CONÉCTATE 168: Capoteando Tormentas

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EN ALAS DE UN DRAGÓN La batalla contra el miedo El paso por la prueba Dios nos acompaña Cómo lidiar con las decepciones La resiliencia se puede cultivar CAMBIA TU MUNDO CAMBIANDO TU VIDA

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EN ALAS DE UN DRAGÓN La batalla contra el miedo El paso por la prueba Dios nos acompaña Cómo lidiar con las decepciones La resiliencia se puede cultivar

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EN ALAS DE UN DRAGÓNLa batalla contra el miedo

El paso por la pruebaDios nos acompaña

Cómo lidiar con las decepcionesLa resiliencia se puede

cultivar

C A MB I A TU MUNDO C A MB I A NDO TU V I DA

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1. Juan 1:5 (NTV); Juan 8:12

2. Salmo 46:1 (NTV)

3. Deuteronomio 31:6

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D Gabriel García V.D Gentian SuçiP Samuel Keating

© Aurora Production AG, 2014

www.auroraproduction.com

Es propiedad. Impreso en Taiwán por Ji Yi Co., Ltd.

A menos que se indique otra cosa, los versículos citados

provienen de la versión RV, revisión de 1960, © 1960

Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado

1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizados con permiso.

Año 15, número 10

A N U E S T RO S A M IG O S

L u z e n l a s t i n i e bl a s

La luz en su acepción más simple es el agente físico que hace visibles los objetos. En el mundo hay muchas luces. Sin la luz natural ignoraríamos buena parte de la belleza que nos rodea y andaríamos más diicultosa-mente por la vida. El Sol que nos saluda cada mañana no solo nos alumbra; es también sinónimo de energía y nueva esperanza. La luz de la Luna y la de las estrellas

son gratas compañeras en nuestras largas noches. Por otra parte, la luz eléctrica es hoy tan básica y necesaria que sin ella se detendría el progreso de la humanidad. Están también las luciérnagas o bichos de luz, que nos entretienen en noches campestres.

Por otra parte, hablamos de la «luz de la razón». Cuando nos viene una idea feliz o una inspiración, exclamamos que fue un «rayo de luz». De una persona de nítida inteligencia decimos que tiene «muchas luces». Utilizamos expresiones como «Dios te ilumine», «se me hizo la luz» y otras parecidas. En la mitología la luz también ocupa un lugar destacado. Sin embargo, todas esas luces palide-cen ante la luz suprema e inextinguible de la que habla el presente número de Conéctate.

Jesús dijo: «La luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad jamás podrá apagarla. Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida»1.

La luz de Dios tiene la virtud de aplacar el escozor de las heridas y aliviar la soledad del alma. En los surcos de la desesperación puede sembrar las semillas de la esperanza. Puede iluminarnos el camino y conducirnos hacia el amanecer a través de la noche más lóbrega.

A pesar de los obstáculos con que nos topamos y aunque a veces nos parece que las sombras del miedo y de las dudas se ciernen sobre nosotros, abrigamos la conianza de que la luz y el amor de Dios nos acompañarán. «Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, siempre está dispuesto a ayudar en tiempos de diicul-tad»2. «No te dejará, ni te desamparará»3.

Que Dios te alumbre en las tinieblas, cuando todas las demás luces se apaguen.

Gabriel García V.Director

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Por una larga espiral de 378 escalones descendimos a las minas de sal de Wieliczka, en el sur de Polonia, sin saber lo que encontraríamos y algo recelosos de perdernos en aquel laberinto subte-rráneo. Yo no alcanzaba a entender cómo era posible que los mineros pasaran una parte tan grande de su vida bajo tierra sin perder la razón.

Al atravesar diversas cámaras nos mostraron unas estatuas de sal. Hace cientos de años, algún minero anónimo en las profundidades de la tierra vio la luz de las velas relejada en la sal y se dio cuenta de que sería un material estupendo para esculpir. Tal vez soñaba con ser un artista como Leonardo da Vinci o Miguel Ángel. Quizá se pasaba la hora del almuerzo o un rato al terminar su turno de trabajo creando su propia obra maestra, que nunca se iba a exhibir en un suntuoso museo ni en una catedral iluminada

por el sol. Apenas serviría para deleitar a otros mineros como él. A lo mejor pensó que en aquellas galerías les podía indicar el camino que conduce hacia Dios. Con el tiempo, otros también comenzaron a esculpir.

A ciento treinta metros bajo tierra los mineros hicieron una capilla. En las paredes retrataron la vida de Jesús, desde Su natividad hasta Su resurrección. Tal vez pensaron que al internarse en aquella oscuridad tenebrosa necesitaban más que nunca la protección y los cuidados de Dios.

¿Quién habría pensado que la luz, al relejarse en la sal, la haría brillar como mármol? ¿Quién se habría imaginado que hombres dedicados a labores tan manuales tendrían la inspiración y el tiempo para crear obras maestras? Nuestro guía nos invitó a probar la acústica del lugar, que tiene fama de ser de las mejores del mundo. Nos dijo que todavía hay

gente que lleva a sus hijos asmáticos o alérgicos a las minas de sal por las virtudes curativas del aire salobre.

Después de regresar a la supericie en ascensor seguí pensando en las minas de sal. No soy escultora, ni pintora, ni compositora, pero para mí es importante crear con lo que escribo. Cualquier cosa que uno haga puede llegar a ser una inspira-ción para otras personas.

En la vida no siempre gozamos de días soleados y cielos azules. Aun en los sitios oscuros, una velita puede llevarnos a descubrir el sentido de nuestra existencia. El sudor y las lágrimas duran poco. En cambio, la belleza que creamos en los espacios de nuestra vida puede perdurar e ilu-minar las tinieblas de otras personas.

Joyce Suttin es docente

y escr itor a. Vive en San

A ntonio, EE . UU. ■

EN LAS MINAS DE SALJoyce Suttin Foto: Nightman1965 / Shutterstock.com

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El paso por LA PRUEBA

Apreciamos la luz porque hemos conocido la oscuridad. Estimamos mucho más la esperanza después de haber vivido el des-aliento. Los buenos momentos nos reportan mucho más gozo cuando hemos pasado por épocas sombrías. Valoramos la salud porque hemos sufrido enfermedades, y somos conscientes de la importancia de ser amados porque sabemos lo que es sentirnos solos.

No creo que nadie disfrute del sufrimiento, las dificultades, las enfermedades, el dolor y las asperezas de la vida. Sin embargo, Pablo dice en la Biblia que con gusto presume de sus flaquezas para sentir dentro de él la fuerza de Cristo1. Cuando aprendemos a acudir a Él en toda circunstancia que se nos presente, Él nos da fuerzas para aguantar y para extraer de las experiencias todo el bien que Él ha prometido.

A continuación reproduzco varios pensamientos de personas

que al recurrir a Dios en momentos difíciles descubrieron que Él las estaba acompañando.

Toda verdad acerca del sufrimiento puede esgrimirse como arma a favor o en contra de Dios. En la mayoría de los casos, el sufrimiento acelera nuestro avance en la dirección en la que ya vamos, tanto si estamos acer-cándonos a Dios como alejándonos de Él. David McKenna

Cuando te cruces con alguien que tiene un hijo con síndrome de Down, no digas para tus adentros: «Yo no podría». Lo más probable es que no. Y esa es, justamente, la razón por la que Dios no te lo ha pedido. Más bien tómate unos momentos para considerar seria-mente cómo harás para no perder la alegría en la situación única y particular en que te encuentras. Acepta tus circunstancias como un regalo de Dios. Atrévete a darle las gracias por ellas. Joni Eareckson Tada (n. 1949)

La gratitud es el secreto de la dicha. Anónimo

Los seres humanos instintivamente pensamos que lo que vemos con los ojos es el mundo real, y tachamos a lo invisible de irreal, cuando la Biblia prácticamente dice que es todo lo contrario. Philip Yancey (n. 1949)

Piensa en tus peores momentos, en tus penas, tus desgracias y tus tristezas; luego date cuenta de que estás aquí, de lo contrario no podrías recordarlas. Sobreviviste al peor día de tu vida. Superaste el trauma, aguantaste la prueba, resististe la tentación, sobreviviste a esa relación nociva, y estás en franca recupera-ción. Recuerda lo malo… y luego mira dónde estás. Cuando evocamos lo difícil que solía ser nuestra vida y tomamos conciencia de lo lejos que hemos llegado, se crea un claro contraste en nuestra mente. Ese contraste constituye tierra fértil para la gratitud. Peter Gomes (1942–2011)1. V. 2 Corintios 12:9

Adaptación de un artículo de María Fontaine

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He fallado más de 9.000 tiros a lo

largo de mi carrera. He perdido

casi 300 partidos. En 26 ocasiones

me coniaron el tiro decisivo… y lo

fallé. He fallado ininidad de veces.

Y por eso mismo tengo éxito.

Michael Jordan (n. 1963), ex jugador

estadounidense de baloncesto

profesional, considerado por la NBA

como el mejor de todos los tiempos

En medio del sufrimiento, ora para que la prueba aumente tu capacidad de fe. Bob O’Bannon

En épocas de contratiempos, di en primer lugar: Él me trajo aquí; es por Su voluntad que me encuentro en este atolladero; en eso confiaré. Luego di: Él por amor me guardará y en medio de esta prueba me dará la gracia para comportarme como un hijo Suyo. A continuación: Él hará que esta prueba redunde en bendición, pues me enseñará lo que quiere que aprenda y obrará en mí la gracia que desea conce-derme. Por último: cuando Él lo considere apropiado, una vez más me sacará adelante, de la manera y en el momento que sabe que más me conviene. Di: Me encuentro en estas circunstancias (1) por voluntad de Dios; (2) amparado por Él; (3) como parte de mi proceso de formación; y (4) por el tiempo que Él considere necesario. Andrew Murray (1828–1917)

No pidas una carga más ligera. Ora para tener la espalda más fuerte. Anónimo

Cuando se sientan débiles, no digan: «Soy débil». Más bien, busquen el remedio, que es la Palabra de Dios. Juan Calvino (1509–1564)

A Dios le tienen sin cuidado nues-tros planes. No nos pregunta: «¿Te gustaría sufrir la pérdida de un ser querido, pasar por tal dificultad o enfrentarte a tal derrota?» No. Él permite que esas cosas nos sucedan conforme a Sus designios. Las vivencias que tenemos nos hacen más tiernos, mejores y más nobles, o nos vuelven más critico-nes, censuradores y porfiados. Nos vuelven malvados o nos hacen más santos: depende exclusivamente de cuál sea nuestra relación con Dios y del grado de intimidad que tengamos con Él. Oswald Chambers (1874–1917)

Hasta ahora, ninguna prueba les ha sobrevenido que no pueda consi-derarse humanamente soportable. Dios es fiel y no permitirá que ustedes sean puestos a prueba más allá de sus propias fuerzas; al contrario, junto con la prueba les proporcionará también la manera de superarla con éxito. 1 Corintios 10:13 (BLPH)

M ar ía Fontaine y su esposo,

Peter A mster da m, dir igen

el movimiento cr istiano La

Fa milia Inter nacional. ■

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Cuando nuestro hijo Peter tenía tres años, le diagnosticaron leucemia. De un momento a otro nuestra vida cambió radicalmente. No hay manual de instrucciones que te pueda preparar para lidiar con una enfermedad que pone en riesgo la vida de tu hijo. Si bien hallamos refugio en los brazos de Jesús —nuestro tierno Pastor—, igual tuvimos que hacer frente al miedo durante semanas que se convirtieron en meses.

Finalmente vimos luz al inal del túnel: los médicos dictaminaron que Peter se había sanado. Así y todo, la batalla no había terminado: años más tarde aquel monstruo volvió a asomar la cabeza, no una vez, sino dos.

Cuando el cáncer reapareció estábamos en Sudáfrica, un país que no conocíamos, con un idioma, una cultura y un sistema de salud al que

no estábamos habituados. En todo caso, los temores y el dolor eran los mismos, junto con la interminable espera a que hubiera la menor señal de mejoría. La mejoría se produjo, y una vez más pareció que se había curado… hasta tres años más tarde, cuando perplejos descubrimos que el cáncer había vuelto a atacar a nuestro hijo.

Con apenas diez años, Peter se enfrentaba a su segunda recaída.

Lloramos y sufrimos lo indecible. No lográbamos entender los motivos de Dios, pero percibíamos Su presen-cia siempre a nuestro lado. Me sentía muy identiicado con el apóstol Pablo cuando escribió: «Por todos lados nos presionan las diicultades, pero no nos aplastan. Estamos perplejos pero no caemos en la desesperación. […] Nunca [somos]abandonados por Dios. Somos derribados, pero no destruidos»1.

Una vez más nos aferramos a Dios con todas nuestras fuerzas.

En el hospital el médico nos explicó que la mejor solución para lograr una curación permanente era un trasplante de médula ósea; pero ya nos habían hecho exámenes a todos los miembros de la familia y ninguno era compatible.

—Examinémoslos de nuevo —propuso.

A la semana siguiente el médico nos recibió con una sonrisa.

—Su hijo menor es suiciente-mente compatible —señaló.

No fue una victoria instantánea. Una vez más pasaron días, semanas y meses hasta que Peter estuvo fuera de peligro. Pero salió adelante y lleva diez años sin sufrir una recaída.

¿Cómo se sobrevive a una crisis? Aferrándose a la mano del Pastor, momento a momento, hora tras hora, día a día.

Koos Stenger es escr itor

independiente. Vive en los

Países Bajos. ■

MOMENTO A MOMENTO

Koos Stenger

1. 2 Corintios 4:8,9 (NTV)

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Hace algunos años viajé

en un carguero con mi familia de Europa a Sudamérica, nuestro nuevo destino de servicio. Debido a largas demoras en el embarque de la carga tuvimos que zarpar en pleno invierno mediterráneo, más o menos en la misma época del año en que el apóstol Pablo naufragó cerca de las costas de Malta1. Nos lo tomamos a broma, y sin mucha convicción le rogamos a Dios que no fuéramos a correr la misma suerte.

Resulta que dos días después de zarpar se desató un temporal de grandes proporciones con vientos huracanados. Aunque el buque estaba cargado y navegaba bastante hundido, se zarandeaba con violen-cia. A los niños les parecía de lo más divertido, pero los demás nos las

veíamos en figurillas para guardar la compostura y resistir las náuseas. Hasta los avezados tripulantes estaban mareados.

Escuchamos informes por radio que daban cuenta de naves en apu-ros. No había nada que yo pudiera hacer en la práctica para ayudar, excepto orar. Así que eso hice, ¡con más fervor que nunca!

«Ve al puente». Reconocí la voz enseguida. Era Jesús. «El capitán también está rezando. Ora con él e infúndele fe».

Me puse de pie y di unos primeros pasos tambaleantes. No sabía cómo me las iba a arreglar para llegar al puente, pero lo logré. El capitán se encontraba solo y efectivamente estaba rezando. Hicimos vigilia juntos hasta que pasamos al sur de Sicilia, que nos escudó de la parte más brava de la tormenta. La nave y la carga habían

sufrido algunos daños, pero nadie se había lastimado.

Hace poco me vi en un aprieto y me vinieron a la memoria las enseñanzas que me dejó aquella experiencia. «Sube al puente de mando y toma con firmeza la mano del Capitán —me pareció oír—. Jesús es nuestro Timonel. Pronto estaremos en aguas serenas».

Por naturaleza los seres humanos tendemos a evadir las dificultades y ocultarnos de ellas con la esperanza de que desaparezcan; pero no es eso lo que hacen los triunfadores. No nos quedemos paralizados ante las tormentas. Aunque las batallas de la vida se yergan como obstáculos insalvables, vale la pena luchar para alcanzar la victoria.

A nne Spr ing es escr itor a y

tr abaja como cooper ante en

los Balcanes. ■

CAPEAR EL

TEMPORAL

1. V. Hechos 27 y 28

Anne Spring

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Tras ajustarme el arnés y cerciorarme de que el resto del equipo estuviera bien asegurado, tomé las riendas irmemente. La bestia alada cabeceaba, corcoveaba, se retorcía y se sacudía para librarse de las ataduras y arrojarme al abismo. Mis ayudantes —uno a cada lanco— lograron contener su furia, aunque para impedir que se elevara conmigo y me arrastrara hasta su guarida tuvieron que emplear toda su habilidad y fuerza.

La voz de la radio me devolvió abruptamente a la realidad.

—Las manos hacia atrás con las palmas hacia arriba. Inclina el cuerpo hacia adelante y mira al frente. ¡Posición de despegue!

Era Avi, nuestro instructor jefe y mentor, decidido a transmitirnos los conocimientos necesarios para desaiar la gravedad y volar, y sobre todo para aterrizar luego sua-vemente. Le gustaba decir que el despegue es opcional; el aterrizaje no. Procuré tranquilizarme convenciéndome de que todo estaba en orden y recordando el impecable historial de nuestro instructor en materia de seguridad.

Era el inal de nuestro curso de parapente. Toda la teoría sobre sustentación, arrastre y ángulo de ataque que habíamos aprendido sería inútil si no me lanzaba desde aquella colina. «¡Mantén la calma y sigue las instruccio-nes!», me repetía a mí mismo a modo de mantra.

EN ALAS DE UN

DRAGoN

1. Isaías 40:31 (NVI)

2. Mateo 14:27 (NVI)

3. Salmo 46:2 (NVI)

Mientras estaba en posición de despegue, un águila circunvoló el lugar sin hacer esfuerzo alguno. Había captado una columna térmica ascendente y apenas necesitaba aletear. Recordé un versículo: «Volarán como las águilas»1.

La radio volvió a sonar.—¿Listo?Asentí con la cabeza y respiré profundamente varias

veces para que no me entrara el pánico. ¿Qué nos había dicho Avi?

—El pánico te pone a un paso de un accidente. Cuando te entra el pánico, el subconsciente te controla y te lleva a cometer errores.

Eché las manos hacia atrás. El viento inló mi para-pente y me hizo recular. Me incliné hacia adelante y miré hacia arriba. Estaba jugado. No había vuelta atrás. Sabía que lo siguiente era correr. Al igual que en la vida, si nos falta energía para perseguir nuestro objetivo, las circuns-tancias comienzan a obrar en contra nuestra. Si perdía velocidad, el parapente empezaría a volar ladeado. Tenía que dirigirlo yo y decirle: «¡Vuela, y hazme aterrizar sin ningún problema!»

—¡Corre!Di dos pasos y me elevé. Fue más fácil de lo que

imaginaba, más parecido a subirse a un telesilla que a andar en avión. Volé muy alto sobre un lago cristalino rodeado de un espléndido paisaje de montañas azules. Tiré suavemente del freno para girar a la derecha. El

Curtis Peter van Gorder

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[Jesús] lo resumió en un solo mensaje

de consuelo eterno que dio a Sus dis-

cípulos en el mar de Galilea: «Soy yo.

No tengan miedo»2. Él es el antídoto

contra el miedo, el remedio para la

turbación, la esencia y el súmmum

de la libertad. Por ende, debemos

superar el temor. Fijemos los ojos en

Él, moremos continuamente en Él,

busquemos en Él nuestra satisfac-

ción. Aferrémonos estrechamente

a Él y clamemos: «No temeremos

aunque se desmorone la tierra y las

montañas se hundan en el fondo del

mar»3. A. B. Simpson (1843–1919)

hermanados, y cada vez que uno tocaba tierra lo vitoreábamos. Nos unía el hecho de que habíamos afrontado y superado nuestros temores.

Después de gozar de aquellos instantes me puse a conversar con nuestros instructores, ambos fundadores de una importante escuela de parapente en la India.

Avi, el instructor jefe, y su mujer, Anita, dejaron lucrativos trabajos en el mundo empresarial para hacer realidad su sueño. Al principio no fue fácil. Le pregunté a Anita cuál era en su opinión el factor principal que había contribuido al éxito de su empresa.

—Quemamos todas nuestras naves. Fracasar no era una opción. Era vencer o morir, y no estábamos interesados en morir.

Les tomó varios años de arduo trabajo, de viajes para promocionar la actividad en reuniones corporativas y en cualquier parte donde les dieran la oportunidad de presentarse. Unos pocos valientes lo intentaron, comenzó a correr la voz, y ahora realizan vuelos casi todos los días.

Descubrí que aquellos emprendedores también tenían una faceta pro-fundamente espiritual. No era todo por sentir la adrenalina o embarcarse en una empresa arriesgada. Para ellos había sido un vuelo interior, del que querían hacer partícipes a los demás.

—El parapente es como la vida —señaló Avi—. Tenemos que hacer frente a los obstáculos y superarlos. Aunque los demás nos pueden prestar ayuda, en última instancia tenemos que avanzar por nosotros mismos. Debemos reconocer nuestros miedos, no hacer caso de las dudas y volar.

Curtis Peter van Gor der es guionista e instructor de

pantomima (http://elixir mime.com/). Vive en Bombay (India)

y está afiliado a La Fa milia Inter nacional. ■

ala me obedeció. Luego giré a la izquierda y una vez más a la derecha. Seguidamente me dispuse a efectuar el aterrizaje. No fue todo lo suave que yo esperaba, pero tampoco tan brusco para ser el primero.

Aun así, me puse a criticar mi aterrizaje y le dije a Avi que lo haría mejor la siguiente vez.

—No seas tan exigente con-tigo mismo —me amonestó—. Un aterrizaje seguro es un buen aterrizaje.

Todos aplaudieron. Yo también. Nos sentíamos

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Cuando las penas y adversidades te abrumen,

hallarás consuelo, tranquilidad y seguridad en

Jesús3.

Jesús, quiero que seas mi consuelo cuando estoy

triste, mi protección en tiempos de peligro y mi

amigo en todo momento. Te ruego que entres en

mi vida y permanezcas siempre a mi lado.

Me recuerda a un amigo mío que ha hecho precisamente eso. Hace un tiempo se enfermó grave-mente. Cabía pensar que la vida activa y provechosa que siempre había llevado tocaba a su in. Él, no obstante, convirtió su valle de lágrimas en una gran bendición. Lo cambió en manantial y, en conse-cuencia, ha llegado a ser una fuente aún mayor de ánimo para los demás. Permitió que su llanto hiciera alorar sus mejores cualidades. Transformó su desierto en un hermoso lugar, cavando bien hondo en su corazón y en la Palabra de Dios.

Si eres capaz de airmarte en las promesas de Dios y coniar en Su bondad aun en tiempos de pesar y angustia, los demás verán tu fe, y será para ti —y también para ellos— como un pozo en medio de un terreno yermo, estéril y duro. Es precisamente en esos casos en que la fe resplandece más que nunca: cuando nos lleva a sobreponernos a las diicultades.

Podemos encontrar fuerzas para salir adelante a pesar de las circunstancias porque contamos con un Dios omnipotente y amoroso y con el sustento de todas Sus espléndidas promesas. «En todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó»2. No tenemos por qué quedarnos en ese valle de desolación, ni limitarnos a soportar nuestras tribulaciones. Acercándonos a Dios y apoyándonos en Su Palabra hallaremos muchos manantiales de aguas viviicantes que Él nos brinda.

Merece la pena que tengas esto en cuenta la próxima vez que te encuentres en el valle de lágrimas.

Virginia Br andt Berg (1886 –1968) fue una

evangelizador a estadounidense. ■

EL VALLE DE LÁGRIMAS

1. Salmo 84:6,7 (NBLH)

2. Romanos 8:37

3. V. Salmo 61:2

En hebreo, la palabra bakah signiica llanto o lágri-

mas, y en tiempos bíblicos había un valle en Israel conocido por ese nombre. En sentido igurado, todos hemos pasado alguna vez por el valle de lágrimas, un lugar de sufrimiento, de pesar, de penalidades, un sitio árido, desértico y polvoriento.

El Salmo 84 pone de maniiesto el sublime concepto de que, cuando pasamos por ese lugar, tenemos ocasión de tornar la diicultad o decepción, el pesar o sufrimiento —sea lo que sea— en bendición. «Pasando por el valle de Baca lo convierten en manantial, también las lluvias tempranas lo cubren de bendiciones. Van de poder en poder»1.

Adaptación del texto de un programa radial de Virginia Brandt Berg

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«Eres más valiente de lo que crees, más fuerte de lo que pareces y más inteligente de lo que piensas». Palabras del personaje

Christopher Robin de A. A. Milne

La primera vez que oí esa frase me acordé de algo que acababa de leer sobre un joven tremendamente dotado para el deporte. Con apenas diecinueve años, Rafael Nadal ya aspiraba a ser campeón mundial de tenis. Corría el año 2005 y, habiendo ganado su primero Grand Slam ese año y alcanzado el puesto nº 2 en el ranking de la ATP, parecía listo para encumbrarse aún más en la escala del éxito. Sin embargo, al cabo de varias semanas de molestias en el pie izquierdo, los médicos descubrieron que había nacido con una enfer-medad poco común que le causaba hinchazón en el pie y con frecuencia le producía dolores intensos. Aquello amenazaba con truncar su carrera de un día para otro.

Ese inesperado contratiempo destrozó las aspiraciones juveniles de Rafa. Sin poder caminar —y mucho menos jugar al tenis— se sumió en una sombría espiral de depresión. Se pasaba horas echado en un sofá con la mirada perdida, o sentado en el baño llorando. Más tarde comentaría: «No me reía, no sonreía, no quería hablar. Había perdido todo apetito por la vida».

En ese momento tuvo que tomar una decisión trascendental: o se daba por vencido o seguía adelante. Si optaba por la vía fácil, se perdería las recompensas que podía depararle la senda de las diicultades. Decidió persistir y concentrarse en la victoria, por más que se veía y sentía derrotado. No fue una decisión fácil: sufrió más lesiones, y el pie continuó molestándolo. A pesar de todo, su determinación rindió

fruto: tres años más tarde llegó a ser el número uno del tenis mundial.

Hay momentos en que la vida nos asesta un golpe duro. Nuestros sueños se ven truncados, perdemos las esperanzas y nos sumimos en la desesperación. No obstante, aunque parezca que todas las circunstancias apuntan al fracaso, podemos optar por vivir victoriosamente y empe-ñarnos en aguantar un día más, una hora más, un minuto más. Podemos atrevernos a hacer otro intento, así tengamos miedo de fallar. Podemos tomar la decisión de amar una vez más aunque nos hayan lastimado, y de ser generosos aunque nos hayan engañado. Un día también nosotros emergeremos de la oscuridad de la noche para disfrutar de un esplendo-roso amanecer.

Elena Sichrovsk y es

misioner a. Vive en Cartagena,

Colombia. ■

EL PREMIO A LA

PERSEVERANCIA

Elena Sichrovsky

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CÓMO LIDIAR CON LAS DECEPCIONES

Gloria Cruz 

1. V. 2 Samuel 15

2. V. Éxodo 32:15–35

no tienen por qué dejarnos destrozados; al contrario, pueden enseñarnos mucho.

He aquí cuatro consejos para lidiar con las decepciones:

Reconocer que las personas no son perfectas ni iguales a ti; que no todos piensan, ni ven, ni encaran las situaciones como lo harías tú. Debes entender y aceptar que los demás no priorizan necesariamente lo mismo que tú.

Admitir que en la vida hay todo tipo de situacio-nes y que algunas te van a agradar y otras no. La vida no tiene que ser perfecta, plenamente feliz ni exitosa para que valga la pena.

Aprender a ser lexible ante una situación decepcionante. Una rama seca se parte cuando se le aplica un poco de presión. En cambio, la rama que está verde y llena de vida se dobla y no se rompe.

Procurar ver el lado positivo de cada situación y preguntarte: «¿Qué puedo aprender de esto? ¿Cómo le puedo sacar provecho?» Si buscas a Dios en cada circunstancia, puedes dar un giro positivo a un desenlace aparentemente desfavorable.

Glor ia Cruz es life coach y consejer a

cr istiana especializada en mujer es. Vive en

España. ■

¿Quién no se ha sentido decepcionado alguna vez? Puede ser que un amigo o amiga te falló; a lo mejor esperabas en tu trabajo cierto reconocimiento que nunca llegó; quizás el amor que pensaste que era para toda la vida acabó precozmente en divorcio; a lo mejor tenías un porvenir soñado para tus hijos y ellos terminaron tomando otro rumbo.

La Biblia relata diversos casos de hijos que defrau-daron a sus padres. Absalón, ambicioso del trono de su padre, llegó a reunir un ejército en franca rebelión contra él1.

Otro personaje bíblico que conoció desilusiones fue Moisés. Dios lo había elegido para liberar a los israe-litas de la esclavitud que padecían en Egipto. Cuando consiguieron llegar al desierto de Sin y Moisés se hallaba en la montaña recibiendo los Diez Mandamientos, el pueblo se apartó de Dios y optó por rendir culto a un becerro de oro. Tal fue la decepción de Moisés y la ira que le produjo ese hecho que hizo pedazos las tablas de piedra en las que estaban inscritos los preceptos divinos. Tiempo después tuvo que retornar a la montaña para que Dios se los dictara nuevamente2.

Nos decepcionamos porque albergamos ciertas expectativas sobre algo o alguien y estas no se cum-plen. Cuando eso pasa nos desanimamos, perdemos la conianza y hasta nos encerramos en nosotros mismos. Eso puede llegar a producirnos desdicha, resentimiento, amargura, rabia y a la larga el deterioro de nuestra salud. Si bien esas reacciones son normales, hay una mejor manera de hacer frente a las desilusiones. Es más, estas

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No me gustan los inviernos fríos, de nevadas y heladas. Por eso viví feliz en México muchos años. Ahora mi mujer y yo residimos en Canadá. Ayer nevó. La nevada llegó un poco temprano en el año. Eran copos pequeñi-tos que no cuajaron, pero fueron un presagio de lo que sin duda vendrá. Las temperaturas han estado bajo cero la mayoría de las noches y poco han subido durante el día. ¿Ya comenté que me desagrada el invierno?

Dicen que guerra avisada no mata soldado. Pero en este caso, creo que el aviso de lo que tendré que soportar mañana me está haciendo sufrir mental-mente, todo lo contrario de lo que recomienda la Biblia: «No se preocupen por el mañana, porque el día de mañana traerá sus propias preocupaciones —dijo Jesús a Sus discípulos—. Los problemas del día de hoy son suficientes por hoy»1. Eso, naturalmente, no significa que no haya que prepararse para el futuro; más bien, que no debemos dejar que las preocupaciones por futuros males nos arruinen el presente.

El apóstol Santiago dijo que no contáramos para nada con el día de mañana. «Ustedes que dicen: “Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad, pasaremos allí un año, haremos negocios y ganaremos dinero”. Y eso que ni siquiera saben qué sucederá mañana. ¿Qué es su vida? Ustedes son como la niebla, que aparece por un momento y luego se desvanece»2.

¡Quién sabe si llegaré a ver el día de mañana o la llegada del invierno! No me vaya a pasar como a Mark Twain, que escribió: «Soy un anciano que ha sufrido innumerables calamidades, la mayoría de las cuales nunca llegaron a ocurrir».

A fin de cuentas, sobrellevar los problemas no es tan difícil. Si pienso solo en el presente, cada día que pasa es uno menos por el que preocuparme. Si logro aguantar un día entero, el siguiente probablemente no resultará tan pesado. Y en unos meses, cuando la nieve llegue hasta el dintel de las ventanas, será señal de que el invierno ha llegado a su máxima intensidad y pronto habrá concluido.

Sobreviviré. Hasta puede que aprenda a esquiar.

Phillip Ly nch es novelista y comentar ista de temas espir ituales y

escatológicos. Vive en Canadá. ■

SE ACERCA EL INVIERNO

1. Mateo 6:34 (NTV)

2. Santiago 4:13,14 (NVI)

Phillip Lynch

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¿Alguna vez te has dete-nido a pensar cómo es que cada cierto tiempo todos volvemos a pasar por la escuela de la desgracia? Apenas comienza uno a disfrutar de una etapa fácil, algo sucede que merma un poco su felicidad. «¿Por qué me ocurren estas cosas? —nos preguntamos—. ¿Por qué tenía que sucederme esto en este preciso momento?» En vez de contribuir a la solución, esos cuestionamientos tienden a empeorar las cosas. Al in, aunque no entendemos nada y no vemos cómo es posible que nuestras diicultades conduzcan a algo positivo, nos acordamos de que Dios sí lo tiene claro. Él siempre tiene un plan. Entonces optamos por coniar en Él y aguantar, y a la larga Él lo resuelve todo.

Hace muy poco me hallaba en una etapa intermedia del ciclo —a

caballo entre dudar y coniar— cuando mi esposo, Ivo, regresó de su habitual trote y me contó algo que había visto. Nuestro vecindario se encuentra sobre una loma y está salpicado de hermosos jardines y árboles loridos. Para Ivo es perfecto, ya que aparte de ser buen deportista, es también hábil para la jardinería.

Todas las mañanas pasa junto a una glorieta que tiene una fuente, algunas lores y un césped exu-berante. Ese día en particular se percató de que una parte de la hierba se estaba poniendo marrón por falta de agua. El resto del jardín recibía abundante agua por el sistema de riego, pero una falla de un aspersor había dejado seca una pequeña área.

Justo cuando Ivo se detuvo a investigar, pasó por ahí el jardinero del barrio, quien notó también la avería. Sacó un martillo de su

LOS

GOLPES DE LA VIDAMarie Boisjoly

maletín de herramientas, se acercó al aspersor y le dio unos golpecitos. Por lo visto un poco de tierra se había introducido en el mecanismo y había bloqueado la salida del agua. Esos golpes lo destaparon, y enseguida el agua manó de nuevo, con suiciente presión para alcanzar el área afectada. En poco tiempo la zona marrón reverdecería y se vería lozana como el resto del jardín.

Dios permite que a veces la vida nos dé unos cuantos golpes para desatascarnos y ayudarnos a cumplir mejor la función de embellecer Su jardín.

Marie Boisjoly es

risoter apeuta y director a

de Coloreando el mundo,

un espectáculo inter activo

de payasos y títeres. Vive en

México. ■

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El higo es un fruto que se menciona en la Biblia y que seguimos consumiendo habitualmente, ya sea en forma de higo fresco, blando y jugoso, o como higo seco, dulce y correoso. La higuera es un árbol bastante común en los paisajes bíblicos. Simbolizaba seguridad y prosperidad1.

Hubo una ocasión en que Jesús, al partir de la pequeña aldea de Betania, vio una higuera. Como tenía hambre, buscó frutos entre las hojas. No hallando ninguno, maldijo la higuera: «¡Nunca jamás nazca de ti fruto!»2 Enseguida el árbol se secó.

Diríase que fue un castigo muy duro para aquel árbol, y contrasta con la parábola acerca de una higuera a la que se le dio un total de cuatro años para demostrar su fecundidad3. Desconocemos los motivos por los que Jesús emitió un juicio tan repentino e irrevocable, del mismo modo que Sus contemporáneos no sabían por qué

A N T E S Y A H O R A

Quise bendiciones;

hoy quiero a Jesús.

Antes, sensaciones;

hoy, nomás Su luz.

Dones no deseo;

solo al Dador.

Ya no busco cura;

preiero al Doctor.

Antes me afanaba;

ahora en Él confío.

Antes creía a medias;

hoy con todo brío.

Antes a Él me asía;

Él me agarra hoy.

Iba a la deriva;

ahora anclado estoy.

A. B. Simpson (1843–1919)

habían muerto dieciocho hombres al caer sobre ellos una torre, en una catástrofe aparentemente sin sentido4.

Cuesta hacer frente a las situa-ciones penosas que se nos presentan en la vida. Cuando se nos muere un ser querido, o nuestra salud se deteriora, o perdemos nuestro puesto de trabajo, o sufrimos un desengaño, nos esforzamos por comprender el porqué. No falta quien nos regala un libro que enumera todos los motivos por los que uno se enferma, o detalla los once pasos para la sanación interior. Sin embargo, no parece que Dios pretenda que siempre descubramos el propósito de nuestras adversidades. No siempre nos revela lo que piensa; a veces nos pide que coniemos en Él de todo corazón, y no en nuestra propia inteligencia5.

Dios no siempre nos da explicacio-nes. Lo que sí nos promete en todos los casos es Su presencia. «No temas, porque Yo estoy contigo», nos dice6. «El Señor mismo irá delante de ti, y estará contigo; no te abandonará ni te desamparará; por lo tanto, no tengas miedo ni te acobardes»7.

Abi May es escritor a y docente.

Vive en el R eino Unido. ■

eL mIsterIO DE LA higuera

1. V. Deuteronomio 8:8,9; 1 Reyes 4:25

2. Mateo 21:18–20

3. V. Lucas 13:6–9

4. V. Lucas 13:4

5. V. Proverbios 3:5

6. Isaías 43:5

7. Deuteronomio 31:8 (DHH)

Momentos de sosiego

Abi May

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De Jesús, con cariño

AMOR SIN

RESERVASLa vida puede ser dura, y no siempre resulta fácil descubrir el porqué de ciertas situacio-

nes desconcertantes. Cuando todo te sale al revés, es natural que pongas en duda Mi amor. No obstante, esos son los momentos en que quiero allegarme más a ti. Mi

amor siempre te acompañará y te dará fuerzas para sobrellevar las diicultades.

El amor incondicional en su más pura expresión proviene de Mí. Aun cuando me echas la culpa de los apuros que te sobrevienen, Yo no te

censuro ni te dejo de amar. Aun cuando pones en duda el amor que te tengo, Yo sigo queriéndote, y no pierdo la fe en ti. Seguiré estando

a tu lado cuando precises orientación o compañía, cuando tengas una necesidad apremiante de que te escuchen o te haga falta un

amigo. Quiero que te tranquilices y sepas que siempre podrás contar con alguien que ve ininitas posibilidades en ti y

que te ama tal cual eres. Esa persona soy Yo.

Pase lo que pase, cuenta siempre con Mi amor incondicional. Ese amor será para ti una luz en

medio de las sombras, una brújula cuando vagues sin rumbo, un ancla que te sujete en

la tormenta y un manto que te abrigue y te conforte cuando sientas frío y no

tengas a nadie más.