Transformaciones económicas y sociales. Primer Tercio Siglo XX

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TRANSFORMACIONES ECON MICAS Y SOCIALES EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX TEMA 10

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TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y SOCIALES EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX

TEMA 10

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DEBILIDAD Y FRAGMENTACION DEL DESARROLLO INDUSTRIAL. EMERGENCIA DEL SISTEMA FINANCIERO. DEBILIDAD DEL MERCADO NACIONAL. DESINDUSTRIALIZACIÓN Y NUEVOS SECTORES EN GALICIA.

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• El primer tercio del siglo XX fue la época de la Segunda Revolución Industrial, en que la energía del vapor fue sustituida por la electricidad y por el petróleo y surgieron nuevos sectores industriales ligados a una eclosión científico-técnica.

• En España, la introducción de estas novedades se produjo a pesar del tardío y desequilibrado proceso de industrialización y presentó una serie de trazos característicos:

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1. — El crecimiento moderado del sector secundario, acelerado sólo por el impacto de la Primera Guerra Mundial, que, al posibilitar el aumento de las exportaciones, fomentó el incremento productivo del carbón, del hierro, de los alimentos, de las materias primas, de los textiles y de los productos metalúrgicos. Todo eso potenció el desarrollo de los centros productores: País Vasco, Asturias, Santander e Cataluña.

2. — La escasa competitividad, condicionada por un mercado interior poco expansivo e irregular, relacionado aún con las crisis agrarias. El proteccionismo acentuó esta tendencia, que se corrobora con la dependencia de capitales, materias primes y tecnología extranjeras.

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3. — La regionalización industrial, que consolidó la industria en las zonas tradicionales. Así, Cataluña ramificó y diversificó su producción en los sectores químico, hidroeléctrico, del cemento o el metalúrgico. También en Vizcaya, donde la minería y la siderurgia impulsaron otros sectores, se asentó un sólido núcleo industrial y financiero. Madrid despuntó como la principal plaza financiera.

4. — La disminución progresiva del peso de la industria de bienes de consumo y el aumento de la industria de bienes de equipo.

5. — La consolidación del sector bancario, clave para expandir las inversiones y los medios de pago. En estos años se crearon algunos de los grandes bancos del país, lo que demuestra la fuerte acumulación conseguida en los negocios y la importancia de los capitales repatriados tras la pérdida colonial. La estrecha unión que se inició en esos años entre la banca y la industria perduró hasta la actualidad.

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Los sectores industriales • El sector puntero de la industrialización española desde el siglo XIX,

la industria textil del algodón, siguió concentrado en un 90% en Cataluña, donde ocupaba una posición preeminente. Aunque sufrió un proceso de desaceleración en estos años, contribuyó a impulsar otros sectores: alimentación, química (blanqueadores y tintes), electricidad etc. El sector de la lana modernizó sus técnicas y se consolidó en Sabadell y en Tarrasa, que desbancaron a Castilla.

• Otras industrias de consumo, como la de alimentación (especialmente conservas y harinas), papel o mueble, experimentaron un crecimiento y un avance técnico notables, estimuladas por el crecimiento de la demanda urbana y por la merma de los costes energéticos que comportó la introducción de la electricidad. Estas jóvenes industrias se situaron en ocasiones en zonas que no habían experimentado la primera fase de la industrialización, como Galicia, donde se desarrolló una importante industria conservera, que además sirvió de dinamizadora de otras actividades industriales, como la construcción naval.

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• La industria siderúrgica, desarrollada gracias a los capitales acumulados en la minería, se consolidó en Vizcaya en detrimento de los núcleos asturiano, santanderino y andaluz. Los grandes beneficios de Altos Hornos de Vizcaya (1902) estimularon la creación de Altos Hornos del Mediterráneo (Sagunto, 1917). Las innovaciones tecnológicas de la producción de acero fomentaron el crecimiento de las empresas de construcciones mecánicas, navales y de material ferroviario.

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Las nuevas industrias • El elevado precio del carbón motivó que la energía eléctrica

alcanzara un gran desarrollo y desplazara rápidamente el vapor en las industrias. Las innovaciones tecnológicas, que permitieron transportar la electricidad a grandes distancias, y el establecimiento de líneas de alta tensión fomentaron la construcción de grandes centrales hidroeléctricas en los cursos fluviales. Las fuertes inversiones de capital para explotar y distribuir el fluido eléctrico potenciaron la creación de grandes empresas de capital vasco, como Hidroeléctrica Española (1907), o extranjero, como Fuerzas y Riegos del Ebro, conocida cómo La Canadiense (filial de la Barcelona Traction, Light & Power).

• El sector químico experimentó un considerable impulso con la

fabricación de fertilizante (fosfatos), tintes, blanqueadores, explosivos y fibras artificiales. Dependientes del capital extranjero y orientadas al mercado interior a causa del proteccionismo, destacan las empresas Cross y Solvay. También el cemento, vinculado a la expansión de la construcción, alcanzó una grande difusión y diversificación regional.

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• El petróleo, una joven fuente de energía, y el motor de explosión revolucionaron los medios de transporte terrestres y se desarrolló la joven industria del automóvil (coches, camiones...). Aunque en España se desarrolló tarde, ya en 1904 la compañía Hispano-Suiza fabricaba automóviles de lujo para la exportación.

• Por último, hay que mencionar el desarrollo de las telecomunicaciones gracias a las grandes innovaciones del sector: el teléfono, el telégrafo y la radio, que a partir de 1924, año en que se creó la primera emisora de radio, Radio Barcelona, fue convirtiéndose en un medio de comunicación de masas también en España.

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EVOLUCION DEMOGRAFICA

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• La sociedad española de los primeros treinta años del siglo XX experimentó una serie de transformaciones que repercutieron en su ritmo de crecimiento y en su distribución espacial. El crecimiento sostenido de la población permitió, por fin, completar el modelo de desarrollo demográfico característico de Europa occidental, y su notable concentración en las ciudades estimuló cambios urbanos considerables. La modernización económica repercutió también en la composición de la población.

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El crecimiento de la población

• La población española aumentó fuertemente desde 1900, con tasas de crecimiento vegetativo que incluso superaron el 10 % al final del período, tirando por lo alto de las del resto de los países de Europa occidental. La combinación de unas elevadas tasas de natalidad, que sólo iniciaron la tendencia a la baja tras la Primera Guerra Mundial, y un acusado descenso de la mortalidad explica este fenómeno.

• Las causas de este comportamiento demográfico hay que buscarlas, en lo que respecta a la natalidad, en la modernización de la sociedad, que aumentó el control de la natalidad para adaptarse a la vida urbana. La incorporación de las mujeres al trabajo en las fábricas y la carga económica que los hijos suponían en las sociedades urbanas acentuaron esta tendencia.

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• El descenso de la mortalidad está relacionado con los avances

higiénicos, sanitarios, de servicios públicos y de la alimentación, y con el retroceso de la mortalidad catastrófica, ocasionada por las grandes epidemias. La última que padeció España fue la llamada gripe española, que se transmitió más ampliamente debido a los movimientos de tropas de la Primera Guerra Mundial. Las cifras oficiales ascendían a 147 144 muertos en España, aunque las cifras reales superaron los 250 000 entre 1918 y 1919; se calcula que provocó entre 50 y 100 millones de muertes en todo el mundo. De este modo, entre 1900 y 1930, si bien con un retraso de casi un siglo respeto al resto de Europa, se introdujo en España el modelo demográfico occidental.

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• El aumento de la población fue superior en las clases altas y en la periferia peninsular, mientras que las clases bajas y las regiones del centro (las dos Castillas, Aragón, León, Extremadura), excepto Madrid, crecieron menos en relación con el grado de industrialización. La población en Galicia presentó una tendencia de crecimiento moderado pero continuo. Este aumento estuvo fuertemente condicionado por un saldo migratorio de signo negativo. Las elevadas tasas de natalidad y de mortalidad sufrieron una importante reducción, sobre todo esta última, de modo que el crecimiento vegetativo superó las pérdidas producidas por la emigración transoceánica. No obstante, en algunas regiones con unas estructuras económicas arcaicas, como Andalucía, la población aumentó aceleradamente, lo que propició una corriente migratoria hacia las regiones industrializadas de la periferia peninsular y la Madrid. En las regiones más industrializadas (Cataluña, País Vasco) el crecimiento poblacional se debió en gran medida a la inmigración, como demuestra el hecho de que en 1920 un 40% de la población de las grandes urbes no había nacido en ellas. La composición de la población inmigrada, joven y en edad fértil, tendió a rejuvenecer estas zonas.

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Los movimientos migratorios. Efectos de la migración en Galicia

• El aumento del crecimiento vegetativo suscitó una mayor movilidad espacial de la población. Las migraciones interiores se intensificaron considerablemente, sobre todo en la década de los años veinte. Aproximadamente, 1 200 000 personas abandonaron las zonas rurales para desplazarse la zonas urbanas. Las regiones industriales, País Vasco y Cataluña, además de Madrid y las capitales de provincia, fueron las más importantes receptoras de este contingente humano. Las principales regiones emisoras de población fueron Andalucía, Aragón y Murcia.

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• Como consecuencia, si en 1900 sólo un 9 % de la población vivía en ciudades de más de 100 000 habitantes, en 1930 la proporción era de un 15 %. El rápido crecimiento urbano aceleró el proceso de transformaciones urbanísticas iniciado ya en el siglo XIX. Las ciudades no pudieron absorber el rápido crecimiento, lo que provocó graves desequilibrios y sus más y sus menos urbanísticos. La falta de viviendas propició la autoconstrucción en barrios obreros e industriales que carecían de todo tipo de servicios y equipaciones. No obstante, la remodelación urbanística y la construcción de jóvenes barrios estaba en pleno desarrollo tras lo derrumbamiento de las murallas y la apertura de los ensanches iniciados en el siglo anterior. Estas actuaciones cambiaron acusadamente la morfología urbana, que adoptó una joven configuración, con jóvenes trazados cómo lo de las ciudades lineales o los barrios de ciudad jardín.

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• Además, las ciudades incorporaron enseguida algunas innovaciones técnicas, como la iluminación eléctrica, las conducciones de gas o los ferrocarriles metropolitanos. En Galicia, aunque la tasa de urbanización era muy baja (9,1% en 1900), las ciudades comenzaron a crecer gracias al crecimiento demográfico, la que acogen población del rural y a la creciente industrialización.

• La emigración exterior entre 1900 y la Primera Guerra mundial alcanzó unas cifras sin precedentes. Se trató de una emigración mayoritariamente de población joven masculina, principalmente de campesinos, que se desplazaron hacia América Latina, sobre todo Argentina, Cuba y Brasil, hacia el norte de África, en especial a Argelia y a Francia. La principal área emisora de esta emigración fue Galicia, pero aumentaron los emigrantes del centro y del sur de España y de la zona de Levante. En los años treinta, la emigración exterior se redujo bruscamente por el cierre de fronteras propiciado por la crisis económica mundial.

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EL MOVIMIENTO OBRERO Y LAS ORGANIZACIONES CAMPESINAS. EL AGRARISMO EN LA GALICIA CACIQUIL.

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El problema agrario. La situación de la agricultura

• El enorme peso que la agricultura tenía en la vida

española y la desigual repartición de la propiedad de la tierra constituyeron, como ya vimos, un problema recurrente a lo largo de todo el siglo XIX y principios del XX: La preocupación modernizadora, manifestada en las reformas abordadas desde el Estado para intentar acabar con el retraso agrario, que dificultaba el crecimiento industrial, tuvo su culminación con la reforma agraria de la Segunda República. No obstante, las tensiones sociales en el campo español evidenciaron la persistencia de las adversas condiciones sociolaborales de los campesinos.

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Estructura de la propiedad de la tierra: problema y soluciones

• La realidad en el campo español del primer tercio del siglo XX venía marcada por la enorme desigualdad, una de las mayores de Europa, en la estructura de la propiedad y en la distribución de la tierra. La desigual explotación de la tierra incidía en los bajos rendimientos agrícolas y dificultaba la extensión de una revolución técnica comparable a la que se había dado en otros países occidentales.

• La persistente situación de miseria de los agricultores sin tierra provocó, como ya vimos, revueltas sociales de importancia, como las de 1905, ocasionadas por la sequía, o las del denominado trienio bolchevique (1918-1921), en la crisis de la posguerra. Desde principios de siglo, los gobiernos iniciaron tímidas reformas, que se sumaron a los intentos reformistas llevados a cabo por los liberales en el siglo XIX.

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• Además, toda una serie de medidas legislativas para impulsar el regadío demuestran que se consideraba necesaria y urgente la modernización de la agricultura. Los regeneracionistas favorecieron la implantación del regadío con el Plan de Obras Hidráulicas en 1902 y, durante la dictadura de Primo de Rivera, se crearon las Confederaciones Hidrográficas. El Plan de Obras Hidráulicas (entre otros) de 1933 fue la contribución de la Segunda República a esta política de riegos, truncada por el inicio de la Guerra Civil. Todas estas medidas se mostraron insuficientes.

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La reforma agraria

• La reforma agraria tenía como objetivos redistribuir la propiedad, asentando de 60 000 a 75 000 campesinos cada año, y crear una clase de medianos propietarios. Las tierras expropiadas pasaban a ser propiedad del Instituto de Reforma Agraria (IRA), que se las entregaba a las juntas provinciales para distribuirlas entre las comunidades de campesinos, que decidían su explotación colectiva o individual. La aplicación de la reforma tuvo pocos resultados debido a la falta de recursos, a la complejidad de la ley y a la lentitud de su ejecución, lo que favoreció algunas revueltas campesinas en Andalucía y en Extremadura.

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• Además, a partir de 1935, se llevó a cabo una auténtica contrarreforma que les permitió a los propietarios expulsar los campesinos asentados en sus tierras. En 1936, con el triunfo del Frente Popular, los campesinos ocuparon espontáneamente miles de hectáreas que el IRA legalizó posteriormente. De este modo, entre marzo y julio de 1936 se ocuparon 527 055 hectáreas y se asentaron 110 921 campesinos. Al iniciarse la Guerra Civil, este proceso se aceleró en la zona republicana con la expropiación de tierras de los sublevados y se completó con la experiencia colectivista. En la zona sublevada, en cambio, los rebeldes procedieron a la anulación de la reforma agraria, devolviéndoles las tierras a sus antiguos propietarios.

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La redención de los fueros (foros)

• En Galicia, subsistía el problema de los foros o contratos por los que el propietario de las tierras se las cedía al campesino a cambio del pago de una renta. Desde mediados del siglo XIX se llevó a cabo a defensa de posiciones antiforales que reivindicaban el acceso de los contratados a la propiedad de las tierras a través de la redención de los foros, es decir, su eliminación mediante el pago de una indemnización a los perceptores de las rentas.

• Aún no sería en el primer tercio del siglo XX cuando se solucionase de manera definitiva la problemática foral. Los intentos de suprimir el sistema foral durante el siglo XIX se encontraron con la oposición de los rentistas (los dueños). Sin embargo, desde comienzos del siglo XX, la liquidación del régimen foral se hizo más factible gracias:

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1. A la mayor concienciación del campesinado sobre el problema foral. Los campesinos se agruparon en sociedades agrarias, que defendían la desaparición del foro y que consiguieron una mayor capacidad de maniobra a través del agrarismo.

2. A un cierto grado de prosperidad agraria gracias a los beneficios obtenidos de la venta del ganado vacuno.

3. Al dinero procedente de los familiares emigrados a América.

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• Hubo que esperar incluso la aprobación del Decreto de Redención Foral de 1926, durante la Dictadura de Primo de Rivera, para que tuviera lugar la tan esperada reforma del régimen de propiedad de la tierra. Este decreto contemplaba la redención de los foros, por la que los pagadores de la renta podían convertirse, tras lo pago de una indemnización, en propietarios de las tierras.

• No hubo protestas ante la ley, porque las redenciones ya se estaban haciendo desde años atrás por acuerdo entre las partes y a partir de 1924 las redenciones fueron más numerosas.

• El dinero que necesitaban los campesinos para pagar las indemnizaciones de las redenciones de los foros y convertirse en propietarios de la tierra procedía de las remesas de dinero llegado de América y de los ingresos derivados de la comercialización del ganado.

• Gracias a este proceso redencionista, los campesinos gallegos pasaron a ser propietarios de la tierra. Se formó así un grupo social de pequeños campesinos propietarios y desapareció la hidalguía.

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La evolución de la agricultura

• La crisis agraria de finales del siglo XIX, provocada por la llegada de productos alimenticios a bajo precio desde Estados Unidos y Rusia, se superó a base de establecer nuevas barreras arancelarias para encarecer los productos foráneos. La producción experimentó un crecimiento notable en los primeros 36 años del siglo, si bien la productividad y los rendimientos eran aún bajos, sobre todo en los cereales.

• El desarrollo agrario estuvo motivado por un aumento de la superficie cultivada de un 23 % (2,5 millones de hectáreas trabajadas) y por una intensificación de los cultivos conseguida por un progreso moderado de las innovaciones técnicas: la utilización creciente de fertilizantes químicos, la disminución del barbecho, el avance de la maquinaria agrícola y el aumento del riego.

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• En cuanto a la distribución regional de los cultivos y a su evolución, el cereal y las leguminosas predominaban en Andalucía, en Extremadura y en las dos Castillas.

• El incremento de la producción, sin embargo, no estuvo acompañado de un desarrollo técnico. Los cultivos más dinámicos y orientados a la exportación eran: la vid, especialmente en Andalucía, Cataluña y La Rioja; el olivo, en Andalucía y Cataluña; y los cítricos y los productos hortofrutícolas, localizados en Levante. La expansión de estos últimos estuvo en relación con el crecimiento del regadío. La viña no alcanzó los niveles del siglo XIX, anteriores a la plaga de la filoxera, pero el olivo triplicó su producción.

• Durante la Segunda República, estos sectores más avanzados de la agricultura sufrieron un retraso debido a la caída de las exportaciones por la crisis mundial. En cambio, la agricultura del cereal tuvo un gran auge, con máximos de producción en 1932 y 1934.

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• En líneas generales, la transformación de la agricultura no fue suficientemente profunda como para generar una fuerte demanda que impulsara el proceso de industrialización y lo situara a la altura europea; no obstante, consiguió ser un estímulo para el desarrollo de algunas ramas industriales.

• En Galicia, los avances técnicos afectaron a la reconversión del sistema de cultivos, a la incorporación de maquinaria y de fertilizante químicos, al crecimiento y a la especialización del ganado vacuno y a su integración en el mercado.

• La reconversión del sistema de cultivos afectó a la desaparición del barbecho, a la diversificación de la producción, al crecimiento del espacio dedicado a leguminosas, patatas y productos de forraje, y al aumento de las praderas artificiales; lo que implica el crecimiento de la productividad agraria y un gran desarrollo del ganado. Con la mercantilización de los excedentes ganaderos, que comienzan a encontrar un mercado interior español, el labrador gallego obtuvo una importante fuente de ingresos, mejoró las tierras, creó prados y empleó maquinaria y la selección genética de las razas ganaderas.

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El agrarismo • El agrarismo fue un gran movimiento social gallego en el que participaron

de forma intensa y masiva los labradores, que se levantaron y se organizaron para reclamar una reforma agraria. Se desarrolló desde finales del siglo XIX hasta 1926.

• A finales del siglo XIX comenzaron a surgir, por toda Galicia, sociedades agrarias parroquiales, sindicatos y federaciones municipales, comarcales y provinciales, en las que se involucraron muchos sectores de la población gallega. En 1923 llegaron a estar censadas 234 sociedades y 801 sindicatos en toda Galicia. La movilización campesina estuvo canalizada por una serie de asociaciones: Solidaridad Gallega, la Unión Campesina, el Directorio Antiforalista de Teis, Acción Gallega y Basilio Álvarez y el agrarismo católico.

• Amplias capas del campesinado participaron en estas organizaciones para conseguir la redención de los foros. Las capas medias del campesinado también nutrieron los sindicatos, con la pretensión de poder adquirir, con ventajas, fertilizantes y maquinaria y de vender mejor los productos. Militaron también destacadas personalidades con propuestas ideológicas dispares, pero con el objetivo común de luchar por los avances de los campesinos. Cada vez eran más las voces que pedían cambios: sectores de la burguesía comercial afectados por la merma de las exportaciones, clases medias y urbanas, emigrantes retornados etc.

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• Demandaban la propiedad de la tierra a través de la redención de los foros, la modernización técnica de las explotaciones, mejores ayudas para la comercialización de los productos agrarios y la eliminación del caciquismo. Sus principales opositores eran los hidalgos propietarios. El agrarismo estimuló la conciencia política de los campesinos a través de la prensa, de mítines y de concentraciones agraristas, pero también generó una intensa conflictividad en el mundo agrario.

• Dentro del agrarismo hubo diversidad ideológica y de tendencias que se desarrollaron desde finales del siglo XIX y a lo largo del primer tercio del XX, período en el que el rural gallego vivió un momento de agitación. Fueron muy variadas y contrarias las ideologías, desde los católicos a los anarquistas, todos ellos interesados en lograr avances para los labradores y en resolver los dos sus más y sus menos básicos: los foros y el caciquismo.

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Etapas del agrarismo Las etapas del agrarismo fueron las siguientes:

1. — Desde finales del siglo XIX hasta 1906. El agrarismo comenzó con la creación de las primeras organizaciones agraristas, que fueron las sociedades agrícolas, acogidas a la Ley de Asociación de 1887, y los sindicatos agrarios, vinculadas a la Ley de Sindicatos Agrícolas de 1906. Estas primeras asociaciones agrarias tenían varias funciones: asociar agricultores, defender sus intereses comunes, crear formas de crédito para la agricultura, etc.

2. — Entre 1907 y 1910. A partir de 1907 surgieron una serie de asociaciones, de ámbito comarcal o provincial, que le dieron impulso al movimiento agrarista: la Unión Campesina (1907-1910), de tendencia anarquista, operó en las proximidades de La Coruña y defendió la eliminación del fuero. Solidaridad Gallega, fundada en 1907, también tuvo una actuación agrarista, además de electoral, ya que luchó por la redención de los fueros y contra los caciques por medio de mítines, asambleas, concentraciones, etc. Desapareció en 1912 como consecuencia de las diferentes ideologías dentro del grupo (carlistas, regionalistas, republicanos, etc.). El Directorio Antiforista de Teis (1907-1913) agrupaba asociaciones agraristas de la provincia de Pontevedra y defendía la eliminación do sistema foral y la lucha contra los caciques.

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3. — De 1910 a 1923. A partir de 1910, la movilización agrarista experimentó un fuerte impulso gracias, en parte a la creación de la asociación Acción Gallega (1912), en la que militaba el principal líder del agrarismo, o sacerdote Basilio Álvarez. El programa de Acción Gallega se sintetizaba en diez puntos: la redención de los foros, la extirpación del caciquismo, el fomento del turismo, el establecimiento de Bancos y Cajas de Ahorro Agrícolas, etc. Son momentos de numerosos mítines y manifestaciones, de los que algunos acabaron con violencia y con la muerte de varios campesinos, como los sucesos que tuvieron lugar en Nebra (1916) o en Sobredo (1922). En seguida comenzaron las persecuciones contra el grupo, y en particular contra Basilio Álvarez.

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4. — Durante la dictadura de Primo de Rivera. Las sociedades y sindicatos agrarios experimentaron un freno importante, excepto las de orientación católica, que eran las únicas que se mantuvieron en la legalidad. El agrarismo católico fue muy activo, ya desde 1906, cuando comenzaron a implantarse sociedades agrarias católicas con el objetivo de paliar por medio de cooperativas los efectos negativos de la introducción del capitalismo en el campo y de preservar el campo de los peligros del socialismo y del anarquismo. Las Federaciones Católico-Agrarias de Mondoñedo, Lugo, A Coruña y Tui agruparon docenas de sindicatos con un objetivo cooperativo y con una actividad orientada hacia la adquisición de bienes industriales (maquinaria, fertilizantes) y a la ordenación de la comercialización de la producción ganadera. Fue durante esta época cuando tuvo lugar a tan ansiada reforma del régimen de propiedad de la tierra con la redención de los foros de 1926. Al final de la dictadura, el agrarismo comenzó a paralizarse y la fragmentarse, incluidos los sindicatos católicos.

5. — Durante la Segunda República: El agrarismo presentó una gran diversidad ideológica, ya que contaba con sindicatos, sociedades y federaciones de inspiración católica, republicana, galerista, etc. La Guerra Civil puso fin al movimiento agrarista.

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SITUACION DE LA MUJER Y MOVIMIENTOS FEMINISTAS

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• La condición social de las mujeres al iniciarse el siglo XX no había variado demasiado en España respeto a la segunda mitad del siglo anterior. Las mujeres seguían careciendo de los derechos legales de los que disfrutaban los hombres, a los que continuaban sometidas, y estaban sumidas en la incultura y en el analfabetismo. Como por ejemplo, en 1900 el 66% de las mujeres españolas eran analfabetas, frente a un 47,5% de los hombres. Las mujeres de clase baja, que representaban un 14 % de la población activa en 1930, se veían obligadas a realizar las tareas del hogar y el trabajo en el campo, en la fábrica o en el servicio doméstico. Además, las mujeres padecían una clara segregación laboral y cobraban unos salarios incluso un 48 % inferiores a los de los hombres.

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• El movimiento organizado de reivindicación de los derechos de las mujeres, o movimiento feminista, no apareció en España hasta después de la Primera Guerra Mundial, cuando en los países occidentales ya se había conseguido su principal reivindicación, el derecho al voto. En España, fue un movimiento minoritario y carente de radicalización que sirvió para difundir el debate sobre el papel social de la mujer y la defensa de sus derechos laborales, sociales, económicos y políticos.

• Al coincidir con las tensiones sociopolíticas de estos años, el movimiento se impregnó de connotaciones políticas, lo que hizo imposible la existencia de un feminismo independiente. La primera organización femenina, la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (1918), se inscribía en una corriente moral e idealista, vinculada al catolicismo y a las asociaciones de caridad, que se preocupaba por mejorar la educación de la mujer y exigir algunos derechos legales. De carácter conservador, sus fundadoras pertenecían a la aristocracia. Los partidos de izquierda, más preocupados por las reivindicaciones de clase que por las de género, no les dieron especial importancia la estos movimientos.

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• En 1910 se estableció el libre acceso a la universidad y en 1918 se permitió el ingreso de la mujer en la Administración pública, medidas que favorecieron las mujeres de clase media y alta; no obstante, incluso en la Segunda República no se plasmó, en gran parte, la emancipación femenina. La equiparación legal con los hombres en todos los planos, el derecho al sufragio (después de fuertes debates), el matrimonio civil, el divorcio y la extensión de la educación, que aumentó la escolarización femenina de un 14 % a un 32 %, fueron logros alcanzados más por el afán renovador republicano que por la presión del tímido feminismo. Los cambios republicanos sirvieron para amplificar el discurso feminista, y hubo una eclosión de organizaciones ligadas a los partidos políticos. De este modo, se constituyeron la comunista Agrupación de Mujeres Antifascistas, la anarquista Mujeres Libres y la republicana Asociación Republicana Femenina.

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• Varias mujeres llegaron a ser parlamentarias, entre las que destacan Clara Campoamor, defensora en solitario en el Parlamento del sufragio femenino, Victoria Kent, que ocupó la Dirección General de Prisiones, y Margarita Nelken. No obstante, no existía un movimiento específicamente feminista y estas organizaciones defendían el ideario de sus respectivos partidos.

• Entre 1936 y 1939 el esfuerzo bélico marginó el discurso emancipador de la mujer y dejó la un lado a controversia feminista. En la zona republicana, la mujer se incorporó al frente con las milicias populares hasta que se reorganizó el ejército en 1937 y, después, participó en la organización de la retaguardia. La primera mujer ministra de España fue Frederica Montseny, al frente del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social (1936-1937). En la zona sublevada, la Sección Femenina de Falange, creada en 1934, articuló también la participación de la mujer en la retaguardia, pero bajo unos principios ideológicos diferentes: abnegación, disciplina, entrega y subordinación al hombre.