon sobre mi cuello.

Minutos pasaron por el lugar donde todo lo que se oía era el sonido

de nuestra respiración entrecortada. Yo seguía dentro de ella. Había paz

en esta realización. Y lo mantuve todo en mis brazos.

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Más tarde, mucho más tarde, nos sentamos en la cama con el plato

de galletas entre nosotros. Una pequeña mancha de chocolate terminó en

sus labios y me incliné sobre el plato, besándola y quitándola. Y bueno, la

besé de verdad.

La besé y fue como besarla por primera vez. El ataque inicial, el

impacto de nuestros labios no se había desvanecido. Tontamente me di

cuenta que el amor fue hecho de esa manera, asegurándose de que un

simple beso nunca sea aburrido, nunca pierda su encanto.

Mi pecho se hinchó cuando me aparté y miré a sus ojos cálidos y mi

corazón hizo ese loco y estúpido salto.

Algo que también sabía que realmente nunca desaparecería.

Pastelito puso su pequeña mano en mi mejilla. —¿Qué?

Al principio no sabía que decir. Yo… yo había esperado a Avery. La

había esperado por meses. Diablos, la habría esperado por años, pero

ella…

Girándola en mi mejilla, le di un beso en el interior de su palma. —

Gracias por confiar en mí.

FIN

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¿Listo para más?

Sigue leyendo este adelanto de la próxima fabulosa historia de J. Lynn

BE with me

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1 Traducido por Juli & SofíaG

Corregido por Mel Markham

El té dulce al parecer iba a ser mi muerte. No porque contenía

suficiente azúcar que podría enviarte a un coma diabético después de un

sorbo. Tampoco porque mi hermano casi había causado un choque en

cadena de tres coches por serpentear el camión en un giro brusco

después de recibir un mensaje de texto que contenía sólo dos palabras.

Té. Dulce.

Nop. El pedido de té dulce me llevaba a enfrentarme con Jase

Winstead —la encarnación física de la fantasía de todas las mujeres y

hasta más—, fuera del campus, y delante de mi hermano.

Oh dulce María, madre de todos los niños del mundo, esto iba a ser

difícil.

¿Por qué, oh por qué mi hermano tenía que enviarle un mensaje a

Jase para mencionarle que íbamos pasar por su ciudad y preguntarle si

necesitaba algo? Se suponía que iba a llevarme a dar una vuelta para

que pudiera familiarizarme con el paisaje. Aunque era seguro que el

escenario que estaba a punto de presenciar, sería mejor que el que había

estado viendo de este municipio.

Si veía otro club de striptease, iba a lastimar a alguien.

Cam me miró mientras regresaba a toda velocidad. Habíamos

dejado la ruta 9 hace años. Su mirada cayó de mi cara al té que sostenía

en mis manos. Levantó una ceja. —Sabes, Teresa, podrías poner eso en un

portavasos.

Negué con la cabeza. —Está bien. Yo lo sostendré.

—Está bien. —Cam no dijo nada más, centrándose en la carretera.

Me comportaba como una tonta y tenía que calmarme. La última

cosa que alguien en este mundo necesitaba era que Cam averiguara por

qué razón actuaba como una boba drogada. —Así que, um, ¿pensé que

Jase vivía cerca de la universidad?

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Eso sonó casual, ¿verdad? Oh Dios, estaba bastante segura de que

mi voz se había roto en algún momento de esa pregunta no tan inocente.

—Así es, pero pasa la mayor parte del tiempo en la granja de su

padre. —Cam desaceleró la camioneta y dio un giro brusco hacia la

derecha. El té casi salió por la ventana, pero tenía un apretón de muerte

en él. El té no iba a ir a ninguna parte—. Te acuerdas de Jack, ¿verdad?

Por supuesto que sí. Jase tenía un hermano de cinco años llamado

Jack, y yo sabía que el niño era todo para él. Obsesivamente recordé todo

lo que había aprendido acerca de Jase de una manera en que imaginé

que hacían las fans de Justin Bieber por él. Tan vergonzoso como eso

sonaba, era cierto. Jase —sin saberlo él y el mundo entero— había llegado

a significar mucho para mí en los últimos tres años.

Un amigo.

El salvador de mi hermano.

Y la fuente de mi enamoramiento.

Pero hace un año, justo en el comienzo de mi último año en la

escuela secundaria, cuando Jase tenía que estar junto a Cam y estuvo de

visita en casa, se había convertido en algo muy complicado. Algo de lo

que una parte de mí quería olvidarse, pero la otra parte de mí se negaba a

olvidar los recuerdos de sus labios contra los míos o de cómo se habían

sentido sus manos al deslizarse por mi cuerpo o la forma en que había

gemido mi nombre como si le hubiera causado un dolor exquisito.

Oh Dios...

Mis mejillas se calentaron detrás de mis gafas de sol ante el vivido

recuerdo y volví la cara hacia la ventana, medio tentada de bajar la

ventana y asomar la cabeza. Tenía que solucionarlo. Si Cam alguna vez

descubría que Jase me había besado, lo mataría y escondería su cuerpo

en un camino rural como éste.

Y eso sería una lástima.

Mi cerebro no encontraba nada que decir, así que ahora

necesitaba una distracción. La transpiración del té y mis manos

temblorosas me dificultaban aferrarme a la taza. Podría haberle

preguntado a Cam sobre Avery y eso habría funcionado, porque Cam

amaba hablar de Avery. Podría haber preguntado por sus clases o

empezar a hablar de las mías, pero lo único que podía hacer era pensar

en el hecho de que por fin iba a ver a Jase en una situación en la que no

podía huir de mí.

Los árboles gruesos a ambos lados de la carretera comenzaron a

escasear y a través de ellos, pastos verdes se hicieron visibles. Cam giró por

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un camino estrecho. El camión rebotó en los baches, revolviéndome el

estómago.

Mis cejas bajaron al pasar entre dos postes marrones. Un eslabón de

una cadena se hallaba en el suelo y hacia la izquierda, había un pequeño

letrero de madera que decía “WINSTEAD: PROPIEDAD PRIVADA”. Un gran

campo de maíz nos dio la bienvenida, pero los tallos estaban secos y

amarillos, viéndose como si estuvieran a días de marchitarse y morir. Más

allá de ellos, varios caballos pastaban detrás de una valla de madera que

le faltaban muchos de sus tableros intermedios. Las vacas vagaban sobre

la mayor parte de la propiedad a la izquierda, luciendo gordas y felices.

A medida que nos acercábamos, un antiguo granero apareció a la

vista. Un granero viejo y escalofriante, como el de La masacre de Texas,

completo con esa espeluznante veleta con forma de gallo girando en el

techo, y varios metros más allá del granero había una casa de dos pisos.

Las paredes, una vez blancas, ahora eran grises, e incluso desde la

camioneta me di cuenta de que había más pintura que se despegaba de

la casa. Una lona azul cubría varias secciones del techo y una chimenea

que lucía como si estuviera medio desmoronada. Ladrillos con polvo rojo se

apilaban a lo largo del lado de la casa, como si alguien hubiera

comenzado a reparar la chimenea, pero se aburrió y abandonó. También

había un cementerio de coches averiados detrás del granero, un mar de

camiones y automóviles oxidados.

El shock me recorrió cuando me senté un poco más derecha. ¿Esta

era la granja de Jase? Por alguna razón, me imaginaba algo un poco

más... ¿actualizado?

Cam aparcó el camión a unos metros detrás del granero y apagó el

motor. Me miró, siguiendo mi mirada a la casa. Desbloqueando el cinturón

de seguridad, suspiró. —Sus padres han tenido un momento muy difícil.

Jase trata de ayudar con la granja y esas cosas, pero como puedes ver...

La granja necesitaba más ayuda de la que Jase podía proporcionar.

Parpadeé. —Es... lindo.

Cam se rió. —Es muy amable de tu parte decir eso.

Mis dedos se cerraron alrededor de la taza en defensa. —Lo digo en

serio.

—Ajá. —Volteó su gorra de béisbol, protegiéndose los ojos.

Mechones de pelo castaño sobresalían del borde posterior.

Empecé a hablar, pero el movimiento por el rabillo de mis ojos me

llamó la atención.

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Saliendo a toda velocidad desde el lado de la granja, un niño

sentado en un pequeño tractor John Deere ululaba y gritaba, sus brazos

gorditos derechos, las manos aferradas al volante, y una mata de pelo

castaño rizado que resplandecía bajo el sol brillante de agosto.

Empujando el tractor por detrás se encontraba Jase, y a pesar de que

apenas lo podía oír, estaba segura de que hacía ruidos de motor. Saltaron

a lo largo de la grava desigual y la tierra; Jase rió cuando su hermano

gritó—: ¡Más rápido! ¡Ve más rápido!

Jase tranquilizó a su hermano, empujando el tractor por lo que

zigzagueó hasta detenerse en frente de la camioneta cuando Jack chilló,

todavía apretando el volante. Columnas de polvo volaron por los aires.

Y luego Jase se puso derecho.

Oh hombre, mi boca se abrió. Nada en el mundo podría haber

hecho que apartara la mirada del esplendor delante de mí.

Jase no tenía una camisa y su piel brillaba por el sudor. No estaba

segura de que origen étnico tenía en su entorno familiar. Tenía que haber

algo español o mediterráneo, porque tenía un tono de piel bronceado

natural que se mantenía así durante todo el año.

Mientras caminaba alrededor del tractor, sus músculos hacían cosas

fascinantes. Sus pectorales estaban perfectamente formados y sus

hombros eran anchos. Tenía el tipo de músculos que consigues levantando

fardos de heno y lanzándolos a algún sitio. El chico estaba tonificado. Los

músculos de su estómago se tensaban con cada paso. Tenía un six-pack

muy distintivo. Completamente tocable. Sus vaqueros colgaban

indecentemente bajos —tanto que me pregunté si tenía algo por debajo

de la mezclilla desteñida.

Era la primera vez que vi toda la extensión de su tatuaje. Desde que

lo conocí, había vislumbrado que se asomaba desde el cuello sobre su

hombro izquierdo y por debajo de la manga de una camisa. Nunca supe

lo que era hasta ahora.

El tatuaje era enorme —un interminable nudo sombreado en negro

intenso, comenzando en la base del cuello, serpenteando y girando sobre

su hombro izquierdo y la mitad de su brazo. En la parte inferior, dos círculos

opuestos entre sí me recordaban a las serpientes.

Era perfecto para él.

Un rubor se propagó en mis mejillas y viajó por mi garganta cuando

arrastré mi mirada hacia arriba, con la boca seca como el desierto.

Los músculos nervudos de sus brazos se flexionaron mientras sacaba

a Jack del asiento del conductor, levantándolo en el aire por encima de la

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cabeza. Se dio la vuelta en un círculo, riendo profundamente mientras

Jack gritaba y se sacudía.

Mis ovarios explotaron.

Sentó a Jack en el suelo cuando Cam abrió la puerta del lado del

conductor, gritándole algo a su amigo, pero no tenía ni idea de lo que dijo.

Jase se enderezó de nuevo, dejando caer las manos a las caderas.

Entrecerró los ojos mientras miraba a la camioneta.

Jase era absolutamente precioso. Algo que no podías decir de un

montón de gente en la vida real. Tal vez las celebridades o las estrellas de

rock, pero era raro ver a alguien tan deslumbrante como él.

Su pelo era un desastre de abundante ondas rojizas que caían en su

rostro. Sus pómulos eran anchos y bien definidos. Los labios eran llenos y

podían ser muy expresivos. Un toque de rastrojo sombreaba la fuerte curva

de su mandíbula. No tenía hoyuelos como Cam o yo, pero cuando sonreía,

tenía una de las sonrisas más hermosa y más extensa que jamás había visto

en un hombre.

Ahora no sonreía.

Oh no, miraba a la camioneta con una intensidad abrasadora.

Estaba tan sedienta que tomé un sorbo de té dulce mientras miraba

a través del parabrisas, absolutamente cautivada por todo el potencial

para hacer bebés expuesto delante de mí. No es que tuviera prisa para

tener hijos, pero podría apoyar completamente algo de práctica. Al

menos en mis fantasías.

Cam me miró e hizo una mueca como si estuviera malditamente

loca. Puede que sea así. —Hermana, esa es su bebida.

—Lo siento. —Me sonrojé, bajando la taza. No es que importara. No

era como si Jase y yo no hubiéramos intercambiado saliva antes.

En el otro lado del parabrisas, Jase articuló la palabra mierda y se dio

la vuelta. ¿Iba a huir? ¿Cómo se atreve? ¡Yo tenía su té dulce!

Con prisa, me desabroché el cinturón de seguridad y abrí la puerta.

Mi pie se deslizó fuera de mi sandalia y porque Cam tenía que tener un

camión pueblerino, uno que se encontraba a metros del suelo, había una

gran diferencia entre dónde yo me encontraba y dónde estaba el suelo.

Solía ser grácil. Diablos, era una bailarina —una entrenada,

maldición, una buena bailarina— y tenía el tipo de equilibrio que pondría a

las gimnastas verdes de envidia. Pero eso fue antes de mi rotura de

ligamentos, antes de que mis esperanzas de baile profesional terminaran

cuando me caí con un mal salto. Todo —mis sueños, mis metas, y mi

futuro— habían terminado en un instante.

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Y estaba a punto de comer tierra en menos de un segundo. No

había forma de detenerlo.

Extendí la mano para agarrar la puerta, pero me quedé corta. El pie

que iba a tocar el suelo primero se enredó con mi pierna mala y no

aguantaría mi peso. Iba a estrellarme en frente de Jase y terminar con té

sobre mi cabeza.

A medida que empecé a caer, esperaba aterrizar en mi cara,

porque así al menos no tendría que ver su expresión.

De la nada, dos brazos se dispararon y manos se posaron en mis

hombros. Un segundo me encontraba en horizontal, a medio camino de

caer de la camioneta, y en el siguiente en vertical, ambos pies colgando

en el aire por un segundo. Y entonces me hallaba de pie, la taza de té

aferrada a mi pecho.

—Buen Dios, te vas a romper el cuello —retumbó una voz profunda—

. ¿Estás bien?

Me encontraba íntimamente cerca del más perfecto pecho que

jamás había visto y podía ver una gota de sudor bajando por el centro

siguiendo por el corte de sus abdominales, desapareciendo entre los finos

pelos arrastrándose hasta el centro de su estómago, formando una línea

que continuaba debajo de la banda de sus pantalones.

Cam corrió alrededor de la parte delantera de la camioneta. —¿Te

lastimaste la pierna, Teresa?

No. Me encontraba bien. Más que bien. No había estado así de

cerca de Jase por un año y él olía maravilloso, a hombre y un leve rastro

de perfume. Levanté la mirada, dándome cuenta de que mis lentes de sol

se habían caído.

Gruesas pestañas enmarcaban ojos que eran de un tono

asombrosamente gris. La primera vez que los vi, había preguntado si eran

reales. Jase se había reído y se ofreció a dejarme hurgar en sus ojos para

averiguarlo.

Ahora no se reía.

Tragué saliva, deseando que mi cerebro empezara a trabajar. —

Tengo tu té dulce. —Las cejas de Jase se levantaron.

—¿Te golpeaste la cabeza? —preguntó Cam, deteniéndose junto a

nosotros. El calor inundó mis mejillas.

—No. Tal vez. No lo sé. —Sosteniendo el té, forcé una sonrisa,

esperando que no llegara a ser tan espeluznante—. Toma.

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Jase dejó ir mis brazos y tomó el té, y desearía no haber estado tan

ansiosa por empujarlo en su cara, porque quizás entonces seguiría

sosteniéndome. —Gracias. ¿Segura que estás bien?

—Sí —murmuré bajando la mirada. Mis lentes cayeron cerca del

neumático. Suspirando, los recogí y limpié antes de ponérmelos de

nuevo—. Gracias por... um, atraparme. —Me miró un momento y luego se

volteó cuando Jack corrió hacia él, extendiendo una camiseta.

—¡Lo tengo! —dijo el niño, agitando la camiseta como una bandera.

—Gracias. —Jase tomó la camiseta y entregó el té. Revolvió el pelo

del chico y entonces, para mi decepción, empujó la camisa sobre su

cabeza, cubriendo su cuerpo—. No sabía que Teresa estaba contigo.

Un escalofrío se deslizó sobre mi piel, a pesar del calor. —Le mostraba

la ciudad, así conoce los alrededores —explicó Cam, sonriendo como un

pequeño perro callejero que se arrastraba lentamente hacia mí—. Nunca

estuvo aquí antes.

Jase asintió y luego tomó el té otra vez. Había una buena posibilidad

de que Jack hubiera bebido más de la mitad de él en ese corto periodo

de tiempo. Jase comenzó a caminar hacia el granero. Hicieron caso omiso

de mí. Sólo así. La parte posterior de mi garganta comenzó a arder, pero lo

ignoré, deseando haberme quedado con el té.

—Tú y Avery vendrán a la fiesta esta noche, ¿verdad? —le preguntó

Jase a Cam, tomando un sorbo del té.

—Es la fiesta Hawaiana. No nos perderemos eso. —Cam sonrió,

revelando el hoyuelo en su mejilla izquierda—. ¿Necesitan ayuda para

prepararla?

Jase sacudió la cabeza. —Los novatos están a cargo de eso. —Miró

directo hacia mí, y por un segundo pensé que me preguntaría si iría—.

Tengo algunas cosas que atender aquí primero y luego me dirijo a casa.

Una pequeña mano tiró del dobladillo de mis pantalones cortos,

haciendo que baje la mirada hacia unos ojos grises que eran jóvenes y

conmovedores.

—Hola —dijo Jack.

Sonreí. —Hola a ti.

—Eres bonita —dijo, parpadeando.

—Gracias. —Era oficial. Me gustaba este niño—. Tú eres muy lindo.

Jack sonrió. —Lo sé.

Me eché a reír. Este chico era definitivamente el hermano menor de

Jase.

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—¡Muy bien, es suficiente, Casanova! —Jase terminó el té y arrojó la

taza lo más cerca que pudo de un cubo de basura—. Deja de coquetear

con la chica.

Hizo caso omiso de Jase, sacando su mano. —Soy Jack. —Tomé la

pequeña mano en la mía.

—Soy Teresa. Cam es mi hermano.

Jack me hizo un gesto hacia abajo con su dedo meñique y susurró—:

Cam no sabe cómo ensillar un caballo.

Miré hacia los chicos. Hablaban sobre la fiesta, pero Jase nos

miraba. Nuestras miradas se encontraron, y como lo había estado

haciendo desde que comencé en la Universidad de Shepherd la semana

pasada, él rompió el contacto visual con una velocidad dolorosa. Una

punzada de decepción se iluminó en mi pecho y regresé mi atención a

Jack. —¿Quieres saber un secreto?

—¡Sí! —Su sonrisa se volvió más grande y amplia—. Yo tampoco sé

cómo ensillar un caballo. ¡Y ni siquiera he montado uno antes! —Sus ojos se

ensancharon tanto como la luna.

—¡Jase! —gritó, girando hacia su hermano—. ¡Ella nunca ha

montado a caballo!

Bueno, ahí se fue mi secreto. Jase me miró y me encogí de hombros.

—Es cierto. Me asustan mucho.

—No deberían. Son animales bastante calmados. Probablemente te

gustaría.

—¡Deberías enseñarle! —Jack se lanzó hacia Jase, prácticamente

enganchándose en las piernas de su hermano—. Podrías enseñarle como

me enseñaste a mí.

Mi corazón dio un vuelco en el pecho, en parte por la proposición de

Jase enseñándome cualquier cosa y en parte por mi miedo a esos

dinosaurios.

—Es “instruir”, no “enseñar”, y estoy seguro de que Tess tiene mejores

cosas que hacer que pasearse en un caballo.

Tess. Aspiré una bocanada de aire. Ese era su apodo, él era la única

persona que alguna vez me llamó así. Ni siquiera sé por qué me llama así,

pero no me importa. En absoluto. Mientras Jack demandaba saber por

qué le había dicho que mi nombre era Teresa y Jase le explicaba que Tess

era un apodo, fui absorbida a un recuerdo de la última vez en la que me

llamó así.

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—No tienes ni idea de lo que me haces desear —dijo, sus labios

rozando mi mejilla, enviando escalofríos por mi columna—. No tienes una

maldita idea, Tess.

—¿Te importa si uso el baño antes de que salgamos de aquí? Tengo

que regresar —dijo Cam, atrayendo mi atención—. Le prometí a Avery

cenar antes de la fiesta.

—Te mostraré —anunció Jack, agarrando la mano de Cam.

Jase arqueó una ceja oscura. —Estoy seguro de que él sabe dónde

está el baño.

—Está bien. —Cam lo despidió con la mano—. Vamos, pequeño

amigo, dirige el camino. —Los dos se dirigieron hacia la casa de campo, y

nosotros nos encontrábamos oficialmente solos. Un colibrí tomó vuelo

dentro de mi estómago, rebotando alrededor como si fuera a picotear

para salir de mí, mientras una cálida brisa me envolvía, agitando los

cabellos que se habían escapado de mi cola de caballo.

Jase observó a Cam y Jack correr sobre la irregular hierba verde,

como un hombre mirando como se ocupa el último salvavidas mientras el

Titanic empieza a hundirse.

Bueno, eso fue un poco ofensivo. Como si estar conmigo, fuera el

equivalente a ahogarse mientras eres comido por tiburones.

Crucé los brazos sobre mi pecho, apretando los labios. La irritación

hormigueaba mi piel, pero su obvia incomodidad dolió demasiado. No

siempre había sido así. Y sin duda había sido mejor entre nosotros, al menos

hasta la noche en que me besó.

—¿Cómo está tu pierna?

El hecho de que me hubiera hablado, me sorprendió y tartamudeé.

—Uh, no está tan mal. Apenas me duele ahora.

—Cam me lo contó en cuanto sucedió. Lamento oírlo. —Hizo una

pausa—. ¿Cuándo puedes volver a bailar?

Cambié mi peso. —No creo que lo haga. —La verdadera respuesta

sería que no lo sé. Tampoco mis doctores, kinesiólogo o mi instructor de

baile, pero prefería prepararme para un nunca, que creer que podré

bailar otra vez. No creo que sobreviviría esa angustia por segunda vez—.

Así que sí, eso es todo.

Las cejas de Jase se fruncieron. —Dios, eso apesta. Realmente lo

siento, Tess. Sé lo mucho que significa la danza para ti

—Significaba —murmuré, más afectada de lo que debería haber

estado por la genuina simpatía en su voz.

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Sus ojos grises finalmente regresaron a los míos, y contuve el aliento.

Sus ojos... nunca fallan en introducirme a la estupidez o hacerme desear

hacer cosas dementes y locas. Ahora mismo sus ojos eran de un gris

profundo, como nubes en una tormenta.

Jase no estaba feliz.

Metió una mano en su cabello húmedo, exhaló profundamente y un

músculo de su mandíbula se marcó. La irritación dentro de mí se convirtió

en un desastre, provocando que el ardor en la parte posterior de mi

garganta se moviera hacia mis ojos. Tenía que seguir diciéndome a mí

misma que él no lo sabía —que no había manera en que lo pudiera haber

sabido, y que el modo en que me sentía, el dolor y la brutal herida de

rechazo, no eran su culpa. Yo sólo era la pequeña hermana de Cam; la

razón por la que Cam se metió en tantos problemas hace cuatro años y el

por qué Jase tuvo que empezar a hacer un viaje hacia nuestra casa cada

fin de semana. Yo sólo era un beso robado. Eso fue todo.

Comencé a dar la vuelta, para ir a esperar en la camioneta por

Cam antes de que hiciera algo vergonzoso, como llorar. Mis emociones

habían estado descontroladas desde que me lesioné la pierna, y ver a

Jase no ayudaba.

—Tess. Espera —dijo Jase, cruzando la distancia entre nosotros en un

sólo paso con sus largas piernas. Deteniéndose tan cerca que sus zapatillas

gastadas casi rozaban la punta de mis pies, extendió la mano hacia mí,

prolongando su mano en mi mejilla. No me tocó, pero el calor de su mano

marcaba mi piel—. Tenemos que hablar.

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BE with me

Teresa Hamilton está teniendo un año difícil,

está enamorada del mejor amigo de su

hermano mayor, que no ha hablado con ella

desde que compartieron un

verdaderamente increíble, alucinante, beso

de esos que te cambien la vida. Ella salió de

una terrible relación. Y ahora una lesión

amenaza con poner fin a su carrera de baile

para siempre. Es hora de Plan B —

universidad. Y tal vez la oportunidad de

convencer a Jase que lo que tienen juntos es

real.

Jase Winstead tiene un gran secreto que no

le ha dicho a nadie. Sobre todo a la

increíblemente hermosa hermana de su

mejor amigo. A pesar de que él y Teresa

compartieron el beso más ardiente de su vida, sabe que sus

responsabilidades deben tener prioridad. Desde luego, no tiene tiempo

para una relación. Pero no ayuda, que todo en lo que puede pensar es en

besar a la chica que podría arruinarlo todo para él.

Mientras la atracción entre ellos crece, Jase y Tess no pueden seguir

negando sus sentimientos del uno por el otro. Pero un peligro conocido los

amenaza y la tragedia llega. Mientras el campus se recupera, la trágica

pareja debe decidir lo que están dispuestos a poner en riesgo para estar

juntos, y lo que están dispuestos a perder si no lo están...

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SOBRE LA AUTORA

La autora USA Today Bestselling, Jennifer L.

Armentrout, vive en Martinsburg, Virginia

Occidental. Todos los rumores que han oído

sobre su estado no son verdad. Bueno, la

mayoría. Cuando no se encuentra

escribiendo, pasa su tiempo leyendo,

haciendo ejercicio, viendo películas sobre

zombies, pretendiendo a escribir y pasando

el tiempo con su esposo y su Jack Russell,

Loki.

Sus sueños de convertirse en autora iniciaron

en la clase de álgebra, donde pasó la mayor

parte de su tiempo escribiendo historias

cortas… lo que explica sus deprimentes notas

en matemáticas. Jennifer escribe YA

Paranormal, ciencia ficción, fantasía y

romance contemporáneo. También escribe novelas para adultos bajo el

nombre de J. Lynn.