Tormentas sobre Europa -...

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Tormentas sobre Europa climas extremos y energía

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Tormentas sobre Europa climas extremos y energía

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El mayor infractor: el sector eléctrico

El sector eléctrico es la mayor fuente de emisiones de dióxido de carbono (CO2) —en particular la electricidad producida con carbón—. El carbón es el combustible fósil más rico en carbono y su incineración genera un 70% más CO2 por unidad de energía producida que el gas natural. Globalmente, la industria eléctrica contribuye con un 37% del CO2 producido a nivel mundial y con un 39% a nivel europeo. Bajo el Protocolo de Kioto —el tratado global para dismi-nuir la emisión de gases de efecto invernadero—, Europa se ha comprometido a reducir las emisiones en un 8% por debajo de los niveles de 1990 hasta 2012. Sin embargo, hasta el momento las emisiones de la UE siguen aumen-tando.Los Gobiernos europeos deben tener un papel de vital importancia haciendo respetar estrictos límites de emisio-nes bajo el Sistema Europeo de Comercio de Emisiones. El esquema —conocido como ETS— ha puesto límites al CO2 en las chimeneas de las centrales eléctricas y otras grandes empresas. Las centrales que excedan sus límites sufrirán penalizaciones debiendo comprar los permisos no utilizados de contaminación a compañías más limpias. Los próximos 20 años suponen para Europa una opor-tunidad histórica para reducir drásticamente las tasas de emisión del sector eléctrico. A lo largo de ese período, la mayoría de las centrales eléctricas de carbón más conta-minantes de Europa serán cerradas. Si son sustituidas por nuevas plantas de carbón, el continente se verá envuel-to por altos niveles de contaminación de CO2 durante las próximas décadas, será incapaz de alcanzar los objetivos del Protocolo de Kioto y de detener el peligroso cambio climático.Sin embargo, si las actuales plantas de carbón son susti-tuidas por alternativas limpias (por ejemplo eligiendo ener-gías altamente eficientes de gas natural, eólica, biomasa, hidráulica y solar) Europa liderará el mundo hacia una economía baja en carbono y el planeta podría evitar los peligrosos efectos del cada vez más rápido e inesperado cambio climático. La campaña ¡Cambia de Energía! de WWF/Adena insta a las empresas eléctricas a que hagan el vital cambio a com-bustibles más limpios y menos contaminantes.

Europa y otros países industrializados han estado queman-do grandes cantidades de combustibles fósiles desde el principio del siglo XIX, emitiendo incesantemente anhídri-do carbónico (CO

2) y otros gases de efecto invernadero a la

atmósfera, que retienen el calor en todo el planeta. El hecho es que este calentamiento global está cambiando de manera indiscutible el clima tal y como lo conocemos: la duración de las estaciones, la época y el volumen de las lluvias, la presencia y ausencia de nieve y hielo... Los inviernos en Europa se han ido haciendo más cálidos, más húmedos y con menos nieve a lo largo del siglo XX. De continuar nuestros hábitos de grandes consumidores de combustibles fósiles, no sólo se mantendrá esta tendencia, sino que también empezaremos a sufrir más tormentas y más intensas. El Atlántico Norte es la principal fuente de las tormentas invernales en Europa occidental y central. Si las emisiones de CO

2 siguen aumentando sin control, es posible que la

frecuencia e intensidad de dichas tormentas se incremen-ten, lo que a su vez incrementaría la actividad tormentosa en los países vecinos.Este informe resume las recientes conclusiones científicas sobre la futura actividad tormentosa en el Oeste y Centro de Europa bajo el escenario de un mundo que continúe pro-duciendo como hasta ahora y que haga poco o nada para reducir las emisiones1. Se han incluido siete países2 en el análisis y se han examinado tres parámetros: 1) aumento del número de tormentas severas de invierno3, 2) aumento del número de días con vientos de velocidades extremada-mente altas4, y 3) aumento en las velocidades máximas del viento.Entre los países analizados, es posible que el Reino Unido se enfrente al mayor aumento en la intensidad y frecuencia de las tormentas. El número anual de tormentas severas de invierno que cruzan el país tiende a aumentar hasta cerca de 10 en un período de 30 años, mientras que las velocida-des máximas del viento podrían aumentar entre un 8 y un 16%. Esto podría llevar a un incremento significativo en términos de pérdidas económicas: las tormentas severas de invierno que azotaron el Reino Unido entre 1987 y 1998 han costado, cada una, entre 200 millones y más de 2.000 millones de euros (ABI, 2003; Munich Re, 2002).

Peligrosos vientos de cambio

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Bajo el mismo escenario, es posible que Holanda sea el si-guiente país que sufra el mayor aumento en la frecuencia e intensidad de las tormentas. No sólo habrá más tormentas severas de invierno, sino que éstas también podrán hacerse más fuertes y producir mayores daños económicos. Las ve-locidades máximas del viento podrían verse aumentadas hasta en un 15%. Estudios previos han demostrado que un simple aumento del 6% en las velocidades de los vientos de tormenta en Holanda podría aumentar la media anual de daños unas cinco veces (unos 100 millones de euros).Es posible que Francia sea el país que sufrirá el tercer ma-yor aumento en la frecuencia e intensidad de las tormentas. Se espera que el mayor aumento se concentre en la parte norte del país. Podrán ocurrir entre 5 y 10 tormentas seve-ras de invierno más en un período de 30 años y las veloci-dades máximas del viento podrán verse incrementadas en-tre un 8 y un 16%.En los países más alejados del Atlántico Norte, posible-mente el aumento de las tormentas será bastante menor. No se puede identificar una tendencia clara de aumento en el número de tormentas severas de invierno para países como Alemania, Polonia o España en conjunto. Sin embargo, al-gunas evidencias demuestran que el noroeste de Alemania y el norte de Polonia podrán ver incrementado el número de días con velocidades del viento extremadamente altas hasta en un 50% y aumentadas las velocidades máximas del viento en un 10-15% hacia el final del siglo. También se espera que la costa norte de España experimente un aumen-to de hasta un 10% en el número de días extremadamente ventosos, mientras que las velocidades máximas del viento podrían verse incrementadas entre un 2 y un 4%. Sin em-bargo, las costas del Mediterráneo de España e Italia más protegidas no parece que vayan a sufrir incremento alguno en la actividad tormentosa de invierno.Nadie podrá escapar a los efectos del cambio climático. Aún en las regiones lejanas a la destrucción de las tormen-tas severas de invierno del Atlántico, lluvias más fuertes, inviernos más cálidos y la disminución de la cantidad de nieve obligarán a los habitantes de Europa a enfrentarse con el cambio climático y lidiar con sus consecuencias. Ne-cesitamos reducir significativamente nuestra dependencia de los combustibles fósiles ahora, antes de que los cambios ocurran tan deprisa que no podamos adaptarnos a ellos. Se pueden evitar los peores impactos si se reducen drástica-mente las emisiones de CO

2, especialmente en los próxi-

mos 10 a 15 años.

1 Estos resultados se han obtenido del análisis utilizando el Escenario de Emisiones IPCC A2, que prevé que la concentración de CO2 alcanzará las 771 ppm hacia el año 2090 (IPCC, 2001). Esto correspondería a un calentamiento de la Tierra en unos 3-5ºC por encima de los niveles preindustriales hacia el período 2071-2100 (New, 2005). En 2004, el observatorio Mauna Loa ha medido una concentración de CO2 media en la atmósfera de 377 ppm.

2 Reino Unido, Holanda, Alemania, Francia, Polonia, España e Italia.3 Las tormentas severas de invierno son los ciclones provenientes de la región noroeste del Atlántico y Europa que se encuentran entre el

95 y el 100, en una escala de intensidad creciente de 0 a 100.4 Las velocidades de viento extremadamente altas son las velocidades de viento que exceden el umbral del percentil 99, es decir, en una

escala de intensidad creciente de 0 a 100 las que están entre el 99 y el 100.

Reino UnidoTormentas + 25 %

Norte de FranciaTormentas + 10 - 20 %

BeneluxTormentas + 20 - 30 %

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Frío y húmedo son las palabras que más se asocian con el invierno en Europa. A pesar de no ser siempre agradables, los inviernos fríos y húmedos forman una parte esencial del ciclo estacional: reponen la tierra reseca por un verano abrasador; hacen que los frutales entren en un período de reposo esencial para preparar las hojas y flores de la próxima estación; y para muchos europeos, es el momento para su deporte de invierno favorito: el esquí.

Sin embargo, lo bueno también puede transformarse en un problema. Las fuertes nevadas que cayeron al final de 2005 han llevado una ingente cantidad de nieve en polvo a los esquiadores de Europa, pero han dejado tirados a miles de viajeros en las carreteras de Holanda, Inglaterra y Francia y sin electricidad a 250.000 personas en Alemania. El durísimo invierno de 2002-2003 ha causado los peores daños de los últimos años a las cosechas de invierno en Polonia. Daños similares han tenido que soportar los agricultores rusos en 2006 cuando una ola de frío y nieve extrema ha barrido el país en enero. El mismo frente frío siguió por el este, centro y hasta el sur de Europa, dejando un centenar de víctimas mortales a su paso y provocando el caos en el tráfico desde Grecia hasta España. Otro fenómeno común en invierno, aunque raro, las tormentas severas de invierno, pueden también sembrar mucha confusión. A día de hoy, y según las entidades aseguradoras, el primer puesto de las mayores pérdidas económicas en Europa aún pertenece a las tormentas de invierno Daria, Lothar y Vivian, que azotaron el centro y oeste de Europa en los años 90 (Swiss Re, 2005) y dejaron a su paso más de 12.000 millones de euros en pérdidas y cerca de 300 muertes en nueve países.

Es verdad que esos eventos extremos son intensos pero raros y se pueden considerar como parte de la inestabilidad natural del clima de la Tierra. Sin embargo, desde principios del siglo XIX los humanos estamos emitiendo grandes cantidades de CO

2 a la atmósfera

consecuencia de la quema cada vez mayor de combustibles fósiles. Este CO2 actúa como una

sábana sobre la Tierra, atrapando más calor del sol y aumentando la temperatura del planeta. La temperatura es sólo un eslabón de la cadena que forma el complejo sistema climático de la Tierra. Al emitir CO

2 a la atmósfera estamos perturbando los límites de la variabilidad

natural del clima de la Tierra.

Los científicos que se dedican a estudiar el clima de la Tierra prevén que los inviernos en Europa podrán hacerse más húmedos, cálidos y tormentosos si el planeta sigue calentándose. Algunos de estos cambios, como pueden ser las temperaturas más cálidas y lluvias más copiosas, se están observando ya y otros como el aumento de las tormentas severas de invierno por todo el oeste de Europa ya se pueden observar parcialmente (Alexander et al., 2005; Smits et al., 2005; Pirazzoli et al., 2004). Con el continuo crecimiento de la densidad demográfica y riqueza en Europa, y el incremento de la frecuencia e intensidad de los eventos extremos, el coste del cambio climático seguirá aumentando inexorablemente.

Introducción

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El invierno actual en Europa

El tiempo es uno de los temas de conversación favorito de los europeos. Presenta muchas variaciones y sorpresas cada día y cada año. Algunas de estas variaciones son parte del ciclo natural. Por ejemplo, los científicos saben que hay un ciclo natural, conocido como Oscilación del Atlántico Norte, que trae períodos alternativos de inviernos fríos o cálidos y húmedos a Europa cada 10 años, más o menos. Sin embargo, los científicos están continuamente encontrando tendencias en nuestro clima que no se pueden explicar a través de los ciclos naturales y que sólo se pueden entender por el cambio climático inducido por el hombre. Por ejemplo, los inviernos del siglo XX han sido los más cálidos de los últimos cinco siglos (Luterbacher et al., 2004). El año 2005 ha sido el más cálido de todos los tiempos en el hemisferio norte desde que empezaron los registros (Dpto. Meteorología del Reino Unido, 2005). Los recientes inviernos cálidos (1976-1999) incluyen tanto un aumento en la cantidad de días cálidos como de días fríos; un fenómeno indicador de que el invierno está, cada vez más, siendo dominado por oscilaciones extremas (Klein Tank et al., 2002). Los inviernos se han hecho más húmedos: no sólo hay más precipitaciones de invierno (principalmente lluvia) que antes, sino que se presentan en episodios más intensos, especialmente en el centro de Europa, el Reino Unido y la península Escandinava (Haylock and Goodness, 2004) con el resultado de inundaciones en algunas zonas.

Sin embargo, más precipitaciones de invierno no significan necesariamente más nieve. En los Alpes Suizos el espesor de nieve y la duración de la estación de nieve han disminuido a lo largo del siglo XX. En altitudes por debajo de los 1.000 m el nivel de nieve ha disminuido entre un 30 y un 50% desde mitad de siglo y las precipitaciones intensas son cada vez más en forma de lluvia en lugar de nieve (Laternser and Schneebeli, 2003).

Hasta ahora, no se ha observado un aumento similar en los temporales severos de invierno en el continente (Bärring y von Storch, 2004; Lozano et al., 2004), aunque se hayan observado aumentos en el Reino Unido (Alexander et al., 2005). Sin embargo, los temporales severos de invierno siguen siendo la causa de cerca del 70% de todas las pérdidas aseguradas en Europa, costando una media de más de 2.000 millones de euros en pérdidas económicas al año (Munich Re, 2000; Climate Risk Management ltd., 2005).

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¿Cómo podría cambiar el invierno en Europa?

Tormentas más caras

Las tormentas de invierno en Europa serán cada vez más caras si las emisiones de CO

2 siguen aumentando de forma

incontrolada. Una atmósfera más cálida puede aportar más energía a la fuerza de las tormentas en latitudes medias y, como resultado, las tormentas de invierno podrían hacerse más intensas y más frecuentes, especialmente en el oeste y centro de Europa (Leckebusch and Ulbrich, 2004; Leckebusch et al., 2006, y cuadros5). Bajo este escenario, la cantidad de tormentas severas de invierno podría incrementarse hasta un 25%, traduciéndose en cerca de 10 tormentas más a lo largo de un período de 30 años hacia finales del siglo XXI. Las velocidades máximas de viento también se incrementarían hasta un 15%, aumentando la probabilidad de mayores pérdidas económicas. Por ejemplo, en Holanda se ha demostrado que un simple aumento del 6% en las velocidades de viento aumentaría hasta 5 veces la media anual de daños, es decir, 100 millones de euros más. Los países más azotados parecen ser aquellos que se encuentran a orillas del mar del Norte: Reino Unido, Holanda y Francia. Las regiones más alejadas del Atlántico Norte, como el norte de Polonia, noroeste de Alemania y España, sentirán el efecto de la mayor actividad tormentosa del Atlántico Norte una vez que el número de días extremadamente ventosos y las velocidades máximas del viento vayan aumentando. Por otro lado, las costas del Mediterráneo de España e Italia más protegidas no parece que vayan a sufrir incremento alguno en la actividad tormentosa de invierno.

5 En las páginas siguientes presentamos un análisis más detallado de los resultados

de Leckebusch and Ulbrich (2004) and Leckebusch et al. (2006, en prensa) para que se puedan comparar los cambios de la actividad tormentosa en los países del centro y oeste de Europa bajo el cambio climático. Los resultados de Leckebusch and Ulbrich (2004) and Leckebusch et al. (2006, en prensa) producidos dentro del marco del proyecto Modelos de Impactos del Cambio Climático en Europa (MICE, proyecto n° EVK2-2001-00118; http://www.cru.uea.ac.uk/cru/projects/mice/) cuyo objetivo era el estudio del impacto de climas extremos. Estos estudios examinaron los resultados de cuatro modelos de clima global, cuatro modelos de clima regional y un escenario de emisiones (SRES A2). El escenario SRES A2 describe un mundo donde la población global aumenta continuamente y las concentraciones de CO

2 en la atmósfera son proyectadas para alcanzar 771 ppm

hacia el año 2090, un nivel que haría superar el peligroso umbral de 2ºC definido por WWF y el Parlamento Europeo. Las tormentas extra-tropicales han sido identificadas utilizando algoritmos de seguimiento determinados. Para más información sobre la metodología y el listado de referencias del estudio, visite www.wwf.es

Reino Unido

Situado entre el mar del Norte y el noroeste del Atlántico, el Reino Unido conoce muy bien las tormentas que vienen del Atlántico. Desde 1987, los temporales han costado cerca de 5.000 millones de euros en seguros por pérdidas y más de 150 muertos en el país (ABI, 2003).Entre los países analizados, el Reino Unido es, posible-mente, el que verá un aumento más drástico de las ac-tividades tormentosas si las emisiones de CO2 siguen aumentando descontroladamente. Tres de los cuatro mo-delos de clima investigados demuestran que el número de tormentas severas de invierno podría incrementarse hasta un 25% hacia el final del siglo, traduciéndose en un au-mento de hasta cerca de 10 tormentas más a lo largo de un período de 30 años entre 2071-2100. Es posible que las velocidades máximas del viento aumenten entre un 8 y un 16%.Las tormentas severas de invierno que azotaron el país entre 1987 y 1998 han costado, cada una, entre 200 millo-nes y más de 2.000 millones de euros (ABI, 2003; Munich Re, 2002). Como en el caso de la serie de tormentas de 1990, el aumento de un 15% en la velocidad del viento po-dría llevar hasta un 50% más de viviendas damnificadas (Munich Re, 2002). Es posible que Escocia e Irlanda se enfrenten a los mayores aumentos de la actividad tormentosa con el cambio climá-tico (Leckebusch et al., 2006), una tendencia ya visible a lo largo de los últimos 50 años (Alexander et al., 2005). La Asociación Británica de Aseguradoras (ABI, 2003) estima que Londres, seguida por Birmingham y Swansea, serán posiblemente las ciudades con mayor riesgo de daños a la propiedad causados por futuras tormentas de viento.

El Reino Unido y sus emisionesEste país es el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero de la Unión Europea después de Alemania. A lo largo de los últimos 15 años, el país ha reducido sus emisiones en más de un 13% con res-pecto a los niveles de 1990. Sin embargo, más de la mitad de la electricidad consumida en el Reino Unido todavía es generada por plantas de energía movidas por combustibles fósiles sucios. Son 100 plantas de energía que producen el 85% de los gases de efecto invernadero emitidos por el país.

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Mayores riesgos para los europeos

La experiencia de las aseguradoras demuestra que hasta pequeños cambios (menos del 10%) en la severidad de los eventos pueden generar altos incrementos en los daños (Innovest Strategic Value Advisors, 2002). Se espera que un aumento del 20% en la frecuencia de las tormentas más fuertes, previsto como consecuencia del cambio climático hacia finales de siglo si no se reducen las emisiones de CO

2, hará aumentar las pérdidas financieras asociadas en

más de 600 millones de euros al año (Climate Risk Management ltd., 2005). No sólo los valores financieros están en juego. Tormentas severas de invierno más frecuentes y otros eventos de climas extremos también supondrían un mayor riesgo para la seguridad del ser humano, sobre todo para aquellos que viven en las zonas más vulnerables, como regiones costeras y cuencas de los ríos.

Francia

Francia se ha enfrentado a una mayor cantidad de tormen-tas de invierno destructivas al final del siglo XX. Las tor-mentas Herta y Daria en 1990, y Lothar y Martin en 1999 dejaron a su paso más de 8.000 millones de euros de pér-didas aseguradas (Munich Re, 2002). La mayoría de las tormentas del Atlántico cruzan Francia de oeste a este, sembrando la destrucción en el norte del país. De continuar las emisiones de CO2 de forma descon-trolada, es posible que este patrón persista y cada vez con más fuerza. Entre los países analizados, probablemente Francia sea uno de los que tengan que enfrentarse al ma-yor incremento de las actividades tormentosas. Tres de los cuatro modelos de clima investigados demuestran que el número de tormentas severas de invierno podría verse in-crementado en un 10-20% hacia el final del siglo. Las ve-locidades máximas del viento podrían verse aumentadas en torno a un 16%.Las tormentas de invierno que azotaron el país entre 1990 y 1999 han costado cada una entre 100 millones y más de 4.000 millones de euros (Munich Re, 2002). Después de la serie de tormentas de 1999, la Federación Francesa de Compañías de Seguros ha estimado que el cambio climá-tico podría hacer aumentar las indemnizaciones pagadas por los seguros en un 20% a lo largo de los próximos 50 años, traduciéndose en un coste adicional de entre 5 y 15.000 millones de euros a las aseguradoras y sus clientes (MIES, 2001).

Francia y sus emisionesEs el cuarto mayor emisor de gases de efecto inverna-dero de la Unión Europea, contribuyendo con cerca del 12% a las emisiones totales de la Unión. El habitante medio francés consume el equivalente a 4,4 toneladas de petróleo de energía al año (un 20% por encima de la media europea y cerca del 300% por encima de la me-dia mundial). Sin embargo, debido a una mayor pre-sencia nuclear en el sector de la energía, las emisiones de CO2 per capita y por Producto Interior Bruto están por debajo de la media europea. En 2003, sólo un 13,5% de la producción de electricidad francesa provino de fuentes renovables, compuesta sobre todo de energía hidroeléctrica.

Holanda

En Holanda, el total de daños ocasionados por la tormen-ta Daria en 1990 alcanzó más de 1.000 millones de euros (Dorland et al., 1999). Tres de los cuatro modelos de clima demuestran que el número de tormentas severas podría aumentar hasta un 20-30% hacia el final del siglo si las emisiones de CO2 continúan aumentando descontroladamente. Esto se tra-duce en hasta cerca de 10 tormentas más, pasarían de 30 a 40 al año, a lo largo del período 2071-2100. Las veloci-dades máximas de viento podrían aumentar entre un 2 y un 16%. Un simple aumento del 6% de las velocidades de las tormentas de viento ya podrían hacer aumentar la me-dia anual de daños en un 500% (Dorland et al., 1999). In-cluso pequeños aumentos en la duración de la tormentas y de las velocidades máximas del viento han demostrado llevar a aumentos significativos de la fuerza máxima de las tormentas en Roterdam y Dordrecht (Jacobs et al., 2000). El nivel del mar podría subir una media de 60 cm en este siglo (VROM, 2005; IPCC, 2001). Además, el número de eventos de tormentas severas podría sufrir un incremento del 50-100% hacia finales de siglo (Woth et al., 2005). Los efectos combinados de ambos fenómenos colocan a la costa holandesa en todavía mayor riesgo de sufrir inunda-ciones.Se espera que el cambio climático también aumente las lluvias de invierno en un 10%, acompañadas de un posi-ble aumento de un 40% en la descarga de los ríos (VROM, 2005). Un aumento del 50% en las precipitaciones de in-vierno y un incremento de 2ºC en la temperatura podrían hacer aumentar la media anual de daños de las inundacio-nes en el sur del valle del Limburg Meuse de 4,5 a 10 mi-llones de euros (Tol, 2001).

Holanda y sus emisionesLas emisiones holandesas han sufrido un aumento del 12% entre 1990 y 2003. En 2003, menos del 5% de la electricidad del país ha sido generada a partir de re-cursos renovables (Klein et al., 2005). Y no parece que la situación vaya a cambiar: en las previsiones hasta 2020, el Gobierno holandés espera que el consumo de energía siga aumentando mientras que las energías renovables apenas jugarán un modesto papel (Van Dril and Elzenga, 2005).

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¿Menos gastos en calefacción y menos cerezas?

Si las emisiones de CO2 siguen aumentando sin control, el cambio climático acortará la

estación fría, disminuyendo el número de días con temperaturas bajo 0ºC hasta 120 días al año en Europa hacia el final del siglo XXI (MICE, 2005). A primera vista esto puede sonar como una buena noticia, presagiando menos gasto en calefacción y menos problemas de salud relacionados con el frío. Sin embargo, muchos cereales y frutales, como cerezas y manzanas, necesitan una cierta cantidad de frío para completar su desarrollo. Los inviernos inusualmente templados ya han llevado a una disminución de las cosechas de grosella en el Reino Unido. Además, las plagas y enfermedades podrían tener mejores oportunidades de sobrevivir a inviernos más cálidos y propagarse con mayor rapidez durante las primaveras más cálidas (Bisgrove and Radley, 2002). En el Mediterráneo, las temperaturas más cálidas a lo largo del año también podrían hacer que las cosechas de invierno tengan una estación de crecimiento más corta (MICE, 2005).

➜ En definitiva, los inviernos más cálidos no son necesariamente buenas noticias.

¿Inviernos más húmedos …

Las temperaturas más cálidas suponen más precipitaciones de lluvia o nieve en el norte y centro de Europa. Si no se reducen las emisiones, los científicos prevén que las precipitaciones invernales sobre el centro y norte de Europa aumentarán un 20-60% hacia el final de este siglo (Räisänen et al., 2004). Una gran proporción de estas precipitaciones se presentará en forma de episodios de fuertes lluvias, que saturarán el suelo y aumentarán los riesgos de inundaciones (MICE, 2005). Fuertes lluvias combinadas con el derretimiento de la nieve en enero de 2003 ocasionaron inundaciones que obligaron a desplazar a cerca de 1.500 personas en Alemania, Bélgica, Francia y Portugal. Se espera que eventos de inundaciones de invierno y primavera similares se repitan cada vez más en toda Europa, especialmente en las cuencas de los ríos Rhin, Rhone, Main y Neckar (SAEFL, 2005; Zebisch et al., 2005; MIES, 2001).

En 1999, la tormenta Lothar trajo pérdidas cercanas a los 300 millones de m3 de madera en la provincia de Baden-Württemberg. Las tormentas Anatol y Lothar de 1999 han costado al país 750 millones de euros en seguros por las pérdidas (Munich Re, 2002).En el interior del continente europeo, Alemania sufre me-nos la influencia de las tormentas del Atlántico que sus vecinos del oeste y norte. No se puede identificar ninguna tendencia clara en cuanto al número de tormentas severas en el conjunto de Alemania. Sin embargo, dos de los cua-tro modelos de clima investigados demuestran que las re-giones del noroeste del país podrían esperar un aumento de hasta un 50% en el número de días con velocidades de viento extremadamente altas y un aumento de hasta un 10% en las velocidades máximas del viento; todo ello si las emisiones de CO2 siguen aumentando sin control. Otra consecuencia del cambio climático podría ser una eleva-ción súbita del nivel de las aguas y el número de eventos de marejada. Hacia el final del siglo, el número de eventos de elevación súbita del nivel de las aguas a lo largo de la costa sur del mar del Norte se podría incrementar entre un 50 y un 100% (Woth et al., 2005). Esto supondrá la nece-sidad de fortalecer las defensas costeras alrededor de importantes puertos marítimos, como Hamburgo y Bre-merhaven, y destinos turísticos populares como la Isla de Sylt.

Alemania y sus emisionesHa reducido sus emisiones de gases de efecto inver-nadero en aproximadamente una quinta parte desde 1990. Alrededor de la mitad de estas reducciones pro-viene del declive económico de Alemania del Este a principios de los 90. La actitud de Alemania en relación al Sistema de Comercio de Emisiones es totalmente insuficiente: el Gobierno apenas ofrece incentivos a las actuales centrales eléctricas para reducir sus emi-siones o para sustituir sus instalaciones actuales por otras con niveles de emisión más bajos (Matthes et al., 2005). Si los incentivos no se definen correctamente, los ambiciosos objetivos para el futuro del clima no podrán ser alcanzados.

Alemania

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… pero menos esquí?

Más precipitaciones de invierno no significan necesariamente más nieve en las montañas. Se espera que las temperaturas más cálidas hagan que las precipitaciones caigan en forma de lluvia en lugar de nieve y reduzcan la duración de la estación de nieve, especialmente en las cotas más bajas. Se espera que el espesor de la nieve de los Alpes disminuya entre un 20 y un 30% a lo largo de los próximos 15 años, a menos que se reduzcan drásticamente las emisiones de CO

2 (MICE, 2005). El cambio climático

podría hacer que el límite de las nieves perpetuas suba hasta 100 m por década (MICE, 2005). En Francia, por ejemplo, más de dos tercios de las pistas de esquí se encuentran parcial o completamente bajo los 1.500 m. Si todos los demás factores de influencia permanecen iguales, las pistas de esquí en altitudes más bajas — muchas de ellas son pequeños negocios familiares— tendrán que cerrarse debido a la falta de nieve (Céron and Dubois, 2005; Elsasser and Bürki, 2002). Una vez que la nieve disponible esté cada vez a más altitud, las pistas de esquí tendrán que desplazarse a cotas de nieve más altas, aumentando la presión sobre los sensibles ecosistemas de los altos Alpes y otras cordilleras europeas.

Polonia

Polonia está situada muy lejos del Atlántico. Sin embargo, tiene una línea costera de cerca de 500 km a lo largo del Mar Báltico y por lo tanto se ve afectada por las tormen-tas de invierno que cruzan el sur de de la península Es-candinava, como la tormenta Edwin que recorrió Dina-marca y el sur de Suecia a más de 180 km/h en enero de 2005.Los cuatro modelos de clima investigados demuestran que el número de tormentas a través del sur de la penín-sula Escandinava podría aumentar entre un 6 y un 25% si las emisiones de CO2 siguen aumentando sin control. Esto llevará directamente a un aumento en la frecuencia e intensidad de los vientos en el norte de Polonia, supo-niendo un incremento de un 25-50% en el número de días con velocidades de viento extremadamente altas, acom-pañados de un aumento de hasta un 16% en las velocida-des máximas de viento.

Polonia y sus emsionesLas emisiones de gases de efecto invernadero polacas han disminuido por encima del 30% entre 1988 y 2003 debido, principalmente, a la reducción de la produc-ción de electricidad por carbón y a su transformación económica. No obstante, alrededor del 95% de las centrales eléctricas del país aún operan con combus-tibles fósiles, principalmente carbón y lignito. Además, las políticas gubernamentales para el Sistema de Co-mercio de Emisiones ofrecen pocos incentivos que es-timulen las reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero en el sector de la electricidad (Ma-tthes et al., 2005).

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España tiene cerca de 8.000 km de costa (incluyendo las Islas Canarias y las Islas Baleares). La mitad de ellas se localizan a lo largo del Atlántico y el resto bordean el Me-diterráneo. Comparada con sus vecinos del norte, a Es-paña le afectarán menos las tormentas de invierno del Atlántico. Sin embargo, es posible que una mayor activi-dad tormentosa causada por el cambio climático en el Atlántico adyacente conlleve a un aumento en la intensi-dad de los vientos en algunas partes del país hacia el final del siglo. Las velocidades máximas del viento podrán su-frir un aumento del 2-4% en el noroeste de España hacia el final del siglo, mientras que en Galicia el número de días con velocidades de viento extremadamente altas podría aumentar hasta en un 10%. Otro tipo de tormenta ha aparecido en la península Ibéri-ca en 2005: el primer huracán de Europa, el Vince, que llegó a la costa sudoeste de España en octubre. Ha sido una tormenta tropical que se formó, como nunca antes había sucedido, en la parte más alejada del noroeste del Atlántico y se desarrolló en aguas que se pensaba eran demasiado frías para ser capaces de originar una tor-menta tropical. Después del huracán Vince, la tormenta tropical Delta azotó las Islas Canarias y Madeira en no-viembre de 2005, dejando a su paso serios daños, apa-gones y muertes. Sin embargo, los científicos aún no pueden afirmar si existe una relación entre estas tormen-tas inusuales y el cambio climático.

España y sus emisionesEl reciente record de nuestro país en la emisión de gases de efecto invernadero es uno de los peores de la Unión Europea. Entre 1990 y 2004, las emisiones aumentaron más del 45% lo que representa casi una décima parte de todas las emisiones de la UE. En 2002, los países de la UE acordaron reducir sus emi-siones de gases de efecto invernadero y establecie-ron los objetivos a alcanzar hasta 2010. España está lejos de cumplirlo, según las tendencias actuales, y se prevé estará emitiendo un tercio más de gases de efecto invernadero de lo que debería en 2010.

España Italia

Italia ocupa una localización privilegiada en la región cen-tral del Mediterráneo. Lejos del océano Atlántico, rara-mente es visitada por las tormentas de invierno del Atlán-tico y es posible que continúe así dentro de un mundo más cálido. Sin embargo, los ciclones generados en el golfo de Génova son acontecimientos comunes en esta parte del mundo. Se pueden formar en cualquier época del año y se caracterizan por presentar vientos con altas velocidades pudiendo causar impactos perjudiciales a las infraestructuras y al medio natural. La relación entre el calentamiento global y los ciclones de Génova no se comprende todavía demasiado bien. Mientras que exis-ten evidencias, pocas, sugiriendo una reducción en el nú-mero de estas tormentas bajo los efectos del cambio cli-mático, otros estudios también indican que esa reducción puede venir acompañada por un aumento en la gravedad de dichas tormentas (Anagnostopoulou et al., 2006). La incertidumbre sobre el futuro de la actividad tormento-sa no significa que Italia, siendo el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero de la Unión Europea, no será alcanzada por el cambio climático. En las montañas ita-lianas, la mitad de los pueblos preparados para los de-portes de invierno se encuentran por debajo de los 1.300 m. Un aumento de 1ºC en la temperatura en diciembre podría conllevar una disminución de cerca de 30 reservas por noche durante el mes de enero sólo en la región alpi-na, causando un gran impacto en la economía de estos pequeños pueblos (MATT, 2002).

Italia y sus emisionesEntre 1990 y 2003, las emisiones de gases de efecto invernadero han sufrido un incremento de más del 11%. Al igual que España, Italia está lejos de cumplir sus objetivos de reducción de emisiones establecidos para 2010. Las políticas del país respecto al Sistema de Comercio de Emisiones tampoco están siendo de mucha ayuda. Favorecen fuertemente las centrales eléctricas de carbón y ofrecen muy pocos incentivos para construir o utilizar otras instalaciones que pro-duzcan menos emisiones.

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Acción: la campaña ¡Cambia de Energía!

➜ La única solución al problema del calentamiento global es reducir drástica y urgentemente las emisiones de gases de efecto invernadero, especialmente el CO2. Una de las formas más efectivas de hacerlo es sustituir las centrales eléctricas de carbón por alternativas limpias, eficientes y renovables, como la energía solar, eólica, mini-hidráulica, biomasa y, sólo como transición a un modelo 100% renovable, utilizar gas natural.

➜ El objetivo de la campaña ¡Cambia de Energía! es pedir a los Gobiernos que frenen las emisiones de CO2 de las centrales eléctricas y forzar un cambio a energías limpias y más eficientes.

➜ Los Gobiernos europeos tienen un papel de vital importancia para reducir los derechos de emisión asignados a las empresas. El Sistema Europeo de Comercio de Emisiones ha puesto límites al CO2 de las chimeneas de las centrales eléctricas y la industria. Las empresas que excedan sus límites deberán comprar derechos de emisión no utilizados por parte de las compañías más limpias.

➜ Límites de emisiones más estrictos combinados con incentivos financieros más robustos para invertir en tecnologías más limpias y eficientes transformarían el sector eléctrico, reduciendo las emisiones de CO2.

➜ El Sistema Europeo de Comercio de Emisiones empezó en enero de 2005 con unos límites de emisión de CO2 muy permisivos. Sin embargo, a lo largo del primer semestre de 2006 será revisado, y es una oportunidad para que los Estados limiten más drásticamente las emisiones de CO2 que permiten a la industria, para que éstas contribuyan en justa medida a alcanzar los compromisos del Protocolo de Kioto.

➜ Europa tiene la palabra: o decide detener drásticamente las emisiones de CO2 y se compromete con los objetivos de Kioto, o sigue contaminando y poniendo en riesgo al ser humano y a la naturaleza.

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Textos: Gregor Leckebusch y Tina TinDiseño original: Katja GrubitzschCoordinación versión española: Mar Asunción y Sonia CervellóEdición: Jorge Bartolomé e Isaac VegaTraducción: Jacqueline GómezDiseño corporativo: www.grubitzsch.deAdaptación gráfica de la versión española: Amalia Maroto

Marzo 2006

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Para más información:

Mar Asunción. Responsable del Programa de Cambio Climá[email protected] Cervelló. Comunicación Cambio Climá[email protected]

¡Actúa ya!

Únete a la campaña ¡Cambia de Energía! y ayuda a WWF a luchar por límites de contaminación más estrictos.

Participa en la ciberacción pidiendo a la Ministra de Medio Ambiente que reduzca los derechos de emisión a la industria.

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WWF trabaja por un planeta vivo y su misión es detener la degradación ambiental de la Tierra y construir un futuro en el que el ser humano viva en armonía con la naturaleza:

– Conservando la diversidad biológica mundial– Asegurando que el uso de los recursos naturales renovables sea

sostenible– Promoviendo la reducción de la contaminación y del consumo

desmedido