Tómatelo con calma

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www.jesusbenitez.com Página 1 Tómatelo con calma Por Jesús Benítez Los impertinentes, no respetan la intimidad, ni lo privado; fijan su objetivo y asedian sin pudor a quien pueda ayudarles a conseguirlo. Son como una plaga apocalíptica. La comparación que más se ajusta a ellos, tiene su referente en un asalto a mano armada que no puede denunciarse, o en el origen de aquellos que padecen manías persecutorias, son la causa más extendida de ataques de ansiedad, el reflejo exacto, claro y meridiano de terrorismo psicológico, casi como un cáncer indetectable, de largo recorrido. Están por todas partes y te persiguen sin piedad, a cualquier hora, poniendo a gala los recursos más insospechados para molestar a conciencia. La impertinencia, mata con cuentagotas, de forma aséptica, sin dejar huellas.

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Tómatelo con calma es un artículo de Jesús Benítez incluido en su web www.jesusbenitez.com.

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Tómatelo con calma Por Jesús Benítez Los impertinentes, no respetan la intimidad, ni lo privado; fijan su objetivo y asedian sin pudor a quien pueda ayudarles a conseguirlo. Son como una plaga apocalíptica. La comparación que más se ajusta a ellos, tiene su referente en un asalto a mano armada que no puede denunciarse, o en el origen de aquellos que padecen manías persecutorias, son la causa más extendida de ataques de ansiedad, el reflejo exacto, claro y meridiano de terrorismo psicológico, casi como un cáncer indetectable, de largo recorrido. Están por todas partes y te persiguen sin piedad, a cualquier hora, poniendo a gala los recursos más insospechados para molestar a conciencia. La impertinencia, mata con cuentagotas, de forma aséptica, sin dejar huellas.

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El ritual de un impertinente es simple, conciso y, a la vez, exasperante, cruel, sin prejuicios: primero, busca meticulosamente a su víctima, aquél que pudiera solucionar su problema o necesidad, no repara en hacer uso de contactos y puentes para encontrar a la presa ideal. Estudia con minuciosidad cómo ganarse su confianza, los puntos débiles, gustos, fobias y, especialmente, los trapos sucios para, caso de no lograr sus pretensiones, demonizarlo o intentar hundirlo en la miseria, quedando así libre de culpas o cargas, lavándose las manos como Poncio Pilato.

Cuando el impertinente tiene a su ‘elegido’ en el punto de mira, se acerca a él con muestras de gran proximidad, adulándolo, como si fuese fruto de la casualidad que hayan coincidido, ofreciendo afecto y consideración, exhibiendo una sonrisa falsa, decadente y un fin evidente. Después, cuando considera que se ha granjeado cierta confianza, el impertinente estima que ya ejerce la propiedad de su interlocutor y lo aborda mañana, tarde y noche, sin miramientos, haciéndole creer que le va la vida en ello, que está en las últimas, o que mucha gente depende de lo que tú puedas ofrecerle, te coloca en un atolladero, en un callejón sin salida. El teléfono no dará descanso y el timbre de la puerta echará humo, no habrá esquina de un local público en la que encontrar intimidad, soledad, quietud, serenidad o calma, no. El impertinente, que es sinónimo de insolente, descarado, grosero, atrevido, inoportuno, indiscreto, imprudente, pesado, molesto o desagradable, siempre aprovechará a personas educadas, amables, inteligentes, despiertas, serviciales, humildes, condescendientes, con un alto concepto del humanismo. Y las dañará sin contemplaciones.

En la mayoría de los casos, se cae en el error de eludir la impertinencia, resolviendo la primera exigencia que nos enfrentan, pensando que así nos libraremos de la agonía, sin tener en cuenta que después de ella, vendrán cien o mil más, a raudales, hasta la extenuación.

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El impertinente hará de nosotros su herramienta, un dominio o privilegio, se mostrará insaciable, sin renunciar ni un ápice. Y así, muchos de los que se muestran con tendencias asociales, que rechazan el contacto con sus semejantes, lo hacen porque han caído en la desagradable experiencia de la impertinencia. Aquellos que han sufrido la persecución de impertinentes, que han vivido en primera persona sus terribles consecuencias, pueden dar la imagen de distantes, huraños, tímidos, herméticos, e incluso de insolentes. Pero no, no. Simple y llanamente, se están protegiendo a sí mismos, hacen uso de un mecanismo de autodefensa, colocándose una coraza, exclamando a todo el que le resulte inoportuno un mensaje expiatorio: “vade retro” o “dejadme en paz”. Evitando o repudiando a los impertinentes, nos curamos en salud y no dejamos de ser buenos samaritanos.

El mal endémico de la impertinencia sólo se corrige con autoestima y, en cierto modo, con algo de egoísmo, sin complejos, poniendo a gala una máxima: “Renunciar a ser verdugo, te convierte dócilmente en una víctima”.

Tómatelo con calma…

© Jesús Benítez – Noviembre de 2010 www.jesusbenitez.com

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Posdata: El calendario Casualmente, hemos nacido, inconscientes del destino, ajenos al devenir que traerían los días. Paso a paso, con ritmo o desidia, íbamos quitando hojas del almanaque, cual resumen incombustible de lo perdido o vivido. Con el tiempo, la piel y el alma nos hacen girones, y descubrimos que la existencia es un paseo incompleto. © Jesús Benítez

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