Tratados sobre la resignación

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Tratados sobre la resignación: las 7 estrategias del funcionamiento de los sistemas de poder Claudio Troisemme

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Artículo publicado en el blog de Claudio Troisemme sobre los sistemas de poder y las técnicas recurrentes de control que llevan a una vida sin cuestionamientos sociales.

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Tratados sobre la resignación:

las 7 estrategias del funcionamiento de los

sistemas de poderClaudio Troisemme

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Diseño de cubierta: Claudio Troisemme

Título original: “Tratados sobre la resignación: Las 7 estrategias del funcionamiento de los sistemas de

poder”.

Primera edición en claudiotroisemme.blogspot.com

© 2012, Claudio M. Mena Morillo

Todos los derechos reservados. Queda permitida la reproducción total o parcial del texto siempre y cuando

se cite la fuente y el autor.

Primera edición virtual: Mayo de 2012www.claudiotroisemme.blogspot.com

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Las nuevas generaciones están naciendo con la maléfica capacidad de resignarse de manera instantánea sin siquiera mover un solo dedo, aunque hay una gran contraparte en

esta historia que por lo menos. Debemos aplaudir. Sin embargo, pienso que la mayoría de los jóvenes de hoy nos animamos a protestar contra la ley S.O.P.A. y la P.I.P.A. (por ejemplo), porque son leyes que atentan directamente con una de las necesidades básicas más importantes por excelencia: la libertad de expresión. Se han metido en rojo con todo lo que nos queda, no es difícil ahora vernos protestar. Lo más difícil de todo esto que estamos viviendo es ver y analizar el trasfondo psicológico y social además de la censura de esa libertad que subyace en el sistema de vida que estamos viviendo: ¿en realidad estamos protestando de una manera adecuada? ¿Realmente estamos protestando por la libertad de expresión, o esa es la superficie remota? ¿A qué nos estamos enfrentando entonces? ¿Quiénes estamos protestando y por qué? Preguntas no tan difíciles de explicar. Ya de patologías podríamos hablar de innumerables formas.

La lucha por la libertad siempre va a estar dentro de nosotros mismos, aún y cuando esta sentencia suene cliché. Toda lucha empieza por el interior. La libertad es y siempre seguirá siendo una lucha inconclusa, una excusa que alimenta nuestro sentido de supervivencia al igual que la fe. La libertad bien puede ser una ilusión, una utopía que le da nombre y forma a la cúspide de todo a lo que aspiramos ser, a lo que nos han enseñado es la meta. Los seres humanos tenemos la capacidad de buscarle explicación a todo y por qué no, colmarlo de sentido. Sin sentido dejamos de vivir internamente y la vida necesita constantemente

Introducción

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razones que la avalen. Volvamos a la libertad genuina, esta es una invitación. Hay que volvernos un poco teóricos primero.

La libertad ha tenido múltiples nombres: hasta se le ha confundido con la felicidad. Pero no es necesariamente felicidad. No es solo una utopía, no es una fe justificada. La libertad debe ser algo más, algo que nos despierte a golpes de este profundo sueño. Es multiforme, tan ambigua como la verdad (cuál de las dos más difíciles de definir), y espero que nadie con palabras altere su esencia. La libertad ha sido tan manoseada que ya de seguro no es virgen, y ahora su contrincante más fuerte está tomando la forma de un “ACTA” para combatirla.

El sistema está hecho y se mantiene operando desde la antigüedad: creo que combatirlo desde afuera es imposible y hay que buscar formas inteligentes de cambiarlo. No creo que la solución que toman ciertos individuos de asumir una postura fatalista, y soñar con el ideal de partir del lugar en que se vive, o incluso de pensar en la posibilidad del retiro voluntario hacia zonas rurales sea una opción. El cambio debe producirse obviamente en las zonas urbanas, donde todo coexiste y todo debe mejorar. Irnos sería solo una excusa para la inacción.

Para cambiar cualquier sistema existente, lo primero que debemos hacer es conocer cuál es el sistema (valga la redundancia) de funcionamiento.

¿Cómo ha nacido la represión?

Antes de protestar pienso que tenemos que analizar a qué nos enfrentamos, esa es la primera pregunta que nos debemos hacer. Este sistema de represión empezó desde hace muchísimos años y se caracteriza por una serie de estrategias de las que pocas personas se percatan. Podríamos remontarnos al sistema colonial y sus semillas que ahora han germinado casi de manera subyacente

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en el pensamiento de cada individuo latinoamericano, casi como el machismo entre otros. La represión no consiste en la censura como fuente primaria de acción: esa es solo su forma más visible. El verdadero rostro de la censura empieza cuando se nos quita el acceso al conocimiento, a la educación, a la posibilidad de generar juicios críticos, a la capacidad de preguntar. Hay quienes no saben que viven una vida censurada desde siempre camuflada con una “libertad ilusoria”.

Con el propósito de reflejar quiénes somos y a fin de seguir estimulando esa capacidad que todos tenemos y que difícilmente podrán matar, les dejo mi razonamiento sobre lo que llamo: “Las 7 estrategias del funcionamiento de los sistemas de poder”. Lo primero que tengo que decir es que nos han engañado, pero eso creo que es deducible. Hollywood ya no podrá vendernos finales felices, no podrán influir en nuestra percepción si no nos dejamos engañar. Todo depende de nosotros.

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La primera estrategia de este monstruo que vive en todos nosotros y que se ha manifestado a través de dictadores y gobiernos es la ignorancia. ¿Cuál es peligro de la

ignorancia? El razonamiento es simple: un pueblo que no se conoce a sí mismo, que no sabe lo que existe, que no puede darse cuenta de lo que está aconteciendo a su alrededor, no puede pensar de manera auténtica con voz propia, no puede cuestionar, no puede proponer. El fin de los gobernantes que nos quieren en la ignorancia es visible: matar nuestro sentido crítico.

Dialogando con un par de amigos escuché que eso del sentido crítico es absurdo por múltiples razones, ya que existen tantos subniveles de la represión en los sistemas de poder que habría que tardar un buen tiempo para lograrlo. Evidentemente, sí, pero de alguna forma hay que empezar.

La primera etapa de la ignorancia es la de establecer desde antes de nuestro nacimiento las reglas del juego para que nos quede claro quién manda y quien obedece, quien está arriba y quien abajo. Como dice el Tao Te King, libro místico del legendario maestro oriental Lao Tsé: “Al conocer lo bello como bello todos conocen la fealdad en el mundo. Todos saben que el bien es el bien y entonces conocen el mal”. Esto fue escrito hace miles de años. Desde que se establece el canon de la belleza aparece lo feo de manera instantánea, según el Tao. Así cuando eso lo establecen los grupos de poder a su conveniencia y el pueblo que ignora lo asimila y lo acepta, nadie hace preguntas, nadie piensa, nadie cuestiona, nadie propone soluciones ni alternativas a las existentes.

1. La ignorancia: Sinónimo de control

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Este aparente orden implantado es el principio de todo fin. Así pues, un pueblo que no pregunta, un pueblo al que le es permitido drogarse, se mantiene al margen de lo que pasa. Un pueblo que se cree tener cultura y que supone en lo más básico que la representa (con todo y lo que supone la identidad), solo representa un vestigio muy sutil de que todos aprendemos a perpetuar las conductas negativas de nuestros antepasados. Los que piensen diferente serán excluidos o rechazados. Un pueblo que piensa que la felicidad es llegar a tener buen estatus social, una familia y un trabajo decente, busca una finalidad y no un aprendizaje en el proceso, busca la conformidad.

No todo está perdido: el primer paso contra esta estrategia es empaparse de información, no resignarse a aceptar todo lo que se nos dice. Mi primera solución es que seamos curiosos. A veces asumir la postura de un niño rebelde que no acepta toda la “verdad” es la postura adecuada.

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La segunda estrategia como punto clave para debilitar nuestro pensamiento crítico puede presentar errores: hay quienes a pesar de estar en condiciones en las que es difícil

salir de la ignorancia, logran hacerlo. Son estos individuos los que se presentan como amenazas potenciales para los grupos de poder, especialmente para los grupos políticos.

Aquí quiero hacer una pausa para recordar que no estoy hablando solamente de quienes atentan con nuestra libertad de expresión con la ley S.O.P.A.: me refiero a los grupos de poder que son la parte importante del sistema, los que manipulan gobiernos enteros, compran débiles dignidades y hacen a los hombres marionetas en este teatro japonés. Nuestro enemigo no es una ley, es un estilo de vida confortable al que nos adaptamos y por el que luchamos: es un estado mental que forma parte de nosotros por los esfuerzos continuos de estos grupos que al final son minoritarios.

Volviendo al tema que nos concierne, en esta etapa estos individuos no presentan un peligro inminente al sistema, aún. El asunto importante que quiero aclarar en esta segunda estrategia, es que no hay nada que yo pueda decir que no se base en la postura que tomemos como individuos. La tolerancia en sí misma no es negativa, al contrario, es una preciosa cualidad humana porque supone un respeto a las ideas del prójimo. Según la Real Academia de la Lengua:

2. La tolerancia: Sinónimo de permisividad

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Tolerancia (Del lat. tolerantĭa):

• Acción y efecto de tolerar.• Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.• Reconocimiento de inmunidad política para quienes profesan religiones distintas de la admitida oficialmente.

Entonces la tolerancia en sí misma no profesa un mal, todo lo contrario: la pregunta es dónde reside el peligro de la tolerancia como segunda estrategia de los grupos de poder contra el pensamiento.

El sistema establecido no puede obligarte a tolerarlo, va en contra de la supuesta “libertad” que hemos adquirido y que es avalado por La declaración universal de derechos humanos (pero este sería un tema un poco más extenso). El sistema pretende entonces abogar por una postura aceptada, una postura mental, y es esa postura que nosotros aceptamos la que supone el peligro. Cada vez que vemos algo que está mal y no nos animamos a ponerle freno, eso es tolerancia de la mala, de la subjetiva. Cuando se nos imponen las opciones a escoger sin otras brechas alternativas y las aceptamos, eso es tolerancia de la mala.

Los grupos de poder y los gobernantes solo tienen la mitad de la culpa en esta historia, debemos asumir nuestra propia postura e interesarnos por lo que pasa. No hay cambio dentro de nuestras posibilidades fuera de nuestra propia convicción de cambiar las cosas que pensamos que están mal. El punto es que muchos individuos no ven más allá de sí mismos, de sus intereses. Esos seres humanos viven en la cultura del inquilino, una cultura de que estamos prestados, de que todo termina con nosotros al morir. ¿Y después? La vida continúa. Esos individuos que no ven o no quieren ver las cosas que deben cambiar son el verdadero punto fuerte de los sistemas de poder. La ignorancia anula el

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Pensar; la tolerancia de lo que está mal anula la posibilidad de proponer cambios. Quejarse por ejemplo, puede ser el primer paso; pero que no se quede en ese primer paso. Los cambios no se dan solos, y mucho menos quejándonos no más. Aprender a denunciar las cosas con las que no estamos de acuerdo, no tener miedo a represalias por nuestro pensamiento, manifestarse, opinar, convocar. Aquí en este paso por ejemplo, mi misión no es imponer, sino proponer, invitar a la reflexión personal.

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Así como la ignorancia anula el pensar y la tolerancia anula la capacidad de proponer los cambios que hacen falta, la complacencia anula el accionar. Generar los cambios

sociales debería ser una meta en conjunto hacia el mejoramiento colectivo. Thomas More tuvo en su tiempo una idea del país perfecto haciendo un fuerte contraste con la sociedad en la que vivió en aquel entonces, a ese país llamó “Utopía”, de la que viene la palabra. Karl Marx en su tiempo escribió el libro: “Das Kapital” (El Capital), libro base del pensamiento comunista como propuesta alternativa a los modelos capitalistas de gobierno. Hay un montón de ejemplos más en los que podemos demostrar cómo el pensamiento crítico intenta cambiar sociedades mediocres. Independientemente del éxito del comunismo por ejemplo, algo muy importante podemos sacar al respecto como aprendizaje: solo los que se atreven a cambiar el orden de las cosas generan cambios sociales y discusiones. No vamos a mencionar la infinidad de ejemplos existentes sobre el pensamiento crítico como Martin Luther King, o como el de Malcom X, o como el de Lao Tsé, o el de Copérnico. Tampoco es ir contra corriente porque sí: es reaccionar ante las cosas que vemos que están mal, con las que no estamos de acuerdo, las cosas que pueden ser diferentes siempre para mejorar, buscarles solución.

Sabemos cuál es el pensamiento crítico del que hablamos pero pocos nos animamos a usarlo de manera útil a la sociedad: eso desemboca en el conformismo, la tercera estrategia. Muchos tenemos ya ese pensamiento crítico pero, ¿y qué? ¿De qué me sirve saber usar las herramientas que nunca me animo a utilizar? El sistema está hecho: nos queda aceptarlo por completo o

3. La complacencia: Sinónimo de la inacción

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animarnos a cambiarlo. Hasta aquí no representamos una amenaza real a menos que decidamos optar por la segunda opción. Si ese es nuestro caso, el sistema nos reconocerá tarde o temprano como posible entes de cambio al orden que han establecido, lo que conlleva a todo tipo de trabas y muros posibles para refrenar nuestro ímpetu inicial. Aquí utilizan una de sus armas más letales: la represión y la censura.

La represión y la censura

La represión a tomado diversas formas a lo largo de la historia. Ha tomado forma de persecución, de exilio, de mandatario totalitario e incluso de Papa. En la actualidad, los medios de comunicación por ejemplo son frecuentemente manipulados a conveniencia de los constantes esfuerzos de los grupos de poder, dígase, las empresas poderosas que son las que influyen directamente en las decisiones importantes que afectan una nación. Estos grupos generalmente son fruto de imperios comerciales que aparentemente nada tienen que ver en lo que son las decisiones del Estado, pero sí, me temo que sí tienen todo que ver al respecto.

En República Dominicana por ejemplo (y en otras repúblicas), podemos apreciar grupos de empresas lideradas por familias poderosamente influyentes que presionan de muchísimas formas posibles para mantener la estabilidad y proteger sus propias inversiones. El dinero es su arma más poderosa, y lamentablemente están dotados de los recursos necesarios para comprar la débil integridad de quienes no tienen bien arraigadas sus convicciones (o que carecen de ellas). Al final esta es la lucha constante del día a día en todas las naciones del mundo y no va a parar nunca, no podemos esperar que lo haga. Este tipo de poder funciona como la razón fundamental para establecernos utopías.

Uno de los escritores latinoamericanos más respetados en la

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actualidad Eduardo Galeano en una entrevista que le hicieron, en la que justificó el derecho al delirio y a soñar dijo: “Voy a leer unas palabritas que tratan sobre el derecho a soñar, sobre el derecho al delirio a partir de algo que me ocurrió en Cartagena de Indias. Hace ya algún tiempo, cuando estaba en la universidad dando una charla junto a un gran amigo, un director de cine argentino Fernando Birri, y entonces los muchachos, los estudiantes hacían preguntas, a veces a mí, a veces a él, y le tocó a él la más difícil de todas: un estudiante se levantó y preguntó ¿para qué sirve la utopía? Yo lo miré con cara de lástima... Huy, ¡qué lío ahora¡ y él contestó estupendamente de la mejor manera. Dijo que la utopía está en el horizonte y dijo: “Yo sé muy bien que nunca la alcanzaré. Que si yo camino diez pasos ella se alejará diez pasos. Cuanto más la busque menos la encontraré porque ella se va alejando, a medida que yo me acerco”. ¿Buena pregunta no? ¿Para qué sirve? Pues la utopía sirve para eso, para caminar”. Caminemos entonces.

No basta con tener juicio crítico ni con opinar sobre lo que está mal. Ellos saben que tendemos a desear cierta estabilidad, ese es el sentir natural al que nos hemos acostumbrado, y nos la venden de todas las maneras posibles: muchas veces con el nombre de consumismo, otras veces como la ilusión de libertad. No debemos creer que somos por completo felices, que todo está bien, que el orden de las cosas no puede cambiar, que todo está bien como está. Ese sentimiento de plenitud al que aspiramos no es más que un artilugio de control que permitimos se perpetúe. No está mal soñar con lo que sueñan todos, pero debemos recordar que no estamos solos, que lo que hacemos afecta a otros seres humanos y que porque al final todos vamos al mismo lugar no significa que dejemos de luchar. El hedonismo no es el problema real: el problema es permanecer mucho tiempo en ese estado fantástico de plenitud que nos convierte en personas conformes con lo que tenemos. Cuando se es pleno se piensa que se tiene todo, que no falta nada. Y si no falta nada, nada debemos hacer. Pues que nos falte, hagamos algo.

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Una vez escuché a un mensajero de una empresa con la que trabajé unos meses que dijo una de las frases más excepcionales que escuchado alguna vez de alguien, frase

que vivirá conmigo hasta el último día de mi vida. Ese mensajero, un individuo llano y humilde, de escasos recursos económicos pero con una profundidad envidiable, pronunció una sentencia de esta magnitud: “creo que la peor de las cualidades humanas es la costumbre”. Creo firmemente en esta sentencia.

La costumbre representa una de las capacidades humanas más rutinarias y mecánicas. La rutina es un acto programado, no pensado, no analizado. La costumbre conlleva a lo que se conoce como la zona de confort, esa zona de la cual es casi imposible salir, en la que nos arropamos desde los pies hasta el pelo. ¿Cómo podemos darnos cuenta de qué tan arraigado tenemos esta zona en nosotros? Simple.

Si nos dedicáramos a escribir un conjunto de actividades diarias que desarrollamos a lo largo del día y nos proponemos a cambiar drásticamente esa rutina invirtiendo el orden establecido o proponiendo nuevas actividades, nuestro cerebro sufriría un repentino shock: y buen shock por cierto, porque esa chispa pone a nuestro cerebro a generar, a pensar diferente, a salir del orden natural al que nos acostumbramos con una celeridad impresionante.

Los sistemas de poder se cimentan en el conformismo como filosofía, como base objetiva de la cual se sustentan para operar. Sin duda alguna el conformismo es una de las armas más

4. El conformismo: La antesala a la mediocridad

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efectivas contra el pensamiento crítico y su accionar, así que debemos luchar incansablemente por erradicar el conformismo de nuestro pensamiento a fin de salir de ese círculo de confort en el que nos hemos metido.

Otro de los peores males a los que nos enfrentamos es a la postergación. Cuando despertamos el interés renovador de cambiar el orden impuesto de las cosas y nos falta ganas para mantener nuestra postura pensando que siempre tendremos la oportunidad de hacer algún cambio quizá en otro nivel, nos volvemos revolucionarios mediocres. El cambio no se puede postergar, es como una revelación mística: cuando se conoce el bien difícilmente se pueden juzgar las cosas de igual manera.

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Hombres mediocres piensan ideas mediocres. La mediocridad es una idea sustentable; se mantiene a sí misma sin mucho esfuerzo gracias al trabajo realizado

por una de las instituciones más poderosas de todos los tiempos; el cristianismo. La iglesia católica ha sido la primera en fomentar esta conducta conformista que se limita con lo que se le establece; todo aquel que suponía una amenaza era eliminado, y así se sometía el estado de terror. Juana de Arco, Galileo Galilei, la caza de brujas: todos fieles ejemplos del tema. El razonamiento también es simple: un pueblo que puede cuestionar la existencia de su propio Dios es un pueblo al que no puede sometérsele, entonces, un pueblo al que se le impone Dios es un pueblo fácil de manipular.

Lo primero que llevó a cabo la iglesia católica fue censurar el acceso a la información. Su primera estrategia fue la ignorancia del pueblo. Los libros solo estaban a disposición de aquellos que se hayan dedicado al estudio bíblico y al frenético impulso de ser parte de esa organización política. Incluso hoy día la iglesia católica no permite el total acceso a los textos que guarda en el vaticano, y rechaza todo texto encontrado que vaya en contra de los textos que previamente han sido seleccionados por concilios a través de los milenios. Alguien aparentemente, se dedicó a recopilar esos libros encontrados y a hacer una “antología bíblica”, en la que los libros que no calificaban quedaban automáticamente fuera, denominados así como libros apócrifos. El tema de la iglesia es complejo y no vale la pena continuar con el extenso listado de crímenes y violaciones a los derechos humanos de manera indiscriminada por parte de esta organización: solo vale la pena

5. La mediocridad: Falta de interés y de pasión

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resaltar su aporte más significativo y cruel de su estrategia.

Lo que queremos demostrar aquí es de dónde viene esa idea de censura que nos vuelve mediocres. La táctica de la iglesia en su tiempo fue la de utilizar el recurso de la fe ciega como prueba hacia Dios (un Dios en muchos casos represivo), más que como elemento de reflexión personal. La iglesia era la representante legal de Dios en la tierra.

El legado más vil de la iglesia como institución fue precisamente la fe, que es un recurso mal intencionado que pretende extirpar toda raíz de curiosidad y cuestionamiento. Al igual que la iglesia católica los grupos de poder y los gobernantes han adoptado estas estrategias tratando de mantenernos bajo control, poniendo las reglas de lugar y exigiendo fe plena de lo establecido sin que nos cuestionemos. ¡Incluso sustentan sus planes maquiavélicos con máscaras de estabilidad!

Estamos en el siglo 21, no creo que el juego de la fe perdure de manera indefinida como lo ha hecho en el curso de la historia. Poco a poco esa mentira se está desmoronando y cada vez son más los individuos que se preguntan cosas puntuales. Nuestra arma más poderosa en contra de la mediocridad es la calidad de nuestras acciones. Lo que nos hace falta a todos es un poco más de pasión, de interés por lo que está sucediendo. Repito, calidad en nuestras acciones. Piensen en ello. La vida no se basa solo en un piso de algún apartamento, o que la cuenta mensual esté cubierta. Sea lo que sea que hagamos en la vida tenemos que hacerlo de la mejor manera posible. Ya cuando el sistema ve que no somos mediocres y que estamos dispuestos a actuar no tienen de otra que apostar a nuestra pasividad.

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Este es un micro-cuento que quiero compartir con ustedes dejándolo a modo de reflexión personal:

El laberinto sin salida

Una noche un hombre fue raptado de su hogar. Dormía un profundo sueño al parecer, porque no se percató en lo más mínimo de que estaba siendo raptado. Los señores encapuchados lo cargaron violentamente sobre sus hombros mientras cabalgaron horas y horas hasta llegar al destino final. Entonces aparecieron frente a un laberinto sin salida: el hombre seguía durmiendo de manera placentera sin el más mínimo instinto de que algo no andaba bien.

Los encapuchados llevaban prendas de oro, diamantes que le colgaban de los trajes, espadas con incrustaciones de piedras preciosas y un saco lleno de libros prohibidos. Cada uno tenía un traje de color distinto y diferentes artefactos, pero algo común de todos era la capucha, la espada, y las prendas. Al principio todos parecían una repetición del otro, y así era: salvo que cada uno tenía un rostro particular y un gesto más terrorífico que el anterior. Aún el hombre dormía: fue en ese momento en que los encapuchados lo depositaron dentro del laberinto sin salida y esperaron a que despertara para ver el show.

Las masas

El término “masas” ha sido empleado por miles de personas refiriéndose con él a la mayor cantidad de la población, la influenciable, la que no genera grandes cambios, la que no dirige sino que se deja dirigir. Nos han dicho: siempre tiene que haber una cabeza (un monarca, un Papa, un presidente, un Faraón, un Dios). Puede que esta sentencia sea un fiel reflejo del desarrollo de la humanidad y su historia.

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¿Qué son las masas? Las masas son la clara división entre quienes andan dentro del laberinto y quienes saben mirar hacia arriba y salir de él hasta trepando si es necesario: el problema es que no todos quieren ser cabeza; es más fácil dejarse guiar. Las fronteras son otro gran ejemplo de la división del hombre. La arquitectura también representa otra clara división.

También si todos fuésemos cabeza quizá el sistema colapsaría, o quizás quienes estén en el poder crearían otra escala de jerarquía para establecer una zona limítrofe de los grupos de poder. Es inevitable en cierto sentido cambiar este orden, entonces debemos por lo menos preguntarnos quiénes son los que están arriba tomando decisiones. Esta es la batalla perpetua de la humanidad. Ojalá y los grupos equivocados no estén arriba siempre.

No deberían haber “masas”, pero las hay. No debería haber cabeza porque todos tenemos una, pero siempre va a existir alguien que quiera suplir la carencia de un líder, de un guía espiritual. Los hechos nos dan a suponer que nunca terminará esta división, y quizás quienes se han montado en la fachada de un líder que ordena y propone los eventos sean quienes estén ahora al mando haciendo lo que se ha hecho en miles y miles de años de historia.

La división de las clases sociales

Hay un muy buen análisis que proponen los creadores de la película “Medianeras” del escritor y director Gustavo Taretto, con el que se analiza la arquitectura de una manera muy interesante. En un video posteado en Youtube para promover el filme se hace una comparación de las clases sociales con el ejemplo de los tipos de construcciones que existen en una de las ciudades más pobladas de Latinoamérica, Buenos Aires. Estamos completamente de acuerdo con este video.

Fragmento del video: “Vivimos como si estuviésemos de paso en Buenos Aires.

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20Somos los creadores de la cultura del inquilino”.

Link del video:http://www.youtube.com/watch?v=cXAui80ni4s&context=C31c0c83ADOEgsToPDskJ_E9GDv0wG9SnNMtxSzkBT

Uno de los mayores problemas que existe es que pensamos firmemente que estamos de paso, nos han ayudado a formar esa idea por milenios enteros y nos olvidamos que después de nosotros seguirán existiendo seres humanos a los que les dejamos nuestros desechos tóxicos, nuestra basura, nuestra falta de amor a la naturaleza. ¿Cuál es el legado que dejamos para los niños del futuro? Estamos dejando tecnología, mucha información intrascendente, muchos valores negativos. Estamos dejando formas de pensamiento que se basan en la soledad humana, en el aislamiento de la realidad que se vive. Todos estamos expuestos a un mundo virtual al que le damos la mayor parte de nuestro tiempo. ¿Qué será del futuro?

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¿Qué hace que ciertos pueblos se desarrollen a grandes niveles y qué cosas los frenan? No hay pueblos perfectos: la perfección es el eslabón perdido que tanto buscamos. La palabra desarrollo ha sido tergiversada por los presidentes como artimaña política para cuantificar su deseo por mejorar de manera progresiva el nivel de la calidad de vida al que de manera indirecta, todos aspiramos. No nos dejemos engañar una vez más y pongamos nuestro cerebro a cumplir su función lógica: ¿qué representa el nivel de calidad de vida? No queremos mejores niveles de calidad de vida, porque así como se nos presenta, de manera desnuda y literal, representa un estado inalcanzable que siempre se podrá mejorar (gracias a Dios), y el cual, se alejará de nosotros como la utopía de la que Galeano habló. Mientras más obtenemos más queremos tener. El consumismo es una de las técnicas de engaño y tergiversación de lo que supuestamente nos venden que es la calidad de vida. El “click” está en que debemos saber que ese estado es inalcanzable y que buscarán la forma de entretenernos en esa búsqueda eterna para mantenernos ocupados.

En sustitución real de lo que se supone debería ser la calidad de vida con conciencia, (esa que no solo piensa en la felicidad personal sino que sabe perfectamente que para alcanzar un estado de “perfección” (entre comillas), debemos pensar más allá de la libertad personal), nos han puesto sobre la mesa ciertos placebos. Uno de esos placebos es camuflado con el nombre de aspiraciones. ¿Cuáles son las aspiraciones promedio de las masas? Una familia (preferiblemente con un par de hijos), un perro, una casa confortable, una buena posición social, una cuenta con gran crédito en el banco, una visa de paseo a los Estados Unidos (por

6. La pasividad: Antónimo de desarrollo

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si acaso) y una buena imagen ante nuestros contemporáneos (cabe resaltar que también se rigen por el mismo sistema). Existen muchas variaciones a esta lista de aspiraciones promedio, pero regularmente siempre buscamos varias cosas de lista que mencionamos. La felicidad se ha vuelto un fin en sí mismo y no parte de un proceso integral en lo que significa la vida humana. Dejémonos de listas.

No está mal tener este tipo de aspiraciones promedio, de hecho, es tan natural que hasta nos asombra que sea una de las estrategias más usadas por los gobiernos para manipularnos. Somos seres que nos afectamos por las emociones, por lo que representa un estímulo al espíritu. No es difícil suponer que muchas de las estrategias de los sistemas de poder usan estos pilares esenciales que son nuestras aspiraciones como puntos de debilidad sobre nosotros mismos. El problema está en el preciso momento en que solo esos elementos forman parte de nuestras aspiraciones, en el momento en el que accedemos a una vida mecánica, en el no pensamos fuera de ese marco. Desde aquí es que casi todos los revolucionarios modernos caen: en la pasividad.

No debe haber rebeldes pasivos, no hay revolución real solamente de una vaga idea que no se anima a ser cierta: esa idea debe trascender la barrera de lo inmaterial para poder generar una verdadera reforma social. ¿Qué estamos haciendo al respecto? Esto no se trata solamente de qué está bien o qué está mal, pues la moral está invadida por un fino hilo del que ya mucha gente ha sabido aprovecharse. Todos tenemos una noción precisa de lo que está bien, de lo que es correcto; aquí y en cualquier otra parte lo saben. Los conceptos del amor, del respeto, de la justicia, de la preservación de la vida, son conceptos universales que la humanidad conoce muy bien. Ya con las disertaciones de Kant sobre la moral podríamos llegar a un montón de conclusiones, pero ese sería otro tema. El sistema establecido quiere individuos pasivos porque la pasividad bien es otro de los tantos sinónimos

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de la inacción.

Debemos tenerle miedo a la pasividad porque su uso frecuente desemboca en un hábito casi imposible de extirpar y el cual representa el estado máximo que el sistema tiene preparado para nosotros: la resignación.

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Nos han hecho pensar que todo está perdido, que el sistema no puede cambiar, que estamos solos en la lucha, que nuestras acciones son elementos aislados y que no generamos cambios significativos cuando alzamos la voz. La tecnología está en un punto de ebullición en el que una idea puede ser escuchada al segundo: hasta nos han puesto un marco de 140 caracteres para que organicemos rápidamente las ideas. Tenemos Internet en contraste con generaciones anteriores, la usamos, podemos hacer escuchar nuestra voz, sin embargo nos resignamos para leer a medias las informaciones, para entrenarnos y aislarnos en nuestro propio mundo, para olvidar la rutina monótona de nuestras vidas. Ya no nos sentimos tan solos, desde que apareció Internet parece que los seres humanos estamos cada día más conectados. El sistema ha visto una amenaza en el Internet y quieren quitarle la fuerza que tiene para crear conciencia en la raza humana.

Al día de hoy nos enfrentamos a una de las estrategias de censura más absurdas y dañinas a las que podemos estar expuestos: la censura total de la libertad de expresión con una ley que (camuflada por los derechos de autor), nos quiere controlar en la nueva forma en que nos comunicamos con el mundo. El nombre de esa ley es S.O.P.A. (Stop Online Piracy Act). No vamos a hacer hincapié en lo que nos vende esta ley. Aquí les dejo un link en español sobre lo que pretenden ciertas instituciones privadas con esta ley que nos concierne a todos porque supone una total transformación en el mundo moderno que conocemos.

7. La resignación: El peor estado de todos

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25http://www.youtube.com/watch?v=5fvwoHKj6cs&context=C39868c2ADOEgsToPDskLpiyzjYuxd7aYUN_v7sXuP

Esta es la conducta que promueven los gobiernos, la conducta que no tiene ilusiones. Ya no creemos en utopías: crecemos sin ilusiones con promesas de fast food y vida rápida. Carecemos de todo tipo de profundidad gracias a los avances de una ciencia que se supone debió aportar a nuestro desarrollo y en cambio, nos ha atrasado. Bien es cierto que Internet tiene su lado bueno y su lado negativo... pero también es cierto que sigue siendo una potente herramienta. No puede censurarse así no más.

Los sistemas de poder nos quiere ensimismados, lelos, entretenidos. Nos ponen todos los deportes posibles en los mejores horarios “prime time” de televisión para que no nos dé tiempo a detenernos a pensar en otras cosas. Nos ponen a bajos precios todos los espectáculos imaginables para que no nos enfoquemos en lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Después de que se tiene juicio crítico es muy difícil perderlo. ¡Desarróllenlo!

Ya bastante tiempo se nos ha enseñado a reprimir lo que somos y pensamos como seres humanos: desde la iglesia, hasta el gobierno norteamericano (y otros tantos) son ejemplos que se “caen de los árboles”. Cuando se nos dice lo que está bien, lo que es correcto, lo que está penalizado, quién tiene el poder y quien obedece se establece un orden lógico que por lo general asumimos como ovejas; no nos debemos quedar resignados y amargados de lo que pudimos hacer y no hicimos. Este es nuestro tiempo, y lo que hagamos hoy va a cambiar las generaciones futuras. Si nos ponemos a pensar de manera analítica desde que nacemos hasta que llegamos a tomar las riendas de nuestra vida, se nos han dado ciertas informaciones que luego aceptamos de manera ciega sin siquiera detenernos a pensar en si está bien o no, repito, ciertas informaciones.

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El problema fundamental que percibo es que se nos ha criado a las generaciones actuales para que seamos complacientes, para que no tengamos pasión por lo que soñamos y al final nos resignemos, para que no protestemos (y esta ha sido posible con todos los artilugios de lugar para que creamos en la falsa ilusión de la felicidad como la promesa de la “calidad de vida” de la que hablamos).

¿Existirán tantas cárceles para los tantos millones de usuarios en internet que comparten información gratuita? I dont think so. Lo que no es para nada sarcástico es quedarnos de brazos cruzados mientras al día de hoy nos enfrentamos a una de las estrategias de censura y represión social más fuertes en la historia. ¿Qué harás tú entonces?

¿Qué nos hace falta?Pasión. Luchemos por lo justo, por lo que vale la pena luchar, por nuestros sueños, por la promesa de que un mundo mejor es posible si lo creemos así.

¿Cómo luchar? Luchemos con imaginación. La fuerza bruta se queda en lo físico. Esto no se trata de un combate cuerpo a cuerpo, la verdadera lucha, la verdadera revolución es mental y tiene gran parte dentro de nuestras acciones. Es cierto que para luchar como sistemas como el colonialismo y el pensamiento retrógrado hay un millón de variables relativas que inciden, pero de alguna forma hay que luchar. Dejémonos de pendejadas. Lo primero es asumir una postura crítica ante la vida, ser más honestos con nosotros mismos, ser curiosos, y detenernos a pensar sobre las ideas que consumimos de manera cotidiana. No aceptarlo todo como se nos muestra, indagar un poco más. No

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dejar que muera esa curiosidad, volvamos a ser niños de nuevo. Quien nos engaña es porque le damos permiso para hacerlo o porque estamos lo suficientemente ensimismados con lo superfluo para ver más allá de nosotros, de nuestras vidas. Que no nos agarren desinformados.

Informémonos, veamos las noticias, analicemos todo lo que podamos analizar sin dar tregua. Quien tiene información tiene poder, y ya sabemos que los sistemas de poder se perpetúan a base de la ignorancia.

Reconocer que no estamos solos también es enteramente necesario. No vivimos solos en el mundo, los demás seres humanos inciden en nuestra vida de manera determinante y nosotros en la suya: seamos entes de cambio. No quiero ser fatalista en este aspecto, pero en gran medida la vida se sustenta en la existencia de esos otros seres humanos, y con esto no quiero restarle importancia a la individualidad (por supuesto que no), sino a reconocer que somos parte de todo un conjunto: la humanidad es un cuerpo que carece de cabeza y de pies, pero sí tiene corazón. No nos dejemos morir sin haber aportado algo. Aceptemos lo que puede ser productivo, alejémonos de la banalidad.

Claudio TroisemmeEnero, 2012.www.claudiotroisemme.blogspot.com

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